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Ensayo

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Chantal Lizbeth Martínez Flores

¿De qué manera la influencia de la heteronormatividad en la corporalidad se


entrelaza con el conocimiento situado?
La heteronormatividad es un régimen político, social, filosófico y económico que propicia
las prácticas violentas hacia todas las personas que no seguimos determinado patrón de
género, sexualidad, de prácticas y deseos asociados a la heterosexualidad,
especialmente a las personas situadas en las periferias. La heteronormatividad marca
quiénes somos sujetos posibles dentro de la escena política y quién puede ser
oprimido/a/e o agredido/a/e por el mismo sistema (López, 2017).
La heteronormatividad establece un proyecto hegemonizador en el que todo lo
relacionado a la sexualidad, al derecho sobre el cuerpo y a los placeres pertenece a lo
privado. Esta regla se encarga de generar y definir los roles de género que impactan
directamente en la corporalidad.
Este concepto tiene la capacidad de crear lo que es legítimo, científico e inclusive
universal, lo que es “lo otro” fuera de estos estándares sociales y puede influir
significativamente en nuestra percepción corporal. Por ejemplo, las expectativas sobre
cómo deben comportarse los cuerpos binarios según la heteronorma pueden crear
presiones para conformarse a esos ideales. Lo cual, puede llevar a la insatisfacción
corporal, o la adopción de conductas de riesgo. Las normas imponen no solo una
orientación sexual, sino una determinada identidad, en la que el género perpetúa un
sistema realizado por el modelo del hombre blanco heterosexual.
El concepto surge dentro de los estudios y políticas queer ligado a los feminismos cyborg
y los transfeminismos. Es un cuestionamiento del orden social dominante desde donde
luchamos, resistimos y sobrevivimos. Los feminismos cyborg parten de la autora Donna
Haraway (1995) en donde ella propone la figura “cyborg” (organismo cibernético) como un
medio para trascender las categorías tradicionales de género, raza y clase. El cyborg usa
el conocimiento situado sin miedo a la transformación acercándose a la teoría queer.
Los feminismos cyborgs sostienen que las tecnologías, especialmente las de la
información y comunicación están entrelazadas con nuestras identidades y corporalidades
de maneras complejas, abogan por una comprensión más fluida y descentralizada de la
identidad, desafiando las categorías binarias y estáticas. Busca superar la dicotomía
tradicional de lo neutral, cuestionando estas normas y jerarquías que perpetúan las
desigualdades.
Los transfeminismos se centran en las experiencias y los derechos de las personas trans,
abarcando las intersecciones como la opresión de género y la discriminación. Reconocen
la diversidad de experiencias dentro de su comunidad y buscan amplificar sus voces y
luchas específicas como la atención médica transgénero, la representación en los medios,
la violencia de género y la inclusión en los espacios feministas más amplios para ellas.
Con respecto al sexo Butler (2002) señala que desde el comienzo es normativo. El sexo
no solo funciona como norma, sino que es parte de una práctica regulatoria que
manifiesta un poder productivo, y un poder de diferenciar los cuerpos que controla.
Occidente opera bajo unos sistemas jerárquicos de valor sexual que sancionan la
disidencia a través del estigma y la coerción con pronunciamientos bíblicos y médico-
psiquiátricos. El sexo, no es algo que una persona tiene o una descripción estática de lo
Chantal Lizbeth Martínez Flores

