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Unidad 5

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23

El por qué de la evolución de la psicología cognitiva, en particular,


y de las ciencias cognitivas, en general.

Laura Manoiloff
Cecilia Ferrero
Adrián Ramírez

INTRODUCCIÓN

Cuando se estudia la historia de la psicología encontramos dos vertientes diferentes


según las cuales es contada y problematizada. Por un lado, se encuentra la concepción de
la Historia de la Psicología que pretende realizar un repaso de los antecedentes históricos
de la disciplina, como un capítulo de la Psicología General. Tal abordaje hace uso de la
historia, habitualmente, en tanto herramienta legitimadora de las certezas y ortodoxias
(verdades) que sostienen la práctica contemporánea de la Psicología. Un claro ejemplo de
este tipo de Historia de la Psicología la encontramos en la clásica obra de Boring
(1950/1990) (Klappenbach, 2000).
Por otro lado, podemos referirnos a lo que se conoce como historia crítica de la
psicología, en la cual no se busca escribir una historia de manera retrospectiva, sino que
se indagan críticamente los acontecimientos sucedidos en el pasado. De esta forma, se
pretende estudiar cómo se desarrollaron los hechos en un momento dado, y así
desentramar los modos y maneras en que se produjeron (Danziger, 1996). Según Danziger
(1985) el objeto de estudio de una historia crítica está compuesto por actividades humanas
en la que los aspectos sociales y los individuales son inseparables, bajo el supuesto de
que las actividades constituyentes de los objetos psicológicos son sociales tanto como
intelectuales. Esta forma de hacer historia implica investigar no solo en los
acontecimientos producidos en el devenir histórico, sino también en las prácticas, es decir,
estudiar las formas y las condiciones en que esos conocimientos fueron posibles de ser
elaborados, distribuidos, consumidos y sobre todo, transformados (Rosa, Huertas y
Blanco, 1996).
Los textos prestigiosos de la historia científica (como ha sido la obra de Boring por
mucho tiempo) desempeñan un papel decisivo para la construcción de la realidad que
adopta una disciplina en el presente, papel que hace evidente la importancia que esos
textos tienen en la formación de todos los principiantes (Rose, 1996). Este rol formativo,
a su vez, puede verse contaminado por sesgos o “abusos” en tales textos de referencia
obligada.
Al respecto, Danziger (1990) menciona ocho posibles abusos que es común hallar
en buena parte de la bibliografía clásica en la historia de la Psicología:

1. Trabajos que solo constituyen una revisión bibliográfica hacia atrás;


2. Relatos en lugar de Historia;
3. Hagiografía de los grandes hombres;
4. Culto a las “anticipaciones desde el punto de vista de la ortodoxia
contemporánea;
5. Insensibilidad hacia el contexto social;
6. Formulación de problemas atemporales desde el lenguaje contemporáneo;
7. Constitución de líneas espúrias de ascendencia;
8. Mitología del progreso.

Estas diferentes versiones de la historia también se ven reflejadas en la historia del


surgimiento, evolución o desarrollo de las diferentes escuelas o corrientes psicológicas
que han dominado o prevalecido en diferentes periodos de tiempo en la historia de la
psicología.
Por este motivo cuando se escribe sobre historia de la Psicología, y específicamente,
sobre una escuela, corriente o disciplina dentro de ella, es necesario (al menos
idealmente), analizar, revisar y contar los diferentes factores que han contribuido en la
progresiva evolución de una escuela o disciplina. Por los motivos mencionados, este
trabajo intentará realizarse desde una perspectiva de la historia crítica de la psicología.
Este trabajo busca describir y analizar el surgimiento o evolución de una corriente
particular dentro de la Psicología: la Psicología Cognitiva (PC) en particular, y de las
Ciencias Cognitivas (CC) en general. Para realizar la descripción y el análisis planteado,
y responder a la pregunta que origina este texto: ¿por qué evolucionó la psicología
cognitiva, en particular, y las ciencias cognitivas, en general? Se tomarán en cuenta
diferentes factores, como los ideológicos, intelectuales, sociales, culturales y políticos,
para demostrar cómo se relacionaron y contribuyeron a la instauración y configuración
teórica y metodológica de la PC y las CC.
Para realizar este trabajo, primero, se revisará cómo fue el cambio de paradigma del
conductismo a la PC, desde diferentes perspectivas.

DESARROLLO
1. El “cambio de paradigma”

1.a La revolución cognitiva


Generalmente, los libros de textos sobre introducción a la Psicología Cognitiva,
escritos por investigadores de esta disciplina, tienen un capítulo dedicado a la historia o
antecedentes de la PC y comienzan con párrafos que hablan sobre el nacimiento de la
psicología moderna, el papel fundador de Wundt y su relación con el estudio de los
procesos mentales.
Por ejemplo, en el libro de Best (2002, pág. 18), “La psicología Cognitiva”, se
menciona que:
“(…) el nacimiento de la Psicología moderna se inicia con W. Wundt, quien en 1874 funda
el primer laboratorio de Psicología experimental en Alemania. Wundt y sus discípulos
diseñaron métodos de laboratorio para el estudio sistemático de las operaciones mentales.
Para Wundt los procesos mentales básicos eran observables y registrables a través del
método de la introspección, aunque también utilizaron el registro de respuestas
comportamentales como los tiempos de reacción, etc.”

Además, en este tipo de libros se suele mencionar que anteriormente a Wundt, el


estudio de la mente o de los procesos mentales había permanecido confinado al campo de
la filosofía (con filósofos como Descartes o Leibniz) hasta el surgimiento de la psicología
moderna.
Luego, hacen su aparición los infaltables párrafos que refieren al nacimiento del
conductismo. Como ejemplo Hergenhahn (2000), en su libro sobre Introducción a la
Historia de la Psicología, relata que la esterilidad de las investigaciones sobre la
cognición que realizaban los miembros de las escuelas del voluntarismo y
estructuralismo, cedió terreno ante el conductismo, que ignoraba la existencia de la mente.
Continúa este autor diciendo que el conductismo no se interesó por los procesos internos
o mentales (tradicionalmente denominados como “caja negra”), pues solo buscaba
estudiar la conducta en relación a los estímulos que la generaban y las respuestas que se
observaban. Es decir que el conductismo intentaba establecer relaciones funcionales entre
entradas y salidas, entre los estímulos y las respuestas, desconociendo lo que podía ocurrir
entre esas “entradas y salidas”.1 Según el autor, en esta época, la cognición era una palabra
“sucia” y a los psicólogos cognitivos se los veía cómo gente difusa, imprecisa y que nunca
habían hecho algo que fuera verificable (Hergenhahn, 2000).
Por su parte, autores pertenecientes al movimiento de la PC y defensores
historiográficos de la revolución cognitiva como Gardner (1988), hablan sobre los
diferentes factores que llevaron a la conformación de este nuevo campo. Gardner relata
que a comienzos del siglo la mayoría de los investigadores utilizaban a la introspección
como método científico para el estudio de la mente, pero que estos trabajos no generaron
una auténtica acumulación de saber para la ciencia, por lo cual fueron dejados de lado y
reemplazados por la teoría conductista.
Para el autor, los postulados del conductismo sostenían que aquellos interesados en
las ciencias del comportamiento debían limitarse a los métodos públicos de observación
que cualquier hombre de ciencia fuera capaz de aplicar y cuantificar. Además, se creía
que debían centrarse exclusivamente en la conducta, dejando de lado temas como la
mente, el pensar, la imaginación y conceptos como los de plan, deseo y propósito. Otro
de los postulados de esta teoría hizo referencia al papel del medio circundante, en tanto
factor decisivo para el aprendizaje, debido a que se creía que el ser humano operaba como

1
O “inputs” y “outputs”, como son popularmente referidos por la bibliografía internacional.
reflector pasivo de diversas fuerzas y factores presentes en el medio. Las escuelas
filosóficas de la época tales como el positivismo, el fisicalismo, el verificacionismo,
también descartaban todo fenómeno que no fuese observable, por lo cual estaban de
acuerdo con lo postulado por el conductismo.
Según el relato de Gardner, en esa época se encontraban en auge las teorías del
psicoanálisis, y aunque había varios científicos interesados por las teorías de Freud, creían
que no se podía construir ninguna disciplina científica basada en entrevistas clínicas o
historias personales.
El autor reflexiona que entre estas dos posturas que estaban establecidas era difícil
formular una teoría científica sobre los procesos del pensamiento humano. Y que mientras
duró la supremacía conductista, durante las décadas de 1920, 1930 y 1940, existieron
dificultades para realizar estudios de cuestiones vinculadas a la naturaleza del lenguaje,
la planificación humana, la resolución de problemas, etc. Dentro de la misma línea de
Gardner, encontramos a George A. Miller, que en su artículo “La Revolución Cognitiva:
Una Perspectiva Histórica” (2006) cuenta en primera persona como era la situación en
ese momento:
“La revolución conductista transformó la psicología experimental en los Estados Unidos.
La percepción se convirtió en discriminación, la memoria en aprendizaje, el lenguaje en
comportamiento verbal, la inteligencia en lo que las pruebas de inteligencia medían.
Cuando ingresé a la escuela de postgrado en Harvard, a comienzos de los años 40, la
transformación era completa. Me educaron para estudiar el comportamiento y aprendí a
traducir mis ideas a la nueva jerga del conductismo” (Miller, 2006, pág 80).

Gardner (1988) va a hacer hincapié en la situación política mundial, diciendo que


además de la dificultad para establecer un nuevo paradigma de estudio, teniendo en cuenta
las características mencionadas anteriormente, existió otro factor histórico importante: la
segunda guerra mundial. Este conflicto bélico internacional generó un obstáculo sobre el
desarrollo de la ciencia, que llevó a que por un lado la comunidad científica europea fuese
desmembrada y que, por otro lado, en Estados Unidos se les pida a los científicos que
abandonen sus programas de investigación para así contribuir al esfuerzo bélico. No
obstante, el autor aclara que si bien es cierto que la guerra causó una gran cantidad de
muertes e invalidez de numerosos investigadores, también supuso cierto estímulo para las
actividades científicas y tecnológicas.
Igualmente, el autor cuenta que los médicos que atendían a las víctimas de la guerra,
debían evaluar qué tareas podían realizar aquellos pacientes con lesiones cerebrales. Lo
mismo ocurría en otros países afectados por la guerra, como queda evidenciado por los
trabajos de Alan Turing y Kenneth Craik en Inglaterra o las investigaciones de Alexander
Luria en Rusia con pacientes que tenían lesiones cerebrales. Sumado a esto, surgieron una
serie de problemas relacionados con el estudio del efecto de la propaganda y la selección
de los hombres que iban a la guerra, lo cual provocó un gran esfuerzo de los científicos
que estudiaban la conducta para poder generar ideas útiles al respecto, las cuales
posteriormente sirvieron para la consolidación de las ciencias humanas.
A fines de la década del 40 ya comenzaba a mostrarse la necesidad de que una
ciencia específica se encargue de estudiar la mente humana (Gardner, 1998).
Baars (1986) y Gardner (1985), en sus libros sobre la así llamada “revolución
cognitiva”, promulgan que la concepción de la PC se dio en el Simposio Hixon sobre
Mecanismos cerebrales en el Comportamiento, en 1948. En referencia a este evento,
destacan el trabajo expuesto por Karl Lashley sobre el problema del orden de las series
en el comportamiento y ponderan la figura de Lashley como uno de los primeros
psicólogos que comenzó a hablar de psicología cognitiva. Y postulan como fecha de
nacimiento de la PC el año 1956, durante el Simposio sobre Teoría de la Información en
el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en el cual las presentaciones principales
estuvieron a cargo de Newell y Simon (su trabajo pionero sobre la construcción de un
programa de computadora) y de Chomsky (su trabajo sobre la insuficiencia de las teorías
existentes del lenguaje) (Gardner, 1985).
En este mismo sentido, Miller (2006) habla del momento de la concepción de la CC
exponiendo que Newell y Simon estaban en lo correcto al señalar a 1956 como momento
crucial, no solo para su propio desarrollo sino también para el de todos los interesados en
estas nuevas CC. Y fecha el momento de la concepción de la ciencia cognitiva el día 11
de septiembre de 1956, puntualmente, el segundo día de un simposio organizado por el
Grupo de interés especial en Teoría de la Información en el MIT.

1.b ¿Revolución, contrarrevolución, o continuación?

El surgimiento de la PC, fue llamado por muchos la “revolución cognitiva”, porque


suponía una recuperación de la “mente” en las ciencias humanas después de un
prolongado y frío tiempo de objetivismo (Bruner, 1995), pero también porque el interés
por esta disciplina se había vuelto tan extenso que muchos creyeron que una revolución
o cambio de paradigma se había producido en la psicología (Baars, 1986). Otros, sin
embargo, sugieren que la actual psicología cognitiva representa un retorno a un tipo de
psicología que existía antes de la dominación conductista. Así, en todo caso, lo que se
produjo fue una contrarrevolución en lugar de una revolución. O en palabras de Miller
(2006, pág. 82), un psicólogo estadounidense pionero en el campo de la psicología
cognitiva:
“Como quiera que le llamáramos, la contra revolución cognitiva en psicología trajo a la
mente de nuevo a la psicología experimental. Pienso que es importante recordar que lo
mental nunca había desaparecido de la psicología social o clínica”.

Por fuera de la postura “oficial” en la historia de la Psicología Cognitiva, se


encuentran posiciones diferentes en referencia a los acontecimientos sucedidos en los
comienzos o inicios de la PC. En este sentido se puede presentar la posición de Leahey,
quien es psicólogo y profesor en la Virginia Commonwealth University, interesado en el
estudio del origen de la psicología científica, y que además, fue presidente de la división
26 que pertenece a la Historia de la Psicología de la APA. En su artículo de 1992 Las
revoluciones míticas de la Psicología Americana (The Mythical Revolutions of American
Psychology) plantea que hay una historia del desarrollo de la psicología americana
ampliamente difundida y repetida, la cual marca el comienzo de la psicología en 1879
como la ciencia de la vida mental, estudiando la conciencia con la introspección.
Siguiendo esta línea histórica criticada por Leahey, luego, en 1913, el predominio
de mentalismo fue cuestionado y destrozado por los conductistas groseros y simplistas,
que hicieron una revolución contra los mentalistas del Antiguo Régimen. Los
conductistas mataron la ciencia de la vida mental y lo reemplazaron con la ciencia de la
conducta, y eso fue el comienzo de un largo reinado de estudio del comportamiento y de
la teoría de la conducta por décadas. Sin embargo, en 1956, una nueva revolución
comenzó, flameando la bandera de la cognición, ayudada por fuerzas externas
provenientes de la lingüística y la inteligencia artificial. Después de dos décadas de lucha,
el antiguo régimen del conductismo fue derrotado, o al menos reprimido, y comenzó el
imperio del procesamiento de la información de la psicología cognitiva (Leahey, 1992).
El autor, en su artículo, intenta demostrar que el drama romántico de la historia de
la Psicología Americana como sucesiones de revoluciones (como fue contada y
difundida) es un mito plausible, pero peligroso; y plantea la posibilidad de mostrar lo que
él denomina como una “mejor historia” basada en un desarrollo de tradiciones de
investigación. Y agrega que muchos científicos (e historiadores) han denominado como
revolucionaria casi cualquier nueva idea, y no todo cambio o incluso innovación son
revolucionarios.
Para probar su postura anti-revolucionaria (por llamarla de alguna forma), Leahey
hace una revisión de los modelos y criterios de cambio revolucionario en ciencia. Para
ello analiza los textos de Kuhn (1970), Cohen (1985) y Porter (1986). Y planea que los
modelos de Kuhn, Cohen y Porter sugieren una serie de preguntas 2 para enmarcar su
investigación sobre la existencia de las revoluciones en la historia de la psicología. Así,
Leahey responde cada pregunta desde los supuestos casos de “La revolución conductual”
y “La revolución cognitiva”.
Con respecto a la revolución conductual, sostiene que de acuerdo con la mitología
reinante, la primera revolución de la psicología tuvo lugar cuando el conductismo de John
B. Watson derrocó al paradigma establecido del mentalismo. Leahey va a sostener que,
si bien los cambios que tuvieron lugar en la psicología en las primeras décadas de la vida
de la American Psychological Association (APA)3 fueron hondos y profundos, es más
útil mirar a los cambios como graduales y no revolucionarios.

2
(a) ¿Hubo un viejo régimen de la ciencia normal dominada por una “ortodoxia arraigada” –paradigma de Kuhn–
para ser derrocado?
(b) ¿El paradigma existente experimentó dificultades provocada por anomalías empíricas que exigen solución por
una innovación radical y la creación de una nueva visión del mundo?
(c) ¿Hubo un breve período de intensa y aguda lucha entre los partidarios del antiguo régimen y el nuevo; y un
“visible rompimiento” entre el viejo orden y el nuevo?
(d) ¿La supuesta revolución fue internacional?
(e) ¿El nuevo paradigma establecido era un nuevo régimen?*
*La traducción es nuestra.
3
La American Psychological Association (APA) es la Asociación Estadounidense de Psicología, que es una
organización científica y profesional de psicólogos estadounidenses. La misma fue fundada en julio de 1892 en la
Universidad de Clark, su primer presidente fue Granville Stanley Hall.
Lo primero que se cuestiona Leahey es si el mentalismo constituía un paradigma
dominante en la psicología antes de 1913. Y argumenta que es cierto que hay un acuerdo
general en que la psicología era sobre todo la ciencia de la conciencia y que su método
era la introspección, pero más allá de estos puntos muy generales, hubo serios
desacuerdos sobre cuestiones fundamentales. Las diferencias giraban en torno a la
metodología y a la teoría, y eran tan profundas como muchos de los desacuerdos que se
encontraron en la psicología más tarde. Más allá de un acuerdo sobre la definición de la
psicología como estudio de la conciencia, forzosamente apoyándose en la introspección,
todo lo demás fue disputado. Y continúa proponiendo que, dada la naturaleza y
profundidad de las disputas entre los fundadores de la psicología, no hubo un solo Antiguo
Régimen paradigmático de mentalismo que el conductismo derrocara
revolucionariamente. De esta forma, las incertidumbres del período 1910-1912 no pueden
considerarse como una crisis pre-revolucionaria de que la psicología estaba a punto de
cambiar, sino como una incipiente toma de conciencia de que la psicología ya había
cambiado.
Otras de las preguntas claves que se hace Leahey (1992) es si hubo un período breve
de lucha y crisis intensa que llevaran a una ruptura visible. El autor demuestra
detalladamente que los cambios importantes en psicología se produjeron antes de 1913 y
se llevaron a cabo de manera gradual y desapercibidamente. La psicología americana se
define en los años 1892-1912, ya que se transforma continuamente, y sin descanso, desde
el estudio de la conciencia hacia el estudio del comportamiento. Entonces, la psicología
se transformó, casi sin previo aviso, desde la ciencia de la vida mental hacia la ciencia de
la conducta en las dos décadas anteriores a 1913. Sin hacer una gran innovación,
provocaron el cambio. La conformación progresiva del campo se debió a una
combinación de fuerzas sociales, intelectuales y locales. Nunca hubo una ruptura visible,
ni una conciencia de hacer una revolución.
Otro de los puntos clave que revisa Leahey es que para hablar de una revolución en
ciencia se debe esperar a que la misma tenga un alcance internacional, y esto no sucedió
con el conductismo. Incluso va a decir que los defensores de la idea de una revolución
conductual admiten que el conductismo fue en gran medida un fenómeno estadounidense.
En esta línea, termina concluyendo que la psicología no experimentó una
revolución conductista en 1913. La psicología introspectiva no constituía un paradigma a
ser derrocado, y aunque la psicología ha cambiado en los años anteriores a 1913, los
cambios fueron graduales, se percibieron vagamente y no se produjeron en respuesta a
las anomalías empíricas que exigen soluciones radicales. La Psicología Conductual surgió
de manera continua y fuera de la psicología introspectiva; y la llamada “revolución”
constituyó más bien el reconocimiento del cambio sucedido, en lugar de constituir un
cambio abrupto. La psicología había, de hecho, cambiado profundamente, aunque no de
manera revolucionaria. El objeto mismo de la psicología había pasado de la descripción
y explicación de la conciencia a la descripción, predicción, control y explicación de la
conducta. Y esto lleva a Leahey a la siguiente premisa: si el conductismo constituyó un
nuevo paradigma o no… va a ser lo que definirá la primera pregunta sobre la “revolución
cognitiva”.
El autor va a decir que la creencia en una revolución cognitiva forma parte de una
manera profundamente arraigada de ver a la psicología moderna. Y en su texto va a
demostrar que menos aún hubo una revolución cognitiva que la supuesta revolución
conductista. Sus argumentos centrales para sostener esto son: que el conductismo no
constituyó un paradigma (para que la psicología cognitiva derroque
revolucionariamente), y que en todo caso, la psicología cognitiva viene a representar un
desarrollo continuado de la psicología conductista.
Leahey va a argumentar que las principales causas y soportes de la reactivación de
la psicología cognitiva vinieron desde fuera de la psicología. En este sentido expone:
aunque Lashley (1951) fue un psicólogo, habló como un fisiólogo en su trabajo para el
Simposio Hixon; Newell (1973) y Simon (1990), en primera instancia, publicaron sus
trabajos fuera de la psicología, en economía y ciencias de la computación; y que Chomsky
fue un lingüista que se había encontrado con psicólogos. La psicología no consiguió su
influyente y propia declaración dentro de la ciencia cognitiva hasta 1967 en el texto de
Neisser, Psicología Cognitiva. Y más importante aún, es que la principal rama teórica de
la psicología cognitiva, el procesamiento de la información, se tomó desde la informática.
Al igual que en el período 1892-1912 para el conductismo, las presiones que se generaron
tendientes al cambio en la psicología, entre 1948 y 1956, no surgieron de fallas internas,
sino que fueron conceptuales, impulsadas por fuerzas externas a la psicología,
principalmente.
Leahey (1992) nos va a decir que el entorno social también jugó un rol importante
en esta visión. Los años ‘60 fueron los días de las drogas y la protesta, y de hacer la
revolución contra la civilización occidental intelectual y la clase gobernante. Participar
en una revolución científica, al mismo tiempo que política, unificaba la vida profesional
y personal, aumentando el sentido romántico de hacer un cambio de época, e hizo que los
nuevos tiempos fueran mucho más emocionantes. Sin duda, fue satisfactorio atacar el
conservadurismo, apoyándose en una referencia académica de Kuhn (1962).
Por último, Leahey llega a plantear que la llegada de la psicología cognitiva no fue
la revolución de un nuevo paradigma que viene a asesinar el paradigma más viejo del
conductismo, sino que la PC operó como la aparición de una nueva forma de conductismo
basado en una nueva tecnología, la computadora. Y que la psicología del procesamiento
de la información puede entenderse como la forma más reciente del conductismo. El
conductismo siguió con un nuevo lenguaje, un nuevo modelo y nuevos intereses dirigidos
a un fin ya conocido: la descripción, la predicción y el control de la conducta.
El mismo autor va a decir que por la década de 1950, el conductismo mediacional4
ya estaba buscando formas de representar el proceso interno que media entre el estímulo
y la respuesta, y que la metáfora del ordenador (o metáfora de la computadora) ofreció
un mejor lenguaje para explicar ese proceso interno. El conductismo mediacional fue el
puente hacia la psicología cognitiva. Por otra parte, la existencia de dispositivos de
procesamiento de información que se comportan de manera inteligente e
intencionadamente (inteligencia artificial), reforzó la fe en la mediación de los procesos

4
El conductismo mediacional fue desarrollada por Hull y Tolman (entre otros). Sobre la base de los reflejos
condicionados introdujo un factor (o variable) interviniente que podía ser neurofisiológico o mental, según
el caso. Es decir, se aceptaban procesos mediadores entre el estímulo y la respuesta.
mentales, mostrando que podrían formar parte de dispositivos materiales, en lugar de
almas inmateriales (Miller, 1983 citado en Leahey, 1992). Para Leahey la revolución
cognitiva no fue más que una ilusión.

