Original 1 APUNTES DE RELACION DE AYUDA
Original 1 APUNTES DE RELACION DE AYUDA
Original 1 APUNTES DE RELACION DE AYUDA
Presentación
Tema 1.
HACIA UNA DEFINICION DEL CONCEPTO DE RELACION DE AYUDA
- Concepto de relación de ayuda
- Situación de crisis y expectativas del ayudado
- Diferentes estilos de relación de ayuda. Hacia el estilo empático
- Estilo centrado en la persona: consideración holística.
Tema 2.
LA ACTITUD EMPATICA
- Concepto de empatía
- Fases de la empatía
- Efectos de la empatía sobre el ayudado
- Dificultades de la empatía
Tema 3.
LA ESCUCHA ACTIVA
- Qué significa escuchar
- Cómo se escucha activamente
- Por qué ayuda/sana la escucha
- Obstáculos para la escucha
Tema 4.
LA RESPUESTA EN EL DIALOGO DE RELACION DE AYUDA. LA RESPUESTA
EMPATICA
- Tipos de respuesta espontánea
- La respuesta reformulación
- Implicaciones de la reformulación
- La interpretación
- Implicación personal del ayudante
Tema 5.
LA ACEPTACION INCONDICIONAL EN LA RELACION DE AYUDA
- Ausencia de juicio moralizante
- Confianza en el ayudado. Visión positiva
- Acogida del mundo emotivo.
- Cordialidad en la relación de ayuda.
Tema 6.
LA DESTREZA DE PERSONALIZAR, LA CONFRONTACION Y LA RELACION DE
AYUDA COMO PROCESO
- La destreza de personalizar
3
- La confrontación
- La relación de ayuda como proceso
- La destreza de iniciar
Tema 7.
LA AUTENTICIDAD EN LA RELACION DE AYUDA
- El fenómeno de la transferencia.
4
PRESENTACION
El lector tiene ante sí unas páginas que pretenden ser apuntes para el estudio o el uso,
individual en grupos, de cara al aprendizaje de la relación de ayuda.
Las fuentes, además de las referencias citadas a pie de página, coinciden a veces con otro
material ya presentado y publicado, sobre todo en el libro Relación pastoral de ayuda al
enfermo (Ed. San Pablo, 1993). Aquí, el contenido se presenta de modo que sea útil tanto para
los profesionales de la salud como para las personas que trabajan en el ámbito de la acción social
con personas necesitadas de ayuda o excluídas, como profesionales o voluntarios.
Espero prestar un servicio así a cuantos me han solicitado la preparación de este material.
5
TEMA 1
Carl Rogers, entre las múltiples definiciones que da de relación de ayuda dice:
"Podríamos definir la relación de ayuda diciendo que es aquella en la que uno de los participan-
1
Cfr. IANDOLO C., "L'assistenza psicologica del malato. Corso di formazione per una équipe ospedaliera",
Roma, Luigi Pozzi, 1986, p. 5-6.
6
tes intenta hacer surgir, de una o ambas partes, una mejor apreciación y expresión de los
recursos latentes del individuo, y un uso más funcional de éstos".2
"El counseling es una relación auxiliante en la que el consejero intenta estimular y capacitar al
sujeto para la autoayuda. La benevolencia y la actitud amistosa del asesor ante el sujeto
no significa que aquél tome las decisiones en nombre de éste, que fije la trayectoria vital
del sujeto, que le alivie de toda responsabilidad y le remueva todos los obstáculos del
camino. La relación auxiliante busca más bien crear un clima e iniciar un diálogo con el
sujeto que permita a éste aclararse sobre su propia persona y sus propios problemas,
liberarse y encontrar recursos para la solución de sus conflictos, y activar siempre su
propia iniciativa y responsabilidad."4
"La idea fundamental que subyace en todo proceso de Relación de Ayuda, especialmente dentro
de la corriente humanista, es la de facilitar el crecimiento de las capacidades
secuestradas de la persona en conflicto. El fundamento que sustenta toda Relación de
Ayuda debe ser una visión positiva de las capacidades de la persona para crecer y
afrontar positivamente sus conflictos. (...) La Relación de Ayuda, pues, es una
experiencia humana privilegiada que ofrece el marco adecuado para facilitar el
desarrollo de las capacidades bloqueadas".6
El ayudante, o quien pretende ayudar al otro debe tener claro que deformaría su propia
función si creyese que debería transmitir directamente al sujeto una serie de nuevas experiencias.
Su tarea fundamental consiste en estimular, liberar y reorganizar las funciones de aprendizaje y
2
ROGERS C.R. "El proceso de convertirse en persona", Barcelona, Paidós, 1986(6), p. 46.
3
Algunos podrían presentar reservas a la hora de identificar "counseling" con "relación de ayuda". Nosotros, en
estas páginas, los utilizamos como sinónimos sabiendo que pueden hacerse matizaciones.
4
DIETRICH G., "Psicología general del counseling", Barcelona, Herder, 1986, p. 14.
5
CASERA D., "...E si prese cura di lui", Varese, Salcom, 1984, p. 161.
6
MADRID SORIANO J., "Relación de ayuda y comunicación", en: AAVV, "Hombre en crisis y relación de
ayuda", Madrid, Asetes, 1986, p. 195-196. El autor expone de modo excelente el proceso de la relación de ayuda
en las páginas siguientes. Un buen esquema de las fases: acoger-escuchar activamente, confrontar, programar, se
encuentra en la p. 374.
7
los contenidos de la experiencia, -como dice Dietrich-7. Se trata de impulsar al sujeto, remitirle a
alternativas y a posibilidades desatendidas. La ayuda sólo puede despertar la actividad del sujeto
si éste es estimulado de un modo radical para la autoayuda y la autonomía y puede así realizar
progresos en esta línea. Si se quieren provocar cambios de conducta en otra persona, la ayuda
decisiva consiste en inducirle a buscar el cambio por razones que sean importantes para ella. Si
el cambio ha de ser auténtico y duradero, el impulso para el cambio debe venir de dentro y no de
fuera.8
En el caso del enfermo, por ejemplo, el cambio de conducta puede ser una actitud
positiva ante la enfermedad, que ayude a integrarla en el complejo mundo de la experiencia, un
proceder hacia la aceptación de los propios límites, un aclarar situaciones que hacen sufrir en
medio de la enfermedad, un resolver conflictos morales impuestos por la misma enfermedad o
acentuados con ocasión de ésta, un estimularse para luchar contra la enfermedad y no
abandonarse en las manos del "destino", etc.
"Una conversación de verdad (...), una verdadera lección, (...) un abrazo verdadero y no de pura
formalidad, un duelo de verdad y no una mera simulación; en todos estos casos, lo
esencial no ocurre en uno y otro de los participantes, ni tampoco en un mundo neutral
que abarca a los dos y a todas las demás cosas, sino, en el sentido más preciso, entre los
dos, como si dijéramos, en una dimensión a la que sólo los dos tienen acceso".9
De entre las metáforas usadas para representar la relación de ayuda, una de las más
elocuentes es decir que consiste en "caminar juntos"."Caminar juntos" expresa el lado
arriesgado y la dimensión de confianza, de pacto y de gratuidad. El que acompaña pone al
servicio de la persona que encuentra los recursos de su experiencia, sin esconder los límites, la
riqueza de la propia competencia sin hacer de ella un absoluto. El acompañante y el acompañado
escrutan juntos los signos indicadores de la buena dirección, comparten las ansias y las
esperanzas.
8
Ibidem, p. 119.
9
DIAZ C., "Horizontes del hombre", Madrid, CCS, 1990, p. 43-44.
10
ALVAREZ F., "La experiencia humana de la salud desde una óptica cristiana", in: "Labor Hospitalaria",
1991(1), p. 37.
11
Cfr. JANIS I.L., "Formas breves de consejo", Bilbao, Desclée de Brouwer, 1987, p. 25. La primera frase la cita
de Kurt Lewin, la segunda, su reverso, la propone él.
8
reflexión sobre la experiencia. La experiencia ya no es concebida como la aplicación práctica de
una verdad doctrinal o teórica sino como fuente de aprendizaje unida a la reflexión y a la
confrontación con la experiencia de otras personas.
"Los estudios con diversos clientes muestran que cuando el psicoterapeuta cumple estas tres
condiciones (autenticidad, aceptación incondicional, comprensión empática) y el cliente
las percibe en alguna medida, se logra el movimiento terapéutico; el cliente comienza a
cambiar de modo doloroso pero preciso y tanto él como su terapeuta consideran que ha
alcanzado un resultado exitoso. Nuestros estudios parecen indicar que son estas actitudes
y no los conocimientos técnicos o la habilidad del terapeuta, los principales factores
determinantes del cambio terapéutico".12
La hipótesis general de la que parte Rogers es ésta: "Si puedo crear un cierto tipo de
relación, la otra persona descubrirá en sí misma su capacidad de utilizarla para su propia
maduración y de esa manera se producirán el cambio y el desarrollo individual".13
Lo primero que salta a la vista es que estamos ante una persona que está viviendo una
situación de necesidad y de inseguridad es que desea ser comprendida, antes que confrontada o
iluminada para encontrar alternativas a su problema.
1. Está viviendo una situación que le supone una dificultad concreta. El presupuesto
fundamental en este momento es que nadie mejor que la persona afectada por el problema
conoce lo que está viviendo, las implicaciones y los elementos en juego. El es el protagonista, no
el ayudante.
12
ROGERS C.R., o.c., p. 65-66. En otro lugar dice: "Como terapeutas adoptamos ciertas actitudes sin consultar
antes al cliente. Hemos descubierto que la eficacia del terapeuta aumenta si: a/ es auténtico, integrado y real en la
relación; b/ acepta al cliente como persona independiente e individual y admite cada uno de sus aspectos
fluctuantes a medida que éste los expresa y c/ su comprensión sensible y empática le permite ver el mundo a través
de los ojos del cliente". Cfr. Ibidem., p. 343.
13
Ibidem., p. 40.
14
Cfr. CIAN L., "La relación de ayuda", Madrid, CCS, 1994, p. 138-140.
9
Cian afirma que la persona que se encuentra en una dinámica como la que hemos
descrito: situación - dificultad - sufrimiento - sentimientos, lo que se espera es un proceso de
recorrido inverso:
1. Espera que el ayudante comprenda, ante todo, los sentimientos que está viviendo, que acepte
su confusión, su incertidumbre, su miedo, su inquietud. Dice López Quintás: "La inquietud es el
impulso hacia la búsqueda que toda verdad valiosa otorga al hombre que se inmerge en ella. Esta
forma de inquietud va unida con la serena tensión del preguntar".15
2. En segundo lugar, el ayudado espera que el ayudante-asesor participe de alguna manera del
sufrimiento que está experimentando, que se ponga en su lugar, con actitud empática, y que
vibre con él. El sufrimiento es menor si es compartido. Crece en las tinieblas de la soledad
producida por la incomunicación o abandono físico o psicológicos. La actitud empática llevará
entonces a comunicar comprensión para que ésta no se quede en la persona del ayudante, sino
que llegue con las habilidades de relación a quien está en situación de necesidad de ayuda.
3. En tercer lugar, quien experimenta necesidad de ayuda se espera del ayudante que examine
con él las dificultades y que busque el sentido de su problema, sin juzgar. Por algo ha decidido
compartirlo, pero no es ésta la perspectiva fundamental o más honda.
15
LÓPEZ-QUINTAS, A., "El conocimiento de los valores", Verbo Divino, Estella, 1989, p. 93.