que somos, es una de las normas mediante las cuales podemos llegar a ser “normales”,
esa norma califica un cuerpo dentro de la esfera política, social y cultural. Para Butler el
sexo se refiere a las categorías tradicionales de masculino femenino basado en
diferencias biológicas, criticando la concepción binaria del sexo, argumentando que la
categorización biológica del sexo es socialmente construida y sujeta a interpretación.
En su teoría de la performatividad sostiene que el género no es algo inherente o
biológicamente determinado, más bien es una actuación repetida y ritualizada. Se
construye a través de prácticas sociales y discursivas que contribuyen a la creación y
mantenimiento de identidades de género. En lugar de ver el cuerpo como una entidad
preexistente con características fijas, el cuerpo mismo es una parte integral de la
actuación del género. Las acciones cotidianas, desde la forma en que nos vestimos hasta
cómo hablamos y nos movemos contribuyen a la construcción y reafirmación del género,
este último se percibe como una serie de actos o “performances” que constituyen cómo
nos identificamos.
Las feministas de la segunda ola de los años setenta, también argumentaron que el sexo
es distinto del género, que las instituciones sociales y diseñadas para perpetuar la
desigualdad producen la mayoría de las diferencias entre géneros. Las feministas no
cuestionaban el componente físico del sexo, eran los significados psicológicos y culturales
de las diferencias entre varones y mujeres lo que estaba en cuestión (Fausto-Sterling,
2000).
Nuestros cuerpos son demasiado complejos para proporcionarnos respuestas definidas
sobre las diferencias sexuales. Cuanto más buscamos una base física simple para el sexo
resulta más claro que no es una categoría puramente física (Fausto-Sterling, 2000). En el
contexto de los cuerpos sexuados, las expectativas sociales en torno a la corporalidad
pueden influir significativamente en la imagen. Las normas de belleza y las construcciones
de género pueden afectar la forma en que las personas se ven a sí mismas y a los
demás.
La construcción de la identidad sexual puede influir en la formación de la imagen corporal
de una persona. Por ejemplo, las normas y expectativas de género de la sociedad pueden
afectar cómo una persona percibe y se siente acerca de su propio cuerpo. A su vez, la
imagen corporal de una persona puede influir en su identidad sexual y cómo se presenta
a sí misma en el mundo.
Para Fonseca y Quintero (2009) las categorías de identidad tienden a ser instrumentos de
regímenes regularizadores, la heterosexualidad debe asumirse como una repetición
coercitiva y obligada de los fantasmas ontológicos “hombre” y “mujer” que exigen ser los
fundamentos normativos de lo real. Sin embargo, la persona no elige la actuación del
género libremente como performance (Butler, 2002), sino que tal representación de la
heterosexualidad es obligatoria, bajo la vigilancia, el control y la regulación de las
fronteras de género y los cuerpos. El análisis de lo binario tiene implicaciones directas en
la corporalidad, generando expectativas de como debemos lucir y comportarnos según el
género y cómo estas pueden ser desafiadas y reconceptualizadas.
Para adentrarnos a la construcción de identidades de género diversas Fonseca y Quintero
(2009) elaboran una teoría de la disidencia sexual y la deconstrucción de las identidades
Chantal Lizbeth Martínez Flores

estigmatizadas. Las sexualidades periféricas son aquellas que traspasan la frontera de la


sexualidad aceptada socialmente.

La resistencia a los valores tradicionales y la asunción de la transgresión conllevan a