1.c Historia interna y externa de la PC y las CC

Como se puede apreciar en lo anteriormente desarrollado, se encuentran diferentes


visiones acerca de cómo fue el cambio de paradigma (si es que hubo un cambio
paradigmático) del conductismo al cognitivismo y cómo ocurrió el nacimiento de la
psicología cognitiva. En base a esto, podemos visualizar dos maneras diferentes de contar
la historia de la psicología cognitiva, según si el investigador es miembro del campo
disciplinar o si es un investigador externo que busca reconstruir los orígenes de la historia
de la psicología en general. Esto da como resultado dos narraciones que, según Danziger
(1996), podemos denominar como “historia interna” e “historia externa”.
Por un lado, la historia interna tiene un corte racionalista en donde se utilizan
herramientas epistemológicas de la teoría del conocimiento para, de esta manera, poder
visualizar cómo evolucionaron los conocimientos y métodos de la disciplina de manera
lineal, con el objetivo de reforzar cuestiones establecidas.
Es decir que en una primera reflexión puede notarse que, cuando la historia proviene
de investigadores o científicos que trabajan dentro de la disciplina, suele tener un tinte de
mitología de progresos o revoluciones que vienen a salvar una psicología en decadencia
o en crisis y derrocar al antiguo régimen. Con fechas míticas de nacimiento y
establecimiento, se hace uso de la historia como una herramienta legitimadora de las
certezas y ortodoxias que sostienen una práctica contemporánea de la Psicología. Para
narrar la historia recurren a razones exclusivamente científicas o presuntamente
inmanentes a su arquitectura disciplinar y teórica, como plantea Latour (1999) en
referencia a los historiadores internalistas. Se hayan pocas referencias al contexto social
y político con el que la ciencia se interrelaciona y se influye mutuamente.
En cambio, las consideradas historias “externas”, intentan explicar el cambio del
conocimiento científico teniendo en cuenta los eventos históricos y los procesos sociales
en los cuales se desarrollan y no solamente por problemas de verdad o falsedad de los
acontecimientos o por cuestiones lógicas internas de las teorías (Danziger, 1996).
Como plantea Danziger (1985) el objeto de estudio de una historia crítica está
compuesta por actividades humanas en la que los aspectos sociales y los individuales son
inseparables. O como plantea Latour (1999), quien encuentra que los estudios de la
ciencia han desmantelado tanto las explicaciones externalistas como internalistas, al
hallar transacciones diversas entre contenido y contexto.
En relación al planteo realizado por Leahey, puede ser considerado un investigador
externo de la historia de la Psicología, que apunta a mostrar cómo evolucionó la historia
de la psicología en general. El autor referido hace especial hincapié en mostrar que los
cambios acontecidos a principios del 1900 con el conductismo y finales de los años 1950
con el cognitivismo fueron cambios basados en un desarrollo de tradiciones y no
revoluciones. De esta manera intenta eliminar aquellas nociones míticas que priorizan
determinados hechos y refuerza la idea de analizar la historia basada en cómo fueron
evolucionando las diversas tradiciones de investigación, para así poder mostrar un
progreso en el desarrollo de las ideas. Es por esto que describe que el campo disciplinar
de la psicología cognitiva fue el resultado de la conjunción de diversos factores (sociales,
intelectuales y políticos) y que se desarrolló de una manera gradual.
Como factores de incidencia en este desarrollo, Gardner (1988) se encarga de
describir a la formación de la psicología cognitiva como el resultado de cambios de
tradiciones científicas, donde fue complicado el nacimiento de nuevas ideas debido a la
presencia de un paradigma dominante y fuertemente establecido. Se observa la
preponderancia que le otorga a determinados hechos, como por ejemplo el Simposio de
Hixon y a figuras que el autor considera claves tales como Karl Lashley, considerado la
primera persona que introdujo ideas acerca de la psicología cognitiva. Por estas
características, se considera aquí a Gardner como a un autor “interno”, en contraste con
Leahey.
Incluso, se pueden mencionar posturas como las de Sampson (1981) que propone
que la explicación de la psicología cognitiva no debería realizarse en términos
exclusivamente internos a la psicología, ni siquiera como mero producto de la crisis del
conductismo.
En una primera instancia, se puede resumir lo desarrollado como, en algún sentido,
hubo un declive del conductismo como idea dominante en la Psicología, pues habían
acontecido varios factores para que ello sucediera. Entre estos elementos pueden
considerarse los factores intelectuales, a partir de los cuales los supuestos teóricos del
conductismo radical eran cuestionados, como el ataque a los desarrollos sobre conducta
verbal de Skinner por parte de Chomsky. Así también, la erosión de los cimientos del
conductismo mostraba los límites del aprendizaje animal, incluso, manifestados por la
teoría mediacional del conductismo (postulando variables “intervinientes” entre el
estímulo y respuesta) que comenzaba a ser sustituida por la teoría del procesamiento de
la información. Y de alguna manera, este enfoque parecía ofrecer nuevas formas de lidiar
con las preguntas básicas en la ciencia cognitiva.
También jugaron un papel importante los factores sociales, políticos y económicos
mundiales post-segunda guerra mundial, que llevaron a requerir cambios en el ámbito
científico, los cuales fueron traídos por el advenimiento de las ciencias cognitivas en
general y la psicología cognitiva en particular. Estos factores serán desarrollados con más
detenimiento en el apartado sobre desarrollo teórico y conceptual de la Psicología
Cognitiva. Para poder adentrarnos al desarrollo teórico y conceptual de la Psicología
Cognitiva, primero debemos hacer un breve repaso sobre los antecedentes o las primeras
teorías de la PC.
2. Los antecedentes teóricos de la Psicología Cognitiva

Unos años antes de la década del 50, comenzaban a redescubrirse trabajos como los
de Ebbinghaus (con estudios experimentales del aprendizaje y la memoria), Bartlett (con
estudios sobre la memoria y los esquemas cognitivos), Piaget (con el desarrollo de la
inteligencia en el niño), conductistas como Hull y Tolman (quienes postulan variables
“intervinientes” entre el estímulo y la respuestas), entre otros; van a convertirse en los
precursores de una nueva corriente psicológica.
En primera persona, Miller (2006, pág. 82) cuenta:
“En Cambridge, en el Reino Unido, el trabajo de Sir Frederic Bartlett sobre memoria y
pensamiento habían seguido siendo inmunes al conductismo. En Ginebra, los insights de
Jean Piaget sobre la mente de los niños habían inspirado a un pequeño ejército de
seguidores. En Moscú, A. R. Luria era uno de los primeros en ver al cerebro y la mente
como un todo. Ninguno de estos tres últimos estuvo en el Centro pero conocíamos bien su
trabajo”.

Tomando la figura de Piaget, Leahey en su libro sobre Historia de la Psicología


(1998), expone que en Europa surge el estructuralismo como un enfoque multidisciplinar
para las ciencias sociales. Este nuevo estructuralismo, tuvo como máximos exponentes a
Claude Lévi-Strauss, Michel Foucault y Jean Piaget. El estructuralismo aspiraba a
convertirse en un paradigma unificador de todas las ciencias sociales y afirmaba que los
patrones de la conducta humana, individuales o sociales, se podían explicar por referencia
a estructuras abstractas de naturaleza lógica o matemática. En la psicología estructuralista
el representante más importante fue Piaget.
Este psicólogo, biólogo y epistemólogo suizo creía que los temas de la
epistemología (rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es el conocimiento, sus
circunstancias y características) se podían estudiar empíricamente. A través de lo que él
denomino “Epistemología Genética”, comenzó a plantear un “mapa” acerca del
desarrollo del conocimiento de los niños, porque creía que la inteligencia no se
desarrollaba de manera cuantitativa, sino que experimenta cambios cualitativos a medida
que el niño pasa de una etapa a otra. Las nociones epistemológicas planteadas eran
similares a las postuladas por Kant con la diferencia que en este caso se sumaban
cuestiones evolutivas. El estructuralismo tuvo poca repercusión en EE.UU.: a los
americanos les interesaban las diferencias individuales y los efectos de la experiencia o
del entrenamiento en el desarrollo cognitivo, y no se preocuparon mucho por el sujeto
cognoscente. Pero hoy en día, Piaget es citado como precursor del estudio del desarrollo
cognitivo (Leahey 1998).
Leahey también expone como uno de los precursores al lingüística Noam Chomsky,
quien buscaba describir una gramática universal innata y, en este sentido, compartía el
interés europeo por las estructuras abstractas y el desinterés por las diferencias
individuales, pero no se identificaba con el estructuralismo. Su crítica al conductismo
radical influyó en el renacimiento del interés por la cognición y su gramática
transformacional demostró cómo las actividades complejas, como el lenguaje, se podían
explicar con sistemas regidos por reglas.
Otro de los antecedentes mencionados por Leahey fueron los aportes de León
Festinger quien postuló la teoría de la disonancia cognitiva. Esta teoría planteaba la
relación entre las creencias de una persona y la interacción de estas creencias: cuando las
creencias se oponen provocan un estado de disonancia cognitiva que la persona intenta
reducir. Esto fue importante porque se comenzaron los estudios sobre entidades mentales,
en este caso las creencias.
También se deben exponer los desarrollos de la Psicología de la Gestalt, que
influyeron para que, alrededor de 1950, Bruner y Postman estudiaran la percepción como
actividad socialmente orientada, en el marco de la llamada teoría del New Look (Ruiz,
2005).
La Teoría del “New Look” en percepción fue encabezada por Bruner que pretendía
unificar varia áreas de la psicología como la percepción, la personalidad y la psicología
social, y refutar la concepción dominante de que la percepción era un proceso pasivo.
Este autor proponía que el perceptor tenía un papel activo, y que la personalidad y el
marco social influyen sobre lo que el perceptor ve. El New Look analizó la percepción
como un proceso mental activo, en el que se producen actividades mentales conscientes
e inconscientes entre la sensación y la respuesta de la persona (Leahey, 1998).
Manuel De Vega, investigador en el campo de la psicología y la neurociencia
cognitiva, va a decir en su artículo “La psicología cognitiva: ensayo sobre un paradigma
en transformación” (1998) que entre los años 50 y 60 surgía un programa de investigación
específico para la PC: temas clásicos de la memoria, la percepción o la resolución de
problemas recibían el impulso de ideas y métodos nuevos. Por otra parte, algunos temas
hasta entonces prácticamente olvidados se mostraban como territorios nuevos y excitantes
al alcance de la indagación científica: la atención, las imágenes mentales, el
razonamiento, los procesos del lenguaje, etc.
De Vega continúa planteando que, desde su desarrollo, la PC ha marcado un
dominio dentro de la psicología y esto se aprecia en una multitud de índices externos,
como por ejemplo, las publicaciones más prestigiosas de la psicología, como las revistas
Psychological Review o Journal of Experimental Psychology incluyen frecuentemente
artículos de carácter cognitivo. Existen muchas revistas especializadas en las que las
etiquetas “cognitivo” o “cognición” aparecen en la portada. Otro ejemplo, sería la
proliferación de congresos y sociedades internacionales sobre procesos cognitivos que
periódicamente editan libros y revistas. También se puede ver que las universidades y
centros de investigación más importantes del mundo disponen de departamentos y
laboratorios de psicología o de ciencias cognitivas. Finalmente, otro claro ejemplo, es que
incluso las investigaciones realizadas en las demás disciplinas psicológicas como la
psicología clínica, la psicología social, la psicología evolutiva, la psicología educativa o
las neurociencias tienen frecuentemente un planteamiento “cognitivo”.
Entonces, sobre el posicionamiento actual de la PC, es importe preguntarse cuáles
fueron los motivos que llevaron a la PC (desde su surgimiento) a ubicarse en el lugar
preponderante que tiene en la actualidad dentro de la psicología en particular, y las
neurociencias en general.
A continuación se desarrollarán la Psicología Cognitiva y las Ciencias Cognitivas
en tanto marco conceptual, junto a sus características distintivas. Se intentará
interrelacionar (interrelación, entendida como acciones recíprocas entre ambos factores)
estas construcciones teóricas y metodológicas con los factores ideológicos sociales,
culturales y políticos de ese período histórico (desde la década del ‘50 en adelante), para
mejorar la comprensión de su desarrollo y los efectos que esta generó sobre la sociedad.

3. La psicología cognitiva

Cuando se estudia el origen y desarrollo de la psicología cognitiva, la mayoría de


los autores parecen describir y destacar una serie de hechos y acontecimientos que
caracterizan a la PC. Sin embargo, los análisis que merecieron estos hechos o
acontecimientos como posibles características o rasgos distintivos de la PC resultan
insuficientes; si consideramos que estos hechos la han llevado expandirse y generar
conocimientos, ubicándola en un lugar privilegiado en la psicología moderna.

3.a El origen transdisciplinar de la psicología cognitiva

El rasgo multidisciplinario o transdisciplinar aparece desde el inicio de la PC.


Parece ser que la primera característica distintiva de la PC fue que supo combinar en su
constitución diferentes génesis disciplinares, incorporando los aportes teóricos y
tecnológicos que provenían de otras disciplinas ajenas a la psicología.
Según Emiro Restrepo (2009) la complejidad de los fenómenos por los que se
interesaba la psicología y el rápido desarrollo de las demás ciencias, apremiaban por una
concepción más amplia y sistemáticamente fundamentada para el objeto de estudio de la
psicología. Entonces había que contemplar otras opciones, la psicología no tenía futuro
dentro de la misma psicología.
Miller, relata con sus palabras lo que estaba aconteciendo en ese momento:
“Para 1960 estaba claro que algo interdisciplinario estaba ocurriendo. En Harvard lo
llamamos estudios cognitivos, en Carnegie-Mellon lo llamaron psicología del
procesamiento de información y en La Jolla lo llamaron ciencia cognitiva” (Miller, 2006,
pág. 85).
En sus comienzos, cuando se interesa en el estudio de las representaciones y los
procesos internos mentales, toma de la cibernética una metáfora que parecía ser la más
adecuada para estudiar estos procesos: la metáfora de la computadora. En esta metáfora,
se equiparon a los seres humanos con las computadoras, pues se pensó que ambos eran
sistemas que codifican, conservan y manipulan información (Carretero, 1997).
No se debe olvidar que la PC surgió en una época en la cual los ordenadores
comenzaban a causar un gran impacto en la ciencia y, probablemente, era natural que los
psicólogos cognitivos establecieran una analogía entre computadoras y el cerebro
humano. La analogía del ordenador fue frecuentemente utilizada para desarrollar un
modelo del cerebro en el que la actividad mental se definía como un flujo de información
entre distintos almacenes (Parkin, 1999).
La analogía asumida por la PC va estar representada en el trabajo fundacional de
Miller, Galanter y Pribran en 1960, titulado “Plans and the structure of behavior”, que
delimitó su filosofía de la mente y determinó el rumbo de los posteriores estudios en
psicología cognitiva (Emiro Restrepo, 2009).
Asimismo de las ciencias de la computación, la PC se nutrió de los estudios de la
lingüística, la teoría de la información, principalmente. Aunque también hubieron aportes
de la filosofía, neurología y antropología (Miller, 2006).
Un aporte fundamental proviene de la lingüística desarrollada por Noam Chomsky.
Muchos son los aportes y reestructuraciones que impone Chomsky a la comprensión del
lenguaje en general y a una naciente sub-disciplina dentro de la psicología cognitiva (la
psicolingüística) en particular (Restrepo, 2009).
El aporte más importante de Chomsky fue el retorno al mentalismo. En 1959, él
publicó una crítica contundente al enfoque conductista y, en esencia, llegó a la conclusión
de que la naturaleza de la vida mental no podía investigarse eficazmente sin alguna teoría
sobre cómo estaban organizadas las estructuras y procesos cerebrales, y con qué
principios operaban (Parkin, 1999).
El punto fundamental es que Chomsky consideró que el objeto de la lingüística no
es el estudio de las lenguas sino el estudio de los conocimientos que los hablantes poseen
de ellas, es decir, la “competencia” lingüística de los hablantes. Para dar cuenta de la
construcción de esta competencia, Chomsky propuso que el ser humano viene dotado con
un dispositivo mental para la adquisición del lenguaje, que es un sistema complejo, de
naturaleza innata, que permite al hombre la capacidad de desarrollar su competencia
lingüística. Para explicar este aspecto generacional del lenguaje, Chomsky recurre a la
hipótesis de un sistema transformacional del lenguaje, en el que los símbolos y las
representaciones son generados a partir de un conjunto de reglas de reescritura de
símbolos y de representaciones (Rivière, 1991).
La teoría de la información desarrollada por Broadbent en 1958, ofrecía indicios de
lo que posteriormente se convertiría en el enfoque imperante en la PC. Esta propuesta
resaltaba que los mecanismos que constituyen los sistemas de procesamiento de
información eran: la representación y el almacenamiento de la información, los lugares
de almacenamiento en dónde se producían los procesos y los procesos consistían en
transformar la información (Restrepo, 2009).
En 1967, U. Neisser publicó su muy esperada obra “Cognitive Psychology, en la
que sintetizó muchas de las ideas que se habían infiltrado desde varios campos (Best,
2002).
La interdisciplinariedad de la PC se debió a un marco más general que era el
desarrollo de las CC. En palabras de Thagard (2007) muchas de las ideas teóricas en
Psicología se han originado desde las ciencias de la computación, porque el desarrollo de
las computadoras digitales en la década del ‘50 proveyó una poderosa forma de
pensamiento sobre los mecanismos por los cuales la información puede ser procesada. La
psicología ahora era parte de las Ciencias Cognitivas y en la interdisciplinariedad, el
estudio de la mente y la inteligencia también abarcaba el campo de las neurociencias, la
inteligencia artificial, la lingüística, antropología y filosofía.
Según el autor, las neurociencias han hecho una importante contribución teórica y
experimental a la psicología, debido a la aparición de las técnicas de exploración cerebral
que proporcionan formas de observar los procesos neuronales. También, la psicología se
solapa con la inteligencia artificial en el desarrollo de modelos computacionales sobre el
pensamiento y con la lingüística en el estudio de cómo la mente comprende y produce el
lenguaje. Además, la psicología se superpone con la antropología en el estudio de los
aspectos culturales de la cognición social y con la filosofía comparten la inquietud por
cuestiones fundamentales sobre la naturaleza y la explicación de las mentes humanas
(Thagard, 2007).
Por su parte, Gardner (1988) llega a llamar a las CC una ciencia interdisciplinaria
de la mente. Este autor va a describir los orígenes de las ciencias cognitivas, destacando
el aporte de diversas disciplinas que contribuyeron a la formación de este campo
interdisciplinario de estudio. En este desarrollo, Gardner plantea que, a finales del siglo
XIX y comienzos del siglo XX, fueron importantes los aportes de la matemática y de
lógica. En cuanto los avances de esta última, se puede mencionar la obra de Gottlob Frege,
que implicaba la manipulación de símbolos abstractos.
En la década 1930, los trabajos que resultaron más significativos para la formación
de las ciencias cognitivas fueron los del matemático británico Alan Turing. En 1936,
propuso la idea de crear una máquina que fue denominada “Máquina de Turing”, que era
capaz de realizar cualquier cálculo contable. En la década de 1950, Turing postuló que
era factible programar una máquina como la que había propuesto, de tal manera que nadie
diferenciaría sus respuestas respecto a las de un interlocutor humano. Aquellos científicos
interesados en el pensamiento humano tomaron en cuenta estos aportes, debido a que
pensaban que si podían describir con precisión los procesos de pensamiento o de conducta
de un organismo, se podría diseñar una computadora que opere de la misma forma.
Otra de las líneas de pensamiento influyentes en la formación de este campo, fueron
expuestas por Mc Culloch y Pitts, los cuales fueron los primeros en hablar acerca del
modelo de una neurona. Ellos mostraron que las operaciones de una célula nerviosa y sus
conexiones con otras (red neural) podrían ser representadas mediante un modelo lógico.
Consideraban a los nervios como enunciados lógicos y que su propiedad de ser activados
o no (principio del todo o nada) eran equiparables con las operaciones del cálculo
proposicional, donde un enunciado es verdadero o falso (Gardner, 1988).
En cuanto a los aportes de la cibernética, se pueden mencionar los trabajos
realizados por el matemático Norbert Wiener sobre servomecanismos (dispositivos
capaces de mantener el rumbo de proyectiles de artillería antiaérea, misiles guiados y
aviones). En base a este trabajo, se obtuvieron reflexiones sobre la naturaleza de la
retroalimentación y de los sistemas de autocorrección y de autorregulación, fueran
mecánicos o humanos. Este autor publicó un libro llamado “Cybernetics” (Cibernética),
donde mostró cómo podía denominarse de esta forma a todo el campo de la teoría de
control y de la comunicación, ya sea de máquinas o animales (Gardner, 1988).
Otro de los antecedentes de la formación de las ciencias cognitivas que describe
Gardner (1988) fueron los aportes de Claude Shannon y Warren Weaver en la década del
40, a los cuales se atribuye la creación de las bases de la teoría de la información.
Aportando otra perspectiva del surgimiento de las CC, Sergio Dansilio (en su libro
Surgimiento de las ciencias cognitivas: contexto y arquitectura ideológica), 2012, va a
esbozar que existieron factores externos que mediaron en el origen y desarrollo
transdisciplinar de las CC. Él nos va a narrar que en realidad, los primeros encuentros
teóricos y empíricos transdisciplinares se dieron porque diversos individuos (de
distinguida carrera intelectual, desde von Neumann a Chomsky, desde Simon a Bruner,
desde Putnam a Minsky) con distintos intereses y disciplinas, confluyeron en una
estructura organizada. Esta estructura organizada fue la que permitió que convergieran
las diferentes disciplinas, pero esto no se generó en el seno de la academia universitaria,
sino que vino desde afuera. En concreto, su desarrollo estuvo relacionado a los intereses
de determinadas fundaciones e instituciones específicas, e incluso, estuvo relacionado al
ámbito militar.
Este autor demuestra que las actas fundacionales de las ciencias cognitivas
provienen, en sus puntos de inflexión, desde fuera de la academia universitaria clásica. Y
menciona que, a su parecer, uno de los hitos en el desarrollo de estas disciplinas fue
cuando:
“(…) la Sloan Foundation (constituye una de las denominadas ‘fundaciones
filantrópicas y sin fines de lucro’ destinada a financiar una multiplicidad de proyectos que
recorren la ciencia y la tecnología, la economía, la educación, entre otras) comenzó
donando cerca de veinte de millones de dólares para las actividades realizadas desde 1976
al 1978, distribuyéndose en subsidios para institutos de investigación y escasas
universidades para el desarrollo de las CC.” (Dansilio, 2012, pág 30).
Otro punto importante que va a marcar Dansilio (2012) para entender cómo fue el
desarrollo de las CC es que los fondos que recibieron para investigaciones y coordinación
entre distintos departamentos en distintas universidades (constantemente el MIT se
beneficiaba de los mayores aportes), tuvo un periodo constante de 10 años
aproximadamente, cerrándose en 1984 con el protagonismo asegurado de la System
Development Foundation. Y aclara que, a partir de aquí, los proyectos de punta
vinculados a las ciencias cognitivas habían pasado al ámbito de la financiación militar
(agencias dependientes del Department of Defense), y especialmente la Office of Naval
Research (ONR). La fuente de ingresos más considerable, procedía de la National Science
Foundation (NSF). Finalmente, el autor propone que como factor determinante en el
surgimiento y desarrollo de la PC y las CC fue que el impulso político proporcionado por
la fundación Sloan.
En palabras del propio Miller (2006, pág 86):
“El informe fue presentado, revisado por otro comité de expertos y aceptado por la
Fundación Sloan. El programa que se inició ofreció becas a varias universidades con la
condición de que los fondos fueran utilizados para promover la comunicación entre
disciplinas. Una de las becas más pequeñas fue para Michael Gazzaniga, de la Escuela de
Medicina de Cornell, lo cual le permitió iniciar lo que desde entonces se ha convertido en
la neurociencia cognitiva. Como consecuencia del programa Sloan, muchos académicos se
familiarizaron y fueron más tolerantes con los trabajos de otras disciplinas. Por varios años
florecieron los seminarios, coloquios y simposios interdisciplinarios”.

