Cuentos de La Selva
Cuentos de La Selva
Cuentos de La Selva
Cuentos de la selva
Horacio Quiroga
Quiroga, Horacio
Cuentos de la selva / Horacio Quiroga; ilustrado por Perica Jacoboni – 1ª ed. -
Buenos Aires; Kapelusz; Alejandro Palermo, 2009.
128 p.; il.; 20 x 14 cm - GOLU (Grandes Obras de la Literatura Universal)
ISBN 978-950-13-2333-7
Primera edición.
Tercera reimpresión: enero de 2015
© Editorial Norma S.A., 2009
San José 831, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
CC: 29002288
ISBN: 978-950-13-2333-7
PROHIBIDA LA FOTOCOPIA (ley 11.723). El editor se reserva todos los derechos sobre esta
obra, la que no puede reproducirse total o parcialmente por ningún método gráfico, electrónico o
mecánico, incluyendo el fotocopiado, el de registro magnetofónico o el de almacenamiento de
datos, sin su expreso consentimiento.
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Índice
Nuestra colección 7
Leer hoy y en la escuela Cuentos de la selva 9
Avistaje 11
Biografía 13
Palabra de expertos 15
“Historias con animales”
Cuentos de la selva 19
La tortuga gigante 21
Las medias de los flamencos 29
El loro pelado 37
La guerra de los yacarés 47
La gama ciega 61
Historia de dos cachorros de coatí y de dos 71
cachorros de hombre
El paso del Yabebirí 81
La abeja haragana 97
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Bibliografía 127
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Nuestra colección
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Avistaje
Es uno de los ambientes naturales del país que albergan una mayor
diversidad de especies vegetales y animales.
A causa de las condiciones climáticas adversas, la diversidad de seres
vivos es menor que en el resto de los ambientes del país.
5 Conversen entre todos acerca de los animales que tienen en sus ca-
sas como mascotas. Cuenten cómo los cuidan, qué cosas les gus-
tan y cuáles les disgustan. Si recuerdan alguna anécdota divertida
en la que intervenga una mascota, relátensela a sus compañeros.
Biografía
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Palabra de expertos
Esta pintura rupestre con animales fue realizada hace unos 10.000 años, en la cue-
va de Cogull, España.
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podía tenerla en su casa, que era muy chica, el director del Zoo-
lógico se comprometió a tenerla en el Jardín, y a cuidarla como
si fuera su propia hija.
Y así pasó. La tortuga, feliz y contenta con el cariño que le
tienen, pasea por todo el Jardín, y es la misma gran tortuga que
vemos todos los días comiendo el pastito alrededor de las jaulas
de los monos.
El cazador la va a ver todas las tardes y ella conoce desde
lejos a su amigo, por los pasos. Pasan un par de horas juntos, y
ella no quiere nunca que él se vaya sin que le dé una palmadita
de cariño en el lomo.
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Cierta vez las víboras dieron un gran baile. Invitaron a las ra-
nas y los sapos, a los flamencos, y a los yacarés y los pescados.
Los pescados, como no caminan, no pudieron bailar; pero sien-
do el baile a la orilla del río, los pescados estaban asomados a la
arena, y aplaudían con la cola.
Los yacarés, para adornarse bien, se habían puesto en el
pescuezo un collar de bananas, y fumaban cigarros paraguayos.
Los sapos se habían pegado escamas de pescado en todo el cuer-
po, y caminaban meneándose,1 como si nadaran. Y cada vez que
pasaban muy serios por la orilla del río, los pescados les gritaban
haciéndoles burla.
Las ranas se habían perfumado todo el cuerpo, y camina-
ban en dos pies. Además, cada una llevaba colgando, como un
farolito, una luciérnaga que se balanceaba.
Pero las que estaban hermosísimas eran las víboras. Todas,
sin excepción, estaban vestidas con traje de bailarina, del mismo
color de cada víbora. Las víboras coloradas llevaban una polle-
rita de tul colorado; las verdes, una de tul verde; las amarillas,
otra de tul amarillo; y las yararás, una pollerita de tul gris pin-
tada con rayas de polvo de ladrillo y ceniza, porque así es el color
de las yararás.
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2 Serpentina: tira de papel arrollada que las personas se arrojan en las fiestas,
sujetándola por un extremo.
