La Descodificacion de La Conciencia Romantica en F Nietzsche-E
La Descodificacion de La Conciencia Romantica en F Nietzsche-E
La Descodificacion de La Conciencia Romantica en F Nietzsche-E
LA DESCODIFICACIÓN DE
LA CONCIENCIA ROMÁNTICA
EN F. NIETZSCHE
Pedro Jesús Egio Rodríguez
LA DESCODIFICACIÓN DE LA CONCIENCIA
ROMÁNTICA EN F. NIETZSCHE
Primera edición, 2019
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© DM
ISBN: 978-84-18581-45-8
Depósito Legal: MU 678-2019
Era la imagen que tantos lectores suyos, Camus entre ellos, conservaron
como recuerdo de su vida. Diez años de silencio, tras la crisis de Turín en
enero de 1889, como final de un período de integrísima actividad y que
halla en su Ecce homo el testimonio más estremecedor de su biografía inte-
lectual. Ahora, en los interiores de su casa de Weimar, como si hubiese
elegido esta ciudad para el reposo definitivo, todo se detiene y la ausencia
de su voz y de su escritura –Thomas Mann afirmará que la suya era la
mejor prosa alemana después de Lutero– marca ya la espera de otros tiem-
pos, prontos a reconocer en su obra uno de los legados filosóficos decisivos
de nuestra época.
VII
"cargar con el sufrimiento voluntario que comporta la veracidad", es decir,
el reconocimiento de una necesidad que acompaña al hombre y que lo
somete al destino de su naturaleza y voluntad.
VIII
convierta en el más radical e implacable genealogista de la cultura mo-
derna. A su paso irá apareciendo la "verdadera historia", de la moral, de
los ideales, de los conceptos metafísicos, historia del concepto de libertad
o de justicia como emergencia de diferentes interpretaciones.
Desde esta perspectiva es fácil entender las razones por las que Nietzs-
che ha pasado a ser bajo tantos aspectos el educador del siglo XX. Ha sido
él quien mejor ha articulado la potencia desenmascaradora de la crítica con
el carácter hipotético y ensayístico del trabajo de la filosofía. En este con-
texto podemos leer el ensayo que Pedro Egio en sus años de formación
dedicó al pensamiento de Nietzsche y que ahora llega a nosotros con la
intención de ampliar el debate sobre la filosofía y nuestro tiempo.
IX
Unas palabras de este autor
sobre el presente libro
Hay una segunda razón más importante sólo para mí, cual es la de in-
tentar de nuevo incurrir en el campo de la filosofía profesional, de la que
he estado alejado mucho tiempo, nada menos que unos treinta años, por
motivos de salud, y por cierto que de salud mental, aunque la vida me ha
XI
ido mostrando que esa carencia de salud me impedía seguir haciéndome
cargo de mi cátedra de instituto pero no así filosofar con todo el rigor
posible. En esa confianza doy este texto a leer, siendo así además que data
de fechas anteriores a mi debacle en las clases; y con ello me gustaría en la
medida de lo posible limpiar esa etiqueta que el curso de las cosas me ha
entregado, distanciándome tanto tiempo del terreno del pensamiento y de
los especialistas en la tarea, tan necesaria, de pensar la época, la vida, el
estado de cosas poco halagüeño en que nos hallamos ya en las primeras
decenas del siglo XXI.
XII
tantas cosas, cada uno desde su situación, desde su óptica: esa era mi clara
posición al escribir las páginas que siguen.
Pedro Egio
Murcia, 15 de diciembre de 2018
XIII
Nota del corrector y amigo
Me pide mi amigo Pedro Egio, con quien desde hace años comparto
hazañas musicales, tertulias, risas y otros muchos tipos de encuentros cons-
tructivos, que escriba unas palabras ("o unos versos, un poema, lo que tú
quieras") para añadirlas, junto a las suyas y las de nuestro común amigo
Francisco Jarauta, a esta primera edición de su tesina de licenciatura de
1984, a cuya corrección editorial me presté desde el primer momento,
comprometiéndome así a leerla de nuevo más a fondo; y digo de nuevo
porque Pedro tuvo a bien regalarme hace unos años una de las pocas copias
originales, mecanografiadas a mano y encuadernadas a la vieja usanza, que
conservaba en su casa desde entonces. Una tesina magnífica, valiente, ori-
ginalísima (con esa pirueta final, tan lúcida y poética, del "¿Cuento?" que
Pedro le dedica a Nietzsche), que me ha devuelto la visión del Nietzsche
que más me gustó siempre, el Nietzsche que mejor comprendo y con el
que más empatizo desde mi juventud. Decía Joseph Joubert hace dos siglos
que "los poetas deben constituir el estudio esencial del filósofo que desea
conocer al hombre"; y, un siglo después, Paul Valéry escribía en su cua-
derno: "La poesía más valiosa es (para mí) la que es o fija el presentimiento
de una filosofía". Pues bien, fundamentalmente, eso fue y ha sido (para
mí) Nietzsche siempre: un poeta; un poeta-filósofo, si se quiere; uno de los
más grandes y revolucionarios poetas del conocimiento; el sabio que
reivindicó el conocimiento como creación y al hombre como poeta; el que
se atrevió a confesarle a su amigo Erwin Rohde: “sigo siendo poeta hasta
los límites más dilatados de este concepto, por mucho que me haya tirani-
zado incansablemente con lo que hay de más opuesto a la poesía”.
XV
mis autores de cabecera. Por ello no me resisto a compartir aquí, para dar
fin a mis palabras, una vieja variación personal de un texto suyo, esta ver-
sificación de un conocido fragmento de La poética del espacio sumamente
sugestivo, elocuente y creo que oportuno:
PALABRAS
El sentido común
vive en la planta baja, presto siempre
al comercio exterior a ras de suelo
con el prójimo, ese transeúnte
que jamás es un soñador.
Bajar a la bodega
es soñar, extraviarse
en los lejanos corredores
de una etimología incierta;
buscar en las palabras
tesoros desaparecidos.
XVI
En esto se resume la vida del poeta:
en subir y bajar por las palabras mismas.
Y tan sólo al poeta
que une lo terrestre con lo aéreo
se le deja subir y bajar demasiado.
¿Solamente el filósofo
ha de ser condenado por sus pares
a vivir en la planta baja siempre?
Sebastián Mondéjar
XVII
LA DESCODIFICACIÓN DE LA CONCIENCIA
ROMÁNTICA EN F. NIETZSCHE
A MI HIJO
[R. Barthes]
[F. Nietzsche]
Introducción
Debo decir que pienso haber superado, con este escrito que presento
en calidad de “Tesina”, esa mi posición juvenil; así estas páginas serán de
mayor utilidad que las que en años pasados pude haber escrito. Con ello
no quiero decir que me haya situado en una posición contraria que des-
aprobara cualquier afirmación de los textos nietzscheanos. Por el contrario
espero de mi hipótesis de trabajo la virtualidad de ofrecer una visión “justa”
de las cosas, mediante la lectura “histórica” que efectúo.
7
con la filosofía platónica genéricamente, sino con el pensamiento de los
dos siglos que le preceden. Me pareció que esa escritura que a cada paso
complica al lector –que pretende hacerlo “cómplice”–, que se reviste de
inocencia para asestar los más terribles golpes podía ser mejor compren-
dida si se la remitía, no a esa labor titánica, fácilmente atribuible a Nietzs-
che, sino al conjunto de escritos que reaccionan contra Hegel y el
Idealismo y en general, contra la visión romántica del mundo que elabora
la burguesía de los dos siglos que nos han precedido.
8
tantas ideas valiosas desde el primer momento; así como agradecer la labo-
riosa tarea de la corrección y preparación del manuscrito a los compañeros
que la realizaron.
9
CAPÍTULO PRIMERO
LA CONCIENCIA ROMÁNTICA
1. EXTENSIÓN DE LA EXPRESIÓN “CONCIENCIA
ROMÁNTICA”
13
de ese deseo, que como hemos de hacer ver no es otro que el deseo burgués
basculando sobre sus propias contradicciones, sobre su propio fracaso: el
fracaso de sus “ideales”.
14
En verdad, veremos cómo tal precisión sobre nuestra terminología es
necesaria, pues es frente a esta vasta franja de la conciencia histórica occi-
dental que Nietzsche se posiciona; veremos que cuando la labor crítica de
Nietzsche –la labor precisamente más célebre de nuestro autor– se abre,
no es ingenuamente para destruir toda la cultura de Occidente como pa-
rece siempre a primera vista, sino para neutralizar, más bien, la visión que
la “Conciencia Romántica” –y nos creemos ya con derecho a utilizar el
término– ha proyectado sobre Occidente; una visión cuya matización más
definitiva hallamos en Hegel. Si hemos aprendido, gracias a los estudios
brillantes de la historiografía marxista, que Hegel, constructor de una te-
matización que se apropia de todo el pasado, no es más –o poco más– que
un pensador que lleva a feliz término el sueño burgués; si ya no somos
ingenuos para pensar que la legitimación de la Historia Universal pro-
puesta en la Fenomenología del Espíritu no es lo que se nos quiere hacer
pensar en esa fenomenología, hemos de empezar a asumir que tampoco la
Genealogía de la moral es el desmontaje titánico de todo el pasado; de asu-
mir que tal crítica, en momentos difíciles de soportar, está igualmente en-
cuadrada, posibilitada por una época que, en ciertos discursos, comienza a
desconfiar de los ideales inocentes del burgués. Nietzsche, así, se nos hará
más transparente, menos contradictorio; pues si bien en el interior de su
pensamiento encontramos las contradicciones que por ejemplo señala Co-
lli, éstas pierden interés al recobrar el pensamiento nietzscheano, no por
sus contenidos, sin más, sino por el papel que le ha tocado jugar en la
historia de la cultura europea. Nietzsche, al menos en este escrito, no puede
ser tomado como el héroe que por fin derriba todas las ingenuidades de
Occidente, sino como autor, entre otros, eso sí, sumamente interesante
desde el momento en que articula una nueva escritura, capaz de recoger lo
límites del modernismo; una escritura que rezuma la nueva sensibilidad; la
que igualmente hace posible las prácticas literarias de otros muchos autores
–ya nos referiremos después a ellos– una vez que desde Feuerbach, se ha
hecho imposible el sueño del “profesor absoluto”.1
15
El Anticristo... antes de dormir; que apila los libros de Nietzsche sobre la
mesilla de noche, como el monje su breviario para acercarse al sueño con-
venientemente aleccionado por el Espíritu. Sin embargo, tal hipótesis de
trabajo es necesaria, como ejercicio sincero de la filosofía, que está pro-
puesto por el propio Nietzsche quien huye de la Institución; por boca de
Zaratustra, y por ese autor que dice: “he aquí el hombre” y se horroriza
ante la idea de cualquier posible canonización.
16
Esa conciencia desgarrada entre el mundo metafísico y el de la repre-
sentación, entre apariencia y ser, entre razón científica e ideal práctico, no
es ajena –como intentamos hacer ver– al Nietzsche joven profesor de Ba-
silea. Como tampoco es ajena al joven Marx del 37 incluso la preocupación
por la tematización del ideal divino;3 o a Freud, en la década de los 80, el
juego teatral de los primeros visualizadores de la “histérica moderna” en la
Salpetrier.
17
2. EL DESMORONAMIENTO DE LA CONCIENCIA
ROMÁNTICA
18
obra de Hegel, se imagina haber llevado a feliz cumplimiento su proyecto,
haber redimido a la humanidad.
Si por el lado de las realizaciones sociales del siglo XIX ha sido bien
entendido como el siglo que lleva a feliz cumplimiento los proyectos me-
nos idealistas de la clase media, con el desarrollo de un tipo peculiar de
relaciones económicas, el mejoramiento de los medios de producción y de
las teorías sobre la misma –la “economía política”–, de las ciencias en ge-
neral, del comercio y las comunicaciones; por otra parte, y ello es de utili-
dad para comprender la hipótesis que pretendemos manejar para el caso
de Nietzsche, ese mismo siglo, ya casi desde sus comienzos, está dedicado
en el caso de muchos pensadores a volver a dudar de esa figura legitimadora
del Estado burgués que es Hegel. Así, si la gran mayoría de las fuerzas so-
ciales tienden a la construcción de un mundo tal y como es soñado por la
clase media, más allá, más acá, multitud de escritos intentan subvertir ese
orden; y es en ese conjunto de escritos que podemos encuadrar a los pro-
pios escritos de Nietzsche. Junto al positivismo, a los romanticismos más
o menos tardíos ya de talante casi puramente estético; junto a la derecha
hegeliana que intenta perpetuar una determinada concepción de la histo-
ria, junto a la gran masa de empresarios dedicada a hacer números según
el estilo inglés, nace la “conciencia obrera”, emergen literaturas de perso-
najes inconformistas, antiacadémicos, desde un Feuerbach a un Kierke-
gaard unidos en la tarea de imposibilitar el ejercicio de la filosofía hegeliana
de falsas abstracciones.
