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Cs-Valenzuela2 J

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UNIVERSIDAD DE CHILE

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES


DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA

EL MATERIAL MALACOLÓGICO Y EL
COMPLEJO CULTURAL PICA-TARAPACÁ: USO
SOCIAL Y SIMBOLISMO DE LAS CONCHAS EN
LA PREHISTORIA TARDÍA DEL NORTE DE
CHILE
(FASE CAMIÑA 1.200 – 1.450 D.C.)

Memoria para optar al título profesional de arqueóloga

JIMENA ROCÍO VALENZUELA RAMÍREZ

PROFESOR GUÍA: MAURICIO URIBE RODRÍGUEZ

Santiago de Chile
Septiembre 2010
ÍNDICE
Página
AGRADECIMIENTOS 3
INTRODUCCIÓN 4

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO I: PROBLEMA DE ESTUDIO Y OBJETIVOS


1.1. Planteamiento del problema 8
1.2. Objetivos de la investigación 14

CAPÍTULO II: ANTECEDENTES Y DISCUSIÓN BIBLIOGRÁFICA


2.1. El período Intermedio Tardío en el Norte Grande de Chile 16
2.2. La región de Tarapacá 16
2.3. Antecedentes malacológicos de Tarapacá 23

SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO III: MARCO TEÓRICO


3.1. Las conchas marinas como bienes sociales 34
3.2. Ritualidad, poder y uso de recursos simbólicos 41
3.3. Tecnologías de prestigio, especialización artesanal y simbolismo 47
3.4. Los moluscos como objetos simbólicos en el Área Andina 56

TERCERA PARTE

CAPÍTULO IV: METODOLOGÍA


4.1. Muestra 65
4.2. Tratamiento 65

CAPÍTULO V: ANÁLISIS Y RESULTADOS 69

5.1. Los Sitios arqueológicos 69


5.1.1. Camiña-1 69
5.1.2. Nama-1 98
5.1.3. Chusmiza-1 112
5.1.4. Jamajuga 125
5.2. La colección funeraria Pica-8 133

CAPÍTULO VI: DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES 138

6.1. Síntesis contextual 139


6.2. Discusión 142
6.3. Conclusión y palabras finales 152

7. Créditos 157
8. Bibliografía 158
9. Anexos 168

2
AGRADECIMIENTOS

Esta investigación se realizó en el marco del proyecto FONDECYT 1030923 dirigido por el
profesor Mauricio Uribe Rodríguez, que financió las etapas de recopilación de datos en terreno
y los análisis de laboratorio. A la vez, las etapas finales de sistematización de la información y
profundización teórica fueron financiadas por el Centro de Investigaciones del Hombre del
Desierto (CIDHE), donde el profesor patrocinante fue Calogero Santoro Vargas. Ambas
instancias comprometen nuestra sincera gratitud ya que han hecho posible la realización de
esta memoria. Agradezco a los profesores mencionados por su valiosa contribución a este
trabajo de investigación, especialmente al profesor guía quien me orientó constantemente para
desarrollar y perfeccionar este trabajo.

Doy gracias además a todas las personas que ayudaron de diferentes modos en las distintas
etapas de realización de esta memoria con sugerencias, comentarios, bibliografía, materiales de
trabajo y palabras de aliento. Dánisa Catalán, Magdalena García, Gloria Cabello, Rolando
Ajata y Francisca Urrutia. A Paulina Valenzuela le agradezco su valiosa ayuda con la
estructuración del marco teórico. A Pablo Méndez-Quirós sus útiles sugerencias a lo largo del
desarrollo del trabajo.

Nuestros agradecimientos al profesor Donald Jackson, informante de esta memoria, por sus
aportes, comentarios y suministro de bibliografía que han contribuido enormemente al
desarrollo de este trabajo. También agradezco al profesor informante Andrés Troncoso sus
comentarios al diseño de investigación, que ayudaron a mejorar y dar mayor solidez a nuestro
trabajo.

Agradezco igualmente a Guillermo Guzmán de la Facultad de Recursos del Mar de la


Universidad Arturo Prat por contactar a Don Jorge Basly quien gentilmente identificó los
ejemplares del género Mulinia provenientes del sitio Pisagua B.

Por último, quiero agradecer especialmente a mi familia nuclear y extendida por su


comprensión y apoyo incondicional sin el cual en este momento, ningún proyecto emprendido
sería en lo absoluto posible

3
INTRODUCCIÓN

La presente investigación nace al alero del proyecto FONDECYT 1030923 “El


Complejo Cultural Pica-Tarapacá. Propuestas para una arqueología de las sociedades de
los Andes Centro-Sur (1.000-1.450 d.C.) cuyo investigador responsable Mauricio Uribe,
profesor guía de esta memoria, fue quien nos estimuló inicialmente a adentrarnos en el
campo de la malacoarqueología.

Durante el curso de este proyecto de investigación se trabajaron una serie de sitios


arqueológicos adscritos al período Intermedio Tardío (PIT), ubicados en la región de
Tarapacá en los diferentes ambientes característicos de la geografía regional; costa,
quebradas intermedias y altiplano. Todos estos sitios sin excepción arrojaron restos de
moluscos marinos.

Luego de analizar estos restos de fauna nuestro afán cristaliza en esta memoria de título
que se aboca al estudio del material malacológico de cuatro de estos sitios arqueológicos
interiores, considerados exponentes de la fase clásica del período en cuestión. No
obstante, hemos incluido los resultados generados por nuestros análisis en algunos de los
sitios trabajados como antecedentes para contextualizar y discutir el estudio de la
materialidad que nos ocupa, debido a que constituyen tal vez los únicos intentos
sistemáticos para trabajar el tema de los moluscos marinos arqueológicos en el norte de
Chile. Y porque nos ofrecen ejemplos concretos de diferentes manejos del material
malacológico por parte de las sociedades Pica-Tarapacá.

De este modo, integramos los datos generados por nuestro trabajo en el contexto de una
investigación mayor, abocada al estudio de las múltiples materialidades involucradas en
el registro arqueológico de estos asentamientos y a la contrastación de los principales
modelos andinos que se han empleado para explicar el surgimiento y desenvolvimiento
del principal desarrollo cultural de la región durante el período Intermedio Tardío.

4
Enfatizamos la aplicación de un enfoque contextual que nos permitió adentrarnos en
aspectos conductuales implicados en la constitución del registro arqueológico trabajado,
intentando generar una explicación integradora para la materialidad malacológica
durante el Intermedio Tardío en Tarapacá.

Los asentamientos trabajados corresponden a sitios habitacionales, emplazados sobre


laderas, donde se llevaron a cabo una gran gama de actividades domésticas, dentro de las
cuales se registra eventualmente la talla malacológica y la depositación de piezas de
objetos elaborados en concha.

En un principio, al realizar los análisis de este material, lo separamos de su contexto para


efectuar una mirada específica; ahora y con motivo de esta memoria pretendemos
integrarlo al contexto del cual forma parte, considerándolo no como un objeto en sí
mismo, sino como el producto de un conjunto de hábitos que cristalizaron en ciertas
asociaciones de objetos materiales. Los que, obviamente constituyen sólo un reflejo
parcial de las intrincadas actividades humanas que se realizaron en algunos de los
espacios físicos de estos poblados arqueológicos. En lo específico intentamos demostrar
que las conchas marinas tuvieron una importante carga simbólica y fueron elementos
profundamente arraigados entre estas poblaciones desérticas, vinculados
fundamentalmente a la esfera ceremonial y social.

Los cuatro sitios arqueológicos que trabajamos en esta memoria tienen en común su
ubicación en la zona de quebradas de Tarapacá y su emplazamiento en laderas (pucara),
con características arquitectónicas análogas y situación cronológica tardía dentro del
período Intermedio Tardío, predominando el componente habitacional doméstico en sus
depósitos. Otros rasgos compartidos son la presencia de espacios públicos a modo de
pequeñas plazas y arte rupestre al interior de los asentamientos, con la excepción de
Nama que no presenta esta última característica.

Se constata en estos asentamientos la práctica de una agricultura intensiva basada


principalmente en la producción del maíz e intensas relaciones de intercambio con el

5
área altiplánica y los Valles Occidentales, inferidas a partir de la circulación de bienes
como la cerámica. Las influencias altiplánicas en las poblaciones de quebradas son
evidentes por la presencia de monumentos funerarios denominados chullpas, cultivos
como la quinua y objetos de metal característicos de los desarrollos de la puna. Esto, en
suma, revela durante esta época una radicalización de la complejidad social que alcanza
su punto cúlmine antes de la llegada del Inca a la región (Uribe 2006), la cual intentamos
entender a partir del análisis de los restos de conchas marinas.

6
Lámina 1: Región de estudio y emplazamiento geográfico de los sitios mencionados en esta
memoria (gentileza de R. Ajata)

7
PRIMERA PARTE

CAPÍTULO I: PROBLEMA DE ESTUDIO Y OBJETIVOS DE LA


INVESTIGACIÓN

1.1. Planteamiento del problema

La arqueología tarapaqueña ha experimentado importantes avances en el último tiempo1


que aparte de revelar su enorme potencial para el estudio científico, la sitúan en una
condición de menor desigualdad en relación a las regiones vecinas de Arica y Atacama,
donde la investigación arqueológica se encuentra históricamente consagrada producto de
numerosos trabajos especializados y de la permanencia en el tiempo de estos esfuerzos.

El mencionado proyecto FONDECYT, del cual forma parte esta investigación ha debido
lidiar con un enorme volumen de información, arrojado por el estudio especializado de
numerosas materialidades y debido a que se trabajó en varios sitios arqueológicos
relevantes para la comprensión del periodo Intermedio Tardío en la Primera Región del
país.

Esta estrategia de análisis ha generado un sólido panorama cultural de las poblaciones


que denominamos como complejo Pica-Tarapacá, sin embargo al disgregar
analíticamente cada materialidad para hacerla objeto de una mirada especializada, creo
que se ha perdido en parte la visión unificadora que finalmente, otorga coherencia y
sentido último a la interpretación en arqueología. Entendemos que ante tal volumen de
información debe decidirse estratégicamente cómo y qué abordar primero y
necesariamente priorizar, especialmente en regiones donde hay poca investigación
sistemática para cimentar adecuadamente futuros trabajos científicos.

En la medida en que nos hemos ido internando más profundamente en el cuerpo de datos
generados, desde la perspectiva de una de estas materialidades arqueológicas, las

1
Nos referimos al Proyecto FONDECYT 1030923 dirigido por M. Uribe, L. Adán, C. Agüero, C.
Moragas y F. Vilches.

8
conchas marinas, nos hemos dado cuenta de la importancia capital de restituir el
contexto, ya que justamente son las asociaciones contextuales las que nos darán las
pistas necesarias para poder intentar una explicación de la naturaleza del material
malacológico, el por qué aparece recurrentemente en los sitios interiores del Intermedio
Tardío y qué rol tiene dentro el sistema social Pica-Tarapacá donde las conchas marinas
son relevantes e insustituibles en prácticas sociales reiteradas. Es así como a partir del
estudio del material malacológico realizamos un ejercicio interpretativo, enfatizando los
aspectos espaciales y contextuales en los que se inserta nuestro material de estudio.

Considerando cada sitio arqueológico como unidad mínima de análisis, integramos la


información relevante generada a partir del estudio de las múltiples materialidades
implicadas en el desarrollo del proyecto, rescatando una visión de conjunto. Para luego,
en lo posible, reconstruir a nivel de cada recinto excavado y considerado significativo, el
conjunto de actividades que dieron origen a la configuración material que entendemos
como contexto arqueológico.

Realizamos esto con el fin de interpretar de mejor forma la evidencia malacológica bajo
estudio, optimizando la información que hemos podido obtener a partir del estudio
sistemático de otras variables, principalmente la arquitectura y el arte rupestre, así como
de otros indicadores (p.e. las herramientas líticas y la cerámica). Complementamos estas
apreciaciones con el estudio de los restos de moluscos, que debido a su carácter,
creemos pueden ser un buen indicador tanto de los procesos de complejización social
ligados al manejo de la producción artesanal como de comportamientos relacionados con
el ámbito simbólico e ideacional.

Por su parte, de acuerdo con la revisión de los antecedentes arqueológicos generales


existentes para el espacio geográfico estudiado, constatamos que en el área andina los
moluscos marinos aparte de tener una importancia vital como sustento alimenticio, sus
conchas son consideradas importantes como objetos simbólicos o materia prima para
elaborarlos por diferentes grupos humanos a lo largo de toda la secuencia cultural, desde

9
épocas tan tempranas como el período Arcaico. Es común encontrar conchas de
moluscos en lugares alejados de la costa y a menudo se registran usos asociados a la
parafernalia ritual o funeraria, más que usos domésticos.

Los antecedentes directos que hemos obtenido a partir de los análisis del material
malacológico proveniente de las recolecciones de superficie y excavaciones
estratigráficas de sitios arqueológicos asociados al Intermedio Tardío en Tarapacá,
indicarían contextos domésticos de producción y uso recurrente de ornamentos
fabricados con ciertas conchas de moluscos marinos del Pacífico. Esta información,
constituyó la base empírica sobre la cual trabajamos y se encuentra en extenso en los
informes de análisis específicos del proyecto FONDECYT en el cual se inscribe esta
investigación (Valenzuela 2004, 2005, 2006, 2007).

A partir de estos datos generamos anteriormente algunas interpretaciones preliminares


acerca de la naturaleza del material malacológico recuperado, señalando que existiría en
los sitios estudiados una especialización en la obtención de ciertas especies de moluscos
marinos, que aparecen recurrentemente representados en estos contextos arqueológicos.
Esto denotaría una preferencia por ciertas conchas que por sus atributos específicos -
tales como aspecto, tamaño y color-, se consideraron apropiadas para la confección de
ornamentos y otros objetos, y fueron trasladadas a estos espacios interiores con fines
sociales aún desconocidos y que intentaremos develar mediante esta investigación.

Enfatizamos la condición de materia prima exótica de este material hallado en contextos


interiores, ya que la fuente de obtención se encuentra en la costa a varios kilómetros de
distancia de donde se ubican los sitios, hecho que elevaría el valor intrínseco de este
material. Basándonos en los antecedentes teóricos expuestos por Trubitt (2003),
esbozamos que estos ornamentos de conchas marinas pudieron servir como amuletos
que proveían protección y prosperidad pudiendo tener funciones ceremoniales o
relacionadas con demarcaciones visuales de estatus.

10
Notamos, además, que en algunos de los sitios analizados se encontraron tanto restos de
ornamentos o cuentas como desechos de su manufactura, hecho que nos llevó a proponer
una producción de carácter doméstico, orientada preferentemente a un consumo interno.
Observamos también, basándonos en la uniformidad de las características exhibidas por
los materiales –por ejemplo el tipo de molusco escogido y el tamaño recurrente de los
ejemplares- que existió una especialización artesanal en la producción de ornamentos de
conchas, que se refleja materialmente en unidades específicas de manufactura y
productos artesanales homogéneos. Esto habría tenido lugar en Tarapacá durante la fase
Camiña (ca.1.200-1.450 d.C.) en pleno período Intermedio Tardío.

La presencia de estos indicios indicaría que hubo personas y espacios físicos


especialmente dedicados al trabajo de este material, lo cual no excluye de ningún modo
el hecho de que este trabajo haya podido realizarse al interior de las mismas unidades
domésticas.

Lo anterior representaría un cambio significativo respecto a lo conocido previamente. El


sitio Caserones correspondiente a la primera mitad del período Intermedio Tardío, fase
Tarapacá (ca. 900-1.200 d.C.), presenta una situación diferente. En este asentamiento
hay evidencias de consumo de alimentos marinos, tanto peces como moluscos. Se
observa una mayor diversidad, tanto en las especies de moluscos presentes como en el
uso o función dado a sus valvas. Se advierte una mayor variabilidad de especies en
relación a la zona de quebradas, especialmente en la superficie del sitio. A la vez que
hay evidencias de la utilización de valvas de moluscos como contenedores de pigmentos.
Estas características nos llevaron a pensar que en este rango temporal existió un mayor
flujo y disponibilidad de recursos costeros, a la vez que se observa una mayor
experimentación con el material malacológico que podría reflejar pautas culturales más
laxas en vez de prescripciones específicas para trabajarlo y en relación a los productos
deseados. Además los vínculos con el espacio costero se perciben más intensos y
evidentes que en los sitios más tardíos, lo que estaría en relación con la situación
temporal de Caserones, que presenta un importante antecedente del período Formativo

11
por una parte, y así mismo con un emplazamiento distinto en el borde de la pampa del
Tamarugal, mucho más cercano a la costa.

Sin embargo, a pesar de haber propuesto anteriormente y a partir de nuestros análisis


preliminares, algunas vías de explicación e interpretación para esta situación, estábamos
lejos aún de comprender cabalmente cuál fue el uso concreto que tuvieron estos
elementos, qué rol social desempeñaron y qué significado específico tuvieron para las
personas que los fabricaron, ostentaron, conservaron y ofrendaron. En cualquier caso,
intuimos que estos aspectos podrían tener relación con un manejo práctico, a nivel del
individuo, de la complejidad expresada en las sociedades del Intermedio Tardío.

En un sentido más profundo, al enfrentarnos con el material malacológico asociado al


complejo Pica-Tarapacá, nos planteamos una serie de interrogantes que son las que en
definitiva más han estimulado esta investigación. Lo primero que destaca de este
material, a partir de sus características formales, es que es el producto de una serie de
actividades humanas llevadas a cabo en enorme lapso y cuyos vestigios materiales se
dispersan en una gran extensión espacial. Analíticamente, la práctica arqueológica
separa, divide y clasifica con el fin de buscar una comprensión de algo que escapa a la
mirada directa, algo intangible que nunca podrá ser observado directamente. Este algo
misterioso es finalmente la conducta cultural del ser humano del pasado, cautivante
principalmente a causa de su misma naturaleza velada.

Sin embargo, mediante el método científico pretendemos indagar a partir de nuestras


propias categorías conceptuales como la taxonomía binominal, una realidad organizada
con otros parámetros que ciertamente son completamente distintos. En este hecho radica,
creo, la ventaja cualitativa que ofrece el estudio de los períodos tardíos de la arqueología
del área Centro Sur Andina, donde existen otras fuentes de información
complementarias como la etnohistoria y la etnografía que, a pesar de todos los
problemas metodológicos para la disciplina, ofrecen una mirada complementaria que
enriquece las interpretaciones materialistas de los arqueólogos. Esto, considerando un

12
supuesto de continuidad cultural entre las poblaciones humanas que habitaron y habitan
este espacio geográfico desértico.

Creemos que para poder interpretar a fondo la naturaleza e implicancias sociales que
tiene el uso o consumo de objetos manufacturados a partir de conchas marinas, debemos
necesariamente buscar referentes en la etnografía o en la etnohistoria. No para realizar
analogías mecánicas, si no como manera de arrojar luz sobre la problemática
arqueológica a partir del actual manejo práctico que se hace de estos elementos. Nos
arriesgamos a plantear esto considerando el “salto” necesario para poder establecer una
explicación coherente de la conducta humana que ha generado el registro material
fragmentario que recuperamos, analizamos y estudiamos.

El carácter material de nuestro objeto de estudio y un análisis netamente materialista de


éste restringiría nuestras apreciaciones solamente a este plano, mutilando todo intento
real de interpretación. Al contrario es necesario considerar también los aspectos
ideacionales y simbólicos tras el comportamiento humano relacionado con estas
actividades para poder comprender en profundidad qué significa la presencia de conchas
del Pacífico en sitios arqueológicos interiores de la región de Tarapacá durante el
período que nos ocupa.

En la medida en que nuestra investigación fue avanzando, hemos ido considerando


nuevos aspectos de nuestro problema de investigación, lo que nos ha llevado a
reformular en parte nuestros objetivos y metodología de trabajo, sin afectar el espíritu de
nuestra aproximación inicial al tema de estudio.

13
1.2.1. Objetivos Generales:

1) Describir e interpretar el uso del material malacológico por parte de las poblaciones
tardías del período Intermedio Tardío asentadas en la sierra de Tarapacá (fase Camiña),
representadas en los poblados arqueológicos de Camiña, Nama, Chusmiza y Jamajuga.

2) Explorar en qué medida el manejo de estos elementos exóticos tuvo influencia en el


desarrollo de las relaciones sociales del Complejo Pica-Tarapacá en su fase clásica.
Reflexionando acerca del simbolismo político y religioso que subyace al
comportamiento humano que produjo este registro material, a partir de la consideración
de aspectos espaciales y contextuales del registro arqueológico más la evidencia
proveniente de ámbitos funerarios.

1.2.2. Objetivos Específicos:

1) Realizar una clasificación el material malacológico a partir de sus atributos,


definiendo las variables significativas consideradas, como especie, morfología, tamaño y
color, con el fin de organizar analíticamente la información empírica de la cual
disponemos y concretar nuestro objetivo general principal.

2) Buscar asociaciones que nos permitan realizar inferencias sobre el uso social del
material malacológico y reflexionar acerca de su simbolismo.

Para esto indagaremos cómo funcionó el trabajo de la concha en cada sitio a partir de un
análisis de la distribución espacial de material, tanto de superficie como estratigráfica y
sus asociaciones contextuales. A la vez se examinará el material proveniente del
cementerio prehispánico Pica 8 para observar eventuales distribuciones asociadas a
categorías de diferenciación de los individuos inhumados.

3) Evaluar la naturaleza de la producción artesanal y su eventual carácter especializado,


mediante la detección de locus de talla malacológica y el análisis de sus características.

14
Pretendemos evaluar el grado de especialización laboral de la producción artesanal en
los sitios bajo estudio, que de ser alto implicaría la existencia de una maestría en el
trabajo de la concha que se vería reflejada mediante indicadores arqueológicos en: a) la
existencia de espacios físicos especialmente destinados al trabajo de valvas de moluscos
y una eventual separación de las fases del proceso productivo; b) concurrencia de la
diferentes etapas de elaboración de los objetos en un mismo espacio físico y asociación
con otras materias primas involucradas, y c) una estandarización de la producción visible
en productos homogéneos que implicaría la elección de determinadas conchas (especies,
tamaño y color) así como procesos de manufactura establecidos.

Para conseguir los objetivos que nos hemos planteado trabajaremos cada sitio
arqueológico como unidad mínima de análisis, poniendo atención en las áreas de
actividad que han sido discriminadas previamente a partir de indicadores como atributos
arquitectónicos o características estratigráficas. De este modo, nos abocaremos al
análisis intensivo de los cuatro sitios emplazados en la zona de quebradas altas o la
sierra tarapaqueña: Camiña-1, Nama-1, Jamajuga y Chusmiza-1. Estos se han escogido
por su situación cronológica tardía como representantes del momento clásico del período
Intermedio Tardío en la región de Tarapacá. Los asentamientos seleccionados han sido
datados entre el 1.200 al 1.450 cal. d.C. y corresponden a la denominada fase Camiña, si
bien su ocupación comienza anteriormente (Méndez-Quirós y Uribe 2006).

