Fragiles
Fragiles
Fragiles
Hasta que me
Recuerdes
VALENTINA R. ANDERSON
Frágiles; “Hasta que me Recuerdes” Primera edición, Agosto, 2019. © Valentina R. Anderson, 2019.
ISBN: 9781072941088
Sello: Independently published.
Impreso en Estados Unidos.
Imagen de cubierta: teksomolika/freepik.
Queda totalmente prohibida la copia, producción, reproducción, ya sea de forma parcial o completa, por cualquier
medio, digital o en formato papel, sin la autorizacion previa.
El sudor pegaba mechones de pelo a mi rostro, olía fatal. Esto de tener pesadillas era
algo que no sucedía a menudo, pero cuando ocurría era una catástrofe; transpiraba y me
costaba adaptarme a la realidad, el resto del día lo pasaba perseguida por lo que ocurría en
el sueño, pero hoy sería diferente.
Empujé la puerta forrada en un tapiz con pequeños inodoros, era ridículo, pero no hay
forma de sacar esa idea de la cabeza de mi madre, y entré al baño rápidamente. Una vez en
la ducha lavé mi cuerpo de una manera exagerada, quería borrar todo el rastro de sudor y
su olor insoportable.
Escogí la ropa de forma despreocupada, aunque en lo que si detenía más tiempo era en
ponerme mi amado humectante de frutos rojos.
Cuando por fin bajé a la cocina, comí lo más rápido que pude el desayuno que mamá
había dejado sobre la isla y corrí escaleras arriba. Me apresuré a lavarme los dientes,
apliqué un leve maquillaje para tapar mi aspecto de “Recién me levanto, es lunes, y tengo
matemáticas”.
Me paré antes de llegar a la puerta, al go me faltaba pero ¿Qué… ¡Mi mochila! La
busqué mi mochila con la mirada, ¿Dónde la había dejado? oh, ya se ¡Debajo de la cama!
Lo mejor que podía hacer un fin de semana, sonreí y salí disparando de mi casa en mi
nuevo auto. Puse un poco de música y conduje hacia “El parque del aburrimiento y el
saber”.
Aparqué junto a un escarabajo de… ¿Color? Bueno era multicolor, digamos que era
“Edición especial”, Capot negro, dos puertas azules y dos rojas, techo gris y la parte de
atrás ¡Vaya a saber qué color era! Estaba oxidado y yo me quejaba de “rayón” con el que
vino mi auto. Entre y lo mismo de siempre, chicos corriendo, chicos hablando, chicos
besándose, chicas sonriendo exageradamente, chicos presumiendo con quien estuvieron el
fin de semana y yo acá, en medio de todo, sola y con la tarea sin hacer.
La gran “S” rosa flúor resaltaba en mi casillero, saqué el libro de matemáticas y fui
directo al salón de clase. Había pocos alumnos, pero mi fiel amiga se encontraba en su
asiento.
—¡Maggie!
Levantó la vista de su teléfono sobresaltada.
—Me diste un buen susto, ¿Cómo estás?
—Como siempre un lunes a la mañana.
—¿Con sueño. —esbozó una sonrisa.
—Exacto.
El timbre nos aturdió por unos segundos e instantáneamente una estampida de
alumnos entraron, estaban todos empujándose por los lugares, los olores se mezclaban.
Los doscientos litros de perfume de mujer, los cien litros de desodorante de hombre, y el
apestoso olor de algunos sucios que no se bañaron.
—Buenos días. —saludó el profesor Blackwell mientras dejaba su portafolios sobre el
escritorio.
Devolvimos el saludo cordialmente y empezó a preguntar por la tarea. Divague un
rato, hasta que escuche su nombre.
—¿Dorian Williams?
Fijé mi mirada en él. Estaba sentado junto a Jack, nuestro amigo en común. Nunca
habíamos hablado, aunque quisiera, era como una estatua. Maggie siempre de decía que
me gustaba.
¿Me gustaba?
¡Claro que no!
Solo me atraía inconscientemente.
¡Si, eso!
Porque no me puede gustar alguien con el cual nunca hable, eso sería ridículo y…
—Señorita Evans ¿me escucha?
Tenía muchos ojos encima, y el profesor me miraba esperando una respuesta.
—Hmm ¿Puede repetirlo?
Las risas parecieron molestarlo aún más. Suspiró.
—¿Hizo la tarea?
Oh era eso, lo había olvidado.
—Es obvio que no.
Apunto algo en su libreta, ya resignado, y comenzó con su clase.
Faltarían unos cinco minutos para que sonara el timbre del receso, eso quería decir que
venía la pregunta…
—¿Entendieron?
—No. —exclamé.
Nuevamente, todos voltearon a verme. No sé si era la única sincera en este lugar, o
todos entendían, porque nadie se compadeció de mí.
—¿El que no entiende?
Miré al pizarrón lleno de números, flechas y cosas raras.
—Todo.
—Se quedará después de clase.
—Oh, no se preocupe, ya entendí. —me apresuré a responder.
—Bien, entonces dará lección.
—No se moleste de verdad, aparte usted ya lo sabe ¿no es así? no necesita que se lo
diga.
Las risas volvieron y su rostro parecía a punto de explotar.
—Mañana dará lección. —sentenció.
¡Mierda!
—¡Cada día bates un nuevo record, amiga. —me dijo Jack mientras caminábamos por
el pasillo.
Miré sobre su hombro y vi que Dorian me sonreía. ¡Santas hormonas! Contrólense.
—No es mi culpa. Seguramente conoce mi promedio y quiere que me luzca.
—Tienes un siete. —se burló, deteniéndose en su taquilla —No es mala nota.
—Pero tampoco tienes para regalar.
—Cállate.
—¿Te veo en la tarde?
Tenía que estudiar…pero de todos modos no sabía nada. Aunque podía leer las
definiciones y buscar algún tutorial. Así mañana sacaría como mínimo un siete.
—Claro, pero un rato, porque tengo que estudiar.
—Guau eso es nuevo.
Lo miré mal y me fui en busca de Maggie. Cuando la vi hablando con Dorian decidí
que era mejor ir afuera.
Hacia muchísimo calor. Por suerte salíamos después del almuerzo, el pantalón o
tardaría en pegarse a mi piel, y no había cosa que me pusiera de mal humor como eso.
Los bancos estaban todos ocupados. Pero en uno había lugar de sobra por esa razón
me acerqué. Camille Darliss, era rubia y muy bonita, sus anteojos le daban un aspecto
intelectual, y lo era, íbamos al mismo curso.
—Hola. —saludé.
—¡Shelly! No te había visto, lo siento.
Hice un gesto restándole importancia y me senté.
¡Auch! Mis nalguitas sufrieron ante el tacto del cemento caliente.
Cam miraba el pasto en silencio. Me resulto bastante bien. No me gustaban los
silencios incomodos, y me apenaba tener que forzar una conversación.
—Al fin te encuentro. —dijo Maggie acercándose.
—No tenías que buscar mucho.
Rodó los ojos.
—Que graciosa, vamos ya está por sonar la campana.
Sonreí como despedida hacía Cam y la seguí.
Llegamos a la puerta del aula justo antes de escuchar esa especie de chirrido que nos
indicaba que las clases continuaban. La mezcla de olores llegó nuevamente a mis fosas
nasales. La profesora entró y luego de saludar coloco en el pizarrón “Los tiempos
verbales” y empezó a explicar.
Estaba jugando con mi lápiz, cuando un compañero pasó por mi lado haciendo que se
me resbale y caiga al suelo. Pensé que como buena persona iba a detenerse a recogerlo,
pero no. Estiré mi mano, por el lápiz ya no estaba ahí.
Dorian me miraba con una sonrisa, mientras me lo tendía.
—Gracias. —susurré.
Reí estúpidamente, su sonrisa era encantadora.
—Deja de mirarlo así. Eres demasiado obvia. —susurró Cam.
—¿Tanto se nota. —pregunté, temerosa.
—Si la profesora no lo notó, es un milagro.
Una hora y media después, me encontraba haciendo fila en la cafetería. Cuando llegó
mi turno miré asqueada al puré color negro.
—Dame una soda y ensalada de frutas.
—Buena elección. —me sonrió la cocinera mientras colocaba mi pedido sobre la
bandejita de plástico.
Busqué a Maggie con la mirada.
—Shelley, aquí. —gritó Cam.
Me senté frente a ella, y al lado de Jack, quien la miraba como un acosador. Dorian se
sentaba en el otro extremo de la mesa. Nuestros almuerzos siempre eran de cuatro, esta era
la primera vez que Cam nos hacía compañía.
—¿No querías puré de carbón?
—No, Jack, el carbón no es lo mío.
—Y Shelley… ¿Tienes novio? —me preguntó Cam, nada disimulada, vale aclarar.
—No.
En ese momento llegó Maggie, tomó lugar junto a Dorian, pero él ni se inmutó.
—¿Qué tal su fin de semana. —preguntó.
—Horrible. —Respondió Jack.
—Nosotras vimos unas pelis. —dije sin esperar una respuesta por parte de Dorian.
—Yo también, me pase el día entero echada sin nada más que hacer.
—Nadie te preguntó. —le respondió Maggie.
—¡Margaret. —Jack la miró furioso.
Ella se levantó y se fue, el resto del almuerzo pasó en un incómodo silencio. Y ya
saben lo que pienso de los silencios incomodos.
Terminé rápidamente. Saludé a los chicos y me largué. No sé qué era lo que le pasaba
a Maggie, pero generalmente, ella no era así.
Cuando llegué a casa, encontré una nota pegada en el refrigerador. Lo de siempre,
estaría trabajando. Mejor, necesitaría silencio para estudiar.
Abrí mi carpeta, tenía que estudiar quince hojas de definiciones, y después aplicarlo en
lo práctico.
Cancelé mi salida con Jack y pasé toda la tarde estudiando mientras comía barras de
chocolate de comer mi ensalada de frutas y me levanté.
Desperté temprano, justo cerrándose tras mi madre.
Bajé a la cocina, arriba de la isla había un licuado de durazno y un tostado, me senté a
comer, con la vista en la pantalla apagada del Smart tv. No tenía una casa muy lujosa.
Sillones blancos, muebles negros, y una mesita de vidrio en el centro de la sala. Nora Back
es una de esas personas ahorrativas que compran todo lo que ve en rebaja o por centavos
más baratos. Si se ponen la revisar las etiquetas de los cojines, o el bordado de las toallas
de baño, verán que es de segunda mano.
Cuando escuché la puerta principal, mi teléfono vibró.
Le respondí que sí. El viernes era su cumpleaños y daría una fiesta en la mini-mansión
de su padre.
Entré a Facebook, a… bueno, a stalkerar a Dorian, en su foto de perfil estaba
abrazando a una chica rubia a la cual no se le veía la cara, me removí y seguí bajando, una
de sus publicaciones llamó mi atención.
¿Quién le haría daño a alguien como él? Sus publicaciones eran todas de ese tipo,
melancólicas y reflexivas. Volví a subir y vi que ya había actualizado su foto de perfil,
ahora estaba él solo, tenía un suéter azul y unos pantalones negros, su pelo estaba mojado,
se veía tan bien, incluso si no sonreía.
Cuando terminé de desayunar subí a mi habitación para reemplazar el pijama por una
blusa blanca y un short negro. Sin desenredar mi cabello lo até en una cola alta y evité
mirar mi cama cuando agarraba la mochila. Esta era la clase de días en los que prefería
seguir durmiendo, pero no podría olvidar el examen de matemáticas fácilmente.
El instituto no quedaba tan lejos, pero no caminaría. Aparqué junto a un auto que
conocía bien, era el Jeep negro de Dorian, tenía una calcomanía gris en el capot con forma
de ancla. Bajamos al mismo tiempo.
—Hey. —saludé.
—Oh, hola Shelley. —sonrío mientras pasaba por mi lado. Entramos al instituto en
silencio.
—¡Shelly. —Maggie, quien me esperaba en mi casillero, corrió a saludarme.
—Te vez muy contenta.
—Mi padre me regalo un IPhone.
Guau, y a mi padre apenas me saludaba en la calle. Aunque era muy materialista, mi
Audi, por ejemplo, fue un regalo por parte de él y su nueva familia. Ese tipo de cosas no
llenaban el hueco en el corazón de un hijo, pero es algo que ni mi padre ni el de ella
entienden.
La abracé fuertemente. Sabía que en realidad no estaba feliz.
—Es lo mismo de siempre. —susurró, y me sorprendió que por primera vez lo
expresara en voz alta. —Me permitió hacer mi fiesta en su casa, y me da este tipo de
regalos porque sabe que mi madre, en lo material, no podrá competir con eso. Pero sabes
que para mí no es así. —sollozó. —No me interesa…
Sentí su dolor oprimir mi pecho. Podíamos parecer diferentes, pero esto nos mantenía
unidas, no conocíamos muy bien, y siempre estuvimos la una para la otra.
—Tranquila. —susurré.
Se apartó, rompiendo el abrazo, y seco sus lágrimas rápidamente.
—Tiene una novia joven que está embarazada. No me puede seguir haciendo esto,
nunca me llama, nunca se preocupa, pero parece acordarse de mi existencia cerca de mi
cumpleaños, no sé si sea su intención arruinarlo cada año, pero yo prefiero que no me
llame.
Los alumnos pasaban a nuestro lado y susurraban o caminaban lento para ver lo que
ocurría. En cuanto Jack llegó, nos abrazó a ambas —Vengan aquí, pequeñas.
Detrás de él, Cam y Dorian miraban atónitos. Jack se apartó lentamente, justo en el
momento en que la campana de entrada sonó.
—Acompáñame al baño. —me pidió.
No me importo llegar tarde a clase y que el profesor me regañara. Aunque le dije que
algo andaba mal, y mi amiga necesitaba mi ayuda, no me creyó. Me dio la hoja de mala
gana, con algunos ejercicios para resolver. Algo de aprecio me tenía, solo era cuatro. Los
primeros dos los resolví sin problema, los que quedaban los hice, seguramente mal, pero
los hice.
Al finalizar le entregué la hoja. Corrigió lentamente, como si estuviera preparado para
hacerme sufrir.
Un siete.
Debía ser una broma.
—¿Y? —preguntó Jack.
Le mostré la nota y se tiró al piso haciéndose el desmayado, luego se fue a detención
por orden del profesor.
Caminé lentamente a la cafetería. Hoy servían hamburguesas con puré ¡Devuelta el
Bendito puré! Debí imaginarlo, ayer nadie lo quiso y hoy lo mezclaban con hamburguesas
de la semana pasada. Maggie venía detrás mío, fuimos a la parte donde estaban los
congelados y tomamos un yogurt cada una, ella con frutas y yo con chispas de chocolate.
Hoy Cam no estaba con nosotros. Podía insistirle mucho, pero prefería refugiarse en el
baño.
—Hola, chicos. —saludó Jack.
Maggie permanecía callada, Dorian miraba su celular, y yo jugaba con las chispas.
—¿Pueden dejar eso? —nos miró irritado.
Levanté mi cabeza.
—¿Qué quieres que haga? ¿Bailar arriba de la mesa?
—No deja eso para la fiesta de Margaret.
—¿Ustedes irán? —la pregunta era más para Dorian. Jack sin duda iría.
—Claro, tratare de convencer a Dori.
Dori, reí internamente, a él le molestaba que le dijeran así.
—No me llames así. —espetó.
Era frio, hasta me daba miedo.
—Relájate, pececito, no te preocupes, Nemo te hará recordar la fiesta.
No pudimos evitar reír. Jack podía ser muy idiota.
—¿Quieres dejar las compras para otro día? —pregunté mirando hacía Maggie.
—No, claro que no, iremos esta tarde, definitivamente.
—Bien.
Condujimos hacia el Centro Comercial. Primero compramos Smoothies y nos
sentamos en un banco frente a la joyería del padre de Jack.
—¿Qué dijo tu mamá de todo esto?
—Como siempre, se guarda todo para ella, pero sé que le duele. Ella me regalara una
remera y me hará el desayuno como todos los años y soy feliz con eso, trato de que lo
entienda, no necesito más, pero sabes… no lo sé, también pienso en mi futuro hermano, yo
quiero tener una relación con él, en cambio Luka no quiere saber nada.
Luka era el hermano mayor de Maggie, por solo un año y medio. Seguía enojado con
su padre, aun así, decía haberlo perdonado, pero que no olvidaría tan fácil.
—Yo sé que llegará el día en que tu padre se arrepentirá por todo lo que les hizo, al
igual que el mío, te lo aseguro.
Asintió con una sonrisa triste, tiramos los vasos del Smoothie y empezamos la cacería
de ropa.
En la primera Maggie se compró unos zapatos color champagne, en cambio, a mí no
me gustó nada. No fue hasta la tercera que encontramos los vestidos ideales. Ella tenía un
vestido ajustado color salmón, era corto y en la parte de atrás tenía encaje. Por mi parte
elegí un vestido negro con un cinturón de piedritas, y unos zapatos que ella me prestaría.
Cuando llegué a mi casa, mi madre comía pizza mientras miraba una película —
Shelly, ven amor.
Era una mujer cariñosa, todo lo opuesto a mí. Lo único que compartíamos físicamente
era el color de los ojos, verdes. Ella tenía el pelo rubio y los rasgos de la cara finos, yo, en
cambio, tenía la cara redonda y el pelo negro.
Me senté a su lado y tomé una porción con peperoni. Estaba entretenida con la película
sobre tres mujeres que buscaban venganza porque un hombre las engaño, cuando me
quedé dormida.
Me encontraba en el baño maquillándome para la fiesta, mientras Maggie orinaba a
unos pocos metros.
—Te queda muy bien, estas preciosa, amiga. —me animó.
—Gracias y… ¿Sabes si Dorian vendrá?
—Según Jack si, a él le encantaras.
Puf, eso sería imposible, creo que la única manera de llamarle la atención seria
cayéndome con estos zapatos y eso si era posible.
Su madrastra tendría unos veinticinco años y su padre cuarenta. Era bonita, tenía el
cabello rubio y sus ojos color ceniza, parecía de lo más simpática, pero no lo era. Mientras
el Sr. Twice estaba, trataba bien a Maggie, pero era una falsa y lo había visto con mis
propios ojos. Cuando él se iba, era toda una víbora, lanzaba comentarios hirientes, esta
tarde, por ejemplo, tuve que agarrar a mi amiga y llevármela porque terminaría mal.
Todo estaba muy bien organizado, la decoración era de tres colores. Champagne,
salmón y blanco. Las personas del catering iban y venían. En uno de los costados estaba la
barra con daiquiris y licuados frutales, y del otro estaba la mesa dulce, con la torta de
cumpleaños, golosinas e innumerables tartas y tortas. El centro estaba decorado por una
gran M en Salmon, pero su tamaño no se asemejaba con el del número dieciocho de la
entrada.
La gente empezaba a llegar, incluso chicos de otras escuelas. Pero no veía ninguna
cara conocida.
—¿Invitaste a Cam? —grité para que me escuchara sobre la música.
—No, no la soporto.
Seguía sin entender que era lo que ocurrió entre ellas. Pero no era asunto mío.
Estábamos sentadas en unos silloncitos, cuando Dorian atravesó la puerta. Llevaba
puesto un pantalón de jean y una camisa negra.
—Feliz cumpleaños. —dijo y le tendió un paquete color rosa.
Era una remera con un diseño de The Beatles. Maggie abrió sus ojos tanto que parecía
que se les iban a salir. Bueno, no tanto.
—No lo puedo creer, con Shelly la buscamos por miles de tiendas y no la
encontramos. —me miró con una sonrisa.
—Mi padre tiene una tienda en San Diego y se la pedí.
—¡Gracias! —respondió e inmediatamente lo abrazó.
Se sonrieron. Me empecé a descomponer, la música fuerte, las luces, el humo, el olor a
sudor, el sofocante calor, era insufrible.
Salí rápido hacia afuera. Respiré y rebobine hacia lo que había acabado de pasar; esa
remera era la que Maggie tanto quería y no la pudimos conseguir ¿Cómo es que él lo
sabía? puede que Jack le haya dicho. No, no puede, Jack tampoco lo sabía. Yo le había
regalado un viejo vinilo porque ni mi madre había podido conseguir esa bendita remera en
su viaje a New York.
—Hey ¿Todo bien?
Me di vuelta y ahí estaba él, con el pelo desordenado, la camisa recientemente
arrugada y uno de esos vasos rojos en su mano.
—Eh…Sí, sí, todo bien. —mentí. El calor estaba alojado en mis mejillas.
—¿Por qué te fuiste. —pateó una piedra hasta que cayó a la calle produciendo un
pequeño ruido.
—Necesitaba aire.
—Oh, ya veo…
—¿Has visto a Jack? —desvié mi mirada hacía la casa.
—Si, dijo que iba a la pileta.
Le sonreí y volví mi vista a la calle. Una canción de Nicky Minaj comenzó seguido de
gritos de euforia.
—¿Te quedaras a dormir?
Pasó una mano por su cabello, desordenándolo aún más. Sentí la necesidad de
peinárselo. Pero no podía.
—Si. —respondí al fin.
—Bueno, si necesitas algo estaré en la cocina. —se dio la vuelta y volvió a entrar en la
mansión.
Al cabo de unos minutos entré y caminé entre las personas. El olor de los alumnos no
era nada comparado a esto. Busqué a Maggie y la vi besándose con un chico, no vi quien
era, solo fui a la cocina, pero él no estaba, tomé una cerveza del refrigerador. ¡Que la
noche comience!
Iba por mi tercera cerveza, que, a decir verdad, el gusto era desagradable, pero
supongo que me hacía ver interesante. Me asomé al marco de la puerta. Maggie seguía
besándose con ese chico, traté de reconocer su rostro… ¡Bratt Jefferson! Un jugador del
equipo de Futbol Americano ¡Que típico! Y ni siquiera era bonito, no comparado con
Dorian.
Un chico pasó por mi lado y me sonrió.
—¿Quieres? —preguntó tendiéndome un vaso de plástico con una bebida transparente.
—Claro. —tomé el vaso.
Estaba a punto de beber cuando me interrumpieron.
—No creo que sea buena idea. —dijo Dorian mirando al chico de mala manera, el cual
me sacó el vaso y se fue.
—¿Por qué no era buena idea. —pregunté.
—No sabes quién era ¿Y si te drogaba?
—Eso es exagerado, además me resultaba familiar.
—Sí, es el que vende cocaína afuera de la escuela. —aclaró.
Sonreí, y miré sobre la heladera, había un paquete de papitas ¡Y yo quería papitas! Me
senté encima de la barra y traté de alcanzarlas, pero me tambaleé.
—Shelly ¿cuánto has bebido. —preguntó sosteniéndome.
—Tres cervezas, pero no es mucho. —bajé lentamente, quedando mucho más baja que
él.
—Claro que es mucho cuando no estas acostumbrada a tomar, Shell.
—¿Shell. —arrugué mis cejas.
—Si ¿Te gusta. —en sus mejillas se formaron unos pocitos, y sus ojos se achinaron.
—Si…sí.. —por segunda vez en la noche, me sonrojé.
—Bien, porque así empezare a llamarte.
¡Oh Dios! Creo que me voy a hacer pipí de la emoción. Me ayudó a bajar de la barra y
fuimos hasta la sala, en uno de los sillones apartados estaba Maggie. Nos sentamos a su
lado.
Pasaron unos minutos, lo único que podía hacer era mirar como Jack corría por toda la
casa persiguiendo a la misma chica que lo rechazaba una y otra vez.
Dorian se acercó y le susurró algo en el oído a mi amiga. Ella me miró tristemente.
—Voy a mostrarle la casa a Dorian ¿estás bien?
Asentí.
—Shelly, nunca te lo dije, pero me agrada que seas mi amiga, sé que no te merezco. —
sus ojos estaban cristalizados.
—No digas eso, eres una muy buena amiga.
Ella solo asintió y se fue arriba con Dorian.
Los esperé un rato, pero al ver que no bajaban me paré y caminé hacia afuera. Mi
cabeza dolía horrorosamente, sentí un gusto en la boca que no supe descifrar. Estaba
mareada. Iba chocando con todo lo que me cruzaba. Antes de llegar a la puerta vomité,
pero todos estaban demasiado ocupados como para notarme. Caí al piso.
Sentí que alguien me levantaba y me cargaba como a un bebe. Era Jack. Luego no
recuerdo más.
Los rayos del sol golpeaban mi rostro. Me costó adaptarme a la luz, pero cuando lo
hice miré a mi alrededor. Estaba en la habitación de Maggie, quien dormía con la boca
abierta a mi lado. Mi mirada se fijó su armario y luego al baño. Me levanté lentamente y
me metí a bañar.
Eran unos de esos días en que hacía un calor infernal pero el cielo parecía a punto de
caerse. Me puse un vestido blanco con un bikini debajo.
Bajé al comedor y quedé estática al ver el desorden en que estaba la casa. Latas de
cerveza, vasos, comida, ropa. Todo lo que te puedas imaginar. Como pude, me preparé un
café, había visto en las películas que era bueno para la resaca. Jack dormía en uno de los
sofás, pensé en despertarlo, pero me mataría.
Cuando salí al porche con la taza en mano, me encontré con un Dorian recién bañado
en un sillón de jardín.
—Buen día. —saludé.
—¡Shell! ¿Ya te encuentras mejor?
¡Se preocupaba por mí! Bueno, me había desmayado, pero media fiesta lo sabía y
nadie me había llamado. Que Dorian se interesara por mí era una seña, ¿no?
—Me alegro, ¿Qué es peor? ¿Tener que limpiar todo el desorden o despertar a Jack?
—Despertar a Jack, sin duda, ¿Cuánto tiempo tenemos para limpiar?
No entendía porque el padre no había contratado un servicio de limpieza. Tardaríamos
siglos en dejar semejante casa en orden.
—Hasta mañana entrando en la noche.
—¿El padre de Maggie nos dejó quedarnos?. —le pregunté sorprendida. Que el padre
nos dejara quedarnos era demasiado.
—Sip, al parecer se fue a su casa de Miami.
Bajé la vista. No había estado en la fiesta porque se había ido de vacaciones, no
porque tenía trabajo.
—Y. —hizo una pausa, como si estuviera dudando de lo que diría a continuación. —
¿Cómo es la vida de la verdadera Shell?
—¿A qué te refieres?
—Cómo eres, a que se dedican tus padres, que quieres estudiar…
Me estaba preguntando por mi ¡Necesito autocontrol! ¿se daría cuenta si me hago
pipí? ¡Basta con el pipí!
—Bueno… mis padres se divorciaron cuando tenía once años, no tengo hermanos y
vivo con mi madre. Ella viaja mucho, es una agente inmobiliaria, y mi padre maneja es
contador. Creo que lo que más me afecta es que se comporte como un buen padre con los
hijos de su mujer cuando conmigo es un desastre. Y quiero estudiar actuación.
Se quedó pensando. Por alguna razón, conté más de lo que pensé decirle en un
principio.
—¿Cuál es tu historia. —pregunté.
—Bueno. —soltó un suspiro. —Fui el segundo embarazo después de tres intentos
fallidos. Mi madre los había perdido con meses de gestación y cuando nació Ben se puso
muy contenta, luego me tuvo a mí. Hace unos años, él tenía diez y yo ocho, fuimos al
parque, hicimos un picnic y luego de comer nos pusimos a jugar al futbol. La pelota se fue
a la calle, y como Ben era el más grande quiso ir a buscarla… un auto lo chocó, pasó
varios días en el hospital, pero no resistió. Desde entonces mi madre esta depresiva y mi
padre… él hace lo que puede.
Parecía haber superado la muerte de su hermano, pero no lo de su madre. Sentí pena
por él.
—No tenía idea… lo siento.
¿Lo siento? Genial estúpida, le has dicho al chico algo que debe estar harto de
escuchar, ¿Cómo podrías sentir algo como eso? Si lo que más te ha dolido es que tu mamá
no te dejara el desayuno preparado.
—No te preocupes Shell, ¿Qué te parece si vamos a hacer las compras? Hay que
limpiar y buscar algo de comida.
—¿Ahora. —miré hacia la puerta.
—Sí, no te preocupes por ellos.
Me paré y nos encaminamos hacia su auto. ¡Estoy dentro del auto de Dorian Williams!
No es un sueño ¿verdad? Porque odiaría despertar.
Ninguno de los dos emitió palabra alguna en todo el viaje. Llegamos al aparcamiento
del supermercado y bajamos rápidamente. La compra fue un poco extensa (o más o
menos). Lavandina, consorcio, refrescos, helados, cervezas, películas, yogurts, galletitas,
Nutella, y patatas fritas.
El chico de la caja (que se llamaba Eitan) pasó las cosas tan rápido que quería gritarle
que tuviera cuidado con los chocolates.
—Enseguida regreso. —dijo Dorian.
—Lindo vestido. —Eitan me sonrió y luego giño un ojo.
Puaj.
—Gra. —no pude terminar porque me Dorian me interrumpió
—Mira, conseguí maíz, podremos hacer palomitas.
Él pago todo, no me dejó hacerlo, no es como si tuviera dinero en efectivo, pero podría
devolvérselo cuando llegáramos.
—¿Para qué quieres la Nutella?
Lo miré horrorizada.
—Se pone arriba del chocolate y se come así, tienes que probarlo.
El rió.
—Me caes bien, no sé porque nunca habíamos hablado, pero no limpiavidrios,
esponjas, lustra muebles, bolsas de desodorante, chocolates, snacks, pizza congelada,
quiero que dejemos de hacerlo.
—Estoy de acuerdo.
Sonrió. Creo que para él era como un tic, aunque su sonrisa no parecía falsa. Si no
dejaba de hacerlo me iba a volver adicta.
Maggie estaba sentada en un taburete tomando un refresco.
—¿Dónde rayos estaban. —preguntó casi gritando.
—Tranquila perro, fuimos hacer las compras.
Me fulminó con la mirada, luego miró hacia Dorian y le sonrió falsamente.
—¿Qué compraron?
—Míralo tú misma. —respondió tendiéndole las bolsas.
—¿Nutella? ¿Es enserio Shelly. —sacó el frasco con una mueca de asco.
—Claro, como si no fueras a comer. —le respondí sentándome en el taburete que
estaba frente a ella.
—Eres una cerda.
—Ya, tranquila, yo lo pague. No veo el problema.
Si Dorian seguía haciendo estas cosas terminaría desmayándome o peor aún,
muriendo, y eso sí sería trágico, porque no podría comer la Nutella.
—Como quieran. Podemos comer algunos sándwiches y cocinar las pizzas en la
noche.
—Buena idea.
—¡¿Por qué mierda gritan tanto?!
Bueno… creo que Jack se despertó. Mejor me voy afuera.
—Tú no te vas Shelley Evans.
Mi…ercoles ¿me leía el pensamiento?
—No, no leo el pensamiento solo te conozco desde el preescolar. Si… eso tiene más
lógica. Se quedó mirándome mientras pensaba.
—¿Se puede saber porque vomitaste anoche y luego te desmayaste?
—Fue porque tomé algo asqueroso que nunca había tomado y me cayó mal. No te
puedes quejar, la última vez que salimos terminaste internado.
—Sí, pero yo soy un idiota, tú eres como mi hermanita. No permitiré que vuelvas a
tomar.
¡Ja! Ya veremos.
—Jack, ni mi padre me trata así, bájale a la sobreprotección. —puntualicé tomando un
poco del refresco de Maggie.
