Cs-Valenzuela2 J
Cs-Valenzuela2 J
Cs-Valenzuela2 J
EL MATERIAL MALACOLÓGICO Y EL
COMPLEJO CULTURAL PICA-TARAPACÁ: USO
SOCIAL Y SIMBOLISMO DE LAS CONCHAS EN
LA PREHISTORIA TARDÍA DEL NORTE DE
CHILE
(FASE CAMIÑA 1.200 – 1.450 D.C.)
Santiago de Chile
Septiembre 2010
ÍNDICE
Página
AGRADECIMIENTOS 3
INTRODUCCIÓN 4
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE
TERCERA PARTE
7. Créditos 157
8. Bibliografía 158
9. Anexos 168
2
AGRADECIMIENTOS
Esta investigación se realizó en el marco del proyecto FONDECYT 1030923 dirigido por el
profesor Mauricio Uribe Rodríguez, que financió las etapas de recopilación de datos en terreno
y los análisis de laboratorio. A la vez, las etapas finales de sistematización de la información y
profundización teórica fueron financiadas por el Centro de Investigaciones del Hombre del
Desierto (CIDHE), donde el profesor patrocinante fue Calogero Santoro Vargas. Ambas
instancias comprometen nuestra sincera gratitud ya que han hecho posible la realización de
esta memoria. Agradezco a los profesores mencionados por su valiosa contribución a este
trabajo de investigación, especialmente al profesor guía quien me orientó constantemente para
desarrollar y perfeccionar este trabajo.
Doy gracias además a todas las personas que ayudaron de diferentes modos en las distintas
etapas de realización de esta memoria con sugerencias, comentarios, bibliografía, materiales de
trabajo y palabras de aliento. Dánisa Catalán, Magdalena García, Gloria Cabello, Rolando
Ajata y Francisca Urrutia. A Paulina Valenzuela le agradezco su valiosa ayuda con la
estructuración del marco teórico. A Pablo Méndez-Quirós sus útiles sugerencias a lo largo del
desarrollo del trabajo.
Nuestros agradecimientos al profesor Donald Jackson, informante de esta memoria, por sus
aportes, comentarios y suministro de bibliografía que han contribuido enormemente al
desarrollo de este trabajo. También agradezco al profesor informante Andrés Troncoso sus
comentarios al diseño de investigación, que ayudaron a mejorar y dar mayor solidez a nuestro
trabajo.
3
INTRODUCCIÓN
Luego de analizar estos restos de fauna nuestro afán cristaliza en esta memoria de título
que se aboca al estudio del material malacológico de cuatro de estos sitios arqueológicos
interiores, considerados exponentes de la fase clásica del período en cuestión. No
obstante, hemos incluido los resultados generados por nuestros análisis en algunos de los
sitios trabajados como antecedentes para contextualizar y discutir el estudio de la
materialidad que nos ocupa, debido a que constituyen tal vez los únicos intentos
sistemáticos para trabajar el tema de los moluscos marinos arqueológicos en el norte de
Chile. Y porque nos ofrecen ejemplos concretos de diferentes manejos del material
malacológico por parte de las sociedades Pica-Tarapacá.
De este modo, integramos los datos generados por nuestro trabajo en el contexto de una
investigación mayor, abocada al estudio de las múltiples materialidades involucradas en
el registro arqueológico de estos asentamientos y a la contrastación de los principales
modelos andinos que se han empleado para explicar el surgimiento y desenvolvimiento
del principal desarrollo cultural de la región durante el período Intermedio Tardío.
4
Enfatizamos la aplicación de un enfoque contextual que nos permitió adentrarnos en
aspectos conductuales implicados en la constitución del registro arqueológico trabajado,
intentando generar una explicación integradora para la materialidad malacológica
durante el Intermedio Tardío en Tarapacá.
Los cuatro sitios arqueológicos que trabajamos en esta memoria tienen en común su
ubicación en la zona de quebradas de Tarapacá y su emplazamiento en laderas (pucara),
con características arquitectónicas análogas y situación cronológica tardía dentro del
período Intermedio Tardío, predominando el componente habitacional doméstico en sus
depósitos. Otros rasgos compartidos son la presencia de espacios públicos a modo de
pequeñas plazas y arte rupestre al interior de los asentamientos, con la excepción de
Nama que no presenta esta última característica.
5
área altiplánica y los Valles Occidentales, inferidas a partir de la circulación de bienes
como la cerámica. Las influencias altiplánicas en las poblaciones de quebradas son
evidentes por la presencia de monumentos funerarios denominados chullpas, cultivos
como la quinua y objetos de metal característicos de los desarrollos de la puna. Esto, en
suma, revela durante esta época una radicalización de la complejidad social que alcanza
su punto cúlmine antes de la llegada del Inca a la región (Uribe 2006), la cual intentamos
entender a partir del análisis de los restos de conchas marinas.
6
Lámina 1: Región de estudio y emplazamiento geográfico de los sitios mencionados en esta
memoria (gentileza de R. Ajata)
7
PRIMERA PARTE
El mencionado proyecto FONDECYT, del cual forma parte esta investigación ha debido
lidiar con un enorme volumen de información, arrojado por el estudio especializado de
numerosas materialidades y debido a que se trabajó en varios sitios arqueológicos
relevantes para la comprensión del periodo Intermedio Tardío en la Primera Región del
país.
En la medida en que nos hemos ido internando más profundamente en el cuerpo de datos
generados, desde la perspectiva de una de estas materialidades arqueológicas, las
1
Nos referimos al Proyecto FONDECYT 1030923 dirigido por M. Uribe, L. Adán, C. Agüero, C.
Moragas y F. Vilches.
8
conchas marinas, nos hemos dado cuenta de la importancia capital de restituir el
contexto, ya que justamente son las asociaciones contextuales las que nos darán las
pistas necesarias para poder intentar una explicación de la naturaleza del material
malacológico, el por qué aparece recurrentemente en los sitios interiores del Intermedio
Tardío y qué rol tiene dentro el sistema social Pica-Tarapacá donde las conchas marinas
son relevantes e insustituibles en prácticas sociales reiteradas. Es así como a partir del
estudio del material malacológico realizamos un ejercicio interpretativo, enfatizando los
aspectos espaciales y contextuales en los que se inserta nuestro material de estudio.
Realizamos esto con el fin de interpretar de mejor forma la evidencia malacológica bajo
estudio, optimizando la información que hemos podido obtener a partir del estudio
sistemático de otras variables, principalmente la arquitectura y el arte rupestre, así como
de otros indicadores (p.e. las herramientas líticas y la cerámica). Complementamos estas
apreciaciones con el estudio de los restos de moluscos, que debido a su carácter,
creemos pueden ser un buen indicador tanto de los procesos de complejización social
ligados al manejo de la producción artesanal como de comportamientos relacionados con
el ámbito simbólico e ideacional.
9
épocas tan tempranas como el período Arcaico. Es común encontrar conchas de
moluscos en lugares alejados de la costa y a menudo se registran usos asociados a la
parafernalia ritual o funeraria, más que usos domésticos.
Los antecedentes directos que hemos obtenido a partir de los análisis del material
malacológico proveniente de las recolecciones de superficie y excavaciones
estratigráficas de sitios arqueológicos asociados al Intermedio Tardío en Tarapacá,
indicarían contextos domésticos de producción y uso recurrente de ornamentos
fabricados con ciertas conchas de moluscos marinos del Pacífico. Esta información,
constituyó la base empírica sobre la cual trabajamos y se encuentra en extenso en los
informes de análisis específicos del proyecto FONDECYT en el cual se inscribe esta
investigación (Valenzuela 2004, 2005, 2006, 2007).
10
Notamos, además, que en algunos de los sitios analizados se encontraron tanto restos de
ornamentos o cuentas como desechos de su manufactura, hecho que nos llevó a proponer
una producción de carácter doméstico, orientada preferentemente a un consumo interno.
Observamos también, basándonos en la uniformidad de las características exhibidas por
los materiales –por ejemplo el tipo de molusco escogido y el tamaño recurrente de los
ejemplares- que existió una especialización artesanal en la producción de ornamentos de
conchas, que se refleja materialmente en unidades específicas de manufactura y
productos artesanales homogéneos. Esto habría tenido lugar en Tarapacá durante la fase
Camiña (ca.1.200-1.450 d.C.) en pleno período Intermedio Tardío.
11
por una parte, y así mismo con un emplazamiento distinto en el borde de la pampa del
Tamarugal, mucho más cercano a la costa.
12
supuesto de continuidad cultural entre las poblaciones humanas que habitaron y habitan
este espacio geográfico desértico.
Creemos que para poder interpretar a fondo la naturaleza e implicancias sociales que
tiene el uso o consumo de objetos manufacturados a partir de conchas marinas, debemos
necesariamente buscar referentes en la etnografía o en la etnohistoria. No para realizar
analogías mecánicas, si no como manera de arrojar luz sobre la problemática
arqueológica a partir del actual manejo práctico que se hace de estos elementos. Nos
arriesgamos a plantear esto considerando el “salto” necesario para poder establecer una
explicación coherente de la conducta humana que ha generado el registro material
fragmentario que recuperamos, analizamos y estudiamos.
13
1.2.1. Objetivos Generales:
1) Describir e interpretar el uso del material malacológico por parte de las poblaciones
tardías del período Intermedio Tardío asentadas en la sierra de Tarapacá (fase Camiña),
representadas en los poblados arqueológicos de Camiña, Nama, Chusmiza y Jamajuga.
2) Buscar asociaciones que nos permitan realizar inferencias sobre el uso social del
material malacológico y reflexionar acerca de su simbolismo.
Para esto indagaremos cómo funcionó el trabajo de la concha en cada sitio a partir de un
análisis de la distribución espacial de material, tanto de superficie como estratigráfica y
sus asociaciones contextuales. A la vez se examinará el material proveniente del
cementerio prehispánico Pica 8 para observar eventuales distribuciones asociadas a
categorías de diferenciación de los individuos inhumados.
14
Pretendemos evaluar el grado de especialización laboral de la producción artesanal en
los sitios bajo estudio, que de ser alto implicaría la existencia de una maestría en el
trabajo de la concha que se vería reflejada mediante indicadores arqueológicos en: a) la
existencia de espacios físicos especialmente destinados al trabajo de valvas de moluscos
y una eventual separación de las fases del proceso productivo; b) concurrencia de la
diferentes etapas de elaboración de los objetos en un mismo espacio físico y asociación
con otras materias primas involucradas, y c) una estandarización de la producción visible
en productos homogéneos que implicaría la elección de determinadas conchas (especies,
tamaño y color) así como procesos de manufactura establecidos.
Para conseguir los objetivos que nos hemos planteado trabajaremos cada sitio
arqueológico como unidad mínima de análisis, poniendo atención en las áreas de
actividad que han sido discriminadas previamente a partir de indicadores como atributos
arquitectónicos o características estratigráficas. De este modo, nos abocaremos al
análisis intensivo de los cuatro sitios emplazados en la zona de quebradas altas o la
sierra tarapaqueña: Camiña-1, Nama-1, Jamajuga y Chusmiza-1. Estos se han escogido
por su situación cronológica tardía como representantes del momento clásico del período
Intermedio Tardío en la región de Tarapacá. Los asentamientos seleccionados han sido
datados entre el 1.200 al 1.450 cal. d.C. y corresponden a la denominada fase Camiña, si
bien su ocupación comienza anteriormente (Méndez-Quirós y Uribe 2006).
15
CAPÍTULO II: ANTECEDENTES GENERALES
El período Intermedio Tardío del norte de Chile comprende el lapso temporal que va
desde la desintegración de las esferas de influencia Tiwanaku del período Medio, hasta
el advenimiento de las políticas expansivas estatales incaicas en la zona durante el
período Tardío, abarcando entre los años 900 a 1.450 d.C. (Uribe 2006a). Durante este
período, también llamado de los Desarrollos Regionales, tradicionalmente la arqueología
chilena ha aceptado para el Norte de Chile y en general en los Andes Centro Sur, la
existencia de sociedades complejas no estatales que han sido definidas políticamente
como “señoríos” o sociedades de prestigio y rango (Núñez 1979; Núñez y Dillehay
1995; Schiappacasse et al. 1989).
16
complementariedad económica y social con los espacios de la sierra y el altiplano, lo que
habría permitido el aprovechamiento racional de los recursos de diferentes ambientes de
la vertiente occidental andina (Moragas 1995; Núñez 1965, 1979). Además, estas
mismas comunidades dispondrían de pequeños enclaves en el litoral, cerca de recursos
de agua, extendiendo el sistema hasta la costa (Moragas 1995; Sanhueza 1985).
Así, en este territorio se habrían generado puntos terminales obligados para el acceso a
importantes recursos y su intercambio, cuya relevancia quedaría plasmada en geoglifos y
petroglifos y, con ello, una notable concentración de rutas de caravanas de llamas a lo
largo de la pampa que conectaban el interior con la costa (Núñez 1976, 1985). Existen
aquí, por consiguiente, claras evidencias de un tráfico prehispánico que puso en contacto
vertical y horizontal distintos pisos ecológicos de los Andes, basados en los clásicos
principios andinos de eco-complementariedad (Núñez 1984). Siguiendo también a
Núñez, la información etnohistórica para Tarapacá y Pica apoyaría la existencia de una
organización socio-política única, con colonias comunes en la costa y el altiplano que
habrían sustentado este tráfico.
La etnohistoria señala que ciertos señores habrían controlado los recursos costeros, de
valles y oasis bajos y altos e incluso determinados segmentos de la cordillera,
sincrónicamente ocupados e interdigitados por colonias de señoríos propiamente
altiplánicos. En su interior, los diferentes enclaves comprenderían estructuras duales
como en Pica con parcialidades claramente diferenciadas. Para Núñez (1984), la
comunidad era conducida por una acotada jerarquía socio-política reconocida por la
calidad de sus tumbas y abundante ajuar de estatus, dentro de un amplio dominio de
sepulturas simples e individuales, donde las labores eran suficientemente especializadas
17
en textilería, agricultura, caza, cultos -por nombrar las más sobresalientes-, con una
distribución asimétrica de bienes. En consecuencia, el complejo cultural Pica Tarapacá
constituía un señorío liderado por autoridades étnicas residentes en cada zona de
producción que en última instancia representarían una sociedad jerarquizada, aunque
manteniendo una armonía social interna y externa sustentada en los valores andinos de la
reciprocidad, el intercambio y la redistribución (Núñez y Dillehay 1995).
En este sentido, las hipótesis que comúnmente se han manejado para explicar el
surgimiento de este complejo como una sociedad característica de los desarrollos
regionales tardíos centro-sur andinos, se basan en las propuestas del control vertical y el
tráfico de caravanas como los mecanismos que promovieron la evolución y complejidad
creciente de sus poblaciones (Murra 1972; Núñez y Dillehay 1995), dándole un papel
prioritario en este desarrollo al altiplano y su rol civilizatorio.
Sin embargo, los nuevos datos generados por Uribe y colaboradores (Uribe y Adán
2005; Uribe 2006 a; Uribe 2006 b), al igual que la reevaluación de los antecedentes
disponibles sobre Pica-Tarapacá permiten profundizar y enriquecer esta concepción y
retomar la discusión sobre la organización social Centro-Sur Andina. Particularmente,
respecto a los grados de solidaridad y equidad que se conciben a partir de su definición
tradicional, aportando con un marco teórico más adecuado, que muestra un panorama
social más diverso y desigual a partir del cual se critica la visión homogeneizada del
modelo vigente de “señoríos” en los Andes.
18
traduce en una incapacidad para visualizar a las poblaciones locales como agentes del
cambio cultural interno, debido a una mirada marcadamente evolucionista, difusionista y
romántica (Uribe y Adán 2005).
Sin embargo, aunque en discusiones más recientes respecto a este tema, se observa una
clara adhesión al modelo vigente (p.e. Sanhueza 1985; Moragas 1995), también
comienza a plantearse la importancia y vigencia de las poblaciones locales, su evolución
cultural e interacción social, no sólo como colonias o enclaves caravaneros, sino dentro
de un patrón mucho más heterogéneo y complejo que aquella imagen estática
impregnada por el énfasis en la armonía y cohesión social. Uribe (2006 b) cree que se
trata de espacio-temporalidades en constante transformación que deben lidiar con el
aumento de complejidad y heterogeneidad sociocultural, así como también con las
presiones de una jerarquización y desigualdad que intenta manejarse a través de la
fragmentación de sus estructuras sociales.
Así mismo, Uribe (2006 a) plantea a las sociedades constituyentes del complejo Pica-
Tarapacá como heterogéneas y desiguales. La heterogeneidad se refiere a la amplia
19
distribución de roles y estatus dentro de una sociedad; la desigualdad significa un acceso
diferencial a estos recursos sociales, con consecuencias materiales según la
heterogeneidad de roles y estatus en esa sociedad (Blau 1977; Uribe 2006 a). Esto se
traduciría en ejes horizontales y verticales que estructurarían históricamente una
organización y cuya interacción generaría modos evolutivos particulares y múltiples. En
este contexto, la complejidad comprendería variados grados de diferenciación
socioeconómica y política al interior de la sociedad que, en gran parte dependería de las
condiciones históricas previas (McGwire 1983; Uribe 2004).
Para Uribe (2006 a) la complejidad exhibida por las sociedades que conforman el
complejo Pica-Tarapacá tiene sus raíces en el período Formativo. Esto implica que este
período presenta cierta continuidad con los primeros momentos del Intermedio Tardío
representado por el sitio Caserones-1, que se caracteriza por comunidades bastante
autárquicas cada vez más densas y afectadas por las presiones sociales de un modo de
vida comunitario y casi urbano. Esta situación se mantendría entre el año 900 y 1.200
d.C. configurando el complejo Pica-Tarapacá; pero después del año 1.200 d.C., se
manifestarían transformaciones sociales ligadas a la introducción y circulación en los
valles y oasis interiores tarapaqueños de cerámicas foráneas principalmente decoradas,
provenientes del Altiplano Meridional y los Valles Occidentales, así como del Loa y San
Pedro de Atacama. A esto se sumaría la industria textil, los artefactos funerarios
misceláneos y los adornos de conchas marinas; además de la circulación de productos
agrícolas, forestales y marítimos lo cual indicaría una transformación radical.
