La Iglesia Como Pueblo Sacredotal
La Iglesia Como Pueblo Sacredotal
La Iglesia Como Pueblo Sacredotal
Como bien lo recuerda en el texto la frase de la Primera Carta del apóstol San Pedro,
uno de los atributos de este linaje es su carácter sacerdotal. Sin embargo, será el número
siguiente el que subraye el carácter sacerdotal de dicho pueblo con una mayor
elocuencia:
Cristo Señor, Pontífice tomado de entre los hombres (cf. Hb 5,1-5), de su nuevo pueblo «hizo... un
reino y sacerdotes para Dios, su Padre» (Ap 1,6; cf. 5,9-10). Los bautizados, en efecto, son
consagrados por la regeneración y la unción del Espíritu Santo como casa espiritual y sacerdocio
santo, para que, por medio de toda obra del hombre cristiano, ofrezcan sacrificios espirituales y
anuncien el poder de Aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz (cf. 1 P 2,4-10). Por ello
todos los discípulos de Cristo, perseverando en la oración y alabando juntos a Dios (cf. Hch 2,42-47),
ofrézcanse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios (cf. Rm 12,1) y den testimonio por
doquiera de Cristo, y a quienes lo pidan, den también razón de la esperanza de la vida eterna que hay
en ellos (cf. 1 P 3,15).
1
Cfr. Lumen Gentium, n. 9.
3
En los últimos capítulos generales se han insistido en este elemento como veremos a
continuación.
La formación del pueblo sacerdotal aparece aquí como un elemento para impulsar
nuestra misión. Este, unido a los otros dos elementos se constituyeron a partir de
entonces en las llamadas “categorías de la misión” y se abrió un camino de reflexión y
profundización congregacional al respecto.
En el XV Capítulo General celebrado en 2010, estos elementos adquirieron una
fuerza mayor y se convierten en el modo de vivir la reestructuración del ejercicio de la
misión, siendo la tercera línea de acción capitular.
3ª Línea de acción
42. Restructurar el ejercicio de nuestra misión, profundizando e implementando la categoría Pueblo
sacerdotal, generando procesos de santidad e impulsando con fuerza el compromiso de solidaridad 6.
En esta ocasión la novedad está en el hecho de que aparece ya como categoría para
vivir la misión. Cada miembro de la consagración está llamado a vivir desde una
2
Ibídem, n. 10.
3
Cfr. Plegaria eucarística III.
4
Cfr. MISIONEROS DEL ESPÍRITU SANTO, Constituciones y Determinaciones, Ed. Privada, México 2011, 19.
5
MISIONEROS DEL ESPÍRITU SANTO, Capítulos generales. Documentos finales 1968-2010, Ed. Privada, México
2015, 188.
6
MISIONEROS DEL ESPÍRITU SANTO, Documento final del XV Capítulo general, Ed. Privada, México 2010, 17.
4
Aparece una madurez en el modo como se define ya esta categoría y en los rasgos e
implicaciones que la misma conlleva. Se presentan, además, los elementos que
componen el modo como se ha de vivir esta insistencia en la misión.
En el Capítulo general más reciente, celebrado en 2016 sigue apareciendo la misma
tercera línea de acción como en el XV capítulo general, se reconoce como un avance
significativo que las categorías de la misión forman parte de un lenguaje
congregacional8. Se constata, sin embargo, que en algunos miembros de la congregación
hay una pobre comprensión al respecto y que no se cuenta con suficientes herramientas
metodológicas y concretizaciones pastorales9. Pero cabe destacar la novedad de este
capítulo al hablar de misión compartida con los laicos como un modo de la construcción
del Pueblo sacerdotal:
44. Misión compartida
Involucrar de manera más decidida a los laicos en la misión común, compartiendo en términos de
equidad el ejercicio de la misma: Esto implica:
-Integrar a los laicos en ámbitos de planeación, decisión, ejecución y evaluación de los proyectos
pastorales.
-Dedicar laicos a tiempo completo o parcial en la coordinación de algunas áreas de la pastoral.
