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10.4. Revolucion de Asturias

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10.4.

DESCRIBE LAS CAUSAS, DESARROLLO Y CONSECUENCIAS DE


LA REVOLUCIÓN DE ASTURIAS DE 1934.
En septiembre de 1933, un cúmulo de circunstancias llevaron a Azaña a dimitir como
presidente del Gobierno: las maniobras entre Lerroux y Alcalá Zamora para expulsar a los
socialistas del gobierno o la pérdida de apoyo popular tras los sucesos de Casas Viejas. Ante la
imposibilidad de formar un nuevo ejecutivo, el presidente de la República, Alcalá-Zamora,
disolvió las Cortes y convocó elecciones para ese año. En estas elecciones, los anarquistas
propusieron la abstención, los socialistas se presentaron separados de los republicanos de
izquierdas y las derechas se agruparon en torno al Partido Radical y a la CEDA (Confederación
Española de Derechas Autónomas). Pero la gran novedad fue que las mujeres votaron por
primera vez, según la Constitución de 1931, con lo cual el censo electoral se duplicó. Cierto es
que el voto femenino fue mayoritariamente para los partidos de la derecha (se ha teorizado sobre
la posible influencia de la religión en esta circunstancia). El partido que obtuvo más escaños fue la
CEDA de Gil Robles, seguida del P. Radical de Lerroux. El PSOE vio reducidos sus escaños a la
mitad (58) y la reacción anarquista no se hizo esperar con insurrecciones violentas con un alto
saldo de víctimas mortales y heridos.
Ante la reacción popular tras los resultados electorales, los dos primeros gobiernos que se
formaron (hasta octubre de 1934) estuvieron presididos e integrados en su mayoría por miembros
del Partido Radical, a pesar de que el más votado había sido la CEDA. Pero con independencia de
quienes compusieran los diferentes gobiernos del bienio radical- cedista (1933-1936), fue una
etapa caracterizada por la política de “rectificación”, ya que, consideraban que era necesario
reparar los excesos del bienio reformista (1931-1933). Así, se aprobó una Ley de Amnistía,
beneficiándose todos aquellos implicados en la sublevación de Sanjurjo de 1932. Se impidió la
aplicación de la ley de congregaciones religiosas que prohíba a la Iglesia impartir enseñanza, por
lo que los colegios católicos seguían funcionando. También se adoptaron medidas a favor de la
Iglesia, como el restablecimiento del pago del sueldo a los sacerdotes por parte del Estado.
Además, en agosto de 1935 se planteó una nueva Reforma Agraria, que algunos historiadores la
han denominado como “contrarreforma agraria”, es decir, medidas para limitar la aplicación de
la reforma del primer bienio, o reestablecer aspectos de la situación anterior a la misma.
Esta política de “rectificación” provocó la radicalización de la izquierda popular,
especialmente de los socialistas que se plantearon la posibilidad de una revolución popular, que,
salvo en Asturias, no sería secundada por los anarquistas. Para entender este planteamiento de los
socialistas, es necesario considerar también los acontecimientos en Europa, con la subida al
poder de Hitler en Alemania (enero 1933) y la prohibición de todos los partidos en Austria
por el régimen totalitario de Dollfuss (febrero 1934). Estos hechos eran interpretados por amplios
sectores de la izquierda como un adelanto de lo que podría ocurrir en España.
El comienzo de la revolución se había fijado para septiembre y después se aplazó a octubre,
pero el detonante fue la formación, el 4 de octubre de 1934, de un nuevo gobierno aún más de
derechas que incorporaba por primera vez a tres ministros de la CEDA. Entonces, la UGT
convocó la huelga general nacional para el día 5 de octubre. La sublevación fue un fracaso en la
mayor parte del país, porque el ejército sofocó con facilidad los diferentes focos. Solo adquirió
importancia en Madrid, Vizcaya, Barcelona, y Asturias. En Barcelona, además, ante el temor de
la formación de un gobierno de derechas por la pérdida de autonomía y de competencias, Lluís

