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cfbaptista,+CONFLICTO+CHINA JAPON+pdf+4

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Volume 8, 2019, p. 01-22


DOI: 10.12957/neiba.2019.43204|e43204|ISSN: 2317-3459

EL CONFLICTO TERRITORIAL ENTRE CHINA Y JAPÓN POR LA


SOBERANÍA DE LAS ISLAS SENKAKU/DIÀOYÚTÁI EN EL SIGLO
XXI: UN CONTENCIOSO PERMEADO POR LAS IDENTIDADES
ESTATALES (2000-2016)
The Territorial Conflict Between China and Japan for the Sovereignty of the
Senkaku/Diàoyútái Islands: A Dispute Influenced by National Identities
(2000-2016)
Lorella Soledad Ciuti1
1
Universidad Nacional de Rosario (UNR), Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina. E-
mail: lorella_sc@hotmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0059-7102

Recebido em: 06 jun. 2019 | Aceito em: 09 set. 2019.

Esta obra está licenciada com uma Licença Creative Commons Atribuição 4.0
2

RESUMEN

El presente trabajo de investigación se centra en el estudio del conflicto territorial que


involucra a China y Japón en torno a la soberanía territorial de las Islas
Senkaku/Diàoyútái. Esta disputa ha pasado a representar un caso en el que cuestiones
inmateriales como sentimientos nacionalistas, memorias del pasado, cultura, entre
otras variables se tornan elementos sumamente influyentes a la hora de resolver el
contencioso debido a que las islas en cuestión ocupan un lugar fundamental en la
construcción de la identidad nacional como bastión de defensa del orgullo y dignidad
para cada nación. A partir de ésta concepción la intención principal de este estudio es
analizar la incidencia de los componentes identitarios en las relaciones bilaterales sino-
japonesas respecto al conflicto en el período 2000-2016.

Palabras clave: Identidad Nacional, Islas Senkaku/Diàoyútái, Relaciones Sino-japonesas.

ABSTRACT
The current investigation in focused on a dispute of sovereignty that confronts China
and Japan around the Senkaku/Diàoyútái islands. This conflict, otherwise deeply
analyzed since theoretical approaches such as Realism and Neo-realism standing out
variables like security and hard power, has been descripted in this article working on the
principle that can be explain emphasizing variables like identity, national proud and
national dignity. On this assumption, we think it’s necessary specify the incidence of the
identity components constructed in the sino-japanese bilateral relations on this dispute
in the interval of time 2000-2016.

Keywords: National identity, Senkaku/Diàoyútái islands, Sino-japanese relations.

Revista Neiba, Cadernos Argentina-Brasil, Rio de Janeiro, Vol. 8, 2019


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INTRODUCCIÓN

En el nuevo milenio las relaciones entre China y Japón se han complejizado,


producto de cambios domésticos en ambos países que impactaron en sus vínculos
bilaterales. De acuerdo a estas desconfianzas mutuas que vienen caracterizando las
relaciones entre China y Japón en el siglo XXI, el conflicto en torno a la soberanía
territorial de las Islas Senkaku/Diàoyútái1, es una de las disputas presentes en la región
de Asia Oriental que enfrenta a estas grandes potencias y por lo tanto tiene gran
incidencia en la escena internacional. El contencioso se erige como un foco de tensión
que se ha exacerbado fundamentalmente a partir del nuevo siglo haciendo peligrar no
sólo las relaciones bilaterales sino que pone en vilo a toda la región2.
En el caso de Japón, en el siglo XXI los sucesivos mandatarios han tenido como eje
de su accionar la construcción de un ‘Japón Normal’, es decir, abogar por la
recuperación de su orgullo nacional a través de la glorificación de las tradiciones y
principalmente la mayor presencia económica, diplomática y militar en la región de Asia
Pacífico y en el mundo. Esto acarreó importantes cambios en la construcción de la
identidad del país que consecuentemente impactó en su política exterior. Ejemplos
destacados fueron, por un lado, el énfasis puesto en reformar el Artículo 9 de la
Constitución Pacifista3 de forma que pueda tener un ejército permanente y asistir a sus

