Martin Vizcarra 1
Martin Vizcarra 1
Martin Vizcarra 1
Canaza-Choque, F. A.
Cita:
Canaza-Choque, F. A. (2022). El último día del presidente Martín
Vizcarra, Perú 2020: Perder la corona y el poder en un final turbulento.
DIKÉ. Revista Peruana de Derecho y Ciencia Política, 2 (2), 1-16.
ARK: https://n2t.net/ark:/13683/pxef/cKx
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Palabras Clave: Perú, Martín Vizcarra, Poder Legislativo, Poder Ejecutivo, COVID-19.
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El último día del presidente Martín Vizcarra, Perú 2020: Perder la
corona y el poder en un final convulso
Abstract
Este es un breve análisis del turbulento final del gobierno del expresidente peruano, Martín Vizcarra Cornejo
(2018-2020). El ascenso de este último al trono tras la inminente renuncia de su antecesor Pedro Pablo Kuczynski
el 21 de marzo de 2018, en medio de una profunda crisis política, sellaría su destino. Pues bien, a la posterior
dimisión presidencial le seguiría una toma del poder derribada por dimisiones ministeriales, de tensiones
persistentes entre el Legislativo y el Ejecutivo a las que, para agravar el panorama de las decisiones del nuevo Jefe
de Estado, se sumaría la alta el riesgo introducido por la pandemia de COVID-19, los desastres naturales y las
acusaciones de corrupción suscitadas contra el heredero de Kuczynski; que, luego de un extenso debate en el
Congreso y una grotesca imposición del número de votos, aprobarían sacarlo del poder la noche de noviembre de
2020. Un final trágico que provocaría reacciones repentinas y diversas marchas sociales a nivel nacional sobre los
temas más difíciles. día para el Perú.
I. INTRODUCCIÓN
El Perú de 2020 tomó forma con una importante recesión encausada por las medidas de
prevención y control destinadas a neutralizar el despertar y el movimiento brusco que desprendía
el impacto de la pandemia del COVID-19. Efecto que, de un lado a otro, provocaría más tarde la
considerable pérdida de empleo formal, el desplome de las inversiones extranjeras y de una
notable reducción del consumo nacional, al tiempo de dañar severamente la actividad económica
informal o de provocar un retroceso brutal respecto a los niveles de pobreza y pobreza
extrema, deslindando una caída drástica del ingreso e incrementando de manera abrupta las
tasas de desempleo y la precariedad de muchos sectores de la población (Dargent y
Rousseau, 2021; Instituto Nacional de Estadística e Informática [INEI], 2021; Comisión
Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL], 2021).
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articulación entre los diferentes niveles y sectores, la ausencia de un sistema único de salud
pública, la carencia en el suministro de recursos e insumos indispensables en la prestación de
este derecho, además de la limitada capacidad de investigación y desarrollo, y del
desgobierno que restaron los propósitos dominantes de su actividad durante el mayor desafío
de la época (Maguiña, 2020; Vargas, Cubas, León-Jiménez y Cubas, 2021).
No obstante, gran parte de este problema no solo dieron cuenta de los años de retraso y de las
fallidas reformas emprendidas en uno de los principales sectores del Poder Ejecutivo; sino
que también, terminaron localizando el punto de inflexión en el débil y expresado
compromiso político o la inexistencia de un proceso de debate exhaustivo sobre la fuerte
necesidad de una reforma integral del sector, o porque el debilitado desempeño de la primera
línea médica pudo deberse a que se dejaron de tratar temas clave como el financiamiento de la
expansión progresiva en términos de infraestructura y recursos humanos, que, de cualquier
modo, son aspectos fundamentales para mantener la sostenibilidad y de poder brindar un
acceso efectivo en su atención (Ponce de León, 2021).
Tras el impacto, los problemas no encontraron un final. Pues, dos años antes de que la pandemia
encontrara en los parajes nacionales una debilidad estructural tanto médica como educativa.
