Poderosa Autoestima - Jose Miguel Gaona
Poderosa Autoestima - Jose Miguel Gaona
Poderosa Autoestima - Jose Miguel Gaona
Dedicatoria
Agradecimientos
Introducción
PARTE I
TÚ Y TU AUTOESTIMA
CAPÍTULO 1. EL SELLO DE NUESTRA PERSONALIDAD: LA
AUTOESTIMA
¿QUÉ ES LA AUTOESTIMA?
AUTOESTIMA Y AUTOCONCEPTO
¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE LA AUTOESTIMA?
¿CÓMO SE DESARROLLA LA AUTOESTIMA?
¿DE DÓNDE SURGE LA AUTOESTIMA?
LA IMPORTANCIA DE UNA AUTOESTIMA ELEVADA
UN TRÍO PERFECTO: LA AUTOESTIMA, LOS DEMÁS Y YO MISMA
HACIENDO CAMINO: AUTOESTIMA Y NUESTRA PROPIA VIDA
FALSA AUTOESTIMA Y SENTIMIENTO DE SUPERIORIDAD
APRENDIENDO A CONOCERSE
PARTE II
LA AUTOESTIMA COMO CIMIENTO DE UNA VIDA FELIZ
CAPÍTULO 3. LA NUEVA MUJER DEL SIGLO XXI
TU CUERPO Y LA AUTOESTIMA
UNA DIETA DE... ¡AUTOESTIMA!
PERSONALIDAD, AUTOESTIMA Y OBESIDAD
ENVEJECIMIENTO Y AUTOESTIMA
AUTOESTIMA: LA MEJOR MEDICINA PREVENTIVA PARA LA SALUD
LA AUTOESTIMA Y LAS INFECCIONES
CAPÍTULO 6. EL TRABAJO Y TÚ
SUPERANDO EL DESEMPLEO
CAMINANDO HACIA EL ÉXITO
YA HE SUPERADO A MI PAREJA, ¿Y AHORA QUÉ?
PARTE III
APRENDE DE TI MISMA: CADA VEZ MÁS FUERTE
CAPÍTULO 7. «MEJORANDO LO PRESENTE»
CAMBIANDO LA AUTOESTIMA: ¿POR QUÉ?, ¿PARA QUÉ?
PROYECTA AHORA TU FUTURO, EN ÉL PASARÁS EL RESTO DE TU VIDA
¿CAMBIANDO?, ¡SÍ!, «PASITO A PASITO»
AUTOESTIMA Y EGOÍSMO
AYUDAR A LOS QUE TIENEN BAJA AUTOESTIMA
LA CURACIÓN
ANEXO
CUESTIONARIO Y AUTOEVALUACIÓN
Relación de cuadros
Notas
Créditos
A mi hijas: Marina y Lourdes.
OSCAR WILDE
Agradecimientos
Desde el punto de vista psicológico, estaríamos ante niños y hombres con autoestima
sobrevalorada frente a niñas y mujeres infravaloradas y con baja autoestima.
TÚ Y TU AUTOESTIMA
Capítulo 1
¿QUÉ ES LA AUTOESTIMA?
Al entrar en aquel enorme edificio, Marta comprendió que aquella noche
de graduación iba a ser más especial de lo esperado. Todos sus
compañeros compartían el nerviosismo del momento. Sus nombres eran
leídos, y se escuchaban por unos enormes altavoces por todo el aula
magna. Uno a uno se acercaban al centro del estrado, donde, entre
vítores y aplausos de sus familias y amigos, recibían su diploma de
manos del decano. Marta avanzó, decidida como siempre, a recoger el
fruto de arduos años de esfuerzo. Toda la sala estalló en un sonoro
aplauso. No era especialmente inteligente, ni tampoco excesivamente
guapa, pero todo su ser desprendía un halo de seguridad y de felicidad
que, como un faro, irradiaba a los demás. El chico más atractivo o la
compañera más inteligente de la clase habían acudido en más de una
ocasión a pedirle consejo. Marta sabía elegir y tenía confianza en sí
misma, pero, desde luego, aspiraba a ser feliz. Desde niña había
aprendido que merecía ser feliz. Marta no se contentaba con menos, ya
que conocía su propio valor. Era poseedora de un valor, fuente de
riqueza para ella y los que la rodeaban: autoestima.
Cuando la valoración que hacemos de nosotros mismos es beneficiosa para nuestra calidad de
vida, se puede decir que tenemos una autoestima positiva, mientras que si es perjudicial nos
hallamos ante una autoestima negativa.
«Importa mucho más lo que tú pienses de ti mismo que lo que opinen de ti».
SÉNECA
Las frases favoritas de Esther eran: «No puedo soportar esto» o «no
puedo soportar esto otro». La intolerancia y las actitudes negativas la habían
convertido, progresivamente, en una persona «incómoda» para muchos de sus
conocidos y amistades. Esther, en realidad, no soportaba los errores y las
faltas ajenos, porque no había aprendido a sufrir las propias: no se toleraba
ella misma. Su autoestima, precariamente construida desde su niñez, no la
convertía en correcta candidata a enfrentarse a los desafíos básicos de la vida
—el amor, las relaciones con familia y amistades, saber elegir y ser eficaces
en nuestro trabajo, etc.—. En definitiva, era incapaz de ser feliz o, por lo
menos, de emprender el camino para lograrlo. A pesar de ser el blanco de
miradas y la envidia de muchas mujeres que no la conocían en su intimidad,
Esther no se gustaba a sí misma, es más, se aborrecía profundamente.
Muchas personas pueden admirarnos y nosotros percibir dicha
admiración, pero, sin embargo, sentirnos miserables cuando nos enfrentamos
al espejo de nuestra autoestima. Pensemos, por ejemplo, en la multitud de
personajes conocidos que tienen que depender de sustancias y drogas para
poder seguir adelante y, en muchos casos, llegan a quitarse la vida. Todo un
mundo de admiración por nosotros no sustituye lo más importante:
admirarnos a nosotros mismos.
AUTOESTIMA Y AUTOCONCEPTO
Es posible que en un primer momento autoestima y autoconcepto nos
parezcan sinónimos. No obstante, es preciso hacer y marcar distinciones entre
ambas ideas. El autoconcepto es una configuración organizada de
percepciones acerca de nosotros mismos, una apreciación de nuestras propias
características y habilidades (perseverancia, honradez, fidelidad, etc.) en
relación con nosotros mismos, nuestro entorno personal y el medio que nos
rodea. Es el edificio que hemos construido con nuestros mejores valores y la
fuente de donde se nutre nuestra autoestima. En definitiva, la base o
cimientos de la autoestima.
Por otra parte, la autoestima se refiere al valor que nosotros le damos a
este autoconcepto. Se la podría considerar como la parte afectiva del mismo.
Ambas ideas están ligadas, una a la otra, por vasos comunicantes, y
podríamos considerarlas, en los seres humanos, como inseparables de nuestra
personalidad.
El autoconcepto y la autoestima desempeñan un papel determinante en
la vida de las personas. Los éxitos y los fracasos, la satisfacción personal con
uno mismo, el bienestar psíquico y el conjunto de relaciones sociales
imprimen su sello: muestran, en definitiva, nuestra impronta, trascendental en
la vida personal, profesional y social. El autoconcepto favorece el sentido de
la propia identidad, constituye un punto de referencia desde el cual interpretar
la realidad externa y las propias experiencias, ya que influye en el
rendimiento, condiciona las expectativas y la motivación y contribuye a la
salud y al equilibrio psíquicos.
«Nadie vino a este mundo para hacerte feliz más que tú mismo. La persona más importante no son
ni tus hijos, porque ellos crecen y se van; ni tu madre, porque ya te crio; ni tu esposo, porque al
final es un extraño, ¿y entonces? ¿ Quién es la persona más importante de este mundo? Tú...
¡Nunca lo olvides!».
TESTIMONIO PERSONAL
Cuadro 1
MIRANDO DENTRO DE NOSOTROS MISMOS: LA AUTOESTIMA
La autoestima es una forma de valorarnos a nosotros mismos. Una forma de verdadero afecto.
Si la valoración es favorable, nuestra autoestima será positiva. Si no lo es, ocurrirá lo contrario.
Podremos rodeamos de lujos, pero no debemos olvidar que la única «marca» de calidad que
nos debe importar es la de nuestra autoestima.
«Nunca llegarás a tu destino si te detienes a tirarle piedras a cualquier perro que ladre».
WINSTON CHURCHILL
Educación rica en seguridad => Sensación de seguridad en nosotros mismos => Ser capaces.
Cuadro 2
IMPORTANCIA DE LA AUTOESTIMA
La presencia de la autoestima debe ser incondicional: tanto cuando las cosas van bien como
cuando van mal.
Una buena autoestima nos convertirá en personas más sabias, curiosas, con sentido del humor
y mayor tolerancia a la frustración. Más seguros de nosotros mismos.
No tengamos miedo de estar orgullosos de nuestra autoestima. No la confundamos con la
jactancia, carente de elementos consolidadores de nuestra personalidad.
Sentirnos seguros de nosotros mismos nos otorgará la capacidad para pensar que podemos
afrontar los problemas que se vayan presentando.
Sentir que merecemos las cosas positivas que nos acontecen. Esto hará que adquiramos el
derecho a ser felices.
Cuadro 3
UNOS CUIDADOS PARA NIÑOS, UNA AUTOESTIMA DE GIGANTES
Una persona con un alto sentido de la autoestima siente que es una persona buena y capaz, y que
su forma de actuar influye en su vida y en la de otros. Una persona con poca autoestima piensa que
no vale como persona y que su forma de actuar no influye en su vida o en la de otros.
Una alta autoestima nos hará saber que hemos obtenido buenos
resultados gracias a nuestro esfuerzo personal, a nuestra propia valía y no a
factores dependientes del azar o de malas artes. Aprenderemos a ser
agradecidos con los demás y con lo que la vida nos traerá como gratificación
a nuestro esfuerzo. En caso de que las cosas no vayan tan bien como
habíamos pensado, mantendremos la calma y sabremos que, por lo menos,
hemos vivido una experiencia que nos enriquecerá.