1
Las islas Senkaku/ Diàoyútái son un conjunto de cinco islas y tres peñascos ubicados en el Mar de China
Meridional, a 170 km tanto de la isla de Ishigaki (Japón) como de Taiwán y a 330 km de China. El
archipiélago de las Senkaku/Diàoyútái está compuesto por la isla Uotsuri, seguida por las islas
Minamikojima, Kitakojima, Kuba y Taisho. También contiene los siguientes peñascos denominados
Okinokitaiwa, Okinominamiwa y Tobise (Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón).
2
En las relaciones bilaterales de China y Japón existen otros ámbitos tanto de cooperación como de
conflicto. Como áreas de cooperación pueden mencionarse el combate contra diversas amenazas como el
terrorismo, la proliferación nuclear y la piratería en las aguas circundantes, y la estrecha cooperación
económica comercial que sitúa a Japón como proveedor de productos manufacturados y a China como
mercado para la colocación de productos japoneses, entre otros. Por otra parte, los ámbitos de conflicto
son la modernización y crecientes inversiones en el sector militar que ambos países han llevado adelante
en la última década, la cuestión de las visitas de los mandatarios japoneses al templo Yasukuni, el tema
de los contenidos de los libro de texto japoneses acerca de los acontecimientos de la Segunda Guerra
Mundial, la competencia por una mayor preeminencia en Asia Pacífico y protagonismo en los organismos
multilaterales internacionales y regionales tales como Naciones Unidas, Asean, entre otros.
3
La Constitución de Japón también llamada Constitución Pacifista 平和憲法, fue impuesta por Estados
Unidos al país tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial. Fue aprobada el 3 de Mayo de 1947 e
incluye en su Artículo 9 la disposición de que el Estado renuncia formalmente a la guerra como derecho
soberano y prohíbe la resolución de disputas internacionales a través del uso de la fuerza. A su vez, por el
mismo artículo, el país no puede mantener fuerzas armadas con potencial bélico, aunque mantiene las
Fuerzas de Autodefensa de Japón (Álvarez Calzada, 2009).

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aliados, principalmente a Estados Unidos. Por otro lado, la política seguida por Japón
con el objetivo de conseguir un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas ha reflejado su interés en una mayor participación en este organismo
internacional y en la escena global.
Por su parte, China ha asistido a una crisis identitaria en la década de 1990
caracterizada por una declinación de la identidad socialista dominante que tuvo sus
orígenes en la era de Mao (Viskupic, 2013). Entrada la posguerra fría, se le otorgó
mayor relevancia a la ‘victimización’ de China, esto es, a su auto-caracterización como
un país que había sufrido injusticias en manos de potencias foráneas, principalmente de
Japón. En consecuencia, se comenzó a acentuar la imagen de este país como ‘el otro’
opuesto y antagónico, responsable en gran parte de las humillaciones sufridas por la
nación.
El constructivismo, perspectiva de base para el análisis en el presente trabajo,
argumenta que los actores internacionales más allá de ser entes egoístas o
cooperadores, lo que en realidad los distingue es que son agentes profundamente
sociales, y responden a los intereses que son creados desde la construcción de sus
identidades. Estas a su vez están fuertemente vinculadas a elementos tales como la
memoria colectiva y la historia compartida que condicionan el interés nacional y
comportamiento de los agentes.
La identidad como categoría centrar dentro del constructivismo refiere a qué son o
quiénes son los actores, es decir que la misma posee un alto contenido cultural que
influye en el devenir de las Relaciones Internacionales. En este sentido, en el caso del
conflicto de las islas Senkaku/Diàoyútái, tanto China como Japón se relacionan
conforme a sus identidades e interpretan las acciones de su contraparte bajo este
prisma identitario y a partir del contacto intersubjetivo. Lo anterior da como resultado
un accionar específico en el escenario internacional y una ponderación de objetivos de
política exterior y de intereses que cada Estado se propone defender y fomentar.
Partiendo de las consideraciones hasta aquí presentadas, el interrogante principal
que guía la investigación es: ¿Cómo inciden los componentes identitarios en las
relaciones bilaterales sino-japonesas respecto al conflicto territorial por la soberanía de

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las Islas Senkaku/Diàoyútái en el siglo XXI?, a partir del mismo se plantea como objetivo
general analizar la incidencia de los componentes identitarios en las relaciones
bilaterales entre China y Japón respecto al conflicto de las Islas Senkaku/Diàoyútái en el
período 2000-2016.
Como hipótesis central que guía el presente estudio, sostenemos que durante el
siglo XXI se ha producido un proceso de reformulación de las identidades estatales de
China y Japón fundamentado en la presencia de rivalidades históricas, que impacta
negativamente en la relación bilateral y tiene como foco de mayor tensión la soberanía
territorial de las islas Senkaku/Diàoyútái; situación que afecta principalmente la
dimensión político-diplomática.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA RELACIÓN BILATERAL DE CHINA Y JAPÓN:


IMPLICANCIAS EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDADE

Para poder entender los acontecimientos históricos que influyeron en la relación


bilateral entre China y Japón hemos relevando los acontecimientos y cambios más
importantes que ambos países han experimentado ya sea a nivel interno o como
producto de su inserción internacional desde fines del siglo XIX hasta el siglo XXI. Esto
permite comprender las cuestiones que han moldeado las relaciones bilaterales sino-
japonesas y han despertado sentimientos antagónicos, enemistad y rivalidades, que a
su vez configuraron la identidad china y japonesa y han influido en sus decisiones de
política exterior.
La era moderna en la historia de China y Japón comenzó tanto para investigadores
chinos como japoneses con el contacto inicial que estas sociedades experimentaron con
las potencias extranjeras (Kitaoka, 2011) lo que dio como resultado el fin de la autarquía
y el aislacionismo que caracterizaron a estos países hasta mediados del siglo XIX. En este
periodo los vínculos sino-japoneses estuvieron signados por el intercambio y la
cooperación moderados en el marco de una relación entre vecinos que compartían
muchos aspectos culturales, religiosos y sociales.
Al culminar la Primera Guerra Sino-Japonesa (1894-1895) la relación bilateral
estuvo marcada por la desigualdad dando lugar a crecientes confrontaciones

