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VIACRUCIS

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CAMINANDO CON JESÚS

EL VIA CRUCIS

El Vía crucis es una devoción centrada en los Misterios dolorosos de


Cristo, que se meditan y contemplan caminando y deteniéndose en las
estaciones que, del Pretorio al Calvario, representan los episodios más
notables de la Pasión.

El Vía crucis consta de 14 estaciones, cada una de las cuales se fija en


un paso o episodio de la Pasión del Señor. A veces se añade una
decimoquinta, dedicada a la resurrección de Cristo. En la práctica de este
ejercicio piadoso, las estaciones tienen un núcleo central, expresado en un
pasaje del Evangelio o tomado de la devota tradición cristiana, que propone a
la meditación y contemplación uno de los momentos importantes de la Pasión
de Jesús. Puede seguirle la exposición del acontecimiento propuesto o la
predicación sobre el mismo, así como la meditación silenciosa. Ese núcleo
central suele ir precedido y seguido de diversas preces y oraciones, según las
costumbres y tradiciones de las diferentes regiones o comunidades eclesiales.
En la práctica comunitaria del Vía crucis, al principio y al final, y mientas se
va de una estación a otra, suelen introducirse cantos adecuados.

Aquí ofrecemos el Vía crucis con textos y reflexiones que ayuden a


meditar y contemplar «los excesos del amor de Cristo». Los fieles y las
comunidades sabrán escoger lo que les sea más útil en sus circunstancias y lo
que mejor les ayude a seguir a Cristo, acompañando a María y acompañados
de ella.
EJERCICIO DEL VÍA CRUCIS

Por la señal de la Santa Cruz...

O en su lugar:

En el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Motivación inicial

Nosotros los cristianos, somos conscientes de que el vía crucis del Hijo
de Dios no fue simplemente el camino hacia el lugar del suplicio. Creemos
que cada paso del Condenado, cada gesto o palabra suya, así como lo que
vieron e hicieron todos aquellos que tomaron parte en este drama, nos hablan
continuamente. En su pasión y en su muerte, Cristo nos revela también la
verdad sobre Dios y sobre el hombre.

Hoy queremos reflexionar con particular intensidad sobre el contenido


de aquellos acontecimientos, para que nos hablen con renovado vigor a la
mente y al corazón, y sean así origen de la gracia de una auténtica
participación. Participar significa tener parte. Y ¿qué quiere decir tener parte
en la cruz de Cristo? Quiere decir experimentar en el Espíritu Santo el amor
que esconde tras de sí la cruz de Cristo. Quiere decir reconocer, a la luz de
este amor, la propia cruz. Quiere decir cargarla sobre la propia espalda y,
movidos cada vez más por este amor, caminar... Caminar a través de la vida,
imitando a Aquel que «soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado
a la diestra del trono de Dios» (Hb 12,2).

Pausa de silencio

Oremos:

Señor Jesucristo, colma nuestros corazones con la luz de tu Espíritu Santo,


para que, siguiéndote en tu último camino, sepamos cuál es el precio de
nuestra redención y seamos dignos de participar en los frutos de tu pasión,
muerte y resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
PRIMERA ESTACIÓN
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

«Reo es de muerte», dijeron de Jesús los miembros del Sanedrín, y,


como no podían ejecutar a nadie, lo llevaron de la casa de Caifás al Pretorio.
Pilato no encontraba razones para condenar a Jesús, e incluso trató de
liberarlo, pero, ante la presión amenazante del pueblo instigado por sus jefes:
«¡Crucifícalo, crucifícalo!», «Si sueltas a ése, no eres amigo del César»,
pronunció la sentencia que le reclamaban y les entregó a Jesús, después de
azotarlo, para que fuera crucificado.