En el plano institucional, la situación sería aún más frágil dado que el gobierno del entonces
mandatario Martín Vizcarra Cornejo había ocupado el cargo máximo de funcionario público
de la nación el 23 de marzo de 2018 en un país que venía atravesando por una larga y
profunda crisis que involucraban a los tres poderes del Estado, y donde el gigantesco
escándalo de corrupción derivado de la mega-constructora Odebrecht, tuvo un impacto
demoledor en las principales figuras políticas del país, llegando en algunos casos, a pulverizarlos
(Ponce de León y García, 2019).
De esta forma, la ruta del presidente no se vería nada agradable durante el 2019 y el posterior
año de su caída. En el primero, el denominado “año de la lucha contra la corrupción y la
impunidad” estaría marcado por diferentes sucesos como la declaratoria en emergencia del
Ministerio Público; el dictamen de prisión preventiva del ex Jefe de Estado Pedro Pablo
Kuczynski; el fallecimiento del dos veces mandatario no consecutivo Alan García Pérez por
un disparo en la cabeza antes de su detención; y el arresto del expresidente Alejandro Toledo
en Estados Unidos por un mandato de extracción solicitado por las investigaciones dirigidas
por la fiscalía peruana en el Caso Odebrecht (Durand, 2019).
Sin embargo, el punto más álgido de la inestabilidad institucional y la crisis política no sería este.
Los ataques y contraataques del parlamento nacional y las respuestas deslizadas desde el
Ejecutivo por la disputa del control del Tribunal Constitucional (TC) terminarían el 30 de
septiembre de 2019 con la disolución irreversible del Congreso de la República luego de que este
se negara a suspender una polémica designación de nuevos miembros del TC, sin haber antes
discutido un proceso calificado como opaco y de haber denegado fácticamente la segunda
cuestión de confianza presentado por el entonces Presidente del Consejo de Ministros (PCM),
Salvador del Solar (Gestión, 2020).
De esta forma, con la imposición del Decreto Supremo N° 165-2019-PCM no solo se pondría
fin a lo que Vizcarra denominaría la obstrucción de un posible acuerdo entre el Legislativo y
el Ejecutivo (Deutsche Welle, 2019) que diera paso al Perú de los 200 años; sino que
también, dispondría la convocatoria a un nuevo parlamento el 26 de enero de 2020. Una
nueva cámara de diputados, que, sin sospecha alguna, acabarían destituyéndolo de su
más preciado trono.
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Abriendo así, un 2020 donde los impactos negativos más allá de la política asecharían al Perú
con devorarlo. En esa línea fina, este breve estudio pretende analizar los últimos días del
gobierno del exmandatario del Perú, Martín Vizcarra Cornejo (2018–2020).
Figura 1. Martín Vizcarra, la figura de presidente enfrentado a sus propios demonios y a los
desaires de la pandemia del COVID-19
Fuente: O`Phelan (2020).
II. DESARROLLO
Dentro del período constitucional 2016-2021, dos han sido los eventos que han patentado la
tónica de un desenlace de gobierno recortado y nunca previsto (Bermúdez-Tapia, 2020). El
primero, tuvo un factor dominante imposible de evitar y que hacían ingobernable el Estado
después de las elecciones de 2016. Este era, sin lugar a duda, la permanente tensión y fuerte
rivalidad entre las diferentes fuerzas políticas, en especial, de aquellas que se localizaban y
dominaban al interior del Congreso de la República y que ejercían una incansable fiscalización a la
presidencia, que, finalmente, aumentaron la probabilidad de hacer sucumbir el reinado de PPK.
El segundo, fue también otro escenario que de todas formas agrandó la magnitud del desastre del
equilibrio institucional, pues, las ingentes redes de corrupción desprendidas y reproducidas por la
constructora Odebrecht implicó no solo un período de detenciones por parte del titular de la
acción penal pública; sino que además de ello, redujo la estadía del máximo líder del partido
de Peruanos Por el Kambio en el cargo de presidente de la República.
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rendición de cuentas que, enfocándose en temas referidos a la reducción de pobreza, la
inseguridad ciudadana o de paliar la reanimada desaceleración económica (Huayana, 2019). Por
ello, no debe extrañarse que durante este primer lapso de recorrido renuente ha sido difícil
forjar e impulsar grandes proyectos, planes y cambios en las políticas públicas que buscasen
empoderar a zonas y sectores con un fuerte requerimiento para su desarrollo.
