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Colonialismo Intelectual y Eurocentrismo

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Sección I. Teoría

Dificultades del eurocentrismo (Es la tendencia que sostiene que los valores
culturales y sociales de Europa Occidental consituyen patrones o modelos
universales. Tras esta consideración se esconde el desconocimiento y el desprecio
de las demás culturas.
En el siglo XIX, siguiendo con la tradición iniciada en siglos precedentes, las
potencias imperialistas europeas trataron de imponer una escala de valores
supuestamente superior a la de los pueblos sometidos. Entre estos últimos se
incluyeron algunos con culturas milenarias, como el indio y el chino.)

En nuestro país, como en muchos otros, se acepta la validez del cono-


cimiento científico organizado en Europa y luego con gran éxito transfe-
rido a Norteamérica. Quizás en razón de tal éxito se llega al extremo de
considerarlo también suficientemente adecuado, tanto en su modalidad
básica como aplicada, para explicar las realidades en cualquier lugar del
mundo, incluidas las de los trópicos húmedos.

Tan elevado aprecio por el conocimiento originado en Europa, de fren-


te a las realidades naturales, culturales y sociales de ese continente,

impide percibir las consecuencias negativas que ello implica cuando se

transfieren y se intenta utilizarlos para explicar realidades tan diferen-


tes, como las que son propias del medio tropical complejo y frágil, y

sobre todo tan diferente al de las zonas templadas del planeta. Quizás
por esto mismo, ni siquiera en nuestras universidades, y menos aún en
los centros tecnológicos, educativos y culturales perciben la urgente
necesidad de nuestras sociedades de disponer, junto al conocimiento
universal, de conocimientos contextualizados con nuestras realidades
singulares y complejas.
Nos hace mucha falta comprender y aceptar que la sola transferencia
de conocimientos básicos o aplicados, válidos para explicar fenómenos

o sucesos característicos de otras latitudes o la introducción a nues-


tro medio de innovaciones o productos, así sean sorprendentemente

sofisticados, novedosos y de comprobada utilidad para otros medios,


no siempre resultan apropiados para concebir soluciones surgidas en
nuestro medio; por el contrario, suelen generar situaciones caóticas y
oscurecen la urgencia de promover el conocimiento científico básico
o aplicado y tecnológico para captar nuestras realidades y enriquecer
nuestros recursos naturales con el valor agregado del conocimiento
científico o tecnológico.
Desde luego, se requiere también que nuestros científicos extiendan su
acción, en el sentido de contribuir a llenar los vacíos de conocimientos para

que nuestras comunidades puedan aprovechar sustentablemente esos re-


cursos. Esto último implica que nuestros científicos difundan ampliamente

los conocimientos que con tal fin obtengan y los pongan al alcance de las
comunidades rurales y urbanas, quienes apoyadas en tales conocimientos,
de suyo contextualizados con las realidades locales y regionales, puedan
resolver las dificultades que en un momento dado las agobien.

Cabe, sin embargo, señalar que la utilización de conocimientos cien-


tíficos modernos, tanto básicos como aplicados, transferidos desde los

países europeos a otros países del hemisferio norte, a raíz de aconteci-


mientos relacionados con el poder político-militar, económico y tecno-
lógico, obtuvieron éxito merced al impacto positivo por ellos producido,

en favor de las sociedades de los países nórdicos beneficiados.

Con el transcurso del tiempo, tales procesos de transferencia gene-


raron un patrón mundial para la comparación del nivel de desarrollo

alcanzado por un determinado país, con respecto al país europeo de


donde procediera el conocimiento utilizado para solucionar problemas
inherentes al desarrollo económico. El patrón se expresa en una escala
de tal modo que el sitio que ocupe un determinado país en tal escala,

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Ciencia, compromiso y cambio social
señale la magnitud de la brecha que lo aleja de los países del hemisferio
norte de donde procedan los conocimientos y las tecnologías utilizadas

y que de hecho se califican como desarrollados; en contraste con los lla-


mados países subdesarrollados, recipiendarios del conocimiento y de las

tecnologías, como los países tropicales, o del hemisferio sur.