El autor plantea que a partir del año 1.200 d.C. las poblaciones Pica-Tarapacá se vuelcan
hacia fuera de su territorio volviéndose más receptivas, extendiendo sus redes de
interacción y estableciendo lazos con el Altiplano Meridional, Arica y Atacama (Uribe
2006 a). Uribe cree que la autarquía y homogeneidad observadas en la primera mitad del
Intermedio Tardío, en comparación con la situación posterior, serían expresión de una
crítica tensión e inequidad. La que en vez de ser eliminada para seguir existiendo, habría
sido sublimada mediante la fragmentación de la sociedad tarapaqueña, mostrando una
20
mayor heterogeneidad vinculada al fin de la economía comunitaria. En este contexto,
adquirirán significación la especialización laboral y agrícola, la exaltación de las
identidades locales, la separación de la actividad pública como el culto religioso (p.e.
chullpas), el intercambio con zonas de frontera y una sutil pero elocuente representación
de la autoridad y el poder en el arte rupestre doméstico (op. cit.).
Este momento se caracteriza también por un énfasis en la recolección de los frutos del
algarrobo (Prosopis sp.), pues si bien se desarrollan prácticas agrícolas importantes,
existe una dependencia de las prácticas de recolección y un aporte alimenticio costero
notable; movilizándose recursos alimenticios entre la costa y el interior. La cerámica
característica de esta fase está compuesta generalmente por tipos locales tarapaqueños
(Pica Charcollo, Pica Chiza y Pica Gris Alisado) y no es extraño encontrarlos asociados
a alfarería del Formativo Tardío (Uribe et al. 2007).
21
manejo hidráulico y extensas andenerías. Esta característica revela la importancia capital
que adquiere la práctica de una agricultura intensiva en las sociedades Pica-Tarapacá,
basada principalmente en la producción del maíz. No obstante las prácticas de
recolección se mantienen vigentes se aprecia un sistema económico mucho más
especializado dependiente de la sobreproducción agrícola (García 2007). Esta fase
también se caracteriza por una ampliación de las redes de interacción regionales y una
radicalización de la complejidad económica manifestada en la introducción y circulación
de cerámicas foráneas, principalmente del Altiplano Meridional, así como del área de
Valles Occidentales y Atacama (Uribe et al. 2007 a).
22
2.3. Antecedentes malacológicos de Tarapacá
Nos interesa incluir estos resultados ya que nuestro objeto de estudio proviene de la
costa. Es un hecho evidente que ha existido una circulación ancestral de productos e
ideas entre la costa y las quebradas interiores tarapaqueñas, donde se encuentran conchas
de moluscos, lo cual revela desplazamientos y contactos entre grupos, situación que
alcanzaría su punto cúlmine durante el período de nuestro interés. En Pisagua N se
cuenta con una fecha radiocarbónica de 1.030 - 1.250 cal. d.C.2, junto con cinco
fechados de termoluminiscencia que fluctúan entre los 960 d.C. y los 1.470 años d.C.3.
Por su parte, los fechados de termoluminiscencia obtenidos en Pisagua B corresponden a
1.395 y 1.445 años d.C.4 (Méndez-Quirós 2007).
Entre los aportes costeros a las poblaciones del interior ciertamente estuvieron los
moluscos y sus conchas, alimentos como el pescado deshidratado o charquecillo, sal y
guano de aves marinas utilizado como fertilizante agrícola. Además fue atractiva la
riqueza minera de este litoral, destacando durante el Intermedio Tardío la extracción de
cobre (Moragas 1995). Por su parte, desde el interior llegarían productos agrícolas al
2
Beta 210435
3
UTCL 1639 y 1637
4
UCTL 1633 y 1632
23
litoral como el maíz y la calabaza, tiestos cerámicos y prendas textiles (Adán et al. 2007
b).
24
intermareales y en el submareal, por lo cual son fácilmente accesibles mediante
recolección de orilla sin implicar mucho gasto de tiempo y energía, aunque sí un
conocimiento acabado del nicho litoral. Notamos que la diversidad de especies
representada en Pisagua N es levemente mayor que en Pisagua B, al igual que el
volumen de material recuperado; hecho que podría indicar una mayor estabilidad en el
uso de este asentamiento o un mayor volumen de población residente.
Las tablas A y B (en anexos) muestran las especies de moluscos identificados en los
sitios de Pisagua para los depósitos completos5.
En Pisagua B también predominan los gastrópodos pero con una con frecuencia menor
de 56 %, destacando entre ellos la familia Muricidae especialmente C. concholepas que
reúne un 25 % de la muestra. Le siguen los fisurélidos con un 16 % de frecuencia y el
género Tegula con un 7 %. El resto de las especies tiene baja representación. Los
bivalvos alcanzan un 36 % destacando los mitílidos (27 %), especialmente Choromytilus
chorus y Perimytilus purpuratus; y los venéridos (4 %). Mesodesma donacium (macha)
se encuentra exclusivamente en este sitio con un 2 % de representación. Por último, los
poliplacóforos o chitones muestran una frecuencia de 7 %.
5
Los volúmenes excavados en ambos sitios son similares. En Pisagua B se extrajeron 433,6 m³ de tierra, mientras que
en Pisagua N se excavó un volumen levemente mayor de 434,62 m³.
25
A pesar de que en ambos sitios predominan los gastrópodos, en Pisagua B se observa
una mayor importancia de los bivalvos, destacando la abundancia de los mitílidos. Junto
a esto destaca la presencia exclusiva de bivalvos que habitan playas arenosas como
Mesodesma donacium, Glicymeris ovatus y Mulinia spp. Este último hecho tendría
relación con el emplazamiento del sitio ubicado en plena desembocadura de Tiliviche,
rodeado por extensas playas de arena, a diferencia de Pisagua N ubicado en el faldeo del
acantilado rocoso. Por esta razón, se infiere que los sitios se ubican en lugares
estratégicos junto a los recursos deseables de extraer, o viceversa, se explotan los
moluscos del entorno cercano a los lugares de emplazamiento.
26
Pisagua B presenta los únicos instrumentos de concha registrados en las excavaciones
realizadas en la costa. Consisten en pequeñas herramientas cortantes y punzantes,
confeccionadas sobre conchas de bivalvos, entre los cuales se registran Mulinia spp.,
Argopecten purpuratus (ostión), Glicymeris ovatus y venéridos (almejas). Estos se
registraron principalmente en las estructuras G-1 y G-3.
La presencia en este sitio del género Mulinia6 abundante en conchales fósiles naturales
de la región de Antofagasta, datados en el Pleistoceno Superior (Ortlieb et al. 1994),
merece atención. Según estos autores este género habría desaparecido replegándose
hacia el sur en busca de aguas más frías al igual que otras especies como C. chorus que
han disminuido en abundancia. No obstante, Rivadeneira y Carmona (2006) plantean a
partir del estudio de un ensamble fósil del Pleistoceno tardío excavado en Patillos
(Región de Tarapacá), que hay una clara similitud entre este ensamble y la fauna
malacológica actual, no observándose especies extralimitares. Incluso, plantean que
especies que se consideraban actualmente extintas en este litoral como C. chorus y
Mulinia edulis, son explotadas actualmente en ciertas localidades costeras del norte de
6
Una muestra de estos ejemplares fue identificada por Jorge Basly, quien señaló que los individuos muy posiblemente
correspondían a las especies Mulinia edulis y Mulinia bicolor, lo que no pudo asegurar debido al avanzado estado de
erosión de las valvas.
27
Chile y sur del Perú, siendo incierto si estas comunidades son formas relictas del pasado
o corresponderían a procesos de recolonización (op. cit.). Sin embargo, a una escala
local y en comparación con el ensamble viviente del mismo sitio la composición de
especies mostró una alteración dramática en su estructura. Los autores postulan que este
cambio habría sucedido recientemente y en tiempos históricos, para lo cual se apoyan en
evidencias arqueológicas que atestiguan la presencia de C. chorus y M. edulis en
conchales atribuidos a diferentes complejos culturales en el sur de Perú y norte de Chile
durante la prehistoria (Silverman 1988; Uribe 2006).
28
a 59 km. de la costa, donde registramos una alta variabilidad de especies de moluscos,
utilización de valvas como contenedores de pigmentos y restos malacológicos
abundantes comparados con la zona de quebradas que analizamos más adelante.
Lámina 3: Caserones-1, dibujo de planta (se destacan recintos excavados por FONDECYT
1030923)
7
Beta 220917. Trabajos previos de Meighan y True, así como los de Núñez, suponían ya la existencia de una
ocupación hasta el año 1.200 d. C. (Meighan y True 1980; Núñez 1966, 1982)
29
Se cree que las poblaciones de inicios del período Intermedio Tardío ocuparon
discontinuamente la totalidad de este asentamiento (Adán et al. 2005), planteándose un
abandono gradual del sitio que evidenciaría un traslado paulatino de éstas a los espacios
productivos de quebradas altas donde el sustento de los grupos humanos comienza a
basarse fuertemente en la agricultura del maíz (Uribe et al. 2007). El análisis de los
restos vegetales de Caserones indica un uso intensivo de especies silvestres locales
como el algarrobo (Prosopis sp.) que corrobora una estrecha relación con el espacio de
la pampa del Tamarugal, destacando la presencia de artefactos de molienda (Carrasco
2006). A la vez existió una producción agrícola especializada en cultivos subtropicales.
Además de continuas relaciones interregionales a larga distancia que confirman
contactos con los Valles Occidentales, la sierra y la vertiente oriental andina (García y
Vidal 2006).
Caserones destaca por la abundancia mineral de cobre y cuentas del mismo material
(Carrasco 2006). Por su parte, el estudio del material faunístico (González 2006) indica
para este sitio la existencia de una estrecha relación con la costa, observándose un
importante consumo de peces aunque también se constata cierto manejo de camélidos.
Los restos óseos de animales sólo aparecen en recintos de gran tamaño, elaborados en
artefactos, asociados a talla lítica, cueros de ave y camélido, hilados, pelos, vellones y
plumas. Estos materiales aparecen en contextos que indican actividades comunitarias y
cotidianas, lo que ya había sido sugerido por Núñez (1982). El resto de los recintos
(40%) presenta sólo restos de guano en contextos de actividad doméstica mínima,
pequeños fogones y escaso o nulo registro de estas manifestaciones (González 2006).
30
identificados y presentarían altas frecuencias relativas, incluso menciona la presencia de
cefalópodos (pulpos).
Las excavaciones realizadas en Caserones durante la década de los setenta arrojaron una
gran cantidad de material arqueológico, especialmente restos vegetales compuestos por
vainas de algarrobo. Entre los materiales descritos en la publicación de True (1980) se
hace mención a adornos y cuentas de conchas marinas entre los que destacan valvas de
Oliva peruviana sin ápice o con orificio pulido y un colgante de Turritella cingulata con
un orificio cerca de la abertura de la valva. Estos ejemplares provienen de los depósitos
de la unidad 1 y todos se encontraron enhebrados en lana o fibra vegetal.
Las intervenciones estratigráficas más recientes en Caserones revelan que casi todos los
recintos aquí excavados presentan restos de moluscos (92,3 %) presentando la más alta
diversidad de especies de todos los yacimientos del interior estudiados por el proyecto8.
Así, la estrecha relación de Caserones con la costa planteada por González (2006) a
partir de la presencia de abundantes y diversos restos de peces, es ratificada por las
características del material malacológico. Además de la alta diversidad de especies de
moluscos hay una gran variabilidad en los usos dados a las conchas que incluye la
fabricación de cuentas y uso de valvas como contenedores de sustancias como
pigmentos colorantes. Recordemos que esta última característica también fue observada
en los contextos funerarios costeros analizados por Catalán (2007).
8
FONDECYT 1030923
31
chorus (choro), Scurria viridula (señorita) y Euromalea rufa (almeja). Para la
elaboración de cuentas se usaron C. chorus, Turritella cingulata (cono), Tegula spp. y
venéridos. También se registran valvas sin modificaciones de Prisogaster niger,
Littorina peruviana y Turritella cingulata. Otras especies que probablemente no fueron
elaboradas en artefactos y se consumieron como alimentos deshidratados son Fissurella
spp. (lapa) y Chiton spp. (apretador); de sus valvas sólo se registran pequeños y escasos
fragmentos. Por último observamos un nódulo de Prothotaca taca (almeja) y un
instrumento sobre venérido. Oliva peruviana y Australomegabalanus psittacus
(picoroco) sólo arrojaron pequeños fragmentos.
Lámina 4: Material malacológico del sitio Caserones-1. A: fragmento de valva de C. chorus con restos de pigmento.
B: dos fragmentos contiguos de valva de C. chorus con restos de pigmento y diseño circular. C: fragmento de valva de
Fissurella spp. D: restos de molusco indeterminado, aparentemente fósil. E. cuenta discoidal de C. chorus. F y G:
cuentas discoidales pulidas sobre molusco indeterminado. H y J: cuentas sobre columela de Tegula spp. I: pequeño
instrumento sobre concha de venérido. K y O: ejemplares de Turritella cingulata, el mayor presenta un orificio. L:
preforma de cuenta discoidal en concha de bivalvo. M: nódulo en valva de Prothotaca taca. N: Pequeño instrumento
apuntado sobre molusco indeterminado. P: nódulo en valva de C. chorus
32
presentaron aves marinas no identificadas. Doce entierros arrojaron restos de moluscos
de los que se identificaron las siguientes especies: Choromytilus chorus (choro), Chiton
spp. (apretador), Argopecten purpuratus (ostión), Prothotaca taca (almeja) y C.
concholepas (loco). Dos tumbas presentaron restos de peces indeterminados y por
último en un entierro se registró un pulpo (Octopus vulgaris).
9
Proyecto FONDART 2008-72609 “Rescatando la prehistoria tarapaqueña. Conservación y puesta en valor de las
colecciones arqueológicas de la Huayca, Provincia del Tamarugal” dirigido por Pablo Méndez-Quirós.
33
SEGUNDA PARTE
A nivel mundial, hallazgos recientes (Vanhaeren et al. 2006) indican que la utilización
de conchas de moluscos marinos por parte de grupos humanos modernos para la
ornamentación corporal es asombrosamente temprana, remontándose a 135.000 años
atrás en el sitio asiático Skhul. Es decir, cerca de 25.000 años antes de la evidencia
previa de adorno personal por parte de humanos modernos en Sudáfrica. La lejanía de la
costa y la comparación con conjuntos de moluscos actuales, llevan a los autores a
proponer que existió una selección y transporte deliberado de estos elementos para uso
simbólico (op. cit.).
Nos interesa discutir a continuación el tema de los moluscos como bienes sociales, lo
que se ha abordado principalmente desde la perspectiva de los denominados bienes de
prestigio, también llamados bienes de elite, estatus o suntuarios.
Los bienes de prestigio han sido divididos en dos categorías: a) distintivos de autoridad
que denotan alto estatus o rango y b) proveedores de prosperidad generalizados que son
los más comúnmente usados e intercambiados (Hirth 1992; Trubitt 2003). Ya sea que
estén hechos sobre materiales duros como metales y conchas o suaves como piel y
textiles, se trata de materias primas importadas o con distribución limitada, cuyo valor
34
agregado está dado por un trabajo excesivo o la aplicación de tecnologías complejas
(Ekholm 1977; Peregrine 1990; Trubitt: 2003).
Según Trubitt (2003), mientras los bienes utilitarios son proveídos distribuidos y
consumidos, los bienes de prestigio frecuentemente permanecen circulando por largos
períodos y a causa de esto algunos de ellos adquieren historias o nombres que los hacen
más valiosos. Por lo tanto, debe pasar un largo tiempo antes de que alguno de estos
bienes sea depositado en un entierro o escondrijo (op. cit.). La depositación o
destrucción de estos objetos sería una manera de contener la “inflación” y convertir la
prosperidad que otorga el estatus en un “consumo conspicuo” o promover el bien en sí
mismo como manifestación de poder (Dupré y Rey 1973; Hayden 1998; Trubitt 2003).
35
Los modelos de economías de bienes de prestigio fueron desarrollados originalmente por
los marxistas estructuralistas franceses, quienes se interesaron en el intercambio de
alimentos, bienes de prestigio y alianzas matrimoniales, como mecanismos de
transformación social desde sistemas de señoríos hacia linajes de prestigio jerarquizados
(Dupré y Rey 1973; Ekholm 1972; Meillassoux 1978; Trubitt 2003). En estos modelos,
el control sobre las materias primas, los sistemas de producción y de distribución de los
bienes de prestigio son vistos como la clave para mantener los sistemas jerárquicos.
Tradicionalmente los modelos de economías de bienes de prestigio plantean como típico
un estrés en el control de estos bienes en tanto fuente de poder político. No obstante,
para Trubitt (2003) la realidad arqueológica presenta mayor variación.
36
en la comunidad con el fin de mantener las lealtades políticas y económicas. En este
punto, el control de la producción e intercambio de bienes de prestigio a larga distancia
se vuelve relevante (Friedman y Rowlands 1977; Trubitt 2003).
37
producidos localmente, centralmente o importados, ofrendados en entierros de
individuos, los que han sido interpretados como marcadores de estatus.
De esta discusión queremos destacar el hecho evidente de que las conchas de moluscos
marinos y objetos elaborados a partir de ellas tienen un uso social característico dentro
de algunas sociedades tradicionales, que probablemente se basa en el valor intrínseco
que poseen estos objetos dado por su inherente relación con el agua y el mar. Esta
condición esencial se constata en sociedades humanas a nivel mundial, con gran
distribución espacial y profundidad temporal. Incluso en la misma sociedad occidental a
la ingesta de mariscos se le atribuyen actualmente propiedades afrodisíacas, y dentro de
la jerga popular ciertos moluscos se relacionan con los genitales femeninos y
masculinos.