19
Todos ellos, de formación hegeliana –como filosofía oficial imperante–
, maduran pronto hacia posiciones diversas, pero que tienen en común
precisamente el rechazo del hegelianismo.
El libro de Löwith5 precisamente nos cuenta este lento acaecer del des-
moronamiento de los conceptos principales de aquella filosofía a lo largo
del siglo, precisamente desde Hegel a Nietzsche. Ya al mismo nivel de la
repartición de su obra se constatan las sucesivas posiciones de los autores
más destacados de esta tarea, ante los problemas principales que Hegel ha-
bía abordado pretendiendo resolverlos de manera definitiva: cultura, tra-
bajo, cristiandad, historia... Idea tras idea del Sistema van siendo, según
nuestra terminología, descodificadas; con lo que, frente a la legitimación
del mundo burgués vigente, el esfuerzo de los pensadores produce la des-
legitimación de este mundo a todos los niveles.
20
nuestro trabajo, su mejor aportación, una vez que remarcamos nuestra idea
de que a Nietzsche se le conoce ya suficientemente al interior de su teoría.
En efecto, si gracias a los estudios que sobre Nietzsche marcamos en nues-
tra Bibliografía, los conceptos principales de nuestro autor nos son ya su-
ficientemente accesibles, así como sus posibles interrelaciones, sus
conexiones con otros autores y temas de la literatura filosófica, etc.; es ne-
cesario, por el contrario, una aportación como la nuestra, preocupada en
justificar el pensamiento nietzscheano, sus gestos a veces exagerados, las
obsesiones que subyacen bajo su discurso, desde su encuadramiento histó-
rico convenientemente obviado. Junto a la comprensión al interior de su
propio pensamiento, se impone esta justificación histórica del mismo, a
fin de evitar ciertos prejuicios –muy frecuentes para el caso de nuestro au-
tor–, ciertas incomodidades, ciertas exageraciones.
21
encontramos sino un intento de comparación externa de sus discursos. La
propuesta de Lefebvre, pues, toca a nuestro campo de análisis algo acci-
dentalmente, sin que en nuestro caso podamos aprovechar muchas de sus
afirmaciones.
22
“signos” emitidos por la cultura occidental.
23
3. POSICIONAMIENTOS EXPLÍCITOS DE NIETZSCHE ANTE
LA CONCIENCIA ROMÁNTICA
['Anticristo', 810]
24
filosofía –que, en el caso de Hegel queda con ella hermanada, desde el
Espíritu Absoluto.
25
europea o del Idealismo, si se quiere llamar así, que eternamente tiende hacia
las alturas y por mismo nos rebaja eternamente”.9
“Es necesario decir a quién nosotros tenemos como antítesis nuestra (...). El
idealista, exactamente igual que el sacerdote, tiene en su mano todos los grandes
conceptos –¡y no sólo en su mano!–. Los contrapone con un benévolo desprecio
al Entendimiento, a los “sentidos”, a los “honores”, a la “buena vida”, a la
“conciencia”... El espíritu puro es la mentira pura”.
En Más allá... 811 encontramos este aserto de Nietzsche sobre los jó-
venes tubingueses, en un contexto general de desprecio por la filosofía ale-
mana, que poco a poco –se nos dice– fue cautivando a Europa, desde que
Kant descubrió el concepto de “facultad”:
26
buscan ‘facultades’. Y qué cosa se encontraron– en aquella época inocente, rica,
todavía juvenil, del espíritu alemán en la cual, el romanticismo, hada ma-
ligna, tocaba su música, entonaba sus cantos; en aquella época en la que toda-
vía no se sabía mantener separado el ‘encontrar’ y el ‘inventar’, sobre todo, una
facultad para lo ‘suprasensible’: Schelling la bautizó con el nombre de Intui-
ción intelectual, y con ello satisfizo todos los deseos más íntimos de sus alemanes,
llenos en el fondo de anhelos piadosos”. Y continúa de esta forma tan expre-
siva para nuestro asunto: “A todo este petulante y entusiasta movimiento, que
era juventud, por muy audazmente que se disfrazase con conceptos grisáceos y
seniles, la mayor injusticia que se le puede hacer es tomarlo en serio, y más aún,
el tratarlo acaso con indignación moral”.
27
Nietzsche cómo su lucha está planteada contra el romanticismo. Sin em-
bargo, (véase nota)12 hacemos una correlación de otros lugares en que esta
cuestión es obvia, a fin de no extendernos demasiado en este primer acer-
camiento al posicionamiento de Nietzsche; y poder pasar, para concluir
este primer capítulo, a comentar unas opiniones de Deleuze, quien expli-
cita en su libro “Nietzsche y la filosofía”13 al interior de Nietzsche –como
tono general de la obra, según quedó dicho– el “carácter resueltamente
antidialéctico de la filosofía de Nietzsche”. Desde luego, Deleuze contra-
pone a Nietzsche con el pensamiento dialéctico no sólo de Hegel, sino
también del materialismo. Sin embargo, disentimos respecto a esta última
cuestión, en el sentido de que si bien Nietzsche no acepta la dialéctica his-
tórica materialista, sí comparte con Marx la sospecha sobre la civilización
burguesa. Recogemos pues la descripción que hace Deleuze del posiciona-
miento ante Hegel en términos, por cierto, que aprobamos totalmente.
Los capítulos que siguen intentan hacer ver este posicionamiento desde
diversas instancias.
28
NOTAS
29
(12) NIETZSCHE, F: Aurora, cit. 190; La gaya ciencia, Barcelona-P. de
Mallorca, Calamus scriptorius, 1979, 350; La genealogía de la moral, Ma-
drid, Alianza Ed. 1972, “Tratado tercero” 12; El ocaso de los dioses, en
Obras completas, Madrid, Aguilar, 1932 ss. (reedic. en cinco vols. Buenos
Aires, Aguilar, 1948-1951) “Incursiones de un intelectual”, 3 y 6; La vol-
untad de poder, Madrid, Ed. Edaf, 1980, Libro I, “b. Los últimos siglos”,
132.
(13) DELEUZE, G., Op. cit. cap. I.
30
CAPÍTULO SEGUNDO
Sin embargo, ella se nos impone a nosotros por el propio trabajo que
hemos marcado. En efecto, si al interior del pensamiento nietzscheano
puede constatarse una lenta evolución continuada, es por el contrario im-
prescindible reconocer que si Nietzsche está posicionado ante la conciencia
romántica este posicionamiento no se inicia con el comienzo de su pro-
ducción, desde el primer gesto de su escritura. Por el contrario, encontra-
remos tres períodos claramente diferenciados, como vamos a hacer ver,
incluso desoyendo al propio Nietzsche, quien en varios lugares de su obra
interpreta a ésta también de manera continuada.2 Tales períodos han sido
bien señalados por Fink y a ellos se alude convencionalmente.3 Aquí hemos
de limitarnos a relacionarlos con nuestra hipótesis de trabajo, que necesita
de ellos de manera muy primordial.
33
Los apartados 2 y 3 de este capítulo tocan las cuestiones referentes ex-
clusivamente al primer periodo. El 4 intenta hacer ver la evolución del
pensamiento de Nietzsche en un tema concreto del mismo: la “tragedia”,
llevando ese recorrido, desde su primera obra hata los escritos póstumos.
Son decisivas para este primer momento las relaciones que Nietzsche
mantiene, sobre todo, con tres de sus colegas de Universidad: Bachofen,
jurista que en sus trabajos históricos maneja igualmente la dicotomía “dio-
nisíaco-apolíneo”, que polemiza además con la escuela histórica de
Mommsen; Rütimeyer, quien le pone en contacto con las discusiones de
la época sobre las tesis darwinistas –a las que más tarde atenderá Nietzs-
che–, y J.J. Burckhardt, cuyo concepto de historia le será bien cercano. Así
mismo, es digno de tenerse en cuenta a un cuarto personaje, el Catedrático
de Teología Overbeck, con quien Nietzsche mantendrá una estrecha amis-
tad.6
34
en nuestro último punto de este capítulo, y hacer ver sus soluciones ro-
mánticas. Cabe aquí, sin embargo, mostrar la esencia –dicho poco seria-
mente– de su pensar, que en aforismo 11 de El nacimiento de la tragedia se
sintetiza, al mostrar allí Nietzsche las verdades más relevantes que cree nos
enseña la Tragedia Clásica: “(...) en las consideraciones que preceden encon-
tramos todos los elementos reunidos de una filosofía sombría y pesimista, que
no es otra que la doctrina de los Misterios tal como ha sido expuesta en la
Tragedia. A saber, la constatación de la unidad de todos los seres; la idea de
que la individuación es el fundamento de todo mal y de que el arte representa
el presentimiento y la jubilosa esperanza de una emancipación del yugo de la
individuación y el restablecimiento de la unidad”.
35
imágenes más allá de la ciencia. Esa tarea se aproxima suficientemente a la
del Empédocles de Hölderlin, y revela anhelos que estaban presentes en la
conciencia romántica.
36
Veamos lo que apunta Fink sobre el cambio operado en esta segunda
etapa, en palabras que corroboran nuestra hipótesis: “Nietzsche despierta
ahora del sueño romántico de su veneración a los héroes; un viento más frío,
más helado, sopla en torno a él”; y más adelante: “Nietzsche niega ahora la
distinción entre lo Uno primordial, la cosa en sí, y el fenómeno. Contra esta
diferencia se dirige su ataque; en el pathos ilustrado de Humano, demasiado
humano vibra ya la declaración de guerra contra el desdoblamiento idealista
del mundo, contra la manía de los trasmundos”.9
Nietzsche, que desde abril del 76 está maravillado con la figura de Vol-
taire,10 va a dedicarle esta obra, de talante escéptico –respecto de los ideales
juveniles–; la obra prácticamente de un ilustrado, como se define esta
etapa, y que se diferencia de aquellos tan sólo por el hecho de que en efecto
su escritura no acompaña a un movimiento emancipatorio burgués, sin la
que no podría justificarse al movimiento ilustrado del s. XVIII. Sin em-
bargo, incluso hallamos en Humano, demasiado humano, esa forma típica
de expresión dieciochesca, sarcástica y motivada por la eliminación urgente
de prejuicios.11 En el mismo gesto de su escritura, en la misma materialidad
del signo escrito, Nietzsche, pues, se ha hecho ilustrado.
37
a todos los escritos de este periodo es la de progreso, evolución, cercana a
la teoría darwinista.13 Si en el primer periodo rechazaba el pensamiento
propio de la razón histórica, como hace Habermas, ahora se acerca a esta
idea, como la que le conducirá a su posterior solución de la cuestión, a
partir del Zaratustra: la sospecha genealógica. Desde luego, en las obras de
este periodo hay ya suficientes atisbos de lo que será, según nuestra hipó-
tesis de trabajo, su semántica antirromántica. Así, por ejemplo, Aurora ya
encuentra su campo propio de trabajo, como el desenmascaramiento de la
moral, si bien todavía bajo la tarea de eliminación de prejuicios propios de
esta época intermedia. En efecto, los libros de La Gaya Ciencia muchas
veces no son sino repeticiones de los parágrafos de Humano, demasiado
humano, exceptuando el “Libro V”, que como se sabe pertenece a un mo-
mento posterior.14 Bajo estas obras emerge pues la filosofía más original de
Nietzsche que ocupará toda su tercera etapa: la codificación antiidealista,
que ya asoma entre líneas en estos momentos. En este sentido leemos en
el libro de Fink: “Por detrás de la negación ilustrada emerge lentamente la
afirmación propia de la auténtica filosofía de Nietzsche”. Y más adelante:
“Nietzsche concibe la inversión del idealismo como la tarea que debe realizar
ahora. Esta es la buena nueva que en Aurora y en La Gaya Ciencia encuentra
cada vez más sus primeras palabras balbucientes (…), las ideas básicas y cen-
trales de la filosofía de Nietzsche, a saber, la muerte de Dios, la voluntad de
poder, el eterno retorno de lo mismo y el superhombre, están ya iniciadas como
temas directores; forman el trasfondo más profundo de estas obras. En Así ha-
bló Zaratustra aparecerán a plena luz”.15
38
pronuncia en el sentido de que Zaratustra propone una filosofía existencial
más allá de la cual no encontramos nada nuevo. Todo lo contrario: para
nosotros, a partir de Zaratustra se inicia la etapa más feliz en hallazgos y
por cierto la propiamente antirromántica, con obras tan importantes –a
partir de las recientes recuperaciones de Nietzsche– como La genealogía de
la moral o La voluntad de poder. En la página 143 de su obra queda obviada
la no comprensión de Nietzsche y de su novedad: la Interpretación; nove-
dad que rige también para el caso de Marx y Freud, como indica Foucault
según veremos más adelante. Fink habla aquí de que la crítica a la filosofía,
la religión y la moral es muy mediocre más allá de Zaratustra, en tanto que
no se efectúa en el mismo nivel que aquellas, en tanto que son atacadas
incorrectamente, con un desenmascaramiento que no pasa por el diálogo.
