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Murcia

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PROCESOS TERRITORIALES Y CRITERIOS DE ORDENACIÓN DEL PAISAJE EN LA

COMARCA NOROESTE DE LA REGIÓN DE MURCIA


Santiago Fernández Muñoz1; Luis Galiana Martín2

PALABRAS CLAVE: Región de Murcia, Comarca Noroeste, Directrices de paisaje,


Ordenación del paisaje, paisajes protegidos

1. Un proyecto de conocimiento y planificación del paisaje en el marco de un


proceso de Ordenación del territorio

La Dirección General de Ordenación del Territorio de la Región de Murcia viene


desarrollando desde hace cuatro años proyectos de “análisis, diagnóstico y propuestas
sobre el paisaje” de varias comarcas murcianas “con el objetivo de realizar un análisis y
diagnóstico de las unidades de paisaje para su valoración; realizar propuestas de actuación
territorial para la mejora del paisaje y la elaboración de normativa de protección y
ordenación en relación con otros usos en especial el turismo de interior, las actividades
económicas productivas y las infraestructuras” (CARM, 2003). Se han puesto en marcha tres
proyectos entre 2001 y 2004 sobre las comarcas de la Huerta de Murcia y Vega Media, el
Altiplano y la Comarca del Noroeste que nos ocupa, territorios muy contrastados en sus
configuraciones paisajísticas y también en las dinámicas y conflictos que los afectan.

El pliego de prescripciones técnicas del proyecto referido a la Comarca Noroeste definía una
metodología clásica, fundamentada en el inventario sistemático del “medio físico y el medio
antrópico”, la delimitación de unidades homogéneas de paisaje, la redacción de un
diagnóstico y la definición de unas propuestas que debían concretarse en unas directrices
específicas de paisaje. Las determinaciones en materia paisajística debían ser incorporadas
posteriormente a un instrumento normativo de ordenación del territorio de carácter comarcal,
una circunstancia que condicionó su contenido y disposiciones.

1
Departamento de Humanidades: Geografía, Historia Contemporánea y Arte (Universidad Carlos III de Madrid).
Avenida de la Universidad, 22. Colmenarejo, Madrid
Tfno: 00 34 91 856 13 44
E-mail: scfernan@hum.uc3m.es
2
Departamento de Geografía. Universidad Autónoma de Madrid.
Campus de Cantoblanco. 28049 Madrid
Tfno: 00 34 91 497 55 02
E-mail: luis.galiana@uam.es
Partiendo de esta base, el equipo redactor3 propuso un método de trabajo sustentado en
una concepción territorial del paisaje y en la necesidad de aportar una guía para la
salvaguarda, mejora y valoración del patrimonio paisajístico de la Comarca Noroeste. Para
ello era imprescindible adquirir en primer lugar un profundo conocimiento de los procesos
territoriales y paisajísticos, ya que se partía del convencimiento de que la toma de
decisiones sobre el territorio sólo puede seguir la lógica tan gráficamente definida por
Friedmann (1987) “del conocimiento a la acción”.

Las tareas de análisis y diagnóstico se fundamentaron en dos operaciones: por una parte,
una aproximación dinámica, es decir, evolutiva al paisaje, atenta a su génesis histórica y a
las tendencias más recientes, y, al mismo tiempo, valorativa, tanto de sus componentes
ecológicos, culturales y perceptivos, como del paisaje como conjunto; y, por otra, la
identificación, caracterización y expresión cartográfica de la diversidad paisajística del
espacio objeto de ordenación.

Se procedió en primera instancia a la identificación y caracterización dinámica de aquellos


elementos y procesos de importancia decisiva en la estructuración del paisaje y en su visión.
No se realizó un inventario al uso de componentes ambientales y sociales, sino un
tratamiento intencionado y selectivo de los aspectos de mayor capacidad explicativa del
paisaje, tanto de su estado actual y de su génesis, como de las tendencias que se observan.
En concreto, se abordaron los factores naturales significativos como el relieve, el agua y las
coberturas vegetales; las tramas rurales y el sistema de asentamientos. Se perseguía con
todo ello interpretar el carácter de cada paisaje, es decir, la fisonomía que identifica y
diferencia a cada parte del territorio como resultado de la articulación histórica de
componentes naturales y humanos. Dicha información sectorial se plasmó en una
cartografía incorporada a un Sistema de Información Geográfica.

Posteriormente se completó la labor de análisis y conocimiento, definiendo y cartografiando


las diversas configuraciones paisajísticas del territorio a través de lo que habitualmente se
denominan “Unidades de paisaje”, agrupadas en “Tipos de paisaje”.

3
El proyecto han sido redactado por un equipo multidisciplinar de Consultores de Administraciones Públicas,
dirigido por Rafael Mata Olmo, coordinado por Santiago Fernández Muñoz y con la participación de Luis
Galiana. La dirección técnica de los proyectos de la administración regional ha sido realizada por el arquitecto
Antonio Ángel Clemente.
Figura 1. Unidades de vegetación

La caracterización de la diversidad paisajística de la Comarca abordó, además de su


configuración y organización, su transformación, señalándose en la fase de diagnóstico la
presencia de dinámicas y presiones que modifican los diferentes paisajes y prestando
especial atención a los conflictos entre las tendencias de utilización del territorio y el carácter
del paisaje. La identificación de los procesos de especial incidencia paisajística trató de
superar la mera descripción, profundizando en las causas y tendencias de cada una de las
dinámicas identificadas.

La última etapa del proyecto se centró en la formulación de propuestas destinadas a la


protección, la gestión y la ordenación del paisaje mediante la adopción de medidas
particulares y a través de la propuesta de una normativa que debe ser incorporada a las
directrices de ordenación territorial. De acuerdo con la realidad observada ser decidió
ordenar las propuestas en tres programas: de sensibilización social, mejora de la visión del
paisaje y ordenación.

El conjunto del proyecto se enriqueció con un proceso de prospección social de carácter


transversal a todas las fases, pese a que los pliegos de prescripciones técnicas no incluían
referencia alguna a la participación. Se parte de un entendimiento del paisaje no como
sinónimo de territorio, sino como su faz percibida por los que lo viven y lo visitan. Un
concepto que se sitúa así en un punto de encuentro entre lo subjetivo y lo objetivo, entre las
percepciones y preferencias individuales y los procesos materiales, entre la naturaleza y la
sociedad (Mata et al., 2001). Por tanto, se consideró que, captar la percepción de la
población era una parte fundamental del proyecto. Se optó por la realización de una
encuesta a los agentes sociales locales, una opción que permite incorporar la opinión de un
limitado número de personas pero muy cualificadas y con un alto grado de representatividad
social.

El objetivo era captar las dimensiones dinámicas, visuales, identitarias y propositivas del
paisaje, así como las aspiraciones paisajísticas de la población. Se pretendía orientar el
diagnóstico de la situación actual del paisaje de acuerdo con la percepción social, e
incorporar un listado jerarquizado de estrategias para su gestión. El fin era, en última
instancia, aproximarse a la opinión de la población local sobre el estado, los valores y las
actuaciones en materia de paisaje.

2. El carácter del paisaje del Noroeste murciano

Una iniciativa de valoración y protección del paisaje como la que aquí nos ocupa debe partir
necesariamente de un ejercicio de identificación, caracterización y expresión cartográfica de
la diversidad paisajística. Evidentemente, los objetivos generales asumidos orientan el
planteamiento metodológico incorporado, que debe modularse en función de las propias
dimensiones del territorio y de su naturaleza, pero que sobre todo debe ser capaz de
expresar la personalidad paisajística del ámbito de estudio (la comarca Noroeste) y su
significado en el conjunto regional (la Región de Murcia). Un ejercicio de interpretación
desde la realidad regional que pone de manifiesto su singularidad y riqueza, su
entendimiento complejo y su valoración, aportando la información básica que permite hacer
de la relevancia de sus paisajes el argumento central de la competitividad territorial de la
comarca.

La idea de singularidad atribuida habitualmente a los paisajes de la comarca Noroeste


reposa en la imagen construida a partir de unos pocos elementos emblemáticos, asociados
tanto a elementos de naturalidad (altos macizos montañosos de gran riqueza forestal,
presencia de agua) como de índole cultural (fachadas urbanas de Moratalla o Cehegín, coto
arrocero de Calasparra). Una idea que no refleja dos características esenciales de la misma:
su riqueza paisajística y la pureza en la manifestación de dicha diversidad paisajística.
La diversidad paisajística de este ámbito se sustenta en un rico mosaico de configuraciones
fisiográficas (altas sierras, alineaciones montañosas de menor altitud, altiplanos, llanuras de
piedemonte, vegas regadas), en las significativas diferencias de clima que pueden
observarse (desde la semiaridez propia de los sectores de menor altitud al carácter
subhúmedo de las altas sierras) con su correlato en la cubierta vegetal (de los matorrales
xéricos a las formaciones forestales arboladas de elevada riqueza específica), así como en
las variadas formas tradicionales y presentes de usos del suelo y de asentamientos. Por su
parte, la débil densidad demográfica y la escasa presión de las actividades asociadas a la
urbanización ha permitido conservar con gran pureza el paisaje asociado a sus tramas
naturales y rurales.

Como ya se ha adelantado, el trabajo de identificación y caracterización se concreta en


expresar cartográficamente la extensión que adquieren las diferentes configuraciones
paisajísticas del territorio, delimitando las denominadas “Unidades de paisaje” (Gómez et al.,
1999). Estas unidades cubren todo el territorio objeto de estudio, adjudicando a los paisajes
identificados límites más o menos definidos en función de su homogeneidad interna. Estas
áreas así delimitadas constituyen unidades con personalidad paisajística propia que, en
áreas de considerable tamaño y notable diversidad interna como la que nos ocupa, se han
agrupado en un nivel tipológico superior, en “Tipos de paisaje”. Así mismo, cada unidad
cuenta con una descripción y valoración más o menos formalizada (tipo ficha y/o matriz) de
los componentes constitutivos, organización y dinámica del paisaje.

El método de trabajo desarrollado ha permitido llegar a una tipología jerarquizada


compuesta por dos niveles. La diversidad de los paisajes del Noroeste se expresa, en su
nivel básico, en las que se han denominado Unidades de paisaje (62) (Landscape
character areas), definidas por su homogeneidad interna y sus diferencias con respecto a
los paisajes contiguos. El segundo nivel de la tipología es el que se ha llamado Tipos de
paisaje (14) (Landscape character types), resultado de la agrupación de unidades cuyas
estructuras se repiten en el territorio (Pérez-Soba; Wascher, 2005).
Tipos de paisaje

Unidades de paisaje

Figura 2. Identificación y caracterización de la identidad paisajística (escala original


1/25.000)

El método de identificación paisajística en este capítulo de caracterización y análisis se ha


basado, según lo dicho, en la búsqueda de unidad y homogeneidad interna y externa de
cada paisaje y, consiguientemente, en el contraste de su configuración con las adyacentes,
es decir, con otros paisajes. Cada Unidad de paisaje es, pues, única y singular a cualquier
escala. No obstante, hay paisajes que por sus rasgos formales y funcionales, y por su propia
ubicación geográfica, resultan próximos en sus características y en su territorialidad. Esta
cercanía o proximidad de paisajes que comparten rasgos semejantes y un ámbito territorial
común y, en muchas ocasiones, continuo ha constituido la base para el establecimiento de
los Tipos de paisaje, el segundo nivel de la tipología paisajística planteada para la comarca.
Se han identificado y descrito brevemente 14 tipos de paisaje, que sirven además para
agrupar e introducir las fichas de cada una de las unidades de paisaje que forman parte del
tipo.
Altas sierras: Cerro Revolcadores Altiplanos semiáridos: Llano de Vegarroya