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El loro pelado
Había una vez una banda de loros que vivía en el monte. De ma-
ñana temprano iban a comer choclos a la chacra,1 y de tarde comían
naranjas. Hacían gran barullo con sus gritos, y tenían siempre un
loro de centinela en los árboles más altos, para ver si venía alguien.
Los loros son tan dañinos como la langosta, porque abren
los choclos para picotearlos, los cuales, después, se pudren con
la lluvia. Y como al mismo tiempo los loros son ricos para comer
guisados, los peones los cazaban a tiros.
Un día un hombre bajó de un tiro a un loro centinela, el que
cayó herido y peleó un buen rato antes de dejarse agarrar. El
peón lo llevó a la casa, para los hijos del patrón, y los chicos lo
curaron porque no tenía más que un ala rota. El loro se curó muy
bien, y se amansó completamente. Se llamaba Pedrito. Aprendió
a dar la pata; le gustaba estar en el hombro de las personas y con
el pico les hacía cosquillas en la oreja.
Vivía suelto, y pasaba casi todo el día en los naranjos y eu-
caliptos del jardín. Le gustaba también burlarse de las gallinas.
A las cuatro o cinco de la tarde, que era la hora en que tomaban
el té en la casa, el loro entraba también en el comedor, y se su-
bía con el pico y las patas por el mantel, a comer pan mojado
en leche. Tenía locura por el té con leche.
1 Chacra: granja.
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como era muy curioso, fue bajando de rama en rama, hasta acer-
carse. Entonces vio que aquellas dos luces verdes eran los ojos de
un tigre que estaba agachado, mirándolo fijamente.
Pero Pedrito estaba tan contento con el lindo día, que no
tuvo ningún miedo.
—¡Buen día, tigre! —le dijo—. ¡La pata, Pedrito!
Y el tigre, con esa voz terriblemente ronca que tiene, le respondió:
—¡Bu-en día!
—¡Buen día, tigre! —repitió el loro—. ¡Rica papa!… ¡rica
papa!… ¡rica papa!…
Y decía tantas veces “¡rica papa!” porque ya eran las cuatro
de la tarde, y tenía muchas ganas de tomar té con leche. El loro
se había olvidado de que los bichos del monte no toman té con
leche, y por esto lo convidó al tigre.
—¡Rico té con leche! —le dijo—. ¡Buen día, Pedrito!…
¿Quieres tomar té con leche conmigo, amigo tigre?
Pero el tigre se puso furioso porque creyó que el loro se reía
de él, y además, como tenía a su vez hambre, se quiso comer al
pájaro hablador. Así que le contestó:
—¡Bue-no! ¡Acerca-te un po-co que soy sor-do!
El tigre no era sordo; lo que quería era que Pedrito se acer-
cara mucho para agarrarlo de un zarpazo. Pero el loro no pen-
saba sino en el gusto que tendrían en la casa cuando él se pre-
sentara a tomar té con leche con aquel magnífico amigo. Y voló
hasta otra rama más cerca del suelo.
—¡Rica papa, en casa! —repitió, gritando cuanto podía.
—¡Más cer-ca! ¡No oi-go! —respondió el tigre con su voz
ronca.
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5 Rabón: animal que tiene la cola más corta que los de su especie, o al que
directamente le falta la cola.
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10 Torpedo: proyectil con carga explosiva que se lanza por debajo del agua.
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12 Galón: distintivo que llevan en la manga los integrantes de una fuerza militar y
que sirve para diferenciar los rangos o las jerarquías.
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La gama ciega
Había una vez un venado —una gama— que tuvo dos hijos
mellizos, cosa rara entre los venados. Un gato montés se comió
a uno de ellos, y quedó solo la hembra. Las otras gamas, que la
querían mucho, le hacían siempre cosquillas en los costados.
Su madre le hacía repetir todas las mañanas, al rayar el día,1
la oración de los venados. Y dice así:
I
Hay que oler bien primero las hojas antes de comerlas, por-
que algunas son venenosas.
II
Hay que mirar bien el río y quedarse quieto antes de bajar a
beber, para estar seguro de que no hay yacarés.
III
Cada media hora hay que levantar bien alto la cabeza y oler
el viento, para sentir el olor del tigre.
IV
Cuando se come pasto del suelo, hay que mirar siempre antes
los yuyos para ver si hay víboras.
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2 Ura: larva de un insecto que se mete bajo la piel y produce grandes molestias.
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7 Bañado: terreno húmedo y a veces inundado por la lluvia o por las aguas de un
río o una laguna.