15
CAPÍTULO II: ANTECEDENTES GENERALES

2.1. El período Intermedio Tardío en el Norte Grande chileno

El período Intermedio Tardío del norte de Chile comprende el lapso temporal que va
desde la desintegración de las esferas de influencia Tiwanaku del período Medio, hasta
el advenimiento de las políticas expansivas estatales incaicas en la zona durante el
período Tardío, abarcando entre los años 900 a 1.450 d.C. (Uribe 2006a). Durante este
período, también llamado de los Desarrollos Regionales, tradicionalmente la arqueología
chilena ha aceptado para el Norte de Chile y en general en los Andes Centro Sur, la
existencia de sociedades complejas no estatales que han sido definidas políticamente
como “señoríos” o sociedades de prestigio y rango (Núñez 1979; Núñez y Dillehay
1995; Schiappacasse et al. 1989).

Se ha planteado que estos grupos humanos perseguirían el interés más básico y


fundamental de las poblaciones andinas: la autosuficiencia o sustentabilidad social y
económica, que fue soportada sobre complejas estructuras sociales y refinados
mecanismos de complementariedad ecológica e interacción étnica (Murra 1972; Núñez y
Dillehay 1995). Sin embargo, actualmente se hace necesario estudiar con mayor detalle
los esquemas propuestos cotejándolos con otros alternativos y sobre todo, evaluar
arqueológicamente estos sistemas sociales con el fin de entender adecuadamente a las
sociedades andinas segmentarias sin centralización, y los mecanismos mediante los
cuales mantuvieron la cohesión social.

2.1.1. La región de Tarapacá

En la región de Tarapacá el período Intermedio Tardío ha sido caracterizado por el


desarrollo del denominado complejo cultural Pica-Tarapacá, cuyos representantes se
asentaron en las quebradas y oasis interiores entre la quebrada de Camiña y el río Loa,
abarcando toda la Pampa del Tamarugal y con enclaves en la costa aledaña.
Tradicionalmente, se ha entendido a estas comunidades integrando un sistema de

16
complementariedad económica y social con los espacios de la sierra y el altiplano, lo que
habría permitido el aprovechamiento racional de los recursos de diferentes ambientes de
la vertiente occidental andina (Moragas 1995; Núñez 1965, 1979). Además, estas
mismas comunidades dispondrían de pequeños enclaves en el litoral, cerca de recursos
de agua, extendiendo el sistema hasta la costa (Moragas 1995; Sanhueza 1985).

Así, en este territorio se habrían generado puntos terminales obligados para el acceso a
importantes recursos y su intercambio, cuya relevancia quedaría plasmada en geoglifos y
petroglifos y, con ello, una notable concentración de rutas de caravanas de llamas a lo
largo de la pampa que conectaban el interior con la costa (Núñez 1976, 1985). Existen
aquí, por consiguiente, claras evidencias de un tráfico prehispánico que puso en contacto
vertical y horizontal distintos pisos ecológicos de los Andes, basados en los clásicos
principios andinos de eco-complementariedad (Núñez 1984). Siguiendo también a
Núñez, la información etnohistórica para Tarapacá y Pica apoyaría la existencia de una
organización socio-política única, con colonias comunes en la costa y el altiplano que
habrían sustentado este tráfico.

Por lo demás, las excavaciones en Pica y Tarapacá informarían de un desarrollo tardío


compartido con similares rasgos culturales, unidos por caminos bien detectados, donde
coinciden el estilo de los geoglifos y petroglifos que se encuentran en este territorio
(Niemeyer 1961).

La etnohistoria señala que ciertos señores habrían controlado los recursos costeros, de
valles y oasis bajos y altos e incluso determinados segmentos de la cordillera,
sincrónicamente ocupados e interdigitados por colonias de señoríos propiamente
altiplánicos. En su interior, los diferentes enclaves comprenderían estructuras duales
como en Pica con parcialidades claramente diferenciadas. Para Núñez (1984), la
comunidad era conducida por una acotada jerarquía socio-política reconocida por la
calidad de sus tumbas y abundante ajuar de estatus, dentro de un amplio dominio de
sepulturas simples e individuales, donde las labores eran suficientemente especializadas

17
en textilería, agricultura, caza, cultos -por nombrar las más sobresalientes-, con una
distribución asimétrica de bienes. En consecuencia, el complejo cultural Pica Tarapacá
constituía un señorío liderado por autoridades étnicas residentes en cada zona de
producción que en última instancia representarían una sociedad jerarquizada, aunque
manteniendo una armonía social interna y externa sustentada en los valores andinos de la
reciprocidad, el intercambio y la redistribución (Núñez y Dillehay 1995).

En este sentido, las hipótesis que comúnmente se han manejado para explicar el
surgimiento de este complejo como una sociedad característica de los desarrollos
regionales tardíos centro-sur andinos, se basan en las propuestas del control vertical y el
tráfico de caravanas como los mecanismos que promovieron la evolución y complejidad
creciente de sus poblaciones (Murra 1972; Núñez y Dillehay 1995), dándole un papel
prioritario en este desarrollo al altiplano y su rol civilizatorio.

Sin embargo, los nuevos datos generados por Uribe y colaboradores (Uribe y Adán
2005; Uribe 2006 a; Uribe 2006 b), al igual que la reevaluación de los antecedentes
disponibles sobre Pica-Tarapacá permiten profundizar y enriquecer esta concepción y
retomar la discusión sobre la organización social Centro-Sur Andina. Particularmente,
respecto a los grados de solidaridad y equidad que se conciben a partir de su definición
tradicional, aportando con un marco teórico más adecuado, que muestra un panorama
social más diverso y desigual a partir del cual se critica la visión homogeneizada del
modelo vigente de “señoríos” en los Andes.

Uribe y colaboradores hacen hincapié en la poca valoración que se ha concedido al


sustrato histórico (particularmente del Formativo) y la aplicación recurrente de una
tendencia interpretativa que como motor último de toda innovación no hace más que
mirar al interior y el altiplano, con altos valores sociales que ceñirían los
comportamientos éticos a través de la “praxis cultural” (Gadamer 1993). La escasa
estimación de los procesos locales y regionales se evidencia entonces en una
subvaloración de los desarrollos previos iniciados durante el Formativo, lo cual se

18
traduce en una incapacidad para visualizar a las poblaciones locales como agentes del
cambio cultural interno, debido a una mirada marcadamente evolucionista, difusionista y
romántica (Uribe y Adán 2005).

Sin embargo, aunque en discusiones más recientes respecto a este tema, se observa una
clara adhesión al modelo vigente (p.e. Sanhueza 1985; Moragas 1995), también
comienza a plantearse la importancia y vigencia de las poblaciones locales, su evolución
cultural e interacción social, no sólo como colonias o enclaves caravaneros, sino dentro
de un patrón mucho más heterogéneo y complejo que aquella imagen estática
impregnada por el énfasis en la armonía y cohesión social. Uribe (2006 b) cree que se
trata de espacio-temporalidades en constante transformación que deben lidiar con el
aumento de complejidad y heterogeneidad sociocultural, así como también con las
presiones de una jerarquización y desigualdad que intenta manejarse a través de la
fragmentación de sus estructuras sociales.

En suma, se plantea que las sociedades tarapaqueñas fueron arquitectos de su propia


evolución cultural; el cambio estaba implícito en los desarrollos históricos propios que
fueron posteriormente interdigitados e influenciados por la tradición altiplánica o de
“tierras altas” (Uribe 2006 b); haciendo de este intercambio un producto y no la causa de
las transformaciones ocurridas durante el período Intermedio Tardío en el norte de Chile
y en las sociedades sur-andinas en general.

Las investigaciones recientes en la región de Tarapacá han revelado aspectos concretos


hasta ahora desconocidos de la vida y la organización social de una sociedad
característica del período Intermedio Tardío. Queda en evidencia que el denominado
complejo cultural Pica-Tarapacá representa una sociedad altamente compleja y desigual,
en tanto se constituye como opuesta a aquellas simples de cazadores recolectores
(Adams 2000; Uribe 2006 a).

Así mismo, Uribe (2006 a) plantea a las sociedades constituyentes del complejo Pica-
Tarapacá como heterogéneas y desiguales. La heterogeneidad se refiere a la amplia

19
distribución de roles y estatus dentro de una sociedad; la desigualdad significa un acceso
diferencial a estos recursos sociales, con consecuencias materiales según la
heterogeneidad de roles y estatus en esa sociedad (Blau 1977; Uribe 2006 a). Esto se
traduciría en ejes horizontales y verticales que estructurarían históricamente una
organización y cuya interacción generaría modos evolutivos particulares y múltiples. En
este contexto, la complejidad comprendería variados grados de diferenciación
socioeconómica y política al interior de la sociedad que, en gran parte dependería de las
condiciones históricas previas (McGwire 1983; Uribe 2004).

Para Uribe (2006 a) la complejidad exhibida por las sociedades que conforman el
complejo Pica-Tarapacá tiene sus raíces en el período Formativo. Esto implica que este
período presenta cierta continuidad con los primeros momentos del Intermedio Tardío
representado por el sitio Caserones-1, que se caracteriza por comunidades bastante
autárquicas cada vez más densas y afectadas por las presiones sociales de un modo de
vida comunitario y casi urbano. Esta situación se mantendría entre el año 900 y 1.200
d.C. configurando el complejo Pica-Tarapacá; pero después del año 1.200 d.C., se
manifestarían transformaciones sociales ligadas a la introducción y circulación en los
valles y oasis interiores tarapaqueños de cerámicas foráneas principalmente decoradas,
provenientes del Altiplano Meridional y los Valles Occidentales, así como del Loa y San
Pedro de Atacama. A esto se sumaría la industria textil, los artefactos funerarios
misceláneos y los adornos de conchas marinas; además de la circulación de productos
agrícolas, forestales y marítimos lo cual indicaría una transformación radical.

El autor plantea que a partir del año 1.200 d.C. las poblaciones Pica-Tarapacá se vuelcan
hacia fuera de su territorio volviéndose más receptivas, extendiendo sus redes de
interacción y estableciendo lazos con el Altiplano Meridional, Arica y Atacama (Uribe
2006 a). Uribe cree que la autarquía y homogeneidad observadas en la primera mitad del
Intermedio Tardío, en comparación con la situación posterior, serían expresión de una
crítica tensión e inequidad. La que en vez de ser eliminada para seguir existiendo, habría
sido sublimada mediante la fragmentación de la sociedad tarapaqueña, mostrando una

20
mayor heterogeneidad vinculada al fin de la economía comunitaria. En este contexto,
adquirirán significación la especialización laboral y agrícola, la exaltación de las
identidades locales, la separación de la actividad pública como el culto religioso (p.e.
chullpas), el intercambio con zonas de frontera y una sutil pero elocuente representación
de la autoridad y el poder en el arte rupestre doméstico (op. cit.).

Cronológicamente, Uribe y colaboradores (2007) han propuesto, de acuerdo con la


reevaluación de estas evidencias, que el período Intermedio Tardío en Tarapacá se
caracteriza por la presencia de dos momentos. Uno inicial más temprano llamado fase
Tarapacá datado en ca. 900 - 1.200 d.C. que demuestra la continuidad con las tradiciones
culturales formativas tardías, caracterizadas por un aprovechamiento de los espacios
costeros y el curso bajo de la quebrada de Tarapacá. Estas poblaciones exhiben una
importante complejidad social manifiesta en desarrollos semiurbanos como Caserones o
Guatacondo y cementerios jerarquizados como Pica 8, pero circunscrita al ámbito de la
Pampa del Tamarugal.

Este momento se caracteriza también por un énfasis en la recolección de los frutos del
algarrobo (Prosopis sp.), pues si bien se desarrollan prácticas agrícolas importantes,
existe una dependencia de las prácticas de recolección y un aporte alimenticio costero
notable; movilizándose recursos alimenticios entre la costa y el interior. La cerámica
característica de esta fase está compuesta generalmente por tipos locales tarapaqueños
(Pica Charcollo, Pica Chiza y Pica Gris Alisado) y no es extraño encontrarlos asociados
a alfarería del Formativo Tardío (Uribe et al. 2007).

Un segundo momento dentro del período Intermedio Tardío corresponde a la fase


clásica del período datada en ca. 1.200 - 1450 d.C., denominada fase Camiña de acuerdo
a su sitio tipo, que ejemplifica una nueva modalidad de asentamiento caracterizado por
el patrón aldeano denominado pucara. En este caso, los sitios se ubican en las nacientes
de las quebradas en directa asociación con los recursos de agua y campos de cultivo,
optimizando al máximo el espacio agrícola mediante la construcción de sistemas de

21
manejo hidráulico y extensas andenerías. Esta característica revela la importancia capital
que adquiere la práctica de una agricultura intensiva en las sociedades Pica-Tarapacá,
basada principalmente en la producción del maíz. No obstante las prácticas de
recolección se mantienen vigentes se aprecia un sistema económico mucho más
especializado dependiente de la sobreproducción agrícola (García 2007). Esta fase
también se caracteriza por una ampliación de las redes de interacción regionales y una
radicalización de la complejidad económica manifestada en la introducción y circulación
de cerámicas foráneas, principalmente del Altiplano Meridional, así como del área de
Valles Occidentales y Atacama (Uribe et al. 2007 a).

A partir de la revisión precedente queremos evidenciar los altos niveles de complejidad


social característicos de las sociedades del Intermedio Tardío en el área Centro Sur
andina. Ya sean evidentes o solapados, los mecanismos de reproducción social que
permitieron alcanzar y mantener dicha dinámica abarcaron una extensa gama de
estrategias utilizadas por las sociedades y los individuos con el fin de manejar los
conflictos y presiones surgidas de un modo de vida cada vez menos simple y en
creciente desigualdad social.

Para los propósitos de nuestra investigación nos interesa rastrear manifestaciones


particulares de esta complejidad, que se representa materialmente a nivel de los objetos
que fueron manejados por los individuos. En el caso que nos ocupa, creemos que los
objetos en cuestión tienen un carácter social y fundamentalmente vinculado al ámbito
simbólico y del imaginario.

22
2.3. Antecedentes malacológicos de Tarapacá

Queremos, en primer lugar, reseñar los resultados obtenidos en los asentamientos


costeros excavados: Pisagua N ubicado en Punta Pichalo y Pisagua B situado en la
desembocadura de Tiliviche. Ambos sitios son densos conchales donde el material
cultural más abundante lo constituyen las conchas de moluscos, depositados como parte
de prácticas de faenamiento, preparación y consumo de alimentos marinos. Las que muy
probablemente también estuvieron orientadas a la generación de productos como
excedentes para el intercambio. Estas ocupaciones costeras vinculadas al período
Intermedio Tardío se sitúan en sectores con abundantes vestigios arqueológicos,
conchales y cementerios que dan cuenta de un uso intenso y continuo de este espacio a
partir del período Arcaico, a pesar de la escasez crítica de agua (Adán et al. 2007 b).

Nos interesa incluir estos resultados ya que nuestro objeto de estudio proviene de la
costa. Es un hecho evidente que ha existido una circulación ancestral de productos e
ideas entre la costa y las quebradas interiores tarapaqueñas, donde se encuentran conchas
de moluscos, lo cual revela desplazamientos y contactos entre grupos, situación que
alcanzaría su punto cúlmine durante el período de nuestro interés. En Pisagua N se
cuenta con una fecha radiocarbónica de 1.030 - 1.250 cal. d.C.2, junto con cinco
fechados de termoluminiscencia que fluctúan entre los 960 d.C. y los 1.470 años d.C.3.
Por su parte, los fechados de termoluminiscencia obtenidos en Pisagua B corresponden a
1.395 y 1.445 años d.C.4 (Méndez-Quirós 2007).

Entre los aportes costeros a las poblaciones del interior ciertamente estuvieron los
moluscos y sus conchas, alimentos como el pescado deshidratado o charquecillo, sal y
guano de aves marinas utilizado como fertilizante agrícola. Además fue atractiva la
riqueza minera de este litoral, destacando durante el Intermedio Tardío la extracción de
cobre (Moragas 1995). Por su parte, desde el interior llegarían productos agrícolas al

2
Beta 210435
3
UTCL 1639 y 1637
4
UCTL 1633 y 1632

23
litoral como el maíz y la calabaza, tiestos cerámicos y prendas textiles (Adán et al. 2007
b).

En Pisagua N la ocupación parece ser más larga y permanente, a diferencia de Pisagua B


donde se presentaría una ocupación más esporádica y de corta duración. Estos dos casos,
más un análisis de las características materiales de otros sitios estudiados en la costa de
Iquique indicarían la existencia de asentamientos con diferente jerarquía o
funcionalidad, existiendo ciertos núcleos costeros que se surten de productos interiores
(Adán et al. 2007 b).

En Pisagua N se observa una mayor especialización en la captura de peces, los cuales


constituyen la fauna dominante en ambos sitios, seguidos por mamíferos y aves marinas.
En Pisagua N destaca la presencia de congrio negro y tiburón. Esta situación de mayor
acceso a la fauna marina también se constata, aunque de manera más discreta, a partir
del material malacológico (Valenzuela 2004, Adán et al. 2007 b).

Al considerar las características generales de los depósitos completos se observa una


evidente continuidad en la estrategia de apropiación de recursos malacológicos, lo que
seguramente se asocia al modo de vida costero conservador que se ha constatado a partir
del estudio de su cultura material habitacional y funeraria (Adán et al. 2007 b, Catalán
2007).

Basados en nuestros resultados planteamos (Valenzuela 2004) que en Pisagua N y B


existió un patrón de explotación marítima intensivo y diversificado, donde los restos
malacológicos registrados representan el espectro completo de especies consumidas por
estas poblaciones. Se constata en ambos sitios la presencia de más de 40 especies de
moluscos con presencia de gastrópodos, bivalvos, poliplacóforos, crustáceos y
equinodermos.

Los taxones de moluscos presentes en estos yacimientos corresponden mayoritariamente


a organismos que habitan la zona media del intermareal rocoso, en fondos de arena

24
intermareales y en el submareal, por lo cual son fácilmente accesibles mediante
recolección de orilla sin implicar mucho gasto de tiempo y energía, aunque sí un
conocimiento acabado del nicho litoral. Notamos que la diversidad de especies
representada en Pisagua N es levemente mayor que en Pisagua B, al igual que el
volumen de material recuperado; hecho que podría indicar una mayor estabilidad en el
uso de este asentamiento o un mayor volumen de población residente.

Las tablas A y B (en anexos) muestran las especies de moluscos identificados en los
sitios de Pisagua para los depósitos completos5.

Pisagua N presenta un 77 % de gastrópodos, destacando los fisurélidos (lapas) con un 26


% de frecuencia, seguido por la familia Muricidae (25%) principalmente representada
por C. concholepas con un 19 %. El género Tegula concentra un 10 % de frecuencia y
por último Scurria alcanza un 8 %. El resto de los gastrópodos en general tienen tamaño
pequeño o están muy bajamente representadas para ser un real aporte alimenticio. Los
bivalvos en este sitio llegan a un 15 % destacando únicamente los mitílidos con un 14 %.
Por último, los poliplacóforos representados por diferentes especies de chitones obtienen
un 7 % de representación.

En Pisagua B también predominan los gastrópodos pero con una con frecuencia menor
de 56 %, destacando entre ellos la familia Muricidae especialmente C. concholepas que
reúne un 25 % de la muestra. Le siguen los fisurélidos con un 16 % de frecuencia y el
género Tegula con un 7 %. El resto de las especies tiene baja representación. Los
bivalvos alcanzan un 36 % destacando los mitílidos (27 %), especialmente Choromytilus
chorus y Perimytilus purpuratus; y los venéridos (4 %). Mesodesma donacium (macha)
se encuentra exclusivamente en este sitio con un 2 % de representación. Por último, los
poliplacóforos o chitones muestran una frecuencia de 7 %.

5
Los volúmenes excavados en ambos sitios son similares. En Pisagua B se extrajeron 433,6 m³ de tierra, mientras que
en Pisagua N se excavó un volumen levemente mayor de 434,62 m³.

25
A pesar de que en ambos sitios predominan los gastrópodos, en Pisagua B se observa
una mayor importancia de los bivalvos, destacando la abundancia de los mitílidos. Junto
a esto destaca la presencia exclusiva de bivalvos que habitan playas arenosas como
Mesodesma donacium, Glicymeris ovatus y Mulinia spp. Este último hecho tendría
relación con el emplazamiento del sitio ubicado en plena desembocadura de Tiliviche,
rodeado por extensas playas de arena, a diferencia de Pisagua N ubicado en el faldeo del
acantilado rocoso. Por esta razón, se infiere que los sitios se ubican en lugares
estratégicos junto a los recursos deseables de extraer, o viceversa, se explotan los
moluscos del entorno cercano a los lugares de emplazamiento.

La mayor parte de los organismos representados en la muestra, con excepción de los


recién mencionados, son propios de sustratos rocosos intermareales expuestos a la
acción del oleaje y pueden recolectarse sin necesidad de buceo. La excepción la
constituyen C. Concholepas que vive desde el intermareal hasta 40 de profundidad y C.
chorus que habita desde el intermareal hasta 20 m. y que eventualmente requieren
inmersión para su obtención (Osorio 2002).

Se observan sólo leves diferencias en la composición de la fauna malacológica


recuperada en los sitios de Pisagua, ya que las frecuencias relativas de cada especie en
ambos sitios son prácticamente equivalentes. La riqueza de especies no experimenta
cambios abruptos entre uno y otro sitio ni en los diferentes niveles estratigráficos de
cada uno de ellos. Las diferencias estriban en la mayor importancia de los bivalvos en
Pisagua B, dada por las altas frecuencias que registran los mitílidos y la presencia de
machas y ciertas especies de almejas ausentes en Pisagua N.

De interés para nuestra problemática, constatamos la presencia en ambos asentamientos


de pequeños caracoles sin valor alimenticio que justamente constituyen especies
recurrentes en el material proveniente de sitios interiores, correspondientes a Oliva
peruviana y Turritella cingulata; esta última sólo registrada en Pisagua N.

26
Pisagua B presenta los únicos instrumentos de concha registrados en las excavaciones
realizadas en la costa. Consisten en pequeñas herramientas cortantes y punzantes,
confeccionadas sobre conchas de bivalvos, entre los cuales se registran Mulinia spp.,
Argopecten purpuratus (ostión), Glicymeris ovatus y venéridos (almejas). Estos se
registraron principalmente en las estructuras G-1 y G-3.

Lámina 2: Sitio Pisagua-B, (estructura G-1). Instrumentos sobre concha de bivalvos. A, B, C y


D Argopecten purpuratus. E, F, G, H, I, J, K, L, M y N Mulinia spp. O y P Glicymeris ovatus. Q
y R venéridos.

La presencia en este sitio del género Mulinia6 abundante en conchales fósiles naturales
de la región de Antofagasta, datados en el Pleistoceno Superior (Ortlieb et al. 1994),
merece atención. Según estos autores este género habría desaparecido replegándose
hacia el sur en busca de aguas más frías al igual que otras especies como C. chorus que
han disminuido en abundancia. No obstante, Rivadeneira y Carmona (2006) plantean a
partir del estudio de un ensamble fósil del Pleistoceno tardío excavado en Patillos
(Región de Tarapacá), que hay una clara similitud entre este ensamble y la fauna
malacológica actual, no observándose especies extralimitares. Incluso, plantean que
especies que se consideraban actualmente extintas en este litoral como C. chorus y
Mulinia edulis, son explotadas actualmente en ciertas localidades costeras del norte de

6
Una muestra de estos ejemplares fue identificada por Jorge Basly, quien señaló que los individuos muy posiblemente
correspondían a las especies Mulinia edulis y Mulinia bicolor, lo que no pudo asegurar debido al avanzado estado de
erosión de las valvas.