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diplomáticas, políticas y militares. Japón se erigió desde fines del siglo XIX como “un país
fuerte y respetado, y por ende requería una política exterior más dinámica y agresiva”
(Mostaccio, 2017, p. 2). A partir de la década de 1930, en el país nipón había ganado
mayor fuerza el militarismo4 (Pereyra Doval, 2008, p. 4). En 1937 continuó su avance
sobre el territorio chino y ocupó Indochina dando comienzo a la Segunda Guerra Sino-
Japonesa. “Esta se convirtió en la experiencia más traumática durante el siglo de la
Humillación y la hora más oscura de las relaciones sino-japonesas” (Villarreal, 2015, p.
23). A partir de 1939 la guerra librada contra China quedó enmarcada dentro de la
segunda conflagración mundial. En septiembre de 1945 Japón sufrió el ataque de dos
bombas atómicas en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki y aceptó la rendición
incondicional.
Por su parte, la República China proclamada por Sun Yat Sen en 1912 se
encontraba debilitada, sin poder consolidarse y se abrió paso a un interregno de
décadas caracterizadas por constantes guerras civiles entre el Partido Comunista Chino
(en adelante PCCh) de Mao Tse Tung y el partido Nacionalista de Chang Kai Chek (quien
se impuso a la cabeza del mismo luego de la muerte de Sun Yat Sen en 1925).
En China, Mao Tse Tung erigió en 1949 la República Popular China y a partir de su
victoria el PCCh empleó la narrativa del “Siglo de la Humillación” como una fuente de
capital político para legitimarse en el poder. El Siglo de la Humillación se refiere a los
110 años comenzados en 1839 en los cuales China sufrió indignidades políticas,
militares y culturales, tales como ser forzada a suscribir tratados en posición de
desventaja con las potencias extranjeras en el siglo XIX, la cesión de Hong Kong y otros
territorios, la conquista militar por Japón de Taiwán y parte de Manchuria, la
independencia del Tíbet en 1912 (más tarde recuperado en 1950), de Mongolia y
Xinjiang en las décadas de 1920 y 1930, la caída del milenario sistema imperial en 1911,
las guerras sinojaponesas, entre otros.
En los decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial hasta el año 1972 ambos
países mantuvieron vínculos económicos comerciales fluidos a pesar de que no

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mantuvieron relaciones políticas oficiales5. A su vez la concepción nacionalista del Siglo


de la Humillación también articuló el vínculo con Japón.
Un choque diplomático de envergadura entre China y Japón en la década de la
Distensión fue provocado por la entrada en vigor en 1972 del Acuerdo entre Japón y
Estados Unidos concerniente a las islas Ryukyu y las islas Daito6 (en adelante Acuerdo de
Reversión de Okinawa) firmado en junio de 1971. Dicho acuerdo establecía en su
artículo 1º que Estados Unidos cedía a favor de Japón los intereses, responsabilidades y
derechos de administración, jurisdicción y legislación sobre los territorios de las islas
Ryukyu y las islas Daito que figuraban en el artículo 3 del Tratado de San Francisco de
19517. Más adelante en 1978 ambos países firmaron el Tratado de Paz y Amistad
destinado a fomentar las relaciones pacíficas y amistosas entre ambos países.
Hacia fines del siglo XX la transformación del carácter del sistema internacional
obligó a actores como China y Japón a replantear su posicionamiento frente al mismo y
sus relaciones mutuas.
En China, el malestar y la desigualdad social, los problemas económicos y la
constreñida participación política de amplios sectores de la sociedad provocaron un
malestar al que el PCCh no pudo hacer frente sino por la fuerza (Pereyra Doval y
Taulamet, 2003). En abril de 1989 los estudiantes, reunidos simbólicamente en la Plaza
de Tiananmen, lideraron un movimiento de protesta contra el régimen para pedir
reformas políticas. La brutalidad con la que los líderes chinos suprimieron la revuelta dio
la vuelta al mundo y pronto todos los países occidentales, incluido Japón, impusieron
sanciones económicas contra el régimen comunista (López I Vidal, 2010, p. 108).

5
Japón en 1952 había concluido con Taiwán el Tratado de Paz, en virtud del cual para Japón residía en
Taiwán el verdadero gobierno chino, no reconociendo aquel situado en China continental con Mao Tse
Tun a la cabeza del PCCh.
6
Las Islas Ryukyu o Islas Nansei Shoto están compuestas por grupos de islas entre las que se destacan la
isla de Okinawa, las Osumi, las Daito y las Senkaku (nombres japoneses actuales).
7
El artículo 3 del Tratado de San Francisco mencionaba que “Japón dará su aprobación a cualquier
proposición que presenten los Estados Unidos a las Naciones Unidas para colocar bajo el régimen de
administración fiduciaria, y designar a los Estados Unidos como única autoridad encargada de dicha
administración, a las islas Nansei Shoto al sur del 29’ de latitud norte (inclusive las islas Ryukyu y las
islas Daito), a Nanpo Shoto, al sur de Sofu Gan (inclusive las islas Bonin, la isla del Rosario y las islas
Volcano), la isla de Parecel Vela y la isla de Marcus. Mientras se presenta y se aprueba esta proposición,
los Estados Unidos tendrán el derecho de ejercer todas y cada una de las facultades de administración,
legislación y jurisdicción sobre el territorio y los habitantes de estas islas, inclusive sus aguas territoriales
(Tratado de San Francisco, 1952).

