APUNTES
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Unidad 1
1. Concepto de contrato. El acto jurídico y el contrato. Definición y método del Código Civil y Comercial.
Derecho Comparado.
2. Requisitos de existencia de todo contrato y requisitos de validez de cada contrato. Elementos.
3. Evolución histórica del contrato. Función económica del contrato.
4. La autonomía de la voluntad y sus límites. Fundamento de la fuerza obligatoria. Régimen jurídico del
contrato.
EL ACTO JURÍDICO.
El contrato constituye una especie de una categoría más amplia: el acto jurídico.
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1749 --- se empleó por primera vez el término negotium iuridicum para referirse a la actividad voluntaria del
hombre con trascendencia en el mundo del derecho.
Formulación completa y armónica --- Savigny SXIX. Figura central de la teoría general del derecho --- la
figura del negocio jurídico.
El concepto de negocio jurídico fue construido para comprender, por entero, la vasta área en la que la
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constitución, modificación o extensión de relaciones jurídicas, depende en mayor o menor grado, de la
libertad de determinación de los particulares. Es un concepto correlativo de la autonomía privada, en cuanto
reduce a una unidad conceptual toda posible manifestación de aquella tanto en el derecho de familia, como
en el derecho sucesorio o en el derecho patrimonial.
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La causalidad jurídica. La noción de negocio jurídico, concebida como expresión de la voluntad del hombre
que opera en las relaciones jurídicas, constituyó una solución que vino a prestar claridad y coherencia a una
cuestión básica: el problema de la causalidad jurídica. Como el negocio jurídico comprendía todas las
manifestaciones de la voluntad de los particulares productoras de efectos jurídicos, fue posible distinguir
estos supuestos de otros sucesos o acontecimientos que generaban consecuencias jurídicas, sin entrañar
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una determinación volitiva de los interesados. A través de esta secuencia de creciente generalización, se
pasó de la noción más amplia de hecho jurídico, que engloba también la del negocio jurídico y que
comprende todo acontecimiento previsto por una norma, susceptible de producir consecuencias jurídicas.
El negocio jurídico constituye un supuesto de hecho que contiene una o varias declaraciones de voluntad
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de particulares, que el ordenamiento jurídico reconoce como base para producir el efecto jurídico, calificado
como efecto querido.
La autonomía privada. Consiste en la facultad de las personas de regir y de gobernar sus propios intereses
dentro de un ámbito de libertad que le es propia y de modo vinculante, a cuyo fin se dan reglas a sí mismas
El medio de manifestación de esa autonomía es el acto o negocio jurídico que constituye el instrumento de
autodeterminación o autorregulación de los propios intereses.
En el ámbito contractual la determinación de las partes no sólo tiene la virtualidad de crear ese vínculo
recíproco que supone el contrato, sino que, asimismo, puede, dentro de confines amplios, establecer con
libertad el contenido de la relación. Es el contrato en donde se manifiesta con perfiles más definidos y nítidos
la autonomía privada.
Art. 259: “El acto jurídico es el acto voluntario lícito que tiene por fin inmediato, la adquisición, modificación
o extinción de relaciones o situaciones jurídicas”.
De la definición se desprende que el concepto de acto jurídico se integra con los siguientes tres elementos:
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sea generadora de tales efectos, es la ley. Es el ordenamiento jurídico el que autoriza la autonomía privada
y hace posible que el negocio produzca efectos jurídicos, al investirlo de eficacia.
La declaración de voluntad constituye el supuesto de hecho, la fuente de los efectos que la ley reconoce. Y
el derecho asigna al supuesto negocial sus efectos con el significado que ellos se corresponden con esa
voluntad.
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La voluntad que supone el acto jurídico en el mundo real donde actúan los interesados, se mueve
inmediatamente en pos de la realización de resultados empíricos, prácticos o económicos.
Flume: “La voluntad jurídica negocial no es la voluntad en toda su complejidad como hecho psicológico, sino
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la voluntad en la medida en que forme parte del supuesto de hecho determinado por el ordenamiento
jurídico”. En el caso normal, el declarante quiere lo que él declara valga como derecho.
Diferencia entre el acto o negocio jurídico de los simples actos voluntarios lícitos. En el negocio jurídico, la
voluntad tiene por fin inmediato crear o extinguir una relación jurídica, aunque con ello se proponga conseguir
otros fines no jurídicos. Los simples actos voluntarios lícitos en su expresión más definida, tienen un fin
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Los efectos de los negocios jurídicos dependen de la operación verdaderamente concertada por las partes
conforme con los propósitos prácticos de los interesados, más allá de la confusa o clara representación de
los efectos jurídicos que puedan haber tenido.
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La condición jurídica de un acto no puede depender del conocimiento de las partes. Para distinguir los actos
jurídicos de los simples actos voluntarios lícitos, debe atenderse a la significación normal de una conducta,
según que ella represente una autorregulación de intereses propios y persiga propósitos prácticos tutelados
por el derecho, o según que no corresponda atribuirle ese carácter de autorregulación. En el primer caso, la
ley atribuye efectos que reputa se corresponden con la voluntad expresada. En el segundo, consecuencias
que se acuerdan vi legis con prescindencia del propósito inmediato de la voluntad.
Noción. El art. 957 del CCCN contiene la siguiente definición: “Contrato es el acto jurídico mediante el cual
dos o más partes manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir
relaciones jurídicas patrimoniales.
Los términos “persona” y “parte” no son sinónimos en derecho. Parte, según una difundida noción, es un
centro de interés.
Pueden intervenir varias personas en un acto jurídico, pero que tienden a la realización de un mismo interés,
actúan en igual dirección y se mueven en un mismo plano, en este caso constituyen una sola parte.
Los actos unilaterales plurisubjetivos se suelen clasificar en actos complejos o actos colectivos. En los
complejos, las declaraciones que se orientan a un mismo interés se suman y se mantienen distintas. Por el
contrario, en los actos colectivos, esas declaraciones se funden en una sola. En los actos complejos, los
efectos del acto afectan a alguno de los intervinientes y a otro no; o bien afecta a un tercero. A la primera
categoría de actos se le llama complejos desiguales y a la segunda complejos iguales porque, en el primer
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caso, hay una sustracción parcial de alguno de los intervinientes a los efectos del acto y en el segundo,
porque todos los intervinientes son extraños a tales efectos.
En los actos jurídicos unilaterales plurisubjetivos, las personas que intervienen, se encuentran una al lado
de la otra, en un mismo plano, en vista de la satisfacción de idéntico interés.
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En cambio, el contrato es un acto bilateral, porque exige la intervención de dos o más partes, titulares de
intereses autónomos, inicialmente opuestos o, al menos, no coincidentes. Por medio del contrato sus
diversos intereses se concilian.
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Esa composición de intereses por obra del contrato puede realizarse a través de ventajas, atribuciones
patrimoniales o prestaciones que una de las partes hace a la otra, o que ambas se intercambian
recíprocamente. En tales casos, lo que una de las partes obtiene en la faz ejecutiva del contrato es a expensa
de la otra parte.
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En otros supuestos, las partes unen sus medios, esfuerzos y prestaciones para llevar a cabo una actividad
conjunta en vista de la obtención de un fin común, en cuya participación residirán las ventajas de cada
contratante. La primera hipótesis corresponde a los contratos denominados de cambio. La segunda,
corresponde a los contratos asociativos.
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En los contratos de cambio, de ordinario, las partes son dos, aún cuando existen contratos trilaterales,
celebrados por tres partes contratantes o supuestos de excepción en que es dable intervengan más de tres.
Los contratos asociativos, por la función de cumplen, de instrumentar la cooperación de un grupo para la
consecución de un fin común, pueden ser celebrados por dos partes o por un número indeterminado de
ellas, es decir, son potencialmente plurilaterales.
Interviene una sola persona que concentra la condición de dos partes, por vía del instituto de la
representación.
Art. 368 CCCN. Autocontratación. El representante de alguien celebra un contrato consigo mismo, actuando
en un doble papel, en su condición de representante y a título personal y propio.
Casos de doble representación. Quien es representante de dos personas diferentes, concluye un contrato
que vincula a sus dos representados.
El consentimiento.
Consiste en la coincidencia de las declaraciones de voluntad de las partes que afluyen a los mismos efectos
jurídicos. Se trata para algunos, de dos declaraciones de voluntad de contenido diverso, opuesto y correlativo
que responden a distintos fines e intereses y que se encuentran y encastran en el contrato. Particularmente,
En todos los contratos de cambio lo que es fin, medio e interés para una de las partes, es exactamente lo
opuesto y correlativo para la otra.
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Es por ello, que esas manifestaciones de voluntad que intercambian las partes, la oferta y la aceptación,
tienen consecuentemente, el mismo contenido.
Se da consentimiento cuando ambas partes quieren lo mismo; si una parte quiere vender una cosa,
necesariamente también quiere que la otra lo compre. Existe consentimiento cuando las declaraciones de
las partes tienen el mismo contenido pues todas ellas quieren tanto los fines, como los medios y los efectos
integrales del contrato que celebran. En definitiva, el consentimiento entraña la total coincidencia de las
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partes sobre todas y cada una de las estipulaciones que corporizan ese negocio común al que dan vida.
Concepción preceptiva del contrato. Según ésta, la esencia del negocio no radica en la voluntad, sino en la
regulación de intereses de relaciones privadas que el sujeto no debe limitarse a querer o desear, sino más
bien a disponer o a actuar objetivamente. Con el negocio jurídico, el sujeto no viene a decir que quiere algo,
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sino que expresa directamente el objeto de su querer, una regulación vinculante de sus intereses en sus
relaciones con otros.
La voluntad no se encuentra en primer plano en el negocio. Tal plano lo ocupa la regulación de intereses,
dispuesta para el futuro. La voluntad queda relegada a un segundo plano como simple fuerza generatriz. El
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negocio jurídico tiene contenido de índole preceptiva, en cuanto regulación de intereses que puede oponerse
a la voluntad, y que constituye la esencia del negocio, pues permite definirlo.
Críticas de la concepción preceptiva. Si bien es dable admitir que el contenido del negocio está representado
por una reglamentación de intereses de las partes al disciplinar sus relaciones jurídicas, ello no quita que
esa reglamentación, en cuanto es un modo de autodeterminación de los interesados, debe ser considerada
una expresión de la voluntad de las partes.
La concepción preceptiva, si bien aporta elementos útiles para la comprensión de la figura, no ha podido
superar, sino por el contrario, viene a completar la concepción que ve en el negocio una expresión o
manifestación de voluntad.
En el contrato las partes reglan sus relaciones jurídicas. Se trata por ende, de relaciones que, ante todo,
revisten trascendencia jurídica. Existen otros tipos de relaciones sociales, como las de cortesía, que aunque
resulten de un acuerdo y tengan el aspecto exterior de un contrato, no invisten tal carácter porque les falta
tal requisito. El incumplimiento de tales acuerdos no genera consecuencias jurídicas. La única sanción
pensable es la reprobación social.
La esfera contentiva del contrato es la disciplina de relaciones jurídicas de las partes, pero estas relaciones
deben ser también de carácter patrimonial.
La patrimonialidad de la relación no supone que esos intereses deben ser necesariamente patrimoniales o
de índole económica. Importa sí que las prestaciones y ventajas, las cuales nutren el contenido de esas
relaciones y les sirven de objeto, sean susceptibles de valoración económica.
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En nuestro sistema, el contrato es un elemento técnico jurídico de colaboración económica entre sujetos.
Constituye la vestimenta jurídica de operaciones económicas. Constituye el vehículo de circulación de la
riqueza.
Nuestro Código no le atribuye al contrato, por vía de regla, función en la sucesión por causa de muerte. La
vocación hereditaria puede fundarse en la voluntad del causante y esa voluntad es susceptible de
exteriorizarse a través de un testamento o de un contrato, dando lugar, respectivamente, a la sucesión
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testamentaria o contractual.
La sucesión contractual es aquella derivada de una convención en que una persona confiere a otra un
derecho hereditario, a título universal o particular, sobre sus bienes. Estos son los denominados contratos
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sucesorios adquisitivos.
El CCCN --- criterio prohibitivo. La única sucesión voluntaria admitida es la que adopta la forma de
testamento, que es concebido como un acto unilateral y personalísimo (2465) y esencialmente revocable
(2511). Veda expresamente los pactos sucesorios, salvo la excepción contenida en el art. 1010.
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Elementos constitutivos --- aquellos que afectan su estructura interna y le dan su conformación de tal.
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Elementos o requisitos de existencia en cuanto son los indispensables para que un acto jurídico pueda
considerarse contrato.
Junto a estos elementos de existencia, hay otros requisitos que si bien son extrínsecos y no integran la
armazón esencial del contrato, deben formar parte de la situación de hecho inicial para que un acto jurídico
Son esenciales los elementos sin los cuales el contrato en general o una variedad específica de contratos,
no puede existir.
Se entiende por elementos accidentales, los que las partes incorporan de común acuerdo al contrato, por lo
tanto no se dan regularmente sino que dependen exclusivamente de la voluntad de los contratantes.
Efectivamente incorporados en un contrato singular concluido, pierden esa accidentabilidad que tienen en
abstracto y pasan a ser, en concreto, existentes, operantes y hasta puede llegar a depender de ellos la
validez o eficacia del negocio. Ejemplo: plazo, cargo y la condición.
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La socavación de los cimientos de la concepción clásica.
La igualdad jurídica que constituyó una conquista de la sociedad occidental, era una noción formal y
abstracta. En la realidad de los hechos existían profundas desigualdades sustanciales entre los individuos
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derivadas de la disparidad de fuerzas económicas sociales.
Los individuos no eran buenos por naturaleza y no vacilaban para satisfacer sus instintos egoístas, en
explotar a los demás. El contrato libremente convenido no siempre era justo cuando quienes lo celebraban
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estaban en desigualdad real.
Este liberalismo del siglo XIX que penetró en los códigos de raíz napoleónica, condujo a una situación de
real explotación del más débil por el más fuerte, sobre todo en las relaciones laborales.
Se consideró necesario no dejar librado a la exclusiva libertad de las partes la determinación de las
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condiciones del contrato de trabajo, creándose una voluminosa y compleja legislación para reglamentar y
precisar las condiciones mínimas de ese contrato mediante disposiciones imperativas que fueron un claro
límite de la autonomía de la voluntad.
La injerencia del poder público en materia contractual de la mano de un cambio en las ideas económicas
predominantes determinó que la concepción liberal del Estado mínimo (relegado a una mera función de
policía en el campo económico), fuera reemplazada por un Estado que se arrobaba una intervención rectora
y efectiva en dicho ámbito. El curso de la economía no se deja librado a las fuerzas naturales del mercado,
Las variadas expresiones de la economía dirigida repercuten en el contrato, en cuanto constituyen una
fuente de importantes restricciones de la autonomía en la esfera contractual. Se produce la aparición de
contratos normados, regulados o reglamentados, que importa un fenómeno de penetración del derecho
público en el derecho privado. A esas normas de origen público que restringen la libertad contractual se las
engloba bajo la denominación de derecho económico o bien se habla de derecho social como una suerte de
puente entre el derecho público y el derecho privado.
Esta restricción de la autonomía dio lugar a lo que se suele denominar el dirigismo contractual y constituye
la causa de lo que se llama la crisis del contrato. Entraña también, se dice, una primacía de la política sobre
la economía.
Más que un estrangulamiento del derecho privado por el derecho público, lo que se ha producido es una
transformación del derecho contractual. Se trata de adecuar sus normas a un sentido social. El derecho de
contratos ha atenuado su carácter individualista para acentuar su carácter social. Se busca resolver
equilibradamente la antinomia existente entre los valores que atienen a la libertad del individuo y los que
Media así, en los hechos, la restricción de la libertad contractual del eventual adherente a tales condiciones
generales, traducida en la exclusión de los tratos pre contractuales. Ese destinatario no es libre de discutir,
negociar o de contribuir a la determinación del contenido del reglamento contractual. Más que una
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aceptación, media una adhesión al contenido predispuesto. Una de las partes predispone las cláusulas del
contrato y al hacerlo, ejerce una suerte de poder reglamentario de hecho. Se genera, concretamente, el
peligro de que se produzcan desequilibrios con la utilización de cláusulas abusivas, creándose otra
desigualdad que exige la protección del contratante más débil.
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El consumo es el fundamento básico de la actividad económica y el fin último de la producción.
La revolución industrial modificó drásticamente y separó los dos pilares de la actividad económica, dividiendo
el productor del consumidor.
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El contrato por adhesión fue un vehículo usual para que los consumidores accedieran al mercado de bienes
y servicios. La consolidación de ese proceso de diferenciación entre producción y consumo, puso al
descubierto que, en la sociedad actual, todos somos consumidores y que la vida normal se desenvuelve a
través de las más variadas operaciones de consumo.
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La noción de consumidor es de raigambre económica. Este sujeto participa en las relaciones de consumo
que constituyen contratos. Y la tutela que se le dispensa ha venido a significar, entre otras cosas, al par de
otra restricción a la autonomía, la renovación fundamental de principios tradicionalmente vigentes en el
ámbito contractual.
La voluntad y la declaración. Todos estos cambios significaron, además, una reducción progresiva de la
trascendencia que se le asignó a la voluntad dentro de la concepción tradicional.
En esta disputa sobre el predominio de la voluntad o la declaración, ésta última gana progresivo terreno al
ponerse el acento en los elementos exteriores o cognoscibles del negocio jurídico. Este proceso en el que
se sobrepone a la disminuida importancia del elemento subjetivo de la voluntad, el momento objetivo de la
Las relaciones jurídicas tradicionales de índole contractual fueron concebidas como relaciones entre
individuos perfectamente identificados o que resultaban identificables, que se conocían perfectamente entre
sí o trababan conocimiento a raíz de la relación contractual.
La sociedad actual se caracteriza por su masificación. Las relaciones jurídicas masivas se caracterizan por
su despersonalización. La mayoría de las veces es difícil identificar a las personas que intervienen, las que
regularmente no se conocen ni llegan a conocerse, pese a la vinculación contractual.
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Se suman a estas hipótesis, lo que la doctrina germánica ha llamado relaciones contractuales de hecho: la
utilización que hace el usuario de un servicio que se ofrece al público (ejemplo: transporte de pasajeros,
correo, estacionamiento, etc.), en los que hay un verdadero automatismo contractual. La difusión de esta
forma de contratación significa una manifestación incontrastable del proceso de objetivización del contrato.
La contratación electrónica.
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El progreso técnico provocó la difusión de la contratación electrónica, la que se realiza por el empleo de
medios digitales, que acentúa el fenómeno de la despersonalización, al mismo tiempo que supone un
proceso de desmaterialización de los actos jurídicos que consiste en la desvinculación del soporte papel, el
cual, sumado a la firma manuscrita se ha identificado a la noción clásica de documento. En la actualidad, el
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documento electrónico pugna por equipararse al clásico instrumento privado; y el uso de la firma digital
permite darle las condiciones de autenticidad a dichos documentos para asegurar su autoría.
En el derecho patrimonial se han ido sucediendo diversas etapas: al capitalismo comercial sobrevino el
predominio del capitalismo industrial y con éste se intensificó el proceso de desmaterialización de la riqueza
y el contrato, además de ser un instrumento al servicio de la propiedad, pasó a ser, asimismo, un instrumento
al servicio de la empresa, constituida en el centro de la actividad económica.
La etapa actual, en que el contrato debe desenvolverse, está condicionada por dos factores: uno, es el
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El contrato fue tradicionalmente un instrumento para la circulación de los bienes. En esta etapa, el manejo
de la técnica contractual permite que el contrato sea utilizado, además, para la creación de bienes, las
denominadas new properties, esto es, la generación de sofisticados productos financieros. Como
consecuencia de la globalización, la organización de la economía y el mercado tiene dimensiones
planetarias. Esa proyección provoca, consecuentemente, la circulación de nuevos modelos contractuales
que se adaptan a las exigencias del mercado.
LA AUTONOMÍA.
La autonomía en el ámbito contractual se traduce en una libertad que compete a las partes para regir sus
intereses. Ante todo, significa que las partes son libres para contratar; pueden hacerlo cuando quieran y con
quien quieran. En principio, nadie puede ser constreñido a concluir un contrato determinado o a celebrarlos
con una determinada persona. El art. 958 del CCCN prescribe en su comienzo que las partes son libres para
celebrar un contrato.
Dejando de lado las situaciones en que existe un deber de contratar que puede haber sido asumido
convencionalmente (como un contrato preliminar o contrato de promesa), en el derecho contemporáneo
Reconociendo el principio que veda el ejercicio abusivo de los derechos, en ciertas situaciones, se reputa
abusivo la negativa a contratar (cuando se emplea con fines de competencia desleal). Toda negativa a
contratar, que tenga un carácter discriminatorio, en términos que infrinjan un precepto de índole
constitucional, puede reputarse abusivo.
El principio y sus limitaciones. A más de esta libertad de contratar, la autonomía se traduce en la libertad
que tienen las partes para establecer, dentro de amplios límites, la reglamentación contractual, a través de
los pactos o cláusulas que consideren más conveniente.
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Art. 958, tras prescribir que las partes son libres para celebrar un contrato, dispone que también lo son para
determinar su contenido dentro de los límites impuestos por la ley, el orden público, la moral y las buenas
costumbres. Este aspecto constituye el más destacado y tradicional de la autonomía contractual, el que cabe
designar como la libertad contractual o libertad de configuración interna.
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Normas imperativas o indisponibles.
Caracterización. En materia contractual, las normas que prevalecen son las denominadas dispositivas o
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supletorias. Tienen por misión salvar las omisiones en que pueden haber incurrido en la regulación que se
han dado las partes.
Art. 962 CCCN: “Carácter de las normas legales. Las normas legales relativas a los contratos son supletorias
de la voluntad de las partes, a menos que de su modo de expresión, de su contenido, o de su contexto,
resulte su carácter indisponible”.
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Todas estas normas imperativas constituyen un límite objetivo e infranqueable a la autonomía de la voluntad.
El art. 12 CCCN, párrafo primero: “Las convenciones particulares no pueden dejar sin efecto las leyes en
cuya observancia está interesado el orden público”.
--- noción imprecisa elaborada para designar los principios que, por comprometer el interés social y público,
no pueden ser derogados por la autonomía privada.
Sentido amplio: comprensivo de las disposiciones legales que los particulares no pueden derogar con sus
actos jurídicos. El orden público se identificaría con ese elenco de normas imperativas y además, las que se
vinculan con las buenas costumbres.
Sin embargo, no existe identidad entre normas imperativas o prohibitivas y el orden público porque, más que
un grupo de normas imperativas, el orden público está constituido por un conjunto de principios básicos que
sustentan la organización social en sus más variados campos y aseguran la realización de valores que cabe
reputar fundamentales.
Estos principios eminentes, que configuran el orden público, se refieren al derecho público o constitucional
del Estado.
El denominado orden público económico y social. Se habla de él para englobar normas que el Estado dicta
cuando interviene activamente en el curso de la actividad económica, inspiradas en el desideratúm de tutela
del interés general o que tienden a garantizar el correcto desenvolvimiento de la competencia, frente al
riesgo de las distorsiones que pueden afectarla, por la acción de prácticas monopólicas. También se lo
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menciona como comprensivo de normas imperativas que tienden a velar por la efectiva igualdad de los
contratantes cuando existe una posición de desequilibrio entre las partes, a cuyo fin se dictan normas que
tutelan a la parte más débil del contrato (particularmente en materia de contrato de trabajo, locación de
inmuebles urbanos o arrendamiento de inmuebles rurales, o en los contratos de consumo).
Utilización práctica. El orden público se manifiesta primordialmente en dos situaciones: a) según se expresó
las normas imperativas constituyen un límite a la autonomía de las partes en el sentido de que estas no
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pueden transgredirlas en sus convenciones, en caso contrario, la sanción por vía de regla, es la nulidad de
lo acordado en contravención de tales normas. La solución a esta nulidad varía si el orden público se
encuentra o no afectado.
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El CCyC distingue la nulidad absoluta de la relativa. Cuando en la observancia del precepto está
comprometido el orden público la nulidad es absoluta. En cambio, cuando está en juego la protección de
intereses particulares o privados, la nulidad es relativa.
Arts. 386, 387 y 388. La nulidad absoluta es irrenunciable, en cambio la relativa es renunciable y susceptible
de confirmación, amén de prescriptible. Además de la diferencia en cuanto a los legitimados para obrar. B)
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el orden público sirve como barrera o filtro para la aplicación del derecho extranjero, cuando se conculcan
los principios en que se asienta la individualidad y la organización social y jurídica del Estado nacional, y se
da una situación de incompatibilidad ideológica con nuestro derecho. Art. 2600 CCyC.
Como límite a la autonomía, no se autorizan actos contrarios a las buenas costumbres, identificadas con la
moral. Se trata de impedir que la autonomía, en especial, la libertad contractual, sea puesta al servicio de lo
inmoral.
Se debe entender por moral, aquellas valoraciones éticas predominantes en el medio social en un
determinado momento. Normas morales reconocidas en la conciencia social de la época.
El fin del derecho se endereza hacia una meta moral cuando persigue lograr la regulación justa de la
convivencia social. Por lo tanto, el derecho aspira a armonizar con peculiares valores éticos, pero desde una
perspectiva con especial sentido jurídico.
La inmoralidad del contenido y de los fines del contrato. Un contrato puede ser inmoral por su mismo
contenido, con independencia de los fines que puedan perseguir las partes, cuando en la reglamentación de
intereses que constituye su sustancia revela inmediatamente su inmoralidad (contratos en que una de las
partes se obliga a no casarse o a interponer su influencia como funcionario público, a cambio de un precio).
Pero un contrato que es lícito por su contenido u objeto, puede también reputarse inmoral por los fines que
persiguen las partes (por ejemplo, contrato de locación de inmueble para casas de tolerancia o de juegos
clandestinos) en la medida que tal circunstancia haya constituido un motivo determinante para las partes,
aunque no forme parte del contenido del contrato. Hipótesis que constituyen la causa ilícita o inmoral del
contrato o la doctrina de los motivos determinantes.
Sentido de la regla. El principio de la fuerza obligatoria del contrato viene a completar el significado que
reviste la autonomía contractual. Con el contrato, las partes tienen libertad para disciplinar sus relaciones
jurídicas patrimoniales de modo vinculante. Las personas son libres para contratar, pero cuando han hecho
uso de esa libertad deben atenerse a lo estipulado.
Nace una regla que los vincula de manera independiente de la voluntad, por obra del ordenamiento jurídico
que sanciona el principio básico del pacta sunt servanda, el deber de cumplir la palabra empeñada. “Las
convenciones tienen entre las partes lugar de ley”. Art. 959: “Efecto vinculante. Todo contrato válidamente
celebrado es obligatorio para las partes. Su contenido sólo puede ser modificado o extinguido por acuerdo
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de partes o en los supuestos en que la ley lo prevé”.
El contrato como fuente de normas jurídicas. Como la ley autoriza a los particulares a darse tales reglas y,
al mismo tiempo, les reconoce su fuerza vinculante, se ha planteado del interrogante de si esa declaración
concorde de voluntad que configura el contrato, constituye una norma de derecho. Se ha dado a esa
pregunta una respuesta afirmativa.
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Se admite que la convención no tiene una fuerza obligatoria que nazca de sí misma, sino que le es atribuida
por una delegación de la ley en el contrato. Estas reglas que constituyen la reglamentación contractual,
configuran una norma de grado inferior a aquella que le asigna a la convención el carácter de fuente
normativa.
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En la organización piramidal, en el último peldaño de esta escala, se ubicarían las normas concretas y
particularizadas del negocio jurídico contractual.
Crítica. La tesis prevaleciente le niega este carácter de norma de derecho al contrato. Como todo negocio
jurídico la figura entraña un supuesto de hecho productor de efectos jurídicos, por obra de la ley.
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El contrato ya contiene una enunciación de reglas, supone una autorregulación, un precepto de la autonomía
privada que en la conciencia social es vinculante. La ley admite que esa regulación así concebida produzca
efectos jurídicos; y al reconocerle esa virtualidad realiza un acto de recepción que significa convertir esos
actos de la vida privada en actos jurídicos. Empero, los particulares sólo tienen una competencia dispositiva
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más no normativa: el contrato no constituye una fuente de derecho objetivo, sino de derechos subjetivos y
de relaciones de índole jurídica.
Cualquiera sea la tesis que se adopte, no es la voluntad privada, por sí sola, la causa inmediata del efecto
jurídico, ya que, sin el orden jurídico, o sea, la ley que dota de eficacia a esa voluntad autorizando la
autonomía privada y haciendo posible que el negocio jurídico produzca los efectos jurídicos que le son
propios, tal autonomía resultaría impensable.
Art. 960 prescribe: “Facultades de los jueces. Los jueces no tienen facultades para modificar las
estipulaciones de los contratos, excepto que sea a pedido de una de las partes cuando lo autoriza la ley, o
de oficio cuando se afecte, de modo manifiesto, el orden público”.
A pedido de una de las partes. Ejemplo: supuestos de remedios sinalagmáticos, como la lesión y la
imprevisión en que se corrigen desequilibrios contractuales mediante la adecuación del contrato.
Cuando afecta el orden público ---- el contenido se torna ilícito y puede conducir a la nulidad total del contrato
o a la nulidad parcial de la cláusula que conculca dicho orden público. En este último caso, la facultad del
juez puede consistir en proceder a su integración.
La constitucionalización del derecho privado. Procesos de reformas constitucionales que tuvieron lugar
en la posguerra en los cuales se incorporaron en las constituciones materias que interesan directamente al
derecho privado y que pasaron a revestir jerarquía constitucional.
En nuestro país, a partir de la reforma de 1994, la Carta Magna incorporó principios con gravitación en el
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derecho privado. Ya nuestra Constitución de 1853, inspirada en el constitucionalismo moderno, juntamente
con una parte orgánica, contiene una parte dogmática en la que se enuncian derechos individuales que
conforman lo que recibe el nombre de derecho constitucional de la libertad.
Nuestra Constitución es del tipo de constitución escrita y rígida, que consagra expresamente el principio de
supremacía constitucional (art. 31). En nuestro derecho, el control de constitucional es jurisdiccional, pues
compete a la administración de justicia y es difusa.
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A los ingredientes básicos de la CN de 1853, la reforma de 1994 ha venido a ampliar el ámbito de normas
constitucionales que guardan atingencia directa con instituciones del derecho privado.
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El derecho de contratar. Derecho implícito protegido por la CN que se integra con la doble manifestación
que conforma el principio de la autonomía: la libertad de decidir la celebración de un contrato y elegir la
persona con quien celebrarlo, amén de la libertad de determinar su contenido.
