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RESUMEN
ABSTRACT
The current investigation in focused on a dispute of sovereignty that confronts China
and Japan around the Senkaku/Diàoyútái islands. This conflict, otherwise deeply
analyzed since theoretical approaches such as Realism and Neo-realism standing out
variables like security and hard power, has been descripted in this article working on the
principle that can be explain emphasizing variables like identity, national proud and
national dignity. On this assumption, we think it’s necessary specify the incidence of the
identity components constructed in the sino-japanese bilateral relations on this dispute
in the interval of time 2000-2016.
INTRODUCCIÓN
1
Las islas Senkaku/ Diàoyútái son un conjunto de cinco islas y tres peñascos ubicados en el Mar de China
Meridional, a 170 km tanto de la isla de Ishigaki (Japón) como de Taiwán y a 330 km de China. El
archipiélago de las Senkaku/Diàoyútái está compuesto por la isla Uotsuri, seguida por las islas
Minamikojima, Kitakojima, Kuba y Taisho. También contiene los siguientes peñascos denominados
Okinokitaiwa, Okinominamiwa y Tobise (Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón).
2
En las relaciones bilaterales de China y Japón existen otros ámbitos tanto de cooperación como de
conflicto. Como áreas de cooperación pueden mencionarse el combate contra diversas amenazas como el
terrorismo, la proliferación nuclear y la piratería en las aguas circundantes, y la estrecha cooperación
económica comercial que sitúa a Japón como proveedor de productos manufacturados y a China como
mercado para la colocación de productos japoneses, entre otros. Por otra parte, los ámbitos de conflicto
son la modernización y crecientes inversiones en el sector militar que ambos países han llevado adelante
en la última década, la cuestión de las visitas de los mandatarios japoneses al templo Yasukuni, el tema
de los contenidos de los libro de texto japoneses acerca de los acontecimientos de la Segunda Guerra
Mundial, la competencia por una mayor preeminencia en Asia Pacífico y protagonismo en los organismos
multilaterales internacionales y regionales tales como Naciones Unidas, Asean, entre otros.
3
La Constitución de Japón también llamada Constitución Pacifista 平和憲法, fue impuesta por Estados
Unidos al país tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial. Fue aprobada el 3 de Mayo de 1947 e
incluye en su Artículo 9 la disposición de que el Estado renuncia formalmente a la guerra como derecho
soberano y prohíbe la resolución de disputas internacionales a través del uso de la fuerza. A su vez, por el
mismo artículo, el país no puede mantener fuerzas armadas con potencial bélico, aunque mantiene las
Fuerzas de Autodefensa de Japón (Álvarez Calzada, 2009).
aliados, principalmente a Estados Unidos. Por otro lado, la política seguida por Japón
con el objetivo de conseguir un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas ha reflejado su interés en una mayor participación en este organismo
internacional y en la escena global.
Por su parte, China ha asistido a una crisis identitaria en la década de 1990
caracterizada por una declinación de la identidad socialista dominante que tuvo sus
orígenes en la era de Mao (Viskupic, 2013). Entrada la posguerra fría, se le otorgó
mayor relevancia a la ‘victimización’ de China, esto es, a su auto-caracterización como
un país que había sufrido injusticias en manos de potencias foráneas, principalmente de
Japón. En consecuencia, se comenzó a acentuar la imagen de este país como ‘el otro’
opuesto y antagónico, responsable en gran parte de las humillaciones sufridas por la
nación.
El constructivismo, perspectiva de base para el análisis en el presente trabajo,
argumenta que los actores internacionales más allá de ser entes egoístas o
cooperadores, lo que en realidad los distingue es que son agentes profundamente
sociales, y responden a los intereses que son creados desde la construcción de sus
identidades. Estas a su vez están fuertemente vinculadas a elementos tales como la
memoria colectiva y la historia compartida que condicionan el interés nacional y
comportamiento de los agentes.
