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Derecho A La Educación

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Como parte de las actividades para conmemorar el Centenario

de la Constitución que nos rige, el Instituto Nacional de Estudios


Históricos de las Revoluciones de México (inehrm) tiene la
satisfacción de publicar la serie “Grandes Temas Constitu-
cionales”, en coedición con la Secretaría de Gobernación y el
Grandes temas
Constitucionales
• Grandes Temas Constitucionales •
Instituto de Investigaciones Jurídicas de la unam.
En ella destacados especialistas aportan su interpretación
sobre las diversas materias contenidas en la Constitución, tanto
en su parte dogmática, sobre los derechos fundamentales,
Derecho a la educación
como en su parte orgánica, sobre la distribución de las funcio-

Derecho a la educación
nes en el Estado mexicano.
Luz Elena Galván Lafarga
El inehrm se complace en poner a disposición del público
lector la serie “Grandes Temas Constitucionales” que forma
parte de la colección “Biblioteca Constitucional”, creada en el
marco de la conmemoración de la Constitución que nos rige
desde 1917. El conocimiento de los temas constitucionales
fortalece a nuestra ciudadanía y a la democracia como forma

Luz Elena Galván Lafarga


de vida.

S ecretaría de G obernación
S ecretaría de C ultura
I nstituto N acional de E studios H istóricos de las R evoluciones de M éxico
I nstituto de I nvestigaciones J urídicas - unam
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Derecho
a la educación

E s tudio s con sti tuc iona l e s

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Comité para la Conmemoración
del Centenario de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos

Enrique Peña Nieto


Presidente de los Estados Unidos Mexicanos

Edmundo Javier Bolaños Aguilar Pablo Escudero Morales


Presidente de la Cámara de Diputados Presidente de la Cámara de Senadores
del Congreso de la Unión del Congreso de la Unión

Luis María Aguilar Morales


Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
y del Consejo de la Judicatura Federal

R e p r e s e n ta n t e s
Pod e r E j e c u t i vo F e d e r a l

Miguel Ángel Osorio Chong Rafael Tovar y de Teresa


Secretario de Gobernación Secretario de Cultura

Pod e r L e gi s l at i vo F e d e r a l

Daniel Ordoñez Hernández Enrique Burgos García


Diputado Federal Senador de la República

Pode r Ju d ic i a l d e l a F e d e r ac ió n

José Ramón Cossío Díaz Manuel Ernesto Saloma Vera


Ministro de la Suprema Corte Magistrado Consejero
de Justicia de la Nación de la Judicatura Federal

Patricia Galeana
Secretaria Técnica

C o n s e jo a s e s or

Sonia Alcántara Magos Rolando Cordera Campos Héctor Fix-Fierro


Héctor Fix-Zamudio Rogelio Flores Pantoja José Gamas Torruco
Sergio García Ramírez Javier Garciadiego Juan Martín Granados Torres
Olga Hernández Espíndola Sergio López Ayllón Aurora Loyo Brambila
Ricardo Pozas Horcasitas Pedro Salazar Ugarte Gloria Villegas Moreno

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BIBLIOTECA
CONSTITUCIONAL

I N E H R M

Secretaría de Gobernación
Secretario de Gobernación
Miguel Ángel Osorio Chong
Subsecretario de Gobernación
René Juárez Cisneros
Subsecretario de Enlace Legislativo y Acuerdos Políticos
Felipe Solís Acero
Subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos
Humberto Roque Villanueva
Subsecretario de Derechos Humanos
Roberto Campa Cifrián
Subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana
Alberto Begné Guerra
Subsecretario de Normatividad de Medios
Andrés Imre Chao Ebergenyi
Comisionado Nacional de Seguridad
Renato Sales Heredia
Oficial Mayor
Jorge Francisco Márquez Montes

Secretaría de Cultura
Secretario de Cultura
Rafael Tovar y de Teresa

Instituto Nacional de Estudios


Históricos de las Revoluciones de México
Directora General
Patricia Galeana
Consejo Técnico Consultivo
Fernando Castañeda Sabido Salvador Rueda Smithers
Luis Jáuregui Rubén Ruiz Guerra
Álvaro Matute Enrique Semo
Érika Pani Luis Barrón Córdova
Ricardo Pozas Horcasitas Gloria Villegas Moreno

Instituto de Investigaciones Jurídicas


Director
Pedro Salazar Ugarte
Secretario Académico
Francisco Ibarra Palafox

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Derecho
a la educación

Luz Elena Galván Lafarga

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KGF3553
G352
2016 Galván Lafarga, Luz Elena
Derecho a la educación/Luz Elena Galván Lafarga, Miguel Ángel Osorio
Chong, presentación; Pedro Salazar Ugarte, prefacio.—México, Ciudad de
México: Secretaría de Gobernación, Secretaría de Cultura, inehrm,
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones
Jurídicas, 2016
160 páginas (Biblioteca Constitucional. Serie Grandes Temas Constitucionales)
ISBN: 978-607-9276-57-7, Biblioteca Constitucional (Obra completa)
ISBN: 978-607-8507-06-1, Derecho a la educación
1. Educación-México. 2. Educación-Condición jurídica, leyes, etc.-
México. 3. Educación-México-Historia. 4. Derecho a la educación. 5. Derecho
Constitucional-México I.t. II. ser

Primera edición, Grandes Temas Constitucionales, 2016.


Producción:
Secretaría de Cultura
Instituto Nacional de Estudios Históricos
de las Revoluciones de México
D.R. © 2016 de la presente edición
D.R. © Instituto Nacional de Estudios Históricos
de las Revoluciones de México (inehrm)
Francisco I. Madero 1, Colonia San Ángel, C.P. 01000,
Delegación Álvaro Obregón,
Ciudad de México.
D.R. © Secretaría de Gobernación
Abraham González 48, Colonia Juárez, C.P. 06699,
Delegación Cuauhtémoc,
Ciudad de México.
D.R. © 2016. Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Jurídicas
Circuito Maestro Mario de la Cueva s/n,
Ciudad de la Investigación en Humanidades,
Ciudad Universitaria, C.P. 04510, Ciudad de México.
Las características gráficas y tipográficas de esta edición son propiedad
del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones
de México de la Secretaría de Cultura.
Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total
o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos
la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación,
sin la previa autorización por escrito de la Secretaría de Cultura
/Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.
ISBN: 978-607-9276-57-7, Biblioteca Constitucional (Obra completa)
ISBN: 978-607-8507-06-1, Derecho a la educación
Impreso y hecho en México

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Con ten ido

Presentación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

Miguel Ángel Osorio Chong


Secretaría de G obernación

Prefacio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Pedro Salazar Ugarte
I nstituto de I nvestigaciones Jurídicas - unam

La Constitución y sus grandes temas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19


Diego Valadés
I nstituto de I nvestigaciones Jurídicas-unam

Grandes temas constitucionales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39


Patricia Galeana
I nstituto Nacional de E studios H istóricos
de las R evoluciones de M éxico

Introducción.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45

Los primeros pasos: 1821-1867. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47

Hacia la formación del sistema


educativo mexicano: 1867-1910. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

El arte de ser maestro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64

• 9 •

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10 • C on t e n i d o

En camino hacia la profesionalización del magisterio. . . . . . . . . . . . . . . . . . 67


Instituciones educativas para hombres y mujeres. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69

Secundaria de Niñas en la Ciudad de México. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69


Instituto de Niñas en Durango. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
Liceo de Varones en Colima. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
Liceo de Niñas en Aguascalientes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
Academias en la Ciudad de México. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
Academia Normal de Veracruz. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74
Academia de Toluca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74
Academias Adjuntas de Varones y Señoritas
y la Escuela Normal de Preceptores en Sinaloa. . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Instituto Literario de Toluca
y la Escuela Normal para Profesores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Instituto Literario de Chihuahua. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Instituto Científico y Literario de Tlaxcala. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
Escuelas Normales en San Luis Potosí. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
Escuelas Normales en Guanajuato. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
Puebla y sus Escuelas Normales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
Escuela Normal de Artes y Oficios
para Señoritas en el Estado de México. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
Escuela Normal para Profesores en Jalapa, Veracruz. . . . . . . . . . . . . . . . 80
Escuelas Normales en la Ciudad de México. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81

Hacia la Constitución de 1917. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

El derecho a la educación y el movimiento revolucionario. . . . . . . . . . . . . . 83


Programas y manifiestos relacionados
con la situación de la educación pública. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
Congresos Nacionales de Educación Primaria
realizados entre 1911 y 1913, y Congresos
Pedagógicos realizados entre 1915 y 1916. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
Cartas del magisterio en donde se mencionan
los problemas por los que pasaban e informes
sobre la situación de la instrucción pública. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
Participación del magisterio
durante el movimiento revolucionario. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98
Participación del magisterio en la Sociedad
de Autores Didácticos Mexicanos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102

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C on t e n i d o • 11

Reforma al artículo 3 constitucional


y la supresión de la Secretaría
de Instrucción Pública y Bellas Artes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104

Creación de la Secretaría de Educación Pública.. . . . . . . 109

Una larga campaña contra el analfabetismo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112


Dirección de Misiones Culturales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
Educación socialista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
El derecho a la educación en el periodo
de la unidad nacional. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
El derecho a la educación manifestado a través
del movimiento estudiantil de 1968. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
Y el derecho a la educación continúa vigente.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128

Conclusiones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139

Fuentes consultadas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149

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Pr esen tación

U na constitución es reflejo de su contexto histórico e instru-


mento indispensable para encauzar y transformar el destino
de una nación. Dadas sus cualidades fundantes, que dan forma y es-
tructura a un país, la Constitución es piedra de toque para construir
instituciones y normar la existencia de un gobierno representativo.
La historia moderna vio nacer las primeras constituciones formales
en el mundo, como la de Estados Unidos en 1787, la de Francia en
1791 y la de Cádiz de 1812. Dichos ordenamientos establecieron Esta-
dos liberales que buscaban inaugurar una era de convivencia democrá-
tica y protección a los derechos inalienables de las personas.
Como correlato de ese horizonte liberal e inspirados por los idea-
les de la Ilustración, los constituyentes de Apatzingán incorporaron el
principio de división de poderes y el de soberanía nacional a la Carta
de 1814. Siguiendo ese mismo espíritu y una vez consumada la In-
dependencia de México, la Constitución de 1824 estableció el pacto
federal, otro pilar fundamental para el Estado mexicano, como base
de la unidad y la integración del territorio nacional, sus regiones y co-
munidades.
Los marcos normativos posteriores también buscaron ampliar de-
rechos y garantías para dar respuesta a los retos de su tiempo y de la
sociedad mexicana en aquel entonces. Su legado definió el rumbo de
México y llega hasta el presente. Los postulados de la Constitución

• 13 •

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14 • P r e s e n tac ión

de 1857, por ejemplo, han tenido vigencia hasta nuestros días, pues
con la incorporación de las Leyes de Reforma en 1873 establecieron
el Estado laico y secularizaron a la sociedad, avances perdurables en el
México del siglo xxi.
La Constitución de 1917, cuyo Centenario hoy celebramos, fue
producto de la Revolución Mexicana. Los derechos sociales en ella in-
corporados en diversos artículos han logrado que la República cuente
el día de hoy con instituciones sólidas, que promueven una convivencia
más equitativa y un acceso efectivo a la educación, la salud, la vivienda
digna y las oportunidades laborales. Su estructura refrendó al federa-
lismo como sustento de nación y a la democracia como forma de vida,
y no sólo como régimen de gobierno.
De esta manera, las y los mexicanos trabajamos por un presente y
un futuro en el que tengan plena vigencia las convicciones que hacen
de nuestro texto constitucional el más fiel testimonio, y la mejor he-
rramienta para seguir ampliando los horizontes de libertad, igualdad y
justicia social que nuestra nación anhela y merece.

M igu el Á ngel O sor io C hong


Secretaría de Gobernación

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Pr efacio

E xisten diferentes maneras de celebrar un momento histórico.


Una de ellas es la de utilizarlo como oportunidad para reflexio-
nar sobre sus causas, características y efectos. Si ese momento histórico
está materializado en un pacto constitucional la ocasión se potencia
porque las vicisitudes del momento están destinadas a normar las cir-
cunstancias del futuro y a influir en otros contextos históricos, políti-
cos y normativos.
Eso ha sucedido con la Constitución mexicana de 1917 que es un
momento, un documento y una norma. En esas tres dimensiones re-
cordamos su primer centenario de vigencia y lo honramos con esta
serie de publicaciones académicas editadas por la Secretaría de Gober-
nación, el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revolucio-
nes de México (inehrm) y el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
unam. Tres instituciones públicas que unen sus esfuerzos para ofrecer
a los lectores una valiosa y original colección de publicaciones conme-
morativas en la que se reúnen las plumas de importantes estudiosos e
intelectuales interesados en la historia, la política y el derecho.
En estas obras se celebra a la Constitución de 1917 como un mo-
mento histórico con antecedentes y particularidades irrepetibles que
marcaron la historia de México y del mundo en el siglo xx. La Consti-
tución emerge como el producto de su tiempo y como punto de quiebre
que divide la inestabilidad decimonónica de la promesa de modernidad

• 15 •

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16 • P r e fac io

institucionalizada. Leer sobre los antecedentes del Congreso Constitu-


yente, sobre su contexto y sus debates es útil para conocer al México de
aquellos años, pero también para entender lo que los protagonistas del
momento deseaban para el país que estaban constitucionalizando. De
ahí el valor de los textos de corte histórico de esta serie.
Pero la Constitución también es un documento histórico que fue
relevante e influyente para otros países del mundo. En efecto, la Cons-
titución mexicana de 1917 logró amalgamar, por primera vez en la
historia del constitucionalismo moderno, a las tradiciones liberal, de-
mocrática y socialista en un crisol normativo de difícil ejecución pero
de incuestionable valor simbólico. Si a ello añadimos la presencia nor-
mativa de figuras de garantía como el llamado “amparo mexicano”
podemos comprender por qué el documento constitucional fue objeto
de elogio y estudio en otras latitudes y, sobre todo, punto de refe-
rencia ejemplar para otros procesos constituyentes. Haciendo honor
a una tradición comparativista de viejo cuño en nuestro país, algu-
nos destacados autores de estos ensayos miran a la Constitución desde
su trascendencia internacional y nos recuerdan que los grandes textos
constitucionales tienen vigencia nacional pero relevancia universal.
En su tercera dimensión —la que corresponde en estricto sentido
a su carácter jurídico— las constituciones son normas vinculantes. En
esta faceta, en el mundo contemporáneo, las normas constitucionales
han venido ganando cada vez mayor relevancia al interior de los orde-
namientos a los que ofrecen fundamento y sustento. Durante mucho
tiempo fue la fuente legislativa —la ley ordinaria— la que predominaba
en el ámbito de la producción jurídica, pero desde la segunda mitad del
siglo xx, las constituciones fueron ganando fuerza normativa. De ahí
que tenga sentido observar la evolución de la doctrina constitucional
y, sobre todo, la manera en la que fue cobrando vigencia el texto cons-
titucional en el sistema jurídico mexicano. El estudio de esa vigencia
en las diferentes áreas del derecho nos permite comprender el sentido
vinculante que denota la esencia normativa constitucional. Sin esa di-
mensión —también analizada en esta serie de ensayos— las cons-
tituciones serían solamente documentos históricos, valiosos pero
incompletos.

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P e dro S a l a z a r Ug a rt e • 17

El valor de este conjunto de ensayos reside en su carácter conme-


morativo pero también —quizá sobre todo— en su valor científico. De
alguna manera, el paso del tiempo —la llegada del Centenario— se
aprovecha como un pretexto para pensar en el sentido de la constitu-
cionalidad, en la historia del constitucionalismo, en la génesis política
y social de una constitución concreta, en el México que la vio nacer y
en el país que desde entonces hemos venido construyendo bajo los ojos
del mundo.
Por todo lo anterior, en mi calidad de director del Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la unam, celebro la publicación de estos
textos conmemorativos, felicito y agradezco a los autores de los mis-
mos y me congratulo de esta alianza institucional con la Secretaría de
Gobernación y el inehrm que la ha hecho posible. Espero que los lec-
tores disfruten la lectura de cada uno de ellos y, a través de la misma,
puedan aquilatar la enorme valía del conjunto.

P edro S a l a z a r U g a rt e
Instituto de Investigaciones Jurídicas de la unam

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L a Constit ución
y sus gr a n des te m a s

D e los 193 Estados que integran la Organización de las Nacio-


nes Unidas (onu), México cuenta con la octava constitución
vigente más longeva del mundo. Son más antiguas las de Reino Unido
(1689), Estados Unidos (1789), Noruega (1814), Países Bajos (1815),
Bélgica (1831), Canadá (1867) y Luxemburgo (1868). Si sólo conta-
mos las constituciones republicanas, la mexicana es la segunda más
antigua del orbe.
Otras constituciones añosas son las de Argentina y Suiza. Sin em-
bargo, la Constitución argentina de 1853 fue reformada de manera
radical en 1994 y en la actualidad se identifica por esta última fecha.
Sin duda fue objeto de cambios trascendentes, pero su estructura y
numerosos preceptos proceden de la norma liberal de 1853.
Lo mismo sucede con la Constitución suiza de 1874 cuya refun-
dición y reforma dieron lugar a la que ahora es datada en 1999. La
Constitución de 1874 fue modificada en alrededor de 150 ocasiones.1
Al acercarse al siglo de vigencia se consideró conveniente un ajuste
completo y, después de treinta años de trabajos, su texto fue refundido
en 1999, sin que se le hicieran cambios drásticos al contenido. Me-
diante ese ejercicio se actualizó su redacción para hacerla más clara y se

1
Cfr. Thomas Fleiner, et al., Swiss Constitutional Law, Berna, Kluwer Law International,
2005, p. 24.

• 19 •

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20 • L a C on s t i t u c ión y s u s g r a n de s t e m a s

incorporaron a la norma escrita algunas reglas que operaban de manera


consuetudinaria. Aun cuando las novedades fueron pocas en relación
con lo que ya se aplicaba. El texto reordenado fue aprobado mediante
referéndum como una nueva constitución.
Esas ocho constituciones, como todas en general, han experimen-
tado cambios importantes a lo largo de su vigencia. El hecho de que la
británica hunda sus raíces en la Edad Media, la estadounidense proce-
da del Siglo de las Luces, cinco más hayan sido producidas en el siglo
xix y la mexicana corresponda a los albores del siglo xx, hace que cada
una obedezca a un proceso evolutivo distinto, sin que esto afecte la
similitud de objetivos: definir los derechos fundamentales y sus garan-
tías, regular las relaciones entre gobernados y gobernantes, y establecer
la estructura y el funcionamiento de los órganos del poder.
Cada constitución ha obedecido a un patrón de ajustes diferente,
adecuado a su propio entorno social y cultural. Hay un rasgo impor-
tante que comparten esos sistemas constitucionales con excepción del
mexicano: la relevancia constitucional de las resoluciones jurisdicciona-
les y de las prácticas políticas y administrativas. Han sido factores de
acoplamiento con la realidad que generan un puente de intercambios
recíprocos con el entorno y que hacen muy adaptativos los sistemas.
La base de esa interacción es la confianza en las instituciones y el re-
sultado se traduce en la convergencia de la norma con la normalidad.
La excepción mexicana tiene un fuerte ingrediente de desconfianza
interpersonal e institucional. Diversos estudios han identificado que en
las sociedades más heterogéneas por su composición étnica, religiosa
y lingüística el derecho es un factor de cohesión más eficaz que en las
sociedades de mayor homogeneidad en esos rubros.2
El origen de esas ocho constituciones también presenta similitudes.
Está vinculado en la mayoría de los casos con procesos de independen-
cia y en otros a procesos revolucionarios. La Constitución británica
está asociada a la Revolución Gloriosa y la de México a la Revolución
de 1910; las de Estados Unidos y Canadá a su separación de Gran
Bretaña; la de Países Bajos a su independencia y su unión con Bélgica

2
Paul W. Kahn, The Cultural Study of Law: Reconstructing Legal Scolarship, Chicago,
The University of Chicago Press, 1999, p. 9 y ss.

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Di e g o Va l a dé s • 21

como efecto de la derrota de Francia y del Congreso de Viena; la de


Bélgica a su escisión de Países Bajos; la de Luxemburgo al otorgamien-
to de su independencia ante la crisis entre Francia y Prusia.
Una característica compartida por siete de las ocho constituciones
es que su desarrollo permitió la consolidación de democracias robustas.
Debe tenerse presente que con su adaptación al cambio social y cultu-
ral las constituciones fueron incorporando las bases de las libertades
individuales y públicas. Es lo que ocurrió, por ejemplo, con la proscrip-
ción de la esclavitud que algunas constituciones habían aceptado en
su origen.3 Otro tanto fue ocurriendo cuando, de manera progresiva,
las constituciones depuraron los procedimientos electorales, aplica-
ron la responsabilidad política de los gobiernos, descentralizaron el
ejercicio del poder, otorgaron derechos a las minorías y desarrollaron
los sistemas jurisdiccionales, incluidos los de justicia constitucional. En
el elenco de las ocho constituciones más antiguas del planeta sólo a
la mexicana le falta un tramo por recorrer en materia de instituciones
democráticas.
Los textos y las costumbres que integran la Constitución británi-
ca han recorrido diferentes etapas. Algunos aspectos proceden de la
Edad Media y otros de la época Tudor, pero una de las normas escritas
fundamentales es la Declaración de Derechos (Bill of Rights, 1689),
algunos de cuyos preceptos continúan en vigor. Entre los textos cons-
titucionales figuran asimismo la Ley de Sucesión (Act of Settlement,
1701) y la de Unión con Escocia (Act of Union with Scotland, 1707).
Otras muchas leyes promulgadas a lo largo de los siglos xix y xx, re-
lativas a la Corona, al Parlamento, a la justicia y al sistema electoral,
componen la variada serie de disposiciones formales que, al lado de las
informales, integran la Constitución británica.
Aunque la voz constitución se utilizaba desde la antigüedad romana
y se retomó en la Edad Media, y a pesar de que se identifica a la Carta
Magna de 1215 como la primera constitución formal, en realidad el
concepto moderno es posterior. Surgió en Inglaterra a raíz de la Revo-
lución Gloriosa y dio lugar a que durante el siglo siguiente en diversas

3
Véanse los artículos I, sección 9.1 y IV, sección 2.3 de la Constitución de Estados Uni-
dos.

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22 • L a C on s t i t u c ión y s u s g r a n de s t e m a s

lenguas europeas se adicionaran las voces constitucional, constituciona-


lismo, constitucionalista y, bastante después, constitucionalidad.
En cuanto a la Constitución de Estados Unidos, con excepción
de las diez primeras enmiendas que introdujeron un amplio elen-
co de derechos fundamentales y de la proscripción constitucional de
la esclavitud en 1865, todas las demás reformas han correspondido
a ajustes institucionales que no han alterado el modelo original. Las
modificaciones formales son sólo 27, si bien muchas más han operado
a través de las decisiones jurisdiccionales e incluso algunas se deben a
las prácticas institucionales. Por ejemplo, las facultades de investigación
del Congreso no figuran en la Constitución y son el resultado de deci-
siones políticas que acabaron siendo aceptadas como parte del sistema
de libertades y de responsabilidades que establece la propia norma su-
prema.4
El desarrollo y la adaptación de la Constitución estadounidense
obedecen a un procedimiento formal utilizado en Europa continental
que se combina con mecanismos consuetudinarios y con la interpreta-
ción jurisprudencial. De esta manera la adecuación del texto original
se produce sobre todo por medios informales. Esto explica por qué de
las cerca de diez mil reformas formales propuestas sólo hayan prospe-
rado veintisiete.5 Esta clase de reformas requieren el voto favorable de
dos tercios de cada cámara y de tres cuartas partes de los congresos
locales, aunque también está prevista la posibilidad de una convención
susceptible de ser convocada por dos tercios de los estados. Hasta ahora
la reforma adoptada de manera más expedita ha sido la 26a., para per-
mitir el voto a partir de los dieciocho años de edad, que entró en vigor
en 1971 y cuya ratificación tomó apenas tres meses; en tanto que la
siguiente reforma, la 27a., relativa a las percepciones de los legisladores,
tomó 203 años para ser ratificada por los estados.

4
La primera comisión de investigación del Congreso la integró la Cámara de Represen-
tantes en 1792 para esclarecer la derrota del general Arthur St. Clair por parte de la tri-
bu Miamis. Cfr. John Killian (ed.), The Constitution of the United States, Washington,
Senado, 1997, p. 86.
5
Jethro K. Lieberman, The Evolving Constitution, Nueva York, Random House, 1992,
p. 50.

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Di e g o Va l a dé s • 23

En el caso de Noruega la constitución tuvo una orientación demo-


crática y social desde su inicio. El artículo 107 disponía la protección
de los derechos alodiales, señalando que contribuyen al beneficio del
Estado y al bienestar de la población rural. El alodio representaba una
importante excepción al régimen feudal de propiedad, por lo que se
le conocía como “tierra libre” y, sin duda, suponía un avance social
significativo en Europa continental. Aunque la Constitución es mo-
nárquica, proscribió la creación de señoríos y baronías a partir de su
promulgación. En cuanto al derecho de expresión, el artículo 107 dis-
pone desde hace más de dos siglos que todos pueden hablar de manera
franca y libre acerca de la administración y el gobierno.6
En el orden político, la Constitución noruega prevé la responsabi-
lidad política de los miembros del gabinete desde 1814 (artículo 5o.), y
el Consejo de Estado, equivalente al órgano de gobierno, aprueba las
propuestas de nombramientos oficiales (artículo 21). Las normas de
mayor desarrollo democrático y social se fueron incorporando de ma-
nera paulatina, haciendo de Noruega uno de los mejores ejemplos de
una democracia social contemporánea, basada en su prestigiada Cons-
titución bicentenaria.7
Países Bajos construyó su Constitución a partir de una amplia ex-
periencia republicana, de descentralización política y administrativa y
de independencia del aparato jurisdiccional.8 El principal objetivo de la
Constitución de 1815 fue fundar la monarquía de la casa Orange-Nas-
sau (artículo 24), que contó con un Consejo de Estado que procedía
de la época de Carlos V, en 1531, además de la unificación con Bélgi-
ca, por entonces perteneciente a Austria. Este fue el diseño territorial
adoptado por el Congreso de Viena. En los Estados Generales (parla-
mento), denominados así desde 1464, se introdujo el sistema bicame-
ral para dar cabida a una Cámara de Notables, cuyos integrantes eran
designados por el rey, y otra de base electoral indirecta para auspiciar la

6
Dominique Pélassy, Qui gouverne en Europe?, Paris, Fayard, 1992, p. 132 y ss.
7
Francis G. Castles, “Scandinavia: The Politics of Stability”, en Roy Macridis C. (ed.),
Modern Political Systems. Europe, New Jersey, Prentice-Hall, 1987, p. 251 y ss.
8
Cfr. Karel Kraan, “The Kingdom of the Netherlands”, en Lucas Prakke y Constantijn
A. J. M. Kortmann (eds.), Constitutional Law of 15 EU Member States, Deventer, Wol-
ters Kluger, 2004, p. 591 y ss.

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representación regional. Pocos años después, en 1823, fue introducido


el Consejo de Ministros.
El gran giro democrático de la Constitución neerlandesa se produ-
jo en 1848, al introducir la responsabilidad política de los ministros,
la elección directa de la segunda cámara y la elección indirecta de la
primera. Asimismo se ampliaron de manera considerable los derechos
fundamentales y las atribuciones parlamentarias.
Bélgica se caracteriza por una constitución sucinta y bien redacta-
da. Desde su primera constitución adoptó un sistema liberal en materia
religiosa, imponiendo la neutralidad del Estado en la relación con el
culto (artículos 14, 15 y 16). En cuanto al régimen de gobierno racio-
nalizó el ejercicio del poder monárquico adoptando el principio de la
responsabilidad política de los miembros del gobierno (artículo 63).
La principal tendencia evolutiva de esta constitución está marcada
por un federalismo muy dinámico, desencadenado a partir de 1968 con
la creación de tres regiones, continuado en 1980 y culminado en 1993
al otorgar a las comunidades y regiones autonomía incluso en materia
de política internacional. La Constitución ha sido utilizada como un
instrumento eficaz para mantener las bases mínimas de cohesión na-
cional, absorbiendo con maestría las tensiones que han amenazado con
romper la unidad del Estado.9
Otra disposición que ha sido esencial para preservar la vigencia de
esa norma, que se aproxima a su segundo centenario, es el artículo
198, adicionado en 1993. Conforme a este precepto se facultó al Par-
lamento para que, sin tener que aplicar el complejo mecanismo de la
reforma constitucional, se pudiera proceder a modificar el orden de los
preceptos y de sus subdivisiones, e incluso a cambiar la terminología
constitucional para darle uniformidad y coherencia. Gracias a esta nor-
ma fue posible refundir o reordenar el texto e imprimirle la lozanía de
una constitución contemporánea.
De los 139 artículos originales, la actual norma suprema belga pasó
a 201. Si se cotejan la antigua y la nueva redacción se verá que son tex-
tos distintos en cuanto a su contenido, pero los belgas optaron por no

9
Véase Marc Verdussen, La Constitution belge, lignes et entrelignes, Bruselas, Le Cri,
2004, p. 23 y ss.

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Di e g o Va l a dé s • 25

interrumpir la permanencia simbólica de su primera constitución. Es


un caso de adaptabilidad sin solución de continuidad que ha permitido
sortear rupturas traumáticas sin obstaculizar el progreso institucional.
Canadá presenta un caso especial en cuanto a su Carta Magna,
pues fue adoptada en 1867 por el Parlamento británico. El British North
America Act estableció el Estado canadiense con una independencia
parcial. El Poder Ejecutivo siguió depositado en el monarca británico
y, lo más importante, el Parlamento de Westminster conservó la facul-
tad de reformar el documento constitutivo canadiense. Fue en 1982
cuando cambió el nombre oficial de aquel decreto por Constitution
Act y cuando, a solicitud del Parlamento canadiense, el Parlamento
británico accedió a transferir a Canadá el derecho de reformar su cons-
titución. Esta singular decisión se basó en la exigencia canadiense de
patriar su potestad constituyente. La expresión patriation (patriación)
fue acuñada en Canadá, en inglés y en francés, en los años setenta del
siglo pasado y no existe en ninguna otra lengua. Denotaba la demanda
de ejercer la facultad soberana de constituirse por decisión propia.10
El peculiar origen de la Constitución canadiense tuvo varias conse-
cuencias. Por un lado el país no cuenta con un documento único que
contenga todas las reglas de organización y funcionamiento de los ór-
ganos del poder, y además dio lugar a que se desarrollaran costumbres
constitucionales en relación con instituciones que no están reguladas
de manera formal. Por ejemplo, las figuras del primer ministro federal
(prime minister) y de los ministros principales (first ministers) de las
diferentes provincias no aparecían en el texto constitucional de 1867
y en el de 1982 sólo reciben una mención accidental, sin precisar su
forma de investidura ni sus funciones.
Al trasladar el poder constituyente ordinario a Canadá se adoptó uno
de los más complejos procedimientos de reforma constitucional vigentes
en la actualidad.11 Esto explica que el país tenga una constitución que

10
Véase Adam Dodek, The Canadian Constitution, Toronto, Dundurn, 2013, p. 26 y ss.
11
Adam Dodek, “Uncovering the Wall Surrounding the Castle of the Constitution: Ju-
dicial Interpretation of Part V of the Constitution Act, 1982”, en Emmett Macfarlane
(ed.), Constitutional Amendment in Canada, Toronto Press, University of Toronto,
2016, p. 42 y ss.

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26 • L a C on s t i t u c ión y s u s g r a n de s t e m a s

procede del siglo xix, aunque la estructura actual del poder y de sus re-
laciones con los gobernados diste mucho de ser hoy como fue entonces.
Luxemburgo presenta un caso de reordenación constitucional aná-
logo al belga y al suizo. El texto original es de 1868, que corresponde
al de su cuarta constitución formal. La primera fue una carta otorgada
en 1841 por el rey de Países Bajos; la segunda en el orden formal
fue en realidad la primera adoptada por una asamblea constituyente
propia en 1848 y se acopló a la corriente liberal de la época. En 1856
se produjo una recaída monárquica tradicionalista que fue superada de
manera definitiva por el establecimiento de la monarquía constitucio-
nal en 1868, con la norma suprema todavía en vigor.12
Como en el caso de Bélgica, el texto luxemburgués de entonces y
el actual difieren en todo. Fueron abolidos los tratados secretos; se es-
tableció el sufragio directo y se le otorgó este derecho a la mujer; se incor-
poró el derecho al trabajo, a la seguridad social y a la sindicalización; la
educación primaria se volvió obligatoria y gratuita; fue modificada
la integración del Parlamento e introducida la representación propor-
cional; quedó abolida la pena de muerte; se aceptó la autoridad supra-
nacional de los órganos europeos; surgieron la Corte de Cuentas, el
Tribunal Constitucional, el Consejo Económico y Social, las cámaras
profesional y de comercio; y en materia política se transitó de manera
paulatina de la monarquía arcaica reintroducida en 1856, para organi-
zar progresivamente un sistema parlamentario moderno. Al igual que
en el caso belga, se ha seguido un camino largo que ha permitido cons-
truir una constitución nueva sin generar el rechazo por parte de una
sociedad de tendencia conservadora.
Como señalé antes, México cuenta con la octava constitución más
antigua del planeta, y con la segunda más longeva de un sistema repu-
blicano, precedida sólo por la estadounidense. Al acercarse a su Cente-
nario,13 ha sido objeto de 227 decretos de reforma que han modificado
697 veces 114 de sus 136 artículos. En otras palabras, sólo 22 de sus
preceptos permanecen intocados.

12
Jean Thill, “The Grand Duchy of Luxemburg”, en Lucas Prakke y Constantijn A. J.
M. Kortmann (eds.), Constitutional Law of 15 EU Member States, Deventer, Wolters
Kluger, 2004, p. 543 y ss.
13
Escribo en septiembre de 2016.