La CSJN ha entendido que la noción de propiedad protegida por la Constitución es comprensiva de todos
los intereses apreciables que un hombre puede poseer fuera de sí mismo, de su vida y de su libertad, por lo
que abarca todos los derechos patrimoniales sobre bienes de interés económico. Por ende, los derechos y
obligaciones derivados de un contrato, integran el contenido del derecho de propiedad amparados por la
inviolabilidad que el precepto constitucional consagra. En este sentido, el CCyC ha considerado reiterar este
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principio en el art. 965 que prescribe: “Derecho de propiedad. Los derechos resultantes de los contratos
integran el derecho de propiedad del contratante”.
La constitución tiende a garantizar al hombre una esfera de libertad lo suficientemente amplia como para
que pueda desarrollar su personalidad. En el ordenamiento de cuño liberal y democrático, la dignidad del
hombre es el valor superior. Ello supone que el ser humano debe gozar de estatus de persona en el ámbito
jurídico. Particular concepción del ser humano en cuanto lo considera un valor en sí mismo y no un medio
para los fines de otro.
Ser humano y personalidad son nociones inseparables. Por ello, el derecho positivo no le atribuye la
personalidad al ser humano, sino que se limita a reconocerla como algo inmanente a su calidad de tal.
En relación con el ámbito contractual, la reforma de 1994 ha incorporado lo que se denominan derechos de
tercera generación: el derecho ambiental o ecológico (41) y los derechos de los consumidores en la relación
de consumo (42). Las operaciones de consumo son fundamentalmente contratos.
En nuestro ordenamiento, los derechos fundamentales tienen por objeto asegurar la esfera de libertad de
los particulares frente a la intervención del poder público. No obstante, es igualmente cierto que la
Constitución, al consagrarlos, ha instituido un orden objetivo de valores que se proyecta en todo el
ordenamiento jurídico.
La igualdad, junto a la libertad, son los dos principios básicos de protección de los derechos fundamentales.
La libertad es una cualidad, una propiedad, un estado. La igualdad entraña una relación que puede
integrarse con los más diversos contenidos.
En lo atinente a las relaciones privadas, la situación de tensión que existe entre los principios de la libertad
y la igualdad, se ha manifestado en situaciones que pueden configurar un límite al principio de libertad de
contratar, cuando es susceptible de asumir un carácter discriminatorio.
OM
Jerarquía de las fuentes del régimen jurídico del contrato.
El régimen jurídico del contrato está estructurado dentro de la siguiente gradación jerárquica:
a) En primer lugar, rigen las normas indisponibles o imperativas, las que configuran el denominado ius
cogens, es decir, aquellas que vedan o imponen de una manera necesaria e ineludible, sin que las
partes puedan sustraerse a la observancia de tales prohibiciones o exigencias. Estas normas, según
se ha visto, constituyen un límite a la autonomía de la voluntad
.C
b) Acatados tales límites, en virtud del principio de la autonomía, las partes pueden libremente
reglamentar sus relaciones recíprocas, en cuanto la ley, a esos preceptos de la autonomía privada,
les asigna efectos jurídicos. Esas reglas que se dan las partes, a través de las convenciones, pactos
o cláusulas que acuerdan, constituyen consecuentemente, en definitiva, por antonomasia, el régimen
DD
del contrato.
c) Finalmente, el ordenamiento jurídico ha previsto la posibilidad de deficiencias o lagunas en esa
reglamentación de intereses que se dan las partes. Dicta así, para tal contingencia, un conjunto de
normas, que conforman el denominado derecho dispositivo, destinadas a integrar y constituir el
régimen contractual en defecto de una manifestación de voluntad en contrario de los interesados.
LA
Prelación normativa.
El art. 963 CCyC se refiere a la reglamentación del contrato con este título: “Prelación normativa. Cuando
concurren disposiciones de este Código y de alguna ley especial, las normas se aplican con el siguiente
orden de prelación: a) normas indisponibles de la ley especial y de este Código; b) normas particulares del
FI
Asimismo, en una posición subordinada respecto de tales disposiciones del derecho dispositivo, integrarán
el contrato los usos y prácticas del lugar de celebración, que hayan sido declarados obligatorios por las
partes o porque sean ampliamente conocidos y regularmente observados en el ámbito en que se celebra el
contrato, excepto que su aplicación sea irrazonable (art. 964 inc. c).
Siguiendo el orden expuesto, las normas imperativas o, en su caso, las supletorias previstas en la
reglamentación de un determinado contrato, sea en el Código o en una ley especial, se aplican con primacía
a las normas contenidas en la parte general del Código.
Para hacer referencia a esta pluralidad de fuentes que determinan el contenido y la reglamentación
contractual, se suele hablar de integración del contrato. Se refiere a ella el art. 964 CCyCN.
Autonomía de la voluntad. Art. 14 CN. Libertad de contratar entre las partes por fuera del Código.
Concepto de contrato. Art. 957. Refuerza la idea de que el contrato es un acto jurídico (art. 259), mediante
el cual dos o más partes manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir
relaciones jurídicas patrimoniales.
OM
Pilares centrales del contrato:
.C
Tres tipos de contratos en general:
DD
1) “negociados” (o paritarios): las partes están en pie de igualdad. Contratos en general propiamente
dichos.
2) “De adhesión” (arts. 984 a 989). Régimen de protección particular, en especial, las cláusulas
abusivas.
3) “De consumo”. Arts. 1092 a 1122. Núcleo duro que protege al consumidor. Estándares mínimos.
LA
Además, se regulan:
Subsiste el sistema de la Fragilidad de la oferta. Art. 978 con cierta ampliación en pos de agilizar las
transacciones.
Contrato entre ausentes. Se abandona el sistema del art. 1154 de Vélez (Expedición/Remisión) y el nuevo
Código se acoge al sistema de la recepción, conforme el art. 980 y cc.
Los contratos pueden ser: respecto a quienes están obligados: unilaterales (sólo una de las partes) o
bilaterales. Formales o no formales. Nominados e innominados. Conmutativos o aleatorios. Onerosos o
gratuitos.
Mención especial a los consensuales en oposición a los reales (o sea con tradición de la cosa). Estos últimos
se han abandonado en el nuevo código. Todos son consensuales.
Se incluyen además:
Contratos de consumo. Se menciona los efectos de la publicidad y sus efectos vinculantes como novedoso.
Contratos por adhesión. Pueden ser negociados o no, independientemente que sea un contrato de consumo.
Deberá verse las cláusulas generales o particulares.
Y respecto a los contratos en particular: se legisla sobre los de suministro, de consignación, de corretaje,
bancarios, asociativos, de concesión, de franquicia, entre otros.
Se han derogado leyes especiales que regulaban contratos especiales como leasing y fideicomiso.
OM
El contrato más importante y frecuente es el de compraventa. Se incluyen las cláusulas de retroventa y
reventa, ampliándose su ámbito de aplicación.
Locación. Tutela jurídica a la locación habitacional. Unificación de plazos mínimos -2 años-. Cambios en la
resolución anticipada. Además, se protege a incapaces. Pérdida de luminosidad. No hay tácita reconducción.
Cesación del deber del fiador (1225). Cambios en la fijación del precio.
.C
Locación de obra. Se regulan las distintas formas de contratación. Se puso coto a los plazos en la
responsabilidad por vicios.
DD
Contrato de depósito (de confianza). Subsiste la clasificación anterior: voluntarios -regular o irregular- o
necesarios.
Unidad 2
Clasificación de los contratos. Criterios utilizados. Consecuencias jurídicas propias de cada categoría: a)
LA
Las clasificaciones son herramientas idóneas para tornar más asequible el conocimiento de una institución
jurídica (desde el punto de vista dogmático) o permitir distinguir situaciones con consecuencias jurídicas
diferentes que resulte conveniente distinguir (perspectiva práctica).
Se hará hincapié en la clasificación que contrapone los contratos de cambio con los contratos asociativos.
Es ineludible la consideración de los contratos de consumo, instituidos por la Ley 24240 para asignarle un
régimen legal diferenciado, con un propósito tuitivo, que se traduce en consecuencias prácticas de indudable
trascendencia.
Criterio de la distinción.
Art. 966 del CCCN establece: “Contratos unilaterales y bilaterales. Los contratos son unilaterales
cuando una de las partes se obliga hacia la otra sin que ésta quede obligada. Son bilaterales cuando
las partes se obligan recíprocamente la una hacia la otra. Las normas de los contratos bilaterales
se aplican supletoriamente a los contratos plurilaterales.
El contrato, por definición, es un acto jurídico bilateral, en cuanto es requisito para su existencia, que en su
formación intervengan dos o más partes. Entonces, esta clasificación de unilateral o bilateral no se refiere a
la génesis, sino a los efectos del contrato, a las obligaciones que de él nacen, si sólo crea obligaciones para
una de las partes, el contrato es unilateral, si las partes se obligan recíprocamente, el contrato será bilateral.
Para evitar las ambigüedades generadas por la utilización de un mismo vocablo con distintos significados,
se suele emplear contratos sinalagmáticos o no sinalagmáticos.
Requisitos para que un contrato sea bilateral. Se deben dar dos condiciones:
OM
a) Ambas partes deben quedar obligadas;
b) Esas obligaciones deben ser recíprocas: debe mediar una relación de interdependencia en cuanto
cada obligación debe encontrar su razón de ser en la existencia de la otra; es lo que recibe el nombre
de sinalagma o de correspectividad. Sinalagma genético. Y como tal vínculo subsiste durante el
período de ejecución, se habla de sinalagma funcional, en el sentido que el cumplimiento de cada
una de las obligaciones, constituye el presupuesto lógico del cumplimiento de la otra.
.C
Alcance de la clasificación:
Dentro del derecho civil argentino, esta clasificación abarca solamente la especie de contratos denominados
DD
creditorios, esto es, los que son fuente generadora de obligaciones.
(Betti: “la bilateralidad de las obligaciones simultáneas y contrapuestas, es lo que corresponde a la figura
histórica dogmática del sinalagma). En los contratos, las obligaciones de las partes son convergentes y
escapan a los términos de esta distinción tradicional.
LA
La donación con cargo. Es fuente de obligaciones para ambas partes: el donante se obliga a cumplir con su
obligación de entregar y transferir el dominio de la cosa donada; por su parte, el donatario se obliga con el
modus, que puede consistir en el cumplimiento de una o más prestaciones a favor del donante o de un
tercero.
FI
Ahora bien, dicha carga o modo, es una obligación accesoria que se impone al adquirente de un derecho
(art. 354 CCCn). El cargo no está directamente relacionado con la obligación que asume el donante, a
manera de configurar una contrapartida de ésta. Antes bien se vincula con el derecho adquirido por el
donatario y configura un accesorio de esta adquisición, en cuanto entraña una restricción o limitación de la
ventaja que recibe el beneficiario.
Por este carácter accesorio y excepcional, el modus no reviste el rango de obligación principal, como la que
pesa para el benefactor. Ello determina que no exista entre el cargo y la obligación del donante, el nexo de
reciprocidad e interdependencia, presupuesto de la noción de contrato bilateral.
Por lo tanto, la donación con cargo es un contrato unilateral, aunque el modus impregne al contrato de un
tinte oneroso, en medida variable, según la proporción en que el valor del cargo cubra el valor de la cosa
donada (art. 1564 CCCn).
El efecto más destacable de la distinción, se vincula con la reciprocidad de las obligaciones que suponen
los contratos bilaterales. Tal nexo de interdependencia determina que, en este tipo de contratos, una de las
partes no puede exigir el cumplimiento de la obligación de la otra, si aquella a su vez, no cumple con su
compromiso. Es el instituto que se denomina suspensión de cumplimiento previsto en los arts. 1031 y 1032
CCCn.
El CCyC al tratar la imposibilidad de cumplimiento como causal de extinción de las obligaciones, en el art.
955 prescribe: “La imposibilidad sobrevenida, objetiva, absoluta y definitiva de la prestación
producida por caso fortuito o fuerza mayor, extingue la obligación, sin responsabilidad. Si la
imposibilidad sobreviene debido a causas imputables al deudor, la obligación modifica su objeto y
se convierte en la de pagar una indemnización de los daños causados”.
En tales hipótesis se quiebra de modo irreversible el nexo de interdependencia entre las frustraciones. Se
frustra la función que sirve de razón justificativa al contrato. La situación planteada se conecta con el art.
1013 al prescribir: “Necesidad. La causa debe existir en la formación del contrato y durante su
celebración y subsistir durante su ejecución. La falta de causa da lugar, según los casos, a la nulidad,
OM
adecuación o extinción del contrato.”
Los contratos son onerosos, cuando cada una de las partes se somete a un sacrificio para conseguir una
ventaja. Entre esa ventaja y ese sacrificio existe una relación de equivalencia, que es suficiente tenga un
carácter subjetivo, en cuanto cada parte, en principio, es juez de sus propias conveniencias.
.C
En cambio, el contrato es gratuito, cuando una sola de las partes efectúa el sacrificio y la otra, únicamente
es destinataria de una ventaja o atribución patrimonial, sin que a ésta le corresponda ningún equivalente o
contrapartida.
DD
En la vida de relación los contratos más comunes, con mayor frecuencia celebrados, son contratos a título
oneroso. Los prototipos de los contratos a título gratuito son la donación y el comodato, aunque también
puede revestir ese carácter, el depósito, el mandato, el mutuo, la fianza, contratos estos últimos que, según
las características, pueden ser gratuitos u onerosos.
LA
La onerosidad y los contratos de cambio. En los contratos onerosos, suele existir un nexo de
interdependencia entre las ventajas y sacrificios de las partes. Hay un intercambio recíproco de ventajas. Si
una de las partes asume un sacrificio, es a cambio de un equivalente o de una contrapartida que deben
procurarle la otra parte. Esta idea es la que nutre la definición de contrato a título onerosos y la de los
contratos gratuitos que da el art. 967 del CCCn: “Contratos a título oneroso y a título gratuito. Los
FI
contratos son a título oneroso cuando las ventajas que procuran a una de las partes les son
concedidas por una prestación que ella ha hecho o se obliga a hacer a la otra. Son a título gratuito
cuando aseguran a uno o a otro de los contratantes alguna ventaja, independiente de toda prestación a
su cargo.”
La expresión más típica de contrato oneroso es el denominado contrato de cambio, en el que media un
trueque de atribuciones patrimoniales o de prestaciones que recíprocamente se hacen las partes. A los fines
de la onerosidad, es indiferente que el beneficio dado como contraprestación del sacrificio, tenga como
beneficiario a la otra parte o, de común acuerdo entre los contratantes, deba aprovechar a un tercero, como
ocurre precisamente en los contratos a favor de terceros (art. 1027).
La onerosidad y los contratos asociativos. En estos contratos las partes unen sus prestaciones para la
consecución de un fin común. Puede tratarse de fines puramente desinteresados o altruistas (asociación),
que cabe reputar un contrato a título gratuito o bien, traducirse ese objetivo común, en ventajas pecuniarias.
Aquí el sacrificio de las prestaciones a que se comprometen las partes tiene como ventaja el derecho a
participar en el resultado final útil derivado de esa acción conjunta. El negocio, en este caso, constituye un
contrato a título oneroso.
La onerosidad inmediata y mediata. La onerosidad se puede manifestar de dos maneras. Existe una
onerosidad inmediata y directa, que es propia de ese recíproco trueque de prestaciones, nota distintiva del
En los contratos onerosos, la ventaja que obtiene cada una de las partes, proviene de la otra y configura,
desde este punto de vista, un sacrificio que incumbe a esta.
En los contratos asociativos, la onerosidad reviste una modalidad distinta. Como las prestaciones convergen,
esto es, se unen, las ventajas a que aspira cada parte, no provienen directamente de la otra y otras, sino
que tales ventajas consisten en la participación en el resultado final útil derivado de una actividad común. La
onerosidad es así, mediata.
Alcance de la clasificación. En materia de contratos, no existe acto alguno que pueda escapar, total o
parcialmente, a los términos de esta clasificación. Se habla de contratos incoloros o indiferentes, en el
sentido que pueden ser gratuitos u onerosos según las circunstancias.
OM
Resulta claro que esta clasificación entre onerosos y gratuitos admite una categoría intermedia de aquellos
contratos que participan del doble carácter, porque su reglamentación exige la concurrencia de las reglas
relativas a ambas categorías contractuales.
.C
bilaterales, se tienen en cuenta las obligaciones que generan la formación del contrato. El criterio de
distinción entre contratos onerosos y gratuitos reside en el grado de ventaja y sacrificio que el contrato
importa para las partes.
DD
La primera clasificación tiene su ámbito de aplicación en materia de contratos obligatorios, esto es, los que
engendran obligaciones. La segunda clasificación se extiende a todos los contratos.
Noción. Los contratos onerosos son aquellos en que cada una de las partes asume un sacrificio, para
conseguir una ventaja. Pues bien, cuando la entidad de la relación entre el sacrificio y la ventaja se deriva
directamente del negocio, es susceptible de ser apreciado en forma inmediata y cierta en el momento de su
celebración, el contrato, siguiendo una terminología tradicional, recibe la denominación de conmutativo.
Por el contrario, cuando esa relación entre sacrificio y ventaja, no es factible de tal apreciación, porque
FI
La subdivisión de los contratos onerosos entre contratos conmutativos y aleatorios está prevista en el art.
968 del CCyC.: “Los contratos a título oneroso son conmutativos cuando las ventajas para todos los
contratantes son ciertas. Son aleatorios, cuando las ventajas o las pérdidas, para uno de ellos o para todos,
El acontecimiento incierto. El evento es incierto, cuando no se sabe si acaecerá o bien cuando se ignora el
momento en el cual ha de verificarse.
Este acontecimiento incierto constitutivo del alea, puede tener gravitación, de distinto modo en los contratos
aleatorios:
a) A él puede subordinarse el cumplimiento de una de las prestaciones de una de las partes, estando
la otra perfectamente determinada (como ocurre en el seguro de vida o de responsabilidad civil).
b) Puede hacerse depender de su verificación, cuál será la parte que deberá cumplir la prestación y
cuál será la beneficiaria de ésta, tal como ocurre en los contratos de juego y de apuestas (1609).
c) Finalmente, puede constituir el acontecimiento incierto, el factor determinante del plazo en función
del cual debe cumplirse determinada prestación de ejecución periódica o continuada. La entidad de
ésta, dependerá, en definitiva, del mayor o del menor lapso en que sobrevenga el acontecimiento
que fatalmente debe producirse, aunque se ignora cuándo, tal cual ocurre en el contrato oneroso de
renta vitalicia (art. 1599).
El campo de la especulación en que se mueven los contratos onerosos, es un ámbito en que el alea configura
un ingrediente infaltable. Hay un riesgo económico, inherente a todo contrato oneroso, al que no pueden
sustraerse los contratos conmutativos. Pero, en sentido estricto, sólo puede hablarse de contrato aleatorio,
cuando se subordina un acontecimiento incierto, ya sea la prestación de alguno de los contratantes o la
entidad de ésta. Lo que resulta incierto son los efectos patrimoniales definitivos del negocio; las ventajas o
pérdidas que ésta directamente ha de procurar a los interesados, con total prescindencia de las posibles
oscilaciones de los valores económicos, atribuibles a causas externas.
En esta categoría contractual, el alea compromete al objeto mismo del contrato, en cuanto, por sobre un
dare o facere recíprocos, el alea presupone la asunción de riesgos contrapuestos y equivalentes. Es por ello
que el alea reviste un doble carácter: debe ser jurídico y económico al mismo tiempo. Es jurídica, porque
interfiere en el funcionamiento del sinalagma, en el mecanismo de cambio y, por lo tanto, debe afectar la
existencia o la entidad de una de las prestaciones previstas. Y es también económico, porque afecta a una
OM
prestación de un modo unilateral y desequilibrante, en cuanto la ventaja de una de las partes entraña una
correlativa pérdida de la otra.
En el alea que asumen ambas partes, en los riesgos y chances que esto conlleva, radica el factor que sirve
para contra balancear ambos extremos y fijar el equilibrio.
.C
No hay dudas que en estos contratos se da el sinalagma genético. Lo que difiere con los contratos
conmutativos es el sinalagma funcional, en cuanto una de las prestaciones previstas puede no llegar a
efectivizarse o variar en su entidad en consonancia con la verificación del acontecimiento constitutivo del
DD
alea.
La condición es una modalidad de los actos jurídicos en virtud del cual las partes subordinan a un
acontecimiento incierto y futuro, la plena eficacia o la resolución de los efectos del negocio (art. 343). Se
LA
relaciona con los efectos del negocio. En el contrato condicional la eficacia integral del negocio se hace
depender de la condición. En consecuencia, cuando esto se cumple, si la condición es resolutoria, el acto
se extingue ex tunc, esto es, deviene ineficaz retroactivamente. Si la condición es suspensiva y ello no se
da, el negocio no ha de producir efecto alguno.
FI
En los contratos aleatorios se subordina a un acontecimiento incierto, las ventajas y pérdidas que el negocio
representará, en definitiva, para las partes. Es decir que la aleatoriedad también atiende a los efectos
patrimoniales que el acto debe producir. Pero mientras la condición compromete la eficacia integral del acto,
en cuanto entraña la disyuntiva de que esta se produzca o se consolide en su plenitud, o bien que el negocio
quede desprovisto de toda consecuencia, en el negocio aleatorio, el acto ha de producir siempre efectos
La condición expone al negocio a quedar privado integralmente de efectos, de manera que se borren los
rastros de su existencia. En el contrato aleatorio la repercusión que puede tener el acontecimiento incierto
sobre los efectos, es meramente parcial. Ellos han de producirse siempre, pero con un alcance que no
resulta posible determinar en su formación, el contrato dejará inevitablemente huellas de su existencia,
aunque dependerá del alea, la impronta de ellas.
El alea debe afectar a todos los contratantes. Es inconcebible un contrato aleatorio en el cual el riesgo no
gravite igualmente sobre todos los contratantes. En el caso que así no ocurra, por vía de regla, existirá un
contrato leonino susceptible de impugnación (ejemplo: arts. 3° y 5° y cctes. de la ley 17.418).
- Los que lo son por naturaleza: son aquellos contratos típicos que revisten el carácter de
esencialmente aleatorios en la disciplina legal que los reglamenta. Ejemplos: los contratos de juego
Consecuencias de la clasificación.
Este contrato (aleatorio) puede conducir a un resultado en el que objetivamente, medie una desproporción
de prestaciones que encuentre su razón de ser, precisamente, en la alea compartida que supone chances
de ganancias o peligros de pérdida, por igual, para los contratantes.
Las figuras previstas por la ley para subsanar los desequilibrios de las prestaciones en los contratos de
cambio, tienen un margen más reducido de aplicación en el ámbito de los contratos aleatorios. El instituto
OM
de la imprevisión sólo se torna aplicable en relación a ellos: “si la prestación se torna excesivamente onerosa
por causas extrañas a su alea propia” (art. 1091). Y en la doctrina, la idea que igual temperamento
corresponde adoptar con respecto a la lesión, es predominante.
El art. 970 del CCCN distingue los contratos nominados de los innominados: “Los contratos son nominados
.C
o innominados según que la ley los regule especialmente o no..”
Resulta más apropiado la utilización de los vocablos típico y atípico. Puede decirse que los contratos atípicos
son aquellos que carecen de una concreta reglamentación legislativa, aún cuando la ley puede asignarles
DD
un nombre, para simplemente, mentarlos.
Importancia. Origen.
La importancia que reviste en materia de contratos la atipicidad, es indudable desde un punto de vista social.
Presupone la libertad contractual y la fuerza creadora que en el campo jurídico la ley reconoce a la voluntad
LA
de los particulares. Significa abrir un cauce idóneo a los fines de que la iniciativa privada pueda encontrar
instrumentos aptos para la satisfacción de los intereses recíprocos, en una realidad cambiante y en
permanente evolución.
La noción del contrato atípico sólo fue posible acuñarlo cuando se rompieron definitivamente las amarras
FI
con un formalismo primitivo y se admitió, por vía de regla, la amplia libertad de los particulares para la
creación de los moldes contractuales.
Es posible que las partes, en el ejercicio de su libertad contractual, creen figuras contractuales enteramente
nuevas, que el legislador no haya previsto, así como también pueden dar vida a contratos que entrañen una
mezcla de elementos propios de los tipos legislados; en esos supuestos los contratos atípicos resultan de la
combinación de dos o más tipos contractuales o bien del esquema de un tipo previo al cual se le aportan
sustanciales modificaciones.
Por otro lado, las partes también pueden prever cláusulas que signifiquen modificar los efectos normales de
los tipos legislados y aún introducirle variantes al régimen de prestaciones que ellos suponen. Entonces, en
cada caso particular, habrá de decidirse si se produce un desborde del tipo contractual o bien, si la
modificación no altera sustancialmente la función que es propia del contrato típico, ni produce una desviación
esencial de los efectos que cabe atribuirle.
Tipicidad social.
Un hecho que contribuye a identificar los contratos atípicos es la denominada tipicidad social, que se
contrapone a la tipicidad legislativa. Se habla de tipicidad social para hacer referencia a aquellos contratos
que, si bien no tienen una disciplina normativa establecida en la ley, poseen una manifestación frecuente en
Existe consenso en distinguir los contratos atípicos, entre aquellos que tienen un contenido extraño a los
tipos reglamentados (contratos atípicos puros), de los que se integran por elementos que pertenecen a tipos
previstos, en diferentes combinaciones. Estos últimos se denominan contratos mixtos, son los de mayor
importancia y más frecuentes.
No hay dudas que a estos negocios le son aplicables las normas generales en materia contractual, como
corresponde a la naturaleza de los contratos que ellos revisten.
OM
La autodisciplina que las partes se hayan dado, constituirá, en principio, la reglamentación a que deberá
someterse el contrato.
La cuestión se plantea en defecto de una manifestación expresa de las partes, y consiste en precisar cuál
es la disciplina específica que deberá aplicarse para integrar y aclarar el régimen del contrato innominado.
.C
Cuando se trata de contratos atípicos puros, esto es, aquellos con un contenido extraño a los tipos
reglamentados, se coincide en que deben resolverse los problemas que se plantean, por vía del
procedimiento de la analogía.
DD
El tema se ha debatido principalmente, con respecto a los contratos atípicos mixtos. En relación con estos,
disputan la primacía en la doctrina, la tesis de la absorción, de la combinación o de la analogía.
Teoría de la absorción. Según ella, debe buscarse en cada contrato innominado, el elemento preponderante
al de un contrato típico, para, en definitiva, aplicar prevalentemente, el régimen de éste al contrato
LA
innominado.
Críticas a esta posición: no siempre es posible distinguir en un contrato atípico, cuál de las prestaciones
tienen carácter principal o preponderante, en modo tal que las restantes tengan un carácter secundario y
puedan ser absorbidas por la regulación de la primera. Asimismo, la idea de prevalencia significa relegar a
un cono de sombras aquellos elementos que se estiman secundarios, con el riesgo que no lo sean y que se
FI
Objeción a esta posición: los contratos no constituyen una mera yuxtaposición o simple suma de elementos
que puedan ser aisladamente considerados. La disciplina del contrato debe concernir al negocio todo entero
y desde esa perspectiva conformarse su régimen.
Este procedimiento sólo puede constituir un punto de partida, porque siempre queda en pie la cuestión de
seleccionar las normas análogas que deben aplicarse.
Por lo tanto, no es posible enunciar a priori, ningún criterio rígido y unitario ya que el contrato es un
instrumento al servicio de la realización de los fines prácticos que se proponen las partes. Deben tomarse
en consideración esos resultados perseguidos y a función concreta que tiene el negocio, para construir el
régimen del contrato atípico.
En resumen: para la construcción e integración del régimen jurídico de un contrato atípico, además de la
regulación que se den las partes en el contrato y de las normas y principios generales en materia contractual,
deben aplicarse, por vía analógica, las normas más adecuadas de un tipo reglamentado, atendiendo a las
circunstancias del caso concreto y a la cuestión específicamente planteada; todo ello en función del propósito
práctico y de los intereses perseguidos por las partes en el negocio. Cuando se trata de contratos con
tipicidad social, pueden revestir trascendencia los usos y costumbres a los fines de la interpretación e
integración del negocio.
El CCyCN: en el art. 970 establece un orden de prelación: “Los contratos son nominados e innominados
según que la ley los regule especialmente o no. Los contratos innominados están regidos, en el siguiente
orden, por:
OM
a) la voluntad de las partes;
b) las normas generales sobre contratos y obligaciones;
c) los usos y prácticas del lugar de celebración;
d) las disposiciones correspondientes a los contratos nominados afines que son compatibles y se
adecuan a su finalidad.
Contratos conexos.
.C
Noción. Estos contratos mixtos deben ser distinguidos de las hipótesis en que existen dos o más contratos
distintos que guardan entre sí una relación de conexidad objetiva. Se trata este último del supuesto que se
denomina unión de contratos, contratos coligados o contratos conexos. El CCyC en el art. 1073 brinda la
DD
siguiente noción de conexidad: “Hay conexidad cuando dos o más contratos autónomos se hallan vinculados
entre sí por una finalidad económica común previamente establecida, de modo que uno de ellos ha sido
determinante del otro para el logro del resultado perseguido. Esta finalidad puede ser establecida por la ley,
expresamente pactada, o derivada de la interpretación, conforme con lo que se dispone en el artículo 1074.”
Se trata pues, de dos o más contratos que tienen una función autónoma, pero que tienden a la realización
LA
de una operación económica global, unitaria y compleja. Suponen intereses económicos entrelazados, pero,
además, la conexión reviste un carácter jurídico, en cuanto presupone que un contrato depende de otro y
que el tratamiento jurídico de uno está influido por la existencia y vicisitudes de otro.
La conexión de contratos puede ser genética o funcional. La primera entraña que un contrato ejerce una
influencia en la formación de otro, como la vinculación que existe entre el contrato preliminar y el definitivo
o la que media entre el contrato de opción y el contrato a cuya formación tiende.
La conexión funcional puede ser a su vez, unilateral o bilateral: la primera se da cuando existe un contrato
accesorio o auxiliar, que está subordinado o es dependiente de otro principal. Por ese nexo, las vicisitudes
que afecten al contrato principal (nulidad, ineficacia, resolución) repercuten, en principio, en el accesorio
(ejemplo: contrato de garantía -fianza o hipoteca- con respecto al contrato principal).
En el bilateral, existe un nexo recíproco de interdependencia entre los contratos y, por lo tanto, las vicisitudes
que afecten a uno de ellos, por vía de regla, gravitan y se extienden al otro (ejemplo: contratos de
compraventa de un determinado bien vinculado a un contrato de préstamo).
