Victoria Del Cenepa
Victoria Del Cenepa
Victoria Del Cenepa
EJÉRCITO ECUATORIANO
Victoria en el Cenepa
General de División Patricio Cárdenas Proaño
COMANDANTE GENERAL DEL EJÉRCITO
COMITÉ DE APOYO:
Coronel Iván Moreno
Coronel William Amoroso
Teniente coronel Aquiles López
Teniente coronel Edison Macías
EDITOR:
David Andrade Aguirre. daa06@yahoo.es
FOTOGRAFÍAS E ILUSTRACIONES:
Archivo de Comunicación Social del Ministerio de Defensa Nacional
Archivo de Comunicación Social del Ejército
Archivo del Instituto de Historia Marítima
Archivo de Comunicación Social de la Fuerza Aérea
Biblioteca del Centro Panamericano de Historia y Geografía
DISEÑO E IMPRESIÓN:
Instituto Geográfico Militar
Diseño: S.P. David Díaz Silva
E
l conflicto del Cenepa, la gloriosa gesta del ejército ecuatoriano, mar-
ca de manera única e irrevocable uno de los capítulos más gloriosos
de la historia del Ecuador en el que se cristaliza la victoria militar con
el apoyo de un pueblo unido, orgulloso de su destino.
Los amargos recuerdos de la relación con los países vecinos alcanzan su
punto culminante con la agresión peruana de 1941 que significó la pérdida
de buena parte de nuestra heredad territorial. De las lecciones de esa afrenta
y de los sucesos posteriores, el Ejército del Ecuador rescató valiosas ense-
ñanzas que le permitieron redefinir su estrategia, fortalecer el profesionalis-
mo de sus integrantes y prepararse para afrontar con entereza, dignidad y
valor cualquier circunstancia para defender la integridad de la Patria.
Este libro cuenta con el invalorable aporte de distinguidos patriotas que
protagonizaron la batalla del Cenepa, con los testimonios del alto mando mi-
litar, del mando operativo, de los oficiales, personal subalterno y de apoyo,
que estuvieron presentes no solo en el campo de batalla, sino en todos los
escenarios del conflicto.
En sus páginas se recogen todos los aspectos de la gesta del Cenepa, desde
los antecedentes históricos hasta los entretelones del largo camino hacia la
paz. Sin embargo, el énfasis de esta obra estriba en los aspectos esencial-
mente militares del conflicto. Es, en esencia, un homenaje permanente a las
gloriosas Fuerzas Armadas del Ecuador, a la actuación decidida y profesio-
nal, del Ejército, la Marina y la Aviación, protagonistas de la victoria.
La Comandancia General del Ejército, presenta con orgullo esta obra his-
tórica, destinada a ser testimonio perdurable de la esencia de ser ecuatoria-
nos, que tiene la misión de constituirse en homenaje imperecedero a quienes
ofrendaron su vida por la Patria, a los que nos dieron ejemplo de coraje y
sacrificio, a quienes contribuyeron de manera desinteresada y valiente a la
construcción del futuro Ecuador.
antecedentes
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UN PROTOCOLO INEJECUTABLE
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l análisis del conflicto del Cenepa obliga a iniciar con un breve re-
cuento histórico que nos recuerda la presencia y participación quite-
ña en la gesta descubridora y colonizadora del Amazonas y por ende
de la región suroriental, que constituye el área geográfica del conflicto
territorial ecuatoriano–peruano.
En la conquista.
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En la Colonia y en la República.
Ante las correrías de los indios del Marañón en las cercanías del Santiago
que azotaban a las poblaciones, sale de Yaguarzongo el capitán Luis de Armas
Betancur con 20 españoles y 20 indios a someter a los alzados, en febrero de
1616. Los indios machas son sometidos y el capitán regresa a Santiago.
En esa época se realizó un censo y se contabilizaron como “ocho mil almas”
resolviéndose fundar un pueblo en el sitio Los Naranjos junto al pongo de
Manseriche, hecho que se efectúo y constituye el origen de la población de
Borja, “pueblo de españoles poblado por el capitán Francisco Pérez de Vivero
(1591) en tiempo del gobernador Juan Alderete”, más tarde puede decirse
que se oficializa la fundación de Borja, el 8 de diciembre de 1619 por Diego
Vaca de Vega “gobernador y capitán general para las dichas conquistas y
poblaciones de la provincia de Mainas, Jíbaros, Cocamas y Xeberos…” La
ciudad estaba situada en la ribera norte del río Marañón.
Un año más tarde continuando con el sometimiento de indios, Diego Vaca
con carta del primero de octubre de 1620 informa al presidente de la Real
Audiencia de Quito de sus actividades resaltando el hecho de tener “reduci-
das cuatro provincias Mainas, Pastaza, Xeberos y Moronas”, pero así mismo
informa haberse encontrado con los belicosos indios cocomas y que va armar
una expedición contra ellos, particular que se informa también al rey y éste,
al no conocer los resultados por medio del Consejo de Indias, pide informes
a Quito con cédula del 13 de septiembre de 1621, en respuesta, la Real Au-
diencia informa los resultados el 23 de abril de 1623. Los indios se habían
retirado de las orillas del Guallaga, hacia los naburas y cocamas.
Avanzada la obra colonizadora corresponde a Jerónimo Vaca de Vega, na-
tivo de Loja, hijo del maestre de campo Gerónimo Vaca de Castro o de Vega
(hermano de Diego Vaca) nombrado capitán de gobernador de Borja (capital
de Mainas) que sale de Loja el 23 de agosto de 1677 y emprende la conquista
de Mainas y otros poblados.
Queriendo evitar la terrible navegación por los pongos de Manseriche y
Huaracayo, emprende en la construcción de un camino del río Iramaza hacia
el “Cenupa” (Cenepa), lo que permitiría el movimiento de abastecimientos y
personas desde Loja y Yaguarzongo (Zamora).
Encarga la tarea a su sargento mayor Diego Lucero Zambrano, sale a ges-
tionar su nombramiento de gobernador de Mainas y controlar la actividad de
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Abajo: Mapas de la Presidencia de Quito, Estado Soberano (1822) y del Estado de Quito y la Unión
Gran Colombiana.(1830)
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1. Según el estudioso Alfonso Anda Aguirre, por el Marañón solo se podía navegar una vez al año desde los embarcaderos de Jaén y Para-
casa, hacía Loyola, lo cual obligaba a surcar el río aguas arriba. “Primeros gobernadores de Mainas – Los generales Vaca de Vega” – Quito
– 1955 – pág. 120.
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del Cenepa y otros afluentes del mismo. Por la misma época existe también la
fugaz presencia de un destacamento militar ecuatoriano en Borja, con alícuo-
tas de personal perteneciente a los batallones “España” y “Ecuador”.
Firmado en Lima el convenio el 6 de julio de 1936 se produce el statu quo y
en septiembre del mismo año, el Perú dirige a las cancillerías americanas un
memorándum haciendo conocer la “Situación posesoria” en la frontera con el
Ecuador y en ella no hace constar ningún posesión en el río Cenepa.
En esa época el ingreso de civiles y militares a las zonas mineras y desta-
camentos se hacía normalmente por dos rutas:
a) Loja–Zamora–Zumbi, lugar desde el cual unos seguían la ruta Paquisha–
río Nangaritza–Mayaicu–Pachicutza–Cunhuime–Cenepa o Pachicutza–Miazi–
El Salado–Comaina–Cenepa. Otros mineros de Zumbi avanzaban hasta Ma-
yalicos y varios lugares del Santiago.
b) Cuenca–Sigsig–Matanga–Gualaquiza–Machinaza–Cordillera del Cóndor.
La cordillera de Matanga permite contemplar casi en toda su extensión y
grandeza la cordillera del Cóndor que en las nacientes del Nangaritza presen-
ta una depresión, cual inmensa rotura que constituye un fácil paso hacia el
Cenepa y el Santiago.
Entre los primeros mineros ecuatorianos que en 1930 entran al Nangarit-
za, Comaina y Cenepa está entre otros, José María Jara (a) Negro, guiado por
nativos aguarunas.
En los años 1935- 37 luego de un viaje de tres días desde el Nangaritza
hasta el Achuime y luego al Cenepa ingresan: José Paladines, Amable Ochoa,
Miguel Celis, Luis Arrobo, Pedro Bermeo (se hizo brujo profesional), David
Samaniego Shunaula, Ignacio Valverde… se conoce que los cuatro últimos
ecuatorianos, formaron hogar y hoy sus descendientes son ciudadanos pe-
ruanos que viven en Nieva, Borja, Oracuza…
Estos primeros exploradores alcanzaron la playa del actual destacamento
peruano Soldado Silva, “que no pisaba planta humana de un peruano por
ahí”. En Shamata encontraron un camino de herradura colonial, seguramen-
te hacia Cajamarca y Loja. En la quebrada Tunduza Grande también, halla-
ron trabajos coloniales “subiendo por el Numpatacaime”.2
2. Emilio Serrano Calderón de Ayala, David Samaniego Shunaula, “Nueva Crónica de los indios de Zamora y del Alto Marañón” – Ed. Abya
Yala – Quito – 1995 – pág. 4–5. El investigador español entrevistó por más de tres años al minero lojano, quien al decir de los indígenas y
colonos era el “oráculo de la región” y la persona que mucho tuvo que ver “en los cambios culturales de las últimas décadas en la sociedad
nativa del alto Marañón”. Para 1972 todavía estaban vivos Valverde, Arrobo y Samaniego.
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peruano en la confluencia de los ríos Comaina - Cenepa.” Año 1938. Doc. 90.
“Instalación de una guarnición en el río Cenepa.” Doc 122. “Características
de la zona que ocupa la guarnición peruana de Chávez Valdivia.” Año 1939.
Doc. 144. “Instalación definitiva de la guarnición de Chávez Valdivia.”3
Luego de los incidentes de 1981, el Perú continúa manteniendo la validez del
Protocolo de Río. Para fortalecer esta forma de actuar, crea la provincia de Con-
dorcanqui –ley 23332 del 17 de mayo de 1984–. Refiriéndose a los límites distri-
tales publica “Distrito de el Cenepa, por el noroeste con la República del Ecua-
dor, siguiendo el límite internacional, desde el hito Empalme hasta un punto
de este límite, en la divisoria de las aguas de las cuencas de los ríos Cenepa y
Santiago. Distrito de río Santiago, por el noroeste con la República del Ecuador,
siguiendo el límite internacional desde su intersección con la divisoria de aguas
de los ríos Cenepa y Santiago, hasta la intersección de la divisoria de aguas de
las cuencas de los ríos Santiago y Morona con el límite internacional”.
Sin mayores explicaciones se puede comentar que con esta ley, el Perú
oficialmente reconoce la existencia de dos divisorias de aguas y dos cuencas
independientes: Zamora–Cenepa y Cenepa–Santiago con lo cual toma más
fuerza la inejecutabilidad del protocolo.4
En el sector de los ríos Santiago–Yaupi como situaciones de tensión inter-
nacional, se citan, la pretendida instalación de un helipuerto en el cerro Ka-
putna, entre los hitos 19 y 21 en la confluencia de los ríos Santiago y Yaupi,
hecho suscitado en junio de 1977. Nuestro país para evitar futuras incursio-
nes instala el destacamento Teniente Ortiz, el Perú a su vez el destacamento
Cabo Chiqueiza. Más tarde en 1987, activa el destacamento Pachacútec, en
las cercanías de la línea que une los hitos 19 y 21.
La reacción ecuatoriana no se hace esperar, en enero de 1991, se instala el
destacamento Etza, construido por el teniente coronel Jorge Salinas Moreno.
El Perú moviliza tropas en el sector y toda esta actividad termina con el lla-
mado “Pacto de Caballeros”.
Un protocolo inejecutable
3. Destacamento Chávez Valdivia – 27 septiembre de 1938. El destacamento de “Cahuide” en el río Santiago fue instalado por el Perú, el 19
de junio de 1938.
4. Galo Chacón Izurieta – Revista Geográfica No 34 – “Voces peruanas por los derechos amazónicos ecuatorianos” – I.G.M. – Quito – 1994 –
pág. 107 – 114.
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CAPÍTULO II
EL PACTO DE CABALLEROS
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l Protocolo de Río de Janeiro, al referirse a la zona oriental Zamora
-Santiago, establece en el párrafo 1º letra b) del artículo VIII, que la
frontera seguirá por “la quebrada de San Francisco, el divortium aqua-
rum, entre el río Zamora y el Santiago, hasta la confluencia del río
Santiago con el Yaupi”. En la demarcación del sector septentrional surgieron
problemas de identificación geográfica, por lo cual los dos países solicitaron
la colaboración de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, la cual elaboró un
mapa aéreo fotogramétrico que fue entregado a las partes en febrero de 1947.
El mayor Francisco Sampedro, en su libro “Geografía Histórica Territorial
del Ecuador a 1994” manifiesta documentadamente, que dicho mapa iden-
tificado como “AAF Special preliminary base Ecuador-Perú boundary study”
en una escala de 1:500.000 fue un documento abiertamente parcializado a
favor del Perú, y que la Cancillería ecuatoriana se mantuvo en silencio, sin
expresar su inconformidad.
El mismo autor relata la forma en que pudo conocer dicho documento, al
asistir a un curso de cartografía en los Estados Unidos, y durante su estudio
pudo determinar indicios de que no existía la divisoria de aguas que consta
en el protocolo, razón por la cual, a su regreso al Ecuador, conjuntamente
con el Comandante General de la FAE, realizaron vuelos de reconocimiento
de la zona, los mismos que determinaron la existencia del Cenepa y permitie-
ron, con el asesoramiento de instructores de la Aeronautical Chart Branch,
cartografiar en Washington el primer mapa de la zona elaborado por el Ecua-
dor, que sirció de base al presidente Galo Plaza para proclamar la inejecuta-
bilidad del Protocolo de 1942.
Este mapa demostró que entre los ríos Zamora y Santiago se extiende, en
una longitud de más de 190 kilómetros, un nuevo sistema fluvial indepen-
diente, el del río Cenepa, afluente directo del Marañón. Su presencia determi-
nó la existencia de dos divisorias principales de aguas: una entre el Cenepa
y el Zamora y otra entre el Cenepa y el Santiago, ninguna de las cuales se
hallaba prevista como línea de frontera en el texto del protocolo.
Las propuestas de solución planteadas al Perú en 1949 y 1950 no tuvieron
eco, más bien, fueron un pretexto para pretender continuar con la demar-
cación, lo cual motivó que la Cancillería ecuatoriana pusiera en manos de
los garantes la solución a la “cuestión de límites”, los mismos que, en base
a este documento, sugirieron a los dos gobiernos, el 16 de mayo de 1956, la
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Arriba: Mapa del Ecuador antes de 1941. Ecuador, Atlas Histório-Geográfico, 1942.
Abajo: Ceremonia de condecoración a los héroes del conflicto de la Cordillera del Cóndor.
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de ambas patrullas sea hecho de modo tal que queden fuera del área de la
posible zona de seguridad a que se refiere el punto quinto.
3. Reparación del hito Cusumaza-Bombuiza en el plazo máximo de 48 ho-
ras a partir del desplazamiento de las patrullas.
4. Ocho días después de la reparación del hito, desplazamiento del pues-
to de vigilancia Pachacútec al puesto de vigilancia Chiqueiza o a otro lugar
equivalente.
5. Iniciar conversaciones con el objetivo de establecer después de 30 días
una zona de seguridad en el área.
Lima, 24 de agosto de 1991.
El 28 de agosto se retiró la patrulla del destacamento Etza y la patrulla
peruana que la enfrentaba; dos días más tarde, las comisiones se trasladaron
al hito 19 para iniciar su reparación y comprobar la exactitud de su posición.
La comisión peruana pidió trasladarse a Lima para informar sobre el trabajo
realizado, en el cual se detecto un error de 6 metros respecto de las coorde-
nadas registradas en su acta de inauguración del hito. Los “caballeros” no
regresaron jamás, y tampoco retiraron el puesto de vigilancia Pachacútec. El
Ecuador tampoco retiró el destacamento Etza.
El 15 de septiembre de 1991, los países garantes reunidos en Brasilia, for-
mularon una declaración conjunta, ofreciendo sus buenos oficios y haciendo un
llamado a los dos países para buscar una solución pacífica, “mutuamente acep-
table”, al problema suscitado. El Perú agradeció el comunicado y pidió con esta
oportunidad, “culminar la demarcación definitiva de la frontera en los tramos
pendientes, conforme al artículo 5to del Protocolo; es decir, y hay que reconocer-
lo, manteniendo siempre una sola tesis respecto del problema de límites.
El Perú quiso utilizar este incidente para presionar la demarcación sobre
la Cordillera del Cóndor, y sobre todo, exigir el desplazamiento del destaca-
mento Teniente Ortiz establecido en la zona quince años atrás, como condi-
ción para retirar Pachacútec. La Cancillería ecuatoriana emitió un boletín de
prensa, el 16 de septiembre de 1991, manifestando que el Acuerdo de Disten-
sión “ha tenido y tiene por objeto específico la superación de las tensiones en
un área determinada”, por lo tanto, el país no podía aceptar “aspectos que no
fueron incluidos en este acuerdo de los dos gobiernos y, menos aún, pasar a
un proceso demarcatorio, de conformidad con un instrumento cuya validez
no se reconoce”.
La versión peruana extraída del libro “Estudio Histórico sobre el Proto-
colo de Río de Janeiro” escrita por Gustavo Pons Muzzo, en 1994 afirma:
“No hemos podido averiguar cuándo el ejército peruano instaló en ese sector
el puesto de vigilancia ‘Pachacútec’, un poco al S.E. del puesto ecuatoria-
no ‘Teniente Ortíz’. No sabemos si fue instalado antes o después del puesto
ecuatoriano. Por otro lado, parece que después del incidente de 1981, en las
reuniones que con frecuencia ha habido entre jefes de las altas jerarquías
de ambos ejércitos, se llegó a un acuerdo para elaborar una ‘Cartilla de nor-
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día más exigente, pues el puesto Teniente Ortiz y el puesto Soldado Monge
están en territorio peruano y de acuerdo al “Pacto de Caballeros”, Ecuador
debió retirarlos y no lo hizo. Al frente de estos puestos esta el puesto perua-
no Pachacútec, por lo que no se puede señalar desconocimiento o culpar a
la geografía de la zona, o bien que penetraron sin que nos diéramos cuenta.
Estos puestos están allí y no se han movido en muchísimos años.
Para la revista Caretas, en un artículo denominado “Los errores de la gue-
rra”, luego del conflicto del Cenepa, documento elaborado por miembros de
las fuerzas armadas, se afirma que como consecuencia del “Pacto de Caba-
lleros” de 1991, el Perú desocupó su propio territorio en la zona no demar-
cada de la frontera ecuatoriana en la Cordillera del Cóndor, desmantelando
el puesto de vigilancia No 2 y replegando el puesto de vigilancia No 1, 15
kilómetros hacia el sur, dejando abandonados y desguarnecidos 400 kiló-
metros cuadrados de territorio patrio. Con esta decisión -dice el artículo- el
Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas no sólo suspendió la presencia
del Perú en territorio que legal y jurídicamente le corresponde, sino también
suspendió los patrullajes y la vigilancia en aquellas áreas conflictivas y se
permitió que el vecino ocupara las nacientes del río Cenepa que están en te-
rritorio peruano. Con esta decisión -continúa- dejó de cumplir el objetivo de
mantener la integridad territorial y permitió al Ecuador ocupar territorio pe-
ruano abandonado para generar un enfrentamiento que les permita reclamar
su seudo-reinvindicación de país amazónico”.
Para Mario Vargas Llosa, la firma del “Pacto de Caballeros” fue populista:
permitió al presidente Fujimori visitar el Ecuador y ser presentado por la
prensa adicta como el estadista que había puesto punto final al viejo diferen-
do entre las dos repúblicas hermanas. En realidad -dice Vargas Llosa- lo que
el gobierno peruano había hecho era enviar una señal equivocada a su veci-
no y a sus fuerzas armadas. Estas, ni cortas ni perezosas, en los tres años
siguientes procedieron a reforzar directamente aquellos puestos de vigilancia
hasta convertirlos en verdaderas guarniciones.
El viceministro Eduardo Ponce señala en una entrevista en Panamerica-
na de Televisión, el 20 de febrero de 1995: “El Pacto de Caballeros significó
un reconocimiento por parte del Ecuador del Protocolo de Rio de Janeiro y
del fallo de Días de Aguiar. Esta zona entre los hitos Cusumaza-Bombuiza y
Yaupi-Santiago no es el área donde han ocurrido los incidentes”. La firma de
la paz en 1998 le daría la razón al diplomático peruano.
El 30 de septiembre de 1991, el presidente Rodrigo Borja, en su interven-
ción ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, presentó una pro-
puesta formal de someter el problema en su conjunto al arbitraje de su San-
tidad Juan Pablo II: “..invito al Perú, desde la más alta y prestigiosa tribuna
que tiene la humanidad, a solucionar pacíficamente nuestro largo problema
y nuestra larga controversia territorial por medio del arbitraje del Papa Juan
Pablo II”. El Canciller peruano Carlos Torres y Torres expresó que el Perú no
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fuimos amazónicos, que Quito apenas fue un tambo para los conquistado-
res que venían del Perú, entre otros adefesios escritos con mucha mala fe o
quizá demasiada inocencia; me da la impresión de que leyeron al historiador
peruano Gustavo Pons Muzzo, que le encantaba distorsionar la historia, en
beneficio de su país.
El estudio de la historia da la posibilidad de analizar los errores cometidos
y tratar de no repetirlos; sin embargo, en las relaciones con el Perú, parecería
que siempre estuvimos tropezando con la misma piedra, e insistimos en ello,
porque ahora estamos empeñados en cambiar nuestra postura respecto del
límite marítimo, cuando existen acuerdos absolutamente válidos firmados en-
tre Ecuador, Perú y Chile. Hay una carta del presidente peruano, dirigida a su
par de Ecuador, en la cual se manifiesta que “el paralelo geográfico, a partir
del punto en que la frontera terrestre llega al mar, en Boca de Capones, solo es
aplicable al Perú y Ecuador. El planteamiento confirma la postura del Estado
peruano en la materia, en el sentido de que no existen problemas de límites
con Ecuador. Por tal motivo, el proceso iniciado por el Perú ante la Corte Inter-
nacional de Justicia se refiere exclusivamente al límite marítimo entre Perú y
Chile, donde se presentan características y circunstancias distintas”.
La historia nos enseña que las dubitaciones y los cambios de parecer en
asuntos de trascendental importancia para la supervivencia de la nación,
traen consigo el desasosiego de aceptar una realidad que muchos sentimos
como una nueva mutilación del territorio nacional. Es necesario pues, man-
tener los argumentos que llevaron a la firma de los acuerdos sobre los límites
marítimos de los tres países, y apoyar decididamente a Chile en la controver-
sia que mantiene este país y el Perú en la Corte de Justicia Internacional.
Cuántos de estos documentos fueron negados o modificados por el Perú,
cuando las circunstancias así lo ameritaban, acaso no es un buen ejemplo
el mismo “Pacto de Caballeros” según el cual, Pachacútec debía retirarse del
lugar en el cual se encontraba.
Después del conflicto del Cenepa y de la firma de la paz, se dice que esta
es, desde dicha fecha, “la frontera completa que nadie se atrevió a dibujar en
cincuenta y seis años”; es posible que así sea, pero ello no puede ser el pre-
texto para que las Fuerzas Armadas ecuatorianas sean un motivo de olvido
por parte de la élite política, como tampoco es conveniente que hasta el día de
hoy, los acuerdos contemplados en la fórmula de entendimiento tengan un
bajísimo porcentaje de cumplimiento; posiblemente, estemos esperando los
tres mil millones de dólares ofrecidos por la paz, de la misma manera como
esperamos que se cumpla el ofrecimiento de dinero en el año 42.
