Inteligencia Emocional
Inteligencia Emocional
Inteligencia Emocional
Por su poderosa influencia sobre todos los aspectos de la vida de una persona, las emociones se
encuentran en el centro de la existencia; la habilidad del individuo para manejarlas actúa como
un poderoso predictor de su éxito en el futuro. La capacidad de pensar, de planificar,
concentrarse, solventar problemas, tomar decisiones y muchas otras actividades cognitivas
indispensables en la vida pueden verse entorpecidas o favorecidas por nuestras emociones. Así
pues, el equipaje emocional de una persona, junto a su habilidad para controlar y manejar esas
tendencias innatas, provee los límites de sus capacidades mentales y determinan los logros que
podrá alcanzar en la vida. Habilidades emocionales como el entusiasmo, el gusto por lo que se
hace o el optimismo representan unos estímulos ideales para el éxito. De ahí que la inteligencia
emocional constituya la aptitud maestra para la vida.
En síntesis, canalizar las emociones hacia un fin más productivo constituye una verdadera aptitud
maestra. Ya se trate de controlar los impulsos, de demorar la gratificación, de regular los estados de
ánimo para facilitar el pensamiento y la reflexión, de motivarse a uno mismo para perseverar y hacer
frente a los contratiempos, de asumir una actitud optimista frente al futuro, todo ello parece
demostrar el gran poder de las emociones como guías que determinan la eficacia de nuestros
esfuerzos.
Algunas personas tienen más facilidad que otras para expresar con palabras sus propios
sentimientos; existe otro tipo de individuos cuya incapacidad absoluta para hacerlo los lleva
incluso a considerar que carecen de sentimientos. Peter Sifneos, psiquiatra de Harvard, acuñó
el término “alexitimia”, que se compone del prefijo a (sin), junto a los vocablos lexis (palabra)
y thymos (emoción), para referirse a la incapacidad de algunas personas para expresar con
palabras sus propias vivencias.
No es que los alexitímicos no sientan, simplemente carecen de la capacidad fundamental para
identificar, comprender y expresar sus emociones. Este tipo de ignorancia hace de ellos
personas planas y aburridas, que suelen quejarse de problemas clínicos difusos, y que tienden a
confundir el sufrimiento emocional con el dolor físico. Pero el efecto negativo de esta
condición rebasa el ámbito privado de la persona en cuestión, en la medida en que la
conciencia de sí mismo es la facultad sobre la que se erige la empatía. Así, al no tener la menor
idea de lo que sienten, los alexitímicos se encuentran completamente desorientados con
respecto a los sentimientos de quienes les rodean.
La palabra empatía proviene del griego empatheia, que significa “sentir dentro”, y denota la
capacidad de percibir la experiencia subjetiva de otra persona. El psicólogo norteamericano
E.B. Titchener amplió el alcance del término para referirse al tipo de imitación física que
realiza una persona frente al sufrimiento ajeno, con el objeto de evocar idénticas sensaciones
en sí misma. Diversas observaciones in situ han permitido identificar esta habilidad desde
edades muy tempranas, como en niños de nueve meses de edad que rompen a llorar cuando ven
a otro niño caerse, o niños un poco mayores que ofrecen su peluche a otro niño que está
llorando y llegan incluso a arroparlo con su manta. Incluso se ha demostrado que desde los
primeros días de vida, los bebés se muestran afectados cuando oyen el llanto de otro niño, lo
cual ha sido considerado por algunos como el primer antecedente de la empatía.
A lo largo de la vida, esa capacidad para comprender lo que sienten los demás afecta un
espectro muy amplio de actividades, que van desde las ventas hasta la dirección de empresas,
pasando por la política, las relaciones amorosas y la educación de los hijos. A su vez, la
ausencia de empatía suele ser un rasgo distintivo de las personas que cometen los delitos más
execrables: psicópatas, violadores y pederastas. La incapacidad de estos sujetos para percibir el
sufrimiento de los demás les infunde el valor necesario para perpetrar sus delitos, que muchas
veces justifican con mentiras inventadas por ellos mismos.
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Bibliografía:
Goleman, Daniel – “La Inteligencia Emocional” – Ed. Vergara – 7º Ed. Barcelona - 2016
Nuevas formas de aprender y de ver al niño o al maestro
El método Montessori es un modelo educativo que nació en Italia. Fue ideado por la educadora
y médica italiana María Montessori. Luego de trabajar con niños carenciados de Roma y niños
discapacitados en un hospital, en 1924 publicó su libro sobre el método.
Se basa en los siguientes puntos básicos:
-El aula Montessori reúne niños de tres edades distintas: menores de 3 años, de 3 a 6 años, de 6
a 9 años y de 9 a 13 años. Las salas integradas favorecen la cooperación espontánea, el deseo
de aprender, el respeto mutuo.