—Ni lo sueñes. Dorian me ayudara ¿No es así. —dijo mirándolo en busca de
aprobación.
—Claro que sí.
—¿Y a mí no me dicen nada. —cuestionó Maggie.
—Nop, tú eres… diferente, más… como decirlo… ¡Inmune! Lo miró mal y se fue
hacia la cocina.
—Ustedes llegan a avergonzarme y me vengare.
Se dieron una mirada cómplice y estallaron a carcajadas.
—Ya cállense y Jack, date un baño, apestas.
Lloviznaba levemente. Maggie y Jack jugaban a las cartas mientras Dorian y yo
mirábamos una película por segunda vez en el día. No podía creer que estuviéramos en
esta situación. Los dos sentados en el sofá, tapados con un manta, viendo una película en
un día de lluvia y pronto comiendo palomitas ¡Las palomitas!
—¡Jack! ¿Y las palomitas?
Me miró con pánico y corrió hacia la cocina —Diablos, se quemaron. —dijo
volviendo con una olla en la mano.
—¿Eres idiota? Te dije que no pusieras todo el paquete, ahora no hay más.
—Tranquilos, puede que haya en la despensa. —Maggie nos tranquilizó. —Dorian
¿Me acompañas?
Él asintió y la siguió. ¿Por qué necesitaba compañía? ¿No podía ir sola a la habitación
de al lado?
—Perdón, Shelly, no te enojes conmigo.
—Cierra la boca, Jack.
Me hice la ofendida, aunque no lo estaba.
—Malas noticas chicos, no había.
Por lo menos traía las barras de chocolate en sus manos.
La noche no tardaría en llegar y el cielo no parecía responder a mis oraciones. Hubiera
sido genial meternos a la piscina.
—¿Qué pasa, Shelly?
—Yo quería que vayamos a la piscina de tu padre, pero el estúpido clima no nos lo
permite.
Los chicos se miraron y sonrieron. Automáticamente Dorian se acercó y me cargo
estilo bebe, y Jack hizo lo mismo con Maggie.
Salieron al patio y empezaron a correr, de un momento para otro estábamos los cuatro
zambullidos en el agua.
Estaba helada, sentí como todos mis huesos se congelaban. ¡Tan exagerada como
siempre, Shelley!
—¿Están locos? Hace frio. —grité.
—¿No querías meterte a la piscina, Shell. —se acercó a mí y froto mis brazos.
—Quería que el clima este lindo para meterme, no meterme ahora.
Los tres empezaron a reír. Lo único que podía rescatar de esto era que Dorian me había
cargado.
—Habrá una fiesta en la casa de Bratt Jefferson ¿Por qué no vamos?
Sip, esa fue Maggie y su bendito Bratt.
—Si hay chicas yo voy.
Y ese era Jack.
—Si ustedes van yo también, no es que me quedé otra.
Y ese Dorian.
—¿No es mejor quedarnos viendo películas y comiendo pizza?
Y esa yo.
Eran tres contra uno, ya no servían mis suplicas. En este preciso momento me
encontraba en la habitación de Margaret preparándonos para la dicha fiesta a la cual yo, no
quería ir.
—¿Qué dices? ¿Cómo me veo?
Se había puesto un short negro, que me provoco frio de solo verlo y un top que parecía
más un corpiño.
—Pareces una prostituta. —bromeé, sabía que su forma de vestir no la definía.
—¡Shelley. —gritó tirándome un almohadón en la cara.
Yo, en cambio, había optado por un pantalón de cuero color blanco y un top rosa.
—Y. ¿Qué hay entre tú y Bratt. —pregunté.
—Hmm nada importante, solo es algo de unas semanas.
—¿Unas semanas, Maggie?
—Sí, solo quiero divertirme, tú también deberías hacerlo.
—No es realmente mi estilo. —acaricié el edredón de su cama.
—No seas así, a mí también me interesa alguien, y va enserio, pero hasta que él no se
dé cuenta de lo que tiene me voy a divertir.
—Te cuidas, ¿verdad?
—Sí, no te preocupes.
—¡Chicas! ¿Ya están. —gritó Jack desde el primer piso.
Llegamos al último escalón y Jack nos silbó. Miré a Dorian emocionada, pero estaba
con su celular.
La casa de Bratt era grande y de color blanco, tenía mínimo dos plantas y luces de
colores por todos lados. Adentro era puro descontrol, no sé qué clase de padres dejan a sus
hijos hacer una fiesta en su casa.
Me acerqué a la barra.
—Un daiquiri de frutilla. —pedí.
El chico me sonrió y empezó a prepararlo.
—Oh no, tu no beberás Shelly, eres muy pequeña y tus padres no te dejan. —me dijo
Jack. —No le dé nada a esta niña. —el barman asintió.
Lo iba a matar. Además, tenía el descaro de sonreírme e irse con esa rubia que lo
estaba rechazando desde el cumpleaños de Maggie. Pero no iba a quedar así, tenía una
idea.
—Jack, ven amor, acaba de llamarme la niñera me dijo que él bebe se despertó. —
dicho esto y con una sonrisa triunfante, lo arrastre hacia donde Dorian todavía estaba con
su celular.
—¿Por qué diablos hiciste eso. —espetó.
—Tú me avergonzaste frente al barman, iba a pedir un daiquiri ¡Un daiquiri! No un
vodka.
—¿Qué fue lo que ocurrió? —preguntó Dorian.
¡Por fin volvía al mundo real!
—Shelly estaba a punto de beber y se lo impedí.
—Está bien, ¿no era lo que habíamos acordado Shell?
—Ustedes lo acordaron dúo de anormales. —bufé.
Jack se rió y se fue nuevamente tras la misma chica.
—Ya, no te pongas así, ¿Quieres ir afuera?
¿Si quería ir afuera con él? ¿Qué pregunta era esa?
—Claro.
Salimos al patio principal. No había nadie, los chicos pasaban solamente para entrar
por la puerta principal. El cielo estaba lleno de estrellas. Ya se había despejado, cosa que
agradecía.
—¿Qué sucede? —le pregunté al ver su mirada perdida.
—Mi padre me aviso que mamá recayó otra vez… intento suicidarse y no quiere tomar
la medicina. Ella espera algo de mí que yo no puedo ser. Le gustaría que este en el equipo,
que mis calificaciones sean mucho mejores de lo que ya son, que el año que viene estudie
abogacía en vez de medicina y… no lo sé, a veces pienso que esos eran los sueños que ella
tenía para Ben.
—Yo… no sé realmente que decir…
—No te preocupes, con que me escuches y estés aquí ya tengo suficiente.
Le sonreí. Él se acercó lentamente y me abrazó. Fueron segundos, pero parecieron
mágicos.
—Chicos, lamento interrumpir, pero necesito que me ayuden con Jack. —dijo Maggie,
parecía asustada.
Al parecer, esa tal Sabrina a la que mi amigo estaba persiguiendo, tenía novio y
cuando se enteró de todo quiso golpear a Jack, y él se defendió.
Creo que lo que más me asusto fue cuando dijo “Estas muerto, Jackson Stone” para
luego escupir la sangre salía de su boca. El tipo parecía peligroso, una mezcla de chico
malo y prófugo de prisión.
—¿Estás bien? —le pregunté.
Creo que era una experta en preguntas estúpidas.
—Sí, Shelly, solamente tengo un ojo morado, la mandíbula rota y uno de los
pandilleros más peligrosos de Los Ángeles me busca para matarme, estoy genial.
—No te va el sarcasmo, no entiendo que tienes con esa chica.
—Esta buena, y una vez en una fiesta me dio su número. Creí que estaba interesada,
pero se hacia la difícil.
Sí, claro.
Habíamos tenido que volver, porque un segundo más y todo habría sido peor.
Mi mente divagaba en lo que ocurrió esta noche, antes de que Maggie nos llamara.
¿Por qué Dorian se abría así conmigo?
No eran más de madia noche, y pese a todas las cosas buenas, el día no me había
gustado para nada. En este mismo momento mis amigos están sentados frente a un
televisor viendo la nueva película de “It el Payaso Asesino”, y, como no puedo ni ver a un
payaso de circo estoy en uno de los sillones individuales mirando sus reacciones.
Mi teléfono sonó.
Ella se había agendado así. Y pensándolo bien no sé qué hacía despierta a esta hora,
ella dormía temprano. Redacté una respuesta;
Como si el inepto de Jack y el perfecto de Dorian me lo fueran a permitir. Idiotas.
Los tres pegaron un gritó.
—Esto es suficiente. —Maggie tomó el control y cambio.
Me acerqué y vi que estaba viendo “Ralph el Demoledor”. Los chicos asintieron con
suficiencia.
Miré a mi alrededor, ya habíamos ordenado el desorden de ayer, bueno en realidad
tiramos todo. Pero ahora había cosas por todos lados, en especial la ropa de Jack.
—Chicos, tengo sueño me iré a dormir. —dije saltando de mi sitio.
—Está bien Shelly, yo también tengo sueño.
Subimos las escaleras, Jack se despidió antes de entrar en la habitación de huéspedes y
yo entré en la de Maggie.
—Shell despierta. —el sonido de la voz de Dorian me hizo sobresaltar.
Él sonrió al verme. Le devolví la sonrisa ¡Oh Dios! Mi pelo se debe ver horrible… Salí
corriendo al baño antes de que me pudiera decir otra cosa. Tal como lo imagine, parecía
que acababa de bajar de una montaña rusa. Me peiné y cepillé los dientes, digamos que
ahora estaba más presentable. Salí del cuarto de baño y él seguía allí.
—¿Qué haces aquí? —pregunté. Temí que pensara que era un reproche. Me acerqué a
la cama y se senté, esperando su respuesta.
—Bueno, todos nos hemos levantado hace horas y ya te extrañaba. Los chicos fueron a
buscar algo para comer.
—Oh, veo que por eso decidiste arruinar mi esplendido sueño.
—¿Qué estabas soñando?
En que me casaba contigo, teníamos muchos hijos y vivíamos en una granja llena de
amor y color. Nos hacíamos viejitos y moríamos de la mano.
—En un mundo más mágico que Narnia, pero de Nutella y Smoothies.
—Guau, no me sorprende. Digo, soñamos con lo imposible.
Es por eso que sueño contigo.
—Yo creo que todo lo que se trabaja con esfuerzo se logra. Y mereces todo lo que
sueñas Dorian, aunque parezca loco e irreal, nada es imposible.
—Haces que suene fácil, pero merece la pena, tienes razón.
—Hmm… siempre la tengo.
Rió, su risa era mi debilidad.
—¿Qué harás el año que viene, cuando termines el Instituto?
—Estudiaré actuación, siempre quise ser actriz. ¿Y tú? Medicina, ¿verdad?
—Si. —se cómodo a mi lado, con las piernas cruzadas sobre la colcha. —Creo que mi
pasión inicio con una repetición de ER emergencias. Es difícil, mi padre lo acepta, pero…
creo que me voy a ir a Canadá, es lo más probable.
¿Canadá? La simple idea de Dorian en otro país me estremeció.
—Sé que lo lograras.
—Gracias, Shell, eres increíble.
Lo había hecho de nuevo, desde el momento en que lo conocí, aunque permaneciera
en silencio lograba hacer que mi corazón enloqueciera.
Nos quedamos así, sentados en la cama mirando a la nada. Mi mente trataba de
procesar lo que acababa de pasar, mejor dicho, lo que pasó en todo el fin de semana.
¿Cómo es que de un día para el otro se convirtió en alguien sociable? No hablábamos
mucho, parecía alguien frio, no entiendo cómo se terminó llevando con Jack, son
completamente opuestos.
—¿Bajamos a desayunar? —pregunté, no sabía si él ya había desayunado o no.
—Vamos.
Nos sentamos en la isla y lo miré nuevamente, era como si mi mente no lograra
entender que estábamos a centímetros, nuestros rostros frente a frente.
—¿En qué piensas?
—En… nada, solo que… mañana es lunes y hay que volver al Instituto.
Eres una mentirosa, Shelley.
—Sí, te entiendo y más cuando tenemos con el profesor Blackwell.
Ese profesor me odiaba. En los primeros años de secundaria, tenía serios problemas de
carácter y no me gustaba que me molestaran a la mañana, y casualmente, ese día teníamos
matemáticas en la primera hora. Cuando preguntó por la tarea y dije que no la tenía, me
reprendió y acusó con llamar a mis padres. En fin, me moleste aún más y el tipo terminó
con una carpeta de corazones estampada en la cara.
Dorian en ese momento era más callado que ahora, no hablaba con nadie, y, tampoco
expresaba nada. Jack y yo éramos los únicos que hacíamos reír al salón, pero él ni se
inmutaba. Se hizo amigo del inepto gracias a que los dos odian el futbol y se la pasaban
sentados en la banca, poco después se sentó con nosotros y bueno, su silencio e
inexpresión fue lo que más me llamó la atención.
La puerta principal se abrió y mis dos mejores amigos entraron con bolsas en la mano.
—Bien chicos, trajimos hamburguesas para comer… ¿Shelly recién estas
desayunando?
Asentí hacia Maggie como respuesta.
—Dorian tú ya desayunaste.
—¿Y cuál es el problema?
Bufó frustrada y se puso a preparar la comida.
Jack tenía un ojo morado, el labio partido y los nudillos vendados. Me daba un poco
de pena. Solo un poco. Porque, nadie lo mando a perseguir a esa pobre chica, no sé porque
estaba tan obsesionado con ella.
—¿Por qué perseguías tanto a esa chica?
—Pff, se parece al bicho raro de Cam. —dijo Maggie.
—¿Te gusta Cam? —fingí estar sorprendida.
—Claro que no, dejen de molestar. —dicho esto, subió las escaleras rápidamente, y
Dorian lo siguió.
—Oye, Shelly ¿todavía te gusta Dorian?
—Sabes que sí. —me paré para dejar la taza en el fregadero, y ayudarla a preparar las
hamburguesas.
—Tienes que aprovechar las horas que nos quedan y que encargarte de que él no te vea
como amiga.
Definitivamente no, ¿Qué pasa si yo le demuestro que no quiero ser su amiga y el me
rechaza? Eso sería horrible, y ya ni siquiera podría tener su amistad.
—No se… no lo creo.. —llené la jarra de jugo y la dejé sobre la isla.
—Deja de ser tan estructurada Shelley.
—No soy estructurada, para ti todo es fácil, eres hermosa y los chicos se comportan
como unos idiotas cuando les hablas.
No me consideraba fea, pero ella era diferente, era de esas personas seguras de sí
mismas. Sabía lo linda que era y lo popular que era su nombre entre los chicos, y
claramente lo aprovechaba.
—Sí, y yo no estoy con todos los chicos que quieren estar conmigo. Solo los más
lindos y que van de frente, ¿piensas que saldría con alguien que apenas me puede decir
hola? No cariño, tienes que aprender, por eso mamá está aquí.
Reí, por estas cosas la amaba.
—Mira, no haré con Dorian lo que tú haces con Bratt, pero tienes razón, si solo le
demuestro que quiero ser su amiga nunca llegará más lejos.
—Eso es, ve por él, niña.
Era obvio que no lo haría, o por lo menos no hoy. Por alguna razón mi instinto me
hacía permanecer callada. ¿Quién lo hubiera dicho? Shelley Evans esclava del amor.
Terminé de poner la mesa en lo que Maggie freía las papas. Era raro no escuchar el
murmullo de los chicos.
¿En qué momento me hice amiga de ellos? Nos conocemos desde prescolar, pero
nuestra amistad empezó en primaria, después de un trabajo de Ciencias, que, terminamos
reprobando, lo bueno es que nos empezamos a juntar más seguido, hasta hacernos amigos.
Una canción de The Beatles que no pude reconocer empezó a sonar. A mi amiga le
encantaban. Yo, en cambio, prefería a Justin Bieber.
Los chicos bajaron unos minutos después de que Maggie sirviera las hamburguesas, se
sentaron y, sin decir una sola palabra empezaron a comer. Ambos ignoraban todo a su
alrededor y se mostraban cosas en el teléfono.
—¿Me pueden decir qué diablos les pasa? —pregunté.
Primero me miraron a mí, y luego entre sí.
—Estamos haciendo algo muy importante. —respondió Jack
—Algo ¿Cómo…?
—No te lo diré.
—Ay por favor, una pista. —supliqué llevándome una papa a la boca. No tenía mucha
hambre, pero era tentador.
—No.
¿Qué estarían ocultando? ¿Tendría algo que ver con Cam?
Jack y Cam no tienen mucho en común, son dos personas totalmente distintas. En
otras palabras, me atrevería a decir que él no era para ella. Pero tal vez me equivoqué.
—Luka me escribió, vendrá en una hora. —dijo Maggie.
—Genial, eso garantiza que no me aburriré.
—Si, dijo que te prepares. Lleva tiempo sin molestarte.
Sonreí.
—¿Quién es Luka? —preguntó Dorian.
—Mi hermano.
—Ah. —tomó un sorbo de su bebida y siguió comiendo.
Luka llegó alrededor de dos horas después, tan impuntual como siempre.
—Hey pequeño gusano ¿Cómo estás? —preguntó en cuanto me vió sentada en el
sillón.
—Bien, ¿Cómo van esas conquistas tigre?
Sí, Luka era todo un rompecorazones.
—Tan bien como siempre, ya sabes, nadie puede resistirse a este bombonazo.
—Si claro.
—¡Hey! —Jack lo saludó con esos abrazos de hombres y Dorian le extendió la mano.
—Él es Dorian. Dorian él es Luka.
Ambos se saludaron con la mano y una sonrisa.
Como era de esperarse se pusieron a jugar a las cartas. ¡Odio jugar a las cartas! Tomé
mi teléfono y me puse a revisar las redes sociales. Este fin de semana lo había pasado
apartada de mi celular. En la barra de búsqueda coloque Dorian Williams. Hacía mucho
que no lo stalkear en Instagram, solo lo hacía en Facebook o Twitter. Leí su biografía;
Eso ultimo me había gustado. No era de poner fotos de él, ponía frases y carteles en
contra del maltrato animal.
—Shelley, ¿Qué es lo que haces tan concentrada?
—No te importa Luka, sigue jugando a las cartas. —respondí sin apartar la mirada del
teléfono.
—Oh, ¿Hablas con tu novio?
—Yo no tengo novio. —lo miré alzando una ceja.
—Eso no es lo que me han dicho.
El calor se alojó en mis mejillas.
—¡Cierra la boca!
Las horas se pasaron muy rápido. No tardaría en anochecer y teníamos que volver a
casa.
Cuando llegué, mamá me esperaba con la cena lista. Siempre cenábamos temprano,
debido a su trabajo, pero yo siempre me quedaba hasta la madrugada y bajaba a
prepararme un sándwich si tenía hambre.
—Hola madre. —dejé mi bolso sobre el sofá y me senté a comer.
—Hola Shelly ¿Qué tal les fue?
—No te imaginas lo bien que la pase. —sonreí.
Mientras comíamos hablamos sobre cosas triviales, su trabajo, mis amigos, su trabajo,
la escuela, su trabajo y su trabajo. Cuando ella se fue a dormir no me olvide de recordarle
que pidiera un aumentó.
Llevaba media hora sentada frente al café con leche sin poder terminarlo. El fin de
semana comiendo porquerías no me había sentado muy bien, nada, mejor dicho. Tenía el
estómago revuelto, pero por suerte no había vuelto a sentir los mareos y esas cosas
extrañas que había sentido hacia semanas.
Cuando terminé de cambiarme bajé para ordenar la cocina y salir rumbo al instituto.
El aparcamiento estaba casi lleno, no era noticia que estaba llegando tarde, casi
siempre lo hacía.
La clase de matemáticas ya había iniciado. Entré lentamente, tratando de no hace
ningún ruido.
—Señorita Evans, parece que al fin decidió hacer acto de presencia. Siéntese por
favor.
Le hice caso y me senté en mi lugar. Mi teléfono vibró.
Así está mejor. No era la primera vez que se le ocurrían grupos con nombres ridículos.
En primaria fuimos el Trio dinámico, Los Tres pesca-quesos, Los No-intelectuales. Son el
tipo de cosas que solo se le ocurren a Jack.
—Señor Stone, ¿Ocurre algo demasiado importante que lo obligue a estar con su
celular?
Mordí mis labios para no reírme.
—Sí, uno muy grave, por cierto. Mi abuela está internada y hoy darán los análisis
clínicos.
—Si mal no recuerdo… Jackson. —acomodó sus gafas y lo miró seriamente. —eso
mismo me dijo hace dos semanas ¿Qué pasó con los otros análisis?
—Oh, bueno, dieron negativos, pero por su estado los médicos creen que han fallado y
decidieron hacerlos de vuelta.
—¿Qué tipo de análisis son?
Se desordenó el pelo en clara señal de nerviosismo. Sus ojos celestes parecían
asustados.
—Quimioterapia.
El aula estallo en carcajadas ante una mirada furiosa del profesor y una confundida de
Jack.
—¿Por qué me mandó a detención? ¿Dije algo mal? —Nos preguntó mientras
caminábamos a la cafetería después de que Jack pasara varias horas en detención.
—La quimioterapia es un tratamiento para las personas con Cáncer, Jack. —expliqué.
—Podrías haber dicho que era un análisis de orina, pero la cabeza no te da para tanto
—dijo Maggie.
—Bueno lo lamento, pero tú fuiste la que seguiste la discusión por el grupo.
—Por suerte yo no estoy.
—No estas porque yo te elimine señorita “Tengo que ir a una universidad”, además,
irás a una Academia de Actuación.
—También necesito un buen promedio.
—Para eso no se necesita buen promedio, hasta mi perro entraría.
—¡Oye! No juzgues a la gente, soy una artista.
—Yo prefiero la Administración, soy un profesional.
—Para eso si necesitas la universidad, genio.
—Sí, y lo tengo en cuenta, los exámenes los apruebo todos, no tengo ningún problema
personal con los profesores, en cambio tu…
—Cierra la boca. —empujé la puerta de la cafetería y entré al caos.
El almuerzo, fue normal. Este tipo de cosas no suceden muy a menudo. Primero
porque la comida siempre es un asco y segundo porque nunca faltaba el que iniciaba una
guerra de comida o vomitaba.
—¿Quién diría que estos espaguetis estarían tan ricos?
—No lo sé Maggie, pero creo que cambiaron a la cocinera. Después de que la
directora se descompusiera.
—Sí y después de que la mitad de la escuela terminara intoxicada. –dijo Jack
Según mi madre el Instituto St. Francis siempre sirvió comida asquerosa, y eso no
había cambiado mucho.
—¿Qué creen que le pasó a la antigua cocinera?
—No se sabe Dorian, pero hay quienes dicen que murió y esparcieron sus cenizas en
unos espaguetis.
—Jack eso es asqueroso. —gritó Maggie.
—Hablando de eso, ¿cómo te va con tu dieta Shelly?
—¡Eso es muy grosero de tu parte Jackson Stone. —lo apunté con mi tenedor
descartable.
—Ya, lo lamento.
Las horas de clases se me hicieron eternas y aburridas, como siempre. Maggie se la
pasó mirando por la ventana e ignorando olímpicamente al profesor y a mí. Dorian
hablaba en susurros con Jack y Cam había faltado porque se sentía mal.
Cuando llegué a mi casa ya me dolía la cabeza. Terminé la tostada con jamón que
había preparado y subí a mi habitación.
Antes de llegar al último escalón me sentí mareada, la cabeza me daba vueltas y el
corazón latía en mis oídos. No pude seguir caminando, me apoyé en la barandilla de la
escalera y traté de respirar profundamente. Mi cuerpo no respondía. Permanecí quieta, no
sabía porque me pasaba esto o que lo producía. El incesante martilleo me impidió siquiera
pensar. Solo que quedé ahí, habían pasado quince minutos cuando oí la puerta de la
entrada abrirse.
—Cariño, me han dado el día libre, ¿Dónde estás. —dejó sus cosas arriba de la isla de
la cocina y elevó la mirada —¡Por Dios Shelley! ¿Qué te ha pasado?
Subió rápidamente las escaleras hasta que llegó a mi lado.
—Háblame mi niña, ¿Qué te pasa?
Traté de gesticular, me costó, pero lo hice.
—No, no lo sé.
Me moví un poco, lentamente guie cada uno de mis músculos hasta que por fin
respondieron.
—¿Has estado bebiendo. —preguntó preocupada.
—¡No! Son casi las cuatro de la tarde.
—Vamos al hospital.
—No, no es necesario. Ya estoy mejor. Debe ser algo que comí.
—Pero Shelly…
—Está bien mamá, ya no importa.
—De acuerdo, pero si vuelve a pasar me avisas.
Me besó la cabeza y empezó a bajar las escaleras, antes de llegar al último escalón
habló.
—¿Te parece llamar a tus amigos para que vengan a cenar? Hace años venían y se
quedaban a dormir, es una lástima que ya no lo sigan haciendo. He comprado muchas
cosas y podemos ver unas películas.
No me resultaba del todo convincente. Mañana había que ir al instituto y había tenido
que aguantarlos todo el fin de semana, pero ¿Qué más da? Solo serían unas horas.
—Está bien.
Justo en ese instante mi teléfono vibró.
Dorian: Bueno ya que van todos, me sumo.
Sonreí ampliamente. ¡Dorian iba a venir a mi casa! Miré a mi madre que estaba
sacando cuatro vasos.
—Dorian también vendrá, mamá.
—¿Quién es Dorian? ¿Tu novio. —dejó los cuatro vasos en la mesa y se acercó a la
gaveta para sacar uno más.
Ojalá. Pensé.
—No, un amigo.
—Ah bueno, nunca los invitas, ¿cómo quieres que sepa?
La ayude a poner los platos. Había hecho lasaña y después teníamos todo tipo de
comida chatarra para mirar la película.
—¿Por qué te han dado el día libre. —pregunté.
—Bueno tenía pensado decírtelo después de la cena, pero ya que sacaste el tema… He
pedido el día libre porque me han asignado un puesto en New York. Solo serán unas
semanas.
Solté un tenedor, provocando un estruendoso ruido contra los platos de vidrio.
—¿Y porque te lo han pedido a ti? ¿No saben que tienes una hija de diecisiete años?
En unos meses me iré de casa, y ya no tendremos nada de tiempo para estar juntas.
—Si lo sabe, y es por eso que lo acepte. Veras, estuve yendo a New York para trabajar
en la sede de allí y a uno de los ejecutivos le ha sentado bien mi trabajo, me han ofrecido
una buena suma. Con ese dinero podremos comprar un apartamento y pagar la academia
hija, solo serán unas semanas.
—Sabes bien que esas semanas se convertirán en meses, siempre es lo mismo. —me di
la vuelta enojada.
Justo en ese momento sonó el timbre. Eran Dorian y Maggie. ¿Por qué venían juntos?
Ella vive a tres cuadras y no es paralitica.
—Hola chicos, pasen.
—Hola Shelly, yo me traje ropa, me quedare a dormir.
—Está bien sube y déjala en mi cuarto.
Me obedeció y subió las escaleras de dos en dos, como siempre hacia. Mi madre se
acercó al living.
—Mamá él es Dorian, un amigo. Dorian ella es Nora, mi madre.
—Un gusto, Nora.
—El gusto es mío querido. Por cierto, me gusta tu nombre. Yo a Shelly le quería poner
María Antonieta, pero a su padre no le gustaba.
Dorian reprimió una sonrisa.
—Ya, está bien, tú te iba a llamar Frida.
—Para mí es un honor.
María Antonieta Evans no podía salir de mi cabeza.
Maggie bajó y fue directamente a la heladera.
—Señora Back ¿Tiene frutillas?
—Si cariño, déjame que yo las busco.
El timbre sonó nuevamente.
—Debe ser Jack, yo le abro. —anunció mi amiga con un tazón enorme de frutillas. —
Hey uniforme, ven pasa. Nora me dio comida.
—le gritó en la cara cuando entró.
—Norita, ya te extrañaba, viejita. —le dio un corto abrazo con una gran sonrisa.
—¿Cómo me dijiste. —lo apuntó con el cuchillo con el que estaba cortando el pan.
—Que sigues siendo igual de guapa que cuando eras joven.
—¿Cuándo era joven? Tu madre es más vieja que yo, muchachito insolente.
—Está bien, se lo haré saber.
—Oh créeme, ya lo sabe.
—Siempre se lo hechas en cara mamá. —dije con cansancio.
La madre de Jack y la mía eran amigas desde que nosotros nos conocimos, siempre
nos hacían jugar juntos, aunque, como dije anteriormente, no fuimos amigos hasta
primaria.
—Es verdad, solo son dos años, Norita, supéralo.
—¿A todos les gusta la lasaña. —preguntó cambiando de tema.
Maggie y Jack asintieron.
—¿Y a ti Dori?
—Dorian por favor. —sonrió. —Y no, no me gusta la lasaña, pero no se haga
problema.
—Lo lamento, hay pizza también.
—Eso me parece perfecto.
¿Por qué tenía que ser tan educado? Y sobre todo guapo. Demasiado.
—¿Shelly, Por qué no te quedas con Maggie?
La miré mal, este no era el momento,
—¿Qué pasó? —interrogó mi amiga.
—Mi madre se irá a trabajar a New York, por algunos meses.
—No son meses, solo semanas, dos como mucho.
—Claro, puedes quedarte en casa, o, podemos venir nosotros todos los días.
—Oh querida, eso solo puede desatar el apocalipsis.
—No te preocupes ma, solo serán unas semanas ¿no. —asintió. — Bueno, es por eso
que no habrá problema en que me vengan a acompañar.
—Siempre te sales con la tuya jovencita, ese lado lo heredaste de tu padre.
—Espero que sea lo único que haya heredado de él.
La cocina se sumió en silencio. Dorian fue el primero en romper el hielo.
—Bueno… ¿Comemos? Porque se va a enfriar.
—Sí, la comida debe estar más fría que la mirada de Shelly.
—Jack recuerda “Pienso pienso, luego existo” la próxima vez te clavo el tenedor en la
mano.
Estás loca.
—Cállate, Stone, Cállate.
Se lo tomó muy enserio, porque no habló durante toda la cena. A decir verdad, nadie lo
hizo hasta que mi madre colocó el helado en la mesa.
—Uh ¿hay de chocolate?
—Sí, Shelley. —suspiró.
Pusimos una película que eligieron ellos y yo me adueñe del helado. Nadie lo
extrañaría.
—¿Dónde compraste estas frituras, Nora?
—En el supermercado, Mag, ¿quieres más?
—Si, por favor.
Estábamos viendo una película de suspenso. No me gustaba, se notaba que les había
salido como mínimo mil dólares la producción. Además de ser malísima te daban ganas de
que los protagonistas se murieran de una vez y que se termina rápido, porque, vamos, a
nadie le gusta ver a una persona agonizar desde el principio de la película y ver los
Flashback de lo feliz que era su vida y como acabo así.
—Shell, ¿me das helado?
Se lo pasé sonriendo como una estúpida.
La noche de películas y comida chatarra fue aburridísima, bueno, para mí lo fue. Mis
amigos se la pasaron riéndose y jugando a juegos de mesa con mi mamá. Yo me dedique a
mirarlos y, cuando podía criticar la película estúpida que ellos escogieron.
—Shelly, oh maldición, despiértate. —La dueña de la voz me sacudió hasta que abrí
los ojos.
—¿Qué quieres?
—Que te levantes, llegaremos tarde.