El “Pacto de Caballeros” que contemplaba entre otros puntos el retiro del
puesto de vigilancia Pachacútec, se convirtió a la final en el principal instru-
mento de trabajo de los países garantes en la elaboración y presentación de la
“Formula de los Garantes y los Acuerdos” a los gobiernos de Ecuador y Perú, la
misma que dio paso a la firma definitiva de la paz, el 28 de octubre de 1998.
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CAPÍTULO III
TENSIÓN EN LA FRONTERA
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UN CONFLICTO INMINENTE
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urante los meses de julio, agosto y septiembre de 1994, tropas perua-
nas valiéndose de varios argumentos, progresivamente incursionaron
en territorio ecuatoriano en el Valle del Cenepa, siendo detenidos por
tropas ecuatorianas quienes no abrieron fuego en cumplimiento a lo
estipulado en la “Cartilla de Seguridad”, documento elaborado por los dos
países para evitar enfrentamientos armados.
Posteriormente, tropas peruanas argumentando que no podían encontrar
el hito 20 de noviembre (hito No 12), pidieron ingresar por el destacamento
militar Coangos en busca del hito. Esta solicitud fue negada, se dispuso que
una patrulla ecuatoriana guie a este personal desde la Cueva de los Tayos
hacia el hito No 12 por el lado peruano.
Estas incursiones generaron un sinnúmero de interrogantes y preguntas,
debido a que el destacamento militar Coangos no estaba en el límite mismo
de la frontera, se encontraba en la parte más alta de una elevación en el inte-
rior de nuestro territorio, lo que motivó indignación en las tropas ecuatoria-
nas, quienes pensaban que al hacer lo mismo en territorio peruano, hubiesen
provocado una reacción diferente en las tropas peruanas, a pesar que la car-
tilla de seguridad regia para ambas unidades fronterizas.
El teniente coronel Cesar Aguirre asumió el mando del BS Gualaquiza el 8
de septiembre de 1994. Ante la situación que se vivía dispuso que se incre-
menten los patrullajes hacia la Cueva de los Tayos.
Durante un patrullaje comandado por el propio teniente coronel Aguirre, des-
de el destacamento de Coangos a la Cueva de los Tayos, detuvieron a una patru-
lla peruana al mando de un suboficial, a quien le reclamaron por su presencia
en ese sector, el suboficial manifestó que se encontraba realizando patrullaje en
territorio peruano, se le indicó que se retirara y además indicara a sus mandos,
que el punto al cual podían alcanzar tanto tropas ecuatorianas como peruanas
era la Cueva de los Tayos, de acuerdo a las coordinaciones realizadas años atrás.
Al día siguiente, retornó al sector otra patrulla peruana, esta vez al mando de un
oficial, tomando contacto con la patrulla ecuatoriana que se encontraba en la
Cueva de los Tayos, la cual les reiteró que la Cueva de los Tayos era el límite de
encuentro entre patrullas. El oficial se retiró a informar a sus mandos.
A partir de esa fecha, tropas ecuatorianas incrementaron el control físico
en Tiwintza, Cueva de los Tayos y Base Sur, bases que se encontraban detrás
de la línea imaginaria Cóndor Mirador–Coangos.
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El teniente Geovanni Calles (segundo de la derecha) marchando con soldados de la Escuela de Selva
del Ejército, dirigiéndose a abordar un helicóptero en dirección a Tiwintza.
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gráfica de su país. El Tcrn. Lazarte expuso una carta peruana del sector a
escala 1:25.000, la cual contenía una descripción amplia de picas y elevacio-
nes del sector, expresó que toda el área se encontraban en territorio peruano,
ya que en su carta el Límite Político Internacional abarcaba toda la cuenca y
la naciente del río Cenepa; a su vez, el Tcrn. Aguirre expuso un mapa de la
región amazónica a escala 1:250.000, en la cual el LPI estaba marcado hasta
el hito 20 de noviembre y a partir de ese punto venia una zona no delimitada,
en la cual se encontraban Base Sur, Tiwintza y Cueva de los Tayos. Durante
muchos años tropas ecuatorianas venían patrullando en ese sector.
El Tcrn. Lazarte de manera insistente e impositiva, mencionó que en el Pro-
tocolo de Río de Janeiro constaba que el LPI abarcaba toda la zona de la cabe-
cera del Cenepa, indicó que él había cumplido la función de G-2 de la División
y que no conocía de los puntos mencionados y que no existía ningún documen-
to que refiera que la Cueva de los Tayos como un punto de encuentro o neutral;
señaló además, que él era el primer comandante que había llegado hasta esa
base. El teniente coronel- Aguirre indicó que tropas ecuatorianas permanente-
mente patrullan esos puntos y esa es la razón por la que ellos desconocían de
esas bases, comentario que incomodó aún más al oficial peruano.
Aproximadamente a las 16:30 horas llegó la patrulla peruana y el Tcrn.
Lazarte estableció contacto radial con sus mandos. Con palabras exaltadas a
través de la radio, los mandos peruanos disponían al Tcrn. Lazarte que exija la
El teniente coronel Cesar Aguirre (de pie, derecha), con personal ecuatoriano en la Base de Cueva
de los Tayos.
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CAPÍTULO IV
H
asta el 15 de diciembre de 1994 la 21-BS, con sus medios orgáni-
cos, cumplió la misión impuesta por el escalón superior en el Plan
de Campaña “Soberanía”, en las fases pertinentes. Para ejecutar la
misión expidió a los comandos subordinados el Plan de Operaciones
“Cóndor III”. Las fuerzas ecuatorianas estaban enfrentadas a unidades del
mismo valor: frente al BS-61 Santiago, el BIS-85 Sgto. Demetrio Acosta Ch.;
frente al BS-63 Gualaquiza, el BIS-25 Callao; y, frente al BS-62 Zamora el
BIS-69 Amazonas.
El sector de responsabilidad de la 21-BS era la zona de operaciones sur
este (ZOSE) que comprendía la frontera de las provincias de Morona Santiago
y Zamora Chinchipe. En ese período, en el sector del Alto Cenepa, se sus-
citaron incidentes menores como consecuencia del ingreso de patrullas pe-
ruanas al área no delimitada. Aparentemente los problemas se solucionaron
con la aplicación de las normas de comportamiento y señalización que hasta
entonces respetó el Perú, manteniéndose la línea de statu quo.
Cuando el teniente coronel Lazarte del ejército del Perú amenazó con ex-
pulsar, por la fuerza, a las bases logísticas ecuatorianas denominadas Base
Sur y Tiwintza, el mando militar dispuso el refuerzo de la 21-BS Cóndor con
el Agrupamiento Táctico Miguel Iturralde. El nombre dado a esa unidad
tuvo como objeto destacar la personalidad y trayectoria profesional de uno
de los mejores generales de la historia militar ecuatoriana. El agrupamiento
táctico estuvo conformado por el GFE-26, el BS-63 “Gualaquiza”, la COE-21,
el Escuadrón de Aviación del Ejército No.21, elementos de la Compañía de
Trasmisiones 21, 2 secciones de misiles IGLA, 4 secciones de ametralladoras
ZGU y un destacamento de sanidad.
El 15 de diciembre de 1994, el jefe del teatro de operaciones, general Paco
Moncayo Gallegos y el Grupo de Fuerzas Especiales No. 26, con plaza en Queve-
do, arribaron a la ciudad de Gualaquiza para preparar la defensa del área ame-
nazada. Posteriormente, al decretarse la alerta amarilla, se reforzó a la brigada
con dos batallones movilizados, el BSM-64 Paquisha y el BSM-65 Mayaycu.
En los días siguientes, el comandante del TOT visitó al mando de la brigada
y sus unidades, a fin de recibir información sobre la planificación y las noveda-
des suscitadas. En Cóndor Mirador y Coangos, desde donde se divisa con cla-
ridad la cuenca del río Cenepa, su acción se centró en realizar reconocimientos
de la zona y organizar el Agrupamiento de Selva Miguel Iturralde.
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Arriba. General Paco Moncayo recibiendo al personal que ingresaba a la zona de conflicto.
Abajo. Con el corazón puesto en la defensa de la Patria, las tropas de los agrupamientos Genral Mi-
guel Iturralde y Genral Carlomagno Andrade se aprestan a ingresar a sus puestos de combate.
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río Tiwintza), Base Sur y Coangos. La prensa peruana informó sobre estos
acontecimientos en los siguientes términos: “… el 7 de febrero en la tarde,
mientras una escuadrilla de helicópteros de ataque tipo MI-25 Hind D se
dirigía a lanzar un ataque contra posiciones de los invasores ecuatorianos
en la falsa Tiwintza, ésta fue sorprendida por misiles antiaéreos, uno de los
cuales alcanzó, a las 14:30 horas, al helicóptero M25 FAP No. 646, piloteado
por el comandante Marco Antonio Schenone Oliva, muriendo el piloto y dos
miembros de la tripulación mientras cumplía una misión de ataque a baja
altura en la falsa Tiwintza…”
En la noche, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas peruanas dio
a conocer que otro helicóptero había sufrido un accidente. Su tripulación
estaba conformada por: el teniente coronel Marco Antonio Oliva, el teniente
Raúl Vera y el suboficial Gilberto Díaz.
El día 8, las fuerzas peruanas incrementaron su presión para conquistar
Tiwintza; lograron alcanzar una línea de elevaciones desde la cual tenían
dominio de vista y de fuego sobre sus instalaciones, pero no pudieron vencer
la resistencia de los heroicos defensores. Ese día se interceptó el mensaje del
comandante de una patrulla de nominativo “Duque” informando que como
resultado del enfrentamiento tenía varios soldados heridos y solicitando un
helicóptero para evacuarlos. Dio parte también que replegaba porque se le
habían terminado los alimentos. Durante todo el día las bases de Coangos,
Tiwintza, Cueva de los Tayos y Base Norte fueron sometidas a intensos bom-
bardeos aéreos y fuego de artillería, especialmente durante la noche.
El día 9 de febrero, la ofensiva peruana continuaba, aunque con menor in-
tensidad. A las 10:00 horas se produjo un combate entre la patrulla comanda-
da por el capitán Contreras, y una columna peruana de aproximadamente 50
hombres, en plena orilla del río Cenepa. Con el apoyo de fuego de morteros, se
repelió a la fuerza enemiga que sufrió 8 bajas. Las fuerzas ecuatorianas salie-
ron ilesas. Poco después, a las 11:00 horas, se combatió en el sector denomi-
nado La Piedra, 500 m. al norte de Cueva de los Tayos. A las 13:00 horas avio-
nes rojos bombardearon el sector de Los Tayos - Tiwintza. A las 17:00 horas
nuevamente atacaron Tiwintza. A esa misma hora, hubo enfrentamiento en la
Cueva de los Tayos. Las fuerzas ecuatorianas mantuvieron su dispositivo.
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Abajo. El teniente coronel Luis Aguas (der.) con las tropas paracaidistas del GFE-26.
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La separación de fuerzas.
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Últimos enfrentamientos.
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Abajo. Con la moral en alto, las patrullas ecuatorianas se mantenían expectantes en el marco de la
operación “Desconfianza”.
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2.500 cartuchos y cuatro RPG. Para evitar otro incidente de esa naturaleza,
por requerimiento de los observadores, el comandante del TOT autorizó dar
facilidades para la evacuación de ese personal, en los siguientes términos: “…
si entran los helicópteros con las banderas blancas y con el Agregado Militar,
permitiremos que ingresen, les embarquen y les lleven; lo que no les permiti-
remos es que les refuercen o que les abastezcan.”
El informe de la inteligencia militar del día 27 dio a conocer la siguiente
novedad producida en el área de responsabilidad del Agrupamiento Carlo-
magno Andrade: “A las 13:15 horas una patrulla peruana se infiltra en el sec-
tor, abriendo fuego en contra de un puesto de observación ecuatoriano, sin
producir ninguna novedad. A las 14:00 horas esta patrulla da parte al PV-1
indicando que ha escuchado fuego de fusiles y ametralladora. A las 14:00
horas, otra patrulla enemiga trata de emboscar al personal ecuatoriano que
transitaba en este sector -fuera del área de seguridad- pero al ser descubierta
se retira”. De estos hechos, el oficial de inteligencia deduce que las dos patru-
llas, pretendían avanzar coordinadamente para ocupar nuevas posiciones,
pues no estuvieron antes en el área, les habían ordenado adelantarse ese
día. Las patrullas pidieron apoyo aéreo, pero el comando del Grupo Aéreo les
respondió que todo pedido es con orden.”
El día 28 se produjeron nuevos incidentes. Se interceptó a una patrulla
peruana que informó de un enfrentamiento con fuerzas ecuatorianas, en el
que falleció el oficial Hugo Córdova. A las 14:15 horas, un oficial de apellido
Castro reportó a su comandante que su patrulla, de 40 hombres, se encon-
traba en la cota 1212, y que estaba lista para la acción. A las 17:20 horas una
patrulla, de nominativo “Tony”, dio parte al PV-1 que alcanzó la cota 1195,
coordenadas (99-10). Es evidente que encontrándose a horas de retirar a las
unidades de sus posiciones, las tropas del Perú quisieran ubicarse en sitios
que les permitiesen demostrar que habían logrado alcanzar algunos objetivos
en la cuenca en disputa. Para esa fecha, al término de las operaciones, la
organización del Agrupamiento Táctico de Selva Carlomagno Andrade era el
siguiente: Subagrupamiento Tayos, Subagrupamiento Cenepa, GFE-1/Alfa-
ro, GFE-2/Alfaro, BS-1/62 Zamora, Subagrupamiento Mirador, Subagrupa-
miento Gualaquiza, Compañía de Infantería Movilizada y medios aéreos.
El agrupamiento cumplió su misión. Mantuvo bajo su completo control el
sector de responsabilidad en los siguientes límites: al norte, desde Base Nor-
te; al sur hasta loma 1087 (1.500 metros antes de soldado Pástor); al oeste,
hasta Tiwintza e inmediaciones de la Y; y, al este, desde las alturas del Cón-
dor Mirador hasta el río Cenepa inclusive.
Esta aseveración pudo comprobarse después, gracias a un artículo escrito
por el comandante estadounidense Glen R. Weider que relata: “Entre el 12 y
13 de marzo, la MOMEP concentró sus esfuerzos en efectuar los relevos de
observadores en los dos puntos de concentración y en preparar los planes
para la separación de fuerzas en el área de seguridad. Ambas partes habían
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Conclusión.
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CAPÍTULO V
un ejército victorioso
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MISIÓN CUMPLIDA
E
l mando militar liderado por el general José Gallardo había decidido
que ante la emergencia producida en el frente de la Brigada No. 21
Condor, se organice un agrupamiento táctico para que defienda ex-
clusivamente el sector del Alto Cenepa. El esquema se conformó ini-
cialmente de la siguiente manera:
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La situación que se vivía hacía pensar que podía producirse una acción
peruana antes de Navidad, razón por la cual a partir del 17 de diciembre,
se realizó un masivo reforzamiento de los destacamentos y bases ecuatoria-
nas de Coangos, Base Sur, Tiwintza, Cueva de los Tayos y Cóndor Mirador,
respondiendo a la orden de operaciones “Honor Patrio”, preparada por el
teniente coronel Luis Hernández. A más de este reforzamiento, se adelanta-
ron reconocimientos en helicóptero en la Cordillera El Cóndor de manera de
tener listas acciones tácticas en el Alto Cenepa con la Aviación del Ejército.
Este período antes de Navidad, permitió que todos los miembros a quienes
se entregó la misión de defender el Alto Cenepa concentren sus esfuerzos en
preparar de la mejor manera la defensa.
El mando del ejército decidió, ante la calma en el frente del Alto Cenepa y
en base a los reportes de inteligencia, que determinaron que no había ningún
movimiento anormal de las fuerzas peruanas, se proceda a dar vacaciones de
Navidad y Año Nuevo divididos en grupos a todo el personal del ejército sin
excepción. Esta orden también fue impartida para el Agrupamiento Miguel
Iturralde. El coronel Hernández relata en su diario de guerra:
Martes 20 de diciembre de 1994.
“Recibí una llamada de mi general Paco Moncayo a las 09:00 horas. Me indi-
có de mejorar la situación prepare dos grupos de vacaciones para salir en Na-
vidad y Año Nuevo; mas tarde, a las 11:30 horas, me llamó el Comandante del
Ejército, mi general Jorge Ortega. Me dijo que todos serían relevados al mismo
tiempo. Le hice conocer que era conveniente que yo no haga uso de vacaciones,
a fin de continuar con las mismas políticas en la preparación de la defensa y
el patrullaje en el Alto Cenepa. Mi general Jorge Ortega aceptó. Tome contacto
con mi general Paco Moncayo a quien le expuse mi preocupación ante el hecho
de que todo el agrupamiento sea relevado por vacaciones ya que esto perjudi-
caba a la defensa y a la actividad que sobre el conocimiento del terreno había
empezado a desplegar el Grupo de Fuerzas Especiales No.26.”
Las preocupaciones en el agrupamiento probaron ser correctas. A inicios
de enero el ejército peruano inicio un masivo reforzamiento de sus destaca-
mentos: Soldado Pástor, Jiménez Banda y colocó fuerzas a corta distancia de
la base que teníamos en Cueva de los Tayos. Para el mando del Agrupamiento
Miguel Iturralde, el enfrentamiento armado era inminente.
El mando militar tenia la firmeza de defender el Alto Cenepa pero al mismo
tiempo impartió disposiciones para que se eviten provocaciones por parte
del Ejército Ecuatoriano en la selva del Alto Cenepa. El hecho de evitar pro-
vocaciones, se convirtió en un serio limitante de índole táctico para quienes
defendían el Alto Cenepa.
En el período previo al conflicto, los helicópteros que abastecían al desta-
camento de Coangos volaban en línea directa desde Cóndor Mirador. Esto
implicaba volar sobre el Alto Cenepa. Dando cumplimento a lo ordenado, el
teniente coronel Luis Hernández prohibió volar por esa ruta.
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Abajo. Partiendo hacia las posiciones previstas para la defensa del territorio.
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mandos ecuatorianos. Indiqué al coronel Luis Aguas que no es verdad tal re-
unión y que es todo un engaño. Nuestras comunicaciones funcionan bien lo
cual permite que me mantenga informado de todo. Lamentablemente, debido
a nuestra posición de no provocar, no aterrizamos con nuestros helicópteros
en nuestro helipuerto que tenemos construido en Cueva de los Tayos, lo cual
nos hace ceder iniciativa a los peruanos. Lo que los peruanos están tratando
de hacer es construir instalaciones permanentes en Cueva de los Tayos para
así acercar medios y personal hacia la cabecera del río Cenepa desde de su
destacamento de Soldado Pástor.
“A la 08:50 horas salí para Gualaquiza y me reuní con el teniente coronel
César Aguirre, capitán Mauricio Silva y capitán Marco Chamba, quienes indi-
caron e hicieron conocer el plan ofensivo del batallón para ser implementado
en el caso que el Perú atacara nuestros destacamentos. ‘¿Por qué tenemos
siempre que esperar el primer golpe para responder?’, pensé. Es claro, que-
remos evitar el conflicto armado. Una vez aprobado el plan del Batallón Gua-
laquiza, ordené que su puesto de mando se traslade a Cóndor Mirador. Decidí
quedarme en Gualaquiza todo el día, pero a las 10:30 horas el teniente coronel
Luis Aguas me llamó por la radio a informarme que frente a la Cueva de los
Tayos los peruanos habían empezado a construir bases permanentes y un
helipuerto. Lo de la reunión fue solo un engaño, lo sabíamos. Nuestras tropas
en la Cueva de los Tayos solo podían observar, ya que la construcción iniciada
por los peruanos era en el lado sur de la línea del statu quo que los peruanos
se negaban ahora a reconocer y a la que trataban de infiltrar sin éxito.”
El mes de enero fue un período de preparación, de tensión y también de
desgaste ya que con excepción del período de vacaciones que fue de una se-
mana, los miembros del agrupamiento habían permanecido seis semanas en
la selva. El abastecimiento era limitado, restringido al uso de helicópteros y
se priorizaba el transporte de munición y equipo bélico. Sin embargo, los sol-
dados querían entrar en acción, pero lamentablemente una característica de
quien se defiende es la de perder la iniciativa. Esta limitación se compensaba
de alguna manera con reconocimientos en el terreno y con helicópteros en
prevención de acciones ofensivas por parte del agrupamiento una vez inicia-
das las hostilidades... Esta preparación y deseo de entrar en acción queda
reflejada en la página 58 del diario del teniente coronel Hernández que dice:
“A las 14:30 horas salió el helicóptero Súper Puma con morteros y con más
munición hacia Coangos. He dado una arenga al personal del GFE-26, que,
conformando tres equipos de combate, se encuentra listo para salir al mando
del teniente José Camacho. Un sargento paracaidista me dijo con muy buen
sentido del humor ‘que quería entrar rápido y empezar la guerra rápido, ya
que según eso se sale rápido o se queda para siempre’. He ordenado que
este personal salga con vitaminas y que lleve cloro para el agua y Aralem
para casos de paludismo. El personal que al momento se encuentra en el
Alto Cenepa por la rapidez del desplazamiento llevado a efecto a finales de
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diciembre, no pudo llevar todo lo necesario, y debió ser abastecido más tarde
con las consiguientes dificultades. La experiencia nos va permitiendo tomar
mejores decisiones y políticas. Es como ir haciendo ‘camino al andar’. Pero no
hay duda de que es muy importante tener una estructura bien establecida.
Improvisar a partir de allí da mejores resultados.”
El mando militar continuaba prestando toda su atención al frente del Alto
Cenepa. El 16 de enero se incorporó como oficial de enlace de la Fuerza Aé-
rea, el teniente coronel Edmundo Baquero con la finalidad de organizar el
empleo de la aviación táctica.
El conocimiento del terreno y su preparación se hacia cada vez más de-
tallada y la defensa se volvía más fuerte, sin embargo, las posibilidades de
controlar todo el frente de una forma óptima entre Coangos y Cóndor Mirador
eran limitadas debido a la imposibilidad de realizar vuelos de helicóptero en
ese sector para no provocar al Perú.
Una decisión adecuada fue la de usar a Patuca como base de operaciones en
lugar de Gualaquiza. Para acceder al Alto Cenepa desde Gualaquiza había que
cruzar la Cordillera del Cóndor, lo cual limitaba las operaciones aéreas debido
a lo cambiante del clima en la cordillera. En Patuca, al contrario, se podía ac-
ceder al Alto Cenepa por los ríos Namangoza y Coangos con mayor facilidad.
Todo este conocimiento de las condiciones meteorológicas y del terreno fueron
decisivas para el éxito de las operaciones militares que estaban por venir.
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El teniente coronel Luis Hernández arengando a las tropas del Agrupamiento Táctico Miguel Iturralde.
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iba deteriorando, tal es así que el general peruano López Trigoso antes presto
a reunirse ahora no podía ser contactado. El hecho que el comandante del
agrupamiento no haya sido parte de las conversaciones con el general perua-
no permitió su concentración exclusivamente en la misión a él entregada: la
de defender el Alto Cenepa. La mayor preocupación del comandante del Agru-
pamiento General Miguel Iturralde, teniente coronel Luis Hernández, eran
las intenciones peruanas de infiltrarse hacia la cabecera del Cenepa, algo
difícil de controlar tanto por la espesura de la selva como por la limitación de
vuelos de helicóptero. Así lo consigna en su diario:
Lunes 23 de enero.
“Creo que el ejército peruano tiene las siguientes intenciones.
1. Construir un destacamento militar en la naciente del Cenepa.
2. Distraer nuestra atención del sector Tiwintza-Base Sur para luego lan-
zar un ataque en dicho lugar.
Envié una telegrama en el que solicitaba se me autorice realizar reconoci-
mientos en la cabecera del Cenepa.”
