Teoría de La Historia 1er Parcial
Teoría de La Historia 1er Parcial
Teoría de La Historia 1er Parcial
Emociones y emulación
La historiografía antigua compartía con la retórica el objetivo de deleitar y conmover a la audiencia. Así
como un orador exitoso debía lograr esto, también era un objetivo legítimo para el historiador. Despertar
emociones en los oyentes, como simpatía o antipatía hacia los personajes, era válido siempre que
estuviera respaldado por la veracidad histórica y moral.
La competencia y la emulación entre historiadores eran comunes en la antigüedad. Ejemplos como Tito
Livio muestran abiertamente su deseo de ser considerados los mejores historiadores, mientras que
Salustio desafía no solo a otros historiadores sino también a los propios actores de los eventos que narra.
Tacito, por su parte, se presenta como más competente que sus predecesores para escribir historia,
criticando su ignorancia política y su sesgo hacia los dominadores o hacia la plebe.
la historiografía antigua no solo buscaba narrar los hechos de manera objetiva, sino que también se
preocupaba por emocionar y competir con otros historiadores por el reconocimiento y la gloria.
El historiador :
2. Imparcialidad: Los historiadores aspiraban a ser imparciales en sus narraciones. Esta imparcialidad no
solo contribuía a su credibilidad, sino que también se consideraba crucial para garantizar que el relato
histórico fuera fiel a la verdad.
3. Crítica de las fuentes: Los historiadores eran conscientes de la importancia de evaluar la veracidad de
sus fuentes. Esto implicaba ser críticos con las fuentes disponibles y discernir cuáles eran más confiables.
4. El historiador como autor: Aunque en ocasiones los historiadores podían permanecer en un plano más
impersonal en sus narrativas, en general, se hacían presentes en sus textos. A menudo, daban a conocer
su método de trabajo, sus opiniones personales o participaban activamente en la narración.
5. El público lector: Los historiadores escribían para un público específico, compuesto principalmente por
políticos, hombres públicos y la élite cultural de la sociedad. Sin embargo, con el tiempo, las obras
históricas también se utilizaron como material educativo en las escuelas de retórica, proporcionando
modelos de estilo y ejemplos éticos para los estudiantes.
el historiador en la antigüedad era un individuo con experiencia política que aspiraba a la imparcialidad y
la precisión en sus narraciones, consciente de su responsabilidad de transmitir la verdad histórica a su
audiencia.
Métodos y fuentes
1. Fuentes de información: Los historiadores antiguos dependían de diversas fuentes para recopilar
información, que incluían relatos de testigos oculares, tradiciones orales, documentos escritos,
inscripciones, entre otros. La veracidad y credibilidad de estas fuentes eran fundamentales para la
narrativa histórica.
2. Problemas en la identificación de fuentes: Una dificultad común en la historiografía clásica era la falta
de citación consistente de las fuentes utilizadas. Esto dificultaba la tarea de rastrear y verificar las
interpretaciones de los historiadores.
3. Debate sobre el método historiográfico: Existe un debate continuo sobre si el método de los
historiadores antiguos era similar al de los historiadores modernos. Algunos argumentan que los
historiadores antiguos también buscaban la verdad histórica a través de la investigación rigurosa, mientras
que otros sostienen que la influencia de la educación retórica llevó a una aproximación diferente al pasado.
4. Uso de la retórica: Si bien la retórica era una herramienta importante para los historiadores antiguos en
la presentación de sus narrativas, no necesariamente significaba una distorsión de los hechos. La retórica
se utilizaba para persuadir, interpretar y presentar los eventos históricos de manera efectiva.
el proceso de escritura histórica en la Antigüedad implicaba una variedad de fuentes, métodos y enfoques,
y aunque la retórica desempeñaba un papel importante, no necesariamente llevaba a la distorsión de los
hechos. La historiografía antigua reflejaba la diversidad de preocupaciones y contextos de sus autores, y
su estudio ofrece una comprensión más profunda de la sociedad y la cultura de la época.
Equipo 2
La historia en Grecia
la influencia de la poesía épica en la escritura histórica griega, así como un análisis de los primeros
historiadores y cronistas conocidos como "logógrafos"
1. Influencia de la poesía épica: La tradición de la poesía épica, especialmente los poemas homéricos como
la "Ilíada" y la "Odisea", influyó en la escritura histórica griega. Se destacan similitudes en la narración en
tercera persona, el lenguaje formal y elevado, y la conmemoración de eventos pasados.
2. Los logógrafos: Los logógrafos fueron los primeros cronistas que desarrollaron una forma temprana de
escritura histórica en Grecia en el siglo VI a.C. Aunque precedieron a Heródoto, no se le considera
historiador propiamente dichos debido a la escasez de crítica sobre sus fuentes. Escribieron en dialecto
jonio y preservaron un carácter poético en sus narraciones.
3. Hecateo de Mileto: Hecateo es uno de los logógrafos más importantes y cercanos a Heródoto en
contenido histórico. Escribió obras como "Periegesis" (Viaje alrededor del mundo) y "Genealogías", que
ofrecían información sobre el mundo conocido y organizaban los mitos griegos.
4. Heródoto, Tucídides y Jenofonte: Heródoto estableció los primeros principios de la historia como
representación escrita de los acontecimientos del pasado. Narró las Guerras Médicas, seguido por
Tucídides, quien escribió sobre la Guerra del Peloponeso, y Jenofonte, quien abarcó la historia de Grecia
desde el siglo V a.C. hasta los inicios del surgimiento de Macedonia como potencia.
la poesía épica influyó en la escritura histórica griega, y los logógrafos fueron los primeros en desarrollar
formas tempranas de narración histórica. Heródoto y sus sucesores consolidaron la historia como un
género específico, dejando un registro de los acontecimientos pasados y proporcionando sentido a la
historia griega.
Herodoto
1. Investigación (historié): Heródoto distingue su trabajo de los poetas épicos al resaltar que su obra no es
fruto de la inspiración divina, sino el resultado de un proceso de investigación y elaboración de
información.
2. Búsqueda de causas (aitíai): Heródoto se motiva a realizar este trabajo por la búsqueda de las causas de
los conflictos entre griegos y persas, así como por el deseo de preservar la fama de quienes han participado
en grandes eventos.
3. Viajes y experiencia personal: Heródoto, nacido en Halicarnaso, recorre tierras lejanas y exóticas, lo que
influye tanto en su método como en el contenido de su obra histórica, enriqueciéndola con historias
locales y detalles sensacionales.
4. Presencia del autor: Heródoto se muestra presente en su narración a través de comentarios directos,
expresiones de duda o conjeturas, lo que refleja el esfuerzo que ha dedicado a su obra.
La reputación de Heródoto ha variado con el tiempo, siendo considerado por algunos como un historiador
serio y por otros como un narrador más inclinado hacia lo fantástico. Sin embargo, hoy en día, se valora
su obra en su conjunto, reconociendo su apertura temática y la complejidad del material trabajado, lo que
lo ha llevado a ser llamado el "Padre de la Historia" por Cicerón.
Tucidides
Tucídides ha sido venerado como uno de los historiadores más destacados desde la Antigüedad misma,
considerado como el más grande y digno de emular. Su obra, "La Guerra del Peloponeso", no solo ha
servido para definir la historia, sino también para mostrar el compromiso y la responsabilidad con los que
un autor que escribe historia debe relacionarse con su obra.