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Por su parte, el Japón de la post Guerra Fría debió asumir responsabilidades como
segunda potencia económica mundial e inició un camino tendiente a ampliar sus
horizontes diplomáticos e involucrarse más con los asuntos políticos y de seguridad8. Sin
embargo, la peor recesión económica desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, junto
con una dramática caída de la moral nacional, el problema de una aguda corrupción
política, entre otros factores minaron su objetivo de erigirse como un actor de primer
orden en el ámbito político internacional (He, 2014). A partir de allí Japón pretendió
erigir una nueva identidad tendiente a devolverle al país su antiguo status y recuperar la
confianza de su pueblo.
Durante la primera parte del siglo XXI, los líderes chinos han enfatizado como

objetivo principal del gobierno el rejuvenecimiento 复兴

(fùxīng) de la nación china. Mientras que, por otro lado, la tarea de la dirigencia
japonesa ha sido la restauración 維新 (ishin) de Japón como un país normal. Un
componente decisivo de estas identidades es que ambas partes culpan a la otra de ser
un obstáculo en el camino hacia la restauración o el rejuvenecimiento. Japón ha
sostenido que China pretende bloquear su proceso de convertirse en un Estado normal
(como en el caso de convertirse en un miembro permanente del Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas), mientras que China se ha convencido de que su rejuvenecimiento
debe basarse en recibir justicia por los padecimientos a lo largo de su historia (Wang,
2013). Por otra parte, la normalización de Japón como actor principal del sistema
internacional es percibido por Pekín como la voluntad de Tokio de convertirse en una
potencia hegemónica (López I Vidal, 2012).
Debemos resaltar que pese a la gran ambivalencia de las relaciones políticas y
diplomática sino-japonesas, los intercambios económicos-comerciales han estado

8
El involucramiento de Japón en política y seguridad internacionales puede comprobarse en el papel
activo que desempeñó en la Organización para el Desarrollo de la Energía de la Península de Corea
creada en 1995 para abordar la crisis nuclear en la península, el fortalecimiento de los lazos con Rusia y
los países de Asia Central, la iniciativa japonesa de la Conferencia Internacional de Tokio sobre el
Desarrollo de África para abordar la pobreza del continente, entre otras medidas (Yuichi, 2011). En
materia de seguridad Japón participó en la Guerra del Golfo de 1991 mediante apoyo financiero a la
coalición que liberó a Kuwait de la ocupación iraquí y una vez finalizada la guerra envió buques de la
Fuerza Marítima de Autodefensa para limpiar el Golfo Pérsico de minas. Además a partir de 1992
desempeñó una gran participación en la operaciones de pacificación y mantenimiento de paz de las
Naciones Unidas como la de Camboya (Yuichi, 2011).

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signados a lo largo de la historia por un dinamismo a prueba de desacuerdos, siendo el


ámbito de relación más constructivo.

CARACTERÍSTICAS DE LAS ISLAS: IMPORTANCIA ESTRATÉGICA, ECONÓMICA Y POLÍTICA

Las islas toman una denominación diferente para los japoneses (islas Senkaku

尖閣諸島) y para los chinos (Diàoyútái 釣魚台及其附屬島嶼). El área está conformada

por un grupo de cinco islas y tres peñascos9. En la actualidad, forman parte


administrativamente de la ciudad de Ishigaki en la Prefectura nipona de Okinawa que a

su vez forma parte de las islas Ryukyu (llamadas en japonés Nansei Shoto - 南西諸島)10.

Cabe mencionar que debido a su condición geográfica, las islas poseen una tierra
estéril y desértica, además de la presencia de grandes rocas y acantilados que las hacen
inapropiadas para cultivos agrícolas o cualquier otra actividad productiva (Kuniyoshi,
2013). No obstante, la localización particular de las Senkaku/Diàoyútái en el Mar de
China Oriental11, que constituye uno de los corredores marítimos y aéreos más
importantes en términos estratégicos y económico-comerciales para los países que se
encuentran a la ribera del mismo, hace que las islas sean relevantes para la seguridad y
defensa nacional tanto de China como de Japón.
En términos económicos, la posesión de las islas permite que el país que ejerce
soberanía sobre las mismas ensanche tanto su plataforma continental como su zona
económica exclusiva (ZEE). En tal caso lo haría poseedor de ingentes recursos
pesqueros, vastas reservas de gas y petróleo, lo cual lo posicionaría en ventaja con

9
Las cinco islas se denominan: Uotsuri, Minamikojima, Kitakojima, Kuba y Taisho y los tres peñascos
son Okinokitaiwa, Okinominamiwa y Tobise.
10
Cabe recordar que las Islas Ryukyu o Islas Nansei Shoto están compuestas por grupos de islas entre las
que se destacan la isla de Okinawa, las Osumi, las Daito y las Senkaku (nombres japoneses actuales).
Están divididas en dos Prefecturas, la de Okinawa y de Kagoshima, que se encuentra más cerca de Japón,
al sur de la isla de Kyushu. Las mayores islas por orden de superficie e importancia son
Okinawa, Amami Oshima y Yakushima, sumando entre las tres más de la mitad de los 4.700 Km2 de la
totalidad del archipiélago.
11
El mar de China Oriental es una parte del océano Pacífico rodeada por China, Japón, Corea del Sur y
Taiwán.