Estábamos a días sino horas que se inicie el conflicto armado. A las 10:15 ho-
ras del 23 de enero, el general peruano López Trigoso, en una comunicación por
radio con el coronel José Grijalba, expresa, refiriéndose a nuestras posiciones en
el Alto Cenepa: “Ni el general López, ni las Fuerzas Armadas, ni el pueblo perua-
no van a permitir que se queden en dicho sector.” Es decir el Alto Cenepa.
El comandante del agrupamiento en forma constante realizaba visitas a
las unidades que defendían el Alto Cenepa y hacía reconocimientos en heli-
cóptero de todo su sector de responsabilidad. El día 23 de enero, mientras
realizaba una visita de comando a su sector, en forma fortuita, localiza una
infiltración peruana de magnitud en la cabecera del río Cenepa. En su diario
relata el hecho de la siguiente manera:
“Salí a Cóndor Mirador a las 10:45 horas en el helicóptero Súper Puma
piloteado por el capitán John del Pozo y el capitán Marcel Romero para trans-
portar al subteniente Robert Barrera, que con su equipo de combate releva-
rá al teniente Jorge Tello que se encuentra en Cueva de los Tayos. Visité el
Direl y me informaron que los peruanos planeaban ejecutar la “Operación
Hitos”. El día viernes salimos de Cóndor Mirador hacia Tiwintza por la ruta
establecida a raíz del inicio de las tensiones; es decir, evitando volar directo
hacia el este desde Cóndor Mirador a Coangos pasando por Tiwintza, como lo
hacían antes los helicópteros ecuatorianos sin haber tenido ningún proble-
ma con las fuerzas peruanas. El vuelo por el lado occidental de la Cordillera
del Cóndor transcurría sin problemas, cuando de pronto el capitán John del
Pozo me indicó que debido al mal tiempo teníamos que regresar a Cóndor
Mirador o a su vez volar directo hacia el este en dirección a Tiwintza. Pensé
unos segundos. Esta mañana había firmado un telegrama solicitando volar
en la cabecera del Cenepa para realizar reconocimientos. El vuelo significaba
sobrevolar la cabecera del Cenepa. Tenía que relevar al teniente Jorge Tello.
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Había que correr el riesgo. Autoricé al piloto que continúe el vuelo por el lado
oriental de la Cordillera del Cóndor, y de pronto el piloto divizó algo que yo ya
temía: el ejército peruano se había infiltrado y empezado a construir un he-
lipuerto para luego edificar un destacamento militar en las nacientes del río
Cenepa. Dejé al subteniente Robert Barrera en Tiwintza y fui a Coangos. No
pude tomar contacto con el teniente coronel Luis Aguas ya que había salido
a un reconocimiento. Volé inmediatamente a Patuca. El helicóptero no tenía
mucho combustible para esperar.
“Llamé a mi general Paco Moncayo y le informé de la situación. Me dijo que
yo tenía órdenes muy claras y que si era posible capture al personal militar
peruano que se encuentra construyendo el helipuerto. Además, que conti-
núen los reconocimientos y que los helicópteros ecuatorianos respondan al
fuego si lo reciben.
“A las 16:00 horas, escoltado por dos helicópteros Gazelle, salí en el he-
licóptero Lama al sitio del helipuerto construido por los peruanos con el fin
de verificar su posición. El helicóptero Lama estaba piloteado por el capitán
Marcelo Romero y el teniente John Miño. Hicimos una pasada sobre el heli-
puerto. Pude ver a cuatro soldados peruanos. El helipuerto estaba ubicado a
3º 26´254 S y 78º 15´971¨W. Aterricé en Coangos y pedí al teniente coronel
Luis Aguas que prepare el desalojo de las fuerzas peruanas. Al regreso, ate-
rrizamos en Tinkimintz para recoger a dos niñas shuaras que estaban enfer-
mas. Fuimos todos a Patuca. La hora de la verdad había llegado.
“En la reunión de las 21:00 horas informé a la Brigada de Selva No.21 de
la situación y mi decisión de desalojar a las fuerzas peruanas infiltradas. Mi
coronel José Grijalva le informó a mi general Paco Moncayo de nuestra deci-
sión y nos ha deseado que Dios nos ayude.
“Al momento la situación se dificulta por el hecho de que el Grupo de Fuer-
zas Especiales No.26 se encontraba relevando a su personal hoy; dos equipos
de combate fueron relevados del sector de la Y y de Tiwintza por personal de
la Compañía de Operaciones Especiales No. 21 y de la banda de músicos de
la Brigada de Selva No. 21 como personal entrante.”
El encuentro de la base peruana no hizo sino confirmar las infiltraciones
peruanas difíciles de ser detectadas por las limitaciones impuestas para evi-
tar el conflicto. La gran flexibilidad lograda por el conocimiento del terreno
tanto de los miembros del agrupamiento como por los pilotos de la Aviación
del Ejército, permitió que a pesar que los miembros del grupo de fuerzas es-
peciales no se encuentren completos, el teniente coronel Aguas organice rá-
pidamente una fuerza de ataque para que, al mando del capitán Isaac Ochoa,
desaloje a las fuerzas peruanas en Base Norte.
La tarea de seleccionar a las fuerzas disponibles no fue fácil. Quienes co-
nocieron durante un mes el sector del Alto Cenepa habían sido relevados dos
días antes y remplazados, especialmente en Tiwintza, por personal de fuerzas
especiales y una parte de la banda de músicos de la Brigada No. 21.
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El ataque a Base Norte desató el conflicto. El mando militar hizo todo lo po-
sible para evitarlo, a tal punto que las misiones dadas al Agrupamiento Miguel
Iturralde tenían limitaciones para su ejecución, las mismas que fueron supera-
das por la minuciosa preparación de la defensa y la entrega de sus soldados.
El 29 de enero, las fuerzas armadas peruanas empiezan sus acciones en
el frente del agrupamiento atacando simultáneamente con helicópteros arti-
llados a Coangos y el sector de la Cueva de los Tayos. El diario de guerra del
coronel Hernández lo relata de la manera siguiente:
“Siendo las 09:30 horas las fuerzas peruanas atacaron Coangos con tres
helicópteros artillados; simultáneamente atacaron a nuestras fuerzas en el
sector de la Cueva de los Tayos, pero no lograron ningún objetivo. El misil
que teníamos en Coangos sufrió un desperfecto y no se pudo usar contra el
ataque de los helicópteros peruanos.
“Simultáneamente fue atacado nuestro destacamento de Teniente Ortiz por
las fuerzas peruanas; pero fue repelido el ataque y derribado un helicóptero. A
las 11:20 horas ordené que el mayor José Villegas realice ataque de rockets al
área aledaña al helipuerto en Base Norte a fin de facilitar su consolidación por
las fuerzas del capitán Isaac Ochoa. A las 14:00 horas volvió a ser atacado el
sector de la Cueva de los Tayos y se derribó un segundo helicóptero peruano.
“A las 12:20 horas ordené que se dispersen los medios aéreos –dos helicóp-
teros Gazelle y un helicóptero Súper Puma que estaban en el sector de Warint-
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za-; a las 13:00 horas la aviación peruana volaba sobre ese sector tratando de
localizar nuestros helicópteros sin conseguirlo. Otro momento de suerte.
“Nuevamente a las 16:00 horas volvió a operar la aviación peruana en el
sector del Alto Cenepa. El helicóptero Super Puma tripulado por los capita-
nes John Del Pozo y Marcelo Romero, que se encontraba en Warintza, tuvo
que ocultarse en algún lugar de la selva; retornó a las 18:50 horas a Patuca.
Al final del día el ejército peruano había sufrido numerosas bajas y perdido
dos helicópteros.”
Al final de este día también se habían capturado a dos prisioneros perua-
nos, los cuales fueron tratados de acuerdo a las normas internacionales. Sus
nombres eran Enrique Daniel Mires Sánchez y Pepe Luis Palomino Valero.
Las acciones en Base Norte continuaron en procura de la consolidación de
este objetivo demorado por la acción del bombardeo de la aviación peruana
y lo agreste del terreno. Base Norte situada en el nacimiento del río Cenepa,
estaba circundada de rocas y selva tupida. Los días 30 y 31 de enero conti-
nuaron los combates con menor intensidad en el sector del río Cenepa. El día
31, Base Norte fue consolidada por las fuerzas del capitán Isaac Ochoa. El
día 1º de febrero el helicóptero del comandante del Agrupamiento Miguel Itu-
rralde aterrizó en el helipuerto de Base Norte, confirmando la misión cumpli-
da por el capitán Isaac Ochoa. Días más tarde entregaría al teniente coronel
Luis Hernández, la pistola del teniente peruano Guzmán, comandante de la
infiltración peruana, que murió en el desalojo.
El centro de gravedad del conflicto del Cenepa estuvo bajo la responsabi-
lidad del Agrupamiento Miguel Iturralde, desde el 16 de diciembre de 1994
hasta el 6 de mayo de 1995.
El 95% de las bajas que se produjeron en el Alto Cenepa fueron de miem-
bros que combatieron con el Agrupamiento Miguel Iturralde.
El 6 de mayo al desmovilizarse el agrupamiento el teniente coronel Luis
Hernández como parte de su discurso expresa sus palabras finales como
comandante:
“Mas tarde y cuando continuaban los combates nuestros compañeros que
por razones de su misión se encontraban ausentes, vinieron a darle al agru-
pamiento su trabajo y sacrificio, ellos fueron: Grupo de Fuerzas Especiales
No. 24, Grupo de Fuerzas Especiales No. 25, Grupo de Fuerzas Especiales
No. 27, Compañía de Operaciones Especiales No. 19, Grupo Especial de Ope-
raciones, el Grupo Alfaro,el Grupo Iwias, la Compañía Especial de Seguridad
del Ejército y la Escuela de Selva. Todos cumplieron su trabajo con entrega
y pundonor”.
“A nuestra gloriosa Fuerza Aérea Ecuatoriana, soldados del aire que prote-
gieron desde el cielo a sus hermanos que en la tierra luchaban heroicamente
y que nunca les abandonaron a riesgo inclusive de sus propias vidas. Gra-
cias, muchas gracias en nombre de la Patria a todos aquellos que combatie-
ron y trabajaron motivados siempre por la genuina búsqueda de la perfección
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CAPÍTULO VI
L
a obtención de la superioridad aérea es fundamental para el desa-
rrollo de la guerra y su consecución garantiza la libertad de acción
para todas las fuerzas empeñadas en combate. Si bien es cierto que
la superioridad aérea es la misión primera de la Fuerza Aérea, su im-
portancia en el desarrollo y desenlace de un conflicto debería interesar a to-
dos los comandantes militares para con sus medios, de manera coordinada,
alcanzarla y mantenerla.
El conflicto del Cenepa marca una realidad del poder aéreo absolutamente
diferente a la existente en 1941, fecha en la cual no existía la Fuerza Aérea
Ecuatoriana propiamente dicha, sino que todo el poder aéreo de ese enton-
ces se encontraba subordinado al ejército bajo una Inspectoría General de
Aviación la misma que estaba compuesta por 2 jefes, 36 oficiales pilotos, 4
oficiales de servicios, 219 miembros de tropa, y 506 hombres sin armas que
integraban la reserva aérea y contaba únicamente con tres aviones de entre-
namiento sin armamento... Y una realidad superior a la de 1981, cuando el
país que contaba con una fuerza aérea equipada con aviones prácticamente
nuevos pero todavía en proceso de asimilación para llegar a ser completa-
mente operativos, y en especial no disponía de un verdadero sistema de de-
fensa aérea que integre aviones, radares y artillería antiaérea.
Si bien la única adquisición importante, en cuanto a equipo de vuelo entre
1981 y 1994, fue la de los aviones Kfir, éste es quizá el período más fructífero
en la historia de la Fuerza Aérea Ecuatoriana en cuanto a la puesta a punto
de sus escuadrones y el incremento de su capacidad operativa y logística, así
como en la implementación de nuevas tecnologías, la que se logró sobre la
base de la mejoría de las capacidades logísticas, que permitió mantener en
vuelo a una gran cantidad de aviones de todos los escuadrones:
Este factor facilitó que la mayoría de los pilotos alcanzaran buenos niveles
de experiencia operativa, tanto en el combate aire-aire con misiles de tercera
generación, como en el combate aire-tierra, desarrollando muchas tácticas
en base de las técnicas computarizadas de lanzamiento de armas, logrando
una importante capacidad de empleo que se reflejó en continuos ejercicios
realizados con escuadrones de vuelo de la USAF, con aviones F-16 donde par-
ticiparon la totalidad de los escuadrones de combate y sus tripulaciones.
Otro desarrollo fundamental de este período es la creación y equipamiento
del sistema de defensa aérea del país con la llegada en abril de 1982 del pri-
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P
ara analizar las exitosas tácticas aplicadas por la Fuerza Aérea del
Ecuador en la batalla del Alto Cenepa, en la cual se produjo el primer
combate aéreo de la historia de América, es preciso realizar un estu-
dio del nivel táctico y sus antecedentes.
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como medios de defensa contra los radares y contra los misiles infrarrojos
del enemigo.
En el caso del Escuadrón de Combate Nº 2111 Jaguar, los pilotos tenían
buena experiencia en la operación del avión en misiones de bajo nivel, prin-
cipalmente en navegación y ataque y polígono. En cuanto al entrenamiento
disímil con los aviones Mirage y Kfir, fue muy reducido en comparación con el
número de misiones que aquellos cumplían entre sí. Ese entrenamiento disí-
mil con aviones MK-1 Jaguar consistía en la práctica de misiones de manio-
bras tácticas (MT), de navegación y ataque (NAVAT), y de misiones de escolta,
cumplidas junto a aviones Kfir, Mirage, o ambos a la vez.
También se debe indicar que desde el mes de abril de 1994 y hasta inicios de
la guerra, los aviones Jaguar fueron objeto de una modernización que consistió
en cambiar la plataforma inercial e integrarla con los sistemas de navegación,
armamento y head-up display, y por otra parte, la instalación de estaciones
que permitan llevar misiles Magic-I y Magic-II en la parte superior de las alas,
lo cual aumentaba su capacidad total para llevar armamento. Esta moderniza-
ción presentó en sus pilotos la necesidad de entrenarse en la operación de este
sistema para poder explotarlo en todas sus capacidades, entrenamiento que se
encontraban realizando el momento que comenzó el conflicto.
En cuanto al entrenamiento nocturno en los escuadrones Mirage y Kfir, ade-
más del vuelo por instrumentos, los pilotos de mayor experiencia cumplieron
varias misiones especiales de bombardeo nocturno con picada de 35º a 15,000
pies de altura; adicional a esto, los pilotos de aviones Mirage F-1 cumplían
como parte de su entrenamiento normal, misiones de interceptación nocturna
con ingresos de 70º, 90º, 120º y 180º respecto al blanco, usando tanto el radar
de tierra como el radar de abordo. Estas misiones terminaban con la práctica
de identificación del blanco y formación cerrada nocturna.
Por todo lo indicado anteriormente, podemos concluir que antes de que
inicie la guerra del Cenepa, los pilotos de Taura tenían un alto nivel de entre-
namiento, sobre todo en misiones aire-aire disímiles.
Doctrina y Plan.
En la doctrina de la Fuerza Aérea -año 1995-, en su capítulo IV “Principios
operacionales”, literal b “Niveles de conducción de la guerra”, expresaba que los
niveles de conducción de la guerra eran tres: estratégico, operacional y táctico.
El numeral 3, Nivel táctico, decía1:
“Es el nivel en el que se ejecutan las misiones de combate.
La planificación y ejecución de las misiones tácticas es responsabilidad de
los comandantes de escuadrón.
Es el empleo de los sistemas de armas en combate, para alcanzar los obje-
tivos tácticos impuestos por el nivel operacional”.
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En el Cenepa, dentro del Ala de Combate Nº 21, las misiones tácticas fue-
ron planificadas y ejecutadas por los comandantes y los pilotos de los escua-
drones de combate Nº 2111, 2112 y 2113, mediante el empleo de sus siste-
mas de armas representados por los aviones supersónicos Jaguar, Mirage y
Kfir respectivamente.
Debemos señalar también lo que la doctrina indicaba en el literal D “Tipos
de misiones que cumple la Fuerza Aérea”, que las operaciones aéreas se cum-
plían a través de las siguientes misiones:
1.- Contra Fuerza Aérea Ofensiva. 2.- Contra Fuerza Aérea Defensiva.
3.- Interdicción. 4.- Apoyo Aéreo Aproximado.
5.- Transporte Aéreo. 6.- Reconocimiento Aéreo.
7.- Rescate de Combate. 8.- Patrulla Aérea.
9.- Escolta. 10.- Combate Electrónico.
11.- Reabastecimiento Aéreo.
Los Escuadrones de Combate Nº 2112 Mirage F-1 y 2113 Kfir C-2, cum-
plieron en el Cenepa: misiones de contra fuerza aérea defensiva a través de
las misiones de defensa aérea (DA); misiones de reconocimiento aéreo a tra-
vés de las misiones de corridas electrónicas (CE); misiones de patrulla aérea
(PAC), y, misiones de escolta.
Mientras tanto, también el escuadrón de combate Nº 2111 Jaguar se en-
contraba listo para el cumplimiento de misiones de contra fuerza aérea ofen-
siva a través de misiones pre-planificadas de ataque a blancos en territorio
enemigo, y para el cumplimiento de misiones de apoyo aéreo aproximado en
el sector del conflicto.
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De esta forma iban transcurriendo los días, hasta que el glorioso día 10-
feb-95 a las 13:40 horas luego del aterrizaje en Taura de nuestros aviones
Mirage y Kfir que retornaban después del derribo de tres aeronaves peruanas
que violaron nuestro espacio aéreo, se dispuso inmediatamente que todas
las tripulaciones de los tres escuadrones se dirijan a sus aviones para que
mantengan máxima alerta en Charlie-2, en vista que se preveía una reacción
masiva por parte de la aviación enemiga, la cual nunca se dio. Sin embargo,
los siguientes días se mantuvo siempre durante el amanecer y el anochecer a
todas las tripulaciones en Charlie-2, y el resto del día en este mismo tipo de
alerta, a un elemento de aviones Mirage y un elemento de aviones Kfir, mien-
tras se mantenía a las tripulaciones de aviones Jaguar en Charlie-3.
A medida que fue disminuyendo la tensión, también las alertas fueron re-
tornando como al inicio del conflicto. Esta situación volvió a cambiar el día
27-feb-95 en que debido a una nueva escalada del conflicto, se dispuso que
los cuatro aviones Jaguar permanezcan artillados en tierra y sus pilotos en
espera de órdenes, y que además cuatro aviones Mirage y cuatro aviones Kfir
se mantengan en Charlie-2 durante las primeras y últimas horas del día,
mientras que el resto del día se reducía la alerta a dos aviones Mirage y dos
aviones Kfir en Charlie-2, más dos aviones de cada escuadrón en Charlie-3,
para posible empleo en el área de conflicto contra la aviación roja que apoya-
ría una ofensiva terrestre peruana.
El “Scramble” o despegue inmediato a las tripulaciones, se cumplía de la
siguiente manera: la defensa aérea desde la Estación Halcón que correspon-
día al Centro de Operaciones Sectorial N°1 era la responsable de dar la alerta
temprana, y comunicaba la orden de despegue de dos maneras: la primera
y principal, era a través de la frecuencia VHF a la torre de control, desde la
cual se informaba de inmediato también por radio VHF directamente a los
pilotos de alerta amarrados en los aviones; la segunda manera era mediante
vía telefónica al Centro de Operaciones Aéreas (COA) y de ahí por hotline o
Motorola a los pilotos de alerta.
Durante la guerra del Cenepa, la funciones de pilotos de alerta fueron
cumplidas de manera alterna por los pilotos de los escuadrones de comba-
te de acuerdo al grado de alertamiento que se vivía. En caso de requerirse
una reacción inmediata para despegue en “scramble”, los Mirage F-1 te-
nían la ventaja de no requerir planta externa para el encendido del motor,
ni tampoco de tiempo adicional para alineamiento de equipos electrónicos,
por lo que se mantenían con todos los equipos apagados, hasta el momen-
to de recibir la llamada, ante lo cual, los pilotos utilizando la batería del
avión procedían al encendido del motor y de los equipos esenciales, despe-
gando en un tiempo promedio de un minuto y treinta segundos. Mientras
tanto, los aviones Kfir C-2, se mantenían con la planta generadora de aire
para encendido del motor y la planta eléctrica externa, para de esta forma
tener “alineada” su computadora de vuelo, lo que reducía significativa-
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mente su tiempo de reacción, pues luego del arranque del motor podían
iniciar inmediatamente el rodaje para el despegue en un tiempo no mayor
a dos minutos.
Los aviones Jaguar MK-1 por su parte permanecían con los equipos apa-
gados, pues al igual que el avión F-1 podían arrancar el motor con su propia
batería para ambos motores, aunque luego requerían de un tiempo adicional
para alinear su computadora de vuelo, antes de poder realizar el despegue en
un tiempo no mayor a 5 minutos.
Cadena de Mando
No se cumplió de acuerdo a lo previsto en el plan, pues en general se con-
centraron los recursos bajo el mando del Ala de Combate Nº21 para optimizar
las comunicaciones y medios existentes, en coordinación directa con el Co-
mando Aéreo de Combate (COMAC) que era el responsable máximo de todas
las unidades tácticas.
Los Escuadrones de Combate Nº 2112 Mirage y 2113 Kfir, estuvieron bajo
comando y control directo del comando del Ala Nº21, al igual que el Escua-
drón de Combate Nº 2111 Jaguar, aun cuando éste estuvo desplegado.
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Arriba. Ilustración del derribo de un avión A-37 peruano por parte de la escuadrilla Broncos de
aviones Kfir de la Fuerza Aérea Ecuatoriana.
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Un día glorioso.
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lla Mirage sobre Gualaquiza con rumbos 140º - 320º a gran altura, dejando
el área del conflicto en el centro.
Una vez que se recibiera la alerta, los organismos correspondientes se encar-
garían de limpiar el área de aviones azules y las escuadrillas involucradas en
la misión procederían a derribar cualquier aeronave que fuera descubierta in-
gresando a la zona del conflicto, en la zona, o saliendo de ella. Esta misión fue
denomina “Acero” y su objetivo fundamental era detener la acción de la Fuerza
Aérea peruana que durante varios días había estado hostigando a nuestras
tropas, realizando bombardeos en la zona de la cabecera del Cenepa.
La misión “Acero”.
En cumplimiento a la orden de vuelo No. 027 del 10 de febrero de 1995,
a partir de las 12:30 horas, entró en Charlie 2, la escuadrilla “Conejos”, con
la siguiente tripulación: Líder, mayor Raúl Banderas- Avión 807- 2 MagicII-
270x30mm - 1RP35 Lleno. No.2- capitán Carlos Uscátegui -Avión 806- 2
MagicII- 270x30mm-1RP35 Lleno.
A las 12:47 horas recibimos la orden “Acero” e inmediatamente arrancamos
los aviones, tomamos pista y a las 12:49 horas estábamos ya en el aire. Ace-
leramos a 450 nudos y luego de un minuto de vuelo cambiamos a “7 verde”,
frecuencia que estaba asignada a la defensa aérea. Viramos al rumbo 140º
e iniciamos el ascenso a 30.000 pies. “Farol” (la defensa aérea) nos indicó la
presencia de blancos a 170 millas de nuestra posición con el rumbo 175º.
Aproximadamente 4 minutos antes de llegar al punto de PAC, “Farol” nos
dio la orden de descender a 20.000 pies, interceptar y derribar bajo nuestra
responsabilidad cualquier aeronave que estuviera en el área. Iniciamos la
interceptación en el rumbo 145º y luego viramos a 170º siguiendo las indi-
caciones de “Farol”. En este punto, la defensa aérea perdió las trazas de los
blancos, por lo que decidimos retornar al área de PAC donde tratamos de
establecer contacto con “Artico” (T-34 relay de comunicaciones) sin resulta-
dos. Nos escuchó la escuadrilla “Broncos” (Kfir) y nos informó que ellos a su
vez ya estaban en su área de PAC a baja altura y que tampoco habían podido
establecer contacto con el relay.