Citando a Bechtel, Abrahamsen y Graham (1999), Dansilio dice en su revisión que


las universidades gratificadas con este subsidio forman parte de la élite institucional
estadounidense. Y que menciona el caso Sloan porque constituye uno de los momentos
de mayor importancia y más representativos de los comienzos de las CC. A partir de aquí
el autor ilustra lo importante de este hecho con el análisis del llamado hexágono Sloan5
que aparece en el texto clásico de Gardner (1988), ilustración elaborada en una de las
reuniones de trabajo de la fundación. Argumenta que el «hexágono cognitivo» agrupa las
disciplinas que en una serie de simposios y redacciones de artículos fueron consideradas
dentro de las ciencias cognitivas, pero que gran parte de los propios investigadores se
negaron a reconocer esa suerte de fe bautismal.
Miller (2006) cuenta que este hexágono nace en un informe no publicado
presentado a la fundación Sloan. Que en este informe, en el cual participó, tenía una
figura, donde los seis campos están conectados en un hexágono. Cada línea en la figura
representaba un área de la investigación interdisciplinaria que estaba bien definida en
1978 y que comprendía las herramientas de las dos disciplinas que vinculaba. Así, la
cibernética utilizó conceptos desarrollados por la computación para modelar funciones
del cerebro dilucidadas en neurociencia. Igualmente, la computación y la lingüística ya
estaban vinculadas a través de la lingüística computacional. La lingüística y la psicología
se vinculaban mediante la psicolingüística, la antropología y la neurología estaban
vinculadas por los estudios de la evolución del cerebro y así sucesivamente. Y termina
reflexionando que cree que hoy los quince posibles vínculos podrían ser ilustrados con
investigación respetable, y los once vínculos que consideraban existían en 1978, se han
consolidado sólidamente.
Al respecto de este ensamblaje de disciplinas, es muy interesante la visión que
plantea Dansilio para la transdisciplinariedad en las CC. Para el autor, si bien no se habría
podido consolidar la unificación de las distintas disciplinas, cada una con su historia y sus
prácticas separadas, y por tanto hasta cierto punto renuentes entre sí, se halló en la
utilización de recursos computacionales una serie de códigos en común que permitieron
a los científicos moverse desde una disciplina a otra. Durante los años que siguen a la
segunda guerra mundial, investigadores como E. Ferreri, J. von Neumman (asociado
fuertemente al surgimiento de las ciencias cognitivas) y S. Ulam, fueron un ejemplo de
esta confluencia sobre conceptos y prácticas computacionales, y de este recorrido
transdisciplinar. Así, para Dansilio, si bien en CC no se puede hablar de leyes u ontologías
comunes, se puede hablar de una coordinación lo suficientemente eficiente como para
producir conocimiento científico entre las distintas disciplinas, de manera coordinada,
bajo metas comunes.

3.b Los modelos explicativos de la psicología cognitiva

Con la utilización del enfoque simbólico-computacional, por primera vez, los


procesos mentales podrían estudiarse con un nivel de explicación mecanicista (abstracto):
el procesamiento de la información (De Vega, 1998).
Uno de los impulsores en este tipo de trabajos fue Broadbent, quien afirmó que
debían considerarse las entradas sensoriales como información, no como estímulos
físicos, dando lugar al problema de la interacción entre una mente (no-física) y un cuerpo
(físico). Este concepto de “información” permitió a los psicólogos respetar la naturaleza
no física de los pensamientos sin entrar en el dualismo cartesiano. La información es real,
pero no física, sino funcional. La concepción de la mente en términos de información
permitió que hubiese una suerte de aparente dualismo (funcionalismo) mente-cuerpo
fuera de los límites del conductismo fisicalista5 (Leahey, 1998).
Los conceptos del procesamiento de la información se aplicaron rápidamente a la
psicología cognitiva humana. En efecto, Miller (entonces en Harvard), junto con Oliver
G. Selfridge, presentarán un trabajo en el cual se plantea la pertinencia de introducir la
teoría de la información en la psicología (Bechtel, Abrahamsen y Graham, 1999, citado
en Dansilio, 2012).
El trabajo de George Miller “El mágico número siete, más o menos dos…” (1956)6
mostró algunos límites de nuestra capacidad de procesar la información (Leahey, 1998).
En los primeros estudios que aplicaban conceptos informáticos a la psicología había
confusión sobre qué era el pensamiento, ya que se tardó bastante en entender la diferencia
entre la información y el soporte mecánico. Pero la importancia de lo que hace una
computadora está en el programa. La distinción entre computadora y programa resultó
crucial para la psicología cognitiva, ya que significo que la psicología cognitiva no era
neurología y que las teorías cognitivas del pensamiento deberían versar sobre la mente
humana, no sobre el cerebro humano. Comenzaba a surgir una nueva concepción del ser
humano y un nuevo lenguaje para formular teorías y el objetivo de la psicología
consistiría en explicar cómo los seres humanos procesan la información (Leahey, 1998).
Antes de continuar, hay que dejar en claro dos puntos. Primero: hay que distinguir
entre las representaciones mentales, que son las que interesan a los psicólogos cognitivos,
de las representaciones cerebrales que las sustentan y las hacen posibles. Segundo: cuando
en psicología cognitiva se habla de representaciones mentales eso no implica que las

5
Fisicalismo: filosofía sobre la naturaleza de lo real que afirma que todo aquello que existe es
exclusivamente físico.
6
Miller y El mágico número siete aparece en 1956 (Psychological Review, 63: 81-97). Clásicos en la
Historia de la Psicología: http://psychclassics.yorku.ca/Miller/
representaciones a las cuales se hace referencia sean accesibles a la conciencia. La mayor
parte de las representaciones internas y las representaciones mentales no son accesibles a
la conciencia. Este punto va a tener una implicancia importante en la metodología que va
a utilizar la PC para estudiar los procesos mentales.
La mayor parte de los modelos a los cuales hace referencia la psicología cognitiva
son modelos de tipo funcional, y esto se refleja en la frase que dice que: a los psicólogos
cognitivos les interesa conocer cómo trabaja el “software” y no cómo es el “hardware”.
Esto significa que cuando se intenta explicar el comportamiento de una computadora en
la que “ingresamos” ciertos datos y como “salida” obtenemos otro tipo de datos, y para
comprender lo que está haciendo la computadora (qué ocurre entre las entradas y las
salidas), lo que se debe conocer o acceder, es al programa que ha implementado la
computadora (el “software”)7. Las características físicas de la computadora (“hardware”)
no van a ser el punto de interés, ya que en principio pueden ser muy disímiles, puede
haber sistemas muy diferentes que permiten la implementación del mismo programa.
Entonces, lo que es esencial, es comprender la naturaleza del programa y no la naturaleza
de la máquina que sirve para implementar el programa informático (De Vega, 1998).
Para ello, la PC va a recurrir a modelos simples, representados a través de los
diagramas de flujo de la información (llamados “sistemas de flujo”), que se esquematizan
mediante una serie de cajitas ligadas por fechas, que intentan caracterizar la naturaleza de
las operaciones y representaciones puestas en juego durante el tratamiento de la
información. Cada una de esas cajitas son sistemas de conservación o de transformación
de la información y las flechas indican la dirección del tratamiento entre estas cajas. Este
enfoque fue el dominante dentro de la psicología cognitiva por mucho tiempo (Eysenck
& Keane, 2000).
En relación a la simulación del pensamiento y la Inteligencia Artificial (IA), es
importante aclarar que en la IA se intenta crear programas que se comporten como seres
humanos sin necesidad que piensen como ellos. Sin embargo, la apuesta de Newell, Shaw
y Simon fue aún más fuerte, y abordaron la IA desde la simulación por computadora
porque consideraban que sus programas podían llegar a resolver problemas como los
seres humanos. La diferencia entre Inteligencia Artificial y Simulación por Computadora
es importante, porque la IA pura no es psicología: sus esfuerzos pueden resultar
psicológicamente instructivos para sugerir los tipos de recursos cognitivos que deben
poseer los humanos para ser inteligentes, pero determinar cómo actúan las personas de
forma inteligente exige una simulación real del pensamiento, no solo de su conducta
(Leahey, 1998).
Según Dansilio (2012) la psicología cognitiva determina en qué medida los
símbolos físicos son necesarios, y la inteligencia artificial establece la competencia de los
mismos. Pero esa psicología que de manera optimista parece dar cuenta de la inteligencia
humana, ya está estructurada con toda una arquitectura de premisas, de procedimientos

7
El término software suele utilizarse sin definiciones explícitas y generalmente refiere a los programas de
computación (serie de pasos, etapas y entidades representacionales que los componen así como el lenguaje
en el cual se escriben). Llamativamente, el término fue acuñado dentro del ámbito puramente militar por el
matemático Merrill Flood en 1946 (Dansilio, 2012).
formales y de concepción de las entidades que estudia, provenientes de la teoría de la
computación.
La analogía del ordenador continuó dominando la PC durante los siguientes veinte
años. Se produjo una gama de modelos, cada uno de los cuales intentó explicar alguna de
las formas de la actividad mental en términos de una serie de fases de procesamiento que
intervienen entre una entrada (input) y una salida (output). A pesar de su muy extendido
uso, las explicaciones de las capacidades mentales en términos de procesamiento de
información no están exentas de críticas (Parkin, 1999).
A mediados de la década del ‘80, el estudio de los procesos cognitivos sufrió un
cambio importante con la llegada del procesamiento distribuido en paralelo (Parallel
Distributed Processing) o, como se lo conoce más frecuentemente “modelo conexionista”
de McClelland y Rumelhart en 1986, quienes afrontaron un nuevo desarrollo de estos
modelos (ya que el origen histórico del conexionismo es tan antiguo como el enfoque
simbólico-computacional). El conexionismo se afirmó en la PC como un modelo
alternativo a la propuesta simbólica y modular. Sin embargo, esta relativa antinomia entre
el conexionismo y la postura simbólico-modular también puede ser revisada críticamente.
Como expone Robert Cummins (un referente en filosofía de las ciencias cognitivas), la
diferencia entre conexionismo y computacionalismo parece ser todavía menor a la luz de
las diferencias que ambos sostienen respecto al “conductismo de Watson o Skinner, o el
estructuralismo de Titchner” (Cummins, 2000, pág. 130).
Así, para este autor, ambos enfoques asumieron que la mente es básicamente un
motor cognitivo y solo secundariamente sede de la emoción, el sentimiento y la sensación.
Ambos asumieron que la conciencia no es esencial para la comprensión de la cognición,
y que la cognición podía darse más allá de una base cerebral, aunque descartaran de plano
las antiguas posturas acerca del alma como sede de la cognición. Por lo tanto, ambas
posturas pueden ser consideradas funcionalistas y materialistas. Y por último, tanto la
postura simbólico-modular como el conexionismo son representacionalistas desde el
momento en que se entiende a los procesos cognitivos como transformaciones ordenadas
de estados, cuya función principal es la representación de información relevante para la
capacidad cognitiva que se ejerce (Cummins, 2000).
Sin embargo, y más allá de las observaciones de Cummins, el conexionismo
conserva la idea de representación, pero los estados del mundo ya no se representan
mediante símbolos, sino por el estado de una red conexionista, distribuyéndose el
conocimiento en los pesos de las conexiones. La cognición no se concibe como una
manipulación de símbolos, sino como un cálculo paralelo distribuido en el conjunto de
una red (Bourgine, 2003). Se puede considerar al conexionismo como la rama
computacional de la neurociencia cognitiva. En este sentido, participa de un movimiento
general de la ciencia moderna que aspira a estudiar los sistemas naturales (como las redes
neuronales naturales) y artificiales en un mismo marco teórico (Bourgine, 2003).
En resumen, la PC, a nivel teórico, buscó generar modelos de explicación de las
funciones mentales y para ello adoptó el enfoque simbólico-computacional, que le
permitió concebir la arquitectura funcional de los procesos mentales, lo cual le otorgó
temas, problemas y métodos de investigación que lograron aportaciones extraordinarias.
Además, con la emergencia de la alternativa del modelo conexionista, la PC sufrió
importantes transformaciones internas, pero de ellas salió reforzada, con mayor vitalidad
y vigencia, pues estaba lista para unirse al proyecto común del desarrollo de las
neurociencias.

3.c Los trasfondos de una nueva ontología

Todo el desarrollo teórico descripto, muestra el despliegue de una nueva ontología


dentro de la ciencia. Ahora, ¿qué permitió o cuáles fueron las causas para generar esta
nueva ontología? En este sentido, es interesante desplegar el trabajo de Dansilio (2012)
que nos va a decir que la causalidad fue, seguramente, múltiple. Pero para poder
comprender dichas causas hay ubicar a las ciencias cognitivas dentro del marco
intelectual e institucional en el cual surgieron.
En este sentido, va a mencionar que luego de la segunda guerra mundial, se
producen una serie de mutaciones en el mundo de las ciencias, de la cultura y hasta de la
existencia cotidiana. Citando el ejemplo de Haraway (1991): “lo que antes era un
organismo ahora es una máquina cibernética, ya que todo se ha convertido en un sistema”.
Los propios objetos naturales se re-teorizan como dispositivos tecnológicos entendidos
en términos de mecanismos que producen, transfieren y almacenan información
(Haraway, 1991, citado en Dansilio, 2012).
Y el punto central para conocer estas causas es que la infraestructura de
funcionamiento, el plan general sobre el cual asientan y se desarrollan las ciencias
cognitivas es el OR. El OR8 significa Investigación de Operaciones (Operational
Research) e incluye todo aquel sector de investigación empírica vinculado a la
operatividad militar conceptualizada desde la teoría de sistemas, que puede incluir áreas
tan dispares como la lingüística, las ciencias de la computación, la psicología o la teoría
de los juegos (Dansilio, 2012).
En palabras de Dansilio, estas ciencias no surgen espontáneamente, sino que en
gran parte son deliberadamente construidas o diseñadas y forman parte de un proyecto.
Ese proyecto atiende a la informática de la dominación bajo la constelación del C3I
(símbolo militar para referirse a este sector de la teoría de operaciones organizada bajo el
OR). Estas ciencias surgen de las prácticas de post Segunda Guerra y de lo militar
(específicamente: Estados Unidos y su posición dentro de la Guerra Fría). Y el objetivo
social de las nuevas ciencias de la vida se torna en el control estadístico de las masas
mediante sofisticados sistemas de comunicación.

8
El OR como marco o estrato conceptual se desarrolla en el seno del NDRC (National Defense Research
Committee), a su vez, dependencia del inicial OSRD (Office of Scientific Research and Development,
organismo de V. Bush). De aquí dependerá el AMP (Applied Mathematics Panel) donde, de manera
alternante con la Rockefeller Foundation, trabajará W. Weaver. Este departamento está destinado al
desarrollo de armamento. Por otra parte se liga al ONR (Office of Naval Research), a la corporación RAND
(Think Tank del ejército) y la fundación Sloan. En el RAND se dará la confluencia con A. Newell
(específicamente en el System Research Laboratory), y hasta con H. Simon, que, integrado a la DARPA
darán inicio al proyecto de la Inteligencia Artificial (Dansilio, 2012).
Un ejemplo que presenta Leslie, permite ejemplificar lo que se viene diciendo.
Según Leslie, el MIT, institución privilegiada en cuanto a la obtención de fondos para
financiar investigaciones en CC, así como en la productividad académica en general, debe
su éxito a que se constituyó como una universidad polarizada en torno a lo militar (Leslie,
1993), o en palabras de Gardner (1988) en su estructura académica centrada por la
ingeniería y lo militar.
Con respecto a la llegada del modelo conexionista, Dansilio va a decir que en una
etapa posterior de las CC surgieron las redes, los nodos (neurono-símiles), entidades
abstractas pero no ficticias, virtuales, pero con la capacidad de negociar con el mundo,
que va a llamar: “nuevos engendros de esta ontología que instaura el desarrollo de las
ciencias cognitivas”.

3.d Métodos de estudio

Los modelos de la PC postularon que la mayor parte de las representaciones


mentales no son accesibles a la conciencia del sujeto, lo que tuvo como consecuencia que
el recurso de la introspección (autorreflexión por parte de un observador acerca de sus
propios pensamientos) no sea posible como método de estudio dentro de la PC. Es por
esto que quedo descartado dicho método para el estudio de los procesos mentales
(Thagard, 2008).
En las últimas décadas se ha producido un gran avance en cuanto al conocimiento
de los procesos mentales debido a la aplicación del método experimental, que permitió
darle un carácter científico al estudio de dichos temas. El método experimental es un
método de investigación que consiste en manipular alguna variable independiente y
observar los cambios que se produce en la variable dependiente. Es interminable la lista
de lo que ha servido como variables dependientes en los estudios psicológicos, pero los
investigadores prefieren dos clases de fenómenos para este propósito: las pautas de
errores y los tiempos de reacción a los estímulos (Best, 2000).
En palabras de De Vega (1998), el método experimental aplicado al estudio de la
mente es el que ha permitido extender nuestro conocimiento sobre la mente. Y esto se ve
reflejado en que gran parte de los procesos cognitivos son totalmente inconscientes. Por
ello, el ingenio de los investigadores en el diseño de experimentos permite desvelar
algunos de estos procesos.
Un ejemplo claro del ingenio de los investigadores para el estudio de procesos no
conscientes es el priming enmascarado (o masked priming) creado por Forster y Davis en
1984, que consiste en la presentación de un prime (o preparador) entre dos filas de
símbolos que lo enmascaran (previamente y posteriormente al prime), con una duración
muy breve del prime (menos de 70 milisegundos). Esta presentación es tan rápida que el
sujeto generalmente no puede procesarlo conscientemente. De esta forma, cualquier
efecto del priming que se obtenga no puede ser explicado por estrategias conscientes del
sujeto. Estas características del prime bajo condiciones de enmascaramiento constituyen
un instrumento privilegiado para abordar el estudio de las operaciones automáticas en el
procesamiento de los estímulos, ya que el prime puede ocurrir aún cuando éste no puede
ser identificado conscientemente (Ferrand, Humphrey &. Segui, 1998)910.
En un reciente trabajo (Manoiloff, Segui, & Hallé, 2015) se mostraron tiempos de
respuestas más rápidos a una tarea de detección del fonema inicial del nombre de un
objeto, cuando se le presentaba al sujeto un dibujo de un objeto que era precedido por un
priming enmascarado correspondiente al nombre del dibujo, que cuando no fue precedido
por su nombre (Palabra-prime mesa –Figura-target MESA vs. Palabra-prime Mano–
Figura-target MESA). Esto se conoce como Efecto de Repetición, y su explicación es
que el prime enmascarado (la palabra escrita del nombre de la figura, en nuestro ejemplo
“mesa”) preactivó la forma fonológica del nombre del objeto (o la etiqueta que designa
al objeto, en nuestro ejemplo “MESA”), lo que facilitó la recuperación de la misma y, por
lo tanto, la detección de su fonema inicial.
Paul Thagard (2007) dice que es importante señalar que la teoría sin
experimentación está vacía, pero también es cierto que la experimentación sin teoría es
ciega. El tratamiento de las cuestiones esenciales de la naturaleza de la mente requiere
que los experimentos psicológicos puedan interpretarse dentro de un marco teórico que
postule la existencia de representaciones y procesos mentales. Una de las mejores formas
de construir marcos teóricos consiste en crear y poner a prueba modelos computacionales
análogos a las operaciones mentales. Y esto es lo que ha hecho la PC.
En las CC se han usado como metodologías la experimentación y la simulación
computacional, principalmente. Dansilio (2012) narra que aunque se recurrió a la
metodología experimental, se incorporó la simulación dentro de las alternativas válidas
en las CC. Y las técnicas de procedimiento y metodología de las CC van a reflejar una
determinada visión del mundo. De esta manera, las CC van sedimentando un modelo del
psiquismo humano que le es característico, así como toda una metodología de estudio
solapada con una ideología subyacente.
En resumen, una de las características más importante que ha llevado al desarrollo
de la PC es que tiene una perspectiva teórica y experimental a la vez y que gran parte de
la teoría se construyó a partir de modelos computacionales.

CONCLUSIONES FINALES

Este trabajo buscó analizar el surgimiento, evolución y desarrollo de la Psicología


Cognitiva (PC) en particular, y de las Ciencias Cognitivas (CC) en general, que la llevaron
a convertirse en lo que Robins, Gosling y Craik (1999) señalan como una de las
disciplinas más populares de los tres últimos decenios. Para lograr este objetivo se
examinaron, analizaron y revisaron los diferentes factores que han contribuido a su

9
Para ver una demostración de este paradigma experimental entrar en:
http://www.u.arizona.edu/kforster/priming/display1.htm
evolución. Para ello, se tomó la visión de diferentes autores en la concepción del
surgimiento e implantación de esta configuración teórica y metodológica. Cada postura o
visión en la manera de contar la historia de la PC y las CC, está relacionada con la posición
y formación de los autores, según si es investigador miembro del campo disciplinar, o si
es un investigador externo que busca reconstruir los orígenes de la historia de la
psicología en general.
En este sentido, desde posiciones internas a la disciplina (como Gardner, Baars,
Best, Miller, De Vega), o como la llama Danziger (1996) una narración de historia
interna, en los diferentes ejes analizados (como el cambio de paradigma, la psicología
cognitiva y la interdisciplinariedad, sus modelos y sus métodos) se puede observar una
narración basada en aspectos puramente conceptuales y metodológicos. Por ejemplo,
cuando se describe el nuevo objeto de la PC, se lo hace desde una construcción puramente
intelectual; o cómo se genera el encuentro entre las diferentes disciplinas (la
interdisciplinariedad) siendo el resultado de intereses individuales e internos a la ciencia;
o cómo se narran las formas y condiciones en que los conocimientos de la PC fueron
elaborados; o cómo se describe y pondera el método experimental como la base de la
investigación científica; o con tintes mitológicos cuando se habla del cambio del
conductismo al cognitivismo como “la revolución cognitiva”, etc.
No obstante, es importante remarcar que estos autores suelen dar una descripción
más clara, detallada y profunda sobre las cuestiones conceptuales inherentes a la teoría y
métodos. Si uno quiere adentrarse en el conocimiento y estudios, los autores internos a la
disciplina suelen ser los más adecuados. Aunque no para exponer su devenir histórico.
En el otro sentido, desde posiciones externas a la disciplina (como Leahey,
Dansilio, Cummins) o una narración de historia externa (Danziger, 1996), en los
diferentes ejes analizados se incluyen y relacionan aspectos intelectuales con factores
sociales, políticos, culturales, ideológicos y epistemológicos. En el punto del cambio de
paradigma se puede apreciar la visión de Leahey (1992), quien intenta exponer y justificar
que los cambios que tuvieron lugar a comienzos del 1900 con el conductismo y finales
de los años 1950 con el cognitivismo, fueron cambios basados en un desarrollo de
tradiciones y no revoluciones; intentando rebatir nociones míticas de la psicología
americana que prioriza determinados hechos. Es por esto que describe que el campo
disciplinar de la psicología cognitiva fue el resultado de la conjunción de diversos factores
sociales, intelectuales y políticos, y que se desarrolló de una manera gradual.
El trabajo de Dansilio (2012) apunta a narrar el surgimiento de las CC (incluyendo
a la PC en su relato) demostrando el escenario social, y principalmente político, dónde se
desarrolla este hecho. En este sentido habla de una nueva ontología y muestra la ideología
política del momento, permite y promueve esta nueva ontología, con un objetivo bien
determinado: el control. Entonces va a remarcar, continuamente, mientras desarrolla la
propuesta teórica de las CC, que detrás de ello, siempre hay una ideología dominante.
Cummins (2000) desde la filosofía de la ciencia examina modelos explicativos en
psicología, mostrando que esta ciencia, en su esquema explicativo general, ha buscado
descubrir y especificar efectos característicos de los sistemas de su interés (la mente, los
procesos cognitivos, la conducta resultante) que constituyen sus dominios propios. A
partir de esto, la PC intentó brindar una explicación de estos efectos mediante la
caracterización de sus partes constituyentes y su organización, es decir de su estructura
(particularmente, su estructura funcional) Este abordaje supone lo que dio en llamarse
“análisis funcional”, y consiste en descomponer una disposición (o destreza) en un
número de disposiciones menos problemáticas (más pequeñas y simples) de modo que la
manifestación programada de estas últimas va a equivaler a la manifestación de la
disposición (primera) que se buscaba analizar.
A partir de la revisión realizada, desde diferentes visiones y posturas sobre el
surgimiento y evolución de la PC y las CC, en forma escueta se puede resumir que cuatro
parecen ser los puntos fuertes que generaron este movimiento: la confluencia de diversas
disciplinas en un marco común y sobre el objeto abordado en tanto sistema; generar
modelos explicativos funcionalistas, tomar el método experimental y la simulación para
poner a prueba las hipótesis derivadas de los modelos explicativos; y el contexto socio-
político (principalmente en EEUU) que permitió generar las CC, en general, y las PC, en
particular.
En años recientes, se ha estrechado cada vez más el vínculo entre PC y
neurociencias, dentro del marco de las CC, especialmente favorecido por el desarrollo de
nuevas tecnologías. Con la incorporación de estas nuevas tecnologías como las técnicas
de escaneo cerebral para el estudio de las zonas del cerebro asociadas al pensamiento, y
la proliferación de su uso dentro de las neurociencias, se están reformulando las
investigaciones de los procesos cognitivos buscando sus correlatos neuronales.
A nivel local, un ejemplo de este vínculo entre la PC y las neurociencias se halla en
los trabajos realizados en el Laboratorio de Procesamiento de Neuroimágenes de la
Universidad Nacional de Córdoba, coordinado por el Dr. Foa Torres y Dr. Marino, que
en un reciente trabajo (Marino et al., 2014) estudiaron la Respuesta Hemodinámica
Funcional a través de una Resonancia Magnética Nuclear Funcional en una tarea
específica de producción de palabras, puntualmente, fluidez verbal de palabras
geográficas; para examinar que áreas del cerebro están implicadas cuando se realiza
dicha tarea. En ese trabajo, los autores observaron la activación de las áreas cerebrales
que son típicamente asociadas a la recuperación de la palabra y la conciencia fonológica
(giro medial prefrontal) que era lo esperable. Lo más llamativo fue la activación de áreas
relacionadas con la cognición espacial (la circunvolución del hipocampo, la corteza
cingulada posterior y lingual gyrus). Esto demuestra cómo en una tarea de producción de
palabras con características geográficas, para poder ser realizada, no sólo se utilizan
las áreas propias del lenguaje, sino también áreas relacionadas con la cognición espacial,
que incluyen capacidades de navegación geográfica (como integración de trayectoria,
posicionamiento global, reconocimiento de patrones externos, etc.).

