El Futuro de La Democracia BOBBIO
El Futuro de La Democracia BOBBIO
El Futuro de La Democracia BOBBIO
Reúno en este pequeño volumen algunos escritos que hice en los últimos años
sobre las llamadas "transformaciones" de la democracia. Uso el término "trans-
formación" en sentido axiológicamente neutro, sin atenerme a un significado
positivo o a uno negativo. Prefiero hablar de transformación más que de crisis,
porque crisis hace pensar en un colapso inminente: en el mundo la democra-
cia no goza de óptima salud, y por lo demás tampoco en el pasado pudo dis-
frutar de ella, sin embargo, no está al borde de la muerte. A pesar de lo que
se diga, ninguno de los regímenes democráticos nacidos en Europa después
de la segunda Guerra Mundial ha sido abatido por una dictadura, como su-
cedió en cambio después de la primera. Al contrario, algunas dictaduras que
sobrevivieron a la catástrofe de la guerra se transformaron en democracias.
Mientras el m u n d o soviético está agitado por sacudimientos democráticos, el
mundo de las democracias occidentales no está seriamente amenazado por
movimientos fascistas.
Para un régimen democrático, estar en transformación es el estado natu-
ral; la democracia es dinámica, el despotismo es estático y siempre igual a sí
mismo. Los escritores democráticos de fines del siglo XVIII contraponían la
democracia moderna (representativa) a la democracia de los antiguos (directa);
pero no hubieran dudado en considerar el despotismo de su tiempo de la
manera que el que describieron los escritos antiguos: piénsese en Mon-
tesquieu y Hegel y en la categoría del despotismo oriental. Hay quien ha usado,
con razón o sin ella, el concepto de despotismo oriental para explicar la situa-
ción de la Unión Soviética. Cuando hoy se habla de democracia occidental
se hace referencia a regímenes surgidos en los últimos doscientos años, des-
pués de las revoluciones norteamericana y francesa. A pesar de ello, un autor
muy leído en Italia, C. B. Macpherson, creyó poder ubicar por lo menos cuatro
fases de desarrollo de la democracia moderna, desde sus orígenes decimonó-
nicos hasta hoy.
Entre los últimos escritos sobre el tema seleccioné ios que me parecieron
de una cierta actualidad, aunque no estuvieran vinculados a sucesos cotidianos.
Coloco al inicio, en orden cronológico, el último, que es el que da el título a
todo el volumen. Este estudio nació como una conferencia sostenida en no-
viembre del año pasado (1983) en el Palacio de las Cortes de Madrid, la cual
fui a impartir por invitación de su presidente, el profesor Gregorio Peces-
Barba; posteriormente, corregido y aumentado, sirvió para la disertación
introductoria que presenté en el Congreso internacional Ya comenzó el futuro,
que tuvo lugar en Locarno en mayo pasado (1984) y cuya realización se llevó
al cabo gracias al profesor Francesco Barone. En síntesis, este escrito repre-
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8 INTRODUCCIÓN
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INTRODUCCIÓN 9
crática que no estaba dispuesta a reconocer algún ente intermedio entre los
individuos específicos y la nación en su conjunto. Si se puede hablar de u n a
crisis a raíz del avance de la representación de los intereses y de su consecuente
fenómeno, el aumento de decisiones tomadas mediante acuerdos entre las par-
tes, ésta se refiere menos a la democracia que a la imagen tradicional del
Estado soberano ubicado por encima de las partes (véase Contrato y contrac-
tualismo en el debate actual). En fin, más que u n a falsa promesa, el estan-
camiento de la educación de la ciudadanía, según la cual el ciudadano investido
del poder de elegir a sus gobernantes habría seleccionado a los más sabios,
honestos e ilustrados de entre sus conciudadanos, se puede considerar como
el efecto de u n a ilusión derivada de una concepción excesivamente optimista
del hombre como animal político: el hombre persigue el propio interés lo
mismo en el mercado económico que en el mercado político. Pero, hoy ninguno
piensa confutar a la democracia, como se sostiene desde hace años, que el voto
es una mercancía que se puede ofrecer al mejor postor.