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Había una vez un coatí que tenía tres hijos. Vivían en el mon-
te comiendo frutas, raíces y huevos de pajaritos. Cuando estaban
arriba de los árboles y sentían un gran ruido, se tiraban al suelo
de cabeza y salían corriendo con la cola levantada.
Una vez que los coaticitos fueron un poco grandes, su ma-
dre los reunió un día arriba de un naranjo y les habló así:
—Coaticitos: ustedes son bastante grandes para buscarse la
comida solos. Deben aprenderlo, porque cuando sean viejos an-
darán siempre solos, como todos los coatís. El mayor de ustedes,
que es muy amigo de cazar cascarudos,1 puede encontrarlos entre
los palos podridos, porque allí hay muchos cascarudos y cucara-
chas. El segundo, que es gran comedor de frutas, puede encon-
trarlas en este naranjal; hasta diciembre habrá naranjas. El terce-
ro, que no quiere comer sino huevos de pájaros, puede ir a todas
partes, porque en todas partes hay nidos de pájaros. Pero que no
vaya nunca a buscar nidos al campo, porque es peligroso.
”Coaticitos: hay una sola cosa a la cual deben tener gran
miedo. Son los perros. Yo peleé una vez con ellos, y sé lo que
les digo; por eso tengo un diente roto. Detrás de los perros vie-
nen siempre los hombres con un gran ruido, que mata. Cuan-
do oigan cerca este ruido, tírense de cabeza al suelo, por alto
1 Cascarudo: escarabajo.
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Lejos vio la casa de los hombres, y vio a un hombre con botas que
llevaba un caballo de la soga. Vio también un pájaro muy grande
que cantaba, y entonces el coaticito se golpeó la frente y dijo:
—¡Qué zonzo soy! Ahora ya sé qué pájaro es ese. Es un ga-
llo; mamá me lo mostró un día de arriba de un árbol. Los gallos
tienen un canto lindísimo, y tienen muchas gallinas que ponen
huevos. ¡Si yo pudiera comer huevos de gallina!…
Es sabido que nada gusta tanto a los bichos chicos de mon-
te como los huevos de gallina. Durante un rato el coaticito se
acordó de la recomendación de su madre. Pero el deseo pudo
más, y se sentó a la orilla del monte, esperando que cerrara bien
la noche para ir al gallinero.
La noche cerró por fin, y entonces, en puntas de pie y paso
a paso, se encaminó a la casa. Llegó allá y escuchó atentamente:
no se sentía el menor ruido. El coaticito, loco de alegría porque
iba a comer cien, mil, dos mil huevos de gallina, entró en el ga-
llinero, y lo primero que vio bien en la entrada fue un huevo que
estaba solo en el suelo. Pensó un instante en dejarlo para el final,
como postre, porque era un huevo muy grande; pero la boca se
le hizo agua, y clavó los dientes en el huevo.
Apenas lo mordió, ¡TRAC!, un terrible golpe en la cara y un
inmenso dolor en el hocico.
—¡Mamá, mamá! —gritó, loco de dolor, saltando a todos
lados. Pero estaba sujeto, y en ese momento oyó el ronco ladrido
de un perro.
Mientras el coatí esperaba en la orilla del monte que cerra-
ra bien la noche para ir al gallinero, el hombre de la casa jugaba
sobre la gramilla con sus hijos, dos criaturas rubias de cinco y
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3 Fiambrera: armazón con forma de jaula para que los alimentos queden protegidos
de los insectos.
4 Sigilo: silencio, precaución.
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5 Sentimiento: aflicción.
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6 En balde: inútilmente.
7 Refractario: inmune.
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por otra parte, donde las rayas no sabían que había que defen-
der el paso. Y una inmensa ansiedad se apoderó entonces de
las rayas.
—¡Va a pasar el río aguas más arriba! —gritaron—. ¡No
queremos que mate al hombre! ¡Tenemos que defender a
nuestro amigo!
Y se revolvían desesperadas entre el barro, hasta enturbiar
el río.
—¡Pero qué hacemos! —decían—. Nosotras no sabemos na-
dar ligero… ¡La tigra va a pasar antes de que las rayas de allá
sepan que hay que defender el paso a toda costa!
Y no sabían qué hacer. Hasta que una rayita muy inteligen-
te dijo de pronto:
—¡Ya está! ¡Que vayan los dorados! ¡Los dorados son amigos
nuestros! ¡Ellos nadan más ligero que nadie!
