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Poder Judicial de la Nación

CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES DEL TRABAJO -


SALA III

SENTENCIA DEFINITIVA CNT N° 35003/2014/CA1 AUTOS “LEZCANO, NANCY


ESTELA /DABRA SA Y OTRO s/DESPIDO”- JUGADO Nro. 50

En la ciudad de Buenos Aires, capital de la República Argentina, a ,


reunidos en la Sala de Acuerdos los señores miembros integrantes de este
Tribunal, a fin de considerar los recursos deducidos contra la sentencia apelada, se
procede a oír las opiniones de los presentes en el orden de sorteo practicado al
efecto, resultando así la siguiente exposición de fundamentos y votación.

La Doctora Cañal dijo:

I. El Sr. Juez de la anterior instancia, acogió el reclamo de autos


en lo principal que decide (fs. 458 I/466).
Así, por un lado, condenó a la empleadora Dabra SA, a pagar las
indemnizaciones reclamadas con fundamento en la extinción del vínculo; del mismo
modo, admitió la acción y condenó a ambas accionadas en forma solidaria (incluyÓ
aquí a la codemandada Asociart SA ART) por el reclamo por accidente de trabajo,
fundado en los términos del Código Civil.
Respecto del reclamo por despido, lo hizo con fundamento en que
la empleadora no acreditó la imposibilidad argüida de poder asignarle a Lezcano un
puesto de trabajo acorde a su estado de salud.
En cuanto a la acción por accidente de trabajo, luego de constatar
la minusvalía y las tareas que tenía a su cargo la reclamante, sostuvo que la
mecánica laborativa importó la realización de tareas que implicaban una
permanente posición de pie, que fueron provocando las patologías detectadas por
la galeno y que dañaron la salud.
Así, concluyó que la empleadora resultaba responsable por su
calidad de dueña o guardiana en orden al factor de atribución de carácter objetivo
y, en cuanto a la Aseguradora, con fundamento en lo previsto en los arts. 1109 y
1074 del CCivil.
Párrafo aparte, merece su destaque, la decisión del sentenciante
de grado anterior – que, anticipo, resultó objeto de recurso por la empleadora, tal
como ut infra trataré con más detalle-, con fundamento en las prerrogativas que le
confieren el art. 1713 del CCyCN, y para evitar otros daños como el ventilado en
autos (destacó, en este aspecto, que Dabra SA no cumple con “La Ley de la Silla”,
Decreto Nacional N° 83474/36, art. 1°).

Fecha de firma: 02/08/2021


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Firmado por: CHRISTIAN GABRIEL APARICIO, SECRETARIO DE CAMARA
Firmado por: ALEJANDRO HUGO PERUGINI, JUEZ DE CAMARA
Firmado por: LUIS ANIBAL RAFFAGHELLI, JUEZ DE CAMARA
Firmado por: DIANA REGINA CAÑAL, JUEZ DE CAMARA
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En este sentido, el Juez a quo condenó al demandado a proveer
tantas sillas como empleados tenga y a permitirles su uso, y a la ART a dictar un
curso a los empleados de la empleadora demandada, relativo a ergonomía y
descanso. Del mismo modo, impuso al Sindicato de Empleados de Comercio, la
obligación de velar acerca de este cumplimiento, bajo apercibimiento de tener que
responder por el delito de desobediencia. A tal fin, señaló que el cometido del
Sindicato ante el Juzgado, cesará al cabo de 2 años de quedar firme la sentencia
(ver fs. 463 último párrafo y vta.).

II. El decisorio viene apelado, en primer término, por la


empleadora Dabra SA (fs. 467/470). Se queja, por la admisión del reclamo por el
despido indirecto y por las horas extras; también lo hace, tal como anticipé, por lo
que señala como extralimitación del magistrado en su jurisdicción, al incluir de oficio
la condena a proveer sillas al personal; finalmente, observa la conclusión del Juez
de primera instancia, según la cual la actividad laboral de la actora fue la causa
directa e inmediata de la patología varicosa constatada.
Luego, Asociart ART SA (fs. 471/474) objeta la valoración de la
prueba en el modo de resolver; también lo hace por considerar que no es su carga
la de vigilar diariamente y durante toda la jornada de trabajo, todo lo que se hace en
los establecimientos de la empresa.
Añade que no es facultad suya la de importar instrucciones acerca
del modo de realizar las tareas, o impedir su realización, aun en condiciones de
extremo. Y afirmó, que “las aseguradoras deben prevenir el daño mas no evitarlo, la
obligación es de medios y no de resultados” (sic, fs. 473 vta., segundo párrafo).
Finalmente, se queja por el monto de condena, el que considera
excesivo, agregando en este punto que, incluso, el resarcimiento por el daño moral
resulta desproporcionado respecto al material.
El perito contador, hace lo propio a fs. 475, donde cuestiona su
regulación por considerarla reducida.
Después, y en una muy prolija presentación (ver fs. 476/482), la
parte actora se considera agraviada, porque se desestimó la aplicación del art. 1 de
la ley 23523, y porque considera menguado el resarcimiento por el daño laboral.
En último término, la perito médica apeló sus emolumentos por
considerarlos reducidos (fs. 484).
A fs. 486/487 vta., fs. 488/489 vta. y fs. 490/494, se encuentran
agregadas las réplicas que las partes han hecho mutuamente de los recursos.

III. Razones de estricto orden metodológico, me inclinan a iniciar


el análisis de los recursos partiendo desde aquellos que corresponden a la acción
por despido.

Fecha de firma: 02/08/2021


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CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES DEL TRABAJO -
SALA III

En este orden de ideas, y por cuestiones lógicas, entiendo que


corresponde comenzar a partir del interpuesto por la empleadora, quien, como
anticipé, se considera agraviada por la decisión que consideró justificada, relativa a
la rescisión contractual operada por la trabajadora.
En el punto, sostiene errado el análisis de grado anterior, basado
dice, principalmente, en lo que resulta de la prueba de testigos y del hecho que allí
se desprende, consistente en que la empresa contaba con varias sucursales para
poder encontrarle un puesto de trabajo a la accionante.
Afirma erróneo ese fundamento, dado que implicaría exigirle la
prueba de un hecho negativo. Expresa en este sentido, que no existe modo de
probar materialmente la inexistencia de tareas en las condiciones y restricciones
requeridas por la trabajadora.
Agrega a ello, que es claro que esa demostración no podría ser
producida por vía testimonial, dado que la única forma de lograrlo habría sido a
través de preguntas indicativas, las que se encuentran vedadas entre las formas de
interrogación, y que no advierte otros métodos probatorios hábiles para acreditar el
extremo en cuestión.
Señala que, si se trata de ponderar indicios, lo más razonable
parecería ser presumir que todos los puntos de venta de la empresa poseen un
funcionamiento similar, por lo que en todos ellos se cumplen las mismas tareas, y
de ahí, existen mismos puestos a cubrir, alegación que, entiende se corrobora a
través de las declaraciones de Orlandau y Peralta que, afirma, se enfrentan al
argumento indiciario.
Sentado lo expuesto, diré que no comparto la expresión de la
recurrente, que simplifica la resolución dada a este conflicto en el anterior grado, a
una propuesta basada meramente en lo indiciario.
Contrariamente a lo que expresa el recurrente, el sentenciante no
se ha valido de meros indicios para resolver (por esta razón, estimo innecesario
ahondar en lo que dijeran los testigos de la accionante), sino de la inversión propia
de la carga de la prueba, dado que es claro que era la demandada quien se
encontraba en mejores condiciones de demostrar la imposibilidad de brindar tareas
adecuadas, a la menor capacidad laborativa de la trabajadora (art. 377 CPCCN).
Será cuestión entonces de agudizar el ingenio en la búsqueda del
material probatorio, examinar todas y cada una de las labores que se llevan a cabo
dentro de la empresa y, en su caso, evaluar cuáles podrían ser readaptadas, y no
creo que en concreto esa labor pueda imponerse a cargo de la trabajadora que ya
no puede cumplir las que venía realizando, sino, y lo que parece más lógico y, en
definitiva llega firme ante ésta alzada, a la propia empleadora que es la que
organiza la empresa por disponer además del poder de dirección (art. 116 LO).
Al fin y al cabo, tampoco parecía ser muy pretencioso el reclamo
de la trabajadora, para que dentro de una jornada reducida, se le otorguen breves
espacios para el descanso, con la posibilidad de elevar sus piernas dado el tipo de

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dolencia, para lo cual se le podía ubicar algún espacio, mínimo aunque fuese, a tal
fin (arg. arts. 377 y 386 CPCCN, 10, 63, 212 y 242 LCT).
En definitiva, coincido con la decisión adoptada en grado anterior.
No cabe soslayar que hay un deber de empeño y solidaridad que cabe exigir del
empleador (una obligación de colaboración para sostener el empleo), que no ha
sido seguido.
Ello me lleva a considerar que la actitud de la demandada, previa
a la extinción, no lució acorde a lo esperado, pues solo se dedicó a sostener que no
contaba con tareas acordes, sin siquiera intentar acordar con la trabajadora qué
tareas podía cumplir, o sin solicitar a su propio servicio médico una precisión a tal
fin, de manera de poder investigar si contaba o no con tareas acordes (en idéntico
sentido, ver mi voto en ocasión del precedente “Pagano, Abel Américo c/ Granja
Tres Arroyos SA s/ despido”, SD N° CNT38371/2014/CA1 del 25/11/2019, del
protocolo lex 100).
Por todo ello, propicio desestimar este segmento de la queja.
IV. Al análisis precedente, sigue otro recurso de la misma
codemandada, quien en este caso objeta el progreso del reclamo en concepto de
horas extras, en particular por los últimos 24 meses.
Para ello, sostiene probado a partir de la pericia contable, que la
actora en el 2013 no prestó servicios en razón de vacaciones y licencia por
enfermedad durante 195 de los 200 días laborales de ese período.
Considera errada, también, la apreciación del magistrado de grado
anterior, cuando sostiene que los testigos que declararon a instancias de la
trabajadora corroboraron el horario de labores indicado por ella en el inicio; para la
apelante, ese medio probatorio resultó inidóneo a tal fin.
Así, dice que la declaración de la testigo Peralta es irrelevante por
cuestiones temporales, dado que ésta dejó de trabajar en el año 2010, y respecto
de Orlandau y Gallo, afirma que no compartieron lugar de trabajo con la accionante.
Solo el primero de ellos reconoció haberla suplantado cuando la reclamante se iba
de vacaciones, ocasiones que solo pudieron haberse dado entre los períodos
septiembre 2011/enero 2012 y octubre 2012/marzo 2013.
En cuanto a Gallo, dice que solo justificó conocer los horarios de
Lezcano por supervisar el local donde ésta trabajaba, pero no por haberla visto
personalmente cumplir su jornada.
Me resulta imposible no abordar el análisis de este agravio, sin
antes señalar que al impugnarse únicamente el examen que, en forma subsidiaria
(ver fs. 460 vta. primer párrafo) hizo el juez de grado anterior al respecto de la
prueba de testigos, la apelante dejó firmes y fuera de cuestionamientos todos
aquellos argumentos expresados por el sentenciante, para explicar por qué
incumbía, aquí también, a la demandada, la acreditación de la extensión de la
jornada de la accionante.

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SALA III

Así, llega firme ante esta alzada, que la empleadora contaba con
la obligación de llevar en el caso el registro que prescribe el art. 6° inc. c de la ley
11544 y, por ende, su falta de exhibición (atendiendo a las respuestas del perito
contador a los puntos 8 y 9 del informe de fs. 390), tornó aplicable la presunción
establecida por el art. 55 LCT, la que en el caso no resultó desvirtuada (ver fs. 460
I, cfr. art. 116 LO).
Es de este modo que, aun cuando uno pudiera coincidir (lo que no
sucede en mi caso) con el análisis que, respecto de esta prueba, nos propone la
recurrente, siquiera en esas condiciones correspondería modificar lo resuelto, dado
que la inteligencia que llevó a cabo el Juez a quo, importó establecer que incumbió
a la empleadora acreditar la extensión de la jornada por ella dicha en el escrito de
contestación, circunstancia que sin duda alguna, a tenor de los extremos puestos
en el recurso, no ha logrado demostrar (art. 377 CPCCN y 116 LO).
De todos modos, y a todo evento, he de señalar que, como dijera
en el párrafo anterior comparto la evaluación que, respecto de esta pretensión, se
llevó a cabo en la instancia anterior, pues de ella surge prístino el desarrollo de la
jornada en la sucursal donde trabajaba Lezcano, cfr art. 90 LO y 386 y 456
CPCCN). Así pues, cabe presumir en la especie como cierto el número de horas
suplementarias laboradas estimadas en la demanda, en razón de que la
demandada no probó llevar el libro de registro previsto en el art. 6 inc. c) de la ley
ll.544 y en el art. 21 del decreto reglamentario 16.115.
En efecto, aunque la mayoría de la jurisprudencia ha sostenido
que dicho registro no es obligatorio para los empresarios, sostengo que sí debe ser
llevado, en particular cuando en la empresa se trabaja tiempo extraordinario. Por
ende, acreditado ese supuesto fáctico (en el caso, insisto, los testigos que
declararon responden en orden al conocimiento que tienen, respecto de la
modalidad general de trabajo), cabe la presunción hominis mencionada, salvo
irrazonabilidad (que no se da en el caso) o prueba en contrario que, como he dicho,
no fue producida.
Así, ratifico mi posición sentada en el precedente dictado en autos
“Alberzu, Cinthia Viviana c/ La Nueva Metropol SATACI y otros s/ despido”, expte.
Nº 15509/2015, SD CNT15509/2015CA1 del protocolo de esta Sala” donde,
sintéticamente, sostuve que “…acreditada la relación laboral, y su deficiente
registración, la situación ha de encuadrarse en lo normado por el art. 55 de la LCT,
y su articulación procesal - art. 39 primer párrafo de la ley 11563-, que dispone una
presunción a favor de las afirmaciones del trabajador, respecto de los hechos, entre
ellos la remuneración y las horas suplementarias de trabajo hechas efectivamente
(art. 52 inc. E LCT), que debieron ser consignadas en los libros laborales”,
considero que no es posible receptar el recurso intentado, desde que lo expresado
por el accionante en la presentación en despacho, no se compadece con los
términos asentados en el libelo de inicio.