Al pasar con rumbo 140º al SW de Gualaquiza, observé 2 ecos en mi radar
a unas 15 millas con rumbo 100º y +2000 pies de desnivelación. Notifiqué a
mi número, quien se abrió a formación de batalla. Traté de hacer una inter-
ceptación de 180º, pero los ecos se desengancharon a 4 millas, perdiéndose
de la pantalla del radar. Tampoco logramos contacto visual, por lo que tomé
la decisión de dirigirnos hacia Tiwintza insertando las coordenadas de dicho
punto en el GPS. En el rumbo 060º y a unas 10 millas de Tiwintza, avisté dos
aviones a las 11 de nuestra posición a unas 6 ó 7 millas de distancia. Notifi-
qué a mi número y di la orden de conectar la post combustión. Confirmé a mi
número la posición de los aviones y él obtuvo también contacto visual.
Como los aviones aún estaban lejos, no podíamos identificar sus siluetas
y había la posibilidad de que fueran los “Broncos”. Por esta razón, ordené al
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número que cambiara con el radio rojo (UHF) a la que estaban usando los
Kfir, para verificar su posición y al mismo tiempo continuábamos manio-
brando para colocarnos a las 6 de los aviones que suponíamos enemigos. No
logramos el contacto con los Kfir, por lo que nos vimos obligados a acercarnos
a una distancia desde la cual pudiéramos identificar a las aeronaves.
Descendimos un poco con 0,95 mach, a la vez que insistimos en llamar a los
“Broncos”. A unas 4 millas de distancia escuché el pito de mi misil, indicativo
de que estaba enganchado y listo para ser disparado. Mi número, que trataba
de comunicarse con los Kfir me indicó que no tenía respuesta. Cuando nos
encontrábamos a unas 2 millas de distancia de los blancos, observé en mi de-
tector de radar que estaba siendo enganchado desde las 6 por un radar que no
era ni el del avión de mi número, ni el del telémetro del Kfir. Le indiqué esto a
mi número y procedí a lanzar Chaff, con lo que se desenganchó la amenaza.
En ese momento identifiqué a los boogeys (aviones enemigos), que tenían
grandes tanques de combustible bajo las alas. Subiendo un poco pude ver
claramente la nariz cortada de los SU-22 y procedí a lanzar el primer misil
desde una distancia de 1 a 1,5 millas. El misil impactó directamente en el
avión de la derecha que volaba ligeramente retrasado respecto del otro, en
una especie de hilera de combate un poco abierta con una separación de
unos 800 metros. Salí hacia la derecha y mi número ingresó contra el avión
de la izquierda al que le disparó a su vez un misil que también impactó di-
rectamente. Los dos Sukhoi continuaron volando pero echando un humo
negrísimo por sus toberas, por lo que supongo iban sumamente averiados.
No obstante, una vez que mi número salió de su primer disparo, yo volví a
ingresar contra el avión de la derecha, que se encontraba banqueando hacia
ese lado en un ligero ascenso y le disparé un segundo misil que por la cur-
va de persecución que describió, parecía inicialmente que no iba a dar en el
blanco, pero que finalmente hizo un imparto directo, produciendo una gran
explosión. Inmediatamente salí hacia la derecha con el propósito de abando-
nar la zona, al tiempo que mi número a su vez ingresaba nuevamente contra
el avión de la izquierda al que le disparó un segundo misil que no se sabe si
dio o no en el blanco, ya que no se observó la explosión.
Mientras mi número salía hacia la derecha, pudo observar como el avión
que impacté, caía embarrenado, envuelto en llamas desde la mitad hacia
atrás, pudiendo distinguir claramente la silueta de sus alas con los tanques
de combustible en ellas y su característica nariz chata. También pudo ob-
servar el número que luego de la segunda o tercera vuelta el piloto de dicho
avión se eyectó. Mientras tanto el otro avión se alejaba de la zona echando
humo y sumamente averiado. Por la noche del mismo día se pudo obtener la
confirmación a través del Ing. Fujimori, presidente del Perú, de que tampoco
ese avión regresó a su base.
Al salir del área, perdimos por momentos el contacto de radio y visual en-
tre los “Conejos” pero luego restablecimos el contacto radial informándonos
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Arriba. Parte del avión A-37 ecuatoriano que regresó a su base a pesar de los graves daños en su
fuselaje a consecuencia del impacto de un misil del enemigo.
Abajo. Tras el derribo de las aeronaves peruanas, posa parte del personal de la FAE que participó
en la primera batalla aérea en América.
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Conclusiones.
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CAPÍTULO VII
la Armada nacional
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E
l 12 de diciembre de 1994 el teniente coronel peruano Manuel La-
zarte, comandante del Batallón de Infantería de Selva No. 25 Callao
entregó un ultimátum al teniente coronel César Aguirre, comandante
del Batallón de Selva Gualaquiza, amenazándolo con desalojar a las
tropas ecuatorianas de sus bases en la cabecera del Cenepa en el término
de tres días. Así también por informes de inteligencia se conoció que aviones
Sukhoy SU-22, Mirage 2000 y A37B, así como helicópteros MI-25 habían
sido adelantados a las bases aéreas de Piura y a los destacamentos orientales
del Perú.1
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2. Calm. Carlos Gálvez Cortés. “El Teatro de Operaciones Marítimas en la Guerra del Cenepa”. Inédito.
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amarilla desde la primera semana de enero de 1995. Así también, los helicóp-
teros fueron agregados a las unidades de superficie de la Escuadra Naval.
El estado de alistamiento de las aeronaves al inicio del conflicto no permitía
contar con cuatro aeronaves, las mismas que estaban inoperativas por diferen-
tes razones, sin embargo al iniciarse la alerta roja o inicio de las operaciones,
el escuadrón de mantenimiento puso a todas las aeronaves en línea de vuelo,
excepto el HN-317, logrando configurar el dispositivo planificado desde el día
requerido por el comando del Teatro de Operaciones Marítimo.6
Para el cumplimiento de la misión, la Aviación Naval se organizó en grupos
de tarea con las siguientes aeronaves:
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grupos de tarea que debían dirigirse a Manta y Salinas, pero como hemos
dicho la Fuerza Naval se encontraba ya en la mar, bajo el comando del con-
tralmirante Carlos Gálvez Cortés. Se dispuso también efectuar exploración
aeromarítima a partir de las 06:00 horas del 12 de enero, para lo cual debían
alternarse los aviones AN-231 y AN-232, así como el envío de dos helicópte-
ros a Manta y dos a Salinas.10
Se ordenaba además el despliegue del Cuerpo de Infantería de Marina en el
Archipiélago de Jambelí, la concentración en Borbón del grupo antiguerrillero y
el desplazamiento de infantes de marina a las islas Galápagos. A los submarinos
se daban las disposiciones específicas para efectuar la “patrulla de guerra”.11
Al comando de Guardacostas se disponía el zarpe inmediato del remolca-
dor Cayambe, el que debía subordinarse al comando de la Escuadra Naval.
Así también se dictaron órdenes a los repartos de apoyo y logísticos, en cuan-
to a misiles, torpedos, combustible para reaprovisionamiento a las unidades,
agua, víveres, etc.12 Todo aquello se cumplió con eficiencia, como más ade-
lante pasaremos a relatar.
En lo que respecta al alto mando naval que lideró la fuerza operativa y de
apoyo logístico durante el conflicto, es de indicar que se desempeñaba como
Comandante General de Marina el vicealmirante Oswaldo Viteri Jerez, de jefe
de Estado Mayor de la Armada el vicealmirante Jorge Donoso Morán, como
comandante de Operaciones Navales el vicealmirante Hugo Cañarte Jalón y
como comandante de la Fuerza de Tarea 80 (apoyo logístico) el contralmiran-
te Belisario Pinto Tapia.
La Escuadra Naval, comandada por el contralmirante Carlos Gálvez, esta-
ba conformada por las siguientes unidades:
Escuadrón de fragatas
Fragata Morán Valverde: capitán de navío Samuel Franco Castro.
Fragata Presidente Alfaro: capitán de navío Mario Pinto Ricaurte.
Escuadrón de corbetas: capitán de navío Gonzalo Vega Valdivieso. Corbe-
tas Esmeraldas, Manabí, Los Ríos, El Oro, Galápagos y Loja.
Escuadrón de lanchas misileras: capitán de fragata Víctor Meza Aulestia.
Lanchas misileras Quito, Guayaquil, Cuenca, Manta, Tulcán y Nuevo Roca-
fuerte.
Estas unidades contaban con misiles superficie-superficie, misiles antiaé-
reos, torpedos antisubmarinos, según el caso, y sistemas de armas de alta
tecnología para la guerra electrónica. Pero lo más importante, contaban con
personal altamente adiestrado para el combate naval, lo que permitía tener
una fuerza respetable para el control del mar.
Además de ello la escuadra contaba con aviación embarcada y con buques
auxiliares para garantizar la operatividad de esta fuerza naval.
10. Archivo Histórico del Instituto de Historia Marítima.- “Relatorio de disposiciones emitidas con motivo de la emergencia presentada el 11
de enero de 1995”.
11. Ibídem.
12. Ibídem.
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Movilización en el conflicto
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los motores y aseguraba válvulas, otro actualizaba los registros en los table-
ros eléctricos, mientras un tercero en el reóstato del control de revoluciones
del motor ponía el MEP en la velocidad ordenada. Continuábamos nuestro
patrullaje”.
“A la profundidad en la que navegábamos se podía conocer la dirección e
intensidad de algún ruido; el sonarista estaba habituado a todos ellos, inclu-
so a los ruidos provenientes de buques de guerra y hasta de submarinos; en
los entrenamientos estos eran simulados antes de hacernos a la mar, donde
nos tocaba distinguir entre una y otra corbeta; las fragatas tenían ruidos
característicos; el Huancavilca, gemelo del Shyri tenía también sus particu-
laridades, no había forma de no notar la diferencia, cada uno tenía su firma
acústica; el enemigo tendría la suya y estábamos prestos a escucharla”.15
Los submarinos, tal como lo hicieron en 1981, en la llamada guerra de
Paquisha, tuvieron una destacada actuación En 1995, ejercieron sin lugar
a dudas un gran poder disuasivo frente a la amenaza, demostrando eficien-
cia, profesionalismo y férrea voluntad de llegar hasta el sacrificio en defensa
de los derechos soberanos de la nación. Al respecto manifiesta el almirante
Carlos Gálvez: “Recalcamos la importancia de la guerra submarina y de la
amenaza que ésta significaba para la propia seguridad de nuestras unida-
des, así como para el normal flujo de nuestras comunicaciones marítimas;
la propia fuerza submarina ecuatoriana bajo el comando respectivo mantuvo
su presencia en nuestras áreas de operación, perfectamente conocidas por
nosotros y valoradas su informaciones días tras días. La fuerza submarina
era parte importante del Comando de Operaciones Navales, que al mismo
tiempo era Comandante del Teatro de Operaciones Marítimo, es decir era el
jefe directo del comandante en jefe de la Escuadra”.16
Lo cierto es que nuestros submarinos continuaron con sus “patrullas de
guerra”, en inmersión, hasta el final del conflicto, y constituyeron una ame-
naza latente para el adversario.
Ante la gravedad del conflicto, la Fuerza de Infantería de Marina procedió
a movilizarse al área de responsabilidad táctica asignada, conformando un
dispositivo que permitía cubrir el área, presentando un frente angosto que
se extendía desde Hualtaco hasta la isla Payana, a lo largo del límite político
internacional con el Perú; mantenía el control de los esteros y canales que
constituían líneas fluviales de operaciones y la vigilancia del sector de la
costa que componía el flanco derecho del dispositivo. Incluía la protección
de Hualtaco, la Pitahaya, Puerto Bolívar y Machala contra las acciones ofen-
sivas tácticas que se proyectasen desde la base peruana de El Salto, sean de
medios anfibios, ribereños o helicópteros artillados de la Infantería de Marina
y fuerza de operaciones especiales del Perú. De esta manera, la Fuerza de In-
fantería de Marina se encontraba lista para cumplir con su misión principal
15. Capitán de navío EMC René Narváez Espinosa.- Relato histórico citado.
16. CALM Carlos Gálvez Cortés.- Relato histórico citado.
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19. CPCB-AB Marco Latorre D.- “La Fuerza de Apoyo Logístico FT-80”.- AGUENA, 2004.
20. Ibídem.
21. CALM Carlos Gálvez Cortés.- Relato Histórico citado.
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Actividad antisubmarina
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CAPÍTULO VIII
TRAICIÓN Y VICTORIA
E
n la sesión del Consejo de Seguridad Nacional, realizada el lunes 30
de enero de 1995, el Canciller dio lectura a una declaración de los
países garantes, en la que manifiestan que: “(…) 4.- Deciden reunirse
el 31 de enero, en la ciudad de Río de Janeiro (…) e invitan al Ecuador
y al Perú a participar en el encuentro, en el contexto jurídico del Protocolo de
1
Río de Janeiro de 1942” . A partir de esta reunión se continuaron otras en el
palacio de Itimaraty (Río de Janeiro) para acordar el más pronto cese de los
combates. La delegación peruana, en lugar de buscar, en conjunto con los
delegados ecuatorianos, una solución consensuada, amenazó, desde el prin-
cipio, con la invasión total si no retirábamos inmediatamente nuestras tro-
pas del Alto Cenepa. Esa amenaza revistió caracteres dramáticos el viernes
3 de febrero, día en el que el presidente Durán Ballén estaba en Venezuela
asistiendo al bicentenario del natalicio del Mariscal Sucre, celebración a la
que no concurrió Fujimori, sin embargo que la batalla decisiva de la indepen-
dencia del Perú la había ganado en Ayacucho ese glorioso militar venezolano.
Cuando se pidió el criterio del Frente Militar, solicitamos analizar previamen-
te la situación que se vivía en el área de combate. Después de un meticuloso
estudio de la situación, realizado a la luz de los intereses permanentes del
Ecuador y de los resultados logrados en la batalla, recomendamos que se
rechace la pretensión peruana. ¿Por qué teníamos que ceder si estábamos
defendiendo exitosamente el territorio nacional? Lamentablemente era muy
difícil mantener nuestra posición porque los delegados de los países garantes
presionaban a favor del Perú, lo que se puede colegir de la lectura del acta de
la sesión del Consejo de Seguridad Nacional, realizada el 4 de febrero, en la
que consta lo siguiente: “(…) el señor Ministro de Defensa comenta sobre la
amenaza de los países garantes de abandonar las reuniones de alto nivel en
Brasil como medida de presión para que Ecuador acepte su propuesta de De-
claración de Paz (…) “Señor Presidente mire, los peruanos inicialmente creye-
ron y creyeron los garantes que nuestra resistencia era una resistencia que
iba a caer, inclusive han anunciado dos veces la caída de nuestras posiciones
(…) al comienzo nos decían que dentro de 20 minutos se iban, que estaban
los aviones listos para irse y una serie de cosas por el estilo; mire usted como
1. Conducción política del conflicto del Alto Cenepa de 1995 por el Consejo de Seguridad Nacional.
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2. Conducción política del conflicto del Alto Cenepa de 1995 por el Consejo de Seguridad Nacional.
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victoria total, muy improbable dada la gran diferencia existente entre los pode-
res nacionales y militares de Ecuador y Perú. Sin embargo, en los combates en
el Alto Cenepa había que demostrar total firmeza y eficacia profesional.
En referencia a las presiones que se seguían ejerciendo en Itamaraty sobre
nuestra delegación diplomática, el Ministro de Defensa volvió a intervenir en
la sesión del Consejo de Seguridad Nacional, correspondiente al 8 de febrero,
aclarando que su pronunciamiento lo hacia en base del criterio unánime de
las Fuerzas Armadas: “(…) si no se respeta la soberanía nacional, la posición
es seguir luchando; mas nosotros no somos gobierno del país, pero esa es la
posición nuestra, porque la trascendencia de abandonar ese territorio uno
nunca puede medir (…) podríamos estar condenando al país a una desmora-
lización nacional, a creer que este país no puede intentar nada, ni defender
su dignidad ni sus derechos”. Ante la disyuntiva presentada por el Canciller
de “si la propuesta de los garantes no es aceptable, qué es lo que haríamos”,
el señor Ministro de Defensa dijo “bueno, la gran pregunta señor presidente
es, a mi entender, abandona el Ecuador ese territorio, con la trascendencia
que eso tiene para el país. Si no queremos abandonar ese territorio, entonces
lo que más bien debemos estar pensando es en como fortalecer la posición del
país en el campo externo, en el campo interno, en el campo militar, porque
3
eso será lo único que le garantice…”
Sin embargo que las fuerzas ecuatorianas combatían con la grave limi-
tación de la prohibición de atacar los destacamentos peruanos, venían lo-
grando importantes éxitos, al punto que, el 7 de febrero, el Comandante del
Ejército del Perú admitió, según consta en la prensa de ese país, la dificultad
de vencer a las tropas ecuatorianas, agregando que no podía definir el tiem-
po de duración del conflicto, el que “debe tener una respuesta política de los
países garantes”.
El 10 de febrero un avión Camberra que bombardeaba las posiciones ecua-
torianas del Alto Cenepa fue averiado, cayendo en el sector de San Ignacio,
al sur de Zumba, mientras retornaba a su base. Este mismo día se produjo
un combate aéreo en el que fueron derribados dos aviones Shukoi y un A-37
B, mientras otro entró en la niebla en picada y no retornó a su base, como lo
verificaron nuestros radares.
El sábado 11 el teniente coronel Luis Hernández, comandante del Agrupa-
miento Miguel Iturralde, responsable de la defensa del Alto Cenepa, escribía
en su diario: “Este día ha sido de calma, tanta calma que hace pensar que
algo tormentoso puede venir. Los peruanos han hecho nueve vuelos de heli-
4
cópteros MI-8 a Soldado Pástor”.
3. Ibidem.
4. Hernández, Luis. La guerra del Cenepa. Diario de un Comandante.
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El Agrupamiento del Norte, gran unidad creada por el Perú para invadir-
nos en 1941, violó flagrantemente el Convenio de Talara, acordado durante
la batalla de Zarumilla, al continuar su ofensiva para ocupar el litoral de la
provincia de El Oro, aprovechándose que las tropas ecuatorianas, en cum-
plimiento del convenio, se retiraron de las posiciones desde las que habían
impedido el avance de los peruanos durante 20 días, a pesar de la absoluta
desproporción de fuerzas.
El Perú no retiró el destacamento de Pachacútec en 1991, incumpliendo el
acuerdo que el canciller peruano había calificado como “Pacto de caballeros”.
El Perú sorpresivamente amenazó ocupar el Alto Cenepa en diciembre de
1994, rompiendo las cordiales relaciones existentes con el Ecuador, cuyo
ejército había proporcionado medicamentos a las unidades militares del nor-
te de ese país para que controlaran una epidemia de cólera y había evacuado
a Quito, donde se le salvó la vida, a un militar peruano, herido en el sector
del Putumayo por la guerrilla de las FARC.
El comandante peruano del sector del río Cenepa trató de justificar la infil-
tración de dos patrullas en el dispositivo ecuatoriano del Alto Cenepa, el 9 y
11 de enero de 1995, diciendo que se encontraban extraviadas.
Una numerosa fuerza peruana, infiltrada en el Alto Cenepa, muy a la reta-
guardia de las posiciones ecuatorianas, fue descubierta cuando construía un
helipuerto en el sitio que se denominaría Base Norte.
El 27 de enero y en los días subsiguientes, fuerzas peruanas atacaron los
destacamentos Teniente Ortiz, Soldado Monje y Etza, localizados muy lejos
del Alto Cenepa.
Estos antecedentes y otros más determinaron que los mandos militares se
mantuvieran alertas para impedir un nuevo engaño.
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Arriba. Desde la izquierda: mayor Edgar Narváez, teniente coronel Eduardo Vergara, mayor Fernan-
do Proaño y capitán Carlos Villalba.
Abajo. Las tropas ecuatorianas se mantuvieron alertas a pesar del “cese al fuego” declarado por el
presidente peruano.
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6. Conducción política del conflicto del Alto Cenepa de 1995 por el Consejo de Seguridad Nacional.
7. Resumen de las actividades realizadas en el campo de operaciones desde el inicio al fin del conflicto del Alto Cenepa. COMACO.
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Las medidas dispuestas por los diferentes niveles del mando militar estu-
vieron orientadas a que nuestras tropas no caigan en el engaño fraguado por
Fujimori. Evidentemente habíamos asimilado correctamente las experiencias
del pasado, mediato e inmediato, al no creer que la declaración de cese de
fuego de Fujimori era leal y verdadera.
El 16 de febrero el teniente coronel Hernández, relata lo siguiente: “A base de
las informaciones proporcionadas por las patrullas que salían de Coangos se
pudo establecer que las fuerzas peruanas habían penetrado casi un kilómetro
en nuestro dispositivo con una fuerza aproximada de 400 hombres. Durante la
reunión de las 20:30 horas no faltaron voces que pedían que se desaloje a las
fuerzas peruanas. Pero los ecuatorianos jugamos limpio -hasta en la guerra- y
teníamos que ser consecuentes con el cese de fuego y con las negociaciones
que se realizaban en Brasilia, tendientes a firmar un acuerdo de paz”.
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8. Resumen de las actividades realizadas en el campo de operaciones desde el inicio al fin del conflicto del Alto Cenepa. COMACO.
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El miércoles negro
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EL MANDO
L
a guerra, es el último recurso político de un Estado para solucionar
situaciones antagónicas. El mando militar está diseñado para condu-
cir, planificar y ejecutar acciones que solucionen conflictos relaciona-
dos con su misión constitucional y que por su naturaleza le corres-
ponden al ejército. Este mando debe asegurar que todos los esfuerzos estén
dirigidos a un fin común y permitan de ésta manera, el empleo coordinado de
las tres fuerzas y sus órganos de maniobra. El desarrollo de la máxima poten-
cia de combate de las fuerzas, requiere imperativamente unidad de mando,
que no es otra cosa que la dirección y acción coordinada de las fuerzas hacia
un objetivo común.
Una herramienta valiosísima para un efectivo y eficiente ejercicio del man-
do es el proceso de toma de decisiones, instrumento de planificación esencial
en el que se apoyan los miembros de los estados mayores, para examinar la
dinámica de los conflictos, basado en hechos y suposiciones lógicas y racio-
nales, que sin duda coadyuvan al éxito de las operaciones, en un marco de
minimización de los riesgos
Los resultados del conflicto de la Cordillera del Cóndor, en 1981, dejaron
en el pueblo ecuatoriano y particularmente en los miembros de las Fuerzas
Armadas un sabor amargo. Los errores cometidos había que enmendarlos,
por lo que en las tres fuerzas, particularmente en el Ejército, se produjo un
examen exhaustivo de lo acontecido. En este sentido se produjeron reformas
estructurales de enorme importancia para el futuro.1
Preparación militar.
Para contar con una fuerza militar que enfrente en forma eficaz y eficiente
las acciones ejecutadas por el Perú, fue necesario actualizar la doctrina de
empleo en los niveles táctico, operativo y estratégico y sobre esta base orga-
nizar los repartos militares. A un año del conflicto de la Cordillera del Cón-
dor se crearon las compañías de operaciones especiales en las brigadas de
infantería, unidades que en su mayor parte se encontraban integradas por
tropas de fuerzas especiales con la finalidad de cumplir misiones especiales.
Desaparecieron los pelotones de selva para dar paso a los equipos de com-
bate con mayor poder de fuego y autonomía. Se creó la Escuela de Nativos
1. Gallardo Román, José, Historia Militar del Ecuador, Academia de Historia Militar, Quito, 2010, p. 534.
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del Ejército, conocida como Iwias que significa en idioma shuar demonio de
la selva; vale destacar que esta unidad está conformada en su mayoría por
soldados nacidos en la Amazonia, los mismos que pertenecen a las etnias de
las nacionalidades quichua, shuar, achuar y secoya.
