Murcia
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El pliego de prescripciones técnicas del proyecto referido a la Comarca Noroeste definía una
metodología clásica, fundamentada en el inventario sistemático del “medio físico y el medio
antrópico”, la delimitación de unidades homogéneas de paisaje, la redacción de un
diagnóstico y la definición de unas propuestas que debían concretarse en unas directrices
específicas de paisaje. Las determinaciones en materia paisajística debían ser incorporadas
posteriormente a un instrumento normativo de ordenación del territorio de carácter comarcal,
una circunstancia que condicionó su contenido y disposiciones.
1
Departamento de Humanidades: Geografía, Historia Contemporánea y Arte (Universidad Carlos III de Madrid).
Avenida de la Universidad, 22. Colmenarejo, Madrid
Tfno: 00 34 91 856 13 44
E-mail: scfernan@hum.uc3m.es
2
Departamento de Geografía. Universidad Autónoma de Madrid.
Campus de Cantoblanco. 28049 Madrid
Tfno: 00 34 91 497 55 02
E-mail: luis.galiana@uam.es
Partiendo de esta base, el equipo redactor3 propuso un método de trabajo sustentado en
una concepción territorial del paisaje y en la necesidad de aportar una guía para la
salvaguarda, mejora y valoración del patrimonio paisajístico de la Comarca Noroeste. Para
ello era imprescindible adquirir en primer lugar un profundo conocimiento de los procesos
territoriales y paisajísticos, ya que se partía del convencimiento de que la toma de
decisiones sobre el territorio sólo puede seguir la lógica tan gráficamente definida por
Friedmann (1987) “del conocimiento a la acción”.
Las tareas de análisis y diagnóstico se fundamentaron en dos operaciones: por una parte,
una aproximación dinámica, es decir, evolutiva al paisaje, atenta a su génesis histórica y a
las tendencias más recientes, y, al mismo tiempo, valorativa, tanto de sus componentes
ecológicos, culturales y perceptivos, como del paisaje como conjunto; y, por otra, la
identificación, caracterización y expresión cartográfica de la diversidad paisajística del
espacio objeto de ordenación.
3
El proyecto han sido redactado por un equipo multidisciplinar de Consultores de Administraciones Públicas,
dirigido por Rafael Mata Olmo, coordinado por Santiago Fernández Muñoz y con la participación de Luis
Galiana. La dirección técnica de los proyectos de la administración regional ha sido realizada por el arquitecto
Antonio Ángel Clemente.
Figura 1. Unidades de vegetación
El objetivo era captar las dimensiones dinámicas, visuales, identitarias y propositivas del
paisaje, así como las aspiraciones paisajísticas de la población. Se pretendía orientar el
diagnóstico de la situación actual del paisaje de acuerdo con la percepción social, e
incorporar un listado jerarquizado de estrategias para su gestión. El fin era, en última
instancia, aproximarse a la opinión de la población local sobre el estado, los valores y las
actuaciones en materia de paisaje.
Una iniciativa de valoración y protección del paisaje como la que aquí nos ocupa debe partir
necesariamente de un ejercicio de identificación, caracterización y expresión cartográfica de
la diversidad paisajística. Evidentemente, los objetivos generales asumidos orientan el
planteamiento metodológico incorporado, que debe modularse en función de las propias
dimensiones del territorio y de su naturaleza, pero que sobre todo debe ser capaz de
expresar la personalidad paisajística del ámbito de estudio (la comarca Noroeste) y su
significado en el conjunto regional (la Región de Murcia). Un ejercicio de interpretación
desde la realidad regional que pone de manifiesto su singularidad y riqueza, su
entendimiento complejo y su valoración, aportando la información básica que permite hacer
de la relevancia de sus paisajes el argumento central de la competitividad territorial de la
comarca.
Unidades de paisaje
Este método de trabajo tiene además la virtud de integrar la rica diversidad del paisaje
comarcal del Noroeste con otros estudios y tipologías de ámbito nacional y europeo, que
han procedido también a identificar y caracterizar paisajes con objetivos más o menos
explícitos de ordenación territorial (Mata et al., 2003). Obviamente, trabajar a escala de un
territorio de las dimensiones del Noroeste, con un objetivo prioritario de valoración y defensa
del paisaje, y al mismo tiempo, de su aprovechamiento racional como recurso, exige un
análisis fino de identificación y caracterización. Dicho análisis debe poner de manifiesto la
diversidad y las dinámicas, los problemas y los valores de conjuntos paisajísticos y de
elementos, y al mismo tiempo, sentar las bases de criterios, estrategias y líneas concretas
de acción que al mismo tiempo que conservan y mejoran el paisaje, son capaces de
incorporar sus valores patrimoniales como un recurso de primer nivel a la diversificación de
las actividades económicas, concretamente al turismo de interior en sus diversas vertientes
(rural, ecológico, cultural) y a la calidad de vida general de los ciudadanos.