La linealidad implícita de este modelo desconoce la complejidad y eleva-


da fragilidad del medio tropical, en donde la intervención humana sobre

el medio, tal que se ajuste a la condición de sustentabilidad, requiere del

conocimiento contextualizado que tenga en cuenta la interrelación sis-


témica de las mencionadas características, así como las igualmente com-
plejas interrelaciones de las comunidades multiétnicas y multiculturales

de la sociedad. Sobre todo, si no sólo se trata de alcanzar un lugar más


alto en la mencionada escala lineal, sino el “desarrollo sustentable” que
asegure la persistencia de la vida en nuestro medio y la disponibilidad de
los recursos naturales, indispensables tanto para las presentes como para
las futuras generaciones. Pero también la biodiversidad, en particular en
nuestro país, poseedor de una de las más elevadas del planeta.
De lo contrario, en un mundo económicamente globalizado, cada día se
tornará, en sociedades como la nuestra, más y más imperceptible el papel
decisivo que corresponde al conocimiento sobre nuestras realidades para
el logro de los objetivos expuestos. La ignorancia sobre nosotros mismos,

sobre nuestro origen, nuestro devenir histórico, nuestra geografía, nues-


tros recursos naturales, entre otros; más pronto que tarde, nos llevará

a convertirnos en el gran mercado de los productos y tecnologías de los

países poderosos y, sin que nos lo propongamos, en promotores de la eco-


nomía del consumo. La misma que nos conducirá hacia el endeudamiento

cada vez mayor y a la sobreexplotación de nuestros recursos.


Nivelación de paradigmas ( = a cosificarnos a nosotros mismos y perder nuestra
identidad)

Sin embargo, con base en la hipótesis del contexto que acabamos de seña-
lar, estos hechos no prueban que los paradigmas dominantes -tales como

el positivismo cartesiano, el mecanicismo newtoniano y el funcionalismo


parsoniano- sean superiores, mejores o más eficaces para fines específicos,
que aquellos otros paradigmas que puedan construirse o generarse en
otras latitudes, que conduzcan al fortalecimiento de nuestro mundo. De
donde resulta que todos esos conocimientos devienen en constructos. Por
esta razón es comprensible que si un marco científico de referencia no se
arraiga en el medio donde se quiere aplicar, aparezcan rezagos y desfases

teórico-prácticos, con implicaciones disfuncionales para los sistemas cul-


turales, sociales, políticos y económicos. Tal ha sido el caso de nuestro país

y de sus ambientes, de nuestras culturas y de nuestros grupos humanos.


La situación empeora cuando los marcos de referencia que se emplean
aquí resultan copias textuales o limitaciones impuestas de paradigmas
desarraigados del contexto propio.

Estas imitaciones o copias, que resultan inviables, son fuente de des-


organización y anomia que llevan a tensiones expresadas en violencias,

desórdenes y abusos destructivos del medio ambiente. Necesitamos,


pues, construir paradigmas endógenos enraizados en nuestras propias
circunstancias, que reflejen la compleja realidad que tenemos y vivimos.

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Sección I. Teoría
Complejidad y vivencia en el trópico
Las condiciones vitales del país tropical colombiano –así amazónico
como andino– son únicas y diversas y por lo mismo inducen y exigen
explicaciones propias, manejos técnicos e instituciones eficaces según
paradigmas endógenos, alternativos y abiertos. Como viene sugerido,
estos constructos necesitan reflejar el contexto que los sustenta. Desde
el punto de vista del científico, el conocimiento de las realidades locales
resulta tanto más útil y rico cuanto más se liga con la comprensión y
autoridad de la vivencia personal. Autoridad científica e intuición que
provienen del contacto con la vida real, las circunstancias, el medio y la

geografía. Por lo mismo, de esta endogénesis pueden surgir descubri-


mientos e iniciativas útiles para la sociedad local que alivien las crisis

del propio contexto. Nosotros, los que pertenecemos a los trópicos, po-
seemos recursos privilegiados para acceder a estos conocimientos es-
peciales y sistematizarlos, con la contribución de los pueblos indígenas

involucrados de origen.
Es sabido que las características del medio tropical contrastan con las

de las zonas templadas de la Tierra. Pero de allí proceden las recomen-


daciones equivocadas muchas veces para el desarrollo económico, que

nos han predicado como suficientes o finales. Los paradigmas cerrados

de otras partes llevan con frecuencia a la castración intelectual en nues-


tro medio y al colonialismo intelectual. Además, son los mismos que en

las últimas décadas, y en particular en los países tropicales, han incidi-


do negativamente en el deterioro de las relaciones hombre-naturaleza.