El ataque a Paquisha, Mayaycu y Machinaza, incidió en el nacimiento de
nuevas unidades militares. Se creó la Escuela de Selva y Contrainsurgencia
con la misión de entrenar a las tropas en el ambiente selvático, dado que
el territorio ecuatoriano posee el cincuenta por ciento de selva. En 1985 se
vio la necesidad de tener una unidad contraterrorista por cuanto aparecie-
ron brotes de insurgencia urbana en el país, por lo que se crea el Grupo de
Operaciones Especiales GOE-Ecuador. Luego de algunos años, cambió esta
denominación, porque la Policía copia el nombre para una unidad especial
de su institución, pasando a llamarse “GEO-Ecuador”. Se dotó al Instituto
Geográfico Militar y al Instituto Oceanográfico de nuevos equipos, se crearon
centros de mantenimiento en todas las FF.AA. para disminuir los costos en
las reparaciones y lograr un mayor desarrollo tecnológico, la Aviación del
Ejército se trasformó en brigada aérea por su crecimiento en hombres y me-
dios, se adquirieron helicópteros, un avión de transporte de tropas y material
bélico para las aeronaves.
El mando militar no cesaba en su afán de mejorar la capacidad operativa
del ejército, los planes de instrucción militar fueron actualizados en los di-
ferentes niveles y de acuerdo a las lecciones aprendidas en 1981, y con ello
devinieron ejercicios de campaña, instrucción nocturna, juegos de guerra,
ejercicio de cuarteles generales, se incrementaron los patrullajes en la fron-
tera norte y sur, se cambio la dotación de fusiles FAL (7,62) de fabricación
americana por fusiles HK (5,56) alemanes.
La preparación académica de los mandos medios y superiores que se de-
sarrollaba en la Academia de Guerra recogió las enseñanzas aprendidas en el
conflicto, para en base a esa experiencia desarrollar los nuevos programas de
instrucción. El mando vio la necesidad de realizar cursos de comando conjun-
to, para lo cual se creó el Instituto Nacional de Guerra (INAGUE). Por otra parte
el IAEN continuó con la capacitación a los oficiales superiores en este instituto
dedicado al planeamiento de la seguridad nacional.
El conflicto.
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Arriba: Mayor Wagner Bravo (derecha) en un puesto de mando, recibiendo la información del derri-
bo de un helicóptero peruano por parte del teniente Byron Borja.
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Escenario ventajoso
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Decisión histórica.
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L
a acción del Cenepa fue el reencuentro de las Fuerzas Armadas con
su pueblo. Nuestros soldados se convirtieron en viva imagen del perfil
de un buen guardián de la soberanía; y las unidades en ejemplo de
como la institución armada con su patriótico accionar alimenta de
civismo a sus conciudadanos cuando se trata de defender a la Patria y hasta
que punto son capaces los ciudadanos cuando se preparan para la guerra en
busca de la paz.
La campaña del Cenepa entre muchas de sus consecuencias, sentó mejo-
res bases para la comprensión del concepto de la seguridad. Súbitamente,
aunque con gran sacrificio, se sintió y apreció el valor de poseer un ejército
profesional, se percibió la sensación de peligro, pero al mismo tiempo la fe
en la institución militar con capacidad de disuadir, neutralizar y eliminar a
la amenaza.
Indudablemente el histórico éxito militar fortaleció la imagen de las Fuer-
zas Armadas ecuatorianas y concentró a su alrededor la fortaleza espiritual
de su pueblo, como factor tangible y decidor de la preservación incólume de
las fronteras patrias y de las grandes decisiones que demanda la conducción
del Estado soberano.
El ciudadano civil en general vio en su pueblo uniformado a unas Fuer-
zas Armadas profesionales, concentradas y desarrollando sus tareas espe-
cíficas, respetando y haciendo respetar los derechos de sus conciudadanos,
encuadradas en su filosofía intrínseca, en la Constitución de la República,
convertidas en expresivo ícono de la nacionalidad ecuatoriana.
Lógicamente al consolidarse y fortalecerse positivamente la imagen de las
Fuerzas Armadas, se hizo también mas expresiva y evidente la confianza, au-
toestima y fé del pueblo ecuatoriano, así lo hizo entender el presidente Sixto
Durán Ballén (Mensaje a la nación, 14 de febrero de 1995) cuando se dirigió
a sus conciudadanos:
“Surgió un país que de pie, con valentía y dignidad, le dijo al mundo que
frente a la agresión y a la amenaza, se mantendrá firme y decidido a hacer
respetar sus derechos y a hacer escuchar su verdad.
Sí conciudadanos, nuestra extraordinaria determinación y valor nos ha
permitido defender y mantener con honor nuestras posiciones en la frontera
y nos ha permitido también demostrarnos ante el mundo definitivamente
unidos, juntos y solidarios.
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CAPÍTULO IX
estrategias y tácticas
del ejército ecuatoriano
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S
iempre será necesario el conocimiento y la aplicación de los principios
tácticos doctrinarios del empleo de los diferentes sistemas de armas del
campo de batalla, para lograr la victoria militar. Pero mucho más vital
es el hecho de que existan soldados convencidos de su sagrada mi-
sión ante la Patria, sus conciudadanos y la historia, pues para ellos no habrá
barrera que sea imposible de traspasar para legar a los herederos de nuestra
nación, incólume la tierra que nos vio nacer, la esencia de vivir en libertad con
la mirada altiva y la prospectiva de días mejores. Como generación cumplimos
con el compromiso y misión encomendadas por todos aquellos que dejaron sus
vidas, para permitir al Ecuador vivir siendo libre y soberano.
El Manual de Táctica General de la Academia de Guerra del Ejército Ecua-
toriano, nos refiere que: “La conducción militar no es otra cosa que la aplica-
ción armónica de los principios de la guerra, para lograr los objetivos previs-
tos en un escenario decisivo, con una fuerza competente que permita llegar al
fin propuesto, dentro de los limites determinados de tiempo y espacio”.
La conducción militar de las operaciones puede y debe llevarse en tres ni-
veles claramente definidos, identificables y con características perfectamente
diferenciadas, a saber el nivel estratégico, que se ejecuta en el Comando Con-
junto de las Fuerzas Armadas; el nivel operativo dejado para ser empleado en
el nivel de división o fuerza de tarea y el nivel táctico designado a ser condu-
cido por el nivel brigada y batallón.
Por ello el citado manual señala: “La conducción táctica es la aplicación
del comando a la solución de un problema militar, es un arte, una actividad
libre y creadora que se apoya en bases científicas, es el ámbito en el que se
conducen las acciones de combate, es esencialmente dinámico y activo pues-
to que al producirse la batalla o combate, todo comandante quiere influir
personalmente en su ejecución, asumiendo la conducción militar más directa
que le sea posible”.
Las características del área de conflicto del Alto Cenepa, han sido produc-
to de análisis en páginas anteriores, pero creo necesaria una puntualización
de lo que realmente significó el área selvática de las nacientes del Cenepa,
para el comandante táctico y mucho más para las valerosas tropas que se
emplearon allí.
Se trata de un terreno sinuoso con alturas que no sobrepasan los 1.500
mts., con vegetación en las estribaciones, muy densa, exuberante y de baja
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altura que dificulta el movimiento a pie, no así en las orillas de los ríos Cenepa,
Tiwintza y Coangos cuya vegetación es alta y permite el movimiento y manio-
bra de las tropas a pie; existe una abundancia de cursos de agua secundarios;
la temperatura es elevada en el valle y fría en la cordillera; por efectos de la
alta pluviosidad existe una concentración importante de humedad; como toda
selva se complementa por ser el hábitat de animales salvajes, aves e insectos,
lo cual conlleva a que en el área exista un alto índice de enfermedades.
Los únicos seres humanos que habitan este sector son nuestros indígenas
shuar y ashuar, quienes como centinelas sin relevo han permanecido por cen-
turias en esta parte del territorio ecuatoriano, haciendo Patria en precarias
condiciones de vida y subsistencia, a ellos nuestro mas sentido homenaje.
El movimiento solo se lo puede realizar por picas o a campo través, para ello
nuestro soldados Iwias son expertos ya que dominan el ambiente selvatico,
lo cual impuso como condición sine qua non el utilizar el medio aéreo para el
transporte de tropas, armas y equipos necesarios. El combate en este tipo de
selva, limita la conducción táctica, el movimiento, la conducción del fuego de
apoyo, los campos de tiro son casi inexistentes, se restringe la maniobra y las
comunicaciones se vuelven complejas.
¿Por qué obtuvimos la victoria?. Principalmente porque fuimos al combate
convencidos de que teníamos la verdad de nuestra parte, este territorio fue,
ha sido y será ecuatoriano y porque los soldados ecuatorianos son profesio-
nales de las armas que aman la paz, pero que no dudaron en ir al combate
por una causa justa.
Siendo la unidad base para el empleo en selva la brigada, el manual de em-
pleo de esta unidad nos señala: “La misión básica de la Brigada de Selva es
cerrar con el enemigo mediante el fuego, el movimiento, y el combate cercano,
a fin de destruirlo o capturarlo, mantener el terreno y controlar sus áreas im-
portantes, incluyendo su población y sus recursos”... Esta es la misión que
cumplió la heroica Brigada de Selva No. 21 Cóndor, desplegando equipos de
combate (ECO) a los puestos avanzados de combate de sus unidades subor-
dinadas, que en el área del conflicto fueron materializados por los destaca-
mentos permanentes de Cóndor Mirador, Cueva de los Tayos, la Y, Tiwintza,
Coangos y Teniente Ortiz, cuya misión fue el ejercer soberanía en esa parte
del territorio ecuatoriano y convertirse en el escalón de seguridad, como parte
de la táctica de defensa en selva.
Ante los hechos del 12 y 13 de diciembre de 1994 y conforme a lo previs-
to en el Plan de Acción Táctica Defensiva, se alerta a las unidades subor-
dinadas, en especial a los batallones de selva No. 61 Santiago y 63 Gua-
laquiza, para que pongan en ejecución sus planes. Las acciones tácticas
concebidas, por el Comando de la 21-BS, a emplearse en el área, fueron
las de realizar una defensa en selva, la misma que implicó la realización
de acciones especiales de combate, en este tipo de medio, tanto ofensivas
como defensivas.
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en capacidad de constituir puntos sólidos en los sectores que por las carac-
terísticas tácticas del terreno, nos dieron una ventaja defensiva superior, ne-
gándole al enemigo el acceso a terreno clave o el uso libre de las pocas vías de
aproximación existentes en el área del conflicto.
Cabe señalar que para las tropas peruanas como ecuatorianas tuvo vital
importancia el control de los cursos de agua, en especial de los principales ríos
que corren de norte a sur, porque estos permiten una movilidad adecuada y
rápida. Los ECOs. debidamente ubicados y organizados, impidieron el uso de
este medio al enemigo, mediante el empleo de la técnica de la emboscada, en
razón de que el encubrimiento en el área fue excelente y por lo tanto aumentó
la posibilidad de lograr la sorpresa, lo cual obligó al enemigo al empleo de
importantes efectivos en misiones de protección. En estas acciones perdieron
la vida muchos soldados peruanos que intentaron invadir nuestro país, en
especial en el río Cenepa. Esta técnica solo tiene éxito cuando las tropas que
la emplean son disciplinadas, organizadas, con un mando y control cercano y
enérgico; se obtuvo alto nivel de seguridad porque nunca tropas ecuatorianas
permanecieron más de 6 horas en una posición de emboscada, lo cual real-
mente desconcertó al enemigo y le obligo a detener su ataque.
El combate especial en selva, por lo difícil del terreno, vegetación, condicio-
nes meteorológicas y la extensión de la misma, involucra que no se ejecuten
operaciones o acciones de combate en todo el sector de responsabilidad, en
especial en el caso de la defensa, sino que estos factores obligan a que se con-
duzcan en áreas reducidas, perfectamente focalizadas, ya que se trata de obte-
ner la ventaja táctica, dominando y manteniendo sectores importantes de valor
táctico y muchas veces estratégico, como fue el caso de Cueva de los Tayos y
los destacamentos de Coangos, Cóndor Mirador y especialmente Tiwintza.
Por esta circunstancia y con la experiencia de Paquisha en 1981, se re-
forzó el área con tropas llegadas del interior del país, en primera instancia
el Grupo de Fuerzas Especiales No. 26 Cenepa, con el cual se conformó el
Agrupamiento Táctico de Selva General Miguel Iturralde, agrupamiento que
involucró unidades de todos los sistemas del campo de batalla, a saber: BS
63 Gualaquiza, EAE-21, COE-21, BAA-21, así como medios de comunicacio-
nes y logísticos, con lo cual se integraba una combinación, efectiva y flexible,
de armas de combate quenos llevó a la victoria.
Ssiendo uno de los principales principios de la guerra y elementos de la
conducción táctica el objetivo impuesto, que debe ser claramente definido y
alcanzable, este fue asignado al agrupamiento en virtud de lo expuesto, la
orden de mantener y defender la línea Cóndor Mirador, Cueva de los Tayos
y destacamento de Coangos hasta el hito No. 12, misión por demás clara y
precisa y que siendo alcanzable, fue la fuente de inspiración, motivación y
sacrificio supremo para todos los comandantes y tropas involucradas.
Posteriormente se conformaron el Agrupamiento Táctico de Selva General
Carlomagno Andrade y la Brigada Especial de Combate Eloy Alfaro, lo que
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mandantes de todo nivel, quienes a la cabeza de sus tropas lideraron las ac-
ciones bélicas, los puestos de mando desde el nivel estratégico, operacional y
táctico, fueron adelantados a la misma línea de combate, permitiendo ejercer
como dicta la doctrina y mas que todo la responsabilidad y ética profesional
militar, la conducción misma de las acciones de combate bajo fuego enemi-
go; los gritos y consignas de guerra aplicadas por las tropas en contacto, en
especial en la Cueva de los Tayos, quien motivados y a la voz de el “Ecuador
es, ha sido y sera pais amazónico”, se lanzaban al contraataque inmediato
haciendo retroceder y dispersarse al enemigo que intentaba infiltrar nuestro
territorio, las arengas de los comandante como: “Nos vemos en el infierno
demonios”, “Aquí estamos los monos, este es nuestro territorio por herencia,
por derecho y por la accion de nuestras armas”, “Nunca mas…”, entre otras,
lideraron a las tropas del GFE-26 y del Agr. Tac. Grad. Miguel Iturralde a la
victoria militar, permitiendo vencer el temor natural a la guerra y a la muer-
te, las muestras de coraje y arrojo lo confirman; que honor para el soldado
y toda la nación ecuatoriana, defender a su Patria, de una u otra manera,
por ello con orgullo debemos señalar a la historia que somos la generación
de la victoria, que convencidos de su misión se entregaron en cuerpo y alma
a la causa de la Patria; la preparación del militar, su comprometimiento y su
lealtad infinita a la nación y a sus comandantes, dieron como resultado que
no exista un solo desertor durante las acciones y duración de la guerra en el
Alto Cenepa, ya que llegaron a todos y a cada uno de los soldados dispersos
en el campo de batalla, los mensajes escritos de los comandantes, ordenes,
consignas y arengas, las cartas de los familiares y las enviadas por los ecua-
torianos que, desde algún lugar de la Patria, apoyaban a sus Fuerzas Arma-
das, así como los panfletos de acción psicológica sobre las tropas enemigas,
que minaron su voluntad de lucha, llegando muchos de ellos a desertar del
campo de batalla abandonando a sus comandantes; el mantenimiento de la
fisonomía del frente, como técnica de engaño táctico, surtió el efecto esperado
y permitió ganar el tiempo necesario, ya que las tropas del BS. 63 Gualaqui-
za en contacto con el enemigo en la Cueva de los Tayos, Coangos, Base Sur,
Cóndor Mirador, permitieron que el dispositivo de defensa del sagrado terri-
torio nacional, se planifique, organice y se ponga a punto para el inicio de las
operaciones, el enemigo nunca conoció que en la retaguardia de las tropas
en contacto, desde la primera voz de alerta, el 13 de diciembre, las tropas
especiales habían establecido el dispositivo defensivo y se encontraban listas
y dispuestas para el combate, la sorpresa táctica fue obtenida.
El poder de combate ecuatoriano en el Alto Cenepa, se lo incremento por la
verdadera interacción y conjunción todas las armas y servicios de las Fuerzas
armadas, el apoyo aéreo aproximado y la certeza de que nuestra Fuerza Aérea,
combatía y dominaba el espacio aéreo ecuatoriano, motivo y permitió el com-
bate terrestre cercano; la Fuerza Naval desplego su fuerza de superficie y sub-
marina, cursando soberanamente los mares de la Patria; las líneas defensivas
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Victoria en el Cenepa
de las tropas del ejército, a lo largo de toda la frontera militar del país, estaban
listas para la defensa, ante una generalización de la guerra, que de haberse
dado nos hubiera llevado también a la victoria militar; las noticias de la gran
movilización nacional de los ciudadanos, que apoyaban a su gobierno y a sus
Fuerzas Armadas, en esta dura etapa de nuestra existencia y supervivencia
como nación, dio la fortaleza suficiente al espíritu guerrero de las tropas com-
batientes del Alto Cenepa, quienes tuvieron la certeza de que la victoria militar
de esta generación de ecuatorianos seria y será nuestra, cada vez que alguien
intente atentar contra nuestra soberanía e integridad territorial.
Mención especial debe tener el sistema logístico de las Fuerzas Armadas
quienes, ante la alevosa agresión peruana, desplegaron sus medios a todo
nivel para proveer al soldado y las unidades desplegadas, de lo necesario
para el combate, se distribuyeron a lo largo y ancho de la zona de operacio-
nes puntos logísticos y de reabastecimiento, lo más aproximado al frente de
batalla, de tal forma que el combatiente no distraiga fuerzas para obtener los
abastecimientos. Fueron los relevos de las tropas reservistas (tipo chasquis)
los que permitieron adelantar y entregar en la unidad los ítems de todo tipo,
los tambos de descanso (con sus cómodos catres de campaña, construidos de
saquillos vacios de arroz) y relevo de abastecimientos, funcionaron durante
las 24 horas y en especial durante la noche. Nos podemos imaginar transitar
por las picas y trochas de la selva durante la noche. Si, los soldados ecuato-
rianos lo hicimos (algunas veces con velas como linternas) y permitimos que
el poder de combate este abastecido y listo al 100% todo el tiempo. Por lealtad
y solidaridad con los caídos incluso sus cuerpos inmolados en el campo de
batalla, fueron transportados grandes distancias para darles los honores y
respeto a su condición de héroes nacionales.
Tácticamente se realizo a todo nivel un minucioso análisis del terreno, las
condiciones meteorológicas, la vegetación y los posibles cursos de acción del
enemigo, ante lo cual y considerando que en la selva, una región considerada
como objetivo, por si misma no justifica su ocupación o mantención, siendo
mucho de ella apenas utilizada como una área de tránsito para regiones que
considerando los puntos de vista táctico y logístico son importantes; por ello
el horizonte que deben tener los objetivos en la selva, son los que permitan
la destrucción del enemigo y la toma de terreno clave, que son esenciales
para el control de una determinada área, de allí nuestro ataque certero al he-
lipuerto provisional peruano, que mediante infiltración trató de consolidar en
la posición denominada Base Norte, violando nuestra integridad territorial,
la consigna fue el de nunca permitir que un solo centímetro de territorio sea
desmembrado y usurpado; por ello la organización de puntos fuertes y cen-
tros de resistencia en Coangos, Cueva de los Tayos, La Y, Base Norte, Cóndor
Mirador y principalmente Tiwintza, que complementados con patrullas móvi-
les, proporcionaron apoyo mutuo y el refuerzo necesario para complementar
la defensa del sector; el control de los ríos y las elevaciones complementaron
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el dominio del campo de batalla que al final, permitió alcanzar la victoria mi-
litar, con apenas 13 bajas y 16 heridos de combate, frente a los cientos de ca-
dáveres del enemigo, que aun yacen dispersos en el área del conflicto. La vida
de nuestros oficiales y tropa tiene un altísimo valor para nosotros, sin embar-
go aceptamos su inmolación porque ella significa y encierra el profundo amor
a la Patria y su infinita voluntad de servicio a la nación ecuatoriana.
Importancia capital tiene para todo comandante el obtener información
y transformarla en inteligencia táctica, inicialmente el trabajo cuidadoso y
metódico de los ingenieros geógrafos, que mediante el GPS y acompañados
de los soldados nativos realizaron el levantamiento en croquis del área lo
que permitió la organización, nucleamiento y establecimiento de la posición
defensiva. Cuan osado y valiente fue un comandante de patrulla que perso-
nalmente, a falta de cartografía, quería salir al descubierto, en algun lugar
del río Cenepa, para señalar el lugar en el que la aviación del ejército debía
cumplir la misión de apoyo de fuego aéreo solicitada.
A posteriori los medios técnicos empleados por el Instituto Geográfico Mi-
litar (IGM) nos permitieron obtener las cartas actualizadas del sector, con lo
cual los comandantes a todo nivel planificaron las acciones tácticas, ofensi-
vas y defensivas especiales de selva.
Necesaria como es la artillería de campo fue transportada en helicóptero al
área de conflicto (obús de 105 mm.) y trasladada al hombro por los sirvientes
de la pieza. Otra sorpresa táctica aun mayor para el enemigo, fue el empleo
del BM 21 y de los GRAD, que estratégicamente ubicados y empleados con
precisión, en el lugar y momento adecuados, finalmente hicieron claudicar
cualquier intento enemigo de usurpar territorio ecuatoriano, venciendo defi-
nitoivamente su desgastada voluntad de lucha.
La ingeniería de combate, se fundió con el soldado infante, combatiente de
selva, sea para apoyar a los trabajos de organización del terreno, superviven-
cia, contra movilidad, apertura y acondicionamientos de los helipuertos y los
trabajos de ingeniería en general.
La planificación cuidadosa y la ejecución rápida de los relevos en posición,
permitió refrescar a las tropas y mantener el ímpetu de las operaciones. Sin-
gular y motivante para el espíritu fue observar izada, cual testigo permanente
de nuestra accionar, a nuestra bandera en cada posición de combate y el
entonar con unción cívica el sagrado himno nacional cada vez que terminaba
un combate. El sistema de descanso en la retaguardia inmediata y lejana,
reconfortó los días de combate y renovó los ánimos para retornar con mucho
mayor deseo y experiencia al combate. El apoyo de las fuerzas de resistencia
que organizadas y entrenadas, con un fin netamente táctico, fueron trasladas
al campo mismo de batalla, nos apoyaron en conducción de tanques, medici-
na, logístico, apoyo social y psicológico.
Símbolo de haber combatido fue usar en la cabeza el pañuelo de cuello, el
cual fue inicialmente implementado para contrarrestar la acción del mosqui-
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Victoria en el Cenepa
to llamado arenilla en el cuero cabelludo, cuyo hábitat son las orillas de los
ríos, pero que al final fue la mejor parte del equipo individual, ya que se lo
utilizo para filtrar el agua del rio, como cabestro, como torniquete, pañuelo
de cara, mosquitero, los soldados tienen muchas anécdotas de su uso.
Muchas fueron las técnicas utilizadas para identificarnos, desde el uso de
un sonido onomatopéyico, un pitido, una señal en el brazo, una frase (“Ecua-
dor en el punto”) o canción (primera estrofa del himno nacional), el uso del
casco, etc. Muchas bajas tuvo el enemigo al no podernos detectar e identifi-
car rápidamente, ya que estuvimos en todas partes del área de conflicto y al
mismo tiempo, fuimos fantasmas de carne y hueso. Nadie puede imaginar
las mil y una formas como un soldado prepara una lata de atún en campa-
ña, o como mantiene aves en mitad de la posición de combate, o transportar
algunos kilómetros el tanque de gas, para disfrutar hasta la última porción
una ración caliente acompañada desde luego por la infaltable cocoa. Queda-
ron regadas en toda el área de conflicto muchas posiciones de combate, que
fueron convertidas en gimnasios, lo que permitió mantener el estado físico
y matar el aburrimiento, ante la falta de ímpetu ofensivo del enemigo, utili-
zadas para realizar la calistenia inventada en una posición de combate solo
para combatientes del Alto Cenepa.