Sin embargo, esta infortuna y mala relación entre el Legislativo y el Ejecutivo encontró su
punto de quiebre y tomó fuerza con la polémica remoción del ministro de Educación, Jaime
Saavedra (Tola, 2016). Las razones detrás de todo esto, es que el titular de la cartera de
educación representaba para la mayoría partidaria del Congreso no solamente el éxito de la
pasada gestión de Humala (2011-2016), sino que también, para los congresistas de la
oposición este estaba envuelto en presuntas irregularidades durante la impulsada reforma del
sistema educativo (Arce y Incio, 2018). Un oportuno momento de fricción que sería
aprovechado de la mejor manera por la bancada de FP para hacer notar como nunca antes su
fuerza superior ante el Poder Ejecutivo (Tola, 2016).
En esta línea, la intención no terminaría ahí. Puesto que a la salida del tan llamativo y popular
exministro le siguió reiterativos mecanismos de interpelación y censura interpuestos por el
fujimorismo (BBC Mundo, 2016). De los más recordados esta la destitución de tres ministros
de Estado por acusaciones de corrupción o ineficiencia desplegada en su sector, como es el
caso de Martín Vizcarra, entonces ministro de Transportes; Alfredo Thorne, de Economía; y
Marilú Martens, de Educación; y junto a todo este primer bloque de altos mandos, le seguirían
el arrasamiento de todo el gabinete que operaba hasta el momento en que Kuczynski
gobernaba el país en medio de fuertes presiones (Arce y Incio, 2018; Bel, 2018). Lo anterior,
era un perfecto escenario donde los opositores eran poderosos y capaces de crear un Estado
débil con funciones estancadas y, en el peor de los casos, que tomaba la decisión primaria de
retroceder que ser aniquilado (Dargent y Urteaga, 2016).
A todo esto, otro hecho que empeoró el panorama fue que de manera extraordinaria el 24 de
diciembre de 2017 el presidente Kuczynski concediera un indulto por razones humanitarias a
Alberto Fujimori (Bermúdez-Tapia, 2020). Decisión que generó un aura de si este era un
regalo para los simpatizantes o un trago amargo para los detractores antes de la nochebuena
de Navidad. En realidad, el polémico perdón se daba tres días después de haber sobrevivido a
un proceso de vacancia por acusaciones vinculadas al Caso Odebrecht, donde la abstención de
Kenji Fujimori y de otros nueve congresistas disidentes y afines al partido de FP fueron
determinantes para impedir tal destitución planteada por el parlamento nacional (BBC
Mundo, 2018c).
No obstante, para un segundo pedido de vacancia trazado en marzo de 2018 por el entonces
congresista César Villanueva de Alianza para el Progreso (APP), nada pudo evitar su salida
después de que el 20 y 21 de marzo del mismo año se hicieran público un grupo de videos y
audios que desmantelaron la negociación que realizaba Kenyi Fujimori y otros implicados en
ofrecer al congresista Moisés Mamani de privilegiados presupuestos y obras públicas para su
región a cambio de su abstención o de votar en contra de aquel primer pedido de vacancia
presidencial realizado en diciembre de 2017 (BBC Mundo, 2018a; Fowks y Cué, 2018; Ponce de
León y García, 2019).
De esta forma, en vísperas del 22 de marzo, fecha en que se discutiría la remoción del
presidente por incapacidad moral permanente, y donde este, además debiera ejercer su
derecho a defensa ante el informe desarrollado por la Unidad de Inteligencia Financiera
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(UIF-Perú) sobre el
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movimiento de dinero a Westfield Capital, empresa con dirección en Miami (Estados Unidos),
y de propiedad exclusiva del mandatario peruano (para la cronología, Ver Figura 2) (BBC Mundo,
2018a).