La identidad como categoría centrar dentro del constructivismo refiere a qué son o
quiénes son los actores, es decir que la misma posee un alto contenido cultural que
influye en el devenir de las Relaciones Internacionales. En este sentido, en el caso del
conflicto de las islas Senkaku/Diàoyútái, tanto China como Japón se relacionan
conforme a sus identidades e interpretan las acciones de su contraparte bajo este
prisma identitario y a partir del contacto intersubjetivo. Lo anterior da como resultado
un accionar específico en el escenario internacional y una ponderación de objetivos de
política exterior y de intereses que cada Estado se propone defender y fomentar.
Partiendo de las consideraciones hasta aquí presentadas, el interrogante principal
que guía la investigación es: ¿Cómo inciden los componentes identitarios en las
relaciones bilaterales sino-japonesas respecto al conflicto territorial por la soberanía de
las Islas Senkaku/Diàoyútái en el siglo XXI?, a partir del mismo se plantea como objetivo
general analizar la incidencia de los componentes identitarios en las relaciones
bilaterales entre China y Japón respecto al conflicto de las Islas Senkaku/Diàoyútái en el
período 2000-2016.
Como hipótesis central que guía el presente estudio, sostenemos que durante el
siglo XXI se ha producido un proceso de reformulación de las identidades estatales de
China y Japón fundamentado en la presencia de rivalidades históricas, que impacta
negativamente en la relación bilateral y tiene como foco de mayor tensión la soberanía
territorial de las islas Senkaku/Diàoyútái; situación que afecta principalmente la
dimensión político-diplomática.
diplomáticas, políticas y militares. Japón se erigió desde fines del siglo XIX como “un país
fuerte y respetado, y por ende requería una política exterior más dinámica y agresiva”
(Mostaccio, 2017, p. 2). A partir de la década de 1930, en el país nipón había ganado
mayor fuerza el militarismo4 (Pereyra Doval, 2008, p. 4). En 1937 continuó su avance
sobre el territorio chino y ocupó Indochina dando comienzo a la Segunda Guerra Sino-
Japonesa. “Esta se convirtió en la experiencia más traumática durante el siglo de la
Humillación y la hora más oscura de las relaciones sino-japonesas” (Villarreal, 2015, p.
23). A partir de 1939 la guerra librada contra China quedó enmarcada dentro de la
segunda conflagración mundial. En septiembre de 1945 Japón sufrió el ataque de dos
bombas atómicas en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki y aceptó la rendición
incondicional.
Por su parte, la República China proclamada por Sun Yat Sen en 1912 se
encontraba debilitada, sin poder consolidarse y se abrió paso a un interregno de
décadas caracterizadas por constantes guerras civiles entre el Partido Comunista Chino
(en adelante PCCh) de Mao Tse Tung y el partido Nacionalista de Chang Kai Chek (quien
se impuso a la cabeza del mismo luego de la muerte de Sun Yat Sen en 1925).
En China, Mao Tse Tung erigió en 1949 la República Popular China y a partir de su
victoria el PCCh empleó la narrativa del “Siglo de la Humillación” como una fuente de
capital político para legitimarse en el poder. El Siglo de la Humillación se refiere a los
110 años comenzados en 1839 en los cuales China sufrió indignidades políticas,
militares y culturales, tales como ser forzada a suscribir tratados en posición de
desventaja con las potencias extranjeras en el siglo XIX, la cesión de Hong Kong y otros
territorios, la conquista militar por Japón de Taiwán y parte de Manchuria, la
independencia del Tíbet en 1912 (más tarde recuperado en 1950), de Mongolia y
Xinjiang en las décadas de 1920 y 1930, la caída del milenario sistema imperial en 1911,
las guerras sinojaponesas, entre otros.
En los decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial hasta el año 1972 ambos
países mantuvieron vínculos económicos comerciales fluidos a pesar de que no
5
Japón en 1952 había concluido con Taiwán el Tratado de Paz, en virtud del cual para Japón residía en
Taiwán el verdadero gobierno chino, no reconociendo aquel situado en China continental con Mao Tse
Tun a la cabeza del PCCh.