Tucídides (ca. 460-ca. 398 a.C.), nacido en Atenas, es reconocido como el primer historiador que narra
eventos contemporáneos. Como aristócrata ateniense, participa activamente en el conflicto contra
Esparta y registra los hechos mientras la guerra aún se está desarrollando. Su experiencia directa como
testigo presencial le otorga una enorme autoridad y credibilidad como historiador.
Jenofonte
Continuidad con Tucídides: Jenofonte sigue el modelo de Tucídides en sus narraciones, continuando las
historias que Tucídides no pudo terminar en sus "Hellenica".
Anábasis: Jenofonte narra la expedición del candidato al trono de Persia, Ciro, en su obra "Anábasis". En
esta expedición, Jenofonte desempeña un papel importante después de la muerte de Ciro.
Contribución a la historia: A través de sus obras históricas, Jenofonte completa la historia que Tucídides
dejó incompleta y narra eventos significativos de su tiempo, como la Guerra del Peloponeso.
Variedad de obras: Jenofonte no solo escribió obras históricas, sino que también produjo una amplia gama
de trabajos en diferentes géneros, incluyendo tratados políticos, morales y didácticos.
Influencia de Sócrates: Se señala que en sus obras se puede percibir cierta influencia del pensamiento de
Sócrates, a quien Jenofonte habría conocido personalmente. Esto se refleja especialmente en sus tratados
políticos y morales.
Historiadores helenísticos
Continuidad con Tucídides: Varios historiadores griegos del siglo IV a.C., como Teopompo, Calístenes,
Filarco, Eforo y Timeo, muestran una fuerte herencia de Tucídides en cuanto a temática y estilo,
especialmente en obras como las "Hellenica" o "Sobre casas griegas".
Estilo literario: Algunos de estos historiadores han sido criticados por enfocarse más en contar los hechos
históricos de manera estéticamente adornada, incluso de forma "trágica", para impactar emocionalmente
al lector.
Abuso de técnicas retóricas: Se señala que algunos historiadores abusaron de técnicas retóricas para la
persuasión, lo que llevó a críticas por parte de contemporáneos, como el ataque de Polibio contra Timeo
o Filarco en sus "Historias".
La conquista de Grecia por Roma: La batalla de Pidna en el año 168 a.C. y la posterior conquista de Grecia
por parte de Roma, especialmente después de la victoria sobre Corinto en el 146 a.C., cambiaron el
enfoque de la historia griega.
Historiadores griegos y Roma: Algunos historiadores griegos, como Dionisio de Halicarnaso y Apiano, se
mostraron como defensores de la política romana, mientras que otros, como Plutarco, fueron más críticos.
Polibio como destacado historiador de Roma: Polibio destacó como el historiador griego más importante
que escribió sobre la historia de Roma, buscando establecer conexiones entre Grecia y Roma y siendo
leído tanto por audiencias griegas como romanas cultas.
Polibio
vida y Carrera: Polibio de Megalópolis (ca. 200-ca. 118 a.C.) fue un griego culto que se estableció en Roma
después de la batalla de Pidna. Se convirtió en un referente intelectual de la época y fue amigo y mentor
de Escipión Emiliano. Presenció la destrucción de Cartago en el 146 a.C., decisiva para el fin de las guerras
púnicas.
Preparación política: Polibio consideraba que un historiador ideal no solo debía tener formación en
diversas áreas, sino también experiencia política. Creía que la historia debía tener una utilidad política y
enseñar el arte del gobierno, lo que solo se lograría si el historiador era también un buen político.
Historia Universal: Polibio consideraba que estaba escribiendo una "historia universal" porque no solo
trataba la historia del mundo habitado, sino que también veía los acontecimientos como moviéndose hacia
un fin común, permitiendo una visión de conjunto coherente.
La Fortuna: Aunque Polibio generalmente podía explicar las causas de los acontecimientos, también
reconocía el papel importante de la fortuna (tyche), que podía significar desde el azar hasta una especie
de divinidad que guía el curso de los asuntos humanos.
Presentación de Roma: Polibio fue el primer griego en presentar el poder y la grandeza de Roma a sus
compatriotas, mostrando los fundamentos de su superioridad pero también advirtiendo sobre los posibles
peligros que conllevaba esta grandeza.
Dionisio de Halicarnaso (ca. 60-ca. 7 a.C.): Vivió en Roma como profesor de retórica y escribió una historia
de Roma en veinte libros llamada "Antigüedades romanas". Aunque solo tenemos la narración desde las
leyendas fundacionales romanas hasta el inicio de las guerras púnicas, se le ha criticado por presentar una
mirada demasiado positiva hacia Roma, casi panegírica en sus virtudes. También escribió "Sobre
Tucídides", donde critica y analiza la obra del historiador.
Diodoro Sículo (siglo I a.C.): Narró en su obra "Biblioteca" la historia del mundo conocido desde sus
orígenes míticos hasta el año 60 a.C. A partir de ese punto, el texto se vuelve fragmentario, pero arroja
importantes luces sobre algunos acontecimientos individuales de la historia de Grecia, Sicilia o Roma.
Apiano (ca. 95-ca. 165): Nacido en Alejandría, obtuvo la ciudadanía romana y fue un ferviente admirador
de Roma. En su obra, establece como causa del éxito romano las virtudes de su gente, especialmente la
paciencia, la firmeza y la moderación. Estructuró su obra etnográficamente, tratando individualmente a
cada pueblo conquistado por Roma. Sus "Guerras Civiles" son particularmente importantes ya que muchas
fuentes sobre este tema se han perdido.
Arriano (ca. 86-ca. 170): Se identificaba a sí mismo como un "segundo Jenofonte". Aunque la mayoría de
sus obras se han perdido, contamos con algunos fragmentos que narran las campañas de conquista del
emperador Trajano en Oriente y otros sobre Alejandro Magno.
Otros historiadores griegos incluyen a Plutarco y, en el siglo III d.C., a Dion Casio, quienes también narraron
la historia de Roma.
Plutarco
Género biográfico: Plutarco es conocido por desarrollar el género biográfico, escribiendo "vidas" (bioi) en
lugar de historias convencionales.
Vidas paralelas: Su obra más destacada son las "Vidas paralelas", donde compara figuras griegas y
romanas, como Alejandro Magno con Julio César.
Sýncrisis: Plutarco emplea la técnica de la sýncrisis al comparar estas figuras, resaltando similitudes y
diferencias entre ellas.
Pretensión moralizadora: Algunos críticos consideran tediosa su pretensión moralizadora al centrarse más
en las características morales que en las acciones históricas.
Detalles y anécdotas: A pesar de las críticas, la popularidad de Plutarco a lo largo de los siglos demuestra
que los detalles y anécdotas capturan mejor la esencia de una persona y pueden servir como modelos a
imitar.
Influencia duradera: Sus obras han influenciado a numerosos pensadores y escritores a lo largo de la
historia, incluyendo a Shakespeare, Montaigne y Rousseau.
Dión casio
Tema dominante: La obra narra desde la fundación de Roma hasta el año 235 d.C., centrándose en el
cambio del sistema republicano al imperial como tema dominante.