-Favorecer el trabajo en equipo con laicos, que promueva su sacerdocio bautismal, ayudando a
superar una actitud y una mentalidad clericalita.
7
Ibídem, 18.
8
Cfr. MISIONEROS DEL ESPÍRITU SANTO, Documento final del XVI Capítulo general, Ed. Privada, México 2016,
19.
9
Ibídem, 20.
5
a. Un pueblo sacerdotal
Aquí volvemos nuevamente los ojos a la insistencia de la Lumen Gentium
números 9 y 10. Somos un nuevo Pueblo constituido por Cristo, y como los miembros
de un mismo pueblo, tenemos en común una misma identidad, derechos y obligaciones.
Esto no anula la diversidad de carismas y funciones al interior de la comunidad, sino
que hace más evidente aquello que tenemos en común y que nos ayuda a vivir en
relaciones horizontales.
Este pueblo tiene como rasgo común su vocación y dinamismo sacerdotal, que
reside en la dignidad bautismal y por medio del cual queremos responder a la llamada
del seguimiento de Jesús Sacerdote y Víctima como elemento esencial de nuestra
llamada, dejando que la acción del Espíritu Santo reproduzca en nosotros sus mismas
actitudes sacerdotales: contemplativo, solidario, compasivo, misericordioso y fiel (cfr.
Heb 2,17; 4, 15).
b. Una eclesiología de comunión
Este modo de comprendernos como Iglesia ha de conducirnos a la eclesiología
de comunión, donde la diversidad de carismas suscitada por el Espíritu se ve como un
enriquecimiento a la vocación eclesial a la unidad. Comunidades donde la diversidad no
es una amenaza, sino más bien una mediación para la comunión.
c. Promoción del sacerdocio bautismal
Hemos constatado que esta insistencia está expresada como una de las
características de esta espiritualidad de la Cruz, desde la experiencia mística de
Concepción Cabrera, quién como laica supo vivir de manera creativa su vocación en
medio de la Iglesia y en favor de ella.
Este rasgo nos coloca en igualdad a todos los bautizados para vivir en una
eclesiología horizontal que permita una vivencia madura de la responsabilidad de los
laicos y de la promoción del laicado de parte de los ministros ordenados y de los
religiosos para caminar en unidad y fraternidad.
d. Superación de una actitud y una mentalidad clericalita.
Lo anterior nos llevará a superar algunos rasgos clericalistas que aún están muy
presente, no solo de parte de los ministros, sino también de algunos laicos que
escudándose en ello prefieren vivir una vida eclesial de modo pasivo favoreciendo un
infantilismo y evadiendo su protagonismo.
Una eclesiología de comunión fraterna nos llevará a relaciones de
corresponsabilidad entre laicos y pastores, teniendo como raíz de las mismas la misma
vocación a la santidad bautismal y el ejercicio del sacerdocio común desde la específica
vocación de cada quien.
IV. Conclusión.
Terminamos este ensayo constatado que la insistencia de esta línea de acción de la
misión congregacional de los Misioneros del Espíritu Santo es una respuesta a la
eclesiología del Concilio Vaticano II. Así mismo, es una respuesta a un clamor del
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pueblo de Dios que peregrina con el deseo de responder a su Señor Resucitado en medio
de la historia y del mundo.
Es también la oportunidad de seguir caminando hacia una madurez de la conciencia
eclesial de parte de todos los bautizados, por medio de la cual, cada uno de los
miembros de la comunidad eclesial pueda responder a su vocación especifica en
comunión de hermanos y hermanas desde la misma vocación recibida en el bautismo.
Así se podrá enriquecer la vida de la iglesia con dinamismos de colaboración
creativa desde la corresponsabilidad, en relaciones madurez y adultas en la fe entre
sacerdotes y fieles, caminando juntos y en colaboración, enriqueciéndose mutuamente y
haciendo palpable y presente en el mundo la acción del Espíritu Santo bajo el signo de
Pentecostés.
Bibliografía
Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium