06 - Después de Clase - Mariano
06 - Después de Clase - Mariano
06 - Después de Clase - Mariano
TEXTO 06
06 - Después de clase,
Mariano Narodowski
Selección y adaptación para uso exclusivo de los estudiantes realizada por Prof. María del Huerto Ragonesi
Mariano Narodowski en su obra Después de clase. Desencantos y desafíos de la escuela actual (1999) afirma
que la escuela moderna, que trasciende límites geográficos y nacionales, ha entrado en el ocaso. La define como
una institución “de la vigilancia, el silencio y el disciplinamiento” (P.11).
A continuación, se presenta una selección de los aspectos centrales de su obra, publicado por Novedades
Educativas en la ciudad de Buenos Aires, tratando de explicar parte de la afirmación arriba expuesta. Se ha
respetado la organización general que el autor le da a su trabajo, aun cuando, para responder al interés
didáctico de este texto se han seleccionado las temáticas con un interés particular: el de caracterizar a la escuela
moderna y los orígenes de los sistemas educativos nacionales.
se van distribuyendo esos cuerpos a lo largo del tiempo y del espacio de acuerdo con ciertos criterios
(inteligencia natural, edad, desempeño individual) que no son más que mecanismos derivados del
discurso pedagógico. La política educativa del Estado, desde finales del siglo XIX, administra
cuerpos creando condiciones legales e institucionales para su posterior resignificación en el plano
de los dispositivos de las instituciones escolares. El resultado de este proceso posee una
multiplicidad de situaciones: la identificación y discriminación de alumno – niño o alumno –
adolescente, la localización de cierto tipo de alumnos en la educación “diferencial” o “especial”; las
diferentes modalidades de “promoción” de un grado o nivel al siguiente, la misma creación o
modificación de subsistemas y niveles de educación escolar, etcétera (p.44).
Los criterios de normalidad son históricos, no eternos. Narodowsky reflexiona al respecto cuando dice que esos
conceptos definieron la aceptación o no de los niños en las escuelas. Un mal alumno era un sujeto “vicioso”, y
por eso estaría excluido, a diferencia de los “virtuosos” que tendrían un lugar asegurado. El enjuiciamiento
moral era parte de la potestad escolar y cuando la escuela era insuficiente para el disciplinamiento había otras
instituciones que se encargaban de ello. Ser un “niño”, en el sentido moderno, suponía obediencia,
dependencia del adulto, etapa a la que se esperaba llegar y que tenía ritos de iniciación específicos: el pantalón
largo para los varones, las fiestas de quince para las niñas, el reloj de oro, el servicio militar, el primer sueldo
(p.47).
Desde los inicios del siglo XIX, en los albores de la Revolución Industrial europea había muchos niños en las
calles, huérfanos y víctimas de la delincuencia. La escuela moderna, y principalmente la escuela pública era el
espacio que podía contenerlos porque la promesa del ideal pansófico y la utopía sociopolítica redimía a la
infancia abandonada y la incluía en una sociedad de todos (p.52).
la confianza en esta institución y en sus docentes (p.65). La escuela moderna se construyó entonces con un
conjunto de normas autorreferenciadas, es decir que son comprensibles sólo en ese contexto, y que no tenían
valor fuera de esos muros.
Los contenidos escolares no son la continuación de las culturas populares o familiares; tanto que más de una
vez entraron en crisis. Saberes escolares y saberes familiares no se correspondieron necesariamente;
Narodowski dice:“Frente a las culturas populares o a las culturas familiares, la escuela supo imponer sus propios
preceptos…En caso de crisis o confusión, el niño solamente podría seguir siendo escolarizado si sus padres y él
mismo se atenían a lo que demarcaba la cultura escolar” (p.67). La escuela ejercía el monopolio del saber; se
consideraba valioso lo que la escolarización era capaz de hacer del niño, porque lo que se enseñaba allí era un
saber específico, propiamente escolar.
Siempre siguiendo a Narodowski se afirma que parte de la autoridad y de la especificidad del trabajo del
docente era la transmisión de la lectoescritura. La invención de la imprenta, algo revolucionario en la
modernidad, contribuyó en ese sentido. Hoy en día, sería impensable una escuela sin la imprenta, sin libros.