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respecto a su contraparte frente a la creciente demanda de energía y recursos naturales


necesarios para sus respectivas industrias12.
Al mismo tiempo, la disputa despierta sentimientos nacionalistas que alejan la
posibilidad de una resolución en buenos términos. Tal como asevera Pan (2007, p. 85)
“la cuestión de la soberanía también hace emerger los nacionalismos tanto del lado
chino como japonés”.
Actualmente las islas se encuentran bajo la ocupación de Japón, el cual ha ejercido
de forma pacífica su soberanía sobre las mismas desde su incorporación en 1895, salvo
un interregno de dos décadas desde 1951 hasta 1972. En este sentido, cabe destacar
que “las autoridades japonesas no reconocen la existencia de ningún conflicto de
soberanía territorial pendiente a resolver en relación a estas islas” (Endara Muñoz,
2012). El gobierno japonés se ha apoyado sistemáticamente en la falta de objeción13
tanto de China como de Taiwán en un periodo prolongado de tiempo hasta 1970.
Desde los años 70’ China ha construido su reclamación sobre la soberanía de las
islas Senkaku/Diàoyútái en base a que las mismas han sido parte inherente del territorio
chino desde tiempo antiguos, y ha sustentado esta postura sobre una serie de
documentos oficiales que datan de las Dinastías Ming (1368-1644) y Qing (1644-1912),
además de basarse en declaraciones políticas, tratados internacionales, acuerdos y
acciones diplomáticas realizadas a lo largo de la historia contemporánea del país.
China ha sostenido como parte de sus argumentos de defensa de su soberanía
sobre las islas que su incorporación por parte de Japón en 1895 (junto con la ocupación
de Taiwán y sus islas adyacentes) fue consecuencia del tratado desventajoso de
Shimonoseki impuesto luego de ser derrotada en la Guerra Sino-japonesa.

LAS ISLAS SENKAKU/DIÀOYÚTÁI: EL ESCENARIO DE ENFRENTAMIENTO DE UNA AMPLIA


RIVALIDAD HISTÓRICA

12
El estudio realizado por las Naciones Unidas en 1968 arrojó como resultado que los recursos de
hidrocarburos en el Mar de China Oriental podían compararse con los de Arabia Saudita (Villarreal,
2015).
13
El Derecho Internacional postula que en la aquiescencia, entendida como inacción o falta de protesta
por parte de un Estado frente a una situación dada durante un lapso de tiempo razonable, es considerada
como la aceptación de los hechos por parte de dicho Estado.

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El año 2000 comenzó con un nuevo enfrentamiento cuando un grupo de derecha


japonés construyó un santuario en la isla Uotsuri (Diaoyu) frente a lo cual Pekín exigió
firmemente que Tokio restringiera a los activistas de derecha y evitara que incidentes
similares volvieran a ocurrir. Ante ese escenario, el ministro de Asuntos Exteriores de
China expresó: “China urge a Japón a que haga las investigaciones pertinentes sobre el
incidente y dé una explicación de manera responsable” (Ministerio de Asuntos
Exteriores de China, 15/11/2000). Sin embargo Japón se mantuvo firme en su postura
de que las islas formaban parte de su territorio (Smith, 2004, en Villarreal, 2015).
De acuerdo con el informe anual de 2003 de la Guardia Costera Japonesa, en el año
2002 se sucedieron 423 intromisiones de barcos (pesqueros, científicos y navales) con
“sospechosas actividades marítimas en las aguas de las disputadas islas Senkaku” (Japan
Times, 13/05/2003, en O’Shea, 2012). En abril del mismo año el gobierno de Japón
alquiló a su propietario Kunioki Kurihara las islas Uotsuri, Kitakojima y Minamikojima,
haciéndose cargo de la administración de las mismas con el propósito del
mantenimiento y manejo pacífico y estable, y anunció que cualquier desembarco estaba
prohibido excepto desembarcos oficiales del gobierno (Nakauchi, 2012).
En junio de 2003 volvieron a sucederse intentos de desembarco de manifestantes
provenientes de China y Hong Kong y a su vez de activistas del grupo de derecha
japonés Nihon Seinensha en las islas. Si bien las intromisiones chinas fueron bloqueadas
por guardacostas japoneses (Villarreal, 2015), obligó a la Cancillería china a
pronunciarse y tomar posición anunciando que la soberanía china sobre las islas era
indiscutible. Ambos acontecimientos despertaron nuevamente protestas de parte del
Ministerio de Asuntos Exteriores chino (2003) que reiteró que “cualquier medida
unilateral con respecto a las islas Diàoyútái tomada por el lado japonés es ilegal e
inválida”.
A mitad de enero del 2004 dos barcos pesqueros chinos que se encontraban en
aguas cercanas a las islas fueron atacados por buques-patrullas de las Fuerzas de
Autodefensa Marítimas Japonesas. Dos meses más tarde siete activistas chinos fueron
arrestados luego de desembarcar en la isla mayor, lo cual despertó preocupación y
crítica en Pekín ante los arrestos y una protesta oficial por parte de Japón frente a la