menudo un costo, ya que implica enfrentar el rechazo social, la discriminación y el
estigma. Como respuesta a la marginación que permea todas las instituciones sociales,
desde la familia y la escuela hasta el ámbito laboral tenemos a la teoría queer, para esta
teoría ser diferente significa proporcionar una voz a identidades que han sido silenciadas
por el androcentrismo, el racismo y el clasismo presentes en el ámbito científico y social,
considero que la teoría queer es la más adecuada para posicionarme, puesto que se
contrapone a la heteronormatividad al desafiar sus normas y expectativas tradicionales en
torno a la sexualidad y el género, además de validar diversidad de realidades,
experiencias y corporalidades.
La palabra queer significa raro, torcido, extraño. El concepto refleja; por ejemplo, la
naturaleza subversiva y transgresora de una mujer que se desprende de la costumbre de
la femineidad subordinada, de una mujer masculina, de un hombre afeminado o con una
sensibilidad contraria a la tipología dominante. La práctica queer refleja la trasgresión a la
heterosexualidad institucionalizada que constriñe los deseos que intentan escapar de su
norma (Fonseca y Quintero, 2009).
El sistema controla a personas disidentes a través de la culpabilidad y del miedo. La
insatisfacción provocada por el incumplimiento de la norma heterosexual se transforma en
el sentimiento de culpa que generan el perder el amor familiar, el castigo de los padres y
la censura social. Butler señala que la resignificación queer adquiere todo su poder a
través de la invocación repetida de palabras que previamente estaban asociadas con
acusaciones, patologías e insultos (maricón, marimacha, joto, entre otras).
La idealización de la unión heterosexual forma parte de la enunciación performativa, como
dar nombre a la niña es el comienzo del proceso en el que se impone la feminidad. Esta
no es producto de una elección, sino de la regla, la disciplina, la regulación y el castigo.
Este acuerdo con las reglas del género es necesario para que tengamos derecho a “ser
alguien”. La Teoría Queer revalora las cuestiones de género, las identidades y las
sexualidades en un marco de agudeza crítica con la finalidad de desestabilizar no solo el
sistema, sino también a la academia.
El feminismo critica las dicotomías masculino-femenino y la teoría queer permite la
exploración y validación de identidades de género y expresiones corporales no normativa
para crear un espacio en donde las personas exploren y acepten sus propias imágenes
corporales más allá de las limitaciones impuestas por las normas de género tradicionales.
La teoría queer cuestiona y rechaza los estereotipos corporales asociados con la
heterosexualidad normativa y las normas de género tradicionales. Esto puede liberar a las
personas de la presión para conformarse a ciertos ideales corporales y permitir una mayor
diversidad y aceptación de las variadas formas y expresiones corporales.
La teoría queer, al igual que la teoría feminista, también aborda la interseccionalidad,
reconociendo que las experiencias de género están entrelazadas con otras dimensiones
de la identidad, como la raza, la clase y la orientación sexual. Esto es fundamental para
Chantal Lizbeth Martínez Flores

comprender las diversas formas en que la imagen corporal puede ser experimentada y
percibida.
La investigación académica y el activismo feminista de la mano con la teoría queer han
luchado por realizar una crítica hacia la cuestión científica y el privilegio de la perspectiva
patriarcal a través de analizar lo que significaba para nosotras, nosotros, nosotres el
término de objetividad. Los esquemas que limitan el conocimiento son teorizados como
actitudes de poder y no como actitudes que buscan la verdad. Los construccionistas
sociales dejan en claro que las ideologías oficiales obren la objetividad y el método
científico son malos mentores sobre cómo el conocimiento científico es practicado en
realidad, la intención es buscar una versión feminista de la objetividad (Haraway, 1995).
Las feministas han abogado por un proyecto científico sucesor que presenta una versión
del mundo más adecuada, rica y mejor, con el objetivo de vivir de manera plena en él y en
relación crítica y reflexiva con nuestras prácticas de dominación, así como con las de
otras, otros y otres. Además, se busca abordar las partes desiguales de privilegio y
opresión que configuran todas las posiciones.
Lo que Haraway señala es el desarrollo de una práctica capaz de reconocer nuestras
propias tecnologías, significados y compromiso que consiga versiones más reales, a
través de un conocimiento parcial de los sucesos. La lucha se dirige hacia una práctica
de la objetividad que favorezca la contestación, la deconstrucción, la construcción y las
conexiones entrelazadas, transformando los sistemas de conocimiento y las maneras de
mirar o de problematizar.
Cariño (2012) menciona la importancia de este conocimiento situado de Haraway (1995)
en la investigación con enfoque descolonizador a través de una perspectiva parcial y bajo
un posicionamiento crítico. Haraway señala que es necesario mirar y ser mirado, la
ciencia en el feminismo trata de dar objetividad como racionalidad posicionada, además,
reconoce la existencia de otras formas epistemológicas y otras formas de ver a las
personas con las que colaboraremos en la investigación.
El feminismo busca establecer una relación crítica y reflexiva con nuestras prácticas de
dominación y con las de los demás, considerando las desigualdades, los privilegios y los
diversos tipos de opresión que configuran todas nuestras posiciones sociales. El papel de
la perspectiva parcial es importante en la investigación feminista, ya que, no existe una
visión completa y universal del mundo o de la realidad. Todas las perspectivas y
conocimientos están situados en un contexto en particular. Al aceptar la posición desde la
cual vemos y entendemos el mundo, podemos ser más conscientes de las relaciones de
poder y las jerarquías que operan en la producción de conocimiento. Al hacerlo, podemos
cuestionar y desafiar narrativas hegemónicas y opresivas, con conocimientos más
complejos y equitativos, tener una comprensión más descentralizada y situada en la
identidad y la subjetividad, además de reconocer la diversidad y la complejidad de las
experiencias humanas en el mundo interconectado.
Al explorar las complejidades de género, hemos analizado cómo las expectativas sociales
y las construcciones culturales afectan la percepción y expresión de la identidad de
género. También hemos considerado el concepto de conocimiento situado, reconociendo
que nuestras experiencias personales y la comprensión del mundo están profundamente
influenciadas por lo social y lo cultural.
Chantal Lizbeth Martínez Flores