—Ahg, es viernes, no tenemos que ir. —me di la vuelta y volví a taparme.
Y si, la semana se pasó volando. Maggie estuvo viniendo todas las noches desde el
martes, día en que mamá se fue. Fue muy divertido, películas, comida y chismes.
—Sí, si tenemos. Entra al baño ya te preparé la ropa.
Me di una ducha rápida, ya que mi amiga estuvo recordándome que me tenía que
apurar. Me puse el vestido color celeste pálido y me lavé los dientes rápidamente.
—Te ves bien, soy una genio. Ya verás cómo Dorian te come con la mirada.
—Cállate, Maggie.
Subimos a mi coche, ella manejaría, mientras yo comía unos Cup-Cakes.
El instituto St. Francis estuvo frente a nosotras unos cuantos minutos después.
—Al fin llegan, se han saltado la primera clase. —dijo Jack en cuanto nos vio.
—Uff ¿Qué era?
—Historia.
—¡Genial! Gracias, Shelly, el profesor Gomes me reprobará. — abrió su taquilla para
sacar un libro y la volvió a cerrar rápidamente.
—Siempre dices lo mismo, y no es fuera el fin del mundo.
—Si lo es, mi título Universitario depende de ello. Tú no te quejes, el profesor
Blackwell te puede reprobar.
—Sí, pero ella no ira a una. —dijo con una sonrisa, como si se le hubiera ocurrido el
mejor chiste de la historia.
—No era necesario decir eso, Jack.
—Margaret, ¿Crees que podemos hablar. —le preguntó Dorian.
—Sí, claro.
Ambos se fueron hacia afuera. ¿Qué era lo que tenía que hablar con ella? Y encima a
solas.
—Shelly yo… tendría que decirte algo.. —me miró con tristeza.
—¿Qué te ocurre?
Pareció meditarlo por unos segundos.
—Nada, olvídalo. No soy yo quien te lo tiene que decir.
Dicho esto, hizo su camino al salón. Me quedé más que confundida. Nada me tendría
que poner mal, ya tenía suficiente con mi madre fuera de casa y mi padre en Las Vegas. Si,
leyeron bien, anoche me llamó para informarme que se había ido de vacaciones y que
quizá, jamás volvería. Nah, eso es mentira, pero lo que es real es que se fue.
La campana me ensordeció, me quedé parada, mirando como el pasillo se iba
quedando vacío.
Sabía que estaba mal, pero no quería entrar a clases. Salí al aparcamiento y una vez
dentro de mi auto conduje a ningún lugar en particular.
Inconscientemente estacioné en la playa. Aquí veníamos todos los fines de semana con
mis padres y mis dos mejores amigos. Lo pasábamos genial.
Había gente metida en el mar, pero yo solo me senté en la arena observando aquella
mirado. Era obvio importaba, no de esa forma. A mis progenitores tampoco. El resto de mi
familia estaba repartida por algún lugar del mundo, eran tantos sitios diferentes que ya ni
sabía dónde estaba cada quien. Nunca me había sentido tan sola.
Miré al cielo, me sentí pequeña. Las palmeras se elevaban alto, la vista era
impresionante. Sentí unos pasos detrás de mí.
—Hola.
Una figura femenina estaba frente a mí. Tenía el pelo castaño y los ojos azules. Era
Íngrid.
—Hola, ¿Qué haces aquí?
—Te seguí. —se sentó a mi lado.
—¿A mí? ¿Por qué?
—No lo sé, me dio curiosidad. Me pareces interesante.
—Yo no soy interesante, tú, en cambio, eres una porrista que se la inmensidad. Dorian
ni siquiera me había que jamás llegaríamos a ser algo. No le pasa haciendo piruetas
extrañas, eso me parece más interesante.
—Sí, pero tu escapaste de la escuela. —señaló.
—¡Tú también! Y… tampoco escapé.
—Faltó mi profesor de Teatro, ¿Cuál es tu excusa?
—No me sentía bien, y llegué una hora tarde, es por eso que me fui.
—¿Qué es lo que está pasando por esa cabecita. —preguntó sonriendo.
—Dorian. —respondí sabiendo que no era solo eso.
—¿Acaso no lo sabes…?. —abrió sus ojos con sorpresa.
—¿Saber qué?
—Nada, olvídalo.
No podría olvidarlo. No fácilmente.
—Bien, vámonos. —se paró rápidamente y sacó la arena de su pantalón.
—No regresaré al Instituto.
—Al instituto no, tonta. Iremos al centro comercial, por ropa.
—Está bien.
Cuando subimos al auto me percaté de que mi teléfono seguía en la mochila. Tenía
diez llamadas perdidas de Maggie, cinco de Jack y tres de Dorian, más innumerables
mensajes preguntándome donde estaba. Lo dejé en su lugar, ya les contestaría más tarde.
—¿Tienes tarjeta de crédito. —me preguntó.
—Si.
Me mostro la suya y sonrió con malicia.
Ni bien llagamos salí corriendo al carrito de Smoothies. Pedí uno de durazno y Ingrid
uno de mango.
—Mira, Shelly, esto es genial para ti. Te lo llevaras y el lunes iras con él a la escuela.
Era un vestido rojo liso, en la cintura llevaba un pequeño cinto de color negro. A decir
verdad, era muy lindo, pero seguramente le quedaba mejor al maniquí que a mí.
—Está bien. Me lo llevo.
Era temprano, todavía no era el mediodía, decidimos ir por algo de comer.
—Eso ha sido genial. —me dijo sentándose frente a mí.
—Sí, creo que a partir de ahora podemos ser buenas amigas.
Ingrid había entrado en el instituto hacía tres años. No compartíamos muchas materias,
pero la veía en la cafetería y mientras ensayaban para los partidos.
Pedí un Chasse cake y ella unas donas.
Era difícil pensar que mi madre estaría muy decepcionada, nunca estaba en casa y por
esa razón no sabe si voy o no, y si me va bien o me va mal. Prácticamente había huido del
instituto, no les había respondido a mis mejores amigos y probablemente estarían
preocupados.
—¿Tienes novio? —pregunté para evadir mis pensamientos.
—Sí, es Bratt. Sé lo que pensaras, pero el salió con Maggie durante el mes que
estuvimos separados.
—Perdona la pregunta, pero… ¿Tu saliste con alguien? En ese tiempo digo…
—No, yo solo lo quiero a él.
—Oh, ya veo.
—Después de todo…siento que él no es el chico para mí. Puede que sea popular y que
en nuestra burbuja todo esto sea normal, pero a mí no me gusta, los chicos del quipo hacen
cosas cada vez más peligrosas. Y no solamente cigarrillos, alcohol y drogas, habló de
cosas realmente jodidas. Me gustaría una relación normal, que no tenga que terminar en la
sala de espera de un hospital o en la cárcel al final de cada cita.
—¿Se lo has dicho? —le pregunté mientras la camarera dejaba nuestro pedido.
—Sí, pero no tan literal como te lo dije a ti. Cree que soy una miedosa, es por eso que
siempre trato que nos juntemos en mi casa, o en la suya. Eso es más seguro.
—Es difícil cuando estas verdaderamente enamorada.
—Lo es.
Lamentablemente para mí, ella se tenía que ir. No me quedaba más remedio que ir a
casa. Este día había sido una completa mierda. Bueno excepto por la parte en que llegó
Ingrid.
Abrí la puerta y para mi sorpresa mis tres amigos se encontraban en mi living.
—¿Dónde rayos estabas?
—Solo necesitaba aire, Maggie, ¿Qué hacen aquí, de todos modos?
—Te vas del instituto, no contestas el móvil y ¿encima te das el privilegio de enojarte
porque vinimos a buscarte? —respondió Jack.
—¿Y ustedes no escaparon?
—Fue por tu culpa.
¡Genial, ahora todo era mi culpa!
—Oh, bueno, no se enojen. No me estoy sintiendo muy bien, necesitaba estar un
tiempo a solas.
—Sí, y veo que también has comercial. —dijo Maggie.
—Es solo un vestido. —suspiré y fui hasta a cocina para beber un poco de agua.
—Por Dios, Shelly, ¿no podías atender el teléfono? Casi muero del susto.
—Lo siento, Jack. Ahora déjenme tranquila.
—Está bien, vámonos, no nos necesita. —dijo Maggie y se marchó seguida de mi
mejor amigo.
—Cualquier cosa que necesites, solo llámame.
—Gracias Dorian, lo haré.
¿Acaso era tan malo lo que había hecho? ¿No podían simplemente entenderme, y
apoyarme?
No soy alguien que acostumbre a ver la realidad tal y como es. Soy de esas personas
que se cierran en su mundo porque no soportan lo que hay alrededor. Pretendo no ver y no
escuchar. Fingir que todo está bien, con mi padre, con mi madre y con mis amigos. Sé que
hay algo que me ocultan y mi corazón cree saber que es, pero soy demasiado cobarde.
He decidido pasar por el centro
Lunes.
Hice caso a Ingrid y me puse el vestido rojo. Mi madre nunca se enteró que me escapé
y con mis amigos no volví a hablar, con Dorian tampoco.
—Pero mira nada más, te ves muy guapa. —me dijo Ingrid, su taquilla estaba al lado
de la mía.
—Gracias a ti. Por cierto, me gusta tu blusa.
Ella por su parte llevaba la blusa que yo le había escogido. Era negra con pequeños
puntitos blancos.
—Y a mí. Creo que tus amigos te buscan.
Maggie me miraba furiosa, mientras Jack y Dorian me sonreían.
—Está bien, nos vemos en química. —se despidió.
—¿Qué hacías con ella? Es una zorra, Bratt me dijo que ella le pidió un tiempo y se
fue con otro.
—Hola Maggie. No creo que eso sea verdad, teniendo en cuanta que ellos ya
volvieron, no le hagas caso a él. —cerré la puerta rápidamente.
—¿Cómo que ya volvieron?
—Sí, me lo dijo. —empezamos a caminar hacía la primera clase.
—Pe… Pero ayer por la noche salimos y no me dijo nada.
—¿Ya lo ves? No te tienes que fiarte de él. Tienes que dejarlo, no te conviene, ni a ti,
ni a Ingrid.
—Tienes razón. Hablaré con él en la tarde. —alisó su falda negra y respiró profundo.
—¿Ya estás mejor? ¿Se te el mal humor?
—Sí, ya te dije que no me sentía bien.
—Genial, porque hoy iremos al parque de atracciones.
—Es noche de instituto, no tengo ganas.
—Oh no, si iremos. Dorian también irá. —agregó sonriendo pícaramente.
—Bien, me convenciste. Iré.
—Si no te gastaste todo el dinero de tu tarjeta, claro. Por cierto, me gusta tu vestido.
—No, no me gasté todo el dinero y, gracias.
No le iba a decir que lo escogió Ingrid, y que estuve con ella. Se enojaría mucho.
—¡Chicos! Vengan ¡Dijo que si. —les gritó a Dorian y a Jack, que venían unos pasos
más atrás.
—Shelly, estas muy guapa.
—Qué lindo vestido, Shell.
—Gracias chicos, ¿A quién se le ocurrió ir al parque?
—A Dorian, dice que tiene algo muy importante que hacer. —dijo Jack haciendo una
mueca extraña.
—Uh, suena interesante.
¿Qué seria eso tan importante? ¿Se iría del país? ¿Le descubrieron una enfermedad y
en un mes morirá? ¿Se casará porque sus padres le arreglaron el compromiso? Ahg, pero
que ridícula.
—Bueno por más interesante que suene eso tendremos que esperar. Hay clases de
Historia y Maggie Twice necesita aprobar. dijo refiriéndose a sí misma.
Las clases nunca eran interesantes, NUNCA. Pero hoy se me dio por analizar
lentamente la historia de Romeo y Julieta en clases de Literatura. Siempre creí que si uno
verdaderamente ama a alguien hace lo que sea para que la otra persona sea feliz, aunque
eso incluya no estar juntos, ¿Por qué ese trágico final? Su destino estaba marcado desde el
inicio, era de esperarse que no consiguieran estar juntos.
—¿En qué piensas tanto? —susurró Cam.
—Que todo esto es ridículo.
—Para mí es muy romántico, ¿Acaso tu no piensas en tener una historia de amor?
—Sí, pero con un final feliz, no uno deprimente.
—Ya, tienes un poco de razón. —respondió riendo.
—Siempre.
—Dorian te está mirando.
Disimuladamente dirigí mi mirada hacia él, efectivamente, me estaba mirando.
—Y bien, es por eso, que podemos considerar a Romeo y Julieta la mejor historia de
amor de todos los tiempos y, a Shakespeare como el mejor escritor de todo el mundo. —
dijo la profesora, en modo fangirl.
Para mi suerte la clase terminó con una tarea para mañana, ver la película de Romero y
Julieta, veámosle el lado positivo, en esta versión actúa Leonardo DiCaprio.
—¡Shelly!
Su voz chillona me sobresaltó, no sé cómo hice para olvidarlo. Di media vuelta y la vi
corriendo hacia mí.
—Te habías olvidado, ¿verdad? —gimió intentando recuperar el aliento.
—Sí, pero no importa, ya me lo hiciste recordar, ahora vamos.
—Según Dorian él nos llevara al parque de atracciones y después iremos a casa de
Jack a ver la maldita película.
—¿Y que pasara con mi auto?
—Le puedes decir a tu mamá que lo venga a buscar.
—Ella no está ¿recuerdas? Se fue a Nueva York la semana pasada.
—Bueno, trataré de convencer a Luka. Ha venido porque tenía algo de no sé qué.
—Genial, lo último que quiero es que me lo roben, apenas tengo dinero para ponerle
combustible, no me podría comprar otro ni con un año de trabajo en la cafetería.
—Nadie podría comprarse algo trabajando en la cafetería.
—Pues, Tasha se compró uno de segunda mano.
—No seas ingenua, ella trabaja de otras cosas, la cafetería es una excusa. —su
respuesta me tomó desprevenida.
—¿Por qué una chica de diecisiete años tendría que vender su cuerpo por dinero?
—Supuestamente su madre hace lo mismo, y se lo gasta en drogas y alcohol. Ella
necesita dinero para comer y las necesidades bajas. Además de trabajar tiene que estudiar
para mantener la beca del instituto.
—Es una pena, Tasha es muy buena persona, y se la ha ingeniado bien trabajar y
estudiar al mismo tiempo. A partir de ahora, trataré de quejarme menos del trabajo de mi
madre.
—Y haces bien, yo pensé lo mismo cuando me enteré. Mamá tiene tres trabajos
limpiando casas, y ya no es por mí, es por ella. No le hace bien pasarse en día agachada y
moviendo muebles.
Oí el sonido de claxon. El jeep de Dorian se estacionó frente a nosotras.
—Vamos chicas, el parque no espera. —gritó Jack.
—Ustedes viven de fiesta. ¿No tienen ninguna responsabilidad. — pregunté mientras
me sentaba en el asiento trasero y cerraba la puerta.
—Tranquila Shelly, es el último año. Aún nos quedan un par de semanas para los
exámenes finales y aplicar a las universidades. Quizá, este sea el último año en que
estemos todos juntos.
—¡Eso es manipulador, Jackson!
—Es verdad, tú te quedaras aquí en Los Ángeles y Maggie también. Mis padres
quieren que vaya a San Francisco, ahí puedo quedarme en casa de mis abuelos por un
tiempo. Y Dorian es muy probable que se mude a Toronto.
Mi mandíbula calló. No puede evitar preguntarme cuan probable era.
—Ya, pero prométanme que esta será la última noche, por lo menos de la semana.
Los tres estuvieron de acuerdo.
Las luces brillaban, y la gran rueda de la fortuna daba un aspecto mágico. Hacía
mucho tiempo que no venía.
El calor era infernal, y, añadiendo que mi modesto vestido de trescientos dólares se
estaba arrugando y pegoteando a mi piel.
—¡Esto sabe riquísimo! —exclamó Dorian, mientras comía un copo de nieve.
—¿Nunca lo habías probado. —me acerqué a él y tomé un poco. Se deshizo en mi
boca, y recordé cuando me sentaba en un banco a compartir uno copo con mi padre.
—No, en realidad, esta es la segunda vez que vengo. Mis padres no me trajeron nunca,
pero vine una vez con Jack.
—Dime que has comido una manzana acaramelada. —paseé mis ojos por su rostro…
Era muy lindo.
—No, tampoco. —bajó la vista apenado.
—Tenemos mucho para aprender.
Jack tosió para llamar nuestra atención.
—Nosotros iremos a algunos juegos, ustedes hagan lo que sea que vayan a hacer.
—Está bien. Nos vemos en una hora aquí mismo. —respondí.
Asintió, Maggie, en cambio, parecía molesta.
—Bien ¿por dónde empezamos. —preguntó Dorian, sonriendo.
Al sonreír se le achinaban los ojos, aunque no era la primera vez que lo notaba, claro.
—Primero te tienes que terminar el copo de nieve, después iremos por una manzana.
Al cabo de dos minutos después ya había terminado.
Caminamos sin decir una palabra hacia el puesto rojo con franjas blancas. Miré una
manzana con deseo, pero no quería que el caramelo se pegara en mis dientes. Pedí una y
esperé a ver su reacción.
—Esta buenísima, ¿quieres un poco. —estiró la manzana hacía mí.
—No, gracias. Prefiero esperar las palomitas.
—¿Palomitas? —pareció confundido.
—Sí, miraremos la película. ¿recuerdas?
Hizo un ademan con el dedo, dándome la razón.
—Cierto.
Nos sentamos en un banco frente al carrusel. Siempre me subía al pony dorado que ya
estaba un poco deteriorado, pero los niños jugaban igual. Me daba la sensación de que
aquel viejo juego era mágico., era como subir y ver como tus problemas desaparecían de
manera inmediata. Me giré bruscamente.
—Tenemos que ir a ese carrusel.
Tomé su mano y traté de mantener la compostura. Cuando llegó nuestro turno, le dejé
a Dorian mi pony y subí a uno de color negro que se encontraba a su lado.
Lentamente comenzó a dar vueltas. Un leve aire fresco golpeo mi rostro, y sentí como
todo empezaba a desaparecer, el trabajo de mi madre, la ausencia de mi padre, las
actitudes extrañas que trataba de ignorar, incluso, los sentimientos por mí la persona que
estaba junto a mí. Solo cerré los ojos y me dejé llevar por el tintineo de la campanilla.
Podía sentir como Dorian también se relajaba, cualquier tipo de tensión desapareció.
El carrusel se detuvo. Abrí los ojos y me habitué a la luz. Sentí la misma sensación que
sentí cuando mis amigos me tiraron un balde de agua helada para despertarme.
—Eso fue… no sé cómo explicarlo. Nunca había sentido eso antes.
Le sonreí, y en ese momento, noté que aún teníamos las manos entrelazadas.
Bajamos y la conexión que había entre nosotros se rompió. Luego lo recordé.
—¿Qué era eso tan importante que tenías que hacer?
—Oh, bueno… es que… me…me preguntaba si mañana querías acompañarme… al
nuevo restaurant, dicen que su comida es deliciosa, y si no quieres podemos hacer otra
cosa, no sé cómo ir a pescar.
Sonreí, ¿ir a pescar? Hablaba demasiado rápido, y estaba nervioso, ¡Esperen! Esto…
—¿Me estas pidiendo una cita?
Respiré ondo, ¿desde cuándo era tan directa? ¿Y si ahora solo me decía que quería que
lo acompañe a pescar?
—Sí, algo así. ¿Qué dices?
—Me encantaría. —liberé el aire que, como buena dramática, había acumulado. Al
menos pueden decirme que tengo madera de actriz.
—Mañana pasare por ti a las siete.
—Está bien. Los chicos deben andar por aquí. Vamos a buscarlos.
Caminábamos demasiado cerca, lo sentí tenso y mi corazón enloqueció.
Estábamos por llegar al carrito de Copos de nieve, y vimos a los chicos caminando
hacia nosotros.
—¿Lo hiciste. —le preguntó Jack.
Dorian asintió.
Cumplí con mi misión y logré soportar a “Romero y Julieta”. Jack y Maggie lloraron,
si, Jack lloró. Dorian no parecía muy impresionado, y yo solo salté de alegría. Aunque mi
alegría duro hasta que me dijeron que yo tenía que cocinar.
La noche se resumió en mi tratando de cocinar una receta que me envió mi tía desde
Argentina. Fue un caos, lo sé, pero terminé pidiendo comida china.
Al llegar a mi casa, corrí a buscar algo para mi cita.
Si mi madre se enteraba me mataría, no solo porque no le conté, si no también, porque
estaba saliendo en noches de instituto y cuando ella estaba lo tenía prohibido.
Opte por una falda color blanca y una blusa del mismo color con rayas celestes.
Decidí darme una ducha con agua fría, me ayudaba a pensar. Y quizá, por fin
comprender que mañana tendría una cita con Dorian Williams.
Caminaba por los pasillos, esquivando a los alumnos mientras miraba hacia todos
lados. Estaba nerviosa. Hoy era mi cita con Doria, aunque primero tendría que soportar
toda la jornada escolar.
Entré al salón y me senté en mi sitio a esperar a Maggie. No pasaron ni cinco minutos
y ya se encontraba a mi lado.
—¡Hola!
—¿Ahora si me vas a contar lo que pasó anoche? —preguntó.
—Hola Shelly, me alegro de verte. —me burlé. —Dorian me pidió una cita, saldremos
hoy en la noche.
—Guau, pensé que nunca lo haría. Te felicito. ¿Ya sabes que ponerte?
—Yo pensé que no me veía de esa forma. Me pondré la falda que compre cuando
fuimos a Becky´s el mes pasado y la blusa que me regalo mamá para navidad.
—Te verás genial. Ahora, ¿has hecho la tarea de matemática?
—¿Qué tarea?
—Teníamos que graficar las funciones, lo dijo ayer, Shelly ¿en qué mundo estabas?
—No me preguntes si ya sabes la respuesta. ¿Tengo tiempo de hacerlo ahora. —saqué
mi carpeta rápidamente y busqué un lápiz.
—No, solo faltan cinco minutos y supongo que no sabes cómo hacerlo.
—Supones bien. —suspiré.
—A mí me ayudo Luka. No sé qué sería de mi sin él.
—Me vendría genial como profesor. Tendría que preguntarle. A este ritmo tendré
ochenta años y seguiré sin entender matemáticas. —solté mi lápiz resignada.
—Y yo a este ritmo terminare administrando el quiosco del instituto.
—¡Hey, preciosuras! Jack ha llegado.
Me di la vuelta para ver a mi mejor amigo coqueteando con las chicas del salón,
aunque note que su mirada se detenía más de lo normal en Cam.
—¡Jack, deforme, ven aquí ahora mismo!
—¿Qué es lo que pasa Margaret, acaso estás celosa?
Se acercó y apoyó sus dos bazos en el pupitre de Maggie, supongo que, con el fin de
intimidarla, aunque a ella no pareció afectarle.
—Solo me das pena, te estaban ignorando.
—Cállate, esas nenas me aman.
—¿Quién te dijo eso. —sonrió de lado.
Jack permaneció en silencio y ambas rompimos en risa. El salón estaba pendiente de la
humillación y él no tuvo más remedio que sentarse en su sitio sin decir una palabra.
Dorian llegó unos minutos después, justo antes de que el profesor Blackwell hiciera su
inminente presencia.
—Buenos días alumnos. Voy a pedir que dejen la tarea arriba de mi escritorio. Como
ya sabrán, ésta no es una nota más.
Mi mundo se vino abajo. ¿A qué se refería con que esta no era una nota más?
Maggie pasó por mi lado y apretó mi hombro. No me quedaba otra, solo rogar para
que no se percatara de nada.
—Señorita Evans…
¿Por qué siempre empezaba con un “Señorita Evans”? Puse mi mejor cara de inocente
y lo miré.
—¿Si, profesor?
—Veo que no me ha entregado su trabajo. —acomodo sus gafas y le sacó la tapa a su
lapicera.
Ya le había dicho lo de mi tía enferma, mi perro lastimado por un auto, una conocida
con viruela, si, esa no me la creyó.
—Sí, lo lamento, estuve muy ocupada, Mi madre se fue a Nueva York y tengo que
hacerme cargo de mi casa y las demás materias.
—Mire, Shelley. —suspiró. —no le creo nada. Pero es grande, está por terminar el
instituto y supongo que como muchos querrá estudiar una carrera. —asentí. —Aunque no
sea justo le daré un plazo hasta mañana para que lo haga.
—Gracias. No sabe cuánto se lo agradezco. No lo decepcionaré.
Hizo un gesto con la mano como si me ahuyentara.
—Está bien, no me agradezca nada. Pero ya sabe que la nota no será la misma. Le
bajaré un punto por la entrega atrasada.
Bueno, al menos no tendría un cero más grande que yo. Asentí sonriente y el continuo
con su trabajo, darnos tarea, tarea y tarea, aunque yo nunca las haga. Y no fue
precisamente una mentira, era la verdad justificando mi irresponsabilidad.
—Pst, Shelly. —Cam hizo un intento fallido por llamar mi atención en voz baja.
—Camille Darliss. Usted es una de mis mejores alumnas, no le recomiendo que se
contagie del espíritu rebelde de su amiga.
¿Espíritu Rebelde? ¿Y a este que le pasa? Lo voy a acusar con mi mamá. A cierto, ella
no está.
—Está bien, profesor Blackwell.
Cuando él se dio la vuelta saqué una hoja para entablar una conversación, como en los
viejos tiempos.
¿Qué es lo que pasó?
La vi redactar una respuesta. No me sorprendió la prolijidad de su letra.
¿Sabes porque Jack está tan callado? ¿Es por lo que pasó hoy, o le dolerá algo?
Sonreí, eso significaba que a ella también le interesaba. Lástima que Jack sea un
idiota.
Debe ser por lo de hoy. No te preocupes, ya se le pasará. Te importa mucho, ¿verdad?
Si, demasiado.
Estaba a punto de responderle cuando sentí a alguien carraspear a mis espaldas. Era el
profesor, tan simpático como siempre.
—Creo que no será necesario que le diga que se tiene que ir a detención.
No, creo que no.
Una hora en frente de la bibliotecaria no era de lo más divertido. Tenía dos opciones,
hacer la tarea de matemáticas o leer un libro (que ella me ofreció) ¿Adivinen cuál era? Si,
Romeo y Julieta.
¿Qué le pasa a la gente con ese libro?
Intenté más de doscientas veces graficar las benditas funciones, hasta que la mujer se
compadeció de mí y decidió ayudarme. A decir verdad, le entendí más a ella que a mi
profesor.
Cuando llegó la hora de marcharme mi corazón empezó a latir frenéticamente, oh
bueno, no tanto, pero estaba nerviosa. Por suerte tendría un par de horas para relajarme.
Me preparé un baño de espuma en la tina del baño de mi madre. En esta casa cada una
tenía su propio baño y había uno en el piso de abajo. Coloque música clásica ¡No me
juzguen! Necesito tranquilizarme.
Treinta minutos, esa era la cantidad de tiempo que me permití esta vez.
El humectante no pudo faltar. Una vez que estuve lista, con maquillaje y todo, reparé
en el espejo. Me veía bien, muy bien. Siempre vestía ropa linda y decente, pero nunca me
maquillaba como lo hice hoy, tampoco tenía que exagerar.
Lo observe por la ventana mientras estacionaba su jeep y bajaba a tocar el timbre. No
me apresuré porque no quería parecer desesperada.
Abrí la puerta y sonreí. Vestía un jean y una camisa negra.
—Hola, lamento haber tardado, estaba acomodando algo en la cocina.
¿Eso se oyó casual? Espero que sí.
—No pasa nada, Shell. ¿Te parece ir a “The Rose”? —preguntó mientras terminaba de
cerrar la puerta y empezábamos a caminar.
Ese restaurant había abierto hacia unas semanas y ya estaba catalogado como uno de
los más lujosos de Los Ángeles, no iría vestida así.
—No está mal, pero me gustaría algo más sencillo como… ¿El que está frente al
muelle? Tiene vista al mar y es lindo.
—Me parece perfecto. Por cierto, te ves hermosa.
Su jeep era algo que me llamaba mucho la atención, incluyendo la calcomanía del
ancla en su capó. Me gustaría preguntarle qué significado tenía para él, pero algo me decía
que no era el momento.
El lugar era rustico, tenía una gran terraza con una vista impresionante al océano, la
luz amarillenta era tenue y las sillas estaban colocadas una frente a la otra, perfecto para
una cita.
Una chica de unos veinte años, con el pelo recogido y toda vestida de negro se nos
acercó.
—¿Ya saben que van a ordenar? —preguntó sacando una libreta de su bolsillo.
Dorian me miró, esperando respuesta.
—Yo quiero la Cena de Prime Rib.
—Lo mismo para mí.
—Enseguida se los traigo. —terminó de apuntar en la libreta y se marchó.
—Y bien, ¿cuál es tu color favorito? —jugueteó con el salero de forma nerviosa.
—El negro, ¿el tuyo?
Supongo que empezamos el juego de las preguntas.
—El azul. ¿Cómo se llaman tus padres?
—Carl y Nor. —lo miré esperando su respuesta.
—Helen y Bob. Si no fuera actuación, ¿Qué seria?
—Producción, me encanta el cine. ¿Y si no fuera medicina?
Se quedó pensando unos minutos, como si estuviera perdido.
—Psicólogo, como mi padre.
—Hmm, no sabía que tu padre es psicólogo.
—Sí, y además de eso es fanático de The Beatles, cuando no está en el consultorio está
en la tienda de San Diego, todo es en honor a ellos.
—Suena bien. —sonreí incomoda al recordar el regalo que le dio a Maggie por su
cumpleaños.
—Sí, algo así. —analizó su próxima pregunta con cuidad. —¿Qué es lo que harás? —
lo miré sin entender. —El año que viene, cuando cada uno se vaya por su lado.
No tenía una respuesta exacta. Ni siquiera sabía que era lo que iba a hacer mañana.
—No le he pensado de esa manera, pero últimamente ustedes alegran mis días.
Supongo que me refugiaré en actuar y escaparé a verlos cuando tenga oportunidad.
—¿Por qué te gusta tanto la actuación. —sus ojos brillaron, él sabía la respuesta.
—Es una forma de expresarme, ser alguien quien no soy, pero me gustaría. Vivir en
tiempos y épocas diferentes, enamorarme o morirme. Es toda una aventura. Y ¿quién dice?
Quizá me haga famosa y me termine casando con DiCaprio.
—Así que… ¿te gustan los mayores? —preguntó meneando las cejas.
—Solo si es él. Si no, prefiero a alguien de mi edad.
—Tienes suerte con eso.
—¿Por qué lo dices?
—Tenemos la misma edad, y no es secreto que me interesas.
Rápidamente el cerebro capto la información y envió señales, logrando que mis
mejillas se tiñeran de un rojo vivo.
—Aquí tienen. —La joven dejó los platos cuidadosamente y después de asegurarse de
que no faltaba nada, volvió a desaparecer.
Sin decir ni una sola palabra empezamos a comer. ¡Estaba delicioso! Recuerdo que la
primera vez que probé este platillo fue en este mismo restaurant, había venido con mis
padres y mi tía Celia, quien creo que vive en España.
—Esto está buenísimo, Shell.
—¿Nunca lo habías probado antes?
—No, realmente.
—Vas a aprender muchas cosas conmigo, Williams.
Él sonrió. Rápidamente recordé nuestra charla.
—¿Y porque elegiste medicina?