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Por otra parte, considero que cuando una norma jurídica
reglamenta la existencia de un documento o registro, aunque no diga en forma
expresa que debe llevarse y conservarse, esta es la interpretación lógica que debe
efectuarse toda vez que las normas legales - y en especial las laborales - tienden a
ser autoaplicables y no meramente abstractas. La excepción, claro está, solo se da
cuando el precepto legal en forma clara indica que el llevado o conservación de
tales libros, registros o documentos será facultativo, caso que no se da en la norma
bajo análisis.
Solo para finalizar, diré además, y en consonancia con lo dicho en
grado anterior, que debe merituarse para una interpretación como la precedente,
que dicho art. 6 inc. c) de la ley 11.544 no resulta una norma aislada, sino que se
trata del correlato de lo establecido en el art. 8 inc. c) del Convenio Nº 1 de la OIT,
de Washington, 1919, en tanto manda “inscribir en un registro, en la forma
aprobada por la legislación de cada país o por un reglamento de la autoridad
competente, todas las horas extraordinarias efectuadas”.
Por ende, y por todo lo expresado, propicio confirmar el progreso
de las horas extras.
Solo a mayor abundamiento y a todo evento diré, que no obstaría
a lo expresado anteriormente que del peritaje contable surgiera, como se dice al
iniciar la apelación, una baja cantidad de días trabajados por Lezcano durante el
2013, sea por licencias por enfermedad o vacaciones (fs. 394, pto. D, cfr. art. 477
CPCCN); en definitiva, que se adeuden diferencias por horas extras por ese
período, es una derivación lógica de las disposiciones contempladas en los arts.
155 inc. a y 208 LCT, normativas reglamentarias soslayadas por el recurrente (art.
14 bis CN).

V. Se queja la actora, porque se desestimó la aplicación de la


sanción establecida por el art. 1 de la ley 25323.
Sostiene infundada la decisión, y contradictoria si se concluye la
procedencia de las horas extras impagas.
Dicha situación, para la parte, supone un registro imperfecto y
defectuoso, ya que se pagaba menos de lo que se debía, originando de ese modo
un considerable perjuicio al sistema de seguridad social, por menguados aportes, y
todo ello a través de fraude sancionado por el art. 14 LCT.
Añade, que el propio art. 10 LNE ha sido interpretado conforme la
remuneración devengada, y que el único modo de cumplimentar adecuadamente
con lo dispuesto en el art. 7 de ese cuerpo normativo es con el registro de la
remuneración devengada, conforme categoría y horarios reales.

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En el punto, propicio la revocatoria de lo decidido en el grado


anterior.
Tal como sostuviera en el precedente de esta Sala, in re “San
Miguel, Dino Dan c/ Herzo SA s/ despido”, SD del 12/7/19, cfr. protocolo de sistema
Lex 100, acreditado el trabajo de horas extras en forma normal y habitual para la
demandada, y que ésta no integró su pago en la remuneración que percibió la
trabajadora, “…las enunciadas deficiencias registrales tratadas precedentemente
tornan procedente el reclamo por la multa prevista en el art. 1 de la ley 25323. Ello,
toda vez la norma referida sanciona a la empleadora cuando registra
incorrectamente el contrato de trabajo”.
Así, considero reunidos los elementos que instan a la procedencia
de la normativa de marras, afirmación en la que insisto, dejando asentado que las
horas suplementarias deberían integrarse en los registros del art. 52 LCT (cfr.
incisos h y g), pues implican un mayor salario.
De este modo, la falta de pago de horas extras no puede tomarse
como un dato al pasar, sino que traduce un deficiente registro de la remuneración –
en sentido similar a lo que pretende evitar el art. 10 LNE- y, por ende, del contrato
de trabajo, circunstancia que, en mi opinión, torna procedente la multa.

VI. Finalizado el tratamiento de los recursos vinculados con


el reclamo por la extinción del vínculo, y que me llevaron a elevar esa condena a la
suma de $ 541.283,72 ($ 369.201,22, cfr. condena de primera instancia, + $
172.082,50) abordaré seguidamente el examen de los atinentes a la acción con
fundamento en normativas civiles, por afección padecida por el trabajo.
En orden a los tópicos puestos a debate ante esta Alzada, puedo
decir que llegan sin ser objeto de cuestionamiento: a) la declaración de
inconstitucionalidad del art. 39.1 de la LRT y, b) las conclusiones del peritaje
médico, que explican que la demandante presenta “várices bilaterales primitivas en
estado III” (fs. 351), por las que posee una incapacidad física del 10% de la TO, que
añadiendo factores de ponderación, totalizan en concreto 12,20% TO.
Sobre este punto de partida, diré que el primer aspecto a tratar se
corresponde con el cuarto agravio de la codemandada Dabra SA, quien a fs. 469
vta. se queja de la conclusión según la cual, la actividad laboral de la actora fue la
causa directa e inmediata de la patología varicosa constata en estos obrados, y que
justificaron la admisión del reclamo por enfermedad profesional.
Para la recurrente, se omitió considerar de manera armónica el
examen pericial y el médico que ella acompañó a fs. 226/238, en contestación a la
intimación dispuesta por el magistrado de primera instancia.
Sostiene que de dichos antecedentes se puede poner en tela de
juicio la conclusión de primera instancia, y ello porque el peritaje expresa “que la
causa de la evolución de la enfermedad de la actora con operaciones y recidivas

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fue definitivamente el trabajo que realizó durante 15 años”, atribuyendo así una
decisiva incidencia a la prolongada prestación laboral.
Sin embargo, señala, se omitió que del examen médico que ella
acompañó, anterior al informe, surge que ya para 1999, cuando la trabajadora
llevaba apenas tres años trabajando, ya había sido operada de várices, con lo cual
no se habrían dado los 15 años de servicio que menciona la opinión pericial.
Para la apelante, ya estaba claramente instalada la enfermedad
de la actora, lo que desvirtúa el informe técnico de autos, que “pondría el acento en
cuanto a la causación de la dolencia, no en la índole de las tareas, sino en su
prolongación” (sic, fs. 470, primer párrafo, in fine).
Por ello, desde que para el recurrente existen elementos de
convicción que contradicen sustancialmente la opinión pericial, al punto de tornarla
científicamente infundada, solicita la revocatoria del fallo en este aspecto.
Considero que, en el punto, la cuestión introducida no constituye
una crítica concreta y razonada del fallo, sino más bien una mera discrepancia con
lo resuelto (art. 116 LO).
Digo ello, porque omite el apelante señalar que la hipótesis que
reintroduce fue evaluada por el Juez de primera instancia, quien la descartó,
remitiéndose a tal fin a la réplica que la perito médica hiciera a fs. 368, donde
contestando la impugnación de la demandada de fs. 359 explicó “…no estar de
acuerdo con lo pretendido por la demandada que 15 años de trabajo en
bipedestación con escasa posibilidad de prevenir este cuadro sea una mera
coincidencia de espacio tiempo…”
En efecto, para la experta “...para aceptar la influencia laboral
como causa de las várices deben ser bilaterales, bien definidas y evidentes
extendidas por ambas extremidades y no circunscriptas a un sector topográfico. En
tal caso las encuentra indiscutiblemente vinculadas causalmente a la actividad
laboral”.
Añadió, que “El cuadro hereditario es muy discutible ya que si la
labor de la actora hubiera sido otra no habría desencadenado la gravedad de las
várices que presenta operadas y recidivadas en 2 oportunidades” (cfr. art. 477
CPCCN).
Tal cual hiciera el magistrado que me precede, considero
contundentes las respuestas brindadas por la profesional médica a la parte
demandada, ya que se sustentan en exámenes serios del estado de la trabajadora
y, como he dicho, sus conclusiones no han sido eficazmente rebatidas pues, para
ello, hubiera sido necesario acercar algún elemento objetivo que permita determinar
el error o el inadecuado uso que la galeno hizo de su conocimiento técnico (cfr. arts.
386 y 477 CPCCN, cfr. mi voto en “Arguello, Edgardo Gastón c/ ART Interacción SA
s/ accidente – ley especial”, Expte. N° 35125/2011; SD N° 93856 del 30/12/2013,
del protocolo de esta Sala).

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SALA III

En el caso, más allá de lo que pudiera decirse en derredor del


alcance del recurso en los términos del art. 116 LO, considero debidamente
fundamentada la conclusión de grado anterior, según la cual la actividad laboral de
la actora fue la causa agravante de la patología varicosa constata en estos obrados.
Máxime, si tenemos en cuenta que no es objeto de
cuestionamiento ante esta alzada, que las labores de Lezcano consistieron durante
15 años en ventas, control del resto del personal, de stock y faltantes, bajo la
exigencia de posturas de bipedestación con escasa deambulación, permaneciendo
a tal fin constantemente parada, sin sillas para el descanso, conclusión alcanzada a
tenor de las declaraciones testimoniales brindadas en autos (ver fs. 462; fs.
334/336, declaración de Alejandro David Orlandau; fs. 338/339, Jaqueline Vanesa
Peralta y fs. 353/354, Carlos Ariel Gallo, cfr. arts. 377, 386 y 456 CPCCN y 90 LO).
Por todo lo expuesto, opino que debe, aquí también y
nuevamente, confirmarse lo decidido, en el sentido de que la actividad laboral ha
sido la causa que agravó la patología constatada (cfr. art. 1113 CCivil), por lo que la
empleadora debe responder por su calidad de dueño o guardián, en orden al factor
de atribución de carácter objetivo, conclusión que, dicho sea de paso, tampoco
resultó objeto de cuestionamiento.
Dicho esto, he de señalar, que como bien surge del dictamen, la
gravedad de la situación de la trabajadora y las condiciones en que prestaba sus
tareas, no dejan margen a la duda. Ahora bien, de esto no se deriva que sí y solo
sí, si son bilaterales las várices se deban al trabajo, como supo definir
descaminadamente en un “plenario médico” el CMF.
Digo esto, porque una afirmación de esta especie deja fuera de
juego la hipótesis poco probable pero posible, de que alguien solo desarrolle
várices a causa del trabajo en un área exclusivamente. Mas el caso de autos, es
exactamente el contrario; la bilateralidad, sin desplazamiento y con constante
bipedestación, es pauta clarísima de la relación.

VII. Solo a todo evento, para la hipótesis de que se


considerara que el recurso no se encuentra desierto, acerca del fundamento
normativo de la condena he de decir que es mi criterio que toda vez que la presente
causa, se resuelve en plena vigencia del Código Civil y Comercial de la Nación,
encuentro que el mismo le resulta aplicable en forma inmediata.
Recordemos que toda reforma adjetiva, debe ser aplicada tan
pronto como se convierta en derecho vigente, y por cierto, los Códigos no
constituyen ni más ni menos que la articulación adjetiva de los derechos
consagrados en la Constitución Nacional, es decir, que ellos mismos son derecho
adjetivo. La referida Constitución, se encuentra inscripta desde 1994, en el
paradigma constitucional de los Derechos Humanos Fundamentales (art. 75, inc.
22).

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El mismo consagra, a través del artículo 2.1 del PIDESC, el
principio de progresividad, según el cual, todo Estado Parte “se compromete a
adoptar medidas, para lograr progresivamente, la plena efectividad de los derechos
aquí reconocidos”. Y por cierto, esta plena efectividad implica una labor legislativa y
judicial.
Así, en una interpretación auténtica, la Dra. Kemelmajer de
Carlucci ha sostenido que “la afirmación que la facultad judicial del iuranovit curia
sólo alcanza al derecho vigente al momento de la traba de la litis quizás no
configure una falacia, pero ciertamente, no tiene respaldo; ya indiqué que esa
situación procesal (traba de la litis) no siempre agota una relación sustancial; más
aún, normalmente, no produce agotamiento, pues las figuras procesales, sin que
esto disminuya su importancia, son, por lo regular, un instrumento para el ejercicio
del derecho sustancial y, por lo tanto, no lo transforma ni modifica”. (Kemelmajer de
Carlucci, Aida; “Nuevamente sobre la aplicación del Código Civil y Comercial a las
situaciones jurídicas existentes al 1º de agosto de 2015”, pub en La Ley, 2.6.15).
Si bien abrevo en este criterio, no dejo de advertir que las
relaciones que hoy se debaten en el Tribunal, siempre se encontraron amparadas
en el paradigma normativo de los Derechos Humanos Fundamentales desde antes.
Digo así, precisamente, por la vigencia del esquema constitucional radicado desde
1994.
Tal es así, en cuanto a que esta interpretación es ajustada a la
racionalidad del sistema que hoy luce receptada en un código, que esta sala en
forma reiterada ha resuelto cuestiones en el mismo sentido que lo ordena el código
nuevo, simplemente por interpretar los principios derivados del paradigma vigente.
Nótese, precisamente, que el art. 1º dedicado a las fuentes y su
aplicación, establece que los casos que rige el CC y C deben ser resueltos según
las leyes que resulten aplicables, conforme con la Constitución Nacional y los
Tratados de Derechos Humanos. Luego, su interpretación, no constituye un tema
menor, dado que el paradigma vigente alcanza plena operatividad en el uso que
hacen los operadores jurídicos del mismo.
En este mismo sentido, el Código Civil y Comercial de la Nación
dispone, que la ley debe ser interpretada teniendo en cuenta sus palabras, sus
finalidades, las leyes análogas, las disposiciones que surgen de los Tratados
sobre Derechos Humanos, los principios y los valores jurídicos, de modo
coherente con todo el ordenamiento (destaco) <art. 2º>.