Recordemos, entre otros ejemplos, que en la selva amazónica (donde se


suponía, de acuerdo con los paradigmas foráneos, presencia de suelos

ricos en nutrientes minerales) la escasez de nutrientes del suelo alcan-


za grados críticos, por lo cual las especies tienen que utilizar las más

sutiles posibilidades para tener acceso a aquéllos. Son nuestros grupos


campesinos y aborígenes los que mejor conocen de estos ciclos vitales

del continuo crecimiento, y los que han creado o descubierto varieda-


des de plantas útiles, así como formas de conducta y organización social

congruentes con esas condiciones básicas. Pero los paradigmas cerra-


dos construidos en las zonas templadas, por regla general son incapaces

de acomodar estas antiguas sabidurías indígenas.


He aquí una ilustración de lo que venimos diciendo: en nuestras tierras
se registran los índices de diversidad orgánica más altos. Cada día es
más evidente la extraordinaria diversidad biológica de nuestras selvas
húmedas y de los bosques y páramos, así como de las sabanas, arrecifes
de coral y pisos de los mares profundos. Retos similares se encuentran

en las costumbres, valores y formas de organización social que nos he-


mos dado, y que debemos ir ajustando con el paso del tiempo y con la

multiplicación de las necesidades. Pero también es aquí donde se pre-


sentan ahora los mayores descensos en la biodiversidad, y los mayores

peligros para la supervivencia de la sociedad y de la vida, no sólo en


Colombia sino en el mundo entero.

Así, la endogénesis explicativa y reproductiva es necesaria entre noso-


tros porque las condiciones locales que impone el contexto andino y

tropical son infinitas. Ello no está anticipado adecuadamente por los pa-
radigmas eurocéntricos. Debemos ser conscientes de las marcadas dife-
rencias del trópico en cuanto al clima, al suelo y al grado de complejidad

y fragilidad de nuestros ecosistemas en comparación con los de las otras


zonas. Ello condiciona la conducta humana y enriquece el acervo cultural.
La reconstrucción de la armonía entre el hombre y la naturaleza en
nuestro país obviamente implica empezar por conocer las peculiaridades
del medio en el cual nos corresponde vivir. Esto lleva a investigaciones

científicas independientes dirigidas a conocer la intrincada realidad natu-


ral y nuestro desenvolvimiento social y cultural. Ello puede hacerse den-
tro del marco de una concepción holística y sistémica que advierta sobre

la inconveniencia de generalizar los conocimientos de un fragmento de


la realidad a toda ella.

Recordemos que el clima tropical se caracteriza por la estacionalidad tér-


mica circadiana: verano en el día, invierno en la noche, condición que se

acentúa a medida que aumenta la altura en las montañas. El clima tro-


pical se caracteriza también por la ocurrencia de oscilaciones intermiten-
tes de la radiación, de la humedad relativa y de la temperatura durante

el período de luz del ciclo diario, no obstante la estabilidad de los pro-


medios mensuales de parámetros climáticos. Además, en los trópicos, en

áreas relativamente reducidas, existen centenares de especies de árboles


y de otros organismos, pero de cada una se encuentran pocos individuos
en el mismo sitio. Las abundancias suelen ser bajas, especialmente de la
megafauna.

La estructura del hábitat, a manera de una malla fina de nichos espe-


cíficos, es la forma como se concreta la gran complejidad y biodiversidad

de los ecosistemas tropicales. Éstas son características propias de nuestro


medio, que han condicionado a la vez formas de pensar, sentir y actuar en
nuestros grupos culturales y étnicos, cada cual en su lugar y en su región. De
este flujo dinámico pueden obtenerse soluciones efectivas para problemas
dados, por ser relevantes al medio contextual. Estas soluciones no pueden
entenderse ni aplicarse copiando o citando esquemas de otros contextos
como autoridad suficiente, sino liberándonos de éstos con el fin de ejercer
la plena autodisciplina investigativa de la observación y la inferencia.
Creatividad nacional y suma de saberes

Es por lo tanto posible, lógico y conveniente desarrollar paradigmas cien-


tíficos y marcos técnicos de referencia que, sin ignorar lo universal o lo

foráneo, privilegien la búsqueda de la creatividad propia. Para esta tarea

autopoiética, la idoneidad de nuestro elemento humano ha sido amplia-


mente confirmada y conocida desde hace siglos —por lo menos desde

el sabio Francisco José de Caldas—, por su acceso relativamente expedito

a los elementos intrínsecos del medio natural, por su creatividad y pro-


ducción con conocimientos tradicionales y modernos, sin necesidad de

xenofobia. Todo esto lo hemos realizado hasta ahora, como lo demuestran

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Sección I. Teoría
concursos recientes de inventores colombianos, pero en condiciones difí-

ciles a causa de la pobreza y explotación existentes, la discriminación po-


lítica y de clases, la dependencia político-económica y el fraccionamiento

de la sociedad, sin olvidar la subordinación anímica y mental.