Como se desprende del art.1073, la conexión puede ser necesaria y típica cuando está establecida por la
ley. Pero también, puede ser voluntaria, cuando dos contratos que abstractamente pueden ser concebidos
como independientes, han sido concretamente programados por las partes como elementos de una misma
operación.
La conexión que no reviste carácter expreso o declarado es la que presenta mayores problemas. En estos
casos es necesario esclarecer, según las circunstancias que rodean la negociación, si dos o más contratos
son conexos y, por lo tanto, están teleológica y funcionalmente vinculados.
La conexión entre los contratos coligados es de índole fundamentalmente jurídica. La mera vinculación
económica es insuficiente, si no se traduce en los efectos jurídicos.
Asimismo, la conexión puede vincular contratos celebrados entre las mismas partes o bien contratos
concluidos entre partes diferentes.
OM
Efectos.
Un primer problema que se plantea es el de la propagación de la ineficacia, esto es, cuando las vicisitudes
extintivas de un contrato afectan al otro u otros vinculados por la coligación. La respuesta a este problema
exige distinguir dos hipótesis de conexión. En los casos de conexión unilateral, cuando un contrato depende
de otro, la ineficacia del contrato principal provoca la ineficacia del accesorio y no a la inversa. Cuando la
vinculación no presupone esta relación de dependencia, puede ser un criterio útil para dar solución a esta
.C
posibilidad de contagio, el impacto que es dable asignarle a la extinción de uno de los contratos conexos
con respecto a la frustración de la finalidad común.
DD
La interpretación.
El CCyC en el art. 1074 prescribe: “Los contratos conexos deben ser interpretados los unos por medio de
los otros, atribuyéndoles el sentido apropiado que surge del grupo de contratos, su función económica y el
resultado perseguido.”
LA
Admitida la conexidad, ella contribuye a aclarar o integrar la verdadera función que cumple cada uno de los
contratos conexos, teniendo en cuenta la mencionada relación de interdependencia en que se encuentran
los negocios vinculados para la consecución al resultado final perseguido, que constituye el fundamento de
la coligación.
El CCyC en cuanto a los efectos de los contratos conexos, se ha limitado a prever lo concerniente a la
excepción de incumplimiento. El art. 1075 prescribe: “Según las circunstancias, probada la conexidad, un
contratante puede oponer las excepciones de incumplimiento total, parcial o defectuoso, aún frente a la
inejecución de obligaciones ajenas a su contrato. Atendiendo al principio de la conservación, la misma regla
se aplica cuando la extinción de uno de los contratos produce la frustración de la finalidad económica
común.”
El art. 1075 del CCCN admite, pues, que la excepción de incumplimiento pueda ser oponible por uno de los
contratantes, aún cuando se trate de obligaciones ajenas a uno de los contratos coligados. Empero aclara
el precepto, que ello puede ocurrir “según las circunstancias”, lo que significa una limitación que relativiza la
regla. será menester un análisis de dichas circunstancias que rodean un caso concreto de conexión
voluntaria, el que permitirá concluir si resulta o no procedente la oponibilidad de la excepción. Será más
frecuente la posibilidad de valerse de ella, cuando se trate de contratos conexos celebrados entre las mismas
partes. El criterio orientador para admitir o no la procedencia de la excepción, radica en encontrar la
existencia de un nexo sinalagmático que vincule a las obligaciones comprometidas.
La excepción de incumplimiento frente a la extinción de uno de los contratos conexos. Se trata de las
hipótesis en que la extinción de uno de los contratos ocasione la frustración de la finalidad común. Ese hecho
autoriza a la parte de uno de los contratos conexos, a oponer la excepción de incumplimiento si se le exige
el cumplimiento de la obligación del contrato coligado del que es parte. Tal excepción es un remedio dilatorio
Dicha distinción dependerá del caso concreto: habrá que determinar cuando los elementos que pertenecen
a varios tipos de contratos nominados pierden su individualidad para constituir un complejo contractual único
o cuando la conservan para dar lugar a la existencia de dos o más contratos coligados.
La indisoluble unidad del propósito negocial perseguido por las partes, puede servir de guía para esta
apreciación. También puede serlo el análisis del régimen jurídico que resulte más conveniente a la situación
creada: en el contrato mixto, las normas correspondientes a cada uno de los tipos contractuales combinados,
sólo son aplicables por vía analógica, en cuanto es necesario armonizarlas y adaptarlas a ese intento
práctico unitario perseguido por el contrato. En los contratos coligados, por el contrario, se impone el
tratamiento jurídico autónomo en cuanto cada contrato conserva su individualidad, por lo que deben
OM
aplicárseles, en principio, las normas que sean propias a cada uno de ellos, sin perjuicio de las
consecuencias derivadas de la finalidad que los vincula.
Cabe entender por forma, el modo como la voluntad se manifiesta, esto es, como el negocio se presenta
frente a los demás en la vida de relación. Desde este punto de vista, no existe ningún acto jurídico que pueda
.C
prescindir de la forma. La voluntad solo puede tener valor en cuanto se manifiesta, esto es, cuando se
traduce al mundo exterior. La forma es el modo de ser de esa manifestación.
En esta perspectiva, la forma constituye un elemento esencial del acto jurídico, en cuanto no cabe hablar de
DD
acto voluntario si no existe una exteriorización de la voluntad a través de algún medio por el cual se torne
cognoscible a los demás.
Concepto más restricto --- forma legal o impuesta: conjunto de solemnidades impuestas por la ley que deben
LA
observarse al tiempo de la celebración de un negocio jurídico. Se le suman a este supuesto, las hipótesis
en que por común acuerdo de partes, se conviene la exigencia de determinadas formalidades, ya sea para
los contratos que legalmente están libres de ellas o para aumentar o reforzar los requisitos de forma exigidos
por la ley. Son los casos de solemnidad voluntaria.
FI
Los primeros son aquellos que, ya sea en virtud de la ley o de una convención de partes, requieren una
determinada forma en su celebración. Los segundos, no tienen exigencia a este respecto. El CCyC en
relación con los contratos a los cuales la ley les impone una determinada forma, establece en el art.969 la
siguiente distinción: si dicha forma está impuesta para su validez, los contratos son nulos si la solemnidad
no ha sido satisfecha. Diversamente, cuando la forma requerida para los contratos, lo es solo para que estos
produzcan sus efectos propios, sin sanción de nulidad, no quedan concluidos como tales mientras no se ha
otorgado el instrumento previsto, pero valen como contratos en los que las partes se obligaron a cumplir con
la expresada formalidad.
Clasificación de los contratos formales. Pueden ser distinguidos en dos clases, sobre la base de las
consecuencias que traiga aparejado el incumplimiento del requisito formal:
a) en una primera especie, el incumplimiento de la forma destituye y priva de todo efecto jurídico a lo
hecho en transgresión de la prescripción formal. Son los contratos formales de solemnidad absoluta,
como la donación de cosas inmuebles, de cosas muebles registrales y de prestaciones periódicas o
vitalicias (1552 CCCN). Lo que permite identificarlos es que la forma es requerida por la ley para
estos contratos con sanción de nulidad.
b) En la segunda especie, la ley reconoce particulares efectos a lo hecho en inobservancia de la forma.
No se trata de los efectos propios del negocio formal, puesto que éste no se reputa concluido mientras
no se cumpla con la forma, y “no se haya otorgado el instrumento previsto”. Son los efectos diferentes
Contratos que no tienen una forma impuesta. Dispone el último párrafo del art. 969: “…Cuando la ley o las
partes no imponen una forma determinada, ésta debe constituir sólo un medio de prueba de la celebración
del contrato”.
Si se coordina esta parte del precepto con lo dispuesto en los arts. 284 y 1015, es más acertado señalar que
si la ley designa una forma determinada para la exteriorización de la voluntad, rige el principio de libertad
formal, y las partes pueden utilizar la forma que estimen conveniente.
OM
El criterio de esta distinción radica en la existencia o no de un plazo inicial para la ejecución de cualquiera
de sus prestaciones.
Los contratos de ejecución inmediata, son aquellos en que no existe tal plazo y, por lo tanto, la ejecución de
sus correspondientes prestaciones debe realizarse o comenzar el cumplimiento, en el momento mismo de
su celebración, sin solución de continuidad. En los contratos de ejecución diferida existe dicho plazo inicial
y, por lo tanto, hay un espacio de tiempo entre su celebración y la ejecución o el comienzo del cumplimiento
.C
de cualquiera de sus prestaciones.
Los contratos de ejecución continuada o periódica, o de duración, por el contrario, son aquellos que tienen
por contenido una prestación o prestaciones cuya ejecución necesita prolongarse en el tiempo. Ello ocurre
LA
a) Cuando la ejecución de una prestación debe continuarse en el tiempo, sin interrupción (contrato de
locación, de comodato, el depósito, el suministro de energía, el leasing).
b) Cuando varias prestaciones deben repetirse en el tiempo en épocas determinadas o en intervalos
FI
En estos contratos, el tiempo no importa una mera modalidad de ejecución, sino que es una condición para
que el contrato produzca los efectos queridos por las partes. Las prestaciones se miden en función del
tiempo y este elemento es indispensable para que sea dable satisfacer el interés continuado o durable que
el contrato presupone.
CONTRATOS DE CONSUMO.
La naturaleza supra individual de los intereses del consumidor, entraña el reconocimiento de tales intereses
como derechos de incidencia colectiva. Atendiendo a dicho carácter, la ley consagra el derecho de
organizarse que se les reconoce a los consumidores y de constituir asociaciones, para actuar procesalmente
en defensa de los intereses de los consumidores y usuarios.
OM
concretas. Despertó primordialmente la atención del legislador, en la década del 60 del siglo pasado. Se
extendió a Europa continental a fines de dicha década y particularmente en las décadas 70 y 80 del siglo
XX.
Uno de los rasgos del derecho del consumidor es una interdisciplinariedad en cuanto aglutina normas que
.C
pertenecen a diversas disciplinas jurídicas del derecho privado y público, ya se trate del derecho civil o
mercantil, como derecho procesal administrativo, etc. El nexo de vinculación de estas normas no reside en
la naturaleza de los preceptos, sino tiene un sentido funcional, derivado de la finalidad tuitiva que los inspira.
DD
Hasta 1993, el estatuto del consumidor tenía en nuestro país algunas manifestaciones que resultaban
insuficientes para brindar la protección perseguida. En la procura de ese objetivo cuadra distinguir 5 etapas.
# La ley 24.240. Dictada por el Congreso Nacional el 22/09/1993, promulgada parcialmente el 13/10 y
publicada el 15/10. Con esta ley se comienza a vertebrar un sistema razonable de protección al consumidor,
fundada en los principios básicos admitidos en lo material.
LA
Enunciaba en su art. 1°: “Objeto. Consumidor. Equiparación. La presente ley tiene por objeto la defensa del
consumidor o usuario. Se considera consumidor a la persona física o jurídica que adquiere o utiliza, en forma
gratuita u onerosa, bienes o servicios como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o
social. Queda equiparado al consumidor quien, sin ser parte de una relación de consumo como
FI
consecuencia o en ocasión de ella, adquiere o utiliza bienes o servicios, en forma gratuita u onerosa, como
destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social.”
Como toda regulación de esta índole de carácter tuitivo, tiene los atributos de la imperatividad y es reputada
de orden público (ar. 65). “La presente ley es de orden público, rige en todo el territorio nacional y entrará
en vigencia a partir de la fecha de su publicación en el Boletín Oficial. El Poder Ejecutivo debe reglamentar
la presente ley dentro de los ciento veinte (120) días a partir de su publicación.”
# La reforma de la CN de 1994. Segunda etapa. En esta reforma, a la tutela de los derechos civiles y políticos,
cuyo valor guía es la libertad (derechos de primera generación) y a la protección de los derechos sociales
que conforman el constitucionalismo social y cuyo valor guía es la igualdad (derechos de segunda
generación), se sumó la tutela de los derechos denominados de tercera generación, que constituyen una
respuesta de la sociedad y del orden jurídico a los problemas ocasionados por la revolución industrial y el
avance de la tecnología. Se trata, entre los principales objetivos, de impedir que se degrade la calidad de
vida y el medio ambiente; de poner a resguardo a la privacidad contra las agresiones de la tecnología y de
garantizar el correcto desenvolvimiento de la competencia y del consumo. Estos derechos de tercera
El art. 42 CN impone un mandato a los poderes públicos, para que dicten una legislación destinada a la
defensa de los consumidores y usuarios.
El texto del art. 42 de la CN cuyo núcleo tiene por fuente el art. 51 de la constitución española, estatuye:
“Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la
protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad
de elección, y a condiciones de trato equitativo y digno. Las autoridades proveerán a la protección de esos
derechos, a la educación para el consumo, a la defensa de la competencia contra toda forma de distorsión
de los mercados, al control de los monopolios naturales y legales, al de la calidad y eficiencia de los servicios
públicos, y a la constitución de asociaciones de consumidores y de usuarios. La legislación establecerá
procedimientos eficaces para la prevención y solución de conflictos, y los marcos regulatorios de los servicios
OM
públicos de competencia nacional, previendo la necesaria participación de las asociaciones de
consumidores y usuarios y de las provincias interesadas, en los organismos de control.”
# La ley 24.999. sancionada el 1° de julio de 1998, abre una tercera etapa, restituyéndole a la ley 24.240 lo
que le había quitado el veto, específicamente la garantía del art. 11 y la responsabilidad del art. 40.
# La ley 26.361. Una cuarta etapa está representada por la sanción de esta ley, que ha introducido
.C
importantes modificaciones al régimen legal. se le critica imprecisiones que atentan contra la seguridad
jurídica, que se perdió la oportunidad de incluir modificaciones en puntos básicos y la sobreprotección al
consumidor que estimuló su sanción.
DD
# La ley 26.994. Con esta ley se aprueba el CCyC, que en el Título III del Libro Tercero, desde el art. 1092
al 1116, trata los contratos de consumo.
Fundamentos del Anteproyecto: los contratos de consumo constituyen una fragmentación del tipo general
de contratos que influyen sobre los tipos especiales.
LA
Se incluyeron en el Código tan solo principios generales que actúan como una protección mínima del
consumidor, que operan como un núcleo duro de tutela.
Una columna vertebral del derecho de los consumidores, la constituyen los contratos de consumo. La idea
primaria y más elemental a la que asocia toda esta regulación tuitiva, se vincula con la necesidad de proteger
a quienes celebran contratos en calidad de destinatarios finales de los bienes y servicios que se intercambian
en las operaciones económicas concretadas en el mercado. Si bien no cabe identificar al consumidor con el
contratante, el contrato es la vía usual para devenir consumidor. Frecuentemente los consumidores son tales
porque contratan generando relaciones de consumo que los vinculan con empresas, profesionales o
proveedores. Los contratos de consumo son contratos que presentan los requisitos y caracteres que
identifican a estos actos jurídicos. La especialidad que los distingue atiende a sus partícipes: estos contratos
de consumo entrañan una relación entre un consumidor y un profesional o proveedor.
Según la ley 24.240 son consumidores o usuarios las personas físicas o jurídicas que contratan a título
oneroso para su consumo final o beneficio de su grupo social o familiar.
Se adoptaba un criterio de linaje económico que se sigue manteniendo. Consumidor es el destinatario final
de bienes y servicios; es quien se sitúa en el momento final de un circuito económico para aprovecharse de
los bienes y servicios que se producen, distribuyen y comercializan en el mercado, a fin de atender
necesidades propias de su grupo social o familiar y no para el desenvolvimiento de otra actividad negocial
ni para volver a introducirlos en el mercado.
La ley 24.240 prescribía que los contratos onerosos que celebraba el consumidor podía tener como objeto:
a) la adquisición o locación de cosas muebles; b) la prestación de servicios; c) la adquisición de inmuebles
nuevos destinados a vivienda, incluso los lotes de terrenos adquiridos con el mismo fin, cuando la oferta sea
pública y dirigida a personas determinadas. El decreto reglamentario 1798/94 en su art. 1° a), extiende la
calificación de consumidor a: “quienes, en función de una eventual contratación a título oneroso, reciben a
título gratuito cosas o servicios (por ej. Muestras gratis)”.
Tiene predominio el criterio que el concepto de consumidor, la noción concreta de él, no puede ser unívoca,
sino que debe construirse según la norma legal que le brinde protección. La ley, al reglamentar la tutela al
OM
consumidor, es dable que extienda la protección a personas que no son consumidores strictu sensu sino
terceros equiparados a los consumidores.
Esta noción de consumidor de la ley 24240 fundada de modo general en un contrato, fue tildada de
insuficiente por parte de la doctrina y se propició su sustitución por la de relación de consumo, empleada por
el art. 42 de la CN, que enuncia derechos de consumidores y usuarios “en la relación de consumo”. Algunos
entienden que la CN traduciría un concepto más amplio que sobrepasaría el contrato, ya que entendería
.C
que tal relación no sólo podía derivarse de un contrato, sino también de un acto unilateral, de un simple
hecho jurídico, o actos unilaterales o bilaterales.
La ley 26.994 y el CCyCN. En el art. 1092 contiene la siguiente definición de la relación de consumo y del
DD
consumidor: “Relación de consumo. Consumidor. Relación de consumo es el vínculo jurídico entre un
proveedor y un consumidor.”
La relación de consumo, como toda relación, es bipolar, y aparece vinculada en ella el consumidor con un
proveedor. Según la fórmula legal, consumidor es el que adquiere, como destinatario final, bienes y servicios,
obviamente, en calidad de contraparte de actos de atribución que realiza un proveedor. Agrega el precepto
LA
La ley comienza caracterizando a la relación de consumo strictu sensu, en sentido propio, la que desde un
punto de vista genérico es dable reputar originaria, identificándola con los contratos que celebran los
consumidores en el mercado. El significado normal que cabe asignarle a la relación de consumo es, pues,
FI
que configura el vínculo que se genera entre quienes operan en el mercado, ya sea produciendo,
distribuyendo o comercializando bienes o servicios, por un lado, y quienes los adquieren o utilizan como
destinatarios finales por el otro, mediante la celebración de contratos onerosos o gratuitos.
Consumidor es, en esta primera acepción, quien contrata para adquirir, ya sea la titularidad de bienes, su
disfrute o utilización o la prestación de servicios, a los fines de atender necesidades propias de su grupo
familiar o social, más no para el desenvolvimiento de una actividad negocial o con el fin de introducirlos en
el mercado.
Este criterio que tiene en cuenta el destino final de los bienes y servicios que se adquieren o utilizan tuvo
como corolario un precepto aclarativo que fue reproducido primitivamente en el párrafo 2° del art. 2° de la
Ley 24.240 el que disponía: “No tendrán el carácter de consumidores o usuarios quienes adquieran,
almacenan o utilicen o consuman bienes o servicios para integrarlos en procesos de producción,
transformación, comercialización o prestaciones de terceros”.
El dato determinante de la exclusión de esos procesos de la noción de consumidor, estriba en que los
mismos se llevan a cabo para incorporar bienes y servicios en el mercado. Se trata de un cometido de índole
empresarial o de intermediación, que debe seguir la suerte del destino al que está predispuesto y con el cual
está entrelazado de manera indisoluble.
Sin perjuicio de que la ley 26.361 ha omitido reiterar la exclusión que contenía el párrafo 2° del art. 2° de la
ley 24.240 (respecto de que no tienen el carácter de consumidores o usuarios, quienes adquieran,
almacenen, utilicen o consuman bienes o servicios para integrarlos en procesos de producción,
transformación, comercialización, prestación a terceros) no impide que se considere subsistente, en cuanto
cabe reputarla un simple corolario de que el núcleo de la noción de consumidor reside en su carácter de
destinatario final de los bienes y servicios.
OM
Las personas jurídicas como consumidores. ¿Cuándo una persona jurídica puede revestir la condición de
consumidor? Para ello debe reunir los mismos requisitos exigidos al consumidor persona física. La
dilucidación del interrogante, torna necesario distinguir si la persona jurídica tiene o no fines de lucro. En el
supuesto de que no los tenga, será factible atribuirle la condición de consumidor, en lo atinente a aquellas
adquisiciones de bienes o servicios que realicen para el logro de su cometido o para transmitirlos a título
gratuito, en el ámbito de su desenvolvimiento, a semejanza de lo que acaece dentro del ámbito familiar o
doméstico.
.C
Esto sucederá con respecto a las asociaciones o fundaciones que adquieran bienes o servicios para cumplir
su actividad o para transmitirlos a título gratuito a las personas con ellas vinculadas, o con las adquisiciones
de bienes o servicios que efectúa un consorcio de propiedad horizontal, para la satisfacción de las
DD
necesidades del grupo de consorcistas.
Ahora bien, cuando las personas jurídicas persiguen fines de lucro y su objeto entraña la producción o
intercambio de bienes o servicios ya será difícil y excepcional, admitir que esta persona puede revestir el
carácter de consumidor, porque todos los actos que normalmente realiza, están vinculados con la actividad
de producción o intercambio, o bien con una tarea profesional, que constituye la razón de ser del ente.
LA
Destinatario final sería el consumidor de hecho, el que utiliza o adquiere bienes o servicios en provecho
propio, retirándolos del mercado, sin importar que sean personas físicas o jurídicas.
Temperamento flexible. Es atinado propiciar un temperamento flexible admitiendo que puedan excluirse de
la regla mencionada, los contratos que tengan una relación meramente indirecta y accidental con el objeto
social, aún cuando se trata de empresas que persiguen fines de lucro, siempre que según las circunstancias
del caso quepa concluir, que se da una situación de vulnerabilidad que requiera esa tutela específica que la
El proveedor. En la relación que genera un contrato de consumo, bipolar, una de las partes se exige sea un
consumidor y la otra parte, un proveedor o profesional.
La ley de defensa del consumidor define en el art. 2°: “Proveedor. Es la persona física o jurídica de naturaleza
pública o privada, que desarrolla de manera profesional, aun ocasionalmente, actividades de producción,
montaje, creación, construcción, transformación, importación, concesión de marca, distribución y
comercialización de bienes y servicios”.
La nota distintiva de la noción de proveedor es la profesionalidad. La actividad que lleva a cabo el proveedor
es de tipo empresarial.
Lo que no puede faltar nunca es el ordenamiento y organización de la actividad, la que de algún modo debe
estar predispuesta para actuar en el mercado mediante la producción o cambio de bienes y servicios, por
parte del proveedor ocasional, aunque no asuma los caracteres de continuidad y permanencia y sea
meramente transitoria o pasajera.
No obstante, sustrae de la excepción y somete a la vigencia legal, lo relativo a la publicidad que se haga del
ofrecimiento de estos servicios profesionales. Con respecto a ella será aplicable el art. 8° de la ley y toda
norma de protección del consumidor destinada a reglar la trascendencia jurídica que el derecho le asigna a
este fenómeno publicitario de índole social.
Los contratos celebrados entre consumidores. No será de consumo. Otorgarle amparo unilateral a quien se
OM
encuentra en una situación de paridad puede ser fuente de un injustificado e inadmisible desequilibrio.
En efecto, el art. 11 establece una garantía en la comercialización de cosas muebles no consumibles. Son
solidariamente responsables de su otorgamiento y cumplimiento los productores, importadores,
distribuidores y vendedores de tales cosas (art. 13). A su vez, los beneficiarios de dicha garantía son “el
consumidor y los sucesivos adquirentes” (art. 11). Se da por descontado que sucesivos adquirentes son
aquellos consumidores que adquieran las cosas garantizadas del consumidor originario. Si el consumidor
.C
originario cuando transmite el dominio de las cosas adquiridas a sucesivos consumidores, celebra un
contrato y se convirtiera en proveedor, deberá sumarse al elenco de quienes responden solidariamente por
la garantía. Ello no se desprende del texto legal pues, según su tenor, tanto al consumidor originario como
a los sucesivos adquirentes, se los considera beneficiarios de la garantía.
DD
Objetos de los contratos de consumo. Originariamente la ley 24240 prescribía que los contratos de consumo
debían tener el siguiente objeto:
c) La adquisición de inmuebles nuevos destinados a vivienda, incluso los lotes de terrenos adquiridos
con el mismo fin, cuando la oferta sea pública y dirigida a persona indeterminada.
En la nueva formulación del art. 1° se comprenden las cosas inmuebles dentro de la referencia genérica a
los bienes, siempre que el enajenante o transmitente sea un proveedor y el adquirente sea el destinatario
FI
También ha quedado sin efecto la limitación preexistente relacionada con que la oferta tenga que ser pública
y dirigida a persona indeterminada o que deba tratarse de inmuebles nuevos.
Cosas usadas. El art. 9 que sigue subsistente prevé: “Cosas Deficientes Usadas o Reconstituidas. Cuando
se ofrezcan en forma pública a consumidores potenciales indeterminados cosas que presenten alguna
deficiencia, que sean usadas o reconstituidas debe indicarse las circunstancia en forma precisa y notoria.”
La prestación de servicios. Objeto del contrato de consumo puede ser la prestación de servicios.
El significado amplio que se le atribuye a la expresión servicios en las leyes de tutela del consumidor, abarca
cualquier actividad prestada en el mercado de consumo, mediante remuneración, inclusive la de naturaleza
bancaria, financiera, de crédito, o de aseguramiento, salvo las derivadas de relaciones de carácter laboral.
Contratos a título gratuito. El art. 1° del Dec. Reglamentario 1798/94 le agregó al art. 1° de la ley 2424 que
serán considerados consumidores o usuarios quienes, en función de una eventual contratación a título
Consumidores equiparados e indirectos. El art. 1092 del CCCN, así como el art. 1° de la Ley de Defensa del
Consumidor, en su párr. 2°, siguiendo los lineamientos de la ley 26.362 prescribe: “Queda equiparado al
consumidor quien, sin ser parte de una relación de consumo como consecuencia o en ocasión de ella,
adquiere o utiliza bienes o servicios, en forma gratuita u onerosa, como destinatario final, en beneficio propio
o de su grupo familiar o social.”
Son aquellos que, aún cuando no hayan contratado con el proveedor, estén legitimados por la ley para
invocar la tutela que ella brinda. Se propone, como aceptables hipótesis de ejemplo, los contratos a favor de
terceros, tal cual sucede con el beneficiario de un seguro de vida, o el conductor autorizado en un seguro
de responsabilidad civil.
Funcionará la protección de la ley, cuando estas personas que participan en la utilización de bienes y
OM
servicios adquiridos por el consumidor sufran un perjuicio.
El art. 40, de manera limitativa, enuncia al consumidor como titular del derecho a reclamar la reparación del
daño sufrido en el supuesto de responsabilidad que prevé.
.C
En el derecho comparado, la solución legitima a todos los damnificados por el evento dañoso para que
puedan reclamar la indemnización de los sujetos pasivos que responden solidariamente.
Consumidor expuesto.
LA
El CCyC, de modo coincidente con la legislación brasileña circunscribe la equiparación con las prácticas
abusivas. El art. 1096 establece que las normas de la sección concerniente a las prácticas abusivas “… son
aplicables a todas las personas expuestas a las prácticas comerciales, determinables o no, sean
consumidores o sujetos equiparados conforme a lo dispuesto en el art. 1092”.
FI
Los contratos de consumo son contratos que tienen todos los elementos esenciales propios de tal categoría
de acto jurídico: pluralidad de partes, consentimiento y la regulación de una relación jurídica patrimonial que
vincula los intereses de las partes. También deben reunir los requisitos de la figura concernientes a la
capacidad de los sujetos, a la ausencia de vicios del consentimiento, a la idoneidad del objeto, a la relación
entre los sujetos y el objeto, esto es, la legitimación.
Si bien los contratos de consumo son contratos, no constituyen un tipo contractual. Los contractuales, sean
entre otros, la compraventa, la permuta, el arrendamiento, la locación de obra, la locación de servicios,
preexisten a los contratos de consumo y se mantienen aún cuando revistan esta última condición. La
especialidad de los contratos de consumo es funcional o circunstancial en cuanto se deriva que la relación
que se disciplina se traba entre un proveedor y un consumidor.
Su especial regulación estriba en que se persigue tutelar la situación de uno de los sujetos en cuanto parte
débil o vulnerable en dicha relación.
En caso de duda sobre la interpretación, prevalecerá la más favorable al consumidor (párr. 2do. In fine art.
3° ley 24.240 y 1095 CCyC).
Antecedentes históricos.
Ley 24240 sancionada el 22/9/1993, modificada por leyes 24.999, 26361 y 27250.
Nuevo CCyC. Arts. 1092 a 1122. Se buscará realzar el carácter tuitivo de la normativa incluyendo un núcleo
duro de normas re jerarquizando la ley complementaria 24240. Se repiten conceptos, pero se cambia su
status jurídico.
OM
- Oneroso o gratuito
- Tipificado
- Formal o no formal
- Conmutativo o aleatorio
- De ejecución continuada o instantánea.
.C
Se suman: trato digno (art. 1097)
Deber de información (art.1100). certeza y detalle de lo que el proveedor ofrece, en qué condiciones y todo
otro aspecto trascendente para la contratación.
LA
Gratuita.
La publicidad (art. 1101). No puede ser falsa, inexacta o capciosa, no puede alentar comportamientos
nocivos para el consumidor, que por acción judicial cese la publicidad ilícita, y la rectificación.
Derechos de revocación:
- Irrenunciable
- 10 días desde la celebración del contrato (al margen de la entrega)
- Orden público
- Debe indicarse destacadamente, junto con la firma
- Efectos: restitución recíproca
- No genera gasto al consumidor.
Cláusulas abusivas (1117 y sgtes.). Es la cláusula que desequilibra la ecuación jurídica económica del
contrato, en perjuicio del consumidor.
Se tienen por no escritas. El juez debe integrar el contrato de ser necesario (988).
Ley 24240. Arts. 1, 2 y 3: definición de la relación de consumo, del consumidor y del proveedor.
Unidad 3
OM
2. Etapa precontractual. a) Oferta. Concepto. Naturaleza y requisitos. Retractación y caducidad. Oferta
irrevocable. b) Aceptación. Concepto. Naturaleza y requisitos. Modificación de la oferta.
3. Perfeccionamiento del contrato. El contrato entre presentes y entre ausentes. El régimen legal
nacional e internacional.
4. Problemática moderna en la formación del consentimiento. Las nuevas modalidades de contratación.
Contratos por adhesión. Contratos a domicilio y ventas a distancia.