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SALA III

Este es el motivo por el cual, lo reitero, muchas de las decisiones


de esta Sala, precisamente por el respeto al paradigma normativo, han anticipado
las soluciones legales que hoy plasma el código, dado que por vía de interpretación
de los referidos principios y valores, era posible llegar a iguales conclusiones.
La misma autora sostiene, al prologar la obra comentada de
Infojus que “precisamente el Código Civil y Comercial que entrará en vigencia en
agosto de 2015 pretende ser el factor de integración del conjunto de los
microsistemas del derecho privado. Dicho de otro modo, las fuentes dialogan; las
leyes especiales, los microsistemas, no existen en el aislamiento en el vacío, sin
interrelación alguna; al contrario, sin perjuicio de sus reglas específicas, pueden
acudir al CCyC como instrumento de integración al sistema. Piénsese, por ejemplo,
en los principios de buena fe, de interdicción del abuso del derecho, del fraude a la
ley y de la irrenunciabilidad anticipada y general de los derechos (arts. 8/13), todos
se aplican a estatutos cerrados, como la Ley de Seguros, la Ley de Concursos, el
Código de la Navegación, la Ley del Ambiente, etc.”.
“Esa función de cohesión es posible, ciertamente, por la
incorporación expresa en el CCyC de los principios que emanan de la Constitución
Nacional y de los tratados internacionales de derechos humanos.”
“Claro está, que esta `nueva exégesis` se consolidará con el
auxilio de la jurisprudencia que se forjará al interpretar y aplicar sus disposiciones.
Cabe señalar que esa tarea ya ha empezado, desde que no son pocos los
jueces que invocan las nuevas normas como parte de la motivación en la que
fundan la solución a la que llegan en decisiones anteriores a la entrada en
vigencia del CCyC” (destaco).
En síntesis, concluyo que resultan aplicables al sub lite, las
disposiciones establecidas en el Código Civil y Comercial.
Luego, observo que ya con el anterior código, e inclusive como
Juez de primera instancia, he sostenido con apoyatura en la jurisprudencia que cito
a continuación, que comparto plenamente el criterio jurisprudencial según el cual el
artículo 39 de la ley de riesgos, al desplazar la posibilidad del trabajador de
accionar por la vía civil (con la sola excepción de la invocación del dolo), incurre en
una flagrante discriminación (Sd. del Tribunal nro.4 de La Plata, in re “Colman,
Hermes c/ Lasalle, Rolando s/ daños y perjuicios”, expte.3358, del 19 de junio del
97; Juzgado Nacional del Trabajo Nro.27, SD.17.524, in re “Rivero, Mónica Elvira c/
Techno Técnica SRL y otro”; Dictamen del Fiscal de la Cámara Nacional de

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Apelaciones del Trabajo, Nro.29.666, in re “Pérez, Liliana del Carmen c/
Proinversora S.A. y otros s/accidente-acción civil”; CNAT, Sala X, Sd 8422, del 31
de julio del 2000, in re “Lizarraga, Juan Elías c/Streitfeld, Jorge s/ accidente”, entre
muchos otros). Ello, en razón del mismo fundamento que diera el Dr. Humberto
Podetti cuando, como Procurador Gral. del Trabajo, dictaminara en el fallo plenario
“Alegre”.
Recordemos que allí se discutía si la reforma al artículo 1113 del
Código Civil, quedaba o no comprendida en la opción consagrada por la ley 9688.
En esa oportunidad, el Dr. Podetti hizo un poco de historia en torno a la teoría del
riesgo, a fin de demostrar el sin sentido de una respuesta negativa: los jueces
franceses muchos años antes, en virtud de la explosión de las calderas en las
galerías Lafayette, consideraron que no podían los trabajadores tener la carga
probatoria ordinaria ante sucesos semejantes, porque su situación no era la misma
de cualquier ciudadano.
Exigirles la prueba de la intencionalidad del patrono era absurda,
no solo por lo leonina, sino también por lo inexistente. La culpa en este caso tenía
otro origen, la responsabilidad por el riesgo creado, y debía existir por ello una
presunción, quedando el onusprobandi en cabeza del empleador para demostrar
que obró con la diligencia debida.
Precisamente, el Dr. Podetti rescataba esa enseñanza para el
presente de entonces: si los trabajadores no pudieran ejercer la opción por el nuevo
artículo incorporado al Código Civil, a pesar de contar con un derecho especial
(necesario ante la desigualdad de los contratantes, completamente diferente a la
del común de los convencionales) estarían, contradictoriamente, peor que cualquier
peatón ante un accidente de tránsito, gozando de menor protección.
Estas reflexiones cobran hoy todo su vigor ante el artículo 39 de la
ley 24.557, cuando solo habilita responsabilidad civil únicamente ante la hipótesis
de dolo, colocando a los trabajadores en una situación de desigualdad ante la ley
completamente violatoria del artículo 16 de la CN.
Se agrega aquí, además, otro argumento que comparto y es el
esgrimido en el precedente “Montiel, Julio Jorge c/ Resind S.A. y otra s/ accidente
de trabajo”, del Tribunal Nro. 2 de San Isidro (del voto de la Dra. Ferreirós),
según el cual “la culpa no puede dispensarse (…) y aunque la ley no ampara
conductas dolosas, sí está avalando conductas culposas y que aquello que está

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SALA III

prohibido para los particulares, ¿cómo no habría de estarlo, entonces, para el


Legislador?”.
Convengo entonces, con el criterio de que también resultaría de
tal suerte violatorio el artículo de marras de las previsiones de los artículos 14 bis,
19 y 43 de la CN, al no permitir la reparación integral del infortunio para los
trabajadores.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, in re "Aquino, Isacio c/
Cargo Servicios Industriales S.A. s/ accidente", se pronuncia el 21 de setiembre del
corriente año. En el mismo dice que "resulta fuera de toda duda que el propósito
perseguido por el legislador, mediante el artículo 39, inc.1º, no fue otro que
consagrar un marco reparatoria de alcances menores que los del Código Civil…no
se requiere un mayor esfuerzo de reflexión para advertir que la LRT, al excluir, sin
reemplazarla con análogos alcances, la tutela de los artículos 1109 y 1113 del
Código Civil, no se adecua a los lineamientos constitucionales (…) a pesar de
contar entre sus objetivos el de “reparar los daños derivados de accidentes de
trabajo y de enfermedades profesionales".
Considera que en el marco de la ley de riesgos no se ven
cumplidas las previsiones del artículo 14 bis de la CN, manda que tiene cumplidos
más de 50 años y que "a su vez, se ha visto fortalecida y agigantada por la singular
protección reconocida en toda persona trabajadora en textos internacionales de
derechos humanos que, desde 1994, tiene jerarquía constitucional".
Claramente refiere la Corte, que "es un hecho notorio que la LRT,
al excluir la vía reparadora del Código Civil eliminó, para los accidentes y
enfermedades laborales, un instituto tan antiguo como este último (Fallos:
123:379), que los cuerpos legales específicos no habían hecho más que mantener,
como fue el caso de la ley 9688 de accidentes del trabajo, sancionada en 1915.
Ahora bien, este retroceso legislativo en el marco de protección, puesto que así
cuadra evaluar a la LRT según lo que ha venido siendo expresado, pone a ésta en
grave conflicto con un principio arquitectónico del Derecho Internacional de los
Derechos Humanos en general y del PIDESC en particular. En efecto, este último
está plenamente informado por el principio de progresividad, según el cual, todo
Estado Parte "se compromete a adoptar medidas…para lograr progresivamente…la
plena efectividad de los derechos aquí reconocidos" (art. 2.1). La norma, por lo
pronto, debe interpretarse a la luz del objetivo general, en realidad la razón de ser,

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del Pacto, que es establecer claras obligaciones para los Estados Partes con
respecto a la plena efectividad de los derechos de que se trata".
"Luego, el hecho de que los menoscabos a la integridad psíquica,
física y moral del trabajador prohibidos por el principio alterum non laedere deban
ser indemnizados sólo en los términos que han sido indicados (supra
considerandos 6), vuelve al artículo 39, inciso primero de la LRT, contrario a la
dignidad humana, ya que ello entraña una suerte de pretensión de reificar a la
persona, por vía de considerarla no más que un factor de la producción, un objeto
del mercado de trabajo. Se olvida, así, que el hombre es el señor de todo mercado
y que éste encuentra sentido sí y sólo sí, tribula a la realización de los derechos de
aquél (conf. Causa V.967 XXXVIII "Vizzoti, Carlos Alberto c/ Amsa S.A. s/ despido",
del 14 de setiembre de 2004)."
El sentido de lo expuesto, también constituye un criterio inveterado
de esta Sala, lo que destaco.
En el caso, es evidente que mediante la aplicación de la Ley de
Riesgos del Trabajo, solo computando los aspectos básicos del caso, la actora
percibiría $ 108.650,46 (53 x $ 10.122,50 x 12,20% x 1,66 (65/39).
Todo ello evidencia que el resultado obtenido por la Ley de
Riesgos del Trabajo es peyorativo para la trabajadora, respecto del que le
correspondería a cualquier otro damnificado, que sufriese iguales perjuicios y que
fuera ajeno al vínculo laboral, pues dicha norma no contempla la indemnización por
daño extra patrimonial.
En mi criterio, la inconstitucionalidad planteada por la parte actora
en la demanda es procedente, porque si bien es válido que en el régimen de
riesgos del trabajo se recurra a sistemas tarifarios, que por ser tales no establecen
una reparación plena, no es admisible que ese régimen sea cerrado y excluyente,
de modo que la víctima, por su sola condición de trabajador, esté impedida de
acceder a otra vía legal para obtener una reparación integral que compete a
cualquier ciudadano.
En definitiva, y por lo expuesto precedentemente, propicio
confirmar la declaración de inconstitucionalidad del art. 39 LRT, en este caso
concreto.
Definido entonces el marco normativo, corresponde expedirse en
relación con la aplicación del artículo 1113 CC y en el caso, atendiendo a las
conclusiones del informe médico legista al explicar el nexo causal entre las tareas

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SALA III

desarrolladas por la accionante y las consecuencias dañosas que ésta ha padecido,


entiendo que se configuró en el caso, el supuesto previsto en el antiguo art. 1113
del Código Civil pues, insisto, las condiciones de trabajo que impuso la empleadora,
actuaron como factor por lo menos agravante de las patologías que hoy la aquejan.
Sentado lo anterior, reiteradamente sostuve que en el ámbito del
derecho común, comparto el criterio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
que ha dicho que el artículo antes mencionado correctamente interpretado, da pie
para sostener que caen bajo su órbita todos los supuestos de daños causados por
el riesgo de la actividad desarrollada, intervenga o no una cosa. La esencia de la
responsabilidad civil que consagra dicha norma, está en el riesgo creado más que
en el hecho de provenir éste de una cosa.
De allí, que sus principios sean aplicables por extensión, a otros
supuestos de riesgo creado (v. gr. actividades riesgosas realizadas sin la
intervención de cosas), y a otros posibles sujetos pasivos distintos del dueño y del
guardián (v. gr., quien genera, controla, potencia o fiscaliza la actividad riesgosa).
En este contexto, se ha conceptualizado a la actividad riesgosa,
como aquella que, “por su propia naturaleza (esto es, por sus características
propias, ordinarias y normales), o por las circunstancias de su realización –v. gr.,
por algún accidente de lugar, tiempo o modo- genera un riesgo o peligro para
terceros. Poco importa que en la actividad riesgosa (y en el daño que de ella derive)
intervenga o no una cosa, activa o pasivamente” (Pizarro en Código Civil y normas
complementarias dirigido por Bueres, Bs. As. Hammurabi, Tomo 3ª, págs. 555/556).
En esta tesis, debe tenerse en cuenta que la cuestión pasa por el
grado de previsibilidad de la producción del daño, a partir de la consideración de la
naturaleza o circunstancias de la actividad. Si sobre la base de tales aspectos,
concurría una clara probabilidad (aunque abstracta o genérica) de eventuales
perjuicios, funcionará el factor objetivo de atribución, si el daño ocurre” (Zavala de
González citada por Pizarro, ob, cit.).
Este es el criterio expuesto por la Corte Suprema de justicia de la
Nación, que extendió el concepto de responsabilidad civil por riesgo de la cosa
prevista en el art. 1113 del Código Civil, al riesgo propio de la actividad desarrollada
como consecuencia de un espectáculo deportivo, intervenga o no una cosa (in re:
“Mosca Hugo A. c/ Provincia de Buenos Aires y otros”, Sentencia del 03/06/2007).
Se ha dicho también, que: “el riesgo creado por la actividad
desarrollada acentúa aún más la responsabilidad de quien la realiza, cuando ella le