16
Para el desarrollo de este apartado hemos seguido casi al pie de la letra el tratamiento que Angelo Brusco hace
del tema en el libro BRUSCO A., "Relazione pastorale di aiuto. Camminare insieme", Torino, Camilliane, 1993, p.
129-137.
10
moral que le angustia, el ayudante se centra en éste, dejando de lado las resonancias emotivas
que tal problema puede suscitar en la persona ayudada.
En el segundo caso, el ayudado presta atención sobre todo a la persona, al modo cómo
ésta vive el problema, toma en consideración al individuo en su totalidad (sentimientos,
valores...), convencido de que el otro tiene necesidad ante todo de sentirse comprendido,
tranquilizado, acogido totalmente. Se trata, pues, de un estilo rico de comprensión empática. Los
dos estilos descritos representan los dos extremos de un continuum.
Según el uso que el ayudante haga del poder, la relación de ayuda puede ser directiva o
facilitadora. En el primer caso, el ayudante ejerce, ante todo, un poder que está fuera de la
persona ayudada: por ejemplo, la propia competencia, el propio rol... Haciendo así, éste tiende a
ayudar a la persona llevándola hacia una determinada dirección, induciéndola a pensar, sentir o
actuar según un esquema determinado, con escasa confianza en la validez operativa de la
capacidad de autodirección, de la que toda persona está dotada. En este tipo de relación de
ayuda, el ayudante recurre a un conjunto de comportamientos y técnicas que van en la línea de la
persuasión, de la propuesta de soluciones inmediatas, de juicios moralizantes, reprimendas,
manipulación, chantaje, culpabilización, referencia al propio rol o competencia.
Un ejemplo puede ayudar a ilustrar mejor esta modalidad de relación de ayuda. Una
joven se dirije a un profesional de la ayuda cuyo estilo es autoritario y le dice: "Me parece que la
vida no tiene ningún sentido. No sé para qué seguir viviendo día tras día". He aquí algunas de las
respuestas que podría recibir de este tipo de ayudante: "Tú escúchame a mí. Tómate una semana
de descanso; haz algún ejercicio de relajación; da un poco más de tiempo al ocio..."; o bien "Ya
te había dicho yo que si no cambiabas estilo de vida, llegarías inevitablemente a este punto"; o
también: "El problema del sentido de la vida no se resuelve mediante lamentaciones inútiles: hay
que reaccionar, así es que...".
Estilo democrático-cooperativo: También el que usa este estilo, se centra en el problema del
interlocutor. La actitud que adopta, sin embargo, es facilitadora, es decir, tiende a implicar a la
persona encontrada en la solución del problema. En lugar de imponerla, el ayudante propone las
soluciones, acompañando al interlocutor a encontrar alternativas válidas y animándole a usar los
propios recursos para alcanzar este fin. En el ejemplo citado más arriba, el agente podría
responder: "Ante el problema que estás viviendo, son diversas las soluciones que se presentan;
tú encuentras una. Sería oportuno mirar a ver si es la única. ¿Qué te parece?", o bien: "Tu
pregunta es difícil, y yo no me siento capaz de responderla. Me gustaría, no obstante, trabajar
contigo para profundizar este tema de manera que tú puedas encontrar la mejor solución para ti".
Estilo paternalista: En este tercer estilo, el ayudante se centra en la persona del interlocutor, es
decir, tiene en cuenta el "cómo vive" él su problema. Su modo de intervenir es directivo y esto
se expresa de diferentes formas. Puede tener la tendencia a considerar al otro bajo la propia
protección, asumiendo la responsabilidad de la situación que vive él. Esta tendencia puede llegar
incluso a la pretensión de querer salvar a la persona ayudada. El paternalismo implica un
acercamiento al ayudado, pero no confía en él, sino que se siente responsable de realizar la
salvación del otro. Ambos demuestran una atención sobre todo "a lo que yo querría que tú
fueras". En el ejemplo citado, cabrían las siguientes respuestas: "Veo que estás viviendo un
momento difícil. Tú confía en mí y verás que te haré salir de este túnel"; o bien: "Venga,
hombre, no es para desanimarse tanto. Conozco a muchos que viven situaciones difíciles como
la tuya y han conseguido siempre liberarse de sus angustias..."
De entre los diferentes modos de responder, surge una cuestión: ¿hay que privilegiar un
determinado estilo? En realidad, todos los estilos pueden tener su lugar en la relación de ayuda
al que sufre sabiéndolos usar con flexible selectividad teniendo en cuenta los distintos
elementos de la situación concreta. No obstante, somos del parecer de que el estilo
empático-participativo debería constituir el FONDO DEL SER del ayudante.
La importancia de saber usar con flexible creatividad los diferentes estilos de relación de
ayuda se verifica sobre todo cuando la ayuda es ofrecida mediante contactos breves y casuales
en los que no le es posible al ayudante llevar al interlocutor a comprender que sus deseos
inmediatos pueden no coincidir necesariamente con sus verdaderas necesidades.
Algunas aproximaciones que han madurado más la reflexión privilegian los cuidados
globales, como por ejemplo la filosofía que inspira los cuidados paliativos o la acción social en
la que se habla de integración de las personas marginadas y no de puras intervenciones centradas
en la dimensión asistencial o en la prestación de determinados servicios sociales.
Nunca tanto como hoy se habla de la interrelación entre las diferentes dimensiones de la
persona. Por todos es sabido cómo influye la dimensión emotiva en el sistema inmunitario,
cómo influyen los valores personales en el cuidado de la propia salud y de la de los demás y en
13
el modo de afrontar las crisis, cómo influye el tejido de relaciones sociales en la capacida de
resolver o vivir sanamente las situaciones de dificultad.
- La dimensión corporal como elemento esencial del ser personas que no se reduce a
mero instrumento, sino que es lenguaje, expresión de la interioridad, medio de comunicación
con los semejantes, mediación del don total y sustancial de sí mismo, que es el amor.17 Una sana
integración del proprio cuerpo por parte del ayudante facilitaría la relación de ayuda con el
ayudado que se ve afectado en esta dimensión por los límites que le impone la enfermedad, la
situación de precariedad, la exclusión social, los conflictos relacionales. Por otra parte, el uso de
nuestro propio cuerpo (lenguaje no verbal) requiere una sana relación con él para que la relación
con el ayudado sea libre y vehicule adecuadamente un mensaje eficaz.
Ahora bien, para comprender al que sufre en general, que experimenta sentimientos
confusos, intensos, a causa del dolor físico, psicológico, moral..., se requiere un trabajo previo
sobre sí mismo porque existe una tendencia espontanea a intentar evitar inmediatamente en el
otro los sentimientos que tienen una connotación negativa. Realizar un camino de integración de
las propias emociones, aprender a darlas nombre, aceptarlas, permitiendo que nos habiten y den
color a nuestras relaciones, ser dueños de la manifestación de los mismos, es un proceso
necesario para comprender el mundo emotivo del otro. Se trata de derribar las barreras de la
comunicación impuestas por los sentimientos. Si una situación de crisis es muy común porque
frecuente, el modo como cada persona lo vive es distinto porque los sentimientos que produce
17
Cfr. COLOMBERO G., "La malattia, una stagione per il coraggio", Roma, Paoline, 1981, p. 16. Cfr.también
GIOVANNINI D. et al., "Psicologia e salute", Bologna, Ambrosiana, 1987, p. 55.
14
son tan individuales como únicos o, dicho de otro modo, se experimentan en sí mismo.
"Es sabido, de hecho, que percibimos la realidad a través del prisma de la personalidad. Si
tenemos alguna deformación interior (por ej.: hipersensibilidad hacia algún aspecto de la
vida, alergia a ciertas mentalidades, prevención ante ciertas actitudes, etc.) nos resultará
espontáneo reaccionar conforme a nuestro estado de ánimo".19
18
PANGRAZZI A., "La pérdida de un ser querido. Un viaje dentro de la vida", Madrid, San Pablo, 1993, p. 107.
19
GIORDANI B., "La psicologia in funzione pastorale", Brescia-La Scuola, Roma-Antonianum, 1981, p. 104.
15
documento humano viviente, como documento primario para comprender la naturaleza humana.
TEMA 2
LA ACTITUD EMPATICA
Después de los recursos del ayudado, primer factor terapéutico, lo más importante no son
los conocimientos o las habilidades del ayudante, sino sus actitudes. Más aún, serán las mismas
actitudes las que le lleven a poner sus conocimientos y sus habilidades o destrezas al servicio de
las verdaderas necesidades del ayudado. La reflexión sobre las actitudes del ayudante, pues,
tiene una especial importancia para los que pretenden ejercer el arte de la relación de ayuda,
porque, son éstas más que los conocimientos técnicos o habilidades, los factores que promueven
el cambio terapéutico en la relación con la persona en crisis.
Concepto de empatía
Para que un diálogo, un encuentro entre personas, una interacción, sea de ayuda se
requiere, en primer lugar que en él se dé comprensión. Comprensión no sólo como capacidad de
captar el significado de la experiencia ajena, sino también como capacidad de devolver este
significado a quien lo vive para que él sienta que realmente está siendo comprendido.
La empatía es, pues, una actitud, una disposición interior de la persona que se despliega
en habilidades concretas (de modo especial la escucha activa y la respuesta comprensiva). Como
actitud, como disposición interior es la fundamental para poder hacer un camino significativo y
eficaz con una persona a la que se quiere ayudar. Más que reducirse a una técnica re respuesta,
responde a la pregunta sobre lo que hay en el interior del ayudante y de ello depende en buena
parte la efectividad de la empatía como condición terapéutica.
20
Citado por MARROQUIN M., "La relación de ayuda en Robert R. Carkhuff", Bilbao, Mensajero, 19912, p.94.
17
sentir lo mismo que el otro (simpatía), se trata de recepción y comprensión de los estados
emotivos. Es como un sexto sentido, una forma de penetrar en el corazón del otro. Es ponerse a
sí mismo entre paréntesis momentáneamente, es caminar con los zapatos del otro durante un
trozo de camino.21
Se trata, pues, "de una percepción particularmente fina y sensible de las manifestaciones
del otro. Se trata, además, de un esfuerzo intenso por sintonizar con el otro: ¿Qué significan para
él sus manifestaciones? ¿qué siente el otro? ¿qué dicen tales manifestaciones sobre su
mismidad?, ¿cuál es su "mensaje profundo"? Se trata de una percepción sensible, empática, sin
prejuicios, sin juicios de valor, exacta, del mundo interior del otro."22
Carl Rogers dice: "Pienso que una de mis mejores maneras de aprender -pero también
una de las más difíciles- consiste en abandonar mis propias actitudes de defensa, al menos
temporariamente, y tratar de comprender lo que la experiencia de la otra persona significa para
ella".23
Fases de la empatía24
21
CASERA D., "Sintonia e accompagnamento", Varese, Salcom, 1982, p. 171.
22
DIETRICH G., "Psicología general del counseling", Barcelona, Herder, 1986, p. 116.
23
ROGERS C.R., "El proceso de convertirse en persona", Barcelona, Paidós, 1989(6), p. 244.
24
Al hablar de fases queremos referirnos a "momentos" o "elementos" de la actitud, pero también a un cierto
proceso diacrónico, además de sincrónico de la vivencia de la actitud.
