Unidad 5
Unidad 5
Unidad 5
Laura Manoiloff
Cecilia Ferrero
Adrián Ramírez
INTRODUCCIÓN
DESARROLLO
1. El “cambio de paradigma”
1
O “inputs” y “outputs”, como son popularmente referidos por la bibliografía internacional.
reflector pasivo de diversas fuerzas y factores presentes en el medio. Las escuelas
filosóficas de la época tales como el positivismo, el fisicalismo, el verificacionismo,
también descartaban todo fenómeno que no fuese observable, por lo cual estaban de
acuerdo con lo postulado por el conductismo.
Según el relato de Gardner, en esa época se encontraban en auge las teorías del
psicoanálisis, y aunque había varios científicos interesados por las teorías de Freud, creían
que no se podía construir ninguna disciplina científica basada en entrevistas clínicas o
historias personales.
El autor reflexiona que entre estas dos posturas que estaban establecidas era difícil
formular una teoría científica sobre los procesos del pensamiento humano. Y que mientras
duró la supremacía conductista, durante las décadas de 1920, 1930 y 1940, existieron
dificultades para realizar estudios de cuestiones vinculadas a la naturaleza del lenguaje,
la planificación humana, la resolución de problemas, etc. Dentro de la misma línea de
Gardner, encontramos a George A. Miller, que en su artículo “La Revolución Cognitiva:
Una Perspectiva Histórica” (2006) cuenta en primera persona como era la situación en
ese momento:
“La revolución conductista transformó la psicología experimental en los Estados Unidos.
La percepción se convirtió en discriminación, la memoria en aprendizaje, el lenguaje en
comportamiento verbal, la inteligencia en lo que las pruebas de inteligencia medían.
Cuando ingresé a la escuela de postgrado en Harvard, a comienzos de los años 40, la
transformación era completa. Me educaron para estudiar el comportamiento y aprendí a
traducir mis ideas a la nueva jerga del conductismo” (Miller, 2006, pág 80).
2
(a) ¿Hubo un viejo régimen de la ciencia normal dominada por una “ortodoxia arraigada” –paradigma de Kuhn–
para ser derrocado?
(b) ¿El paradigma existente experimentó dificultades provocada por anomalías empíricas que exigen solución por
una innovación radical y la creación de una nueva visión del mundo?
(c) ¿Hubo un breve período de intensa y aguda lucha entre los partidarios del antiguo régimen y el nuevo; y un
“visible rompimiento” entre el viejo orden y el nuevo?
(d) ¿La supuesta revolución fue internacional?
(e) ¿El nuevo paradigma establecido era un nuevo régimen?*
*La traducción es nuestra.
3
La American Psychological Association (APA) es la Asociación Estadounidense de Psicología, que es una
organización científica y profesional de psicólogos estadounidenses. La misma fue fundada en julio de 1892 en la
Universidad de Clark, su primer presidente fue Granville Stanley Hall.
Lo primero que se cuestiona Leahey es si el mentalismo constituía un paradigma
dominante en la psicología antes de 1913. Y argumenta que es cierto que hay un acuerdo
general en que la psicología era sobre todo la ciencia de la conciencia y que su método
era la introspección, pero más allá de estos puntos muy generales, hubo serios
desacuerdos sobre cuestiones fundamentales. Las diferencias giraban en torno a la
metodología y a la teoría, y eran tan profundas como muchos de los desacuerdos que se
encontraron en la psicología más tarde. Más allá de un acuerdo sobre la definición de la
psicología como estudio de la conciencia, forzosamente apoyándose en la introspección,
todo lo demás fue disputado. Y continúa proponiendo que, dada la naturaleza y
profundidad de las disputas entre los fundadores de la psicología, no hubo un solo Antiguo
Régimen paradigmático de mentalismo que el conductismo derrocara
revolucionariamente. De esta forma, las incertidumbres del período 1910-1912 no pueden
considerarse como una crisis pre-revolucionaria de que la psicología estaba a punto de
cambiar, sino como una incipiente toma de conciencia de que la psicología ya había
cambiado.
Otras de las preguntas claves que se hace Leahey (1992) es si hubo un período breve
de lucha y crisis intensa que llevaran a una ruptura visible. El autor demuestra
detalladamente que los cambios importantes en psicología se produjeron antes de 1913 y
se llevaron a cabo de manera gradual y desapercibidamente. La psicología americana se
define en los años 1892-1912, ya que se transforma continuamente, y sin descanso, desde
el estudio de la conciencia hacia el estudio del comportamiento. Entonces, la psicología
se transformó, casi sin previo aviso, desde la ciencia de la vida mental hacia la ciencia de
la conducta en las dos décadas anteriores a 1913. Sin hacer una gran innovación,
provocaron el cambio. La conformación progresiva del campo se debió a una
combinación de fuerzas sociales, intelectuales y locales. Nunca hubo una ruptura visible,
ni una conciencia de hacer una revolución.
Otro de los puntos clave que revisa Leahey es que para hablar de una revolución en
ciencia se debe esperar a que la misma tenga un alcance internacional, y esto no sucedió
con el conductismo. Incluso va a decir que los defensores de la idea de una revolución
conductual admiten que el conductismo fue en gran medida un fenómeno estadounidense.
En esta línea, termina concluyendo que la psicología no experimentó una
revolución conductista en 1913. La psicología introspectiva no constituía un paradigma a
ser derrocado, y aunque la psicología ha cambiado en los años anteriores a 1913, los
cambios fueron graduales, se percibieron vagamente y no se produjeron en respuesta a
las anomalías empíricas que exigen soluciones radicales. La Psicología Conductual surgió
de manera continua y fuera de la psicología introspectiva; y la llamada “revolución”
constituyó más bien el reconocimiento del cambio sucedido, en lugar de constituir un
cambio abrupto. La psicología había, de hecho, cambiado profundamente, aunque no de
manera revolucionaria. El objeto mismo de la psicología había pasado de la descripción
y explicación de la conciencia a la descripción, predicción, control y explicación de la
conducta. Y esto lleva a Leahey a la siguiente premisa: si el conductismo constituyó un
nuevo paradigma o no… va a ser lo que definirá la primera pregunta sobre la “revolución
cognitiva”.
El autor va a decir que la creencia en una revolución cognitiva forma parte de una
manera profundamente arraigada de ver a la psicología moderna. Y en su texto va a
demostrar que menos aún hubo una revolución cognitiva que la supuesta revolución
conductista. Sus argumentos centrales para sostener esto son: que el conductismo no
constituyó un paradigma (para que la psicología cognitiva derroque
revolucionariamente), y que en todo caso, la psicología cognitiva viene a representar un
desarrollo continuado de la psicología conductista.
Leahey va a argumentar que las principales causas y soportes de la reactivación de
la psicología cognitiva vinieron desde fuera de la psicología. En este sentido expone:
aunque Lashley (1951) fue un psicólogo, habló como un fisiólogo en su trabajo para el
Simposio Hixon; Newell (1973) y Simon (1990), en primera instancia, publicaron sus
trabajos fuera de la psicología, en economía y ciencias de la computación; y que Chomsky
fue un lingüista que se había encontrado con psicólogos. La psicología no consiguió su
influyente y propia declaración dentro de la ciencia cognitiva hasta 1967 en el texto de
Neisser, Psicología Cognitiva. Y más importante aún, es que la principal rama teórica de
la psicología cognitiva, el procesamiento de la información, se tomó desde la informática.
Al igual que en el período 1892-1912 para el conductismo, las presiones que se generaron
tendientes al cambio en la psicología, entre 1948 y 1956, no surgieron de fallas internas,
sino que fueron conceptuales, impulsadas por fuerzas externas a la psicología,
principalmente.
Leahey (1992) nos va a decir que el entorno social también jugó un rol importante
en esta visión. Los años ‘60 fueron los días de las drogas y la protesta, y de hacer la
revolución contra la civilización occidental intelectual y la clase gobernante. Participar
en una revolución científica, al mismo tiempo que política, unificaba la vida profesional
y personal, aumentando el sentido romántico de hacer un cambio de época, e hizo que los
nuevos tiempos fueran mucho más emocionantes. Sin duda, fue satisfactorio atacar el
conservadurismo, apoyándose en una referencia académica de Kuhn (1962).
