1ra Tesalonicenses
1ra Tesalonicenses
1ra Tesalonicenses
Tesalónica fue al principio la metrópoli de Macedonia. Cuando el apóstol Pablo fue inducido de
modo extraordinario a predicar el Evangelio en Macedonia (Hch. 16:9, 10), fue de Tróade a Samotracia,
de allí a Neápolis, y de aquí a Filipos, donde obtuvo mucho fruto de su ministerio, pero sufrió malos
tratos. Al ser metido en la cárcel con Silas, de la que fueron maravillosamente libertados, consolaron a los
hermanos de allí y se marcharon. Después de pasar por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica,
donde plantó el apóstol una iglesia. Pero al surgir un tumulto en la ciudad, Pablo y Silas fueron enviados
de noche a Berea, para que no los linchase el populacho. De allí Pablo fue conducido a Atenas, por lo que
dejó tras de sí a Silas y Timoteo. Cuando se le unieron ellos, Timoteo fue enviado a Tesalónica, para ver
cómo se hallaban los fieles de aquella iglesia y para consolidarlos en la fe (1 Ts. 3:2). Luego, fue enviado
de nuevo, junto con Silas, a visitar las iglesias que había en Macedonia, mientras Pablo, que se había
quedado solo en Atenas (1 Ts. 3:1), partió de allí para Corinto, donde permaneció por espacio de año y
medio, y luego escribió esta epístola a la iglesia de Cristo en Tesalónica. Esta carta, aunque en nuestras
Biblias aparece detrás de las otras epístolas a las iglesias, se supone que fue la primera que salió de la
pluma del apóstol. La ciudad ha sobrevivido hasta el día de hoy con el nombre de Salónica.
Para la división, adoptaremos los epígrafes que aparecen en el esquema analítico de L. Morris en su
comentario a esta epístola:
I. Saludo (1:1).
II. Oración de acción de gracias (1:2–4).
III. Recuerdos de antaño (1:5–2:16).
IV. La relación de Pablo con los fieles de Tesalónica (2:17–3:13).
V. Exhortación a vivir cristianamente (4:1–12).
VI. Problemas asociados con la Segunda Venida de Cristo (4:13–5:11).
VII. Exhortaciones generales (5:12–22).
VIII. Conclusión (5:23–28).
CAPÍTULO 1
I. Comienza Pablo con el acostumbrado saludo (v. 1). II. Pasa luego a hacer una oración de acción de
gracias por los fieles de Tesalónica (vv. 2–4). III. Sigue con un encomio del buen testimonio que daban
los creyentes de dicha ciudad (vv. 5–10).
Versículo 1
Como de costumbre, la epístola lleva la mención de los que la dirigen, de los destinatarios y del
saludo-bendición que acompaña a todas las epístolas paulinas. Pero tenemos aquí algunos datos
interesantes que suponen ciertas variantes con relación a otras cartas.
1. Pablo asocia consigo en el saludo a Silvano y Timoteo. Este Silvano es el mismo que aparece en
Hechos, ya desde 15:22, con el nombre de Silas, y que ya vimos citado en 2 Corintios 1:19 con el nombre
de Silvano, forma latina, que corresponde a la griega de Silas. Sustituyó a Bernabé en el segundo viaje
misionero del apóstol (v. Hch. 15:22, etc.). Dice J. Leal: «Silvano va delante de Timoteo, porque era más
antiguo y, tal vez, compañero más constante de Pablo».
2. Notemos que Pablo, en este saludo a la iglesia de los tesalonicenses (lo mismo hallamos en Fil. 1:1;
Flm. 1 y en 2 Ts. 1:1), no se titula a sí mismo apóstol como suele hacerlo en otras epístolas. Parece no
necesitar mencionarlo. Con esta omisión «podría indicar las amistosas relaciones entre Pablo y esta
iglesia» (L. Morris).
3. En lugar de la expresión en Cristo, habitual de Pablo (v. por ej. 1 Co. 1:2; Ef. 1:1; Fil. 1:1; Col.
1:2), dice aquí «en Dios Padre y en el Señor Jesucristo» (comp. con 2 Ts. 1:1), con lo que indica la unión
del Padre y del Hijo (Jn. 10:30).
4. La bendición es (v. 1b): «Cracia y paz a vosotros». Lo que sigue a esto en nuestras versiones («de
parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo») no aparece en los más antiguos MSS. El sentido de
los vocablos gracia y paz ya fue explicado en el comentario a Romanos 1:7.
Versículos 2–4
Inmediatamente después del saludo-bendición, el apóstol expresa su gratitud a Dios por los fieles de
Tesalónica.
1. Esta oración de gracias refleja los sentimientos afectuosos del apóstol hacia los cristianos de
Tesalónica, como se advierte por las expresiones «siempre … por todos vosotros … «acordándonos sin
cesar» (vv. 2, 3). Les asegura su recuerdo permanente en las oraciones que eleva «delante del Dios y
Padre nuestro» (vv. 2b, 3a).
2. Lo más interesante es la forma en que, al mencionar el recuerdo que hace de ellos en la presencia
de Dios, expresa (v. 3b) la función respectiva de las tres grandes virtudes: fe, esperanza y amor.
(A) «La obra de vuestra fe». Especialmente en Romanos y Gálatas, el apóstol contrapone las obras a
la fe; sin embargo, aquí habla de la obra (gr. érgon) de la fe. No tiene por qué extrañarnos, pues la fe que
salva es también la fe que actúa (comp. con Gá. 5:6; Stg. 2:14 y ss.).
(B) «El trabajo de vuestro amor». El griego kópos indica siempre un trabajo pesado, molesto,
fatigoso, y la frase da a entender las molestias que el verdadero amor está dispuesto a soportar por el bien
del amado.
(C) «La paciencia de vuestra esperanza» (lit.), donde se indica el aguante bajo el peso de
circunstancias adversas. Pero, como dice Findlay, «no es la resignación del que sufre pasivamente, sino
más bien la fortaleza del soldado intrépido». Esta esperanza no es una ilusión aérea, sino la certeza
absoluta, la expectación confiada, la mirada puesta (comp. con He. 12:2) en nuestro Señor Jesucristo (v.
3c). Esta certeza queda indicada en el versículo 4: «sabiendo, hermanos, amados de Dios, vuestra
elección», es decir, la elección que Dios hizo de vosotros (comp. con Ef. 1:4; Col. 3:12, entre otros
lugares). La expresión equivale a la de «vuestro llamamiento» en 1 Corintios 1:26 y ss. (comp. con Ro.
8:20; Gá. 1:6; Ef. 4:1, 4, y otros lugares en las epístolas paulinas).
(D) Las tres expresiones que acabamos de analizar podrían traducirse también por: «vuestra fe
operante, vuestro amor laborioso y vuestra esperanza paciente».
3. Nótese, en el versículo 4, la ternura que el apóstol pone en ese inciso «hermanos amados de Dios».
No es una filantropía de corte humanista, ciega, las más de las veces, a las necesidades concretas del
individuo humano, sino la fraternidad cristiana anudada en, y por, el amor de Dios. Hace notar L. Morris
que, en las dos epístolas a los tesalonicenses, «Pablo usa hermanos veintiuna veces, revelando el estrecho
lazo que vinculaba al orgulloso fariseo con el despreciado gentil».
Versículos 5–10
En estos versículos, el apóstol paladea con regusto el sabroso recuerdo de la conversión de los
tesalonicenses. La conjunción griega hóti, pues (mejor que porque), con que comienza el versículo 5,
explica cómo se llevó a cabo históricamente la elección de Dios, frase final del versículo anterior.
1. «Pues nuestro Evangelio (v. 5) no llegó a vosotros solamente en palabras, sino también en poder,
en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis qué clase de personas fuimos entre
vosotros por amor a vosotros (lit. por causa de vosotros)». Vemos aquí que:
(A) Pablo llama «nuestro Evangelio» al que él y sus colaboradores proclamaban (comp. con Ro. 2:16;
16:25; 2 Co. 4:3; 2 Ts. 2:14; 2 Ti. 2:8), pero ese Evangelio (1 Co. 15:1–3), de Dios (2:2, 8) y de Cristo
(3:2), es el único, pues no hay otro (Gá. 1:6–9).
(B) Este Evangelio no fue proclamado por Pablo y sus colaboradores por medio de palabras
únicamente, sino también, y principalmente, por medio del poder del Espíritu Santo (comp. con Hch. 1:8,
como primer lugar en que el poder—dúnamis—se atribuye al Espíritu). Dice Nygren: «El Evangelio no es
la presentación de una idea, sino la operación de un poder. Cuando se predica el Evangelio … el poder de
Dios está obrando para la salvación de los hombres, arrancándolos de los poderes de la destrucción … y
trasladándolos a la nueva era de la vida».
(C) La plena certidumbre (gr. plerophoría) se refiere a la seguridad interior que el poder del Espíritu
Santo daba a Pablo y a los demás predicadores del Evangelio. El contexto posterior exige esta
interpretación, sin negar que los convertidos sintiesen igualmente dentro de sí la misma seguridad que el
Espíritu presta a la palabra del predicador.
(D) Los propios tesalonicenses, que habían sido convertidos mediante la predicación de Pablo y de
sus colaboradores, pudieron percatarse (v. 5b) de la forma en que se habían comportado entre ellos, de
palabra y de obra, los que les predicaron a Cristo: «como bien sabéis qué clase de personas fuimos entre
vosotros». En 2:3–12, se va a extender Pablo sobre esto mismo.
2. A continuación, expresa el apóstol el resultado de la predicación apostólica entre los tesalonicenses
(vv. 6–10).
(A) Habían llegado a ser (v. 6) imitadores de los predicadores y del Señor (comp. con 1 Co. 11:1),
con lo que habían llegado a ser de la misma clase de personas (v. 5b).
(B) Nótese que los tesalonicenses recibieron la palabra (v. 6b), es decir, se convirtieron a Cristo, en
medio de gran tribulación, que es cuando se pone a prueba la sinceridad de la conversión (comp. con Mt.
13:21). Tenemos también la gran paradoja cristiana del gozo en medio de la tribulación; no es un gozo
espontáneo, producido por recursos psicológicos, sino el fruto del Espíritu (v. Gá. 5:22): «con gozo del
Espíritu Santo». Bien puede decir Pablo que los tesalonicenses llegaron a ser imitadores, no sólo de los
predicadores, sino también del Señor (comp. con He. 12:2 «por el gozo puesto delante de él, soportó la
cruz»), siguiendo sus pisadas (1 P. 2:21). Escribe Lutero: «Si Cristo llevó una corona de espinas, ¿cómo
habrían de esperar sus seguidores solamente una corona de rosas?»
3. Tan ejemplar había sido la imitación de Cristo por parte de los creyentes de Tesalónica, que ellos, a
su vez, se habían convertido en modelos que imitar para todos los de Macedonia y Acaya (las dos
provincias de Grecia) que son creyentes (v. 7). Para «modelos», Pablo usa el término griego túpos, como
en Filipenses 3:17, a cuyo comentario remitimos al lector. Dice L. Morris: «Esto es una gran alabanza, ya
que, en primer lugar, a ninguna otra iglesia llama Pablo modelo; y, en segundo lugar, piensa de ellos
como de modelos, no sólo para los paganos, sino para los cristianos de toda Grecia». El impacto que esta
ejemplaridad de los tesalonicenses había producido en toda Grecia está expresado en los versículos 8–10
de forma plástica y muy viva:
(A) «Porque partiendo de vosotros (v. 8) ha sido divulgada la palabra del Señor, no sólo en
Macedonia y en Acaya, sino que también vuestra fe para con Dios (lit. la que dice relación—gr. pros—, a
Dios) se ha extendido (lit. ha salido), es decir, ha llegado a ser conocida en todo lugar, hasta el punto de
no tener nosotros necesidad de hablar nada» (lit.). Grecia entera no necesitaba ninguna predicación
verbal del Evangelio, pues la conducta cristiana de los fieles de Tesalónica hablaba tan alto que, como da
a entender el verbo griego exékhetai («ha sido divulgada»), va resonando (presente de continuidad) como
el repetido eco de un gran trueno por todo lugar.
(B) Pablo no está hablando de oídas, no cuenta un rumor que se ha divulgado con mayor o menor
fundamento de verdad, sino que tiene buena información de primera mano. Dicen los versículos 9 y 10
literalmente: «Porque ellos mismos van anunciando (presente) acerca de nosotros qué clase de entrada
(eísodon, lo contrario de éxodo) tuvimos con relación a vosotros y cómo os convertisteis a Dios desde los
ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar con ansia (ésta es la única vez que el verbo
anaméno ocurre en el Nuevo Testamento; el verbo está en presente continuativo) a Su Hijo de entre
(como saliendo desde el trono) los cielos, a quien resucitó de entre los muertos, a Jesús, quien nos
rescata (comp. con Ro. 11:26 «el Libertador» gr. ho rhuómenos) de la ira, de la que está viniendo»
(presente). Notemos algunos detalles importantes:
(a) La frase «qué clase de entrada tuvimos con relación a vosotros» resulta un tanto extraña por su
misma ambigüedad, ya que puede entenderse en sentido activo (como «acceso») o en sentido pasivo
(como «acogida»), según advierte J. Leal. Que ha de entenderse en el primer sentido («entramos con buen
pie», diríamos en España), está claro por 2:1, donde se repite la frase.
(b) En el versículo 9b, nótese el orden exacto en que están colocados los vocablos, pues ello clarifica
el proceso de la conversión. Pablo no dice: «cómo os convertisteis de los ídolos a Dios», lo que podría dar
a entender que los tesalonicenses, insatisfechos de sus ídolos, se habían vuelto al Dios vivo y verdadero,
sino «cómo os volvisteis de cara a (gr. pros) Dios desde los ídolos, esto es, abandonando los ídolos». Fue
al darse cuenta de que el Dios que les predicaba Pablo era un Dios vivo y verdadero, cuando abandonaron
los ídolos, que no tienen vida ni realidad, excepto en la imaginación de los hombres.
(c) El versículo 10 nos introduce en la escatología, tema frecuente en las epístolas de Pablo a los
tesalonicenses (v. especialmente 1 Ts. 4:13–18; 5:1–11; 2 Ts. 2:1–12). Puesto que esta primera epístola a
los fieles de Tesalónica se escribió hacia el año 50 de nuestra era, fue así la primera que salió de la pluma
de Pablo, con la sola probable excepción de la que escribió a los gálatas, vemos que la expectación
ansiosa de la Segunda Venida del Señor era común anhelo de la primitiva Iglesia.
(d) Es de notar que, en los Evangelios (v. Mt. 3:7; Lc. 3:7), Jesús habla de la ira que está a punto de
venir (pues ése es el sentido del verbo griego méllo); el mismo verbo emplea Pablo para designar la
gloria que está a punto de venir (Ro. 8:18). Pero aquí (v. 10, al final) usa el verbo érkhomai, venir, en
participio de presente, por lo que aquí se refiere, no a la ira que está a punto de venir, sino a la ira que
está viniendo o llegando. Que esta ira no es la de nadie más que Dios no hace falta demostrarlo, pues es
una frase hecha como el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios (Ro. 2:5b, comp. con Ap.
