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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE LA SANTÍSIMA CONCEPCIÓN

INSTITUTO DE TEOLOGÍA

EL LIBRE ALBEDRÍO EN SANTO TOMÁS DE AQUINO

POR

JAVIER IGNACIO FATTAH JELDRES

MEMORIA PRESENTADA AL INSTITUTO DE TEOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD

CATÓLICA DE LA SANTÍSIMA CONCEPCIÓN, PARA OPTAR AL GRADO

ACADÉMICO DE LICENCIADO EN FILOSOFÍA

PROFESOR GUÍA: DR. MARCO ANTONIO RAMIS L

COMISIÓN INFORMANTE:

DR. IGNACIO MIRALBELL GUERÍN

DR. DAVID SOLÍS NOVA

CONCEPCIÓN, CHILE OCTUBRE 2018

1
Agradezco a mis padres y a todos quienes colaboraron

directamente e indirectamente con el desarrollo de este

trabajo.

2
Índice.

Introducción……………………..……………………..……………………p. 6

1.Antecedente Aristotélico del libre albedrío……………………..………...p. 8

1.1 Libertad y sociedad en Aristóteles……………………..……………….p.14

2. Antecedente estoico……………………..……………………..………...p.15

2.1. Posibilidad de ser libre en el determinismo estoico……………………p.18

2.2. El sabio……………………..……………………..……………………p.19

2.3. El fin de la vida estoica……………………..……………………..…...p.21

3. Libertad y voluntad en San Agustín……………………..……………….p.23

3.1. Diferentes sentidos del libre albedrío en San Agustín…………………p.24

3.2. Relación entre la libertad y el pecado en San Agustín…………………p.25

3.3. La libertad y el cumplimiento de los preceptos divinos………………..p.27

3.4. Libertad y gracia……………………..……………………..………….p 28

3.5. Noción del libre albedrío y libertad……………………..……………..p.29

4. Grados de libertad en Santo Tomás……………………..……………….p.33

4.1. El libre albedrío como potencia del pecado……………………………p.39

4.2. Esencia del libre albedrío………………………………………………p.40

4.3. Elección en Santo Tomás……………………………………………....p.43

3
4.4.Diferencias entre Aristóteles y Santo Tomás………………………………..p.44

4.5. La voluntad…………………………………………………………………p.45

4.6. Relación voluntad- entendimiento……………………………………….....p.49

4.7. Propiedades de la voluntad…………………………………………………p.52

4.8. Problema del mal y la libertad………………………………………………p.53

4.9. La libertad y la existencia de Dios…………………………………………..p.57

4.9.1. Predestinación en Santo Tomás.…………………………………………..p.59

4.9.2. Posibilidad de que la libertad sea causa de sí…………………………......p.61

4.9.3. Movimiento de las facultades……………………………………………..p.64

4.9.4. La acción humana…………………………………………………………p.65

4.9.5. Problema de la libertad y la naturaleza humana…………………………..p.69

4.9.6 Existencia de la libertad……………………………………………………p.71

5. Libertad y voluntad en Maritain……………………………………………....p.73

5.1. Características del libre albedrío……………………………………………p.75

5.2. Acto de libertad……………………………………………………………..p.76

5.3. Problema del mal……………………………………………………………p.78

5.4. La persona y la libertad en la sociedad……………………………………..p.80

5.5. Concepto de persona……………………………………………………….p.82

4
Conclusión………………………………………………………………………p.84

Bibliografía……………………………………………………………………...p.87

5
Introducción.

En el desarrollo del libre albedrío es posible encontrar diversos autores, siendo Santo

Tomás uno de los más destacados, ya que desarrolla el tema de forma sistemática,

incluyendo tanto aspectos filosóficos como teológicos. Cabe tener en consideración que si

bien es cierto que el Aquinatense incorpora elementos del aristotelismo a su doctrina, estos

siempre se encuentran cristianizados a esto debemos sumar el hecho de que Aristóteles no

desarrolla el libre albedrío como tal sino que más bien sienta las bases para su posterior

desarrollo.

Santo Tomás no considera la libertad como algo aislado sino que la pone en estrecha

relación con la voluntad y el conocimiento, en el sentido que es el conocimiento quien le

presenta a la voluntad las cosas como buenas haciendo que ésta las desee, dando paso de

este modo a la elección entre un bien y otro se debe señalar que en nuestro autor la voluntad

siempre desea el bien. Es en este punto donde el Aquinatense se diferencia de otros autores

que han tratado el tema del libre albedrío, tal es el caso de Ockham quien considera que la

voluntad se encuentra indeterminada, o San Agustín quien considera que de forma posterior

al pecado original la libertad del hombre se encuentra corrompida y solo puede ser

corregida con la ayuda divina.

En Santo Tomás hay un intercambio constante entre filosofía y teología, lo que viene a

explicar que realice una división entre la libertad divina; la libertad angélica y la libertad

humana o del hombre. La libertad de Dios es la que posee un mayor grado de perfección,

puesto que en Dios hay un conocimiento total y por tanto siempre actuará bien; en segundo

lugar encontramos la libertad angélica, que si bien es más perfecta que la del hombre puesto

que carece de cuerpo, lo cual es indicativo de perfección, en el sentido que no necesita de la


6
materia para llegar a obtener conocimiento, a pesar de la perfección que posee ésta puede

llegar a corromperse; por último está la libertad del hombre, la que posee el menor grado de

perfección, no obstante ésta posee la capacidad de perfeccionarse.

Un punto que no podemos dejar de lado al tratar el problema de la libertad es la existencia

del mal, nos es legítimo preguntarnos si efectivamente la libertad del hombre es causa del

mal. El problema del mal y la libertad pareciese tener su origen en una concepción errónea

de la libertad ya que se posee la idea de la libertad como una elección abierta hacia

cualquier posibilidad, sin embargo, Santo Tomás considera que desear el mal no forma

parte de la libertad sino que es una advertencia de que poseemos una libertad imperfecta.

Conviene tener en cuenta que la voluntad guarda relación con la libertad, en el sentido que

es ésta quien desea lo uno o lo otro para posteriormente dar paso a la elección, nuestro autor

señala que la libertad se encuentra naturalmente inclinada hacia el bien, es decir, no puede

desear el mal. Es en este punto donde entra en juego el conocimiento puesto que es el

conocimiento quien presenta a la voluntad algo como bueno o malo, haciendo que esta lo

desee o no, cabe añadir que si la voluntad elige el “mal” es porque lo concibió como un

bien o bien el intelecto se lo presentó como un bien, lo que viene a confirmar que la

voluntad solo desea el bien.

Finalmente debemos recordar que el principal objetivo de este trabajo es exponer el libre

albedrío en la obra de Tomas de Aquino, sin dejar de lado a aquellos autores que aportaron

al desarrollo del tema, como es el caso de los estoicos, Aristóteles y San Agustín. También

se analizará la influencia del libre albedrío tomista en autores posteriores como es el caso

de Maritain, quien es uno de los principales continuadores del pensamiento tomista.

7
1. ANDECEDENTE ARISTOTELICO DEL LIBRE ALBEDRÍO

Si bien en Aristóteles no se encuentra el tema del libre albedrío como tal, sí marca una

antecedente a tener en consideración para el posterior desarrollo de este tema. En

Aristóteles resulta posible hablar de “elección deliberada”1, la cual entendemos como la

capacidad de elección y decisión que poseen los seres racionales, pareciese que este tipo de

acciones apuntan siempre hacia algún bien, es por esto que el bien puede ser definido como

aquello a lo que tienden todas las cosas, así lo considera Aristóteles: “el bien es aquello

hacia lo que todas las cosas tienden”2. Dicho bien debe cumplir dos características

fundamentales, la primera de ellas consiste en que deben ser un fin, es decir, algo que se

elija por sí mismo y no como medio para llegar a otra cosa, mientras que la segunda

característica se basa en que el fin debe ser suficiente por sí mismo.

Como ya se dijo dentro de la filosofía antigua en general no se puede hablar de libre

albedrío, pero si podemos ver antecedentes de esto. Aristóteles comienza a diferenciar los

actos “voluntarios e involuntarios”3. Producto de lo anteriormente mencionado, resulta

conveniente definir los actos voluntarios e involuntarios. Entendemos por actos

involuntarios aquellos que tienen un origen externo al sujeto, es decir, aquellas acciones en

que el sujeto no tiene ningún grado de participación, dentro de este grupo también se

encuentran las acciones que se realizan por ignorancia, no obstante en este punto debemos

tener algunas consideraciones, las cuales se explican a continuación:

1
Aristóteles, Ética a Nicómaco ,libro II, 1225 B
2
Aristóteles, Ética a Nicómaco, libro I, 1094 A
3
Aristóteles, Ética a Nicómaco, libro III, 1109B

8
A- Solo si lamentamos de forma inmediata la acción realizada ésta podrá ser

considerada de carácter involuntario.

B- Aquél que actúa bajo los efectos de la cólera o de la embriaguez está actuando

ignorando lo que hace, pero, no por ignorancia, en este caso específico la ignorancia

puede ser considerada como la causa próxima.

Por otro lado consideramos como actos voluntarios aquellos que cumplan con dos

requisitos fundamentales, los cuales se exponen a continuación:

A- Su origen debe estar en el sujeto.

B- El sujeto debe conocer las causas en que el acto se cumple.

De este modo lo expresa Aristóteles en la Ética a Nicómaco “Siendo involuntario lo que se

hace por fuerza y por ignorancia, lo voluntario podría parecer que es aquello cuyo principio

está en el mismo agente que conoce las circunstancias concretas en las que radica la

acción.”4

De lo anteriormente mencionado se podría inferir que el acto voluntario y la elección van

unidos, sin embargo esto no resulta del todo cierto ya que la elección no es coextensiva con

el acto voluntario, lo que puede verse reflejado en los actos de los niños o en aquellos actos

que son realizados producto del impulso, dichas acciones efectivamente son voluntarias

pero no son producto de la elección. Aristóteles considera que la elección es más parecida a

la voluntad racional que al deseo o a algún tipo particular de opinión. Respecto a la

elección debemos tener en cuenta algunas consideraciones como el hecho de que podemos

desear lo imposible pero no elegirlo, podemos desear algo que no dependa de nuestra

4
Aristóteles, Ética a Nicómaco, libro III, 110B

9
acción pero no elegirlo, cabe añadir que la elección se diferencia de la voluntad en cuanto

que la elección pertenece a los medios mientras que la voluntad tiene por objeto un fin, por

tanto podemos afirmar que la elección es decidida por la deliberación.

Al tratar este tema en Aristóteles, es conveniente tener en cuenta la división que realiza

respecto al alma y como cada parte del alma tiene una función específica. A pesar de que

existen diferentes especies de alma, nunca llegan a ser tan diferentes como para no

encontrar una naturaleza común. A Continuación se exponen las tres principales “formas”

de alma:

A- Nutritiva: Es aquella alma que podemos denominar como mínima, en el sentido que

se encuentra presente en todo ser viviente, así lo considera Aristóteles “el alma

nutritiva se da –además de en los animales- en el resto de los vivientes y, constituye

la potencia primera y más común del alma; en virtud de ella en todos los vivientes

se da el vivir y obras suyas son el engendrar y el alimentarse”5.

B- Sensitiva: El alma sensitiva tiene por función principal percibir, sin embargo y

como consecuencia de esto, también se encarga del placer y el dolor y por tanto del

deseo, lo cual está presente en todos los animales. Dentro del alma sensitiva

también resulta posible encontrar dos facultades, la primera de ellas es la

imaginación, cabe tener en cuenta que de ella surge la memoria, como segunda

facultad se encuentra el movimiento, el cual tiene su origen en el todo apetitivo.

C- Racional o intelectiva: Se debe comenzar señalando que esta especie de alma solo

se encuentra presente en el hombre, y en ella donde centraremos nuestro interés

puesto que ahí se dan los actos volitivos, de este modo se expresa en el de Anima

5
Aristóteles, De Anima, libro II, 415 A

10
“la volición se origina en la parte racional así como el apetito, y los impulsos se

original en la irracional”6. Es gracias al alma racional que el hombre logra

diferenciarse de los otros vivientes, es evidente que comparte con ellos las

funciones nutritivas y sensitivas mas no la racional, es precisamente esta

racionalidad la que le permite deliberar, así lo expresa nuestro autor “la imaginación

sensitiva se da también en los animales irracionales, mientras que la deliberativa se

da únicamente en los racionales”7.

Hemos mencionado a la deliberación, es por esto que conviene tener en cuenta qué se

entiende por ello. La deliberación puede ser entendida como aquello que está en nuestro

poder y que además podemos realizar, dicho proceso alude solo a los medios y no a los

fines puesto que ya tiene su fin establecido, estando la deliberación encargada de considerar

cómo se alcanza dicho fin, este proceso se lleva a cabo mediante un descenso en el que la

deliberación “baja” desde el fin hacia los medios, descendiendo de manera continúa hasta

llegar a un medio que pueda ser adoptado en ese momento, de este modo se explica en la

ética “ la deliberación versa sobre lo que él mismo puede hacer, y las acciones se hacen a

causa de otras cosas. El objeto de deliberación entonces, no es el fin, sino los medios que

conducen al fin, ni tampoco las cosas individuales, tales como que si esto es pan o está

cocido como es debido, pues esto es asunto de la perfección, y si se quiere delibrar siempre

se llagará al infinito”8. Cabe mencionar que si bien es cierto que el objeto de la elección,

como el de la deliberación son iguales, Aristóteles realiza la siguiente diferenciación: “El

6
Aristóteles, De anima, libro III, 432B
7
Aristóteles, De anima, libro III, 434B
8
Aristóteles, Ética a Nicómaco, libro III, 113A

11
objeto de la deliberación es el mismo que el de la elección, excepto si el de la elección está

ya determinado, ya que se elige lo que ha decidido después de la deliberación.”9

La deliberación tiende a identificarse con la prudencia, el hombre prudente es aquel que es

capaz de deliberar, pero en particular de deliberar bien. Dentro del proceso de deliberación

es posible distinguir dos partes fundamentales, la primera de ellas consiste en que dado el

fin solo existe un medio posible para su realización, mientras que la segunda parte consiste

en la posibilidad de realizar el fin por distintos medios.

Dentro de análisis realizado, nos resulta posible remitirnos a la doctrina de la contingencia,

la cual deja en evidencia que la deliberación se presenta de forma constante en la relación

del hombre con el mundo, al respecto señala Aubenque “la doctrina de la contingencia, nos

permite reconocer en la deliberación una constante de la relación del hombre con el mundo,

y no solo una duda provisional debida a nuestra ignorancia.”10

La elección (proairesis) guarda estrecha relación con la deliberación (boulesis), es por esto

que conviene ver que se entiende por elección. Entendemos por elección el momento de la

decisión misma, esta decisión es posterior a la deliberación, no es solo la manifestación de

una inteligencia deliberante sino que más una voluntad deseante que logra intervenir para

poner en marcha la deliberación, señala Pierre Aubenque “Mediante la proairesis lo

posible, mediato o supuesto, se vuelve posible deseado, deseado no por sí mismo, sino

como medio para alcanzar un fin”11.

Un elemento que no podemos dejar de lado es el recto juicio (gnome). Aristóteles entiende

por juicio un entendimiento recto, que apunte hacia la equidad, y así lo expresa en la Ética

9
Aristóteles, Ética a Nicómaco, libro III, 113A - 5
10
P.Aubenque, (1999) , La prudencia en Aristóteles, España, Editorial NOVAGRÁFIK, p.125
11
Idem, p.140

12
“El llamado juicio, en virtud del cual decimos de alguien que tiene buen juicio y que es

comprensivo, es el discernimiento recto de lo equitativo”12. Cabe tener en consideración

que la equidad es simplemente tener indulgencia para ciertas situaciones, es decir suaviza la

rigidez que pudiese darse en casos como la ciencia, a modo de ejemplo conviene citar a

Aubenque “Al rigor de la ciencia, que puede ser violencia, lo equitativo opone la

indulgencia del juicio.”13

Respecto a la voluntad se debe señalar que tanto en Platón como en Aristóteles resulta

dificultoso tener una concepción clara de ella, no obstante, la doctrina Aristotélica

constituye una especie de ensayo para construir un concepto claro de qué es la voluntad en

el sentido que establece los límites que tendría la elección, ésta solo actuaría sobre las cosas

que no son necesarias ni imposibles y que están en nuestro poder.

La idea socrática de que ningún hombre realiza el mal de forma intencionada viene a

encontrar oposición en el pensamiento Aristotélico, puesto que la idea de Sócrates

implicaría aceptar que el hombre no es la fuente de sus propios actos, contradiciendo de

este modo que tanto la virtud como el vicio son actos voluntarios que se encuentran

conformes a una elección. A modo de eludir la responsabilidad del hombre sobre sus actos

se podría argumentar que no es responsable de perseguir lo que se le presenta como bueno,

al respecto responde nuestro autor “Uno podría decir que todos aspiran a lo que les parece

bueno, pero que no pueden controlar la imaginación, sino que, según la índole de cada uno,

así le parece el fin. Ahora, si cada uno es, en cierto modo, causante de su modo de ser,

también lo será, en cierta manera, de su imaginación. De no ser así, nadie es causante del

mal que uno mismo hace, sino que lo hace por ignorancia del fin, pensando que, al obrar

12
Aristóteles, Ética a Nicómaco, libro VI, 1143B
13
P.Aubenque, (1999) , La prudencia en Aristóteles, España, Editorial NOVAGRÁFIK, p.173

13
así, alcanzara lo mejor; pero la aspiración al fin no es de propia elección, sino que cada uno

debería haber nacido con un poder, como lo es el de la visión, para juzgar rectamente y

elegir el bien verdadero.”14

1.1 Libertad y sociedad en Aristóteles.

Como ya se mencionó con anterioridad, el libre albedrío como tal no se encuentra presente

en el mundo antiguo, un buen ejemplo de esto resulta posible encontrarlo en su literatura,

específicamente en la Ilíada donde se manifiesta, la ausencia del libre albedrío, puesto que

en ningún momento los personajes tienen la capacidad de elección, siempre son los dioses

quienes deciden por ellos, por tanto podemos señalar que el siglo IX a.C la noción del libre

albedrío aún no ha sido desarrollada.