Ella fue crucial a la hora de dar legitimidad a los saberes escolares, y contribuyó a relegar a un segundo plano a
las demás instituciones de producción y transmisión de saberes.
La escuela determinó a la escritura y a la lectura como tecnologías fundamentales de transmisión
del saber, y si bien no eliminó a las preexistentes (por ejemplo, a la oralidad, la que siguió siendo
un sostén educativo importante), las desterró a un ámbito de menor nivel de legitimidad. La escuela
moderna fijó qué había que leer, cómo leerlo, y cuándo hacerlo y vituperó, en un acto proverbial de
hegemonía y monopolio cultural, a todas aquellas lecturas y escrituras que no se ajustaran a lo que
mandaban sus preceptos (p.68).
En la escuela moderna es el adulto docente el que sabe; el niño / alumno el que no sabe o es portador de
conocimientos vulgares que es necesario arrancar y sustituir. Se usa la metodología de la instrucción
simultánea: un solo docente, autoridad que posee el poder, enseña un mismo conocimiento y vigila un grupo
de alumnos.
La escuela moderna se presenta así como la institución civilizadora, puesto que no solamente impuso una
cultura sino que relegó a lugares de subestimación a las otras que se presentaron como diferentes a sus
postulados. La disciplina que imponía el maestro determinaba los lugares a los cuerpos en las salas de clases,
pero todos confluían en la figura del docente, que era quien ejercía en poder. La autoridad no se discute y la
falta de disciplina escolar se castiga severamente sobre el cuerpo del alumno con un fin pretendidamente
correctivo. El alumno que no respetaba la autoridad de la escuela debía ser castigado, “por su bien” (pag.69).
El docente de la escuela moderna era un adulto portador de saberes que basaba su autoridad en la legitimidad
de los conocimientos que debía transmitir, determinaba quiénes eran los buenos y los malos alumnos, llegaba
incluso a castigarlos físicamente y tenía el poder de determinar quiénes podían ser alumnos según su capacidad
o desadaptación a la escuela.
A la vez comienza a controlar la metodología y los contenidos a enseñar y declara obligatoria la escolarización
de los niños. Los docentes comenzaron a ser trabajadores asalariados contratados por el Estado, que fue
transformándose en lo que se conoce como Estado Educador.
La estatalización de la educación se expresaría de diversas maneras. Una de ellas, como se expresó más arriba,
los contenidos a enseñar. Narodowski, al hablar de Buenos Aires, dice:
…la Primera Junta de Gobierno por iniciativa de su secretario, Mariano Moreno, decreta que el libro
El Contrato Social de Jean Jacques Rousseau, fuese texto de lectura obligatoria en las escuelas
elementales. El Estado, (en este caso el de Buenos Aires) se pretende con derecho a reglamentar
qué es lo que los niños deben y qué no deben leer.” (p.87).
Otra forma en la que se expresa la estatalización de la educación fue la creación de instituciones destinadas a
la formación de los docentes, las Escuelas Normales.
Entonces, la contratación salarial de los docentes, el control sobre las congregaciones religiosas, la
reglamentación acerca de los contenidos, y la formación de docentes fueron las formas en las que se evidenció
la estatalización de la educación.
Un último, pero no menos importante aspecto en este sentido: la obligatoriedad escolar. Cuando el estado se
hace cargo de las escuelas también obliga a los padres a enviar a ellas a sus hijos, pero la norma regiría sobre
todo para los pobres, porque los ricos seguían instruyéndose con institutrices o en las órdenes religiosas. Los
varones pobres eran los principales destinatarios de la escolarización, porque con la Revolución Industrial el
tema de la infancia adquiere ribetes dramáticos por la alta tasa de orfandad, vagabundeo y delincuencia. Junto
a la obligatoriedad se instituyó la gratuidad, única forma de que las familias pudieran afrontar la escolarización
de los hijos, que suponía, sino sacarlos, al menos condicionarle su incorporación al ambiente productivo.