6
Las Islas Ryukyu o Islas Nansei Shoto están compuestas por grupos de islas entre las que se destacan la
isla de Okinawa, las Osumi, las Daito y las Senkaku (nombres japoneses actuales).
7
El artículo 3 del Tratado de San Francisco mencionaba que “Japón dará su aprobación a cualquier
proposición que presenten los Estados Unidos a las Naciones Unidas para colocar bajo el régimen de
administración fiduciaria, y designar a los Estados Unidos como única autoridad encargada de dicha
administración, a las islas Nansei Shoto al sur del 29’ de latitud norte (inclusive las islas Ryukyu y las
islas Daito), a Nanpo Shoto, al sur de Sofu Gan (inclusive las islas Bonin, la isla del Rosario y las islas
Volcano), la isla de Parecel Vela y la isla de Marcus. Mientras se presenta y se aprueba esta proposición,
los Estados Unidos tendrán el derecho de ejercer todas y cada una de las facultades de administración,
legislación y jurisdicción sobre el territorio y los habitantes de estas islas, inclusive sus aguas territoriales
(Tratado de San Francisco, 1952).
Por su parte, el Japón de la post Guerra Fría debió asumir responsabilidades como
segunda potencia económica mundial e inició un camino tendiente a ampliar sus
horizontes diplomáticos e involucrarse más con los asuntos políticos y de seguridad8. Sin
embargo, la peor recesión económica desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, junto
con una dramática caída de la moral nacional, el problema de una aguda corrupción
política, entre otros factores minaron su objetivo de erigirse como un actor de primer
orden en el ámbito político internacional (He, 2014). A partir de allí Japón pretendió
erigir una nueva identidad tendiente a devolverle al país su antiguo status y recuperar la
confianza de su pueblo.
Durante la primera parte del siglo XXI, los líderes chinos han enfatizado como
(fùxīng) de la nación china. Mientras que, por otro lado, la tarea de la dirigencia
japonesa ha sido la restauración 維新 (ishin) de Japón como un país normal. Un
componente decisivo de estas identidades es que ambas partes culpan a la otra de ser
un obstáculo en el camino hacia la restauración o el rejuvenecimiento. Japón ha
sostenido que China pretende bloquear su proceso de convertirse en un Estado normal
(como en el caso de convertirse en un miembro permanente del Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas), mientras que China se ha convencido de que su rejuvenecimiento
debe basarse en recibir justicia por los padecimientos a lo largo de su historia (Wang,
2013). Por otra parte, la normalización de Japón como actor principal del sistema
internacional es percibido por Pekín como la voluntad de Tokio de convertirse en una
potencia hegemónica (López I Vidal, 2012).
Debemos resaltar que pese a la gran ambivalencia de las relaciones políticas y
diplomática sino-japonesas, los intercambios económicos-comerciales han estado
8
El involucramiento de Japón en política y seguridad internacionales puede comprobarse en el papel
activo que desempeñó en la Organización para el Desarrollo de la Energía de la Península de Corea
creada en 1995 para abordar la crisis nuclear en la península, el fortalecimiento de los lazos con Rusia y
los países de Asia Central, la iniciativa japonesa de la Conferencia Internacional de Tokio sobre el
Desarrollo de África para abordar la pobreza del continente, entre otras medidas (Yuichi, 2011). En
materia de seguridad Japón participó en la Guerra del Golfo de 1991 mediante apoyo financiero a la
coalición que liberó a Kuwait de la ocupación iraquí y una vez finalizada la guerra envió buques de la
Fuerza Marítima de Autodefensa para limpiar el Golfo Pérsico de minas. Además a partir de 1992
desempeñó una gran participación en la operaciones de pacificación y mantenimiento de paz de las
Naciones Unidas como la de Camboya (Yuichi, 2011).
Las islas toman una denominación diferente para los japoneses (islas Senkaku
su vez forma parte de las islas Ryukyu (llamadas en japonés Nansei Shoto - 南西諸島)10.