5. Contratos previos. Preparatorios. Preliminares. Opción. Prelación. Normativo.
6. Responsabilidad en el período de formación del contrato. Tratativas contractuales. Los deberes de
.C
conducta emergentes del principio de buena fe. Supuestos de nulidad. Daño resarcible.
EL CONSENTIMIENTO.
DD
Coincidencia e intercambio de manifestaciones de voluntad.
Sin embargo, este vocablo fue utilizado también para designar individualmente a cada una de las
manifestaciones unilaterales cuya coincidencia da lugar al acuerdo. A ese acuerdo puede arribarse por
diversos procedimientos. El modelo genérico que sirve de punto de partida es el de la oferta-aceptación.
Supone una secuencia en que una de las partes asume la iniciativa y emite una declaración dirigida a la
otra, proponiendo la celebración del contrato, y esta última, a su vez, formula otra declaración, aceptando la
FI
primera.
Las referidas manifestaciones al par de ser coincidentes, constituyen un vehículo para exteriorizar la
voluntad: de ahí la idea que el consentimiento como se desprende del significado etimológico, entraña un
encuentro de las voluntades efectivas de las partes.
La concepción tradicional del contrato, como la del acto o negocio jurídico que la engloba, tiene como núcleo
la existencia de la voluntad, por cuanto se los consideraba como un medio de autodeterminación de los
interesados. Por ello, la manifestación exterior debe guardar una relación de correspondencia con la voluntad
interna del sujeto.
Desde este punto de vista, el art. 260 CCCN, reproduciendo el art. 897 CV define al acto voluntario como el
ejecutado con discernimiento, intención y libertad.
Empero, ello no significa que la caracterización de un acto voluntario pueda fundarse en un criterio
psicológico puro. La fórmula empleada por el precepto es meramente teórico: no tiene otro valor que revelar
el antecedente de orden psicológico, tenido en cuenta por el legislador para el establecimiento de las
disposiciones legales pertinentes, pero sin configurar el nutrimento exclusivo del sistema legal. La ley parte
Hipótesis de falta de voluntad. Sistematizaciones de aquellas hipótesis donde la falta de voluntad del acto lo
torna involuntario.
OM
El discernimiento es la aptitud del sujeto para conocer en general y apreciar las consecuencia de sus propias
acciones (art. 261 CCCn actos que se consideran realizados sin discernimiento).
Así como el discernimiento es la aptitud de conocer en general, la intención es ese conocimiento aplicado a
la realización de un acto concreto. El discernimiento entraña saber lo que se quiere; la intención, querer lo
que se sabe.
.C
La ausencia de la intención no excluye la voluntad en sí, sólo la vicia: el acto tiene voluntad, pero no sana.
El error y el dolo cuando reúnen los requisitos que la ley fija (art. 265 a 275) configuran los supuestos que
excluyen la intención y vician la voluntad. Además de estos elementos positivos determinantes de la voluntad
(discernimiento e intención) existe un tercer elemento, de carácter negativo que se debe sumar para que el
DD
acto se repute voluntario: la ausencia de coacción externa, que no medie violencia, para que sea dable
considerar que el sujeto obra con libertad. Esta requiere que el agente haya podido elegir espontáneamente
entre varias determinaciones.
Este tema dio lugar a una polémica. La doctrina clásica o de la voluntad (Savgny) propugna que ésta, es el
elemento dominante en el negocio jurídico. El querer efectivo de la persona es lo que el derecho acoge para
imprimirle consecuencias jurídicas, en cuanto constituye la expresión genuina de la autonomía en el campo
social. La declaración sólo constituye un medio, un simple vehículo para que esa voluntad asuma un estado
sensible y pueda ser conocida por los demás. Pero esta última siempre mantiene la primacía. En el conflicto
FI
entre la voluntad y la declaración, debe prevalecer la primera para que el negocio asuma su verdadero rol
de ser un instrumento de autodeterminación.
La concepción clásica atribuyó un desmesurado señorío al querer puramente subjetivo, sentando el dogma
de la voluntad.
En el ámbito contractual se le censuró que era insatisfactorio e inadmisible para la seguridad del comercio
jurídico basar la obligatoriedad del negocio exclusivamente en la voluntad real pues se lo convertía en un
vehículo poco confiable, ya que bastaría un simple error inexcusable para desanudarlo.
Teoría de la declaración. Se ubicó en el otro extremo. Teoría que invirtió los términos de la valoración de
estos elementos del negocio jurídico, propugnando que la declaración emitida por una persona capaz, formal
y objetivamente válida, es la que produce efectos jurídicos, con independencia de que corresponda o no al
querer efectivo del declarante.
La teoría de la voluntad favorece y protege exclusivamente al declarante, con el exagerado predominio que
atribuye al elemento anímico, subjetivo e interno.
Mientras la primera sólo repara en la función propia del negocio como instrumento de autodeterminación, la
segunda atiende solo a las necesidades del tráfico.
Ihering. Windscheid. Según esta teoría, cuando la divergencia entre lo manifestado y la voluntad efectiva se
deba a dolo o culpa del declarante, prevalecerá la declaración, lo que ligará a su autor como si
verdaderamente la hubiera querido. Teoría que atempera a la de la voluntad.
Doctrina de la confianza. Atempera la teoría de la declaración. Para reconocerse efectos a una apariencia
de voluntad deberá hacerse una valoración de la conducta del destinatario: si éste obrando con diligencia
OM
conocía o pudo haber conocido la falta de voluntad del declarante, deberá soportar las consecuencias de la
invalidez del negocio. En caso contrario, la confianza y buena fe del destinatario debe ser protegida y el
declarante queda vinculado, no obstante la divergencia entre lo manifestado y su voluntad efectiva.
Nuestro derecho, como punto de partida, comienza atribuyendo preeminencia a la voluntad en cuanto
.C
considera al acto jurídico, y por tanto, al contrato, como una expresión de tal voluntad. El contrato es un acto
jurídico, es decir, un acto voluntario lícito. A los actos voluntarios, a su vez, se los caracteriza como los
practicados con discernimiento, intención y libertad. En el núcleo de la definición del contrato se ubica el
consentimiento como meollo distintivo de la figura.
DD
Ahora bien, a medida que se avance en la reglamentación concreta de la ley, se advierte que dista mucho
el derecho positivo de adoptar una tesis absoluta ni siquiera lineal. Existen diversas excepciones, límites y
correcciones de este criterio general voluntarista, que responden a diferentes fundamentos ya sea la
responsabilidad, la confianza o el amparo de la buena fe.
LA
Así, como regla, impera lo declarado sobre lo querido, en los supuestos en que la discordancia es atribuible
al dolo o culpa del declarante.
En otros supuestos, la ley directamente tutela la seguridad del tráfico y la buena fe de los terceros, que son
inducidos a contratos sobre la base de una apariencia válida, con independencia del criterio de censura que
FI
La teoría voluntarista se acuña cuando el contrato configuraba un negocio elaborado artesanalmente por la
voluntad de las partes, que le daban vida, concibiendo un reglamento hecho a medida, para disciplinar sus
relaciones recíprocas. Apareció el contrato como una experiencia jurídica plena de un rico y palpitante
contenido subjetivo, amén del personal.
Revolución industrial --- difusión del contrato en masa, estandarizado, con cláusulas predispuestas por el
oferente.
La interpretación.
Ésta, según la tesis tradicional, se sustenta en el desiderátum de establecer cuál fue la real intención de las
partes. Pero en realidad, resulta difícil establecer cual fue la real intención de las partes, reconstruir qué
La multiplicación de normas imperativas que significan una restricción de la autonomía, determina que en la
tarea de integración del régimen contractual, éstas disposiciones vengan a poner coto al querer contrario de
las partes, cuyo ámbito se encuentra reducido.
Doctrina clásica voluntarista, al jerarquizar la voluntad de las partes, intenta asignar a ésta una fuerza
expansiva suficiente a los fines de llenar las lagunas de reglamentación privada, que se daban las partes.
Se excluía en principio, salvo excepcionalmente, toda forma de hetero integración.
Actualmente, por el contrario, se acentúa la tendencia de esta forma de integración, cuando resulta
OM
necesario, con indicaciones provenientes del ambiente socio económico en que se desenvuelve el contrato,
utilizando criterios fundados, ya sea en la naturaleza de las cosas, en los usos del tráfico, en postulados
éticos o en las expectativas reales, suscitadas en el medio en que el contrato se celebra.
El disenso.
Constituye una anormalidad que se da en los actos jurídicos bilaterales, en particular, el contrato. Consiste
.C
en un fallido encuentro de la voluntad de los contratantes, en razón de un diverso significado que ellos dan
a sus manifestaciones y que se traduce en una falta de congruencia de éstas, ya sea exteriorizado o cubierto
por la coincidencia objetiva de dichas expresiones de voluntad.
DD
Disenso evidente y disenso oculto.
Es evidente, cuando se exterioriza en las manifestaciones de las partes: es decir, cuando el malentendido
conduce a una formulación de la declaración de aceptación cuyo tenor objetivo o literal no concuerda con el
de la oferta.
LA
El disenso oculto, por el contrario, supone una coincidencia externa entre oferta y aceptación, aunque esta
última es el fruto de una mala interpretación de la voluntad de la declaración de la contraparte, que ha
conducido a prestar la conformidad, lo cual cubre esa real divergencia.
inexistencia del contrato, desde que este elemento es esencial para que pueda tener vida.
En cambio, cuando el disenso es oculto, existe un consentimiento viciado por el error de quien malinterpretó
la declaración ajena, el que puede conducir a la nulidad del contrato, si se dan los requisitos suficientes.
Suele distinguirse entre el error vicio, error motivo o error en el contenido, por un lado, y el error obstativo o
en la declaración, por el otro.
Según la opinión predominante, el primer tipo, gravita sobre la determinación de la voluntad y provoca que
ella se forme viciosamente sobre la base de un inexacto conocimiento de la realidad o de una equivocada
representación mental (comprar un cuadro pensando que es original y no copia).
El segundo tipo de error, atiene la manifestación en si y se produce cuando el errante cree algo distinto a lo
que en realidad declara, porque atribuye a su declaración un significado diverso al que en realidad tiene.
a) Cuando en virtud del error se emite una declaración con un sentido distinto al que efectivamente se
quiere (ejemplo: lapsus linguae, cuando se equivocan los signos de las palabras o se expresa
En el error vicio, el errante luego de representarse una situación, sopesar sus posibilidades y fines, toma la
decisión de actuar en un determinado sentido: consecuentemente manifiesta su voluntad de un modo
concorde con tal decisión, aunque este sea el fruto de una representación equivocada, en el análisis y en la
motivación que lo precedió. En el error obstativo, en cambio, existe un proceso de formación de la voluntad
sin vicios; el error estriba en la exteriorización de la voluntad que diverge de la decisión por el inexacto
significado que se le atribuye a la declaración o al comportamiento con que se manifiesta.
Es más acertado circunscribir la noción de disenso a aquellas hipótesis donde el error consiste en una mala
interpretación de la declaración de la contraparte, en una falsa apreciación de la misma, que lleva a
OM
considerarla conforme con la voluntad de quien acepta, cuando en realidad es diferente. Son los supuestos
en los que en verdad se disiente, es decir, se desacuerda con la voluntad ajena. En cambio, no ocurre lo
mismo cuando la discordancia es con la propia voluntad; la divergencia se produce en el mismo sujeto, que
piensa de un modo y exterioriza su voluntad de otro.
Corresponde aclarar que el art. 270 CCCN en forma expresa, hace extensivo el régimen de este vicio del
consentimiento, al error en la declaración.
.C
En resumen, en las hipótesis de disenso manifiesto, esto es, el que se traduce en el distinto tenor objetivo
de las manifestaciones contractuales, no existe contrato.
DD
Cuando el disenso es oculto, es decir, cuando el tenor objetivo de las manifestaciones es coincidente,
aunque la concordancia es el fruto de una mala interpretación que una de las partes ha hecho de la
declaración de la otra, se configura un supuesto de error, que será susceptible de invalidar el contrato, si se
dan las exigencias que la ley requiere a tal fin.
Con referencia al denominado error obstativo, o en la declaración, está sometido al mismo régimen de
LA
exteriorizarse. Con ello el negocio no está más sujeto a las fluctuaciones y vaivenes de la voluntad del
agente: pasa a ser algo ya querido, voluntad objetivada y plasmada en esa manifestación.
El art. 262 del CCCN prescribe: “Manifestación de la voluntad. Los actos pueden exteriorizarse oralmente,
por escrito, por signos inequívocos o por la ejecución de un hecho material.”
La declaración constituye un hecho del lenguaje que se vale de símbolos para transmitir ideas. Tales
símbolos pueden consistir en la palabra hablada o escrita, pero no se agotan en ella, valen indicaciones o
gestos.
Según el Código Vélez cabía considerar declaración a aquella manifestación expresa que por su naturaleza
o por acuerdo de partes, cabe reputar que tiene por destino hacer conocer al destinatario una voluntad.
Actuación de la voluntad.
Dentro del primer supuesto de manifestación de la voluntad mediante comportamiento, se ubican aquellas
hipótesis en que ellos importan, lisa y llanamente, la realización inmediata del sujeto, en el mundo de los
hechos. Negocios de actuación.
Ejemplos. Campo de los derechos reales: apropiación o abandono. Ámbito sucesorio: aceptación de la
herencia al asumir la calidad de heredero o destrucción del testamento ológrafo. En el tema contractual:
aceptación del destinatario de la oferta por vía de ejecución de su prestación, antes de dar su respuesta
afirmativa.
Tales manifestaciones que consisten en la actuación de la voluntad, han sido equiparadas en el art. 262
OM
citado a las declaraciones de la voluntad cuando prescribe el precepto, que los actos pueden exteriorizarse
por la ejecución de un hecho material.
Manifestación tácita. El CCyC en el art. 264 refiere: “Manifestación tácita de voluntad. La manifestación tácita
de la voluntad resulta de los actos por los cuales se la puede conocer con certidumbre. Carece de eficacia
cuando la ley o la convención exigen una manifestación expresa.”
.C
Se exterioriza mediante hechos concluyentes que resultan incompatibles con una voluntad contraria a la que
se supone. Tales comportamientos entrañan señales que valen como indicios de la voluntad negocial, cuya
individualización se logra a través de un juicio. En él debe establecerse cuando entre el comportamiento y
manifestación negocial, existe un nexo de continencia, en el sentido que el primero importa o presupone la
DD
segunda, o como ocurre por lo general, tiene que buscarse cuando existe entre ambos un nexo de
incompatibilidad en el sentido que tal comportamiento excluye lógicamente la no admisión de la existencia
de tal voluntad.
Esa incompatibilidad no es necesario que sea absoluta: debe tratarse de una certidumbre o incompatibilidad
razonables.
LA
La manifestación de la voluntad tácita, es dable inferirla de comportamientos del agente que pueden ser
meros hechos o bien representar negocios jurídicos.
(aceptación de intereses, pago alquiler con contrato vencido): el de la manifestación tácita, que entraña un
juicio de probabilidad o certidumbre, asimismo, el de actos que importan la realización de dicha voluntad,
hipótesis en los que la voluntad actúa prácticamente en los hechos, por lo que tal certidumbre resulta
inequívoca e incontrastable.
El art. 264 del CCCN prescribe la ineficacia de la manifestación tácita de la voluntad cuando la ley o una
convención exigen una manifestación expresa. Cuando la ley impone una determinada forma, exige también
una manifestación expresa que observe esa solemnidad, para que el acto quede, de ese modo, apto a fin
de producir sus efectos propios. Vinculado con ello, las partes no deben haber subordinado la obligatoriedad
de su convención al cumplimiento de determinadas formalidades. Son los casos en que el acto reviste un
carácter formal por voluntad de las partes y requiere una manifestación positiva de voluntad que cumpla con
la solemnidad acordada.
El CV, en su art. 918 también requería para la admisibilidad tácita que no existiera una protesta o declaración
expresa en contrario. Dicha protesta o declaración debía haber sido previa o contemporánea al
comportamiento de que se trate. Pese a que el CCyC no ha previsto este requisito, cabe su admisión porque
su fundamento resulta inobjetable. La reserva o la propuesta sólo tendrá esa virtualidad cuando permitan
razonablemente darle el significado de que traducen una voluntad real. Ello no ocurrirá cuando sean
incompatibles con el comportamiento que se lleva a cabo. No se puede pretender con palabras desvirtuar la
irrefragable realidad de los hechos.
- Las presunciones “iuris tantum”. Se dan supuestos en que la ley, teniendo en cuenta lo que
ordinariamente ocurre, califica a ciertos comportamientos infiriendo de ellos una determinada
voluntad negocial.
Estas manifestaciones presuntas pueden tener un doble significados: en ciertos casos la ley atribuye
a un comportamiento una dada voluntad, pero admite la prueba en contrario y se habla de presunción
iuris tantum, se trata, en definitiva, de supuestos de manifestación tácita de voluntad. La inferencia
la hace el legislador, aunque siempre resulte factible que prevalezca la voluntad real diferente,
cuando se acredite su existencia.
En cambio, cuando no media este tipo de presunciones, la inferencia la hace el juez sobre la base
hechos que presupone la voluntad y permite conocerla con certidumbre.
OM
- Presunciones “iuris et de iure”. Hipótesis en que la ley atribuye a un cierto comportamiento el valor
de una declaración de voluntad en determinado sentido. Sin admitir prueba en contrario. En estos
casos la ley imputa un concreto efecto jurídico a esa conducta con entera prescindencia de la
voluntad, en cuanto cierra la puerta a la investigación de la intención real del autor del
comportamiento (ejemplo: incs. c) y d) art. 899 CCCN).
Cuando la ley directamente atribuye a una conducta un determinado efecto, en verdad no presupone
nada.
El silencio.
.C
DD
Noción. Valor del silencio. El art. 263 prescribe: “Silencio como manifestación de la voluntad. El silencio
opuesto a actos o a una interrogación no es considerado como una manifestación de voluntad conforme al
acto o la interrogación, excepto en los casos en que haya un deber de expedirse que puede resultar de la
ley, de la voluntad de las partes, de los usos y prácticas, o de una relación entre el silencio actual y las
declaraciones precedentes.”
LA
Por silencio no solamente cabe entender la mera abstención del hablar, esto es, el callar y no expresar ideas,
ya sea por escrito o por medio oral de las palabras. Silencio es sinónimo de actitud pasiva que no adopta
ningún medio de expresión, se trate de los enunciados, la palabra o la escritura, o por vía de gestos o
cualquier otro comportamiento. El silencio atañe pues, a la actitud omisiva.
FI
a) Cuando existe una obligación de explicarse impuesta por la ley. La inobservancia de tal imposición
trae aparejado que se impute al obligado el asentimiento de lo que debió negar, impedir o
desconocer, si tal hubiese sido su voluntad (hipótesis de silencio calificado arts. 1319 y 1160).
En tales hipótesis, el silencio vale como manifestación de voluntad debido a que, como la ley impone
una obligación de expresarse, la actitud pasiva hace reputar la conformidad con lo que no es objeto
de expreso rechazo.
b) Obligaciones de explicarse a causa de una relación entre el silencio actual y las declaraciones
precedentes. A su vez, pueden subdistinguirse:
1) Primero se ubican los casos en que las declaraciones precedentes constituyen un previo acuerdo
de las partes que le atribuye al posterior silencio un valor de manifestación expresa de voluntad
en un determinado sentido. En tal supuesto las partes atribuyen al silencio el significado de un
convenido lenguaje mudo.
Conectada con este supuesto, adquieren valor los usos y prácticas. Como lo aclara el art.979 del
CCCN, tales usos y prácticas son los que se dan entre los interesados en la relación en que
pueden encontrarse vinculados.
FASE PRECONTRACTUAL.
OM
El primer período comprende la fase previa de la cual puede derivarse el consentimiento. La segunda fase
representa el nacimiento del contrato, cuando se produce la coincidencia de las manifestaciones de voluntad
de igual contenido que le dan vida. El tercer período atañe al cumplimiento del contrato, a la faz ejecutiva,
que representa la realización de su destino natural.
Fase contractual.
.C
A veces el consentimiento, meollo del contrato, es el fruto del acuerdo instantáneo de las manifestaciones
de voluntad de las partes. Otras veces, por el contrario, las partes necesitan de un período previo para
deliberar y discutir las condiciones del contrato.
DD
En el primer caso, la formación del contrato es instantánea. En la segunda hipótesis, hay una etapa
antecedente, de duración variable, en que las partes deliberan, discuten y elaboran lo que, en definitiva, será
una regla de autonomía privada.
El período pre contractual que puede servir de preludio al contrato e importa su gestación, comprende a su
LA
vez, dos momentos que la doctrina diferencia con diversas precisiones de detalle:
1) El primero es el simple sondeo, la invitación a ofrecer, la solicitación que se hace a otro para que
proponga una oferta. Con la invitatio ad offerdum, el que formula, manifiesta su intención de quedar
a la expectativa de propuestas ajenas.
2) El segundo momento está constituido por la etapa de las tratativas, propiamente dichas. Las partes
FI
interesadas en debatir el contenido de un eventual contrato se ponen en contacto para conocer las
aspiraciones recíprocas, precisar puntos y analizar la posible conciliación de pretensiones
contrapuestas. Existe la intención de tratar, que no supone necesariamente, la de contratar u
obligarse.
En esta fase de gestación del contrato, no hay todavía una oferta concreta y precisa ni cabe una aceptación
definitiva y total.
En la etapa de tratativas, el receso de ellas o su ruptura, en principio, constituye algo admisible y natural que
no resulta anormal ni antijurídico. Esta fase de tratativas es meramente eventual. Lo esencial para la
existencia del contrato, es el consentimiento, no el debate precedente o la discusión previa.
Fase conclusiva.
El acuerdo. La fase conclusiva del contrato se da cuando existe acuerdo, que es el momento en que el
contrato nace y adquiere existencia. Se puede arribar a él por diversos procedimientos. El modelo genérico,
paradigmático de tal acuerdo, es el de la oferta seguida de la aceptación. Supone una secuencia en que una
de las partes asume la iniciativa y emite una declaración dirigida a la otra, proponiendo la celebración del
contrato, y esta última, a su vez, emite otra manifestación de voluntad aceptando la oferta. El encuentro
entre la oferta y la aceptación, es el modo normal mediante el cual se genera el acuerdo.
Regla genérica. El art. 972 del CCCN contiene la siguiente definición: “Oferta. La oferta es la manifestación
dirigida a persona determinada o determinable, con la intención de obligarse y con las precisiones necesarias
para establecer los efectos que debe producir de ser aceptada.”
a) Requisitos. Enunciación.
Se expresa en el 972, que la oferta debe ser completa, vinculante y que, en cuanto a su dirección, debe
tener un destinatario determinado o determinable.
1.- la autosuficiencia. Debe estar concebida en forma tal, que baste la sola aceptación para que el contrato
quede perfeccionado, sin necesidad de ninguna ulterior declaración del oferente. El 972 expresa que la
oferta debe contener las precisiones necesarias para establecer los efectos que debe producir de ser
OM
aceptada.
Es más preciso fincar la precisión no tanto en los efectos, sino en el contenido; éste debe incluir los
elementos esenciales del contrato que se quiere celebrar, pudiendo omitir toda referencia a lo que la ley
disciplina como efectos naturales de dicho contrato.
Entre los procedimientos que pueden conducir a la concertación, la ley prevé contratos que las partes
.C
pueden celebrar, que desempeñan la función instrumental de facilitar la conclusión de un contrato futuro: la
promesa de ambas partes de celebrarlo o el negocio de opción (arts. 994 a 996).
Art. 994 establece que dichos contratos preparatorios “… deben contener el acuerdo sobre los elementos
DD
esenciales particulares que identifiquen el contrato futuro definitivo”.
b) Atenuaciones.
Hipótesis prevista en el 1143 CCCN relacionado con contratos de compraventa de cosas muebles, cuando
LA
En el contrato de obra y servicios, el art. 1255 del CCCN autoriza a que el precio, si no está determinado en
FI
Tal acaece con el precio, en el contrato de compraventa (1134) o con la determinación del objeto (1005).
En este caso, en que la oferta autoriza al destinatario a determinar un punto del contrato, media una
aceptación a priori de la decisión final de este sobre el particular.
Debe tener un carácter relativo y establecerse dentro de los límites dentro de los cuales puede moverse el
criterio de la otra parte, al cual se remite el oferente.
Es admisible que pueda tener plena validez una oferta que propone la venta de una cantidad de cosas
fungibles, cuando se prevé que tal cantidad puede variar dentro de ciertos límites dejándose librada la
determinación final a la decisión del aceptante.
La intención de obligarse.
El propio declarante puede despojar a su propuesta del carácter vinculante que la convierte en oferta, si lo
manifiesta de modo expreso, como cuando adiciona las cláusulas que así lo dan a conocer.
El art. 972 del CCCN prescribe que la oferta es la manifestación dirigida a persona determinada o
determinable. Flexibiliza la disposición del art. 1148 CC.
El código Vélez. La disposición que la oferta puede ser hecha a persona determinable, se vincula con la
OM
admisibilidad de la oferta hecha al público. El término público hace referencia a una pluralidad inorgánica de
personas a la cual va dirigida la oferta.
Se pensó que esta regla concerniente a las ofertas hechas a personas indeterminadas al momento de
formularse, no podía ser rígida. Cuando la propuesta era formulada con todos los requisitos de la oferta y
de modo tal, que aún cuando esté dirigida al público, permitía la individualización de quien la acepte, a través
de un procedimiento que torne a éste determinable, tenía el carácter vinculante propio de la oferta, y por
tanto, la aceptación del destinatario que se individualice, concluía el contrato.
.C
La indeterminación ab initio del destinatario de la propuesta excluía la existencia de una oferta, cuando se
daba en un contexto que permitía inferir la ausencia de la intención de obligarse y la voluntad de hacer
pública una invitatio ad offerendum.
DD
El art. 1148 CC atribuye fuerza vinculante a la promesa pública de recompensa para el hallador de una cosa
perdida (art. 2536 CC).
Zacharie “la indeterminación que se presenta es sólo en el tiempo en que el contrato se prepara, y no en el
tiempo mismo en que el contrato se concluye”. “Entonces ya hay persona determinada”.
LA
El CC italiano distingue claramente la oferta al público de la promesa hecha al público. Ambas tienen en
común su dirección a persona indeterminada, pero el criterio diferenciador estriba en el momento en que
nace la obligación: en la oferta, cuando se produce su encuentro con la aceptación; en la promesa, en el
momento mismo en que la declaración se emite. Por otro lado, la promesa constituye de por sí un negocio
FI
El fenómeno de contratación en masa determina que sean frecuentes los contratos que se celebran
mediante la utilización de aparatos mecánicos o electrónicos. Los aparatos que expenden mercadería
diversa mediante la inserción de monedas, son ejemplos comunes entre los más difundidos que configuran
expresiones de esta modalidad de contratar.
En dichas hipótesis, la instalación del aparato mecánico o electrónico constituye una verdadera oferta hecha
al público, sometida a un modo especial de aceptación, desde que esta solo puede válidamente manifestarse
cumpliendo las instrucciones del oferente.
Por ende, la voluntad de aceptar la oferta debe traducirse necesariamente, mediante un comportamiento
idóneo para que el aparato funcione (inserción de la moneda).
La eficacia de la oferta hecha al público importa que resulta indiferente para quien la formula, la persona del
eventual aceptante. Cuando ello no ocurre y dicha persona reviste particular importancia o consideración,
no existirá una oferta sino una invitación a ofrecer, en cuanto la propuesta encierra la reserva de quien la
La subasta.
Se trata de una venta hecha al mejor postor, en un lugar determinado, donde concurren los interesados en
adquirir las cosas objeto de la enajenación, la que se lleva a cabo mediante una competición de posturas.
Según una primera hipótesis, constituye una invitación a hacer ofertas. Consecuentemente, cada postura
de los licitantes representa una oferta y el contrato se concluye por la adjudicación, que representa la
aceptación del martillero, y la que puede ser denegada.
Una segunda hipótesis reputa al pregón del martillero como una oferta hecha al público, que importa la
intención seria y vinculante de vender una cosa y que contiene, con suficiente precisión los elementos
esenciales del contrato que se quiere celebrar: la cosa o el precio fijado como base. Las posturas de los
OM
licitantes, pues, entrañan la aceptación de la oferta.
La Ley 24240, acorde con las exigencias del fenómeno de contratación en masa, reconoce la validez de la
oferta hecha al público, bajo ciertas condiciones.
.C
El art. 7° establece: “Oferta. La oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados, obliga a quien la
emite durante el tiempo en que se realice, debiendo contener la fecha precisa de comienzo y de finalización,
así como también sus modalidades, condiciones o limitaciones.”
DD
Como toda oferta hecha al público, debe reunir las condiciones propias de tal: debe ser completa e incluir
los extremos esenciales del contrato que se quiere celebrar; y, asimismo, según las circunstancias que la
rodean, debe exteriorizarse la intención de obligarse.
Estas enunciaciones son requeridas a los fines de que el oferente pueda invocarlas respecto de los
LA
El plazo de vigencia solo deberá indicarse en las ofertas al público realizadas fuera del lugar de
comercialización.
Puede ser revocada; pero para que la revocación sea eficaz, es menester que sea difundida por medios
FI
En el último párrafo del art. 7° se indica que la no efectivización de la oferta será considerada negativa o
restricción injustificada de venta, pasible de las sanciones previstas en el art. 47 de la ley.
La oferta hecha al público y el CCyC. El art. 973 del CCCN prescribe, en relación con este requisito de la
dirección de la oferta: “Invitación a ofertar. La oferta dirigida a personas indeterminadas es considerada
como invitación para que hagan ofertas, excepto que de sus términos o de las circunstancias de su emisión
resulte la intención de contratar del oferente. En este caso, se la entiende emitida por el tiempo y en las
condiciones admitidas por los usos.”
Es objetable la técnica empleada por el legislador, pues lo principal se presenta encubierto por lo accesorio.
La invitación a ofrecer es una solicitación a celebrar un contrato que carece de algunos de los requisitos de
la oferta. La validez de la oferta hecha al público, como la de toda oferta, no puede depender del
cumplimiento de uno de los requisitos que le son propios, de intención de obligarse, sino que debe observar
también el otro, esto es, ser autosuficiente.
El CCyC, entre las fuentes de las obligaciones, incluye a la declaración unilateral de voluntad. Ella puede
servir de causa a una obligación jurídicamente exigible en los casos previstos por la ley, por los usos o por
las costumbres (art. 1800). Entre las hipótesis a las que se le asigna tal efecto, se legisla la promesa pública
Otra diferencia reside en la revocación. El art. 1805 establece que la promesa de recompensa puede ser
retractada en todo tiempo por el promitente. Si tiene plazo, sólo puede revocarse antes del vencimiento, por
justa causa. “En ambos casos, la revocación surte efecto desde que es hecha pública por un medio de
publicidad idéntico o equivalente al utilizado para la promesa...”