27
Chile y sur del Perú, siendo incierto si estas comunidades son formas relictas del pasado
o corresponderían a procesos de recolonización (op. cit.). Sin embargo, a una escala
local y en comparación con el ensamble viviente del mismo sitio la composición de
especies mostró una alteración dramática en su estructura. Los autores postulan que este
cambio habría sucedido recientemente y en tiempos históricos, para lo cual se apoyan en
evidencias arqueológicas que atestiguan la presencia de C. chorus y M. edulis en
conchales atribuidos a diferentes complejos culturales en el sur de Perú y norte de Chile
durante la prehistoria (Silverman 1988; Uribe 2006).

Aparte de las herramientas referidas en Pisagua N y B no hay registro de elaboración de


cuentas u otros objetos de concha, con excepción de la presencia de un anzuelo de
Choromytilus chorus vinculable al Complejo Quiani, posiblemente asociado a la
ocupación arcaica de la región (Moragas 1995).

No obstante, antecedentes provenientes del estudio de colecciones funerarias de la costa


de Iquique realizados por Catalán (2007) en los sitios Patillos y Bajo Molle, indican
utilización de valvas de moluscos para fines diversos. La autora registra un collar de
cuentas discoidales pulidas de C. chorus y otras cuentas más toscas sobre venéridos, de
las que también se registraron preformas sin horadar. Asimismo se constató la
utilización de conchas de moluscos como contenedores de alimento y pigmentos, para lo
cual se usaron ejemplares de Argopecten purpuratus, C. concholepas y C. chorus, todos
en calidad de ofrenda funeraria. La misma situación se observa en los sitios de la costa
de Camarones, por lo que Catalán asocia la utilización de valvas de moluscos en la costa
norte con los complejos artefactuales alimenticio, de atavíos y psicotrópico (op. cit.).
Además la autora plantea que en la costa la tableta de rapé parece ser completamente
reemplazada en su función por valvas de moluscos, fundamentalmente Argopecten
purpuratus (Catalán 2007).

Por su parte, expresiones típicamente costeras pueden observarse en el material


malacológico de Caserones-1, emplazado en el curso medio de la quebrada de Tarapacá

28
a 59 km. de la costa, donde registramos una alta variabilidad de especies de moluscos,
utilización de valvas como contenedores de pigmentos y restos malacológicos
abundantes comparados con la zona de quebradas que analizamos más adelante.

Caserones es un sitio de gran envergadura y sumamente complejo, tiene una superficie


de 37.500 m² con un patrón arquitectónico muy aglutinado de 636 estructuras (Adán et
al. 2005), que implica un alto gasto de energía (muros dobles, un muro perimetral y
grandes espacios públicos de reunión). La construcción y ocupación de este sitio datan
desde el período Formativo, no obstante y producto de las nuevas excavaciones
realizadas, ahora también se cuenta con una fecha correspondiente al período Intermedio
Tardío de 890-1.020 años cal. d.C.7 (aparte de otras fechas más tempranas que vienen a
confirmar el rango Formativo del sitio). Esta nueva datación amplía el rango de
ocupación previamente conocido para este asentamiento que abarcaría un período de
alrededor de mil años.

Lámina 3: Caserones-1, dibujo de planta (se destacan recintos excavados por FONDECYT
1030923)
7
Beta 220917. Trabajos previos de Meighan y True, así como los de Núñez, suponían ya la existencia de una
ocupación hasta el año 1.200 d. C. (Meighan y True 1980; Núñez 1966, 1982)

29
Se cree que las poblaciones de inicios del período Intermedio Tardío ocuparon
discontinuamente la totalidad de este asentamiento (Adán et al. 2005), planteándose un
abandono gradual del sitio que evidenciaría un traslado paulatino de éstas a los espacios
productivos de quebradas altas donde el sustento de los grupos humanos comienza a
basarse fuertemente en la agricultura del maíz (Uribe et al. 2007). El análisis de los
restos vegetales de Caserones indica un uso intensivo de especies silvestres locales
como el algarrobo (Prosopis sp.) que corrobora una estrecha relación con el espacio de
la pampa del Tamarugal, destacando la presencia de artefactos de molienda (Carrasco
2006). A la vez existió una producción agrícola especializada en cultivos subtropicales.
Además de continuas relaciones interregionales a larga distancia que confirman
contactos con los Valles Occidentales, la sierra y la vertiente oriental andina (García y
Vidal 2006).

La cerámica característica de este asentamiento consiste en tipos del Formativo Tardío y


aquellos propios del Intermedio Tardío (Pica Charcollo), además de escasos fragmentos
que evidencian contactos con la región de Atacama (Uribe et al. 2007).

Caserones destaca por la abundancia mineral de cobre y cuentas del mismo material
(Carrasco 2006). Por su parte, el estudio del material faunístico (González 2006) indica
para este sitio la existencia de una estrecha relación con la costa, observándose un
importante consumo de peces aunque también se constata cierto manejo de camélidos.
Los restos óseos de animales sólo aparecen en recintos de gran tamaño, elaborados en
artefactos, asociados a talla lítica, cueros de ave y camélido, hilados, pelos, vellones y
plumas. Estos materiales aparecen en contextos que indican actividades comunitarias y
cotidianas, lo que ya había sido sugerido por Núñez (1982). El resto de los recintos
(40%) presenta sólo restos de guano en contextos de actividad doméstica mínima,
pequeños fogones y escaso o nulo registro de estas manifestaciones (González 2006).

En cuanto a las evidencias de alimentos provenientes de la costa en Caserones, Núñez


(1982) señala la presencia de varias especies de peces y moluscos que no fueron

30
identificados y presentarían altas frecuencias relativas, incluso menciona la presencia de
cefalópodos (pulpos).

Las excavaciones realizadas en Caserones durante la década de los setenta arrojaron una
gran cantidad de material arqueológico, especialmente restos vegetales compuestos por
vainas de algarrobo. Entre los materiales descritos en la publicación de True (1980) se
hace mención a adornos y cuentas de conchas marinas entre los que destacan valvas de
Oliva peruviana sin ápice o con orificio pulido y un colgante de Turritella cingulata con
un orificio cerca de la abertura de la valva. Estos ejemplares provienen de los depósitos
de la unidad 1 y todos se encontraron enhebrados en lana o fibra vegetal.

Las intervenciones estratigráficas más recientes en Caserones revelan que casi todos los
recintos aquí excavados presentan restos de moluscos (92,3 %) presentando la más alta
diversidad de especies de todos los yacimientos del interior estudiados por el proyecto8.
Así, la estrecha relación de Caserones con la costa planteada por González (2006) a
partir de la presencia de abundantes y diversos restos de peces, es ratificada por las
características del material malacológico. Además de la alta diversidad de especies de
moluscos hay una gran variabilidad en los usos dados a las conchas que incluye la
fabricación de cuentas y uso de valvas como contenedores de sustancias como
pigmentos colorantes. Recordemos que esta última característica también fue observada
en los contextos funerarios costeros analizados por Catalán (2007).

Consecuentemente, con su adscripción a la fase temprana del período Intermedio Tardío


en continuidad con el Formativo regional y a partir de las evidencias mencionadas,
notamos que en Caserones-1 las relaciones con la costa son mucho más intensas y
evidentes durante estos momentos.

Las recolecciones de superficie y excavaciones realizadas recientemente en Caserones


revelan una mayor densidad de material malacológico y diversidad de especies en
relación con la zona de quebradas. Se utilizaron como contenedores de pigmento C.

8
FONDECYT 1030923

31
chorus (choro), Scurria viridula (señorita) y Euromalea rufa (almeja). Para la
elaboración de cuentas se usaron C. chorus, Turritella cingulata (cono), Tegula spp. y
venéridos. También se registran valvas sin modificaciones de Prisogaster niger,
Littorina peruviana y Turritella cingulata. Otras especies que probablemente no fueron
elaboradas en artefactos y se consumieron como alimentos deshidratados son Fissurella
spp. (lapa) y Chiton spp. (apretador); de sus valvas sólo se registran pequeños y escasos
fragmentos. Por último observamos un nódulo de Prothotaca taca (almeja) y un
instrumento sobre venérido. Oliva peruviana y Australomegabalanus psittacus
(picoroco) sólo arrojaron pequeños fragmentos.

La especie más recurrente en la muestra recuperada de este sitio es Choromytilus chorus


del que se encontraron nódulos, cuentas discoidales, una preforma, trozos, desechos de
talla malacológica y un fragmento de una gran valva con restos de pigmento y un diseño
circular raspado en su interior.

Lámina 4: Material malacológico del sitio Caserones-1. A: fragmento de valva de C. chorus con restos de pigmento.
B: dos fragmentos contiguos de valva de C. chorus con restos de pigmento y diseño circular. C: fragmento de valva de
Fissurella spp. D: restos de molusco indeterminado, aparentemente fósil. E. cuenta discoidal de C. chorus. F y G:
cuentas discoidales pulidas sobre molusco indeterminado. H y J: cuentas sobre columela de Tegula spp. I: pequeño
instrumento sobre concha de venérido. K y O: ejemplares de Turritella cingulata, el mayor presenta un orificio. L:
preforma de cuenta discoidal en concha de bivalvo. M: nódulo en valva de Prothotaca taca. N: Pequeño instrumento
apuntado sobre molusco indeterminado. P: nódulo en valva de C. chorus

Por su parte, se registran restos de alimentos y recursos costeros asociados a algunos


entierros humanos en los cementerios de Tarapacá 40 A y B que Núñez (1982) señala
como sincrónicos al período III de la secuencia ocupacional de Caserones. Dos tumbas

32
presentaron aves marinas no identificadas. Doce entierros arrojaron restos de moluscos
de los que se identificaron las siguientes especies: Choromytilus chorus (choro), Chiton
spp. (apretador), Argopecten purpuratus (ostión), Prothotaca taca (almeja) y C.
concholepas (loco). Dos tumbas presentaron restos de peces indeterminados y por
último en un entierro se registró un pulpo (Octopus vulgaris).

La colección procedente de los contextos funerarios de Tarapacá 40 actualmente se


encuentra bajo la tuición del Instituto Agrícola de la Universidad Arturo Prat y
recientemente ha sido objeto de labores de conservación y puesta en valor9. Al colaborar
en este proyecto tuvimos la oportunidad de observar entre los cuantiosos y diversos
restos excavados que componían las ofrendas funerarias, valvas de moluscos de varias
especies. Se utilizaron como contenedores de pigmentos rojo y amarillo A. purpuratus,
C. concholepas y C. chorus. De este último también se registra un instrumento
elaborado sobre una valva de gran tamaño que aparentemente fue usado como espátula.

9
Proyecto FONDART 2008-72609 “Rescatando la prehistoria tarapaqueña. Conservación y puesta en valor de las
colecciones arqueológicas de la Huayca, Provincia del Tamarugal” dirigido por Pablo Méndez-Quirós.

33
SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO III: MARCO TEÓRICO

3.1. Las conchas marinas como bienes sociales

A nivel mundial, hallazgos recientes (Vanhaeren et al. 2006) indican que la utilización
de conchas de moluscos marinos por parte de grupos humanos modernos para la
ornamentación corporal es asombrosamente temprana, remontándose a 135.000 años
atrás en el sitio asiático Skhul. Es decir, cerca de 25.000 años antes de la evidencia
previa de adorno personal por parte de humanos modernos en Sudáfrica. La lejanía de la
costa y la comparación con conjuntos de moluscos actuales, llevan a los autores a
proponer que existió una selección y transporte deliberado de estos elementos para uso
simbólico (op. cit.).

Nos interesa discutir a continuación el tema de los moluscos como bienes sociales, lo
que se ha abordado principalmente desde la perspectiva de los denominados bienes de
prestigio, también llamados bienes de elite, estatus o suntuarios.

Los bienes de prestigio, según Trubitt (2003:247) consisten en materias primas


valoradas u objetos manufacturados usados para establecer y mantener las relaciones
sociales y políticas, también son ítems necesarios para los “pagos” en matrimonios, ritos
mortuorios y otros intercambios sociales. Pueden ser usados como símbolos de identidad
social y alto estatus, llegando a acumularse para atraer prosperidad (Daltroy y Earle
1985; Ekholm 1977; Trubitt 2003).

Los bienes de prestigio han sido divididos en dos categorías: a) distintivos de autoridad
que denotan alto estatus o rango y b) proveedores de prosperidad generalizados que son
los más comúnmente usados e intercambiados (Hirth 1992; Trubitt 2003). Ya sea que
estén hechos sobre materiales duros como metales y conchas o suaves como piel y
textiles, se trata de materias primas importadas o con distribución limitada, cuyo valor

34
agregado está dado por un trabajo excesivo o la aplicación de tecnologías complejas
(Ekholm 1977; Peregrine 1990; Trubitt: 2003).

Estos recursos, a diferencia de los bienes utilitarios que responden a necesidades de


subsistencia y mantención de la especie, tienen el rol de resolver aspectos sociales como
generar alianzas y atraer seguidores. La tecnología práctica o de subsistencia privilegia
la eficiencia, la producción en masa y el incremento de la producción. Mientras que la
tecnología de prestigio se orienta a una producción especializada basada en el
conocimiento restrictivo de tecnologías complejas, o en un incremento de la labor de
producción (Peregrine 1991; Trubitt 2003).

Además, generalmente los bienes de prestigio están confeccionados en materiales


exóticos no locales y son conservados antes que consumidos, siendo usados en una gran
variedad de intercambios sociales, económicos y políticos. Por otra parte, si los bienes
de subsistencia generalmente son intercambiados a nivel local, los bienes de prestigio o
los materiales utilizados para fabricarlos tienden a ser intercambiados a lo largo de
grandes distancias mediante redes de elite o intermediarios, a causa de su gran valor. Por
lo que el análisis de la producción e intercambio de estos elementos es importante para
el entendimiento de las relaciones macro regionales (Blanton et al. 1993, Feinman y
Nicholas 1993; Trubitt 2003).

Según Trubitt (2003), mientras los bienes utilitarios son proveídos distribuidos y
consumidos, los bienes de prestigio frecuentemente permanecen circulando por largos
períodos y a causa de esto algunos de ellos adquieren historias o nombres que los hacen
más valiosos. Por lo tanto, debe pasar un largo tiempo antes de que alguno de estos
bienes sea depositado en un entierro o escondrijo (op. cit.). La depositación o
destrucción de estos objetos sería una manera de contener la “inflación” y convertir la
prosperidad que otorga el estatus en un “consumo conspicuo” o promover el bien en sí
mismo como manifestación de poder (Dupré y Rey 1973; Hayden 1998; Trubitt 2003).

35
Los modelos de economías de bienes de prestigio fueron desarrollados originalmente por
los marxistas estructuralistas franceses, quienes se interesaron en el intercambio de
alimentos, bienes de prestigio y alianzas matrimoniales, como mecanismos de
transformación social desde sistemas de señoríos hacia linajes de prestigio jerarquizados
(Dupré y Rey 1973; Ekholm 1972; Meillassoux 1978; Trubitt 2003). En estos modelos,
el control sobre las materias primas, los sistemas de producción y de distribución de los
bienes de prestigio son vistos como la clave para mantener los sistemas jerárquicos.
Tradicionalmente los modelos de economías de bienes de prestigio plantean como típico
un estrés en el control de estos bienes en tanto fuente de poder político. No obstante,
para Trubitt (2003) la realidad arqueológica presenta mayor variación.

El intercambio de bienes de prestigio involucra la circulación de materias primas


valiosas y bienes manufacturados entre individuos, elites o grupos de parentesco para
amasar prestigio, establecer y mantener diferencias de rango y reforzar las jerarquías de
poder (Dupré y Rey 1973; Ekholm 1977; Frankenstein y Rowlands 1978; Meillassoux
1978; Trubitt 2003). Los bienes de prestigio son adquiridos, mostrados, acumulados e
intercambiados y materializan relaciones sociales, políticas y económicas entre personas
no sólo a escala local, sino también a nivel regional e interregional. El prestigio de los
líderes deriva de la acumulación de estos bienes y de su capacidad para movilizar
recursos a nivel local y regional a través del intercambio e interacción con otras elites
(Clark y Blake 1994; Hirth 1992; Trubitt 2003), hecho que incluso les atribuiría un
poder cosmológico.

El intercambio de bienes de prestigio fue importante en la secuencia evolucionista de


Friedman y Rowlands (1977), quienes distinguieron sistemas donde el rango está
fluyendo y el prestigio se gana mediante el intercambio matrimonial y ofreciendo fiestas.
Distinto a otros sistemas donde las diferencias de rango están establecidas de acuerdo a
una jerarquía que cobra tributos donde el intercambio matrimonial y de bienes de
prestigio ocurre entre elites. Estos sistemas son más elaborados y los bienes de prestigio
circulan “hacia abajo” en la jerarquía política, desde las elites centrales a otras más bajas

36
en la comunidad con el fin de mantener las lealtades políticas y económicas. En este
punto, el control de la producción e intercambio de bienes de prestigio a larga distancia
se vuelve relevante (Friedman y Rowlands 1977; Trubitt 2003).

Según Trubitt (2003) los modelos arqueológicos de economías de bienes de prestigio


han enfatizado el rol del intercambio en la competencia por el estatus y el desarrollo de
sistemas jerárquicos o de rango, donde elites emergentes compiten por el control de la
producción e intercambio de estos recursos (Blanton et al. 1993; Frankenstein y
Rowlands 1978; Friedman y Rowlands 1977; Hyden 1998; Peregrine 1991; Trubitt
2003). La autora crítica a estos modelos de economías de prestigio apuntando a una
sobre simplificación de las relaciones entre el poder social y el control de la elite sobre
la producción, así como una falta de atención a la diversidad de las economías de
prestigio (Trubitt 2003).

Aunque la mayoría de las definiciones de economías de prestigio ponen acento en el


control sobre la producción e intercambio de estos bienes, la evidencia arqueológica es
menos abundante. Por lo que Trubitt (2003) cree útil diferenciar estadios en el desarrollo
de estas economías, para distinguir expectativas arqueológicas diferentes.

Los estadios tempranos de las economías de prestigio se diferenciarían de los estadios


tardíos en términos de la negociación del rango y la diferenciación de estatus. Por lo que
deberían presentar diferencias en la centralización como en el control de la producción y
circulación de bienes a escala local o regional. Un rasgo esperable en los estadios tardíos
del desarrollo de las economías de prestigio es el control de la adquisición, producción e
intercambio de los bienes de prestigio como fuente de poder político (Trubitt 2000,
2003). La mayoría de las discusiones acerca de las economías de prestigio se centran en
este estadio tardío, mientras que la autora sugiere también prestar atención a la
circulación de los bienes de prestigio en sociedades con sistemas de rango dinámicos y
competencia por el prestigio (op. cit.). Para ella, la investigación arqueológica sobre el
intercambio de bienes de prestigio ha estado centrada en la distribución de estos bienes

37
producidos localmente, centralmente o importados, ofrendados en entierros de
individuos, los que han sido interpretados como marcadores de estatus.

De esta discusión queremos destacar el hecho evidente de que las conchas de moluscos
marinos y objetos elaborados a partir de ellas tienen un uso social característico dentro
de algunas sociedades tradicionales, que probablemente se basa en el valor intrínseco
que poseen estos objetos dado por su inherente relación con el agua y el mar. Esta
condición esencial se constata en sociedades humanas a nivel mundial, con gran
distribución espacial y profundidad temporal. Incluso en la misma sociedad occidental a
la ingesta de mariscos se le atribuyen actualmente propiedades afrodisíacas, y dentro de
la jerga popular ciertos moluscos se relacionan con los genitales femeninos y
masculinos.

A continuación centramos la discusión en torno a la producción e intercambio de


conchas marinas y los artefactos hechos a partir de éstas, así como sobre la naturaleza y
características especiales de esta materia prima revisando los atributos simbólicos que
les confieren algunas sociedades tradicionales.

Según Claassen (1998:196) las conchas de moluscos como materia prima tienen
importancia en muchas sociedades a lo largo del mundo. El registro arqueológico
presenta una enorme variedad de artefactos hechos de conchas tales como contenedores,
elementos decorativos para el ganado, las personas, las casas, las tumbas y como dinero,
juegos, medicinas, etc. Las conchas también fueron importantes dentro de ciertos
sistemas sociales y políticos como símbolos ideológicos. En ocasiones algunas especies
de moluscos fueron trasladados por grandes distancias, señalando contactos entre grupos
e indicando el movimiento e intercambio de ideas, flora, fauna e incluso patógenos.

Para Trubitt (2003: 243) los adornos hechos de conchas marinas poseen varias
características que los hacen significativos para el análisis arqueológico. Esta materia
prima valorada por muchas culturas se relaciona con el agua, la vida, la salud y la
fertilidad. La autora plantea que los ornamentos de conchas funcionaron como bienes de

38
prestigio, circulando entre individuos, grupos y sociedades, constituyendo el reflejo
material de relaciones interpersonales. Por este motivo se considera a estos artefactos de
conchas como un material valioso para el análisis arqueológico.

Según esta autora (2003), los ornamentos de conchas cumplieron múltiples roles que
incluyen ornamentación, provisión de protección y prosperidad, ser marcadores de
estatus y además estar ligados a la parafernalia ritual, mostrando diversas asociaciones
simbólicas en grupos específicos. El hecho de haber recorrido largas distancias ofrece a
los arqueólogos una excelente vía para explorar relaciones interregionales e
interacciones entre sociedades antiguas (op. cit. 2003: 244).

En este contexto de relaciones entre diferentes grupos o interétnicas es necesario tener


en cuenta la delimitación de fronteras sociales que se generan a partir de la interacción
entre grupos, lo que refuerza la identidad de cada uno de ellos. El concepto de identidad
se entenderá como una dimensión cultural con anclaje en lo simbólico, mediante la cual
los humanos se piensan y comunican a través de códigos como la lengua y el uso de
elementos dotados de simbolismo propio. Este intercambio ayudaría a potenciar
distancias entre comunidades, elemento esencial para la construcción simbólica del
término, el cual precisa del reconocimiento externo para posicionarse como tal.

Para Trubitt (2003), el valor agregado que les da el trabajo empleado para convertir las
conchas en ornamentos formatizados, los convierte en bienes de prestigio por
excelencia. Como materia prima las conchas de moluscos tienen una distribución
mundial, pero restringida sólo a las zonas costeras; por lo que, cuando aparecen en el
interior son consideradas exóticas, convirtiéndose en elementos útiles para estudiar el
intercambio y la interacción social intergrupal. Tradicionalmente, se han utilizado los
ornamentos de conchas en intercambios sociales, otorgando prestigio a los individuos
que los adquieren, distribuyen e intercambian (op. cit. 2003: 244).

Ejemplificamos esta situación con un caso etnográfico emblemático donde adornos de


conchas articulan una red de relaciones sociales y económicas dentro de una sociedad

39
marítima tribal. En este caso presentado por Malinowski (1982 [1922]) para las islas
Trobiand los ornamentos de conchas marinas sirvieron como articuladores de toda una
gama de relaciones humanas que giraban en torno al intercambio ritual de dichos
objetos, circuito que incluía a toda la región del Massim.