No se trata de aislarnos del mundo intelectual externo ni de ser xenó-

fobos. Se requiere cumplir con una necesidad de acumulación de conoci-


mientos congruentes con nuestro crecimiento y progreso, que se define

como “suma de saberes”. La acumulación de los norteños y su superiori-


dad técnica no pueden negarse. Pero pueden ligarse, de manera horizon-
tal y respetuosa, con lo que los sureños hemos aprendido y descubierto

en el contexto propio y con la ciencia popular de suyo contextualizada.


Por fortuna, la llegada del nuevo siglo coincide con la disponibilidad de
novedosas herramientas analíticas de tipo abierto que se derivan de sa-
beres consolidados de diversa índole. Al combinarlas acá, con buen juicio

crítico, pueden ayudarnos a entender las dimensiones complejas, irregula-


res, multilineales y fractales de nuestras estructuras tropicales, así socia-
les como naturales. En esta forma sumatoria, teorías de europeos sobre

complejidad y sistemas (P.B.Checkland, Ernst Mayr) se enriquecen con las


de Maturana o con las de los indígenas Desana (“circuitos de la biosfera”)

estudiadas por Reichel; la teoría del caos (Mandelbrot, Prigogine) se re-


fresca con los estudios de la cotidianidad de la colega venezolana Jeanette

Abuabara; la cosmovisión participativa de Peter Reason se contextualiza


con la utopía participativa de Camilo Torres; el holismo de Bateson y Capra
encuentra apoyo en pensadores orientales y aborígenes. Se perfila así una

alianza de colegas del norte y del sur en la que podemos tomar parte mo-
tivados por los mismos problemas e impulsados por intereses similares,

una alianza entre iguales que logre corregir en todas partes los defectos
estructurales e injusticias del mundo contemporáneo.
Política científica propia

Este desarrollo propio en la resolución de conflictos sociales y disfun-


ciones con la naturaleza, debe ser meta principal de las políticas científi-
cas y culturales de nuestro país. Como hemos dicho, la simple repetición

o copia de paradigmas eurocéntricos debe detenerse si entendemos por


cultura la interacción de la sociedad con el medio social y natural que la
sustenta. Tenemos que potenciar tal interacción con el conocimiento de
nuestra historia, de nuestras realidades geográficas y de nuestros recursos

de tal modo que resulten valores compartidos, generadores de solidari-


dad, robustecedores de nuestra identidad cultural.

Para evitar tal insuceso, entre otros, nuestros centros educativos, aca-
démicos y científicos deben asumir el compromiso de superar la ten-
dencia a considerar la enseñanza que se imparte en cualquiera de los

niveles educativos como simple transmisión de la información que luego


los alumnos deben repetir de memoria cuando enfrentan las pruebas
de evaluación. Se debe también superar aquella confusión de equiparar
el significado del vocablo conocimiento con el del vocablo información.

Por el primero se debería entender el enunciado de interpretaciones abs-


tractas explicativas de los factores o causas implicadas en la ocurrencia
de un determinado fenómeno, natural o social. Interpretaciones a la vez

interrelacionables y conformantes de un cuerpo de explicaciones total,


dotado de la capacidad de generar predicciones, sometibles a la prueba
de la observación o experimentación.
En síntesis, se trataría de obtener que el conocimiento resulte de la

confrontación dialéctica de tales cuerpos de explicaciones o “saberes”, con-


formadores de las líneas de pensamiento con la realidad local, regional o

universal. Los conocimientos así obtenidos, pueden formularse en forma


de teorías, modelos o enunciados.

Por otra parte, la información se refiere a hechos, acontecimientos cuali-


tativos y cuantitativos en referencia a fenómenos de las realidades sociales

o naturales del ámbito local, regional, o universal. Sin embargo, la informa-


ción puede contribuir a originar conocimiento, si de la interrelación de sus

contenidos surgen interpretaciones explicativas, sometibles a prueba.