Fachadas urbanas: Villa de Moratalla Regadíos: Arrozal de Calasparra

Figura 3. La diversidad y pureza del paisaje del Noroeste murciano

Este método de trabajo tiene además la virtud de integrar la rica diversidad del paisaje
comarcal del Noroeste con otros estudios y tipologías de ámbito nacional y europeo, que
han procedido también a identificar y caracterizar paisajes con objetivos más o menos
explícitos de ordenación territorial (Mata et al., 2003). Obviamente, trabajar a escala de un
territorio de las dimensiones del Noroeste, con un objetivo prioritario de valoración y defensa
del paisaje, y al mismo tiempo, de su aprovechamiento racional como recurso, exige un
análisis fino de identificación y caracterización. Dicho análisis debe poner de manifiesto la
diversidad y las dinámicas, los problemas y los valores de conjuntos paisajísticos y de
elementos, y al mismo tiempo, sentar las bases de criterios, estrategias y líneas concretas
de acción que al mismo tiempo que conservan y mejoran el paisaje, son capaces de
incorporar sus valores patrimoniales como un recurso de primer nivel a la diversificación de
las actividades económicas, concretamente al turismo de interior en sus diversas vertientes
(rural, ecológico, cultural) y a la calidad de vida general de los ciudadanos.
Como se ha dicho antes, cada unidad de paisaje se define por su homogeneidad formal
interna, por parecidas funciones ecológicas y productivas, y, como consecuencia de ello, por
su identidad y sus diferencias con respecto a los paisajes contiguos. La singularidad es –se
insiste- su rasgo más característico. Pero en la medida en que el paisaje resulta de una
experiencia individual y colectiva de visión, de percepción, se ha procurado también que, en
lo posible, las unidades de paisaje respondan así mismo a grandes conjuntos visuales. No a
lo que habitualmente se definen como cuencas visuales, ámbitos siempre discutibles en sus
dimensiones dependiendo del punto de observación y de la profundidad paisajística
adjudicable al campo de visión, sino a piezas de territorio que, a su relativa homogeneidad
formal, unen la cualidad de configurar escenas de carácter más o menos unitario.

Eso explica, por ejemplo, que el gran conjunto de elevadas sierras del centro de la comarca,
en los municipios de Moratalla y Caravaca, de relativa homogeneidad formal, haya sido
descompuesto en varias unidades de paisaje, porque la presencia de valles y barrancos,
habitualmente transversales a los rumbos montañosos (E-O, SO-NE), genera conjuntos
visual y escénicamente diferenciados. Y, al contrario, esa misma concepción perceptiva del
paisaje, justifica que los altiplanos y llanos tan característicos de estas altas tierras
murcianas y de tanta personalidad en la tipología de los paisajes ibéricos, no se hayan
parcelado en muchas unidades en función de cambios de detalle en los usos del suelo, y sí
en función de determinados límites orográficos nítidos que encierran amplias y acotadas
panorámicas (Llano de Moratalla-Calasparra), o de escalonamientos relativamente
marcados de poniente a levante dentro de este gran conjunto de elevadas planicies.

En todo caso, en el método seguido, la unidad de paisaje es, con sus límites en el mapa y
su caracterización precisa de elementos constitutivos, carácter, dinámica y valores, el nivel
básico de lectura y comprensión de la diversidad paisajística comarcal.

La denominación con la que se nombran los paisajes tiene también su importancia. En este
estudio se ha pretendido que los nombres sean claros y expresivos de la forma y la imagen
que cada paisaje encierra. A la escala a la que se ha trabajado es inevitable que las formas
de relieve constituyan la base de la identidad de la mayor parte de los paisajes descritos. De
ahí la nutrida representación de sierras, de muelas y calares, de cerros, cuerdas y cabezos,
de pasillos y de hoyas, de barrancos y gargantas; pero también y como contrapunto, de
llanos, “campos” y vegas, de altiplanos y cuencas. Se ha procurado, así mismo, para la más
fácil identificación y ubicación de los paisajes, el uso de vocablos comarcales y regionales
(molatas, calares, hoyas, “campos”, altiplano), acompañados, como es lógico, del topónimo
más expresivo del conjunto orográfico en cuestión, del de varias sierras o elevaciones
culminantes, cuando la unidad de paisaje agrupa a varios elementos montañosos, o de la
mención a pedanías o a núcleos urbanos, en el caso de los paisajes de llanos y altiplanos, y
de los entornos de las cabeceras municipales.

No obstante, designar un paisaje con una denominación de base fisiográfica no supone en


modo alguno, al menos para este estudio, considerar que el paisaje es sólo o
predominantemente fisiografía. El Llano de Bullas, el Pasillo de Benízar, el Altiplano de El
Entredicho, la Sierra de El Molino o la Vega del Argos son, como paisajes así nombrados,
mucho más que las formas concretas de relieve sobre las que la acción humana ha
construido el paisaje. Esas formas constituyen la arquitectura física del paisaje, pero poseen
tanta fuerza morfológica y perceptiva que, a nuestro juicio, son válidas para nombrar los
paisajes. Pero sobre esa urdimbre, los usos del suelo, las tramas lineales de la estructura
agraria, la cubierta vegetal natural y un sistema de asentamientos de tanto interés como el
de Noroeste murciano, definen, trabados entre sí, el carácter del paisaje, sus dinámicas y
sus valores.

Por lo que se refiere a los tipos, se ha intentando que su denominación exprese de la


manera más clara posible los grandes elementos y rasgos que intervienen en su
identificación. En todos los casos, excepto en el tipo de paisaje de base urbana
(denominado “Entornos urbanos”), sigue habiendo una primera y fundamental referencia a la
fisiografía, que tan decisivo papel desempeña a esta escala en la configuración y percepción
del paisaje. Se nombran así Muelas y sierras, Altas sierras, Pequeñas sierras, Llanos y
altiplanos, etc. Pero junto a ese criterio básico de diferenciación paisajística, la
denominación y el contenido de los tipos suele incorporar otros rasgos geográficos, que
remiten tanto a aspectos de la cobertura vegetal y de los usos del suelo, como al
emplazamiento, un aspecto este último importante en las escalas de trabajo comarcal, por
ejemplo: Muelas y sierras nororientales, Llanos y altiplanos agrícolas o Altas sierras
forestales de Moratalla y Caravaca.