Estabilidad monárquica: Dion Cassio señala que la monarquía es el único sistema que puede garantizar
cierta estabilidad en un imperio tan extenso y diverso, una afirmación que puede contrastar con la
propaganda de Augusto como restaurador de la República.
Experiencia política: Dion Cassio, con una activa vida política como senador, pretor, legado militar y cónsul
bajo diferentes emperadores, ofrece una interpretación de la historia romana desde una perspectiva
experimentada y autorizada.
Mezcla de influencias: Aunque escrita en griego ático imitando a Tucídides, la obra de Dion Cassio sigue la
estructura analítica romana según los años consulares, lo que refleja una mezcla de influencias en el autor.
Valores e intereses personales: Los valores e intereses de Dion se reflejan en su análisis individual de los
reinados de los emperadores, lo que ofrece una visión personalizada de la historia romana.
Cambio en la escritura histórica: Dion Cassio mismo señala que junto con el cambio político en Roma,
también cambió la forma de escribir historia, lo que sugiere una evolución en la historiografía romana
durante ese período.
La historia de roma
El inicio del desarrollo de la historiografía romana es difícil de reconstruir debido a la falta de escritores
tempranos cuyas obras se han perdido y solo conocemos a través de referencias de otros autores. Los
primeros historiadores romanos parecen haberse inspirado en los Annales Maximi, que eran registros
anuales de eventos públicos importantes, como prodigios, magistrados y triunfos militares, mantenidos
por el pontífice máximo. Estos Annales se exhibían públicamente en el Foro Romano y servían como fuente
de información para aquellos que deseaban componer una historia de Roma.
Fabio Píctor, miembro del Senado y político activo, se considera generalmente como el primer historiador
romano. Escribió en griego para afirmar la política romana ante el mundo griego. Su obra, aunque
principalmente perdida, narraba la historia de Roma desde sus orígenes hasta su tiempo, siguiendo una
estructura analítica.
Marco Porcio Catón, el primer historiador romano en escribir en latín, también desempeñó un papel
prominente en la política de su tiempo. Su obra, "Origines", narra desde la fundación de Roma hasta las
guerras púnicas, adoptando un estilo escueto y sobrio que influyó en futuros historiadores.
Otros analistas romanos, como Cincio Alimento, Casio Hemina y Terencio Varrón, contribuyeron a la
historiografía romana. Varrón, aunque principalmente un anticuario, realizó importantes estudios sobre la
historia de la lengua latina y otros temas, que fueron utilizados por otros autores como fuente.
En resumen, la historiografía romana se desarrolló a partir de los Annales Maximi y continuó con figuras
como Fabio Píctor, Marco Porcio Catón, Terencio Varrón y la influencia de Cicerón, promoviendo una
narrativa veraz y bien escrita que reflejara la importancia de la tradición y la oratoria en la sociedad
romana.
Historia republicana
La historia de la República romana fue abordada por diversos historiadores, cada uno con sus propios
enfoques y objetivos. Julio César, como político central en la escena pública, optó por narrar la historia en
la que participó directamente, posiblemente para justificar sus acciones políticas y militares.
Por otro lado, Salustio se centró en temas monográficos que reflejaban su visión de una República en
declive debido a la pérdida de virtudes tradicionales. Su obra denunciaba la corrupción y el abandono de
los valores que, según él, habían caracterizado la grandeza de Roma en sus primeros tiempos.
Tito Livio emprendió una tarea monumental al narrar más de setecientos años de historia romana, desde
la fundación de la ciudad hasta su propio tiempo. Su obra ofrece una imagen de continuidad histórico-
política notable, mostrando la evolución de la República romana a lo largo de las décadas y siglos. Livio
proporciona un retrato vívido de las distintas etapas de la República, desde sus inicios legendarios hasta
los eventos contemporáneos a él.
Estos tres historiadores, Julio César, Salustio y Tito Livio, contribuyeron significativamente a nuestra
comprensión de la República romana, cada uno desde su perspectiva única y con sus propios objetivos
historiográficos. Sus obras proporcionan una visión multifacética de este período crucial en la historia de
Roma.
Cesar
Julio César, durante la conquista de las Galias, llevó a cabo una hazaña espectacular al construir un puente
sobre el río Rin en solo diez días, desafiando la ingeniería de su época. Cruzó con sus legionarios, derrotó
a los germanos y luego de saquear sus aldeas, regresó a la Galia y destruyó el puente para evitar que los
enemigos lo usaran. Esta acción destaca la celeridad característica de César tanto en el ámbito militar
como político.
Sus obras, como "Comentario a la guerra de las Galias" y "Comentario a las Guerras Civiles", escritas en un
estilo simple, no solo proporcionan material original para futuros historiadores, sino que también
muestran un intento de imparcialidad al narrar los hechos desde la tercera persona y considerar las
perspectivas del enemigo, especialmente la de los galos.
Sin embargo, en ocasiones, esta imparcialidad se ve comprometida cuando César asume un rol de
protagonismo exagerado, mostrándose como un hombre de múltiples facetas: estratega brillante, político
audaz, orador distinguido y con una marcada conciencia histórica, esforzándose por proporcionar a la
posteridad su interpretación de los eventos que cambiaron el destino de Roma.
Salusio
Salustio, destacado historiador romano del período de la República, aborda en sus obras la crisis moral y
política que afectaba a Roma en su tiempo. En su relato sobre la guerra de Yugurta, Salustio muestra cómo
la corrupción y el soborno permitieron que un líder bárbaro como Yugurta se hiciera con el poder en Roma,
reflejando una seria crisis moral en la política romana. A través de su narración de las tácticas de los nobles
y el ascenso de figuras como Mario y Sila, Salustio ilustra cómo los romanos buscaban el poder personal y
el beneficio propio a expensas del estado.
En su monografía sobre la conjuración de Catilina, Salustio presenta al personaje como un villano perverso
y depravado, cuyo deseo de poder lo lleva a intentar derrocar el gobierno romano. Esta obra, escrita con
fuerza y dramatismo, se convierte en un modelo para la representación de villanos en la historiografía
latina.
A través de sus obras, Salustio no solo analiza la crisis política y moral de Roma, sino que también
promueve una concepción activa de la virtud individual como clave para el bienestar de la sociedad. Su
enfoque en los individuos y su responsabilidad moral refleja tanto elementos novedosos como
tradicionales del pensamiento romano.
Tito libio
La obra "Ab urbe condita" de Tito Livio, escrita en 142 libros, narra la historia de Roma desde su fundación
en el 753 a.C. hasta el año 9 a.C. Aunque muchos de estos libros se han perdido, los que han llegado hasta
nosotros muestran la madurez del género analístico romano en comparación con los primeros
historiadores.
Livio tenía como objetivo destacar las costumbres romanas que habían contribuido a la grandeza de Roma
y registrar los actos de virtud de sus hombres como modelo para las generaciones futuras. Su obra se
convierte así en una construcción y fijación de la memoria de Roma, quizás como una forma de proteger
su verdadera identidad en un tiempo de cambios, reconociendo que la Roma de su época ya no era la
misma ciudad austera y laboriosa de antaño.