Cabe mencionar que debido a su condición geográfica, las islas poseen una tierra
estéril y desértica, además de la presencia de grandes rocas y acantilados que las hacen
inapropiadas para cultivos agrícolas o cualquier otra actividad productiva (Kuniyoshi,
2013). No obstante, la localización particular de las Senkaku/Diàoyútái en el Mar de
China Oriental11, que constituye uno de los corredores marítimos y aéreos más
importantes en términos estratégicos y económico-comerciales para los países que se
encuentran a la ribera del mismo, hace que las islas sean relevantes para la seguridad y
defensa nacional tanto de China como de Japón.
En términos económicos, la posesión de las islas permite que el país que ejerce
soberanía sobre las mismas ensanche tanto su plataforma continental como su zona
económica exclusiva (ZEE). En tal caso lo haría poseedor de ingentes recursos
pesqueros, vastas reservas de gas y petróleo, lo cual lo posicionaría en ventaja con
9
Las cinco islas se denominan: Uotsuri, Minamikojima, Kitakojima, Kuba y Taisho y los tres peñascos
son Okinokitaiwa, Okinominamiwa y Tobise.
10
Cabe recordar que las Islas Ryukyu o Islas Nansei Shoto están compuestas por grupos de islas entre las
que se destacan la isla de Okinawa, las Osumi, las Daito y las Senkaku (nombres japoneses actuales).
Están divididas en dos Prefecturas, la de Okinawa y de Kagoshima, que se encuentra más cerca de Japón,
al sur de la isla de Kyushu. Las mayores islas por orden de superficie e importancia son
Okinawa, Amami Oshima y Yakushima, sumando entre las tres más de la mitad de los 4.700 Km2 de la
totalidad del archipiélago.
11
El mar de China Oriental es una parte del océano Pacífico rodeada por China, Japón, Corea del Sur y
Taiwán.
12
El estudio realizado por las Naciones Unidas en 1968 arrojó como resultado que los recursos de
hidrocarburos en el Mar de China Oriental podían compararse con los de Arabia Saudita (Villarreal,
2015).
13
El Derecho Internacional postula que en la aquiescencia, entendida como inacción o falta de protesta
por parte de un Estado frente a una situación dada durante un lapso de tiempo razonable, es considerada
como la aceptación de los hechos por parte de dicho Estado.
Costera Japonesa en las aguas en torno a las disputadas islas. Como resultado la
tripulación y el capitán Zhan Qixiong fueron arrestados bajo el cargo de obstrucción de
la ejecución del deber público. A los pocos días, la tripulación fue liberada pero se
retuvo a su capitán (Fujihira, 2012). Este acontecimiento provocó graves reacciones
tanto en el ámbito político-diplomático, económico-comercial y a nivel de reclamos de
la sociedad civil afectando sustancialmente las relaciones bilaterales sino-japonesas.
El incidente fue percibido como el comienzo de un comportamiento más agresivo
por parte de China como parte de un plan a largo plazo de cambiar por la fuerza el
estatus quo en el Mar de China Oriental, especialmente con respecto a las
Senkaku/Diàoyútái (Wang, 2012).
El conflicto impactó adicionalmente en el Tratado de Seguridad entre Estados
Unidos y Japón ya que la Secretaria de Estado de ese país Hillary Clinton manifestó
públicamente que era aplicable al territorio de las islas Senkaku/Diàoyútái a pesar de
que declaró no tomar posición sobre quien recaía el derecho de soberanía. Frente a
estas declaraciones, China emitió las suyas negando la validez de la aplicación de dicho
tratado que es de carácter bilateral y reiterando que “China tiene soberanía
indisputable” (Zhaoxu, 2010).
Las acciones japonesas fueron caracterizadas como “absurdas, ilegales e inválidas, y
que afectaban la soberanía territorial china” (China Daily, 2010, en Viskupic, 2013). La
identidad de víctima volvió a reactivarse en este incidente generado fuertes reacciones
tanto en el gobierno como en la sociedad civil, quien manifestó en las calles su
descontento con las detenciones.