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12

violación de su territorio. El vice primer ministro chino advirtió que dicho


acontecimiento podía complicar e intensificar los desencuentros en las relaciones
bilaterales sino-japonesas.
En abril miembros de un grupo de derecha japonés colisionaron un autobús en el
consulado chino en la ciudad de Osaka como protesta por los reclamos chinos de las
islas, cuestión que estimuló un fuerte descontento en el gobierno y el pueblo chinos
(Villareal, 2015). En julio Japón inició la explotación de gas natural en su Zona
Económica Exclusiva en el Mar de China Oriental como forma de contrarrestar la
construcción del complejo chino para la exploración de yacimientos de gas. China se
opuso firmemente a lo que consideraba actividades ilegales y manifestantes
protestaron en la embajada japonesa en Pekín. En noviembre del mismo año se registró
por segunda vez desde la Segunda Guerra Mundial la presencia de un submarino
nuclear chino de la clase Han sumergido durante dos horas en aguas japonesas cerca de
Taiwán (Ríos Navarro y Camacho de la Vega, 2005).
En enero de 2005 dos empresas japonesas (Japan Petroleum Exploration Co. y
TeikokuOil Co.) iniciaron conversaciones con el gobierno para concluir planes de
explotación de gas natural en el Mar de China Oriental, en las cercanía de las islas
Senkaku/Diàoyútái. Un mes más tarde, en febrero de ese mismo año, el gobierno
japonés anunció su intención de erigir un faro en la isla más grande del grupo de las
Senkaku/Diàoyútái.
El año 2005 no solamente fue testigo de crecientes tensiones en el vínculo sino-
japonés debido a la controversia en torno a las islas, sino que paralelamente tuvo lugar
la emergencia de la controversia en torno a los libros de historia escolares japoneses.
Debemos destacar que entre los años 2006 y 2008 aproximadamente no se sucedieron
enfrentamientos marítimos ni choques diplomáticos de envergadura debido a la
inestabilidad institucional japonesa de ese período, a la postura de mayor convergencia
y acercamiento con China y a que una de las preocupaciones centrales de las cortas
administraciones japonesas era reformar y mejorar el aspecto económico del país.
El conflicto de las Senkaku/Diàoyútái volvió a reactivarse en el año 2010. En
septiembre un barco pesquero chino colisionó con dos embarcaciones de la Guardia

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Costera Japonesa en las aguas en torno a las disputadas islas. Como resultado la
tripulación y el capitán Zhan Qixiong fueron arrestados bajo el cargo de obstrucción de
la ejecución del deber público. A los pocos días, la tripulación fue liberada pero se
retuvo a su capitán (Fujihira, 2012). Este acontecimiento provocó graves reacciones
tanto en el ámbito político-diplomático, económico-comercial y a nivel de reclamos de
la sociedad civil afectando sustancialmente las relaciones bilaterales sino-japonesas.
El incidente fue percibido como el comienzo de un comportamiento más agresivo
por parte de China como parte de un plan a largo plazo de cambiar por la fuerza el
estatus quo en el Mar de China Oriental, especialmente con respecto a las
Senkaku/Diàoyútái (Wang, 2012).
El conflicto impactó adicionalmente en el Tratado de Seguridad entre Estados
Unidos y Japón ya que la Secretaria de Estado de ese país Hillary Clinton manifestó
públicamente que era aplicable al territorio de las islas Senkaku/Diàoyútái a pesar de
que declaró no tomar posición sobre quien recaía el derecho de soberanía. Frente a
estas declaraciones, China emitió las suyas negando la validez de la aplicación de dicho
tratado que es de carácter bilateral y reiterando que “China tiene soberanía
indisputable” (Zhaoxu, 2010).
Las acciones japonesas fueron caracterizadas como “absurdas, ilegales e inválidas, y
que afectaban la soberanía territorial china” (China Daily, 2010, en Viskupic, 2013). La
identidad de víctima volvió a reactivarse en este incidente generado fuertes reacciones
tanto en el gobierno como en la sociedad civil, quien manifestó en las calles su
descontento con las detenciones.
En el año 2012 la controversia ganó fuerza una vez más debido a que el 11 de
septiembre se efectuó la compra y nacionalización de las islas Uotsuri, Minamikojima y
Kaitakojima. El gobierno formalmente confirmó la adquisición frente a los miembros del
Gabinete donde se determinó además que la Guardia Costera Japonesa sería la
encargada de manejar las islas. Al día siguiente se tomó la decisión de pagar 2.05
billones de yenes al propietario (Nakauchi, 2012).
El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China declaró que “la llamada
compra de las islas por parte del gobierno japonés es ilegal e inválida. China se opone