Según Claassen (1998:196) las conchas de moluscos como materia prima tienen
importancia en muchas sociedades a lo largo del mundo. El registro arqueológico
presenta una enorme variedad de artefactos hechos de conchas tales como contenedores,
elementos decorativos para el ganado, las personas, las casas, las tumbas y como dinero,
juegos, medicinas, etc. Las conchas también fueron importantes dentro de ciertos
sistemas sociales y políticos como símbolos ideológicos. En ocasiones algunas especies
de moluscos fueron trasladados por grandes distancias, señalando contactos entre grupos
e indicando el movimiento e intercambio de ideas, flora, fauna e incluso patógenos.
Para Trubitt (2003: 243) los adornos hechos de conchas marinas poseen varias
características que los hacen significativos para el análisis arqueológico. Esta materia
prima valorada por muchas culturas se relaciona con el agua, la vida, la salud y la
fertilidad. La autora plantea que los ornamentos de conchas funcionaron como bienes de
38
prestigio, circulando entre individuos, grupos y sociedades, constituyendo el reflejo
material de relaciones interpersonales. Por este motivo se considera a estos artefactos de
conchas como un material valioso para el análisis arqueológico.
Según esta autora (2003), los ornamentos de conchas cumplieron múltiples roles que
incluyen ornamentación, provisión de protección y prosperidad, ser marcadores de
estatus y además estar ligados a la parafernalia ritual, mostrando diversas asociaciones
simbólicas en grupos específicos. El hecho de haber recorrido largas distancias ofrece a
los arqueólogos una excelente vía para explorar relaciones interregionales e
interacciones entre sociedades antiguas (op. cit. 2003: 244).
Para Trubitt (2003), el valor agregado que les da el trabajo empleado para convertir las
conchas en ornamentos formatizados, los convierte en bienes de prestigio por
excelencia. Como materia prima las conchas de moluscos tienen una distribución
mundial, pero restringida sólo a las zonas costeras; por lo que, cuando aparecen en el
interior son consideradas exóticas, convirtiéndose en elementos útiles para estudiar el
intercambio y la interacción social intergrupal. Tradicionalmente, se han utilizado los
ornamentos de conchas en intercambios sociales, otorgando prestigio a los individuos
que los adquieren, distribuyen e intercambian (op. cit. 2003: 244).
39
marítima tribal. En este caso presentado por Malinowski (1982 [1922]) para las islas
Trobiand los ornamentos de conchas marinas sirvieron como articuladores de toda una
gama de relaciones humanas que giraban en torno al intercambio ritual de dichos
objetos, circuito que incluía a toda la región del Massim.
El intercambio kula es recíproco y se espera que el valor del objeto entregado sea igual o
similar al del objeto recibido. Los ornamentos son retenidos temporalmente por los
actores del intercambio, pero siempre están en circulación. El valor de estos objetos está
dado por sus características como tamaño, color, edad e historia (Malinowski 1982
[1922]).
40
ornamentos de conchas intercambiados en el kula son altamente valorados y constituyen
manifestaciones materiales de las relaciones entre los hombres más allá de su comunidad
local (Malinowski 1982 [1922]).
La relevancia de este caso para nuestro estudio particular, a pesar de que se inscribe
dentro de un contexto geográfico y cultural muy diferente, es que nos muestra un
ejemplo vivo donde objetos análogos a los de nuestro caso de estudio se encuentran
circulando entre individuos de una sociedad costera tradicional. En este contexto los
ornamentos de conchas marinas tienen relación con alianzas entre personas y categorías
de prestigio, pero aún más allá, tienen atributos específicos de carácter simbólico y en el
fondo contribuyen al mantenimiento de la cohesión social. Por lo tanto, son el correlato
material de costumbres y creencias fundamentales para la sociedad en cuestión.
Para entender mejor lo que significa una manifestación de poder es necesario definirlo
teóricamente. En la definición clásica de Weber: “Poder significa la probabilidad de
imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aún contra toda resistencia y
cualquiera sea el fundamento de esta probabilidad” (Weber 1997:43). Esta definición
alude claramente a dominación, no obstante, además de este aspecto coercitivo el poder
también sirve para mantener la cohesión interna de un grupo, protegiéndole de lo que le
es extraño y potenciando con ello su identidad.
41
Los mecanismos de legitimación del poder se han justificado históricamente en la
producción de imágenes, la manipulación de símbolos y su ordenamiento en un cuadro
ceremonial. Esto significa que todo poder político no puede establecerse únicamente
mediante la imposición de la fuerza o por una mera acción racional, sino que se precisa
siempre una demostración simbólica del poder que se ejerce. En la medida que este
poder rebasa las relaciones de parentesco y la trama social se complejiza, el interés de
algunos por orientar las decisiones de la colectividad conlleva una suerte de
competencia. De esta manera se habla de dominio político en la medida en que aumenta
la complejización y organización de las relaciones sociales al interior del grupo. El
ejercicio del poder político, por tanto, obedece al intento de mantener el orden social, el
que se perpetúa a través de acciones de corte simbólico y ceremonial. “Todo poder
político acaba obteniendo la subordinación por medio de la teatralidad, más ostensible
en unas sociedades que en otras, en tanto que sus diferencias civilizatorias las
distribuyen en distintos niveles de espectacularización (Balandier 1994:23).
Cohen (1979) plantea que aunque un régimen puede conseguir el poder y mantenerse
durante algún tiempo simplemente por la fuerza, la estabilidad y continuidad se logran
principalmente a través del simbolismo de autoridad que el régimen maneja, que se hace
posible gracias a un sistema complejo de simbolismo que le otorga legitimidad al
representarlo finalmente como una parte natural del orden celestial.
42
dominadas por la rutina tecnológica, y relacionada con la creencia en seres o fuerzas
míticas”.
Según Moulian (2002:47) los ritos son procesos de comunicación dotados de fuerza
preformativa, de carácter repetitivo y estereotipado, que emplean múltiples elementos
expresivos de códigos diversos, a través de los que se actualizan las representaciones
colectivas y se produce la mediación entre los diversos componentes de los sistemas
socioculturales, o bien se expresan las contradicciones de estos, de esta forma se
comprenden las acciones rituales como textos vivos, a partir de los cuales se ven
escenificados valores y creencias propias de un pueblo o cultura, las que son
actualizadas al momento de ser representadas por sus ejecutores.
Para Cohen (1979) en la mayoría de las sociedades tribales las relaciones interpersonales
están altamente ritualizadas. En estos contextos, el parentesco y el ritual, aunque
distintos en forma, tienen mucho en común, y su separación es a menudo arbitraria.
Ambos son normativos y están enraizados en la estructura psíquica humana mediante la
socialización, y se componen de símbolos y complejos simbólicos. Estos símbolos
tienen por características ser cognoscitivos, afectivos e intencionales.
Según este autor (Cohen 1979) los símbolos son sistematizados conjuntamente en la
estructura de las ideologías o las visiones de mundo, en que los símbolos del orden
político se integran con los que tratan de los problemas perpetuos de la existencia
humana: el significado de la vida y la muerte, la enfermedad y la salud, el sufrimiento y
la felicidad, la fortuna y la desgracia, el bien y el mal.
Cuando las relaciones entre individuos o grupos al interior de una sociedad son
asimétricas la posición de cada uno dependerá del capital cultural, económico y social
43
que tenga a su disposición. En este sentido, destacamos el concepto de campo político
planteado por Bordieu (1997), entendido como un microcosmos dentro del mundo social
en el que se generan luchas de poder al momento de querer imponer construcciones y
representaciones sociales; las cuales en su mayoría son producto de luchas simbólicas y
clasificaciones sociales anteriores que aún se mantienen vigentes como es el caso de los
títulos heredados por linaje familiar.
Para Cohen (1979) los símbolos rituales forman parte de la mayoría de los sistemas de
parentesco y a su vez los símbolos de parentesco forman parte de la mayoría de los
sistemas rituales. Ambas categorías de símbolos son altamente interdependientes y
ninguna categoría puede actuar sin la otra. Sin embargo, los símbolos rituales expresan
relaciones políticas de un nivel más alto.
44
social y político a partir de ciertos valores y relaciones morales basadas en la explicación
sagrada de la naturaleza y el culto a sus antepasados. La relación entre lo sagrado y lo
político contribuye al mantenimiento del orden social, en la medida en que conecta a la
comunidad con sus deidades y ancestros legitimando de este modo el poder de sus
gobernantes. Esto es lo que Foucault (2000 [1976]) ha denominado manejo de la
producción poder-saber en el contexto de la sociedad contemporánea.
Estas prácticas dependen principalmente del poder derivado de la ideología que fortalece
la posición de legitimidad de los líderes como necesaria para mantener el orden
“natural” del mundo. En muchos casos esto involucra que los líderes se conecten a sí
mismos con el pasado, lo cual tiene relación con el ámbito funerario. También es
relevante la competencia por generar lazos con nuevas ideologías externas, generalmente
asociadas con un “estilo internacional” que sitúa a las elites como gente especial
separada de la gente común (Earle 1991).
El incremento del control del intercambio a larga distancia de objetos preciosos y el uso
de materiales exóticos de “prosperidad” para atraer y controlar el trabajo de la
comunidad local, es un rasgo importante de los cacicazgos establecidos en diferentes
áreas geográficas. Las elites justifican su posición haciendo referencia a fuentes externas
de poder inaccesibles para otros. Los objetos preciosos exóticos se asocian generalmente
con poderes que simbolizan y a la vez encapsulan la divinidad de las elites, o al menos
representan una legitimidad no local (Earle 1991).
45
asociaciones a ideologías externas puede usarse como marcador de estatus y a la vez
como “moneda de cambio” empleada para materializar relaciones políticas. La
importancia de controlar la distribución de objetos foráneos puede emplearse para
persuadir a la población local y recompensar su participación (Earle 1991).
Según autores como Earle (1991), el carácter cíclico de los cacicazgos es un rasgo típico
de estas sociedades. Los centros de poder se invierten a lo largo de las regiones y las
integraciones mayores se construyen y colapsan fácilmente. Las razones son múltiples.
La principal es que la capacidad para sustentar la integración política requiere de una
estrategia de liderazgo capaz de mantener un equilibrio entre los costos de complacencia
y rebeldía. Dado que los escenarios local y regional están constantemente cambiando,
esto requiere de un continuo manipular por parte de los “jefes”. Segundo, los cacicazgos
al presentar posiciones de alto estatus limitadas poseen dinámicas políticas
inherentemente competitivas. Esto implica que los individuos están constantemente
compitiendo y rivalizando por obtener posiciones controladoras y poderosas. Esta
situación refleja lo que ha sido denominado como campo político (Bordieu 1997). Aquí
se observan dos fuerzas antagónicas: una tendencia centralizadora de individuos que
buscan concentrar el poder y eliminar las oportunidades de rebelión y otra tendencia
fragmentaria, representada por líderes locales que se apartan de las reglas establecidas
buscando establecerse como autoridades independientes (Earle op. cit.).
46
ambiente, la tecnología y el caso histórico particular. Cuyo resultado es una variación
significativa de las características, así como la magnitud del desarrollo y la evolución de
los denominados cacicazgos (op. cit.).
Con respecto a la discusión anterior sobre los bienes de prestigio, es conocido que la
producción artesanal especializada se considera como un factor de peso en el desarrollo
de las sociedades complejas. Los denominados bienes de prestigio corresponden a
ciertas clases de objetos con un alto valor social, en los que se ha invertido una gran
cantidad de trabajo para su elaboración o que están confeccionados en materias primas
escasas o no disponibles localmente. Estos objetos serían utilizados en circunstancias de
reproducción social y también podrían tener relación con demarcaciones visibles de
estatus, dentro de un determinado campo político. Ya hemos discutido el carácter de este
tipo de objetos a los que preferimos nombrar como bienes sociales o capital social
(Bordieu 1979), para evitar la apreciación de que se trataría siempre de objetos
empleados sólo para denotar una situación de dominación social. En este apartado
queremos referirnos a los procesos productivos implicados en su manufactura, su
relación con la especialización artesanal y los mecanismos de control sobre la
producción de este tipo de bienes.
Lemonnier (1992) considera la tecnología como una actividad cultural que involucra
todos los aspectos de acción referidos a un material o asunto. Para el autor la tecnología
es un fenómeno social compuesto por cinco elementos básicos relacionados entre sí y
con otros aspectos sociales de una manera sistémica. Estos elementos son: materia
prima, energía, objetos (artefactos o medios de trabajo), gestos (modos de mover los
objetos) y conocimiento específico (conocimiento técnico o habilidades manuales).
47
especializada que implica un conocimiento restrictivo de tecnologías complejas o a un
notable incremento del trabajo invertido en la elaboración del objeto (Trubitt 2003).
Tosi (1989) propone poner atención en los siguientes indicadores arqueológicos para
determinar el grado de especialización artesanal: la presencia de indicadores de
manufactura, la proporción relativa de indicadores de producción artesanal en el sitio, su
concentración y el grado de concurrencia espacial de diferentes actividades de
procesamiento.
48
Según Tosi (1989), la producción artesanal centralizada consiste en dos formas
principales de distribución del trabajo; el caso más frecuente muestra un control central
combinado con una concentración física de talleres en los asentamientos hegemónicos, y
otro caso presenta un control central que rige la distribución de la producción de
unidades dispersas. Una fuente común de error es la tendencia a tratar todos los oficios
como entidades compactas, aunque sean de hecho un conjunto de operaciones de
manufactura que no ocurren necesariamente en proximidad de tiempo y espacio (Tosi
1989).
Para muchos bienes las diferentes etapas de producción están dispersas en diferentes
lugares respondiendo a factores económicos o políticos de centralización (Tosi 1989).
La dispersión espacial del proceso de producción artesanal podría incrementarse de
acuerdo a un control centralizado sobre el sistema productivo como un todo,
correspondiente a un aspecto de la integración económica. En suma, el grado de
dispersión suministra un eje de variabilidad para valorar la integración y la
centralización en sistemas complejos emergentes.
49
Por otra parte, la clasificación de los bienes es dependiente del contexto y debería
basarse en el agrupamiento de todos los objetos recolectados del complejo cultural bajo
estudio, de acuerdo con los atributos de uso y materia prima que determinan las etapas
de manufactura. Estas etapas de manufactura están históricamente determinadas y
pueden variar enormemente en el espacio y el tiempo, aunque lo productos terminados
en general sean morfológicamente similares. Por lo que, las clasificaciones descriptivas
de bienes basados únicamente en productos terminados pueden derivar en conclusiones
erróneas. Tosi (1989) recomienda clasificar los bienes de acuerdo con dos parámetros
principales: tipo de manufactura y tipo de producto final. Una tercera variable utilizada
comúnmente es el tipo de materia prima, sin embargo, el autor plantea que este último
aspecto es sólo un parámetro secundario y considera de mayor importancia el proceso de
manufactura. Ya que, por específica que pueda ser la caracterización de la materia
prima, no es de gran utilidad analítica si la demanda en el pasado no estaba
inmediatamente orientada a un recurso particular, sino a un atributo simple fácilmente
compartido por diversos materiales. Esto se aplica directamente a artículos de prestigio
(op. cit.).
En el caso de los ornamentos personales, dice Peregrine (1991), una forma alternativa
empleada por las elites para restringir su acceso masivo es utilizar objetos que requieren
una labor extremadamente intensiva o métodos de producción tecnológicamente
sofisticados. Mediante el soporte tecnológico de los artesanos y proveyendo los medios
50
necesarios para crear estos objetos las elites ganarían un control efectivo sobre los bienes
en sí mismos (op. cit.). En este contexto, el autor concibe la especialización artesanal
como un reflejo de la necesidad de elites emergentes de validar su autoridad política
mediante el despliegue de poder que implica utilizar visiblemente, en la indumentaria,
objetos de un alto valor social. El autor los interpreta como símbolos de estatus que
representarían físicamente la autoridad política de sus portadores, otorgándoles
legitimidad mediante su posesión (Peregrine 1991).
51
nivel, el cual fue atribuido a materiales no disponibles localmente que fueron
intercambiados con otras sociedades, o que encontrándose disponibles localmente
requieren de un gran esfuerzo para su obtención como por ejemplo los metales derivados
de la explotación minera (op. cit.).
Una observación interesante realizada por el mismo autor a partir de análisis estadísticos
de una amplia data empírica transcultural, es que en sociedades con niveles crecientes de
centralización política el acceso a materias primas no locales para elaborar ornamentos
no parece ser un factor tan relevante como la cantidad de trabajo invertido en la
confección de los mismos. La que aumentaría manifiestamente a medida que se
incrementan los niveles de centralización política, observándose ornamentos cada vez
más complejos y/o profusamente decorados (Peregrine 1991).
52
sociales de la tecnología influyen en la génesis y transformación de los sistemas
tecnológicos y son el canal mediante el cual el fenómeno social pauta los
comportamientos relacionados con la tecnología (op. cit.).
53
con la identidad o la estratificación social, sino con cuestiones ligadas al significado del
mundo (Lemonnier 1992:88).
La cultura material y las elecciones tecnológicas pueden expresar identidad social tanto
al exterior del grupo (identidad étnica) como al interior del mismo (p.e. categorías de
género o edad). Y también puede usarse en negociaciones sociales o manipulación. Sin
embargo Lemonnier (1992) cree que no hay una explicación del porqué algunos
aspectos de la cultura material y no otros son usados para expresar ciertas relaciones
sociales. Esto remite a la pregunta de cómo una variación en la cultura material se
inscribe dentro de un sistema de significado particular. La respuesta del autor es que no
hay generalización posible, lo cual restringe la capacidad de interpretación en
arqueología (op. cit.:88).
Otra afirmación en el mismo sentido es hecha por Baudrillard (1969) quien estudia el
sistema moderno de los objetos, planteando, respecto a la relación que mantienen las
personas con sus artefactos en las sociedades con sistemas tradicionales, que mientras la
energía invertida es muscular (tanto humana como animal), inmediata y contingente; los
objetos o herramientas permanecen arraigados en la relación humana, con una gran
carga simbólica. Esta estabilidad de la energía trae consigo el estancamiento del
instrumental, pues la posición relativa del objeto o herramienta casi no cambia a través
54
de los siglos. Esta relación profunda y gestual del hombre con sus objetos, en la cual se
resume su integración al mundo y a las estructuras sociales, puede ser de una gran
plenitud, lo que se advierte en la belleza o “estilo” de los objetos. Sin embargo, esta
relación es en el fondo un constreñimiento que, paralelamente al de las estructuras
sociales, opone obstáculos a la innovación.