En el ámbito meramente social se encuentra presente el término libertad, ἐλευθερία, no

obstante este difiere del libre albedrío puesto que su uso se encuentra principalmente

enfocado al estatus político de los hombres en el sentido que son hombres libres o esclavos,

inicialmente no adquiere un sentido moral o metafísico, como si lo tiene de forma posterior

el libre albedrío.

Aristóteles considera que el hombre libre, dentro de la sociedad, es aquel que pertenece a sí

mismo, tanto en el sentido económico como moral, así lo expresa en la metafísica

“llamamos hombre libre al que es para sí mismo y no para otro”15, solo aquel que cumpla

con los requisitos mencionados podrá ser considerado como ciudadano y por tanto

participar en las decisiones de la ciudad, de este modo podemos inferir que en la sociedad

de Aristóteles, no todos los hombre son considerados libres, es decir la libertad no es algo

14
Aristóteles, Ética a Nicómaco, libro III, 114B
15
Aristóteles, Metafísica, libro I, 982B

14
natural al hombre, a esto se debe sumar que si bien todos los ciudadanos griegos poseen

libertad no todos pueden usarla, tal es el caso de la mujer, puesto que si bien es libre no está

autorizada a ejercer su libertad.

Queda de manifiesto que si bien en Aristóteles y en general en el mundo antiguo resulta

imposible o por lo menos dificultoso hablar de libre albedrío, si encontramos nociones que

nos permiten hablar de una libertad incipiente, hay un intento por explicar los actos

humanos, dentro de las nociones que más destacan se encuentran la de los actos voluntarios

e involuntarios; cabe añadir que definir si un acto fue realizado de forma voluntaria o

involuntaria no solo tiene implicancias teóricas sino que le puede llevar a la práctica en el

sentido que no saber la voluntariedad o involuntariedad de un acto permite juzgar o no al

sujeto.

2. ANTECEDENTE ESTOICO

En el pensamiento estoico resulta posible hablar de cierto determinismo debido a que esta

corriente filosófica plantea que todo tiene de forma necesario una causa. Como principal

exponente de dicha doctrina se encuentra Crisipo, quien expone la idea fatalista de que el

futuro ya se encuentra definido y nada puede cambiarlo. Antes de adentrarse en Crisipo

resulta conveniente tener en consideración cómo funciona la causalidad estoica. Las

relaciones causales ocurren entre entidades de carácter corpóreo de las cuales una es causa

de que la otra satisfaga un predicado, es decir un cuerpo A actúa de forma causal sobre un

cuerpo B, el efecto que produce la actividad de A es el predicado satisfecho por B.

15
Al tratar la libertad en los estoicos se debe tener en consideración qué entienden éstos por

estado y suceso. Entiende por sucesos a aquellas entidades que son reducibles a estados de

cosas; la identidad de un suceso se fija principalmente por dos elementos, el primero de

ellos consiste en las cualidades de la entidad corpórea mientras que el segundo elemento

hace alusión a la disposición que tenga la entidad. Respecto a los estados podemos señalar

que si bien son distintos a los sucesos estos guardan una estrecha relación siendo posible

afirmar que los sucesos pueden analizarse en términos del estado de una entidad corpórea.

Como hemos planteado anteriormente en los estoicos se encuentra presente la tesis

determinista de que todo efecto tiene necesariamente una causa, dicha tesis tiene su origen

en la combinación de dos ideas centrales, la primera de ellas señala que las relaciones

causales particulares se subsumen bajo regularidades escritas, mientras que la segunda idea

considera que dichas regularidades implican necesidad, esto significa que bajo las mismas

circunstancias debe necesariamente ocurrir el mismo efecto.

A pesar del determinismo que está presente en el pensamiento estoico estos no niegan la

responsabilidad que tiene el hombre sobre los actos que realiza, la necesidad no anula la

responsabilidad, podemos afirmar que no es necesario, por lo menos en el pensamiento

estoico, que tengamos la capacidad de actuar de otra manera para ser responsable de

nuestro actos. Es por esto que conviene señalar que se puede hablar de tres clases diferentes

de determinismo:

A- Determinismo general: Es propio de la escuela megárica y sostiene que “todo

suceso y estado de cosa fáctica está sujeto a una necesidad general y todo suceso y

16
estado de cosas fácticas está sujeto a una imposibilidad general”16, cabe destacar

que el postulado anteriormente expuesto anula el cambio puesto que nada puede

dejar de ser como es.

B- Fatalismo transcendente: En este tipo de determinismo se afirma que el cambio es

de carácter real “el futuro ya está fijado de modo tal que los recesos y estados de

cosas que han de ocurrir habrían de hacerlo sin importar de hecho lo que ocurra en

el presente”17. El fatalismo transcendental implica la inanición puesto que ya está

decidido nuestro futuro y no depende de las acciones del presente por tanto no tiene

sentido alguno las acciones que se realicen.

C- Determinismo externo: Se expone que el futuro depende del presente y este del

pasado, argumentando que las causas suficientes de nuestras acciones siempre

pueden explicarse por factores externos.

Esta visión determinista no se sustenta por si sola sino que también viene acompañada de

una visión específica del cosmos y así lo considera Nemesio: “Los estoicos afirman que los

planetas, al reconstruirse en su misma constelación, a lo largo y o ancho, donde al

principio estaba cada uno cuando el universo primeramente se constituyó, en períodos

determinados de tiempo, producen la conflagración y destrucción de las cosas. Desde cero

el universo se reconstituye en los mismos, y cuando, de la misma manera, los astros

retoman su curso, cada suceso que ocurrió en el período anterior se lleva a cabo

indiscerniblemente. En efecto, nuevamente existirán Sócrates, Platón y cada uno de los

seres humanos junto con los mismos amigos y ciudadanos. Padecerán las mismas cosas, se

encontrarán a las mismas personas y emprenderán las mismas cosas; y toda ciudad, pueblo

16
Ricardo Salles: Los estoicos y el problema de la libertad, México: UNAM 2006, p.229
17
Idem, p.231

17
y campo se reconstruirá del mismo modo. La reconstitución del todo no se produce una sola

vez sino muchas; mejor dicho, las cosas se reconstituyen interminablemente un número

infinito de veces”18.

El proceso de la reconstitución tiene su inicio en el momento en que el fuego de la

conflagración se apaga y se trasforma en aire y posteriormente en agua, llegado este punto

las especies naturales se generan producto de la mezcla de los elementos.

2.1 Posibilidad de ser libre en el determinismo estoico.

Para los estoicos el hombre vive en el universo que ha sido organizado por la providencia

de acuerdo a las inexorables leyes del destino, los estoicos se someten a las leyes de la

naturaleza, estas afirmaciones llevan a preguntarse si el hombre puede ser considerado libre

y por tanto responsable de sus acciones. Dicho esto, podemos afirmar entonces que el

principal problema de la filosofía estoica es cómo hacer espacio para la libertad en una

filosofía del determinismo, señala Brun que las principales críticas realizadas a esta idea se

encuentran en el De Fato y el Tratado del Destino “El eco de estas querellas y los

argumentos esgrimidos, los conocemos principalmente a través de dos textos esenciales: el

De Fato de Cicerón y el Tratado del Destino, de Alejandro de Afrodisia”19.

En este aspecto los grandes oponentes del estoicismo fueron los epicúreos, cabe destacar

que Epicuro enseñaba en Atenas al mismo tiempo que Zenón, tanto el sistema estoico como

el epicúreo tiene por objetivo liberar al hombre del tiempo, no obstante el primero propone

lograr esta liberación pidiendo al hombre que ame el tiempo y se someta a él, debido a que

este expresa la vida del mundo, por otro lado los epicúreos señalan que los hombres deben

18
Nemesio, De natura hominis, 111,14-25
19
Jean Brun, (1962) El estoicismo, Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires,p.40

18
limitarse al instante, a la evidencia y el placer, los cuales son los criterios de lo bueno y lo

verdadero, se debe destacar que para los epicúreos no existe el destino sino que todo se

explicaría por causas físicas las cuales se encontrarían al nivel de los átomos: “En cuando al

destino que algunos consideran como el amo de todo, el sabio se ríe”20.

2.2 El sabio.

Dentro del estoicismo el sabio ocupa un lugar fundamental, por tanto resulta conveniente

tener en cuenta quién es considerado sabio. “Sabio es quien vive de acuerdo con la

naturaleza, o sea de acuerdo con la razón”21, teniendo en cuenta la definición anteriormente

expuesta el sabio se encontraría exento de pasión y orgullo, los estoicos generalmente

atribuían al sabio todas las cualidades en modo superlativo. El sabio no se ve afectado por

el sufrimiento, es inocente, no experimenta piedad pero es sociable, solo él es libre, puesto

que sabe que “Todas las cosas tienen dos asas: una por donde es posible llevarlas y otra por

donde no es posible”22. El sabio es libre precisamente porque se limita a las cosas que de él

dependen, puesto que no tiene sentido alguno preocuparse de lo que no depende de él, es en

esto donde radica su libertad, la libertad del sabio consiste en someterse voluntariamente al

orden del mundo, pues los hombres que no lo hacen no pueden ser llamados libres.

Se tiene la idea de que el sabio se identifica con la racionalidad y la virtud, esto implica que

el sabio actuará siempre de buena manera, el único tipo de actos que puede realizar son

actos correctos, dicha idea de rectitud tendió a ser atacada puesto que se le consideraba

imposible o por lo menos dificultosa de practicar, “Si ni siquiera Crisipo- ironiza Plutarco-

20
Epicuro a Meneceo, Diógenes Laercio (1962), Vida de filósofos, Barcelona: Iberia, Tomo 2, Carta de
Epicuro a Meneceo,n°91-102
21
Jean Brun(1962), El estoicismo, Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires, p.51
22
Epicteto, Manual 69

19
se ve a sí mismo como un excelente, ni a ninguno de sus conocidos o maestros ¿Qué cabe

esperar para los demás hombres”23.

Siendo el sabio el único que es realmente libre resultará conveniente dar algunas

características de éste. El sabio libre de ultrajes, es manso, no se deja llevar a la ira en

ningún caso, es calmado y ordenado, nunca aplaza puesto que una persona sabia solo aplaza

cuando la dilación es inobjetable, no realiza suposiciones falsas ni tampoco asiente nada,

por tanto, tampoco opina ni ignora nada; al respecto Estobeo señala: “Pero el sabio no

supone nada débilmente sino, más bien con seguridad y firmeza; esa es la razón por la cual

no opina nada”24, se encuentra libre de pasiones ya que no se encuentra dispuesto hacia

ellas, se encuentra libre de orgullo debido a que mantiene la misma disposición frente a la

fama o la falta de esta.

El problema de la libertad en el sabio tiende a aclararse si se enlazan los problemas del

conocimiento y la libertad, se considera al conocimiento en su fase principal como una

función activa del alma, la cual procede con completa soberanía sobre sus actos. Para los

estoicos y en especial para Crisipo la naturalidad del acto garantiza en el sabio la libertad de

la cual goza dentro de la necesidad a la cual se encuentra sometido. En las recopilaciones

realizadas por Aulo Gelio nos resulta posible encontrar un ejemplo de lo anteriormente

expuesto: “Si arrojas un cilindro de piedra por una pendiente abajo, tú eres sin duda la

causa primera y el principio de su caída, pero después él, al caerse, se va dando vueltas, no

porque tú seas causa de ellas, sino porque así corresponde a su modo de ser y su forma

cilíndrica; así la disposición del hado, su modo de ser y su necesidad es causa del primer

23
Plutarco, Stoicorum Repunantiis, 1048E
24
Estobeo, Ecl, II, 111,18-113, 10

20
movimiento de las cosas, pero el impulso de nuestras determinaciones y los actos de

nuestras mente caen bajo las discreción de nuestro entendimientos.”25

En este tipo de pensamiento se encuentra presente la necesidad de que exista un hado, la

idea de que el hombre ignorante debe someterse a los decretos ineludibles, además de la

imposibilidad de introducir nuevas fuerzas que puedan variar al curso de la naturaleza, las

condicionales anteriormente expuestas no representan obstáculo alguno para que el hombre

sabio pueda gozar de una libertad absoluta puesto que lleva la libertad en la esencia misma

del ser, la solución que se presenta para sustentar la libertad del sabio será posteriormente

utilizada por los escolásticos, siendo San Agustín defensor de la posibilidad de conciliar la

libertad humana con la presciencia divina.

2.3 El fin de la vida estoica.

Siendo la libertad un tema fundamental en el estoicismo resulta ineludible preguntarse

sobre los fines que persigue dicha libertad y los aspectos éticos de ésta. Al respecto Zenón

define el fin como vivir de acuerdo a la naturaleza, Diógenes Laercio señala “en torno a

esto Zenón fue el primero que en (su obra) sobre la naturaleza del hombre dijo que el fin es

vivir de acuerdo con la naturaleza, lo cual es vivir según la virtud. A ésta en efecto nos

lleva la naturaleza”26.

La felicidad del hombre consistiría en vivir de acuerdo a la virtud, es el buen curso de la

vida afirman los discípulos de Crisipo, el hombre nació para la virtud lo que en parte se ve

reflejado en el hecho de que las almas se sientan atraídas por la virtud rechazando el placer

que solo es deseado por las bestias, dicha afirmación resulta posible encontrarla también en

25
Gellius, Noct, Att, VII (VI), 2,11; SFV, II,1000
26
Diogenes Laercio. (1962). Vida de filósofos. Barcelona: Iberia, VII. 87

21
la patrística especialmente en San Agustín en específico en Contra los Académicos (III,

7,16).

Sobre los bienes y los males Zenón de Citio considera que existen tres clases de entes:

aquéllos que son buenos, aquéllos que son malos y, por último, aquéllos que son

indiferentes; consideraremos buenos a la sabiduría, la templanza, la justicia y la valentía

además de todo aquello que sea virtud o participe de la virtud, por otro lado tomaremos

como malos a la demencia, la injusticia y la cobardía además de aquéllo que pueda ser

considerado como vicio o partícipe del vicio, finalmente podemos señalar como

indiferentes a la vida, la muerte, la fama, la deshonra, el dolor, el placer y las cosas

semejantes a éstas.

Como ha quedado de manifiesto, la virtud ocupa un lugar primordial en el desarrollo del

pensamiento estoico, por tanto resulta conveniente tener en cuenta qué entiende Zenón por

virtud. Primeramente debemos señalar que en este autor considera que todas las virtudes se

encuentran en la razón, la virtud puede ser definida como cierta disposición de la parte

principal del alma. De forma opuesta a las virtudes encontramos las pasiones, las cuales

pueden ser consideradas como movimientos excesivos del alma, dichos movimientos no

obedecerían de forma alguna a la razón, cabe destacar que el objetivo de los estoicos era

lograr que el sabio estuviera exento de estas perturbaciones estableciendo una diferencia de

importancia con los antiguos puesto que estos creían que dichas perturbaciones eran de

carácter natural.

Queda de manifiesto que si bien en el pensamiento estoico, al igual que en el Aristotélico,

no se encuentra presente el libre albedrío como tal, si hay un intento por dar un valor a los

22
actos humanos, aunque estos estén sometidos a la naturaleza, lo cual se hace patente en el

hecho de que a pesar de este sometimiento, aún así los actos del sabio puedan ser juzgados.

3. LIBERTAD Y VOLUNTAD EN SAN AGUSTÍN

A pesar de que es Santo Tomás quien desarrolla de forma “ordenada” el tema del libre

albedrío y la voluntad, resulta posible encontrar antecedentes en el pensamiento cristiano

como es el caso de San Agustín, quien define a la voluntad de la siguiente manera “En otro

pasaje definí a la voluntad con estas palabras: La voluntad es un movimiento del alma,

exento de toda coacción, dirigido a no perder o conseguir algo”27. En la cita expuesta

resulta llamativo que se destaque el hecho de que la voluntad debe estar libre de coacción

puesto que en caso contrario no podríamos considerarla como libre, es en este punto donde

nos resulta posible realizar una analogía entre San Agustín, Aristóteles y Santo Tomás.

Respecto al libre albedrío se entiende que es la capacidad de elegir, sin embargo, no debe

ser entendido como una elección entre lo bueno y lo malo, sino que debe ser entendido

como la elección entre un bien superior y otro inferior, afirmando éste la imposibilidad del

hombre de tender hacia el mal de forma “consciente”. Agustín de Hipona (Al igual que

Santo Tomás) reconoce la existencia de una ley eterna, lo que necesariamente implica la

existencia de Dios, quien actuaría como guía de nuestra voluntad, por tanto resulta

conveniente tener en consideración que San Agustín considera que la voluntad de Dios

puede ser entendida en tres sentidos, el primero de estos sentidos consiste en que la

27
Obras Completas de San Agustín, XXX, escritos anti maniqueos, p.177

23
voluntad divina hace que todas las acciones ya sean buenas o malas tiendan hacia los fines

que éste tiene previstos, vale decir que las malas acciones realizadas por los hombres

igualmente son “útiles” en el sentido que igualmente tienden hacia el plan divino o por lo

menos no interfieren en el; en un segundo sentido se entiende a la voluntad como algo que

es dado o infundido al hombre, cabe destacar que esta voluntad solo se encuentra presente

en aquellos que obedecen los mandamientos, al respecto señala San Agustín “Llámese

también voluntad de Dios la que el Señor forma en los corazones de los que obedecen a sus

mandamientos, de la cual dice el Apóstol: Dios es el que obra en nosotros como también en

el querer o en la voluntad.”28, como tercera y última forma de voluntad divina podemos

mencionar aquella voluntad por la que Dios obra en los hombres, no obstante el hombre

puede ir en contra de esta voluntad haciéndose de este modo patente la libertad que Dios

otorga al hombre.