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resueltamente a ella. La parte japonesa no debe cometer un error tras otro, ni actuar a
su antojo, y debe cesar de inmediato todos los actos que dañan la soberanía territorial
de China” (Hong, 2012). Más allá de las protestas formales, la sociedad china
nuevamente se manifestó en las calles para expresar su repudio a la nacionalización de
las islas y para presionar al gobierno chino a accionar con mayor dureza frente a esta
situación, agravada tras el desembarco días más tarde de un miembro del gabinete
japonés en las propias islas, un hecho sin precedentes (Ríos, 2012).
El conflicto provocó además otras reacciones que perjudicaron las relaciones
políticas-diplomáticas: variados eventos de intercambios ministeriales, reuniones
oficiales y encuentros bilaterales fueron cancelados y pospuestos, tales como las
celebraciones a finales de septiembre en conmemoración del 40 aniversario de la
normalización de las relaciones diplomáticas entre China y Japón (Nakauchi, 2012).
China, por su parte, suspendió su asistencia a las reuniones anuales del Banco Mundial y
el Fondo Monetario Internacional organizados por Tokio en octubre del mismo año
(Portafolio, 2012).
Por último, ambos países adoptaron posturas intransigentes en el ámbito militar y
de seguridad marítima a partir del incidente. Del lado japonés, la victoria de Shinzo Abe
en las elecciones de diciembre de 2012 significó un endurecimiento de su posición ya
que conminó a las Fuerzas de Autodefensa a efectuar disparos de advertencia si
detentaban la presencia de aviones de vigilancia chinos sobre las islas. Por parte de
China, el país aumentó las medidas para demarcar formalmente sus aguas territoriales
con zona de disputa mediante el envío de mayor cantidad de barcos patrulla y desafiar
de esa forma el control de facto que llevaba a cabo Japón (Ríos, 2012a).
En diciembre del 2015 se confirmó por primera vez la entrada de barcos del
gobierno chino equipados con cañones en la zona contigua japonesa. Días más tarde
esos mismos barcos penetraron las aguas territoriales de Japón. Más recientemente en
agosto de 2016 un navío del gobierno chino junto a un barco pesquero se introdujeron
en las aguas territoriales de las Senkaku/Diàoyútái. Con posterioridad, un total de 36
navíos gubernamentales chinos penetraron las aguas territoriales japonesas (Ministerio
de Relaciones Exteriores de Japón, 2016).

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CONCLUSIONES
Expusimos que la construcción identitaria particular que adoptaron China y Japón a
partir del nuevo siglo otorgó el sustento para considerar la posesión de las islas
Senkaku/Diàoyútái como un objetivo que iba más allá de su valor material. Los
elementos históricos como parte de la memoria de un Estado se volvieron importantes
para comprender las relaciones sino-japonesas contemporáneas y particularmente para
dar cuenta de la posición de China frente a la disputa por las islas en la cual ve a Japón
como un actor que pretende someter al país a la fragmentación de su territorio,
hiriendo la soberanía nacional y despertando las memorias de las más atroces
humillaciones perpetradas al pueblo chino. Como contraparte Japón, inmerso en su
nueva identidad bajo la meta de lograr un país normal, adoptó una postura más firme
argumentando que los errores cometidos por otras generaciones en el pasado no han
sido olvidados pero a su vez ha sostenido que el país ya se disculpó lo suficiente.
Las acciones de Japón en torno a las islas en el periodo 2000-2016 son vistas desde
China a través de los lentes de la historia de humillaciones sufridas a manos de este
país. De esta forma la política exterior de Pekín con respecto al conflicto ha sido
manejada en función de un objetivo emocional el cual es prevenir nuevas humillaciones
y a la vez compensar las injusticias perpetradas por los japoneses en el pasado. Así,
superar la injusticia, la humillación y la victimización a través del rejuvenecimiento del
país se convirtió en la premisa de la nueva identidad china a partir de fin de la Guerra
Fría, enfatizándose en el nuevo siglo.
Por su parte Japón también ha accionado conforme a la nueva identidad que fue
gestando a partir de mediados de la década de 1990 como resultado de los golpes
económicos e inestabilidad política. Tokio respondió a la necesidad de aglutinar a la
sociedad nipona en torno a un estado restaurado en su gloria pasada, recobrando su
dignidad y orgullo, dejando atrás el pasado de errores y desaciertos para poder erigir un
país normal fortalecido en su accionar internacional.
Las ansias para China de recobrar las islas se convirtió en una meta irrenunciable
para compensar las injusticias sufridas y esto se vio reflejado en el aumento de las
intromisiones en sus aguas circundantes para modificar el status quo. Retóricas tales