Con una alta autoestima seremos más reflexivos, ya que, debido a
nuestro interés por aprender, habremos acumulado una carga de experiencias
suficientemente rica como para poder experimentar y valorar cada situación
de manera individual. Seremos más acertados a la hora de tomar nuestras
decisiones. Esta capacidad de reflexión también nos ayudará a planificar de
mejor manera nuestra vida, pues podremos ver con perspectiva muchas
situaciones antes de que sucedan. No es necesario mencionar, siguiendo este
pensamiento de hechos encadenados, que un mejor aprendizaje, una mayor
reflexión y planificación, provocarán una serie de ventajas en diversos planos
de nuestras vidas: mejorarán nuestras perspectivas económicas, lo que
redundará en una mayor libertad de acción y autonomía. Seremos un poco
más dueños de lo que hacemos y de nuestro destino.
Si sentimos que estamos actuando en nuestro beneficio y con el sentido
que le hemos querido dar a nuestra vida, viviremos el trabajo como algo
gratificante que cumple su lugar y no como una imposición. El trabajo
cumplirá la función de actuar como medio para lograr objetivos de una
manera activa, mientras que, si somos pasivos, daremos bandazos arrastrados
por acontecimientos y factores. De nuevo actuaremos como timoneles para
dirigir nuestro destino.
En otros planos, no menos importantes, como la apariencia física o los
cuidados que proporcionamos a nuestro cuerpo, también se proyecta una
autoestima que debe sintonizar con nuestra salud. Una persona que se aprecie
a sí misma procurará proporcionarse todo tipo de cuidados que la mejoren
desde el punto de vista sanitario: comerá lo mejor posible, hará ejercicio
regular, se abstendrá de tomar sustancias tóxicas, etc. Además, mantendrá su
cuerpo en estado inmejorable mediante visitas regulares a su médico de
cabecera, al dentista o cualquier otro especialista del que requiera su
atención.
Cuadro 4
UNA AUTOESTIMA ELEVADA...
Cuadro 5
PERSONAS CON FALSA AUTOESTIMA, FALSA SUPERIORIDAD
Carecen de valores propios de personas con alta autoestima: segundad en sí mismos, respeto a
las opiniones ajenas, aprender del éxito de los demás, etc.
Exageran méritos y capacidades. Gustan de deslumbrar y buscan la admiración como un
objetivo en sí mismo.
No soportan críticas dada la precaria construcción de su autoestima.
APRENDIENDO A CONOCERSE
Alejandra solía repetir, mientras sacudía la cabeza, con las manos
hundidas en los cabellos: «¡Pero si no sé quién soy realmente!». Su vida
había transcurrido sin más altibajos que los propios de cualquier
noviazgo y posterior matrimonio. En la adolescencia había tenido como
referencia a los ídolos habituales de su época, pero su falta de
experiencia, debido a una inicial sobreprotección por parte de sus padres
y luego, por influencia de su esposo, la habían convertido en una
persona sin mayores vivencias, sin éxitos ni fracasos, sin grandes
alegrías ni profundas tristezas. Alejandra se miraba, cada mañana, al
espejo y no conocía la imagen que este le reflejaba.
4. ¿Es muy riguroso, insiste en que todo lo que hagamos ha de ser brillante
porque, de otro modo, lo considera inadecuado para nosotros?
Una buena autoestima no dirige su esfuerzo o finalidad hacia resultados
aparentemente «brillantes». Estos ocurren por sí solos como consecuencia, no
esforzada, sino natural, de una tarea bien hecha. Cualquier error en personas
con alta autoestima será considerado como algo natural que forma parte del
proceso de crecimiento.
Cuadro 6
APRENDIENDO A CONOCERSE
Preguntarse «¿Quiénes somos?» forma parte natural de la psicología del ser humano.
La importancia de responder a la anterior pregunta reside en ser el primer paso para poder
aceptarnos o un punto de partida para iniciar un cambio.
«Juguemos» a vernos desde fuera. Tengamos el valor de afrontar nuestros defectos y de
sentirnos orgullosos de nuestras virtudes.
No nos dejemos engañar por una «falsa autoestima». «No es oro todo lo que reluce».
Capítulo 2
Cuando nos demos valor y cambiemos nuestra actitud, el mundo se transformará para nosotros:
será más amable y menos hostil. Habremos señalado nuestra valía.
Nuestro sentido de valía personal está influido por cómo pensamos que nos ven otras personas,
cuánto nos valoramos y cuánto parece que nos valoran los demás.
Cuadro 7
APRENDER A PENSAR POSITIVAMENTE
Está muy bien que los demás tengan una opinión positiva de nosotros, pero lo más importante
es que también la tengamos nosotros mismos.
Una mala imagen de nosotros mismos nos inducirá a pensar: «No merezco nada». Una buena
idea de nosotros producirá el efecto contrario.
Dignidad y eficacia son las fuentes del pensamiento positivo. Sobre ellas se construye todo el
mecanismo de la positividad.
Reduzcamos la parte más crítica de nosotros mismos. ¡Démonos una oportunidad!
Para cambiar el pensamiento negativo, escojamos, en primer lugar, objetivos realistas y
acordes con nuestras intenciones.
Sigamos un método para evolucionar. No hay prisa, tenemos toda la vida por delante.
En otros casos son las madres y los padres quienes cultivan en sus hijos
una de las peores formas de herencia: la autoacusación. La persona se siente
culpable de todo: «Yo tengo la culpa. ¡Tendría que haberme dado cuenta!».
Ya sea por razones religiosas o estrictamente culturales, la culpa se presenta
como un peso que todos debemos, indefectiblemente, llevar dentro de lo más
íntimo de nosotros mismos.
Esta tendencia hacia la autoacusación se podría calificar de
«culpabilidad neurótica», ya que la persona se incrimina y condena por
conductas que no siempre son objetivamente malas, exagera la magnitud de
sus errores y delitos y/o los lamenta indefinidamente, sin llegar nunca a
perdonarse por completo. Esta distorsión puede suceder, por ejemplo, cuando
fallece una persona querida y cercana. Es frecuente que nos sintamos
irracionalmente culpables de todas aquellas atenciones que omitimos en la
vida del ser querido.
En otras ocasiones somos víctimas de las falacias de control. Esta
distorsión del pensamiento, con tan enigmático nombre, nos produce la
sensación de tener una responsabilidad total con todo y con todos o, por el
contrario, nos hace sentir que no tenemos control sobre nada, que somos unas
«víctimas desamparadas». Habitualmente, a través de esa responsabilidad que
hemos asumido libremente, se intenta «ganar» el respeto ajeno. Por ejemplo,
si la cultivamos con mucha intensidad, acabaremos convirtiéndonos en una
primitiva versión de El padrino, intentando hacer favores hasta a los
familiares y amigos más lejanos como, por ejemplo, prestando dinero a quien
no deseamos hacerlo y sabemos que no nos lo va a devolver.
La distorsión de filtrado, bonito nombre para definir al popular ejemplo
de la botella «medio vacía o medio llena». Se presta atención selectiva a lo
negativo y se desatiende lo positivo. Prestamos mucha más atención a todas
aquellas cosas que nos afectan de manera negativa mientras que las positivas
pesan mucho menos en nuestra personalidad. Quizá parezca una situación de
rara aparición, pero casi todos la padecemos. Imaginemos cómo, en muchas
situaciones, no sabemos apreciar los aspectos positivos de ese viaje, de
nuestro trabajo o de una relación determinada (o incluso de terminar una
relación). Igual sucede con nosotros mismos: hacemos un juicio tan estricto
de cómo somos que alimentamos nuestra autoestima con elementos
negativos, por lo que es imposible que salgamos bien parados. Prestemos más
atención a nuestras cualidades. Son, en definitiva, nuestra carta de
presentación.
Cuadro 8
UNA BAJA AUTOESTIMA
Provocará que siempre sintamos que no hemos hecho bien las cosas.
Las primeras percepciones de nuestro «valor» vienen dadas por nuestros padres. Ellos son y
han sido responsables de los «cimientos» de nuestra autoestima.
Las «distorsiones del pensamiento» son moneda corriente en nuestra vida cotidiana, por lo que
tenemos el deber de reconocerlas y luchar contra ellas.
Una buena autoestima evitará gran parte de los problemas de desarrollo personal: respecto a
nuestra salud, relación de pareja, éxito profesional, etc.
Cuadro 9
AUTOESTIMA Y SALUD MENTAL
Una persona con buena autoestima afrontará positivamente los problemas. Sus posibilidades de
éxito, desde antes del enfrentamiento, son mayores que las de aquel otro que dude de sus
capacidades y valores propios.
Un mayor nivel educativo favorece la independencia personal en detrimento de la dependencia
emocional. Este hecho es positivo para nuestra salud mental.
A mayor independencia personal, aumenta la autoestima, mejor salud mental. Esta cadena de
factores previene la aparición de depresiones.
Si podemos llegar a escoger ciertos sentimientos, ¿por qué elegir los negativos?
La preocupación nos inmoviliza y nos hace malgastar el presente. Reemplacémosla creando
planes de futuro.
CRISIS Y AUTOESTIMA
Habría resultado muy difícil explicar a Nieves, en aquellos momentos,
que después de sufrir innumerables problemas con su pareja iba a
padecer una crisis personal de tal magnitud que su autoestima saldría
reforzada. Muchas noches de insomnio y de quedarse a dormir en el
sofá, lejos del alcance de su marido, habían curtido a esta mujer
superviviente de muchas otras situaciones de crisis.
Al final de la adolescencia tuvo que enfrentarse a un embarazo que
no llegaba a comprender en su justa medida. Prácticamente sola, a
espaldas de sus padres e ignorada por su novio, pudo solucionar el
problema de la mejor manera posible. Nieves salió reforzada y aprendió
cosas que nunca podría olvidar. En los años venideros hubo momentos
buenos, pero también abundaron los malos. Dos relaciones fallidas y
varios hijos que se criaron con tan solo su compañía sirvieron para poner
a prueba su valía. Muchas fueron las noches en que cualquier consuelo
sabía a poco y parecía sencillo caer en una depresión. A pesar de que, en
cada ocasión, los problemas resultaban ser distintos, Nieves había ido
adquiriendo tal nivel de soltura, dignidad y fe en sí misma que, casi sin
saber cómo, superaba todos y cada uno de ellos.
Cuadro 10
APROVECHANDO LAS CRISIS
Cuadro 11
CLAVES PARA EVITAR LOS MALTRATOS
Unos niveles bajos de autoestima generan, ante los malos tratos, que la mujer llegue a pensar
que es merecedora de los mismos.
Los «sentimientos de culpa», «sensación de fracaso familiar», «falta de recursos económicos»,
etc., minan la poca autoestima que le pueda quedar a una mujer maltratada. Es fundamental
romper el ciclo maltratos-baja autoestima para recuperar la normalidad.