En el año 2012 la controversia ganó fuerza una vez más debido a que el 11 de
septiembre se efectuó la compra y nacionalización de las islas Uotsuri, Minamikojima y
Kaitakojima. El gobierno formalmente confirmó la adquisición frente a los miembros del
Gabinete donde se determinó además que la Guardia Costera Japonesa sería la
encargada de manejar las islas. Al día siguiente se tomó la decisión de pagar 2.05
billones de yenes al propietario (Nakauchi, 2012).
El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China declaró que “la llamada
compra de las islas por parte del gobierno japonés es ilegal e inválida. China se opone
resueltamente a ella. La parte japonesa no debe cometer un error tras otro, ni actuar a
su antojo, y debe cesar de inmediato todos los actos que dañan la soberanía territorial
de China” (Hong, 2012). Más allá de las protestas formales, la sociedad china
nuevamente se manifestó en las calles para expresar su repudio a la nacionalización de
las islas y para presionar al gobierno chino a accionar con mayor dureza frente a esta
situación, agravada tras el desembarco días más tarde de un miembro del gabinete
japonés en las propias islas, un hecho sin precedentes (Ríos, 2012).
El conflicto provocó además otras reacciones que perjudicaron las relaciones
políticas-diplomáticas: variados eventos de intercambios ministeriales, reuniones
oficiales y encuentros bilaterales fueron cancelados y pospuestos, tales como las
celebraciones a finales de septiembre en conmemoración del 40 aniversario de la
normalización de las relaciones diplomáticas entre China y Japón (Nakauchi, 2012).
China, por su parte, suspendió su asistencia a las reuniones anuales del Banco Mundial y
el Fondo Monetario Internacional organizados por Tokio en octubre del mismo año
(Portafolio, 2012).
Por último, ambos países adoptaron posturas intransigentes en el ámbito militar y
de seguridad marítima a partir del incidente. Del lado japonés, la victoria de Shinzo Abe
en las elecciones de diciembre de 2012 significó un endurecimiento de su posición ya
que conminó a las Fuerzas de Autodefensa a efectuar disparos de advertencia si
detentaban la presencia de aviones de vigilancia chinos sobre las islas. Por parte de
China, el país aumentó las medidas para demarcar formalmente sus aguas territoriales
con zona de disputa mediante el envío de mayor cantidad de barcos patrulla y desafiar
de esa forma el control de facto que llevaba a cabo Japón (Ríos, 2012a).
En diciembre del 2015 se confirmó por primera vez la entrada de barcos del
gobierno chino equipados con cañones en la zona contigua japonesa. Días más tarde
esos mismos barcos penetraron las aguas territoriales de Japón. Más recientemente en
agosto de 2016 un navío del gobierno chino junto a un barco pesquero se introdujeron
en las aguas territoriales de las Senkaku/Diàoyútái. Con posterioridad, un total de 36
navíos gubernamentales chinos penetraron las aguas territoriales japonesas (Ministerio
de Relaciones Exteriores de Japón, 2016).
CONCLUSIONES
Expusimos que la construcción identitaria particular que adoptaron China y Japón a
partir del nuevo siglo otorgó el sustento para considerar la posesión de las islas
Senkaku/Diàoyútái como un objetivo que iba más allá de su valor material. Los
elementos históricos como parte de la memoria de un Estado se volvieron importantes
para comprender las relaciones sino-japonesas contemporáneas y particularmente para
dar cuenta de la posición de China frente a la disputa por las islas en la cual ve a Japón
como un actor que pretende someter al país a la fragmentación de su territorio,
hiriendo la soberanía nacional y despertando las memorias de las más atroces
humillaciones perpetradas al pueblo chino. Como contraparte Japón, inmerso en su
nueva identidad bajo la meta de lograr un país normal, adoptó una postura más firme
argumentando que los errores cometidos por otras generaciones en el pasado no han
sido olvidados pero a su vez ha sostenido que el país ya se disculpó lo suficiente.