Naturalmente, todo este discurso solamente es válido si nos atenemos a lo
que llamo la definición mínima de democracia, de acuerdo con la cual inicial-
mente se entiende por régimen democrático un conjunto de reglas procesales
p a r a la toma de decisiones colectivas en el que está prevista y propiciada la
más amplia participación posible de los interesados. Sé bien que semejante
definición procesal, o formal, o, en sentido peyorativo, formalista, es dema-
siado pobre p a r a los movimientos que se dicen dé izquierda. Pero, por encima
del hecho que no existe otra definición ta n clara, ésta es la única que nos
ofrece un criterio infalible p a r a introducir u n a primera gran distinción (in-
dependientemente de cualquier juicio de valor) entre dos tipos ideales opues-
tos, de formas de gobierno. Es conveniente agregar que si se incluye en el
concepto general de democracia la estrategia del compromiso entre las partes
mediante el libre debate p a r a la formación de una mayoría, la definición que
aquí se propone refleja mejor la realidad de la democracia representativa, no
importa que se trate de la representación política o de la representación de los
intereses, que la de la democracia directa: el referéndum, que no puede poner
los problemas más que en forma dilemática, obstaculiza el acuerdo y favorece
el conflicto; y, precisamente por esto, sirve más para dirimir controversias
sobre los principios que p a r a resolver conflictos de interés (véase Democracia
representativa y democracia directa). Asimismo, es oportuno precisar, espe-
cialmente p a r a quien pone las esperanzas de u n a transformación, en el naci-
miento de los movimientos, que la democracia, como método, está abierta a
todos los posibles contenidos, pero a la vez es muy exigente en el pedir respeto
p a r a las instituciones, porque precisamente en esto reposan todas las ventajas
del método; entre estas instituciones están los partidos, únicos sujetos autori-
zados p a r a fungir como mediadores entre los individuos y el gobierno (véase
Los vínculos de la democracia).
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10 INTRODUCCIÓN
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INTRODUCCIÓN 11
NORBERTO BOBBIO
Turín, octubre de 1984
Los escritos que aparecen en esta recopilación fueron publicados: "II futuro della democrazia",
en Civiltá delle macchine, 1984; "Democrazia reppresentativa e democrazia diretta", en AA. VV.,
Democrazia e participazione, Stampatori, Turín, 1978, pp. 19-46; "I vincoli della democrazia", en
La política possible, Tulio Pironto, Ñapóles, 1983, pp. 39-61; "La democrazia e il potere invisibile",
en Hivista italiana di scienzu política, x 1980, pp. 181-203: "Liberalismo vecthio e nuovo", en
Mondoperaio, núm. 11, 1981, pp. 86-94; "Contrallo e comratlualismo nel dibattilo auuale",
Ibidem, núm. 11, 1982, pp. 84-92; "Governo degli uomini o governo delle leggi?", en Nuova
antología, núm. 2145, enero-marzo 1983, pp. 135-52.
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I. EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA
1. I N T R O D U C C I Ó N NO PEDIDA
1
G. W . F. Hegel, Vorlesungen über die Phílosophie der Geschichte, I: Die Vernunft in der
Gesc/iichle, Meiner, Leipzig, 1917, p . 200 [hay una edición en español con el Ululo de Lecciones
sobre la filosofía de la historia universal, Alianza, Madrid].
" M. Weber. "La scienza eomo prefessione", en // lavoro iníellctíua/le como prefessiono,
Einaudi. T u r i n , p . 64.
13
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14 E L F U T U R O DE LA D E M O C R A C I A
2 . U N A D E F I N I C I Ó N M Í N I M A DE D E M O C R A C I A
3
Sobre este punto véase mi ensayo "Decisioni individuali e co.llettivo", en Richerche politiche
due lldentitá, interessi e scelte collettivo). II saggiatore, Milán, 1983, p p . 9-30.
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4
Me ocupé más ampliamente de este tema en el artículo "La regola della maggioranza: limiti
e aporie", en AA.VV. Democrazia, maggioranza e minoranza, II Mulino, Bolonia, 1981,
pp. 33 72; y en "La regola di maggioranza e i suoi limiti", en AA.VV., Soggeti e potere. Un
dibattito su societá civile e crisi della política, Biblioplis, Ñapóles, 1983, pp. 11-23.
* Sometido a la ley.
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5
V. Pareto, Trasformazione della democrazia, Corbaccio, Milán, 1920, que es una recopila-
ción de artículos publicados en la Rivista di Milano entre mayo y julio de 1920. El libro de
Agnoli, aparecido en 1967, fue traducido al italiano por Feltrínelli, Milán, 1969.
