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Volumen 9

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Traducción al español: Akatsuki

Original en inglés: JNovels


A
lgo oscuro se esparció por la nieve blanca.
—¡¿GOROBOGO?!
El grito inarticulado no pertenecía a un humano. Era sombrío y retorcido: la voz
de un goblin.
El monstruo se agitó y luchó en medio de la vorágine. Una cuchilla lo atravesó con
el frío del hielo. El monstruo chilló una vez, y luego nada más se pudo escuchar.
... No, había algo más.
Caminando descuidadamente sobre la alfombra de hielo y nieve había una sola
figura solitaria: un aventurero. Tenía un casco de metal de aspecto barato, una hosca
armadura de cuero, un pequeño escudo redondo en el brazo y una espada de una
longitud extraña en la cadera.
Punteado de rojo y blanco por salpicaduras de sangre y nieve, el aventurero dijo
con calma, como si no acabara de quitar una vida:
—Cinco.
Misericordiosos y fríos, los hermosos copos de baile, los espíritus de nieve, ya
cubrían todos los cuerpos. O quizás para ellos, el blanco puro en sí mismo era hermoso, y
simplemente estaban sobrescribiendo al mundo entero. Pronto se colocaría un velo de
nieve sobre los cadáveres frescos.
En cuanto a él, un goblin vivo era motivo de gran preocupación, pero valía la pena
considerar a un muerto. Caminó por la nieve que caía sin hacer ruido, permaneciendo
alerta mientras hablaba en su tono bajo habitual.
—Vamos.
—¡Ci-cierto...!
La voz que respondía era frágil, temblando como una pelota que había sido
lanzada con fuerza contra el suelo. La chica que emergió de la nieve detrás de él tenía la
cara pálida, intentando desesperadamente mantenerse al día. Tenía el pelo rojo y un
amplio pecho. No era solo el frío lo que la hacía temblar.
—¿Estás seguro de esto...?
—No veo problemas. —Dijo, luego pensó por un momento y agregó
reflexivamente—: Ni para mí ni para nuestro entorno.
—¿Estás bien?
La situación no era propicia para la relajación. Aún así, forzó su expresión rígida a
suavizarse un poco. Sin embargo, no se parecía a la sonrisa que estaba acostumbrado a ver
en ella.
—Sí. Estoy bien... Bien.
Él asintió con la cabeza, bajó las caderas y siguió, todavía vigilante. Ella lo siguió
con una ráfaga de pasos cortos y rápidos. La forma en que ella escaneaba constantemente
el área hacía que su ansiedad fuera demasiado obvia.
Tropezó con un poco de madera, lo que la hizo saltar. Debajo de la nieve había
árboles podridos. Rocas también. Y probablemente huesos humanos. Había habido un
pueblo aquí, una vez. Hace mucho, mucho tiempo. No era en el que él y ella habían
vivido. Esa tierra ya se tenía un nuevo uso: se estaba construyendo una instalación de
entrenamiento para aventureros.
Pueblos en ruinas se pueden encontrar prácticamente en cualquier lugar. Quizás
los goblins fueron la causa, o una epidemia, o un dragón.
Él lo sabía, y ella también.
Aunque él lo entendió completamente, ella nunca antes lo había sentido en sus
huesos. Sobre el viento que aullaba, el vil gruñido de los goblins resonó.
Y ahora, por fin, comprendió lo que significaba aventurarse donde habitaban los
goblins.
§
—¡Mirad esa nieve!
La ventana del Gremio de Aventureros estaba toda blanca. Para los ojos de un elfo,
debe haber parecido como si las hijas de la nieve danzaran. Se sentó mirando al exterior
con su barbilla apoyada en sus manos, y sus largas orejas agitándose, una agradable
sonrisa en su cara.
—Así es cómo debe ser el invierno, ya te digo. Incluso si fuera está frío, helado y
azotado por el viento silbante.
—En cuanto a mí, demasiado frío disminuye mi presión sanguínea hasta el punto
de coquetear con la muerte. —En marcado contraste, el Sacerdote Lagarto se quedaba tan
cerca de la chimenea como podía.
Los otros aventureros mantuvieron una distancia sana pero lo miraron con
aceptación. Después de todo, habían pasado casi dos años desde que este temible visitante
había venido por primera vez a la Ciudad Fronteriza. Los únicos que se rieron de él en
estos días fueron los miembros recién registrados del Gremio.
—¡Solo muestra que no te has animado lo suficiente! —La Caballero abrió la
puerta, luciendo tan energizada como un cachorro que salió a jugar en la nieve. Detrás de
ella venían el Guerrero Pesado, el Explorador y el Guerrero Ligero medio-elfo, todos
parecían exhaustos. Por cierto, todos estaban cubiertos de nieve: parecía que se habían
visto obligados a acompañar a la Caballero en su entrenamiento.
La Druida trajo amablemente un poco de vino de uva caliente, que la Caballero
aceptó despreocupadamente.
—¿Nunca has oído hablar de un Dragón de Diamante?
—Tales reinos sagrados todavía están mucho más allá de mí. —Dijo el Sacerdote
Lagarto, respirando uniformemente mientras se inclinaba hacia la chimenea.
—¿Quieres... calentarte...? —Sin cambiar nunca su actitud melancólica, la Bruja
hizo algo bastante inusual: encendió una llama en la punta de su dedo. La soltó como una
bola de fuego, y voló al hogar, avivando las llamas a un fuego rugiente.
—¡Ohhh, muchas gracias...! —El Sacerdote Lagarto juntó las manos en un gesto
extraño, como si estuviera adorando a una diosa. La Bruja solo se rio profundamente en
su garganta.
El Lancero se acercó (la Bruja apenas lo llamó con un gesto) y se sentó a su lado con
autoridad:
—Grandes especies significan grandes problemas. —Dijo. Agarraba una taza
humeante: Toma.
—Hmm…
—No es queso, pero te apuesto que dejarás el usual ‘¡Nectar!’
—Mmm. —El Sacerdote Lagarto vació el contenigo de un solo trago, y luego
exhaló, perdido en sus pensamientos—. El sabor es bastante único…
—Siempre encontré raro lo sensitiva que es tu lengua. No le hace ningún bien a un
chico tener gustos y aversiones fuertes, ya sabes.
—Jajajajaja, soy carnívoro, te recuerdo. No puedo soportar comer hojas. —Las
bromas sugirieron que había comenzado a calentarse un poco.
La Alta Elfa Arquera, viendo al Sacerdote Lagarto de buen humor de nuevo, le
golpeó en el hombro con un “Oh” y una sonrisa.
—¿Y en qué nos convierte al resto?
—Comedores de dientes de león, supongo. Hablando sobre sabores pobres… —El
Enano Chamán se acarició la cabeza al salir de la cocina para ofrecer su opinión.
—¡Olvídalo! —La Alta Elfa Arquera le gritó, sus orejas atrás—. ¡Eso es
disciminación racial, enano!
—Deberías aprender a comer algo de carne. Y te preguntas por qué sigues tan
yunque después de tantos siglos.
—¡No te burles de mí! —La Alta Elfa Arquera replicó, inflando su pecho con
genuina ira—. ¡Tengo dos mil años, recuerdas!
—No hay nada de qué jactarse. —Respondió el Enano Chamán, acariciando su
barba con exasperación.
A la mesa en el medio de la taberna llegó un gran guiso. En el interior, abundantes
porciones de repollo, papa, hígado y tocino hervían alegremente.
—¡Nuestra especialidad! —La Camarera Padfoot llemó desde la cocina con su
brazo alzado, mostrando los pulgares—. ¡Hecho por rheas, preparado por Padfoots!
—… Y sazonado por Enanos. Tomad, comed.
Vapor salía de la pota. El Guerrero Novato y la Aprendiza de Clérigo, atacados por
el hambre y el frío, se acercaron y miraron anhelantes la comida. El par por fin se había
graduado de sus cazas de ratas, pero ahora aun encontraban difícil llevar una vida
apropiada.
—¿Podemos…?
—… No veo porque no. —El Enano Chamán les entregó dos cuencos.
Los jóvenes se miraron entre sí, luego a la pota humeante, y un segundo después,
cayeron sobre la comida.
—Ah, adelante y devorad, niños. Comed hasta reventar.
Luego…
—¡Ah, phew…! —Dejándose caer en el Gremio como un cachorro estaba la delgada
Sacerdotisa. Se sacudió vigorosamente, quitando la nieve de su capa. Ella respiró sobre
sus manos temblorosas, suspirando con alivio por estar dentro del calor—. Hola a todos,
estoy de vuelta...
—Bienvenida. —Dijo la Arquera con un gesto de su mano—. ¿Cómo estaba el
templo?
—Hace mucho frío este año. Hay una gripe desagradable... —La cara de la
Sacerdotisa se cayó.
Las temperaturas de invierno habían sido duras este año. Si solo los espíritus de
hielo estuvieran más activo de lo habitual, al menos estaría dentro de los límites de los
fenómenos naturales. Como sirvienta de la Madre Tierra, ella simplemente tendría que
aceptarlo sin amargura o queja y hacer todo lo posible para lidiar con eso... Pero la
propagación de la enfermedad fue tan grave que tratar a los afectados requirió llamar a la
Sacerdotisa, que ya no trabajaba como parte del personal del Templo, lo cual fue algo
notable. Incluso si la persona en cuestión lo acepta todo simplemente sin nada más que un
pensamiento de "que así sea".
—Espero que no sea la Muerte Negra o la Gripe del Oeste. —El Enano Chamán
dijo—. Toma. —Puso una generosa cantidad de estofado en un cuenco para la chica.
—¡Gracias! —Dijo, aceptando la cálida comida con ambas manos y saboreándolo—
… Es delicioso. — Ella ni siquiera había querido decir eso; acababa de salir, prueba de que
realmente lo decía en serio. Qué alegría sentir el calor extenderse por todo su cuerpo.
¿Lleva pimienta?
El ligero hormigueo en la punta de su lengua podría haber sido... debe haberlo
sido. La Sacerdotisa asintió y tomó otro sorbo. Luego, de repente, miró a su alrededor,
aparentemente preocupada.
—Um, ¿dónde está Goblin Slayer…?
—Y lo primero que le preocupa es Orcbolg. Boo. —La nota de exasperación en la
voz de la Alta Elfa hizo que la Sacerdotisa enrojeciera y mirara al suelo.
—¿Goblin Slayer? Me temo que no está aquí hoy.
La respuesta que la Sacerdotisa buscaba no vino de la taberna, sino del lado del
edificio que se encargaba de los negocios del Gremio. La Chica del Gremio, su jornada
acabada, sacó la cabeza mientras se ponía el abrigo, preparándose para volver a casa.
—¿Se fue a un trabajo?
—Uh-huh. Por eso no me quedo hasta más tarde. —La Chica del Gremio rió,
ignorando al Lancero, al que la Bruja ya arrastrara de nuevo a su asiento—. Hay algunos
aldeanos que no pueden pasar el invierno con este frío. Les estamos buscando
provisiones, así que está ayudando con el envío.
—¿Y… la chica de la granja también está involucrada? —La Sacerdotisa pensó
brevemente en la animada joven que vivía en la granja con Goblin Slayer. Estaba
enamorada de las mujeres más mayores que ella que estaban a su alrededor, como la Bruja
y la Doncella de la Espada, pero ella casi se sentía igual con la Vaquera. Se las arregló para
actual... natural.
—Sí. Hay una larga caminata, así que espero que no vuelvan por unos días. —
Respondió la Chica del Gremio con una nota de soledad en su voz.
—Ya veo... —La Sacerdotisa asintió, luego se volvió para mirar por la ventana.
La oscuridad blanca se hacía cada vez más densa. Cuando pensó en cómo él estaba
en algún lugar más allá de la cortina mientras ella misma estaba en un lugar donde él no
podía verla…
No, detente. Tengo que mantenerlo junto.
Sentimientos de incomodidad y soledad se enredaron en su mente, pero la
Sacerdotisa sacudió la cabeza. Ella no podía desarrollar el deseo de regresar al Templo
hoy. Y era imposible practicar con las hondas afuera.
Supongo que mejor hago lo que puedo.
Con ese pensamiento en mente, la Sacerdotisa dijo:
—Um. —Habló vacilante pero claramente a la Chica del Gremio—: Si está bien,
¿podría tomar prestado el Manual de Monstruos nuevamente?
—Oh, ya está el pequeño ratón de biblioteca. —Dijo la Chica del Gremio con una
sonrisa—. Claro. Espera solo un minuto.
La Sacerdotisa dejó escapar un suspiro cuando la Chica del Gremio regresó a la
oficina como una chica emocionada. Miró a la Arquera, que estaba sonriendo en su
dirección.
—S-sí, ¿qué?
—¿No estamos ansiosas?
—Eso no es cierto. —Murmuró la Sacerdotisa angustiada, pero la elfa la ignoró.
—Esa clase de cosas me pierden. No soy buena en ello. Incluso si trato de leerlos,
estoy segura de que me atrancaría en las partes famosas. Como dragones, gigantes o
vampiros. —La Alta Elfa Arquera contó con los dedos, y de hecho, esos eran monstruos
que incluso la Sacerdotisa conocía al menos de nombre. Con esto, decidió no decir más,
sino que esperó pacientemente a que la Chica del Gremio regresara.
Si descubrían que la primera página a la que pasaba siempre era sobre goblins, y
cómo comenzaba a leer desde allí cada vez...
La Sacerdotisa aceptó el Manual, de alguna manera sintiéndose muy cohibida, y
siguió leyendo lo más discretamente que pudo.
§
—¡Ugh, no puedo con esto!
Mientras su sobrina llegaba volando a la casa con un grito, el dueño de la granja
solo asintió.
—Te lo dije. No deberías salir así.
—Aw, pero…
La Vaquera respondió sin mucho entusiasmo, pareciendo al borde las lágrimas,
siendo algo poco típico en ella. Sin embargo, su expresión no era lo único inusual en ella;
su ropa también. Llevaba una camisa de encaje que dejaba al descubierto sus hombros. Un
corsé estaba envuelto alrededor de su cintura, enfatizando su pecho, y llevaba una falda
roja plisada. El atuendo no era su atuendo de trabajo habitual, ni el vestido que había
usado para el festival. Obviamente era su mejor ropa.
Y aún así, el dueño habló en tono de regaño, como si estuviera regañando a su hija
por hacer algo tonto.
—Es invierno, hay nieve allá afuera, por amor de Dios.
—Pe-pero acabo de comprar este... —Ella frunció el labio, pero sus palabras no
tenían el poder de desafiar la realidad. No después de haber salido volando ansiosamente
por la puerta y haber entrado volando casi tan rápido, con los hombros temblorosos y el
dobladillo de su falda enrollado...
Hacía frío. La falda hacía difícil caminar, y parecía estar cubierta de nieve y barro
de todos modos. Y también, hacía tanto frío…
—¿Cómo no podría querer llevarlo?
Todos esos factores habían contribuido a que corriera hacia adentro, levantando su
falda y al borde de las lágrimas. El tío no pudo evitar sentirse molesto.
—Y si pillas un resfriado usándolo, ¿entonces qué?
Una pregunta cruzó por su mente: ¿había comenzado a traer gente a su cama? Pero él
no lo mencionó. Nunca había parecido del tipo que hace tal cosa. Estaba más que feliz de
verla interesada en estar a la moda, en salir, en hacer las cosas que una chica de su edad
debería estar haciendo. El problema era…
… Con el que está haciendo esas cosas.
El dueño dejó escapar un pequeño suspiro, tratando de no dejar que su sobrina
viera lo que estaba pensando.
—En lugar de esa falda, usa unos pantalones de montar o algo así. Y ponte un
abrigo.
—Sí, señor…
Su sobrina desapareció en su habitación, claramente desanimada.
El tío miró desde la puerta cerrada a la ventana, desde donde podía ver la figura
blindada que se destacaba en la nieve. Suspiró nuevamente.
§
Goblin Slayer observó la insistente caída de la nieve. Seguía mirando al cielo, junto al
carromato, que estaba apilado con la carga y, casi inusual, un caballo atado al mismo.
—…
La respiración que emergió del visor del casco de metal se convirtió en niebla antes
de arrastrarse hacia las nubes.
No es como si tuviera algún sentimiento especial respecto a la nieve. Lo que su
maestro le había enseñado en esa montaña nevada era demasiado brutal como para ser
llamado recuerdos agradables. En ese momento, estaba pensando sobre las dificultades de
un grupo armado viajando por la nieve, sobre los potenciales peligros y sobre los goblins.
Tendría que proteger la carga, el caballo y a ella también. ¿Cómo respondería si se
topaban con goblins?
¿Debería llamar a mis amigos?
Su compulsión de pensar en la chica y los demás como amigos se había ido casi por
completo ahora. Pero esta “misión” no era oficial, prácticamente un favor personal.
Mejor no.
—¡Perdón por la espera! —Fue emboscado por una animada voz que vino a través
de la nieve.
Giró la mirada para ver a la Vaquera corriendo hacia él, su respiración
congelándose en el frío aire. La piel de sus hombros expuestos estaba roja, cálida por la
sangre invocada por el frío. Se puso una capa para protegerse de los elementos, sujetando
la capucha mientras corría.
—¿Qué te parece?
—Si no tienes frío, entonces está bien.
—¿Sep? —Ella casi parecía divertirse mostrándole su atuendo a Goblin Slayer,
corriendo ante él.
—Tus piernas. —Dijo él, notando algo diferente a antes—. ¿Vas bien con eso?
—Oh, ¿estos pantalones? …Sep. —La Vaquera asintió—. ¿Te gusta más la falda?
—Ambas están bien. —Dijo, en bajo y brusco.
—Cierto. —La Vaquera dijo, juntando sus dedos tanto mientras pensaba—.
Supongo que la falda es un poco más pesada. Y deja mis piernas un poco frías.
—Pantalones, entonces.
—¿Pero no es más linda la falda?
—… No estoy seguro. —Mientras hablaba, Goblin Slayer saltó al banco del
conductor. Agarró las riendas del caballo en su mano derecha, estirando la izquierda a la
Vaquera—. Sube.
—Oh, claro. —Su mano, un poco más grande y musculada que la de una joven
común, se abrió paso a su palma enguantada.
Con un firme y silencioso agarre, Goblin Slayer la ayudó a subirse al banco.
El trasero bastante grande de ella aterrizó en el asiento junto a él con un poompf, y
ella se rió entre dientes:
—Hee-hee. —Entonces ella dijo—: Oh, ¿qué pasa con las comidas empacadas...?
—¿Las que hiciste? —Preguntó Goblin Slayer.
—Uh-huh.— La Vaquera asintió de nuevo.
—Las traje.
—Bien, entonces. —La Vaquera hinchó su generoso pecho con orgullo, golpeando a
Goblin Slayer gentilmente en el brazo.
La cabeza de él se agitó arriba y abajo, y luego agitó las riendas.
El caballo bufó y avanzó. Las ruedas del carro crujieron, grabando surcos en la
nieve. Les llevaría unos cuantos días llegar al pueblo que estaba esperando las provisiones
que llevaban. Un envío simple. Nada más, nada menos.
El mundo estaba lleno de monstruos y bandidos por doquier; no había nada como
un viaje seguro. Pero era una tontería… un simple hecho de la vida.
Esto no era una aventura. Solo un envío. Incluso Goblin Slayer pensaba así.
§
La nieve continuaba cayendo. El crujir de las ruedas del carro era el único sonido mientras
avanzaban por un mundo blanco. En la fuente de ese sonido había una única figura
oscura, sentada sobre el carromato. Goblin Slayer continuaba manejando las riendas en
silencio; a su lado, ella descubrió que no podía decir nada.
O mejor, no tengo ni idea de qué decir…
Ahora que pensaba en ello, esta era la primera ver que hacia alguna clase de viaje
de con él, incluso aunque durase pocos días. No era como cuando había ido al pueblo de
la Alta Elfa Arquera. Y no era como cuando hacia sus envíos de siempre.
Es extraño.
La Vaquera se movió, metió las rodillas y dejó escapar un suspiro. Ella sentía que
había estado con él prácticamente cada vez que estaba en la ciudad. Pero ahora todo lo
que podía hacer era sentarse allí en silencio, mirando su rostro desde un lado. Parecía
como siempre: un casco de metal inexpresivo.
Me pregunto qué expresión está poniendo…
—Hey.
—¡¿Hwha?! —La forma en que le habló de repente mientras estaba pensativa hizo
que sus hombros saltaran por la sorpresa—. ¡S-sí, ¿qué?!
—¿No tienes frío?
—Er, uh, n-no… Estoy bien.
—Ya veo.
La Vaquera asintió, y ese fue el final de la conversación.
Por un largo rato, solo se oyó el sonido de las ruedas rasgando la carretera. Los
dedos de la Vaquera vagaron sin rumbo ante su pecho. Cogió aire, luego lo soltó. Si dejaba
que se le escapara la oportunidad, entonces todo seguiría así.
—H-hey, uh…
—¿Qué? —La palabra fue breve, suave. Ella sabía que sonaba como siempre, pero
por un instante se sintió casi abrumada.
—Um… —Las palabras se atascaron en su garganta; cerró la boca y la volvió
abrir—. ¿De-De qué hablas… normalmente?
—¿Normalmente?
—Esto, cuando estás de aventura… Quiero decir, con tu equipo.
Él gruñó suavemente y no respondió de inmediato. Quizás estaba buscando las
palabras. Como siempre.
—… Nada en particular.
Esa fue toda la respuesta que obtuvo, breve y sucinta.
—Oh, vale. —Ella murmuró, y bajó la mirada. La nieve se estaba apilando sobre su
capucha, y sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo.
Hacia tanto, tanto frío.
—… ........................ Empezar…
—¿Huh? —La palabra la pilló desprevenida, y ella parpadeó.
—Empezar una conversación no es mi fuerte.
—… Cierto.
Lo sabía. La Vaquera asintió. No recordaba si siempre había sido así. Pero seguro
que era así ahora. Lo sabía demasiado bien.
—Así que… —Él dijo, y luego se detuvo por un momento— Así que… escucho lo
que los demás dicen, y respondo.
—… Ya veo. —Apartó la mirada de él, mirando al cielo. Vio blancos copos de nieve
danzar desde las nubes, como si cayeran directos sobre ellos. Ella vio su respiración
convertirse en vapor, fundiéndose con los copos como si flotara lejos—. Bien, entonces…
—¿Sí?
La Vaquera parpadeó al alzar la mirada, luego solo le lanzó una mirada.
—¿Puedo… Puedo hablar? Sobre, ya sabes… lo que sea.
—Sí. —Había respondido dos veces con la misma palabra, pero la cara de la
Vaquera se iluminó—. ¡Bi-Bien, vale, uh…! ¡Volviendo a cuando estaba de descanso hace
un tiempo…!
—Cierto.
—La recepcionista, las demás y yo jugamos a un juego. Alguna clase de, uh, juego
de mesa… —Sonaba como si estuviera fanfarroneando con el chico que estaba en la puerta
de al lado. Su charla vagó sin rumbo. No era como si hubiera pasado algo notable.
A veces, los dados dan buenas tiradas, y a veces no. Ella hablaba del tiempo que les
visitaba cada día y de los cultivos y los animales de la granja. Hablaba de lo que había
pasado mientras él estaba fuera. Cómo lucían los otros aventureros. Su animada voz
espantó la nieve, desapareciendo con el sonido de las ruedas. Hacia más frío que nunca,
pero a la Vaquera no le preocupaba.
No estaban demasiado lejos del pueblo, incluso con la carretera cubierta de nieve. Y
la gente los estaba esperando. No tardarían sin motivo alguno. E incluso así...
Desearía, quizás, poder pasar un poco más de tiempo así.
Sacudió su cabeza ante el vegonzoso pensamiento.
—Oh, cierto. Es casi mediodía. Si quieres comer, deberíamos parar en algún lado
y…
Creak. El carro pegó un bote.
—¿…? Oh, ¿quieres comer aquí?
No hubo respuesta.
Él estaba mirando al frente, y parecía casi como si hubiera dejado de respirar.
Luego el casco se giró —primero a derecha, luego a izquierda— en movimientos rápidos.
¿La había mirado a ella? No, no era eso. Su mirada pasó más allá de la Vaquera, a donde
la nieve se estaba acumulando en montones.
—Uh, ¿hey…?
—Esto es malo. —Dijo rápida y sombríamente.
Un instante después, la nieve pareció explotar, esparciéndose en el aire.
—¡¿Eek?! —La Vaquera, asustada, fue arrojada a un lado.
Algo aterrizó en el banco del conductor con un thunk donde su cabeza había estado
medio segundo antes.
¡¿Una lanza…?!
La Vaquera había sido lanzada al suelo, pero se sorprendió al no sentir el impacto.
La razón estaba clara: estaba envuelta en sus brazos. Se enderezó cuando la realidad la
golpeó.
—¡Er, uh, ¿qu-qué…?!
—¡¡GROORBB!!
Ese sonido inarticulado era toda la respuesta que necesitaba.
—¡GBB! ¡GOROB!
—¡GROBR!
Sombra tras sombra tras sombra tras sombra se alzó de entre la nieve, apartando
las telas que las cubrían. Caras sombrías retorcidas por la lujuria, eran monstruos que
sostenían armas de diversa índole. Eran casi tan grandes como niños, y hasta poseían la
misma fuerza e intelecto cruel. Eran los más débiles entre los No-oradores, encontrados en
cada esquina del mundo.
—¡¿G-goblins…?!
—¡Por aquí! —Goblin Slayer no dudó. Agarró con fuerza la mano de la Vaquera y
salió corriendo como una flecha.
—¡¿Qu-Qué pasa con el caballo y la carga…?!
—Considéralos perdidos.
Fallamos. La respuesta estandar habría sido ignorar el ataque y hacer correr al
caballo tan rápido como pudiera, sacudiéndose a los goblins con eso. Pero francamente…
No, él no dejó que sus pensamientos fueran más allá. La explicación para sus acciones
estaba casi a mano: de hecho, lo estaba literalmente. No había necesidad de pensar en
nada más.
—¡Uno!
—¡¿GGOORBG?!
Goblin Slayer se estrelló contra uno de los goblins que los rodeaban. Antes de que
la criatura pudiera responder, sacó su espada y la apuñaló en el vientre. Fue un punto
vital; el goblin murió sin respirar. Goblin Slayer pateó el cadáver, sacando su espada; él
nunca dejó de correr.
—¡GOR! ¡GOBG!
—¡GBBGR!
—¡¿Heek?!
Volando piedras, gritos de goblin, lanzas, cadáveres. Ella no sabía a lo que
reaccionar.
Oyendo el grito asustado tras él, Goblin Slayer reafirmó su agarre sobre su mano.
No podía usar su escudo con la mano izquierda. Y tenía la espalda expuesta. Tendría que
abrirse paso a empujones mientras prestaba absoluta atención. ¿Cuáles eran sus
oportunidades? Pensó que podía casi oír el sonido del dado rodando sobre su cabeza.
Pero al infierno con el Destino y la Oportunidad.
A través de la nieve podía oírse los últimos relinchos desesperados del caballo
mientras era devorado vivo.
Goblin Slayer lanzó una mirada sobre su hombro. Vio su cara, al borde de las
lágrimas en cualquier momento. Él siguió corriendo. No había otra opción.
—Hey… Hey… ¡Ese caballo…! —Ella tiró de su mano, su voz temblando—. ¡El
pobre va a morir…!
Goblin Slayer no dijo nada, solo miró al frente y corrió. No es que no quisiera
hablar. Es que no podía. Ni podía mirarla a la cara. No podía decirle como de agradecido
estaba porque el caballo distrajera a los goblins. ¿Qué clase de expresión habría puesto
mientras le decía tal cosa a ella? No importaba que su cara estuviera oculta por un yelmo
de metal.
Seguramente incluso ella estaba más preocupada por su propia seguridad… —no,
quizás por la de él— que por la del caballo. Pero ¿cómo podía estar satisfecho con eso?
—¡¡GOOROBG!!
Así que tomó todo eso y lo golpeó contra el goblin ante él.
El monstruo estaba corriendo, ansioso por obtener su parte, reacio a que sus
compañeros lo dejaran atrás. Goblin Slayer puede haberse dado cuenta de eso, o no; de
todos modos, golpeó a la criatura con su espada.
—¡¿?!
El goblin, su cerebro partido por la hoja, cayó muerto sin siquiera darse cuenta de
lo ocurrido.
—¡Dos! —Goblin Slayer agarró el garrote del cinto del monstruo incluso mientras
corría. Era un objeto rudo hecho de hueso. Un fémur… humano, probablemente.
—Ugh… ¡Errgh…! —La Vaquera forzó a bajar lo que amenazaba con subir,
poniendo su mano libre sobre su boca. Apenas tenían tiempo para arrodillarse y vomitar.
En cambio, ella agarró su mano cada vez más fuerte. Si la soltaba —no es que
alguna vez hiciera tal cosa— ella no sabía lo que haría. De repente se apoderó de ella la
sensación de que podría quedarse sola; se estremeció por algo decididamente separado
del frío.
—¿Qu-Qué haremos…? —Le preguntó, incapaz de contener el temblor que acudió
a su voz—. La Ciudad Fronteriza… Está por ahí, ¿cierto?
—No podemos regresar. —Su respuesta fue breve y desapasionada—. Los goblins
están preparando una emboscada.
—Entonces…
—El pueblo estará cerca. —Dijo, y luego añadió—: Al menos, así solía ser.
La Vaquera tragó pesadamente, haciendo bajar no solo su saliva, sino las palabras
que iba a decir.
¿Con tantos goblins…
… podría el pueblo acaso sobrevivir?
Ella sabía que solo podía distraerle al hacerle la pregunta en alto.
Y luego estaba la nieve. Él podría haber podido regresar a la ciudad a pie, pero ella
dudaba que pudiera. Solo había un camino.
Esa chica… Si ella…
Esa Sacerdotisa que siempre lo acompañaba… ¿qué haría ella?
La Vaquera nunca había estado interesada en convertirse en aventurera. Pero ahora
lamentaba no serlo. Si lo fuera, habría sido…
—¡Se acercan!
—¡Ci-Cierto! —Ella fue devuelta a la realidad de sus reflexiones casi escapistas. En
el mismo momento en que él habló, se escucharon dos gritos horripilantes. Podía oírlos
incluso en la tormenta de nieve.
—¡GOROGB!
—¡GBG! ¡GOOBG!
¡Goblins!
Un aventurero y una joven: los goblins debían sentirse como si hubieran ganado. Se
acercaban, prácticamente desbordantes de deseo, sus caras iluminadas por una alegría
asquerosa. Era más que suficiente para aterrar a la Vaquera, para hacerla querer llorar. Sin
aviso, sintió que algo cálido se deslizaba entre sus piernas, y entonces ya no supo qué
hacer.
Pero él lo hizo.
—¡Tres!
Aun sosteniendo la mano de la Vaquera, dio un gran paso al frente, moviendo el
garrote de arriba abajo sobre su cabeza.
Los goblins son más bajos que los humanos. Los humanos también tienen unas
extremidades considerablemente más largas.
—¡¿?!
El goblin fue incapaz de cerrar la distancia entre ellos antes de que su cabeza fuera
esmagada y sus sesos se esparcieran por el terreno circundante. El cadáver se arrodilló,
rápidamente oculto a la vista por la nieve.
El precio que pagó Goblin Slayer fue que el garrote que tenía se quebrara.
A veces el hueso era simplemente frágil.
—¡GGBBGRO! —El goblin restante sonrió cuando vio esto. Su enemigo estaba
ahora desarmado. La victoria era suya. Mataría a este hombre- ¡No, mientras el
aventurero observaba, tomaría a la chica y…!
—¡¿?!
Pero no fue así.
Sin dudarlo, Goblin Slayer clavó su hueso partido en el ojo del goblin. La pieza
afilada atravesó el frágil orbe y se abrió paso hasta su cerebro. La muerte fue instantánea.
La criatura sufrió un sobresalto, aterrizando en la nieve, donde continuó retorciéndose.
Goblin Slayer aplastó su mano bajo los pies y estabilizó su respiración.
—¿Puedes seguir?
—E… Estoy bien… Creo.
La Vaquera, sin embargo, no sabía lo que estaba bien. Ella solo sabía que debía
haberse visto horrible.
—Vamos. —Él debe haber notado su apariencia, sin embargo, no dijo nada al
respecto.
Probablemente sea considerado.
—Sí. —Dijo la Vaquera con una voz desvanecida y asintió con la cabeza, tomando
de nuevo su mano. No podía imaginar dejarla ir. Sin duda ella se había sentido así por
algún tiempo.
—¡GOROBG!
Hubo más gritos hormigueantes. Debió haberlos notado mucho antes que ella.
Sosteniendo la mano de la Vaquera, cargó hacia adelante, cortando de lado la forma que
apareció a través de la tormenta de nieve. Algo oscuro salpicó la blanca nieve.
—¡¿GOROBOGO?!
El aullido inarticulado no pertenecía a ningún humano. Era horrible y retorcido, la
voz de un goblin. El monstruo se sacudió y luchó en medio de la vorágine. Una cuchilla lo
atravesó con el frío del hielo. El monstruo chilló una vez, y luego nada más se pudo
escuchar.
... No, había algo más.
Caminando descuidadamente sobre la alfombra de hielo y nieve había una sola
figura solitaria: un aventurero. Tenía un yelmo de aspecto barato, sucia armadura de
cuero, un pequeño escudo redondo en el brazo y un espada de una extraña longitud en la
cadera. Salpicado de rojo y blanco por las salpicaduras de sangre y la nieve, dijo con
calma, como si no acabara de quitarse la vida:
—Cinco.
Misericordioso y frío, el baile de los hermosos copos, los espíritus de la nieve, ya
cubrían todos los cuerpos. O quizás para ellos, el blanco puro en sí mismo era hermoso, y
simplemente estaban sobrescribiendo al mundo entero. Pronto se colocaría un velo de
nieve sobre los cadáveres frescos.
En cuanto a él, un goblin vivo era algo de lo que preocuparse, pero uno muerto
apenas importaba. Caminó a través de la nieve sin hacer ruido, permaneciendo alerta
mientras hablaba en su usual tono bajo.
—Vamos.
—¡Ci-Cierto…!
La respuesta fue frágil, sacudiéndose y temblando como un pelota que había sido
arrojada con fuerza hacia el suelo. La chica que emergió de entre la nieve tras él tenía la
cara pálida, tratando desesperadamente de mantener el ritmo. Ella tenía pelo rojo y
amplio pecho. No era solo el frío lo que la hacia temblar.
—¿E-Estás seguro de esto ………?
—No veo problemas. —Dijo él, y luego pensó un momento y añadió por reflejo—.
Ni para nosotros ni en nuestros alrededores.
—Va-Vale…
—¿Estás bien?
La situación no permitía relajarse. Aun así, se forzó a mantener una expresión
serena para suavizarse de algún modo. No lucía como la expresión que estaba
acostumbrado a ver en ella tampoco.
—Sep. Estoy bien…… bien.
Él asintió, luego bajó sus muslos y dejó de caminar, aun vigilante. Ella lo siguió con
paso rápido, pero corto. La forma en que escaneaba la zona delataba su ansiedad. Tropezó
con un poco de madera, lo que la hizo saltar. Debajo de la nieve había árboles podridos.
Las rocas también. Y probablemente huesos humanos.
Había habido un pueblo aquí, una vez. Hace mucho, mucho tiempo.
No en el que él y ella habían vivido. Esa tierra ya se había destinado a un nuevo
uso: se estaba construyendo una instalación de entrenamiento para aventureros.
Pueblos en ruinas se pueden encontrar prácticamente en cualquier lugar. Quizás
los goblins fueron la causa, o una epidemia, o un dragón.
Él lo sabía, y ella también.
Aunque él lo entendió completamente, ella nunca antes lo había sentido en sus
huesos.
Sobre el viento que aullaba, el vil gruñido de los goblins resonó.
Y ahora, por fin, comprendió lo que significaba aventurarse donde habitaban los
goblins.
§
—Ahhhh, dios, ¿qué hago, qué hago…? —La lastimera voz de la Alta Elfa Arquera sonó
en la taberna. Estirándose a lo largo de la mesa, agitando sus brazos y pateando sus
piernas, era la viva imagen de una chica pequeña.
—… ¿En serio tienes dos mil años, eh?
—Claro que sí. Qué maleducado.
—Por suerte pasarás de los trece. —El Enano Chamán suspiró, exasperado desde el
fondo de su corazón, y tomó un trago de su taza.
El sol se ponía, y cierto letargio se apoderó de la asamblea de aventureros ebrios en
la taberna. La nieve era copiosa, el viento poderoso y frío. Uno tendría que necesitar
seriamente dinero para salir en una noche como esta.
—Ese Goblin Slayer, no tiene nada salvo tiempo en sus manos. —La Caballero
había estado quejándose antes, junto con otra clase de cosas, pero ahora ella fue dominada
por completo por la bebida. Ella se lanzó hacia adelante como un remero en un bote… en
lo que aparentemente era un mar de baba.
El Guerrero Pesado la miró y gruñó:
—No tiene remedio. No eres más madura que un niño.
La acomodó sobre su hombro. De hecho, el Explorador, la Druida y el Guerrero
Ligero medio-elfo no estaban a la vista. Los dos más jóvenes se habían ido a la cama
pronto, mientras el Guerrero Pesado acompañaba a beber a la Caballero.
—Lo vamos a llamar una noche. —Dijo él—. No te irás sola de resaca.
—Maldito… Si vas a llevar a una chica a su cuarto, trátala como una princesa…
—Sep… Princesa. Cieeeerto… —El Guerrero Pesado ignoró el murmullo
somnoliento de la Caballero, las escaleras crujiendo mientras subía por ellas.
—Claro. —El Lancero dijo, y le lanzó una mirada a la Sacerdotisa—. ¿No necesitas
dormir, joven dama? Trabajaste de nuevo en el templo hoy, ¿cierto?
—Estoy bien. —La Sacerdotisa dijo, parpadeando sus pesados párpados—. Algo
podría… pasar…
—Estás obsesa. —El Lancero bostezó apático—. Podrías esperar toda la noche: no
volverá tan pronto.
—No es por eso por lo que…
… estaba esperando. La Sacerdotisa se rascó la mejilla tímidamente, bajando la
mirada mientras la Bruja se reía para sí. Entendía lo transparentes que eran sus
sentimientos, pero no pudo evitar sentirse avergonzada. Trató de ocultarlo al añadir:
—Pe-Pero tienes razón; solo esperar sin hacer nada…
La Alta Elfa Arquera se encogió de hombros.
—¿Qué tal jugar al juego de mesa? —Miró al mostrador de recepción, que estaba
ahora vacío. La Chica del Gremio, que se había ido con la nieve justo cuando terminó su
turno, no estaba a la vista; estaba probablemente en casa por ahora. La recepcionista del
turno de noche estaba tratando de mantenerse despierta tomando algo de té, rellenando
papeles sin pensar—. No tenemos gente suficiente, así que no podremos seguir con
nuestra aventura.
—En ese caso… —El Sacerdote Lagarto, que había estado cerca del fuego, estiró su
largo cuello—… ¿y si consideramos ir a una aventura de verdad?
—¡Tampoco hay gente suficiente para eso!
Por gente, en este caso, ella realmente se refería a la vanguardia.
Goblin Slayer, la Sacerdotisa, la Alta Elfa Arquera, el Enano Chamán, el Sacerdote
Lagarto. Ella era muy consciente de que en un grupo bendecido con tres invocadores de
hechizos, como ellos, sería egoísta pedir más. Pero era verdad que solo tenían un único
guerrero puro de vanguardia.
La Sacerdotisa miró al Sacerdote Lagarto. Él era ciertamente incondicional, por
supuesto.
—Sin Goblin Slayer, no es fácil, ¿eh?
—No sé si realmente podemos llamar a un bicho raro como él un guerrero
apropiado, sin embargo. —Dijo la Arquera con una carcajada y una nota de afecto en su
tono.
—Eso es cierto. —Dijo la Sacerdotisa ambiguamente, incapaz de negarlo.
Un guerrero, ¿huh?
Puso uno de sus largos y delgados dedos sobre su boca, pensativa, sus ojos
posándose sobre el Lancero.
—…Er, ¿lleváis mucho como equipo?
—¿Hrm? —El Lancero alzó una ceja—. Ah… Eh, cinco o seis años, o… un poco
más, ¿quizás?
—Sí… Más o… menos. —La Bruja guiñó con familiaridad y dio una sonrisa
amorosa—. ¿Tienes… algo… en mente?
—Bueno, uh, er… —Clavada en el lugar por esos hermosos ojos, la Sacerdotisa
tartamudeó y trató de decidir a dónde mirar. Negarlo parecía insoportablemente
infantil—… ¿De-De qué?
—Heh-heh… —Evidentemente divertida, la Bruja sacó una pipa de su amplio
pecho, murmuró algo y golpeó su filo con un dedo. Hubo un foosh y una leve luz apareció;
la Bruja dio una larga calada a su pipa, su delgado cuerpo moviéndose casi ansiosamente.
Luego abrió los labios como si fuera a dar un beso, haciendo un aro de humo dulce—.
Todo a… su tiempo. —Dijo, una risa surgiendo de su garganta—. Lo entenderás… a su
tiempo.
—… Cierto. —La Sacerdotisa asintió con resolución, luego sus ojos cayeron sobre
su vaso de leche, ahora tibia.
Pero ¿cuánto tiempo era “a su tiempo”? ¿Hasta que se convirtiera en Plata? ¿O hasta
que no sintiera ansiedad por quedarse sola?
¿O quizás… hasta que sus prejuicios desaparecieran?
Sintiendo como si la Bruja hubiera detectado ese lado feo suyo, la Sacerdotisa
acercó la leche a sus labios con algo menos de convicción.
—… Uh, ¿tienes un segundo? —Una voz llamó dubitativa.
—¡¿?! —La Sacerdotisa tosió y casi se ahogó, luego se giró para ver dos caras
familiares.
Era la Aprendiz de Clérigo y el Guerrero Novato: dos de su edad que parecían casi
haber superado sus apodos.
El joven llevaba su tan acostumbrada armadura y un garrote (en realidad, un largo
palo quizás un poco estrecho para ser denominado así), así como una espada a su cintura.