Un buen nivel de autoestima evita o reduce, durante los maltratos, la aparición de depresión y,
en consecuencia, ayuda a actuar para evitarlos.
Fomentar en nuestras hijas unos buenos niveles de autoestima servirá como «vacuna» para
impedir que sean maltratadas. En nuestros hijos contrarrestará tendencias hacia la violencia.
Evitar los maltratos a una mujer supone evitar una nueva generación de maltratadores y de
maltratadas.
PARTE II
TU CUERPO Y LA AUTOESTIMA
Marina era una chica de estatura mediana y, aparentemente, atractiva.
Morena de cabellos cortados como frisos que enmarcaban su rostro de
una manera casi perfecta. Si nos acercábamos a ella podíamos observar
cómo, mediante cirugía, había cambiado casi todo su rostro: nariz,
labios, mentón, mejillas, etc. Podríamos pensar que con tanta operación
habría obtenido los resultados deseados; sin embargo, al conversar con
ella se podía percibir que no existía correlación entre su cuerpo y su
autoestima. El miedo a no ser atractiva se había apoderado de ella desde
la pubertad: inseguridad en sí misma, reafirmación a través de la
seducción continua y desmedida de los hombres. La edad y el fantasma
de las arrugas no había sino empeorado las cosas.
Las operaciones habían cambiado su cuerpo, pero no el concepto
mental del mismo. Por más veces que pasase por el quirófano no llegaba
a alcanzar ese cuerpo «ideal» que existía tan solo en su imaginación. Lo
llamativo del caso es que ella misma, seguramente guiada por su
inconsciente, había hecho de la medicina estética su propia profesión.
La imagen que tenemos de nosotros mismos no se ve con los ojos, sino que se aprecia con la
mente.
Los cirujanos plásticos, que conocen muy bien este tipo de problemas,
suelen hacer un reportaje fotográfico de los pacientes del antes y el después
de la intervención, ya que la imagen que tenemos de nosotros mismos no se
ve con los ojos, sino que se aprecia con la mente. Hay múltiples casos de
reclamaciones judiciales debido a que la paciente cree no haber logrado el
cambio deseado: la nariz sigue siendo, para su gusto, desproporcionada o los
pechos, que ya no caben en las tallas comerciales de sujetador, «pequeños»
para la complacencia de su propietaria.
Esa falta de aceptación del propio cuerpo nos debe hacer pensar que no
es que tengamos «mal» o «buen» cuerpo, es que «somos» cuerpo. El cuerpo
no es algo extraño a nosotros mismos que podamos «aceptar» o «rechazar»,
sino que forma parte de nosotros mismos. El que no nos guste significa que
no nos aceptamos a nosotros mismos como personas.
En ciertas ocasiones estos cambios quirúrgicos pueden ayudarnos a
sentirnos mejor o más cómodos, tan solo de forma temporal, con nosotros
mismos, pero no a aumentar nuestra autoestima. Nos crean la ilusión de que
algo ha cambiado, pero, al poco tiempo, vuelven a aparecer nuestros
fantasmas como burbujas en la superficie de un estanque.
Cuadro 12
AUTOESTIMA:
EL NEXO ENTRE NUESTRO CUERPO Y NOSOTROS MISMOS
Una baja autoestima favorece tener miedo a no ser atractiva. O potenciamos la autoestima o la
situación empeorará con los años por el natural proceso de envejecimiento.
Vivimos en nuestro cuerpo. Somos cuerpo. Aceptarlo, tal como es, resulta fundamental para
una buena salud mental.
Las adolescentes no tienen todavía, como es lógico, personalidades acabadas de conformar.
Estimulemos su autoestima desde la niñez y evitaremos carencias y necesidades, muchas veces
artificiales, en los años venideros.
Una persona atractiva suele ser alguien que dice lo que piensa sin seguir una corriente,
personas con fuerte autoestima que no necesitan tener que agradar los oídos de los demás. Al
estar cerca de ellas sabemos que estamos con alguien especial.
Cuadro 13
ALIMENTEMOS NUESTRA AUTOESTIMA
ENVEJECIMIENTO Y AUTOESTIMA
Ángeles tenía, al menos que ella recordase, unos noventa años. Es cierto
que la acompañaba una relativa buena salud, pero lo que sí la había
acompañado durante toda su vida era la seguridad en sí misma. Seguía
preparándose su propia comida y nunca había intentado inspirar lástima
a su ya numerosa familia.
Lo cierto es que Ángeles seguía poseyendo la autoestima
(construida a partir de: seguridad en sí misma, autodignidad, sensación
de ser capaz, etc.) propia de cuando contaba muchos menos años, eso sí,
enriquecida con sus éxitos y fracasos.
A pesar de la excelente condición física y psíquica de Ángeles, muchos
podríamos opinar, sin embargo, que envejecer es más doloroso para las
mujeres, porque la actividad principal de los hombres, hasta hace muy poco
tiempo, ha consistido en «ser» y «hacer» y no solo en «aparecer», por lo que
las exigencias hacia su imagen han sido menores y más tolerantes. Para los
hombres, la apariencia física aceptable es una ganancia, otra más entre
muchas. Sin embargo, para muchas mujeres una buena imagen puede llegar a
ser, según los cánones tradicionales, una condición que determina su
autoestima. En cualquier caso, no debemos estar en contra, tanto mujeres
como hombres, de presentar una apariencia afín con nuestra autoestima:
mantener la higiene y presentar cierta coquetería que potencie la seducción y
refleje nuestros valores interiores, pero ello debe ser un reflejo de la mente y
no un objetivo en sí mismo. No es que nos cambiemos de camisa, sin
ducharnos, para aparentar que somos personas limpias, sino que deberíamos
sentirnos limpios por la propia ducha y no por la camisa.
Comprender que el ser interior es lo único perdurable es fundamental para basar nuestra
autoestima en una fuente realmente confiable.
Cuadro 14
ENVEJECER CON NUESTRA AUTOESTIMA INTACTA
El envejecimiento puede ser especialmente cruel con algunas mujeres para las que una buena
imagen sea, según los cánones tradicionales, una condición que determina su autoestima.
No es conveniente que midamos nuestro valor tan solo a partir de la apariencia externa.
La mayor parte de los problemas de las mujeres mayores son los que les creamos a través de la
política y la economía, que afectan a su estatus en mayor grado que el mismo envejecimiento.
Sexualidad y autoestima se dan cita en las personas mayores. Cumplir años no es excusa para
reducir o abandonar nuestros lazos eróticos.
Las principales capacidades intelectuales se mantienen o, incluso, pueden incrementarse con la
edad.
Las distintas experiencias (jubilación, viudedad, divorcio, etc.) servirán, como en otras etapas
de nuestra vida, para superarlas y seguir fortaleciendo nuestra autoestima.
Cuadro 15
LA MEJOR MEDICINA: AUTOESTIMA
Una baja autoestima puede ser responsable de numerosas enfermedades de tipo psicosomático.
Se han postulado diversas teorías para explicar cómo una baja autoestima se encuentra
relacionada con problemas de salud. Todas conducen a la misma conclusión: existe una
relación directa entre ambos factores.
Si tenemos una alta autoestima, alteraremos positivamente el curso de la enfermedad,
potenciaremos su tratamiento y disminuiremos los factores de riesgo.
Las personas con alta autoestima poseen un fuerte sistema inmunológico que les previene de
padecer diversas enfermedades, en especial de las infecciosas y, posiblemente, de las
neoplásicas (cáncer).
A modo de conclusión, podemos afirmar que las personas con baja
autoestima son más proclives a sufrir crisis de estrés, y, en general, tienen
mayor tendencia a contraer enfermedades de todo tipo. Aquellos con mayores
niveles de autoestima presentan superiores niveles inmunitarios para
defenderse ante multitud de enfermedades.
Para los investigadores, por primera vez, se ha podido medir
clínicamente la relación entre enfermedad y personalidad, y los datos no
dejan lugar a dudas.
Capítulo 4
Hay que recordar, siempre, el primer significado de la autoestima: aprender a amarse a sí mismo,
después a los demás.
«Supongamos que cometí este crimen. Si lo hice, debió ser porque la amaba demasiado,
¿correcto?».
DECLARACIÓN DE O. J. SIMPSON ANTE EL GRAN JURADO
(acusado de la muerte de su exmujer Nicole Brown Simpson).
Habitualmente las mujeres celosas han sido poco amadas por parte de
sus padres en su niñez. La mujer celosa reclama sacrificio, pero no es capaz,
generalmente, de ofrecer lo mismo porque desea ser amada de manera
incondicional.
La principal solución a dicho problema de celos es dar dar confianza,
comprensión y apoyo, pero a nosotros mismos. Resulta necesario trabajar la
autoestima y llegar a querernos más. Posteriormente, establecer una relación
de sinceridad y compromiso mutuo hará que vayamos cambiando
progresivamente de actitud. El riesgo de perder al ser amado siempre va a
existir, el vivir es en sí mismo un puro riesgo, pero menor que asfixiar a la
persona querida con nuestros, frecuentemente, injustificados celos.
Cuadro 17
EVITAR LOS CELOS ES UNA CUESTIÓN DE SALUD MENTAL
Los celos son complicados: un exceso destruye y una falta de ellos puede provocar problemas
en muchas personas. Sepamos encontrar el «punto medio».
Juzgar a nuestra pareja en base a lo que honestamente conocemos respecto de sus acciones y
palabras. Evitar hacerlo a partir de sentimientos, fantasías o comentarios de terceras personas.
Demandar, para nosotros mismos, lo mencionado en el punto anterior.
Los celos hacen daño a nuestra pareja. Es injusto provocarlos para «experimentar» el estado de
la relación.
«Últimamente pienso que yo soy la culpable de que mi novio ya no me quiera como antes.
Siempre termino aceptando que yo me equivoqué, aunque él haya hecho algo que me lastime. Me
trata de una manera indiferente y aún sigo ahí, a su lado, sin decir una palabra. Me siento muy mal
conmigo misma y no sé cómo salir de esto».
TESTIMONIO REAL
Nadie debe manejar los hilos de nuestros sentimientos excepto nosotros mismos, con nuestras
propias manos.
