Evangelios de Los Domingo de Cuaresma
Evangelios de Los Domingo de Cuaresma
Evangelios de Los Domingo de Cuaresma
Evangelios de los 5
domingos de cuaresma
1º Domingo: Evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el
desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras
y los ángeles lo servían.
«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».
Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y
creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo
los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos y no
necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada
hombre.
4º Domingo: Evangelio según San Juan
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre,
para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no
perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre
del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus
obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse
acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según
Dios».
5º Domingo: Evangelio según San Juan
En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos,
acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, queremos ver a Jesús».
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó:
«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si
el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El
que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará
para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará
mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?
¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu
nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».La gente
que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un
ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va
a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo
sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».