6:16, así como con 5:9 de esta misma epístola). Dice J. Leal: «El día de la ira, Yom Yahwéh, es término de
los profetas y constante en la literatura apocalíptica. Ira es una metáfora que expresa la causa por el
efecto, pena o castigo de los pecados … De este castigo están ya libres de hecho los fieles, que no son
objeto de ira, sino de gracia».
CAPÍTULO 2
En este capítulo, I. Pablo declara cuál fue su conducta entre los tesalonicenses: 1. su rectitud (vv. 1–
4); 2. su laboriosidad (vv. 5–9); 3. su comportamiento irreprochable (vv. 10–12). II. Pasa luego a expresar
la preocupación que sentía por los tesalonicenses (vv. 13–20).
Versículos 1–4
1. La repetición del vocablo eísodos en este v. 1 (que suele verterse aquí por «visita») nos da a
entender que el «porque» con que se encabeza el versículo habría de conectarse con 1:9a, al ser 1:9b, 10
una especie de inciso. Dice literalmente en este versículo 1: «Porque (vosotros) mismos sabéis, hermanos,
que nuestra entrada, la de en relación a vosotros, no ha resultado (pretérito perfecto, no aoristo) vana».
El pretérito perfecto da perfectamente a entender que el fruto de la predicación apostólica entre los
tesalonicenses continúa.
2. El versículo 2 se abre con la conjunción adversativa fuerte allá, sino que … de forma que la unión
con el versículo 1 viene a ser la siguiente: «… no ha resultado vana, sino que (lejos de resultar vana),
después de lo que anteriormente padecimos y fuimos ultrajados (aoristos), como sabéis, en Filipos,
tuvimos denuedo en nuestro Dios para hablaros el Evangelio de Dios en medio de mucho combate» (lit.),
esto es, de fuerte oposición. Notemos lo siguiente:
(A) El apóstol no atribuye el fruto de la predicación en Tesalónica (o en cualquier otra parte)
precisamente a lo mucho que anteriormente había sufrido en Filipos. El sufrimiento en Filipos y la fuerte
oposición en Tesalónica son como el marco en el que destaca con más vivos colores el denuedo (la
franqueza total, sin miedo, como da a entender la etimología del término griego parrhesía = pas rhésis,
toda habla, todo discurso) con que Pablo y sus colaboradores habían proclamado allí el Evangelio.
(B) Este denuedo no era el resultado de un esfuerzo sobrehumano ni de la valentía personal de Pablo
y Silas (v. Hch. 17:1 y ss.), sino un don sobrenatural con que Dios había equipado a sus siervos: «denuedo
en nuestro Dios». Dios había dado el denuedo, porque era «el Evangelio de Dios» (comp. con 1:5
«nuestro Evangelio»). Dios había dado el denuedo porque sus siervos estaban proclamando el Evangelio
de Dios con rectitud y pureza (vv. 3 y ss.) y, por tanto, el buen resultado, mediante la operación del
Espíritu Santo en los corazones, no podía ponerse en duda.
3. En efecto, Pablo y Silas habían sido canales limpios en la transmisión del Evangelio de Dios. En la
descripción del desempeño de este ministerio, Pablo comienza por el lado negativo (v. 3), para pasar
luego (v. 4) al lado positivo.
(A) Comienza por el lado negativo (v. 3): «Porque nuestra exhortación (así llama a la predicación
por la insistencia que requiere un asunto de tal urgencia e importancia como es la salvación) no procedió
de error ni de impureza, ni fue por engaño». Esto nos indica que los adversarios acusaban a Pablo y a sus
colaboradores (a) de sostener ideas falsas, (b) de inmoralidad sexual, como era frecuente en las religiones
idolátricas, y (c) de predicar con engaño, con la astucia de quien desea pescar en río revuelto, pues el
vocablo griego dolo significa primordialmente el anzuelo con que se pesca un pez. Nada de eso entraba,
ni por asomo, en la intención ni en la actuación de los predicadores apostólicos.
(B) Pasa después (v. 4) al lado positivo: «sino que, según hemos sido aprobados (lit. probados, es
decir, puestos a prueba y aprobados; el verbo es el mismo de Romanos 12:2, entre otros muchos lugares)
por Dios para que se nos confiase el Evangelio, así continuamos hablando; no como agradando (es
decir, tratando de agradar) a los hombres, sino a Dios, que pone a prueba (el mismo verbo de la primera
frase del versículo) nuestros corazones» (lit.). La secuencia del pensamiento de Pablo es aquí la siguiente:
Dios ha examinado el corazón de Pablo y lo ha aprobado; y al aprobarlo, le ha confiado la proclamación
del Evangelio; Pablo ha hecho honor a esta confianza que Dios puso en él y trata de agradar solamente a
Dios.
Versículos 5–9
Al continuar con esta idea de la pureza y rectitud con que él y sus colaboradores predican el
Evangelio, el apóstol desciende a motivos particulares por los que los hombres se afanan en ganarse el
aprecio de los oyentes: el lucro y los honores (vv. 5, 6). Al apóstol nunca le han impulsado estos bajos
motivos, sino que se ha comportado siempre como una madre que se desvive por sus hijos (vv. 7, 8), y se
ha ganado el sustento con el sudor de su frente, a fin de no ser gravoso a nadie (v. 9), aun cuando habría
podido usar de su derecho a vivir del Evangelio (v. 6b).
1. Pablo comienza descartando cualquier motivo bajo en su ministerio (vv. 5, 6): «Porque nunca
usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni de pretexto para lucrarnos; Dios es testigo; ni buscamos
gloria (es decir, alabanza y honores) de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros
carga como apóstoles de Cristo». Esta segunda mitad del versículo 6 aparece a la cabeza del versículo 7
en la edición crítica del Nuevo Testamento griego de Nestlé, y es adoptada por la mayoría de las
versiones modernas.
(A) «Porque ni hemos llegado jamás a ser hechos (esto es, a ser puestos) en palabra de adulación»
(lit.), es decir, en una forma lisonjera de hablar. Al estar el verbo en aoristo de la voz pasiva, el apóstol da
a entender que no se dejó meter en una situación (comp. con Ro. 16:7b «han llegado a ser en Cristo»—
lit.—, aunque aquí el verbo está en pretérito perfecto de la voz activa) que repugnaba a sus convicciones.
El griego kolakeías designa, más bien que la adulación corriente, lo que llamamos en castellano
«zalamería», con la que una persona trata de dar seguridades falsas a otra a fin de obtener ventajas para sí
misma.
(B) Tampoco se ha puesto una máscara (gr. prophásei), excusa, falso pretexto, para encubrir avaricia,
un bajo deseo de lucro fácil. El griego pleonexía, como ya hemos visto en otros lugares (Mr. 7:22; Lc.
12:15; Ro. 1:29; 2 Co. 9:5; Ef. 4:19; 5:3 y Col. 3:5), no es sólo el deseo de dinero, sino el afán constante
de adquirir más y más. El apóstol pone por testigos, no sólo a los tesalonicenses («como sabéis»), sino a
Dios mismo («Dios testigo», lit.).
(C) Igualmente descarta Pablo el motivo de buscar gloria, alabanza y honores de parte de los hombres
(«ni de vosotros, ni de otros»). En el versículo 4, había dicho que no trataba de agradar a los hombres,
sino a Dios; ahora se refiere «a la satisfacción que se obtiene cuando es alabada la obra de uno» (L.
Morris). Pablo no buscaba tal satisfacción, pero Dios ha querido que fuese cubierto de honores por
millones de creyentes (y aun de no creyentes) a lo largo de los siglos. Los ha merecido como gran heraldo
de Cristo y el principal expositor del cuerpo doctrinal del cristianismo.
2. El apóstol pasa luego a decir que no ha hecho uso del derecho que tenía a vivir del Evangelio:
«aunque podíamos ser carga (lit.) como apóstoles de Cristo» (v. 6b, o v. 7a). A este propósito, conviene
leer 1 Corintios 9:1–19, donde Pablo defiende sus derechos como apóstol, de los cuales no ha querido
hacer uso. El griego apóstolos («enviado») equivale al hebreo shaliaj y de él dice el Talmud (y lo prueba
la Escritura; v. por ej. Zac. 3:2) que «El shaliaj de un hombre es como si fuese él mismo» (citado por
Morris). Morris cita también la teoría catolicorromana que, basada en este supuesto, afirma que los
apóstoles «tuvieron la plena autoridad de Cristo y, a su vez, transmitieron esta autoridad a los obispos».
De ahí la famosa enseñanza catolicorromana y anglicana de la «sucesión apostólica». Pero H. Kung, a
pesar de ser un teólogo catolicorromano, asegura que no hay más sucesión apostólica que la sucesión del
mensaje apostólico. T. W. Manson ha demostrado que la autoridad del shaliaj estaba limitada a los
términos de su comisión y que ésta era completamente intransferible. Por tanto, los apóstoles, los Doce,
no pudieron tener sucesores. La Iglesia es edificada sobre el fundamento de ellos (Ef. 2:20), esto es, sobre
el que ellos pusieron con su predicación, según aparece ésta en las Sagradas Escrituras del Nuevo
Testamento.
3. Lejos de ser una carga para los creyentes, dice Pablo (v. 7): «más bien (lit. sino que), nos hicimos
como niños pequeños (así, con los MSS más importantes) entre vosotros. Y, al cambiar de símil, continúa
(vv. 7b, 8): «Como una madre (lit. nodriza) cuando cuida tiernamente (lit. abriga, calienta; el mismo
verbo de Ef. 5:29) a sus propios hijos, así nosotros, prendados (o afectuosamente deseosos) de vosotros,
tenemos a bien siempre (es decir, estamos siempre dispuestos a) transmitiros, no sólo el Evangelio de
Dios, sino también nuestras propias vidas (gr. psukhás) por cuanto nos llegasteis a ser muy queridos».
Esta total generosidad del apóstol, dispuesto incluso a desvivirse por los fieles de Cristo, está en la misma
línea de 2 Corintios 12:14, 15, donde repite conceptos muy semejantes.
4. A continuación explica (comp. con Hch. 20:34) cómo se ha comportado para no servir de carga a
nadie (v. 9): «Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga (es decir, de nuestro trabajo
fatigoso); cómo trabajando de noche y de día (hipérbole popular para indicar las muchas horas de
trabajo), con el fin de no ser gravosos a ninguno de vosotros, os proclamamos (lit. proclamamos hacia
vosotros) el Evangelio de Dios». El griego kópos, ya de sí, significa un trabajo fatigoso, pero el vocablo
mókhthos añade a la idea de fatiga la de dificultad. Las horas del día que no eran propicias para la
predicación, el apóstol las dedicaba a trabajar fatigosamente con sus propias manos. Es difícil que alguien
haya superado a Pablo en lo de «redimir el tiempo», que él mismo aconseja en Efesios 5:16 y Colosenses
4:5. Resta por aclarar que «proclamamos» no es presente, sino aoristo Ingresivo.
Versículos 10–12
Pablo apela ahora a su conducta irreprochable, de la cual vuelve a poner por testigos (comp. con v. 5)
a los tesalonicenses y a Dios mismo: «Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e
irreprensiblemente nos comportamos con vosotros (lit. llegamos a ser para vosotros) los creyentes (lit.
los que creéis; en presente de participio, indicando una actitud constante); así como también sabéis de
qué modo, a cada uno de vosotros, como un padre a sus propios hijos, os exhortábamos animándoos y
conjurándoos (lit. testificándoos solemnemente) a que vivieseis (lit. anduvieseis) como es digno de Dios,
que os llamó (o llama, según los MSS más importantes y numerosos) a su reino y gloria». Los dos
sustantivos van unidos con un solo artículo, por lo que pueden tomarse como hendíadis («una idea
mediante dos vocablos»), ya sea en el sentido de «a su reino glorioso» (ésa es mi opinión), o en el sentido
de «a la gloria de su reino» (J. Leal). Sobre esta porción, es conveniente hacer las siguientes
observaciones:
1. Para describir su conducta, usa Pablo (v. 10) tres adverbios distintos: (A) hosíos que, a diferencia
de haguíos (donde se destaca el aspecto de separación de lo mundano para consagrarse a Dios), indica la
actitud interior de religiosidad sincera. «Se aplica, dice Leal, a los hombres piadosos, que obedecen a
Dios»; (B) dikaíos indica la justicia puesta por obra, en cuanto que la voluntad humana se ajusta, se
amolda, a la norma que, para el creyente, es la Palabra de Dios; (C) amémptos, como adverbio, sale
únicamente aquí y en 5:23, en todo el Nuevo Testamento. Pero ha salido como adjetivo en Lucas 1:6 y
Filipenses 2:15; 3:6; y saldrá, en esta misma epístola, en 3:13 y en Hebreos 8:7. Indica, pues, comportarse
de una forma en que no se da ningún motivo para recibir reproche o reprensión.
2. En cuanto al participio de presente (v. 10, al final): «… los que creéis», bueno será recordar el
comentario a Juan 2:23, donde intercalamos la sabia observación de W. Hendriksen de que el uso del
tiempo presente en el verbo creer da a entender una fe verdadera, lo cual no puede asegurarse cuando el
original usa, por ejemplo, el aoristo «creyeron».
3. En los versículos 11b y 12a, es de notar la acumulación de participios «exhortando … consolando
… encargando (o conjurando) que nos ponen de relieve el grandísimo interés que el apóstol tenía por el
bienestar espiritual de los tesalonicenses. «Como un padre a sus propios hijos», dice, y cambia, una vez
más, de metáfora (comp. con el v. 7).
4. Sobre la última frase del versículo 12: «que os llamó (Dios) a su reino y gloria», creemos muy
interesante el comentario de L. Morris: «El reino de Dios es el tema central de la enseñanza de Jesús.
Tiene también raíces en el Antiguo Testamento, porque la idea de que Dios gobierna sobre todos es muy
antigua. Pero había un nuevo énfasis en la enseñanza de nuestro Señor, y los estudiosos modernos se
ponen de acuerdo cada día más en que para Él el concepto era esencialmente dinámico; es decir, pensaba
del reino como de algo que acontece, como la norma de Dios en acción, más bien que como un reinado
propiamente dicho. En cierto sentido, el reino está presente aquí y ahora, porque hay quienes se han
sometido a Dios para hacer la voluntad de Él. En otro sentido, es futuro, porque todavía no vemos a todos
Sus enemigos puestos bajo Sus pies. Está íntimamente asociado a la Persona de Jesús, y mientras el reino
y la cruz no parecen estar conectados en tantas palabras, no podemos menos de pensar que la muerte de
Cristo era necesaria para el establecimiento del reino». La cita es larga y quizá necesitaría ser matizada
para darnos un concepto más preciso de lo que «el reino de Dios» significa, pero es aceptable para todo
teólogo en sus líneas generales, con tal de que no se tenga la falsa idea de que el reinado de Dios en el
mundo es ya «efectivo», pues Jesús mismo no dejó lugar a dudas de que Satanás es todavía «el príncipe
de este mundo». Para ver que también lo es después de la muerte y resurrección del Señor, basta con leer
2 Corintios 4:4; Efesios 2:2; 6:12 y 1 Juan 5:19.
Versículos 13–20
En esta porción, Pablo describe la forma en que los tesalonicenses habían correspondido al ministerio
que los predicadores del Evangelio habían desempeñado entre ellos.