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Di e g o Va l a dé s • 27

Esa circunstancia ha propiciado numerosas opiniones que aso-


cian el número de artículos modificados con lo que tiende a llamarse
“parches constitucionales”. Si entendemos por “parche” una cosa so-
brepuesta que desdice a la principal, la expresión resulta peyorativa e
inexacta. Examinando reforma por reforma es difícil encontrar las que
puedan considerarse superfluas. Más todavía, una rápida mirada lleva
a advertir que sin las reformas introducidas no habría derecho de voto
para la mujer, seguridad social, corte constitucional, representación po-
lítica proporcional, objetividad electoral, igualdad jurídica de mujeres y
hombres, vivienda social, acceso a la información, mar patrimonial, ni
se habrían actualizado instituciones como las referidas a los derechos
humanos, al juicio de amparo, al sistema universitario autónomo, a
la tenencia de la tierra, a la distribución federal de competencias, a la
organización municipal y a la supremacía del Estado en relación con
las iglesias. Son ejemplos de lo que se ha logrado merced a los cambios
constitucionales.
El problema de las reformas en México está en la técnica adoptada
para procesarlas, que presenta al menos dos problemas: por un lado se
pretende la exhaustividad en la redacción de cada reforma, propiciando
así un estilo reglamentario dentro de una norma que debería ser muy
general; por otra parte esa forma de escribir la Constitución ocasiona
a su vez que cada cambio ulterior implique modificar la redacción de
numerosos preceptos. Por ejemplo, la reforma de enero de 2016 acerca
del régimen jurídico de la Ciudad de México implicó modificaciones
en el texto de 52 artículos constitucionales. Esto significa que pese a
consistir en una sola reforma, representó casi el 8 por ciento del total de
los artículos modificados en 99 años. La reforma al Poder Judicial del
31 de diciembre de 1994 involucró 27 preceptos; la realizada en ma-
teria de responsabilidades oficiales el 28 de diciembre de 1982 afectó
15 artículos. Los casos de este género pueden multiplicarse, pero con
éstos se muestra que tan solo tres cambios requirieron modificar 94
artículos constitucionales, lo que corresponde al 14 por ciento del total
de los registrados hasta ahora.
En un sentido diferente, hay casos como el del artículo 52, que
fijaba la base poblacional requerida para elegir a cada diputado federal.
Este precepto tuvo que ser adecuado a los datos censales en seis ocasio-

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28 • L a C on s t i t u c ión y s u s g r a n de s t e m a s

nes, hasta que en 1977 se determinó un número preciso de trescientos


diputados de mayoría para integrar la cámara correspondiente, con in-
dependencia de la composición demográfica de los distritos.
La escritura de la Constitución ha variado con el tiempo. Du-
rante la primera etapa del periodo de hegemonía de partido las re-
formas eran muy puntuales; en la segunda etapa, de transición hacia
la democracia, las fuerzas opositoras exigieron un mayor desarrollo
en el contenido de la Constitución para no quedar expuestas a que
el contenido de los acuerdos fuera matizado o incluso modificado
por el partido mayoritario, por sí solo, en la legislación ordinaria; la
tercera fase se dio cuando el propio partido hegemónico advirtió que
se aproximaba el momento de perder la mayoría en el Congreso y
tampoco corrió el riesgo de que fuera la oposición quien aprovechara
la generalidad de los preceptos constitucionales para decidir sobre la
organización y el funcionamiento del poder a través de la ley ordi-
naria. La transición de una etapa a otra no puede establecerse con
precisión cronológica porque corresponde a la adaptación progresiva
de estilos de negociación y concertación de acuerdos entre las fuerzas
políticas nacionales.
Esa dinámica deformó el contenido de la Constitución y le impri-
mió una dinámica hasta ahora irreversible, pues en tanto que la norma
suprema se ha saturado de detalles, cada vez que se hace necesario un
ajuste, incluso menor, tiene que ser reformada y de nueva cuenta se
le siguen incorporando otras particularidades que acentúan la distor-
sión de su carácter de norma general. Esto tiene mucho que ver con
la desconfianza que los agentes políticos se profesan entre sí, y que ha
acabado por transmitirse también al cuerpo social.14 Una característica
de los sistemas constitucionales más desarrollados consiste en el alto
nivel de confianza que las instituciones inspiran, y esto a su vez guarda

14
Sobre este aspecto pueden verse: Hugo Concha Cantú, Héctor Fix-Fierro, Julia Flores
y Diego Valadés, Cultura de la Constitución en México, México, Instituto de Investiga-
ciones Jurídicas-unam, 2004. La segunda encuesta, de 2011, está disponible en línea:
http://historico.juridicas.unam.mx/invest/areas/opinion/EncuestaConstitucion/
resultados.htm. Véase también Julia Flores (coord.), Los mexicanos vistos por sí mismos,
en http://www.losmexicanos.unam.mx/

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Di e g o Va l a dé s • 29

una relación directa con la adhesión espontánea a las constituciones en


tanto que son la fuente de esa confianza pública.
Para salir de la dinámica en la que está atrapada la Constitución
es necesario un giro radical, si es que se aspira a prolongar su vigencia
por un periodo amplio. Es necesario reordenar el texto, pues presenta
errores técnicos en cuanto al acomodo de su articulado, agravado con
el decurso del tiempo. Sólo por poner un par de ejemplos, un órga-
no autónomo como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos
(cndh), o una dependencia del Ejecutivo, como la Procuraduría Gene-
ral de la República (pgr), figuran en el capítulo del Poder Judicial. La
Fiscalía General, que sustituirá a la Procuraduría, es considerada un
órgano constitucional autónomo pero permanece en el capítulo del
Poder Judicial.
Además de la reordenación, para colocar su contenido donde co-
rresponde, el texto constitucional requiere de una nueva redacción
que facilite su lectura y su reforma ulterior. No debe perderse de
vista que las constituciones son normas, no proclamas. Además del
rigor normativo, las constituciones requieren un mínimo de perma-
nencia en cuanto a su texto para auspiciar una cultura jurídica que se
apoye en el conocimiento de un texto más o menos estable. Esto no
implica que se conviertan en normas inamovibles; por el contrario,
la fluidez de la vida institucional se facilita por la generalidad de los
enunciados constitucionales.
En el caso mexicano la perduración de la Constitución después de
su Centenario dependerá de muchos factores, uno de los cuales consis-
tirá en la política y en las estrategias de reforma que se adopten para el
futuro. Esto incluye la recomposición de su texto actual,15 además de
los cambios institucionales que hacen falta para que el sistema avance
hacia la equidad social y la consolidación de la democracia.
Las ocho constituciones mencionadas aquí, en el orden de su anti-
güedad, son muy diferentes en la actualidad de como eran al momento

15
Cfr. Héctor Fix-Fierro y Diego Valadés (coord.), Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos. Texto reordenado y consolidado, México, Instituto de Investigacio-
nes Jurídicas-unam/Cámara de Senadores/Cámara de Diputados/Centro de Estudios
de Derecho e Investigaciones Parlamentarias/Instituto Iberoamericano de Derecho
Constitucional, 2016.

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30 • L a C on s t i t u c ión y s u s g r a n de s t e m a s

de su adopción. Todas, incluidas la británica y la estadounidense, han


evolucionado y seguirán haciéndolo porque regulan procesos políticos,
sociales y humanos siempre en movimiento. Las constituciones son
parte de la cultura y la cultura no se detiene. La interacción entre la
norma y la normalidad exige a las reglas una gran plasticidad adaptativa
en tanto que las disposiciones constitucionales están en contacto con
un entramado de conocimientos, convicciones, costumbres, prácticas,
ideologías, creencias, estilos de vida, prejuicios, percepciones, necesida-
des y expectativas que se recrean de continuo y regulan una pluralidad
de contextos locales, regionales, nacionales, internacionales y globales
que fluyen de manera incesante.
Las constituciones más adaptables a su entorno son las menos
formales, eso explica la longevidad de la británica y en buena medi-
da la de la estadounidense. En la posición opuesta se encuentran las
que pretenden agotar todas las formas de organización del poder y de
funcionamiento institucional, que a veces llegan al extremo de incluir
disposiciones consideradas intangibles. En medio quedan las que com-
binan reglas más o menos fijas pero dejan espacios de innovación al le-
gislador ordinario, al juzgador y al propio ciudadano, como intérprete
activo del ordenamiento, lo que facilita la adaptación progresiva de las
normas.
Las constituciones con aspiraciones de perennidad pasan por alto
que las sociedades entienden las reglas como un referente que hace pre-
visible y predecible el ejercicio del poder, pero sin inhibir la dinámica
propia de la actividad y de la creatividad social.
Las tensiones entre los agentes del poder entre sí, entre gobernan-
tes y gobernados, y entre los gobernados entre sí, exigen reglas que
ofrezcan mínimos de certidumbre para prever la conducta ajena y para
ajustar la propia, pero no para cancelar ni para dificultar la libertad de
la vida personal y colectiva de los miembros de cada comunidad.
Además, los intereses dominantes en cada momento se proyectan
hacia una multiplicidad de direcciones y la experiencia dice que no
es posible ofrecer respuestas inmutables para todos ellos, porque esos
mismos intereses fluctúan. Una de las lecciones que dejó el fracaso de
las constituciones comunistas fue considerar que bastaba con atender
los intereses de clase. De todas las formas de organización constitu-

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Di e g o Va l a dé s • 31

cional ésta ha sido la más efímera de la historia, pero no por el sim-


plismo de atribuir su caída a la hipotética sagacidad de los dirigentes
conservadores de Estados Unidos, Gran Bretaña y el Vaticano, ni por
la suposición de que había que remplazar el hermetismo político por la
apertura de los mercados. El problema tampoco estaba en el tamaño
del Estado. Lo que sucedió fue que en los países del bloque comunista
se quiso utilizar la constitución, que es un instrumento de la libertad,
con la pretensión de edificar un orden inamovible.
Los sistemas constitucionales entran en crisis no por ensanchar el
tamaño del Estado sino por estrechar el desarrollo en libertad de la
sociedad. Las sociedades son tan proteicas que sus instituciones cons-
titucionales no pueden ser inmutables. Los sistemas constitucionales
son muy sensibles al contraste que ofrecen la rutina y la concentración
del poder, frente a las expectativas de libertad. Son estas expectativas
las que transformaron la organización y el ejercicio del poder mediante
instrumentos constitucionales.
En la historia de las instituciones políticas se registran periodos
prolongados de ejercicio del poder absoluto pero consecuentes con el
discurso utilizado. Ahora las contradicciones se han vuelto explícitas.
No es lo mismo sustentar sin ambages una teoría del poder absoluto y
ejercerlo así, que pretender justificar un poder concentrado con argu-
mentos de apariencia democrática.
Las constituciones organizan el poder y definen su funcionamiento
y su relación con sus destinatarios. Entendida en un sentido tan sen-
cillo como ese, toda estructura de poder, incluso la más primitiva, ha
tenido siempre una constitución. Las ideas moderna y contemporánea
de constitución le atribuyen otras funciones más complejas, porque
también regula procesos más intrincados y se dirige a sujetos más pre-
parados. Hoy se trata de regular sociedades abiertas y esto no se puede
conseguir con instituciones y con normas cerradas. La textura de la
norma tiende a ser tanto más abierta cuanto más lo sea el ámbito plural
que vaya a regular. Para un ordenamiento constitucional esto significa
que deben construirse enunciados con la precisión necesaria para dar
certidumbre y con la amplitud suficiente para dar libertad. El éxito de
las constituciones está en alcanzar un diseño que resuelva de manera
satisfactoria la ecuación de seguridad con libertad.

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La mexicana se sitúa entre las constituciones cuya perduración obe-


dece a su adaptabilidad, a diferencia de las que han fracasado porque
optaron por la absolutidad de sus enunciados al pretender regularlo
todo y a detalle. Por eso es oportuno formular un llamado de alerta
pues de unas décadas a la fecha la Constitución ha propendido a incluir
minucias, por lo que va dejando de ser una norma general para trans-
formarse en un catálogo reglamentario con pretensiones de exhausti-
vidad. La paradoja es que se pretende construir los acuerdos políticos
duraderos basados en normas constitucionales volátiles.
La Constitución mexicana de 1917 ha pasado por diferentes etapas
en lo que atañe a los intereses atendidos. No es posible delimitar los
periodos cronológicos pero sí identificar la dominancia sucesiva de esos
intereses. En términos esquemáticos, la Constitución ha ido transitan-
do a través de tiempos históricos en los que prevalecieron la reivindica-
ción social, la hegemonía del poder y el pluralismo político, hasta llegar
a la etapa actual, menos clara porque se acoge a un discurso dual: el
de los derechos humanos y el de los intereses económicos. Además de
estas orientaciones, la Constitución también ha fluctuado en cuanto a
su aplicación real. Esto se aprecia por los grados variables de nomina-
lidad y normatividad constitucionales por lo que hace a sus diferentes
momentos históricos y a las diversas materias reguladas.
Llamo grado variable de nominalidad y normatividad a la circuns-
tancia de que algunos aspectos de la Constitución se han cumplido
o se cumplen y otros no. No todo lo verificado en la realidad en un
momento determinado lo ha sido siempre, al igual que no todas las
omisiones o incumplimientos han sido constantes. Estas oscilaciones en-
tre lo nominal y lo normativo son comunes en la mayor parte de los
sistemas constitucionales, pues ninguno está exento de desviaciones
transitorias. Lo distintivo de los sistemas constitucionales considera-
dos normativos es que prevalece en el tiempo la regularidad de su apli-
cación, sin que esto excluya casos o circunstancias en los que se separen
la norma y la normalidad.
Por esa razón es tan relevante examinar en detalle cada uno de los
aspectos en los que incide la Constitución, para calibrar sus verdaderos
efectos. Por lo mismo, para entender lo que ha ocurrido y lo que su-
cede en trece áreas medulares de la vida institucional se presenta esta

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Di e g o Va l a dé s • 33

serie excepcional. Los grandes temas constitucionales son examinados


a detalle a través de estudios pormenorizados, elaborados en cada caso
por experimentados y reconocidos académicos. Aplaudo la iniciativa de
Patricia Galeana y que haya convocado a un elenco de colaboradores
tan prestigiado para alcanzar ese ambicioso objetivo
En la serie, de la que forma parte este volumen, están tratados los
grandes temas de nuestro sistema constitucional y su desarrollo ilustra
la forma como se ha ido construyendo nuestro actual panorama cons-
titucional. Los temas dominantes en 1917 fueron los concernidos con
los derechos agrario y laboral. En ambos casos hubo que generar nue-
vas normas y en torno a ellos surgió una orientadora literatura jurídica.
Con el tiempo el interés por el derecho agrario decreció, por lo que
celebro que ahora sea rescatado y se le dé la dimensión que le corres-
ponde. Estas dos ramas del derecho siguen siendo fundamentales para
la vida social del país y la revisión de cien años de experiencia jurídica
servirá para iniciar un nuevo y necesario debate acerca del papel que
juegan campesinos y trabajadores en un sistema que los ha puesto en
un lugar secundario en cuanto a sus prioridades. El combate eficaz a la
pobreza debe incluir la revisión del régimen económico y fiscal, y con
ello también la situación jurídica de los asalariados.
Como capítulo complementario se desarrollaron en la Constitu-
ción diversos preceptos de contenido económico que se agregaron a lo
que en forma escueta enunciaron en 1917 los artículos 27 y 28. Hoy
existe un marco normativo que se fue incorporando a la Constitución
de forma paulatina, cuya sistematización permite advertir sus profun-
das implicaciones.
Los derechos humanos figuran en el constitucionalismo nacional
desde la luminosa construcción promulgada en Apatzingán. Aun así dis-
tan de haber alcanzado la plenitud de sus efectos, y buena prueba de
ello son los problemas que motivaron la creación de la cndh y los seña-
lamientos que ese órgano constitucional hace con frecuencia.
Como capítulo especializado de esos derechos y por la trascenden-
cia que tuvo desde que entró en vigor la Constitución, el derecho de la
educación ocupa un lugar central en el constitucionalismo mexicano.
Hay que tener presente que la primera reforma constitucional, introdu-

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34 • L a C on s t i t u c ión y s u s g r a n de s t e m a s

cida en 1921, fue sobre esa materia, y que el debate constitucional más
encendido en nuestro tiempo sigue siendo sobre ese gran tema.
El derecho penal, que incluye la vertiente penitenciaria, ha sido
objeto de cambios de gran repercusión para la seguridad jurídica, la
libertad e incluso la vida de los mexicanos. Los cambios constituciona-
les en esta materia son una constante en el largo y fructífero trayecto
de la Constitución, sin que sea posible decir que ya alcanzamos una si-
tuación por completo satisfactoria. La experiencia germinal en materia
de juicios orales, por ejemplo, suscita muchas dudas y serán necesarias
nuevas respuestas que atiendan los aspectos preteridos y corrijan los
errores que vayan siendo advertidos.
El derecho municipal tuvo un desarrollo más pausado, entre otras
cosas porque la tarea constructiva del municipio tuvo un periodo de
maduración muy amplio. El marco normativo construido en 1917 dejó
muchos pendientes que el Congreso de Querétaro no tuvo tiempo de
abordar, por lo que fueron necesarias las reformas de 1982-83. Aun así,
hay numerosos aspectos todavía sin atender, como el servicio civil mu-
nicipal y las formas eficaces de resolver los problemas de cooperación
intermunicipal.
El tema federal, que viene desde 1824, muestra más carencias que
fortalezas, entre otras razones porque se mantienen asimetrías muy
relevantes, como es el caso del amparo judicial, por ejemplo, y porque
no se han removido los residuos del poder caciquil que sigue siendo
un lastre para la democracia en México. Otro aspecto relevante es la
afectación del principio de igualdad jurídica que resulta de la exis-
tencia de tantos órdenes jurídicos en materias tan sensibles como la
penal y la civil, como entidades hay. También es llamativa la vetustez
del sistema federal en su conjunto, si se le compara con los desarrollos
que esta materia ha tenido en otros ámbitos, como el argentino y el
canadiense en América, y el austriaco y el belga en Europa, por sólo
mencionar unos ejemplos.
La separación de poderes ha tenido en México una lectura restric-
tiva, con la propensión secular a regatear la relevancia de los órganos
de representación política. La Constitución todavía no construye ins-
trumentos adecuados de control político, indispensables en toda de-
mocracia consolidada.

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Di e g o Va l a dé s • 35

Como un tema vinculado con la organización del poder político,


también el derecho administrativo ha tenido una evolución relevante.
Ésta es una rama del derecho público muy desarrollada desde el siglo
xix. No obstante, hay nuevas vertientes que reclaman estudios sistemá-
ticos como el que se incluye en esta serie. Tal es el caso de la prolife-
ración de los órganos constitucionales, cuya presencia repercute en el
funcionamiento de la separación de poderes. La gama de esos órganos
ha crecido sin que la acompañe una idea rectora que les imprima ho-
mogeneidad en su diseño constitucional.
Asociado con la cuestión de la separación de poderes conviene te-
ner presente el progresivo avance de la justicia constitucional. También
en este caso se trata de una innovación más o menos reciente si se
tiene en cuenta que las acciones de inconstitucionalidad y las contro-
versias constitucionales sólo aparecieron entre nosotros en 1995, y que
aún nos faltan las cuestiones de constitucionalidad y la acción popular
de inconstitucionalidad, para mencionar apenas un par de instituciones
por construir.
Entre nosotros los derechos más jóvenes son el electoral y el cul-
tural. El primero comenzó a formularse de manera sistemática a partir
de la reforma política de 1977, pero cobró fuerza en la última década del
siglo xx al fortalecerse la presencia de los órganos administrativos y
jurisdiccionales electorales. Hoy existe ya una sólida escuela mexicana
de derecho electoral que es muy apreciada también en el extranjero.
El tema cultural, por su parte, es el de más reciente incorporación
al ordenamiento constitucional, de todos los que se abordan en esta
serie. Una reforma publicada en 2009 convirtió la cultura en un nue-
vo derecho que sin duda tendrá un significativo impacto en la vida
social del país, igual que en la institucional. Tanto así que en 2016
se produjo la creación de la Secretaría de Cultura en el ámbito del
gobierno federal.
La contribución de los distinguidos autores de esta colección la ha-
cen una obra valiosa para conocer el derrotero seguido por nuestro sis-
tema constitucional en áreas medulares para la vida nacional, y también
una fuente de consulta necesaria para perfilar el desarrollo previsible de
las instituciones públicas.

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36 • L a C on s t i t u c ión y s u s g r a n de s t e m a s

Como admirador del Constituyente revolucionario de Querétaro,


dejo constancia de reconocimiento por lo que en estas monografías
aportan los distinguidos académicos César Astudillo, Luis Cacho, José
Dávalos Morales, Jorge Fernández Ruiz, Luz Elena Galván Lafarga,
Sergio García Ramírez, Jorge Gómez de Silva Cano, Luis Raúl Gon-
zález Pérez, Leonardo Lomelí, Mario Melgar Adalid, José María Serna
de la Garza, Armando Soto Flores y Salvador Valencia Carmona. Su
valioso trabajo ilustra y abre nuevos horizontes al estudio de la Cons-
titución de 1917.
Querétaro fue el lugar donde culminó la Revolución con la cons-
trucción de un sistema social de vanguardia y se convirtió en el punto
de partida para otras metas. Muchas se han alcanzado; algunas fueron
abandonadas y otras siguen pendientes. La hazaña queretana debe ser
valorada en su contexto porque significó el triunfo de una sociedad
capaz de hacer una revolución y simbolizó la voluntad de cohesión
después de una guerra civil. El lenguaje de los debates fue constructivo
y optimista.
En 1857 se configuró el Estado nacional y en 1917 la sociedad
soberana. Por eso a lo largo de cien años la Constitución enriqueció
sus objetivos y por ende sus contenidos. Sería un error suponer que la
Constitución es un libro ya cerrado y que sus cien años denotan vejez.
Su texto sigue abierto para dar respuesta a las necesidades de equidad y
democracia del país. La experiencia de otros siete sistemas constitucio-
nales muestra que no es necesario prescindir de lo hecho en el pasado
para construir lo que se requiere en el futuro.
El dilema de sustituir o renovar nuestra Constitución se puede re-
solver contestando una pregunta sencilla: ¿hay algo que se quiera y
se necesite, que no quepa en la Constitución actual? Por mi parte no
tengo duda de que, una vez reordenado, el texto constitucional puede
y debe ser actualizado para atender las demandas de equidad y demo-
cracia sin exponer a México a un salto al vacío.
Para ahorrarle ese riesgo al país conviene asomarnos a las páginas
que siguen porque nuestra historia institucional es más densa e instruc-
tiva de lo que a veces se supone. Las vicisitudes de nuestra Constitución
son las de un país en busca de soluciones. Demos por buenas las que
lo sean y busquemos otras mejores donde las haya, pero no desperdi-

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Di e g o Va l a dé s • 37

ciemos el trabajo acumulado de tantas generaciones. Por eso al con-


cluir estas páginas pienso en quienes nos precedieron, por lo que nos
legaron, y en quienes nos sucedan, por lo que les dejemos. Una cosa es
seguir avanzando y otra volver a empezar.

D i eg o Va l a dé s
Miembro del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la unam,
de la Academia Mexicana de la Lengua,
de El Colegio Nacional y de El Colegio de Sinaloa

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Gr a n des te m a s
constit uciona les

C omo parte de las actividades para conmemorar el Centena-


rio de la Constitución que nos rige, el Instituto Nacional de
Estudios Históricos de las Revoluciones de México (inehrm) tiene la
satisfacción de publicar la serie “Grandes Temas Constitucionales”, en
coedición con la Secretaría de Gobernación y el Instituto de Investiga-
ciones Jurídicas de la unam.
Destacados especialistas aportan su interpretación sobre las diversas
materias contenidas en la Constitución, tanto en su parte dogmática,
sobre los derechos fundamentales, como en su parte orgánica, sobre la
distribución de las funciones en el Estado mexicano.
La serie es presidida por el estudio preliminar de Diego Valadés,
constitucionalista del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la unam,
miembro de El Colegio Nacional y presidente del Instituto Iberoame-
ricano de Derecho Constitucional.
La presente introducción a los primeros volúmenes que integran
la serie sigue el orden temático establecido por la propia Constitución.
Iniciamos con el volumen dedicado a los derechos humanos, de la au-
toría de Luis Raúl González Pérez, presidente de la Comisión Nacional
de Derechos Humanos (cndh). El ombudsman nacional aborda la tras-

• 39 •

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40 • G r a n de s t e m a s c on s t i t uc ion a l e s

cendencia de la reforma de 2011 en la materia, que significa un cambio


de paradigma en nuestro sistema jurídico. En ella se exige que todas las
autoridades promuevan, respeten y garanticen los derechos humanos,
favoreciendo en todo caso el principio pro persona y la progresividad de
sus derechos.
Sobre el derecho a la educación, Luz Elena Galván Lafarga, in-
vestigadora del Centro de Investigación y Estudios Superiores en An-
tropología Social (ciesas), analiza la evolución que ha tenido el tema
educativo en nuestro país desde la Independencia hasta el presente.
Estudia los esfuerzos realizados para garantizar este derecho funda-
mental. Su estudio permite comprender por qué los constituyentes de
1917 transitaron de la libertad de enseñanza de 1857 a la educación
laica. La especialista hace, asimismo, el análisis de las diferentes refor-
mas educativas de 1917 a 2012.
La obra sobre derecho cultural fue elaborada por Luis Cacho, di-
rector general jurídico de la Secretaría de Cultura. El autor expone el
desarrollo de esta garantía en México durante la vigencia de la Cons-
titución que nos rige, sus características y los mecanismos para hacerla
efectiva. Nos da asimismo los pormenores del establecimiento de la
Secretaría de Cultura creada en el año 2015 y su importancia.
El jurista Sergio García Ramírez, investigador del Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la unam, investigador emérito del Siste-
ma Nacional de Investigadores y miembro del Seminario de Cultura
Mexicana, aborda el entramado del derecho penal a la luz de las últi-
mas reformas constitucionales en la materia. Hace un recorrido por las
garantías procesales, la procuración e impartición de justicia, el pro-
ceso de reinserción social, las facultades del ministerio público y el
desarrollo de sus indagatorias. Destaca los derechos de las víctimas y la
reparación del daño, a la vista de la implementación del nuevo sistema
penal acusatorio amparado en el principio de presunción de inocencia.
Leonardo Lomelí, exdirector de la Facultad de Economía de la
unam y actual secretario general de la máxima casa de estudios, es
autor del volumen dedicado al derecho económico. Hace el análisis
integral de la implementación de políticas de planeación y conducción
de la actividad económica nacional, de las finanzas públicas, la distri-
bución del ingreso y la riqueza, a partir de la Constitución de 1917. El

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Pat r ic i a G a l e a n a • 41

economista incluye las leyes en la materia y las instituciones que de ella


han emanado.
Jorge Gómez de Silva Cano, magistrado del Tribunal Unitario
Agrario, aborda el derecho agrario, tema central del proceso revolu-
cionario, al que la Constitución dio respuesta. Con la visión desde la
práctica de la impartición de justicia en la materia, el especialista nos
brinda el panorama de la situación actual del campo en México, y su
marco normativo.
José María Serna de la Garza, investigador del Instituto de Inves-
tigaciones Jurídicas de la unam y presidente de la sección mexicana del
Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional, hace el análisis
del federalismo mexicano desde la conformación de nuestro Estado na-
cional. Estudia las razones por las que prevaleció el régimen federal so-
bre el Estado unitario, su evolución en las diferentes constituciones y la
vigencia de sus principios en la Ley Fundamental. El constitucionalista
expone también la situación actual de la supresión del Distrito Federal
y su transición a la hoy Ciudad de México a partir del año 2016.
El título dedicado al derecho electoral fue elaborado por César
Astudillo, investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
unam y ex abogado general de la misma universidad. El constitucio-
nalista nos ofrece un panorama general de la democracia mexicana.
Refiere la evolución de los derechos políticos, los ciclos de reformas
electorales de 1963 a 2014, la organización y proceso de las eleccio-
nes, los delitos y justicia electoral. Estudia también a los partidos políticos,
las candidaturas independientes, la democracia participativa y el modelo
de comunicación político-electoral. Por último, hace el análisis de los
temas pendientes: la propaganda gubernamental, segunda vuelta elec-
toral, revocación de mandato y la urna electrónica.
Mario Melgar Adalid, constitucionalista y miembro del Siste-
ma Nacional de Investigadores, ex coordinador de Humanidades de
la unam, estudia la separación de poderes. Aborda el tema desde sus
orígenes y sigue su evolución en la historia constitucional de México,
como principio fundamental de un régimen democrático, que evita la
concentración del poder. Expone la necesaria colaboración que debe
existir entre los poderes. Concluye con el análisis de la situación que
prevalece actualmente en la designación de ministros de la Suprema

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42 • G r a n de s t e m a s c on s t i t uc ion a l e s

Corte de Justicia de la Nación (scjn), de consejeros de la Judicatura


Federal, de jueces de distrito y magistrados de circuito, así como sobre
el fiscal general de la República.
Jorge Fernández Ruiz, publicista coordinador del área de Derecho
Administrativo del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la unam,
integra el volumen dedicado precisamente al derecho administrativo.
Estudia la función esencial del Poder Ejecutivo en cuanto a la adminis-
tración pública y los mecanismos para brindar servicios a la ciudadanía
a través de los entes que conforman los organismos públicos centra-
lizados, descentralizados, paraestatales y desconcentrados. Asimismo,
expone lo relativo a procedimientos y contratos administrativos, el pa-
trimonio del Estado y el empleo público.
La obra sobre el derecho procesal constitucional fue coordinada
por Armando Soto Flores, constitucionalista, jefe de la División de
Estudios de Posgrado de la Facultad de Derecho de la unam. En ella se
exponen las instituciones que comprenden la justicia constitucional. En-
tre ellas destaca el juicio de amparo, que constituye el principal medio
que tenemos los gobernados para protegernos de cualquier violación a
nuestros derechos. Se exponen también los procedimientos que deben
seguirse para la solución de las controversias que se suscitan entre par-
ticulares, y de particulares con el Estado y entre órganos del Estado.
Salvador Valencia Carmona, constitucionalista, ex rector de la Uni-
versidad de Veracruz y actual investigador del Instituto de Investiga-
ciones Jurídicas de la unam, elaboró el volumen dedicado al municipio
libre. Hace el estudio de la célula básica del Estado así como de su
organización política y administrativa. Analiza la personalidad jurídi-
ca del municipio a partir de 1917, su fortalecimiento como autoridad
inmediata y más cercana a la ciudadanía, su autonomía administrativa
y financiera.
El derecho laboral es abordado por José Dávalos Morales, labora-
lista, ex director de la Facultad de Derecho de la unam y actual cate-
drático de la misma. Edificado sobre una de las demandas más sentidas
de la población durante la Revolución Mexicana, los derechos de los
obreros llevaron a la elaboración del título sobre Trabajo y Previsión
Social, que diferenció a la Constitución de 1917 de la de 1857. El ar-
tículo 123, junto con el 27 constitucional, respondió a las demandas

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Pat r ic i a G a l e a n a • 43

del proceso revolucionario y puso a la Constitución mexicana a la van-


guardia del mundo en la materia, al incorporar los derechos sociales en
el texto constitucional.
El inehrm se complace en poner a disposición del público lector la
serie “Grandes Temas Constitucionales” que forma parte de la colec-
ción “Biblioteca Constitucional”, creada en el marco de la conmemo-
ración de la Constitución que nos rige desde 1917. El conocimiento de
los temas constitucionales fortalece a nuestra ciudadanía y a la demo-
cracia como forma de vida.
Hacemos público nuestro reconocimiento a los autores por su inva-
luable colaboración. Así como a la Secretaría de Gobernación y al Ins-
tituto de Investigaciones Jurídicas de la unam por haber hecho posible
la publicación.

Pat r ici a G a l e a na
Instituto Nacional de Estudios Históricos
de las Revoluciones de México

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In troducción

E l derecho a la educación ha sido un anhelo que en México se


puede encontrar desde 1821, cuando nuestro país inició su vida
independiente de la Corona española. En este libro me propongo mos-
trar cómo este derecho ha tenido diversos momentos en la historia
nacional.
Los movimientos de independencia en América Latina tuvieron un
origen ilustrado y dieron gran importancia a la educación. Durante las
primeras décadas del México independiente, la enseñanza se encontró
ligada a los ideales liberales. Sin embargo, aunque el país contaba con
el liberalismo profesado por muchos de los líderes insurgentes, le falta-
ba el contexto económico, político y social que le había dado origen a
dicha ideología.
Unido al problema de la transformación económica, política y so-
cial de México, surgió el de educar al pueblo dentro del modelo ideal
de sociedad liberal. Se empezaba a hablar del control por parte del Es-
tado como única salida para implantar una educación liberal y obliga-
toria. Sin embargo, muchos liberales rechazaban el control del Estado
por considerarlo como negación de los principios de la doctrina liberal.
Durante la Guerra de Independencia, los liberales habían luchado
por liberar al país de su condición colonial y el clero representaba un
elemento muy fuerte dentro de la estructura política, ya que controlaba
gran parte de la educación y de la vida social de la nación.

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46 • Int roducc ión

Los liberales se preocupaban por crear un nuevo tipo de educación,


ya que veían en la multiplicación de los tradicionalistas un gran obstá-
culo para el progreso del país. Fue por ello que la escuela se convirtió
en el medio utilizado, tanto por liberales como por conservadores, para
influir en las conciencias de los mexicanos. De hecho, ambos grupos
coincidían en que había que educar al pueblo. Sin embargo, este pro-
pósito no era algo que hubiera surgido con la Independencia, sino que
lo encontramos ya desde el siglo xviii, cuando se empezó a concebir la
educación como la única forma para mejorar a la sociedad.
En sus Disertaciones, el jesuita Francisco Javier Clavijero1 escribía:
“Las almas de los mexicanos en nada son inferiores a las de los euro-
peos que son capaces de todas las ciencias aún las más abstractas, y
que si seriamente se cuidara de su educación, si los niños se creasen en
seminarios bajo de buenos maestros y se protegieran y alentaran con
premios, se verían entre los americanos, filósofos, matemáticos y teólo-
gos que pudieran competir con los más famosos de Europa”.
Esta preocupación por educar al pueblo mexicano siguió presente
durante todo el siglo xix. De hecho, se pensaba que sólo por medio de
la educación nuestro país podría progresar. Así, la premisa “educación
es igual a progreso” se encuentra tanto en los planes de los liberales
como en los de los conservadores.

1
Francisco Javier Clavijero, Capítulo de historia y disertaciones, México, Editorial de la
Universidad de México, 1944, p. 20.

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Los pr i m eros pa sos:
1821-1867

D urante la época independiente, esta preocupación por la edu-


cación aparece por escrito, por primera vez, el 18 de diciem-
bre de 1822 en el proyecto del Reglamento Provisional Político del
Imperio Mexicano, en el que se veía la necesidad de que las escuelas
estuvieran de acuerdo con el sistema político.
Posteriormente, en 1823, nos encontramos con la publicación del
Plan de la Constitución Política de la Nación Mexicana,1 el cual decía:
“Artículo 6°. La ilustración es el origen de todo bien individual y so-
cial. Para difundirla y adelantarla, todos los ciudadanos pueden formar
establecimientos particulares de educación”.
El año de 1833 marcó un momento importante dentro de la histo-
ria de la educación en nuestro país. Por un lado, se estableció la Escuela
Nacional de Ingenieros, en donde se podía estudiar para telegrafista
o bien para ingeniero topógrafo, geógrafo, industrial, de caminos y
puertos, y de minas, principalmente. También se estableció la Escue-
la Nacional de Agricultura, con una hacienda-escuela de enseñanza
práctica. Se podían cursar las carreras de ingeniero agrónomo, médico
veterinario o administrador de fincas, entre otras más.

1
Felipe Tena Ramírez, Leyes fundamentales de México, 1808-1957, México, Porrúa,
1957, p. 150.

• 47 •

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48 • L o s pri m e ro s pas o s : 1 821 - 1 8 67

Entre las leyes dictadas durante la primera mitad del siglo xix, una
de las más importantes fue la reforma educativa instrumentada por Va-
lentín Gómez Farías, quien era un médico y político que había nacido
en 1781. Desempeñó el cargo de vicepresidente durante el gobierno
de Antonio López de Santa Anna a partir del 1o. de abril de 1833 y
actuaba como Ejecutivo en ausencia del propio presidente. El autor de
la reforma fue José María Luis Mora.2 Sus fines eran: “Sustraer por una
parte la enseñanza de las manos del clero, independizándola ideológi-
ca y económicamente del elemento conservador. Organizar, coordinar
sistemáticamente las funciones educativas del Estado, con arreglo a un
vasto plan que abarcara el país entero y pusiera la instrucción al alcance
de todas las clases sociales y, especialmente, de las económica y moral-
mente postergadas”.
En esta ley se veía también la intención de que la educación, por ser
un derecho, debía llegar “a todas las clases sociales”, en especial aque-
llas más desvalidas de nuestro país.
Por medio de esta ley se suprimía la universidad y se creaba la Di-
rección General de Instrucción Pública para el Distrito y Territorios
Federales. Esta dirección tenía a su cargo el nombramiento de todos
los profesores y la designación de reglamentos y libros elementales de
enseñanza, además de que reorganizaría y centralizaría la administra-
ción de la educación, desde el nivel primario hasta los colegios de es-
tudios mayores. La nueva ley se dirigía, especialmente, en contra de la
universidad, pero más aún en contra de la influencia que ejercía el clero
a través de la educación.
La misma naturaleza de la ley hizo que no tuviera mucha vigencia:
el presidente Antonio López de Santa Anna la derogó en junio de
1834, lo que dio como resultado que se despidiera a los reformadores.
Sólo estuvo vigente durante nueve meses, por lo que fue muy difícil
que en ese corto periodo se impulsaran cambios de importancia en el
aspecto educativo. El presidente dejó en manos de las juntas departa-
mentales la realización de iniciativas de leyes relativas a la educación y
al establecimiento de escuelas de primeras letras.

