2PED. Violencia Política
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2PED. Violencia Política
1.INTRODUCCIÓN..........................................................................................................3
2.CONTEXTO...................................................................................................................3
3. DEBATE ESTRATÉGICO EN LA TRANSICÓN........................................................4
4.LA TRANSICIÓN COMO FRUSTRACIÓN.................................................................7
5.CONCLUSIONES..........................................................................................................9
6.BIBLIOGRAFÍA...........................................................................................................10
1.INTRODUCCIÓN
El trabajo que se presenta a continuación versa sobre la historia de ETA en los años de la
transición española. A lo largo de estas páginas se tratan aspectos relacionados con la
estrategia política y la acción terrorista etarra y su relación con el cambio sistémico que se
estaba produciendo en el país. De esta manera, las batallas internas, las escisiones, la
evolución y el modus operandi de la organización estarán directamente conectados con el
contexto transicional; momento en el que también se apuntalan muchas de las claves para
su desarrollo futuro. En este tiempo, ETA pasará de percibirse como un foco de lucha
contra la dictadura franquista que había alcanzado cierta legitimidad social, a confirmarse
como una de las principales preocupaciones para los españoles a causa de sus alarmantes
niveles de violencia durante el asentamiento democrático.
Como documentación para la realización del trabajo se han utilizado ensayos sobre la
violencia política acontecida en la transición española, investigaciones específicas acerca
de la actividad etarra en esta etapa, estudios estadísticos centrados en la naturaleza y el
efecto de este terrorismo y, también, análisis generales de la historia de ETA.
1
RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, J.L. Los terrorismos en la crisis del franquismo y en la transición política a la
democracia. Historia del Presente, nº 13, 2009. pp. 133-152.
En un principio ETA estuvo integrada por estudiantes de clase media urbana nacidos en el
seno de familias de tradición nacionalista aunque, posteriormente, se sumarían miembros
salidos del movimiento obrero católico, así como provenientes de aéreas suburbanas de
malas condiciones socioeconómicas. Las claves para el reclutamiento inicial estuvieron
relacionadas con la represión física y simbólica sufrida por el pueblo vasco durante la
dictadura, la influencia religiosa, el sentimiento étnico, la dinámica de movilizaciones
populares y un ambiente de cultura política autoritaria. Se consolidó un clima de
compromiso activo con la comunidad, la identidad y la tradición vasca, lo que se tradujo
en un fuerte activismo reforzado, además, por las estructuras locales de sociabilidad.2 En el
contexto franquista, se asumió la lucha armada como una respuesta necesaria para derribar
una dictadura que justificaba el radicalismo.
Por otro lado, cabe apuntar que en la etapa que nos atañe `ETA´ no representó una
estructura única, ni tuvo un carácter homogéneo. En 1974 se había dividió en dos
tendencias, la político-militar (ETA-pm) y la militar (ETA-m). En un principio, la mayor
parte de los terroristas pasó a formar parte de ETA-pm, sin embargo esta organización
desaparecería a lo largo de la década de los ochenta a causa de las contradicciones por el
uso simultáneo de las vías política y armada. Por su parte, ETA-m se haría con la
hegemonía terrorista desde 1977 y sostendría el legado etarra hasta el 2018 (anuncio de
disolución), aunque su última víctima mortal aconteció en el año 2010.
2
LLERA, F. ETA: ejército secreto y movimiento social. Revista de Estudios Políticos (Nueva Época). N º78,
1992. pp. 161-193
3
MUÑOZ ALONSO, A. Golpismo y terrorismo en la transición democrática española. Revista española de
investigaciones sociológicas. Nº 36, 1986. pp. 25-34.