6
Boris L. Pasternak, II dottor Zivago, Feltrínelli, Milán, 1977, p. 673.
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las asociaciones de la más diferente naturaleza, los sindicatos de las más di-
versas actividades, los partidos de las más diferentes ideologías y, cada vez
menos, los individuos. No son los individuos sino los grupos los protagonistas
de la vida política en una sociedad democrática, en la que ya no hay un solo
soberano, ni el pueblo o la nación, compuesto por individuos que adquirieron
el Derecho de participar directa o indirectamente en el gobierno, el pueblo
como unidad ideal (o mística), sino el pueblo dividido objetivamente en grupos
contrapuestos, en competencia entre ellos, con su autonomía relativa con
respecto al gobierno central (autonomía que los individuos específicos perdieron
y que jamás han recuperado más que en un modelo ideal de gobierno demo-
crático que siempre ha sido refutado por los hechos).
El modelo ideal de la sociedad democrática era el de una sociedad centrípeta.
La realidad que tenemos ante nosotros es la de una sociedad centrífuga, que
no tiene un solo centro de poder (la voluntad general de Rousseau), sino
muchos, y merece el nombre, en el que concuerdan los estudiosos de la polí-
tica, de sociedad policéntrica o poliárquica (o en términos más fuertes pero
no por ello menos apropiados, policrática). El modelo del Estado democrático
basado en la soberanía popular, que fue ideado a imagen y semejanza de la
soberanía del príncipe, fue el modelo de una sociedad monista. La sociedad
real que subyace en los gobiernos democráticos es pluralista.
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20 EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA
Considero en tercer lugar, como una falsa promesa, la derrota del poder oli-
gárquico. No tengo necesidad de insistir en el particular porque es un tema
muy tratado y poco controvertido, por lo menos desde que a finales del siglo
pasado Gaetano Mosca expuso la teoría de la clase política que fue llamada,
gracias a Pareto, teoría de las élites. £1 principio fundamental del pensamiento
democrático siempre ha sido la libertad entendida como autonomía, es decir,
como capacidad de legislar para si mismo, de acuerdo con la famosa definición
de Rousseau, que debería tener como consecuencia la plena identificación
entre quien pone y quien recibe una regla de conducta y, por tanto, la elimi-
nación de la tradicional distinción, en la que se apoya todo el pensamiento
político, entre gobernados y gobernantes. La democracia representativa, que
es la única forma de democracia existente y practicable, es en sí misma la
renuncia al principio de la libertad como autonomía. Es pueril la hipótesis
de que la futura computocracia, como Tía sido llamada, permita el ejercicio de
la democracia directa, es decir, que dé a cada ciudadano la posibilidad de tras-
mitir su voto a un cerebro electrónico. A juzgar por las leyes que son pro-
mulgadas cada año en Italia, el buen ciudadano debería ser llamado a mani-
festar su voto por lo menos una vez al día. El exceso de participación, que
produce el fenómeno que Dahrendorf llamó, desaprobándolo, del ciudadano
total, puede tener como efecto la saturación de la política y el aumento de la
apatía electoral.10 El precio que se debe pagar por el compromiso de pocos es
frecuentemente la indiferencia de muchos. Nada es más peligroso para la
democracia que el exceso de democracia.
Naturalmente la presencia de élites en el poder no borra la diferencia entre
regímenes democráticos y regímenes autocráticos. Esto lo sabía Mosca, que era
Italia alrededor de las tesis de Ph. Schmitter, sobre el cual puede verse la antología La societá
neo-corporativa, a cargo de M. Maraffi, 11 Mulino, Bolonia, 1981, y el libro a dos manos
de L. Bordogna y G. Provasi, Politica, economía e rappresentanza dégli interessi, 11 Mulino,
Bolonia, 1984.
10
Me refiero a R. Dahrendorf, // cittadino totale, Centro de investigación y documentación
Luigi Einaudi, Turin, 1977, pp. 55-59.
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7. E L ESPACIO LIMITADO
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cho a participar en las decisiones que les atañen, sino los espacios en los que
pueden ejercer ese derecho. Hasta que los dos grandes bloques de poder
que existen en lo alto de las sociedades avanzadas, la empresa y el aparato
administrativo, no sean afectados por el proceso de democratización —suspendo
el juicio si esto sea, además de posible, deseable—, el proceso de democrati-
zación no podrá considerarse realizado plenamente.