3.1 Diferentes sentidos del libre albedrío en San Agustín

Al igual que en la voluntad divina San Agustín entiende de diversos modos el libre

albedrío. El primero de los sentidos que podemos atribuir al libre albedrío consiste en poder

no pecar, cabe aclarar que este sentido solo estuvo presente en el hombre antes del pecado

original; el segundo sentido en que se entiende el libre albedrío se da posterior al pecado

original y consiste básicamente en la condición de no poder no pecar, exceptuando de esta

condición a aquellos que siguen y se acogen a la gracia divina, al respecto señala San

Agustín “El albedrío de la voluntad es verdaderamente libre cuando no sirve a los vicios y

pecados; tal nos lo dió Dios, que perdiéndole por nuestro propio pecado no le podemos

28
San Agustín, La ciudad de Dios, XXIV, II

24
volver a recobrar sino de mano del que nos lo pudo dar”29; por último encontramos una

tercera forma de libre albedrío, dicha forma de libre albedrio es exclusiva de aquellos

individuos que lograron alcanzar la vida eterna, este libre albedrío consiste en no poder

pecar, lo cual a primera vista supone una limitación del libre albedrío, sin embargo

podemos afirmar que esta tercera forma de libre albedrío donde éste se expresa en toda su

plenitud, así se señala en la ciudad de Dios “No dejarán de tener libre albedrío porque no

puedan deleitarse con los pecados. Pues más libre estará de la complacencia de pecar el que

se hubiere libertado hasta llegar a conseguir el deleite indeclinable de no pecar. Pues el

primer libre albedrío que dió Dios al hombre cuando al principio creó, pudo no pecar, pero

pudo también pecar; mas este último será tanto más poderoso cuanto que no podrá

pecar”30.

3.2 Relación entre la libertad y el pecado en San Agustín

Hemos visto que en San Agustín el pecado ocupa un lugar destacado dentro del ámbito de

la libertad en cuanto que establece diversos grados de libertad según la etapa en que se

encuentre el hombre, es decir anterior al pecado original, posterior al pecado original y una

vez “superado el pecado original”, por lo que resulta conveniente tener en cuenta la

relación entre la libertad y el pecado.

Para San Agustín el hombre se encuentra sometido a la esclavitud del pecado, lo cual tiene

un doble origen, el primer factor que da origen a este sometimiento radica en las pasiones,

puesto que éstas nos atan a los bienes considerados como mudables; como segundo factor

se encuentra el pecado original el cual viene a ser “causa” de la muerte, cabe señalar que

29
San Agustín, La ciudad de Dios, XIV, XI
30
San Agustín, La ciudad de Dios, XXII, XXX

25
antes del pecado original no se encontraba presente la muerte. La esclavitud que se da en el

hombre respecto al pecado puede ser entendida como un auto esclavizarse en el sentido que

se buscan bienes inferiores, los cuales son la causa del sufrimiento en el hombre, a esto se

debe sumar que producto del libre albedrío que posee el hombre, éste intenta vivir según él

considera “correcto” y no según Dios, esta postura de San Agustín se hace manifiesta en la

Ciudad de Dios donde señala que “Pero el hombre, cuya naturaleza creada en cierto modo

intermedia entre los ángeles y las bestias, de tal suerte, que si se sujetase a su creador como

a verdadero señor y guardase con piadosa obediencia su precepto y mandato, pasase al

bando y sociedad de los ángeles sin intermisión de la muerte, alcanzando la bienaventurada

inmortalidad y si usando de libre voluntad con soberbia y desobediencia ofendiese a Dios,

su Señor, será condenado a muerte viviendo bestialmente y siendo siervo de su propio

apetito, y después de la muerte destinado a la pena eterna”31.

Como se ha mencionado con anterioridad el pecado original juega un rol fundamental en el

libre albedrío, puesto que permite que el hombre elija un bien inferior, no obstante existen

otros factores que podrían influir en la elección de un bien inferior como es el caso de la

ignorancia puesto que cuando más conoce la voluntad de un objeto bueno más lo desea

pero si no logra conocerlo no le es posible desearlo y por tanto desea otro objeto erróneo.

Sin embargo no solo del conocimiento de la voluntad y del libre albedrío necesita el

hombre para poder obrar bien sino que también tiene necesidad de la gracia divina puesto

que es la gracia la que va “arreglando” la debilidad de la voluntad.

31
San Agustín, La Ciudad de Dios, XII, XXI

26
3.3 La libertad y el cumplimiento de los preceptos divinos

San Agustín considera que la plenitud de la libertad humana solo podrá darse en la vida

eterna puesto que el libre albedrío encontrará el gozo en la imposibilidad de pecar, a esto se

debe sumar el hecho de que el hombre tendrá una felicidad plena, lo que implica una

libertad total en el sentido que “todos” sus deseos serán cumplidos y finalmente se cumplirá

la voluntad de Dios. Cabe preguntarse si en la vida terrenal se es libre cumpliendo la

voluntad divina, a lo cual se debe responder que efectivamente se es libre, es el sentido de

no poder pecar en cuanto nos acogemos a la gracia divina, la cual nos conduce a la

liberación de nuestro libre albedrío “corrompido”, permitiéndonos de este modo ser libres

de la esclavitud a la que nos somete el pecado. Respecto a la posibilidad de alcanzar una

felicidad plena en el mundo terrenal, podemos afirmar que esto resulta dificultoso, puesto

que no somos libres de las cuestiones que afectan tanto a justos como injustos.

Queda de manifiesto que no es posible, según San Agustín, ser completamente libre sin

cumplir la voluntad de Dios, nos resulta posible afirmar que cumplir la voluntad de Dios es

condición para una verdadera libertad, por tanto cuando el hombre no vive según los

preceptos divinos no está siendo libre, solo cuando vive según los mandamientos divinos

está siendo verdaderamente libre, así lo expresa San Agustín “Por eso, cuando vive el

hombre según la verdad, no vive conforme a sí mismo, sino según Dios; porque el señor es

el que dijo: “Yo soy la verdad”, y cuando vive conforme a sí mismo, esto es, según el

hombre y no según Dios, sin duda que vive según la mentira, no porque el mismo hombre

sea mentira, pues Dios, que es autor y creador del hombre, ni es autor ni creador de la

mentira, sino porque de tal suerte creó Dios recto al hombre, que viviese no conforme a sí

27
mismo, sino conforme al que le creó, esto es, para que hiciese no su voluntad, sino la de su

Creador”32.

3.4 Libertad y Gracia

En virtud de lo expuesto, queda de manifiesto que la gracia ocupa un lugar privilegiado

dentro del libre albedrío propuesto por San Agustín, es por esto que conviene tener en

consideración qué entiende Agustín de Hipona por gracia. Lo primero que debemos tener

en cuenta es que existe una gracia de naturaleza y otra de salvación, por la gracia de la

naturaleza podemos decir que somos hijos del hombre, mientras que por la gracia de la

salvación somos hijos de Dios. A grandes rasgos podemos entender la gracia agustiniana

como un conjunto de ayudas que viene a amortiguar las pasiones de los hombres; al

respecto señala San Agustín en una de sus múltiples obras que la gracia es “algún auxilio

para bien obrar añadido a la naturaleza y a la doctrina por medio de la comunicación de la

ardentísima y luminosísima caridad”33.

Hemos visto que la gracia facilita que el hombre pueda lograr un buen obrar, este buen

obrar no es otra cosa que la consecuencia de la gracia que ha sido otorgada al hombre por

Dios, es decir en cierta medida cumplimos la voluntad de Dios. En este punto pudiese

parecer que en San Agustín se presenta un cierto determinismo, no obstante esto no resulta

cierto puesto que en este autor podemos encontrar algunos principios fundamentales de su

doctrina como que el hombre es libre a pesar de que “debe” cumplir la voluntad de Dios, la

cual también puede rechazar, esta afirmación se hace patente cuando señalamos que

32
San Agustín, La Ciudad de Dios, XIV, IV
33
San Agustín, De la gracia de Jesucristo, XXXV

28
obramos por nosotros mismos “Sin duda que nosotros obramos cuando obramos”34, en

virtud de lo anteriormente expuesto se hace manifiesto que la gracia divina no anula en

modo alguno el libre albedrío del hombre sino que ayuda a que alcance su pleno desarrollo.

A lo anteriormente dicho resulta pertinente añadir que la gracia es otorgada a todos los

hombres, sin importar si estos tienen o no méritos puesto que si se otorgara solo a aquellos

que tienen los méritos necesarios ya no podría ser llamada gracia, sin embargo y a pesar de

que como se ha dicho todos poseen la gracia pero también poseen la elección, producto de

su libre albedrío, de aceptar o rechazar la ayuda que la gracia provee. Resulta llamativo el

hecho de que en San Agustín el hombre necesita toda su vida terrenal de la gracia y no solo

en un determinado momento como si ocurre en el caso de los pelagianos, quienes

consideran que el hombre obra libremente toda su vida y solo necesita de la gracia al

momento de trascender.

3.5 Noción de libre albedrío y libertad

Se debe comenzar señalando que la noción de libertad presente en el pensamiento

agustiniano tiene una base teológica, en el sentido que parte de la revelación, es por esto

que podemos decir que la libertad del hombre es la libertad de un ser que es imagen de

Dios. Debemos señalar que en el hombre no se encuentra la perfección sino que cierta

ordenación hacia la perfección, en segundo lugar, la imagen incluye una noción de progreso

es decir trasforma al hombre día a día; por último podemos ver un tercer sentido de imagen

el cual caracteriza al hombre en su ser natural.

34
San Agustín, De la gracia y del libre albedrío, XVI

29
La libertad natural es la posibilidad que tiene, de forma voluntaria, de orientarse hacia Dios

en cuanto que lo concibe como “objeto” de bienaventuranza, si consideramos la libertad en

este sentido podemos afirmar que todos los actos del hombre tienden hacia un fin último.

Es evidente que cualquier libertad que considere solo al hombre dejando de lado el actuar

divino va a ser rechazada por San Agustín, en cuanto que en el pensamiento Agustiniano se

presenta a Dios como una especie de sostenedor del hombre.

Como hemos dicho con anterioridad el hombre nace en pecado, sometido al yugo del mal,

esto implica que es incapaz de realizar actos que le conduzcan al fin último que es Dios. En

cada hombre el grado de libertad que podemos ver es distinto, el primer grado de libertad

puede ser denominado como ínfimo, el cual puede ser entendido como aquella libertad por

la cual todos desean ser felices y no podemos desear lo contrario; en segundo lugar

podemos encontrar un grado medio el cual no se encontraría presente en todos los hombres,

sino que solo está presente en aquellos que son justos en esta vida y por tanto han sido

perdonados de la servidumbre del pecado, con la ayuda de la gracia; como último grado de

libertad que podemos mencionar se encuentra el grado sumo el cual consiste en la libertad

que alcanzan los bienaventurados, en este punto los hombres ya se encuentran unidos al

bien supremo, de esto se desprende que estamos “unidos” a Dios y por tanto en El

encontramos todo cuando necesitemos, así se expone en la ciudad de Dios “Porque ¿qué

otra cosa es lo que dijo el Profeta: -Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo- sino, yo seré su

satisfacción, yo seré todo lo que los hombres honestamente pueden desear, la vida y salud,

sustento y riqueza, gloria y honra, paz y todo cuanto bien se conoce? De esta manera se

entiende también lo que dice el Apóstol: -que Dios nos será todas las cosas en todo- Él será

el fin de nuestros deseos, pues le veremos sin fin, le amaremos sin fastidio y le elogiaremos

30
sin cansancio. Este oficio, este afecto, será, sin duda, como la misma vida eterna, común a

todos”35.

Si bien es cierto que en el cristianismo la liberación de la servidumbre del pecado se da en

el bautismo esta no es completa o perfecta puesto que el hombre a pesar de la liberación

que produce el bautismo no logra alcanzar el bien supremo, lo que conlleva que en el

hombre aún sobreviva una cierta tendencia hacia el pecado, sin embargo se debe añadir que

si se puede dar una liberación gradual en el hombre en cuanto este se somete, sin perder su

libre albedrío, a los mandamientos divinos, dicha liberación tiene su punto culmine en la

otra vida.

San Agustín emplea tanto el término libre albedrío como libertad, por lo que resulta

conveniente ver si uno es sinónimo del otro. Si entendemos el libre albedrío como la

capacidad del hombre de hacer suyos sus propios actos, incluyendo aquellos que sirven al

pecado, y si entendemos a la libertad como una perfección plena resulta evidente que hay

una oposición entre ambos términos, en cuanto que el libre albedrío muestra o incluye una

posibilidad de fallo mientras que la libertad, al ser una perfección, niega cualquier

posibilidad de fallo, así se expresa en de la corrección y la gracia “Se ha de confesar, pues,

que poseemos libre albedrío para el mal y para el bien; más para hacer el mal, uno se aparta

de la justicia y sirve al pecado, mientras que nadie es libre para hacer el bien, si no es

libertado por el que dijo: Si el hijo de Dios os librase. Entonces seréis verdaderamente

libres”36.

35
San Agustín, La ciudad de Dios, XXII, XXX
36
San Agustín, De la corrección y la gracia, I

31
Ha quedado de manifiesto que en el hombre existe la capacidad de actuar de una manera u

otra, es decir elegir entre el bien y el mal, esto es lo que a grandes rasgos podemos

denominar como libre albedrío, a modo de ejemplo podemos citar el caso de Adán quien

tuvo la capacidad de pecar o no, si bien pudiese parecer que el mal del hombre proviene del

pecado original, es decir del actuar de Adán, esto no resulta del todo cierto si tenemos en

consideración que en gran parte el pecado del hombre se origina en la capacidad de

elección, por tanto nos resulta posible afirmar que el mal procede de nosotros mismos,

además de descartar de este modo que Dios sea causa de algún mal, así se hace manifiesto

en los pasajes del libre albedrío “Todo bien procede de Dios; no hay, por tanto, ser alguno

que no proceda de Dios. Considera ahora de dónde puede proceder aquel movimiento de

aversión, que decimos que es un pecado, por ser un movimiento defectuoso –todo defecto

procede de la nada-, y no dudes que no procede de Dios. Defecto, sin embargo, que, por ser

voluntario, es potestativo nuestro”37.

A pesar de que es claro que el libre albedrío es la capacidad de elección, nos resulta posible

afirmar que en esta capacidad hay algo a lo que se encuentra dispuesta, esto no es otra cosa

que Dios, es en este punto donde nuevamente el hombre necesita de la ayuda de la gracia

puesto que no puede lograrlo por sí mismo llegando incluso a poder fallar, el hombre es

capaz de hacerse a sí mismo pecador, pero no de liberarse por su propia cuenta teniendo

que necesariamente recurrir a la ayuda de la gracia si desea liberarse del pecado, lo que

viene a ser una nueva prueba de la falta de perfección en el libre albedrío a diferencia de la

libertad que puede otorgar Cristo. A pesar de que posteriormente al pecado original el

hombre tiende al pecado San Agustín se opone a la idea de que el pecado sea necesario en

37
San Agustín, Del libre albedrío, II, XX

32
el hombre, sino que como ya se ha dicho es voluntario pero contrario a la naturaleza

humana y por tanto una atracción errónea a diferencia de la atracción que siente el hombre

hacia Dios la cual resulta completamente acorde a su naturaleza.

A modo de conclusión, podemos señalar que en San Agustín existe una estrecha relación

entre el pecado, la libertad y el libre albedrío, en cuanto el pecado destaca la división que

realiza entre las tres etapas es decir, la anterior al pecado original, la posterior al pecado

original y una vez superado el pecado original; es en este último punto donde el hombre

alcanza su pleno desarrollo, lo que incluye su libertad. El libre albedrío humano se entiende

como la capacidad del hombre de elegir entre el bien y el mal, no obstante quien ha elegido

seguir los mandamientos no debiese tener “dudas” en su elección en el sentido que siempre

estaría eligiendo el bien cuando siga los preceptos divinos, por último nos queda la libertad

la cual solo se encuentra en Dios, el hombre la adquiere en el momento que se une a Dios,

una vez que alcanza la vida eterna a diferencia del libre albedrío en la libertad el hombre ya

no podrá elegir entre el bien y el mal sino que estará unido a los deseos de Dios que son

siempre buenos.

4. GRADOS DE LIBERTAD EN SANTO TOMAS

Se debe comenzar señalando que Santo Tomás no posee un tratado sobre la libertad ni

tampoco la considera en términos absolutos, como si ocurre en la filosofía moderna, esta

ausencia encuentra su explicación en el hecho de que con el cristianismo el tema de la

33
libertad humana encuentra un nuevo horizonte, una mayor profundidad de la cual carecían

los pensadores clásicos.

Gran parte de esta profundización sobre el tema de la libertad se le debe a San Agustín,

quien en su metafísica descubre cuestiones inexploradas por el mundo antiguo, es esta

gerencia agustiniana y patrística la que en los siglos posteriores se manifestó en autores

como San Juan Damasceno, San Anselmo y finalmente en Santo Tomás, quien recibe todo

un cuerpo doctrinal producto de la recopilación realizada por Pedro Lombardo, cabe

destacar que dentro de los temas heredados se encuentra la permisión del mal, la

presciencia divina y su conciliación con la libertad y, el concepto de persona y libertad.

Santo Tomás reconoce la existencia de distintos grados de libertad. El primero de ellos

pertenece a Dios, es decir la libertad de Dios, se expone principalmente la libertad de Dios

con respecto a la creación, puesto que para Dios la creación no constituye el fin de su ser.

Se reconoce que Dios es completamente libre, no tiene un fin impuesto sino que se auto-

determina, por tanto pudo elegir no realizar la creación sin embargo por bondad la realiza,

al respecto dice Santo Tomás “Que en Dios se dé el libre albedrío esto parece claro porque

El mismo tiene un fin de su voluntad al que quiere naturalmente (sic), a saber, su bondad

pero las demás cosas las quiere como ordenadas a su fin, las cuales absolutamente

hablando, no las quiere de modo necesario, como se ha demostrado en la precedente

cuestión, por el hecho de que su bondad no requiere de esas cosas que se ordenan a ella

misma ni a su manifestación, que convenientemente puede realizarse de muchos modos.

34
Por lo cual, le queda el libre juicio para querer esto o aquello, como también se da en

nosotros. Y por esto es necesario decir que en Dios se da el libre albedrío”38.

La libertad de Dios no consiste primeramente en la libertad con respecto a la creación sino

que radica en poseer el mayor grado posible de actualidad de su ser, moverse a sí mismo sin

ser determinado por otro, ser causa de sí mismo, la más perfecta auto posesión y suma

libertad. La inclinación natural de Dios es de carácter natural y libre puesto que no es una

naturaleza recibida o participativa, en el caso del hombre si resulta posible encontrar una

libertad participativa la cual será tratada posteriormente en este ensayo.

En el caso de la libertad angelical39, se da en estrecha relación con el conocimiento

angélico. La ausencia del cuerpo en cualquier esencia angélica es un indicativo de

perfección puesto que no requiere de las cosas sensibles para lograr conocer la realidad, el

ángel no conoce por medio de los sentidos, no porque no los posea sino porque no los

necesita. Podemos afirmar que en los ángeles el conocimiento inmediato de las especies se

da producto de la naturalidad objetiva de la autoconciencia, no se debe dejar de mencionar

que en este punto resulta posible hacer un símil con la pretendida intuición intelectual del

yo que el cartesianismo y el kantismo quisieron atribuirle al hombre.

La libertad angélica dista de ser perfecta, no obstante posee mayor grado de perfección que

la del hombre, esta imperfección se debe a que los ángeles no poseen en si toda la razón de

perfección y bondad sino que poseen cierto bien particular. Como se ha mencionado los

ángeles no poseen la libertad de forma perfecta, por tanto éstos se podrían encontrar

indiferentes en tres aspectos:

38
Santo Tomás, De veritate, q.24, a3
39
A pesar de que la libertad angélica corresponde a la teología, es conveniente tenerla en consideración
puesto que Santo Tomás la compara con la libertad del hombre.

35
A- En cuanto a la diversidad de cosas que se ordenan al fin.

B- Con respecto a la recta ordenación al fin que constituye lo bueno y lo malo.

C- Según la diversidad del querer, la cual surge de la propia potencialidad y

mutabilidad de la criatura.

Si bien es cierto que la indeterminación que sigue a la mutabilidad de una naturaleza creada

afecta a los ángeles solo resulta posible afirmarlo de forma relativa puesto que la mutación

que puede proceder de una causa interna o externa desaparece del ángel después de su

primera elección “es verdad que en relación con las cosas sobrenaturales están los ángeles

en potencia de moverse a ellas o apartándose de ellas, por lo que solo este tipo de mutación

puede existir en ello: de modo que se mueven desde su naturaleza hacia aquello que está

por encima de su naturaleza, dirigiéndose o apartándose de ella”40.

Al tener las formas angelicales perfección intelectual no existe en ellos la opción de intentar

realizar el mal por la elección de medios erróneos, como si ocurre en el caso del hombre,

por tanto la realización del mal angélico debe ser establecida en el ámbito del orden al fin,

la privación del orden debido, la defectibilidad del ángel no considera la ordenación de su

persona a Dios, esto implica que los ángeles no toman a Dios como su fin último absoluto

sino que se toman a sí mismos como fin último.

Para Santo Tomás la defectibilidad del libre albedrío angélico queda reducida a la

posibilidad de la intención desordena del fin sobrenatural al cual el ángel se encuentra

llamado, que los ángeles pudiesen tener un fin último indebido solo resulta posible en

relación gratuita del orden sobrenatural. Como se ha mencionado, existe la posibilidad de

privación del orden sobrenatural, la cual viene a constituir todo posible mal en el orden

40
Santo Tomás, De lo malo, q.16, a4

36
angélico, Tomás de Aquino presenta diversas opción para explicar este suceso sin embargo

todas convergen en que el ángel cae en pecado por querer ser por sí mismo como Dios.

Finalmente podemos afirmar que el libre albedrío angélico se encuentra en un término

medio entre la libertad de Dios y la del hombre, al respecto señala el Aquinatense “el libre

albedrío en el ángel está a medio camino entre el de Dios y el del hombre, precisamente

porque el divino es inmóvil antes y después de la elección, el ser humano es móvil antes y

después, pero el angélico es móvil antes pero no después”41.

La libertad del hombre es una libertad de carácter participativo a imagen de la libertad

divina, esto se explica por el hecho de que el hombre ha sido hecho a imagen de Dios, por

lo que también participa en cierta libertad en cuanto que es dueño de sus propios actos.

Como se vió en el caso de la libertad angélica la perfección de la libertad en una naturaleza

creada es determinada por el grado de perfección intelectual que se posea, por tanto según

la perfección intelectual del hombre será también el grado de perfección de su libertad, es

por esto que resulta conveniente ver el tema del conocimiento humano.

Al igual que la libertad, el conocimiento se divide en grados; dentro de los diversos grados

de vivientes intelectuales el hombre ocupa un lugar relativamente bajo puesto que su

entendimiento se encuentra en potencia respecto a los inteligibles, requiere de los sentidos

para llegar a conocer “el alma intelectiva, como se ha dicho antes, tiene el ínfimo grado

según el orden de la naturaleza entre las sustancias intelectuales, en tanto que no tiene

naturalmente impresa en sí misma la noticia de la verdad, como los ángeles; sino que es

necesario que la recoja de las cosas visibles por la vida de los sentidos”42.

41
Santo Tomás, Comentario a las sentencias, II, Disp 7, q.1, a2
42
Santo Tomás, Suma de Teología, I, q.76, a5

37
A pesar de que el conocimiento del hombre procede de los sentidos no resulta necesario

que todo aquello que el hombre conoce sea sometido a los sentidos, puesto que el

entendimiento se entiende a si mismo producto de su propio acto, aquel conocimiento que

cae bajo los sentidos no es otro que la actualidad. El hombre a pesar de ser pura

potencialidad respecto a los inteligibles logra poseer aquella perfección intencional por la

cual abarcar todo el orden del universo y sus causas.

El hombre pasa a ser dueño de sí mismo, es decir de sus propios actos y la voluntad

producto del libre albedrío, pero se trata de una libertad limitada puesto que consiste en la

participación de la perfecta libertad de Dios, por tanto el hombre es dueño de sus actos por

causa de la voluntad pero no de sus potencias naturales, es por esto que no puede hacer que

la voluntad se mantenga inmóvil con respecto a lo que quiere.

La vida humana consiste en una serie de elecciones por las cuales el hombre con su

entendimiento y voluntad se ordena hacia el fin que considera conveniente. En cuanto al fin

cabe aclarar que Santo Tomás sostiene que no hay elección del fin último sino que solo hay

elección de aquellas cosas que son para el fin último, por tanto la libertad del hombre se da

en el ámbito de la elección y el poder del libre albedrío solo abarca las cosas que caen bajo

la elección. La voluntad que constituye el libre albedrío, se manifiesta en el hombre

mediante la elección de aquello que es para el fin; ésta puede ser considerada de tres modos

según el Aquinatense “en cuanto al acto- en cuanto que puede querer o no-, en cuanto al

objeto- en cuanto que puede querer esto o aquello, incluso sus opuestos- y en cuanto al

orden del fin- en cuanto que puede querer el bien o el mal-”43.

43
Santo Tomás, De Veritate, q.22,a6

38
En el estado actual del hombre la perfección de la libertad humana requiere necesariamente

del orden del amor divino, el hombre debe entregarse a Dios desde la autoposesión de sí

mismo, de este modo alcanzaría su plena libertad y con ello sería capaz de alcanzar la plena

felicidad.

4.1 El libre albedrío como potencia del pecado.

En las sentencias a Pedro Lombardo, Santo Tomás se pregunta si la libertad es un hábito,

una o varias potencias, si se distingue de la voluntad y de la razón y si Adán pudo evitar el

pecado original. Al primer problema responde el Aquinantese negando que el libre albedrío

designe a la potencia habitual debido a que la posesión misma del acto pertenece a la

voluntad, además de no ser algo adquirido, tampoco resulta posible identificar el libre

albedrío como el hábito de la potencia puesto que por definición el hábito es aquello por lo

cual algo se hace bien mientras que el libre albedrío se encuentra indiferente respecto al

bien o al mal por lo tanto si el libre albedrío no es un hábito solo queda que sea una

potencia.

Respecto al segundo problema se señala que el libre albedrío no es un conjunto de varias

potencias considerado como un todo universal puesto que si el libre albedrío fuera un

universal de todas las potencias, todas debiesen participar de la razón del libre albedrío, sin

embargo, esto no resulta posible porque el acto del libre albedrío pertenece a una sola

potencia como su sujeto, a esto se debe sumar el hecho de que el libre albedrío no puede

designar un todo compuesto ya que la potencia es simple.

En el tercer y último artículo a tratar, la pregunta radica en si el libre albedrío es distinto de

la voluntad y de la razón; en este punto el Aquinantense sigue a sus antecesores, quienes no

39
encontraron en él más que entendimiento y voluntad; no obstante Santo Tomás se centra en

el acto propio del libre albedrío, el cual designa la facultad de realizar el acto de elección

por parte de la voluntad en cuanto que ésta esté ordenada por la razón. “En efecto dice el

filósofo que la elección es o inteligencia deseosa (Intellectus appetitivus) o deseo

inteligente (appetitus intellectivus). Y esto es lo que parece sugerir sus palabras de que la

elección es un acto del apetito de la voluntad, en cuanto que no obstante permanece en ella

la virtud de la razón y del intelecto. Y así elegir será principalmente un acto de la voluntad,

pero no absolutamente, sino en cuanto permanece en ella la virtud del intelecto o razón que

aconseja. De ahí que el libre albedrío designa a la voluntad considerada de ese modo y no

absolutamente”44.

4.2 Esencia del libre albedrío.

Aquello que es esencial en el libre albedrío debiese poder encontrarse tanto en Dios como

en los ángeles, la primera característica esencial que nos resulta posible mencionar es el

hecho de que no pertenece a la razón del libre albedrío ir hacia el mal, está ordenado de

forma natural hacia el bien, y en caso de tender hacia el mal no es que por alguna clase de

defecto, por otro lado si pertenece a la esencia del libre albedrío la elección, es decir poder

o no realizar una acción, cabe señalar que lo esencial de la elección es la determinación de

la voluntad por un acto de algo en orden a un fin, considerando que para determinar el fin y

el orden de algo se supone un conocimiento y un juicio sobre la acción, es por esto que solo

la naturaleza intelectual puede poseer libre albedrío.

44
Santo Tomás, II, Disputas, 24, q.1, a1

40
En el caso particular de los hombres es precisamente su naturaleza intelectual la que le

confiere el libre albedrío, no obstante su capacidad de elección puede encontrarse o verse

coaccionada por parte del objeto de la potencia apetitiva. Respecto a la voluntad debemos

señalar que esta no puede ser coaccionada de ninguna manera en lo que concierne a los

actos elícitos, esto se debe principalmente a que la voluntad no se encuentra unida a ningún

órgano de carácter material, no obstante puede ser forzada en los actos imperativos debido

a que éstos no surgen de la voluntad misma; en cuanto al objeto de la voluntad este

permanece bajo el poder de la voluntad en el sentido que puede o no elegirlo, exceptuando

el caso que el objeto posea toda la razón de bien como fin último, es por lo anteriormente

dicho que Tomás de Aquino reconoce que el hombre tiene libre albedrío en todo aquello

que cae bajo la elección salvo en el apetito de poseer la felicidad.

Se reconoce que en el hombre la libertad puede aumentar o disminuir según la disposición

de la potencia de cada hombre, lo que equivale a decir que el grado de libertad que posea el

hombre depende de su hábito o virtud, aquella libertad que admite grados se denomina

“libertas a disponentibus”, esta denominación se debe a que esta libertad se da respecto a lo

que dispone a las potencias para obrar. Por otro lado existe la “libertas a necessitate” la que

es aquélla que sigue la misma naturaleza en tanto que no sufre coacción, esta libertad

supone la remoción de toda necesidad.

Por último, debemos mencionar la existencia de dos modos de libertad, los que guardan

relación con la “libertas a disponentibus”, la libertad de pecado, la cual se encuentra libre

de todo impulso, como lo son los hábitos o las disposiciones del alma; el otro modo que

resulta posible mencionar es la libertad de miseria, ésta es aquélla que remueve los

41
impedimentos accidentales propios de lo corpóreo, como lo son las penalidades que

obstaculizan el uso del libre albedrío.

Tenemos la certeza de que existe el libre albedrío puesto que lo podemos confirmar en la

elecciones que realizamos, siendo el “origen” de esta libertad la capacidad de auto

movimiento, característica propia de los seres que poseen el libre albedrío, quedando

excluido como un acto voluntario todo aquel que tenga una causa externa. Se debe tener en

consideración que existen las cosas que no se mueven bajo la violencia sino que por su

propia naturaleza producto de un principio interior de vida. En este punto resulta posible

distinguir tres “clases de movimiento”: la primera clase de movimiento que podemos

encontrar consiste en las cosas que tienen movimiento pero que no son causa de éste sino

que son impulsadas por un agente externo, por tanto no tienen libre albedrío; en segundo

lugar se encuentran los animales, quienes si poseen un principio interno de movimiento por

lo que podemos hablar de cierta voluntariedad en sus acciones, sin embargo esto no alcanza

a ser libertad como tal puesto que su conocimiento sigue una inclinación que no se

encuentra bajo su dominio, siguen un juicio que ya se encuentra inscrito en su naturaleza;

en tercer lugar se encuentra el hombre quien efectivamente se mueve a sí mismo, pero no

solo es causa de su propio movimiento sino que también del acto de juzgar, el hombre es

libre debido a que el conocimiento que posee para realizar una acción se encuentra bajo su

propio dominio. Con el caso del hombre queda de manifiesto que el grado de libertad que

posea un individuo tiene una dependencia considerable del conocimiento, por tanto en Dios

se realiza de modo perfecto, no cabe inclinación alguna al mal como si sucede en el caso de

los ángeles y del hombre.

42
4.3 Elección en Tomás de Aquino.

Como principal antecedente de la elección tomista se encuentra la noción de “προαίρεσις”,

desarrollada por Aristóteles, quien propone que la elección pertenece a lo voluntario, por

tanto resulta posible afirmar que toda elección es de carácter voluntario, sin embargo, no

todo lo voluntario es elegido, tal es el caso de los animales y los niños puesto que a pesar de

obrar de forma voluntaria no realizan elección debido a que en ellos lo voluntario tiene

relación con los instintos y el deseo y no con lo racional, lo cual es propio de la elección.

Aristóteles advierte que el concepto de elección no debe ser confundido con el deseo, el

impulso o el querer, en el caso de los dos primeros no pueden ser considerados como

elección debido a que no interviene en ellos la racionalidad práctica, mientras que en el

tercer caso resulta posible querer algo pero esto no necesariamente se cumplirá puesto que

no depende de nosotros por tanto sale de la esfera de la elección.

El Aquinatense sostiene que la elección tiene un carácter mixto, la elección ocurre de forma

simultánea tanto en el intelecto como en la voluntad, resulta evidente que el intelecto

interviene en el acto de la elección puesto que en ella encontramos diversos rasgos

intelectuales, tal es el caso de la comparación que implica cierto grado de ejercicio

intelectual. A pesar de que la elección implica intelectualidad siempre será considerado

como un acto más voluntario que intelectual, será un acto formal de la voluntad, cabe

señalar que en este punto existe una diferencia considerable entre Aristóteles y Santo

Tomás; en el primero la “προαίρεσις” es un acto mixto de deseo intelectual mientras que la

elección tomista es un acto que pertenece a la voluntad.

43
Otra de las características llamativas de la elección es que ésta es considerada por el

Aquinatense como una especie de conclusión debido a que resulta de la combinación de dos

creencias: “También a la conclusión del razonamiento que se hace acerca de las cosas

realizables pertenece a la razón y se llama sentencia o juicio, al que sigue la elección. Y por

eso la misma conclusión parece pertenecer a la elección, como lo consiguiente”45.

4.4 Diferencias entre Aristóteles y Tomás de Aquino.

Tanto Aristóteles como Santo Tomás consideran las acciones morales como teleológicas, es

decir orientadas hacia un fin, no obstante resulta posible encontrar diferencias considerables

entre ambos, Aristóteles considera que la acción está dirigida hacia un fin pero no cuestiona

ni la intención ni los medios que se utilizan para alcanzarlo, mientras que Tomás de Aquino

analiza los actos humanos que se utilizan para alcanzar el fin, dicho análisis tiene por

objetivo mostrar que todos los actos humanos se dirigen al bien, desarrollando de este

modo una ciencia moral.

Ambos filósofos consideran que el fin último del hombre es la contemplación, sin embargo

Tomás de Aquino distingue la actividad de contemplación y aquello que es objeto de

contemplación, durante el acto de contemplación la persona pasa a unirse con el objeto

contemplado con el objetivo de que dicho objeto sea la perfección de la persona. Para que

el objeto realmente llegue a perfeccionar al sujeto debe satisfacer todos los deseos de la

naturaleza humana, de esta afirmación podemos concluir que nadie logra la felicidad

mientras existan en el sujeto deseos sin realizar.

45
Santo Tomás, Suma de teología, q.13, a1, obj2

44
El Aquinatense propone que los deseos del hombre son infinitos y dicha infinitud tendría su

origen en la voluntad. La voluntad producto de su propia esencia se ordena hacia un bien

universal por lo que ningún bien de carácter finito logra satisfacer sus deseos, por lo tanto

la felicidad debe ser buscada en un bien universal en sí mismo.

4.5 La voluntad.

Al igual que Aristóteles el Aquinatense distingue en el alma humana una parte cognoscitiva

y otra afectiva, ambas partes resultan necesarias para que el hombre actúe según su

naturaleza, a esto se debe sumar que resulta necesario admitir la existencia de una potencia

afectiva en el alma, dicha potencia no sería otra que la voluntad entendida como una

potencia afectiva superior que es propia del hombre. Cualquiera sea la potencia ésta tiene

su raíz en el alma, a pesar de la importancia de las potencias éstas no forman parte de la

esencia ni del alma ni del ser.