Jesús enfrenta la condena de Pilatos en absoluto silencio; no tiene nada


que decir porque ya lo ha dicho todo. Sólo calla, cree, ama y espera. Aunque
parezca extraño, su silencio es un silencio de fe; ha puesto su vida en las
manos del Padre y tiene la plena certeza de que el Padre es capaz de sacar
bienes de los males. Sólo le pide desde el fondo de su corazón que le dé
fuerzas para resistir lo que venga, con amor y con esperanza.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

ORACIÓN:

Acompañándote en un momento tan importante de tu vida, queremos


pedirte, Señor, que nos ayudes a no juzgar ni condenar a nadie, con nuestras
palabras o con nuestras actitudes. Sabemos, porque Tú mismo nos lo
enseñaste, que nuestra única tarea es amar y servir a todas las personas que
se cruzan en nuestro camino, y de manera especial a los que por una u otra
razón son los más vulnerables de nuestra sociedad; sólo así podremos hacer
realidad en el mundo, tu Reino de amor y de justicia, de verdad, de libertad y
de paz. Amén
SEGUNDA ESTACIÓN
JESÚS CARGA CON LA CRUZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Condenado a muerte, Jesús quedó en manos de los soldados del
procurador, que lo llevaron consigo al pretorio y, reunida la tropa, hicieron
mofa de él. Llegada la hora, le quitaron el manto de púrpura con que lo habían
vestido para la burla, le pusieron de nuevo sus ropas, le cargaron la cruz en
que había de morir y salieron camino del Calvario para allí crucificarlo.
El peso de la cruz de Jesús es el peso de nuestros pecados, y muy
particularmente el peso de nuestras injusticias. Jesús padece y muere en cada
hombre y en cada mujer que sufren desprecio, abandono, marginación,
rechazo, pobreza material y espiritual. Jesús padece y muere en cada niño que
llora, en cada joven que pierde la esperanza, en cada hombre que se siente
fracasado, en cada mujer ofendida en su dignidad, en cada anciano que llama a
la muerte porque está cansado de su situación y de su dolor. Jesús padece y
muere en cada persona que padece hambre y sed, en cada enfermo que no
tiene cómo calmar su dolor, en cada padre de familia que no encuentra trabajo,
en cada obrero mal pagado, en cada niño explotado sexualmente, en cada
mujer que vencida por la necesidad acude a la prostitución como medio de
vida.

Padre Nuestro, Avemaría, Gloria

ORACIÓN:

Ayúdanos, Señor, a mirar en cada hombre y en cada mujer que se crucen en


nuestro camino, un hijo de Dios, y un hermano nuestro. Ayúdanos a darle a
cada uno el lugar que se merece por su dignidad personal. Que nuestro
corazón no se endurezca ante el sufrimiento de quienes nos rodean. Que
sepamos compartir lo que somos y lo que tenemos, en bien de todos,
especialmente de los más solos y desamparados. Amén
TERCERA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ BAJO EL PESO DE LA CRUZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Nuestro Salvador, agotadas las fuerzas por la sangre perdida en la
flagelación, debilitado por la acerbidad de los sufrimientos físicos y morales
que le infligieron aquella noche, en ayunas y sin haber dormido, apenas pudo
dar algunos pasos y pronto cayó bajo el peso de la cruz. Se sucedieron los
golpes e imprecaciones de los soldados, las risas y expectación del público.
Jesús, con toda la fuerza de su voluntad y a empellones, logró levantarse para
seguir su camino.
En la cruz Jesús carga nuestros pecados; los pecados de toda la
humanidad; los pecados de antes, de ahora, y los que vendrán después. Son
nuestros pecados la causa de esta primera caída y lo serán también de todo el
dolor de Jesús en estas horas amargas de su pasión y su muerte; el pecado que
destruye, el pecado que mata, el pecado que divide, el pecado que es la
negación de la bondad absoluta e infinita de Dios que nos creó buenos y para
el bien, porque nos ama.

Con su amor, Jesús vence nuestro pecado, les da muerte a nuestros


pecados. Con su amor, Jesús nos invita a morir al pecado, de una vez y para
siempre, y a vivir como verdaderos hijos de Dios. Con su amor, Jesús nos
invita a hacer realidad el perdón en el Sacramento de la reconciliación, donde
nos dice: “¡Ánimo, hijo! Tus pecados te son perdonados” (Mateo 9, 2)

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

ORACIÓN:

Señor Jesús, te pedimos que nos ayudes a tomar conciencia de todos


nuestros actos, queremos reconocer con humildad el mal que hacemos, para
corregir nuestra conducta, para empezar a vivir de otra manera, para
transformar el mundo comenzando desde nosotros mismos. Queremos
caminar por el camino que tú nos señalas; el camino del bien, de la verdad,
del amor, de la justicia, de la paz. Amén
CUARTA ESTACIÓN
JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
En su camino hacia el Calvario, Jesús va rodeado por una multitud de
soldados, jefes judíos, pueblo, también personas de buenos sentimientos... Se
encuentra allí María, su madre que no aparta la vista de su Hijo, quien, a su vez, la
ha entrevisto en la muchedumbre. Pero llega un momento en que sus miradas se
entrecruzan, la de la Madre que ve al Hijo destrozado, la de Jesús que ve a María
triste y afligida, y en cada uno de ellos el dolor se hace mayor al contemplar el dolor
del otro, a la vez que ambos se sienten consolados y confortados por el amor y la
compasión que se transmiten.
El dolor de Jesús era, sin duda, el dolor de María. Ella no entendía lo que
pasaba ni por qué pasaba; tenía la absoluta certeza, de que Jesús era inocente de
aquello de lo que se le acusaba y de cualquier otra cosa, y que no merecía el castigo
al que lo habían condenado. Estaba allí, precisamente, para decirle que tenía fe en él,
que conocía su corazón bondadoso, totalmente incapaz de ofender a nadie, y mucho
menos a Dios, con una blasfemia, o a las autoridades civiles con un intento de
sabotaje.

María representa, sin duda, a todas las madres de nuestro tiempo que tienen
que ver el sufrimiento de sus hijos, víctimas del hambre, de la violencia, de la
injusticia en sus mil formas. María representa a todas las madres del mundo que
padecen en carne propia el sufrimiento de sus hijos que no son atendidos en su
enfermedad por falta de recursos, de aquellos que no tienen futuro porque no pueden
educarse adecuadamente, de aquellos que son víctimas de cualquier clase de abuso o
explotación.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

ORACIÓN:

Virgen María, madre de Jesús y madre nuestra. Necesitamos que todas las
madres y esposas del mundo sean amorosas y comprometidas como tú; que sean
generosas y sencillas como tú; que busquen siempre y en todo momento el bien de
sus esposos y de sus hijos como lo hiciste tú. Aleja de ellas todo egoísmo, toda
dureza, toda superficialidad. Dales un corazón sensible, capaz de amar con amor
verdadero y profundo a todos aquellos que se les han confiado. Amén
QUINTA ESTACIÓN
JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRENEO A LLEVAR LA CRUZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Jesús salió del pretorio llevando a cuestas su cruz, camino del Calvario;
pero su primera caída puso de manifiesto el agotamiento del reo. Temerosos
los soldados de que la víctima sucumbiese antes de hora, pensaron en buscarle
un sustituto. Entonces el centurión obligó a un tal Simón de Cirene, que venía
del campo y pasaba por allí, a que tomara la cruz sobre sus hombros y la
llevara detrás de Jesús. Tal vez Simón tomó la cruz de mala gana y a la fuerza,
pero luego, movido por el ejemplo de Cristo y tocado por la gracia, la abrazó
con resignación y amor y fue para él y sus hijos el origen de su conversión.
Simón de Cirene nos enseña la importancia de estar atentos a las
necesidades de las personas que se cruzan en nuestro camino, para ayudarles
en lo que esté a nuestro alcance. En ellos ayudamos a Jesús que ha querido
necesitar de nosotros, de nuestras manos y de nuestro corazón para amar y
bendecir a cada uno de los seres humanos.

Jesús vive en medio de nosotros, en todas las personas que sufren


material o espiritualmente, en todas las personas débiles y necesitadas de
bienes materiales y espirituales, en todas las personas enfermas, en los pobres,
en los tristes, en los que están solos y se sienten abandonados, y cualquier cosa
que hagamos por ellos lo hacemos a él; recordemos sus palabras: “Cuanto
hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, mí me lo hicieron”
(Mateo 25, 40)

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

ORACIÓN:

En este tiempo en el que el bienestar y la comodidad son tan


importantes, y nos han hecho olvidar el valor del sacrificio por los demás,
queremos pedirte Jesús, que nos ayudes a convertirnos de corazón a tu
Mandamiento del amor y del servicio. Queremos cambiar nuestro corazón
endurecido por un corazón compasivo y misericordioso como el corazón
mismo de Dios; queremos dejar a un lado y para siempre el egoísmo que nos
enceguece y dar paso a la generosidad que es luz para todos. Queremos ser
hombres y mujeres nuevos al estilo tuyo. Amén
SEXTA ESTACIÓN
LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Dice el profeta Isaías: «No tenía apariencia ni presencia; lo vimos y no


tenía aspecto que pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de hombres,
varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el
rostro, despreciable, y no lo tuvimos en cuenta». Es la descripción profética de
la figura de Jesús camino del Calvario, con el rostro desfigurado por el
sufrimiento, la sangre, los salivazos, el polvo, el sudor... Entonces, una mujer
del pueblo llamada Verónica, se abrió paso entre la muchedumbre llevando un
lienzo con el que limpió piadosamente el rostro de Jesús. El Señor, como
respuesta de gratitud, le dejó grabada en él su Santa Faz.