2
Secretaría de Educación Pública, Gómez Farías y la reforma educativa de 1833, Méxi-
co, Talleres Gráficos de la Nación, 1933, p. 21.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 49

Pocos años más tarde, el 26 de octubre de 1842, el Congreso dictó


otra ley en la que se declaraba a la educación “obligatoria entre los siete
y los quince años, gratuita y libre”, si bien los profesores deberían de
ser autorizados por la dirección general.3 También se establecía un plan
para fundar una Escuela Normal.
En cuanto a la educación primaria, se dejaba en manos de la Com-
pañía Lancasteriana, institución de origen inglés que debía su nombre
a uno de sus fundadores, la cual se convirtió en Dirección General de
Instrucción Primaria para toda la República. Más adelante explicaré en
qué consistía la educación en el sistema lancasteriano.
Los problemas políticos que enfrentaba la naciente República,
aunados a las invasiones de norteamericanos (1847) y de franceses
(1862-1867), hicieron que en nuestro país la educación pública fue-
ra impartida por instituciones particulares. Además de la Compañía
Lancasteriana se pueden mencionar la Sociedad de Beneficencia para
la Educación y Amparo de la Niñez Desvalida, la Asociación Artística
Industrial, la Sociedad Católica Mexicana, entre otras.
La multiplicación de las escuelas no fue la misma en toda la nación,
ya que hubo estados, como algunos del sureste de México, en donde
se fundaron muy pocos establecimientos educativos. Sin dejar de lado
todos estos problemas, poco a poco se logró reunir, bajo una sola di-
rección, los asuntos educativos del país. Así, en la Memoria de 1844, el
ministro Manuel Baranda calculaba que había 1 310 escuelas a las que
asistían 59 744 alumnos.4 Estos números nos indican que, a pesar de
todos los esfuerzos realizados por diversos gobiernos, sólo unos cuan-
tos asistían a las escuelas, ya que en ese momento México contaba con
siete millones de habitantes.
La inasistencia escolar es un fenómeno que se encuentra de manera
constante durante el siglo xix. Es por esto que los diversos gobernantes
no se cansaban de introducir en sus discursos mensajes que hablaban
de la necesidad de educar al pueblo, ya que las “luces engrandecen a las

3
Manuel Dublán y José María Lozano, Legislación mexicana o colección completa de las
disposiciones legislativas expedidas desde la Independencia de la República, vol. 10, Mé-
xico, Imprenta del Comercio de Dublán y Chávez, 1910, p. 94.
4
Anne Staples, “Panorama educativo al comienzo de la vida independiente”, en Ensayos
sobre historia de la educación en México, México, El Colegio de México, 1985, p. 113.

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50 • L o s pri m e ro s pas o s : 1 821 - 1 8 67

naciones y las hacen triunfar”, además de que se afirmaba que por me-
dio de la instrucción pública se “removerán de un solo golpe cuantos
obstáculos se opongan a nuestra felicidad”.5
Los discursos, sin embargo, no solucionaban los grandes proble-
mas que tenía nuestro país. El presidente en turno, de nuevo Antonio
López de Santa Anna, se dio cuenta de que nada podía hacer para re-
solverlos y decidió huir. Lo sustituyó José Joaquín de Herrera, quien el
2 de diciembre de 1845 promulgó un decreto del Congreso por el que
le quitaba la Dirección General de Instrucción Primaria a la Compañía
Lancasteriana.
Dos años más tarde, el país fue invadido por tropas norteameri-
canas. De esta forma, en septiembre de 1847, la capital del país fue
tomada por los extranjeros. Como consecuencia, se firmó el Tratado
Guadalupe-Hidalgo con el que México perdió más de la mitad de su
territorio. Ante esta terrible derrota, la nación quedó sumida en una
gran frustración. Tal era el panorama que se vivía cuando el presidente
Manuel M. Lombardini, deseoso de promover la instrucción pública,
promulgó un decreto el 18 de marzo de 1853, en el que se establecían
las materias que se deberían enseñar en todos los planteles, so pena de
clausura a quien no cumpliera.6 También se creó la Escuela Práctica de
Minas y Veterinaria que junto con la de Agricultura formaron el Cole-
gio Nacional de Agricultura.
Este presidente interino ocupó el poder del 7 de febrero al 20 de
abril de 1853, entregándoselo a Antonio López de Santa Anna. Su
gobierno degeneró en una dictadura y se hacía llamar “Alteza Serenísi-
ma”. Por ello, muchos liberales, deseosos de terminar con su domina-
ción, iniciaron en 1854 en Ayutla, Guerrero, un movimiento conocido
como la Revolución de Ayutla. Juan Álvarez, quien se encontraba al
frente de este levantamiento, al igual que liberales como Benito Juárez,
Ponciano Arriaga y Melchor Ocampo, entre otros, pensaba que con el
objetivo de que el país progresara, era necesario derrocar a Santa Anna.

5
José María Puig Casauranc, La educación pública en México a través de los mensajes
presidencias desde la consumación de la Independencia hasta nuestros días, México, sep,
1926, p. 5.
6
M. Dublán y J. M. Lozano, op. cit., pp. 351-355.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 51

Con el triunfo de la Revolución de Ayutla, los liberales volcaron


la mirada hacia la instrucción pública. Fue así como el 18 de abril de
1856 se dictó un decreto por el que se establecía el Colegio de Educa-
ción Secundaria para Niñas, de donde saldrían las futuras maestras y,
poco tiempo después, se fundaba una Escuela de Artes y Oficios. Un
año más tarde, en 1857, se organizó un congreso que tenía como fin
decretar una Constitución para el país. En ella se trataba a la educación
como uno de los puntos principales. Después de diversas discusiones,
el artículo quedó redactado de la siguiente manera: “Artículo 3°. La
enseñanza es libre. La ley determinará qué profesiones necesitan título
para su ejercicio, y con qué requisitos se debe expedir”.7
En noviembre de 1857, el Congreso dio facultades extraordinarias
al presidente Comonfort. El vicepresidente era Benito Juárez. El 17 de
diciembre de ese año apareció el Plan de Tacubaya de Félix Zuloaga,
que abolía la Constitución de 1857 y ratificaba a Comonfort como pre-
sidente. Benito Juárez fue llevado a prisión y dos días después Comon-
fort se adhirió al Plan de Tacubaya, ya que estaba convencido de que no
podría gobernar con la Constitución. El 11 de enero de 1858 varias de
las guarniciones se pronunciaron en favor de la renuncia de Comonfort
y se nombraba a Zuloaga como jefe del movimiento. Ese mismo día
Juárez fue puesto en libertad por Comonfort, quien se fortificó en Pa-
lacio Nacional. Esta lucha duró diez días. Comonfort se dio cuenta de
que era inútil seguir luchando, entregó el mando y salió hacia Veracruz
y, posteriormente, se embarcó hacia Estados Unidos. Al día siguiente
de haber sido liberado, Juárez partió a Guanajuato, en donde el 19 de
enero de 1858 declaró que su gobierno se establecería en dicho estado.
Así mismo, publicó un manifiesto por el que se iniciaba la revolución
de Reforma.8
Juárez tuvo que salir de la capital y estableció su gobierno liberal en
Guanajuato, mientras que los conservadores nombraron a Félix María
Zuloaga como presidente provisional en la Ciudad de México y, poste-
riormente, a Miguel Miramón. Por su parte, Estados Unidos reconoció

7
Felipe Tena Ramírez, op. cit., p. 556.
8
Lilia Díaz, “El liberalismo militante”, en Historia General de México, t. III, México, El
Colegio de México, 1976, pp.106-108.

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52 • L o s pri m e ro s pas o s : 1 821 - 1 8 67

el gobierno de Benito Juárez. Con todo esto se desató la lucha armada


que se conoce como Guerra de Reforma.
En julio de 1859, Benito Juárez y sus ministros expidieron en Ve-
racruz el Manifiesto del Gobierno Constitucional a la Nación, que
contenía el ideario y programa sustancial de la Reforma. En materia
de instrucción pública y, en concreto, en relación con la primaria, esta-
blecía: “El Gobierno procurará con el mayor empeño que se aumenten
los establecimientos de enseñanza primaria gratuita, y que todos ellos
sean dirigidos por personas que reúnan la instrucción y la moralidad
que se requieren para desempeñar con acierto el cargo de preceptores
de la juventud”.9
Después de diversas batallas, Juárez entró victorioso a la capital
en enero de 1861 y en junio fue declarado presidente constitucional.
Desde enero, Juárez había decretado que todos los “negocios de la ins-
trucción pública, primaria, secundaria y profesional” se realizarían en
el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, el cual se ocuparía del
desarrollo de la educación en el Distrito Federal y Territorios (Quinta-
na Roo, Nayarit y Baja California Sur). Esta situación se mantuvo hasta
1905 en que se creó la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes.
El primer ministro de Justicia e Instrucción Pública fue el licenciado
Ignacio Ramírez, quien es una de las figuras más notables en la historia
de la educación mexicana.
Cabe señalar que entre 1863 y 1867 se puede hablar de un parén-
tesis por la Intervención Francesa y la instauración del gobierno del ar-
chiduque de Austria, Maximiliano de Habsburgo y su esposa, Carlota,
invitados por el grupo de los conservadores mexicanos y apoyados por
las tropas francesas. Ante ese suceso, Juárez huyó de nuevo y estableció
su gobierno en el Paso del Norte, Chihuahua, desde donde organizó la
resistencia para afrontar al ejército de Napoleón III.
De acuerdo con Anne Staples,10 las ideas educativas de Maximi-
liano “concordaban con el modelo de escuela francesa ya conocido en

9
Luis González y González (comp.), Los presidentes de México ante la nación: informes,
documentos y manifiestos de 1821 a 1966, México, XLVI Legislatura, 1966, p. 465.
10
Anne Staples, “El entusiasmo por la Independencia”, en Dorothy Tanck de Estrada
(coord.), Historia mínima de la educación en México, México, El Colegio de México,
2010, pp. 174-179.

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México”. Este emperador, quien había sido educado dentro de las pe-
dagogías modernas, apreciaba mucho la francesa. Por esto, la puso en
marcha a su llegada a nuestro país. El sistema educativo francés con-
templaba realizar tareas en casa, así como que a los alumnos se les diera
una boleta con sus calificaciones al concluir cada mes y que al finalizar
el año escolar tuvieran que presentar exámenes por escrito.
Otra cuestión interesante que también se inició durante el Impe-
rio de Maximiliano fue que se les pidió a los padres de familia que
estuvieran más cerca tanto de la educación de sus hijos como de sus
profesores.
En cuanto al magisterio, cabe mencionar que Anne Staples11 des-
taca que a este grupo se le dio una “preeminencia en la sociedad”,
lo cual era algo novedoso. Además de que se declaró “honorable” la
carrera magisterial y se fomentó su “buena conducta”, también hubo
la iniciativa de prepararlos mejor para que pudieran enseñar e impartir
sus materias, con el objetivo de que la infancia aprovechara el tiempo
que permanecería en la escuela.
Asimismo, fue durante el Segundo Imperio que, de acuerdo con
Anne Staples,12 se instrumentó que los maestros no impartieran “más
de 14 lecciones de una hora por semana, se les pagaría hasta tres pesos
[con] cincuenta centavos la hora [al] mes” y a quienes trabajaran en la
Ciudad de México, por considerarse un lugar en donde la vida era más
cara, ganarían 25 por ciento más que los otros profesores que presta-
ban sus servicios en otras regiones del país.
Maximiliano también estableció que la instrucción fuera obligato-
ria, gratuita y que estuviera a cargo de los ayuntamientos. Los encarga-
dos de vigilar a los padres de familia para que enviaran a sus hijos a las
escuelas desde los cinco hasta los 15 años eran las autoridades políticas
y municipales.13
En cuanto a las escuelas públicas, se esperaba que en cada una
existiera “una biblioteca y un laboratorio de ciencias”.14 Sin embargo,

11
Ibidem, p. 175.
12
Ibidem, p. 177.
13
Ernesto Meneses Morales et al., Tendencias educativas oficiales en México, 1821-1911,
México, Porrúa, 1983, p. 160.
14
A. Staples, “El entusiasmo por la Independencia”, op. cit., p. 170.

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54 • L o s pri m e ro s pas o s : 1 821 - 1 8 67

sabemos que esto no se cumplió. En lo que se refiere a la educación


superior, “se cerró definitivamente la Universidad y se fundó una po-
litécnica”. Para que una materia pudiera enseñarse tenía que contarse
con un texto, el cual debería estar aprobado por el Ministerio de Ins-
trucción Pública.15
Como ya se mencionó, eran los ayuntamientos los que manejaban
las escuelas municipales, las cuales eran gratuitas para quienes no pu-
dieran pagar un peso al mes. De hecho, sería el ayuntamiento el que
decidiría quiénes eran “pobres de solemnidad”.16
Anne Staples17 sostiene que, a pesar de que las innovaciones de
Maximiliano duraron unos cuantos años, al igual que su Imperio,
poco a poco “muchas de sus propuestas educativas fueron incorpo-
radas al quehacer nacional, pues llevaban el signo de una modernidad
innegable”.
Finalmente, los conservadores fueron derrotados por los liberales
y Maximiliano fue fusilado en 1867. Con estos sucesos se puede decir
que termina la primera parte de este libro, en donde diversos gobier-
nos trataron de estructurar la instrucción pública por medio de leyes,
reglamentos y decretos. Sin embargo, la situación económica, política
y social por la que atravesaba nuestro país en las primeras décadas de su
vida independiente no permitió que se formara un sistema educativo.

15
Idem.
16
Idem.
17
Ibidem, p. 179.

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H aci a l a for m ación del siste m a
educati vo m e x ica no: 1867-1910

B enito Juárez y su grupo de liberales lograron salir victoriosos,


por lo que después del fusilamiento del archiduque de Austria
en el Cerro de las Campanas, en Querétaro, éste asumió de nuevo la
Presidencia de la República Mexicana en septiembre de 1867. A este
periodo se le conoce con el nombre de República Restaurada, el cual
sentó las bases del sistema educativo en nuestro país.
En el aspecto ideológico, Gabino Barreda pronunció un impor-
tante discurso el 16 de septiembre de 1867 en Guanajuato. En él se
manifestaba la doctrina positivista, empalmándola con el triunfo de la
República y con el ideario que llevó al grupo liberal al poder. En este
discurso se plasmaba la filosofía que acompañaría a toda la época y que
culminaría en 1911 con el movimiento revolucionario. Con Barreda,
la idea de utilizar la enseñanza para transformar los patrones de com-
portamiento y efectuar una modernización económica y política llegó
a ser una característica permanente de la política educativa mexicana.1
La premisa de Gabino Barreda era la de “libertad, orden y pro-
greso”. Pensaba en la libertad como un medio, el orden como base
y el progreso como fin. El positivismo suponía un énfasis ideológico
distinto del liberalismo, que consistía en que la libertad no era lo más

1
Luz Elena Galván, Soledad compartida. Una historia de maestros, 1908-1910, 2a. ed.,
prol. De Pablo Latapí, México, ciesas, 2010, p. 82.

• 55 •

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56 • H ac i a l a form ac ión de l si ste ma e ducati vo me xica no.. .

importante, sino el orden. Por esto, Barreda decía: “la libertad sí, pero
la libertad propia del orden”.2 Se trataba de implantar la paz y el or-
den, con la finalidad de lograr el progreso material del país; la nueva
educación se orientaba a ese fin. De esta manera, se introdujo en Mé-
xico el positivismo, no sólo como filosofía, sino también como sistema
educativo.
Mencionaba que el caos que existía en la sociedad se debía a que la
mente de los mexicanos estaba muy desordenada, por lo que había que
ordenarla mediante la educación. Veía la necesidad de que todos los
mexicanos partieran de un fondo común de verdades y de que dicho
fondo tuviera un carácter enciclopédico.
Consideraba que el camino para establecer ese fondo común de
verdades era el método positivo. Para esto, era necesario que todos los
mexicanos asistieran a la escuela, con objeto de que fueran “ordena-
dos” en el nuevo esquema propuesto. De aquí que, de nuevo, se propu-
siera que la instrucción primaria debería de ser obligatoria.3
Barreda pensaba en la educación de hombres y mujeres, ya que de-
cía que “todas las razones que existen para justificar la enseñanza de los
varones por el Estado, deben ser aplicadas igualmente a la instrucción
femenina impartida por el Gobierno”.4
En medio de la consolidación del gobierno de Juárez se inició la
reforma educativa, cuya ley dictada el 2 de diciembre de 1867 se pro-
puso la reorganización de la instrucción pública, de acuerdo con los
principales lineamientos de la doctrina positivista. Esta ley consagró la
secularización de la enseñanza, al disponer, en las escuelas elementales
oficiales, la supresión de la educación religiosa. En el primer artículo
indicaba que “en el Distrito Federal habrá el número de escuelas pri-
marias para niños y niñas que exija su población”.5

2
Leopoldo Zea, Del liberalismo a la Revolución en la educación mexicana, México,
inehrm, 1956, p. 113.
3
Abelardo Villegas, Positivismo y porfirismo, México, sep, 1972, p. 75.
4
Francisco Cosmes, Historia general de México, México, Ed. Ramón de S. M. Araluca,
1901, p. 268.
5
Manuel Dublán y José María Lozano, Legislación mexicana o colección completa de las
disposiciones legislativas expedidas desde la independencia de la República, vol. 10, Mé-
xico, Imprenta del Comercio de Dublán y Chávez, 1910, p. 582.

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En el artículo 5o. de la ley de 1867 se reglamentaba que la instruc-


ción primaria sería “gratuita para los pobres y obligatoria de acuerdo
con el reglamento de la ley”. Se pensaba que por medio de la obli-
gatoriedad, “el Estado defendería los derechos de los hijos contra el
egoísmo y la ignorancia de los padres”. También se consideraba la crea-
ción de un “profesorado instruido” para que impartiera la enseñanza
primaria. Existían, además, tres clases de profesores de instrucción pri-
maria: de primera, segunda y tercera clase; todos tenían que “aprobar
los exámenes correspondientes, y lo único que variaba era el número
de materias”.6
La instrucción obligatoria en México no constituía una novedad,
ya que desde la ley de 1842 el Congreso la había declarado obligatoria.
Sin embargo, debido a que continuaba el ausentismo escolar, se decidió
prescribirla de manera cuidadosa. Se declaraba obligatoria a partir de
los cinco años en adelante y más que castigar a los que no asistían, se
premiaba de diversas maneras a quienes acudían a la escuela. Por otro
lado, se enfatizaba que para conseguir empleo, era necesario probar
que los hijos recibían educación. Se mencionaba que “para 1869, casi
todos los estados de la República, habían adoptado el sistema de la en-
señanza primaria, gratuita y obligatoria”.7
Asimismo, el gobierno apoyó a la Compañía Lancasteriana para
que continuara con su labor educativa, ya que durante este momento
se continuó con el sistema de enseñanza mutuo, aun cuando en la
prensa pedagógica ya empezaba a discutirse el sistema de enseñanza
objetivo.8 Para apoyar a esta Compañía y para fundar las nuevas es-
cuelas que se proponía la ley de instrucción pública, se creó un fondo
de instrucción pública, formado tanto por capitales procedentes de la
nacionalización de los bienes eclesiásticos, como por las contribuciones
impuestas a las herencias. Además, el gobierno obligó a la municipali-

6
F. Cosmes, op. cit., pp. 128 y 129.
7
Ibidem, p. 915.
8
El sistema de la educación objetiva proponía que se enseñaran, al mismo tiempo, tanto
los diversos objetos como sus nombres. En México, este método fue introducido por
Manuel Guillé y Vicente H. Alcaraz. Véase Ernesto Meneses Morales et al., Tendencias
educativas oficiales en México, 1821-1911, México, Porrúa, 1983, pp. 568 y 569.

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dad a crear escuelas, autorizándola a invertir parte de sus rentas en el


fomento de la educación pública.
En cuanto a la organización escolar, ésta era municipal. La existen-
cia de las escuelas municipales se remonta a 1821, cuando se consideró
a los ayuntamientos como representantes de una población y, por lo
tanto, se dejó en sus manos el velar por las necesidades públicas, entre
otras la enseñanza. En 1867, Juárez confirmó esta idea cuando ordenó
que los ayuntamientos establecieran y sostuvieran escuelas municipa-
les. Así, el municipio tenía a su cargo varias escuelas primarias en la
capital; no obstante, estaban en muy malas condiciones y se decía que
se hallaban en “situación deplorable de suciedad y abandono”, además
de que cada colegio se dejaba a cargo de un solo maestro o maestra,
quienes tenían que encargarse de un gran número de estudiantes.9 De
aquí que, la pobreza en que se encontraban los municipios llevó a que
la Compañía Lancasteriana continuara con el apoyo a la educación por
medio del funcionamiento de sus escuelas.
El sistema educativo se dividió en dos niveles:

1) Instrucción primaria.
2) Instrucción secundaria, que también abarcaba a la educación
terciaria o superior.

Dentro de la educación secundaria cabe señalar la fundación de la Es-


cuela Secundaria para Señoritas y, dentro de la educación superior, la
Escuela Nacional Preparatoria que dirigía Gabino Barreda, centro de
la vida intelectual en nuestro país.
De esta forma, el alcance de esta ley llegó hasta la enseñanza su-
perior, al reglamentar las instituciones que se encargaban de formar a
los futuros médicos, abogados e ingenieros, como eran: la Escuela de
Medicina, la Escuela de Jurisprudencia, y la Escuela de Ingeniería.
A pesar de todos los esfuerzos realizados por Benito Juárez en favor
de la instrucción pública, su proyecto no pudo llevarse a cabo en su to-
talidad, debido al mal estado de la Hacienda pública. Así, no fue sino
hasta el gobierno de Porfirio Díaz (1876-1911) cuando se empezaron a

9
Ibidem, pp. 350 y 354.

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ver diversos resultados en el sistema educativo. Este presidente tomó las


riendas del gobierno durante 30 años. A este periodo se le conoce en la
historia como el Porfiriato. Díaz aprovechó todos los esfuerzos que se
habían iniciado durante la República Restaurada en favor de la instruc-
ción pública, de aquí que su política educativa se basara en el positivismo.
Poco a poco, la educación pública se fue desarrollando, por lo que
en 1882 el avance que había tenido el Ayuntamiento de la Ciudad de
México, en cuanto a instrucción pública, era considerable. En ese mo-
mento sostenía a 81 escuelas, siendo que en 1869 tan sólo sostenía a
10; también había establecido el sistema de oposiciones para nombrar a
sus maestros y una Academia de Profesores, además de que abrió con-
cursos para la elaboración de libros de texto.
En ese mismo año de 1882, el doctor Ildefonso Velasco promovió
el Primer Congreso Higiénico Pedagógico que, entre otras cuestiones,
trató lo relacionado con la higiene en los edificios, así como su mobi-
liario, libros, útiles escolares, métodos y distribución de las tareas al
interior de los establecimientos de educación primaria. Muchas de las
resoluciones tomadas fueron puestas en práctica posteriormente por
algunos congresistas. Aun cuando este Congreso no se realizó a nivel
nacional, sus ideas llegaron a diversos estados de la República, como a
San Luis Potosí, en donde se conocieron por medio del Diario Oficial
de ese estado.10
Sin embargo, estas acciones por lo general sólo se daban a nivel de
la capital de la República, ya que la Secretaría de Justicia e Instrucción
Pública regía únicamente para el Distrito Federal y los territorios de
Quintana Roo, Baja California Sur y Nayarit. Por esto, cada entidad
era libre de organizar la instrucción de acuerdo con sus intereses y, en
especial, de acuerdo con su situación económica. Así, los estados del
norte que tenían una mejor situación económica, invertían más recur-
sos en educación pública, lo cual no sucedía en entidades como Gue-
rrero, Oaxaca y Chiapas, los cuales presentaban un alarmante atraso en
lo que a la educación se refiere.

10
Para ejemplificar cómo esas ideas llegaron al estado de San Luis Potosí, véase Adriana
Mata Puente, La escuela y la lectura en San Luis Potosí durante la segunda mitad del
siglo xix , México, Tesis de maestría en historia, Colegio de San Luis, 2003.

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Varias fueron las leyes que, en relación con la educación pública,


se dictaron durante el Porfiriato. Una de ellas fue la del 28 de mayo
de 1888, en donde se consignaba el principio de la instrucción prima-
ria elemental a nivel oficial, la cual sería: obligatoria, gratuita y laica,
también se afirmaba que no se aceptarían “personas que pertenecieran
a alguna religión”, que habría “maestros ambulantes que recorrerían
los lugares en donde no hubiera escuelas”, que la instrucción prima-
ria elemental —es decir, los cuatro primeros años— sería “obligatoria
en el Distrito Federal y Territorios, para hombres y mujeres de 6 a 12
años de edad”. Disponía que se multiplicaran los colegios: uno de niños
y otro de niñas por cada 400 habitantes. Aun cuando estas escuelas
debían estar sostenidas por los municipios, se mencionaba que debido
a que estas autoridades eran las “menos ricas y estables”, el gobierno
federal les concedería subvenciones.11
En esta ley se dividía a la educación primaria en:

1) Primaria elemental, que consistía en cursar cuatro años.


2) Primaria superior, que consistía en cursar dos años más. En
total, serían seis años.

En la ley de 1888 se permitía que se educara a los niños en la casa, pero


después se tenían que certificar sus estudios mediante un examen oficial.
Asimismo, se refería a otras escuelas sin radicación fija, encomendadas a
maestros ambulantes que recorrerían los lugares poco poblados.12
El encargado de formular los programas de estudio para las escue-
las primarias elementales era el gobierno federal. Se dejaba en manos
de la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública la dirección intelectual
y material de la educación primaria organizada por los municipios, y
para vigilar que se cumpliera con lo estipulado, se crearon varios con-
sejos de vigilancia y un cuerpo de inspectores.
En esta ley, por un lado, se encontraban consignados los principios
de gratuidad, laicismo y obligatoriedad, y por otro, el Estado avanzaba
en el control de la instrucción pública. Se le considera como la “pieza

11
M. Dublán y J. M. Lozano, op. cit., p. 127.
12
Ezequiel A. Chávez “La educación nacional”, en Justo Sierra, México: su evolución
social, México, J. Ballescá, 1902, p. 553.

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esencial” de la legislación de la enseñanza primaria, de la cual deriva-


ban otras. Además, aun cuando sólo regía para el Distrito Federal y
Territorios, poco a poco se convirtió en un modelo que se replicó en
diversos estados de la República.13
La ley de 1888 era muy ambiciosa, en ella se resumían los anhelos de
los primeros liberales que, como José María Luis Mora y Valentín Gómez
Farías en 1833, y Benito Juárez en 1867, habían luchado por obtener una
educación que fuera obligatoria, gratuita y laica. Desafortunadamente es-
tos deseos sólo se cumplieron en la teoría y muy poco en la práctica.
Con el objeto de uniformar la enseñanza en todo el país, el minis-
tro de Instrucción Pública, Joaquín Baranda, convocó a un Congreso
de Instrucción Pública en el año de 1889. A él asistieron representan-
tes de cada estado. Bajo la presencia de Justo Sierra, se iniciaron los
trabajos a finales de 1889. Muchos fueron los temas que se trataron
en dicho Congreso, como: enseñanza primaria, secundaria normal y
profesional, programas de estudio, edificios escolares, instrucción de
adultos y educación para el campo.
La misma cantidad de temas hizo que no se pudiera concluir, por
lo que se convocó a un Segundo Congreso a fines de 1890, el cual
finalizó hasta el 28 de febrero de 1891. Al terminar las sesiones de los
dos congresos, lo más importante se centraba en materia de instrucción
primaria: habían formulado los programas de las escuelas de párvulos y
las profesoras quedaban como encargadas de elaborar los de la primaria
elemental; bosquejaron los de la primaria superior, y señalaron las prin-
cipales características de las escuelas rurales, los maestros ambulantes y
las escuelas para adultos.14
Lo importante es que los integrantes de los congresos estuvieron
de acuerdo con que resultaba conveniente contar con un sistema nacio-
nal uniforme de “educación popular obligatoria”, por lo que adoptaron
el programa escolar oficial. Al terminar estos congresos, varios estados
mexicanos promulgaron leyes escolares que reproducían el programa
federal.15

13
Mary Kay Vaughan, Estado, clases sociales y educación en México, México, sep/fce,
1989, pp. 40 y 41.
14
E. A. Chávez, op. cit., p. 556.
15
M. K. Vaughan, op. cit., pp. 41-42.

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Otra importante ley fue la del 3 de junio de 1896, por medio de


la cual se nacionalizaron las escuelas de instrucción primaria que antes
pertenecían a los ayuntamientos en el Distrito Federal y Territorios.16
Fue así como el director general de Instrucción Primaria recibió las 113
escuelas que dependían del Ayuntamiento de la Ciudad de México. Se
empezó por organizar los locales, útiles y mobiliario escolar, y poco a
poco se fue mejorando el profesorado. Un resultado de esta nacionali-
zación fue que se multiplicaron tanto las escuelas como los maestros,
con el fin de poder aumentar la asistencia escolar. Se decía que, a pesar
de estos avances, no se podía aumentar de pronto el número de los que
sabían leer y escribir, ya que muchos adultos no iban a la escuela, por lo
que todavía faltaba mucho por hacer.17
En 1904, Porfirio Díaz anunció que había 523 escuelas primarias
(de 1o. a 6o. grados) en el Distrito Federal y Territorios, con una po-
blación de 65 024 alumnos, lo cual superaba a las 498 que había en
1903.18 Algo importante durante este periodo fue la creación en 1905
de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, la cual susti-
tuía a la Secretaría de Estado del Despacho de Justicia e Instrucción
Pública. Ambas sólo regían para el Distrito Federal y Territorios. Al
frente de ella se encontraba Justo Sierra, quien estaba consciente de
que todos los esfuerzos materiales que se hicieran no valdrían si no se
educaba primero a la nación. Para él era muy importante el proyecto
de educación nacional; sin embargo, el ministro de Hacienda, José Ives
Limantour, nunca lo comprendió. Por ello, Justo Sierra nunca obtuvo
el presupuesto necesario para que el proyecto de instrucción pública
tuviera éxito.
Don Justo decía: “Puesto que, en igualdad de circunstancias, de dos
individuos o de dos pueblos, aquél que es menos instruido es inferior:
puesto que el pueblo mexicano, en su mayoría analfabeto, va a entrar

16
Se refiere a los territorios de Quintana Roo, Baja California Sur y Nayarit, que eran deli-
mitaciones geográficas y políticas que no tenían la categoría de estado y en algunos casos
carecían de gobierno propio, por lo que se regían bajo las leyes del Distrito Federal.
17
José María Puig Casauranc, La educación pública en México a través de los mensajes
presidenciales desde la consumación de la Independencia hasta nuestros días, México, sep,
1926, p. 124.
18
Secretaría de Economía, Estadísticas sociales del Porfiriato, 1877-1910, México, 1956,
p. 239.

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en contacto íntimo con el norteamericano, en su mayoría alfabeto, es


preciso tratar de suprimir rápidamente el elemento de inferioridad”.19
Este miedo a los norteamericanos era justificable, ya que México
había sufrido una invasión y una escisión de su territorio; Sierra veía
en la educación el camino a seguir para salvar al país de otra invasión
extranjera.
Consideraba que el error con respecto a la escuela laica estaba en
que la confundían con una escuela atea. Los padres de familia, en su
mayoría católicos, tenían miedo de enviar a sus hijos a este tipo de co-
legios. Sierra decía: “La escuela laica es un soberano organismo de paz;
continuadora, coadyuvadora y reforzadora de la familia”.20
Las ideas sobre la obligatoriedad de la enseñanza fueron reforzadas
por Justo Sierra, quien las proponía para remediar el ausentismo de los
niños en la escuela. Comentaba que si el padre no quería cumplir con
su deber, entonces surgiría todo el poder del Estado para obligarlo,
ya que la ley electoral mandaba que el primer grado en la elección de
los funcionarios federales se hiciera por escrito, de aquí que impusiera
indirectamente la obligación de escribir al pueblo elector.
Con base en estas ideas, Sierra trabajó en la Secretaría de Instruc-
ción Pública y Bellas Artes, la cual, aun cuando no abarcaba a toda
la República, controlaba a las sociedades científicas, los museos y las
antigüedades nacionales.
Se puede decir que durante el Porfiriato no se logró la asistencia
deseada a las escuelas, ni se aumentó el número de personas que sabían
leer y escribir: en 1895 se reportaba 14.39 por ciento; en 1900, 16.06
por ciento, y en 1910, 19.74 por ciento, por lo que Díaz dejó su gobier-
no con 80 de analfabetos.21
Se buscaron algunas formas para obligar a los padres a enviar a sus
hijos a las escuelas; no obstante, entre los sectores pobres de la ciudad y
más aún en el campo, no se comprendía cuál era la razón de enviar a los
niños a la escuela, en lugar de que ayudaran a los padres en su trabajo, ya
fuera en algún oficio en la ciudad o para trabajar la tierra en el campo. El

19
L. Zea, op. cit., p. 178.
20
José Antonio Murillo Reveles, La escuela mexicana. Su génesis, su doctrina y su sistema,
Zacatecas, s. e., 1904, p. 333.
21
Secretaría de Economía, op. cit., p. 240.

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hijo, de hecho, apoyaba a la economía familiar y por esto no lo enviaban


a la escuela, ya que los padres pensaban que ahí sólo iban a “perder el
tiempo”, tal como se afirma en diversos documentos revisados. Otros
padres temían que sus vástagos se contagiaran de alguna epidemia en los
planteles, debido a que en el siglo xix la mortandad infantil era muy alta
por la falta de condiciones higiénicas en diversos lugares públicos, entre
otros en las escuelas. De aquí que los maestros se quejaran constante-
mente por el ausentismo escolar. No fue sino hasta las reformas de 1921,
con la creación de la Secretaría de Educación Pública que contaba con un
mayor presupuesto y con José Vasconcelos al frente, que se dio un mayor
acceso de la población mexicana al sistema educativo.
Ahora bien, lo interesante de este periodo es que a pesar de todos
los problemas de ausentismo escolar y de falta de recursos económicos,
el esfuerzo educativo no se detuvo y se continuó con la contratación de
profesores para que trabajaran en todo el país. Así, poco a poco, el ma-
gisterio se fue convirtiendo en una importante opción de trabajo para
las mujeres mexicanas, quienes, como preceptoras en escuelas lancasterianas
o municipales, trabajaron en diversos estados de la República Mexicana.