Las potencias vienen a ser los principios de las distintas operaciones que realiza el hombre,

es decir sus actos libres, tal es el caso del querer, lo cual no es más que una operación que

brota tanto de la voluntad como de su principio. La condición del hombre es tal que el

hombre no puede actuar humanamente si no es mediante las potencias y el cuerpo, ambas

realizan las acciones necesarias entre el yo y los actos en el sentido en que el mismo sujeto

es el origen de sus actos y en ellos se encuentra envuelto. Cabe aclarar que las potencias

siempre actúan en virtud del alma puesto que en el caso de actuar de forma contraria no

permitirían a la forma sustancial operar. “Es pues evidente, que la esencia misma del alma

45
no es el principio inmediato de sus operaciones, sino que opera mediante principios

accidentales”46

El intelecto como la voluntad son considerados como principio de operación, siempre y

cuando sean entendidos como contribuyentes de la capacidad que el hombre posee para

actuar, como ejercer actos que son específicamente humanos. Resulta posible distinguir

entre actos humanos y actos del hombre, se puede afirmar que un acto es propiamente

humano en la medida que éste brota de ambas potencias, al respecto señala el Aquinatense

“el principio de los actos humanos no es, en el hombre sino doble, a saber, el intelecto o la

razón, y el apetito, pues estos son los dos principios de movimiento en el hombre, como se

dice en el libro III del de anima.”47

Ambas potencias, el intelecto y la voluntad, logran perfeccionarse en el momento en que el

hombre comienza a ejercitar de forma virtuosa ambas potencias (similar a lo que

Aristóteles denomina ἀρετή). Queda claro que la inteligencia y la voluntad logran

perfeccionarse mediante los hábitos, dicho perfeccionamiento es meramente accidental

puesto que los hábitos de la potencia son accidentales. Si consideramos las potencias en el

ámbito meramente natural solo en el entendimiento tiene la capacidad de poseer hábitos

puesto que, los hábitos de la voluntad son en este sentido adquiridos, resulta especialmente

llamativo que la voluntad no requiera de ningún hábito para naturalmente desear su objeto,

es decir la voluntad se inclina por ella misma hacia el bien que en el intelecto le presenta

como bueno, no obstante la voluntad sí necesita de los hábitos de los primeros principios

del entendimiento, es producto de estos principios el hecho de que en la voluntad se active

46
Santo Tomás, Cuestiones en disputa sobre el alma, q.12
47
Santo Tomás, Suma de Teología, I-II, q.58, a3

46
la tendencia natural hacia el bien, resulta necesario que el hombre ejercite ambas potencias

de forma virtuosa y armónica con el objetivo de obtener una creciente perfección de éstas.

En el pensamiento tomista la inteligencia y la voluntad son entendidas como facultades

superiores del alma, como principios de la acción humana, a pesar de que estas potencias

son distintas entre sí ambas se encuentran estrechamente relacionadas entre sí en cuanto son

consideradas en su ejercicio real, puesto que el entendimiento conoce a la voluntad y la

voluntad desea que el entendimiento conozca, así lo señala el Aquinatense “la voluntad y el

entendimiento se incluyen mutuamente, pues el entendimiento entiende la voluntad, y la

voluntad quiere que el entendimiento entienda”48.

La importancia de la voluntad entendida como potencia del alma radica en el hecho de que

ésta es quien mueve a las demás potencias, exceptuando aquéllas que se originan en la parte

vegetativa del alma, “la voluntad como causa agente, mueve todas las potencias del alma a

sus actos propios, exceptuando a las potencias naturales de la parte vegetativa (del alma),

que no están sometidas a nuestro (libre) albedrío”49. Queda de manifiesto que la voluntad

puede ser considerada como la potencia madre del resto de las potencias del alma, sin

embargo existen otras potencias de suma importancia como en el caso del intelecto que

respecto al conocimiento es la potencia superior; cabe destacar así que el objeto natural del

intelecto es la verdad, aunque puede desviarse.

En el alma del hombre se puede encontrar una dimensión apetitiva, dentro de la cual hay

dos potencias, la primera de ellas es la sensorial, mientras que la segunda es la voluntad

entendida como un apetito racional, por lo tanto no puede existir voluntad en los seres que

48
Santo Tomás, Suma de Teología, I, q.16, a4
49
Santo Tomás, Suma de Teología, I, q.82, a4

47
carecen de razón. Precisamente se diferencia a la voluntad del apetito sensorial por el

carácter racional de ésta, lo sensorial se da producto de la necesidad y no de un juicio libre;

este apetito también existe en el hombre pero en éste participa cierto grado de libertad en

cuanto se obedece a la razón; en esta afirmación se puede apreciar como el apetito sensorial

en el hombre no se encuentra sometido a la necesidad natural sino que puede obedecer a la

razón y por tanto podría participar del libre albedrío.

Como se ha mencionado con anterioridad, el objeto de la voluntad es el bien, es por esto

que resulta conveniente señalar que dentro del pensamiento tomista se establece la

diferencia entre los bienes particulares y universales, siendo los primeros objeto de los

sentidos mientras que los segundos son objeto de la voluntad; en el caso del apetito sensible

éste tiende hacia un bien particular sin que en él actúe de modo alguno la razón puesto que

no es un apetito racional, por otro lado se encuentra la voluntad que a pesar de poder

inclinarse hacia bienes particulares siempre actúa bajo la razón formal de un bien universal.

Estos apetitos no solo difieren en su objeto sino que también en su naturaleza, lo cual queda

reflejado en el hecho de que la voluntad sea de carácter incorpóreo mientras que el apetito

sensitivo actúa por medio de los órganos corporales.

Queda claro que la voluntad es superior a los apetitos sensibles, es propia del ser humano,

además de tener el bien en cuanto tal como su objeto. La voluntad tiene como fin la

bienaventuranza a la que se encuentra naturalmente y necesariamente inclinada. Dicha

necesidad no suprime o limita la libertad en modo alguno puesto que la inclinación natural

de la voluntad se encuentra medida por la razón, no actúa de forma independiente a la razón

sino que se relaciona con ella y en cierta medida es regulada por la razón, en la inclinación

48
natural de la voluntad hacia el bien esta comienza a perfeccionarse lo que su a vez provoca

la perfección del hombre o por lo menos el intento de perfección del hombre.

A pesar de lo que se podría pensar no solo el hombre tiene esta tendencia natural hacia el

bien sino que dicha tendencia se encuentra en todas las cosas y criaturas incluidas las que

carecen de conocimiento, así lo señala el Aquinatense “todas las cosas apetecen el bien: no

solo las que tienen conocimiento, sino también las que están privadas de conocimiento”50 .

Si bien es cierto que dicha tendencia se encuentra en todas las criaturas, en el caso del

hombre podemos afirmar que esta se encuentra en un grado superior en tanto tiene relación

con el intelecto y la conciencia.

Sabiendo que la voluntad al igual que la inteligencia es un principio inmaterial de

operaciones, podemos señalar que ésta puede ser considerada como activa o pasiva.

Denominaremos como una potencia activa a aquellas que actúan de forma continua e

incesante, mientras que llamaremos pasivas a aquellas que para lograr actuar requieren de

una “actuación” o acción. La voluntad en cuanto que es considerada como una potencia

apetitiva, puede ser tomada como un principio pasivo, lo mismo sucede con la inteligencia

que en su estado original es pura potencia, por si misma no es capaz de ejercer acto alguno.

4.6 Relación voluntad-entendimiento.

La voluntad, considerada en su origen, presupone a la inteligencia y en general el apetito

siempre sigue a la cognición, este “seguimiento” se da de forma libre y no por necesidad,

explicando de este modo que en los actos de la voluntad no siempre se encuentre presente

aquello que es propio de la razón. A pesar de esta “ausencia” de razón en ciertos actos esto

50
Santo Tomás, De veritate q.22, a1

49
no implica que la voluntad se mueva a ciegas sino que es siempre atraída por el bien el cual

es su objeto natural.

Nos resulta posible establecer una estrecha relación entre la voluntad y el entendimiento,

puesto que solo podemos desear aquéllo que ha sido conocido de algún modo, por lo tanto,

el conocer sería anterior al querer. En este punto cabe hacer la distinción entre el apetito

sensitivo y la voluntad, el primero solo persigue un bien particular por tanto es movido por

la sensibilidad, mientras que la voluntad sigue al bien universal por lo que debe ser movida

por una potencia cognoscitiva superior como lo es el entendimiento, el cual mueve a la

voluntad en el sentido que la inclina a aquello que le presenta como bueno. Queda claro que

si el entendimiento es anterior a la voluntad, es esta última quien en su ejercicio sigue

libremente al entendimiento estableciendo de este modo una relación de dependencia, no

obstante esta dependencia no daña en modo alguno la libertad.

Hemos dicho que existe una dependencia de la voluntad con respecto al entendimiento, la

que se puede dar en tres modos: el primero de ellos se da en la contemplación y en la

acción, en lo que concierne a la contemplación la dependencia se da en cuanto la voluntad

se subordina la razón, en el caso de la acción la dependencia igualmente se da en el ámbito

de la razón puesto que la voluntad en cierto modo se somete a la razón puesto que entiende

que esta es la regla de la moralidad, lo cual resulta indispensable para que una acción pueda

ser considerada ética; en un segundo modo podemos hablar de una dependencia de la

voluntad en relación con el fin y los medios, depende del fin en el sentido que el sujeto

siempre debe conocer de algún modo el fin por el que obra, puesto que de no ser así no se

podría obrar por un fin, Santo Tomás señala: “Por consiguiente en los actos del hombre se

encuentra plenamente lo voluntario porque él conoce plenamente el fin de su obrar y se

50
mueve a sí mismo”51; por otro lado la dependencia de la voluntad respecto a los medios se

da en el sentido que toda elección requiere necesariamente de un juicio de la razón, en un

tercer y último modo encontramos una dependencia de la voluntad en sus actos y objetos,

en cada acto de la voluntad hay una relación con un acto de la razón, tal es el caso de la

elección que sigue a un juicio práctico de la razón, en cuanto a los objetos y la voluntad su

relación se presenta en cuanto la voluntad entiende que un objeto es bueno y por tanto lo

desea, sin la capacidad de entendimiento la voluntad no podría desear objeto alguno ya que

no podría identificarlo como bueno.

El Aquinatense manifiesta que el libre albedrío no es exclusivo de la voluntad, sino que

también se encuentra en la razón, lo que equivale al entendimiento, así se señala en la Suma

Teológica “El hombre es dueño de sus actos mediante la razón y la voluntad; así, se define

el libre albedrío como facultad de la voluntad y de la razón”52 cabe destacar que la

vinculación que realiza el Aquinatense del libre albedrio con las dos potencias superiores

del alma encuentra su explicación en la incorporeidad de ambas, puesto que de ser

corpóreas no resultaría posible que fueran libres. Existe tal relación entre la razón y el

entendimiento que podría considerarse como una exigencia que aquellos seres que poseen

razón sean libres así lo expresa el Aquinatense “Así pues, la entera raíz de la libertad está

constituida en la razón”53.

51
Santo Tomás, Suma de Teología, I-II, q.6, a1
52
Santo Tomás, Suma de Teología, I-II, q.1,a1
53
Santo Tomás, De Veritate, II, q.24, a1

51
4.7 Propiedades de la voluntad.

Una de las primeras propiedades de la voluntad que salta a la vista es la intencionalidad,

esta intencionalidad no solo es propia de la voluntad sino que también lo es del

entendimiento, a esto se debe sumar que la intencionalidad no solo pertenece a ambas

facultades sino que también a sus actos y operaciones. Tomás de Aquino entiende la

intencionalidad como una “relatio” y una “habitudo”, sin las cuales resulta imposible

entender la naturaleza propia del alma humana, en el caso específico de la voluntad se hace

evidente que está en una “relatio” en el sentido que está naturalmente referida al bien y en

un habitudo en cuanto que tiene una inclinación natural al bien; en el pensamiento tomista

afirmar que la voluntad es intencional es lo mismo que decir que cualquiera que sea su acto

siempre tiende a algún objeto, aquella voluntad que no tuviera un objeto, que no fuera

intencional, seria vacía y no podría ser considerada una voluntad como tal.

Una segunda característica o propiedad de la voluntad radica en que a pesar de que las dos

potencias superiores del alma son intencionales, pero de diversos modos, la intencionalidad

de la inteligencia es de semejanza mientras que la de la voluntad es de alteridad, la

intencionalidad se da tanto al querer como al conocer, en el conocer el objeto conocido es

intencional respecto a la cosa misma, mientras que en el caso del querer la voluntad es

intencional en cuanto a la cosa o persona querida.

Como ya se ha dicho, una característica fundamental de la voluntad es la libertad, se debe

señalar que el libre albedrío no es una característica propia de la voluntad sino que también

de la razón; la libertad se vincula a las dos potencias superiores del alma; esto solo es

posible en virtud de su incorporeidad e inmaterialidad, de lo contrario no podrían ser libres.

En el Aquinatense pareciese ser una exigencia para los seres dotados de conocimiento

52
intelectual: “solo lo que tiene entendimiento puede obrar en virtud de un juicio libre, en

cuanto que conoce la razón universal de bien por la cual puede juzgar que esto o aquéllo es

bueno. Por consiguiente dondequiera que haya entendimiento, hay libre albedrio”54.

La raíz de la libertad es a su vez de carácter volitivo como racional y tiene como sujeto a la

voluntad, por tanto nos resulta posible afirmar que el ejercicio de la voluntad es un acto

tanto de la voluntad como de la razón. Al hablar de la libertad en la voluntad se da una

articulación de ambas potencias, lo que permite que éstas sean consideradas como la raíz

unitaria de la libertad.

En la doctrina tomista la voluntad humana es considerada libre respecto a sus objetos y a

sus propios actos, en cuanto nos referimos a los objetos la libertad no es libre en cuanto al

fin pero si respecto a los medios puesto que puede elegir los bienes particulares que desee

utilizar para alcanzar el fin el último. Respecto a los actos lo primero que conviene señalar

es que la voluntad es libre y aun es más libre que el intelecto, esta libertad se traduce como

el dominio de la voluntad sobre sus propios actos, esto se debe a su propia naturaleza la

cual no la lleva de modo necesario a ningún objeto, en este sentido la libertad de la

voluntad puede ser entendida como una autodeterminación interna de la voluntad.

4.8 Problema del mal y la libertad.

En la modernidad se adquirió la idea de la libertad como una elección abierta a todas las

posibilidades, como una indeterminación hacia cualquier posibilidad, sin embargo en el

Aquinatense la idea de la libertad o de libre albedrío no tendría relación con la

indeterminación: “a la noción de libre albedrío no pertenece el hallarse determinantemente

54
Santo Tomás, Suma de Teología, q.59, a3

53
dispuesto hacia el bien o hacia el mal”55, querer el mal no se considera como una parte de la

libertad sino que más bien debe ser tenida como un “advertencia” de que poseemos una

libertad imperfecta. Conviene tener en consideración que en la libertad es posible encontrar

diversas dimensiones: la primera de estas dimensiones es la libertad sicológica, la que a

grandes rasgos puede ser entendida como la capacidad que posee el individuo para

determinarse de acuerdo con una elección autónoma con el objetivo de alcanzar ciertos

fines cabe añadir que esta libertad nunca es absoluta sino que se ve limitada por factores

externos; en segundo lugar, se encuentra la libertad moral la cual es una libertad adquirida

que se va perfeccionando o empeorando según los actos que el sujeto realice, en caso de ser

apegados a la razón esta aumenta, en el caso contrario disminuye. La libertad moral resulta

clave para el hombre puesto que es gracias a ella que este alcanza el apogeo de su libertad;

al respecto señala Melendo “Mediante la libertad que le es dada, el hombre se da a si

mismo lo que a esa misma libertad le falta para alcanzar su plenitud”56.

Tomás de Aquino, al igual que Boecio y San Agustín, intenta conciliar la existencia de un

Dios bueno con la existencia del mal, se considera que Dios no es la causa del mal sino que

es el hombre producto de su propia libertad defectuosa quien hace posible el mal. Dios

“permite” el mal con el fin de obtener un bien mayor o evitar un mal mayor. La libertad de

las criaturas es naturalmente flexible hacia el mal “cualquier criatura racional, tanto el ángel

como el hombre, si se le considera en su sola naturaleza puede pecar”57, a pesar de que la

posibilidad de realizar el mal es un signo de libertad esto no implica que esta sea una parte

esencial de la libertad, sino que más bien se debe a la existencia de una naturaleza creada

55
Santo Tomás, II, Sentencias, 25, q.1, a1
56
Tomas Melendo. (1994). Las dimensiones de la libertad. Anuario filosófico, 27, p.588
57
Santo Tomás, Suma de Teología, q.63, a1

54
que puede decaer, esto se hace evidente en el caso de Dios quien a pesar de poseer el libre

albedrío no realiza el mal puesto que su naturaleza “no se lo permite”.

En el problema del mal y la libertad la causalidad divina ocupa un puesto privilegiado

puesto que Dios no “permite” obrar libremente a las criaturas sino que Él es la causa del

obrar libre de las criaturas, sin embargo, esto no implica que Dios sea causa del mal debido

a que éste solo puede ser causa de actos libremente buenos. Conviene tener en

consideración que el concepto de causalidad (por lo menos en Santo Tomás) no implica una

determinación de los actos por condiciones previas sino que se da una dependencia, que las

acciones dependan de Dios no les quita en modo alguno su contingencia en el sentido que

Dios ha querido que ciertas cosas sucedan de modo contingente.

Habiendo establecido algunas nociones relativas al problema de la libertad y el mal,

conviene tener en cuenta qué se entiende por mal. En la tradición tomista el mal es

entendido como una privación de alguna perfección, sin embargo no toda privación

representa necesariamente un mal, es por esto que se debe establecer una distinción entre

una ausencia privativa y otra negativa, en el caso de las privativas se encuentran aquéllas

cosas que no pertenecen a la naturaleza de la criatura, a modo de ejemplo se puede utilizar

el caso del hombre quien se encuentra privado de tener alas pero a esto no se le puede

considerar un mal puesto que no pertenece a su naturaleza tenerlas por otro lado hablamos

de una privación meramente negativa cuando algo que debiese estar en la naturaleza del

sujeto no se encuentra presente, dicho esto queda claro que el mal no es una mera privación

sino que deber ser entendido como la privación de un bien debido, algo que es propio de la

naturaleza de la criatura.