Sin embargo, me parece interesante observar que en algunos de estos espa-
cios no políticos (en el sentido tradicional de la palabra), por ejemplo en la
fábrica, en ocasiones se ha dado la proclamación de algunos derechos de liber-
tad en el ámbito específico del sistema de poder, a semejanza de lo que sucedió
con las declaraciones de los derechos del ciudadano con respecto al sistema del
poder político; me refiero, por ejemplo, al Estatuto de los trabajadores, que
fue promulgado en Italia en 1970, y a las propuestas que se están discutiendo
para la proclamación de una carta de los derechos del enfermo. Incluso con
respecto a las prerrogativas del ciudadano frente al Estado, la concesión de los
derechos de libertad es anterior a la de los derechos políticos. Como ya dije
cuando hablé de la relación entre el Estado liberal y el Estado democrático, la
concesión de los derechos políticos ha sido una consecuencia natural de la con-
cesión de los derechos de libertad, porque la única garantía al respeto de
los derechos de libertad está en el derecho de controlar el poder al que espera
esta garantía.
8. EL PODER INVISIBLE
13
De esto me ocupé hace algunos años en un articulo titulado "La democrazia e il potere
invisible", en Rwista italiana di scienza política, x (1980), pp. 181-20S, incluido en esta reco-
pilación (Véase p. 6).
14
A. Wolfe, The Limits of Legitimacy. Political Contradictions of Contemporary Capital-
ísm, The Free Press. New York. 1977.
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actos escandalosos que el común de los mortales sólo realiza en los sueños). 17
Está por demás decir que el control público del poder es más necesario poi
cuanto estamos en una época en la que los instrumentos técnicos de los que
puede disponer quien detenta el poder, para conocer con precisión todo lo
que hacen los ciudadanos, ha aumentado enormemente, de hecho es prác-
ticamente ilimitado. Si manifesté algún titubeo en que la computocracia pue-
da impulsar a la democracia gobernada, no tengo ninguna duda en el servicio
que puede prestar a la democracia gobernante. El ideal del poderoso.siempre
ha sido el de ver cualquier gesto y de escuchar cualquier palabra de sus sujetos
(posiblemente sin ser visto ni escuchado): hoy este ideal está a la mano. Ningún
déspota de la Antigüedad, ningún m o n a r c a absoluto de la Edad Moderna,
aunque estuviese rodeado de mil espías, logró tener toda la información sobre
sus subditos que el más democrático de los gobiernos puede obtener del uso de
los cerebros electrónicos. La vieja pregunta que recorre toda la historia del
pensamiento político: "¿quién cuida a los cuidadores?" hoy se puede* repetir
con la siguiente interrogante: "¿quién controla a los controladores?" Si no se
logra encontrar una respuesta adecuada a esta pregunta, la democracia como
advenimiento del gobierno visible, está perdida. Más que de una falsa promesa
en este caso se trataría de una tendencia contraría a las premisas: la tendencia
ya no hacia el máximo control del poder por parte de los ciudadanos, sino,
por el contrario, hacia el máximo control de los subditos por parte del poder.
9. EL CIUDADANO NO EDUCADO
17
Platón, República, 571 cd.
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Falsas promesas. Pero, ¿acaso eran promesas que se podían cumplir? Yo diría
que no. Incluso dejando a un lado la diferencia natural, que indique al inicio,
entre lo que fue concebido como "noble y elevado" y la "cruda realidad", el
proyecto democrático fue pensado para una sociedad mucho menos compleja
que la que hoy tenemos. Las promesas no fueron cumplidas debido a los
obstáculos que no fueron previstos o que sobrevinieron luego de las "trans-
formaciones" (en este caso creo que el término "transformaciones" sea co-
rrecto) de la sociedad civil. Indico tres.
Primero: conforme las sociedades pasaron de una economía familiar a una
economía de mercado, y de una economía de mercado a una economía pro-
tegida, regulada, planificada, aumentaron los problemas políticos que requirie-
ron capacidad técnica. Los problemas técnicos necesitan de expertos, de un
conjunto cada vez más grande de personal especializado. De esto ya se había
dado cuenta hace más de un siglo Saint-Simón quien era favorable al gobierno
de los científicos y no de los juristas. Con el progreso de los instrumentos de
cálculo que Saint-Simón no pudo ni remotamente imaginar, y que sólo los
expertos son capaces de usar, la exigencia del llamado gobierno de los técnicos
ha aumentado considerablemente.
