Características Borgeanas
Características Borgeanas
Características Borgeanas
Características borgeanas
SÍMBOLOS:
LA ROSA: La fugacidad del tiempo, la perfección, la fragilidad, lo eterno y renovable.
EL RÍO Y LOS ESPEJOS: El paso a otra dimensión o realidad. Cuando era joven, le temía a los espejos
(pensaba que su cuerpo se partiría, como se parte la imagen de un cuerpo en al verse reflejada, acostada
en una cama, frente a un ropero con espejos repartidos).
LA ESPADA: La valentía. Ver conexión con sus ancestros maternos militares.
LOS LABERINTOS: El caos de la humanidad. Hermetismo impenetrable de un mundo sin salida.
Desesperación y frustración humana ante la imposibilidad de acceder a lo absoluto. Los laberintos se
relacionan con las pesadillas, la confusión, lo inconsciente. Relacionar con el prostíbulo de “Emma
Zunz” (después... y después... etc.) y los múltiples laberintos que aparecen en sus cuentos: ej. el de “Dos
reyes y un laberinto”, las bibliotecas, etc.
LA BIBLIOTECA: el infinito por excelencia. (libros incontables). Él trabajó en la Biblioteca Nacional,
como Director y se formó en la biblioteca de su padre, que era vasta. Para él ése es el verdadero Paraíso.
EL TIEMPO: siempre es incontable, infinito, simbolizado en un reloj de arena (dicen que los
coleccionaba) o en otro objeto. Se relaciona con el significado del infinito.
LAS MONEDAS: como espejo mágico, porque tiene dos caras, el azar.
LA LUNA: espejo, pluralidad, figura del amor y del misterio. Cuidado: los símbolos son personales:
para Lorca sería lo femenino.
EL TIGRE: valor, belleza. Le encantaban los gatos, igual que a Cortázar.
OTROS SÍMBOLOS o TEMAS RECURRENTES
El ajedrez (ingenio), el libro (saber, erudición), el puñal (valentía, ancestros militares), lo hebreo
(ancestros –su deseo de tener un familiar judío-, cábala), el atardecer (que tanto admiraba).
Fuentes: CUENTOS Borges. GOLU, Kapelusz. (Introd.) y Clases de Jorge Panessi (UBA).
Ahora, te propongo que individualmente o en grupos de no más de cuatro (SIN SALIR DE CASA),
busquen características o símbolos con sus respectivos ejemplos entre comillas, sacados del cuento.
Se pueden dividir las características y los símbolos y releer el cuento, individualmente, sin problemas.
Recuerden que la próxima tarea será la de confrontar el cuento con el video y ver los tipos de policiales
dentro del relato. Y en alguna oportunidad, haremos lo mismo con ambos, respecto de una novela de
Luis Fernando Veríssimo.
Al releer, para tener adelantada la próxima tarea, tratá de ver cuál es la teoría que defiende Treviranus y
cuál defiende el detective Lönnrot. Intentá comparar sus personalidades. Esto no es para entregar.
Ayudita: la duplicación hay que buscarla hasta en las letras de los nombres y en la repetición de
significados en los nombres. Rojo/rojo R. E. frente a rojo (rot) ver en qué idiomas... que eso da otra
característica.
Otro dato: Su madre se llamaba Leonor Acevedo. ¿Te suena?
No está mal usar internet, pero hay que justificar con citas, desde el cuento. Es decir, confirmar las
ideas. Y poner siempre los links.
Ante todo, gracias por el esfuerzo realizado, porque estás haciendo las tareas con explicaciones básicas.
Recordá que podés consultar tus dudas por mail y que el trabajo siempre podrá ser mejorado después. Lo
importante es que te mantengas con salud, leyendo, estudiando y disfrutando... Ya tendremos que
acostumbrarnos a levantarnos temprano algún día, nuevamente. ¡Un abrazo!
Les dejo un ejemplo de investigación sobre un nombre mencionado en el cuento: UN CAUDILLO
BARCELONÉS,
https://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2016/04/27/opinion/OPIN-03.html
CRÓNICAS DE LA HISTORIA
Durante casi cuatro décadas Alberto Barceló, don Alberto, fue considerado con justicia el patrón de Avellaneda.