El trabajo clásico “Los argonautas del Pacífico occidental” de Malinowski (1982


[1922]) es un estudio del kula, una red de intercambio de adornos de conchas en las islas
Trobiand de Papúa Nueva Guinea. El autor presenta fotografías de hombres y mujeres
elaborando ornamentos de conchas marinas y descripciones detalladas del intercambio
de ellos realizado entre los hombres de la comunidad, con patrones específicos para las
diferentes islas. Evidentemente, los objetos de conchas eran altamente valorados por
estas sociedades. Los intercambios de collares hechos de cuentas de Spondylus rojo o
Chama por brazaletes hechos de Conus blanco, se realizaban a lo largo de grandes
distancias entre hombres de las diferentes islas de la región del Massim.

El intercambio kula es recíproco y se espera que el valor del objeto entregado sea igual o
similar al del objeto recibido. Los ornamentos son retenidos temporalmente por los
actores del intercambio, pero siempre están en circulación. El valor de estos objetos está
dado por sus características como tamaño, color, edad e historia (Malinowski 1982
[1922]).

Las razones de la existencia del kula se resumen principalmente en tres explicaciones: el


intercambio del kula preserva la paz y facilita el intercambio de otros recursos entre las
diferentes islas, permite a los hombres competir por el prestigio y materializa redes
sociales entre personas para mantener el orden social (Malinowski 1982 [1922]).

El autor observa que en ocasiones los objetos de conchas intercambiados, a parte de su


rol en el intercambio externo del kula, son utilizados también en intercambios al interior
de la comunidad. En este sentido, el simbolismo de las conchas, por ejemplo la
asociación de los brazaletes o collares con lo femenino o masculino, varía en las
diferentes regiones del Massim. Sin embargo, es un hecho generalizado que los

40
ornamentos de conchas intercambiados en el kula son altamente valorados y constituyen
manifestaciones materiales de las relaciones entre los hombres más allá de su comunidad
local (Malinowski 1982 [1922]).

La relevancia de este caso para nuestro estudio particular, a pesar de que se inscribe
dentro de un contexto geográfico y cultural muy diferente, es que nos muestra un
ejemplo vivo donde objetos análogos a los de nuestro caso de estudio se encuentran
circulando entre individuos de una sociedad costera tradicional. En este contexto los
ornamentos de conchas marinas tienen relación con alianzas entre personas y categorías
de prestigio, pero aún más allá, tienen atributos específicos de carácter simbólico y en el
fondo contribuyen al mantenimiento de la cohesión social. Por lo tanto, son el correlato
material de costumbres y creencias fundamentales para la sociedad en cuestión.

3.2. Ritualidad, poder y uso de recursos simbólicos

Para entender mejor lo que significa una manifestación de poder es necesario definirlo
teóricamente. En la definición clásica de Weber: “Poder significa la probabilidad de
imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aún contra toda resistencia y
cualquiera sea el fundamento de esta probabilidad” (Weber 1997:43). Esta definición
alude claramente a dominación, no obstante, además de este aspecto coercitivo el poder
también sirve para mantener la cohesión interna de un grupo, protegiéndole de lo que le
es extraño y potenciando con ello su identidad.

Para Foucault el cuerpo se encuentra también directamente inmerso en un campo


político ya que las relaciones de poder operan sobre él de forma inmediata; lo cercan, lo
doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, lo obligan a unas ceremonias,
exigen de él unos signos (Foucault 2000[1976]:32). El cuerpo es el elemento básico
donde se ejerce el poder, ya sea de manera física o ideológica. La lógica de su
ornamentación supone determinados patrones culturales e ideacionales propios de un
determinado grupo y momento histórico, que se manifiestan materialmente a través del
uso de estos elementos en la indumentaria.

41
Los mecanismos de legitimación del poder se han justificado históricamente en la
producción de imágenes, la manipulación de símbolos y su ordenamiento en un cuadro
ceremonial. Esto significa que todo poder político no puede establecerse únicamente
mediante la imposición de la fuerza o por una mera acción racional, sino que se precisa
siempre una demostración simbólica del poder que se ejerce. En la medida que este
poder rebasa las relaciones de parentesco y la trama social se complejiza, el interés de
algunos por orientar las decisiones de la colectividad conlleva una suerte de
competencia. De esta manera se habla de dominio político en la medida en que aumenta
la complejización y organización de las relaciones sociales al interior del grupo. El
ejercicio del poder político, por tanto, obedece al intento de mantener el orden social, el
que se perpetúa a través de acciones de corte simbólico y ceremonial. “Todo poder
político acaba obteniendo la subordinación por medio de la teatralidad, más ostensible
en unas sociedades que en otras, en tanto que sus diferencias civilizatorias las
distribuyen en distintos niveles de espectacularización (Balandier 1994:23).

Cohen (1979) plantea que aunque un régimen puede conseguir el poder y mantenerse
durante algún tiempo simplemente por la fuerza, la estabilidad y continuidad se logran
principalmente a través del simbolismo de autoridad que el régimen maneja, que se hace
posible gracias a un sistema complejo de simbolismo que le otorga legitimidad al
representarlo finalmente como una parte natural del orden celestial.

La escenificación del poder se realiza a través de la imagen utilizada como vehículo de


expresión. Ésta encierra un cúmulo de significados culturales propios que sirven como
manifestación de poder basada principalmente en la utilización de recursos técnicos y
estéticos dotados de sentido y significado al interior del mismo acto ritual. Los ritos son
actos colectivos dotados de información simbólicamente codificada que involucran e
identifican a un cuerpo social, el cual actualiza sus creencias al traer al presente la
tradición cultural de su grupo. La definición teórica que manejamos es la propuesta por
Turner (1990:21): “Entiendo por ritual una conducta formal prescrita en ocasiones no

42
dominadas por la rutina tecnológica, y relacionada con la creencia en seres o fuerzas
míticas”.

Los ritos tienen la función de instituir o consagrar, es decir, sancionar y santificar un


estado de cosas, un orden establecido, como hace justamente una constitución en el
sentido jurídico-político del término (Bordieu 1985:79).

Según Moulian (2002:47) los ritos son procesos de comunicación dotados de fuerza
preformativa, de carácter repetitivo y estereotipado, que emplean múltiples elementos
expresivos de códigos diversos, a través de los que se actualizan las representaciones
colectivas y se produce la mediación entre los diversos componentes de los sistemas
socioculturales, o bien se expresan las contradicciones de estos, de esta forma se
comprenden las acciones rituales como textos vivos, a partir de los cuales se ven
escenificados valores y creencias propias de un pueblo o cultura, las que son
actualizadas al momento de ser representadas por sus ejecutores.

Para Cohen (1979) en la mayoría de las sociedades tribales las relaciones interpersonales
están altamente ritualizadas. En estos contextos, el parentesco y el ritual, aunque
distintos en forma, tienen mucho en común, y su separación es a menudo arbitraria.
Ambos son normativos y están enraizados en la estructura psíquica humana mediante la
socialización, y se componen de símbolos y complejos simbólicos. Estos símbolos
tienen por características ser cognoscitivos, afectivos e intencionales.

Según este autor (Cohen 1979) los símbolos son sistematizados conjuntamente en la
estructura de las ideologías o las visiones de mundo, en que los símbolos del orden
político se integran con los que tratan de los problemas perpetuos de la existencia
humana: el significado de la vida y la muerte, la enfermedad y la salud, el sufrimiento y
la felicidad, la fortuna y la desgracia, el bien y el mal.

Cuando las relaciones entre individuos o grupos al interior de una sociedad son
asimétricas la posición de cada uno dependerá del capital cultural, económico y social

43
que tenga a su disposición. En este sentido, destacamos el concepto de campo político
planteado por Bordieu (1997), entendido como un microcosmos dentro del mundo social
en el que se generan luchas de poder al momento de querer imponer construcciones y
representaciones sociales; las cuales en su mayoría son producto de luchas simbólicas y
clasificaciones sociales anteriores que aún se mantienen vigentes como es el caso de los
títulos heredados por linaje familiar.

Estas representaciones y construcciones sociales se ven plasmadas en símbolos, los que


constituyen los principales componentes de la acción ritual y generalmente son objetos
extraídos de la realidad y la naturaleza. Los símbolos son utilizados como instrumentos
de la acción ritual y su significado es readecuado por los integrantes del mismo:
ejecutores, receptores y espectadores; quienes interactúan observando, transgrediendo o
manipulando para sus fines privados las normas y valores que expresan los símbolos
(Turner 1990:49). Los símbolos pueden redefinirse o readecuarse y “Así, muchas veces
nos encontramos con la conservación de formas simbólicas arcaicas cuyo significado se
ha reformulado o perdido” (Moulian 2002:54).

Los símbolos rituales se dividen en dominantes e instrumentales (Turner 1990:35), los


últimos adquieren sentido en relación a los primeros y tienen un rol específico para
alcanzar un fin particular; mientras que los símbolos dominantes tienen la capacidad
para expresar una amplia gama de significados, aparecen en diferentes rituales y tienen
un grado de importancia mucho mayor.

Para Cohen (1979) los símbolos rituales forman parte de la mayoría de los sistemas de
parentesco y a su vez los símbolos de parentesco forman parte de la mayoría de los
sistemas rituales. Ambas categorías de símbolos son altamente interdependientes y
ninguna categoría puede actuar sin la otra. Sin embargo, los símbolos rituales expresan
relaciones políticas de un nivel más alto.

Históricamente, quienes detentan el poder han utilizado a la religión como instrumento


de legitimación y mantención del mismo. Las sociedades tribales justifican su orden

44
social y político a partir de ciertos valores y relaciones morales basadas en la explicación
sagrada de la naturaleza y el culto a sus antepasados. La relación entre lo sagrado y lo
político contribuye al mantenimiento del orden social, en la medida en que conecta a la
comunidad con sus deidades y ancestros legitimando de este modo el poder de sus
gobernantes. Esto es lo que Foucault (2000 [1976]) ha denominado manejo de la
producción poder-saber en el contexto de la sociedad contemporánea.

Esta situación aplicada a sociedades con niveles de jerarquización incipientes es


analizada por Earle (1991) quien al referirse a las variadas estrategias políticas usadas
por sociedades segmentarias para mantener el poder de sus líderes, menciona la toma de
posesión, el control de la producción y la distribución interna de objetos de carácter
simbólico, así como el control del aprovisionamiento externo de estos bienes simbólicos.

Estas prácticas dependen principalmente del poder derivado de la ideología que fortalece
la posición de legitimidad de los líderes como necesaria para mantener el orden
“natural” del mundo. En muchos casos esto involucra que los líderes se conecten a sí
mismos con el pasado, lo cual tiene relación con el ámbito funerario. También es
relevante la competencia por generar lazos con nuevas ideologías externas, generalmente
asociadas con un “estilo internacional” que sitúa a las elites como gente especial
separada de la gente común (Earle 1991).

El incremento del control del intercambio a larga distancia de objetos preciosos y el uso
de materiales exóticos de “prosperidad” para atraer y controlar el trabajo de la
comunidad local, es un rasgo importante de los cacicazgos establecidos en diferentes
áreas geográficas. Las elites justifican su posición haciendo referencia a fuentes externas
de poder inaccesibles para otros. Los objetos preciosos exóticos se asocian generalmente
con poderes que simbolizan y a la vez encapsulan la divinidad de las elites, o al menos
representan una legitimidad no local (Earle 1991).

La importancia de la ideología como fuente del poder cacical presenta numerosos


ejemplos históricos. El uso de objetos esotéricos que atraen prosperidad con

45
asociaciones a ideologías externas puede usarse como marcador de estatus y a la vez
como “moneda de cambio” empleada para materializar relaciones políticas. La
importancia de controlar la distribución de objetos foráneos puede emplearse para
persuadir a la población local y recompensar su participación (Earle 1991).

Según autores como Earle (1991), el carácter cíclico de los cacicazgos es un rasgo típico
de estas sociedades. Los centros de poder se invierten a lo largo de las regiones y las
integraciones mayores se construyen y colapsan fácilmente. Las razones son múltiples.
La principal es que la capacidad para sustentar la integración política requiere de una
estrategia de liderazgo capaz de mantener un equilibrio entre los costos de complacencia
y rebeldía. Dado que los escenarios local y regional están constantemente cambiando,
esto requiere de un continuo manipular por parte de los “jefes”. Segundo, los cacicazgos
al presentar posiciones de alto estatus limitadas poseen dinámicas políticas
inherentemente competitivas. Esto implica que los individuos están constantemente
compitiendo y rivalizando por obtener posiciones controladoras y poderosas. Esta
situación refleja lo que ha sido denominado como campo político (Bordieu 1997). Aquí
se observan dos fuerzas antagónicas: una tendencia centralizadora de individuos que
buscan concentrar el poder y eliminar las oportunidades de rebelión y otra tendencia
fragmentaria, representada por líderes locales que se apartan de las reglas establecidas
buscando establecerse como autoridades independientes (Earle op. cit.).

El control sobre la economía política es mantenido en los cacicazgos por una


combinación de la actividad ideológica y militar. Una parte de los excedentes
movilizados puede utilizarse para el desarrollo de una base económica que mantenga
una clase militar para fines defensivos y para establecer un ámbito ceremonial que
otorgue legitimidad a las normas sociales emergentes. La combinación del control
económico, fuerza militar y legitimidad ceremonial es reiteradamente constatada en los
casos de estudio publicados en este libro (Earle 1991). Si bien hay muchas opciones
disponibles para mantener el control político en estas sociedades, las alternativas no son
infinitas. La elección entre estas opciones dependería de las condiciones particulares del

46
ambiente, la tecnología y el caso histórico particular. Cuyo resultado es una variación
significativa de las características, así como la magnitud del desarrollo y la evolución de
los denominados cacicazgos (op. cit.).

3.3. Tecnologías de prestigio, especialización artesanal y simbolismo

Con respecto a la discusión anterior sobre los bienes de prestigio, es conocido que la
producción artesanal especializada se considera como un factor de peso en el desarrollo
de las sociedades complejas. Los denominados bienes de prestigio corresponden a
ciertas clases de objetos con un alto valor social, en los que se ha invertido una gran
cantidad de trabajo para su elaboración o que están confeccionados en materias primas
escasas o no disponibles localmente. Estos objetos serían utilizados en circunstancias de
reproducción social y también podrían tener relación con demarcaciones visibles de
estatus, dentro de un determinado campo político. Ya hemos discutido el carácter de este
tipo de objetos a los que preferimos nombrar como bienes sociales o capital social
(Bordieu 1979), para evitar la apreciación de que se trataría siempre de objetos
empleados sólo para denotar una situación de dominación social. En este apartado
queremos referirnos a los procesos productivos implicados en su manufactura, su
relación con la especialización artesanal y los mecanismos de control sobre la
producción de este tipo de bienes.

Lemonnier (1992) considera la tecnología como una actividad cultural que involucra
todos los aspectos de acción referidos a un material o asunto. Para el autor la tecnología
es un fenómeno social compuesto por cinco elementos básicos relacionados entre sí y
con otros aspectos sociales de una manera sistémica. Estos elementos son: materia
prima, energía, objetos (artefactos o medios de trabajo), gestos (modos de mover los
objetos) y conocimiento específico (conocimiento técnico o habilidades manuales).

Las denominadas tecnologías de prestigio tendrían el rol de resolver problemas sociales


como atraer seguidores y generar alianzas, orientándose hacia una producción

47
especializada que implica un conocimiento restrictivo de tecnologías complejas o a un
notable incremento del trabajo invertido en la elaboración del objeto (Trubitt 2003).

Según Trubitt (2003) los modelos arqueológicos de economías de bienes de prestigio


han enfatizado el rol del intercambio en la competencia por el estatus y el desarrollo de
sistemas jerárquicos o de rango, donde elites emergentes compiten por el control de la
producción e intercambio de estos recursos. Según la autora, estos modelos simplifican
las relaciones entre el poder social y el control ejercido sobre la producción, y prestan
poca atención a la diversidad de las economías de prestigio (op. cit.).

Trubitt (2003) cree que la identificación de una especialización en la producción de


ornamentos de conchas es muy debatida debido a la asociación entre especialización
artesanal y complejidad social. Esta especialización dice la autora, ha sido interpretada
siguiendo varias líneas de evidencia. Algunos investigadores ponen énfasis en la
cantidad de herramientas y desechos, otros métodos involucran una estimación de la
producción excedente para evaluar la intensidad de la producción, un examen de la
estandarización de las herramientas y los productos finales, o los rangos de producción
exitosa (op. cit.).

Tosi (1989) propone poner atención en los siguientes indicadores arqueológicos para
determinar el grado de especialización artesanal: la presencia de indicadores de
manufactura, la proporción relativa de indicadores de producción artesanal en el sitio, su
concentración y el grado de concurrencia espacial de diferentes actividades de
procesamiento.

Esta especialización intrasitio se caracteriza por la distribución de los indicadores


arqueológicos de uno o más oficios en una o en un pequeño número de áreas de
actividad. Un examen de la especialización intersitio es más complejo, pues aquí el
grado de diferenciación entre asentamientos distintos refleja volúmenes de intercambio
local y una integración económica más amplia en un territorio mayor.

48
Según Tosi (1989), la producción artesanal centralizada consiste en dos formas
principales de distribución del trabajo; el caso más frecuente muestra un control central
combinado con una concentración física de talleres en los asentamientos hegemónicos, y
otro caso presenta un control central que rige la distribución de la producción de
unidades dispersas. Una fuente común de error es la tendencia a tratar todos los oficios
como entidades compactas, aunque sean de hecho un conjunto de operaciones de
manufactura que no ocurren necesariamente en proximidad de tiempo y espacio (Tosi
1989).

Para muchos bienes las diferentes etapas de producción están dispersas en diferentes
lugares respondiendo a factores económicos o políticos de centralización (Tosi 1989).
La dispersión espacial del proceso de producción artesanal podría incrementarse de
acuerdo a un control centralizado sobre el sistema productivo como un todo,
correspondiente a un aspecto de la integración económica. En suma, el grado de
dispersión suministra un eje de variabilidad para valorar la integración y la
centralización en sistemas complejos emergentes.

Siguiendo a Tosi (1989), definiremos como área de actividad a un lugar donde se


distribuyen el trabajo para la ejecución de una o varias etapas de manufactura. La
complejidad de organización en la producción artesanal será evaluada en términos del
tamaño de las áreas de actividad y el número de fases del proceso de trabajo realizadas
en proximidad espacial.

La densidad de medios o instalaciones para procesar el material, las concentraciones de


instrumentos y residuos permiten una medición directa de la intensidad del trabajo
artesanal. En cambio, la presencia de material almacenado o reciclable es de baja
significación interpretativa, especialmente cuando ocurre de forma aislada. Es decir, la
identificación de áreas de actividad basada en la concurrencia de varias clases de
indicadores sería más confiable que restos de artículos de una sola clase (Tosi 1989).

49
Por otra parte, la clasificación de los bienes es dependiente del contexto y debería
basarse en el agrupamiento de todos los objetos recolectados del complejo cultural bajo
estudio, de acuerdo con los atributos de uso y materia prima que determinan las etapas
de manufactura. Estas etapas de manufactura están históricamente determinadas y
pueden variar enormemente en el espacio y el tiempo, aunque lo productos terminados
en general sean morfológicamente similares. Por lo que, las clasificaciones descriptivas
de bienes basados únicamente en productos terminados pueden derivar en conclusiones
erróneas. Tosi (1989) recomienda clasificar los bienes de acuerdo con dos parámetros
principales: tipo de manufactura y tipo de producto final. Una tercera variable utilizada
comúnmente es el tipo de materia prima, sin embargo, el autor plantea que este último
aspecto es sólo un parámetro secundario y considera de mayor importancia el proceso de
manufactura. Ya que, por específica que pueda ser la caracterización de la materia
prima, no es de gran utilidad analítica si la demanda en el pasado no estaba
inmediatamente orientada a un recurso particular, sino a un atributo simple fácilmente
compartido por diversos materiales. Esto se aplica directamente a artículos de prestigio
(op. cit.).

La mayoría de las definiciones de economías de prestigio ponen acento en el control


sobre la producción e intercambio de estos bienes, cuyos mecanismos de control serían
directos en el caso de sociedades con altos niveles de centralización política (Peregrine
1991). En grupos donde el estatus de la elite y su autoridad política no están firmemente
asentados en un código legal o en el uso de la fuerza pública, estos mecanismos de
control consistirían en una serie de estrategias que permitirían a las elites monopolizar o
controlar el acceso a esta clase de bienes preciosos mediante el control de su proceso
productivo (Earle 1987; Peregrine 1991).

En el caso de los ornamentos personales, dice Peregrine (1991), una forma alternativa
empleada por las elites para restringir su acceso masivo es utilizar objetos que requieren
una labor extremadamente intensiva o métodos de producción tecnológicamente
sofisticados. Mediante el soporte tecnológico de los artesanos y proveyendo los medios

50
necesarios para crear estos objetos las elites ganarían un control efectivo sobre los bienes
en sí mismos (op. cit.). En este contexto, el autor concibe la especialización artesanal
como un reflejo de la necesidad de elites emergentes de validar su autoridad política
mediante el despliegue de poder que implica utilizar visiblemente, en la indumentaria,
objetos de un alto valor social. El autor los interpreta como símbolos de estatus que
representarían físicamente la autoridad política de sus portadores, otorgándoles
legitimidad mediante su posesión (Peregrine 1991).

Para este autor, el trabajo intensivo y la sofisticación tecnológica son correlatos de la


especialización artesanal, e implican que individuos particulares emplean una cantidad
creciente de su tiempo produciendo ornamentos personales de elite o desarrollando
técnicas avanzadas para su producción (Peregrine 1991). Así, la relación entre la
emergencia de elites poderosas y los avances en la especialización artesanal aparece
asociada a un incremento significativo de la cantidad de trabajo invertido en la
confección de ornamentos personales, que tiene por objeto controlar más fácilmente el
acceso a ellos. Esta necesidad de control sería el correlato de una estrategia política
dentro de la cual esta clase de objetos son utilizados para legitimar autoridad.

La relación existente entre la especialización artesanal y la centralización política en las


diferentes sociedades analizadas por Peregrine (1991), dependería de una estrategia
mediante la cual las elites utilizarían de manera creciente a especialistas artesanales para
la producción de ornamentos personales exóticos que les permitirían diferenciarse a sí
mismos del resto de la sociedad. Esto lleva al autor a plantear que la especialización
artesanal, más que una actividad artística o económica es ciertamente una actividad
política (op. cit.).

Dentro de la caracterización generada por Peregrine (1991) el trabajo de manufactura


empleado para producir ornamentos formatizados a partir de conchas marinas, es
considerado como de alto nivel, ya que requiere de un trabajo intensivo o del manejo de
métodos especiales. Por otra parte, el trabajo de adquisición también se consideró de alto

51
nivel, el cual fue atribuido a materiales no disponibles localmente que fueron
intercambiados con otras sociedades, o que encontrándose disponibles localmente
requieren de un gran esfuerzo para su obtención como por ejemplo los metales derivados
de la explotación minera (op. cit.).

Una observación interesante realizada por el mismo autor a partir de análisis estadísticos
de una amplia data empírica transcultural, es que en sociedades con niveles crecientes de
centralización política el acceso a materias primas no locales para elaborar ornamentos
no parece ser un factor tan relevante como la cantidad de trabajo invertido en la
confección de los mismos. La que aumentaría manifiestamente a medida que se
incrementan los niveles de centralización política, observándose ornamentos cada vez
más complejos y/o profusamente decorados (Peregrine 1991).