Escándalo que, sumado al complejo escenario del que se atravesaba, acabarían acorralándolo
y terminarían con la paciencia y la carrera política de Kuczynski el 21 de marzo de 2018
(Fowks y Cué, 2018), día de su renuncia indefectible (BBC Mundo, 2018b), y que marcaría la
posterior subida de Martín Vizcarra al sitial del Palacio Dorado, prometiendo a trece horas del
despojo de su antecesor, defender irrevocablemente “la integridad física y moral del Estado y
la independencia de las instituciones democráticas” (Fowks, 2018).
Figura 2. Línea de tiempo del primer y segundo pedido de vacancia contra el expresidente Pedro Pablo
Kuckzynski
Fuente: Elaboración propia, 2021.
Precisamente en ese escenario, el presidente del Estado peruano sentenció: “El Perú reclama a
gritos un nuevo comienzo, los peruanos deben poder elegir su destino para dar paso al Perú
del Bicentenario” (El Peruano, 2019). Este, y entre otros, fueron algunos hechos que se
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quedaron
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encapsulados en el repertorio de la historia de la República del Perú durante el ya avanzado 2019.
Aperturar un recuento sobre ello, por lo menos desde los inicios, puede resultar ser una de las
tareas más difíciles, no solo por la complicación que cada fecha merece; sino, del detalle que
se deba brindar por cada caso en particular. Sin embargo, esto no priva que se puedan hacer
algunos alcances del período que le tocó atravesar al Perú durante esos meses.
Entrado la fecha, una serie de sismos y réplicas se sintieron en diversas regiones del país, la
emergencia y crisis sistémica del Ministerio Público y del Poder Judicial no solo demostraban las
gruesas debilidades de una las instituciones más privilegiadas en temas de hacer prevalecer el
Estado de Derecho, sino que además, sugerían implementar una serie de reformas a nivel
institucional (Domínguez, 2020); el caso Odebrecht, de manera determinante siguió
insistiendo en ser uno de los problemas más álgidos de corrupción supranacional y nacional
que comprometió a una serie de políticos y exmandatarios, la misma que llevaría a la huida
del expresidente Alejandro Toledo a los Estados Unidos, la prisión preventiva de PPK y el
lamentable deceso del dos veces presidente Alan García (1949-2019) luego de dispararse en la
cabeza en un ambiente de su vivienda en Miraflores (Lima), situación que llevó a muchos de
los peruanos a dudar y sospechar sobre su extraño fallecimiento.
De esta manera, y con otros sucesos anexados como el de la erupción de dos volcanes (Ubinas
y Sabancaya) en el Sur del Perú, incendiaron la alerta roja para los afectados por un infierno que se
había despertado en las localidades de Moquegua (Agencia Peruana de Noticias, 2020); no
quedando exento, el conflicto socioambiental de dominio y defensa por la tierra en Valle de
Tambo por el proyecto Tía María (Arequipa) (Ugarte, 2020), que, sin duda, fueron hechos que
agrandaron la emergencia nacional dentro del territorio peruano. Con todo, con una serie de
dificultades, problemas y emociones compartidas, Perú acabó el mes de julio como si fuera
una carrera de último aliento y con un final de oro por fiestas patrias que consiguió la
deportista Gladys Tejeda en los Juegos Panamericanos Lima 2019 (RPP, 2019a). Mágico
momento que recobró y despertó algunos sentimientos guardados de seguir amando al Perú, a
pesar de sus diatribas.
Figura 3. Nunca ha sido fácil llegar a la meta: Gladys Tejeda, la mujer que, a pesar de no
tener zapatillas para correr, fue feliz a su manera
Fuente: Redacción Lima 2019 (2020).
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El choque de poderes en el día más largo de la caída
En el esperanzado, difícil, raro y enérgico camino de 2019, los enfrentamientos políticos entre
el Ejecutivo y el Congreso no cesaron. Pues, los días posteriores al 28 de julio se hicieron, de
alguna manera, explosivos. El presidente no solo había planteado aquella fecha una reforma
constitucional que implicaba adelantar las elecciones generales para abril de 2020, y de este modo,
acortar el mandato de su poder y del Congreso de la República (Fowks, 2019a; El Peruano, 2019);
sino que, aquel discurso emprendido en el hemiciclo y frente a toda la nación era un claro desafío
de ponerle punto final a las divisiones abiertas, al blindaje y a la zozobra institucional
provocado por sus principales opositores políticos. Ante ello, la pronta réplica fue que
muchos parlamentarios se mostraron disconformes a la propuesta presidencial, alegando que
no podía hacerse de ella una cuestión de confianza, pese a que en dos ocasiones anteriores
emitieron un expreso respaldo a iniciativas de este tipo (Eguiguren, 2019).