El único equipo que necesitaban los soldados ecuatorianos para entrar al
combate fue su coraje y lealtad infinita, su valentía sin fin, su profundo amor
a la Patria, solidaridad, disciplina a toda prueba, que entre otros atributos
adornan su profesión militar. Nos confundimos en un solo grupo mestizos,
negros, indígenas, montubios, cholos, etc. es decir junto con la población
civil de cerca de 10 millones de ecuatorianos a la época, estuvimos juntos en
esta gran causa y logramos la victoria militar.
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Victoria en el Cenepa
LA GUERRA ELECTRÓNICA
E
sta especialidad, como parte del arma de comunicaciones tuvo una
gran trascendencia en el conflicto del Alto Cenepa, porque la oportuna
y eficaz entrega de la información -que muchas veces se lo considero
como inteligencia-, permitió que las acciones tácticas que desarrolla-
ron las diversas patrullas ecuatorianas en el sector de Coangos, el Maizal, la
Cueva de los Tayos, el Cenepita, destacamento Tnte. Hugo Ortiz, Tiwintza,
Cóndor Mirador y otros sectores, incluso el análisis electrónico para la defen-
sa aérea que permite dar aviso a nuestras aeronaves de combate para que se
enfrentaran a las naves adversarias, fue de gran importancia y utilidad en la
conducción táctica de las acciones en selva que concluyeron con la victoria
del Cenepa.
La guerra electrónica aparece en nuestras Fuerzas Armadas desde el 16
de mayo de 1946, cuando el Cuerpo de Señales dentro de su organización
establece una oficina de radio interceptación cuya finalidad era escuchar los
mensajes en fonía y radio telegrafía que las fuerzas opuestas cursaban. Esta
información era entregada a inteligencia con la finalidad de que se analice o
llegue a descriptografiar.
Con la finalidad que el país disponga de un sistema de alarma temprana
para las Fuerzas Armadas, el Comando Conjunto en el mes de julio de 1981,
crea inicialmente el Centro Electrónico que será encargado de desarrollar
actividades de interceptación. Inmediatamente se programa el primer curso
de oficiales analistas con alícuotas de las diversas armas del ejército, poste-
riormente se incorporan oficiales de las fuerzas Naval y Aérea.
En 1983 se inicia el primer curso de operadores de GE para voluntarios,
tripulantes y aerotécnicos de las Fuerzas Armadas, bajo la dirección de ins-
tructores israelitas, con lo cual se consolida la infraestructura y doctrina de
guerra electrónica.
El Centro Electrónico con el transcurso de los años, cambia su denomi-
nación por Dirección de Electrónica (DIREL 10) y crea su propia estructura,
para finalmente, en 1994, tomar el nombre de Dirección de Guerra Electró-
nica, conformada orgánicamente por personal de oficiales y voluntarios de
las tres Fuerzas Armadas, con la peculiaridad de que el mayor número de
personal pertenecen al arma de Comunicaciones, por lo que ha llegado a
constituirse en una unidad operativa de gran trascendencia para la toma de
decisiones del mando militar.
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Abajo. Capitán Javier Bravo en el sector de Cóndor Mirador operando los equipos
de interceptación.
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dispuso el operativo. Nos enteramos minutos más tarde, por las redes de
mando peruanas, que la Fuerza Aérea Ecuatoriana había derribado a dos
aviones y uno tenía una avería en su alas.
Septiembre de 1994 Búsqueda de hitos por parte del personal BGE-541 y BGE-542
del BIS-25
ENE- FEB 1995 Dispositivo y detalles del sistema BGE – 542 y BGE -543.
de radares del Perú.
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INTELIGENCIA MILITAR
D
esde el retorno a la democracia, se dieron en los servicios de inteligencia
reformas de tipo estructural, orgánico y de capacitación profesional. La
estructura se reformó para cubrir y solventar las nuevas necesidades
de intercambio de información y avance tecnológico; y de ahí que fue
necesario la reorganización del personal y su constante capacitación.
Después del conflicto en Paquisha, las Fuerzas Armadas ecuatorianas co-
menzaron una etapa de consolidación, con mística de trabajo, cumpliendo
rigurosamente los planes de instrucción para oficiales y tropa, Las virtudes
fundamentales de la milicia, disciplina, honor y lealtad se forjaron en cada
hombre para tener un solo norte, la preparación y defensa de su territorio.
Dentro de este marco la profesionalización del hombre de inteligencia sur-
gió como una necesidad ante los grandes retos que representaba el conoci-
miento del enemigo, estudiarlo y analizarlo para poder determinar sus inten-
ciones y sus estrategias, llegando a conocerlo y al mismo tiempo a respetarlo,
pero jamás a temerlo.
La preparación de los miembros de nuestras fuerzas armadas en todos los
aspectos, hicieron del ejército una institución sólida y fuerte, con grandes
conocimientos del terreno para poder operar en cualquier sector de nuestro
sagrado territorio.
En el año de 1994, en el mes de diciembre, la imagen de un potencial
conflicto bélico con el Perú fue un hecho real para las Fuerzas Armadas
ecuatorianas que, conocedoras por la historia de que para obtener ventajas
militares las fuerzas peruanas actúan por sorpresa, tan pronto surgió el pro-
blema se organizaron para resistir el ataque, siempre manteniendo en mente
los aspectos de inteligencia, el terreno, las condiciones meteorológicas y de
terreno, y, por supuesto las características del enemigo.
El ejército comenzó la movilización de las tropas y se creó el Agrupamiento
Táctico de Selva Miguel Iturralde con su plana mayor. Se iniciaron de inme-
diato las labores de búsqueda de toda la información posible del escenario
y del enemigo. Para esto se nombro como oficial de inteligencia al capitán
Freddy Real, el mismo que se encontraba destinado en el Destacamento de
Inteligencia Cóndor (DICO) a cargo del mayor Richard Coronel.
Es digno de mencionar en este momento la gran actuación que tuvo el
mencionado comandante del destacamento de inteligencia Cóndor, mayor
Richard Coronel, al utilizar su ingenio y astucia, pues en una reunión que
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l objetivo de este trabajo al analizar el rendimiento de la artillería
ecuatoriana en selva es crear un marco de referencia histórico, par-
tiendo del hecho de que por sus características, el empleo de la arti-
llería de campo en un medio inhóspito como el valle del Cenepa, en-
frenta un sinnúmero de restricciones que afectan a los factores doctrinarios
que han regido la organización y el empleo de la artillería. De ahí que, mas
que consecuencias, lo que se va a determinar son las lecciones aprendidas
sobre su empleo en selva.
Sobre el empleo de la artillería antiaérea -misiles Igla-, se puede indicar
que fue tan o más importante que la de campo ya que marcó la diferencia al
impedir que las tropas peruanas tuvieran el apoyo aéreo necesario para eje-
cutar sus operaciones a diferencia de lo que sucedió en el año de 1982, cuan-
do nuestros destacamentos de la Cordillera del Cóndor (Paquisha, Mayaicu y
Machinaza) apenas tenían como armamento para la protección antiaérea a las
ametralladoras múltiples .40, fabricadas para la II guerra mundial, que eran
inadecuadas para ese efecto debido a su corto alcance y su falta de precisión.
La decisión táctica de emplear la artillería de campo en el conflicto del Ce-
nepa, cambió significativamente el carácter de la guerra en la medida que su
apoyo a las operaciones fue decisivo. Esto implicó que luego de la victoria, se
vuelva necesario revisar la doctrina sobre el empleo de la artillería en selva
para superar ciertas deficiencias que se dieron en su empleo.
Se debe partir indicando que las brigadas de selva de nuestro ejército has-
ta antes de 1995, no tenían en su estructura orgánica una unidad de apoyo
de fuegos. Más aún considerando que sus batallones se empleaban en forma
descentralizada, limitándose el apoyo de fuegos al de sus morteros orgánicos
lo cual reducía significativamente su potencia de fuego.
Si bien doctrinariamente, la batería de artillería es la menor unidad táctica
capaz de proporcionar apoyo de fuegos, empleándose independientemente y
desempeñando sus propias funciones operativas como C.D.T., observación,
levantamiento topográfico, comunicaciones, logística y seguridad, el conflicto
en cuestión demostró que la artillería puede emplearse por sección y hasta
por pieza.
La acción de la artillería en selva pone de relieve la dificultad que repre-
senta el coordinar la maniobra de las unidades empeñadas en la batalla con
el apoyo de fuegos que requieren, pasando su efectividad a depender no del
observador de artillería, sino de los combatientes, quienes tenían la misión de
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ubicar las posiciones enemigas para luego ser batidas esas concentraciones
por medio de la artillería sin que haya correcciones al tiro.
Al analizar el empleo de la artillería en selva, es necesario considerar lo
que sucedió con el empleo de este sistema por parte de las fuerzas estado-
unidenses durante la guerra de Vietnam. Su empleo nunca tuvo los efectos
esperados. Algunos críticos señalan que EE.UU. utilizó ingentes cantidades
de recursos en un sistema de apoyo de fuegos con muy pocos resultados,
otros arguyen que las fuerzas estadounidenses se basaron en exceso en la
potencia de fuego sin incluir la maniobra. Estas dos conclusiones obligaron
a pensar que Vietnam entregó muy pocas lecciones para la artillería por lo
que su empleo en selva pasó a ser un asunto polémico y sin sustentos doctri-
narios debido justamente a las diversas restricciones que se encontraron al
emplearse en este medio selvático.
Entre las restricciones que se encuentran en un escenario selvático tene-
mos las siguientes: la naturaleza y relieve del suelo lo que dificulta la cons-
trucción de accesos viales, las condiciones meteorológicas y las lluvias in-
tensas. Estas restricciones influyen en los siguientes factores: la necesaria
descentralización de la artillería, la preocupación constante por la seguridad
debido a las posibles emboscadas y sabotajes, la dificultad del despliegue por
la falta de espacio suficiente, la dificultad en la adquisición de blancos, las
restricciones para la observación del tiro, la limitación en las comunicaciones
así como la dificultad en el control y la coordinación por lo que a partir del
triunfo en el Cenepa y considerando como se empleó la artillería, se deben
tener las siguientes consideraciones técnicas, tácticas y logísticas:
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Arriba. Material de apoyo de fuego listo para ser trasladado hacia la zona de combate.
Abajo. Artilleros preparando la munición en una de las posiciones del Alto Cenepa.
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utilización de medios para vigilar el campo de batalla, los que a su vez servi-
rían para la adquisición de blancos.
Consideraciones técnicas.
1. Material a emplear.
La dificultad del terreno, el transporte y la técnica de empleo en la selva
implican algunos requisitos básicos que el material debe satisfacer entre ellos
tenemos el calibre considerando que el peso debe ser lo más liviano posible,
debe tener la capacidad de disparar sobre objetivos en ángulos muertos y
sobre todo debe ser fácilmente desmontable para poder ser transportado en
helicóptero, por lo que su calibre no puede ser mayor al de 105 mm.
Aún así, ventajosamente, las condiciones en el sector del Cóndor Mirador
en lo que respecta a la visibilidad permitieron emplear al lanzador múltiple
BM-21 debido a que por su alcance podía batir los objetivos ubicados entre
Soldado Pástor y Tiwintza.
2. Observación.
La observación y conducción del tiro en la selva es muy restringida debido
a la vegetación y a la irregularidad del terreno (el sector del conflicto es muy
sinuoso) por lo que en la fase de reglaje -de haberla-, el tiro debe realizarse
con munición fumígena y de no utilizarse ésta, deberá realizarse con espoleta
de tiempo a fin de que la explosión se realice sobre la copa de los arboles.
3. Comunicaciones.
La dificultad de la transitabilidad en este tipo de terreno así como las dis-
tancias entre la posición de tiro y los observadores adelantados dificulta el
enlace alámbrico a más de que éste puede estar sujeto a la interceptación por
parte del enemigo, es por eso que en selva es prioritario el uso de equipos de
radios más potentes y el empleo de estaciones repetidoras.
4. Levantamiento topográfico.
El ubicar las posiciones o posibles blancos en la selva utilizando los mé-
todos tradicionales es difícil. Ventajosamente hoy se tienen los GPS, instru-
mentos que permiten ubicar dichos puntos con precisión.
Consideraciones logísticas.
El abastecimiento por vía aérea se presenta como una solución para el
apoyo en el interior de la selva, mas no debe ser el único medio ya que no es
recomendable tener una sola opción considerando la poca disponibilidad de
estos medios. Otra de las consideraciones que hay que tomar en cuenta es el
aumento de la dotación orgánica por la dificultad del abastecimiento, por lo
que es necesario prever la entrega de una mayor cantidad de los diferentes
tipos de abastecimiento especialmente clase I y clase V, a fin de que puedan
sostenerse por más tiempo en sus posiciones.
Analizadas de una manera somera estos factores, se considera necesario
revisar la doctrina sobre el empleo de la artillería en la selva, como también
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n América del Sur la presencia del hombre data de unos treinta mil
años aproximadamente, según hallazgos en ciertos abrigos rocosos
del este del Brasil1. Se estima que los primeros hombres llegaron al
Ecuador hace 12.000 años. Entre las culturas más importantes que
se desarrollaron en lo que hoy es el Ecuador se encuentra la cultura Valdivia,
asentada en la costa ecuatoriana alrededor del 3500 a. C.. Es posible que
fueron los primeros hombres que llegaron a la Amazonia gracias al excedente
de las cosechas de maíz, ya que practicaron la agricultura estable y compleja.
Este alimento les permitió organizar expediciones para encontrar habitantes
con quienes intercambiar productos; con seguridad cuando alcanzaron la
sierra avanzaron por alguno de las tres rutas que llegaban a la Amazonía,
uno de los cuales permitía atravesar los Andes en la zona de Pimampiro en el
norte del país; otro camino, en el centro, seguía por el rio Pastaza; en el sur la
senda se encontraba en el sector de Zamora. Otras investigaciones señalan
la posibilidad que los primeros hombres que llegaron al Ecuador vinieron por
el Amazonas, avanzaron hacia la sierra y posteriormente llegaron a la costa.
Más allá del origen de los primeros hombres que habitaron el país existen
datos históricos que señalan que, cuando los incas decidieron expandirse al
norte de su imperio en el Ecuador encontraron una gran resistencia de sus
habitantes. Los esposos Costales, que han dedicado su vida a la investiga-
ción del prehistórico ecuatoriano, demuestran con argumentos objetivos la
existencia de los pueblos Quitu y Cara, reivindicando así los planteamientos
históricos del padre Juan de Velasco. Sustentan sus afirmaciones en com-
probaciones convincentes. Dicen: “…dejaron muchas evidencias en sus es-
quemas culturales a los que, ni la invasión cuzqueña primero y la hispánica
después, lograron borrar, pese a las presiones impositivas de aquellos mun-
dos extraños que iguales intenciones traían e impusieron”.2
Camino al Amazonas.
1. Dobronski Fernando, El Ecuador. Los hechos más importantes de su historia, 2003, p. 10.
2. Moncayo Gallegos, Paco, Fuerzas Armadas y Sociedad. Quito, Corporación Editora Nacional, 1995, p. 124.
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piel era utilizada para abrigo, unos dos mil cerdos, perros de caza y muchos
caballos. Infatigable fue el espíritu de aquellos hombres que se aventuraron
tras un sueño, motivados por la fama y la fortuna, seguro que fueron solda-
dos de arrojo que abrían con sus manos y sus espadas los caminos nunca
andados. A paso lento la gran marcha iba adentrándose en la selva, cruzando
pantanos, vadeando ríos. Las enfermedades se constituyeron en compañeros
diarios de su viaje. El avance de la expedición por la selva no estaba exenta de
enfrentamientos con tribus feroces e indómitas. Un cronista de esta aventura
describe las escaramuzas con mujeres de cabellera larga conocidas como ama-
zonas. Estudiosos creen que no existieron dichas mujeres, y manifiestan que
tales amazonas eran hombres guerreros de pelo largo. Debido a los combates
perdieron la vida algunos expedicionarios españoles e indios, pero ni la muerte
causada por las lanzas enemigas, la falta de abrigo ni la escasez de alimentos
impidieron su avance. Sin duda españoles e indios fueron heroicos actores
que dejaron huellas en la historia con sabor a leyenda.
Luego de largos meses de esta aventura que parecía descabellada, llegaron el
11 de febrero de 1542 a un gran río cuyas dimensiones eran abrumadoras. No
se podía divisar la una orilla desde la otra. Habían llegado al gran río mar, y, sin
saberlo, ni pensarlo, iniciaban la épica jornada de conquista y evangelización
que seguiría a su epopeya. Esta es una de las gestas más gloriosas de Quito.3
Esos caminos nuevamente volverán a ser transitados por evangelizadores
dominicos, jesuitas y franciscanos. De los jesuitas el más destacado fue el
padre Samuel Fritz, hombre al servicio de Dios, la geografía y la historia, na-
cido en Bohemia. Por no existir documentos que se refieran a su vida, no se
sabe cómo se relacionó con las misiones jesuíticas que se realizaban en Amé-
rica. Su trabajo sacrificado será reconocido algún día por el Estado, y en su
nombre seguro se hará justicia a todos los misioneros y evangelizadores de
aquellos lugares. Sería largo escribir sobre las vivencias y el trabajo realizado
por estos hombres de Dios en la Amazonía, cuya labor afirma, en forma con-
tundente, los derechos del Ecuador como país amazónico. En el diario y los
mapas del padre Fritz constan las diferentes etnias que habitaban en las ri-
beras de los ríos de la Amazonía; en él se describen los enfrentamientos entre
las tribus indígenas. De muchas de las etnias descritas en el diario de Fritz
hoy solo existen sus nombres, sobreviviendo tan solo las más aguerridas y
poderosas, las que se opusieron a la invasión española y se mantienen hasta
el momento, conservando sus costumbres y sus ritos ancestrales.
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Abajo. En el conflicto del Alto Cenepa, se demostró la alta capacidad del soldado ecuatoriano, espe-
cialmente del soldado nativo, en el combate en selva.
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l arma de artillería táctica y técnicamente organizada para condu-
cir grandes masas de fuego a largas distancias, ha demostrado que ha
cooperado activamente en cualquier misión asignada, amoldándose
a toda situación debido a su flexibilidad. A lo largo de la historia, la
potencia de fuego del arma de artillera ha constituido la primera reserva dis-
ponible con la que cuenta un comandante de cualquier fuerza, para dar pro-
fundidad al combate, obteniendo y manteniendo supremacía sobre cualquier
enemigo, actuando en las áreas de retaguardia restringiendo movimientos,
desarticulando reservas, órganos de mando e instalaciones logísticas.
La historia de las operaciones en selva nos muestra que éstas son de lo más
complejas para conducir y ejecutar, requieren de una fuerza moral superior
y de un equipamiento sofisticado, presentan exigencias a los combatientes
en muchos casos sobrehumanas, dificultan el mando y control, el escenario
hace por demás difícil el apoyo logístico, impide el empleo de algunos medios
de combate, apoyo de combate y apoyo de servicio de combate, dificulta una
clara apreciación de inteligencia, requiriendo por lo tanto una gran iniciativa
, libertad de acción en la conducción táctica, y sobre todo, que los combatien-
tes en selva deban estar bien entrenados con su unidad, cualquiera que esta
sea, para lograr el espíritu de cuerpo necesario para que todos sus miembros
reaccionen por igual ante las más diversas situaciones, de ahí que la calidad
y dureza del entrenamiento en selva para todo combatiente es de vital impor-
tancia y por lo tanto pertenecer a una unidad de selva requiere que el com-
batiente esté mentalmente preparado para asumir el reto y tenga conciencia
de que se prepara para un combate especial.
Las Fuerzas Armadas Ecuatorianas luego de la experiencia adquirida en
años anteriores a la campaña del Alto Cenepa, fundamentalmente en1981,
concibieron muy bien la importancia del empleo de medios de apoyo de fue-
go, de tal forma que el mando militar con la debida anticipación procedió a
adquirir material y sobre todo a dar disposiciones para organizar, planificar y
ejecutar acertadamente la grave responsabilidad de la defensa nacional.
En la campaña del Alto Cenepa se pensó inicialmente que la selva sería un
escenario que estaría limitado para la artillería o que sería imposible el em-
pleo de sus armas, pero a pesar de que el medio ambiente selvático dificulta
el empleo de los medios de apoyo de fuegos y defensa antiaérea, esto no fue
restricción para nuestros comandantes y soldados que con iniciativa, astu
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Arriba. La utilización del cohete IGLA fue decisiva para el derribo de los helicópteros artillados pe-
ruanos en el valle del Cenepa.
Abajo. La victoria militar ecuatoriana sirvió para cambiar los paradigmas del uso de la artillería en
medios selvátivos.
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“... En los primeros días del mes de enero de 1995, el comandante del Ba-
tallón de Selva Nº 49 Capt. Chiriboga, me comunica que el comandante del
teatro de operaciones, Grab. Paco Moncayo Gallegos, había dispuesto que
me traslade inmediatamente a la ciudad de Cuenca, con la finalidad de dar
instrucción sobre el empleo de los misiles IGLA al personal de las unidades
que se emplearían en el valle del Cenepa. Luego de haber dado la instrucción
al personal, el coronel Galo Fabián Moscoso López, dispone que ingrese a la
zona de conflicto con el personal de oficiales y voluntarios de la Batería Lan-
zadores BM-21, al mando del Capt. Carlos Sánchez.
“Una vez que nos presentamos en el puesto de mando, en Patuca, el Capt.
Alexander Levoyer, Cmte. de la BAA-21, dispone que ingrese inmediatamente
al destacamento de Coangos ya que había sido bombardeado por medios aé-
reos enemigos. Arribamos al sector denominado Ibarra, en el cual estaba el
Tcrn. Luis Aguas Narváez, comandante del GFE-26, quien dispone que nos
traslademos por pica hasta el destacamento. Tras recibir información sobre
la situación en la zona y los corredores aéreos que utilizaron los helicópteros
peruanos, la cantidad de misiles IGLA disponibles, nos ubicamos en las po-
siciones con sectores de responsabilidad para la defensa.
“Recibíamos el bombardeo constante de la artillería y de la aviación perua-
na que sobrevolaba a gran altura. Luego de uno de los enfrentamientos, la
mañana del 7 de febrero, aproximadamente a las 14:25 horas, se da la alar-
ma de sobrevuelo de aéreos enemigos (4 helicópteros) siguiendo el curso del
río Coangos. Uno de mis abastecedores me entrega un misil IGLA, con el cual
apunto al primer helicóptero, pero al ver que me disparaban, cambie de posi-
ción hacia otra, desde donde pude enganchar y disparar al tercer helicóptero
de tipo MI-25, el cual explota en el aire y cae a tierra; los restos siguieron ar-
diendo hasta las 18:00 horas. Los dos primeros helicópteros dispararon sus
rockets con dirección a Tiwintza y el otro regresó inmediatamente hacia el
sur. Posteriormente a este derribo no tuvimos ingreso de aeronaves al sector,
pero se intensificó el fuego de artillería enemiga…”
Tnte. A. Hernán Cáceres Moreno. (Oficial responsable de la defensa an-
tiaérea en el sector del destacamento Base Sur - La Y)
“…Mi traslado hasta Gualaquiza primero y luego hasta Patuca, se produ-
jo en la primera semana de enero de 1995. Al llegar a Patuca nos recibió el
Capt. Alexander Levoyer comandante de la batería de artillería antiaérea No.
21. Permanecimos algunos días en Patuca, y luego, mediante helicóptero,
alcanzamos el destacamento de Coangos en un día lluvioso y nublado.
