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10 Mar
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Introducción
Pendiente de publicación
Lecturas
Primera lectura
En aquellos días, todos los jefes, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando las aberraciones de los pueblos y profanando el templo del
Señor, que él había consagrado en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, les enviaba mensajeros a diario porque sentía lástima de su pueblo y de su
morada; pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, se reían de sus palabras y se burlaban de sus profetas, hasta que la ira del Señor se encendió
irremediablemente contra su pueblo. Incendiaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, incendiaron todos sus palacios y destrozaron todos los
objetos valiosos. Deportó a Babilonia a todos los que habían escapado de la espada. Fueron esclavos suyos y de sus hijos hasta el advenimiento del reino
persa. Así se cumplió lo que había dicho Dios por medio de Jeremías: «Hasta que la tierra pague los sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta
cumplirse setenta años». En el año primero de Ciro, rey de Persia, para cumplir lo que había dicho Dios por medio de Jeremías, el Señor movió a Ciro, rey de
Persia, a promulgar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así dice Ciro, rey de Persia: El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la
tierra. Él me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a ese pueblo, puede volver. ¡Que el Señor, su Dios,
esté con él!».
Salmo
Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras. R/. Allí los que nos
deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a divertirlos: «Cantadnos un cantar de Sión». R/. ¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha. R/. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en
la cumbre de mis alegrías. R/.
Segunda lectura
Hermanos: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo —estáis
salvados por pura gracia—; nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él, para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de
su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. En efecto, por gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros: es don de
Dios. Tampoco viene de las obras, para que nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a
las buenas obras, que de antemano dispuso él que practicásemos.
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el
que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida
eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree
ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz,
porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra
la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».
Comentario bíblico
El amor de Dios por encima de toda condena
I.1. La primera lectura toma, de una de las historias de Israel del AT (2 Crónicas 36,14-16.19-23), el tema de la catástrofe final que llevó desterrado al pueblo
judío a Babilonia (a. 586 a. C), en tiempo del rey Sedecías. Es una visión más teológica que la que se nos ofrece en 2 Reyes 24,18-20. Esta situación -creen los
autores de estos libros, una especie de escuela histórico-teológica-, se produjo porque Dios ya había perdido la paciencia con un pueblo que era rebelde. Pero
debe quedar claro que ni es Dios quien la provoca, ni es Él quien propone este castigo de los babilonios. Es verdad que la concepción de la historia en la Biblia
es una concepción sagrada y nada pasa inadvertido a Dios. No podían pensar de otra manera y desde una visión profética, más lucida, sabemos que siguiendo
los “caminos de Dios” más que los intereses políticos y económicos, muchas cosas podrían evitarse. Por eso no es falsa la interpretación “teológica” de la
historia; diríamos más: es necesaria. Las guerras no llegarían. No obstante, los pueblos mismos somos protagonistas de esta situación.
I.2. En el caso de Judá, sus responsables habían jugado sus cartas y sus intereses. El profeta Jeremías había advertido contra esta actitud: más que buscar
reyes o emperadores en que apoyarse, había que buscar a Dios. Esto es válido, desde luego, porque un pueblo que se dedica a poner en práctica la justicia, a
evitar toda guerra, encontrará caminos de paz y de armonía. Esta es la eterna lección de la historia de la humanidad. La misma propuesta hizo en su tiempo
Isaías (Is 7) con sus palabras al rey Acaz para que no entrase en la “coalición” de guerra contra Asiria; era una temeridad, aunque podría ser razonable el ansia
de libertad nacional. A los autores del texto de hoy, “los cronistas”, les duele que los caldeos incendiaran la casa de Dios o no se pudiera celebrar el sábado.
Pero a Dios le duele que el pueblo sufra y se vea condenado a la guerra y la violencia por causa de sus dirigentes. Esa es la verdadera casa de Dios, el pueblo,
donde él habita. La “compasión de Dios” debe ser la idea determinante que se debe poner de manifiesto, porque los “dirigentes” no sienten compasión de su
pueblo, sino de sus intereses nacionales y políticos.
I.3. Es lógico, por otra parte, que en esa interpretación se piense que el famoso decreto de Ciro, que permitía la vuelta de los desterrados, tiene también que ver
con la mano de Dios y el cumplimiento de las palabras proféticas, en este caso de Jeremías. También es verdad que la imagen mítica del mundo que se tenía en
el Oriente y que tenían los profetas, no puede menos de afirmar que Dios actúa “ocultamente”. Y son los profetas los que saben acoger el “sí” de Dios para la
salvación y para poner de manifiesto que donde una vez hubo un “no” de Dios, éste no es definitivo, sino que en una verdadera perspectiva profética el “sí”
siempre es el futuro del pueblo, de la historia y de la humanidad. La concepción científica de la historia no mirará las cosas desde ahí, pero tampoco podrá
contradecirlas. Porque este “sí” solamente se escribe con la mano de Dios en la historia oculta de la creación. Eso quiere decir que Dios no destruye la historia
de un pueblo y de nadie, en todo caso lo que debe quedar claro es que sin Dios la humanidad no sabrá encontrar la felicidad.
II.1. La segunda lectura nos ofrece una reflexión impresionante del misterio de la gracia de Dios a los hombres por medio del misterio pascual, la muerte y la
resurrección de Cristo. Se ha discutido si esta carta es de Pablo o de alguno de sus discípulos, pero, en el caso concreto de este texto, nos encontramos con la
teología paulina fundamental, una especie de sumario de lo que él enseñaba como su evangelio, que había recibido directamente de Dios y por lo que llevó
adelante una lucha por la libertad de todos los hombres. Se habla de una reflexión bautismal en la que se quiere poner de manifiesto cómo se pasa de la muerte
a la vida por la gracia de Dios. Esa es la significación más radical del bautismo y de la fe cristiana.