Un protector de cabeza de cuero colgaba de su hombro. Parecía casi todo un guerrero
consumado.
En cuanto a la clériga, no lucía tan diferente, pero la forma en que se comportaba
era más serena y confiada.
¿Y yo…?
¿Qué pasaba con ella? La Sacerdotisa solo sonrió, con cuidado de no dejar que el
pensamiento se mostrara.
—¿Pasó algo?
—En realidad, nosotros, uh… Parece que seremos ascendidos… —Rascándose la
mejilla tímidamente, el Guerrero Novato explicó que la decisión aun no era del todo
oficial.
—¡Oh! —La Sacerdotisa dijo, los ojos bien abiertos, y entonces juntó las manos—.
¡Felicidades a ambos!
—Supongo, pero quiero decir, es de Porcelana a Obsidiana.
Del décimo al noveno rango. ¿Qué pasa con ella? Por pelear contra el Ogro en las
alcantarillas, ella… No. Antes de eso, había sido salvada por él, y luego se unió a su actual
grupo; eso le había permitido avanzar más rápidamente. De otro modo, estaría en el
mismo lugar que estos ante ella… si hubiera sobrevivido en esa primera cueva.
Pero… ¿huh? La Sacerdotisa ladeó la cabeza con curiosidad. Le había mostrado a él
la prueba de su ascenso con tal felicidad…
—Ninguno lucís felices. ¿Pasó algo malo?
—Sobre eso… —La Aprendiz de Clériga dijo, frunciendo las cejas—. Cuando se lo
dije al Templo, hubo una limosna…
Las limosnas eran enviadas por los dioses a sus seguidores: mensajes, profecias y
algunas órdenes. Nadie podía ser forzado a seguirlas, pero eran pocos quien las
ignoraban. Después de todo, ¿qué beneficio sacarían de ello? Asumiendo que uno no
estuviera obsesionado con matar goblins.
Con esto, la Sacerdotisa rápidamente supuso el problema.
—He oído que los juicios impuestos por el Dios Supremo son muy difíciles. ¿Es
eso…?
—Uh-huh. —La Aprendiz de Clériga asintió, como una chica perdida en la
carretera—. Ábrete paso a la cima más al norte, dice. Pero…
—Hemos pasado todo el tiempo por ciudades, nunca en montañas nevadas.—El
Guerrero Novato dijo, su expresión sombría. Era verdad; si se marcharan ahora mismo,
probablemente acabarían muertos.
La Sacerdotisa puso un dedo sobre sus labios con un sonido pensativo. De hecho,
su grupo se había involucrado en una batalla en una cima nevada el invierno pasado.
Había sido una prueba, una que quizás habría ido peor si hubiera tenido compañeros
experimentados con ella.
Dicho sea, ella había estado pensando en regresar simplemente al Templo para
trabajar mientras lo esperaba a él, pero…
¿Qué haría él?
—… ¿Son goblins?
—¿Huh?
—Oops… —La Sacerdotisa se rió incómoda y sacudió su cabeza. No había querido
decirlo. No significaba nada.
No. No significaba nada, pero aun le dio el impulso que necesitaba. Cerró los
puños, vació lo restante de su vaso y tomó su bastón. Pudo ver a la Bruja asentir al final de
su campo de visión. Le devolvió el saludo.
—Me gustaría ayudaros. —La Sacerdotisa dijo, su voz rompiéndose ligeramente.
Cogió aire. Habló como si estuviera orando—: ¿Os uniréis el resto?
—¡Una aventura! —La Alta Elfa Arquera respondió de inmediato. Pateó su silla y
se puso en pie de un salto, sus orejas tan rectas como el brazo que usó para indicar su
voluntad—. ¡Me apunto! ¡Le restregaré a Orcbolg sobre la aventura que tuve mientras él
no estaba!
—… ¿Y crees que le importará? —El Enano Chamán preguntó, recolocando la mesa
que casi había volcado la elfa. Había reunido la comida restante y estaba abriéndose
camino a través de la misma como si implicara que sería un desperdicio lo contrario. Lo
bajó con un trago de vino de fuego, luego eructó ruidosamente—. ¿Qué hay de ti,
Escamoso?
—Me siento muy halagado al ver que se busca mi ayuda. Ocurre con bastante poca
frecuencia. —El Sacerdote Lagarto habló con su gravedad habitual, incluso mientras
permanecía cerca del hogar, tratando de absorber su calor—. No tengo ninguna objeción.
Después de todo, un poco de frío no estropeará la comida. ¡Ah, la cultura es una buena
cosa!
Parecía querer decir que mientras tuviera queso, todo estaría bien.
La Alta Elfa Arquera cedió y se encogió de hombros altivamente.
—¿Entonces? ¿Y tú, enano? Un poco de frío no debería molestarte, con todo tu
aislamiento.
—Un buen azote te curaría de ese desagradable prejuicio tuyo. —El Enano Chamán
se sacó las migajas de la barba y se levantó de la silla—. No tengo intención de detenerte,
pero...
—Pero ¿qué? —Las orejas de la Arquera se movieron sospechosamente.
—¿Qué hacemos con la recompensa?
—¡Oh! —La exlcamación no vino de otra aparte de la Sacerdotisa.
¡No había pensado en eso…!
¿Qué haría…? ¿Qué?
La Sacerdotisa, yendo de un lado a otro, no llegó a una conclusión. El impulso de
coraje que había sentido un momento antes se desvaneció. El chico y la chica, también,
parecían querer llorar. No tenían respuesta.
Luego…
—Partidla… mitad… y mitad. —El rescate vino en forma de una voz tras ellos.
La Sacerdotisa alzó la mirada para ver a la Bruja guiñándoles como un niño
malicioso.
—Com… buenos… amigos.
—… Tiene razón. —El Lancero, que había estado observando en silencio, asintió—.
Lo mejor que se puede hacer en casos como este es dividir lo que consigas.
—Oh, bu-bueno, ¡hagámoslo entonces! —La cara del Guerrero Novato brilló de
inmediato.
La Aprendiz de Clériga lo tiró a un lado:
—Lo que el dios nos dijo que consiguiéramos… ¡no podemos dividirlo!
El Guerrero Novato parecía deprimido, pero ella lo ignoró.
—Mmm… —El Enano Chamán dijo, asintiendo satisfecho—. Me parece bien.
—… —La Sacerdotisa no pudo decir nada en absoluto. Se sentó pesadamente en su
silla, mirando su taza. Estaba vacía. No había nada dentro.
La Alta Elfa Arquera había hecho rodar la pelota; todos sus amigos estaban
charlando entusiasmados sobre lo que iban a hacer. Estaba feliz por eso. Me alegro de que
hubieran aceptado su sugerencia. Pero…
—... Vámonos mañana, cuando la nieve se calme un poco.
La noche por venir todavía era larga, la nieve seguía cayendo rápidamente.
A
segúrate de cuidarte bien. —Dijo—. Te congelarás.
—Ci-Cierto… —Enrojecida, puso su mano bajo las ropas, y finalmente tuvo
— oportunidad de mirar alrededor del edificio derrumbado.
Eran algo que podría llamarse “casa”. Los restos de una casa, quizás, como un
esqueleto que descansa en un campo. Eso fue a lo que le recordaba. Pero aun tenía cuatro
paredes y un tejado, y mantenía fuera a los elementos. No hacía calor por ningún tramo
de la imaginación, pero apenas podían esperar algo mejor.
—Tenemos suerte de que esté nevando. —Goblin Slayer ojeó por un agujero en la
pared.
Fuera, en la blanca noche, unos ojos brillaban como llamas brillantes. Los goblins
parecían perfectamente capaces de salir a pesar de la tormenta. Sin embargo, les faltaba un
resorte en sus pasos; sus movimientos parecían vagos y desinteresados.
Esas criaturas llamadas goblins siempre esperaban que otros trataran con las
consecuencias de su propia indolencia. No podían evitarlo si hacia frío y nevaba fuera;
¿cómo se supone que trabajarían en estas condiciones? Nadie notaría una pequeña
matanza, de todos modos. Al menos, no en el momento.
—Ayudará a disfrazar nuestra esencia también.
La breve declaración hizo que la Vaquera enrojeciera.
—¿No-No mires, vale?
—No lo haré. —Goblin Slayer se giró, hacia el interior de la habitación, el clink-clink
de su cinturón al sacárselo audible tras él.
La mayoría del contenido de la casa había sido saqueado, pero todavía quedaba
algo. Una búsqueda era esencial. Había goblins, después de todo. No eran conocidos por
buscar concienzudamente.
—… Hey. —La Vaquera dijo suavemente, acompañada por el roce de la ropa—…
No te rías o… creerás que soy patérica, o…
—No lo haré. —Él respondió, revolviendo cuidadosamente una cómoda
maltratada, para no hacer ruido. Luego, como si hubiera decidido que esto no era
suficiente, agregó—: Mi maestro me enseñó eso, hace mucho tiempo.
—¿Tu maestro…?
Sí. Goblin Slayer asintió. El gran maestro que lo había llevado a sus límites de todo
modo posible.
—‘Cuando las cosas vayan mal, deshazte de los objetos pesados y prepárate para
correr’.
—¿‘Pesados’…?
—Palabras de mi maestro. —Dijo bruscamente—. Aparentemente, es prueba de
que no te has rendido.
Ignorando la vergüenza en la Vaquera, se sacó un par de guantes comidos por las
polillas de su pecho. Dado que su chaqueta había salido volando con la carrera, fue un
hallazgo tan bueno como un abrigo mágico de alta calidad.
Goblin Slayer le tiró la ropa a la chica mientras decía:
—Tu cuerpo, al menos, sino tu corazón y mente.
—…
—Si tu cuerpo no se ha rendido, lo que queda es solo esfuerzo.
La Vaquera quedó muda. Goblin Slayer solo podía escuchar una respiración
superficial y, una o dos veces, un mmm. Probablemente estaba limpiando el sudor y las
últimas huellas de su accidente durante el ataque de los goblins.
Se concentró en una esquina de la habitación, sacando su daga de su vaina en un
agarre inverso.
—“Y los que se ríen de eso son idiotas que no saben nada", me dijo. Mientras que
aquellos que intentan abrirse paso a través de situaciones desesperadas son tontos que
carecen del buen sentido de cuándo escapar.
—... ¿Y si te mueres en el intento?
Clavó la daga en el suelo, y casi inmediatamente sintió algo duro. Empezó a
hurgar. Como esperaba, en lugar de madera, había varios frascos enterrados bajo el suelo.
La mayoría inútiles después de meses y años aquí, pero podría rasparse el moho de las
carnes secas y probablemente serían comestibles.
—Eres idiota.
—… Oh.
Bien. La voz de la Vaquera era tan débil, que hizo que Goblin Slayer se girara
lentamente.
Había terminado de secarse y se había vuelto a poner la ropa interior y la camisa;
había colgado los pantalones en un trozo de madera y sostenía una manta. Goblin Slayer
fue y se sentó a su lado inmediatamente, ofreciéndole la carne, de la que había raspado la
superficie.
—Come. Es mejor que nada.
—… Cierto. —Ella asintió, sentándose pesadamente junto a él. Acercó su cuerpo al
suyo, luego estiró la manta para que los cubriera a mabos antes de bajar la mirada para
ocultar mis mejillas sonrojadas—. ¿No, uh… huelo ni nada, no?
—No me molesta.
—… Así que eso es un sí.
Sigh. Su respiración se convirtió en vapor y flotó lejos.
El frío era casi insoportable. Pequeños escalofríos empezaron a recorrer su cuerpo.
—… ¿Estás bien?
—… Sep. —La voz que respondió a Goblin Slayer era débil. Parecía que para él
sonaba más y más débil cada vez que la escuchaba.
La Vaquera masticó la dura carne. Goblin Slayer, por su parte, empujó algunos
cachos a través de su visor, masticándolo mientras rebuscaba en su bolsa. Era demasiado
consciente de que no podían encender un fuego. Pero no había razón para no hacer algo
por la Vaquera. Desafortunadamente, un Anillo de Respiración no podía contrarrestar el
frío que no se había originado directamente por la nieve. Así que entonces…
—Bebe esto.
Le tendió algo: una poción de estamina. La Vaquera miró al líquido y parpadeó.
—¿Estás seguro…? La medicina es cara, ¿no…?
—La compré por si era necesaria.
—… Gracias. —Ella la bebió ruidosamente, luego soltó un suspiro audible—…
Mmm, te calienta, ¿no? —Asintió e incluso sonrió, aunque podría haber sido un
espectáculo para su beneficio. Entonces ella le pasó la botella (“¡Toma!”) y él la tomó
(“Sí”).
El amargo líquido pareció calentar su cuerpo desde dentro hacia afuera.
—Puedes dormir si quieres. No debe hacer tanto frío como para que te mate.
—… No es muy relajante.
—Estoy de broma.
La sonrisa de la Vaquera se tensó. Goblin Slayer lo ignoró y miró fuera de la cabaña
una vez más. ¿Para escapar o esperar el rescate?
Podríamos esperar durante varios días.
Podrían estar atrapados en la oscuridad impuesta por la nieve, pero dudaba que
fuera difícil evadir las búsquedas de los goblins. Incluso si los monstruos pudieran andar
tanto de día como de noche, seguiría haciendo tanto frío y aún habría tantos lugares para
esconderse… Incluso si su objetivo principal tenía que ser llevar a la chica a su lado a casa
de manera segura, no creía que hubiera problema.
Por supuesto, solo podemos hacer lo que podemos.
Con eso, la conversación cesó. Detectaba solo una fugaz suavidad y calor cada vez
que ella se movía. El sonido tranquilo de su aliento, su pecho subiendo y bajando. Goblins
balbuceando afuera, sus pies crujiendo en la nieve. Pero todas esas cosas se sentían muy
lejos.
Finalmente, los párpados de la Vaquera se cerraron. Se desplomó un poco,
apoyándose contra Goblin Slayer. Y entonces…
¡Bong!
Un impacto puso todo al revés.
—¿¡Heek...?! —Cuando la Vaquera se incorporó de repente, Goblin Slayer ya se
estaba preparando para pelear si era necesario. Estaba mirando atentamente a su
alrededor, con el arma lista, su postura baja y sus ojos fijos en...
La Vaquera también lo vio.
Un enorme cuerpo azul negruzco. Cuernos que salen de su frente. Una boca que
emitía un olor a podredumbre. Un enorme martillo de guerra en sus manos.
La Vaquera, con los ojos muy abiertos de asombro, emitió una voz que apenas era
un susurro.
—¿Qué… es eso…?
—No lo sé. —Goblin Slayer dijo brevemente—. No parece un goblin.
Con un thump, thump, cada paso sacudiendo el suelo, esa cosa se acercó más.
Los goblins rodearon a la criatura como si los arrastrase.
Ya veo… así que es su líder.
—Ese monstruo me parece vagamente familiar. —Goblin Slayer dijo, luego empezó
a observar los movimientos de la criatura con cuidado. ¿Cómo lo habían llamado?
—¡Grah! ¡¿No habéis encontrado todavía al aventurero?! —La criatura aulló con una voz
semi-articulada. Le dio una patada a uno de los goblins cercanos.
—¡¿GOBG?!
—¡Goblins! ¡Argh, inútiles…! —Escupió mientras el goblin rodaba por la nieve, que
luego acabó por ponerse a gatas, pidiendo clemencia.
El monstruo se sentó sobre lo que quedaba del carro, colocando el martillo junto a
él con tanta fuerza que parecía que lo golpeaba contra el suelo.
—... Bah, bien. Tenéis mucha sopa en el cerebro. No lo entenderíais incluso si os lo
explicara.
—GBOR...
—Dije "bien". Solo daros prisa y encontradlo. El primer escuadrón que tenga en sus manos a
esos dos puede hacer lo que quiera con la chica.
—¡GROGB! ¡GOBOGR!
—¿Entendido? ¡Entonces poneros en marcha!
El goblin salió corriendo, gritando las instrucciones del líder a los demás con una
voz aguda.
Goblin Slayer chasqueó la lengua para ver el bullicio entre sus enemigos. Los
goblins fueron impulsados por el miedo y la lujuria. Y este gigante sabía cómo usar ambos
para reunir a sus tropas.
Temible, concluyó Goblin Slayer. Evidentemente, ni escapar ni esperar sería fácil.
—Um, ¿h-hey...?
El temblor de la chica a su lado se había vuelto más violento. Goblin Slayer
extendió su mano, la agarró y la bajó suavemente al suelo.
—... Duerme. —Incapaz de encontrar otras palabras, tocó su espada con la mano y
luego repitió en voz baja—: Duerme... Mañana no será más fácil.
—... Sí. —La Vaquera asintió, luego obedientemente cerró los ojos. Se durmió un
poco, pero de lo contrario no podría dormirse.
Goblin Slayer dormía con un ojo abierto, alerta en todo momento. Se veía obligado;
no había otra opción.
§
—Alguien a quien amas está muriendo. Y puedes ver a un goblin huyendo. ¿Qué eliges?
—No sé.
Poco después de que las palabras salieran de su boca, sintió un golpe en su cabeza.
Su maestro —su profesor— le había golpeado con una bola de hielo. Fue arrojado al suelo
de la oscura y helada cueva, pero ya no podía distinguir entre frío y dolor. Saltó para
ponerse en pie y miró alrededor, esperando evitar el siguiente golpe, pero como siempre,
no pudo ver rastros de su maestro.
—¡Ah, maldita vergüenza! ¡Tu pequeña amiga muere ante ti! ¡Y el goblin se escapa!
¡Y ese es el fin! En la oscuridad, su maestro, aun invisible, mascó algo entre sus
dientes. Las nueces que había enviado al niño a la llanura helada para recoger. El niño
había aprendido que incluso en las profundidades de las montañas, rodeadas de nieve y
hielo, había una cantidad sorprendente de comida si sabías cómo mirar.
—¡Pfah, no las comparto! ¡Si las quieres, cógelas tú mismo! ¡Estas son mías!
Sí. Asintió. Estaba acostumbrado a los caprichos de su hermano, pero nunca se le
ocurrió robar comida. Ni siquiera se lo planteara. Después de todo, su maestro le había
enseñado que fuera honesto y correcto.
—Hrmph. —Su maestro gruñó, soltando un eructo—. Supongo que es un poco
mejor que decir que hicieras ambas.
—¿No puedo?
—¡Pues claro que no!
Algo húmedo le golpeó la cara. La cáscara de una de las nueces, escupida quizás
por su profesor. Se limpió sin decir palabra. No quería congelarse.
—Eso solo mostraría que no entendías cual era el problema. Si no te enfrentas a la
realidad, ¡entonces morirás poco después! Sin valor y sin ayuda. —Su profesor gruñó,
entonces le escupió otra concha, esta vez directa a la mejilla—. Una cosa. —Su profesor
añadió, y aunque aún era invisible, el chico pudo oírle riéndose—. Hay una pieza de la
respuesta allí.
—¿Una pieza?
—Sep… ¡Solo un tonto hijo de puta dejaría que las cosas fueran tan mal, para
empezar! — Una carcajada de otro mundo resonó en las paredes de la caverna. El sonido
del crujido se convirtió en masticaciones. Hongos, probablemente.
Tras pensarlo un momento, respondió:
—Pero ¿qué debería hacer si eso acaba así?
—¿A qué te refieres con qué?
Una luz blancuzca le rozó la nariz. La hoja de una daga, la punta arañando su
mejilla, lo suficiente para que brotara sangre. De repente, estuvo ojo a ojo con el rhea,
cuyas pupilas ardían en la oscuridad. La vieja criatura se carcajeó.
—Haz lo que sea… ¡¡si es la persona que amas!!
§
—Mmm, er… —Su sueño había sido tan ligero que no fue una sorpresa que tuviera
problemas al despertarse. La noche fue larga, y sus sueños, cortos. Había sido alertada por
el sentimiento de algo moviéndose a su lado.
—¿Estás despierta?
—¡Eep…! —La Vaquera se sentó rápidamente, cubriéndose la mitad inferior con la
manta, luego se cubrió la boca con ambas manos. Entonces se dio cuenta de que no sabía
por qué lo había hecho y parpadeó.
¿Dónde estaba ella? Esta no era su habitación. Y él estaba aquí. Vestido como
siempre.
—……… Mmm. Buenos días.
—Sí. Buenos días.
Cierto, cierto. Asintió mientras su cerebro finalmente volvía a la realidad. Aun
estaban en esa dilapidada cabaña, todo igual que como cuando había ido a dormirse.
Tembló, luego echó un vistazo rápido afuera.
No había goblins en el campo nevado más allá, al menos hasta donde le alcanzaba
la vista.
Gracias a dios.
Su amplio pecho se asentó mientras exhalaba de alivio.
En cuanto a él, estaba comprobando su equipamiento, luciendo como cuando
inspeccionaba la valla de la granja. Su yelmo de aspecto barato estaba allí, así como su
sucia armadura de cuero, la espada de una extraña longitud en la cadera y el pequeño
escudo redondo atado a su brazo.
La Vaquera se sentó y lo miró, luego se aclaró la garganta.
—... ¿Qué haremos hoy?
Ella no podía atreverse a preguntar: ¿Qué hacemos después?
—Hmm. —Gruñó él antes de dar una respuesta—: Si vamos a escapar o esperar el
rescate, necesitamos otro lugar para dormir.
—¿Podemos quedarnos aquí? —La Vaquera miró a su alrededor—. No nos
encontraron ayer.
Su respuesta fue contundente:
—Entonces nos encontrarán esta noche. También necesitamos alimentos
adicionales.
—Comida... —La Vaquera pensó en la carne seca que había comido la noche
anterior. No sentía que hubiera comido nada en absoluto.
Nuestros almuerzos...
Si solo no los hubiera dejado caer, podrían haber estado comiéndolos ahora.
Miró en silencio al suelo, y sin embargo él tomó su reacción, dijo en voz baja:
—Voy a buscar ahora, mientras los goblins están dormidos. Espera aquí.
—¿Qué? No espero en ningún lado. —Replicó ella al instante. La Vaquera misma
no sabía por qué lo había dicho. Difícilmente podría esperarse que lo entendiera.
—¿Por qué no?
¡Lo acabo de decir! no era algo con lo que ella pudiera responder. En cambio,
murmuró “Um, eh” y buscó una respuesta. Sus ojos iban de un lado a otro, pero no
encontró nada en la habitación. Ni afuera en la nieve. La Vaquera se llevó una mano al
pecho.
—Yo quiero decir, si los goblins me encontraran sola, estaría completamente
indefensa...
Eso era cierto, y era un argumento bastante lógico si ella misma lo decía. Al menos
por algo que había inventado en el acto.
Y también... simplemente no quiero estar sola.
Ella no podía negar eso. Apretó sus manos frente a su pecho, mirándolo.
—… ¿Bien?
—... —Gruñó suavemente.
Ella entendió tanto sobre esta situación como pudo. Al menos, pensó que sí.
Entonces, esta vez, sintió que no podía forzar el problema. Si él decía que no, ella tenía la
intención de dejarlo así.
—… Lo siento.
—Ah... —Como sospechaba. La Vaquera sacudió la cabeza—. No, está bien... No te
preocupes por eso.
—Un escondite es más difícil de encontrar que dos. Calculé mal antes.
—... ¿Huh? —La Vaquera había estado a punto de decir que solo esperaría aquí,
pero ahora ella ladeó la cabeza.
—Y tienes razón; tenerte conmigo me permitiría lidiar con cualquier cosa que surja.
—... ¿Quieres decir que puedo ir contigo?
—Tenemos que darnos prisa. —Respondió, sin responderle directamente—. Hay
poco tiempo. Si necesitas algo, tráelo contigo.
Con esa instrucción, le dio la espalda.
La Vaquera miró a su alrededor frenéticamente. Primero estaba la manta que
llevaba puesta, la que él le había arrojado el día anterior. Se la puso sobre los hombros en
lugar de un abrigo, pero ahora sintió el escalofrío en las piernas.
¡Oh!
Ella se sonrojó y rápidamente agarró sus pantalones. Se metió en ellos —muslos,
trasero y todo— y apretó el cinturón. Él no parecía prestarle atención. Esperaba que
siguiera así.
—Uh, y, uh, un arma...
—No necesitas una. —Dijo secamente—. Si nos encontramos en una situación en la
que necesites una, será mejor que huyas. No queremos nada que pueda pesarnos.
—Er, cierto...
Las palabras “pesarnos” le recordaron la conversación de la noche anterior. Se
alegró de que sus pantalones estuvieran secos. No estaba segura de cómo le iría con una
sola manta, pero no iba a discutir más con él.
—Vamos.
—… Bueno.
A ella no le gustó; sinceramente, no quería admitirlo. Pero él, su amigo de tantos
años, era Goblin Slayer.
§
—Sabía que habría una guardia nocturna. —Gruñó Goblin Slayer mientras se deslizaban
de sombra en sombra a través de la aldea en ruinas.
Por orden del Ogro (no es que él piense en ello por ese nombre), algunos goblins
somnolientos vigilaban.
Goblin Slayer apareció detrás del más cercano y le tapó la boca con la mano antes
de cortarle el cuello. Había rincones y recovecos interminables para esconder un cuerpo.
O simplemente podría enterrarlo en la nieve. También el rastro de sangre pronto quedaría
oculto por la tormenta de nieve. Entonces la nieve no fue del todo mala.
—Vamos.
—S-Sí... —La Vaquera miró hacia el cadáver, luego lo siguió con incertidumbre—....
¿Qué tipo de comida vamos a buscar?
—No podemos esperar que esta aldea tuviera provisiones.
La aparición de la carne de la noche anterior no lo había dejado sin otras
conclusiones. Si hubiera habido otros comestibles que encontrar, los goblins
probablemente ya los habrían consumido.
Observó a los pequeños demonios desde detrás de la nieve. Era un hecho simple
que la oscuridad blanca de la tormenta de nieve estaba del lado de los goblins. Los
humanos no podían ver en la oscuridad y eran vulnerables al frío. La Vaquera, justo
detrás de él, estaba envuelta en su manta, pero todavía temblaba violentamente. Giró su
casco ligeramente y pudo ver que su piel era azulada, el color de sus labios era pobre.
No sirve de nada ir a cazar.
La tensión sobre ella sería demasiado grande. Y la posibilidad de ser descubierta
por los goblins es demasiado alta. No. Sacudió la cabeza, corrigiéndose a sí mismo: la
posibilidad de ser visto por los goblins era demasiado alta, y la tensión sobre ella sería
demasiado grande. No debe confundir esos dos. Estaría en peligro de cometer el mismo
error que antes.
Si se equivocaba en sus prioridades, podría llevarla a la muerte. Y a menudo, con
los goblins, no se detenía con la muerte.
—... ¿Te acuerdas del arándano? —Preguntó Goblin Slayer, manteniendo
cuidadosamente su voz sin pasión.
La Vaquera hizo un sonido de confusión primero, pero luego dijo:
—Sí. —Asintió—. Gayuba1, ¿verdad? Pequeño y rojo. Solían crecer a las afueras del
pueblo.
—Algunas de esas bayas pueden comer.
Buscarían eso. Goblin Slayer miró hacia el cielo. Las nubes grises, espesas, pesadas
y oscuras, seguían escupiendo nieve. El viento soplaba con fuerza, y no hubo cambios en
la cantidad de nevadas. No hay signos de pájaros en ningún lado. Pero si hubiera alguna...
—Si ves pájaros, deben indicar la presencia de bayas.
—De acuerdo... Pájaros. —Respondió la Vaquera con seriedad—. Arándanos...
¿Algo más?
—Umbilicaria2.
—¿Umbilicaria?
Goblin Slayer lo consideró por un momento, luego hizo un gesto incómodo.
—Un hongo plano y negro.

1
Goblin Slayer usa el término “lingonberry” (arándono rojo) y la Vaquera, “bearberry” (gayuba). Ambas son bayas
muy semejantes en apariencia.
2
Tipo de hongo.
—Oh, lo entiendo... Está bien. Sé qué hacer. —Dijo la Vaquera, y ella sonrió.
Con el frío, el miedo y la tensión, tal vez sonreír no era la palabra correcta. Pero
Goblin Slayer asintió.
—Sí. —Dijo, y su voz tembló un poco—. Tendremos que tener cuidado con nuestro
entorno mientras trabajamos.
Debería haber ido sin decirlo. Pero sintió que tenía que decirlo.
§
No podían hacer una hoguera para fundir la nieve; ni usar el pozo, custodiado por los
goblins. Obtuvieron agua de un lago congelado al final de la aldea.
—… ¿Cómo resolvemos esto…?
—La nieve se acumula siguiendo el camino… Y si hay un pozo, debe haber alguna
fuente de agua. Aunque este probablemente era usada para irrigar. —Mientras hablaba,
sacó su daga y la clavó en el hielo, raspándolo—. Los goblins no notarían algo como esto.
Mientras trabajaba, era labor de la Vaquera mantener estar atenta. Escanéo los
alrededores, abrazándose los hombros y temblando.
—Si solo pudiéramos usar el pozo, ¿huh?
—Estoy seguro de que los goblins están pensando lo mismo.
No tenemos opción. Con eso, continuó manejando la daga, y poco después, hizo un
pequeño agujero en el hielo. Se estiró para comprobar el agua: era pura y clara.
—¿No crees que estea contaminada o algo?
—Ya que solía haber una aldea aquí, dudo que tengamos que preocuparnos. —
Asintió y luego sacó una pajita delgada y negra de su bolsa de objetos. Puso un extremo
en el agua y el otro en su boca y absorbió; una vez la pajita estuvo llena, la dejó verterse en
su odre de agua. Colocó el odre en una pequeña depresión en la nieve que había escavado
con ese fin, y el fluido del agua continuó naturalmente.
La Vaquera, que había mantenido un ojo en el trabajo y otro por si había
problemas, ladeó la cabeza con curiosidad.
—¿Es alguna clase de magia…?
—Se forma al meter sabia de árbol en una pipa y dejar que endurezca. —Explicó—.
Simplemente coloqué el odre de agua más bajo que el nivel del agua.
El agua fluye hacia abajo. La explicación era simple, pero él no era bueno con las
explicaciones.
—Huh. —La Vaquera se acuclilló a su lado, mirando dubitativa. Él estaba en
silencio, una mano en la espada mientras escaneaba la zona.
La Vaquera soltó un suave suspiro. Quería estar cerca de él… no tan
desesperadamente, pero cerca. Estaba segura de que si se alejaba mucho de él, moriría.
Pero no quiero que él piense en mí de esa forma.
Ella dejó que sus sentimientos flotasen en el aire congelado junto con su exhalación.
Qué fácil sería si simplemente se colgase de él, dejándoselo todo a él… más de lo que
hacia ahora.
Pero si hago eso, realmente todo se acabaría.
Al menos lo haría para ella, sin embargo él podría sentirlo.
—Sabes un montón de cosas, ¿huh? —Las palabras brotaron de ella; no podía con
el silencio, solo mirándolo a él y al escenario por turnos.
Su respuesta fue breve:
—He estudiado.
—Huh. —La Vaquera dijo. Se abrazó las rodillas para espantar el frío, acercándolas
a su genoroso pecho—. Eres muy inteligente.
—… No. —Era casi un gruñido, y sacudió la cabeza. Ella no podía verle la cara bajo
su visor, pero tuvo la sensación de que sus ojos estaban fijos en el odre de agua—. Mi
profesor a menudo me decía que era un idiota.
—¿Tu profesor te decía eso? —La Vaquera parpadeó. Esto era sorprendente. No se
creería algo así.
Se acercó a él, girándose de modo que le viera la cara. Era el mismo yelmo de
aspecto barato de siempre.
—Decía que no tenía imaginación. —Goblin Slayer continuó—: Y que por eso
moriría pronto.
—¿Morir…? —La Vaquera se encontró sin palabras, y hurgó para buscarlas de
nuevo—. Pero… estás vivo ahora.
Ella estaría en problemas si no fuera así. Palabras como pronto le disgustaban, tanto
que ni quería pensar en ellas.
—Así que me decía: no intentes algo que nadie pueda hacer.
“Porque seguro que no puedes hacerlos”.
“¿Crees que eres más inteligente que todos?”
“Eres un idiota de parbulitos, y no puedes hacer nada más que cosas de parbulitos.
—Huh… —La Vaquera frunció los labios. No se divertía. Se sentía como que era un
“profesor” que, incluso sin verlo, se burlaba de él—… Si hubiera estado yo allí, le habría
dicho que le largara por ti.
—Pero también me enseñó que la respuesta está siempre en mi bolsillo.
—¿Perdón…? —Las palabras eran como una adivinanza, y no lo entendió al
momento. Ladeó su cabeza de nuevo, y él sonrió… o al menos, eso le pareció a ella.
—Piensa tanto como puedas, y harás lo que puedas hacer… Es lo que creo que
significa, de todos modos.
—‘Lo que puedas hacer’…
—Lo que sea.
—¿Lo que sea…?
—Eso es.
Tomó el odre de agua y lo sacudió. Un chorrito emanaba del interior. Satisfecho de
que estaba lleno, lo cambió por uno vacío. El agua comenzó a acumularse nuevamente.
—Bebe.
—¡Whoa!
Le tiró el odre, y ella lo atrapó suavemente contra su pecho.
—Y come. Queda mucho por hacer.
—Claro, claro. —La Vaquera asintió y abrió el pañuelo lleno de arándanos que
habían recogido por la carretera. Sabroso o no, estaba muy lejos de una comida plena.
—… ¿Qué comerás tú?
—Tengo esto. —Dijo, y empujó la dura umbilicaria a través de su visor. Masticaba
ruidosamente, pero las cosas realmente no le parecían apetitosas a la Vaquera.
Y lo está comiendo crudo…
—Hrgh… —Gruñó ella, pero entonces dijo—. Vale. —Y tomó mitad de los hongos
restantes de él. Y con un—: ¡Toma! —Le entregó mitad de los arándanos.
—Er…
—¡Compartámoslo! —Por su voz, estaba claro que no había discusión. Tomó su
silencio como una afirmación y empezó a comer la umbilicario.
Ella pensó que entendía la situación. Su suerte no se había vuelto por ningún tramo
de la imaginación. Pero el agua estaba fría, los hongos estaban duros y las arándanos
estaban agridulces.
E
ra más fácil moverse que con un vestido, pero estaba avergonzada por la forma en
que sus muslos se asomaban bajo el dobladillo cuando corría. Así era mientras
trataba de bajar corriendo el pasillo, lo cual le estaba costando más en este atuendo
con el que no estaba familiarizada.
Corrió por el gran pasillo largo, por una alfombra peluda y empujando la pesada
puerta en el otro extremo.
—Hermano Ma- Quiero decir, ¡Su Majestad! ¡Vengo con un reporte!
—Ah, ¿qué es esta vez? ¿La piedra de fuego del cielo? ¿Conspiraciones de los cultos
malvados? ¿O quizás un dragón ha aterrizado en la puerta principal? ¡Déjamelo a mí!
—Majestad. —El Cardenal pelirrojo, parado al lado del hombre demacrado en el
escritorio, evitó el torrente de proclamas.
El asistente de cabello plateado que estaba de pie junto a la entrada de la oficina
sacudió la cabeza con exasperación. Incluso el apuesto joven, a quien las damas del
palacio compararon con un león dorado, no pudo ocultar su fatiga.
La Princesa —ahora discípula de la Madre Tierra— no pudo evitar sonreír mientras
preguntaba:
—¿Todo bien? —Ladeó la cabeza.
—Hacerlo todo bien se supone que es trabajo del rey. —El joven gobernante con un
profundo suspiro. Entonces miró con orgullo a su hermana pequeña, que seguía brillante
y animada a pesar de las horribles experiencias por las que pasó.
Por supuesto, era probablemente solo fachada. Ella estaba actuando para evitarle
preocupaciones. Pero el solo hecho de que ella fuera lo suficientemente considerada como
para hacer eso era una prueba inequívoca de su crecimiento. O quizás la guía de la Madre
Tierra la había ayudado.
El Rey dio una breve y silenciosa oración de gracias a los dioses y asintió.
—Bien. Déjame oír lo que el Templo de la Madre Tierra tiene que decir.
—Claro. No puedo estar segura hasta que acordemos nuestro calendario con el del
Dios del Conocimiento, pero…
—… este parece ser un invierno inusualmente largo:
—Así que crees que no es solo mal tiempo.
—El viento que sopla desde la montaña del norte es más frío de lo normal… Y no
hay indicios del verano tampoco.
—Así que ahora es un desastre natural…
—… De algún modo me preocupa más el comercio. —Una suave pero clara voz
dijo mientras el Rey se reclinaba en su asiento, haciéndola crujir.
—¿Hmm? —Los ojos de la Princesa se abrieron con entendible sorpresa.
En la esquina de la habitación, en un escritorio reservado para las visitas y
actualmente ocupada con papeles, se sentaba una Mercader que ella no reconocía. Le
recordaba a una noble que había visto en un baile una vez, hace muchas lunas, pero
¿podía ser…?
—Con todos rehusando vender por temor a la hambruna, simplemente atesorando
lo que tienen, la moneda y las provisiones dejarán de circular…
—… y efectivamente habrá una hambruna, quieres decir. Es un golpe duro.
La Mercader mantuvo una conversación rápida y profesional con el hermano
mayor de la Princesa, el Rey. Tal vez se podría confiar en ella, entonces. La Princesa miró
al Cardenal, quien asintió una vez.
Bien entonces.
Su pensamiento era singularmente simple: un amigo de su hermano era un amigo
suyo, y eso era todo.
—Supongo que esto significa que es mejor que enviemos a un aventurero.
Necesitamos un explorador. El mejor que podamos encontrar.
—Buscaré uno.
La conversación fue tan rápida que ningún forastero hubiera pensado que era
posible decir una palabra, pero la Princesa no dudó en inyectar una pregunta:
—¿No podríamos enviar al ejército?
—El ejército es para pelear guerras, no para dragar en algún sector abandonado de
la frontera norte. —Dijo el Rey con una media sonrisa.
—... Y movilizar a los militares implicaría sumas importantes de dinero,
incurriendo en costos para todo, desde reunir a las tropas hasta alimentarlos y limpiar
después. —La explicación adicional de la Mercader evocó un mmm y un asentimiento de
Su Majestad.
—Si comienzas a pensar que puedes resolver cualquier problema simplemente
lanzándole el ejército, los soldados y la gente sufrirán.
No había una jarra mágica que produjera un suministro ilimitado de soldados de a
pie. Ahí fue donde entraron los aventureros. Así era como funcionaba el mundo, cómo
tenía que funcionar.
—Aunque uno se cansa, me temo... Ahora, entonces. —El Rey miró a la Mercader,
que había recurrido a la estantería y encontró el registro de aventureros del año en curso.
¿Habría alguien cerca de la capital a quien enviar a las montañas del norte? Un explorador
hábil, rápido, fuerte y dotado en supervivencia...
—Sheesh, la barra solo puede llegar tan alto.
—Parece haber uno, Su Majestad, pero… —Una mirada de preocupación cruzó la
cara de la Mercader mientras recorría un dedo elegante por la página—… son muy tercos,
y no sé si aceptarán.
—Escribe un contrato, uno lo bastante largo para rellenar una habitación si es
necesario, y envíaselo. Promételes cualquier tesoro que quieran cuando acaben la misión, si es
necesario. —El Rey estaba casi desesperado—. Si de verdad aman la aventura, eso debería
ser suficiente.
L
os aventureros dejaron la ciudad al alba, y en un viaje intercalado con breves
descansos, llegaron a la montaña antes del mediodía.
—¡Hooo…! ¡E-Eso está… animado! —El Guerrero Novato exclamó. No era que
hubiera subestimado al clima, o que le faltara aguante.
Esto era una ventisca. La tormenta había disminuido un poco, pero el frío del
viento y la nieve aullando por la montaña seguía siendo intenso. Le trajo a la mente
historias de gigantes heladas o aliento de dragones de hielo.
Esas eran solamente fantasías, por supuesto, pero el hecho de que estuvieran en
grave peligro no. Agarrando con firmeza sus capuchas, inclinándose contra el viento,
tantearon la ladera de la montaña.
Tras el Guerrero Novato, la Aprendiz de Clériga no podía decir palabra, peleando
mientras usaba el enorme cuerpo del Sacerdote Lagarto para escudarse de los elementos.
—¿Veis? Dije que haría frío. —La Alta Elfa Arquera les dijo, señalando su pecho.
Sus orejas estaban retorciéndose… espera, no. En ese momento, sus distintivas orejas
puntiagudas estaban envueltas por un gorro esponjoso—. ¡Por eso necesitáis uno de estos!
¡Heh-heh-heh, que buena compra…!
Su humor fue rápidamente espoleado por el Enano Chamán:
—Supongo que un elfo es el único que se preocuparía porque sus orejas se
congelaran.
—¡¿Qué pasa con eso?! —Ella preguntó, y continuaron.
Con el murmullo de su discusión a la espalda, la Sacerdotisa le lanzó una mirada al
Sacerdote Lagarto.
—¿Estás bien?
—Mm-hmm. Bueno, aguantaré. —Se quitó la nieve de las escamas y alzó su mano
para mostrar el anillo que llevaba puesto. Era un Anillo de Respiración, un objeto mágico
idéntico al que pidiera prestado a Goblin Slayer hace muchos meses. También llevaba
ropa considerablemente más gruesa de lo normal—. Y después de todo, la persistencia es
la incubadora de la evolución.
Al manos era tan fácil como pasar de branquias a pulmones.
Con eso, el Sacerdote Lagarto dio una fuerte risotada, pero la Sacerdotisa no pilló la
broma. Sabía que su habilidad para tratar con esta marcha era el fruto de lo que había
experimentado el invierno anterior.
Evolución, ¿huh?
Era más que solo volverse más fuerte; era la acumulación de experiencia.
Manteniendo su capa cerrada con rapidez, asintió y reanudó la ardua subida. Golpeó su
bastón en el suelo, usándolo para sostenerse contra el viento mientras daba un paso y
luego otro, siempre hacia arriba.
El sol estaba escondido detrás de un cielo plomizo, como si apenas brillara. La
penumbra que colgaba era como una niebla que desviaba a la gente; un paso descuidado
podría significar el final. Aún así, la Sacerdotisa siguió caminando. Tomada por un
pensamiento, ella miró hacia atrás.
Está muy lejos.