Estas diferenciaciones deberán tenerse en cuenta en el establecimiento
de criterios para la evaluación del rendimiento y nivel de calidad acadé-

mica, científica o tecnológica en nuestras instituciones educativas, en sus-


titución de aquellos criterios que apuntan a medir la simple capacidad de

retener en la memoria, así sea pasajeramente, la información sobre los te-


mas o asuntos expuestos en las cátedras o en los textos de estudio y con-
sulta. Sobra destacar la importancia que esto tendría tanto en la formación,

en nuestros países, de nuevas promociones de científicos, así como en los


procesos de creación de los conocimientos indispensables para señalar el

camino apropiado que conduzca a nuestra sociedad hacia el desarrollo sus-


tentable endógeno.

Universidad participativa

Nuestros centros educativos, académicos y científicos deben estable-


cer criterios, de acuerdo con las metas ya enunciadas, para la evalua-
ción de las tareas e informes técnicos. Tales criterios deben ser priori-
tariamente de inspiración local y no transferidos desde las regiones del

mundo hoy dominantes. Los productos de nuestros trabajos, deben ser


juzgados principalmente por su originalidad, pertinencia y utilidad para

nuestra propia sociedad. No pueden valer más por el sólo hecho de comu-
nicarse en inglés, francés o alemán, entre otras lenguas europeas, o por
publicarse en revistas de países avanzados. Tampoco debe perderse el
vínculo vital con lo propio y regional en las comisiones educativas que
se realicen en el exterior, ni tampoco querer repetir aquí versiones de lo
asimilado e inspirado en contextos foráneos.
Controlar la explotación inequitativa del conocimiento que producimos

cuando los interesados de otras latitudes desconocen los aportes y dere-


chos de los creadores raizales e indígenas, debe ser motivo de permanente

preocupación. No estamos proponiendo el retorno a formas coloniales de

explotación y exportación de productos tropicales, sino atender a un de-


sarrollo integral de éstos, que comprenda su valor agregado y las técnicas

de su transformación. Para estos fines conviene anticipar un uso sustenta-


ble y autonómico de nuestros recursos de tierra, agua, viento, sol y otras

fuentes de energía, así como las formas productivas y reconstructivas de la


ocupación humana del territorio, para lo cual es indispensable disponer de
conocimientos científicos contextualizados como viene dicho.

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Sección I. Teoría
Nuestras crisis se agudizan, entre otras razones, por la carencia de una
conciencia activa sobre el papel que ha tenido y tendrá el conocimiento

científico en el desarrollo de la humanidad, sea que provenga de las cien-


cias naturales o de las ciencias sociales. Tampoco existe clara conciencia

sobre el papel cumplido por el pensamiento racional causal en el desa-


rrollo de la ciencia postrenacentista. Menos aún sobre el que correspon-
derá al pensamiento sistémico complejo en el desarrollo y unificación de

las ciencias en las cuales podemos sustentar la interdisciplina.


Para apoyar estos procesos, necesitamos universidades democráticas y
altruistas que estimulen la participación creativa de los estudiantes en la

búsqueda de nuevos conocimientos, y en tal medida consideren la investi-


gación como herramienta pedagógica del mayor valor, sustentadora de la

autonomía académica. Que tengan por tarea prioritaria la consolidación


de un ambiente cultural que propicie la creatividad a lo largo de todas
las etapas de formación que contribuyan al proceso de reconstrucción
social y al bienestar de las mayorías desprotegidas de la población. Se
requiere universidades participativas comprometidas con el bien común,
en especial con las urgencias de las comunidades de base, que mediante

técnicas de educación, investigación y acción combinadas tomen en cuen-


ta la formación de ciudadanos capaces de emitir juicios fundamentados
en el conocimiento de las realidades sociales y naturales. Las universi-
dades participativas deben ser crisoles centrales de los mecanismos de

creación, acumulación, enseñanza y difusión del conocimiento.


Esto contribuirá a sustituir las definiciones discriminatorias entre lo
académico y lo popular y entre lo científico y lo político, sobre todo en
la medida en que se haga énfasis en las relaciones complementarias. Así
también merecemos vivir y progresar de manera satisfactoria y digna de
autoestima, empleando nuestros grandes y valiosos recursos.

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