El a rte de ser m a estro

Antes de entrar al tema relacionado con el derecho a la educación


durante la Revolución Mexicana, deseo responder a una pregunta:
¿quiénes eran los encargados de hacer cumplir ese derecho?
Para comprender en qué consistía este arte de ser maestro, es nece-
sario introducirse en la Compañía Lancasteriana y sus escuelas norma-
les. Esta Compañía se estableció en la Ciudad de México a principios
de 1822. Se trataba de una asociación privada dedicada a implantar el
nuevo método de enseñanza mutua de los ingleses Joseph Lancaster y
Andrew Bell. Sus escuelas eran fundadas por particulares, además de
ser gratuitas.
Este sistema fue introducido en México por Manuel Codorniu,
fundador del periódico El Sol, quien había llegado a nuestro país con
el virrey O’Donojou en 1821. En este periódico se afirmaba que el
objetivo de las escuelas lancasterianas era “formar una raza nueva de

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hombres, cuyos sentimientos individuales los identifiquen con la inde-


pendencia y con la libertad”.22
De acuerdo con el sistema mutuo, los alumnos más avanzados llama-
dos “monitores” o “decuriones”, previamente instruidos por el preceptor
(es decir, el maestro), enseñaban a grupos de 10 niños. La primera es-
cuela que se fundó fue El Sol (1822) y pocos meses después Filantropía,
las cuales tuvieron mucho éxito. En 1833, esta compañía pudo cumplir
un anhelo de muchos años: abrir su primera escuela para 160 niñas en
Santa María la Redonda, uno de los barrios más pobres y abandonados
de la ciudad.23 Así, las niñas también eran instruidas mediante este siste-
ma. Los alumnos aprendían a escribir, ya no en pizarras como en otras
escuelas, sino en cajas de arena, en donde trazaban las letras con palitos.
En el sistema lancasteriano, un alumno, dependiendo de su progre-
so en cada asignatura, podría estar, por ejemplo, en la segunda clase
de escritura, en la tercera de lectura y en la primera de aritmética. El
sistema no era graduado y podía haber chicos de distintas edades en
diferentes clases, ya que lo que determinaba su asignación era su habi-
lidad y no su edad.
Algo importante en esta escuela siguió siendo la memorización,
como había sido en la época colonial, así como la obediencia, el silencio
y el orden,24 y si no obedecían, venían los castigos.
En varios países de América Latina se instrumentó el método de
la enseñanza mutua de la escuela lancasteriana. Las aulas de este tipo
de instituciones eran diferentes a las de las escuelas tradicionales. Por
un lado, el espacio era muy grande. Ahí se colocaban largas bancas y
mesas en donde podían sentarse hasta 10 alumnos. Estas bancas se
alineaban en filas, una tras otra, frente a la plataforma del maestro. Por
otro lado, en las aulas había mesas de arena, “telégrafos” (de donde
colgaban diversos letreros) y “semicírculos” (utilizados para la lectura).
Durante el desarrollo de la enseñanza, los estudiantes eran más acti-
vos que en el sistema anterior, aun cuando seguían predominando el
orden y la disciplina. Todos los niños estudiaban en la misma aula, ya

22
El Sol, 27 de junio de 1826.
23
Dorothy Tanck Estrada, La educación ilustrada, 1786-1836, 2a. ed., México, Porrúa,
1957, p. 234.
24
Ibidem, p. 235.

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que no se separaba a los que aprendían a leer de los que aprendían a es-
cribir. Las materias que se impartían eran: lectura, escritura, aritmética
y doctrina, a un mismo tiempo y no sucesivamente. Lo que llamaba la
atención en este sistema era que el maestro no enseñaba directamente a
los 100 o 200 estudiantes, sino que “instruía a los alumnos más avan-
zados media hora antes de que se iniciara el día escolar y ellos, a su vez,
eran los instructores de cada grupo de diez niños”.25
La Compañía Lancasteriana estableció corresponsales en las capita-
les de los estados siempre con el encargo de “fundar escuelas y vigilar-
las”. De hecho no logró fundar ni sostener el número de escuelas que
deseaba, pero “el avance fue notable”. Las escuelas se multiplicaron por
todo el país, por lo que José María Luis Mora, al recordar los primeros
años del México Independiente, dijo que “la enseñanza primaria no se
perfeccionó gran cosa, pero se difundió asombrosamente por toda la
república”.26 Considero que por medio de este sistema se educaron en
las principales asignaturas muchos mexicanos y algunas mexicanas. La
Compañía Lancasteriana fue abolida hasta 1890.
En cuanto a las Escuelas Normales de la Compañía Lancasteriana,
en 1823 se fundó la primera en la Ciudad de México en el exconvento
de Belén. Este sistema tenía la posibilidad de que un solo maestro en-
señara a 1 386 alumnos, divididos en tres aulas: de primeras letras; una
especie de secundaria con clases de francés, latín, dibujo y matemáti-
cas, y la Escuela Normal, con un cupo para 418 alumnos. Esta Normal
abrió sus puertas en la segunda mitad de 1823; desgraciadamente, su
vida fue muy corta debido a “la falta de estudiantes”. En febrero de
1824 se decía que la Compañía había advertido con dolor que “no se
han presentado hasta ahora sino cinco o seis”. De aquí que exhortara
de nuevo a los preceptores para que aprendieran el método en tan sólo
seis meses. Las clases fueron impartidas en las noches durante cuatro
meses y dos más de práctica en una escuela para adultos.27
En los estados también se fundaron escuelas normales lancasteria-
nas, como en Zacatecas, Veracruz y Chihuahua, en 1826, y en Tamau-

25
Ibidem, p. 232.
26
Anne Staples, “Panorama educativo al comienzo de la vida independiente”, en Ensayos
sobre historia de la educación en México, México, El Colegio de México, 1985, p. 104.
27
D. Tanck Estrada, op. cit., p. 237.

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lipas, Jalisco, Michoacán y Chiapas, en 1828. Posteriormente, se fundó


la de Nuevo León en 1842. De este modo, la primera institución que
surgió en nuestro país para la formación de los futuros preceptores
(profesores) para la enseñanza elemental partió de una iniciativa parti-
cular; sin embargo, contó con el apoyo económico de los gobiernos de
los estados que, además, les facilitaron antiguos ex conventos y otros
edificios para establecer dichas escuelas.
Existe un estudio sobre la Normal Lancasteriana de Zacatecas. Su
autor comenta que de todas las escuelas fundadas en dicho estado entre
1824 y 1835 —periodo de la primera república federal—, la que tuvo
mayor importancia debido a su impacto fue la Normal de la Consti-
tución, la cual se proponía la enseñanza mediante el método lancaste-
riano y capacitar a preceptores en servicio en toda la entidad para que
regresaran a sus lugares de origen, establecieran escuelas y propagaran
el nuevo método. En sus primeros años funcionó como una primaria
lancasteriana y no fue sino hasta 1831 que se transformó en institu-
ción formadora y actualizadora de preceptores en servicio. Tanto las
escuelas lancasterianas como la Normal de la Constitución tenían entre
sus objetivos preparar a los futuros ciudadanos con el fin de “hacerlos
útiles al país y prepararlos a los goces de la vida social”.28
La Compañía Lancasteriana cubrió un largo periodo, de 1822 a
1890. A pesar de que en su última etapa ya no fue tan efectiva, es im-
portante reconocer su continuidad en medio de los problemas tanto
políticos como económicos que vivió nuestro país durante el siglo xix.
Fue en esas Normales y con el sistema de enseñanza mutua que se for-
maron varios de los preceptores decimonónicos.

En ca m ino h aci a l a profesiona liz ación


del m agister io

Al iniciarse la década de 1870, una vez concluido el Segundo Imperio


y al iniciarse el gobierno del presidente Benito Juárez (1867-1873),
el magisterio mexicano llevaba una larga trayectoria. Su formación se

28
Leonel Contreras Betancourt, Escuelas lancasterianas de Zacatecas en la primera Repú-
blica Federal, 1823-1835, México, upn, 2005, p. 194.

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había realizado por medio de las escuelas lancasterianas, o bien, por


medio de la práctica con otros maestros. Era como un oficio, como un
arte de ser maestro. De aquí la importancia del inicio de la profesiona-
lización del magisterio.
Dominique Julia se hace la siguiente pregunta en relación con la
profesionalización de los docentes: ¿cuáles son los saberes y las cos-
tumbres requeridos a un futuro enseñante? Es esta inquietud teórica y
metodológica la que guiará este apartado.29
Durante la República Restaurada y el Porfiriato, el magisterio “se
expandió y creció cualitativamente”, además de que “dejó de ser una
profesión casi libre para convertirse en una profesión de estado”. Las
escuelas normales, entonces, se preocuparon tanto por las “materias
pedagógicas” como por la forma de enseñarlas. Este hecho llevó a un
cambio en su “identidad profesional”.30 Así, las normales fundadas en
el Porfiriato e incluso algunas de ellas varios años antes, se empeñaron
en que uno de los principales saberes debería ser la pedagogía.
Durante el régimen de Díaz y sobre todo después de los Congresos
de Instrucción Pública (1889 y1890), se deseaba que el eje que estruc-
turara los programas de las escuelas normales fuera el de los cursos
pedagógicos y, en especial, aquellos de carácter práctico.
En el Segundo Congreso de Instrucción Pública (1890) se inició
la discusión sobre el currículum de las escuelas normales; sin embargo,
como no hubo tiempo para ponerse de acuerdo sobre su distribución, se
propuso “dejar a las escuelas normales la plena libertad de organizarse
en consonancia con las necesidades y costumbres de las regiones en que
estén llamadas a ejercer su acción fecunda”. De hecho, se consideró
que era de “absoluta necesidad la difusión del normalismo”, por lo que
se creó, en cada entidad federativa, un centro que tenía la finalidad de
propagar el magisterio. Los maestros que fueran a trabajar en las pri-
marias elementales (1o. a 4o. grados) cursarían tres años en la Escuela
Normal y los que estudiaran para laborar en la primaria superior (5o.

29
Dominique Julia, “La cultura escolar como objeto histórico”, en Margarita Menegus,
Historia de las universidades modernas en Hispanoamérica. Métodos y fuentes, México,
unam, 1995, p. 143.
30
Alberto Arnaut, Historia de una profesión: Los maestros de educación primaria en Mé-
xico, 1887-1994, México, cide, 1996, pp. 130-139.

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y 6o. grados) tendrían que permanecer en ella cinco años. Se decidió


que, para ingresar a la Normal, no era necesario haber cursado la pre-
paratoria. Además de preocuparse por la preparación del futuro maes-
tro, en este Congreso también se puso el acento en la conveniencia de
que contaran con un título.31 Durante el Porfiriato, comenta González
Navarro,32 el número de Escuelas Normales aumentó de 12 en 1878
a 26 en 1907; tres eran de mujeres y “se cuadruplicaron tres décadas
después”. Aclara que no todos los estados contaban con este tipo de
escuelas, ya que algunos tenían la carrera del magisterio, pero se cursa-
ba en los institutos o colegios. Se refiere también a otros estados que,
como Baja California, Tlaxcala, Hidalgo, Morelos y Quintana Roo, no
dieron en forma alguna esa enseñanza.
De hecho, la fundación de las normales fue muy irregular, ya que
cada estado tenía sus propios tiempos y ritmos. De aquí que, en oca-
siones, se formara a los docentes por medio de secundarias, escuelas
superiores, liceos o academias. Asimismo, era frecuente que las escuelas
normales formaran parte de algún instituto literario, o bien, de algún
colegio de educación superior.33 De aquí que todas estas instituciones
en donde se formaba el magisterio se inscribieran dentro de este cami-
no hacia la “profesión de estado”.
En el siguiente apartado se darán algunos datos de su fundación,
de acuerdo con la información obtenida hasta ahora, lo cual no signifi-
ca que no existieran en aquellas entidades que no se mencionen.

Instit uciones educati va s


pa r a hom br es y muj er es
Secundaria de Niñas en la Ciudad de México

El hecho de que en la Ciudad de México no hubiera escuelas normales


llevó a que se acostumbrara obtener la licencia para ejercer el magiste-

31
Luz Elena Galván, “Papel del maestro durante el Porfiriato”, en Simposio sobre el ma-
gisterio nacional, México, cis-inah, 1980, pp. 33-44
32
Moisés González Navarro, “El Porfiriato. La vida social”, en Daniel Cosío Villegas,
Historia moderna de México, vol. IV, México, Hermes, 1985, p. 667.
33
Para mayor información sobre este tema consultar, véase L. E. Galván, Soledad com-
partida, op. cit.

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rio mediante exámenes presentados ante la Comisión de Instrucción


del Ayuntamiento. Poco a poco, la profesión se convirtió en una op-
ción de trabajo para la mujer. De este modo, en la Ley Orgánica de
Instrucción Pública de 1867 se incluía la fundación de una Escuela
Secundaria para el Sexo Femenino, que empezó a funcionar en 1869.
En 1878, cambió su nombre por el de Escuela Nacional Secundaria de
Niñas y su plan de estudios se aumentó a seis años, en lugar de cinco.
Protasio Tagle incluyó en este nuevo plan de estudios, cursos de cien-
cias físicas y naturales, higiene, medicina, economía doméstica, repos-
tería y pedagogía, que impartía el doctor y pedagogo Manuel Flores.
En esta secundaria, además de formarse las futuras maestras, también
se habían incluido asignaturas que constituían “una especie de carreras
terminales independientes y diferentes de la del magisterio”.34 Entre
otras, se encontraba la enseñanza de la telegrafía.35

Instituto de Niñas en Durango

Este Instituto se fundó en 1870. En él se estudiaba para ser profesora


de instrucción primaria, también se impartían estudios comerciales y de
telegrafista. Las niñas que deseaban llegar a ser profesoras deberían
tener una edad mínima de 11 años. Las materias que se cursaban eran
las siguientes: tejidos, bordados, flores y música, impartidas por varias
maestras, y las de gramática castellana, francés, aritmética y dibujo,
impartidas por maestros. Como se puede apreciar en las materias im-
partidas, hasta ese momento no se estudiaba pedagogía.
En enero de 1876, el gobernador expidió una Ley de Instrucción
Pública en donde se establecía que la enseñanza pública en ese estado
se dividiría en primaria, secundaria y profesional. También se decía que
para la enseñanza profesional se establecerían las siguientes escuelas
especiales: Escuela Normal, de Jurisprudencia, de Ingenieros, de Me-
dicina y de Artes. Se especificaba que el objetivo de la Escuela Normal
era la “formación de preceptores”. En ella se impartirían cátedras para

34
M. Gónzalez Navarro, op. cit., p. 666.
35
Los telégrafos fueron introducidos en nuestro país por Juan de la Granja, quien en
1850 hizo una prueba enviando un mensaje entre Palacio Nacional y El Colegio de
Minería en la calle de Tacuba.

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hombres y mujeres. También existían preceptores de primeras letras de


primera, segunda y tercera clases, según la instrucción que para cada
caso fijara la ley. De aquí que el Instituto de Niñas siguiera funcionan-
do, pero a partir de ese momento se le otorgaba el carácter de Escuela
Normal.36
Es interesante hacer notar que, cuando al Instituto de Niñas se
le dio la categoría de Escuela Normal, cambió su plan de estudios.
Aparecieron dos materias importantes que, de hecho, sólo cursaban
los maestros de primera y segunda clases: la de conocer los métodos
pedagógicos para la enseñanza que se utilizaban en Europa y América
y la de la enseñanza objetiva. Se puede decir que éste fue el inicio de
las clases de pedagogía, pues no hay que olvidar que el origen de su de-
sarrollo en México es europeo. Así, el conocimiento de estos métodos
permitía que el futuro maestro se introdujera en diversas teorías peda-
gógicas. Una de ellas, que en ese momento estaba de moda en Europa,
era la que en Alemania y Francia se conocía con el nombre de leccio-
nes de cosas, y en Inglaterra y Estados Unidos, con el de enseñanza
objetiva. Nos encontramos aquí en otro momento importante en la
formación del magisterio, en donde los maestros tenían que aprender
un método de enseñanza que requería que lo practicaran. De aquí la
importancia de las prácticas pedagógicas que realizaban en algún mo-
mento de su carrera.37
En 1891 se expidió en Durango la Ley Orgánica y Reglamen-
taria de Instrucción Pública en cuyo artículo 136 se declaraba que
los alumnos que desearan obtener el “Título de Profesor(a) de Ins-
trucción Primaria cursarán la clase de Pedagogía y Métodos de En-
señanza” al concluir todos sus estudios o, al ser aprobados en el 4o.
año, “practicarán un año en alguna escuela primaria cuando menos
2 horas diarias”.38
Al avanzar el Porfiriato, se reforzó la idea de inculcar la pedagogía
en los futuros docentes y de que cumplieran sus prácticas.

36
Noemí Guzmán, Historia de una escuela, Durango, Gobierno del Estado, 1987, p. 10.
37
Ernesto Meneses Morales et al., op. cit., pp. 568 y 250.
38
N. Guzmán, op. cit., pp. 32-41.

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Liceo de Varones en Colima

Abrió sus puertas por primera vez en 1874 y tuvo que clausurarse en
1884, después de una epidemia de fiebre amarilla. Este Liceo fue una
institución superior secundaria que se había fundado en lugar del Co-
legio Civil (1859). Aquí se preparaba a los futuros maestros, quienes
recibían el título de “preceptores de primero, segundo o tercer orden”,
de acuerdo con la “eficiencia de los sustentantes”. Uno de los maestros
mexicanos que fueron muy reconocidos durante el siglo xix, Gregorio
Torres Quintero, estudió en este Liceo en donde obtuvo el título de
“preceptor de primer orden”.
En 1884, se fundó la Escuela Normal de Señoritas, en donde se
preparaba a las preceptoras y también se les asignaba el título de “Pre-
ceptora de Primero, Segundo o Tercer Orden”. En 1887, el gobierno
del estado suprimió esta Escuela Normal, por lo que las escuelas ele-
mentales fueron las encargadas de preparar a las alumnas en el arte de
ser maestra, siempre y cuando cumplieran con el programa de estudios
que había regido en la Escuela Normal, quienes no se titulaban sólo
podían trabajar como maestras en las escuelas rurales, es decir, como
maestras de tercer orden.39

Liceo de Niñas en Aguascalientes

Se fundó en 1878, ya que existía una preocupación por formar a las


maestras de la niñez que vivía en dicho estado. Sin embargo, se dice
que el principal objetivo era el de “ofrecer educación a las señoritas”
de acuerdo con las influencias extranjeras que llegaban de Inglaterra,
Alemania, Francia y Estados Unidos. Esta institución estaba inspirada
en los ideales de “orden y progreso” e influida por el pensamiento po-
sitivista de la época.
Una de sus características era que los maestros no devengaban un
salario, ya que su colaboración era gratuita. Su dirección quedó en
manos femeninas. Al frente debería estar una “señora de mayor edad,
disfrutar de una reputación bien sentada y no tener hijos pequeños”.

39
Francisco Hernández, Historia de la educación en el estado de Colima, México, Gobier-
no del Estado de Colima, 1961, p. 77.

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La directora era nombrada por el gobernador, ante quien la Junta de


Instrucción hacía sus propuestas. En 1888, se fundó la cátedra de te-
legrafía, con el objeto de que las alumnas que no terminaran sus estu-
dios de educación normal tuvieran una preparación que les permitiera
conseguir un empleo. Desde su creación, recibió todo el apoyo del
gobierno del estado. En 1915 se transformó en la Escuela Normal del
Estado, pero siguió formando sólo a mujeres dentro del magisterio. En
un principio se le presionó para que dejara de ser católica; no obstan-
te, pronto se distanció de la ideología revolucionaria para regresar a la
conservadora.40

Academias en la Ciudad de México

Las academias jugaron un papel muy importante tanto en la forma-


ción del magisterio como, posteriormente, en su profesionalización,
sobre todo en aquellas regiones en donde no se habían creado Escue-
las Normales.
Desde los primeros años del México Independiente existieron esta
clase de academias en la capital de la República Mexicana. En 1827, se
formó una Academia de Primera Enseñanza organizada por Ignacio
y Juan Espinosa de los Monteros (padre e hijo), quienes se proponían
“uniformar la enseñanza de la primera edad”. A su inauguración asistió
el presidente Guadalupe Victoria. Posteriormente, la Secretaría de Jus-
ticia e Instrucción Pública acordó, en septiembre de 1879, la creación
de las academias de instrucción primaria, en las cuales se actualizaría el
magisterio. Por medio de ellas se trataba de uniformar a los profesores
en métodos modernos de enseñanza, a través de clases de pedagogía e
intercambio de experiencias. Para esto, se reunirían dos veces al mes.
En 1882, la Comisión de Instrucción Pública estableció la Aca-
demia de Pedagogía, formada por los docentes de las escuelas muni-
cipales mixtas, la cual se ocuparía del “estudio del sistema objetivo y
oportunamente, de los demás ramos que comprende”. Las sesiones se
llevaban a cabo todas las tardes durante una hora y se alternaban un

40
José Bonifacio Barba y Margarita Zorrilla, Las instituciones de educación normal en
Aguascalientes, México, Universidad Autónoma de Aguascalientes, 1993, pp.15-17.

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día las profesoras y, otro, los profesores; su asistencia era obligatoria.


Su presidente fue el pedagogo Luis E. Ruiz. Su método consistía en
designar a un profesor o profesora para que disertara y pusiera a de-
bate algún tema relacionado con la enseñanza objetiva. Con esto se
proponían combatir la memorización y la enseñanza de la lectura y la
escritura con base en el deletreo, así como actualizar a los docentes,
quienes, por falta de una Escuela Normal, carecían de una formación
pedagógica.41

Academia Normal de Veracruz

En 1885, se fundó la Academia Normal, la cual se estableció en la


llamada Escuela Modelo, de Orizaba, Veracruz. El profesor Enrique
Laubscher tuvo a su cargo la dirección práctica, además de que im-
partía las clases de aritmética y geometría. Por su parte, el profesor
Enrique C. Rébsamen tuvo a su cargo la dirección científica y teórica,
además de que enseñaba pedagogía, inglés y francés. De los 18 can-
tones, llegaron 22 estudiantes que eran “maestros empíricos amerita-
dos”. El curso duró seis meses y, después, regresaron a sus lugares de
origen para dirigir las escuelas cantonales.42

Academia de Toluca

En 1893, se estableció la Academia Pedagógica de la Municipalidad de


Toluca, en el Estado de México, con el objeto de “facilitar la comunica-
ción de las ideas y principios pedagógicos entre los profesores de las es-
cuelas primarias”, también se proponían discutir los “procedimientos
metodológicos” y uniformar los “métodos de enseñanza de las escuelas
primarias”. En 1897, la Ley de Instrucción Primaria estableció que en
cada municipalidad debería existir una Academia Pedagógica, integra-
da por todos los docentes, que sesionaría los sábados.43

41
E. Meneses Morales et al., op. cit., p. 320.
42
José Jerónimo Reyes Rosales, Historia de la educación en Veracruz, México, Museo
Veracruzano de Pedagogía, 1959, pp. 88-100.
43
Margarita García Luna, La escuela normal de profesores de Toluca, México, Gobierno
del Estado de México, 1994, p. 37.

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Academias Adjuntas de Varones y Señoritas


y la Escuela Normal de Preceptores en Sinaloa

A manera de antecedente, se puede mencionar la fundación, en 1874,


de las Academias Adjuntas de Varones y Señoritas, cuyo plan de estu-
dios contenía las mismas asignaturas que la instrucción primaria de
segunda clase. Posteriormente, en 1881, estas academias se transfor-
maron en la Escuela Normal de Preceptores al interior del Colegio
Rosales. La carrera duraba dos años y para estudiarla no se necesitaba
haber cursado la preparatoria. Entre las materias que impartían se men-
ciona el curso de pedagogía.44

Instituto Literario de Toluca y la Escuela Normal para Profesores

En el Estado de México, la Escuela Normal para Profesores se fun-


dó, provisionalmente, en el Instituto Literario de Toluca en el año de
1882. Ahí se formaron los preceptores que prestaban sus servicios en
las escuelas de primera, segunda y tercera clases. Esta Normal continuó
anexa al Instituto hasta febrero de 1903 en que, por decreto, se eman-
cipó de él y se le otorgó toda la “parte antigua del Instituto Literario”,
con una organización independiente. La Normal tuvo su edificio pro-
pio hasta septiembre de 1910, el cual se construyó de acuerdo con los
conceptos de la “moderna pedagogía”.45

Instituto Literario de Chihuahua

En junio de 1885 se declaró “oficialmente establecida por el Gobierno


la Cátedra de Pedagogía en el Instituto Literario”. En 1886, la ense-
ñanza objetiva que había impulsado Rébsamen se convirtió en la nueva
metodología que los maestros tenían que aprender y practicar. De aquí
que, a partir de este año, a los maestros se les exigiera su asistencia a la
clase de pedagogía.

44
José Luis Sánchez Gastélum, Educación y sociedad en Sinaloa. El Colegio Rosales, 1874-
1918, tesis doctoral en educación, México, Universidad Autónoma de Aguascalientes,
1998, pp. 108-111.
45
M. García Luna, op. cit., p. 37.

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Hacia 1894, la Normal ya estaba integrada al Instituto Científico


y Literario y así funcionó hasta su separación en 1937. En 1905, se
reglamentó la creación de la Escuela Normal Mixta, mediante la Ley
de Enseñanza Normal del Estado y se expidió el Reglamento de Con-
ferencias Pedagógicas. En 1906, cuando abrió sus puertas esta Escuela
Normal, en Chihuahua había “45 maestros normalistas titulados, 30
con estudios terminados, pero sin título, y 310 sin estudios de nor-
mal”. Esta escuela inició sus trabajos como parte del Instituto Científi-
co y Literario y, por lo tanto, en el mismo edificio que ocupaba dicho
Instituto.46

Instituto Científico y Literario de Tlaxcala

Como antecedentes en la formación del magisterio se pude mencio-


nar el establecimiento del Colegio Normal del Estado, en 1882. En él
se preparaban, por un lado, los maestros que prestaban sus servicios
en escuelas urbanas, a quienes se les ofrecía “la pedagogía didáctica en
toda su extensión”, y por otro, acudían maestros rurales que se encon-
traban en servicio y que ahí podrían ampliar “los ramos de la prima-
ria”, además de que obtendrían “elementos de pedagogía” y de solfeo.
Hacia 1893, el gobernador ordenó que todos los directores de escuelas
fueran a dicho Colegio con la finalidad de que cursaran “materias pe-
dagógicas” por un “tiempo conveniente”.
Posteriormente, el Instituto Científico y Literario fue el encargado
de formar a los futuros maestros. En cuanto a las maestras, se forma-
ban en la Escuela Superior de Niñas. Ambas instituciones se fundaron
en 1897 y contaban con un programa de becas para sostener los es-
tudios de primaria superior. Quienes no pudieran continuar un año
más los estudios “pedagógicos” prestaban sus servicios en las primarias
elementales de la región. De hecho, al igual que el Colegio Normal,
lo que se ofrecía era un año posprimario de pedagogía, influencia que
había recibido de la Escuela Normal de Jalapa, en Veracruz.

46
Guillermo Hernández Orozco, El Instituto Científico y Literario de Chihuahua, 1850-
1900, México, Universidad Autónoma de Chihuahua, 1999, pp. 161-173.

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La Ley de Educación Popular de 1917 ofrecía a los profesores en


servicio un “curso de Normal” con derecho a obtener un título des-
pués de tres años de estudios. Este título tendría la “fuerza de un título
de normalista”. Sin embargo, pocos eran los docentes que ejercían con
título, como lo demuestra una encuesta realizada a 214 maestros en
1918, de los cuales sólo 29 tenían título de normalista.47

Escuelas normales en San Luis Potosí

La primera Escuela Normal para Varones se fundó en 1848 y estuvo a


cargo del señor Vallejo, quien era el director de la escuela lancasteriana
y además tenía permiso para la enseñanza particular en su casa. Poste-
riormente, el gobernador lo apoyó para la creación de Escuela Normal.
Los primeros alumnos normalistas potosinos fueron cuatro jóvenes
que vivían en la ciudad de San Luis Potosí y 10 que habían llegado de
los pueblos vecinos.
En el reglamento de la Escuela Normal se establecía el compromiso
de los alumnos de corresponder a lo que el gobierno había invertido
en su educación. Por esto, deberían trabajar en las escuelas públicas del
estado durante cinco años, por lo menos. En cuanto a la creación de la
Escuela Normal para Señoritas, ésta se anunció al mismo tiempo que
la de Varones; sin embargo, no se fundó sino hasta el año de 1868.
Entre los requisitos se solicitaba que los hombres tuvieran entre 17
y 25 años y las mujeres entre 12 y 16. Al ingresar a la Escuela Normal,
las mujeres no cursaban gramática avanzada, geometría ni dibujo li-
neal, materias que sí se impartían a los varones. En cambio, cursaban
economía doméstica, bordado y corte de ropa interior. Tanto hombres
como mujeres podían optar por ser maestros de primero, segundo o
tercer orden. Posteriormente, en la Ley de Instrucción Primaria de
1885, se decía que la carrera en ambas Escuelas Normales debería rea-
lizarse en seis años y, desde el primero, la pedagogía formaba parte de
las materias que estudiaban.48

47
Elsie Rockwell, Hacer escuela. Transformaciones de la cultura escolar, Tlaxcala
1910-1940, tesis doctoral en investigación educativa, México, die-Cinvestav, 1996,
pp. 120-121.
48
Manuel Muro, Historia de la instrucción pública en San Luis Potosí, México, Imprenta

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Escuelas normales en Guanajuato

En 1869 se decretó oficialmente la creación de dos escuelas normales:


una para señoritas y otra para varones, las cuales abrieron sus puertas
en 1871. A partir de esa fecha, la formación del magisterio duraba
dos años, en 1873 los estudios se ampliaron a tres y para 1878 se de-
berían cursar cinco años. Además del número de materias, también se
aumentó un año más de prácticas. Los cursos eran teórico-prácticos.
Entre algunos se pueden mencionar los de ortología, caligrafía,
aritmética, gramática, derechos y deberes civiles, lecciones de moral,
urbanización, sistema de enseñanza mutua y construcción de útiles
escolares. En la Normal para Señoritas, además, se enseñaba econo-
mía doméstica, corte de ropa blanca interior, corte de vestidos para
niños y señoras, y bordados.49
Para ocupar la dirección era necesario ganar un concurso de opo-
sición. Una de sus directoras, la profesora Angelina Castelazo, quien
había egresado de dicha institución, afirmaba que aun cuando las
materias eran pocas, éstas se estudiaban a conciencia. Sus prácticas las
realizaban en las escuelas municipales.50
Ambas normales contaron con becas para alumnos pobres. De
aquí que en la documentación existan constancias en donde se acre-
ditaba la “buena conducta y suma pobreza” de quienes aspiraban a
obtener una beca para poder continuar con sus estudios. En las car-
tas también se decía que se trataba de jóvenes que vivían en las áreas
rurales.51
Con el tiempo, desapareció la Escuela Normal para Varones. Por
esta razón, la formación de maestros se impartía en el Colegio del
Estado. En 1885, durante el régimen de Porfirio Díaz se fundó una
Normal Mixta.

M. Esquivel y Cía., 1899, pp. 99-105.


49
Archivo Histórico de la Alhóndiga de Granaditas, “Enseñanza de economía doméstica
en la Escuela Normal para Señoritas”, caja 180-A.
50
Archivo Histórico de la Alhóndiga de Granaditas, “Concursos de oposición en la Es-
cuela Normal de Guanajuato”, 1875/05/20.
51
Archivo Municipal de Guanajuato, “Becas para alumnas y alumnos pobres en la Escue-
la Normal de Guanajuato”, 1875/06/21.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 79

Puebla y sus escuelas normales

En esta entidad, el Congreso aprobó la fundación de la Escuela Nor-


mal para Señoritas, el 15 de septiembre de 1879. Su primera directora
fue la maestra y poetisa Paz Montaño, a quien el Ayuntamiento de la
Ciudad de México le había expedido su título de profesora. En cuanto
a la Escuela Normal para Varones, ésta se fundó el 4 de enero de 1880
y su primer director fue un distinguido intelectual mexicano: Guiller-
mo Prieto.
Estas dos normales se unieron el 16 de marzo de 1906 con el nom-
bre de Instituto Normal del Estado. Entre una de las materias que se
ofrecían se encontraba la de pedagogía didáctica.52

Escuela Normal de Artes y Oficios


para Señoritas en el Estado de México

Esta escuela se fundó en 1891 como resultado del Asilo de Niñas y de


la escuela José Vicente Villada. Tenía varias secciones: párvulos, pri-
maria, secundaria, maestra de artes y oficios y profesora. Las alumnas
que quisieran obtener el título de profesoras de instrucción primaria
de primera clase deberían estudiar durante cinco años. Llevaban cursos de
pedagogía teórico-práctica, metodología y legislación de instrucción
primaria en el estado y, en el cuarto año, realizaban sus prácticas peda-
gógicas en la sección primaria. A las profesoras de instrucción primaria
de segunda clase sólo se les exigía tres años de estudios. Posteriormen-
te, se dictó una disposición con el objeto de que cada distrito enviara a
una alumna indígena para que estudiara durante dos años y recibiera el
título de profesora de instrucción primaria de tercera clase. Uno de los
requisitos era el que las alumnas regresaran a sus lugares de origen para
ejercer el magisterio. Durante estos dos años también recibían cursos
de pedagogía y realizaban sus prácticas pedagógicas.
Otras escuelas normales que también se fundaron en el país entre
1880 y 1900 fueron las de Oaxaca, Querétaro, Tamaulipas, Jalisco,
Michoacán, Guerrero, Colima, Coahuila y Nuevo León, entre otras.

52
Juan Sánchez, “Don Gustavo P. Hahr en la historia de la educación y la pedagogía,
SURSUM. Revista mensual, núms. 17 y 18, 1954, pp. 14 y 15.

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Muchas de ellas iniciaron como academias para niñas, o bien, para


maestras o maestros y, poco a poco, se fueron transformando en las
Escuelas Normales de la entidad. Sin embargo, la Escuela Normal que
sirvió de ejemplo para la formación del magisterio en todo el país fue
la de Jalapa, en Veracruz.

Escuela Normal para Profesores en Jalapa, Veracruz

Esta Normal se fundó en 1886. Sus cursos duraban tres años para
los profesores de instrucción primaria elemental y cinco, para los de
instrucción primaria superior. El Ejecutivo pensionaba a siete alumnos
que estudiaban para profesor de primaria superior. Se podían inscribir
todos aquellos estudiantes que cumplieran con los requisitos que mar-
caba su reglamento. Sin embargo, se insistía en que “en igualdad de
aptitudes entre dos o más aspirantes, se preferirá siempre el más pobre,
y si en ellos concurriesen las mismas circunstancias de aptitud, dedica-
ción y pobreza, la suerte designará al agraciado”.53
Para poder ingresar se tomaba en cuenta la edad de 15 años en
adelante; el que tuviera “buenas costumbres y moralidad reconocida”,
lo cual se demostraba con un certificado del alcalde municipal del lugar
de su residencia; que contara con la instrucción primaria elemental,
para lo cual presentaba un examen ante el director de la Escuela Nor-
mal; que tuviera “buena salud y estuviera vacunado”, por lo que debía
presentar un certificado de un médico titulado, y “comprobar legal-
mente que no tenía defectos orgánicos que dificultaran el desempeño
del magisterio”.54
Entre las materias que se impartían durante los tres primeros años
se puede mencionar la de pedagogía, la cual comprendía didáctica, me-
todología, disciplina y legislación escolar. Los profesores de instrucción
primaria superior deberían de estudiar, entre muchas otras materias, la
de pedagogía e historia de la pedagogía. Además, en todos los años de
ambos cursos se realizaban ejercicios prácticos en la escuela primaria
anexa a la Normal, y los alumnos de tercero a quinto visitaban otras

53
Juan Zilli, Historia de la Escuela Normal Veracruzana, México, Editorial Citlatepetl,
1996, p. 25.
54
J. J. Reyes Rosales, op. cit., pp. 88-90.

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escuelas primarias del estado. González Navarro comenta que desde


“los ochenta se establecieron cátedras de pedagogía en los colegios pre-
paratorios y en las escuelas primarias superiores veracruzanas”.55
Cabe mencionar que esta Escuela Normal de Profesores de Jalapa,
Veracruz, tuvo mucha importancia en la historia de las escuelas norma-
les durante el siglo xix, ya que su director, Enrique Rébsamen, influyó,
con sus ideas sobre las asignaturas de pedagogía y metodología y su
aplicación en la escuela práctica anexa, en la organización de las escue-
las normales de Oaxaca, Guanajuato, Jalisco y en la estructuración de
la Escuela Normal de la Ciudad de México. También intervino en los
Congresos Nacionales de Instrucción Pública (1889-1890). Por otro
lado, algunos de sus alumnos dirigieron escuelas, tanto en Veracruz,
como en varios estados, difundiendo así las principales ideas de la pe-
dagogía moderna.