Estaba asombrada de haber cubierto tal distancia a pie. No estaba tan lejos como el
vuelo de un cuervo o un dragón —o la caminata de un troll, ya puestos— pero, teñida por
el blanco de la nieve y el gris de las rocas, parecía una vasta distancia.
Alzó la mirada de nuevo, para ver la cima de la montaña cubierta de nubes. No
parecía posible llegar a pie.
Quizás las montañas no son lugar para aquellos que porten espadas.
Soltó un suspiro y observó la neblina ante él. Sus manos agarraron su bastón
inconscientemente.
—Oh, Madre Tierra, abundante de piedad, gracias por crear esta tierra…
Era una oración a la Madre Tierra. No para protección, sino simplemente para orar.
¡Cuan amplio y vasto era el mundo creado por los dioses! Simplemente el entrar en tierras
desconocidas era en sí una aventura.
—Ohhh, Dios Supremo… Tus limosnas podrían tener un poco más de detalles… —
La Aprendiz de Clériga gruñó, encontrándose peleando con la brutal escalada. La forma
en que hablaba, aferrándose a su espada y balanzas, le recordó a uno que todavía estaba
unos pasos por encima de la novicia.
La Sacerdotisa se rió al ver que, aun así, la joven no se dejó caer de rodillas. Ella
intercambió una mirada con sus amigos. Ninguno de ellos parecía tener ninguna objeción.
—Demos un pequeño descanso entonces.
El grupo encontró una apertura donde podrían escudarse del viento y de posibles
avalanchas, y se sentaron allí. Se reunieron en círculo alrededor de una hoguera, un
catalizador de la bolsa del Enano Chamán.
—Llama danzante, fama de la salamandra. Concédenos una parte de lo mismo. —Con
hojas secas, protegidas de la nieve, en ellas el hechizo Encender probaba ser espcialmente
valioso.
—Haré algo de agua. —La Sacerdotisa dijo.
—Muchas gracias. —El Enano Chamán replicó, dándole el lugar ante el fuego.
La Sacerdotisa puso una olla pequeña llena de nieve sobre las llamas. Lo miraron
por un momento antes de que se derritiera en agua.
—¿No se puede solo comer? —La Aprendiz de Clériga preguntó, ahora más recta,
pero algo desconcertada.
—Ponerte nieve en la boca no es lo mismo que beber agua. —La Sacerdotisa dijo.
Luego añadió—: Oh, además, vosotros dos deberíais quitaros vuestro equipamiento un
rato. Os relajará el cuerpo.
—Er, cierto.
—… En serio sabes mucho.
Mientras el joven se quitaba la mochila y aflojaba su armadura, la Sacerdotisa puso
una mano suavemente sobre su pecho.
Todo porque Goblin Slayer me enseñó.
Estaba segura de que esto no caería en saco roto. Pero ellos solamente sonrieron
indulgentemente mientras ella hacia el papel de mentora. Estaba avergonzada pero feliz
sobre ello, y sonrió para sí.
—Ahora lo único que echo en falta es el vino. —La jarra de vino de fuego y la taza
brillante eran algo natural para el enano.
—Uh, gracias… —El Guerrero Novato tomó la taza y se la acercó a los labios. Una
violenta tos le sobrevino poco después.
—¡Jajaja! Recuerda eso, señorita. Así es cómo sabe el alcohol de verdad.
—Cla-Claro…
El sonriente Enano Chamán le pasó otra taza a la Aprendiz de Clériga.
—Toma, muchacha. Da un trago, para que no te congeles.
—Oh, uh, yo… no…
—Por supuesto que no. —La Alta Elfa Arquera dijo con una sonrisa, en apoyo a la
frenética clériga—. ¿Sabes a quién le gusta el vino de fuego de los enano? A los enanos y a
nadie más. —Ella hojeó su mochila mientras hablaba, anunciando— ¡Ta-da! —mientras
sacaba un paquete envuelto en hojas—. ¡Hay dulce élficos dentro! —Deshizo el lazo del
paquete para revelar un pan con un dulce aroma.
—Ooh… —Suspiró la Sacerdotisa, que había llenado su taza con agua caliente. No
solía comer estas delicias a menudo, pero se habían convertido rápidamente en una de sus
comidas favoritas.
—Aquí tienes, aquí tienes. —La Alta Elfa Arquera dijo, pasando los bollos—. Dejad
que los borrachos tomen su vino.
—Gra-Gracias… —La Aprendiz de Clériga dio un mordisco, dubitativa, luego su
cara se iluminó— ¡¿…?! —Por el camino, sus mejillas se hincharon como las de una
ardilla; en verdad parecía una.
La Sacerdotisa dio a la Alta Elfa Arquera una sonrisa mientras le entregaba algo de
agua.
—Hee-hee, es realmente sabroso.
—Gracias. ¿Verdad? ¡Nosotros, los elfos, estamos muy orgullosos de ello! —La Alta
Elfa Arquera dijo, sacando pecho.
—Pfah. —El Enano Chamán gruñó, chasqueando la lengua—. Sin Cortabarbas
aquí, no tengo a nadie con quién beber.
—Jajajaja, bueno, supongo que no puede evitarse. —El Sacerdote Lagarto le pasó
algo de agua al Guerrero Novato, manteniendo un ojo en las chicas mientras estas
disfrutaban de su pan—. La preferencia por los dulces o lo seco depende de cada uno; en
mi caso, prefiero la carne… sin detrimento de mi apetito. —Dio un largo trago de su vino,
y entonces un gran mordisco a la rueda de queso que sacó de su bolsa. Entonces otro trago
desapareció entre sus mandíbulas, la rueda tan grande que le llenaba las manos.
Acunó su estómago como si acabara de tragarse una presa entera y soltó un gran
eructo, provocando una risita de la Alta Elfa Arquera.
—En serio amas el queso, ¿eh?
—No hay culpa en tener una comida favorita. — Él cortó una rodaja de la rueda
con una garra afilada y se la pasó a la mano delgada que buscó un poco.
La Alta Elfa Arquera se la comió agradecida, observada con desconcierto por la
Aprendiz de Clériga y el Guerrero Novato.
—¿Pasa algo? —La Sacerdotisa preguntó.
—Oh, no.
—Naaah.
Esas fueron las respuestas gemelas.
—Normalmente no vamos de aventura con tanta gente. —El Guerrero Novato dijo.
—Sep, normalmente vamos nosotros dos solos…
Ahhh. Esto lo entendía la Sacerdotisa. Había estado confusa al principio. Pero
durante el viaje a las ruinas donde pelearon contra el Ogro —un viaje de solo unos días—
se había acostumbrado. Y por una simple razón.
—Es divertido, ¿no?
Los dos chicos se miraron entre sí, pero entonces ambos asintieron y respondieron:
“Sep”.
—Espero que tengamos más compañeros de aventura algún día. —El Guerrero
Novato dijo.
—Oh, ¿no soy suficiente para ti? —La Aprendiz de Clériga respondió, inflando sus
mejillas.
La Sacerdotisa vertió más agua caliente en su taza.
—Gracias. —Dijo ella, sosteniéndola con ambas manos y bebiéndola—… Tengo
que admitir que es bueno tener una acampada así de animada.
—No puedes bajar la guardia solo por eso. —El Enano Chamán la amonestó. Sse
quitó el hielo de su barba, el vino de fuego aún en su mano—. Con los espíritus de nieve
tan activos, tal vez te coma la Hija del Dios del Hielo.
—¿Qué es eso? —La Alta Elfa Arquera preguntó con interés—. ¿Un dios? ¿Como
los del cielo?
—No te callarás acerca de cuánto tiempo han existido los elfos, ¿no has escuchado
esta vieja historia?
—No es como si recordara todo lo que oigo. —La Alta Elfa Arquera respondió,
aparentemente insensible ante la mirada del Enano Chamán.
El enano suspiró y dijo:
—Bueno, el dios en este caso no es uno de los grandes. Es más uno de los Gigantes
Primigéneos.
—¿Gigantes…? —La Sacerdotisa sopló su propia taza y dio un trago, luego un
mordisco al pan.
Eso es cierto… En el festival del año pasado…
Durante el Festival de la Cosecha del año pasado, un Elfo Oscuro había intentado
invocar a algún antiguo Titán. La Sacerdotisa oyó más tarde sobre lo que habría pasado si
hubiera logrado hacerlo…
… Oh.
Este recuerdo la llevó a otros, a recuerdos aún vívidos y frescos, incluido uno de
pelear una batalla mientras vestía un atuendo bastante revelador. Para esconder sus
repentinas mejillas rojas, sopló furiosamente sobre su agua.
—Los juegos de guerra de los dioses pueden haber quedado en el pasado, pero
unos cuantos de esos gigantes aun vagan por la tierra, sin duda. —El Enano Chamán dijo.
—¿Y son bastante fuertes? —El Sacerdote Lagarto preguntó.
—Ya te digo. —El Enano Chamán respondió.
El Guerrero Novato y la Aprendiz de Clériga se acercaron el uno al otro, asustados.
Apenas podían imaginar un monstruo al que incluso un Plata consideraba tan poderoso.
—Estos gigantes se llaman a sí mismos Dioses de Hielo, y se deleitan con
cualquiera que tropiece en su territorio.
—… ¿Y su hija no es mucho mejor? —La Alta Elfa Arquera preguntó con un
escalofrío, pero en lugar de responder, el Enano Chamán tomó un trago de vino.
—Dicen que es una excelente cocinera.
—……… —La Sacerdotisa se rascó una mejilla, preocupada. La Alta Elfa Arquera
parecía a punto de romper en lágrimas.
—No puedo decir mucho más sin saber la verdad del asunto. Solo rumores como
esos vagan por estas montañas.
—¡¿Y no podrías haberlo mencionado antes…?! —La voz de la Arquera estaba casi
rota, pero el Enano Chamán simplemente se encogió de hombros.
—¿Para qué? Solo habría asustado a los niños.
—Ooo, Dios Supremooo… —La Aprendiz de Clériga estaba de hecho al borde de
las lágrimas, aferrándose a su espada y balanza.
En cuanto al Guerrero Novato, parecía que pensaba que, lamentablemente, su
aventura terminaría aquí.
Bueno, eso fue lo suficientemente justo. Y las advertencias del Enano Chamán
también eran comprensibles, pero...
—… Realmente no deberías esforzarte por asustar a nadie, ¿de acuerdo?
Pero quizás ella podía confiar en la voz de su hermana mayor y que eso les hiciera
las cosas más fáciles.
—¡Oh! —El Enano Chamán exclamó feliz cuando la Sacerdotisa lo reprendió—.
Jajaja, perdón. Bueno, el caso es que estéis alerta.
—… ¡Eso es! Y no os fieis de lo que diga un enano…
—¿De qué está parloteando ese yunque?
—Bueno, así es cómo luce para mí un enano.
La Alta Elfa Arquera pareció volver a su usual yo animada—incluso si era por
mantener las formas— y se puso a revisar su arco. Le colocó de nuevo una seda de araña,
comprobó la cuerda del arco y asintió con satisfacción. Luego guiñó un ojo (no con mucha
gracia) a los dos aventureros más jóvenes, que todavía parecían completamente asustados.
—¡No os preocupeis! ¡Si nos topamos con algún gigante, lo atacaré de inmediato!
—No lo creo.
La inesperada voz causó una reacción instantánea de todos salvo dos.
La Alta Elfa Arquera colocó una flecha en su arco; el Enano Chamán rebuscó en su
bolsa. El Sacerdote Lagarto mostró los colmillos y la Sacerdotisa tomó la olla de agua
caliente.
—¿Huh? ¿Huh? —Escupieron tanto el Guerrero Novato como la Aprendiz de
Clériga.
A su lado, un par de largas orejas blancas se movieron.
—Sería un gran problema para nosotros si lo hicieras. —Dijo la voz casualmente.
Provenía de una Liebre parado allí con el hacha de un leñador en su cinturón. La nariz de
la Liebre se crispó al olfatear el aire—. Por cierto, ¿crees que podría tomar uno de esos
dulces tuyos horneados? Estoy famélico.
§
—Nosotros tenemos que comer cada día o moriremos. —La Liebre, un explorador y
cazador, dijo alegre, royendo el pan mientras caminaba por el paso como si flotara,
incluso aunque era de hecho un camino de montaña con pendiente pronunciada.
—No me… No me digas. —La Sacerdotisa dijo, peleando por recuperar el aliento.
Estaban casi en la cima, y el aire era viciosamente escaso.
—El cielo es tan grande que las Aerials, los espíritus del aire, se dispersan por todas
partes. —La Alta Elfa Arquera explicó con una sonrisa.
—Si conseguimos algo de comer, podemos sobrevivir casi para siempre, pero este
invierno ha sido duro.
—Eso es cierto... Ha sido un largo invierno. —La Sacerdotisa, aunque era mucho
más dura de lo que solía ser, se vio obligada a aferrarse a su bastón.
El Guerrero Novato, siempre obstinado, todavía caminaba, pero la Aprendiz de
Clériga ahora estaba montada en la espalda del Sacerdote Lagarto.
—... ¿Estás bien? —La Sacerdotisa informó a su compañero.
—Si dejo de mover mi cuerpo, tal vez nunca vuelva a moverse. El calor de un
humano es bienvenido. —El Sacerdote Lagarto respondió con su sonrisa habitual. Sin
embargo, su voz sonaba notablemente más débil de lo habitual. El frío podría ser fatal
para un hombre-lagarto.
—Tal vez puedas conseguir un gorro peludo como el mío. No es que tengas mucho
que cubrir. —Dijo la Alta Elfa Arquera con una risita. Estaba acostumbrada a vivir en las
copas de los árboles, por lo que no hubo dudas ni ineficacia en sus movimientos. Siguió al
Cazador Liebre, con el hacha todavía en la cadera y las largas piernas dando ligeros
pasos—. ¿Seguro que no necesitas uno? —Le preguntó, mostrando con orgullo el gorro
sobre sus orejas—. Las orejas largas se enfrían rápido, ¿no?
—Nosotros tenemos pelaje.
—... Bueno, está bien.
Desde el final de la fila, el Enano Chamán lanzó un suspiro claramente destinado a
la elfa abiertamente decepcionado.
—Puedes ignorar el yunque. ¿Ya casi llegamos? —El Enano Chamán tenía mucha
energía, pero tener brazos y piernas rechonchas le dificultaba las cosas. Los enanos tenían
una estrecha afinidad con las colinas, pero vivían dentro de ellas. El alpinismo no estaba
normalmente en su agenda. El chamán estaba encontrando este viaje a la aldea de la gente
de la Liebre bastante agotador.
—Casi, sí, casi allí, un salto, un salto y un salto! —Dijo el Cazador Liebre, saltando
sobre otra roca—. Perdón la molestia. Podéis culpar a la Bruja de Hielo por todo esto.
Según su guía, la aldea de la Liebre había existido más o menos pacíficamente.
—Cuando mi tatarabuelo aún era joven, el pueblo al pie de la montaña fue
destruido y perdimos todo contacto con los humanos.
—¿Hace tanto tiempo...? —La Sacerdotisa parpadeó. Tantas generaciones habrían
sido hace más de un siglo.
—No, no. —Dijo el Cazador Liebre, con largas orejas aleteando. —Quiero decir por
nuestro cálculo. Probablemente no haya pasado ni un siglo.
La Liebre saltó ágilmente de la roca, ladeando la cabeza después de llegar al suelo.
Una pata borrosa apuntaba con indiferencia a un lugar en particular.
—Mirad, ahí mismo. Está vacío debajo, así que cuidado.
—¡¿Yikes?!
Tan pronto como el Cazador Liebre habló, el Guerrero Novato se hundió en la
nieve. Era un lugar donde la nieve se había acumulado sobre algunas raíces o una grieta...
un obstáculo natural. Una vez dentro, era difícil salir. Si no te matara al instante, morirías
a su debido tiempo.
—¡Wh-wh-wh-whoa!
—¡Aquí!
¿Era este el final de su aventura? El Enano Chamán extendió una mano al joven
guerrero frenético. La mano áspera del aventurero mayor agarró la muñeca delgada del
más joven y tiró. El Guerrero Novato se lanzó sobre la nieve. Afortunadamente, su garrote
tenía una correa que se había envuelto alrededor de su muñeca, por lo que todavía estaba
allí, a pesar de que la había soltado.
—Dios, gracias a Dios…
—¡Deja de perder el tiempo...! —Dijo bruscamente la Aprendiz de Clériga desde la
espalda del Sacerdote Lagarto, provocando un:
—¡Ah, cállate! —Del Guerrero Novato.
La Alta Elfa Arquera, que podía detectar la preocupación en la reprimenda de la
clériga, se rió suavemente.
—Los humanos no pueden ver esas pequeñas trampas. —Dijo, y luego saltó sobre
la nieve tan delicada como si estuviera saltando un charco. Sin embargo, llamó a los
demás, indicando la ruta segura con un suave movimiento de cabeza—. De todos modos,
todo está bien. Entonces, ¿qué pasó con esta Bruja de Hielo?
—Mirad, nuestra gente de vez en cuando es molestada por perdices nirvales o Pies
Grandes, y nadie se queja. —El Cazador Liebre, con el hacha ahora cabalgando bajo,
sacudió la cabeza agotado—. Pero realmente ha empeorado este invierno.
—... ¿Y no estuvo mal antes? —La Alta Elfa Arquera sonaba algo exasperada, pero
el Sacerdote Lagarto puso los ojos en blanco.
—Los fuertes comen a los débiles; tal ha sido el gran principio rector del mundo.
—Pero que los Pies Grandes nos persigan todos los días en honor a la era del
invierno es un problema. Podemos llevarles otros alimentos para comer, pero luego nos
morimos de hambre. No tenemos elección.
Eventualmente, uno esperaría que el suministro de alimentos y la población
alcanzaran el equilibrio, pero...
—Pero morimos si no comemos todos los días. —Repitió el Cazador Liebre, con los
ojos bajos.
—¿La era del invierno...? —La expresión molesta surcó la cara de la Sacerdotisa.
Comenzaba a comprender que incluso cuando la Liebre sonaba alegre, el asunto no era
necesariamente menor. Los Pies Grandes, gobernados por esta Bruja de Hielo, fuera quien
fuese, estaban atacando la aldea, robando provisiones y comiendo gente.
Esto sonaba como un trabajo para aventureros.
A una palabra del rey, el ejército podría haber intervenido para resolver el
problema. Pero el Pueblo Liebre no tenía contacto con el mundo exterior y no pagaba
impuestos; difícilmente podría llamarse parte de este reino.
No había nadie para salvarlos. No…
—... Dios Supremo. —Desde su lugar en la espalda del Sacerdote Lagarto, la
Aprendiz de Clériga agarró el sello sagrado que colgaba de su cuello.
Ahora ella lo sabía. Sabía lo que su limosna había significado. Por qué habían sido
guiados a esta montaña.
La Sacerdotisa miró a la Aprendiz de Clériga, vio confirmada la fe de la chica y
asintió. Una sonrisa superó las facciones de la Sacerdotisa, aunque por dentro estaba
confundida.
¿Y yo?
¿Recibiría ella tales órdenes de la Madre Tierra?
¿Podría ella seguir cumpliendo su papel?
Ella no debe dudar de su propia fe. No debe sentirse así por su diosa...
Goblin Slayer...
De repente, se preguntó dónde estaba él en ese momento. ¿Ya estaba de vuelta en
la ciudad? ¿Qué pensaría él cuando descubriera que ella se había ido? Que ninguno de
ellos estaba allí... ¿No le importaría, y simplemente saldría a cazar goblins por su cuenta
otra vez? ¿Por qué debería verse acosada por tal consternación simplemente por estar
separada de él? La Sacerdotisa se dio cuenta de lo desesperadamente que quería verlo y
suspiró profundamente.
Chica tonta.
Ella ya no era una chica.
—Sí, hup, mirad adelante. Ahí está. —El Cazador Liebre dio un salto final y señaló.
La Sacerdotisa levantó la vista con retraso.
—Oh, wow…
En una especie de barranco entre las crestas de las montañas, se habían excavado
una serie de pequeños nidos. Puertas cuidadosamente pintadas sellaban cada uno,
pequeños senderos recorrían en patrones agradables desde las entradas. Eran viviendas
de liebres, distintas de las casas de humanos o elfos. Lo único que estropeó la idílica
escena fueron las expresiones de preocupación —las orejas visiblemente angustiadas— de
la Liebre, gente que iba y venía; se veía incómodo.
—¡Oh...! —Exclamó la Aprendiz de Clériga, haciendo un interrogatorio:
—¿Qué pasa? —De la Sacerdotisa.
—¡Mirad! ¡Mirad allá!
—¿Allá…?
—¡En el centro de la aldea…!
¿Huh? La Sacerdotisa entrecerró los ojos, pero luego contuvo el aliento.
—Lo entiendo. —Dijo la elfa, quien murmuró con admiración—. Difícil encontrar
un lugar en el que nadie haya estado antes.
De pie justo en el centro del pueblo, en una gran plaza abierta, había un solo pilar
delgado. Era un gran bastón antiguo, oxidado. Antiguo como el tiempo mismo, el diseño
era el de una espada con balanzas colgando de ella.
La salvación divina del Dios Supremo había llegado a este lugar; no había duda.
§
—¡Heeey, mamá! ¡Traje a un apóstol del Dios Supremo!
—Bienvenidos. —Dijo una corpulenta liebre con un aplauso entusiasta—. ¡Vamos a
comer, entonces! —Su saludo fue tan cálido como si estuviera viendo viejos amigos.
La casa del Cazador Liebre —o es decir, nido— yacía detrás de una puerta algo
pequeña para un humano, pero dentro de la casa, incluso un hombre-lagarto podía
relajarse. El techo era un poco bajo, pero la alfombra de hierbas de verano invitaba a los
pies.
Más que nada, no hace falta decir cuán acogedora fue la hospitalidad de la mujer
liebre. Había preparado una sopa de raíz roja con acelgas, como si supiera que vendrían
visitantes. El sabor no era familiar, sin embargo, solo un bocado los calentó desde lo más
profundo de sus corazones hasta la punta de sus dedos.
—Ah, me temo que debo declinar. —Dijo el Sacerdote Lagarto disculpándose
mientras todos los demás disfrutaban la sopa—. Me temo que las cosas lentas no son de
mi agrado.
—Gracioso, lo siento por eso. Mi marido no está cerca, ya ves...
—¿Pasó algo? —Dijo la Sacerdotisa entre un par de cucharadas grandes de sopa.
—Papá se convirtió en una sabrosa tarta. —Dijo el Cazador Liebre solemnemente,
sacando un rábano del tazón de sopa.
—¡Oh, lo siento mucho...! —Dijo la Sacerdotisa, inclinándose rápidamente.
El Cazador Liebre, sin embargo, agitó una mano y dijo:
—No te preocupes por eso. Un muerto es un muerto.
—... Uh, de todos modos, ¿estás seguro de esto? —La Alta Elfa Arquera decidió en
un brusco intento de cambiar de tema—. Quiero decir, ¿nos llevamos tu comida? Nos
estás dando tanto...
La Aprendiz de Clériga golpeó con el codo al Guerrero Novato, que acababa de
vaciar su tercer plato de sopa.
—¿Qué? —Hizo un puchero.
—Oh, está bastante bien. —Dijo la esposa liebre alegremente. —Dañaría el nombre
de las Liebres si dejáramos a los invitados sin comida.
—Ah…—Dijo el Enano Chamán, tragando la sopa de zanahoria como si fuera
vino—. Pensaba en esa historia sobre el conejo que se asó para alimentar al viajero.
—Dios, movido por la bondad del corazón en ese acto, nos enseñó a rezar a cambio.
—Entonces, ¿estás diciendo... que podemos comer la comida? —Dijo la Arquera,
todavía perpleja.
—Lo que está diciendo —Respondió el Sacerdote Lagarto— es que los hombres-
lagarto tienen sus mitos, los elfos también y las liebres también.
—¡Lo que dice es que sería más grosero no comer la comida! Aquí, llena. —El
Enano Chamán la animó.
—¿Estás seguro de que eres quien para hablar? —Cuestionó la Alta Elfa Arquera
con una mirada de soslayo.
—Tiene toda la razón, sin embargo. —Dijo la mujer liebre, con los ojos
entrecerrados felizmente—. Por favor, comed lo que os plazca. —Entonces llenó el cuenco
de la Alta Elfa Arquera y la expresión de esta se suavizó. Nunca ha habido en ninguna
edad alguien que pueda resistir por mucho tiempo la comida caliente, deliciosa y sincera.
—Un cuenco más, entonces... —Era comprensible que la Sacerdotisa perdiera la
lucha con la tentación. Quizás fue simplemente que los cuencos de la liebre eran un poco
más pequeños de lo que estaba acostumbrada...
Cuando terminó la comida y se acercaba el té, la Sacerdotisa se aclaró la garganta.
—Así que, ejem… Acerca de la Bruja de Hielo. —El té de grosella tenía un ligero
amargor medicinal, y un solo sorbo envió una frescura limpiadora por la boca. También
parecía ayudar a que las palabras salieran fácilmente, por lo que estaba agradecida.
—Hmm, bueno, como dije, estamos acostumbrados a los Pies Grandes de las
montañas. —El Cazador Liebre sostenía una taza humeante en ambas manos, con las
piernas colgando—. Pero este invierno ha sido inusualmente largo e intenso. Y eso
significa…
Entonces sucedió.
Golpe. Un paso —porque era un paso— sacudió el suelo, acompañado de un
retumbar como un tambor. La Alta Elfa Arquera y la Sacerdotisa se estremecieron, el
sonido los sacudió a todos hasta sus mismos núcleos.
El invierno está aquí, el invierno está aquí, nuestra temporada ha llegado.
Ja, juega tus cartas mágicas,
lanza tus hechizos y alza tu voz.
Los dados no significan nada:
ingenio y fuerza en nuestros brazos,
nuestras armas son para pelear, ahora peleemos.
La Bruja de Hielo lo ha dicho bien:
Estos picos no necesitan a los débiles.
El verano de los muertos ha pasado por aquí,
con orgullo florece el loto negro.
¡El invierno está aquí, el invierno está aquí,
nuestra temporada ha llegado!

La canción rodó por las colinas como un trueno.


—¡¿Q-qué demonios...?! —Exigió la Alta Elfa Arquera, quitándose el gorro.
—... Huh, entonces están aquí. —El Cazador Liebre, con aspecto sombrío, se
levantó—. Mamá, mamá, date prisa y escóndete en la despensa.
—Sí, por supuesto.
—¡Y cuida a Hermano y Hermana y Hermano y Hermano y Hermana y Hermano y
Hermana!
—Vendrán a casa pronto.
Estaban allí el Cazador Liebre, alarmado, y la madre liebre, más bien apacible.
Los aventureros, todos excepto el Guerrero Novato y la Aprendiz de Clériga se
precipitaron hacia la ventana. El Sacerdote Lagarto se inclinó para poder ver, su cara casi
al nivel de la del Enano Chamán.
—¿Puedes ver algo?
—No mucho... Oye, ¿qué piensas de eso?
—No puedo ver nada. —Murmuró la Alta Elfa Arquera, a quien se había dirigido
la consulta; sus largas orejas se agitaban—. Pero escuché tres voces diferentes y pasos. Un
trio de enemigos.
—Sí, así es. —Dijo el Cazador Liebre, metiendo el hacha en su cinturón—. Los
mismos tres de siempre. ¡Hoy les cortaré la cabeza...!
—Hmm. —Dijo la Sacerdotisa, poniéndose una hermosa yema blanca en los labios
en contemplación.
Un ataque enemigo. Deberían recibir el asalto. No hubo dudas.
Goblin Slayer, ¿qué haría él?
Él actuaría sin dudarlo, pero con un pensamiento cuidadoso. Una canción.
Gigantes. Una bruja.
—... Vamos también. —Dijo la Sacerdotisa con decisión—. ¡Para eso vinimos aquí!
Todos los aventureros asintieron con la misma certeza. Esta vez, eso incluyó al
Guerrero Novato y la Aprendiz de Clériga.
§
—Ahora, ¿quién luchará contra nosotros?
—¡Yo lo haré! —Dijo un valiente Liebre con una voz que rodó por el valle mientras
saltaba de su nido.
Los enormes y musculosos Pies Grandes eran humanoides deformes cubiertos de
pelaje blanco. Se habían reducido mucho desde los días de sus antepasados, los Gigantes,
de modo que ahora parecían, a primera vista, algo así como simios demasiado grandes.
Pero todavía eran fácilmente más de diez pies de altura, aún dignos del nombre de
Gigantes.
—Tú, ¿eh?
—¿Qué vamos a hacer contigo?
—No creas que puedes igualarnos en fuerza.
Y había tres de ellos.
Sonrieron, no parecían demasiado brillantes. Estos eran los tres que habían
mantenido esta aldea en un estado de perpetuo miedo. Por supuesto, fueron ellos mismos
quienes convocaron una pelea. Sabían muy bien que podían ganar un concurso de
violencia. Podrían arruinar esta aldea tan fácilmente como podrían romper una ramita.
Pero eso no fue divertido. Y entonces exigieron un concurso. Afirmaron que si los
golpeaban, perdonarían la vida del vencedor. Pero si ganaban, podían hacer lo que
quisieran con el perdedor. Cómelo, úsalo como un juguete.
La Liebre, naturalmente, no tuvo más remedio que aceptar. Era mejor que ser
asesinado de una vez.
—Bien, bien, prueba, entonces. —Dijo uno de los Pies Grandes. Señaló algunos
arbustos de arándano rojo a las afueras del pueblo—. El primero que alcance esas bayas
gana. ¿Listo?
—¡Oh, estoy listo! —Dijo el niño Liebre, y tan pronto como el Pies Grandes gritó…
—¡Vamoooos!
… comenzó a correr. No era el más rápido de la aldea, pero no era perverso y
conocía el terreno como el dorso de su mano. Era casi tan rápido de pensar como de pie, y
aunque no estaba seguro de poder ganar, no tenía la intención de perder.
Esa intención no sobrevivió al primer paso del contrincante.
—¡¡¿¿??!! —El grito no vino del joven Liebre, sino de los otros aldeanos que
observaban desde sus nidos.
Con su segundo paso, el Pies Grandes cerró la distancia aún más, y en el tercero,
tomó un puñado de arándanos rojos.
—¡Ja-jaaa, parece que yo gano!
—¡Ah... Urgh... Hrrgh...!
Era como si todos los huesos de su cuerpo hubieran quedado atónitos. Al principio,
ni siquiera sintió dolor, solo notó lo difícil que era respirar de repente. Pero en ese punto,
el joven ya no podía mover ni un dedo. Se retorció en agonía, un dolor que se volvió dos
veces más fuerte, luego diez, recorriendo todo su cuerpo. Podría haberlo comparado con
ser alcanzado por un rayo, si hubiera tenido tiempo para tal pensamiento.
Pero no tuvo ni un momento antes de que su vida terminara. Es posible que ni
siquiera haya sentido al gigante levantarlo por las orejas y meterlo en su boca.
—Hmm. Estos conejos, tan poca carne y tantos huesos. Comerás cualquier maldita
cosa. Me gustaría que hubiera un poco más.
—Oye, ¿no fueron las órdenes traerlos de vuelta con vida?
—Ay, solo comimos uno. Ella ni siquiera lo sabrá.
Una conversación cordial tuvo lugar en medio de los sonidos de crujir y masticar.
La Sacerdotisa y los demás, que acababan de llegar a la escena, lo observaron
temblando.
—¡Llegamos demasiado tarde...! —En las sombras, ella agarró su bastón y apretó
los dientes.
No sé si podríamos haber hecho algo, incluso si hubiéramos llegado antes.
El pensamiento era débil, y lo apartó desesperadamente, mirando a los Pies
Grandes. Odiaba pensamientos como ese. Nunca quiso decir que las acciones de sus
compañeros en ese día, en ese momento, cuando decidieron ahondar en el primer nido de
goblins, habían estado equivocadas. Ella de todas las personas no quería decirlo. O eso
sentía.
—¿Q-qué hacemos...? —La Aprendiz de Clériga parecía completamente perdida.
—¡Solo queda una cosa que hacer! —Exclamó el Cazador Liebre—. ¡Voy a seguir!
—¡¿Whoa?! —El Guerrero Novato se atragantó—. ¡Ni siquiera pienses en eso! ¿ Has
visto qué tan grande es esa cosa?
Trató de contener al Cazador Liebre, que chilló:
—¡Déjame iiiiir!
Había tres enemigos. Enormes y poderosos. El Guerrero Novato tenía razón.
Puede que hayan sido lentos, pero ese déficit fue eliminado por el tamaño de sus
cuerpos. En cuanto a su inteligencia, bueno, ¿quién podría decirlo?
¿Qué haría Goblin Slayer...?
La Sacerdotisa imaginó la forma en que él reaccionaría ante esta situación. Y luego
ella hizo lo mismo.
—¿Qué piensas?
—Bueno, ahora... —El Sacerdote Lagarto puso los ojos en blanco como divertido.
La Sacerdotisa miró al suelo, avergonzada al darse cuenta de que la había visto a través de
ella. Su cara estaba caliente—. ¿Qué dicen sobre las grandes cabezas y el pequeño ingenio?
Aunque no estoy seguro de si se cumple en este caso... —El Sacerdote Lagarto se golpeó la
cabeza con una garra afilada—. Lo importante es la relación entre el tamaño del cerebro y
el tamaño del cuerpo. Inteligencia simple.
—Hmm. —Dijo la Arquera, entrecerrando los ojos y contando con los dedos—. Sus
cabezas son un poco más pequeñas que las de un humano, supongo. Tal vez del tamaño
de un mono.
—Pero este no es un lugar muy ventajoso para luchar contra ellos. —Dijo el Enano
Chamán con el ceño fruncido, tomando un trago de vino muy disgustado—. Estamos
justo en medio del pueblo. Un alboroto aquí podría salirse de control rápidamente.
—Así que quizás nuestra mejor opción es dar batalla cara a cara y abiertamente, y
eludirlos de la misma manera. —Ofreció el Sacerdote Lagarto—. Entonces, ¿qué es lo que
propones que hagamos?
La mirada colectiva se posó en la Sacerdotisa. Incluso el Cazador Liebre, con los
brazos aún sujetos por detrás por el Guerrero Novato, la miró.
Bueno... Um...
Se llevó un dedo pálido y bien formado a los labios y pronunció reflexivamente:
—Hmm.
No tenían mucho tiempo y sus opciones eran limitadas. Tenía que poner todo
junto. Tenía que hacer que su cerebro funcionara.
Me pregunto si alguna vez ha tenido momentos como estos.
La idea trajo el fantasma de una sonrisa a su rostro. Su corazón se sentía cada vez
más ligero.
—... Hagámoslo. —Ella se decidió—. Tengo un plan.
§
—¡Seré tu oponente! —Una voz clara hizo eco a través del valle y dejó a los Pies Grandes
parpadeando.
De la sombra de un pequeño edificio en el pueblo, emergió una pequeña chica
delgada. Una humana. Llevaba las vestimentas de sacerdotisa y sostenía un bastón. Un
aventurero. Los Pies Grandes se miraron y luego sonrieron.
—Bueno, ¿eh? ¿Esperando que te comamos de cabeza primero?
—No sé, creo que podría ser un buen juguete.
—¡No, no, la abriremos para que sus entrañas queden fuera!
La forma en que se reían era asquerosa (aunque ellos mismos seguramente no lo
creían), y la chica se puso rígida. Eso solo divirtió aún más a las criaturas, sus risas
resonaban por todo el valle.
—Y-yo, yo...
—Se llama Nadie.
La voz temblorosa de la chica armonizó con una voz mucho más profunda y
sombría. Los Pies Grandes miraron y encontraron a un hombre-lagarto que parecía haber
surgido del suelo, aunque todavía era pequeño en comparación con ellos.
—Por sus antepasados —Dijo el hombre-lagarto—, os desafiará a todos.
Ella es la chica, nada menos que Nadie.
Ignorando la forma en que la chica inclinó rápidamente la cabeza hacia el lagarto,
los Pies Grandes observaron con asombro. ¿Era el hombre-lagarto un sirviente del Caos?
No lo sabían. Podrían ignorarlo. O tal vez comérselo. Pero, ¿y si fuera un sirviente del
Caos? ¿Era amigo de la Bruja de Hielo? Entonces realmente se enterarían de ello.
No se veía muy sabroso, de todos modos. Si iban a comer, preferían a la chica.
Bueno, eso lo resolvió.
—Bien, bien. Nos parece bien. —Dijo uno de los Pies Grandes con una reverencia
magnífica pero condescendiente—. ¿Y cómo nos desafiarías?
—Um, bueno...
Nadie miró a su alrededor rápidamente, como si esperara encontrar inspiración en
el paisaje, que los Pies Grandes encontraron profundamente divertido. Este concurso no
era nada, ya había terminado. No pudieron perder. Por eso se estaban divirtiendo tanto.
Era el pensamiento arrogante y temible tan característico de los sirvientes del Caos, de los
Personajes que No Rezan.
—Ese árbol, entonces. —Dijo la chica largamente, señalando un árbol más allá de
las fronteras del pueblo—. Gana el primero en arrancar una hoja de ese árbol... ¿Qué le
decís a eso?
—No te preocupes.
—También... —La voz de la chica tembló con incertidumbre mientras agregaba—la
regla es que no se puede tocar el cuerpo de tu oponente...
—Bien y bien. —Asintió el Pies Grandes, todavía sonriendo. Lanzó una mirada a
sus compañeros detrás de él, y ambos asintieron con la cabeza—. Si pierdes, nos
perteneces. ¿De acuerdo?
—Sí. —Dijo la Sacerdotisa—. Podéis hacer lo que querais conmigo.
—¡Prepárate y ve, entonces!
Cuando el Pies Grandes dio su primer paso, estaba convencido de que ya había
ganado. Su cabeza ya estaba llena de las cosas que haría más tarde. Estaban cansados de la
comida cruda; le agradecerían la oportunidad de cocinar algo. ¿Qué tal un poco de carne
cocida, rallada y agradable? Podía levantarla por la cabeza, con cuidado de no aplastarla
entre sus dedos. Casi podía sentir a la chica luchando como un insecto. La golpearían en el
vientre, en el pecho, con los dedos. Lloraría y lloraría, sin duda. Y luego, cuando estuviera
lista, le arrancarían un brazo o una pierna. ¿Qué expresión cruzaría su rostro cuando se
diera cuenta de que esto continuaría hasta su muerte? ¿Y cuánto más desesperada se
sentiría cuando viera que sería golpeada, agotada, antes de que llegara la muerte?
Y así, el Pies Grandes no registró lo que sucedió cuando fue a dar su segundo paso.
Ni siquiera había estado mirando a la chica cuando ella puso una piedra en una honda y
la envió volando. Pasó silbando por su cabeza y golpeó la raíz del árbol.
Hubo una grieta seca, y las hojas cayeron del árbol.
—¡Lo hice…!
—¡¿Q-qué...?! —Se lamentó Pies Grandes, dando vuelta. Quería decir que eso era
trampa, que no contaba. Pero lo siguiente que vio fue una piedra que venía hacia él.
Quedó inconsciente antes de darse cuenta de que se había caído.
Después de todo, desde tiempos inmemoriales, los gigantes han sido vulnerables a
las piedras arrojadas por los humanos...
§
—¡Lo hice...! —La Sacerdotisa exclamó, señalando al Pies Grandes, que se había
derrumbado con un gran estruendo—. ¡Y ahora que he ganado, yo... eh, tengo derechos!
—Mmm. —El Sacerdote Lagarto asintió con la cabeza, pero, por supuesto, los Pies
Grandes restantes no estaban dispuestos a acatar su juicio. En cambio, agitados, golpearon
sus pechos amenazadoramente, gritando y aullando.
—¡Hermano! ¡Nuestro hermano ha caído! ¡Nadie derrotó a nuestro hermano!
Pero la criatura que giró hacia la Sacerdotisa todavía no era particularmente
inteligente. Al igual que su hermano caído, todo lo que podía pensar era en levantarla y
aplastar su cabeza entre sus dedos.
—¡Gnomos! ¡Ondinas! ¡Hacedme el mejor cojín que veréis!
Así que los Pies Grandes nunca notaron que el enano acechaba a sus pies. La nieve
se convirtió en barro, lo que no podía soportar el peso de la criatura; se hundieron
directamente en él.
—¡¿Hr-hrragh...?!
—¡Oh, por...! ¿Por qué sigo con los trabajos físicos en estos días...?
También, naturalmente, nunca imaginaron a la Arquero élfica dando vueltas a su
alrededor con una cuerda para atarlo.
—¡¿Nrragghh?! —No había nada que él pudieran hacer al respecto; los Pies
Grandes simplemente se cayeron. Aterrizaron en el suelo con un estrépito y un grito
bastante impropio. La nieve voló como un géiser; los Pies Grandes se golpearon la cabeza
y perdieron el conocimiento.
—¡Y así se termina el concurso! —La proclamación sedienta de sangre del
Sacerdote Lagarto se pronunció con una voz rugiente digna de un dragón. Cayó sobre el
gigante que había sido golpeado con una piedra para acabar con él, como ahora lo
permitían las reglas—. ¡Entonces me encargaré de este, y una vez que lo haya hecho, te
privaré de tu cabeza y ofreceré tu corazón como sacrificio!
—¡U-urrgh...! —El último Pies Grandes se quedó sin otra opción. Cuando un
hombre-lagarto dijo que haría algo, lo haría.
El Pies Grandes vio a sus hermanos caer y quedar inconscientes, y luego
desmoronarse. En esto, al menos, demostró ser quizás más listo que sus hermanos.
—¡Nadie! ¡¡Nadie mató a mis hermanos!! —Levantó a los demás con mucha prisa,
luego se dirigió a las profundidades de la montaña con su cola proverbial entre sus
piernas.
El Sacerdote Lagarto escuchó el ruido sordo de los pasos con profunda satisfacción.
—¿Y estamos contentos con este resultado, entonces?
—Sí... muchas gracias. —La Sacerdotisa se llevó una mano al pequeño pecho y dejó
escapar un suspiro. Su corazón latía como una campana de alarma. Estaba tan agradecida
de que todo hubiera ido bien.
Simplemente no me gusta dejar las cosas a la suerte.
—¡Eso fue... increíble!
—Los venciste...