Ahora revisaremos aspectos relacionados con la dimensión simbólica de la tecnología,


que pueden explicar en un nivel más profundo rasgos tecnológicos externos de los
artefactos, como elecciones de ciertas materias primas o características morfológicas y
que, cobran aún mayor importancia tratándose de bienes especiales como los artículos de
prestigio.

Consideraremos a toda acción tecnológica como el resultado de un conocimiento


específico, el cual es el producto final de todas las posibilidades y opciones percibidas a
nivel individual o social, las cuales dan forma a una determinada acción tecnológica.
Estas opciones son representaciones sociales que pautan la acción tecnológica e incluyen
la opción de usar ciertos medios de acción sobre la materia, la elección de procesos
tecnológicos y la elección de la forma en que la acción en sí se llevará a cabo
(Lemonnier 1992: 6).

Las elecciones tecnológicas se encuentran fuertemente influidas por aspectos


ideacionales mediante las representaciones sociales (Lemonnier 1992) que,
simplificadamente, corresponden a un conjunto de ideas compartidas por los miembros
de un grupo social dado y pueden ser explícitas o implícitas. Las representaciones

52
sociales de la tecnología influyen en la génesis y transformación de los sistemas
tecnológicos y son el canal mediante el cual el fenómeno social pauta los
comportamientos relacionados con la tecnología (op. cit.).

Lemonnier (1992) plantea que al estudiar la cultura material en sociedades tradicionales


no debemos sólo concentrarnos en los aspectos inmediatos de ésta ya que existe
información entre líneas referida a los aspectos simbólicos involucrados en los sistemas
tecnológicos. Lo cual implica elecciones arbitrarias de técnicas, acciones físicas y
materiales, aspectos que no están dictados simplemente por la función sino que son
componente integral de un gran sistema simbólico. El autor cree que estas elecciones no
se relacionan ni con el medioambiente ni con lógicas estrictamente técnicas o materiales
(funcionales) y pueden ser el reflejo de la aplicación, mayoritariamente inconsciente, de
una serie de principios de clasificación indígena o etnoclasificación (op. cit.:64).

Esta situación es constatada incluso en la tecnología propia de la sociedad moderna


industrial ejemplificada por el caso de la aeronáutica, dominio altamente avanzado y
sofisticado. Lemonnier (1992) demuestra cómo las ideas previas o concepciones de
cómo debe ser o verse un avión influyen fuertemente a los ingenieros, perpetuando los
modelos de diseños existentes. Es así como a pesar de su eficiencia los artefactos de
aspecto inusual no llegan a ser producidos en serie.

Existen diferentes tipos de rasgos tecnológicos: unos comunican información como la


decoración o detalles formales secundarios con escasa o nula función física y la mayor
parte de su lectura es inconsciente. Otros rasgos tienen acción en el mundo material
mediante características con algún grado de arbitrariedad en cuanto a su función física.
Estos tienen relación con clasificaciones más amplias del mundo material, pueden ser
totalmente inconscientes y son el resultado de la acción de representaciones mentales.
Finalmente, existen otros rasgos tecnológicos que no tienen un significado legible
inmediatamente y podrían participar en sistemas de significado que no están vinculados

53
con la identidad o la estratificación social, sino con cuestiones ligadas al significado del
mundo (Lemonnier 1992:88).

La cultura material y las elecciones tecnológicas pueden expresar identidad social tanto
al exterior del grupo (identidad étnica) como al interior del mismo (p.e. categorías de
género o edad). Y también puede usarse en negociaciones sociales o manipulación. Sin
embargo Lemonnier (1992) cree que no hay una explicación del porqué algunos
aspectos de la cultura material y no otros son usados para expresar ciertas relaciones
sociales. Esto remite a la pregunta de cómo una variación en la cultura material se
inscribe dentro de un sistema de significado particular. La respuesta del autor es que no
hay generalización posible, lo cual restringe la capacidad de interpretación en
arqueología (op. cit.:88).

Algunos rasgos tecnológicos que están directamente implicados en acciones en el mundo


material remiten constantemente a una representación ideológica particular, e incluso
son indicadores objetivos de significado y por tanto pueden ser llamados símbolos
(Lemonnier 1992: 89).

En suma, la cultura material no puede reducirse sólo a artefactos, su dimensión visible,


ya que estos son parte integral de un sistema de significado más amplio y no pueden ser
entendidos sino en relación a los otros elementos del sistema. Esta constatación es más
bien desalentadora para la disciplina arqueológica comúnmente restringida a la
dimensión material de la cultura.

Otra afirmación en el mismo sentido es hecha por Baudrillard (1969) quien estudia el
sistema moderno de los objetos, planteando, respecto a la relación que mantienen las
personas con sus artefactos en las sociedades con sistemas tradicionales, que mientras la
energía invertida es muscular (tanto humana como animal), inmediata y contingente; los
objetos o herramientas permanecen arraigados en la relación humana, con una gran
carga simbólica. Esta estabilidad de la energía trae consigo el estancamiento del
instrumental, pues la posición relativa del objeto o herramienta casi no cambia a través

54
de los siglos. Esta relación profunda y gestual del hombre con sus objetos, en la cual se
resume su integración al mundo y a las estructuras sociales, puede ser de una gran
plenitud, lo que se advierte en la belleza o “estilo” de los objetos. Sin embargo, esta
relación es en el fondo un constreñimiento que, paralelamente al de las estructuras
sociales, opone obstáculos a la innovación.

Baudrillard (1969) plantea que, en los sistemas tradicionales existen tres aspectos de
carácter solidario en la relación con los objetos. Primero, la función primaria del objeto;
segundo, las pulsiones y necesidades primarias de las personas; y tercero, la relación
simbólica existente entre ambos. Según este autor, el simbolismo del objeto, en su
acepción etimológica consiste en que, cada uno de sus términos por sí solo es capaz de
resumir una cadena completa de significados. El objeto es símbolo, no de algún caso o
valor exterior, sino de toda la serie de objetos de la cual es término o significante, al
mismo tiempo que de la persona a la cual pertenece el bien (op. cit.). En la sociedad
técnica industrial hay un desvanecimiento de esta relación simbólica que trata de
compensarse mediante la transitividad acelerada de las formas. Es aquí donde termina
definitivamente una posición relativa milenaria de los objetos, es decir, su rango
antropomórfico: “en la abstracción de las fuentes de energía” (op. cit.).

Para el autor (1969:98) todo objeto tiene dos funciones básicas: una la de ser utilizado y
otra la de ser poseído. La primera pertenece al campo de la totalización práctica del
mundo para el sujeto, la segunda corresponde a una totalización abstracta del sujeto por
él mismo fuera del mundo. En este contexto, la calidad específica del objeto, o su valor
de cambio, pertenece al dominio cultural y social. Su singularidad absoluta, por el
contrario, es algo que tiene como campo el ser poseído por la persona, lo cual le permite
reconocerse en él como un ser absolutamente singular. Para el autor, esta tautología
constituye toda la densidad de la relación con los objetos (op. cit.).

En cuanto a la relación entre los objetos y los hábitos humanos, tanto en el sistema
tradicional como moderno, Baudrillard (1969:106) cree que cada objeto oscila entre su

55
especificad práctica (su función) y la absorción de un conjunto de elementos (serie-
colección), en la que se convierte en término de un discurso latente, elemental y
repetitivo. Este sistema discursivo de los objetos es homólogo al de los hábitos. El
objeto constituye el sustento de un complejo de hábitos y es un punto de cristalización
de rutinas del comportamiento. Y a la inversa casi todos los hábitos giran en torno a
algún objeto. Unos y otros se implican inextricablemente en la existencia cotidiana.

3.4. Los moluscos como objetos simbólicos en el área andina

El territorio norte de Chile se ubica en el centro de la denominada Provincia


Malacológica Peruano-Chilena que se extiende desde Bayovar al norte del Perú (5º lat.
S) hasta la isla de Chiloé en el sur de Chile (43º lat. S). Esta provincia se ubica en la
región cálido-temperada del Hemisferio Sur y posee una rica fauna típica de aguas
temperadas o frías, cuya penetración al norte del trópico de Capricornio se debe a la
influencia de la Corriente de Humboldt (Guzmán et al. 1998).

La utilización intensiva de los recursos marinos en el norte de Chile tiene gran


profundidad temporal, encontrándose entre las evidencias más tempranas de Sudamérica
(Waselkov 1989). Llagostera (1979) ha demostrado que, hace ya 10.000 años A.P.,
existían en la costa árida de Chile grupos que explotaban eficientemente el litoral,
sentando las bases del proceso de adaptación costera experimentado por las poblaciones
del norte chileno.

Como materia prima, las conchas de Choromytilus chorus fueron utilizadas en la costa
norte desde el período Arcaico para la elaboración de anzuelos, persistiendo su
utilización hasta la incorporación de nuevos materiales para su confección (Bird 1988
[1943]). En Quiani se detectó una ocupación iniciada en el Precerámico que continua
luego de la introducción de la agricultura, para ser abandonado antes del uso de la
cerámica y el tejido. Los únicos artefactos considerados característicos de este basural
son los anzuelos de concha de C. chorus (op. cit.).

56
Sin embargo, nuestro interés no está centrado en la utilización de los moluscos marinos
como alimento o elaborados en objetos de subsistencia, sino empleados como objetos en
sí mismos o como materia prima para elaborar artefactos de carácter simbólico.

Bird (1988 [1943]) a partir de sus trabajos realizados en la costa norte de Chile en la
década de 1940, señala la presencia de algunas cuentas de concha que considera escasas
tanto en los basurales como en las tumbas registrados en Arica. En Quiani se
encontraron sólo dos cuentas discoidales de concha y dos tubulares hechas en hueso de
ave. Los cementerios adjuntos no se hallan necesariamente asociados al conchal, sin
embargo dos tumbas arrojaron restos de adornos de conchas, consistentes en algunas
cuentas discoidales y dos pequeños discos pulidos de concha de almeja. Hay otra tumba
que registra cuentas tubulares de lapislázuli.

El cercano sitio de Playa Miller continúa la ocupación hasta el período cerámico (Bird
1988 [1943]). Aquí se registró una única cuenta de concha proveniente de las
excavaciones. Según el autor está cuenta parece estar hecha de concha de Spondylus
rojo, aunque señala que la identificación no es segura. Así mismo, entre los artefactos
misceláneos, Bird describe adornos de concha para los sitios cerámicos más
meridionales de Punta Pichalo y Taltal. En ninguno de los casos señalados, los adornos
de concha fueron considerados como objetos característicos de las poblaciones que
produjeron estos contextos arqueológicos, considerando su recurrencia y cantidad en
relación al volumen de material excavado (op. cit.).

Por su parte, en el sitio Tiliviche 1 B ubicado 40 km. al interior de la costa de Pisagua,


con un patrón de ocupación intermitente probablemente articulado con la costa y que
arrojó restos de maíz datados en 6.000 años A.P. (Núñez 1986, Castro y Tarragó 1992),
se registraron rasgos típicamente arcaicos como restos de cuyes (Cavia porcellus.),
puntas foliáceas denticuladas, esteras de totora, cestería y cordelería vegetal asociados a
conchas de Oliva peruviana.

57
Núñez (1984:138) en su catastro de bienes traficados entre la costa y las tierras altas,
define como bienes de estatus a las conchas de moluscos del Pacífico, junto con plumas,
calabazas pirograbadas, alucinógenos, alcaloides, fauna y vegetales exóticos. El autor
postula que la presencia de conchas en contextos interiores sería un indicador de ese
tráfico. Su presencia se remonta al período Precerámico Temprano en sitios del altiplano
de Arica, datados desde el 8.000 a.C. (Santoro y Chacama 1982; Núñez 1984). También
reseña que en los asentamientos arcaicos de las tierras altas del área Circumpuneña,
como Puripica, Tambillo y Tulán, son comunes los restos de conchas y cuentas de ostión
(Argopecten purpuratus), Concholepas concholepas, Oliva peruviana y Choromytilus
chorus, con dataciones entre los 3.000 a 2.000 años a.C. (Núñez 1982, 1984).

Núñez (1984:142) plantea que la presencia de conchas y restos de alimentos marinos en


el interior es relativamente común durante los períodos cerámicos y que su presencia en
asentamientos tempranos como Tarapacá-42 es elocuente. Supone que durante los
períodos Medio y Tardío el tráfico de conchas se incrementa, registrándose
frecuentemente en zonas alejadas de la costa como el Loa medio, donde se identificaron
restos de Argopecten purpuratus, Concholepas concholepas, Semele solida y
Sthrophocheilus oblongus, utilizados en adornos o con funciones domésticas como
cucharas, raspadores de alfarería y contenedores de pintura.

Las conchas del Pacífico también aparecen en sitios tardíos del Noroeste Argentino en
Humahuaca, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero (Núñez 1984). A esto se suma al
registro de caracoles de agua dulce provenientes de la región oriental de los Andes en
contextos de los oasis piemontanos circumpuneños, utilizados como depósitos de
pigmentos y alucinógenos. Según el autor, en general las conchas completas tienen este
uso, pero también se registran tallados de figurillas, colgantes, cuentas y fragmentos
molidos en ofrendas (op. cit.).

Núñez cree (1984) que la recurrencia de estos elementos en la secuencia regional desde
etapas precerámicas, indicaría que cumplían un rol tradicional, ligado a ceremonias y a

58
valores de estatus; pero a medida que las evidencias se alejan del litoral tendrían una
mayor relevancia y significado, pudiendo alcanzar valores insospechados. Tal como
ocurre, por ejemplo, con las estrellas de mar que etnográficamente son usadas en el
altiplano tarapaqueño para tratamientos curativos. El autor plantea, además, que en la
actualidad no se ha logrado establecer una función más doméstica para las conchas
marinas, salvo un dato etnográfico sobre las tejedoras atacameñas, quienes aún utilizan
valvas de ostión para apretar los hilados de la trama (op. cit.).

En Iquique, por otra parte, durante el período Tardío se realizaron “sacrificios”


humanos, ritual incaico denominado capaccocha, en el Cerro Esmeralda comúnmente
denominado Cerro de la Cruz. Estos registros constituyen la única evidencia de este tipo
que no se halla en las altas cumbres de Los Andes y en vez se emplaza en la Cordillera
de la Costa, probablemente en asociación a la adyacente mina de plata de Huantajaya.
Checura (1977) señala que asociado al cuerpo de la mujer que pertenecería a la “realeza”
incaica, se encontraron dos valvas de Spondylus que constituyen parte de la rica ofrenda
de esta mujer, además de cerámica y textilería cusqueña finamente decorada. Según
pudimos observar en el Museo Regional de Iquique, donde este contexto se encuentra en
exposición, las valvas corresponden a Spondylus princeps princeps y presentan un
pulido de la superficie exterior que alisó completamente las protuberancias
características de esta concha. No se encontraron las típicas figurillas recurrentes en
estos entierros de altura, generalmente elaboradas en oro, plata o concha de Spondylus,
sin embargo, este hecho puede deberse a las condiciones fortuitas del hallazgo que fue
realizado por obreros que trabajaban en el sector.

Por su parte, los artefactos de conchas con usos no asociados a la subsistencia tienen un
amplio registro en la prehistoria andina central. Desde la aparición de valvas de
Choromytilus chorus en el templo de Chavín de Huántar (Sandweiss 1985) hasta la
utilización intensiva del Spondylus princeps o mullu durante el período Intermedio
Tardío y en el Horizonte Tardío por parte del estado incaico (Hocquenghem 1993), los

59
arqueólogos han constatado la presencia de conchas marinas en contextos interiores,
intuyendo un significado especial para estos elementos exóticos.

La importancia ritual de Choromytilus chorus ha sido discutida por Sandweiss (1985),


quien señala que este molusco precede a la utilización del Spondylus en los Andes
Centrales, cumpliendo una función ritual similar que fue desplazada cuando cambiaron
los contextos de actividad ritual desde un ámbito doméstico a otro dominado por los
especialistas religiosos, alrededor del año 500 a.C. La aparición de valvas de C. chorus
con restos de pigmento en sitios costeros datados en 2.000 años a.C. como Garagay y
Salinas de Chao, la presencia de valvas trabajadas en el sitio de Kotosh en la sierra y los
contextos arqueológicos de Chavín de Huántar y Huaricoto en el Callejón de Huaylas,
atestiguarían la temprana importancia ritual de este molusco en los Andes Centrales. Por
lo tanto, su uso se remontaría al período Precerámico Tardío extendiéndose por
alrededor de 1.500 años, hasta que el uso del Spondylus se populariza y aumenta su
disponibilidad, apareciendo incluso en la iconografía pública (Sandweiss 1985).

En general, la aparición de conchas de Spondylus en contextos arqueológicos de los


Andes Centrales también es temprana, registrándose en sitios precerámicos como La
Galgada y Aspero (Feldman 1985; Grieder y Bueno 1985; Hocquenghem 1993). Con
todo, los hallazgos de Spondylus en sitios del Horizonte Temprano y del período
Intermedio Temprano son relativamente pocos, van aumentando en los sitios del
Horizonte Medio, siendo muy numerosos en los sitios del período Intermedio Tardío y
del Horizonte Tardío (Hocquenghem 1993).

Hocquenghem (1993:702) plantea que en los Andes Centrales el mullu era objeto de
culto a los antepasados. Se depositaban las conchas enteras en las tumbas de los
miembros de la élite o se presentaban como ofrendas a los ancestros míticos, y también
tallados de figuras geométricas, zoomorfas, fitomorfas, en chaquiras o en polvo. Así
mismo, fueron objetos de prestigio concentrados por los miembros de ciertas élites (op.
cit.).

60
Según esta autora, las conchas de moluscos figuran en la iconografía central andina
desde el Horizonte Temprano, estando presentes en las esculturas de Chavín de Huántar
(Rowe 1973; Hocquenghem 1993) y en escenas representadas en la cerámica Moche,
Sicán y Chimú.

Más aún, Marcos (2002) señala la existencia de un rito propiciatorio de la lluvia y la


fertilidad que involucraba la asociación del Spondylus princeps (mullu) con una
trompeta hecha de Strombus peruvianus (pututo) que habría surgido en la zona de la
costa ecuatoriana en los albores de la sociedad Valdivia durante el Formativo Temprano.
Estos símbolos luego fueron adoptados en el área Andina Central para después
difundirse a toda Andino América y luego a Mesoamérica. La importancia de estos
moluscos, propios de la provincia malacológica Panámica-Pacífica, motivó la formación
de extensas y complejas redes de intercambio que abastecieron de estos insumos rituales
exóticos a toda la América precolombina, mediante un intenso tráfico a larga distancia
que aparte de estas conchas movilizaba otros artículos de prestigio.

Murra (1975) por su parte, señala que en el área central andina y en el altiplano el mullu
era considerado indispensable para hacer llover. Se demandaban cantidades que podrían
considerarse industriales, ya que en forma de pedazos triturados o polvo eran ofrecidos a
sus dioses para evitar la sequía que siempre amenazaba los cultivos altoandinos. El autor
reproduce una cita del cronista Cobo que señala que se sacrificaban conchas de mar a las
fuentes, hijas de la mar, que es la madre de todas las aguas y según el color se utilizaban
de diferentes formas, enteras, quebradas, molidas o en polvo y como masa para figuras.
Se ofrecían estos sacrificios a las fuentes o puquios después de la siembra para que no se
secaran los cultivos y hubiese agua en abundancia.

Según Reinhard (1983) el mullu estaba asociado a los ritos relacionados con el agua y la
lluvia. Su concha constituyó una importante ofrenda para las fuentes de agua. Este
material fue la ofrenda favorita de los Incas y está presente en casi todos los santuarios
de altura reafirmando la conexión simbólica entre las montañas y la Mamacocha, madre

61
de todas las aguas. Los Incas creían que el origen último de las aguas era el océano, así
el mullu era considerado como hija del mar y su importancia puede entenderse en
función de esta conexión. (op. cit.)

Murra (1975) también señala que el mullu era el alimento favorito de los dioses
refiriéndose a una tradición oral recogida durante el siglo XVI en la zona cusqueña, que
cuenta que el hijo del dios Pariacaca rechazó la comida que le ofrecía el Inca exigiendo
mullu como alimento, el que devoró al instante rechinando los dientes al masticar.

Otro aspecto señalado por este autor (Murra 1975) es la gran importancia económica,
además de la ceremonial que tuvo el Spondylus en los Andes. Esto motivó la formación
de extensas redes de intercambio, pues según los cronistas el mullu era más apreciado
que el oro y las piedras preciosas por los nativos y parece haber sido una especie de
moneda precolombina.

Al respecto Marcos (2002) señala que el intercambio del mullu dio origen al
establecimiento de una red de intercambio a larga distancia capaz de manejar e
intercambiar productos naturales del hábitat ecuatorial, las manufacturas y otros
artículos de prestigio que se intercambiaban por ellos. Esta red fue monopolizada por los
pueblos navegantes del área Septentrional Andina quienes mantuvieron intensas
relaciones de intercambio a larga distancia con Andinoamérica y Mesoamérica. El autor
también menciona la doble valoración del Spondylus, una como bien ritual tradicional, y
la otra en forma de sartas de cuentecillas que funcionaron como medio de intercambio;
una suerte de moneda y fueron sujetos de acumulación por parte de las élites. Estas
sartas sirvieron para obtener artículos de prestigio de uso común y servicios (op. cit.).

Fuentes etnohistóricas indican la importancia del Spondylus en los Andes hasta el siglo
XVII (Hocquenghem 1993).

Incluso, los moluscos y sus valvas aún hoy en día son utilizados por poblaciones
indígenas andinas con fines mágicos y curativos. Hocquenghem (1993) señala que

62
actualmente el Spondylus forma parte de los implementos de las mesas de curanderos y
brujos. Por su parte, Saavedra (2002) señala haber presenciado la venta de varias
especies de moluscos terrestres en ferias indígenas de Perú y Ecuador, así como de
valvas de Spondylus princeps en cuyo interior se efectúa la trituración de hierbas o se
guardan mezclas o preparaciones de recetas populares (op. cit.).

Saavedra (2007) también menciona el consumo de moluscos terrestres frescos en


poblados de los Andes y la selva tropical con fines medicinales dentro de la farmacopea
indígena, que naturalmente recoge tradiciones y prácticas heredadas de las culturas
precolombinas. Es así como el autor describe el caso de un hombre joven de la sierra
peruana que trataba los síntomas de su epilepsia comiendo una preparación hecha a
partir de un molusco terrestre de acuerdo con una antigua receta popular, que prescribía
el método de captura, su preparación y posología.

A partir de esta revisión constatamos que los moluscos y sus valvas han tenido
importancia como objetos económicos y simbólicos tempranamente desde el período
Arcaico, tanto en los Andes Centrales como en el área Centro-Sur Andina, situación que
continúa hasta la actualidad en las sociedades indígenas del área, donde se registran
además usos medicinales. A menudo se ha relacionado el uso de valvas con la
parafernalia ritual según asociaciones iconográficas y datos etnohistóricos. Es posible
observar que, con el paso del tiempo su uso se vuelve cada vez más selectivo y
específico, llegando incluso al intercambio de conchas a larga distancia durante la
prehistoria como es el caso del Spondylus y Strombus, ambos importados desde la lejana
región Ecuatorial. Esta situación se observa tanto en los Andes Centrales como en el
área Mesoamericana.