Llegado la mañana del día programado para la votación y designación de los miembros del
TC, contra todo pronóstico, sin esperar a ser citado y en medio de obstrucciones, el ahora
expresidente del Consejo de Ministros, Salvador del Solar hacia su arribo abrupto ante el
pleno del Congreso, haciendo uso efectivo de la potestad del artículo 129 de la Constitución
Política, planteando y sustentando en el tiempo permitido –por quien fuera Presidente del
Congreso, Pedro Olaechea– la imposición y la importancia de elegir a los magistrados que
conformarían la mayor institución defensora de los derechos fundamentales y árbitro final
entre los poderes del Estado, selección que debiera tener según Del Solar un procedimiento
transparente, solicitando para este término, un último y advertido pedido de confianza a los
legisladores. Requerimiento que, después de que el ministro y el Gabinete entero dejaran el
Parlamento, sería rechazado, dando continuidad a la votación y elección de los futuros jueces
del TC (Eguiguren, 2019; Agencia Peruana de Noticias, 2019a).
Esto último, más tarde sería interpretado por el presidente Martín Vizcarra como una denegación
fáctica al no priorizar la solicitud planteada y de proseguir con la designación de los titulares
del TC (Fowks, 2019b; Deutsche Welle, 2019; La República, 2020a), efecto que condujo a la caída
del Gabinete del Solar, aceptando este, su renuncia y la designación inmediata de Vicente
Zeballos como el nuevo presidente del Consejo de Ministros (Eguiguren, 2019). Dando, por
extremo, la invocación de lo dispuesto en el artículo 134 de la Constitución, facultad
conferida al presidente que, a través de la emisión pública del Decreto Supremo N° 165-2019-
PCM, disponía la fatal decisión de disolver el Congreso de la República por haber negado
confianza a dos Consejos de
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Ministros durante el período 2016-2021, la misma que dispondría mantener en función a la
Comisión Permanente y dar paso a las elecciones para conformar una nueva Cámara el
domingo 26 de enero de 2020.
Figura 4. Procedimiento que establece la Constitución Política del Perú luego de la disolución del
Congreso
Fuente: Elaboración propia en base a RPP (2019b).
Todo lo expresado ocurría en un momento en el que gran parte de la población en las calles
manifestaba el descrédito alcanzado por el disuelto órgano legislativo, al tiempo que expresaban
una extensa y fuerte aceptación de la medida tomada por Martín Vizcarra (Agencia Peruana
de Noticias, 2019b). Para la noche del mismo día, la Policía Nacional del Perú (PNP) ya
resguardaba todo el perímetro del Palacio Legislativo, impidiendo así, el ingreso normal y
frecuente de los desterrados parlamentarios, a excepción de los integrantes de la Comisión
Permanente, único grupo de trabajo que continuaría con sus atribuciones hasta que el pueblo
pueda definir su destino en la ya proyectada elección de enero de 2020, para que de esta
forma, se complete el interrumpido período constitucional del Congreso disuelto (Cairo,
2016).
No hay que negar que los escenarios ocurridos durante el 2019 jugaron un rol importante en
poder edificar el 2020. El nuevo contexto tomaba partida después de que el Pleno del TC
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declarara infundada la demanda competencial interpuesta en contra del Poder Ejecutivo al
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disolver el Congreso, concluyendo que, este no habría obrado de forma incorrecta y contraria a la
Constitución. Así, con el cielo despejado y la noche tranquila, nada podría arruinar los siguientes
días y detener las Elecciones Parlamentarias Extraordinarias del 26 de enero.