Nacido en Patavium (actual Padua), Livio mantuvo su independencia como historiador de "sillón", sin
participar en la vida política o militar romana. Testigo de las guerras civiles y el principado de Augusto,
mantuvo buenas relaciones con el poder pero sin perder su independencia.
La escritura de Livio se caracteriza por su estilo retórico, fluido y calmo, que algunos han descrito como
"dramático". En los primeros libros de su obra, trata el periodo real y la formación de la República,
incluyendo eventos paradigmáticos como la violación de Lucrecia y la venganza de Bruto, que marcó el fin
de la monarquía y el nacimiento de la República.
Livio es considerado el historiador de la grandeza de Roma y un patriota que se preocupa por narrar la
historia de su ciudad desde sus humildes orígenes hasta su dominio mundial. Aunque celebra los logros
de Roma, también advierte sobre los nuevos peligros que la acechan, como la influencia de la riqueza y las
costumbres orientales. Para Livio, narrar actos de virtud del pasado y elogiar la libertad republicana
contribuye a mantener viva su existencia incluso en el Principado.
Durante el período imperial romano, el cambio político de la República a un gobierno personal influyó
significativamente en la escritura histórica. Mientras que en la República la libertad de expresión era una
característica distintiva, en los inicios del Imperio se observaba un cierto temor a desagradar a la autoridad
reinante, lo que se manifestaba en una adulación, a veces abierta, hacia el emperador y que podría
haberse reflejado en los escritos históricos.
Tacito, posiblemente el más grande historiador romano, expresó este sentimiento al inicio de sus
"Annales", indicando que los acontecimientos durante los reinados de Tiberio, Gayo, Claudio y Nerón
fueron falseados por el miedo y la adulación, tanto durante como después de sus reinados.
Sin embargo, no todos los historiadores adoptaron una postura crítica hacia el nuevo régimen político.
Algunos mostraron menos crítica hacia el emperador, mientras que otros pudieron encontrar el nuevo
sistema más favorable y conveniente. Este fue el caso del historiador Veleyo Paterculo, quien pudo haber
considerado el nuevo régimen como beneficioso y legítimo.
Veleyo paterculo
Veleyo Paterculo, historiador del comienzo del Principado, personificaba el espíritu de su época: un
hombre de acción, soldado y posteriormente recompensado con diversos cargos políticos por sus años de
servicio. Al igual que muchos otros "homines novi" (hombres nuevos), era consciente de las oportunidades
para ascender en la sociedad romana de su tiempo y no idealizaba el pasado republicano. Por el contrario,
veía en el período imperial un resurgimiento de Roma.
Después de servir durante años como legado militar de Tiberio, Veleyo le atribuyó a este emperador un
papel destacado en su breve obra sobre la historia de Roma. Presentó a Tiberio como una figura que
personificaba no solo las virtudes, sino también el creciente poder de Roma. Aunque su cercanía con los
eventos puede haber afectado su imparcialidad, reflejó el sentimiento de un importante grupo de
personas dentro del Imperio.
Las "Historias" de Veleyo se dividieron en dos libros. El primero abarcaba desde la caída de Troya hasta la
destrucción de Cartago en el 146 a.C., mientras que el segundo llegaba hasta la muerte de Livia, madre de
Tiberio, en el año 29 d.C. Veleyo comprendía que no estaba escribiendo una obra literaria magistral, sino
más bien un resumen de la historia antigua dirigido a personas sin la paciencia, curiosidad o tiempo para
leer obras más extensas como las de Tito Livio.
Su obra combinaba historia universal, cultural y contemporánea, todo ello expresado en un lenguaje que
reflejaba la retórica imperial. Sin embargo, su mayor logro quizás fue la conciencia y la implementación de
la idea de que la historia del Principado y la vida de su líder estaban inseparablemente vinculadas.
En las últimas décadas, ha habido un cambio en la crítica hacia Veleyo, que antes era duramente negativa.
En lugar de considerarlo simplemente como un propagandista del sistema, se reconoce que su obra
proporciona una visión de primera mano de los motivos detrás del apoyo de los "homines novi" al
emergente régimen imperial romano.
También durante el reinado de Tiberio, Valerio Máximo escribió su obra "Hechos y dichos memorables",
que aunque no sigue una narración cronológica de la historia de Roma, recopila una interesante colección
de anécdotas históricas. Agrupa temáticamente distintas ocasiones en las que romanos o bárbaros
realizaron acciones o pronunciaron palabras dignas de ser recordadas, como un diccionario de ejemplos
de vicios y virtudes. Esta obra fue muy exitosa durante la Edad Media y el Renacimiento, superando las
expectativas de su autor.
Quinto Curcio Rufo, otro historiador de los primeros años del Imperio, probablemente bajo el reinado de
Claudio, escribió la biografía de Alejandro Magno junto con la historia de sus conquistas. Enfocándose más
en la personalidad y el carácter del general que en sus hazañas militares, Curcio intentó retratar lo mejor
posible al brillante líder.
Flavio Josefo, líder de la rebelión judía contra los romanos, también escribió obras históricas importantes,
como "La guerra de los judíos" y "Antigüedades judías", que ofrecen una perspectiva judía de la historia
para una audiencia romana. Su "Autobiografía" se convirtió en una de las primeras autobiografías de
historiadores, permitiéndole justificar su propia obra.
Con el avance del Imperio, la biografía histórica se volvió cada vez más popular como una forma de
presentar a los diferentes emperadores y sus gobiernos. Además de los trabajos sobre hombres ilustres
de Cornelio Nepote en el siglo I a.C., el género biográfico latino se consolidó con Suetonio, cuya obra "Vida
de los doce Césares" es un claro ejemplo.
Cayo Suetonio Tranquilo, que ocupó importantes cargos en la administración imperial, recopiló las
biografías de los primeros doce emperadores romanos, organizándolas temáticamente en lugar de
cronológicamente. Esta obra refleja los intereses de la sociedad romana de la época, centrados en el
desempeño político y las características personales de los gobernantes.
Finalmente, Tácito es uno de los historiadores imperiales más destacados, cuya obra nos ofrece una visión
crítica del Imperio romano en su primer siglo de existencia. Tácito se esfuerza por mostrar los cambios que
tuvieron lugar desde los tiempos republicanos, según él, para peor.
Amiano Marcelino continúa la narrativa de Tácito, comenzando con el reinado de Nerva en el 96 d.C. Su
obra "Res Gestae" se centra en el gobierno del emperador Juliano, pero lamentablemente muchos de sus
libros se han perdido.
Tácito
La frase "Sine ira et studio" es la famosa declaración de principios con la que Tácito inicia sus "Annales",
narrando la historia de la primera dinastía imperial romana, desde la muerte de Augusto hasta los reinados
de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. Esta declaración significa "Sin ira ni favoritismo", expresando la
intención de Tácito de escribir de manera imparcial y objetiva. Sin embargo, en qué medida logra Tácito
cumplir con esta declaración sigue siendo objeto de debate entre los historiadores.
Tácito probablemente nació en la Galia Cisalpina alrededor del año 55/56 d.C. Después de una carrera
política bajo los reinados de Vespasiano, Tito y Domiciano, se retiró de la vida pública y se dedicó a la
historia. Su crítica a los tiempos imperiales, especialmente en su obra "Historias", refleja un tono
desencantado y pesimista, marcado por una pérdida progresiva de la libertad y un declive moral.