La tecnocracia y la democracia son antitéticas: si el protagonista de la socie-
dad industrial es el experto, entonces quien lleva el papel principal en dicha
sociedad no puede ser el ciudadano común y corriente. La democracia se basa
20
Alexis de Tocqueville, "Discurso sobre la revolución social", en Scrittipolitici, ed. al cuidado
de N. Matteucci, vol. I, Utet, Turín, 1969, p. 271.
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en la hipótesis de que todos pueden tomar decisiones sobre todo; por el con-
trario, la tecnocracia pretende que los que tomen las decisiones sean los pocos
que entienden de tales asuntos. En los tiempos de los Estados absolutos, como
dije, el vulgo debía ser alejado de los arcana impertí porque se le consideraba
demasiado ignorante; ciertamente hoy el vulgo es menos ignorante pero los
problemas que hay que resolver, como la lucha contra la inflación, el pleno
empleo, la justa distribución de la riqueza, ¿no se han vuelto cada vez más
complejos?, ¿no son estos problemas tan complicados que requieren conoci-
mientos científicos y técnicos que el hombre medio de hoy no puede tener
acceso a ellos (aunque esté más instruido)?
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28 EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA
ello trajo como consecuencia que éstos pidiesen al Estado la protección contra
la desocupación y, progresivamente, seguridad social contra las enfermedades,
contra la vejez, previsión en favor de la maternidad, vivienda barata, etc. De
esta manera ha sucedido que el Estado benefactor, el Estado social, ha sido,
guste o no guste, la respuesta a una demanda proveniente de abajo, a una
petición, en el sentido pleno de la palabra, democrática.
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1 3 . Y SIN EMBARGO
21
E. Halévy, L'ére des tyrannies. Etüdes sur le sodalisme et la guerre, introducción de C. Bóuglé,
Nrf. París, 1938.
22
Se trata de una recopilación de diversos ensayos a cargo de Juan Linz, publicada original-
mente en inglés, The Breakdown of Democracy. The John Hopkins University Press, Lon-
dres, 1978, y después en italiano en, II Mulino, Bolonia, 1981, en el que los tres temas funda-
mentales son el advenimiento del fascismo en Italia, Alemania y España.
25
Publicado por el Centro de Investigaciones Sociológicas de Madrid, 1981.
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30 EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA
aproximación al modelo ideal, pero aun la más alejada del modelo no puede
ser de ninguna manera confundida con un Estado autocr ático y mucho menos
con uno totalitario.
No hablé de los peligros externos, porque el tema que se me asignó se
referia al porvenir de la democracia, no al de la humanidad, sobre el que
debo confesar que no estoy dispuesto a hacer ninguna apuesta. Parodiando el
título de nuestro congreso: "Ya comenzó el futuro", alguien con humor negro
podría preguntarse: "¿y si en cambio el futuro ya hubiese terminado?".
Pero al menos me parece que puedo hacer una constatación final, aun-
que sea un poco arriesgada- hasta ahora ninguna guerra ha estallado entre
los Estados que tienen un régimen democrático, lo que no quiere decir que los
Estados democráticos no hayan hecho guerras, sino que hasta ahora no las
han hecho entre ellos .^ He dicho, la observación es temeraria, pero espero
una réplica. ¿Tuvo razón Kant cuando proclamó como primer artículo defini-
tivo de un posible tratado para la paz perpetua que "la Constitución de todo
Estado debe ser republicana"?25 Ciertamente el concepto de "república" al que
Kant se refiere no coincide con el actual de "democracia"; pero la idea de
que la constitución interna de los Estados fuese un obstáculo para la guerra
entre ellos es una idea fuerte, fecunda, inspiradora de muchos proyectos paci-
fistas que se han presentado desde hace dos siglos, aunque no han tenido una
aplicación práctica. Las objeciones contra el principio de Kant siempre han
derivado del no haber entendido que tratándose de un principio universal,
éste tiene validez solamente si todos los Estados y no pocos o algunos asumen
la forma de gobierno requerida para el logro de la paz perpetua.
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EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA 31
26
K. Popper, La societá aperta e i suoi nemici, Armando, Roma, 1973, p. 179.
27
Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia, etc., op. cit., vol. I, p. 58.
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