Por último, Leahey llega a plantear que la llegada de la psicología cognitiva no fue
la revolución de un nuevo paradigma que viene a asesinar el paradigma más viejo del
conductismo, sino que la PC operó como la aparición de una nueva forma de conductismo
basado en una nueva tecnología, la computadora. Y que la psicología del procesamiento
de la información puede entenderse como la forma más reciente del conductismo. El
conductismo siguió con un nuevo lenguaje, un nuevo modelo y nuevos intereses dirigidos
a un fin ya conocido: la descripción, la predicción y el control de la conducta.
El mismo autor va a decir que por la década de 1950, el conductismo mediacional4
ya estaba buscando formas de representar el proceso interno que media entre el estímulo
y la respuesta, y que la metáfora del ordenador (o metáfora de la computadora) ofreció
un mejor lenguaje para explicar ese proceso interno. El conductismo mediacional fue el
puente hacia la psicología cognitiva. Por otra parte, la existencia de dispositivos de
procesamiento de información que se comportan de manera inteligente e
intencionadamente (inteligencia artificial), reforzó la fe en la mediación de los procesos
4
El conductismo mediacional fue desarrollada por Hull y Tolman (entre otros). Sobre la base de los reflejos
condicionados introdujo un factor (o variable) interviniente que podía ser neurofisiológico o mental, según
el caso. Es decir, se aceptaban procesos mediadores entre el estímulo y la respuesta.
mentales, mostrando que podrían formar parte de dispositivos materiales, en lugar de
almas inmateriales (Miller, 1983 citado en Leahey, 1992). Para Leahey la revolución
cognitiva no fue más que una ilusión.
Unos años antes de la década del 50, comenzaban a redescubrirse trabajos como los
de Ebbinghaus (con estudios experimentales del aprendizaje y la memoria), Bartlett (con
estudios sobre la memoria y los esquemas cognitivos), Piaget (con el desarrollo de la
inteligencia en el niño), conductistas como Hull y Tolman (quienes postulan variables
“intervinientes” entre el estímulo y la respuestas), entre otros; van a convertirse en los
precursores de una nueva corriente psicológica.
En primera persona, Miller (2006, pág. 82) cuenta:
“En Cambridge, en el Reino Unido, el trabajo de Sir Frederic Bartlett sobre memoria y
pensamiento habían seguido siendo inmunes al conductismo. En Ginebra, los insights de
Jean Piaget sobre la mente de los niños habían inspirado a un pequeño ejército de
seguidores. En Moscú, A. R. Luria era uno de los primeros en ver al cerebro y la mente
como un todo. Ninguno de estos tres últimos estuvo en el Centro pero conocíamos bien su
trabajo”.
3. La psicología cognitiva
5
Fisicalismo: filosofía sobre la naturaleza de lo real que afirma que todo aquello que existe es
exclusivamente físico.
6
Miller y El mágico número siete aparece en 1956 (Psychological Review, 63: 81-97). Clásicos en la
Historia de la Psicología: http://psychclassics.yorku.ca/Miller/
representaciones a las cuales se hace referencia sean accesibles a la conciencia. La mayor
parte de las representaciones internas y las representaciones mentales no son accesibles a
la conciencia. Este punto va a tener una implicancia importante en la metodología que va
a utilizar la PC para estudiar los procesos mentales.
La mayor parte de los modelos a los cuales hace referencia la psicología cognitiva
son modelos de tipo funcional, y esto se refleja en la frase que dice que: a los psicólogos
cognitivos les interesa conocer cómo trabaja el “software” y no cómo es el “hardware”.
Esto significa que cuando se intenta explicar el comportamiento de una computadora en
la que “ingresamos” ciertos datos y como “salida” obtenemos otro tipo de datos, y para
comprender lo que está haciendo la computadora (qué ocurre entre las entradas y las
salidas), lo que se debe conocer o acceder, es al programa que ha implementado la
computadora (el “software”)7. Las características físicas de la computadora (“hardware”)
no van a ser el punto de interés, ya que en principio pueden ser muy disímiles, puede
haber sistemas muy diferentes que permiten la implementación del mismo programa.
Entonces, lo que es esencial, es comprender la naturaleza del programa y no la naturaleza
de la máquina que sirve para implementar el programa informático (De Vega, 1998).
Para ello, la PC va a recurrir a modelos simples, representados a través de los
diagramas de flujo de la información (llamados “sistemas de flujo”), que se esquematizan
mediante una serie de cajitas ligadas por fechas, que intentan caracterizar la naturaleza de
las operaciones y representaciones puestas en juego durante el tratamiento de la
información. Cada una de esas cajitas son sistemas de conservación o de transformación
de la información y las flechas indican la dirección del tratamiento entre estas cajas. Este
enfoque fue el dominante dentro de la psicología cognitiva por mucho tiempo (Eysenck
& Keane, 2000).
En relación a la simulación del pensamiento y la Inteligencia Artificial (IA), es
importante aclarar que en la IA se intenta crear programas que se comporten como seres
humanos sin necesidad que piensen como ellos. Sin embargo, la apuesta de Newell, Shaw
y Simon fue aún más fuerte, y abordaron la IA desde la simulación por computadora
porque consideraban que sus programas podían llegar a resolver problemas como los
seres humanos. La diferencia entre Inteligencia Artificial y Simulación por Computadora
es importante, porque la IA pura no es psicología: sus esfuerzos pueden resultar
psicológicamente instructivos para sugerir los tipos de recursos cognitivos que deben
poseer los humanos para ser inteligentes, pero determinar cómo actúan las personas de
forma inteligente exige una simulación real del pensamiento, no solo de su conducta
(Leahey, 1998).
Según Dansilio (2012) la psicología cognitiva determina en qué medida los
símbolos físicos son necesarios, y la inteligencia artificial establece la competencia de los
mismos. Pero esa psicología que de manera optimista parece dar cuenta de la inteligencia
humana, ya está estructurada con toda una arquitectura de premisas, de procedimientos
7
El término software suele utilizarse sin definiciones explícitas y generalmente refiere a los programas de
computación (serie de pasos, etapas y entidades representacionales que los componen así como el lenguaje
en el cual se escriben). Llamativamente, el término fue acuñado dentro del ámbito puramente militar por el
matemático Merrill Flood en 1946 (Dansilio, 2012).
formales y de concepción de las entidades que estudia, provenientes de la teoría de la
computación.
La analogía del ordenador continuó dominando la PC durante los siguientes veinte
años. Se produjo una gama de modelos, cada uno de los cuales intentó explicar alguna de
las formas de la actividad mental en términos de una serie de fases de procesamiento que
intervienen entre una entrada (input) y una salida (output). A pesar de su muy extendido
uso, las explicaciones de las capacidades mentales en términos de procesamiento de
información no están exentas de críticas (Parkin, 1999).
A mediados de la década del ‘80, el estudio de los procesos cognitivos sufrió un
cambio importante con la llegada del procesamiento distribuido en paralelo (Parallel
Distributed Processing) o, como se lo conoce más frecuentemente “modelo conexionista”
de McClelland y Rumelhart en 1986, quienes afrontaron un nuevo desarrollo de estos
modelos (ya que el origen histórico del conexionismo es tan antiguo como el enfoque
simbólico-computacional). El conexionismo se afirmó en la PC como un modelo
alternativo a la propuesta simbólica y modular. Sin embargo, esta relativa antinomia entre
el conexionismo y la postura simbólico-modular también puede ser revisada críticamente.
Como expone Robert Cummins (un referente en filosofía de las ciencias cognitivas), la
diferencia entre conexionismo y computacionalismo parece ser todavía menor a la luz de
las diferencias que ambos sostienen respecto al “conductismo de Watson o Skinner, o el
estructuralismo de Titchner” (Cummins, 2000, pág. 130).
Así, para este autor, ambos enfoques asumieron que la mente es básicamente un
motor cognitivo y solo secundariamente sede de la emoción, el sentimiento y la sensación.
Ambos asumieron que la conciencia no es esencial para la comprensión de la cognición,
y que la cognición podía darse más allá de una base cerebral, aunque descartaran de plano
las antiguas posturas acerca del alma como sede de la cognición. Por lo tanto, ambas
posturas pueden ser consideradas funcionalistas y materialistas. Y por último, tanto la
postura simbólico-modular como el conexionismo son representacionalistas desde el
momento en que se entiende a los procesos cognitivos como transformaciones ordenadas
de estados, cuya función principal es la representación de información relevante para la
capacidad cognitiva que se ejerce (Cummins, 2000).