Escuelas normales en la Ciudad de México

La fundación de la Escuela Normal para Profesores en la capital de la


República fue tardía. De hecho, se habían realizado varios intentos por
formar escuelas de este tipo, pero ninguno de ellos había dado resultado.
De este modo, no fue sino hacia 1884 cuando se elaboró un pro-
yecto para la creación de la Escuela Normal en la Ciudad de México, el
cual se distinguía por su gratuidad y por su carácter nacional, ya que
no se limitó a recibir alumnos del Distrito Federal, sino también de
los estados. Éste fue un rasgo que se arraigó en la concepción de dicha
Normal que abrió sus puertas el 24 de febrero de 1887 bajo la direc-
ción del profesor Miguel Serrano, en el ex convento de Santa Teresa.
Contaba con dos escuelas anexas: una de párvulos y otra de primaria.56
El plan de estudios, ya reformado, comprendía cuatro años estruc-
turados con base en ocho grandes áreas, de las cuales la más importante
se centraba en la formación profesional teórica y práctica de los alumnos,
quienes, durante los cuatro años, cursaban historia de la pedagogía, sis-
tema Fröebel y pedagogía, además de la práctica empírica de los métodos

55
M. Gónzalez Navarro, op. cit., p. 670.
56
L. E. Galván, Soledad compartida, op. cit., p. 192.

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de enseñanza en las escuelas anexas. El plan de estudios muestra una


institución en donde el acento estaba puesto en la teoría pedagógica y en
su práctica, principalmente. Se trataba de formar al maestro moderno,
a aquel que no sólo conociera de teoría, sino que también supiera cómo
aplicarla frente a un salón de clases. Éste será un principio importante
dentro de la formación del magisterio en nuestro país.
En 1888, se expidió el decreto que disponía la transformación de la
Escuela Secundaria de Niñas en Escuela Normal de Profesoras de Ins-
trucción Primaria. Esta institución abrió sus puertas el 1o. de febrero
de 1890, bajo la dirección de la profesora Rafaela Suárez, en el mismo
edificio que ocupaba la Secundaria de Niñas (ex convento de la En-
carnación) y, junto a ella, se encontraba una primaria y una escuela
de párvulos. Durante el discurso de inauguración, el profesor Miguel
Serrano decía que esperaba que “así como el siglo xviii dio al hombre
la libertad por medio de la educación, el xix diera a la mujer la igualdad
por medio de ella”. El currículum de esta Normal era el mismo que
en 1878, sólo que ahora la carrera se cursaría en cuatro años, en lugar
de seis, y las materias que en la Secundaria de Niñas se cursaban para
algunas “carreras terminales” se eliminaron, quedando en su lugar un
“curso opcional de conocimientos útiles”. 57
Este breve recorrido a través de algunas de las instituciones que
formaron al magisterio durante el siglo xix en la mayoría de los estados
de la República Mexicana nos muestra el interés que durante dicho
siglo existía por formar a un profesorado que cada vez se preparara con
una mayor calidad, para que cumpliera con el ideal de que la infancia
mexicana gozara del derecho a la educación.

57
Concepción Jiménez Alarcón, Historia de la Escuela Nacional de Maestros, México,
sep,
1979, p. 120.

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H aci a l a Constit ución de 1917

El der echo a l a educación


y el mov i m iento r evoluciona r io

A l estallar la Revolución de 1910, muchas fueron las carencias


que se manifestaron, entre otras, la necesidad de una educa-
ción pública que llegara a todos los estratos sociales, ya que tenían
derecho a ella.
El 1o. de junio de 1911, cuando Porfirio Díaz había salido ya del
país y quedaba como presidente interino León de la Barra, se promulgó
una ley para la creación de “escuelas rudimentarias” que eran indepen-
dientes de las primarias y tenían por objeto “enseñar principalmente a
los individuos de raza indígena a hablar, leer y escribir el castellano y
a ejecutar las operaciones fundamentales y más usuales de la aritmética”.1
Esta ley no tuvo el alcance deseado. Alberto J. Pani explicaba que
“La Ley del 1° de junio de 1911, fue elaborada y promulgada con prisa
desesperada, por el agonizante gobierno porfiriano” y que el mal fun-
cionamiento de las escuelas rudimentarias se debía a las “condiciones
especiales de nuestro pueblo y a la extremada limitación de nuestros

1
Lisandro Calderón, Las escuelas rudimentarias de indígenas, Chiapas, 1912, p. 14.

• 83 •

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cursos y de la propia ley en cuyo seno se mueve el germen mismo del


fracaso”.2
De acuerdo con el censo de 1910, en la población total de la Repú-
blica Mexicana había:

Número de habitantes que saben leer y escribir: 4 394 311


Número de habitantes que saben leer: 364 129
Número de habitantes que no saben ni leer ni escribir: 10 324 484
Se ignora si saben leer y escribir: 56 931
Total: 15 139 855 3

Alberto Pani pensaba que las escuelas rudimentarias debían tener un


fin utilitario; esto era “la posibilidad de mejoramiento económico del
pueblo por la aplicación práctica de los conocimientos que adquiera en
dichas escuelas”.4
Desgraciadamente estos planteles no mejoraron la situación en
cuanto al analfabetismo; sin embargo, su importancia radicaba en que,
por primera vez, se pensó en la problemática del campo, y en que, tam-
bién por primera vez, se legisló para todo el territorio nacional y no
únicamente para el Distrito Federal y Territorios
(Quintana Roo, Nayarit y Baja California Sur), como se había he-
cho hasta entonces.
Estas escuelas fallaron debido a que, una vez más, se trató de com-
batir el analfabetismo por medio de leyes en lugar de acciones y, ade-
más, porque dicha ley se promulgó cuando el régimen estaba ya por
caer y venía de nuevo la guerra civil.
Ahora bien, entre los problemas que existían para instruir a los in-
dígenas en las Memorias de educación de los estados se mencionaba el
idioma, la distancia y la oposición de los padres para enviar a sus hijos
a las escuelas, además de la falta de fondos para la creación de escuelas
rurales.

2
Alberto J. Pani, Una encuesta sobre educación popular, México, Departamento de
Aprovisionamientos Generales, 1918, p. 11.
3
Ibidem, p. 13.
4
Ibidem, p. 29.

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Progr a m a s y m a nifiestos r el aciona dos


con l a sit uación de l a educación pú blica

La ideología educativa de la Revolución tuvo sus antecedentes en los


manifiestos escritos por la nueva generación liberal que, al iniciarse el
siglo xx, se preocupó por los problemas sociales del país.
Surgió entonces un nuevo grupo de hombres que, como decía Juan
Sarabia, “creen en la fuerza irresistible del progreso universal y en el
constante e ilimitado, pero lento avance de la Humanidad. En lugar de
una tarea de revolución, es una larga tarea de educación”.5
Dicha idea se encuentra también en otros precursores revolucio-
narios, como Ricardo y Jesús Flores Magón. Estos hermanos, en su
Programa y Manifiesto del Partido Liberal Mexicano, se referían a la
necesidad de instruir a la infancia para lograr el engrandecimiento
de nuestro pueblo, lo cual sólo se lograría por medio del aumento de
las escuelas primarias. Al referirse al magisterio, comentaban que era
importante que tuvieran una buena remuneración y, de esa forma,
vivirían decentemente. Enfatizaban que había que terminar con el
desprecio a las Escuelas de Artes y Oficios. Afirmaban que había que
“formar trabajadores de producción efectiva y útil, mejor que señores
de pluma y bufete”.6
No sólo los hermanos Flores Magón se preocuparon por la situa-
ción en que se encontraba la educación. Desde 1903 había surgido el
Manifiesto del Club Liberal Ponciano Arriaga, el cual era el centro
director de la Confederación de Clubes Liberales de toda la República.
Entre otras cuestiones, solicitaban que la instrucción pública se mejo-
rara, ya que se había descuidado mucho.7
El Manifiesto del Partido Democrático apareció en 1909. Este
grupo consideraba a la educación como la única forma de mejorar al
gobierno, al renovarlo con hombres más aptos. Otro más fue el Plan
Político Social que se proclamó el 18 de marzo de 1911 en la Sierra

5
Sarabia apud James Cockroft, Intellectual Precursors of the Mexican Revolution, 1900-
1910, p. 193.
6
Ricardo y Jesús Flores Magón, Batalla a la dictadura, México, Empresas Editoriales,
1948, p. 127.
7
Manuel González Ramírez, Planes políticos y otros documentos, México, fce, 1954, p. 105.

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de Guerrero, firmado por los estados de Michoacán, Tlaxcala, Campe-


che, Puebla, Guerrero y el Distrito Federal. En este plan se declaraba:
“Queda abolida la centralización de la enseñanza, estableciendo en su
lugar, la federalización de la misma”.8 Era así cómo empezaba a surgir
la idea de la federalización de la enseñanza.
Todos estos manifiestos indican la ansiedad que existía en el país
por tener una educación que lo llevara hacia el progreso y que lo sacara
de la mala situación en que se encontraba. Las ideas que en ellos se
expresan fueron utilizadas por los revolucionarios, quienes considera-
ban a la instrucción pública como parte importante de sus programas
políticos.
Por su parte, Francisco I. Madero pensaba que para cambiar la
mala situación en que se encontraba el país eran necesarias dos cosas:
1) elecciones honestas y 2) la instrucción del pueblo. Consideraba a
la educación como el medio para que un pueblo llegara a ser fuerte y
como la base para el progreso y engrandecimiento del país. Esta últi-
ma es una idea liberal que aparece desde el siglo xix. Madero afirmaba
que la “civilización no se lleva en la punta de las bayonetas, sino en los
libros de enseñanza”.9
Una vez en la presidencia, Madero anunció que se habían hecho
esfuerzos para que los niños asistieran a la escuela, tales como los co-
medores escolares, el impulso que se había dado a las instituciones de
educación superior y universidades, y que se había puesto en práctica el
decreto para crear escuelas de instrucción rudimentaria en todo el país.
Sin embargo, debido a la reducción del presupuesto, no se fundaron
todas las escuelas que Madero había propuesto.
Al revisar todas estas ideas es factible darse cuenta de que los hom-
bres de la Revolución veían en la educación la panacea para los proble-
mas del país y cómo trataban de mejorarla por todos los medios.
Como se dijo con anterioridad, estas ideas sobre el derecho a la
educación no son algo que surgió en el periodo revolucionario, sino
que los liberales, desde el siglo xix, ya las habían mencionado. Sin em-

8
Ibidem, p. 68.
9
Arnaldo Córdova, La ideología de la Revolución Mexicana. La formación del nuevo
régimen, México, Era, 1973, p. 112.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 87

bargo, la Revolución apenas comenzaba y aún faltaban muchos cam-


bios que afectarían a la política educativa del país.
Con el Cuartelazo de la Ciudadela, Victoriano Huerta tomó el po-
der y nombró como ministro de Instrucción Pública a José María Lo-
zano. El 1o. de abril de 1913 anunció que el gobierno había resuelto
aumentar el número de escuelas de enseñanza rudimentaria a las que
consideraba como el único medio para salvar al país y asegurar nuestra
nacionalidad.
Asimismo, el 12 de enero de 1914, decretó el Reglamento para la
Inspección Moral del Personal de los Establecimientos de Educación
Pública, por el cual se delegaba a los padres de familia la responsabi-
lidad de vigilar la conducta del personal que trabajaba en las escuelas.
Este documento revela el estado en que se encontraba la educación,
ya que si un presidente ordenaba a los padres una inspección de esta
clase, era porque la situación se presentaba muy difícil y no era posible
controlarla. Sin embargo, la situación no sólo estaba difícil en el campo
educativo, sino en todos los ramos de la administración pública, por lo
que, finalmente, Huerta tuvo que salir del país.
La Revolución que desencadenó el Cuartelazo de Huerta cundió,
sobre todo, en el norte del país, en donde Plutarco Elías Calles lanzó
un manifiesto: “Tierra y Libros para Todos”. Este documento fue su
programa de gobierno en Sonora y en él le dio mucha importancia a
la instrucción pública, a la que consideraba como la “base más firme
de la verdadera democracia”. Proponía que en todos los lugares en donde
hubiera “500 habitantes, de 50 familias y en cualquiera agrupación
que se cuente siquiera con 20 niños de ambos sexos, se establezcan
escuelas”. También se refería a las compañías mineras e industriales,
las cuales tendrían la obligación de establecer escuelas con la finalidad
de que la “instrucción obligatoria fuera efectiva”. Mencionaba que en
todas las localidades en donde hubiera “escuelas de niños de segunda
clase” se abrirían “establecimientos de educación para adultos de am-
bos sexos”. Otra idea interesante era la de fundar una “Escuela Normal
para profesores y otra para profesoras en la capital del estado”, en don-
de se instalarían “internados y becas” para quienes se distinguieran por
su “talento y laboriosidad”. Asimismo, se refería a la apertura de una
“biblioteca pública o por lo menos de un gabinete de lectura” en cada

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cabecera de municipio. Sobre el maestro, comentaba que había que


“dignificarlo, mejorándole en su situación”, ya que había sido “poster-
gado y no se le ha dado el lugar que le corresponde”; agregaba que ha-
bía que darle mayores “consideraciones dada la noble y elevada misión
que desempeña”. Finalmente, afirmaba que el Ejecutivo iba a nombrar
a “conferencistas” para que por todo el estado dieran “conferencias
sobre civismo y amor patrio”.10 Era así como Plutarco Elías Calles se
proponía impulsar la instrucción pública en todo el estado de Sonora.
En 1915, la Convención de Aguascalientes, dentro de las modifi-
caciones hechas al Plan de Ayala, hablaba de la necesidad de establecer
escuelas regionales de agricultura, con lo que se proponían mejorar los
métodos de cultivo y beneficiar a los campesinos. Del mismo modo,
la Soberana Convención Revolucionaria, en 1916, veía la necesidad de
establecer escuelas rudimentarias y escuelas normales en cada estado,
además de remunerar de un modo justo al profesorado y darle mayor
importancia a la “enseñanza de las artes manuales y aplicaciones indus-
triales de la ciencia”.11
Todos estos revolucionarios, desde Madero hasta los miembros de
la Soberana Convención, de uno u otro modo, se preocuparon por
mejorar la educación y, casi todos, hablaron de la importancia de las
escuelas rudimentarias. Esto se debía al gran porcentaje de analfabe-
tismo que existía en el campo, fue esta escuela la “pesadilla” de todos
aquellos que tuvieron que ver con la instrucción pública ya que, por
un lado, se reconocía el derecho que tenían todos los niños a que se
les educara y, por otro, tenían que luchar en contra de los padres de
familia, quienes no comprendían el beneficio que traería para sus hijos
la instrucción pública.
Los anhelos de muchos revolucionarios que participaron en este
movimiento quedaron plasmados en la Constitución de 1917. Sin em-
bargo, estos anhelos no eran algo nuevo, sino sólo el resumen de toda
una trayectoria que se había iniciado con la Independencia de México,
como se ha expuesto hasta ahora.

10
Plutarco Elías Calles, Programa de gobierno, Agua Prieta, Sonora, agosto 4 de 1915,
aft, fondo pec, “Decretos y circulares”, t. I, pp. 4 y 5.
11
M. González Ramírez, op. cit., p. 68.

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Congr esos naciona les de Educación


Pr i m a r i a r e a liz a dos entr e 1911 y 1913,
y congr esos pedagógicos r e a liz a dos
entr e 1915 y 1916

Cabe mencionar que el magisterio continuó con sus actividades a pesar


del movimiento revolucionario. Muchos eran los temas que los inquie-
taban, como ya se mostró en el punto anterior, por lo que se organiza-
ron para la realización de diversos congresos.
Así, en la Segunda Reunión del Congreso Nacional de Educación
Primaria, realizada en la Ciudad de México entre septiembre y octubre
de 1911, se tocaron los siguientes temas:

1) ¿Debe federalizarse la educación primaria en la República?


2) ¿Qué medios deben emplearse para hacer efectivo el precepto de la
educación primaria obligatoria en todo el país?
3) ¿Qué intervención debe tener el Estado en las escuelas primarias no
oficiales?12

Todos los estados, a excepción de los de San Luis Potosí, Sonora, Tabas-
co y Tlaxcala, enviaron a sus delegados. En el primer punto, la Comi-
sión que discutía el tema de la federalización primero definió el sentido
de dicha medida y después la rechazó. El segundo punto, sobre la obli-
gatoriedad de la enseñanza, también fue muy debatido y tampoco se
llegó a algún acuerdo. La discusión versó sobre leyes, construcción de
escuelas con muebles, alimento para los alumnos, así como reglamen-
tar para que no trabajaran y hacer más flexibles los horarios, organizar
la inspección escolar, el fomento de congresos pedagógicos locales, el
mejoramiento del salario del magisterio, sus jubilaciones, y la creación
de bibliotecas escolares, ya fuera fijas o ambulantes, entre otros temas.
Finalmente, sobre la intervención del Estado en las escuelas primarias
no oficiales, se llegó a la conclusión de que éste debía informarse acerca
de la organización y marcha de dichas escuelas, así como conocer las

12
Ernesto Meneses Morales, Tendencias educativas oficiales en México, 1911-1934, Méxi-
co, cee, 1986, p. 93.

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90 • H ac i a l a C ons t i t uc ión de 1 9 1 7

materias que se impartían y exigir el envío de la asistencia escolar y de


los datos estadísticos de esos establecimientos.13
Gran parte de lo que se había planteado no se pudo realizar debido
a la zozobra por la lucha armada y al pillaje que existía en gran parte
del país. No obstante, se perfilaron y discutieron temas importantes
que tocaban problemáticas que existían en todo el país. Se decidió que
el siguiente congreso se realizaría en la ciudad de Jalapa, Veracruz.
Bajo el gobierno de Francisco I. Madero se inauguró, el 15 de oc-
tubre de 1912, en la mencionada ciudad veracruzana, la Tercera Reu-
nión del Congreso Nacional de Educación Primaria. Los temas que se
discutieron fueron:

1) Si eran buenas las escuelas mixtas o sólo tolerables.


2) Si se debía expedir un programa único para las escuelas primarias
en general o si convenía uno para las urbanas y otro para las rurales.
3) Si convenía que la enseñanza fuera uniforme en todo el país y en
qué debía consistir esa uniformidad.14

En esta ocasión todos los estados, excepto Coahuila y Zacatecas,


enviaron delegados. Algo interesante es que, a diferencia de los dele-
gados que participaron en la reunión anterior, dos estados enviaron a
maestras. De esta forma, San Luis Potosí envió a Ana María Berlanga
y Tamaulipas, a Estefanía Castañeda, una de las fundadoras de las es-
cuelas de párvulos. De esta forma empezaba a perfilarse la presencia
femenina en la educación.
Sobre el punto relacionado con las escuelas mixtas, se resolvió que
éstas no eran recomendables, por lo que las existentes se transforma-
rían en unisexuales y sólo se tolerarían en el caso de que éstas no pu-
dieran establecerse y únicamente para niños menores de 10 años. En
el segundo punto se resolvió que habría dos programas: uno para las
escuelas rurales y otro para las urbanas. En el último punto, acerca
de la uniformidad de la enseñanza, se resolvió que sería uniforme en

13
Ibidem, pp. 96-99.
14
Ibidem, p. 108.

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cuanto a que en todas las escuelas se deberían formar los “rasgos del
alma nacional”.15
La Cuarta Reunión del Congreso Nacional de Educación Primaria
tuvo lugar en San Luis Potosí, en octubre de 1913. Los temas que se
discutieron fueron:

1) De qué medios debe valerse la escuela para estrechar los lazos de la


familia mexicana.
2) La inamovilidad del profesorado.
3) Los fines, programas y organización de la escuela rudimentaria.16

De nuevo en este congreso nos encontramos con la presencia de


algunas maestras. Así, por el Distrito Federal estaba Genoveva Cortés
y por San Luis Potosí, Mercedes Vargas y Ángela Martínez. De hecho,
la presencia femenina en el magisterio la encontramos desde fines del
siglo xix, de aquí que poco a poco su voz se escuchara en algunos con-
gresos nacionales.
Sobre el primer punto, en donde se enfatizaban los medios de los
que debería valerse la escuela para estrechar los lazos de la familia
mexicana, se mencionaron diversas alternativas como: la unidad lin-
güística de la nación, la modificación de la enseñanza de la historia
patria para que tuviera una orientación moral y práctica, la necesidad
de darle a la instrucción cívica una mayor importancia en los progra-
mas, uniéndola con la historia patria, y que la enseñanza de la geogra-
fía llevara al conocimiento del país y sus habitantes.
En cuanto al segundo punto, relacionado con la inamovilidad del
profesorado de primaria, se enfatizó en que no se aceptaba dicha ina-
movilidad y se solicitaba que los estados promovieran ante sus congre-
sos la forma legislativa necesaria para que ninguna profesora o profesor
fuera destituido de su cargo sin causa justificada.
El tercer punto, acerca de los fines, los programas y la organización
de la escuela rudimentaria, causó una amplia discusión. Entre las reso-
luciones a las que se llegó se puede mencionar que su objetivo era el de

15
Ibidem, pp. 110-112.
16
Ibidem, p. 135.

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difundir los rudimentos de la educación elemental en todas las regiones


del país en donde no hubiera esta enseñanza.
En cuanto al programa, éste incluía: lengua nacional, las cuatro
operaciones de la aritmética, el conocimiento de los héroes nacionales,
las obligaciones para con la familia y las autoridades, nociones elemen-
tales de dibujo y ejercicios físicos, principalmente.
En lo que se refería a su organización destacaba: su desarrollo se
proponía en tres años, con un año escolar de 10 meses, y su ubicación
en zonas indígenas. También se referían a la fundación de escuelas noc-
turnas para adultos y a que los gobiernos de los estados la consideraran
como obligatoria.17
En 1914, se canceló la Quinta Reunión del Congreso Nacional de
Educación. A partir de esta fecha, los constitucionalistas convocaron a
congresos pedagógicos estatales en varias entidades, los cuales se desa-
rrollaron entre 1915 y 1916.
En 1915, se organizaron varios congresos pedagógicos. Uno de
ellos tuvo lugar en Jalapa, Veracruz, en donde se discutió la necesi-
dad de vincular la enseñanza primaria superior con la preparatoria.
Del mismo modo, se tocó el tema del laicismo. Uno de sus resultados
fue la Ley de Educación Popular de 1915, antecedente de lo plasmado
en la Constitución local de 1916 en cuanto a educación.
También en Mérida, Yucatán, en ese año se organizó un Congreso
Pedagógico, en el cual se discutió acerca de la escuela racionalista, la
Ley General de Educación Pública, así como la Ley de Enseñanza Ru-
ral, entre otros temas que inquietaban a dicho estado.
En el Congreso Pedagógico en Coahuila, realizado también en
1915, se llegó a conclusiones relacionadas con la forma de obtener los
mejores resultados educativos de la educación obligatoria, así como
la conveniencia de que dicha educación dependiera directamente del
estado.
Al finalizar 1915, en diciembre, se realizó un Congreso Pedagó-
gico en Guanajuato, en donde se discutió la necesidad de contar con
libros de texto reglamentados para la enseñanza de la lectura, la arit-

17
Periódico Oficial del Estado Libre y Soberano de San Luis Potosí, 28 de octubre de 1913,
pp. 4-6

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 93

mética, la lengua nacional, la geografía, la historia, las ciencias físicas y


naturales, al igual que la geometría.
Otros fueron los congresos pedagógicos de Sonora e Hidalgo, am-
bos realizados en 1916. En el primero, de nuevo su objetivo se centró
en la forma de mejorar la educación primaria. En cuanto al segundo, su
principal preocupación fue la necesidad de fundar una Escuela Normal
para maestros rurales.18

Ca rta s del m agister io en l a s qu e


se m enciona n los problem a s
por los qu e pa sa ba n e infor m es
sobr e l a sit uación de l a
instrucción pú blica

Las cartas de los docentes que prestaron sus servicios durante el mo-
vimiento revolucionario se encuentran dispersas en los archivos esta-
tales y municipales. Así, no fue sino hasta después de la creación de la
Secretaría de Educación Pública (sep), en 1921, con la federalización
de la enseñanza, que en el Archivo Histórico de dicha Secretaría se
empezaron a conservar los materiales relacionados con la vida cotidiana
del magisterio en toda la República Mexicana, entre 1921 y 1940. No
obstante, me he encontrado con algunas fechadas entre 1919 y 1920
que a continuación menciono.
En una carta fechada en diciembre de 1919, un inspector reportaba
lo siguiente:

Nuestro pueblo es pobre, es pavorosamente pobre, hay lugares donde la


gente se alimenta de nopal, chile, tortillas y pulque. Aquí en Querétaro,
no comen carne, ya que no tienen medios para adquirirla, tampoco beben
leche y el pan no se conoce en muchos pueblos de la sierra. A estos pueblos
es a donde llegan maestras y maestros rurales poco preparados, pobres, sin
elementos. Ellos y ellas han buscado en la escuela rural un medio de vida
que no habían encontrado en otras actividades. Todos se presentan comple-
tamente desarmados, a pueblos azotados por la miseria, por la guerra, por el

18
E. Meneses Morales, op. cit., pp. 150-168.

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desabasto, por la ignorancia, por el fanatismo…19

Este reporte nos da una idea de las difíciles condiciones en que se


encontraban las comunidades y sus habitantes. Era ahí en donde el
magisterio prestaba sus servicios.
Las escuelas estaban retiradas y en ocasiones era difícil su acceso,
por lo que los docentes llegaban montando a caballo. En Querétaro,
muchos planteles estaban situados en “lugares apartados de los centros
de población”. Otras escuelas, además de estar alejadas, tenían un clima
muy malo. Tal era el caso de la escuela ubicada en Concá, en la Sierra
Gorda de Querétaro, que no funcionaba debido a que ningún maestro
y menos aún las maestras querían ir ahí, ya que el “clima era mortífero”.
A la lejanía en donde se encontraban las escuelas se sumaba el hecho de
que la mayoría de ellas carecía de útiles escolares, pizarrones y gises.
Las maestras se quejaban porque se enfermaban a causa de las ma-
las condiciones en que trabajaban; además, no contaban con medica-
mentos ni con los servicios de un hospital, por lo que muchas de ellas
morían.
Otros problemas a los que se enfrentaban las maestras rurales era
la falta de nombramientos y, en consecuencia, el retraso en sus pagos,
así como el ausentismo escolar y el no contar con los materiales para
impartir sus clases. Una de las maestras comentaba: “Los niños están
muy pobres, no puedo pedirles que hagan ejercicios físicos porque se
están desmayando de hambre, vienen a la escuela con un mísero taco y
a veces vienen con una o dos tortillas para su comida, ya que no pueden
regresar a comer a sus casas porque viven lejos y tienen que caminar
durante más de una hora”. Otra más decía: “No tenemos agua para
beber, el agua que tomamos apesta a azufre, otra es agua estancada
que no la quieren ni los animales; no tengo mesa-bancos, los niños no
tienen dónde escribir”.20
Un municipio que guarda cartas del magisterio durante el movi-
miento revolucionario es San Juan del Río, en Querétaro. De aquí que

19
Archivo Histórico de la Secretaría de Educación Pública, “Reportes de Inspectores en
Querétaro”, caja 35, expediente 18, 1919.
20
Archivo Histórico de la Secretaría de Educación Pública, “Cartas de maestras rurales
en Querétaro”, caja 38, expedientes 12-14, 1919.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 95

para este artículo voy a tomarlo como ejemplo de lo que sucedía en la


mayoría de los municipios en diversas entidades del país.
Uno de los problemas que se detectan es el del mal estado de los
edificios escolares. De hecho, al igual que durante el Porfiriato, todavía
no hay espacios físicos adecuados para albergar a los alumnos durante
las horas de clase. A continuación menciono algunos ejemplos relacio-
nados con este problema.
El director de la escuela de niños en San Juan del Río escribía una
carta en la que decía que el edificio escolar se encontraba en “muy
malas condiciones”. Faltaba una puerta en uno de los salones, había
goteras, la tubería de agua estaba rota desde hacía más de un mes y
faltaban vidrios en algunas ventanas, además de chapas en las puertas.
Estaba alarmado porque se había “desplomado una columna debido al
deplorable estado en que se encontraba la madera”. Agregaba que los
dos locales en donde recibían clase los alumnos de 1o. y 2o. años eran
“muy pequeños, con techo de tejamanil y teja, además estaban muy
húmedos por las goteras en tiempo de lluvias”. Explicaba que el local
contiguo, en donde se daban las clases de dibujo, era mejor. Ahí vivía
el jefe de la policía y se podría comunicar con la escuela si se abría una
puerta. Comentaba que este local tenía “patio propicio para los ejerci-
cios gimnásticos, tan importantes hoy en día”. Por ello, solicitaba que
le proporcionaran el otro local.21
Otro de los problemas que se presentaban en las escuelas era la falta
de agua. En ocasiones se debía a que la “tubería estaba rota” y no se
había reparado, pero en la mayoría de los casos el problema era que no
existía agua corriente en la comunidad y, por lo tanto, tampoco la había
en la escuela. De aquí que algunos niños fueran los “encargados de ir
por el agua al río”, lo que dificultaba que la “higiene escolar se llevara a
cabo”.22 En otras investigaciones que he realizado sobre el Porfiriato he
encontrado que los docentes se quejaban porque los niños llegaban su-
cios y sin peinarse a la escuela por la falta de agua en las comunidades.23

21
Archivo Municipal San Juan del Río, Querétaro, Presidencia. Documentos relaciona-
dos con el estado que guardan los edificios escolares en el municipio, 1911-1913.
22
Archivo Municipal San Juan del Río, Querétaro, Presidencia. Documentos relaciona-
dos con la falta de agua en las comunidades y escuelas, 1915.
23
Para contar con mayor información sobre los temas de las cartas del magisterio a fines

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96 • H ac i a l a C ons t i t uc ión de 1 9 1 7

En cuanto a los útiles escolares, éstos llegaban a Querétaro por


medio de los Ferrocarriles Nacionales, por lo que los maestros le es-
cribían al prefecto de San Juan del Río para que enviara por ellos y los
repartiera en las escuelas, proceso que llevaba varias semanas, por lo
que no siempre se contaba con lo necesario al inicio del ciclo escolar.
Esta práctica se pudo continuar mientras los ferrocarriles no fueron to-
mados por los revolucionarios. Cuando esto ocurrió, el envío de útiles
escolares se dificultó mucho en ese estado.
Entre los útiles escolares, además de pizarra, pizarrines, porta plu-
mas y tinteros, también solicitaban planos de América, México y Que-
rétaro, además de los de Asia, Europa y África; planos de geografía
física; una esfera terrestre; tratados de agricultura; tratados de escritu-
ra-lectura, y libros sobre nociones de historia patria.24 Esto nos indica,
por un lado, la importancia que en las escuelas rurales se le daba a la
geografía y, por otro, a la agricultura, práctica que en los años veinte y
treinta nucleó la vida de las escuelas rurales.
El panorama que aquí se describe forma parte de la vida cotidiana
de muchas de las escuelas rurales en todo el país. De hecho, aun cuando
encontramos escuelas rurales desde el Porfiriato, hubo un esfuerzo por
parte de los diversos gobiernos de los estados por ampliar esta educación.
Incluso en varias entidades se puso en práctica la educación rudimentaria.
En lo que se refiere a los informes, presentaré el resumen del que
realizó el profesor Gregorio Torres Quintero. Así, a pesar de que en estas
cartas sólo se describe el mal estado de la instrucción pública en Queré-
taro y en el municipio de San Juan del Río, también nos encontramos
con malas condiciones en la Ciudad de México. A continuación descri-
biré el informe que presentó Torres Quintero sobre las escuelas munici-
pales en la capital de la República Mexicana, el 31 de agosto de 1921.25

del Porfiriato se puede consultar mi libro Soledad compartida. Una historia de maestros:
1908-1910, 2a. ed., pról. Pablo Latapí, México, ciesas, 2010.
24
Archivo Municipal San Juan del Río, Querétaro, Presidencia. Documentos relaciona-
dos con: “Útiles escolares en diversas comunidades”, años de 1913 a 1915.
25
Archivo Histórico del Distrito Federal, Instrucción Pública en general, V. 2671, “Las
escuelas municipales de la ciudad de México. Estado que guardan y sugestiones para su
mejoramiento. Informe presentado al presidente municipal por el profesor Gregorio
Torres Quintero”, 31 de agosto de 1921.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 97

Este profesor había visitado 24 escuelas primarias, 12 de niños y


12 de niñas, además de dos escuelas de párvulos o kindergartens que
se encontraban en diversos puntos de la Ciudad de México. Reportaba
que en la mayoría de estas escuelas sólo se contaba con cuatro años
de instrucción y no con seis, como era de esperarse. Por lo general, el
primer año no contaba con maestro, por lo que el director lo atendía,
descuidando sus obligaciones. También reportaba que muchos alum-
nos no tenían mesa-bancos y escribían sentados en el suelo, colocando
los cuadernos sobre sus piernas. Dicho problema llevaba a que, en al-
gunas escuelas, los estudiantes tuvieran que amontonarse en los pocos
pupitres que había, lo cual dificultaba la escritura y el dibujo, principal-
mente. Denunciaba la aglomeración de alumnos en pequeños espacios,
salones oscuros, sin luz ni ventilación, con los vidrios de las ventanas
rotos, además de que los patios para el recreo eran muy pequeños.
Mencionaba una escuela en Santa María la Ribera en donde los niños
se sentaban sobre el bracero y los salones eran tan oscuros que parecían
calabozos, además de que no contaban con lavabos ni mingitorios y era
necesario colocar dos excusados y abrir tragaluces. Para el cultivo de la
hortaliza, que era una de las materias que se encontraban en el currí-
culum de estas escuelas, la mayoría lo hacían en cajones de madera o en
pequeñas macetas debido a que carecían del espacio para su realización.
Los maestros, comentaba, se quejaban por sus bajos salarios y por la
carga de trabajo, ya que a su labor cotidiana al interior del aula se su-
maba que tuvieran que presentar sus “diarios pedagógicos”, en los que
anotaban los temas que se trataban cada día de la semana. Concluía
que existía una “insuficiencia del servicio de educación primaria en la
capital de la República”, lo cual se debía en parte a que el municipio de
la ciudad era pobre porque el “Gobierno de la Ciudad de México, se
queda con la mayoría de los ingresos”.26
Es así que el resumen de este informe da cuenta de que la mala
situación de la instrucción pública no era privativa de las áreas rurales,
sino que incluso en la capital de nuestra nación la enseñanza se encon-
traba en muy malas condiciones.

26
Idem.

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98 • H ac i a l a C ons t i t uc ión de 1 9 1 7

En este punto se mostró cómo muchos maestros, a pesar del movi-


miento revolucionario, continuaban trabajando al frente de sus escue-
las, las cuales tenían muchas carencias, como se puede leer en sus cartas
e informes. Sin embargo, otros más tomaron las armas y se unieron a
los revolucionarios como se verá en el siguiente apartado.