18
Algunos autores, aún a riesgo de sobrepasar las licencias pedagógicas, hablan de "fases
de la empatía". Difícilmente se puede atribuir el término "fases" a una actitud en el sentido en
que aquí se presenta, pero parece que su descripción resulta útil para comprender el verdadero
significado de esta disposición interior. Por eso conviene indicar, con Casera25 que la actitud
empática es un proceso que se puede presentar con las siguientes fases:
25
CASERA, D., "Mis hermanos los psicóticos", Paulinas, Madrid, 1983, pp. 49ss.
26
BIZOUARD, C., "De la acogdia al diálogo", Selare, Bogotá, 1989, p. 85.
19
personal de vivir la propia situación, el propio problema.
Algunos presentan la ventaja de haber pasado por una situación semejante a la del
ayudado para comprenderle. Sin embargo, si bien esto puede ser así, es necesario que el
ayudante ponga su experiencia entre paréntesis y evite todo tipo de proyección. En otras
palabras el "te comprendo perfectamente porque a mí me ha pasado lo mismo" puede ser una
expresión vacía. La actitud del ayudante sería: "te comprendo porque veo las cosas desde tu
punto de vista y mi experiencia -semejante a la tuya- me permite -sin proyectar- hacerme cargo
de lo que tú manifiestas que significa ahora esto para ti.
Según Tausch y Tausch27, los beneficios de esta actitud serían los siguientes:
"Podemos afirmar que cuando una persona se siente comprendida de manera correcta y sensible,
desarrolla un conjunto de actitudes promotoras de crecimiento o terapéuticas en relación
a sí misma. Me explicaré. 1/ La característica no estimativa y aceptadora del clima
27
TAUSCH R., TAUSCH A.M., "Psicoterapia por la conversación", Barcelona, Herder, 1987.
28
DIETRICH G., "Psicoterapia general del counseling", Barcelona, Herder, 1985.
20
empático capacita al cliente para asumir una actitud de estimación e interés por sí
mismo. 2/ Ser oído por una persona comprensiva le hace posible a sí mismo de modo
más correcto, con mayor empatía en relación a sus vivencias viscerales, a sus
significados, los cuales percibe sólo vagamente. Pero, 3/ la mayor autocomprensión y
auoestima le muestran nuevos aspectos de la experiencia, que pasan a formar parte de un
"sí mismo" y sus vivencias. Se vuelve así más aceptadora e interesada, más empática y
comprensiva, más real y congruente en sus actitudes en relación a sí misma. Estos tres
elementos son exactamente aquellos que tanto la experiencia como la investigación
señalan como actitudes de un terapeuta eficiente. Así pues, quizá no exageramos al
afirmar que el ehcho de ser empáticamente comprendido por otra persona capacita al
individuo para convertirse en un facilitador más eficiente de su crecimiento, un terapeuta
de sí mismo más eficiente".29
Dificultades de la empatía30
Ser empáticos significa, ante todo, meterse en el mundo subjetivo del otro, participando
en su experiencia como si fuese la nuestra y, en segundo lugar, transmitir al interlocutor la
certeza de que ha sido comprendido. Se trata de una actitud exigente, que llega a ser espontanea
sólo mediante el adiestramiento.
1. La empatía exige la capacidad de "meterse en el punto de vista del otro", poniendo entre
paréntesis, aunque sólo sea temporalmente, las propias opiniones, creencias, gustos... Para
alcanzar este objetivo, es necesaria una disciplina, un sentido del límite y respeto de la
diversidad. Esta disposición va contra la inclinación más natural que consiste en tender a
tranquilizar, a dar consejos, a proponer soluciones inmediatas, fruto del influjo del eficientismo
en la comunicación interpersonal. Es más fácil juzgar e interpretar que comunicar comprensión
entrando en el mundo personal y único del ayudado. Y es fácil que los agentes pongan en
práctica diversas maniobras para impedir el encuentro con el mundo emotivo del paciente: la
prisa, el recurso a la técnica, la reducción de la atención sólo a la enfermedad o al problema que
el otro tiene o al mero acto de la asistencia física o de la intervención social, etc. Todo ello puede
convertirse, en ocasiones, en modos de defenderse de la implicación emotiva.
2. Otra dificultad de la empatía es que si realmente el ayudante se mete en el mundo interior del
ayudado, su propia persona queda afectada, se encuentra con la propia vulnerabilidad. El
29
ROGERS C.R., ROSENBERG R.L., "La persona como centro", Barcelona, Herder, 19892, p. 101-102.
30
Cfr. BRUSCO A., "La relazione pastorale d'aiuto", Torino, Camilliane, 1993, pp. 86ss; SANDRIN L.,
BRUSCO A., POLICANTE G., "Comprender y ayudar al enfermo", Madrid, Paulinas, 1992, pp. 204ss.
21
mayor desafío de la empatía lo constituye el hecho de que hace vulnerables a los que la practican
y susceptibles de verse heridos por la vivencia del interlocutor. El ayudante es un potencial
necesitado de ayuda que puede descubrir su condición en el contacto con el sufrimiento del otro
o bien ha sido ayudado en otros momentos y quizás no haya curado bien sus propias heridas, por
lo que se "despiertan" en el contacto con la vulnerabilidad del ayudado y aparece la necesidad de
usar "máscaras" de protección en la relación.
3. Una dificultad más para poner en práctica la relación empática consiste en no conseguir
calibrar bien el grado de implicación emotiva, de modo que del comprender al otro como si
fuera el otro se pasa a la simpatía, es decir, a la identificación emocional, a hacer propios los
sentimientos del ayudado y experimentar lo mismo que él. En el fondo es una dificultad que
consiste en no saber vivir bien la separación emotiva o no saber mantener la distancia afectiva
que permite una mayor objetividad. Si esta dificultad es vivida intensamente, es fácil caer en el
síndrome del "burnout".
TEMA 3
LA ESCUCHA ACTIVA
Si la actitud empática es una disposición interior, para que ésta se explicite en la relación
de manera visible y eficaz ha de traducirse en habilidades de comunicación. Por eso, la persona
que está en disposición empática, bien adiestrada, será capaz de escuchar activamente porque
sólo así podrá tener acceso a la comprensión de la experiencia de quien quiere ayudar.
La escucha exige una disposición a la acogida del mundo exterior, del mensaje que se
nos envía. La escucha, para que tenga lugar realmente requiere la atención.
31
ALEMANY C., "El difícil arte de escuchar: un arte complejo", en Sal Terrae, 1995 (975), p. 55.
32
Cfr. MARROQUIN M., "La relación de ayuda en R. Carkhuff", Bilbao, Mensajero, 1982, pp. 109-110.
22
en su persona. Favorecen, por otra parte, que el ayudante perciba numerosos elementos de la
experiencia del otro mediante la observación.
La observación es una de las habilidades que capacitan para ver y entender la conducta
no verbal. Una observación adecuada de la conducta no verbal puede tener una importancia
fundamental para la elaboración de una respuesta de comprensión empática. Es particularmente
importante la observación del nivel de energía del ayudado, de sus sentimientos y de su grado de
congruencia externa (si realmente es como aparece). Todo ello podemos, en ocasiones, reducirlo
a la contextura corporal, su postura y su conducta no verbal (movimiento de manos, cuerpo,
etc.)33
Podría parecer absurdo preguntarse qué significa escuchar. Y sin embargo no lo es,
porque verdaderamente no es fácil. Sandro Spinsanti llega a decir que siendo tan difícil
escuchar, siendo tan fuertes las razones que disuaden al prestar escucha, siendo tan ricos los
mecanismos de defensa,
"hay motivo para sorprenderse de que alguna vez la escucha tenga realmente lugar. Una escucha
auténtica presupone que se haya pasado, de alguna forma, a través del desierto,
asumiendo la distancia infinita que separa a una persona de otra. Más aún, la escucha
tiene lugar en el desierto, porque tal distancia no será nunca abolida, a pesar de todo
posible relámpago de reciprocidad de las conciencias. La escucha plena revela su lado
benéfico no sólo para el que es escuchado, sino también para el agente que lo ejerce.
33
Hoy se da cada vez más importancia a la comunicación no verbal. "En la mayor parte de los casos, el
intercambio de mensajes verbales va acompañado de contenidos de la expresión de la cara o de la dirección de la
mirada (mímica facial) y de un grandísimo número de movimientos de todo el cuerpo (gestos)". Cfr. IANDOLO
C., "L'assistenza psicologica al malato", Roma, Luiggi Pozza, 1986, p. 53. También el modo de vestir, la distancia,
la postura física, el ambiente personal (por ejemplo la mesilla del enfermo) nos hablan, nos dicen muchas cosas.
Incluso el silencio habla con sus mil voces. Hay muchos tipos de silencio. Está el silencio respetuoso, el silencio
embarazante, el silencio reflexivo, el silencio que sirve para preparar la siguiente intervención, el silencio que
acoge, el silencio que huye del diálogo, el silencio de amenaza, el silencio de rabia, el silencio de rencor, el silencio
de aceptación... Cfr. BALDINI M., "Le parole del silenzio", Milano, Paoline, 1986.
34
COLOMBERO G., "De las palabras al diálogo. Aspectos psicológicos de la comunicación interpersonal",
Bogotá, San Pablo, 1994, p. 134.
23
Escuchando al otro, él se abre a la propia realidad humana en plenitud, incluida su
inevitable parte de sombra".35
Escuchar significa mucho más que oír. Significa poner atención para oír. Significa, sobre
todo, querer comprender, teniendo presente la imposibilidad de penetrar en una secuencia de
signos fijos como son las palabras. Escuchar supone tener en cuenta que hay un mundo más
grande detrás de las palabras y por tanto es querer penetrar en su opacidad, a veces no tomando
las palabras como tales, sino el significado que creemos que tienen para las personas que las
pronuncian.
Escuchar supone, pues, utilizar el "tiempo libre mental" en centrarlo en la persona que
comunica. Alemany dice que somos capaces de percibir, elaborar y comprender el mensaje
contenido en 600 palabras por minuto, mientras que emitimos normalmente entre 100 y 140.
Un uso correcto del "tiempo libre mental" debería centrarse en observer el lenguaje no
verbal, elaborar el contenido de las palabras, esforzarse por comprender los significados que el
otro ha codificado, interpretarlos correctamente leyendo sencillamente detrás de las palabras,
con especial atención al mundo emotivo y de los significados.37
Escuchar supone un cierto "vacío de sí", de las cosas propias y de los prejicios
(aceptándolos se puede neutralizar su fuerza negativa). Escuchar es "hospedar" sin condiciones y
sin ceder nuestro "estar de acuerdo" a bajo precio (pasividad).
35
SPINSANTI S., "L'ascolto nella pratica sanitaria: gli interrogativi fondamentali", in AAVV., "L'ascolto che
guarisce", Assisi, Cittadella, 1989, p. 24-25.
36
COLOMBERO G., o.c., p. 230.
37
Cfr. ALEMANY C., a.c., p. 55-65.
24
Escuchar es, entonces, acoger las expresiones de la vida del otro, es leer las páginas del
libro de la vida de la persona que nos las enseña con confianza si nosotros nos situamos con
atención ante ella, con respeto y modestia. Todo esto tiene una aplicación a la relación de ayuda,
en la cual el ayudado se encuentra en una situación de especial necesidad de ser escuchado. Dice
Brusco:
"La escucha es ciertamente una de las formas más eficaces de respeto. Su importancia es
subrayada por cualquier escuela psicológica(...), además que por la común reacción de la
gente. Piedra angular sobre la que se basan todas las respuestas generadoras de ayuda, la
escucha es una de las "caricias positivas" más apreciadas por la gente. En efecto, cuando
uno se siente escuchado, tiene la cálida percepción de tener valor a los ojos del interlocu-
tor".38
38
BRUSCO A., "Saber escuchar", in AAVV., "Comprender y ayudar al enfermo", Bogotá, Selare, 1991, p. 177.