En su primera obra importante, la biografía de su suegro Agrícola, Tácito elogia las virtudes del personaje
y critica la tiranía de Domiciano. En "La Germania", describe las costumbres de los pueblos germánicos
con el objetivo de contrastarlas con las romanas. Su "Dialogus de Oratoribus" es un sofisticado diálogo
sobre el declive de la retórica en los tiempos imperiales.
Las "Historias" comienzan en el año 69 d.C., conocido como "el año de los cuatro emperadores", y narran
un período de guerra civil y desastres. Aunque la narrativa puede parecer frustrante para un historiador
moderno debido a la falta de detalles específicos, Tácito logra mantener la atención del lector y ofrecer
una visión única de la Roma de su época. A pesar de reconocer la limitación de su tema, Tácito considera
que es importante registrar los eventos para que los ejemplos de virtud no sean olvidados y para que el
miedo a la infamia futura reprima las malas acciones.
La influencia y la fama de Tácito han crecido con el tiempo, especialmente desde el Renacimiento, y es
considerado uno de los historiadores romanos más estudiados de todos los tiempos, cuya obra sigue
siendo objeto de análisis y debate en la actualidad.
Amiano Marcelino
Amiano Marcelino (circa 330-395) puede ser considerado como el último de los grandes historiadores
latinos. Nacido en Antioquía (Siria), su educación literaria y cultural fue principalmente griega, como él
mismo señala en su obra ("miles quondam et Graecus"), aunque escribe en latín. Desde una edad
temprana, sirvió en el ejército romano, primero bajo el emperador Constancio II y luego bajo Juliano el
Apóstata, del cual fue un ferviente admirador.
Las "Res gestae" de Amiano constan de 31 libros que abordan la historia de Roma desde el acceso al trono
del emperador Nerva en el año 96 d.C. hasta las invasiones góticas que culminaron en la batalla de
Adrianópolis en el año 378 d.C., donde murió el emperador Valente. La narrativa central de la obra se
centra en el gobierno de la Galia por parte de Juliano como César de Roma y luego su actuación en Oriente
como único Augusto del Imperio. La obra contiene muchos recuerdos y experiencias personales de los
tiempos que trata, y se le ha criticado que en algunos momentos la narración se transforma más en
memorias que en historia propiamente dicha. Esto ocurre principalmente en partes donde Amiano
desempeñó un papel activo junto al emperador. Aunque Amiano admiraba a Juliano, su admiración no era
incondicional, especialmente en lo que respecta a la intolerancia religiosa del emperador.
Amiano Marcelino fue especialmente admirado por el historiador ilustrado Edward Gibbon, quien trabajó
en el mismo período y considera a Amiano un clásico de la historiografía latina. La influencia de autores
como Cicerón, Salustio o Tácito, a quienes Amiano alude directamente en su obra, podría no ser solo
formal, sino también conceptual, especialmente con Tácito, quien se convierte en su modelo.
Con Amiano Marcelino, se cierra el período de la historiografía conocido como "Antigüedad clásica". Se le
considera un historiador "bisagra" o puente que conecta su tiempo con lo que se llamará "Antigüedad
tardía". La forma de escribir historia en el Imperio romano hacia fines del siglo IV d.C., aunque conserva
muchas características de la historiografía tradicional grecolatina, comienza a presentar importantes
novedades temáticas, estilísticas y conceptuales que marcan el inicio de una nueva etapa.
4to equipo
Historiografía cristiana
Para los seguidores de la nueva religión, se volvió crucial relatar cómo se había llegado hasta ese punto en
la historia. Los historiadores cristianos de los primeros tiempos desarrollaron una historiografía que
abarcaba tanto la contabilidad del tiempo desde la creación del mundo en una nueva cronología como
una novedad en su propia interpretación histórica. Por lo tanto, requieren un tratamiento específico para
comprender su perspectiva única sobre la historia.
Antecedentes: los escritos hist6ricos del Antiguo y del Nuevo Testamento
La figura del Mesías ya estaba presente en la historia, aunque de manera velada, especialmente en la
narrativa del pueblo judío en su libro sagrado. Dentro de los diversos escritos que componen la Biblia, se
encuentran diferentes géneros literarios, incluyendo mitos de creación, epopeyas nacionales, literatura
sapiencial, genealogías, listas de reyes y profecías. También se incluyen los llamados "libros históricos",
que narran los acontecimientos del pueblo de Israel desde la muerte de Moisés y la entrada a la tierra
prometida hasta la rebelión de los macabeos contra el helenismo.
Estos libros históricos del Antiguo Testamento tienen una peculiaridad en su historicidad. Por un lado, no
se pueden considerar simplemente como una exposición de hechos verificados, como lo haría la
historiografía clásica. Su composición está adaptada en una estructura compleja de tradición, inspiración
y autoridad divina, lo que los diferencia significativamente de la historiografía secular. Sin embargo, narran
una historia que incluye los éxitos y fracasos del pueblo a lo largo del tiempo, y algunos de sus eventos
pueden compararse con relatos históricos de otras fuentes.
Además, los libros históricos del Antiguo Testamento buscan transmitir la idea de que la historia no es una
casualidad, sino que está dirigida por Dios, especialmente en relación con el destino de su pueblo elegido.
Esta perspectiva providencialista muestra una interpretación única de los acontecimientos históricos,
destacando la relación entre el hombre y Dios como el motor de la historia.
Por otro lado, el libro de los Hechos de los Apóstoles se considera más histórico que los Evangelios, ya que
narra con detalle la vida de los primeros seguidores de Cristo y la expansión de la Iglesia. Aunque presenta
ciertas convenciones de la historiografía clásica, como precisión en fechas y contextos, también fusiona la
teología con la historia, creando una unidad peculiar entre ambos aspectos.
Diferenciación de géneros
Al hablar de historiografía cristiana, es crucial distinguir entre historia del cristianismo, historia de la
salvación e historia de la Iglesia. Aunque estas realidades están íntimamente relacionadas para los
cristianos, también existen diferencias que ayudan a comprender mejor las variantes dentro de la
historiografía cristiana.
La historia del cristianismo inicialmente se caracterizó por buscar sus raíces en los orígenes del mundo,
como una forma de validar la nueva religión. Esto implicaba vincular la semilla del cristianismo con relatos
de la creación del mundo, como lo hizo Gregorio de Tours, entre otros.
Por otro lado, la historia de la Iglesia se centra en los acontecimientos posteriores a la venida de Cristo a
la Tierra, especialmente en la superación de las dificultades encontradas por sus seguidores al difundir su
doctrina. Aquí, las cuestiones de sucesión, cronología y ortodoxia son importantes para demostrar la
autenticidad de la Iglesia.
La historia de la salvación, en cambio, ofrece una interpretación de la historia universal desde una
perspectiva teológica. Su objetivo es encontrar un sentido más allá de los acontecimientos individuales,
viendo la mano de Dios en el desarrollo de la historia. San Agustín es un ejemplo destacado de esta visión.