Pa rticipación del m agister io


du r a nte el mov i m iento r evoluciona r io

Muchos de los maestros que participaron en este movimiento eran los


de tercer orden, que eran quienes no habían obtenido un trabajo en la
ciudad, por no haber concluido sus estudios en las escuelas normales, y
tenían que emigrar al campo. Algunos se encontraban con problemas al
llegar a las comunidades, pero muchos otros eran muy bien aceptados,
ya que poseían el arte de leer y escribir. Al estallar el movimiento revo-
lucionario, varios de estos maestros tomaron las armas y tuvieron una
participación muy activa. Las maestras, por su parte, colaboraron como
enfermeras, o bien, como enlace y correo entre los revolucionarios.
En cuanto a los estados, en el norte encontramos varios maestros
de Coahuila que se unieron a Carranza, como David Berlanga, Ga-
briel Cervera e Ignacio Cortinas. En cuanto a las maestras, se puede
mencionar a Julia, Francisca y Carolina Blackaller, quienes, junto con
Esther Colunga, se unieron al ejército de Carranza como enfermeras.
Asimismo, Hermila Galindo fue la secretaria particular del Primer Jefe
Constitucionalista.
Me detengo un momento para mencionar el caso de Francisca
Blackaller, originaria de Monclova, Coahuila, a quien en 1982 tuve la
oportunidad de entrevistar en su casa en la Ciudad de México. Ella me
comentaba que, al concluir su primaria, se fue a estudiar a la Escuela
Normal de Saltillo. Estaba pensionada por el gobierno del estado de
Coahuila y recibía mensualmente 12 pesos. En 1910, terminó sus estu-
dios en la Normal y, como había estallado el movimiento de Madero,
se regresó a Monclova, en donde trabajó en una primaria debido a que,
como ella decía, “todavía no llegaba la bola a ese lugar”.
Al levantarse Carranza en contra de Huerta, la maestra me co-
mentó que se le unió y se fue con él como enfermera, junto con sus

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 99

hermanas y primas. Primero se fueron a Piedras Negras, de ahí pasa-


ron en ferrocarril a Eagle Pass, Texas, en donde les pusieron tiendas
de campaña para que atendieran a los heridos. Hacia 1914, se fueron
a Monterrey con Pablo González. Al llegar Carranza a la presidencia,
ella regresó a Monclova, en donde ejerció de nuevo como maestra
de primaria. Finalmente, se vino al Distrito Federal en busca de una
“mejor vida”.27
En Chihuahua, Braulio Hernández se unió a Orozco y redactó el
Plan de Santa Rosa. Por su parte, Mariana Gómez Gutiérrez, quien era
maestra de una escuela primaria en Ojinaga, había establecido contacto
con los magonistas desde 1906, ayudándolos a distribuir el periódico
Regeneración.28 Sin embargo, fue hacia 1912 cuando se unió a Madero
y después a Villa. Con él luchó en contra de los orozquistas en diciem-
bre de 1913.
En Morelos destaca Otilio Montaño, quien redactó el Plan de Aya-
la para Zapata. Asimismo, nos encontramos con la maestra Guadalupe
Romero, viuda de González, quien trabajaba en una escuela primaria
superior en ese estado. Durante el movimiento revolucionario se unió
a los zapatistas, con quienes llevó a cabo labores de enlace y correo.29
Varios fueron los maestros de Nuevo León que se unieron a Ca-
rranza, como Francisco García, Leonardo Garza y Moisés Sáenz, quien
posteriormente se convirtió en el ideólogo y promotor principal de la
educación pública en la época en que Plutarco Elías Calles ocupó la
presidencia. Fue él quien consideraba a la escuela rural como la “pro-
yección de la comunidad y un agente socializador”.30
En Oaxaca, Abraham Castellanos se levantó en contra de Huerta,
por lo que fue encarcelado y murió en 1918.
En Puebla, destaca la participación de varias maestras como Gua-
dalupe Narváez, Paulina Miravar, Aurelia Báez, Carlota Ramírez y las

27
Entrevista realizada por Luz Elena Galván a la maestra Francisca Blackaller el 12 de
marzo de 1982.
28
Archivo Personal E.D. Turner, “Blas Lara Césares: Historia de un retrato: Profesora
Mariana Gómez Gutiérrez”, 1955.
29
Ángeles Mendieta Alarcón, La mujer en la Revolución Mexicana, México, inehrm,
1961, p. 109.
30
E. Meneses Morales, op. cit., p. 686.

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hermanas Pinto (Herlinda, Enriqueta, Natalia y Hortensia). Ellas se


dedicaron a difundir las ideas revolucionarias en sus escuelas, también
atendieron hospitales de campaña, consiguieron auxilio para la pobla-
ción civil, ejecutaron labores de enlace y correo, y en ocasiones, parti-
ciparon como combatientes.31
Librado Rivera, en San Luis Potosí, fue la mano derecha de Ricar-
do Flores Magón durante su exilio. Además, en esa entidad federativa se
encuentran: Luis Toro, quien publicaba un periódico contra Díaz, que
fue aprehendido y murió en prisión; el maestro rural Graciano Sánchez,
quien se unió al movimiento revolucionario desde el inicio y entre 1938
y 1939 fue nombrado primer jefe del Departamento de Asuntos Indíge-
nas; así como Filomeno Mata, profesor y periodista, quien escribía contra
el régimen de Díaz y para 1893 llevaba 45 ingresos a la cárcel de Belén,
al estallar la Revolución se unió a Madero y murió en Veracruz en 1911.
En Sonora está el caso de Plutarco Elías Calles, oriundo de Guay-
mas, maestro de primaria, quien desde los inicios del constitucionalis-
mo abrazó la causa revolucionaria.
También en Tamaulipas encontramos a varios maestros: Andrés
Osuna y Juan Rincón, quienes se unieron a Carranza; Alberto Carrera
Torres, quien actuó como consejero revolucionario; al igual que Lauro
Aguirre, quien desde 1902 escribía en contra de Díaz en el periódico
Evolución social, en el Paso, Texas.
A maestros veracruzanos como Roberto Medellín, Filiberto Var-
gas, Manuel Chao y Gildardo Avilés, los encontramos colaborando
tanto con Francisco I. Madero como con Venustiano Carranza; asi-
mismo, María Josefa Álvarez, profesora de instrucción primaria en su
estado, difundió en su escuela las ideas revolucionarias. Más tarde fue
una de las enfermeras en el ejército de Carranza.32
Otra maestra oriunda de Progreso, Yucatán, Rosa Torres, participó
al lado de los revolucionarios yucatecos. También en este estado nos
encontramos con María Josefa García, quien en 1913 se recibió de la
Escuela Normal de Mérida, Yucatán, su estado natal. Sin embargo,

31
Ibidem, pp. 55-58.
32
Artemisa Sáenz Royo, Semblanzas. Mujeres mexicanas. Revolucionarias ideológicas,
México, Imprenta M. León Sánchez, 1960, p. 39.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 101

ya desde 1910 había conocido a Madero y a José María Pino Suárez,


con quienes sostuvo correspondencia, ya que la consideraban como
“militante política”. En 1915, se afilió al Partido Socialista del Sureste
y distribuyó proclamas y decretos. Junto con su esposo, se relacionó
con Carrillo Puerto y, en la clandestinidad, efectuó actividades parti-
distas. Durante cuatro años desplegó una intensa actividad política en
Yucatán. Fue entonces cuando el voto femenino adquirió vida en ese
estado. Finalmente, se sabe que participó en el Congreso Pedagógico
auspiciado por el general Alvarado en 1915 y en el Congreso Obrero
de Motul en 1918.33
En el estado de Zacatecas nos encontramos con Eulalia Guzmán,
quien a la muerte de Francisco I. Madero formó, junto con otras maes-
tras, el Club Lealtad. También de esta entidad es José Valenzuela,
quien se unió a los carrancistas.34
Sin embargo, no sólo en el campo, sino también en la ciudad, varios
alumnos de la Escuela Normal se unieron a Francisco I. Madero desde
1909. Al ser asesinado, empezaron a repartir propaganda en contra de
Huerta. Algunos murieron en el campo de batalla. Hacia 1914, otros
normalistas se unieron al ejército de Álvaro Obregón como Adolfo Ci-
enfuegos, Gabriel Leyva y Gerardo Martínez. En 1915, encontramos en
el Ejército del Noroeste a varios alumnos de la Normal de la Ciudad
de México: Julio S. Hernández, José Ángel Ceniceros y Daniel Báez.
Estos normalistas se rebelaron cuando Victoriano Huerta implantó en
su escuela el régimen militar.35
También la Escuela Normal de Profesoras participó en el movi-
miento de 1910. Varias maestras, de diferentes maneras, colaboraron
con Venustiano Carranza en contra de Victoriano Huerta. Entre algu-
nas de ellas se pueden mencionar a Margarita Robles de Mendoza, Ma-
ría Luisa Ross, Elisa Acuña, María Teresa Rodríguez, Rosaura Prado,
Julia Nava, Blanca y María Luisa Otero, Luz Vera y Rosaura Zapata,

33
Excélsior, 20 de julio de 1984, p. 18.
34
Luz Elena Galván, Los maestros de ayer. (Un estudio histórico sobre el magisterio: 1887:
1940), pp. 29-49
35
Cinosura Constantino Blancas, Presencia de la Escuela Nacional de Maestros en la his-
toria de México, México, Taller de Artes Gráficas de la Escuela Nacional de Maestros,
1971, p. 100.

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102 • H ac i a l a Cons t i t uc ión de 1 9 1 7

quien en 1908 realizó varios viajes a Estados Unidos y Europa con el


objeto de perfeccionarse en la enseñanza de párvulos o preescolar.
Entre las alumnas de la Escuela Normal que se unieron a la Re-
volución encontramos a Adriana García Corral, Carlota Jasso y María
Vignati. Ellas colaboraron, junto con Eulalia Guzmán y María Arias
Bernal, en el Club Lealtad de la Ciudad de México.36

Pa rticipación del m agister io en l a Socieda d


de Au tor es Didácticos M ex ica nos

Además de la participación del magisterio durante la Revolución, tam-


bién tuvo una importante participación en diversas sociedades. Una de
las más importantes fue la Sociedad de Autores Didácticos Mexicanos.
En 1918, el profesor Gildardo Avilés, junto con otros docentes,
inició una campaña en “pro del libro mexicano”. Lo anterior se debía a
que en febrero de dicho año, en varios diarios de la Ciudad de México,
se dio a conocer la “lista de textos que la Comisión Técnica de la Direc-
ción General de Educación Primaria había aprobado para los niños de
escuelas primarias elementales y superiores”, para el ciclo escolar 1919-
1920. La mayoría de esos libros habían sido editados por Appleton y
Compañía en Nueva York y, en segundo término, se enlistaban los
libros de “autores mexicanos”. Sin embargo, por ser estos libros “suple-
mentarios”, los alumnos no tenían la obligación de comprarlos y ya que
el gobierno no proveía a las escuelas de las “obras principales”, Avilés
comentaba que menos aún se preocuparía por enviarles las “suplemen-
tarias” que estaban escritas por el magisterio mexicano. Este maestro
concluía que la intención de la Comisión Técnica fue que en las escuela
sólo hubiera “libros de Appleton” y no de autores mexicanos.37
Por esto, el profesor Gildardo Avilés, junto con la señorita profeso-
ra María Luisa Ross, y el señor profesor Longinos Cadena, convocaron
a todos los autores mexicanos de libros escolares. Convocatoria a la
que muchos docentes respondieron, ya que no sólo se lesionaban los

36
L. E. Galván, La educación superior de la mujer en México: 1876-1940, México, ciesas,
p. 32.
37
Gildardo F. Avilés, En pro del libro mexicano, México, Imprenta Francesa, 1918, p. 10.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 103

“intereses de los autores y editores, sino también los de la educación de


los niños”. Finalmente, decidieron constituir la Sociedad de Autores
Didácticos Mexicanos, quedando como presidenta María Luisa Ross y
como secretario Gildardo Avilés.38
Cabe señalar que tanto la maestra Ross, oriunda del estado de Hi-
dalgo, quien se había formado en la Escuela Normal para Profesoras de
la Ciudad de México, como el profesor Gildardo F. Avilés, oriundo del
estado de Veracruz, quien se había formado con Enrique Rébsamen en
la Escuela Normal Veracruzana, escribieron varios libros de texto para la
infancia mexicana que asistió a la escuela en las primeras décadas del
siglo xx.39
En esta Sociedad se propusieron, entre otros puntos, realizar
una “crítica a los libros yanquis” que se había “pretendido declarar
de texto para las escuelas primarias”. Además de la profesora Ma-
ría Luisa Ross, también firmaron las siguientes maestras: Delfina C.
Rodríguez, Dolores Correa Zapata, Elisa Núñez, Elvira Nozari y
Paz Montaño. Entre los profesores, además de Gildardo F. Avilés, se
pueden mencionar a Daniel Delgadillo, Ezequiel A. Chávez, Genaro
García, Longinos Cadena, Julio S. Hernández, Teodomiro Manza-
no y Gregorio Torres Quintero, principalmente, siendo este último
quien redactó el “memorial”.40
Finalmente, el maestro Gildardo F. Avilés comentaba que la cam-
paña había tenido mucho éxito, ya que por un lado había renunciado
el director de Educación Primaria y, por orden del presiente de la Re-
pública, se había declarado “insubsistente” la lista de textos, nombrán-
dose a otra Comisión Técnica para que designara los nuevos libros
escolares.41 Fue así como esta Sociedad de Autores Didácticos Mexica-
nos logró su cometido.

38
Idem.
39
Algunos de los libros de texto escritos por la maestra María Luisa Ross y por el maestro
Gildardo F. Avilés se mencionan en las fuentes consultadas de este libro.
40
Gildardo F. Avilés, op. cit., pp. 9-11
41
Ibid., p. 11.

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104 • H ac i a l a Cons t i t uc ión de 1 9 1 7

R efor m a a l a rtícu lo 3o. constit uciona l


y l a su pr esión de l a Secr eta r í a
de Instrucción P ú blica y Bell a s A rtes

Al iniciarse el Congreso Constituyente de 1916-1917, Carranza había


propuesto el siguiente: “Art. 3o.— Habrá plena libertad de enseñanza
pero será laica la que se de en los establecimientos oficiales de edu-
cación y gratuita la enseñanza primaria superior y elemental, que se
imparta en los mismos establecimientos”.42
Ante este artículo volvieron a definirse las dos posiciones que se
habían planteado desde el principio: una radical y otra moderada. A
los primeros se les conoce con el nombre de jacobinos y a los segundos
como clásicos. Los jacobinos pugnaban por la reforma de dicho artí-
culo debido a que decían que la Iglesia ya le había causado demasiados
daños al país y temían que el artículo presentado por Venustiano Ca-
rranza diera lugar a que la instrucción religiosa siguiera adelante.
Los jacobinos, como Múgica, Celestino Pérez y Alonso Rivero,
consideraban al clero como el más “funesto y el más perverso enemigo
de la Patria”. Pensaban que si se dejaba la educación en sus manos,
acabarían por existir dos partidos que dividirían a la nación. Éste era
un pensamiento que ya desde José María Luis Mora se venía forman-
do. Otra idea que tenían era que la instrucción religiosa se oponía “al
desarrollo moral de la sociedad” y “contribuía a contrariar el desarrollo
psicológico natural del niño”.43
Finalmente, en la Constitución de 1917 el artículo 3o. quedaba
reformado del modo siguiente:

La enseñanza es libre, pero será laica la que se dé en los establecimientos ofi-


ciales de educación lo mismo que la enseñanza primaria elemental y superior
que se imparta en los establecimientos particulares. Ninguna corporación
religiosa, ni ministro de algún culto, podrán establecer o dirigir escuelas de

42
Cámara de Diputados, México a través de sus constituciones, t. III: Derechos del pueblo
mexicano, México, XLVI Legislatura, 1967, p. 93.
43
Diario de los debates del Congreso Constituyente 1916-1917, facsímil, t. 1, México, Insti-
tuto de Investigaciones Jurídicas-unam/inehrm (Biblioteca Constitucional), 2014, pp.
542 y 697.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 105

instrucción primaria. Las escuelas primarias particulares sólo podrán esta-


blecerse sujetándose a la vigilancia oficial. En los establecimientos oficiales se
impartirá gratuitamente la enseñanza primaria.44

Por enseñanza laica la Comisión entendía a aquélla ajena a toda creen-


cia religiosa, la que trasmite la verdad y desengaña del error, inspi-
rándose en un criterio rigurosamente científico. Esta idea de trasmitir
la verdad la encontramos ya desde el Manifiesto del Partido Liberal
Mexicano, lanzado por los Flores Magón en el año de 1906.
Dentro del grupo clásico se encontraban hombres como Félix Ful-
gencio Palavicini, Cravioto, Pedro Chapa, Alberto Román y Monzón,
quienes buscaban la libertad y decían que si se quería combatir a las
escuelas del clero, debería hacerse de un modo coherente, debido a que
90 por ciento de la población era católica. Afirmaban que la naciona-
lidad estaba formada por la raza, la lengua y la religión, y que por esto
no era tan sencillo destruir a la religión católica, ya que formaba parte
de la nacionalidad mexicana.
Consideraban que el Estado debía exigir un mínimo de instruc-
ción al pueblo para que de este modo se pudiera llevar a cabo la obra
colectiva de progreso del país. Proponían que para que realmente fuera
efectivo el combate contra la escuela religiosa, se multiplicaran las es-
cuelas oficiales.
También sugerían que se cambiara el vocablo de escuela laica por el
de racional, con el objetivo de “expresar el espíritu de enseñanza en el
presente siglo”.45
Pensaban que la escuela racional podría terminar con el error que
se encontraba, principalmente, en los asuntos religiosos. Decían que la
escuela del siglo xviii enseñaba el error, la del siglo xix lo toleraba y,
debido a esto, pedían que la del siglo xx lo combatiera.46
A partir de 1917, tomó las riendas del gobierno Venustiano Ca-
rranza, quien ya desde el 3 de octubre de 1914 había lanzado un
manifiesto por el que pedía “que los municipios, en negociaciones de

44
Diario Oficial: Órgano del Gobierno Provisional de la República Mexicana, 4a. época,
t. V, núm. 30, 5 de febrero de 1917.
45
Diario de los debates, op. cit., pp. 543.
46
Ibidem, p. 220.

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106 • H ac i a l a Cons t i t uc ión de 1 9 1 7

más de 500 habitantes, expropien terrenos para escuelas, mercados y


casas de justicia”.47
Una vez nombrado presidente, Venustiano Carranza anunció ante
el Congreso la próxima desaparición de la Secretaría de Instrucción
Pública y Bellas Artes y la creación del Departamento Administrativo
de la Dirección General de Educación Pública, de la Dirección General de
Bellas Artes, de la Dirección General de la Enseñanza Técnica y de la
Universidad Nacional.
La Dirección General de Educación Pública estaba destinada a pro-
mover la reforma y difundir la educación popular en el Distrito Fede-
ral. En cuanto a la Dirección General de la Enseñanza Técnica, ésta se
creó para dar especial atención a las escuelas obreras.
Carranza pensaba que la escuela primaria y preparatoria debía
“preparar debidamente al niño y al joven para ocupar el lugar que
les corresponde en la sociedad”. Decía que la enseñanza debería ser
“laica, demostrable y práctica”. Consideraba que el objeto supremo de
la educación era “la formación del carácter en el que había de figurar
como factor importante el dominio propio y la conciencia íntima del
cumplimiento del deber”.48
Con la finalidad de impartir instrucción militar a los niños, en
1914 nos encontramos con un nuevo plan de estudios para la Primaria
Superior. Así, tanto en el primero como en el segundo año escolar, se
ofrecía a los niños “Ejercicios físicos y militares”, entre otras materias.
Posteriormente, en 1919, durante el gobierno de Carranza, Palavi-
cini, quien estaba a cargo del despacho de Instrucción Pública, publicó
un nuevo plan de estudios para profesores de educación primaria ele-
mental, en donde se encontraba la materia de “Ejercicios físicos y mili-
tares” durante los tres años de la carrera. Del mismo modo, los planes
de estudio para profesores de educación primaria superior incluían los
“Ejercicios físicos y militares”, tanto en cuarto como en quinto año.49
Finalmente, la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes,
fundada por Porfirio Díaz en 1905, fue suprimida por Venustiano Ca-

47
A. Córdova, op. cit., p. 199.
48
L. González y González (comp.), op. cit., p. 171.
49
Ernesto Meneses Morales et. al., Tendencias educativas oficiales en México, 1911-1934,
México, Centro de Estudios Educativos, 1986, pp. 195, 196, 199-202.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 107

rranza en 1917. Quien estuvo a cargo de la supresión fue el ingeniero


Félix F. Palavicini.
En el Diario Oficial se decía: “Desaparece la Secretaría de Instruc-
ción Pública y Bellas Artes y aparece el Departamento Universitario y
de Bellas Artes. […] Los Estados tienen también amplísimas facultades
para organizar la instrucción pública dentro de sus respectivos territo-
rios, y por lo tanto la influencia de la referida Secretaría es verdadera-
mente nula”.50
De la antigua Secretaría sólo quedó en pie la Dirección General de
Educación Pública. Como se dijo líneas antes, su objetivo consistía en
“promover la reforma y difusión de la educación en el Distrito Federal”.51
Palavicini comentaba que la supresión de la Secretaría de Instruc-
ción Pública y Bellas Artes se debió a la deficiente inspección técnica
de las escuelas en los territorios federales, a la mala vigilancia adminis-
trativa y a las dificultades que propiciaba la distancia y las malas comu-
nicaciones. Por esto, Venustiano Carranza acordó que:

La vigilancia administrativa y técnica de los establecimientos escolares que


existían en Quintana Roo, Nayarit y Baja California sur, quedaran bajo la
dependencia de las autoridades políticas correspondientes a esos Territorios,
y que desde el primero de junio próximo los gastos de esas escuelas los con-
sideraran los mencionados Territorios en sus particulares presupuestos.52

Jorge Vera Estañol comentaba que la supresión de la Secretaría de Ins-


trucción Pública y Bellas Artes era algo absurdo, debido a que “la sobe-
ranía de los Estados no puede ni debe interpretarse como soberanía de
la incultura y de la ignorancia”. Añadía que “la didactofobia del Primer
Jefe puede sintetizarse en la supresión de esta Secretaría”.53
Dicha supresión terminó con gran parte de la obra educativa que
hasta entonces se había realizado, debido a que las condiciones econó-

50
Diario Oficial: Órgano del Gobierno Constitucionalista de los Estados Unidos Mexicanos,
5a. época, vol. V, 29 de septiembre de 1917.
51
L. González y González (comp.), op. cit., pp. 183-184.
52
Boletín de Educación, t. 1, núm. 4, agosto de 1916, México, Imprenta Franco Mexicana.
53
Jorge Vera Estañol, Historia de la Revolución Mexicana. Orígenes y resultados, 1967,
pp. 613 y 528.

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108 • H ac i a l a Cons t i t uc ión de 1 9 1 7

micas de los ayuntamientos no les permitieron seguir adelante con la


instrucción pública.
Así, en 1917, el magisterio de la Ciudad de México se enfrentó a un
grave problema al quedar la educación en manos de los ayuntamientos.
Esta medida en nada ayudó al mejoramiento de la instrucción pública
y menos aún al de los maestros.
Para 1919 había ya dos mil maestros de la capital declarados en
huelga, debido a que no se les había pagado durante meses. Grupos de
obreros y estudiantes se solidarizaron con ellos. Sin embargo, nada de
esto sirvió y, finalmente, los docentes fueron cesados en masa.
El fracaso de la educación en manos de los ayuntamientos fue tan
grande que, a la caída de Venustiano Carranza, Adolfo de la Huerta
dispuso que el Departamento Universitario se constituyera en un orga-
nismo destinado a la orientación y vigilancia de la educación en todo el
país y que tuviera a su cargo las escuelas del Distrito Federal.
En septiembre de 1920, el presidente Adolfo de la Huerta anunció
ante el Congreso que se había terminado ya el proyecto para llevar a
cabo la federalización de la enseñanza y que se había progresado mu-
cho en la campaña contra el analfabetismo, la cual había quedado a
cargo de José Vasconcelos, rector de la Universidad desde el 9 de junio
de 1920.
José Vasconcelos afirmaba que en cuatro meses había conseguido
que un cuerpo de más de dos mil profesores honorarios enseñara el
alfabeto a 10 mil personas. Comentaba que se habían comprado libros
para formar bibliotecas populares y se habían fundado escuelas para
obreros en Guadalajara, Jalisco, y en Matehuala, San Luis Potosí.
Muchos problemas que habían surgido después del movimiento re-
volucionario, tanto en la educación pública como con el magisterio, indi-
caban la necesidad de que existiera una Secretaría de Educación Pública
a nivel nacional, la cual finalmente se creó en septiembre de 1921 y como
secretario se nombró a José Vasconcelos, lo que marca otro momento
dentro del derecho a la educación pública en nuestro país.

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Cr e ación de l a Secr eta r í a
de Educación P ú blica

E l nacimiento de esta Secretaría está unido al pensamiento de


José Vasconcelos, quien había formado parte del Ateneo de la
Juventud, donde había empezado a elaborar las bases de su futura
filosofía.
En los orígenes de la Revolución se asoció con Francisco I. Madero
y, posteriormente, bajo el gobierno de Eulalio Gutiérrez, fue ministro
de Instrucción Pública. Nunca simpatizó con el Primer Jefe, de aquí
que saliera del país y no volviera sino a la caída del gobierno carrancista.
Al subir Adolfo de la Huerta a la Presidencia, Vasconcelos fue nom-
brado rector de la Universidad y, posteriormente, en 1921, bajo el go-
bierno de Álvaro Obregón, ocupó el cargo de ministro de Educación
Pública. En el Ministerio duró dos años y ocho meses debido a que
renunció para presentar su candidatura a gobernador en su estado na-
tal, Oaxaca.
Durante su vida, José Vasconcelos desarrolló muchas actividades,
ya que fue literato, historiador, político y educador. Esta última faceta
será en la que me enfocaré en este libro: Vasconcelos educador.
Su obra educativa se inicia desde que Adolfo de la Huerta lo nom-
bró rector de la Universidad. Con ese motivo, el 9 de junio de 1920,
pronunció un discurso en donde se esbozaban algunas de sus ideas
sobre la enseñanza.

• 109 •

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110 • Cre ac ión de l a S ec re tar í a de E ducac ión P úbl ica

Entre otras cuestiones, mencionaba que los principales problemas


del país eran la pobreza y la ignorancia, por lo que pensaba que a él,
como rector de la Universidad y colaborador del gobierno revoluciona-
rio, le tocaba resolver el segundo problema.
Pedía a la Universidad que trabajara para el pueblo, con el fin de
que no existiera el contraste entre “un absoluto desamparo y una sabi-
duría intensa, ya que esto sólo llevaría a que un Estado fuera injusto,
cruel y rematadamente bárbaro”.1
Veía la necesidad de iniciar una “cruzada de educación pública y
de inspirar un entusiasmo cultural semejante al fervor que ayer ponía
nuestra raza en las empresas de la religión y la conquista”.2 Fue este
pensamiento el que marcó la pauta para la creación de las Misiones
Culturales.
También la campaña contra el analfabetismo tuvo su origen en
este discurso, al decir que se necesitaba una “enseñanza directa de
parte de los que saben algo, en favor de los que nada saben”. Y pro-
puso que se organizara al “ejército de constructores que substituyera
al de destructores”.3
Vasconcelos afirmaba que el deber más elemental de una civiliza-
ción era el de alimentar y educar a los niños. De esta forma, se apunta-
ba una idea que lo llevaría a instituir de nuevo los desayunos escolares,
los cuales no eran una novedad en nuestro país, ya que tanto Justo
Sierra como Francisco I. Madero lo habían llevado a la práctica, aun-
que sólo por un corto tiempo. En 1921, estos desayunos ya eran una
realidad y consistían en “una taza de café con leche, dos tortillas y una
ración de frijoles”.4
El sistema filosófico de José Vasconcelos es el monismo estético, el
cual se basa en tres postulados:

1
Boletín de la Universidad, IV época, t. I, núm. 1, agosto de 1920, México, Departa-
mento Universitario, p. 8.
2
Ibidem, p. 11
3
Ibidem, pp. 12 y 13.
4
Boletín de la Universidad, IV época, t. II, núm. 6, julio de 1921, p. 79. No hay que
olvidar que una leguminosa (frijol) junto con un cereal (maíz) brinda a quien lo ingiere
una “proteína inteligente” como dicen actualmente los nutriólogos. Eso era, precisa-
mente, lo que Vasconcelos se proponía con estos desayunos escolares.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 111

1) La belleza es una forma de energía.


2) La manera apropiada para comprender la naturaleza de las cosas es
por medio de la emoción estética.
3) El universo no sólo se está agotando, sino que también se está for-
taleciendo, se hace más y más bello.5

José Vasconcelos colocaba a la estética como síntesis y término unifi-


cador de su sistema. Explicaba que lo estético consistía en “una orien-
tación del movimiento de nuestra alma hacia el estado de divinidad en
que se realiza lo absoluto”. Y el camino ascendente hacia la divinidad,
en la estética, es el arte. 6
Este pensador trataba de abarcar a todo el hombre, no sólo su in-
teligencia, sino también su sensibilidad, su emotividad y su unión mís-
tica con el absoluto. En su libro La raza cósmica decía: “Nos hemos
educado bajo una filosofía humillante de nuestros enemigos”. Por esto,
afirmaba: “Ahora que se inicia una nueva fase de la Historia, se hace
necesario reconstituir nuestra ideología y organizar de acuerdo a una
nueva doctrina étnica toda nuestra vida continental”.7
Las ideas educativas de Vasconcelos están contenidas en su obra
De Robinsón a Odiseo: Pedagogía estructurativa. En este libro indica la
amenaza que representa la adopción de valores anglosajones a expensas
de la cultura y tradición latinas.
Para este pensador, el niño no era el eje, sino el fin y objeto de la ense-
ñanza. El educador debería dirigir el desarrollo del niño y no únicamente
observarlo. De aquí que pensara que la función del maestro “consistía en
orientar y organizar la estructura mental y moral de las generaciones”.
Afirmaba que cada docente debía de sentirse “padre más allá de la carne y
por la simpatía del espíritu. Padre que por estar desligado del afecto según
la materia, podría juzgar mejor las necesidades del espíritu y de la ciencia”.8

5
Patrick Romanell, La formación de la mentalidad mexicana. Panorama actual de la
filosofía en México, trad. de Edmundo O’Gorman, pres. de José Gaos, México, El Co-
legio de México, 1954, p. 128.
6
Luis Villa, Vasconcelos, pensador y educador mexicano, México, cce, 1968, p. 9.
7
José Vasconcelos, La raza cósmica, México, Libreros Mexicanos Unidos, S. de R. L. de
C. V., 1958, p. 935.
8
J. Vasconcelos, De Robinsón a Odiseo, México, Libreros Mexicanos Unidos, S. de R. L.
de C. V., 1958, p. 1535.

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112 • Cre ac ión de l a S ec re tar í a de E ducac ión P úbl ica

Varios fueron los elementos que ayudaron a la fundación de la


sep: tanto económicos como políticos. Entre los económicos se puede
mencionar la producción del petróleo, que fue muy elevada durante
la segunda década del siglo xx, debido al influjo de la Primera Guerra
Mundial. Esto dio por resultado que la economía del país se mejorara,
aun cuando posteriormente, durante la revolución delahuertista, en di-
ciembre de 1923, se desbalanceara de nuevo.
En el aspecto político, ya Adolfo de la Huerta había logrado la paci-
ficación de los revolucionarios, es por esto que cuando Álvaro Obregón
ocupó la Presidencia, la situación estaba ya controlada y fue más fácil
gobernar al país.
De esta forma, la sep nació como un organismo fuerte y dinámico
que contaba con el apoyo de altos funcionarios, además de la Liga de
Profesores de la Ciudad de México. Fue así como José Vasconcelos
tomó posesión de su cargo como ministro el 12 de octubre de 1921.
Entre otras finalidades, esta Secretaría de Educación se proponía
terminar con el analfabetismo, ya que Vasconcelos estaba convencido
de que “con falanges de analfabetos, no se va a ninguna parte”. Obre-
gón había señalado como uno de los propósitos de su administración,
el de aumentar escuelas y disminuir soldados.9
José Vasconcelos contó con el apoyo del profesor Francisco Figueroa
como subsecretario y de Jaime Torres Bodet como su secretario particu-
lar. Asimismo, Roberto Medellín colaboró como jefe del Departamento
Escolar y Vicente Lombardo Toledano como jefe del Departamento de
Bibliotecas, entre otros.

Una l a rga ca m pa ña contr a


el a na lfa betismo

Una de las primeras acciones de la sep fue esta campaña. Vasconcelos


infundió un gran entusiasmo entre todos los mexicanos para que rea-
lizaran dicha labor. El Departamento de Desanalfabetización funcionó
durante más de dos años con reglamento y presupuesto propios. Se

9
Boletín de la Secretaría de Educación Pública, t. 1, núm. 222, México, Talleres Gráfi-
cos de la Nación, octubre de 1922, p. 71.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 113

dividía en: Ejército Infantil y Maestros Honorarios. Al frente se en-


contraba la profesora Eulalia Guzmán. En 1924, este Departamento
se subordinó al Escolar.
Los alumnos que eran parte del Ejército Infantil y que habían ense-
ñado a por lo menos cinco analfabetos a leer y escribir, quienes habían
presentado sus exámenes y habían pasado, obtenían un diploma que
los acreditaba como buenos mexicanos y se les daba preferencia para
desempeñar algún empleo oficial o para entrar en alguna escuela se-
cundaria que dependiera de la sep.
En cuanto a los maestros, aquellos que comprobaran que por lo
menos 20 de sus alumnos habían tenido éxito en dicha campaña tenían
también derecho a un diploma y se tenía en cuenta esa labor como par-
te de su buena hoja de servicios.
En cuanto a los resultados de la campaña, Vasconcelos, en su obra
El desastre, explica cómo las amas de casa reunían a sus sirvientas y a
las de sus vecinos para enseñarles a leer. Comenta que en las plazas
públicas se reunía la gente en la noche y los maestros, ayudados de un
pizarrón, daban las lecciones que eran necesarias para contribuir con
esta causa.
Por otro lado, el Departamento de Escuelas Rurales, Primarias Forá-
neas e Incorporación Cultural Indígena, desde su creación en 1921, se
propuso fundar escuelas en las áreas rurales del país, también con la
finalidad de alfabetizar al mayor número posible de niños y jóvenes. Se
iniciaba por jerarquizar los núcleos indígenas de población más densa y
nivel cultural más atrasado.
Desde un principio, la idea de Vasconcelos era que en las escuelas
rurales, además de enseñar a leer, escribir y hacer cuentas, se realizara
un programa integral que penetrara en los poblados. Era así como se
deseaba una transformación radical consistente en “mejorar hogares,
mejorar métodos de trabajo y mejorar la salubridad y el ambiente es-
piritual”. El fin era crear en todas las aldeas sentimientos e intereses
comunes para poder formar una “verdadera nacionalidad”.10

10
José Antonio Murillo Reveles, La escuela mexicana. Su génesis, su doctrina y su sistema,
Zacatecas, e. e., 1941, p. 1.

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114 • C re ac ión de l a S ec re tar í a de E ducac ión P úbl ica

En 1925, se expidió un plan de trabajo para las escuelas rurales, el


cual tenía como fin guiar a los maestros en su labor educativa. Querían
que la escuela reflejara la vida diaria, que no hubiera lecciones orales,
horarios rígidos ni reglamentos estrictos. Pensaban que la base de la
enseñanza eran las relaciones del niño y del hombre con la tierra. En
este tipo de escuelas no habría castigos ni premios, sino que se dejaría
al niño en libertad para que fuera espontáneo. Se formarían comités de
deportes, juegos, talleres, etcétera, integrados por los mismos alumnos
para crear, dentro del colegio, una verdadera democracia.
Para poder desarrollar este plan de trabajo se necesitaba maestros
que tuvieran determinadas características: que conocieran el medio en
el que iban a trabajar y que se sintieran ligados con el campesino. Fue
así como empezaron a crearse diferentes escuelas normales rurales. La
primera se fundó en 1922 en Tacámbaro, Michoacán. Sin embargo,
empezó a funcionar sin programas adecuados y sus alumnos recibían
cursos universitarios, por lo que no se logró el propósito principal. En
1925, se creó la Normal de Molango, Hidalgo, pero tampoco tenía
una orientación definida ni programas adecuados.
De este modo, no fue sino hasta mediados de 1925, con la Normal
de San Antonio de la Cal, en Oaxaca, que se creó un plan de trabajo
definido y estudiado. Sus bases fueron dictadas por el entonces secre-
tario de Educación, Puig Casauranc. Aquí se prepararía a los maestros
que trabajarían en las escuelas rurales. Se recibían alumnos mayores
de 15 años y alumnas mayores de 14. Al ingresar, deberían saber leer,
escribir y calcular. La carrera duraría cuatro semestres y al finalizar se
les daría un diploma. Poco a poco este tipo de escuelas se empezaron
a fundar todo el país.11
No obstante, la mayoría de los maestros rurales no había asistido a
estas Escuelas Normales y muchos ni siquiera habían concluido el 6o.
año de primaria, de aquí que, para darles una mejor capacitación, se
utilizaron las Misiones Culturales.