Concluimos señalando que en los Andes, así como en toda la América precolombina, las
conchas de moluscos han tenido durante la prehistoria usos diversos vinculados a la
esfera económica y ceremonial, siendo utilizados como bienes de intercambio, tributo,
bienes de prestigio, suntuarios y como ofrenda funeraria. Nos parece muy sugerente el

63
hecho recurrente de que se utilicen valvas de moluscos para la confección de objetos y
ornamentos que están vinculados, ya sea con el ámbito económico o ideológico, con la
riqueza y la abundancia.

64
CAPÍTULO IV: METODOLOGÍA

4.1. Muestra

Nuestra muestra de estudio consiste en el material malacológico recuperado


sistemáticamente mediante recolecciones de superficie realizadas en un 10% de las
estructuras de cada sitio arqueológico. Las excavaciones estratigráficas se llevaron a
cabo en alrededor de un 1,2% de los mismos.

4.2. Tratamiento

El material obtenido fue objeto de un análisis de sus características formales a partir de


una observación directa de cada componente; a simple vista y con lupa. La metodología
utilizada comprendió las fases que se detallan a continuación. Este procedimiento se
realizó con el material proveniente de un total de nueve sitios arqueológicos ubicados en
espacios interiores de la región de Tarapacá, no obstante en este estudio consideramos
sólo cuatro de ellos10.

1) Determinación taxonómica de especies de acuerdo al sistema binominal utilizando los


criterios enunciados por Osorio (2002), Marincovic (1973), Oliva y Castilla (1992) y
Guzmán y colaboradores (1998). En los casos que se requirió se consultó la opinión de
un malacólogo especialista.

2) Cuantificación de los componentes malacológicos, diferenciando entre individuos


completos y fragmentos, utilizando el índice del NMI (número mínimo de individuos) de
manera convencional según las recomendaciones metodológicas de Waselkov (1987)11.

10
En los dos sitios restantes trabajados por el FONDECYT 1030923, ubicados en la costa de Pisagua, se utilizó una
metodología diferente dadas las características de estos contextos (ver Valenzuela 2004).

11

a) Para gastrópodos como Oliva peruviana (caracoles) se consideró como un individuo la presencia del ápice de la
concha o la columela.
b) Para fisurélidos se consideró como un individuo la presencia de la apertura apical de la concha.
c) Para C. concholepas se consideró como un individuo la presencia del ápice de la concha.
d) Para bivalvos se consideró un individuo por cada dos charnelas.

65
No obstante, paralelamente se evaluó también el índice del Número Máximo de
Individuos que resultó ser útil en ciertos casos donde el NMI subestima la presencia de
alguna especie. Sin embargo, utilizamos el NMI para generar comparaciones entre los
sitios.

3) Estimación del tamaño de los ejemplares encontrados, los cuales fueron medidos con
pie de metro cuando se trató de valvas completas, utilizándose rangos de tamaño para
dimensionar los fragmentos y desechos.

4) Caracterización de artefactos e instrumentos. Se observaron además los rasgos


distintivos de los objetos elaborados. Las cuentas de concha fueron analizadas de
acuerdo con los criterios enunciados por Claassen (1998), consignándose las medidas
respectivas. Junto a estos artefactos tenemos herramientas confeccionadas
principalmente sobre bivalvos que, según Claassen (op. cit.), serían utilizados
principalmente para trabajar el hueso y la madera. En estos casos se tomaron las
medidas correspondientes y se realizaron descripciones completas.

Para denominar las diferentes formas que presenta el material malacológico en proceso
de elaboración tomamos la nomenclatura utilizada por Hocquenghem (1994), quien
define como trozo a formas rectangulares o cuadradas que resultan de cortes verticales
realizados en una valva, atravesados por un corte horizontal. Los nódulos son trozos a
los cuales se han alisado los contornos para luego se utilizarlos en la confección de algún
artefacto o cuenta.

5) Los desechos de manufactura producto de la elaboración de cuentas y otros artefactos


también fueron analizados según los criterios de Claassen (1998), siendo cuantificados y
sus medidas estimadas mediante rangos de tamaño.

6) Se tomaron fotografías digitales en los casos que se consideró apropiado.

66
El estudio intensivo de los sitios seleccionados por esta memoria fue llevado a cabo
mediante las siguientes etapas:

1) Determinación de la distribución espacial de superficie y estratigráfica expresada


mediante frecuencias absolutas y relativas, de los distintos componentes malacológicos
recuperados en cuatro sitios arqueológicos de la sierra de Tarapacá.

2) Se analizaron los contextos que presentaron evidencias de trabajo de manufactura de


objetos en conchas marinas, intentando establecer sus métodos de elaboración y las
cadenas operativas. Se seleccionó para cada sitio una muestra de recintos que tuvieron
concentraciones de material y presentaran depósitos estratigráficos significativos para
reconstruir las asociaciones contextuales en profundidad, privilegiando los contextos
fechados.

3) Se rastrearon las asociaciones contextuales en ciertos recintos, intentando reconstruir


la secuencia de actividades que se desarrollaron en los espacios donde hay evidencias
malacológicas. Indagamos en busca de estas asociaciones para caracterizar los tipos de
contextos donde aparece el material de estudio. Determinando si se trata de contextos de
actividad doméstica o pública y otras características distintivas como la presencia de arte
rupestre, áreas específicas de actividad o asociación con sectores funerarios. Más la
eventual presencia de otros materiales destacados.

4) Para aproximarnos al simbolismo de los artefactos de conchas marinas en el contexto


social en que se insertan buscamos asociaciones en el ámbito funerario correspondiente
a los atuendos de los muertos, analizando el ajuar y ofrendas mortuorias de una
población asociada al complejo cultural Pica-Tarapacá registrada en el cementerio tipo
Pica 8.

Realizamos el análisis del material funerario del cementerio Pica 8 a partir del registro
de colecciones arqueológicas efectuado por Catalán (2007); quien analizó los materiales
misceláneos provenientes de este cementerio prehispánico, entre otros.

67
Los datos generados se complementaron con observaciones del material proveniente del
sitio Pukarqollu ubicado en el altiplano de Isluga y del material superficial colectado en
los sitios funerarios Citani en Isluga y Laymisiña en Camiña, que presentan
construcciones funerarias características de los desarrollos altiplánicos denominadas
chullpas, propias de la fase Camiña de Tarapacá.

68
TERCERA PARTE

CAPÍTULO V: ANÁLISIS Y RESULTADOS

5.1. Los sitios arqueológicos


Presentamos a continuación los resultados de nuestros análisis por cada sitio estudiado,
no sin antes reseñar parte de los antecedentes generados por las recientes excavaciones
estratigráficas y el estudio de los diferentes materiales de las poblaciones Pica-Tarapacá,
que consideramos importantes para discutir los resultados de nuestro estudio sobre el
material malacológico.

5.1.1. Sitio Camiña-1

La quebrada de Camiña o Tana forma parte del más meridional de los cinco valles
transversales que llegan al mar atravesando el árido desierto del Norte Grande de Chile.
El pueblo actual de Camiña así como la aldea prehispánica Camiña-1 y otros sitios
arqueológicos relacionados, se ubican en el curso medio de la quebrada homónima que
presenta en este tramo un sector de lecho de río más amplio donde se han emplazado los
campos de cultivo antiguamente y en la actualidad.

Camiña-1 se ubica a 83 km. de distancia de la costa, sobre una loma con afloramientos
rocosos ubicada en el talud norte de la quebrada a escasa distancia y al noroeste del
pueblo actual, en un sector conocido localmente como Juanca, en la coordenada
7864630N/454160E, a los 2.412 m. de altitud. Según Adán y colaboradores, este sitio se
compone de 588 estructuras densamente aglutinadas, organizadas en dos sectores
divididos por una vía de circulación principal edificada (orientada este-oeste). Existen
otras vías de circulación y corredores, los que en algunos casos se encuentran rellenados
hasta el nivel de las techumbres de los recintos. La construcción en ladera requirió la
aplicación de técnicas de aterrazamiento para generar superficies habitables (Adán et al.
2005). Este asentamiento comprende una extensa área calculada en treinta kilómetros

69
cuadrados, con una alta densidad de 184 recintos por cada hectárea de superficie (Urbina
y Adán 2007).

Según los mismos autores, en este sitio hay una alta ocurrencia de pequeñas estructuras
(alrededor de 200) que indicarían la existencia de prácticas de almacenaje. Y, por otra
parte, una ausencia de grandes espacios públicos sólo representados en el sector alto del
asentamiento, por lo que se infieren eventos de congregación comunitaria de menor
envergadura o realizados fuera del poblado. A la vez existió una sacralización de los
espacios de uso cotidiano mediante el entierro de difuntos al interior de algunas
viviendas (Adán et al. 2005).

Camiña-1 presenta elementos arquitectónicos que lo vinculan a la región serrana de


Arica como construcciones en laderas, uso mayoritario de la piedra, conglomerados
principalmente de planta circular; presencia de cistas y asociación a chullpas en las
cercanías (Adán et al. 2005). Estos rasgos señalan a la arquitectura como un elemento
unificador asociado a un modo de vida compartido de tierras altas. Este patrón
arquitectónico representaría una innovación del patrón formativo de Tarapacá vinculado
al ingreso de una tradición altiplánica en épocas tardías del asentamiento (op. cit.).

Como un rasgo característico y local propio de las estos poblados, grandes bloques
rocosos del mismo afloramiento donde se emplaza el sitio fueron integrados a la
fisionomía de la aldea como elementos constructivos y soporte para petroglifos que se
ubican tanto al interior como al exterior de los recintos; predominando en el sector sur
del asentamiento y en las cotas de mayor altura. Los bloques se ubican en lugares
visibles de fácil acceso y fueron intervenidos principalmente mediante técnicas de
sustracción y piqueteo presentando mayoritariamente diseños geométricos y zoomorfos,
aunque también se registran motivos antropomorfos y fitomorfos (Vilches y Cabello
2004).

En Camiña-1 los sectores habitacionales se asocian a extensas andenerías de cultivo,


cuya notable impronta sumado al análisis de las evidencias arqueobotánicas revelan la

70
existencia de una práctica agrícola intensiva y diversificada por parte de las poblaciones
habitantes de la aldea (García 2006). Algunas de estas terrazas de cultivo siguen siendo
utilizadas en la actualidad o fueron abandonadas recientemente, existiendo un sector alto
de andenerías asociado directamente a un antiguo canal de irrigación que llevaba el agua
de una vertiente aún activa, ubicada en la parte alta del asentamiento.

Lámina 5: Camiña 1, vista general del sitio en afloramiento rocoso

El estudio del material vegetal revela un uso alimenticio de especies silvestres locales de
la pampa como algarrobo y chañar entre otras, aunque en menor medida que en los
sitios más tempranos como Caserones, junto con un manejo silvícola basado en el
aprovechamiento especializado de maderas locales y foráneas (Vidal 2005). Se postula
una especialización en la producción agrícola de cultivos subtropicales, destacando
especialmente el maíz y con menor frecuencia zapallos y calabazas. A la vez, se constata
un tráfico de vegetales a larga distancia evidenciado por la presencia de plantas y
maderas provenientes de espacios diversos como la puna y los Valles Occidentales;
además de otros ambientes lejanos como la vertiente oriental andina (García y Vidal
2006).

71
Lámina 6: Camiña-, levantamiento topográfico y recintos excavados

72
Lámina 7: Quebrada de Camiña, vista desde el sitio

La muestra

En Camiña luego de efectuarse el registro arquitectónico del asentamiento y a partir de


la caracterización superficial y cruce de diferentes categorías ergológicas, se realizaron
recolecciones de superficie en 59 recintos, lo que corresponde al 10% del total de las
estructuras del poblado. A partir de esta información se seleccionaron 17 recintos para
efectuar las excavaciones, lo que constituye un 2,89 % del total. Estas, al igual que en el
resto de los sitios, fueron realizadas mediante cuadrículas de 1 m², combinando estratos
naturales y artificiales de 10 cm. de espesor.

Como resultado de las excavaciones se obtuvieron muestras de las diferentes


materialidades. A partir del análisis de las proporciones que estos presentan se infiere
que la mayoría de los recintos trabajados corresponden a espacios de índole doméstica
con un marcado predominio de material cerámico, carbón, lítico y óseo, los que
evidencian prácticas domésticas de preparación de alimentos asociadas a fogones. La
media estadística de profundidad de los depósitos es de 48 cm., llegando incluso hasta
los 83 cm. (Méndez-Quirós 2006).

73
El material lítico de Camiña-1 (Carrasco 2005) se vincula con diferentes actividades
domésticas tales como molienda y preparación de alimentos, faenamiento de animales y
procesamiento de otras materias primas como pieles o maderas. También se registraron
fragmentos de palas líticas. Se observa una tecnología expeditiva con uso predominante
de guijarros y lascas de filos vivos. No obstante, se detectó talla bifacial de instrumentos
como puntas y perforadores, restringidos espacialmente a algunos recintos e incluso
concentrados en ciertos niveles. Se registraron sólo tres cuentas elaboradas en mineral de
cobre, dos discoidales y una de forma ovalada, además de una cuenta cilíndrica hecha en
roca silícea blanca (op. cit.).

El análisis de los restos de faunísticos del sitio (González 2005) revela un patrón de uso
de fauna basado en el aprovechamiento de recursos circundantes como roedores, además
de un consumo importante de camélidos pero que no llega a constituir ganadería a gran
escala; como sí se observa en el sitio Pukarqollu excavado en el altiplano, donde esta
actividad provee el sustento alimenticio principal (González 2005; 2007). En Camiña-1
hay una escasa presencia de restos ictiológicos que representan una conexión con el
ámbito costero, asociada a la ocupación más temprana del sitio. Los restos de fauna en
general no son abundantes en los recintos excavados, con concentraciones
excepcionales. Además, se registran instrumentos de hueso formatizados y
aprovechamiento de lascas de material óseo, así como la presencia de una única cuenta
cilíndrica elaborada sobre hueso de ave (op. cit.).

Aquí se obtuvieron dos fechados radiocarbónicos que constituyen las referencias


temporales para el uso del asentamiento. La ocupación se iniciaría entre los años 1.020
al 1.210 cal. d.C. (930 a 740 AP)12, indicando en el sector Norte (recinto 296, estrato 2
C) los comienzos de la ocupación del sitio con rasgos formativos reflejados por el
material cerámico y faunístico, donde destacan restos de pescado. El término de la
ocupación en el sector sur (recinto 139, estrato 3-4) correspondería a un rango temporal

12
Beta 210442

74
entre los años 1.200 a 1.400 cal. d.C. (750 a 550 AP)13, coincidente con la presencia de
cerámica local típica del período Intermedio Tardío (Pica Charcollo y Pica Chiza),
además de aquella de tipo altiplánico.

El análisis del material cerámico más los resultados de estos fechados radiocarbónicos y
la segregación del sitio en mitades han permitido proponer dos momentos de ocupación
del sitio (Uribe et al. 2007). En el sector norte del asentamiento se registra un conjunto
de estructuras que sólo presentan el componente cerámico Pica-Tarapacá de forma
dominante y corresponderían a los comienzos de la ocupación del sitio. Mientras que en
el sector sur se observa un predominio del componente cerámico local asociado al
componentes del Altiplano Carangas más cerámicas foráneas de Arica y Atacama,
conjunto que representaría la fase clásica o tardía del Período Intermedio Tardío.

Una perspectiva complementaria es propuesta por Méndez-Quirós (2007) a partir del


análisis de las secuencias estratigráficas del sitio; evidencias que lo llevan a plantear un
crecimiento radial del asentamiento cuyo núcleo expansivo estaría constituido por los
recintos ubicados en la cumbre alrededor de la vía de circulación principal. Luego se
consolidaría la ocupación del sector sur alto, expandiéndose hacia el sector sur bajo para
luego superar los límites del muro divisorio y utilizarse más intensamente el sector norte
del sitio. El cual posiblemente presenta una ocupación dilatada en el tiempo que no logró
generar depósitos con diversidad artefactual antes del final de la época de uso del
asentamiento (op. cit.).

El material malacológico

A continuación caracterizamos el material proveniente de las recolecciones de superficie


y excavaciones, centrándonos en la diversidad de especies y estimando su abundancia
(frecuencias absolutas) y la representación de cada una en relación al total (frecuencias
relativas). Para lo cual utilizamos el índice del Número Mínimo de Individuos (NMI), al
igual que en cada uno de los sitios arqueológicos bajo análisis. A la vez consideramos la

13
Beta 210441

75
condición morfológica del material y sus frecuencias, para lo cual empleamos el índice
del Número Máximo de Individuos.

Recolecciones

De 59 recintos recolectados superficialmente, 11 presentaron restos de moluscos, lo que


equivale a un 18,6 % del total de recintos muestreados en el sitio. Estos se ubican
mayoritariamente en el sector sur y en las cotas altas (nueve de 11); mientras que los dos
restantes se ubican en la cumbre y en el sector norte alto, respectivamente.

El material superficial presenta un grado mayor de fragmentación en relación al material


excavado, lo que se atribuye a procesos tafonómicos postdepositacionales, como el
quedar expuestos al pisoteo o la intemperie.

Excavaciones

De acuerdo con el análisis estratigráfico (Méndez-Quirós 2006), se estableció que los


restos malacológicos están entre las materialidades más escasas del sitio, representando
un 6,55% del material cultural, presente en un 23,48% de las unidades estratigráficas
(capas y rasgos).

Sin embargo, de 17 recintos excavados 11 presentaron restos malacológicos, lo que


representa un 64,7 % del total de recintos muestreados, aumentando su frecuencia en
relación al comportamiento superficial.

Nuevamente, la mayor parte de estos se ubican en la mitad sur del asentamiento. De


ocho recintos, cuatro están en la parte sur alta y cuatro en la parte sur baja, uno se
localiza en la cumbre y otro en el sector norte bajo. El sector sur del sitio es justamente
donde se ha detectado el núcleo del asentamiento a partir de las características mostradas
por las secuencias estratigráficas (Méndez-Quirós 2007) y también es aquí donde se
encuentra la mayor cantidad de paneles con arte rupestre del yacimiento. A la vez, en

76
este mismo sector se concentran los tipos cerámicos foráneos característicos de la fase
clásica propuesta para el Intermedio Tardío tarapaqueño (Uribe et al. 2007).

La Tabla 1 muestra la distribución espacial de material malacológico proveniente de


recolecciones y excavaciones con sus frecuencias (NMI), de acuerdo con los sectores del
sitio definidos por Méndez-Quirós (2007). A la vez se consignan las diferentes especies
de moluscos presentes y sus frecuencias.

Sectores
Especie de molusco Cumbre Norte alto Norte bajo Sur alto Sur bajo Total f relativa
Argopecten purpuratus 1 1 2 4%
Australomegabalanus psittacus 1 1 2%
Choromytilus chorus 1 0 4 1 6 13%
Concholepas concholepas 2 2 4%
Indeterminada 0 3 0 3 7%
Oliva peruviana 0 15 13 28 62%
Tegula atra 1 1 2%
Tegula tridentata 1 1 2 4%
Venérido 0 0 0 0%
Total 1 0 0 26 18 45 100%
f relativa para cada sector 2% 0% 0% 58% 40% 100%
Tabla 1: Especies de moluscos, distribución espacial, frecuencias absolutas y relativas en
Camiña-1 según sectores del asentamiento
(Se destacan en negritas las mayores frecuencias relativas)

Observamos que los restos de conchas se concentran notablemente en la mitad sur del
sitio, principalmente en el sector sur alto. Los sectores sur alto y sur bajo reúnen en
conjunto el 98% del material malacológico del asentamiento.

En cuanto a las frecuencias de cada especie O. peruviana predomina ampliamente,


alcanzando un 62% de representación. Seguida de lejos por C. chorus que presenta un
13% de frecuencia. El género Tegula tiene un 6%, y A. purpuratus y C. concholepas
concentran un 4% de representación cada uno. Finalmente la categoría de especie

77
indeterminada corresponde a un 7% de los casos. El resto de las especies tienen muy
baja ocurrencia.

Al observar la distribución de material por cada recinto, como puede verse en la Tabla 2,
constatamos que las mayores concentraciones se hallan en tres de éstos: 215, 61 y 119,
dos de los cuales constituyen áreas de actividad. Por su parte los recintos 126 y 139
también muestran concentraciones aunque menores. Estos cinco recintos se ubican en el
sector sur del asentamiento: los recintos 215 y 139 en el sector sur alto y el 61, 119 y
126 en el sector sur bajo.

Observamos que el recinto 215 concentra un 40% del material, correspondiente al área
de actividad de mayor envergadura como veremos a continuación. Mientras que el
recinto 61 presenta evidencias más restringidas, concentrando un 20% de restos
malacológicos monocomponentes.

Los cinco recintos que presentan concentraciones de restos de moluscos se ubican en la


parte sur del sitio, sector que registra la mayor cantidad y diversidad de restos.

78
Recintos
Especie de molusco
52 61 117 119 126 131 135 139 141 152 162 163 168 182 200 210 215 235 238 250 352 356 Total f relativa
Argopecten
purpuratus 1 1 2 4%
Australomegabalanus
psittacus 1 1 2%
Choromytilus chorus 0 1 1 0 0 3 1 0 6 13%
Concholepas
concholepas 2 2 4%
Indeterminada 0 0 0 0 0 1 2 0 3 7%
Oliva peruviana 9 1 3 1 0 2 0 0 1 0 1 10 0 28 62%
Tegula atra 1 1 2%
Tegula tridentata 1 1 2 4%
Venérido 0 0 0 0 0%
Total 0 9 1 5 4 0 0 3 1 0 0 0 1 0 1 1 18 0 1 0 0 0 45 100%
f relativa por
recintos 0% 20% 2% 11% 9% 0% 0% 7% 2% 0% 0% 0% 2% 0% 2% 2% 40% 0% 2% 0% 0% 0% 100%
Tabla 2: Especies de moluscos, distribución espacial, frecuencias absolutas y relativas en Camiña-1 por recintos
(Se destacan en negritas las mayores frecuencias relativas)

79
Sectores
Categoría morfológica Cumbre Norte alto Norte bajo Sur alto Sur bajo Total f relativa
Columela 5 2 7 3%
Cuenta 6 2 8 4%
Desecho 29 8 37 18%
Fragmento 36 3 1 51 50 141 69%
Herramienta 2 2 1%
Preforma 1 1 0%
Trozo 5 5 2%
Valva 1 3 4 2%
Total general 36 3 1 100 65 205 100%
f relativa por sector 18% 1% 0% 49% 32% 100%
Tabla 3: Categorías morfológicas, distribución espacial, frecuencias absolutas y
relativas en Camiña-1 por sectores del asentamiento
(Se destacan en negritas las mayores frecuencias relativas)

La Tabla 3 entrega información acerca de las categorías morfológicas a las que el


material fue adscrito, sus frecuencias y distribución por sectores. Podemos observar
que la más alta representación la tienen los fragmentos con un 69%, los que se
encuentran en todo el sitio concentrándose en los sectores sur alto y bajo. Presentan
principalmente formas irregulares.