Baudrillard (1969) plantea que, en los sistemas tradicionales existen tres aspectos de
carácter solidario en la relación con los objetos. Primero, la función primaria del objeto;
segundo, las pulsiones y necesidades primarias de las personas; y tercero, la relación
simbólica existente entre ambos. Según este autor, el simbolismo del objeto, en su
acepción etimológica consiste en que, cada uno de sus términos por sí solo es capaz de
resumir una cadena completa de significados. El objeto es símbolo, no de algún caso o
valor exterior, sino de toda la serie de objetos de la cual es término o significante, al
mismo tiempo que de la persona a la cual pertenece el bien (op. cit.). En la sociedad
técnica industrial hay un desvanecimiento de esta relación simbólica que trata de
compensarse mediante la transitividad acelerada de las formas. Es aquí donde termina
definitivamente una posición relativa milenaria de los objetos, es decir, su rango
antropomórfico: “en la abstracción de las fuentes de energía” (op. cit.).
Para el autor (1969:98) todo objeto tiene dos funciones básicas: una la de ser utilizado y
otra la de ser poseído. La primera pertenece al campo de la totalización práctica del
mundo para el sujeto, la segunda corresponde a una totalización abstracta del sujeto por
él mismo fuera del mundo. En este contexto, la calidad específica del objeto, o su valor
de cambio, pertenece al dominio cultural y social. Su singularidad absoluta, por el
contrario, es algo que tiene como campo el ser poseído por la persona, lo cual le permite
reconocerse en él como un ser absolutamente singular. Para el autor, esta tautología
constituye toda la densidad de la relación con los objetos (op. cit.).
En cuanto a la relación entre los objetos y los hábitos humanos, tanto en el sistema
tradicional como moderno, Baudrillard (1969:106) cree que cada objeto oscila entre su
55
especificad práctica (su función) y la absorción de un conjunto de elementos (serie-
colección), en la que se convierte en término de un discurso latente, elemental y
repetitivo. Este sistema discursivo de los objetos es homólogo al de los hábitos. El
objeto constituye el sustento de un complejo de hábitos y es un punto de cristalización
de rutinas del comportamiento. Y a la inversa casi todos los hábitos giran en torno a
algún objeto. Unos y otros se implican inextricablemente en la existencia cotidiana.
Como materia prima, las conchas de Choromytilus chorus fueron utilizadas en la costa
norte desde el período Arcaico para la elaboración de anzuelos, persistiendo su
utilización hasta la incorporación de nuevos materiales para su confección (Bird 1988
[1943]). En Quiani se detectó una ocupación iniciada en el Precerámico que continua
luego de la introducción de la agricultura, para ser abandonado antes del uso de la
cerámica y el tejido. Los únicos artefactos considerados característicos de este basural
son los anzuelos de concha de C. chorus (op. cit.).
56
Sin embargo, nuestro interés no está centrado en la utilización de los moluscos marinos
como alimento o elaborados en objetos de subsistencia, sino empleados como objetos en
sí mismos o como materia prima para elaborar artefactos de carácter simbólico.
Bird (1988 [1943]) a partir de sus trabajos realizados en la costa norte de Chile en la
década de 1940, señala la presencia de algunas cuentas de concha que considera escasas
tanto en los basurales como en las tumbas registrados en Arica. En Quiani se
encontraron sólo dos cuentas discoidales de concha y dos tubulares hechas en hueso de
ave. Los cementerios adjuntos no se hallan necesariamente asociados al conchal, sin
embargo dos tumbas arrojaron restos de adornos de conchas, consistentes en algunas
cuentas discoidales y dos pequeños discos pulidos de concha de almeja. Hay otra tumba
que registra cuentas tubulares de lapislázuli.
El cercano sitio de Playa Miller continúa la ocupación hasta el período cerámico (Bird
1988 [1943]). Aquí se registró una única cuenta de concha proveniente de las
excavaciones. Según el autor está cuenta parece estar hecha de concha de Spondylus
rojo, aunque señala que la identificación no es segura. Así mismo, entre los artefactos
misceláneos, Bird describe adornos de concha para los sitios cerámicos más
meridionales de Punta Pichalo y Taltal. En ninguno de los casos señalados, los adornos
de concha fueron considerados como objetos característicos de las poblaciones que
produjeron estos contextos arqueológicos, considerando su recurrencia y cantidad en
relación al volumen de material excavado (op. cit.).
57
Núñez (1984:138) en su catastro de bienes traficados entre la costa y las tierras altas,
define como bienes de estatus a las conchas de moluscos del Pacífico, junto con plumas,
calabazas pirograbadas, alucinógenos, alcaloides, fauna y vegetales exóticos. El autor
postula que la presencia de conchas en contextos interiores sería un indicador de ese
tráfico. Su presencia se remonta al período Precerámico Temprano en sitios del altiplano
de Arica, datados desde el 8.000 a.C. (Santoro y Chacama 1982; Núñez 1984). También
reseña que en los asentamientos arcaicos de las tierras altas del área Circumpuneña,
como Puripica, Tambillo y Tulán, son comunes los restos de conchas y cuentas de ostión
(Argopecten purpuratus), Concholepas concholepas, Oliva peruviana y Choromytilus
chorus, con dataciones entre los 3.000 a 2.000 años a.C. (Núñez 1982, 1984).
Las conchas del Pacífico también aparecen en sitios tardíos del Noroeste Argentino en
Humahuaca, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero (Núñez 1984). A esto se suma al
registro de caracoles de agua dulce provenientes de la región oriental de los Andes en
contextos de los oasis piemontanos circumpuneños, utilizados como depósitos de
pigmentos y alucinógenos. Según el autor, en general las conchas completas tienen este
uso, pero también se registran tallados de figurillas, colgantes, cuentas y fragmentos
molidos en ofrendas (op. cit.).
Núñez cree (1984) que la recurrencia de estos elementos en la secuencia regional desde
etapas precerámicas, indicaría que cumplían un rol tradicional, ligado a ceremonias y a
58
valores de estatus; pero a medida que las evidencias se alejan del litoral tendrían una
mayor relevancia y significado, pudiendo alcanzar valores insospechados. Tal como
ocurre, por ejemplo, con las estrellas de mar que etnográficamente son usadas en el
altiplano tarapaqueño para tratamientos curativos. El autor plantea, además, que en la
actualidad no se ha logrado establecer una función más doméstica para las conchas
marinas, salvo un dato etnográfico sobre las tejedoras atacameñas, quienes aún utilizan
valvas de ostión para apretar los hilados de la trama (op. cit.).
Por su parte, los artefactos de conchas con usos no asociados a la subsistencia tienen un
amplio registro en la prehistoria andina central. Desde la aparición de valvas de
Choromytilus chorus en el templo de Chavín de Huántar (Sandweiss 1985) hasta la
utilización intensiva del Spondylus princeps o mullu durante el período Intermedio
Tardío y en el Horizonte Tardío por parte del estado incaico (Hocquenghem 1993), los
59
arqueólogos han constatado la presencia de conchas marinas en contextos interiores,
intuyendo un significado especial para estos elementos exóticos.
Hocquenghem (1993:702) plantea que en los Andes Centrales el mullu era objeto de
culto a los antepasados. Se depositaban las conchas enteras en las tumbas de los
miembros de la élite o se presentaban como ofrendas a los ancestros míticos, y también
tallados de figuras geométricas, zoomorfas, fitomorfas, en chaquiras o en polvo. Así
mismo, fueron objetos de prestigio concentrados por los miembros de ciertas élites (op.
cit.).
60
Según esta autora, las conchas de moluscos figuran en la iconografía central andina
desde el Horizonte Temprano, estando presentes en las esculturas de Chavín de Huántar
(Rowe 1973; Hocquenghem 1993) y en escenas representadas en la cerámica Moche,
Sicán y Chimú.
Murra (1975) por su parte, señala que en el área central andina y en el altiplano el mullu
era considerado indispensable para hacer llover. Se demandaban cantidades que podrían
considerarse industriales, ya que en forma de pedazos triturados o polvo eran ofrecidos a
sus dioses para evitar la sequía que siempre amenazaba los cultivos altoandinos. El autor
reproduce una cita del cronista Cobo que señala que se sacrificaban conchas de mar a las
fuentes, hijas de la mar, que es la madre de todas las aguas y según el color se utilizaban
de diferentes formas, enteras, quebradas, molidas o en polvo y como masa para figuras.
Se ofrecían estos sacrificios a las fuentes o puquios después de la siembra para que no se
secaran los cultivos y hubiese agua en abundancia.
Según Reinhard (1983) el mullu estaba asociado a los ritos relacionados con el agua y la
lluvia. Su concha constituyó una importante ofrenda para las fuentes de agua. Este
material fue la ofrenda favorita de los Incas y está presente en casi todos los santuarios
de altura reafirmando la conexión simbólica entre las montañas y la Mamacocha, madre
61
de todas las aguas. Los Incas creían que el origen último de las aguas era el océano, así
el mullu era considerado como hija del mar y su importancia puede entenderse en
función de esta conexión. (op. cit.)
Murra (1975) también señala que el mullu era el alimento favorito de los dioses
refiriéndose a una tradición oral recogida durante el siglo XVI en la zona cusqueña, que
cuenta que el hijo del dios Pariacaca rechazó la comida que le ofrecía el Inca exigiendo
mullu como alimento, el que devoró al instante rechinando los dientes al masticar.
Otro aspecto señalado por este autor (Murra 1975) es la gran importancia económica,
además de la ceremonial que tuvo el Spondylus en los Andes. Esto motivó la formación
de extensas redes de intercambio, pues según los cronistas el mullu era más apreciado
que el oro y las piedras preciosas por los nativos y parece haber sido una especie de
moneda precolombina.
Al respecto Marcos (2002) señala que el intercambio del mullu dio origen al
establecimiento de una red de intercambio a larga distancia capaz de manejar e
intercambiar productos naturales del hábitat ecuatorial, las manufacturas y otros
artículos de prestigio que se intercambiaban por ellos. Esta red fue monopolizada por los
pueblos navegantes del área Septentrional Andina quienes mantuvieron intensas
relaciones de intercambio a larga distancia con Andinoamérica y Mesoamérica. El autor
también menciona la doble valoración del Spondylus, una como bien ritual tradicional, y
la otra en forma de sartas de cuentecillas que funcionaron como medio de intercambio;
una suerte de moneda y fueron sujetos de acumulación por parte de las élites. Estas
sartas sirvieron para obtener artículos de prestigio de uso común y servicios (op. cit.).
Fuentes etnohistóricas indican la importancia del Spondylus en los Andes hasta el siglo
XVII (Hocquenghem 1993).
Incluso, los moluscos y sus valvas aún hoy en día son utilizados por poblaciones
indígenas andinas con fines mágicos y curativos. Hocquenghem (1993) señala que
62
actualmente el Spondylus forma parte de los implementos de las mesas de curanderos y
brujos. Por su parte, Saavedra (2002) señala haber presenciado la venta de varias
especies de moluscos terrestres en ferias indígenas de Perú y Ecuador, así como de
valvas de Spondylus princeps en cuyo interior se efectúa la trituración de hierbas o se
guardan mezclas o preparaciones de recetas populares (op. cit.).
A partir de esta revisión constatamos que los moluscos y sus valvas han tenido
importancia como objetos económicos y simbólicos tempranamente desde el período
Arcaico, tanto en los Andes Centrales como en el área Centro-Sur Andina, situación que
continúa hasta la actualidad en las sociedades indígenas del área, donde se registran
además usos medicinales. A menudo se ha relacionado el uso de valvas con la
parafernalia ritual según asociaciones iconográficas y datos etnohistóricos. Es posible
observar que, con el paso del tiempo su uso se vuelve cada vez más selectivo y
específico, llegando incluso al intercambio de conchas a larga distancia durante la
prehistoria como es el caso del Spondylus y Strombus, ambos importados desde la lejana
región Ecuatorial. Esta situación se observa tanto en los Andes Centrales como en el
área Mesoamericana.
Concluimos señalando que en los Andes, así como en toda la América precolombina, las
conchas de moluscos han tenido durante la prehistoria usos diversos vinculados a la
esfera económica y ceremonial, siendo utilizados como bienes de intercambio, tributo,
bienes de prestigio, suntuarios y como ofrenda funeraria. Nos parece muy sugerente el
63
hecho recurrente de que se utilicen valvas de moluscos para la confección de objetos y
ornamentos que están vinculados, ya sea con el ámbito económico o ideológico, con la
riqueza y la abundancia.
64
CAPÍTULO IV: METODOLOGÍA
4.1. Muestra
4.2. Tratamiento
10
En los dos sitios restantes trabajados por el FONDECYT 1030923, ubicados en la costa de Pisagua, se utilizó una
metodología diferente dadas las características de estos contextos (ver Valenzuela 2004).
11
a) Para gastrópodos como Oliva peruviana (caracoles) se consideró como un individuo la presencia del ápice de la
concha o la columela.
b) Para fisurélidos se consideró como un individuo la presencia de la apertura apical de la concha.
c) Para C. concholepas se consideró como un individuo la presencia del ápice de la concha.
d) Para bivalvos se consideró un individuo por cada dos charnelas.
65
No obstante, paralelamente se evaluó también el índice del Número Máximo de
Individuos que resultó ser útil en ciertos casos donde el NMI subestima la presencia de
alguna especie. Sin embargo, utilizamos el NMI para generar comparaciones entre los
sitios.
3) Estimación del tamaño de los ejemplares encontrados, los cuales fueron medidos con
pie de metro cuando se trató de valvas completas, utilizándose rangos de tamaño para
dimensionar los fragmentos y desechos.
Para denominar las diferentes formas que presenta el material malacológico en proceso
de elaboración tomamos la nomenclatura utilizada por Hocquenghem (1994), quien
define como trozo a formas rectangulares o cuadradas que resultan de cortes verticales
realizados en una valva, atravesados por un corte horizontal. Los nódulos son trozos a
los cuales se han alisado los contornos para luego se utilizarlos en la confección de algún
artefacto o cuenta.
66
El estudio intensivo de los sitios seleccionados por esta memoria fue llevado a cabo
mediante las siguientes etapas:
Realizamos el análisis del material funerario del cementerio Pica 8 a partir del registro
de colecciones arqueológicas efectuado por Catalán (2007); quien analizó los materiales
misceláneos provenientes de este cementerio prehispánico, entre otros.
67
Los datos generados se complementaron con observaciones del material proveniente del
sitio Pukarqollu ubicado en el altiplano de Isluga y del material superficial colectado en
los sitios funerarios Citani en Isluga y Laymisiña en Camiña, que presentan
construcciones funerarias características de los desarrollos altiplánicos denominadas
chullpas, propias de la fase Camiña de Tarapacá.
68
TERCERA PARTE
La quebrada de Camiña o Tana forma parte del más meridional de los cinco valles
transversales que llegan al mar atravesando el árido desierto del Norte Grande de Chile.
El pueblo actual de Camiña así como la aldea prehispánica Camiña-1 y otros sitios
arqueológicos relacionados, se ubican en el curso medio de la quebrada homónima que
presenta en este tramo un sector de lecho de río más amplio donde se han emplazado los
campos de cultivo antiguamente y en la actualidad.
Camiña-1 se ubica a 83 km. de distancia de la costa, sobre una loma con afloramientos
rocosos ubicada en el talud norte de la quebrada a escasa distancia y al noroeste del
pueblo actual, en un sector conocido localmente como Juanca, en la coordenada
7864630N/454160E, a los 2.412 m. de altitud. Según Adán y colaboradores, este sitio se
compone de 588 estructuras densamente aglutinadas, organizadas en dos sectores
divididos por una vía de circulación principal edificada (orientada este-oeste). Existen
otras vías de circulación y corredores, los que en algunos casos se encuentran rellenados
hasta el nivel de las techumbres de los recintos. La construcción en ladera requirió la
aplicación de técnicas de aterrazamiento para generar superficies habitables (Adán et al.
2005). Este asentamiento comprende una extensa área calculada en treinta kilómetros
69
cuadrados, con una alta densidad de 184 recintos por cada hectárea de superficie (Urbina
y Adán 2007).
Según los mismos autores, en este sitio hay una alta ocurrencia de pequeñas estructuras
(alrededor de 200) que indicarían la existencia de prácticas de almacenaje. Y, por otra
parte, una ausencia de grandes espacios públicos sólo representados en el sector alto del
asentamiento, por lo que se infieren eventos de congregación comunitaria de menor
envergadura o realizados fuera del poblado. A la vez existió una sacralización de los
espacios de uso cotidiano mediante el entierro de difuntos al interior de algunas
viviendas (Adán et al. 2005).
Como un rasgo característico y local propio de las estos poblados, grandes bloques
rocosos del mismo afloramiento donde se emplaza el sitio fueron integrados a la
fisionomía de la aldea como elementos constructivos y soporte para petroglifos que se
ubican tanto al interior como al exterior de los recintos; predominando en el sector sur
del asentamiento y en las cotas de mayor altura. Los bloques se ubican en lugares
visibles de fácil acceso y fueron intervenidos principalmente mediante técnicas de
sustracción y piqueteo presentando mayoritariamente diseños geométricos y zoomorfos,
aunque también se registran motivos antropomorfos y fitomorfos (Vilches y Cabello
2004).
70
existencia de una práctica agrícola intensiva y diversificada por parte de las poblaciones
habitantes de la aldea (García 2006). Algunas de estas terrazas de cultivo siguen siendo
utilizadas en la actualidad o fueron abandonadas recientemente, existiendo un sector alto
de andenerías asociado directamente a un antiguo canal de irrigación que llevaba el agua
de una vertiente aún activa, ubicada en la parte alta del asentamiento.