39
A estas alturas le vemos quejarse en Ecce homo: “La ignorancia en Psico-
logicis, el maldito idealismo, es la auténtica fatalidad en mi vida; lo superfluo
y lo estúpido en ella (…). Por las consecuencias de este idealismo me explico yo
todos los desaciertos, todas las grandes aberraciones del instinto y todas las mo-
lestias que me han apartado de la tarea de mi vida”.18
40
2. LA FORMACION FILOLÓGICA DE NIETZSCHE
41
tenemos en cuenta que tal les obliga a enviarse mutuamente sus creaciones
una vez al mes y las correspondientes críticas de los trabajos presentados.
Por cierto que es por esta alianza que, como veremos, Nietzsche toma con-
tacto con la música wagneriana.
42
de apartarse de los estudios teológicos, con el consiguiente disgusto para
una familia que tanto había de influir en su vida, y ello después de la lec-
tura de escritos como La Vida de Jesús del célebre D.F. Strauss.
Junto a Ritschl, pues, veremos crecer a nuestro joven filólogo, bien re-
lacionado entre los compañeros que rodean al maestro, con posibilidad de
publicar sus escritos; y es incluso célebre, cómo de la mano de Ritschl con-
sigue Nietzsche su Cátedra de Filología de Basilea. Sin embargo, esta rela-
ción con uno de los principales filólogos alemanes, heredero de la
conciencia clásica y romántica, tiene también sus puntos de choque, en
tanto que el joven alumno no se deja sin más adoctrinar por la meticulosi-
dad meramente filológica, y siempre aspira a la conexión de los problemas
filológicos con los filosóficos. Tal conexión no podía ser bien vista por un
erudito como Ritschl, quien sin embargo sabía apreciar en su justa medida
el talento filológico de Nietzsche.
43
Esta manía de Nietzsche por conectar problemas filológicos con el pen-
samiento filosófico es causa del desastre de su obra El nacimiento de la tra-
gedia que le distancian definitivamente, ya en Basilea, de los
planteamientos de Leipzig. Precisamente, tras estas tensiones, Nietzsche,
aceptando consejos del propio Ritschl, trabaja de nuevo sobre Homero y
Hesíodo (en el verano del 72) desde la estricta filología, publicando en “El
museo Renano” (febrero del 73) con el padrinazgo del viejo profesor. Esta
es la última de las publicaciones de índole estrictamente filológica que efec-
tuará Nietzsche, para comenzar, a partir de aquí, una larga lista de publi-
caciones en que la filología, como tal, tendrá un lugar y una función muy
concretas, para pasar a convertirse, de método surgido de la conciencia
clásica y romántica, en método al servicio del desenmascaramiento de esta
conciencia en sus manos.
En otoño del 72, Nietzsche escribirá una frase que muestra inmediata-
mente cuál será a partir de aquí la nueva relación que unirá siempre a la
filología con la filosofía: “El filósofo prisionero de las redes del lenguaje”,20 en
una tarea que tan decisivamente abre Wittgenstein y el desarrollo posterior
de la filosofía del lenguaje. Desde aquí Nietzsche reparará siempre, como
tarea primera, en las trampas a que el lenguaje somete a los hablantes y al
hablante más privilegiado que es el filósofo. Esa tarea, de filología y filoso-
fía ya a un tiempo, pasará a ser tematizada como la “genealogía” de toda la
cultura heredada por la visión que en Hegel había madurado. En efecto,
en una curiosa nota del propio Nietzsche, colocada al final del tratado pri-
mero de su Genealogía de la moral, encontramos una ambiciosa sugerencia
que mostrará, de nuevo, el lugar que ahora cumple para él la filología, y
más concretamente el filólogo, con su trabajo por desenmascarar las pala-
bras: allí Nietzsche alucina, invitando a que cualquier Facultad de Filosofía
convoque premios académicos para estudios sobre la historia de la moral,
en que participen filólogos, fisiólogos, psicólogos, médicos y filósofos “ofi-
ciales”, “en el más amistoso de los intercambios” para plantear esta cues-
tión “desde las más diferentes perspectivas”.
44
desde un papel relevante la filología, harán posible el espacio discursivo
que conteste a la vieja conciencia romántica. Desde los últimos gestos lite-
rarios que dará obviada la gratitud al maestro y protector Ritchl, cuando
él dice: “el único docto genial que me ha sido dado conocer hasta hoy”,21 en
un contexto en que critica al mero docto, al filólogo erudito que no es
capaz de elevar sus conclusiones a filosóficas.22
45
3. LA RELACIÓN CON WAGNER Y SCHOPENHAUER
46
análisis precedentes: intentaremos mostrar cómo esa relación es parte ca-
pital de nuestra hipótesis de trabajo, en el sentido de que, durante la pri-
mera etapa de Nietzsche, esta adhesión señala su posición de romántico
tardío; y, lo que es más importante, en el sentido de que su distanciamiento
de ambos personajes marca su nuevo rumbo hacia una posición “ilus-
trada”, preludio de su posterior semántica antirromántica. En efecto, ya
Fink hace notar cómo en Humano, demasiado humano ha realizado Nietzs-
che su liberación interior –el alejamiento de Wagner y Schopenhauer– no
como un mero acontecimiento de su biografía, sino más auténticamente
como un giro de su pensamiento”.23 Estamos convencidos de esta cuestión.
47
intempestivas, pero también en la de El nacimiento de la tragedia y los es-
critos recogidos en El libro del filósofo.
48
camino de Nietzsche, según queda claro desde el propio Fink; nuevos
amigos aparecen ahora: Peter Gast, el Músico, y Paul Rée, el estudioso de
los sentimientos morales. Nuevas lecturas: desde el 73, Nietzsche viene
retirando de la Biblioteca de la Universidad de Basilea libros de Ciencia
Natural y de disciplinas positivas. Es el momento en que supera la
Inactualidad, para un intento de crítica positiva del estado de cosas
presentes en Alemania. Humano, demasiado humano, intentará acercarse
desde otra óptica al arte, pero también, ya desde ahora, a los problemas
sociales del momento; lo de menos es que su solución a éstos nos parezca
descabellada; ya tendremos ocasión, en el Capítulo III apartado 4, de
abordar semejante cuestión.
49
4. LA EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO TRÁGICO
50
sustancia viviente única, que nos engloba a todos en su voluptuosidad creadora
de la vida”. Dionisio es aquí una figura al servicio de la filosofía de Scho-
penhauer: aniquilador, productor de placer cuando nos arrebata nuestra
individualidad. Dionisio, sin embargo, irá posteriormente apuntando al
Superhombre como un nuevo modelo de individualidad, que supera la
negación schopenhauariana; el modelo del individuo que dice definitiva-
mente sí.
51
Esa oposición Apolo-Dioniso, apariencia-ser, representación-voluntad
(tan evidente en El nacimiento…, aforismo 16), desaparecerá más tarde,
cuando Nietzsche supere la escisión romántica ‘interioridad-exterioridad’,
que veremos en el siguiente Capítulo, apartado 1. Pero aquí, en esta fase
primera de pensamiento nietzscheano, tal separación es tan radical como
en su modelo Schopenhauer.
52
Pero la complejidad del tema nos exige una sistematización mayor que
vamos a efectuar, siguiendo un tanto de cerca Nietzsche y la filosofía, de
Deleuze (cap. I, 5-10).
53
crucificado, contra la dialéctica en general, el Nihilismo, la voluntad de
nada, y el cristianismo que Nietzsche quiere hacer ver bajo toda la tradi-
ción precedente, se impone la “risa”, 21 “juego”, la afirmación del par azar-
necesidad, elementos todos recogidos en la idea antirromántica, de este
último periodo, del Eterno Retorno.
Tal esquema que consideramos útil para comprender los tres posicio-
namientos de Nietzsche: romántico, positivo-escéptico y antirromántico,
tiene la virtualidad de recoger bastantes aspectos de la cuestión, extraído
como está, de alguien que conoce muy bien el pensamiento de Nietzsche
desde su interior.
54
por cierto, de su etapa intermedia la que posibilita el acceso al Zaratustra
y las obras más típicamente antirrománticas.
55
NOTAS
(1) JANZ, C.P.: Friedrich Nietzsche, Erster Band, München, Wien, Karl
Hanser, 1978, (Trad. cast. de Jacobo Muñoz: Vol. I: Infancia y Juventud; vol.
II: Los diez años de Basilea, Madrid, Alianza Universidad, 1981, 1982, II. P.
431).
(2) Cfr. NIETZSCHE, F.: La genealogía de la moral, cit. Prólogo 2; Cfr.
NIETZSCHE, F.: Ecce homo, Madrid, Alianza Ed., 1971
(3) Cfr. FINK, E.: Nietzsches Philosophie, Stuttgart, W. Kohhamer, 1960,
(Trad. cast. de Carmen Artal: Nietzsche y la filosofía, Madrid, Alianza Univer-
sidad, 1976, 3ª ed. 1980).
(4) JANZ, C.P., Op. cit. II, p. 235.
(5) Para esta cuestión es importantísimo el análisis de la crítica al historicismo
en: HABERMAS, J.: “La crítica nihilista del conocimiento en Nietzsche”, en
Erkenntnistheorestische Schriften, Frankfort, Suhrkamp, 1968. (Trad. cast.en
Sobre Nietzsche y otros ensayos, Madrid, Tecnos1982, pp. 31-61. Cfr. pp. 37-
44). Esta crítica a lo histórico, propia de su primer periodo, está también ex-
plicitada en: NIETZSCHE, F.: El libro del filósofo, Madrid, Taurus, 1974,
Libro I, 53.
(6) Cfr. JANZ, C.P., Op. cit. II, pp. 40 ss.
(7) NIETZSCHE, F., Ib. 27.
(8) Cfr. JANZ, C.P., Ib, pp. 388 ss.
(9) FINK, E., Op. cit. Pp. 51 y 53.
(10) Sobre la relación de Nietzsche con Voltaire. Cfr.: JANZ, C.P., ib., pp.
185 ss. Cfr.: NIETZSCHE, F.: Ecce homo, cit., Humano, demasiado humano,
I.
(11) Cfr.: NIETZSCHE, F.: Humano, demasiado humano, en Obras comple-
tas, ed. cit. parte primera, 40, 50, 51, 53 y 55.
56
(12) Cfr. Ib., 37 y 38.
(13) Cfr. Ib., 2, 25, 43, etc.
(14) El “Libro V” de La gaya ciencia fue añadido a la producción de la obra
en 1887.
(15) FINK, E., Op. cit., pp. 61 y 70.
(16) Cfr.: NIETZSCHE, F.: Correspondencia. Selección y traducción de E.
Subirats, Barcelona, Labor, 1974, cartas del 22-IX-86 (sobre Más allá del bien
y del mal) y del 14-XI-87 (sobre La genealogía de la moral).
(17) Cfr. Ib., cartas de enero del 1889.
(18) NIETZSCHE, F.: Ecce homo, cit. “Por qué soy tan inteligente”, 2.
(19) JANZ, C.P. op. cit., I, p. 61.
(20) NIETZSCHE, F.: El libro del filósofo, cit. I, 118.
(21) NIETZSCHE, F.: Ecce homo, cit. ib., 9.
(22) Ib., 8.
(23) FINK, E., Op. cit., p. 60.
(24) JANZ, C.P., Op. cit., I, pp. 77-82.
(25) Ib., p. 82.
(26) Ib., pp. 159 ss.
(27) Cfr. JANZ, C.P. opl cit., II, cap. 18.
(28) Cfr. Ib., pp. 445 ss.