3. Los procesos territoriales

El proceso de participación pública, la opinión de los agentes sociales, fueron especialmente


útiles en la identificación y jerarquización de las dinámicas y problemas que afectan al
paisaje de la Comarca, orientando la mirada del equipo redactor hacia determinadas
procesos. Sin duda son los asuntos relacionados con los recursos hídricos los que mayor
importancia adquieren para la población comarcal, de forma que tres de los seis problemas
más relevantes del paisaje del Noroeste están relacionados con la cantidad o la calidad del
agua, un dato muy significativo sobre el que más adelante volveremos.

Problemas qua afectan al paisaje de la Comarca NO


Explotación excesiva de las aguas subterráneas para regadío 116
Escasez de agua 110
Impacto visual de las canteras 110
Falta de una política de conservación de la naturaleza adecuada 81
Indisciplina urbanística 79
Contaminación de ríos y acuíferos 73
Incendios forestales 73
Ausencia de una gestión forestal con criterios paisajísticos 67
Falta de una política adecuada de tratamiento de residuos sólidos
urbanos y vertederos 61
Deterioro y destrucción de construcciones agrarias tradicionales 60
Falta de calidad arquitectónica en los nuevos crecimientos urbanos 59
Crecimiento urbano de los pueblos 58
Excesivo numero de visitantes en los espacios naturales 47
Impacto negativo de nuevas infraestructuras en el paisaje 46

Tabla 1. Los resultados del proceso de participación pública: los problemas paisajísticos

El efecto de las canteras de mármol sobre el paisaje aparece también en los primeros
lugares de la jerarquía de problemas paisajísticos del Noroeste, dato que unido a la
percepción de que se trata de una actividad en expansión, sitúa la labores extractivas como
origen de uno de los principales conflictos paisajísticos de la comarca. Los problemas
relacionados con la gestión del territorio (falta de una política de conservación de la
naturaleza adecuada y falta de una política ambiciosa de tratamiento de residuos sólidos)
aparecen también entre los más significativos.

Por su parte, los conflictos de la gestión forestal se incluyen entre los diez primeros
problemas del paisaje, siendo destacable la escasa diferencia que la población concede a
los incendios forestales frente a la ausencia de tratamientos forestales con criterios
paisajísticos.

Respecto a los problemas relacionados con el desarrollo urbano, la población sitúa entre sus
principales conflictos paisajísticos la indisciplina urbanística, mientras la destrucción del
patrimonio arquitectónico rural y los estilos arquitectónicos de las nuevas edificaciones
residenciales están entre los que menor importancia adquieren para la población.
Partiendo del proceso de participación, el diagnóstico ha prestado especial atención a fijar
los grandes asuntos de relevancia paisajística, de los que se derivan las principales líneas
de intervención. Estos asuntos son los siguientes:

a) La degradación de los paisajes del agua. Los paisajes del agua (ríos, ramblas,
humedales y embalses) constituyen uno de los patrimonios naturales, paisajísticos y
turísticos más relevantes de la comarca Noroeste. Se trata de espacios de altos méritos de
conservación desde la perspectiva ecológica que además tienen un alto contenido
identitario, ya que son mencionados por la población entre los parajes más característicos
de la comarca.

En los últimos tiempos se ha producido una fuerte bajada del nivel de los acuíferos
acompañada de la reducción de los caudales superficiales de los principales afluentes del
Segura que drenan la Comarca (Benamor –Moratalla, Quípar y Mula). Es un proceso
resultado fundamentalmente de la extracción de recursos para los regadíos de la Comarca
y, en menor medida, consecuencia de la detracción de caudales naturales para otros usos
vinculados al abastecimiento y a las actividades económicas. La caída del nivel de las aguas
subterráneas tiene una trascendencia paisajística muy superior a la que pudiera parecer en
un principio y se manifiesta en la significativa reducción del volumen de los caudales
alumbrados en fuentes y manantiales, en la progresiva desaparición de algunos de los
humedales de la Comarca (Ojos de Archivel y Fuentes del Marqués) y en la progresiva a
degradación de los ecosistemas fluviales y de ribera.

Junto con ello se han identificado afecciones directas a cauces, un problema más
concentrado territorialmente pero que adquiere una elevada intensidad en determinadas
riberas fluviales del Segura y el Argos, que han sido sometidas a actuaciones de
encauzamiento y regularización de riberas realizadas en el marco de programas de
reducción de los riesgos de avenidas y de salvaguarda de los propietarios ribereños. Las
intervenciones han significado una alteración de la morfología fluvial, que ha sido
regularizada y homogeneizada, sustituyéndose los irregulares perfiles originales por
secciones transversales y longitudinales rectilíneas que artificializan sensiblemente el
paisaje de la ribera

b) Procesos de degradación de las formaciones forestales. Las formaciones vegetales


pueblan la mayor parte de la extensión del Noroeste (55,4%), una comarca en la que
también lo forestal adquiere una relevancia especial pues más del 39% de su territorio esta
ocupada por montes. El Noroeste constituye por tanto una singularidad en una región como
la murciana, en la que los espacios arbolados tienen escasa presencia. Así, las 93.712
hectáreas clasificadas como forestales suponen más de la tercera parte de los montes
regionales, y se configuran como autenticas reservas de naturaleza en el modelo territorial
murciano. No es casual que el proceso de participación pública haya situado lo forestal
como el principal descriptor del paisaje Noroeste junto con la orografía montañosa. La
población interpreta su territorio como un espacio mayoritariamente arbolado y con
vegetación abundante, siendo los pinares la formación arbórea más citada.