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permite alcanzar un beneficio, comprensivo este último de cualquier tipo de utilidad,
ventaja o provecho económico, que hace que deba soportar los riesgos creados
hacia terceros” (conf. Kemelmajer de Carlucci, A. En Belluscio-Zannoni, “Código
Civil, comentado anotado y concordado”, t. 5 pág. 471; CNCiv. Sala C en JA 1999-
III-193; CNCiv Sala E causa libre Nro. 328.783 del 25/6/02 citado en CNCiv Sala F
del 28/95/2005 in re “Figueroa José R. C/ Ineco SA y otros”, La Ley 2006-A, 506).
De todo ello infiero, que las tareas que realizaba la actora en favor
de Dabra SA, constituían una actividad riesgosa que implicaba la posibilidad de
padecer una dolencia de etiología laboral como la que finalmente presentó y
demostró.
Desde esta perspectiva, corresponde la aplicación al caso de lo
normado por los artículos 1725 y 1757, del Cód. Civil, por la circunstancia de que se
encuentra configurada, bajo el tipo de actividad según el que Lezcano trabajaba, el
supuesto de “cosa riesgosa”, que actuó como factor agravante de la patología que
hoy presenta.
Por lo tanto, advierto en el caso, y en sintonía con lo que dijera en
ocasión de votar en un precedente de aristas fácticas similares al presente (ver, mi
voto, in re “Ciccone, Miguel Angel c/ Guía Laboral SRL y otros s/ accidente – acción
civil”; causa N° 35666/2009; SD N° 93893 del 28/2/2014, del protocolo de la Sala),
donde sostuve que el trabajador se encontraba expuesto a peligros en potencia y
actuales, a cuya lectura me remito en honor a la brevedad.
Recojo de este modo el criterio sustentado en el fallo plenario Nº
266 del 27/12/88, dictado en los autos “Pérez, Martín I. c/ Maprico SAICIF que dice:
“En los límites de la responsabilidad establecida por el art. 1113 C.Civil, el daño
causado por el esfuerzo desplegado por el trabajador para desplazar una cosa
inerte, puede imputarse a riesgos de la cosa”.
Respecto a la aplicación de la doctrina plenaria he sostenido
reiteradamente tanto como Juez de Primera Instancia como integrante de este
Tribunal, que cuando la doctrina plenaria es contraria a derecho, no estoy obligada
a compartirla (en igual sentido, Sentencia Definitiva Nº 92618, 30 de junio de 2011,
recaída en autos “Pardo Gonzalo Manuel c/Tarpinian Carlos Armando s/despido”
del registro de esta Sala).
“Ello, en razón de la afectación de la independencia judicial, en
donde los jueces sólo se encuentran atados a la Constitución Nacional, y a las
leyes con arreglo a la misma. Claramente, este no es el caso del artículo 303 del

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SALA III

CPCCN, que preveía la vinculatoriedad de los plenarios, colocando así a las


cámaras en el lugar del legislador, por lo que considero que esta norma es
inconstitucional”.
“Por otra parte, toda vez que la ley 26.853 en su artículo 12
dispone dejar sin efecto al artículo 303 del CPCCN, y siendo que la misma
establece su obligatoriedad de manera inmediata, lo que viene a sumarse su
carácter adjetivo de la misma, no existe más la contradicción constitucional”.
“Cabe señalar que ha sido mi criterio reiterado que el art. 303 del
CPCCN resulta inconstitucional, toda vez que viola la independencia judicial, solo
atada a la aplicación del derecho dictado por sus autoridades naturales con
respecto a la Constitución Nacional, lo que no impide que adhiera a su doctrina.”
Reitero que en el caso considero aplicable la doctrina plenaria, y
obviamente el art. 1757 del Código Civil y Comercial de la Nación.
En consecuencia, desde este lugar también, propongo confirmar lo
decidido en grado anterior en relación con la acción por accidente de trabajo, y
hacer lugar a dicha pretensión, en tanto se determina que la actora padeció una
enfermedad de claro nexo causal en la vinculación con las tareas prestadas para la
codemandada Dabra SA, quien responderá por la reparación patrimonial, en los
términos que se fijarán ut infra al examinar el recurso articulado por la accionante,
en los términos del art. 1757 y concs. del Código Civil y Comercial de la Nación –ex
artículo 1113 del Código Civil de la Nación.

VIII. Se queja Asociart ART SA. Como anticipara, afirma que


la accionante reclamó contra ella atribuyéndole omisión por desconocimiento del
establecimiento y de su puesto de trabajo; falta de elaboración del mapa de riesgos;
de informe al empleador sobre las estrategias para evitar y/o reducir el riesgo
ergonómico; de capacitación y prevención; de control de elementos acordes a los
posibles riesgos.
Ahora bien, no coincido con la apelante, cuando dice que para
defenderse de esas imputaciones era “de gran importancia la producción de la
prueba pericial técnica, la cual fue declarada innecesaria por V.S. por auto con
fecha 14/12/2017” (ver fs. 472, segundo párrafo); al revés de lo que sostiene, opino
que lo decidido en origen tiene evidente sentido de economía procesal, dado que la
disposición de ese tipo de pericia deviene superflua e innecesaria, al considerar que
bien podía ser suplida desde los antecedentes documentales que la propia
aseguradora acompañó en ocasión del responde, y lucen agregados a fs. 37/76
(art. 364, 2° párrafo, CPCCN).

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Sentado ello, destaco que la recurrente insiste en que cumplió con
la ley vigente y que la contraparte le imputa responsabilidad no acreditada en
autos, pues la de brindar adecuadas medidas de seguridad e higiene es
competencia del empleador y no de ella, cfr. ley 19587 y art. 75 LCT.
De este modo, aduce, carece de poder de policía, por lo que no
es su carga la de vigilar diariamente y durante toda la jornada lo que se hace en el
establecimiento de la empresa, ni facultad suya impartir instrucciones acerca del
modo en que se deben realizar las labores.
Cita jurisprudencia en su apoyo y, como anticipara en el acápite II
de la presente, sostiene como conclusión que sus obligaciones las ejerce en
relación con los empleadores asegurados, quienes no pueden ser compelidos a
adoptar las medidas que se les indiquen, ni impedidos de ejecutar los trabajos
propios de sus emprendimientos en condiciones deficientes de seguridad.
De tal modo, para la apelante, solo debe “prevenir el daño mas no
evitarlo, la obligación es de medios y no de resultados” (sic, fs. 473 vta.).
Más allá de que las cuestiones apuntadas en el recurso no se
presentan como una crítica concreta y razonada del fallo, en tanto nada se dice
acerca de las conclusiones del Juez acerca del alcance de los fundamentos, para el
caso, de la jurisprudencia citada por el Máximo Tribunal in re “Torrillo, Atilio Amadeo
y otro c/ Gulf Oil Argentina SA y otro” del 31/3/209, ya que para el sentenciante, no
hay motivos para la exención fundados en que las ART no pueden obligar a las
empleadoras aseguradas a cumplir determinadas normas de seguridad, ni impedir
que ejecuten trabajos por no alcanzar ciertas condiciones de resguardo, dado que
ello implicaría una exención general y permanente.
Así, bajo la propuesta en análisis de la Aseguradora, se soslaya
todo aquello que la ART está obligada, que consiste en prevenir los
incumplimientos como medio para que estos y los riesgos que le son ajenos puedan
evitarse. Como bien se ha dicho en ese precedente, “no es propio de las ART
permanecer indiferentes a dichos incumplimientos, puesto que la ya citada
obligación de denunciar, resulta una de sus funciones preventivas” (considerandos
7° y 8°).
Nótese, que nada se dice en la apelación, acerca de que la
aseguradora no acreditó haber cumplido adecuadamente, al menos, con sus
deberes relativos a la promoción en materia de prevención de riesgos ni, menos
aún, invocó haber llegado hasta el límite de las obligaciones que le son exigibles y
que admitió tener a su cargo a fin de eliminar –o, al menos, reducir- los riesgos
propios de las condiciones en las que Lezcano desempeñaba sus labores (fs. 464
vta., 3er párrafo).
En concreto, el magistrado sostuvo que una medida elemental no
demostrada, “hubiese sido la visita al lugar de trabajo por parte de la aseguradora
pues hubiera permitido la constatación del riesgo que implicaba para la integridad
física de la dependiente el ejercicio de sus tareas, la sugerencia de medidas de

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SALA III

prevención al respecto, con la consiguiente adopción y ulterior control de acciones


colectivas idóneas - utilización de sillas o banquetas para el descanso, por ejemplo
– a fin de conjurar de alguna manera las condiciones riesgosas a las que estaba
expuesta”.
Es por ello que, para el Juez a quo, “las omisiones verificadas
respecto de los deberes a los que la ART demandada estaba obligada por
disposiciones de la LRT y de su reglamentación… autorizan a concluir que aquella
puso una causa adecuada o condición relevante del resultado dañoso sufrido por la
actora” (fs. 464 vta., 6° párrafo, cfr. art. 116 LO).
Y aun cuando, como dijera, esas conclusiones no fueron puestas
a cuestionamiento y por ende cabe considerarlas firmes, observo que no le falta la
razón al magistrado de grado anterior, pues a poco que uno repasa la mentada
documental aportada junto con el responde por la ART y de la que ut supra hiciera
referencia, a simple vista se observa que no hay recomendación alguna, acerca de
algo tan necesario como sillas para el personal, lo que no resiste el menor análisis,
e impide continuar con la evaluación (art. 386 CPCCN).
A todo evento, y a mayor abundamiento, señalo que el
fundamento vertido precedentemente es concordante con el voto en disidencia del
Doctor Horacio Rosatti (ratificando la postura de esta Sala, en la que tiene el primer
voto), emitido por la Corte Suprema de Justicia, el 9 de abril de 2019, en autos
"Báez Jorge Guillermo c/ Darlene SAIC y otro s/accidente – acción civil", Recurso
de hecho deducido por Darlene SAIC, en causa CNT 35057/2010/]RH2, donde, en
cuanto al deber de seguridad, se señaló lo siguiente:
“Es dable memorar que ya en 1972, hace 46 años, la ley 19.587 determinó comprendida
en la higiene y seguridad en el trabajó -materia que la norma vino a regular- a las normas técnicas y medidas
sanitarias, precautorias, de tutela o de cualquier otra índole que tuvieran por objeto proteger la vida, preservar y
mantener la integridad psicofísica de los trabajadores y prevenir, reducir, eliminar o aislar los riesgos de los
distintos centros o puestos de trabajo (art. 4°, incisos a y b). Fijó, además, como deber del empleador el de
adoptar y poner en práctica las medidas adecuadas (...] para proteger la vida y la integridad de los trabajadores,
especialmente en lo relativo a "las operaciones y procesos de trabajo" (art. 8°).
En pos de los objetivos declarados, y en lo que interesa a la presente causa, impuso
como obligación del empleador el examen pre-ocupacional y la revisación periódica del personal, con registro
de sus resultados en el respectivo legajo de salud (art. 9°, inciso a).

Por su parte, el decreto 351/79, reglamentario de la precursora ley aún vigente, declaró
la obligación de todo establecimiento de adecuarse a la ley 19.587, así como a las reglamentaciones que al
respecto se dicten y de conformidad con los modos que a tal efecto fije la Superintendencia de Riesgos del
Trabajo (arts. 2° y 3°, texto según decreto 1057/2003, B.O. 13/11/2003). Específicamente contempló la
obligación de extender, antes del ingreso, el certificado de aptitud en relación con la tarea a desempeñar,
previendo incluso que las modificaciones de las exigencias y técnicas laborales darían lugar a un nuevo
examen médico del trabajador para verificar si poseía o no las aptitudes requeridas por las nuevas tareas (arts.
205 y 206 del Anexo I del decreto 351/79).
Este acotado pero señero régimen de protección de la salud en el contexto de una
relación de empleo tuvo como norte, conforme se acaba de reseñar, la prevención de los riesgos del trabajo en
el puntual ámbito de cada contrato. De allí la obligatoriedad de realizar exámenes preocupacionales y
periódicos y de determinar la aptitud del trabajador para el puesto de trabajo. El objetivo, desde aquel entonces,
no ha sido el de eximir de responsabilidad a los empleadores por vía de una detección precoz de eventuales