Como se ha dicho antes, cada unidad de paisaje se define por su homogeneidad formal
interna, por parecidas funciones ecológicas y productivas, y, como consecuencia de ello, por
su identidad y sus diferencias con respecto a los paisajes contiguos. La singularidad es –se
insiste- su rasgo más característico. Pero en la medida en que el paisaje resulta de una
experiencia individual y colectiva de visión, de percepción, se ha procurado también que, en
lo posible, las unidades de paisaje respondan así mismo a grandes conjuntos visuales. No a
lo que habitualmente se definen como cuencas visuales, ámbitos siempre discutibles en sus
dimensiones dependiendo del punto de observación y de la profundidad paisajística
adjudicable al campo de visión, sino a piezas de territorio que, a su relativa homogeneidad
formal, unen la cualidad de configurar escenas de carácter más o menos unitario.
Eso explica, por ejemplo, que el gran conjunto de elevadas sierras del centro de la comarca,
en los municipios de Moratalla y Caravaca, de relativa homogeneidad formal, haya sido
descompuesto en varias unidades de paisaje, porque la presencia de valles y barrancos,
habitualmente transversales a los rumbos montañosos (E-O, SO-NE), genera conjuntos
visual y escénicamente diferenciados. Y, al contrario, esa misma concepción perceptiva del
paisaje, justifica que los altiplanos y llanos tan característicos de estas altas tierras
murcianas y de tanta personalidad en la tipología de los paisajes ibéricos, no se hayan
parcelado en muchas unidades en función de cambios de detalle en los usos del suelo, y sí
en función de determinados límites orográficos nítidos que encierran amplias y acotadas
panorámicas (Llano de Moratalla-Calasparra), o de escalonamientos relativamente
marcados de poniente a levante dentro de este gran conjunto de elevadas planicies.
En todo caso, en el método seguido, la unidad de paisaje es, con sus límites en el mapa y
su caracterización precisa de elementos constitutivos, carácter, dinámica y valores, el nivel
básico de lectura y comprensión de la diversidad paisajística comarcal.
La denominación con la que se nombran los paisajes tiene también su importancia. En este
estudio se ha pretendido que los nombres sean claros y expresivos de la forma y la imagen
que cada paisaje encierra. A la escala a la que se ha trabajado es inevitable que las formas
de relieve constituyan la base de la identidad de la mayor parte de los paisajes descritos. De
ahí la nutrida representación de sierras, de muelas y calares, de cerros, cuerdas y cabezos,
de pasillos y de hoyas, de barrancos y gargantas; pero también y como contrapunto, de
llanos, “campos” y vegas, de altiplanos y cuencas. Se ha procurado, así mismo, para la más
fácil identificación y ubicación de los paisajes, el uso de vocablos comarcales y regionales
(molatas, calares, hoyas, “campos”, altiplano), acompañados, como es lógico, del topónimo
más expresivo del conjunto orográfico en cuestión, del de varias sierras o elevaciones
culminantes, cuando la unidad de paisaje agrupa a varios elementos montañosos, o de la
mención a pedanías o a núcleos urbanos, en el caso de los paisajes de llanos y altiplanos, y
de los entornos de las cabeceras municipales.
Tabla 1. Los resultados del proceso de participación pública: los problemas paisajísticos
El efecto de las canteras de mármol sobre el paisaje aparece también en los primeros
lugares de la jerarquía de problemas paisajísticos del Noroeste, dato que unido a la
percepción de que se trata de una actividad en expansión, sitúa la labores extractivas como
origen de uno de los principales conflictos paisajísticos de la comarca. Los problemas
relacionados con la gestión del territorio (falta de una política de conservación de la
naturaleza adecuada y falta de una política ambiciosa de tratamiento de residuos sólidos)
aparecen también entre los más significativos.
Por su parte, los conflictos de la gestión forestal se incluyen entre los diez primeros
problemas del paisaje, siendo destacable la escasa diferencia que la población concede a
los incendios forestales frente a la ausencia de tratamientos forestales con criterios
paisajísticos.
Respecto a los problemas relacionados con el desarrollo urbano, la población sitúa entre sus
principales conflictos paisajísticos la indisciplina urbanística, mientras la destrucción del
patrimonio arquitectónico rural y los estilos arquitectónicos de las nuevas edificaciones
residenciales están entre los que menor importancia adquieren para la población.