Todo ello se expresa en la legislación, la ley Ferry de Francia, y la ley 1420 de Argentina. En Europa y América,
según Narodowski, se observa
…la disputa con las órdenes religiosas para garantizar el control estatal sobre la escuela; es decir el
curriculum se unifica desde el estado y no desde las Iglesias y las corporaciones de educadores, en
caso de sobrevivir, deben ajustarse a los postulados (p.97).
Los ministerios de educación o sus equivalentes aparecen entonces a principios del siglo XX; son parte de la
organización política que se dan los estados modernos. La escolarización básica como proceso masivo es un
proceso a cargo de los estados. El Estado habilita a los docentes y define sus salarios, especifica y unifica el
curriculum, el tiempo escolar, etc. Los alumnos pertenecen a diversos sectores y condiciones: pobres, clases
acomodadas, indios, negros, mujeres, diferentes. A partir del establecimiento de la obligatoriedad escolar
“todos deben ser tratados como iguales, en todas las escuelas y tendrán los mismos derechos que cualquiera.
El sistema educativo nacional es
estatal y en muchas de estas naciones lo estatal es idéntico a lo público” …y… “El dispositivo de enseñanza sigue
siendo la instrucción simultánea” (p.98).
Narodowsky dice que entre 1880 y 1980, aproximadamente, hemos vivido el siglo de la escuela. Expone las
notas centrales de esa escuela, lo que se conoce como optimismo pedagógico:
La escuela era progreso para las naciones y ascenso social para los individuos. La escuela implicaba
modernización científica y tecnológica. La escuela brindaba certezas sobre nuestro pasado y sobre
nuestro futuro. La escuela civilizadora generaría un futuro sin ignorancia, sin oscurantismos
religiosos o culturales, sin barbarie, sin terror, sin pobreza. La escuela pública, estatal, en suma,
prometía ser el vehículo mediante el cual se conseguiría la felicidad de todos; el medio por el cual
el hombre se haría Hombre. La escuela prometía (p.99).
El concepto de simultaneidad sistémica que construye la pedagogía parte de un supuesto: el concepto moderno
de igualdad de los hombres, y por ello poseen las mismas posibilidades de aprender y de ser educados. Sobre
esta idea se construye la promesa, el concepto de igualdad de oportunidades. Esto suponía que si se ofrecían
iguales posibilidades de educación escolar para todos, como todos los seres humanos contaban con iguales
capacidades de aprendizaje, entonces todos los hombres y mujeres contarían con iguales posibilidades de
desempeñarse en el futuro. “Democratizar la escolaridad significaba dar las mismas oportunidades a la
población a partir de garantizar el acceso a formas homogéneas de educación. Entre los años sesenta y setenta
y setenta del siglo XX este concepto entrará en crisis, porque diversas corrientes manifestarán su desencanto
en relación a las promesas de la escuela moderna y del Estado educador. Narodowski lo sintetiza así:
La igualdad de oportunidades sólo pudo plasmarse en el discurso, puesto que, aún en los países
más desarrollados, los procesos de segregación dentro y fuera del sistema educativo no lograron
realizar el ideal pansófico en la práctica social. Y si esta promesa fue la que aglutinó a las
instituciones escolares bajo el manto disciplinador del Estado, su incumplimiento traerá como
consecuencia cambios muy importantes en la organización macropolítica de los procesos de
escolarización (p.100).
A partir de la década de los setenta del siglo XX el concepto de igualdad de oportunidades será cuestionado y
suplantado por el de oportunidades equivalentes; las propuestas educativas y escolarizantes que superen la
homogeneización social y cultural serán el reclamo de los movimientos que defienden la diversidad cultural y
el multiculturalismo y los cambios en la economía mundial y el trabajo pondrán en cuestión la idea de progreso
social partir de la educación escolarizada. Estos y otros temas con estos tópicos relacionados serán objeto de
otros análisis.
Hasta acá los aspectos centrales del texto de Narodowski, con la sola intención de exponer las nociones relativas
a la Escuela Moderna y los orígenes de los sistemas educativos nacionales.
Bibliografía.
Narodowski, M. (1999). Después de clase. Desencantos y desafíos de la escuela actual. Buenos Aires. Ediciones
Novedades Educativas.
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