La Sacerdotisa fue traída de vuelta por las dos personas que habían estado
esperando en caso de que ocurriera lo peor. El Guerrero Novato y la Aprendiz de Clériga,
todavía atentos al Cazador Liebre, la miraban con los ojos muy abiertos.
—Solo suerte... Realmente, eso es todo. —Ella sonrió tímidamente, encontrando sus
miradas un poco intensas—. Si Goblin Slayer estuviese aquí, habría ideado algo mucho
mejor...
Estoy segura de ello. Pero esas palabras solo provocaron miradas sin palabras de los
demás.
¿Por qué? La Sacerdotisa los miró con curiosidad, preguntándose si había dicho
algo extraño.
—Pero tú eres… Mira, no me estoy quejando, ¿de acuerdo? Pero tú eres una
sacerdotisa, ¿verdad? —El Cazador Liebre parecía casi tan confundido como ella. Las
largas orejas se agitaron y continuó vacilante—: ¿No los has... engañado? ¿Está bien?
—Er... —La Sacerdotisa sonaba profunda y sinceramente sorprendida—. Pero... no
los toqué, ¿verdad?
Ella había seguido las reglas.
La Alta Elfa Arquera, que acababa de unirse, escuchó eso y levantó la vista al cielo,
sin palabras.
E
l escondite que encontraron era un almacén medio enterrado bajo tierra. Debe haber
sido donde algún plebeyo guardaba su comida, alguna vez. Todo el lugar
comenzaba a pudrirse, pero la familiaridad de la estructura parecía reconfortante
para la Vaquera; ella comenzó a calmarse.
—Los goblins ya han pasado por aquí. —Dijo Goblin Slayer, hurgando a través del
contenido de un barril destrozado. Incluso los goblins aparentemente se negaron a comer
paja—. Sienten que tienen el lujo.
Los dos estaban protegidos ahora del frío afuera. El almacén apenas podía llamarse
cálido, pero al menos los protegía del viento y la nieve.
La Vaquera se sentó en un rincón, exhalando.
—¿Estaremos a salvo aquí? —Aunque ella no lo dijo, en su mente, agregó: al menos
por un tiempo.
—No podemos estar seguros. —Goblin Slayer se sentó junto a la entrada, acunando
la espada que colgaba de su cadera. Inclinaba su casco de metal de vez en cuando para ver
afuera. Por el momento, todo lo que podían escuchar era el sonido de la tormenta de
nieve—. No son lo suficientemente diligentes como para revisar un lugar por segunda vez
tan pronto después de que ya lo han allanado. —Se detuvo y luego agregó—: Pero —
Luchó para no dejar que el cansancio se deslizara en su voz— estos son los goblins con los
que estamos tratando.
—... Cierto. —La Vaquera asintió, abrió la boca y volvió a cerrarla.
¿Había algo que ella quisiera decir? Detrás de la visera de su casco, Goblin Slayer
movió solo sus ojos para mirarla.
—¿Qué es?
—Nada. —Dijo ella, sacudiendo la cabeza y ofreciendo una débil sonrisa—. No te
preocupes por eso.
—Ya veo.
—… Oye.
—¿Sí?
—¿Qué quieres comer cuando lleguemos a casa?
Goblin Slayer pensó por un momento. Pero para él, no requirió mucho
pensamiento.
—Estofado.
—Realmente te gustan esas cosas, ¿eh?
—Sí. —Él asintió brevemente, luego se calló.
La Vaquera lo miró y volvió a abrir la boca, pero de nuevo se quedó sin hablar. Ella
no debería, se dio cuenta.
Hubo pasos crujiendo en la nieve. Fluidos y sin vacilar, simplemente audible sobre
el viento.
Un goblin.
Se movió prácticamente en el mismo instante en que la sombra cayó sobre la puerta
del almacén.
—¡¿GOROGB?!
Envolvió su mano alrededor de la boca del goblin, que estaba soltando un bostezo
fácil, y le cortó el cuello con su espada desenvainada. Hubo un géiser silbante de sangre
oscura, el rocío llegó hasta la cara de la Vaquera.
—¡¿Heek...?! —Ella de alguna manera logró reprimir su grito.
Goblin Slayer chasqueó la lengua. De ninguna manera le reprochaba a ella, sino
solo a sí mismo. Lo mismo se aplica a lo que sucedió después.
El goblin, por supuesto, había estado eludiendo su deber. Sin embargo, ese deber
era encontrar a los aventureros. Tenía un cuchillo en la mano. Los goblins, como todos
sabían, no tenían el concepto de auto-sacrificio, de hacer algo en beneficio de sus
camaradas. Si alguien se molestara alguna vez en investigar el lenguaje goblin,
seguramente no descubriría palabras para tales cosas. Este goblin en particular
simplemente golpeó con su cuchillo en la agonía de la muerte. Solo una convulsión
involuntaria del cuerpo.
Sin embargo, el movimiento golpeó el barril podrido cercano y fue suficiente para
destruirlo. Los escombros apilados sobre el barril cayeron al suelo con un ruido.
—¡Hrg...! —Para Goblin Slayer, sonó como el traqueteo de los dados.
Bueno, al diablo con los dados.
—¡Ponte detrás de mí!
—¿Huh? Er... ¡Bi-bien! —La Vaquera se limpió la sangre de la cara y se levantó
rápidamente, haciendo lo que él decía. Pateó el cadáver en el almacén, haciendo un
espacio para sí mismo. La Vaquera tembló—. ¿No vamos a correr...?
—En un momento.
Él sacó ágilmente una cuerda de su bolsa de artículos, colocándola en un punto
bajo al otro lado de la entrada. Luego se paró junto a la puerta con su espada preparada,
respirando constantemente y contando los segundos.
Hubo risas y pasos apresurados: goblins.
—¡GOROBG! ¡¿GOROBGGB...?!
—¡Esos son dos!
El monstruo entrante tropezó con la cuerda, y Goblin Slayer bajó su espada. Cortó
la columna vertebral del goblin; ni siquiera logró hacer ruido antes de que se redujera a un
trozo de carne temblando. Esta vez, la Vaquera no gritó. Ella simplemente se tensó, por lo
que estaría lista para reaccionar la próxima vez que él se moviera.
—¡Tres!
El siguiente goblin también tropezó, y Goblin Slayer puso su espada gruesa y
opaca a través del bulbo raquídeo de la criatura.
Matar a un goblin fue bastante fácil. El problema era hacerlo una y otra y otra vez.
Goblin Slayer dejó su espada donde estaba, tomando una lanza del nuevo cadáver.
Otra silueta llenó la puerta. Goblin Slayer clavó su arma al instante.
—¡Cuatro!
—¡¿GROGOBG?!
El goblin cayó sobre la cuerda y murió con una lanza alojada en él. Goblin Slayer
tiró el cadáver, sobresaliendo la lanza y todo, y dejó escapar un suspiro.
—Parecen haberse detenido.
Con su mano derecha, ya se estaba moviendo para sacar la espada del tercer
muerto. Le dio una sacudida para quitarle la sangre, luego la limpió con uno de los
taparrabos de los goblins, observando críticamente la hoja. Resistiría un poco más de uso.
—... ¿Crees que se han rendido?
—Eso sería sin duda más fácil para nosotros. —Pero lo dudaba mucho. Le informó
de esto desinteresadamente, su mano izquierda tomó la de ella—. Vámonos. —Dijo él.
Luego agregó—: No pares. —Sonaba muy serio—. O morirás.
—¡E-está bien...! —La Vaquera le apretó la mano—… Entiendo.
Goblin Slayer fortaleció su agarre en su mano, luego se lanzó hacia la nieve.
—¡GORG!
—¡GOROOGOR!
Los goblins que los esperaban afuera mostraron una evidente sorpresa. Los
aventureros se habían movido más rápido de lo que esperaban.
Os lo mostraré.
Los goblins habían estado tratando desesperadamente de transportar una olla
humeante de agua hirviendo. Quizás alguien entre ellos había aprendido algo de la batalla
anterior sobre asaltar fortificaciones.
—¡Cinco… Seis… SIETE!
Los movimientos de Goblin Slayer fueron precisos. Hizo girar la espada en su
mano, invirtiendo su agarre, luego la arrojó lejos.
—¡¿GOBG?! —Un goblin con una espada en el brazo gritó y soltó la olla sin tener
en cuenta las consecuencias.
—¡¿GOROGBBGB?!
—¡¿GRG?! ¡¿GROGBB?!
Eso, por supuesto, resultó en tres goblins retorciéndose de dolor cuando se
ducharon con agua hirviendo. Independientemente de toda la nieve a su alrededor, sus
cuerpos se hincharon con quemaduras en un abrir y cerrar de ojos. No hubo ayuda para
ellos. Goblin Slayer corrió a través de la línea de goblins y agarró un garrote agradable y
cálido. No necesitaba terminarlos él mismo; morirían. Los goblins nunca ayudaron a los
suyos.
Goblin Paladín.
… Asumiendo que tal figura no estaba presente.
—¡GROGOB!
—¡¡GOOGOBOGR!!
Los goblins llegaron presionando uno tras otro mientras localizaban a Goblin
Slayer y la Vaquera. Pulsaban de miedo ante la muerte de sus compañeros, con ira y rabia
ante estos aventureros que pensaban que podían hacer lo que quisieran, con lujuria por la
joven.
En otras circunstancias, los habría matado a todos. Si se hubiera encontrado con
esta horda no en campo abierto, sino en un lugar seguro, en algún lugar confinado, habría
habido varias formas de hacerlo.
—¿Todavía puedes correr? —Preguntó, y después de pensarlo un momento
agregó—: Está bien cerrar los ojos.
—¡Estoy... estoy bien...! —Dijo la Vaquera entre respiraciones agitadas, corriendo
desesperadamente detrás de él—. ¡Lo... entiendo...!
—Entendido.
Pero no tenían margen de error. ¿Qué hacer? Tenía que pensarlo. En su bolsillo.
Pensar. Nieve. Goblins. Edificios en ruinas. Agua. Lago. Goblins. Miradores. Bien.
Goblins Goblins Goblins
—¡!
Goblin Slayer se decidió y se adelantó. Cualquier otra cosa, tuvo que distraer a los
goblins, incluso por un momento. No fue tan difícil de hacer.
—¡Escucha!
—¡¿S-sí?!
—En mi cintura. La daga, ¡sácala!
—¡¿D-daga...?! —Podía sentirla buscando el cuchillo mientras corrían—. Uh... —
Ella sonaba vacilante—. ¿Esta de forma extraña...?
—¡Eso es! —Goblin Slayer arremetió contra un goblin invasor con su garrote—.
Ocho. ¡Tírala a un árbol!
—¡¿Estás seguro?!
—¡Sí!
No dijo nada más. Podía sentir a la Vaquera retorcerse. Eso fue suficiente. Levantó
el garrote y lo arrojó a un goblin lo suficientemente descuidado como para acercarse.
Golpeó a la criatura en la frente y dejó su cuello torcido en una dirección extraña.
—¡Nueve!
Justo cuando Goblin Slayer metió la mano en su bolsa de objetos, escuchó a la
Vaquera exclamar:
—¡Huh... yaaah!
La cruel daga con su forma de cruz doblada emitió un sonido quejumbroso
mientras giraba por el aire. Talló un arco que los goblins seguían con sus ojos y oídos.
Ellos estaban riendo. ¿Dónde creía que estaba tirando? Qué tonta. Cacareo, cacareo.
Él ya sabía todo esto. La Vaquera nunca había tenido ningún entrenamiento. No
podía golpear nada, incluso si lo intentaba.
Y entonces el arma golpeó la raíz de un árbol. Algo grande e inmóvil, fácil de
encontrar.
—¡Saltamos!
—¡¿Huh?! Oye, espera, eso es... ¡No, no lo hagas!
Podía escuchar a la Vaquera objetando. Aún así, saltó.
La nieve salió retumbando de las ramas del árbol que había golpeado la daga.
Cuando terminó, los goblins habrían pasado de reír a parpadear.
¿A dónde fueron?, estarían pensando, pero los goblins nunca lo adivinarían.
Rápidamente se culparían mutuamente por la fuga de los aventureros, y se produciría una
desagradable discusión.
Por supuesto, por supuesto.
Ninguno de ellos pensaría mirar en el pozo cercano.
§
—¡¿Heek?! —La Vaquera exclamó cuando su cuerpo se encontró con el agua casi sin
aliento. Sin embargo, parpadeó rápidamente. En realidad no fue tan malo como ella había
pensado.
De hecho, hacía más calor en el pozo que afuera. Y…
—¿Puedo respirar?
—Es un anillo de aliento.
El que habló estaba cerca, sus palabras confundidas aún más de lo normal por el
agua.
Fue él.
La estaba sosteniendo, apoyando su cuerpo mientras flotaba en el agua. La
Vaquera se tensó un poco al darse cuenta, se preguntó qué pasaría si se alejara, pero luego
se relajó cuando ella se acomodó en su abrazo. Hubiera sido vergonzosamente infantil
luchar, y en esta situación, también tonto. Levantó la vista hacia su casco e inclinó
ligeramente la cabeza.
—¿Un anillo…?
—Lo puse en tu dedo.
Ahora que lo mencionó, notó que el anillo brillaba tenuemente en su mano derecha,
la que había estado sosteniendo antes. Debe ser lo que la mantenía a salvo aquí en este
pozo. Tenía la extraña sensación de que todo su cuerpo estaba rodeado por una burbuja.
Sin embargo, ella todavía estaba mojada; su cabello y su ropa flotaban suavemente.
Levantó la vista y vio un círculo de cielo, tambaleante y distante, distorsionado por el
agua.
Estaban en un pozo. Ella registró el hecho de nuevo, entendió que se habían metido
en él.
—Ya veo. —Dijo, saliendo burbujas junto con sus palabras y subiendo hacia el
cielo—... Seguro que hubiera sido bueno si me hubieras dicho antes de que nos
metiéramos.
—Lo siento. —Dijo—. No hubo tiempo.
—¿Estaremos a salvo aquí?
—No lo sé. —Mientras respondía, las burbujas escaparon de los listones de su
visor. Parecían la menor señal de incertidumbre—. Cubrí el sonido de nuestro salto. Y no
nos vieron. Nuestras huellas pronto deberían ser borradas por la nevada. Rastrearnos será
difícil. —Enumeró los factores uno por uno; para ella, casi parecía que estaba rezando, y
luego agregó suavemente—: Lo más probable.
—......
—Estos son los goblins con los que estamos tratando. No son muy capaces. Pero
pueden tener suerte. Siempre es una posibilidad.
—... ¿Y si nos encuentran?
—Esperemos que piensen que nos arrojamos a la muerte, desesperados.
Dudo que hayan notado los anillos. Ante eso, la Vaquera se miró la mano.
Tenían anillos a juego. La Vaquera era una simple campesina; no sabía lo que
valían esas cosas. Ganado, cultivos: eso era lo que ella sabía. Pero este era un anillo
mágico. Debe ser muy valioso. Aun así, sin embargo, el anillo que le había comprado en
ese festival valía más para ella.
—Es difícil buscar un pozo en busca de cadáveres. A menos que ese monstruo,
como se llame, lo ordene...
Llevaba armadura. El agua estaba fría. Buscarlos llevaría tiempo. Los goblins se
opondrían. Eso llevaría más tiempo.
Murmuraba para sí mismo hasta que, con otro estallido de burbujas, escupió:
—La suerte decidirá nuestro destino. No tenemos otra opción.
—Fuera de la sartén, en el fuego, ¿eh? —Murmuró la Vaquera, y luego sonrió de
oreja a oreja—. ¿Sabes qué? Eso está bien para mí. —Ella apoyó la cabeza contra el cuero
duro de su armadura. Su pecho estaba tan cerca del de él, sin embargo, estaba segura de
que él no sentiría los latidos de su corazón. Ella no quería que él pensara que tenía
miedo—. Sé lo duro que estás trabajando para los dos.
—Si no llega a nada, entonces no tiene sentido. —Sonaba como si estuviera
desestimando sus propios esfuerzos—. Estoy seguro de que mi maestro podría haber
pensado en algo al menos un poco mejor.
—Pero tu maestro no está aquí ahora. Tú sí. —Antes de que él pudiera objetar, ella
continuó—: Tú eres quien me ha salvado.
—… ¿Es eso así?
—Uh-huh.
—Ya veo.
Bien. La Vaquera asintió, luego se hundió más en sus brazos. Ella se giró, de modo
que su espalda estaba contra su pecho, y levantó la vista. Deseó haber podido ver las
estrellas o la luna o cualquier cosa, pero el cielo seguía siendo del mismo gris plomizo y
era casi mediodía. Si realmente iban a morir aquí juntos, era un lugar terriblemente
prosaico para hacerlo.
Supongo que al menos no puede ver mi cara.
Siempre fue ella quien no podía verlo. A veces era mejor estar escondido.
—... Um, y de todos modos... lo siento. Me disculpo.
—¿Por qué?
—Bueno, quiero decir…—Se rascó la mejilla, sin saber qué decir—. Acabé siendo
una carga.
No hubo pausa antes de que él respondiera:
—No. —La Vaquera lo miró y parpadeó—. No podrías serlo.
—… ¿No?
—No.
—Ya veo. —Dijo ella, más pequeñas burbujas flotando de sus labios—. Ya veo.
Con una final ‘sí’, se quedó en silencio. La Vaquera tampoco dijo nada, mirando al
cielo. Los copos de nieve bailaban, formando patrones en el agua que podía observar
desde abajo. No era un cielo estrellado, pero, bueno, los mendigos no podían ser los
elegidos.
—¿No estás... cansado?
—Está bien, puedes irte a dormir.
La Vaquera tiró de su cabello, tendido en el agua. Aquí abajo, el color se veía
diferente, diferente del rojo habitual, y a pesar de las circunstancias, lo encontraba
divertido. De repente, un recuerdo vino a ella, de ellos jugando juntos en un río cercano
cuando eran jóvenes. Debe haber sido verano. No es invierno.
—No iremos a ningún lado por un tiempo, ¿verdad?
—... — Gruñó él en algún lugar profundo de su garganta—. Podrían arrojarnos una
piedra sobre nosotros.
—Si todo lo que tenemos que hacer es mantener un ojo sobre nosotros, puedo hacer
eso.
Parecía muy reacio. Pero después de no mucho tiempo, la Vaquera sintió que
soltaba una respiración profunda. Las burbujas se elevaron.
—... Por favor hazlo.
La Vaquera se movió para que él pudiera relajarse. Ella pateó el agua, su cuerpo se
retorció como si estuviera bailando, de modo que estaba descansando contra el lado del
pozo, frente a él. La pared estaba hecha de roca, dura y fría. Mucho más que su armadura.
—... —La Vaquera levantó la vista y luego lo miró. Su casco estaba inclinado
ligeramente hacia adelante, y ya parecía estar durmiendo la siesta. Era comprensible: no
había dejado de moverse desde ayer, no había dejado de mirar y pensar.
> Hey… —Murmuró ella, tan suavemente que no le molestaría el sueño. Se le
escaparon unas burbujas más—... ¿Quieres irte a casa?
Ella no preguntó dónde, ni estaba buscando una respuesta.
Él no dijo nada, el tiempo suficiente para que ella pensara que estaba realmente
dormido, pero luego respondió:
—Sí. —Su voz sonó como la de un recién nacido que dice su primera palabra—.
Quiero.
Ya veo. La Vaquera asintió. Ella agarró sus rodillas, redonda como una burbuja, y
flotó allí, mirando hacia el círculo de cielo.
Ella realmente despreciaba a los goblins.
B
largh! ¡¿Todavía no los habeis encontrado?!
—Enfurecido, el Ogro pateó la pila de
—¡ escombros que había estado usando como taburete.
En medio de una multitud de goblins que mantenían su distancia diligentemente
con la esperanza de no dejarse arrastrar por la ira de su líder, uno se postraba mientras
hacía su informe. Al Ogro no le gustaban tales muestras de obsequiosidad, pero le gustaba
saber que sus subordinados estaban completamente sometidos a él. Los goblins, después
de todo, eran prácticamente un sinónimo de traidor. Tan ignorantes y estúpidos como
eran, pensaron que eran los mejores del mundo, y que todos los demás no eran más que
molestias.
Sin embargo, son útiles si sabes cómo usarlos.
Forraje de batalla, para eso eran buenos. Esa capacidad, al menos, el Ogro tenía que
reconocerla. Eran innumerables e ideales para liberarse de un enemigo por un alboroto
indiscriminado. Y si se les metía en la cabeza rebelarse, no había un goblin vivo que
pudiera matar a un Ogro. Nada de esto habría sido posible con los elfos oscuros.
Elfos Oscuros...
Este era otro elemento en la lista de cosas que molestaban al Ogro.
El honrado Señor Demonio reconoce a uno de sus comandantes.
En una palabra, la batalla había sido un completo desastre. La asesina humana que
se hacía llamar ‘Heroína’ había estado atacando a los generales uno tras otro, y su plan
había muerto con ellos. La batalla en la que los ejércitos del Orden y el Caos se
enfrentaron para resolver los asuntos en el campo también se había perdido, y el Señor
Demonio había sido destruido. El Ogro, despojado de sus fuerzas, había huido a las
montañas con gritos de "¡Esto no es una derrota!", pero...
—De verdad, el aullido de un perro traído a rastras. —Tales fueron las palabras del Elfo
Oscuro que había aparecido ante él, un hombre que se cubrió con una cortesía superficial
enmascarando un rico desprecio.
La respuesta estándar del Ogro a dicho tratamiento hubiera sido romper a la
persona miembro a miembro mientras aún estuviera vivo y luego deleitarse con sus
entrañas. Pero ahora, con su armadura rota y sus flechas agotadas, tal amenaza habría
parecido cómica.
En cambio, el Ogro pensó qué asuntos tenía el Elfo Oscuro con él, después de lo cual
la boca del otro hombre, roja como si estuviera manchada de sangre, se torció en una
sonrisa, y él dijo:
—He escuchado un cuento de un compañero mío, traído por un aventurero.
Se dijo que el aventurero que había asesinado tan brutalmente a su hermano Ogro
vivía en algún lugar de la frontera occidental... Entonces supo que había mordido el
anzuelo. Que se había convertido en el peón del Elfo Oscuro. Sabía que no sería más que
un señuelo para distraerse de lo que sea que planeara el Elfo. ¿Y qué? El Ogro tenía
equipo, tenía tropas —aunque solo fueran goblins—, y eventualmente se vengaría de su
hermano.
Si podía lograr eso, entonces no le importaba qué más podría ocurrir.
Entonces, ¿por qué...?
El aliento enojado del Ogro salió de su boca. La nieve seguía cayendo, el aire todavía
se estaba congelando y la moral de los goblins estaba tan baja como siempre. De hecho,
moral ni siquiera era la palabra correcta. Simplemente no querían hacer nada.
¿Cansado de atormentar a los prisioneros? ¿Eh?
Le dio un buen ceño al goblin quejumbroso y lloriqueando, haciendo que la criatura
huyera. Los goblins actuaron con dureza, claro, cuando estaban ocupados abusando de
alguien más débil que ellos. Argh, no había nada que hacer con ellos.
Sin duda sus cabezas estaban llenas de resentimiento por haber seguido al Ogro
aquí. Si derribaban a esta enorme mole y se convertían en jefe, habría comida caliente y
mujeres de sobra: cada uno estaría pensando en eso. Idiotez. Una idiotez que estaría
golpeando el interior de esas pequeñas cabezas.
No puedo preguntarles qué piensan.
Dirigió su mirada a la desolada aldea, rodeada por la nieve cenicienta, cuando a lo
lejos llegó otro grito. Parecía un cerdo a punto de expirar, pero sabía que era el grito
agonizante de una mujer al borde de la muerte.
¡Maldice y maldita sea a estos goblins...!
Quizás debería asesinar a unos pocos como ejemplo. Y estuvo a punto de hacerlo,
pero luego negó con la cabeza y lo pensó mejor.
—Ah, sí, ese es el camino.
Sí, había otro plan. Los goblins, al ser goblins, veían las cosas desde... un ángulo más
bajo que él.
—Un ejemplo podría ser justo lo que necesitan.
L
os aventureros decidieron no esperar al anochecer, sino escalar la montaña del norte
de inmediato.
—Por suerte, hemos gastado un solo hechizo. —Dijo el Sacerdote Lagarto tan
fácilmente como si estuviera hablando de cómo cocinar la cena—. Creo que nuestra mejor
oportunidad puede ser atacar primero y poner fin al asunto.
No hubo objeciones. Tan pronto como la Aprendiz de Clériga y la Sacerdotisa
terminaron de orar por las almas difuntas del niño Liebre y los Pies Grandes, se pusieron
en marcha. Afortunadamente, si se pudiera decir eso, la dificultad de este camino fue
mucho menor que los desafíos que enfrentaron en el camino a la aldea.
—No se preocupan por dónde caminan. —Se quejó el Cazador Liebre a la cabeza
del grupo. Y, de hecho, los Pies Grandes parecían simplemente haber apartado los árboles
a medida que avanzaban. Eso al menos hizo el camino plano y fácil y tan claramente
marcado que no podían perderse ni siquiera en la tormenta de nieve.
La Sacerdotisa dejó escapar un suspiro de alivio, pero aún así no se relajó
demasiado.
—¿Está su casa muy lejos?
—Nah. —Respondió la Liebre con un salto, señalando con un dedo peludo—. Mira,
está justo allí.
A través de la nieve que soplaba, un único punto oscuro se destacaba contra las
grietas de la montaña, extendiéndose como una mancha.
—Una cueva... Qué típico. —Comentó la Alta Elfa Arquera, mirando la entrada y
sacudiendo las orejas.
—¿Puedes oír algo? —La Sacerdotisa preguntó.
—Hm... ¿Es eso... música? —Ella frunció el ceño—. Tambores, creo. Solo un
golpeteo sin melodía, como enanos en una fiesta de bebida.
—Ah, calla. Mejor que sorber delicadamente nuestro vino como un grupo de elfos.
—El Enano Chamán dio un tirón molesto de su barba y sorbió un poco de vino—. Sin
embargo, algo me molesta.
—¿Y qué es?
—Espíritus. Es bueno que los del hielo y la nieve bailen, pero realmente se han
dejado llevar. No hay inhibiciones en absoluto.
—Bueno, sí, es invierno. —La Alta Elfa hinchó el pecho como para enfatizar lo
tonta que era esta preocupación, pero el Enano Chamán la miró como si fuera humana.
—... Mi punto es que no se están preparando para dar la bienvenida a los espíritus
de la primavera. —Suspiró y tomó otro trago. Luego le pasó la jarra al Sacerdote Lagarto,
que había estado observando en silencio la entrada de la cueva.
—Gracias. —Dijo el lagarto, tomando un trago ruidoso—. Entonces, ¿lo que estás
diciendo es que no tienes la sensación de que se acerca la primavera?
—No por aquí, en cualquier caso.
—Mmm. —El Sacerdote Lagarto gruñó sobrio—. Una cuestión de vida o muerte, de
hecho.
—Entonces esa es la razón por la que esos Pies Grandes están tan creídos. —Dijo la
Arquera con el ceño fruncido. Incluso entre los elfos amantes de las flores y de la
naturaleza, ella tenía un espíritu especialmente alto y brillante. Naturalmente prefería la
primavera y el verano al invierno. Pero no habría tratado de cambiar el ciclo de la
naturaleza para tenerlos. Luchar era una cosa. Medidas inventivas para sobrevivir la
temporada; bien también. Pero no destrucción. Los elfos sabían que nadie, fueran quienes
fueran, podía o debía controlar la naturaleza. Aquí en estas montañas, una semilla del
Caos estaba floreciendo, algo que un elfo no podía soportar.
—... Supongo que no podemos simplemente cortar nuestro camino a través de este.
—Dijo la Sacerdotisa, preocupada. Atravesar una horda de goblins ya era bastante difícil.
Y mucho más que otros monstruos.
—Pero escuchad. —Dijo el Guerrero Novato—. Controlar las estaciones así, ¿es
posible?
—Bueno, en términos estrictos, no es imposible... No imposible. —Respondió el
Enano Chamán, tomando otro trago de la jarra que el Sacerdote Lagarto le había
devuelto—. Un usuario de espíritus especialmente poderoso podría ser capaz, o uno de
los magos más famosos.
—No parece que haya mucha esperanza para nosotros, entonces. —Dijo la Arquera
encogiéndose de hombros—. Dudo que puedas enfrentarte a "uno de los magos más
famosos", enano.
—Los yunques no pueden hablar.
—¿Oh qué? Es verdad, ¿no es así?
La discusión comenzó. Como amenazaba con ir a los temas de siempre, la
Sacerdotisa se aclaró suavemente la garganta. El Sacerdote Lagarto lo tomó nota, y la
Sacerdotisa se sonrojó.
—De todos modos... ¿Podría ser algo más que un lanzador de hechizos?
—Muchacha —Dijo el Enano Chamán con seriedad—, podría ser un objeto mágico.
Con uno de esos, cualquiera podría hacerlo.
—Ya veo, así que es por eso. —Murmuró la Aprendiz de Clériga, atrayendo la
mirada del grupo. Normalmente, podría haberse sonrojada, pero ahora estaba sumida en
sus pensamientos—. La limosna del Dios Supremo...
—Oye, decía ir y "conseguir" algo, ¿no...? —Agregó el Guerrero Novato y ella
aplaudió.
—¡Eso es!
—Bueno, ahora tenemos un objetivo. —La Sacerdotisa asintió. Y no podía imaginar
que los dioses los miraran con recelo por obedecer una limosna.
—En ese caso, la pregunta es si enviar un explorador. —Dijo el Sacerdote Lagarto.
—No parece que estén prestando mucha atención. —Dijo la Alta Elfa Arquera,
bromeando—. ¿Por qué preocuparnos más por eso, entonces?
La Sacerdotisa, que los escuchaba a medias, de repente se sintió abrumada por una
sensación que hizo que el cabello se le erizara. Se llevó una mano al cuello y descubrió que
el cabello estaba erizado y sudaba.
¿Qué demonios…?
Ella no reconoció este sentimiento. No sabía lo que significaba, pero se sentía como
si estuviera olvidando algo, como si tuviera pánico de olvidar algo.
—¿Algo pasa? —Dijo el Enano Chamán, acariciando su cintura suavemente.
La Sacerdotisa saltó un poco.
—N-no, nada... Solo tenía un poco de frío.
—¿Eso es cierto? —El Enano Chamán se acarició la barba, sonrió y se rió un poco
desagradable—. Bueno, no dejes que te afecte. Quieres que Cortabarbas esté orgulloso de
ti, ¿verdad?
—¡G-Goblin Slayer no tiene…!
… nada que ver con esto. Las palabras fueron tragadas por el viento y
desaparecieron.
§
La Alta Elfa Arquera saltó como si ella misma fuera un conejo. Era todo lo que la
Sacerdotisa podía hacer para mantenerse al día, jadeando mientras avanzaba. La única
razón por la que todavía estaba cerca del explorador era porque la Arquera
ocasionalmente se detenía, sus largas orejas sacudiéndose.
—¿Estás segura de esto? Dividiéndonos, quiero decir.
—Sí. No vamos a... luchar, después de todo... —La Sacerdotisa se secó el sudor de
la frente, tratando de recuperar el aliento—. Además, los hice venir conmigo la última vez
también.
Las dos estaban en reconocimiento. Habían dejado atrás el lento movimiento del
Sacerdote Lagarto y el Enano Chamán, mientras el Cazador Liebre vigilaba la cueva.
Naturalmente, tenían a la Aprendiz de Clériga y al Guerrero Novato sentados también;
solo las dos fueron a la entrada. El Cazador Liebre había insistido en unirse a la
Sacerdotisa, pero...
—Es demasiado peligroso solo y, sinceramente, no me siento cómoda yendo solo
conmigo y un novato. —Explicó la Sacerdotisa.
—Huh. —Dijo la Arquera rotundamente, mirando hacia la cueva, que bostezaba
como las fauces de una bestia—. Bueno, si lo has pensado bien, entonces está bien.
Prácticamente eres la líder.
—Oh, para eso…
Ahora estaban tan cerca que incluso sin los oídos de un elfo, la Sacerdotisa podía
oírlo.

El invierno está aquí, el invierno está aquí, nuestra temporada ha llegado.


Ja, juega tus cartas mágicas,
lanza tus hechizos y alza tu voz.
Los dados no significan nada:
ingenio y fuerza en nuestros brazos,
nuestras armas son para pelear, ahora peleemos.
La Bruja de Hielo lo ha dicho bien:
Estos picos no necesitan a los débiles.
El verano de los muertos ha pasado por aquí,
con orgullo florece el loto negro.
¡El invierno está aquí, el invierno está aquí,
nuestra temporada ha llegado!

La canción de los Pies Grandes reverberó a través de la cueva, acompañada por el


sonido de tambores primitivos, un sonido muy parecido al de una persona golpeada. La
Sacerdotisa se estremeció. El frío que había sentido antes no la había abandonado.
—Vamos.
—¡Sí!
La Alta Elfa Arquera entró tranquilamente en la cueva. La Sacerdotisa la siguió
rápidamente.
Ojalá tuviera algo de luz... pensó la elfa.
La cueva estaba sombría por dentro, algo bajo los pies raspando con un sonido
horrible y seco a cada paso. El único aspecto positivo de no tener luz era que no podía
estar segura de si se trataba de huesos sobre los que estaba caminando. Obviamente, no
podían encender un fuego. A diferencia de una de sus expediciones habituales para matar
goblins, no podían darse el lujo de ser notadas ahora.
Los olores persistentes y nauseabundos eran todos olores que la Sacerdotisa no
reconoció. Grandes bestias y sus pieles. Carne y órganos podridos, y el hedor a sangre. Un
conjunto completamente diferente de olores del hedor de los goblins y su inmundicia. Era
completamente diferente, se dio cuenta para su disgusto. Un recordatorio de que este era
un hogar de Pies Grandes.
La Sacerdotisa se dio cuenta de que los anillos en su bastón tintineaban. Fue por
sus manos temblorosas.
—¡Oh, ah…!
¿Por qué? Ese fue el pensamiento que la consumió. La Sacerdotisa obligó a sus
manos a quedarse quietas. Estoy asustada. Sintió un terror que no había experimentado
incluso cuando enfrentó a los Pies Grandes antes. Ella estaba en un terreno desconocido.
Yendo de cabeza a la guarida de monstruos. No era como si el asesinato de goblins no la
asustara. Pero esto fue una aventura.
—Nadie… de alguna manera, ¡¡Nadie mató a mi hermano!! —El gemido hizo que
la Sacerdotisa se congelara.
—Shh. —La Alta Elfa Arquera murmuró con un dedo en los labios—. Aquí. —Tiró
de la Sacerdotisa hacia las sombras. La Sacerdotisa estaba agradecida por el calor de su
mano.
—¡Ahórrame tu tontería! —Esta voz era aguda, casi tintineante, proveniente de la
habitación justo delante.
Las orejas de la Arquera se movían arriba y abajo, y guiaba a la Sacerdotisa
suavemente de la mano. Parecía haber un fuego ardiendo en la cámara contigua, y la
Sacerdotisa se asomó temblorosa, tan discretamente como pudo.
—Si nadie lo hizo, ¿estás confesando hacerlo tú mismo?
Una mujer blanca de piel y cabello. La escasa ropa que vestía también era blanca, al
igual que todas sus joyas. Lo único que no era blanco estaba justo debajo de su cabello
atado: ojos que brillaban rojos como la sangre.
La mujer estaba de pie junto a un afloramiento rocoso, rodeada de Pies Grandes. El
fuego no parecía estar allí para calentarse, sino simplemente para proporcionar luz. Las
sombras de las antorchas bailaban aquí y allá, jugando sobre el cuerpo de la mujer. Los
Pies Grandes sostenían tambores extraños.
El ojo de la Sacerdotisa se dirigió a uno en particular que parecía fuera de lugar al
lado del altar primitivo. Brillaba tenuemente a la luz del fuego; podía decir que estaba
hecho de metal. Ciertamente no era algo que un montón de Pies Grandes devoradores de
hombres deberían sacar de una cueva.
Eso es. Ella lo supo instintivamente. Eso tenía que ser lo que buscaban.
—¡Permanece firme! ¡Después de todo lo que he hecho para dormir a los espíritus
de la primavera, y robar el pequeño tesoro de las liebres!
¿Su qué? ¿De qué podría estar hablando? La Sacerdotisa lo consideró, luego sacudió la
cabeza. No. Era más importante escuchar que pensar en este momento.
—Pero, hermana. ¿Crees que ese demonio estaba diciendo la verdad? —Uno de los
Pies Grandes preguntó, mordisqueando huesos que podrían haber sido liebres o
humanos: era imposible saberlo—. ¿Y si el Señor Demonio regresa, y el mundo entero está
bajo el invierno para siempre?
—Buena pregunta. —Respondió la mujer blanca y luego resopló—. Supongo que lo
ve como una excelente excusa para usarnos para sus propios fines, pero eso está bien para
mí.
—Er, ¿quieres decir...?
—Simplemente lo usaremos también. —Una fría sonrisa apareció en su rostro—.
Comemos liebres para aumentar nuestra fuerza, y luego destruimos a esos demonios.
—¡Gran idea! ¡Esa es nuestra hermana!
—Bueno, si me crees, ¡entonces toca esos tambores! ¡Nada servirá si vuelve la
primavera!
—¡Entendido!
Y luego aumentaron los golpes. El rugido fue casi abrumador, una ola de sonido.
No, de hecho, era como estar atrapado en una tormenta de nieve. La Sacerdotisa parpadeó
furiosamente, abrazándose mientras temblaba.
Con cosas como esta...
... simplemente podría funcionar.
Ella no sabía a qué “tesoro” se había referido la mujer, pero considerando lo que el
grupo tenía disponible para ellos, había una manera. Era como las ruinas subterráneas
que habían visitado. Estupor y Silencio. Ponerlos a dormir, callar todo el sonido, y luego,
de un solo golpe...
La Sacerdotisa sonrió amargamente para sí misma. Solo estaba copiando su
estrategia al por mayor.
No pensé que confiara tanto en él...
—¡Oye, vamos...! —Dijo la Arquera bruscamente, tirando de la manga de la
Sacerdotisa. Sus oídos estaban relajados, e incluso en la oscuridad, obviamente estaba
pálida.
—¿Qué pasa? Estoy tratando de pensar en un plan...
—¡Olvídate del plan, vamos!
Ella no iba a aceptar ninguna objeción. La Alta Elfa Arquera tomó la Sacerdotisa
por la muñeca y comenzó a sacarla directamente de la cueva. Su apretón era tan fuerte
que dolió, y la voz de la Sacerdotisa se escapó.
—¡O-ow...! ¿Cuál demonios es el problema?
—¿No lo notaste?
¿Notar qué? La Sacerdotisa ladeó la cabeza. ¿Se le había pasado por alto algo sobre
la fuerza de combate del enemigo o algún otro factor crucial?
—Esa mujer… no arrojó una sombra.
—¿Huh...? —La Sacerdotisa, avanzando hacia la entrada en un rápido trote, miró
hacia atrás.
Los golpes parecían seguirla, aunque ahora era más tranquilo. Ese frío sin nombre
corrió por su cuello otra vez.
Una mujer blanca, la Bruja de Hielo.
De hecho, esto era completamente diferente de la caza de goblins.
§
—No sé quién o qué es realmente la Bruja de Hielo, pero el "tesoro" que mencionó… creo
que probablemente sea una flecha. —Las orejas del Cazador Liebre se movieron cuando
salió la historia. Incluso de vuelta en la grieta, los sonidos aún se podían escuchar. Los
aventureros se miraron cuando atraparon el canto—. La flecha de mi padre...
—¿Hay algo especial al respecto? —La Aprendiz de Clériga dijo.
—Uh-huh. —El Cazador Liebre asintió—. Hace mucho tiempo, un mensajero del
Dios Supremo llegó a nuestra aldea con una flecha de plata y algo de medicina. Nos
quedamos con eso. —Dijo sin rodeos.
La Sacerdotisa se mordió el labio. Era fácil imaginarse: el valiente cazador liebre se
fue con las reliquias de sus antepasados en la mano para salvar la aldea, y fue destruido
en el proceso.
Una flecha plateada y una medicina...
—Entonces la flecha está perdida ahora... —Dijo la Sacerdotisa.
—No necesariamente tiene que ser así. —Dijo el Sacerdote Lagarto con calma.
Todos lo miraron y él continuó sombríamente—: Lo que hace que el temible juego sea tan
difícil no es la matanza, sino que debes superar tu propio miedo para poder cazarlo.
—Significado... —El Enano Chamán se acarició la barba—… ¿Qué exactamente?
—El nombre de ‘Bruja de Hielo’ claramente implica que es una hechicera. Quizás
ella ha investigado y sellado esta flecha.
—¡Entonces podría seguir ahí después de todo! —Las orejas del Cazador Liebre
rebotaron. Sin embargo, volvieron a bajar rápidamente—. Oh, pero...
—¿Qué es? —El Guerrero Novato cuestionó—. ¿Hay más?
—No es solo la flecha. —Dijo la Liebre, bajando la cabeza—. Papá también tomó la
medicina…
—¿Fue algo raro? —La Sacerdotisa preguntó.
—Sí. —Respondió el Cazador Liebre, y luego extendió las patas peludas—: De
acuerdo con la leyenda, necesitas el cabello de una bruja y una flor de loto, y luego tal vez
los mezclas con una perla negra o algo así...
—... "O algo así", ¿eh? —La Aprendiz de Clériga hinchó las mejillas e hizo una
mueca.
La Sacerdotisa misma probablemente estaba haciendo lo mismo. Después de todo,
la única bruja era la que estaban luchando; el mundo estaba cubierto de nieve; la
primavera parecía muy lejana; y para colmo, estaban en la ladera de una montaña.
El Cazador Liebre parecía desconsolado.
—Pero sin esas cosas, dicen que nunca podremos eliminar el mal...
—¡Suena como un trabajo para un enano! —Dijo la Alta Elfa, señalando al Enano
Chamán.
—Oye, tú. —Se quejó, pero aun así comenzó a hurgar en su bolsa de catalizadores
con sus dedos rechonchos—. No es como si yo llevara todas las cosas culpables bajo el sol
aquí. Veamos... —Sacó una botella de flores secas, una brillante gema negra y un largo
hilo negro—… Ahí. Una flor de loto, una perla negra y el cabello de una bruja. Si no se
conocen las proporciones, simplemente podemos tirarlas todas juntas.
—Oh, mira, ahí los tienes. —La Arquera olisqueó e hinchó el pecho con orgullo.
—Um. —Añadió la Sacerdotisa, sonriendo incómoda—. Ese cabello... no es que
pertenezca a...
—Oh no, no es de ella. —Dijo el Enano Chamán con una risa retumbante—. Lo
compré a un cazador de brujas. Afirmó que ella había estado propagando enfermedades
en algún pueblo.
—Todavía suena un poco retorcido. —Comentó la Alta Elfa con una carcajada.
—Necesitas lo que necesitas. —Respondió el Enano Chamán—. A diferencia de
nosotros, que malgastamos nuestro dinero. ¿Tienes idea de lo duro que trabajé para
conseguir este loto negro?
—¡Oh, por favor! ¡Compro las cosas que quiero porque las quiero!
—¡Y digo que estás desperdiciando tu dinero, Yunque!
La Sacerdotisa no estaba exactamente emocionada de verlos discutiendo, pero de
todos modos puso una mano sobre su pecho en alivio.
—Entonces, si podemos obtener la flecha, podríamos ser capaces de hacer algo. —
Dijo el Cazador Liebre, juntando felizmente las manos peludas, y la Sacerdotisa asintió.
—En ese caso —Dijo, pensando—, la pregunta es: ¿dónde está la flecha?
No tuvieron mucho tiempo para buscar. Al día siguiente, volverían los Pies
Grandes y se comerían a más liebres.
Si tenemos que buscar en cada rincón de ese complejo de cuevas...
Llevaría más tiempo del que tenían. Ella no sabía si era natural o artificial, pero
claramente era el hogar de muchos caminos ramificados. Y si los Pies Grandes vivían allí,
ella podría imaginarlo teniendo muchas habitaciones.
No hay tiempo.
La Sacerdotisa se mordió el labio. Le había dicho que siempre había un camino,
pero... ¿Qué tenía ella en el bolsillo? ¿Había algo...?
—Una bruja, una bruja… —El Guerrero Novato musitó, de brazos cruzados. Luego
exclamó—: ¡¡Hey!! ¡Lo tengo! ¡Eso es!
—¿Qué pasa? Deja de gritar… —La Aprendiz de Clériga le dio un codazo, y
entonces frunció el ceño aún más por su “¡Yowch!”— ¡Esos Pies Grandes nos notarán…!
—Siseó.
—¡N-no, escucha! —El Guerrero Novato dijo, frotándose el costado—. ¡Esa cosa!
¿Lo que recuperamos?
—¿Qué? … ¡Oh! —Le llevó un segundo, pero entonces la Aprendiz de Clériga se
dio cuenta de lo que estaba hablando y hurgó en su bolsa.
Esto no, ni eso: ella prácticamente puso del revés la bolsa, y baratijas irrelevantes
volaron por todas partes.
La Sacerdotisa cogió un viejo peine, sacándole la nieve de encima con una sonrisa.
Ella misma había actuado igual una vez.
—¡Aquí! ¡Aquí está! —La Aprendiz de Clériga finalmente sacó una vela con la
mecha quemada—. ¡Nuestra Vela de Búsqueda!
—¿Es magia? —La Alta Elfa Arquera se acercó, su nariz retorciéndose como para
olerla—. Me sorprende que tengáis una de esas. ¿No teníais nada mejor que comprar
—Alguien nos la dio. —La Aprendiz de Clériga dijo, incapaz de ocultar por
completo su timidez—. Me alegra que no la acabáramos…
—Así que el tema está arreglado. —El Sacerdote Lagarto miró hacia ellos con un
lento movimiento de su largo cuello—. Entramos, reclamamos la flecha de plata, y
finalmente, matamos a nuestro enemigo.
¿Sí? Como estrategia, era simple y directa. La Alta Elfa Arquera sonrió.
—No creo que sea tan fácil.
—Pero considerando lo que sabemos —El Enano Chamán dijo con un trago de
vino—, ¿tienes una idea mejor?
—No soy fan de las cosas complicadas… ¿Y vosotros? —Cuando el Cazador Liebre
dejó caer esa idea, la Aprendiz de Clériga y el Guerrero Novato se miraron el uno al otro.
—Bueno, eso es… —La Aprendiz de Clériga dijo.
—Nosotros dos siempre hemos cazado ratas en las alcantarillas… —El Guerrero
Novato añadió.
El debate continuó. Duró eras… No, la Sacerdotisa se dio cuenta de que así se
sentía para ella; en realidad no duró tanto. Era simplemente que la gente se cansaba
cuando la discusión no tenía conclusión. Especialmente en casos como este, sin una obvia
respuesta directa.
Me pregunto qué va a pasar, la Sacerdotisa se encontró pensando eso. Esta clase de
cosas habían sido raras antaño. ¿Por qué no pasaron hasta ahora? Había una respuesta
obvia. Goblin Slayer. Sin nada más, él tomaba las decisiones rápidamente. No era que
nunca no tuviera razón. La Sacerdotisa se había dado cuenta de eso durante la batalla en
la que habían quemado una fortaleza en la montaña. Pero incluso así, él iba decidido.
Actuó. Esa tenía que ser la clave.
En lo que eso respecta, su primer grupo había sido igual. Podrían haber pasado
tiempo charlando y preparándose. Pero si lo hicieran, la mujer raptada no habría
sobrevivido. Y además, pensaban, su jucio entonces había sido correcto.
Hagámoslo.
Agarró su bastón y asintió. Ya había respondido esta pregunta en cuanto se hizo
aventurera.
—Entremos, encontremos la flecha de plata y acabemos el trabajo. —El resto la
miró atónitos. Pensando rápido, la Sacerdotisa siguió desesperadamente—: Hay una
manera. Solo lo pensó un poco, pero…
Todas las cosas en su bolsillo. Todas las posibles opciones.
Nadie objetó. Las orejas de la elfa se agitaron jovialmente.
—Suenas un montón a Orcbolg. —Para bien o para mal. Se rió, y la Sacerdotisa
enrojeció.
—Bueno, eso es crecer. —El Enano Chamán ofreció.
—Estoy muy agradecido por lo que promete ser una oportunidad para calentarme
al menos.
Los aventureros se levantaron. Cada uno tomó su equipamiento, se aseguraron de
que los cierres estuvieran abrochados y las armas listas, y luego se revisaron entre sí.
—Bien. —La Aprendiz de Clériga y el Guerrero Novato asintieron entre sí—.
¡Antídoto!
—¡Comprobado!
—¡Suministros de primeros auxilios!
—¡Ungüentos e hierbas, comprobado!
—¡Luz!
—¡La linterna del Kit de Herramientas del Aventurero, algo de aceite y una
antorcha! ¿Tienes una vela?
—La Vela de Búsqueda, obviamente… ¡Um, mapa!
—¡No hace falta esta vez! … No hay, ¿cierto?
—Nop. ¡Ahora armas y armadura!
—¡Carga de dispersión pectoral, comprobado! ¡Mata cucarachas, comprobado!
¡Cuchillo, comprobado!
—… Les diste los peores nombres.
—Oh, ¿a quién le importa? Además, suenan genial… ¡Armadura de cuero y yelmo,
comprobado! Ahora dame una vuelta.
—Sí, claro.
La Aprendiz de Clériga dio una vuelta en círculo alrededor del Guerrero Novato
para que pudiera comprobar que su propio equipamiento estuviera bien. Le recordó a la
Sacerdotisa la vez cuando él había inspeccionado su cota de malla por ella. Aun seguía
allí, bajo sus vestimentas, uno de sus más antiguos compañeros. Una vez casi estuvo a
punto de perderla, pero tenerla aquí era un gran alivio.
—Hey, no te rías de ellos. —La Alta Elfa Arquera le murmuró, pero la Sacerdotisa
sacudió la cabeza.
—No, es… solo que me hace recordar.
—Oh, ¿sep? … Supongo que puedo ver en qué. El tiempo pasa rápido y lento al
mismo tiempo, ¿chuh?
Cuando lo dijo de esa forma, la Sacerdotisa admitió que era cierto. Llevaba
haciendo esto dos años. Parpadeó.
—¿Estás segura de esto? —El Cazador Liebre preguntó incómodo, llevando una
mochila—. Dijeron algo sobre el Señor Demonio, ¿cierto? Eso suena algo peligroso.
¿Podemos realmente …?
Sería una gran noticia para la aldea si la Bruja de Hielo y sus Pies Grandes fueran
destruidos. Pero ¿no sería mejor regresar a la capital y dejar que el rey y su ejército lo
supieran? Eso sería mejor para los humanos y sus amigos, estaba seguro. Después de
todo, ¿quienes eran las víctimas salvo unos cuantos conejos flacos?
Las palabras hcieron que la Sacerdotisa revisara a su equipo. La Alta Elfa Arquera
se encogió de hombros, mientras el Sacerdote Lagarto rodaba sus ojos feliz. La Aprendiz
de Clériga y el Guerrero Novato aún estaban centrados en su comprobación. Junto a ellos,
el Enano Chamán sonrió sobre su barba.
—Ha. Tú eres la experimentada aquí, muchacha. —Dijo—. ¿Por qué no se lo dices?
La Sacerdotisa parpadeó de nuevo, solo una vez, luego se aclaró la garganta.
Hinchando su pecho pequeño tanto como pudo, se giró hacia el Cazador Liebre.
—Hay una buena razón. —Ella dijo—. Porque somos aventureros.
T
us emociones no importan nada!
Tal fue lo que su maestro le escupió en un raro día cuando lo había bajado de la
—¡ montaña.
—Sí, señor. —Dijo, asintiendo calmadamente como para demostrar que
entendía. No había nada que pudiera decir. Estaba demasiado ocupado tratando de ver lo
que había ante él.
—¿La ira hará más afilada tu espada? ¿La tristeza hará más ligeros tus pies? ¡Ni de
broma! Esto es lo que le sucede a los idiotas que creen que una sola causa es todo lo que se necesita
para ganar. —Su profesor escupió, literalmente esta vez.
Había una montaña de cadáveres. Cuerpos sobre cuerpos, hasta donde alcanzaba la
vista. Quizás hubo alguna aldea aquí. Restos calcinados de edificios se esparcían por el
terreno. Todos los cuerpos eran humanos. Unos cuantos enanos y elfos estaban entre ellos,
y varios portaban armas. Pero la mayoría parecían aldeanos con ropas andrajosas.
Se tiró de su propia camisa.
—¿Goblins…?
—¿Qué eres, estúpido? —Su maestro preguntó, el escupitajo volando a su cara—.
¿Porque los goblins atacaron una aldea, crees que son el fin del mundo? Maldito idiota.
¿Puedes ver lo que hay ante tus ojos?
—Sí, señor.
—Oh, ¿puedes, eh? —Su maestro no sonaba como si lo creyera—. Esto es cosa de
bandidos. Luego algunos aventureros se mostraron. Una batalla pura. Y perdieron.
Más afortunados que tu aldea. Su maestro se rió con fuerza, al modo típico de los
rheas, y él se descubrió mandando la mirada al suelo.
—¡Maldito idiota!
Al instante siguiente, sintió un tremendo golpe en la cabeza. Se tambaleó hasta una
pila de carbón y tosió cuando inhaló una bocanaza de cenizas humanas.
—¿No te lo dije? Tus sentimientos no valen para nada. ¿Entendido?
—… Sí, señor. —Dijo, y se las arregló para ponerse de pie. Quería quitarse el
polvillo de manos y piernas, pero no esperaba que su maestro se lo permitiera.
—Un bebé muerto solo sigue el camino que todos tomaremos. Cuando muere, una
vela se enciende en el cielo. ¿Entiendes?
—No, señor.
—Hrmph, idiota. Monta un ganso, de camino al cielo.
Su maestro, su cruel sonrisa sin flaquear, dio al cuerpo más cercano una poderosa
patada. Rodó sobre su espalda: era una elfa, con varias flechas clavadas en el pecho.
Todavía quedaban tiras de armadura de cuero, pero su ropa estaba rota; solo la placa de
rango alrededor de su cuello la identificaba como una aventurera. Sus ojos, muy abiertos
por el odio, parecían vidrios nublados. Quizás ella había sido quemada.
El niño entendió muy bien lo que le había sucedido en esos momentos antes de que
ella muriera. Lo había visto él mismo.
—Hmph, vaya derroche. —Su maestro recorrió con su mano el pecho de la elfa,
rompiendo las flechas, luego se sentó sobre sus pechos—. Nadie rehusa nada estos días…
Dime, ¿sabrías cómo usar esto? —Acarició el pecho como si fuera un juego para él.
El niño pensó por un momento.
—… ¿Como silla?
—Otro. Y cojín tampoco cuenta. No es tan suave. —Su maestro se inclinó hacia
atrás y sacó la pipa de su bolsa. Usó los largos dedos de la elfa para meter el tabaco, luego
usó una chispa de su anillo para encenderlo.
—… Los restos de su ropa podrían usarse como harapos. Si tuviera equipamiento,
podría aprovecharse. —El niño respondió.
—‘Si’ es correcto. ¿Qué más?
—Su pelo es largo… Quizás podría trenzarse en una cuerda.
—Perfecto para un garrote. Y con gran demanda en el mercado. Probablemente no
lo pensaste, así que considéralo un consejo gratis. Todo porque el pelo élfico es tan precioso, oh.
—Su maestro murmuró desinteresado. El chico asintió; pensaba igual—. ¿Qué más?
Dudó. Su maestro dio una larga calada a su pipa y sopló el humo con cierta
irritación. El chico habló:
—Podrías comértela.
Su maestro se carcajeó. Luego esitró los brazos como si le suplicara a los cielos.
—¡¿Comerla?! ¡¿A esta pobre y desconsolada elfa?! ¡¿Podrías trocearla y metértela
en la boca?!
Suenas como un maldito goblin.
Se forzó para responder con compostura, o al menos pensó que así era.
—Si no tuvieras nada más que comer.
Su maestro se rió de nuevo, expulsó algo de humo, y agitó una mano.
—Continúa.
—Podrías beber su sangre. Si la filtras con una tela primero. O podrías mezclarla
con carbón para hacer tinta. Y además… su grasa podría ser usada como combustible.
—Otra cosa. Las mujeres… especialmente las elfas… su sangre y orina son
excelentes para cebos para goblins. —El maestro del niño sopló un aro de humo.
El niño trató simplemente de ignorarlo, pero acabó tosiendo, y al momento
siguiente vino el esperado golpe. Se tambaleó, aun tosiendo, entre los cadáveres.
—Bueno, bastante bien. Escucha: tú eres quien decide qué es útil y que no. —Su
maestro dejó a la elfa y le dio a él una patada.
Su respiración lo abandonó, y se movió entre los cadáveres, luchando por alejarse.
El olor a carne podrida llenó su nariz, ojos y boca, asfixiándole.
—Si la gente dice que algo es genial, pero no lo es, evítalo. Y si dicen que no puedes
usarlo, pero tiene un propósito, úsalo.
Cuando al final se arrastró fuera, su profesor ya era invisible. La conocida risotada
hizo eco por la aldea en ruinas, y él buscó desesperadamente cualquier indicio de donde
estaba su maestro.
Por supuesto, no estaba buscando algo tan bajo como un “indicio”. Estaba
concentrado, tratando de captar el sonido de su maestro dando un paso, sintiendo la brisa
pasar o notando un guijarro perturbado.
—Llamar a algo inútil es como llamarte a ti mismo inútil. Puedes conseguir lo que
sea de cualquier cosa.
—Sí, señor.
La imaginación era el arma más grande; aquellos que no la tenían eran los primeros
en morir. Su maestro se lo había dicho mucho veces, y su maestro nunca se equivocaba. Y
si alguna vez lo estuvo, sería porque el niño no lo había hecho lo suficientemente bien.
Como dijo su maestro, no tenía cerebro. Era solo un pedazo de basura inútil e
incompetente. Y si quería ponerse a prueba, la única manera era mediante la acción.
—Creo que tus palabras son útiles, Maestro.
Con eso, su maestro dejó de hablar.
Entonces la cabeza del chico fue agarrada con gran violencia, sacudida atrás y
adelante y de lado a lado. Por alguna razón, lo hizo muy feliz. Incluso si, al siguiente
momento, se encontró golpeando el suelo.
Así que eso era lo que siempre hacia. Ahora y siempre. Escoger no actuar una vez
era más que suficiente para toda una vida.
§
La Vaquera salió de su sueño reparador cuando oyó un golpe de tambor que retumbó por
sus huesos.
¿Qué es eso?
La pregunta solo diró un instante. Se sentó con un jadeo, burbujas explotando de su
boca. Cuando se dio cuenta de que estaba prácticamente montada sobre él, una serie de
pensamientos recorrió su cabeza.
¡No, no es momento para eso!
—Hey, despierta… ¡Despierta!
—Hrm. —Gruñó, y su cabeza se movió. Murmuró algo, haciendo que las burbujas
se escaparan de su visor, y entonces alzó la mirada. Podía ver un pedazo del borroso cielo,
la luna sobre ellos agitándose como si se reflejara en un charco.
El sonido apagado de los tambores parecía llegar a ellos a través del agua.
Ahí fuera… no hace falta decir que había goblins.
—Echaré un vistazo.
—… ¿Es seguro? —Ella preguntó, tirándole de su manga.
—Estaré bien. —Dijo, sacando una pica de su bolsa de objetos—. Escalaré al lugar
más alto.
Entonces pateó el agua, se alzó, palpando su camino a lo largo de la pared del
pozo. Cuando uno tenía agarras y no tenía problemas para respirar, escalar era
sorprendentemente fácil.
Cuando llegó a la superficie del agua, Goblin Slayer sacó la cabeza como un
cocodrilo con el que se topó en una ocasión. Aquí era donde empezaba el problema. Si
hacia un sonido y era notado, sería capturado.
Aun había algo de distancia hasta la boca del pozo. Clavó la pica en la pared de
piedra y empezó a escalar. No era como la torre que había escalado una vez, así que no le
llevaría mucho.
—…
Deslizó la tapa del pozo ligeramente a un lado para poder echar un vistazo afuera.
Esa visión resultó ser tan fea como esperaba.
—GOBOR…
—GG… BG.
Había goblins en formación, bostezando y frotándose los ojos. Por suerte, no tenía
una buena visión “nocturna”. Probablemente no lo verían. Eso significaba que los goblins
no eran en lo que más debería centrarse.
—Ah…
—… Hr… gh…
Banderas. Dos. Mantenidos en alto por los goblins, tenían forma humana. Su ropa
había sido arrancada, su equipo robado, sus cuerpos musculosos expuestos, sus tendones
destrozados hasta el punto de inutilidad. Y luego estaban los clavos oxidados clavados en
la madera a través de sus manos y pies. Goteaban sangre.
Aventureros crucificados.
La forma en que temblaban, la palidez de su piel: debían ser los efectos del frío. El
jadeo vino de lo difícil que era respirar. Goblin Slayer había visto esto más de una vez en
el pasado. Entendió en principio cómo funcionaba. En esa posición, el propio peso les
impedía respirar por completo.
Vio a una joven, sus labios moviéndose sin causar sonido. Tenía un cuerpo esbelto;
probablemente de la retaguardia. Podía entender las sílabas que sus labios formaban. Eran
el nombre de su dios. También de inmediato vio que ella no tenía voz. El instrumento más
crucial le había sido arrebatado de su boca. Las manos frágiles con las uñas clavadas en
ellas nunca podrían hacer los signos sagrados que ella quería que hicieran.
Goblin Slayer gruñó suavemente. Murmuró el nombre de alguien. Ni él se dio
cuenta.
—¡¡Aventurero!! —Una voz retumbó como un rayo.
Por primera vez, Goblin Slayer notó el enorme gigante moviéndose a la cabeza de
la columna goblin. No era un goblin. Era… ¿cómo se llamaba? Había peleado contra un
monstruo así antes.
—¡¡Si valoras la vida de estas chicas, entonces deja de ocultarte en tu pequeño agujero y sal
y muéstrate ante mí!!
Primero, se centró en observar. Arma: un martillo de guerra. Forma de cuerpo:
mayor que el de un hob, que el de un campeón. Cebo: temblores. Cómo instruía a los
goblins: furioso. Entonces contó los goblins, su equipamiento. No tenía que adivinar lo
que estaba planeando su oponente. Lo que necesitaba pensar era lo que haría cuando
sucediera.
—¡Esperaré hasta que se ponga el sol! ¡¡Si no estás aquí para entonces, entonces sufrirán un
destino que les hará maldecir a sus dioses!!
La chica miró hacia abajo y Goblin Slayer notó que estaba llorando abiertamente.
El monstruo también lo vio, descubrió sus colmillos y se burló como para asustarla.
Se reía.
—¡Conocerás mi ira por asesinar a mi hermano!
Goblin Slayer frunció el ceño detrás de su visor.
Hermano. Pensó. No recordaba tal cosa.
—¡Bien, vamos! ¡¡Avanzad!! —El monstruo bramó, y los goblins corrieron tras él,
tropezando con ellos mismos.
Deben ir por todo el pueblo, esperando incitarlo a que se revele.
—Bien. —Murmuró Goblin Slayer. Bien y bueno. Volvió a meterse en el pozo sin
siquiera un chapuzón.
§
—¿Cómo se ve...? —Burbujeó la Vaquera, sosteniendo sus rodillas. Su ansiedad se
manifestó en la forma en que las burbujas vacilaban.
El monstruo había estado gritando a todo pulmón. Incluso a través del agua, ella
debe haberlo escuchado.
—Tienen rehenes. Cebo. Escudos... Nada que represente una amenaza inmediata.
—Goblin Slayer eligió sus palabras con cuidado—. No creo que la idea surgiera de los
goblins. Pero ya han hecho algo muy similar antes.
La Vaquera se estremeció. Sabía que los goblins que habían atacado su granja
habían usado el mismo tipo de "escudos".
Goblin Slayer comenzó a revisar su equipo. Habían estado bajo el agua tanto
tiempo que todo estaba completamente empapado. Una vez que estuvieran arriba, tendría
que secarlos antes de que pudiera usarse. Si algo se congelaba mientras intentaba hacer
algo, podía imaginar lo que sucedería.
Lo mismo fue para ella. Goblin Slayer dijo desapasionadamente:
—Una vez que estemos allí, tendrás que limpiarte el cuerpo y secarte la ropa o
estrujarla. De lo contrario, se congelará.
—Bi-bien... —Ella asintió con la cabeza, pero no parecía segura. La forma en que
miraba con inquietud de un lado a otro hablaba mucho más de su miedo que sus palabras.
—No te preocupes. —Dijo Goblin Slayer. No hubo dudas—. No los dejaré escapar
vivos.
La Vaquera asintió con una sonrisa exhausta..
M
uy bien, idiotas! ¡Es hora de prepararse! —Gritó la Bruja de Hielo, haciendo que
los Pies Grandes se pusieran de pie—. Si no traeis a casa un solo conejito hoy,
—¡ como esos idiotas ayer, habrá que pagar el infierno, ¡otra vez! Si pasais un poco
de hambre, solo será vuestra la culpa.
Ante eso, los Pies Grandes miraron a un solo miembro de su grupo. Murmuró algo
rencoroso, pero no parecía tener el coraje de desafiar abiertamente a sus compañeros.
Y eso está muy bien, pensó la Bruja de Hielo. Deja que los idiotas se miren y luchen
entre ellos: eso funcionaba con ella. Y en caso de que uno de ellos volviera su odio hacia
ella, no importaría. Ella ya había tomado precauciones contra tal eventualidad...
Estas bestias requieren ser tratadas como niños.
Problemas para manejarlos, para reunir a una horda tan fácilmente manipulable.
Mira: con solo unas pocas palabras agudas, hizo que todo el grupo mirara a uno de sus
propios miembros. Demasiado fácil. Sospechaba que el único problema era que esta
pequeña distracción había expulsado su orden de sus cabezas.
La Bruja de Hielo aplaudió, sin hacer ningún esfuerzo por ocultar su irritación.
—¡Vamos, vamos, ya habeis olvidado lo que dije!
—Pero esta rata, él…
—¡Daros prisa, o ese asqueroso sol estará alto en el cielo para cuando salgais!
Un buen resplandor y los Pies Grandes finalmente se alejaron en una cacofonía de
pisadas fuertes. Hoy, una vez más, iba a hacer que saquearan el pueblo de la Liebre, una
tarea sencilla, pero pensó que era igual de bueno. Era demasiado pronto para hacer
movimientos audaces. Ahora era el momento de aumentar su fuerza. El tiempo estaba de
su lado. No había necesidad de apresurarse. Ella se aseguraría de que los espíritus de la
primavera permaneciera dormidos, prolongando el invierno, haciendo a sus Pies Grandes
cada vez más poderosos. Y entonces…
Entonces no habrá nada de qué temer: eran palabras que nunca podría haber dicho en
voz alta.
En cualquier caso, las cosas sin duda serían más fáciles. Ella no necesitaba
conquistar la capital. Tomar posesión de una sola ciudad sería suficiente. Entonces podría
vivir fácilmente durante siglos. Las Liebres sabían bien, pero se estaba cansando de
comerlas. Estaba llegando a anhelar el sabor de una agradable y joven niña humana...
—… ¿Oh?
La Bruja de Hielo estaba lamiéndose los labios cuando lo olió. El aroma de una
chica tan joven que bien podría haber estado todavía en pañales. Miró a su alrededor, con
la nariz crispada, para descubrir una figura parada en la entrada de su cueva. Esta
persona era bajita y delgada, una niña vestida con ropas sacerdotales y con un bastón.
—¡¿Una aventurera?!
—¡Es Nadie!
Casi antes de que los Pies Grandes hubieran acabado de hablar, la chica lazó el
bastón aún más alto.
—¡¡Oh, Madre Tierra, abundante de piedad, danos tu luz sagrada a aquellos que estamos
perdidos en la oscuridad!!
Hubo un destello cegador, el brillo del sol solapando la oscuridad de la cueva.
§
—¡Ahora es nuestra oportunidad! —La Sacerdotisa gritó—. ¡Vamos!
—¡Eso! ¡Y la primera sangre pertenece a los lagartos! ¡¡Eeeyaaaaahhhhh!!
Mientras los Pies Grandes retrocedían, sus ojos quemados por Luz Sagrada, el
Sacerdote Lagarto se zambulló entre ellos con un grito de guerra desgarrador.
—¡Oh cuernos y garras de nuestro padre, Iguanodon, tus cuatro extremidades, conviértelas
en dos patas para caminar sobre la tierra!
Detrás de él, un Guerrero Diente de Dragón lanzó un grito sin voz, los huesos se
sacudieron mientras cargaba hacia adelante. Garras, colmillos y cola golpearon los pies de
los Pies Grandes; que seguían gritando y bailando hacia atrás.
—¡Gyaaah!
—¡Yoww!
Fue peor para ellos por la lluvia de flechas que vino atravesando el cielo. Los Pies
Grandes tenían una piel gruesa, pero se sentía como si fueran pinchados por insectos
venenosos, una y otra vez.
Todos entraron en la gran habitación. Agitándose entre las piernas de los Pies
Grandes como si fuera entre los árboles de la selva, la Alta Elfa Arquera preparó su
siguiente flecha.
—¡Venga, enano! ¡Eres tan lento como bajo!
—¡Tch, Orejas Largas! ¡Te dije que tengas un poco de paciencia…!
Si las piernas de los Pies Grandes eran como árboles, entonces un buen golpe de su
hacha los derribaría. El Enano Chamán cargó contra los tambaleantes monstruos como un
espadachín en su elemento.
—¡¡Yaaah!!
—¡¡¡¡¡¿¿¿¿¿?????!!!!!
Ya no había nadie gritando. Un Pies Grandes, sus dedos de los pies aferrados a los
mismos con solo tiras de piel, aterrizó en el suelo con un golpe audible, sujetándose el pie
y sollozando.
—¡¿Qué demonios hacéis?! —La Bruja de Hielo gritó, su mano aun sobre sus ojos
por el destello cegador, interrumpiendo la charla de sus hombres.
No era una oportunidad que desperdiciar.
—¡Ahora mismo, si tú…! —La Sacerdotisa llamó a la Arquera, y entonces empezó a
correr.
La Alta Elfa Arquera había pateado una pared para conseguir algo de altura y
apuntaba a las orejas de un Pies Grandes.
—¡Déjamelo a mí!
Esa fue su respuesta… y el grito del Pies Grandes. La Sacerdotisa se puso tras ella,
y tres figuras la siguieron: el Guerrero Novato, la Aprendiz de Clériga y el Cazador
Liebre.
—¡Whoa, increíble…! —El Guerrero Novato cogió aire, observando al Sacerdote
Lagarto golpear a un Pies Grandes con su cola y haciéndolo caerse. Él y el resto lucían
positivamente excitados mientras corrían por la caótica habitación.
—No puedo creer —La Aprendiz de Clériga dijo, tratando de regular la
respiración— que simplemente cargara así como si nada…
—En momentos como este, lo más simple puede ser lo mejor. —La Sacerdotisa
dijo—. Cegarlos y luego atarles a los pies… Es conveniente. —Aun corriendo, lanzó una
mirada hacia los tres tras ella.
Dos de ellos, con los que había trabajado antes, pero esta era su primera vez junto
con el Cazador Liebre. La Liebre se movía muy rápido, acostumbrado a correr por las
montañas. Pero en cuando a su experiencia como aventurero —en cuanto a lo mucho que
odiaba comparar al joven consigo misma— la Liebre tenía 0.
La Sacerdotisa trató de ser considerada con el Cazador Liebre. Justo como él
siempre lo había sido con ella.
—¡Seguiremos profundizando! —Anunció ella, y el Cazador Liebre asintió. Todo lo
que era necesario era saber qué hacer—. Pero ¿de qué manera?
—¡A ver...! —La Aprendiz de Clériga se concentró en la vela que tenía en la mano.
Afortunadamente, la llama mágica no mostró signos de apagarse a pesar de la batalla
anterior. En todo caso, era el tamaño cada vez más pequeño de la vela lo que la
preocupaba, pero parecía que estaban bien por el momento—. ¡Por ahí! ¡A través del
pasillo central! —Señaló uno de los innumerables túneles.
Las orejas del Cazador Liebre se movieron.
—¡Pero no estoy seguro de que los Pies Grandes puedan seguirnos dentro...!
—¡Mucho mejor! —La Sacerdotisa asintió y mantuvo a su bastón cerca mientras
avanzaba precipitadamente hacia el túnel—. ¡Vamos!
Sí, si la Bruja de Hielo es de hecho la maestra de los Pies Grandes... Entonces en absoluto no
querría dejar que esos grandes simios pongan sus manos sobre la flecha plateada, pensó la
Sacerdotisa. Lo pondría en algún lugar que los Pies Grandes no pudieran alcanzar. Y si
podía encontrar la flecha, podrían evitar luchar contra los Pies Grandes. Solo necesitaban
evadirlos por un momento.
Tomará un poco... bueno, mucha suerte, pero...
Estaba contenta de que hubiera ido bien hasta ahora. La Sacerdotisa dio un suspiro
de alivio mental.
—No soy un experto aquí, pero tiene que ser así, ¿verdad? ¡Meteros allí y tomadlo!
—Exclamó el Guerrero Novato, su garrote en su mano. Obviamente estaba de buen
humor, tal vez inspirado al ver a tres aventureros de Rango Plata luchando ante sus ojos.
La Sacerdotisa sonrió un poco al ver este impulso que emanaba de su mirada.
—Ese es el espíritu, pero apurémonos y tengamos cuidado. Espero que la
próxima...
Antes de que pudiera terminar, una ráfaga de viento fétido vino detrás de ellos.
—... Vaya, esto podría no ser bueno. —El Cazador Liebre se estremeció, con las
orejas chatas.
La Sacerdotisa también lo había escuchado. Un sonido extraño, Zazaza, se fue, como
arena sacudida al suelo. Algo estaba pasando. Alguna cosa. Pero ¿qué…?
—Ugh…
—¡No, aquí también…!
El Guerrero Novato y la Aprendiz de Clériga ambos miraron atónitos, como si esto
fuera más de lo que podían soportar. El sonido se presionó detrás de ellos, como para
tragarse al grupo. La Sacerdotisa, sosteniendo su bastón y mirando hacia atrás, vio una
sombra diabólica que se elevaba desde la boca del túnel.
—¡Vosotros... asquerosos... gusanoooos! —La Bruja de Hielo les maldijo, acompañada
de un vendaval helado que distorsionó las sombras a su alrededor.
No... esas no eran sombras. Vinieron, chirriando, como una marea creciente para
consumir a la Sacerdotisa...
—¡¿Ratas gigantes?! —Exclamó ella.
—¡Oohdaaaaaraa! —El grito del Guerrero Novato llegó casi en el mismo momento.
Apuntó un poderoso golpe con las dos manos a la criatura directamente frente a él,
atrapando uno o dos más en el balanceo. Volaron por el aire, aún haciendo ese sonido
extraño, hasta que golpearon las paredes del túnel, se retorcieron una vez y se quedaron
quietos.
El Guerrero Novato había pasado demasiado tiempo luchando contra ratas y
cucarachas en las alcantarillas como para perder la oportunidad. Saltó dentro,
balanceando el garrote en su mano, golpe, golpe, golpe.
—¡¡¡Ojalá nos pagaran por las ratas ahora mismo!! —Gritó—. ¡Dejad de balbucear,
aquí viene otro!
Hacer pivotar a un garrote requiere mucho espacio, y sus enemigos eran muchos.
Eso no fue diferente de lo habitual. La Aprendiz de Clériga agarró fragmentos de hielo del
suelo, los envolvió en tela y los envió volando como dagas. Las ratas se tambalearon hacia
atrás, exponiendo sus barrigas, que el Guerrero Novato aplastó complacientemente.
—¡Prueba mi peto!
El vientre era el mejor lugar para atravesar la gruesa piel de las ratas. Trajo su
espada, que sostenía en un agarre inverso en su mano izquierda, sobre sus pechos,
abriéndolas. Luego volvió a balancearse, aterrizando cuidadosamente un golpe con su
garrote y evitando el chorro de sangre del oponente derribado, todo en un solo
movimiento. Tiró el cadáver a un lado.
—¡Pon eso en tu boca y nos costará, literalmente...!
—¡Sí, tengo que ahorrar dinero donde podamos! Oye, ¿qué tal si te tapas la boca?
—¡No hay tiempo!
La Aprendiz de Clériga arrojó piedras, y el Guerrero Novato mantuvo su espada en
movimiento mientras bromeaban. La Sacerdotisa los miró con asombro, antes de volver a
sus sentidos con un suspiro.
—... ¡Creo que esto podría funcionar! —Ella asintió para sí misma.
—¡Pero no exactamente como me hubiera gustado! —Gritó la Aprendiz de Clériga.
Mientras hablaba, su espada y balanzas se balancearon, arremetiendo contra la rata más
cercana. Ella realmente estaba acostumbrada a esto—. ¡No puedo prometer que podamos
detenerlos a todos, pero por ahora, puedes dejarnos la parte de atrás a nosotros...!
—¡Escuchaste a la dama, da un paso adelante! —Exclamó el Guerrero Novato,
haciendo el mayor uso posible de su garrote en el estrecho espacio.
—¡No te pongas engreído! —Le recordó la Aprendiz de Clériga, fulminante.
La Sacerdotisa pensó que vio un destello de alguien familiar en esa mirada;
parpadeó.
—¡Muy bien, contamos con vosotros! —Llamó La Sacerdotisa.
—¡Claro!
La Aprendiz de Clériga le arrojó la vela y la Sacerdotisa continuó corriendo con el
Cazador Liebre. Los golpes continuaron sonando detrás de ella. Escuchó el grito de una
chica, el chillido de una rata, la Bruja de Hielo maldiciendo y escupiendo. La Sacerdotisa
se frotó los ojos, luego vio una Rata Gigante a punto de pasar junto a ella, una que había
escapado del combate cuerpo a cuerpo.
—¡Sí!
Aparentemente, todo lo que se necesitó para enviar una rata a pelear fue un buen
golpe, no se trataba de goblins.
El Cazador Liebre, trotando al lado de la Sacerdotisa, murmuró:
—... Todos son tan increíbles...
—¡Sí! —Exclamó la Sacerdotisa, tratando de mantener la respiración estable incluso
mientras se regocijaba al escuchar a sus amigos alabados—. Todos son fantásticos, ¿no?
La Alta Elfa Arquera, el Sacerdote Lagarto, el Enano Chamán. Sin mencionar a la
Aprendiz de Clériga y el Guerrero Novato. Gente increíble, todos ellos.
No como ella.
—... —El Cazador Liebre le dio un curioso giro de cabeza—. Ya, yo también me
refería a ti, señorita.
—¿Huh...? —La Sacerdotisa, de repente sin palabras, siguió mirando hacia
adelante. Podía sentir sus mejillas sonrojarse mientras corría. Se alegró de que estuviera
oscuro—. Ge, ¿en… serio?
—Claro que sí.
Si eso es cierto...
Si realmente lo decía en serio, no era gracias a su propia fuerza. Todo se debió a lo
que había hecho, aunque no estaba con ellos en ese momento.
La llama de la vela ardía con intensidad en la mano de la Sacerdotisa. La flecha
plateada estaba cerca.
§
En medio de toda la confusión, la Bruja de Hielo, fiel a su nombre, permaneció tan fría
como un lago helado. Los gigantes se sacudían y se estrellaban detrás de ella; delante de
ella se levantó la horda de ratas.
¿Quién fue el que hizo que esto sucediera?
Apenas tuvo que pensarlo para saber la respuesta. Era esa chiquilla, con su bastón
y sus gritos. Ella los guiaba.
Las prendas blancas. Una sacerdotisa que se había ganado el amor de la Madre
Tierra. Nadie.
¡Esa chica, ella es la clave!
—Tú... ¡Hrgh!
—¡Ahí va uno! ¡Otro, a la derecha!
—¡¿En serio?!
Para su molestia, dos de los aventureros, apenas lo suficientemente mayores para
sus trabajos, despacharon a sus ratas con confianza.
Eh, al menos debería mantenerlos distraídos.
La Bruja de Hielo se echó a reír, exponiendo una garganta tan roja como la sangre.
Colmillos afilados brillaron con los reflejos de la nieve. Luego, instantáneamente, su
cuerpo se dividió en innumerables copos pequeños, deslizándose y pasando a las ratas y
los dos chicos. Temblaron con un viento que les heló los huesos, pero no pudieron
prestarle más atención que eso.
Si querían sobrevivir, tenían que luchar. Eso fue cierto para todos los presentes.
§
—Ooh, ¿crees que es algo así? —Después de un rato de correr por la penumbra, tratando
de prestar atención tanto a sus pies como a sus espaldas, el Cazador Liebre se detuvo, sus
orejas temblaron.
La Sacerdotisa parpadeó, pero vio un cofre alargado y oblongo escondido en una
depresión en la piedra. La vela en su mano se encendió, tan caliente que era casi difícil de
sostener. Parecía que la Liebre tenía razón.
—¿Puedes abrirlo? —La Sacerdotisa asumió el control, conteniendo el aliento.
—Eh, eso lo descubriremos ahora. —Dijo el Cazador Liebre con facilidad, luego
alargó la mano detrás de una oreja—. Debo intentarlo. Si no lo abrimos, hemos terminado;
eso lo sabemos.
El Cazador sacó algo tan delgado como una pequeña ramita y lo insertó en la
cerradura. Después de sentir mucho, y romper dos o tres de las ramitas, se escuchó un
chasquido.
—Hey, lo tengo.
—¿Hay alguna trampa...?
—Mmm, no hay forma de averiguarlo. Todavía no he inspeccionado la tapa.
La Sacerdotisa volvió a mirar los implacables sonidos de la batalla que resonaron a
través de los túneles detrás de ellos, pero el Cazador Liebre asintió. Probablemente estaría
bien, pensó él, con ese optimismo especial de su raza. Después de todo, la Bruja de Hielo
probablemente nunca imaginó que alguien más que a ella abriría este cofre. Eso no le
daría ninguna razón para atraparlos. Y si activó una alarma, está bien. No significaría
mucho ahora.
¿Y una trampa mágica? Cruzaremos ese puente si llegamos a él.
Una mano peluda metió un cuchillo sin filo y plano entre la tapa y el cofre,
buscando un cable, y eso fue todo.
—¿Qué dices de que intentemos abrir esta cosa?
—¡Sí, por favor!
La tapa comenzó a levantarse con un fuerte crujido, luego finalmente golpeó el piso
de la cueva con un estruendo. Dentro había un deslumbrante brillo plateado.
Una flecha de metal puro.
Los ojos de la Sacerdotisa se abrieron: en su año o dos de aventuras, podía contar
con una mano la cantidad de tesoros que había visto para igualar a este. Las
oportunidades para ver equipo mágico, a pesar del equipo del Sacerdote Lagarto, eran
pocas y distantes. Sin embargo, todavía lo sabía: esta no era una flecha ordinaria. Era un
arma sagrada, el tipo de cosas que se cuentan en las canciones.
—¡Con este…!
—¡Podríamos hacer que esto funcione! —Dijo la Liebre.
Aferrándose a su bastón, la Sacerdotisa alargó la mano delicadamente hacia la
flecha. Sintió un calor sutil correr por sus dedos. Cuando lo recogió, era ligero como una
pluma. Ella lo sostuvo reverentemente.
—Bueno, aquí tienes.
—¿Huh? —Los pequeños ojos del Cazador Liebre se abrieron de par en par—.
¿Quién, yo?
—Tengo algo de experiencia con la honda, pero nunca he disparado una flecha...
Y de todos modos, esto pertenecía a tu padre.
La Sacerdotisa sonrió. Cazador Liebre tragó audiblemente, luego tomó el cerrojo
con ambas manos esponjosas.
—Bi-bien, bueno, supongo que no me importa tomarla entonces...
—Por supuesto. ¡Suerte con ello!
Una vez que tuvieron la flecha, el Cazador se aseguró de que estuviera escondida
junto al hacha. Entonces comenzó a sentir alrededor.
—La medici… na…
—No entres en pánico, ¿de acuerdo? No querrás dejarla caer.