11
Secretaría de Educación Pública, El esfuerzo educativo en México, La obra del gobierno
federal en el ramo de educación pública durante la administración del presidente Plutar-
co Elías Calles (1924-1928), presentado al H. Congreso de la Unión por el doctor J.
M. Puig Casauranc, México, sep, s.f., p. 8.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 115

Dir ección de M isiones Cu lt u r a les

Nacieron por la necesidad de orientar profesionalmente a los maestros


que trabajaban en las escuelas rurales. Al mismo tiempo, se pensó en
un programa para mejorar a la comunidad en el que se coordinarían
los esfuerzos de las secretarías de Agricultura y Fomento, Industria y
Comercio, Educación y el Departamento de Salubridad.12
Entre algunos de sus objetivos se puede mencionar: preparar a los
jóvenes para el magisterio, despertar en los campesinos sentimientos
de admiración por los héroes, enseñarles nuestro pasado glorioso, ex-
plicarles sus deberes cívicos, impartir pláticas de higiene, combatir los
vicios dominantes del pueblo y mejorar las industrias existentes. Para
poder comprender los objetivos de las Misiones, es necesario señalar
que el término industria se refiere a las artesanías y a los oficios, más
que a las industrias pesadas. Así, se proponían “promover el progreso
económico de las comunidades, gracias a la divulgación de la enseñan-
za agrícola y de las pequeñas industrias”.13
Al principio la actividad de los misioneros se concretó al entrena-
miento de maestros y campesinos, pero posteriormente extendió su
acción a toda la comunidad. Se construyeron locales para escuelas, tea-
tros al aire libre, jardines públicos, salones de lectura y casas modelo
para el campesino.
Todo este esfuerzo fue aprovechado posteriormente por Lázaro Cár-
denas, quien utilizó el campo fecundado por las misiones para construir
sobre él su socialismo. Los misioneros dejaron en los maestros nuevas
ideas e inquietudes, tales como las de nuevas técnicas pedagógicas, for-
mas de integrarse a la comunidad y de relacionarse entre ellos mismos.

Educación soci a lista

Los éxitos del Primer Plan Quinquenal de la Unión Soviética influye-


ron para que en México se adoptara un plan con una tendencia socialis-

12
Ernesto de la Torre Villar et al., Historia documental de México, México, unam, 1964,
p. 622.
13
Archivo de la Secretaría de Educación Pública. Documentos relacionados con: “Misio-
nes Culturales”, caja 395, expedientes 12-9-1, año de 1925.

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116 • Cre ac ión de l a S ec re tar í a de E ducac ión P úbl ica

ta que reforzaba algunos de los aspectos avanzados de la Constitución


de 1917. Se trataba del plan sexenal de Lázaro Cárdenas, que equilibra-
ba las fuerzas del capital y el trabajo.
En el aspecto educativo, por medio de este plan se determinó:

1) La educación se encauzaba a las clases trabajadoras.


2) El estado controlaba la enseñanza primaria.
3) La educación socialista suplantaba a la laica.14

Por medio de dicho plan se creó el Consejo de Educación Rural,


cuyo objetivo era el de atender a este tipo de educación. Asimismo, se
promovió la Escuela Regional Campesina, la cual combinaba las fun-
ciones de las “antiguas escuelas agrícolas, normales rurales y misiones
culturales”. Esta escuela recordaba las obligaciones sociales del educa-
dor y “el espíritu de solidaridad”.15
En cuanto al maestro, su papel cambió. Ya no era el revolucionario
ni el misionero creado por Vasconcelos, sino que ahora se encontraba
comprometido con la comunidad, ayudaba en la organización de coo-
perativas y en la reforma agraria. Por esto, David Raby afirmaba que “el
maestro se convirtió en un agitador político”.16
Sin embargo, su situación económica se volvía cada vez más crí-
tica y, por eso, el magisterio recurrió, por un lado, a las huelgas para
lograr un aumento de salarios y, por otro, a la federalización de la
educación que pondría fin a los pagos irregulares. El descontento hizo
crisis en 1937, cuando estallaron las huelgas de maestros en Querétaro,
Coahuila, Campeche, Yucatán, Quintana Roo y Tamaulipas.17
De aquí que se fundaran diversas asociaciones, cada una pugnaba para
obtener mejores condiciones económicas y sociales en general. En el Ar-
chivo de la sep encontré 22 asociaciones de maestros entre 1937 y 1938.18

14
Ernesto Meneses Morales et al., Tendencias educativas oficiales en México, 1934-1964,
México, cee/Universidad Iberoamericana, 1988, p. 68.
15
Partido Revolucionario Institucional, Historia documental del Partido de la Revolución
1929-1932, México, pri, 1982, pp. 361-366.
16
David Raby, Educación y revolución social en México, México, sep, 1974, p. 240.
17
Ibidem, p. 90.
18
Archivo de la Secretaria de Educación Pública, “Asociaciones de maestros”, caja 95,
expedientes 1-22, años de 1937 y 1938.

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A todos estos problemas del periodo cardenista se aumentaba la


expropiación petrolera llevada a cabo en 1938. Ese año marcó una serie
de cambios dentro de la política socialista del país que también afec-
tó a la educación. Apareció, entonces, la idea de unidad nacional que
perduró durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho (1940-1946).
Al docente se le pidió que se alejara de toda clase de política, que ya
no fuera un líder social y que se dedicara solamente a la enseñanza en el
aula. El secretario de Educación, Gonzalo Vázquez Vela, informaba que
los maestros, “llevados por un celo desmedido se habían excedido en tra-
tar de destruir el fanatismo y los prejuicios religiosos”. Lo anterior había
hecho peligrar los “programas de acción social y suscitado dificultades
para los mismos maestros”.19 Debido a esto, se les pedía a los profeso-
res que fueran un elemento que uniera y no que dividiera. La exigencia
de unidad nacional fue adquiriendo cada vez mayor importancia.

El der echo a l a educación


en el per iodo de l a u nida d naciona l

Al finalizar el gobierno de Lázaro Cárdenas, la amenaza de la segunda


guerra mundial era cada vez más real, de aquí que éste empezara a mo-
derar su política y la educación socialista fuera perdiendo importancia.
Por ello, en el gobierno de Manuel Ávila Camacho fue sustituida por
la llamada escuela del amor y de la unidad nacional. Se trata de una es-
cuela que perduró durante varios sexenios con algunas modificaciones,
pero centrada en el amor a la nación y como eje principal tenía el de la
unidad entre todos los mexicanos.
El contexto político en el que Ávila Camacho tomaba posesión de
la Presidencia, en diciembre de 1940, lo obligaba a ser cauteloso. De
aquí que no hablara de una ruptura con el pasado, sino de una “reno-
vación de ideales”, lo cual se lograría por medio de la “consolidación
material y espiritual de las conquistas sociales”.20

19
Memoria de la Secretaría de Educación Pública, septiembre 1937-agosto 1938, presenta-
da al H. Congreso de la Unión por el secretario del ramo, licenciado Gonzalo Vázquez
Vela, México, sep, 1938, pp. 178-179.
20
Cecilia Greaves, “La búsqueda de la modernidad”, en Historia mínima ilustrada de la
educación en México, México, El Colegio de México, 2011, p. 284.

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118 • Cre ac ión de l a S ec re tar í a de E ducac ión P úbl ica

Durante este sexenio nos encontramos con tres secretarios de edu-


cación: Luis Sánchez Pontón, Octavio Véjar Vázquez y, finalmente,
Jaime Torres Bodet, quien desde que tomó posesión declaró que no
era un político y que no iba a la Secretaría de Educación a “servir a
ninguna secta”. En su primer discurso se refirió a la escuela como:
“democrática, mexicana y hondamente social”,21 lo cual coincidía con
lo planteado por Ávila Camacho.
Jaime Torres Bodet, quien había trabajado muy de cerca con José
Vasconcelos por haber sido su secretario particular en 1921, inició una
intensa campaña pro alfabetismo, ya que cerca de 55 por ciento de la
población era analfabeta. Se proponía que cada mexicano alfabetizado
enseñara a uno no alfabetizado. A fines de 1950, el porcentaje de anal-
fabetos era de 44 por ciento.22
Durante su gestión vio la necesidad de mejorar las normales rura-
les, por lo que cambió el plan de estudios de cuatro años por uno de
seis, como en las normales urbanas. Del mismo modo, se restableció
la red de Misiones Culturales que había sido suprimida por Cárdenas
en 1938 y se les asignó la finalidad de elevar el nivel cultural de la pobla-
ción rural. Finalmente, se puede afirmar que este secretario de Educación
no sólo fijó su objetivo en el campo, sino también en las ciudades, des-
de la educación prescolar hasta las escuelas normales.
Manuel Ulloa 23 comenta que la reforma del 30 de diciembre de
1946 hizo extensiva la obligatoriedad de la educación “a toda la educa-
ción impartida por el Estado”.
Durante el gobierno de Miguel Alemán, encontramos que se logró
involucrar tanto a la iniciativa privada como a los estados y municipios
en la construcción de más de cuatro mil planteles escolares. A lo ante-
rior se sumaron las aportaciones del gobierno federal.24 Por otro lado,

21
Jaime Torres Bodet, Memorias: años contra el tiempo (1943-1964), México, Porrúa,
1969, p. 29.
22
Marie Vandenberg, Jaime Torres Bodet. Mexican education and existencialism, 1975, p. 217.
23
Manuel Ulloa, “El ejercicio del derecho a la educación en México: de la segunda etapa
del Plan de Once Años a los programas y metas del sector educativo”, en La educación
pública: patrimonio social de México. Legado, huellas y cambios, vol. III, México, sep/
fce, 2011, p. 65.
24
C. Greaves, op. cit., p. 291.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 119

fue durante este sexenio que se construyó la Ciudad Universitaria al sur


de la Ciudad de México.
Miguel Alemán de nuevo puso el énfasis en el nacionalismo, así
como en sus héroes y los símbolos de la patria. La mexicanidad fue
el centro de su discurso. El secretario de Educación era Manuel Gual
Vidal y su proyecto fue el de la escuela unificada, el cual había sido
adaptado de la Europa de los cincuenta. La presencia de la Iglesia y del
sector privado fue en aumento, por lo que la actitud del gobierno tuvo
que ser de tolerancia.
En cuanto a José Ángel Ceniceros, quien fungió como secretario
de Educación en el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines, se enfrentó al
problema de la explosión demográfica. En el régimen anterior se le
había dado prioridad a la educación media y superior, y ahora 92 por
ciento de la matrícula escolar se concentraba en la primaria. De acuer-
do con lo que plantea Cecilia Greaves, para 1958, más de 50 por ciento
de los niños hijos de campesinos no asistían a la escuela.25 Estos niños
también reclamaban su derecho a la educación.
Con un mayor presupuesto económico fue recibido el nuevo presi-
dente, Adolfo López Mateos, y su secretario de Educación, de nuevo
Jaime Torres Bodet. Ambos se encontraron con el gran problema de
la inasistencia escolar debido, principalmente, a la falta de aulas y de
maestros. Otro problema muy grande era el de la deserción. En diciem-
bre de 1959, el presidente anunciaba el Plan de Once Años que incluía,
entre otras cuestiones, la edificación de “3 000 nuevas aulas para 1960,
y la creación de 4 000 plazas docentes”. Asimismo, se fortalecería la
capacitación del magisterio por medio de las Escuelas Normales y de
los Centros Regionales de Enseñanza Normal, además del Instituto
Federal de Capacitación del Magisterio.26
Dentro del Plan de Once Años, algo muy importante fue la crea-
ción de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, la cual
estaba presidida por Martín Luis Guzmán. Esta Comisión nació con el
objetivo de “fijar con apego a la metodología y a los programas respec-

25
Ibidem, pp. 303-304.
26
J. Torres Bodet, La tierra prometida, México, Porrúa, 1972, p. 234.

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120 • C re ac ión de l a S ec re ta r í a de E ducac ión P úbl ica

tivos, las características de los libros de texto gratuitos destinados a la


educación primaria y proceder a su edición y distribución”.27
En el momento en que se anunció que estos libros serían obliga-
torios para todos los niños que cursaran la primaria, se iniciaron las
protestas de autores, editores y, en especial, de la Unión Nacional de
Padres de Familia. No hay que olvidar que entre estos autores se en-
contraban varios docentes, quienes desde fines del siglo xix y principios
del xx habían luchado por el derecho que tenían a escribirlos y a que se
distribuyeran en las aulas a la infancia mexicana. Esta Comisión mar-
caba ya el control que tendría el Estado sobre los libros de texto para el
nivel de educación primaria: su redacción, edición y distribución.
Sin embargo, ante todo, se esgrimió el derecho que tenían todos
los niños a la educación y a tener libros de texto, ya que en las escue-
las no siempre se contaba con este importante apoyo para el maestro.
También se moderó la postura del gobierno al afirmar que estos libros,
a pesar de ser obligatorios, no serían los únicos que existirían en el
aula. Poco a poco la polémica se fue olvidando, ya que en muchos
hogares mexicanos sólo se cuenta con estos libros en sus incipientes
bibliotecas. De aquí la importancia de mejorarlos y de cuidar tanto su
calidad en los contenidos como en su edición.

El der echo a l a educación m a nifesta do


a tr av és del mov i m iento est u di a ntil de 1968

Los conflictos sociales acumulados durante varias décadas recibieron al


gobierno de Gustavo Díaz Ordaz en 1964. Aunado a lo anterior, los
conflictos de los estudiantes tanto en Europa como en Estados Unidos
se vieron reflejados también en México. Entre otras cuestiones, pro-
testaban por la falta de “democracia, por los derechos civiles y por las
libertades individuales”.28

27
Susana Quintanilla y Elizer Ixba Alejos, “Martín Luis Guzmán y los primeros libros
de texto gratuitos en México”, en La educación pública: patrimonio social de México.
Temas de nuestro tiempo, vol. II, México, sep/fce, 2011, p. 148.
28
C. Greaves, “La búsqueda de la modernidad”, en Historia mínima ilustrada de la
educación en México, México, El Colegio de México, 2011, p. 310.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 121

Durante su campaña, Díaz Ordaz había aludido en varias ocasiones


a la educación. Como titular de la sep nombró a Agustín Yáñez, un
distinguido literato. En este sexenio se continuó con la campaña contra
el analfabetismo, con la promoción de la educación rural y se introdujo
la telesecundaria. En 1968, el presidente reiteraba la “urgencia de rea-
lizar una reforma educativa”. Afirmaba que nos habíamos preocupado
por “instruir y habíamos descuidado el enseñar”. Sin embargo, esta
reforma se concebía como un “ejercicio técnico, ajeno a toda actividad
política”, por lo cual no funcionó.29
El autoritarismo del presidente no ayudaba a disipar el movimien-
to estudiantil, por lo que en el verano de 1968 la participación en las
manifestaciones era ya muy grande. Ante la proximidad de los Juegos
Olímpicos en el mes de octubre, el gobierno dio la orden al ejército de
que reprimiera una manifestación que se estaba realizando en la Plaza
de las Tres Culturas, en Tlatelolco, con el pretexto de que se trataba de
un “movimiento comunista” que quería dar un golpe de Estado. Se
acusó a los estudiantes de haber iniciado el fuego. Fue así como el Mo-
vimiento Estudiantil del 68 terminó en la Plaza de las Tres Culturas,
en Tlatelolco, la noche del 2 de octubre.
Este movimiento demostró, a un costo muy alto, que ya no era
posible seguir gobernando como antes y que se requerían cambios
importantes en el gobierno. En medio de este ambiente tomaba posesión
como presidente Luis Echeverría Álvarez, secretario de Gobernación
en el anterior sexenio. Su secretario de Educación fue el ingeniero Víc-
tor Bravo Ahúja.
En 1972, se inició la reforma para la educación primaria y secun-
daria. En lugar de tener materias aisladas, como había sido de forma
tradicional, ahora la propuesta era la conformación de “cuatro áreas
de estudio: matemáticas, lenguaje, ciencias sociales y ciencias naturales
con innovaciones pedagógicas como la teoría de conjuntos en matemá-
ticas y la lingüística estructural en español”.30

29
E. Meneses et al., Tendencias educativas oficiales en México, 1964-1976, México, cee/
Universidad Iberoamericana, 1991, pp. 16, 25.
30
Carlos Ornelas, “El sistema educativo mexicano. La experiencia del siglo xx”, en La
Educación en México. Historia, realidad y desafíos, México, México Desconocido/Se-
guros Comercial América, 2000, p. 79.

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122 • C re ac ión de l a S ec re ta r í a de E ducac ión P úbl ica

Durante este gobierno se promulgó la Ley Federal de Educación,


en 1973, y la Ley de Educación para Adultos, en 1974. También se
fundó el Colegio de Bachilleres y la Universidad Autónoma Metropo-
litana, ambas en 1974.
Bravo Ahúja inició una reforma de la educación técnica y de la
enseñanza normal, así como de la educación primaria. Se trató de in-
troducir un nuevo método didáctico en los libros de texto, pero éste
no funcionó, tal como lo revela un estudio realizado por el Centro de
Estudios Educativos.31
Además, este régimen se vio obligado a realizar una reforma educa-
tiva, la cual englobaba tanto la creación de nuevas instituciones como
las nuevas leyes que se dictaron. La educación, entonces, se concebía
como un proceso cuyos objetivos eran los de “transformar la econo-
mía, las artes y la cultura, mediante la modernización de las mentali-
dades”. También se proponía “instaurar un orden social más justo al
igualar oportunidades”,32 tal como lo mencionaba Echeverría en su
primer informe de gobierno, en 1971.
En esta reforma se pueden distinguir tres puntos importantes:

1) El pedagógico: se introdujeron nuevos planes, programas y mé-


todos, así como libros de texto. Se actualizó al magisterio y se
elaboró una filosofía educativa.
2) El relativo a la administración educativa: se reformó la infraes-
tructura educativa, se promulgó una nueva legislación, se reor-
ganizó la sep y se impulsó la investigación educativa.
3) El político: se establecieron grandes orientaciones para el de-
sarrollo social, ya que este régimen se proponía establecer un
proyecto de nación.33

Esta reforma abarcaba muchos temas, por lo que fue difícil cumplir
con todos de forma satisfactoria. Al terminar este régimen, subió al po-

31
Centro de Estudios Educativos, Programa de estudios conjuntos para la integración
económica latinoamericana, México, cee, 1978.
32
sep, México a través de los informes presidenciales. La educación pública, vol. II, México,
sep, 1976.
33
E. Meneses et al., Tendencias educativas oficiales en México, 1964-1976, p. 173.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 123

der José López Portillo. Durante su sexenio nos encontramos con dos
secretarios de Educación: Porfirio Muñoz Ledo, quien pensaba que los
principales problemas de la educación eran el presupuesto y los medios
de comunicación, y Fernando Solana. El primero presentó un amplio
Plan Nacional de Educación que no pudo poner en práctica porque
tuvo que renunciar. Con su renuncia, en diciembre de 1977, su sucesor,
Solana, rescató algunos de los principales puntos del Plan Nacional de
Educación, como:

1) Ofrecer educación básica a todos los mexicanos y en especial a


los niños.
2) Vincular la educación terminar con el sistema de producción de
bienes y servicios.
3) Elevar la calidad de la educación.
4) Elevar la eficiencia administrativa del sistema.34

En una entrevista que le hizo Pablo Latapí Sarre a Fernando So-


lana, éste comentaba que la principal preocupación de López Portillo
era que “no hubiera conflictos en el sector educativo o, por lo menos,
que no los hubiera mayores, ni con el sindicato de maestros ni con los
estudiantes”. Solana comparaba la visión de López Portillo sobre la
educación con la que habían tenido tanto Álvaro Obregón con José
Vasconcelos en la sep, como Adolfo López Mateos con Jaime Torres
Bodet cuando éste ocupó dicha Secretaría.35
Aseguraba que los presidentes, a excepción de los tres que acababa
de mencionar, no habían tenido una “visión de la educación como
instrumento fundamental para construir una sociedad y un país más
abierto, más consciente de sí mismo, menos desigual”.36
Se continuó con la campaña contra el analfabetismo ahora con el
lema “Educación para todos”. En el medio rural se desarrolló el pro-
grama para los más pequeños que tenían entre cero y cinco años de

34
E. Meneses et al., Tendencias educativas oficiales en México, 1976-1988, México, cee/
Universidad Iberoamericana, 1997, p. 20.
35
Pablo Latapí Sarre, La sep por dentro. Las políticas de la Secretaría de Educación Pública
comentadas por cuatro de sus secretarios (1992-2004), México, fce, 2004, p. 65.
36
Idem.

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124 • C re ac ión de l a S ec re ta r í a de E ducac ión P úbl ica

edad, el cual tenía como objetivo orientar a los padres de familia en la


educación de sus hijos más pequeños. Éste era el programa del Conse-
jo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), el cual perduró durante
otros sexenios.
Por otro lado, las Misiones Culturales, introducidas entre 1923 y
1938, interrumpidas durante cuatro años y reiniciadas en 1942, conti-
nuaron funcionando durante este sexenio. Tenían como principal ob-
jetivo el de contribuir al mejoramiento académico del magisterio rural,
así como promover el progreso de las comunidades por medio de su
colaboración en las campañas de alfabetización. Entre otras cuestiones,
se proponían dar servicio a bibliotecas, asesoría a círculos de lectura,
cooperar en el programa de alfabetización y organizar talleres para
capacitar en “ramas específicas”.37
Pablo Latapí, en la revista Proceso,38 comentaba que el periodo en
que Fernando Solana había estado al frente de la sep había sido de
logros muy notables. Entre otros, mencionaba la expansión de la edu-
cación básica, el énfasis en medidas compensatorias para disminuir las
desigualdades y un fuerte impulso a la calidad. Lo importante fue su
pragmatismo, por medio de prioridades y programas muy concretos.
En cuanto a la enseñanza normal, Solana se encontró con Escuelas
Normales y Centros Regionales de Educación Normal que contaban
con tierras de cultivo, pero que estaban ociosas, por lo que los campe-
sinos las reclamaban. En muchas normales ya no operaban los planes
de estudios debido a la “deficiente preparación didáctica del profesor”,
quien carecía de la formación pedagógica necesaria para enseñar. A lo
anterior se sumaba la presión que existía en todo el país por el ingreso
de un mayor número de estudiantes y la falta de capacitación y actuali-
zación de los maestros en servicio, lo cual “dificultaba elevar la calidad
de la enseñanza”.39
Para resolver algunos de estos problemas, Fernando Solana esta-
bleció, en 1977, convenios de coordinación entre la sep y los estados.

37
E. Meneses Morales et al., Tendencias educativas oficiales en México, 1976-1988, pp.
23-31.
38
Pablo Latapí Sarre, “El regreso de Solana”, Proceso, núm. 892, 4 de diciembre de
1993.
39
E. Meneses et al., Tendencias educativas oficiales en México, 1976-1988, p. 85.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 125

Con el objetivo de escoger a los alumnos idóneos para el magisterio,


se controló y evaluó el proceso de selección de candidatos. Además, se
cuidaron los programas de construcción y mantenimiento de los edifi-
cios que albergaban a las escuelas normales. Así, durante este sexenio,
“se logró atender la demanda de profesores de preescolar, primaria,
media básica y especialización”. También es importante mencionar que
en 1978 se fundó la Universidad Pedagógica Nacional, en donde se
daría al magisterio la posibilidad de obtener la licenciatura, maestría y
doctorado, tal como sucedía con los estudiantes que se inscribían a las
universidades.40
El sexenio de José López Portillo también se relaciona con la des-
concentración de la sep. En la Memoria 41 correspondiente se mencio-
naba que los objetivos de esa reforma eran:

1) Acelerar de manera eficiente y efectiva el desarrollo educativo en


los estados.
2) Solucionar los problemas y planear la educación desde sus luga-
res de origen, estableciendo una relación con el centro.
3) Aumentar la eficiencia y la eficacia de los recursos para la educa-
ción.
4) Favorecer una mayor participación de la comunidad en la labor
educativa en cada estado.

Para lograr estos objetivos se establecieron 31 delegaciones a modo


de órganos centrales que iban a regir a la educación. De acuerdo con
Fernando Solana, la trascendencia de esta reforma consistía en que,
por un lado, promovería la calidad de la educación y, por otro, implica-
ría un modo diferente de administración. Por ser una reforma tan com-
pleja se realizó en cuatro etapas: 1) coordinación, 2) desconcentración
de los principales niveles educativos, 3) desconcentración de otros ser-
vicios, y 4) consolidación.42

40
Ibidem, pp. 86 y 97.
41
sep, Memoria 1976-1982. Política educativa, vol. 2, México, sep, 1982, p. vii.
42
Ibidem, p. viii-ix.

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126 • C re ac ión de l a S ec re ta r í a de E ducac ión P úbl ica

El derecho a la educación durante este sexenio implicó una


“orientación humanista: el hombre es el elemento más importante
de un pueblo”. De esta forma, se concibió al hombre como un ser
que consta de “espíritu y materia, es neutro y activo” y su desarrollo
depende de la educación.43 Fernando Solana44 concebía esta orienta-
ción de la siguiente forma: “Las cosas no dan calidad a la vida, si no
se transforma quien las produce y las usa; las técnicas no mejoran la
existencia, si quien las maneja no es dueño de su destino; el poder no
hace mejores a los pueblos, si no se ejercita como servicio; lo decisivo
es el mejoramiento humano; es el ser no el tener. Por ello, ninguna
nación podrá avanzar en su desarrollo más allá de donde llegue la
educación”.
Con estas palabras del secretario de Educación cerramos lo relacio-
nado con el periodo de López Portillo para iniciar el de Miguel de la
Madrid Hurtado. Durante su gobierno, además de que se sufrió una
de las más agudas crisis de devaluación del peso, se sumaron diversas
calamidades: por un lado, la explosión en San Juan Ixhuantepec (San
Juanico) el 19 de noviembre de 1984 y, por otro, el violento terremoto
que se sintió en el Distrito Federal, con una intensidad de 8.1 en la es-
cala de Richter, que ocasionó miles de pérdidas humanas y derrumbes
de casas y edificios.
El primer secretario de Educación fue Jesús Reyes Heroles, a quien
sorprendió la muerte durante su gestión, por lo que el presidente nom-
bró a Miguel González Avelar. A decir de Enrique Krauze,45 Reyes
Heroles “parecía tan sabio como era”. Debido a que era un funcionario
creativo, no asentía a todo lo que ordenara el presidente. Siempre que-
ría mejorar las cosas. La identidad y la continuidad las descubrió en la
ideología del liberalismo. Para él, esta ideología vinculaba la Indepen-
dencia, la Reforma y la Revolución.
Como secretario de Educación Pública, puso todo su esfuerzo
en elevar el nivel de la educación que existía en nuestro país. Para lo-

43
Ernesto Meneses, Tendencias educativas oficiales en México, 1976-1988, México, Po-
rrúa, 1997, p. 235.
44
Fernando Solana, Tan lejos como llegue la educación, México, fce, 1982, pp. 25-26.
45
Enrique Krauze, Por una democracia sin adjetivos, México, Editorial Joaquín Mor-
tiz-Planeta, 1986, p. 177.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 127

grarlo, promovió el proceso de descentralización educativa. También


se interesó en la formación integral de los docentes, convirtiendo en
licenciatura a la educación normal. Estaba convencido de que era en
la educación en donde se encontraba el destino de México. En 1985,
lo sorprendió la muerte.46
En el Plan Nacional de Desarrollo, 1983-1988,47 propuso para el
sector educativo tres propósitos fundamentales:

1) Promover el desarrollo integral del individuo y de la sociedad


mexicana.
2) Ampliar el acceso de todos los mexicanos a las oportunidades
educativas, culturales, deportivas y de recreación.
3) Mejorar la prestación de los servicios en estas áreas.

Los objetivos eran los siguientes:

1) Elevar la calidad de la educación en todos los niveles educativos.


2) Racionalizar el uso de los recursos disponibles y ampliar el acce-
so a los servicios educativos a todos los mexicanos y, en especial,
a los grupos desfavorecidos.
3) Introducir nuevos modelos de educación superior vinculados
con los requisitos del sistema productivo.
4) Regionalizar y descentralizar la educación básica y la educación
normal.
5) Mejorar y ampliar los servicios en las áreas de educación física,
deportes y recreación.

En este sexenio se fue más allá de una reforma educativa al cambiar


el término por el de revolución educativa. Al respecto, Reyes Heroles
comentaba que no se pondrían sólo “algunos parches, sino que se pro-
curaría poner de acuerdo la educación legal con la real”. Más que una
“calidad educativa”, se buscaba “descentralizar, formar al personal do-

46
E. Meneses et al., Tendencias educativas oficiales en México, 1976-1988, p. 240.
47
Miguel de la Madrid Hurtado, Plan Nacional de Desarrollo, 1983-1988, México, Se-
cretaría de Programación y Presupuesto, 1983.

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128 • C re ac ión de l a S ec re ta r í a de E ducac ión P úbl ica

cente y ensanchar la pirámide educativa”, principalmente. Con la descen-


tralización se buscaba “volver al federalismo”, lo cual era muy común en
otros países en donde se descentralizaba la educación para lograr una
mayor participación de los padres de familia en las escuelas. Se concebía
así a la descentralización como parte clave de la revolución educativa.48
Otro punto importante era el de las Normales Rurales, las cuales
requerían ser reestructuradas. De hecho, en los últimos años habían
retrocedido. Se encontraban en una crisis debido a su marginación y
atraso. Era necesaria elevarlas de rango y llevarlas al nivel de la educa-
ción superior. Deberían responder a los nuevos objetivos de: docencia,
investigación y difusión de la cultura.49
De acuerdo con Ernesto Meneses,50 esta iniciativa resultó “desas-
trosa” debido, por un lado, a que permanecieron los mismos maestros
cuyo nivel de conocimientos no se había modificado y, por otro, por
haber desalentado la demanda, ya que ahora era necesario el bachi-
llerato para ingresar a cualquier Escuela Normal, ya fuera urbana o
rural. De esta forma, quienes terminaban el bachillerato preferían
estudiar una licenciatura que estuviera mejor remunerada que la del
magisterio.

Y el der echo a l a educación


contin úa v igente

El siguiente sexenio que también se preocupó por el derecho a la edu-


cación fue el de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), con Manuel
Bartlett al frente de la sep.
A decir de Carlos Ornelas,51 antes de que se elaborara el llamado
Programa de Modernización Educativa: 1989-1994, el presidente ya
había dado las principales directrices en un discurso el 16 de enero de
1989 al referirse a:

48
E. Meneses et al., Tendencias educativas oficiales en México, 1976-1988, pp. 251 y 255.
49
Archivo General de la Nación, Miguel de la Madrid Hurtado-Secretaría de Educación
Pública, Escuelas Normales rurales. Crónica Presidencial, 11.05.04. Caja 14, exp. 11.
50
E. Meneses et al., Tendencias educativas oficiales en México, 1976-1988, p. 264.
51
C. Ornelas, op. cit., p. 82.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 129

1) Elevar la calidad de la educación.


2) Que la educación que se impartiera correspondiese a las necesi-
dades de los educandos en el presente y en el porvenir, especial-
mente en la primaria.
3) Tener un sistema más equitativo y dar más a los que menos tie-
nen.
4) Descentralizar el sistema.

Fueron estos cuatro puntos los que dirigieron la política educativa


durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.
Este presidente esperaba que el nuevo titular de la sep, Manuel
Bartlett, iniciara una “profunda transformación de la educación que
fuese coherente con las ambiciosas metas de ‘modernización’ en las de-
más esferas del gobierno”. Sin embargo, se encontró con problemas
tanto con la maestra Elba Esther Gordillo, presidenta del Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación (snte), como con el propio
snte, el cual promovió movilizaciones en 1990 y 1991, retrasando el
trabajo realizado para lograr dicha modernización. Su principal fra-
caso, a decir de Pablo Latapí, fue su “incapacidad de negociar con el
Sindicato la descentralización de la educación básica”. Por ello, Salinas
lo destituyó y puso en su lugar a Ernesto Zedillo Ponce de León a partir
del 7 de enero de 1992.52
Este nuevo secretario de Educación tuvo que realizar una nego-
ciación con el snte con el objetivo de lograr la descentralización, por
lo que la presentó como un proyecto educativo en donde era impor-
tante que el snte participara, lo cual fue bien recibido por la maestra
Elba Esther Gordillo. Fue en estas negociaciones que surgió el término
federalización en lugar de descentralización, con lo cual se permitía la
participación de las autoridades locales. Asimismo, este secretario pudo
negociar la edición de nuevos libros de texto, entre otros puntos.53
En este sexenio se instrumentó una política de evaluación edu-
cativa en donde se realizaban prueban nacionales a alumnos de 4o.
de primaria a 3o. de secundaria; exámenes de ingreso a la enseñanza

52
P. Latapí Sarre, op. cit., p. 54.
53
Ibidem, pp. 56-57.

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130 • C re ac ión de l a S ec re ta r í a de E ducac ión P úbl ica

media; pruebas a los docentes de primaria y secundaria, y evaluacio-


nes periódicas a profesores de universidades e institutos tecnológicos,
principalmente. Parte del magisterio se opuso, no obstante, los estímu-
los económicos que ofrece la carrera magisterial terminaron con dicha
oposición. En mayo de 1992 se puso en marcha un “modelo mesurado
de descentralización educativa” y también se firmó el Acuerdo Nacio-
nal para la Modernización de la Educación Básica entre el secretario de
Educación Pública, los 31 gobernadores y la dirigente del snte, Elba
Esther Gordillo.54
Como presidente de la República, Ernesto Zedillo (1994-2000)
contó con dos secretarios de Educación Pública: José Ángel Pescador
y Miguel Limón. El 1o. de marzo de 1995, lanzó su Plan Nacional de
Desarrollo que abarcaba de 1995 al año 2000. Los puntos principales
eran:

1) Extender la cobertura.
2) Elevar la calidad.
3) Asegurar la equidad.
4) Avanzar en la descentralización.55

Sobre un punto importante que es el de elevar la calidad de la edu-


cación, Roberto Rodríguez comenta que aun cuando

es difícil establecer un juicio de valor sobre la calidad de la educación básica,


debido a la escasa difusión de las evaluaciones realizadas por la sep, puede ca-
lificarse positivamente el esfuerzo de las autoridades educativas en el sentido
de apoyar una mejor formación de los maestros, de establecer mecanismos de
compensación para abatir el rezago, de cuidar la edición y distribución de los
libros de texto gratuitos, y de introducir nuevas tecnologías para hacer llegar
la educación básica a la mayor cantidad posible de niños, jóvenes y adultos. Sin
lugar a dudas en todos los aspectos se dieron avances significativos.56

54
C. Ornelas, op. cit., pp. 83-85.
55
Roberto Rodríguez Gómez, “Claroscuro de la educación en México. Política educati-
va en el periodo 1995-2000”, en La Educación en México. Historia, realidad y desafíos,
México, México Desconocido/Seguros Comercial América, 2000, p. 118.
56
Ibidem, p. 131.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 131

El siglo xxi trajo para México cambios importantes, ya que tomaba


posesión del gobierno un hombre que no venía del Partido Revolu-
cionario Institucional (pri), sino del Partido Acción Nacional (pan):
Vicente Fox (2000-2006). Durante este gobierno el titular de la sep
fue Reyes Tamez Guerra.
Durante este sexenio también se elaboró un Plan Nacional de De-
sarrollo 2001-2006, dentro del cual se encontraba la llamada revolu-
ción educativa, la cual tenía como objetivo hacer de la educación un
gran proyecto nacional. Uno de los puntos importantes fue que en
2002 se reformó el artículo 3o. constitucional, estableciéndose la obli-
gatoriedad de la educación preescolar.
Otro punto importante fue el establecimiento del Programa Nacio-
nal de Becas a la Excelencia Académica y al Aprovechamiento Escolar.
Este programa fue evaluado por un grupo de investigadores del Cen-
tro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social
(ciesas). Los resultados se reportaron en diversos informes y en una
pequeña publicación: Voces e historias de vida.57
En esta evaluación se realizó tanto un análisis documental como
trabajo de campo. Las becas se otorgaban con base en dos variables:
alto rendimiento escolar y bajos recursos económicos. Estas dos varia-
bles eran las que lo distinguían de otros programas que han ofrecido
becas a través de nuestra historia. De hecho, un alumno comentaba
que la Beca de Excelencia Académica había subido su autoestima, ya que
no se la habían dado “por ser pobre”, sino por sus “muy buenas califi-
caciones”. Fue un programa que, desgraciadamente, se difundió muy
poco, ya que se le dio mayor importancia al de Oportunidades y al de
Pronabes.
Durante ese sexenio, el programa apoyó al nivel medio superior y
superior. Lo anterior nos indica que estos estudiantes, a pesar de sus
carencias económicas, lograron rebasar la expectativa de que en prome-
dio a los 11 años de edad se abandonaba la escuela, de acuerdo con lo
que reportaba la Organización de las Naciones Unidas para la Educa-
ción, la Ciencia y la Cultura (unesco, por su sigla en inglés) en el año

57
Luz Elena Galván Lafarga (coord.), Voces e historias de vida. Programa Nacional de Be-
cas a la Excelencia Académica y al Aprovechamiento Escolar, México, dgair-sep, 2006.