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como ‘cualquier medida unilateral con respecto a las islas Diàoyútái tomada por el lado
japonés es ilegal e inválida’; ‘China tiene soberanía indisputable’; ‘Japón debe cesar de
inmediato todos los actos que dañan la soberanía territorial de China’ se han vuelto más
frecuentes en los últimos años manifestando la postura china estrechamente vinculada
a una identidad con marcadas características nacionalistas y reivindicativas.
Con respecto a Japón, la narrativa masoquista de situarse como victimario de sus
vecinos asiáticos en las guerras pasadas fue considerada como un gran obstáculo al
crecimiento de la moral nacional, con lo cual a partir del siglo XXI el prestigio y la
dignidad nacionales serían los objetivos a alcanzar. En este ambiente, el control y la
administración de las islas fueron redoblados. Usuales declaraciones como ‘las islas
Senkaku son parte inherente del territorio japonés’ y ‘Japón responderá de forma firme
a cualquier incursión’ amparan en lo discursivo sus acciones tendientes a tomar una
postura más firme ejerciendo una soberanía acorde a un modelo de país que busca un
lugar de mayor prestigio en la región asiática y en el mundo.
En virtud del objetivo general de la investigación se propuso la hipótesis central que
pudo ser constatada a partir del relevo de los aspectos discursivos y actitudinales de las
autoridades chinas y japonesas lo cual nos permitió ver que por una parte el tema de las
islas Senkaku/Diàoyútái se convirtió en un nudo esencial que dificulta y obstruye las
relaciones bilaterales sino-japonesas ya que su tratamiento toma gran relevancia dentro
de la matriz identitaria que ambos países construyeron en el nuevo siglo. Esto se debió
a que a través de un análisis de la cuestión que empleaba categorías constructivistas
pudimos comprender que para estos países (con culturas, modos de ser,
comportamientos y proceder tan ajenos a veces para el pensamiento occidental) el
territorio tiene un valor sentimental y que por consiguiente las islas forman parte del
‘uno mismo’.
La identidad, cimentada fuertemente en caso de China y Japón en los hechos del
pasado, otorga un espacio de gran importancia a la memoria histórica, y el pasado
compartido de estos países ha sido turbulento y en muchas ocasiones violento, lo cual
ha ahondado la brecha de comprensión entre ambas naciones. De esta manera, la
historia vivida ha echado raíces en la conciencia de China y Japón provocando la lejanía

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del entendimiento mutuo y dificultando la solución de un contencioso territorial como


el de las islas Senkaku/Diàoyútái.
Teniendo en cuenta las consideraciones aquí planteadas, ¿qué oportunidades de
reconciliación caben? ¿Cuál es el camino hacia una solución de la controversia?
Los estrechos lazos económico-comerciales han demostrado a lo largo de las
décadas una robustez que acerca a ambos países y permite un punto de convergencia.
La explotación conjunta para el aprovechamiento de los recursos en las aguas
circundantes a las islas bajo en principio del mutuo beneficio y el sistema de consultas
entre ambos países parece ser un punto de partida válido en dirección a un
entendimiento. Sin embargo, luego del inicio de las consultas en el 2008, estas fueron
interrumpidas.
Esto se debe principalmente a que la vía de reconciliación debe considerar factores
tanto materiales como inmateriales ya que el acercamiento a partir del intercambio
comercial se vuelve insuficiente a la hora de estrechar los lazos en otros ámbitos.
Ambos países deben por lo tanto hacer concesiones que tengan un fuerte poder
simbólico para propiciar el acercamiento: Japón por un lado debe cesar en sus acciones
que son percibidas por China como agresivas e hirientes de la memoria de su pueblo, y
aceptar y reconocer los discursos de identidad china imbuidos dentro del siglo de la
humillación realizando gestos de sentida disculpa más allá del discurso. Un paso
tendiente a esta meta sería por una parte la reevaluación de las visitas de los primeros
ministros japoneses al templo Yasukuni y con respecto a las islas, controlar el cese de
incursiones de grupos de derecha japonesa en las islas con el objetivo de implantar
símbolos japoneses de soberanía (templos, estandartes, faros). De esta manera China
no se vería empujada a demonizar a Japón y ver reflejadas en sus acciones los
sometimientos y humillaciones pasados, lo que a su vez llevaría al país a ajustar su
propia identidad relacional sin recurrir a medidas unilaterales y protestas que agraven
el vínculo entre ambos.
China, por su parte, debe superar su complejo de inferioridad y no recurrir al
antagonismo con Japón como un aglutinante de la sociedad china. Procurando, a su vez,
dejar de lado los resentimientos pasados en pos de construir una identidad común que

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si bien no significa acuerdo en todas las cuestiones, implica la aceptación del otro como
un rival en competencia pero no como una amenaza que requiera de respuestas fuertes
y agresivas que solo alimentan las identidades excluyentes.
La construcción de la identidad es algo dinámico y la otredad puede ser revertida
para edificar una identidad inclusiva basada en el reconocimiento de la contraparte
como un oponente con puntos de encuentro pero no como un enemigo histórico. Las
islas Senkaku/Diàoyútái deben dejar de considerarse como una cuestión que dirime en
última instancia la justicia para China y la redención para Japón.

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