55
Podemos hablar de un mal del ser mismo, un mal ontológico, dicho mal tiene su origen en

los propios seres que en si son buenos al igual que sus acciones, sin embargo, la acción que

realizan produce de forma accidental una privación en otro ser, esto se debe a que su acción

no logra ir más allá de la finalidad propia del ser “La acción de cada uno de los seres

comprometidos en la materia es buena en si misma; pero esos seres no pueden actuar sin

herirse los unos a los otros. Es bueno que el fuego queme; pero el fuego no puede quemar

sin consumir alguna cosa”58.

En el caso del hombre, el mal de la acción se encuentra en la voluntad y no en su

naturaleza, este “defecto” de la voluntad debe necesariamente ser libre y voluntario debido

a que de él se da el mal de una acción libre, resulta completamente necesario que la causa

del “defecto” sea la voluntad misma y no la naturaleza, en cambio si el “defecto” fuese un

mal de la voluntad en su actividad libre tendríamos una acción libre mala. En la voluntad se

debe considerar un cierto defecto que es anterior al acto de la elección, dicho defecto

preexistente consiste en no usar siempre la regla de la razón y la ley divina al momento de

actuar, cabe aclarar que la voluntad no es la causa primera de este defecto sino que es la

propia libertad quien lo causa en primera instancia.

Ahora, este defecto, el cual es condición previa del mal, no es en sí mismo un mal sino que

es más bien una falta, la cual consiste en no mirar la regla de la razón o de la ley divina, a

esto se debe añadir que el alma no tiene obligación alguna de mirar siempre la regla.

Resulta de suma importancia tener en consideración que el Aquinatense divide en dos

tiempos ontológicos el movimiento de la voluntad en cuanto que ésta realiza la elección de

un acto malo, en el primer tiempo no hay consideración de la regla, pero aun no constituye

58
Jacques Maritain, Santo Tomás de Aquino y el problema del mal, Conferencia 1944, vista en
http://www.jacquesmaritain.com/

56
una falta puesto que es solo ausencia de un bien y no de un bien debido, además de que la

acción no ha sido realizada, en el segundo tiempo ya resulta posible encontrar la acción

realizada la cual no se encuentra conforme a la regla, producto de la ausencia de

consideración producida en el primer tiempo, por lo tanto en este tiempo si se encuentra

presenta la falta.

4.9 La libertad y la existencia de Dios.

Primeramente se debe tener en cuenta que la libertad es un don que ha sido dado al hombre

por Dios con el objetivo de que los hombres retornen a Él puesto que en Él se encuentra el

fin último y el sumo bien. Dicho retorno o tendencia hacia Dios no coarta en modo alguno

la libertad debido a que esa tendencia pertenece a la naturaleza del hombre y siempre que el

hombre actúa siguiendo su naturaleza racional está obrando por sí mismo, es decir, está

actuando libremente, por otro lado cuando el hombre peca, es decir, cuando actúa apartado

de la razón, en este caso su libertad se ve limitada puesto que ha renunciado al dominio de

sus actos, cabe señalar que a pesar de que la libertad del sujeto se ve reducida al momento

de pecar esto no lo exime de responsabilidad alguna, al respecto señala Santo Tomás:

“Pero, aunque los que están en pecado no pueden evitar por su propia voluntad el ofrecer

impedimento a la gracia, como se ha demostrado, a no ser que se anticipe el auxilio de la

gracia, no obstante, esto se les imputa como culpa, porque tal efecto es el residuo de una

culpa precedente, como el ebrio no es disculpado del homicidio que cometió durante la

ebriedad, en la que incurrió por su culpa”59.

Existe una dependencia directa entre la perfección que alcance la libertad y el grado de

“unión” que esta tenga con Dios, si bien es cierto que en esta “unión” la libertad no cambia

59
Santo Tomás, Suma contra gentiles, III, q.160

57
en su esencia si cambia en sus disposiciones en la medida que éstas facilitan o dificultan la

unión con Dios. Como se ha mencionado anteriormente el pecado limita la libertad por lo

que una verdadera libertad consiste en estar libre del pecado lo cual solo es posible alcanzar

mediante la gracia.

Dios no suprime en modo alguno la libertad sino que es su causa primera, además de ser

quien la activa, lo que implica que el hombre a pesar de ser él quien se mueve a sí mismo

no es la causa primera de su libertad lo que no conlleva que el hombre no sea libre, lo cual

se debe a que Dios obra en cada criatura según su propio ser. Siendo Dios la causa primera

de la libertad en el hombre y en todas las cosas se hace manifiesto que solo Él puede

intervenir en la libertad humana sin violentarla, esto se explica al entender que Dios mueve

la voluntad por la naturaleza de su fuerza motora, sin embargo, la voluntad, gracias a su

propia naturaleza, se encuentra abierta hacia múltiples actos por lo que no resulta posible

imponerle necesidad alguna por lo tanto siempre permanece libre.

La voluntad, en cuanto es considerada solo en su apetito racional, busca por naturaleza el

bien último, no obstante la voluntad tiene como una de sus causas a la razón por lo que

tiene la posibilidad de elegir bienes distintos o bienes aparentes que el intelecto le presenta

como buenos, esto implica que la falla se encuentra en el intelecto, descartando de este

modo que Dios intervenga en la libertad humana con el fin de causar una acción negativa

en el hombre. Es en este punto donde la fe juega un rol fundamental, puesto que es la fe

formada la que lleva al perfeccionamiento de las facultades que ayudan al hombre a realizar

el verdadero ejercicio de la libertad que no consiste en otra que en la autodeterminación

hacia el bien, esta autodeterminación entiende que el bien consiste en elegir las acciones

que lleven hacia Dios, el cual es el principio natural de todas las elecciones pero sin estar

58
incluido como un objeto propio, puesto que si Dios estuviera incluido en las elecciones

como tal tendría que ser comprendido por el intelecto lo cual no resulta posible debido a la

magnitud de Dios.

4.9.1 Predestinación en Santo Tomás.

El tema de la predestinación en el pensamiento tomista ocupa un lugar primordial en cuanto

se le relaciona con la libertad, puesto que como hemos visto el Aquinatense acepta y

defiende la existencia del libre albedrío, sin embargo, acepta también la existencia de la

predestinación por lo cual surge la duda de cómo es posible la existencia de ambas sin que

se coarten mutuamente. Primeramente, debemos tener en cuenta qué se entiende en el

tomismo por predestinación. En la Suma Teológica se define como “Por eso, la razón de la

predicha trasmisión de la criatura racional al fin de la vida eterna se llama predestinación,

pues destinar es enviar. Queda claro que la predestinación, en cuanto a los objetivos, es una

parte de la providencia”60.

Sabiendo que Dios es quien predetermina a los hombres mediante la providencia puesto

que todo se encuentra sometido a ella, incluido el fin del hombre, dicho fin se le otorga a

las criaturas de un modo doble, el primer fin consiste en aquel que sobrepasa la capacidad

de la naturaleza creada es decir la vida eterna, mientras que el segundo fin es aquel que le

permite alcanzar su propia naturaleza creada; hecha la distinción entre ambos fines

podemos señalar que es “necesario” que exista algo previo, una predestinación hacia la vida

eterna puesto que de no existir el hombre no sería capaz de tender hacia la vida eterna, por

tanto la existencia de una predestinación resulta necesaria, sin embargo, esta especie de

60
Santo Tomás, Suma de Teología, I, q.23, a1

59
determinismo solo se da respecto al fin, el hombre sigue siendo libre respecto a los medios

que utiliza para llegar a dicho fin.

La predestinación solo se da en las criaturas racionales, es decir, en los ángeles y en los

hombres, los cuales pueden exceder su propia naturaleza a diferencia de los seres

irracionales quienes se ven limitados a su naturaleza, aunque no dejan de ser objetos de la

providencia general de Dios. En el caso particular de los ángeles su predestinación se da a

pesar del hecho de que su naturaleza no se vea afectada por el pecado, señala el

Aquinatense: “Aunque nunca hayan sufrido miserias compete, sin embargo, a los ángeles

ser predestinados, lo mismo que a los hombres, pues el movimiento no se especifica por el

punto de partida, si no que por el de llegada. Para el hecho, por ejemplo, de ser blanqueado

haya sido negro, encarnado o gris, y, por lo mismo, para la razón de predestinación nada

importa que el predestinado a la vida eterna haya sufrido o no miserias”61.

Hemos visto que la providencia divina tiene influencia en el hombre por lo que resulta

conveniente ver dónde tiene su asiento, podemos señalar que la providencia se encuentra en

el entendimiento a pesar de que presupone el acto de la voluntad, asumiendo que hay una

volición hacia la vida eterna, la predestinación que otorga la providencia vendría a ser una

ordenación de los medios hacia la vida eterna. Se debe tener en consideración que la

providencia se presenta tanto en la voluntad como en el entendimiento, esto porque en ella

intervienen tres actos propios del entendimiento y dos propios de la voluntad; dentro de los

que pertenecen al entendimiento encontramos, el conocimiento del fin, la deliberación

sobre los medios y la razón práctica, mientras que los actos de la voluntad se encuentran, la

intención del fin y la elección de los medios para llegar al fin.

61
Santo Tomás, Suma de Teología, I, q.23, a1

60
4.9.2 Posibilidad de que la libertad sea causa de sí.

El Aquinatense discrepa que algo que no sea Dios pueda llegar a ser causa de sí, es decir

nada puede venir a la existencia sin tener una causa respecto a la cual sea un efecto, sin

embargo en el caso de la libertad humana podríamos considerarla como causa en sí, al

referirse Santo Tomás al hombre como causa en si utiliza la expresión “ex se”, esto implica

que el hombre es libre de actuar desde sí mismo en cuanto este es movido por sus propios

hábitos e inclinaciones, a esto se debe sumar el hecho de ser movido por otros sin coacción

o temor alguno. Llamamos libre a aquel que actúa desde sí mismo, aunque también se da la

posibilidad que actué desde un hábito y continúe siendo libre siembre y cuando este hábito

esté de acuerdo a su naturaleza, señala el Aquinatense “Ahora bien, si obra el hombre por

un hábito conforme a su naturaleza, obra por sí mismo, pues el hábito inclina por manera

natural. Pero si el hábito fuere contrario a la naturaleza, el hombre no obraría según lo que

es él mismo, sino según alguna corrupción que se le hubiese sobrevenido”62. A la expresión

del hábito se debe sumar la del amor puesto que quien actúa por amor lo hace producto de

su propia inclinación, así se puede ver en la Suma Teológica “todo el que actúa por amor,

lo hace por sí mismo, ya que se mueve a ello por su propia inclinación”63.

Otra de las características de ser causa en sí, que nos resulta posible mencionar es el actuar

de manera voluntaria, en la doctrina tomista existe una estrecha vinculación entre el obrar

libre y el obrar voluntario, en el sentido que obrar libre u obrar por sí mismo es obrar de

forma voluntaria. Se puede afirmar que donde se niegue la voluntad no se podría hablar de

un acto propiamente humano sino que de un acto del hombre, cabe recordar la distinción

entre los actos del hombre y los actos humanos, en el primer caso entran aquellos actos que

62
Santo Tomás, Suma de Teología, II, q.108, a1
63
Santo Tomás, Suma de Teología, II-III, q.19, a4

61
el sujeto realiza sin implicar a la voluntad mientras que en los actos propiamente humanos

participa directamente la voluntad, son completamente voluntarios.

Como una tercera y última característica nos resulta posible mencionar que ser causa de si

implica actuar para sí mismo, tomarse a sí mismo como un fin, lo que conlleva buscar el

bien propio. El fin de la libertad del hombre no es otro que el perfeccionamiento del

hombre en cuanto hombre, ser causa de si consiste en ser dueño de los propios actos, estos

actos deben conducir al perfeccionamiento del hombre puesto que el hombre en la medida

que alcanza su propio fin también alcanza un mayor grado de libertad, por lo anteriormente

dicho pareciese ser que el bien de cada hombre consistiera en auto determinarse para lograr

la perfección.

Queda de manifiesto que ser libre es ser causa de si, en el sentido que se tiene el principio

de movimiento en sí mismo, sin embargo, dentro de los seres que poseen en si el principio

de su movimiento existen diferencias considerables. El primer caso que podemos tratar es

el de los animales quienes poseen un movimiento autónomo, mas no libre albedrío, puesto

que no tiene juicio sobre sus actos, para que una acción sea plenamente de nosotros resulta

necesario que se realice en virtud de un juicio de valor, solo aquellos seres que tienen una

representación del bien pueden hacer un juicio de valor, si bien es cierto que en el caso de

los animales hay cierta representación del bien, la que hace manifiesta en la atracción o

fuga que le presentan determinados objetos, no resulta posible hablar de libre albedrío en

los animales puesto que la causa de esa aparente libertad no es otra que el movimiento

otorgado por su propia naturaleza y no por un juicio de valor, cualidad que es necesaria

para que un acto sea completamente libre.

62
En el caso del hombre, a diferencia de los animales, si nos resulta posible encontrar el libre

albedrío como tal, puesto que el hombre juzga su acción, reflexiona sobre ella; aquellos

hombres que juzgan de acuerdo a la razón conocen la razón del fin y del medio, es por esto

que el hombre no solo es causa de su movimiento sino que también de su juicio. Sabemos

que la elección procede del juicio y que se encuentra precedida por la deliberación, la cual

consiste en una especie de silogismo práctico.

Hemos visto que el juicio es lo que nos diferencia de los animales, en el sentido que nos

permite reflexionar sobre nuestros actos y por tanto tener libre albedrio y no simplemente

libertad de movimiento, dentro de las características del juicio la más destacable es su

carácter variable. Como origen de esta variabilidad está el sujeto en cuanto que el juicio que

realicemos depende de la noción de bien que se tenga. En los animales no resulta posible

hablar de libre albedrío puesto que su forma de elegir no pasa del apetito, el cual no logra ir

más allá de instintos y juicios innatos, queda claro que no tienen más que un vestigio de

razón, lo que a su vez implica que solo poseen un vestigio de libertad, se puede afirmar que

en ellos hay un determinismo impuesto por el apetito, al respecto señala el Aquinatense:

“Pero el juicio por el que se aplica la potencia motiva a uno de los opuestos está

determinado, y por esto no tienen libre albedrío”64.

Por otro lado el hombre puede escapar a este “determinismo del apetito” mediante la

distinción del objeto propuesto y la razón de desearlo, el hombre juzga qué elección le

resulta más cercana al bien y a la razón y por tanto la elige. Es el juicio juzgado y aceptado

quien permite que se pueda considerar al hombre como un ser autónomo, por tanto es la

acción del juicio quien “permite” que se realice una acción libre, cabe destacar que si bien

64
Santo Tomás, De Veritate, II, q.24, a2

63
el juicio permite la acción libre es la elección el acto propio de la libertad la cual es

básicamente un querer.

4.9.3 Movimiento de las facultades.

Una determinada facultad puede ser movida básicamente de dos maneras. En un primer

caso como parte del sujeto mientras que en un segundo caso puede ser movida como parte

del objeto. Si la facultad es movida como parte del sujeto se relaciona con el ejercicio

mismo del acto, esto implica saber si la facultad obrará con fuerza o debilidad, por el

contrario si la facultad es movida como parte del objeto se le considera como una

especificación del acto debido a que el acto se encuentra especificado por el objeto.

Conviene tener en consideración que en el caso particular de las cosas naturales la

especificación del acto viene de la forma de ser mientras que en el ejercicio viene del

agente el cual es causa misma de la acción. Teniendo en cuenta lo anteriormente dicho

podemos afirmar que el movimiento de las facultades del alma tiene cierta dependencia, es

decir, si se considera el objeto que especifica el acto, su primer principio provendría de la

inteligencia, puesto que ella es quien aprehende el bien y por tanto quien dirige al

movimiento en este caso, en el caso contrario, es decir en los que implica al sujeto, el

principio ya no se encuentra en la inteligencia sino que en la voluntad, la cual se ve

impulsada por el apetito del bien que la lleva a todo acto. Cabe aclarar que ninguna de estas

dos potencias prevalece sobre la otra más que en su propia área, prueba de esto es lo

señalado por el Aquinante: “Una potencia prevalece sobre otra en aquello que le es propio,

como el tacto, referido al calor, que siente por sí mismo, es más perfecto que la vista, que lo

siente por accidente. Y de modo semejante el entendimiento se refiere de modo más

completo a la verdad que la voluntad, y al revés la voluntad se refiere al bien que está en

64
las realidades de modo más perfecto que el entendimiento. Por lo cual, aunque el

entendimiento sea más noble que la voluntad en sentido absoluto, sin embargo, al menos

respecto de algunas cosas, en cuanto que compete a la voluntad por razón de objeto, la

voluntad es más noble”65.

4.9.4 La acción humana.

En la actividad humana se pueden identificar tres dimensiones: la especulación, la acción y

la producción, sin embargo, la que capta nuestro interés es la acción puesto que a ella

compete el obrar humano. La acción humana puede ser definida como aquella acción de

carácter voluntario que procede de un principio interno que tiene conocimiento del fin. En

la definición expuesta se pueden diferenciar dos elementos, uno genérico el que alude a la

procedencia de un principio interno y, otro específico, es decir el conocimiento del fin; la

importancia de esta diferenciación radica en el hecho de que hay actos que se oponen a lo

voluntario en el sentido que provienen de un agente externo como es el caso de la violencia;

por otro lado, se encuentran aquellos actos que se oponen a lo voluntario de manera

específica, dentro de este grupo se encuentran los actos que se realizan sin conocimiento

del fin como sucede en el caso de los seres dotados de alma vegetativa, cabe señalar que en

el caso del conocimiento del fin este puede presentarse de dos formas, se presenta de forma

perfecta cuando se conoce el fin, su razón de fin, por otro lado hablamos de una

imperfección cuando se conoce el fin pero no su razón de fin lo que generalmente sucede

con el conocimiento de carácter sensitivo.