(29) NIETZSCHE, F., op. cit. Humano, demasiado humano, 5.
(30) NIETZSCHE, F.: El ocaso de los dioses en Obras completas, ed. cit., “In-
cursiones de un inactual” 21 ss.
(31) Cfr.: NIETZSCHE, F.: El nacimiento de la tragedia, Madrid, Alianza
Ed., 1973, 3.
(32) Cfr. NIETZSCHE, F: La voluntad de poderío, cit. Libro IV.
57
(33) NIETZSCHE, F.: El ocaso de los dioses, cit. “Lo que debo a los antiguos”,
3.
(34) Cfr.: NIETZSCHE, F.: Humano, demasiado humano, cit., Primera Parte,
148, 153, 159 y “postludio”.
(35) Cfr. NIETZSCHE, F.: La gaya ciencia, cit. 107.
58
CAPÍTULO TERCERO
61
producciones desde un posicionamiento que desprecia la inocencia y pre-
fiere, a la abstracción, el “olfato psicológico”; y en esto sobrepasando a
Feuerbach para aproximarse a nuestra época, al marxismo y el psicoanáli-
sis.
62
1. LA SOSPECHA CONTRA EL IDEAL DISOLUCIÓN DE APA-
RIENCIA Y SER IDEAL EN SENTIDO GENERAL Y RESTRIN-
GIDO
Dice Fink: “La dimensión de Dionisos (…) posee casi el problemático ca-
rácter de un “Trasmundo”. Y así, puede decir Nietzsche en Así habló Zara-
tustra: “En otro tiempo también Zaratustra proyectó su ilusión más allá del
hombre, lo mismo que todos los trasmundanos; obra de un Dios sufriente y
atormentado me parecía entonces el mundo. Sueño me parecía entonces el
mundo e invención poética de un Dios: humo coloreado ante los ojos de un ser
divinamente insatisfecho”.1 El propio Nietzsche, por boca de Zaratustra,
reconoce pues, como indica Fink, que a partir de Humano, demasiado hu-
mano, en que se despliega la desconfianza contra el Ideal, su sospecha ha
de recaer sobre sí mismo y su propia posición primera. Él no era sino otro
trasmundano, entre los muchos que describe en el Zaratustra; pero tal re-
conocimiento indica su gozoso distanciamiento de esa primera posición.
A partir de ahora, la crítica del Ideal será la tarea a seguir. Y será esta crítica
la que disuelve, junto a Marx y Freud, las ideas solidificadas por la con-
ciencia romántica. Deleuze también ha dejado claro que no entendemos
la obra de Nietzsche si no la remitimos a su verdadera intención: la de
posicionarse contra Hegel, nos decía; sin embargo, añadía, también contra
Marx y cualquier modo de Dialéctica. Nosotros nos acercamos más a Fou-
cault en este último asunto. Con Deleuze intentamos hacer ver igualmente
que el pensamiento de Nietzsche no puede entenderse si no lo situamos en
ese su constante movimiento crítico de los ideales de la conciencia román-
tica y su representante privilegiado: Hegel. Pero seguimos a Foucault en la
idea de que, efectivamente, mejor comprendemos a Nietzsche si lo situa-
mos en su justo lugar, junto a Marx y Freud, como los que descubren un
nuevo sentido a la palabra, como los que reconocen en ella una dirección
y una motivación “vertical”, que supera a su sentido “horizontal” y “taxo-
nómico”, tal y como con ella había venido trabajando la “Grammaire Gé-
nèral”. Estos paralelismos entre los tres pensadores quedarán más obviados
63
en el Capítulo VI, en que abordaremos más directamente el lugar que
Nietzsche ocupa en la historia del pensamiento. No vamos a negar que
Nietzsche es un ardoroso crítico del “socialismo”; asunto que por cierto
también vamos a tocar; lo que queremos hacer ver es que las similitudes
entre Marx y Nietzsche son mayores que las disimilitudes; y desde luego
que, para el caso de la comparación con Freud, la cuestión es mucho más
obvia, pues ambos discursos apenas se distancian tan sólo por los objetos
que abordan, preocupado como está más Freud por el habla del “neuró-
tico” y Nietzsche, por el habla de toda una cultura “enferma”.
64
¿No es el psicoanalista también ese raro monstruo que detrás de las
orejas “tiene otras orejas”; que hace hablar “lo que precisamente querría
quedar silencioso”? Ese descubrir por detrás de cualquier ídolo, ideal o ilu-
sión, es una tarea propia de finales del XIX, y que en Nietzsche toca más
de lleno a la crítica de la filosofía anterior. Tal crítica sobre todo conducirá
a la disolución de la dicotomía apariencia-ser, representación-voluntad, fe-
nómeno-cosa en sí, dicotomía con la que se había venido trabajando y que
el mismo Nietzsche había retomado en su primera etapa. El momento pre-
cisamente de esta disolución marca la actualidad de Nietzsche y su lugar
en la historia del pensamiento contemporáneo; el ser, la cosa en sí, la “vo-
luntad” en sentido shopenhauariano serán cada vez más concebidos como
Trasmundos, y por tanto críticados como falsos ideales. Ya veremos cómo
a partir de Zaratustra, y en Voluntad, como lugar privilegiado, tal dicoto-
mía se suspende definitivamente, para articular otra forma de plantear las
cosas: inicialmente este mundo es un caos; y no sólo este mundo, pues
hablar así ya significa un orden en el caos, que desde luego no existe; al
caos primordial no se oponen sino diversas maneras de “interpretarlo”: tal
cuestión, casi de índole kantiana, está en la base del pensamiento actual,
de la línea de Marx, Nietzsche y Freud. Hay muchos pasajes de la obra
nietzscheana para estudiar esta disolución.3
65
En un sentido específico, “Ideal” puede ya entenderse como contenido
propio de la conciencia romántica: del Idealismo, tal y como es entendido
por la historia de la filosofía: ese periodo de la filosofía alemana de pensa-
dores tan fácilmente identificables.
66
justificarse a tenor de esos lugares en que explícitamente Nietzsche se po-
siciona contra la conciencia romántica, lógicamente. Por el contrario,
nuestra hipótesis de trabajo debe justificarse buscando, como hacemos a lo
largo de todo este escrito, en toda la obra de Nietzsche con la referencia
implícita siempre a una posición antirromántica del mismo: mas allá de
los lugares en que Nietzsche nos habla, a las claras, contra Hegel o Fichte.
Veremos, por el contrario, en el tono general de su obra, el tono de una
música típicamente de finales del siglo XIX, opuesta ya en sus mismas or-
questaciones a la armonía propia de aquella conciencia.
67
2. LA SOSPECHA SOBRE LA FILOSOFÍA Y LA RELIGIÓN, EN-
TENDIDAS POR LA CONCIENCIA ROMÁNTICA
68
filosofía y religión burguesas por excelencia–, en una actitud muy similar
a Marx y Freud, y que se acerca muy llamativamente a la crítica de la reli-
gión efectuada posteriormente por el autor de La interpretación de los sue-
ños.
69
pasajes, renegará del docto, del “filosofo” oficial, para decir que por su boca
rezuman los instintos y la fisiología propia de un enfermo. Se posicionará
ante Sócrates, ese envidiado por todos los pensadores anteriores, para decir
que con él precisamente comienza la enfermedad.8
70
lenguaje, es bueno tener en cuenta esta frase de Crepúsculo de los ídolos: “La
razón en el lenguaje: ¡oh, que vieja hembra engañadora! Yo creo que no nos
vamos a desembarazar de Dios porque creemos en la Gramática”.12 Esta co-
nexión de la razón con el lenguaje comienza ya desde la Introducción teo-
rética y se resume en un postulado fundamental, de similitudes asombrosas
con el pensamiento de Lacan: el lenguaje no es transparente; no nos con-
duce pacíficamente al exterior: es una transformación: su peculiaridad no
es sino la metáfora, la imagen, que siempre posee un carácter traslaticio; la
palabra pues siempre es metáfora.
Estas dos mediatizaciones de la razón no hacen sino que ella sólo nos
conduzca a errores: los errores de la sustancia, del sujeto, de la cosa en sí,
de los trasmundos, por la falseante introducción de la semejanza y la iden-
tidad; a estos errores Nietzsche alude frecuentemente; pero además, en va-
rios lugares pone igual título a ciertos parágrafos: “Los 4 grandes errores”.14
Tales mediatizaciones conducen a una solución para la gnoseología: el
perspectivismo, la interpretación, el conocimiento como creación; solucio-
nes todas muy en boga a partir de la segunda mitad del siglo XIX.15
Marx decía con razón que había puesto a la Dialéctica de Hegel “cabeza
abajo”. La inversión de la historia del espíritu realizada por Nietzsche
queda condensada en Crepúsculo: “De cómo el mundo verdadero terminó por
devenir una fábula. Historia de un error”. Aquí Nietzsche, en breves pince-
ladas, aborda el problema de la idea, de la contraposición hegeliana entre
71
ser y pensar, pensamiento y realidad, para decir, en el aforismo 6, que Za-
ratustra ha disuelto esa contraposición, siempre errónea; en el momento
mismo de la disolución, “incipit Zaratustra”. Ya hay una figura que con-
traponer a la del sabio romántico, a la del conocimiento absoluto; ésta no
es otra que la del “viajero”, viajero errante, que no camina hacia un país
determinado, que no busca “patria”; figura similar a la que Kierkegarrd
describe en su Primer Estadio: la figura de Don Juan; porque, como dice
Nietzsche, “la verdad es como una mujer”: ya en Humano..., Nietzsche
habla de esta figura en estos términos:
72
desenmascarada ahora, sin piedad, hasta que accedemos al panorama de
nuestros días en que la Filosofía, si es que alguna vez se presenta como tal,
considera suficientemente superada cualquier crítica teológica. El mismo
Sartre alega que no atenderá el hecho de la muerte de Dios, pues tal cues-
tión ha sido suficientemente zanjada desde Nietzsche. A partir de ahora, la
religión se visualizará como ideología de clase, como efecto nihilista, o
como distorsión obsesiva.
73
Facultad de Telogía de Bonn; y sin duda, se haría insostenible con la lec-
tura de El Anticristo y de su tajante subtítulo: “Maldición sobre el cristia-
nismo”, y fragmentos del tipo de “Guerra contra el vicio. El vicio es el
cristianismo”. W. Kaufmann ha profundizado en la crítica de Nietzsche a
la religión, y pretendido mostrar que tal crítica está en la línea de los dis-
cursos ilustrados sobre el tema. Nosotros pensamos, que si tal actitud de
Nietzsche es muy similar a aquella en su etapa intermedia, sin embargo,
hay una importante superación de la misma, tras Zaratustra; una supera-
ción en aras del pensamiento Genealógico, en aras de la interpretación,
que sitúan a Nietzsche, no como un rezagado del movimiento ilustrado,
sino a la vanguardia de la nueva época.
74
convirtió en “cosa en sí”...” (23); y ello en un breve recorrido que Nietzsche
inicia en el nacimiento de Cristo. Es bien sabido, a través sobre todo de
Deleuze, cómo Nietzsche alaba los dioses propios de un pueblo –por ejem-
plo, los dioses griegos–, como expresión de su poderío, y por el contrario
critica el progresivo debilitamiento del Dios cristiano y de la religión cris-
tiana, como largo camino del nihilismo. Más adelante nos dirá cuál es el
verdadero interés que tiene sobre la persona de Cristo: “Lo que a mí me
interesa es el tipo psicológico del redentor (...) Dicho con el rigor del fisiólogo,
aquí estaría en su lugar una palabra más bien completamente distinta: la pa-
labra “idiota”.24 Sin embargo, no nos engañemos; no se trata de un insulto
contra Jesús; es una palabra extraída de Dostoievski,25 que quiere aquí
cumplir una función psicológica; una palabra que tiene valor dentro de la
nueva semántica nietzscheana, extraída, para una nueva significación, del
campo de la lengua vulgar o de la literatura. Nietzsche precisamente está
intentando polemizar con las obras sobre Cristo de Renant y de Strauss,
leídas detenidamente por él, para ofertar una nueva visión del mismo, más
original y de acuerdo con la nueva época.