Entre los problemas que afectan a los paisajes de dominante forestal los incendios son sin
duda el conflicto de más hondo calado y uno de los factores que condiciona el paisaje de
más amplias zonas de la comarca. Un gran sector septentrional del Noroeste se presenta
actualmente desarbolado debido al incendio de 1994, que afectó a más de 35.000 ha. El
elevado riesgo de incendio es consecuencia de las condiciones naturales, pero también de
la insuficiencia de las medidas preventivas. Existe una generalizada insuficiencia de los
tratamientos selvícolas en las masas forestales privadas de la Comarca, un problema
relacionado no sólo con la prevención de incendios, sino que también tiene una clara lectura
paisajística. Así se constata que, además del abandono de podas y otras prácticas de
gestión de las masas, las cortas y aprovechamientos forestales no incorporan criterios
paisajísticos de manejo.

c) Cambio y estabilidad en los paisajes agrarios. En una comarca como el Noroeste la


agricultura y la actividad agraria desempeñan un papel fundamental en la forma, en la
gestión, en la imagen, y en los valores y problemas del paisaje pues la superficie cultivada
supone, según datos de 1999, casi un 40 por 100 de la superficie geográfica, constituyendo
con el espacio forestal arbolado, los matorrales y los pastos, un mosaico en el que lo
agrícola implica cambio, contraste y diversidad con respecto a las tierras forestales.

La variedad de agriculturas que se practican hoy en la comarca (grandes labradíos


cerealistas, pequeños labradíos intramontanos, regadíos hortícolas y arroceros de las vegas
del Segura, nuevos regadíos frutícolas, viñedos y cultivos leñosos mediterráneos) mantiene
en general los patrones formales del paisaje agrario y su adecuación o “coherencia” con las
bases físicas del paisaje. Sólo algunos elementos construidos, incorporados por los
sistemas más dinámicos, tanto agrícolas de regadío como ganadero-industriales, suponen
perturbaciones localizadas sobre tramas rurales, por lo general, bastante armónicas y
expresivas de lo que ha sido la faz rural de estos altiplanos y cuencas del Noroeste durante
siglos.
El diagnóstico quiere insistir no obstante en las repercusiones de las dinámicas agrícolas y
ganaderas. El proceso de cambio más significativo del espacio agrícola en términos
paisajísticos es el que resulta de los nuevos regadíos. Los cambios formales que introducen
en el paisaje las recientes transformaciones en regadío tienen que ver, principalmente, con
los cultivos y con las bases físicas (sobre todo topográficas) de las explotaciones, y con
determinadas infraestructuras hidráulicas (balsas, conducciones, canalizaciones y drenajes
en su caso) y viarias asociadas al regadío, así como con otras edificaciones eventualmente
requeridas para el almacenaje de la producción o de determinados inputs en las
explotaciones.

No obstante, los nuevos regadíos de hortalizas a gran escala que se han difundido por las
grandes explotaciones de los secanos cerealistas de los altiplanos comarcales no han
supuesto cambios profundos en la organización formal del paisaje, que mantiene los rasgos
esenciales de su topografía, de la estructura parcelaria y viaria, y de los elementos
construidos asociados a la explotación, con reducida incidencia visual de las nuevas
infraestructuras de riego. El mantenimiento de cultivos herbáceos, aunque ahora de
naturaleza hortícola, reproduce el carácter abierto de los terrazgos (sin nuevos elementos
arbóreos), pero con mayor presencia y continuidad de verdor en el paisaje, un aspecto, por
otra parte, positivamente valorado en la Comarca, al margen de otras implicaciones
económicas y ambientales de distinto signo.

Otra zona de regadíos relativamente nuevos, y donde se siguen observando tendencias


expansionistas, es la de los suaves glacis margosos. Debido a las suaves pendientes del
área puesta en riego y a su contigüidad a la vega regada tradicional, los nuevos terrazgos
frutícolas se han adaptado bien a la organización formal del valle, generando un paisaje de
regadío frutícola bien integrado en su entorno, sin llamativas alteraciones en las líneas
maestras de la topografía natural (a diferencia de otras zonas de la Región y del sureste
ibérico, “descabezadas” y “emparejadas” para el riego localizado).

Pero el diagnostico de los nuevos paisajes de regadío no puede quedarse sólo en la


epidermis del espacio regado, es decir, en la mayor o menor integración formal y en los
cambios morfológicos que las tramas de los nuevos regadíos suponen, por más que este
aspecto tenga interés. En la medida en que los terrazgos regados dependen de un factor
ambiental esencial como es el agua, cualquier valoración paisajística debe considerar las
implicaciones que sobre otros paisajes sensibles al agua y sobre el conjunto del medio
natural como sistema tienen los nuevos regadíos. Por todo ello, lo preocupante, como pone
de manifiesto también el mismo proceso de participación, es que la dinámica del espacio
regado y la exportación de agua a otras comarcas están afectando negativamente al
sistema hidrogeológico comarcal y a los caudales de aguas superficiales circulantes,
detectándose ya, con la modesta información disponible, una situación de sobreexplotación
en la mayor parte de las unidades hidrogeológicas de la comarca.

Paralelamente, los nuevos regadíos más recientes están suponiendo, aunque con carácter
hasta el momento bastante localizado según nuestras observaciones, la roturación de
algunas zonas de vegetación natural de cierto interés y, sobre todo, el cambio de
aprovechamiento de suelos de clara vocación forestal por emplazamiento, suelos y
pendientes, a uso agrícola relativamente intensivo, como ocurre con algunos nuevos
olivares en los piedemontes de las sierras de norte y, sobre todo, con la expansión de las
plantaciones de nogal para producción intensiva de nuez sobre terrenos claramente
montanos (como en algunas vertientes y partes altas del barranco de la Rogativa) y en parte
financiadas con fondos públicos4.

Otro rasgo llamativo de la agricultura del Noroeste, que tiene también implicaciones
significativas en el paisaje, es el mantenimiento de grandes abertales cerealistas de secano
de los altiplanos comarcales, espacios que mantienen una vitalidad y una pureza realmente
interesante en la distribución de sembraduras y barbechos, en la conservación de algunos
elementos lineales de vegetación natural, de interés ecológico y estético, y en la ausencia
de nuevos elementos construidos perturbadores del paisaje tradicional. Es frecuente, sin
embargo, el deterioro o el puro abandono de grandes casas de labranza y de pequeñas
agrupaciones rurales, pues es lógicamente el hábitat rural el que más se resiente de un
sistema de explotación totalmente mecanizado, con escasa o nula ganadería extensiva, que
no precisa ya los volúmenes de trabajo de antaño.

Dentro de los paisajes agrícolas, el Noroeste mantiene funcionales y en buen o muy buen
estado de conservación una serie de áreas de regadío tradicional, que figuran entre las más
valoradas paisajísticamente, tanto por lo suponen productivamente, como porque se asocian
a la identidad del territorio y a las imágenes del agua, considerada al mismo tiempo como
recurso y como componente fundamental de paisajes naturales de gran interés ecológico y
estético (riberas). De estos paisajes de regadío tradicional, sin que lo tradicional deba
entenderse aquí como sinónimo de obsoleto o atrasado, debe destacarse la vega arrocera
de Calasparra.

4
Ayudas para la forestación de tierras agrarias, medida de acompañamiento de la reforma
de la PAC.
El mantenimiento del carácter de gran parte de los paisajes de dominante rural en el
Nororeste se ve perturbado por el fuerte crecimiento de la cabaña porcina industrial, una
dinámica con relevantes implicaciones ambientales y paisajísticas. Se ha generalizado la
implantación dispersa de instalaciones de grandes dimensiones alejadas de los cascos
urbanos y muy frecuentemente construidas en materiales y tipologías poco o nada
adaptados a la fisonomía local.

d) El crecimiento de los espacios de la urbanización. Un proceso limitado pero que


pone en peligro la riqueza formal de su sistema de asentamientos. Los elementos
asociados al carácter natural forestal y rural de sus paisajes caracterizan el Noroeste y su
imagen en el imaginario colectivo regional, quedando en un plano absolutamente secundario
los elementos asociados al sistema de asentamientos. Y ello a pesar de que la comarca
cuenta con varios núcleos urbanos de especial consideración y reconocimiento histórico-
artístico, situados en emplazamientos culminantes, lo que procura buenas panorámicas de
los paisajes de su entorno así como la aparición de fachadas urbanas bien definidas en los
accesos a los núcleos. De hecho, y a pesar de los procesos de crecimiento y transformación
urbana más recientes, aún se conservan ciertas imágenes y fachadas de notable interés,
con bordes nítidos entre el espacio edificado y las zonas cultivadas circundantes.

No obstante, los procesos de expansión y transformación urbanas de los últimos años han
provocado un aumento notable del espacio edificado que ha significado una pérdida de
importancia visual del casco antiguo por el protagonismo creciente de las nuevas
edificaciones, situadas además en las vías de acceso más utilizadas por la población. La
banalidad de los nuevos desarrollos ha supuesto la pérdida de fachadas de notable interés.
Las imágenes externas de las ciudades quedan difuminadas desde algunas aproximaciones.
En el caso de Cehegín, por ejemplo, desde el este y el sur el casco histórico queda
difuminado, siendo incluso difícilmente perceptible el carácter elevado de su emplazamiento.

La dinámica urbana más reciente ha provocado también la aparición en el entorno de los


núcleos tradicionales de desarrollos periurbanos de mayor o menor extensión. La situación
de los núcleos en la cercanía de los recursos hídricos superficiales o subterráneos explica la
existencia de terrenos de huerta en sus entornos, que han sido las zonas de preferente
desarrollo periurbano. Estas formas de crecimiento periférico provocan una contaminación
edificatoria difusa particularmente intensa en la vega del Argos (tanto en Cehegín como en
Caravaca o Calasparra), y más controlada en la Huerta de Moratalla.
Por otra parte, la configuración territorial de algunos de los municipios de la comarca
(Caravaca y, especialmente, Moratalla), caracterizada por la extensión de sus términos y por
la existencia de relieves que dificultan la relación, provoca la aparición de un último nivel de
articulación del sistema de asentamientos, que descansan en el papel de algunas pedanías.
Pese a la diversidad de situaciones de las pedanías, se detecta una generalizada
desfiguración de los bordes nítidos y de sus fachadas, que se ven modificadas por los
mayores volúmenes que introducen las nuevas construcciones, la aparición de materiales y
acabados de fachadas y cubiertas poco respetuosos con la edificación tradicional y la
multiplicación de medianeras. Las agrupaciones y caseríos crecen y se densifican con tipos
edificatorios banales, multiplicándose los procesos edificatorios individuales asociados a la
actividad económica que se desparraman por los alrededores más próximos de las
pedanías, generando un paisaje desorganizado y poco integrado en el entorno rural que les
rodea

En estos ámbitos serranos es igualmente preocupante la multiplicación de pequeños


impactos sobre el paisaje en relación con la actividad ganadera a la que se vinculan buena
parte de sus aldeas y caseríos. Estas pequeñas alteraciones están causadas por la
aparición de grandes corrales y naves de edificación reciente, cuyas dimensiones llegan a
perturbar de manera intensa el carácter tradicional de los núcleos e introducen elementos
poco coherentes con el entorno rural el que se insertan.

En conjunto, las variadas formas de asentamiento de las entidades menores de población


constituyen un elemento de diversidad territorial que debe ser reconocido y mantenido, lo
que, junto a la singularidad y significación cultural de los núcleos urbanos, contribuye a
conformar un sistema de asentamientos de indudable riqueza e interés. De la misma
manera, el sistema de asentamientos rurales constituye una completa red de implantación
territorial y una magnífica vía de entrada al Noroeste, especialmente apta para el desarrollo
de una infraestructura de uso turístico basada en los presupuestos del turismo rural: apoyo
en los recursos endógenos, bajas densidades, productos no estandarizados y definidos de
acuerdo a las especificidades del medio natural y rural.

e) La actividad extractiva; un sector económico de gran peso en la comarca, pero


fuente de los principales conflictos paisajísticos. La industria extractiva,
fundamentalmente canteras e instalaciones anexas de tratamiento de los materiales, ha
desarrollado un sector económico extraordinariamente avanzado y dinámico, fundamental
en el reciente desarrollo de la comarca, aunque muy concentrada en el municipio de
Cehegín. Se trata de una actividad de fuertes impactos sobre el paisaje, tanto por su
intensidad (en función de los métodos de explotación empleados) como por la amplitud de la
superficie afectada.