Dentro de los actos voluntarios también es posible encontrar o realizar una división entre

los actos elícitos e imperados. Los primeros entrarían dentro de los actos realizados por el

65
Santo Tomás, De Veritate, q.22, a12

65
hombre mediante el uso de la voluntad mientras que los segundos son realizados por

cualquier otra facultad, la cual se ve impulsada por la voluntad; es conveniente recordar que

el objeto de la voluntad es el bien o el mal , no obstante el bien siempre es querido sin

importar que este sea real o aparente mientras que el mal siempre es rechazado sea real o

aparente; queda claro que la voluntad tiende al bien, dicha tendencia pretende asemejarse a

la bondad divina según lo expuesto por el Aquinatense “En cambio, todas las criaturas

intentan alcanzar a la perfección y bondad divinas. Por lo tanto la bondad divina es el fin de

todas las cosas”66.

Se ha dicho que el hombre que realiza un acto tiende hacia un fin, pero de los actos que se

realizan hay algunos que tratan directamente sobre el fin mientras que otros tratan sobre

aquello que se ordena al fin. Aquéllos actos que tratan directamente del fin son tres: la

simple volición, la intención y la fruición, por otro lado se encuentran: el consentimiento, la

elección y el uso activo, los cuales pertenecen a aquello que se ordena al fin. La simple

volición es entendida como el acto primero y más simple de la voluntad, su objeto siempre

es el fin en sí mismo, a pesar de que la simple volición es el acto primero de la voluntad nos

resulta posible encontrar causas de esta simple volición; cabe destacar que estas causas son

de carácter externo al orden de la voluntad, dichas causas pueden ser de dos tipos, en un

primer tipo encontramos las que se mueven dentro del orden de la especificación, es en este

caso donde la simple volición es causada por el entendimiento por otro lado se encuentran

aquéllas que se ve mueven en el orden del ejercicio, en este caso solo pueden ser causadas

por Dios, así es señalado por el Aquinatense “Por otra parte la causa de la voluntad solo

puede ser Dios, y esto es claro por dos razones. La primera, porque la voluntad es una

66
Santo Tomás, Suma de Teología, I, q.44, a4

66
potencia de un alma racional, que solo es causada por Dios mediante creación, como se dijo

en la primera parte (q.90 a.2). La segunda porque la voluntad esta ordenada al bien

universal. Por eso ninguna otra cosa puede ser causa de la voluntad, solo Dios mismo que

es el bien universal. Todo lo demás se llama bien por participación y es un bien particular

no puede ser una inclinación universal. Por eso ni siquiera la materia prima, que está en

potencia para todas las formas, puede ser causada por un agente particular”67.

Otro de los actos mencionados y que tienden directamente al fin es la fruición, la cual es el

último y más perfecto acto de la voluntad, la fruición lleva al fin en cuanto ya se encuentra

poseído, a esto debemos añadir el hecho de que la fruición puede ser perfecta o imperfecta,

lo cual puede darse en tres casos: el primero de ellos en relación con el sujeto, el segundo

en relación con el objeto, en tercer y último lugar se puede dar en relación al modo de

posesión: “Por consiguiente, la fruición perfecta es de un fin que ya se tiene realmente; en

cambio la imperfecta es de un fin que no se tiene realmente, sino solo en la intención”68 .

Por último, dentro de los actos que tienden directamente al fin se encuentra la intención, la

cual viene a designar el acto de la voluntad, que tiene por objeto el fin en cuanto no es

poseído.

Hemos visto que existen actos que tienen por objeto el fin, sin embargo, y como se

mencionó con anterioridad existen aquellos que tienen por objeto lo que se ordena al fin. El

primero de estos actos que mencionaremos es la elección la cual consiste básicamente en

preferir un medio por sobre otro para alcanzar el fin, este acto es propio de la voluntad, sin

embargo, presupone el acto del entendimiento en el sentido que es el entendimiento quien

le presenta a la voluntad algo como bueno o malo, cabe destacar que los medios que se

67
Santo Tomás, Suma de Teología, I-II, q.9
68
Santo Tomás, Suma de Teología, I-II, q.11, a4

67
elijan siempre debe ser alcanzables puesto que en caso contrario no podrían ser objetos de

elección y serían más bien una volición imperfecta, la que Santo Tomás denomina veleidad.

“Por consiguiente la perfección del acto de la voluntad se calcula según esto, que para

alguien una cosa es buena para hacerla. Pero esto es posible. Luego la voluntad solo es

completa si es de lo posible, que es lo bueno para quien quiere. La voluntad de lo imposible

en cambio, es incompleta y, según algunos, se llama veleidad porque uno quiere algo solo

si es posible. Ahora bien, la elección es el acto de la voluntad determinado a lo que uno

tiene que hacer. Por consiguiente es de lo posible solamente”69.

Otro de los “actos” es el uso activo de la voluntad, el cual consiste en ejecutar aquello que

ya fue elegido, es la acción humana como tal en el sentido que tiene como objeto aquello

que se ordena al fin, es decir, los medios, y por lo tanto dichas acciones se encuentran en

nuestro poder a diferencia del fin último, cabe destacar que en estos actos existe una

subordinación dentro de la cual el consentimiento se ordena a la elección y a su vez la

elección se subordina u ordena al uso activo, así lo explica el Aquinatense: “Por

consiguiente, es claro que el uso sigue a la elección si se entiende el uso en cuanto que la

voluntad usa la potencia ejecutiva moviéndola. Pero, porque la voluntad también mueve de

algún modo a la razón y la usa, puede entenderse como uso de lo que es para el fin, en la

medida que está en la consideración de la razón que lo relaciona con el fin. De este modo,

el uso precede a la elección”70.

69
Santo Tomás, Suma de Teología, II, q.13, a5
70
Santo Tomás, Suma de Teología, I, q.14, a4

68
4.9.5 Problema de la libertad y la naturaleza humana.

Resulta evidente que el hombre posee una naturaleza, como igualmente posee libertad, sin

embargo surge la crítica que una naturaleza que ha sido creada y dada al hombre no dejaría

espacio alguna para los actos libres. Gran parte de esta crítica tiene su origen en la filosofía

contemporánea, quienes intentan resolver el problema negando que el hombre posea alguna

clase de naturaleza. Debemos tener en cuenta que poseer una naturaleza implica una

estructura fija que permanece a pesar de los cambios que el sujeto pueda sufrir, cabe señalar

que estos cambios deben ser accidentales y no sustanciales puesto que de ser sustanciales

no podríamos afirmar que siga siendo el mismo ser.

Que el hombre posee una naturaleza se hace patente en la serie de leyes naturales que se

presentan en él y que son semejantes a las presentes en los animales, sin embargo, en el

hombre se puede distinguir una naturaleza corpórea y otra espiritual, en el caso de la

naturaleza corpórea podemos afirmar que es restringida, mientras que la naturaleza

espiritual no tiene tal restricción sino que se encuentra abierta, es precisamente esta

naturaleza lo que permite diferenciar la naturaleza del hombre de la simple naturaleza

animal. Santo Tomas señala estas diferentes naturalezas en la Suma de Teología: “Así,

resulta evidente que la naturaleza de lo que no tiene conocimiento es más reducida y

limitada; en cambio, la naturaleza del que tiene conocimiento es más amplia y extensa”.71

En la definición de naturaleza anteriormente expuesta planteamos que toda naturaleza

necesariamente debe tener algo fijo, una esencia, esta esencia puede ser entendida como su

ser individual que lo diferencia de los demás hombres, este ser individual permite al

hombre abrirse de forma libre hacia los demás seres y cosas. El hombre a pesar de tener una

71
Santo Tomás, Suma de Teología, I, q.14, a1

69
naturaleza individual, que en cierto sentido lo determina, puede abrirse a una pluralidad de

cosas que sobrepasan la singularidad lo que demuestra la apertura que posee el hombre

hacia la universalidad.

Una de las características más destacables de la naturaleza humana y que guarda estrecha

relación con la capacidad volitiva del hombre es la autoposesión, capacidad que solo posee

el hombre. Dicha autoposesión se hace posible en primer lugar por la autoconciencia

intelectiva, en segundo lugar se encuentra la propia posesión de la persona la cual solo es

posible producto de la facultad volitiva. De la autoconciencia se desprende en el hombre la

conciencia moral, la cual implica el conocimiento de sus propios actos en cuanto estos son

buenos o malos. Cabe añadir que la conciencia moral puede dividirse en tres partes, así lo

expone el Aquinatense: “Pues se dice que propio de la conciencia es dar testimonio, ligar o

instigar, y, también, acusar, remorder o reprender: cosas todas que siguen a la aplicación de

nuestro conocimiento a lo que hacemos. Esta aplicación puede hacerse de tres maneras: 1)

Una, cuando reconocemos que hicimos o no una cosa, según aquello de Ecl 7,22: Tu

conciencia sabe que frecuentemente has maldecido a otro. En este caso, se dice que

testifica. 2) Otra, cuando por nuestra conciencia juzgamos que algo debe o no debe hacerse.

Entonces se dice que la conciencia incita o liga. 3) Tercera, cuando por la conciencia

juzgamos que algo ha estado bien o mal hecho. Entonces, excusa, acusa o remuerde. Ahora

bien, es indudable que todo esto responde a la aplicación del conocimiento a lo que

hacemos. Por lo tanto, propiamente hablando, la conciencia indica un acto”72.

Que la conciencia moral sea de carácter obligatorio no implica que sea el único arbitro de

nuestras acciones puesto que las acciones del hombre también dependen de una ley moral

72
Santo Tomás, Suma de Teología, I, q.79, a13

70
universal, de esto se entiende que los juicios de la conciencia no solo deben ser rectos sino

que también verdaderos lo que necesariamente conlleva que estén de acuerdo a la ley moral

universal. Cabe aclarar que el juicio que realiza la conciencia moral no anula en modo

alguno la universalidad de la ley moral puesto que el individuo que actúa de forma

completamente libre no hace más que confirmar y acatar lo dictado por la ley moral.

4.9.6 Existencia de la libertad.

En virtud de lo expuesto, cabe preguntarse si Santo Tomás efectivamente considera que hay

libre albedrío en el hombre, a esta interrogante podemos responder que efectivamente el

Aquinatense considera que existe el libre albedrío y no solo está convencido de su

existencia, sino que lo considera necesario para el desarrollo del hombre puesto que de no

tener libre albedrío sería imposible atribuirle o quitarle mérito por sus acciones, así se

expresa en De Veritate “Es necesario poner, sin ninguna duda, en el hombre el libre

albedrío. Respecto de esto también obliga la fe, ya que sin libre albedrío no puede existir

mérito o demérito, justa pena o premio. A esto también conducen indicios manifiestos, por

los cuales se hace patente que el hombre elige libremente una cosa y rechaza otra”73.

Como hemos visto, el Aquinatense reconoce la existencia del libre albedrío pero a su vez

reconoce que es la providencia quien actúa como guía de los hombres, como una especie de

gobierno: “Las cosas gobernadas son conducidas al fin conveniente por el gobierno del

providente”74, que la providencia guíe nuestros actos no implica en modo alguno que

determine a los hombres. Si en el hombre no estuviera presente la libertad, muchos de los

bienes que se encuentran en Él desaparecerían, de este modo lo expresa Santo Tomás:

73
Santo Tomás, De Veritate, II, q.24, a1
74
Santo Tomás, Suma contra gentiles, III, q.73

71
“Mas, si se quitara la libertad de la voluntad, muchos bienes desaparecerían. Pues

desaparecería la alabanza de la virtud, que no existiría si el hombre no obrara libremente;

quedaría suprimida también la justicia de quien premia y castiga, si el hombre no pudiera

hacer libremente el bien o el mal; cesaría incluso la circunspección al aconsejar, pues los

consejos están de sobra si las cosas se han de hacer necesariamente. Luego sería contrario

al concepto de providencia el suprimir la libertad de la voluntad”75.

Queda de manifiesto que el Aquinatense no duda de la existencia de la libertad, además de

atribuirle un carácter necesario y es, en este sentido, que se opone al estoicismo, puesto que

consideraban que la libertad consiste en someterse a la naturaleza y por tanto cumplir lo

que esta impone, es decir, todos los actos realizados por el hombre deben ocurrir, mientras

que en el tomismo los actos no son necesarios sino que contingentes, respecto al estoicismo

se señala “Y con esto se rechaza la opinión de los estoicos, quienes, “según cierto orden

inalterable de causas, que los griegos llamaban “Ymarmenen”, decían que todo acontece

necesariamente”76. Por último, cabe destacar que la existencia de la libertad en Santo

Tomás tiene un carácter universal en el sentido que se encuentra en todos los hombres o por

lo menos todos puede alcanzarla a diferencia del estoicismo donde solo el sabio tiene la

posibilidad de ser libre, no obstante esta universalidad de la libertad no es propia del

Aquinatense sino que es característica del cristianismo, quien concede una “igualdad de

derechos” a los hombres, la que no se encuentra presente en periodos anteriores, dicha

igualdad de derechos implica que todos los hombres poseen libre albedrío, no existen

hombres que se encuentren “determinados” a ser esclavos, ni tampoco sometidos a la

voluntad de algún Dios.

75
Santo Tomás, Suma contra gentiles, III, q.73
76
Santo Tomás, Suma contra gentiles, III. q.73

72
5. LIBERTAD Y VOLUNTAD EN MARITAIN

Dentro de los continuadores del pensamiento tomista, uno de los que más destaca es

Maritain, quien toma algunas de las tesis tomistas y la analiza a la luz de nuestro tiempo,

permitiendo de éste modo una revisión renovada del tomismo. Uno de los puntos más

destacables de Maritain es su desarrollo del personalismo en el cual introduce elementos

del tomismo, tal es el caso de su concepción de la persona en la que presenta la estructura

de la persona ligada tanto a la facultades sensitivas como espirituales.

Maritain reconoce que la palabra libertad es de suma importancia para el desarrollo del ser

humano, lo que en parte viene a explicar la multiplicidad de sentidos en lo que ésta puede

ser entendida. Sin embargo, encontramos dos sentidos de la palabra libertad que podemos

definir como esenciales, el primero de ellos es la ausencia de coerción, mientras que en un

segundo sentido la palabra libertad se entiende como la ausencia de necesidad y de una

determinación necesaria, dicho esto podemos afirmar que existe una libertad, de elección y

una de espontaneidad. De los sentidos atribuidos a la libertad el que más interesa a la

filosofía y a la teología es la libertad de elección o libre albedrío, puesto que de ella surgen

una parte considerable de los problemas que afectan al hombre, a pesar de esto Maritain

considera que los hombres comunes no centran su atención en el libre albedrío a pesar de su

importancia, y así lo expresa: “Pero la libertad que más interesa a los hombres de la

humanidad común no es la del libre albedrío, pues cuanto más seguros estamos de poseerla,

73
tanto menos preocupa; la que realmente nos preocupa es la de ausencia de coerción, en sus

formas superiores”.77

Debemos tener en consideración que en toda naturaleza de carácter intelectual existe casi

necesariamente una facultad que se relaciona con el deseo y el amor, dicha facultad no es

del mero apetito sensitivo puesto que tiende al bien de manera universal es decir, no solo

tiende al bien conocido por los sentidos sino que también tiende a un bien que podemos

denominar como inteligible, cabe añadir que la raíz de esta facultad se encuentra en el

entendimiento por lo que podemos inferir que en el entendimiento hay una tendencia hacia

lo que se le presenta como bueno. Queda de manifiesto que la facultad que se ha descrito no

es otra que la voluntad.

Nuestro autor considera que estando la voluntad implantada en la naturaleza humana, la

propia voluntad también debiese tener una naturaleza propia, el autor lo expone de la

siguiente manera “Implantada en la naturaleza, la voluntad es, a su vez, una naturaleza; y

como todas, debe tener una determinación necesaria, debe tener una operación apropiada al

modo de naturaleza, es decir, necesariamente determinada; en fin, es preciso que haya algo

que la voluntad quiera en virtud de lo que ella misma es, algo que ella apetezca

necesariamente”78. La voluntad por su propia naturaleza desea el bien, pero no un bien u

otro sino que el bien en sí mismo, es decir, el bien metafísico, aquel bien que es tan amplio

como el ser, si bien es cierto que la voluntad solo desea el bien esto no implica que no

pueda “elegir” el mal en el sentido que el entendimiento le presente algún mal como un

77
Maritain, La libertad, Conferencia dictada en Buenos Aires, 1936, vista en
http://www.jacquesmaritain.com/
78
Maritain, La libertad, Conferencia dictada en Buenos Aires, 1936, vista en
http://www.jacquesmaritain.com/

74
bien, cabe aclarar que esto solo se puede dar respecto a los bienes particulares o sensitivos

y no al bien universal.

En el planteamiento expuesto por Maritain se considera que la voluntad de forma necesaria

desea la beatitud, es en este sentido donde nos resulta posible afirmar que la voluntad se

encuentra naturalmente indeterminada, es decir, su propia naturaleza la lleva a permanecer

indiferente a cualquier otro bien que no sea el bien absoluto cabe aclarar que la voluntad

sigue siendo libre respecto a aquellos bienes particulares, solo se encontraría determinada al

bien ultimo o absoluto.