II.2. El poder que Dios ha mostrado resucitando a Jesús de entre los muertos es el que nos muestra a nosotros cuando nos perdona y nos ofrece una vida
nueva de gracia. Esto es lo más impresionante de esta teología bautismal que se respira en esta lectura de hoy. Se habla de la misericordia (éleos), que en el
mundo griego no tenía el mismo alcance que en el ámbito cristiano; los estoicos la consideraban como una de las pasiones, aunque muchos la prefieren o la
recomiendan frente al odio: ¡qué menos! El autor habla de cómo los cristianos han sido asociados a Cristo, a su muerte y a su resurrección. Y esto es
consecuencia del proyecto de misericordia que Dios tiene sobre la humanidad. Se pone de manifiesto que por medio del bautismo somos asociados a la vida
nueva de Cristo, por tanto a lo que ha significado y significa la resurrección de Jesús.
III.1. El evangelio, sobre el diálogo con Nicodemo, el judío que vino de noche (desde su noche de un judaísmo que está vacío, como se había visto en el relato
de las bodas de Caná), para encontrar en Jesús, en su palabra, en su revelación, una vida nueva y una luz nueva, es una de las escenas más brillantes y
teológicas de la teología joánica. Es importante tener en cuenta que Nicodemo es un alto personaje del judaísmo, aunque todo eso no esté en el texto de hoy
que se ha centrado en el discurso de Jesús y en sus grandes afirmaciones teológicas, probablemente de las más importantes de este evangelio. Es necesario
leer todo el relato de Jn 3,1-21, pues de lo contrario se perdería una buena perspectiva hermenéutica. Digamos que este relato del c.3 de Juan seguramente fue
compuesto en el momento en que personas, como Nicodemo, habían pedido a la comunidad cristiana participar en ella. De ahí ha surgido esta «homilía sobre el
bautismo» entre los recuerdos de Juan de un acontecimiento parecido al que se nos relata y una reflexiones personales sobre lo que significa el bautismo
cristiano. En los versículos 1 al 15 (vv. 1-15) tenemos el hecho de lo que podía suceder más o menos y palabras de Jesús que Juan ha podido conservar o
aprender por la tradición. Desde los vv. 16-21 se nos ofrecen unas reflexiones personales del teólogo (es realmente un monólogo, no un diálogo en este caso),
el que ha hecho la homilía de Juan, sobre la esencia de la vida cristiana en la que se entra por el bautismo.
III.2. Los vv. 16-21 aportan, pues, una reflexión del evangelista y no palabras de Jesús propiamente hablando. Esto puede causar sorpresa, pero es una de las
ideas más felices de la teología cristiana. Dios ha entregado a su Hijo al mundo. En esto ha mostrado lo que le ama. Además, Dios lo ha enviado, no para juzgar
o condenar, sino salvar lo que estaba perdido. Si existe alguna doctrina más consoladora que esta en el mundo podemos arrepentirnos de ser cristianos. Pero
creo que no existe. El v.18 es una fuente de reflexión. La condena de los hombres, el juicio, no lo hace Dios. Lo ha dejado en nuestras manos. La cuestión está
en creer o no creer en Jesús. El juicio cristiano no es un episodio último al que nos presentamos delante de un tribunal para que le diga si somos buenos o
malos. ¡No! sería una equivocación ver las cosas así, como muchos las ven apoyado en Mt 25. Los cristianos experimentamos el juicio en la medida en que
respondemos a lo que Señor ha hecho por nosotros. El juicio no se deja para el final, sino que se va haciendo en la medida en que vivimos la vida nueva, la
nueva creación a la que hemos sido convocados. Estas imágenes de la luz y las tinieblas son muy judías, del Qumrán, pero a Juan le valen para expresar la
categoría del juicio.
III.3. El evangelio de Juan es muy sintomático al respecto, ya que usa muchas figuras y símbolos (el agua, el Espíritu, la carne, la luz, el nacer de nuevo, las
tinieblas) para poner de manifiesto la acción salvadora de Jesús. El diálogo es de gran altura, pero en él prevalece la afirmación de que el amor de Dios está por
encima de todo. Aquí se nos ofrece una razón profunda de por qué Dios se ha encarnado: porque ama este mundo, nos ama a nosotros que somos los que
hacemos el mundo malo o bueno. Dios no pretende condenarnos, sino salvarnos. Esta es una de las afirmaciones más importantes de la teología del NT, como
lo había sido de la teología profética del AT. Dios no lleva al destierro, Dios no condena, Dios, por medio de su Hijo que los hombres hemos “elevado” (para usar
la terminología teológica joánica del texto) a la cruz, nos salva y seguirá salvando siempre. Incluso el juicio de la historia, como el juicio que todo el mundo
espera, lo establece esta teología joánica en aceptar este mensaje de gracia y de amor. El juicio no está en que al final se nos declare buenos o perversos, sino
en aceptar la vida y la luz donde está: en Jesús.
Pendiente de publicación
Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: - Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el
que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan
vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no será condenado; el
que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el Hijo único de Dios. Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres
prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eeran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado
por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
Explicación
Cuando somos egoístas, violentos y aprovechados llenamos de oscuridad y dolor la vida de los demás y la nuestra. No tenemos nada que ver con Jesús que
lleno de bondad, de generosidad y solidario con todos, llenaba de luz sus vidas. Jesús choca con la oscuridad. Y nosotros ¿cuándo somos luz? ¿cuándo somos
de Jesús?