Entre los requisitos de la oferta se ha mencionado que el oferente la formula con la intención de que una vez
OM
producida la conformidad del destinatario, se perfecciona el contrato y las partes quedan comprometidas por
la reglamentación de intereses que supone dicho negocio bilateral.
Empero, ello no obsta a que mientras tal aceptación no se produzca, se haya admitido que el oferente tiene
el pleno señorío sobre su expresión de voluntad y puede dejar sin efecto la oferta, esto es, retractarse de
ella o revocarla. La retractación o revocación de la oferta son términos que se utilizan indistintamente para
designar a este aniquilamiento de la propuesta, por una manifestación en sentido contrario de quien formuló
la oferta.
.C
Sistemas. Este sistema, denominado de la fragilidad de la oferta, es de cuño romano. Contrapuesto con este
sistema (que sigue el CV), el Código alemán atribuye una eficacia vinculante a la oferta, salvo que se haya
DD
excluido tal vinculación. Cuando la oferta llega al destinatario, el proponente ya un puede impedir, mediante
revocación, que la aceptación en tiempo útil perfeccione el contrato.
El Código Vélez. Se enroló en la tesis clásica. El art. 1150 prescribía: “Las ofertas pueden ser retractadas
mientras no hayan sido aceptadas”.
LA
Fundamento de esta solución: privar al oferente de la facultad de revocar la oferta, significaría comprometer
gravemente su libertad de actuar, en contraste con el destinatario, que queda en libertad de decisión. El
sistema opuesto, a su vez, se funda en la conveniencia de garantizar una mayor seguridad en el tráfico
negocial, mediante la protección de las legítimas expectativas que genera la oferta en sus destinatarios.
FI
El CCyC. Regla. el CCyC también incorpora este sistema que asigna fuerza vinculante a la oferta. En el
párrafo 1° del art. 974 prescribe: “Fuerza obligatoria de la oferta. La oferta obliga al proponente, a no ser que
lo contrario resulte de sus términos, de la naturaleza del negocio o de las circunstancias del caso.”
La importancia práctica del tema, exige distinguir dos modalidades de contratación: entre presentes y entre
ausentes. En la primera modalidad, la oferta es hecha a persona presente o es formulada por un medio de
comunicación instantánea, sin que exista plazo para la aceptación.
En dicho supuesto, la oferta sólo puede ser aceptada inmediatamente, esto es, sin demora, como lo expresa
el 2° párrafo del art. 974, pues, caso contrario caduca o pierde vigencia.
En cambio, la segunda modalidad se da cuando la oferta es hecha a persona no presente, sin un medio de
comunicación instantáneo o bien cuando existe un plazo para la aceptación, que puede ser un término
razonable o fijado en la oferta. Dicho de manera más simple, en la modalidad de contratación entre ausentes,
debe mediar un espacio de tiempo entre la oferta y la aceptación, sin que la respuesta del destinatario tenga
que ser dada de manera inmediata. Por ello, se plantea la cuestión si la oferta puede ser revocada por el
proponente mientras no haya aceptación o si el oferente está obligado a mantener la oferta durante un
determinado lapso, obligación que desprovee de efectos a su revocación.
La fuerza obligatoria de la oferta está asociada al plazo de su duración. La oferta siempre tiene una vigencia
temporalmente limitada.
Al respecto, cabe distinguir dos hipótesis según que el oferente haya fijado ese plazo o no lo haya hecho. El
CCyC se ha referido exclusivamente a esta última hipótesis y ha omitido la consideración de la primera. En
los casos en que el término no ha sido fijado por el oferente, la oferta tendrá vigencia dentro del plazo en el
cual cabe razonablemente esperar la recepción de la respuesta, expedido por los medios usuales de
comunicación.
OM
Cuadra hacer hincapié en el carácter de razonabilidad que el párrafo 3° del art. 974 del CCyC le atribuye al
plazo. Por exigencias elementales de buena fe, el término debe fijarse según las circunstancias concretas
que rodean la oferta, atendiendo primordialmente, a la naturaleza del negocio, el modo de comunicación
empleado o los usos.
Momento inicial del plazo. El párrafo 4° del art. 974 prescribe: “Los plazos de vigencia de la oferta comienzan
.C
a correr desde la fecha de su recepción, excepto que contenga una previsión diferente.”
Si se repara que en la fijación de este plazo razonable se tiene en consideración la expectativa del oferente
de recibir una respuesta a su oferta, como corolario de un elemental sentido común, se advierte que la regla
DD
debería ser inversa. Y que en principio los plazos de vigencia de la oferta deberían computarse a partir de
su emisión.
Revocación de la oferta.
Regla. En el régimen natural de la oferta, en el momento en que ella se comunica al destinatario se produce
LA
su efecto vinculante, el que subsiste, tornando la oferta irrevocable mientras la oferta está vigente. En
consecuencia, sólo se concibe la retractación de la oferta si “… la comunicación de su retiro es recibida por
el destinatario antes o al mismo tiempo que la oferta (art. 975 CCCN).
Esta regla de que la oferta tiene un carácter irrevocable, tiene como excepción que lo contrario resulte de
sus términos, de la naturaleza del negocio o de las circunstancias del caso (art. 974).
La más clara y conocida de dichas excepciones, es la que faculta al oferente a excluir el carácter vinculante
La tesis más aceptable es que las reservas del género, en cuanto requieran una ulterior manifestación del
oferente para que el contrato quede perfeccionado, desnaturaliza a la oferta y la convierte en una simple
invitatio ad offerendum. La razón es que la privan de los elementos que le son propios.
Lo que resulta incontrastable es que el oferente, a través de los términos de su oferta, puede excluir su
carácter vinculante. En ese caso tiene el derecho de revocar la oferta o retractarse de ella, si la comunicación
de su voluntad en tal sentido es recibida por el oferente antes del perfeccionamiento del contrato, esto es,
antes de que el oferente haya recibido la aceptación (art. 980 inc. b).
Otros supuestos. Se sostiene que si en el lapso de vigencia de la oferta acaece una variación sustancial de
las circunstancias que existían al tiempo en que se comunicó al destinatario de la oferta, cabe admitir que,
conforme con el principio de buena fe, el oferente pueda revocarla en cuanto no resulta equitativo cargar
sobre el proponente el riesgo de la mencionada variación. A tal fin, deberá especialmente tenerse en cuenta
la naturaleza del contrato que se propone celebrar.
Causales. La oferta puede perder eficacia por motivos que determinan su caducidad. Las causales de
caducidad de la oferta son las siguientes:
Rechazo. El destinatario puede rechazar la oferta y dicho rechazo entraña que ella queda sin efecto. A esta
hipótesis corresponde sumar el supuesto de que el receptor de la oferta le introduzca modificaciones al
aceptarla. Cuando ello ocurre, la oferta primitiva pierde eficacia y se reputa que se ha formulado otra oferta
de un nuevo contrato (art. 978 CCCN).
Vencimiento del plazo. Cuando expira el plazo de vigencia de la oferta, se produce su caducidad.
OM
Fallecimiento o incapacidad del oferente o del destinatario de la oferta. Tesis tradicional. Art. 1149 Cv
disponía que la muerte del oferente o del aceptante es causal de caducidad de la oferta. Esta solución se
desprende de un principio cardinal de los negocios bilaterales. Cuando se integran con dos o más
manifestaciones de voluntad, los sujetos que las emiten, deben existir y tener capacidad no sólo en el
momento de hacerlo, sino también cuando el negocio se perfecciona. El contrato se perfecciona con la
coincidencia de dos voluntades existentes y que permanecen, tanto cuando se emiten como cuando se
perfecciona el contrato.
.C
Críticas a esta posición clásica, específicamente en lo atinente a la muerte del oferente: no responde a las
exigencias prácticas y no tiene en cuenta la seguridad del tráfico.
DD
El CCyC ha optado por mantenerse fiel a la tesis tradicional. En el art. 976 prescribe en su párr. 1°: “Muerte
o incapacidad de las partes. La oferta caduca cuando el proponente o el destinatario de ella fallecen o se
incapacitan, antes de la recepción de su aceptación.”
Como corolario, en el 2° párrafo establece un supuesto de responsabilidad precontractual: “El que aceptó la
LA
oferta ignorando la muerte o incapacidad del oferente, y que a consecuencia de su aceptación ha hecho
gastos o sufrido pérdidas, tiene derecho a reclamar su reparación.”
Naturaleza de la oferta.
FI
La oferta es una manifestación unilateral de voluntad enderezada a la celebración del contrato propuesto,
empero, este efecto, no puede producirse sin el concurso de la aceptación del destinatario. Vale decir que
el efecto jurídico propuesto por el oferente no puede realizarse por su sola voluntad como ocurre con los
actos jurídicos unilaterales, sino que se requiere el concurso de la manifestación de voluntad coincidente del
aceptante.
Por ello, se sostiene que, aún cuando la oferta tiene en potencia todos los requisitos de un acto jurídico: el
contrato, cuya formación se persigue, considerado en sí misma no es un acto jurídico, sino tan solo aspira a
ser la parte medular de este acto jurídico bilateral propuesto.
Esta peculiaridad de la oferta, ha llevado a que se la conciba como un acto pre negocial en cuanto expresa
una voluntad aún en movimiento, dirigida a constituir un efecto provisorio, traducido en la disposición del
contrato.
Conclusión. La oferta configura un simple acto voluntario que sólo es susceptible de producir los efectos
previstos por la ley.
El contrato constituye un quid unicum complejo, que no es dable descomponer en la simple suma de dos
actos jurídicos unilaterales distintos, sino que resulta de la combinación de dos manifestaciones de voluntad
de un mismo contenido que coinciden en una idéntica reglamentación de intereses.
La aceptación.
Tesis negativas --- cuestionan la utilidad de la figura. Se ha controvertido la factibilidad de la misma tanto en lo
relacionado con los contratos consensuales como en lo vinculado a contratos reales y formales.
Tesis positivas --- sostiene que es posible distinguir entre obligarse a concluir un contrato futuro, por un lado, a
concluirlo inmediatamente, por el otro.
OM
Este contrato preliminar cubre una necesidad y responde a un interés legítimo de las partes. Esta figura permite la
vinculación directa de las partes, pese a diferir el perfeccionamiento del contrato definitivo.
La promesa de contratar constituye un contrato autónomo en cuanto es de distinta naturaleza que el contrato
definitivo, aun cuando prepara su conclusión y media entre ambos un nexo de vinculación funcional.
.C
Cuando se celebra dicho contrato de promesa, se ponen en movimiento dos contratos perfectos y distintos, de los
cuales el segundo constituye el cumplimiento de la obligación de contraer asumida en el primero. El contrato
preliminar, a su vez, se identifica por su peculiar objeto: la obligación recíproca de perfeccionar un contrato futuro.
DD
Efectos. Obligación de hacer. Naturaleza.
Admitida la posibilidad de existencia del contrato preliminar como categoría genérica, se coincide en que del mismo
se deriva una obligación de hacer. Desarrollar la actividad necesaria para el perfeccionamiento del contrato definitivo.
Así lo establece el art. 995 del CCCN.
Según una postura estricta, si el obligado no cumple, no queda otro camino que el pago de los daños y perjuicios.
LA
La ejecución en forma específica. Aún admitiendo que la obligación que asumen las partes es un consentir, una volición
futura que se promete, otra tesis sostiene que es posible la ejecución específica. No se trata de extraer por la fuerza
un consentimiento que dependa de la libre voluntad del obligado. Por el contrario, éste se ha obligado a concluir un
futuro contrato y la actividad que debe desplegar a tal fin, ha dejado de depender de su arbitrio para transformarse
FI
en un acto debido.
Si la voluntad produce efectos jurídicos es porque la ley reconoce esa consecuencia. Si bien en el contrato preliminar
las partes se comprometen a un ulterior acto de voluntad que debe producir ciertos efectos, frente al incumplimiento
del obligado, es posible que la sentencia supla la inactividad o renuencia del deudor, y pueda producir los efectos del
El hacer concebido como un colaborar. Otra postura sostiene que el objeto de la obligación que se deriva del contrato
preliminar no consiste en un consentimiento, sino en un colaborar.
En el contrato preliminar, existe todo el contrato principal o definitivo, pero en germen, en sus directrices o elementos
básicos: el contrato definitivo es el mismo pre contrato pero desenvuelto, completo y desarrollado.
Cuando frente a la resistencia del obligado a cumplir con el contrato preliminar, el juez dicta una sentencia, esta lo
condena a prestar esa actividad. La sentencia es constitutiva, pero no del contrato preliminar, sino del resultado a que
las partes tienden en el pre contrato.
No hace falta un nuevo consentimiento, porque la voluntad contractual ya se emitió y está condensada en el pre
contrato. Sólo resta la actividad necesaria para el logro del resultado práctico y empírico perseguido en el precontrato.
La jurisprudencia acepta que en la ejecución puede el juez firmar la escritura si no lo hacía el obligado.
Art. 994 ---- 2 requisitos tanto para el contrato de opción como la promesa de celebrar un contrato. En primer lugar,
debe contener el acuerdo definitivo sobre los elementos esenciales particulares que identifiquen al contrato futuro
definitivo. Como en este contrato una de las partes se obliga convencionalmente a mantener una oferta durante un
cierto tiempo, uno de los requisitos de dicha oferta es su autosuficiencia, esto es, que contenga los elementos
esenciales del contrato que se propone celebrar. Se sientan las bases del contrato definitivo y por lo tanto, se piensa
que debe contener los extremos esenciales de dicho contrato.
El plazo. Art. 994 prescribe: “Los contratos preliminares deben contener el acuerdo sobre los elementos esenciales
OM
particulares que identifiquen el contrato futuro definitivo. El plazo de vigencia de las promesas previstas en esta Sección
es de un año, o el menor que convengan las partes, quienes pueden renovarlo a su vencimiento”.
Pacto de preferencia.
.C
El art. 997 CCCN caracteriza al pacto de preferencia de la siguiente manera: “El pacto de preferencia genera una
obligación de hacer a cargo de una de las partes, quien, si decide celebrar un futuro contrato, debe hacerlo con la otra
o las otras partes. Si se trata de participaciones sociales de cualquier naturaleza, de condominio, de partes en contratos
asociativos o similares, el pacto puede ser recíproco. Los derechos y obligaciones derivados de este pacto son
DD
transmisibles a terceros con las modalidades que se estipulen.”
Naturaleza. Según el precepto transcripto, el otorgante asume una obligación de hacer. Dicha obligación consiste,
conforme con lo que establece el art. 998, en que, si se decide a celebrar un futuro contrato, debe dirigir al beneficiario
una declaración con los requisitos de la oferta, comunicándole su decisión de celebrar el nuevo contrato, en su caso,
LA
La obligación del otorgante respecto de su contraparte consiste, si se decide a celebrar un determinado contrato, en
el deber de comunicarle la intención de contratar, ante la oferta hecha por un tercero si la parte del promitente no
ejerce la preferencia, el otorgante es libre de contratar con el tercero, en las mismas condiciones rechazadas.
FI
En el pacto de preferencia, debe haberse identificado el contrato definitivo. Asimismo, será necesario, para garantizar
su seriedad, que al convenir el pacto se fijen las condiciones de la eventual contratación futura.
El pacto de preferencia, máxime como es reglamentado en el art. 997, exige necesariamente un plazo, vencido el cual,
cesa ese estado de sujeción del otorgante y recupera su libertad de contratación.
Efectos. Comunicado al beneficiario su decisión de celebrar el “nuevo contrato” y formulada la respectiva oferta, el
contrato queda concluido con la aceptación del beneficiario (art. 998 in fine). Si la oferta es rechazada, el pacto se
extingue.
Diferencia con el contrato de opción. Estriba en que, en el contrato de opción, el promitente queda vinculado a una
oferta, comprometiéndose a celebrar el contrato si la otra parte la acepta. En cambio, en el pacto de preferencia el
promitente no queda obligado a celebrar un contrato sino a preferir inevitablemente al beneficiario si se decide a
celebrarlo.
Unidad 4
1. Las aptitudes del sujeto. Capacidad y legitimación. 2. Incapacidad e inhabilidad para contratar. Capacidad.
Distinción de ambos tipos de incapacidad. Ubicación y noción. Clases. Enumeración de los supuestos de
Desdoblamiento. Nociones.
Uno de los presupuestos de validez del contrato, relacionado con los sujetos, es la capacidad. Concepto que se
desdobla en dos categorías diferentes: la capacidad de derecho y la capacidad de ejercicio.
La capacidad de derecho.
OM
Se entiende por capacidad jurídica o de derecho, la aptitud que tiene una persona para ser titular de derechos y
deberes. Es un atributo inseparable de la noción de persona, sea física o jurídica, pues configura el rasgo esencial que
sirve para definirla. Su falta absoluta importa, necesariamente, la negación de la calidad de persona. Representa la
posición que ocupa el sujeto de derecho para ser destinatario de efectos jurídicos.
El nexo entre el concepto de capacidad de derecho y el de subjetividad jurídica es, por ende, evidente, intrínseca e
inquebrantable. La capacidad jurídica importa el modo de ser general y constante del sujeto de derecho.
.C
Alcance. El CCyC dispone en el art. 22 que toda persona humana goza de la aptitud para ser titular de derechos y
deberes jurídicos. Las personas jurídicas también tienen capacidad de derecho -pues en caso contrario no podrían
existir como tales- pero, en principio, limitada a los fines de su institución: esto es, son capaces para todos los actos y
DD
contratos compatibles con los fines que persiguen (art. 141).
Limitaciones. Esta aptitud, que se reconoce igualitariamente a las personas humanas, existe dentro de los alcances
que fija la ley. El derecho la limita en casos concretos previstos expresamente. Estas prohibiciones particulares para la
realización de determinados actos, configura lo que se denomina incapacidad de derecho, con el fin de denotar la
ausencia de capacidad en los supuestos particulares en que se dan. Se trata de restricciones a la capacidad genérica,
LA
a esa aptitud que no puede faltar, porque configura un presupuesto esencial de la personalidad. El párrafo 2° del art.
22 del CCCN hace la salvedad que la ley puede privar o limitar la capacidad de derecho respecto de hechos, simples
actos o actividades jurídicas determinadas. A las restricciones que se establecen de materia contractual, el CCyC les
asigna la denominación de inhabilidades (art. 1001 CCCN).
FI
La capacidad de ejercicio.
Definición. Es la aptitud de las personas humanas para actuar por si mismas en la vida civil. Tal aptitud supone la
existencia de la persona humana, es decir, de la capacidad de derecho, a la que se le suma un grado de madurez
suficiente y un estado físico-mental que permita dicho obrar.
Se suele expresar que la primera se refiere al goce de los derechos y la segunda a su ejercicio, lo cual tiene un fondo
de razón, en cuanto la capacidad de derecho atiene a la posible titularidad de derechos que puede disfrutar un sujeto
y la segunda se traduce en los comportamientos que puede realizar tal sujeto para ejercitar dichos derechos.
La capacidad de derecho considera un aspecto estático de la subjetividad, pues representa la aptitud para la titularidad
de derechos y deberes y constituye un modo de ser del sujeto de derecho, inherente a su esencia en cuanto tal. En
cambio, la capacidad de ejercicio tiene un carácter activo, ya que representa una cualidad que permite al sujeto de
derecho desenvolverse en el ámbito de la vida de relación y participar, con su propio obrar, en la formación de los
supuestos que generan esos derechos y deberes, es decir, determinar con el propio comportamiento la aplicación de
las normas y la atribución de sus correspondientes efectos. Esa cualidad puede existir o bien faltar, cuando no se dan
los presupuestos de madurez y de normalidad psíquico-física a los que está condicionada, sin que resulte afectada la
existencia del sujeto de derecho.
La capacidad de ejercicio.
La primera se refiere al goce de los derechos y la segunda, a su ejercicio, ya que la capacidad de derecho atiene a la
posible titularidad de derechos que puede disfrutar un sujeto y la segunda, se traduce en los comportamientos que
puede realizar tal sujeto para ejercitar dichos derechos.
Con más precisión, puede señalarse que la capacidad de derecho considera un aspecto estático de la subjetividad,
pues representa la aptitud para la titularidad de derechos y deberes y constituyen un modo de ser del sujeto de
derecho, inherente a su esencia en cuanto tal. En cambio, la capacidad de ejercicio tiene un carácter activo, ya que
representa una cualidad que permite al sujeto de derecho desenvolverse en el ámbito de la vida de relación y
OM
participar, con su propio obrar, en la formación de los supuestos que generan esos derechos y deberes, es decir,
determinar con el propio comportamiento, la aplicación de normas y la atribución de sus correspondientes efectos.
Esa cualidad puede existir o bien faltar, cuando no se dan los presupuestos de madurez y de normalidad psíquica física
a los que está condicionado, sin que resulte afectada la existencia del sujeto de derecho.
En una consideración integral del mundo jurídico, la capacidad de obrar está asociada a la importancia que
.C
corresponde a la voluntad humana en la determinación y actuación de valores jurídicos. Esta capacidad entraña la
aptitud de dirigir las propias acciones y de obrar por sí, lo que supone la existencia de una voluntad propia, esto es, de
un grado de madurez suficiente y de un estado mental que lo permita. Por tal razón, la capacidad de ejercicio compete
DD
a la persona humana. Es lo que señala el art. 23 del CCCN, al sentar la conocida regla que la capacidad es la regla y la
incapacidad es la excepción.
La capacidad de ejercicio es, por ende, una aptitud que puede darse en forma plena e intacta, faltar de modo amplio,
existir para determinados actos o verse restringida en ciertos supuestos, sin que la capacidad de derecho, es decir, la
aptitud de ser titular de las relaciones jurídicas de que se trate, sufra menoscabo alguno.
LA
Tales diferencias se patentizan también cuando se examinan los rasgos que exhiben sus restricciones.
Las inhabilidades se traducen en la falta de aptitud para ser titular de determinadas relaciones jurídicas. La incapacidad
FI
de ejercicio consiste en la falta de aptitud del sujeto para ejercer por sí mismo actos de la vida civil.
Las inhabilidades encuentran su fundamento en razones de índole predominantemente moral e impiden que ciertas
categorías de personas puedan celebrar determinados actos en precisas situaciones. Son insubsanables en cuanto el
impedimento no es susceptible de eludirse.
La incapacidad de ejercicio, es una incapacidad remediable. Supone que el sujeto no puede actuar obrando por sí
mismo en la vida de relación. Pero puede ser titular de los efectos jurídicos de tales actos por medio del instituto
jurídico de la representación, que suple el defecto de capacidad, mediante la interposición de otra persona que actúa
en lugar del incapaz, en su nombre y representación.
En otros supuestos, la incapacidad se subsana con la simple cooperación de otra persona que actúa conjuntamente
en apoyo del incapaz (en casos de capacidad restringida o inhabilitación, arts. 43 y 48).
Finalmente, en otras hipótesis, determinadas incapacidades de ejercicio para la realización de ciertos actos mediante
el propio obrar de la persona sobre quien pesan, pueden ser superadas con una autorización.
Sanción. Cuando una persona lleva a cabo un acto jurídico para cuya realización carece de capacidad de hecho, la
sanción es la nulidad. Tal invalidez, invariablemente, tiene un carácter relativo porque la finalidad tuitiva del interés
particular comprometido predomina sobre las consideraciones de orden público.
Unidad 5
1. Causa. Antecedentes. La concepción tradicional de la causa. La concepción neo causalista. Derecho alemán:
presuposición y la base del negocio. La "consideration" del derecho inglés. Derecho nacional.
2. Tratamiento del tema en el Código Civil y Comercial. La base subjetiva del negocio.
3. Forma. Principios generales. Sistema de la ley argentina. Omisión de la forma prescripta. Efectos.
4. Prueba. Concepto. Finalidad. Medios probatorios. Prueba de los contratos formales. El documento
electrónico.
OM
Noción. Clasificación.
Se entiende por forma el modo en el cual el acto jurídico debe necesariamente exteriorizarse para revestir
trascendencia jurídica. Dentro de la concepción tradicional del negocio jurídico, se distingue el elemento psicológico,
representado por la voluntad, del elemento físico constituido por su manifestación. La forma configura el medio
revelador del dato psicológico, el acto de autonomía en su aspecto exterior, el modo como se presenta a la percepción
.C
de los demás y se torna socialmente reconocible. Forma es el contenido del acto desde la perspectiva de su visibilidad.
La voluntad, que es un hecho interior, necesita inevitablemente tener una existencia y una expresión exterior. Todo
acto debe traducirse en un aspecto sensible que permita identificarlo en la realidad.
DD
El CCyC, que continúa con la orientación original del código velezano basado en la concepción tradicional del negocio
jurídico, en el art. 260 define el acto voluntario como el ejecutado con discernimiento, intención y libertad “…que se
manifiesta por un hecho exterior”.
# Forma libre y forma legal. el modo de exteriorizar la voluntad puede ser libre y depender de la decisión de los
interesados o bien el derecho puede limitar la voluntad y predeterminar los modos idóneos de su manifestación, las
LA
solemnidades específicas a que debe ajustarse el autor del acto, cuya omisión ocasiona ya sea la nulidad, o que el acto
no pueda producir la plenitud de sus efectos.
En este sentido, cabe distinguir la forma legal, impuesta o vinculada, de la forma libre, y resulta factible distinguir los
actos formales de los no formales. La forma legal o impuesta, puede entenderse como las solemnidades que, según
FI
las prescripciones de la ley, corresponde observar para la celebración de determinadas categorías de actos jurídicos.
# Antecedentes. Regla.
Escuela pandectista --- adopta el vocablo regla para designar una categoría dogmática que identifica ciertos aspectos
estructurales del negocio jurídico. Esa elaboración conceptual coincide con la construcción de la noción del negocio
jurídico (Flume --- el negocio jurídico sólo existe por medio de la forma -en el derecho romano-. Con la influencia de la
doctrina iusnaturalista del SXVII pasa a ser la forma un atributo del negocio concebido con independencia de ella).
Si se admite que la libre voluntad es el fundamento y la esencia del negocio jurídico, se piensa que el vestimentum, su
forma, debe ser relegada al rango de un elemento accidental de la voluntad, en el sentido de cómo esta es un hecho
interior invisible, tiene necesidad de una señal para que se exteriorice y sea conocida por los otros.
En consecuencia, en sentido propio, son actos formales aquellos que deben ser celebrados con específicas
solemnidades impuestas por una prescripción legal o por un acuerdo entre las partes. El sentido tradicional de la forma
se identifica, pues, con la solemnidad legal o voluntaria.
Es una afirmación corriente -se admita la concepción voluntarista o preceptiva del negocio jurídico- que la libertad de
las formas negociales es la regla y que la exigencia formal en función constitutiva es la excepción. Así lo establece el
art. 284 CCCN: “Si la ley no designa una forma determinada para la exteriorización de la voluntad, las partes pueden
En cambio, la forma legal, vinculada o forzosa, aunque desde un punto de vista concreto aparece unida a un acto
determinado, tiene un carácter genérico y abstracto, una cierta existencia independiente porque no nace del acto
mismo, sino que se impone fuera de él. Está designada de antemano, no es un accidente de su contenido, como en el
caso anterior, tiene una existencia definida como un elemento distinto de dicho contenido concreto del acto.
Las finalidades comprometidas en la imposición de la forma son de variado orden. Pueden permitir la individualización
OM
de una manifestación negocial y su diferencia con lo que no tiene carácter vinculante, amén de favorecer la reflexión
e impedir la precipitación y la ligereza, particularmente cuando se trata de actos a título gratuito. Asimismo, la forma
constituye un medio de publicidad que facilita el conocimiento del acto por los terceros y, sobre todo, simplifica y
asegura su prueba.
En el derecho actual se ha consolidado la regla de la libertad de formas. El legislador solo da carácter formal a los
.C
negocios más importantes. La imposición formal suele vincularse con la necesidad del amparo de los intereses de
terceros y la tutela de la seguridad del tráfico.
Formalismo --- término derivado de forma. Se lo utiliza con una connotación despectiva asociado a ordenamientos
DD
primitivos.
El art. 285 del CCCN establece la siguiente regla en materia de forma impuesta: “El acto que no se otorga en la forma
exigida por la ley no queda concluido como tal mientras no se haya otorgado el instrumento previsto, pero vale como
LA
acto en el que las partes se han obligado a cumplir con la expresada formalidad excepto que ella se exija bajo sanción
de nulidad”.
La consecuencia de que el contrato celebrado con inobservancia de la imposición formal no queda concluido como
tal, debe entenderse en el sentido de que dicho convenio no se reputa apto para producir todos los efectos que le son
FI
propios. Sin embargo, la ley no priva de todo efecto al contrato celebrado con inobservancia de la forma. Por el
contrario, le reconoce particulares consecuencias: configura un acuerdo que obliga a perfeccionar el contrato de que
se trate, en la forma prevista por la ley, esto es, constituye un contrato preliminar que da derecho a las partes a exigir
la conclusión del contrato definitivo mediante el cumplimiento de la forma que la ley impone.
CC --- supuestos de donación art. 1810. Actos formales son solemnes cuando la forma debe ser observada bajo pena
de nulidad, pues en tal caso tiene un carácter de solemnidad esencial para la validez del acto. Los actos formales no
solemnes serían aquellos en que la forma es exigida, no como condición de validez, sino a los meros efectos de la
prueba y, por lo tanto, su incumplimiento no produce la nulidad del acto que se aparta de ella (tesis tradicional
sostenida por Salvat).
Tesis no apropiada para captar con precisión la diferencia entre las dos formas ya que en ambos supuestos de
contratos formales la forma atiene a la sustancia del acto. La forma es de una observancia inexcusable: el acto cobra
existencia en cuanto tal, cuando se cumple con ella. Cuando esto no ocurre, los efectos que se asignan al negocio que
prescinde de la forma, son parciales. Tan solo será dable asignarle la integridad de las consecuencias que le son
privativas, cuando la forma sea observada.
La denominada forma “ad probationem” referencia a proceso judicial en donde las partes que pretenden prevalerse
de un contrato deben demostrar su existencia. A tal fin, se excluye como medio probatorio la testimonial. Ello significa
que, en principio, el contrato sólo puede ser probado por documento en escrito. Se admite (además de los supuestos
Por su parte, los contratos inconclusos como contratos formales porque no se ha observado la forma, deben reputarse,
ope legis, como contratos en que las partes se ha obligado a revestirlos de la configuración formal que la ley exige.