75
3. LA SOSPECHA SOBRE EL CONCEPTO DE HUMANIDAD Y
SOCIEDAD HUMANA DE LA CONCIENCIA ROMÁNTICA
76
tales parágrafos. Vamos a intentar recuperarlos en relación con nuestro
trabajo propio, para mostrar que tales parágrafos pueden comprenderse al
relacionarlos con la época que los vió nacer, siguiendo, eso sí, estas tres
premisas que tienden a eliminar ciertos prejuicios que puedan a pesar de
todo subsistir:
77
Si rastreamos en la vida de Nietzsche elementos de juicio que nos pue-
den guiar para posicionarlo políticamente, lo más llamativo que puede des-
tacarse es su no participación política en los asuntos públicos. De hecho,
ya vimos que hasta el 78, una de las características primordiales de su obra
es la Inactualidad; esa Inactualidad sobresale en sus relaciones con
Gottfried Kinkel, hijo del poeta revolucionario de 1848. Para este perso-
naje del grupo de Ritschl en Leipzig, la filología no puede estar de espaldas
para la realidad social. Nietzsche siempre le discutirá la función desintere-
sada de la misma. Durante la guerra franco-prusiana del 66 Nietzsche ape-
nas si muestra interés, aunque le agraden Bismarck y la firmeza del
gobierno prusiano. Esta opinión hacia el gobierno de Prusia y Bismarck,
sin embargo, variarán en la contienda del 70. Sabido es cómo Nietzsche
toma parte tan sólo en la misma como enfermero, no pudiendo soportar
más que un mes; de hecho, desde Basilea escribirá a Rohde el 23 de no-
viembre de 1870: “Procura irte de la Prusia fatal, enemiga de la cultura”. Y
el 12 de diciembre escribe en esos términos a su familia: “Poco a poco de-
crecen mis simpatías por la actual guerra alemana de conquistas. El futuro de
nuestra cultura alemana me parece más amenazado que nunca”...
78
aprobada en Suiza, por escasa mayoría, en una consulta popular, una ley Fe-
deral de fábrica. Jacob Burckhardt tomó parte muy activa en todos estos acon-
tecimientos, como descubren sus cartas, y probablemente lo discutiera también
con Nietzsche”.30
Las grandes ideas que presiden la vida burguesa, ideal de justicia, moral,
igualdad..., quedan aquí remitidas, no al pacífico lugar del espíritu, sino a
la vida social, y como en el caso de la razón, se explicarán como mediati-
zadas por lo biológico y lingüístico; sin olvidar que todas estas cuestiones
se explican de manera más precisa por el concepto de “voluntad de po-
der”.35 Igualmente se destruye al Estado burgués como ideal.36 Contra el
grito idealista que reclamaba una Patria, Nietzsche apuntará la ausencia de
patria para sus espíritus libres.37
79
Contra el aprecio por el Hombre expresado por la conciencia román-
tica Nietzsche argüirá:
Fink ha interpretado la figura del “espíritu libre como aquella que re-
coge la alienación que suponía el concepto idealista de Hombre; es decir,
en un sentido feuerbachiano; tal interpretación no nos parece descabellada,
y tiende a situar las soluciones nietzscheanas en la época de la izquierda
hegeliana.39 En este sentido hemos pretendido interpretar la crítica a la
Sociedad y el Hombre que desarrolla Nietzsche. Las máximas con que in-
trodujimos el tema nos parecen sugerentes para no dejarnos arrastrar en
un primer golpe de vista por parágrafos bastante tajantes. De todas formas
es preciso tener en cuenta que aquí sólo hemos aludido a la crítica nietzs-
cheana, y que la codificación de su salida habrá de encontrarse en el pró-
ximo capítulo, si bien adelantaremos que este constituye uno de los límites
del discurso nietzscheano: no hay una salida social real, no encontramos y
proyecto emancipador realizable, y sólo el ejercicio de la escritura. Allá ve-
remos la figura del Superhombre, figura tan manida; el concepto de Vo-
luntad de Poder como codificaciones más propias de Nietzsche en que se
supera la crítica al espacio romántico, y se habilita un discurso que no
puede tener otro valor que el de escritura sintomática de una época, con
contenidos aquí aprovechables, allá difícilmente recuperables. En el si-
guiente capítulo, pues, intentaremos reconstruir, desde nuestra óptica, los
contenidos de una nueva semántica antiidealista, que ha superado las de-
terminaciones lingüísticas de la conciencia romántica, gracias a las críticas
ya operadas tras Hegel, y la crítica del propio Nietzsche que aquí hemos
80
intentado recoger. Tal semántica está pensada como “inversión” de las ta-
reas que se proponían desde la vieja conciencia, como indica el parágrafo
que transcribimos a continuación, y que pretende situar al capítulo si-
guiente:
81
NOTAS
82
Gedisa, 1980, Conferencia.
(12) NIETZSCHE, Crepúsculo de los ídolos, cit. “La razón en la filosofía”,
5.
(13) NIETZSCHE, La gaya ciencia, cit. 333.
(14) Así, por ejemplo, Nietzsche titula una de las secciones de el Crepúsculo
de los ídolos; o el aforismo 115 de La gaya ciencia.
(15) Lugares privilegiados para retomar este asunto son: NIETZSCHE,
Aurora, cit., 117; La voluntad de poder, cit., Libro III “II, Biología del Ins-
tinto de conocimiento; perspectivismo”, entre otros.
(16) NIETZSCHE, Humano, demasiado humano, cit. I, 637.
(17) Se refiere al que desarrollará en su ensayo “Fatum e historia y voluntad
libre y fatum”.
(18) JANZ, C.P., Op. cit., I, p. 83.
(19) Cfr. NIETZSCHE, ib. 110.
(20) Cfr. ib. 130.
(21) Pueden destacarse: NIETZSCHE, Así habló Zaratustra, Madrid,
Alianza Ed., 1972, Libro II, “De los sacerdotes”, Libro IV, “Fuerza de ser-
vicio”.
(22) Decimos esto pues es bien conocida la actitud de Jung ante la religión;
si bien la obra literaria de éste nos parece poco relevante, y desde luego
mucho menos decisiva desde el punto de vista cultural.
(23) NIETZSCHE, El Anticristo, cit. 17.
(24) Ib., 29.
(25) De su obra Los endemoniados.
(26) Cfr. NIETZSCHE, ib., 33-37 (En idénticos términos se expresa en
La voluntad de poder, cit. Libro II, “2, Sobre la historia del cristianismo”).
83
(27) Cfr. ib. 39-41. Sobre el hecho de que la Iglesia ha retrasado los efectos
nihilistas de Cristo, Cfr. “La voluntad de poder”, cit. Libro II, 246.
(28) LUKACS, G.: Die Zerstörung der Vernunft, Berlín, 1955 (Trad. cast.
El asalto de la razón, México, F.C.E., 1959. 2ª ed. Barcelona, Grijalbo,
1968).
(29) Las lecturas que se efectuaron de Sade en el siglo XIX volvían ha en-
cerrarlos simbólicamente en Charenton bajo pretextos morales; con Blan-
chot, Klossowski y Foucault –también con Henaff– fue recuperado en su
justo lugar. Precisamente de Nietzsche vuelven a ocuparse estos autores.
(30) JANZ, C.P., Op. cit. II, p. 432.
(31) Cfr. NIETZSCHE, Humano, demasiado humano, cit. 475. 481.
(32) Tal queda obviado en casi todos los pasajes y secciones en que Nietzs-
che habla del hombre o de la sociedad. Destaquemos: NIETZSCHE, La
gaya ciencia, cit. 356 y El Anticristo, cit. 57.
(33) Cfr. NIETZSCHE, Aurora, cit. 164.
(34) NIETZSCHE, La gaya ciencia, cit., 329. Cfr. entre otras La voluntad
de poder, cit. Libro I, 119, Libro IV, 862.
(35) Lugares privilegiados de esta crítica son: NIETZSCHE, Humano, de-
masiado humano, cit. 97, 99 y 105. Contra la idea de igualdad: Así habló
Zaratustra, cit. Libro II, “De las tarántulas”, Libro IV, “Del hombre supe-
rior”.
(36) Cfr. NIETZSCHE, Así habló Zaratustra, cit. Libro I, “Del nuevo
ídolo”; La voluntad de poder, cit. Libro III, “V, la voluntad de poderío
como sociedad y como individuo”.
(37) Cfr. NIETZSCHE, La gaya ciencia, cit., 377, “Nosotros los sin pa-
tria”.
(38) Ib., 379.
(39) Cfr. FINK, E., Op. cit. pp. 64-70.
(40) NIETZSCHE, La voluntad de poder, cit. Libro II, 457.
84
CAPÍTULO CUARTO
87
el riesgo y miseria de su existencia; liberado, por tanto, terrenalmente y no
eternamente alimentado con el maná metafísico. La literatura nórdica
mostraba tales impulsos por Ibsen, cuya pieza Soportes de la sociedad había
aparecido en 1877; la filosofía se inclinaba más y más a la psicología y a la
sociología, y se apoyaba en la ciencia. En este año de 1877 Darwin y Rü-
timeyer se encontraron en Londres, y sin duda esto repercutió en Basilea
(...). La música tomó otros caminos nuevos. En la música alemana Brahms
dirigía el movimiento antiwagneriano al recuperar para la Sinfonía el cré-
dito y la razón de ser perdidos; en 1876 y 77 estrenó sus dos primeras
Sinfonías y Wagner mismo hubo de reconocer la valía del sinfónico Ant-
hon Brügner, quien en 1877 había ya compuesto cinco de sus monumen-
tales sinfonías (...). De Francia surge una fuerte corriente antirromántica...
Ya en 1874 había tenido lugar, en París, la primera exposición de los Im-
presionistas sonando nombres como los de Manet y Rodin (...). En litera-
tura el Naturalismo se había abierto camino en 1877 con la novela de
Emile Zola L'Assommoir (La taberna). El ensayo adquirió una nueva altura
como marco del discurso filosófico, y Nietzsche prestaba oídos atentos a
todo ello. Inmediatamente después de la guerra de 1871 ya había advertido
del engaño y de los peligros de la victoria militar alemana: la cultura fran-
cesa no estaba vencida, no había perdido su fuerza. También él registró el
proceso con la sensibilidad de un sismógrafo, pero no a la defensiva y con
temor, y desde una posición amenazada; y para ello había un suelo apro-
piado en Basilea”.2
88
y con el Zaratustra según ya dijimos, la codificación de una filosofía propia
en tanto escrita por él, pero justificada por este momento. Su filosofía más
auténtica, a pesar de lo que nos decía Fink,4 con los temas más recuperables
de la Genealogía, el nuevo concepto de Voluntad, el Superhombre y el
Eterno Retorno, como quehaceres opuestos a la tarea de la Conciencia Ro-
mántica. Es el nuevo quehacer, pensado como establecimiento de “valor”;
el valor se enfrenta directamente contra la idea de objetividad, y sustenta
los cuatro grandes temas que la nueva semántica contiene; el valor que
acerca a Nietzsche al quehacer de Marx –quien ha detallado esta tarea en
relación con la mercancía– y de Freud –quien remite cualquier manifes-
tación consciente a motivaciones no conscientes–; tal remisión explica en
todo momento el valor real de lo manifiesto.
Entre otros muchos lugares, la Sección sexta de Más allá del bien y del
mal, habla metafóricamente del nuevo filósofo, si es que aun hoy puede
hablarse de filósofos. El nuevo filósofo que sospecha, que determina el
89
valor, que recorre como síntoma cualquier manifestación cultural, que no
sueña con el ideal de la fácil reconciliación, que prepara el camino al su-
perhombre, más allá de la objetividad científica, siempre preferible, de to-
das formas, a los delirios del ser religioso; el filósofo genealogista, capaz de
soportar el “azar”, y aún más, de afirmarlo en el Eterno Retorno.
90
1. GENEALOGÍA COMO TRABAJO OPUESTO A LA DIALÉC-
TICA E HISTORIA DE LA CONCIENCIA ROMÁNTICA
91
1874), Nietzsche intenta salvar los intereses vitales, subjetivos, siempre en-
frentados –como generalmente piensa durante su primera etapa– al cono-
cimiento. Según Habermas, cuya interpretación creemos utilísima,
Nietzsche se posiciona aquí contra cualquier “historicismo”, adelantán-
dose a las formulaciones de Dilthey.6 En efecto, Nietzsche se opone contra
cualquier formulación de las Ciencias del Espíritu, pues éstas enajenan la
verdadera praxis vital. En la palabra y en la obra de cada hombre debe
hallarse cualquier sentido, y no en una objetivación propia del científico.
Contra el conocimiento objetivo es preciso reclamar la “fuerza plástica”.