Nuestro mundo actual está lleno de personas que, como Jesús, tienen un
rostro desfigurado, imposible de reconocer. Son hombres y mujeres a quienes
el sufrimiento en todas sus formas ha marcado para siempre. Hombres y
mujeres que necesitan que alguien les diga que, a pesar de las circunstancias
de su vida, son valiosos para Dios. Hombres y mujeres que buscan, tal vez sin
esperanza, una mano amiga que les sirva de apoyo para seguir adelante.
Hombres y mujeres que quieren y pueden recuperarse y hacerse personas
nuevas, si nosotros nos decidimos a creer en ellos y a ayudarles.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

ORACIÓN:

Señor, Jesús, ayúdanos a dejar de lado todos nuestros prejuicios, a


derrotar todos nuestros miedos, y a vencer todos nuestros escrúpulos, para
que en tu nombre nos hagamos servidores de quienes necesitan nuestra
compasión activa y efectiva. Que, con nuestro amor y nuestras acciones, el
mundo se convierta poco a poco, en un lugar mejor para todos. Amén
SÉPTIMA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Jesús había tomado de nuevo la cruz y con ella a cuestas llegó a la cima
de la empinada calle que daba a una de las puertas de la ciudad. Allí,
extenuado, sin fuerzas, cayó por segunda vez bajo el peso de la cruz. Faltaba
poco para llegar al sitio en que tenía que ser crucificado, y Jesús, empeñado en
llevar a cabo hasta la meta los planes de Dios, aún logró reunir fuerzas,
levantarse y proseguir su camino.
En Jesús y con él, está herido el ser humano como tal, está herida la
familia, célula de la sociedad, y está herida la sociedad entera. ¿Culpables?
Nosotros mismos. Todos, sin excepción. ¿Perjudicados? También todos.
Herido el ser humano, herida la familia, herida la sociedad entera. Heridos por
el odio y el rencor, por la injusticia y la corrupción, por el desamor y la
violencia; heridos por el miedo y por la cobardía, por la falta de fe, por el
egoísmo y la vanagloria; heridos por la mentira, por la irresponsabilidad, por
el consumismo desbordado, por la pereza, por la impureza…

Necesitamos desesperadamente alguien que nos ayude, que nos socorra;


alguien que haga desaparecer nuestros dolores y cure todas nuestras
enfermedades. Porque con ellos, esta vida que llevamos se hace cada día más
difícil, más pesada… Y nos sentimos incapaces de seguir viviendo.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

ORACIÓN:

Señor Jesús, postrados delante de ti, te suplicamos, por los dolores de


tu pasión, nos ayudes a recuperar el camino que hemos perdido, el camino
que eres Tú mismo. Así lo dijiste: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” y
así lo creemos. Tú eres el Camino que nos lleva al Padre; Tú eres el Camino
que nos enseña la Verdad completa; Tú eres el Camino que nos conduce por
la vida y hacia la Vida. Tú, Jesús, eres nuestra luz y nuestra esperanza. Sin Ti
todo está vacío y es oscuridad. Amén

OCTAVA ESTACIÓN
JESÚS CONSUELA A LAS HIJAS DE JERUSALÉN

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Dice el evangelista San Lucas que, a Jesús, camino del Calvario, lo
seguía una gran multitud del pueblo; y unas mujeres se dolían y se lamentaban
por Él. Jesús, volviéndose a ellas les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloren por
mí; lloren más bien por ustedes mismas y por sus hijos”.
Por todo el mundo se escucha el llanto de las mujeres, el llanto de las
esposas, el llanto de las madres, el llanto de las hermanas, el llanto de las
amigas y compañeras, el llanto de las abuelas, el llanto de las jóvenes y las
niñas… Es un llanto de dolor, de impotencia; un llanto que muestra todos sus
sufrimientos; su situación de discriminación, de pobreza, de abandono, de
soledad; la violencia a la que se ven sometidas por diferentes causas, el miedo
que las acosa, la debilidad que las hace esconderse, el desprecio que las juzga
y las somete, el maltrato que las hace perder su autoestima… en fin.