De igual modo, para contextualizar la potencia lesiva de ETA y la destacada relevancia del
periodo transicional (desde la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, hasta la
victoria del PSOE en 1982) para la definición del proyecto político-terrorista de la
organización, resulta interesante ilustrar el escenario con algunos datos. Durante dicha
coyuntura se produjeron en España 665 muertes a causa de la violencia política (503 sin
contar las estatales), siendo 308 de ellas a cargo de ETA-m y 24 de ETA-pm. 4
Anteriormente, desde el primer atentado mortal de ETA en 1968, hasta la muerte de
Franco, el grupo mató a 43 personas, lo que supone solamente el 5 % sobre las victimas
totales de la organización. Además, aproximadamente una cuarta parte de dichas víctimas
totales tuvo lugar entre 1979 y 1980, época en que se negoció el Estatuto de Autonomía
para el País Vasco y se celebraron elecciones al primer gobierno regional vasco.5
Desde mediados de la década de los sesenta ya se abrió una lucha múltiple: los etno-
nacionalistas, encabezados por la vieja generación de fundadores, se encontraban
enfrentados con los seguidores más jóvenes, marxistas leninistas; por otro lado, los que
defendían la movilización de un frente nacional con organizaciones moderadas chocaban
con los izquierdistas que preferían un frente de clase; finalmente, los que apoyaban la
preponderancia del activismo político se oponían a la lucha violenta más radicalizada. La
situación de cambiante equilibrio se iba a decidir parcialmente en favor del grupo etno-
nacionalista en coalición con los militaristas extremos, pero sumando una retórica
izquierdista. 7 Además, en los pasajes finales de la dictadura franquista el frente militarista
de ETA se encontró divido en dos facciones. Una de ellas estaba representada por la
dirección en el exilio que defendía la prioridad de las estrategias militares, y la otra la
integrarían los activistas que permanecían en España, quienes combinaban estrategias
políticas y militares tratando de aprovechar el nuevo contexto de movilización popular
4
SÁNCHEZ-CUENCA, I. La violencia terrorista en la transición española a la democracia. Historia del
presente. Nº 14, 2009. pp. 9-24.
5
LLERA, F. ETA: ejército secreto y movimiento social. Revista de Estudios Políticos (Nueva Época). N º
78, 1992. pp. 161-193
6
ARÓSTEGUI, J. CALLEJA, E. SOUTO, S. La violencia política en la España del siglo XX. Cuadernos de
historia Contemporánea. Nº 2, 2000. pp. 53-94.
7
LLERA, F. ETA: ejército secreto y movimiento social. Revista de Estudios Políticos (Nueva Época). N º78,
1992. pp. 161-193
que se abrió en España. La brecha estratégica se tornaría irreconciliable y se produjo la ya
citada división entre ETA-m y ETA-pm de 1974; aunque ambos grupos continuarían
teniendo los mismos objetivos políticos para el país vasco conjugados en la independencia
y el socialismo.
Esta bifurcación de tendencias surgió, sobre todo, a raíz del debate sobre cómo coordinar
la lucha armada y la lucha de masas en una situación política cambiante, a lo que le
sumarían las rivalidades personales y los choques generacionales. Pertur, un joven
intelectual, encabezó el cambio de rumbo de ETA-pm definiendo sus principales puntos en
la `Ponencia Otsagabia´, que se aprobarían en la Asamblea VII de septiembre de 1976. En
dicha ponencia Pertur defendió un `desdoblamiento específico´ caracterizado por la
simultaneidad de un grupo político representado por un partido de corte bolchevique (EIA)
enfocado en la lucha electoral y siendo la vanguardia organizativa; y un grupo militar
conformado por ETA-pm con un rol de retaguardia, que utilizaría la acción terrorista como
defensa de las conquistas del partido.8 De esta manera, ETA-pm, anticipando el cambio de
rumbo político español, decidió participar en el nuevo sistema de democracia
parlamentaria, para lo que adaptaría su estrategia pasando a combinar actividades políticas
y militares y separando los aparatos legal e ilegal.