El estudio del material vegetal revela un uso alimenticio de especies silvestres locales de
la pampa como algarrobo y chañar entre otras, aunque en menor medida que en los
sitios más tempranos como Caserones, junto con un manejo silvícola basado en el
aprovechamiento especializado de maderas locales y foráneas (Vidal 2005). Se postula
una especialización en la producción agrícola de cultivos subtropicales, destacando
especialmente el maíz y con menor frecuencia zapallos y calabazas. A la vez, se constata
un tráfico de vegetales a larga distancia evidenciado por la presencia de plantas y
maderas provenientes de espacios diversos como la puna y los Valles Occidentales;
además de otros ambientes lejanos como la vertiente oriental andina (García y Vidal
2006).
71
Lámina 6: Camiña-, levantamiento topográfico y recintos excavados
72
Lámina 7: Quebrada de Camiña, vista desde el sitio
La muestra
73
El material lítico de Camiña-1 (Carrasco 2005) se vincula con diferentes actividades
domésticas tales como molienda y preparación de alimentos, faenamiento de animales y
procesamiento de otras materias primas como pieles o maderas. También se registraron
fragmentos de palas líticas. Se observa una tecnología expeditiva con uso predominante
de guijarros y lascas de filos vivos. No obstante, se detectó talla bifacial de instrumentos
como puntas y perforadores, restringidos espacialmente a algunos recintos e incluso
concentrados en ciertos niveles. Se registraron sólo tres cuentas elaboradas en mineral de
cobre, dos discoidales y una de forma ovalada, además de una cuenta cilíndrica hecha en
roca silícea blanca (op. cit.).
El análisis de los restos de faunísticos del sitio (González 2005) revela un patrón de uso
de fauna basado en el aprovechamiento de recursos circundantes como roedores, además
de un consumo importante de camélidos pero que no llega a constituir ganadería a gran
escala; como sí se observa en el sitio Pukarqollu excavado en el altiplano, donde esta
actividad provee el sustento alimenticio principal (González 2005; 2007). En Camiña-1
hay una escasa presencia de restos ictiológicos que representan una conexión con el
ámbito costero, asociada a la ocupación más temprana del sitio. Los restos de fauna en
general no son abundantes en los recintos excavados, con concentraciones
excepcionales. Además, se registran instrumentos de hueso formatizados y
aprovechamiento de lascas de material óseo, así como la presencia de una única cuenta
cilíndrica elaborada sobre hueso de ave (op. cit.).
12
Beta 210442
74
entre los años 1.200 a 1.400 cal. d.C. (750 a 550 AP)13, coincidente con la presencia de
cerámica local típica del período Intermedio Tardío (Pica Charcollo y Pica Chiza),
además de aquella de tipo altiplánico.
El análisis del material cerámico más los resultados de estos fechados radiocarbónicos y
la segregación del sitio en mitades han permitido proponer dos momentos de ocupación
del sitio (Uribe et al. 2007). En el sector norte del asentamiento se registra un conjunto
de estructuras que sólo presentan el componente cerámico Pica-Tarapacá de forma
dominante y corresponderían a los comienzos de la ocupación del sitio. Mientras que en
el sector sur se observa un predominio del componente cerámico local asociado al
componentes del Altiplano Carangas más cerámicas foráneas de Arica y Atacama,
conjunto que representaría la fase clásica o tardía del Período Intermedio Tardío.
El material malacológico
13
Beta 210441
75
condición morfológica del material y sus frecuencias, para lo cual empleamos el índice
del Número Máximo de Individuos.
Recolecciones
Excavaciones
76
este mismo sector se concentran los tipos cerámicos foráneos característicos de la fase
clásica propuesta para el Intermedio Tardío tarapaqueño (Uribe et al. 2007).
Sectores
Especie de molusco Cumbre Norte alto Norte bajo Sur alto Sur bajo Total f relativa
Argopecten purpuratus 1 1 2 4%
Australomegabalanus psittacus 1 1 2%
Choromytilus chorus 1 0 4 1 6 13%
Concholepas concholepas 2 2 4%
Indeterminada 0 3 0 3 7%
Oliva peruviana 0 15 13 28 62%
Tegula atra 1 1 2%
Tegula tridentata 1 1 2 4%
Venérido 0 0 0 0%
Total 1 0 0 26 18 45 100%
f relativa para cada sector 2% 0% 0% 58% 40% 100%
Tabla 1: Especies de moluscos, distribución espacial, frecuencias absolutas y relativas en
Camiña-1 según sectores del asentamiento
(Se destacan en negritas las mayores frecuencias relativas)
Observamos que los restos de conchas se concentran notablemente en la mitad sur del
sitio, principalmente en el sector sur alto. Los sectores sur alto y sur bajo reúnen en
conjunto el 98% del material malacológico del asentamiento.
77
indeterminada corresponde a un 7% de los casos. El resto de las especies tienen muy
baja ocurrencia.
Al observar la distribución de material por cada recinto, como puede verse en la Tabla 2,
constatamos que las mayores concentraciones se hallan en tres de éstos: 215, 61 y 119,
dos de los cuales constituyen áreas de actividad. Por su parte los recintos 126 y 139
también muestran concentraciones aunque menores. Estos cinco recintos se ubican en el
sector sur del asentamiento: los recintos 215 y 139 en el sector sur alto y el 61, 119 y
126 en el sector sur bajo.
Observamos que el recinto 215 concentra un 40% del material, correspondiente al área
de actividad de mayor envergadura como veremos a continuación. Mientras que el
recinto 61 presenta evidencias más restringidas, concentrando un 20% de restos
malacológicos monocomponentes.
78
Recintos
Especie de molusco
52 61 117 119 126 131 135 139 141 152 162 163 168 182 200 210 215 235 238 250 352 356 Total f relativa
Argopecten
purpuratus 1 1 2 4%
Australomegabalanus
psittacus 1 1 2%
Choromytilus chorus 0 1 1 0 0 3 1 0 6 13%
Concholepas
concholepas 2 2 4%
Indeterminada 0 0 0 0 0 1 2 0 3 7%
Oliva peruviana 9 1 3 1 0 2 0 0 1 0 1 10 0 28 62%
Tegula atra 1 1 2%
Tegula tridentata 1 1 2 4%
Venérido 0 0 0 0 0%
Total 0 9 1 5 4 0 0 3 1 0 0 0 1 0 1 1 18 0 1 0 0 0 45 100%
f relativa por
recintos 0% 20% 2% 11% 9% 0% 0% 7% 2% 0% 0% 0% 2% 0% 2% 2% 40% 0% 2% 0% 0% 0% 100%
Tabla 2: Especies de moluscos, distribución espacial, frecuencias absolutas y relativas en Camiña-1 por recintos
(Se destacan en negritas las mayores frecuencias relativas)
79
Sectores
Categoría morfológica Cumbre Norte alto Norte bajo Sur alto Sur bajo Total f relativa
Columela 5 2 7 3%
Cuenta 6 2 8 4%
Desecho 29 8 37 18%
Fragmento 36 3 1 51 50 141 69%
Herramienta 2 2 1%
Preforma 1 1 0%
Trozo 5 5 2%
Valva 1 3 4 2%
Total general 36 3 1 100 65 205 100%
f relativa por sector 18% 1% 0% 49% 32% 100%
Tabla 3: Categorías morfológicas, distribución espacial, frecuencias absolutas y
relativas en Camiña-1 por sectores del asentamiento
(Se destacan en negritas las mayores frecuencias relativas)
Las cuentas alcanzan sólo un 4% del total de material malacológico, se hallaron ocho
ejemplares distribuidos únicamente en el sector sur del asentamiento. Son de cuatro
tipos, las que tienen mayor representación están hechas sobre valvas completas de O.
peruviana con orificio apical, el cual es de forma circular en las valvas en buen
estado, encontrándose erosionado en la mayor parte de los casos (Lámina 7: A, B y
C). Luego están las cuentas discoidales (D) que fueron elaboradas sobre moluscos
indeterminados aunque en un caso se reconoció un bivalvo. En O. peruviana
también se confeccionó un tipo de cuenta de forma subelíptica (E) del cual
registramos una preforma. Finalmente, hay una cuenta hecha en columela de Tegula
que presenta una perforación transversal que hemos atribuido al umbílico de la valva,
lo cual nos llevó a definir la especie como Tegula tridentata.
La Tabla 4 muestra los tipos de cuentas presentes en este sitio, la especie de molusco
sobre la cual fueron elaboradas, sus formas y frecuencias.
81
Formas
Especie discoidal discoidal cóncava ovalsubtrapezoidal cóncava troncocónica Total f
Indeterminada 1 1 2 25%
Oliva peruviana 4 1 5 63%
Tegula tridentata 1 1 13%
Total 1 1 4 1 1 8 100%
Tabla 4: Formas de cuentas y sus frecuencias en Camiña -1
82
Sectores y recintos
Niveles 52 61 119 126 139 141 200 215 238 250 352
Sup. X X X X X
1 X X
1A X
1B X X X
1C X
2 X X X X X
3 X X X X
3B X X
3C X
3D X
4 X X
4A X
5A X
5B X
6 X
8B X
Tabla 5: Distribución estratigráfica general de material malacológico por recintos y
sectores en Camiña-1
83
En definitiva, los recintos que concentran la mayor cantidad de material
malacológico son el 215 y 119, los que a la vez registran la mayor diversidad de
especies.
Por otra parte, el recinto 61 muestra un rasgo especial pues a pesar de concentrar un
20% del material, este corresponde en su totalidad a partes de valvas de O. peruviana
entre las que se observa fundamentalmente un tipo característico de desechos,
correspondiente al recorte de la porción inferior de las valvas. Estas evidencias se
distribuyen entre la superficie y el nivel 1 (1B y 1C). Esto nos lleva a pensar que aquí
se realizó sólo la parte final del proceso de talla malacológica de cuentas de Oliva
consistente en este recorte, el que sin embargo no se observa en todas las cuentas.
Por otra parte no se hallaron en este espacio cuentas terminadas en absoluto.
Lámina 10: Recinto 61, nivel 1C. Desechos de O. peruviana
85
Recinto 215
Este recinto tiene forma rectangular y 4,8 m de largo por 3,6 m de ancho, con una
superficie de 17, 28 m². Se asocia directamente a un panel con arte rupestre que
presenta petroglifos con motivos geométricos variados grabados mediante piqueteo.
Se ubica en el sector sur alto del sitio, cercano a la vía principal de circulación,
correspondiente a uno de los sectores principales del asentamiento (Méndez-Quirós
2007). En este recinto se realizaron recolecciones de superficie y luego se seleccionó
para la excavación de dos cuadrículas, debido a que se amplió la primera unidad a
causa de las características del depósito (ampliación de 0,5 x 0,4 m).
A partir del análisis malacológico notamos el carácter distintivo del recinto 215,
tanto por la abundancia de material como por las características exclusivas de éste.
Lo anterior se refuerza por las apreciaciones de los demás analistas quienes también
percibieron asociaciones significativas, especialmente a partir del análisis del
material lítico, óseo y vegetal.
Destaca también el rasgo 1 del nivel 3 consistente en una vasija cerámica de gran
tamaño (50 cm. de altura) y base apuntada, ubicada entre grandes piedras. Contenía
material óseo consistente en restos de chinchilla y sigmodontino (González 2005),
más restos orgánicos vegetales. Entre este material se encontraron tres trozos de
Oliva peruviana. Por lo orgánico de la matriz excavada sobre la vasija se infirió en
terreno la existencia de una posible tapa de madera descompuesta, señalándose
además la presencia de restos textiles en mal estado de conservación (Méndez-Quirós
2006).
87
herramienta hecha en concha de un molusco no identificado. Fuera de la vasija y en
el mismo nivel 3 se registró otra pieza idéntica.
Lámina 14: Recinto 215, nivel 3, rasgo 2: restos de valvas de Oliva peruviana. A y B
herramientas en concha de gastrópodo indeterminado. C. cuenta discoidal cóncava y
asimétrica en concha de bivalvo.
88
cordelería. Los niveles 3 y 4 presentaron la mayor cantidad de restos óseos
(González 2005).
Por su parte, García (2006) señala con respecto al contenido de estas dos vasijas que
una de ellas no arrojó ningún tipo de evidencia vegetal (rasgo 2), mientras que en la
otra (rasgo 1) se recuperó un contexto rico en alimentos compuesto por granos de
Chenopodium quinoa, algunas semillas de Echinopsis atacamensis (cardón) y restos
de Zea mays, aparte de otras evidencias no comestibles. Debido al tamaño de estas
ollas y la diversidad de restos que esta última contenía, García cree que debieron
servir como contenedores para almacenar, más que para cocer los alimentos. En este
espacio, al igual que en otros recintos, se detectaron áreas de cocina y preparación de
alimentos infiriéndose un manejo de plantas que incluye usos alimenticios,
forrajeros, medicinales, tintóreos y ornamentales (op. cit.).
Fuera de estos dos contenedores, el material malacológico se distribuye desde la
superficie hasta el nivel cuatro, tal como se observa en la Tabla 6. Se registraron
cuatro especies de moluscos más una indeterminada, de un total general de ocho para
el sitio; concentrando junto al recinto 119 la máxima diversidad de ellas, así como las
más altas frecuencias de material malacológico.
89
Recinto 215 Niveles estratigráficos
Especie de molusco Sup. 1 2 3 3 3 3 3 3 4
r1 r2 b c d
Argopecten purpuratus X
Concholepas concholepas X X
Choromytilus chorus X X X X X
Oliva peruviana X X X X X X
Indeterminada X X X X X
Por su parte, los resultados del análisis lítico (Carrasco 2005) revelan que en el
recinto 215 hay una importante concentración de instrumentos tallados en piedra;
considerando con el panorama general del sitio, pues la tecnología lítica es
principalmente expeditiva. Este hecho es interpretado por el autor como un claro
indicio de una actividad especializada asociada a la elaboración de cuentas y bienes
suntuarios, donde las herramientas de piedra se fabrican y se utilizan en espacios
determinados.
90
Por su parte, la cerámica recuperada en este recinto consiste en 15 fragmentos de
tipos locales Pica-Tarapacá, seguidos de 12 fragmentos formativos, con escasa
presencia de dos fragmentos correspondientes al altiplano de Tarapacá y un solo
fragmento Arica (Uribe et al. 2007). La vasija cerámica correspondiente al rasgo uno
del tipo Pica Gris Alisado fue datada por termoluminiscencia arrojando una fecha de
1615 d.C. (390±40 años A.P.)14, la que se considera sospechosamente tardía,
existiendo la posibilidad de que el fechado sea errado.
A partir de los hallazgos que hemos referido, resulta evidente que en el recinto 215
se realizaron intensas actividades de manufactura de artesanías que incluyeron la
elaboración de objetos que tienen conchas marinas entre sus materiales de
confección. También se registraron dos pequeñas herramientas de concha que
pudieron servir para trabajar otros materiales más blandos como hueso, cueros y
fibras vegetales, todos ellos presentes en el registro descrito.
Sin embargo, en otro recinto (61) ubicado en el mismo sector del asentamiento, se
detectaron evidencias malacológicas que indicarían que aquí se realizó sólo la etapa
final de la elaboración de cierto tipo de cuentas de concha. Por tanto, creemos que el
proceso productivo en este sitio se hallaba sin duda planificado y es probable que
algunas de sus etapas estuvieran separadas espacialmente. No obstante, no podemos
afirmar esto de forma categórica debido a que el sitio fue ocupado durante un
período prolongado y tal vez estos dos contextos a los que aludimos se hallen
separados no sólo espacialmente, sino también en el tiempo.
14
UCTL 7
91
Paralelamente, en el recinto 215 la presencia de estas dos vasijas de gran tamaño y
las características de sus contenidos indicarían, (en el caso del rasgo 2), que las
herramientas de confección, más las materias primas remanentes y desechos o
residuos del proceso de elaboración de objetos de concha, se guardaron para su
utilización futura o reciclaje. Sin embargo, éste no se concretó posiblemente por un
abandono repentino del sitio u otras razones intempestivas.
Por lo tanto, creemos respecto a este recinto que hay dos posibilidades no
excluyentes entre sí que configuran una tercera explicación. Este espacio
corresponde a un taller donde se elaboraban ciertos objetos perforados que incluían
cuentas de conchas marinas. Otra alternativa es que aquí se realizaran ofrendas como
los alimentos encontrados dentro de una de las vasijas, hecho que estaría vinculado al
prolífico arte rupestre de este recinto. Una tercera posibilidad es que ambos aspectos
92
sucedieran a la vez, siendo partes de una misma manifestación como suele suceder
en las sociedades tradicionales.
Recinto 139
Este recinto también se ubica en el sector sur alto que corresponde al área nuclear del
sitio (Méndez-Quirós 2007) e igualmente se asocia a un panel con arte rupestre.
Tiene forma irregular con 7,5 m de largo por 5,4 m de ancho con una superficie de
40,5 m², además de una subestructura interior. Los muros son de hilada simple con
un alto máximo de 1,1 m. y un ancho de 0,6 m. La cuadrícula se ubicó en una de las
esquinas del recinto junto al panel con petroglifos y uno de los muros.
La excavación del recinto 139 arrojó material lítico, óseo, vegetal, textil, guano,
carbón, pigmento y mineral de cobre. Los líticos consisten en un núcleo de andesita y
un perforador, ambos recuperados del nivel 2 (Carrasco 2005). Los restos óseos están
compuestos por camélido, roedores e ictiológico, con concentraciones de hueso en
las capas 4 y 5, los que no presentan huellas de combustión. Los rasgos 1 y 2 por su
parte, presentaron pequeñas lascas de un hueso largo de camélido, restos de pescado
y roedor. Igualmente, el nivel 5A y el nivel 5C. Por último, también se constató la
presencia de un único artefacto óseo consistente en una astilla de hueso largo con un
extremo aguzado y desgaste (González 2005). Los restos vegetales se concentran en
93
las capas 3 y 4, correspondientes a maíz, calabaza, malvisco y algarrobo (García
2007).