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La psicología cognitiva

Introducción

Uno de los rasgos fundamentales de la situación reciente en psicología es el gran desarrollo


que en ella tiene la psicología cognitiva. Un modo habitual de referirse a ello es el de muchos
autores que consideran que se ha producido un cambio de paradigma. La transformación se
percibe, por tanto, como una profunda alteración en el mundo de las teorías dominantes. En
general, la transformación ha supuesto una sustitución, más o menos amplia, del conductismo por
la nueva psicología cognitiva o cognitivismo.
Ciertamente, se ha recuperado el interés por el estudio de los procesos mentales, después
de que éstos hubieran sido desterrados de la ciencia conductista (Rivière, 1991b). Aunque los
problemas referidos al conocimiento no habían dejado por completo de existir, sin embargo, el
campo central estaba, indudablemente, ocupado por el estudio del aprendizaje como cambio de
conductas, mientras que ahora importa más el estudio de otros temas como la cognición, el
aprendizaje como adquisición de conocimientos, la memoria o la conciencia.
Es difícil determinar si se trata efectivamente de un cambio de paradigma, puesto que
habría que resolver antes la cuestión de si hay o no paradigmas en la psicología contemporánea
(Caparrós, 1980; Wasserman, 1983; Leahey, 1992). En todo caso, la utilización de ciertos
términos como «cognitivo», «cognición», «cognitivismo» se han extendido de manera inequívoca
en toda la literatura psicológica norteamericana actual, y en la que depende más o menos
directamente de aquélla. También son ahora citados autores y trabajos que antes no merecían la
atención de los investigadores, y se han producido importantes cambios en las técnicas
experimentales. Todo ello, en definitiva, confirma la existencia de un gran cambio conceptual en
la psicología.
El nuevo interés se pone de manifiesto incluso en un cambio en la definición misma de la
psicología. En lugar de hablar de ella como la «ciencia de la conducta», se vuelve a concebirla
como «ciencia de la vida mental» (así lo hacen, por ejemplo, G. A. Miller en su Psychology: The
science of the mental life (1962), o J. L. Pinillos, con La mente humana (1969), para mencionar
sólo dos casos bien conocidos). En el mundo americano, a comienzo de la década de los setenta
aparecieron varias revistas dedicadas al nuevo tema: Cognitive psychology (1969), Cognition
(1972), Memory and cognition (1973), al tiempo que se publicaban manuales y textos, después
de que en 1967 apareciera el libro de Ulric Neisser, Cognitive psychology, considerado
generalmente como el primer cuadro de conjunto importante acerca de las nuevas investigaciones.
Hoy el tema de la mente domina de nuevo el campo de los estudios psicológicos (Rivière, 1991).
El cambio ha sido particularmente notable en el mundo americano; en otros países, las
cosas son distintas, ya que en muchos casos no ha habido un tiempo de dominio conductista y
tampoco se ha dado, lógicamente, la sustitución de un imperio por otro. No obstante, como la
psicología americana domina la investigación y las publicaciones especializadas, los cambios en
su órbita no dejan de afectar decisivamente a toda la disciplina. Se trata, en todo caso, de un
cambio general que marca una inflexión fundamental en la historia de la psicología.

Rasgos de la nueva situación

Se entiende bajo el nombre de psicología cognitiva el estudio de los procesos mentales que,
inferidos de la conducta objetiva, permiten al sujeto la adaptación y el control tanto de los
procesos de su entorno como de los propios procesos mentales, mediante la utilización de sistemas
de procesamiento computacional de representaciones.
El actual movimiento cognitivo no se limita a ser un fenómeno de la psicología. Hay un
desarrollo amplio, de «ciencia cognitiva», que abarca no sólo la psicología, sino también otras
ciencias, en especial de las ciencias de la computación, la ingeniería del conocimiento, la
inteligencia artificial, la lingüística y otras ciencias humanas.
Hay, junto con algunas diferencias muy visibles, continuas referencias al comportamiento
en los estudios cognitivos, así como una búsqueda de procesos hipotéticos que lo expliquen, y un
rechazo de la introspección clásica.
Toda una serie de factores, como ya se ha señalado en su lugar, han ido contribuyendo al
cambio que se ha experimentado. Los desarrollos que han tenido lugar en campos diversos del
conocimiento, desde la ergonomía y las comunicaciones hasta la lingüística, han ejercido una
influencia decisiva sobre la psicología (Mora y Grande, 1990).
Gracias a su impulso, muchos investigadores antes guiados por principios neoconductistas
se orientaron hacia otros modelos que tuvieran en cuenta lo que ocurre en la mente del sujeto a la
hora de hacer frente a las situaciones del entorno, para responder a ellas. Se ha dicho que el
impulso cognitivo ha sido sobre todo un estímulo que ha animado a los psicólogos a teorizar
sintiéndose libres de las limitaciones filosóficas anteriores (Baars, 1986). Esa libertad ha resultado
fecunda y creativa, como la historia de los años recientes lo prueba. En realidad, como dice
Richelle, no hay uno sino varios cognitivismos, a los que ha correspondido un papel variado en
el desarrollo reciente de la psicología (Richelle, 1993).

Algunos antecedentes
Si a mediados de este siglo el conductismo dominaba la escena general americana, otras
líneas de investigación merecían el interés de los psicólogos en otros países.
Al menos, hay que tener en cuenta algunas líneas de pensamiento a que aquí nos hemos
referido: el núcleo formado por la Escuela de Ginebra con Jean Piaget a la cabeza; el grupo de los
factorialistas ingleses y norteamericanos (Burt, Eysenck, Cattell); la escuela inglesa de Bartlett,
en Cambridge, la de Michotte en Lovaina, y la corriente, más bien genérica, de la psicología
soviética, donde sobresalían las figuras de Alexander Luria y de Lev Vigotski –si bien éste
fallecido muchos años antes.
Hay una nota común a las doctrinas de todos ellos, y es el tratar de explicar las conductas
manifiestas suponiendo una determinada estructura de la subjetividad, es decir, un determinado
tipo de «mente» que opera con representaciones y de acuerdo con ellas elabora su conducta. En
el caso de los factorialistas será ésta una estructura hipotética de «factores» o «facultades
mentales» (Yela, 1956), mientras que se tratará de estructuras operativas y cognitivas en el caso
piagetiano, o de procesos mentales complejos, muchas veces conscientes, en que interactúan
factores fisiológicos con factores sociales –en el caso de la obra de Luria y Vigotski–; Michotte
desarrolló una forma de gestaltismo atenta a explicar fenómenos complejos, como la percepción
de la causalidad, y, en fin, el caso de Bartlett es particularmente notable, porque sus estudios sobre
memoria y pensamiento han sido, y siguen siendo, aportaciones capitales a la psicología
cognitiva, todavía hoy clásicas (White, 1983).
Estas escuelas aparecían situadas en la periferia del núcleo conductista. Ejercían un
atractivo más bien lejano y débil, hasta que los factores de cambio a que antes nos hemos referido
empezaron a dejarse sentir. Hubo, por ejemplo, figuras como la de Daniel Berlyne (1924-1977),
que formado por el pensamiento de C. L. Hull, intentó una seria aproximación a la obra de Piaget.
Publicó con él una obra conjunta (Berlyne y Piaget, 1960), y realizó un análisis del pensamiento
dirigido al logro de una meta desde sus esquemas neoconductistas (Berlyne, 1965). Otra figura
que mantuvo contactos importantes con Bartlett y con Piaget fue Jerome Bruner (Bruner, 1980),
quien es sin duda uno de los iniciadores de los estudios recientes del conocimiento, como luego
veremos.
En Estados Unidos se comenzaron a traducir las obras de Piaget, Luria y Vigotski por los
años sesenta, reanudando una empresa que se había detenido treinta años antes (Voyat, 1980);
marcó la pauta la publicación de un importante libro de Mc. V. Hunt (1961) y de los trabajos de
un congreso que llevaba el título de «Piaget redescubierto» (Ripple y Rockcastle, 1964). De este
modo, las obras de aquellos autores comenzaron a circular en inglés de modo simultáneo, intenso,
evidenciándose que había tenido lugar un cambio de sensibilidad entre los psicólogos americanos.

El procesamiento de información

En la psicología contemporánea ha ejercido una influencia extraordinaria la teoría del


procesamiento de información. Durante la II Guerra Mundial, se estudiaron procesos de detección
de señales en pantallas de radar, y más en general procesos de comunicación de mensajes entre
un emisor y un receptor a través de un cierto canal. Cuando una señal podía tener dos posibles
significados, se producía una ambigüedad, y se poseía la información más simple, es decir, un bit
de información. Como los problemas más complejos pueden irse planteando mediante redes
dicotómicas, y cada dicotomía eliminada supone un bit, de este modo se puede llegar a medir la
información que hace falta para resolver un problema determinado. La teoría de la medida de la
información la formularon C. E. Shannon y W. Weaver (The mathematical theory of
communication, 1949). Todo ello iba a ejercer un influjo decisivo en psicología al replantearse
los problemas estímulo-respuesta en términos de un sistema de comunicaciones que procesa
señales y produce respuestas en función del valor o interpretación que haga de aquéllas. Autores
como l. Hovland y D. Broadbent aprovecharon a fondo las posibilidades de ese nuevo campo.

Los computadores y la metáfora del ordenador

Tras la II Guerra Mundial fueron apareciendo y desarrollándose los computadores, o


cerebros electrónicos, como también se les llamó enseguida, máquinas destinadas a realizar
cálculos muy velozmente, dotados de elementos para recibir datos (input), emitir resultados
(output) y con unidades internas de control, de cálculo y de memoria.
Los trabajos de John von Neumann (1903-1957) y otros muchos ingenieros y matemáticos
hicieron posible la construcción del primer computador digital, ENIAC, en Filadelfia (USA) en
1946. Paralelamente, un matemático inglés Alan Turing (1912- 1954) había desarrollado con
extraordinaria brillantez cuestiones matemáticas relativas al problema de la decisión, y concibió
una máquina que resolvía problemas automáticamente. Lo hacía mediante un programa
algorítmico, con independencia de la naturaleza del soporte físico de la máquina. Turing, además,
advirtió que en principio parecía indiscernible el comportamiento «inteligente» de un ser humano
y el de la máquina, si se les sometía a una prueba ciega de responder a cuestiones o problemas
(Computer machinery and intelligence, 1950). Poco después, Von Neumann llegaría a formular
un detallado paralelismo entre el cerebro humano y la computadora, que venía a consolidar lo que
luego se ha llamado la “metáfora del ordenador”, esto es, la idea de que en cierto modo el cerebro
«es» un ordenador, que recibe información del entorno y produce y regula la conducta (De Vega,
1982). Ello convirtió la psicología, en opinión de muchos investigadores, en el estudio de los
problemas mediante los cuales se podrían generar, y, por tanto, se podrían explicar, los distintos
comportamientos de un sujeto.

La cibernética

Dentro de ese mismo espíritu de la época, se había iniciado el desarrollo de lo que se llamó
la «cibernética», la ciencia del «control y comunicación en el animal y en la máquina», como la
definió su fundador, Norbert Wiener (1894-1964). Aquí se hace un uso amplio de la idea de
control mediante la información. En particular es importante aquella información que presenta
los resultados de la operación de la máquina (feedback), y que regula y orienta su funcionamiento
manteniéndolo activo o terminándolo –como sucede con el termostato, que mantiene la
temperatura de un recinto a un nivel prefijado–. El sistema cibernético tiene un carácter singular:
es un comportamiento mecánico que introduce en él los propósitos o metas, y la representación
de estados estabilizados según un sistema de parámetros, con el que interaccionan las
representaciones del entorno o inputs informativos. Combina, así, los propósitos o fines
(causalidad finalista) con un sistema mecánico que opera según una causalidad eficiente.
Todas estas líneas convergen hacia un mismo punto, que es la consideración del sujeto
humano como un sistema cibernético, que procesa información y resuelve problemas, mediante
el uso de representaciones, y cuya analogía fundamental es la que se encierra en la metáfora del
ordenador para comprender el cerebro. El sujeto humano lleva a cabo su adaptación al entorno
recibiendo y procesando información del mismo, y ejecuta acciones de las que recibe nueva
información (feedback), que le permiten tomar decisiones y ejecutar planes ordenados de
conducta.

Las aplicaciones a la psicología

Recién formulada la teoría matemática de la información, se produjeron sus primeras


aplicaciones a la psicología, por obra de George A. Miller (n. 1920). Es interesante notar que el
marco teórico de esos primeros trabajos era de índole conductista, y nacían de la colaboración de
aquél, que entonces era colaborador de S. S. Stevens, con un skinneriano, F. C. Frick. Querían
dar una descripción estadística del condicionamiento operante con las técnicas de la medida de la
información (Knapp, 1986); comenzaron llamando a su trabajo «conductismo estadístico», pero
al final lo denominaron «psicología matemática» (Miller, 1989). Además de toda una serie de
trabajos en el campo de la psicolingüística, en que se había especializado, Miller dibujó con
extraordinaria finura las posibilidades que la teoría de la información ofrecía al estudio de los
procesos psicológicos, cuando se consideraba al sujeto como un sistema de canales de
comunicación –percepción, memoria, etc.– y se hallaban los límites a su capacidad. Su trabajo,
«El número mágico siete, más o menos dos: Algunos límites en nuestra capacidad de
procesamiento» (1956: Miller 1969) se convirtió enseguida en una de las obras clásicas de la
psicología contemporánea. Otros muchos autores desarrollaron el campo (Fred Attneave, Wendell
R. Gamer...). De este modo, progresaba la idea de que en cada sujeto hay un sistema que maneja,
procesa, codifica, y aprovecha la información, para producir conducta. Se iba acercando la
recuperación de la mente.
En 1960 se formuló una visión comprensiva del proceso de conducta desde esta
perspectiva. George A. Miller, Eugene Galanter y Karl Pribram publicaron un libro que influyó
decisivamente en la reconstrucción del campo teórico psicológico: Plans and the structure of
behavior (1960). En él se toma como supuesto básico la metáfora del ordenador. «Si un hombre
es como un computador, entonces el hombre tiene que tener de algún modo a su disposición un
conjunto organizado de instrucciones que pueda ejecutar. Es decir, el hombre debe tener un plan»
(1960, 197). La vida de los individuos está impulsada por la naturaleza biológica; pero la
determinación de lo que van a hacer está condicionada por su visión o imagen del mundo, por los
proyectos (medios-fines) que adopten y por los planes con que se procura realizarlos.
Los planes son estructuras simbólicas que controlan el orden de las operaciones y la
secuencia de los anillos medios-fines con los que se opera, marcando las fases o etapas a través
de las cuales avanza la actividad.
En el libro, sus autores presentaron una unidad de análisis de la conducta diferente de la
clásica unidad (S-R) del reflejo usada por los teóricos del aprendizaje. Hoy se la conoce
habitualmente como TOTE y tiene una estructura de bucle o anillo. En ella se incluye una
recepción de información sobre la situación, que es comparada (T) con las condiciones que el
sujeto requiere o impone. Si la comparación detecta un desajuste, se pone en marcha una
operación (O), cuyos resultados son luego evaluados (T), y cuando la discrepancia queda resuelta,
se pasa al estadio siguiente (E, de exit, salida de la situación anterior). En la obra se reconstruían
los principales conceptos psicológicos desde la nueva perspectiva. Admitía, además, el papel
esencial que cabe a la experiencia subjetiva, y llegaba a proponer, como fórmula de la nueva
actitud, la denominación de «conductismo subjetivo» (subjective behaviorism), expresión que
sintetiza bien la atención a la subjetividad y a la mente, desde un horizonte de datos objetivos,
comportamentales.

Las aproximaciones cibernéticas

La «metáfora del ordenador», al suponer la existencia de unas dimensiones comunes entre


el sujeto operante y el ordenador, impulsó el estudio de programas (software) cuyo resultado
pudiera ajustarse a los logros de un operador humano enfrentado con el mismo problema. Se
inició así el amplio campo de la «Simulación de conducta», cuya raíz lógica está en la idea de que
el programa que simule cierta conducta serviría en último extremo también para explicarla.
Uno de los primeros intentos de construir un mecanismo que imitase el comportamiento
de un organismo es el que llevó a cabo William Grey Walter (1910-1976), quien, a comienzos de
los años cincuenta, construyó una pareja de tortugas mecánicas, (Machina speculatrix), capaces
de «percibir», «buscar» y tomar la energía que necesitaba su sistema, y moverse ordenadamente
dentro de un espacio, disponiendo de un sensorio referido a la luz y otro al tacto (Walter, 1957).
También en la década de los cincuenta se produjo una aproximación selectiva al mundo
de la inteligencia y la solución de problemas desde el computador, que abrió el campo de la
«inteligencia artificial». Se trata, en este caso, de encontrar programas de computador que
resuelvan problemas, prueben teoremas o, en general, desarrollen cuestiones que requieren
inteligencia en el hombre. Allen Newell (1927-1992) y Herbert Simon llevaron a cabo el
programa Logic Theorist (Newell y Simon, 1956), diseñado para probar teoremas mediante el
cálculo de la lógica proposicional; dados unos datos, y el enunciado final de un teorema, la
máquina debía encontrar los pasos intermedios que enlazan el enunciado con el punto de partida
de manera deductiva. El programa mostró su capacidad resolviendo muy rápidamente gran parte
de los teoremas contenidos en los Principia mathematica de B. Russell y A. N. Whitehead (1925);
en la tarea, el programa utilizó, junto a métodos algorítmicos (de procedimientos que logran
automáticamente una meta) otros heurísticos (que ensayan posibles caminos de resultado sólo
probable), y sus autores hallaron que el Logic Theorist se aproximaba mucho al modo de resolver
los problemas de los sujetos humanos (Bower y Hilgard, 1981). Poco tiempo después, en 1959,
estos autores, junto con J. C. Shaw, dieron a luz un programa más complejo, el General Problem
Solver (Newell y Simon, 1972), que alcanza a probar teoremas, probar identidades
trigonométricas y resolver juegos de palabras, descomponiendo las tareas en operaciones
intermedias que pueden conducir al logro final y reduciendo progresivamente las diferencias que
separan de la meta.
Estos trabajosos tuvieron grandes consecuencias. Hicieron visible que el computador es,
en esencia, un verdadero laboratorio psicológico. Abrieron además el camino a otros análisis de
conductas que interesaban desde el punto de vista psicológico, creando una amplia red de
interacción entre psicólogos y programadores e informáticos, la Inteligencia artificial, cuyo
desarrollo ha seguido ininterrumpido hasta el presente.
Pero, además, evidenció la necesidad de aproximar los trabajos sobre programas
(software) a los estudios de los procesos psicofisiológicos que realizan las operaciones (lo que se
entiende generalmente como hardware), empleando el cerebro como computador. Así iban a
darse otros pasos en la dirección cognitiva.