Por su parte, ETA-m, que afrontaría los comicios predicando la abstención y el boicot
activo, decidió mantener su naturaleza clandestina y un rol plenamente revolucionario. Los
milis fueron inicialmente la facción minoritaria de la escisión, aunque se habían quedado
con la mayoría del dinero y las armas. Además, se expusieron menos en sus acciones
terroristas en esta coyuntura evitando importantes desarticulaciones policiales y se
8
SOLDEVILLA, G. El nacionalismo vasco radical ante la transición española. Historia Contemporánea. Nº
35, 2007. pp. 817-844.
beneficiaron de tener una línea interna unitaria y un líder respetado como `Argala´. 9 No
obstante, las citadas elecciones de 1977 supusieron un duro revés para los intereses de
ETA-m pues EE consiguió convencer a 61.417 electores (1 diputado), lo que sumado al
éxito del PNV y del PSOE y la alta participación de vascos y navarros, mandó un mensaje
acerca de la escasa influencia y el limitado respaldo social con el que contaba la estrategia
de la organización. ETA-m culpó de lo ocurrido a ETA-pm, achacando que era
consecuencia de su `domesticación´ y comenzó a confeccionar un nuevo plan que pasaba
por forzar al gobierno de aceptar la `Alternativa KAS´ como condición para el abandono
de la lucha armada.
El KAS era un órgano colectivo formado por partidos, sindicatos, movimientos sociales y
organizaciones armadas que actuó, desde la etapa de la transición, como la coordinadora
consultiva preferente de la izquierda aberzale. Su objetivo fue la consecución de unos
mínimos unitarios que blindasen la supervivencia de la lucha nacionalista. En 1976
presentó un programa conocido como `Alternativa KAS´ caracterizado por ocho puntos
(amnistía, libertades democráticas, mejora de condiciones para la clase obrera…) que en
estos momentos (principios de 1978) venía a significar principalmente el reconocimiento
por parte del gobierno central del derecho de autodeterminación para Euskadi. Además de
este nuevo medio de presión, las circunstancias coyunturales convencieron a ETA-m de
que la creación de un brazo político era una de las mejores garantías para evitar una
posible (auto)marginación.
Así pues, ETA-m como foco dirigente decidió tener como partido en la retaguardia a
HASI y a la coalición Herri Batasuna (HB) como su cobertura electoral; desarrollando de
este modo un mecanismo de rangos a la inversa del empleado por ETA-pm y EIA. ETA-
m acabaría ganando la disputa a ETA-pm gracias a la mayor transversalidad de sus dos
frentes abertzales: el político y el militar. Consiguió expulsar a EIA del KAS; también de
los medios de comunicación más influyentes como el diario `Egin´ y la revista `Punto y
Hora de Euskal Herria´; así como de organizaciones de masas como ASK y LAB. 10
Además, la colisión frontal entre los proyectos políticos de EE y HB se saldó a favor de
estos últimos, confirmándose en las elecciones generales de 1979 cuando dobló en votos
HB (172.110) a EE (85.677).11
9
SOLDEVILLA, G. El nacionalismo vasco radical ante la transición española. Historia Contemporánea. Nº
35, 2007. pp. 817-844.
10
Ibídem.
11
Elecciones generales 1 de marzo de 1979. www.congreso.es
4.LA TRANSICIÓN COMO FRUSTRACIÓN. Acción terrorista.
ETA-m acoge con rabia el descenso de las movilizaciones populares, motivado de forma
general por la reorientación esfuerzos políticos a la lucha electoral, siendo en el País Vasco
también determinante la consecución de la amnistía parcial y posterior aceptación del
Estatuto de Autonomía (en contra de las tesis etarras). El rechazo al camino de la
transición, que marginó políticamente las opciones extremistas y mostró la debilidad de
sus apoyos sociales, la canalizaría mediante el recurso a la violencia. De este modo, ETA-
m inició una brutal campaña de atentados que alcanzaría su techo en el cuarto trimestre de
1978, en la coyuntura del referéndum constitucional, que sería el más sangriento de la
historia de ETA con casi 40 asesinatos. 13 Esta escalada el grupo terrorista dejó claro que
iba a apostar por una guerra de desgaste con la que pretendía desestabilizar el asentamiento
democrático y forzar al Estado a ceder ante sus demandas soberanistas.