1. «Y por esto, dice Pablo (v. 13), también nosotros damos gracias (presente) a Dios sin interrupción
de que, cuando recibisteis la palabra de audición (es decir, al oírla; comp. con Ro. 10:17) de parte de
nosotros (que es palabra), de Dios, acogisteis, no palabra de hombres, sino como verdaderamente (lo) es,
palabra de Dios, la cual actúa (presente) en vosotros los que creéis (participio de presente, como en el v.
10)». Es traducción totalmente literal, pero perfectamente inteligible con las aclaraciones que hacemos en
paréntesis. Dos breves observaciones: (A) El verbo que significa acogisteis indica una bienvenida gozosa,
espontánea; algo más fuerte que el mero recibir, aunque este último verbo basta para indicar una
recepción salvífica (comp., por ej., con Jn. 1:11; Col. 2:6). (B) El verbo que traducimos por actúa es el
mismo de Gálatas 5:6 y está en el mismo tiempo y en la misma voz, aunque en Gálatas está en participio,
y aquí está en indicativo. A. Robinson opina que habría de traducirse en voz pasiva: «es hecha activa»
(por Dios).
2. Si en el «Y por esto» con que comienza el versículo 13, Pablo da a entender que daba gracias a
Dios por no haber trabajado en vano, en los versículos 14–16 describe el fruto que la recepción de la
Palabra de Dios produjo en los fieles de Tesalónica. El fruto era genuino y bien probado, pues habían
imitado (v. 14) a las iglesias de Judea y padecido de parte de sus compatriotas inconversos las mismas
cosas que los judíos convertidos habían padecido de parte de los judíos rebeldes. No es difícil imitar a los
que van por la vida viento en popa, pero imitar a los que sufren por Cristo y por la causa del Evangelio es
señal segura de que la fe cristiana ha echado buenas raíces. Al mencionar lo que las iglesias de Judea han
padecido a manos de sus compatriotas, el apóstol no puede contener su santa indignación, nacida (no se
olvide) del amor que les tenía (v. Ro. 9:1–3; 10:1, 2). De ellos dice:
(A) «Mataron al Señor Jesús (v. 15, comp. con Hch. 3:15) y a los profetas». Bastantes MSS, aunque
no los más importantes dicen «y a sus propios profetas» (comp. con Mt. 23:31, 32). Es probable que se
incluyan aquí los profetas del Antiguo Testamento, pero podría referirse a los más recientes: Juan el
Bautista, Esteban, Santiago el Mayor.
(B) «A nosotros nos expulsaron» (comp. con Hch. 17:1–15). El verbo griego significa «perseguir
severamente» o, mejor, «perseguir hasta lograr que alguien se marche de aquel lugar». En los dos
sentidos, se puede aplicar el verbo a la historia que leemos en Hechos 17:1–15.
(C) «No agradan a Dios.» Compárese esta frase con 4:1, donde Pablo exhorta a los tesalonicenses a
continuar agradando a Dios, como habían aprendido de Pablo (v. Gá. 1:10) y de sus colaboradores. La
razón por la que no agradaban a Dios, aun tratándose de judíos que tenían de veras celo de Dios, es que
no se sometían al método divino de justificación (v. Hch. 26:9; Ro. 10:1–3).
(D) «Se oponen a todos los hombres.» Dice E. A. Núñez: «Oponerse a la predicación del Evangelio
es declararse enemigo de la humanidad, puesto que todos los hombres necesitan en verdad la salvación
que es posible alcanzar solamente en Jesucristo». Resulta tristemente irónico que lo que comenzó, tras de
la cautividad de Babilonia, con buen viento, al rehusar mezclarse con otros pueblos («como el aceite en
medio de otros líquidos», dicen con orgullo los rabinos), resultó en oposición cerrada contra cualquier
medida que tendiese a rebajar o retirar la barrera que los separaba de los gentiles (v. 16a). Precisamente lo
que más les dolía era que el Evangelio de salvación se predicase y ofreciese a los gentiles (v. Hch. 22:21,
22).
(E) «Así colman, dice Pablo (v. 16b), ellos siempre la medida de sus pecados» (comp. con Mt. 23:31,
32). Dice J. Leal: «Entre los judíos corría la idea de que Dios permite en cada hombre determinado
número de pecados, después de los cuales envía el castigo y no antes. La paciencia de Dios tiene un
límite. El resultado de toda la hostilidad al Evangelio es que llegue a su colmo la paciencia de Dios». La
frase posterior ha de leerse del modo siguiente: «Mas vino sobre ellos la ira (de Dios) hasta el extremo»
(lit.). El verbo phtháno, que usa aquí el apóstol, significa dar alcance a una persona, y está en aoristo
profético, como si la ira de Dios hubiese descargado ya sobre los judíos rebeldes. Hay quienes opinan que
la expresión griega eis télos habría de traducirse «hasta el fin», pero es más probable el sentido intensivo,
como en Juan 13:1b «los amó hasta el extremo».
3. Pablo ha mostrado su ternura hacia los fieles de Tesalónica bajo la metáfora de una madre
(«nodriza») que abriga y calienta a sus hijos (v. 7b); también (con la mayor probabilidad), bajo la
metáfora de quien se hace como «niño pequeño» (v. 7a) entre otros niños. Toma luego la metáfora de
«padre» (v. 11) en su labor de exhortar y animar a los hijos. Ahora toma la del niño huérfano, no
precisamente por muerte de los progenitores, sino por separación dolorosa de los seres queridos. En
efecto, el verbo que usa Pablo en el versículo 17a significa «quedar huérfano lejos de». De este modo
expresa la tristeza que le causa estar ausente de Tesalónica. Todo lo que sigue (vv. 17b–20) es una
descripción de la añoranza que sentía de volver a verlos:
(A) Se echa ya de ver en ese «por un poco de tiempo» (lit. por el tiempo de una hora). Con esta
expresión, el apóstol da a entender que hacía poco que se había separado de ellos. Pero aun esta breve
ausencia se le hacía demasiado larga: «Tanto más, dice (v. 17c), procuramos con mucho deseo (gr.
epithumía, deseo ardiente) ver vuestro rostro, esto es, vuestras personas, según el significado de dicho
modismo hebreo. Vemos, pues, que el griego epithumía, aunque suele traducirse (de acuerdo con el
contexto; véase, por ej., Stg. 1:14, 15) por «concupiscencia», de suyo es una pasión neutral, buena o mala
según el objeto y el modo.
(B) Como en 1 Corintios 5:3; Colosenses 2:5, también aquí (v. 17b), Pablo hace notar que se halla
ausente de los tesalonicenses «de rostro» (lit.), es decir, «en persona» o «de vista», no de corazón. De
corazón, y con el espíritu, se halla entre ellos. Sin embargo, su deseo de estar con ellos es intenso. De ahí
el verbo que usa donde traducimos «procurarnos» (en aoristo) y que propiamente significa «hicimos todo
lo posible por» o «pusimos todo nuestro esfuerzo en».
(C) El versículo 18 expresa bien esa idea de hacer todo lo posible por ver a sus amados
tesalonicenses: «Por lo cual quisimos llegar hasta vosotros, yo ciertamente, Pablo, una y otra vez, y nos
estorbó Satanás» (lit.). En qué consistió este estorbo que repetidamente puso Satanás en el camino a fin
de que Pablo no pudiese cumplir su deseo de estar con sus amados tesalonicenses, no lo sabemos. Una
cosa es cierta, como dice E. A. Núñez: «Había impedido que Pablo regresara a Tesalónica porque sabía
muy bien que de no hacerlo daría lugar a otros triunfos para Cristo en aquella ciudad donde el impacto del
Evangelio había sido tremendo». Todos los autores señalan aquí que resulta evidente por esta porción que
Pablo pensaba en el diablo como en algo realmente existente. Lo mismo pensaba el Señor Jesucristo.
(D) En los versículos 19 y 20, el apóstol explica cuál era el motivo de su intenso deseo de estar con
los fieles de Tesalónica: «Porque, ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo o corona de jactancia (esto es,
corona en que podamos gloriarnos)—o no (lo sois) ciertamente vosotros—delante del Señor Jesucristo en
Su Venida? (gr. parousía). Porque vosotros sois nuestra gloria y nuestro gozo» (lit.). Dos detalles
merecen especial atención:
(a) La corona (gr. stéphanos) es una metáfora para indicar el premio, que se da al vencedor de una
carrera o de una lucha (comp. con 2 Co. 1:14; Fil. 4:1; 2 Ti. 4:8; 1 P. 5:4).
(b) Ésta es la primera de las siete veces en que aparece el término parousía en 1 y 2 Tesalonicenses,
en sentido de la Segunda Venida del Señor. El griego significa «presencia» y solía entenderse de la visita
de un soberano a una ciudad. La frase «delante del Señor Jesucristo» nos invita a ver aquí la presentación
de los creyentes en el tribunal de Cristo (Ro. 14:10; 2 Co. 5:10), donde cada uno recibirá su recompensa
(comp. con 2 Ti. 4:8). Dice E. A. Núñez: «La idea de la Segunda Venida de Cristo saturaba la mente y el
corazón del apóstol, era uno de los incentivos más grandes para su vida cristiana y uno de los temas
cardinales de su predicación».
CAPÍTULO 3
En este capítulo, tenemos: I. el envío de Timoteo a Tesalónica (vv. 1–5); II. el buen informe que ha
transmitido a Pablo (vv. 6–8); III. La satisfacción de éste (vv. 9, 10); y IV. la oración del apóstol por los
tesalonicenses (vv. 11–13).
Versículos 1–5
1. El «Por eso» (v. 1) con que comienza el capítulo se refiere a la nostalgia del apóstol (2:17, 18). Tan
grande era esta nostalgia que, a pesar del consuelo que para él suponía la compañía de Timoteo, decidió
enviarlo a Tesalónica, quedándose solo en Atenas. El griego es muy expresivo en todos los vocablos de
este versículo 1. Además del énfasis en ese «solos», el verbo stégontes da la idea de «no poder aguantar
más»; y el quedarnos está expresado en un verbo muy fuerte (kataléipo), que en Marcos 12:19 se aplica al
hombre que deja a su mujer al morir, y en Efesios 5:31, al hombre que deja a sus padres para casarse.
2. El dolor que le produjo el tener que desprenderse de Timoteo se echa de ver (v. 2) por los epítetos
con que lo describe: (A) «Nuestro hermano», como en las demás ocasiones en que se refiere a él. (B) Los
MSS más importantes añaden «y colaborador de Dios», que, en mi opinión, como en 1 Corintios 3:9,
significa «colaborador mío a las órdenes de Dios». Si el apóstol intentara, en estos lugares, indicar una
colaboración directa con Dios, habría usado el dativo (comp. con Ro. 6:4–8; Ef. 2:5) en lugar del
genitivo. (C) Timoteo era colaborador de Pablo, a las órdenes de Dios, «en el Evangelio de Cristo», es
decir, en la proclamación del Evangelio de la gracia de Dios en la obra llevada a cabo por Cristo.
3. Y añade que envió (aoristo, pues es un hecho del pasado cuando escribe la epístola) a Timoteo,
«para afianzaros, dice (v. 2b), y exhortaros respecto a (gr. hupér) vuestra fe». El verbo sterízo, que
traducimos por afianzar, es de la raíz stereós, sólido, duro, firme, que ha pasado a varios vocablos
castellanos en que aparece estéreo (solo o en composición). El otro verbo, parakaléo, significa, como ya
hemos visto en numerosas ocasiones consolar, exhortar, según sea el contexto. El motivo por el que los
tesalonicenses necesitaban ser afianzados y exhortados era la situación difícil en que se hallaban a causa
de la oposición de los enemigos del mensaje cristiano. Dice E. A. Núñez: «En el ambiente hostil de
Tesalónica había muchos motivos de desaliento para los recién convertidos al Evangelio. Aquellos pocos
creyentes se veían rodeados y acosados por los gentiles paganos y por los judíos que de manera violenta
se oponían al mensaje cristiano».
4. Pablo les recuerda que ya les había predicho que habían de pasar por tribulaciones (vv. 3, 4). Ya el
Maestro lo había advertido a sus discípulos (Jn. 16:1, 2, 33). Por eso, dice Pablo: «porque vosotros
mismos sabéis que para esto estamos puestos» (lit.); como si dijese: «ese es nuestro destino» (así traduce
J. Leal). Como dice L. Morris, el verbo keímai, que Pablo usa aquí, «es prácticamente el perfecto pasivo
de títhemi, usado, por ejemplo, con referencia a “una ciudad asentada sobre un monte” (Mt. 5:14) y a
Pablo “puesto para la defensa del Evangelio” (Fil. 1:17). Hay en él cierto sentido de inmovilidad, de
designio divino inmutable». Compárese también con 1 Pedro 4:12, 13 y nótese el contraste de ese «estar
puestos», de forma sólida, fija, inconmovible, con el «que nadie se inquiete» de comienzos del versículo
3. Puesto que el verbo saino que traducimos por «inquietar» significa, en el griego clásico, «mover la cola
el perro» y, de ahí, «adular con zalamería», es probable, según apunta L. Morris, que algunos judíos se
aprovechasen de la aflicción por la que pasaban los fieles de Tesalónica y les halagasen el oído con
promesas de que, para verse libres de tales aflicciones, no necesitaban sino renegar de su fe cristiana.
5. Todo esto aumentaba la intranquilidad del apóstol; por lo que, una vez más (v. 5), repite la frase del
versículo 1, pero ahora en singular: «Por eso, también yo, no pudiendo soportar más, envié (se entiende, a
Timoteo) para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo
resultase en vano». Donde vemos que:
(A) El apóstol estaba ansioso por saber si la fe de los cristianos de Tesalónica se había mantenido
incólume en medio de la aflicción. «El tentador» es, sin duda, Satanás, el mismo que había estorbado a
Pablo (2:18) para que no fuese a visitarles tan pronto como él deseaba. Zahn, citado por Núñez, dice que
«el tentador que procuraba destruir del todo la obra del apóstol en Tesalónica (3:5) asume no solamente la
forma de un león rugiente (1 P. 5:8), sino también la de un perro adulador (Fil. 3:2) y la de una serpiente
sibilante (2 Co. 11:3)».
(B) Si el tentador lograba sus siniestros propósitos, el trabajo de Pablo habría resultado en vano (v.
5b, comp. con Fil. 2:16b). E. A. Núñez hace notar que «esto no quiere decir que Pablo fuese un
predicador egoísta, ambicioso de gloria para sí mismo. Su preocupación tenía que ver no tanto con el
mensajero como con el mensaje; no tanto con el obrero como con la obra; no tanto con los intereses del
siervo como con los intereses mucho más importantes y elevados del Señor».
Versículos 6–8
En estos versículos tenemos el buen informe que Timoteo trajo al apóstol acerca de los fieles de
Tesalónica.
1. El apóstol se refiere al informe de Timoteo (v. 6) como «buenas noticias». En realidad, el original
suena como si dijese: «nos evangelizó vuestra fe y vuestro amor». Era una fe viva, que da frutos mediante
el amor (comp. con Gá. 5:6), la que los fieles de Tesalónica habían mostrado tener en medio de
aflicciones y tentaciones. Por el contexto posterior, no hay duda de que Pablo se refiere al amor que los
fieles de Tesalónica mostraban hacia el prójimo y, en concreto, hacia él mismo.