—Salvar vidas. Esa es la única razón.
Sostuve el tenedor en el aire. Lo vi en sus ojos. Él verdaderamente anhelaba eso,
salvar a las personas al borde de la muerte o, simplemente tratar de que muchas, no
lleguen al muere por decisión propia. Quería aportar su granito de arena para cambiar este
mundo. La muerte de su hermano, la situación en la que se encuentra su madre, necesita
hacer algo para sentirse bien consigo mismo. Tal vez ahora ya no pueda hacer nada por
Ben y poco por su madre, pero quería prepararse para ayudar a otras personas.
—¿Ya tienes decidido lo de Canadá? —detecté miedo en mi voz.
—Es muy probable. Papá me apoya en todo lo que quiera hacer, como ya te dije, pero
a la vez quiere que complazca a mi madre. Es mejor que lo haga antes de dejar todo atrás
por ella. Porque sé que soy capaz de hacerlo. La amo demasiado.
Levantó su vista, sus ojos me miraban con interés, como si quisiera decirme algo, pero
no se animará. Acomodo su pelo, unos mechones negros cayeron sobre su frente.
Mantuvimos contacto visual y me perdí en ellos, hasta que carraspeó.
—¿Has tenido novio?
La pregunta me pilló de sorpresa.
—No, en primaria les daba miedo a mis compañeros. Y bueno, estos últimos seis años
he creído que no era estrictamente necesario, el tener novio o no, no me hacía más o
menos persona.
Lanzó una carcajada, todas las personas actúan igual cuando menciono que me temían.
Pero, ¿qué quieren? Me había emocionado con El mago de Oz y Evanora, la bruja mala,
siempre vestía de negro y suponía que les lanzaba hechizos.
—¿Has tenido novia?
—Por supuesto. —Declaró con aires de superioridad. Achiné los ojos, y lo miré
atentamente. —Bueno, solo he tenido una, y no ha sido una muy buena experiencia.
Quise preguntarle quien había sido la afortunada, pero técnicamente no me importaba.
Al terminar de comer, caminamos por el muelle.
—Si pudieras cambiar algo de tu vida, ¿Qué seria? —pateé una piedrita.
—No lo sé Shell, creo que de los errores se aprende, todo pasa por algo.
—Concuerdo contigo. A pesar de que a veces me plantee el querer tener otros padres,
eso me ayuda a aprender, con mis hijos trataré de no ser igual.
Me abrió la puerta del copiloto y condujo hacia mi casa. Sentí el ambiente un poco
tenso, yo estaba nerviosa por lo que pasaría cuando llegamos a casa, nunca había besado a
nadie, o bueno, no de la manera en la que lo hacen ahora, que se meten la lengua hasta el
hígado.
Aparcó a un lado de la calle y todavía ninguno había pronunciado palabra.
—Oye Shell, yo quería saber si… si tu ¿Querías…?. —me miró intentando mantener
la calma.
—¿Si quería…?
Lo pensó unos segundos.
—¡Que va! ¿te gustaría salir conmigo, Shell?
Tardé unos segundos en comprender lo que me estaba pidiendo. ¿Esa era una
pregunta? Si, evidentemente, y esperaba la respuesta. Pero me había quedado en silencio.
Poco a poco él se empezó a acercar. Depositó sus labios sobre los míos, esperando mi
reacción, y yo cedí. Pensé que besar sería más difícil, pero supongo que es algo que haces
sin pensar mucho. Era como si nuestras bocas encajaran perfectamente, como si estuvieran
hechas la una para la otra.
Sentí que me faltaba el aire, y, aunque no quería, me separé.
Él sonrió ampliamente, aunque hubo un destello en su mirada que no supe descifrar.
—¿Eso fue un sí?
—¿Tu qué opinas?
Nos volvimos a besar.
—Eres tan hermosa, Shell. Me alegra que hayas aceptado. No sabía cómo te lo
tomarías.
—No hay muchas maneras de tomarlo.
—Bueno, podrías haber dicho que no. —dijo riendo.
—No lo creo. —bostecé involuntariamente.
—Por mucho que quiera tenerte a mi lado, debes descansar. Mañana hay que ir al
instituto.
—Tienes razón, tú también luces cansado.
Abrí la puerta de copiloto, besé su mejilla y bajé torpemente.
Apoyé la cabeza en la almohada terminar de entenderlo. Dorian y yo éramos novios, y
aún no me lo creía.
—¡Tienes que contármelo todo! —gritó haciendo que algunos se voltearan a vernos.
—Me pidió que sea su novia Maggie, y no grites tanto.
—¡Oh por Dios! ¿Ya lo hicieron?
La golpeé con la campera que llevaba en la mano.
—¡Claro que no! Fue mi primera cita, no llegó a nada más que un beso. Eres una
pervertida.
Se rió mientras se frotaba el brazo.
—No te harás monja, ¿verdad?
—Que yo haya decidido no tener relaciones en la primera cita no me hace una monja,
tú tienes relaciones con quien se te da la gana cuando se te da la gana, y eso no te hace
prostituta.
—Ya, tienes razón. Entonces, ¿estuvo bien?
—Claro que sí. Sabes lo que soñé con ese momento.
Por alguna razón que no conocía Maggie se puso seria y volteó rápidamente.
—Tengo que hacer algo. Nos vemos en clase.
Y así se fue, dejándome sola en medio del pasillo. Caminé hasta mi taquilla y busqué
los libros de español, unos brazos rodearon mi cintura.
Me di vuelta y Dorian me besó rápidamente. Los demás alumnos lo notaron, y
empezaron a gritar cosas y silbar.
—Shell, ¿dormiste bien, amor?
Casi me desintegro, ¿Había oído bien? ¿Amor?
—Sí, soñé que me pedias que fuera tu novia.
—¡Que suerte la tuya!
Sonrió y acerco su boca a la mía; sentí el mundo detenerse, en mi mente no había nada
más que la imagen de él, su olor, su sabor.
Alguien carraspeó.
—Demasiado exhibicionismo, los niños de la preparatoria los miran.
Jack mantenía el ceño fruncido, pero no estaba molesto, solo se divertida con la
escena.
—Esos niños saben mucho más que nosotros tres juntos.
—Shelly, no quiero volver a verte intercambiando saliva con este sujeto. Y Dorian,
eres mi amigo, pero te conviene tener cuidado.
No creía que él pudiera llegar a hacerle algo. Pero siempre fue así de celoso, recuerdo
que una noche mi madre tuvo una cita, y ellos se quedaron a hacerme compañía. Al otro
día, la bombardeó de preguntas y, según Jack, el hombre había estado preso. Nadie se lo
creyó, pero de igual forma a mi madre no le había gustado su dicha cita.
—No te preocupes viejo, la próxima vez te pediré permiso.
—Mejor así.
Bufé, esto me parecía ridículo. La respuesta de Dorian, en cambio, fue sarcástica.
—Jack, ¿puedes no entrometerte en mi vida?
—Hmm, déjame pensarlo. ¡No!
Sonreí.
—Eres un idiota.
Caminamos juntos a la clase. Maggie llegó unos minutos después, no sé dónde se
había metido. Su cara demostraba que no estaba bien, quizá, se había peleado con su
padre.
Del mío no he tenido noticias, desde que me avisó que se iba a Las Vegas no me
volvió a escribir, mejor así, estaba harta de llamadas hipócritas.
La profesora de español tenía una cara de querer suicidarse. Odia su trabajo, nos lo
dejaba en claro. En su juventud estudio español para poder viajar España y vivir allí, pero
por cuestiones desconocidas no pudo y tiene que conformarse con nosotros. No es nuestra
culpa que haya fracasado, los directivos estaban cansados de decirle que no nos tratara
mal, pero bueno, su hermana es la directora.
Los lugares estaban distribuidos de la siguiente manera; En el primer lugar estaba
Maggie, detrás de ella yo y a su lado Dorian. a mi derecha se sentaba Jack y a mi izquierda
Cam. Ingrid se sentaba del otro lado del salón, al lado de Tasha. Y es por tener a Cam a mi
lado, que estaba tratando de preguntarme en susurros su Dorian y yo salíamos.
Le entendía, claramente, pero me gustaba ver su cara de frustración.
La hora de almorzar no tardó en llegar. El plato del día eran macarrones con queso de
extraña procedencia. Lo admito, la cocinera hacia muy bien su trabajo, pero el queso tenía
gusto raro.
—Shelly ¿Por qué no comes? —me preguntó Jack.
—Este queso es horrible.
—Para mí sabe bien. Por lo menos son mejores que los de mi mamá.
Solté una carcajada. Isabella era una mujer preciosa y era muy buena con respecto a la
decoración del hogar, pero la cocina no era lo suyo, aun así, era la única que cocinaba, por
lo tanto, no había otra alternativa.
—¿Cuándo volverá Nora, Shelley? —Maggie actuaba extraño, y la forma en la que
dijo mi nombre me causo escalofríos.
—No lo sé, supuestamente volverá el domingo, pero sabes cómo es…
—Mañana puedes venir a casa. Luka llegará desde Stanford y puedes quedarte hasta el
sábado. La pasaremos súper.
Mañana era viernes, si iba a lo de Maggie y volvía el sábado a la mañana tendría
tiempo para limpiar un poco la casa.
—Suena bien.
Dorian pasó su mano por mis hombros. ¡Dios! Todo ocurrió tan rápido que todavía no
me lo creía. Porque vamos, era Dorian Williams, no era la única chica interesada en él,
pero me había elegido a mí.
Fui al baño para poder lavarme los dientes y sacarme ese asqueroso gusto a queso de
la boca, como era de esperarse Cam ya estaba allí, y no perdió el tiempo…
—¿Estas saliendo con Dorian?
—Si, ¿Cómo lo sabes? —sequé mi boca con una toalla de papel.
—Lo sabe todo el Instituto, pero como esto es un mar de chismes prefería saberlo por
ti.
—¿Cómo es que se enteran de las cosas. —arrojé el papel en el cesto y volteé para
mirarla de frente.
—Se besaron en medio del pasillo, ¿qué más quieres. —hizo un gesto con la mano
mientras se reía. —Escucha, ¿Maggie lo sabe?
—Por supuesto que lo sabe, es mi mejor amiga. ¿Por qué lo preguntas? —el claro
cambio de actitud me tomó por sorpresa.
—Por nada. —se apresuró a decir.
—No sabía que eras de esas que tiran la piedra y esconden la mano. Ahora dime. —
exigí. Pero solo me dio una sonrisita nerviosa y salió apresurada.
Si seguían haciéndome este tipo de cosas terminaría loca.
El viernes por la tarde llegó rápidamente. Dorian no había asistido a clases debido a
una nueva recaída de su madre y Jack le haría compañía. Margaret por su parte se pasó las
clases enteras, incluido el almuerzo, con su celular.
Aparqué mi auto justo en la entrada de la casa de Maggie.
—Espérame aquí, ya vengo. —me dijo y entró al baño. Era una casa muy pequeña,
tenía dos habitaciones, un baño y una mini cocina. La habitación de mi amiga, era lo más
alegre que haya visto jamás, sus paredes eran fucsias y todo puro color. Cuando Luka
volvía tenía que dormir en la misma habitación, varias veces me confeso que vio a sus
peluches moverse solos y le daba miedo.
—Tengo mucha hambre, ¿te parece si hacemos un pastel de chocolate? —dijo
mientras entraba en la cocina.
Mi respuesta fue totalmente obvia.
—Bien, en la gaveta de arriba hay chocolate, yo tengo todo lo demás aquí abajo.
Con eso me dijo que me suba a la silla yo lo buscara yo misma. Estuve a punto de
caer, pero lo conseguí. No era una gran fanática de la cocina, pero Maggie si, por lo que ni
hice mucho. Cuando la metimos al horno, me dediqué a limpiar.
—¿Enserio lo amas? —su mirada parecía perdida. Por alguna razón necesitaba una
respuesta, y la más sincera.
—Sí, y más de lo que pensaba. —suspir. —Creí que eso de las mariposas era ridículo,
o que al ser tan común ya no era nada especial. Pensé que eso de encontrar a una persona
con la que te sientas completa, de sentir el mundo detenerse a tu alrededor, era una
estupidez, que no era posible. Pero Dorian consigue todos eso efectos en mí, y más. ¿Eso
responde a tu pregunta?
Asintió, y siguió limpiando la mesa fuertemente con la intención de sacar todo el
chocolate pegado.
De repente, me sentí mareada, una punzada en el estómago se hizo presente. Caminé
hasta el baño y me apoyé en el lavabo. El verde de mi mirada se había oscurecido, y mis
labios estaban tan blancos y finos que no pareciera que los tuviera. Lavé mi rostro, pero
mi expresión mortífera no desapareció.
—¿Shelly, estas bien?
—Sí, enseguida salgo. —titubeé.
Respondió algo que no alcancé a escuchar.
Desperté con una sensación extraña en el cuerpo, elevé mi mirada y los mechones
rubios de Maggie, quien dormía en la cama superior, me hicieron tranquilizar.
Tenía mucha hambre, pero no sabía su Luka ya estaba aquí, por lo que salí
sigilosamente con la intención de poder bañarme.
La ducha que me di fue renovadora. Aunque las ojeras debajo de mis ojos y mi
palidez, de un color más marfil de lo normal, denotaba que no me encontraba bien, quizá
sería mejor ir a un médico.
Cuando salí del cuarto de baño Maggie ya se encontraba en la cocina junto a Luka y
un maravilloso desayuno ya preparado.
—¡Hey pequeña lombriz! ¿Cómo te encuentras?
—Muy bien Tigre, anoche me desmayé, pero se puede decir que estoy un poco mejor.
—Maggie, no la habrás drogado, ¿verdad? —bromeó golpeando el hombro de su
hermana, quien abrió los ojos y pronunció algo inteligible. —Ya, era un chiste. Ahora
coman, que deje todo mi presupuesto en el supermercado por ustedes.
Estaba todo riquísimo. Y en especial los bagles, eran mi debilidad.
—Shelly, come bien, te vas a atragantar. —dijo corriendo la bandeja que estaba frente
a mí.
—Tu deberías comer más Mag, vas a desaparecer en cualquier momento. —volví a
dejar la bandeja donde estaba.
—Estaba pensando, el lunes no hay clase, podríamos ir a la casa de playa, está un poco
lejos, pero tienes auto. ¿Qué te parece?
—Sabes que por mí no hay problema, lo tendré que hablar con mamá.
—¿Y yo estoy invitado? —preguntó Luka, llevándose una fresa a la boca.
—Tenemos el mismo derecho de estar en esa cas. —murmuró. No se me pasó por alto
el énfasis en “Tenemos”.
—El viejo no estará, ¿no es así?
—No lo creo, lo llamaré en la noche para hablar de eso.
—¿No hablado con él todavía. —pregunté.
—Se cuál será la respuesta. Me prestará la casa sin duda, a menos que su novia se
encapriche con unas vacaciones.
Conociéndola, era muy probable que lo hiciera para molestar a Maggie. La idea llegó a
mí, solo para salvarla de esa situación.
—Podemos quedarnos en la casa de papá. Él está en Las Vegas y su casa está vacía
¿La recuerdas?
—Cómo olvidarla, una autentica casa de cristal con vistas al mar.
Su manera de decirlo hizo que se me revolviera el estómago y recordara que mi madre
se encontraba a miles de kilómetros trabajando para que a mí no me falte nada.
—Lo llamaré más tarde para preguntarle, no creo que tenga problema, sabe que no
robaremos nada, aparte, es probable que haya seguridad o algo así.
—Mejor entonces, la pasaremos súper.
Conducía por la ruta que llevaba a la casa de mi padre. La semana pasó más rápido de
lo que esperaba, y vacía. Mamá seguía en Nueva York, solo me había mandado un
mensaje diciendo que tenía mucho trabajo.
Las palmeras se extendían hacia al cielo. Las casas eran de dimensiones
impresionantes, no me sorprendía que las estrellas de Hollywood vivieran aquí.
Estacioné mi auto justo en la entrada, y después de pasar por un control totalmente
innecesario, una llamada a mi padre, y un registro al auto pudimos bajar.
La casa tenía dos pisos. Las paredes, eran de vidrio con un borde de madera. Era
impresionante, los pisos de mármol blanco estaban bien pulidos, y la gran sala se separaba
de la cocina por otra pared de vidrio. Aun así, sentía que esta inmensidad no era un hogar,
a pesar de que ellos se reunieran junto a la chimenea con detalles dorados en navidad, no
me parecía nada calidad, sin contar con la privacidad, que era claro que no existía.
—¿Tienes habitación aquí? —preguntó Maggie, parecía incomoda.
—Sí, está arriba, si no la han convertido en un gimnasio. Vamos. Todavía estaba aquí.
La gran cama ocupaba el centro de la habitación, tenía un closet lleno de ropa que
seguramente ya me quedaba chica, un escritorio y un baño. Recuerdo con que felicidad me
dijo Angeline que la había diseñado ella, con detalles en amarillo porque mi padre le había
dicho que ese era mi color favorito, no lo era, pero agradecí su esfuerzo.
—Es preciosa. ¿Cuántos años tenían tus hermanos? —se lanzó sobre la cama,
hundiéndose en ella.
—No son mis hermanos. —murmuré. —Christopher tiene once, y Leo nueve.
Un estruendo proveniente del primer piso me hizo sobresaltar.
—¡Jackson! ¿Qué rompiste? —grité y bajé las escaleras hecha una furia.
Entré en la cocina rápidamente. Un jarrón de porcelana estaba hecho pedazos en el
piso.
—Fue Luka. —dijo con cara de inocente.
—Lo lamento, fue sin querer. Era un jarrón normal, no tiene mucho valor, lo repondré.
—Serás idiota, les advertí que tuvieran cuidado. Espero que para el lunes en la mañana
lo repongas, porque perderás unas partes muy valiosas. —tragó saliva. —Bien, pueden ir
acomodándose, los tres chicos dormirán en el cuarto de huéspedes y nosotras en mi
habitación.
Dorian no estaba por ningún lado, había permanecido todo el viaje en silencio y
cuando llegamos, prácticamente, desapareció.
Lo encontré en la sala, mis ojos siguieron su mirada. Frente a los sillones de cuero
negro, justo encima de la chimenea yacía un cuadro pintado a mano. Era una chica de pelo
negro y enormes ojos verdes. Sentí las lágrimas acumulándose en mis ojos.
—¿Esa eres tú?
—Sí, papá mando a hacerlo cuando todavía era su princesa. —mi voz se quebró. —
Pensé que se había desecho de él.
—Es un cuadro precioso. —recorrió todo con la mirada. —¿Cómo es que…?. —no
terminó la pregunta, pero no necesitaba hacerlo.
—Cómo te dije, Carl Evans es contador de la empresa automotriz de mi tío. Siempre
se dedicó a eso, pero dos años después del divorcio, el negocio hizo su “Boom” y hoy en
día es una de las más conocidas mundialmente.
—¿Puedes darme una pista?
—Empieza con F.
—¡Por Dios! —abrió los ojos con sorpresa.. —¿Cómo es que no lo sabía?
—No siento la necesidad de decirlo como si fuera mi carta de presentación. Es un gran
logro para ellos, pero yo no entro en su círculo.
—Tienes razón. —se sentó en el sillón y lo imité. —¿Y la esposa de tu padre? ¿Qué
hace?
—Ohm, es modelo. No recuerdo de que línea.
Se acercó lentamente y hundió su rostro en mi cuello.
—Amo ese olor a frutos rojos que tienes.
Dicho esto, me besó. No necesitaba más para saber que sería un fin de semana
grandioso.
—Yo nunca, nunca… he besado a dos personas diferentes en una misma noche. —me
reí. Fue estúpido, lo sé, pero algo mejor no se me ocurrió.
Maggie, Jack y Luka bebieron rápidamente el vodka.
—Yo nunca, nunca me he escapado del instituto. —Maggie ya parecía más animada y
clavó sus ojos en mí.
Sentí un ardor en la boca, su gusto no me gustaba para nada, era el tercero que bebía y
ya sentía un fuego en mi estómago.
—Mi turno. —dijo Dorian. —Yo nunca, nunca… traicionaría a alguien que quiero.
Nadie tomó. Supongo que fue más por cobardía, aunque me gusta pensar que, en
realidad, no nos traicionaríamos nunca.
Comí los cheetos que quedaban en la bolsa. El personal doméstico era muy agradable,
aunque no nos sacaran la vista de encima no por un segundo. Traté de levantarme para
limpiar un poco el desorden, pero me tambaleé.
—Ten cuidado pequeña lombriz, puedes lastimarte.
—No sirves para esto Shelly. —Jack soltó una carcajada.
—¿Y acaso tu sí?
Nuestros tres espectadores abuchearon. Y mi cabeza no hizo mejor cosa que pasar las
imágenes de mi cuidándolo después de noches de fiesta, cuando no soltaba ni hacia ningún
movimiento coherente.
—¿Por qué no llamas a Cam? —preguntó cambiando de tema.
—Son las tres de la mañana uniforme. Y no la necesitamos. —le respondió Maggie.
Intercambiaron miradas que no pude comprender. Pero por la frialdad de éstas, supe
que iba mucho más allá de lo que imaginaba.
Dorian me tomó delicadamente por la cintura y me condujo hacia afuera. Nos
sentamos en el sillón-hamaca del porche.
—¿Te imaginas la cantidad de estrellas que hay en el cielo? De aquí todo parece
pequeño, fácil. —Cerró los ojos como si estuviera recordando algo. —Unas semanas antes
de que Ben falleciera, papá nos llevó al observatorio. Fue increíble, las estrellas dejaron de
ser tan pequeñas y las constelaciones se volvieron más claras. Siento que muchas veces
necesitamos eso, ir a un lugar tranquilo y mirar nuestra vida de una perspectiva más
amplia, observar cada detalle, analizar de cerca los problemas que son más pequeños, y los
que creemos grandes. Nosotros somos nuestro propio universo. Sabemos que todos nos
pueden conocer desde afuera, o a la distancia, pero muy pocos nos conocen realmente.. —
sonrió.. — Muchas personas serán como estrellas fugaces, otras durarán por siempre, y…
otras como tú, serán meteoritos, que llegan de repente, a toda velocidad y dejan una huella
imborrable.
Respiré profundamente. Y yo era malísima para este tipo de cosas, ¿Qué le respondo?
¿Gracias?
—Creí conocerte, hasta que lo hice de verdad. —continuó. —Sé que para ti es muy
difícil todo esto, tu padre, tu madre, tratas de que no te afecte y sigues disfrutando la vida
como mereces, te admiro por eso. Yo no encontré mejor forma que refugiarme en el
silencio, mientras que el dolor parecía romperme cada vez más. Te vi mucho antes de que
tú me hubieras visto a mí, te estudiaba en secreto, tratando de entender cómo podía existir
gente como tú y Jack, fue por eso que cuando lo vi solo en la banca de suplentes me
acerqué a él.
—Los problemas nunca desaparecerán, pero tenemos que aprender a vivir con ellos y
superarlos en el camino, si no lo hacemos se apoderan de nosotros. La situación con mi
padre me duele mucho, pero no puedo permitir que me defina.
Tomó mi rostro entré sus manos y me miró fijamente. En ese instante, sentí una
sensación extraña, como si una parte de mi estuviera gritándome algo, pero no la escuché.
Nos quedamos sentados un largo rato. No podía creer que mi vida se hubiera
convertido en un cliché. Mi relación con Dorian si era un poco cursi, pero jamás querría
que mi historia se vuelva un libro que marque generaciones, como Romeo y Julieta.
Los primeros rayos de sol entraron por la ventana. Con Maggie olvidamos por
completo que teníamos que usar un control que cerraba las cortinas. Nos habíamos
acostado alrededor de dos horas atrás, y ni siquiera tenía fuerzas para levantarme.
—¡Margaret! —susurré.
—Uh-Humm.
—Dale clic al botón.
Dormida tomó el control y me lo tiró, por suerte lo esquivé
evitando que me golpeé en la cara. Le di clic al botón y las cortinas se cerraron.
Habían pasado unos treinta minutos…
—Pst, Shelly.
Me removí incomoda.
—Shelly. —una mano me movió suavemente.
—Shelly. —esta vez un poco más fuerte.
—¡SHELLEY!
Sentí mi cuerpo golpear algo duro. Sí, me habían tirado de la cama.
—¿Qué quieres?
Me levanté y vi a Jack con un pijama color rosa, mi pijama. Se veía cansado y
demasiado cómico.
—¿Cómo puede dormir una persona con estas paredes de mierda?
Oh, era eso.
—Eh, puede que haya olvidado decirte sobre el control. —me miró sin entender. —
Las cortinas se cierran solas, en el cajón de la mesita hay un control, solo dale clic y
vuelve a dormirte princesa.
—Gracias, muy amable de tu parte. Ah y ¿Shelly…?
—¿Si Jack? —pregunté con cansancio.
—Está linda princesa, tiene más estilo que tú. Pareces Shrek.
—Bien Fiona, vete que tengo sueño.
Cuando se fue y pude volver a dormir no quise ni imaginarme porque me llamó ogro.
Un golpe en seco sobresaltó.
—¿Es que no saben que la gente quiere dormir? ¡Dejen el maldito ruido!
Después de gritar de esa forma, recé para que no fuera un personal del servicio que
volvió porque se olvidó algo. Habría quedado como una loca desquiciada.
Cuando me disponía a cerrar los ojos la puerta de abrió de golpe y tres cuerpos
gigantes se abalanzaron sobre nosotras.
Gemí de dolor. No podía creer que convivía con un trío de idiotas.
—Esto es demasiado. —gemí por el ruido proveniente desde el piso de abajo.
—No podíamos volver a dormir. —dijo Luka.
—No es nuestra culpa, y tampoco lo es que sean estúpidos y tengan la necesitad de
tirarse arriba de la gente mientras duerme.
—Tranquila, Maggie, ya nos vengaremos. —le dije mirando a los tres aleatoriamente.
Puede ver la mirada de Jack iluminarse, eso quería decir que había tenido una idea.
El campo de golf quedaba cerca, y era allí donde nos dirigíamos. Yo no pensaba jugar
a esa cosa, solo miraría mientras comía una enorme hamburguesa.
No sé cómo se las ingeniaron para acceder a las tarjetas de socios. Los cuatro ya
estaban preparados con su ropa de Golf ¡Que aburrido! En fin, como prometí, estaba
devorando una hamburguesa, pedí una doble con patatas, esto era sumamente increíble. Sé
que no me alimentaba del todo bien, pero mi físico no era algo que normalmente me
importara. Noté a Luka caminar hacia mí.
—Hey, ¿Qué hay pequeño gusano? —dijo despeinándome.
—Disfruto de mi comida, ¿Cómo van las pelotitas?
Sus ojos se abrieron ante la sorpresa, por lo que golpeé su brazo.
—¡Oye! No me refería a eso, tienes una mente podrida Luka.
Soltó una sonora carcajada. Él era muy guapo, había que admitirlo, tenía unos ojos de
un azul increíblemente profundo y su cabello era rubio, pero no tanto como el de su
hermana. Aunque no sacaba el hecho de que fuera un mujeriego.
—Ya, está bien. La verdad es que no me gusta mucho, no lo entiendo. Así que… Tú y
Dorian, ¿eh?
—Si… aún no me lo creo.
—Se nota que te quiere. Pero recuerda que si rompe tu corazón puedo romperle la cara
sin problema.
—No creo que sea necesario, pero lo tendré en cuenta. —sonreí.
Verdaderamente creía que Dorian no sería capaz de lastimarme. Puede que me
equivoque, pero espero que no.
—Como quieras.
Me sonrió y dio media vuelta para dirigirse a un grupo de chicas que estaban sentadas
unas mesas más adelante.
Cuando terminaron de intentar jugar al Golf, decidimos que era hora de ir a asaltar las
tiendas. No me malinterpreten, no íbamos a robar.
El cartel “Becky´s” resaltaba por su luminosidad.
—Yo no entraré ahí. —advirtió Jack.
—¿Sabes quién trabaja en esa tienda? —le preguntó Maggie.
—Hmm… ¿Meghan Fox?
Dorian rodó los ojos y suspiró.
—¿Eres idiota? Creo que lo que intenta decirte que ahí trabaja Cam.
—Oh, cierto. Ella vive aquí.
Al entrar la vimos detrás del mostrador, nos sonrió.
—¡Hola! Bienvenidos a Becky´s. ¡Qué sorpresa!
—¿Sorpresa? ¿Acaso te parece extraño que alguien como yo este comprando en una
tienda como esta, o, mejor dicho, este en este barrio?
No sé qué le pasaba, siempre trataba mal a la pobre Cam, ella por su parte abrió los
ojos sorprendida.
—No, claro que no. Solo que no esperaba verlos, eso es todo.
La ignoró y se adentró en la parte de cosméticos.
—Perdónala, no sé qué le pasa.
—No te preocupes, Shelly, está bien.
Su mirada se posó en Jack. Tengo que admitir que nunca había visto a mi amigo así,
con los ojos brillantes.
—Bien, yo iré a ver algo de ropa. Dorian, ¿Me acompañas?
Asintió y me siguió.
—No falta mucho para el baile. —dijo pasando una de sus manos por la suave tela de
un vestido.
—No, pero aún no buscaré vestidos. No tengo con quien ir.
—Eso es una lástima. —ironizó.
Maggie apareció detrás mío.
—Mira, Shelly, este vestido es ideal para el baile, ¿Qué dices?
Me mostro un vestido color turquesa, la parte de arriba era de un fino encaje que se
extendía hasta la mitad de sus brazos.
—¡Es precioso! Combina con tus ojos.
Sonrió con satisfacción y miró la pequeña etiqueta del precio. Suspiró, frustrada.
—No me sorprende, la verdad.
Volvió sobre sus pasos y entró al probador.
Esperé hasta que salió y se fue a buscar a Jack, para tomar su vestido.
—Eres muy buena amiga, Shell. —susurró en mi oído.
—Ella se lo merece.
Se lo pagué a Cam, y salimos de la tienda.
—¿Qué es lo que te compraste, Shelly? —me preguntó.
—Un vestido, ¿Quieres ver? —le tendí la bolsa.
—¡Oh Dios! —chilló.
—¿Te gusta? Es para ti.
Me abrazó tan fuerte que temí morir asfixiada.
—Gracias, gracias, gracias. No sé qué sería sin ti.
—Justo eso me pregunto siempre.
Golpeó mi hombro juguetonamente. La quería mucho.
Esto era una mala idea, muy mala idea.
Por esas cosas de la vida, a mis increíbles amigos no se les ocurrió mejor idea que salir
del barrio y manejar durante treinta y cinco minutos hacia un supermercado abandonado.
Pero eso no era lo peor. Lo peor era que en este preciso momento nos encontrábamos
dentro del local, sin luz, y con una persona frente nuestro.
Retrocedamos un poco en el tiempo.
—¡Ya se! —gritó Jack, quien ahora manejaba mi vehículo. —Hay un supermercado
abandonado por aquí cerca, dicen que quedaron muchas cosas adentro. Hay gente que
afirma que se escuchan ruidos extraños.
Él y sus ideas tan ingeniosas, estaba claro que me negaría, pero fui la única. Y me
ganaban por mayoría.
Se notaba que estaba vacío hacia años. La pintura azul ya estaba desgastada y las letras
amarillas eran inteligibles. Las puertas y ventanas estaban clausuradas con maderas, por lo
que el acceso se dificultaba.