Sin embargo, y más allá de las observaciones de Cummins, el conexionismo
conserva la idea de representación, pero los estados del mundo ya no se representan
mediante símbolos, sino por el estado de una red conexionista, distribuyéndose el
conocimiento en los pesos de las conexiones. La cognición no se concibe como una
manipulación de símbolos, sino como un cálculo paralelo distribuido en el conjunto de
una red (Bourgine, 2003). Se puede considerar al conexionismo como la rama
computacional de la neurociencia cognitiva. En este sentido, participa de un movimiento
general de la ciencia moderna que aspira a estudiar los sistemas naturales (como las redes
neuronales naturales) y artificiales en un mismo marco teórico (Bourgine, 2003).
En resumen, la PC, a nivel teórico, buscó generar modelos de explicación de las
funciones mentales y para ello adoptó el enfoque simbólico-computacional, que le
permitió concebir la arquitectura funcional de los procesos mentales, lo cual le otorgó
temas, problemas y métodos de investigación que lograron aportaciones extraordinarias.
Además, con la emergencia de la alternativa del modelo conexionista, la PC sufrió
importantes transformaciones internas, pero de ellas salió reforzada, con mayor vitalidad
y vigencia, pues estaba lista para unirse al proyecto común del desarrollo de las
neurociencias.
8
El OR como marco o estrato conceptual se desarrolla en el seno del NDRC (National Defense Research
Committee), a su vez, dependencia del inicial OSRD (Office of Scientific Research and Development,
organismo de V. Bush). De aquí dependerá el AMP (Applied Mathematics Panel) donde, de manera
alternante con la Rockefeller Foundation, trabajará W. Weaver. Este departamento está destinado al
desarrollo de armamento. Por otra parte se liga al ONR (Office of Naval Research), a la corporación RAND
(Think Tank del ejército) y la fundación Sloan. En el RAND se dará la confluencia con A. Newell
(específicamente en el System Research Laboratory), y hasta con H. Simon, que, integrado a la DARPA
darán inicio al proyecto de la Inteligencia Artificial (Dansilio, 2012).
Un ejemplo que presenta Leslie, permite ejemplificar lo que se viene diciendo.
Según Leslie, el MIT, institución privilegiada en cuanto a la obtención de fondos para
financiar investigaciones en CC, así como en la productividad académica en general, debe
su éxito a que se constituyó como una universidad polarizada en torno a lo militar (Leslie,
1993), o en palabras de Gardner (1988) en su estructura académica centrada por la
ingeniería y lo militar.
Con respecto a la llegada del modelo conexionista, Dansilio va a decir que en una
etapa posterior de las CC surgieron las redes, los nodos (neurono-símiles), entidades
abstractas pero no ficticias, virtuales, pero con la capacidad de negociar con el mundo,
que va a llamar: “nuevos engendros de esta ontología que instaura el desarrollo de las
ciencias cognitivas”.
CONCLUSIONES FINALES
9
Para ver una demostración de este paradigma experimental entrar en:
http://www.u.arizona.edu/kforster/priming/display1.htm
evolución. Para ello, se tomó la visión de diferentes autores en la concepción del
surgimiento e implantación de esta configuración teórica y metodológica. Cada postura o
visión en la manera de contar la historia de la PC y las CC, está relacionada con la posición
y formación de los autores, según si es investigador miembro del campo disciplinar, o si
es un investigador externo que busca reconstruir los orígenes de la historia de la
psicología en general.
En este sentido, desde posiciones internas a la disciplina (como Gardner, Baars,
Best, Miller, De Vega), o como la llama Danziger (1996) una narración de historia
interna, en los diferentes ejes analizados (como el cambio de paradigma, la psicología
cognitiva y la interdisciplinariedad, sus modelos y sus métodos) se puede observar una
narración basada en aspectos puramente conceptuales y metodológicos. Por ejemplo,
cuando se describe el nuevo objeto de la PC, se lo hace desde una construcción puramente
intelectual; o cómo se genera el encuentro entre las diferentes disciplinas (la
interdisciplinariedad) siendo el resultado de intereses individuales e internos a la ciencia;
o cómo se narran las formas y condiciones en que los conocimientos de la PC fueron
elaborados; o cómo se describe y pondera el método experimental como la base de la
investigación científica; o con tintes mitológicos cuando se habla del cambio del
conductismo al cognitivismo como “la revolución cognitiva”, etc.
No obstante, es importante remarcar que estos autores suelen dar una descripción
más clara, detallada y profunda sobre las cuestiones conceptuales inherentes a la teoría y
métodos. Si uno quiere adentrarse en el conocimiento y estudios, los autores internos a la
disciplina suelen ser los más adecuados. Aunque no para exponer su devenir histórico.
En el otro sentido, desde posiciones externas a la disciplina (como Leahey,
Dansilio, Cummins) o una narración de historia externa (Danziger, 1996), en los
diferentes ejes analizados se incluyen y relacionan aspectos intelectuales con factores
sociales, políticos, culturales, ideológicos y epistemológicos. En el punto del cambio de
paradigma se puede apreciar la visión de Leahey (1992), quien intenta exponer y justificar
que los cambios que tuvieron lugar a comienzos del 1900 con el conductismo y finales
de los años 1950 con el cognitivismo, fueron cambios basados en un desarrollo de
tradiciones y no revoluciones; intentando rebatir nociones míticas de la psicología
americana que prioriza determinados hechos. Es por esto que describe que el campo
disciplinar de la psicología cognitiva fue el resultado de la conjunción de diversos factores
sociales, intelectuales y políticos, y que se desarrolló de una manera gradual.
El trabajo de Dansilio (2012) apunta a narrar el surgimiento de las CC (incluyendo
a la PC en su relato) demostrando el escenario social, y principalmente político, dónde se
desarrolla este hecho. En este sentido habla de una nueva ontología y muestra la ideología
política del momento, permite y promueve esta nueva ontología, con un objetivo bien
determinado: el control. Entonces va a remarcar, continuamente, mientras desarrolla la
propuesta teórica de las CC, que detrás de ello, siempre hay una ideología dominante.
Cummins (2000) desde la filosofía de la ciencia examina modelos explicativos en
psicología, mostrando que esta ciencia, en su esquema explicativo general, ha buscado
descubrir y especificar efectos característicos de los sistemas de su interés (la mente, los
procesos cognitivos, la conducta resultante) que constituyen sus dominios propios. A
partir de esto, la PC intentó brindar una explicación de estos efectos mediante la
caracterización de sus partes constituyentes y su organización, es decir de su estructura
(particularmente, su estructura funcional) Este abordaje supone lo que dio en llamarse
“análisis funcional”, y consiste en descomponer una disposición (o destreza) en un
número de disposiciones menos problemáticas (más pequeñas y simples) de modo que la
manifestación programada de estas últimas va a equivaler a la manifestación de la
disposición (primera) que se buscaba analizar.
A partir de la revisión realizada, desde diferentes visiones y posturas sobre el
surgimiento y evolución de la PC y las CC, en forma escueta se puede resumir que cuatro
parecen ser los puntos fuertes que generaron este movimiento: la confluencia de diversas
disciplinas en un marco común y sobre el objeto abordado en tanto sistema; generar
modelos explicativos funcionalistas, tomar el método experimental y la simulación para
poner a prueba las hipótesis derivadas de los modelos explicativos; y el contexto socio-
político (principalmente en EEUU) que permitió generar las CC, en general, y las PC, en
particular.
En años recientes, se ha estrechado cada vez más el vínculo entre PC y
neurociencias, dentro del marco de las CC, especialmente favorecido por el desarrollo de
nuevas tecnologías. Con la incorporación de estas nuevas tecnologías como las técnicas
de escaneo cerebral para el estudio de las zonas del cerebro asociadas al pensamiento, y
la proliferación de su uso dentro de las neurociencias, se están reformulando las
investigaciones de los procesos cognitivos buscando sus correlatos neuronales.