Por ejemplo, uno de los problemas más frecuentes con que nos
encontramos en enfermedades que producen dolores crónicos es la negación
o el intento de ignorar el dolor. El paciente lucha sin tregua contra algo que,
en realidad, no puede evitar. Cada vez que ese dolor o molestia se presenta,
se irrita hasta el punto de que se sume en la desesperación y la impotencia de
no poder evitarlo. No deja de ser interesante hacer notar que cuando,
mediante terapia adecuada, se le hace comprender a la persona que tendrá que
convivir con esos dolores o molestias, se produce un cambio sustancial si el
paciente, en vez de oponerse de manera frontal al dolor, lo deja fluir
libremente a través de sí. El malestar se vuelve menos fastidioso. El paciente
siente que ha superado una dificultad de su enfermedad, aumenta su
autoestima, se siente más fuerte y seguro de sí mismo.
Por analogía, ese dolor que también sentimos en lo más íntimo de
nosotros mismos cuando nuestra vida afectiva no funciona como quisiéramos
tiene muchos puntos en común con el dolor físico provocado, por ejemplo,
por una enfermedad crónica. El contacto con el dolor nos ha proporcionado,
además, una personalidad experimentada y enriquecida con las lecciones que
se desprenden de tener que soportar el sufrimiento. Son muchos los tipos de
sabiduría, pero la más sublime tiene en él su fuente.
El dolor emocional también genera una tremenda capacidad para
comprender a los demás, madura, fortalece, muestra el sentido de relatividad
de la vida, de su perspectiva y, generalmente, nos sitúa en nuestra precisa
butaca de la existencia, algo más pequeña de lo que pensábamos. Gracias al
dolor nuestra personalidad se enriquece quizá más que por otros medios.
Cuadro 18
CLAVES PARA ENFRENTARNOS AL DOLOR AFECTIVO
Admitir que es imposible recorrer la vida sin tener experiencias. Las buenas nos gratificarán.
Las malas nos harán aprender.
Reconocer que hemos padecido una situación traumática. No negar su existencia para poder
enfrentarnos a ella.
Aceptar que el dolor nos hace madurar. Nos sitúa en una correcta perspectiva frente al mundo.
Es una verdadera energía que hay que aprovechar.
LA CURACIÓN
La curación comenzará sacando a la luz el trauma o la herida que está dentro,
dormido o tapado, porque se teme el enfrentamiento. Es algo corriente
haberlo llevado dentro de nosotros durante años, como enquistado. Como
esos dolores de espalda o de muelas que no llegan a quitarnos el sueño, pero
que están ahí, a diario, por las mañanas y cuando paramos nuestra frenética
actividad, y no tenemos más remedio que encontrarnos con nosotros mismos,
aparece el dolor, como surgido de la nada.
Una vez que surge el dolor y nos enfrentamos a él es preciso asimilar
con realismo que muchas veces nos dañan de forma muy cruel quienes
deberían habernos amado. La gravedad de la herida debe ser razonada más
tarde. Se trata de entender qué sucedió en realidad. No se trata de imaginar lo
que otros debieron hacer para no habernos perjudicado, ya que ese camino
nos lleva, una vez más, al resentimiento y a nuestro propio sufrimiento y
pesadumbre. El camino correcto consiste en recorrer, de la manera más
realista posible, el proceso de un suceso doloroso para asumirlo y elevarnos
sobre él: verlo a la luz de otros valores superiores que, mediante la
comparación, lo vuelven trivial.
EL VICTIMISMO
Debemos desechar la idea de haber sido víctimas de una «injusticia». Es
probable que desconozcamos parte de las razones por las que la otra persona
se comportó de tal o cual manera. Esto se comprueba con mucha frecuencia
escuchando testimonios de, por ejemplo, los dos miembros de una pareja:
cada uno cree haber sido «víctima» del otro. Es una actitud negativa que, por
regla general, provoca sensación de pena en los demás y muchos estarán
tentados de rentabilizarla, al igual que hacen ciertas personas con problemas
físicos a la hora de mendigar, mientras que otras con mayores discapacidades
son capaces hasta de competir en las olimpiadas, pero una actitud de
superación seguramente atraerá muchas más miradas, esta vez de admiración,
y no de pena. La actitud de superación es obviamente mucho más atractiva
que pasarse el resto de la vida lamentándose frente a los demás, si le aguantan
mucho tiempo esta actitud, ¡claro está!
¡Ahora viene lo más difícil!: el perdón, pero ¿perdonar a quién? En
principio, el sentido común podría indicarnos que debemos perdonar a
aquella persona que en su día nos hizo daño. Bueno, no es especialmente
fácil, pero ya hemos vislumbrado una senda para poder hacerlo evitando el
victimismo. Claro que perdonar es arduo, pero quizá para algunos sea
especialmente difícil perdonarse a ellos mismos. Es más fácil de lo que
pensamos llegar a estar tristes y abatidos cuando no podemos perdonarnos los
propios fracasos. En muchas ocasiones alimentamos nuestros errores
dándoles vueltas en la memoria. Nos empeñamos en mantener abiertas las
heridas. Son como cadenas que nos ponemos, cárceles en las que nos
encerramos voluntariamente.
Recordemos que cada vez que nos culpemos y condenemos a nosotros
mismos, estaremos condenándonos al fracaso. Por paradójico que parezca,
culparse es justificarse y renunciar a corregir los errores de inmediato
evitando pasar a la acción, a la eficacia.
Cuadro 19
BOTIQUÍN DE «PRIMEROS AUXILIOS»
Reconocer que hemos sido heridos. Si no lo reconocemos no habrá nada que curar. Ignorarlo
es perjudicial para nuestra evolución como personas.
Entender, en su justa dimensión, lo que sucedió. No fantasear con lo que el otro «debió» haber
hecho para evitamos el disgusto.
Evitar el «victimismo». Es una actitud negativa que solo inspira pena en los demás. Superar la
situación infunde, sin embargo, admiración.
Perdonar al otro y sobre todo a uno mismo. Romper el ciclo herida-autocompasión-herida.
No hablemos ni pensemos «mal» de nosotros mismos; somos nuestra mejor agencia de publicidad.
Cuadro 20
CUANDO EL SEXO ES SOLO UNA EXCUSA PARA SENTIRNOS MEJOR
Sentirnos deseados por otros aumenta la autoestima, sobre todo cuando nosotros mismos no
nos deseamos.
Ser despreciados, después de una relación sexual, es desagradable, pero dice más cosas
negativas del otro que de nosotros mismos.
Los problemas en el trabajo pueden causamos inseguridad y problemas con nuestra libido.
Enfrentarnos a ellos es la solución más saludablemente viable.
Ser infiel para aumentar la autoestima o como venganza es una actitud negativa que nos hará
depender de «tests» continuos y agotadores de nuestro poder de atracción.
No hay que tener miedo a cambiar las «tradiciones». Nuestros cambios, seguramente, se
tornarán en «tradicionales» algún día.
Educar a nuestros hijos como «personas» es la tarea primordial. Los roles de mujer u hombre
resultan ser secundarios.
Las tareas del hogar exigen un gran esfuerzo, hecho que hay que reconocer y agradecer
independientemente de quién las acometa.
Capítulo 5
Las niñas no nacen con sentimientos positivos o negativos acerca de ellas mismas. Esto lo
aprenden de las cosas que suceden a su alrededor.
La niña que no siente este valor de sí misma reflejado en los ojos de sus
padres temerá su abandono y sentirá en peligro su existencia. En cada estadio
del desarrollo, los logros alcanzados le darán un sentido positivo de valía de
sí misma que contribuirán no solo a que se sienta bien, sino también a que
calme sus miedos. Por ello el mantenimiento de una autoestima positiva es
una tarea fundamental a lo largo de todo su desarrollo. Es decir, la valoración
que hace la chica de sí misma está en función del ideal que tiene
interiorizado, de sus propias expectativas. Por ejemplo, a más discrepancia
entre lo que piensa («no valgo») y lo que quiere ser («de mayor quiero ser
una gran arquitecto»), menor va a ser su autoestima.
En muchas ocasiones nos preguntamos «cómo» reaccionar ante los
fallos y fracasos de nuestros hijos. La respuesta es contundente: «Si la niña
crece y desarrolla una buena autoestima, es porque el padre o la madre “la
homenajean” o le reconocen sus logros sin caer en elogios vanos». Esta
actitud de tipo positivo por parte de los padres debe darse desde los primeros
momentos de la infancia. Por ejemplo, cuando la niña está aprendiendo a
caminar y se cae debemos aplaudirla diciéndole que no importa, que se
levante y que no pasó nada. Si, por el contrario, nos reímos burlonamente o la
regañamos, resulta evidente que no se le está estimulando para evitar sus
fracasos o errores.
No olvidar el mensaje: «Eres una persona muy especial. No hay otra como tú en el mundo».
Hay que ser generoso con los piropos y evitar la tacañería en los
halagos; felicitar con frecuencia y no solo cuando se es un bebé o una niña
pequeña. En otras ocasiones nos cuesta hacerlo porque es más fácil ver los
errores que los aciertos. No cometamos el error de frenarnos en el halago
porque no queramos que sea una engreída, o bien consideremos que debe
hacer las cosas «porque sí», no porque la vayamos a felicitar.
Lo cierto es que la niña cuenta con sus padres como base para su
seguridad psicológica, pero esta seguridad debe estar basada en lo que es, no
en lo que hace. Si fomentamos, de manera casi exclusiva, que ella es querida
más por lo que hace que por lo que es, estamos generando una exigencia que
no podrá ser satisfecha en otras edades de la vida, y las personas que intentan
mantener este tipo de seguridad tienen un discurrir vital basado en la
desilusión y en un continuo sentimiento de sentirse heridas. Siempre tendrán
la sensación de ser aceptadas por los demás solo si realizan grandes logros y
no por sí mismas y por sus valores interiores.
La autoestima se aprende, fluctúa, y la podemos mejorar. Es a partir de
los 5 o 6 años cuando empezamos a formarnos un concepto de cómo nos ven
nuestros padres, maestros, compañeros, y vamos adquiriendo experiencias.
Lo cierto es que, cuanto más pequeña sea la niña, tanto mayor es la
importancia que concede a las personas que la rodean. Para ella son
infalibles, y tal como la juzguen, así se creerá que es.
En el transcurso de su desarrollo la muchacha va teniendo experiencias
placenteras y satisfactorias, otras dolorosas y cargadas de ansiedad. El
mantenimiento de la autoestima positiva dependerá de la exitosa integración
de las imágenes de sí misma, tanto positivas como negativas. Es decir, de
sentirse «buena» en algunos momentos y «mala» en otros, pero por encima
de esto la sensación de sentirse valiosa. La percepción de tener un «valor»
determinado la hará más o menos impermeable a los errores, los fallos, las
frustraciones y a la crítica externa.