Así pues, ETA recrudeció su actividad en esta coyuntura buscando por un lado conseguir
su reconocimiento como interlocutor político, que permitiera la negociación con el
Gobierno de la Alternativa KAS y, además, por la necesidad como organización de
conservar su campo de influencia social frente al nacionalismo tradicional, abanderado por
el PNV. Entre 1978 y 1982 ETA-m cometió de 942 atentados de los cuales se contarían
284 víctimas*. De estas muertes, 83 corresponderían a la Guardia civil, 51 al Cuerpo
Nacional Policía, 36 a las Fuerzas Armadas de España, 11 a la Policía Municipal, y 103
serían civiles. Los fallecidos civiles se corresponden principalmente con errores de ETA,
(por confusiones de identidad o daños colaterales de atentados no dirigidos contra ellos),
así como con personas acusadas de colaborar con la policía y de tráfico de drogas y
también con sus `enemigos ideológicos´. Por otro lado, Guipúzcoa y Vizcaya serían las dos
provincias con mayor número de víctimas, seguidas por Madrid, Barcelona, Álava y
Navarra. Del mismo modo, la mayor parte de las muertes serían cometidas con armas de
12
SÁNCHEZ-CUENCA, I. La violencia terrorista en la transición española a la democracia. Historia del
presente. Nº 14, 2009. pp. 9-24.
13
* ETA-pm (activo en el plano terrorista hasta 1981) desde 1978 realizaría 132 atentados, causando 13
víctimas mortales.
SÁNCHEZ-CUENCA, I. La violencia terrorista en la transición española a la democracia. Historia del
presente. Nº 14, 2009. pp. 9-24.
fuego, por encima de las causadas mediante artefactos explosivos. 14
A través de los balances estadísticos se puede observar cómo, en los años finales de la
transición, los atentados etarras impregnaron la vida diaria española.15 La organización,
aprovechando la fortaleza de la que gozaba su estructura en esta coyuntura, trató de ocultar
su fracaso político mediante el uso del plomo, desplegando un escenario de extrema
cotidianeidad de la actividad terrorista. ETA mantuvo su espiral de violencia apoyándola
principalmente en tres líneas estratégicas: el enfrentamiento directo contra el Estado como
medio de presión, el apoyo a las movilizaciones populares como fue el caso de la campaña
contra la central nuclear de Lemóniz y la atemorización social para granjear un silencio
cómplice. Esta extensión entre la sociedad de un miedo generalizado perseguía el objetivo
de evitar cualquier conato de resistencia cívica o de colaboración con el `enemigo´. Este
temor se manifestó, por ejemplo, con la inhibición política y social ante el terrorismo o la
cautelosa actuación de los medios informativos.16
Al mismo tiempo que se desarrollaba esta estrategia terrorista, ETA y su entorno político
decidieron mantenerse en una posición de negación hacia las vías institucionales abiertas
por la constitución y el Estatuto de Autonomía (HB no acudía al Congreso de los
Diputados ni al Parlamento Vasco). Sin embargo, fueron incapaces proponer exitosamente
un proyecto político alternativo; algo que se hizo patente, por ejemplo, con el fracaso de la
iniciativa de la Asamblea Nacional de Euskal Herria (EHBN) proyectada como un posible
contrapoder. Tampoco consiguieron generar una legitimidad social que desplazara el
marco estatuario de 1979 y, además, los contactos con el gobierno español nunca
resultaron fructíferos. De esta manera, a ETA solo les quedaría una huida hacia adelante,
ensanchando el camino de la resistencia por la fuerza y el activismo armado.
5.CONCLUSIONES.
El número de atentados de ETA descendió (1976-1977) cuando ETA interpretó que las
movilizaciones sociales darían lugar a un proceso rupturista que permitiera la
independencia. Pero cuando comprobó que el nacionalismo vasco carecía de base social
suficiente para establecer este escenario, ETA inició su escalada terrorista para tratar de
chantajear al Estado, obligándole a decidir sobre si prefería mantener el coste de la acción
terrorista o ceder y abrir un proceso soberanista para el País Vasco.