2. Por eso, menciona a continuación (v. 6b): «y que siempre nos recordáis con cariño, deseando
vernos, como también nosotros a vosotros». Hallamos aquí, una vez más, el verbo epipothéo, añorar,
desear con nostalgia, que ya vimos en Romanos 1:11; 2 Corintios 5:2; 9:14; Filipenses 1:8; 2:26, y
volverá a salir en 2 Timoteo 1:4; Santiago 4:5 y 1 Pedro 2:2. Pablo sentía por ellos el cariño que un buen
padre y una buena madre sienten por sus hijos, y ellos sentían por él el amor y la gratitud que los buenos
hijos sienten hacia sus buenos padres.
3. El versículo 7 nos hace ver que la situación de Pablo cuando recibió el informe de Timoteo no era,
ni mucho menos, halagüeña. El apóstol se hallaba en angustia y apretura, según traduce Morris, o en
congojas y tribulaciones, como traduce la Biblia de Jerusalén los vocablos anánke y thlípsei del original
(lit. necesidad y aflicción, como en la RV). El contexto histórico favorece la versión de anánke por
«congojas», que según los lexicógrafos Arndt y Gingrich, citados por Núñez, «parece describir mejor el
estado de ánimo del apóstol, quien se hallaba en gran conflicto en Corinto».
4. El consuelo que Pablo recibió (v. 7b) mediante la fe, esto es, por medio del informe que Timoteo le
dio acerca de la firmeza de la fe y del amor de los tesalonicenses, fue tan grande que, con una hipérbole
claramente semita, dice el apóstol (v. 8): «porque ahora vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor».
Como si dijese: «Después de oír que continuáis firmes en vuestra adhesión al Señor, es como si nos
hubieseis dado el aliento suficiente para seguir viviendo». En el griego clásico, la conjunción eán va con
subjuntivo, pero aquí va con indicativo, en lugar de ei, y da a entender que es una condicional real, que se
cumple, no una mera posibilidad. Pero de este modo, como hace notar Findlay, «asegura la hipótesis con
mayor peso» que si se tratase de la construcción normal («puesto que estáis firmes en el Señor»), de
forma que la cláusula se convierte «en una apelación implícita»: «Vosotros debéis demostrar que mi
aprensión era innecesaria; debéis continuar justificando mi confianza».
Versículos 9–10
A tono con el consuelo que ha mostrado en los vv. 6–8, el apóstol muestra ahora su satisfacción por el
informe de Timoteo.
1. Tan grande es esta satisfacción que ahora siente, que no halla palabras suficientes (v. 9) para dar
gracias a Dios por el gozo que las buenas noticias le han proporcionado: «¿Cómo podemos dar suficientes
gracias a Dios por vosotros, en respuesta a todo el gozo que tenemos en la presencia de nuestro Dios por
vosotros?» (NVI). El verbo antapodídomi, que el apóstol usa aquí para dar, es más fuerte que apodídomi
y, en las siete veces que, con ésta, sale en el Nuevo Testamento (Lc. 14:14—dos veces—; Ro. 11:35;
12:19; 2 Ts. 1:6 y He. 10:30, que es una repetición de Ro. 12:19), lleva la idea de retribución, ya sea en
forma de bien o de mal. Pablo, pues, ve en el consuelo que Dios le concede como una deuda que nunca
podrá pagarle. Dice E. A. Núñez: «La gracia que se derrama del cielo siempre excede de manera infinita a
la acción de gracias que se levanta de la tierra». El apóstol da gracias por los tesalonicenses (comp. con
1:4) y por el gozo que siente él mismo. El original dice: «por todo el gozo con que nos gozamos», con lo
que da a entender, por medio de esa repetición, la gran intensidad de su gozo.
2. El versículo 10 continúa la secuencia del versículo 9, pero el participio griego deómenoi
(«orando») tiene, en mi opinión, el sentido de una aposición temporal: «mientras continuamos orando de
noche y de día con gran insistencia que podamos ver vuestro rostro y reparar las deficiencias de vuestra
fe». Son varios los detalles que merecen especial análisis:
(A) El verbo que Pablo usa para «orando» no es el corriente, donde se expresa meramente el acto
devocional (proséukhomai), sino déomai, que, como hace notar con su finísimo análisis L. Morris,
«expresa un sentimiento de necesidad, de carencia», por donde se echa de ver cuán solo se había visto el
apóstol al verse separado de sus amados hijos espirituales.
(B) El adverbio griego huperekperissoú, que sale únicamente aquí, en 5:13 y en Efesios 3:20, y que
traducimos por «con gran insistencia» está compuesto con dos prefijos, las preposiciones hupér y ek, que
aumentan la idea de abundancia, ya existente en el perissoú. Dice L. Morris: «Uno tiene la impresión de
un hombre que pugna por hallar palabras que expresen un sentimiento demasiado profundo para ser
expresado en palabras».
(C) La expresión que hemos vertido personalmente por «reparar las deficiencias» es, en griego,
katartísai ta husterémata. El verbo katartízo, que aparece aquí en aoristo de infinitivo, significa remendar
en Mateo 4:21, equipar en Efesios 4:12, y restaurar en Gálatas 6:1, donde se echa de ver el sentido
quirúrgico que primordialmente tuvo, pues en este sentido, así como en el de amueblar completamente
una habitación, lo usa Herodoto (comp. con 2 Ti. 3:17, donde Pablo usa dos vocablos de la misma raíz).
En cuanto a hustérema, su sentido primordial es «lo que se queda atrás» y, por tanto, no llega al límite o
nivel requerido. No se ha de pensar que, en la construcción doctrinal que los tesalonicenses habían
recibido, se echase en falta algún punto fundamental de la fe cristiana, sino simplemente el sentido de
«cosa incompleta» que nuestra fe tiene hasta que hayamos llegado a la estación de término que ya vimos
en Efesios 4:13. Por eso, el crecimiento en la fe es un proceso continuo que no debe descuidarse. Dice
Calvino (citado por Neil): «De aquí se deduce claramente cuánto debemos dedicarnos a enseñar. Pues a
los maestros no se les ordenó únicamente que llevasen a los hombres a la fe de Cristo en un día ni en un
mes, sino que llevasen a perfección la fe que acaba de comenzar».
Versículos 11–13
En estos versículos, el apóstol dirige a Dios una oración, en la que son de notar:
1. El deseo (v. 11) de que «el mismo Dios y Padre nuestro y nuestro Señor Jesús (la añadidura de
Cristo está tan pobremente atestiguada que ni siquiera aparece en el texto crítico de Nestlé) dirija (lit.)
nuestro camino hacia (gr. pros) vosotros». Por su rara construcción, este versículo requiere un análisis
especial:
(A) Lo primero que extraña es la estrecha unión con que «Dios nuestro Padre y nuestro Señor Jesús»
aparecen como dos personas distintas con una misma eficacia para dar cumplimiento a la petición que
hace aquí Pablo a favor de los tesalonicenses. No puede menos de recordarnos la frase del propio Jesús:
«Yo y el Padre somos uno (un solo ser)» (Jn. 10:30).
(B) La extrañeza sube de punto si nos percatamos de que el verbo griego kateuthúnai está en singular,
con lo que se destaca todavía más la unidad del Padre y de Jesús. Por cierto, el verbo está en aoristo de
optativo, modo muy poco usado en el griego común o koiné y que «se usa en fórmulas más solemnes»
(Leal). El significado preciso del verbo es «enderezar» o «despejar», mejor que «dirigir».
(C) Sin embargo, este versículo no es una excepción a la regla general de que las peticiones han de
hacerse al Padre en nombre de Jesús, ya que esta oración no está hecha en estilo directo («Padre nuestro
… endereza el camino»), sino indirecto («Mas el mismo Dios y Padre nuestro. «enderece el camino»). Es,
pues, una forma de unir en una misma petición al Padre, término final de nuestra oración y de nuestra
adoración, y al único Mediador entre Dios y los hombres.
(D) Lo que aquí, pues, pide Pablo es que Dios, con Jesús y por medio de Jesús, enderece el camino,
esto es, oriente los pasos de Pablo hacia los fieles de Tesalónica, de forma que ninguna oposición pueda
estorbar el contacto del apóstol con sus amados hijos de aquella ciudad. Dice E. A. Núñez: «Satanás había
impedido “una y otra vez” el viaje a Tesalónica (2:18), pero he aquí Uno más poderoso que Satanás. El
camino que el adversario había torcido, Dios podía enderezarlo».
2. La petición del versículo 11 es por él mismo. En el versículo 12, Pablo pide para que «y a vosotros
el Señor os haga crecer y abundar en el amor los unos hacia los otros y hacia todos, como también (lo
hacemos) nosotros hacia vosotros» (lit.). El «os haga» no está en el texto de modo explícito, pero es
necesario añadirlo, al tener en cuenta que Pablo está pensando en hebreo y los verbos crecer y abundar
están para él en la forma causativa Hiphil. Veamos aquí:
(A) Que Pablo había expresado su deseo (v. 10) de visitar a los tesalonicenses, a fin de verlos y de
reparar las deficiencias. Ahora pide a Dios que les haga crecer y abundar en amor, ya que este progreso
no es obra del esfuerzo humano, sea de los ministros de Dios o de los propios individuos, sino de Dios
que da el crecimiento (1 Co. 3:6).
(B) Se ha dicho muy bien que las virtudes llamadas «teologales» (fe, esperanza y amor) no tienen
extremo vicioso, es decir, nunca se cree, ni se espera ni se ama demasiado, cuando tanto el sujeto como el
objeto y el modo se hallan en el plano sobrenatural. De ahí que Pablo acumule verbos de abundancia
(pleonásai kai perisseúsai), a sabiendas de que nunca habrá exceso en ese amor que pide para los
tesalonicenses.
(C) Nótese el orden: «en el amor los unos hacia los otros y hacia todos». En primer lugar, a los de la
familia de la fe; pero sin excluir a nadie de ese amor (comp. con 5:15; Mt. 5:43–48; Gá. 6:10).
3. En el versículo 13, expresa el objeto por el cual desea que Dios les haga crecer y abundar en amor
para con todos: «En orden a consolidar (de nuevo, el verbo sterizo que vimos en el v. 2) vuestros
corazones, irreprensibles (el adverbio se halla en 2:10) en santidad (gr. haguiosúne, el lado positivo de la
santidad, en el sentido de dedicación a Dios en la medida en que nos separamos de lo que es reprensible).
Así, irreprensibles en santidad, deben (debemos) aparecer delante de nuestro Dios y Padre, en la venida
(gr. parousía, presencia, como en 2:19; 4:15; 5:23) de nuestro Señor Jesucristo con (gr. metá, preposición
de compañía) todos sus santos». Dos breves observaciones acerca de este versículo 13:
(A) El apóstol se refiere a la Segunda Venida de Cristo, en la que debemos aparecer irreprensibles,
no sólo ante los hombres (Fil. 3:6), sino delante de Dios, que ve los corazones. Por comparación con
2:19, vemos que será el día de las recompensas (comp. con 1 Co. 3:13–15; 2 Co. 5:10; Fil. 1:6).
(B) ¿Qué significa, entonces, la frase «con todos sus santos»? Hay quienes opinan que se refiere a los
ángeles, como en Marcos 8:38. Pero Leal hace notar que el vocablo «santos», a secas, «en Pablo nunca se
refiere a los ángeles». En efecto, en Marcos 8:38, Jesús dice: «con los santos ángeles». Es cierto que
vendrá con los santos ángeles, pero ¿qué significa aquí los santos? Probablemente se trata de seres
humanos, como en Daniel 7:22, y aun 4:14 de esta misma epístola. En mi opinión, la inclusión de seres
humanos se ve favorecida especialmente por lugares como Mateo 27:52, 53 y Efesios 4:8 (v. también el
comentario a 1 Co. 15:23).
CAPÍTULO 4
En este capítulo, el apóstol, I. hace una exhortación general a la santidad (vv. 1, 2); II. exhorta
después, en concreto, a la pureza sexual (vv. 3–8); III. pasa después a exhortar al amor fraternal (vv. 9,
10) y IV. a la diligencia y laboriosidad (vv. 11, 12). V. Exhorta finalmente a no entristecerse por los que
duermen en el Señor, sino consolarse con la segura esperanza de la venida del Señor y de la consiguiente
resurrección de los fieles difuntos (vv. 13–18).
Versículos 1–3a
1. El capítulo se abre con el conocido «Por lo demás», que indica la transición a otro asunto, no el
final de la carta. «Os rogamos, dice Pablo, y exhortamos en el Señor Jesús (en comunión con Él, en
sujeción a Él, con la autoridad de Él), que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene
conduciros (lit. andar) y agradar a Dios, así también continuéis conduciéndoos (o, así como tambien
continuáis conduciéndoos), a fin de que abundéis más» (lit.). La construcción griega favorece a la
primera interpretación, más bien que a la que va en el paréntesis. Lo cierto es que dicho inciso figura en
todos los MSS, por lo que no se explica por qué falta en tantas versiones. Notemos los puntos siguientes:
(A) El verbo rogar tiene, en griego, el sentido de preguntar y así se traduce con mucha frecuencia en
los Evangelios, pero la koiné lo usaba también para rogar, y así aparece en muchos otros lugares, en
especial en las Epístolas. Se emplea con personas de nivel igual o inferior. El verbo exhortar añade la
idea de urgir o animar.
(B) Donde traducimos aprendisteis, el griego dice recibisteis (es el mismo verbo de 2:13). El verbo
agradar es el mismo de 2:4. Ya les había dicho Pablo que el Evangelio había tenido tal acogida entre
ellos que habían llegado a ser imitadores de Pablo y sus colaboradores y hasta del Señor (1:6). Este
aprendizaje, que les llevaba a la imitación de los apóstoles y de Dios, es el que aparece aquí y en el
versículo 9b.
(C) La vida del creyente ha de ser, en cada momento, tal que agrade a Dios (comp. con 2:4; Ro. 12:1,
2), pues ese es el objetivo de una vida santa.
(D) El apóstol ruega e insta a los fieles de Tesalónica a que, ya que se comportan bien, abunden más,
esto es, se comporten cada vez mejor. Dice Leal: «Esta exhortación al constante progreso se repite mucho
en Pablo, quien no se contenta con un cristianismo vulgar, sino que aspira siempre a la perfección».
2. El apóstol da como razón para su ruego y exhortación el que (v. 2) «ya sabéis qué instrucciones
(gr. paranguelías, órdenes de tipo militar) os dimos por medio del Señor Jesús, esto es, con la autoridad
recibida del Señor Jesús». De esta manera afirma Pablo su autoridad apostólica, como la de un
comandante que exhorta según las órdenes recibidas de su general en jefe.
3. Y, con un nuevo «porque» (gr. gar), agrega (v. 3): «ésta es la voluntad de Dios (es decir, esto es lo
que Dios quiere, lo mismo que en Ro. 12:2b): vuestra santificación». En 3:13, había usado el término
haguiosúne, que expresa un estado habitual, pero aquí usa haguiasmós, que indica un proceso del que la
santidad es principio (estado imperfecto) y meta (estado perfecto). En ese proceso, el creyente, con la
gracia de Dios, ha de ejercitarse activamente.
