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Tomás de Aquino

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Tomás de Aquino (1225-1274).

Índice.
1. Biografía.
2. El problema de Dios en Tomás de Aquino.
3. El problema del conocimiento en Tomás de Aquino.
4. El problema del ser humano en Tomás de Aquino.
5. El problema de la moral en Tomás de Aquino.
6. El problema de la sociedad en Tomás de Aquino.
1. Biografía.
Nace en el Castillo de Rocaseca (Nápoles), hijo del Conde de Aquino, el menor varón de doce
hermanos. Tuvo que rebelarse cont ra el deseo
familiar de que se dedicase a las armas, y posteriormente, luchar para conseguir que su familia
consintiera su ingreso en la Orden de Santo
Domingo (de Predicadores). Estudia en Nápoles, París y Colonia, donde su maestro San Alberto
Magno le introducirá en el aristotelismo.
Conseguirá ser "Maestro de teología" en París y enseñará también en la Corte Pontificia.
Dirigiéndose al Concilio de Lyon muere en el
Monasterio de Fosanova.
2. El problema de Dios en Tomás de Aquino.
El tema central de la obra de Tomás de Aquino es encontrarse con la Verdad, el Dios del
cristianismo, tanto por el camino de la fe como por el de la razón, y para ello buscará realizar una
síntesis entre ambas. Frente al averroísmo latino para el cual hay una doble verdad (verdades de
razón y verdades de fe), para Aquino hay sólo una Verdad. Su contenido puede dividirse en tres
ámbitos: verdades que sólo podemos saber por fe, verdades a las que llegamos mediante la razón
y verdades a las que llegamos por ambos caminos. Éstas últimas permiten una colaboración
entre la razón y la fe y entre ellas destaca la existencia de Dios.
La existencia de Dios puede ser afirmada por el camino de la fe, confiando en su revelación, y por
el camino de la razón, desarrollando argumentos o vías que la prueban. Aquino desarrolla cinco. 1)
Vía del movimiento. Los sentidos muestran que en el mundo hay cosas que se mueven. Pero
todo lo que se mueve es movido por otro. No es posible un proceso causal infinito, porque el
problema quedaría sin resolver. Por tanto hay un primer motor inmóvil que explica el movimiento
de
todas las cosas que se mueven y al que todos llaman Dios. 2) Vía de las causas eficientes. En el
mundo de lo sensible hay causas eficientes. Ninguna cosa puede ser su propia causa, pues
entonces sería anterior a sí misma. La serie de causas no puede proceder indefinidamente, porque
carecería de justificación, luego tiene que haber una causa eficiente primera a la que todos llaman
Dios. 3) Vía de la contingencia de los seres. En la naturaleza existen seres que pueden existir o
no, es decir, son contingentes. Si todos los seres fueran contingentes habría un momento en el
pasado en el que no existió ningún ser, y si así fuera, no habría ahora cosa alguna, algo
evidentemente falso. Por tanto debe haber un ser necesario que sea causa de lo demás, al cual
todos llaman Dios. 4) Vía de la perfección. La experiencia nos enseña que hay en las cosas
distintos grados de perfección: bondad, belleza, etc. Esta diversidad indica que las cosas participan
más o menos de una realidad que posee tal perfección de forma plena. Luego ha de existir una
realidad que sea la máxima perfección y a esta la llamamos Dios. 5) Vía de la finalidad del
Universo. Vemos en la naturaleza que todas las cosas buscan su propio fin. Pero muchas de ellas
carecen de inteligencia para lograrlo y lo consiguen, lo cual se explica sólo si son dirigidos por un
ser inteligente. No es posible una serie infinita de inteligencias ordenadoras, luego debe haber una
inteligencia primera, directora del universo, y a ésta llamamos Dios.
La existencia de Dios es necesaria, pero la de los seres creados es contingente. Para explicar
esta diferencia entre Dios y los seres creados, Aquino toma de los pensadores árabes la
distinción entre esencia y existencia. La esencia de una cosa es aquello en lo que consiste, es
decir, su definición o concepto. La existencia de una cosa es su presencia efectiva. Pues bien, en
los seres creados la esencia y la existencia no coinciden porque pueden o no existir, mientras que
en Dios se identifican puesto que es necesario.
Sin embargo, aunque son distintos, Dios y los seres creados no están separados, porque los seres
creados existen en cuanto participan de Dios. ¿Cómo pueden las cosas participar de Dios?
Para responder a esta pregunta, Aquino utiliza los conceptos aristotélicos de potencia y acto.
Cada cosa creada tiene una esencia y la esencia es potencia o posibilidad de llegar a existir.
Pero las cosas creadas no tienen en sí mismas la existencia, sino que le viene de Dios. Por lo tanto