Diputado, senador, frustrado candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, su feudo fue en todas las
circunstancias la intendencia de Avellaneda, creada en 1906 gracias a las gestiones de Marcelino Ugarte, uno de
los más consagrados caudillos conservadores de la provincia de Buenos Aires.
Barceló nació en Barracas en diciembre de 1873. Se dice que su padre fue oficial de Urquiza en la batalla de
Caseros y que pocos años después emigró con toda su familia a Buenos Aires para instalarse en Barracas. En
1908, su hijo fue elegido intendente de Avellaneda, cargo que ocupara en cinco ocasiones, alternando con
funciones legislativas, aunque a decir verdad, don Alberto nunca se fue de Avellaneda, ciudad donde gobernó
como un señor de horca y cuchillo hasta los primeros años de la década del cuarenta. Acá vemos cómo se conecta
con la biografía de Borges y la fecha de creación del cuento.
Las fotos que pude ver de él recuerdan al personaje interpretado por Arturo García Buhr en la película “Fin de
fiesta”, novela escrita por Beatriz Guido y que filmara su marido, Leopoldo Torre Nilsson, en 1960. Si Barceló
recuerda a García Buhr, su mano derecha, su operador político en los bajos fondos, sicario y recaudador a tiempo
completo, Juan Ruggiero, está muy bien representado en la figura de Lautaro Murúa, siempre impecable para
calzar el funyi, llevar la pistola en el cinto y el puñal en el saco.
A principios del siglo veinte, Avellaneda no tenía más de sesenta mil habitantes. Territorio de trabajadores,
hampones, malevos y compadritos, fue creciendo a saltos a impulso del modelo primario exportador. Los
frigoríficos alternaban con los prostíbulos y garitos; la militancia anarquista y socialista se contrastaba con la
actividad de rufianes, tahúres y cafishos. En ese clima, en ese escenario tensionado por el aluvión inmigratorio,
las necesidades sociales y el hampa, fue donde se desenvolvió don Alberto. Piensen en esto e imaginen en su
lugar a Scharlach, regenteando junto con la ayuda de Finnegan, varios prostíbulos, organizando el hampa.
Barceló expresó mejor que nadie los límites y vicios del orden conservador que controló la política de la provincia
de Buenos Aires, y en algún momento, del país, durante las primeras décadas del siglo pasado. Alto, delgado,
dueño de un señorío criollo que hasta sus enemigos le supieron reconocer, fue el político que entendió rápido que
para gobernar necesitaba recursos que, según su particular visión de la realidad, sólo podían obtenerse del juego y
la prostitución.
El clientelismo conservador de Avellaneda fue en ese sentido un ejemplo de construcción del poder político, un
modelo que con las adaptaciones del caso sobrevive en lo que hoy conocemos como el conurbano. La maquinaria
política tenía un vértice en don Alberto y de allí se desplegaba en una red de comités que, en más de un caso,
actuaban como tales en los días de elecciones, porque el resto del tiempo eran salas de juego, reñideros de gallos o
prostíbulos.
Ruggiero fue la mano derecha de Barceló en esos ambientes. Hijo de padres napolitanos, antes de la mayoría de
edad ya disponía de un interesante prontuario policial por asaltos y actos de violencia. En su momento, don
Alberto le confió el control del comité de la calle Pavón 252, la base política en la que se manejaba desde los
prostíbulos hasta los reñideros, las carreras de caballos y los garitos. Ruggiero allí llegó a ser un maestro. Busquen
en el diccionario todo lo que no entiendan... ej. reñidero, garito...etc.
El hombre además de guapo era popular. Él mismo pagaba de su bolsillo los sueldos de policías; él mismo se
encargaba de poner en línea a los insurrectos, y para el caso poco importaba que fueran hampones, militantes
socialistas o dirigentes radicales. Los excesos de Ruggierito nunca fueron castigados. Para eso, estaba la mano
maestra de don Alberto siempre tendida generosamente para persuadir en las tertulias del Jockey a jueces,
comisarios o políticos con ínfulas de escrupulosos.
Barceló puede ser entendido como el producto de una época, pero más allá de esas consideraciones no está de más
tener presente que sus vicios se combinaban con un estilo particular de ejercer el poder que sólo era posible en esa
Argentina tumultuosa, caótica y aluvional (esto se refiere a las oleadas inmigratorias que como material de
aluvión fertilizaron nuestro suelo) . Los conservadores supieron entonces expresar mejor que nadie esa relación
entre poder, orden y demagogia social.