Procesamiento de información y procesos psicológicos

Todo procesamiento de información supone la adquisición de datos o información (input)


que ha de ser tratada según las reglas y programas de la máquina. Incluye, pues, toda una serie de
actividades que pueden ser relacionadas con los procesos perceptivos de los seres humanos. La
detección de señales, el reconocimiento de formas, la identificación de objetos tridimensionales,
la evaluación de velocidades, distancias, tamaños, son casos del proceso perceptivo general.
El primer ensayo importante de aplicación del modelo del procesamiento de información
a la percepción lo llevó a cabo Donald E. Broadbent (1926-1993) en su obra Percepción y
comunicación (1958). Discípulo de Bartlett, y especializado en temas de factores humanos,
analizó situaciones de estimulación compleja según un esquema que iba a resultar paradigmático:
la escucha simultánea de dos mensajes diferentes uno por cada oído (escucha dicótica). Concibió
que el sistema perceptivo funcionaba como un único canal, pero descubrió que, atendiendo a un
mensaje, el sujeto era capaz de recoger alguna breve información procedente de la línea
desatendida cuando el experimentador se lo exigía; supuso entonces que había de haber un
«almacén sensorial» donde esa información no atendida se conservase por breves segundos, así
como también un «filtro» que permitiera o impidiera la entrada de información en la conciencia,
y un mecanismo activo, atencional, que lo regulase. Broadbent abrió el camino a los modelos de
memoria que postulan la existencia de ciertos «almacenes» –una memoria a corto plazo (MCP)
junto a otra a largo plazo (MLP)–, subrayó el carácter activó de la atención en el proceso de
percepción y reintrodujo el «estudio de la conciencia en la psicología experimental» (Lachman et
al, 1979).
El llamado modelo de Broadbent atrajo el interés de los investigadores, y en los años
siguientes se multiplicaron los modelos nuevos que rectificaban al primero. Los estudios, entre
otros, de Lloyd y Margaret Peterson (percepción de letras seguida de una tarea distractora
consistente en contar números hacia atrás, modelo que luego ha sido muy frecuentemente
utilizado en estas investigaciones) evidenciaron la pérdida rapidísima de elementos retenidos tras
tan sólo dos o tres segundos de su entrada en esa hipotética (MCP). El análisis del problema desde
el punto de vista de la actividad del sujeto al recordar lo visto condujo a George Sperling (1960)
a evidenciar que se obtenían resultados muy distintos cuando se pedía a los sujetos que recordaran
todos los ítems presentados («informe total»), o sólo los correspondientes a una determinada línea
dentro del conjunto de estímulos que se presentaban («informe parcial»); en esta última condición
los resultados eran mucho mejores. Entre los modelos de memoria que suponen la existencia de
varios almacenes merece mención el de N. C.Waugh y D. A. Norman de 1965, que incluía una
memoria primaria y una secundaria, y ha tenido sobre todo un amplio eco el propuesto por Richard
Atkinson y Richard Shiffrin. Es un modelo de memoria que supone la existencia de un primer
almacén, el registro sensorial, del que algunos ítems pasarían a la memoria a corto plazo, de
capacidad y tiempo de conservación limitados, y un almacén destinado a la memoria a largo plazo.
Al tiempo, el modelo incluye elementos de control, y actividades de atención, codificación,
búsqueda y recuperación de la información, lo que hizo de él un modelo integrador de gran parte
de lo encontrado en la investigación experimental hasta su tiempo (Atkinson y Shiffrin, 1968).
El campo de la memoria se ha desarrollado sin cesar hasta el presente, dando cabida en él
a las varias clases de memorias sensitivas; luego, a la distinción introducida por E. Tulving en
1972 entre memoria episódica (de acontecimientos y hechos de la propia experiencia) y memoria
semántica (de palabras, significados, reglas de manipulación de signos...) y hoy se habla ya de
una pluralidad de memorias específicas.
Como han dicho Anderson y Bower, «el problema más fundamental a que ha de hacer
frente la psicología cognitiva hoy es cómo representar teóricamente el conocimiento que tiene
una persona: cuáles son los símbolos primitivos o conceptos, cómo han de estar concadenados y
construidos en estructuras de conocimiento más amplio, y cómo se tiene acceso, se examina y se
utiliza este “fichero de información” para resolver los problemas mundanos de la vida diaria»
(Anderson y Bower, 1979, 151).
Los desarrollos recientes han sugerido la existencia de representaciones proposicionales
de la información de objetos, propiedades y relaciones en forma compleja y jerarquizada, tomando
cuerpo la idea de su organización en una estructura de «rasgos semánticos», «esquemas»,
«guiones», «redes semánticas», que ordenarían los conceptos y representaciones según formas y
estructuras asociativas que explicarían los datos experimentales (Cofer, 1979; Posner y Shulman,
1979).
Por su parte, hay también la representación perceptual de hechos concretos de experiencia
mediante imágenes. Las imágenes suponen una información de naturaleza concreta codificada
analógicamente, y posibilitando una manipulación mental de las mismas en lugar de tener que
operar con los objetos correspondientes. Allan Paivio (n. 1925) presentó las nuevas coordenadas
del tema (Paivio, 1971), tras unos trabajos pioneros de autores como Donald Hebb, que apuntaron
al valor de estos procesos como sistemas representacionales centrales. En general, la
representación integraría componentes simbólicos, analógicos y reglas procedimentales, que
tienen a la base un procesamiento distribuido que funcionaría en paralelo, y en donde se tomarían
en cuenta microrrasgos subsimbólicos cuya combinación daría lugar a los significados
representacionales (Rumelhart et al., 1986).
También el campo de la percepción ha experimentado notables enriquecimientos con la
adopción de la perspectiva cognitivo-computacional. Uno de los autores que ha realizado
aportaciones consideradas hoy ya como clásicas es el inglés David Marr (1945-1980), quien ha
construido una psicología de la visión pensada desde la computación, la neurofisiología y la
psicología.
Supuso que las formas de los objetos que vemos proceden de las imágenes captadas
mediante una elaboración que acontece en tres etapas o pasos: un esbozo primario, que describe
cambios de intensidad y zonas críticas de una imagen; un boceto en 21/2 dimensiones que ofrece
una representación de la profundidad, y un boceto en tres dimensiones, que presenta los objetos
de forma estereoscópica, en las tres dimensiones del espacio. Ello se lleva a cabo gracias al
funcionamiento de unos componentes (como las neuronas y sinapsis), operados por mecanismos
(sumadores, multiplicadores y memorias), que están regidos por un algoritmo o esquema según
una teoría computacional determinada (como el análisis de series de Fourier, que descompone la
curva de una función en un sistema de múltiples ondas sinusoidales más elementales) (Marr,
1980).
También ha proseguido el trabajo relativo a la resolución de problemas en el campo de la
inteligencia artificial, que constituye hoy un amplio dominio interdisciplinar. Uno de los pasos
más importantes ha sido el de confeccionar programas orientados a la resolución de temas
concretos relativos a campos especializados, desarrollando lo que se conoce como «sistemas
expertos», aplicados a mundos tan variados como el diagnóstico médico, la orientación
vocacional, o el estudio de riesgos.
En general, la psicología cognitiva estricta no solo se ha interesado por los problemas del
conocimiento, sino que ha adoptado unos criterios rigurosos en cuanto a la línea interpretativa a
seguir, destacando sobre todo su perspectiva computacional. Esto significa que se supone que la
información que llega a la mente, en términos de representaciones o material de naturaleza
simbólica (input), es sometido a transformaciones mediante operaciones formales, que efectúan
el cálculo y obtienen una representación final que marca el output o salida operativa del sistema.
La incorporación de ese procesamiento mental al sistema explicativo psicológico ha tenido
niveles y formas diversas. Muchos son los psicólogos que estiman que el proceso computacional
es de índole silenciosa, aunque sus momentos inicial y terminal puedan darse en el plano de la
experiencia consciente.
Ello ha significado, por un lado, la posibilidad de que se produjera una recuperación de la
conciencia, como así ha sido. Pero también ha supuesto el rechazo a una restauración del
mentalismo imperante en la psicología a finales del siglo pasado. Se trata de lo que ha
caracterizado Paivio como un «neomentalismo», que atiende a los datos comportamentales, y
construye de manera hipotética sistemas transformacionales que los hagan explicables, sin buscar
en la experiencia introspectiva la clave explicativa, y sin excluir ésta tampoco del conjunto de
recursos interpretativos de que dispone el psicólogo.
La complejidad de los procesos computacionales que han de suponerse en la interpretación
de las conductas ha llevado a algunos autores a pensar en la existencia de una estructura o
arquitectura de la mente que daría cuenta de su gran variedad de funciones. En ese punto ha tenido
extraordinaria resonancia la propuesta de un psicolingüista, Fodor, sobre esa supuesta
arquitectura.
Jerrold A. Fodor (n. 1934) ha propuesto concebir la mente como un complejo sistema
operativo en que se integran diversos módulos (La modularidad de la mente, 1983). Entiende por
módulo una unidad o subsistema con propiedades y con funciones específicas que son propias de
esa unidad y no son mera suma de sus elementos, que opera determinados cálculos de forma
encapsulada o relativamente independiente, y que se integra activamente en procesos complejos
donde interacciona con otras unidades o subsistemas equivalentes. Los módulos, según su
propuesta, serían innatos, y su funcionamiento sería mecánico, esto es, independiente del control
voluntario. Podrían, además, coexistir con componentes centrales no modulares (Fodor, 1986).
Esta hipótesis de modularidad abre vías a una recuperación de las interpretaciones
localizacionistas del funcionamiento cerebral, en la medida en que apunta a unas ciertas
correlaciones o correspondencias entre el plano de las operaciones y el de la arquitectura de los
sistemas que las llevan a cabo.
El nivel de correspondencia entre la modularidad concebida teóricamente y su versión
fuerte vinculada a la neurofisiología es hoy un campo amplísimo de investigación, que, a juicio
de algunos autores, está conduciendo de modo inevitable a una transformación de la inicial
perspectiva cognitiva. Pero esto es ya, más bien que el pasado, el inmediato futuro de la
psicología.

El retorno de la conciencia

El conductismo declaró que la conciencia no tenía cabida dentro del cuerpo teórico de la
psicología objetiva que aspiraba a construir, porque era a lo sumo un hecho privado, y porque el
método de su exploración, la introspección, carecía de las condiciones mínimas de objetividad.
«La psicología, dijo J. B. Watson, debe descartar todas las referencias a la conciencia» (Watson,
1913).
Durante un tiempo, pareció que tales decisiones tendrían un efecto perdurable. Medio siglo
más tarde, no obstante, la conciencia ha vuelto a ser objeto de consideración por parte de los
psicólogos.
Como han mostrado muchos autores, y entre nosotros Pinillos con gran eficacia, la
reducción de los procesos psicológicos a simples mecanismos estímulo-respuesta se había hecho
fundamentalmente para ajustar la psicología a las exigencias de la epistemología científica
naturalista dominante a principios de siglo. Se quería tratarlo todo desde el punto de vista de una
causalidad física y de unos hechos físicos espacio-temporales, lo que, por otra parte, excluía la
propositividad, el sentido, la intencionalidad y la subjetividad como hechos privados (Pinillos,
1983). Significaba, en suma, eliminar la idea de la causalidad psíquica defendida por Wundt, para
atenerse a la pura causalidad física del positivismo (Danziger, 1979). De esta manera, la
reaparición de la conciencia en el campo de la psicología no se puede separar de la transformación
de la epistemología (Kuhn, Lakatos, Feyerabend, Laudan), e incluso de otros signos de índole
histórica, como la reciente recuperación de Wundt en una dirección cognitiva (Blumenthal, 1975),
o la continuada relectura de William James, el gran teórico de la corriente de la conciencia.
La conciencia significa la experiencia consciente, en primera persona, el fenómeno radical
del darme-yo-cuenta-de-algo. No es la única significación; Thomas Natsoulas ha analizado siete,
y sin duda se podrá hallar alguna más (Natsoulas, 1978), pero es sin duda la principal, a la que las
otras formas se refieren.
En el desarrollo de la conducta, «la experiencia fenoménica misma, incluso siendo
epifenoménica respecto de algunas funciones, produce efectos» (Marcel, 1988). Ya en las
investigaciones de Wilder Penfield (1891-1976), que dieron por resultado un nuevo mapa de
funciones en el cerebro, se mantenía despierto al sujeto para poder relacionar sus vivencias
conscientes con las localizaciones cerebrales excitadas por el investigador. El significado
funcional de éstas, su valor psicofisiológico, hubo de ser establecido en estricta dependencia de
la experiencia consciente del paciente, que explicaba los primeros (Penfield, 1977). Más
recientemente, una serie de autores fueron distinguiendo entre procesamiento consciente (o
controlado) y procesamiento automático de estímulos. Michel I. Posner, entre otros, se ha
destacado por su empleo de los métodos de cronometría mental, utilizando medidas de tiempo de
reacción según el modelo clásico que empleara Dondeers para diferenciar ambos tipos de
reacciones. Por su parte, Anthony Marcel ha evidenciado la existencia de diferencias cualitativas
en el procesamiento consciente y el procesamiento no-consciente de estímulos verbales con más
de un sentido, mediante una serie de estudios experimentales (Marcel, 1988). En general, domina
hoy la idea de que la conciencia tiene un esencial papel en las funciones de adaptación al entorno,
de manejo de conocimientos múltiples (Pinillos, 1983), y, como indica Baars, hace posible
«optimizar el equilibrio entre organización y flexibilidad» (Baars, 1988, 348).
Una importantísima aportación al estudio de los procesos conscientes procede de los
desarrollos de la neuropsicología cognitiva, cuyo objeto es precisamente, según Luria, el análisis
de los procesos psicológicos a partir de los déficits neurológicos y sus consecuencias
comportamentales.
La obra pionera de Kurt Goldstein, luego de Alexander Luria y de otros autores, los
estudios sobre cerebro dividido de Roger Sperry, M. Gazzaniga y otros abrió un campo que crece
ahora extraordinariamente, generalmente orientado hacia la idea de una mente que actúa y procesa
mediante la activación múltiple de una serie de componentes o «módulos» responsables de
funciones más o menos simples, cuya combinatoria da origen a actividades complejas con
localización cerebral también compleja (Ellis, 1988).
En multitud de casos, las deficiencias cognitivas de los pacientes y las alteraciones más o
menos generalizadas subsiguientes están orientando a los investigadores en direcciones que
parecen prometedoras. Unas palabras de Sperry pueden servir para situar la cuestión: «la nueva
posición es mentalista, sosteniendo que la conducta está dirigida mental y subjetivamente. Esto,
sin embargo, no significa que sea dualista. En la nueva síntesis los estados mentales, como
propiedades dinámicas emergentes de la actividad cerebral, se encuentran inseparablemente
fundidos con y vinculados a la actividad cerebral de la que son una propiedad emergente. La
conciencia, según esta visión, no puede existir aparte del cerebro en funcionamiento» (Sperry,
1993).
De este modo, los psicólogos cognitivos han vuelto a aprovechar, para el estudio de la
mente que realizan, toda la información que pone a su disposición una pluralidad de ciencias,
desde las investigaciones sobre el cerebro a la inteligencia artificial. La reciente aproximación de
la neuropsicología, la inteligencia artificial y la psicología harán sin duda posible en el próximo
futuro una comprensión más profunda de los procesos de la mente.
Nombrar la mente
Cómo la psicología
encontró su lenguaje
2 Nombrar la Mente • Kurt Danziger

Danziger, Kurt
Nombrar la mente: cómo la psicología encontró su lenguaje / Kurt Danziger; coordinación
general de Alberto Teófilo de Mendoza Figueroa; ilustrado por Diego Darío Fernández. - 1a.
edición. - Córdoba, Argentina, Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba, 2018.
208 p. : il. ; 23 x 15 cm.

Traducción de: Fernando José Ferrari


ISBN 978-987-42-9853-9

1. Psicología. I. de Mendoza Figueroa, Alberto Teófilo, coord. II. Fernández, Diego Darío, ilus.
III. Ferrari, Fernando José, trad. IV. Título.
CDD 150

Título original: Naming the mind. How psychology found its language

© 1997, Kurt Dazinger


SAGE Publications Ltd
6 Bonhill Street
London EC2A 4PU

© 2018, Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba


Enfermera Gordillo s/n, 5000 Córdoba, Argentina
Coedición:
TEO Taller Editorial Ovtoc
Helguera 2264, 1000 Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina
teotallereditorial@gmail.com

© 2018, Adrian C. Brock (por el prólogo)

© 2018, Fernando José Ferrari (por la traducción)

Coordinación de la edición: Teo de Mendoza


Ilustración de portada: Diego Darío Fernández.
Diseño y maquetación: Mario a. de Mendoza F.

ISBN: 978-987-42-9853-9

Impreso en Editorial Alta Córdoba, Castelar 25


5007 Córdoba, Argentina, en octubre de 2018

Printed in Argentina

Queda rigurosamente prohibido, sin la autorización de los titulares del copyright y bajo las
sanciones previstas por la ley, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier me-
dio o procedimiento comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como su
distribución mediante alquiler o préstamo público.
Kurt Danziger

Nombrar la mente
Cómo la psicología
encontró su lenguaje

Prefacio
Adrian C. Brock

Traducción
Fernando José Ferrari
Proyecto Ⱥlethéia Clío
Universidad Nacional de Córdoba

Rector
Dr. Hugo Oscar Juri
Vice Rector
Dr. Ramón Pedro Yanzi Ferreira

Facultad de Psicología

Decana
Mgter. Patricia Altamirano
Vice Decano
Dr. Raúl Ángel Gómez
Secretaría del Honorable Consejo Directivo
Matías Dreizik
Secretaría Académica
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Subsecretaría Académica
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Guido Coll
Subsecretaria: Lucrecia Medina

Prosecretaría de Relaciones Internacionales


Dolores Hernández
Secretaría de Comunicación
Guillermo Zaballo
Prosecretaría de Comunicación Institucional
Juan García
Coordinación del Egreso

Florencia Mainero
Índice

Prefacio. Adrián C. Brock. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

1. Nombrar la mente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Psicologías alternativas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Las categorías de la psicología. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Historiografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Perspectiva del libro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24

2. Los antiguos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
Las personas como objetos para sí mismos.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
La Razón. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
Afectos aristotélicos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Algunos temas post aristotélicos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40

3. La gran transformación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Las novedades del siglo XVIII. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
De la pasión a la emoción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
Razón instrumental. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Motivos y la contingencia de la acción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Un nuevo sentido de sí mismo [Self]. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53

4. El trasfondo fisiológico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Psicología y fisiología. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Las raíces vitalistas de la «estimulación». . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Ramificaciones del concepto de reflejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
La metáfora de la energía mental. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

5. Poniendo la inteligencia en el mapa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71


Raíces biológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
Lo que la inteligencia moderna no era. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
El aula universal. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
Inteligencia psicométrica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

6. Conducta y aprendizaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
Las cinco capas de la «conducta» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
La mente como inferencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
Una ciencia social naturalista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
Ismos y ambigüedades. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
El ejemplar práctico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
Conducta y control . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
La abstracción del «aprendizaje». . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
6 Nombrar la Mente • Kurt Danziger

7. Motivación y personalidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113


El interés en la motivación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114
Emergencia del concepto de impulso [drive]. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
La psicología motivacional como normativa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
La categoría de personalidad: histórica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
Psicología de la personalidad y conservadurismo cultural. . . . . . . . . 131

8. Actitudes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
Un comienzo poco prometedor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
Cómo las actitudes se volvieron “sociales” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
El olor del éxito: las actitudes se miden. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146
¿Una multiplicidad de actitudes vs. una ideología?. . . . . . . . . . . . . . 153

9. Metalenguaje: el marco tecnológico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157


La importancia de la psicología del estímulo-respuesta. . . . . . . . . . . 157
Los psicólogos encuentran «variables» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162
Las variables entran en el discurso teórico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
Las variables en la práctica de la investigación . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
Las variables como lingua franca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
Reflexiones teóricas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 174

10. La naturaleza de las clases psicológicas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177


Las raíces históricas de las categorías psicológicas. . . . . . . . . . . . . . . 177
La política del lenguaje psicológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
La referencia de las categorías psicológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182
¿Tipos naturales o tipos humanos?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184

Referencias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189

Nota del Traductor

La traducción ha sido realizada con cuidado de preservar la especificidad


conceptual del trabajo de reconstrucción histórica. Para ello se utilizan las co-
millas francesas « », para enmarcar conceptos teóricos importantes. Además,
ante la introducción de un nuevo concepto o categoría se utilizan los corchetes
[ ] para reproducir el concepto en el idioma original. En el caso del título de
obras se reproduce el texto original y en el caso de que sea necesario para la
comprensión del cuerpo del texto se reproduce el título en español. Dado que
gran parte de las fuentes primarias citadas no tienen traducción a la lengua
española, se ha optado por realizar la traducción de todas las citas textuales.
6
Conducta y aprendizaje

La historia de la psicología académica del siglo XX es básicamente la his-


toria de una lucha fallida contra una fragmentación cada vez más obvia. La in-
teligencia y sus tests proporcionaron un ejemplo temprano de la tendencia de
la disciplina a anexar nuevas áreas sin poder asimilarlas. Los psicólogos habían
adquirido un punto de apoyo académico haciendo experimentos sobre temas
como sensación, percepción y memoria. Durante algún tiempo, ese sigue sien-
do la médula respetable de la disciplina, pero el modo en que la inteligencia se
relaciona a ese núcleo está lejos de ser claro. Era mucho más fácil anexar ese
campo institucionalmente que asimilarlo intelectualmente.
Esa situación se repetiría muchas veces en el transcurso del siglo XX. El
estudio de la infancia, o la pedagogía, como se conocía en algunos países, fue
otro ejemplo temprano. Originado en esfuerzos conjuntos por médicos y edu-
cadores, se transformó en lo que conocemos como la psicología infantil, más
rápidamente en los Estados Unidos, más lentamente en Europa. Pero sus vín-
culos con áreas centrales de la disciplina seguían siendo tenues, en el mejor de
los casos. Lo mismo podría decirse de la psicología educativa, otra rama tem-
prana. En el período entre las dos guerras mundiales, la disciplina desarrolló
tantos brazos como Shiva, la deidad hindú. Una psicología social psicológica
desafió a su rival sociológico, la «personalidad» y la «motivación» surgieron
como campos semiautónomos de investigación y enseñanza, la psicología in-
dustrial floreció, la psicología clínica se hizo realidad.
¿Qué vínculo existía entre estos campos, más allá del hecho de que to-
dos decían ser «psicológicos»? ¿Pero eso significaba algo más allá de un vago
sentido de un enfoque común que se basaba en imágenes populares en lugar
de sólidos fundamentos científicos? Agrupar estas diversas áreas juntas como
ramas de una disciplina sin duda tenía ciertas ventajas prácticas. Hizo avanzar
la causa de la profesionalización al implicar que las ramas más orientadas a
la práctica tenían un vínculo respetable con la ciencia básica, y legitimizó los
intereses, de otro modo esotéricos, de los académicos, al implicar que su tra-
bajo tenía aplicaciones prácticas significativas. Pero, en su mayor parte, tales
implicaciones no eran más que pagarés que se cobrarían en algún momento en
el futuro. ¿Por qué alguien debería aceptar estas notas y, lo que es más impor-
tante, cómo podrían los psicólogos justificarse ante tales promesas?
En el período considerado aquí, esa justificación dependía en gran me-
dida de la noción de que, en última instancia, la Psicología era una discipli-
na cuyas diversas ramas resultarían unidas por un conjunto de principios. La
agrupación de diversos campos de investigación y de la práctica bajo un mismo
paraguas sería entonces más que una cuestión de accidente histórico y con-
veniencia administrativa, sería la consecuencia lógica de profundos vínculos
teóricos, las «leyes» científicas comunes unificarían la disciplina. Como pri-
mer paso en esta dirección, las diversas partes de la disciplina tendrían que
90 Nombrar la Mente • Kurt Danziger

estar unidas por categorías comunes del discurso. Tales categorías comunes
establecerían la afirmación de que efectivamente había fenómenos de impor-
tancia comunes a todos los campos de la Psicología. Entonces uno podría es-
tudiar estos fenómenos comunes para descubrir los principios que unificaron
la disciplina.
Este fue el papel desempeñado por las categorías de «comportamien-
to» [behaviour] y «aprendizaje» [learning]. en la historia de la Psicología
Americana del siglo XX53. De los dos, el «comportamiento» fue más funda-
cional, ya que se convirtió en la categoría que la disciplina usó para definir su
objeto de estudio. Ya sea que se estuviese tratando de explicar las respuestas de
un niño en una tarea de resolución de problemas, la sintomatología neurótica
de un adulto o la reacción de una rata blanca al encontrarse en un laberinto
de laboratorio, se trataba, en última instancia, de explicar la misma cosa: el
comportamiento de un organismo. La clasificación de fenómenos tan diver-
sos como instancias del «comportamiento» fue el primer paso necesario para
establecer la afirmación de que la Psicología era una ciencia con un conjunto
de principios explicativos. El «aprendizaje» no era una categoría tan básica,
pero, históricamente, su papel estaba tan profundamente entrelazado con el
del «comportamiento» que difícilmente se puede hacer justicia a uno sin el
otro. Durante varias décadas cruciales, formaron un par casi inseparable, por-
que las «leyes del aprendizaje» proporcionaron el ejemplo básico de aquellos
principios conductuales que se suponía unificaban la disciplina. En el presente
capítulo, vamos a rastrear los orígenes de este compuesto, centrándonos pri-
mero en el «comportamiento» y luego en el «aprendizaje»
La historia del «comportamiento» no solo se entrelaza con la historia del
«aprendizaje», sino que también está profundamente enredada en la historia
del conductismo. A diferencia de las otras categorías consideradas aquí, tiene
la distinción única de haber dado su nombre a un movimiento. Eso condu-
ce a ciertas dificultades. Debemos tener cuidado de no confundir la historia
del movimiento con la historia de la categoría. Están lejos de ser lo mismo.
Históricamente, los conductistas [behaviorists] no tenían el monopolio de la
categoría de comportamiento. Estaba allí como una categoría científica antes
de que la recogieran y la clavaran en su cabecera, pero incluso entonces no
eran los únicos que le daban prominencia. No era necesario ser miembro de
una de las escuelas conductistas para aceptar la definición de la Psicología
como la ciencia de la conducta. Nuestro enfoque principal aquí es sobre el
«comportamiento» como una categoría de discurso disciplinario, no sobre el
conductismo como movimiento.
Este enfoque está en desacuerdo con la mayor parte de la extensa his-
toriografía sobre el tema del conductismo (véase, sin embargo, Kitchener,
1977). En líneas generales, esta historiografía se centra en individuos parti-
culares autoidentificados como conductistas y doctrinas particulares con las
cuales estos individuos estuvieron explícitamente comprometidos. Este proce-
dimiento proporciona valiosas percepciones históricas. Pero es más útil para
la comprensión de una minoría que en el cumplimiento de los compromisos
de la mayoría de los psicólogos que, aunque influenciados por el conductismo,
53 Más recientemente, la categoría de «cognición» ha desempeñado un papel similar. La idea de le-
yes abstractas uniendo muchos dominios del funcionamiento psicológico, independientemente
del contenido, reapareció en la forma de la categoría de «cognición» justo cuando el «aprendi-
zaje» ya no podía desempeñar este papel de manera efectiva. Pero este desarrollo se encuentra
fuera del período de tiempo que estudia este libro.
Conducta y Aprendizaje 91

no se identificaron como conductistas y rechazaron muchas de las doctrinas


específicas del movimiento. Si queremos acercarnos a una comprensión de las
aspiraciones y de la autocomprensión de una disciplina, más que de un mo-
vimiento dentro de ella, tendremos que centrarnos en sus prácticas comunes
(Danziger, 1990a) y en las categorías de discursos disciplinarios compartidos.
«Comportamiento» y «aprendizaje» son ejemplos particularmente importan-
tes de tales categorías. Otros serán discutidos en el Capítulo 9.