Cumplida esa obligación, se perfeccionarán los contratos definitivos, con la aptitud necesaria para producir la plenitud
de los efectos que les incumben. Los contratos desprovistos de la forma requerida tienen, por ende, la eficacia que
identifica a los contratos preliminares. La tienen imperativamente, porque así lo decide el propio ordenamiento, con
entera prescindencia de la valoración en concreto sobre la coherencia de esos efectos con el fin perseguido por las
partes.
Se daban y siguen dando en estos casos los caracteres que son semejantes a la conversión. La conversión es un instituto
OM
que el CCyC ha incorporado en el art. 384. Los presupuestos de la figura son, ante todo, que debe haber un acto jurídico
inválido o ineficaz, celebrado entre las partes: ese acto, no obstante, debe contener los elementos de un acto jurídico
diferente, de fines y efectos análogos, aún cuando de eficacia, normalmente, más limitada. Asimismo, se suele exigir
que sea dable entender que las partes, en conocimiento de la ineficacia del acto otorgado, hubieran querido la validez
del acto sucedáneo.
.C
El contrato de compraventa de inmuebles es un contrato formal que la ley dispone que debe ser hecha por escritura
pública, como forma ad substantiam. En consecuencia, también prescribe que cuando se celebra de otra forma, por
instrumento privado, el contrato no queda concluido como tal sino como un contrato en que las partes se han obligado
DD
a hacer la escritura pública: ello equivale a disponer que a dicho contrato en instrumento privado -el boleto- ministerio
legis, se le asigna el significado de un contrato preliminar, en el cual las partes se obligan a perfeccionar el contrato
definitivo mediante el cumplimiento del requerimiento formal, esto es, por vía de revestir ese acuerdo con la forma
de la escritura pública. Es cierto, pues, que la consecuencia inevitable de ese contrato preliminar es una obligación de
hacer. Como supone el compromiso de perfeccionar el contrato definitivo, ineludiblemente las partes se obligan al
otorgamiento de escritura pública. En ese complejo negocial en que deben sucederse dos contratos, el íter normal
LA
estaba dado por el contrato preliminar en que las partes se obligan a escriturar; el contrato definitivo, cuando se
otorga escritura; y el cumplimiento de las obligaciones propias del contrato definitivo. El boleto, en cuanto contrato
preliminar, obvio resulta indicarlo, es un contrato y, como tal, tiene fuerza obligatoria que ese negocio jurídico inviste
por vía de regla y, por ello, habilita a reclamar el cumplimiento de esas obligaciones en la forma pactada. Lo que sí
FI
también quedaba claro, es que el cumplimiento de ellas, sea el pago del precio sea la entrega de la posesión o ambas,
no entrañará el perfeccionamiento del contrato definitivo. Ello acaecerá cuando la escritura pública sea otorgada. Tan
sólo entonces, se perfeccionará el contrato definitivo y el contrato de compraventa adquirirá la idoneidad de erigirse
en título a los fines de servir de antecedente para la transmisión de dominio. Lo que no podrían hacer las partes en
cuanto escapa a su voluntad, es asignarle al boleto esa aptitud, mientras la forma no sea observada. En esa exigencia
imperativa de forma para que el contrato pueda desempeñar ese papel, está el límite infranqueable, la ratio legis de
la existencia del contrato preliminar que permitía su diferenciación con el definitivo.
Unidad 6
1. Efectos e interpretación
2. Efectos con relación a las personas. Partes y terceros. Representantes, sucesores, acreedores y terceros
propiamente dichos. La relatividad de los contratos. Alcances y límites del principio. Subcontrato y contratos
conexos.
3. Incorporación de terceros al contrato. Supuestos a examinar.
4. Suspensión del cumplimiento.
5. Revisión contractual. Supuestos legales: imprevisión y lesión. Requisitos y efectos.
6. Interpretación del contrato. El principio de la buena fe. La integración y la calificación del contrato. Cláusulas
abusivas.
El contrato, como expresión de la autonomía privada, tiene un contenido preceptivo, en cuanto importa la
reglamentación de una relación jurídica patrimonial que vincula a las partes. En la construcción de esa reglamentación
contractual, se impone en primer término, determinar el sentido de los comportamientos o declaraciones con los
cuales los contratantes han exteriorizado su voluntad, porque sólo así resulta factible entender correctamente el justo
significado y alcance de las reglas que se han dado en ejercicio de su autonomía.
La calificación. Esa tarea denominada interpretación, constituye el paso previo para la calificación del contrato, esto
es, su vinculación con un tipo contractual. La calificación, a su vez, permite el ingreso a una tercera etapa en la faena
de fijar en régimen del contrato. Ello es así, porque la calificación permite individualizar las normas que pueden
concurrir a la construcción del reglamento contractual, cuando lo acordado por las partes resulta insuficiente, presenta
lagunas o contine ingredientes vedados por el ordenamiento jurídico.
OM
La integración. Por ende, el régimen del contrato se deriva de fuentes autónomas, las representadas por la voluntad
de las partes, que conforman el acuerdo y son las que entrañan la médula de la estructura del negocio. La operación
en virtud de la cual el reglamento contractual se complementa con la intervención de fuentes heterónomas, se
denomina integración del contrato.
Cuando gobernaba en el ámbito del contrato el dogma de la voluntad, prevalecía la idea que ella era la fuente exclusiva
de las consecuencias que se producían. Si bien el papel de la voluntad sigue teniendo trascendencia, no es
.C
omnipotente ni exclusiva. Pero es de destacar que la voluntad es una fuente necesaria de la reglamentación
contractual. Si no media acuerdo, no existe el contrato. Las fuentes heterónomas son eventuales.
Los signos pueden ser oscuros, inequívocos o ambiguos, las palabras pueden ser portadoras de dos o más sentidos
posibles, resultar poco claras o expresar un significado opuesto o incompatible con otras de su contexto. También
pueden atribuirse sentidos diferentes conforme el idioma. No obstante, estas peculiaridades, el contrato solo puede
tener un único y justo sentido. Encontrar ese significado, es el cometido de la interpretación.
han producido efectivamente y de qué modo se han verificado, se trate de la declaración de las partes o de los
comportamientos concomitantes. La interpretación, por el contrario, presupone esa demostración y persigue
esclarecer el significado jurídico que cabe asignar a esos hechos, cuya prueba debe haberse producido.
La naturaleza de las reglas de interpretación. El CCyC consagra el Capitulo 10 del Título II del Libro Tercero comprensivo
También las normas interpretativas vinculan a las partes de un contrato, cuando se controvierte su alcance, porque le
asignan un significado distinto y propugnan interpretaciones diversas.
La interpretación configura una cuestión disponible para ambas partes. Si hay concordancia de ellas sobre el
significado que corresponde asignar a sus cláusulas, cabe atribuirle a esa coincidencia hermenéutica el carácter de una
verdadera interpretación auténtica, de la cual no puede apartarse el juzgador, aunque las normas interpretativas
Suelen distinguirse dos métodos o criterios de interpretación. El primero persigue determinar el significado
correspondiente a la común intención de las partes en el momento de la celebración del contrato y por ello recibe la
denominación de interpretación subjetiva.
El segundo, que por contraposición se califica como interpretación objetiva, trata de asignarle al contrato el significado
OM
más congruente y razonable que tienen los comportamientos y las declaraciones, teniendo en cuenta las expectativas
que pueden suscitar en el ambiente externo, esto es, el sentido que verosímilmente corresponde atribuirle en el medio
social, de acuerdo con lo que ordinariamente acaece y cabe esperar de quienes actúan con corrección en el tráfico
negocial.
La primera dirección de la actividad interpretativa es la que mejor se ajusta a las exigencias hermenéuticas de los actos
de autonomía privada. La otra dirección tiene un carácter subsidiario, en cuanto medio para atribuir un significado al
.C
contenido del contrato a través de un juicio objetivo y abstracto, cuando no resulta posible precisar la común intención
de las partes sobre el particular.
Esta directriz ha sido considerada como una confirmación del dogma de la voluntad y la preeminencia que cabe
reconocerle a la voluntad real por sobre la declaración.
FI
La referencia es a la intención común de las partes y no a la intención de cada una de ellas, considerada por separado,
vale decir, al entendimiento efectivo conjunto, concordante, con respecto al contenido del acuerdo.
Objeto de la interpretación son las declaraciones y comportamientos a través de los cuales se ha exteriorizado la
voluntad contractual y no la voluntad interna que no ha llegado a expresarse. Cuando se habla de intención común se
habla, por lo tanto, a un común entendimiento, siempre que haya tenido una forma de expresión en el marco total de
las circunstancias. Se trata de impedir que se coloque la letra por encima del espíritu.
Las declaraciones de voluntad recepticias. El contrato, acto jurídico bilateral entre vivos, presupone de ordinario la
conciliación o armonización de intereses distintos o contrapuestos. Las declaraciones constitutivas del acuerdo son
recepticias, lo que obviamente importa que para determinar su sentido no solamente debe tenerse en cuenta el
entendimiento del declarante, sino también el del destinatario. En efecto, la interpretación de las declaraciones
recepticias debe efectuarse en consideración a las posibilidades de comprensión del destinatario de la declaración.
La interpretación contextual. El art. 1064 del CCCN establece como primer criterio de interpretación subjetiva, el que
denomina interpretación contextual. Se trata del canon hermenéutico de la totalidad, lo que suele llamarse también
interpretación sistemática del contrato. Conforme con esa directriz, las cláusulas de un contrato deben interpretarse
las unas por medio de las otras, atribuyendo el sentido apropiado al conjunto del acto.
Efectos del contrato son, pues, las modificaciones de las posiciones jurídicas de las partes entrelazadas en tal relación.
Dicha innovación de las posiciones jurídicas de las partes, puede consistir en que el contrato cree derechos y
obligaciones que precedentemente no existían o en que se modifiquen derechos y obligaciones preexistentes.
Es factible que se transmitan a una de los partes derechos que antes no le pertenecían u obligaciones que no pesaban
sobre ella o, asimismo, que se extingan derechos y obligaciones existentes con anterioridad.
Efectos dispositivos y obligatorios. El contrato produce efectos dispositivos cuando por sí mismo, reviste la aptitud de
provocar una transferencia de derechos subjetivos de una de las partes a la otra, o una modificación o extinción de
ellos, que signifique una ventaja para la contraparte, vale decir, cuando provoca directamente una transformación en
OM
el patrimonio de los contratantes.
El contrato tiene efectos obligatorios cuando no importa una modificación actual e inmediata de los bienes que
integran el patrimonio de las partes, sino en cuanto crea o modifica obligaciones que son situaciones jurídicas
instrumentales mediante cuyo cumplimiento ha de producirse dicho cambio patrimonial.
Alcance del efecto dispositivo en nuestro derecho. Nuestro sistema ha sido fiel a la tradición del derecho romano,
acorde con el cual el contrato, en lo atinente a la transmisión y constitución de tales derechos, sólo tiene efectos
adquirendi.
.C
obligatorios, es decir, constituye el título, requiriéndose para que se produzca el efecto perseguido, adicionar el modus
El consentimiento y los efectos. El consentimiento es uno de los requisitos de existencia del contrato. Esa declaración
DD
de voluntad común de los interesados configura el contenido del contrato, pero solamente constituye la fuente
primaria de los efectos del contrato, los que no se agotan y verifican en relación estricta con tal contenido. Como se
ha visto, la integración permite sumar efectos que cuando es dispositivo, suplen omisiones y completan el acuerdo, o
se imponen a lo consentido, cuando tienen fuerza imperativa.
LA
Los efectos importan una materia de exclusiva índole jurídica. Se niega de manera drástica (en una tesis radical y
estrecha) la competencia de la autonomía para disponer de los efectos contractuales por cuanto no se tiene en cuenta
que la voluntad de los interesados puede desplegarse para instrumentar los efectos de los contratos en una dirección
determinada (ejemplo: condición, contrato preliminar, contrato fiduciario o la simulación).
La fuerza vinculante del contrato. Remisión. Cuando las partes celebran un contrato, quedan vinculadas con lo
FI
convenido. Es el principio de la fuerza vinculante del contrato, el pacta sunt servanda que, como se ha visto, representa
la expresión más significativa del reconocimiento jurídico de la autonomía privada y la expresión de un imperativo
moral de prestar fe y hacer honor a la palabra empeñada.
Los efectos de los contratos se producen, como es obvio, entre las partes. Según el art. 1023 del CCCN, se considera
parte del contrato: a) a quien lo otorga en nombre propio, aunque lo haga en interés ajeno; b) a quien es representado
por un otorgante que actúa en su nombre e interés y c) a quien manifiesta la voluntad contractual, aunque ésta sea
transmitida por un corredor o por un agente sin representación.
Parte es, pues, la persona que actúa en su propio nombre en un contrato ya sea, como titular de los intereses
reglamentados o actuando en interés de un tercero. En este último caso, ese actuar por cuenta ajena, permanece
oculto y no lo exterioriza con la parte con que se relaciona. Son los supuestos de la denominada representación
indirecta. También es parte la persona titular de los intereses que actúa por medio de un representante legal o
convencional. Es el representado quien reviste la calidad de parte en el contrato.
El representante, sujeto de la voluntad, solo puede considerarse la parte del negocio con un carácter meramente
formal. Parte finalmente, es el titular de los intereses que, para la manifestación de la voluntad contractual, se vale de
un intermediario encargado de comunicarlo, sea un corredor o un mensajero.
Los sucesores universales de las partes. El art. 1024 del CCCN prescribe que los efectos del contrato se extienden, activa
y pasivamente, a los sucesores universales de las partes. El precepto se refiere a los sucesores mortis causa.
Además de las excepciones prescriptas por la ley, las partes, en ejercicio de su autonomía, pueden válidamente, en
principio, convenir que los efectos del contrato que celebran no se extiendan a sus sucesores.
En los contratos que generan obligaciones de hacer, éstas, en principio se extinguen con el fallecimiento del obligado
OM
a la prestación de hacer. Esta regla rige en el contrato de obras y servicios.
El art. 1022 del CCCN. El principio básico de la autonomía contractual entraña la facultad de disciplinar libremente los
intereses que son propios y pertenecen a las partes. Ello excluye, por vía de regla, la posibilidad de gobernar intereses
.C
ajenos. Como consecuencia natural de esta idea, se deriva el principio tradicional de la relatividad de los efectos del
contrato, cuyo contenido lo anticipa el art. 1021, que el contrato sólo tiene efectos entre las partes, y lo explicita el
art. 1022 del CCCN: “El contrato no hace surgir obligaciones a cargo de terceros, ni los terceros tienen derecho a
invocarlo para hacer recaer sobre las partes obligaciones que éstas no han convenido, excepto disposición legal”.
DD
Efectos jurídicos. Cuando el art. 1021 expresa que los efectos de los contratos sólo afectan a las partes y personas
asimiladas, sin que puedan perjudicar a terceros, debe entenderse por efectos a los que revisten el carácter de
jurídicos, con exclusión de los empíricos.
Noción de tercero. Efectos directos e indirectos o reflejos. Terceros interesados. La noción de tercero tiene un carácter
LA
negativo. Presupone que previamente se ha precisado la noción de parte y, como consecuencia, por contraposición a
dicha categoría, cabe conceptuar como terceros a todas las personas que no son parte de un determinado contrato.
En primer término, los acreedores de las partes, ya que el patrimonio del deudor es, en definitiva, la garantía sobre la
cual pueden hacer efectivos sus créditos.
FI
La delimitación de la regla. los contratos coligados o conexos. Son las hipótesis denominadas de unión de contratos o
contratos conexos o coligados. Suponen la existencia de contratos distintos, con una causa autónoma, pero con
intereses económicos entrelazados o un interés final complejo que no es susceptible de satisfacerse aisladamente,
porque en conjunto tienden a la realización de una operación económica unitaria y compleja. Existe una indudable
vinculación económica entre estos contratos, pero, al mismo tiempo, también media una vinculación jurídica, porque
las vicisitudes de un contrato, su existencia, nulidad o rescisión, pueden influir en la vida de los otros contratos
coligados o repercutir en el tratamiento jurídico de ellos. Se entiende así, cómo en estas situaciones de conexión
contractual, las partes de cada contrato individual, si bien son consideradas como terceros respecto de los otros
contratos, pueden ver ligada la suerte de su compromiso al desenvolvimiento de los otros, en virtud de las notas
distintivas que, precisamente, identifican tal conexión.
El principio de relatividad significa que los efectos directos del contrato sólo alcanzan a las partes. Es decir, si el
contrato crea obligaciones, ellas no pueden ser impuestas a terceros. Estos no pueden ser constreñidos a cumplir las
obligaciones nacidas de un contrato del cual no han sido parte. Cuando el contrato tiene efecto extintivo, sólo puede
operar ese efecto respecto de las relaciones jurídicas de las que son titulares las partes y no respecto de las que atienen
a extraños. Finalmente, el contrato no puede sustraer ni modificar derechos que pertenecen a terceros ni privarlos de
ellos.
El contrato celebrado por el consumidor tiene vasos comunicantes que extienden los efectos a todos los actores que
intervienen en la cadena de importación, elaboración y distribución.
Este principio, en su extensión tradicional, estaba enunciado con el aforismo que los contratos constituyen para los
terceros una “res inter alios acto, alius necque prodesse necque nacere potest”. El contrato no puede perjudicar ni
OM
beneficiar a los terceros.
La excepción a esta regla la constituye la figura del contrato a favor de terceros o estipulación en favor de terceros.
Noción. Se denomina contrato a favor de tercero o estipulación en favor de un tercero, al contrato en el cual una de
las partes, el estipulante, actuando en nombre propio, conviene con la otra parte, el promitente, que éste debe cumplir
una prestación en favor de un tercero, el beneficiario, quien adquiere el derecho de crédito respectivo como
.C
consecuencia de ese contrato.
El Código de Vélez. En el art. 1161, como una excepción a la regla de que los contratos no pueden ser invocados por
terceros, preceptuaba que nadie puede contratar a nombre de un tercero sin estar autorizado por él, o sin tener por
DD
ley su representación.
Excepción: art. 504 CC que consagraba la validez de la estipulación en favor de un tercero, esto es, se autorizada por
vía de regla, los contratos a favor de terceros.
Alcance. Supuestos.
LA
Con la denominación contratos a favor de un tercero, en sentido vulgar, se hace mención a todo contrato celebrado
en atención a un tercero y que de cualquier modo esté destinado a proporcionarle directa o indirectamente un
provecho. Podría incluirse en esta figura al contrato celebrado por un representante en nombre de un representado,
cuyos efectos se producen directa y exclusivamente, en la esfera jurídica de este último.
FI
Pero, en sentido estrictamente técnico, se llama contrato a favor de tercero al celebrado por una parte estipulante,
que actúa en nombre propio y conviene, en tal carácter, con la otra parte, promitente, que ésta debe cumplir una
prestación a favor de un tercero. Lo que diferencia netamente a esta figura de la representación.
En virtud de ese contrato, a ese tercero, que no ha tenido parte directa ni indirectamente en su celebración, se le
atribuye un derecho de crédito que nace como propio del beneficiario. El tercero debe ser titular del derecho de
crédito respectivo.
Supuestos más comunes: la donación con cargo cuando esta debe cumplirse a favor de un tercero; el contrato oneroso
de renta vitalicia cuando el deudor de la renta debe pagarla a un tercero; el seguro de vida y el contrato de transporte,
cuando el destinatario es un tercero.
# En la búsqueda de un fundamento para que el derecho de crédito del tercero fuera adquirido con la participación
efectiva de la voluntad de éste a través de medios idóneos, se elaboraron diversas teorías en la búsqueda de tal
justificación:
Teoría de la oferta: el derecho del tercero nace de la aceptación de la oferta hecha por el estipulante. Se concibe a la
estipulación por otro como una operación compleja en la cual operarían dos contratos: uno, que supone el acuerdo
del estipulante con el promitente en virtud del cual el primero adquiere un derecho de crédito que ofrecería al tercero.
El ciclo se cierra con la aceptación de la oferta hecha por este último, que perfecciona el segundo contrato. Se explica
así, que el estipulante pueda revocar la oferta antes de la aceptación.
Se coincide en que la figura de la estipulación a favor de tercero es autónoma y, por consiguiente, el derecho es
adquirido directamente por el tercero y se deriva del contrato en el cual éste no es parte. Tal adquisición se produce
sin que sea necesario la aceptación del tercero.
En nuestro ordenamiento, esta figura permite conciliar esta solución con el principio de relatividad de los contratos.
Es dable concluir que, así como no es admisible que de un contrato se derive una carga o una obligación para un
tercero, sí resulta factible que se le pueda atribuir a este, directamente, una posición ventajosa consistente en un
OM
derecho de crédito, aunque con el significado que el tercero tiene la posibilidad de rehusar tal beneficio. No es factible
que mediante la celebración de un contrato puedan las partes invadir la esfera jurídica de otra para imponerle una
carga o un menoscabo. Pero sí se admite que por obra de un contrato sea dable a las partes crear directamente un
derecho de crédito a favor de un tercero y procurarle el consiguiente provecho que ello representa. Empero, se respeta
el derecho del tercero al gobierno sin interferencia, de la esfera jurídica de la cual es titular, cuando se le reconoce la
facultad de renunciar al beneficio. Es dable generarle un provecho sin su voluntad, pero no es posible que esa ventaja
.C
pueda consolidarse en contra de ella.
El CCyC legisla sobre la estipulación a favor de terceros en los arts. 1027 y 1027. El art. 1027 prescribe: “Estipulación a
favor de tercero. Si el contrato contiene una estipulación a favor de un tercero beneficiario, determinado o
DD
determinable, el promitente le confiere los derechos o facultades resultantes de lo que ha convenido con el
estipulante. El estipulante puede revocar la estipulación mientras no reciba la aceptación del tercero beneficiario; pero
no puede hacerlo sin la conformidad del promitente si éste tiene interés en que sea mantenida. El tercero aceptante
obtiene directamente los derechos y las facultades resultantes de la estipulación a su favor. Las facultades del tercero
beneficiario de aceptar la estipulación, y de prevalerse de ella luego de haberla aceptado, no se transmiten a sus
herederos, excepto que haya cláusula expresa que lo autorice. La estipulación es de interpretación restrictiva.”
LA
Se ha discutido si el derecho que adquiere el beneficiario puede subordinarse al cumplimiento de una obligación por
parte del tercero. Cuando se pacta que el tercero al que se beneficia con un derecho de crédito debe cumplir una
obligación como contrapartida o condición a la cual se subordina la adquisición de ese derecho, claramente se excede
los límites de la figura y el contrato que se convenga, no constituye una estipulación en favor de un tercero sino un
FI
contrato que puede vincular a otro, cuyo perfeccionamiento requiere la aceptación de ese tercero. La obligación no
puede tener existencia y derivarse de un contrato del cual no es parte aquella persona sobre la cual pesa, antes de esa
aceptación.
El contrato a favor de tercero genera un triple orden de relaciones. Debe comenzarse por el contrato base, que
constituye la denominada relación de cobertura. En dicho contrato, una de las partes, el estipulante, conviene con la
otra, el promitente, que éste debe cumplir una prestación a favor de un tercero. Existe un aprovechamiento de un
tercero, ajeno a la relación contractual, quien adquiere el consiguiente derecho de crédito. La estipulación en beneficio
del tercero puede constituir el objeto principal del contrato. Expresión prototípica: seguro de vida.
Noción. Dispone, el art. 1026 del CCCn: “Promesa del hecho de tercero. Quien promete el hecho de un tercero queda
obligado a hacer lo razonablemente necesario para que el tercero acepte la promesa. Si ha garantizado que la promesa
sea aceptada, queda obligado a obtenerla y responde personalmente en caso de negativa.”.
Se prevé un contrato en que una de las partes, el promitente, actuando en nombre propio, promete a su contraparte,
que un tercero se ha de comprometer a cumplir una obligación, o ha de realizar un acto jurídico o un hecho material.
Dicho contrato es válido, aunque incompleto; requiere la ratificación del tercero, para cobrar eficacia.
Naturaleza de la obligación del promitente. Puede comprometerse a desplegar una determinada conducta, esto es,
puede asumir una obligación de medios consistente en realizar diligentemente las gestiones para que el tercero lleve
a cabo el hecho de que se trate. O bien, asumir una obligación de resultado y, por tanto, tener que indemnizar a su
contraparte si el tercero no presta el hecho prometido.
Corresponde entender que la obligación asumida es normalmente de medios: el promitente solo se obliga a obrar con
OM
diligencia, haciendo todo lo posible para obtener la ratificación del tercero o que este preste el hecho prometido. En
estrictez de concepto, loque se promete en tal hipótesis, es el hecho propio.
Efectos. En todos estos casos, el promitente cumple con la obligación asumida, cuando el tercero presta el hecho
prometido. Si este consiste en contraer una obligación, cumple cuando el tercero se obliga, sin que deba responder
por la sucesiva falta de cumplimiento de dicha obligación, salvo que se haya con venido lo contrario.
.C
Delimitación del supuesto. A los fines de la delimitación del supuesto, conviene tener en cuenta que cuando se
promete que el tercero ha de cumplir una obligación preexistente, que ya sido contraída por este, se habrán desborda
do los límites de la figura analizada y el contrato que se celebre con el acreedor revestirá el carácter de una fianza.
DD
INEFICACIA. Noción. Clases. Caracterización.
Se han considerado los efectos normales del contrato a los cuales las partes no pueden sustraerse, esto es, su eficacia.
LA
Pero nos referimos a la ineficacia en aquellos supuestos en que el contrato no produce o deja de producir, por diversas
vicisitudes, los efectos esperados o que les son propios. Se trata de situaciones previstas en el ordenamiento jurídico
en las cuales, si bien un contrato se ve impedido de producir los efectos que le son propios a consecuencia de ciertos
defectos, imperfecciones o anormalidades del contrato.
Ineficacia inicial y sobrevenida. La ineficacia es inicial cuando el contrato es, en sí mismo, inapto para producir sus
FI
efectos, por vicios o defectos que le son congénitos, desde que existen en el momento de su celebración. En cambio,
la ineficacia es sobrevenida cuando el contrato se ha constituido válidamente, pero por defectos, anormalidades o
circunstancias supervinientes, externas al negocio, no puede cumplir con la función que le es propia. En el primer caso,
el contrato nace defectuoso. En la segunda hipótesis, pese a su nacimiento regular, se ve afectado por factores
posteriores, que le impiden poder cumplir con la finalidad práctica económica que persiguió. La ineficacia inicial afecta
al contrato como acto. La sobreviniente, lo afecta como relación.
Ineficacia absoluta y relativa. Es absoluta cuando el contrato queda privado de sus efectos propios para todos, se
trate de las partes o de los terceros. La ineficacia es relativa, cuando sólo afecta a las partes o bien puede hacerse valer
por los terceros o alguno de ellos; vale decir, en tales hipótesis el contrato se reputa eficaz para ciertos interesados e
ineficaz para otros.
Eficacia pendiente. La distinción que se hace entre ineficacia inicial y sobrevenida no agota las diversas maneras de
presentación de los distintos supuestos que pueden conducir a la ineficacia de los actos jurídicos. Merecen un
tratamiento especial los actos con eficacia pendiente, esto es, negocios que, si bien no nacen ineficaces, sin embargo
su eficacia depende de un requisito, de una condictio iuris que les falta, pero que se encuentra fuera del negocio.
Unidad 7
5.- Resolución por incumplimiento. Régimen legal. Modalidad y formas de ejercicio. Efectos.
El CCyC después de referirse a la rescisión bilateral o mutuo disenso en el art. 1076, el art. 1077 bajo el título “Extinción
por declaración de las partes” prescribe que el contrato puede ser extinguido total o parcialmente por esa vía mediante
rescisión unilateral, revocación o resolución, en los casos en que el mismo contrato o la ley le atribuyen esa facultad.
OM
Supuestos de ineficacia sobrevenida.
# La revocación. En un sentido primigenio, la revocación consiste en la extinción de un acto unilateral mediante otro
acto unilateral (ej. El testamento). En el ámbito contractual cabe hablar de la revocación del poder (art. 380 inc. c
CCyC) o de la revocación de una oferta (o retracción -art. 875 CCCN). Se utiliza el término revocación en el contrato a
favor de terceros para designar la facultad del estipulante de dejar sin efecto la ventaja antes de que el beneficiario la
acepte (art. 1027).
.C
Potestad del mandante de ponerle fin (al poder o al contrato de mandato).
DD
En sentido estricto, se trata de un derecho de arrepentimiento para provocar la extinción de un contrato ya
perfeccionado.
# La rescisión. A este término se lo suele utilizar en el derecho comparado para designar el remedio aplicable a los
contratos que padecen el vicio de la lesión.
En nuestro derecho, para señalar el ámbito en que se desenvuelve, primordialmente este remedio extintivo
LA
denominado rescisión, es importante mencionar que, una vez celebrado un contrato, las partes deben cumplirlo sin
que sea concebible que una de ellas pueda sustraerse, por su sola voluntad, en la observancia de lo convenido. Como
una concreción de la autonomía, el contrato tiene fuerza vinculante entre los contratantes. Empero, en virtud de ese
mismo principio de autonomía, los contratantes tienen la posibilidad, mediante un nuevo consentimiento, de
modificar lo acordado o de desanudar el vínculo nacido de ese concurso de voluntades primitivo.
FI
El mutuo disenso o distracto, es el contrato por el cual las partes disuelven un contrato preexistente celebrado entre
ellas. Configura la expresión característica de lo que se denomina rescisión. Se trata de una rescisión bilateral; el
acuerdo extintivo que tiene por contenido, constituye un nuevo contrato.
El art. 1076 CCyC establece que el contrato puede ser extinguido por rescisión bilateral.
Efectos del mutuo disenso ---- depende del alcance que las partes le hayan dado al contrato resolutorio. Los
contratantes tienen libertad para acordar la solución. Si ellas guardan silencio, el CCyC dispone que esta extinción,
excepto estipulación en contrario, solo produce efectos para el futuro y, como es obvio, en ningún caso puede afectar
derechos de terceros.
- Rescisión unilateral de origen legal: puede darse la hipótesis en que una de las partes tenga la facultad de
disolver un contrato por un acto de su voluntad. Se habla en estos supuestos, de una rescisión unilateral. Dicha
facultad puede provenir de la ley -rescisión legal- o de una cláusula del contrato -rescisión convencional-.
Se trata en el fondo de un derecho de arrepentimiento que la ley prevé a favor de una de las partes, a quien
le confiere la facultad de cambiar de idea sobre la prolongación de un contrato concluido (ej. Locación de
obra).