es existiendo, es decir, actualizando su esencia, como cada cosa creada participa del ser de Dios
(analogía). La planta lo hará nutriéndose y reproduciéndose. El animal sintiendo y desplazándose
en busca de alimento. El ser humano, además, razonando y buscando la Verdad.
3. El problema del conocimiento en Tomás de Aquino.
Tomás de Aquino busca con su obra encontrarse con la Verdad, el Dios del cristianismo, y para
ello distingue dos fuentes de conocimiento: la razón y la fe. La razón conoce la realidad a partir
de los datos de los sentidos y su objeto son realidades sensibles. Por lo tanto, su conocimiento de
Dios será siempre imperfecto, basado en comparación entre las realidades sensibles, finitas y
limitadas, y su causa infinita cuyo ser es inaccesible a la razón humana. Los límites de la razón
sólo pueden ser ampliados por la fe, cuyos conocimientos sobre Dios no vienen a sustituir a los de
la razón, sino a perfeccionarlos.
¿Qué relación hay entre ambas? La razón y la fe son independientes pero pueden colaborar
entre sí. La razón colabora con la fe aclarando sus contenidos mediante la argumentación (como
en las 5 vías). La fe colabora con la razón sirviéndola como norma y criterio en el siguiente
sentido: puesto que sólo hay una Verdad, si las conclusiones de la razón son incompatibles con las
de la fe sólo puede ser porque la razón ha cometido algún error en sus argumentos, debiendo
revisarlos.
¿En qué consiste el conocimiento de la razón? Siguiendo a Aristóteles, Aquino responderá que
consiste en un proceso de abstracción. La abstracción es la eliminación de las determinaciones
sensibles de una cosa hasta llegar al concepto o forma que la define y está compuesta por las
siguientes etapas:
1) todo nuestro conocimiento comienza con los sentidos.
Para que haya sensación es necesaria la presencia de un objeto sensible percibido, consistente en
una sustancia particular (un hombre, una planta). Ante la presencia del objeto, el sujeto actualiza
su potencia de sentir (viendo, escuchando, etc) teniendo lugar la sensación.
2) los sentidos captan realidades singulares y concretas (este hombre, esta planta) que dejan una
huella en la imaginación y la memoria. Para Aristóteles y Aquino la memoria es una parte del
alma llamada imaginación. La imaginación es un modo de conocimiento capaz de reproducir una
sensación sin la presencia actual de un objeto sensible.
3) el entendimiento agente actúa sobre los datos de los sentidos prescindiendo de los contenidos
singulares y concretos para obtener los datos comunes y universales que constituyen el concepto
(“hombre”, “planta”). Consiste en el acto de producir los conceptos.
4) el entendimiento posible capta el concepto y lo aplica a diversas realidades para conocerlas
mediante los juicios (“esto es una planta”). Consiste en la capacidad o potencia de recibir y aplicar
los conceptos.
Al igual que para Aristóteles, el objeto del verdadero conocimiento es la forma, lo universal, y no lo
particular: de la sustancia concreta. Conocemos la forma, no la materia, que en cuanto materia
primera resulta incognoscible. Por lo demás, aunque el punto de partida del conocimiento sea lo
sensible, lo corpóreo, su objeto propio es la forma, lo inmaterial. ¿Qué ocurre entonces con
aquellas sustancias no materiales como los ángeles o Dios? Para Sto. Tomás no es posible tener
en esta vida un conocimiento directo de ellas. El conocimiento de estas sustancias sólo se puede
obtener por analogía, en la medida en que podamos tener un conocimiento de los principios y de
las causas de la realidad.
4. El problema del ser humano en Tomás de Aquino.
Frente a Platón o Agustín de Hipona, para quienes el ser humano esta constituido por dos
sustancias distintas, Aquino afirma con Aristóteles que el ser humano es una única sustancia en
la cual distinguimos el alma y el cuerpo. Acepta la definición aristotélica de alma como forma de
un cuerpo que tiene vida en potencia. El alma humana está constituida por tres facultades: la
vegetativa, la sensitiva y la racional. La facultad vegetativa se ocupa de la nutrición y el
crecimiento. La facultad sensitiva se ocupa del funcionamiento de los sentidos, la imaginación y
la memoria. La facultad racional se ocupa del entendimiento (agente y posible) y de la voluntad.
La voluntad humana busca por naturaleza la felicidad, el fin último de la vida humana, y ésta
consiste en el encuentro con Dios, pero dispone de libertad para elegir su conducta.
Aquino sostiene que el alma humana, a diferencia de otras formas, es una forma subsistente.
Esto significa que puede existir aparte de la materia, separada del cuerpo. Pero es una forma
subsistente incompleta, porque no puede existir independientemente de una forma natural, sino
en un estado “mutilado”, como la cabeza o el corazón respecto al conjunto del cuerpo. El sujeto
completo, la persona entera, es el cuerpo con el alma. El alma no es una persona. “Mi alma no soy
yo”.
Ahora bien, afirmar que el alma humana es una forma subsistente no es negar que dependa de
Dios para su existencia. Lo hace, y en teoría Dios podría optar por retirar su influencia, en cuyo
caso el alma simplemente desaparecería. Pero no puede haber tal cosa como un alma muerta o un
“alma cadáver”. Un alma separada continúa siendo, no obstante, una realidad parcial. Puede
realizar algún tipo de actividad intelectual, similar a la de los ángeles, pero sólo de una manera
confusa. Para tener un conocimiento claro y distinto necesita de la ayuda de los sentidos. Tiene
siempre la naturaleza de una forma inclinada a informar y dar la existencia a la materia corporal.
Las almas separadas también siguen siendo siempre distintas las unas de las otras. Cada una de
ellas informó un cuerpo distinto, y separada mantiene la misma existencia diferenciada que tenía
cuando estaba unida a un cuerpo. Cada una conserva también una afinidad especial con esa
porción particular de materia de la que fue separada Su “reencarnación” en cualquier otra materia
sería antinatural para ella.
Sin embargo, aunque volver a reunirse con la misma porción de materia —la misma persona “de
nuevo en pie”— se ajustaría a la naturaleza del alma, sería también necesario un milagro par que
ello ocurriera. Tomás cree que ese milagro ocurrirá. Pero a diferencia de la inmortalidad del alma,
no cree que la futura resurrección pueda ser probada mediante argumentos. Su creencia proviene
de la fe.