Las cinco capas de la «conducta»

Al seguir las vicisitudes del «comportamiento» es posible distinguir cinco


períodos. Cronológicamente, la distinción entre estos períodos no es precisa.
Como uno podría esperar, ellos se fusionan entre sí. Además, cada período
dejó una especie de sedimento detrás, de modo que más tarde, se encuentran
capas de uso que nos recuerdan a un sitio arqueológico. Cada capa tiene ca-
racterísticas distintas y sus orígenes pueden ser aproximadamente fechados.
Dejando a un lado los usos generales más antiguos del «comporta-
miento», uno encuentra una primera capa de uso científico relevante54 en
el contexto de la psicología comparada. Al principio del siglo XX, se puede
detectar una nueva tendencia entre los psicólogos comparativos a utilizar la
frase «comportamiento animal» cuando se refiere al tema en discusión. En el
año 1900, Lloyd Morgan, entonces el representante más conocido del cam-
po en el mundo angloparlante, tituló su último texto Comportamiento Animal
[Animal Behavior]. Esto era una desviación de los títulos de sus primeros li-
bros, que abarcaban áreas temáticas similares, que habían hecho uso de for-
mulaciones tales como «psicología comparada», «vida animal e inteligencia»,
etc. Algunos años más tarde, H.S. Jennings (1906), una estrella en ascenso de
la zoología americana, tituló su estudio magistral del campo Comportamiento
de los organismos inferiores [Behavior of the Lower Organisms]. Un artículo de
Jennings publicado en 1899 todavía llevaba el título «La psicología de un pro-
tozoo» [The psychology of a protozoan], pero en 1904 había cambiado a «El
comportamiento del Paramecium» [The behavior of Paramecium]. Durante
la primera década del siglo, el término «comportamiento animal» [animal
behaviour] se estableció bien entre los que trabajaban en el área de lo que
había llegado a ser conocido como psicología comparada. En 1911, una nueva
serie de monografías en el área fue llamada simplemente «Monografías del
Comportamiento» [Behavior Monographs], y una nueva revista comenzó la
publicación bajo el título Revista del comportamiento animal [Journal of Animal
Behaviour]. Mientras que el campo obviamente se estaba ampliando, debe
notarse que para muchos practicantes el término «comportamiento animal»
fue en un principio pensado para complementar, en vez de desplazar, térmi-
nos tales como «psicología comparada» y «mente animal». Hacia 1930, Lloyd
Morgan publicó un libro titulado La mente animal [The Animal Mind], mien-
tras que el texto de Margaret Washburn La mente animal: un libro de texto de psi-
cología comparada [The Animal Mind: a Text-book of Comparative Psychology]

54 La calificación «relevante» es necesaria, porque, antes, se pueden encontrar casos que hablan
sobre el «comportamiento» de sustancias físicas. Ciertamente, esto desempeñó un papel en la
elección del término por biólogos y psicólogos, porque se consideró que establecía el pedigrí del
término exento de valores, amoral. Pero el «comportamiento» nunca fue un término técnico en
las ciencias físicas; se convirtió en uno, solo cuando comenzó a ser utilizado en un contexto bio-
lógico y especialmente psicológico.
92 Nombrar la Mente • Kurt Danziger

entró en su cuarta edición en 1936. Pero para entonces esa terminología había
llegado a ser inusual.
Una segunda fase en el uso del «comportamiento» comienza un poco
más tarde, pero se superpone con la primera. En esta etapa, el término hace
su entrada en la psicología general, pero sin la coloración conductista que va a
adquirir más adelante. El primer texto que anuncia en su título que la psicolo-
gía era «El estudio del comportamiento» [The study of behaviour] apareció en
1912. Su autor era William McDougall, que pronto asumiría el papel de uno
de los oponentes más amargos del conductismo. En el año anterior, en 1911,
se habían publicado por lo menos dos libros cuyos títulos se referían a la «con-
ducta humana» como su objeto de estudio (Meyer, 1911; Parmelee, 1911).
Mientras que uno de sus autores podía ser considerado un conductista, an-
tes de que J.B. Watson hubiese proclamado la nominación, el otro, Parmelee,
no podría. En el mismo año, un texto psicológico relativamente convencional
(Pillsbury, 1911) introdujo su tema definiéndolo como la ciencia de la conduc-
ta. A finales de 1912, J. Angell, portavoz de la escuela funcionalista de psicolo-
gía, había dado un discurso oportuno a la American Psychological Association
sobre «El Comportamiento como una categoría en psicología» [Behaviour as a
category in psychology] (Angell, 1913).
Apenas dos meses después, J.B. Watson, un joven psicólogo compara-
tivo, presentó un trabajo en la Universidad de Columbia que inauguró una
tercera fase en la historia moderna del «comportamiento» (Samelson, 1981).
Watson (1913) llamó a su artículo «La psicología como el conductista la ve»
[Psychology as the behaviourist views it]. El cambio fue bastante drástico. De
ser una etiqueta para una categoría utilizada en la definición de un objeto
de estudio de la Psicología, ahora se le dio a la «conducta» la distinción de
etiquetar a cierto tipo de psicólogo. Se elevó por encima de otras categorías
psicológicas, ya que no solo se refería a un objeto de investigación, sino que
también proporcionaba una etiqueta de identidad que desafiaba a los psicólo-
gos a aceptarla o rechazarla. Desde el punto de vista de la historia de la disci-
plina, el aspecto más significativo del desafío de Watson fue que los psicólogos
estadounidenses lo tomaron muy en serio. Podrían haberlo ignorado o haber
sacudido la cabeza con un gesto de divertida incredulidad, como sus colegas
europeos solían hacer. Pero no lo hicieron. Durante unos quince años después
del final de la Primera Guerra Mundial, la cuestión de la identidad conductista
influyó fuertemente en la atención de la comunidad psicológica norteame-
ricana. Como resultado, la categoría de comportamiento adquirió un nuevo
conjunto de connotaciones. Había ahora una brecha considerable entre lo que
el término significaba en el discurso psicológico y en el discurso vulgar.
Es bien sabido que durante los años treinta el conductismo adquirió
un nuevo hálito de vida en lo que llegó a ser conocido como neoconductis-
mo. Para la categoría de comportamiento, esto implicó un cambio parcial
de connotación. Durante las tres décadas anteriores, el «comportamiento»
había adquirido un cierto contenido sustantivo que incluía un compromiso
con la explicación mecanicista y el epifenomenalismo. En el período del neo-
conductismo, tales compromisos eran todavía comunes entre los amigos del
comportamiento, pero se habían vuelto opcionales. En lugar de definirse por
afirmaciones implícitas sobre la naturaleza de la realidad, la «conducta» se de-
fine cada vez más por la práctica de los psicólogos. Se refiere a cualquier objeto
que pueda ser construido por la tecnología estándar de la disciplina. El com-
Conducta y Aprendizaje 93

promiso con las normas que rigen esta tecnología sustituye a los compromisos
metafísicos directos y sustantivos. Por supuesto, estos últimos están todavía
presentes, pero se han vuelto implícitos e invisibles.
Este desarrollo preparó el camino para la quinta y última etapa de la his-
toria del «comportamiento» del siglo XX. En los años posteriores a la Segunda
Guerra Mundial, el término se asoció con la nueva categoría de «ciencia del
comportamiento». La disciplina de la psicología nunca había tenido el mono-
polio del «comportamiento» y de su investigación, y en el período de posguerra
el uso de esta categoría se hizo más generalizado de lo que había sido antes.
Aunque el uso psicológico seguía siendo, en cierto modo, ejemplar para otras
disciplinas, había ahora un cierto efecto recíproco en la disciplina de la psico-
logía. En general, esto tomó la forma de un refuerzo en dirección al cambio que
se había iniciado en el período anterior. Cada vez más, el «comportamiento»
se convirtió en una categoría fundamentada metodológicamente.
Esta visión general de las capas de significado adquiridas por la «conduc-
ta» proporciona un marco aproximado para una consideración de cuestiones
históricas y teóricas más específicas que surgen en cada etapa. Debido a que mi
foco principal está en el origen de las categorías, me concentraré en las etapas
anteriores.

La mente como inferencia

Si trazamos las raíces del uso peculiar del «comportamiento» en el si-


glo XX, llegamos a la psicología animal de los primeros años del siglo. ¿Qué
implicaba este temprano discurso sobre el «comportamiento animal»? Para
Jennings, un respetado pionero en el área, el «comportamiento» debía su pa-
pel a su yuxtaposición con su polo opuesto, la «conciencia». Inicia su primer
texto, «El Comportamiento de los Organismos Inferiores» [Behaviour of the
Lower Organisms], señalando que «las afirmaciones sobre la conciencia en los
animales, ya sean afirmativas o negativas, no son susceptibles de verificación»
(Jennings, 1906: v). Para los fines de un estudio científico, debemos recurrir a
otra cosa, a saber, el comportamiento. Este se define como «los movimientos
corporales generales de los organismos», y cuando lo estudiamos «estamos
tratando con procesos objetivos reales» y aspiramos a «un conocimiento de las
leyes que los controlan» (ibid.). El comportamiento, al ser «objetivo» en algún
sentido esencial, es diferente de la «conciencia», que no lo es.
Al trazar una línea clara entre la conciencia y la objetividad, Jennings sim-
plemente seguía los pasos de varios biólogos europeos que habían dedicado su
atención al estudio de las reacciones de los organismos a su medio ambiente. En
este esfuerzo, encontraron un problema especial del lenguaje. ¿Cómo describir
las reacciones de gusanos o moluscos, por ejemplo? El uso tradicional ofrecía
dos alternativas: uno podría usar el lenguaje comúnmente empleado al referirse
a las acciones de los seres humanos. Pero ese lenguaje implicaba a agentes au-
toconscientes que perseguían intenciones morales y racionales. Mientras que la
conducta de todos los seres vivos fuese vista como reflejo de las intenciones y la
sabiduría de su creador divino, el uso de tal lenguaje en relación con incluso el
más humilde de los animales no parecía ser particularmente inadecuado. Pero
una vez que esa forma de ver la vida había sido desplazada por la ciencia natural
del siglo XIX, la aplicación de un lenguaje de intencionalidad a las acciones de
los organismos inferiores parecía cada vez más incongruente. La alternativa era
94 Nombrar la Mente • Kurt Danziger

emplear el lenguaje fisicalista comúnmente usado para describir los cambios


de estado y la posición de los cuerpos inanimados. Pero para la mayoría de los
biólogos esto tampoco parecía apropiado. Por lo tanto, a finales del siglo XIX
hubo una considerable discusión sobre el desarrollo de una terminología para
los estudios de comportamiento animal que sería «objetiva» y podría además
preservar las cualidades especiales que distinguen la acción animada de la ina-
nimada (Claparede, 1903, Dzendolet, 1967).
Lo que dio a este tema un interés psicológico y relevancia fue el hecho
de que la mayoría de los biólogos todavía concebían las cualidades especiales
de la acción animal en términos de la categoría de «mente». A finales del siglo
XIX, no era un mero arcaísmo, sino una línea de pensamiento fuertemente
apoyada por el darwinismo contemporáneo. Si la especie humana había sido
producida por un proceso de evolución biológica, difícilmente podría ser la
única poseedora de toda la gama de cualidades consideradas «mentales». Las
formas inferiores de mentalidad deberían estar presentes en especies subhu-
manas. De hecho, el florecimiento de la psicología comparada hacia finales
del siglo XIX estaba directamente en deuda con el excitante incentivo soste-
nido por el Darwinismo, esto es, trazar una evolución de la vida mental que
podría ser paralela a la evolución de la vida física.55
Tal proyecto había sido realizado por G.J. Romanes con la bendición de
Darwin. En su Mental Evolution in Animals, presentó una “comparación de
estructuras mentales” entre especies, una empresa que consideraba análoga
a la “comparación científica de las estructuras corporales de los organismos”
llevada a cabo por la anatomía comparada (Romanes, 1884: 5). Pero había
un problema. Las estructuras corporales podían ser estudiadas por cualquier
observador competente, mientras que los fenómenos mentales eran observa-
bles solo por el individuo en cuya mente tuvieron lugar. Romanes, en común
con prácticamente todos los escritores anglosajones sobre este tema, tomó
por sentado que el conocimiento de las mentes distintas de la propia estaba
basado no en la observación, sino en la inferencia: “Por lo tanto, todo nues-
tro conocimiento de las actividades mentales distintas de la nuestra consiste
realmente en una interpretación inferencial de las actividades corporales”
(Romanes, 1884: 16). El estudio de la evolución mental en animales tendría
que basarse así en inferencias desde las actividades corporales que podrían
ser entendidas como el modo de suministrar el tan mentado «criterio de
mente» [criterion of mind]56.
Para Romanes y otros psicólogos comparativos de la época estaba bas-
tante claro que el problema de las mentes animales no era más que un caso
especial del problema de las otras mentes en general, ya fuera humana o no.
No era simplemente el conocimiento de las mentes animales el que debía
basarse en la inferencia de las actividades corporales, sino el conocimiento de
todas las mentes distintas de las propias. Podría haber riesgos y dificultades
especiales al hacer inferencias sobre las mentes animales, en lugar de otras,
humanas, pero esto era una diferencia de grado, no una cuestión de principio.

55 En este contexto, el término «darwinismo» se refiere a doctrinas que no eran exclusivas de


Darwin, sino que debían mucho a Herbert Spencer. Para el trasfondo histórico, véase R.J.
Richards (1987).
56 Romanes no inventó la noción de un criterio corporal de la mente. Había surgido de la controver-
sia Pflüger-Lotze mencionada en el Capítulo 4 y fue objeto de considerables discusiones en la úl-
tima parte del siglo XIX. William James (1890) trata este tema justo al comienzo de sus Principios
de Psicología [Principles of Psychology].
Conducta y Aprendizaje 95

Subyacente a la noción de un «criterio de mente» corporal estaba la


creencia generalizada de que el conocimiento de la propia mente y de otras
mentes descansaba en fundamentos diferentes. Solo la propia mente podía ser
observada directamente; las otras mentes debían inferirse de las observaciones
de la actividad corporal. Tales nociones forman parte de la tradición empirista
cuya aparición se discutió en el Capítulo 3. Dependen de la ecuación de mente
y conciencia y de la división de Locke entre dos fuentes de conocimiento: las
sensaciones y la reflexión sobre el contenido sensorial. Una vez que la mente
se concibe como algo que solo se puede conocer directamente a través de algún
tipo de «sentido interno», o conciencia, entonces otras mentes solo pueden ser
conocidas indirectamente a través de la reflexión o la inferencia.
Debido al enraizamiento cultural continuo de estas creencias, es apro-
piado señalar de pasada que esta no es la única manera en la cual el conoci-
miento del sí mismo [self] y del otro puede ser concebido. Por ejemplo, en la
Europa continental existía una fuerte tradición de «psicología de la expresión»
basada en la idea de que había vínculos inherentes entre los aspectos externos
e internos de la vida mental, que posibilitaban la experiencia directamente
compartida, al menos entre miembros de una misma especie. En lugar de co-
menzar con la suposición de que la experiencia es básicamente un asunto pri-
vado, se puede comenzar con la noción de que la experiencia es esencialmente
algo compartido. Entonces se consideraría que es la privatización parcial de
la experiencia, como el resultado de un proceso de desarrollo, la que requiere
explicación. Por el contrario, si uno comienza suponiendo que la experiencia
es necesariamente privada, es la experiencia compartida la que requiere ser
explicada. Sin lugar a dudas, los supuestos implícitos de este tipo dependen en
gran medida de un contexto social y cultural mediado tanto por la tradición
intelectual como por las convenciones de las relaciones cotidianas. En una cul-
tura, o subcultura altamente individual, la experiencia se define generalmente
como un evento básicamente privado.
Ciertamente, esta fue la definición aceptada sin cuestionamiento por los
psicólogos comparativos británicos y sus colegas estadounidenses. Por lo tanto,
el proyecto darwiniano de rastrear la evolución de la mente era particularmen-
te difícil. Puesto que la mente era equiparada a la conciencia individual priva-
da, era inaccesible para otros, excepto por inferencia a partir de su «criterio».
Además, esta inferencia tendría que operar sobre la base de la experiencia de
los observadores de sus propias mentes, porque esa era la única experiencia de
la mente que cualquiera podría tener. Morgan, que siguió a Romanes, lo tenía
perfectamente claro: «El estudio introspectivo debe ser inevitablemente la base
y el fundamento de toda psicología comparada», aconsejó (Morgan, 1894:
37). La razón es que «el hombre se ve obligado a interpretar la psicología de los
animales en términos de la psicología humana, ya que solo con ella conoce de
primera mano el estudio de la naturaleza y secuencia de sus propios procesos
mentales» (Morgan, 1894: 39).
El intento de hacer que la mentalidad privada lockeana encajara en un
marco evolutivo estaba condenada al fracaso. Pero este fracaso tuvo conse-
cuencias de largo alcance. Inicialmente, promovió un énfasis en la distinción
entre la mente consciente, que era privada, y una nueva categoría que com-
prendía lo que Romanes llamó su «criterio» y Morgan inicialmente llamó sus
«manifestaciones objetivas». Esta última categoría estaba compuesta por «ac-
tividades corporales»; no todas las actividades corporales, sin embargo, solo
96 Nombrar la Mente • Kurt Danziger

aquellas de las que se pueden hacer inferencias sobre la mente. El procedi-


miento de la psicología comparada ahora implicaba tres pasos. Primero, uno
observaba la propia mente; luego uno observaba las actividades corporales del
otro; y, finalmente, uno interpretaba este último a la luz del primero. Debe
enfatizarse que Morgan, y aparentemente la mayoría de su público, creía que
así se había llegado a producir todo conocimiento sobre otras mentes, no solo
el conocimiento de las mentes de los animales57.
Pero en el caso de los animales, especialmente de los animales inferiores,
la tenue naturaleza de las inferencias tendía a hacerse más obvia58. La clase de
actividades corporales que habían servido de «criterio» de la mente o de sus
«manifestaciones objetivas» atrajo cada vez más la atención por mérito pro-
pio. Morgan comenzó a referirse a esta clase como el «comportamiento» del
animal. No toda la actividad corporal era conducta; el pulsar del corazón o los
procesos involucrados en la regulación de la temperatura corporal, por ejem-
plo, no lo eran. Los tipos de actividad que entraban dentro de la clasificación
tendían a ser aquellos que habían servido como criterios o manifestaciones de
la mente: el acercamiento y la retirada, la discriminación, el aprendizaje, etc.
Uno podría estudiarlo y dejar de lado la tarea problemática de la inferencia
mental. Cada vez más, los psicólogos comparativos consideraron conveniente
servirse de la categoría de «comportamiento» al tratar con estas actividades.
Este término era convenientemente evasivo sobre los aspectos mentales, ex-
presando la ambivalencia y la confusión de la mayoría de los practicantes con
respecto a las cuestiones más profundas que formaban parte del asunto. De
común acuerdo, el estudio del comportamiento era «objetivo», mientras que
el estudio introspectivo de la mente no lo era. Sin embargo, la mayoría de los
psicólogos comparativos en este momento había declarado explícitamente que
la categoría de comportamiento no excluye la mente. Incluso Jennings, más
objetivista que la mayoría, creía que los «procesos de conducta» incluían «pen-
samiento y razón» (Jennings, 1906: vi).
Una concepción diferente de la mente estaba empezando a surgir aquí.
La ecuación de la mente con una conciencia individual privada estaba resul-
tando ser cada vez más problemática en el campo de la psicología animal59.
Pero cuando uno considera la mayoría de los ejemplos de «comportamiento»
que fueron estudiados entre los animales superiores, uno se da cuenta de que
esta categoría no solo se refiere a los movimientos físicos. Términos como
«aprendizaje», «discriminación», «recompensa», «hábito», etc., no eran tér-
minos que alguien usó para referirse a desplazamientos físicos y nada más.
Eran términos derivados del lenguaje de la acción humana, un lenguaje en el
que la distinción filosófica entre mente privada y movimiento público nunca
había causado mucha impresión. La categoría de conducta permitió a los psi-
cólogos comparativos utilizar este lenguaje al tiempo que se respetaba un ideal
de objetividad científica. También podían declarar que estudiaban los procesos
psicológicos como el razonamiento, la memoria, la percepción, etc., en la me-
dida en que estos procesos se manifiestan en las acciones de los animales. La
vieja polaridad entre el movimiento físico y la mente como conciencia ya no

57 Uno de los primeros textos que definieron a la Psicología como «la ciencia del comportamien-
to», antes del advenimiento del conductismo (Pillsbury, 1911), fundamentó su definición en esta
creencia. Para ello, la conducta era la más importante de las «evidencias de la mente».
58 Wilhelm Wundt, en 1892, había señalado este punto cuando observó «la desafortunada falta de
actitud crítica» en la obra de Romanes (Wundt, 1894: 343).
59 Para algunos detalles de cómo esto se manifestó en la práctica, véase Mackenzie (1977).
Conducta y Aprendizaje 97

era sostenible. Una vez en posesión de la categoría «conducta», los psicólogos


comparados ya no debían preocuparse por las mentes inferidas, aunque no
todos aceptaron inmediatamente esa conclusión. El punto era que las clases de
movimiento animado que proporcionaban la mayor parte del contenido para
la categoría de comportamiento ya incorporaban cualidades, como la orienta-
ción hacia objetivos, la organización y la adaptabilidad que se habían atribuido
a la influencia de una mente privada separada bajo el antiguo esquema. Con
la adopción del «comportamiento», los psicólogos comparativos estaban en
camino de despojarse de un marco conceptual que les presentaba problemas
insolubles.
Una forma de resolver estos problemas sin descartar el marco tradicional
era adoptar un materialismo completo y declarar a la mente como un «epi-
fenómeno», una especie de emanación desprendida por procesos materiales
que carece de toda influencia causal. Esto es lo que había sido implicado por
la noción de T.H. Huxley del «autómata consciente». Ideas similares habían
sido desarrolladas por D.A. Spalding, quien realizó experimentos con animales
y estableció el materialismo radical como una posición posible, aunque impo-
pular, para la psicología comparativa (Gray, 1967, 1968).
De una importancia mucho mayor para la historia posterior del «com-
portamiento» fue la versión del materialismo representada por el biólogo
Jacques Loeb, que impresionó mucho al joven J. B. Watson en la Universidad
de Chicago. El materialismo de Loeb no era simplemente una cuestión de pre-
ferencia filosófica, sino que estaba íntimamente ligado a su profundo compro-
miso con lo que se ha llamado «la ingeniería ideal en biología» (Pauly, 1987).
Ese ideal tenía sus raíces en la biología agrícola enseñada en la Alemania del
siglo XIX, pero Loeb la transformó en un principio rector para toda inves-
tigación biológica. El objetivo de esta investigación debería ser el control de
las formas de vida existentes y la construcción de nuevas formas. Aplicado al
comportamiento de los organismos, este principio lo llevó al estudio de las
reacciones tropísticas y al rechazo de la teorización sobre hipotéticos procesos
internos, ya sean mentales o fisiológicos. Para controlar y alterar las reacciones
de los organismos era importante estudiar su dependencia de las condiciones
externas, no internas. El tipo de control más directo podría ejercerse a través de
los efectos de las condiciones físicas externas sobre las reacciones físicas de los
organismos. Desde la perspectiva de la ingeniería, los organismos se conside-
raban infinitamente maleables. Carecían de capacidad de acción «voluntaria»,
por lo que cualquier conciencia que tuvieran no sería más que un epifenó-
meno, carente de significado causal. En Psicología, este punto de vista sería
crucial para el concepto de comportamiento popularizado por el movimiento
conocido como conductismo. Pero antes de analizar esto, tenemos que tomar
nota de la amplia significación de los estudios de comportamiento animal en
vísperas de ese desarrollo.