En este primer momento, pues, presidido por aquella inactualidad a la que
en varias ocasiones hemos ya aludido, Nietzsche se posiciona contra cual-
quier forma de historia. Aquí, pues, hay un obvio rechazo del pensamiento
hegeliano y en general de cualquier filosofía de la historia. Esta posición se
mantiene hasta el final de la obra nietzscheana. Sin embargo, Nietzsche
abandona su primer posicionamiento, para situarse de lleno en las codifi-
caciones antirrománticas que operan la crítica a la razón histórica, articu-
lando la necesidad de la historia desde otra lógica. M. Foucault, en su
artículo “Nietzsche. La Genealogía. La Historia”, ha dejado bien obviado
el cambio que Nietzsche efectúa, con la articulación del análisis genealó-
gico.7 En este sentido nos dice Foucault: “En un sentido, la genealogía
retoma las tres modalidades de la historia que Nietzsche reconocía en
1874. Vuelve superando las objeciones que entonces le hacía en nombre
de la vida, de su poder de afirmar o de crear. Pero retorna metamorfoseán-
dolas: la denegación de los Monumentos se convierte en parodia; el respeto
de las viejas continuidades en disociación sistemática; la crítica de las in-
justicias del pasado por la verdad que el hombre posee hoy se convierte en
destrucción sistemática del sujeto de conocimiento por la injusticia propia
de la voluntad de saber”.8
92
de la historia: la Monumental, la de Anticuario y la Crítica. La historia
tradicional busca en todo momento una objetividad, un consuelo; y como
progresivamente irá diciendo, su profusión en el XIX no señala sino la de-
bilidad de este siglo, que debe admirar al pasado porque él no es capaz de
crear nada nuevo. Sin embargo, Nietzsche no es un pensador ahistórico;
no termina rechazando de pleno el ejercicio de la historia. Todo lo contra-
rio; la cita con que introducimos estas consideraciones muestra bien su
verdadero interés, ya de entrada; pero además, trataremos aquí precisa-
mente de mostrar cómo es la “genealogía” como método, el discurso his-
tórico que Nietzsche opone a la historia tradicional, y más concretamente,
a la historia hegeliana. Ritschl se quejaba en carta del 30 de enero de 1872
de no entender las tesis ahistóricas de El Nacimiento de la tragedia, porque
su formación no era otra que la histórica. En la Segunda Intempestiva pa-
rece que Nietzsche le responde atacando los análisis históricos y filológicos
del momento. Y sin embargo, Nietzsche acabará por reclamar el plantea-
miento de cualquier cuestión de conocimiento desde su devenir histórico,
si bien el modelo que se articula está más enfrentado a Ritschl que su inicial
Inactualidad, que su inicial filosofar mistérico, metafísico y casi esotérico.
93
está aquí alucinado por sus recientes lecturas “científicas”, por las obras de
los moralistas franceses, y más inmediatamente, por el librito de Rée, quien
a su vez, maneja fuentes de los utilitaristas ingleses. En efecto, Nietzsche,
que ha cambiado sus viejas preocupaciones por el nuevo horizonte que
tales lecturas le prometen, quiere abordar el problema moral, e incluso
cualquier creencia humana, desde la nueva perspectiva que la ciencia del
momento le procura; esto es, la idea de progreso y evolución a lo Darwin
–a quien como hemos dicho podía perfectamente conocer a través de su
colega Rutimeyer– y los análisis psicológicos en un sentido más o menos
preciso. Nietzsche manejará todos estos ingredientes del momento, cono-
cidos de manera no muy rigurosa –para un exigente crítico de nuestros
días– otorgándoles soluciones particulares, e incluso adecuándolos a sus
propias preocupaciones. Esta misma “originalidad” le irá distanciando
progresivamente de las posiciones más o menos tópicas de Humano...,
hasta conducirle a plantear la problemática moral y en general el problema
de las creencias humanas, desde una perspectiva que en la Genealogía de la
moral ya es muy distinta a la de Rée, para asemejarse, más bien, a las sos-
pechas antirrománticas propias de un Marx o un Freud, en ese ejercicio
vertical de la palabra. Repetidas veces a lo largo del prólogo de La genealo-
gía... hablará de haber superado la óptica de Humano..., el método de Ree
y los ingenuos planteamientos de los utilitaristas ingleses a la hora de abor-
dar la moral. Allí nos hablará, en ese tono típico de su escritura, de cómo
ha abandonado el “color azul” de tales ópticas ingenuas, para acogerse a
un trabajo “gris y pacientemente documentalista”.10
94
un anális histórico desde la “diferencia”. Señalemos sin embargo, ahora,
ciertas características del trabajo genealógico, de manera más sistemática,
que lo definen como propio de este momento del siglo XIX, como opuesto
a la historiografía de la Conciencia Romántica, para indicar después ciertos
paralelismos de este trabajo con la tarea propuesta por Marx y Freud como
representantes principales, junto con Nietzsche, de este nuevo espacio di-
gamos discursivo.
95
Nietzsche nunca dejó de criticar después de la segunda de las Intempestivas
es esta forma de historia que reintroduce y supone siempre el punto de
vista suprahistórico, una historia que tendría por función recoger, en una
totalidad bien cerrada sobre sí misma, la diversidad al fin reducida del
tiempo. Una historia que nos permitiría reconocernos en todas partes y
dar a todos los desplazamientos pasados la forma de la reconciliación. Una
historia que lanzara sobre todo lo que está detrás de ella una mirada del fin
del mundo. Esta historia de los historiadores se procura un punto de apoyo
detrás del tiempo; pretende juzgarlo todo según una objetividad de apoca-
lipsis, porque ha supuesto una verdad eterna, un alma que no muere, una
conciencia siempre idéntica a sí misma. Si el sentido histórico se deja ganar
por el punto de vista suprahistórico entonces la metafísica puede retomarlo
por su cuenta y fijándola bajo las especies de una conciencia objetiva im-
ponerle su propio “Egipcianismo”. En revancha, el sentido histórico esca-
pará a la metafísica para convertirse en el instrumento privilegiado de la
genealogía... Si no se posa sobre ningún absoluto no debe ser más que esta
agudeza de una mirada que distingue, reparte, dispersa, deja jugar las se-
paraciones y los márgenes. Una especie de mirada disociante, capaz de di-
sociarse a sí misma y de borrar la unidad de este ser humano que supone
conducirla soberanamente hacia su pasado”.14
El primer elemento a tener en cuenta puede estar guiado por ese verso
latino que tanto gusta a Nietzsche, “Nitimur in betitum”, que parece ser
la tónica general de los discursos de este momento: el lanzarse a lo prohi-
bido, a lo que no puede ser dicho, en la forma de “inconsciente”, de ins-
tinto (fuerte o débil) o de “relaciones de producción”. En este sentido es
esclarecedor este fragmento de Más allá del bien o del mal “... Hoy como al
menos entre nosotros los inmoralistas, se alienta la sospecha de que el valor
96
decisivo de una acción reside justo en aquello que en ella no es intencionado, y
de que toda intencionalidad, todo lo que puede ser dicho, sabido, conocido
conscientemente por la acción pertenece todavía a su superficie, a la piel –la
cual, como toda piel, delata algunas cosas, pero oculta más cosas todavía”.15
97
2. EL CONCEPTO DE “VOLUNTAD DE PODER” CONTRA LA
RACIONALIDAD DE LA CONCIENCIA ROMÁNTICA
98
establecer que cuantas veces veamos aparecer tal término en la escritura de
Nietzsche anterior al 78, su significación es semejante a la que, como de-
cimos, le otorga Schopenhauer; es decir, que no alude a la cuestión pura-
mente romántica, metafísica.
99
aplicado al problema de la verdad.
100
tratamientos de la misma por las teorías de finales de siglo. Así lo hace
notar en el aforismo 14 de esta obra: “Acaso sean cinco o seis las cabezas en
las cuales se va abriendo paso ahora la idea de que también la Física no es más
que una interpretación y un arreglo del mundo (según nosotros, dicho sea con
permiso) y no una aclaración del mundo”.
101
metódicas que indican que la Voluntad de poder, concepto ya plenamente
aprehendido, es imprescindible en el posible método habilitado por la teo-
rización nietzscheana.
102
primordial y la religión...22
103
3. EL CONCEPTO DE SUPERHOMBRE, CONTRA LA FALSA
RECONCILIACIÓN DE LA CONCIENCIA ROMÁNTICA
104
El Superhombre es el momento de la afirmación y por tanto, de la au-
sencia final de cualquier voluntad negadora.27
105
del bien y del mal, la obra que sigue al Zaratustra y que intenta rememorar
sus conceptos en un lenguaje más lineal, nos remite a cada paso a esa esci-
sión, en estos términos por ejemplo: “Toda elevación del tipo ‘hombre’ ha
sido hasta ahora obra de una sociedad aristocrática y así lo seguirá siendo siem-
pre”.29 En muchos lugares Nietzsche nos hablará de las virtualidades que
encuentra en tales tipos de sociedad. De ella, sólo de ella, puede nacer ese
Superhombre que dice “sí”, que retoma los valores de la tierra, para cons-
truir sus valores más allá de cualquier “voluntad de negación”.
Y así, con rodeos, con aproximaciones, con un lenguaje que sólo la lo-
cura toma en serio, Nietzsche nos acerca hacia esa palabra tan mal enten-
dida, tan comprometedora: el “übermensche”, para nunca hablarnos de
otra manera sobre ella. Dejemos en este constante anunciar, podríamos
decir, “profetizar” –a gusto de Nietzsche–, para pasar al último pilar de su
semántica a nuestro juicio:
106
pequeña (porque todo lo excelente es contado por la naturaleza). Se pertenece
a ella, no porque se esté mejor dotado y se sea más virtuoso o más heroico, o
más amoroso que los hombres descalificados; sino porque se es más frío, más
claro, más penetrante, más solitario. Porque en el fondo se soporta la soledad,
se quiere la soledad, se exige la misma como felicidad, privilegio y hasta condi-
ción de la existencia.” ('La voluntad de poder' –aforismo 968).
107
4. EL ETERNO RETORNO CONTRA LA HISTORIA TEOLÓ-
GICA DE LA CONCIENCIA ROMÁNTICA
108
defensores del “progreso”, o las formas más matizadas de la Conciencia
Romántica. Más correctamente, a nuestro juicio, debe concebirse al
Eterno Retorno, no como a la intemporalidad, sino como a otra forma
más del tiempo y del suceder.
109
intuida plenamente por Nietzsche, y expuesta en un lenguaje pletórico de
metáforas.32
110
NOTAS
111
(16) Cfr. NIETZSCHE, Aurora, cit. Prólogo 1; Crepúsculo de los ídolos.
Pról.
(17) NIETZSCHE, La voluntad de poder, cit. Libro II, 255.
(18) Creemos de todas formas que tal concepto queda bien explicitado en:
DELEUZE, Op. cit.; del mismo autor: Spinoza, La Philosophie critique de
Kant y Nietzsche, París, PUF, 1970, 1963, 1965. (Trad. cast. Spinoza,
Kant, Nietzsche, Barcelona, Labor, 1974); FOUCAULT, Op. cit.; HA-
BERMAS, Op. cit. p. 52 ss.
(19) En varios pasajes Freud al autodeterminarse precedente, nombra a
Eduar von Hartmann (Gr. FREUD, S. Historia del movimiento psicoana-
lítico, en Obras Completas, Madrid Biblioteca Nueva, 1973, Tomo II, pp.
1895-1940). Por cierto que J. Lacan dirá de esta concepción de Hartmann
que se trata de un “incoveniente romántico”, para estrablecer la novedad
freudiana al decir que el “inconsciente” habilitado por Freud tiene una
significación “preóntica” (Gr. LACAN, J. Los cuatro conceptos fundamen-
tales del psicoanálisis, Barcelona, Barral, 1977, cap. III). Nietzsche abando-
nará los presupuestos de von Hartmann ya desde las Intempestivas.
(20) NIETZSCHE, Aurora, cit., 112.
(21) Ib., 535.
(22) Cfr. NIETZSCHE, La voluntad de poder, cit., para el carácter de “pre-
vio”: Ante el propio cosmos: Libro III, “a) El proceso orgánico”; Ante el
valor en general: Libro III “IV. Teoría de la voluntad de poder y de los
valores”; Ante la interpretación: Libro II, 253; Ante el arte: Libro III, 796-
800.
(23) Cfr. DELEUZE, Nietzsche y la filosofía, cit. capítulo 1, 2 y 3 (éste
último muy importante para ver la relación con Marx y Freud, también
con Shopenhauer).
(24) Cfr. BACHELARD, G. La formación del espíritu científico, Buenos
Aires, Siglo XXI, 2ª ed. 1972, cap. I.