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patologías, sino la de esclarecer la potencial incidencia negativa de las condiciones y medio ambiente de
trabajo sobre la integridad psicofísica de cada empleado.
Coherente con esta perspectiva, la ley 24.557 declaró expresamente que solo quedarían
excluidas de su régimen "[1]as incapacidades de/ trabajador preexistentes a la iniciación de la relación laboral
y acreditadas en el examen preocupacional efectuado según las pautas establecidas por la autoridad de
aplicación" (art. 6°, inciso 3.b). El precepto resulta dirimente para la presente contienda, aun cuando la
reparación se procure en el marco del derecho común, puesto que fue esa misma ley la que creó, como entidad
autárquica, a la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, organismo que, como se ha visto, tiene a su cargo el
dictado de las reglamentaciones sobre higiene y seguridad en el trabajo (decreto 1057/2003) y, puntualmente,
lo relativo a los recaudos que debe reunir el examen preocupacional.
Reflejo cabal de lo dicho es la resolución 43/97 de la mencionada Superintendencia -
vigente durante la relación laboral del actor- que reiteró la obligatoriedad de un examen médico de salud previo
al inicio de la relación laboral y estipuló sus contenidos mínimos (art. 1°), declarando como propósito el de
determinar la aptitud del postulante conforme a sus condiciones psicofísicas para las actividades que se le
requerirían (art. 2°). En lo que resulta relevante a la presente contienda, la reglamentación fijó en su Anexo II
(listado de los exámenes y análisis complementarios específicos de acuerdo a los agentes de riesgo presentes
en el ambiente de trabajo) como agente de riesgo ergonómico a las "fplosiciones forzadas y gestos repetitivos
en el trabajo" y como estudios médicos obligatorios el "[e]xamen osteoarticular" y la "friadiografía del segmento
comprometido (a efectuar cada 2 años)". En su Anexo III, puntualmente, se determinó como trabajadores
expuestos a riesgos físicos y riesgos ergonómicos a los que prestaban servicios en la actividad de hilandería,
tejedurías y acabado de textiles como el presente caso.
Tales criterios, se mantuvieron en la norma reglamentaria que la reemplazó (resolución
37/2010).
En suma, pesaba sobre la empleadora -y su aseguradora, en virtud del contrato entre
ambas- una obligación legal específica de determinar la aptitud del actor para el puesto de trabajo y de evaluar
la incidencia sobre su salud en el transcurso de la relación laboral. Por ende, el incumplimiento no puede
constituir un eximente de responsabilidad frente a la comprobación posterior de un daño”.
“9°) Que, asimismo, a fin de esclarecer aún más la cuestión litigiosa cabe poner de
manifiesto el basamento constitucional de las normas legales ut supra reseñadas. Ello pues, de las
circunstancias fácticas de la causa y de los planteos traídos a esta instancia emerge nítido que el
cuestionamiento a la condena impuesta se asienta sobre una lectura restrictiva de la obligación de prevenir los
daños a la salud del trabajador que se desentiende de las consecuencias de su incumplimiento y desconoce el
derecho a una reparación.
Como se advierte sin dificultad, el plexo jurídico referenciado no es sino la
reglamentación legal del principio general que prohíbe a los hombres perjudicar los derechos de un tercero,
alterum non laedere (art. 19 de la Constitución Nacional), y del derecho a condiciones dignas y equitativas de
labor que asegura el art. 14 bis de la Carta Magna. Manda constitucional esta última que fue fortalecida
("Aquino", Fallos: 327:3753), por la singular protección reconocida en textos internacionales de derechos
humanos que desde 1994 tienen jerarquía constitucional (art. 75, inciso 22, de la Constitución Nacional).
En efecto, el derecho de toda persona al goce de condiciones de trabajo equitativas y
satisfactorias está reconocido en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, art. 7°,
en la Declaración Universal de Derechos Humanos, art. 23; en la Convención Internacional sobre la Eliminación
de Todas las Formas de Discriminación Racial, art. 5.e.i; en la Convención sobre la Eliminación de Todas las
Formas de Discriminación contra la Mujer, art. 11.f; en la Convención sobre los Derechos del Niño, art. 32; en la
Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus
Familiares, art. 25; en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, art. 27.
En este contexto normativo destacan en particular los instrumentos que reconocen el
derecho de todo trabajador a la seguridad y a la higiene en el trabajo, esto es, el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, art. 7.b, y el Protocolo Adicional a la Convención Americana
sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, art. 7.e. A ellos se
suman otros instrumentos jurídicos internacionales conexos, como los convenios y las recomendaciones de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), en especial, el Convenio sobre Seguridad y Salud de los
Trabajadores, 1981 (núm. 155) y el Protocolo de 2002 del Convenio sobre Seguridad y Salud de los
Trabajadores, 1981 (núm. 155).
Como señalara el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales "1-11a
prevención de accidentes y enfermedades profesionales es un componente fundamental del derecho a unas

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condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias" (Observación General n° 23, E/C.12/GC/23, 27/4/2016). Con
base en las obligaciones y pautas del Convenio 155 de la OIT, el citado órgano de interpretación del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales consideró que los 'estados deben adoptar "una
política nacional para prevenir los accidentes y daños a la salud relacionados con el trabajo mediante la
reducción al mínimo de los riesgos en el entorno de trabajo", política que debe abordar "la relación entre los
principales elementos de trabajo y la capacidad física y mental de los trabajadores, incluidos los requisitos
ergonómicos".
En definitiva, del bloque federal, en cuanto consagra el derecho a no ser dañado, a
condiciones dignas y equitativas de labor y, en particular, a la higiene y seguridad en el trabajo, se sigue
necesariamente que "es condición inexcusable del empleo que éste se preste en condiciones dignas y que se
garantice el estricto cumplimiento de las normas de seguridad, tanto en general, como en lo que concierne a las
propias de cada actividad. La prevención en la protección de la salud y de la integridad física del trabajador es
el presupuesto legítimo de la prestación de servicios, que no puede ya concebirse sin la adecuada preservación
de la dignidad inherente a la persona humana" (Fallos: 332:2633; 330:5435, voto de los jueces Fayt y Petracchi,
332:709).
Consecuentemente, y en lo que atañe a la presente contienda, la obligación de realizar
el examen preocupacional debió cumplirse atendiendo a su más alto propósito, esto es, el de prevenir todo
daño a la salud del trabajador, reduciendo al mínimo posible los riesgos que las condiciones y el medio
ambiente de trabajo entrañen. De ello se derivaba la imposición de esclarecer la capacidad psicofísica de la
persona para el puesto de trabajo en concreto”.
Todo esto lo concluyo, máxime cuando a las presunciones hasta
aquí desarrolladas, se les agrega fuerza convictiva, por no mediar, siquiera, el
ensayo de una hipótesis contraria generadora de la afección (arg. art. 356 inc. 1
CPCCN).
Por todas estas razones, interpretadas sobre bases que toman la
efectividad del derecho y el principio pro homine, es que propicio confirmar lo
decidido en el anterior grado.
Solo para finalizar, en respuesta a la afirmación de la ART en el
sentido de que la suya es una obligación “de medios” y no “de resultado”, diré que
en tanto que la incapacidad que aquí se acredita, es consecuencia de una dolencia
de etiología laboral y cubierta por el normativo que le da a ella referencia, cabe
memorar liminarmente, lo que tengo dicho sobre el punto, relativo a la falacia de las
obligaciones de medio y resultado que, a esta altura del debate, constituye una falta
de respeto intelectual.
Digo así, porque casi toda “obligación”, en particular en
organizaciones económicas tercerizadas como las que comúnmente observamos
en nuestro tiempo (en donde algún segmento de la producción o de la relación está
a cargo de más de un sujeto), se encuentra constituida por un conjunto de
“obligaciones”.
Pretender que algunas son de resultado y otras de medio, implica
no haber comprendido el fenómeno, o intentar que se lo interprete incorrectamente.
De modo que si queremos leerlo como un continuo, dependerá del
observador cuál interprete como obligación final y, por lo tanto, califique como

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“resultado”. Pero, en los hechos, cada quien se obliga a un resultado, que solo
satisface con su cumplimiento.
El caso de las ART, también es el de una tercerización, en donde a
fin de asegurar en lo posible un trabajo en condiciones de higiene y salubridad, en
donde los niveles de accidentes se disminuyan, las mismas resultan contratadas
con obligaciones concretas a su cargo.
De manera que si para el empleador, el resultado fuese que los
trabajadores no se accidenten, y trabajen en las condiciones señaladas, para la
ART lo es proveer los relevamientos, sugerir los cursos, indicar los peligros, señalar
cuándo habrá de volver para verificar si se dio satisfacción a sus indicaciones, y,
finalmente, denunciar ante la SRT si no se cumplió con sus señalamientos.
Y en este conjunto, quiérase o no, es su “resultado”, aunque el
mismo esté en el camino del “resultado” que pretende el empleador. Son dos
resultados diferentes, de dos sujetos distintos, derivados de obligaciones
encastradas unas en las otras, lo que no convierte a unas en un medio, liberando
de tal suerte a la ART si la empleadora no cumplió con las suyas.
La ART solo se libera si cumplió con “SU” resultado.
Esto, lo he manifestado insistentemente, tanto como juez de
primera instancia, cuanto en esta Sala. Así, “en la hipótesis de las aseguradoras, la
indicación de provisión de medidas de seguridad, de elementos mecánicos que
sirvan como auxilio en las labores de esfuerzo, etc., así como la indicación de los
factores generadores de riesgo en sí mismos, y del comportamiento a seguir, tanto
como la verificación del cumplimiento de todo lo por ellos indicado, es el resultado
que debe asegurar una ART. Reitero: indicar, sugerir, verificar y ante la indiferencia,
denunciar, porque en caso de reticencia de la empleadora, este resultado se
transmuta en el de denunciar a la Superintendencia. Nunca en dar por concluida su
labor con un diagnóstico, y la indicación de qué corresponde hacer. Hechos estos
que, por cierto, no se dan en la especie siquiera, como surge de los datos
relevados” (conf. Sentencia de la Suscripta, Nº 1476, del 25/6/2001, in re "Duarte
Rodríguez, Lorenzo c/ Magire SRL y otro" del registro del Juzgado Nº 74; ver
también SD N° 92687 del 24/8/2011, en autos “Alarcón, Fernando Julián c/ Mapfre
Argentina ART S.A.”, del registro de esta Sala, en su nueva integración).
Obsérvese que el decreto 170/96 (BO 26.2.96), reglamentario de
la ley 24557, impone a las aseguradoras de riesgos del trabajo brindar
asesoramiento y ofrecer asistencia técnica a los empleadores afiliados, en lo

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atinente a la determinación de la existencia de riesgos, y sus potenciales


efectos sobre la salud de los trabajadores en el o los establecimientos del ámbito
del contrato (art. 18).
Vale decir, que era obligación de la aseguradora detectar los
posibles riesgos que presentaba cada puesto de trabajo, y cada una de las
operaciones que debían realizar los trabajadores. No puede soslayarse que dicho
decreto, también impone a las aseguradoras de riesgos del trabajo la obligación de
realizar actividades permanentes de prevención de riesgos, y control de las
condiciones y medio ambiente de trabajo, y que para cumplir con sus obligaciones
deben contar con personal especializado en higiene y seguridad o medicina del
trabajo, de modo que asegure la atención en materia de prevención de riesgos de
sus afiliados (arts. 19 y 20).
Contrariamente al cumplimiento de lo normado, la aseguradora no
produjo prueba alguna tendiente a verificar su diligencia, en particular en el sub
examine; por ende, toda vez que la actora posee una incapacidad parcial y
permanente del 12,20% de la total obrera, como consecuencia de la dolencia
incapacitante objeto de reclamo, corresponde confirmar lo decidido en la anterior
instancia.

IX. La aseguradora y la trabajadora objetan el monto de


condena.
Para la primera, resulta excesivo, además de que el daño moral es
desproporcionado al material.
Para la actora, en cambio, muy bajos e insuficientes, de acuerdo a
los fundamentos que in extenso desarrolla (ver puntos 24 a 50, fs. 478vta./482).
Sentado lo dicho, y desde que la reparación del daño, conforme lo
establece el art. 1740 del CCCN “debe ser pleno” y tiene como finalidad, la
restitución de la situación del damnificado al estado anterior al hecho dañoso, he de
recordar que el art. 1.738 del CCCN, dispone que la indemnización comprende la
pérdida o disminución del patrimonio de la víctima, el lucro cesante, la pérdida de
chances, las consecuencias de la violación de los derechos personalísimos de la
víctima, de su integridad personal, su salud psicofísica, sus afecciones espirituales
legítimas y las que resultan de la interferencia en su proyecto de vida.
Por su parte, el art. 1.746 CCCN determina que “la indemnización
debe ser evaluada mediante la determinación de un capital, de tal modo que sus
rentas cubran la disminución de la aptitud del damnificado para realizar actividades
productivas o económicamente valorables, y que se agote al término del plazo en
que razonablemente pudo continuar realizando tales actividades. Se presumen los

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gastos médicos, farmacéuticos y por transporte que resultan razonables en función
de la índole de las lesiones o la incapacidad…”.
A ello, cabe mencionar que el Código Civil y Comercial de la
nación, en un sentido dispone la actualización de los créditos, ya que en la
cuantificación del daño, claramente establece que si la deuda consiste en cierto
valor, el monto resultante debe referirse al valor real al momento en que
corresponda tomar en cuenta para la evaluación de la deuda (art. 772), y también
establece que los intereses corren desde la mora (art. 768).
Por todo lo dicho, y al sólo efecto indiciario, he utilizado la fórmula
“Vuotto” - “Méndez, Alejandro Daniel c/ Mylba S.A. y otro s/ Accidente Acción Civil,
que dotan al presente de una cuota de objetividad, pero sin apegarse a la suma
resultante de ella.
Así sobre la remuneración de $ 10.122,50 que devengó Lezcano,
el porcentaje de incapacidad acreditado (12,20% TO) y, los demás datos
personales y profesionales, estimo adecuado fijar la medida del daño en cálculos
hodiernos, en la suma de cuatrocientos cincuenta mil pesos ($ 450.000).
A ello, corresponde también sumarle la cantidad de ciento
cincuenta mil pesos ($ 150.000) en concepto de daño moral fijado en grado, que
considero adecuado. Al respecto cabe precisar que el mismo no se estima en
proporción al daño material, porque es de distinta naturaleza. Sí existe una
vinculación que repercute en su cuantificación, así como también respecto de los
propios elementos de la causa y lo que dispone el sentido común.
Sobre este punto, ya me he pronunciado. En efecto, he dicho en
“Ayala, Antonia Luisa c/ FUERZA AÉREA ARGENTINA y otro s/ accidente – ley
especial, sentencia nº 93.305, del 20 de noviembre de 2012, registro de esta Sala
que “en cuanto a la indemnización por daño moral, en un criterio que comparto la
jurisprudencia ha dicho, que tiende a indemnizar, no la incapacidad resultante sino
los sufrimientos que demanda la curación y los inconvenientes en la vida laboral y
social (CNAT, Sala VII expte nº 26483/94 sent. 36353 9/10/02 "Marcovich, Mario
c/ Femesa s/ accidente"; Fallo Plenario N° 243, en autos “Vieites, Eliseo c/ Ford
Motor Argentina S.A.”, del 25.10.1982)”.
“Ahora bien, considero que la reparación del daño moral debe
tratarse de modo diferenciado respecto del daño psicológico, por entender que no
son una y la misma cosa. Comparto en ello la jurisprudencia según la cual “el daño
psíquico está referido, como el físico, a la incapacidad resultante del accidente. En
cambio el daño moral tiende a indemnizar, no la incapacidad resultante sino los
sufrimientos que demanda la curación y los inconvenientes en la vida laboral y
social. El daño psíquico y moral son conceptos independientes y, por lo tanto,
susceptibles de indemnización autónoma”, como sostuviera en la sentencia Nro.
3127, del 2005, dictada en autos “Gallotti, Daniel Rubén c/Estado Nacional-
Presidencia de la Nación- Secretaría de Seguridad Interior- Policía Federal