Las acciones de Japón en torno a las islas en el periodo 2000-2016 son vistas desde
China a través de los lentes de la historia de humillaciones sufridas a manos de este
país. De esta forma la política exterior de Pekín con respecto al conflicto ha sido
manejada en función de un objetivo emocional el cual es prevenir nuevas humillaciones
y a la vez compensar las injusticias perpetradas por los japoneses en el pasado. Así,
superar la injusticia, la humillación y la victimización a través del rejuvenecimiento del
país se convirtió en la premisa de la nueva identidad china a partir de fin de la Guerra
Fría, enfatizándose en el nuevo siglo.
Por su parte Japón también ha accionado conforme a la nueva identidad que fue
gestando a partir de mediados de la década de 1990 como resultado de los golpes
económicos e inestabilidad política. Tokio respondió a la necesidad de aglutinar a la
sociedad nipona en torno a un estado restaurado en su gloria pasada, recobrando su
dignidad y orgullo, dejando atrás el pasado de errores y desaciertos para poder erigir un
país normal fortalecido en su accionar internacional.
Las ansias para China de recobrar las islas se convirtió en una meta irrenunciable
para compensar las injusticias sufridas y esto se vio reflejado en el aumento de las
intromisiones en sus aguas circundantes para modificar el status quo. Retóricas tales
como ‘cualquier medida unilateral con respecto a las islas Diàoyútái tomada por el lado
japonés es ilegal e inválida’; ‘China tiene soberanía indisputable’; ‘Japón debe cesar de
inmediato todos los actos que dañan la soberanía territorial de China’ se han vuelto más
frecuentes en los últimos años manifestando la postura china estrechamente vinculada
a una identidad con marcadas características nacionalistas y reivindicativas.
Con respecto a Japón, la narrativa masoquista de situarse como victimario de sus
vecinos asiáticos en las guerras pasadas fue considerada como un gran obstáculo al
crecimiento de la moral nacional, con lo cual a partir del siglo XXI el prestigio y la
dignidad nacionales serían los objetivos a alcanzar. En este ambiente, el control y la
administración de las islas fueron redoblados. Usuales declaraciones como ‘las islas
Senkaku son parte inherente del territorio japonés’ y ‘Japón responderá de forma firme
a cualquier incursión’ amparan en lo discursivo sus acciones tendientes a tomar una
postura más firme ejerciendo una soberanía acorde a un modelo de país que busca un
lugar de mayor prestigio en la región asiática y en el mundo.
En virtud del objetivo general de la investigación se propuso la hipótesis central que
pudo ser constatada a partir del relevo de los aspectos discursivos y actitudinales de las
autoridades chinas y japonesas lo cual nos permitió ver que por una parte el tema de las
islas Senkaku/Diàoyútái se convirtió en un nudo esencial que dificulta y obstruye las
relaciones bilaterales sino-japonesas ya que su tratamiento toma gran relevancia dentro
de la matriz identitaria que ambos países construyeron en el nuevo siglo. Esto se debió
a que a través de un análisis de la cuestión que empleaba categorías constructivistas
pudimos comprender que para estos países (con culturas, modos de ser,
comportamientos y proceder tan ajenos a veces para el pensamiento occidental) el
territorio tiene un valor sentimental y que por consiguiente las islas forman parte del
‘uno mismo’.
La identidad, cimentada fuertemente en caso de China y Japón en los hechos del
pasado, otorga un espacio de gran importancia a la memoria histórica, y el pasado
compartido de estos países ha sido turbulento y en muchas ocasiones violento, lo cual
ha ahondado la brecha de comprensión entre ambas naciones. De esta manera, la
historia vivida ha echado raíces en la conciencia de China y Japón provocando la lejanía
si bien no significa acuerdo en todas las cuestiones, implica la aceptación del otro como
un rival en competencia pero no como una amenaza que requiera de respuestas fuertes
y agresivas que solo alimentan las identidades excluyentes.
La construcción de la identidad es algo dinámico y la otredad puede ser revertida
para edificar una identidad inclusiva basada en el reconocimiento de la contraparte
como un oponente con puntos de encuentro pero no como un enemigo histórico. Las
islas Senkaku/Diàoyútái deben dejar de considerarse como una cuestión que dirime en
última instancia la justicia para China y la redención para Japón.
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