5. El problema de la moral en Tomás de Aquino.


Siguiendo a Aristóteles, Aquino afirma que todas las acciones humanas tienden a un fin último, su
bien, y ese bien es lo que Aristóteles llama felicidad. Sin embargo, mientras que Aristóteles
identifica la felicidad con la posesión del conocimiento, Aquino la identifica con la contemplación
de Dios. Por esa razón para Aquino la felicidad del hombre no puede ser algo que se consiga
exclusivamente en este mundo. La búsqueda del fin último del ser humano le lleva de la vida
terrestre hacia la contemplación de la primera causa de la realidad, Dios. Sin embargo, esta
contemplación no la puede alcanzar el ser humano por sus propias fuerzas, dada la
desproporción entre la naturaleza humana y la naturaleza divina. Por tanto el ser humano necesita
de la gracia, la ayuda de Dios, para alcanzar esa visión.
Aunque el ser humano no es capaz de alcanzar la felicidad plena por sus propias fuerzas, ha de
contener en su naturaleza los elementos que permitan conseguirla, puesto que esa naturaleza ha
sido creada por Dios. Estos elementos son la virtud, el primer principio de la moral y la ley
natural.

1) Mediante la razón, el hombre puede elegir y crear hábitos de acción racional o virtudes que nos
acerquen a Dios. A las virtudes intelectuales y morales de Aristóteles, Aquino añade las virtudes
cristianas de la fe, la esperanza y la caridad, indicando que el ser humano no puede alcanzarlas
por sí mismo: son un don otorgado por Dios.
2) La razón descubre que el fin de las acciones humanas es su bien y reconoce así su primer
principio moral: hay que hacer el bien y evitar el mal.
3) La ley moral es para el ser humano una ley natural que proviene del plan de Dios para toda la
creación: la ley eterna. Esta ordenación general del Universo mediante la ley eterna regula el
comportamiento de los seres naturales carentes de libertad a través de las leyes físicas. Sin
embargo el ser humano, como ser libre, es ordenado por una ley moral que se ofrece a su libertad.
Según Aquino, esta ley moral recibe el nombre de ley natural y consiste en aquella parte de la ley
eterna que se refiere específicamente a la conducta humana.
El contenido de la ley natural se deduce del repertorio de tendencias naturales del ser humano.
Estas tendencias naturales se clasifican en tres órdenes: 1) En tanto que sustancia, el ser humano
tiende a conservar su propia existencia. El cumplimiento de esta tendencia impone el deber de
procurar su conservación. 2) En tanto que animal, el ser humano tiende a procrear. De esta
tendencia cabe deducir normas relativas a la consecución del fin de la procreación y del cuidado de
los hijos. 3) En tanto que ser racional, el ser humano tiende a conocer la verdad y a vivir en
sociedad. De estas tendencias surgen las obligaciones de buscar la verdad y de respetar las
exigencias de la justicia en nuestra relación con los demás.
La ley natural impone la vida en sociedad y ésta sólo es posible sobre la base de unas normas
legales que regulen la convivencia y a las que Aquino llama ley positiva. Las relaciones entre la ley
positiva y la ley natural son las siguientes:
-La ley positiva es una exigencia de la ley natural y no una imposición de los más fuertes o un
convenio entre iguales. Viene exigida por la naturaleza del hombre como ser social.
- La ley positiva constituye una prolongación de la ley natural. Su contenido concreta la ley natural
que, por su carácter general, no ordena detalladamente la convivencia humana.
- La ley natural ha de ser respetada por la legislación positiva. La ley natural señala por tanto los
límites dentro de los cuales ha de organizarse la convivencia humana.