Por su parte, la cerámica está compuesta principalmente por tipos locales Pica-
Tarapacá (22 fragmentos), seguidos de tipos del altiplano tarapaqueño (13
fragmentos) y escasos cuatro fragmentos Arica, más un solo fragmento histórico
(Uribe et al. 2007).
Del nivel 3-4 se obtuvo una fecha radiocarbónica 1.300-1.400 cal. d.C. (750-550
A.P.)15, coincidente con la ocupación más tardía del asentamiento.
Creemos que en este recinto, a diferencia del recinto 215 donde existió un locus de
confección de artefactos de conchas marinas, los restos malacológicos
corresponderían a piezas o partes de objetos como collares y otros que estaban siendo
usados en los espacios domésticos y que se depositaron en el piso de los recintos
como parte de los procesos de formación, junto a otros materiales arqueológicos. En
15
Beta 210444
94
consecuencia, al igual que en la mayoría de los depósitos presentes en los recintos
excavados en esta muestra, este recinto corresponde a un contexto de uso.
Por otra parte, la distribución espacial superficial del material malacológico indicaría
que en el sector sur, especialmente en el sector sur alto del asentamiento, hubo un
uso más intensivo de estos elementos. Aquí se registraron nueve recintos que
presentan restos de conchas versus sólo una estructura ubicada en el sector norte. En
la cumbre, existe un sólo recinto con material malacológico en superficie.
95
En este sentido, al encontrarse los dos recintos que presentan concentraciones
relevantes de material malacológico y la mayor diversidad de especies en el sector
sur, específicamente en las cotas altas, podría indicar que en esta porción del sitio es
donde se utilizan más intensamente de este tipo de objetos, además de registrarse
aquí las dos áreas de talla malacológica. Uno de estos recintos (215) corresponde a
un área de actividad con evidencias de intensa producción artesanal que incluye
diferentes tipos de materias primas y las demás características arquitectónicas y
contextuales que hemos referido lo signan como un espacio diferenciado. Aparte se
constata un área de producción de menor envergadura donde se efectuaría sólo la
fase final del proceso productivo de confección de cuentas de O. peruviana.
96
componente formativo. De ambos también podrían haberse utilizado sus valvas como
recipientes tal como se observa en las colecciones de la costa tarapaqueña, sin
embargo no podemos aseverar esto ya que sólo registramos fragmentos y la única
valva entera de C. concholepas es de tamaño muy pequeño.
Por su parte, en el recinto 215 (rasgo 2 nivel 3) se registra la única cuenta discoidal
que se aleja visiblemente del grupo por su gran tamaño y el hecho de tener sección
cóncava y perforación excéntrica, características que podrían explicarse por su
asociación a la ocupación formativa inicial del poblado.
97
5.1.2. Sitio Nama-1
98
Lámina 16: Nama-1 emplazado sobre cerro entre terrazas de cultivo
99
Lámina 17: Nama 1, vista desde el sitio
Nama-1 no presenta arte rupestre asociado hasta ahora, a la vez que el espacio de la
cumbre podría corresponder a una plaza, que sin embargo presenta poca definición
en comparación con los espacios públicos de los demás asentamientos.
100
Lámina 18: Nama-1, Levantamiento topográfico y recintos excavados en rojo
La muestra
En tanto, de la base del recinto 67 se obtuvo una fecha de 1.160-1.380 cal. d.C. (790-
570 A.P.)17. Este recinto presentó una secuencia ocupacional con cinco estratos
depositados directamente sobre la ladera del cerro. Aquí se detectó una primera
16
Beta 210436
17
Beta 210437
ocupación asociada a un fogón, luego se produjo un abandono momentáneo marcado
por un derrumbe que selló el depósito; de este estrato se obtuvo el fechado.
Posteriormente se produjo una reocupación y finalmente el abandono del mismo
(Méndez-Quirós 2007).
El estudio del material lítico (Carrasco 2006) revela una alta variabilidad y cantidad
de herramientas de piedra, principalmente núcleos para extraer matrices con filos
vivos en materias primas locales, denotando una organización tecnológica expeditiva
que indica escasa inversión de energía en la elaboración de los instrumentos de
piedra. Núcleos y palas líticas son los más representados pero hay pocas
herramientas de corte por fricción y raspado, aparte de un solo fragmento de mineral
de cobre. No obstante, se plantea la existencia de una marcada organización espacial
asociada al material lítico con concentraciones en ciertos recintos y niveles, lo que
sugiere una planificación en el uso del espacio y cierta especialización en cuanto a la
manufactura y el uso de instrumentos (op. cit.).
El análisis de los restos óseos (González 2006) indica un patrón de tierras altas en el
uso de la fauna, con predominancia de camélidos, presencia de roedores y escasa
representación de aves. Hay concentraciones de hueso en las secuencias de algunos
recintos, destacando el 251 donde además se encontraron artefactos óseos en la capa
2 (op. cit.)
El análisis del material cerámico (Uribe et al. 2007) establece que en Nama domina
el tipo local Pica-Charcollo (69,75%), en conjunto con el resto de la alfarería
tarapaqueña (4,60%). Los tipos provenientes del Altiplano Carangas registran en
total una frecuencia de 19,97%, en tanto los tipos de Arica corresponden sólo a un
2,52% y los tipos de Atacama un escaso 1,43% de representación. Esta situación
confirma su adscripción a la fase Camiña del Período Intermedio Tardío, donde se
observa una ocupación dual y compartida del espacio de quebradas por grupos del
valle y altiplano, sin perder el contacto con la costa (op. cit.).
103
Por su parte, los restos vegetales del sitio están representados por especies locales y
otras introducidas en época histórica como carozos de durazno, ciruela y ajo. Vidal y
García (2007) plantean que el material vegetal en general es escaso, lo que atribuyen
a factores de conservación, observándose una alta disturbación de los depósitos,
donde se distribuyen indistintamente los restos vegetales de las diferentes
ocupaciones y es difícil establecer con certeza cuándo se trata de contextos
prehispánicos inalterados. No obstante se detectó una asociación sin perturbaciones
estratigráficas donde se registra calabaza (Lagenaria sp.), algarrobo (Prosopis sp.) y
maíz (Zea mays), todas especies de origen local utilizadas intensamente por las
poblaciones agrícolas prehispánicas de Tarapacá.
En Nama-1 también se recuperaron entre los artefactos dos tupus, uno entero y otro
fragmentado que tipológicamente muestran influencias altiplánicas, los cuales fueron
trabajados con técnicas de vaciado y martillado, uno de ellos presenta decoración
incisa (Riveros 2007).
El material malacológico
Recolecciones
Excavaciones
En las excavaciones sólo cuatro recintos arrojaron restos de moluscos lo que equivale
a un 30,7% del total de recintos excavados. Todos se ubican en el sector del talud.
104
La Tabla 8 muestra las distintas especies de moluscos y sus frecuencias, más la
distribución espacial del material malacológico recolectado y obtenido en las
excavaciones, de acuerdo con los sectores definidos para este asentamiento.
Sector
Especie de molusco Cumbre Talud Total general f relativa
Choromytilus chorus 1 1 7%
Indeterminada 1 2 3 20%
Mulinia spp. 2 2 13%
Oliva peruviana 6 6 40%
Tegula spp. 2 2 13%
Turritella cingulata 1 1 7%
Venérido 0 0 0%
Total general 1 14 15 100%
f relativa por sector 7% 93% 100%
Tabla 8: Especies de moluscos, distribución espacial, frecuencias absolutas y relativas
según sectores en Nama-1
Se registraron seis especies de moluscos en este sitio, una de ellas fue identificada
sólo a nivel genérico y otra quedó indeterminada. La especie que concentra la
frecuencia mayor es Oliva peruviana con un 40%, seguida por la categoría
indeterminada que presenta un alto valor (20%). Luego tenemos a los géneros Tegula
y Mulinia con un 13% respectivamente. Finalmente, Turritella cingulata y C. chorus
tienen una frecuencia equivalente al 7% cada uno, aunque del último sólo se
constataron pequeños fragmentos.
105
usos prehistóricos para algunos gastrópodos terrestres relacionados principalmente
con farmacopea y ornamentación personal (Saavedra 2007).
Recintos
Especie de molusco 17 67 192 193 194 250 251 259 276 287 302 338 363 42 A Total f relativa
Choromytilus chorus 1 1 7%
Indeterminada 0 2 0 0 0 0 1 3 20%
Mulinia spp. 1 1 2 13%
Oliva peruviana 1 0 1 1 1 1 0 1 6 40%
Tegula spp. 2 2 13%
Turritella cingulata 1 1 7%
Venérido 0 0 0%
Total 1 1 3 1 0 0 2 1 0 3 1 0 1 1 15 100%
f relativa por recinto 7% 7% 20% 7% 0% 0% 13% 7% 0% 20% 7% 0% 7% 7% 100%
Tabla 9: Especies de moluscos, distribución espacial, frecuencias absolutas y relativas
por recintos en Nama-1
Recintos
Categoría morfológica 17 67 192 193 194 250 251 259 276 287 302 338 363 42 A Total f relativa
Cuenta 1 1 1 1 1 1 3 1 1 10 31%
Fragmento 1 2 4 3 2 12 39%
Trozo 1 1 2 6%
Valva 2 3 1 1 7 23%
Total 1 4 4 1 2 1 5 1 1 3 4 2 1 1 31 100%
106
Tabla 10: Categorías morfológicas, distribución espacial por recintos, frecuencias
absolutas y relativas en Nama-1,
Formas
Especie de molusco discoidal oval troncocónica Total general f relativa
Indeterminada 2 2 20%
Oliva peruviana 6 6 60%
Tegula tridentata 2 2 20%
Total 2 6 2 10 100%
Tabla 11: Formas de cuentas en Nama-1 y sus frecuencias
107
elementos, no se depositaron en el piso de las viviendas, lo que puede deberse a los
factores mencionados de alta pendiente y bajo aglutinamiento de los recintos.
Recintos
Niveles 67 251 287 302
Superficie X X
1A X X
1B X
2A X
2B X
4 X
Tabla 12: Distribución estratigráfica
general del material malacológico en Nama-1
Recinto 287
Esta estructura es de forma elíptica, cuyas dimensiones son 4,2 m. por 2,3 m. y 9,24
m. de superficie. Posee el depósito con mayor diferenciación de estratos a lo largo de
la secuencia, presentando rasgos tales como un hoyo de poste, un fogón,
concentraciones de material y bolsones de sedimento (Méndez-Quirós 2007). Por lo
tanto, parece tener una gran extensión temporal que culmina en una fecha cercana a
1.030 años d.C., pero que podría ser más temprana en la base de la secuencia.
González (2007) señala que este recinto concentra un 10% de los restos óseos del
sitio distribuidos en cinco capas, con mayores frecuencias en las capas 3 y 4
correspondientes a camélido y roedores.
108
Los restos vegetales evidencian presencia de carbón, madera, carozos de durazno (en
el nivel 4) y herbáceas (Vidal y García 2007).
Los análisis cerámicos (Uribe et al. 2007) indican que los tipos presentes en este
recinto están representados por 35 fragmentos Pica-Tarapacá, 11 del altiplano
tarapaqueño, cinco de Arica, tres de Atacama y un fragmento histórico.
En cuanto al material malacológico este recinto reúne un 20% de la muestra del sitio.
De la recolección superficial se obtuvo una cuenta de Oliva peruviana. En los niveles
1 A y 1 B se encontraron dos cuentas hechas sobre la columela de Tegula spp.
Recinto 251
Estructura de forma elíptica que tiene 5,2 m. de largo por 3,9 de ancho y una
superficie que alcanza 20,5 m². Se ubica en el sector del talud. Según Méndez-Quirós
(2007) este recinto tiene una secuencia ocupacional donde no se distinguen
derrumbes, aterrazamientos, hiatos o pisos. Presenta la ocupación más potente
detectada y es posible que involucre actividades residenciales por la presencia de un
fogón. El estrato con la ocupación más intensa es el 3. En la excavación se obtuvo
material cerámico, lítico, óseo, malacológico, vegetal, carbón y guano (op. cit.).
A partir del análisis de fauna, González (2006) plantea que este recinto concentra un
17% de los restos óseos, destacando la presencia de herramientas. Las capas 2 y 3
muestran una concentración de restos de camélido y roedor. Del nivel 2 A se
recuperó un fragmento de hueso tipo cubilete con borde rebajado y del 2 B un
fragmento similar pero más pequeño; mientras que en la capa 3 se halló un punzón
hecho sobre una diáfisis de camélido.
109
Los restos vegetales recuperados en el recinto consisten en carbón, madera, maíz,
algarrobo y calabaza. Se encuentran desde el nivel 1 al 3, siendo este último uno de
los pocos contextos de ocupación no disturbados que registra asociación con
Prosopis sp. (algarrobo), Lagenaria sp. (calabaza), y Zea mays (maíz) (Vidal y
García 2007).
Por su parte este recinto reúne un 13% del material malacológico, el cual tal como se
observa en la Tabla 13, consiste en una cuenta típica de Oliva peruviana registrada
en superficie, más un trozo de la misma especie proveniente del nivel 2 A.
Choromytilus chorus se reduce a tres pequeños fragmentos de formas irregulares.
110
abundancia relativa de Oliva peruviana, atributo que hermana a este sitio con
Camiña-1. Otra particularidad es la mayor cantidad de material superficial frente a la
escasez de material estratigráfico. En nuestras visitas al sitio pudimos observar que
gran parte de las estructuras que presentaban material malacológico en superficie
correspondían a cistas, muy probablemente de función funeraria, los que contenían
valvas de O. peruviana con y sin orificio apical. Esta información finalmente no
pudo ser bien sistematizada pues sólo fue consignada en las fichas de registro
arquitectónico.
111
5.1.4. Sitio Chusmiza-1
Según Adán y Urbina (2006), este sitio tiene un total de 147 recintos y abarca una
superficie de 13.364 m², con una densidad de 109 recintos por hectárea. Al interior se
distinguen arquitectónicamente dos sectores, siendo el Noreste el que concentra la
mayor cantidad de recintos, los que llegan a 120. Estos conforman conglomerados
aglutinados que se agrupan en distintos niveles de terrazas dispuestas
concéntricamente en torno a una plaza ubicada en la cima del cerro. Los materiales
de construcción son la piedra local y se observa un aterrazamiento de los espacios
construidos. En este sector del sitio hay vías de circulación y senderos entre recintos
con presencia de petroglifos dentro y fuera de las estructuras (Vilches 2006).
Lámina 20: Chusmiza-1, vista general
El sector Suroeste, por su parte, se ubica a una menor altura sobre un promontorio
con suave pendiente, separado por un sector de petroglifos a unos 20 metros de la
porción Noreste. Aquí se registran 27 estructuras dispersas, principalmente
semisubterráneas que corresponden a cistas rellenas con sedimentos o bloques de
derrumbe, la mayoría aisladas, aunque se observan conjuntos de hasta tres. Este
espacio incluye 40 bloques con petroglifos, tres de los cuales son parte de los muros
de las estructuras (Vilches 2006). Predominan los recintos de muros curvos y de
formas circular y ovoidal, seguidas por formas rectangulares y cuadrangulares. Los
tamaños de las construcciones son pequeños en relación al sector doméstico del
asentamiento. A pesar de la posible función funeraria de este espacio, los sondeos
realizados en una de las estructuras (recinto 105) no arrojaron evidencias de restos
humanos inhumados.
Dentro de los recintos de mayor tamaño destaca la plaza ubicada en el sector central
alto, cuya superficie fue despejada y nivelada, por lo que este espacio constituyó un
lugar central o eje de crecimiento del asentamiento. Esta es la plaza de mayor
113
envergadura de los sitios estudiados por el proyecto en el sector de quebradas altas y
la sierra tarapaqueña (Adán y Urbina 2006).
114
motivos, los que son más variados y complejos que los registrados en otros sitios
habitacionales del período Intermedio Tardío en Tarapacá, tales como Camiña-1 y
Jamajuga (Vilches 2006). Se registraron un total de 178 paneles con petroglifos,
todos grabados por piqueteo, distribuidos proporcionalmente en relación al tamaño
de cada sector. Se distinguen tres grandes grupos de motivos: geométricos,
zoomorfos y antropomorfos, alcanzando este último los mayores grados de
complejidad. Esta característica se expresa de manera creciente y en directa relación
con los distintos sectores de emplazamiento de los paneles (op. cit.).
Lámina 22: Arte rupestre, panel 138 con alta densidad de motivos.
La muestra
115
acarreo como agente erosivo durante la formación de los depósitos, por lo cual la
acumulación de sedimentos y materiales culturales es baja.
Todos los recintos excavados en este asentamiento muestran restos de una sola
ocupación. Los depósitos poco profundos, las bajas frecuencias de gran parte de los
materiales y la ausencia de otros vestigios, llevan a Méndez-Quirós (2006) a plantear
que el sitio habría sido ocupado de forma discontinua durante su funcionamiento, ya
sea que fuese empleado por grupos móviles o de forma estacional, modalidad que
podría estar asociada a ciertas labores pastoriles y agrícolas específicas. Otra
hipótesis planteada por el autor es que la vida útil del sitio haya sido corta y de
extensión horizontal más que vertical. Los momentos ocupacionales de mayor
intensidad se concentran en un solo estrato, aportando escasa información acerca de
la historia habitacional del sitio, por lo reducido de las excavaciones y lo exiguo de
los depósitos (op. cit.).
116
Altiplano tarapaqueño, de Arica y Atacama, más algunos fragmentos incaicos (Uribe
et al. 2007).
El análisis del material lítico (Carrasco 2006), indica como característico el uso del
basalto y la presencia de palas líticas, concentrando estas últimas un 54% de las
frecuencias de herramientas de piedra. Las palas fueron hechas en lajas de andesita y
se distribuyen principalmente en superficie hallándose entre una a cuatro de ellas por
cada recinto. También se desecharon núcleos en rocas silíceas que se asocian a
extracción de matrices para elaborar artefactos, los que en general son escasos en los
depósitos. Sin embargo, se constataron tres raspadores, una punta de proyectil, dos
cuentas discoidales de piedra y una piedra plana con restos de pigmento (op. cit.).