Los desechos alcanzan un 18% y se hallan exclusivamente en la mitad sur


principalmente en los recintos 215 y 61, ocurriendo sólo dos casos fuera de estos
espacios. El 86,5% de los desechos corresponde a O. peruviana y un 13,5% a C.
chorus. De este último se registran sólo formas subcuadrangulares y
subrectangulares. Las formas de los desechos de O. peruviana son más diversas.
Observamos que las formas de estos desechos se encuentran agrupadas de acuerdo
con su procedencia, siendo las partes inferiores de valvas los desechos más populares
con un 24,6% de frecuencia. En el recinto 61 sólo encontramos este tipo de desechos
(además de fragmentos), al igual que en los recintos 119 y 139 que presentan cada
uno un desecho aislado de este mismo tipo. El recinto 215 muestra la mayor
variabilidad en cuanto a las formas de los desechos, si bien presenta cuatro partes
inferiores de valvas de Oliva, también registra partes superiores de valvas más otros
de forma subtrapezoidal cóncava y algunos irregulares.
Se registró sólo una preforma en concha de Oliva de forma trapezoidal en el recinto
215.

Las cuentas alcanzan sólo un 4% del total de material malacológico, se hallaron ocho
ejemplares distribuidos únicamente en el sector sur del asentamiento. Son de cuatro
tipos, las que tienen mayor representación están hechas sobre valvas completas de O.
peruviana con orificio apical, el cual es de forma circular en las valvas en buen
estado, encontrándose erosionado en la mayor parte de los casos (Lámina 7: A, B y
C). Luego están las cuentas discoidales (D) que fueron elaboradas sobre moluscos
indeterminados aunque en un caso se reconoció un bivalvo. En O. peruviana
también se confeccionó un tipo de cuenta de forma subelíptica (E) del cual
registramos una preforma. Finalmente, hay una cuenta hecha en columela de Tegula
que presenta una perforación transversal que hemos atribuido al umbílico de la valva,
lo cual nos llevó a definir la especie como Tegula tridentata.

Lámina 8: Camiña-1: A, B y C cuentas en valvas de Oliva peruviana erosionadas. D: cuenta


discoidal pulida sobre molusco indeterminado. E: cuenta subelíptica de Oliva peruviana.

La Tabla 4 muestra los tipos de cuentas presentes en este sitio, la especie de molusco
sobre la cual fueron elaboradas, sus formas y frecuencias.

81
Formas
Especie discoidal discoidal cóncava ovalsubtrapezoidal cóncava troncocónica Total f
Indeterminada 1 1 2 25%
Oliva peruviana 4 1 5 63%
Tegula tridentata 1 1 13%
Total 1 1 4 1 1 8 100%
Tabla 4: Formas de cuentas y sus frecuencias en Camiña -1

Los trozos son escasos, dos corresponden a O. peruviana y tienen forma


subcuadrangular y subtriangular respectivamente. Otro corresponde a C. chorus y
tiene forma cuadrangular. Finalmente, tenemos un venérido de forma subrectangular.

Por último, el resto de las categorías morfológicas, valvas y herramientas tienen


escasa representación e igualmente se restringen al sector sur. Las valvas
corresponden a individuos sin modificaciones entre los cuales se constataron las
siguientes especies de gastrópodos: O. peruviana, Tegula atra, Tegula tridentata y C.
concholepas. Las herramientas, por su parte, consisten en dos ejemplares muy
similares de forma subcircular y sección gruesa elaborados en concha de un
gastrópodo indeterminado que fueron encontrados en el recinto 215 una de ellas
dentro de una gran vasija, y cuyo hallazgo detallaremos a continuación.

En cuanto a la profundidad estratigráfica y temporal de los depósitos, la Tabla 5


entrega una caracterización del comportamiento estratigráfico general del material
malacológico. Podemos ver que en los recintos 215 y 119; este se encuentra en los
estratos superiores e intermedios de la secuencia. Los recintos 52, 61, 250 y 352
presentan restos en las capas superiores. El recinto 141 lo hace en los estratos
superiores e intermedios. Los recintos 200 y 238 presentan material exclusivamente
en los estratos intermedios y, por último, en los recintos 126 y 139 el material se
encuentra en los estratos superiores e inferiores; lo que sería el resultado de dos
ocupaciones, una inicial más temprana y otra tardía evidenciada en los estratos
superficiales. Esta situación también se produce en el recinto 215, no obstante la
ocupación inicial no presenta tanta profundidad.

82
Sectores y recintos

Sector sur Cumbre Sector norte

Niveles 52 61 119 126 139 141 200 215 238 250 352

Sup. X X X X X

1 X X
1A X
1B X X X

1C X
2 X X X X X

3 X X X X
3B X X
3C X
3D X
4 X X
4A X
5A X
5B X
6 X
8B X
Tabla 5: Distribución estratigráfica general de material malacológico por recintos y
sectores en Camiña-1

(Los niveles superiores se diferencian en azul, los medios en rojo e inferiores en


verde)

83
En definitiva, los recintos que concentran la mayor cantidad de material
malacológico son el 215 y 119, los que a la vez registran la mayor diversidad de
especies.

Lámina 9: Recinto 119, niveles 1A y 1B. O. peruviana, A. purpuratus y A. psittacus

De estos dos recintos hemos seleccionado el 215 debido a sus características


especiales para realizar un análisis contextual en profundidad. También analizaremos
a fondo el recinto 139 que presenta menor cantidad de material, pero que se
encuentra fechado.

Por otra parte, el recinto 61 muestra un rasgo especial pues a pesar de concentrar un
20% del material, este corresponde en su totalidad a partes de valvas de O. peruviana
entre las que se observa fundamentalmente un tipo característico de desechos,
correspondiente al recorte de la porción inferior de las valvas. Estas evidencias se
distribuyen entre la superficie y el nivel 1 (1B y 1C). Esto nos lleva a pensar que aquí
se realizó sólo la parte final del proceso de talla malacológica de cuentas de Oliva
consistente en este recorte, el que sin embargo no se observa en todas las cuentas.
Por otra parte no se hallaron en este espacio cuentas terminadas en absoluto.
Lámina 10: Recinto 61, nivel 1C. Desechos de O. peruviana

Observamos en este sitio un notorio patrón de organización espacial de las


actividades asociadas a la producción artesanal de objetos que incluyeron conchas
marinas entre sus materiales de confección. Por una parte, el material malacológico
se registra mayoritariamente en un solo sector del sitio, además de que gran parte de
este se encontró repartido en los dos únicos recintos que muestran claras evidencias
de talla malacológica (215 y 61).

A la vez la baja proporción que presentan los objetos terminados en relación a la


totalidad del material indicaría que la producción pudo estar orientada a polos de
consumo externos. Esto se apoya además en el hecho de que en el resto de los sitios
analizados no hay evidencias de elaboración de objetos de concha, pero sí cuentas
terminadas aisladas como veremos más adelante.

85
Recinto 215

Este recinto tiene forma rectangular y 4,8 m de largo por 3,6 m de ancho, con una
superficie de 17, 28 m². Se asocia directamente a un panel con arte rupestre que
presenta petroglifos con motivos geométricos variados grabados mediante piqueteo.
Se ubica en el sector sur alto del sitio, cercano a la vía principal de circulación,
correspondiente a uno de los sectores principales del asentamiento (Méndez-Quirós
2007). En este recinto se realizaron recolecciones de superficie y luego se seleccionó
para la excavación de dos cuadrículas, debido a que se amplió la primera unidad a
causa de las características del depósito (ampliación de 0,5 x 0,4 m).

Lámina 11: Camiña-1: Recinto 215, petroglifos

Según Méndez-Quirós (2007), los estratos con mayor diversidad de hallazgos se


ubican aquí en los niveles intermedios dos y tres, correspondientes a la época más
intensa de ocupación del sector sur alto del sitio. La estratigrafía del recinto presenta
en forma combinada terraplenes, pisos ocupacionales y finalmente el derrumbe de
los paramentos con posterioridad a la desocupación del sitio, los que sellaron los
depósitos arqueológicos. En este recinto, al igual que en algunos otros se desplegó
una inversión de energía importante para la construcción del terraplén y muro de
contención (op. cit.).

A partir del análisis malacológico notamos el carácter distintivo del recinto 215,
tanto por la abundancia de material como por las características exclusivas de éste.
Lo anterior se refuerza por las apreciaciones de los demás analistas quienes también
percibieron asociaciones significativas, especialmente a partir del análisis del
material lítico, óseo y vegetal.

Las concentraciones de material malacológico se encuentran en los estratos


superiores e intermedios de la secuencia, especialmente en el nivel 3 y
específicamente en el rasgo 2 de este mismo nivel estratigráfico.

Destaca también el rasgo 1 del nivel 3 consistente en una vasija cerámica de gran
tamaño (50 cm. de altura) y base apuntada, ubicada entre grandes piedras. Contenía
material óseo consistente en restos de chinchilla y sigmodontino (González 2005),
más restos orgánicos vegetales. Entre este material se encontraron tres trozos de
Oliva peruviana. Por lo orgánico de la matriz excavada sobre la vasija se infirió en
terreno la existencia de una posible tapa de madera descompuesta, señalándose
además la presencia de restos textiles en mal estado de conservación (Méndez-Quirós
2006).

Lámina 12: recinto 215, nivel 3, rasgo 1

El rasgo 2 consiste en otra vasija de base apuntada, también de gran tamaño y


ubicada en el mismo nivel 3 pero a una mayor profundidad, igualmente entre grandes
piedras. Esta contenía una concentración de restos malacológicos de Oliva
peruviana, entre los que hay dos ápices con orificio, dos columelas y varios
desechos. También un pequeño ejemplar de Concholepas concholepas (loco) y una

87
herramienta hecha en concha de un molusco no identificado. Fuera de la vasija y en
el mismo nivel 3 se registró otra pieza idéntica.

Lámina 13: recinto 215 nivel 3 rasgo 2

Lámina 14: Recinto 215, nivel 3, rasgo 2: restos de valvas de Oliva peruviana. A y B
herramientas en concha de gastrópodo indeterminado. C. cuenta discoidal cóncava y
asimétrica en concha de bivalvo.

Esta vasija también contenía material óseo consistente en cuatro lascas y un


fragmento de costilla de camélido quemado, junto con restos de roedor y
sigmodontino, también con huellas de combustión. Este último es un animal no
comestible del que probablemente se aprovecharía su pelaje para la confección de

88
cordelería. Los niveles 3 y 4 presentaron la mayor cantidad de restos óseos
(González 2005).

A pesar de esta situación, González (2005) no detecta recurrencias significativas en


el contenido óseo de ninguna de estas vasijas; planteando sin embargo, que el recinto
215 es el que concentra la mayor cantidad de restos óseos de todo el sitio,
compuestos principalmente por roedores, aunque también se detectaron evidencias
de camélidos y restos ictiológicos, estos últimos restringidos a los estratos ubicados
en la base de la ocupación. Se constataron, además, restos óseos de équidos en
superficie producto de una reocupación subactual. En el nivel 3 de este depósito se
halló un artefacto aguzado y en el nivel 1 una lasca ósea con leve pulimento (op.
cit.).

Por su parte, García (2006) señala con respecto al contenido de estas dos vasijas que
una de ellas no arrojó ningún tipo de evidencia vegetal (rasgo 2), mientras que en la
otra (rasgo 1) se recuperó un contexto rico en alimentos compuesto por granos de
Chenopodium quinoa, algunas semillas de Echinopsis atacamensis (cardón) y restos
de Zea mays, aparte de otras evidencias no comestibles. Debido al tamaño de estas
ollas y la diversidad de restos que esta última contenía, García cree que debieron
servir como contenedores para almacenar, más que para cocer los alimentos. En este
espacio, al igual que en otros recintos, se detectaron áreas de cocina y preparación de
alimentos infiriéndose un manejo de plantas que incluye usos alimenticios,
forrajeros, medicinales, tintóreos y ornamentales (op. cit.).
Fuera de estos dos contenedores, el material malacológico se distribuye desde la
superficie hasta el nivel cuatro, tal como se observa en la Tabla 6. Se registraron
cuatro especies de moluscos más una indeterminada, de un total general de ocho para
el sitio; concentrando junto al recinto 119 la máxima diversidad de ellas, así como las
más altas frecuencias de material malacológico.

89
Recinto 215 Niveles estratigráficos
Especie de molusco Sup. 1 2 3 3 3 3 3 3 4
r1 r2 b c d
Argopecten purpuratus X
Concholepas concholepas X X
Choromytilus chorus X X X X X
Oliva peruviana X X X X X X
Indeterminada X X X X X

Tabla 6: Distribución estratigráfica del material malacológico en recinto 215

Por su parte, los resultados del análisis lítico (Carrasco 2005) revelan que en el
recinto 215 hay una importante concentración de instrumentos tallados en piedra;
considerando con el panorama general del sitio, pues la tecnología lítica es
principalmente expeditiva. Este hecho es interpretado por el autor como un claro
indicio de una actividad especializada asociada a la elaboración de cuentas y bienes
suntuarios, donde las herramientas de piedra se fabrican y se utilizan en espacios
determinados.

En este recinto se registraron 13 perforadores elaborados en rocas silíceas blancas


(de un total de 17 en el sitio), junto con un núcleo pequeño de esta misma materia
prima. Nueve de estos perforadores se encuentran en el nivel 3 y el resto en los
niveles 1 y 4. También en este recinto se hallaron nueve puntas líticas, dos de ellas
con pedúnculo y aletas; las que se encontraron dentro de la vasija del rasgo 2 (nivel
3). Los instrumentos cortantes hechos en rocas silíceas también se concentran en este
recinto, registrándose seis de un total de 11. En el nivel 3, por último, se halló un
raspador de andesita.

Lámina 15: Recinto 215, nivel 3: perforadores y puntas de proyectil

90
Por su parte, la cerámica recuperada en este recinto consiste en 15 fragmentos de
tipos locales Pica-Tarapacá, seguidos de 12 fragmentos formativos, con escasa
presencia de dos fragmentos correspondientes al altiplano de Tarapacá y un solo
fragmento Arica (Uribe et al. 2007). La vasija cerámica correspondiente al rasgo uno
del tipo Pica Gris Alisado fue datada por termoluminiscencia arrojando una fecha de
1615 d.C. (390±40 años A.P.)14, la que se considera sospechosamente tardía,
existiendo la posibilidad de que el fechado sea errado.

A partir de los hallazgos que hemos referido, resulta evidente que en el recinto 215
se realizaron intensas actividades de manufactura de artesanías que incluyeron la
elaboración de objetos que tienen conchas marinas entre sus materiales de
confección. También se registraron dos pequeñas herramientas de concha que
pudieron servir para trabajar otros materiales más blandos como hueso, cueros y
fibras vegetales, todos ellos presentes en el registro descrito.

El hecho de que se encuentren asociados en un mismo espacio físico diferentes


materiales, tanto herramientas como materias primas, las que fueron utilizadas en la
confección de objetos especiales (adornos), sugiere cierto grado de especialización
artesanal. Aparentemente las diferentes fases del proceso productivo se realizaban
juntas, concretándose varias o todas las etapas de elaboración de los objetos en el
mismo espacio, incluyendo la elaboración de herramientas en el mismo contexto
donde luego son usadas.

Sin embargo, en otro recinto (61) ubicado en el mismo sector del asentamiento, se
detectaron evidencias malacológicas que indicarían que aquí se realizó sólo la etapa
final de la elaboración de cierto tipo de cuentas de concha. Por tanto, creemos que el
proceso productivo en este sitio se hallaba sin duda planificado y es probable que
algunas de sus etapas estuvieran separadas espacialmente. No obstante, no podemos
afirmar esto de forma categórica debido a que el sitio fue ocupado durante un
período prolongado y tal vez estos dos contextos a los que aludimos se hallen
separados no sólo espacialmente, sino también en el tiempo.

14
UCTL 7

91
Paralelamente, en el recinto 215 la presencia de estas dos vasijas de gran tamaño y
las características de sus contenidos indicarían, (en el caso del rasgo 2), que las
herramientas de confección, más las materias primas remanentes y desechos o
residuos del proceso de elaboración de objetos de concha, se guardaron para su
utilización futura o reciclaje. Sin embargo, éste no se concretó posiblemente por un
abandono repentino del sitio u otras razones intempestivas.

Por su parte, la vasija correspondiente al rasgo 1 contenía vegetales no comestibles


posiblemente utilizados para confeccionar cordelería, lo cual también se asocia a la
producción artesanal. No obstante, la mayor parte del contenido consistía en
vegetales comestibles; maíz y quinua. Al respecto debemos señalar que la quínoa, de
origen altiplánico si bien se encuentra en Camiña-1 no es especialmente abundante y
representa una evidente conexión con el espacio altoandino.

Finalmente, el contenido de esta vasija si bien sugiere contención y almacenamiento


de alimentos, por todas las características que hemos recién referido, también pudo
tener un sentido ceremonial.

La presencia de un panel profusamente grabado con arte rupestre asociado al recinto,


señala una configuración muy sugerente de este espacio. El cual sería utilizado para
la elaboración de objetos especiales no relacionados directamente con la subsistencia
del grupo, sino más bien vinculados con la reproducción social del mismo. Recintos
como el 215 estarían destinados a estos fines, apoyado por características
arquitectónicas que denotan cierta inversión de energía y reforzados visiblemente en
su carácter excepcional por la presencia de arte rupestre.

Por lo tanto, creemos respecto a este recinto que hay dos posibilidades no
excluyentes entre sí que configuran una tercera explicación. Este espacio
corresponde a un taller donde se elaboraban ciertos objetos perforados que incluían
cuentas de conchas marinas. Otra alternativa es que aquí se realizaran ofrendas como
los alimentos encontrados dentro de una de las vasijas, hecho que estaría vinculado al
prolífico arte rupestre de este recinto. Una tercera posibilidad es que ambos aspectos

92
sucedieran a la vez, siendo partes de una misma manifestación como suele suceder
en las sociedades tradicionales.

En este sentido destacamos las apreciaciones de Vilches y Cabello (2005), quienes


refiriéndose a la naturaleza de las expresiones de arte rupestre al interior de los
espacios domésticos de Camiña, plantean que las prácticas que nosotros
denominamos rituales (cultos), parecen ser mucho más cotidianas de lo que estamos
acostumbrados a suponer. O a la inversa, la ritualidad está inserta en las prácticas
habituales, domésticas y cotidianas de estas poblaciones.

Recinto 139

Este recinto también se ubica en el sector sur alto que corresponde al área nuclear del
sitio (Méndez-Quirós 2007) e igualmente se asocia a un panel con arte rupestre.
Tiene forma irregular con 7,5 m de largo por 5,4 m de ancho con una superficie de
40,5 m², además de una subestructura interior. Los muros son de hilada simple con
un alto máximo de 1,1 m. y un ancho de 0,6 m. La cuadrícula se ubicó en una de las
esquinas del recinto junto al panel con petroglifos y uno de los muros.

La estratigrafía de este recinto indica que la ocupación se inició sobre la superficie


natural del sitio, presentando hacia su abandono un colapso de los paramentos que
selló los depósitos arqueológicos. Los estratos con mayor diversidad de hallazgos y
que evidencian la máxima intensidad de la ocupación, se ubican en los niveles
intermedios y superiores 2 y 4 (Méndez-Quirós 2007).

La excavación del recinto 139 arrojó material lítico, óseo, vegetal, textil, guano,
carbón, pigmento y mineral de cobre. Los líticos consisten en un núcleo de andesita y
un perforador, ambos recuperados del nivel 2 (Carrasco 2005). Los restos óseos están
compuestos por camélido, roedores e ictiológico, con concentraciones de hueso en
las capas 4 y 5, los que no presentan huellas de combustión. Los rasgos 1 y 2 por su
parte, presentaron pequeñas lascas de un hueso largo de camélido, restos de pescado
y roedor. Igualmente, el nivel 5A y el nivel 5C. Por último, también se constató la
presencia de un único artefacto óseo consistente en una astilla de hueso largo con un
extremo aguzado y desgaste (González 2005). Los restos vegetales se concentran en

93
las capas 3 y 4, correspondientes a maíz, calabaza, malvisco y algarrobo (García
2007).

Por su parte, la cerámica está compuesta principalmente por tipos locales Pica-
Tarapacá (22 fragmentos), seguidos de tipos del altiplano tarapaqueño (13
fragmentos) y escasos cuatro fragmentos Arica, más un solo fragmento histórico
(Uribe et al. 2007).

Del nivel 3-4 se obtuvo una fecha radiocarbónica 1.300-1.400 cal. d.C. (750-550
A.P.)15, coincidente con la ocupación más tardía del asentamiento.

El material malacológico recuperado en este recinto no es muy abundante ni presenta


concentraciones significativas y se distribuye desde los niveles 1 al 8. Estos restos
corresponden a tres especies de moluscos incluyendo una indeterminada, tal como se
observa en la Tabla 7. Oliva peruviana está representada por una valva sin
modificación recuperada del nivel 1 y un fragmento en el nivel 2. Los niveles 3 y 4
no presentan restos de moluscos. En el nivel 6 se registró un fragmento erosionado e
indeterminado. Por último, en el nivel 8 B se recuperaron dos pequeños fragmentos
de Choromytilus chorus.

Recinto 139 Niveles estratigráficos


Especie de molusco 1 2 6 8B
Choromytilus chorus X
Oliva peruviana X X
Indeterminada X
Tabla 7: Distribución estratigráfica de material malacológico en recinto 139

Creemos que en este recinto, a diferencia del recinto 215 donde existió un locus de
confección de artefactos de conchas marinas, los restos malacológicos
corresponderían a piezas o partes de objetos como collares y otros que estaban siendo
usados en los espacios domésticos y que se depositaron en el piso de los recintos
como parte de los procesos de formación, junto a otros materiales arqueológicos. En

15
Beta 210444

94
consecuencia, al igual que en la mayoría de los depósitos presentes en los recintos
excavados en esta muestra, este recinto corresponde a un contexto de uso.

A partir de estas evidencias podemos plantear que, la producción de objetos de


conchas de moluscos en la aldea de Camiña-1 se realizaba en espacios determinados
del asentamiento; por lo que probablemente esta labor estuvo asignada a ciertas
personas específicas dentro de la comunidad que dedicaban parte o todo su tiempo a
esta actividad artesanal.

Por otra parte, la distribución espacial superficial del material malacológico indicaría
que en el sector sur, especialmente en el sector sur alto del asentamiento, hubo un
uso más intensivo de estos elementos. Aquí se registraron nueve recintos que
presentan restos de conchas versus sólo una estructura ubicada en el sector norte. En
la cumbre, existe un sólo recinto con material malacológico en superficie.

Los recintos que exhiben restos de moluscos en los depósitos estratigráficos se


concentran también en el sector sur donde llegan a ocho, encontrándose sólo dos con
material malacológico en el sector norte y uno en la cumbre. Una de las posibles
razones de esta concentración diferencial de material en el sector sur del sitio, podría
corresponder a lo señalado por Méndez-Quirós (2007), quien argumenta que el
núcleo del asentamiento estaría en la cumbre y el sector sur alto, mostrando que el
sector norte tiene una ocupación menos intensiva y dilatada en el tiempo. Esta
situación también podría deberse a las diferencias temporales detectadas entre los dos
sectores avaladas por las características presentadas por el material cerámico y los
dos fechados absolutos obtenidos en este sitio (Uribe et al. 2007). Otra explicación
plausible es que ambos sectores se encuentren funcionalmente diferenciados, punto
señalado por Adán y colaboradores (2005) al referirse a la importante variabilidad en
el tamaño de las plantas de los recintos.