—Déjenme esto a mí. —dijo Luka para luego darle una patada a la madera que ya
estaba podrida, a la tercera vez, cedió.
Estaba todo oscuro. Se filtraba un poco de luz, pero no la suficiente.
No voy a negarlo, me moría de miedo.
Jack tenía razón, había muchos alimentos (que ya estaban vencidos) también películas,
artículos para el hogar, ropa.
—Ya, está bien, ¿podemos irnos ahora?
—¿Tienes miedo pequeño gusano?
Gusano, lombriz, los apodos de Luka me hacían sentir genial.
Escuchamos unos pasos detrás de la góndola que estaba a nuestro lado. Nos quedamos
de piedra cuando vimos una silueta negra en frente de nosotros.
Y así, es como todo ocurrió, por culpa de Jack, vale aclarar.
—¿Qué demonios están haciendo aquí niños? Esto no es un parque de diversiones.
Era una voz masculina. La figura se hizo más nítida y pudimos ver a un hombre con la
mitad de la cara quemada.
—Lo…lo lamentamos…pensamos que…
—¡Váyanse a casa, ahora! —me interrumpió.
No había mucho más para decir, solo salimos corriendo.
Lunes.
Dejé a Maggie en la puerta de su casa y conduje hacia la mía.
No podía negarlo, el fin de semana había sido increíble. Ayer y hoy recorrimos un
poco el barrio y después nos la pasamos mirando películas en Netflix, vaya cosa tan
adictiva.
Cuando entré un olor a macarrones con queso llegó a mis fosas nasales.
Mi madre asomó la cabeza por el umbral de la puerta y me sonrió.
—¡Hija! No sabes cuánto te extrañé. —gritó acercándose a mí con los brazos
extendidos.
La abracé, sentí su olor a perfume caro, su champú de fresas, la calidad de sus brazos.
Era bueno estar con mi mamá otra vez.
—¿Y, que tal Nueva York? —pregunté recargándome sobre la isla.
—Agotador. Pero la ciudad es magnífica, la próxima iremos juntas. ¿Adivina qué?
—Hmm, ¿Te dieron un aumento?
—No. —rió. —Nos han ofrecido una beca para una academia de actuación en Nueva
York, es una de las mejores del país, ahí tendría un trabajo y una muy linda casa. Todo está
cubierto, solo tienes que aceptar.
Su sonrisa me demostró que para ella era una idea genial. Pero no para mí. Yo quería
quedarme aquí en Los Ángeles, no solo porque amaba la ciudad, si no, porque era lo más
lógico. Además, Maggie se quedaría aquí, Jack estaría en San Francisco que por lo menos
está dentro de California, y bueno… Dorian no lo sé.
—Suena bien… Pero siempre tuve pensado estudiar aquí.
—Lo sé, lo sé. Es una oportunidad única, Shelly, mi jefe se ha encargado
personalmente de conseguirte un cupo, ya sabes, es un hombre de negocios y tiene
conocidos en todas partes. Mi trabajo me aguardaría ahí, y no sabes las casas que estuve
viendo. —sonrió, supongo que imaginando las casas en su cabeza. —forman parte de un
barrio donde viven muchos empresarios y personas de mi rubro. La gente es muy amable,
ya verás cómo te encantará, puede que al principio extrañes esta ciudad, pero es igual de
linda.
De un momento a otro tuve la necesidad de cambiar de tema, quería pensármelo mejor.
—Estoy saliendo con Dorian. —solté sin pensármelo dos veces.
Mamá sostuvo el plato de comida en el aire, luego de unos segundos pareció recobrar
la compostura y lo dejó frente a mí.
—¿Desde hace cuánto?
—Poco más de una semana.
—No puedo creer que no me lo hayas dicho antes. —volvió a cargar un plato con
macarrones, esta vez, para ella.
—Estabas trabajando, y cuando me llamabas solo esperabas el “Estoy bien, mamá”
para cortar la comunicación.
—Cuando estemos allí será diferente.
—No lo creo, no es diferente cuando trabajas aquí.
Suspiró pesadamente.
—Solo prométeme que me mantendrás al tanto de todo lo que pase con Dorian, parece
un buen chico, pero no lo conozco, no quiero que se sobrepase contigo, ¿sí?
Asentí.
—¿Dónde estabas? Llegué en la tarde y me sorprendió no encontrarte.
—Fuimos a la casa de papá. —dejó de masticar. —él está en Las Vegas, y nos permitió
pasar estos días allí.
—Oh, bien. —respondió intentando ocultar su enojo, pero no me importaba.
Sentí mi teléfono vibrar en mi bolsillo. Era papá.
—Hola.
—Hola, Shelley, ¿La han pasado bien. —dijo del otro lado del teléfono.
—Sí, ya he vuelto a casa.
—Bien, sé que estuvieron recorriendo el barrio ¿Te gustó? —exhaló abruptamente y
tosió, debía estar fumando nuevamente.
—Claro, aunque yo personalmente no viviría en un lugar donde te pasan por un
escáner para controlar que no tienes nada que pueda considerarse ilegal o peligroso.
Mi padre lanzó una carcajada del otro lado de la línea.
—Solo lo hacen con las visitas. No te preocupes, la próxima les avisaré que vas a ir.
Volveré en una semana, si quieres puedes venir. Angeline y los chicos te extrañan, también
podremos hablar de tu futuro.
—Está bien, tengo que irme. Saludos a los chicos.
Se despidió y colgué.
Comimos en silencio. Cuando terminamos lavé los trastes y subí a mi habitación.
Miré mi teléfono que no había dejado de vibrar desde que colgué la llamada.
Salí del chat y me metí a bañar, antes de cerrar los ojos le di un vistazo a la última
notificación.
Esto ya era ridículo.
Estaba sentada en la isla de la cocina frente a un café y galletitas
cuya forma era la cabeza de la estatua de la libertad.
Mamá ya se había ido, como era predecible, pero cuando volviera no dudaría en
decirle que no pensaba en mudarme a Nueva York, por muy buena que pareciera la oferta,
no lo haría.
Después de ponerme el humectante y unos shorts negros junto a una blusa rosa con el
número 84, corrí a mi auto para evitar llegar tarde.
Primera hora, literatura, análisis grupal de Romero y Julieta.
—Tasha Sullivan me gustaría saber su opinión —dijo la profesora.
—Pues. —tragó saliva. —por una parte, es el peor final realista que he leído en mi
vida…
—Romero y Julieta, Señorita Sullivan, es una obra de tragedia.
—No critico a Shakespeare, pero pienso que lo que nos intenta decir es que no hay
mejor salida que el suicido ante el fracaso.
—Lo que Shakespeare nos demuestra es que en realidad no todo tiene un final feliz, no
todo en la vida es color rosa. Nos transporta a una obra en la cual…
—Créame, lo sé más que Romeo y Julieta. Pero a pesar de todo lo que pasé, jamás
recurrí al suicidio como salida. Usted pidió mi opinión, esta es.
Le siguieron opiniones muy diferentes. ¿Quiénes eran Romeo Montesco y Julieta
Capuleto, en realidad? ¿Eran dos jóvenes cuya única decisión que pudieron tomar
libremente fue una muerte fingida y un suicidio final? El amor humano, no es más fuerte
que la muerte, es real, pero no más que una idealización, una metáfora, una forma de vivir,
y de morir.
Suspiré mientras Ingrid terminaba con su discurso y sonaba la campana.
—Pst, Maggie.
Ella volteo rápidamente.
—Necesito que me acompañes al baño, tengo que cambiar mi toalla femenina.
Asintió, y salimos al pasillo.
—En la hora siguiente tendremos matemáticas. —me dijo como si no lo supiera.
—No me lo recuerdes.
Metí mi mano en el bolsillo.
—¡Oh Dios!
—¿Qué sucede? —preguntó alarmada.
—¡No está! ¡La toalla femenina no está!
Me giré bruscamente y vi a Jack y a Dorian acercarse con una sonrisa.
—Se te perdió algo. —Sonreí, no era la primera vez que Jack estaba presente en una
situación así. La primera vez que me vino la menstruación fue en su casa. Había sentido
una sustancia pegajosa en mi ropa interior por lo que fui directo al baño, mi madre ya me
había platicado sobre esto, pero aun así entré en pánico, coloqué medio rollo de papel
higiénico y salí como si nada. Para mi desgracia, no noté que la sangre había traspasado a
mi pantalón, Jack se dio cuenta y corrió a avisarle a su madre. Isabella fue de lo más
comprensiva, me dio algunas indicaciones y llamó a mamá.
—Gracias. —murmuré.
Tomé la mano de mi amiga y prácticamente volé a los sanitarios.
—Eso fue raro. —señaló la puerta. —Oh, esta noche iré a dormir a tu casa. Será noche
de chicas como en los viejos tiempos.
—Nunca fue noche de chicas, en los viejos tiempos, teníamos a Jack en el medio.
—Ya, tienes razón. Podemos comprar dulces después del instituto.
—Sí, está bien. Pero yo elijo la película.
La cafetería estaba concurrida ¿La razón? Hay un nuevo empleado en la cocina y es un
joven muy guapo. Su rostro me resultaba vagamente familiar.
Me paré frente a él y me sonrió.
—Una ensalada y una soda, por favor.
Era rubio, y sus ojos parecían de color miel.
Me entregó mi pedido y volvió a sonreír.
Jack parecía perdido en sus pensamientos, mientras que mi novio chateaba por celular.
—Dios, ¿viste lo guapo que es? —Me preguntó Maggie.
—No es para tanto. —respondí llevándome un tomate a la boca.
—Si lo es.
—Bueno, para que la población femenina deje a un lado a Bratt y se fije en él debe
serlo, ¿sabes cómo se llama?
—Evan, Evan McCarthy. Creo que es de San Diego. Su padre es alguien importante.
—Oh.
—Shell, ¿Qué te parece si mañana hacemos un picnic? Podemos ir durante el
almuerzo y regresar justo a tiempo para la siguiente clase.
—Me parece bien, solo si llevas nutella.
—De eso seguro.
Se acercó por encima de la mesa y deposito un suave beso en mis labios, la piel se me
erizó.
—No esa no, la hemos visto millones de veces.
—Uf, ¿entonces qué propones? —le pregunté lanzando un suspiró.
—Titanic.
—No esa no, la hemos visto millones de veces. —traté de imitar su voz chillona.
Lanzó una carcajada.
—Bueno, está bien, veremos la tuya.
Puse el cd en mi laptop y esperamos que comenzara.
—Dorian y tu hacen una pareja preciosa.
—¿Tú crees?
—Sí, son súper tiernos. Aunque él parezca muy cerrado, se nota que te quiere.
—Me cuesta creerlo, hace apenas dos semanas que salimos, pero yo también lo quiero
y mucho.
Sus ojos brillaron.
—Yo también tengo un chico, bueno, no realmente, pero quiero que sea mío.
Su forma de decirlo me desagrado, y ella pudo notarlo.
—¿Quieres frituras?
Asentí.
Habíamos dejado la película por la mitad y nos dedicamos a ponernos mascarillas y
hacernos la pedicura.
—Anoche la vi a Tasha, parece que tuvo una pelea con su madre y la echo de su casa.
—¿Cómo es posible que una madre haga eso? ¿Sabes dónde se está quedando?
—Parece que en lo de su prima, la verdad es que no sé quién es, creo que vino de San
Diego hace un par de meses. Por lo que me dijeron tuvo que vender su coche.
—Pobre Tasha. Ojalá pudiera ayudar.
—Sí, mamá me dijo que le ofreciera ayuda, pero no creo que quiera recibirla, y menos
de mí.
La puerta de mi habitación se abrió y mi madre apareció tras ella.
—Ya es tarde niñas, mañana tienen instituto.
—Enseguida dormimos. Espera que me retire la mascarilla.
Ambas nos pusimos nuestros pijamas y nos metimos en mi cama. Mientras admiraba
el techo blanco de mi habitación del cual desprendían lucecitas escuché a Maggie susurrar.
—¿Sabes? Hay veces en que hacemos cosas sin querer queriendo, cuando sabemos
que está mal, pero somos demasiados egoístas como para retractarnos.
Me giré ahora hacia la pared color lila.
—¿Qué quieres decir?
—Que cometemos errores, aunque sepamos que no es lo correcto, pero es más fuerte
que nosotros, y lo hacemos igual, arruinando todo a nuestro paso.
—No te preocupes por eso, yo te ayudaré, no creo que sea para tanto.
Ninguna de las dos volvió a hablar, sentía una inquietud en mi pecho, procesé sus
palabras un largo rato, hasta quedarme dormida.
—Buenos días mis niñas. Niñas, qué mejor que te lleven el desayuno a la cama, ¿eh?
Abrí los ojos lentamente para encontrarme con una Nora demasiado feliz para esta
hora de la mañana. En sus manos traía una bandeja con el desayuno.
—Deberías dedicarte a preparar desayunos y venderlos, es buena opción.
—Amo mi trabajo, esto lo solía hacer tu abuela con tus tías y conmigo, es
generacional.
—Nor, ¿tú crees que Shelly se levante temprano para preparárselo a sus hijos? —
Preguntó Maggie empezando a comer una porción de pastel.
—Lo dudo. Bueno, me tengo que ir a trabajar, pórtense bien.
Nos besó la frente a cada una y se marchó.
—Quiero que mi madre me prepare unos desayunos tan deliciosos como estos.
—Al principio lo gozas, después se vuelve rutina.
—Lo amaría de todas formas, mamá apenas está para prepararme la cena. Muchas
veces me trae las sobras de lo que les prepara a sus jefes.
—¿En cuántas casas trabaja ahora. —pregunté mientras untaba queso en una tostada.
—Sigue en tres. Mañana, tarde y noche.
—Pobre Lucy, debe estar agotada.
—Lo está.
Cuando terminamos de desayunar y prepararnos salimos rumbo al instituto, pero esta
vez iríamos caminando.
La estatua del fundador de la escuela junto a la placa que rezaba “Instituto St. Francis:
Hogar de los Halcones” me hizo suspirar de alivio.
Al entrar, la mezcla de olores me golpeo la nariz, como me gustaría ser Voldemort en
estos momentos. Nos abrimos paso entre los alumnos, la escuela era preciosa, mantenía un
estilo antiguo y moderno a la vez.
Nos separamos para ir cada una a su taquilla, en la mía el único distintivo era mi
inicial. Poner muchas estampillas requería de una limpieza profunda a la hora de
marcharnos, y no quería pasar por eso.
—¡Shelly!
Jack llegó corriendo con la respiración entrecortada.
—¿Qué sucede?
—Es Cam.
—¿Le pasó algo? ¿Estás bien? —pregunté preocupada.
—La vi hablando con ese tal Evan, se los veía muy animados.
—Oh, estas celoso. —dije acomodando los libros de matemáticas.
—Como para no estarlo, ese tipo tiene la sonrisa más practicada que una recepcionista.
Solté una carcajada.
—Dios, jamás pensé que te vería preocupado por una chica. —me miró serio. —
Bueno, está bien. Trataré de preguntarle discretamente.
—Gracias, eres la mejor amiga del mundo.
En la clase de biología, mientras esperábamos a la profesora, me acerqué a Cam.
—Te vi hablando con Evan. —dije sin apartar mi mirada de su cuaderno con flores
brillantes.
—Sí, tenía curiosidad.
—¿Curiosidad?
—Como alguien como él había terminado en la cafetería.
—Ah, pero… ¿no te gusta?
Sonrió, y me hizo un gesto con la mano.
—No, ¿Por qué estás tan interrogativa?
—Solo quería saber, nada más.
La profesora entré al salón y me giré hacia mi asiento.
Buenos días alumnos, saquen una hoja, habrá examen sorpresa.
Tema II, ¿nombre? Pues, creo que es lo único que sé. Primera pregunta ¿Cómo se
formaron los primeros átomos? ¡Esa la sabia! “Los creo Dios” coloqué como respuesta.
¿Qué significa Para-sináptico? Ahg ¿Cómo iba a saber eso?
Miré a mis compañeros, la mayoría miraban para arriba, o al suelo, como si allí fueran
a encontrar las respuestas. Leí las demás preguntas, resignada, me levanté y le tendí la
hoja.
—Sorpréndeme. —me dijo preparaba para corregir.
—Créame que sí.
Sonrió y volví a mi lugar, rápidamente los demás siguieron mis pasos. La profesora
paró de corregir mi examen, ahora tenía dos días más para preparar mi funeral, pero era
demasiado difícil, no era mi culpa.
—¿Acaso no prestan atención cuando yo explico. —preguntó enfadada.
Próxima hora, educación física.
—¡Evans! Presta atención, ¿quieres?
Elevé mi mirada y vi la pelota aproximarse a una velocidad
absoluta. Tapé mi rostro por miedo a que me pudiera golpear, el silbato sonó.
—Tienes que agarrar la pelota, no te va a morder. —volvió a gritar.
—Eso lo dices porque no estás en mi lugar.
—Soy profesora, me he preparado para esto, te toca a ti de nuevo.
Y así, la secuencia se volvió a repetir. Creo que tengo Pelofobia.
Era la hora de almorzar, y todavía estaba del otro lado del instituto ordenando mi
taquilla, sentí que me cubrían los ojos.
—Sorpresa. —la voz de Dorian cosquilló mi oreja.
Me volteé para besarlo.
—¿Sabías que los frascos de Nutella vienen en varios tamaños?
—Claro que lo sabía. —le sonreí.
Rápidamente olvidé mi taquilla y lo seguí. Puso una manta en el césped, justo en el
patio delantero del instituto.
—Mi madre nos preparó sándwiches de jamón. —me tendió uno, y en cuanto lo agarré
le di un mordisco.
—¿Cómo esta ella?
—Ha estado muy animada desde que le hablé de ti.
—¿Le hablaste de mí. —levanté mi vista hacia él.
—Sí, se puso muy contenta, hasta pone música a la hora de limpiar.
—No sabes cómo me llena de felicidad oír eso, se ve reflejado en ti.
Se rascó la nuca con nerviosismo, esperen, ¿Y si me proponía matrimonio? No, pero
yo era muy joven aún, aunque casarme con él no sonaba tan descabellado.
—Quiere… quiere que te lleve a cenar. Le dije que esperara un poco más, pero ya
compró todo para preparar la comida, hacía mucho que no salía de casa, no iba ni al
supermercado. Si dices que no, no habrá problema, lo entendería…
—No te preocupes, claro que iré.
Brotó de mi boca con tanta naturalidad que ni siquiera tuve tiempo para pensarlo,
¿cenar con los padres de Dorian? Yo era un desastre para este tipo de cosas.
—Bien, le avisaré a mamá, será esta noche ¿te parece bien?
Asentí.
Se acercó hasta que nuestros rostros rozaron.
—No te preocupes, no te harían sentir incomoda, mi madre ya te ama, y mi padre
también.
Rompí con la distancia que quedaba entre nosotros y lo besé.
—¿Qué dices que me ponga?
—No lo sé, cualquier cosa esta bien.
—¿Cualquier cosa? ¡No tengo cualquier cosa! En la tarde me tendrás que acompañar
al centro comercial.
—¿No tienes nada en tu armario?
—No quiero nada de eso, tiene que ser especial para la ocasión.
Soltó una carcajada, dejando que se marcaran unos hoyuelos en sus mejillas.
—Así que… especial ¿Eh? Vas a conocer a tus suegros, eso me pone los pelos de
punta con tan solo decirlo. El día que conocí a tu madre, señaló a Jack con un cuchillo.
Me reí.
—No digas “Conocer a tus suegros” simplemente voy a conocer a tus padres, que es lo
mismo, perono suena tan mal. Si… mamá es así. —suspiré.
—¿Ha pasado algo entre ustedes?
—Quiere que vayamos a vivir a Nueva York.
Adoptó una expresión que no supe descifrar.
—Pero no se irán ¿cierto?
—Lo dudo, en poco más de un mes cumpliré los dieciocho, no me obligará a irme del
otro lado del país.
Se perdió en sus propios pensamientos, mirando a ningún lado en particular.
Carraspeé.
—Helen, ¿verdad? —pregunté recordando el nombre de su madre.
—Sí, ¿quieres Nutella?
La respuesta era obvia, sacó de la cesta el frasco más grande que existía junto a barras
de chocolate.
—¿Te he dicho que te amo?
—Creo que nunca lo habías mencionado.
Nos quedamos mirándonos mutuamente.
—Te amo. —pronunciamos al unísono.
Y lo creí, creí que me amaba al igual que yo a él.
—Shell.
—Ya salgo.
Era el décimo vestido que me probaba y no me gustaba ninguno.
Como le dije a Dorian. —quien me esperaba afuer. —debía ser especial.
Cuando salí me recorrió el cuerpo con la mirada.
—¿No te ibas a probar los vestidos?
—No me gusta ninguno, vamos.
Salimos de la tienda, y caminamos tomados de la mano.
La tienda Becky´s era mi última opción, y no sé por qué, amaba la línea. En vidriera
un maniquí vestía un monito blanco, sencillo. Lo amé.
Entré arrastrándolo, hasta llegar a la caja de recepción.
—Buenas tardes y bienvenidos a Becky´s, ¿en qué podemos ayudarlos?
—Me gustaría probarme el monito que está en vidriera.
—Claro, pasa al probador, enseguida te lo alcanzó.
Hice lo que me dijo y esperé pacientemente. Y la espera había valido la pena, me
quedaba increíble.
—¿Qué dices. —le pregunté a Dorian corriendo la cortina. Sus ojos se abrieron con
sorpresa.
—Guau, estás… estás hermosa.
—¿Lo dices enserio? A mí me gusta, pero si crees que es mucho para una cena me
pruebo otra cosa.
Se acercó a mí y me tomó de las manos.
—Es perfecto, tú eres perfecta.
Me dio un beso rápido y volví al probador.
Dorian me dejó en casa, y en un par de horas me volvería a buscar. Mi Audi seguía en
el garaje, no quería pedirle que me llevara a la peluquería, tenía que ayudar a su madre a
preparar la cena.
Quería un peinado sencillo, pero bonito, que se alejara de mi cabello suelto de
costumbre.
—Conoceré a mis suegros y abuelos de mis futuros hijos, necesito verme bien. —le
dije a la peluquera.
Sonrió y se puso manos a la obra.
Tras un par de intentos se decidió por una trenza de lado y unos mechones sueltos para
“armonizar” mi cara redonda.
Una hora y media después, cuando volví a mi hogar, me encontré con que mi madre no
estaba, ni había dejado una nota, solo una hamburguesa lista para meter al microondas. Le
resté importancia y subí a prepararme, sobre el monito me pondría un saco color rosa
pastel, que combinaban a la perfección con unos zapatos, que, aunque no eran del mismo
tono, se asemejaba bastante.
Me tomé una foto y se la mandé a Maggie, buscando su aprobación. Al instante me
respondió.
Satisfecha con su respuesta me senté a esperarlo, faltaban un par de minutos, pero los
nervios me consumían.
Habían pasado alrededor de dos horas y seguía esperando, lo llamé varias veces, pero
no me atendió, estaba a punto de entrar en una crisis. Mi teléfono sonó. Bufé al ver que era
Maggie.
—Shelly, tienes que venir al Hospital Central, Dorian tuvo un accidente.
Jueves.
Una semana y un día desde el accidente.
Sala de espera del Hospital Central.
Los padres de Dorian se encontraban con él en la habitación y mis amigos estaban en
camino. No había asistido a clases, por lo que tenía que esperar a que ellos salieran del
instituto.
Tomé mi celular y me puse a jugar a un juego para móvil. Unas voces acercándose por
el pasillo me sacaron de mi adicción. Eran ellos.
—Shelly. —Maggie se acercó apresuradamente y me abrazó.
—Me estaba aburriendo sin ustedes.
—Nos seas exagerada, ¿podemos pasar a verlo?
Asentí y caminé hacia su habitación.
Decidimos que era mejor guardar silencio, solo nos intercambiábamos miradas, sus
padres habían salido a buscar algo para comer.
Fijé mi mirada en él, se veía tan lindo y tranquilo. Su corazón latía, pero sus ojos no se
abrían. Su cerebro funcionaba, pero sus labios no producían sonido. Su memoria estaba
dañada. Empezó a abrir sus labios poco a poco. Los latidos sonaban en mi cabeza.
Instantáneamente, abrió los ojos.
—Maggie, amor, que bueno que estés aquí.
Pasaron unos breves segundos hasta que caí en cuenta de lo que pasaba. Mi mejor
amiga se acercó a él lentamente con una sonrisa. Me sentí mareada, mis piernas parecían
estar a punto de fallar, el calor en la habitación se hizo insoportable, caminé sintiendo
como me debilitaba hasta que llegué a la puerta y corrí, hasta que no pude más y caí en el
medio de la recepción.
—¡Shelly!
Su voz hizo eco en mi cabeza, me paré y la miré a los ojos.
—¿Qué es lo que está pasando, Margaret? Dime que lo que dijo Dorian solo fue una
equivocación.
—No, no lo fue.
Miré detrás suyo y vi a Jack, su rostro lo dijo todo. No era una broma.
—¿Cómo es que…?
—Salí con él un tiempo antes de que empezara contigo, pero no te preocupes, solo
fuiste un objeto para darme celos.
—¿Qué. —me sentí tonta, pero no lograba comprender.
—Si cariño, es así, como lo ves. ¿Qué creías? ¿Qué él estaba contigo porque te quería,
porque le gustabas? Por favor. Ahora, ya oíste al médico, ninguna palabra, si lo quieres
como dices no querrás perjudicar su salud… A veces es mejor hacer como si las cosas no
hubieran ocurrido, después de todo, es a ti a quien le conviene.
Sentí el dolor creciendo en mi interior. Las lágrimas amenazaban con salir y tenía un
nudo en mi garganta. Pero tenía que ser fuerte.
—No tienes derecho. Ya no puedo reconocerte, significabas mucho para mí.
—Para mí no. —rió sínicamente. —Sabes que consigo todo lo que quiero.
—Eres una zorra.
Dicho esto, y con las lágrimas cayendo por mis mejillas salí por la puerta de
emergencias. El viento golpeó mi cara, respiré y traté de calmarme. Sentí una presencia
detrás de mí, no necesitaba voltear, ya sabía quién era.
—¿Lo sabias?
—Yo… intenté decirte, pero no creí que fuera algo que me correspondiera.
Giré bruscamente.
—Estoy echa mierda, todo fue una mentira y tu formaste parte de la traición, ¿Cómo
pudiste ocultarme algo así?
—Los vi tan felices juntos que pensé que era mejor enterrar eso y dejar que las cosas
fluyeran, que era lo mejor.
—¿Y fue lo mejor. —espeté con rabia.
—Shelly… lo siento mucho.
No pude más, me alejé en busca de mi auto. Él no podía sentirlo, yo sí. La grieta que
estaba hecha en mi corazón se iba expandiendo y dolía infernalmente.
En esos momentos sentí todo derrumbarse a mi alrededor sin que yo pudiera hacer
algo, hubiera aceptado cualquier cosa, pero no esto. No entendí el porqué, busqué alguna
razón que lo explicara, pero no la encontré, en vez de eso, a mi mente recurrieron todo
tipo de imágenes.
Dorian llegando a la fiesta con la remera de The Beatles, y ellos desapareciendo
escaleras arriba.
Dorian y Maggie llegando juntos a mi casa.
Dorian pidiéndole a Maggie hablar en privado.
Miradas, susurros y señales enormes que me lo indicaban, pero yo las había dejado de
lado, y no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Creí que Dorian me quería de verdad, creí que tenía una amistad verdadera, creí que lo
tenía todo.
Llegué a mi casa, lo único que quería hacer era acostarme y dormir hasta que todo
acabara. Pero mi madre tenía otros planes.
La escena era romántica, había que admitirlo, un hombre bien parecido sentado frente
a ella, una cena a la luz de las velas. Aunque eso no fue lo que me molesto.
—Lo siento Shelly,pensé que te quedarías y…
No la dejé terminar, solo emprendí el camino a mi habitación.
—¿Shelley?
La ignoré, ignoré sus repetidas llamadas, por lo que me siguió.
—¿Qué quieres. —solté bruscamente.
—Solo quería ver que te pasaba, estas llorando, no puedo evitar preocuparme.
Pero ya no pesaba con claridad.
—¿Y ahora te importa. —su mandíbula se tensó. —Si no estuvieras tan encerrada en ti
misma y miraras más allá de tu propio ombligo te darías cuenta. Te darías cuenta de que te
necesito, que estoy tan necesitada de amor que me aferré a personas que decidieron
traicionarme, ¿y cómo crees que estoy ahora? Acepté su divorcio con la mejor cara
posible, pero pensé que nos volvería más unidas, que dejarías tanto trabajo y te fijarías en
mí. Y no te conformaste con trabajar aquí, tuviste que irte a Nueva York y volver radiante
con la tonta idea de mudarnos, cuando deberías saber que yo jamás dejaría Los Ángeles.
—Ya había empezado a gritar y los ojos de mi madre se llenaron de lágrimas, intentó
abrazarme, pero la aparté. — No te culpo por lo que pasó, te culpo por no ser lo suficiente.
Cerré la puerta de mi habitación y le eché el pestillo. No quería ponerme a pensar en lo
que había dicho, porque me arrepentiría.
Viernes.
Caminé por los pasillos que llevaban a mi taquilla, había decidido regresar al instituto
en vez de quedarme en mi cama tapada hasta la cabeza y llorando como una condenada,
esto tal vez me distraía.
Bajo la mirada curiosa de algunos, retiré mi libro de matemáticas, había tratado en
vano de cubrir las ojeras e hinchazón de mis ojos con maquillaje.
El profesor Blackwell explicaba con una radiante sonrisa, una fórmula que yo apenas
era capaz de leer. Sus ojos se posaron sobre los míos.
—¿Entendió, Shelley. —preguntó, por primera vez, llamándome por mi nombre.
Hice un gesto de negación.
—¿Podría explicármelo de nuevo?
Siempre necesitaba un tutor. Pero esta vez, le entendí perfectamente.
Cam era mi única compañía, con suerte conseguí convénsela de comer conmigo en la
cafetería.
—¿Dónde están los chicos. —preguntó luego de un rato de silencio.
Bajé la mirada.
—Maggie salió con Dorian, y ahora que despertó cree que todavía sale con ella.
—Lo lamento, sabía que ellos habían tenido algo, pero…
—Espera, ¿Cómo es que lo sabias?
—Shelly, lo siento, pero todos lo sabían, estuvieron juntos en la fiesta del Clouse.
The Clouse, era un bar que eventualmente organizaban fiestas con alguna temática.
—¿Cómo es que nadie me dijo nada? Todos piensan que la traidora soy yo.
Me paré intentando no llorar nuevamente, me sentía frágil. Cam estuvo a punto de
decirme algo, pero la interrumpí.
—No digas nada, necesito estar sola.
Por segunda vez en el año, tomé mi auto y salí del parque de estacionamiento.
Conduje durante horas. El cielo se estaba teniendo de naranja cuyo color iba
disminuyendo hasta un rosa claro. No tardaría en oscurecer. Las palmeras se elevaban a
los costados de la carretera, por alguna razón me desvié, estaba entrando a los suburbios.
Los viejos edificios, con la pintura desgastada, estaban cubiertos de grafitis, grupos de
chicos en cada esquina, Dios sabe que estarían haciendo.