Las evidencias de fauna según González (2006), son escasas y provienen de recintos
de pequeñas dimensiones, aparentemente con ocupaciones domésticas efímeras. Se
observa de acuerdo a la autora, una predominancia del consumo de camélidos y una
baja presencia de restos de roedores, no habiendo otros taxones representados.
117
un alto grado de especialización en Chusmiza. El fogón del recinto 89 fue fechado en
1.300 - 1.430 años cal. d.C.18
El material malacológico
Los recintos que arrojaron material malacológico son cuatro. Los restos de moluscos
son poco abundantes, al igual que la cantidad de especies representadas,
consecuentemente con la escasez generalizada de algunos materiales culturales y los
depósitos poco potentes del sitio. No obstante, se encontraron cuentas, una preforma,
una herramienta, fragmentos y un pequeño caracol terrestre. De los recintos
excavados, tres tenían material malacológico lo cual corresponde a un 75% de los
muestreados. Sólo uno de los recintos recolectados superficialmente presentó restos
de moluscos, equivalente a un 11% de las unidades donde se efectuó la recolección.
Sector
Especie de molusco noreste suroeste Total f relativa
Indeterminada 1 0 1 50%
Oliva peruviana 1 1 50%
Total 1 1 2 100%
f por sector 50% 50% 100%
Tabla 14: Especies de moluscos, distribución espacial, frecuencias absolutas y relativas
en Chusmiza-1 por sectores del sitio
18
Beta 220920
118
La tabla 15 muestra la distribución del material por recintos intervenidos y sus
frecuencias absolutas y relativas. No se observan concentraciones especiales debido a
la escasa cantidad de restos de conchas.
Recintos
Especie de molusco 2 28 89 97 Total
Indeterminada 0 0 1 0 1
Oliva peruviana 1 1
Total 0 0 1 1 2
f por recinto 0% 0% 50% 50% 100%
Tabla 15: Especies de moluscos, distribución de espacial, frecuencias absolutas y
relativas por recintos en Chusmiza-1
Sector
Categoría morfológica noreste suroeste Total f
Cuenta 2 2 22%
Fragmento 3 1 4 44%
Herramienta 1 1 11%
Preforma 1 1 11%
Valva 1 1 11%
Total general 6 3 9 100%
f por sector 67% 33% 100%
Tabla 16: Categorías morfológicas, distribución espacial, frecuencias absolutas y
relativas por sectores Chusmiza-1
119
Lámina 23: Chusmiza-1: A: herramienta apuntada. B: herramienta sobre lasca. C: cuenta
discoidal fragmentada. D: cuenta de Oliva peruviana. E: preforma en concha de venérido. F:
valva de gastrópodo terrestre indeterminado.
Respecto a las cuentas sólo se registraron dos ejemplares, una de forma discoidal y
otra hecha sobre valva de O. peruviana, representando cada una un 50% del total.
Forma
Especie de molusco discoidal oval Total
Indeterminada 1 1
Oliva peruviana 1 1
Total 1 1 2
Tabla 17: Formas de cuentas en Chusmiza-1 y frecuencias absolutas
Recintos
Niveles 2 28 89 97
Superficie X
1 X X
1B X X
2 X
2B X
Tabla 18: Distribución estratigráfica general del material malacológico en Chusmiza-1
120
Sólo dos recintos presentan restos de conchas en mayor cantidad relativa y se ubican
justamente en cada uno de los sectores del asentamiento. Por tanto estos son los
contextos que revisaremos.
Recinto 89
Esta estructura se ubica en el sector Noreste del sitio, cercano a la plaza localizada en
la cumbre y se encuentra en el segundo anillo concéntrico ubicado alrededor de ésta.
Tiene forma subrectangular con 3,6 m. de largo por 2,8 m. de ancho y una superficie
de 10,08 m². Según Méndez-Quirós (2007) los depósitos de este recinto
corresponden a una ocupación iniciada sobre la superficie natural del cerro, con
depositación de tres estratos pertenecientes a un mismo momento. A lo largo de esta
secuencia no se observan variaciones relevantes más allá de la presencia de un piso
ocupacional hacia los momentos finales del estrato 1, perteneciente a un contexto de
basuras domésticas contemporáneo al abandono del asentamiento y a la aparición
evidente de bloques de derrumbe en los estratos 1 y 2. En el recinto la ocupación más
intensa ocurrió en forma contemporánea a su construcción, asociándose a un fogón
con restos de escoria y a un piso ocupacional que no fue percibido durante las
excavaciones (op. cit.).
El material óseo corresponde al 18% del total del sitio (González 2006), distribuido
en los tres estratos y consiste en restos de camélido y roedores, tanto calcinados
como no calcinados.
Según la Tabla 19, el material malacológico recuperado aquí proviene de los estratos
1 y 2, correspondiente a una pequeña valva de caracol terrestre registrada en el
121
estrato 1; más dos fragmentos y una preforma indeterminados ambos provenientes
del estrato 2.
Recinto 89 Niveles
estratigráficos
Especie de molusco 1 2
Indeterminada X
Indeterminada X
Tabla 19: Distribución estratigráfica del material malacológico del recinto 89
Tal como se observa los restos de moluscos son exiguos y debemos considerar que
este recinto es uno de los más prolíficos en cuanto a material malacológico. No
registramos aquí ningún comportamiento significativo del material y tal vez el único
rasgo destacable sea la presencia de una preforma circular. Por su parte, el caracol
dulceacuícola no ha sido identificado y existe la posibilidad de que corresponda a un
elemento intrusivo, hecho que no podemos determinar sin la correcta identificación
taxonómica.
Este depósito corresponde a un contexto de uso donde los restos de conchas fueron
depositados junto a otros materiales producto de actividades domésticas diversas.
Recinto 97
Este recinto se ubica el sector Suroeste del asentamiento en una parte intermedia
entre las dos cumbres que conforman el sitio, en un espacio periférico a las dos
concentraciones de estructuras. Tiene forma circular con 4,65 m. de largo por 4,35 de
ancho y una superficie de 20,23 m². De acuerdo con el análisis estratigráfico
(Méndez-Quirós 2007), este espacio comienza a ser ocupado sin que se aprecie la
construcción de un aterrazamiento intencional. El único nivel ocupacional
corresponde al estrato 2 que quedó sellado por el colapso de los paramentos entre los
estratos 2 y 1. Este hecho fue interpretado como sucesivos episodios de derrumbe,
uno cercano al abandono y otro posterior, donde la ocupación más intensa se ubica
en los estratos intermedios (op. cit.).
122
Los materiales recuperados corresponden a fragmentos de cerámica local y
altiplánica, desechos líticos y una pala, una tortera, restos óseos carbonizados y sin
quemar, pigmento rojo, carbón y restos vegetales.
Este recinto concentra un 54,2 % de los restos óseos del sitio (González 2006), los
que se distribuyen en los tres estratos del depósito, concentrándose en la capa 2. Las
evidencias corresponden a camélido, del cual se registran varias partes anatómicas,
junto con roedores. Estos huesos se hallaron tanto calcinados como sin quemar.
Niveles estratigráficos
Recinto 97
Especie 1 1B 2B
Oliva peruviana X
No identificada X X
Tabla 20: Distribución estratigráfica de material malacológico en recinto 97
123
la única evidencia en este sentido es la preforma registrada. Por todos estos motivos,
junto con las características arquitectónicas y del arte rupestre de Chusmiza, más la
existencia de un posible sector funerario al interior del asentamiento, creemos que en
este sitio se realizaron actividades tanto de carácter doméstico, como otras de índole
ritual y público. En este marco y hasta el momento, podemos plantear que los restos
de moluscos no estarían siendo elaborados en el sitio, sino sólo utilizados.
Obviamente, lo acertado de estas apreciaciones se ve debilitado por lo exiguo de la
muestra. No obstante, otro indicador a favor de esta hipótesis es el hecho de que en
Chusmiza adquieren mayor relevancia ciertos tipos cerámicos que sugieren
actividades ceremoniales y públicas (Uribe et. al 2007).
124
5.1.4. Sitio Jamajuga
125
Adán y Urbina (2005), señalan a Jamajuga como un asentamiento de carácter
eminentemente doméstico, donde se distinguen funcionalmente espacios
habitacionales y estructuras de almacenaje. Al igual que en Chusmiza, un rasgo
característico es la presencia de una plaza (recinto 5 A) en la cumbre del cerro donde
se emplaza el sitio, que podría corresponder a un espacio de uso comunal y
ceremonial. Esta plaza es proporcionalmente más pequeña que la de Chusmiza, tiene
cuatro cistas y un petroglifo en su interior, más una subestructura y morteros
fragmentados (Urbina y Adán 2007).
El arte rupestre del sitio (Vilches y Cabello 2005), está compuesto por 31 paneles
grabados con petroglifos, la mayoría orientados al norte y ubicados tanto dentro
como fuera de los recintos. Están presentes los tres grandes grupos de motivos
predominando el geométrico. Las autoras señalan que existe cierto patrón de
ordenamiento que distingue claramente espacios habitacionales y vías de circulación.
Las imágenes más complejas se encuentran en los exteriores donde no hay recintos,
126
donde existiría un sector de mayor importancia representacional en cuanto a cantidad
y motivos de los paneles. Por último, observan una reocupación del sitio que generó
grabados atribuidos a épocas coloniales y subactuales (op. cit.).
La muestra
En este sitio se excavaron cinco recintos lo que equivale al 3,7 % del total. Las
estructuras excavadas fueron escogidas de acuerdo con las características del
material superficial y abarcan los diferentes espacios ocupados por el sitio sin que se
hayan segregado componentes arquitectónicos diferenciados, con excepción del
sector público correspondiente a la plaza de la cumbre del asentamiento.
En todos los recintos se identificó una sola y clara ocupación que se sobrepone al
piso natural del cerro o a un aterrazamiento. Las actividades registradas en la
estratigrafía son de índole doméstica, como preparación y consumo de alimentos, con
baja frecuencia de restos óseos (Méndez-Quirós 2007). Por lo discreto de los
depósitos y el hecho de que no existe una clara diferenciación entre los estratos, no
hay un nivel con ocupación más intensa (op. cit.). Las excavaciones arrojaron
material lítico, cerámico, óseo, carbón, restos vegetales y malacológicos, estos
últimos en escasa cantidad.
127
local y altiplánica. Esto es interpretado como quemas intensivas y extensivas
probablemente realizadas en eventos comunales. Este contexto fue fechado en 1.160-
1290 cal. D.C.19 correspondiendo a una ocupación durante los inicios de la fase
Camiña. El resto de los vegetales registrados son cinco semillas de malvisco
(Cristaria) y frutos de chaspaksa de dudosa filiación cultural. Aunque en otros
recintos no se registraron vegetales, lo cual podría deberse a agentes
postdepositacionales, nuevamente los contextos seguros muestran predominio de
maíz, asociado a los niveles medios de la ocupación (op. cit.).
El estudio del material lítico de superficie (Carrasco 2005, 2006) revela la presencia
de instrumentos como núcleos, percutores y lascas con retoque hechos en materias
primas locales de calidad limitada, a los que se suman una base de punta lítica y una
cuenta discoidal de mineral de cobre. Entre los depósitos excavados, dos arrojan
material lítico correspondiente a cuatro instrumentos sobre guijarros de basalto.
También se registran desechos de basalto y andesita, principalmente sin corteza. El
autor propone la existencia de estrategias expeditivas de talla lítica donde se utilizan
núcleos y lascas de filos vivos para el faenamiento y procesamiento de diversas
materias primas (Carrasco 2005).
Entre los restos óseos (González 2005) hay restos de camélido, roedores y una
especie de ave indeterminada. Hay similitudes con Camiña, sin embargo, la alta
proporción con que aparecen los restos de camélido (73%) en relación a las otras
especies indicaría que Jamajuga tiene una funcionalidad diferente vinculada con
Chusmiza y Nama (op. cit.).
La fragmentería cerámica analizada (Uribe et al. 2007) indica una ausencia de tipos
formativos y una predominancia de los tipos locales del Intermedio Tardío, con un
58,66% de frecuencia para el tipo Pica-Charcollo y un 17,14% para Pica gris
alisado, del altiplano Carangas un 15,48% y el 6,22% para Arica (op. cit.).
19
Beta 220921
128
El material malacológico
Los restos de conchas asociados a la ocupación prehispánica del sitio son los más
escasos que hemos trabajado. La recolección superficial arrojó dos cuentas
discoidales pulidas de un molusco indeterminado, provenientes de los recintos 85 y
67. Además se recolectó un pequeño fragmento de gastrópodo indeterminado en el
exterior del recinto 5 A (plaza). Por su parte, las excavaciones también revelan
escaso material, un fragmento carbonizado de Oliva peruviana y una cuenta hecha
sobre columela de Tegula spp. en los estratos 2 y 3 B del recinto 85. Esto suma
apenas cinco unidades provenientes de recolecciones y excavaciones,
correspondientes sólo a dos especies identificadas más una indeterminada. Las
siguientes Tablas ilustran esta situación.
Recinto
Especie de molusco 67 85 5 A Total
Indeterminada 0 0 0 0
Oliva peruviana 0 0
Tegula spp. 1 1
Total 0 1 0 1
Tabla 21: Especies de moluscos, distribución espacial por recintos y frecuencias
absolutas en Jamajuga (NMI)
Recintos
Especie de molusco 67 85 5 A Total f relativa
Indeterminada 1 1 1 3 60%
Oliva peruviana 1 1 20%
Tegula spp. 1 1 20%
Total 1 3 1 5 100%
f relativa por recinto 20% 60% 20% 100%
Tabla 22: Especies de moluscos, distribución espacial por recintos y frecuencias en
Jamajuga (N° máximo)
129
De estos restos tres son cuentas y dos fragmentos, notándose una ausencia de otras
categorías morfológicas que indiquen actividad de talla malacológica, como muestra
la siguiente Tabla 22.
Recinto
Categoría morfológica 67 85 5 A Total f relativa
Cuenta 1 2 3 60%
Fragmento 1 1 2 40%
Total 1 3 1 5 100%
Tabla 23: Categorías morfológicas, distribución espacial y frecuencias absolutas y
relativas en Jamajuga
En cuanto a las formas de las cuentas, se registran dos tipos: las discoidales que fueron
elaboradas sobre moluscos indeterminados y un ejemplar hecho sobre Tegula spp. de forma
troncocónica como muestra la Tabla 23.
Forma
Especie de molusco discoidal cónica Total f relativa
Indeterminada 2 2 67%
Tegula spp. 1 1 33%
Total 2 1 3 100%
f relativa 67% 33% 100%
Tabla 24: Formas de cuentas y sus frecuencias en Jamajuga
130
Recintos
Niveles 5 A 67 85
Superficie X X X
2 X
3B X
Tabla 25: Distribución estratigráfica general del material malacológico en Jamajuga
Recinto 85
Nuestro análisis contextual por lo tanto, debió abocarse a este recinto, el único útil
para este fin ya que concentra el 60% del escaso material malacológico del sitio.
Aquí desde el estrato superficial hasta el más profundo se registran básicamente los
mismos materiales: cerámica Pica-Charcollo, desechos líticos, algunos con filos
reavivados, restos óseos y carbón. Se halló un artefacto óseo tipo cuchara en el nivel
3 B.
Según la tabla 26 en la superficie de este recinto se halló una cuenta discoidal pulida
elaborada sobre la concha de un molusco indeterminado. En tanto en el estrato 2 se
registró un fragmento carbonizado de Oliva peruviana. Finalmente el nivel 3 B
arrojó una cuenta hecha sobre columela de Tegula spp. Creemos que este depósito
corresponde a un contexto de uso.
131
En cuanto al recinto 5 A correspondiente a la plaza, como dijimos, representa un
contexto interesante ya que revela el uso de maíz y quinua orientado a una actividad
ceremonial (García 2007), que alude a eventos de congregación comunal donde la
chicha de maíz probablemente tuvo un rol protagónico. No obstante, sólo hallamos
un pequeño fragmento de concha en superficie al exterior de este recinto.
132
quienes se les consulta (Manríquez 2005). En las cumbres ubicadas en cercanías del
sitio, se registraron otras estructuras de piedra en la cima y una figura en piedra que
representa un personaje masculino, similar a la existente en el mirador.
El cementerio Pica 8 habría estado en uso durante un largo período que abarcaría
desde los inicios del período Intermedio Tardío hasta finales del período,
presentando además en forma minoritaria rasgos formativos, incaicos y coloniales
tempranos. Posee fechados radiocarbónicos que en promedio lo ubican
cronológicamente en el año 1.000 d.C. (Zlatar 1984).
Pica 8 fue excavado por L. Núñez en la década de los sesenta, mientras que el
registro y publicación de los materiales fue realizado veinte años después por Zlatar
(1984) quien elaboró un catálogo de la colección. Actualmente sólo un 25% del
material es lo que se encuentra disponible en la Universidad de Antofagasta para
fines de investigación.
133
A partir del trabajo realizado previamente por Catalán (2007), que entre otros incluye
la revisión de la colección funeraria de Pica 8 y del catálogo de Zlatar (1984),
evaluamos la presencia, características y asociaciones contextuales del material
malacológico presente en este cementerio, para contribuir al logro de nuestros
objetivos.
Estas cuentas de collar hechas sobre columela también las registramos en los
depósitos de Caserones, Camiña, Nama y Jamajuga. La columela corresponde a la
estructura calcárea que forma el eje central de la concha y en torno al cual se forman
y enrollan los anfactros (Guzmán y Saa 1996:134). Un dato importante que hemos
constatado indagando en la identificación realizada por Zlatar es la presencia de un
rasgo característico que presentan las especies del género Tegula correspondiente a la
presencia de umbílico perforado. El umbílico corresponde a una apertura del axis
enrollado en forma espiral de la concha de los gastrópodos, el cual presenta
134
perforación en todas las especies del genero, menos en Tegula atra. Esta observación
es muy importante, ya que anteriormente habíamos atribuido este orificio transversal
a una modificación antrópica, si bien planteábamos que las columelas se
recolectaban en ese estado. Ahora creemos seguro el hecho de que se escogían las
columelas horadadas listas para enhebrar.
