Mao y Yo
Mao y Yo
Mao y Yo
En una fila de edificios de ladrillo un inmueble, el cual mi padre me ha dicho que él estuvo
Es en el décimo piso que vivía mi familia, es decir, mis padres, mis abuelos mis dos
hermanas y yo.
Cuando mis abuelos comenzaron a hacerse viejos, nosotros nos mudamos al piso de abajo,
en un departamento estrecho y oscuro. Desde que los arbustos estuvieron en flor, nos
Mientras que nuestros padres trabajaban, estaban nuestros abuelos que nos cuidaban.
Durante la guerra chino-japonesa, una bomba le había hecho perder dos dedos.
La abuela era ama de casa. Ella había tenido seis hijos, incluyendo una hija que murió muy
joven.
Todas nuestras ropas y nuestros zapatos eran cocidos a mano por la abuela.
Cuando mi madre, excepcionalmente, me compraba algo, ésta siempre fue tres veces más
grande.
Los niños crecen tan rápido, decía ella. Como eso, tú podrás usar esos zapatos por más
tiempo.
Yo adoraba mirarla preparar la masa y el relleno para los jiaozi, los raviolis del norte de
China.
Cuando era muy niño, nosotros teníamos un gato atigrado, Hu-Hu. Toda la familia lo
Para consolarnos; el abuelo nos dio los bombones que él tenía sobre lo alto del armario.
Él hacia tai-chi y se reencontraba con sus viejos amigos. Todos ellos venían con sus
A veces, sus viejos compañeros se disputaban por trivialidades. El abuelo encontraba que
su pájaro era el más bello de todos y a menudo se enfadaba con el viejo señor Huang,
quienyv v no lo admitiría.
Cuando el abuelo gritaba muy fuerte, yo estaba tan asustado que lloraba a sus espaldas.
Cuando mi hermana mayor, que era sordomuda, llegó a la edad escolar, mis padres la
El trayecto era muy largo y ella tenía que levantarse muy temprano para alcanzar el bus. A
veces, había que esperar durante horas y la gente iba como sardinas.
Más tarde, ella me contaba todas las películas con sus manos, como una gran actriz.
de mis hermanas.
Cuando sentía que había agotado las posibilidades, que me estaba quedando sin ideas, el
abuelo me decía: Es continuando que tú encontrarás nuevas ideas. ¡Busca otra vez!
Él me decía así: «Cuando verdaderamente comprendes una cosa, una sola, entonces puedes
comprenderlo todo.»
Dos a tres veces por semana, había cortes de luz. A la luz de una lámpara a petróleo, mi
abuela jugaba a las cartas, mis hermanas se contaban historias con las manos, y yo
Nosotros no teníamos baños1. Nosotros hacíamos calentar el agua para lavarnos antes de ir
a dormir.
Nos enjuagábamos la cara, luego, para dormir bien, sumergíamos los pies en el agua
caliente.
1
Originalmente dice sala de baños, en Francia esto es un lugar donde está la ducha o bañera junto al
lavamanos sin la taza del baño, esto está en un lugar aparte, habitualmente cercano.
La abuela me contaba siempre la misma historia, noche tras noche, sobre un lobo infame
que se comía a una mamá y sus cinco hijos. Tras haber devorado a la madre, se ponía sus
Una voz anuncia: « ¡El presidente Mao ha proclamado una gran revolución cultural en
nuestro país! »
« La revolución dice el presidente Mao, no es una cena de gala, ella no se hace como una
obra literaria, un dibujo o un bordado, ella no puede ser realizada con tanta elegancia y
tranquilidad…
espíritu.
La revolución, es un levantamiento, un acto de violencia por el cual una clase derriba a una
otra. »
En los días siguientes, la gente fue arrastrada en la calle y castigada públicamente por los
guardias rojos.
Entre ellos, reconocí al viejo señor Huang. El portaba alrededor de su cuello una pancarta
El abuelo se asustó. La abuela y él destrozaban 2 las viejas fotos donde ella portaba un
2
En la imagen original en realidad, se ven quemando las fotos.
El Pequeño Libro Rojo del presidente Mao se convirtió en la única lectura. Entre otras
cosas se declaró: « No tener un punto de vista político correcto, es como no tener alma. »
En la empresa donde trabajaba mi madre, como la oficina donde trabaja mi padre, ellos
Nosotros tuvimos pronto la visita de los guardias rojos en nuestro inmueble y ellos
inspeccionaron nuestro departamento. Ellos quemaron los libros y los objetos antiguos en el
patio.
Mis padres quemaron el dibujo del tigre y lo reemplazaron por un gran retrato de Mao
Ese año, con mis hermanas nos unimos a los pequeños guardias rojos. Mamá me había
Las salidas de los domingos eran raras. A veces, mi padre podía pedir prestada una bicicleta
Teníamos muy poco dinero para vivir. Cada miembro de la familia recibía, cada mes, bonos
Entonces tuvimos que esperar mucho tiempo en la fila por esas mercaderías.
Para poder comprar dulces, mis hermanas tenían que vender viejos diarios, tubos de
dentífricos y otras cosas que encontraban en la calle. Ellas economizaban largo tiempo,
centavo a centavo.
Yo adoraba ir a casa de la señora Liu, nuestra vecina. Ella tenía siempre dulces para mí.
En la casa de ella había también muchos libros, y una infinidad de cosas interesantes.
La señora Liu era una mujer elegante, que vestía siempre trajes de buen corte y lindos
Ella me había enseñado a hacer abanicos con los papeles de los dulces.
Por la ventana, vi a los guardias rojos en la calle, que arrastraban a la señora Liu por los
cabellos. Ellos rompieron sus trajes y la forzaron a confesar en público y luego la subieron
en un camión.