Doblé en una cuadra y se me cayó el alma a los pies, una figura estaba tendida en el
piso, a media cuadra un cabaret, dudé en bajar, pero lo hice.
—Disculpe, ¿se encuentra bien?
La joven se removió dejándome ver su rostro, era Tasha.
—Me han echado del trabajo, Shelley, no tengo nada.
Me agaché y traté de levantarla.
—Todo va a estar bien. —susurré intentando creerme mis propias palabras.
Dentro de mi auto analicé su estado, estaba borracha, o peor aún, drogada. Se
mantenía inmóvil, su cuerpo poco respondía a sus movimientos. Me miró a los ojos, y fue
ahí cuando entendí que hay cosas peores, que quizá estaba siendo un poco egoísta, que a
pesar de que mi madre se la pasara trabajando, lo hacía porque no me falte nada. Me sentí
mal conmigo misma, pero me enfoqué en ella.
—Tasha, ¿Tienes donde quedarte? ¿Quieres que te lleve a la casa de tu prima?
Asintió lentamente.
—Bien, tienes que decirme como llegar.
Estaba pidiendo demasiado, pero no sabía qué hacer, me tendió su celular. Tenía veinte
llamadas perdidas de “Primita”, le regresé la llamada. Al primer tono ella contesto.
—Tasha, ¿dónde estás? ¿Te encuentras bien. —su voz sonaba angustiada.
—Hmm, hola, soy Shelley, compañera de Tasha, la encontré en la calle y no se
encuentra para nada bien. ¿Te parece pasarme la dirección de tu casa, así la llevo?
—Oh, Dios mío. Ya te paso la dirección por un texto. Muchas Gracias.
Corté la comunicación y al instante recibí su mensaje. Manejé hasta que llegué a un
edificio, dos hileras de bloques de material. Una chica estaba en la acera, esperando.
Me bajé para saludarl. —tenía el rostro salpicado de pecas y unos preciosos ojos azule.
—y la ayudé a cargarla hasta que llegamos a la puerta de su apartamento.
—Muchas gracias, lamento las molestias, pero ella no la está pasando muy bien.
—No hay problema…
—Alfa, Alfa Sullivan.
Le tendí la mano.
—Un gusto, Shelley Evans.
Me despedí y volví a la carretera. Todavía no tenía ganas de enfrentar a mi madre, me
sentía mal por lo que le había dicho, pero quizá no lo suficiente para pedirle perdón ya
mismo. Una enorme M de color amarillo llamó mi atención, mi estómago rugió, no comía
nada desde el mediodía.
Dentro estaba lleno de familias y niños gritando, me acurruqué contra el vidrio de la
ventana y comí en silencio, mirando a las madres arrastrar a sus hijos hasta las mesas, u
obligándolos a comer y dejar sus juguetes un rato.
Los primeros años de primaria, todos los niños nos llevábamos con todos, al igual que
en el kínder, pero al momento en que cada uno toma su grupo y se aísla de todo, elegí a
Maggie y Jack. Nunca perdí el contacto con los demás, pero tampoco me permití abrir las
puertas, hasta que llegó de Dorian. Cam, por ejemplo, era una figura poco frecuente, pero
la podía considerar mi amiga. Después de años de amistad, cuando solo éramos tres y
entramos en la secundaria, el mundo estudiantil, para nosotros, se resumió en futbol
americano, porristas, y planificar nuestro futuro. No me podía considerar nerd, pero
tampoco popular, digamos que estaba en el medio, pero me trataba con todos por igual,
pero, aun así, ahora estaba sola, rodeada de gente, con millones de personas respirando el
mismo aire, mirando la misma luna, pero sin nadie con quien poder compartir mi dolor.
Me cerré en ellos, sin pensar que me podían traicionar. Vamos, nos habíamos prometido
amistad eterna, conocían a gran parte de mi familia, sabían lo que me gustaba y lo que no,
eran una parte de mí. Estoy siendo muy dramática, lo sé.
Cuando llegué a mi casa abrí la puerta y esperé a que mis ojos se adaptaran a la
oscuridad, cuando logré dar con el interruptor, toda la sala se iluminé. Prendí la televisión
y me tiré sobre el sofá, quizá encontraría algo bueno.
Lunes nuevamente. El fin de semana, mi madre se encargó de fingir que no había
pasado nada, y me llevó a la casa de mi abuela, en Santa Mónica, supongo que me ayudó a
pensar en otra cosa.
En los pasillos del instituto un grupo de jóvenes se amontonaban, ¿Leonardo DiCaprio
visitaba el establecimiento y yo no lo sabía? Traté de hacer conjeturas sobre el posible
famoso, hasta que vi la razón de todo el alboroto; Dorian. Mis compañeros se acercaban a
preguntarle cómo se encontraba, mientras que yo no podía apartar mi mirada de él y de
Maggie, sonriendo como si fueran los príncipes de Holanda.
La campana sonó sacándome de mi trance, caminé al salón, esperando lo que estaba
por venir. Teníamos Matemáticas, y el profesor Blackwell, como siempre pasa en estas
situaciones, lo invitó al frente para que nos contara como se encontraba.
—Me diagnosticaron Amnesia Retrograda. El médico me dijo que poco a poco iré
recordando todo. No me preocupa mucho, no creo haber olvidado nada muy importante,
las semanas antes del accidente están en blanco, pero creo recordar lo suficiente, a mi
familia, a mi amigo y a mi novia. —sonrió en dirección a Maggie.
Bueno, será hasta que me recuerdes, entonces.
Varias exclamaciones y un leve murmullo se extendieron. Noté varias miradas puestas
en mí. Me limité a mirar al frente.
—Nos alegra que este mejor señor Williams, puede volver a su asiento.
Caminó hasta su asiento, pero antes de dejarse caer en la silla elevó la mirada,
encontrándose con la mía, pero no fui lo suficientemente valiente para sostenérsela.
Margaret apoyó una mano en su espalda y le susurró algo, se volteó y me sonrió.
De alguna manera todo había terminado, pero no iba a quedar así.
Mi reflejo era deprimente, nunca me había visto tan mal. Una persona se paró a mi
lado, la miré por el espejo.
—¿Qué tal lo llevas?
—¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste. —gruñí.
—Mira Shelly, estoy cansada de que seas la víctima. ¿Has visto como me miraban
todos? Por una vez en la vida puedo tener algo que tu no.
La miré sin entender.
—¿Es que no te das cuenta? Eres tan egoísta que no puedes comprender lo que pasa a
tu alrededor. Culpas a tu madre por trabajar tanto, pero no te fijas que ella por lo menos te
da un beso de buenas noches, que es una mujer exitosa y tienen todo lo que el dinero
puede comprar, no vives en una mansión, pero si en una casa bonita, tu familia es
increíble, y tu padre no es una basura como el mío. Crees que tienes problemas, pero hay
gente que la pasa peor. Siempre tuviste todo lo que quisiste, vivía a tu sombra, pero
cuando te interesaste en Dorian, supe que por fin había encontrado algo que yo podía tener
y tu no. Estuvimos en secreto, bueno, en secreto para ti, pero cuando nos distanciamos
llegaste tú y lo arruinaste todo.
Procesé sus palabras, sin detenerme a sentir un poco de lastima, quizá tuviera un poco
de razón, pero no justificaba nada.
—Estás loca, lo sabes ¿verdad?
—Claro que lo sé, pero aun así Dorian, está conmigo. —se dio la vuelta y comenzó a
caminar hasta la puerta, antes de cruzarla añadió.
—Aléjate de él.
Me apoyé contra los lavabos, de uno de los baños salió Ingrid, lo había escuchado
todo.
—Vamos, te sentaras a comer con nosotros.
Ella se sentó junto a Bratt, algunos chicos del equipo y porristas estaban en la mesa.
—Sabemos lo que hizo esa perra, no te preocupes, desde hoy te juntaras con nosotros.
—me dijo Katt, una chica pelirroja que amaba las sudaderas amarillas.
—Gracias. —musité.
Cuando la hora del almuerzo terminó, me levanté y caminé hasta los vestidores, tenía
que cambiarme para educación física. El lugar era amplio, del lado izquierdo estaba la
puerta que se dirigía al de los chicos, y a la derecha era el nuestro. Mi móvil sonó.
Estaba creando hipótesis cuando choqué contra alguien, una fragancia varonil me
invadió, no necesité levantar la vista para saber quién era. Él tardó en reaccionar.
—Lo lamento, venía en otra cosa, no te vi. —mi voz salió rasposa, quería irme de allí
cuanto antes.
—No te preocupes, Shelley. Nos vemos al rato. —respondió para luego desaparecer
tras la puerta izquierda.
Me apoyé contra la pared, mirando el campo de futbol, busqué mi botella de agua en
mi bolso deportivo y bebí un poco.
Cuando recobré la compostura, entré a los vestidores y me cambié, unos segundos
antes de que el silbato sonara.
Los jugadores del equipo estaban reunidos en el centro, a un costado, las porristas
practicaban saltos. Nosotros solo teníamos que correr alrededor de la cancha, creo que iba
a morir.
En las gradas solo estaban Jack y Dorian, como siempre. Recuerdo cuando nos
gritaban cosas mientras corríamos.
Maggie corría más adelante, pude escuchar a los chicos gritarle cosas y reírse, “Corre
más rápido patas de rana”, “Piensa que te están persiguiendo zombis”. Pero uno llamó mi
atención.
—¡Shelly, tu puedes, mueve esas piernitas!
Levanté la mirada y vi a Jack guiñarme el ojo. Lo ignoré y seguí corriendo. Corrí
intentando pasar a la cara de perro, hasta que me empecé a marear, todo se movía a mi
alrededor, mi cabeza daba vueltas y sentí mis piernas fallar. Caí y todo pareció
desvanecerse lentamente. Lo último que escuche fue a alguien gritar mi nombre.
Abrí los ojos sintiendo un peso en mi estómago, una cabeza masculina descansaba allí,
lo golpeé.
—¡Au! ¿Por qué hiciste eso. —preguntó acariciándose la cabeza.
—Me molestabas, ¿Qué haces aquí?
—¿Cómo que hago aquí? Soy tu amigo, te desmayaste y necesitaba saber cómo
estabas.
Asentí, no quería discutir con él por el título de “amigo”. Recorrí la sala con la mirada.
—¿Dónde estoy?
—Te trasladaron al hospital, tu madre está en camino y…
—¿Y. —pregunté confundida.
—Los chicos están afuera.
—Jack…
—No digas nada, lo sé, pero Margaret esta incontrolable, ahora quiere hacerse pasar
por la amiga del año, no soporto seguir fingiendo, pero tampoco quiero dejar a Dorian solo
con ella.
—No lo puedo creer.
Tomó mi mano.
—También están Ingrid, Bratt y Cam.
—¿Bratt?
—Por raro que parezca, él fue quien te cargó hasta la enfermería. Shelly…. —suspiró.
—Necesito que me respondas una pregunta… ¿Te drogas?
Abrí los ojos con horror, cuando me di cuenta que no era una broma solté una
carcajada.
—¡Claro que no!
—El medico ya hablará contigo y con tu madre, a nosotros nos lo mencionó por arriba.
Me di la vuelta y miré por la ventana. Jack era un buen amigo, siempre lo fue, no valía
la pena perderlo a él.
—Ven aquí. —le dije y lo abracé.
—¿Me perdonas?
—Sin duda. Ahora, has pasar a todos.
Cuando salió, me obligué a tranquilizarme, no soportaría estar con Dorian mucho
tiempo. No sin cometer un error.
—¡Shelly! No sabes lo preocupada que estaba. —gritó, hipócrita, mientras me
abrazaba.
Todos en la sala, excepto, “su novio” la miraron con asco.
—Muchas gracias, Maggie, eres de esas amigas tan buenas que te dan ganas de
abrazarlas hasta dejarlas sin respiración.
Le sonreí mientras ella me miraba irritada.
—Nos diste un buen susto. —dijo Cam.
—Bratt te llevó a la enfermería, estaba muy asustada.
—Sí, lo se Ingrid. —miré a Bratt, quien estaba apoyado contra la puerta. —Gracias, de
verdad.
—No te preocupes, enana.
Maggie frunció el ceño, moría por dale una buena bofetada.
Mis oraciones fueron atendidas, el doctor entró pidiendo a todos retirarse, detrás de él
venía mi madre.
—Bueno, seré sincero. Hemos detectado una sustancia extraña dentro de tu cuerpo,
¿Has estado consumiendo algún tipo de droga?
—No, ¿no puede ser algo que comí?
—¿Es la primera vez que te pasa. —respondió mi pregunta con otra.
—Me ha pasado otras veces, la primera vez fue alrededor de un mes atrás, pero no era
algo constante.
—Tendrías que haber venido al médico, Shelley. Ahora no te preocupes, no es nada
grave, lo único que causa son mareos y te hace sentir debilitada. Por suerte no tuvimos que
recurrir a un lavado estomacal, ve dentro de unos meses para hacerte nuevos análisis, por
el momento puedes volver a casa.
Mi madre se acercó y besó mi frente.
—Mi niña, me asusté mucho.
Le pedí que les dijera a los chicos que ya podían irse, no tenía ganas de ver a nadie. No
sabía que era lo que supuestamente me estaba afectando, pero tenía una vaga idea.
Nos subimos a mi auto, ella de conductora y yo de copiloto.
—¿Quieres que cancele la cena de esta noche?
—No, ¿Quién vendrá?
—Cuando estuve en Nueva York conocí a un hombre, bueno, es mi jefe.
Sonreí, mamá nunca había estado con alguien después de terminar con papá, debía ser
el que vi esa noche cuando llegué a casa echa una furia.
La comida ya estaba preparada, solo restaba prepararnos. En mi armario encontré un
vestido color negro, con dos líneas blancas a los costados, era bonito, me calcé unas
sandalias bajas, y me apliqué un poco de labial.
—¿Y, como me veo?
Maravillada vi como mi madre daba media vuelta, tenía el pelo recogido en un
elegante peinado, y un vestido rojo ajustado que resaltaba su figura.
—¡Pero qué guapa!
Se acercó y me abrazó fuertemente.
—Lamento no ser suficiente.
Sus palabras me dolieron, debió ser horrible escuchar eso de mí.
—Eres una guerrera, yo lamento haberte dicho eso.
El timbre sonó rompiendo nuestro abrazo.
Bajé las escaleras rápidamente para abrir la puerta. Era apuesto, como había notado la
primera vez. De abundante cabello negro y ojos color miel. Llevaba un cartel de
“Empresario” pegado en la frente.
—Hola, soy Shelly, es un gusto. —extendí mi mano.
—El gusto es mío, Edgar Brown.
Miré a mi madre, que estaba del otro lado de la isla, sonriendo. No solo era solo jefe,
era el dueño de Brown Properties. Uno de los Magnates inmobiliarios más conocido de los
Estados Unidos.
Lo seguí hasta llegar a la mesa, saludó a mi madre y se sentó. No lo podía creer, en mi
mente traté de convencerme que todo este tiempo en verdad había sido por trabajo y no
solo por esta persona.
Mi vida se estaba volviendo una locura.
No podría resumir mejor la cena, diciendo que prácticamente pasaron de mí, unas
pocas preguntas por parte de Edgar por el instituto. Luego, se sumieron en una charla, de
trabajo, viajes y un futuro no muy lejano. También me enteré que tenía una hija un poco
mayor que yo.
Mientras me lavaba los dientes, pensé que tendría que hacer algo para que Dorian me
recordara, algo indirecto. Simplemente quería otra oportunidad, Maggie me había dicho
que Dorian solo me uso para ponerla celosa, pero no sentía eso cuando estábamos juntos.
Los pasillos estaban vacíos, caminé hasta llegar a mi clase de Historia. Pero no había
nadie, en su lugar, estaba Evan limpiando las mesas.
—Disculpa, ¿Dónde están todos. —pregunté.
—Oh, no te escuche entrar, clases al aire libre.. —respondió volteando hacía mí.
—Suspiré, tenía que cruzar toda la escuela, y luego todo el campo.
¿Todo está bien?
Me miró y sus ojos me transmitieron calidez, y basto eso para soltarlo todo.
—La verdad es que no.
—¿Quieres hablar de eso. —me preguntó sentándose sobre el escritorio del profesor
Gomes.
—Pues…
Él me escuchó con atención, sin interrumpirme, se lo notaba conmovido.
—Guau, suena muy complicado. —suspiró. —Yo también tengo Amnesia.
Eso no me lo esperaba.
—¿Cómo sucedió? Cuéntame.
—Aún estaba en San Diego, y el autobús en el que viajaba choco. Lo más curioso es
que yo sé que estaba con alguien, pero esa persona nunca apareció y nadie sabe nada de
ella.
—¿Una persona. —me senté a su lado, ya me estaba acalambrando de tanto estar
parada.
—Supongo que era mi novia, una de las enfermeras me dijo que una joven me fue a
visitar la primera noche, pero después no fue más. Al parecer no se hizo daño…No
entiendo cómo es posible que se haya esfumado, mi familia, mis amigos… sé que saben,
pero no me quieren decir nada. Solo recuerdo sus ojos, de un azul tan intenso que podría
reconocerla fácilmente.
—¿Hace cuánto pasó?
—Un mes, a la semana salí del hospital, y al no obtener respuestas me puse a
investigar, habíamos comprado un boleto para venir a Los Ángeles, supuse que ella vino a
aquí sola. Espero a recordar algo clave que me guie en la búsqueda.
—Va a ser algo complicado.
—Lo es, estoy solo.
Sentí mi corazón latir con fuerza.
—No, no lo estas. Estaremos solos juntos.
Me sonrió, y por alguna razón inexplicable nos acercamos hasta que nuestras narices
rozaron, no pensé en nada, ninguno de los dos lo hizo. Solo nos besamos, experimentando
la sensación de los problemas desvanecerse a nuestro alrededor. Nos unía el dolor, y el
temor al olvido. Mientras todo se resolviera, nos complementaríamos. Eso fue algo que
pactamos en la soledad del salón de historia.
No fue hasta la tercera hora, en Literatura, cuando lo note. Dorian tenía un tatuaje en la
nuca, con la forma de un ancla. Recordé la calcomanía de su Jeep. Nunca le pregunté qué
significado tenia para él. No aparté la mirada, me entretuve mirando sus movimientos,
Maggie que estaba sentada a su lado, le tomó la mano y él hundió el rostro en su cuello,
pero se apartó bruscamente.
“Amo ese olor a frutos rojos que tienes.”
En el receso me acerqué a Cam.
—Hola, sabes que lamento lo de la otra vez —le dije fingiendo una sonrisa.
—No te preocupes, debe ser duro.
—En realidad, me dolió más el hecho de que Maggie me haya traicionado. Era mi
mejor amiga.
—¿Piensas hacer algo. —acomodó sus lentes y me miró fijamente.
—Tratar de alejarme de todo, hasta que él recuerde algo.
Con eso me refería a Evan. No quiero que me juzguen, nos necesitamos mutuamente,
hasta que sea suficiente.
—¿Has sabido algo de Tasha? Hace días que no viene.
Negué con la cabeza, la situación de la otra vez es algo muy personal como para
decirlo.
Me despedí de ella y fui en busca de Evan, necesitaba hablar con él.
—¿Qué es lo último que recuerdas? —Le pregunté, mientras el freía unas patatas.
—El impacto del autobús, los gritos de la gente, y como empezó a dar vueltas. Luego
desperté en el hospital. Es algo raro, solo recuerdo los instantes antes del accidente, pero
nada anterior al el.
—Y lo único que recuerdas de ella son sus ojos. —reflexioné.
—Es una cara borrosa, no se distingue bien, pero sus ojos están en mi memoria
intactos. No hay mensajes, correos, llamadas, fotos. Ni siquiera la encontré entre mis
amigos de Instagram.
Bajé de la mesa de mármol cuando el cocinero en jefe entró, y me quedé parada a su
lado.
—¿Qué te hace suponer que ella está aquí?
Sonrió, pero no lo hizo con alegría, si no que con dolor.
—El boleto tenia fecha de partida a la madrugada del viernes, según la enfermera una
joven, que no me supo describir, estuvo allí cerca de esa hora, se había metido a
hurtadillas.
—Tal vez dejó una carta o algo, no se metería por nada.
O quizá sí, solo quería despedirse de él y por alguna razón no pudo hacerlo en horario
de visita. Pero me negué a creerlo, debía de haber una buena explicación.
—Tengo una caja con regalos, nunca la abrí, odio que la gente te regale cosas en esas
situaciones y cuando estás bien apenas te llame. Debo tener como una docena de peluches
horribles.
—Podemos revisarla.
—¿Tienes tu auto. —asentí. —Espérame a la salida, iremos a mi apartamento.
Los autos comenzaban a alejarse del parque de estacionamiento.
—¿Lista. —me preguntó besando mi frente.
—Allí vamos. —asentí.
Vivía en una zona céntrica. Su apartamento era pequeño y muy masculino, tenía una
cocina, una habitación y un baño. El color café de las paredes daba un aspecto acogedor y
más reducido.
—Aquí esta. —dijo tendiéndome una enorme caja.
No había exagerado, miles de peluches de todos los tamaños, flores resecas, cajas de
bombones vacías. Saqué todo rápidamente y ahí estaba, al final de la caja, una hoja
doblada a la mitad. Se la tendí.
La leyó y suspiró frustrado.
No decía más, solo eso.
—Tenemos una inicial. —dije como si no lo supiera.
—Puede ser Ana.
—O Amalia.
—O millones de probabilidades más.
Un maldito mes. Había pasado un mes desde todo lo sucedido sin que Dorian diera
ápice de recordar algo. Ignorando a Maggie quien se acercaba y fingía que la amistad
seguía en pie, hablando con Jack de vez en cuando, y, saliendo con Evan a algún lugar.
Habíamos dejado atrás los exámenes finales. Las semanas de sacrificio sirvieron para
despejarme y obtener un promedio de 8,25. Ya había enviado mi pase a la academia, ahora
solo quedaba esperar, a mí, y a todos los que irían a una Universidad.
Pero deseaba que los días pasaran lento. Miraba los pasillos llenos de alumnos, con
nostalgia, se acercaba el fin, y todos podíamos sentirlo. Terminaba esta etapa, y si,
comenzaría otra, pero sabíamos que todos nos dispersaríamos por el país, por el mundo
quizá, después de años juntos, todo cambiaría.
En la próxima semana seria mi cumpleaños, al fin tendría dieciocho, y lo que menos
quería hacer era celebrarlo.
El único avance es que tenía un plan. Margaret estaba empecinada en fingir que
seguíamos siendo las mejores amigas del mundo, y supuse que es porque Dorian
sospechaba. La trataría igual, haría que todo estaba bien, y en cuanto pudiera la dejaría en
evidencia. No estaba del todo segura, pero Evan me alentó a hacerlo. Con él no somos
nada, solo disfrutamos la compañía del otro, miramos películas, vamos al centro
comercial, y hacemos listas y listas de nombres con A.
Se preguntarán ¿Qué hay de los padres de Dorian? Pues la verdad no lo sé, no sé cómo
es que hace para que ellos no digan ni una palabra sobre mí, aunque supongo que la
sonrisa de su hijo les es suficiente para mantener la boca cerrada.
Luka está en época de exámenes en su universidad, y no tiene ni idea de lo que ocurre
acá.
Mi mamá ha hecho vagas preguntas al respecto, pero sabe que es algo de lo que
prefiero no hablar. Y hablando de mamá, al parecer Edgar la quiere de verdad, y piensan
prometerse, algún día.
En fin, el profesor Blackwell explicaba algo que iba a venir en el examen, y yo estaba
haciendo un esfuerzo sobrehumano para concentrarme, pero mi mirada se enfocaba en el
tatuaje del ancla.
La mirada del profesor se fijó en mí, estuvo a punto de hablarme, pero la campana
sonó salvándome el trasero. ¡Hora de volver a casa!
Antes de cruzar la puerta Ingrid me interrumpió.
—Shelly, en la noche habrá una fiesta en la playa ¿quieres ir?
No me lo pensé dos veces.
—Claro.
—Genial, te esperaremos allí.
¿Quién era y de que hablaba? ¿Sería Dorian? O podía ser Evan que cambió de número.
Le respondí preguntando quien era, pero no obtuve respuesta.
Desperté sobresaltada por el sonido de mi celular, era una llamada entrante de mi
madre.
—Hola.
—¡Feliz Cumpleaños, hija! En la tarde te llegará el regalo por encomienda, lamento no
estar ahí, pero te lo compensaré.
—Gracias, y no te preocupes, ya es normal.
—La abuela te manda saludos. —respondió pasando por alto mi comentario.
—Mándale muchos besos de mi parte.
—Está bien, ¿necesitas algo?
—No…
—Bueno, debo colgar porque estoy en una subasta de muebles, te quiero.
—Adiós, mamá.
Me levanté y me metí a bañar. Había escogido una falda blanca y una blusa con
florecitas, quería verme bien. Cuando salí del baño oí pasos provenientes del piso de
abajo, luego subieron por las escaleras.
Asustada tomé lo primero que encontré, mi rizador. Esperé detrás de la puerta, y
cuando comenzó a abrirse lentamente grité y golpeé lo primero que vi. El golpe lo recibió
Jack. Dorian y Maggie, reían.
Suspiré. No los quería aquí, bueno, a Dorian sí, pero a la cara de perro no.
—¡¿Qué demonios hacen aquí?!
Jack me ignoró se acercó para abrazarme fuertemente.
—¡Feliz legalidad! —gritó separándose de mí. —Iré a buscar hielo.
Asentí. La cara de perro también me abrazó, pero tomando un poco de distancia.
—Feliz cumpleaños, ten. —me tendió una bolsa color rosa, con el logo de “Becky´s”.
Le di las gracias y abrí la bolsa para encontrarme con una bonita blusa amarilla.
—Iré a ver porque Jack tarda tanto. —dicho esto, se fue dejándome con Dorian, a
solas.
—Espero que tengas un gran día, Shell. No sé si te gustará.
Abrí la cajita que me tendió. Una cadenita con un ancla pequeña descansaba sobre una
almohadilla. Me la quitó de las manos y la colocó delicadamente en mi cuello.
—Me encanta. —susurré. —Gracias.
Un estruendo me sobresaltó. Lo mataría, algún día lo haría.
—¡Jackson! ¿Qué rompiste? —grité.
—¡Ven a desayunar, loca!
Bajamos las escaleras y caminé hasta la isla. Jugo de frutas, huevos, pan tostado,
tortitas y nutella.
—Como todos los años. —murmuró entre dientes, lo del desayuno era una rutina de
todos mis cumpleaños, pero esta vez no sería como todos los años. —¿Qué planeas hacer?
—Nada.
—¿Cómo qué no? Cuando yo cumpla los dieciocho será una locura, todo Los Ángeles
hablará de mi fiesta.
—Bien por ti. —dije metiéndome un trozó de pan tostado en mi boca.
—Iremos a un bar.
—¿Un bar? Es martes, no quiero hacer nada, ya te dije.
—Tienes que celebrar. Anda, piénsalo. —intervino Dorian.
Bajé la mirada, puede que tuvieran un poco de razón, aunque significara pasarla con
ellos. Los miré a los tres aleatoriamente.
—Está bien, pero será el viernes y yo envió las invitaciones.
Eso emociono a Maggie.
—Genial, yo trataré de reservar algún bar, si es que aún hay tiempo. Jack tu encárgate
del Dj. Dorian podrás ayudarme con la comida luego. ¿Shelly, quieres elegir la
decoración?
Asentí.
¿Creen que sería posible regresar el tiempo atrás y no solamente evitarlo todo, si no,
evitar conocerlos?
Creo que me he victimizado demasiado, pero veamos, ¿Qué harían ante esta situación?
Evan hablaba, más yo no lo estaba escuchando. Me había regalado una caja de
bombones de nutella, que él mismo preparó. Estábamos analizando los posibles nombres
con A.
—¿Me estas escuchando?
Negué, pero moví la mano restándole importancia.
—Puede ser Ashley, Anastasia, Alya, April. —continué.
—O, Annette, Antonia, Allison. Esto es interminable. —se levantó pasándose la mano
por el cabello. —No tiene sentido, ningún nombre me suena, puede que lo hayamos
pasado ya. No servirá.
—Ya encontraremos la forma. Puede que te hayas apresurado, y en San Diego estén
todas las respuestas.
—Pero ella está aquí.
—Sí, una sombra con ojos azules y un nombre que inicie con A. Puedes pasar toda tu
vida aquí, recorrer todos Los Ángeles de punta a punta, y jamás encontrarla.
Fue un golpe de realidad, demasiado brusco.
Caminó hasta la puerta, muy molesto.
—Gracias por tu ayuda, Shelley, pero no olvides a Dorian, a él lo tienes a un lado, y
pierdes el tiempo.
Sabía que estaba siendo estúpida, y más con todas las oportunidades de hablar a solas,
Maggie lo sabía, no me atrevería. En comparación con ella, yo si lo quería, y no haría nada
que lo pudiera perjudicar.
La campana sonó, y me alegré de tener clases de arte. Salí de la cocina, y fui hasta mi
taquilla para dejar el libro de la clase de español. Había una nota pegada en la puertita.
Dulce corazón roto Tan sereno, Tan remoto Dulces intensiones que alivian
Más no se hará justicia Piensa con claridad,
Más yo no puedo hacerlo Un recuerdo fugaz,
Más todo tan ajeno.
Contuve el aliento. No era buena con la Literatura, pero sabía claramente lo que eran
las metáforas, pero ¿Por qué? No se habían confundido, el mensaje de la otra vez y este
poema, tenían una conexión, ¿Podría ser Dorian? Bueno es decir ¿Podría estar recordando
algo? Esa parte; Piensa con claridad, más yo no puedo hacerlo, un recuerdo fugaz, más
todo tan ajeno…
Los pasillos estaban vacíos, eso quería decir que estaba llegando tarde. Dejé la carta
dentro de la taquilla y la cerré rápidamente, para correr hasta el salón de arte.
Golpeé suavemente.
—Disculpe señor Huthel, ¿pudo pasar?
—No.
—Pero…
Soltó una carcajada, pestañé varias veces.
—Anda, pasa niña, pero que no se repita.
Me senté en mi lugar escuchando su risa. ¡Qué buen chiste! Eso no tenía nada de
gracioso, parecía un niño.
Dorian me miraba con una sonrisa.
—Te estaba esperando, tenemos que hacer la pintura. He pensado en un ancla, ¿te
parece bien?
Si tan importante era para él…
—Claro, en un fondo estrellado.
Las estrellas me recordaban aquella noche. En mis pensamientos, entré al observatorio
de mi vida, cuando miré por el telescopio y enfoqué, vi mi corazón. Tenía quebraduras,
algunas más grandes que otras, pero seguía latiendo y bombeando la sangre, seguía
teniendo espacio para más decepciones. Mi mente, era un caos, ahí se encontraban
personas, Dorian en el centro, y luego todos a su alrededor, Maggie, Jack, mi madre, mi
padre, y las personas con las que había interactuado últimamente; Luka, Evan, Ingrid,
Cam, Bratt, Tasha. Miré la traición de mi amiga, pero era diminuta, en la parte que decía
“Mejor Amiga” estaban todos los recuerdos de nuestra niñez, cuando jugábamos a las
guerras de lodo, le robábamos el maquillaje a nuestra madre, y nos metíamos en miles de
problemas. De nuestra adolescencia, cuando empezamos a usar productos de higiene
femenina e íbamos a comprarlos juntas. Cuando nuestra figura física se volvió un
complejo y la forma de vestir lo más importante. Me dolió ver como perdía todo en
fracción de segundos, en aquella sala de hospital, y no solo por ella, si no por mí. También
era mi culpa.