A todas ellas, a su dolor y a su llanto, se une Jesús, con su propio


sufrimiento, con sus dolores físicos y espirituales. Con ellas sufre y con ellas
llora; con ellas ama y con ellas espera el día en que todo sea mejor, más digno,
más justo, para todas, sin excepción.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

ORACIÓN:

Buen Jesús, ayúdanos a tomar conciencia del dolor de todas las


mujeres del mundo; enséñanos a compartir su sufrimiento, a enjugar sus
lágrimas, a acompañarlas en su soledad, a satisfacer sus necesidades más
importantes, y a amarlas como deben ser amadas, en recuerdo y honor de
María, tu Madre y nuestra madre. Amén

NOVENA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Una vez llegado al Calvario, en la cercanía inmediata del punto en que
iba a ser crucificado, Jesús cayó por tercera vez, exhausto y sin arrestos ya
para levantarse. Las condiciones en que venía y la subida sin descanso lo
habían dejado sin aliento. Había mantenido su decisión de secundar los planes
de Dios, a los que servían los planes de los hombres, y así había alcanzado,
aunque con un total agotamiento, los pies del altar en que había de ser
inmolado.
El mundo en el que vivimos está dolorosamente dividido entre la
opulencia y la miseria extremas. Algunos – relativamente muy pocos – que lo
tienen todo y aún les sobra, y muchos más – la gran mayoría – que carecen
hasta de lo más necesario para llevar una vida digna. Las riquezas tienden a
concentrarse cada vez en menos manos, y la pobreza se expande y llega cada
día a más hogares.

Jesús, que en su encarnación se hizo solidario con nosotros, y muy


particularmente con los más débiles, continúa hoy, dos mil años después de
ocurridos los dolorosos acontecimientos de su pasión y de su muerte,
padeciendo los horribles dolores, en cada hombre y en cada mujer que no
tienen lo necesario para vivir y desarrollarse con dignidad. Mientras todo esto
sucede, muchos de nosotros que nos declaramos cristianos, seguimos siendo
ciegos y sordos al clamor de los que sufren; encerrados en nuestro egoísmo no
reconocemos ni enfrentamos las injusticias que continuamente cometemos.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

ORACIÓN:

Señor Jesús, contemplando tu dolor físico y espiritual, queremos


pedirte de todo corazón, que nos ayudes a tomar conciencia de nuestras fallas
en el aspecto de la justicia social. Danos un corazón de carne como el tuyo,
para compadecernos de quienes padecen necesidades de todo tipo. Fortalece
nuestro espíritu para que sepamos vivir la solidaridad, de modo que no esté
lejos el día en que podamos alabarte y bendecirte todos juntos, como
verdaderos hermanos. Amén

DÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Ya en el Calvario y antes de crucificar a Jesús, le dieron a beber vino
mezclado con mirra; era una piadosa costumbre de los judíos para amortiguar la
sensibilidad del que iba a ser ajusticiado. Jesús lo probó, como gesto de cortesía,
pero no quiso beberlo; prefería mantener la plena lucidez y conciencia en los
momentos supremos de su sacrificio. Por otra parte, los soldados despojaron a Jesús,
sin cuidado ni delicadeza alguna, de sus ropas, incluidas las que estaban pegadas en
la carne viva, y, después de la crucifixión, se las repartieron.
Vivimos hoy en una sociedad en la que el cuerpo humano se vende y se
compra como cualquier mercancía; el cuerpo del hombre y, sobre todo, el cuerpo de
la mujer. Olvidando la dignidad esencial del cuerpo humano, templo del Espíritu de
Dios, se atropella de mil maneras distintas, todas graves y dañinas; se le somete a
dietas estrictas y a delicadas cirugías, para “hacerlo bello”, sin tener en cuenta
ninguna consideración, y poniendo en peligro incluso su salud; se le desnuda ante
cámaras y espectadores y se trata como mero objeto de placer sexual; se le emplea
como carnada segura en el “arte” de vender toda clase de cosas, necesarias y
superfluas; se le somete a malos tratos, a oprobios de toda clase, en fin.