Atención:
Mimar no es favorecer la autoestima.
Reñir, explicando por qué se hace, no es ir contra la autoestima. Dejarlas hacer lo que les parezca
no es fomentar la autoestima.
Cuadro 22
FORMACIÓN DEL CONCEPTO DE «UNO MISMO»
Podríamos decir que los tres retos para la autoestima en los años escolares son:
Cuadro 23
ENFRENTARSE A LA REALIDAD: EL MEJOR ANTÍDOTO CONTRA LAS MALAS NOTAS
«Racionalización», «formación reactiva» o «agresividad transferida» son tres actitudes nocivas
que conducen al mismo punto: no enfrentarse a la realidad.
Aunque algunas actitudes negativas puedan parecemos «graciosas» evitemos reforzarlas y, por
el contrario, potenciemos las positivas.
Todos tenemos cualidades positivas. Es un arte resaltarlas en detrimento de las negativas.
En caso de que las opiniones de los padres no coincidan, lo mejor es hacer causa común y
manifestar los desacuerdos en privado.
Los padres deben mantenerse unidos en casos de importancia y ser capaces de aunar criterios,
así como de llegar a un acuerdo en las cosas esenciales.
Los hijos de padres con perfil democrático son más competentes y presentan mayores
destrezas sociales.
Los divorcios y las separaciones deben presentarse a los niños como problemas exclusivos de
sus padres. La atención y el cariño deben resguardarse como valores totalmente extraños al
acontecimiento.
Evitar actitudes negativas es aun más sencillo que potenciar las positivas.
Cuadro 25
EVITEMOS ACTITUDES NEGATIVAS
Ser padres y querer a nuestros hijos no es sinónimo de acertar con nuestras actitudes ni de
tener siempre la «razón».
Reprender no significa humillar ni comparar, sino analizar los motivos por lo que algo ha ido
mal y buscar sus soluciones.
Respetemos a la niña. Antes que hija es un ser humano, una persona como nosotros.
Resulta fundamental elogiar los éxitos de las niñas (aunque sean de muy
corta edad). Nos habremos dado cuenta de que cuando nuestra hija hace una
de sus «gracias», normalmente se vuelve hacia nosotros, buscando nuestra
sonrisa y nuestra aprobación por lo que acaba de hacer.
Retornar, en ciertas ocasiones, una sonrisa por nuestra parte servirá de
reforzamiento de su conducta, significará: «Lo has hecho muy bien y me he
dado cuenta de ello». Si es posible, acompañemos nuestras palabras con el
gesto de felicitación correspondiente. Esta postura de enhorabuena debe ir
acompañada de ademanes, tonos, contacto físico y de cuantos elementos de
comunicación no verbal seamos capaces de transmitir. Por ejemplo, un «muy
bien» dicho con desgana es difícil que sea percibido como una felicitación.
Si la niña se autofelicita, debemos ratificar su sentimiento. Los niños
suelen manifestar su satisfacción por lo que hacen con expresiones, palabras,
movimientos y gestos. Démosles la razón y compartamos su alegría.
Un ejemplo claro de los problemas de expresividad y falta de
comunicación entre padres e hijos es el de encontrarnos con chicas
adolescentes que consumen drogas y, normalmente, padecen una fuerte
disminución de su autoestima. Un comentario que con frecuencia suelen
manifestar es acerca del poco cariño que su padre o madre han expresado a lo
largo de su vida. Si llegásemos a conocer a los padres, podríamos llevarnos
una sorpresa al descubrir lo mucho que esa hija es amada, pero lo mal
expresado que ha sido el cariño. La niña solo ha percibido, desde pequeña,
distanciamiento y modales hoscos. Resulta fundamental demostrar nuestro
cariño no solo con palabras, sino con gestos: abracémosla, besémosla y
acariciémosla.
La forma de expresar nuestros sentimientos, de la que somos tan ricos en
los países mediterráneos, debería de privarnos de actitudes remilgadas,
favoreciendo los acercamientos físicos al abrazar o besar a nuestros hijos.
Una hija sabrá apreciar los gestos físicos que acompañen a nuestras palabras.
Algunos de estos gestos podrían resumirse, principalmente, en los siguientes:
Nuestra hija estará recibiendo nuestras enseñanzas, pero no olvidemos que nosotros también
estamos aprendiendo a enseñar.
Tenemos que estar muy atentos a esas situaciones en las que «no está
escuchando». Hay ocasiones en las que creemos que «no se da cuenta» y, sin
embargo, está captando todo lo que decimos. Nunca es demasiado «pequeña»
para no comprender (ni nunca está suficientemente «dormida» como para no
«escuchar»). Muchas veces quizá no entienda con exactitud lo que decimos,
pero nuestras palabras, unidas al tono que utilicemos para referirnos al tema
en discusión, serán suficientes para que ella tenga una idea, muy aproximada,
de lo que está sucediendo.
Existe otra actitud, que no es poco frecuente y que no conviene olvidar:
cuando la niña hace algo mal se la condena a un «trato silencioso». De
manera súbita se le retira la palabra y el afecto. Se ignora a la persona. Es una
actitud igual o más destructiva que una crítica abierta ya que llena de
confusión a quien la sufre. El mensaje que le hacemos llegar es: «Te quiero y
me relaciono contigo solo si haces lo que deseo». Recordemos que es nuestra
hija, para bien o para mal, haga lo que haga.
Por el contrario, si comentamos de ella algo positivo, procuremos que lo
escuche. Podemos decirlo en voz un poco más alta o podemos mirarla al
manifestarlo. Incluso podemos invitarla, de manera casi accidental, a que se
acerque mientras hablamos. Ejemplos inconfundibles de estas situaciones son
las conversaciones entre adultos mientras acompañamos a nuestros hijos, o
bien cuando estamos en casa o vamos por los pasillos de la escuela.
Las equivocaciones forman parte de la naturaleza humana. Dejémosles
saber a los niños que los errores son una parte habitual del crecimiento.
Todos (incluyendo los adultos) cometemos errores. Lo importante no son los
errores en sí, sino saber corregirlos.
No desesperemos al formarnos como madre o padre. Se necesita tiempo
para aprender nuevas destrezas. Nuestra hija estará recibiendo nuestras
enseñanzas, pero no olvidemos que nosotros también estamos aprendiendo a
enseñar. Seamos, también, condescendientes con nuestros propios errores.
No produzcamos una «niña-dependiente». Un juguete que sirva a
nuestros intereses. La niña que estamos educando es, ante todo, una persona,
por lo que debemos mejorar sus hábitos de autonomía. Cuantas más cosas
sepa hacer sola, más se valorará y, por consiguiente, aumentará su
autoestima. La finalidad de la educación no es tener sirvientes que nos
atiendan en nuestra vejez, sino seres libres que formen parte de nuestra
familia respetando, incluso, su cercanía o distancia de la misma.
Enseñémosle a invertir sus intereses en diversos «bancos» (de utilidad,
también, en los adultos). Si, por ejemplo, solo basa su vida en las relaciones
afectivas, el día en que estas fallen, su mundo se desmoronará. Si se sostiene
en su trabajo, pasará otro tanto de lo mismo. Habremos construido una mesa
que apoya su peso sobre solo una de sus patas: es más frágil. Instruyámosla
sobre las ventajas de tener, por ejemplo, diferentes grupos de amigos con los
que identificarse: los de clase, los vecinos, los de baloncesto, los primos, los
del campamento. Cualquier día puede pelearse con uno de ellos, pero aun así
no se sentirá sola.
Evitemos las hipergeneralizaciones: «¡Todo lo haces mal!». «¡Eres muy
torpe!, ¡eres muy llorona!», etc. Este tipo de afirmaciones no dejan lugar a
que la niña crea que hace algo bien o que no siempre está llorando. Es como
un peso que la sentencia y aplasta con nuestro injusto comentario.
A la hora de corregir o realizar una reprimenda resulta tentador echar
mano de las metáforas o hipérboles, desfigurando o exagerando lo que se
dice. De esta guisa solemos aplaudir, casi sin reflexionar, comentarios que, de
creerlos al pie de la letra, serían espantosos: «Como te portes mal vendrá “el
hombre del saco”». «Si te tocas la nariz se va a caer», etc. Los más pequeños
sufren con intensidad ya que se toman dichas barbaridades de manera literal,
y los mayores no se las creen, con lo que desprestigiamos nuestra autoridad y,
además, hacemos el ridículo delante de ellos.
No va a ser una tarea fácil el realizar correcciones puntuales, ya que
puede ser la vigésima vez que la corregimos. Incluso, puede que nos pille en
un mal momento por lo inoportuna que sea, por ejemplo, su interrupción. Con
todo, debemos recordar que el objetivo es cambiar un comportamiento
incorrecto y no dañar la autoestima.
Una sencilla manera de comprender un proceso de corrección es a través
del siguiente ejemplo: imaginemos que le estamos contando un cuento y la
niña no hace más que interrumpirnos. En este caso el proceso constaría de
cuatro pasos:
1. Describamos, simplemente, la conducta incorrecta. No tengamos la
tentación de valorarlo. Ejemplo: «Me has interrumpido varias veces».
2. Razonemos el cambio. Ejemplo: «Si me interrumpes no puedo seguir
contando el cuento».
3. Reconozcamos los sentimientos, criterios o motivos de la niña.
Ejemplo: «Entiendo que quieras hacer preguntas».
4. Expresemos una formulación clara de lo que se espera de ella.
Ejemplo: «No vuelvas a interrumpir hasta que termine».
Sería lógico pensar que la corrección ya estaría hecha. Sin embargo, las
circunstancias del momento y la personalidad de la niña pueden combinarse
de tantas maneras que resultan impredecibles nuestras mutuas reacciones. Si
nuestra llamada de atención no ha tenido el éxito esperado siempre se podrá
hacer un trato y conceder algún privilegio o avisar de la pérdida de beneficios
y de una sanción si lo hace mal. En cualquier caso, una actitud positiva es la
que debe inundar la relación con cualquier persona que se encuentre en su
máximo periodo de crecimiento y desarrollo, y nos hará sentir mejor a todos.