En la práctica, es difícil encontrar un solo tipo de historiografía cristiana en estado puro, ya que
generalmente se mezclan estos géneros y estilos. Por ejemplo, los historiadores eclesiásticos a menudo se
centran en reconstruir la historia y el desarrollo de la Iglesia en un lugar y tiempo específicos, dejando
otros temas para los historiadores seculares.
Además, existen las cronografías, que fueron una forma dominante de historiografía cristiana antes del
desarrollo de la historia eclesiástica. Estas cronologías, como las de Julio Africano y Dionisio el Exiguo,
unificaron los sistemas para contar el tiempo y proporcionaron una base para las historias posteriores.
En resumen, la historiografía cristiana abarca una variedad de enfoques, desde la narración de los orígenes
del cristianismo hasta la interpretación teológica de la historia universal, pasando por la historia concreta
de la Iglesia en diferentes contextos geográficos y temporales.
En general, se puede afirmar que la literatura cristiana de los siglos IV y V está profundamente influenciada
por la tradición clásica de la Antigüedad. Sin embargo, es difícil encontrar obras que se ajusten
estrictamente a los cánones de los géneros clásicos. La historiografía cristiana comparte algunos aspectos
tanto con la historiografía clásica como con los objetivos y métodos de los historiadores clásicos.
Por un lado, la exigencia de proporcionar un relato verdadero y preciso está presente tanto en la
historiografía cristiana como en la clásica. Los historiadores cristianos se esforzaban por contar los
acontecimientos tal como sucedieron, aunque también incorporaban la autoridad de la revelación divina
en la Escritura como fuente.
Los fines de las obras históricas cristianas, como el recuerdo de hechos memorables y el propósito
pedagógico y educativo, también son compartidos con la historiografía clásica. Ambos buscaban extraer
lecciones de la historia para guiar el comportamiento humano.
En cuanto a la forma de escritura, los escritores cristianos a menudo recurrían a reglas retóricas para
presentar narrativas ordenadas y elegantes, y proporcionaban descripciones detalladas de personajes
importantes.
Sin embargo, al considerar la historiografía cristiana como un grupo separado, se pueden identificar
algunas características comunes que han llevado a una descripción tradicional de esta historiografía como
universalista, apologética, lineal y providencialista.
La concepción del tiempo en la historiografía cristiana difiere de la de la historiografía clásica en que los
cristianos ven la historia como lineal, con un principio, una dirección y un final representados por la
Creación, la encarnación de Jesucristo y el Juicio Final. Esto contrasta con la visión cíclica del tiempo en la
historiografía clásica.
Finalmente, el providencialismo en la historiografía cristiana implica la creencia de que Dios guía la historia
de los hombres, aunque esto no significa que la historia sea simplemente una expresión de la voluntad
divina. Los historiadores cristianos reconocían la complejidad de conectar la providencia divina con la
causalidad histórica.
En conclusión, si bien la historiografía cristiana comparte algunos aspectos con la historiografía clásica,
también presenta características distintivas que reflejan su cosmovisión y sus objetivos teológicos. Es
importante analizar cada obra individualmente para comprender cómo se inserta en las tradiciones
historiográficas tanto clásicas como cristianas.
Eusebio de Cesarea (circa 275- circa 339) es reconocido como el "padre de la historia eclesiástica". A
diferencia de sus predecesores, que se centraban en crónicas, Eusebio intentó narrar la historia de la
Iglesia desde sus inicios hasta los límites del mundo conocido. Aunque privilegiaba los acontecimientos en
el este del Imperio, también mencionaba regularmente los eventos en Occidente.
Poco se sabe de la vida de Eusebio aparte de lo que se puede inferir de sus obras. Fue un hombre culto y
erudito, discípulo de San Panfilo, con quien escribió comentarios bíblicos. Eusebio fue elegido obispo de
Cesarea alrededor del año 313 y participó activamente en la vida de la Iglesia Oriental, presentando su
postura en varios concilios. Tuvo un encuentro significativo con el emperador Constantino, a quien
admiraba y escribió una biografía. Su obra principal, la Historia Eclesiástica, intenta sintetizar los primeros
tres siglos de la historia de la Iglesia, destacando la lucha contra las herejías y mostrando la continuidad
de la religión cristiana con la tradición judía.
Eusebio introdujo un nuevo tipo de historiografía al tratar a los cristianos como una nación y escribir la
historia de la Iglesia como la historia de un pueblo unido por la religión. Su enfoque se apartó de los
cánones de la historiografía clásica al dar más énfasis a los orígenes y la sucesión apostólica que a la historia
contemporánea.
Además de la Historia Eclesiástica, Eusebio escribió otra obra histórica llamada Crónica, que intentaba
establecer una sincronización de eventos históricos en tablas cronológicas. Aunque se basó en
documentos diversos, su enfoque en Cristo como el centro de la historia humana es evidente.
Es lógico pensar que las obras históricas de Eusebio también tenían una intención apologetica,
especialmente después del edicto de tolerancia de Milán en el año 313, que permitió a los cristianos contar
su historia libremente y situarla en un contexto secular. Los cristianos celebraron este triunfo y utilizaron
su conocimiento de la historia para interpretar su propia historia y la del género humano.
Paulo Orosio (circa 383- circa 420), un sacerdote nacido en Hispania, recibió el encargo de San Agustín de
escribir una historia del mundo como respuesta apologetica al argumento pagano que culpaba al
cristianismo de todos los males y desastres del Imperio y del mundo en general. El objetivo de Orosio era
refutar esta idea y demostrar que la historia de Roma, como la de toda la humanidad, había estado
marcada por la miseria, corrupción y desastres, y que, por el contrario, el cristianismo había traído una
moderación de estos males.
La obra de Orosio, "Historia contra los paganos", se distingue por su enfoque universalista en la
historiografía, ya que narra los acontecimientos desde la creación del mundo hasta la época del propio
autor. Utilizó la teoría de los cuatro imperios universales (Babilonia, Macedonia, Cartago, Roma) pero
agregó un quinto imperio triunfante que integraba la herencia de los anteriores: la Roma cristiana. Orosio
basó su narrativa en historiadores paganos como Salustio, Tito Livio, César, Suetonio y Tácito, pero también
incorporó fuentes cristianas como San Justino, San Jerónimo, textos bíblicos y la Crónica de Eusebio.
El estilo de la obra de Orosio sigue los cánones de la historiografía clásica y contiene elementos retóricos
que se ajustan bien a su objetivo defensivo. Para Orosio, la grandeza del emperador romano y los
beneficios de su reinado eran manifestaciones del poder divino que preparaba el mundo para la venida
de Cristo. Interpretó la historia secular con referencia al evento central de la salvación, lo que le otorgaba
un significado a toda la historia mundial.
Orosio refleja un triunfalismo cristiano, evidente incluso después del saqueo de Roma en el año 410, y
muestra una certeza en la victoria final más allá de este mundo. Su obra, "Historia contra los paganos",
fue ampliamente citada y se convirtió en un libro escolar importante durante la Edad Media, mostrando
que autores paganos como Salustio, Tito Livio y Tácito seguían siendo autoridades históricas válidas para
los cristianos, quienes no intentaban "cristianizar" la historia política tradicional, sino más bien transformar
su espíritu para darle un sentido cristiano. En algunos casos, la historiografía cristiana se convirtió así en
filosofía de la historia.