Versículos 3b–8
En estos versículos, el apóstol exhorta a los tesalonicenses a conservarse sexualmente puros. Es de
notar que, al dar a entender que todo lo que sigue entra en el proceso de la santificación deseada por Dios,
los preceptos que siguen (vv. 3b–6) están en infinitivo, como en una lista continua.
1. Comienza (v. 3b) por lo más general: «que os apartéis de la fornicación». Recordemos que el
griego pornéia indica todo acto sexual ilegítimo, y comprende tanto la fornicación ordinaria, como la vida
en concubinato y la unión en grado prohibido. La frase se halla, con el mismo verbo y el mismo
sustantivo, en Hechos 15:29.
2. Continúa (vv. 4, 5): «Que cada uno de vosotros aprenda a controlar su propio cuerpo (lit. vaso) de
forma santa y honrosa, no en lujuria apasionada como los gentiles, que no conocen a Dios» (NVI). Hay
quienes traducen el griego skéuos, vaso, por la propia esposa, más bien que por el propio cuerpo. Es una
opinión que se remonta a Teodoro de Mopsuestia y se apoya en 1 Pedro 3:7 y, en especial, en el verbo
ktásthai, que significa adquirir, poseer, hacerse con, etc. Sin embargo, el uso general de la Escritura, ya
desde 1 Samuel 21:5, es el de cuerpo; y no sólo el contexto posterior, sino aun el mismo verbo ktásthai
que nunca se usa en griego con respecto a la esposa, favorecen a esta opinión. En este versículo 4, el
apóstol usa el mismo vocablo (haguiasmós) que usó en el versículo 3. Lo de honor (forma … honrosa en
la NVI) es probable que tenga el sentido que se da a entender en 1 Corintios 12:22–26, como insinúa
Leal, quien añade: «Aun los miembros más innobles sirven para la gloria de Dios y del propio hombre».
En el versículo 5: «no en lujuria apasionada como los gentiles …», el griego dice: en pasión de
concupiscencia (comp. con Gá. 5:24), cuyo sentido puede ser: pasión que procede del mal deseo, o pasión
que conduce al mal deseo. En todo caso, esto confirma el significado de cuerpo, en lugar del de esposa,
con la que no se entiende lo de «pasión de concupiscencia» como cosa mala.
3. El versículo 6 continúa la lista, con dos infinitivos dependientes, como los de 3b y 4, de la
santificación que Dios quiere (v. 3a). Si tenemos en cuenta que los verbos griegos huperbáinein y
pleonektéin significan respectivamente «pasar por encima de uno» y «sacar ventaja», la traducción que
propongo, no sólo como más fiel al texto, sino también como muy expresiva es: «Que nadie se propase ni
se aproveche de su hermano en esta materia, puesto que vengador (es el) Señor acerca de (gr. perí) todas
estas cosas, como antes os dijimos y testificamos solemnemente». Como se ve por la fraseología que
Pablo emplea, el pecado sexual se contempla aquí desde el punto de vista de atropello al prójimo, aunque
el vocablo «hermano», contra la opinión de Leal y Morris, que ven ahí una generalización equivalente a
«prójimo», se refiere únicamente, a mi juicio, a los creyentes. Sólo con referencia a los de la misma raza
(judía), y en estilo directo, hallamos ese vocablo aplicado a inconversos (v. Hch. 2:37b) y, por supuesto, a
hermanos según la carne (v. Jn. 7:5). El abuso sexual de un hermano, o hermana, sube de punto cuando
nos percatamos de que es también una especie de sacrilegio, por ser el cuerpo del creyente templo del
Espíritu Santo (1 Co. 6:19). El apóstol advierte solemnemente que Dios (en Cristo) castigará a los que se
comporten de esa manera (v. 1 Co. 5:1–13; 11:23–32; He. 12:4–11). Dice E. A. Núñez: «Hay salvación
en Cristo, pero la cruz no anula la justicia divina; lejos de eso, la vindica y la cumple. Dios es todavía
“fuego consumidor”; Dios de amor, pero también Dios de ira; Dios de salvación y Dios vengador».
4. El apóstol alude a otro motivo (v. 7: «Pues no nos ha llamado Dios a (lit. sobre) impureza, sino a
(lit. en) santificación (haguiasmó)». El apóstol ha dicho (v. 3a) que lo que Dios quiere es nuestra
santificación; ahora dice que «a eso nos llamó». En el actual pueblo de Dios, no menos que en el Israel de
antaño, la consigna primera es: «seréis santos, porque yo soy santo» (Lv. 11:44; 19:2). Dios es luz,
totalmente luz (1 Jn. 1:5), y el que no anda en la luz, no puede tener comunión con Dios (1 Jn. 1:6, 7).
Vemos, pues, que la impureza sexual es la antítesis de la santidad.
5. El versículo 8 apunta otros dos motivos, por los que hemos de procurar la santificación y evitar la
impureza sexual: (A) La autoridad divina: «Así que, el que desecha esto, no desecha (el mismo verbo de
Lc. 10:16) a un hombre, sino a Dios». En otras palabras, Pablo no está dando normas ni preceptos suyos,
sino de Dios que le ha comisionado para el ministerio (2 Co. 5:18–20). Por eso, ha comenzado el capitulo
rogando y exhortando en el Señor Jesús (v. 1), y aludiendo a instrucciones dadas por medio del Señor
Jesús (v. 2). (B) La presencia del Espíritu Santo en el creyente: «quien (Dios) también os da su Espíritu
Santo». Dos detalles curiosos hay en el griego original de esta frase: (a) Todos los MSS usan el participio
de presente («que da»), lo cual indica que el ministerio del Espíritu Santo no se reduce al momento de la
conversión, sino que perdura durante toda la vida del creyente; y, como el Espíritu procede del Padre (Jn.
15:26), puede decirse que lo está dando, enviando, continuamente. (b) El original dice, en una mayoría
abrumadora de MSS, eis humás, a vosotros, no eis hemás, a nosotros; y, en lugar del dativo, usa el
acusativo con eis, preposición de dirección, como diciendo: «lo envía a vosotros», «lo pone en vosotros»
(así lo traduce la Versión Hispanoamericana). Quien rechaza, pues, las instrucciones de Pablo, rechaza
también el testimonio interior del Espíritu (Ro. 8:16) y ultraja al Espíritu de gracia (He. 10:29c).
Versículos 9–10
De la exhortación a la pureza, pasa el apóstol a exhortar al amor fraternal. Dice así en la NVI: «En
cuanto al amor fraternal, no necesitamos escribiros, porque vosotros mismos habéis sido enseñados por
Dios a amaros unos a otros, y de hecho amáis a los hermanos en toda Macedonia. Pero aún os
exhortamos, hermanos, a hacerlo más y más».
1. Aunque Pablo pasa ahora a otro asunto, como lo da a entender la conjunción de, la conexión con lo
que antecede es clara, según hace notar E. A. Núñez: en lugar de abusar del hermano, hemos de amarle
como Dios manda. «Defraudarlo, dice Núñez, es obra de la carne; amarlo es fruto del Espíritu». El
apóstol usa aquí el vocablo griego philadelphía, «amor al hermano», vocablo usado también por Pedro (1
P. 1:22; 2 P. 1:7), así como por Pablo mismo en Romanos 12:10. Aparece también en Hebreos 13:1. Juan
es el apóstol del amor, pero no usa dicho término, sino siempre el tan conocido agápe, el amor que tiene
sus raíces en el cielo (v. el comentario a 1 Jn. 3:1). Como el Maestro había dicho (Jn. 13:34, 35), el amor
entre los creyentes era la nota distintiva en la primitiva comunidad cristiana (v. Hch. 4:32). Aún a fines
del siglo II, refiere Tertuliano que los paganos decían de los cristianos: «¡Mirad cómo se aman!» Y de
Luciano de Samosata, medio siglo anterior a Tertuliano, se citan las siguientes afirmaciones: «Es
increíble ver el fervor con que la gente de esa religión se ayudan unos a otros en sus necesidades. No
retienen nada para sí mismos. Su primer legislador (Jesucristo) les ha hecho creer que todos ellos son
hermanos».
2. Pablo deja bien claro que ese afecto fraternal no ha brotado espontáneamente de la naturaleza
humana, sino que los fieles de Tesalónica (como todos los creyentes, comp. con Jn. 6:44) habían sido
«enseñados por Dios» (lit.). Ésta es la única vez que el vocablo griego theodídaktos ocurre en todo el
Nuevo Testamento. Dice L. Morris: «Indica una actividad de Dios dentro del corazón de ellos y resulta
sorprendente el que siga a la referencia que, en el versículo anterior, se hace a la obra del Espíritu Santo».
Dios no deja de enseñar a quien le obedece (v. Jn. 7:17).
3. El apóstol no deja de señalar que los tesalonicenses practican el amor fraternal (v. 10), y lo hacen,
no sólo a nivel de la iglesia local, sino «en toda la Macedonia», de la que conocemos las iglesias de
Filipos y Berea. Lightfoot da como probable que hubiese también iglesias en las grandes ciudades como
Anfípolis y Pella.
4. Pero el apóstol no quiere que los creyentes se duerman en los laureles, por lo cual les anima (v.
10b) a que abunden más y más en ese amor fraternal: «Pero aún os exhortamos, hermanos, a hacerlo más
y más» (NVI). Siendo un amor que el Espíritu Santo pone en el corazón, podría preguntarse cómo es que
nosotros hemos de hacer que tal amor abunde. La respuesta se halla en el mismo plano que la llenura del
Espíritu tiene en Efesios 5:18. El creyente no puede, por sí mismo, hacerlo; pero sí puede rendirse
completamente, sin escamoteos ni reservas, a la acción del Espíritu Santo, el cual obra eficazmente en
todo aquel que no le pone estorbos (comp. con 5:19 y Ef. 4:30).
Versículos 11–12
La conexión de estos versículos con los que les preceden es explicada de distinta forma por los
expositores. J. Leal ve en 1 Corintios 13:4–7 la razón de esta conexión: «La caridad, dice (guardando la
antigua versión de agápe por “caridad”), no es envidiosa, no es soberbia y vanidosa, no busca lo propio,
es sufrida y paciente». Lightfoot, en cambio, opina que «la caridad generosamente ejercida por los
hermanos más ricos de la congregación había resultado en algunas irregularidades. Quizás habría
hermanos que, aprovechándose de esa provisión material, abandonasen sus ocupaciones habituales y, al
no tener que trabajar para su sostenimiento, saliesen predicando doctrinas estrambóticas, excitando
sentimientos enfermizos y conturbando la fe pura y sencilla de otros. Probablemente actuaban así bajo
pretexto del pronto regreso del Señor». Esta explicación es la que también W. Hendriksen tiene como
probable.
Lo cierto es que, en estos versículos y dependiendo del «os exhortamos» del versículo 10, dice aquí el
apóstol: «Esforzaos en llevar una vida tranquila, ocupándoos de vuestros propios negocios y trabajando
con vuestras manos, como os hemos dicho, a fin de que vuestra vida diaria gane el respeto de los de
fuera y no dependáis de nadie» (NVI). Cinco son los puntos de que consta esta exhortación:
1. El verbo que la NVI traduce por esforzaos sale únicamente aquí, en Romanos 15:20 y en 2
Corintios 5:9, y significa «procurar sin descanso», aun cuando su significado original, conforme a su
etimología, era «amar el honor o el prestigio». Phillips lo vierte de forma que la frase tenga un tono, hasta
cierto punto, paradójico: «y haced que vuestra ambición sea no tener ambición». Mejor es, sin embargo,
retener el sentido de «llevar una vida tranquila» como la mejor manera de verter el verbo hesukházein.
¿Qué significa esta exhortación? El contexto no permite interpretarla en el sentido de «cruzarse de
brazos», sino de tratar de vencer la agitación interior, debida, con la mayor probabilidad, a «la
impaciencia en cuanto a la aparente tardanza del Señor». Comparar con 2 Pedro 3:4, para ver de dónde
podía venir la tentación. Se comprende, pues, que a estas personas Pablo les recomiende calma y
paciencia.
2. La siguiente exhortación («ocupándoos de vuestros propios negocios»). Ésta es una recomendación
que necesitaban (y necesitan) tanto los de carácter espasmódico como los apáticos, propensos a la
indolencia. Los que van a la caza de sensacionalismos y noticias de última hora suelen estar en todo
menos en lo suyo. Véase cómo, en 2 Tesalonicenses 3:11, 12, el apóstol tiene en su mente los tres grupos
que se contemplan en este versículo 11. Pablo dice de éstos que «andan desordenadamente, no
trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno» (1 Ts. 3:11).
3. «Y trabajando con vuestras manos, como os hemos dicho (lit. como os mandamos, en aoristo)».
Esto significa que, ya en los días en que les predicó el Evangelio por primera vez, Pablo les había
ordenado el deber de ganarse el sustento por medio del trabajo. Él mismo daba el ejemplo en esto, como
bien sabemos (v. Hch. 18:3; 20:34, 35; 1 Co. 4:12). Que el trabajo manual no es una maldición con la que
deben cargar los desheredados de la fortuna, sino un honor y un medio de enriquecer la propia
personalidad, se ve por la función que desempeñaba ya antes de la caída original (v. Gn. 2:15). El doctor
E. A. Núñez hace un detallado estudio de este punto en su comentario a la epístola que analizamos.
4. En los dos puntos que siguen (v. 12), el apóstol señala los fines inmediatos de esta vida de trabajo
honrado, sin agitación, pero también sin indolencia: (A) «A fin de que vuestra vida diaria gane el respeto
de los de fuera», es decir, de los no cristianos. Un trotamundos o un holgazán dan muy mal testimonio de
la fe que profesan, mientras que un trabajador honesto, cumplidor, fiel, se gana el respeto de todos y, si es
un subalterno, la confianza de sus superiores. De ahí la necesidad de que los creyentes que tienen una
profesión secular (abogados, médicos, empresarios, etc.) traten de sobresalir por su dedicación, su
honradez y, en cuanto se lo permitan sus habilidades, su competencia. (B) «Y no dependáis de nadie». La
construcción griega admite dos traducciones distintas, pues el griego medenós puede significar «de
nadie», lo mismo que «de nada». Resulta muy difícil decidir cuál de los dos sentidos es el que tuvo en
mente el apóstol. Dice L. Morris: «Si algunos vivían de la caridad de otros, había que decirles que no
dependiesen de los hombres». O pueden indicar estas palabras que quien trabaja constantemente hallará
amplia provisión para todas sus necesidades. Traducen «de nadie» la NVI, la versión de J. Leal, la Biblia
de las Buenas Nuevas, la Biblia de Jerusalén y la Nueva Biblia Española. Traducen «de nada» la Reina-
Valera, la Biblia de las Américas y la New American Standard Translation. La AV inglesa lo traduce
igualmente, pero lleva «de nadie» en la columna de referencias.