Una ciencia social naturalista

La adopción de la categoría de conducta por parte de los psicólogos com-


parados habría seguido siendo un tema menor en la historia de la ciencia si no
fuera por el hecho de que este campo ocupó un lugar tan significativo en cierta
concepción de la ciencia social. Alrededor del cambio de siglo, había un interés
creciente en aplicar un acercamiento científico a los problemas sociales, y para
98 Nombrar la Mente • Kurt Danziger

muchos esto significó erigir una ciencia social con una base biológica. Desde
este punto de vista, la psicología comparada ocupaba un lugar común entre las
ciencias. Proporcionó el vínculo crucial entre las ciencias biológicas y sociales,
y se esperaba que sus investigaciones produjesen conocimiento de los princi-
pios básicos que también operaban en la conducta humana.
Esta generalización del conocimiento de los animales hacia el conoci-
miento de los seres humanos en la sociedad, dependía del uso de las mismas
categorías para describir y explicar la actividad de los animales y la actividad de
los seres humanos. Entre las más importantes de estas categorías estaban las de
instinto, hábito y conducta. Si se hablaba de una rata siguiendo un camino fa-
miliar y la conducta de los seres humanos en el trabajo, como si ambos fueran
instancias del «hábito», uno ya había establecido una fuerte presunción de que
estos eran esencialmente el mismo tipo de cosas y por lo tanto se explicaban de
la misma manera. Del mismo modo, la estrategia de extender la referencia de
«comportamiento» de la actividad animal a la conducta humana era atractivo
para aquellos que habían desarrollado una fe en la promesa de una ciencia so-
cial biológicamente fundamentada. Subsumir la actividad animal y la conduc-
ta humana bajo la misma categoría de «comportamiento» ayudó a establecer
la plausibilidad de la afirmación de que ambas podrían ser explicadas por las
mismas «leyes» o principios.
Esto es bastante evidente en los primeros textos preconductistas, cuyos
textos presentaban títulos que se refieren al «estudio de la conducta», «la cien-
cia de la conducta» o «las leyes de la conducta». El objetivo de McDougall
(1912) era la explicación de la conducta social humana por medio de una lista
finita de instintos que los seres humanos compartían con los animales. Se basó
libremente en estudios recientes de «comportamiento animal» para estable-
cer su afirmación de que la psicología humana, definida como «el estudio del
comportamiento», estaba sujeta a los mismos determinantes instintivos que
operaban en el comportamiento animal. Parmelee (1911) presenta «la ciencia
del comportamiento» en términos de una jerarquía positivista convencional
que va de los fundamentos biológicos, a través de la psicología, a la sociolo-
gía. Describir lo que sucede en los tres niveles en términos de la categoría de
comportamiento le ayuda a establecer la afirmación de que los mismos «ele-
mentos» están involucrados en los tres niveles. Además, promete que el uso de
la categoría de comportamiento, cumplirá el mismo servicio para la psicología
humana y la sociología que ya ha cumplido para la psicología animal –las
hará científicas y objetivas–. Esta consideración es también importante en el
tratado de Max Meyer, Las leyes fundamentales del comportamiento humano [The
Fundamental Laws of Human Behavior] (1911), si bien se inspira en la fisiología
más que en el comportamiento animal. Aunque difieren en sus agendas especí-
ficas, los tres autores emplean la categoría de comportamiento para establecer
la plausibilidad de una u otra variante del reduccionismo biológico y para re-
forzar su afirmación de haber adoptado un enfoque verdaderamente científico.
La conexión biológica también fue importante para muchos psicólogos
que estaban más cerca de la corriente principal de la psicología americana que
estos tres autores. Los representantes de la escuela funcionalista estaban par-
ticularmente comprometidos en construir una ciencia de la Psicología sobre
una base biológica y, por lo tanto, estaban muy interesados en las categorías de
la psicología comparada. En una declaración programática previa, su portavoz
(Angell, 1907: 69) ya había expresado su entusiasmo por el “rejuvenecimiento
Conducta y Aprendizaje 99

del interés en el campo cuasibiológico que hemos designado como la psicología


animal”, y el cual proclamaba que estaría “seguramente entre los más significa-
tivos con los que nos encontramos en nuestra generación”. Algunos años más
tarde se centró más específicamente en las implicaciones de una orientación
biológica para las categorías de una psicología funcionalista, la categoría de
comportamiento ahora desempeña el papel central (Angell, 1913). Notando
con aprobación que los psicólogos comparativos accedían a una “aprehensión
inteligente de la conducta animal” y la “revuelta contra las reivindicaciones
dominantes de la introspección” dentro de la psicología, consideró que para
los funcionalistas como él era “fácil acoger una categoría como el comporta-
miento”. Hablando en favor de esta escuela psicológica, continuó diciendo:
“Permitiendo algunas reservas conservadoras, la tendencia general estaría en
la dirección de la aceptación empática del concepto de comportamiento como
un término general bajo el cual subsumir distinciones menores en modos de
acción sean conscientes o inconscientes”. (Angell, 1913: 258-259). Tal era la
posición funcionalista sobre el «comportamiento» en vísperas del manifiesto
conductista de Watson.
En 1913, el «comportamiento» estaba firmemente arraigado en un cam-
po expansivo del discurso que empleaba el mismo conjunto de categorías para
elucidar cuestiones biológicas, psicológicas y sociológicas. Aquellos que parti-
ciparon de este discurso no se pusieron de acuerdo en las categorías biológicas
específicas que contenían la clave para la explicación de la acción social hu-
mana. Algunos dieron esa distinción a la categoría de instinto, otros a la de
adaptación, otros a la de los reflejos. Pero era la categoría del comportamiento
la que proveería el marco general más conveniente para todas estas discusio-
nes. Su uso promiscuo expresaba la suposición de que principios comunes,
que abarcaban los niveles biológico, psicológico y social, estaban esperando ser
descubiertos. Solo restaba identificar aquellos que fuesen los correctos.
Por otra parte, debido a que sus orígenes estaban entre un grupo de bió-
logos particularmente preocupados por problemas de objetividad, el «com-
portamiento» había adquirido connotaciones cientificistas. Al afirmar que el
comportamiento era el objeto de las investigaciones, también se proclamaba la
lealtad a la «ciencia» en el sentido angloamericano, es decir, la ciencia natural
y no la ciencia humanista o Geisteswissenschaft. Lejos de ser una categoría neu-
tra, el «comportamiento» se había convertido en un vehículo preferido para
aquellos que compartían la convicción de que los problemas humanos solo se
resolverían adoptando un enfoque de ciencias naturales.
Estas connotaciones que tenía el «comportamiento» convergieron bas-
tante bien con ciertas tendencias que eran características de las ciencias socia-
les en los Estados Unidos. Desde su aparición en el siglo XIX, la ciencia social
norteamericana había estado marcada por un alejamiento de la historia (Ross,
1991). Había una fuerte preferencia por la explicación naturalista más que
histórica y una tendencia a analizar el presente en términos de leyes naturales
atemporales en lugar de constelaciones históricas particulares. El darwinis-
mo social representó una manifestación anterior de esta tendencia, pero el
penetrante «naturalismo evolutivo» (Cravens, 1978) que tomó su lugar fue
una variante más eficaz a largo plazo. La psicología funcionalista, que busca-
ba explicar todos los aspectos de la actividad mental en términos de su valor
adaptativo, formaba parte de una tendencia que consistentemente miraba a la
naturaleza antes que a la historia para explicar la conducta humana. La catego-
100 Nombrar la Mente • Kurt Danziger

ría de comportamiento proporcionó el vehículo perfecto para este compromiso


fundamental, ya que proporcionó una manera de describir la conducta hu-
mana que insinuaba una similitud esencial de la actividad humana y animal.
Proporcionó los medios para discutir la conducta humana de una manera que
se abstraía de sus dimensiones morales, políticas e históricas. En los escritos
de los amigos del comportamiento, estas dimensiones habían dejado de existir
con frecuencia y, en el mejor de los casos, desempeñaban un papel no esencial
como añadido a los elementos. Lo que era fundamental y esencial para com-
prender la conducta humana era su relación con la naturaleza, ejemplificada
en el comportamiento animal.

Ismos y ambigüedades

En 1913, se agregó el «ismo» a la conducta. ¿Qué efectos tuvo esto en


una categoría que ya estaba bastante bien establecida en ciertas partes de la
ciencia social y biológica? Más obviamente, impartió una cualidad claramente
retórica al término. Una vez que el «comportamiento» se inscribió en la ban-
dera de un movimiento, se convirtió en un símbolo casi político, un foco para
los conflictos internos de las disciplinas, así como para la atención popular y
la argumentación (Birnbaum, 1965). En las ciencias sociales se podría usar el
«comportamiento» como un grito de guerra para proclamar la propia militan-
cia de la lealtad a la causa de la ciencia y el valor de la objetividad, mientras se
denigraba a los oponentes como vejestorios esclavizados por antiguas supersti-
ciones. En los medios de comunicación populares se podría empaquetar todo
tipo de panacea como «conductual» para estimular las ventas.
Dentro de la Psicología, el «comportamiento» ahora se convirtió en una
arena en la cual se libraban los conflictos teóricos. Estos conflictos a menudo
tomaban la forma de discusiones sobre lo que debía o no debía incluirse en la
categoría de comportamiento, sobre lo que exactamente constituía ser un «con-
ductista» y sobre la naturaleza de las «leyes» que se suponía debían «gobernar»
el comportamiento. La última de estas cuestiones se entrelazó rápidamente
en el destino de la categoría de «aprendizaje», que se aborda en una sección
posterior de este capítulo. La cuestión de qué cosas definían a un conductista
es relevante en el presente contexto solo en la medida en que ilustra la forma
en que el «comportamiento» se ha convertido en un ámbito en el que se han
combatido varias cuestiones teóricas. Una de ellas era el tema de la introspec-
ción. Años antes del advenimiento del conductismo, los psicólogos estadouni-
denses habían mostrado una clara preferencia por los datos no introspectivos
(Cattell, 1904; O’Donnell, 1985), pero muchos de ellos se resistieron a la idea
de que tales datos debieran ser descartados como una cuestión de principio. Tal
vez uno podría permitir esos datos como «informe verbal» y aun así sostener la
definición de la psicología como «la ciencia de la conducta». Pronto se puso de
manifiesto que «el conductismo no se sostiene o refuta con ninguna hipótesis
especial que apetezca a los conductistas» (Woodworth, 1924: 263). Cada vez
más, funcionaba más como un marco general que incorporaba muchas de los
incuestionables valores y presunciones de los psicólogos americanos. Dentro
de este marco, había espacio para discutir sobre los detalles.
Desde el comienzo de la carrera de la conducta como una categoría cuasi-
científica, hubo desacuerdo sobre su significado. Al principio, ese significado
estaba estrechamente ligado a su relación con la categoría de «mente» [mind],
Conducta y Aprendizaje 101

como hemos visto. El comportamiento era aquello desde lo cual la mente podía
inferirse. Pero cuando la mente era la de un animal, esto se volvió problemático.
Sin embargo, la mayoría de los pioneros de la psicología animal seguían conven-
cidos de que la mente se manifestaba de alguna manera en el comportamiento.
La cuestión de cómo esto era posible era algo que intrigó a varios filósofos ame-
ricanos. E.A. Singer (1912: 209) propuso que «nuestra creencia en la conciencia
es una expectativa de comportamiento probable basada en una observación del
comportamiento real, una creencia que se puede confirmar o refutar mediante
la observación». Eso equivalía a una reinterpretación del problema desde una
perspectiva pragmática novedosa. La cuestión ya no es la de la existencia real de
la mente como objeto, sino de los fundamentos de la propia creencia en tal cosa.
Desde este punto de vista, eran posibles dos líneas de desarrollo. Se podría explo-
rar la base social para la atribución de cualidades mentales. Alternativamente,
uno podría volver a una posición realista y redefinir la mente en términos de
cualidades objetivas particulares en el comportamiento. Los Nuevos filósofos
Realistas, más influyentes que Singer, tomaron el segundo camino.
Para E.B. Holt, (1915:166), la conducta era una actividad del organismo
total que podría “mostrarse como una función constante de algún aspecto
del mundo objetivo”. Lo que distinguía a la conducta del mero movimiento
físico no es su acompañamiento o activación por actividades mentales, sino
su relación funcional con alguna “referencia objetiva” fuera de sí misma. La
conducta es el movimiento que varía con los cambios en las circunstancias
objetivas. Esa es la diferencia entre una piedra rodando desde el punto a al b
y el organismo moviéndose hacia la luz, por ejemplo. La intencionalidad no
es debido a una mente detrás del movimiento, sino que puede descubrirse en
esos movimientos que son la conducta. Esto, brevemente, era el fundamento a
partir del cual E.C. Tolman (1932), estudiante de Holt, estaba por construir su
noción de conducta «molar», en contraste con la conducta «molecular» que
consistía en nada más que un encadenamiento de contracciones musculares.
La última era conocida como la noción de conducta con la que el conductismo
watsoniano operaba.
Pero, de hecho, tanto el conductismo watsoniano como el conductis-
mo molar reconocían la concepción del comportamiento, dependiendo del
contexto retórico. Cuando querían hacer hincapié en sus credenciales como
científicos naturales, los conductistas molares insistían en la base física de
la conducta molar, y cuando los conductistas watsonianos se referían a las
aplicaciones prácticas de sus teorías, que eran tan importantes para ellos, te-
nían que hablar de acciones, como memorizar, dibujar, escribir, en lugar de
movimientos físicos. Como muchos han observado (véase Kitchener, 1977,
Lee, 1983), el uso de la categoría de comportamiento por parte del conductis-
mo siempre ha estado marcado por la ambigüedad. La razón de ello radica en
la incompatibilidad básica de los objetivos del movimiento. Los conductistas
querían desesperadamente ser reconocidos como científicos naturales y, en la
medida en que su imagen de la ciencia natural incluía un anticuado buen
materialismo mecanicista, enfatizarían que el comportamiento era en última
instancia, reducible al movimiento físico. Pero también querían construir una
ciencia práctica de control social, y esto tenía que operar con una acción in-
tencional más que con el movimiento físico. Fue solo en la medida en que el
crudo fisicalismo de una noción antigua de ciencia perdió valor en los círculos
ilustrados que la concepción «molecular» de la conducta se desvaneció en la
102 Nombrar la Mente • Kurt Danziger

historia. Pero para entonces el objetivo de «predicción y control» había llegado


a dominar la disciplina.

El ejemplar práctico

Durante el apogeo del conductismo, la transformación del «compor-


tamiento» en una arena, también tomó la forma muy concreta del experi-
mento de aprendizaje de ratas (las palomas llegaron más tarde). Fue en la
construcción e interpretación de tales experimentos que los temas teóricos
fundamentales debían supuestamente definirse. En efecto, estos experimen-
tos funcionaron como situaciones prototípicas que impusieron un significado
muy específico a un término de otra manera casi sin sentido. Para un experi-
mentador prominente, la esencia del programa conductista parecía residir en
el hecho de que «proponía tomar el experimento animal como modelo para
experimentos con seres humanos» (Woodworth, 1924: 260). Eso fue durante
el período temprano del conductismo «clásico». Pero durante el período pos-
terior de neoconductismo, este aspecto del programa se realizó en una escala
que Woodworth probablemente no había previsto. ¿Qué consecuencias tuvo
eso para el significado de «comportamiento»?
Evidentemente, reforzaría la asociación del «comportamiento» con la
ya existente y omnipresente tendencia a explicar la conducta social huma-
na en términos naturalistas. Pero más específicamente, el vínculo del «com-
portamiento» con la situación de aprendizaje animal prototípico reforzó la
comprensión del comportamiento como algo que los organismos hacían como
individuos. De hecho, el experimento de aprendizaje animal típico representa
una representación particularmente dura de la conducta como un resultado
de individuos independientes. Lo que se estudia en estos experimentos es la
relación de animales solos y aislados con su medio físico. Estos animales re-
presentan a individuos más abandonados a su propia suerte que los solitarios
pistoleros del mítico Salvaje Oeste.
Más aún, tales experimentos proporcionan una manera ingeniosa de
eliminar el elemento de la comunicación humana que es una parte tan pro-
blemática pero absolutamente necesaria de los experimentos con sujetos hu-
manos. En las interpretaciones de datos experimentales, los psicólogos habían
tratado tradicionalmente de ignorar el hecho de que todos esos datos eran
producto de una interacción social (Danziger, 1990a). En experimentos de
aprendizaje con animales, sin embargo, habían logrado construir una situa-
ción en la que la comunicación humana había sido eliminada de una vez
por todas. Los sujetos cuyo comportamiento proporcionaba el prototipo para
comprender el comportamiento en general eran sujetos sin habla. Carecían
de los medios para participar en una comunidad lingüística con sus contro-
ladores o cualquier otra persona. El «comportamiento» era básicamente un
atributo de individuos singulares, no-comunicantes. Aplicado a los seres hu-
manos, cualquier cosa social o cultural podría entrar en este mundo solo en
forma de «estímulos» externos al individuo. Ninguna concepción de comu-
nidad más allá de la de un conglomerado de individuos podría ser formulada
sobre esta base60.
60 Es probable que estas características de la categoría de comportamiento ayudasen a su promo-
ción como una alternativa a lo «social» durante el período McCarthyite. Hubo factores políticos
involucrados en la puja para reemplazar la «ciencia social» con la «ciencia del comportamiento»
durante este período (Senn, 1966).
Conducta y Aprendizaje 103

El «comportamiento» es una categoría sumamente abstracta cuyo sig-


nificado depende del uso de ejemplares que funcionan como prototipos
otorgadores-de-significado. Esto es lo que proporcionan los experimentos de
aprendizaje animal de los neoconductistas. Fue en estos experimentos que bus-
caron la clave de los principios que rigen la conducta en general; aquí, como
en ninguna otra parte, el comportamiento era supuestamente manifestado en
su forma pura. Sin embargo, lejos de ser así, estas situaciones experimentales
produjeron ejemplos que eran puros artefactos culturales.
Una comparación intercultural ayudará a ilustrar esto. Los psicólogos
europeos generalmente trataban al conductismo como una extraña moda
americana que no debía tomarse en serio. Solo su emigración forzosa obligó a
algunos de ellos a alterar esa posición. Pero hubo una excepción prominente
en los años veinte. Karl Bühler, director del Instituto Psicológico de Viena y
presidente de la Sociedad Psicológica Alemana entre 1929 y 1931, reconoció
que el programa conductista era echt amerikanisch (Bühler, 1927: 20), pero
aceptó que el estudio de la conducta o conducta animal (Benehmen), como él
lo llamó, proporcionó conocimientos que deben formar parte de los funda-
mentos de la psicología. En consecuencia, trató de incorporar el aspecto con-
ductual en su propia síntesis. ¿Pero qué tomó como prototipo de conducta para
este propósito? No era la rata solitaria en el laberinto, ni siquiera el primate
que solucionaba problemas, sino la abeja que comunicaba. Era la obra de von
Frisch sobre el «lenguaje de las abejas» que proporcionaba a Bühler los ejem-
plares que estaba buscando. Esto se debe a que él dio por sentado que el tipo de
comportamiento animal que sería más relevante para el comportamiento hu-
mano tendría que ser el comportamiento comunicativo. Para Bühler, los seres
humanos eran criaturas fundamentalmente comunicantes y el trabajo psico-
lógico de sus años maduros se dedicaba principalmente al estudio del lenguaje
(Bühler, 1990)61. El punto aquí no es si Bühler tenía razón y los entrenadores
de ratas estaban equivocados, sino que la elección de los ejemplares que dan
sentido a la «conducta» abstracta, depende de preconceptos culturalmente de-
terminados sobre la naturaleza fundamental de la conducta humana.

Conducta y control

Quizá el efecto más profundo y más permanente de la anexión conduc-


tista de la categoría de comportamiento se encuentre en la formación de una
estrecha asociación entre comportamiento y «control». Esa asociación ya está
presente en el concepto watsoniano de comportamiento, que había encarna-
do el «ideal de ingeniería» personificado por Jacques Loeb en Biología. Para
Watson, el objetivo de la psicología no era la comprensión de la mente, sino
“la predicción y el control del comportamiento: Si la psicología siguiera el plan
que sugiero, el educador, el médico, el jurista y el hombre de negocios podrían
utilizar nuestros datos de una manera práctica, tan pronto como podamos ob-
tenerlos experimentalmente” (Watson, 1913: 168). Las áreas de la Psicología
que estaban floreciendo, según Watson, fueron aquellas que habían adoptado
efectivamente su objetivo, por ejemplo, la psicología de la publicidad, de las
drogas y de las pruebas psicológicas, así como la «pedagogía experimental», la

61 Se necesitó más de medio siglo para que esta obra fuera traducida al inglés. La disonancia cul-
tural desempeñó un papel significativo en el hecho de que Bühler haya sido desplazado de la
historia -americana-de la psicología (véase Brock, 1994, Weimer, 1974).
104 Nombrar la Mente • Kurt Danziger

psicología jurídica y la psicopatología. Estos ejemplos ilustran que la categoría


de comportamiento de Watson era bastante amplia. Se podría incluir cualquier
cosa que pudiera predecirse confiablemente y ponerse bajo control externo.
La perspectiva de la ingeniería humana, que Watson hizo explícita, de hecho,
había sido prominente en la llamada psicología aplicada durante algunos años.
Un efecto de su campaña fue establecer un vínculo firme entre esa perspectiva
y la categoría de conducta.
En la década de 1920, ese vínculo se había vuelto inconfundible. Este fue
un momento en el que la Psicología Americana se convirtió en una importante
beneficiaria de la financiación privada a gran escala disponible para investiga-
ción que pudiera contribuir al control de los problemas sociales (Samelson,
1985). Hubo un cambio claro lejos del antiguo estilo de investigación psico-
lógica sobre la mente individual, a la investigación sobre la distribución de las
disposiciones y sobre la maleabilidad en grandes grupos de sujetos (Danziger,
1990a). Ahora se aceptaba generalmente que la investigación debía producir el
tipo de conocimiento que sería inmediata o potencialmente útil para fines de
control social. Para distinguir este tipo de conocimiento de la investigación mi-
nuciosa de la conciencia que había caracterizado una fase anterior de la psico-
logía moderna, los apóstoles de la nueva ola siguieron la dirección de Watson
y proclamaron su interés en la «conducta». El término comenzó a funcionar
como una especie de pancarta bajo la cual todos los que creían en una cien-
cia de control social podían reunirse. En 1925, un observador vio un «Reino
del Comportamiento» que había resultado de «un cambio de la comprensión
al control», a la «dirección, el mejoramiento y la mayor eficacia» (citado en
Samelson, 1985: 42). Aquellos que declararon que el objeto de la Psicología era
el «comportamiento» casi siempre lo vinculaban con la estipulación de que su
objetivo era la «predicción y control» de este comportamiento.
El conductismo había sido revolucionario en el sentido de que, aunque
había surgido de un discurso sobre el lugar de la mente en la naturaleza, había
transformado ese discurso en uno sobre el control de la conducta humana.
A medida que el conductismo maduraba y su discurso llegaba a dominar la
disciplina, la polaridad de la mente y el comportamiento se hacía cada vez
más periférica. Eventualmente, términos como «conducta cognitiva» y «con-
ductismo cognitivo» fueron aceptados con pocas críticas. El punto era que el
contexto discursivo que la «conducta» signó había cambiado para entonces
de preguntas sobre la mente a preguntas sobre técnicas para el control de la
conducta humana. El «comportamiento» había llegado a significar cualquier
aspecto de la actividad humana que pudiera ser predicho y controlado por los
psicólogos.
El neoconductismo de los años de 1930 y de los años de los 40 terminó
esta transformación. Marcó la formalización del positivismo que siempre estu-
vo implícito en el conductismo. Watson había expulsado a la fisiología cerebral
casi al mismo tiempo que la mente. El conductismo significaba no penetrar
más allá de la superficie del organismo, pegándose a lo que podría ser directa-
mente observado y controlado. El neoconductismo formalizó la primacía de lo
observable y manipulable, adoptando el lenguaje de variables independientes,
dependientes e intervinientes. Ese lenguaje se discute con cierta extensión en
el Capítulo 9. Se basa en una ecuación del conocimiento científico con la ha-
bilidad técnica para producir efectos específicos. Los constructos psicológicos
tenían ahora que definirse en términos de operaciones específicas que pro-
Conducta y Aprendizaje 105

ducían efectos específicos62. Pero solo las operaciones obtenidas por psicólo-
gos calificados de acuerdo con las normas metodológicas predominantes de la
disciplina fueron reconocidas para este propósito. La adopción de un enfoque
«conductual» significó que uno estaba comprometido con estas normas y con
el papel de control de los científicos que actuaban de acuerdo con ellas.
La psicología previa se había visto obligada a postergar el acceso a la pro-
pia experiencia consciente mediante sujetos utilizados en experimentos psico-
lógicos. En la «ciencia del comportamiento», fue el científico el privilegiado.
Sus operaciones definieron el fenómeno bajo investigación y lo definieron al
servicio del objetivo de la «predicción y control» de las reacciones del sujeto.
En este contexto, el «comportamiento» había llegado a significar una activi-
dad definida de tal manera que la convirtiera en un objeto de la ciencia del
comportamiento. Se refería a lo que era previsible y controlable por los medios
específicos en boga dentro de un grupo particular de expertos.