Cuadro 26
BASES DE LA AUTOESTIMA EN LA INFANCIA
Características de niñas con autoestima positiva
Características de niñas con autoestima negativa. Por lo general, estas niñas expresan ideas similares a:
AUTOESTIMA Y ADOLESCENCIA
Gema era un claro exponente de falta de consonancia con los demás:
tímida y con pocas amigas, eludía constantemente cualquier
compromiso escolar o social que se le presentaba, hasta el punto de no
ser en absoluto consciente de las necesidades de los demás, a los que
raramente ofrecía su ayuda.
En clase intentaba ser siempre el centro de atención, hecho que no
despertaba simpatía entre sus compañeros. Introvertida, coleccionaba
todo tipo de objetos con los que se relacionaba mejor que con las
personas, llegando, incluso, a rehuir el contacto físico con las mismas.
Una de las profesoras, preocupada por la conducta de Gema, tuvo
la iniciativa de encontrarse con su madre:
—Regaña usted a Gema cuando saca malas notas, ¿verdad?
—Claro, como debe ser.
—¿... y los trimestres en que ha obtenido buenas notas?
—Eso es su obligación.
Es cierto que podemos llamar la atención sobre unas malas
calificaciones, pero no es menos cierto que también hay que hacerlo sobre las
buenas. Incluso con mayor acentuación, ya que, de esa manera, la chica
percibirá que le damos mayor importancia a sus éxitos que a sus fracasos.
Para la madre de Gema, los amigos y amigas de su hija eran todos unos
verdaderos desastres, pero olvidó un punto fundamental: eran su grupo de
apoyo, es decir, los únicos que estaban al lado de su hija de una manera
incondicional. Logró, durante esos años, que su hija llevase una «doble vida»
por no haber respetado a sus amistades, por no haberle dado la oportunidad
de recibirlas en casa y demostrar que ella, como madre, las aprobaba. En
definitiva, ambas se habían tratado como unas perfectas extrañas o, peor aún,
como enemigas irreconciliables.
Gema presentaba serias privaciones en uno de los cuatro pilares sobre
los que se afirma la autoestima en las adolescentes: la vinculación. La
adolescente que carece de ella no se comunica con facilidad, siendo incapaz
de escuchar a los demás y de comprender sus puntos de vista. Por este motivo
su sociabilidad sufre importantes carencias.
Además del anteriormente citado, existen otros tres aspectos sobre los
que se cimienta la autoestima en los adolescentes:
El segundo de ellos podría ser la singularidad, de la que Luisa era una
gran exponente: quince años recién cumplidos, delgada hasta el punto de no
llenar los pantalones, pero de grácil andar. Atravesaba los pasillos de la
escuela con tal velocidad para pasar desapercibida que cualquier creyente en
los fenómenos paranormales habría dicho que era el resultado de una
materialización. Los padres, preocupados por las bajas calificaciones
escolares y por el aspecto desaliñado y sucio de su hija, optaron por llevarla a
una psicóloga especializada en adolescentes. Durante la primera entrevista,
nada más comenzar a hablar, su discurso se asemejaba a un catálogo de baja
autoestima:
Hay que dar más importancia a los éxitos que a los fracasos.
Cuadro 27
BASES DE LA AUTOESTIMA EN LA ADOLESCENCIA
LA ADOLESCENTE Y SU CUERPO
«Me llamo Mayte, tengo 16 años y estudio en un colegio público. Vivo
por el sector del aeropuerto, al norte de la ciudad. Me siento fea, así es.
Cuando me miro al espejo, me siento la chica más fea del mundo, mi
voz también es fea, me está cambiando y a veces hablo con voz de gallo
y otras como una vieja. Mis compañeros me hacen muchas bromas,
porque tengo espinillas en la cara y estoy un poco pasada de peso. Sé
que estoy gorda, pero es de familia, mi madre y mi abuela también son
gordas. Solo mi madre me dice «gordita linda». Pero a mi padre le
parezco despreciable, siempre me lo está recordando. Hasta ahora no he
podido conquistar a ningún chico. En las fiestas no se acercan a mí, y yo
tengo temor y vergüenza. Ellos prefieren a las muchachas delgadas, a las
que están con ropa a la moda, se ponen pendiente en la nariz o se hacen
algún tatuaje. Me siento mal, ojalá baje de peso, ahora estoy haciendo
mucho deporte y pienso ponerme a dieta. Soy tímida, pero quiero
sentirme bien, tener buena salud y adelgazar y después tener un novio».
(Testimonio real)
Cuando una adolescente nos confía algún secreto hay que saber
escucharla con la máxima atención. Para ella, esta confidencia puede ser la
más importante del mundo. En esa primera revelación quizá se encuentre la
clave de otras que haga y ser el hilo conductor de algo que la afecta. No es
extraño que rompamos a reír porque el problema, a un adulto, pudiera
parecerle banal. ¡Craso error! Nos está contando lo más importante de su
vida. Mayte, por ejemplo, estaba buscando apoyo y suplicando ayuda.
El hecho de escuchar con atención revela que estamos interesados en
ella. Que ella es «alguien» —importante— para nosotros. En el caso de la
obesidad, por ejemplo, una actitud positiva podría ser la de explicar que la
mayor o menor delgadez es, simplemente, un tema de moda si no influye,
claro está, en su salud. Podemos potenciar nuestros vínculos con ella
colaborando en esa dieta, ¡incluso haciéndola nosotros! Pero tengamos algo
claro: si la «traicionamos» en esa primera confidencia, lo más probable es
que no existan más oportunidades y la adolescente caiga en un vertiginoso
trastorno de la alimentación.
La disminución de la autoestima afecta a personas de diversas edades,
pero es típica entre mujeres adolescentes. Los adolescentes todavía no se
conocen bien: sobreestiman algunas cualidades (aspecto físico) e infravaloran
otras (inteligencia). Hay quinceañeras que han elevado a la categoría de
«trascendente» su aspecto corporal y «no se gustan», por lo que pueden caer
bajo una verdadera tortura psíquica.
Para «romper el hielo» referente al aspecto físico podemos utilizar el
pretexto de los programas de televisión, el cine, internet o las revistas,
podemos sacar el tema del aspecto físico «de moda». Son medios que nos
presentan modelos de lo que es ser «bella» y de lo que significa ser «fea». Si
las chicas son altas, rubias y de ojos claros, cumplen con ese ideal de belleza;
¿y si no es así? Cada sociedad posee una idea de lo bello y lo feo y esta se
transforma cada cierto tiempo; es decir, las mujeres bellas del siglo XIX ya no
lo son en el XX y las de este último siglo, probablemente no lo sean en el XXI.
Resulta fácil deducir que sentirse «fea» es un sentimiento común entre
muchas mujeres, pues los rasgos faciales, el color de la piel y la estatura
pueden ser diferentes de los modelos que pretenden seguir. Por otro lado, si
seguimos atentamente las tendencias, nos daremos cuenta de que van
cambiando cada año: ¡es solo una moda!... y nada más.
La adolescencia es uno de los periodos más críticos para el desarrollo de
la autoestima; es la etapa en la que la persona necesita hacerse con una
identidad, es decir, saberse individuo distinto a los demás, conocer sus
posibilidades, su talento y sentirse valioso como persona que avanza hacia un
futuro. Son los años en que la niña pasa de la dependencia a la independencia
y a la confianza en sus propias fuerzas. De niña se imitan ademanes y
actitudes del padre o de la madre, pero en la adolescencia ya no sirven estos
modelos. El motivo no es que los padres sean poco adecuados, sino que ellos
representan, justamente, la autoridad de la que se quiere escapar.
Es una época donde se discuten no pocas cuestiones básicas; piénsese en
la vocación laboral, en los planes para ganarse la vida, en tener pareja o el
matrimonio, en los principios básicos de la existencia, en la independencia de
la familia y en la capacidad para relacionarse con el sexo opuesto. A estos
dilemas hay que sumar todos aquellos conflictos que se vienen arrastrando
desde la niñez.
Se puede considerar a la adolescencia como una verdadera «crisis de
personalidad», ya que se pasa de la identidad de niña a la de persona adulta.
La joven se cuestiona todo de manera automática, incluyendo la opinión que
de sí misma ha adquirido en el pasado. Puede rebelarse y rechazar cualquier
valoración que le ofrezca otra persona, o puede encontrarse tan confusa e
insegura de sí misma que no haga más que pedir a los demás aprobación y
consejos de todo tipo. Sea cual fuere su aproximación a su nueva identidad, la
adolescente pasará inevitablemente por una importante reorganización de su
manera de apreciarse, con el consiguiente cambio en su autoestima.
Por otro lado, sucede con frecuencia que una niña es atrapada en un
cuerpo de mujer o una mujer en un cuerpo de niña. Esto se debe a que,
durante la pubertad, es difícil hacer coincidir el cuerpo (madurez genital y
corporal) con lo que ella siente. Aquello es natural y es el reflejo de los
cambios biológicos y hormonales por los que pasa: si es mujer, seguramente
le crecen los pechos y empezará a menstruar; si es varón, se hará más grave la
voz y saldrá vello facial, etc. La vergüenza es, en muchas ocasiones, el
resultado del rechazo de estas modificaciones sobre su cuerpo.
En relación a estos cambios corporales, es importante hacer sentir a esa
chica adolescente que la comprendemos en su incomodidad y hacerla
entender que es algo transitorio; de lo contrario, muchas adolescentes
desearán volver, por ejemplo, a los ocho años de edad, cuando sentían que
nadie las observaba. Tenemos que transmitir que es necesario cuidar y
conocer su cuerpo, que uno solo llega a querer aquello que conoce bien. No
debe tener miedo ya que su cuerpo, además de pasar por cambios, se vuelve
más fuerte, más grande y más bello.
Una buena dosis de autoestima es uno de los recursos más valiosos de
los que puede disponer una adolescente. Si posee una buena relación con su
cuerpo favorecerá su autoestima y su capacidad para relacionarse con los
demás, pero, sobre todo, con ella misma ya que se sentirá a gusto cada vez
que vea su reflejo en el espejo. Este hecho la hará sentirse mejor y aprender
de forma más eficaz, estará más capacitada para aprovechar las oportunidades
que se le presenten, para trabajar productivamente y ser autosuficiente, así
como poseer una mayor conciencia del rumbo que sigue. Y lo que es más
importante: si la adolescente termina esta etapa de su vida con una autoestima
fuerte y bien desarrollada, podrá comenzar en la vida adulta con buena parte
de los cimientos necesarios para llevar una existencia satisfactoria y en
armonía consigo misma.