En efecto, desde la asunción y la toma del poder a raíz de la baja de su predecesor PPK,
Martín Vizcarra tenía claro que llegar al Bicentenario implicaba, de todas maneras, un doble
esfuerzo de Estado, de reformas institucionales y de cambios en el orden constitucional, además de
viabilizar un camino de diálogo compartido entre los poderes del Estado, de llegar a la
población mediante la representatividad, de realizar aquellas tareas postergadas y reparar las
taras estructurales que aún permanecían y moldeaban al Perú de siempre. En fin, arribar al
próximo 28 de julio de 2020 era, sin duda alguna, consolidar una democracia en un país
fuertemente dañado por la corrupción; y, así sentar las bases para los 200 años de
independencia republicana.
Desde luego, con la mirada bien puesta al futuro y de llegar a como dé lugar al interior del
país, en menos tiempo que cualquier otro mandatario y en medio de escenarios adversos
iniciados posterior a la toma de la banda presidencial el 23 de marzo de 2018, Martín Vizcarra
estrenaría el reimpulso económico del país a través de medidas orientadas a mejorar la calidad
de vida de los peruanos y de construir un país más justo, equitativo y sostenible,
especialmente, para un sector altamente vulnerable.
Sin duda, el Estado, mientras duraba su mandato tuvo una dirección notoria en poder dotar y
reforzar el ámbito educativo, la salud, la seguridad ciudadana, la atención de programas sociales,
al tiempo de continuar con la inversión privada en grandes proyectos con la idea robusta de
garantizar el desarrollo de todos los peruanos de manera igualitaria y con justicia. Sin embargo, al
pequeño espacio de ilusión creado ulterior a la destrucción del parlamento y de la llamada
urna para elegir a los nuevos diputados; el 6 de marzo de 2020, nada impediría la llegada
desbordante de la pandemia del COVID-19 a territorio nacional. Un evento imprevisto que
provocaría la venida de una poderosa tormenta del que sería difícil de salir (Canaza-Choque,
2020; 2021b; 2021c).
En esa extrema debilidad del desbocado año 2020, el Gobierno dispuso en un rápido
movimiento la declaratoria de Estado de Emergencia Nacional mediante el Decreto Supremo
044-2020-PCM por los efectos de alteración y peligro a la nación derivados del COVID-19,
dando lugar a la imposición dominante de dispositivos legales, de gestión y la activación de
recursos humanos, financieros y tecnológicos que permitiesen hacer frente al impacto del
enemigo común (Nercesian, Cassaglia y Morales, 2021).
Empero, pese a la importancia de una respuesta efectiva, nada detuvo el daño patrimonial
producido al presupuesto designado por la incidencia de corrupción y la inconducta funcional
en las diferentes áreas del Estado. Pues, si bien el Gobierno había destinado un aproximado de
125 mil millones de soles en la atención del atípico escenario. Las fallas dentro de la
administración pública y el deficiente desempeño de algunos gobiernos subnacionales
provocaron no solamente la pérdida de 22 059 millones de soles, que era el equivalente al 12.6%
del presupuesto ejecutado durante el primer año de la pandemia; sino que, provocaron la
detención de obras públicas, la dilación de importantes reformas aún pendientes y la
ralentización de los recursos priorizados para una población desprovista y vulnerable al mayor
problema de la era (Shack, Pérez y Portugal, 2021).
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De modo que, enmarcados en un plano que hicieron ineficiente las capacidades y el actuar del
Estado, no era extraño que la arrastrada condición precaria y defectuosa del sector médico
impidiera el torrente daño que provocaría el número de infectados y la proporción súbita de
muertes por el nuevo coronavirus a las disímiles redes de salud, y con ello, el derecho irrestricto a
la atención primaria. Toda esta crítica situación motivaría un intempestivo episodio con un
reemplazo relámpago que depondría a la ministra de Salud Elizabeth Hinostroza Pereyra por
Víctor Zamora a fin de mejorar los mecanismos para enfrentar la propagada enfermedad (El
Periódico, 2020). Igualmente, a esta coyuntura se sumaría la caída del Ministro del Interior Carlos
Morán Soto, quien fuera desplazado por el general de la PNP Gastón Rodríguez Limo, un
cambio que se justificaría por los agentes de primera línea infectados en la lucha contra la
pandemia, pero que al final, la presión del disparo del ahora exministro llegaría por las continuas
denuncias de corrupción en la adquisición y compra de equipos de protección personal para
las fuerzas del orden (La República, 2020b).