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SALA III

Argentina s/ accidente”, del registro de la Juzgado Nacional de Primera Instancia


Nro. 74”.
“Luego, cabe destacar dentro del contexto indemnizatorio del
código civil, que en los casos de infortunios laborales, la incapacidad del trabajador,
suele producir a éste “un serio perjuicio en su vida de relación, lo que repercute en
sus relaciones sociales, deportivas, artísticas, etc”, y que, por el otro, “debe ser
objeto de reparación, al margen de lo que pueda corresponder por el menoscabo
de la actividad productiva y por el daño moral, pues la integridad física en sí misma
tiene un valor indemnizable” (Fallos 308:1109, 1115 y 1116). De ahí que “los
porcentajes de incapacidad proporcionados por los peritos médicos –aunque
elementos importantes que se deben considerar- no conforman pautas estrictas
que el juzgador deba seguir inevitablemente toda vez que no sólo cabe justipreciar
el aspecto laboral sino también las consecuencias que afecten a la víctima, tanto
desde el punto de vista individual como desde el social, lo que le confiere un marco
de valoración más amplio” (Fallos 310:1826, 1828/29). “Tampoco ha dejado de
destacar que en el ámbito del trabajo, incluso corresponde indemnizar la perdida de
“chance”, cuando el accidente ha privado a la víctima de la posibilidad futura de
ascender en su carrera” (Fallos 308:1109, 1117; (Del voto de los ministros
Lorenzetti, Fayt, Petracchi, Maqueda y Zaffaroni; CSJN A 436 XL “Arostegui, Pablo
c/ Omega ART A y Pametal Peluso y cía SRL” 8/4/08)”.
“En esta inteligencia, me remitiré a la doctrina expuesta por Carlos
Fernández Sessarego que, respecto del daño al proyecto de vida, que “es la
consecuencia de un colapso psicosomático de tal magnitud que, para la víctima,
significa la frustración o menoscabo del proyecto de vida”. Es decir, que el impacto
es tan importante, que el "desconsuelo invade a un hombre que pierde la fuente de
gratificación y el campo de despliegue de su apuesta vital". Como lo expresa
Milmaiene con precisión, el impacto psicosomático es tan vigoroso que ataca "el
núcleo existencial del sujeto, sin el cual nada tiene sentido" (MILMAIENE, JOSÉ E.,
El daño psíquico, en "Los nuevos daños", Hannurabi, Buenos Aires, 1995, pág.
71)”.
“Así es, que el daño al proyecto de vida, compromete, seria y
profundamente la libertad del sujeto a ser "el mismo", y no "otro", afectando su
identidad, es decir, el despliegue de su personalidad (FERNÁNDEZ SESSAREGO,
CARLOS, Derecho a la identidad personal, Astrea, Buenos Aires, 1992.). La
valoración de este daño, es de suma importancia, porque incide sobre la libertad

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del sujeto a realizarse según su propia libre decisión, puesto que afecta la manera
de vivir del sujeto, frustra el destino de la persona, y hace perder el sentido mismo
de su existencia”.
“Por ello, podemos decir que el daño al proyecto de vida es un
perjuicio cierto y actual, porque se materializa antes de la sentencia; sin embargo,
las consecuencias estarán siempre presentes, en mayor o menor medida, durante
el transcurrir vital del sujeto”.
“Ahora bien, en la especie, el marco de la traba nos limita al
reclamo del “daño moral, daño psicológico, pérdida de la chance, y daño físico y
estético (el que ya fuera descartado)”, con lo cual ante la evidencia de un perjuicio
superior como sería el del proyecto de vida, corresponde reparar en una
proporción adecuada los “daños” requeridos, y probados efectivamente”.
“Como apunta Milmaiene, en estos casos "se anula todo proyecto
de futuro", por lo que "nada de lo que se propone como compensación puede
restituir la autoestima herida", debida a la "pérdida de placer vital que genera el
impedimento laboral, artístico o profesional". No podemos olvidar que el trabajo, no
sólo es el modo como el ser humano se inserta en la comunidad, para obtener un
beneficio económico, sino que además, el trabajo libremente seleccionado, por
vocación, supone su realización existencial”.
Consecuentemente, estimo que corresponde elevar el monto de
condena, por lo que la demanda por la acción civil prosperará por la suma total de
seiscientos mil pesos ($ 600.000), la que deberá ser abonada por las
codemandadas en forma solidaria, en la forma y plazo fijados en grado anterior, en
tanto estas circunstancias no fueron objeto de cuestionamiento.
En cuanto a los intereses por la acción cuya admisión propongo,
auspicio su cómputo desde la fecha del despido, tal como solicita la parte actora
(09/9/2013), y deberán incluir las tasas dispuestas por esta Cámara en Acta 2601 y
su correlativa 2630, conforme lo expresé en la causa Nº 36638/2012/CA1,
“RODRIGUEZ, NORMA DEL VALLE y OTRO c/PRIORITY HOME CARE SRL y
OTRO s/DESPIDO”, de fecha 7/12/17, ocasión en la que sostuve que a partir del 1º
de diciembre del 2017, la aplicación del 36% fijo anual que dispone el Acta Nº
2630/16, en lugar del Acta Nº 2658/17.
Desde la nueva integración, y efectuado un nuevo análisis de la
situación, propicio que a partir del 01/12/2017 se aplique la tasa de intereses
determinada en el ACTA nº 2658.

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SALA III

En cuanto a la actualización monetaria planteada por la


accionante en el punto 24 de fs. 478 vta., auspicio otorgarla como consecuencia
necesaria de la notoria y pública inflación.
Así, he de precisar que la actualización de los créditos, puede
inferirse del actual texto del art. 772 del CCCN, que resulta aplicable en el caso, el
cual en su primera parte dispone que “si la deuda consiste en cierto valor, el monto
resultante debe referirse al valor real al momento que corresponda tomar en cuenta
para la evaluación de la deuda…”, y siguiendo lo que siempre he sostenido como
Juez de Primera Instancia, en la medida que exista un fenómeno inflacionario
excesivo, corresponde disponer la actualización de los créditos.
Desde ya con el anterior código, sostuve en relación a los
conceptos de interés y actualización monetaria en los autos “Sánchez, Javier
Armando c. Cristem S.A. s/ Juicio Sumario” (Causa Nº 28.048/2011/CA1),
registrada el 01/12/2014, que los mismos constituyen “un fenómeno de la actualidad
de orden económico que se impone, tiene efectos sobre estos, los atraviesa, e
inevitablemente entrecruza el análisis de estos institutos”.
En dicho precedente, profundicé los fundamentos teóricos sobre la
viabilidad de la actualización en todos los casos, a los cuales me remito en atención
a la brevedad.
Asimismo, no puedo dejar de recordar la doctrina del fallo
“Camusso”, de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que data del 21 de mayo
de 1976, en el cual se resolvió, con relación a la ley 20.695, que “la actualización de
un crédito cuyo importe había sido establecido mediante una sentencia firme, pero
estaba pendiente de pago, no implicaba una alteración sustancial de la cosa
juzgada que menoscabara las garantías constitucionales de propiedad y de la
defensa en juicio.”
Esta, como otras pautas interpretativas allí alcanzadas por la
Corte, goza de evidente razonabilidad en nuestros días, dentro del marco de la
racionalidad normativa vigente de los derechos humanos fundamentales.
De todas formas, señalo que de mediar en esa misma realidad, a
la que le estoy prestando atención, un fenómeno en el futuro que produzca un
desajuste en perjuicio de la contraparte, también ha de ser atendido siguiendo en
ello lo que esta Justicia Nacional del trabajo tuviera como práctica con los
incidentes de ejecución en tiempos de la Ley Martínez Raymonda.

Fecha de firma: 02/08/2021


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Por lo tanto, sugiero devengar actualización monetaria sobre los
créditos que proceden, empleando el índice RIPTE del mes en que se apruebe la
liquidación. En caso de que no se encontrara publicado dicho índice, o que éste
fuera inferior al índice que elabora la Cámara Argentina de la Construcción, se
empleará este último a los fines de realizar el cálculo.
Luego, y para el futuro, de darse lo señalado en el párrafo anterior,
se evaluará en su momento.

X. Dejé para el final, el tercer agravio presentado por la


codemandada Dabra SA (pues ella lo trata especialmente), y se relaciona, con la
condena que, como dijera al iniciar la presente, resolvió el Juez de primera
instancia, para que se provean tantas sillas como empleados se tenga, y a
permitirles su uso, así como también a la ART, a dictar un curso a los empleados de
la codemandada, relativo a ergonomía y descanso.
En ese mismo considerando, el Juez a quo impuso al Sindicato de
Empleados de Comercio, la obligación de velar, por el plazo de dos años desde que
quede firme la sentencia, acerca de este cumplimiento, bajo apercibimiento de tener
que responder por el delito de desobediencia (ver fs. 463 último párrafo y vta.)
Para la recurrente, esta resolución de oficio, implica una
extralimitación de la jurisdicción del magistrado quien sostiene, yerra al
considerarse investido dentro del marco del presente proceso, de las facultades
jurisdiccionales previstas por el art. 1713 del CCC.
Afirma, que ese tipo de facultades son provistas a la magistratura,
para ser ejercidas en el contexto de la sentencia que se dice en el marco de la
acción preventiva legislada en el art. 1711 CCC, es decir, dentro de la que atañe a
alguien legitimado, en los términos del art. 1712 CCC, con la intención de evitar que
un daño “previsible” se produzca o se agrave, lo que se encuentra sujeto a
sustanciación y prueba, pero en ese proceso especial.
Insiste en que esas mismas facultades tampoco resultan al
supuesto de autos, el que se ha limitado al juzgamiento de un conflicto individual
del trabajo y en el cual nadie ha instado ni nada se ha sustanciado respecto de la
acción comentada.
Añade como obvio que la actora nada ha peticionado en su
demanda sobre esta materia, por lo que lo sentenciado constituye claramente, no
solo “extra petita”, sino también “inaudita parte”, vulnerando gravemente sus
garantías del debido proceso, y de la defensa en juicio.

Fecha de firma: 02/08/2021


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CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES DEL TRABAJO -
SALA III

Así, afirma como indudable que el sentenciante de grado anterior


confundió lo que es la capacidad resolutiva de oficio que el art. 1713 CCC confiere
al juez en el marco de la acción preventiva regulada en el art. 1711 CCC con una
facultad discriminada e ilimitada, de asumir de oficio facultades jurisdiccionales sin
petición previa.
Y, sostiene, la decisión que critica, implica una grosera
generalización a partir de algunos testimonios cuestionados por ella, que refirieron
acerca de la situación específica de la actora, y a la época de su desempeño, que
concluyó en el 2013, y que no pueden ser extrapolados para dar por demostrada
una situación general imperante en la actualidad.
Sentado lo dicho, considero importante destacar que, pese a todos
los esfuerzos articulados en el aspecto recursivo por la apelante, en derredor de la
legitimación y aptitud del magistrado de primera instancia, para resolver en el punto
tal cual hizo, lo seguro es que ha llegado firme hasta esta instancia que la
empleadora incumplió con los principios derivados de una legislación tan básica
como la impuesta por “La Ley de la Silla” (Dec. Nac. 83474/36; 5/10/1935), lo que
hace llegar a la conclusión de que, dentro del establecimiento comercial donde
Lezcano cumplía con sus labores, no se contaba con asientos con respaldo en
número suficiente, para el uso de cada persona ocupada (arg. art. 110 LO).
Siendo así, cabe concluir que no resulta específicamente
desconocida la situación en sí misma en su momento, ni la actual, sino que el
cuestionamiento es meramente genérico.
En mi opinión, deriva del examen de la causa la advertencia, por
parte del Juez de primera instancia, de un daño en la persona de la trabajadora
derivado de una práctica laboral dañosa, que, al no ser objeto de específico
cuestionamiento por el recurrente, llevaría a considerar, sin mayor esfuerzo
intelectivo, que continuaría en curso de no tomarse alguna medida en contrario,
proyectándose a futuro sobre otros empleados.
Destaco no sería ésta la primera ocasión en la que debo
expedirme respecto de situaciones como la presente, donde lo que se advierte ya
no es solo el riesgo del trabajo en sí, sino de que, a partir del incumplimiento del
obligado, pese a las condenas judiciales dictadas, y las que en lo sucesivo puedan
pronunciarse, la condenada se limite a cumplir el decisorio puntual, sin modificar la
realidad de base a futuro, convirtiéndose así los derechos de los trabajadores en
ilusorios, ante las propias narices de la justicia.

