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Ética en Kant

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Ética en Kant

a) Razón teórica vs. Razón práctica

Kant distingue dos usos o intereses de la razón, el uso o interés teórico


(o especulativo) y el uso o interés práctico. De manera general, el
principio esencial de todo uso de nuestra razón es elevarse hasta la
conciencia de la necesidad. El interés especulativo de la razón consiste en
el conocimiento (teórico) de las leyes de la naturaleza, mientras que el
interés práctico tiene que ver con las leyes de la libertad (aquellas que
rigen en el campo de la acción humana libre). A diferencia del uso teórico
de la razón, que se concreta en juicios, la razón práctica produce
imperativos, que responden a la pregunta ¿qué debo hacer? Kant concede
el primado a la razón práctica, es decir, que todos los usos de la razón
deben subordinarse en último término al uso práctico o moral.

b) Metafísica de las costumbres. Ética formal: el deber como


fundamento de la ley moral. La buena voluntad.

Kant se refiere a la (filosofía) moral como «metafísica de las


costumbres». Esta denominación es una traducción literal del lat. «moral»
que etimológicamente procede del término «mors-moris» (costumbre).
Esta parte de la filosofía se ocupa de la ley moral, que es el principio
objetivo de la moralidad, esto es, la ley por la que guiarían sus acciones
libres todos los seres racionales si la razón tuviera pleno dominio sobre
otras inclinaciones, deseos, instintos, etc. La ley moral es objetiva porque
es, según Kant, un «hecho de la razón», universal para todo ser racional.
Esto hace de la ley moral el principio por el cual debe obrar el sujeto
racional.

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Ahora bien, dado que la esfera de la moralidad en el que rige esta ley
es la esfera de las acciones humanas libres, los seres humanos pueden
elegir libremente no determinar sus acciones por su razón (haciéndolo en
cambio por sus necesidades, deseos, inclinaciones, etc.). Lo que es
objetivamente necesario (la ley moral) es, por lo tanto, subjetivamente
contingente. La determinación de la voluntad por fundamentos racionales
(ley moral) es el deber. Es decir, desde el punto de vista subjetivo, la ley
moral se nos presenta como deber, esto es, como necesidad de actuar por
respeto a la ley moral.

Kant llama a la voluntad que se rige por el deber buena voluntad.


Según Kant, la buena voluntad es lo único que puede ser considerado
bueno sin restricción. Esto significa que la bondad de una acción debe ser
juzgada por los principios que condujeron a llevarla a cabo, y no por los
efectos que tenga esa acción (tanto si se logran los efectos que se
pretendía alcanzar como si no). Es, por eso, que Kant considera la suya
una ética formal, lo que la distingue de todas las éticas anteriores
(Aristóteles, Hume) a las que Kant califica como «éticas materiales», ya
que valoran la acción siempre en virtud de sus fines (la felicidad en
Aristóteles) o de las características empíricas de la naturaleza humana que
conducen a ella (los sentimientos en Hume).

c) Distinción entre legalidad (acciones conforme a la ley) y moralidad


(acciones regidas por un imperativo categórico).

Para explicar lo que significa realmente actuar por deber, Kant


distingue tres tipos de acciones en función de su relación con el deber:

 Acciones contrarias al deber: acciones que van en contra de la ley


moral, aunque puedan resultar útiles (por ejemplo, la mentira).

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 Acciones meramente conformes al deber: son aquellas que se
ajustan externamente a la legalidad/a la ley moral, pero que en
realidad están determinadas por motivos no racionales. Kant pone
el ejemplo de un empresario que es honesto, no porque crea que es
su deber serlo, sino para no perder clientes.
 Acciones por mor del deber (y no meramente conforme al deber).
Una acción tiene valor moral solo cuando se realiza por respeto a la
ley moral. Para Kant, actuar por deber es actuar de una determinada
forma porque uno/a piensa (razona) que eso es lo correcto, con
independencia absoluta de motivos egoístas y de las consecuencias
que pueda tener mi acción.

d) Imperativos categóricos (obligan por sí mismos) e hipotéticos


(condicionados). El mandato moral como imperativo categórico
impuesto por la razón.

Kant distingue dos tipos de principios de la voluntad humana:

 Imperativos hipotéticos: tienen la forma «si quieres x, entonces


necesitas hacer y para alcanzarlo». Todos los imperativos
obligan, pero los hipotéticos lo hacen solo de forma
condicionada. La necesidad práctica de una acción está siempre
condicionada a un fin que se quiere conseguir. Para Kant, no son
morales sino técnicos o pragmáticos.
 Imperativo categórico: tienen la forma «debes hacer x». El
imperativo categórico representa una acción por sí misma como
necesaria en sí misma, sin referencia a ningún otro fin. Por eso es
moral.

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e) Formulaciones del imperativo categórico: 1) universabilidad, 2) la
humanidad como fin en sí misma, 3) fórmula de la autonomía y 4)
reino de los fines.