El término "caricia" es propio del Análisis Transaccional. Significa la satisfacción de la necesidad de ser
reconocido y estimado. Son "estímulos sociales dirigidos de un ser vivo a otro, que reconocen la existencia de
éste". Cfr. KERTÉSZ, R., "Análisis Transaccional. Integrado", Buenos Aires, Ippem, 1985, p. 227. Puede
distinguirse entre caricias positivas y negativas. Las caricias positivas reconocen los aspectos valiosos de la otra
persona y correspondientemente aumentan la autoestima, mientras que las negativas reconocen la existencia del
otro, pero en sus aspectos menos gratificantes para ella.
39
MASLOW A., "Motivación y personalidad".
40
Cfr. KERTÉSZ R., "Análisis Transaccional. Integrado", Buenos Aires, Ippem, 1985, p. 209s.
41
Puede distinguirse entre caricias positivas y negativas. Las positivas reconocen los aspectos valiosos de la otra
persona y correspondientemente aumentan la autoestima, mientras que las negativas reconocenla existencia del
otro, pero en sus aspectos menos gratificantes para ella. Puede distinguirse también entre caricias condicionales e
incondicionales, interesadas y desinteresadas. Asimismo algunas son falsas positivas o no auténticas. Kertész
propone un intercambio o "economía" de las caricias siguiendo las siguientes pautas: 1. Dé abundantes caricias
positivas. 2. Acepte las caricias positivas que merezca. 3. Pida las caricias que necesite. 4. Dése las caricias
25
Se escucha, ante todo, con toda la persona. Ya Zenón de Elea decía hace 25 siglos que la
naturaleza ha dado al hombre una lengua, pero dos oídos, de forma que pueda escuchar de los
otros dos veces más de lo que pueda hablar.
Se escucha haciendo silencio dentro de sí, evitando todo juicio sobre el otro y sobre lo
que dice, evitando dejarse llevar por prejuicios, liberándose de la obsesión de sí mismos y
haciendo espacio al otro. Evitando las distracciones y atentos al paralenguaje, es decir, al tono de
voz, las pausas, la velocidad... Se escucha con los oídos atentos a los sentimientos.
positivas que merezca. 5. Rechace las caricias inadecuadas, de vuelva caricias adecuadas. Cfr. KERTÉSZ R., o.c.,
p. 227s.
42
"El cruzarse de las miradas marca a veces el inicio de una corriente de simpatía porque mediante la mirada uno
consigue decir no sólo aquello que es, sino también lo que querría ser y, a veces, también aquello que se espera de
quien le mira con el fin de poder llegar a ser lo que todavía no es". Cfr. CANOVA F., "La simpatia e il suo
linguaggio", Milano, Paoline, 1990, p. 44.
43
PANGRAZZI A., "Creatividad pastoral a servicio del enfermo", Santander, Sal Terrae, 1988, p. 34.
26
Por eso, la palabra de una persona que se hace amiga es medicina, como dice el
Eclesiástico: "El amigo fiel es remedio para la vida" (Eclo 6,16). El diccionario terminológico de
ciencias médicas define terapia o terapéutica como "parte de la medicina que se ocupa en el
tratamiento de los medios propios para este fin" y tratamiento como "conjunto de medios de
toda clase que se ponen en práctica para la curación o alivio de las enfermedades"44. Bajo este
paraguas conceptual, nadie pondrá en tela de juicio que la comunicación interpersonal es un
medio terapéutico, es decir, un arte puesto al servicio del otro para acompñarle en el proceso de
curación o de alivio de sus dolencias.
"El encuentro interpersonal vivido en el marco de una relación de ayuda no puede quedar
relegado a ser uno más, sino que por su misma naturaleza es profundamente significativo
desempeñando una función configurante, modélica, en la dimensión relacional del sujeto
44
Diccionario terminológico de ciencias médicas, Salvat, 1974.
ç 45 "Comunicar es el camino ideal para ver dentro de sí. (...) Es un descenso introspectivo que a veces se realiza
con esfuerzo porque nos lleva ante nuestro espejo que nos obliga a tomar en consideración la zona oscura que hay
en nosotros: caos, rebeliones, falsedades, aventuras, miedos...; pero sobre todo por la carencia de adiestramiento a
la autolectura". Cfr. COLOMBERO G., o.c., p. 163-164.
46
Dice Lapierre: "Entrar en la habitación de un paciente con la intención de dedicar un poco de tiempo para
escucharle puede ser un acto terapéutico cien veces más eficaz que inyectarle una perfusión". Cfr. LAPIERRE D.,
"Más grandes que el amor", Barcelona, Seix Barral, 1990, p. 312.
47
Cfr. MARCHESI P.L., in AAVV., "Por un hospital más humano", Madrid, Paulinas, 1986, p. 24.
48
COLOMBERO G., o.c., p. 142.
27
más allá del aquí y ahora de la relación terapéutica. (...) El encuentro terapeuta-cliente
compromete al cliente en el proceso de Relación de Ayuda. (...) El orientado discurre de
este modo: "Si esta persona me toma en serio, yo también deberé de tomarme en serio",
y el Orientado entiende que la forma más eficaz en ese momento de "tomarse en serio"
es comprometerse más seriamente en la Relación de Ayuda".49
Pero existen numerosos obstáculos para la escucha, desde los propios del ambiente físico
(ruidos, formas físicas, etc.), hasta los del área emocional (los sentimientos del ayudante o los
"contagiados" por el ayudad), y los del área cognitiva o mental (prejuicios morales, culturales,
primeras impresiones, mal uso del tiempo libre mental, etc.). Detenemos nuestra atención en
algunos:50
- El obstáculo de la ansiedad, que tiene lugar siempre que el ayudante está preocupado por sí
mismo, por cómo es recibido y por cómo tiene que responder y quizá también por el miedo a
que el otro despierte en él alguna de sus zonas capaces de "sangrar" porque están heridas.51
- La tendencia a juzgar, a imponer inmediatamente las propias ideas y decir lo que es justo y lo
que no lo es. Es propio de quien dirige su mirada inmediatamente a normas o esquemas
personales, a sus ideas religiosas, políticas, éticas, etc., en lugar de centrarse en cuanto la otra
persona expone.
- El obstáculo de la pasividad, experimentado por aquellos que tienden a dar siempre la razón al
ayudado por el hecho de serlo y faltos por tanto de una capacidad de intervención activa y
confrontadora en el momento oportuno.
49
MADRID-SORIANO J., "La configuración del encuentro personal", in AAVV., "Hombre en crisis y relación
de ayuda", Madrid, Asetes, 1986, p. 398-399.
50
Cfr. PANGRAZZI A., "Creatividad pastoral a servicio del enfermo", Santander, Sal Terrae, 1988, p. 36-37.
51
Dice Madrid: "La mejor forma para preparar una buena respuesta es dedicarse plenamente a escuchar y quitarle
importancia a la respuesta; esta preocupación es frecuentemente el peor enemigo de la escucha". Cfr. MADRID-
SORIANO J., "La destreza de escuchar", in AAVV., "Hombre en crisis y relación de ayuda", o.c., p. 326-327.
28
- La tendencia a predicar, a proponer en seguida pequeños "sermones" que deberían dar razón de
lo que el otro está experimentando, según el propio criterio. Job les dice a sus amigos, cansado
de escuchar sus discursos: "¿Hasta cuándo afligiréis mi alma y a palabras me acribillaréis?" (Job
18, 2).
La escucha, como destreza interpersonal, deja de pertenecer a la vida privada del oyente
y es observable, evaluable, puede enseñarse y aprenderse.
29
TEMA 4
Si para poner en práctica la actitud empática, para que de actitud pase a agudeza (actitud
más habilidades), es necesario que se traduzca en escucha activa y que a ésta le corresponda un
modo de responder que consiga comunicar comprensión.
Existen ciertas tendencias, ciertos tipos de respuesta que tienen un cierto valor, sobre
todo si están motivadas por el sano deseo de ayudar al hombre en crisis, pero que dejan que
desear si son las únicas que se utilizan y si no son compaginadas con respuestas que transmitan
directamente comprensión52 y empatía.
52
Cfr. CASERA D., "...E si prese cura di lui...", Varese, Salcom, 1984, p. 141.
30
R. Mucchielli y otros autores, inspirados en Porter y Rogers, han presentado diversos
tipos de respuesta que nos sirven de ayuda para comprender las tendencias a la hora de
responder al ayudado53:
"Con la vida que he llevado ¡quién sabe a cuántos habré contagiado y quién habrá sido el que me
ha contagiado a mí!",
una respuesta de tipo valoración o juicio moral sería: "Ya sabes que eso que has hecho
no es correcto. Una vida tan disipada no podría mantenerse mucho tiempo".
Una respuesta de este tipo para el caso propuesto podría ser: "No te preocupes. Es mejor
no pensar en eso ahora".
- Respuesta de investigación. Con este tipo de respuesta el ayudante tiende a hacer preguntas
para obtener más datos y profundizar en la situación expuesta por el ayudado. Si bien este tipo
de intervenciones es necesario, siempre que las preguntas sean abiertas54, si el diálogo está
53
Cfr. MUCCHIELLI R., "Apprendere il counseling", Trento, Erickson, 1970, p. 36-38. El autor aclara en nota
que en 1950 E. H. Porter opuso a la comprensión seis actitudes que Rogers después reagrupó en cinco, las que
Mucchielli expone.
54
Costantino Iandolo insiste sobre la necesidad de evitar hacer preguntas cuya respuesta sea cerrada, es decir, un
"sí" o un "no". Propone, por contrapartida, hacer preguntas abiertas, cuya respuesta no venga dada ya por la
31
hecho de preguntas, se convierte en un interrogatorio más que en una conversación de relación
de ayuda.
- Respuesta de tipo "solución del problema". Consiste en proponer al otro una idea o
resolución para salir inmediatamente de la situación, indicándole el método, el camino, dándole
consejos de carácter definitivo que pondrían fin a su problema y, quizás, también a la
conversación. Muchas veces, pues, no es una solución responsable del sujeto y, por tanto, no le
satisface, o bien le crea una especie de obligación a adoptarla.
Un ejemplo para nuestro caso: "Creo que debes hablar con las personas implicadas para
aclarar esto".
En nuestro caso, una respuesta de estas características podría ser: "Tengo la impresión de
que te inquieta pensar en cómo habrán sucedido las cosas para haber llegado a esta situación y
las personas que han estado implicadas".
La respuesta-reformulación
La reformulación es una técnica concreta que permite construir respuestas que, si nacidas
de la verdadera actitud empática, favorezcan la comunicación de la comprensión. Naturalmente,
como destreza o técnica, no puede identificarse con la actitud ni es la única en la que se
concretará la actitud empática.
pregunta. Esto es más importante aún cuando se refiere al estado de ánimo. Cfr. IANDOLO C., "L'assistenza
psicologica al malato", Roma, Luigi Pozzi, 1986, p. 66.
32
En principio, se podría decir que una respuesta será empática siempre que esté centrada
en la persona y de manera no directiva consiga comunicar que realmente se está en la misma
longitud de onda y se ha captado el mensaje o el significado que el otro vive y de alguna forma
comunica. La reformulación, por su parte, en la misma línea, es una destreza que consiste en
captar lo que el otro expresa, tanto verbal como no-verbalmente y presentárselo con claridad,
como si usase un espejo en el que el interlocutor se ve reflejado. Este tipo de intervención
garantiza al otro que el ayudante participa de su experiencia y que está comprometido en pensar
con él, no sólo en él.55
A los profanos les suele parecer algo inútil, afirman los expertos, porque suena a un eco
artificial, o por parecer demasiado simple. Sin embargo, si está impregnada de empatía, la
reformulación y la verbalización de los sentimientos percibidos son las respuestas más útiles,
porque permiten tomar conciencia de que se es comprendido de la manera como se comunica la
propia experiencia. Además la técnica de responder empáticamente puede provocar en un primer
momento un cierto descontento porque el ayudado puede alimentar fantasías mágico-infantiles
sobre la figura del ayudante, dotándolo de propiedades de omnipotencia salvadora.
Son significativas y elocuentes las palabras de una persona necesitada de escucha, que se
expresa en estos términos:
"Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a darme consejos, no has hecho lo que te he
pedido. Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a decirme por qué no tendría
que sentirme así, no respetas mis sentimientos. Cuando te pido que me escuches y tú
sientes el deber de hacer algo para resolver mi problema, no respondes a mis
necesidades. ¡Escúchame! Todo lo que te pido es que me escuches, no que hables, o
que hagas. Sólo que me escuches. Aconsejar es fácil. Pero yo no soy un incapaz. Quizás
esté desanimado o en dificultad, pero no soy un inútil. Cuando tú haces por mí lo que
yo mismo podría hacer y no necesito, no haces más que contribuir a mi inseguridad.
Pero cuando aceptas, simplemente, que lo que siento me pertenece, aunque sea
irracional, entonces no tengo que intentar hacértelo entender, sino empezar a descubrir
lo que hay dentro de mí."58
55
Cfr. GIORDANI B., "Psicoterapia umanistica. Da Rogers a Carkhuff. La terapia centrata sulla persona", Assisi,
Cittadella, 1988, p. 178. Cfr. también GIORDANI B., "Encuentro de ayuda espiritual", Madrid, Atenas, 1992, p.
173.
56
Cfr. MADRID-SORIANO J., "La destreza de responder", in AAVV., "Hombre en crisis y relación de ayuda",
Madrid, Asetes, 1986, p. 345.
57
GIORDANI B., "Fattori psicologici e metodologia", in MERCATALI A., GIORDANI B., "La direzione
spirituale come incontro di aiuto", Brescia-La Scuola, Roma-Antonianum, 1987, p. 262.
58
O'DONNEL R., "La escucha", in PANGRAZZI A., (Ed), "El mosaico de la misericordia", Santander, Sal
Terrae, 1989, p. 43.
33
Naturalmente, ser escuchado no es la única necesidad del hombre en crisis. Necesita
también recibir respuestas y ser confrontado, iluminado, acompañado a tomar en consideración
otras alternativas descuidadas, etc. Pero para responder empáticamente es necesario primero
escuchar con atención y activamente.
Implicaciones de la reformulación
- El ayudado experimenta cercano a los ayudantes cuando éstos creen en tal malestar,
comprenden su naturaleza, lo aceptan en cuanto realidad del que lo vive y lo comunica.
- Comunicar comprensión supone una escucha activa, que va mucho más allá de un oír
superficial, para convertirse en instrumento de real comprensión, así como en vehículo útil para
mostrar interés y consideración en relación con el otro. Ello requiere una atención bien
concentrada. No puede haber reformulación si no hay verdadera escucha.
59
Para el concepto, implicaciones y límites de la reformulación seguimos a MAMBRIANI S., "La comunicación
en las relaciones de ayuda", Madrid, San Pablo, 1993.
34
entonces podrá adoptar comportamientos no de defensa de la verdad a ultranza, sino que tiendan
a ayudarle a expresar puntos de vista más objetivos y realistas.
- La respuesta empática supone no comparar con otras situaciones o con otras personas que
también sufren o que sufren más, ni generalizar, lo cual provoca como resultado la eliminación
de lo singular y excepcional de lo que el otro comunica. La generalización, obviamente, puede
ser útil en aquellos casos en que el ayudado, explícita o implícitamente, demanda una
confrontación entre él y los demás, entre su propia situación y la de los otros. En estos casos,
generalizar puede servir para tranquilizar. ("No se asuste, es así como se comportan en general
los demás").
Límites de la reformulación
La interpretación60
60
Hacemos una síntesis del capítulo que Hétu dedica a la interpretación en: HÉTU J.L., "La relation
d'aide",Québec, Méridien, 1982, pp. 71-80.
35
Ahora bien, la interpretación tiene un papel dentro de la relación de ayuda siempre que
no se convierta en un juicio moralizante o en una actitud de imposición del propio criterio que
tienda a explicar, con el propio marco de referencia, cuanto el ayudado presenta. En realidad, el
concepto mismo de respuesta empática, traducido en la habilidad de reformular, comporta una
cierta interpretación. No habrá devolución al ayudado de lo que el ayudante ha comprendido sin
una cierta dosis de interpretación por parte de éste.
Por su propia índole, la interpretación suele limitarse a una parte de cuanto el ayudado
presenta (el diagnóstico, en cambio, se refiere a la globalidad) y por otra parte se comunica al
ayudado (mientras que el diagnóstico se le reserva el ayudante).
Cuando Mucchielli (y nosotros con él) presenta sus reservas ante este tipo de
intervenciones, argumenta que su efecto es frenar la expresión espontánea del ayudado y su
autocomprensión, puesto que éste recibe una inducción desde fuera, con puntos de vista no
propios. El ayudante proyectaría su propio modo de comprender, su propia teoría, lo cual
distorsionaría la realidad del ayudado y provocaría desinterés, irritación o bloqueo.
61
Cfr. ROGERS C. "La relation d'aide et la psychothérapie", Vol I, Paris, Les Éditions Sociales Françaises, 1970,
p. 39, 41 y 216.
62
HÉTU J.L., "La rélation d'aide", Québec, Meridien, 1982, p. 41.
36
útil el esquema que presenta Jean Luc Hétu sobre la implicación personal del ayudante en el
proceso de relación de ayuda al que sufre.
RESERVA PERSONAL: Contiene las experiencias pasadas del ayudante, sus vivencias personales
anteriores. La cuestión que surge es: "Lo que el ayudante está experimentando, ¿qué eco,
qué aspectos despierta de mis vivencias pasadas?
37
La parte derecha de nuestro esquema presenta la menos directiva, donde más funciona la
respuesta reformulación. Su insuficiencia en el diálogo de relación de ayuda viene dada porque
el ayudante tiene más que decir: puede aportar de sus conocimientos, de su propia experiencia
vital, siempre centrado en la persona del ayudado. Por eso la parte izquierda reflejaría más bien
la implicación del ayudante en las fases avanzadas del diálogo, donde se darán respuestas más
de confrontación, de personalización, de inciación, destrezas que presentaremos más adelante.
No obstante, la interpretación de la que hemos hablado más arriba, procede ya de la parte
izquierda del esquema en cuanto es inducción de elementos nuevos del ayudante, no puro reflejo
de lo que el ayudado comunica.
38
TEMA 5
LA ACEPTACION INCONDICIONAL
EN LA RELACION DE AYUDA
63
Cfr. GIORDANI B., "Psicoterapia umanistica. Da Rogers a Carkhuff. La terapia centrata sulla persona", Assisi,
Cittadella editrice, 1988, p. 148.
39
aprende a ser él mismo sin disimulos ni disfraces, puesto que se le respeta y valora
independientemente de lo que haga. Dice Rogers que la persona que experimenta esta actitud
por parte del ayudante:
"pierde rigidez, puede descubrir lo que significa ser él mismo e intentar realizarse de maneras
nuevas y espontáneas. En otras palabras, avanza hacia la creatividad".64
Para evitar una falsa interpretación de lo que significa aceptación incondicional, Hétu
dice a este respecto:
No es fácil ejercer tal actitud porque supone una gran atención a la experiencia única de
la persona, a sus sentimientos y a sus sufrimientos. La confianza dada a la persona, sin embargo,
ayuda a vencer el miedo y las barreras, libera, armoniza e ilumina a la persona. La aceptación
incondicional se abstiene, pues, de juzgar.
"Supone un amor por el cliente como es, suponiendo que consideramos la palabra amor como
equivalente del término teológico "ágape" y no con su significación usual romántica o
posesiva. No me refiero a un sentimiento paternalista, ni sentimental, ni superficialmente
social o agradable. Respeta a la otra persona como un individuo distinto, y no lo posee.
Es una clase de inclinación que tiene fuerza, pero no es exigente. Nosotros la hemos
64
ROGERS C.R., "El proceso de convertirse en persona", Barcelona, Paidós,1986(6), p. 309.
65
HÉTU J.L., "La relation d'aide", Québec, Méridien, 1982, p. 86.
66
POWEL J., "¿Por qué temo decirte quién soy? Sobre autoconocimiento, maduración personal y comunicación
interpersonal", Santander, Sal Terrae, 1989, p. 49.
40
puesto el nombre de consideración positiva".67
Aclaremos de nuevo que la actitud de ausencia de juicio moralizante sobre la persona del
ayudado y sobre sus comportamientos no implica ausencia de criterio propio en la persona del
ayudante. El ayudante tiene su propio criterio, su propia escala de valores, pero no la utiliza en la
relación para moralizar o condenar al ayudado, sino, en todo caso, para proponerla con los sanos
criterios de la no-directividad bien entendida y con el convencimiento de que los valores tienen,
ante todo, un acceso experiencial y se hace experiencia de ellos en la misma relación de ayuda
que se proponga con esta actitud.
Se trata de que el ayudante descubra al ayudado como valioso, que capte las
potencialidades del individuo y deposite en él una fe incondicional, cualquiera que sea su estado
actual. La disposición del ayudante sería: "creo en ti, confío en tus recursos, aunque algunos no
los hayas identificado o movilizado y por eso quiero ayudarte a que te ayudes identificándolos y
movilizándolos al máximo de sus potencialidades".
67
ROGERS C.R., "The Interpersonal Relationship: The Core of Guidance", Harvard Educational Review, 1962,
32, p. 420, citado por MARROQUIN M., "La relación de ayuda en R. Carkhuff", Bilbao, Mensajero, 1982, p. 49.
68
Cfr. CIAN L., "La relación de ayuda", Madrid, CCS, 1993, p. 13.
41
por él, considerando su singularidad y unicidad, lo cual comporta una promoción de su persona
en cuanto que tiene un valor en sí misma y debe favorecer una línea de desarrollo que sea propia
de su persona, no una reproducción de la del ayudante. Se trata se promover al máximo la
libertad y responsabilidad del ayudado a la hora de tomar decisiones.
- hay quien cree que el ayudante, para ser no directivo, debe evitar todo tipo de influjo sobre el
ayudado, aunque inconscientemente puedan resultar muy directivos. La verdadera no-
directividad se abstiene de intervenciones que estructuren el campo perceptivo del
ayudado de manera unívoca, pero tiende a estimular activamente la tarea del ayudado y a
que éste se clarifique interiormente y tome decisiones constructivas. La no directividad,
pues, no significa ausencia de todo influjo sobre el ayudado.
- otros entienden el no-directivismo como un "laisser faire" para que el ayudado dé curso
libremente a sus iniciativas, cayendo incluso en lo caprichoso. La consideración positiva
y la confianza en el ayudado no se ha de traducir en una aceptación de todo tipo de
comportamiento como bueno, correcto, válido.
- otros interpretan la no-directividad como ausencia de compromiso por parte del ayudante en la
situación del ayudado, enviando toda responsabilidad a éste. El proceso terapéutico, de
ayuda, de cambio, significa sin embargo, un compromiso por "caminar juntos" que
compromete también al ayudante.
- por último, algunos interpretan la no directividad como fin en sí misma y con un valor absoluto
para el diálogo de ayuda. Se desplaza así el verdadero interés y confianza en el ayudado
a centrarse en un modo de relación. Confiar en el ayudado hace que el ayudante, con un
estilo -ciertamente- se centre en el ayudado con unas actitudes concretas entre las cuales
esta visión positiva y protagonismo reconocido al destinatario de la relación de ayuda.
Digamos por último, que la consideración positiva del otro comienza por un buen grado
de autoestima y de integración de la propia dimensión negativa. Si es cierto que se trata de
promover al máximo los recursos del ayudado, esto lo podrá hacer una persona -ayudante- que
reconozca sus propios recursos, sus cualidades positivas, que tenga una sana visión de sí, una
persona integrada que sea conocedera de sus propias cualidades y de sus propios límites,
orgullosa de sus aspectos positivos y "en paz" con sus limitaciones.
En la relación con el que pide ayuda, su "zona negativa", su "sombra", puede ser
comprendida y se puede ayudar a integrarla si el ayudante ha hecho un camino en esta dirección.
Si la dimensión negativa se experimenta "localizada" de alguna forma en el pasado, cobra
particular relieve el autoperdón, al que a veces ponemos barreras. En ocasiones, la mejor ayuda
que podemos dar a una persona es acompañarla a hacer las paces con su pasado que le produce
69
Cfr. GIORDANI B., "Psicoterapia umanistica. Da Rogers a Carkhuff. La terapia centrata sulla persona", Assisi,
Cittadella, 1988, p. 84.
42
fuertes sentimientos de remordimiento y de culpa y añade sufrimiento al que ya proviene de la
situación crítica en la que se encuentre.
La metáfora del "curador herido" es utilizada para ilustrar el modo de manejar esta
dimensión negativa del ayudante que entra en contacto con la dimensión negativa del ayudado.
El sentido de tal metáfora está basado en el presupuesto de que tanto en el que se acerca al que
sufre como en el que sufre, conviven la experiencia del sufrimiento (herida) y el poder de
curación.
Algunos, ignorando o negando la propia herida, entran en contacto con el sufrimiento del
otro sólo con la dimensión de "curación", queriendo ser "salvadores" que se asumen toda la
responsabilidad del problema o de la situación del otro. Así se arriesga la disminución de las
capacidades "sanadoras", responsables, del otro.
Otros, ante el sufrimiento de los demás, se limitan a compartir las propias experiencias
de dolor. En este caso, se aumentan los sufrimientos. Las personas se encuentran únicamente a
nivel de "herida" y su identificación puede únicamente aumentar el dolor. Quienes se relacionan
así queriendo manifestar solidaridad y cercanía en realidad no consiguen una relación eficaz.
Otros, finalmente, se acercan al que sufre tanto desde su experiencia de "herida" (el
propio sufrimiento) como desde su capacidad de "curación". Es la postura del curador herido.
Se despiertan las fuerzas sanadoras presentes en la propia persona, se integra lo negativo
(soledad, dificultades, separaciones, pérdidas, enfermedades...), y esto capacita para ayudar a
despertar en el otro sus propios recursos. La experiencia del propio sufrimiento suscita
43
sentimientos de comprensión, compasión, participación. La experiencia de los propios recursos
positivos de curación ayuda a despertar en el otro sus propias capacidades, sin hacerle
dependiente, sino responsable. De esta forma, se ayuda al que sufre a crecer en su situación.
El mundo de los sentimientos es central para la relación de ayuda, tanto por el influjo que
éstos tienen sobre el ayudante cuanto porque son una dimensión fundamental de la situación de
crisis del ayudado: el modo más íntimo como él vive su dificultad.
La aceptación incondicional implica una acogida del mundo de los sentimientos. Sólo así
la persona será atendida en su globalidad y se podrá acompañar a hacer un proceso con ellos
para que sean encauzados, integrados, de modo que no sean éstos los que conduzcan el
comportamiento, sino que sea la persona, que desplegando el mundo de sus valores aproveche la
energía que tienen los sentimientos y afronte las dificultades, de cualquier índole que sean.
Un trabajo de integración de los mismos es necesario, pues, para una eficaz relación de
ayuda. Uno de los riesgos importantes a los que se ve sometido el ayudante es la experiencia de
emociones tan intensas y disgregadoras que si no son bien controladas y elaboradas pueden
dañarle gravemente tanto personal como profesionalmente.70 Estamos ante un terreno realmente
complejo. Dice Colombero:
"Me he ido convenciendo de que no son las ideas ni la cultura lo que constituyen la intimidad de
la persona, sino sus sentimientos. Una persona se revela verdaderamente a sí misma
cuando manifiesta sus sentimientos, cuando pronuncia las palabras: estoy contento, lloro,
temo, espero, tengo miedo, no tengo miedo, amo, odio, quiero, me gustaría, quiero
vengarme, agradezco, he sufrido, estoy arrepentido, perdono, no perdono... (...) Los
sentimientos son los modos con los que respondemos a las cosas y a las personas que
70
VALERIO P., "Le emozioni nella pratica medica: difficoltá di contatto e di controllo", in: CIPOLLI C., MOJA
E.A.,(a cura di), "Psicologia medica", Roma, Armando Editore, 1991, p. 68.
44
nos rodean y a los acontecimientos que suceden entorno a nosotros."71
Ahora bien, los sentimientos a veces nos invaden de tal forma que bloquean nuestra
actividad y se convierten en los "dirigentes" de nuestro comportamiento, en lugar de serlo los
valores. La identificación de los propios sentimientos y la aceptación de los mismos es una
condición indispensable para poder comprender al ayudado y acompañarle globalmente. Casera
dice al respecto:
"La relación interpersonal de ayuda exige que se relacione al nivel de las emociones del otro. Y
si el otro sólo descubre emociones superficiales, debo ir más lejos, hasta las emociones
no expresadas, a las emociones ocultas que la persona no percibe claramente o no logra
hacer que afloren de su inconsciente. Para llegar al fondo de la persona a la que ayudo,
para conectar con su misma longitud de onda, debo estimular la exploración de las zonas
no concientizadas; inducir al otro a reconocerse, sin andar jugando al escondite, a
escrutar como ante un espejo los rasgos de su verdadero ser interior, a poner al desnudo
los paisajes de su geografía profunda, a descender a las regiones submarinas de su
iceberg emotivo. Dice Auger: "El mundo emotivo de la persona a la que ayudamos es
comparable a un iceberg. Sólo una parte mínima de estas montañas de hielo emerge a la
superficie del mar. La verdadera mole permanece sumergida, invisible, pero presente. Lo
mismo ocurre con las emociones que comunica la persona a la que se ayuda. Algunas
son evidentes, explícitas, comunicadas verbal y no verbalmente. En cambio, otras puede
que se comuniquen mucho menos claramente, bien porque la persona que tiene
necesidad de ayuda rechaza voluntariamente expresarlas, porque carece de medios para
hacerlo o incluso porque, sólo vagamente, es consciente de que tiene estas emociones."72
Sería necesario, pues, ante todo, tomar conciencia de los propios (del ayudante) estados
de ánimo (sentimientos, emociones) y darles un nombre. Algunas personas no se dan cuenta de
cuanto sucede en su mundo emotivo. Tragan, niegan, apagan sentimientos sin darse cuenta y sin
reconocerles. Otras no son capaces de identificarles por más que influyan en el propio
comportamiento. Quien advierte, da nombre y reconoce un sentimiento, no por ello deja de ser
influido por él, pero es más dueño de sí mismo y de la situación y puede encauzarlo de manera
apropiada en relación con el otro.
La atención al propio cuerpo puede ayudar a tomar conciencia de los estados de ánimo
que nos habitan. Las emociones, de hecho, tienen un claro reflejo en la dimensión corporal,
llegando, a veces, a una fuerte somatización. Fácilmente nos dejamos llevar por mecanismos
como la racionalización y la negación, que impiden identificar nuestros sentimientos reales.
71
COLOMBERO G., "Dalle parole al dialogo. Aspetti psicologici della comunicazione interpersonale", Milano,
Paoline, 1987, p. 49.
72
CASERA D., "Mis hermanos los psicóticos", Madrid, Paulinas, 1983, p. 39.
45
"Teóricamente, la mayoría de nosotros admitiría que las emociones no son ni meritorias ni
pecaminosas. El sentirse frustrado, el estar enfadado, el tener miedo o el encolerizarse no
hacen que una persona sea buena o mala. En la práctica, sin embargo, la mayoría de
nosotros no acepta en su vida cotidiana lo que estaría dispuesto a admitir en teoría, y
todos practicamos una censura bastante estricta de nuestras emociones. Si nuestra
conciencia censora no acepta determinadas emociones, reprimimos éstas en nuestro
subconsciente. Los expertos en medicina psicosomática afirman que la causa más
frecuente del cansancio y de auténticas enfermedades es la represión de las emociones.
Lo cierto es que hay emociones que no estamos dispuestos a reconocer. Sentimos
vergüenza de nuestros miedos, o nos sentimos culpables de nuestra ira o de nuestros
deseos físico-afectivos. (...) Debo estar convencido de que las emociones no entran en el
terreno de la moral, no son buenas ni malas en sí mismas. Y también debo estar
convencido de que la experiencia de toda la amplia gama de emociones forma parte de la
condición humana y es patrimonio de todo ser humano. (...) La no represión de nuestras
emociones significa que debemos experimentar, reconocer y aceptar plenamente
nuestras emociones. Lo cual no implica en modo alguno que debamos siempre obrar de
acuerdo con ellas".73
Es fácil resistir a aceptar los propios sentimientos, sobre todo los negativos, porque se
tiene miedo de descubrirse tal y como se es y ser arrastrados por ellos. Por eso es oportuna una
toma de conciencia de los sentimientos que experimentamos de manera que podamos ser dueños
de ellos.
Dice Rogers:
"Cuanto más capaz es de permitir que estos sentimientos fluyan y forman parte de él (el
hombre), tanto más apropiado será el lugar que éstos ocupen en la armonía total de sus
sentimientos. Descubre que tiene otros sentimientos con los que éstos se mezclan y
equilibran. Se siente amoroso, tierno, considerado y cooperativo, así como también
hostil, libidinoso o enojado. Experimenta interés, gusto y curiosidad, pero también
desgano o apatía. Se siente valiente y audaz, pero también temeroso. Cuando vive con
sus sentimientos, aceptando su complejidad, éstos funcionan en una armonía
constructiva y no lo arrastran de manera incontrolable hacia el mal camino".74
"Nosotros somos los primeros a los que tenemos necesidad de mentir, pero somos también los
más difíciles de engañar en el sutil juego de las máscaras, porque conocemos el juego ya
que somos actores y espectadores".75
Integrar los sentimientos, pues, consiste en aprovechar la energía que contienen, ser
73
POWELL J., "¿Por qué temo decirte quién soy?" Santander, Sal Terrae, 1989, pp. 52-54.
74
ROGERS C.R., "El proceso de convertirse en persona", Barcelona, Paidós, 1986(6), p. 161.
75
COLOMBERO G., o.c., p. 55.
46
dueños de los mismos y orientar dicha energía en función de los propios valores interiorizados
personalmente.