En el contexto de la imagen corporal, el conocimiento situado implica que la manera en


que percibimos y evaluamos nuestros cuerpos está influenciada por las normas y valores
de la sociedad en la que vivimos, así como por nuestras experiencias personales y
contextos.
Sin embargo, para comprender plenamente las dinámicas de poder y las experiencias
individuales, es esencial integrar el concepto de interseccionalidad, esta reconoce que las
identidades y las experiencias humanas están interconectadas y se entrelazan de manera
compleja. No solo somos seres definidos por nuestro género o sexo, sino que estas
categorías interactúan con otras dimensiones de la identidad, como la raza, la clase
social, la orientación sexual y muchas más (Platero, 2014).
La interseccionalidad nos permite cuestionarnos la neutralidad y la objetividad de la
ciencia en donde los sujetos y objetos de investigación no son neutrales, naturales ni
tampoco únicos, homogéneos ni universales. La interseccional se puede ver desde el
feminismo marxista que estudian los sistemas duales entre clases sociales y género, y
desde el feminismo negro que hace hincapié a las diferencias de raza, clase y género. Del
mismo modo, la teoría queer ha tenido relación con este concepto al cuestionarse las
normas establecidas binarias (Platero, 2014). La interseccionalidad nos ayuda a generar
conciencia sobre como un proceso contribuye a visibilizar las diferentes fuentes de
desigualdad. Este concepto también estudia las relaciones de poder que incluyen
vivencias que pueden ser señaladas como en los márgenes o en las periferias.
Con lo analizado en estas páginas hago una reflexión sobre la importancia de situar los
problemas de quien los mira, poner sobre la mesa nuestros propios sesgos y tener una
aproximación más honesta donde ya no se pretende generar una única interpretación. La
interseccionalidad, en conjunto con la teoría queer y el feminismo nos invitan a no pensar
en una sola metodología, sino a comprender que existen un conjunto de acciones o
maneras de realizar una investigación para explicar como las diferentes formas de
desigualdad y opresión se articulan.
Referencias:

 López, M. (2017). Heteronormatividad.


https://www.academia.edu/44760523/Heteronormatividad
 Haraway, D. (1995). Ciencia, cyborgs y mujeres. La invención de la naturaleza.
Cátedra.
 Butler, J. (2002). Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos
del “sexo”. Paidós.
 Fausto-Sterling, A. (2000). Cuerpos sexuados. La política de género y la
construcción de la sexualidad. Melusina.
 Fonseca, C., & Quintero, M. (2009). La Teoría Queer: la de-construcción de las
sexualidades periféricas. Redalyc 24(69), 43-60.
https://www.redalyc.org/pdf/3050/305024672003.pdf
 Cariño, C. (2012). Epistemologías otras en la investigación social, subjetividades
en cuestión. (Num. 23). CLACSO.
 Platero, R. (2014). ¿Es el análisis interseccional una metodología feminista y
queer? En Irantzu Medina, Martha Luxán, Matxalen Legarreta, Gloria Guzmán, Iker
Chantal Lizbeth Martínez Flores

Zirion, y Jokin Azpiazu (Eds.) Reflexiones, herramientas y aplicaciones desde la


investigación feminista (79-95). Universidad de País Vasco.

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