Versículos 13–18
Llegamos ahora a la porción más conocida de la epístola, por ser la más usada en mensajes para
funerales. En estos versículos, el apóstol Pablo responde a una pregunta que, al parecer, se habían hecho
algunos después que el apóstol se marchó de Tesalónica. La pregunta era la siguiente: Si un creyente
muere antes del regreso del Señor Jesucristo, ¿pierde entonces la esperanza de salir al encuentro del Señor
cuando éste vuelva? Pablo les asegura que quienes se hayan dormido en el Señor no tendrán que esperar a
que pase del todo el presente orden de cosas para participar de las bendiciones futuras, sino que entrarán a
participar, al mismo nivel y en el mismo tiempo que los que vivan todavía en esta tierra cuando el Señor
venga, de las bendiciones del reino mesiánico, «para estar siempre con el Señor».
1. Comienza primero por lo que constituye su preocupación desde el punto de vista pastoral (v. 13):
«Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os
entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza» (Biblia de Jerusalén). Vemos aquí que:
(A) Se trata de algo que los tesalonicenses no conocían o no conocían bien, pues el apóstol dice que,
sobre ese punto, no quiere que estén en la ignorancia (comp. con Ro. 11:25). Ahora bien, la doctrina de
la resurrección de los muertos formaba parte importante del mensaje que Pablo predicaba, y lo que dice a
continuación el apóstol (v. 14) es una confirmación de ello. Su duda, como hemos dicho, afectaba a un
detalle, no al hecho mismo de la resurrección.
(B) Al ser, empero, un detalle que causaba tristeza a ciertos hermanos, el apóstol quiere disiparla lo
antes posible: «para que no os entristezcáis». Les hace ver:
(a) Que los creyentes que parten de esta vida más bien que morir, se quedan dormidos (participio de
presente). El verbo griego es koimáo, de donde procede el vocablo koimetérion, dormitorio, que es el
nombre dado por los primitivos cristianos a los sepulcros. Ha pasado al castellano con el nombre de
cementerio (y a otras lenguas, en vocablos similares). E. A. Núñez cita la siguiente frase: «Morir, para los
que mueren en Jesucristo, es dormirse entre los hombres y despertar entre los ángeles». Para darse cuenta
del optimismo con que Pablo contemplaba la muerte basta con leer Romanos 8:38; 1 Corintios 15:55–58;
2 Corintios 5:1–8; Filipenses 1:21, 23.
(b) Que, con esta esperanza, no deben entristecerse como los demás, que no tienen esperanza. La
esperanza del cristiano no se limita a esta vida, sino que traspasa los límites de la tumba hasta alcanzar la
plena posesión de la vida eterna (v. 1 Co. 15:18, 19). Dirigiéndose a los fieles de Éfeso (Ef. 2:12), Pablo
les hace a la memoria que cuando vivían en el paganismo, lejos de gozar de los privilegios del pueblo
escogido por Dios, estaban sin esperanza y sin Dios en el mundo. En efecto, el que no cree en Dios no
puede creer en la vida de ultratumba, sino que todo se le acaba con la muerte; para el que no cree en Dios,
los seres queridos dan el último adiós al morir, mientras que los que se duermen en el Señor no tienen por
qué decir «adiós», sino «hasta luego».
(c) Nótese también que el apóstol no prohíbe a los cristianos el entristecerse. Agustín de Hipona lloró
amargamente cuando se murió Mónica, su madre. Lo que dice es que no debemos entristecernos como los
que no tienen esperanza. El mismo Señor Jesús lloró lágrimas silenciosas junto a la tumba de su amigo
Lázaro (Jn. 11:35), a pesar de que estaba a punto de resucitarlo. El cristiano no tiene por qué ser estoico.
San Pablo se refiere precisamente a la malvada generación de los últimos días como gente sin afecto
natural (2 Ti. 3:3). El afecto, más que natural, que el creyente debe a sus seres más allegados: esposo,
esposa, padre, madre, hijos, ha de apenar al que se queda en este mundo, después de decir adiós al ser
querido, aunque éste se marche «con billete de vuelta», pero su tristeza no puede ser la misma que la de
quien ve partir a sus más íntimos allegados en un viaje del que no se vuelve jamás.
2. A continuación, el apóstol expresa claramente el motivo por el que los cristianos no deben
entristecerse, acerca de los que se han dormido, como los demás, que no tienen esperanza (v. 14):
«Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Él (Jesús) a los que se
durmieron por medio de Jesús» (lit.). Vemos aquí:
(A) Que la creencia en la resurrección de los muertos se basa en la fe del creyente en la muerte y
resurrección de Jesucristo. Este es precisamente el núcleo del Evangelio (v. 1 Co. 15:1–3). Aunque el
Señor Jesús mató a la muerte muriendo (v. por ej. He. 2:14, 15), Pablo no dice que Jesús se durmió, sino
que murió, no sólo para dar a entender que el Señor gustó la muerte con todos los sinsabores que
comporta una muerte en cruz, sino también porque por medio de esa muerte, con la que fue vencida la
muerte, la muerte de los cristianos se ha convertido en un sueño. Ése es el sentido probable que L. Morris
da a la difícil frase «los que se durmieron por medio de Jesús».
(B) Que el mismo Dios que resucitó de entre los muertos a Jesús, traerá con Él (Jesús) a los que se
durmieron por medio de Jesús. Pablo usa para «traer» el verbo griego ago (el mismo de Ro. 8:14) que,
más bien, significa «guiar» o «conducir», como un pastor a sus ovejas; por lo que, «parece incluir mucho
más que la resurrección de los creyentes y referirse también a la exaltación de ellos en el regreso del
Señor» (Núñez).
3. Después de esta especie de prenotandos, el apóstol da en detalle la respuesta a la cuestión que está
tratando en esta sección. Y lo hace (v. 15a) «por palabra del Señor». Es poco probable que, en este lugar,
Pablo se refiera a palabras de Jesús que no figuran en los Evangelios (como es el caso de Hch. 20:35),
sino más bien a una especial revelación que recibió por medio del Señor. En esta revelación le fue
comunicado a Pablo el orden en que se habían de realizar los acontecimientos que tienen que ver con la
Segunda Venida del Señor, y que el apóstol describe del modo siguiente:
(A) «… que nosotros los que vivamos, los que hayamos quedado hasta la venida del Señor, no
precederemos a los que durmieron» (v. 15). La enseñanza que aquí comunica Pablo a sus aprensivos
lectores (y lo hace con la autoridad que le da el ser «palabra del Señor») es que los cristianos que todavía
vivan cuando el Señor venga no irán a recibir al Señor antes de que resuciten los que durmieron en el
Señor, sino que tendrán que esperar a que «los muertos en Cristo resuciten primero» (v. 16b). La opinión
que sostiene que Pablo daba por seguro que él sería uno de los que estarían todavía vivos cuando el Señor
venga no tiene ningún fundamento. Lo que Pablo quiere decir aquí es que «los que para entonces vivan,
los que hayan quedado sin morir» (los verbos están en participio de presente) esperarán a que resuciten
los creyentes difuntos para ir juntos al encuentro del Señor. Dice Leal acerca de esos participios de
presente: «Tenemos aquí la enallage personae de los gramáticos, figura en virtud de la cual el escritor se
identifica con sus lectores de todos los tiempos». Sin embargo, Pablo compartía el sentir de toda la Iglesia
primitiva de que el regreso del Señor era inminente. Así lo había querido el propio Señor (v. Hch. 1:6–8),
a fin de que los creyentes de cada época se mantengan en activa y diligente expectación de su Venida.
(B) El apóstol continúa diciendo (v. 16): «Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de
arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero».
Vemos, pues:
(a) Que el Señor, es decir, Jesucristo, descenderá del cielo, donde se halla sentado a la diestra del
Padre (He. 1:3c; 10:12) desde el día de su ascensión (Hch. 1:11).
(b) Que descenderá con voz de mando (gr. en keléusmati) que aquí viene a tener el sentido del grito
con que un jefe militar pone en movimiento a todo un ejército.
(c) Que descenderá con voz de arcángel. Aunque el griego no lleva artículo, es muy probable que el
apóstol se refiera al arcángel Miguel que es el único a quien la Escritura (Jud. 9) da ese título.
(d) Que descenderá con trompeta de Dios, lo cual es una referencia inequívoca a 1 Corintios 15:52.
Lo de que es «trompeta de Dios» es una figura frecuente en las Escrituras para indicar algo
extraordinario.
(e) Que los muertos en Cristo resucitarán primero. Al decir, «en Cristo», el apóstol especifica que tal
resurrección es propia de «los que han sido bautizados por el Espíritu Santo en el Cuerpo de Cristo (1 Co.
12:13)», según hace notar E. A. Núñez, quien, después de citar al Dr. J. F. Walvoord a favor de esta
opinión, añade: «Tampoco puede pasarse por alto que el Antiguo Testamento coloca la resurrección de
Israel después de la gran tribulación (Dn. 12:1–3)».
(C) Continúa diciendo el apóstol (v. 17): «Luego nosotros los que vivamos, los que hayamos
quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para salir al encuentro del Señor en el
aire, y así estaremos siempre con el Señor». Ya hemos comentado las dos primeras frases de este
versículo. Resta por hacer notar que aquí tenemos expresamente profetizado el arrebatamiento de los
creyentes, tanto de los que hayan muerto y resuciten entonces, como de los que vivan y sean
transformados (v. 1 Co. 15:51, 52). Dice que el encuentro se realizará en el aire no en la tierra, con lo
cual se distingue claramente de su regreso a la tierra según se halla anunciado en Zacarías 14:4 y ss.;
Mateo 24:29, 30; Apocalipsis 19:11–16. Nótese también que las afirmaciones de Pablo son de carácter
general, es decir, todos los creyentes en Cristo, muertos o vivos, tendrán parte en dicho arrebatamiento.
Bastaría el hecho de la unidad de la Iglesia, la Esposa de Cristo, para probar tal aserto. El Cuerpo de
Cristo no puede entrar mutilado en el cielo. Más aún, la teoría del arrebatamiento parcial pone en peligro
la doctrina sobre la justificación por la fe sola. Para más detalles, véase el excelente comentario del Dr.
Núñez a este versículo, así como lo que digo en mi libro Escatología 11, páginas 150–152.
4. El apóstol termina este capítulo con la siguiente exhortación (v. 18): «Por tanto, alentaos los unos
a los otros con estas palabras». Dice Leal: «Con este verso volvemos al principio de la perícopa. Allí se
habla de no entristecerse; aquí, de consolarse. El fundamento de este consuelo mutuo es totalmente
sobrenatural, y propio de la fe y de la esperanza cristianas». Como ha dicho Pablo en el versículo 13, los
creyentes en Cristo no tenemos motivos para entristecernos como los demás que no tienen esperanza. Al
otro lado de la tumba, nos espera el Señor.
CAPÍTULO 5
En este capítulo, el apóstol, I. toma pie de lo que acaba de decir para referirse al Día del Señor (vv. 1–
3). II. Nos recuerda a todos los creyentes que somos hijos de la luz y que hemos de comportarnos como
tales (vv. 4–11). III. A continuación, hace varias exhortaciones de carácter general (vv. 12–24). IV.
Concluye con saludos y la bendición final (vv. 25–28).
Versículos 1–3
Antes de entrar en el análisis de esta porción, es preciso hacer ciertas aclaraciones a fin de que los
lectores no se vean confusos acerca de lo que el Día del Señor significa. El Día del Señor no es otro que el
Día de Jehová, ya anunciado en Isaías 2:12 y ss.; Joel 2:10 y ss.; Sofonías 1:14 y ss., entre otros lugares
proféticos del Antiguo Testamento, así como en Lucas 21:34; 2 Pedro 3:10; Apocalipsis 3:3; 16:15.
Recordemos que «Día» no significa aquí un espacio de tiempo de 24 horas, sino «un extenso período de
tiempo, que comienza con la tribulación e incluye los acontecimientos de la Segunda Venida de Cristo y
el reino milenario en la tierra» (Ryrie).
1. Al usar expresiones parecidas a las del Señor en el día de su Ascensión (Hch. 1:7), el apóstol
menciona «los tiempos y las sazones» (v. 1). Recordemos que khrónos indica los momentos del tiempo
como los van señalando los relojes, mientras que kairós se refiere más bien a ocasiones o fechas
especiales. El uso de ambas palabras nos indica suficientemente que el apóstol se refiere a los últimos
días. El versículo 2 lo aclara más todavía, pues Pablo nombra explícitamente el día del Señor, el cual, por
las instrucciones dadas por el propio Señor a los Doce (v. Mt. 24:42; Lc. 17:24), estaría bien impreso en
la mente de los apóstoles y, por lo que dice Pablo («vosotros mismos sabéis perfectamente»), formaba
parte de la predicación del Evangelio (v. Hch. 17:31; 24:25, por ej.).
2. Como ya había avisado el Señor, Pablo hace notar que el día del Señor vendrá del mismo modo que
un ladrón en la noche (v. 2b), esto es, cuando menos se espere. Para dar una idea, tanto de la certeza
como de la inminencia de dicho día, el griego original no dice vendrá, sino viene, como si dijese: está
llegando. Además, la construcción gramatical tiende a poner de relieve eso mismo, pues dice literalmente:
«… como ladrón en la noche, así viene».
3. El apóstol advierte que ese día del Señor, con su aspecto especialmente punitivo, de castigo a los
malhechores, vendrá cuando se crean seguros (v. 3): «Cuando estén diciendo: Paz y seguridad, entonces
vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán de ningún
modo». Notemos los puntos siguientes:
(A) Los malvados se creerán en paz (comp. con Jer. 6:14; 8:11; Ez. 13:10; Mi. 3:5); no es la paz
verdadera, la de Cristo, sino como el mundo la da (Jn. 14:27). También se creerán en seguridad, donde el
apóstol usa un vocablo (aspháleia, de donde viene asfalto) que sólo sale aquí, en Lucas 1:4 y Hechos
5:23, aunque el adjetivo, el verbo y el adverbio de la misma raíz ocurren, en total, otras doce veces. Los
seudoprofetas de todos los tiempos sucumben a la tentación de poner fechas más o menos fijas a la
Segunda Venida del Señor, pero hasta ahora todas han resultado fallidas. Además, las señales que, según
anunció el Señor, mostrarán que se halla cerca, pasarán desapercibidas para los mundanos, los cuales,
como en los días de Noé y Sodoma (v. Lc. 17:20–37), «estarán dedicados a sus actividades habituales,
confiados en su indiferencia ante lo espiritual, despreocupados en cuanto al juicio venidero» (Núñez).
(B) El apóstol añade (v. 3b) que cuando más seguros se crean, «vendrá (lit. viene) sobre ellos
destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán de ningún modo». El término
griego aiphnídios («repentina») sale únicamente aquí y en Lucas 21:34. El vocablo para destrucción es
ólethros, que también ocurre en 1 Corintios 5:5; 2 Tesalonicenses 1:9 y 1 Timoteo 6:9. Según Milligan,
nos da idea «de ruina total e inevitable, la pérdida de todo lo que da algún valor a la existencia». La
mención de los dolores que le sobrevienen a la mujer encinta nos recuerda lo que el Señor dijo en Marcos
13:8. Finalmente, el griego, al usar los dos adverbios de negación ou me, pone de relieve que no
escaparán de ningún modo, y así debe traducirse, como en Juan 6:37 («de ningún modo (le) echaré
fuera») y otros lugares. El verbo ephístatai (lit. se viene encima, súbitamente y por sorpresa) sería
bastante para indicar que no hay escape de la destrucción repentina, pero el apóstol desea «clavetear»
bien su advertencia.