Hijo de su tiempo, Barceló gozó del respeto y el reconocimiento de sus pares políticos, incluso de sus adversarios
más duros. No fue un hombre culto, por el contrario, se habla de que no concluyó los estudios primarios, pero era
consciente de sus límites que los compensaba con su perspicacia, su sagacidad para entender a la gente de su
tiempo. Barceló llegó donde llegó porque a su maquinaria de poder le sumaba un estilo para relacionarse con la
clase dirigente y los factores de poder a los que siempre respetó, pero nunca se prestó a ser un títere de ellos.
El hombre siempre se jactó de ser amigo de los amigos, de ayudar si era necesario a sus rivales y de dar una mano
cada vez que era posible hacerlo. Su billetera, y algo más que su billetera, siempre estaba disponible para todos;
su residencia, levantada frente a la plaza principal de Avellaneda, era de puertas abiertas todos los días de la
semana, desde mediodía hasta la noche. Allí se confundían políticos, jueces, rufianes, mujeres de la vida. Alguna
vez, por esos salones supo cantar Carlos Gardel, amigo del alma de Ruggiero.
Don Alberto entonces se comportaba como un gran señor; siempre de saco y corbata, el pelo gris y el bigote
canoso, serio, de pocas palabras, amable con sus invitados y generoso con todos. Cuando murió, en 1946, sus
únicas propiedades fueron esa casa y la quinta de Monte Grande, las dos hipotecadas. Todo el dinero habido a
través del juego y la prostitución lo gastó haciendo política. La marca de un estilo de época.
La amistad fue su culto. Cuando después del golpe de Estado de septiembre de 1930 el gobernador radical de
Buenos Aires, Nereo Crovatto, era buscado por la policía y el ejército, Barceló le permitió que se ocultara en su
quinta de Monte Grande. Raúl Oyhanarte cuenta que cuando Hipólito Yrigoyen, entonces en Uruguay, se enteró
de que su correligionario iba a ir a Avellaneda le dijo: “No deje de saludar en mi nombre a don Alberto”. Hoy,
esas atenciones nos parecen extrañas. Yrigoyen y Barceló habían sido enemigos, sus seguidores se peleaban con
facón y pistola en los comités, la maquinaria del fraude conservador era impiadosa; sin embargo, en un punto,
estos dirigentes se reconocían y a su manera se respetaban.
En octubre de 1933, Ruggiero fue asesinado en la calle. Ocurrió un domingo a la nochecita. Regresaba del
hipódromo con su chofer y su guardaespaldas. Se detuvo en la casa de su novia, y a la salida un hombre le disparó
por la espalda. El famoso Chevrolet azul se perdió luego por calle Pavón. El lunes, a las tres de la tarde, Ruggiero
fue llevado al cementerio en una ciudad donde todos los comercios y edificios públicos cerraron sus puertas. Una
multitud nunca vista salió a la calle. Al féretro, envuelto con la bandera argentina, lo cargaron a pulso. Toda
Avellaneda, la Avellaneda de la noche y del hampa, del juego y de los prostíbulos, de los policías bravos y de los
otros, se hizo presente para despedir al hombre que habían respetado, temido y querido. En el cementerio, la
regente de El Farol Colorado, el célebre lupanar (usen diccionario!!) de la isla Maciel cantado por Gardel y
poetizado por Cadícamo, lo despidió diciendo: “Chau Ruggerito, con vos se va el último macho de Avellaneda”.
¿Quién lo mató? Nunca se supo, pero se sospecha que la mano de don Alberto no fue ajena a ese crimen.
Ruggiero era popular, pero le sobraban enemigos. Así y todo, se hace difícil imaginar que alguien se le hubiera
animado sin el consentimiento de don Alberto. Se asegura al respecto que Barceló decidió eliminarlo porque sus
ambiciones políticas iban más allá de lo consentido. La historia cuenta que en algún momento Ruggiero le había
informado a su jefe que iba a presentar candidatura propia. Alberto lo escuchó y lo despidió en la puerta con un
apretón de manos. Después habló en voz baja con uno de sus hombres. “Tras cartón está la muerte” , como dice
Carlos del Púa.