La asertividad
Para que la relación de ayuda sea eficaz, es necesario un conjunto de habilidades que
permitan desenvolverse con soltura en la relación, de manera especial manejando el propio
estado emotivo, acogiendo los sentimientos ajenos y respetando los derechos que tiene a
experimentarlos.
76
POWELL J., o.c., p. 57. "El más mezquino de todos los miedos es el miedo al sentimiento; tal vez sea cosa de
nuestra herencia cultural, o tal vez se deba al temor de ser rechazados, pero lo cierto es que solemos experimentar
una gran repugnancia a manifestar externamente la ternura y el amor." Cfr. Ibidem, p. 55. El autor propone cinco
pasos para integrar las emociones: 1. Tomar conciencia de las emociones. 2. Reconocer las emociones. 3.
Investigar sobre las propias emociones. 4. Explicitar las emociones. 5. Integrar las emociones. Cfr. Ibidem, p. 66-
68.
47
empequeñeciéndose y al mismo tiempo adaptándose a las exigencias y a los puntos de vista del
otro. Un comportamiento agresivo afirma los propios derechos de una forma que viola los
derechos del otro.
La asertividad tiene la ventaja de que genera afirmación propa y en aquél con quien nos
relacionamos, hace que los demás se sientan más a gusto con nosotros porque somos más
transparentes al comunicar los sentimientos y pensamientos, aumenta la confianza en sí mismo y
en los demás reduciendo las posibilidades de agresividad y sumisión, aumenta el autocontrol de
las emociones y de las reacciones.
Las personas asertivas, con frecuencia se expresan de esta manera: Yo pienso... Yo creo...
Me gustaría... Yo quiero... Necesito... Según mi experiencia... Mi opinión es... A mí parecer...,
evitando expresiones como Tú debes... Tú eres...
Ser lo más asertivos posible no depende sólo del aprendizaje de algunas técnicas, sino
más bien del nivel de autoestima que hemos adquirido. Si éste es bajo, o nos sentimos inferiores
(y de ahí la remisividad) o tendemos a humillar a los demás (de ahí la agresividad), considerados
como competidores peligrosos.
1.Se siente libre para manifestarse, ya sea mediante palabras y/o actos. Más o menos viene a
decir: "este soy yo y esto es lo que yo siento, pienso, quiero".
2.Puede comunicarse con personas de todos los niveles -amigos, extraños y familiares- y esta
comunicación es siempre abierta, directa, franca y adecuada.
3.Tiene orientación activa en la vida. Va tras lo que quiere. Y en contraste con la persona pasiva,
que aguarda a que las cosas sucedan, intenta hacer que suceden las cosas.
4.Actúa de un modo que juzga respetable. Al comprender que no siempre puede ganar, acepta
sus limitaciones. Sin embargo, siempre lo intenta con todas sus fuerzas, de modo que, ya
gane, pierda o empate, conserve su respeto propio.
9.Sabe decir que no cuando quiere decir que no porque conoce las consecuencias de no saber
decir que no, como:
* lleva a actividades que le hacen perder el respeto por sí mismo
* lleva a sentirse abrumado al hacer cosas que no desea o no puede o no tiene energía.
* permite que los demás le exploten y crece el resentimiento
* contribuye a la falta de comunicación con los demás (pues dice sí cuando quiere decir no).
77
Cfr. CASTANYER O., "La asertividad: expresión de una sana autoestima", Bilbao, Delclée de Brouwer,
19962, p. 120.
49
TEMA 6
Hasta ahora, las destrezas presentadas favorecen sobre todo la primera fase de la relación
de ayuda, de carácter descendente, en cuanto que permite al ayudado ser acompañado en el
proceso de autoexploración de su verdadera dificultad para ser más dueño de ella.
"La especificidad puede ser definida como la habilidad del terapeuta para ayudar al cliente a
expresar de modo claro y específico las experiencias y los sentimientos personales y a
centrarse cada vez más en sí mismo. (...) El significado que la especificidad asume en la
relación de ayuda se puede intuir teniendo presente el estado psicológico en el que se
encuentra el cliente. Muchas veces éste vive en un estado de confusión, de oscuridad, de
ansiedad, de inseguridad, de temor. Tal situación interior tiende a agudizarse en el
momento del encuentro, especialmente al inicio. Mientras el cliente vive en este clima
interior, no conseguirá tomar las riendas e iniciar un proceso de liberación: es necesario
empezar con la exploración del mundo interior, y esto será posible si el terapeuta ayuda
al cliente a tomar contacto con las experiencias personales de forma clara, concreta y
específica".78
78
GIORDANI B., "Psicoterapia umanistica. Da Rogers a Carkhuff", Assisi, Cittadella, 1988, p. 153.
79
Cfr. MARROQUIN M., "La relación de ayuda en R. Carkhuff", Bilbao, Mensajero, 1982, pp. 112-113.
50
ayudado está diciendo con su experiencia, es decir, identificar el impacto personal que la
situación está teniendo en el ayudado y por qué razón la experiencia es importante para él. Uno
de los medios de lograr esta personalización es la atención a los temas recurrentes en la
expresión del ayudado, es decir, aquéllos que le afectan más.
Las funciones que esta destreza debe cumplir en la relación de ayuda, siguiendo a
Carkhuff serían las siguientes:80
La confrontación
80
Cfr. GIORDANI B., "Psicoterapia...", o.c., p. 153 y MARROQUIN M., o.c., p. 76.
81
HÉTU J.L., "La rélation d'aide", Québec, Méridien, 1982, p. 134-135.
51
La confrontación está en estrecha relación con la destreza de responder y con la de
personalizar (sobre todo personalizar el problema y el fin). Se trata de plantearse la pregunta:
¿Qué hacemos ahora con el problema que hemos explorado y comprendido? La respuesta a este
interrogante se desarrolla a lo largo de las tres dimensiones siguientes:
La confrontación significa, pues, ayudar a descubrir los recursos internos y externos para
afrontar una situación de sufrimiento, de enfermedad, de exclusión, para adaptarse de modo
sereno a la enfermedad, o para afrontar las dificultades o conflictos surgidos en sintonía con los
propios valores o con nuevos valores descubiertos con ocasión de la y de la crisis.
"Mientras que la reflexión sirve para profundizar más en los sentimientos expresados por el
sujeto, el fin de la clarificación es revelar al sujeto aquellas significaciones que están
implícitas en sus sentimientos y pensamientos. La confrontación da un paso más. Aquí el
consejero intenta hacer conscientes para el sujeto aquellos sentimientos y pensamientos
que había rehusado hasta entonces tomar en consideración. Le incita a emprender un
examen más profundo, haciéndole notar las discrepancias que existen, por ejemplo, entre
su pensamiento y su sentimiento o entre sus palabras y sus obras. Le invita a una toma de
postura cuando él elude los problemas y le ayuda a ver las cosas como son realmente
cuando él deforma su realidad vital".83
82
MARROQUIN, M., "La relación de ayuda en R. Carkhuff", Bilbao, Mensajero, 1982, p. 135.
83
DIETRICH G., "Psicología general del counseling", Barcelona, Herder, 1986, p. 121. Sobre la confrontación
ver también CARKHUFF R.R., "L'arte di aiutare (1. Manuale)", Trento, Erickson, 1989, p. 122s.
84
EGAN G., "The Skilled Helper", Monterey, California, Brooks, Cole, 1975, p. 158, citado por MARROQUIN
M., o.c., p. 79.
85
HÉTU J.L., "La relation d'aide", Québec, Meridien, 1982, p. 81s.
52
percepciones o experiencias en el campo de la conciencia del ayudado. En el caso de los
conflictos éticos, significa ayudar al otro a tomar conciencia de los valores en juego sin imponer
los propios, de manera que la decisión tomada sea responsable ponderando el peso de los
principios de los que está convencido y de los que puede interiorizar, por lo cual esto no impide
al ayudante presentar sus propios principios, sus valores, sin perder de vista nunca la aceptación
incondicional del otro.
-Toda actitud o comportamiento destructor, dirigido hacia sí mismo o hacia los otros.
- Las incongruencias entre el lenguaje verbal y el no verbal; entre lo que se dice y lo que se da a
entender.
- La manera de ver la realidad frente a otras formas de abordarla.
- El no respeto a las reglas establecidas o aceptadas durante la conversación cara a cara.
- Los desconocimientos o falsos conocimientos que puedan subyacer en lo que el paciente dice.
- La subestima o sobreestima de la situación, de las otras personas o de sí mismo.
- Las exageraciones.
- Los juegos en la relación interpersonal.
- Las generalizaciones, distorsiones, eliminaciones.
- Los comportamientos que derivan de mensajes estereotipados.
- Las huídas y el rechazo de la responsabilidad.
- Las necesidades no reconocidas o no satisfechas.
- El contenido del mensaje con el sentimiento que le acompaña.
- Etc.
Una buena confrontación debe cumplir una serie de condiciones para que no sea un
juicio y pueda tener eficacia en el ayudado. Entre las condiciones que podemos citar: debe darse
una vez establecido un buen clima de confianza; debe ser específica, evitando hablar en términos
generales; no debe atenerse a una descripción inapropiada del comportamiento, sino ir
acompañada de un esfuerzo por buscar la manera de superarlos; debe ser propuesta, nunca
86
Cfr. CIBANAL L., "Interrelación del profesional de enfermería con el paciente", Barcelona, Doyma, 1991, p.
109-110.
87
Cfr. KIRWAN W., "Les fondements bibliques de la relation d'aide", Mery-sur-Oise, Sator, 1988, p. 176-180.
53
impuesta; debe darse en el momento oportuno y ser apropiada; no debe entorpecer otras
prioridades en el proceso de relación de ayuda; debe emanar de una voluntad auténtica de ayudar
y no de un deseo de descargar sobre él nuestras propias tensiones o agresividades; debe ser
directa y respetuosa; debe ir acompañada de respeto a la libertad y responsabilidad del otro.
Carkhuff insiste en tres condiciones fundamentales para que la confrontación sea un instrumento
terapéutico88: 1. Debe suponer un compromiso auténtico y primario con el crecimiento de la
persona. 2. La confrontación no tiene sentido sino en el marco de una intensa y profunda
comprensión de la persona confrontada. 3. La confrontación es condición "nunca realmente
necesaria y suficiente".
Si bien es cierto que han pasado los tiempos (!) en los que unos pocos dicen a muchos lo
que tienen que hacer, quizás deben pasar también los tiempos en los que muchos caminan sin la
posibilidad de un apoyo -que es siempre una guía- que no se cierre en las estrecheces del
legalismo o de una indiscutible rectitud moral apriorística, sino que, aceptando
incondicionalmente a la persona, sea compañía que ayude a dilucidar mediante una serena
reflexión. Porque los tiempos en los que se toman decisiones impulsivas y puramente subjetivas,
quizá deberían también pasar.
88
Cfr. MARROQUIN M., o.c., p. 100-101.
89
Cfr. MARROQUIN M., "La relación de ayuda en R. Carkhuff", Bilbao, Mensajero, 1982, p. 138.
54
que va de la exploración del propio problema a la comprensión del mismo; de la situación que
está viviendo, al cambio de comportamiento o de actitudes para superar el problema o vivirlo de
una forma más apropiada, nueva, conforme a sus propias convicciones, valores o posibilidades
reales del momento.
La fase previa, inicial, parte de la atención global a la persona del enfermo para lograr
comprenderle y favorecer en él el proceso.