Agustín nació en Tagaste, en una provincia de cultura y lengua latinas, y su vida estuvo marcada por una
evolución intelectual que lo llevó desde posturas racionalistas y naturalistas hasta su conversión al
cristianismo, influenciado en gran medida por el obispo Ambrosio. Después de su bautismo, se dedicó al
servicio de la Iglesia, llegando a ser ordenado obispo de Hipona en el año 395.
La obra principal de Agustín, "La Ciudad de Dios", fue motivada por las acusaciones contra el cristianismo
tras el saqueo de Roma en el 410. En esta obra, Agustín presenta una visión dualista de la historia, dividida
entre la Ciudad de Dios y la ciudad terrenal. Analiza la historia romana para demostrar que el culto a los
dioses no había traído prosperidad y que el politeísmo no había conducido a la felicidad eterna.
Uno de los aspectos más destacados de la obra de Agustín es su tratamiento del tiempo. Para él, el tiempo
es una creación de Dios y tiene un papel fundamental en la comprensión de la historia. Agustín relaciona
el tiempo con la eternidad divina, especialmente a través de la encarnación de Jesucristo, quien marca un
punto crucial en la historia humana.
Otro concepto central en la obra de Agustín es el de providencia divina. Él postula que la providencia guía
la historia de la humanidad, aunque los motivos de Dios pueden ser desconocidos para los seres humanos.
Sin embargo, Agustín también reconoce la libertad personal del hombre, lo que ha generado debates y
discusiones a lo largo de los siglos.
Agustín también aborda la interpretación de la historia, tanto bíblica como profana, y su relación con la
Ciudad de Dios. Para él, la historia debe ser analizada a la luz de la ciudad celestial, lo que le otorga sentido
y dirección. Además, critica la interpretación pagana de la historia romana y ofrece su propia visión moral
de los acontecimientos históricos.
Su obra principal, "Historiae Francorum" (Historias de los francos), consta de diez libros y abarca desde los
orígenes del mundo hasta su época, centrándose principalmente en la historia de la Galia después de las
invasiones francas y el establecimiento de la dinastía merovingia. Gregorio relata las luchas constantes por
el poder y la violencia inherente a los reinos francos, llegando a considerarlas más perjudiciales para la
Iglesia que la persecución de Diocleciano.
Gracias a Gregorio de Tours, se puede conocer en detalle el origen histórico de la monarquía franca. Su
estilo narrativo es llano y directo, detallando tanto los hechos extraordinarios como los crímenes, guerras
y milagros propios de su época. Además, no duda en señalar los excesos y abusos de los reyes, así como
la inmoralidad del clero, lo que da a su historia un carácter vivo y marcado por su propia personalidad
como autor y obispo.
Isidoro de Sevilla (ca. 560-636), obispo de Sevilla, siguió la senda trazada por el romano Varrón al intentar
recopilar y organizar todo el conocimiento antiguo divino y humano de la cultura cristiana hispanorromana
en su obra cumbre, las "Etimologías". Esta obra enciclopédica revela la profunda conexión de Isidoro con
la cultura grecolatina, destacando la importancia del estudio de las palabras y la gramática como base
fundamental de la cultura.
Isidoro desarrolló un latín didáctico para asegurar la comunicación accesible a todos, donde la pedagogía
prevaleciera sobre el placer literario. A través de más de veinte extensos trabajos, mostró diversidad de
géneros y tonos, pero siempre mantuvo una unidad de finalidad y sentido. Su objetivo principal fue
divulgar la etimología de las palabras para buscar la verdad del sentido en su origen, reflejando una
preocupación tanto helenística como romana.
El ocupado obispo dedicó tanto tiempo a esta obra por razones mixtas: su curiosidad intelectual, el deseo
de mejorar la cultura de su reino tanto entre laicos como eclesiásticos, y su finalidad pastoral de educar al
pueblo y prepararlo para la comprensión de los misterios de Dios. Las "Etimologías" abordan una amplia
gama de temas, desde el derecho y la medicina hasta cuestiones históricas y lingüísticas, con un estilo
conciso y claro.
Además de las "Etimologías", Isidoro escribió la "Chronica mundi", una historia universal que abarca desde
la creación del mundo hasta el año 615, y la "Historia de los godos, vándalos y suevos", que trata sobre el
establecimiento de estos reinos y su influencia en la civilización hispánica. Esta última obra, considerada
de autoridad en la historia gótica de Occidente, destaca por su prólogo, "Laus Spaniae", una loa a las
virtudes de España. Es interesante destacar que Isidoro escribió esta obra desde el punto de vista de los
visigodos, en lugar de los romanos.
Beda el Venerable (ca. 672-735) narró en su obra más destacada, la "Historia eclesiástica del pueblo
inglés", la donación real de los terrenos que se convertirían en la diócesis principal sobre las demás
diócesis inglesas. Con un estilo claro y simple, combinado con una gran capacidad descriptiva, Beda
produjo una obra elegante, basada en datos recogidos diligentemente de fuentes confiables, que se
convirtió en un relato exitoso de incuestionable valor histórico y una base fundamental para comprender
la historia de las islas británicas.
Considerado el hombre más culto de su tiempo, Beda relató en el epílogo de su obra su interés en la
historia eclesiástica de Bretaña, especialmente en el pueblo inglés. Permaneció desde los siete años en el
mismo monasterio de Northumbria, dedicando su vida al estudio de las Escrituras, la observancia de la
disciplina monástica y la participación diaria en los ritos religiosos. Su obra relata el establecimiento del
cristianismo en las islas británicas, desde los primeros cristianos en la Britania romana hasta la misión de
Agustín de Canterbury en el año 597, encargada por el papa Gregorio.
La mayor parte de la obra de Beda se centra en las primeras misiones cristianas en tierras inglesas, la
organización de la Iglesia en esos territorios, y las cuestiones disciplinares planteadas por los obispos
locales al papa en Roma. Aunque su enfoque principal es histórico y eclesiástico, también ofrece detalles
de la vida cotidiana de la época, como festividades y ocupaciones de la nobleza.
Beda se esforzó por ser preciso en el cálculo del tiempo de los acontecimientos, utilizando distintos tipos
de cronologías, incluyendo el sistema del anno Domini de Dionisio el Exiguo, adoptado gracias a su
influencia. También abordó cuestiones cronológicas relacionadas con la fecha de celebración de la Pascua,
destacando la importancia de la uniformidad en las prácticas religiosas.
Además de su enfoque histórico, Beda incluyó relatos de milagros que ilustran la victoria del cristianismo
sobre el paganismo, siempre con una enseñanza espiritual o moral. Su obra refleja una mezcla de
elementos de la historiografía clásica y la historia cristiana, con un afán por llegar a los orígenes, la
inclusión de discursos y la caracterización vívida de los personajes, combinados con la autoridad otorgada
por las citas de autoridades y la inserción de la historia local en un contexto más amplio.