Versículos 4–11
Lo que el apóstol acaba de decir tiene aplicación directa a los inconversos, los hijos de las tinieblas, a
los que, precisamente por estar en tinieblas, les sorprenderá el día del Señor como un ladrón en la noche.
Pero los fieles de Tesalónica no están en tinieblas.
1. «Mas vosotros, dice Pablo (v. 4), hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os
sorprenda como un ladrón.» Y añade (v. 5): «Porque todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día;
no somos de la noche ni de las tinieblas». Las tinieblas, término muy usado como símbolo de la
ignorancia espiritual, del error moral y de una vida en pecado no confesado, son lo opuesto a la luz
(comp. con 1 Jn. 1:5; 2:8). L. Morris hace notar que «hijos de la luz» es algo más que decir simplemente
«en la luz», pues da a entender «que la luz es su característica distintiva» (comp. con Ef. 2:2c, «los hijos
de desobediencia»). Los «hijos de la luz» son, en efecto, luz (comp. con Mt. 5:14, 16; Ef. 5:8; Fil. 2:15c).
«Hijos del día» es equivalente a «hijos de la luz», de la misma manera que «tinieblas» lo es de «noche»
como dice Pablo a continuación (v. 5b): «no somos (se incluye ahora a sí mismo) de la noche ni de las
tinieblas», es decir, no somos de los que viven una vida de pecado y de ignorancia espiritual, no vivimos
en la esfera donde imperan el error moral y la maldad.
2. Desde esa afirmación, el apóstol da un paso más al exhortar a los fieles de Tesalónica a actuar
conforme a su condición de «hijos de la luz». «Por tanto, dice (v. 6), no durmamos como los demás, esto
es, como los que son de la noche y de las tinieblas, sino velemos y seamos sobrios.» El «hijo de la luz»
tiene que «andar en la luz» (comp. con Ef. 4:17, 18; 1 Jn. 1:6, 7; 2:8, 9).
(A) El creyente debe velar, es decir, estar alerta (el mismo verbo de Mt. 24:42, 26:41; Mr. 13:35,
14:38; Lc. 12:37; Hch. 20:31; 1 Co. 16:13; 1 P. 5:8 y Ap. 16:15, entre otros lugares). Al atender al
versículo 8, dice E. A. Núñez: «Velar es estar en pie, firme, como un centinela, aunque los demás se
hallen postrados en el sueño de la indiferencia. Que la figura se vuelve de carácter militar, puede verse en
la referencia a la coraza y al yelmo».
(B) El creyente debe asimismo ser sobrio. El verbo népho significa primordialmente ser abstemio (no
beber vino), pero pronto pasó a significar metafóricamente, no dejarse llevar por ninguna pasión y, de
ahí, a dominarse a sí mismo. Dice Núñez: «El cristiano sobrio es aquel que ha logrado el dominio de sí
mismo, no en la energía de la carne, sino en el poder del Espíritu». Los dos verbos que aquí traducimos
por velar y ser sobrio aparecen juntos también en 1 Pedro 5:8. Estar alerta y con pleno dominio de sí
mismo son requisitos indispensables si uno ha de estar preparado a resistir los ataques del Maligno, el
cual aprovecha la menor distracción para atacar al creyente por el flanco menos guarnecido.
3. En contraposición a la vigilancia y la sobriedad propias de los creyentes, de los hijos de la luz y del
día, el apóstol presenta (v. 7) a los hijos de la noche, que andan en las tinieblas del pecado: «Pues los que
duermen, de noche duermen (no velan), y los que se embriagan, de noche se embriagan (no son
sobrios)». Esta misma contraposición es la que hallamos en Efesios 5:18. Por cierto, en 1 Tesalonicenses
5:7 (el versículo que venimos analizando), el apóstol usa dos verbos sinónimos para embriagarse: el
primero es methúsko, que se usa como deponente, esto es, en la voz media-pasiva, como dando a entender
que la persona ha sido vencida por el alcohol (es el mismo verbo de Ef. 5:18); pero el segundo verbo es
methúo, con el mismo significado, pero en forma claramente activa (voz activa), y da a entender que el
borracho no esta exento de culpabilidad, es responsable por haberse dejado llevar del licor o del vino.
4. El apóstol insiste en la misma exhortación (v. 8) y aporta dos razones (vv. 9, 10) por las que el
creyente debe ser sobrio, es decir, mantener en todo el dominio de sí mismo: «Pero nosotros, que somos
del día seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y amor, y con la esperanza de salvación
como yelmo». Notemos los detalles siguientes:
(A) El apóstol vuelve a apoyar su exhortación a la sobriedad en el hecho de que somos del día,
pertenecemos a la luz, estamos vestidos como soldados de centinela, y esperamos la salvación, esto es, la
consumación de la salvación, como en Hebreos 9:28, según se puede ver por el versículos 9b.
(B) El apóstol, al contrario que en Efesios 6:11, no exhorta a vestirse, sino que da como un hecho el
que estamos ya vestidos de las dos armas que menciona y que son las principales para una segura defensa
contra los ataques del enemigo: la coraza y el yelmo; la primera cubre el pecho; la segunda, la cabeza.
(C) Como en 1:3, hallamos de nuevo en este v. 8 las tres grandes virtudes: fe, esperanza y amor. En lo
de la coraza, hallamos una diferencia con respecto a Efesios 6:14b, donde tenemos «la coraza de
justicia», mientras que aquí es «la coraza de fe y amor». «Los detalles, dice L. Morris, no son siempre los
mismos, lo cual es una advertencia para no forzar la metáfora demasiado a la letra.» Con todo, fe y amor
(comp. con Gá. 5:6) son un buen compendio de la justicia practicada, que es la que Pablo tiene en mente
en Efesios 6:14. Aquí, lo mismo que en Efesios 6:16, la fe es sinónimo de confianza en las promesas de
Dios y, si en Efesios 6:16, se habla de la fe como escudo es porque el escudo es como una sobrecoraza y
la mención de las armas del creyente en 1 Tesalonicenses 5:8 es lo más compendiosa posible.
(D) Contra esta coraza de fe y amor, el enemigo no tiene por donde entrarle al creyente. Dice E. A.
Núñez: «La fe va entrelazada con el amor en la coraza que protege el corazón del soldado cristiano,
porque este soldado no es llamado solamente a creer, también le es imperativo amar a Dios y al prójimo,
sí, aun al que está cerca de él, durmiendo y borracho». Y, un poco más adelante, añade: «La fe sin el amor
que es fruto del Espíritu puede convertirse en presunción, y el amor sin la fe que se apoya en la Palabra
infalible de Dios, puede degenerar en mero sentimentalismo».
(E) En Efesios 6:17, el apóstol menciona «el yelmo de la salvación», aun cuando aquí dice (v 8b): «y
con la esperanza de salvación como yelmo». Sin embargo, la equivalencia es completa, puesto que la
salvación final esperada y, por tanto, aseguradora, protegedora del desaliento y de la desilusión que
avergüenza (comp. con Ro. 5:5), es lo mismo, visto al envés, que la esperanza de la salvación en su
estadio final de hecho consumado.
5. Aparte de no tener excusa, puesto que está provisto de las armas necesarias, el creyente tiene la
obligación de ser sobrio por otras dos razones adicionales:
(A) «Porque (lit. Que) no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación (lit. para
adquisición de salvación) por medio de nuestro Señor Jesucristo» (v. 9). Esto confirma el sentido
escatológico del vocablo «salvación», tanto en este versículo como en el anterior. El mismo sentido
escatológico tiene aquí lo de la ira (comp. con 1:10). No olvidemos que todo el contexto es escatológico.
Dice E. A. Núñez: «Si como parece indicar la Escritura esta “ira” incluye los juicios del gran día de “la
ira del Cordero” (Ap. 6:16, 17), entonces es lógico concluir que la Iglesia no pasará por la tribulación
anunciada por Cristo y los profetas». Este pensamiento sirve de espolique a la esperanza y estimula
también la gratitud hacia nuestro Dios y Padre y hacia nuestro bendito Salvador.
(B) Por si eso fuera poco, el apóstol añade un nuevo motivo de gratitud y una nueva razón para vivir
una vida totalmente consagrada al Señor (v. 10): «quien (Jesucristo) murió por (gr. hupér, a favor de)
nosotros para que, ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con Él». Aunque la
preposición hupér significa primordialmente a favor de, como hemos notado en el paréntesis, no puede
descartarse el aspecto de sustitución vicaria (en lugar de), ya que en este sentido la usa claramente el
apóstol en Filemón 13. Nuevo motivo, pues, de gratitud y de estímulo a una vida santa. Pablo dice
explícitamente que el objetivo de la muerte de Cristo a nuestro favor y en nuestro lugar fue que
viviésemos juntamente con Él. Una unión estrecha, indisoluble, eterna, con el Cristo muerto, resucitado y
ascendido, es la meta de la obra de la redención a favor de cada uno de los creyentes. En este contexto, el
inciso «ya sea que velemos, o que durmamos» no puede significar otra cosa que «ya sea que vivamos, o
que hayamos muerto». Que no tiene el mismo sentido del versículo 6, está claro por una doble razón: (a)
La exhortación a velar del versículo 6 es incondicional, no sufre la alternativa de dormir, (b) en los
versículos 6 y 7, dormir es sinónimo de vivir en las tinieblas, en la noche, en pecado; mientras que aquí es
una alternativa compatible con el «vivir juntamente con Jesucristo».
6. El versículo 11, con el que termina esta porción, guarda gran semejanza con 4:18, final de otra
porción: «Por lo cual continuad animándoos mutuamente y edificándoos el uno al otro, como ya lo venís
haciendo» (lit. teniendo en cuenta que todos los verbos están en presente). El verbo griego parakaléite es
el mismo, y está en la misma forma, de 4:18, y tiene el mismo sentido de aliento, ánimo y consuelo.
Como es obvio, el sentido del verbo edificar aquí tiene el sentido de edificación espiritual, como en 1
Corintios 14:12 y Efesios 4:29. Pablo añade: «como ya lo venís haciendo». L. Morris hace notar que
«Pablo siempre está deseoso de dar crédito cuando el crédito es merecido». Como buen psicólogo, según
el instinto espiritual que el Señor da a quienes le sirven fielmente, el apóstol sabía que reconocer lo bueno
de una persona es el mejor estímulo para que dicha persona se comporte cada vez mejor, a fin de
corresponder al crédito que se le concede. De modo parecido, cuando una persona (especialmente, un
joven o una joven) recibe solamente reproches, tiende a desanimarse y aun a comportarse de la forma en
que se le considera. Dice, en la misma línea, E. A. Núñez: «Hay ocasiones en que para alcanzar mayor
crecimiento espiritual en la congregación, el pastor no tiene que reprender a los hermanos, sino reconocer
lo que ellos han logrado en el Señor».
Versículos 12–24
La presente porción contiene una serie de exhortaciones más o menos generales. Con la partícula de
se advierte el paso a otra sección, y el verbo griego erotómen es el mismo de 4:1. Su sentido es, pues, de
ruego o petición que una persona hace a un igual o inferior, no a un superior.
1. Pablo comienza exhortando a reconocer (éste es aquí el sentido de eidénai, saber) a los líderes de
la congregación (vv. 12 y 13a), es decir, a considerar la posición que ocupan en la comunidad, reconocer
la autoridad (no el dominio) que el Señor les ha conferido y estimarles con aprecio y amor por la obra que
llevan a cabo: «Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden
en el Señor, y os amonestan, y que los tengáis en mucha estima con amor por causa de su obra».
Notemos los siguientes detalles:
(A) La labor de los líderes de la iglesia en Tesalónica se describe aquí (v. 12) por medio de tres
participios: (a) kopióntas, los que trabajan esforzadamente hasta fatigarse, como siempre que tal verbo
ocurre (comp. con 1 Co. 15:10); (b) proïstaménous, que, literalmente, significa constituidos (o colocados)
en posición preferente; su mejor equivalente en castellano sería prepósitos o prefectos, con tal que se
conserve el concepto de presidencia, no de jefatura al estilo civil, político o militar, por eso, sin duda,
añade Pablo «en el Señor», como si dijese: «con la autoridad espiritual que el Señor otorga»; (c)
nouthetoúntas, verbo que ya hemos visto en Hechos 20:31; Romanos 15:14; 1 Corintios 4:14; Colosenses
1:28; 3:16, y que significa literalmente «establecer la mente», esto es, fijar en la mente firmes
convicciones o, como dice A. T. Robertson, «poner sentido en la cabeza de la gente».
(B) A estos líderes desea Pablo, y lo pide con su autoridad de apóstol, que se les rinda la
consideración, el reconocimiento, la estima y el amor que se merecen por causa de su obra (v. 13a). Como
dice Erasmo: «Pablo manda que se les tenga en honor a causa de la obra, no a causa de un mero título».
Y, sabedor de lo difícil que a veces resulta amar de veras a quienes nos amonestan y reprenden, el apóstol
usa, para dar el calibre de la estima que dichos líderes se merecen, el adverbio más fuerte que puede:
huperekperissoú, sobreabundante (como en 3:10 y Ef. 3:20).
2. De ahí pasa Pablo (vv. 13b–15) a una serie de exhortaciones (siete) que tienen que ver con las
relaciones entre los miembros de la comunidad cristiana. Como hace notar E. A. Núñez, el apóstol pasa
ahora del infinitivo (vv. 12, 13a: reconocer … estimar) al imperativo, el cual se mantiene en todas siete
exhortaciones:
(A) «Tened paz entre vosotros mismos» (v. 13b). A pesar del aparente sentido reflexivo que el griego
presenta en esta frase, el verbo muestra claramente un sentido activo («entre vosotros, unos con otros»),
como en Romanos 12:18. En otras palabras, no se trata aquí de conservar la paz interior, sino de practicar
la paz con los demás.
(B) «Y os exhortamos, hermanos: amonestad a los desordenados» (v. 14a, lit.). El verbo amonestad
es el mismo del versículo 12, pero ahora está en presente de imperativo, no en participio. El adjetivo
atáktous tiene el sentido primordial de «sin orden», es decir, «sin sumisión a la disciplina», como un
soldado que no guarda su puesto en la fila. Los comentaristas lo suelen traducir por «ociosos», pero es
preciso observar que se trata de algo que perturba el buen orden de la congregación, por lo que necesitan
reprensión, y aun verdadera disciplina.
(C) «Alentad a los pusilánimes.» El verbo que Pablo usa aquí para alentar ha salido en 2:11 traducido
por consolar (también en Jn. 11:19, 31). El vocablo oligopsúkhous (lit. de alma pequeña) no sale en
ningún otro lugar del Nuevo Testamento. Designa a los faltos de coraje para afrontar problemas y
dificultades. En la comunidad cristiana de Tesalónica, podrían ser «los que estaban afligidos por la muerte
de algunos cristianos (4:13–18) o conturbados en cuanto al advenimiento del día del Señor (5:1–11)»
(Núñez).