Después de varios días, me quedé frente a su puerta esperando que ella vuelva.
Un día mi padre recibió una carta. Él la abrió, la leyó y se la dio a mi madre, quien se puso
a llorar.
Mi padre era enviado a reeducación en el bosque de Hei Long Jiang, cerca de la frontera
rusa.
Yo forcejeaba en los brazos de mis hermanas y mi madre gritando: « Papá, ¿Dónde vas?
cama.
Yo sabía sus diseños, imaginaba animales, personajes, paisajes y en ellas buscaba la silueta
de mi padre.
Me gustaba dibujar. Como mi madre no tenía dinero para comprar papel, yo dibujaba en el
El abuelo no estaba en buena salud. « Tu eres mi bastón de vejez », me decía él, «pero tú
eres grande, ahora tú debes ir a la escuela. No puedes estar siempre al lado mío. »
Yo tenía muchas ganas de ir a la escuela, pero habría querido no tener nunca que dejar la
mano de mi abuelo.
Dos institutrices estaban visitando a todas las familias del barrio para censar a los niños en
edad escolar. Llegaron en nuestra casa, ellas me hicieron muchas preguntas. Logre dar
« Mao es nuestra estrella salvadora » Tal era la primera frase que la maestra escribió en la
pizarra.
Después ella distribuía a cada estudiante varios manuales. Su olor de tinta fresca me
embriagaba.
La maestra nos enseñó a poner las cosas sobre la mesa de una manera muy precisa.
Teníamos los cuadernos con cuadros verdes, algunos para aprender a trazar los ideogramas
y otros para aprender a diseñar las cifras. Nosotros teníamos también que aprender a utilizar
un ábaco.
Todas las mañanas, frente al retrato de Mao, teníamos el Pequeño Libro rojo bien derecho
contra nuestros corazones, teníamos que enumerar nuestras buenas y nuestras malas
Cada día, nosotros hacíamos ejercicios para los ojos y gimnastica. Nosotros teníamos que
En el patio de recreación, había un gran tanque en la que calentaban el agua para matar a
Había tardes en las que no podía ver el fin. Los minutos me parecían horas antes de poder
Durante el recreo y después de la clase, nosotros jugábamos a nuestro juego preferido, que
En la noche, nosotros nos contábamos historias bajo los faroles, entre nubes de mosquitos.
Yo adoraba el cine. Solíamos ir a veces con toda la clase. Me recuerdo de un dibujo animé
donde él héroe era un pequeño campesino que luchaba contra un viejo y malvado
propietario. Disfrazado de gallo, el propietario empujaba a los grandes gallos cada media
A veces, muy raramente, avistábamos extranjeros en el autobús. Todos los niños del barrio
se precipitaban para ir a verlos más de cerca. Nosotros estábamos fascinados por sus olores,
que eran desconocidos para nosotros y que sentíamos desde muy lejos: eso era el perfume.
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Posiblemente, el conocido caballito de bronce.
Ese recuerdo del perfume, se ha quedado grabado para siempre en la memoria de mi
hermana.
Le he traído varias veces desde París, esperando que le hicieran reencontrar el olor de
nuestra infancia, pero nunca ha sido el buen perfume, y ella continua, aún hoy
pidiéndomelo.
Un año después de mi entrada a la escuela, en 1971, me volví un pequeño guardia rojo del
Partido comunista.
La maestra nos dio a cada uno un brazalete rojo. Mi corazón estaba lleno de orgullo.
Impaciente de llevar mi alegría con mis abuelos, corrí a toda velocidad hasta la casa.
tomo mi mano.
Ella solo trajo sus ropas y la leche caliente a la que solo tenían derecho los enfermos.
«Tu abuelo se ha subido al cielo. Allí arriba hay de que comer y beber », me decía mi
abuela.
Durante días y días, mi abuela lloraba mientras quemaba los billetes bancarios del abuelo.
Ella hablaba siempre sola o bien hablaba con sus gallinas. Ella confeccionaba nidos para
Es entonces que una nueva mala noticia llega en la persona responsable del barrio:
Con dos cuchillos la responsable y sus dos asistentes cortan los cogotes de las gallinas.
Durante muy largo tiempo, mi abuela no habló más. Ella jugaba a las cartas durante horas.
queridos.
despreciable.
Cuando comencé a saber interpretar bien las cartas, le propuse a mi abuela de tirarle las
cartas y engañarla sin que lo perciba. Es así como la hice sonreír por primera vez después
de mucho tiempo.
Ese día celebramos a un nuevo héroe nacional.
Era un estudiante de la Universidad de Pekín, que había rendido una copia en blanco el día
A partir de ese momento, nosotros teníamos que estudiar entre camaradas obreros,
campesinos y soldados.
Los pequeños guardias rojos recibieron cada uno, una corbata roja, simbólicamente cortada
Sobre una pizarra negra inmensa instalada en el patio de la escuela, nosotros escribíamos
Tener una bicicleta era un lujo en esa época. Como nosotros no teníamos, nunca aprendí a
usarla. Pero un primo que venía algunas veces a visitarnos, me autorizo a tomar la suya.
Con la ayuda de un amigo, me esforcé por dominar esta máquina, que, no era en absoluto
de mi tamaño.
No sé cuántas veces me caí. Tenía heridas por todas partes y estaba nadando, pero no quería
reconocerlo.
En septiembre yo entré al colegio. Algunos años más tarde, me fui a Pekín a estudiar bellas
artes.
Ahora vivo, después de muchos años en el extranjero, pero regreso regularmente en China
cambiado mucho, pero el inmueble es siempre el mismo y el árbol del patio está todavía
allá.