112
(25) FOUCAULT, M. Las palabras y las cosas, México y otros. Siglo XXI,
1968, caps. 8 y 10.
(26) DELEUZE, op. cit. I, 4.
(27) Ib. V, 2.
(28) Cfr. NIETZSCHE, Ecce homo, cit. “Por qué soy un destino”, 5.
(29) NIETZSCHE, Más allá del bien y del mal, cit. 257.
(30) NIETZSCHE, La voluntad de poder, cit. Libro IV, 984.
(31) DELEUZE, Op. cit., I, 11. Deleuze obvia, además, cómo en la
cuestión de los “dados” hay más disimilitudes que semejanzas entre Nie-
tzsche y Mallarmé.
(32) Cfr. NIETZSCHE, Así habló Zaratustra, cit., III, “De la visión y el
enigma”, “El convaleciente”, “Los siete sellos”. Hay una interpretación
muy correcta de estos textos en FINK, E., op. cit., III, 5.
(33) Cfr. NIETZSCHE, La genealogía de la moral, cit., Tratado III, 16.
(34) NIETZSCHE, El Anticristo, cit. 4.
(35) Cfr. DELEUZE, op. cit II, 4 y 5. No entraremos en la cuestión de la
113
CAPÍTULO QUINTO
117
un tanto ambicioso; pero lo cierto es que nos encontramos con escritores
en que el nivel puramente significante de su habla es más llamativo que en
otros; es el caso de un Sade, de un Nietzsche; de un Artaud, por no pro-
longar la lista. Tales escritores son normalmente considerados como “lo-
cos”, antes incluso de que demos crédito a las significaciones que nos
proponen. Antes de que Sade, por ejemplo, nos describa un “crimen”, una
“violación”, nos llama la atención el hecho de que nos hable de ellas en los
términos más racionales posibles, monte toda una “escena”, incluya pala-
bras tachadas y sólo usuales en los lenguajes vulgares; y nos llama la aten-
ción el hecho además de que pretenda hacer con todo ello novelas, y de
que además se constituya en un novelista inmejorable, como han recono-
cido ya tantos críticos modernos.
118
1. LA NUEVA ESTÉTICA DE NIETZSCHE
119
Nietzsche, que tenía muchos puntos de contacto con el ambiente cul-
tural predominante durante su estancia en Basilea, y que incluso durante
un par de años después sigue las direcciones científicas de la cultura bur-
guesa –en Humano... está más o menos de acuerdo con las tesis positivistas
y utilitaristas– va a constituir una modalidad de pensamiento, a partir del
83 que se opone a ese ambiente predominante. De hecho, lo vemos en
Basilea constituido casi en un burgués prototípico: profesor de la Univer-
sidad, rodeado de multitud de colegas y amistades, creador de un pensa-
miento romántico y consolidador de algunos de los mitos capitales del
burgués. Sin embargo, ya hemos visto cómo su propia personalidad se re-
bela ante este estado de cosas, hasta que por fin consigue liberarse de la
enseñanza y se retira, en la soledad, al ejercicio de la escritura y la medita-
ción. De esa soledad, de ese constante empeño por desoír las voces más
típicas del momento, surge su originalidad antirromántica, preludio de la
sensibilidad del siglo XX: La Genealogía, la Voluntad de Poder, etc.
120
libres”, de los “genealogistas”... Ese espacio trae una nueva sensibilidad,
aunque a ella no estén llamados la mayoría de los hombres “actuales”, y
menos aún los “alemanes”, cuyo estilo todavía sigue dominado por la pa-
labra pletórica de significaciones ampulosas, propias de la Conciencia Ro-
mántica. Nietzsche descodifica para liberar su propio territorio de
experimentación filosófica, y en efecto, siguiendo la pista de la sospecha
sobre la moral3 destruye los conceptos que pesadamente ha ido consoli-
dando aquella conciencia, como si advirtiera que el ordenador de tales dis-
cursos era la Moral, y que destruyendo la Moral puede derrumbarse el
edificio lingüístico que ella desde los cimientos posibilitaba.
121
Zaratustra. En efecto, nos dice a cada paso que su Zaratustra es un mo-
mento inmejorable del estilo alemán; casi parece pretender decirnos que él
mismo ha puesto en práctica sus consejos poéticos y que el resultado, el
Zaratustra, es inmejorable.5
Todo ello justifica el que se presente así ante sus lectores en El Anti-
cristo: “Este libro pertenece a los menos. Tal vez no viva todavía ninguno de
ellos. Serán sin duda los que comprendan mi Zaratustra”. De hecho advertirá
que para entender tal libro es preciso “oídos nuevos”, para esa nueva mú-
sica, “ojos nuevos para lo más lejano”, “una conciencia nueva para verda-
des que hasta ahora han permanecido mudas”.
122
de Marx es preciso asumir el carácter innovador que en su mano adquiere
la Dialéctica como método de interpretación; para comprender la novedad
del inconsciente freudiano, novedad incluso respecto del inconsciente de
E. Von Hartmann, es preciso asumir su estado “pre-óntico” y oponerlo al
sujeto cartesiano, como hace Lacan. Para comprender a Nietzsche es nece-
sario seguir su crítica a la cultura general, pero más concretamente su crí-
tica a la Conciencia Romántica, su crítica incluso al estilo alemán: “El
alemán no tiene dedos para las gradaciones. El hecho de que los alemanes ha-
yan podido soportar a sus filósofos, sobre todo a aquél raquítico sutilizador de
conceptos que fue el gran Kant (7), no da una bella idea de la gracia alemana.
No se puede separar de una educación distinguida el danzar de cualquier
forma: la facultad de danzar con los pies, con los conceptos, con las palabras.
¿Debe añadirse que también hay que saber danzar con la pluma; que se debe
aprender a escribir? Pero en ese punto me convertiría en un perfecto enigma
para los lectores alemanes” (8). Para entender estos tres discursos es preciso
comprender la doble faz del Síntoma, que a un tiempo muestra y oculta
algo más allá de él.
123
Contra cualquier estética romántica, y más concretamente en la acep-
ción artística del término, volverá a posicionarse en La voluntad de poder
(11).
124
2. LA EMERGENCIA DEL CUERPO Y DE LO FISIOLÓGICO
125
profundo agotamiento nervioso que bloquea el funcionamiento de la máquina.
Tengo que hacer grandes esfuerzos para evitar las ideas melancólicas, o, mejor
dicho, tengo una visión de lo más clarividente sobre mi estado general, pero no
alentadora. No sólamente carezco de salud, sino además de las premisas que
pueden llevarme a sanar. La fuerza vital ya no está intacta. Las pérdidas de
por lo menos diez años ya no pueden recuperarse. He ido viviendo a espensas
del capital, sin invertir nada, apenas nada y con eso uno va empobreciendo”.
Casi se trata de un “historial clínico” preciso; de una descripción fría hecha
sobre su propia persona, sin que nada se le escape, ni siquiera las conse-
cuencias; se trata de un autodiagnóstico, pero también de un pronóstico
tenebroso, como si se descubriera el destino que inexorablemente va a
arrastrar al Paciente. Para esto está esa carta, lenguaje que pretende hablar
sobre el propio emisor y que no por eso titubea un momento, sino que
cumple fríamente, médicamente, las reglas del discurso fisiológico. Ese len-
guaje incluso se atreve a formular posibles terapias: “bajo condiciones más
favorables –sigue diciendo a Overbeck– puedo conseguir con todas las pre-
cauciones y astucias un hábil estado de equilibrio; pero en cuanto me faltan
estas premisas, ni las precauciones ni la astucia me sirven para nada”. Y más
adelante continúa mostrándonos la peculiaridad de su interpretación: “He
dado con un penoso e inquieto clima de invierno que me acosa, lo mismo que
puede hacérmelo un mes de febrero en Basilea... Esta irritabilidad extrema a
las impresiones meteorológicas no es un buen signo... Caracteriza más bien un
agotamiento general que de hecho constituye la causa de mi sufrimiento. Todo
como las jaquecas y demás, no es más que un estado concomitante relativa-
mente sintomático”.
Nietzsche, que decía del filósofo, en sus primeros años literarios, que se
trataba de alguien que podía convertirse en el médico de la cultura, que
incluso se constituye a sí mismo, como filósofo, en esa figura que diagnos-
tica, vuelve sobre sí mismo su instrumental, para mostrarnos en ese gesto,
que sus armas no son nimias, que pueden describir con precisión; que hay
una escisión entre el pensamiento y lo analizado, de manera que su pensa-
miento, si bien no describe la verdad metafísica, al menos no es irracional.
De hecho, en la misma carta dice: “De todo ello estoy tan bien informado
126
como cualquier médico”. Lo de menos es que nosotros seamos escépticos
para dar crédito a estas palabras; lo de más es que éste es el deseo de Nietzs-
che: el de haber adquirido una formación fisiológica y médica, una forma-
ción cercana a la psiquiatría, con la cual poder estudiar la cultura, y
pronosticar sus enfermedades. La información de Nietzsche sobre este tipo
de temas puede ser muy similar a la obtenida, desde luego más rigurosa-
mente, por Freud: en el sentido de que ambos deben guiarse pedagógica-
mente por el estado de estas ciencias en el momento en que escriben, es
decir, por los discursos “psiquiátricos” de la segunda mitad del siglo XIX.
Ahora bien, tanto Nietzsche como Freud aportarán su peculiaridad, su
propio olfato para captar las lentas gradaciones de una época que lejos de
abogar ya por el positivismo o por las grandes codificaciones ampulosas de
la Conciencia Romántica burguesa, prefieren otorgar otro ritmo a la pala-
bra. Como nos dice Foucault, ha variado la “mirada clínica” desde Pinel a
Freud. Tras el “gran encierro”, que posibilita el aislamiento de un “objeto
de discurso”,14 y las taxonomías psiquiátricas del siglo XVIII accedemos a
la “mirada” que describe lo que ve, para a partir de 1895 acceder a una
nueva disposición de la mirada psiquiátrica, en base a la cual el analista
toma todo lo que ve y oye como “síntoma”, que muestra y oculta en sí algo
referido más allá.
127
cultura, el filósofo casi es en estos momentos del pensamiento nietzscheano
similar a la figura del sacerdote pagano.16 En otros parágrafos de esta obra
del joven Nietzsche hay una conexión puntual de la actividad artística con
la “actividad nerviosa”.17
128
de interpretación de la filosofía oficial a finales del siglo XVIII– con estos
nuevos discursos: La Psicología, Cosmología, Teología racionales, con este
nuevo espacio en que van apareciendo poco a poco los discursos de las
ciencias sociales.
129
en términos de que su recurrencia a los temas fisiológicos, médicos, psico-
lógicos, es definida como la originalidad por el propio autor. En efecto, si
Nietzsche nos quiere mostrar por qué es tan inteligente, lo hace señalando
que por el hecho de haber superado cualquier idealismo, y de haberse ins-
talado en el análisis médico o fisiológico, que pone en una situación de
inservibles a las antiguas cuestiones metafísicas; y todo ello en un tiempo
que verá nacer las primeras publicaciones psicoanalíticas. Allí, contra su
idealismo inicial y el recurso a la carrera filológica exclama: “¿Porqué no
(me dice) al menos médico o cualquier otra cosa que abra los ojos?”.20
130
está capacitado para hablarnos de nihilismo e incluso para prescribir las
terapias culturales oportunas.22
131
3. LA PECULIARIDAD DE LA ESCRITURA NIETZSCHEANA
132
Todas estas cuestiones, que puedan parecer a simple vista un tanto frí-
volas, adquieren relevancia si somos conscientes de que el estilo nietzs-
cheano se ha constituido en modelo, y ha pasado a constituir el estilo de
uno de los escritores inmortales de la escritura alemana desde Lessing, esa
figura que abría para Alemania la brecha intelectual de la Conciencia Ro-
mántica, Nietzsche, por cierto, y como Janz, el biógrafo al que teníamos
un tanto olvidado en nuestro escrito, se queja durante su época de estu-
diante en varias ocasiones de su manera de escribir. Pero ciertamente, a
partir –a nuestro juicio– de Zaratustra, encuentra el estilo que más se ade-
cúa a sus necesidades, y el que consigue hermanar para siempre todos sus
anhelos con el hecho de la escritura. Quizá la mayor de todo Nietzsche –
aún más que la del filósofo– sea precisamente la de un tipo de escritor que
sólo encuentra “salvación” en ese trabajo: el de dejar en el papel lo mejor
de su personalidad.