—¿Estas bien? —su voz me sacó de aquel mundo en el que me encontraba.
—Sí, solo pensaba.
—Bien, entonces un fondo estrellado y un ancla. Manos a la obra.
La hora transcurrió rápidamente, mientras trazábamos el borrador de la pintura.
Ya había tocado la campana y estábamos limpiando los pinceles.
—¿No te parece curioso el dicho “¿Si no es blanco, es negro”?. — lo miré sin
entender. —Supongamos que te hacen una pregunta con solo dos respuestas, es claro, si no
es una es la otra. Creo que es muy acertado. —sonrió ampliamente. —Si la vida no es
blanca, es negra.
Me dirigí a la salida, pero antes de cruzar la puerta me volteé para hablar.
—Nunca olvides la escala de grises.
Recibí el saludó por muchas personas, alumnos y profesores. La misma Cam, a quien
no venía desde hacía un tiempo, me mandó un mensaje, dándome las felicitaciones y
contándome que se sentía mal y por esa razón me venía al instituto.
Cuando salí al aparcamiento en busca de mi auto, tres figuras conocidas estaban ahí.
—Dicen que un circo cerró por reparaciones y nadie lo está custodiando. —dijo Jack.
Oh, no. Esto significaba problemas.
¿Para qué decir que esto era una locura? Claro que lo era.
¿Oyeron hablar de la cuerda floja? Sí, esa que usan en los circos, en la que una
persona, preparada, camina sobre ella. Bueno, Jack estaba subiendo las escaleras de unos
cuatro metros de altura, dispuesto a caminar por la frágil barandilla.
—¡Vamos Shelly! —gritó a pocos metros de la cima. —Aún me falta darte el regalo, si
no sobrevivo, está en mi mochila.
—¡Entonces iré por el! —sonreí.
—Qué poca fe me tienes, mujer.
Comenzó a caminar lentamente, estaba muy nerviosa, quizá más que él mismo. Los
pasos eran lentos y cuidadosos, pero antes de llegar a la mitad falló. Todo fue muy rápido,
se resbaló y cayó, logrando sostenerse con las manos.
—¡Espera! Tengo una idea. —gritó Dorian corriendo hacia uno de los costados de la
carpa.
No había mucha luz, por lo que no pude ver lo que estaba haciendo. Maggie lo miraba
con los ojos abiertos, estaba tan asustada como yo. Las carcajadas de Jack resonaban y
agolpaban contra las paredes de lona, produciendo eco. Un sonido parecido a un inflador
tapó la risa que me estaba exasperando. ¿Cómo podía reírse en esta situación?
—¿Puedes aguantar un poco más? —volvió a gritar Dorian.
—¡Claro, viejo!
Bufé. Seguía horrorizada, y temí lo peor.
Unos minutos después apareció arrastrando una especie de pileta inflable, estaba vacía,
pero parecía acolchonada.
—Listo, arrójate.
Mi amigo se soltó y lo vi caer. El impacto contra la superficie acolchonada me hizo
cerrar los ojos. Cuando los volví a abrir lo vi levantarse, seguía riendo.
—¡¿Qué demonios pensabas?! ¿Y cómo puedes reírte? ¡Pudiste haber muerto!
—Tranquila, Shelly, fue divertido, sabía que no moriría, aun si lo hacía, la adrenalina y
esa experiencia fue alucinante.
—El golpe que te daré cuando vuelvas a hacer eso te hará alucinar.
Rio más fuerte y caminó hasta su mochila.
—Como lo prometí, tu regalo, pequeña.
Me tendió un paquete, estaba mal envuelto, por lo que pude ver que se trataba de un
cuadro. Era la pintura de un frasco de nutella.
—¿Te he dicho que te amo?
Dorian cerro los ojos fuertemente, como si recordara algo.
— ¿Te he dicho que te amo?
—Creo que nunca lo habías mencionado.
Maggie tocó su hombro, haciéndolo volver en sí. Sonrió de una manera extraña y ella
se inclinó para besarlo, aparté la mirada.
Como tantas veces, Jack decidió interrumpir.
—La pizzería Rooley abre una nueva pista de karaoke hoy, podemos ir.
No sé cómo este chico tenía información de todo. Llevé a Jack en mi auto, mientras
Maggie iba en el jeep de Dorian.
—¿Qué piensas hacer? —preguntó después de un rato.
—Tengo un plan.
Suspiró.
—No olvides que, si el plan A no funciona, puedes seguirlo intentando. Él te quiere de
verdad.
Aparqué mi auto en el estacionamiento y bajamos.
Pedimos una pizza de peperoni y unas sodas. El clima estaba tenso, lo podía sentir, no
era como siempre, los temas de conversación no surgían de la nada y los diálogos eran
forzadas. Jack carraspeó y levantó el vaso en señal de brindis.
—Por la fiesta de Shelly.
Cam me ayudaba a prepararme, mamá ya había salido para el bar a terminar de
organizar la decoración. Mi padre me llamó a última hora del día de mi cumpleaños y le
avisé, pero como era predecible, no podía. Según sus excusas, el trabajo le impedía hacer
un viaje de seis horas para solo quedarse un día. En fin, no me importó.
—Te queda perfecto. —me sonrió por el espejo.
El vestido azul se ajustaba a mi piel, era corto, y tenía encaje en la parte trasera. Ella
optó por una pollera color violeta y una blusa blanca.
—Tú también.
—Lista. —anunció dejando el rizador sobre mi tocador. —¿Vamos? Le mostré las
llaves de mi auto sonriente, estaba más que lista.
Todo estaba decorado de azul y negro, los manteles, los globos, y hasta las mesetas de
los centros de mesa. Una tela similar a la seda caía por las paredes. En uno de los costados
habían montado una mesa con la torta y mi nombre en letras de madera de color azul
brilloso.
Había dicho que yo enviaría las invitaciones para tener control de las personas que
vendrían, pero al parecer, estas trajeron consigo a otras más y así sucesivamente. El lugar
se iba llenando. Pocos eran los que se acercaban a saludarme, la mayoría me empujaba
para correrme del centro de la pista. No habían pasado ni dos horas y mi vestido ya estaba
manchado con alcohol.
Me acerqué a la barra y pedí lo más fuerte que tuvieran. El chico me dio un líquido
rojo, me lo tomé de un sorbo y sentí como un ardor se extendía por mi garganta, parecía
fuego que iba quemando mi interior, tenía un vago gusto a frutilla. Tarde unos segundos en
recuperarme de ese trago y vi como una chica de mi edad se acercaba y el barman le daba
un líquido violeta, le pedí uno igual, este parecía de uva, luego vino otro de naranja, no
llegué al cuarto y ya sentía un ardor en mi estómago, era leve, pero me obligaba a
quedarme quieta.
Pero algo me hizo moverme, vi a Dorian caminar por el centro de la pista, parecía
perdido, detrás de él venía Maggie, le decía algo, pero no quería oírla. Mi corazón latía
con fuerza, los seguí hasta la cocina, no había nadie allí, era un lugar pequeño, a pesar de
que el bar era inmenso. La música llegaba algo distorsionada, pero me tuve que acercar lo
suficiente para oír, teniendo en cuanta de que si se volteaban me verían. Dorian pasó las
manos por su cabeza desesperadamente, tenía un mal presentimiento.
—¿Dónde estabas?
—Estaba con Shell, en su fiesta. —contuve la respiración.
—Ese fin de semana la pasé a su lado, fuimos a un parque, si, ahí le pedí de salir… lo
recuerdo, ¿Qué demonios estás haciendo? ¿Esta es tu forma de vengarte, utilizar mi
accidente a tu favor?
Maggie retrocedió unos pasos, pareció dolida, pero volvió a recomponerse.
—Vamos, Dorian, ambos sabemos que empezaste con Shelley para darme celos.
Sentí dolor, decepción, pero luego, nada más. Él hizo una mueca, mis lágrimas
empezaron a caer.
—Eso fue al principio, luego de un tiempo me di cuenta de que no es como tú, de que
ella si vale la pena.
—¿Crees que ella tomará tus palabras con calma? Que poco la conoces. Ya se lo he
dicho, pero la pobre debe creer que no serias capaz, todo el rollo de amor verdadero y eso.
No, no lo tomaría con calma al punto de regresar con él. Pero ya no tenía las fuerzas
para llevar esto, ya no podía. Él apretó la mandíbula, no esperé a que le respondiera, me di
la vuelta apresurada, pero choqué contra la puerta de metal ocasionando un estruendoso
ruido, solo salí corriendo. Me había usado, Dorian me había usado, eso dolía mucho más
que el hecho de que no me recordara, de que mi mejor amiga me traicionara, y tener que
soportarlo todo con una sonrisa.
—¡Shell, espera! —su voz me detuvo en seco, me volteé.
—No, ya no, Dorian, no podré olvidar lo que ocurrió. Me lastimaste y es demasiado
tarde.
—Pero no recordaba nada, no es mi culpa.
—¿Y todo lo demás?
Se quedó en silencio, y yo proseguí.
—¿Alguna vez me quisiste?
—Sí, yo te amo…
—¿Y al principio? ¿También me amabas o lo hiciste por ella?
Otra vez, silencio.
—Eso creí. —sonreí sin ganas.
—Pero dejemos atrás todo lo que pasó y empecemos de cero, te amo, Shelley, fue un
error, lo siento.
—Yo también lo siento.
Caminé hasta mi auto, no me importaba irme en medio de mi propia fiesta, nadie me
extrañaría.
La alarma vibró en mi oído, me había dormido con los auriculares puestos, pero la
música ya se había cortado. Mi fin de semana se resumió en hojas, hojas, y hojas,
encerrada en mi habitación estudie como nunca, a pesar de odiar hacerlo, me distraía. Mi
madre me preguntó miles de veces que ocurrió, pero solo obtenía silencio por respuesta.
Hoy los vería nuevamente, desearía poder irme lejos y despejarme.
Me puse una remera de tirantes blanca y un jean gastado, até mi pelo en un moño
desordenado y tapé todo rastro de lágrimas y trasnochada con mucho maquillaje.
Los pasillos estaban llenos de alumnos emocionados, oí algunos gritos ahogados al
final del pasillo, luego lo recordé; Las Universidades. A esta altura ya debían haber
obtenido respuesta, y yo también.
Me apresuré hasta llegar a la sala de informática, y suspiré cuando vi una computadora
vacía, abrí mi correo.
International Acting Academy of Los Ángeles Desde nuestra prestigiosa academia,
nos complace informarle a Shelley Evans que…
—¡Me aceptaron! —grité emocionada.
Recibí algunos aplausos de alrededor, pero la mayoría estaba en lo suyo. Miré todo en
silencio, caras felices y de decepción. Todos aquellos chicos a los que conocía desde niña.
—Shelly. —Cam corrió a abrazarme, por la intensidad de su abrazo deduje que ya lo
sabía todo, pero no hablaría de ello. —¡Me han aceptado! ¿Y a ti?
—¡También! ¡Te felicito! ¿A dónde iras?
—A la Universidad de San Francisco, te quedaras en Los Ángeles, ¿verdad?
—Sí, tenemos que disfrutar nuestras últimas semanas.
—¿Ya sabes que te pondrás? Yo solo tengo el vestido de la graduación, no el del baile.
—No tengo nada, la semana que viene podemos ir a elegirlos juntas.
Un grito nos sorprendió a ambas. Era Ingrid. Se acercó corriendo.
—¡Recibí la respuesta de Stanford! ¡Y quedé!
No me sorprendía, era una de las mejores alumnas de la clase, aunque oí que la alumna
de honor era Cam, por lo que tendría el discurso.
—Te lo mereces. —dije abrazándola.
Miré detrás suyo y vi entrar a Margaret. Un calor invadió mi cuerpo, tenía ganas de
tomarla de los pelos y arruinar su perfecta cabellera rubia. Aun así, no dije nada y la seguí
con la mirada. Ingrid se despidió. Cuando volví mi mirada, tenía el ceño fruncido, luego vi
la típica expresión que ponía cuando quería llorar y no podía, eso me lo dejaba todo claro,
no había entrado.
Las siguientes horas traté de evitar a Dorian. Los chismorreos empezaban a correr.
Bratt se quedaría aquí y haría un doctorado completo para estar al mando del buffet de
abogados de su padre. Katt, se iría a Paris con el fin de ser escultora. De Tasha oí que no
podría estudiar, ya que se le complicaba pagar una Universidad.
Cuando llegó la hora del almuerzo, por fin pude acercarme a Jack.
—¿Y? —le pregunté ansiosa.
—Me aceptaron, era obvio. —presumió. —El día después de la graduación viajaré
para instalarme en lo de mi abuela.
Sentí una punzada en mi pecho. Él se acercó y me abrazó.
—Sabes que ese no será el fin, nosotros seguiremos siendo amigos.
—Te llamaré cada día, te lo voy anticipando.
—Dorian fue aceptado en la Universidad de Toronto.
—Es su asunto. Espero que le vaya bien. —respondí bajando la mirada.
—Shelly…
—No, no digas nada. Iré a la cocina, ya vengo.
Evan estaba de espaldas, me acerqué sigilosamente.
—Lo siento.
Siguió friendo patatas sin voltearse.
—No, no lo sientas, tienes razón. Lamento no ir a tu fiesta, vino mi hermano Colton,
¿Cómo estuvo?
—Fatal. —susurré.
—¿Qué pasó?
—Dorian ya va recordando, lo más importante ya lo sabe.
—¿Y eso es malo?
—Empezó a salir conmigo para darle celos a Maggie, y ahora dice que me ama.
—¿Crees que miente?
No contesté, no lo sabía. No quería pensarlo. No quería seguir sufriendo, porque ya
nada valía la pena. Prometí luchar por él, pero me quitó las fuerzas, irónico, ¿no?
—Bueno, ¿Qué harás ahora? ¿Fingirás que nada pasó y pasaras de página? Tu historia
de amor ya es un cliché de por sí, no pierdes nada.
—Necesito un tiempo para pensar.
—Eres fuerte.
—Dicen que “Uno no sabe lo fuerte que es hasta que ser fuerte es tu única opción”.
No me arrastraría por los pasillos llorando, todos sabían que me veía mal, pero no le
daría el privilegio a Margaret de verme totalmente destruida, aunque lo estuviera.
Evan seguía sin mirarme. Supongo que así estaba mejor.
—Tengo que irme.
Estaba por llegar a la puerta que separaba la cocina de la cafetería cuando mi teléfono
sonó.
—¿Mamá?
—¡Shelly! Sé que no quieres saber nada de Nueva York, pero ¿Qué te parece si estas
dos semanas las pasamos juntas? Ya han pasado los exámenes finales, puedo hablar en tu
instituto. volveremos a California a tiempo para la graduación.
No lo pensé dos veces.
—Mañana tengo que terminar un proyecto para la clase de arte… ¡Pero si!
—Genial, sacaré los pasajes para el miércoles a la mañana.
Corté la comunicación lanzando un suspiro. Esto haría las cosas mucho más fáciles.
Había sido capaz de acompañar a Cam en los sanitarios, antes de cruzarme a Dorian en
la cafetería, eso sería un gran espectáculo.
Era totalmente asqueroso y antihigiénico, pero era un lugar seguro ante el desastre de
allí afuera. No me sorprende esta costumbre de ella. Hace un par de años atrás, venían un
grupo de chicas que se habían empeñado en ser las mejores y más populares, pero con
respecto a las notas, Cam siempre las superaba, la molestaban y aprovechaban la hora del
almuerzo para humillarla. Ante todo este abuso constante, ella ya no ponía atención en
clase sintiéndose amenazada por el grupo que se sentaba junto a ella y sus calificaciones
bajaron. Pero no iba a quedar así, los profesores notaron su extraño comportamiento y yo
no guarde silencio, les dije todo lo que ocurría y las cuatro taradas fueron expulsadas.
Supongo que ese se volvió su refugio.
Pero, volviendo a la normalidad, hoy ya no podía evitarlo, teníamos clases de arte y un
proyecto por terminar.
Cuando llegué tomé asiento a su lado, en silencio, admiré lo poco que faltaba para
acabar el cuadro.
La perspectiva era vista desde el lente de un telescopio, daba una verdadera sensación
de estar mirando por él, y el cielo oscuro, estaba cubierto por estrellas, muchas de ellas
formaban un ancla.
—¡Excelente! —gritó el profesor en mi oído—. ¡Cuantos sentimientos plasmados en
el lienzo! Es un gran trabajo, chicos.
Yo pinté las minúsculas estrellas, mientras Dorian pintaba de gris lo que parecía el
telescopio. Traté de ignorar su presencia a mi lado, pero su olor, su respiración, su ceño
fruncido mientras trazaba las pinceladas, y sus sonrisas al oír las explicaciones del Señor
Huthel, dificultaban todo. De verdad lo amaba, era algo muy fuerte. Miré al frente y seguí
con lo mío.
Cuando sonó la campana, me levanté de un salto, él abrió la boca para hablar, pero lo
detuve.
—No, no hagas esto más difícil, no nos queda nada pendiente, ¿No es así?
—Necesito explicarte…
—Oh, así te sientes mejor contigo mismo, inténtalo en otro momento, llevo prisa.
—Por favor, podemos quedar mañana y hablar tranquilamente.
—Me voy a Nueva York.
Se expresión cambió, por unos segundos pude ver como su mirada se oscurecía y se
rompía. Cerró los ojos y cuando los volvió a abrir volvieron a la normalidad, un color miel
intenso.
—Este no puede ser nuestro final, Shell.
—No, no puede. Nuestro final fue aquella noche, en mi fiesta.
—Pero…
Solté una carcajada, pestañeo dos veces seguidas.
—El final de nuestro libro ya está escrito, y es el que tú has escogido.
Me di la vuelta y pese al huracán que llevaba dentro, salí del aula. Mi madre me
esperaba en el estacionamiento, aún tenía que empacar todo.
Quizá Dorian fue solo una atapa…De esos primeros amores dolorosos e inolvidables
que reflejan las películas, pero que tienen su fin.
Yo no era de esas personas que salían con otras solo por el hecho de salir. Me habían
gustado algunos chicos, pero ninguno resulto ser él chico, de esos que hacen que pases
cada maldita noche mirando el techo de tu habitación imaginando corazones, de esos que
cambian todas tus estructuras y rompen tus esquemas. Los chicos que me gustaban en la
niñez eran el tipo de chico que era Bratt, alguien muy superficial para mi gusto, un amor
que no es exclusivo, porque todas las chicas gustan de él y no ves nada que otros no ven,
solo su bonita apariencia. Pero Dorian, él tiene ese no sé qué. Su mirada me causa intriga,
su silencio, su sensibilidad, e incluso, su soledad en muchos momentos, cuando los chicos
se comportan como idiotas e inmaduros él está en un rincón, mirando todo desde una
perspectiva oscura y solitaria. Supongo que solo tengo que esperar a que todo eso en mi
interior se desvanezca, esperar a que él se vaya a Canadá y que llegue la persona siguiente.
Y, aunque duela infernalmente (ser una exagerada en mi fuerte) este tipo de cosas pasan,
los amigos vienen y van, y el nada es para siempre es algo que entendemos cuando
chocamos contra una pared y nos hacemos trizas.
El sonido que indicaba que debíamos abrochar nuestros cinturones me sacó de mis
pensamientos. Estábamos por aterrizar y mi madre seguía durmiendo desde que salimos de
Los Ángeles, era mi primera vez viajando en avión y ella se burlaba de mi terror. Abrió los
ojos lentamente y sonrió.
—Tranquila, Edgar y Keyla nos esperan en el aeropuerto.
El aterrizaje fue aún peor, me sostuve del asiento mientras mi madre me tomaba del
hombro y apretaba los dientes para no reírse. La cosa por fin se detuvo. Las personas
empezaron a bajar poco a poco. Tomé mi bolso de mano y esperé a que mi madre hiciera
lo mismo.
—¿Lista?
Asentí y bajamos.
Miles de personas caminaban apresuradas por el piso blanco y reluciente, respiré el
aire neoyorquino. Hombres y mujeres trajeados corrían de acá para allá. Madres
arrastrando a sus niños y jóvenes con mochilas enormes. Para mí, un aeropuerto era
sinónimo de locura.
Caminamos un poco más adentro, casi llegando a una tienda de recuerdos, donde
predominaban las Estatuas de La Libertad. Un sonriente Edgar nos hacía señas, mi madre
corrió a sus brazos.
—Es un placer, Shelley. —dijo estrechando mi mano. —Ella es Keyla, mi hija.
Una joven de unos veintiún años se acercó y me abrazó efusivamente. Era mucho más
bonita de lo que imaginaba, y no parecía tener ningún rasgo físico común con su padre. Su
cabello era de un rubio casi blanco, ojos verdes, cara redonda y pálida, era muy bonita.
—Mi padre me ha hablado mucho de ti. ¡Es genial tenerte aquí!
Era exageradamente gentil, y muy alegre. Su blanca y gran sonrisa permanecía en su
rostro mientras examinaba el mío, esperando respuesta. Me pregunté qué pensaría de mí.
—No podría decir lo mismo, he oído muy poco de ti. Aun así, también me alegra estar
aquí.
—Bueno, ¡No hay tiempo que perder! Ya podemos ponernos al día.
Edgar y mamá nos miraban con unas bobas sonrisas en sus caras. Estaban contentos, a
ninguna de las dos parecía desagradarle la idea de su relación.
Subimos a los asientos traseros del BMW y emprendimos el camino.
—¿No te duele desperdiciar estas dos semanas? —preguntó alisando su falda bordada
con flores de colores. —Digo, es tu último tiempo en el instituto junto a tus amigos, y te
perderás el baile. —hacía gestos con la mano mientras hablaba, como si dibujara en el aire
lo que estaba diciendo.
—Realmente necesitaba un tiempo, ñas cosas no han ido muy bien últimamente.
—Oh, bueno. Si necesitas despejarte la ciudad que nunca duerme es la respuesta,
saldremos con mis amigos en la noche.
Miré por la ventana. Los grandes edificios se extendían hasta el cielo. Los taxis
amarillos, los carteles que brillarían cuando llegara la noche. Miraba todo asombrada,
lejos estaba de parecerse a California, donde podías conducir por la carretera y mirar la
inmensidad del mar, antes que una ciudad cubierta de una leve neblina. No me
desagradaba, ni siquiera había recorrido algo como para hacerle una cruz, supongo que
cuando el sol bajara y todo se iluminara, me encantaría. Aunque no era precisamente lo
mío.
Edgar condujo durante unos veinte minutos, hasta llegar a una gran reja color negro.
—Buen día señor Brown, Señora Back. —saludó un joven desde una especie de
cabina.
Las rejas se abrieron y entramos a un barrio, supuse que es del que mamá me habló.
Las casas eran todas del mismo estilo, cada una tendría por lo menos tres plantas, un
jardín delantero muy bien cuidado, y la bandera estadounidense flameando en el porche. A
medida que avanzábamos, podía ver como cada una tenía su toque particular. Algunas
tenían flores de colores en masetas, otras un poco más ostentosas, contaban con una
fuente. El color blanco predominaba, algunas tenían detalles con colores neutros. Pero no
más que eso.
—Hogar dulce hogar. —susurró Keyla.
Estacionamos en una casa. Esta parecía tenerlo todo, las flores, la fuente, e incluso, un
buzón el apellido del propietario escrito.
—Anda, vamos. —me animó.
Bajé y fui recibida por un pequeño perro.
—¡Peludo! Mira a quien te traje. —gritó mientras lo levantaba del suelo. —Es todo
una lindura. —me miró y lo agitó en el aire, pobrecillo. —Ven, te mostraré mi habitación.
La casa estaba muy bien decorada. Al entrar quedabas frente a una potente escalera, a
la derecha se encontraba el comedor, una larga mesa de madera, con unas doce sillas. Las
paredes estaban escasamente decoradas con cuadros de jarrones pintados a mano, y más
allá, la puerta que conectaba con la cocina. Del lado izquierdo se encontraba el living, los
sillones eran de cuero, color marrón claro, y los muebles de madera. Después de ojear un
poco todo, seguí a mi anfitriona escaleras arriba. Pasamos la primera puerta.
—Esta es la habitación de papá. —seguimos caminando y me fue diciendo que había
detrás de cada una. —La oficina, el baño, la habitación de huéspedes, y esta. —llegamos a
una puerta con un corazón rojo pegado en ella. —Es la mía, aquí dormiremos.
Como lo esperaba. Las paredes eran de un rosa claro, en el centro de la habitación
había una cama con dosel, también rosa, pero más oscuro, a los pies un pequeño sillón
blanco. El enorme televisor colgaba de la pared, y en un rincón, junto a la ventana, estaba
el tocador con mucho maquillaje y una repisa con fotos y coronas.
—¡Mira! —exclamó y me condujo hasta un espejo que ocupaba casi toda la pared,
cuando lo corrió me di cuenta de que en realidad era una puerta corrediza, hacia su
armario. —Puedes tomar todo lo que quieras de aquí.
¡Esto era increíble! Sinceramente me sorprendida más el hecho de su organización y
prolijidad, yo era un desastre para este tipo de cosas.
—El baño queda por allí. —me señaló una puerta llena de fotos. — Dejaré que te des
una ducha y te prepares, luego comeremos algo.
Revisé mi móvil, antes de salir de casa dudé en si traerlo o no. Pero al final lo hice.
Tenía un mensaje de Jack.
Dorian era el único que sabía de mi viaje.
Redacté una respuesta.
Ni siquiera yo podía creer que estaba en Nueva York. Mi viaje más largo había sido a
Santa Mónica. Mi madre era más desapegada, a ella le gusta viajar y, prefiere montarse en
un avión sin rumbo antes que estar en casa.
—¿Shelly? —mamá abrió la puerta lo suficiente como para meter la cabeza. —Te traje
tu maleta, ¿Estás bien?
—Sí, me daré una ducha. Me dijo Keyla que en la noche saldría con sus amigos.
—Está bien, tienes que divertirte. ¿Estas cómoda aquí? Si quieres podemos ir a un
hotel nosotras solas…
—No, estoy bien.
—Mañana iremos a recorrer un poco.
Asentí, y se marchó. Saqué algo de ropa y entré al baño. Me relajé ante el tacto con el
agua caliente. ¿Qué pasaría luego de volver a California? ¿Cómo soportaría la ausencia de
todos mis amigos? Ya tenía bastante con conformarme con mi soledad y dejar atrás la idea
de vivir en un apartamento junto a Margaret. Pero vivir sin Jack… eso jamás lo pensé. Me
aburriría mucho sin sus locas ideas, y comentarios estúpidos.
Cuando por fin estuve lista, salí de la bañera, me sequé y me puse la ropa que escogí.
Miré mi humectante con recelo, tendría que probar uno nuevo.
Keyla me esperaba sentada en la cama.
—Oh, Keyla. ¿Cómo me veo?
—Te ves bien, puedes decirme Key. Sabes, mis amigos mueren por conocerte, somos
cinco, tres chicas y dos chicos. —se tiró en su cama y clavó su mirada en el techo. —Es
bueno por fin tener vacaciones, sinceramente, extraño el instituto.
—Yo estoy súper melancólica, es triste pensar que las personas se van, en todos los
ámbitos. —sonreí. —¿Qué estudias?
—Derecho. Seré la abogada de la inmobiliaria de papá.
Caminé hasta llegar a la repisa llena de fotos y adornos, tomé una donde aparecía una
mujer rubia de ojos verdes, muy bonita, junto a una niña.
—Era mamá.
Lo imaginé, eran idénticas.
—¿Qué le pasó?
—Cáncer.
Volví a dejar la foto, y seguí mirando. En otra se la veía a ella con un traje de porrista,
junto a unos chicos del equipo de futbol, en la siguiente tenía un vestido brilloso, y una
corona, la misma corona que descansaba en su tocador.
—Es del baile de graduación. —dijo sosteniéndola, la volvió a dejar y tomó una más
grande. —Esta es de un concurso de belleza.
Su mirada se fijó en algo. Elevé la mirada, en la repisa superior había otras coronas
más pequeñas, y de esas banderas que se usaban cruzadas en el pecho.
—Lo dejé hace tres años, cuando mamá enfermó. No tenía tiempo para arreglarme y
seguir siendo la chica bonita que veían todos. Adelgacé mucho, y ni el maquillaje podía
cubrirmis ojeras…Mi entrenador y la gente del concurso perdió el interés en mí. Intenté
volver, promocionaba a una línea de vestidos femeninos, pero me dieron la espalda.
—¿No volverías? Eres hermosa, seguro hay miles de propuestas esperándote allí fuera.
—Esemundo es demasiado superficial. Pero… supongo que es lo que pega conmigo.
Soy mucho más que el color rosa, Shelley, soy mucho más que eso que fui, que las
pompas de animadora, los vestidos y las coronas. Me gradué con el mejor promedio, pero
eso no quiere decir nada, no eres nada cuando llegas a la cima sintiéndote vacío.
—¿Puedes tocar el fondo sintiéndote lleno?
—¿Lleno de dolor?
Solté una carcajada.
—¿Me ayudas a escoger la ropa para esta noche?
Asintió emocionada.
Nueva York por la noche era una locura, una magnifica locura. Donde miraras había
enormes pantallas con anuncios publicitarios. Edgar nos llevó hasta Central Park, desde
allí, caminaríamos.
Llegamos a la pizzería y me sorprendió el estilo, me recordaba a las películas que veía
cuando era más chica. El lugar era grande, los pisos eran cuadrados celestes y rojos, y los
sillones de cuero bordó eran divididos por una mesa del mismo color.
—¡Allí están! —tomó mi mano y caminó apresurada hasta un grupo de chicos.
—¡Eh! Hasta que llegan. —dijo un chico moreno.
—Silencio. Bueno, Shelley, ellos son, Trish, Maddie, Ford y Derian.
¿Derian? ¿De verdad?
—Es un gusto Shelley. —me dijo Ford, el chico de piel morena. Sus ojos, al igual que
su cabello, parecían de un negro intenso.
Nos sentamos junto a Trish. Era rubia, pero por sus raíces pude notar que estaba
teñida. Sos ojos marrones me miraban acusatoriamente.
Derian me observaba. Pese a la similitud del nombre, no se parecía nada a Dorian. Él
tenía el caballo castaño, y los ojos celestes. Era muy guapo, pero su sonrisa me daba un
poco de miedo.
Ford y Maddie eran los que se veían más agradables. Maddie parecía una modelo, su
ondulado cabello negro caía por sus hombros, sus pómulos estaban bien marcados, y sus
labios pintados de un rojo vivo, le daban un aspecto de Angelina Jolie. Tenía una sonrisa
contagiosa, y lejos estaba de mirarme enfadada o con cara de acosador.
—Shelly se graduará en dos semanas, así que la tendremos poco tiempo.
—¿A qué Universidad irás. —me preguntó Maddie mientras miraba la carta.
—Iré a la Academia de actuación de Los Ángeles.
—Suena bien. —dijo Trish, sonreí. —Yo también quería ir a una. Pero mi padre no me
dejó, dijo que no permitiría que muriera de hambre, y me obligó a estudiar algo más
profesional.
Mi sonrisa se borró. Ella hizo una mueca de dolor, supuse que alguien la pisó por
debajo de la mesa.