—¡Eso es! —gritaron todas—. ¡Que vayan los dorados!
Y en un instante la voz pasó y en otro instante se vieron
ocho o diez filas de dorados, un verdadero ejército de dorados
que nadaban a toda velocidad aguas arriba, y que iban dejando
surcos en el agua, como los torpedos.
A pesar de todo, apenas tuvieron tiempo de dar la orden de
cerrar el paso a los tigres; la tigra ya había nadado, y estaba por
llegar a la isla.
Pero las rayas habían corrido ya a la otra orilla, y en cuanto
la tigra hizo pie, las rayas se abalanzaron contra sus patas, desha-
ciéndolas a aguijonazos. El animal, enfurecido y loco de dolor,
bramaba, saltaba en el agua, hacía volar nubes de agua a manoto-
nes. Pero las rayas continuaban precipitándose contra sus patas,
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3 Winchester: uno de los primeros rifles de repetición (es decir, que permite
disparar varias veces sin necesidad de efectuar una recarga).
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La abeja haragana
Había una vez en una colmena una abeja que no quería traba-
jar, es decir, recorría los árboles uno por uno para tomar el jugo
de las flores; pero en vez de conservarlo para convertirlo en miel,
se lo tomaba del todo.
Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas, apenas
el sol calentaba el aire, la abejita se asomaba a la puerta de la
colmena, veía que hacía buen tiempo, se peinaba con las patas,
como hacen las moscas, y echaba entonces a volar, muy con-
tenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en flor,
entraba en la colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el
día mientras las otras abejas se mataban trabajando para llenar
la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas
recién nacidas.
Como las abejas son muy serias, comenzaron a disgustarse
con el proceder1 de la hermana haragana. En la puerta de las col-
menas hay siempre unas cuantas abejas que están de guardia
para cuidar que no entren bichos en la colmena. Estas abejas
suelen ser muy viejas, con gran experiencia de la vida y tienen el
lomo pelado porque han perdido todos los pelos de rozar contra
la puerta de la colmena.
Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a
entrar, diciéndole:
1 Proceder: conducta.
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2 En vano: inútilmente.
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Comprobación de lectura
La tortuga gigante
En la carpeta, completen la secuencia de acciones agregando la
información que falta en cada caso.
El loro pelado
Lean las acciones de la lista y luego numérenlas del 1 al 13 según el
orden que tienen en el cuento.
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La gama ciega
Marquen con una cruz la opción correcta.
La abeja haragana
Marquen con una cruz la opción correcta.
La tortuga gigante
El loro pelado
1 Entre los personajes del cuento se destacan los dos animales. El loro es el
protagonista y el tigre es su oponente. Copien en la carpeta una tabla
como la que sigue y complétenla con los datos que consideren relevantes.
2 Muchas veces, las acciones de las personas sobre los espacios na-
turales tienen consecuencias imprevistas. El narrador, al tomar la
perspectiva de los yacarés, nos ayuda a comprender de qué modo
se ve afectada la vida de estos animales por el paso de los buques.
a) Conversen con sus compañeros y traten de llegar a una
conclusión: ¿cómo habría sido el relato si se lo hubiese narra-
do desde la perspectiva de los seres humanos?
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La gama ciega
1 Los cuentos son narraciones que pueden incluir otros tipos de textos,
como descripciones, instrucciones o diálogos. Unan cada ejemplo, ex-
traído de “La gama ciega”, con el tipo de texto que le corresponde.
La abeja haragana
El Zorro y el Cuervo
E n la rama de un árbol,
bien ufano y contento,
con un queso en el pico,
estaba el señor Cuervo.
Del olor atraído,
un Zorro muy maestro
le dijo estas palabras
un poco más o menos:
“¡Tenga usted buenos días,
señor Cuervo, mi dueño!
¡Vaya que estáis donoso,
mono, lindo en extremo!
Yo no gasto lisonjas,
y digo lo que siento;
que si a tu bella traza
corresponde el gorjeo, 119
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Actividades de producción
El caballo y el jaguar (1910, óleo sobre lienzo, 116 x 162 cm, Museo Pushkin, Moscú).
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Tigre sorprendido por la tormenta tropical (1891, óleo sobre lienzo, 130 x 162 cm,
National Gallery, Londres).
Imaginen ahora una historia que pueda ser ilustrada con la imagen. Una
vez que hayan pensado la historia, escríbanla en forma de cuento…
Bibliografía
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