A nivel local, un ejemplo de este vínculo entre la PC y las neurociencias se halla en
los trabajos realizados en el Laboratorio de Procesamiento de Neuroimágenes de la
Universidad Nacional de Córdoba, coordinado por el Dr. Foa Torres y Dr. Marino, que
en un reciente trabajo (Marino et al., 2014) estudiaron la Respuesta Hemodinámica
Funcional a través de una Resonancia Magnética Nuclear Funcional en una tarea
específica de producción de palabras, puntualmente, fluidez verbal de palabras
geográficas; para examinar que áreas del cerebro están implicadas cuando se realiza
dicha tarea. En ese trabajo, los autores observaron la activación de las áreas cerebrales
que son típicamente asociadas a la recuperación de la palabra y la conciencia fonológica
(giro medial prefrontal) que era lo esperable. Lo más llamativo fue la activación de áreas
relacionadas con la cognición espacial (la circunvolución del hipocampo, la corteza
cingulada posterior y lingual gyrus). Esto demuestra cómo en una tarea de producción de
palabras con características geográficas, para poder ser realizada, no sólo se utilizan
las áreas propias del lenguaje, sino también áreas relacionadas con la cognición espacial,
que incluyen capacidades de navegación geográfica (como integración de trayectoria,
posicionamiento global, reconocimiento de patrones externos, etc.).
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La psicología cognitiva
Introducción
Se entiende bajo el nombre de psicología cognitiva el estudio de los procesos mentales que,
inferidos de la conducta objetiva, permiten al sujeto la adaptación y el control tanto de los
procesos de su entorno como de los propios procesos mentales, mediante la utilización de sistemas
de procesamiento computacional de representaciones.
El actual movimiento cognitivo no se limita a ser un fenómeno de la psicología. Hay un
desarrollo amplio, de «ciencia cognitiva», que abarca no sólo la psicología, sino también otras
ciencias, en especial de las ciencias de la computación, la ingeniería del conocimiento, la
inteligencia artificial, la lingüística y otras ciencias humanas.
Hay, junto con algunas diferencias muy visibles, continuas referencias al comportamiento
en los estudios cognitivos, así como una búsqueda de procesos hipotéticos que lo expliquen, y un
rechazo de la introspección clásica.
Toda una serie de factores, como ya se ha señalado en su lugar, han ido contribuyendo al
cambio que se ha experimentado. Los desarrollos que han tenido lugar en campos diversos del
conocimiento, desde la ergonomía y las comunicaciones hasta la lingüística, han ejercido una
influencia decisiva sobre la psicología (Mora y Grande, 1990).
Gracias a su impulso, muchos investigadores antes guiados por principios neoconductistas
se orientaron hacia otros modelos que tuvieran en cuenta lo que ocurre en la mente del sujeto a la
hora de hacer frente a las situaciones del entorno, para responder a ellas. Se ha dicho que el
impulso cognitivo ha sido sobre todo un estímulo que ha animado a los psicólogos a teorizar
sintiéndose libres de las limitaciones filosóficas anteriores (Baars, 1986). Esa libertad ha resultado
fecunda y creativa, como la historia de los años recientes lo prueba. En realidad, como dice
Richelle, no hay uno sino varios cognitivismos, a los que ha correspondido un papel variado en
el desarrollo reciente de la psicología (Richelle, 1993).
Algunos antecedentes
Si a mediados de este siglo el conductismo dominaba la escena general americana, otras
líneas de investigación merecían el interés de los psicólogos en otros países.
Al menos, hay que tener en cuenta algunas líneas de pensamiento a que aquí nos hemos
referido: el núcleo formado por la Escuela de Ginebra con Jean Piaget a la cabeza; el grupo de los
factorialistas ingleses y norteamericanos (Burt, Eysenck, Cattell); la escuela inglesa de Bartlett,
en Cambridge, la de Michotte en Lovaina, y la corriente, más bien genérica, de la psicología
soviética, donde sobresalían las figuras de Alexander Luria y de Lev Vigotski –si bien éste
fallecido muchos años antes.
Hay una nota común a las doctrinas de todos ellos, y es el tratar de explicar las conductas
manifiestas suponiendo una determinada estructura de la subjetividad, es decir, un determinado
tipo de «mente» que opera con representaciones y de acuerdo con ellas elabora su conducta. En
el caso de los factorialistas será ésta una estructura hipotética de «factores» o «facultades
mentales» (Yela, 1956), mientras que se tratará de estructuras operativas y cognitivas en el caso
piagetiano, o de procesos mentales complejos, muchas veces conscientes, en que interactúan
factores fisiológicos con factores sociales –en el caso de la obra de Luria y Vigotski–; Michotte
desarrolló una forma de gestaltismo atenta a explicar fenómenos complejos, como la percepción
de la causalidad, y, en fin, el caso de Bartlett es particularmente notable, porque sus estudios sobre
memoria y pensamiento han sido, y siguen siendo, aportaciones capitales a la psicología
cognitiva, todavía hoy clásicas (White, 1983).
Estas escuelas aparecían situadas en la periferia del núcleo conductista. Ejercían un
atractivo más bien lejano y débil, hasta que los factores de cambio a que antes nos hemos referido
empezaron a dejarse sentir. Hubo, por ejemplo, figuras como la de Daniel Berlyne (1924-1977),
que formado por el pensamiento de C. L. Hull, intentó una seria aproximación a la obra de Piaget.
Publicó con él una obra conjunta (Berlyne y Piaget, 1960), y realizó un análisis del pensamiento
dirigido al logro de una meta desde sus esquemas neoconductistas (Berlyne, 1965). Otra figura
que mantuvo contactos importantes con Bartlett y con Piaget fue Jerome Bruner (Bruner, 1980),
quien es sin duda uno de los iniciadores de los estudios recientes del conocimiento, como luego
veremos.
En Estados Unidos se comenzaron a traducir las obras de Piaget, Luria y Vigotski por los
años sesenta, reanudando una empresa que se había detenido treinta años antes (Voyat, 1980);
marcó la pauta la publicación de un importante libro de Mc. V. Hunt (1961) y de los trabajos de
un congreso que llevaba el título de «Piaget redescubierto» (Ripple y Rockcastle, 1964). De este
modo, las obras de aquellos autores comenzaron a circular en inglés de modo simultáneo, intenso,
evidenciándose que había tenido lugar un cambio de sensibilidad entre los psicólogos americanos.
El procesamiento de información
La cibernética
Dentro de ese mismo espíritu de la época, se había iniciado el desarrollo de lo que se llamó
la «cibernética», la ciencia del «control y comunicación en el animal y en la máquina», como la
definió su fundador, Norbert Wiener (1894-1964). Aquí se hace un uso amplio de la idea de
control mediante la información. En particular es importante aquella información que presenta
los resultados de la operación de la máquina (feedback), y que regula y orienta su funcionamiento
manteniéndolo activo o terminándolo –como sucede con el termostato, que mantiene la
temperatura de un recinto a un nivel prefijado–. El sistema cibernético tiene un carácter singular:
es un comportamiento mecánico que introduce en él los propósitos o metas, y la representación
de estados estabilizados según un sistema de parámetros, con el que interaccionan las
representaciones del entorno o inputs informativos. Combina, así, los propósitos o fines
(causalidad finalista) con un sistema mecánico que opera según una causalidad eficiente.
Todas estas líneas convergen hacia un mismo punto, que es la consideración del sujeto
humano como un sistema cibernético, que procesa información y resuelve problemas, mediante
el uso de representaciones, y cuya analogía fundamental es la que se encierra en la metáfora del
ordenador para comprender el cerebro. El sujeto humano lleva a cabo su adaptación al entorno
recibiendo y procesando información del mismo, y ejecuta acciones de las que recibe nueva
información (feedback), que le permiten tomar decisiones y ejecutar planes ordenados de
conducta.
El retorno de la conciencia
El conductismo declaró que la conciencia no tenía cabida dentro del cuerpo teórico de la
psicología objetiva que aspiraba a construir, porque era a lo sumo un hecho privado, y porque el
método de su exploración, la introspección, carecía de las condiciones mínimas de objetividad.
«La psicología, dijo J. B. Watson, debe descartar todas las referencias a la conciencia» (Watson,
1913).
Durante un tiempo, pareció que tales decisiones tendrían un efecto perdurable. Medio siglo
más tarde, no obstante, la conciencia ha vuelto a ser objeto de consideración por parte de los
psicólogos.
Como han mostrado muchos autores, y entre nosotros Pinillos con gran eficacia, la
reducción de los procesos psicológicos a simples mecanismos estímulo-respuesta se había hecho
fundamentalmente para ajustar la psicología a las exigencias de la epistemología científica
naturalista dominante a principios de siglo. Se quería tratarlo todo desde el punto de vista de una
causalidad física y de unos hechos físicos espacio-temporales, lo que, por otra parte, excluía la
propositividad, el sentido, la intencionalidad y la subjetividad como hechos privados (Pinillos,
1983). Significaba, en suma, eliminar la idea de la causalidad psíquica defendida por Wundt, para
atenerse a la pura causalidad física del positivismo (Danziger, 1979). De esta manera, la
reaparición de la conciencia en el campo de la psicología no se puede separar de la transformación
de la epistemología (Kuhn, Lakatos, Feyerabend, Laudan), e incluso de otros signos de índole
histórica, como la reciente recuperación de Wundt en una dirección cognitiva (Blumenthal, 1975),
o la continuada relectura de William James, el gran teórico de la corriente de la conciencia.