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Companys (presidente de la Generalitat) proclamó el día 6 de octubre el Estado catalán dentro
de la República Federal Española, invitando a los republicanos de izquierda de toda España a
establecer un gobierno provisional de la República en Barcelona. La rebelión fue rápidamente
reprimida mediante la declaración del estado de guerra y la encarcelación del gobierno
autonómico y de líderes de la revolución (Azaña, Largo Caballero y Companys). La autonomía
de Cataluña, quedó suspendida temporalmente. Su restablecimiento fue gradual, pero no
recuperó parte de sus competencias.
El único lugar en el que verdaderamente triunfó la insurrección fue Asturias, donde la
revolución se llevó a cabo desde el día 5 al 19 de octubre. A esta revolución también se la conoce
con el nombre de la Comuna Asturiana, por sus similitudes con la Comuna de París de 1871.
Allí se firmó un pacto de alianza regional, Alianza Obrera, entre socialistas, anarquistas (CNT) y
comunistas con el fin de “socializar los medios de producción” en un movimiento revolucionario
conjunto. Los mineros ocuparon cuarenta puestos de la Guardia Civil y la fábrica de armas del
Trubia. La toma de las armas permitió que los mineros consiguieran ocupar toda Asturias y
proclamaron la Revolución Socialista de los Consejos Obreros y se procedió a la
colectivización de industrias y comercios en un proceso en el que no faltó violencia hacia los
propietarios y hacia el clero. El gobierno reaccionó mandando coordinar la operación al general
Franco, quien contó con las tropas africanistas, procedentes de Marruecos, al mando del general
Yagüe. El 18 de octubre la rebelión había sido sofocada con un elevado saldo de víctimas. A partir
de ese momento, se produjo un giro aún más conservador en la política gubernamental. La
represión posterior se caracterizó no solo por su dureza, sino también por su arbitrariedad. Se
realizaron cerca de 30.000 detenciones y numerosas condenas a muerte, pero al final se indultó a
los máximos responsables.
La revolución de octubre de 1934 tuvo como consecuencia la fuerte polarización política y
una radicalización de posiciones, tanto de izquierdas como de derechas. Por parte de la derecha,
Calvo Sotelo fundó el Bloque Nacional, con el que pretendía ofrecer una alternativa a la
República, consistente en una monarquía tradicional basada en una autoridad fuerte. Para ello
aspiraba a contar con la participación activa del ejército. Dentro del ejército, se crearía la Unión
Militar Española, integrada por personalidades como el general Sanjurjo, con el objetivo de
acabar también con la República. Por su parte, la izquierda, tras la represión de la revolución,
impulsó una concentración de fuerzas que desembocó en la creación del Frente Popular.
También contribuyó a ello el avance del fascismo en Europa y la recomendación de la
Internacional Comunista de frenarlo mediante formación de frentes antifascistas integrados por
todas las fuerzas de izquierdas.
A finales de 1935, la CEDA había aumentado su influencia en el gobierno presentando un
proyecto de reforma constitucional, pretendiendo modificar aquellas cuestiones que más
rechazo habían provocado a los conservadores como, por ejemplo, la religión, la enseñanza,
matrimonio civil, autonomías, etc. Sin embargo, la apertura en el gobierno de una profunda crisis
política, condujo a nuevas elecciones y ese proyecto constitucional no pudo ejecutarse. Una de las
causas de esa crisis fue el hundimiento del Partido Radical de Lerroux como consecuencia de
dos grandes escándalos: el estraperlo y, por otro lado, la acusación de corrupción económica
contra varios de los gobiernos radicales. Lerroux fue exculpado de ambos casos, pero su carrera
política y la de su partido quedaron truncadas. Ante la negativa de Alcalá- Zamora de mandar

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formar gobierno a la CEDA se disolvieron las Cortes y se convocaron elecciones para febrero
de 1936.
Como conclusión podemos señalar que los sucesos de 1934 no pueden verse como antesala de
la guerra civil, sino que debe interpretarse como una señal de las dificultades de la República
como régimen, aunque aquellos que dieron el golpe de Estado de julio 1936 sí lo utilizaron como
pretexto.

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