Partiendo del proceso de participación, el diagnóstico ha prestado especial atención a fijar
los grandes asuntos de relevancia paisajística, de los que se derivan las principales líneas
de intervención. Estos asuntos son los siguientes:
a) La degradación de los paisajes del agua. Los paisajes del agua (ríos, ramblas,
humedales y embalses) constituyen uno de los patrimonios naturales, paisajísticos y
turísticos más relevantes de la comarca Noroeste. Se trata de espacios de altos méritos de
conservación desde la perspectiva ecológica que además tienen un alto contenido
identitario, ya que son mencionados por la población entre los parajes más característicos
de la comarca.
En los últimos tiempos se ha producido una fuerte bajada del nivel de los acuíferos
acompañada de la reducción de los caudales superficiales de los principales afluentes del
Segura que drenan la Comarca (Benamor –Moratalla, Quípar y Mula). Es un proceso
resultado fundamentalmente de la extracción de recursos para los regadíos de la Comarca
y, en menor medida, consecuencia de la detracción de caudales naturales para otros usos
vinculados al abastecimiento y a las actividades económicas. La caída del nivel de las aguas
subterráneas tiene una trascendencia paisajística muy superior a la que pudiera parecer en
un principio y se manifiesta en la significativa reducción del volumen de los caudales
alumbrados en fuentes y manantiales, en la progresiva desaparición de algunos de los
humedales de la Comarca (Ojos de Archivel y Fuentes del Marqués) y en la progresiva a
degradación de los ecosistemas fluviales y de ribera.
Junto con ello se han identificado afecciones directas a cauces, un problema más
concentrado territorialmente pero que adquiere una elevada intensidad en determinadas
riberas fluviales del Segura y el Argos, que han sido sometidas a actuaciones de
encauzamiento y regularización de riberas realizadas en el marco de programas de
reducción de los riesgos de avenidas y de salvaguarda de los propietarios ribereños. Las
intervenciones han significado una alteración de la morfología fluvial, que ha sido
regularizada y homogeneizada, sustituyéndose los irregulares perfiles originales por
secciones transversales y longitudinales rectilíneas que artificializan sensiblemente el
paisaje de la ribera
Entre los problemas que afectan a los paisajes de dominante forestal los incendios son sin
duda el conflicto de más hondo calado y uno de los factores que condiciona el paisaje de
más amplias zonas de la comarca. Un gran sector septentrional del Noroeste se presenta
actualmente desarbolado debido al incendio de 1994, que afectó a más de 35.000 ha. El
elevado riesgo de incendio es consecuencia de las condiciones naturales, pero también de
la insuficiencia de las medidas preventivas. Existe una generalizada insuficiencia de los
tratamientos selvícolas en las masas forestales privadas de la Comarca, un problema
relacionado no sólo con la prevención de incendios, sino que también tiene una clara lectura
paisajística. Así se constata que, además del abandono de podas y otras prácticas de
gestión de las masas, las cortas y aprovechamientos forestales no incorporan criterios
paisajísticos de manejo.
No obstante, los nuevos regadíos de hortalizas a gran escala que se han difundido por las
grandes explotaciones de los secanos cerealistas de los altiplanos comarcales no han
supuesto cambios profundos en la organización formal del paisaje, que mantiene los rasgos
esenciales de su topografía, de la estructura parcelaria y viaria, y de los elementos
construidos asociados a la explotación, con reducida incidencia visual de las nuevas
infraestructuras de riego. El mantenimiento de cultivos herbáceos, aunque ahora de
naturaleza hortícola, reproduce el carácter abierto de los terrazgos (sin nuevos elementos
arbóreos), pero con mayor presencia y continuidad de verdor en el paisaje, un aspecto, por
otra parte, positivamente valorado en la Comarca, al margen de otras implicaciones
económicas y ambientales de distinto signo.
Paralelamente, los nuevos regadíos más recientes están suponiendo, aunque con carácter
hasta el momento bastante localizado según nuestras observaciones, la roturación de
algunas zonas de vegetación natural de cierto interés y, sobre todo, el cambio de
aprovechamiento de suelos de clara vocación forestal por emplazamiento, suelos y
pendientes, a uso agrícola relativamente intensivo, como ocurre con algunos nuevos
olivares en los piedemontes de las sierras de norte y, sobre todo, con la expansión de las
plantaciones de nogal para producción intensiva de nuez sobre terrenos claramente
montanos (como en algunas vertientes y partes altas del barranco de la Rogativa) y en parte
financiadas con fondos públicos4.