La conciencia significa la experiencia consciente, en primera persona, el fenómeno radical
del darme-yo-cuenta-de-algo. No es la única significación; Thomas Natsoulas ha analizado siete,
y sin duda se podrá hallar alguna más (Natsoulas, 1978), pero es sin duda la principal, a la que las
otras formas se refieren.
En el desarrollo de la conducta, «la experiencia fenoménica misma, incluso siendo
epifenoménica respecto de algunas funciones, produce efectos» (Marcel, 1988). Ya en las
investigaciones de Wilder Penfield (1891-1976), que dieron por resultado un nuevo mapa de
funciones en el cerebro, se mantenía despierto al sujeto para poder relacionar sus vivencias
conscientes con las localizaciones cerebrales excitadas por el investigador. El significado
funcional de éstas, su valor psicofisiológico, hubo de ser establecido en estricta dependencia de
la experiencia consciente del paciente, que explicaba los primeros (Penfield, 1977). Más
recientemente, una serie de autores fueron distinguiendo entre procesamiento consciente (o
controlado) y procesamiento automático de estímulos. Michel I. Posner, entre otros, se ha
destacado por su empleo de los métodos de cronometría mental, utilizando medidas de tiempo de
reacción según el modelo clásico que empleara Dondeers para diferenciar ambos tipos de
reacciones. Por su parte, Anthony Marcel ha evidenciado la existencia de diferencias cualitativas
en el procesamiento consciente y el procesamiento no-consciente de estímulos verbales con más
de un sentido, mediante una serie de estudios experimentales (Marcel, 1988). En general, domina
hoy la idea de que la conciencia tiene un esencial papel en las funciones de adaptación al entorno,
de manejo de conocimientos múltiples (Pinillos, 1983), y, como indica Baars, hace posible
«optimizar el equilibrio entre organización y flexibilidad» (Baars, 1988, 348).
Una importantísima aportación al estudio de los procesos conscientes procede de los
desarrollos de la neuropsicología cognitiva, cuyo objeto es precisamente, según Luria, el análisis
de los procesos psicológicos a partir de los déficits neurológicos y sus consecuencias
comportamentales.
La obra pionera de Kurt Goldstein, luego de Alexander Luria y de otros autores, los
estudios sobre cerebro dividido de Roger Sperry, M. Gazzaniga y otros abrió un campo que crece
ahora extraordinariamente, generalmente orientado hacia la idea de una mente que actúa y procesa
mediante la activación múltiple de una serie de componentes o «módulos» responsables de
funciones más o menos simples, cuya combinatoria da origen a actividades complejas con
localización cerebral también compleja (Ellis, 1988).
En multitud de casos, las deficiencias cognitivas de los pacientes y las alteraciones más o
menos generalizadas subsiguientes están orientando a los investigadores en direcciones que
parecen prometedoras. Unas palabras de Sperry pueden servir para situar la cuestión: «la nueva
posición es mentalista, sosteniendo que la conducta está dirigida mental y subjetivamente. Esto,
sin embargo, no significa que sea dualista. En la nueva síntesis los estados mentales, como
propiedades dinámicas emergentes de la actividad cerebral, se encuentran inseparablemente
fundidos con y vinculados a la actividad cerebral de la que son una propiedad emergente. La
conciencia, según esta visión, no puede existir aparte del cerebro en funcionamiento» (Sperry,
1993).
De este modo, los psicólogos cognitivos han vuelto a aprovechar, para el estudio de la
mente que realizan, toda la información que pone a su disposición una pluralidad de ciencias,
desde las investigaciones sobre el cerebro a la inteligencia artificial. La reciente aproximación de
la neuropsicología, la inteligencia artificial y la psicología harán sin duda posible en el próximo
futuro una comprensión más profunda de los procesos de la mente.
Nombrar la mente
Cómo la psicología
encontró su lenguaje
2 Nombrar la Mente • Kurt Danziger
Danziger, Kurt
Nombrar la mente: cómo la psicología encontró su lenguaje / Kurt Danziger; coordinación
general de Alberto Teófilo de Mendoza Figueroa; ilustrado por Diego Darío Fernández. - 1a.
edición. - Córdoba, Argentina, Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba, 2018.
208 p. : il. ; 23 x 15 cm.
1. Psicología. I. de Mendoza Figueroa, Alberto Teófilo, coord. II. Fernández, Diego Darío, ilus.
III. Ferrari, Fernando José, trad. IV. Título.
CDD 150
Título original: Naming the mind. How psychology found its language
ISBN: 978-987-42-9853-9
Printed in Argentina
Queda rigurosamente prohibido, sin la autorización de los titulares del copyright y bajo las
sanciones previstas por la ley, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier me-
dio o procedimiento comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como su
distribución mediante alquiler o préstamo público.
Kurt Danziger
Nombrar la mente
Cómo la psicología
encontró su lenguaje
Prefacio
Adrian C. Brock
Traducción
Fernando José Ferrari
Proyecto Ⱥlethéia Clío
Universidad Nacional de Córdoba
Rector
Dr. Hugo Oscar Juri
Vice Rector
Dr. Ramón Pedro Yanzi Ferreira
Facultad de Psicología
Decana
Mgter. Patricia Altamirano
Vice Decano
Dr. Raúl Ángel Gómez
Secretaría del Honorable Consejo Directivo
Matías Dreizik
Secretaría Académica
Paula Irueste
Subsecretaría Académica
Débora Imhoff
Coordinador de Carreras
Ignacio Acuña
Secretaría de Extensión Universitaria
Florencia Mainero
Índice
1. Nombrar la mente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Psicologías alternativas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Las categorías de la psicología. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Historiografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Perspectiva del libro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
2. Los antiguos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
Las personas como objetos para sí mismos.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
La Razón. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
Afectos aristotélicos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Algunos temas post aristotélicos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
3. La gran transformación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Las novedades del siglo XVIII. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
De la pasión a la emoción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
Razón instrumental. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Motivos y la contingencia de la acción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Un nuevo sentido de sí mismo [Self]. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
4. El trasfondo fisiológico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Psicología y fisiología. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Las raíces vitalistas de la «estimulación». . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Ramificaciones del concepto de reflejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
La metáfora de la energía mental. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
6. Conducta y aprendizaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
Las cinco capas de la «conducta» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
La mente como inferencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
Una ciencia social naturalista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
Ismos y ambigüedades. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
El ejemplar práctico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
Conducta y control . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
La abstracción del «aprendizaje». . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
6 Nombrar la Mente • Kurt Danziger
8. Actitudes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
Un comienzo poco prometedor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
Cómo las actitudes se volvieron “sociales” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
El olor del éxito: las actitudes se miden. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146
¿Una multiplicidad de actitudes vs. una ideología?. . . . . . . . . . . . . . 153
Referencias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
estar unidas por categorías comunes del discurso. Tales categorías comunes
establecerían la afirmación de que efectivamente había fenómenos de impor-
tancia comunes a todos los campos de la Psicología. Entonces uno podría es-
tudiar estos fenómenos comunes para descubrir los principios que unificaron
la disciplina.
Este fue el papel desempeñado por las categorías de «comportamien-
to» [behaviour] y «aprendizaje» [learning]. en la historia de la Psicología
Americana del siglo XX53. De los dos, el «comportamiento» fue más funda-
cional, ya que se convirtió en la categoría que la disciplina usó para definir su
objeto de estudio. Ya sea que se estuviese tratando de explicar las respuestas de
un niño en una tarea de resolución de problemas, la sintomatología neurótica
de un adulto o la reacción de una rata blanca al encontrarse en un laberinto
de laboratorio, se trataba, en última instancia, de explicar la misma cosa: el
comportamiento de un organismo. La clasificación de fenómenos tan diver-
sos como instancias del «comportamiento» fue el primer paso necesario para
establecer la afirmación de que la Psicología era una ciencia con un conjunto
de principios explicativos. El «aprendizaje» no era una categoría tan básica,
pero, históricamente, su papel estaba tan profundamente entrelazado con el
del «comportamiento» que difícilmente se puede hacer justicia a uno sin el
otro. Durante varias décadas cruciales, formaron un par casi inseparable, por-
que las «leyes del aprendizaje» proporcionaron el ejemplo básico de aquellos
principios conductuales que se suponía unificaban la disciplina. En el presente
capítulo, vamos a rastrear los orígenes de este compuesto, centrándonos pri-
mero en el «comportamiento» y luego en el «aprendizaje»
La historia del «comportamiento» no solo se entrelaza con la historia del
«aprendizaje», sino que también está profundamente enredada en la historia
del conductismo. A diferencia de las otras categorías consideradas aquí, tiene
la distinción única de haber dado su nombre a un movimiento. Eso condu-
ce a ciertas dificultades. Debemos tener cuidado de no confundir la historia
del movimiento con la historia de la categoría. Están lejos de ser lo mismo.