Cuadro 28
EL CUERPO EN LA ADOLESCENCIA
¿La clave?: comprender y compartir. Saber escuchar es, en sí mismo, un bien que otorgamos a
una adolescente.
Si nos cuenta alguna confidencia es, seguramente, importante para ella.
Apoyar a nuestra hija independientemente de su físico: la moda es justamente eso, una moda.
Tranquilidad. La adolescencia acaba pasando.
Capítulo 6
EL TRABAJO Y TÚ
SUPERANDO EL DESEMPLEO
Siempre había ocurrido igual. Cada vez que Odila perdía su empleo
sufría una profunda crisis que la hacía replantearse todo a su alrededor:
su sentido de la vida, el apoyo familiar y, lo que es más importante,
poner en duda sentimientos básicos que construyen la autoestima de
cualquier persona. Por un lado, el sentimiento de autodignidad sufría
cierto grado de menoscabo, ya que estimaba no haber sido fiel a sus
valores y encontrarse en el paro como consecuencia —«castigo»— a su
pereza o intemperancia.
Perder nuestro trabajo puede ser una buena oportunidad para encontrar un mejor estilo de vida.
Cuadro 29
SUPERANDO EL DESEMPLEO
Autodignidad y sensación de capacidad son los pilares de la autoestima que más sufren en el
desempleo y que debemos reforzar para conservar nuestra identidad.
El perjuicio ocasionado por la pérdida de trabajo excede los límites de lo puramente
económico y penetra en lo emocional y personal, siendo fuente en muchas ocasiones de
enfermedades psíquicas y físicas.
Buscar trabajo implica una situación particularmente delicada desde el punto de vista
emocional. El riesgo de un «no», de ser rechazados, es muy alto. Vencerá el que tenga más
tolerancia para aceptar «noes».
Para vencer al desempleo se impone la necesidad de realizar una operación de verdadero
marketing personal que exalte las virtudes de nuestra personalidad.
Hay dos estrategias para mantener durante la búsqueda de empleo. Primera, una alta
autoestima: considerar dicha búsqueda, en sí misma, como una ocupación. Segunda, transmitir
que no vamos pidiendo el empleo a modo de limosna, sino que somos valiosos y
enriqueceremos a quien nos acoja.
CAMINANDO HACIA EL ÉXITO
«Tengo que ponerme una meta si quiero llegar a alguna parte». Hasta
ese momento, Natalia se había dedicado a multitud de actividades desde
que abandonó el colegio y se trasladó a la gran ciudad. Nerviosa e
indecisa, transmitía una sensación de falta de seguridad en casi todo lo
que hacía. Ella misma demandaba ayuda, ya que, a sus treinta y pocos
años de edad, comenzaba a padecer ataques de ansiedad, temblores y
oleadas de calor en cuanto tenía que enfrentarse al más mínimo
problema. Había cambiado de ocupación innumerables veces, hasta el
punto de que siempre era una aprendiz en cada trabajo que comenzaba.
Una vez que salía a buscar empleo se cortaba los cabellos, cambiaba de
peinado, compraba una blusa o mandaba el vestido a la tintorería.
Inmediatamente, se acicalaba y perfumaba. Pero cuando estaba frente a
frente con la persona que la entrevistaba, y aunque se consideraba
preparada, notaba, en lo más profundo de su conciencia, que el trabajo
no era para ella, que podría no estar capacitada para él, sentía que no la
iban a contratar y, efectivamente, así sucedía.
«Hay que tener fe en uno mismo. Ahí reside el secreto. Aun cuando estaba en el orfanato y
recorría las calles buscando qué comer para vivir, incluso entonces, me consideraba el actor más
grande del mundo. Sin la absoluta confianza en sí mismo, uno está destinado al fracaso».
CHARLES CHAPLIN
Cuadro 30
EN BUSCA DEL ÉXITO
Cuadro 31
MI ÉXITO ES EL SUYO..., SI LO SABE COMPRENDER
«MEJORANDO LO PRESENTE»
Una vez que nos hemos dado cuenta de que nuestros niveles de
autoestima no son muy elevados, o bien, que se encuentra en un buen nivel
pero que todavía se puede mejorar, debemos comenzar la transformación. El
deterioro de la autoestima es a veces imperceptible y se detecta con
frecuencia después de muchos años de estar sufriendo sus consecuencias, si
bien nunca es demasiado tarde para cambiar. De hecho, debemos aceptar
que la mayoría de las personas estamos o hemos estado en este lance en
alguna ocasión.
Mas ¿es fácil cambiar la autoestima? Con certeza, no es una tarea
sencilla ya que significa darse un vistazo a uno mismo, de frente y sin
tapujos. ¿Tendremos el valor de hacerlo? Lleva su tiempo pero los resultados
valen el esfuerzo. Si ya lo hemos intentado con anterioridad pero no hemos
hecho avance alguno, deberíamos considerar la posibilidad de pedir ayuda a
algún profesional.
El amor a uno mismo es el paso fundamental para amar a otros y para reconocer el amor de otros
hacia uno.
Cuadro 32
BUENAS RAZONES PARA CAMBIAR NUESTRA AUTOESTIMA
Identificar sentimientos y actitudes producto de nuestra baja autoestima es el primer paso para
realizar una crítica positiva y acometer las transformaciones que nos favorezcan.
Entre numerosas razones, es necesario mejorar nuestra autoestima cuando: cedemos
irracionalmente a las presiones de otros, permitimos que se apropien de nuestro potencial
creativo, toleramos posturas de superioridad en otros, tenemos sensación de arrepentimiento
por cosas no realizadas en el pasado, o creemos, fuera de lugar o con arrogancia, tener
confianza en nuestras propias cualidades.
La visualización nos puede ayudar a ver cómo somos y cómo deseamos llegar a ser.
Debemos separar el «ser» del «hacer». Aislar nuestro ser de nuestras actitudes resulta clave
para comenzar a modificarlas.
Mejorar nuestra autoestima no es tarea fácil, pero su consecución no tiene precio.
Cambiar, claro que es difícil, pero para nada imposible. Debemos llegar a pensar: «Lo imposible
no está al alcance de nadie. Lo difícil está al alcance de cualquier persona con tesón».
La necesidad de aprobación, por parte de terceras personas equivale a decir: «Lo que tú piensas de
mí es más importante que la opinión que tengo de mí mismo».
Cuadro 33
CAMBIANDO... PERO SIENDO NOSOTROS MISMOS
Hablemos positivamente acerca de nuestra persona. Reforzará nuestra imagen ante los demás y
nos ayudará a encontrar valores positivos que, seguramente, creíamos inexistentes en nosotros
mismos.
Respetemos la realidad. El único tiempo real es el ahora. Es el más valioso: no lo
desperdiciemos.
Seamos fieles a nuestra conciencia. Evitemos las distorsiones de la realidad para no
enfrentarnos a nuestros problemas y temores. Seamos «consecuentes» con nuestras vivencias y
experiencias.
No necesitemos la aprobación de los demás para tomar decisiones o como refuerzo de nuestros
actos.
AUTOESTIMA Y EGOÍSMO
Marta estaba a punto de conseguir ese puesto que siempre había
deseado, pero algo, no supo exactamente qué, se lo impidió una vez
más. En esta ocasión comenzó a reflexionar para lograr dilucidar en qué
consistía ese lastre psicológico que, en tantas ocasiones, le había
saboteado alcanzar el éxito. Apoyada sobre la mesa, con ambos puños
cerrados, se mecía de un lado a otro como intentando leer la respuesta en
las vetas de la madera. Días después, a solas en casa, reflexionaba:
«Si hubiese luchado y obtenido ese puesto, sería una egoísta con
los demás, ¿verdad?».
Pero ¿era sincera la generosidad de Marta? O, por el contrario, ¿no era
sino una simple cortina de humo para esconder su inseguridad y baja
autoestima? Pocas personas con buena autoestima considerarían poco
generoso o equivocado el haber competido, lealmente, por un puesto en su
propia empresa.
Algunas personas, por el contrario, presentan una autoestima que, al
estilo de los decorados cinematográficos, es pura apariencia. Tal era el caso
de Verónica. Conocida periodista de la «prensa rosa». Sumamente elegante y
con facilidad de palabra, se había abierto un importante hueco en muchas
tertulias radiofónicas y televisivas. Sin embargo, a pesar del éxito acumulado,
no cesaba de compararse con otras compañeras que, en muchos casos, no
tenían, ni lejanamente, el mismo éxito que ella. No solo eso, sino que también
envidiaba por sus logros y odiaba por sus laureles a cualquiera que supusiera
una lejana competencia para ella. En el fondo, no se aceptaba ni se sentía a
gusto con lo que era ni con lo que tenía; en vez de aceptar sus virtudes y
defectos, era una persona que se quería poco a sí misma, con baja autoestima.
Las personas egoístas suelen, además, infravalorarse ya que no atribuyen
sus logros al esfuerzo y capacidad. Son numerosas las que viven inmersas en
un mundo de adulaciones y retorcidos caminos para alcanzar el éxito,
culpando a otros de sus propios errores, ya que, como creen que han
alcanzado dichos laureles a través de trampas o por caminos donde su valía
no ha tenido mucho que ver, tampoco tienen necesidad de felicitarse o
gratificarse ante los logros obtenidos. Lógicamente, tienen la sensación de no
«merecerlos», hecho que les produce una baja autoestima. Algunos autores
han calificado esto como el «síndrome del impostor» refiriéndose a aquellas
personas que, por ejemplo, creen haber tenido éxito debido a meros «golpes
de suerte». La sensación es la de nunca estar «a la altura» de las
circunstancias, de ser un fraude. Se preguntan «¿qué hago yo aquí?».
Alguien dijo en una ocasión: «La pedantería es una enfermedad muy rara. Hace que todo el mundo
se sienta mal, excepto quien la padece». Es necesario diferenciar egoísmo de una saludable
autoestima.
La autoestima y el egocentrismo no están separados por una delgada
línea. Definitivamente, son dos categorías del todo diferentes. El
egocentrismo gira en torno a «obtener lo que yo quiero». Nos empuja, por
ejemplo, a poseer cualquier cosa de valor que alguien tenga. «Todos deben
ceder ante mi voluntad porque yo sé todo mejor que los demás». Eso es
egocentrismo.