133
llevado la lengua alemana a su culminación”. Y continúa diciendo –lo de
menos es su inmodestia–: “Después de Lutero y de Goethe quedaba aún un
tercero paso por dar. Míralo atentamente, viejo camarada del corazón y piensa
si en nuestra lengua la fuerza, la flexibilidad y la musicalidad se han visto
alguna vez tan unidas. Lee a Goethe después de una página de mi libro y
sentirás que aquel elemento ondulatorio que caracterizaba a Goethe como di-
bujante, no le era ajeno como escritor de la lengua. Yo le aventajo en la seve-
ridad y virilidad de la línea, sin caer por ello en la grosería de Lutero... Mi
estilo es una danza, un juego de simetrías de todos los tipos y un saltar y un
reírse de estas simetrías. Y esto llega hasta la elección de las vocales. Discúlpame;
me guardaré de hacer estas confesiones a ninguna otra persona pero tú me has
manifestado una vez –y creo que eres el único que lo ha hecho– la alegría que
te provocaba mi lenguaje. Además, sigo siendo poeta hasta los límites más di-
latados de este concepto, por mucho que me haya tiranizado incansablemente
con lo que hay de más opuesto a la poesía”.28
134
su invitación a la lectura de manera diferente a como la realiza el “docto”
obedece, sin duda, a su interés de dejar anulada la palabra ampulosa, la
palabra rimbombante y sistemática de la vieja filosofía y –diremos nosotros
barriendo para nuestro tema–, para desprestigiar la palabra de la Concien-
cia Romántica, e instalar en su lugar el ritmo, la danza de la nueva escritura
“inacabada”; inacabada porque no busca una finalidad, un todo, figuras
abstractas, sino que está volcada para hablarnos de lo innombrable: de la
vida, de la voluntad; inacabada, porque busca la pluralidad de sentidos, la
interpretación...
135
descifrado por el hecho de leerlo. Antes bien, entonces es cuando debe de co-
menzar su interpretación, y para realizarla se necesita un arte de la misma.
(...) Desde luego, para practicar de este modo la lectura como arte se necesita,
ante todo, una cosa que es precisamente hoy en día la más olvidada; y por ello
ha de pasar tiempo todavía para que mis escritos resulten legibles; una cosa
para la cual se ha de ser casi vaca, y en todo caso no hombre moderno: el
rumiar” (30).
136
NOTAS
137
(17) Cfr. ib., I, 64.
(18) NIETZSCHE, Aurora, cit., 453.
(19) NIETZSCHE, Crepúsculo de los ídolos, “El problema de Sócrates”, 10;
Cfr. ib. “Incursiones inactuales”, 47.
(20) NIETZSCHE, Ecce homo, cit., “Por qué soy tan inteligente”, 1; Cfr.
ib., 2 y 10.
(21) Ib., Humano, demasiado humano, 3.
(22) Cfr. NIETZSCHE, La voluntad de poder, cit., Libro II, 227, Libro
III, 486.
(23) Cfr. DELEUZE, Op. cit, II, 2.
(24) BLANCHOT, M. Nietzsche y la escritura fragmentaria Buenos Aires,
Calden, 1973.
(25) Cfr. ib. pp. 42 ss.
(26) Cfr. ib. pp. 45 ss.
(27) Cfr. ib. pp. 50 ss.
(28) NIETZSCHE, Correspondencia, cit., carta a Rohde de 22 de febrero
de 1884.
(29) NIETZSCHE, La genealogía de la moral, cit., pról. 8. Nietzsche
vuelve a hablar en varios lugares sobre su propio estilo aforístico: Cfr. Cre-
púsculo de los ídolos, cit., “Incursiones inactuales”, 51, “Lo que yo debo a
los antiguos” 1 y 2.
138
CAPÍTULO SEXTO
141
1. MARX, NIETZSCHE Y FREUD COMO TEMATIZADORES
DE NUESTRA CONCIENCIA ANTIRROMÁNTICA
142
Sí, en esto no podemos por menos de estar en acuerdo con Foucault y
con las características que éste define para esa nueva hermenéutica que se
opone a las estructuras lingüísticas del siglo XVIII, de la Grammaire Gé-
néral: la Interpretación desciende en vertical hacia lo profundo, para mos-
trar la ausencia de profundidad, la inesenciabilidad de todo lo profundo y
su carácter de efecto de superficie, de espejismo e ilusión... La Interpreta-
ción como tarea inacabable; la Interpretación como tarea que se ejerce ne-
cesariamente sobre las Interpretaciones; la Interpretación que a la postre
sólo puede constituirse interpretándose a sí misma; no hay oscurantismo
en la expresión abreviada de estas características acuñadas por Faucault, y
menos para los lectores habituados a los autores citados. Para cualquier
lector familiarizado pienso que puede bastar esta paráfrasis de la última de
las características anotadas: Marx, Nietzsche, Freud, para la constitución
completa de sus teorizaciones, a cada paso se interrogan en sus escritos, se
interpelan, se amonestan y rectifican; es decir, interpretan a cada paso sus
propias interpretaciones; han creado cada uno de ellos un tipo peculiar de
escritura, de expresión de sus ideas. Freud, en su escritura agonística, co-
loca ante sí, cuando lo juzga oportuno, al adversario. Nietzsche habla de sí
a cada paso; Marx interpreta en constante escritura polémica, las acciones
de los partidos “proletarios”.
Quiero traer a discusión una nueva cuestión: ¿no es cierto que desde
Marx, Nietzsche, Freud, ha quedado más o menos claro el valor de las
ideas religiosas, por ejemplo? Hablaré en estos términos: lo que entende-
mos vulgarmente por Ateísmo, según podemos encontrar en cualquier ma-
nual, ha sido el efecto de la cientificación del mundo occidental; y si
apuramos, el efecto del desarrollo de las ciencias sociales: de la sociología
143
estructural, funcional, o la psicología conductista. Pero, ¿no es cierto que
cualquier dictamen sobre las ideas religiosas está mucho más contaminado
por los análisis de estos tres pensadores que por el conocido agnosticismo
kantiano y aún positivista? La crítica a tales ideas tiene muchos puntos en
común en cada uno de ellos; cualquier adversario de la religión puede per-
fectamente servirse de las palabras fácilmente reconciliables entre sí de es-
tos autores.2
144
2. EL DESTINO DE NIETZSCHE
145
Tampoco ha llegado en toda regla ese nuevo tipo de filósofos, a los que
llama “tentadores”. Tampoco ha quedado la historia partida en dos.
146
a veces es demasiado “inservible”.
Más allá de la filosofía –si es que hay un más allá de la filosofía, porque
la filosofía quiere ocuparlo todo–, Nietzsche ha dejado un estilo, una esté-
tica, que de alguna manera ha estado presente en la literatura hecha desde
la segunda mitad del siglo XIX. Nietzsche, como dice Janz, registró como
un sismógrafo los movimientos de la nueva época, sus anhelos, sus convul-
siones febriles... De Melville a Kafka, de Musil al Realismo Fantástico, de
Joyce a Artaud, parece vibrar ese esteticismo descarnado e inconformista.
A veces ha influído más directamente, como en el caso de las frivolidades
de un H. Hesse; otras veces se trata de una conciencia feliz, posibilitada,
no por la lectura directa, sino por el hecho de que los escritos que parecen
reproducir su estética y su inconformismo son hijos de un mismo tiempo,
fruto de relaciones sociales semejantes...
147
3. LOS LIMITES DE LA PROPUESTA NIETZSCHEANA
148
palabra nazca, como hemos dicho, una Enseñanza “redonda”, la condición
para la creación de una “Escuela”. Si Marx y Freud, en el común desmo-
ronamiento de los mitos burgueses, han posibilitado prácticas sociales: la
Revolución o el intento de cura de los enfermos mentales; Nietzsche, por
haber escrito desde esa altura, no puede invitarnos a acción alguna con-
creta. Podemos sospechar con los tres; pero con Nietzsche casi hemos de
permanecer con los brazos cruzados y esperar pacientemente la llegada –
que nunca se producirá– del Superhombre...
149
calificación; este modo intemporal de utilizar las categorías históricas; pues
en ese mismo sentido, también un Platón es un romántico “rematado” en
su República.
“De este modo cavo con denuedo en mi mina moral para comparecer sub-
terráneamente ante mí mismo. Me parece haber encontrado ya la galería que
me guiará hasta la salida; sin embargo, esta convicción tiene que creerse cien
veces y rechazarse cien veces más”.4
150
A Nietzsche:
¿CUENTO?
151
NOTAS
152
BIBLIOGRAFÍA
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159
Agradecimientos
A Juan José Ortega del Blanco, que con tanta paciencia se encargó de
la revisión del mecanografiado de este humilde trabajo.
161
A Carlos Javier Egio Rubio, Lola Rubio García y María Concepción
Lasheras Olmos, porque con su consideración y afecto me han ayudado en
uno u otro momento a creer en la validez de mi quehacer y en la viabilidad
de esta publicación, y a mi hija María José, a quien siempre estoy tan
unido.
Pedro Egio
162
ÍNDICE
CAPÍTULO PRIMERO
LA CONCIENCIA ROMÁNTICA .................................................... 11
1. EXTENSIÓN DE LA EXPRESIÓN “CONCIENCIA ROMÁNTICA” .. 13
2. EL DESMORONAMIENTO DE LA CONCIENCIA ROMÁNTICA ... 18
3. POSICIONAMIENTOS EXPLÍCITOS DE NIETZSCHE ANTE LA
CONCIENCIA ROMÁNTICA ........................................................... 24
CAPÍTULO SEGUNDO
LA EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO DE NIETZSCHE ............... 31
1. ETAPAS DE SU PENSAMIENTO ................................................... 33
2. LA FORMACION FILOLÓGICA DE NIETZSCHE .......................... 41
3. LA RELACIÓN CON WAGNER Y SCHOPENHAUER .................... 46
4. LA EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO TRÁGICO ......................... 50
CAPÍTULO TERCERO
LA SOSPECHA SOBRE LA CONCIENCIA ROMÁNTICA ................ 59
1. LA SOSPECHA CONTRA EL IDEAL .............................................. 63
DISOLUCIÓN DE APARIENCIA Y SER IDEAL EN SENTIDO GENERAL
Y RESTRINGIDO ............................................................................ 63
163
2. LA SOSPECHA SOBRE LA FILOSOFÍA Y LA RELIGIÓN,
ENTENDIDAS POR LA CONCIENCIA ROMÁNTICA ....................... 68
3. LA SOSPECHA SOBRE EL CONCEPTO DE HUMANIDAD Y
SOCIEDAD HUMANA DE LA CONCIENCIA ROMÁNTICA ............. 76
CAPÍTULO CUARTO
LA NUEVA SEMÁNTICA NIETZSCHEANA DESDE SUS
CONTENIDOS ............................................................................... 85
1. GENEALOGÍA COMO TRABAJO OPUESTO A LA DIALÉCTICA E
HISTORIA DE LA CONCIENCIA ROMÁNTICA ............................... 91
2. EL CONCEPTO DE “VOLUNTAD DE PODER” CONTRA LA
RACIONALIDAD DE LA CONCIENCIA ROMÁNTICA ..................... 98
3. EL CONCEPTO DE SUPERHOMBRE, CONTRA LA FALSA
RECONCILIACIÓN DE LA CONCIENCIA ROMÁNTICA ............... 104
4. EL ETERNO RETORNO CONTRA LA HISTORIA TEOLÓGICA DE
LA CONCIENCIA ROMÁNTICA .................................................... 108
CAPÍTULO QUINTO
LA NUEVA SEMÁNTICA NIETZSCHEANA DESDE EL PUNTO DE
VISTA FORMAL ........................................................................... 115
1. LA NUEVA ESTÉTICA DE NIETZSCHE ...................................... 119
2. LA EMERGENCIA DEL CUERPO Y DE LO FISIOLÓGICO .......... 125
3. LA PECULIARIDAD DE LA ESCRITURA NIETZSCHEANA.......... 132
CAPÍTULO SEXTO
POSICIÓN Y DESTINO DEL DISCURSO DE NIETZSCHE EN LA
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ...................................................... 139
1. MARX, NIETZSCHE Y FREUD COMO TEMATIZADORES DE
NUESTRA CONCIENCIA ANTIRROMÁNTICA.............................. 142
164
2. EL DESTINO DE NIETZSCHE ................................................... 145
3. LOS LIMITES DE LA PROPUESTA NIETZSCHEANA .................. 148
BIBLIOGRAFÍA ............................................................................. 153
165