Lámina 27: Pica 8, collar de cuentas de concha de Spondylus, turquesa y cobre laminado,
sin información contextual
135
A partir de la revisión y estudio de la colección funeraria (Catalán 2007), se
sistematizaron un 33% de los contextos de este cementerio. Al integrar la
información bioantropológica existente sobre los individuos que presentan
asociaciones claras, la autora concluye que sólo una parte de estos contextos tienen
mayor potencial interpretativo. Lamentablemente, ninguno de los contextos que
incluyen collares hechos con cuentas de conchas marinas posee información sobre
los cuerpos humanos portadores de este ajuar y ofrendas.
136
con la práctica ritual o de una actividad específica (p.e. los músicos). Y por último,
están los contextos sencillos que presentan mayoritariamente objetos propios de
actividades colectivas y ausencia de objetos asociados a prácticas rituales específicas,
donde se encontraría la mayoría de la gente dedicada al cultivo de la tierra y otras
actividades de subsistencia (Catalán 2007).
Los dos contextos funerarios que presentaron adornos de conchas fueron catalogados
como sencillos por Catalán (comunicación personal), ya que ambos se caracterizan
por la ausencia de objetos empleados en rituales o que denoten una actividad
particular del individuo, o sus deudos, vinculada al ámbito ceremonial (p.e. “las
misas”, los músicos y otros espacios litúrgicos). Sino que agrupan actividades más
generales. El criterio de clasificación entonces consistió en una jerarquización de los
materiales según las actividades que representan, más que considerar la cantidad de
asociaciones o la calidad de los mismos.
137
CAPÍTULO VI: DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Queremos iniciar este acápite reseñando las limitaciones inherentes a este estudio y
las proyecciones del mismo a futuro. Este trabajo está basado en el registro
proveniente de recolecciones superficiales y excavaciones en sitios habitacionales y
ha excluido información valiosa de material malacológico presente en superficie, que
no fue recolectado pero sí consignado durante el registro arquitectónico. Debido a lo
irregular de esta información, no pudo ser sistematizada perdiéndose la oportunidad
de caracterizar en extenso el material superficial presente en los asentamientos, que
atisbamos abundante en los sitios de mayor envergadura; lo cual hubiese
complementado nuestra caracterización.
20
Proyecto FONDART 2008-72609
138
Hemos incluido los trabajos realizados en la costa únicamente de modo tangencial y
comparativo en tanto interesa a nuestro problema de investigación, ya que el estudio
de los restos de moluscos presentes este espacio (conchales), representa en sí mismo
otra vasta problemática con proyecciones y limitaciones propias.
En Camiña donde se registran la mayor parte de las evidencias, los contextos de uso
representan un 90,5% de los registros, correspondiendo mayoritariamente a contextos
de uso doméstico. Un 5,26% de los estos contextos presenta un uso intenso que fue
atribuido de acuerdo con la concentración de material y diversidad de categorías
morfológicas. Un valor equivalente muestran los contextos con una intensidad de uso
139
media (5,26%) y finalmente, la mayor parte de estos (89,5%), revela un patrón de
uso discreto con escasas evidencias malacológicas que podrían catalogarse de
incidentales. El resto de los sitios presenta únicamente contextos de uso con una
intensidad discreta y total ausencia de contextos de producción.
21
Se ha documentado la utilización de conchas molidas en fragmentos como ofrenda en contextos prehistóricos
(Núñez 1984). A la vez tenemos antecedentes de la utilización actual etnográfica de fragmentos de conchas en el
sitio Jamajuga, donde estos restos fueron esparcidos por parte de la comunidad local probablemente durante un
rito auspiciatorio reciente.
140
Por otra parte, tenemos información de material malacológico superficial asociado a
sitios funerarios relacionados con los asentamientos que hemos trabajado y que
revisaremos a continuación en la discusión.
141
6.2 Discusión
En los asentamientos costeros existió una modalidad de ocupación con una fuerte
raigambre local, vinculada con el interior y dependiente en cuanto a ciertos recursos
como vegetales, textiles y cerámica (Adán et al. 2007 a, Agüero 2007). A partir del
estudio de los sitios de Pisagua y del material funerario de cementerios costeros e
interiores (Catalán 2007) se plantea que estas poblaciones marítimas se vincularon
con grupos interiores adoptando ciertos elementos que se traducen en rasgos
materiales compartidos, pero manteniendo su estrategia socioeconómica marítima y
cultural esencialmente inalterada.
142
especializada capaz de producir excedentes para el intercambio, lo cual pudo
asociarse a la práctica de la navegación. Los grupos interiores aportaron a los
costeros diversos productos cultivados y otros vegetales silvestres, más textiles,
calabazas y tiestos cerámicos que fueron intercambiados por pescado, conchas
marinas y otros productos marítimos como el guano de aves. Ahora confirmamos que
entre estos ítems de intercambio se incluyeron ciertas conchas de moluscos,
tradicionalmente preferidas en el interior para elaborar ornamentos y posiblemente
otros objetos, pues es indudable que no constituyen aquí restos alimenticios.
22
Este tipo de cuenta también se registra en Camiña, Nama, Jamajuga y Pica 8.
143
además destaca por una concentración de artefactos de hueso y materias primas para
la confección de objetos (González 2006). También se señala la presencia de plumas
de ave, vellones de lana, cuero, restos óseos de camélido, guano, un artefacto sobre
diáfisis de camélido y un tubo sobre hueso de ave, en conjunto con restos de peces
(corvina, tiburón, jurel y pejeperro) y un diente de tiburón pulido (op. cit.)23.
Los sitios estudiados en esta memoria caracterizan la fase Camiña (1.200-1.450 d.C.)
como la expresión clásica del período Intermedio Tardío, cuando se producen
cambios evidentes en ámbitos de la cultura y la sociedad Pica-Tarapacá. De acuerdo
con nuestros resultados observamos que en este conjunto de sitios, coherentemente
con su adscripción temporal, el material malacológico exhibe características
comunes; no obstante, también se observa cierta variabilidad. A la vez algunos de
estos rasgos característicos los acercan o alejan de sus referentes contemporáneos en
la pampa y el altiplano de la región.
23
De este recinto se obtuvo una fecha cal. 80-250 d.C. en la base de la secuencia ocupacional. (Beta 220919)
144
Sitio Muestra Recinto Nivel Edad (años A.P.) Fecha
Camiña-1 Beta 210441 139 3-4 Cal 750-550 1.200-1.400 d.C.
Camiña-1 Beta 210442 296 2C Cal 930-740 1.020-1.210 d.C.
Nama-1 Beta 210436 287 1 Cal 970-750 980-1.200 d.C.
Nama-1 Beta 210437 67 4 Cal 790-570 1.160-1.380 d.C.
Chusmiza-1 Beta 220920 89 R1 Cal 650-520 1.300-1.430 d.C.
Jamajuga Beta 220921 5A 1B Cal 790-660 1.160-1.290 d.C.
Tabla 28: Fechados radiocarbónicos del proyecto FONDECYT 1030923 aludidos en el
texto
O. peruviana se encuentra en los cuatro sitios tardíos estudiados con altas frecuencias
en tres de ellos. Su preponderancia es especialmente evidente en el registro de
Camiña y Nama donde constituyen la mayor parte de los casos. En Chusmiza y
Jamajuga la cantidad de material malacológico es escasa, pero hay un ejemplar de
cuenta de O. peruviana en el primer sitio, mientras que en el segundo se registra un
fragmento carbonizado de la misma especie.
Este gastrópodo tiene una superficie exterior brillante aporcelanada muy llamativa,
con colorido y diseños diversos y presenta polimorfismo, es decir tiene formas
variadas que van desde una oliva a un cono24. Según Osorio (2002) este es uno de los
caracoles más representativos y hermosos de la malacofauna chilena, presentando
una talla máxima controlada de 5,8 cm., la cual es mucho mayor al largo promedio
que presentaron los ejemplares arqueológicos (valvas y cuentas), de apenas 2,4 cm.
Esta especie vive enterrada en fondos areno-limosos desde 4 a 10 m. de profundidad.
24
En el registro arqueológico de los sitios de quebradas sólo observamos formas ovales con excepción de un
caso en Camiña. Mientras que otro ejemplar cónico apareció en el sitio Pukarqollu excavado en el altiplano.
145
Tiene hábitos nocturnos y actualmente se captura con cebos o con rastras. En el norte
de Chile frecuentemente se encuentran conchas vacías en las playas de arenas finas.
Este caracol no es comestible y se utiliza actualmente para fabricar adornos de
artesanía popular en el litoral central y norte de Chile (op. cit.). Probablemente los
ejemplares arqueológicos se recolectaron muertos en playas una vez arrojados por la
marea, mostrando algunos de ellos evidencias de erosión por arrastre marino.
146
Turritella cingulata es una especie que se encuentra sólo en Nama, pero tiene un
antecedente temprano en Caserones-1, donde se registran valvas horadadas en las
excavaciones recientes y anteriores del sitio.
En todos los sitios se detectan una o más especies indeterminadas, proporción que en
los yacimientos pequeños alcanza un alto valor. Esta categoría que reúne más de una
especie constituyó un 11% del total de la muestra en los cuatro sitios trabajados. En
la mayor parte de los casos de cuentas discoidales no pudo identificarse la especie
sobre la cual fueron elaboradas o sólo se identificó a nivel genérico (bivalvo o
venérido).
De todas las especies de moluscos registradas en la sierra sólo tres están ausentes en
Caserones: Argopecten purpuratus y C. concholepas que aparecen exclusivamente
en Camiña, al igual que Mulinia presente sólo en Nama. El resto de las especies son
compartidas con Caserones, donde se concentra la máxima diversidad de moluscos
de los sitios interiores, llamando la atención la ausencia de A. purpuratus y C.
concholepas en su registro, dada su popularidad en sitios interiores del Formativo
local (Tabla 27).
147
SITIO ARQUEOLÓGICO
Especie de molusco
Caserones-1 Camiña-1 Nama-1 Chusmiza Jamajuga Pukarqollu
Sitani
Gastrópodos
Concholepas concholepas - 4% - - - -
Fissurella spp. + - - - - -
Littorina peruviana + - - - - -
Oliva peruviana + 62 % 40 % 50 % 20 % +
Prisogaster niger + - - - - -
Scurria viridula + - - - - -
Tegula spp. + 2% 13 % - 20 % -
Tegula tridentata + 4% - - - -
Turritella cingulata + - 7% - - -
Bivalvos
Argopecten purpuratus - 4% - - - -
Choromytilus chorus + 13 % 7% - - -
Euromalea rufa + - - - - -
Mulinia spp. - - 13 % - - -
Prothotaca taca + - - - - -
Venéridos + 0% 0% - - +
Poliplacóforos
Chiton spp. + - - - - -
Crustáceos
Austromegabalanus psittacus + 2% - - - -
Homolapsis plana - - - - - +
Indeterminada + 7% 20 % 50 % 60 % +
Tabla 27: Moluscos asociados al complejo Pica-Tarapacá en sitios interiores, frecuencias
relativas de cada especie para los sitios analizados y presencia o ausencia de ellas en otros sitios
mencionados en este estudio (Presente +/Ausente -)
Dentro de la muestra, Camiña-1 y Nama-1 son los sitios que presentan mayor
afinidad, compartiendo altas frecuencias de Oliva peruviana, presencia de C. chorus
y venéridos.
148
envergadura como cuentas discoidales elaboradas sobre bivalvos y cuentas hechas
sobre la columela de Tegula spp.
Creemos que probablemente en el caso de las cuentas discoidales más que la especie
lo que importaba era el color blanco a la hora de seleccionar el molusco, por lo cual
generalmente se escogieron venéridos para elaborarlas. Al respecto, en Camiña-1
también se constata la presencia de cuentas discoidales de hueso y sílex blanco, por
lo cual probablemente, más que el tipo de materia prima, se buscaba un atributo
común a varios materiales como su color.
149
En tanto en sitios contemporáneos del altiplano tarapaqueño como Pukarqollu25
registramos la presencia de Oliva peruviana, de la cual se halló una valva sin ápice
proveniente de la recolección superficial (recinto 317).
A pesar de la potencia de sus depósitos, las excavaciones en este sitio arrojaron una
baja cantidad de material malacológico en comparación con la zona de quebradas. Se
registró una columela de O. peruviana y una cuenta con forma subelíptica
aparentemente hecha sobre el caparazón de un crustáceo, además de restos de las
pinzas de otro pequeño crustáceo (cangrejo). Por su parte, González (2005) menciona
la presencia de una tenaza de jaiba mora (Homolapsis plana) entre los restos de
fauna analizados. La presencia de crustáceos es totalmente inédita, ya que no se
registraron restos de estos animales en Caserones ni en ninguno de los sitios de
quebradas.
25
En este sitio existen dos fechados radiocarbónicos de cal. 1.010-1.260 d.C. (Beta 227581) y cal. 1.020-1.210
d.C. (Beta 227580)
150
En la quebrada de Camiña tenemos evidencia superficial asociada a las chullpas,
construcciones funerarias características de los desarrollos altiplánicos y también de
las quebradas durante la fase Camiña como clara señal de integración con este
espacio geográfico y cultural.
151
6.3. Conclusión y palabras finales
152
estudio, los objetos de concha sin duda estuvieron cargados de simbolismo, el cual
no estamos en condiciones de determinar con precisión; no obstante, podemos
afirmar que este material opera dentro del grupo social mediante categorías
simbólicas, probablemente relacionadas con el sentido profundo de la vida humana.
Posiblemente estos objetos participaron en un ámbito de reproducción social y
cultural funcionando como símbolos tangibles de ideas y creencias, preformando los
modos de percepción y representación de estos grupos humanos (Turner 1990;
Moulian 2002).
153
que indica una continuidad con los manejos precedentes observados en sitios más
tempranos de Tarapacá; como Caserones.
154
de la fertilidad. También pudieron asociarse a los ciclos de vida y muerte, la
renovación, los antepasados y al “mundo de abajo”. Un aspecto importante respecto
a la asociación de los muertos con la fertilidad es mencionado por Urrutia (2006)
quien señala de acuerdo con información etnográfica recopilada en Tarapacá, que los
muertos que en vida cultivaban el suelo y que al morir han pasado al otro pacha, son
los responsables especiales de la fertilidad agrícola. Aunque esto se refiere a la
realidad etnográfica nos parece sugerente.
Dentro de la comunidad el manejo de este tipo de bienes podría relacionarse con una
ritualidad asociada a esquemas de reproducción de la vida, pero que a la vez implica
la perpetuación del orden social interno. En este sentido, la presencia de conchas
marinas en el interior indica la capacidad para movilizar recursos lejanos de acceso
limitado. Esto se traduce en una manifestación de complejidad económica y política
al consagrar la delimitación de fronteras sociales, convirtiéndose en un elemento
identitario al exterior del grupo. Puede que a la vez este material se asocie con
categorías de etnoclasificación o diferenciación interna de los individuos, como sexo,
edad o género, sin embargo no estamos en condiciones de hipotetizar al respecto. Si
bien la evidencia no es contundente para afirmar la existencia de asimetrías sociales,
no cabe duda de que son objetos significativos de la dinámica comunitaria y forman
parte del adorno tradicional.
155
comunitaria. Las características de las áreas de producción y uso indican una relación
fluida con la costa, a la vez que señalan una capacidad de fácil acceso al litoral. En
este sentido, estos bienes no pueden ser considerados realmente exóticos, en su
acepción de algo extraño o ajeno, ya que se encuentran dentro del ámbito de acción
mediato de estos grupos humanos. Y porque constituyen una manifestación tangible
de un modo de relación entre distintas comunidades vinculadas pero dispersas dentro
de un amplio espacio. Tal como ocurre actualmente con las comunidades indígenas
locales que habitan las quebradas altas de Tarapacá, donde las familias tienen
relaciones de parentesco e incluso co-residencia con grupos asentados tanto en la
costa como en el altiplano regional.
Todas estas evidencias nos llevan a plantear que nuestro material de estudio tuvo una
particular relevancia dentro del sistema social Pica-Tarapacá relacionada con los
diferentes aspectos que hemos referido, que se encontraban unificados en la práctica
social cotidiana de estas personas y en la práctica funeraria. En este punto del
desarrollo de nuestra investigación no podemos hilar más fino y responder
categóricamente las interrogantes planteadas, sin embargo creemos haber cumplido
nuestro objetivos esclareciendo una parte importante de nuestra problemática,
sentando así las bases para futuras investigaciones malacoarqueológicas en Tarapacá
y en general en el Norte Grande de Chile.
156
7. Créditos
Láminas 1, 20 y 24: Rolando Ajata
Láminas 3, 21 y 25: Claudia del Fierro, coloreadas por Pablo Méndez-Quirós
Lámina 5: Claudia del Fierro
Lámina 6: Eugenio Pavlovic, modificada por Magdalena García
Láminas 7, 16 y 17: Francisca Urrutia
Lámina 11: Gloria Cabello
Láminas 12 y 13: Mauricio Uribe
Lámina 15: Carlos Carrasco
Lámina 18: Eugenio Pavlovic, coloreada por Pablo Méndez-Quirós
Lámina 22: Flora Vilches
Lámina 27: Dánisa Catalán
Lámina 28: Sociedad Chilena de Malacología
157
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167
9. ANEXOS
168
CLASE FAMILIA ESPECIE DE MOLUSCO
Gastrópodos Acmaeidae Collisella spp.
Scurria scurra
Scurria viridula
Calyptraeidae Calyptraea trochiformis
Capulidae Capulus ungaricoides
Crepidulidae Crepidula dilatata
Cymatidae Priene rude
Fissurellidae Fissurella bridgesii
Fissurella costata
Fissurella crassa
Fissurella limbata
Fissurella máxima
Fissurella peruviana
Fissurella spp.
Littorinidae Littorina peruviana
Muricidae Concholepas concholepas
Thais chocolata
Xantochorus buxea
Naticidae Polinices uber
Olividae Oliva peruviana
Trochidae Tegula atra
Tegula tridentata
Turbinidae Prisogaster niger
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