5.1 Características del libre albedrío.

Se ha dicho que la voluntad se encuentra indeterminada, no obstante esta indeterminación

no debe ser entendida como la indeterminación que posee una potencia pasiva, sino que se

debe entender como una indiferencia activa y dominante que viene a ser un pilar

fundamental de nuestra libertad. Otro de los pilares fundamentales que nos es posible

mencionar es el entendimiento, por lo menos en un sentido práctico en cuanto nos dicta que

tal acción resulta conveniente, lo que no implica que dicha acción se realice de forma

necesaria. Como una tercera característica tenemos el denominado juicio práctico-práctico,

el cual podemos entender como un principio determinante, el cual necesariamente debe

salir del entendimiento, así lo define nuestro autor: “Ahora bien, si ese juicio práctico-

práctico, principio determinante inmediato de la decisión a realizar algo, no saliera de la

órbita del entendimiento, permanecería, también él, indeterminado”79. Queda claro que

resulta imposible que el entendimiento por si solo me lleve a realizar un acto, solo gracias a

79
Maritain, Conferencia dictada en Buenos Aires, 1936, vista en http://www.jacquesmaritain.com/

75
la intervención de la voluntad se puede realizar el acto, en cuanto que ésta logra mover al

entendimiento a realizar un juicio práctico-práctico.

Una característica del libre albedrío que no podemos dejar de lado, es el hecho de que el

acto del libre albedrío es, por su propia esencia, un acto imprevisible, dicha

impredecibilidad encuentra un cierto grado de explicación si tenemos en consideración los

diversos factores, tanto internos como externos que influyen en el acto del libre albedrío. Se

hace manifiesto que es imposible o por lo menos dificultoso saber lo que un hombre haría

luego de haber reflexionado y deliberado, solo es posible saber su acción en el momento

mismo en que la acción está siendo realizada. Cabe añadir que si bien es cierto que la

iniciativa de nuestro actos se encuentra en nosotros, ésta se encontraría de forma

secundaria, puesto que la primera causa de todos nuestros actos se encontraría en Dios, es

por esto que nos resulta posible afirmar que los actos del hombre pertenecen en cierta

forma a él y en cierta forma a Dios, al hombre como causa segunda y a Dios como causa

primera.

5.2 Acto de libertad.

Nuestro autor expone la necesidad de identificar el momento en que por primera vez se

presenta el acto de libertad en el hombre, es por esto que propone que vemos por primera

vez el acto de libertad en el hombre cuando este delibera y así lo expone: “yo considero el

primer acto de libertad del niño, cuando por primera vez “delibera por sí mismo”.

¡Delibera! No procede a ninguna deliberación discursiva, libera o libra su yo del fondo de

76
determinismo bajo el que ha vivido hasta ahora, y sale a la vida moral decidiendo

libremente del sentido de su vida”80. Cabe destacar que generalmente el niño no guarda

recuerdo alguno de este acto puesto que a pesar de haberse realizado de forma consiente y

deliberada su origen se encuentra en el inconsciente de aquel espíritu en formación.

El primer acto de libertad requiere de forma necesaria ser bueno, en cuanto tiene como

objeto inmediato el bien moral, el niño que por primera vez realiza este acto no piensa de

forma explícita o consiente en Dios, que representa el bien, sino que simplemente piensa en

lo que está bien o mal, no obstante, y a pesar de no conocer a Dios de forma explícita la

inteligencia igualmente y de forma independiente a cualquier acto de conocimiento

explícito tiene un conocimiento vital y no conceptual de Dios, el cual se hace presente en la

noción práctica, en el sentido que el primer acto moral tiende hacia el bien, aunque sea de

manera confusa. Queda claro que aquel que realiza su primer acto libre y tiene por objeto

un bien honesto logra ir hacia Dios sin la necesidad de conocerlo de forma explícita o

consciente.

El primer acto libre del hombre no logra llegar a su objeto de forma autónoma, es decir,

requiere de la ayuda de la gracia, la cual tiene por objeto sanar la naturaleza de dicho acto,

éste se debe a que para que el primer acto libre tienda a Dios de forma eficaz, el hombre

tendría que encontrarse en un estado de naturaleza pura, sin embargo, sabemos que el

hombre posterior al pecado original se encuentra en un estado de naturaleza “corrompida”,

la cual solo puede ser corregida con la ayuda de la gracia. En el pecado original se alteró el

orden natural de la razón hacia Dios lo que trae como consecuencia el debilitamiento del

libre albedrío en el hombre, lo que a su vez lleva a la incapacidad del hombre de realizar su

80
J.Maritain, Dialéctica inmanente del primer acto de libertad, Revista Nova et Vetera, 1945, p.2

77
primer acto de libertad de forma correcta, vale aclarar que el primer acto de la vida moral se

encuentra envuelto tanto por la gracia como por el pecado.

5.3 Problema del mal.

Nuestro autor comienza señalando respecto al problema del mal que en Dios existe una

inocencia absoluta: “La certeza fundamental, la roca inamovible a la que debemos

aferrarnos en esta cuestión del mal moral, es la inocencia absoluta de Dios”81.Podemos

identificar dos problemas o factores fundamentales dentro del problema del mal, el primero

de ellos consiste en el aumento progresivo que se ha tenido respecto a la dignidad humana;

como segundo factor podemos identificar el hecho de que el hombre ha ido descubriendo

nuevas dimensiones del mal, a medida que los dos factores anteriormente mencionados han

ido teniendo mayor influencia en el hombre, la conciencia humana ha otorgado una mayor

importancia al problema del mal, cabe añadir que de este punto surgen problemas como el

ateísmo o como lo que el autor denomina una conciencia cristiana ofuscada.

Hemos afirmado que en Dios existe una inocencia respecto al mal, por lo que cabe

preguntarse si Dios conoce el mal y de ser efectivo cómo llega a conocerlo. Respecto a

esto, lo primero que debemos señalar es que efectivamente Dios llega a conocer el mal pero

sin la necesidad de haberlo causado, a modo de analogía podemos usar nuestro propio

conocimiento, puesto que el hecho de que el individuo tenga conocimiento de algún mal no

implica necesariamente que sea causa de dicho mal. Respecto al conocimiento divino cabe

tener en consideración que este no llega a detenerse en la esencia de la cosa sino que llega a

81
Maritain. (1963). Y dios permite el mal. Madrid: Guadarrama. p.20

78
conocer la esencia de la cosa en su esencia increada, de este modo llega al fondo de todo lo

que hay de ser en cuanto es bueno ontológicamente.

Maritain establece una distinción, que debemos tener en consideración, entre el mal que

viene a afectar a la operación de los seres, lo que podemos llamar mal de acción, y aquel

que afecta al ser mismo, el denominado mal del ser, se debe tener en cuenta que el mal de

acción tiende a provenir del mal del ser. Se debe añadir que en el ámbito de la naturaleza

material alguna acción negativa o defectuosa tiene su origen en el ser mismo, mientras que

en el ámbito de la libertad el origen de una acción negativa se da en la voluntad, por tanto

podemos afirmar que dicho defecto se da de forma libre, este punto resulta de suma

importancia puesto que en esta libertad de carácter defectuosa se encuentra el “origen” del

mal moral.

En virtud de los expuesto con anterioridad cabe plantearse si la existencia del mal tiene

algún sentido dentro del cosmos. En este punto Maritain se apoya en Santo Tomás y

considera, al igual que el Aquinatense, que la perfección del universo demanda de forma

necesaria que exista una desigualdad en las cosas, dicha desigualdad tendría por objetivo

que todos los grados de ser puedan ser llenados. Sabemos que la persona humana posee

ciertas aspiraciones que van más allá de su naturaleza, es decir, tiene una tendencia a lo

sobrenatural, sin embargo y como hemos dicho con anterioridad, el hombre no se encuentra

en un estado de naturaleza pura, lo que conlleva que su tendencia hacia lo sobre natural se

encuentre dañada pero no por causa directa de Dios sino que por el pecado original que fue

realizado por Adán, a causa de su libre albedrío, con esto queda de manifiesto que el

problema del mal, por lo menos moral, surge de la propia naturaleza humana en cuanto no

79
está en su estado puro, no obstante esta naturaleza dañada puede lograr encontrar el camino

a la trascendencia con la ayuda de la gracia.

5.4 La persona y la libertad en la sociedad.

A grandes rasgos podemos afirmar que la sociedad no es más que un conjunto de personas

humanas, donde cada uno tiene una idea de permanencia y libertad, esto a primera vista

podría parecer un tanto contradictorio, ya que se podría pensar que al vivir en sociedad la

libertad del individuo se ve disminuida, si bien es cierto que en algunos aspectos esta

pudiese verse afectada, al hombre le resultaría imposible o, por lo menos, dificultoso

alcanzar su pleno desarrollo de forma individual, así lo expresa Maritain: “No será por si

solo como alcance la perfección de su ser específico ni como realice todo lo que está

contenido en el breve vocablo de razón. Y es en este sentido en el que es necesario tomar

con gran rigor la frase de Aristóteles de que el hombre es por naturaleza un animal político:

un animal político en la misma medida en la que es un animal racional, pues la razón

demanda desarrollarse gracias a la educación, la enseñanza y el concurso de otros

hombres”82.

Podemos afirmar que en la sociedad existe un movimiento de carácter horizontal, el cual

hace posible el progreso de las sociedades, dicho movimiento encuentra su origen en las

aspiraciones naturales que posee el hombre hacia una libertad que le permita expandirse,

alcanzar la emancipación de las compulsiones que le produce la naturaleza material. El

movimiento que hemos mencionado hace que progresivamente el hombre aspire a ser

tratado como persona, como un todo, a juicio de Maritain en este punto se produce una

paradoja en el sentido que en el todo social las partes exigen ser tratadas como todos y no

82
Maritain, Reflexiones sobre la persona humana, 2007, p.26

80
como partes, esta paradoja encuentra respuesta en el carácter moral de las relaciones

sociales.

Dentro de la sociedad hay elementos claves que permiten que el individuo pueda ejercer su

libertad de forma adecuada. Dentro de los elementos más destacables encontramos la

justicia y el derecho en cuanto imponen al hombre la ley, a esto se debe sumar que tanto la

justicia como el derecho se dirigen o intentan “actuar” sobre la razón y el libre albedrío del

hombre haciendo posible la relación entre la persona individual y el todo social. Otro

elemento que no podemos dejar de tener en consideración dentro del desarrollo social es la

amistad, en cuanto que esta posibilita el consentimiento de las voluntades, el cual es

exigido por naturaleza, pero que el hombre es libre de cumplir, la amistad es la causa de la

paz social, no basta solo con la justicia y el derecho, así lo expresa Maritain en los derechos

del hombre y la ley natural “La amistad es la causa propia de la paz civil. Es la fuerza

animadora de la sociedad, bien lo sabía Aristóteles, que distinguía las especies de

comunidad según los tipos de amistad. La justicia y el derecho no bastan; son condiciones

pre-requeridas, indispensables. La sociedad no puede vivir sin la perpetua dación (sic) y el

perpetuo acrecimiento que provienen de las personas, sin la fuente de generosidad,

escondida en lo más profundo de la vida y de la libertad de las personas, que el amor hace

brotar”83.

Tanto el desarrollo de la justicia como de la amistad tienden a hacia un proceso que busca

la igualdad entre los hombres, sin embargo, esta igualdad no debe ser entendida de forma

aritmética, es decir, una igualdad que deja fuera toda diferencia, una igualdad que ponga a

83
Maritain, Los derechos del hombre y la ley natural, 1942, p.42

81
todos los hombres en el mismo nivel, sino que solo los hará iguales en su forma

fundamental otorgándoles a todos una dignidad humana compartida.

5.5 Concepto de persona.

Teniendo en consideración que la libertad es propia de la persona humana conviene tener

en cuenta qué es la persona. Primeramente debemos señalar que el autor distingue entre

persona e individuo, no obstante reconoce que estos dos conceptos no deben tomarse de

forma separada, sino que el ser humano es un sentido persona y en otro individuo.

Entendemos por individualidad lo que permite que un ser que tiene la misma naturaleza que

otro se distinga de ese otro a pesar de tener una naturaleza común, esto se hace patente en el

caso de las personas puesto que si bien es cierto que comparten una naturaleza y una

dignidad común, no son iguales, es claro que podemos distinguir a Pedro de Juan, cabe

añadir que la raíz primera de esta individualidad es la materia y, así lo considera Maritain:

“Para el hombre, como para los demás seres corporales, la individualidad, tiene como raíz

ontológica primera la materia”84.

Hemos dicho que la individualidad no es lo mismo que la persona, por tanto debemos

señalar que la personalidad es aquello que permite la subsistencia de una naturaleza

espiritual, la cual estaría dotada de inteligencia y voluntad, queda claro que es la

personalidad lo que separa al hombre de los demás seres puesto que, como hemos afirmado

con anterioridad, la individualización es común a todos los seres pero la personalidad solo

se encuentra en el hombre.

84
Maritain, Reflexiones sobre la persona humana, 2007, p.15

82
En el hombre resulta posible encontrar una dignidad, la cual no se encuentra en otros seres

o, por lo menos, no de la misma forma que se presenta en el hombre, dicha dignidad

consiste en existir por si, ser independiente en su existencia y por tanto libre, la persona no

depende más que de si para que se cumpla su acción, es esta libertad o autonomía que posee

el hombre lo que le permite estar por sobre los fenómenos sensibles, ser capaz de juzgar sus

propios actos, así se expresa en reflexiones sobre la persona humana “para alcanzar el ser y

superar el mundo material, puede volver sobre sus propios actos, sobre su propio juicio

liberarse de las sugestiones de la sensibilidad, descubrir motivos superiores e introducir una

serie de hechos que no resultan necesariamente de los antecedentes puestos. El hombre si

sabe querer, puede tener un papel en el mundo, es una persona”85.

Por último podemos señalar que en el hombre en cuanto es considerado como una parte del

universo y a su vez como una persona, un todo independiente frente al mundo, tiene la

obligación de salvaguardar su libertad, es por esto que ni la naturaleza ni el estado pueden

entrar en su mundo sin su autorización, inclusive Dios obra de tal manera que respeta la

libertad del hombre en el sentido que puede solicitarle algo pero no forzar su realización.

Cabe añadir que producto de esta libertad el hombre puede desarrollarse en dos sentidos, el

primero de ellos es la individualidad material, en dicho caso el hombre iría hacia un yo

odioso que se absorbe para sí mismo ocasionando que la personalidad tienda a disolverse,

como segundo sentido encontramos el desarrollo de la personalidad en el ámbito espiritual

en el cual el hombre iría hacia un yo generoso y podríamos considerarlo una persona como

tal.

85
Maritain, Reflexiones sobre la persona humana, 2007, p.17

83
Conclusiones.

A lo largo de esta investigación ha quedado de manifiesto que el libre albedrío se encuentra

presente en los diversos períodos históricos y filosóficos. A pesar de que el libre albedrío se

ha visto sometido a cambios según el período filosófico–histórico en que se encuentre este

ha logrado conservar sus elementos sustanciales, un claro ejemplo de esto es el hecho de

que tanto Aristóteles como Santo Tomás y los autores posteriores consideran que para que

un acto pueda ser llamado libre el sujeto que lo realiza debe estar libre de cualquier

coacción externa.

Dentro del pensamiento tomista se puede vislumbrar una orientación intelectualista, la que

a grandes rasgos propone que la base del conocimiento tiene su origen tanto en la

experiencia como en el espíritu, en el caso particular del Aquinatense se propone que al ser

el hombre un punto de unión entre lo corporal y los espiritual posee la capacidad de

conocer de un modo doble. Es en este sentido que nos resulta posible afirmar que gracias a

su cuerpo el hombre puede conocer por los sentidos, mientras que producto de su intelecto

tiene la capacidad de abstraer la forma de las cosas.

En nuestro autor es imposible hablar de voluntad sin libertad, resulta necesaria la existencia

del libre albedrío puesto que toda acción en cuanto se considera moral depende del libre

albedrío. Si bien es cierto que la voluntad se encuentra determinada al bien, esto no implica

en modo alguno que esté obligada a actuar de cierta forma sino que seguirá aquéllo que el

intelecto le presente como bueno, es por esto que podemos afirmar que existe una relación

directa entre el intelecto y la voluntad.

84
Como oposición al pensamiento tomista encontramos el voluntarismo de Ockham, quien a

diferencia de Santo Tomás considera que la voluntad no desea el bien, sino que permanece

indiferente, puesto que si la voluntad libre no puede ser coaccionada bajo ninguna

circunstancia es imposible que sienta una atracción necesaria hacia algo, ya sea esto

terrenal o divino. Ockham considera que la voluntad puede dirigirse a cualquier objeto,

aunque este sea malo, el hombre solo puede obrar bien gracias al auxilio divino, sin

embargo cuando éste interviene la libertad se anula ya que Dios pasa a ser causa de todos

nuestros actos.

Es evidente que es Santo Tomás, quien realiza un trabajo sistemático respecto al libre

albedrío, sin embargo es importante reconocer que se ve influenciado por autores

anteriores, en especial por Aristóteles, quien no plantea derechamente la existencia del libre

albedrío pero sí siembra las bases para su posterior desarrollo. Otros de los autores que

aportan al tema son los estoicos y San Agustín quien reconoce la existencia del libre

albedrío en el hombre pero considera que posterior al pecado original este se ha

corrompido, por tanto requiere necesariamente de la ayuda divina para alcanzar su plenitud,

cabe añadir que el pensamiento tomista aún conserva su influencia lo que se ve reflejado en

los trabajos realizados por Melendo y Maritain.

Conviene aclarar que si bien es cierto que en el Aquinatense el hombre tiene un fin último

“impuesto”, esto no implica la existencia de un determinismo ya que el hombre puede

rechazar este fin, a esto se suma el hecho de que es libre para elegir los medios que desee

utilizar para alcanzar dicho fin.

Finalmente debemos tener en consideración que la importancia del libre albedrío radica en

el hecho de que no solo es un problema que interese a la filosofía, si no que es un problema

85
propio del hombre, lo cual se puede ver reflejado en el hecho de que el libre albedrío se

encuentra presente en los diversos periodos históricos.

En nuestra época el libre albedrío toma especial importancia, en el sentido que este tiende a

interpretarse como la posibilidad de hacer todo lo que el sujeto desee, sin embargo, esto no

puede ser considerado como libre albedrío sino que más bien se entiende como una

desviación, es en este punto donde radica la importancia de dar un definición clara del libre

albedrío teniendo en cuenta los diversas definiciones que se han entregado a los largo del

desarrollo filosófico.

86
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Link

http://www.jacquesmaritain.com/ Recuperado el 05/06/18

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