Históricamente, los conductistas [behaviorists] no tenían el monopolio de la
categoría de comportamiento. Estaba allí como una categoría científica antes
de que la recogieran y la clavaran en su cabecera, pero incluso entonces no
eran los únicos que le daban prominencia. No era necesario ser miembro de
una de las escuelas conductistas para aceptar la definición de la Psicología
como la ciencia de la conducta. Nuestro enfoque principal aquí es sobre el
«comportamiento» como una categoría de discurso disciplinario, no sobre el
conductismo como movimiento.
Este enfoque está en desacuerdo con la mayor parte de la extensa his-
toriografía sobre el tema del conductismo (véase, sin embargo, Kitchener,
1977). En líneas generales, esta historiografía se centra en individuos parti-
culares autoidentificados como conductistas y doctrinas particulares con las
cuales estos individuos estuvieron explícitamente comprometidos. Este proce-
dimiento proporciona valiosas percepciones históricas. Pero es más útil para
la comprensión de una minoría que en el cumplimiento de los compromisos
de la mayoría de los psicólogos que, aunque influenciados por el conductismo,
53 Más recientemente, la categoría de «cognición» ha desempeñado un papel similar. La idea de le-
yes abstractas uniendo muchos dominios del funcionamiento psicológico, independientemente
del contenido, reapareció en la forma de la categoría de «cognición» justo cuando el «aprendi-
zaje» ya no podía desempeñar este papel de manera efectiva. Pero este desarrollo se encuentra
fuera del período de tiempo que estudia este libro.
Conducta y Aprendizaje 91
54 La calificación «relevante» es necesaria, porque, antes, se pueden encontrar casos que hablan
sobre el «comportamiento» de sustancias físicas. Ciertamente, esto desempeñó un papel en la
elección del término por biólogos y psicólogos, porque se consideró que establecía el pedigrí del
término exento de valores, amoral. Pero el «comportamiento» nunca fue un término técnico en
las ciencias físicas; se convirtió en uno, solo cuando comenzó a ser utilizado en un contexto bio-
lógico y especialmente psicológico.
92 Nombrar la Mente • Kurt Danziger
entró en su cuarta edición en 1936. Pero para entonces esa terminología había
llegado a ser inusual.
Una segunda fase en el uso del «comportamiento» comienza un poco
más tarde, pero se superpone con la primera. En esta etapa, el término hace
su entrada en la psicología general, pero sin la coloración conductista que va a
adquirir más adelante. El primer texto que anuncia en su título que la psicolo-
gía era «El estudio del comportamiento» [The study of behaviour] apareció en
1912. Su autor era William McDougall, que pronto asumiría el papel de uno
de los oponentes más amargos del conductismo. En el año anterior, en 1911,
se habían publicado por lo menos dos libros cuyos títulos se referían a la «con-
ducta humana» como su objeto de estudio (Meyer, 1911; Parmelee, 1911).
Mientras que uno de sus autores podía ser considerado un conductista, an-
tes de que J.B. Watson hubiese proclamado la nominación, el otro, Parmelee,
no podría. En el mismo año, un texto psicológico relativamente convencional
(Pillsbury, 1911) introdujo su tema definiéndolo como la ciencia de la conduc-
ta. A finales de 1912, J. Angell, portavoz de la escuela funcionalista de psicolo-
gía, había dado un discurso oportuno a la American Psychological Association
sobre «El Comportamiento como una categoría en psicología» [Behaviour as a
category in psychology] (Angell, 1913).
Apenas dos meses después, J.B. Watson, un joven psicólogo compara-
tivo, presentó un trabajo en la Universidad de Columbia que inauguró una
tercera fase en la historia moderna del «comportamiento» (Samelson, 1981).
Watson (1913) llamó a su artículo «La psicología como el conductista la ve»
[Psychology as the behaviourist views it]. El cambio fue bastante drástico. De
ser una etiqueta para una categoría utilizada en la definición de un objeto
de estudio de la Psicología, ahora se le dio a la «conducta» la distinción de
etiquetar a cierto tipo de psicólogo. Se elevó por encima de otras categorías
psicológicas, ya que no solo se refería a un objeto de investigación, sino que
también proporcionaba una etiqueta de identidad que desafiaba a los psicólo-
gos a aceptarla o rechazarla. Desde el punto de vista de la historia de la disci-
plina, el aspecto más significativo del desafío de Watson fue que los psicólogos
estadounidenses lo tomaron muy en serio. Podrían haberlo ignorado o haber
sacudido la cabeza con un gesto de divertida incredulidad, como sus colegas
europeos solían hacer. Pero no lo hicieron. Durante unos quince años después
del final de la Primera Guerra Mundial, la cuestión de la identidad conductista
influyó fuertemente en la atención de la comunidad psicológica norteame-
ricana. Como resultado, la categoría de comportamiento adquirió un nuevo
conjunto de connotaciones. Había ahora una brecha considerable entre lo que
el término significaba en el discurso psicológico y en el discurso vulgar.
Es bien sabido que durante los años treinta el conductismo adquirió
un nuevo hálito de vida en lo que llegó a ser conocido como neoconductis-
mo. Para la categoría de comportamiento, esto implicó un cambio parcial
de connotación. Durante las tres décadas anteriores, el «comportamiento»
había adquirido un cierto contenido sustantivo que incluía un compromiso
con la explicación mecanicista y el epifenomenalismo. En el período del neo-
conductismo, tales compromisos eran todavía comunes entre los amigos del
comportamiento, pero se habían vuelto opcionales. En lugar de definirse por
afirmaciones implícitas sobre la naturaleza de la realidad, la «conducta» se de-
fine cada vez más por la práctica de los psicólogos. Se refiere a cualquier objeto
que pueda ser construido por la tecnología estándar de la disciplina. El com-
Conducta y Aprendizaje 93
promiso con las normas que rigen esta tecnología sustituye a los compromisos
metafísicos directos y sustantivos. Por supuesto, estos últimos están todavía
presentes, pero se han vuelto implícitos e invisibles.
Este desarrollo preparó el camino para la quinta y última etapa de la his-
toria del «comportamiento» del siglo XX. En los años posteriores a la Segunda
Guerra Mundial, el término se asoció con la nueva categoría de «ciencia del
comportamiento». La disciplina de la psicología nunca había tenido el mono-
polio del «comportamiento» y de su investigación, y en el período de posguerra
el uso de esta categoría se hizo más generalizado de lo que había sido antes.
Aunque el uso psicológico seguía siendo, en cierto modo, ejemplar para otras
disciplinas, había ahora un cierto efecto recíproco en la disciplina de la psico-
logía. En general, esto tomó la forma de un refuerzo en dirección al cambio que
se había iniciado en el período anterior. Cada vez más, el «comportamiento»
se convirtió en una categoría fundamentada metodológicamente.
Esta visión general de las capas de significado adquiridas por la «conduc-
ta» proporciona un marco aproximado para una consideración de cuestiones
históricas y teóricas más específicas que surgen en cada etapa. Debido a que mi
foco principal está en el origen de las categorías, me concentraré en las etapas
anteriores.
57 Uno de los primeros textos que definieron a la Psicología como «la ciencia del comportamien-
to», antes del advenimiento del conductismo (Pillsbury, 1911), fundamentó su definición en esta
creencia. Para ello, la conducta era la más importante de las «evidencias de la mente».
58 Wilhelm Wundt, en 1892, había señalado este punto cuando observó «la desafortunada falta de
actitud crítica» en la obra de Romanes (Wundt, 1894: 343).