Tenemos que recuperar la dignidad del ser humano integral, es una necesidad
urgente, apremiante; y ello implica sin duda, la recuperación de la dignidad del
cuerpo, que nos permite el contacto con el mundo maravilloso en el que vivimos. La
dignidad del cuerpo es elemento esencial de la dignidad del ser humano total, y en
ella no puede haber excepciones ni exclusiones de ninguna clase.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

ORACIÓN:

Señor Jesús. Hoy más que nunca queremos pedirte que nos ayudes a valorar
de un modo especial la dignidad de nuestro cuerpo. Es una condición básica, una
condición fundamental y absolutamente indispensable, para amar de verdad.
Purifica con tu presencia nuestros corazones, para que renazca en ellos el amor
verdadero, el que procede del Padre, el que tú mismo nos enseñaste; porque sólo es
posible amar de verdad si tenemos un corazón purificado, limpio de todo egoísmo y
de toda inclinación malsana. Amén

DÉCIMOPRIMERA ESTACIÓN
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
¡Y lo crucificaron!, dicen escuetamente los evangelistas. Había llegado
el momento terrible de la crucifixión, y Jesús fue fijado en la cruz con cuatro
clavos de hierro que le taladraban las manos y los pies. Levantaron la cruz en
alto y el cuerpo de Cristo quedó entre cielo y tierra, pendiente de los clavos y
apoyado en un saliente que había a mitad del palo vertical. En la parte superior
de este palo, encima de la cabeza de Jesús, pusieron el título o causa de la
condenación: “Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos”. También crucificaron
con él a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
En las manos y en los pies de Jesús, heridos y clavados, está la fuerza de
su amor generoso por cada uno de los hombres y mujeres del mundo, de todos
los tiempos y de todos los lugares. En las manos y en los pies de Jesús, heridos
y clavados, está la fuerza de la misericordia de Dios que busca salvar al
mundo de sus pecados. En las manos y en los pies de Jesús, heridos y
clavados, está toda su vida entregada totalmente, solo por amor; amor a Dios,
Padre de todos, y amor a nosotros, sus hermanos.

Las manos y los pies de Jesús siguen siendo heridas y clavadas, en las
manos y los pies de todos los hombres y mujeres del mundo, que, a lo largo de
los tiempos han entregado su vida de mil maneras, en la proclamación del
Evangelio por todos los rincones de la tierra. Y muy especialmente en quienes
actualmente sufren persecución, a causa de su nombre.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

ORACIÓN:

Señor Jesús, te agradecemos de todo corazón, tu amor que nos salva y


nos da la vida. Definitivamente tú nunca nos defraudas y podemos contar
contigo plenamente. Ayúdanos, Señor, a corresponder fielmente a ese amor
que nos das, amándote también con todo el corazón, y llevando tu verdad a
nuestros hermanos que la necesitan. Amén

DÉCIMOSEGUNDA ESTACIÓN
JESÚS MUERE EN LA CRUZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Desde la crucifixión hasta la muerte transcurrieron tres largas horas que
fueron de mortal agonía para Jesús y de altísimas enseñanzas para nosotros.
Desde el principio, muchos de los presentes, incluidas las autoridades
religiosas, se desataron en ultrajes y escarnios contra el Crucificado. Poco
después ocurrió el episodio del buen ladrón, a quien dijo Jesús: «Hoy estarás
conmigo en el paraíso». San Juan nos refiere otro episodio emocionante por
demás: Viendo Jesús a su Madre junto a la cruz y con ella a Juan, dice a su
Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo»; luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu
madre»; y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Después de
esto, nos dice el mismo evangelista, sabiendo Jesús que ya todo estaba
cumplido, dijo: «Tengo sed». Tomó el vinagre que le acercaron, y añadió:
«Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu.
Nuestro mundo ha intentado muchas veces, a lo largo de la historia, dar
muerte a Dios, pero no lo ha logrado. Dios sigue vivo, más vivo que nunca, en
muchos corazones y en muchas mentes, porque Él mismo es la Vida.