Otro rasgo llamativo de la agricultura del Noroeste, que tiene también implicaciones
significativas en el paisaje, es el mantenimiento de grandes abertales cerealistas de secano
de los altiplanos comarcales, espacios que mantienen una vitalidad y una pureza realmente
interesante en la distribución de sembraduras y barbechos, en la conservación de algunos
elementos lineales de vegetación natural, de interés ecológico y estético, y en la ausencia
de nuevos elementos construidos perturbadores del paisaje tradicional. Es frecuente, sin
embargo, el deterioro o el puro abandono de grandes casas de labranza y de pequeñas
agrupaciones rurales, pues es lógicamente el hábitat rural el que más se resiente de un
sistema de explotación totalmente mecanizado, con escasa o nula ganadería extensiva, que
no precisa ya los volúmenes de trabajo de antaño.
Dentro de los paisajes agrícolas, el Noroeste mantiene funcionales y en buen o muy buen
estado de conservación una serie de áreas de regadío tradicional, que figuran entre las más
valoradas paisajísticamente, tanto por lo suponen productivamente, como porque se asocian
a la identidad del territorio y a las imágenes del agua, considerada al mismo tiempo como
recurso y como componente fundamental de paisajes naturales de gran interés ecológico y
estético (riberas). De estos paisajes de regadío tradicional, sin que lo tradicional deba
entenderse aquí como sinónimo de obsoleto o atrasado, debe destacarse la vega arrocera
de Calasparra.
4
Ayudas para la forestación de tierras agrarias, medida de acompañamiento de la reforma
de la PAC.
El mantenimiento del carácter de gran parte de los paisajes de dominante rural en el
Nororeste se ve perturbado por el fuerte crecimiento de la cabaña porcina industrial, una
dinámica con relevantes implicaciones ambientales y paisajísticas. Se ha generalizado la
implantación dispersa de instalaciones de grandes dimensiones alejadas de los cascos
urbanos y muy frecuentemente construidas en materiales y tipologías poco o nada
adaptados a la fisonomía local.
No obstante, los procesos de expansión y transformación urbanas de los últimos años han
provocado un aumento notable del espacio edificado que ha significado una pérdida de
importancia visual del casco antiguo por el protagonismo creciente de las nuevas
edificaciones, situadas además en las vías de acceso más utilizadas por la población. La
banalidad de los nuevos desarrollos ha supuesto la pérdida de fachadas de notable interés.
Las imágenes externas de las ciudades quedan difuminadas desde algunas aproximaciones.
En el caso de Cehegín, por ejemplo, desde el este y el sur el casco histórico queda
difuminado, siendo incluso difícilmente perceptible el carácter elevado de su emplazamiento.
El ejercicio propositivo, por último, descansa sobre dos grandes tipos de determinaciones:
El valor paisajístico global, síntesis de los valores parciales de los aspectos mencionados y
de la fragilidad, se ha atribuido territorialmente a cada una de las unidades de paisaje. Este
estudio considera metodológicamente justificada esta manera de proceder, dado que en la
parte analítica se ha optado por una comprensión paisajística de la Comarca, expresada en
un elevado número de unidades de paisaje, que reflejan de modo suficientemente preciso la
diversidad del paisaje del Noroeste y, al mismo tiempo, la homogeneidad morfológica y
funcional de cada una de las unidades resultantes. De ese modo, las unidades de paisaje
así tratadas constituyen ámbitos adecuados, no sólo de caracterización y de diagnóstico,
sino también de valoración, es decir, de atribución diferenciada de valores paisajísticos a un
territorio extenso como el del Noroeste. No obstante lo dicho, debe quedar claro que tal
atribución de valores paisajísticos altos a piezas amplias de territorio no tiene por qué
implicar la inmediata afección de los suelos incluidos por un mismo nivel de protección. El
desarrollo del planeamiento territorial y urbanístico, a partir de los criterios y
recomendaciones que aquí se formulen o que resulten de otros estudios de detalle, podrá
especificar lo que en materia de protección se estime pertinente, siempre teniendo en
cuenta, no obstante, que el área tiene atribuidos valores paisajísticos altos, y que los usos y
la gestión del suelo deberán velar por su mantenimiento y mejora.