“En la mañana siguiente, nos dirigimos por “pica” hasta Base Sur para
iniciar la ocupación de las posiciones antiaéreas. Al llegar al punto denomi-
nado El Tobogán a media ladera entre la Y y Cueva de los Tayos, me quedé,
al mando de un equipo de combate con morteros de 81mm del GFE-26.
“El 26 de enero se iniciaron los combates, en el sector que posteriormen-
te se denominaría Base Norte. El día 27 de enero, a las 5 de la madrugada
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CAPÍTULO X
ALTO AL FUEGO
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U
na amarga historia limítrofe envolvió a Ecuador y Perú desde su
conformación republicana heredada de la compleja estructura ad-
ministrativa de la corona española en el período de la colonización
de América y fundamentalmente en la etapa de la independencia.
La conformación de las naciones, provocó años de discordia y en diferentes
oportunidades enfrentamientos armados entre las repúblicas de Ecuador y
Perú, situación que se agravó en el siglo pasado cuando el estado de tensión
de las dos naciones culminó con una guerra en el año 1941, al tiempo que se
desarrollaba la sangrienta II Guerra Mundial. El ingreso en ella de los EUA
después del ataque japonés a la base naval de Pearl Harbor, concitó la so-
lidaridad americana y por tanto la subestimación del conflicto territorial de
las dos naciones ribereñas del Pacífico. La participación de Argentina, Brasil,
Chile y los Estados Unidos pudo detener la guerra; los países mediadores
junto a los representantes de Ecuador y Perú, firmaron el 2 de octubre de
1941, el acta del Acuerdo de Talara para el cese de fuego. La guerra finalizó
cuando ambas naciones, el 29 de enero de 1942, firmaron un acuerdo de paz,
amistad y límites denominado Protocolo de Río de Janeiro, en el marco de la
III Conferencia de Ministros de Relaciones Exteriores de América.
Sin embargo, imprecisiones derivadas de la interpretación del citado pro-
tocolo, y la demarcación incompleta en el terreno de los límites fijados en él,
mantuvieron la disputa y la consecuente tensión política, diplomática y mili-
tar que se escaló en la selvática frontera común, con esporádicos encuentros
armados, en 1979, 1981 y 1987. En todos ellos, los buenos oficios de los
denominados países garantes, posibilitaron sentar a las partes en la mesa de
negociaciones, sin embargo, el statu quo de la situación limítrofe, se mantuvo
intacto y por tanto la disputa y la tensión solo fueron aplazadas hasta una
nueva crisis, caracterizada por la perseverante actitud ecuatoriana de recla-
mar los ancestrales derechos amazónicos y la obstinada actitud peruana de
desconocer el problema.
En efecto, un nuevo foco de tensión se generó a finales del año de 1994, pre-
cisamente en la zona fronteriza amazónica del Alto Cenepa, por la presencia
de fuerzas de los dos países en un área de 78 Km2 que al no estar delimitada,
cada nación reclamaba como propia. Los movimientos y las fricciones militares
ante el fracaso de la diplomacia, terminaron por enfrentar a los soldados ecua-
torianos y peruanos a partir del 26 de enero de 1995, en cruentos combates
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Creación de la MOMEP
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Organización de la MOMEP.
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Grupo de Apoyo.
a) Apoyo integral de abastecimiento, servicios, transporte terrestre, mante-
nimiento preventivo y atención sanitaria del primer y segundo escalón como
así también asistencia preventiva de rutina.
b) Apoyo de comunicaciones para los enlaces necesarios de la misión.
c) Apoyo de cartografía y meteorología.
d) Seguridad de las instalaciones de la MOMEP.
e) Control y mantenimiento de los generadores para el servicio de las instala-
ciones y apoyo de base en aspectos de gasfitería, lavandería, bienestar y aseo.
Destacamento de Aviación.
Cumplió actividades de apoyo de transporte aéreo para el cumplimiento de
las tareas operativas de la MOMEP y labores de aero-evacuación.
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Abajo. Reunión del alta mando del Ejército del Ecuador con el comandante de la MOMEP.
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finalizando con esto la tarea que por un poco de más de cuatro años desarro-
lló la MOMEP, iniciándose con ello las labores protocolares, administrativas
y logísticas para el término oficial de la Misión de Observadores Militares y el
retorno del material, personal y equipos a sus respectivos países.
La actividad operativa y funciones desarrolladas por los observadores mi-
litares, tuvo una incidencia fundamental en la separación de fuerzas, el con-
trol en la desmilitarización del área, la inviolabilidad de los espacios terri-
toriales, la verificación de los medios existentes y el control del desminado,
tareas complejas, sensibles y peligrosas, que se cumplieron con tino, criterio,
discreción, disciplina y decisión.
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CAPÍTULO XI
CONSECUENCIAS DE LA VICTORIA
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A
nalistas políticos, sectores de la prensa no oficialista e inclusive un
significativo porcentaje de la opinión pública peruana, coincidían en
manifestar que el conflicto que se desarrollaba en la zona del Cenepa,
se encuadraba en estrategias políticas hábil y soterradamente conce-
bidas por el presidente Alberto Fujimori, con evidentes aspiraciones reelec-
cionistas, y los mandos militares peruanos que trataban de desviar la aten-
ción de los inocultables escándalos al interior de la institución castrense.
La “guerra absurda” como la calificó el prestigioso escritor peruano Mario
Vargas Llosa, tenía una razón de ser: “Para el ingeniero Fujimori y los mili-
tares golpistas que gobernaban teniéndolo como figurón, no era el problema
fronterizo, sino la perpetuación de la dictadura, es decir, la reelección de
Fujimori. ¿Qué mejor -se pregunta Vargas Llosa-, que ofrecerle al pueblo
peruano, como plato fuerte de la campaña electoral, una victoria militar del
mandatario reeleccionista contra los invasores del territorio?”
Pero el convencimiento que tenía el presidente peruano de alcanzar una
rápida y contundente victoria militar, se iba desvaneciendo angustiosamen-
te con el transcurso de los días de campaña. Recién se daban cuenta el
presidente y los mandos militares que lo acolitaban, que los ataques a des-
tacamentos ecuatorianos que en su criterio serían rutinarios ejercicios de
entrenamiento militar, a semejanza de los escolásticos juegos de guerra que
objetivizan la enseñanza y afianzan los conocimientos, se estaban convirtien-
do en enervantes pesadillas para el ejército peruano.
El primer fracaso militar que sufrieron las tropas sureñas fue el 26 de
enero de 1995, cuando fueron desalojadas del helipuerto que construyeron
y ocuparon en la cabecera del río Cenepa, helipuerto que posteriormente fue
conocido como Base Norte.
De inmediato, sus intensos y persistentes ataques a Cueva de los Tayos,
Base Sur y los destacamentos de Coangos y Teniente Ortiz no tuvieron el
resultado esperado: “expulsar a las tropas invasoras”, por el contrario, sufrie-
ron significativas bajas en personal y medios. En efecto, decenas de soldados
muertos y heridos eran evacuados de los escenarios de combate; paralela-
mente, varios helicópteros peruanos fueron derribados por nuestros misiles
antiaéreos, bajas de aeronaves que, por la evidencia incontrastable, tuvieron
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que ver si los peruanos pueden mostrarnos imágenes, más hasta ahora todo
está a favor de Ecuador porque ha podido dar evidencia a los periodistas…”
Asimismo, Patricio González, corresponsal del diario El Mercurio de Chi-
le, luego de reconocer la política de apertura del gobierno ecuatoriano a la
prensa en general, contrariamente a la actitud del gobierno de Fujimori, hizo
conocer sus apreciaciones: “Hemos tenido una serie de hechos, de demostra-
ciones, a nosotros nos llevaron a Tiwintza, nos mostraron la base que está
ubicada en Ecuador, con la bandera ecuatoriana, nos enseñaron las coorde-
nadas, nos presentaron la base, que objetivamente pudimos observar, con
construcciones de mucho tiempo, síntomas de bombas y otras pruebas que
para mí son convincentes…”
Estos testimonios desdicen las afirmaciones mentirosas de Fujimori, y evi-
dencian, por tanto, los fracasos de las operaciones militares que daban cuer-
po progresivamente a la innegable derrota militar, que infligieron las fuerzas
ecuatorianas a sus similares del Perú.
El teniente coronel Milton Osorio (derecha), comandante del GFE 27 y el mayor Carlos Obando,
interrogan a dos prisioneros peruanos a los que incautaron el esquema de ataque del Perú.
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Personal militar ecuatoriano transportó como trofeos de guerra, material de una de las aeronaves
derribadas en el Cenepa.
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mismo ocurrió con las demás unidades del país: en poquísimo tiempo estaban
en sus posiciones de combate listas a repeler la agresión.
Los mismos oficiales peruanos admiten el error de iniciar la ofensiva sin
precauciones que el caso amerita, porque -según los referidos oficiales- “la
movilización solo se justifica cuando el país ha sido agredido por sorpresa…”
Al respeto, tienen razón los oficiales autores del “Estudio Casuístico”. ¿Por
qué entonces inició el Perú la ofensiva? ¿Se justificaba tal temeraria acción?
De ninguna manera. La respuesta es concluyente: el Perú nunca fue agredido
ni tuvo indicios de una invasión.
Como el documento atribuía gran porcentaje del fracaso al general Nicolás
Hermoza, especialmente en la conquista de Tiwintza, en una entrevista publi-
cada en la Revista Caretas del 18 de mayo de 1995, el general peruano trata de
defenderse con expresiones incoherentes y ambigüas, además de manifiestas
contradicciones, cuando minimiza la importancia de Tiwintza y justifica la ra-
zón de no haber conquistado dicho objetivo. Refiriéndose a Tiwintza manifiesta
el general: “Es solo una pequeña área de significación operativa mínima…”
“Algunos políticos influidos por la propagandística versión de Tiwintza sim-
bolizaron en el Perú esta área geográfica convirtiéndola en el máximo objetivo
nacional, si hay que reconocer los errores, éste es uno de ellos”, prosigue el
general y cae en tremenda contradicción: “Cada milímetro de nuestro terri-
torio tiene la importancia de este puesto para nuestra soberanía, por eso la
conciencia nacional, con razón, la simbolizó.” Luego trata de sostener que
Tiwintza ocupada por tropas ecuatorianas se trata de un “juego de doble
toponimia mediante el cual se trasladó una denominación geográfica a terri-
torio peruano.”
Una pequeña área de “poca importancia” no pudo motivar la obsesión de
Fujimori de conquistarla a cualquier precio; no pudo ser causante de las
reiteradas mentiras de un presidente que quedó en mal predicamento frente
a la opinión pública nacional e internacional; no pudo desatar divergencias
entre el propio mando militar peruano; y, por último, no debió ser escenario
de feroces combates que produjeron la pérdida de valiosas vidas humanas.
El análisis del conflicto del Cenepa hizo que la clase militar peruana se con-
venciera de que fracasó rotundamente, por eso sus mandos se preocuparon
de buscar medidas correctivas, consideraron como fundamental la prepara-
ción profesional de oficiales y tropa. De inmediato se modificó el reglamento
de la Ley de Ascensos para la oficialidad, determinándose claras diferencias
entre el nuevo reglamento y el anterior.
Estas son algunas de las innovaciones: “ Para ascender al grado de coronel
y luego a general –según el artículo 11 que ha sido modificado- es necesario
diplomarse como oficial de Estado Mayor en la Escuela Superior de Guerra
o haber asistido a un curso de formación de oficial de Estado Mayor en el
extranjero. También se requiere que el oficial tenga curso profesional de pos-
grado en una universidad o centro de estudios de ese nivel, y que sea de uti-
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LA BATALLA INFORMATIVA
L
a historia debe ser escrita con verdad, apoyada en todo tipo de docu-
mentos, medios, testimonios, periódicos, films, especialmente cuando
se presentan situaciones de crisis en un país, como fue el caso del
Ecuador en el conflicto del Alto Cenepa de enero-febrero de 1995, en
el cual juega un papel importante la comunicación social, definida como el
proceso de transferencia de información veraz sobre situaciones, hechos o
acontecimientos importantes en la vida de la sociedad, buscando llegar a la
mayor cantidad de sectores incluyendo los más disgregados.
La credibilidad de toda actividad comunicativa radica en la correcta acti-
vación de las dos fases inseparables: a) comunicación, entrega, difusión; y, b)
receptividad por parte del público, lo cual permite la ejecución de lo planifi-
cado y, recibir la solidaridad y apoyo de la población.
La cobertura mediática contribuyó a que la comunidad internacional y los
países observadores de la Misión de Observadores Militares Ecuador-Perú
(MOMEP), tengan en claro que los enfrentamientos entre patrullas militares
ecuatorianas y peruanas, se produjeron en el territorio ecuatoriano del Alto
Cenepa y sobre todo, que Tiwintza siempre permaneció bajo el control del ejér-
cito ecuatoriano hasta la desmilitarización acordada por ambos países; y, que
quien rompió el cese al fuego, fue el Perú, pese a su manifiesto compromiso
expresado en Brasilia, en la madrugada del 17 de febrero de 1995.
Los periodistas nacionales y extranjeros vivieron momentos de tensa ex-
pectativa, sobre todo cuando esperaban la rueda de prensa del Jefe de la MO-
MEP para tener de primera mano la información en los temas relacionados
principalmente a la ruptura del cese al fuego y a las bajas militares por los
enfrentamientos del “miércoles negro”.
Con esa amplia expectativa mediática, el Ecuador enfrentó el conflicto bé-
lico del año 1995 en la zona fronteriza no delimitada del suroriente con el
Perú, situación nada parecida a la del año 1941, cuando el país contaba con
sistemas de telefonía y telegrafía poco eficientes, al punto que noticias sobre
los combates en las provincias de El Oro, Loja y el Oriente, los ataques de la
aviación peruana a las poblaciones fronterizas, el éxodo de nuestros compa-
triotas, el movimiento de tropas y otras actividades relacionadas con el con-
flicto, se conocían días después de lo ocurrido.
En el año de 1981, frente a los impases ocurridos en el sector de Paquisha,
habían mejorado los sistemas de comunicación y la comunicación misma; la
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El conflicto del Alto Cenepa presentó en el ámbito mundial dos claros mo-
delos de información. En el Ecuador, todas las libertades, derechos y garan-
1. Estados Unidos (42), Colombia (26), Argentina (25), Perú (21), Chile (14), Alemania (6), Australia (2), Bélgica (1), Bolivia (2), Brasil (7),
Corea (1), España (9), Francia (5), Guatemala (1), Holanda (1), Inglaterra (6), Japón (1), México (2), Paraguay (2), Portugal (1), Rusia (1),
Suecia (4), Suiza (1), Uruguay (3) y Venezuela (3). Fuente: Fascículo No. 5 Colección HOY, febrero de 1995.
2. Arteaga, Rosalía; Jaramillo, Fausto; Correa, Sandra. Alto Cenepa: Los frentes de una guerra- Quito: Editorial Edino. 1995, p. 78.
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3. Diario El Universo. Cronología del enfrentamiento bélico Ecuador-Perú. Ni un paso atrás. SENACOM, Fascículo No. 3, 5 de abril de
1995, p. 6
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Arriba. Teniente coronel Ernesto González en una rueda de prensa improvisada en Tiwintza.
Abajo. La transparencia informativa fue también factor clave en el conflicto. El periodista Diego
Oquendo -centro- visita la zona, acompañado por el coronel José Grijalva -izquierda-.
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5. Ibid.
6. Chacón, Galo. Tiwintza -Santiago. Quito: Ed. IGM. 1995, pp. 97-98.
7. Para esa fecha ostentaba el más alto cargo militar -casi vitalicio- (Presidente del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas del Perú),
pues tenía el comando total del teatro de operaciones.
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8. http:www.caretas.com.pe/1353/1360/mesa/mesa.html
9. Op. Cit., Chacón, pp. 38-39
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SEGUNDA PARTE
PROTAGONISTAS DE LA VICTORIA
CAPÍTULO XII
un país unido
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E
n 1995 el Ecuador se presentó al mundo como una nación fortaleci-
da. Transcurridos quince años de la victoria militar en el Cenepa y
la posterior suscripción del acuerdo de paz, se pueden visualizar con
mayor objetividad cuales son los resultados positivos en la sociedad
nacional de la conclusión de este conflicto centenario.
Desde luego para dar una apreciación más certera del impacto de estos
acontecimientos en la nación ecuatoriana hace falta una interpretación so-
ciológica de la historia, porque el análisis del respaldo social y la participa-
ción del pueblo, el conocer su riqueza y su fuerza, adentrarse en los com-
portamientos colectivos y del rol de dirigentes y autoridades, interpretar las
actitudes y manifestaciones positivas, identificar el impacto de los mensajes
y su retroalimentación son respuestas que necesitan de la suma de científi-
cos e investigadores, aun así no se llegaría a términos absolutos.
Entonces permítannos presentar la visión militar de estos hechos histó-
ricos, como los sentimos y como los vivió el pueblo uniformado y como los
recordamos, aunque de igual manera esta tampoco es una visión total, que
incluya a todos los soldados de aire, mar y tierra.
Se considera importante el aportar la visión militar sobre el unánime res-
paldo nacional en la época del conflicto, porque estamos convencidos de si el
aporte de la institución militar es visibilizado o presentado con un adecuado
análisis estaremos contribuyendo positivamente a la construcción de la iden-
tidad del pueblo ecuatoriano.
Con esta intención y para enmarcar este análisis, se proponen las siguien-
tes premisas sobre la relación entre la institución armada y su pueblo:
1. El fortalecimiento del Estado nacional ecuatoriano tuvo un impulso po-
sitivo luego de la victoria militar y de la férrea unidad nacional desarrollada
durante el conflicto de 1995.
2. La identidad y la conciencia nacional, y desde su diversidad, el enten-
dimiento de ecuatorianidad se afirmaron considerablemente al conocer y vi-
sualizar las capacidades estratégicas de las instituciones nacionales, espe-
cialmente de la institución militar.
3. La vinculación de la institución militar con la sociedad nacional se con-
solidó y clarificó en el año de 1995 obedeciendo a un proceso dinámico y a
una interacción social desarrollada a lo largo de la historia ecuatoriana.
4. Los valores militares demostrados por la institución castrense en la vic-
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Sur, Coangos, Cueva de los Tayos, Base Norte, Banderas, la Y, pasaron a for-
mar parte del habla común de los ecuatorianos que escuchaban las noticias y
las compartían, las comentaban, convirtiéndolas en una lección viva de civis-
mo, de historia y geografía. Ese conocimiento generó un verdadero despertar
del espíritu nacional, las frases poco a poco se iban grabando en la mente de
todos los ecuatorianos y ecuatorianas; los principios de soberanía, inalienabi-
lidad del territorio, justicia y paz, ganaban fuerza conforme pasaban los días.
Nunca el Estado nacional tuvo tanta autoridad como en esos meses. El
gobierno impuso impuestos y todos se esforzaban en cumplirlos con rigurosa
religiosidad. En el caso del impuesto a los vehículos que luego de haber sido
pagado, permitía pegar una calcomanía que decía “Yo quiero al Ecuador, dig-
no, soberano y en paz”, no sólo posibilitó recaudar una fuerte suma, sino que
permitió a los burócratas conocer finalmente con exactitud cuántos vehícu-
los circulaban en todo el país.
Las autoridades de los gobiernos seccionales trabajaron de una forma in-
cansable con cariño y devoción, consolidando su rol como parte del Esta-
do. Constituyeron redes sociales de cooperación y apoyo al gobierno y a las
Fuerzas Armadas. Ellos presidían las innumerables manifestaciones de las
instituciones educativas y las agrupaciones sociales, multitudinarias con-
centraciones de apoyo a los combatientes, de exaltación de la nacionalidad y
en procura de una paz que se volvió un anhelo de todos.
Más tarde, una vez concluido el conflicto, los municipios o los cabildos, a
nombre del Estado ecuatoriano, en representación de la Patria, realizaron
numerosos reconocimientos a quienes defendieron nuestra sagrada heredad
territorial, colocaron placas, erigieron monumentos, visitaron a las familias
de los militares y realizaron todos los esfuerzos para demostrar la unidad na-
cional, convencidos de que mejores días se avizoraban para el Ecuador.
La empresa privada en forma coordinada con las autoridades respectivas
orientó todo su esfuerzo a través de diversas iniciativas para mantener el
espíritu de lucha y de defensa, sus acciones fueron desinteresadas incon-
mensurables y llenas de generosidad. Lo especial de esto es que nadie exigió
devolución o recompensa por lo entregado, no se oyó decir aporté tanto y tan-
to me deben; tampoco se conoció que alguna empresa quebró o tuvo pérdidas
enormes debido a su apoyo a la nación en armas.
Los ecuatorianos residentes en el exterior conformaban eslabones de in-
formación y disputaban espacios noticiosos para mandar mensajes o hacer
conocer su opinión que era la opinión del Ecuador.
Es decir todos trabajaron para el Estado Nacional, no se pudo distinguir
donde comenzaba la moral del soldado y donde terminaba la del pueblo ecua-
toriano, Fuerzas Armadas y Nación eran una sola.
En ese entorno, el país adquirió otra dimensión, nos olvidamos de renci-
llas locales o partidistas, de regionalismos absurdos y todos nos unimos a
festejar la gloria de defender nuestra patria, una muestra simbólica fue la
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La afirmación de la identidad
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Arriba. Ecuador, un país de paz. El presidente Sixto Durán Ballén en una emotiva ceremonia en la
Plaza Grande en Quito.
Abajo. Ecuatorianos de todas las edades apoyaron a las Fuerzas Armadas en el esfuerzo de guerra
para buscar una paz con dignidad.
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El país nunca olvidó la humillación y mantuvo esa herida abierta. Las re-
clamaciones de carácter diplomático y político se mantuvieron a lo largo de
las décadas, iniciativas que no tuvieron resultado alguno. Al mismo tiempo,
se prucían esporádicamente, incidentes armados de mayor o menor intensi-
dad, que ocasionaban la consiguiente alarma colectiva.
A partir de la década de los ochenta del siglo pasado, el Ecuador se preparó
de manera profesional para repeler cualquier agresión y en el Cenepa no solo
lo logró sino que alcanzó una victoria militar innegable.
Ese hito histórico y la posteriro suscripción del tratado de paz, implican
la consecución de un equilibrio histórico, que posibilita el abandono de tesis
alucinadas de hegemonía o revanchismo, para iniciar la construcción de un
futuro distinto, que permita a los dos países enfrentar con éxito los retos
históricos del siglo XXI.
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“S
oldados, ustedes serán quienes con sus acciones reescribirán la
historia de nuestro país”. Fueron las palabras del general Miguel
Iturralde Jaramillo, en su último discurso pronunciado en la Briga-
da de Selva No 17 Pastaza. Y los soldados ecuatorianos cumplimos
esa consigna con honor y valentía.
Y es que esta generación de soldados que en 1995 se encontraban orgullo-
samente comandando un ejército vencedor, habían crecido escuchando las
historias narradas de sus padres y maestros sobre las traumáticas, doloro-
sas y humillantes consecuencias para la soberanía nacional que generó la
cobarde invasión peruana de 1941.
Ellos escucharon de primera mano la progresión de la guerra mundial y
los efectos que ésta tuvo en nuestro país, sabían que los ojos del mundo es-
taban centrados en Europa viendo las operaciones militares conducidas por
los ejércitos aliados y los del eje; América toda observaba como frente a un
sorpresivo ataque japonés a Pearl Harbor, Estados Unidos es obligado a en-
trar en la guerra, México y Brasil le declararían tiempo después la guerra a
los alemanes, y mientras esto ocurría el Perú decidió aprovecharse e invadir
territorio ecuatoriano. Nuestro país que buscaba salir de las secuelas de la
crisis económica de los años 30 y de una permanente inestabilidad política,
no pudo concertar la unidad nacional debido a la poca aceptación que tenía
el presidente Arroyo del Río. La apatía internacional se puso de manifiesto
en la tercera ronda de negociaciones en Río de Janeiro en 1942, otorgándole
el nivel de conflicto “doméstico” a este diferendo limítrofe, pues lo que real-
mente importaba era el ataque a los Estados Unidos. Se montó entonces una
confabulación diplomática que por sobre los derechos históricos y legítimos,
sacrificó a una nación amante de la paz y la concertación y con la anuencia
de los países garantes se firmó el írrito Protocolo de Río de Janeiro de 1942.