Sierra de la Puerta: canteras de mármol Entorno de El Cenajo: incendiado en 1994

Altiplano de Caravaca: nuevos regadíos Cehegín: vista desde la autovía

Figura 4. Los procesos territoriales

Las características de la extracción, en bloques regulares dejando un frente de cantera


escalonado, se agrava con el abandono de grandes cantidades de estériles, que se
acumulan en grandes terreras a pie de ladera. Generalmente, la mayor afección sobre el
paisaje viene provocada por estas grandes escombreras, más que por el propio frente de la
cantera. A ello se añade las actividades complementarias, de tratamiento de la piedra antes
de su comercialización, que afectan igualmente a grandes superficies en zonas de gran
visibilidad por su cercanía a las vías de comunicación.

La percepción social sitúa el incremento de las canteras de mármol como el proceso de


cambio con mayores afecciones sobre el paisaje; y ello a pesar de que, como ya se ha
comentado, afecta a un espacio muy concreto de la comarca. La perspectiva de un aumento
del número e importancia de las explotaciones en los próximos años nos sitúa ante un
horizonte de intensificación del conflicto.

4. El ejercicio propositivo: sensibilización social, acceso y ordenación del paisaje

El ejercicio propositivo, por último, descansa sobre dos grandes tipos de determinaciones:

a) Propuestas de sensibilización social y de acceso al paisaje, que intentan superar la


inexistente percepción del paisaje como un recurso territorial y turístico, y ofrecen un
conjunto de iniciativas para mejorar esta situación. En concreto se recomienda la redacción
de una Guía de los paisajes del Noroeste (en el marco del Plan de Dinamización Turística
en marcha en la zona), así como el desarrollo de una red de miradores que faciliten el
acceso a panorámicas de interés.

Figura 4. La propuesta de Paisajes protegidos y de Zonas de Alto Valor Paisajístico (escala


original 1/25.000)
b) Propuestas de protección y ordenación del paisaje. La definición de diferentes tipos
de áreas en función de su valor intrínseco, permite señalar cuáles deben ser consideradas
ámbitos de preferente protección y conservación; por otro lado, se avanzan en la
incorporación de criterios paisajísticos genéricos para el desarrollo y regulación de las
actividades económicos y la urbanización, planteando recomendaciones de integración
paisajística y de salvaguarda de las características morfológicas y escénicas principales.

A continuación, vamos a desarrollar especialmente las determinaciones que tienden al


establecimiento de un régimen de especial atención para los paisajes de mayor interés.

La salvaguarda, mejora y puesta en valor de los recursos paisajísticos del Noroeste se


concreta, entre otras medidas, en la identificación y definición de determinadas partes del
territorio comarcal como Zonas de Alto Valor Paisajístico (ZAVP), y en el establecimiento de
criterios de ordenación específicos para tales áreas, donde deberán realizarse especiales
esfuerzos para velar por la pureza e identidad de los elementos y configuraciones
paisajísticas que otorgan alto valor e interés a sus paisajes.

En la atribución de alto valor paisajístico a determinadas partes del territorio convergen,


como resulta lógico, valoraciones altas en todos o casi todos los aspectos de valoración que
este estudio ha aplicado (riqueza biológica, identidad, características escénicas, coherencia
y sostenibilidad, y valores histórico-culturales). Así mismo, para llegar a una valoración final
se ha tomado también en consideración la fragilidad, que resulta de los valores intrínsecos
de cada paisaje y de la distinta capacidad de cada paisaje para recibir y emitir vistas, de los
que se deriva su mayor o menor capacidad para albergar nuevos usos.

El valor paisajístico global, síntesis de los valores parciales de los aspectos mencionados y
de la fragilidad, se ha atribuido territorialmente a cada una de las unidades de paisaje. Este
estudio considera metodológicamente justificada esta manera de proceder, dado que en la
parte analítica se ha optado por una comprensión paisajística de la Comarca, expresada en
un elevado número de unidades de paisaje, que reflejan de modo suficientemente preciso la
diversidad del paisaje del Noroeste y, al mismo tiempo, la homogeneidad morfológica y
funcional de cada una de las unidades resultantes. De ese modo, las unidades de paisaje
así tratadas constituyen ámbitos adecuados, no sólo de caracterización y de diagnóstico,
sino también de valoración, es decir, de atribución diferenciada de valores paisajísticos a un
territorio extenso como el del Noroeste. No obstante lo dicho, debe quedar claro que tal
atribución de valores paisajísticos altos a piezas amplias de territorio no tiene por qué
implicar la inmediata afección de los suelos incluidos por un mismo nivel de protección. El
desarrollo del planeamiento territorial y urbanístico, a partir de los criterios y
recomendaciones que aquí se formulen o que resulten de otros estudios de detalle, podrá
especificar lo que en materia de protección se estime pertinente, siempre teniendo en
cuenta, no obstante, que el área tiene atribuidos valores paisajísticos altos, y que los usos y
la gestión del suelo deberán velar por su mantenimiento y mejora.