Apreté mi mandíbula.
—¿Qué carrera profesional estás haciendo? —pregunté haciendo énfasis en
profesional.
—Derecho.
¡Que sorpresa!
Me debatí en si decirlo o no, pero estaba cansada de la gente que me decía lo mismo.
—¿Y crees que estudiar Derecho es más valido, o te hace más importante que alguien
que estudie Actuación?
—¡Yo quiero una con anchoas! —interrumpió Keyla, justo cuando Trish me iba a
responder.
Mi teléfono empezó a vibrar. Era Jack.
Me levanté y caminé hasta la puerta.
—Jack, ¿Qué ocurre?
—Nos persigue la policía. —dijo agitado.
—¿Qué hicieron ahora?
—¡Fue culpa de Dorian! Se estaba haciendo pipí, y no se le ocurrió mejor idea que
colarse en un bar, pero para nuestra desgracia era un club clandestino. Intentaron
dispararnos, de un momento a otro, se oyeron sirenas y salimos corriendo. Supongo que se
malinterpreto todo, y creen que formábamos parte de esta mierda.
—¡¿Supones que se malinterpreto todo?! ¡Claro que sí! ¿Es que no pueden salir y no
meterse en problemas como personas normales? ¿No podía hacer pipí detrás de un árbol?
—Tranquila, creo que nos han perdido.
—Bien, ¿y que querías que haga yo. —suspiré.
—Enviarnos a la policía de Nueva York, no lo sé.
—Vamos. —la razón de su llamado era porque necesitarían algo.
—Necesitamos escondernos en tu casa.
—Oh, no, no, no. Si los llegan a ver entrando se armará un gran escándalo.
—Por favor, tengo un juego de llaves.
—¿Qué? ¿Por qué tienes un juego de llaves de mi casa?
—Porque eres floja y nunca querías levantarte a abrirme, un día me las diste, las tengo
junto a las de mi casa. Aparte… Dorian sigue haciéndose pipí.
—Bien, pero no rompan nada, ni urgen mis cosas.
—Sabes que eso es imposible. —respondió entre dientes.
—Jack…
—Tienes un muy lindo pijama, ¿me lo regalas?
—Sí, se te verán bien los conejitos rosas, quédatelo.
—Bueno cariño, por más que quiera seguir hablando, esta diva se tiene que ir. Adiós.
—Adiós, Jack.
—¿Todo en orden? —preguntó Key con cara de preocupación.
—Sí, ¿ya pidieron. —me acomodé en mi asiento y sonreí.
Asintieron.
A lo largo de la noche me di cuenta de que no tenía mucho en común con ellos. No nos
gustaban las mismas cosas, y ellos parecían haber sido los típicos chicos populares del
instituto. Derian el capitán del equipo, mujeriego y amante de las fiestas. Ford, su fiel
compañero. Trish era una de esas porristas malas que molestaban a los demás. Keyla y
Maddie, sus amigas, las que no podían controlarla. En fin, no me llegaron a agradar del
todo.
Cuando llegamos a su casa, estaba todo a oscuras. Me deshice de mi ropa y con mi
cómodo pijama me acosté a dormir.
—¿Shelly? —susurró.
—Ah-jamm.
—Mañana podemos ir a buscar un vestido para tu graduación.
—Está bien.
Desperté cuando una fragancia a perfume me invadió. Keyla se estaba arreglando
frente a su espejo.
—Siento despertarte, ¿hice mucho ruido?
Negué con la cabeza.
—En un rato servirán el desayuno, luego podemos ir a recorrer un poco, tu madre nos
acompañará.
Me vestí lentamente, todavía tenía mucho sueño.
No tenía ni una idea de cómo quería mi vestido de graduación. De igual modo, no
importaba mucho, ya que no se vería debajo de la toga.
Después de lavarme los dientes y desenredar mi cabello, bajamos en busca de algo
para comer.
Mi madre era la única que nos esperaba para desayunar, supongo que Edgar ya se
había marchado. Me senté y serví mi café cuidadosamente.
—Ayer vi que Becky´s trajo un nuevo catálogo de vestidos, son preciosos, deberías
verlos.
—A Shelly le gusta mucho esa línea, solía volverme loca cuando tenía quince años.
Podemos ir y paseas por Central Park.
—Suena bien. —susurré.
—¿Cómo se la han pasado anoche?
—Yo me la pase bien, bueno, que digo, estaba con mis amigos. ¿Tu cómo te la pasaste,
Shell?
Shell…
Ignore eso, y me concentre en buscar una buena respuesta. ¿Cómo la había pasado?…
Fatal, la verdad. Su amiga lanzaba comentarios irónicos, y su amigo me miraba como un
acosador. Pero no podía decirle eso, aunque sería bueno. Así no tendría que volver a
verlos.
—Bien. —mentí. —Maddie y Ford me han caído genial.
Mi madre, ajena a todo, sonrió con suficiencia. Key frunció el ceño, pero pareció
entenderme.
—Shelley, anoche recibí un correo de tu profesor de matemáticas. Nunca me dijiste
que te iba tan mal.
Bendito profesor Blackwell. ¿Qué quería ahora? Espero que no modificara mi
promedio, eso me arruinaría.
—Saqué un siete en el examen final.
—Tendrías que haberme comunicado esto, Hija. Ni siquiera hacías las tareas. Por esa
razón tienes el promedio que tienes.
—¿Cuándo querías te lo dijera? —dejé la taza sobré la mesa. —¿Querías que te
llamara por teléfono mientras estabas aquí y te dijera “No he hecho mi tarea de
matemáticas y el profesor me regaño”? No soy una niña, ¿Qué sentido tiene, después de
todo?
—La Academia de aquí pide un promedio un poco más alto.
Sentí el enojo subir y hacerse un nudo en mi garganta. No encontraba la razón por la
cual ella no podía entenderme.
—Sabes que no estudiare aquí. —tomé un panquecito de frutilla y lo llevé a mi boca
rápidamente.
—Supuse que querrías alejarte de todo y hacer un cambio radical.
Lo pensé unos segundos. Pero no.
—Esta es tu vida mamá. No tengo problema en que vivas aquí y me visites de vez en
cuando, será lo mismo. Pero no me arrastres contigo.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. Miré en dirección a Keyla, se acurrucó en su silla.
—Lamento no haber estado nunca, siento que necesito compensártelo…
—No, no tienes que compensarme nada, tu no me debes nada. Tienes que dejarme
hacer esto sola. No quedas en deuda conmigo.
—Mi niña. —ahogó un sollozo y me acerqué a abrazarla. —No te he puesto la
atención suficiente.
—No lo has hecho, pero ya está. Voy a salir al mundo, formar mi propia vida, y será
en Los Ángeles, viviendo en un piso sola. Podré con esto, y tú también.
Se aferró un poco más a mí. Unos segundos después, nos separamos.
—Lo siento, cariño. —le dijo a Key, se sonó la nariz y miró la hora en su celular. —
Bueno, ¿les parece si vamos saliendo?
Las tiendas eran demasiadas como para poner atención en solo una. No me alcanzaban
los ojos para mirar todo lo que había. Keyla nos condujo por las calles atestadas de gente,
hasta llegar a una tienda de mi línea favorita, pero esta era muy distinta a las que yo
frecuentaba.
—Es una combinación entre Becky´s y Chanel, es asombrosa.
Era muy lujosa por dentro, y lejos estaba del estilo juvenil al que estaba acostumbrada.
Una mesa de mármol decoraba el centro, donde podías dejar tus prendas mientras elegías
otras. Las cortinas de los probadores, a rayas blancas y rosas, eran reemplazadas por una
gruesa tela color hueso. Del techo, desprendía una lámpara de cristal fragmentado.
—¡Mira! Allí está la sección de vestidos de gala.
Revisé los percheros y recorrí los maniquís con la mirada, pero nada captaba mi
atención.
—¿Qué te parece este vestido para usar debajo de la toga? Era un vestido corto. La
parte superior era blanca y la tela de encaje, era ajustado hasta la cintura, y la pollera de un
color rosa claro, del tipo que usaría ella.
—¡Me encanta! Es de tu estilo, pero creo que se me verá bien.
—Anda, pruébatelo. —animó.
Me daba un aspecto angelical. Pero estaría bien, teniendo en cuenta que solo se me
vería unos minutos hasta que recogiera la toga y lo cubrirá por completo.
—¿Cómo te queda? —preguntó mi madre, ansiosa.
Corrí la cortina y ambas mi miraron sorprendidas.
—¡Pareces una princesa! —gritó Key llamando la atención de unas chicas que estaban
un poco más allá.
—Mi niña, estas hermosa.
Fue un regalo de mamá. No creo que a mi padre le hiciera mucha gracia que de golpe
le llegara una cuenta tan elevada de mi tarjeta de crédito, por cierto, las invitaciones ya le
deben haber llegado a su casa de Las Vegas.
Satisfecha y emocionada, caminé junto a ellas por Central Park, sin dejar de admirar el
lugar. Respiré hondo y decidí disfrutar estas dos semanas al máximo.
Supongan que están de viaje en un lugar que no conocen y las invitan a una fiesta. Se
preparan y van junto al grupo de amigos de la persona que te invito. Todo parece ir bien,
exceptuando la mirada fija de un chico sobre ti, decides ignorarlo y como siempre, bebes
un poco de más.
Cuando por fin dejas de tomar y de bailar como una loca, notas que estás sola, no ves
ninguna cara conocida y tienes unas terribles ganas de hacer pipí.
Caminas en busca de un baño, hasta que chocas con una persona, al elevar la mirada te
encuentras acorralada por aquel chico de mirada acosadora. Es muy guapo. Intentas pensar
en algo para escapar, pero las ganas de hacer pipí no te dejan.
—¿Buscas algo? —te pregunta.
Miras en todas direcciones, quizá alguien se compadezca y te ayude.
¡Al diablo con esto! Derian está a escasos centímetros de mí. Su perfume varonil
golpea mi nariz.
¿Por qué me tenía que pasar esto a mí?
¡Dios, si evitas que me haga encima te prometo que no vuelvo a beber en mi vida!
—Te pregunté algo.
—Necesito ir al baño. —permanecí quieta.
—¿Segura? —vuelve a preguntar, cada vez más cerca.
—No, te estoy diciendo que quiero ir al baño porque no estoy segura. ¿Crees que
miento. —contesté desafiante.
Sonrió de lado.
—Tal vez es una forma de escapar de mí.
—O, tal vez necesite ir al baño.
Este chico ya me estaba cansado.
—Me gusta tu actitud.
—Y a mí la tuya no, eres demasiado egocéntrico. ¿Quieres por favor decirme donde
hay un baño?
—Sube las escaleras, la segunda puerta.
Obedecí y efectivamente, ahí estaba el baño. Me sorprendió que no me mintiera.
Aliviada, salí del cuarto y bajé las escaleras. Divise a Keyla sentada en unos silloncitos
individuales. Su mirada estaba fija en Ford, que bailaba con la chica que vino con él.
—¿Te gusta? —le pregunté cuando llegué a su lado.
—Desde hace años. Una vez intentamos algo, pero no funciono. Fue en medio de lo de
mamá y no tenía tiempo para una relación. Lo que más necesitaba eran amigos. Apenas
podía cuidar de mi misma.
—¿Y qué pasa ahora?
—Parece que él me ha olvidado. Cuando terminé con nuestra relación, le supliqué que
hiciera como si nada hubiera pasado, y es algo que ha logrado muy bien. Yo soy la única
que no lo supera. —secó unas pequeñas lágrimas y prosiguió. —¿Qué hay de ti? ¿Tienes a
algún chico esperándote en casa?
—Es algo que también quiero olvidar. Él salió conmigo para darle celos a otra chica,
que casualmente era mi amiga.
—¿Lo quieres?
¿Lo quería? Uf, ¿Qué hay de ustedes? ¿Quieren a esa persona que les ha hecho tan
bien, pero tan mal al mismo tiempo?
—Mucho. Pero me quiero mucho más a mí misma.
—Es bueno que te valores. Yo prefiero quedarme en un rincón mirando a Ford con
otras chicas, sin siquiera divertirme.
—¿Piensas que él lo sabe?
—Lo nota. Pero ya está. ¿Quieres que volvamos a casa?
Miré en dirección a la puerta. El corazón se me acelero cuando vi a Derian del otro
lado de la habitación mirándome fijamente.
—Sí, vamos.
Keyla tenía un descapotable rojo. Nos subimos en el y empezó a conducir. El aire
fresco golpeaba mi cara. Miré al cielo, una leve capa de neblina reflejada por la luz lo
cubría, no podía ver las estrellas.
Estrellas…
Dorian…
El final de nuestro libro no iba a ser como supuse que seria, no sería el típico final
donde todos reían felices. Cada quien se iría por su lado y viviría su propia historia.
Aún faltaban unos cuatro días para volver a casa y no había logrado mi objetivo.
—Ya quiero ir a Los Ángeles, nunca he ido. Papá viaja siempre, tiene que supervisar la
empresa, pero no suelo acompañarlo a sus viajes.
—Yo tampoco acompaño a mamá. ¿Qué te pondrás para mi graduación?
—Un vestido azul. Es muy bonito, luego te lo muestro. —Apartó la mirada de la
carretera unos segundos y me miró. —Shelly… ¿Derian te ha incomodado?
Es un acosador, literalmente.
—Un poco, es raro.
Sonrió.
—Él es así, pero no siempre mide su intensidad. Dime si vuelve a incomodarte, lo
pondré en su lugar.
—Está bien, igual, no creo que se repita, en unos días ya estaré en mi casa.
Terminé de secarme el cabello, y miré a Keyla, quien todavía dormía en su cama.
—Key. —la llamé—. Muero de hambre, y la cabeza me duele horrores, ¿quieres bajar
por algo de comer?
Se desperezó lentamente.
—Ve tú, estás como en tu casa.
Con mucho pesar, me dirigí a la cocina. Una figura estaba de espaldas, buscando algo
en un gabinete.
—¿Qué haces aquí? —pregunté molesta.
—Esperaba llevarles el desayuno.
Gruñí. Estaba por darme la vuelta, cuanto me tomó del brazo.
—Vamos, no te hagas la dura. Tú me gustas y yo te gusto. En unos días volverás a tu
vida normal, podemos intentarlo.
Quizás…
—Está bien.
Se acercó lentamente y me beso. Nada agradable, para ser sincera. Cuando se separó
carraspee.
—Bueno, Derian. Cuéntame un poco de ti.
—No me gusta hablar de mí.
Enarqué una ceja, ¿Iba enserio?
Probé nuevamente.
—Me gustaría visitar el observatorio, ¿tú has ido?
—No, no soy astrologo ni nada de eso. —Respondió haciendo una mueca.
Una vez más.
—En la heladera hay una tarta de frutos rojos, ¿Quieres un poco?
—Hmm, no. No me gustan los frutos rojos.
Eso fue todo lo que necesitaba para saber lo que en verdad quería.
Fingí una mueca de tristeza.
—¿Sabes? —dije acercándome y acariciando su mejilla. —De verdad me gustas, pero
en tres días volveré a casa y sé que te extrañare. No quiero sufrir por ti. Lo siento.
Dicho esto, emprendí mi regreso a la habitación.
Este chico tendría que aprender lo que era el rechazo.
—Puedo viajar a Los Ángeles para verte. —gritó.
Y lo que era el sarcasmo.
El sofocante calor de Los Ángeles me abrazó. Cuando salimos a la carretera y vi las
intimidantes palmeras, respiré el olor a mar. Lo había extrañado.
Le mande un mensaje a Cam, quedando en un rato para ir juntas a la graduación.
Según me había dicho, no iría con nadie, y yo tampoco.
— Estás a nada de terminar con esto. ¡Dios! Yo estaría hiperventilando. —dijo Key
mientras miraba por la ventana.
—Ni lo menciones, moriré en cualquier momento.
Edgar sonrió, no era hablaba mucho.
Cuando estacionamos en casa, bajé rápidamente. Espero que Jack haya dejado todo
ordenado.
Subí las escaleras rápidamente, seguida de Key, y tiré la maleta al suelo.
—¿Quieres que te prepare la bañera? —me preguntó.
—Claro, ahí está el baño. —dije señalando la puerta forrada con los inodoros.
Soltó una carcajada, pero no dijo nada. Tomé el vestido cubierto por un plástico y lo
colgué de un perchero. Acomodé el maquillaje que usaría en mi tocador y mis zapatos
blancos sobre la pequeña cómoda.
De un momento a otro la casa se movilizó. Cada uno se tenía que preparar y teníamos
muy poco tiempo. Por suerte en esta casa había tres baños.
—Listo. —anunció saliendo del baño. —Empezaré a prepárame.
Puse un poco de música y me pasé la siguiente media hora en mi spa personal. En
cuanto terminé, me sequé y le pedí a Key que me alcanzara el vestido.
Cuando salí me encontré a Cam sentada en mi cama, llevaba un vestido blanco que se
ajustaba a su piel. Se veía fantástica, aunque parecía más delgada desde la última vez que
la vi.
—¡Te ves hermosa! —grité para luego abrazarla.
—Gracias. ¡Tú también!
Keyla terminaba de maquillarse, llevaba puesto un vestido azul Francia, era largo, pero
sencillo.
—Bien, Shelly, ahora el maquillaje y peinado.
Mientras ella me maquillaba mi madre intentaba hacerme el peinado. El maquillaje era
natural, pero se notaba más que el que usaba todos los días.
Mamá me obligo a pararme para poder terminar con su labor. Luego de unos minutos
me soltó.
—Se ve muy bien, mi niña.
Me miré al espejo, tenía razón, mi pelo se veía bien. Una trenza de un lado, después
todo el cabello suelto.
Escuché unos leves toquidos en la puerta. Era Edgar.
—Shelly, te buscan abajo.
Bajé las escaleras lentamente, el corazón me latía demasiado rápido. Cuando abrí la
puerta lo vi sentado en el porche.
—Que típico, es muy de película para adolescentes. —dije.
Se dio la vuelta.
—Era mi oportunidad. Recuperar a la chica antes del último baile. —ironizó, teniendo
en cuenta que yo no había asistido al baile de graduación.
—¿Qué te hace pensar que me recuperaras. — fruncí el ceño fingiendo estar molesta.
—Intuición.
Caminé hasta llegar a su lado, y me senté, pobre vestido.
—Adelante, te escucho.
Cerró los ojos, respirando profundo, y comenzó a hablar.
—Tu forma de ser siempre me llamó la atención. Tu sarcasmo y buen humor a toda
hora, te veía como una chica fuerte, pero sabía que eras inalcanzable, por lo menos para
mí. Quise acercarme de algún modo, ya era de amigo de Jack y esperaba que él me
ayudara, pero un día, cuando todavía no lo había mencionado, Maggie se me acercó y me
dijo que me ayudaría…No sé cómo termine cayendo en sus redes, incluso llegué a pensar
que la quería, y durante ese mes me olvide de ti… hasta que la encontré con Bratt, ahí fue
cuando me di cuenta de que ella no eras tú. —Me miró, sus ojos me traspasaron, y me
sentí débil. —No supe que hacer, ella sabía mis debilidades y conocía la forma de
manipularme, fueron varias las veces que caí después de lo que pasó. Esa misma noche, en
la fiesta de Maggie, estuve a punto de dejarme llevar, pero la aparté. Cuando te empecé a
conocer mejor, me di cuenta de que eso era lo que estaba buscando, que eras todo lo que
yo quería y más, le dejé en claro cómo me sentía y no pareció contenta, pero tampoco hizo
nada. Yo. —Volvió a cerrar los ojos con fuerza. —Siento no haberte dicho que salí con
Maggie, fue un gran error.
Las lágrimas caían por mi mejilla, y estaba segura de que corrieron todo mi
maquillaje. Un calor se extendió por mi cuerpo, y sentí una sensación extraña en mi
estómago.
—Me lastimaste mucho.
Bajó la mirada, sentí sus dedos en mi pecho, tomó la cadenita. Nunca me la había
sacado, la llevé conmigo como símbolo de algo incierto.
—¿Sabes lo que significa?
Negué con la cabeza.
—Representa la firmeza y estabilidad, su función es mantener el barco fijo en la tierra
para que no se vaya a la deriva. Tú eres mi ancla, Shell, siempre fuiste aquello que me
mantenía estable. Después de lo que pasó con Ben y el problema de mi madre, verte a ti
era lo único que impedía que me vaya a la deriva. Puede que después del accidente
perdiera la memoria, pero no mis sentimientos, eras una figura borrosa que me impulsaba
a seguir, eres por lo que vale la pena levantarse cada día y no quedarme en el fondo de
aquel oscuro pozo.
Me acerqué más a él y lo abracé. Cuando nos apartamos sus labios buscaron los míos.
—¿Tú fuiste el que me envió el mensaje y el poema?
Suspiró.
—Sí, bueno, tenía mis dudas, quería ver si lo mencionabas, pero no lo hiciste. En tu
fiesta, empecé a recordar algunas cosas poco a poco, no sabes la furia que me dio cuando
Maggie se me acerco sonriente con un refresco.
Oí el sonido del claxon proveniente de su jeep.
—¡Eh, los vecinos los miran!
—¿Qué hace Jack aquí?. —pregunté sorprendida.
—Tenía que pasar a buscar a Cam. Es por eso que aproveche la oportunidad.
—Está bien, terminaré de prepararme y enseguida bajamos.
—¡Espera! Oye… eh, ¿Quieres ser mi novia?
—Claro que quiero. —dije inclinándome para besarlo.
Cuando volví a subir ya estaban todos preparados. Mi madre con un vestido verde
oscuro y Edgar con un traje gris.
Me acerqué a Cam y la tomé del brazo.
—¿Fuiste al baile con Jack?
—Si, fue algo de último momento, se tardó mucho en proponérmelo. Y lo de hoy, era
la excusa perfecta para que Dorian pudiera hablara contigo.
—¡Lo sabias! —exclamé.
—No te enojes conmigo, tu madre también.
La miré acusatoriamente, pero solo recibí una sonrisa como respuesta.
Bufé.
—¿Cómo se ve mi maquillaje?
—Perfecto.
—Bueno, nosotras nos vamos. Nos vemos allí.
Me despedí de ellos y subimos al jeep.
—Muy bien jugado, chicos. —felicité.
—Lo estuvimos planeando desde hace dos semanas. Iba a ser muy distinto. Esta
opción era la más discreta. Tu chico es muy tímido.
Lo tomé de la mano, mirando divertida las maniobras que hacía Jack al conducir.
Fue difícil encontrar un lugar en el estacionamiento. Pero conseguimos uno al final de
la calle.
Adentro, la recepción estaba muy bien decorada. Todo llevaba los colores del instituto.
Violeta y blanco. Pasamos por una mesa donde nos entregaban la túnica y los birretes. Me
sentía eufórica.
Vi a Ingrid y su grupo. Tasha junto a su prima. A Evan no lo veía por ningún lado.
Tomamos asiento a un costado del escenario, desde donde podíamos ver todo. Una
gran pantalla producía una imagen que rezaba “Graduados 2017”. No podía creer que ya
estuviera aquí.
—¿Nerviosa? —la voz de Dorian cosquilleó mi oído.
Sonreí y estaba a punto de responder cuando la vi. Llevaba puesto el vestido color
turquesa que yo le había regalado. Luka caminaba a su lado.
La gente llegaba y se sentaba, todos parecían felices. Me pregunté si papá vendría.
Entre la multitud reconocí el vestido de Keyla, que se sentó junto a mi madre.
Oí a alguien carraspear a través del micrófono.
—Bienvenidos Graduados y familiares. Es un honor para nosotros despedir a jóvenes
tan inteligentes y con futuros brillantes. Esperamos que esta etapa que se cierra, haya sido
provechosa en nuestra compañía. Sin mucho más que decir, recibamos a nuestros
egresados.
Primero empezaron llamando a los alumnos de honor. Dorian era uno de ellos. Luego
seguimos nosotros, los mortales.
—¡Shelley Evans!
Tardé unos segundos en reaccionar. Cuando por fin lo hice, caminé hasta la directora
que me entregó el diploma, con unas palabras de aliento y volví a mi lugar.
Terminamos de pasar todos y Cam volvió a subir por su discurso.
—Bueno, sé que este es el momento en que todos lloran y eso, así que pensé que dijera
lo que dijera, lo harían, no importan mis palabras. Pero creo que vale la pena decir esto.
Año tras año, veíamos como esta etapa iba llegando a su fin, nos sentíamos
entusiasmados, y muchas veces queríamos terminarla de una buena vez, pero ahora que
estamos aquí creo que preferiríamos volver unos años atrás, ¿no es así. —todos asentimos.
—Estos días, mientras escribía y reescribía mi discurso, me di cuenta de que cuando nos
graduemos de la Universidad nos va a pasar lo mismo, cuando tengamos que dejar atrás
un trabajo y a nuestros compañeros, nos va a doler, pero estas son el tipo de cosas que hay
que soltar para crecer. Hemos tenido nuestro tiempo, nos acompañamos en los momentos
difíciles, y sufrimos juntos con los exámenes finales, pero hemos llegado al fin. Después
de todo ¿Quién quiere un libro interminable? se vuelve molesto, hay que avanzar y
terminarlo para leer otro. Esta es una de las cosas que tendremos que dejar ir. A partir de
hoy, nos convertimos en adultos y cosas como estas van a formar parte de nuestro día a
día. ¡Ánimos! Hemos aprendido juntos las valiosas lecciones que el Instituto Saint Francis
nos ha enseñado, ahora, ¡A volar Halcones!
El lugar estalló en aplausos y yo solo corrí a abrazarla. Juntos, subimos al escenario y
lanzamos nuestros birretes al aire. Después del abrazo y la foto grupal nos empezamos a
dispersar. Mi madre, Edgar y Keyla me felicitaron, y aproveché para hacer las
presentaciones formales.
En el aparcamiento, organizamos ir todos juntos a la fiesta que organizaba Bratt.
—Eso ha sido increíble. —le dijo Jack a Cam.
Miré detrás de ella. Evan vestía elegantemente, me hizo una seña para que me
acercara.
—Felicitaciones.
—Gracias, ¿Cómo… cómo estás?
—Cómo puedo… Solo quería decirte que volveré a San Diego. Seguiré buscándola,
allí deben estar todas las respuestas. Mi primo Dallas me pasará a buscar en la mañana.
—Bueno… supongo que es un adiós. —él asintió. —Ha sido muy bueno conocerte. —
me acerqué para abrazarlo.
—Yo también espero que seas feliz, eres una gran chica. —Sonrió.
—Y tú un gran chico. Deseo que puedas encontrarla. Estaremos en contacto.
—Gracias, Shelly. Ahora, me tengo que ir a preparar las maletas, adiós.
Se dio la vuelta y yo volví con mis amigos.
Evan era una muy buena persona, se merecía lo mejor. Y verdaderamente esperaba que
encontrara al amor de su vida, pero esa sería su historia.
La miré bailar en el centro de la pista, con su hermoso vestido blanco y rosa. Quizá no
fue la mejor historia de amor que leyeron en sus vidas, quizás no les haya gustado para
nada. Pero esta es nuestra historia.
Cuando me di cuenta de que ella era todo lo que yo quería y la había perdido, casi me
vuelvo loco.
Fue mi culpa, lo sé. No debí haberle ocultado que salí con Margaret. Cometí ese error,
y no solo ese. Cuando empecé a salir con Shell, una pequeña parte de mi quería saber
cómo se sentiría Maggie al saber que me había perdido por completo.
Puedo comportarme como un idiota, o como un cursi enamorado. Pero este es el
sentimiento más puro que he sentido en años.
La vi acercarse. La noche estaba llegando a su fin y la notaba cansada.
—Mañana despediremos a Jack en el aeropuerto.
—Lo extrañare mucho.
—Y yo. —se sentó a mi lado y me miró. Sabía que iba a preguntarme. —¿Te iras a
Toronto?
Esa siempre fue mi idea, desde que mamá empezó a evadir mis deseos de estudiar
medicina, yo mismo traté de evadir la posibilidad de seguir aquí. Pero ahora… Mi ancla
estaba aquí, y no podía marcharme.
—No, he pensado en quedarme aquí. Ya fui aceptado en la Universidad.
Me abrazó.
—Mamá se irá a Nueva York. Si quieres… bueno digo, no sé. —se detuvo unos
segundos pensando en que iba a decir. Sonreí.. — ¿Quieres que vivamos juntos?
Me acerqué a ella.
—Nada me gustaría más.
—Lo hablaré con mi madre, supongo que se volverá loca. Pero no te preocupes, cada
uno tendrá su espacio. No eres uno de esos novios controladores, ¿no es así?
—No, para nada.
—Eso es lo que uno de ellos diría.
Volví a sonreír. Cam la llamó y se levantó disculpándose con la mirada.
Y yo que creía que este era el final de nuestra historia. Me equivocaba, éste era solo el
comienzo.
Agradecimientos
Desde hace aproximadamente dos años, sueño con este momento, y ahora, en la recta
final, siento que ya no tengo palabras.
En primer lugar, quiero dar las gracias a Amazon y a todas las personas que trabajan
para que la publicación de un libro sea posible.
Si Allen Lau e Ivan Yuen hubieran renunciado a su sueño, es muy probable que yo
siguiera sin descubrir mi pasión. Wattpad es muy importante para mí, y ¡Mis lectores/as!
Como olvidarlos. Son adorables, sin el ánimo y el amor que me brindan estaría perdida en
ese mar de historias, aunque en realidad, lo esté, siempre me han apoyado hasta en este
camino que parecía no tener fin. Saben que les dedicaría un libro completo, pero por
suerte no he olvidado agradecerles cada vez que pude.
A toda mi familia, siempre confiaron en mí y en mi sueño tan poco común. Sé que
muchos (tías en especial) se llenaran de orgullo y empapelaran la ciudad, pero los quiero
igual.
Cuando la idea empezó a rondar en mi cabeza ya era imposible detenerla. Las primeras
personas a quienes en conocer este proyecto fueron mis amigas, Bianca, Maite y Martina,
sin su emoción y apoyo “Hasta que me Recuerdes” no habría visto la luz.
Martina Diaz, Bianca y Morena Sabatte, mis “lectoras cero”, gracias por leerse el libro
completo antes que nadie y ayudarme en el proceso de corrección.
A la vida, gracias por enseñarme que somos frágiles, pero podemos cambiarlo, y que
los golpes nos hacen más fuertes.
Mis personajes, una parte de mí, ustedes y sus distintas historias me han hecho
reflexionar mucho acerca de lo que quiero transmitir. Y sin Shelley, nada sería igual.
A las personas que se han visto interesadas en lo que hago, y me han dado consejos,
como Adriana Uribarri, profesoras de literatura, compañeros y amigos.
A Dios, sé que sin fe en ti o en mi misma, no podría logarlo.
Y a ti, gracias por darme esta oportunidad. Mi sueño en tus manos.
VALENTINA R. ANDERSON
Es una joven escritora Agentina (5/11/02) Que adoptó su amor por la literatura en
Wattpad, una plataforma online para lectores y escritores. En el año 2017, se inspiró para
escribir “Amnesia” que hoy se titula “Hasta que me Recuerdes”. Estuvo un año ideando
tanto el libro como la saga, aunque escribiendo regularmente, hasta que en 2018 le puso
punto final al primer libro. Considera a la palabra “Llegará” como su favorita, ya que
transmite esperanza y seguridad.
https://valentinaofficial6.wixsite.com/website