Las máximas morales elegidas racionalmente por el individuo deben


ajustarse a la forma del imperativo categórico, que no nos dice cuáles han
de ser nuestras máximas, sino que únicamente establece cómo debemos
elaborarlas para que sean universal y necesariamente válidas. Kant
propone cuatro formulaciones diferentes del imperativo categórico:

i. Fórmula de la universalidad: “Actúa solo según una máxima que


puedas querer que se convierta en ley universal”. Esta
formulación exige que las máximas de conducta que elijamos
puedan ser universalizables. Esto significa que siempre que
vayamos a escoger una máxima de conducta tenemos que
pensar en lo que sucedería si ese comportamiento fuese
universal. ¿Podría convertirse en norma universal una máxima
de conducta que yo he decidido aplicar (por ejemplo, incumplir
una promesa que no me conviene)? Si la respuesta es negativa,
entonces esa máxima no es éticamente aceptable, porque no
respeta el imperativo categórico. Kant considera que hay
máximas que no pueden universalizarse o convertirse en leyes
porque al hacerlo la razón cae en contradicción consigo misma.
De ahí que podamos encontrar en la mera razón o en la razón
pura un criterio para decidir qué acciones son morales y cuáles
no lo son.
ii. Fórmula de la humanidad como fin en sí misma: «Obra de tal
modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu persona
como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca sólo
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como un medio». Aunque Kant rechaza las éticas materiales, por
considerar que éstas solo generan imperativos hipotéticos (pues
los fines que señalan son siempre relativos), admite que la ley
moral tiene un fin, que no es un fin subjetivo, sino objetivo, un
fin en sí mismo: las personas.
i. Fórmula de la autonomía de la voluntad*1. Kant incluye esta
formulación del imperativo categórico porque, según él, las dos
formulaciones anteriores podrían funcionar como leyes externas
a la voluntad. Kant parece entender que la obediencia a leyes
externas es siempre por interés: por evitar el castigo, recibir
recompensa, etc. Por eso añade el tercer principio que permite
señalar que, lógicamente, si yo me doy a mí misma la ley no
puedo estar obedeciéndola por este tipo de motivos (si
verdaderamente funciona como ley interna que me doy a mí
misma). En la ética kantiana, es muy importante que seamos
nosotros mismos quienes realmente determinemos lo que
debemos hacer, cuál ha de ser la ley moral, sin atender a ningún
mandato transcendente ni inmanente predeterminado. Esto es a
lo que Kant llama «libertad como autonomía», que consiste,
paradójicamente, en obedecer una ley (eso sí, que uno/a
mismo/a determina).
ii. Fórmula del reino de los fines: «Obra siguiendo las máximas de
un miembro legislador universal en un posible reino de fines».
Si consideramos a los demás y a nosotras mismas como fines (2ª
fórmula), entonces se constituye un reino de los fines, una
comunidad legisladora, que somos nosotros mismos y todos los
1
El asterisco lo añado porque Kant no le da una formulación específica como en los otros tres casos,
pero sí se refiere específicamente a la fórmula de la autonomía.

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seres racionales (Dios mismo estaría incluido ahí) considerados
como legisladores universales.

f) Postulados de la razón práctica: libertad, inmortalidad del alma,


Dios.

En su uso teórico, la razón tiende naturalmente a ir más allá de la


experiencia y, en esa especulación, se extravía, pues se esfuerza
inútilmente por conocer objetos que ni siquiera, en el caso de conocerlos,
servirían para ensanchar su conocimiento: libertad de la voluntad,
inmortalidad del alma y existencia de Dios. La importancia que la razón
concede a esos objetos de forma aparentemente inútil sólo puede
deberse, según Kant, a su interés práctico.

Según Kant, se trata de creencias racionales o postulados de la razón


práctica, ya que proporcionan un fundamento trascendental para la
validez de la ley moral y la esperanza en la realización de la moralidad
perfecta. Responden a la tercera pregunta de la filosofía kantiana: “¿qué
me cabe esperar?” Esta tercera cuestión es teórica, pero es un resultado
de la cuestión práctica: se pregunta qué puedo esperar, qué ocurrirá, dado
que la ley moral existe.

Como la ley moral exige ser cumplida de forma categórica, de ahí se


sigue que existe la libertad y, con ello, queda refutado que el mundo sea
un mecanismo de leyes inexorables, es decir, queda negado el
determinismo. Como la ley moral es incondicionada, requiere un tiempo
infinito para su cumplimiento, lo que es incompatible con la finitud
humana. Esto deja abierta la esperanza en la inmortalidad del alma.

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Como la ley moral y la felicidad no se implican de hecho la una a la
otra, pero, sin embargo, el que cumple la ley moral –el virtuoso– es el
único que merece ser feliz, esto abre la esperanza de que exista un Dios
que una virtud y felicidad en otra vida futura. Esta unión de virtud y
felicidad es lo que Kant denomina Bien supremo.

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