La muerte de Jesús es nuestra Vida. De la cruz de Jesús nace la Vida, la


verdadera, la única, la Vida eterna que todos anhelamos y buscamos. Tenemos
que morir, eso lo sabemos; la muerte llegará el día que menos lo esperemos,
pero por la muerte de Jesús, esa muerte nuestra no será más que un paso a una
nueva Vida, la Vida en plenitud.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

ORACIÓN:

Jesús crucificado, Dios de la Vida, enséñanos a vivir como tú para


morir también como tú. Vivir en el amor, amando, y morir en el amor y con
amor. El amor es la luz de la vida y de la muerte. El amor es la vida de la
vida. El amor da sentido a todo. Ayúdanos para que nuestro amor y nuestra
vida, sean don para nuestros hermanos. Amén

DÉCIMOTERCERA ESTACIÓN
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y COLOCADO EN LOS BRAZOS
DE SU MADRE

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
José de Arimatea y Nicodemo, discípulos de Jesús, obtenido el permiso
de Pilato y ayudados por sus criados o por otros discípulos del Maestro, se
acercaron a la cruz, desclavaron cuidadosa y reverentemente los clavos de las
manos y los pies y con todo miramiento lo descolgaron. Al pie de la cruz
estaba la Madre, que recibió en sus brazos y puso en su regazo maternal el
cuerpo sin vida de su Hijo.
Profundamente adolorida, pero dueña de sí por su fe y su amor a Dios,
María abraza el cuerpo inerte de su Hijo, y en él nos abraza a cada uno de
nosotros, a cada uno de quienes ha recibido como herencia por hijos; nos
abraza y nos ama con su amor dulce y generoso.

María no entiende lo que sucedió ni por qué sucedió, pero cree, ama, y
espera. En medio de su dolor infinito, hay una luz de esperanza. Dios sabe
sacar bienes hasta de los mayores males. Sin lugar a dudas, de este gran
sufrimiento tiene que salir algo muy bueno para todos, incluso para Jesús.
Sólo hay que saber esperar con paciencia y plena confianza.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

ORACIÓN:

Santa María del Calvario, queremos acompañarte en tu dolor que es el


nuestro. Creemos en Dios, confiamos en Él, pero necesitamos que tú nos
ayudes a creer cada día con una fe más fuerte y una esperanza más segura.
Alcánzanos de Dios esta gracia que necesitamos para vivir nuestro
seguimiento de Jesús, particularmente en este tiempo de nuestra historia tan
difícil. Nos encomendamos a tu protección y a tu intercesión. Amén

DÉCIMACUARTA ESTACIÓN
JESÚS ES SEPULTADO

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
José de Arimatea y Nicodemo tomaron luego el cuerpo de Jesús de los
brazos de María y lo envolvieron en una sábana limpia que José había
comprado. Cerca de allí tenía José un sepulcro nuevo que había cavado para sí
mismo, y en él enterraron a Jesús. Mientras los varones procedían a la
sepultura de Cristo, las santas mujeres que solían acompañarlo, y sin duda su
Madre, estaban sentadas frente al sepulcro y observaban dónde y cómo
quedaba colocado el cuerpo. Después, hicieron rodar una gran piedra hasta la
entrada del sepulcro, y regresaron todos a Jerusalén.
El dolor de este día es un dolor grande y profundo. Jesús ya no está con
nosotros en la tierra de los vivos. Ahora estamos solos, tristes,
desamparados… Sólo nos quedan los recuerdos de los momentos vividos con
él, de sus palabras de amor, de sus gestos de compasión, de su bondad
infinita…

¡Pero no!… Si creemos de verdad, también nos queda la fe… Y la fe,


cuando es verdadera, es capaz de mover montañas… La fe, cuando es
verdadera, es capaz de superar los más grandes obstáculos, de vencer en las
pruebas más difíciles… La fe, cuando es verdadera, nos garantiza que, sin
lugar a dudas, Dios es quien tiene siempre la última palabra, y Dios puede
hacer cosas maravillosas, insospechadas… Con Dios a nuestro lado lo
podemos todo, sin Él no podemos nada, no somos nada.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

ORACIÓN:

Padre de bondad, hoy te pedimos con humildad, desde lo más profundo


de nuestro corazón, que nos regales el don de la fe, que sólo Tú puedes dar.
Queremos creer con el corazón y con la vida. Queremos creer con una fe
firme y segura. Queremos creer con una fe decidida y valiente. Queremos
creer por encima de todas nuestras debilidades y limitaciones. Creer en Ti, en
tu bondad y en tu amor. Creer para darle sentido a nuestra vida, a cada una
de las cosas que hacemos y a cada palabra que decimos. Amén.

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