59 Para algunos detalles de cómo esto se manifestó en la práctica, véase Mackenzie (1977).
Conducta y Aprendizaje 97
muchos esto significó erigir una ciencia social con una base biológica. Desde
este punto de vista, la psicología comparada ocupaba un lugar común entre las
ciencias. Proporcionó el vínculo crucial entre las ciencias biológicas y sociales,
y se esperaba que sus investigaciones produjesen conocimiento de los princi-
pios básicos que también operaban en la conducta humana.
Esta generalización del conocimiento de los animales hacia el conoci-
miento de los seres humanos en la sociedad, dependía del uso de las mismas
categorías para describir y explicar la actividad de los animales y la actividad de
los seres humanos. Entre las más importantes de estas categorías estaban las de
instinto, hábito y conducta. Si se hablaba de una rata siguiendo un camino fa-
miliar y la conducta de los seres humanos en el trabajo, como si ambos fueran
instancias del «hábito», uno ya había establecido una fuerte presunción de que
estos eran esencialmente el mismo tipo de cosas y por lo tanto se explicaban de
la misma manera. Del mismo modo, la estrategia de extender la referencia de
«comportamiento» de la actividad animal a la conducta humana era atractivo
para aquellos que habían desarrollado una fe en la promesa de una ciencia so-
cial biológicamente fundamentada. Subsumir la actividad animal y la conduc-
ta humana bajo la misma categoría de «comportamiento» ayudó a establecer
la plausibilidad de la afirmación de que ambas podrían ser explicadas por las
mismas «leyes» o principios.
Esto es bastante evidente en los primeros textos preconductistas, cuyos
textos presentaban títulos que se refieren al «estudio de la conducta», «la cien-
cia de la conducta» o «las leyes de la conducta». El objetivo de McDougall
(1912) era la explicación de la conducta social humana por medio de una lista
finita de instintos que los seres humanos compartían con los animales. Se basó
libremente en estudios recientes de «comportamiento animal» para estable-
cer su afirmación de que la psicología humana, definida como «el estudio del
comportamiento», estaba sujeta a los mismos determinantes instintivos que
operaban en el comportamiento animal. Parmelee (1911) presenta «la ciencia
del comportamiento» en términos de una jerarquía positivista convencional
que va de los fundamentos biológicos, a través de la psicología, a la sociolo-
gía. Describir lo que sucede en los tres niveles en términos de la categoría de
comportamiento le ayuda a establecer la afirmación de que los mismos «ele-
mentos» están involucrados en los tres niveles. Además, promete que el uso de
la categoría de comportamiento, cumplirá el mismo servicio para la psicología
humana y la sociología que ya ha cumplido para la psicología animal –las
hará científicas y objetivas–. Esta consideración es también importante en el
tratado de Max Meyer, Las leyes fundamentales del comportamiento humano [The
Fundamental Laws of Human Behavior] (1911), si bien se inspira en la fisiología
más que en el comportamiento animal. Aunque difieren en sus agendas especí-
ficas, los tres autores emplean la categoría de comportamiento para establecer
la plausibilidad de una u otra variante del reduccionismo biológico y para re-
forzar su afirmación de haber adoptado un enfoque verdaderamente científico.
La conexión biológica también fue importante para muchos psicólogos
que estaban más cerca de la corriente principal de la psicología americana que
estos tres autores. Los representantes de la escuela funcionalista estaban par-
ticularmente comprometidos en construir una ciencia de la Psicología sobre
una base biológica y, por lo tanto, estaban muy interesados en las categorías de
la psicología comparada. En una declaración programática previa, su portavoz
(Angell, 1907: 69) ya había expresado su entusiasmo por el “rejuvenecimiento
Conducta y Aprendizaje 99
Ismos y ambigüedades
como hemos visto. El comportamiento era aquello desde lo cual la mente podía
inferirse. Pero cuando la mente era la de un animal, esto se volvió problemático.
Sin embargo, la mayoría de los pioneros de la psicología animal seguían conven-
cidos de que la mente se manifestaba de alguna manera en el comportamiento.
La cuestión de cómo esto era posible era algo que intrigó a varios filósofos ame-
ricanos. E.A. Singer (1912: 209) propuso que «nuestra creencia en la conciencia
es una expectativa de comportamiento probable basada en una observación del
comportamiento real, una creencia que se puede confirmar o refutar mediante
la observación». Eso equivalía a una reinterpretación del problema desde una
perspectiva pragmática novedosa. La cuestión ya no es la de la existencia real de
la mente como objeto, sino de los fundamentos de la propia creencia en tal cosa.
Desde este punto de vista, eran posibles dos líneas de desarrollo. Se podría explo-
rar la base social para la atribución de cualidades mentales. Alternativamente,
uno podría volver a una posición realista y redefinir la mente en términos de
cualidades objetivas particulares en el comportamiento. Los Nuevos filósofos
Realistas, más influyentes que Singer, tomaron el segundo camino.
Para E.B. Holt, (1915:166), la conducta era una actividad del organismo
total que podría “mostrarse como una función constante de algún aspecto
del mundo objetivo”. Lo que distinguía a la conducta del mero movimiento
físico no es su acompañamiento o activación por actividades mentales, sino
su relación funcional con alguna “referencia objetiva” fuera de sí misma. La
conducta es el movimiento que varía con los cambios en las circunstancias
objetivas. Esa es la diferencia entre una piedra rodando desde el punto a al b
y el organismo moviéndose hacia la luz, por ejemplo. La intencionalidad no
es debido a una mente detrás del movimiento, sino que puede descubrirse en
esos movimientos que son la conducta. Esto, brevemente, era el fundamento a
partir del cual E.C. Tolman (1932), estudiante de Holt, estaba por construir su
noción de conducta «molar», en contraste con la conducta «molecular» que
consistía en nada más que un encadenamiento de contracciones musculares.
La última era conocida como la noción de conducta con la que el conductismo
watsoniano operaba.
Pero, de hecho, tanto el conductismo watsoniano como el conductis-
mo molar reconocían la concepción del comportamiento, dependiendo del
contexto retórico. Cuando querían hacer hincapié en sus credenciales como
científicos naturales, los conductistas molares insistían en la base física de
la conducta molar, y cuando los conductistas watsonianos se referían a las
aplicaciones prácticas de sus teorías, que eran tan importantes para ellos, te-
nían que hablar de acciones, como memorizar, dibujar, escribir, en lugar de
movimientos físicos. Como muchos han observado (véase Kitchener, 1977,
Lee, 1983), el uso de la categoría de comportamiento por parte del conductis-
mo siempre ha estado marcado por la ambigüedad. La razón de ello radica en
la incompatibilidad básica de los objetivos del movimiento. Los conductistas
querían desesperadamente ser reconocidos como científicos naturales y, en la
medida en que su imagen de la ciencia natural incluía un anticuado buen
materialismo mecanicista, enfatizarían que el comportamiento era en última
instancia, reducible al movimiento físico. Pero también querían construir una
ciencia práctica de control social, y esto tenía que operar con una acción in-
tencional más que con el movimiento físico. Fue solo en la medida en que el
crudo fisicalismo de una noción antigua de ciencia perdió valor en los círculos
ilustrados que la concepción «molecular» de la conducta se desvaneció en la
102 Nombrar la Mente • Kurt Danziger
El ejemplar práctico
Conducta y control
61 Se necesitó más de medio siglo para que esta obra fuera traducida al inglés. La disonancia cul-
tural desempeñó un papel significativo en el hecho de que Bühler haya sido desplazado de la
historia -americana-de la psicología (véase Brock, 1994, Weimer, 1974).
104 Nombrar la Mente • Kurt Danziger
ducían efectos específicos62. Pero solo las operaciones obtenidas por psicólo-
gos calificados de acuerdo con las normas metodológicas predominantes de la
disciplina fueron reconocidas para este propósito. La adopción de un enfoque
«conductual» significó que uno estaba comprometido con estas normas y con
el papel de control de los científicos que actuaban de acuerdo con ellas.
La psicología previa se había visto obligada a postergar el acceso a la pro-
pia experiencia consciente mediante sujetos utilizados en experimentos psico-
lógicos. En la «ciencia del comportamiento», fue el científico el privilegiado.
Sus operaciones definieron el fenómeno bajo investigación y lo definieron al
servicio del objetivo de la «predicción y control» de las reacciones del sujeto.
En este contexto, el «comportamiento» había llegado a significar una activi-
dad definida de tal manera que la convirtiera en un objeto de la ciencia del
comportamiento. Se refería a lo que era previsible y controlable por los medios
específicos en boga dentro de un grupo particular de expertos.