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132 • C re ac ión de l a S ec re ta r í a de E ducac ión P úbl ica

2000 para nuestro país, en contraste con lo que sucedía en otros países
de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos,
cuyos estudiantes abandonaban la escuela a la edad de 15 o 16 años.
En el mismo informe de la unesco se mencionaba que a los 11 años
los niños mexicanos se retiraban debido a que habían completado el
ciclo de la educación primaria y se insertaban en el mercado de trabajo,
y muchos otros lo hacían incluso antes de concluir dicha educación.58
Por su parte, Fernando Solana,59 en 2005, se refería a ocho años
de escolaridad, frente a los cinco o seis que mencionaba la unesco en
2000. Sin embargo, todavía estamos lejos de llegar a una escolaridad
de 14 o 15 años, como existe en otros países. Ocho años significaba,
en el mejor de los casos, que el estudiante había logrado llegar hasta el
primero o el segundo años de secundaria, dependiendo si se tomaba en
cuenta o no el año de prescolar.
De aquí que ni en la estadística de la unesco, ni en la que mencio-
naba posteriormente Fernando Solana, se encontraba a la población de
educación media superior y mucho menos a la de educación superior,
poblaciones a las que iba dirigido el Programa Nacional de Becas.
Al recopilar, en Voces e historias de vida,60 algunos testimonios de
los padres de familia y maestros, se encontró con que ambos recono-
cían los beneficios del programa. Los primeros mencionaban cómo las
becas habían contribuido a mejorar la comunicación en la familia, al
existir menos presiones económicas en los hogares. En cuanto al am-
biente escolar, se afirmaba que éstas habían influido de manera positiva
en el grupo y habían incidido en la disminución de la deserción escolar.
Asimismo, se puede resaltar cómo estas becas eran un medio para
la movilidad social. Tanto a través de las voces como de las historias de
vida que se presentan en este libro, el trabajo de campo reportaba que
había padres de familia que eran agricultores, panaderos, vendedores
ya fuera de periódicos o en los mercados, choferes, comerciantes en la
vía pública, albañiles, obreros, carpinteros, carteros y pescadores, entre

58
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Informe
de seguimiento de la educación en el mundo, publicado por la onu, 2000, pp.137-140.
59
F. Solana (comp.), Educación y desigualdad, México, Siglo XXI/Fondo Mexicano para
la Educación y el Desarrollo, 2005, p. 14.
60
Luz Elena Galván Lafarga (coord.), op. cit., p. 86.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 133

otros, cuyos hijos asistían al bachillerato y realizaban planes a futuro.


Algunos querían estudiar las carreras de contabilidad, administración
de empresas, psicología, derecho, ingeniería o arte, y otros más ya las
estaban cursando.
También se encontró a madres solteras, divorciadas o viudas, cuya
escolaridad era nula o muy baja, por lo que trabajaban como empleadas
domésticas, obreras o vendedoras, y deseaban un mejor futuro para
sus hijos, por lo que se esforzaban para que estudiaran el bachillerato.
Algunos de estos jóvenes tenían becas de excelencia académica ya que
eran brillantes, otros ya estaban estudiando una licenciatura en alguno
de los tecnológicos de la sep, los cuales también contaban con estas
becas. Una de las becarias soñaba con llegar a ser médica y un becario
que era invidente ya estaba estudiando la carrera de derecho. Este pro-
grama reveló importantes logros en cuanto a la movilidad social de los
becarios con respecto a la escolaridad de sus padres.
De aquí la importancia que tuvo el Programa Nacional de Becas a
la Excelencia Académica y al Aprovechamiento Escolar, instrumentado
tanto por el presidente Vicente Fox, como por el secretario de Educa-
ción, Reyes Tamez Guerra, en donde se puede apreciar un claro ejem-
plo de lo que significa el derecho a la educación, aun en condiciones de
muy bajos recursos.
Durante el siguiente sexenio, de nuevo en manos del pan con el
presidente Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012), la sep tuvo los si-
guientes titulares: Josefina Eugenia Vázquez Mota (del 1o. de diciem-
bre de 2006 al 4 de abril de 2009), Alonso José Ricardo Lujambio
Irazábal (del 4 de abril de 2009 al 18 de marzo de 2012) y José Ángel
Córdova Villalobos (del 18 de marzo al 30 de noviembre del 2012).
Los tres militantes del pan.
En ese sexenio también se realizó un Plan Nacional de Desarrollo
2007- 2012, cuyos ejes principales eran la cobertura, calidad y equidad
en todos los niveles educativos. Varios índices se cumplieron, como en
el caso de la cobertura educativa; también se entregaron becas, pero sin
tomar en cuenta las variables anteriores. De hecho, se empezó como
en todos los sexenios, como si en el anterior no se hubiera realizado
nada al respecto. La finalidad de estas becas era “frenar la deserción y
reprobación y así mejorar la eficiencia terminal”. Sin embargo, también

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134 • C re ac ión de l a S ec re ta r í a de E ducac ión P úbl ica

hubo acuerdos inconclusos, como “el de la Alianza por la Calidad de la


Educación o la falta de profundidad en los esquemas de descentraliza-
ción educativa”. Asimismo, se menciona que la cobertura en educación
superior tuvo un incremento considerable, pero “sigue siendo insufi-
ciente”. Carlos Reyes afirma que “3 de cada 10 jóvenes se encuentra en
las aulas universitarias, pero esa diferencia sigue sin encontrar cabida”
en dicho nivel educativo.61
Ahora bien, en 2008 tuve la oportunidad de evaluar el programa
El impacto de la educación inicial en el desarrollo de competencias de
padres y niños,62 impulsado por el Conafe.
En este programa es interesante hacer notar que la educación tiene
un valor en sí misma, ya que no se da dinero ni comida a cambio de
que las madres de familia asistan una vez por semana, de forma volun-
taria, a recibir asesoría sobre educación, higiene y alimentación para
sus hijos. Está dirigido tanto a madres que están esperando a sus bebés
como aquellas cuyos hijos tienen cuatro años de edad. Es un programa
que apoya a las madres antes de que sus hijos ingresen a prescolar.
Su enfoque pedagógico es el de competencias, considerado por sus
directivos como la mejor práctica para impulsar este tipo de educación
inicial en México. No obstante, se trata de prácticas que nos llegan de
naciones extranjeras que, al instrumentarse en un país como el nuestro
en donde existe una gran riqueza cultural entre sus habitantes, resulta
una herramienta que no ha dado el mismo resultado en todo el país.
Por esto, el trabajo de campo se realizó en ocho estados que son
diversos en cuanto a su ubicación geográfica y a sus componentes ét-
nicos, los cuales, a su vez, se integraron en cuatro grandes regiones:

1) Noreste: Coahuila y San Luis Potosí.


2) Centro-este: Querétaro y Veracruz.
3) Centro-occidente: Estado de México y Michoacán.
4) Sur-oeste: Oaxaca y Chiapas.

61
Carlos Reyes, “El sistema educativo, 2006-2012, entre logros y metas aplazadas”,
Campus Milenio, 13 de septiembre de 2012. Disponible en: http:// red-academica.
net/observatorio-academico/2012-09-17. [Consultado el 27 de octubre de 2016.]
62
L. E. Galván Lafarga (coord.), Evaluación del Impacto de Educación Inicial en el desarrollo
de competencias de padres y niños, t. I-III, versión multimedia, México, Conafe/ciesas, 2009.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 135

En las cuatro regiones se realizó el trabajo de campo con familias


de muy escasos recursos que viven en lugares rurales e, incluso, en
zonas indígenas. El número total de entrevistas aplicadas fue de 9 510.
A manera de antecedentes hay que recordar que en México, al igual
que en otros países, el ingreso de la mujer a la educación superior, su
maternidad e incorporación al mercado de trabajo han desarrollado
una cultura diferente en el sentido de crear una infraestructura que la
apoye. Surgió, así, el concepto de las guarderías que han cambiado las
concepciones de los niños como seres humanos, sujetos de derechos.
Es en este contexto que encontramos el surgimiento de la educación
inicial o estimulación temprana, términos enfocados a la crianza del
niño y a las prácticas de su cuidado.
Desde la sep, a partir de 1980, se empezó a concebir a la educación
inicial como un proceso que se llevaba a cabo en los Centros de Desa-
rrollo Infantil. Aquí se proporcionaba a los hijos de madres trabajado-
ras, asistencia completa y educación para infantes desde los 45 días de
nacidos hasta los seis años.
En la década de los noventa, como resultado de la modernización
educativa, se reorientó la educación infantil formal e informal de niños
de cero a cuatro años de edad. Se crearon contenidos educativos ade-
cuados al contexto social local. A partir de 1996, el servicio de educa-
ción inicial no escolarizada se transfirió al Conafe.
Los resultados que arrojó el trabajo de campo realizado por el cie-
sas en 2008 me permitieron analizar cómo el Conafe ha instrumenta-
do una política de cuidado y protección de la infancia con base en el
enfoque pedagógico de las competencias, como ya se mencionó. Los
ejes metodológicos que guiaron la evaluación fueron: aciertos, obser-
vaciones y recomendaciones al programa.
Para este libro me centraré en los resultados que obtuvimos en la
región sur-oeste: Oaxaca y Chiapas, en donde se aplicaron 2 181 en-
trevistas a 400 familias en 75 comunidades. Se trata de dos entidades
que históricamente han estado marginadas debido a su aislamiento por
la falta de caminos, la cual limita el acceso a los servicios médicos, de
agua, de comida y de educación; éstas son las “condiciones desfavora-

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136 • C re ac ión de l a S ec re ta r í a de E ducac ión P úbl ica

bles donde el Programa ha buscado tener impacto”.63 De nuevo nos


enfrentamos al reto del derecho a la educación que tiene la población
que ha quedado marginada en nuestro país.
Asimismo, el coordinador de esta región comentaba que, en varios
casos, el programa había tenido impacto y participación en las familias
de alta marginalidad, mientras en las familias de menor marginalidad
existe un “menor interés en lo que el Programa ofrece”.64 Considero
que esto quizá se deba a la esperanza que ponen en la educación las
clases de extracción más humilde en nuestro país.
También nos encontramos con que los niños que recibieron este
tipo de enseñanza tenían una mejor disposición para ir a la escuela; ad-
quirieron de manera más rápida las herramientas para el estudio y para
la lectura; estaban más seguros, y pudieron socializar con otros niños
mucho mejor que aquellos que no habían asistido.
Los becarios que realizaron el trabajo de campo tanto en Oaxaca
como en Chiapas coincidieron en que las familias beneficiadas por el
programa se distinguían por la forma de hablar, por los hábitos de
higiene y alimentación. Afirmaban que había mejoras en la forma del
cuidado de los niños, a quienes los mantenían limpios, así como a sus
viviendas, estableciendo un ambiente familiar agradable; hasta donde
pudieron observar, no existía maltrato familiar ni discriminación en el
hogar.
El impacto del programa ha sido mayor en las madres que en los pa-
dres, ya que ha sido una motivación para ellas haber aprendido nuevos
valores y habilidades, así como pautas para el cuidado infantil que les
eran desconocidas hasta entonces. Varias madres comentaron que uno
de sus aprendizajes había sido el de saber negociar cuando había con-
flictos, así como rechazar el uso de la violencia. Otras más menciona-
ron que gracias a las sesiones con las promotoras han podido introducir
nuevos alimentos en la dieta familiar, variándolos en la medida de sus
posibilidades económicas.

63
Rodrigo de la Torre (coord.), Informe final del Programa Conafe en la región sur-oeste:
Oaxaca y Chiapas, México, ciesas/Conafe, noviembre de 2008.
64
Idem.

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En cuanto a los padres, en muchos hogares no están presentes de-


bido a la migración, o bien, a que se trata de madres solteras, viudas o
divorciadas. Los pocos padres que quedan en la comunidad son agri-
cultores y en otros casos obreros, por lo que no pueden asistir a las
sesiones semanales que imparte el programa.
Las promotoras son las encargadas de transmitir los nuevos saberes,
valores, conocimientos y habilidades. Ellas son la principal riqueza de
este programa. La comunidad las conoce, aprecia y tiene una buena
relación con ellas. Además tienen buen dominio de los temas que im-
parten, muchos de los cuales se desarrollan con base en las necesidades
que se observan en las comunidades. En muchas ocasiones, incluso, se
trata de sesiones temáticas que se pactan con la promotora. Su labor
es casi voluntaria, ya que su salario es muy bajo. Sin embargo, debido
a esta baja remuneración económica, muchas de ellas han tenido que
abandonar el programa en busca de un trabajo mejor pagado.
La investigación directa en estas comunidades nos mostró que si la
promotora hacía bien su trabajo, el programa caminaba y tenía buenos
resultados, pero si no cumplía con las expectativas de la comunidad,
el programa desaparecía. De aquí la importancia de prepararlas mucho
mejor y remunerarlas bien para que no renuncien, ya que ellas son el
pilar del programa.
Un problema que encontramos en esta región es la confrontación
entre culturas. En lugar de que el programa rescate la diversidad cul-
tural que existe en Oaxaca y Chiapas, como la lengua y las creencias,
se enfrenta a ella. De aquí que hayamos propuesto un diálogo en una
relación horizontal entre el conocimiento de la comunidad y el espe-
cializado. Consideramos que es necesario que el programa respete las
tradiciones culturales del lugar en donde ofrece sus servicios, en un
trabajo conjunto y no como un programa que se impone desde afuera
y desde arriba.
También es importante que amplíe su cobertura y que cuente con
un mayor apoyo económico para que pueda continuar llegando hasta
comunidades que están muy aisladas en todo nuestro país, ya que re-
presenta un gran apoyo para las familias de escasos recursos. De nuevo,
forma parte de este derecho a la educación al que es necesario que se
integren muchas otras comunidades en México.

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El nuevo sexenio, que es en el que ahora nos encontramos, se inició


en diciembre del 2012 por lo que, para una historiadora, como es mi
caso, resulta muy difícil su evaluación. Estamos en un momento de
ensayos, ajustes y reformas, los cuales considero tendrán que ser eva-
luados posteriormente a la luz de los resultados finales, cuando termine
el sexenio en 2018. De aquí que la historia que me propuse escribir en
este libro termine en diciembre del 2012.

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Conclusion es

E n un artículo muy interesante, Pablo Latapí Sarre se plantea pre-


cisamente el término del derecho a la educación, o bien, del
derecho de la educación. Comenta cómo en un principio pensaba que
se trataba de un tema “especializado del que debían ocuparse los juris-
tas para mejorar las disposiciones legales”. Explica que, después de su
estancia en la unesco (2005-2006), comprendió que en el “escenario
internacional este derecho se ha constituido en un referente esencial
para promover y evaluar las obligaciones fundamentales de los estados
miembros respecto a la educación”.1
En el momento en que escribió este artículo, a Pablo Latapí le lla-
maba la atención el que no hubiera “denuncias de carácter jurídico” en
Oaxaca por violaciones al derecho que tienen los niños de educarse, ya
que las clases en los “últimos tres años se han suspendido por meses
enteros”, de este modo se ha violado el derecho de más de ochocientos
mil alumnos, sin que “nadie lo reclame”. Continúa diciendo que algo
semejante ha ocurrido en “Quintana Roo y en Morelos”.2

1
Pablo Latapí Sarre, “El derecho a la educación: su alcance, exigibilidad y relevancia
para la política educativa”, en La educación pública: patrimonio social de México. Temas
de nuestro tiempo, vol. II, México, sep/fce, 2011, p. 3.
2
Ibidem, p. 4.

• 139 •

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140 • C onc lus ione s

Es por esto que Pablo Latapí hace un llamado a los investigadores


de la educación para que vean la importancia de este término por la
gran “trascendencia y actualidad” que tiene el centrarse en la investiga-
ción del derecho a la educación o de la educación que debería de existir
en nuestro país.3
Ahora bien, en este libro he realizado un breve recorrido a través de
nuestra historia para poder comprender por qué los constituyentes en
1917 se centraron en este derecho a la educación por medio del artícu-
lo 3o. constitucional. Lo interesante de este artículo es que, como se
ha presentado en esta obra, resume los anhelos que sobre este derecho
se fueron gestando desde que nacimos como un país independiente.
Es importante comprender cómo liberales y conservadores coinci-
dieron en que por medio de la educación nuestro país progresaría. De
aquí la necesidad no sólo de planear un sistema educativo con infraes-
tructura en cuanto a escuelas, mobiliario escolar y textos, sino también
en lo que a la formación del magisterio se refería y al convencimiento
de los padres de familia de la importancia que tenía el que enviaran a
sus hijos a los planteles escolares.
En este libro realicé un breve recorrido sobre la formación de los
docentes de ayer que nos demuestra que en México se puede hablar de
una importante tradición magisterial. Asimismo, se puede afirmar que
existen muchas líneas de investigación en derredor de esta temática.
Una de estas líneas es el estudio de las ciudades como generadoras
de espacios educativos, entre otros las Escuelas Normales. Las ciudades
brindaron oportunidades de trabajo a hombres y mujeres, y no sólo
a quienes habitaban en ellas, sino también a quienes llegaban de las
áreas rurales. Al fundarse las Escuelas Normales, éstas atrajeron a es-
tudiantes que vivían en el campo. Un ejemplo lo tenemos en la ciudad
de San Luis Potosí en donde, desde la fundación de la Escuela Normal
en 1848, la mayoría de sus alumnos procedían del medio rural. Pos-
teriormente, la Normal de la Ciudad de México se fundó con carácter
nacional, con la idea de que a sus aulas pudieran llegar alumnos de
otras regiones, tanto urbanas como del campo. Por ello, esta ciudad
empezó a controlar la formación del magisterio en el ámbito nacional.

3
Idem.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 141

Hombres y mujeres llenaron las aulas de las nuevas Escuelas Nor-


males fundadas en diversas ciudades de la República Mexicana. Se les
ofrecía un empleo remunerado al terminar sus estudios. Algunos se
quedaban en las mismas ciudades, pero otros más se iban a las áreas
rurales, con lo que las ciudades empezaron a dar muestras de su poder
en la definición de la educación, no sólo en el ámbito regional, sino
incluso nacional.
Los hombres llevaban ya un largo tiempo en las aulas, sin embargo,
para las mujeres fue una oportunidad de trabajo. En ocasiones, estas
mujeres salieron de sus hogares rurales y emprendieron la aventura ha-
cia las ciudades, en donde estudiaron la carrera del magisterio. Para
ellas, fue una gran oportunidad, no sólo porque dejaban el hogar pa-
terno, sino porque llegaban a la “gran ciudad”.
Por lo general, ellas se trasladaban muy jóvenes, ya que tenían entre
12 y 13 años. Al llegar a las ciudades, las Escuelas Normales las prote-
gían por medio de internados y becas para que pudieran continuar con
sus estudios, lo que de nuevo nos muestra que la idea del derecho a la
educación estuvo presente durante todo el siglo xix.
Al egresar, se les ofrecía un trabajo remunerado en una época en
donde todavía no existía la igualdad entre hombres y mujeres. En el
magisterio su labor empezó a ser aceptada, principalmente en las ciu-
dades, en donde existía una mayor apertura ideológica. Así, fue en
las ciudades y no en las áreas rurales en donde surgieron las primeras
Escuelas Normales para mujeres, las cuales siempre tuvieron una gran
demanda, como sucedió en la Escuela Normal para Señoritas de la
Ciudad de México.
Otra línea que se perfila a través de este estudio es la que se relacio-
na con la recuperación de la historia regional y la necesidad de contar
con nuevas fuentes que permitan ampliar el panorama de la formación
de los docentes en varios estados de la República. Para lograrlo, es ne-
cesaria la formación de equipos de trabajo, los cuales, desde sus propias
regiones, se preocupen por el cuidado de sus acervos, tanto archivos
como bibliotecas, y por la publicación de investigaciones que permitan
avanzar en el conocimiento de este importante tema.
En este libro se presentó un breve panorama de cómo el magisterio
ha transitado del arte ser maestro a su profesionalización. Se trata de

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142 • C onc lus ione s

un camino largo en donde diversos hombres y mujeres empeñaron sus


esfuerzos para cumplir, finalmente, con sus expectativas.
Para llegar a la profesionalización se necesitaban determinados
saberes y costumbres, como apunta Dominique Julia.4 En México,
los saberes se centraron en el conocimiento de la nueva pedagogía, de
aquélla en donde la enseñanza objetiva desplazaba a la memorización.
En lo que se refiere a las costumbres, en el Segundo Congreso de
Instrucción Pública se dejaba en libertad para que cada estado organi-
zara sus Escuelas Normales de acuerdo a sus necesidades y costumbres.
De aquí que no exista una homogeneidad sino que, más bien, se trate
de una heterogeneidad que es la que caracteriza este proceso.
De hecho, los espacios geográficos que se revisaron tienen diferen-
tes tiempos y ritmos que, en ocasiones, se cruzan. Se puede afirmar que
este proceso fue muy irregular, ya que existieron diversas modalidades
de instituciones que respondieron a las costumbres de cada estado,
como por ejemplo: institutos de niñas, liceos, academias, e institutos
literarios, entre otras más. Se trata de una serie de instituciones que, en
ocasiones, sirvieron como base para la creación de las Escuelas Norma-
les. Sin embargo, no siempre se siguió el mismo camino.
De aquí que la escritura de una historia de las escuelas normales no
sea una tarea fácil. De hecho, se puede equiparar a la realización de un
gran rompecabezas, en donde hay que juntar diversas piezas. A través
de las páginas de este libro se hace un llamado para que esta historia
se continúe escribiendo desde las diversas regiones de nuestro país, ya
que es parte muy importante de este derecho a la educación que tiene
la infancia mexicana.
En cuanto al siglo xx y en especial durante el periodo revoluciona-
rio, mostré algunos de los problemas sociales relacionados con la edu-
cación. Mi principal fuente fueron las voces que los maestros dejaron
plasmadas en programas y manifiestos, congresos, cartas e informes,
entre otros medios.

4
Julia Dominique, “La cultura escolar como objeto histórico”, en Margarita Menegus,
Historia de las universidades modernas en Hispanoamérica. Métodos y fuentes, México,
unam, 1995, pp. 131-134.

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Lu z E l e n a G a lvá n L a fa rg a • 143

Algo que estaba presente en todos estos documentos era la necesi-


dad de mejorar la educación pública y, en particular, la que se impartía
en el campo. No hay que olvidar que un poco antes de que Porfirio
Díaz dejara el poder se dictó la Ley de Instrucción Rudimentaria, el
11 de mayo de 1911.5 De hecho, esta ley respondía a una de las de-
mandas que había lanzado el Partido Liberal Mexicano en cuanto a la
necesidad de proporcionar educación al pueblo. Posteriormente, otros
grupos vieron la necesidad de extender este tipo de educación a los
indígenas.
Los manifiestos políticos coincidían en la idea de que en lugar
de desgastarse en una revolución, se debería de lanzar una campaña de
educación. Se creía que la educación de la infancia llevaría al progreso
de la patria y se insistía en una buena remuneración para el magisterio,
además de la creación de Escuelas de Artes y Oficios, con la finalidad
de que la instrucción fuera más práctica que teórica. Otra idea intere-
sante es que ya desde 1909 varias voces se levantaban en favor de la
federalización de la educación, lo cual fue atendido hasta septiembre
de 1921, con la creación de la sep.
Una voz importante fue la de Francisco I. Madero, quien pensaba
que por medio de la educación se lograría el progreso del país, era un
derecho del cual tenían que gozar todos los mexicanos. De hecho, ésta
era una idea que nos encontramos desde que México había surgido
como una nación libre en 1821. Este presidente siempre dijo que la ci-
vilización no se llevaba en la “punta de las bayonetas, sino en los libros
de enseñanza”, idea que demostraba por dónde hubiera caminado la
educación pública si hubiera contado con tiempo para ello. Asimismo,
fue durante su gobierno que se puso en marcha el decreto para fundar
escuelas de instrucción rudimentaria en todo el país, pero el problema
fue la falta de presupuesto para lograr este objetivo. Huerta también se
lo propuso en 1913, pero por razones obvias tampoco lo logró.
Todos estos revolucionarios, desde Madero hasta algunos gober-
nadores como Plutarco Elías Calles y los miembros que componían la
Soberana Convención, de uno u otro modo se preocuparon por mejo-

5
Diario Oficial, “Ley de Instrucción Rudimentaria del 11 de mayo de 1911”, junio 6
de 1911.

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rar la educación y casi todos hablaron de la importancia de las escuelas


rudimentarias. Debido al gran porcentaje de analfabetismo en el cam-
po, fue esta escuela la pesadilla de todos aquellos que tuvieron que ver
con la instrucción pública.
Cabe mencionar que en los Congresos tanto de Instrucción Públi-
ca como los Pedagógicos, no sólo participaron los maestros, sino que
también nos empezamos a encontrar con las voces de algunas maes-
tras. Desde aquellas que ya destacaban por su participación durante
el Porfiriato, como Ana María Berlanga, Estefanía Castañeda y Ge-
noveva Cortés, como otras menos conocidas, como Mercedes Vargas
y Ángela Martínez. Sin embargo, ellas, junto con muchas otras más,
fueron quienes impulsaron desde fines del siglo xix la feminización del
magisterio.
Algo importante que deseo destacar es que en la cuarta reunión del
Congreso de Educación Primaria que se llevó a cabo en 1913 se pro-
puso el establecimiento de correspondencia epistolar entre niños que
llevaran los mismos cursos escolares y cuyas escuelas se encontraran
en diferentes entidades. Considero que esta última recomendación fue
muy importante, ya que el escribir cartas era una forma de comunica-
ción en ese momento, además de que apoyaba la redacción, caligrafía
y ortografía de los alumnos. Esto, hoy día, desgraciadamente se ha
perdido.
Otros dos puntos interesantes que también se plantearon en dicha
reunión fueron los correspondientes a establecer un día para que en
toda la República se rindiera culto a la bandera, lo cual se relacionaba
con la construcción de la nación mexicana. El segundo punto era fo-
mentar en los niños el respeto mutuo, sin importar sus ideas y defectos.
Si este segundo punto se hubiera considerado como parte importante
de la educación, tal vez hoy día no tendríamos las situaciones de mal-
trato que se dan entre los escolares.
En lo que se refiere a las cartas que escribía el magisterio, aun cuan-
do en este libro tan sólo incluí algunas de ellas, deseo enfatizar que se
trata de un material documental muy importante que todavía no ha
sido analizado en su totalidad por los historiadores de la educación. De

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hecho, si a algún lector le interesa conocer más al respecto, puede revi-


sar mi libro Soledad compartida. Una historia de maestros, 1908-1910.6
Es interesante hacer notar que una de las preocupaciones que se
nota en estas cartas es la relativa a que el espacio para la enseñanza era
muy pequeño, lo que indicaba un hacinamiento de alumnos, así como
la necesidad de contar con un patio para la realización de la gimnasia.
Todas estas ideas nos indican la importancia que se le empezaba a dar
al cuerpo y, aun cuando encontramos el discurso sobre las bondades
de los ejercicios físicos desde 1870, éstos eran una práctica que todavía
no estaba difundida en todos los planteles.
Un actor que empezó a destacar desde el Porfiriato y se consolidó
durante el movimiento revolucionario fue el magisterio. Su participa-
ción fue muy importante tanto por lo que dejaron escrito en sus mani-
fiestos, como por sus propuestas durante los congresos y sus denuncias
a través de cartas e informes. Muchos destacaron también durante el
movimiento revolucionario, así como en la Sociedad de Autores Didác-
ticos Mexicanos, en donde quedó demostrada la posibilidad de que el
magisterio mexicano escribiera libros de texto, lo cual hoy día es difícil
encontrar.
Bien sabemos que el periodo posrevolucionario trajo consigo mu-
chos cambios y muchas sorpresas para el sistema educativo mexicano.
Entre algunas se pueden mencionar: la creación de la sep, que cerró
un largo proceso de intentos para que la instrucción llegara a todo el
pueblo mexicano y que, a su vez, unificó la educación; la labor de José
Vasconcelos de llevar la educación al campo, y la de Lázaro Cárdenas
por hacer de la educación socialista un ideal para que se cumpliera con
el derecho a la educación. Cabe mencionar la escuela del “amor y de
la unidad nacional” en el afán por unir a un país fragmentado por una
guerra. Tampoco se pueden olvidar las ideas de Jaime Torres Bodet,
quien impulsó nuevos proyectos educativos con la finalidad de que to-
dos los mexicanos tuvieran acceso a la alfabetización. Otro hombre que
sobresalió en el siglo xx fue Fernando Solana, quien vio en el derecho
a la educación el arma para hacer de México un país menos desigual.

6
Cfr. Luz Elena Galván Lafarga, Voces e historias de vida. Programa Nacional de Becas a
la Excelencia Académica y al Aprovechamiento Escolar, México, dgair-sep, 2006.

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Una idea que atraviesa a todo el periodo posrevolucionario es la del


nacionalismo, el cual, junto con los héroes, la bandera y la patria, for-
maba parte de la “mexicanidad”, que fue esencial en muchos discursos
de las primeras décadas del siglo xx. Era necesario unir a un pueblo
que había sido dividido por una cruel Revolución. México se rehacía y
reconstruía de nuevo y, para ello, era necesaria la colaboración de todos
los mexicanos.
Algo novedoso fue el Plan de Once Años dentro del cual se ubica
la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, institución que,
a pesar de todos los obstáculos que ha tenido, ha hecho llegar estos li-
bros a todos los rincones de la República Mexicana, incluso en burro.7
Entre los problemas que se detectan tanto en el siglo xx como en el
xxi se encuentra que la política educativa ha sido sexenal, aun cuando
los presidentes formen parte del mismo partido político. Esto ha traído
una falta de continuidad en las reformas, en los planes de estudio y
en el sistema educativo en general. En cada gobierno se parte de cero,
como si en el sexenio anterior no se hubiera hecho nada en educación.
No se recuperan las políticas positivas y que tuvieron éxito en algún
momento. De aquí que en ocasiones, en lugar de avanzar, se retroceda.
A fines del siglo xix y en las primeras décadas del siglo xx nos en-
contramos con pensadores y filósofos de la educación que, como Jus-
to Sierra, José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, Jesús Reyes Heroles,
Agustín Yáñez, Fernando Solana, o bien, Ernesto Meneses Morales y
Pablo Latapí Sarre, entre otros, apoyaron al sistema educativo mexica-
no con sus ideas y acciones. Por esto me pregunto, ¿en dónde están los
grandes pensadores y filósofos de la educación del siglo xxi? Es nece-
sario encontrarlos para que junto con maestros, padres de familia y la
sociedad civil en general, pongan en marcha las ideas que permitirán
que junto con una continuidad en la política sexenal, el sistema educa-
tivo avance como sucedió en décadas pasadas.
Finalmente, sólo me queda decir que los principios de libertad,
laicidad y obligatoriedad que se refrendaron en el artículo 3o. de la

7
Cfr. L. E. Galván Lafarga, “Libros de texto de aritmética femenil y de geografía.
Aportaciones de un Veracruzano: Gilberto F. Avilés”, en L. E. Galván y G. Galindo,
Historia de la educación en Veracruz, Veracruz, Secretaría de Educación del Estado de
Veracruz y Universidad Veracruzana, 2014, pp. 450-451.

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Constitución de 1917 han sido un importante referente en la construc-


ción del sistema educativo en nuestro país. De aquí que ahora que con-
memoramos los cien años del Constituyente, no podamos abandonar
todo lo que en educación se ha realizado y unamos nuestras fuerzas
para que México cuente con un sistema educativo fuerte que vigile el
derecho a la educación.

Ciudad de México, a 16 de septiembre de 2016.

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Archivo personal E. D. Turner. Documento: “Blas Lara Césares: Historia de
un retrato: Profesora Mariana Gómez Gutiérrez”, año de 1955.
Archivo Municipal de San Juan del Río, Querétaro, Presidencia. Documen-
tos relacionados con el estado que guardan los edificios escolares en el
municipio, años de 1911 a 1913.
Archivo Municipal de San Juan del Río, Querétaro. Presidencia. Documen-
tos relacionados con la falta de agua en las comunidades y escuelas, año
de 1915.

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Fue n te s con sulta da s • 157

Archivo Municipal de San Juan del Río, Querétaro, Presidencia. Documen-


tos relacionados con: “Útiles escolares en diversas comunidades”, años
de 1913 a 1915.
Archivo General de la Nación, Miguel de la Madrid Hurtado-Secretaría de
Educación Pública, Escuelas Normales rurales. Crónica Presidencial,
11.05.04. Caja 14, expediente 11.
Fideicomiso Archivo Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca. Decretos
y circulares, t. 1, p. 1. Documento relacionado con el Programa de go-
bierno de Plutarco Elías Calles, Agua Prieta, Sonora, 4 de agosto de 1915.

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Derecho
a la educación

Fue editado por el I nstituto Nacional de Estudios Históricos


de lasRevoluciones de México, la Secretaría de Gobernación,
y el Instituto de Investigaciones Jurídicas-unam.
Se terminó de imprimir en 2016 en Talleres
Gráficos de México, Av. Canal del Norte,
núm. 80, Col. Felipe Pescador,
Del. Cuauhtémoc, C.P. 06280,
Ciudad de México.

Su tiraje consta de 1 000 ejemplares


encuadernados en cartoné y 100 en tela.

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Como parte de las actividades para conmemorar el Centenario
de la Constitución que nos rige, el Instituto Nacional de Estudios
Históricos de las Revoluciones de México (inehrm) tiene la
satisfacción de publicar la serie “Grandes Temas Constitu-
cionales”, en coedición con la Secretaría de Gobernación y el
Grandes temas
Constitucionales
• Grandes Temas Constitucionales •
Instituto de Investigaciones Jurídicas de la unam.
En ella destacados especialistas aportan su interpretación
sobre las diversas materias contenidas en la Constitución, tanto
en su parte dogmática, sobre los derechos fundamentales,
Derecho a la educación
como en su parte orgánica, sobre la distribución de las funcio-

Derecho a la educación
nes en el Estado mexicano.
Luz Elena Galván Lafarga
El inehrm se complace en poner a disposición del público
lector la serie “Grandes Temas Constitucionales” que forma
parte de la colección “Biblioteca Constitucional”, creada en el
marco de la conmemoración de la Constitución que nos rige
desde 1917. El conocimiento de los temas constitucionales
fortalece a nuestra ciudadanía y a la democracia como forma

Luz Elena Galván Lafarga


de vida.

S ecretaría de G obernación
S ecretaría de C ultura
I nstituto N acional de E studios H istóricos de las R evoluciones de M éxico
I nstituto de I nvestigaciones J urídicas - unam

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