Fecha de firma: 02/08/2021


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En efecto, el tribunal mediante la reiteración de acciones contra un
mismo demandado, tuvo oportunidad de expedirse por ejemplo, en hipótesis de
precarización del empleo, mediante el recurso a la figura de la eventualidad cuando
no correspondía. Así fue que, progresivamente, he hecho advertencias de recurrir a
este tipo de figuras, vinculadas con el daño social (ver, en este aspecto, “Sarmiento,
Alberto René y otros c/ La Delicia Felipe Fort SA s/ Diferencias de Salarios”, causa
N° 13040/2011, SD N° 93625, del 28/6/2013 y “Ministerio de Trabajo c/ La Delicia
Felipe Fort SA s/ Sumario”, SD N° 92598, del 21/6/11, ambas, del registro de esta
Sala).
Otro tanto ha sucedido en los autos “Velasquez, Julio César y otro
c/ Ganadera La Merced SA y otros s/ accidente – acción civil” (Expte. N°
64579/2013, SD del protocolo de esta Sala, en Sistema Lex 100).
En efecto, si bien en este último precedente se trató en lo
específico acerca de la regulación de la vivienda del trabajador rural (casilla de
trabajo), considero que los puntos allí tratados poseen íntima vinculación con los
presentes, pues lo decidido en origen, y cuya confirmatorio propongo, no constituye
sino el ejercicio propio que le compete al PJN, del control correspondiente sobre
quienes tienen el deber de resguardar la salud de los trabajadores.
La ausencia de esa actividad, podría hacer incurrir a nuestro país
en responsabilidad internacional en el ejercicio del poder de policía.
En efecto, sostuve allí lo siguiente:
“También fue objeto del pronunciamiento de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, en el caso “TRABAJADORES DE LA HACIENDA BRASIL VERDE VS. BRASIL”,
Sentencia del 20 de octubre de 2016”.
“Así, la Corte IDH expresa en relación al trabajo rural, que “en atención al elevado
número de víctimas de esclavitud, trata y servidumbre que continúan siendo liberadas por parte de
las autoridades brasileñas y al cambio de perspectiva de esos fenómenos y su ocurrencia “en los
últimos eslabones de las cadenas de suministro de una economía globalizada”, es importante que el
Estado adopte medidas para desalentar la demanda que alimenta la explotación del trabajo, tanto a
través de trabajo forzoso, como de servidumbre y esclavitud (…) entre otras medidas, los Estados
tienen la obligación de: i) iniciar de oficio e inmediatamente una investigación efectiva que permita
identificar, juzgar y sancionar a los responsables, cuando existe denuncia o razón fundada para
creer que personas sujetas a su jurisdicción se encuentren sometidas a uno de los supuestos
previstos en el artículo 6.1 y 6.2 de la Convención; ii) eliminar toda legislación que legalice o tolere la
esclavitud y la servidumbre; iii) tipificar penalmente dichas figuras, con sanciones severas; iv)
realizar inspecciones u otras medidas de detección de dichas prácticas, y v) adoptar medidas de
protección y asistencia a las víctimas (…) los Estados deben adoptar medidas integrales para
cumplir con la debida diligencia en casos de servidumbre, esclavitud, trata de personas y trabajo

Fecha de firma: 02/08/2021


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CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES DEL TRABAJO -
SALA III

forzoso. En particular, los Estados deben contar con un adecuado marco jurídico de protección, con
una aplicación efectiva del mismo y políticas de prevención y prácticas que permitan actuar de una
manera eficaz ante las denuncias. La estrategia de prevención debe ser integral, es decir, debe
prevenir los factores de riesgo y a la vez fortalecer las instituciones para que puedan proporcionar
una respuesta efectiva al fenómeno de la esclavitud contemporánea. Asimismo, los Estados deben
adoptar medidas preventivas en casos específicos en los que es evidente que determinados grupos
de personas pueden ser víctimas de trata o de esclavitud. Esa obligación es reforzada en atención al
carácter de norma imperativa de derecho internacional de la prohibición de la esclavitud (supra párr.
249) y de la gravedad e intensidad de la violación de derechos por esa práctica (…) si cumplió con el
deber de garantía del artículo 6 de la Convención Americana, conforme al artículo 1.1 de la misma.
La determinación sobre el derecho de acceso a la justicia de las víctimas será analizado en el
capítulo relativo a los artículos 8.1 y 25.1 de la Convención Americana, en relación con los artículos
1.1 y 2 de la misma.” (Considerandos 318 a 321)”.
“En este contexto, es imperativo entender que de no ejercer el control correspondiente
sobre quienes tienen el deber de resguardar la salud de los trabajadores en el ámbito agrario, en
particular, el Estado Argentino podría incurrir en responsabilidad internacional por la falta de
fiscalización, en el ejercicio de su poder de policía ante las aberraciones en las que se incurre en el
trabajo rural, en el que puede constatarse condiciones de trabajo esclavo como lo manifesté en
autos “FONT FERREYRA JOAQUIEN EMANUEL C/ NIDERA ARGENTINA SA S/ OTROS
RECLAMOS”, del 31.03.17, del registro de esta Sala III. Cito también, la impericia en la tarea de
prevención tanto de los empleadores como de las aseguradoras, en la actividad propia del sector, tal
como lo manifesté en autos SENTENCIA Nº 93.666, “URRUCHUA, CLARA BEATRIZ, POR SÍ Y
EN REP. DE SUS HIJOS MENORES IGNACIO R. Y FRANCISCO V. OSTERRIETH C/ ARATA,
DOMINGO Y OTROS S/ ACCIDENTE- ACCION CIVIL”, registrada el 21/8/13, también en esta
Sala.”
“Vale recordar aquí, que Argentina fue pasible de sanción internacional en el caso
“FORNERON E HIJA VS. ARGENTINA”, sentencia del 27 de abril de 2012, en el cual la Corte
Interamericana de Derechos Humanos declaró, por unanimidad, que el Estado de Argentina
resultaba internacionalmente responsable por la violación de los derechos a la protección y a las
garantías judiciales, y por el incumplimiento de su obligación de adoptar disposiciones de derecho
interno, responsabilizando a los funcionarios por la omisión de articular las medidas necesarias al
efecto(http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/resumen242_esp.pdf”
“Por tales razones, en caso de tomar conocimiento y acreditar en posteriores reclamos,
o por otros medios, que los tres codemandados, persisten en los incumplimientos de prevención en
las condiciones de salubridad e higiene relacionadas con el sector, la suscripta podría hacer uso de
las figuras del daño social (ver CSJN, in re “Rodríguez Pereyra, Jorge Luis y otro c/Ejército Argentino
s/daños y perjuicios”, 27/11/12 y “Álvarez, Maximiliano y otro c/ Cencosud S.A. s/ acción de amparo”,
A. 1023, XLIII, la Corte Suprema de Justicia de la Nación; “PERSICO, RUBÉN GUSTAVO
c/ARGENTOIL S.A. Y OTRO s/DESPIDO” –Expediente Nro. 6220/2009, SD 93.315 de fecha
23/11/12, y sentencia definitiva del 15.07.16, dictada encausa Nº 25336/2008/CA1 “ALDERETE,
LUCIANO RODOLFO Y OTROS C. UNIONBAT S.A. Y OTRO S/ ACCIDENTE – ACCIÓN CIVIL”
ambas del registro de esta Sala)”.

Fecha de firma: 02/08/2021


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“En efecto, en este tipo de conductas puede aplicarse analógicamente el daño punitivo
regulado en el Estatuto del Consumidor -art. 52 bis de la Ley 24.240 y en el art. 53 de la Ley 26.993-,
dada la prioritaria protección que brinda el paradigma actual al sujeto trabajador y consumidor (ver
en los autos “PERSICO, RUBÉN GUSTAVO c/ARGENTOIL S.A. Y OTRO s/DESPIDO”, ya citados
supra, donde realicé un análisis comparativo en la defensa de los derechos de un sujeto como
trabajador y consumidor, como “sujetos de preferente tutela”)”.
“A la luz de lo expuesto, en este caso, la codemandada LA MAROMA en su calidad de
empleadora –seguidamente analizaremos la situación de LA MERCED-, tenía el deber de proteger a
su dependiente, y prevenir que no se produjeran daños que podían preverse, tal como lo establecen
los arts. 1710, 1711 y 1749 CCCN, que deviene del derecho constitucional a la salud y el derecho a
no ser dañado”.
“En efecto, estimo que la empleadora se encontraba en mejores condiciones de
demostrar que cumplió en debida forma con todas las medidas de seguridad e higiene, y como se ha
podido observar, no lo hizo (art. 1734 y art. 1735 del Código Civil y Comercial de la Nación).”
“Por otro lado, cabe señalar, que el hecho de que el Sr. Velásquez hubiese aceptado
trabajar en el campo, en las condiciones descriptas, expuesto a los eventuales riesgos ya referidos,
no justifica el hecho dañoso ni exime de responsabilidad a la empleadora (conforme art. 1719 del
CCCN)”
“En definitiva, teniendo en cuenta que la demandada no cumplió con las obligaciones
impuestas en la ley 26727 de trabajo agrario, con su función preventiva, con las normas de
seguridad e higiene, como empleador, responsable de la explotación agropecuaria (arts. 1710, 1711
y art. 1719), corresponde confirmar en el punto la sentencia de la primera instancia”.
En suma, esto es lo que se señala, a partir de los precedentes
citados, acerca de lo que advirtieron los jueces en Brasil. Así se creó esa
jurisprudencia señera, cuya posibilidad de aplicación fue advertida por la suscripta,
para el caso de continuar recibiendo causas en las que tras los fallos, la empresa
continuara con la misma conducta, limitándose a pagar las condenas, sin eliminar
las fuentes de riesgos para los trabajadores y/o de precarización, que redunda
también ellos (recordemos el fenómeno de tercerización indebida en los subtes, y
los reclamos al respecto). A tal fin, se hizo uso de la ley del consumidor,
ampliándose el concepto con el dictado de la nueva ley y, más aún, con la reforma
del código Civil, acerca de cuya aplicación al sub lite, ya he hecho referencia supra.
Son justamente las normas en cuestión, las que habilitaron al
sentenciante de primera instancia a adoptar medidas como las que auspició en su
fallo y que aquí propongo mantener, pues en definitiva, y tal como lo señalara en
estos antecedentes, de lo que se trata es de procurar que no se produzcan daños
que pueden preverse; para ello se cuenta hoy en particular con las herramientas
que aportan los arts. 1710, 1711 y 1749 CCyCN, que justifican lo decidido, sobre la
base del derecho constitucional a la salud, y a no ser dañado .

Fecha de firma: 02/08/2021


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CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES DEL TRABAJO -
SALA III

Y tanto es así la importancia de todo lo examinado, que no es un


dato a soslayar en el análisis que ha arribado firme ante esta Alzada, la condena a
la ART demandada a dictar un curso a los empleados de Dabra SA, relativo a
ergonomía y descanso –valga la relevante analogía, con el precedente referido de
la Corte Interamericana, donde al responsabilizar a Argentina, incluyó el dictado de
un curso completo a Magistrados y funcionarios intervinientes en el proceso, sobre
el paradigma de los DDHH- (nótese, a su vez, que este tipo de acciones
preventivas no figura dentro de toda la documental aportada por la aseguradora, en
el marco de su plan de control)

Por ello, y porque no vendría mal en la tutela que nos comprende


aplicar, asegurar que la demandada no vuelva a dejar a sus trabajadores sin algo
tan elemental como una silla para un mínimo descanso y que eso evite el
agravamiento o la aparición de enfermedades vinculadas a una continua
bipedestación (art. 386 CPCCN), propongo aquí también, confirmar parcialmente lo
resuelto.
De este modo, no considero oportuno desautorizar al señor juez
de primera instancia, que muestra una debida preocupación al resolver, ni poner
tampoco en riesgo a la empresa, la que no refiere en su recurso la falta de
actualidad del problema. Por lo tanto, propongo mantener lo decidido, poniendo a
su vez en conocimiento de lo actuado al Ministerio de Trabajo de la Nación, para
que ejerza su Poder de Policía, verificando lo reseñado por el Juzgador, como así
también a la Superintendencia de Riesgos.
Todo ello, pues como dijera en el mentado antecedente
“Sarmiento”, “…de no hacer notar esta irregularidad recurrente (recuérdese que el tribunal ya
advirtió lo propio en la causa “MINISTERIO DE TRABAJO C/ LA DELICIA FELIPE FORT SA
S/SUMARIO”, SD Nro. 92598, del 21.06.11), corremos el riesgo todos los magistrados y funcionarios
intervinientes en la causa, de incurrir en los mismos yerros que la Corte Interamericana de Derechos
Humanos imputó al Estado Argentino, en la persona de los mismos, en la causa “Fornerón e Hija vs
Argentina” (sentencia del 27/4/2012), pues piénsese que la eficacia de la actividad jurisdiccional se
traduce en desalentar el incumplimiento de las normas, asegurando la faz preventiva del derecho”.
Otra manera de resolver, con la excusa de la congruencia
particular del caso que hace al marco de los hechos debatidos, cuando existen
hechos de tipo general que el juzgador no puede ignorar, y que son la plataforma
de la realidad en la que los reclamos se insertan, implicaría en efecto, la ceguera de

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la justicia. He aquí un rol de sano y genuino activismo judicial, sin extrapolar
ámbitos de incumbencia (véase, en este aspecto, acerca del activismo, mi
publicación “La autosatisfactiva en el Proceso Laboral”, Ed. La Ley, DT 2008,
Noviembre, 966). Por lo tanto, de lo denunciado por el señor Juez, debe tomar
debida nota la autoridad de aplicación, y obrar en consecuencia.