Junto a estas Zonas de Alto Valor Paisajístico la propuesta de ordenación incluye así mismo
la figura de Paisaje Protegido, que podrá aplicarse a ámbitos más reducidos del territorio,
incluidos habitualmente dentro de las ZAVP, aunque no necesariamente. Se trata en estos
casos de ámbitos de menores dimensiones, en los que convergen valores paisajísticos
sobresalientes, tanto físico-biológicos como culturales, un buen estado de conservación y un
alto componente de identidad comarcal e, incluso, regional. En esos ámbitos de paisaje
deberá prevalecer la protección sobre cualquier otro tipo de actuación, y por ello se estima
pertinente aplicar a las áreas así delimitadas la figura de Paisaje Protegido, tal y como se
define en la Ley 4/92, de Ordenación y Protección del Territorio de la Región de Murcia, que
en buena medida reproduce lo que establece al respecto la Ley 4/89, de Conservación de
los Espacios Naturales, la Fauna y la Flora Silvestre. Paisaje Protegido se define en dicha
norma como “aquellos lugares concretos del medio natural que por sus valores estéticos y
culturales sean merecedores de una protección especial”. Con este tipo de figura se trataría
de:
a) Salvaguardar valores paisajísticos muy relevantes, con las iniciativas de mejora de sus
componentes naturales y culturales que se estimase pertinente.
b) Consolidar, institucionalizar y definir el patrimonio de recursos paisajísticos de la comarca.
c) Regular también de forma adecuada el uso público de este tipo de espacios, objeto en
ocasiones de sobrefrecuentación e inadecuado disfrute.
La propuesta de paisajes protegidos pretende, igualmente, reflejar la diversidad paisajística
de la comarca. La precisión cartográfica de las áreas que se proponen procederá llevarla a
cabo como desarrollo de las políticas de ordenación del territorio o de conservación de la
naturaleza, una vez que se asuma su pertinencia y viabilidad.
1. Sector de la rambla de la Rogativa en torno al Santuario del mismo nombre. Este ámbito
contiene muchos de los méritos naturales y escénicos de los paisajes de barrancos de la
comarca, con el interés añadido en este caso de la presencia del Santuario de la Rogativa,
el carácter recóndito del paraje en el que está emplazado, y la presencia de una serie de
casas de labranza y molinos, que testimonian la tradicional humanización de este singular
medio intramontañoso.
2. Cañón del Alhárabe. Junto con el anterior, este paisaje protegido completaría la
diversidad de los paisajes de barrancos de la comarca. Junto a la espectacularidad de los
cantiles y escarpes de este bello paraje, que adquiere rasgos de hoz en algún trecho, este
paisaje cuenta también con valores vegetales en sus vertientes y fondo, y con la presencia
de molinos, que incorporan elementos culturales de interés a un paisaje de dominante
geomorfológica.
3. Hoyas vinícolas de Bullas en el Aceniche. Constituye la más pura expresión del bello
paisaje agrario de los viñedos del sur de Bullas y Cehegín: al cuidado aspecto que presenta
la explotación vitícola en el llano, en torno a explotaciones de medio y gran tamaño, se une
el contraste topográfico, vegetal y cromático con las moles calizas y boscosas de la orla
serrana, que otorgan al paraje una calidad estética y cultural notable. El carácter de paisaje
protegido incorporaría un valor añadido a la explotación vitivinícola de la zona acogida a la
Denominación de Origen.
4. Sabinar del Calar de la Santa. Integra el sabinar abierto, con forma de dehesa en algún
punto, y los labradíos cerealistas que se extienden desde las inmediaciones del núcleo del
Calar de la Santa hasta las laderas de la sierra del Zacatín. El área constituye un excelente
ejemplo, por su configuración, estado y cubierta vegetal, de los paisajes de labor de
altiplano, con el interés biológico y estético que introducen los vigorosos pies de sabina que
salpican la zona. A ello se añade su valor como hábitat de una rica avifauna.
5. Coto arrocero de Calasparra. Paisaje de claro signo cultural, aunque con elementos de
interés biológico y ecológico de carácter ripario, integraría dos tramos de la vega del Segura
en Calasparra ocupados por el cultivo del arroz.
6. Las molatas. Paisaje recóndito, de antigua e intensa humanización, dominado por los
escarpes y taludes de las muelas y molatas que cierran por el norte el altiplano de El
Sabinar. Se incorporan también a este paisaje protegido los pasillos que cortan
transversalmente las muelas y terminan en pequeños recuencos sobre los inhóspitos dorsos
de las cuestas calizas, donde se emplazan pequeños núcleos tan sorprendentes y
adaptados a su medio como Los Huertecicos, La Fuensanta o Charán, así como otros
pequeños asentamientos agroganaderos al pie de los escarpes, como El Bajil, Zaén de
Arriba, Las Lorigas o Casicas del Portal. A los valores geológicos, etnográficos y escénicos
de este irrepetible conjunto en la Región se une el interés arqueológico de los numerosos
yacimientos existentes en los abrigos de los escarpes de las muelas.
BIBLIOGRAFÍA