Locación de inmueble --- a los 6 meses de la relación locativa el locatario puede dejarla sin efecto.
Derecho del consumidor --- revocación de la aceptación, art. 1110.
La rescisión convencional es la autorizada por una estipulación contractual.
La resolución. Significa la ineficacia sobrevenida de un contrato en razón de un evento posterior, que provoca o puede
provocar su disolución. La resolución puede ser automática o facultativa. La primera se produce como consecuencia
necesaria de la realización del evento, independientemente de una nueva declaración; así ocurre en la manifestación
típica de la figura. La condición resolutoria o en los supuestos de imposibilidad sobrevenida no imputable a las partes.
CCyC COMENTADO:
ARTÍCULO 1076. Rescisión bilateral. El contrato puede ser extinguido por rescisión bilateral. Esta extinción, excepto
estipulación en contrario, sólo produce efectos para el futuro y no afecta derechos de terceros.
OM
Introducción. El cumplimiento de las obligaciones asumidas por las partes es la vía natural de extinción de un contrato
eficaz. Pero puede que, en los contratos en los que el vínculo fluye en el tiempo, que no son de ejecución instantánea,
tras su celebración se produzcan cambios en los intereses tenidos en cuenta por las partes al contratar y que eso
determine que, por imperio contrario de la misma voluntad por la que concluyeron el contrato, decidan ponerle fin
por medio de una rescisión bilateral, el primero de los supuestos de ineficacia considerado en este Capítulo del Código.
Supuestos de ineficacia que constituyen puertas de salida del ámbito del contrato que, por distintas razones, no habrá
.C
de alcanzar la finalidad perseguida por quienes lo celebraron.
Hablamos de ineficacia toda vez que un contrato válido no alcanza los objetivos previstos por las partes al tiempo de
su celebración lo que puede ocurrir por factores atribuibles a alguna de ellas (por ejemplo en la resolución por
DD
incumplimiento -art. 1083-) o por la incidencia de circunstancias ajenas que alteran lo previsto (imposibilidad de
cumplimiento sobreviniente por caso fortuito o fuerza mayor -arts. 955 y 1730/1733 CCyC), frustración de la finalidad
(1090) o imprevisión (1091).
La rescisión bilateral es un contrato sujeto a las reglas de los actos jurídicos bilaterales, aun cuando se lo emplee para
dejar sin efecto contratos unilaterales, pues la bilateralidad alude aquí a las voluntades que concurren a la formación
LA
ARTÍCULO 1077. Extinción por declaración de una de las partes. El contrato puede ser extinguido total o parcialmente
por la declaración de una de las partes, mediante rescisión unilateral, revocación o resolución, en los casos en que el
mismo contrato, o la ley, le atribuyen esa facultad.
FI
La extinción de un vínculo contractual puede darse también a partir de la voluntad de una parte, por vía de la rescisión
unilateral, la revocación o la resolución —según los casos—, puertas de salida para un ámbito contractual que ya no
habrá de cumplir su finalidad.
Rescisión unilateral. La rescisión unilateral es un medio de extinción de un contrato que depende de la exteriorización
de voluntad de una de las partes contratantes y puede ser ejercida cuando ello se encuentra habilitado por una norma
legal o convencional, incorporada por las partes en previsión de tal posibilidad.
A diferencia de lo que ocurre con la resolución, no hay en este caso una alteración del equilibrio contractual derivado
de la conducta de la contraria, como en la resolución por incumplimiento, o de la alteración de las circunstancias
tenidas en mira al tiempo de con tratar, como en la imprevisión; sino que lo que se produce por lo general es un
cambio en el interés de la parte que la formula o un agotamiento por desgaste de la relación entre las partes, aun
cuando no medie incumplimiento alguno.
La revocación es un medio de extinción de los actos jurídicos que, en el caso de los contratos, se presenta como la
facultad de una de las partes de dejar sin efecto el vínculo en los casos previstos por el legislador. Opera por medio de
una declaración unilateral de voluntad que tiene por fin inmediato extinguir la relación jurídica.
La revocación es un medio de extinción de un contrato en que se concluyó el proceso de formación del consentimiento,
a diferencia de la retractación, por la que se deja sin efecto una oferta en el proceso de formación del consentimiento
contractual (art. 975 CC y C).
La resolución es un acto jurídico unilateral que genera la extinción del vínculo contractual en etapa de cumplimiento,
por causas sobrevinientes. Opera retroactivamente, aunque con excepciones, y puede ser total o parcial (art. 1083 CC
y C). El hecho resolutorio pudo ser previsto por las partes o por la ley (art. 1089 CC y C); ser expreso (art. 1086 CC y C);
o surgir tácitamente (arts. 1087 y 1088 CC y C).
El art. 1078 prevé disposiciones generales para la extinción por declaración de una de las partes comunes a las tres
futuras:
a) el derecho se ejerce mediante comunicación a la otra parte. La comunicación debe ser dirigida por todos los sujetos
que integran una parte contra todos los sujetos que integran la otra;
b) la extinción del contrato puede declararse extrajudicialmente o demandarse ante un juez. La demanda puede
OM
iniciarse, aunque no se haya cursado el requerimiento previo que pudo corresponder; en tal situación se aplica el
inciso f);
c) la otra parte puede oponerse a la extinción si, al tiempo de la declaración, el declarante no ha cumplido, o no está
en situación de cumplir, la prestación que debía realizar para poder ejercer la facultad de extinguir el contrato;
d) la extinción del contrato no queda afectada por la imposibilidad de restituir que tenga la parte que no la declaró;
.C
e) la parte que tiene derecho a extinguir el contrato puede optar por requerir su cumplimiento y la reparación de
daños. Esta demanda no impide deducir ulteriormente una pretensión extintiva;
f) la comunicación de la declaración extintiva del contrato produce su extinción de pleno derecho, y posteriormente
DD
no puede exigirse el cumplimiento ni subsiste el derecho de cumplir. Pero, en los casos en que es menester un
requerimiento previo, si se promueve la demanda por extinción sin haber intimado, el demandado tiene derecho de
cumplir hasta el vencimiento del plazo de emplazamiento;
g) la demanda ante un tribunal por extinción del contrato impide deducir ulteriormente una pretensión de
LA
cumplimiento;
h) la extinción del contrato deja subsistentes las estipulaciones referidas a las restituciones, a la reparación de daños,
a la solución de las controversias y a cualquiera otra que regule los derechos y obligaciones de las partes tras la
extinción.
FI
ARTÍCULO 1079. Operatividad de los efectos de la extinción por declaración de una de las partes
b) la resolución produce efectos retroactivos entre las partes, y no afecta el derecho adquirido a título oneroso por
terceros de buena fe.
Asimismo, en los arts. 1080 y 1081 CC y C se determina el régimen de las restituciones a efectuar entre las partes en
un contrato total o parcialmente extinguido por alguna de las vías que pueden tener lugar a partir de una
manifestación unilateral; esto es, de la rescisión unilateral, la resolución y la revocación, en el que se establece que,
de extinguirse el vínculo contractual por declaración de una de las partes, ellas deben restituirse lo que han recibido
en razón del contrato y, de no ser posible la restitución en especie, el valor de lo recibido, conforme a las reglas
establecidas para las obligaciones de dar para restituir y a lo previsto en el art. 1081 CC y C, de aplicación a la extinción
de los contratos bilaterales. Si la cosa objeto de la prestación se ha extinguido o la prestación se ha consumido —como
el uso y goce en la locación—, solo es posible la restitución del valor de la prestación a favor de la parte acreedora de
la obligación.
ARRAS:
Más allá del desarrollo que tuvo la figura y la discusión doctrinaria respecto de sus diversas etapas, corresponde
destacar que como resultado de esa evolución se distinguen, fundamentalmente, dos clases de arras o de seña que
cumplen funciones diferentes y contrapuestas. Ellas son la seña confirmatoria y la seña penitencial. La primera sirve
de refuerzo y de garantía del vínculo obligatorio. La seña penitencial, por el contrario, opera como un medio que
permite la disolución del vínculo, un pacto de displicencia que confiere a cualquiera de las partes, el derecho de
arrepentirse, provocando la rescisión del contrato.
OM
El Código de Vélez le asignó a la seña un carácter penitencial.
El art. 1059 establece que la entrega de la señal o arras se interpreta como confirmatoria del acto, excepto que las
partes acuerden lo contrario y convengan la facultad de arrepentimiento.
Desvinculado de la cláusula penal, a diferencia de otras legislaciones, la seña confirmatoria solo tiene un significado
.C
en lo concerniente a su objeto y restitución. En lo que respecta a su objeto, puede consistir en dinero o cosas muebles.
En cuanto a su restitución, si es de la misma especie que lo que debe darse, se tiene como parte de la prestación si el
contrato se cumple. Pero no si es de diferente especie o si la obligación es de hacer o de no hacer (art. 1060). En este
DD
caso, infrecuente en la práctica, cabría agregar que mientras el que recibió la seña no cumple, su contraparte puede
ejercer un derecho de retención sobre lo entregado. Y en su caso, resguardarse mediante la petición de medidas
cautelares sobre el bien entregado en concepto de seña.
c) Seña penitencial. Efecto accidental del contrato. La seña penitencial debe ser expresamente convenida por los
contratantes.
LA
FI
Unidad 8
1. Obligación de saneamiento.
Generalidades. Entre los efectos naturales de los contratos onerosos se encuentra lo que el CCyC engloba bajo la
denominación de obligación de saneamiento, comprensiva de la tradicionalmente considerada como la garantía por
evicción y por los vicios redhibitorios. La idea es que, en la transmisión de un derecho a título oneroso, el transmitente
debe garantizar tanto la ausencia de vicios jurídicos, esto es, aquellos susceptibles de provocar la pérdida, disminución
o restricción del derecho transmitido, como la inexistencia de defectos materiales del bien objeto de dicha
transmisión.
En nuestro derecho, tanto en doctrina como en la praxis, se ha entendido mayoritariamente por obligación de
saneamiento, la obligación del responsable cuando se produce la evicción.
Fundamentos del Proyecto de 1998. Aquí se expresa que, si bien el saneamiento abarca la garantía por evicción y por
vicios redhibitorios, excede ese ámbito porque la garantía por evicción “obliga al transmitente a título oneroso a salir
en defensa del adquirente (art. 2108 CC) y, si la evicción se produce, a hacerle restituciones y a indemnizarlo”. Agregan:
“El saneamiento va más allá, porque también da lugar a que los adquirentes ejerzan las acciones de cumplimiento de
contrato: por lo tanto, aquel tiene asimismo derecho a requerir al garante que perfeccione el título o subsane los
defectos (art. 505 inc. 1° CC) o que le indemnice los daños que ha sufrido (art. 505 inc. 3° CC).
OM
La hibridez de una propuesta. En el Manual y en los fundamentos de la reglamentación que en él se inspira, se afirma
que, en los supuestos de estas garantías, el adquirente dispone de dos vías que se darían simultánea y
alternativamente: por un lado, hacer valer las garantías o, por el otro, ejercer los remedios derivados del
incumplimiento. Los sistemas que existen en derecho comparado en materia de evicción y de vicios, como se verá,
son fundamentalmente dos: uno, prevé la existencia de garantías autónomas que van adjuntas al cumplimiento; el
otro considera a los supuestos por evicción o por vicios, como manifestaciones del incumplimiento de una prestación.
El Código de Vélez opta por el primero.
.C
Rasgos comunes. En cuanto a su ámbito, ambas figuras representan efectos naturales de contratos onerosos. En las
dos, por lo tanto, desempeña un papel semejante el principio de autonomía. Ambas tienen similitudes en cuanto a la
legitimación.
DD
La garantía contra la evicción.
Antecedentes. Ambas figuras hunden sus raíces en el derecho romano. La evicción comprende las situaciones en que
la existencia o la extensión del derecho transmitido están expuestas a sufrir las consecuencias de reclamaciones de un
tercero fundadas en un derecho. Por vía de regla, la evicción, en sentido propio, si bien es una garantía que se genera
LA
entre las partes de un contrato, suma necesariamente a un tercer protagonista que es ese tercero. Da lugar a una
situación triangular, que conecta a tres centros de interés diferentes. Mayor simplicidad tiene el supuesto de la
garantía por vicios, que nace de los defectos que puede tener el bien objeto de la transmisión y que, de este modo,
prescinde de ese protagonismo de un tercero.
FI
Caracterización de la garantía de evicción. El art. 1044 del CCCn prescribe que la responsabilidad por la evicción
asegura la existencia y legitimidad del derecho transmitido. Como se ha expresado, la garantía de evicción se relaciona
con que, en toda transmisión de un derecho a título oneroso, el derecho que se transfiere debe estar libre de vicios
que puedan afectar su existencia o extensión. La mejor manera de aproximarse a su caracterización es tener en cuenta
su contenido. Presupone que la existencia o extensión del derecho transmitido, se ve comprometida por reclamos de
terceros que se fundan en un derecho. Es lo que se denomina la turbación del derecho. Si tales reclamaciones
prosperan, se produce la privación total o parcial del derecho adquirido.
La garantía de evicción comienza a funcionar cuando acaece la turbación. A partir de ese momento se generan
obligaciones al transmitente (de asistir y de defender al adquirente). Se trata de una obligación de hacer.
El significado del vocablo garantía, es el de asistencia, defensa, protección, afianzamiento, que se relaciona con las
reclamaciones que puede provocar la situación expuesta, susceptible de conducir a la privación total o parcial del
derecho adquirido.
a) Transmisión de un derecho a título oneroso. Art. 2091 CC. Para que exista garantía de evicción es
imprescindible que el derecho atacado por un tercero derive de una transmisión que ha tenido lugar entre el
adquirente y el garante. Se trata de una adquisición derivada de un derecho que entraña una sucesión a título
particular. El CCyC en el art. 1033 dispone que están obligados al saneamiento que incluye la garantía por
La autonomía de las partes. La garantía por evicción, según se ha dicho, es un efecto natural de los contratos onerosos.
El régimen que la ley establece se aplica de pleno derecho a los contratos referidos. Empero, al mismo tiempo, las
partes, en ejercicio de su autonomía, pueden modificar ese régimen legal. en ese orden de ideas, el art. 1036 del CCCN
establece: “Disponibilidad. La responsabilidad por saneamiento existe, aunque no haya sido estipulada por las partes.
Estas pueden aumentarla, disminuirla o suprimirla, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo siguiente”.
OM
Límites. La facultad de las partes de disciplinar libremente, de común acuerdo, la garantía de evicción, que es
denominada como disponibilidad por el art. 1038, tiene límites que revisten un carácter imperativo. La primera
limitación está enunciada en el inc. a) del art. 1038: las cláusulas de supresión o disminución de la garantía se tiene
por no convenidas, si el enajenante conocía o debió conocer el peligro de la evicción. La ley reprueba en el caso, la
mala fe del enajenante. La segunda delimitación, establecido en el inc. b) del art. 1038 citado, ya ha sido mencionado
cuando se analizó el art. 1040 del CCCN, norma con la cual se correlaciona también, se tendrán por no convenidas las
.C
cláusulas de supresión y disminución de la responsabilidad, si el enajenante actúa profesionalmente en la actividad a
la que se corresponde la enajenación, a menos que el adquirente también se desempeñe profesionalmente en esa
actividad.
DD
El alcance de la cláusula de renuncia o de exclusión de la garantía. Es infrecuente que las partes convengan el aumento
de la garantía por evicción, en cambio, son usuales las cláusulas que las disminuyen o suprimen. Prescribe a este
respecto el art. 1037 del CCCN que las cláusulas de supresión y disminución de la responsabilidad, son de
interpretación restrictiva. De este modo es dable entender que la renuncia o la exclusión en general de la garantía de
evicción se circunscribe a la obligación de exigir la reparación del daño, pero no obsta a que el vencido pueda reclamar
la repetición del precio pagado. Así lo establecía, de modo más explícito y recomendable, el art. 2100 del CC. El
LA
fundamento de tal solución radica, como ya se ha señalado, en que la contraprestación del vencido representa un
pago hecho en virtud de una causa que ha dejado de existir (art. 1796 inc. a) del CCCN). Concurre, por ende, esta causal
de repetición que impide el enriquecimiento sin causa o carente de título que lo justifique, de parte del garante.
FI
Unidad 9
1. Compraventa. Concepto. Relaciones con otras figuras jurídicas afines. La cosa vendida. El Precio. Obligaciones
Unidad 10
1. Locación de cosas. Concepto. Elementos esenciales. Relación con figuras afines. Objeto y destino. Tiempo de
la locación. Obligaciones de las partes. Régimen de mejoras. Cesión y sublocación. Extinción. Efectos.
2. Leasing. Concepto. Función económica. Modalidades. Régimen legal.
COMPRAVENTA.
Es el tipo contractual más referencial entre los contratos de cambio y tiene particular relación con los derechos reales,
especialmente lo referido a la teoría del título y el modo.
Concepto.
Art. 1123: “Definición. Hay compraventa si una de las partes se obliga a transferir la propiedad de una cosa y la otra a
pagar un precio en dinero”.
a) Elementos esenciales: Obligaciones que identifican al tipo: la obligación de transmitir la propiedad de una cosa
a cargo de la parte vendedora y la obligación de pagar un precio en dinero a cargo de la parte compradora.
b) Término propiedad. “transferir la propiedad”. En el CV se utilizaba “dominio”. El vocablo propiedad se utiliza
con diversos alcances: a) en un sentido amplio, comprensivo de todo derecho patrimonial, aún de los
creditorios; b) en un sentido más restrictivo, como equivalente al derecho de dominio.
c) El comprador está obligado a pagar un precio en dinero. Si no es moneda de curso legal, se convierte en
OM
obligación de dar cantidades de cosas (¿compraventa o permuta?). Al regular el elemento precio el CCyC exige
que éste sea determinado o determinable (art. 1133).
d) Se eliminó del concepto la obligación del comprador de recibir la cosa, ya que no es lo que tipifica el negocio,
sin perjuicio de que, al regular las obligaciones de las partes, expresamente se prevé que el comprador está
obligado a recibir la cosa (art. 1141 inc. b).
e) Se deroga toda alusión a la intención de lucro, ya que ahora la compraventa tiene un doble carácter (civil y
comercial).
PACTO DE RETROVENTA.
.C
Art. 1163: Pacto de retroventa es aquel por el cual el vendedor se reserva el derecho de recuperar la cosa vendida y
DD
entregada al comprador contra restitución del precio, con el exceso o disminución convenidos. El contrato sujeto a
este pacto se rige por las reglas de la compraventa sometida a condición resolutoria.
Si la cosa vendida es un inmueble o bien una cosa mueble registrable, este pacto será oponible a terceros
interesados si resulta de los documentos inscriptos en el registro correspondiente o si de otro, el tercero ha
tenido conocimiento efectivo (art. 1166 primera parte).
Si las cosas vendidas son muebles no registrables, los pactos no son oponibles a terceros adquirentes de buena
fe y a título oneroso (art. 1166 segunda parte).
FI
b) Este pacto debe estipularse en el mismo acto de venta, es decir, en la escritura (inmueble) o titulo
correspondiente (del automotor, por ejemplo).
Tratándose de bienes registrables, cualquier acuerdo posterior a la venta o formalizado por instrumento
separado, será inoponible a terceros. El pacto puede “agregarse a la venta”, pero evidentemente conforma
una cláusula de ella.
c) El plazo para la operación de rescate no puede exceder los cinco años para inmuebles y no más de 2 años si la
cosa es mueble. Si convienen un plazo mayor, se reduce al máximo legal. Se trata de un plazo improrrogable.
La norma es imperativa (1167).
El derecho emergente del pacto de retroventa puede ser ejercido por el vendedor y los cesionarios, herederos y
acreedores de aquél (estos últimos a través del ejercicio de la acción subrogatoria).
Legitimación pasiva: para que se ejerza el derecho de rescate contra ellos, afecta al comprador, sus herederos y los
terceros adquirentes, salvo en este último caso, que sean cosas muebles registrables y que el tercero lo haya adquirido
de buena fe y a título oneroso.
a) Art. 1968 primera parte: “Al cumplirse el plazo o condición, el dueño revocable de una cosa queda
inmediatamente constituido en poseedor a nombre del dueño perfecto”.
OM
Extinción del pacto de retroventa. Renuncia a este derecho. La extinción, en caso de no ser ejercida, opera en tiempo
y forma, de pleno derecho por ser un plazo de caducidad. El derecho de rescate es esencialmente renunciable.
PACTO DE PREFERENCIA.
.C
Regulado por el art. 1165 del CCyC: “Pacto de preferencia es aquel por el cual el vendedor tiene derecho a recuperar
la cosa con prelación a cualquier otro adquirente si el comprador decide enajenarla. El derecho que otorga es personal
y no puede cederse ni pasa a los herederos”.
DD
El pacto de preferencia le permite al vendedor recuperar la cosa vendida con prelación a cualquier otro adquirente, si
el comprador decide enajenarla. La diferencia con la retroventa es que el derecho a ejercerlo por parte del vendedor
aparece sólo cuando el vendedor decide enajenar el bien.
La enajenación de la cosa comprende cualquier acto de disposición que pretenda llevar adelante el comprador. Puede
tratarse de una donación, del aporte a una sociedad (como es el caso), de la transmisión a otro mediante un contrato
LA
de renta vitalicia, de la entrega en permuta, transacción o fideicomiso. Cualquiera de estos contratos genera el derecho
de preferencia en favor del vendedor.
Se trata de un derecho intuitu personae, no puede cederse ni pasa a los herederos, ni puede ser ejercido por los
acreedores del vendedor por la vía de la acción subrogatoria.
FI
Se aplican las reglas de la compra bajo condición resolutoria y tanto a bienes inmuebles como a cosas muebles, y su
duración máxima es de 5 años en caso de inmuebles. El plazo se computa desde la fecha de celebración del contrato,
al margen de la oportunidad en que se haya efectuado la tradición al comprador.
La norma es de orden público y el vencimiento del plazo se produce ipso iure, esto es, de pleno derecho.
El art. 1169 del CCyC ha regulado los efectos de la venta sujeta a condición resolutoria expresando que la existencia
de esta condición “produce los efectos propios del contrato, pero la tradición o en su caso, la inscripción registral, sólo
transmite el dominio revocable”.
CONTRATO DE SUMINISTRO.
El art. 1176 define a este contrato: “Suministro es el contrato por el cual el suministrante se obliga a entregar bienes,
incluso servicios sin relación de dependencia, en forma periódica o continuada, y el suministrado a pagar un precio
por cada entrega o grupo de ellas”.
Acerca del modo en que se desarrolla la ejecución. Es evidente que brinda utilidades y ventajas para ambos
contrayentes.
Caracteres. Es un contrato de duración, de colaboración entre las partes, bilateral, consensual, no formal (aunque
OM
generalmente escrito en virtud de su fuerte contenido reglamentario). Normalmente es un contrato oneroso. Puede
ser inter empresario o de consumo.
a) Consensual (art. 957 CCyC): se perfecciona con el simple consentimiento de las partes; b) bilateral o sinalagmático
(art. 966 CCyC): impone obligaciones recíprocas a las dos partes: una se obliga a entregar periódica o continuamente
una cantidad de bienes o servicios (sin relación de dependencia) y a desarrollar toda una actividad tendiente a
proveerlos; la otra se obliga a pagar un precio por ello; c) oneroso (art. 967 CCyC): tiene por objeto la utilidad de ambos
.C
contratantes; la prestación a cargo del proveedor (suministro de bienes en forma continua o periódica) tiene su razón
de ser en la contraprestación del suministrado (pago del precio); d) conmutativo (art 968 CCyC): cada contratante
busca y obtiene una ventaja a cambio de una prestación equivalente; las prestaciones se encuentran determinadas al
momento de la celebración del contrato y las ventajas o pérdidas que pueden proporcionarse las partes son ciertas,
DD
determinadas (o determinables) y susceptibles de inmediata apreciación pecuniaria al tiempo de la celebración; e)
nominado (art. 970 CCyC): se encuentra regulado en este Código; f) no formal (art. 969 CCyC): no está sometido a
ninguna formalidad; g) de tracto sucesivo o de duración (art. 1011 CCyC): en este tipo de contratos, caracterizado por
la periodicidad o la continuidad de las prestaciones convenidas, el plazo es un elemento esencial para el cumplimiento
del objeto, de modo que se produzcan los efectos queridos por las partes o se satisfaga la necesidad que las indujo a
LA
contratar. También resulta importante el cumplimiento del deber de colaboración y el respeto de la reciprocidad de
las obligaciones, considerado en relación a la duración total; h) de adhesión (arts. 984/989 CCyC): si se trata de sujetos
con similar poder económico será posible la negociación individual o contratación paritaria. En cambio, cuando estos
sujetos no son igualmente libres y tienen un disímil poder de negociación, el contrato se formará a través de la
estructura jurídica de adhesión (arts. 984/989 CCyC). i) de empresa: en virtud de su instrumentación se asegura el
FI
a) 20 años si se trata de frutos o productos del suelo o subsuelo, con proceso de elaboración o sin él.
b) 10 años en los demás casos.
Bajo la premisa del plazo máximo, las partes pueden acordar el suministro por un plazo determinado o por tiempo
indeterminado, es decir, sin fijación de plazo. En este último caso, “cualquiera de las partes puede resolverlo dando
aviso previo acerca de las condiciones pactadas. De no existir pacto, se aplican los usos” (1183).
El art. 1183 establece tres modos posibles para ejercitar la rescisión unilateral. “Si la duración del suministro no ha
sido establecida expresamente, cualquiera de las partes puede resolverlo, dando aviso previo en las condiciones
pactadas. De no existir pacto se aplican los usos. En su defecto, el aviso debe cursarse en un término razonable según
las circunstancias y la naturaleza del suministro, que en ningún caso puede ser inferior a sesenta días”.
Causales de extinción:
ARTÍCULO 1184. Resolución. En caso de incumplimiento de las obligaciones de una de las partes en cada prestación
singular, la otra sólo puede resolver el contrato de suministro, en los términos de los artículos 1077 y siguientes si el
incumplimiento es de notable importancia, de forma tal de poner razonablemente en duda la posibilidad del
incumplidor de atender con exactitud los posteriores vencimientos.
OM
periódicos de aprovisionamiento; proveer lo necesario para que los bienes objeto del contrato lleguen a la
otra parte en las condiciones de calidad y puntualidad requeridas; advertir al suministrado sobre los defectos
o inconvenientes de la provisión; notificar las modificaciones o la suspensión de la provisión a fin de que el
aprovisionado tome precauciones, evitándole perjuicios por la interrupción intempestiva de sus prestaciones.
1) La primera y principal es el pago del precio. El cual debe ser pagado dentro de los 10 días del mes calendario
.C
siguiente a aquel en que ocurrió la entrega. Salvo que se hubiera convenido otra cosa.
2) A su vez, tiene a su cargo la recepción del aprovisionamiento y con tal motivo, el deber de informar al
proveedor los defectos de la entrega para mantener incólume el ejercicio de su garantía.
DD
3) Notificar al proveedor toda variación de sus necesidades.
LEASING.
Concepto. Es un contrato concebido para facilitar la adquisición de bienes de larga duración y alto precio. Combina la
locación y la compraventa. El dador de un bien lo entrega al tomador, quien paga un canon por el uso y goce de ese
LA
bien, debiendo las partes convenir su monto y periodicidad (art. 1229). Pero, además, el tomador tiene derecho a
quedarse con el dominio del bien si ejerce la opción de compra -opción ésta que forma parte de la génesis del contrato-
pagando el precio pactado.
Objeto.
Nuestra legislación, además de cosas muebles, ha incorporado como objeto del contrato a los inmuebles, marcas,
patentes o modelos industriales y software (art. 1228). Puede abarcar además los servicios y accesorios necesarios
para el diseño, la instalación, la puesta en marcha y la puesta a disposición de los bienes dados (art. 1233).
El bien, objeto del contrato, puede ser de propiedad del dador desde antes de la vinculación contractual con el
tomador (art. 1231 inc d), lo que se llama leasing operativo.
a) Puede el dador comprarlo a la persona indicada por el tomador (art. 1231 inc. a).
b) Puede el dador comprarlo según las especificaciones del tomador o según catálogo, folleto o descripciones
identificadas por éste (art. 1231 inc. b).
c) Puede el dador comprarlo sustituyendo al tomador en una compraventa celebrada por éste (art. 1231 inc. c).
d) Puede el dador comprarlo al propio tomador (art. 1231 inc. c). es lo que se llama lease back.
e) Puede estar a disposición del dador por título que le permita constituir leasing sobre él (art. 1231 inc. f). Es
una variante del leasing operativo.
OM
Unidad 11
1. Obra y servicios. Disposiciones comunes. Disposiciones especiales para las obras y los servicios.
Contrato de obras.
Concepto. Se llama así al contrato en virtud del cual una de las partes, actuando independientemente, se compromete
.C
a realizar una obra y la otra, a pagar por esa obra un precio en dinero, que se llama retribución (art. 1251).
Objeto: fundamentalmente la realización de una construcción u obra material, pero en realidad es más amplio:
LA
construcción de un edificio, puente, camino, etc., su modificación o refacción y aún su demolición; la fabricación de
una máquina o motor, su desarme, la realización de obras intelectuales tales como escribir un libro, una obra de teatro,
una partitura, pintar un retrato, hacer una escultura, etc.
Art. 1253 --- a falta de ajuste sobre el modo de hacer la obra, el contratista o prestador de los servicios elige libremente
FI
los medios de ejecución del contrato. Pero, además, deberá ejecutar el contrato conforme a los conocimientos
razonables requeridos al tiempo de su realización por el arte, la ciencia y la técnica correspondiente a la actividad
desarrollada (art. 1256 inc. a).
Los materiales, quien debe aportarlos y a quien pertenecen. La obligación de poner los materiales puede recaer sobre
el contratista o el comitente; a falta de previsión sobre el punto, debe aportarlos el primero, salvo que lo contrario
resulte de la costumbre del lugar para esa obra o surja de otros elementos de juicio, particularmente el precio. Tal es
la solución que aporta el art. 1256 inc. c). Si han sido aportados por el contratista, le pertenecen hasta el momento de
la entrega de la obra; el comitente no podrá reivindicarlos y sólo tendrá derecho a reclamar su entrega por vía de
acción de cumplimiento de contrato, a menos que se trate de cosas muebles incorporados como accesorias a otras de
propiedad del comitente, en cuyo caso éste adquiere la propiedad desde el momento de la incorporación. Si han sido
aportados por el comitente, éste conserva la propiedad sobre ellos, a menos que se trate de cosas fungibles.