Este protocolo de ingrata recordación para todos los ecuatorianos, esta-
blecía la demarcación de los límites, la cual inició inmediatamente y en 1943
se presentaron varios desacuerdos entre los dos países, dejando irresolutas
algunas controversias, entre ellas la más importante en la divisoria de aguas
entre el Zamora y el Santiago. Este bagaje histórico era constantemente ali-
mentado con un sinnúmero de incidentes que en el devenir del tiempo for-
talecía el cuerpo y el espíritu de los soldados que estuvieron dispuestos a
escribir la nueva historia de nuestro país, la historia de la victoria.
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1. ALTAMIRANO Hernán, El por qué del ávido expansionismo del Perú, IGM, Quito, 1991, p.49
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za; este día muere el teniente Giovanni Calles quién detiene una patrulla
peruana que se había infiltrado llevando uniforme camuflaje parecido al
ecuatoriano, con casco y mochila, similar a nuestras tropas. El libro peruano
“Tiwintza con Z” relata sobre el momento inicial de combate de nuestro héroe
y describe su bravura y valentía. Como los combates continuaban, vendría
el miércoles negro, en un ataque obsesivo las tropas peruanas que buscaban
alcanzar Tiwintza por todos los medios, llegan a una posición de morteros y
causan 14 bajas a los ocupantes de la misma, ese día el ejército ecuatoriano
sufrió más bajas que las que había tenido hasta esa fecha; recordaremos toda
nuestra vida ese día y el contraataque al trueno dos que permitió restablecer
el control en nuestra posición. Los observadores escucharon cuando el gene-
ral peruano López Trigoso ordenaba un ataque generalizado a las posiciones
ecuatorianas en especial a Tiwintza.
El 22 de febrero se efectúa un desesperado ataque peruano por tomarse
Tiwintza, incumplimiento que fue testificado por los observadores presentes
en el área de operaciones y por ello el 28 de febrero en Montevideo se celebró
otra declaración que ratifica lo establecido en Itamaraty.
Con la firma de la declaración de Montevideo disminuyó la intensidad de
los combates y permitió la organización e intervención directa de la misión
de la MOMEP en la zona de conflicto, previa la elaboración de procedimientos
que orientarían el cumplimiento de sus tareas.2
La MOMEP preparó el plan de trabajo y lo estructuró en cuatro fases, que
establecían la suspensión total de las operaciones, la determinación de un área
de seguridad, el retiro de las tropas hasta sectores fuera de la zona de seguridad
y la desmovilización y desmilitarización que terminaría en mayo de 1995.
Terminaba el mes de febrero y seguían los enfrentamientos en el Valle del
Cenepa, los mismos que se pusieron de manifiesto a través de varias infiltra-
ciones y contactos con nuestras unidades. El 27 de febrero el ejército celebró
su día clásico en las trincheras.
El 10 de mayo se convocó en Brasilia a una reunión con el fin de establecer
los procedimientos para el desempeño de la Misión de Observadores Militares
Ecuador-Perú (MOMEP).
La MOMEP desarrolló una tarea fundamental en el proceso de la firma
de la paz, pues para que este acontecimiento histórico se concretara debía
distensionarse el ambiente preocupante que imperaba y la MOMEP colaboró
para que esto se pueda dar.
A pesar de existir muchas discrepancias, después de varias reuniones a
diferente nivel y luego de largas discusiones de las propuestas y contrapro-
puestas se logró convenir una salida para las dos partes, cuyos términos
constaban en un Acuerdo de Desmilitarización.
En 1996 se daría inicio a un largo proceso de reuniones desarrolladas en
Buenos Aires, Brasilia, Santiago, Washington y Lima, con el fin de viabilizar el
2. MACIAS, Edison, Un Ejército Vencedor, La Campaña del Cenepa, IGM, 2009, p.221
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Arriba. “Si defendiendo esta Amazonía ecuatoriana tenemos que perecer, oh Dios, que lo hagamos
con dignidad y merezcamos la victoria”. Mensaje escrito en la Cueva de los Tayos, Ecuador.
Abajo. Al concluir el conflicto, el teniente coronel Luis Hernández entrega el tricolor nacional, de-
fendido con honor por nuestros soldados, al general Paco Moncayo.
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Para tal efecto, en las cartas geográficas anexas se especifican las coordena-
das de ubicación de los hitos a ser erigidos.
2. De acuerdo al croquis que se adjuntó, el Gobierno del Perú dará en pro-
piedad privada al gobierno del Ecuador un área de un kilómetro cuadrado, en
cuyo centro se encontrará el punto que el Ecuador proporcionó a la MOMEP
denominado como Tiwintza, en el sector reconocido en el Ecuador bajo la
denominación de Tiwintza.
3. La transferencia se realizará a título gratuito mediante escritura pública
celebrada por las entidades correspondientes del Ecuador y del Perú, la que
será suscrita en el momento de la entrada en vigor del acuerdo global y defi-
nitivo. Esta transferencia no implicará afectación de soberanía. La propiedad
indicada no estará sujeta a confiscación por el gobierno del Perú.
4. El gobierno del Ecuador, en su calidad de propietario, tendrá los dere-
chos reales que confiera el derecho privado nacional del Perú, salvo el dere-
cho de transferir. El uso que dará el Ecuador a dicho terreno será compatible
con las normas de conservación aplicables a la zona en la que encuentra.
5. El gobierno del Ecuador no tendrá efectivos policiales ni militares dentro del
área de su propiedad, ni realizará actividades de cualquiera de esas índoles, ex-
cepto actos conmemorativos previamente coordinados con el gobierno del Perú.
6. Los nacionales del Ecuador podrán transitar libremente por una única
vía pública carrozable de hasta cinco metros de ancho que conecte el área
transferida en propiedad con el territorio del Ecuador; vía que deberá ser
habilitada treinta meses después de la entrada en vigor del acuerdo global y
definitivo y mantenida por el Perú para tal fin sobre el trazado más directo y
accesible que permita llegar a territorio del Ecuador. El comité técnico al que
se refiere el párrafo nueve tendrá a su cargo la determinación del trazado de
esta vía. A estos efectos, se establecerán los respectivos puestos de control
fronterizo a ambos lados de la frontera. Dado el carácter ecológico de la zona
no se podrá transitar de un país a otro con ningún tipo de armas.
7. Cada parte constituirá dentro de su territorio y conforme a su legislación
nacional, una zona de protección ecológica, bajo soberanía y jurisdicción del
Estado respectivo, en las áreas y perímetros que se señalan en el croquis ad-
junto. Ambas zonas ecológicas tendrán un mismo nombre y serán colindantes
y coincidentes en el sector de la frontera común que comprenda.
8. Los miembros de las comunidades nativas de la región podrán transitar
libremente entre cada una de las dos zonas ecológicas.
9. La administración de cada una de las zonas estará a cargo de las auto-
ridades competentes especializadas del país respectivo, las que coordinarán
entre sí a través de un Comité Técnico Ecuatoriano-Peruano para encargar a
entidades privadas sin fines de lucro, nacionales o internacionales, especiali-
zadas en conservación y manejo de recursos naturales, a fin de que elaboren
los estudios necesarios y colaboren en el manejo de los recursos ambientales
de manera que se asegure su adecuada conservación.
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5. Ibid.
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El Ecuador desde siempre ha convivido con afecto con sus soldados y esto
es producto de un trabajo permanente de las Fuerzas Armadas con su pue-
blo. Esta relación fue cultivada en la instrucción militar estudiantil volunta-
ria, en el desarrollo de las acciones cívicas, en los actos cívicos realizados con
la participación de civiles y militares, en el apoyo al desarrollo de la población
a lo largo y ancho de nuestro país.
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Testimonios de heroísmo
L
os verdaderos protagonistas de la gesta del Cenepa, los oficiales y
soldados que estuvieron en primera línea de batalla, los efectivos que
durante semanas y meses mantuvieron sus posiciones y dieron cara
al agresor, aquellos que otorgaron el apoyo logístico, mantuvieron las
líneas de comunicaciones, atendieron a los heridos, enterraron a los muertos,
aportan ahora su testimonio. Porque la batalla del Cenepa, como ninguna
otra, mostró la unidad, profesionalismo y valentía del soldado ecuatoriano.
Como es lógico, no es posible presentar el testimonio de todos los prota-
gonistas de la gesta, por lo que este capítulo es un homenaje a los héroes,
aquellos que ofrendaron su vida defendiendo a la Patria, a los heridos y a los
ilesos, a los que estuvieron en la primera línea o en la retaguardia, a todos
los soldados de la Patria.
Horas de tensión.
La rutina del soldado en la selva, tiene siempre en mente la noción del pe-
ligro, la cautela, el extremo cuidado, la necesidad de vigilar con las mismas
precauciones que uno utiliza para defender lo que más quiere. La Patria en
esas circunstancias es como la madre... El patrullaje es la demostración ma-
yor del valor sereno que tiene todo soldado.
Los patrullajes en la zona sur oriental habían adquirido en diciembre de
1994 un carácter de alta prevención, pues eran evidentes los intentos del
enemigo por posicionarse en nuestro territorio. El mando tomó de inmediato
las previsiones para defender las posiciones y estar alertas a las posibles in-
cursiones de las tropas peruanas.
Era evidente que se acercaba un conflicto y que cada una de las fuerzas de-
bía tener la mayor información de su oponente; para lo cual, las infiltraciones
en territorio enemigo para determinar su organización, ubicación, logística,
número de combatientes, tipo de armamento, eran imprescindibles.
“Nos ubicamos en una posición entre Soldado Pástor y Cueva de los Tayos
-cuenta el entonces mayor Jorge Cisneros-. Desde allí podíamos observar el
movi-miento enemigo, los vuelos de helicópteros que ingresaban personal al
Valle del Cenepa y los alrededores de Cueva de los Tayos. El apoyo logístico lo
teníamos para cuatro días que nos llegaba desde la Y. En esta condición pa-
samos infiltrados entre líneas enemigas durante quince días, mientras tanto
remitíamos informes diarios al teniente coronel Luis Aguas (Sol).
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La defensa de Tiwintza.
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información útil, la misma que fue enviada al mayor Hegel Peñaherrera. Esta
misión la realizamos en tres días. Recuerdo que durante la infiltración no hubo
contacto bélico, pero luego los peruanos detectaron nuestros observatorios y
atacaron, por lo que debimos retirarnos. El 27 de marzo nos dieron la misión
de retomar ese observatorio. En el ataque muere el sargento Mendoza y tuvi-
mos algunos heridos -relata el mayor Arturo Velasco-.
Por su parte, el coronel (sp) Jorge Costa Palacios comenta que: “Los días 13
y 14 de febrero, tropas peruanas realizaron varios ataques a posiciones ecua-
torianas, con un saldo total de un muerto y nueve heridos. En esos días, el
área general de Tiwintza estaba defendida por el Grupo de Fuerzas Especiales
No. 24, la Escuela de Selva, la Compañía de Operaciones Especiales No. 19,
el Grupo Especial de 0peraciones Ecuador, personal de abastecimientos, una
sección de morteros y una sección de misiles IGLA. Mientras estas acciones
ocurrían en el frente; el 20 de febrero, la Brigada Especial de Combate Alfaro,
que al momento se encontraba en Patuca, recibe la orden de enviar la mitad
de su personal a Tiwintza y la otra mitad a Gualaquiza. Cabe mencionar que
entre este personal se encontraban los reservistas de Fuerzas Especiales y
los aspirantes de la Escuela de Formación de Soldados del Ejército”.
“En el transcurso del día 21 de febrero, los ataques peruanos a Tiwintza
se realizaban con intervalos de un par de horas. El último ataque fue a las
17:30 horas. La desesperación del Perú por conquistar Tiwintza era evidente;
pues antes de que se lleve a efecto el cese de fuego, querían tener tener toda
esta área bajo control. En la mañana del 22 de febrero fue recuperado el ca-
dáver del teniente Calles, quien ofrendó su vida delante de la línea defensiva
de Tiwintza”.
“La noche del 22 y la madrugada del 23 de febrero se siente estremecer la
tierra con el apoyo de fuegos de la artillería BM-21 ecuatoriana. Durante este
día los ataques enemigos prácticamente se detienen y no vuelven a repetirse
con la intensidad de los días anteriores. A partir del día 24 de febrero, se re-
organiza la defensa de Tiwintza, conformando cercos escalonados que impi-
dieron la penetración del enemigo hasta el término del conflicto”.
¡En combate!
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peruano PV-1, teníamos gente nuestra en Cueva de los Tayos, Base Coangos
y durante los meses de agosto, septiembre y noviembre del 94 ingresamos a
nuestro personal paulatinamente para que vayan conociendo el área. El día 8
de enero del 95, el teniente coronel Luis Hernández, junto con mi comandan-
te capitán Aquiles López me dan una disposición para que aliste un equipo de
combate, 16 miembros en total, equipado con todo lo necesario, por lo tanto
llevé ametralladoras, equipo especial, minas, etc. Mientras nos alistabamos,
iba realizando mi proceso de “toma de decisiones” y alistando las cartas topo-
gráficas. En ese momento, también mis pensamientos iban hacia mi esposa,
ya que me había casado hace poco tiempo”.
“En el momento que me subí al Súper Puma, el teniente coronel Hernández
me dio un documento con la misión del equipo de combate. La responsabili-
dad era enorme, pues debíamos realizar una infiltración atrás de la Cueva de
los Tayos, con el objetivo de detectar a tropas peruanas tras las líneas nues-
tras y si llegara alguna situación anormal destruir los abastecimientos que
encontremos vía Coangos. Esa noche no puede dormir, pero sabía que esta-
bamos preparados para cumplir con el objetivo. Al día siguiente empezamos
la misión con mis hombres y material bélico, seguimos por la pica Tiwintza-La
Y, establecí contacto con el Grupo 26, con ‘Kilo 16’ y me dirigí hacia el sector
conocido como la Piedra para poder tomar contacto con el Subt. Jorge Tello.
Me dirigí hacia el interior de la selva, procurando no ser detectado. A eso de
las 4 de la tarde, ingresa una patrulla peruana a mi sector de responsabilidad
y procedimos a capturar a 9 soldados, lo cual implicó abortar la misión, por-
que se suponía que nadie sabía de nuestra existencia. Después me dieron la
disposición de devolver a los soldados capturados al Perú. Posteriormente mi
equipo recibe la disposición de brindar seguridad en Cueva de los Tayos y al
equipo del Tnte. Barrera, delante de nuestras posiciones. En esos días se dan
otras infiltraciones de tropas peruanas pero nosotros seguíamos haciendo
patrullaje, seguridad e infiltraciones. El día 26 estábamos en el sector de la
Piedra, llovía a cántaros. A las 6 de la tarde escuchamos por la emisora HCJB
que no había mayores novedades. Esa noche yo sentía el ambiente distinto,
y empezamos a cuidar el área, todos estábamos tensos, pasaron por el sector
unos centinelas, era raro, y llegó una disposición, que decía: “Ustedes son
parte de la historia, este es el momento que más han soñado en su vida, para
lo que se han preparado, son soldados ecuatorianos, son patriotas... Ataca-
mos a Base Norte a las 18 horas, estamos en guerra. El día de mañana su
misión es a las 6 de la mañana, ataquen Cueva de los Tayos, destruyan todo
lo que puedan y defiendan con toda su fuerza”. Hay emociones encontradas,
llamamos a toda la escuadra y hablamos sobre lo que teníamos que hacer, yo
confiaba en mis hombres. Nos organizamos en 2 escuadras a los lados y otra
de seguridad; el personal a mi mando eran 3 oficiales y 34 de tropa. Nos le-
vantamos a las 4 de la mañana, la disposición mía era que a las 05:50 horas
nos den los morteros un apoyo de fuego para seguir al área de operaciones,
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Operaciones de apoyo
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“Era el único médico asignado entre Tiwintza y Cueva de los Tayos en los
días previos al conflicto -recuerda el entonces subteniente de sanidad Edi-
son Tasambay-. Me encontraba con las patrullas en el sector de la Y cuando
supimos que el 26 de enero, un poquito antes de las 6 de la tarde, se con-
solidaba el objetivo de Base Norte, el primero conquistado por tropas ecua-
torianas. Ese momento sentimos una emoción grande, había disciplina de
silencio pero también gran alegría al saber qué se había consolidado una vic-
toria ecuatoriana. Sabíamos que debíamos esperar un contragolpe peruano.
Al amanecer del 27 de enero, nos despertaron los estruendos, las primeras
explosiones en la Cueva de los Tayos. Nosotros estabamos muy cerca y se
adoptaron inmediatamente los dispositivos para la emergencia. Los primeros
heridos llegaron a mi posición unas horas después y mi primera actitud como
médico era aliviar su dolor, curar sus heridas, hacer suturas. A uno de ellos,
un sargento que llegó con su uniforme casi en harapos, le di un uniforme
camuflaje que tenía en la tula; lastimosamente me olvidé de retirar mi nom-
bre del uniforme y cuando fueron evacuados hasta el sector de Patuca, se
reportó que estaba herido, con el consiguiente susto de mis compañeros. Yo
permanecí con el uniforme que estaba puesto mañana, tarde y noche hasta
cuando fui evacuado.
“Los combates crecían en intensidad, aumentaban los heridos y mi activi-
dad se volvió frenética, al ser el único médico en la zona. Para atender a los
heridos, muchas veces en medio del combate, tenía que llegar arrastrándome
hasta su posición e intentar aliviar su dolor en medio del estruendo de los
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char su voz había una transmisión de ese entusiasmo, para que en nosotros
se fortalezca la causa de defender nuestro territorio. Algo que nos llenó de
orgullo y nos levantó la moral, fue cuando escuchamos que fue derribado un
helicóptero peruano, que entraba a bombardear en el sector conocido como
‘El Tobogán’. Esa era una posición de los Iwias y fue ahí donde el teniente
Cáceres derribó el helicóptero; había una gran alegría, era como cuando la
selección de fútbol metía un gol, no podíamos hacer bulla, pero la gente es-
taba entusiasmada, entregada totalmente al cumplimiento del sagrado deber
de defender a la Patria”.
Un papel esencial
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tercera parte
negociaciones y tratados
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DE LA DECLARACIÓN DE ITAMARATY
AL ACTA PRESIDENCIAL DE BRASILIA
E
l escribir para el libro “¡Victoria en el Cenepa!”, que publicará el Centro
de Estudios Históricos “General Marcos Gándara Enríquez”, han revi-
vido en mi memoria aquellos difíciles días de la negociación en Río de
Janeiro primero y luego, en Brasilia, en los dos palacios de Itamaraty,
en los que sin lugar a dudas estuvo en peligro la existencia misma de nuestro
querido Ecuador, que en aquellos momentos sufría la agresión y la guerra.
Del último conflicto con nuestro vecino del sur habrán 16 años y son 13 de
la aparición, por primera vez, del libro que hoy cuenta con cuatro ediciones, la
última realizada en noviembre del 2009 en Guayaquil por la Universidad Ca-
tólica de esa ciudad: “Itamaraty, Seiscientos veintisiete días por la paz”, texto
histórico, como lo afirma Raúl Pérez Torres, Presidente de la Casa de la Cultura
Ecuatoriana, “indispensable para desentrañar aquella tela de araña tejida alre-
dedor de la firma de la paz del Ecuador con nuestro país hermano, el Perú”.
El tiempo no transcurre en vano, la historia, juez implacable del acontecer
de los pueblos, va depurando la narración del pasado y únicamente recoge
para la posteridad lo trascendente e importante.
Los ecuatorianos, en cierto modo por las dificultades en las que nos ha to-
cado vivir en esta última década y media, hemos caído en la trampa del olvido
y en la falta de interés por conocer la verdad.
En 1997, a los pocos días de haberme alejado de la Cancillería de Quito
y asumir mis nuevas funciones de Embajador en Italia, comprendí que era
necesario rendir cuentas a mis compatriotas de cómo cumplí con el delicado
negocio que me encomendó una Patria herida. Lo hice sin esconder nada y
ello me permitió ufanarme diciendo que “la dignidad y la justicia guiaron mi
actuación en Itamaraty; jamás sacrifiqué esa dignidad y justicia ante ningún
miedo o sentimiento torpemente utilitario”.1
La guerra del Cenepa, acontecimiento histórico que honra a las Fuerzas
Armadas del Ecuador, “fue de alguna manera la culminación de una etapa. Y
ahora se puede ver con mayor claridad que fue también el comienzo de otra
etapa muy diferente. El enfrentamiento militar fue el antecedente para otra ba-
talla, que se cumplió en el ámbito diplomático, pero que fue igualmente encar-
nizada, sujeta a mil tensiones, preocupaciones y dudas, y en la que también se
debieron tomar decisiones complejas, urgentes, llenas de riesgos, cuyos efec-
tos resultaban difíciles de prever y cuantificar” (Dr. Ernesto Albán Gómez).
1. Estuve a cargo de la negociación durante 1995 y hasta inicios de junio de 1996. Partí a Roma en octubre de ese año.
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CAPÍTULO XIV
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Presentación General Patricio Cárdenas Proaño 3
Capítulo I. Antecedentes
Un protocolo inejecutable Coronel Galo Chacón Izurieta 7
Capítulo II. Preliminares del conflicto
El Pacto de Caballeros General Patricio Lloret Orellana 19
Capítulo III. Tensión en la frontera
Un conflicto inminente Mayor Jorge Tello 35
Capítulo IV. Inicio de las operaciones
Los agrupamientos tácticos General Paco Moncayo Gallegos 45
Capítulo V. Un ejército victorioso
Misión cumplida Coronel Luis Hernández Peñaherrera 71
Capítulo VI. El poder aéreo ecuatoriano
La primera batalla aérea en América General Raúl Banderas Dueñas 87
Tácticas aéreas en el Alto Cenepa 93
Capítulo VII. La Armada Nacional
Defensa del mar territorial en1995 Capitán de fragata Mariano Sánchez Bravo 111
Capítulo VIII. La conducción del conflicto
Traición y victoria General José Gallardo Román 129
El mando General Bolívar Mena Villamarín 145
Fortalecimiento de la imagen de las FF.AA. General Rubén Navia Loor 153
Capítulo IX. Estrategias y tácticas del Ejército Ecuatoriano
Tácticas y técnicas militares en el Alto Cenepa General Wagner Bravo 159
Guerra electrónica General Patricio Cárdenas Proaño 169
Inteligencia Militar Teniente coronel Freddy Real S. 177
Uso de la artillería en selva Coronel Luis Altamirano 180
Las étnias indígenas en el ejército Teniente coronel Aquiles López Urdialez 186
La artillería en el medio selvático Teniente coronel Alexander Levoyer R. 192
Capítulo X. Alto al fuego
Misión de Observadores Militares Ecuador Perú Coronel Edison Narváez 207
Capítulo XI. Consecuencias de la victoria
Reconocen en el Perú fracaso militar Teniente coronel Édison Macías Núñez 219
La batalla informativa Capitán Rosita Chacón Castro 230
Segunda Parte. Protagonistas de la victoria
Capítulo XII. Un país unido
Una nación fortalecida Coronel Iván Borja Carrera 243
Consecuencias de la victoria militar Mayor Miguel Iturralde 255
Testimonios de heroísmo David Andrade Aguirre 267
Tercera Parte. El largo camino hacia la paz
Capítulo XIII. Negociaciones y tratados
De la Declaración de Itamaraty al
Acta Presidencial de Brasilia Dr. Marcelo Fernández de Córdoba 289
Capítulo XIV. Los Héroes del Cenepa
Personal fallecido durante el conflicto del Alto Cenepa 301
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