No obstante, esto no quedo ahí, los intentos de deshacerse de su gobierno por parte de algunos
grupos parlamentarios, aún, no había terminado. Pues, en el marco de las investigaciones del
Caso Club de la Construcción y la declaración de los colabores eficaces N° 10-2018 y N° 1-2019,
el Tercer Despacho de la Fiscalía Supraprovincial Especializada en Delitos de Corrupción de
Funcionarios, dispondría el 16 de octubre de 2020 aperturar investigación preliminar contra
Martín Vizcarra por los delitos de colusión agravada, cohecho pasivo impropio y asociación ilícita
para delinquir, actos cometidos mientras se desarrollaba el proyecto Lomas de Ilo y el
mejoramiento del Hospital Regional de Moquegua, donde el presidente, –entonces gobernador
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regional de Moquegua durante el período 2011-2014– de acuerdo a la fiscalía habría recibido
un total de 2.300.000 soles a cambio de la adjudicación de dichas obras públicas, favoreciendo
indebidamente a los consorcios ICCGSA-Incot y Obrainsa-Astaldi (Janampa, Gonzales y
Chanjan, 2020; Castedo, 2020; Fowks, 2020a; 2020b).
En un escenario como este, tras la destitución de Martin Vizcarra por disposición del Poder
Legislativo y la juramentación de Manuel Merino de Lama como presidente un día después.
De extremo a extremo, el impacto de la sonora transición encontró en la indignación nacional
un momento para abrir todos los escenarios posibles de por qué se llegó a este estado de la
fractura democrática, de una ciudadanía desbordada y la disputa permanente e inagotable de
poderes en medio de la pandemia. No obstante, de algo se puede estar seguro, fue imposible
impedir esta decisión y la ruta definida por el Congreso, pero también, fue imposible detener el
estallido social después de haber destronado al presidente del segundo período de PPK.
III. CONCLUSIONES
La gran caída del presidente Martín Vizcarra puede tener, como se ha notado en esta corta
travesía diversas explicaciones que parten desde el derrocamiento de Kuczynski en marzo de
2018; la desatada y permanente furia entre el Legislativo y el Ejecutivo que, no terminaron
hasta el exterminio del primero a fines de septiembre de 2019. No obstante, los meses
siguientes del iniciado 2020 tendrían, en un pequeño espacio de espera, tétricos impactos
radiados por la pandemia del COVID-19, un mega-problema que desafiaría como nunca antes
al Estado peruano. Todo esto, conducirían a un ciclo de rápidas respuestas, inoportunos
eventos y descontentos sociales y empresariales, además de finales polémicos invadidos por una
cadena de irregularidades que terminaron acabando con el mandatario en noviembre de 2020.
Su retirada, no fue del todo agradable, entre la mañana y la noche del 9 de noviembre, la
imposición del número de votos abrió las puertas para su salida. Una, que, en un paraje repetitivo
y ya conocido, la destitución se daba en un país donde muchos otros parlamentarios, ministros
y funcionarios del más alto nivel estaban implicados en supuestos casos de corrupción.
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propio creador, Martín Vizcarra, a la vez que provocaba un descontento indetenible en los
forjadores, la población.
Este fue, un último año donde Martín Vizcarra se había quedado sin armas institucionales
para defenderse, y porque parecía que todo estaba en su contra, un año que provocaría la
ruptura de la continuidad. De esta forma, tras dos años y ocho meses en el trono, Vizcarra
dejaba su cargo en medio de la peor crisis de la República, además de incrustar un último mensaje
lleno de nostalgia en el corazón del pueblo de por qué tan pronto se fue nuestro “presi”, misiva
que no detuvo posteriormente las protestas liberadas en noviembre de ese mismo año en
contra de las acciones tomadas por el Parlamento nacional.
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