XI. Ante el nuevo resultado del litigio que propicio y lo normado por
el art. 279 del CPCCN, corresponde dejar sin efecto la imposición de costas y las
regulaciones de honorarios practicadas en la instancia anterior por esta acción y
proceder a su determinación en forma originaria, circunstancia que torna abstracto
el tratamiento de los recursos interpuestos por los peritos, respecto de estos
tópicos.
Así, auspicio que las costas de ambas instancias, por esta
pretensión, sean soportadas por las demandadas vencidas en forma solidaria (art.
68 del CPCCN).
En atención al monto de la contienda, a la calidad y extensión de
las tareas desempeñadas por los profesionales intervinientes y a lo dispuesto en el
art. 38 de la ley 18.345, arts. 6, 7, 8, 9, 19, 37, 39 y conc. de la ley 21839, y concs.
de la Ley de Aranceles y ley 24432, y demás normas arancelarias vigentes,
propongo regular los honorarios de los letrados de las partes actora, codemandada
Dabra SA y perito contador, por la acción por despido, en el 17%, 11% y 8%
respectivamente, del monto de condena correspondiente, incluidos los intereses; en
cuanto a la acción por accidente de trabajo, fijarlos en forma respectiva, para la
representación y patrocinio letrado de las partes actora, codemandada Dabra SA,
codemandada Asociart ART SA y perito médico legista, en el 17%, 11%, 11% y 8%,
también del monto de condena, con los intereses respectivos.
Y, por tareas ante esta Alzada, auspicio regular los honorarios de
los profesionales actuantes por las partes actora, codemandada Dabra SA y
codemandada Asociart ART SA, en 35%, 30% y 30% respectivamente, de lo que en
total, por ambas acciones, les corresponda percibir por sus trabajos en la instancia
previa (art. 14 de la ley 21839).
En relación con la adición del IVA a los honorarios regulados, esta
Sala ha decidido en la sentencia 65.569 del 27 de septiembre de 1993, en autos
“Quiroga, Rodolfo c/ Autolatina Argentina S.A. s/ accidente-ley 9688”, que el
impuesto al valor agregado es indirecto y por lo tanto grava el consumo y no la

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SALA III

ganancia, por lo que debe calcularse su porcentaje, que estará a cargo de quien
deba retribuir la labor profesional. En el mismo sentido se ha pronunciado la Corte
Suprema de Justicia de la Nación en la causa “Compañía General de Combustibles
S.A. s/recurso de apelación” (C.181 XXIV del 16 de junio de 1993), al sostener “que
no admitir que el importe del impuesto al valor agregado integre las costas del juicio
–adicionárselo a los honorarios regulados- implicaría desnaturalizar la aplicación del
referido tributo, pues la gabela incidiría directamente sobre la renta del profesional,
en oposición al modo como el legislador concibió el funcionamiento del impuesto”.
En caso de tratarse de responsables inscriptos, deberá
adicionarse a las sumas fijadas en concepto de honorarios de los profesionales
actuantes en autos el impuesto al valor agregado que estará a cargo de quien debe
retribuir la labor profesional.
Oportunamente, cúmplase con lo dispuesto en el artículo 1º de la
ley 26856 y con la Acordada de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Nº
15/2013.

XII. En definitiva y por lo que antecede voto por: 1) Modificar


parcialmente la sentencia de primera instancia, elevando los montos
correspondientes a la acción por despido, hasta la suma de pesos quinientos
cuarenta y un mil doscientos ochenta y tres con setenta y dos centavos ($
541.283,72) y, en lo que respecta a la acción por accidente de trabajo, hasta el
monto de seiscientos mil pesos ($ 600.000), conceptos que deberán ser abonados
por las demandadas solidariamente, y en la forma y plazo establecida en grado
anterior, con más los intereses fijados en el acápite correspondiente de la presente;
2) Dejar sin efecto el régimen de costas y las regulaciones de honorarios de la
instancia previa; 3) Imponer las costas de ambas instancias a las codemandadas
vencidas; 4) Regular, por la acción por despido, los honorarios de los letrados de
las partes actora, codemandada Dabra SA y perito contador, por sus tareas en
primera instancia, en 17%, 11% y 8%, respectivamente, a calcular sobre el monto
de condena (capital e intereses), que resulte en la etapa del art. 132 LO; 5) Fijar los
emolumentos correspondientes a la acción civil, para las partes actora,
codemandada Dabra SA, codemandada Asociart ART SA y perito médica legista, ,
en el 17%, 11%, 11% y 8%, respectivamente, del monto de condena e intereses; 6)
Fijar los honorarios de los profesionales actuantes ante esta Alzada por las partes
actora, codemandada Dabra SA y codemandada Asociart ART SA en el 35%, 30%

Fecha de firma: 02/08/2021


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y 30%, en forma respectiva, de lo que les corresponda percibir por sus trabajos en
la instancia previa por ambas acciones. En caso de tratarse de responsables
inscriptos, deberá adicionarse a las sumas fijadas en concepto de honorarios de los
profesionales actuantes en autos el impuesto al valor agregado, que estará a cargo
de quien deba retribuir la labor profesional; 7) Notificar al Ministerio de Trabajo,
Empleo y Seguridad Social, y a la Superintendencia de Riesgos del Trabajo de la
Nación, lo decidido en el acápite X de la presente, a los efectos allí establecidos;
8)Oportunamente, cúmplase con lo dispuesto en el artículo 1º de la ley 26.856 y con
la Acordada de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Nº 15/2013.

El Dr. Alejandro H. Perugini, dijo:

Por compartir en lo sustancial sus argumentos y en


consideración a las circunstancias fácticas de la causa, he de adherir al voto que
antecede, excepto en cuanto al reconocimiento del incremento previsto en el art.1ro
de la ley 25.323 y la actualización monetaria.
En cuanto al primer punto, es mi criterio que el concepto
de registración defectuosa contemplado en dicha previsión legal debe ser
interpretado en referencia a los casos de los arts. 9 y 10 de la ley 24013 (que se
haya asentado una fecha de ingreso posterior o una remuneración menor a la real),
en la inteligencia que la referida disposición resulta complementaria de los arts. 8,
9, 10 y 15 de la ley 24013, y está orientada a considerar la situación del
trabajador que es despedido sin haber podido intimar en los términos del art. 11 de
la ley 24.013.
En tales condiciones, y en la medida en que la falta de
pago de las horas extras cumplidas no configura una deficiencia registral en los
términos de las normas señaladas, considero que el reclamo al respecto debe ser
desestimado.
Los intereses cuya aplicación propone el primer voto,
acordes a los sugeridos en las Actas de la CNAT 2601, 2630 y 2658, tienen la
explícita función de preservar el valor de los créditos frente a las circunstancias
económicas que inciden sobre su integridad sin requerir la declaración de invalidez
de las previsiones que impiden la actualización monetaria, por lo que he de disentir
también con esta propuesta.

Fecha de firma: 02/08/2021


Alta en sistema: 18/08/2021
Firmado por: CHRISTIAN GABRIEL APARICIO, SECRETARIO DE CAMARA
Firmado por: ALEJANDRO HUGO PERUGINI, JUEZ DE CAMARA
Firmado por: LUIS ANIBAL RAFFAGHELLI, JUEZ DE CAMARA
Firmado por: DIANA REGINA CAÑAL, JUEZ DE CAMARA
#21086992#296870718#20210729122120696
Poder Judicial de la Nación
CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES DEL TRABAJO -
SALA III

En cuanto a los demás aspectos de la decisión,


considero necesario aclarar, en primer lugar, que aunque es mi criterio que las
previsiones del Código Civil y Comercial vigente desde el año 2015 no resultan
aplicables a efectos de evaluar las condiciones de responsabilidad por hechos
ocurridos con anterioridad, esta resulta igualmente configurada en los términos de
los arts. 1113 y 1074 del Código Civil vigente a la fecha de los hechos debatidos en
la causa, citas que confieren sustento suficiente a la propuesta de confirmar lo
decidido al respecto en primera instancia.
Finalmente, en cuanto a la tutela preventiva dispuesta
en primera instancia que se propicia confirmar, me permito agregar a lo señalado
en el primer voto, que comparto, que tal como lo ha destacado autorizada doctrina
con relación al instituto, la sentencia relativa a la acción preventiva prevista en el
art. 1713 del CCyCN, disposición aplicable al referir este punto a situaciones
actuales, “puede ser dictada de modo provisorio (medidas cautelares típicas) o
definitivo (sentencia definitiva), principal (es decir autónoma, como las medidas
autosatisfactivas” o accesorio (como la tutela preventiva), a pedido de parte o de
oficio, en un proceso ya iniciado (juicio ordinario o sumario) o promovido sólo a
esos efectos (como las medidas autosatisfactivas), otorgándose al juez amplias
facultades para dictar mandatos de dar, hacer o no hacer”, dado que “el texto en
análisis da cabida al mandato preventivo que es el dictado oficiosamente por el
juez, al pronunciar sentencia definitiva en el marco de un proceso, cuya
sustanciación le permitió conocer la probabilidad objetiva de que, de mantenerse la
situación de hecho, el daño se producirá, repetirá o agravara”, siendo
particularmente aplicable “cuando está en juego el derecho a la seguridad y el
derecho de las personas a la vida, salud e integridad física o psíquica” (Lorenzetti,
Ricardo Luis “Código Civil y Comercial de la Nación comentado”, Rubinzal Culzoni
Editores, Santa Fe 2015, Tomo VIII pags. 314/315).
Por lo expuesto, voto por: 1. Confirmar la sentencia de
primera instancia en lo relativo a la acción por despido y modificarla en lo que
respecta al accidente de trabajo, elevando la condena a la suma de $ 600.000, mas
los intereses fijados en la sentencia de primera instancia; 2. Confirmar lo decidido
en materia de costas y honorarios respecto de la acción por despido; 3. Imponer las
costas del accidente a las demandadas en forma solidaria, y regular los honorarios
de actora, co-demandada Dabra S.A., co-demandada Asociart ART S.A. y perito
médico legista, en el 17%, 11%, 11% y 8%, respectivamente, del monto de condena

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e intereses; 4. Imponer las costas de alzada a las demandadas y fijar los
honorarios de actora, codemandada Dabra y codemandada Asociart ART S.A. en el
30%, 30% y 30%, respectivamente, de lo que les corresponda percibir por sus
trabajos en la instancia previa pro ambas acciones; 5. Notificar al Ministerio de
Trabajo Empleo y Seguridad Social y a la Superintendencia de Riesgos de Trabajo
de la Nación lo decidido a los efectos establecidos en el presente pronunciamiento.
Regístrese, notifíquese y, firme la decisión, remítanse las
actuaciones a primera instancia para su cumplimiento.

El Dr. Luis A. Raffaghelli, dijo:

En lo que es materia de disidencia entre mis distinguidos


colegas, tal la procedencia de la indemnización prevista en el art. 1 de la ley 25.323
y la actualización aplicable, adhiero al voto de mi colega el Dr. Perugini, puesto que
en relación al primer tópico, entiendo que no se encuentra presente el presupuesto
fáctico de aplicación de la norma y en lo que hace a la segunda cuestión, considero
que los intereses establecidos por las sucesivas actas de la Cámara, compensan
adecuadamente la privación del capital en tiempo oportuno.
También adhiero a su propuesta en lo relativo a costas y
honorarios.

Por lo expuesto, el Tribunal RESUELVE: 1) Confirmar la


sentencia de primera instancia en lo relativo a la acción por despido y modificarla en
lo que respecta al accidente de trabajo, elevando la condena a la suma de $
600.000, más los intereses fijados en la sentencia de primera instancia; 2)
Confirmar lo decidido en materia de costas y honorarios respecto de la acción por
despido; 3) Imponer las costas del accidente a las demandadas en forma solidaria,
y regular los honorarios de actora, co-demandada Dabra SA, co-demandada
Asociart ART SA y perito médico legista, en el 17%, 11%, 11% y 8%,
respectivamente, del monto de condena e intereses; 4) Imponer las costas de
alzada a las demandadas y fijar los honorarios de actora, codemandada Dabra y
codemandada Asociart ART SA en el 30%, 30% y 30%, respectivamente, de lo que
les corresponda percibir por sus trabajos en la instancia previa por ambas acciones;
5) Notificar al Ministerio de Trabajo Empleo y Seguridad Social y a la

Fecha de firma: 02/08/2021


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SALA III

Superintendencia de Riesgos de Trabajo de la Nación lo decidido a los efectos


establecidos en el presente pronunciamiento.
Regístrese, notifíquese y, firme la decisión, remítanse las
actuaciones a primera instancia para su cumplimiento.

Luis A. Raffaghelli Alejandro H. Perugini Diana R. Cañal


Juez de Cámara Juez de Cámara Juez de Cámara

ante mí:
Christian G. Aparicio
Secretario 01

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