Historia bizantina
La historiografía bizantina se sitúa junto al capítulo de historiografía cristiana por varias razones
fundamentales. Primero, aunque no todos los historiadores bizantinos fueron necesariamente cristianos,
el contexto en el que se desarrolló esta escritura histórica estaba fuertemente influenciado por el
cristianismo. El cristianismo no solo era la religión dominante en el Imperio romano de Oriente y
Occidente, sino que también estaba estrechamente ligado al poder imperial, con los emperadores y sus
cortes adoptando este credo. Por lo tanto, la historia imperial de Bizancio se entiende frecuentemente
como la historia de un imperio cristiano desde sus inicios, e incluso en algunos casos se percibe como un
estado casi teocrático, donde las cuestiones doctrinales y teológicas eran fundamentales en la vida
cotidiana.
Dentro de la literatura bizantina, la historiografía fue uno de los géneros más populares y prolíficos. Se
dividía principalmente en crónicas e historias, y también incluía las vidas de santos, que combinaban
narrativa histórica con datos sociales, económicos y culturales. Estos escritos, como las vidas de Cirilo de
Escitópolis y Leóncio de Chipre, contribuyeron significativamente al desarrollo de la hagiografía como un
tipo de narrativa distintivo del cristianismo oriental.
Crónicas
Las crónicas y las historias se establecieron como los dos principales modos de escribir la historia en
Bizancio. Algunos estudiosos sugieren que sería más apropiado referirse a ellas como "historias
universales" y "historias contemporáneas", respectivamente (Schreiner, 1990). La historia universal se
centraba principalmente en seguir el orden cronológico desde la creación del mundo hasta el tiempo de
la composición del escrito. Las crónicas, por otro lado, intentaban ofrecer una interpretación cristiana de
la historia, como una narración que expresara el desarrollo del plan divino en el tiempo. Debido a la
amplitud y cantidad de información que se buscaba abarcar, las crónicas tenían un estilo más lacónico, con
un léxico poco sofisticado y una sintaxis simple, similar a los antiguos anales, y estaban menos basadas en
los modelos clásicos que las llamadas historias contemporáneas.
Inicialmente, las crónicas estaban dirigidas no tanto a la élite más instruida del imperio, sino a un público
más masivo, aunque no necesariamente menos educado. Los escritores de crónicas a menudo recurrieron
a la repetición de información de escritos previos, a veces casi literalmente, lo cual podría parecer al lector
moderno como un plagio, pero en realidad era una forma de afirmar la autoridad del autor y demostrar la
veracidad de lo narrado. Cada crónica se escribía con una intención particular, y el autor adaptaba el
material para cumplir sus propios objetivos y necesidades, ya sean de interpretación personal o de
propaganda política.
En general, las crónicas bizantinas calculaban las fechas no desde el nacimiento de Cristo, sino desde el
"anno mundi" o fin del mundo, que se situaba alrededor del año 5508 antes de la Encarnación. Una de las
crónicas más destacadas del siglo VI fue el "Epitome olímpico" de Eustaquio Epifaneo, que fue la principal
fuente para la popular "Cronografía" de Juan Malalas. La obra de Malalas, que abarcaba desde Adán hasta
el reinado de Justiniano, mostraba un detallado conocimiento de la diplomacia imperial de la época y
defendía la política sobre la Iglesia y el Estado postulada por el emperador.
En el siglo VII, encontramos la "Crónica pascual", también conocida como "Chronicon paschale", que se
basaba en el ciclo pascual para su cronología. Este tipo de crónica, con un estilo simple y con narraciones
que incluían anécdotas, descripciones de personajes y prodigios, proporciona una visión valiosa del
periodo entre los años 600 y 630, abarcando los últimos años del reinado de Mauricio, el gobierno de
Focas y los primeros años del emperador Heraclio. Estas crónicas solían acumular los eventos más
recientes al final de la narración, lo que permitía mantener la continuidad entre las distintas obras. En los
siglos posteriores, autores como Teófanes de Bizancio, Jorge Sincelo, Miguel Psellos y Zonaras continuaron
esta tradición cronística, ofreciendo visiones específicas de distintos periodos de la historia bizantina.
Historias
Bajo el Imperio Bizantino, había un tipo de escritura histórica llamada simplemente "historia" o "historia
contemporánea". Esta no necesariamente implicaba la narración de eventos contemporáneos al autor,
sino más bien la sucesión de noticias que en otro momento fueron contemporáneas. Se centraba
principalmente en temas políticos y se consideraba una heredera de la historiografía griega, tomando a
Tucídides como un modelo a seguir.
Los escritores de historia en Bizancio provenían de diversos ámbitos. Aunque la mayoría no desempeñaba
roles importantes en la política de su época, tampoco eran totalmente definidos como "historiadores de
profesión". En su mayoría eran personas moderadamente públicas, como abogados, juristas, funcionarios
imperiales o cercanos a círculos eclesiásticos.
Estas historias bizantinas contemporáneas se centraban en la figura del emperador y los eventos políticos
del Imperio. Además, al igual que las crónicas o las historias eclesiásticas, tendían a continuar las obras de
sus predecesores. Por ejemplo, Eunapio de Sardes escribió su historia para continuar la obra de Dexipo,
un filósofo e historiador griego que había terminado su trabajo en el año 269. Eunapio continuó la
narración desde el año 270 y comenzó precisamente con una crítica a su predecesor.
Aquí falta
La historiografía bizantina fue rica y variada, con historiadores que abordaron tanto la historia política
como la eclesiástica del Imperio. Procopio destacó como uno de los historiadores más importantes de su
época, cuya obra influyente ofreció un amplio panorama del reinado de Justiniano, incluyendo guerras,
reformas administrativas, intrigas y escándalos cortesanos. Aunque su juicio sobre el emperador fue
diverso, contribuyó significativamente a exaltar la figura de Justiniano y su papel en la restauración del
Imperio romano. Otros historiadores notables incluyen a Agatías, Menandro Protector y Teofilacto
Simocatta.
El sitio de Constantinopla en el 626 marcó un punto de inflexión en la historiografía bizantina, dando lugar
a un período de silencio histórico que duró más de un siglo. Se especula que las derrotas sufridas,
especialmente a manos de los árabes, sumieron al Imperio en un estado de desesperanza e incertidumbre
que desmotivó la escritura de la historia, dando paso a un discurso más centrado en lo religioso.
A pesar de las vicisitudes políticas, la historiografía bizantina continuó floreciendo en las dinastías
posteriores. Historiadores como Ana Comnena, Nicetas Choniates y Jorge Acropolita, entre otros,
proporcionaron relatos detallados de eventos políticos importantes, continuando la tradición histórica del
Imperio.
Además de las historias imperiales, las historias eclesiásticas también fueron abundantes, con autores
como Sócrates Escolástico, Sozomeno, Teodoreto de Chipre, Gelasia de Cizico y Evagrio, que narraron la
historia de la Iglesia y las controversias doctrinales de la época. Sin embargo, después de Evagrio, este
género histórico perdió parte de su vigor, posiblemente debido al triunfo del islam y a la integración de la
Iglesia y el Estado en una misma historia.
la historiografía bizantina representa uno de los logros literarios más importantes de la época, aunque
muchas de estas obras han sido utilizadas principalmente como fuentes de información histórica sin
considerar su valor como obras literarias. Un análisis más profundo de la historiografía bizantina desde
una perspectiva literaria puede arrojar nueva luz sobre la intención del historiador y la estructura interna
del texto.