La autoestima, en contraste, no depende de obtener lo que uno desea,
sino en reconocer nuestro lugar en el universo. Es la apreciación de saber lo
que cada uno de nosotros tiene, de lo que ya somos. En cambio, la persona
egocéntrica es infeliz a menos que obtenga lo que quiere ya que no puede
sobreponerse a sus deseos físicos o a sus impulsos. La persona con
autoestima se acepta a sí misma como es, sin depender de sus posesiones
materiales y está siempre activa en el proceso de descubrir su más profundo
yo.
La autoestima no es egoísmo o esnobismo. Estos son sentimientos falsos
de inseguridad y baja autoestima. Tener una autoestima alta es apreciar
nuestra individualidad, de manera que podamos responder a los demás de una
manera positiva y productiva. Verónica, sin embargo, sería una fiel
representante de aquellas personas con un gran ego que necesitan ser el
centro de atención, ansían reconocimientos y les preocupan muy poco los
demás. Por el contrario, una saludable autoestima nos permite respetar
nuestros propios deseos y también aquellos de los que nos rodean.
La traducción práctica de este razonamiento tornado en sentimiento es
que podemos sentirnos orgullosos de nuestros logros sin tener que
divulgarlos a los cuatro vientos, y que podemos aceptar nuestras limitaciones
al tiempo que luchamos por superarnos. Por ejemplo, una autoestima
saludable significa que no nos sentimos obligados a justificar, ante nosotros
mismos o ante nadie, el hecho de salir de vacaciones, acostarnos tarde o
permitirnos algún capricho de manera ocasional. Cuando apreciamos nuestro
propio valor no necesitamos decírselo al mundo, quien necesita hacerlo es
que no cree en su propio valor.
Resulta algo común haber crecido con la idea de que está mal amarse a
sí mismo, ya que eso, para algunos, es egoísmo, pero es inevitable recordar
que el amor a los demás está relacionado con el amor que nos tenemos a
nosotros mismos. El amor es una palabra que tiene tantas definiciones como
personas hablaron de él. Por ejemplo, una buena definición, al menos
relacionada con la autoestima, podría ser: permitir que los seres a los que
amas puedan hacer lo que mejor elijan para sí mismos aunque esto vaya en
contra de nuestros propios intereses. ¿Nos sentimos identificados con esta
definición?
Pensar equivale a vivir. No es suficiente estar pensando que pensamos. Debemos pensar hasta que
duela. Debemos enfrentarnos a nosotros mismos y cambiar.
Cuadro 34
AUTOESTIMA CONTRA EGO: SOL Y SOMBRA
Las personas egoístas suelen infravalorarse, ya que no atribuyen sus logros a su propio
esfuerzo y capacidad, sino a sus habituales artimañas.
El egocentrismo gira en torno a «obtener lo que yo quiero». La autoestima, en contraste, no
depende de obtener lo que uno desea, sino de reconocer nuestro lugar en el universo. Es la
apreciación de saber lo que cada uno de nosotros ya tiene y de lo que somos.
Es inevitable recordar que, para amar a los demás, primero hemos de amarnos a nosotros
mismos.
Positivo Negativo
Compartir con otros nuestros propósitos y sentimientos hace el crecimiento de todos más fructífero
y gratificante.
Pero ¿cómo podemos ayudar a los demás a sentirse mejor? Para ello
debemos tener claros, al menos, algunos conceptos esenciales:
Cuadro 35
NOSOTROS Y LA AUTOESTIMA AJENA
Nuestro propio egoísmo es el que, muchas veces, actúa de motor para someter a otros. No
podemos ayudar a nadie si, primero, no renunciamos a actitudes excesivamente individualistas.
Ante un hecho desafortunado por parte del otro, podemos obtener un aprendizaje o, por el
contrario, subrayar sus aspectos negativos. Elegir la primera opción mejorará la relación y
reforzará la autoestima de todos.
Nadie es «nuestra» o «nuestro», sino personas independientes a quienes debemos apoyar en su
desarrollo personal.
Debemos revisar continuamente nuestras actitudes. Cualquiera de ellas que no esté implicada
en un «florecimiento» de los demás debería ser desechada.
LA CURACIÓN
Una baja autoestima puede llegar a constituir una verdadera enfermedad de
nuestra personalidad. Por ejemplo, resulta común poseer, en nuestro interior,
sentimientos no resueltos (abandono, ira, vergüenza, etc.), aunque no siempre
seamos conscientes de ellos. Estos sentimientos ocultos de dolor suelen
convertirse en frustración y, con el tiempo, podemos volver esta rabia contra
nosotros mismos, dando así lugar a formas de depresión y ansiedad. Estas
sensaciones pueden asumir muchas formas: odiarnos a nosotros mismos,
ataques de ansiedad, cambios bruscos de humor, culpas, reacciones
exageradas, hipersensibilidad, encontrar el lado negativo en situaciones
positivas y autodestrucción.
En este proceso de curación resulta determinante analizar, como en
cualquier enfermedad, las causas de una baja autoestima. Causas que, con
frecuencia, se encuentran en la infancia. El proceso consiste en desaprender
lo negativo que tenemos aprendido. Debemos proceder a un proceso de
saneamiento a través del cual vamos reemplazando unas ideas por otras.
Durante este relevo que, en definitiva, no es otra cosa que un proceso de
comunicación con nosotros mismos por el cual nos llegamos a conocer
mejor, adquirimos seguridad y tomamos conciencia de una serie de
fundamentos:
Tenemos confianza en poder resolver los problemas de la mejor
manera posible en cualquier situación.
No tenemos miedo a cambiar nuestras opiniones si nos damos cuenta
de que no eran correctas.
El hecho de existir nos otorga un valor determinado. Somos creativos y
estamos dispuestos a cambiar cualquier aspecto que así lo requiera.
Somos capaces de comunicar nuestros sentimientos y respetar los
ajenos.
Somos responsables de nuestro trato hacia los demás y les evitamos lo
que a nosotros nos hace sufrir.
El tiempo es un tesoro nuestro. Nosotros decidimos cómo utilizarlo
solos o con otros, pero, desde luego, sin someternos.
Si algo no va bien en nuestra vida no es porque seamos unos
fracasados, sino porque tenemos que aprender más.
Al elegir, somos responsables. No tenemos temor a tomar decisiones.
Si sentimos que estos valores comienzan a formar parte de nuestra
personalidad, es que un verdadero proceso curativo ha comenzado a
desarrollarse.
Quiere lo que haces y haz lo que quieres, porque mucha gente hace lo que no quiere.
En las fachadas de las escuelas griegas clásicas podía leerse: «Sé lo que
eres». Para poder llegar a tal grado de proyección de lo que somos, debemos
utilizar un único camino: el conocimiento de nosotros mismos. Es necesario
ahondar dentro de nosotros y ser capaces de extraer lo mejor de nosotros
mismos. Conocer los propios valores y limitaciones. Poner como leyenda de
nuestra vida la propia existencia.
Respecto a la autoestima de las mujeres, hay que romper moldes sobre
los valores femeninos tradicionales: ordinariamente lo primero que se aprecia
en una mujer es la belleza; si no es hermosa, se valora su encanto; y si no
posee ninguna de esas cualidades, finalmente se tiene en cuenta su
inteligencia. No es extraño que cada una de estas cualidades se considere
excluyente respecto de las otras. Sería positivo, para mujeres y hombres,
eliminar este orden de apreciación de sus virtudes y que, por ejemplo, se
pusiera de moda la inteligencia en nuestra sociedad, sin necesidad de excluir
las demás.
El propio hecho de llegar a «curar» una baja autoestima es, de por sí,
una forma de aumentarla. La persona adquiere mayor confianza en sus
capacidades y, por consiguiente, en sí misma. Una sensación de bienestar y
seguridad es la principal característica de quien ha podido superar esta
verdadera patología. Sin embargo, al igual que cualquier otro ser humano,
debemos permanecer alertas el resto de nuestra vida, haciendo de la
formación de nuestra personalidad un proceso activo donde la maduración y
la evolución, en contraste con el envejecimiento, harán de nosotros seres más
desarrollados y capaces.
Cuadro 36
CURANDO HERIDAS DE NUESTRA AUTOESTIMA
Una baja autoestima llega a constituirse en una verdadera patología con sus síntomas
asociados: indecisión crónica, sensación de inferioridad, falta de confianza en nosotros
mismos, etc.
La «curación» ocurre a medida que aumentamos nuestro autoconocimiento. Detectaremos
problemas e intentaremos solucionarlos.
El propio hecho de abordar su «curación» aumenta, de por sí, la confianza en nosotros mismos
y nuestra autodignidad, es decir, ser fieles a nuestros valores más íntimos. En este caso
particular, consecuentes con nuestro deseo de cambio.
ANEXO
CUESTIONARIO Y AUTOEVALUACIÓN
A continuación le proponemos un ejercicio para valorar su nivel de
autoestima. Sea lo más sincera posible. El contestar con cierta rapidez suele
ayudar a este propósito. Una vez que obtenga sus respuestas, revíselas de
acuerdo con la escala suministrada al final del cuestionario.
De las frases que se mencionan a continuación, algunas describen
probablemente situaciones o estados que le ocurren con frecuencia, otras, por
el contrario, situaciones desconocidas para usted. Señale con una «X» cuáles
le «describen» y cuáles «no tienen nada que ver con usted».
No me
Sí, me
siento
describe
identificado
1 No me siento identificado
2 No me siento identificado
3 No me siento identificado
4 No me siento identificado
5 No me siento identificado
6 No me siento identificado
7 No me siento identificado
8 No me siento identificado
9 No me siento identificado
10 No me siento identificado
11 Sí, me describe
12 No me siento identificado
13 No me siento identificado
14 No me siento identificado
15 Sí, me describe
16 No me siento identificado
17 Sí, me describe
18 No me siento identificado
19 No me siento identificado
20 No me siento identificado
21 No me siento identificado
22 Sí, me describe
23 No me siento identificado
24 No me siento identificado
25 Sí, me describe
26 Sí, me describe
27 No me siento identificado
28 No me siento identificado
29 No me siento identificado
30 No me siento identificado
6-10 Baja
16-20 Media
21-25 Alta
1
No confundir con la «lectura de pensamiento» que se presenta en ciertos tipos de psicosis, como
en la esquizofrenia, en la que el paciente cree que los demás son capaces de leerle, literalmente, el
pensamiento y conocer, de esta manera, el contenido del mismo.
2
Nótese que el autor ha omitido, de manera deliberada, la expresión «fracasado».
3
Celar: «vigilar o espiar a alguien de quien se desconfía», Diccionario de la lengua española.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra
solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún
fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).