62 Para una discusión completa y actualizada del vínculo histórico entre neoconductismo y opera-
cionismo, véase Mills (1997).
106 Nombrar la Mente • Kurt Danziger
63 El famoso Capítulo de William James sobre el hábito en sus Principles of Psychology (1890) es un
ejemplo de esto.
Conducta y Aprendizaje 107
como social, sino solo como implicando cambios dentro de un individuo sin-
gular. Sin embargo, estos cambios fueron tratados como casos de una clase
significativa de eventos intraindividuales. Por ejemplo, al trazar la adquisición
de destrezas en la telegrafía se estaba estudiando algo mucho más significativo,
a saber, «la adquisición de una jerarquía de hábitos» (Bryan y Harter, 1899). El
concepto de «hábito» tenía un pedigrí impresionante, habiendo desempeñado
un papel importante en la filosofía mental empirista desde los días de Hume.
En el siglo XIX, el componente motriz de los hábitos había recibido mucha
atención a raíz de la expansión del concepto reflejo65. Para Carpenter (1874), y
para William James que lo seguía de cerca, los hábitos eran esencialmente ajus-
tes sensoriomotores que también actuaban como depositarios de la costumbre
social. El estudio del «lenguaje telegráfico» como ejemplo de adquisición de
hábitos (Bryan y Harter, 1899) encajaba perfectamente en esta tradición.
Sin embargo, la transformación del tema de los hábitos en una etique-
ta para los estudios de laboratorio de habilidades prácticas implicó un cierto
cambio de énfasis. El discurso empirista más antiguo sobre los hábitos se había
preocupado más por su estructura general que por los detalles específicos de
su adquisición. Las investigaciones de laboratorio inspiradas por un interés
práctico en lo que Bryan y Harter llamaron “la psicología de las ocupaciones”,
sin embargo, necesariamente estarían mirando los detalles de la adquisición
de hábitos. Ellos “retratarían los procedimientos típicos de los hombres en el
aprendizaje o en el fracaso de aprender” (Bryan y Harter, 1899: 349). De un
modo sutil, el foco principal había comenzado a cambiar de la naturaleza de
los «hábitos» a la naturaleza del «aprendizaje». Esto rápidamente se tornó más
explícito en investigaciones subsecuentes sobre habilidades prácticas. Ahora
son identificadas como contribuciones a la «psicología del aprendizaje» (Swift,
1903, 1904). A su debido tiempo, se habla de algo llamado «el proceso de
aprendizaje» (Swift y Schuyler, 1907, Richardson, 1912), cuyas características
comunes aparecen en una variedad de habilidades.
En tercer lugar, el «aprendizaje» es algo que los jóvenes académicos y es-
tudiantes hacen en los entornos educativos. Pero ¿cómo se define el problema
psicológico aquí? Tradicionalmente, el aprendizaje del alumno había sido visto
como incidental al problema real, que era el de la memoria. Ese fue uno de
los pocos temas psicológicos verdaderamente antiguos, y la especulación sobre
la naturaleza de la memoria había existido durante siglos. Pero las prácticas
modernas trajeron un cambio en el estatus relativo de memoria y aprendizaje.
Esto se debió a que el programa más extendido para la investigación experi-
mental de la memoria (Ebbinghaus, 1885) definió la memoria en términos del
trabajo de memorizar y no en términos de la experiencia de recordar66. En este
contexto, el «aprendizaje» fue utilizado como sinónimo de memorización, y
las investigaciones experimentales fueron diseñadas para responder preguntas
sobre la eficiencia relativa de diferentes técnicas de aprendizaje.
Ese enfoque proporcionó una excelente base para un programa impor-
tante de aplicación de conocimientos psicológicos en el marco de la escuela.
A comienzos del siglo XX, hubo un interés en la racionalización de la práctica
educativa en todos los países en rápida industrialización del hemisferio norte.
Los métodos tradicionales y los objetivos de la educación fueron rechazados
cada vez más como inadecuados para las condiciones modernas. La escolari-
65 Consulte el Capítulo 4.
66 Para mayor explicación de este punto fundamental, véase Danziger (1990a).
Conducta y Aprendizaje 109
zación debería preparar a los individuos para ocupar los lugares de trabajo en
una sociedad industrial gobernada por el objetivo de maximizar la eficiencia.
No se podría hacer esto muy eficazmente, a menos que los mismos principios
de la racionalización técnica que estaban siendo empleados de manera tan
impresionante en la industria, también se pusieran a trabajar en la refor-
ma de la práctica educativa. Tal fue el trasfondo para el trabajo de un grupo
de educadores alemanes que se comprometieron a establecer a la pedagogía
en una base científica. Eso significaba conducir experimentos para descubrir
la eficacia relativa de diferentes técnicas de aprendizaje, un procedimiento
para el cual los estudios de la memoria de Ebbinghaus habían sentado la
base. La figura central en este esfuerzo fue el psicólogo Ernst Meumann, cuyo
texto estándar para el área había entrado en una segunda edición en 1908
bajo el título de Economía y Técnica de la Memoria [Economy and Thechnique of
Memory] (Meumann, 1908). La tercera edición apareció en inglés como La
psicología del aprendizaje [The Psychology of Learning] (Meumann, 1913). Para
entonces, había un área establecida de investigación psicológica dedicada a la
comparación de diferentes técnicas de aprendizaje desde el punto de vista de
la eficiencia.
La obra alemana en esta área suscitó un interés considerable en América,
donde comenzaban a abrirse líneas similares de experimentación. En muchos
sentidos, E.L. Thorndike era la contraparte de Meumann en América, usando
su posición académica en Teacher’s College, Columbia, para promover estu-
dios sobre el efecto de las variadas condiciones en juego en el aprendizaje de
las tareas escolares. En 1913 se publicó su Psicología Educativa [Educational
Psychology] en tres volúmenes, cuyo segundo volumen estaba totalmente dedi-
cado a La Psicología del Aprendizaje [Psychology of Learning] (Thorndike, 1913).
El tercer contexto de los estudios de aprendizaje ya estaba bien desarrollado
para este tiempo. El volumen de Thorndike incluía una bibliografía de nueve
páginas, aunque algunos de los ítems se referían a la investigación sobre el
aprendizaje de los animales y sobre la adquisición de habilidades.
A este respecto, había una diferencia notable entre el texto de Thorndike y
el texto de Meumann. Este último se dedicó exclusivamente a la memorización
humana del material simbólico. En el caso de Thorndike, sin embargo, hay un
capítulo introductorio sobre «las leyes del aprendizaje en animales», así como
una referencia frecuente a la investigación sobre la adquisición de habilidades.
Una revisión más detallada revela que el significado de la categoría «aprendi-
zaje» es muy diferente para estos dos autores. Para Meumann, «aprendizaje»
era esencialmente un sinónimo de «memorizar». Se trataba de una actividad
humana intencional, que involucraba la atención consciente, estudiada en el
contexto específico de la tarea escolar. El «aprendizaje» de Thorndike era un
asunto mucho más amplio. Lo que sucedía en el aprendizaje en la escuela era
solo una manifestación de un proceso biológico que también podría obser-
varse en los animales –monos, gatos, pollitos y tortugas que se mencionan
explícitamente–. Más aún, este proceso obedecía a unas pocas «leyes» simples,
que Thorndike enumeraba. Las mismas leyes operaban en la adquisición de
habilidades motoras humanas y en el aprendizaje ideacional. Lo que se había
estudiado en tres contextos muy diferentes, ahora se supone que es un mis-
mo proceso. Claramente, un fenómeno psicológico tan penetrante como el
«aprendizaje» de Thorndike proporcionaría un enfoque para una parte signifi-
cativa de la disciplina. Por el contrario, el «aprendizaje» de Meumann no era
110 Nombrar la Mente • Kurt Danziger
69 Thorndike (1911: 280) había explicado esto en una etapa temprana: «Si mi análisis es cierto, la
evolución del comportamiento es algo bastante simple. Formalmente el cangrejo, el pescado, la
tortuga, el perro, el gato, el mono y el bebé tienen intelectos y caracteres muy similares. Todos
son sistemas de conexiones sujetos a cambios por la ley de ejercicios y efectos».
ANUARIO DE PSICOLOG~A
Núm. 34 - 1986 (1)
HUMANISTA: HISTORIA,
LA PSICOLOGÍA'
CONCEPTO Y METODO