(D) «Sostened a los débiles.» El verbo tiene aquí el sentido de prestar apoyo moral o espiritual, no
físico. Los débiles, por tanto, no son aquí los enfermos o físicamente débiles, sino los que carecen de
fuerza para vencer las tentaciones y necesitan de alguien que les apoye y les ayude a resistir a quienes les
incitan al pecado.
(E) «Sed pacientes (lit. longánimes) para con todos.» El verbo, como el sustantivo de la misma raíz
(makrothumía), indica la paciencia constante en el trato con hermanos (y aun con inconversos) que, de
muchas y diversas maneras, nos perjudican, o insultan o hablan mal de nosotros, etc. El apóstol exhorta a
mostrar este fruto del Espíritu (Gá. 5:22), que es consecuencia del amor genuino (1 Co. 13:4) y fue
recomendado por el Señor en la parábola de los dos deudores (Mt. 18:23–35).
(F) «Mirad (v. 15) que ninguno devuelva a alguien mal por mal» (lit.). Basta comparar esta
exhortación con Mateo 5:38–48, para percatarse de lo lejos que está del espíritu cristiano la venganza tan
frecuente en grupos y partidos de tipo político, racial y aun religioso que se precian del nombre de
cristianos.
(G) «Sino perseguid (lit.) siempre lo bueno los unos hacia los otros y hacia todos.» El verbo dióko
(perseguir) tiene aquí, como es obvio, el sentido de seguir o procurar con ahínco. Esta exhortación es
como la otra cara de lo mismo que acaba de urgir en la primera parte del versículo, y ambas son una
consecuencia de la longanimidad a la que ha exhortado al final del versículo anterior. Como dice E. A.
Núñez, «Es fácil es repetir todo esto, pero muy difícil practicarlo. Sin embargo, el Señor nos ha enseñado
en su Palabra y por medio de su ejemplo que éste es el camino del verdadero discipulado cristiano».
Todas estas exhortaciones nos recuerdan las que el mismo apóstol escribe a los fieles de Roma (v. Ro.
12:17–21).
3. A continuación, tenemos tres exhortaciones (vv. 16–18) que tienen que ver con la piedad personal:
(A) «Estad siempre gozosos» (v. 16). La exhortación al gozo es muy frecuente en Pablo (v. por ej.
Fil. 2:18; 3:1; 4:4). El gozo es el segundo en la enumeración de los aspectos del fruto del Espíritu (Gá.
5:22), y el propio apóstol lo ha recordado a los tesalonicenses (1:6) al referirse a él como a «gozo del
Espíritu Santo». «Siempre» quiere decir: en toda clase de circunstancias, inmune a los múltiples vaivenes
de la vida, puesto que es una «cualidad permanente, que se funda en la fe, en la esperanza y en la
conciencia de que Dios está con nosotros y de que cumplimos su voluntad». Al rectificar lo que hemos
dicho en otros lugares, tomamos nota de lo que dice, sobre este versículo, el Dr. Núñez: «En el Nuevo
Testamento griego, el versículo más corto no es Juan 11:35, sino 1 Tesalonicenses 5:16». En efecto, Juan
11:35 contiene tres palabras en el original, y las letras de esas tres palabras suman un total de dieciséis,
mientras que 1 Tesalonicenses 5:16 consta de dos palabras, cuyas letras suman catorce en total.
(B) «Orad sin cesar» (v. 17, comp. con Ef. 6:18). Así lo hacía él, como dice en esta misma epístola
(1:3; 2:13; 3:10). Por supuesto, el apóstol no quiere decir que debemos estar noche y día diciendo
oraciones, sino que debemos estar siempre en una actitud orante, depender en todo, y para todo, del
Señor. Para ilustrar esto con un ejemplo que cualquier persona puede entender bien, P. Charles cita el
caso de una madre que tiene un hijo en un país lejano y frío y le está haciendo un jersey para que pueda
abrigarse bien. Sin hablar, y aun sin pensar directamente en el hijo, cada puntada del ganchillo es como
un acto de amor hacia el hijo ausente. Del mismo modo, si nuestra intención, en todo lo que hacemos, está
dirigida a la gloria de Dios, como el mismo apóstol aconseja (1 Co. 10:31), toda nuestra vida será una
constante oración.
(C) «Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús» (v.
18). Una vez más sale aquí el verbo de donde procede el vocablo «eucaristía» y que significa
simplemente «acción de gracias». Se ha aplicado de diversas maneras a la Cena del Señor por el uso de
dicho verbo en Mateo 26:27; Marcos 14:23; Lucas 22:17, 19 y 1 Corintios 11:24. «En todo» significa «en
toda circunstancia» más bien que «en todo tiempo». Lo de «porque ésta es la voluntad de Dios» se
refiere, con la mayor probabilidad, a las tres exhortaciones de los versículos 16, 17 y 18. Explica L.
Morris que thélema, voluntad (lo que Dios quiere, como en Ro. 12:2 y otros lugares ya vistos), no lleva
artículo, porque no abarca todo lo que Dios quiere. La frase «en Cristo Jesús» aparece en el original
detrás de «la voluntad de Dios» y delante de «para con vosotros», y da a entender, como dice Morris, que
«La voluntad (de Dios) es dada a conocer en Cristo, y que es en Cristo donde se les da a los hombres el
dinamismo que les capacita para poner por obra esa divina voluntad».
4. Siguen cuatro exhortaciones (vv. 19–21) referentes al uso de los dones espirituales:
(A) «No apaguéis al Espíritu» (v. 19). Aunque la obra del Espíritu en el creyente es conjuntamente
una obra de gracia y de poder, la exhortación de Efesios 4:30 tiene que ver primordialmente con la obra
de gracia, mientras que ésta de 1 Tesalonicenses 5:19 se refiere, ante todo, al poder, que aquí, como en
Hechos 2:3, se simboliza bajo la imagen del fuego (comp. con 2 Ti. 1:6). El verbo apagar se usa también
en Mateo 12:20. Aquí está en presente de imperativo, lo cual indica una acción constante del Espíritu que
en ningún momento debe ser estorbada o impedida. Dice Núñez: «Pablo ordena que se le de al Espíritu
Santo plena libertad en la congregación de los santos». La construcción del griego da a entender que
había en la iglesia de Tesalónica quienes se mostraban reacios al libre ejercicio de los dones espirituales
en la congregación. La mejor traducción sería: «Cesad de extinguir el Espíritu» (comp. con Jn. 20:17:
«Cesa de tocarme» o «cesa de retenerme», equivalente a «Suéltame»).
(B) «No menospreciéis las profecías» (v. 20). El apóstol se refiere aquí al don extraordinario de
«profetizar», como se daba frecuentemente en la Iglesia primitiva, para percibir y comunicar lo que Dios
deseaba de su pueblo en determinadas circunstancias. Este fue, sin duda, el caso que menciona Lucas en
Hechos 13:2. Pablo le da la preeminencia entre los dones espirituales (v. 1 Co. 14:1), y tanto aquí como
en la carta primera a los corintios se puede leer entre líneas que muchos daban prioridad al don de lenguas
sobre el de profecía, y Pablo quiere poner las cosas en su debido orden y lugar. Había en la Iglesia
primitiva quienes poseían habitualmente este don de profecía y a estos profetas se refiere Pablo en
Efesios 2:20; 4:11, ya que, con las comunicaciones que recibían de Dios, ayudaban a los apóstoles en la
tarea de evangelizar y edificar a la Iglesia. Terminado el Canon del Nuevo Testamento, se terminó
también la revelación normativa para la Iglesia. El Espíritu Santo ilumina constantemente a los hijos de
Dios (v. 1 Jn. 2:20, 27), pero no revela nada nuevo. Dios terminó de hablarnos por medio del Hijo (He.
1:2). Cuando el apóstol escribe esta epístola (uno de los primeros escritos del Nuevo Testamento),
menospreciar las profecías equivalía a apagar el Espíritu.
(C) La mayoría de MSS, y de mayor crédito, empalman el versículo 21 con el anterior por medio de
la partícula de (mas), con lo que Pablo, al decir: «Mas examinadlo todo» (lit.), da a entender que no hay
por qué aceptar, sin «ponerlo a prueba», todo lo que pueda decir alguien que asegure tener el don de
profecía. El verbo dokimazo, lo mismo aquí que en otros lugares ya analizados, se usaba para probar los
metales. Cuanto mayor es la madurez del creyente y, por tanto, su discernimiento del bien y del mal (He.
5:14), tanto mayor será su capacidad para poner a prueba lo que un pretendido profeta, o un predicador,
pueda asegurar. Por eso, en la primitiva Iglesia, era tan necesario el don de discernimiento de espíritus (1
Co. 12:10).
(D) La segunda mitad del versículo 21 dice: «Retened lo bueno». El verbo griego katékho tiene dos
distintos significados: «detener-impedir» y «retener-poseer». Aquí es este último el que exige el contexto.
El apóstol viene a decir: «Una vez que hayáis puesto a prueba lo que el profeta (o el predicador) diga,
separad la escoria del metal y quedaos con lo bueno (gr. to kalón, lo excelente, lo provechoso); guardadlo
y retenedlo fielmente (comp. con 1 Co. 11:2; He. 3:6; 10:23)». El creyente no maduro, al carecer de
verdadero discernimiento, corre peligro de caer en uno de estos extremos: criticar al predicador (o al
escritor) sin conocer a fondo la materia (la envidia y los prejuicios añaden nueva fuerza a ese peligro), o
aceptar como bueno, sin pasarlo por el cedazo del discernimiento, todo lo que el predicador (o el escritor)
diga. Predicadores mal informados, pero con fama de elocuentes, pueden causar confusión y grave
perjuicio en creyentes que, en lo espiritual, no han pasado de la edad infantil (Ef. 4:14).
5. Viene ahora (v. 22) una exhortación general a evitar todo pecado, seguida de una invocación al
Dios de paz (v. 23) y de una apelación a la fidelidad de Dios (v. 24).
(A) «Absteneos de toda especie de mal» (v. 22). El vocablo español «especie», en su doble
significado de «apariencia» y «clase», refleja bien el sentido del griego eídos que aquí usa Pablo. Los
autores, casi unánimemente, hacen ver que el contexto favorece al segundo sentido: «Absteneos de toda
clase de mal». Si el apóstol quisiese referirse a la «apariencia» de mal, habría dicho: «y aun de la
apariencia de mal». El verbo salió en 4:3, donde Pablo exhortaba a separarse de la fornicación. Que el mal
(gr. poneroú, lo maligno, lo pecaminoso, lo perverso) se refiere, no sólo a lo doctrinal (al empalmar con el
v. 21), sino también al plano de la ética, se ve por el contexto posterior (v. 23).
(B) El versículo 23 contiene, como hemos dicho, una invocación a Dios: «Que el Dios mismo de la
paz os santifique (aoristo) totalmente, y que vuestro ser entero, el espíritu, el alma y el cuerpo, sea
conservado irreprensible en (es decir, hasta) la Venida (lit. parousía) de nuestro Señor Jesucristo» (lit.).
Este versículo contiene varios detalles que exigen un análisis especial.
(a) «El Dios de la paz» entra con frecuencia en invocaciones del apóstol (v. Ro. 15:33; 16:20; 1 Co.
14:33; 2 Co. 13:11; Fil. 4:7, 9; Col. 3:15; 2 Ts. 3:16). Recordemos que el concepto hebreo de paz abarca
todos los bienes mesiánicos de toda clase; de esos bienes, Dios es la fuente y el dador (Stg. 1:17).
(b) Al decir: «os santifique totalmente» el apóstol usa el adjetivo holoteléis, única vez que dicho
vocablo ocurre en el Nuevo Testamento y encierra las ideas de totalidad y perfección.
(c) Por si fuera poco, añade (literalmente): «y la totalidad entera de vosotros …». El adjetivo
holókleros sale únicamente aquí y en Santiago 1:4. El sustantivo holoklería, entera salud, ocurre
solamente en Hechos 3:16. El uso de este vocablo indica que Pablo pone de relieve el ser entero del
hombre en su invocación de que sea guardado irreprensible hasta la Venida del Señor.
(d) Por tanto, la enumeración, con sus respectivos artículos, del espíritu del alma y del cuerpo, no da
pie a una composición tripartita del ser humano, ya que, desde Génesis 2:7, las Escrituras dejan bien claro
que el ser humano se compone de un cuerpo orgánico y de un soplo o espíritu (v. en especial, Ec. 12:7)
que, juntos, constituyen el alma viviente o persona humana (comp. con 1 Co. 15:45).
(e) El verbo para sea conservado (gr terethéie) está en presente de optativo de la voz pasiva, y
denotan que esa conservación es obra de la gracia de Dios. El verbo teréo viene a ser sinónimo del verbo
phulásso, custodiar, pero teréo da idea de una preservación más directa. Un ejemplo muy claro hará ver la
diferencia entre ambos verbos: Un trozo de carne puede ser preservado de dos maneras: vigilando para
que el perro o el gato no se lo lleve (phulásso) o rociándolo de sal para que no se corrompa (teréo).
(f) Al decir que nuestro ser entero sea conservado irreprensible en la venida (parousía), Pablo ora
para que seamos hallados así cuando Él venga (comp. con Ef. 5:27).
(C) En el versículo 24, Pablo expresa su seguridad de que así lo hará Dios: «Fiel es el que os llama, el
cual también lo hará» (comp. con 1 Co. 1:8, 9; Fil. 1:6; 2 Ts. 3:3; Jud. 24).
Versículos 25–28
Llegamos ya a la conclusión de la Epístola con los acostumbrados saludos y la bendición final del
apóstol.
1. «Hermanos, orad por nosotros», dice Pablo (v. 25), al mostrar de esta forma humilde, sincera,
cordial, la necesidad que tenía, como todo ser humano, de la intercesión de sus amigos (comp. con Ef.
6:19). Al decir «por nosotros», incluye a todos sus colaboradores. En cuanto al saludo del versículo 26,
ésta es la cuarta y última vez que exhorta a saludarse de esta manera (v. el comentario a Ro. 16:16).
2. Sorprende la fuerza del lenguaje que emplea Pablo en el versículo 27, después del lenguaje tierno
de los dos versículos anteriores: «Os conjuro por el Señor, dice, que esta carta se lea a todos los santos
hermanos». Lo de «santos» falta en los mejores MSS, por lo cual no aparece en las versiones modernas.
El verbo enorkízo («conjuro») es un verbo muy fuerte y se han dado muchas y muy diversas
interpretaciones para tratar de explicar por qué lo usa Pablo en esta ocasión. A mi juicio, la opinión más
probable es la que, entre otras, da también como probable L. Morris, quien dice: «Es posible que sintiese
una especial preocupación por los que estaban de luto y que podrían quizás hallarse ausentes cuando se
leyese la carta. Quiere asegurar que no pierdan el consuelo que les envía».
3. Dentro de la variedad de fórmulas que Pablo emplea para expresar su bendición, la de aquí (v. 28)
se parece mucho a la de Romanos 16:20 y la de 2 Tesalonicenses 3:18, con la única variante de que aquí
no aparece el vocablo todos. El «Amén» final no aparece en los mejores MSS.