Además, desde la línea interpretativa de ETA, esta coyuntura tenía una importancia clave
ya que justamente el reformismo político emprendido en ella, sería el causante de alejar
enormemente conquistas angulares como eran la independencia y el socialismo. De esta
manera, a través del establecimiento por parte del Gobierno español de un marco
democrático (libertades, Amnistía, Constitución, Estatuto…) que convenció a la mayoría
de la población vasca (y la desmovilizó) se congelaban indefinidamente las metas
revolucionarias que predicaba ETA desde su nacimiento. Por lo tanto, la argumentación
para desestabilizar el proceso de la transición resultaba clara: su consolidación significaba
un inasumible paso atrás. No obstante, lo cierto es que los actos terroristas de ETA en
ningún momento facilitaron las reclamaciones soberanistas en el periodo transicional, sino
que demostraron ser la parte principal de un modus operandi completamente
contraproducente para los intereses etarras. El grupo terrorista fue aumentando
progresivamente su impopularidad y se confirmó su divorcio con la opinión pública, que
tenía como principal losa las inexplicables muertes de civiles y la constante atmósfera de
temor caracterizada por atentados prácticamente diarios.
El año 1981, aunque el 23F provocaría una radicalización verbal de ETA, marcó fin del
vertiginoso ciclo de violencia desarrollado por la organización en los años anteriores. El
1980 fue el año que se saldó con mayor número de detenidos relacionados con ETA de su
historia, lo que ayudó a bajar el ritmo de ataques terroristas. Tras ello, el grupo continuaría
su actividad pero nunca igualando los niveles de violencia entre 1978 y 1980.18
Por otro lado, a pesar de los intentos iniciados durante la transición de combinar la acción
violenta y la política, primero con el caso de ETA-pm y luego también de ETA-m, la
vinculación de los partidos resultantes con la matriz terrorista (o su interdependencia)
minimizaba sus opciones electorales y perjudicaba su capacidad de negociación en los
canales democráticos, lo que a su vez arrinconaba cada vez más el campo de influencia
social de ETA. EIA se disolvería en 1981 y EE se acabaría fusionando en 1993 con el
Partido Socialista de Euskadi (PSE). Por su parte, en 2003 se ilegalizaría Batasuna
(heredera de HB desde 2001), sin conseguir nunca salir de la sombra de la hegemonía
nacionalista representada por el PNV.
18
SÁNCHEZ-CUENCA, I. La violencia terrorista en la transición española a la democracia. Historia del
presente. Nº 14, 2009. pp. 9-24.
El terrorismo de ETA, de igual modo, sería la principal punta de lanza que derriba el mito
de la transición pacífica entendido como elemento aglutinador para la reconciliación de la
ciudadanía democrática. La violencia política no fue una anomalía dentro de la escena de
consenso, sino que tuvo un rol determinante, que permite se situarla como un eje
interpretativo de esta etapa.19 Este proceso transicional conseguiría ser lo suficientemente
útil en aquellos momentos para la gran parte de la sociedad, pero también cercenó las
expectativas y esperanzas de ciertos planteamientos, como el nacionalismo radical etarra,
que se vieron marginados por su falta de apoyo social y abrazaron la ley del gatillo para
intentar influir políticamente. Así, ETA confirmó su naturaleza sanguinaria en la época de
la transición; un tiempo que, aplicando una cita de Antonio Gramsci, sería el intervalo
claroscuro, entre un viejo mundo que se muere y un nuevo que tarda en nacer, en el que
aparecen los monstruos.
6.BIBLIOGRAFÍA
19
BABY, S. El mito de la transición pacífica. Violencia y política en España (1975-1982). Madrid:
Ediciones Akal, 2018. p.27.
-RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, J.L. Los terrorismos en la crisis del franquismo y en la
transición política a la democracia. Historia del Presente. Nº 13, 2009.