6. El problema de la sociedad en Tomás de Aquino.


En su reflexión sobre la sociedad, Aquino se aleja de la teoría de las dos ciudades desarrollada por
Agustín de Hipona, siguiendo un planteamiento inspirado por las obras de Platón y Aristóteles.
Siguiendo a estos dos autores, Aquino afirmará que la sociedad es el estado natural del ser
humano. El ser humano es por naturaleza un ser social nacido para vivir en comunidad con otros
hombres. Pero en la organización de su vida en común será central el papel de la Iglesia dado que
el fin del ser humano va más allá de su felicidad terrena hacia el encuentro con Dios. Por esta
razón, aunque afirmará la independencia del Estado y la Iglesia, aquel ha de someterse a ésta en
lo que se refiere al fin último del hombre.
En la organización de la vida social, el Estado ha de procurar el bien común, para lo cual
elaborará leyes de acuerdo con la ley natural, aquella parte del plan de Dios para toda la creación,
o ley eterna, ofrecida a la libertad del hombre.

El contenido de la ley natural se deduce del repertorio de tendencias naturales del ser humano.
Estas tendencias naturales se clasifican en tres órdenes: 1) En tanto que sustancia, el ser humano
tiende a conservar su propia existencia. El cumplimiento de esta tendencia impone el deber de
procurar su conservación. 2) En tanto que animal, el ser humano tiende a procrear. De esta
tendencia cabe deducir normas relativas a la consecución del fin de la procreación y del cuidado de
los hijos. 3) En tanto que ser racional, el ser humano tiende a conocer la verdad y a vivir en
sociedad. De estas tendencias surgen las obligaciones de buscar la verdad y de respetar las
exigencias de la justicia en nuestra relación con los demás.
La ley natural impone la vida en sociedad y ésta sólo es posible sobre la base de unas normas
legales que regulen la convivencia y a las que Aquino llama ley positiva.
La ley positiva del Estado, cuando sigue la ley natural, no es una imposición de los más fuertes o
un convenio entre iguales sino que viene exigida por la naturaleza del hombre como ser social.
Además ha de concretar la ley natural sin entrar en contradicción con ella. Las leyes injustas serán
las contrarias a la ley natural y no obligan en conciencia ni es lícito obedecerlas, con lo cual Aquino
afirma la dependencia de la legislación del Estado respecto a la legislación religiosa.
Las relaciones entre la ley positiva y la ley natural son las siguientes:
-La ley positiva es una exigencia de la ley natural y no una imposición de los más fuertes o un
convenio entre iguales. Viene exigida por la naturaleza del hombre como ser social.
- La ley positiva constituye una prolongación de la ley natural. Su contenido concreta la ley natural
que, por su carácter general, no ordena detalladamente la convivencia humana.
- La ley natural ha de ser respetada por la legislación positiva. La ley natural señala por tanto los
límites dentro de los cuales ha de organizarse la convivencia humana.
Respecto a cuál es la mejor forma de gobierno, Aquino sigue a Aristóteles distinguiendo tres
formas positivas de gobierno cuando buscan el bien común: la monarquía, la aristocracia y la
democracia. Estas formas de gobierno se corrompen cuando buscan el bien privado dando
lugar a la tiranía, la oligarquía y la demagogia respectivamente. Aunque para Aquino la monarquía
parece proporcionar un mayor grado de unidad y de paz, no descarta las otras formas de gobierno
válidas y no considera que ninguna de ellas sea especialmente deseable por Dios.

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