Describiremos las tres fases fundamentales atendiendo a la meta del ayudante y a la del
ayudado. Naturalmente la descripción de las fasea nada quita a la espontaneidad y a la
naturalidad de un diálogo de relación de ayuda. Tampoco se pretende que en cada encuentro
puedan verse realizadas todas las fases o que en cualquier momento de una conversación pudiera
determinarse en qué fase del proceso de relación de ayuda se encuentran los interlocutores. Se
trata más bien de hacer un análisis del proceso de superación de una dificultad mediante la
relación de ayuda, del proceso de acompañamiento que puede verificarse en un solo encuentro o
en numerosas visitas.
- Primera fase
En esta fase el ayudante se manifiesta sobre todo como el que acoge y comprende, capta
los sufrimientos, la angustia que experimenta el otro; percibe el lamento y el caos, la soledad, la
necesidad de una ayuda eficaz para dar una nueva forma a la disgregación que puede
experimentar.
- Segunda fase
No basta, pues, con que el ayudado haya examinado con exactitud dónde se encuentra en
su mundo y en sus diversas áreas de personalidad, sino que es necesario también comprender
dónde se encuentra en relación a dónde quiere o necesita estar dentro de esa situación. Son
superados los modos de leer el propio sufrimiento como una manera de pagar por la culpa u
otras lecturas no apropiadas y se entrevé que la propia vida está envuelta por el Misterio y se
siente la invitación a vivir una relación nueva consigo mismo, con los demás, con el mundo y,
para el cristiano, también con Dios.
En general, este estadio del proceso hacia el cambio terapéutico viene a resultar una fase
a caballo del primer estadio de exploración, que pudiéramos llamar descendente y el tercero, de
emergente direccionalidad.
Es en esta etapa donde tiene lugar el discernimiento, la búsqueda de sentido por parte del
ayudado, donde se encuentra confrontado con los propios valores y los representados y
comunicados por el ayudante. Es aquí donde la propia situación del ayudado, limitada, marcada
por el sufrimiento y la angustia, se encuentra con la experiencia de una persona que se interesa
por él.
- Tercera fase
En la tercera y última fase, el ayudante tiene como meta la de iniciar, es decir, colaborar
con el otro a elaborar más o menos explícitamente un plan de acción. Hay que tener en cuenta
que a veces el mismo diálogo ha provocado ya un cambio real en su modo de concebir lo que le
está pasando; en su modo de verse a sí mismo y a los demás; en su modo de sentir o de ser
consciente de lo que está viviendo; en su modo de comportarse en las relaciones. En otras
ocasiones se requiere un auténtico cambio que precisa un análisis de las diversas alternativas.
La meta del ayudado es, pues, el cambio si es necesario. Se trata de determinar las
diversas alternativas, operacionalizar los pasos, lograr metas progresivamente, caminar hacia el
crecimiento y la maduración como persona.
En concreto, nos interesa señalar algunas actitudes sobre las que el ayudante debe iniciar
al ayudado, actitudes que confieren salud a la experiencia del que está en situación de necesidad
de ayuda.
- eliminar el sufrimiento innecesario generado por el propio límite, por los propios errores y por
56
la manera equívoca e insana de vivir, por los conflictos consigo mismos, mediante la
experiencia del perdón o la pacificación consigo mismo,
- luchar contra el sufrimiento injusto y evitable provocado por los abusos, la marginación,
costumbres, instituciones,
- mitigar en lo posible el dolor y el sufrimiento inevitables,
- asumir el sufrimiento que no se puede superar, conscientes de que la incapacidad misma,
cuando está asumida, es el inicio de la armonía perdida. La realidad, a veces, es menos
hiriente que las opiniones que tenemos de ella. La lectura de la realidad zarandea menos
al hombre que sus propios prejuicios. La realidad es el punto de referencia de la salud:
huírla, disimularla y atacarla impiden al hombre trabajar y amar en medio de sus propias
fluctuaciones.
- afirmarse a pesar de las fuerzas negativas de la vida, y por encima de la finitud de la propia
historia.
La destreza de iniciar
La relación de ayuda, en ciertos casos, debe concluir con un cambio por parte de la
persona ayudada. Una vez acogida, explorado el problema o la situación y comprendidas las
causas y las posibles incongruencias, puede ser necesario programar un plan de acción. Para
muchas personas esta fase se alcanza descubriendo los propios recursos internos o externos para
afrontar la dificultad, resolverla o aceptarla si es irreversible y vivir de una forma nueva. La
destreza que el ayudante debe poner en práctica es la de iniciar.
No hay que olvidar que hay gente que lo único que necesita es ser escuchada, con lo cual
el plan de acción es simplemente tomar conciencia de tal necesidad e intentar satisfacerla
ofreciendo la propia disponibilidad.91
Ayudar a programar la acción puede hacerse resumiendo las diversas alternativas que a
lo largo del diálogo o proceso han ido surgiendo o bien preguntando sobre las posibilidades que
el ayudado entrevé, con lo cual se le invita a que tome una actitud activa y resolutiva. Otras
90
GIORDANI B., "Psicoterapia umanistica. Da Rogers a Carkhuff", Assisi, Cittadella, 1988, p. 200.
91
CARKHUFF R., "L'arte di aiutare", Trento, Erickson, 1989, p. 131s.
57
veces puede ser necesario lanzar algunas alternativas para que el otro decida si alguna le resulta
válida para sí mismo.
"He descubierto que cuanto más auténtico puedo ser en la relación, tanto más útil resultará esta
última. Esto significa que tengo que tener presentes mis propios sentimientos y no
ofrecer una fachada externa, adoptando una actitud distinta de la que surge un nivel más
profundo o inconsciente. Ser auténtico implica también la voluntad de ser y expresar, a
través de mis palabras y mi conducta, los diversos sentimientos y actitudes que existen
en mí. (...) Sólo mostrándome tal cual soy, puedo lograr que la otra persona busque
exitosamente su propia autenticidad".92
92
ROGERS C.R., "El proceso de convertirse en persona", Barcelona, Paidós, 1987 (6), p. 41.
93
Cfr. CIAN L., o.c., p. 17.
94
"En otras palabras, el terapeuta, durante la relación terapéutica debe tener presente en la coniencia los
sentimientos y las actitudes que experimenta en relación al cliente". Cfr. KANIZSA S., "L'ascolto del malato",
Milano, Guerini, 1988, p. 119.
59
agente de salud que considere inapropiado tener sentimientos de ternura y conmoverse, se
inclinará a mantener el comportamiento excesivamente controlado, marcando muy bien las
distancias. El que tiende a aparecer siempre gentil y afable se inclinará a usar una máscara por
ejemplo cuando experimente rabia. Naturalmente la autenticidad no significa que haya que
comunicar todos los sentimientos al ayudado. Es necesario un sano y equilibrado discernimiento
guiado por el deseo de hacer crecer la relación y no por las propias resistencias.95
"La auto-manifestación del consejero no debe ser considerada como un fin en sí misma, sino
relacionada a algún objetivo concreto del proceso terapéutico, bien sea la mayor profun-
dización en la manifestación del cliente, la constitución de una base de influencia en él,
el aumento de la confianza mutua, etc.etc.".96
Kübler-Ross es muy clara respondiendo a una pregunta sobre qué decir a uno que
pregunta por qué tiene que morir:
95
Dice Madrid Soriano: "En función de esta autenticidad, el Orientador podrá también manifestar experiencias y
sentimientos propios, pero teniendo siempre en cuenta que lo debe hacer oportunamente y en función de facilitar el
crecimiento del Orientado. De ningún modo podrá confundirse la autenticidad facilitadora con ciertas
manifestaciones de impulsividad desbocada, que en ocasiones puede utilizar el Orientador como desahogo
personal". Cfr. MADRID SORIANO J., "Configuración del encuentro personal", in AAVV., "Hombre en crisis y
relación de ayuda", Madrid, Asetes, 1986, p. 384. Ver también MARROQUIN M., o.c., p. 46.
96
MARROQUIN M., "La relación de ayuda en R. Carkhuff", Bilbao, Mensajero, 1982, p. 86.
97
KÜBLER-ROSS E., "Domande e risposte sulla morte e il morire", Como, Ed. di red.: studio redazionale, 1984,
p. 17-18.
60
Hablamos de transferencia, por tanto, cuando una persona reacciona ante otra como si
esta última fuera un tercero, percibiéndola de un modo no real. Normalmente se transfieren las
reacciones emotivas experimentadas hacia una figura de la propia historia, del propio pasado
(padre, madre, hermano, hermana, etc.). Algunos utilizan la palabra transferencia para indicar
únicamente el sentimiento que el ayudado experimenta en relación al ayudante; nosotros la
utilizamos para indicar tal sentimiento cuando éste es desproporcionado al propio rol y cuando
las expectativas y los comportamientos no se presentan ajustados, sino que son proyección de
aquello que se sentiría, se esperaría o el modo como se comportaría en relacióna otra persona,
real o imaginaria, que el ayudado ha introyectado dentro de sí y que ahora ve "reproducida" en la
presencia del ayudante.
98
"La psicología de la A a la Z", Bilbao, Mensajero, 1971, p. 312. Freud, intentando explicar los sentimientos
experimentados por el paciente en relación al terapeuta en los casos de transfert, se expresa así: "Trataríase de una
transferencia de sentimientos sobre la persona del médico, pues no creemos que la situación creada por el
tratamiento pueda justificar la génesis de los mismos. Sospechamos más bien que toda esta disposición afectiva
tiene un origen distinto, esto es, que existía en el enfermo en estado latente y ha sufrido una transferencia sobre la
persona del médico con ocasión del tratamiento analítico. La transferencia puede manifestarse como una intensa
exigencia amorosa o en formas más mitigadas". Cfr. FREUD S., "Introducción al psicoanálisis", Madrid, Alianza,
1975(6), p. 460.
99
Dice Freud: "Debo indicaros, ante todo, que la transferencia se manifiesta en el paciente desde el principio del
tratamiento y constituye durante algún tiempo el más firme apoyo de la labor terapéutica. No la advertimos ni
necesitamos ocuparnos de ella mientras su acción es favorable al análisis, pero en cuanto se transforma en
resistencia nos vemos obligados a dedicarle toda nuestra atención y comprobamos que su disposición con respecto
al tratamiento ha variado por completo". Cfr. FREUD S., o.c., p. 461.
61
ayuda. Los terapeutas las promueven porque las consideran un medio de crecimiento y
desarrollo. En cambio, en la relación de ayuda se pretende promover una relación auténtica y el
desarrollo y crecimiento de la persona tendrán lugar esencialmente mediante esta relación.
100
Marroquín dice: "Muchas personas necesitadas de ayuda psicológica distorsionan su experiencia refiriéndose
continuamente al resto de las personas que la rodean. Carecen de la suficiente seguridad, como para unirse primero
a sí mismo y a su nivel de funcionamiento, y luego secundariamente a los demás. La inmediatez o relación al
momento pretende dar al asesorado la plataforma sobre la que realice este análisis personal". Cfr. MARROQUIN
M., o.c., p. 85.
62
El primer reto para el ayudante, antes de resolver la transferencia es intentar prevenirla,
es decir, ser auténtico en la relación no favoreciendo falsas expectativas ni jugando roles que no
son propios del ayudante, como por ejemplo: "el único salvador", el "mago", o comunicando
sentimientos de manera desproporcionada al rol que desempeña: de repulsa o de atracción.
Prevenir, en este sentido no significa en absoluto no implicarse en la relación, sino ser sí mismo
de manera auténtica.