—¡No, por supuesto que no!
Esto haría. Ahora todo lo que tenían que hacer era regresar. Los dos asintieron el
uno al otro y comenzaron a regresar por donde habían venido. Tuvieron que abrirse
camino alrededor de cadáveres de ratas aquí y allá, los cuerpos congelados con sangre
oscura y pegajosa. No querían pensar qué pasaría si daban un paso en falso y se
deslizaban aquí.
Los sonidos de la batalla se fueron acercando gradualmente. Golpes y choques. Un
chico y una chica gritando. El chirrido de las ratas.
—¡Parece que todavía se están defendiendo...!
—¡Estoy contento de haber llegado a tiempo!
La Sacerdotisa y el Cazador Liebre asintieron el uno al otro, sonriendo.
No quedaba mucho más. Se subió la falda y corrió, gritando alegremente:
—¡¡Regresamos...!!
Fue entonces cuando sucedió.
Un viento brutal y helado pasó corriendo por delante de ellos.
§
—¿Qué…? —La Sacerdotisa parpadeó para despejar la escarcha de sus cejas. A su lado, el
Cazador Liebre estaba diciendo algo. A lo lejos, podía escuchar al Guerrero Novato y a la
Aprendiz de Clériga. Pero todo fue ahogado por un sonido penetrante y lloriqueante en
sus oídos.
Se encontró a sí misma en medio de una tormenta de nieve.
Con frío, se inclinó hacia adelante, solo para descubrir algo que se sentía suave. Sus
dedos tocaban la piel desnuda.
—¿Qué...? ¡¿Oh no…?!
¿Estoy desnuda...?
Cuando se dio cuenta de que no llevaba un hilo de ropa, la Sacerdotisa se sonrojó
furiosamente y se acurrucó. Fría y humillada, se estremeció. A pesar de que su cara se
sentía caliente, se estaba congelando hasta los huesos. La ventisca sopló tan fuerte que
dolía, exprimiendo las lágrimas de sus ojos. Sintió un cosquilleo en el cuello. Buscó a
tientas a su bastón, lo encontró y de alguna manera logró sostenerse.
Cuando se levantó y trató de caminar, el viento asaltó su delicado cuerpo y la lanzó
de un lado a otro. No podía moverse ni un solo paso. Sin saber qué hacer, la Sacerdotisa
comenzó a sollozar y sollozar.
—Hey. —La voz increíblemente tranquila y fría llegó cuando la confusión en su
espíritu era máxima.
La Sacerdotisa volvió a parpadear, esforzándose por ver algo a través de la bruma
blanca que la rodeaba.
—¡Oh...! —Su rostro se convirtió en una sonrisa radiante, como una flor girando
hacia la luz del sol.
Sucia armadura de cuero, un yelmo de aspecto barato. Un escudo redondo en su
brazo. Una espada de una extraña longitud en su cadera.
No había duda, ¡tenía que ser...!
—¡Goblin Slayer...!
Ignorando el pinchazo en su cuello, la Sacerdotisa se levantó y corrió hacia él. El
viento aullaba, el zumbido todavía estaba en sus oídos; ella no pudo oír nada más.
—Sí. ¿Estás bien?
Sin embargo, de alguna manera, su suave voz la alcanzó. Le tendió una mano,
bruscamente, el cuero lleno de baches de su guante tocaba su piel. La Sacerdotisa casi
cerró los ojos, saboreando la sensación mientras él le acariciaba la mejilla. Casi podía
olvidar el dolor en su cuello.
—S-sí... ¿Pero por qué estás aquí...? —Ella lo miró a su visor, casi susurrando.
Como siempre, su expresión era invisible para ella. Solo había un ojo brillante dentro del
casco. Se tocó el cuello como si pasara un peine por sus largos mechones. Tenía el pelo
erizado. Sniff, fue la Sacerdotisa. Un olor a sangre como nunca había olido antes parecía
llegar a ella—. Er, ¿estás herido...?
—No. —Respondió, sacudiendo la cabeza—. Pero tal vez puedas hacer un milagro
para mí más tarde.
La Sacerdotisa tragó. Se apartó el pelo del cuello y levantó el bastón.
—¿Y los goblins...?
—¿Goblins? —Se detuvo como si la palabra le sonara extraña, sacudió la cabeza
suavemente—. Estaba más preocupado por ti. —Su voz era muy suave y la tocó en el
cuello. El guante de cuero perforado como el hielo, y ella se estremeció—. Tengo una
petición. Dame la flecha plateada.
—Oh, por supuesto. Er, la flecha plateada, ¿verdad?
Entiendo. La Sacerdotisa asintió. Fue un asentimiento feliz. Sonrió. Respiró hondo,
dejando que el coraje llenara el corazón de su pequeño pecho. Y entonces ella habló:
—¡Oh Madre Tierra, abundante en misericordia, pon tu venerada mano sobre las heridas de
este niño!
§
La tormenta de nieve fue borrada por un grito que atravesó a La Sacerdotisa como un
atizador al rojo vivo.
—Ah... ¡¿YEAAAAAAGHHHHHH?!
La Sacerdotisa, de repente se encontró de vuelta en la cueva, observó a la Bruja de
Hielo retorcerse; ella dejó escapar un suspiro, inexpresiva.
Una ilusión... O tal vez un encantamiento.
Era uno de los poderes sobrenaturales que se decía que tenían los vampiros.
La Sacerdotisa se estremeció. Todavía podía sentir el frío y agudo escozor en el
cuello. ¿Qué hubiera pasado si ella simplemente hubiera dejado que las cosas siguieran?
Fue aterrador pensar en eso. ¿Qué hubiera pasado si ella no hubiera sido tan rápida para
recordar el Manual de Monstruos?
Él habría seguido actuando como ella quería que lo hiciera. Preocupándose por
ella, alabándola, tocándole la cara. Por supuesto, desde hace bastante tiempo él había
estado mostrando su consideración a su propia manera incómoda, pero...
… Pero nunca así. Él es bastante desesperado, después de todo.
La Sacerdotisa sonrió un poco ante ese precioso pensamiento, sostenido en lo
profundo de su corazón. Por eso, con la más mínima esperanza, había entonado el
milagro. Un milagro de curación, que no le haría ningún daño en la pequeña posibilidad
de que realmente fuera él.
Pero para un No-Orador maldito, para los muertos vivientes, los milagros de los
dioses fueron como veneno.
Finalmente invoco Curación Menor por primera vez, ¿y así es como lo uso?
No estaba del todo contenta con eso, pero se volvió hacia un lado y miró.
—¡Bruja de Hielo! —Gritó el Cazador Liebre, con una voz que resonó a través de la
cueva, tan fuerte que nunca habría creído que provenía de ese pequeño conejo.
El Cazador se paró frente a la bruja, sosteniendo una pequeña ballesta. La cuerda
cantó cuando se estiró hacia atrás, e incluso en la oscuridad de la cueva, una gota de plata
pura como la nieve brillaba al final de la flecha.
Reconociendo la luz que cubrió el rayo, la bruja escupió como si la estuviera
matando:
—¡Maldito seas!
—¡Esta es la flecha de la Tribu de la Liebre!
El tintineo de la cuerda del arco tenía el tono y la belleza de un instrumento
musical. La flecha atravesó el aire helado en su camino para completar la misión para la
que fue creada. Atravesó a la Bruja de Hielo a través del corazón, derramando su maldita
sangre.
—......
Esta vez, ella no gritó. No, de hecho, lo hizo, aunque a un tono demasiado alto para
que los oídos humanos lo oigan. La bruja luchó y se agitó, tratando desesperadamente de
sacar la flecha de su pecho. Pero la flecha le quemó los dedos hasta que se convirtieron en
hollín y se desmoronaron.
Este fue el final.
La Bruja de Hielo, incluso en las convulsiones de la muerte, fijó sus ojos y todo su
odio en una persona.
La Sacerdotisa estaba de pie sacudiéndose las vestiduras, apuntando a su bastón a
la bruja.
Ella era la única, la causa de todo esto.
¡La mataré! ¡La mataré! ¡La mataré!
Era todo lo que se merecía. La bruja estaba carbonizada hasta su garganta, y ahora
todo lo que le quedaba por usar eran sus ojos. Sus pupilas rojas e inyectadas en sangre
reflejaban a la Sacerdotisa, brillando con luz y luego...
—¡Señor del Juicio, Príncipe de la Espada, Portador de las Balanzas, muestra aquí tu poder!
… un milagro de los dioses la golpeó.
Espada y balanzas levantadas. Empapada en sangre de rata, apoyada en el hombro
de su amiga de la infancia, era una chica. Los dos habían terminado con las alimañas y se
dieron cuenta de que algo extraño estaba sucediendo detrás de ellos.
Y así, para sus amigos, para la Ley, para el Orden, para estas hermosas montañas
en las que vivían las liebres blancas, la chica, con la mirada dura, bajó la espada del Dios
Supremo.
El rayo, tan caliente que hizo que el aire hirviera, cambió de ángulo ya que solo el
poder sobrenatural podría haberlo hecho posible, canalizándose hacia la flecha plateada.
—¡¡¡¡¿¿????!!!!
Destruida por fin, esta vez la bruja realmente no emitió ningún sonido, sus
espantosas convulsiones eran una especie de danza macabra en medio de la muerte. En
un abrir y cerrar de ojos, o dos, su cuerpo fue quemado. El líquido que explotó del ojo
rojo, todo lo que quedó de la criatura, rozó la mejilla de la Sacerdotisa y algunos
mechones de su cabello antes de enterrarse en la pared. Pero nada más.
El montón de cenizas en el suelo de la cueva fue arrastrado por una ráfaga fría y
desapareció después de un breve momento.
La flecha plateada, completada su misión, se oxidaba mientras la observaban, se
pudría.
El único rastro que quedaba del vampiro, una vez conocida como la Bruja del
Hielo, era la fina veta de sangre en la mejilla de la Sacerdotisa.
Y así terminó.
§
El estallido del trueno fue audible incluso durante la batalla desesperada en la sala
principal. Los gigantes, numerosos pero sin líder, no estaban seguros de cómo tomarlo.
Los aventureros se lanzaron entre sus piernas, atacaron y explotaron allí, mordiendo
como insectos venenosos.
—¡Enano! ¡Me dirijo hacia allí!
—¡Entendido! ¿Qué era eso del tamaño de la cabeza y el ingenio...?
—¡Y, sin embargo, los gigantes son en sí mismos el vértice de una rama de la
evolución!
No podían bajar la guardia. Los tres entendieron eso.
La chica, la Sacerdotisa y los otros dos que la acompañaron. Hasta que completaran
su misión, ni un solo enemigo podía escapar. No tenían tiempo de decepcionar a sus
guardias. Dispararon su arco, balancearon sus hachas y arremetieron con sus garras, colas
y dientes, implacablemente.
Pequeñas flechas se precipitaban a caras y ojos; los dedos de los pies fueron
cortados; las caderas fueron golpeadas con una fuerza tremenda. Fue insoportable.
Aullando y gritando, los gigantes golpearon con sus pies y lanzaron sus puños. Lo que los
aventureros vieron como una gran sala principal era un espacio reducido para los
gigantes. No había forma de frenar el caos.
Fue entonces cuando llegó el trueno. La espada de los dioses que cortaba el pecado
atravesó el estruendo de la batalla en el espacio de un instante.
—¿Q-qué diablos...?
—¿… fue ese trueno...?
Los monstruos, perplejos por un sonido que nunca escucharon en otra parte que no
fuera la cima de las montañas, se detuvieron y se miraron el unos a otros. Incluso los
aventureros, con los hombros agitados, dejaron de atacar. Los tres se reunieron en el
centro de la sala, intercambiando palabras rápidas.
—... Me pregunto si lo hicieron, entonces. —Murmuró la Alta Elfa Arquera, sus
largas orejas moviéndose de arriba abajo.
El Enano Chamán ajustó sus manos sobre su hacha.
—¿No puedes decirlo? —Él la miró—. Vamos, elfa. ¿Qué les pasa a esos oídos de
los que estás tan orgullosa?
—Una gran raqueta como esa solo me molesta la audición...
—Hmm… —Dijo el Sacerdote Lagarto jovialmente, con los ojos en blanco—. Lo que
sea que haya sucedido, el resultado es tal como ves... creo.
De hecho lo fue. En la habitación ahora silenciosa, se escucharon pasos saliendo de
la cámara interior, aumentando gradualmente su volumen. No eran otros que los cuatro
que se habían ido antes.
El Guerrero Novato, sosteniendo su garrote con ambas manos, cubierto de pies a
cabeza con sangre oscura. A su lado, la Aprendiz de Clériga, levantando su espada y
balanzas con una mirada de orgullo genuino. El Cazador Liebre, sosteniendo una ballesta
y parpadeando mientras salta. Y allí, en la cabecera de la columna, con una mirada de
determinación y sosteniendo su bastón, y con una sola herida delgada recorriendo su
mejilla… era la Sacerdotisa.
—¿Qué es esto...? ¿Qué le pasó a la Bruja de Hielo...?
—Es Nadie...
—… No sé.
Los gigantes comenzaron a murmurar entre ellos. La Sacerdotisa se mordió el labio
y dio un paso adelante. Luego respiró tan profundamente como pudo, sacudiendo su
bastón con una floritura dramática.
—¡La Bruja de Hielo... está muerta!
Hubo un latido antes de que los gigantes entendieran lo que ella había dicho. Pero
lo que sucedió después, solo podía ser una cosa.
—¡¿Qué… aaaaaa...?!
—¡Se acabó! Por eso te dije… ¡que no bajáramos esa montaña!
—¡¡Creo que es un poco tarde para eso!!
La confusión reinaba sobre todos. Los gigantes arrojaron a un lado sus preciosos
tambores y todo lo demás mientras se dirigían directamente a la boca de la cueva. Los
aventureros se miraron unos a otros por un instante, y consultaron si perseguirlos. La Alta
Elfa Arquera tenía una flecha en su arco, el Enano Chamán una roca en su honda.
—No… Está bien.
Fueron detenidos por una palabra de la Sacerdotisa. Observó a los gigantes irse,
sus pisadas se desvanecieron y dejó escapar un suspiro de alivio.
—¿Segura? —La Arquera cuestionó, corriendo hacia ella. Sus delgados dedos
rozaron la mejilla de la Sacerdotisa suavemente, haciendo que esta entrecerrara los ojos; le
hizo cosquillas—. Se están escapando...
—Sí. —Dijo la Sacerdotisa con un pequeño asentimiento y una sonrisa tímida—. No
son goblins, después de todo.
La Alta Elfa Arquera frunció el ceño profundamente ante eso, suspiró y finalmente
se rió.
—… Suficientemente cierto. No son goblins en absoluto.
De hecho no lo fueron. La batalla había terminado, la amenaza de la Bruja de Hielo
había desaparecido y el largo invierno finalmente cedería. El pueblo de la Liebre se salvó.
El Cazador Liebre miraba la habitación ahora vacía cuando llegó una voz desde lo
alto:
—¡Si hemos obtenido la victoria, entonces no podemos desear más!
Las orejas del Cazador se movieron, y la liebre levantó la vista para ver el enorme
Sacerdote Lagarto. El lagarto sacó la lengua y dijo sombríamente:
—En cuanto a comer corazones... De hecho, has demostrado que llevas dentro de ti
la fuerza de la sangre de tu padre.
El Cazador Liebre asintió con la cabeza. Su padre estaba muerto. Las Liebres
salieron victoriosas. La sangre de su padre corría por las venas del Cazador. No sabía
nada sobre la religión de los hombres-lagarto, pero entendió que el Sacerdote Lagarto
decía algo respetuoso e importante.
Toda la sangre que se había derramado hasta este momento había valido la pena.
—... Eso solo significa que mi padre fue realmente increíble.
—Supongo que sí. —Dijo el Guerrero Novato, arrojando su espada y su garrote con
cansancio y dejándose caer al suelo.
—Uf, ten un poco de dignidad. —Reprendió la Aprendiz de Clériga, dándole un
pinchazo, pero no se veía mucho mejor. Ella se dejó caer a su lado.
A su lado, el Cazador Liebre se sentó y exclamó:
—¡También me muero de hambre! Tengo algunas verduras secas, ¿queréis?
—¡Sí!
—¡Yo también…!
Agotados, o tal vez simplemente finalmente relajados, los tres bebieron un sorbo de
una cantimplora y luego buscaron en las raciones. No mostraron nada de la vigilancia que
normalmente tendrían...
El Sacerdote Lagarto captó la vista y luego asintió.
—Una batalla finamente dirigida. —Le dijo a la Sacerdotisa, girando su cuello hacia
ella.
Ella tímidamente se rascó la mejilla, la herida aún visible.
—Oh, cielos. No hice nada... Fue gracias a todos.
—¿Qué? —Ibterpuso la Aprendiz, tragando una zanahoria—. ¡Esa Curación Menor
fue increíble!
—¡¿Hu, usaste Curación Menor?! —La Alta Elfa Arquera saltó a la conversación,
exclamando—: ¡No lo he visto en mucho tiempo! —Tenía los ojos brillantes de curiosidad.
Sus largas orejas se reclinaban contra su cabeza y se inclinó hacia adelante, mirando a la
Sacerdotisa, muy ansiosa…
—Bueno... yo realmente no quería...
… Dejando a un lado lo que realmente no quería hacer.
El Sacerdote Lagarto hizo un extraño gesto con las manos juntas hacia el grupo
recién chillón. Eso quedó resuelto. En el siguiente problema.
—¿Qué nos puedes decir, maestro lanzador de hechizos? Sobre estos tambores de
guerra.
—... Mmm, bueno. Ejem. Cómo decirlo... —El Enano Chamán, mientras examinaba
los tambores olvidados de los Pies Grandes, se frotó el vientre e hizo una mueca—. Estos
son bastante decentes, aunque un poco demasiado empapados de sangre.
Deben haber sido para uso festivo o ritual. Los instrumentos eran de una calidad
que no se esperaba en un lugar como este. Pero en el escondite de los gigantes, habían
sido enterrados en la basura, incluidos los restos de las víctimas. Los hechizos y objetos
mágicos son fácilmente influenciados por los pensamientos y sentimientos que los rodean.
Más aún cuando esos provienen de personas que están asociadas con espíritus. Si estos
tambores, que durante tanto tiempo solían cantar las alabanzas del invierno, produjeran
un sonido puro sin profundizar aún más su maldición, sería solo después de haber sido
purgados de la ira y el odio que los invadió.
—Creo que sería bueno que nuestros amigos peludos se aferren a estos y los
purifiquen.
—Bueno, supongo que no sería exactamente como en mi propia aldea, pero... —El
Sacerdote Lagarto estaba de pie junto al Enano Chamán, con una mirada reverente en su
rostro, y mirando los tambores. En su mente, de repente escuchó un sonido audaz, un
latido rezando por la muerte valiente de amigos y enemigos por igual en la batalla.
Así era como debería ser la batalla. Los ojos del Sacerdote Lagarto giraron en su
cabeza.
—En ese caso, los devolveremos a la aldea, y todo estará hecho.
—De todos modos, podemos esperar que así sea. —Dijo el Enano Chamán,
acariciándose la barba, de manera que sugería que no lo creía por completo.
—¿Algo te preocupa?
—Tal vez es solo que no tenemos a Cortabarbas aquí. —Respondió el Enano
Chamán—. O tal vez es que no estoy acostumbrado a subir tan alto al final de una misión.
Sea lo que sea, algo simplemente no se siente bien.
—Es más difícil. —Dijo el Sacerdote Lagarto, rodando los ojos jovialmente, y el
Enano Chamán estuvo de acuerdo, acariciando su barba con una sonrisa—. Veamos si tu
disposición no cambia después de una copa de celebración en el pueblo.
—Eso suena endiabladamente bien, Escamoso.
Tal vez algo también molestaba a la Sacerdotisa, observándolos, porque encontró
que sus delgados dedos frotaban distraídamente su cuello.
§
Cuando salieron de la cueva, encontraron que el frío del viento se había suavizado
sustancialmente; fueron recibidos por el brillo de la luz del sol sobre la nieve.
—Vaya. —Suspiró la Sacerdotisa, causando que el Cazador Liebre se riera.
—Te lastimarás los ojos si lo miras directamente. Al menos sin algo para atenuar el
brillo. —Con una pata peluda, la Liebre sacó una tabla de madera con un hueco delgado.
Cuando levantó el dispositivo y lo aseguró con una cuerda, como un par de anteojos, La
Alta Elfa Arquera murmuró:
—Oh. —Estaba parpadeando furiosamente —tal vez había mirado demasiado
tiempo a la luz— pero, sin embargo, le dio al Sacerdote Lagarto un pequeño empujón—.
Claro, es brillante y todo, pero apuesto a que estás contento de que el frío se haya calmado
un poco.
—Bueno, tuve una excelente oportunidad de moverme en esa cueva. Mi sangre es
buena y cálida ahora. —Él asintió, luego dio un escalofrío exagerado—. Pero hace bastante
frío al tener solo escamas. Algunas plumas o un poco de pelo serían bienvenidos.
—Olvídalo, Escamoso. No creo que pueda imaginarme llamándote Peludito. —
Bromeó el Enano Chamán, tomando un largo trago de vino. Le tendió el vino de fuego al
Sacerdote Lagarto, quien tomó un bocado y luego se lo ofreció a la Arquera. Sus orejas
volvieron y sus ojos se agrandaron.
—Oh, para. ¡Te dije que no lo necesito!
—Algunos paladares nunca maduran, ya veo. Hey, jóvenes. ¿Un trago?
El Guerrero Novato y la Aprendiz de Clériga se miraron, los dos ya totalmente
gastados. Habían estado encerrados en un combate desesperado con ratas gigantes hasta
no mucho antes. La fatiga estaba escrita en sus caras sucias.
—Bien…
—... Tal vez solo un sorbo, entonces.
Aceptaron el vino y tomaron gustos tentativos, sacando la lengua ante la sequedad
del mismo. Pero pronto los calentó, un suave rubor se extendió por los rostros de ambos.
Muy efectivo, al parecer. Le devolvieron la jarra al Enano Chamán con su agradecimiento;
este se rio hacia la Alta Elfa Arquera.
—… ¿Oh, qué?
—Nada. Solo pensaba que tal vez sea demasiado pronto para ti, muchacha de
Orejas Largas.
—¡Si estás buscando comenzar algo, entonces está encendido, Barrigón!
Las orejas de la Alta Elfa se recostaron sobre su cabeza, mientras que el Enano
Chamán solo le sonrió. Estaban fuera y discutiendo. La Sacerdotisa, bien acostumbrada a
las bromas de sus compañeros por ahora, simplemente se rió.
Ahora todo lo que tenían que hacer era tomar los tambores y bajar la montaña. Su
aventura había terminado. Habían escalado los picos nevados, lucharon con los Pies
Grandes, se colaron en la cueva de la Bruja de Hielo, tomaron la flecha plateada y
destruyeron al villano. La limosna que el Dios Supremo le había dado a la Aprendiz de
Clériga ya estaba cumplida. La aventura fue un éxito. Un triunfo completo. Todo lo que
tenían que hacer era irse a casa. Ir allí y volver de nuevo: eso fue una aventura.
Y todavía…
... ¿Qué era ese pinchazo que sentía en el cuello? La Sacerdotisa se tocó la nuca
suavemente, luego comenzó a caminar, la nieve crujía bajo sus pies. Necesitaban regresar
a la aldea y hacerles saber lo que había sucedido. Y todavía estaba el asunto de los Pies
Grandes, a quienes habían dejado vivir.
La Sacerdotisa se sintió inusualmente nerviosa; no quería quedarse aquí mucho
tiempo.
—Vámonos todos.
Los aventureros asintieron y el grupo se dirigió a casa. Nada notable sucedió en el
camino. Con los vientos del invierno disminuidos, no había ningún presentimiento de que
un depredador de las nieve los atacara. La Alta Elfa Arquera y el Cazador Liebre
mantenían sus oídos trabajando atentamente, pero apenas parecía necesario. Después de
la fatiga y las secuelas de la lucha, comenzaron a sentir una cierta pesadez sobre ellos. No
es indolencia, exactamente, pero ciertamente no había primavera en su paso.
Sin embargo, la Sacerdotisa y los demás charlaron, disfrutando del paisaje: la
blancura de la nieve y el gran azul del cielo. Cuando miraron hacia los valles que corrían
entre los picos, la nieve parecía acumularse allí como un mar con la marea alta. Casi
deseaban poder volar allí...
Tal cosa era imposible, por supuesto, pero el pensamiento era irresistible.
De hecho, las montañas no eran lugar para la gente común. Tal vez ni siquiera eran
un lugar para vampiros como la Bruja de Hielo. Este era el trono de un dios violento.
Seguramente por eso el Dios Supremo había convocado a la Aprendiz de Clériga. Para
destrozar el mal que había aquí.
—... Me pregunto si realmente pude hacerlo.
La Sacerdotisa escuchó el más leve susurro de la chica que llevaba la espada y las
balanzas. Se volvió para decir algo, pero luego lo pensó mejor. El Guerrero Novato estaba
hablando en voz baja a la Aprendiz de Clériga, a lo que ella respondió con una sonrisa.
Eso fue suficiente, entonces. La Sacerdotisa no tenía nada que decir. Se volvió hacia adelante,
apoyándose en su bastón mientras caminaba ligeramente.
Uno podría esperar que descender una montaña sea más fácil que escalarla, pero en
realidad no fue mucho. Por supuesto, su corazón era ligero. Solo necesitaban bajar allí.
Pero el estrés en su cuerpo era el mismo.
Tomando descansos ocasionales, el grupo avanzó constantemente hacia el pueblo
de la Liebre.
—…
¿Qué tan lejos habían llegado desde la cueva de la Bruja de Hielo antes de que la
columna se detuviera?
—¿Algo pasa? —El Sacerdote Lagarto requirió, deslizándose junto a la Sacerdotisa,
que había dejado de caminar de repente.
Ella solo murmuró un “No” sin apartar la vista de un punto en particular.
—¿Huh? ¿Qué está pasando? —Preguntó la Alta Elfa Arquera desde cerca. Se
acercó a la Sacerdotisa, que estaba presionando su cuello, y siguió su mirada. La
empinada pendiente de la colina estaba salpicada de viviendas abandonadas hace mucho
tiempo—. ¿Hmm? —Dijo, pero luego, un segundo después, abrió mucho los ojos—. ¡Oh!
Humo. El humo salía del pueblo.
—¿Una batalla, tal vez? —Dijo el Enano Chamán dubitativo.
—Me imagino. —El Sacerdote Lagarto asintió con confianza—. Olor a carne y
sangre, el aroma de la guerra. La pregunta que nos queda es: ¿guerra con qué?
—Pero ese pueblo está abandonado, ¿verdad? ¿De qué serviría quemarlo...?
¿Había bandidos allí o algo por el estilo? Nadie estaría molesto con el grupo por
ignorar algo que no tenía nada que ver con ellos. La Sacerdotisa, sin embargo, sintió una
ráfaga de frío y se estremeció. Un escalofrío le recorrió la espalda; sintió como si algo
extraño le estuviera lamiendo el cuello.
—¿Goblins...? —La palabra llegó a ella como una limosna, como una inspiración.
El Guerrero Novato y la Aprendiz de Clériga compartieron una mirada. El Cazador
Liebre parecía desconcertado. Pero no los otros.
—... Awww, hombre, podría haberlo adivinado. —Gimió la elfa, poniendo sus
manos en sus mejillas y mirando hacia el cielo. Desde que se había asociado con ese
hombre, ¡no podía tomar un descanso!
No era del todo justo culpar a los cielos. El Enano Chamán le dio una palmada en el
trasero, ignorando su grito.
—No es hora de lloriquear, muchacha. Gasta esa energía pensando en lo que vas a
hacer, ¿eh?
—¡S-sí, lo sé! —La Alta Elfa Arquera frunció los labios.
—Todavía tenemos una opción: ir allí o regresar. —El Sacerdote Lagarto se volvió
para mirar a la Sacerdotisa, luego puso los ojos en blanco como para decir que todo esto lo
divirtió—. ¿Qué haremos?
—Nos vamos. —Dijo la Sacerdotisa sin dudarlo. Luego se mordió el labio, mirando
fijamente la aldea antes de preguntar bruscamente—: ¿Cómo se ve?
—Bueno, ahora… —Dijo el Sacerdote Lagarto, mostrando sus grandes y terroríficos
colmillos. Él sabía la pregunta; ese hombre se lo había preguntado a menudo.
Aunque todavía hay un poco de cáscara de huevo en su cola...
—Si nuestros enemigos son en verdad los pequeños demonios, creo que no
necesitamos traer los tambores con nosotros. Todavía queda la cuestión de cuánto tiempo
nos llevará.
—… Estoy de acuerdo.
Él estaba en lo correcto. Hubo dos problemas. Los tambores, pero también deberían
informar al pueblo sobre el peligro. Luego estaba la cuestión de cuánto tiempo llevaría
llegar allí.
¿Qué haría él?
La Sacerdotisa pensó.
Siempre hay un plan. Dijo. Siempre. Eso es lo que le había dicho, así que debe haber
algo ahora. Tenía que haberlo.
—... Todavía tenemos hechizos, ¿verdad?
—Mmm. —Dijo el Enano Chamán, golpeándose el vientre con orgullo—. Un
puñado, de hecho.
—En ese caso...
¿Qué hacer? Considerando el equipaje, el equipo, los hechizos, toda la situación...
—H-hey, ¿qué hay de nosotros? ¿Qué debemos hacer...? —El Guerrero Novato
preguntó.
La pregunta vacilante irrumpió en las reflexiones de la Sacerdotisa. No pudo
ocultar su cansancio, pero no obstante se quedó allí, mirándola directamente a los ojos. El
brillo en sus propios ojos decía claramente que aún podía luchar.
Esa mirada fue lo que inspiró a la Sacerdotisa a decir:
—Por favor, date prisa en regresar al pueblo.
Ella y los demás se enfrentarían a los goblins.
Quizás el Guerrero Novato pensó que era una muestra de lástima, porque hinchó el
pecho con orgullo.
—To-todavía podemos pelear... ¡Sí, lo estamos haciendo genial!
—“Todavía podemos pelear" es solo otra forma de decir que ya estás al límite. —
Dijo la Sacerdotisa, cerrando su muestra de heroísmo. ¿Cuántas, muchas veces le había
dicho él lo mismo?— Si puedes ganar haciendo algo loco o estúpido, eso es una cosa, pero
si pudieras contar con ganar de esa manera, no nos preocuparíamos por eso en primer
lugar.
Ella estaba ansiosa. Su cabeza daba vueltas. Su voz se quebraba. Cada vez que
respiraba, sus pulmones picaban con el frío.
—Y ahí está el ejemplo del campo de entrenamiento. Sería terrible para el pueblo
de la Liebre ser atacado...
—... Tenemos que avisarles, ¿no? —El Cazador Liebre, al ver que el pueblo aún no
estaba seguro, asintió nerviosamente—. Solo déjanoslo a nosotros. Allí también tocaremos
los tambores y nos aseguraremos de que todos sepan lo que está sucediendo.
—De acuerdo. —Dijo la Sacerdotisa con una inclinación de cabeza.
—Supongo que eso lo resuelve. —Dijo la Aprendiz de Clériga, dejando escapar un
suspiro—. Vamos, bajemos esta montaña. No hay tiempo que perder ahora.
—Ay, vamos. —Dijo el Guerrero Novato lastimosamente—. Primero en la granja,
luego en el campo de entrenamiento. ¡Nunca tuve que pelear!
—Jajajajaja, si esto te duele, entonces podrás caminar un poco más. —Sonrió El
Sacerdote Lagarto, dándole una palmada en el hombro al Guerrero Novato.
—¡Oye! —Gritó.
—Porque no hay nada más incondicional que un soldado de infantería que pueda
marchar una larga distancia. ¿No estás de acuerdo, maestro lanzador de hechizos?
—Cierto. Un soldado enano puede luchar desde el amanecer hasta el anochecer y
no cansarse.
—Mientras no tenga hambre. —Sonrió la Alta Elfa Arquera, a lo que el Enano
Chamán respondió con una bocanada de su pecho.
—Cierto. Danos vino y comida, y podemos luchar para siempre. Ese es el orgullo
de los enanos.
La Alta Elfa Arquera, aparentemente bien familiarizada con el orgullo de los
enanos, no dijo nada más, sino que simplemente sonrió, fría y agradable.
—Has escuchado a la dama, esa es su disposición. Nos encargaremos de las cosas
aquí. Tiene que haber alguien detrás de todo esto.
Las palabras hicieron que el Guerrero Novato asintiera con indiferencia. Entonces
no había terminado. No le haría ningún bien a nadie ser destruido en ese momento.
—Bien... lo entiendo. Volvemos, les decimos, esperamos, y luego todos nos vamos a
casa.
—Buen chico. —Se rió la Alta Elfa Arquera, luego le dirigió un guiño elegante.
Se puso rojo brillante, ganando un pinchazo de la Aprendiz de Clériga. Ella ignoró
su grito e inclinó la cabeza cortésmente.
—¡Hasta pronto entonces…!
La Sacerdotisa estaba obligada a notar las emociones ocultas en esas palabras. Ella
asintió, respondiendo con un suave gesto del bastón en sus manos.
—Sí. Pronto.
Cada uno de los tres jóvenes miró a los demás y asintió, y luego se fueron con los
tambores mágicos a cuestas. Sus pasos eran seguros; parecía que no habría necesidad de
preocuparse por ellos mientras bajaban la montaña.
—Eso deja... solo un último problema, entonces. —Dijo la Sacerdotisa suavemente,
mirando a lo lejos las figuras que partían.
Las columnas de humo que se elevaban desde el pueblo habían aumentado en
tamaño y número. ¿Incendios? ¿O un ataque de fuego? Fuera lo que fuese, tendrían que
enfrentarlo. Y si él hubiera estado allí, entonces...
—... —La Sacerdotisa hizo un puño y lo golpeó contra su pecho.
—¿Cómo vamos a hacer esto, sin embargo? —La Arquera preguntó, preparando su
arco—. Hasta ese lugar hay una caminata.
—Si simplemente caemos por la montaña, nunca lo lograremos. —Dijo el Enano
Chamán con el ceño fruncido y un trago de vino—. Para cuando lleguemos allí, todo
habrá terminado.
—¿Tienes alguna idea de lo que harás, Milady Sacerdotisa? —El Sacerdote Lagarto
sonaba como si estuviera disfrutando.
La Sacerdotisa sacudió la cabeza, sonriendo melancólicamente; ella respiró hondo y
soltó el aire nuevamente. Todo estaba bien. Seguramente. Esto era lo que él haría, ella
estaba segura. Entonces no podría estar equivocada.
Hechizos, equipo, situación, lo había considerado todo. Eso cubría todo, estaba
bastante segura. No, incluso si había algo mejor, este era el mejor plan que tenía en este
momento. Y pensar en un plan mejor más tarde no les serviría de nada.
Y así, con todas sus fuerzas, la Sacerdotisa dijo con firmeza:
—Sí. Tengo un plan.
N
o había ninguna razón especial por la que el goblin decidió ir al pozo.
Sí, tenía sed. Pero, sobre todo, estaba harto de ese Ogro engreído e importante. Solo
porque era un poco más fuerte que el resto, pensó que podía empujarlos a todos.
¡Los hizo hacer todo el trabajo! No pudieron divertirse. Solo trabajo, trabajo,
trabajo; fue lo peor.
Los otros idiotas se estaban lanzando al trabajo sin pensarlo dos veces, por lo que
sospechaba que podría tomarse un breve descanso. Demonios, recostarse en la sombra
durante unos minutos, murmurando furiosamente: no era nada que los demás ya no
estuvieran haciendo. No fue una cosa tan horrible de hacer...
Entonces, cuando encontró que el cubo del pozo era más pesado de lo que
esperaba, no se le ocurrió ninguna razón especial para ello; él simplemente maldijo a los
dioses.
—¡¿?!
Poco después, dejó de pensar en absoluto, cuando una mano se deslizó fuera del
agua, lo agarró por el cuello y envió su conciencia a la oscuridad con un crujido. Hasta el
momento de su muerte, nunca creyó que fuera su culpa.
El cadáver del goblin fue arrastrado hacia el pozo, desapareciendo bajo el agua con
nada más que un chapoteo tranquilo. La Vaquera dejó escapar un pequeño grito cuando el
cuerpo cayó, pero él se concentró en estudiar sus alrededores.
Él era Goblin Slayer.
—Bueno. Vamos arriba.
Había salido del pozo y se quedó allí goteando, observando su ambiente silencioso.
Llamó a la Vaquera con voz suave; ella asintió levemente, luego tomó nerviosamente la
cuerda y comenzó a escalar la pared. A pesar de los asideros, la pared del pozo estaba
resbaladiza y no podía soltar la rigidez que acompañaba a su ansiedad y miedo. Justo
cuando pensaba que sus manos ya no se moverían, un guante la alcanzó y la atrapó, luego
la levantó el resto del camino.
—Gra…… gracias.
—Sí.
No dijo nada más, pero se agachó y comenzó a caminar rápidamente. No habló,
pero la Vaquera vio las instrucciones implícitas de seguirlo y lo hizo. En cualquier caso, no
quería contemplar lo que podría pasar si se separaran. Lo hizo muy obediente.
Hubo un tremendo alboroto proveniente de un pueblo, no muy lejos pero no tan
cerca. Obviamente era ese monstruo, gritando a sus goblins. No tuvieron mucho tiempo.
La Vaquera vio que él se estaba alejando de la dirección del sonido, por lo que
pensó que podría estar anticipando una retirada menor. Era una expectativa que ella sabía
que sería traicionada. Nunca dejaría a ningún goblin con vida. ¿No le había contado eso
no hace mucho?
—...... ¿El lago...?
—Así es.
Estaban de vuelta en el lago helado que habían visitado antes. Se agachó, sacó su
cuchillo y lo arrojó al hielo. La Vaquera, sin saber qué más hacer, se sentó pesadamente a
su lado. Su cuerpo empapado comenzó a temblar, aunque pensó que se suponía que el
anillo le impediría sentir frío.
Oh, sí. Tengo que secarme.
Eso era algo más que había dicho antes. Ella se congelaría. Aún así, estaba
demasiado avergonzada para quitarse la ropa aquí, así que hizo lo que pudo al escurrir el
dobladillo y las mangas de su ropa. Produjo una gran cantidad de agua. Su ropa se
aferraba incómodamente a su piel, y su cabello mojado era tremendamente pesado.
—... ¿Estás bien? —Preguntó ella.
—¿Qué quieres decir?
—No secaste tu cuerpo.
—Sí. —Respondió él distraídamente, con un leve asentimiento—. Me calentaré
pronto. Estoy bien. —Dijo él. Luego agregó—: Pronto.
—¿Sí...? —Había muchas cosas que ella no entendía completamente sobre lo que él
había dicho.
La Vaquera se abrazó las rodillas, se hizo un ovillo y sacudió su cuerpo para
ahuyentar el frío. No... no tanto el frío. Sobre todo el miedo. A pesar de su ropa
empapada, podía sentir una pizca de su propio calor. Pero apenas parecía suficiente para
consolarlo.
—Oye…
Por eso, finalmente, vacilante, ella lo llamó. No había nada más que pudiera hacer.
—¿Qué? —Su voz era tranquila; sus manos trabajaban sin cesar, y no se volvió para
mirarla.
La Vaquera miró al espacio, esperando encontrar palabras para lo que no estaba
segura de preguntar, pero finalmente enterró la frente en las rodillas y dijo:
—Ese monstruo... Dijo algo sobre que mataste a su hermano...
—Sí.
La Vaquera tragó saliva.
—¿Es verdad? —Preguntó ella en voz baja. Su respuesta fue cortante:
—No lo recuerdo.
—Así que podría ser un... un malentendido. ¿Identidad equivocada...?
Tampoco recuerda a quién ha matado.
Había estado esperando algo, aunque distante, con su pregunta.
Pero él socavó esa esperanza.
—No hay diferencia para mí.
—Ya veo. —El murmullo fue suave en los labios de la Vaquera—. Sí, claro que no.
Finalmente, tomó el hielo que había tallado y lo esculpió aún más con su cuchillo,
luego se lo arrojó.
—¡Eep! —Exclamó la Vaquera por el frío que hacía, pero luego él también le pasó
un paño relativamente seco.
—Pule eso.
—¿E-esta cosa?
—Haré varios más.
—Uh, claro, cierto ...
¿Y entonces? Se tragó la pregunta y comenzó a pulir silenciosamente el hielo.
Ella no sabía cuánto tiempo pasaron de esa manera. Acababa de dejar caer otro
trozo de hielo cuando finalmente levantó la vista.
—Parece que la tormenta ha cesado.
—Ahora que lo mencionas… —La Vaquera parpadeó y miró al cielo.
Más allá de las nubes blancas sobre ellos, era posible ver el sol.
—No contaría con los dados de los dioses rodando a nuestro favor, pero ...
—Esta es una buena oportunidad. —Después de que el susurro salió de su boca,
recogió los trozos de hielo que la Vaquera había pulido—. Me voy. —Dijo bruscamente—.
Tú abandona el pueblo.
—¿Qué ...? —La Vaquera parpadeó. La escarcha en sus cejas hormigueó.
—Hare una conmoción. Se enfocarán en mí. Con cualquier otro nido, algunos
podrían huir, pero ... —Ajustó su agarre sobre el hielo resbaladizo, murmuró algo sobre el
terreno de la aldea, y finalmente continuó desapasionadamente—: Gracias, lo que sea es
poco probable para permitir eso. Deberías poder escapar.
Ella podría haber predicho que él diría esto. Escapa: por eso habían estado
corriendo todo este tiempo. Y ahora iba a matar.
Como siempre.
—... Está bien. —Y entonces la Vaquera no discutió, sino que simplemente asintió.
Justo como ella siempre hacía—. Me iré a casa entonces ... tengo que prepararte una
comida agradable y tibia, después de todo.
—Sí. —Dijo en breve, y luego comenzó a caminar lentamente por el camino
nevado. Para su sorpresa, no pudo escuchar sus pasos.
Por unos momentos, la Vaquera lo observó atentamente mientras se alejaba de ella.
Ella abrió la boca y luego la volvió a cerrar. ¿Qué podría decir? Algo que no lo agobiara.
¿Haz tu mejor esfuerzo? Siempre hizo lo mejor que pudo. Había cosas que quería preguntar.
Las cosas que deseaba que él dijera. Después de un momento de vacilación, la Vaquera
dijo, con una voz que amenazaba con ser arrastrada por el viento:
—¿Vendrás a casa, no?
No se detuvo. Él simplemente siguió en silencio.
No había forma de que la hubiera escuchado. Bueno, en ese caso, no había otra
opción. La Vaquera se frotó los ojos, asintió y luego se dio la vuelta lentamente. Tenía que
salir de aquí, rápidamente: encontrar un pueblo en alguna parte, decirles lo que estaba
pasando, buscar ayuda.
Justo cuando ella comenzó a correr, algo la alcanzó.
—No tengo intención de perder.
Unas breves palabras en voz baja, habladas desapasionadamente: sus palabras, su
voz.
Así es: así fue siempre.
Argh, no tiene idea de cómo me siento.
Ella dejó escapar un suspiro, suavemente, luego se recompuso y comenzó a meterse
en la nieve.
§
Incluso después de haber establecido el campamento en la aldea, incluso con los cautivos
y sus tropas al alcance de la mano, el Ogro no sintió nada más que ira.
—¡GOROGB!
—¡¡GGOBOGGGR!!
Los goblins se rieron espantosamente mientras salían con una prisionera. No tenían
sentido de moderación; continuarían hasta que la luz desapareciera de sus ojos y la
mataran. Era exactamente lo mismo ahora. Los monstruos se reían y blandían una espada
hacia ella, así que los miró para callarlos.
Argh, los goblins solo son buenos como carne de batalla.
No mostraron inclinación a seguir órdenes de ningún tipo, pero dejaban ver un
poco de ira, y al instante se alinearon. Incluso entonces, probablemente le estaban sacando
la lengua mentalmente. Esos eran los goblins para ti.
¡Los kobolds3 serían mejores sirvientes!
3
En la mitología germana, un kobold era un tipo de espíritu menor que habitaba en cuadras, cuevas y casas. Se
dedicaba a las labores domésticas cuando sus dueños se ausentaban de la casa, es decir, iba a por agua, partía la leña,
A pesar de que en privado logró difamar tanto a los goblins como a los hombres-
bestia simultáneamente, el Ogro miró a su ejército con profunda ira. Estos habitantes de
las cuevas estaban inherentemente casi descalificados para el trabajo sobre el suelo, pero
eran todo lo que tenía, otro hecho que lo irritaba.
—¡Muy lento…! Le di una fecha límite, ¡y casi está aquí ...! —Levantó la vista. Podía
ver el odioso sol en el cielo blanco como la nube, abrasando sus ojos. No sabía qué estaban
haciendo esos idiotas gigantes y esa bruja en la montaña, pero la tormenta parecía haberse
detenido.
Eso también enfureció al Ogro, su asiento crujió debajo de él. ¡Todos y cada uno de
ellos, todos tan incompetentes ...!
—¡GOBGR! ¡GOOBOGR!
—¡Oh, cállate!
Un goblin se le acercó, inclinando la cabeza en súplica. Para sondear cómo se
sentía, tal vez. El Ogro se lo hizo saber pateándolo. Luego recogió el frasco que el goblin
había estado sosteniendo, que llegó rodando hacia él. Era una jarra de vino sellada con
arcilla. La sacudió; todavía había algo allí.
El Ogro sacó el sello y lo bebió de un solo trago.
—¡¿Vienes por mí, aventurero ...?!
— ... GOBBG.
—¿Qué, tienes miedo ...? —Ignoró la obediencia a medias del goblin y su mirada
despectiva, arrojando a un lado el recipiente vacío. Si esto fue a lo que se redujo, entonces
que así sea.
Solo fue para demostrar que el aventurero era un tramposo y un cobarde y un
debilucho. El Ogro terminaría las cosas aquí, luego asaltaría la ciudad, lo encontraría, lo
sometería a todas las humillaciones imaginables y finalmente lo mataría. Asesinaría a toda
la familia del aventurero ante sus ojos, los violaría, se los comería, le haría rogar que
muriera antes de consentirlo. O tal vez le rompería todos los huesos del cuerpo al hombre.
Los gritos del hombre de “¡Sálvame!” se convertirían en un lamentable maullido de
“Mátame” rápidamente.
El Ogro lamió unas gotas de vino de sus labios, tomó su martillo de guerra y se
levantó.
—Parece que habeis sido abandonadas. —Dijo a las mujeres en las cruces, pero su
respuesta fue silenciada. Solo un silencio “Ah” o “Ugh”, y un leve escalofrío contra el frío.
Pero el Ogro lo notó: el menor parpadeo en los ojos oscuros y apagados de las mujeres.
Eso era lo máximo que se podía esperar de los humanos. Es posible que deseen morir, que
renuncien a todo, pero no iba a suceder. El Ogro resopló y tomó su martillo con ambas
manos—. Os haré un favor. Podéis decirme cuál quiere morir primero.

daba de comer al ganado. A cambio de su trabajo exigía un poco de leche y los restos de comida, pero si al dueño de
la casa se le olvidaba alimentarlo, se vengaba de ellos haciendo toda clase de maldades y pillerías.
No quiso decir morir rápida o fácilmente, por supuesto. Las mujeres se las
arreglaron para mirarse.
Cada una deseaba morir rápidamente. Pero no querían morir. Dejar que alguien
vaya primero… Pero no quisieron decir eso.
—¿Cuál es el problema, no podéis decidir? —El Ogro resopló de nuevo, luego hizo un
gesto hacia sus goblins con un fuerte tirón de la barbilla.
—¡GBOORG!
—¡GBG! ¡GOORGB!
¿Dónde estaba ese desprecio de hace unos minutos? Los goblins sonrieron con sus
monstruosas sonrisas y rodearon a las mujeres. Gritos de “¡Nooo!” estallaron cuando
sintieron a las criaturas acumularse a sus pies.
—Apresuraos y elegid, o dejaré que ellos se encarguen. Solo pensad en cómo ese aventurero
lamentará la vista de vuestros cuerpos ...
Shff.
Se escuchó el sonido de la nieve siendo pateada a un lado, un paso.
—¡¿......?!
Los goblins no se detuvieron. Pero el Ogro lo vio. Las mujeres también levantaron
la cabeza débilmente.
Era una sombra oscura.
Surgió de entre las casas maltratadas y en ruinas y se dirigió en su dirección.
Caminando hacia ellos despreocupadamente, casi sin prisa, era un aventurero de
aspecto patético. Llevaba sucia armadura de cuero, un yelmo de aspecto barato. En su
cadera había una espada de una extraña longitud, y en su brazo había un pequeño escudo
redondo.
¿Mi hermano fue asesinado por gente así? Y estoy seguro de que dijeron que había una chica
con él ...
Bueno lo que sea. Fue un informe goblin. No podías confiar en ellos.
El Ogro levantó una mano para detener a los goblins y, obviamente complacido,
dijo:
—Estoy impresionado de que hayas venido solo. Un poco tarde, pero ... bueno, te perdonaré.
El hombre no dijo nada. Parecía estar de pie allí, el casco inmóvil. ¿Tenía miedo? El
Ogro resopló. Si lo estaba, entonces bien.
—No soy como tú. Si usara a mis rehenes como escudos, sería un asunto trivial aniquilarte.
Pero entonces no tendría sentido. —El Ogro levantó su martillo lentamente, señalando al
aventurero con un gesto altivo—. En cambio, te daré la oportunidad de pelear. Esto es venganza
por mi hermano, y yo haré que tu muerte sea ... elaborada.
—No me importa por qué estás equivocado, pero estás equivocado. —Dijo el
hombre suavemente—. Eres tú quien morirá, y yo quien matará.
—¡Como un perro que ladra, aventurero!
Por orden del Ogro, los goblins chillaron y se lanzaron hacia adelante. Goblin
Slayer desenvainó su espada y cargó contra la vorágine. La batalla comenzó.
§
—¡¡Hraah!!
—¡¿GOROGB?!
El destello de la espada de Goblin Slayer cortó la nariz del goblin. Sangre negra
explotó contra su visor mientras pateaba al goblin y avanzaba.
—¡GOROOOGB!
—¡Hmph…! —Cuando el siguiente saltó, lo recibió con el escudo en su brazo
izquierdo.
—¡¿GORGGB?! ¡¿GOOORGB?!
El afilado filo dio entre los ojos del monstruo; el goblin tropezó de nuevo chillando
y cayó en la nieve. El primero, y este segundo, todavía podría estar vivo, pero la vida no
valdría mucho para ellos. Si se pudiera decir que la vida de un goblin vale mucho…
—…… —Goblin Slayer sacudió la sangre que manchaba sus armas, luego miró
lentamente alrededor.
—¡GOROO…!
—GBGR… ¡GBBG!
Los goblins gruñeron, retrocediendo un paso o dos.
Esto no debería ser posible. Su enemigo era solo un hombre. Ellos eran muchos. Y
tras ellos estaba ese bruto, gritándoles y amenzándoles.
De ser el caso, el aventurero se habría asustado, o cargado hacia ellos
desesperadamente… cualquier lo habría hecho. Ellos eran estúpidos, después de todo. En
lo que respecta a los goblins, todos menos ellos mismos eran completamente idiotas.
Todos ellos pensaban que sí. Eso fue lo que los hizo enojar. Eso fue lo que los asustó. No
se suponía que hubiera nadie más que aquellos que no fueran estúpidos.
Se estaba formando un círculo inestable con Goblin Slayer en su centro. Cada uno
de los goblins confiaba, aunque no tenía pruebas, de que él y solo él no enfrentaría un
destino sombrío. Esa confianza sin fundamento se convirtió lentamente en miedo: se
quería solo evitar este destino. En todo el mundo, no existe un goblin valiente que no
sienta miedo. Cada uno piensa solo en su propio beneficio, en el triunfo, en regodearse
con su oponente. De lo contrario, ¿por qué atacarían a las personas? ¿Por qué tratarían de
robar a la gente?
—¡¿GOORGBB?!
Goblin Slayer ni siquiera se dio la vuelta en el intento de emboscada; simplemente
tomó su espada en un agarre inverso y la clavó en el estómago de la criatura. El goblin
cuyas entrañas ahora estaban tan violentamente perturbadas se derrumbó, aullando de
dolor, sus tripas cayendo al suelo. Goblin Slayer dio un paso adelante, y todos los goblins
frente a él dieron un paso atrás.
La nieve había dejado de caer. El viento había dejado de soplar. La manta blanca
sobre el pueblo en ruinas estaba manchada de sangre.
—GOBR ...
—GBBBRG ...
Los goblins se miraron unos a otros, inciertos. Esto no era lo que esperaban.
¿Deberían todos atacar a la vez? ¿Pero quién haría el primer movimiento? Trabajaron sus
pequeños cerebros desagradables en una lucha por el control. Fue el segundo, o el tercero,
goblin en actuar el que tenía más que ganar. Nadie quería ser el primero. Pero…
—¡¿De qué tenéis tanto miedo, pequeños vagos ...?!
Uno de los monstruos de pie en el borde exterior del anillo fue repentinamente
barrido con un grito y un martillo de guerra. Era innecesario decir que pertenecía al Ogro.
Dio un golpe frustrado con su martillo para sacudir la sangre, luego mostró los dientes,
enfurecido.
—¡Si ni siquiera podéis servirme como escaramuzadora, entonces servidme de calentamiento!
Su sangre corría ardiente ante la perspectiva de venganza. Sus ojos brillaron,
causando que los goblins gimieran.
—¡GGORG!
—¡GOR! ¡GGOOBOG!
Con enemigos tanto delante como detrás, los goblins comenzaron a aullar. Si no
apuraban al tonto, entonces todo lo que los esperaba era la muerte. Y no querían morir.
Nadie. Todo era culpa de los aventureros, estaban seguros ...
“Ese aventurero” no perdió el instante de oportunidad que esto le proporcionó.
—Idiotas. —Escupió Goblin Slayer, luego asaltó el borde del ring, golpeando a los
enemigos con su escudo. Su tamaño y su equipo le dieron una ventaja de peso sobre los
goblins, pues uno o dos de ellos nunca lo detendrían.
—¡¿GOOBG?!
Se volcó sobre un goblin, pisoteándolo mientras pasaba, rompiendo dos o tres
huesos de su enemigo pero nunca disminuyendo la velocidad.
—¡¿GRGRG?! ¡¿GBGO?!
—¡GOOROGOGO!
Los goblins no podían soportar esto; avanzaban como pudieron, usando a sus
aliados como escudos. Estaría bien: los ataques del aventurero golpearían a otro. ¡Solo
tendrían que matarlo mientras estaba distraído!
—¡Uno…!
—¡¿GOOBG?!
Tenían la idea correcta. La espada de Goblin Slayer apuñaló al primer goblin que lo
alcanzó, atravesándole la garganta; eso fue lo peor para él. El segundo y tercer goblins
fueron volando hacia Goblin Slayer, incluso mientras se reían por la forma en que su
compañero se ahogaba en su propia sangre.
—¡¿GOR?!
—¡¿GBBGR?!
Sin embargo…
Cuando el que estaba al frente alzó su garrote, lo levantó tan rápido que golpeó a
su compañero en la cabeza; este le respondió con una patada furiosa.
Mientras tanto, el balanceo de la espada desde atrás mordió el hombro del
compañero que estaba delante, que comenzó a aullar y agitarse de dolor.
—¡Hmph!
—¡¿GOOBOGR?!
Mientras peleaban, Goblin Slayer se acercó al borde exterior del círculo. Balanceó
una espada que todavía tenía un cadáver, la soltó y sacó a dos o tres goblins más con ella.
Saltó al espacio que había creado, golpeando a un goblin en la cara con su mano derecha
libre. La criatura aulló y se tambaleó hacia atrás, con lo cual agarró la espada de su cintura
y la arrojó a un goblin más adelante.
—¡¿GRGR?!
—¡Dos!
El goblin cayó hacia atrás con una espada brotando de su garganta. Goblin Slayer
lo usó como trampolín y siguió corriendo.
Pisa el cuerpo, comienza. Altura, no muy alta. Tiempo de espera, no muy largo. Mientras
estabas en el aire, no podías moverte fácilmente; estabas indefenso
—¡¿GOOG?!
—¡Con este van tres!
Aterrizó en un goblin cuando golpeó el suelo, rompiéndole la columna vertebral.
Pero no había terminado. Los goblins continuaron presionando a su alrededor. Sonaron
sus armas, escupieron y se gritaron unos a otros. Goblin Slayer barrió con una pierna
desde una posición baja.
—¡¿GOBGR?!
Un goblin, desafortunadamente para él, cayó hacia adelante y, por supuesto, había
otro detrás de él. Entonces, ¿qué pasó?
—¡GRMO! GOROOGB?!
—¡¿GOBB?!
Fue aplastado, naturalmente. Y el que lo aplastó perdió el equilibrio. ¿Y qué hay
del que está detrás de él?
—¡¿GOROG?!
—¡¿GOOBGGG?!
Tropezar, pisar, agitar, luchar, dejarse atrapar y caer, les sucedió a varios goblins
seguidos.
Goblin Slayer, todavía en su postura baja, logró saltar sobre la confusión en un
instante.
—¡¿GOOB?!
Tampoco descuidó pedir prestado un garrote a uno de los goblins que se retorcían
cuando pasó.
—¡Malditos goblins tontos ...! ¡¿Cómo puedo tener tantos, y que seais tan inútiles?! —El
otro monstruo, sea lo que sea, estaba muy enojado; Goblin Slayer lo escuchó a lo lejos
mientras él mismo abría el cráneo de un cuarto goblin.
—¡¿GOBBG?!
Cuatro. Volvió a tomar el garrote, lo levantó para interceptar el siguiente golpe y
usó el impulso para arremeter de nuevo. El goblin, momentáneamente desconcertado por
el golpe de su arma, se encontró de pronto con sus compañeros. Hubo algunas burlas y
dejó de moverse. Goblin Slayer agarró la lanza de mano que el goblin había dejado caer,
arrojándola al grupo y confiando en que golpearía algo.
—¡¿GOBBGRRG?!
Un goblin que ahora tenía una lanza alojada en el pecho cayó hacia atrás y se llevó
a algunos de sus compañeros. Mientras empujaban el cuerpo, fueron brevemente
inmovilizados nuevamente.
Goblin Slayer recogió todas las armas que soltaron y comenzó a arrojarlas en todas
las direcciones. Todo fue solo repetición. Dioses, dondequiera que mirara, eran goblins,
goblins, goblins. Podía mover su arma al azar y matar algo.
Pero había una cosa que Goblin Slayer no pudo hacer: enfrentar a todo un ejército
en un campo abierto y prevalecer. Afortunadamente, los goblins no tenían el concepto de
tácticas masivas adecuadas. ¡Al menos mientras no hubiera un Señor Goblin entre ellos!
—¡¿GOOGG?!
—¡Eso hace doce! —Dijo Goblin Slayer, obviamente controlando su odio.
Fuego amigo. Frustración. Miedo. Enfado. El caos se extendió como fichas de
dominó. Y todo el tiempo, Goblin Slayer trabajó en la red cada vez más andrajosa.
—¡Aventureroooo!
Esperando por él estaba ese monstruo masivo. Goblin Slayer mantuvo sus ojos fijos
en la criatura, corriendo en línea recta como una de las flechas de la Alta Elfa Arquera.
Estaba ese enorme martillo, que debe haber quitado tantas vidas. El metal brillaba
tenuemente en la luz reflejada de la nieve. Un golpe de eso probablemente sería crítico. Al
igual que en esa pelea hace mucho tiempo, no podía asumir que sobreviviera a un golpe
así.
¿Y qué tenía él? Un garrote, un escudo y un puñado de artículos diversos en su
bolsa.
No hay problema.
Goblin Slayer estaba tan cerca del suelo que prácticamente estaba acostado, pero
continuó aumentando la velocidad.
—¡Muereeeee! —Cayó el martillo de guerra. Produjo un viento gimiente mientras
buscaba aplastar su cráneo y destrozar su columna vertebral de un solo golpe.
En ese instante, Goblin Slayer golpeó ambas manos contra el suelo. El barro y la
nieve pardusca saltaron como un rocío de un charco.
¿Lo causó la fuerza del martillo, o solo estaba tratando de detenerse a toda prisa?
En cualquier caso, el efecto fue el mismo e inmediato. En el último momento, y por un
pelo, el brillo del martillo de guerra fue enterrado en el suelo frente a Goblin Slayer.
Mientras el Ogro intentaba sacar su martillo del barro, Goblin Slayer se puso en
acción. Su camino cambió, como una de las flechas de la Alta Elfa Arquera.
—¡Ngrrrr! —Rugió el Ogro. El odiado aventurero estaba usando su preciado
martillo como plataforma de lanzamiento para superarlo. Fue profundamente vergonzoso
para el Ogro. Apretó el martillo y se preparó para asestar un golpe al aventurero en su
lamentable equipo.
Pero Goblin Slayer no podría preocuparse menos por los sentimientos de un
monstruo cuyo nombre ni siquiera sabía. Por supuesto no. En el momento en que tocó el
suelo, rodó para neutralizar el impacto, luego se puso de pie y siguió avanzando. Se
estaba moviendo, no hacia el monstruo, ni siquiera hacia un goblin.
—Oh…
—Estas viva.
La voz de ella era tan suave, y la respuesta de Goblin Slayer tan corta. La mujer
clavada en la cruz parpadeó. Detrás de él llegó el aullido del Ogro y sus goblins. El tiempo
ni siquiera fue corto; no existía. Goblin Slayer usó sus escasos segundos para decirle algo a
la mujer.
—Esto dolerá, pero entonces se acabará:
—… Ergh. —La mujer asintió débilmente. Con un movimiento cruelmente
mecánico, Goblin Slayer sacó a la mujer de la cruz—. ¡¿Wah, ahh…?!
La mujer convulsionó mientras sus uñas recorrían su carne. Goblin Slayer la colocó
sobre su hombro. Había otra. Saltó a un lado, deslizándose por la nieve para moverse
hacia ella.
—¡¡Sucio!! Relacionándote con las presas… ¡¡parece que tienes todo el tiempo del mundo,
eh!! —El Ogro golpeó el suelo con su martillo, pareciendo como si pudiera matarlo de una
mirada, con una brutal sonrisa.
—No exactamente. —Mientras él daba esta tranquila respuesta, Goblin Slayer
estiró una mano que había estado en su bolsa de objetos.
—¡¿Grah?! —Hubo un seco clack cuando algo golpeó la cara del Ogro, y trazas de
rojo se esparcieron como copos de nieve. El monstruo gritó y presionó una mano contra su
cara, tambaleándose hacia atrás.
Era una cáscara de huevo, rellena de pimienta y otros agentes cegadores. No
importa el monstruo, ojos y narices son siempre objetivos convenientes.
—¡¿Qué es esto, alguna broma… infantil?!
El Ogro lo había subestimado. Se lo tomó a la ligera. Justo como los goblins
hicieron con aquellos que pensaban que eran más débiles que ellos mismos. El Ogro
estaba viendo rojo, literal y figurativamente, y dio un gran y descuidado barrido con su
martillo.
—¡¿GOROOGB?!
—¡¿GOB?! ¡¿GOGR?!
Sintió carne crujir. Pero eran solo goblins, apuntando a Goblin Slayer. El
aventurero, que había usado su escudo para acercar a los goblins en la dirección del Ogro,
continuó hacia la otra cautiva. No era rápido, pues tenía una prisionera sobre su hombro.
Estaba, sin embargo, fuera del círculo. En el otro lado estaba el Ogro, gritando
furiosamente y agitando su arma. Los goblins solo podían observar desde la distancia, y
Goblin Slayer tomó toda la ventaja.
—Aquí vamos.
—Va… le… —Esta mujer respondió con fuerza en su voz, y cuando él la arrancó de
su cruz, ella se mordió el labio y lo soportó.
Ahora las presas eran libres. Llevándolas como barriles sobre su hombro, Goblin
Slayer se volvió para enfrentar a sus enemigos. Sus movimientos serían lentos ahora. Solo
tenía una mano libre. Dudaba que pudiera usar un arma. Si se trataba de una pelea,
probablemente perdería.
No tenía que salvarlas. Podría haberlas abandonado. Pero el pensamiento nunca
cruzó por su mente. Si fuera hacer o no hacer, entonces lo haría. Esa fue una de las
primeras cosas que le habían enseñado.
—Medio ingenio de aventurero ... ¿Es así como deseas morir? —El Ogro, habiendo
finalmente quitado el polvo cegador de sus ojos, torció sus labios en una sonrisa de
tiburón.
Los humanos eran todos tontos: eso fue lo que dijeron los goblins, y por una vez,
tenían razón. Perderían el tiempo rescatando rehenes, ya sea por alguna preocupación
sobre lo que la gente pensaría de ellos, o por sus propios corazones amables, no
importaba. Hubo unos pocos que habrían abandonado a los cautivos, pero sus gustos
pronto caerían del camino del Orden de todos modos.
En cuanto a la categoría en la que cayó este aventurero, estaba claro. Y enviar a su
tipo a las profundidades de la desesperación, esa fue la mayor alegría de los Seres que No
Oran.
—Muy bien. Como desees, te mataré mientras esas chicas miran. Es su mala suerte que su
posible salvador fuera tan idiota ... —El Ogro comenzó a avanzar.
Goblin Slayer no respondió. Él solo miró hacia el cielo. Más allá de la blancura de
las nubes, se podía ver brillar el sol. Había pasado su cenit. Brillaba tan intensamente
como lo haría en esta temporada.
Este es el momento que he estado esperando.
—¡¿GGBBOOR?! —Un goblin lanzó un grito confuso. Varios más, siguiéndolo,
miraron al cielo.
Fue humo. El humo estaba subiendo. Podían sentir calor en el viento. Lenguas rojas
lamían los cielos.
Fuego. Una conflagración.
—¡¿GROG?!
—¡¿GGOOBOR?!
—¡¿Qué ...?! —El Ogro estaba casi sin palabras.
Los incendios habían estallado por todo el pueblo. Ignoró a los goblins, que estaban
ocupados tratando de imponer a los demás la responsabilidad de lidiar con los incendios.
El mango de su martillo crujió en su mano.
¿Este bastardo tenía refuerzos?
Mientras el Ogro se regodeaba de asombro, Goblin Slayer escupió:
—¿Quién pelearía justamente con gente como tú?
El humo ondeando en el viento ya comenzaba a envolver la plaza del pueblo. Los
delgados hilos de tinta bloquearon la vista incluso de aquellos que podían ver en la
oscuridad. Sintió el calor. Si pudiera bloquear su visión con el humo calentado por el
fuego, su ventaja se desvanecería.
El Ogro no podría haberlo sabido.
No podría haber imaginado que Goblin Slayer había tomado los trozos de hielo
que había cortado y la Vaquera había pulido, y los había colocado en varios lugares de la
aldea. Que mientras esperaba, acampado, a que apareciera Goblin Slayer, el aventurero
había tendido una trampa con calma. O que la luz solar enfocada a través de un trozo de
hielo podría alcanzar temperaturas lo suficientemente altas como para provocar un
incendio. O que la madera seca de estas casas, junto con pedazos de madera y ramas
enterradas, podría arder perfectamente a pesar de la nieve. O que este hombre sabía mil y
una maneras de interferir con la capacidad de los goblins de ver en la oscuridad.
—No me importa qué tipo de monstruo eres.
Los goblins estaban alborotados, aterrorizados; el Ogro sostenía su martillo de
guerra con puños temblorosos. El humo se levantó, hollín y brasas bailando pasado.
Medio oscurecido por la cortina de cenizas, el aventurero habló con calma,
desapasionadamente. Su voz nunca se quebró ni se elevó, casi mecánica:
—Pero voy a matar a todos los goblins.
§
Goblin Slayer corrió a través de las nubes de humo y de fuego, las mujeres aun sobre sus
hombros.
—¡GOORGB!
—¡GB! ¡GOR!
Todo a su alrededor se llenó del horrible murmullo de los goblins. Pero aunque los
monstruos podían ver en la oscuridad, el humo todavía los cegaba. Le hizo lo mismo al
Ogro, a quien se podía escuchar furioso y destrozando los edificios ya en ruinas a su
alrededor. Las mujeres se retorcían de miedo con cada grieta y rugido, pero Goblin Slayer
no les hizo caso. Cada segundo, cada instante era precioso. Ya estaban superados en
número. Absolutamente no deben perder la iniciativa.
Goblin Slayer soltó los cuerpos de las mujeres por una fracción de segundo,
revolviendo su bolsa de objetos. Retiró un puñado de piedras pequeñas y afiladas y las
dispersó en el suelo detrás de él.
—¡¿GOORGB?!
—¡¿GGBB?!
Los goblins que los perseguían (Goblin Slayer simplemente había asumido que
estaban allí) gritaron de dolor. Las heridas en los pies los retrasarían, lo que les dificultaría
atravesar o rodear los incendios.
Eso acabará con algunos de ellos.
Luego, arrojó una piedra en una dirección aleatoria. Rebotó en algo metálico.
—¡GGOBR!
—¡GORB! ¡GGBRO!
Se podía escuchar a varios goblins gritar y salir corriendo en dirección a la piedra.
Sin dudarlo, Goblin Slayer arrojó su daga hacia ellos.
—¡¿GOOBRG?!
Un grito. Probablemente atravesó la garganta. La altura correcta quedó grabada en
su memoria. Estaba acostumbrado a pelear sin poder ver. Pero no así los goblins. Ningún
goblin imaginó que podría encontrarse en una situación así.
No hay razón para no reducir la ventaja del enemigo.
Eso fue lo que Goblin Slayer había determinado, y estaba satisfecho con los
resultados. Luego, mientras los goblins estaban ocupados confundidos, se dirigió a un
pozo que había visto.
—Os voy a dejar aquí ahora.
—... ¿Qué?
Una voz asustada. Goblin Slayer tranquilamente aseguró que sus cosas estarían
bien, luego colocó anillos en las manos vendadas de las mujeres.
—Podréis respirar. Es poco probable que os encuentren. Hasta que las cosas se
calmen, esconderos aquí y esperad.
—... Ah ... Mmm ...
Vio los pequeños movimientos de cabeza de las mujeres, luego las sentó en el cubo
en el pozo y las bajó. Se escuchó un fuerte sonido de algo golpeando el agua, luego un
segundo. Sin embargo, los goblins por todas partes no estaban escuchando esas cosas.
Probablemente ni se dieron cuenta.
¿Qué haría?
Si su vieja amiga había logrado alertar a alguien, entonces vendrían aventureros.
Teniendo en cuenta la situación, no enviarían a nadie lo suficientemente ignorante como
para no buscar sobrevivientes. Podría estar seguro de que incluso si muriera aquí, esas
chicas se salvarían ...
—……… Mmm.
Cuando sus pensamientos llegaron a ese punto, Goblin Slayer gruñó suavemente.
Él podría morir. Solo era apropiado planear tal casualidad, y no era nada de lo que
pudiera quejarse ahora. Y sin embargo, de repente, la Vaquera y la Sacerdotisa, la Chica
del Gremio, todos sus amigos y compañeros, pasándole por la mente.
¿Estarían tristes? Más probable. Otros también. Pero era perfectamente común que
un aventurero muriera. Estaba seguro de que tomarían un poco de vino, comenzarían a
conversar y reír, y algún día, podrían volver a sus vidas normales.
—Perfecto. —Murmuró él. No podía desear más. ¡Ser tratado como un
aventurero!— Pero puede que no sea hoy.
Goblin Slayer dejó a un lado sus imaginaciones felices, volviendo a la realidad.
Muerte: la muerte misma era algo para aceptar, pero no tenía intención de morir. Los dos
eran muy diferentes.
—Ahora, entonces ...
Revisó su arma y equipo, revisó el mapa mental del pueblo que había tenido el
cuidado de hacer.
—¡GGBORB!
—¡GOROOBG!
Los goblins gritaron desde todas las direcciones. No significó mucho. Pero también
podía escuchar al Ogro rebuznando.
—¡Perdiste los nervios, aventurero! ¡Tú y tus trucos ... eso es todo lo que te dio la victoria
sobre mi hermano!
—Estoy de acuerdo. —Goblin Slayer no sabía quién era este hermano, pero siempre
usaba trucos, así que estaba seguro de que el Ogro decía la verdad.
Recogió algo del barro y derritió nieve a sus pies y lo arrojó en dirección a los
gritos. Hubo una palmada húmeda, y el Ogro rugió:
—¡¡Ahí estás!!
—Aquí estoy. —Murmuró Goblin Slayer, y luego se dio la vuelta y corrió.
Corre, corre, corre, corre. Corre como una espada escindiendo el humo, corre por un lugar.
Era obvio que los goblins, e incluso lo que sea que los condujera, no conocían la
geografía de esta aldea. Sabía que eran idiotas.
El monstruo lo siguió a ciegas, sin tener idea de adónde lo llevaba su presa.
Un momento después, el humo se disipó abruptamente. Habían llegado a un
espacio lo suficientemente abierto como para tener un lugar adonde ir. El Ogro parpadeó
el último humo de sus ojos, luego dio un paso estremecedor hacia adelante. Allí, por fin,
estaba el aventurero. Su sucia armadura de cuero, su yelmo de aspecto barato, esa espada
de una extraña longitud, ese escudo redondo en su brazo. Un hombre patético; un novato
tendría mejores equipo.
—¡¿Perdiste a las mujeres, aventurero?!
Goblin Slayer no respondió, pero lentamente se deslizó hacia atrás, paso a paso,
midiendo su distancia.
El Ogro tomó esto por miedo y se rió como si hubiera encontrado un nueva presa
para devorar.
—¡Sé lo que pasó! ¡Las abandonaste cuando pesaron demasiado! Las dejaste caer como un par
de sacos de harina, ¡desgraciado miserable!
Detrás de su visor, Goblin Slayer gruñó suavemente. Los goblins estaban llegando
detrás del Ogro. Había incluso más de lo que había pensado. Sobrevivientes asquerosos e
inteligentes que se habían abierto paso entre el fuego y el humo, más allá de las furias de
su amo, para estar aquí ahora.
Entonces Goblin Slayer dio un paso más atrás. El Ogro cerró la distancia, y los
goblins lo siguieron.
—¡GOOBORG!
—GGBRG!
Los goblins se miraron y murmuraron risas. Ese aventurero valía tanto vivo como
muerto. Esto iba a funcionar. Habían sobrevivido. Serían recompensados. No hubo dudas.
Todo esto era lo más obvio en el mundo para los goblins. Nunca dudaron de que su
destreza y capacidades eran claras para todos y que recibirían una compensación en
proporción a todo el trabajo que habían realizado. Razón de más para traer dolor a ese
aventurero. La cabeza sería ideal, pero al menos un dedo o dos. Necesitaban pruebas de
que estaba muerto, que el trabajo estaba hecho. Por lo menos, siempre podrían robar los
trofeos del vago que había hecho el trabajo.
Chasqueándose el uno al otro, mirándose sospechosamente, la multitud de goblins
rodeó al aventurero.
—......
Goblin Slayer no dijo nada, solo sostuvo su espada en su mano, mirándolos. Giró
en círculo, manteniendo a raya a los monstruos. Si todos vinieran hacia él a la vez, todo
terminaría. Él lo sabía muy bien.
Vigilando de cerca la distancia cada vez más estrecha entre él y sus enemigos,
Goblin Slayer dio otro paso atrás.
Entonces el Ogro atravesó fácilmente el anillo que rodeaba a Goblin Slayer,
acercándose a él. En sus manos estaba el enorme martillo de guerra, capaz, sin duda, de
aplastar a cualquiera lo suficientemente desafortunado como para estar debajo de él
cuando cayera. El Ogro le dio un gran golpe en el aire, provocando al aventurero.
—Una mancha patética y viviente de aventurero como tú ... ¡Arrepiéntete, y luego ve a tu
muerte, golpeado como un clavo de ataúd!
—Quiero preguntar una cosa. —Dijo Goblin Slayer. Miró a través de su bolsa de
artículos, agarrando algo en su mano—. Este hermano tuyo.. ¿era también capaz de nada
más que balancear su arma?
—¡¿...?! —El Ogro contuvo el aliento; no vio exactamente qué era la pregunta, pero
la nota de desprecio era demasiado obvia.
—Si es así, entonces quizás sí lo recuerdo. —Continuó el aventurero—. Hubo un
gran goblin debajo de la Ciudad del Agua. Pero —Dijo Goblin Slayer, perplejo—, no
pareces ser un goblin.
—¡¡Miserable, lloriqueante, apestoso…!!
El martillo cayó con un golpe reverberante, dispersando nieve y hielo. Goblin
Slayer saltó hacia atrás, casi rodando. El Ogro maldijo y escupió mientras sacudía el hielo
de su arma.
—¡Pensé que mi martillo sería suficiente para aplastar un insecto como tú, pero ...! —
Señaló con una mano extendida. Goblin Slayer vio la luz reunirse en la punta de su
dedo—. ¡Carbunculus ... Crescunt ...!
La magia comenzó a girar, calentando el aire cuando las palabras del hechizo
retumbaron. La luz se convirtió en llama; la llama se fundió en una esfera, aumentando en
intensidad, secando el aire, ardiendo intensamente. Finalmente, en su punto más cálido,
rojo, azul e incluso blanco, iluminó todo el campo, debajo de las nubes.
La nieve se vaporizó, convirtiéndose en vapor. Goblin Slayer se dejó caer en una
postura baja. Por brillante que sea, no era nada comparado con su luz.
—¡¿Iacta ...?! —En ese momento, cuando su bola de fuego se disparó lejos de él —
... ¡¿Qué ... qué ...?! —Sus pies resbalaron. O más bien, se hundieron. Su bola de fuego se
disparó en una dirección aleatoria, y luego también se hundió, causando una explosión de
vapor caliente.
Esto fue imposible. El Ogro parpadeó y miró a su alrededor. Las extrañas vistas no
se detuvieron con lo que estaba debajo de sus pies.
—¡¿GBOORGB?!
—¡¿GOBR?! ¡¿GOORGB?!
Los goblins se estaban ahogando. Primero sus pies se hundieron, luego subió hasta
sus pechos, luego a sus cabezas, hasta que solo sus brazos agitados aún eran visibles sobre
la superficie de la ... tierra.
¿La tierra?
Por primera vez, el Ogro notó el mordisco frío. Esto no era tierra. ¡No era tierra!
Esto era ... ¡era agua!
—¡A-aventurero…! —Buscó a su archienemigo como para encontrar una respuesta.
Pero el aventurero se fue sin dejar rastro—. ¡Maldita sea!
El martillo del Ogro, en el que había confiado tanto, ahora lo arrastró con su peso.
Abajo en el agua oscura, donde fue tragado debajo de los goblins asfixiantes.
Goblin Slayer observó todo esto atentamente desde muy cerca. Se había lanzado a
uno de los agujeros en el hielo que había tallado antes. Brillando en su mano había un
anillo de aliento. La chispa deslumbrante era su salvavidas. No importaba si uno podía
usar magia o si tenía un martillo de guerra masivo: da un golpe lo suficientemente
violento a un lago helado, y esto era lo que sucedería. Si uno supiera que se acerca, podría
saltar al agua primero. Entonces no habría agitación ni ahogamiento.
Y esto eliminó a todos los goblins de una sola vez… o tal vez no. Todavía podría
haber sobrevivientes en el pueblo. Se levantó junto a la hierba en la orilla y lanzó su
cuerpo empapado a la tierra. A cuatro patas, escupió un suspiro, luego cayó de espaldas e
inhaló agradecido.
Su cuerpo se sentía anormalmente pesado. ¿Fue fatiga? Sin duda. Frío también.
Estaba terriblemente cansado.
—......
Dos, tres veces respiró hondo y luego se puso en pie de forma inestable. No quería
dar ni un solo paso, pero tenía que moverse. Pues bien, se movería. Todo fue hacer o no
hacer. No hubo intento. No era cuestión de poder o no poder. Este no era momento para
contar. Y no tenía idea de cuántos goblins podrían quedar en el pueblo. Pero Goblin
Slayer necesitaba acabar con ellos.
—… Hora de irse.
Miró hacia el pueblo: todavía salía humo de las casas; todavía se podían escuchar
gritos de goblin. Las mujeres seguían escondidas; no habían sido encontradas. Pero él no
quería hacerlas esperar. Esa chica, su vieja amiga… siempre la hacia esperar. Hoy, al
menos, podría darse prisa.
—¿Cómo se llamaba…?
¿Ese monstruo?
Goblin Slayer pensó un momento, pero el cansancio evitó que la palabra le viniera
a la mente.
En lugar de pensar más, se volvió hacia el lago y suspiró.
—Tengo goblins para…
—¡¡¡A ... vennnnture ... rooooo!!!!
Un géiser de agua explotó hacia arriba. Tosiendo, el gigante llegó volando alto
hacia el cielo antes de aterrizar en el suelo con todo su peso.
Es difícil decir si Goblin Slayer entendió de inmediato lo que había sucedido. Si se
dio cuenta el Ogro, en lugar de soltar su martillo, se había hundido deliberadamente. Y
luego había pateado poderosamente el fondo del lago.
En cualquier caso, Goblin Slayer movió sus pesados brazos y piernas, preparando
su escudo, levantando su espada, se preparó para recibir a su atacante.
Podía ver venir al monstruo, la fuerza fatal cerrándose sobre él, y él ...
Él…
§
—¡Oh, Madre Tierra, abundante de piedad, concédenos tu sagrada luz a los que estamos perdidos
en la oscuridad!
§
Hubo un destello de luz, tan brillante e intenso que parecía como si el sol hubiera caído a
la tierra.
—¡¿Nrraghh?! —El Ogro, temporalmente cegado, tropezó. Ya no sabía exactamente
dónde estaba bajando su martillo.
Goblin Slayer, casi incapaz de creer lo que estaba sucediendo, pateó el suelo y saltó
hacia atrás.
Por un pelo. El martillo golpeó, enviando un chorro de nieve, hielo y agua también.
No debería haber sido posible. Goblin Slayer se puso de pie y contuvo el aliento.
Había escuchado una voz que nunca debería haber escuchado. Pero ahí estaba.
—¡Goblin Slayer, señor! —La voz traicionaba la ansiedad mezclada con una alegría
aún mayor. Podía escuchar a la chica llamando desde el borde de la montaña.
Goblin Slayer se volvió hacia ella.
Allí.
Allí estaba ella, ella y sus compañeros, montando en un trineo. La Sacerdotisa
estaba a la cabeza, con su bastón en alto. El viento azotó su cabello dorado sobre sus
mejillas y frente, pero sus ojos nunca vacilaron, y la piel de su rostro estaba sonrojada.
—¡Esta vez ... lo logramos ...!
Goblin Slayer sonrió. Dentro de su casco, sus labios se arquearon ligeramente.. No,
más.
—¿Un trineo de tela?
—Sí. —El Enano Chamán se echó a reír, deslizándose por la nieve y saltando al
lado de Goblin Slayer—. Esta chica dijo que mojara una manta en agua y luego usase
Clima para congelarlo.
—Jajajajaja, ella realmente ha asimilado las enseñanzas de Milord Goblin Slayer.
—¿Enseñanzas? ¡Es más una locura! ¡Orcbolg está corrompiendo a nuestra joven,
os lo digo!
El Sacerdote Lagarto, balanceándose ligeramente, y la Alta Elfa Arquera vinieron
después. La Sacerdotisa se sonrojó aún más. Ella trató de ofrecer un mínimo de objeción:
—Bueno, yo ...
Pero Goblin Slayer sacudió la cabeza.
—Fue una buena idea. —Dijo en breve, tratando de mantener su voz uniforme—.-
Gracias.
—… ¡Sí, señor! —Su sonrisa era tan brillante que rivalizaba con su milagro de hace
un momento—. ¿Pero no debería haber alguien más aquí ...?
Se refería a la Vaquera, presumiblemente. Ella sonaba muy considerada. Goblin
Slayer asintió.
—Está a salvo. —Dijo, y luego, tal vez pensando que esto no era suficiente,
agregó—: La hice huir.
—Gracias a Dios ... —La Sacerdotisa se llevó una mano al pecho.
—Me lo imaginé. —Dijo la Alta Elfa Arquera, una flecha en la mano, ágilmente
apoyada en el suelo junto a la Sacerdotisa—. Tengo que decir que podríamos verte desde
muy lejos. —Parecía completamente aburrida mientras veía al enorme monstruo ponerse
de pie, apoyándose con su martillo—. Y resulta ser un Ogro, de todas las cosas. Aquí, de
todos los lugares ...
—Ogro. —Repitió Goblin Slayer distraídamente—. Así que así se llama.
—¡Al menos podrías recordarlo! —La Arquera miró hacia el cielo—. ¡Luchamos
contra uno en nuestra primera aventura!
—Aventura ... —Goblin Slayer miró al Ogro, pensando en esas ruinas. Así que eso
fue todo. Eso había sido una aventura—… Recordaré eso. —El casco asintió lentamente,
provocando un satisfecho:
—¡De acuerdo! —De la Alta Elfa Arquera.
—En ese caso, supongo que uno llamaría a esto una revancha. Una espléndida
oportunidad para remediar la humillación de nuestro último encuentro. —El Sacerdote
Lagarto sonrió alegremente, lo cual era aterrador.
El Enano Chamán tomó un trago de vino de fuego.
—Sí, ¿cuál es el plan, Cortabarbas? Acabamos de terminar una aventura y nos
sentimos un poco descuidados.
—... Tengo un plan. —Respondió Goblin Slayer. Siempre tenía algo en el bolsillo,
por así decirlo. Con todos ellos reunidos, había un mayor número de planes—. Vamos a
hacerlo.
—¡Sí, vámonos ...!
El grupo se movió como uno solo. Goblin Slayer se dejó caer en una posición baja,
espada y escudo listos. El Sacerdote Lagarto estaba a su lado con una Espada de Garra
pulida. La Alta Elfa Arquera retiró su cuerda del arco, mientras que junto a la Sacerdotisa
con su bastón, el Enano Chamán estaba metiendo la mano en su bolsa de catalizadores.
Era una formación que habían usado muchas, muchas veces. Una estratagema
familiar para enfrentar a cualquier monstruo.
El Ogro, martillo en mano, miró con recelo a la vista.
—¡Ya lo veo…!
Aventureros.
Eran aventureros.
—¡Ya veo lo que sois!
—Estoy de acuerdo. —Repitió Goblin Slayer—. ¡Ya lo creo que sí!
Y luego, a pesar de todo su cansancio, se lanzó hacia adelante.
§
—¡¡Nrrragghhh!!
El rugido fue acompañado por el golpe de un martillo, pero los aventureros se
alejaron ágilmente. Un golpe sería fatal: eso, al menos, no era diferente al anterior.
La Arquera frunció el ceño, fijando su puntería mientras gritaba:
—¡¿Qué estamos haciendo, Orcbolg?!
—La caída. —Dijo Goblin Slayer en breve.
—¡¿Ya hiciste eso?! —Sus flechas llegaron incluso más rápido que sus palabras,
alojándose en el pecho del Ogro una tras otra. Pero él las rompió con un gran golpe de su
martillo, el daño ni siquiera lo deslumbró.
—¡Un espectáculo pobre, elfa!
—¡Yipes! —La Alta Elfa Arquera saltó lejos del martillo que la golpeó en respuesta.
Esa enorme masa de metal no era broma. Si la golpeaba, sería afortunada si le quedaba
una extremidad para disparar. Cuando imaginó ser aplastada como un insecto por la
palma de alguien, la sangre se drenó de su delicada cara.
Sin embargo, juzgando diligentemente su distancia, Goblin Slayer dijo, como si
fuera completamente natural:
—Lo haremos de nuevo.
—¡Ay, por ...! —Bien. La Alta Elfa Arquera sonrió como si no estuvieran en una
situación desesperada, corriendo tan suavemente que apenas dejó una huella en la nieve.
Goblin Slayer miró a su arquera, buscando su disparo, pero su pregunta era para el
Enano Chamán.
—¿Encantamientos?
—Piensa que puedo manejar uno o dos más.
—Guarda uno para mí.
—¡Lo haré!
Finalmente, Goblin Slayer miró a la Sacerdotisa. Ella estaba preparando su honda.
Había resolución en su expresión, pero sus mejillas estaban pálidas por la fatiga. Tal vez
ni siquiera le quede suficiente para pedir otro milagro.
—No…
—¿… hagas ninguna locura? No lo haré. —La Sacerdotisa respondió con firmeza,
con una sonrisa de complicidad—. Si algo loco o exagerado puede ayudarme a ganar,
entonces no hay ningún problema en absoluto.
—Bien. —Goblin Slayer asintió. Luego volvió a mirar el concurso entre el Ogro y la
elfa.
La Alta Elfa Arquera disparó, corrió, saltó, forzando la mano del Ogro. El martillo
se estrelló contra el tronco de un árbol, rompiendo una rama. Pero ella parpadeó como
una mota de sol, y de repente estaba en la siguiente rama. El bosque podría haber estado
muerto y seco, pero todavía era un bosque. La elfa era como un pez en el agua. Ella podría
aguantar por un tiempo todavía.
—¿Qué te parece? —Preguntó Goblin Slayer.
—¿Quizás escuchaste la canción cantada hace mucho tiempo? —El Sacerdote
Lagarto le dio una palmada en el hombro a Goblin Slayer con la cola y puso los ojos en
blanco—. Dicen que un gigante, por grande que sea, no puede huir de la gravedad. Y
cuando uno camina con solo dos pies ...
—Está resuelto, entonces. —Goblin Slayer sacó un gancho de su bolsa de objetos,
lanzándole el extremo del gancho al Sacerdote Lagarto—. Aprieta fuerte.
—Y átalo alrededor del árbol más resistente que pueda encontrar, estoy seguro.
¡Entendido!
Solo este puñado de palabras fue suficiente, y dos figuras salieron corriendo por la
nieve. En cuanto la Alta Elfa Arquera los vio, supo cuál era su plan. Se agarró a una rama
y se subió a la cima de un árbol, tan ligeramente que parecía no pesar nada en absoluto.
—¡Trabaja conmigo!
—¡Bien!
Al escuchar la voz de su compañera temible, la Sacerdotisa apuntó con una piedra
en su honda. La envió volando con un silbato y, tal vez porque su objetivo era tan grande,
o tal vez gracias a toda esa práctica, golpeó al Ogro en la cara.
—¡Buen intento! ¿Crees que una piedra arrojada por una niña pequeña me va a hacer algo?
—¿Qué hay de esto, entonces? ¡Tengo algo más que flechas para ti esta vez ...! —La
Arquera sacó una rama de su carcaj, la mordió con fuerza con sus pequeños dientes
blancos y la clavó en su arco. La cuerda del arco cantaba, casi musical, mientras la envió
volando. Hizo una línea recta perfecta hacia el Ogro.
—¡¿Gragh?!
Tan pronto como se estrelló contra su globo ocular, se rompió y se astilló.
El Ogro parecía sorprendido.
—Je. —La Alta Elfa olisqueó orgullosamente, balanceándose hacia otro punto de
vista—. Tú sacaste mis otras flechas, así que pensé en probar algo diferente. Los elfos son
famosos por su inteligencia, ¡ya sabes!
—No estaría tan seguro de eso. —Las largas orejas de La Alta Elfa Arquera se
crisparon al captar el gruñido comentario del Enano Chamán. Ella quería devolverle algo,
pero estaban en medio de una batalla. Ella mantuvo la paz.
—¡Ahora o nunca, Orcbolg!
Goblin Slayer no respondió. El Sacerdote Lagarto terminó de atar la cuerda
alrededor del tronco de un árbol.
—¡Listo, Milord Goblin Slayer!
Goblin Slayer se agachó alrededor de los pies del Ogro, una, dos veces. Un cable de
viaje podría enviar incluso a los goblins lejos. No había forma de que una criatura tan
grande no cayera.
—¡¡Groohhh ...!!
Tiró de la cuerda con fuerza; se tensó contra el peso del Ogro. Se obligó a no
deslizarse en la nieve. Apretó los dientes, la fatiga endureció sus músculos.
—¡Nrrrragghhh ...! ¡¡Pensar que un truco tan infantil podría ...!!
Lo mismo era cierto para el Ogro. Se enraizó, tratando de levantar su tambaleante
cuerpo en posición vertical, incluso mientras intentaba sacar la metralla de sus ojos. Él
había terminado con esto. Olvídate de atormentarlos; él simplemente los mataría a todos.
—Carbunculus… Crescunt…
Apuntó su dedo otra vez, palabras de verdadero poder saliendo de su boca.
La luz mágica brillaba en la punta de su dedo. El Sacerdote Lagarto, empujando
contra el tronco del árbol para evitar que se caiga, abrió mucho los ojos. Lo necesitaban, el
más grande del grupo, para mantener el gancho en posición.
—¡Hechizo de bola de fuego inminente ...!!
—¡Hemos escuchado esto antes! —La Alta Elfa Arquera frunció el ceño. ¿Era el
enano quien lo había hecho esa vez?
—... ¡Aquí ... va ...! —La figura más pequeña de todas, la de la Sacerdotisa, se movió
para enfrentarse a la tormenta de magia. Levantó su bastón con ambas manos como si se
aferrase a él. Con resolución en su corazón y con los ojos cerrados, proclamó las palabras
de su encantamiento—: ¡Oh Madre Tierra, abundante de piedad, concédenos tu luz sagrada a los
que estamos perdidos en la oscuridad ...!
El milagro de Luz Sagrada se había usado una vez no mucho antes. Si el enemigo
sabía que se acercaba, era simple cerrar los ojos por un instante contra el destello. Fue
bastante efectivo para cegar a los oponentes, pero tampoco fue nada más que eso.
Entonces el Ogro, reconociendo lo que estaba pasando, apartó la mirada de la
Sacerdotisa ...
—¡¿?!
... y luego sus ojos se abrieron cuando no pasó nada.
Cuando la Sacerdotisa vio su expresión, una sonrisa audaz e inesperada cruzó su
rostro aún joven y lleno de sudor.
No me sorprende. Apuntó con su bastón directamente al Ogro, su pequeño pecho
estalló de orgullo. ¡Solo dije las palabras de la oración!
—¡Ahora! —Exclamó ella.
—¡Ahí va! —El Enano Chamán, con la boca llena de vino de fuego ya listo, talló un
sello en el aire con los dedos—. ¡Pixies, pixies, daros prisa, rápido! No hay dulces para vosotros,
¡solo necesito trucos!
Y a las pixies les encantaban los trucos. Si hubiera un trabajo que hacer a toda prisa,
con gusto vendrían corriendo. Risueñas criaturas aladas ataron los pies del Ogro.
Ahora solo puede pasar una cosa.
—¡¿Gaaaaaahhhhh?! —El Ogro perdió su concentración, sus palabras de verdadero
poder se desvanecieron en el aire, la luz se desvaneció de su dedo. Incapaz de ponerse de
pie, cayó hacia atrás sin poder hacer nada, rodando hacia el lago.
—¡Yaaah ...! —Cuando un géiser se disparó en el aire, Goblin Slayer saltó.
Un grito y él estaba volando. Apuntó hacia el pecho del Ogro que se hundía, su
espada en un agarre inverso.
—¡Corta la cuerda…!
—¡Así lo haré! —Gritó el Sacerdote Lagarto, y luego cortó la cuerda con sus
afiladas garras.
La cuerda saltó y el Ogro, sin nada más a lo que agarrarse, se deslizó directamente
al agua. Incluso cuando el Ogro se sacudió y se hundió, Goblin Slayer clavó su espada en
la garganta del monstruo y la retorció.
—¡¿Gragh?! ¡¡A-Aventurero ...!! —Desgarrado por el dolor y asfixiado por la
sangre, los ojos del Ogro aún brillaban.
Ah. Dañado. Pero no fue un golpe crítico. Este aventurero, con su pobre espada, no
podía esperar privar a un Ogro de su vida con un ataque decisivo. Era un tonto, de un
solo truco, pensó el Ogro. Simplemente se hundiría de nuevo y volvería a saltar. Aunque
usar el mismo truco dos veces era un signo de desesperación ...
—Esa pequeña niña, y tu amiga elfa también… ¡me daré un festín mientras las miras ...! —
Escupió el Ogro.
Goblin Slayer lo miró desapasionadamente a la cara. Un solo ojo rojo, brillando
como un fuego, miró al Ogro. Y luego habló. Con calma, mecánicamente, con una voz tan
fría como el viento que sopla a través de un valle.
—Húndete.
—¿Qué ...?
—¡Y estamos despiertos! —Antes de que el Ogro pudiera comprender lo que quería
decir, el Enano Chamán estaba gritando. Sus dedos rechonchos formaron un sigilo tras
otro en el aire—. ¡Venid, gnomos, y dejadlo ir! Aquí viene, ¡mira abajo! ¡Poned esos cubos al
revés, vacíos en el suelo!
El Ogro, sintiéndose tan pesado y lento como si estuviera atado con cadenas, se
hundió en el agua helada.
—Qué… ¿Por qué?... Apestoso… Av… ¡¡venturrghhh...!! —El agua oscura llenó su
boca, su nariz. Tosió y jadeó hasta que ya no pudo hablar.
Goblin Slayer pateó el pecho del Ogro, saltando a la orilla. En cuanto a su espada,
la dejó en la garganta del monstruo. El Ogro trató de mirarlo, para mantenerse enfocado
en él. Pero el agua oscura ya se cerraba a su alrededor y no podía ver nada. El agua se
aferró a él como si estuviera fangosa, sin embargo, no importa cuánto luchó y nadó, no
pudo encontrar nada a lo que aferrarse. Estaba siendo forzado a caer. Muy, muy despacio.
¿Crees que alguna vez se dio cuenta de que era el trabajo de Control de Caída?
El Ogro quería saltar a tierra. Deseó poder rajar a los aventureros. No quería una
muerte patética como esta. No quería ahogarse. No. Pero su grito se convirtió en burbujas,
estallando y desapareciendo antes de llegar a la superficie del lago.
Y ese fue su fin.
—... Así que se acabó. —Goblin Slayer se levantó en la orilla y se dio la vuelta,
claramente agotado. Su cuerpo se sentía aún más pesado que antes. Era como si todo su
ser estuviera hecho de plomo. Incluso respirar era difícil, y sintió el impulso de quitarse el
casco. No, no debe. Todavía había goblins. Todavía. No pudo quitárselo. Todavía había ...
—Goblin Slayer, señor, aquí.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por una oferta galante de una botella a su
lado. Miró y vio a la Sacerdotisa, obviamente cansada, mirando a través de su visor y
sosteniendo una poción de resistencia.
—Ah. —Dijo Goblin Slayer, rascando su voz—… Gracias. Eso ayuda.
—Nada. —Respondió la Sacerdotisa, sonrojándose tímidamente y mirando hacia
abajo—. Siempre me estás ayudando.
—¿Es eso así? —Goblin Slayer bebió la poción.
—Así es. —La Sacerdotisa se sentó pesadamente a su lado.
Goblin Slayer finalmente pudo respirar profundamente.
—Hombre, acabamos de tomar a un Ogro de frente. —Dijo la Arquera como si no
pudiera creerlo. Miró fijamente el agua, su superficie aún perturbada por pequeñas ondas.
Luego dio un golpe triunfal con sus orejas y se dirigió al grupo con una amplia sonrisa—.
¡¿Eso no nos hace tan buenos como los aventureros con Rango Oro?!
—No empieces. —Dijo el Enano Chamán con un gesto desdeñoso—. Una vez que
te conviertes en Oro, te involucras en política, y eso es todo peligro y ninguna ganancia.
—Oh sí, supongo que sí. —Respondió la Alta Elfa Arquera, sonando decepcionada.
Parecía haber olvidado por completo su pequeña discusión con el enano en medio de la
batalla.
Tan simple. El Enano Chamán se rió para sí mismo, acariciando su barba y tomando
un trago de vino.
—Así, solo así. Uno puede tener la fuerza de un Oro, pero para salvar todas las
molestias, uno sigue siendo Plata. Bueno, usar el rango a la ligera es lo mejor. —El
Sacerdote Lagarto, liberando el gancho de agarre de donde había estado en el árbol, rodó
los ojos felizmente. La cuerda había sido cortada, pero el gancho en sí seguía bien. Los
verdaderos aventureros sabían la importancia de reutilizar materiales siempre que sea
posible, incluso pequeñas cosas como esta—. Esto es de alta calidad. —Agregó,
levantando el martillo de guerra que el Ogro había soltado durante sus luchas.
Los hombres-lagarto, por tradición, luchaban solo con sus colmillos y garras y no
usaban armas, pero aun así, tenían un buen ojo para las valiosas artesanías de metal. No
era una calavera o un corazón, pero sería un buen trofeo.
—El botín importa ... Ahora, Milord Goblin Slayer, supongo que la limpieza vendrá
después.
—Sí. —Goblin Slayer asintió levemente y miró hacia la aldea en ruinas, de donde
aún salía humo.
Todavía había goblins alrededor. Y las mujeres anteriormente cautivas
permanecían en el pozo, esperando que terminara la batalla. Ahora que la verdadera pelea
había terminado, tuvieron que atar los cabos sueltos. Reducir la cantidad de goblins en el
mundo.
Había una montaña de cosas que todavía tenían que hacerse, por lo que no había
sido su día para morir.
—Entonces ... Un Ogro, ¿verdad? —Goblin Slayer sintió que su fuerza regresaba
gracias a la poción; se puso de pie. Se tambaleó ligeramente y la Sacerdotisa lo sostuvo
con una mano delicada. Goblin Slayer volvió a hablar—: Los goblins son mucho más
aterradores.
T
res aventureros corrieron precipitadamente en medio de los montones de nieve.
Incluso el Cazador Liebre, al frente del grupo, estaba luchando por respirar, por lo
que los otros dos estaban, por supuesto, en peor forma.
Sin embargo, lo que necesitaban más que nada ahora era tiempo.
Tenían que estar atentos a los Pies Grandes que habían huido a las montañas. Esas
criaturas eran lo suficientemente tenues como para que no supieran cuándo rendirse.
Un peso especialmente pesado en sus mentes fue el giro inesperado al pie de la
montaña. La ansiedad los llenó por los amigos que habían ido a investigar.
Probablemente no sea gran cosa.
Pero, de nuevo, los grandes negocios eran prácticamente la definición de una
aventura. Incluso los dioses en su mesa en lo alto de los cielos no sabían cómo aterrizarían
los dados.
El Guerrero Novato podía sentir sus nervios deshilacharse. Sí, la nieve y el viento
se habían despejado, pero las cosas en polvo que atrapaban sus pies no se habían
derretido, y no lo harían. Probablemente había nevado aquí desde los albores del tiempo.
Debería haber pensado más en mi calzado.
Era un poco tarde para lamentar esta elección en particular, pero el Guerrero
Novato no pudo evitar la idea. Solo el hecho de que se hubiera mantenido vivo durante la
batalla en la cueva le permitió sentir remordimiento ahora. Tendría que saborear esa
buena fortuna, sentir su arrepentimiento al máximo y dejar que lo hiciera más sabio la
próxima vez.
A pesar del aguijón de su incapacidad para prepararse, no dejó de moverse
mientras miraba por encima del hombro.
—Oye, ¿estás bien?
—¡Me las estoy ... arreglando ...! —El aliento de la Aprendiz de Clériga se quedó sin
aliento. Su espada y balanzas se redujeron a nada más que un bastón. Su ropa abrigada,
que vestía contra las tempestuosas colinas, dejaba su cara roja, perlas de sudor brillando
en su frente.
El chico sonrió levemente. No debe verse mucho mejor que ella. Extendió una
mano.
—Aquí.
—… Gracias.
¿La brevedad de su respuesta se redujo a la timidez, o simplemente a la fatiga? Ella
apartó la vista de él, pero el Guerrero Novato tomó su pequeña mano con firmeza y la
ayudó a sacarla de la nieve. Volvió a mirar hacia adelante para encontrar al Cazador
Liebre muy por delante de ellos.
—¡Oye! Lo siento, pero ¿podemos …?
… descansar un poco, estaba a punto de decir, pero se interrumpió.
El Cazador Liebre se había detenido. Sus largas orejas se balanceaban en el viento,
y tendió una pata blanca gordita en la dirección correspondiente.
—¿? …¿Qué pasa?
—¡Algo viene por aquí! —Gritó la Liebre.
Ante esta advertencia, los aventureros tomaron inmediatamente posturas de lucha.
Estaban al borde del agotamiento, sin experiencia, y esta fue la primera aventura del
Cazador Liebre.
Pero eran aventureros.
No tenían hechizos, habían usado su milagro, pero podían pararse y luchar con las
armas que tenían: era lo más natural del mundo. El Guerrero Novato salió al frente,
cubriendo a la Aprendiz de Clériga detrás de él. El Cazador Liebre llegó saltando,
preparando su ballesta.
Y luego esperaron… ¿un minuto? ¿Dos minutos? O tal vez solo fueron unos
segundos. Para el Guerrero Novato, se sintió como una hora.
Finalmente, el Cazador Liebre parpadeó. El Guerrero Novato pudo ver figuras
cada vez más cercanas. Solo formas, al principio. Entonces más claramente. Dos pequeñas
sombras.
Uno, de hecho, muy pequeño: una rhea. Y un pelirrojo ...
—¡E... eres tú ...!
—¿Buh? Oye, ¿qué diablos estás haciendo aquí? —El mago pelirrojo parpadeó
confundido, tan importante como siempre. La chica rhea que vino corriendo a su lado, la
Luchadora Rhea, le dio al chico una patada amistosa en la espalda con el pie descalzo—.
¡¿Oeyowch?!
—¡Hey chicos, ha pasado un tiempo! ¿Cómo habeis estado?
Puedes ignorarlo, dijo ella con un gesto de su mano, siguiendo su propio consejo
cuando se trataba del aullido del Mago.
La Aprendiz de Clériga le echó una larga mirada a la cara y luego sonrió
lentamente. Tenía sus dedos entumecidos, apretando la mano con su espada pequeña
pero inconfundible.
—¡Gracias…! ¡Sí, hemos estado genial! ¿Qué hay de vosotros? ¿Habeis estado bien?
—¡Hemos hecho cien aventuras correctas! —Se jactó la Luchadora Rhea con una
sonrisa tímida—. Es difícil mantenerse castigado. No ha sido más que entrenamiento para
nosotros. —Luego, sus ojos, brillantes con la curiosidad característica de un rhea, se
posaron en el Cazador Liebre—. ¡Bien! Parece que tenéis algunas historias propias. ¡Solo
mira a este adorable amigo!
—Er ... —Dijo el adorable amigo con cierta vacilación—. ¿Los conoceis?
—Son amigos. —Respondió el Guerrero Novato rápidamente—. ¿Cierto?
—... —El Mago guardó silencio por un momento, pero luego respondió de mala
gana—: Sí.
Eso hizo que la Luchadora Rhea se riera, y le lanzó una mirada antes de intentar
cambiar de tema.
—¿Entonces cuál es la historia? ¿Alguna misión?
—Sí, bueno ... —Hablando rápidamente, el Guerrero Novato resumió la situación
tal como estaba. Con un suspiro agudo, la Aprendiz de Clériga proporcionó detalles que
se perdió en su ansiosa carrera. Entonces el Cazador Liebre agregó una o dos cosas, y
finalmente los demás asintieron.
—Entiendo. —Dijo la Luchadora Rhea—. Así que por eso llamaron a esas personas.
—¿Llamaron? ¿Esas personas ...? —La Aprendiz de Clériga ladeó la cabeza,
desconcertada.
—Uh-huh. —Dijo la Luchadora Rhea—. Ese maestro dijo que tenía algo que hacer
por aquí.
—... Y dijo que hasta que terminara, deberíamos mantenernos ocupados, tal vez
ayudando a esas personas.
—Sin embargo, no es un maestro mío. —Murmuró el Mago para sí, con aspecto
hosco.
—Estas personas ... —Las orejas del Cazador Liebre se estiraron aún más—... ¿Te
refieres a los de allá?
Hasta que la Liebre los mencionó, el Guerrero Novato había sido completamente
ajeno a ellos. La Aprendiz de Clériga, también; no era más perceptiva que cualquier otra
niña de su edad. De hecho, incluso el Cazador Liebre solo los había notado un momento
antes.
Sobre la cresta nevada aparecieron tres aventureros. Un guerrero y un mago.
Ambas mujeres. Y guiándolas, una chiquilla de cabello oscuro. Tenía una espada
ostentosamente grande en la cadera, pero salió corriendo por la nieve como una niña
pequeña, con una sonrisa tan brillante como el sol.
—¿Cuál es el trato? —Exigió—. ¿Algo pasa?
—Er, bueno, mis ... amigos ... —El Mago fulminó con la mirada a la sonriente
Luchadora Rhea—. Ellos…
Continuó explicando la situación aún más brevemente que el Guerrero Novato, la
chica asintió.
—Suena bien, ¿verdad? —Dijo la chica, volviéndose hacia sus compañeras—. ¡Creo
que puedo hacer la diferencia aquí!
—No hay muchas opciones. —Dijo la guerrera con un movimiento de cabeza, y la
maga murmuró—: Vi venir esto.
—Todo lo que se necesita es alguien en apuros para involucrarte. —Dijo la
guerrera.
—... Sí, pensé que podría llegar a esto. —Agregó la Maga.
La chica tiró juguetonamente del final de su nariz con una risa tímida. Luego le dio
al Guerrero Novato una fuerte palmada en el hombro, hinchando su pequeño pecho con
orgullo.
—¡Muy bien chico! ¡Simplemente dejanos el resto!
—... ¿Eh? ¡¿Eh?! —Cuando el Guerrero Novato entendió las palabras de la chica,
sus ojos se abrieron de par en par.
El Cazador Liebre soltó una carcajada.
En cuanto a lo que sucedió después de eso, seguramente no necesita ser explicado.
B
ueno, parece que fue realmente horrible ... —La Chica del Gremio podría no
haberlo experimentado ella misma, pero sus palabras calentaron el corazón con su
— mezcla de gratitud y preocupación.
—Sí. —La Sacerdotisa, que finalmente había terminado su informe, asintió con la
cabeza, incapaz de decir nada más. Cerca de la mano había una taza de té negro que la
Chica del Gremio había preparado para ella. Tomó un sorbo o dos y luego dijo “Sí” otra
vez, suavemente—. Fue bastante duro para nosotros ... Pero Goblin Slayer ... ¿Un Ogro?
¿Quién podría haberlo imaginado?
—Creo que Orcbolg va a estar bien. —Dijo la Alta Elfa Arquera a su lado. Ella
había estado ayudando con el informe; ahora golpeó una mano sobre el escritorio con
frustración—. ¡Pero esta chica de aquí! ¡Ella ha sido francamente ... francamente
envenenada!
—¿Envenenada ...?
—No, eso no es del todo ... —Aturdida, la Sacerdotisa miró a izquierda y derecha
en busca de ayuda.
—Bueno, uno absorbe la influencia de sus predecesores. —Esto vino de un jovial
Sacerdote Lagarto. Su cola se balanceó por el suelo y sus ojos giraron felices en su
cabeza—. Sea el camino bueno o malo, avanzar es inherentemente digno de respeto. —
Hizo un extraño gesto con las palmas juntas, mientras miraba la enorme pieza de metal
que colgaba de la pared en la sala de espera del Gremio. Era tanto el trofeo de una
aventura como la prueba de que se había agregado un nuevo capítulo a la historia
histórica de este Gremio.
El Lancero y la Bruja, entre otros, lo estudiaban atentamente, con el grupo del
Guerrero Pesado justo detrás de ellos. La mujer Caballero extendió la mano para intentar
cogerlo, pero el Guerrero Pesado la detuvo; ella lo miró con mala cara.
—Tendré que traer un bonito escudo o algo que lo acompañe. —El Enano Chamán
observó a los admiradores con diversión, tomó un sorbo de su jarra de vino y se lamió las
gotas de la barba con satisfacción—. Gigantes, un vampiro, y para colmo, un ogro. Incluso
para nuestros estándares, esa es una aventura bastante pícara.
—Ciertamente ... —La Chica del Gremio asintió, revisando sus hojas de aventura e
informes. Pensaba que no había sido hace tanto tiempo que habían rescatado a una chica
noble de una mazmorra. Qué serie de aventuras increíbles. Esta vez, parecía que también
habían trabajado con aventureros enviados desde la capital ...
—Así que, ¿quién resultó estar detrás de todo eso, de todos modos? —La Arquera
preguntó, pateando sus piernas bien formadas.
Una excelente pregunta, para estar seguro. La persona misteriosa que retrasó el
inicio de la primavera y contó tanto con una Bruja de Hielo como un Ogro entre sus
subordinados.
—Cierto. —Dijo la Chica del Gremio, juntando los papeles cuidadosamente y
decidiendo que podía decir eso—. Suponemos que algún vestigio del ejército del Señor
Demonio estaba planeando algo, pero ... Parece que la Heroína los destruyó.
—Excelente, en verdad. —Dijo el Sacerdote Lagarto fácilmente. A diferencia de la
Chica del Gremio, no había gratitud ni preocupación en su voz. En su opinión, mientras
pudiera construir su leyenda y comprar queso con sus recompensas, no había mucho más
que decir—. Hablando de esta venerada Heroína, parece que ha estado bastante ocupada
yendo y viniendo. Si puedo decirlo.
—Sí. Alguien con una fuerza como la suya tiene mucho que hacer, muchas cosas.
—Dijo la Chica del Gremio.
—Los Plata se cuidan un poco. —Dijo el Sacerdote Lagarto casi para sí mismo.
El Enano Chamán contuvo la risa, mientras que la Arquera dejó escapar un molesto
resoplido. Ella hinchó las mejillas, pero a pesar de su infantilismo, el gesto tenía una
elegancia acorde con un Gran Elfo, y dijo:
—Entonces, ¿dónde está Orcbolg?
—De acuerdo con él ... piensa que de vez en cuando debería irse a casa temprano.
Aunque creo que generalmente lo hace de todos modos. —Concluyó la Chica del Gremio,
medio decepcionada y medio resignada.
—¡Oh! —Dijo la Alta Elfa Arquera con un movimiento intrigante de sus orejas—.
Lo entiendo. —Si es así, ella podría haber sido la única—. Incluso puedes contar con
Orcbolg ... a veces.
—Bueno, si se trata de quién tuvo más dificultades esta vez, habría de nominar a
esa chica de la granja.
—De hecho, aun así. Le deseo sus días tranquilos, que estos eventos no influyan
negativamente en su trabajo.
—Te refieres al queso. —Dijo la Alta Elfa Arquera con exasperación, provocando
un giro alegre de los ojos del Sacerdote Lagarto.
Alguien soltó una carcajada, que se extendió a toda la compañía hasta que todo el
Gremio resonó con gentil alegría.
—U-um, de verdad… no creo que envenenado sea una palabra justa ... —La
Sacerdotisa continuó objetando, pero fue ahogada por el coro de risas. Ella hinchó las
mejillas con ira y miró a todos, pero a nadie parecía importarle.
Sin embargo, cuando miró hacia otro lado, hosca, estaban el Guerrero Novato y la
Aprendiz de Clériga, junto con el Cazador Liebre. El joven guerrero compartía con
entusiasmo historias de su aventura, acompañado de conferencias e interjecciones
ocasionales de sus compañeros. No sabía cuántos puntos de experiencia tenían esos tres,
pero estaba segura de que el guerrero y la clériga, al menos, ya no podían ser llamados
novatos.
Y ella… ¿qué hay de ella?
La Sacerdotisa quiere creer que ella estaba avanzando. Si ella les preguntara a sus
antiguos compañeros ... ¿qué le dirían?
Ella cerró los ojos con fuerza y sacudió la cabeza. Con el más elegante de los
movimientos, la Alta Elfa Arquera la miró a la cara.
—¿Qué pasa? Oye, ¿estás realmente molesta? Lo siento. Lo dije como un cumplido,
más o menos.
La Sacerdotisa dejó escapar un suspiro de alivio, mirando a los ojos de la elfa.
—No. Bueno ... —Esta vez estaba segura—. Tal vez estaba un poco molesta.
Ella sonrió intencionadamente, ganándose un exagerado "¿Waaa?" de su amiga
mucho mayor.
Al darse cuenta de lo gracioso que era esto, la Sacerdotisa comenzó a reír.
§
El cielo es azul en todas partes, pero desde la ventana de la granja, era un azul que ella
reconoció. La Vaquera miró el cielo que se extendía afuera, apoyando la barbilla en sus
manos y dejando escapar un suspiro melancólico.
Sé por qué mi tío está preocupado, pero aún así.
Después de que ella regresó, había habido toda una serie de eventos que fueron
inquietantes y también de alguna manera tranquilizadores. Cuando llegó a la ciudad, la
había acogido, regañado y la recepcionista la había molestado; ella lo había esperado.
Y luego todo había terminado.
Desafortunadamente, el negocio había salido mal, pero escuchó que al menos los
arreglos de su tío habían llegado a tiempo. Se decía que las tramas oscuras que habían
estado echando raíces en esa área habían sido deshechas por algún aventurero increíble.
Ahora todo había vuelto a ser como antes. Él Se dirigió a aventuras con sus
compañeros, mientras ella vivía en la granja. Si había un problema del que hablar, era que
su tío rara vez veía conveniente dejarla salir de la casa.
Al menos podría dejarme hacer algunas entregas uno de estos días.
Se iba a ablandar, Y lo último que quería era engordar, y para su tío era muy difícil
manejar todo el trabajo él solo. Por supuesto, pensar en cómo debía sentirse su tío la
molestaba. No quería preocuparlo innecesariamente. Pero por alguna extraña razón, a
pesar de la confusión y la vacilación de la Vaquera, una cosa que nunca sintió fue miedo o
terror.
Después de todo lo que me ha pasado, ¿seguramente esperarías que yo ...?
Por otra parte, tal vez ella sabía la razón. La Vaquera sonrió suavemente, se rió
para sí misma donde nadie podía ver. El único que la escuchó fue el canario gorjeando en
su jaula. La Vaquera asomó los dedos por los barrotes y se levantó del alféizar.
Bueno, estar deprimida no me llevará a ninguna parte.
—¡Mejor empieza con la ropa! —Dijo alegremente, para alentarse, y luego se dedicó
a las tareas del hogar.
Pasó de una habitación a otra sacando sábanas de las camas, luego las arrojó al
lavabo del patio. Todo lo que necesitaba era un poco de agua y cenizas, y estaría lista.
—Oooh… —Murmuró, temblando por el agua fría del pozo mientras pisaba la ropa
con los pies descalzos. Las sábanas se apretaron bajo los dedos de los pies; sacó el tapón y
drenó el agua, luego repitió el proceso. Finalmente, colgó las sábanas con una cuerda en el
patio bajo el cielo azul, dando a los bordes un tirón bueno y duro, y terminó.
—¡Guau! —Exclamó con un rebote de su pecho generoso. Se limpió el sudor de la
frente.
—Hrmph, pensé que olía a leche. Apuesto a que hay mucho.
La voz ronca la tomó completamente por sorpresa; ella giró hacia allí. Solo pensó
que había sentido un viento del oeste. Una brisa seca desde la dirección del sol poniente.
Pero justo cuando esperaba que pasara la ráfaga, vio una pequeña sombra negra como
una mancha en la tierra. La sombra se volvió en una figura, un hombre terriblemente viejo
que parecía haber visto tantos años como cualquier roca o árbol.
Un viejo rhea. La Vaquera parpadeó y dijo:
—Er, ¿puedo ayudarlo?
—Muy bien, no. —El rhea apretó las mandíbulas por un momento y luego escupió
ruidosamente—. Ronda por este lugar… Él está aquí, ¿no?
—¿?
—El aventurero, el extraño. —El rhea rió rencorosamente, mostrando los dientes
torcidos—. El idiota, el tonto, la maravilla sin talento cuya única característica redentora es
que se toma todo muy en serio.
La Vaquera frunció los labios, no muy complacida. Ella sabía a quién se refería,
pero quería objetar que él estaba equivocado.
—Sí, un aventurero vive aquí, pero nadie tan extraño como lo estás describiendo.
—Las palabras salieron más bruscamente, más agresivamente de lo que pretendía.
El viejo se sorprendió.
—¡Huh!
Eso le hizo darse cuenta. No fue el mejor comienzo. Sabía que era infantil, y abrió la
boca para disculparse, pero ...
—Así que dime. Vosotros dos, er, ¿os lleváis bien?
—¿Eh?
Incluso la Vaquera podría captar el significado detrás del tono despectivo. Sintió un
rubor de vergüenza extenderse por sus mejillas.
—Estás equivocado. —Lo corrigió intencionadamente.
—Por cierto, un viejo mago dijo algo una vez:
El repentino cambio de tema del rhea pilló con la guardia baja a la Vaquera.
—¿U-un viejo ... mago? —Le hizo pensar en el rhea frente a ella. Estaba arrugado y
anciano.
Pero el rhea, tal vez recogiendo este tren de pensamiento, resopló con desagrado.
—Dijo que las pequeñas cosas cuentan más que las grandes aventuras. Y un enano
dijo algo más. —El rhea continuó y la Vaquera se encontró inclinándose más cerca. Su voz
no era para nada hermosa, pero era extrañamente convincente—: Dijo que en lo profundo
de ti hay una belleza que ni siquiera conoces. —Una mano como una garra se extendió, y
la Vaquera inconscientemente dio un paso atrás, temerosa de que estuviera a punto de
agarrar su pecho. El viejo sonrió como un tiburón con dientes muy desiguales, una
expresión grande, amplia y salvaje—: Qué te vaya bien, entonces, dulce niña de pueblo.
¡Me alegro de haberme detenido aquí!
Y entonces el viento sopló de nuevo.
—¡Eep! —Exclamó la Vaquera, cerrando los ojos con sorpresa.
Cuando los abrió, la sombra se había ido, como si nunca hubiera estado allí. Como
si hubiera sido guardado en su bolsillo.
—... ¿Qué, qué fue eso ...? —La Vaquera respiró hondo y dejó salir el aire
nuevamente, tratando de calmar su corazón palpitante.
Se le pasó por la cabeza preguntarle al respecto, pero extrañamente, descubrió que
la idea no se sentía del todo bien. Después de todo, todo el asunto apenas había durado
un momento. Había aparecido una sombra, arrastrada por el viento, que había sido
arrastrada de nuevo. Había tantas cosas en este mundo que una joven humana ni siquiera
podría imaginar… Este podría haber sido uno de ellos.
Y había muchas cosas más importantes, en lo que a ella respectaba.
— ... ¡Oh sí, tengo que preparar la cena!
Ella haría su favorito: estofado con mucha leche. Revisó para ver cómo se secaban
las sábanas, luego regresó a la casa trotando suavemente. Puso los ingredientes en una
olla, lo puso a hervir y comenzó a revolver. Finalmente, un dulce aroma comenzó a salir
por la ventana con la brisa.
Vio una figura oscura que bajaba por el camino que conducía desde la ciudad, con
la puesta de sol rojo-negra a sus espaldas. Era la silueta del aventurero más ridículo, más
patético pero más genial del mundo entero.
Ella comenzó a tararear cuando lo vio por la ventana, mostrándole una sonrisa
cuando entró por la puerta.
—¡Bienvenido a casa!
El mundo no había terminado ayer. Había continuado hoy y, estaba segura,
continuaría mañana.
No había nada más tan precioso como eso.
H
ola! Kumo Kagyu here.
¿Os gustó el Volumen 9 de Goblin Slayer?
Creo que era una historia en la que habría goblins, así que Goblin Slayer los mató.
Realmente puse mi corazón al escribirlo, así que haría muy feliz que lo
disfrutarais.
Estoy emocionado de decir que habrá un anime, y que la versión de manga está
muy bien, lo que significa que las novelas ligeras también tienen que mantener su final ...
He tenido mucho trabajo que hacer, y eso es fantástico, pero ahora he escrito varias
palabras clave seguidas. Estoy empezando a sudar por cosas sobre las que escribir. Tengo
ganas de correr por las sombras de las grandes ciudades y los ángeles en guerra son todo
lo que tengo… o tal vez no. Aún así, el hecho de que he llegado hasta aquí es gracias a la
ayuda de muchas personas, así que comencemos con nuestra lista de agradecimiento.
A todos mis amigos creativos y de juegos, siempre os estoy agradecido.
Para Kannatuki-sensei, mi ilustrador, nuestra amiga Liebre se ve adorable; ¡gracias
por eso!
Para Kurose-sensei, quien hace el manga, creo que estamos justo al final del
Volumen 2 mientras escribo esto, ¡y me encanta cada minuto de él ...!
A todos los administradores del sitio resumen, les agradezco mucho su aliento.
A todos en editorial, les debo mucho. Gracias por ayudar con otro libro.
Y a todos los que no conozco pero que han participado en este libro, gracias.
Luego están mis lectores, los que realmente tomaron este libro, ¡gracias! Es vuestra
ayuda y apoyo lo que me ha permitido comenzar dos nuevas historias. Sé que no todos
quieren cosas de relaciones públicas en la parte posterior de sus libros, pero tened
paciencia conmigo aquí. Me las arreglé para llenar seis líneas completas con solo
agradecimientos, después de todo. Pensad en esto como una forma más de ayudarme.
La primera de las nuevas historias que mencioné es la segunda, la historia
secundaria, o spin-off. Llamado Tsubanari no Daikatana, narra la batalla contra los demonios
10 años antes de que comience Goblin Slayer. Dicho de esta manera: si Goblin Slayer es una
historia de aventuras, esta es su historia.
Luego está Tenka Isshu, en el que el personaje más augusto, Imagawa Ujizane, y su
esposa viajan a Kioto y se pelean con algunos ninjas. Así es: es una historia de samurai.
¿Quién demonios sería tan estúpido como para enviar una historia como esa para el
Premio de Novato de Novela Ligera? Fallaría en la última ronda de selecciones, y
terminarían allí de pie llorando, "¡Adriaaaan!" Er, quiero decir, eso es lo que imagino que
sucedería.
Además, Goblin Slayer Volumen 10 todavía está en proceso. Solo puedo suponer
que los goblins aparecerán y Goblin Slayer tendrá que matarlos.
Daré todo para escribir cada uno de estos libros, así que disfrutadlos.
Bueno, os veré en lo que salga a continuación.
¡Adiós por ahora!

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