El CCyC ha regulado entre los arts. 1262 y 1266 los sistemas a los que puede ajustarse la ejecución de una obra material
siguiendo para ello, los estipulados en la ley de obras públicas. Ambas normas refieren que las contraprestaciones
pueden ser ejecutadas por unidad de medida, por coste y costas; o por ajuste alzado: sin perjuicio de otros sistemas
de contratación que se establezcan (art. 1262; art. 5° Ley 13.064).
- Ajuste alzado, o retribución global. Es cuando las partes establecen desde el comienzo un precio fijo e
invariable. Las modificaciones en el precio de los materiales o de la mano de obra benefician o perjudican al
Unidad 12
OM
Art. 1781 CCyC: “hay gestión de negocios cuando una persona asume oficiosamente la gestión de un negocio ajeno
por un motivo razonable, sin intención de hacer una liberalidad y sin estar autorizada ni obligada, convencional o
legalmente”.
Es un instituto que constituye una excepción al principio según el cual no cabe en derecho inmiscuirse en los asuntos
y negocios ajenos sin autorización. El supuesto excepcional sólo es posible “cuando el gestor, desprovisto de intereses
personales, actúa por un motivo razonable, consistente por lo general, en impedir un daño al dueño del negocio”.
.C
No excluye la posibilidad de que el gestor actúe a partir de un interés común con el dueño del negocio. Pueden ser
también actos materiales, pero con contenido patrimonial.
DD
Es un acto de voluntad unilateral.
Respecto a los efectos de la gestión entre el gestor y el dueño del negocio, el art. 1782 menciona que tiene distintas
obligaciones. El gestor está obligado a:
a) avisar sin demora al dueño del negocio que asumió la gestión, y aguardar su respuesta, siempre que esperarla no
LA
resulte perjudicial;
b) actuar conforme a la conveniencia y a la intención, real o presunta, del dueño del negocio;
c) continuar la gestión hasta que el dueño del negocio tenga posibilidad de asumirla por sí mismo o, en su caso, hasta
concluirla;
FI
Respecto a las obligaciones del dueño del negocio, están prescriptas en el art. 1785:
a) a reembolsarle el valor de los gastos necesarios y útiles, con los intereses legales desde el día en que fueron hechos;
c) a repararle los daños que, por causas ajenas a su responsabilidad, haya sufrido en el ejercicio de la gestión;
Y finalmente, y respecto a los efectos de la gestión de negocios frente a terceros: “El gestor queda personalmente
obligado frente a terceros”, como si hubiera contratado en interés propio.
Sin embargo, el gestor queda liberado respecto de las obligaciones contraídas por él, a través de tres supuestos:
a) Que el dueño del negocio ratifique su gestión (arts. 1784, 1789 y 1790 2° parte).
b) Que el dueño del negocio asuma formalmente las obligaciones contraídas por el gestor (arts. 1784 y 1789) y
En cualquiera de estos tres supuestos, los terceros que contrataron con el gestor, en la medida que sean terceros de
buena fe, tendrán acción contra el gestor y también contra el dueño del negocio, aunque esta alternativa no se
verificaría si el gestor hubiera advertido al tercero el carácter en que actúa y ello hubiera sido aceptado por aquel
produciéndose luego la ratificación del negocio por su dueño, con efectos retroactivos como lo indica el art. 1790 en
su segunda parte.
CONTRATO DE MANDATO:
Libro III, Título IV, Cap. VIII, arts. 1319 a 1334 (tomo IV del comentado).
Definición: art. 1319: “Hay contrato de mandato cuando una parte se obliga a realizar uno o más actos jurídicos en
interés de otra”.
OM
Ya no es un elemento esencial que haya representación del mandante por parte del mandatario, ya que no hace a la
esencia del mandato la coexistencia de una representación.
Elementos esenciales:
Lo que define a este contrato es la realización de actos jurídicos (uno o varios) en interés de otra parte, con total
independencia de que esa actuación lo sea en nombre de esa parte o en nombre propio del mandatario. De modo que
1320/21).
.C
el mandato puede o no ser representativo según se determine por la voluntad de las partes, sin imposición legal (arts.
Vínculo sustentado en la confianza, por el cual una persona, por su propia voluntad, decide valerse de otro sujeto para
DD
su actuación frente a terceros, en la realización de actos jurídicos por diversas razones (necesidad de valerse de un
sujeto de conocimientos específicos o la imposibilidad física de hacerlo por sí mismo).
La otra nota característica que ya se mencionó, es que la actividad que se encomienda al mandatario debe ser la
realización de actos jurídicos (art. 259) como actividad principal, aunque también se realicen de manera secundaria o
LA
El art. 1313 CCyC regula la formación del consentimiento: “El mandato puede ser conferido y aceptado expresa o
tácitamente. Si una persona sabe que alguien está haciendo algo en su interés, y no lo impide, pudiendo hacerlo, se
entiende que ha conferido tácitamente mandato. La ejecución del mandato implica su aceptación aun sin mediar
declaración expresa sobre ella”.
FI
Es la concordancia de las voluntades de las partes (consentimiento) lo que determina el perfeccionamiento del
contrato, que puede ser manifestadas de modo expreso o tácito. Tanto la oferta como la aceptación de este contrato
pueden ser expresa como tácita. El mandato se concluye “por una conducta de las partes que sea suficiente para
demostrar la existencia del acuerdo (art. 971 CCyC).
Habrá mandato tácito cuando “una persona sabe que alguien está haciendo algo en su interés, y no lo impide,
pudiendo hacerlo”.
Caracteres:
Consensual: es un acto jurídico bilateral que presupone concordancia de las voluntades de las partes, o sea, se
perfecciona con su consentimiento.
Oneroso. Se presume oneroso (art. 1322). Ello encuentra su reflejo en una de las principales obligaciones que pesa
sobre el mandante cual es la de “abonar al mandatario la retribución convenida” (art. 1328 inc. d).
Bilateral. Pues existen obligaciones recíprocas para ambas partes, las que se contemplan en los arts. 1324 y 1328.
El asiento natural de este contrato fue y sigue siendo, el ámbito mercantil. Tiene por objeto actos de comercio. Negocio
jurídico mayoritariamente comercial, sub especie del mandato, pero se diferencia de éste ya que en la comisión, el
comisionista o consignatario obra a nombre propio o de la razón social que representa (no representando al
consignante o comitente) y para el específico propósito de vender cosas muebles del consignante o comitente.
En cambio, el mandato comercial, en primer lugar, puede actuar con o sin representación y, en segundo lugar, puede
celebrarse para múltiples propósitos de objeto comercial, y no solo para la venta de cosas muebles.
En el nuevo CCyC, el mandatario actúa en nombre propio y en interés del mandante, a diferencia del Código Velezano,
donde el mandato era principalmente representativo, aunque podía no serlo, así como podía ser gratuito u oneroso.
Definición. Art. 1335 CCyC: Hay contrato de consignación cuando el mandato es sin representación para la venta de
cosas muebles. Se le aplican supletoriamente las disposiciones del Capítulo 8 de este Título.
OM
La consignación se distinguía del mandato, tanto civil como comercial, pues el consignatario no actuaba en nombre y
representación del comitente, sino que lo hacía en nombre propio, quedando directamente obligado hacia las
personas con quienes contrataba. Estas no tenían acción contra el consignante ni este contra aquellas, salvo que el
consignatario cediera derechos a favor de alguno de aquellos (arts. 221, 222 y 233 CCom.). Por el contrario, el
mandatario actuaba en nombre y representación del mandante, lo que implicaba que los actos llevados a cabo por el
mandatario se consideraban celebrados por aquel (art. 1869 CC y art. 222 CCom.).
.C
El art. 1319 CCyC establece que hay contrato de mandato cuando una parte se obliga a realizar uno o más actos
jurídicos en interés de la otra. El mandante no queda obligado directamente respecto del tercero ni este respecto del
mandante. El mandatario actuará en representación del mandante solamente cuando expresamente se estipule (arts.
DD
1319 y 1320 CCyC). En concordancia con este lineamiento, se define al contrato de consignación como mandato sin
representación para la venta de cosas muebles, pues no se verifica la distinción clásica entre mandato y consignación,
referida anteriormente. Tal como se entendía antes de la reforma, el consignatario desarrolla la actividad en nombre
propio y declara la voluntad frente al tercero por sí mismo. El consignante no queda obligado frente a los terceros, ni
estos contraen obligaciones ni derechos directos a su favor o en su contra. (comentado, pag. 103, tomo IV).
LA
Es una figura que se particulariza como un mandato que debe ser celebrado con dos condiciones: a) sin representación
y b) para la venta de cosas muebles. O sea, para que se verifique el contrato de consignación se requiere la reunión
conjunta de los siguientes requisitos: que se trate de un mandato, que ese mandato sea sin representación y que el
encargue del contrato sea una venta.
FI
Unidad 13
Unidad 14
1. Donación. Concepto. Elementos esenciales del contrato. Capacidad. Efectos. Algunas donaciones en particular.
Reversión y revocación.
Unidad 15
Unidad 17
1. Fideicomiso privado. Concepto. Contenido. Plazo. Forma. Objeto. Sujetos. Dominio fiduciario. Efectos.
Extinción.
OM
Definición: es aquel que tiene en miras la guarda de las cosas que el depositante le confía al depositario. Esta es la
finalidad característica y común a las diferentes modalidades, aún a aquellas relaciones en las que el depósito es un
vínculo accesorio de otro principal.
La custodia a la que se obliga el depositario es siempre efectuada en interés del depositante y se completa con la
restitución de la cosa depositada. Esta es una consecuencia natural de este contrato, que implica la custodia temporal
de la cosa en interés del depositante.
.C
El art. 1356 del CCyC define este contrato como aquel en el que una parte se obliga a recibir de otra una cosa, con la
obligación de custodiarla y restituirla con sus frutos.
DD
Esta obligación de custodia por parte del depositario no se limita a conservarlo, sino también a preservar su valor de
cambio y su destino económico. De allí que el depositario deba responder, por ejemplo, por su sustracción o deterioro.
Debido a que en este tipo de contrato no se transmiten ni se constituyen derechos reales (salvo en el depósito irregular
-art. 1357-), sino que sólo se transmite la tenencia de una cosa para su custodia, no es necesario que el depositante
justifique ser titular del dominio de la cosa entregada en depósito (art. 1365). La legitimación para solicitar su
LA
Caracteres.
Consensual. Se perfecciona con el mero acuerdo de partes (“cuando una parte se obliga a recibir de otra”).
FI
Oneroso. A la obligación de custodia por parte del depositario se corresponde la de abonar una remuneración por
parte del depositante. Se presume onerosa, pero puede pactarse el carácter gratuito, pero aún así, el depositante
deberá reembolsar al depositario los gastos razonables en que incurrió por la guarda y restitución.
De duración. Será necesario un período de tiempo de acuerdo con las necesidades del depositante y a lo acordado en
el contrato. Será aplicable lo dispuesto en el art. 1011.
De consumo. Las previsiones de los arts. 1092 y 1093 serán aplicables a todos aquellos casos en los que el depositario
fuera un profesional de ese servicio.
Plazo. No tiene plazos mínimos ni máximos determinados. El art. 1359 prevé que se ha convenido un plazo, y en tal
caso, será en interés del depositante, quien podrá exigir su restitución en cualquier momento. No obstante, si el
depósito fuera gratuito el depositario puede restituir la cosa al depositante en cualquier momento, manteniendo su
derecho al reintegro de los gastos que hubiera insumido la custodia.
CONTRATO DE COMODATO.
Es aquel contrato en el cual una de las partes (comodante) se obliga a entregar a la otra (comodatario), una cosa
inmueble, o mueble no fungible y no consumible, para que la use gratuitamente durante un tiempo, con la obligación
de restituir la misma e idéntica cosa al finalizar el contrato.
El concepto nos lo brinda el art. 1533: “Hay comodato si una parte se obliga a entregar a otra una cosa no fungible,
mueble o inmueble, para que se sirva gratuitamente de ella y restituya la misma cosa recibida”.
Elementos esenciales:
OM
3) La obligación de devolver la misma e idéntica cosa por parte del comodatario.
Se transmite sólo la tenencia de la cosa para su uso, conservando el comodante la propiedad de la cosa o la posesión,
según sea su situación frente a la misma.
Entre las obligaciones del comodatario, surgen del art. 1536 del CCyC:
- Usar la cosa conforme a derecho
- Pagar los gastos ordinarios y los realizados para servirse de la cosa
.C
- Conservar la cosa
- Responder por la pérdida y deterioro de la cosa
- Restituir la cosa.
DD
UNIDAD 14: DONACIÓN.
Paradigma de los negocios gratuitos. Pero no todo acto gratuito supone una donación.
Consiste en un acuerdo de voluntades que implica la transmisión inter vivos de bienes que uno realiza a favor de otro
sin recibir ninguna prestación a cambio y con ánimo de beneficiarlo. Figura entre el simple “acto” y contrato genuino.
La donación entraña la dación de cosas que se desplazan de un patrimonio a otro sin contraprestación, por acto entre
FI
vivos y siempre con ánimo de beneficiar a la otra parte. Una se empobrece y la otra se enriquece, una dispone y la
otra acepta, y es siempre posible visualizar la sustancia patrimonial que se traslada del acervo de un sujeto al del otro.
Sólo como excepción, se asimila a la cesión gratuita de derechos tanto por resultar compatible y respetar sus recaudos
estructurales y porque, además, nuestro derecho permite la aplicación subsidiaria de las normas de la donación a esta
Definición. Art. 1542: “Hay donación cuando una parte se obliga a transferir gratuitamente una cosa a otra, y ésta lo
acepta”.
De allí surge que el negocio supone un contrato en virtud del cual una parte, en forma gratuita, asume la obligación
de transmitir a otro que lo acepta, el dominio de una cosa. Se hace evidente su naturaleza eminentemente contractual
al exigir la aceptación del donatario, despejando discusiones sobre el particular, su gratuidad, y su objeto circunscripto
a las cosas, excluyendo los objetos inmateriales.
Como es un contrato unilateral, el donatario no tiene obligaciones, salvo los cargos impuestos en el contrato. Esta
obligación accesoria se encuentra regulada en el CCyC (arts. 1562/1564). Si el contrato hubiera impuesto un cargo al
donatario, está obligado a cumplirlo y no haciéndolo, puede el donante demandar su cumplimiento o revocar la
donación.
# Donaciones mutuas (art. 1560). “En las donaciones mutuas, la nulidad de una de ellas afecta a la otra, pero la
ingratitud o el incumplimiento de los cargos sólo perjudican al donatario culpable”.
Importan un negocio en el que los donantes también son donatarios y en el que se intercambian cosas en propiedad,
pero a diferencia de la permita, resulta indispensable la intención de beneficiar la individualidad de cada uno de los
acuerdos concertados y la innecesariedad de equivalencia entre las prestaciones intercambiadas, aspecto esencial en
la permuta en razón de su onerosidad.
# Donaciones remuneratorias. Art. 1561: son “las realizadas en recompensa de servicios prestados al donante por el
donatario, apreciables en dinero y por los cuales el segundo podría exigir judicialmente el pago. La donación se juzga
gratuita si no consta en el instrumento lo que se tiene en mira remunerar”.
OM
Aquí la figura entraña el supuesto de la dación de una cosa cuyo valor excede la equitativa remuneración por el servicio
recibido, pues de lo contrario, el acto sería típicamente oneroso.
# Donaciones con cargo. La donación puede tener anejo un cargo u obligación accesoria impuesta al beneficiario como
modo de limitar o restringir su derecho sobre la cosa donada.
Art. 1562 CCyC. “En las donaciones se pueden imponer cargos a favor del donante o de un tercero, sean ellos relativos
.C
al empleo o al destino de la cosa donada, o que consistan en una o más prestaciones”.
En la medida del cargo, el acto es oneroso, en el resto gratuito, convirtiendo al negocio en mixto (art. 1564).
DD
El donatario es el obligado al cumplimiento de esta carga accesoria, y puede consistir en darle un destino o empleo
específico a la cosa donada o cumplir alguna prestación de dar, hacer o no hacer en beneficio del propio donante o de
un tercero, pero no en beneficio del donatario (que entrañaría un mero “consejo” inejecutable en caso de
incumplimiento).
“Si la donación es onerosa, el donante debe reembolsar el valor de los cargos satisfechos o de los servicios prestados
LA
por el donatario” (art. 1569). “Si el cargo se ha estipulado en favor de un tercero, éste, el donante y sus herederos
pueden demandar su ejecución; pero sólo el donante y sus herederos pueden revocar la donación por inejecución del
cargo”. (art. 1562 2° parte).
Reversión de la donación. Concepto. Art. 1566: En la donación se puede convenir la reversión de las cosas donadas,
FI
sujetando el contrato a la condición resolutoria de que el donatario, o el donatario, su cónyuge y sus descendientes,
o el donatario sin hijos, fallezcan antes que el donante.
Es una cláusula contractual expresa que ambas partes consienten y que reconoce esta facultad rescisoria unilateral en
beneficio del donador.
El donante es el único autorizado por nuestra legislación para reclamar la efectividad del pacto y revertir los bienes
donados nuevamente a su patrimonio (art. 1566 2° parte).
Revocación de la donación.
En principio, la donación es irrevocable por la sola voluntad del donante o por causales que no estén especial y
legalmente previstas, pues de lo contrario, se cerniría una inadmisible incertidumbre sobre el derecho transmitido al
donatario.
Sin embargo, su carácter en principio irrevocable no impide que la donación ya perfeccionada admita alguna ineficacia
funcional en razón de causas legalmente previstas, ya sea por voluntad de los particulares o de la ley, quedando
circunscriptas a tres supuestos especiales:
En la imposición de cargos, el beneficiario ve reducida la ventaja patrimonial de este acto de liberalidad. Ante la falta
de cumplimiento del cargo, el donante puede a su arbitrio, peticionar su ejecución forzada que es la consecuencia
natural, o pedir la revocación de la donación, que es el efecto terminal porque entraña la resolución del contrato.
Los terceros a quienes el donatario transmite bienes gravados con cargos sólo deben restituirlos al donante, al
revocarse la donación, si son de mala fe; pero pueden impedir los efectos de la revocación ofreciendo ejecutar las
OM
obligaciones impuestas al donatario si las prestaciones que constituyen los cargos no deben ser ejecutadas precisa y
personalmente por aquél. El donatario que enajena los bienes donados, o imposibilita su devolución por su culpa,
debe resarcir al donante el valor de las cosas donadas al tiempo de promoverse la acción de revocación, con sus
intereses”.
El cargo puede fijarse en beneficio del propio donante o de terceros. En el primer supuesto, el donante o sus herederos
podrán demandar la revocación, salvo que el cargo suponga un beneficio personal a favor del donante, por ejemplo,
.C
alimentos o cuidados personales de por vida, en cuyo caso, el incumplimiento no podría ser invocado por los
herederos, pero si el propio donante hubiera promovido su reclamo en vida, podrían éstos continuar la demanda de
revocación.
DD
En el segundo supuesto, si los cargos benefician a terceros, el donante y sus herederos pueden reclamar la revocación
por inejecución, pero no los terceros, que sólo tendrían acción para exigir el cumplimiento del cargo. La novedad del
CCyC se evidencia en el art. 1562, que de manera expresa, prevé que no solo el tercero beneficiario está autorizado a
demandar la ejecución de la estipulación a su favor, sino que también el donante y sus herederos pueden hacer lo
propio.
LA
El incumplimiento del cargo debe ser analizado de conformidad a las reglas sobre dicha anomalía en las obligaciones
en general, es decir, apreciando lo obrado y su discordancia con lo debido; la gravedad que justifique esta medida
extrema y, especialmente, que sea atribuible a título de dolo o culpa al donatario, pues quedaría librado si tal evento
se produjere por caso fortuito o fuerza mayor (art. 1733).
FI
Producida la revocación, los bienes donados vuelven al patrimonio del donante, aplicándose las reglas de las
condiciones resolutorias y del dominio revocable (arts. 348 y 1965).
Si el bien donado con cargo hubiere sido transferido por el donatario a un tercero y el donante revoca la donación por
inejecución del cargo, sólo los adquirentes de mala fe estarían obligados a restituir el bien al donante, es decir, aquellos
que conocían la existencia del cargo por tratarse de un bien mueble registrable o de un inmueble. Y agrega la norma
del art. 1570 que “pueden impedir los efectos de la revocación ofreciendo ejecutar las obligaciones impuestas al
donatario si las prestaciones que constituyen los cargos no deben ser ejecutadas precisa y personalmente por aquél”.
Se trata de una forma indirecta de impedir la resolución del acuerdo.
Finalmente, se prevé que si “el donatario que enajena los bienes donados, o imposibilita su devolución por su culpa,
debe resarcir al donante el valor de las cosas donadas al tiempo de promoverse la acción de revocación, con sus
intereses”.
Condición fundamental para la viabilidad de una contratación --- radica en que los contratantes tengan seguridad
sobre distintas cuestiones:
- Seguridad en la previsibilidad del marco jurídico existente al momento de pactar las condiciones del acuerdo.
- Garantías reales: afectan a un bien determinado, existente en el patrimonio de una persona para la
satisfacción de un crédito en caso de incumplimiento del obligado principal, otorgando al acreedor un derecho
real sobre esa cosa. Son entre otras, la hipoteca, la prenda y la anticresis.
- Garantías personales: procuran extender la relación derivada del incumplimiento de un contrato a otras
personas distintas del deudor principal, las que quedan obligadas a esos fines y deberán responder en
consecuencia, ante la inobservancia de la palabra empeñada, con todo su patrimonio y no solamente, con un
OM
bien determinado. Dentro de esta categoría encontramos, entre otras, el aval, la delegación imperfecta, las
garantías de cumplimiento a primera demanda y fundamentalmente, a la fianza.
El CCyC regula la fianza como un contrato típico, en el capítulo 23 del Título IV del Libro III entre los arts. 1574 a
1598 (comentado Tomo IV)
Definición art. 1574: “Hay contrato de fianza cuando una persona se obliga accesoriamente por otra a satisfacer
.C
una prestación para el caso de incumplimiento.
Si la deuda afianzada es de entregar cosa cierta, de hacer que sólo puede ser cumplida personalmente por el
deudor, o de no hacer, el fiador sólo queda obligado a satisfacer los daños que resulten de la inejecución”.
DD
Elemento esencial: asunción de una obligación accesoria por parte del fiador, que consiste en satisfacer una
prestación para el caso del incumplimiento del deudor principal.
Característica fundamental: es una obligación accesoria, en los términos del art. 856 del CCyC. (ARTÍCULO 856.
Definición. Obligaciones principales son aquellas cuya existencia, régimen jurídico, eficacia y desarrollo funcional
LA
son autónomos e independientes de cualquier otro vínculo obligacional. Los derechos y obligaciones son
accesorios a una obligación principal cuando dependen de ella en cualquiera de los aspectos precedentemente
indicados, o cuando resultan esenciales para satisfacer el interés del acreedor)
La fianza es un contrato que se concluye entre fiador y acreedor. Para que el primero quede obligado, es
presupuesto necesario que haya prestado su consentimiento, ya que la fianza no es una obligación surgida de la
ley, sino de un contrato. Por otra parte, para que el segundo pueda exigir el pago del fiador, es necesario por vía
de principio, que haya aceptado esta obligación accesoria.
Finalmente, el deudor no es parte en el contrato de parte, incluso en el caso de que la fianza se constituyera en el
mismo instrumento que el contrato principal, como una cláusula de éste. El deudor es el principal tercero
interesado en el contrato de fianza.
Caracteres:
- Unilateral: la única parte que queda obligada en la celebración del contrato es el fiador, quien debe satisfacer
una prestación en caso de incumplimiento del deudor.
- Gratuita: asegura una ventaja a favor del acreedor, sin que el fiador reciba nada a cambio.
- Formal ab sustantiam de carácter relativo (art. 1579 CCyC: la ley impone que sea celebrado por escrito).
- Nominado y típico, está regulado específicamente en el CCyC.
- De garantía, se repara en su función económica.
“Hay contrato de cesión cuando una de las partes transfiere a otra un derecho”.
La sustitución: un nuevo sujeto sustituye, viene a colocarse en el lugar del primitivo, y ocupa en la titularidad del
derecho, el mismo lugar y condiciones en que se hallaba este último.
Transmisión e inalterabilidad del derecho. El derecho permanece inalterable, lo que implica que al nuevo titular se le
han transferido también los accesorios, garantías y acciones que derivan del derecho cedido. A su vez, el deudor cedido
va a poder oponer al nuevo titular las mismas excepciones que tenía contra el primitivo.
CARACTERES:
OM
Consensual. Se perfecciona por el simple acuerdo voluntad de las partes, es decir, cedente y cesionario no precisando
la conformidad del cedido ni requiriéndose la entrega de documentos para que nazca el contrato.
Con efectos reales (un contrato puede tener efectos reales u obligacionales). El CCyC se enrola en asignar efecto
traslativo a la cesión de derechos: la propiedad del derecho se transfiere al cesionario por el solo efecto del acuerdo
de voluntades. Esto se ve reforzado por el tenor del art. 1619 que impone la obligación al cedente de entregar el
documento probatorio del derecho cedido, lo que implica que su transferencia se ha operado con el acuerdo de las
voluntades.
.C
Formal. Debe otorgarse por escrito (art. 1618). Solemnidad relativa.
DD
Bilateral o unilateral según el subtipo. Bilateral si es cesión onerosa; unilateral si es cesión donación.
OBJETO:
Principio de cesibilidad. Art. 1616 CCyC: Todo derecho puede ser cedido, excepto que lo contrario resulte de la ley, de
LA
Todo derecho puede ser cedido que implica que todos aquellos derechos que integran el patrimonio, sean derechos
reales, personales o intelectuales, como asimismo, aquellas acciones que derivan de los mismos, pueden ser objeto
del contrato.
FI
CLASES:
Art. 1614 2° párrafo. “Se aplican a la cesión de derechos las reglas de la compraventa, de la permuta o de la donación,
según que se haya realizado con la contraprestación de un precio en dinero, de la transmisión de la propiedad de un
bien, o sin contraprestación, respectivamente, en tanto no estén modificadas por las de este Capítulo”.
El precepto hace referencia a tres subtipos de cesión de derechos: cesión-venta, cesión-permuta y cesión-donación.
Cesiones onerosas:
- Cesión venta:
# por dinero: cuando la cesión importa por una parte la transferencia de un derecho y como contraprestación
el pago de un precio en dinero, el contrato se ha de regir por las reglas previstas para la compraventa.
# cesión venta por remate, dación en pago y adjudicación judicial. Se aplicaría las normas referidas al contrato
de compraventa.
- Cesión-permuta: si la cesión de un derecho se efectúa a cambio de la transmisión de la propiedad de un bien,
se remite a lo dispuesto para el contrato de permuta. Término bien utilizado en el art. 1614 en sentido amplio.
Cesiones gratuitas:
- Cesión-donación: si la cesión del derecho es sin contraprestación, se han de aplicar las reglas del contrato de
donación.
OM
El concepto de tercero implica en cierto sentido un carácter negativo: aquel que no es parte. Son terceros interesados
aquellos que tienen algún tipo de interés (por ejemplo: el deudor cedido en la cesión de créditos). También los
acreedores de los contratantes, y otros cesionarios sucesivos a quienes el cedente haya prometido la transferencia del
derecho.
Efectos de la cesión de derechos con relación a las partes.
Transmisión del derecho.
.C
En el momento en que las partes celebran el contrato de cesión, se transmite el derecho. El cesionario sustituye al
cedente y ocupa su lugar, pudiendo ejercer todas las facultades que corresponden al derecho cedido.
Toda cesión incluye la transmisión de la fuerza ejecutiva del título por el principio nemo plus iuris (art. 399).
Garantía legal por evicción.
DD
Art. 1628: Garantía por evicción. Si la cesión es onerosa, el cedente garantiza la existencia y legitimidad del derecho al
tiempo de la cesión, excepto que se trate de un derecho litigioso o que se lo ceda como dudoso; pero no garantiza la
solvencia del deudor cedido ni de sus fiadores, excepto pacto en contrario o mala fe.
Por existencia del crédito o del derecho se entiende a la vigencia y a la virtualidad del derecho transmitido. Un derecho
es existente cuando se encuentra vigente dentro del patrimonio del cedente, con la virtualidad de producir los efectos
LA
Esto es como consecuencia de que el derecho se transmite cum Omnia sua causa. El cedente no garantiza la solvencia
del deudor cedido ni de sus fiadores, excepto pacto en contrario o mala fe (art. 1628 in fine).
Efectos entre cedente y cesionario en caso de cesión parcial. Extensión de la cesión.
Por cesión parcial no solamente se entiende la que implique una parte del crédito, sino también la cesión parcial de
una pluralidad de créditos, por ejemplo, un porcentaje de estos.
Está mencionado en el art. 1627: “El cesionario parcial de un crédito no goza de ninguna preferencia sobre el cedente,
a no ser que éste se la haya otorgado expresamente”.
Al efectuar una cesión de crédito parcial, las vicisitudes que afectan la parte cedida (mora, interrupción de la
prescripción, incumplimiento, etc.) no han de afectar al resto no cedido, ya que opera una separación del destino del
crédito.
Cuando hay una cesión de crédito parcial, la doctrina discrepa respecto de dos cuestiones:
1) Respecto al aspecto instrumental: ¿cuál de los co acreedores va a quedar con el título portador del derecho?
Art. 1619 dispone: “…el cedente debe entregar al cesionario una copia certificada de toda la documentación
que pruebe la existencia de los derechos cedidos”.
2) En caso de coexistencia de dos acreedores, en caso de cesión parcial: ¿cuál es la prelación o privilegio frente
a su deudor?. El art. 1627 no establece ninguna preferencia.
Si el deudor cayera en estado de insolvencia concurrirán a prorrata, salvo pacto en contrario.
Si el cedente parcial cede su parte a otro cesionario, ambos cesionarios concurren por sus respectivas porciones en la
misma forma.
Efectos de la cesión de derechos con relación al deudor cedido.
OM
Pueden encomendar la notificación de la cesión a terceras personas por su cuenta y orden.
Si existieren varios cesionarios sucesivos respecto del mismo derecho como consecuencia de error o la mala fe del
cedente, tendrá prioridad aquel que notificó en primer término al deudor cedido, aún cuando la cesión fuera de fecha
posterior (art. 1622).
La fecha que va a marcar el comienzo de la vigencia de la oponibilidad va a ser la de la notificación,
independientemente de la fecha en que se hubiesen efectuado las distintas cesiones.
.C
DD
LA
FI