En la identificación de las Zonas de Alto Valor Paisajístico y, sobre todo, en el


establecimiento de criterios y recomendaciones de ordenación, se distingue entre grandes
tipos de paisaje comarcales (sierras forestales, barrancos, altiplanos agrícolas, vegas
tradicionales, núcleos monumentales y sus entornos) por razón de sus diferentes
características, emplazamiento y funcionalidad, que requieren, por consiguiente, un
tratamiento diferenciado. Por ejemplo, resulta claro que el paisaje de Revolcadores y el del
coto arrocero de Calasparra son merecedores de una alta valoración paisajística, pero es
obvio también que más allá del objetivo general de defensa y mejora de sus valores, el muy
distinto funcionamiento ecológico y económico, y el diferente uso del que son objeto,
requiere propuestas igualmente diferenciadas

Junto a estas Zonas de Alto Valor Paisajístico la propuesta de ordenación incluye así mismo
la figura de Paisaje Protegido, que podrá aplicarse a ámbitos más reducidos del territorio,
incluidos habitualmente dentro de las ZAVP, aunque no necesariamente. Se trata en estos
casos de ámbitos de menores dimensiones, en los que convergen valores paisajísticos
sobresalientes, tanto físico-biológicos como culturales, un buen estado de conservación y un
alto componente de identidad comarcal e, incluso, regional. En esos ámbitos de paisaje
deberá prevalecer la protección sobre cualquier otro tipo de actuación, y por ello se estima
pertinente aplicar a las áreas así delimitadas la figura de Paisaje Protegido, tal y como se
define en la Ley 4/92, de Ordenación y Protección del Territorio de la Región de Murcia, que
en buena medida reproduce lo que establece al respecto la Ley 4/89, de Conservación de
los Espacios Naturales, la Fauna y la Flora Silvestre. Paisaje Protegido se define en dicha
norma como “aquellos lugares concretos del medio natural que por sus valores estéticos y
culturales sean merecedores de una protección especial”. Con este tipo de figura se trataría
de:

a) Salvaguardar valores paisajísticos muy relevantes, con las iniciativas de mejora de sus
componentes naturales y culturales que se estimase pertinente.
b) Consolidar, institucionalizar y definir el patrimonio de recursos paisajísticos de la comarca.
c) Regular también de forma adecuada el uso público de este tipo de espacios, objeto en
ocasiones de sobrefrecuentación e inadecuado disfrute.
La propuesta de paisajes protegidos pretende, igualmente, reflejar la diversidad paisajística
de la comarca. La precisión cartográfica de las áreas que se proponen procederá llevarla a
cabo como desarrollo de las políticas de ordenación del territorio o de conservación de la
naturaleza, una vez que se asuma su pertinencia y viabilidad.

Los paisajes propuestos se refieren fundamentalmente a ámbitos de dimensiones medias o


reducidas (centenares de hectáreas, por lo general), y expresivos de relaciones armoniosas
entre naturaleza y sociedad, con interés escénico notable y, en ocasiones, albergando
también otros componentes del patrimonio cultural (yacimientos arqueológicos) o elementos
fuertemente identitarios (ermitas). Se ha prescindido conscientemente de los espacios
montanos forestales, porque, sin negar sus destacados valores paisajísticos, se considera
que ese tipo de territorios requerían figuras de protección diferentes.

Se proponen los siguientes paisajes como protegidos:

1. Sector de la rambla de la Rogativa en torno al Santuario del mismo nombre. Este ámbito
contiene muchos de los méritos naturales y escénicos de los paisajes de barrancos de la
comarca, con el interés añadido en este caso de la presencia del Santuario de la Rogativa,
el carácter recóndito del paraje en el que está emplazado, y la presencia de una serie de
casas de labranza y molinos, que testimonian la tradicional humanización de este singular
medio intramontañoso.

2. Cañón del Alhárabe. Junto con el anterior, este paisaje protegido completaría la
diversidad de los paisajes de barrancos de la comarca. Junto a la espectacularidad de los
cantiles y escarpes de este bello paraje, que adquiere rasgos de hoz en algún trecho, este
paisaje cuenta también con valores vegetales en sus vertientes y fondo, y con la presencia
de molinos, que incorporan elementos culturales de interés a un paisaje de dominante
geomorfológica.

3. Hoyas vinícolas de Bullas en el Aceniche. Constituye la más pura expresión del bello
paisaje agrario de los viñedos del sur de Bullas y Cehegín: al cuidado aspecto que presenta
la explotación vitícola en el llano, en torno a explotaciones de medio y gran tamaño, se une
el contraste topográfico, vegetal y cromático con las moles calizas y boscosas de la orla
serrana, que otorgan al paraje una calidad estética y cultural notable. El carácter de paisaje
protegido incorporaría un valor añadido a la explotación vitivinícola de la zona acogida a la
Denominación de Origen.
4. Sabinar del Calar de la Santa. Integra el sabinar abierto, con forma de dehesa en algún
punto, y los labradíos cerealistas que se extienden desde las inmediaciones del núcleo del
Calar de la Santa hasta las laderas de la sierra del Zacatín. El área constituye un excelente
ejemplo, por su configuración, estado y cubierta vegetal, de los paisajes de labor de
altiplano, con el interés biológico y estético que introducen los vigorosos pies de sabina que
salpican la zona. A ello se añade su valor como hábitat de una rica avifauna.

5. Coto arrocero de Calasparra. Paisaje de claro signo cultural, aunque con elementos de
interés biológico y ecológico de carácter ripario, integraría dos tramos de la vega del Segura
en Calasparra ocupados por el cultivo del arroz.

6. Las molatas. Paisaje recóndito, de antigua e intensa humanización, dominado por los
escarpes y taludes de las muelas y molatas que cierran por el norte el altiplano de El
Sabinar. Se incorporan también a este paisaje protegido los pasillos que cortan
transversalmente las muelas y terminan en pequeños recuencos sobre los inhóspitos dorsos
de las cuestas calizas, donde se emplazan pequeños núcleos tan sorprendentes y
adaptados a su medio como Los Huertecicos, La Fuensanta o Charán, así como otros
pequeños asentamientos agroganaderos al pie de los escarpes, como El Bajil, Zaén de
Arriba, Las Lorigas o Casicas del Portal. A los valores geológicos, etnográficos y escénicos
de este irrepetible conjunto en la Región se une el interés arqueológico de los numerosos
yacimientos existentes en los abrigos de los escarpes de las muelas.

BIBLIOGRAFÍA

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