La abstracción del «aprendizaje»

Una de las características curiosas del programa conductista original fue


el contraste entre la vaguedad de sus propuestas positivas y los objetivos muy
específicos de su crítica. Sus objeciones a la introspección estaban respaldadas
por ejemplos específicos de la psicología del pensamiento y la imaginación,
pero había poco contenido teórico positivo, más allá de algunas preferen-
cias filosóficas expresadas con fuerza para las explicaciones mecanicistas y
materialistas.
Pronto el concepto de «condicionamiento» fue adoptado con entusias-
mo como un relleno apropiado para lo que parecía ser un sospechoso vacío
teórico. Este era un concepto que se había derivado del trabajo que el fisió-
logo ruso, I.P. Pavlov, había hecho sobre los reflejos condicionados. Existía,
sin embargo, un mundo de diferencia entre el significado que este trabajo
había tenido para el propio Pavlov y la importancia que había adquirido en
el discurso del conductismo americano. Para Pavlov, el trabajo sobre los re-
flejos condicionados fue un medio para generar datos a partir de los cuales
se podrían derivar hipótesis sobre procesos cerebrales en animales intactos.
Para los conductistas, el condicionamiento se convirtió en una categoría expli-
cativa que bastaría para explicar el comportamiento adaptativo sin ninguna
referencia a la fisiología cerebral. Pavlov era consciente de esta diferencia. En
un artículo publicado en América, titulado «Respuesta de un fisiólogo a los
psicólogos», se expresó así:

El psicólogo toma el condicionamiento como el principio del aprendizaje, y acep-


tando este principio como no sujeto a análisis ulterior, sin requerir una investi-
gación ulterior, se esfuerza por aplicarlo a todo y explicar todas las características
individuales del aprendizaje como un mismo proceso… El fisiólogo procede de
una manera opuesta… el condicionamiento, la asociación por contigüidad en el
tiempo, los reflejos condicionados, aunque sirven como punto de partida factual
de nuestras investigaciones, están sin embargo sujetos a un análisis posterior.
Tenemos ante nosotros una pregunta importante: ¿Qué propiedades elementales
de la masa cerebral forman la base de este hecho? (Pavlov, 1932: 91 - 92).

62 Para una discusión completa y actualizada del vínculo histórico entre neoconductismo y opera-
cionismo, véase Mills (1997).
106 Nombrar la Mente • Kurt Danziger

Los condicionamientos de tipo pavloviano o «clásico» se convirtieron en


la primera de una serie de principios pseudoexplicativos introducidos para pro-
porcionar el contenido teórico que el marco conductista en sí mismo no podía
proporcionar. Pero ¿qué buscaban explicar con el condicionamiento y sus su-
cesores? La respuesta fue el «aprendizaje». Antes de las «teorías del aprendiza-
je», que constituían el contenido teórico específico del neoconductismo, tenía
que haber una clase de fenómenos agrupados en la categoría de «aprendizaje».
Además, debía haber una convicción de que no era una categoría psicológica-
mente trivial, sino de una importancia fundamental para alcanzar el objetivo
que la disciplina se había impuesto. De hecho, se creía ampliamente que las
«leyes» del «aprendizaje» representaban los principios fundamentales de una
psicología científica. Pero se trataba de una creencia que se basaba en una
construcción histórica muy reciente, es decir, en una categoría de fenómenos
de aprendizaje que era suficientemente unificada para ser explicable en térmi-
nos de un conjunto único de regularidades. En palabras de Pavlov, basar todo
en el aprendizaje significaba “representar todas las aristas separadas del apren-
dizaje como un mismo proceso”.
En los primeros tiempos de la psicología moderna, tal idea habría pare-
cido absurda. No había todavía ninguna categoría de aprendizaje en general
sujeta a un conjunto de leyes. Hubo una serie de contextos en los que apareció
el término «aprendizaje», pero, en el mejor de los casos, estaba ligado por las
más vagas analogías. Curiosamente, estas vagas analogías eran suficientes para
la construcción de una abstracción que dominará el debate teórico en la psi-
cología americana de mediados del siglo XIX. ¿Cómo se originó esta extraña
construcción?
Por supuesto, las referencias casuales al «aprendizaje» de los niños, tales
como caminar y hablar, o el «aprendizaje» de adultos para tocar un instru-
mento musical o un idioma extranjero, se remontan a tiempos remotos. Pero
tales referencias no implicaban que todos los ejemplos de aprendizaje consti-
tuyeran un tipo natural, unidos por rasgos comunes. Por el contrario, en los
textos de filosofía o psicología mental anteriores al siglo XX, tales referencias
casuales al aprendizaje siempre estaban incluidas en las discusiones de aquellas
categorías de fenómenos considerados significativos, como la asociación, el
hábito, la imitación, la memoria, la educación o el entrenamiento, etcétera.
Fueron estas últimas las que proporcionaron un discurso, su estructura y enfo-
que, no la categoría de «aprendizaje»63. Esta relación se invirtió en la psicología
del siglo XX, de modo que estas otras categorías se convirtieron ahora en meros
ejemplos o aplicaciones de la categoría más fundamental de «aprendizaje», que
no podría haber ocurrido si el «aprendizaje» no hubiera adquirido una signifi-
cación que antes no poseía. ¿Cómo y por qué sucedió esto?
A principios de siglo, hubo tres contextos totalmente diferentes en los
que el «aprendizaje» empezaba a recibir un nuevo significado. Uno era la psi-
cología comparada, el segundo era la adquisición de habilidades, y el tercero
era la psicología educativa. Los consideraremos uno por uno.
En la psicología comparativa evolutiva, la actividad del aprendizaje había
sido delimitada como un «criterio de la mente» fundamental (véase Mente
como inferencia, págs., 93 y ss.). Romanes (1884: 20-21) escribió lo siguiente:

63 El famoso Capítulo de William James sobre el hábito en sus Principles of Psychology (1890) es un
ejemplo de esto.
Conducta y Aprendizaje 107

El criterio de la mente, por lo tanto, que propongo… es el siguiente: ¿El organis-


mo aprende a hacer nuevos ajustes, o a modificar los antiguos, de acuerdo con
los resultados de su propia experiencia individual?64

Su argumento se basaba en la creencia de que el aprendizaje de la expe-


riencia debe implicar la «elección» y la elección implicaba necesariamente la
presencia de una «inteligencia consciente». Sea como fuere, los estudios del
aprendizaje de nuevas adaptaciones pasaron a formar parte de la psicología
comparativa evolutiva. El aprendizaje había adquirido cierta importancia. Sin
embargo, su papel sigue siendo secundario; era simplemente un criterio de
cosas como la mente y la inteligencia que eran las verdaderamente fundamen-
tales. En este contexto, el «aprendizaje» no se refería a un proceso mecánico,
sino a uno consciente.
Posteriormente, biólogos, como Loeb y Jennings, que trabajaron con or-
ganismos inferiores, se interesaron por una modificabilidad básica que parecía
estar presente en el comportamiento incluso de los animales más simples. Pero
en este nivel la conciencia estaba efectivamente fuera del cuadro. Uno lidiaba
con ajustes automáticos cuya base físicoquímica podía a veces demostrarse.
El trabajo de Sherrington sobre los ajustes posturales basados en mecanismos
reflejos inconscientes apuntaba en una dirección similar. Hubo mucha varie-
dad, e incluso desacuerdo, con respecto a la naturaleza exacta de las respuestas
adaptativas automáticas de los organismos, pero estaba claro que una categoría
de tales fenómenos tenía que ser reconocida.
La cuestión era si este tipo de modificabilidad tenía importancia para los
organismos superiores, especialmente los seres humanos, y si tenía importan-
cia para niveles de respuesta más «inteligentes». Los biólogos diferían en esto,
y la posición que tomaron tenía mucho que ver con su actitud hacia la teoría
de la evolución. Claramente, la hipótesis de que la modificabilidad del com-
portamiento animal implica los mismos mecanismos en todos los niveles del
desarrollo evolutivo restringe el alcance de la teoría evolutiva. Por otra parte, la
hipótesis de que los procesos de adaptación cambiaron significativamente en
el curso de la evolución, aumenta el dominio de la teoría evolutiva. Esta era
la posición de los darwinistas como Romanes. Loeb, por otra parte, no tuvo
mucho tiempo para el evolucionismo (Pauly, 1987). Su objetivo para la biolo-
gía era en tanto ciencia que proporcionase los principios para el control de la
vida, y en su momento el evolucionismo parecía no tener ninguna contribu-
ción para la realización de ello. En comparación, el estudio de los mecanismos
de adaptación primitivos parecía mucho más prometedor, y Loeb procedió a
empujar la aplicabilidad de estos estudios a formas de vida superiores. Su afir-
mación –realmente no más que una esperanza– era que los mismos principios
fundamentales de la modificabilidad se aplicaban en todos los niveles del de-
sarrollo animal.
El segundo contexto en el que se planteaban cuestiones sobre la natura-
leza del «aprendizaje» implicaba estudios sobre la adquisición de conocimien-
tos prácticos. Los psicólogos norteamericanos tomaron una ventaja temprana
en esta área, publicando datos sobre la adquisición de habilidades como la
telegrafía (Bryan y Harter, 1899), taquigrafía (Swift, 1903) y mecanografía
(Swift, 1904). Muy notablemente, aunque todos estos eran ejemplos de cómo
comunicarse a través de los nuevos medios, el proceso no se conceptualizaba
64 Esto era en realidad una auto cita de su Animal Intelligence (1882) un poco anterior.
108 Nombrar la Mente • Kurt Danziger

como social, sino solo como implicando cambios dentro de un individuo sin-
gular. Sin embargo, estos cambios fueron tratados como casos de una clase
significativa de eventos intraindividuales. Por ejemplo, al trazar la adquisición
de destrezas en la telegrafía se estaba estudiando algo mucho más significativo,
a saber, «la adquisición de una jerarquía de hábitos» (Bryan y Harter, 1899). El
concepto de «hábito» tenía un pedigrí impresionante, habiendo desempeñado
un papel importante en la filosofía mental empirista desde los días de Hume.
En el siglo XIX, el componente motriz de los hábitos había recibido mucha
atención a raíz de la expansión del concepto reflejo65. Para Carpenter (1874), y
para William James que lo seguía de cerca, los hábitos eran esencialmente ajus-
tes sensoriomotores que también actuaban como depositarios de la costumbre
social. El estudio del «lenguaje telegráfico» como ejemplo de adquisición de
hábitos (Bryan y Harter, 1899) encajaba perfectamente en esta tradición.
Sin embargo, la transformación del tema de los hábitos en una etique-
ta para los estudios de laboratorio de habilidades prácticas implicó un cierto
cambio de énfasis. El discurso empirista más antiguo sobre los hábitos se había
preocupado más por su estructura general que por los detalles específicos de
su adquisición. Las investigaciones de laboratorio inspiradas por un interés
práctico en lo que Bryan y Harter llamaron “la psicología de las ocupaciones”,
sin embargo, necesariamente estarían mirando los detalles de la adquisición
de hábitos. Ellos “retratarían los procedimientos típicos de los hombres en el
aprendizaje o en el fracaso de aprender” (Bryan y Harter, 1899: 349). De un
modo sutil, el foco principal había comenzado a cambiar de la naturaleza de
los «hábitos» a la naturaleza del «aprendizaje». Esto rápidamente se tornó más
explícito en investigaciones subsecuentes sobre habilidades prácticas. Ahora
son identificadas como contribuciones a la «psicología del aprendizaje» (Swift,
1903, 1904). A su debido tiempo, se habla de algo llamado «el proceso de
aprendizaje» (Swift y Schuyler, 1907, Richardson, 1912), cuyas características
comunes aparecen en una variedad de habilidades.
En tercer lugar, el «aprendizaje» es algo que los jóvenes académicos y es-
tudiantes hacen en los entornos educativos. Pero ¿cómo se define el problema
psicológico aquí? Tradicionalmente, el aprendizaje del alumno había sido visto
como incidental al problema real, que era el de la memoria. Ese fue uno de
los pocos temas psicológicos verdaderamente antiguos, y la especulación sobre
la naturaleza de la memoria había existido durante siglos. Pero las prácticas
modernas trajeron un cambio en el estatus relativo de memoria y aprendizaje.
Esto se debió a que el programa más extendido para la investigación experi-
mental de la memoria (Ebbinghaus, 1885) definió la memoria en términos del
trabajo de memorizar y no en términos de la experiencia de recordar66. En este
contexto, el «aprendizaje» fue utilizado como sinónimo de memorización, y
las investigaciones experimentales fueron diseñadas para responder preguntas
sobre la eficiencia relativa de diferentes técnicas de aprendizaje.
Ese enfoque proporcionó una excelente base para un programa impor-
tante de aplicación de conocimientos psicológicos en el marco de la escuela.
A comienzos del siglo XX, hubo un interés en la racionalización de la práctica
educativa en todos los países en rápida industrialización del hemisferio norte.
Los métodos tradicionales y los objetivos de la educación fueron rechazados
cada vez más como inadecuados para las condiciones modernas. La escolari-

65 Consulte el Capítulo 4.
66 Para mayor explicación de este punto fundamental, véase Danziger (1990a).
Conducta y Aprendizaje 109

zación debería preparar a los individuos para ocupar los lugares de trabajo en
una sociedad industrial gobernada por el objetivo de maximizar la eficiencia.
No se podría hacer esto muy eficazmente, a menos que los mismos principios
de la racionalización técnica que estaban siendo empleados de manera tan
impresionante en la industria, también se pusieran a trabajar en la refor-
ma de la práctica educativa. Tal fue el trasfondo para el trabajo de un grupo
de educadores alemanes que se comprometieron a establecer a la pedagogía
en una base científica. Eso significaba conducir experimentos para descubrir
la eficacia relativa de diferentes técnicas de aprendizaje, un procedimiento
para el cual los estudios de la memoria de Ebbinghaus habían sentado la
base. La figura central en este esfuerzo fue el psicólogo Ernst Meumann, cuyo
texto estándar para el área había entrado en una segunda edición en 1908
bajo el título de Economía y Técnica de la Memoria [Economy and Thechnique of
Memory] (Meumann, 1908). La tercera edición apareció en inglés como La
psicología del aprendizaje [The Psychology of Learning] (Meumann, 1913). Para
entonces, había un área establecida de investigación psicológica dedicada a la
comparación de diferentes técnicas de aprendizaje desde el punto de vista de
la eficiencia.
La obra alemana en esta área suscitó un interés considerable en América,
donde comenzaban a abrirse líneas similares de experimentación. En muchos
sentidos, E.L. Thorndike era la contraparte de Meumann en América, usando
su posición académica en Teacher’s College, Columbia, para promover estu-
dios sobre el efecto de las variadas condiciones en juego en el aprendizaje de
las tareas escolares. En 1913 se publicó su Psicología Educativa [Educational
Psychology] en tres volúmenes, cuyo segundo volumen estaba totalmente dedi-
cado a La Psicología del Aprendizaje [Psychology of Learning] (Thorndike, 1913).
El tercer contexto de los estudios de aprendizaje ya estaba bien desarrollado
para este tiempo. El volumen de Thorndike incluía una bibliografía de nueve
páginas, aunque algunos de los ítems se referían a la investigación sobre el
aprendizaje de los animales y sobre la adquisición de habilidades.
A este respecto, había una diferencia notable entre el texto de Thorndike y
el texto de Meumann. Este último se dedicó exclusivamente a la memorización
humana del material simbólico. En el caso de Thorndike, sin embargo, hay un
capítulo introductorio sobre «las leyes del aprendizaje en animales», así como
una referencia frecuente a la investigación sobre la adquisición de habilidades.
Una revisión más detallada revela que el significado de la categoría «aprendi-
zaje» es muy diferente para estos dos autores. Para Meumann, «aprendizaje»
era esencialmente un sinónimo de «memorizar». Se trataba de una actividad
humana intencional, que involucraba la atención consciente, estudiada en el
contexto específico de la tarea escolar. El «aprendizaje» de Thorndike era un
asunto mucho más amplio. Lo que sucedía en el aprendizaje en la escuela era
solo una manifestación de un proceso biológico que también podría obser-
varse en los animales –monos, gatos, pollitos y tortugas que se mencionan
explícitamente–. Más aún, este proceso obedecía a unas pocas «leyes» simples,
que Thorndike enumeraba. Las mismas leyes operaban en la adquisición de
habilidades motoras humanas y en el aprendizaje ideacional. Lo que se había
estudiado en tres contextos muy diferentes, ahora se supone que es un mis-
mo proceso. Claramente, un fenómeno psicológico tan penetrante como el
«aprendizaje» de Thorndike proporcionaría un enfoque para una parte signifi-
cativa de la disciplina. Por el contrario, el «aprendizaje» de Meumann no era
110 Nombrar la Mente • Kurt Danziger

más que un medio técnico empleado en un contexto práctico muy restringido.


Ni él ni ningún otro psicólogo europeo habían pensado que el «aprendizaje»
definiera un área importante de la investigación y teoría psicológicas básicas.
Pero en Estados Unidos, Thorndike, fue el contribuyente más influyen-
te a un discurso emergente que tomó al «aprendizaje» en un sentido amplio
como su objeto67. Su escrito no era el primer volumen dedicado al tema. Un
texto sobre El proceso de aprendizaje [The Learning Process] (Colvin, 1911) había
aparecido dos años antes, alegando que el proceso era similar en animales y
niños, y también incluía alguna referencia a la adquisición de habilidades. En
el año en que se publicó el texto de Thorndike, el Psychological Review publicó
un artículo sobre «Las leyes del aprendizaje» [The laws of learning], basado
en la afirmación de que “los diversos procesos que en varios animales se lla-
man aprendizaje, hábito, memoria, asociación, etc., son en el fondo uno y el
mismo proceso” (Haggerty, 1913). Pronto, parecía perfectamente razonable
llevar a cabo estudios experimentales que utilizaron tanto ratas como seres
humanos como sujetos en la investigación del proceso de aprendizaje (por
ejemplo, Pechstein, 1917, Webb, 1917)68. Los psicólogos también adoptaron
la práctica de agrupar los datos de una serie de sujetos para producir «curvas
de aprendizaje» basadas en promedios que no necesariamente corresponden
al desempeño de un solo organismo vivo. Tales abstracciones estadísticas a
menudo funcionaban como la contrapartida práctica de la abstracción con-
ceptual involucrada en la categoría de «aprendizaje».
Durante el periodo en que la Psicología se involucró con la milicia, en la
Primera Guerra Mundial, el término «aprendizaje» se usó como un vehículo
para adjudicar afirmaciones extravagantes a la experiencia profesional. Se su-
girió que los psicólogos tenían conocimientos científicos del «aprendizaje» que
serían aplicables en una amplia variedad de contextos, desde el “aprendizaje de
complicadas maniobras militares” hasta la “pérdida del propio temperamen-
to” (Strong, 1918).
El período de la posguerra vio el establecimiento firme del «aprendizaje»
como una subdivisión importante dentro de la psicología americana. Los tex-
tos introductorios, comenzando con el muy exitoso Psicología [Psychology] de
Woodworth de 1921, discutirían la evidencia de experimentos con animales en
conjunción con trabajos sobre las habilidades humanas y los estudios de me-
moria para promover la noción de las mentadas «leyes del aprendizaje», cuyo
dominio era universal. Los serios debates sobre el contenido preciso de estas
leyes reforzaron la creencia en su existencia. Sobre las dos décadas siguientes,
las «teorías del aprendizaje» emergieron como el área focal de la teorización
básica en la Psicología Americana. Siempre al corriente de las tendencias ac-
tuales, Woodworth (1934: 223) escribe en la tercera edición de su texto que
67 Thorndike también había sido el primero en usar el «aprendizaje» como una categoría para
popularizar la psicología. En sus primeros trabajos sobre el aprendizaje de los animales, había
utilizado la expresión de entonces «inteligencia animal», pero en su popular The Human Nature
Club (Thorndike, 1902), que siguió poco después, ya utiliza el «aprendizaje» como una categoría
psicológica.
68 Una razón de la popularidad temprana del laberinto como un dispositivo para el estudio del
aprendizaje puede haber sido que era una tarea que se podía dar tanto a ratas como a seres hu-
manos, indicando que se trataba fundamentalmente del mismo fenómeno en ambos casos. El
laberinto también parecía requerir aprendizaje motriz, por lo que es fácil poner el aprendizaje del
laberinto en la misma categoría que la adquisición de una habilidad. Así, los estudios del apren-
dizaje del laberinto se convirtieron en la práctica investigativa que proporcionó el contenido em-
pírico perfecto para una categoría de aprendizaje que se había derivado de la abstracción de tres
contextos muy diferentes.
Conducta y Aprendizaje 111

«el trabajo de la psicología debe consistir en gran medida en la investigación


del aprendizaje». Además, los experimentos con animales, especialmente en
ratas, se han convertido en el vehículo favorito para este tipo de trabajo. Como
explica el texto: «La psicología busca desentrañar el proceso de aprendizaje no
como un proceso específicamente humano –que no lo es– sino como un pro-
ceso común a muchos, si no, a todos los animales. Los procesos más simples
en la rata son instructivos sólo por su simplicidad comparativa» (Woodworth,
1934: 225).
El destino de la categoría de «aprendizaje» estaba íntimamente relaciona-
da al conductismo. Watson (1914: 45) parece haber anticipado esto: “Debido
a su relación con la formación humana, el aprendizaje en los animales es
probablemente el tema más importante en todo el estudio de la conducta”.
Las leyes y las teorías del aprendizaje proporcionaban el contenido del cual el
conductismo carecía, una asimilación que se basaba en presupuestos comunes.
En primer lugar, había una minimización implícita del cambio evolutivo69. En
contraste con los darwinistas, las «leyes» en las que los conductistas estaban
interesados no eran relatos históricos que explicaban cambios naturales masi-
vos durante largos períodos de tiempo. Su modelo estaba mucho más cerca de
la ingeniería física que de la biología evolutiva. Lo que buscaban eran princi-
pios de amplia aplicabilidad que podían emplearse en el control práctico de la
conducta. Para ello, requerían categorías abstractas para manipular los cam-
bios de corto plazo (Mills, 1997), y eso es lo que proporcionaron las teorías
del «aprendizaje». En esta perspectiva, todos los organismos eran vistos como
objetos potenciales de control, no como productos de un proceso histórico. Los
organismos no solo eran «vacíos», carentes de las características hereditarias
fijas de las especies, sino también solitarios, es decir, estudiados aisladamente
de cualquier medio natural. En el caso de los seres humanos, eso convergía
con la tendencia a realizar un divorcio radical entre el individuo y la sociedad.
En este uso, el «aprendizaje» siempre fue un fenómeno de cambio individual,
nunca uno de co-cambio entre varios individuos que comparten un campo
social.
Las categorías de «comportamiento» y de «aprendizaje» representaban,
sin duda, la más pura expresión del modernismo del siglo XX en todo el ámbito
de la psicología. Hay una ironía considerable en el hecho de que las categorías
que más estrictamente proclamaron el universalismo abstracto de la Psicología
fueron precisamente las más parroquiales en un sentido cultural e histórico.

69 Thorndike (1911: 280) había explicado esto en una etapa temprana: «Si mi análisis es cierto, la
evolución del comportamiento es algo bastante simple. Formalmente el cangrejo, el pescado, la
tortuga, el perro, el gato, el mono y el bebé tienen intelectos y caracteres muy similares. Todos
son sistemas de conexiones sujetos a cambios por la ley de ejercicios y efectos».
ANUARIO DE PSICOLOG~A
Núm. 34 - 1986 (1)

HUMANISTA: HISTORIA,
LA PSICOLOGÍA'
CONCEPTO Y METODO

MANUEL VILLEGAS BESORA


Facultat de Psicologia
Universitat de Barcelona

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