Una última hipótesis apuntaría al hecho de que ambos sectores pudieran


corresponder a áreas habitacionales ocupadas por diferentes miembros de la aldea de
Camiña, lo que podría reflejar una dualidad en el uso del espacio, más esto no puede
afirmarse categóricamente.

95
En este sentido, al encontrarse los dos recintos que presentan concentraciones
relevantes de material malacológico y la mayor diversidad de especies en el sector
sur, específicamente en las cotas altas, podría indicar que en esta porción del sitio es
donde se utilizan más intensamente de este tipo de objetos, además de registrarse
aquí las dos áreas de talla malacológica. Uno de estos recintos (215) corresponde a
un área de actividad con evidencias de intensa producción artesanal que incluye
diferentes tipos de materias primas y las demás características arquitectónicas y
contextuales que hemos referido lo signan como un espacio diferenciado. Aparte se
constata un área de producción de menor envergadura donde se efectuaría sólo la
fase final del proceso productivo de confección de cuentas de O. peruviana.

Un rasgo característico de Camiña-1que lo distingue del resto de los sitios de


quebradas, es la presencia de una ocupación formativa que se caracteriza por ciertas
especies de moluscos ausentes en los depósitos más tardíos del sitio y en el resto de
los asentamientos. Una de estas especies es A. purpuratus (ostión), que se restringe a
sólo dos hallazgos. Uno de ellos en el estrato base de una secuencia donde se
identifican claramente dos ocupaciones (recinto 215 nivel 4), la más temprana
correspondiente al período formativo y asociada a restos ictiológicos. El otro caso se
observa en el recinto 119 (nivel 1b) donde hay evidencias de una sola ocupación. En
ambos casos sólo se constataron pequeños fragmentos de ostión. Camiña-1 es el
único sitio de los estudiados en esta memoria donde se registra este molusco
característico de sitios formativos interiores de la primera región como Tarapacá-40,
el cuál comparte un rango de ocupación contemporáneo al período III de Caserones.
Entre el material funerario de este sitio se observan valvas completas de Argopecten
y C. chorus usadas para la contención de sustancias, probablemente pigmentos.

La ocupación formativa en Camiña también se asocia a la presencia de C. chorus del


cual se registran valvas completas en Tarapacá-40; aquí aparecen con sus bordes
alisados utilizadas como colgantes, espátulas y además como recipientes
contenedores de pigmentos (rojo y ocre).

Por otra parte especies como A. psittacus (picoroco) y C. concholepas se reducen


sólo a escasos fragmentos restringidos únicamente a ciertos recintos que presentan el

96
componente formativo. De ambos también podrían haberse utilizado sus valvas como
recipientes tal como se observa en las colecciones de la costa tarapaqueña, sin
embargo no podemos aseverar esto ya que sólo registramos fragmentos y la única
valva entera de C. concholepas es de tamaño muy pequeño.

Por su parte, en el recinto 215 (rasgo 2 nivel 3) se registra la única cuenta discoidal
que se aleja visiblemente del grupo por su gran tamaño y el hecho de tener sección
cóncava y perforación excéntrica, características que podrían explicarse por su
asociación a la ocupación formativa inicial del poblado.

97
5.1.2. Sitio Nama-1

La quebrada de Nama constituye la porción más septentrional donde se ha detectado


la presencia del complejo Pica-Tarapacá y se relaciona con el sistema hidrográfico
del río Camarones, en el que desembocan finalmente sus aguas, formando parte de la
región de Valles Occidentales (Adán y Urbina 2006).

Este asentamiento se encuentra a 89 km. de la costa y fue construido en un cerro


ubicado en la confluencia de las quebradas de Nama y Guayaquil, cercano al pueblo
actual y justo enfrente del Pueblo Viejo de origen colonial. Nama-1 es denominado
como pucara por la comunidad local y posee una notable visibilidad del entorno; su
emplazamiento se asocia estrechamente a los campos de cultivo circundantes.

Los asentamientos humanos de la quebrada se encuentran adyacentes a amplios


sectores de andenerías y canchones que aprovechan todo el espacio utilizable para
fines agrícolas y aún están en uso, siendo difícil estimar la época de su construcción.
En este sentido, su envergadura posiblemente sea el resultado de una acumulación de
conocimientos acerca de cultivos vegetales y construcciones destinadas al uso
agrícola más antiguos al período que nos ocupa (García 2007). También es posible
observar varios corrales y un sector de andenerías de cultivo abandonadas
descendiendo por la quebrada en la ladera sur.

La aldea prehispánica de Nama-1, emplazada en la ladera de un cerro que enfrenta la


quebrada, corresponde a un núcleo habitacional compuesto por 558 recintos
distribuidos de manera dispersa en un área de 5,6 hectáreas (Adán y Urbina 2006).
Sus coordenadas son 456232 E/7878172 N y se ubica 3.000 m.s.n.m. en la base del
talud, mientras que en la cima alcanza los 3.125 m. La densidad de este asentamiento
es de 98 recintos por hectárea debido a que presenta grandes espacios abiertos entre
los recintos. Existe un extenso muro perimetral que recorre el límite inferior del talud
(op. cit.).

98
Lámina 16: Nama-1 emplazado sobre cerro entre terrazas de cultivo

Según los autores el procedimiento constructivo en ladera requirió de una nivelación


del terreno mediante la construcción de terrazas y muros de contención, los que
incluso alcanzan los dos metros de altura. En la cumbre existen pasadizos naturales y
espacios abiertos entre los bloques del afloramiento rocoso, algunos de los cuales han
sido acondicionados por nivelación o aterrazamiento (Adán y Urbina 2006). Si se
llega al sitio por la cumbre, se observa un único acceso estrecho que está entre
grandes bloques rocosos, dando la idea de un acceso restringido o controlado al
asentamiento.

Se distinguen dos sectores topográficos: el talud, que agrupa la mayor cantidad de


recintos y la cumbre que corresponde al sector alto del yacimiento. Al cruzar estos
sectores con el tamaño de los recintos, Adán y Urbina (2006) observan distinciones
funcionales que indicarían un uso esencialmente doméstico y de almacenaje en la
cumbre. En tanto el talud muestra una mayor variabilidad funcional que cubre todas
las categorías de tamaño, presenta una envergadura mayor y mejores condiciones de
emplazamiento y circulación (op. cit.).

99
Lámina 17: Nama 1, vista desde el sitio

Otro rasgo arquitectónico distintivo de Nama-1 es la presencia de al menos tres


chullpas rectangulares de barro con vanos a ras de suelo orientados cardinalmente
hacia el este, emplazadas en el fondo de la quebrada frente al asentamiento y entre
los campos de cultivo. Esta arquitectura funeraria aparece en Laymisiña cerca de
Camiña-1 y es la misma presente en Citani ubicado en el altiplano de Isluga. Este
hecho sugiere a Adán y Urbina (2006), a pesar de las particularidades evidentes de
cada sitio, una dinámica interrelacionada entre estas localidades y a la vez una esfera
más amplia de interacción que incluye el Altiplano y los Valles Occidentales.

Nama-1 no presenta arte rupestre asociado hasta ahora, a la vez que el espacio de la
cumbre podría corresponder a una plaza, que sin embargo presenta poca definición
en comparación con los espacios públicos de los demás asentamientos.

100
Lámina 18: Nama-1, Levantamiento topográfico y recintos excavados en rojo
La muestra

En Nama se realizaron recolecciones y excavaciones sistemáticas durante el año


2005. Se recolectó material de superficie en 58 recintos de un total de 558
estructuras, que representan un 10% del total, y se excavaron 13 recintos que
constituyen una muestra del 2,32%. Sólo dos recintos fueron excavados en la cumbre
y 11 recintos fueron excavados en el sector del talud. Por otra parte, también se
sondeó el exterior de una de las chullpas ubicadas en asociación al sitio en medio del
predio agrícola adyacente.

Según la información generada por el análisis estratigráfico (Méndez-Quirós 2007),


los depósitos de este sitio son poco profundos y fluctúan entre los 4 y 71 cm. de
profundidad con una media estadística de sólo 28 cm. En opinión del autor, en esta
condición probablemente incide la pronunciada pendiente y el bajo aglutinamiento
de los recintos, factores que limitarían la formación de depósitos profundos. En
cuanto a la funcionalidad de los recintos excavados e interpretación de sus
ocupaciones, existe escasa información al respecto en los diarios de campo (op. cit.).

Respecto a la posición de la ocupación más intensa, Méndez-Quirós (2007) señala


que ésta no muestra algún ordenamiento observable. En el sector del talud se ubica
en los estratos superior, intermedio e inferior; mientras que en la cumbre las dos
unidades excavadas presentan un solo estrato ocupacional.

Se obtuvieron dos fechados radiocarbónicos en este sitio: el estrato 1 (superior) del


recinto 287 se dató en 980 -1.200 cal. d.C. (970-750 A.P.)16. Este recinto se ha
elegido para realizar el análisis contextual por lo que se detallarán sus características
a continuación.

En tanto, de la base del recinto 67 se obtuvo una fecha de 1.160-1.380 cal. d.C. (790-
570 A.P.)17. Este recinto presentó una secuencia ocupacional con cinco estratos
depositados directamente sobre la ladera del cerro. Aquí se detectó una primera

16
Beta 210436
17
Beta 210437
ocupación asociada a un fogón, luego se produjo un abandono momentáneo marcado
por un derrumbe que selló el depósito; de este estrato se obtuvo el fechado.
Posteriormente se produjo una reocupación y finalmente el abandono del mismo
(Méndez-Quirós 2007).

Las recolecciones y excavaciones en Nama-1 arrojaron material cerámico, lítico,


óseo, vegetal, carbón, guano y restos malacológicos.

El estudio del material lítico (Carrasco 2006) revela una alta variabilidad y cantidad
de herramientas de piedra, principalmente núcleos para extraer matrices con filos
vivos en materias primas locales, denotando una organización tecnológica expeditiva
que indica escasa inversión de energía en la elaboración de los instrumentos de
piedra. Núcleos y palas líticas son los más representados pero hay pocas
herramientas de corte por fricción y raspado, aparte de un solo fragmento de mineral
de cobre. No obstante, se plantea la existencia de una marcada organización espacial
asociada al material lítico con concentraciones en ciertos recintos y niveles, lo que
sugiere una planificación en el uso del espacio y cierta especialización en cuanto a la
manufactura y el uso de instrumentos (op. cit.).

El análisis de los restos óseos (González 2006) indica un patrón de tierras altas en el
uso de la fauna, con predominancia de camélidos, presencia de roedores y escasa
representación de aves. Hay concentraciones de hueso en las secuencias de algunos
recintos, destacando el 251 donde además se encontraron artefactos óseos en la capa
2 (op. cit.)

El análisis del material cerámico (Uribe et al. 2007) establece que en Nama domina
el tipo local Pica-Charcollo (69,75%), en conjunto con el resto de la alfarería
tarapaqueña (4,60%). Los tipos provenientes del Altiplano Carangas registran en
total una frecuencia de 19,97%, en tanto los tipos de Arica corresponden sólo a un
2,52% y los tipos de Atacama un escaso 1,43% de representación. Esta situación
confirma su adscripción a la fase Camiña del Período Intermedio Tardío, donde se
observa una ocupación dual y compartida del espacio de quebradas por grupos del
valle y altiplano, sin perder el contacto con la costa (op. cit.).

103
Por su parte, los restos vegetales del sitio están representados por especies locales y
otras introducidas en época histórica como carozos de durazno, ciruela y ajo. Vidal y
García (2007) plantean que el material vegetal en general es escaso, lo que atribuyen
a factores de conservación, observándose una alta disturbación de los depósitos,
donde se distribuyen indistintamente los restos vegetales de las diferentes
ocupaciones y es difícil establecer con certeza cuándo se trata de contextos
prehispánicos inalterados. No obstante se detectó una asociación sin perturbaciones
estratigráficas donde se registra calabaza (Lagenaria sp.), algarrobo (Prosopis sp.) y
maíz (Zea mays), todas especies de origen local utilizadas intensamente por las
poblaciones agrícolas prehispánicas de Tarapacá.

En Nama-1 también se recuperaron entre los artefactos dos tupus, uno entero y otro
fragmentado que tipológicamente muestran influencias altiplánicas, los cuales fueron
trabajados con técnicas de vaciado y martillado, uno de ellos presenta decoración
incisa (Riveros 2007).

El material malacológico

En este sitio al igual que en el resto, contamos con material proveniente de


recolecciones de superficie y excavaciones estratigráficas. Este material se
caracterizará en conjunto a partir de la diversidad de especies y su abundancia
(frecuencias) estimada mediante el cálculo del NMI.

Recolecciones

Doce recintos presentaron material malacológico en superficie, lo cual corresponde a


un 20,6% del total recolectado. De éstos sólo uno se ubica en el sector de la cumbre,
mientras que el resto de los recintos se emplaza sobre el talud.

Excavaciones

En las excavaciones sólo cuatro recintos arrojaron restos de moluscos lo que equivale
a un 30,7% del total de recintos excavados. Todos se ubican en el sector del talud.

104
La Tabla 8 muestra las distintas especies de moluscos y sus frecuencias, más la
distribución espacial del material malacológico recolectado y obtenido en las
excavaciones, de acuerdo con los sectores definidos para este asentamiento.

Sector
Especie de molusco Cumbre Talud Total general f relativa
Choromytilus chorus 1 1 7%
Indeterminada 1 2 3 20%
Mulinia spp. 2 2 13%
Oliva peruviana 6 6 40%
Tegula spp. 2 2 13%
Turritella cingulata 1 1 7%
Venérido 0 0 0%
Total general 1 14 15 100%
f relativa por sector 7% 93% 100%
Tabla 8: Especies de moluscos, distribución espacial, frecuencias absolutas y relativas
según sectores en Nama-1

El material malacológico en este sitio no es muy abundante, en comparación con


Camiña-1. Puede observarse que la mayor parte de éste se encontró en el sector del
talud, el cual como señalamos presenta depósitos de mayor envergadura en relación
con la cumbre; sin embargo, la mayor cantidad de material malacológico se registró
en superficie.

Se registraron seis especies de moluscos en este sitio, una de ellas fue identificada
sólo a nivel genérico y otra quedó indeterminada. La especie que concentra la
frecuencia mayor es Oliva peruviana con un 40%, seguida por la categoría
indeterminada que presenta un alto valor (20%). Luego tenemos a los géneros Tegula
y Mulinia con un 13% respectivamente. Finalmente, Turritella cingulata y C. chorus
tienen una frecuencia equivalente al 7% cada uno, aunque del último sólo se
constataron pequeños fragmentos.

Se registraron varios caracoles terrestres que no fueron identificados y


probablemente se encuentran en el registro debido a causas naturales no antrópicas.
Sin embargo, no podemos afirmar esto antes de determinar correctamente la especie
a la que pertenecen y descartar un posible empleo humano, ya que se han constatado

105
usos prehistóricos para algunos gastrópodos terrestres relacionados principalmente
con farmacopea y ornamentación personal (Saavedra 2007).

En cuanto a la distribución espacial del material por recintos, la Tabla 9 muestra la


clasificación y cuantificación del material procedente de excavaciones y
recolecciones. Se observan leves concentraciones en tres de los recintos excavados
en el sitio, no obstante el material se distribuye más bien homogéneamente.

Recintos
Especie de molusco 17 67 192 193 194 250 251 259 276 287 302 338 363 42 A Total f relativa
Choromytilus chorus 1 1 7%
Indeterminada 0 2 0 0 0 0 1 3 20%
Mulinia spp. 1 1 2 13%
Oliva peruviana 1 0 1 1 1 1 0 1 6 40%
Tegula spp. 2 2 13%
Turritella cingulata 1 1 7%
Venérido 0 0 0%
Total 1 1 3 1 0 0 2 1 0 3 1 0 1 1 15 100%
f relativa por recinto 7% 7% 20% 7% 0% 0% 13% 7% 0% 20% 7% 0% 7% 7% 100%
Tabla 9: Especies de moluscos, distribución espacial, frecuencias absolutas y relativas
por recintos en Nama-1

Respecto a las categorías morfológicas representadas tal como se observa en la Tabla


10, los fragmentos son los más abundantes y corresponden a un 39% de la muestra.
Mientras que las cuentas alcanzan un inusitado valor en comparación con el sitio
precedente, que llega al 31%. Las valvas representan un 23% del total y
corresponden a Mulinia spp., Turritella cingulata y a gastrópodos indeterminados. El
resto de las categorías se hallan bajamente representadas, registrándose únicamente
dos trozos en concha de O. peruviana.

Recintos
Categoría morfológica 17 67 192 193 194 250 251 259 276 287 302 338 363 42 A Total f relativa
Cuenta 1 1 1 1 1 1 3 1 1 10 31%
Fragmento 1 2 4 3 2 12 39%
Trozo 1 1 2 6%
Valva 2 3 1 1 7 23%
Total 1 4 4 1 2 1 5 1 1 3 4 2 1 1 31 100%

106
Tabla 10: Categorías morfológicas, distribución espacial por recintos, frecuencias
absolutas y relativas en Nama-1,

Respecto a las cuentas, la Tabla 11 muestra la especie de molusco sobre la cual


fueron elaboradas, sus formas y frecuencias tanto absolutas como relativas.

Formas
Especie de molusco discoidal oval troncocónica Total general f relativa
Indeterminada 2 2 20%
Oliva peruviana 6 6 60%
Tegula tridentata 2 2 20%
Total 2 6 2 10 100%
Tabla 11: Formas de cuentas en Nama-1 y sus frecuencias

En Nama-1 hay un total de seis cuentas de Oliva peruviana, cuatro en superficie y


dos en estratigrafía. Todas consisten en valvas completas con orificio circular apical.
Se detectaron dos cuentas discoidales pulidas. Una de ellas confeccionada sobre
concha de venérido y la otra está hecha en concha de un molusco indeterminado. Se
encontraron además dos cuentas hechas sobre la columela del caracol Tegula
tridentata las cuales presentan un orificio transversal que atribuimos a al umbílico de
la valva.

Lámina 19 : Nama-1 A: Turritella cingulata. B: Gastrópodo. C, D, E, F y G cuentas en


valvas de Oliva peruviana. H: cuentas sobre columela de Tegula spp.
I y J: cuentas discoidales.

Tal como es posible observar, en este sitio no hay concentraciones importantes de


material ni se registran áreas de actividad definidas que incluyan talla malacológica.
Esto, combinado con la baja potencia de los depósitos incide en que contemos con
una muestra exigua para el poblado. Los restos de conchas son más abundantes en
superficie que en los depósitos estratigráficos, situación inversa a la observada en
Camiña-1. Lo cual parece reflejar que a pesar de que existió un intenso uso de estos

107
elementos, no se depositaron en el piso de las viviendas, lo que puede deberse a los
factores mencionados de alta pendiente y bajo aglutinamiento de los recintos.

La Tabla 12 grafica la situación estratigráfica del material.

Recintos
Niveles 67 251 287 302
Superficie X X
1A X X
1B X
2A X
2B X
4 X
Tabla 12: Distribución estratigráfica
general del material malacológico en Nama-1

En Nama-1 no se observan, a parte de la predominancia de Oliva peruviana,


recurrencias características ni concentraciones de material malacológico que nos
permitan inferir áreas de actividad como las registradas en Camiña-1. Así mismo,
tampoco se distinguen contextos de uso preferentes. Por lo tanto, para escoger los
recintos donde efectuamos nuestro análisis contextual consideramos aquellos que
presentaron mayor diversidad y cantidad de material, tratando de privilegiar los
contextos fechados.

Recinto 287

Esta estructura es de forma elíptica, cuyas dimensiones son 4,2 m. por 2,3 m. y 9,24
m. de superficie. Posee el depósito con mayor diferenciación de estratos a lo largo de
la secuencia, presentando rasgos tales como un hoyo de poste, un fogón,
concentraciones de material y bolsones de sedimento (Méndez-Quirós 2007). Por lo
tanto, parece tener una gran extensión temporal que culmina en una fecha cercana a
1.030 años d.C., pero que podría ser más temprana en la base de la secuencia.

González (2007) señala que este recinto concentra un 10% de los restos óseos del
sitio distribuidos en cinco capas, con mayores frecuencias en las capas 3 y 4
correspondientes a camélido y roedores.

108
Los restos vegetales evidencian presencia de carbón, madera, carozos de durazno (en
el nivel 4) y herbáceas (Vidal y García 2007).

Los análisis cerámicos (Uribe et al. 2007) indican que los tipos presentes en este
recinto están representados por 35 fragmentos Pica-Tarapacá, 11 del altiplano
tarapaqueño, cinco de Arica, tres de Atacama y un fragmento histórico.

En cuanto al material malacológico este recinto reúne un 20% de la muestra del sitio.
De la recolección superficial se obtuvo una cuenta de Oliva peruviana. En los niveles
1 A y 1 B se encontraron dos cuentas hechas sobre la columela de Tegula spp.

Recinto 287 Niveles


estratigráficos
Especie de molusco Sup. 1A 1B
Oliva peruviana X
Tegula spp. X X
Tabla 13: Distribución estratigráfica de material malacológico en recinto 287

Recinto 251

Estructura de forma elíptica que tiene 5,2 m. de largo por 3,9 de ancho y una
superficie que alcanza 20,5 m². Se ubica en el sector del talud. Según Méndez-Quirós
(2007) este recinto tiene una secuencia ocupacional donde no se distinguen
derrumbes, aterrazamientos, hiatos o pisos. Presenta la ocupación más potente
detectada y es posible que involucre actividades residenciales por la presencia de un
fogón. El estrato con la ocupación más intensa es el 3. En la excavación se obtuvo
material cerámico, lítico, óseo, malacológico, vegetal, carbón y guano (op. cit.).

A partir del análisis de fauna, González (2006) plantea que este recinto concentra un
17% de los restos óseos, destacando la presencia de herramientas. Las capas 2 y 3
muestran una concentración de restos de camélido y roedor. Del nivel 2 A se
recuperó un fragmento de hueso tipo cubilete con borde rebajado y del 2 B un
fragmento similar pero más pequeño; mientras que en la capa 3 se halló un punzón
hecho sobre una diáfisis de camélido.

109
Los restos vegetales recuperados en el recinto consisten en carbón, madera, maíz,
algarrobo y calabaza. Se encuentran desde el nivel 1 al 3, siendo este último uno de
los pocos contextos de ocupación no disturbados que registra asociación con
Prosopis sp. (algarrobo), Lagenaria sp. (calabaza), y Zea mays (maíz) (Vidal y
García 2007).

La cerámica de este recinto corresponde a 17 fragmentos Pica-Tarapacá, 11


fragmentos del Altiplano Carangas, dos fragmentos del Período Intermedio Tardío de
Arica y dos de Atacama (Uribe et al. 2007).

Por su parte este recinto reúne un 13% del material malacológico, el cual tal como se
observa en la Tabla 13, consiste en una cuenta típica de Oliva peruviana registrada
en superficie, más un trozo de la misma especie proveniente del nivel 2 A.
Choromytilus chorus se reduce a tres pequeños fragmentos de formas irregulares.

Recinto 251 Niveles


estratigráficos
Especie de molusco Sup. 2A 2B
Choromytilus chorus X
Oliva peruviana X X
Tabla 13: Distribución estratigráfica de material malacológico en recinto 251

No observamos asociaciones significativas que indiquen un contexto de producción


en ninguno de los dos depósitos analizados en este sitio. Más bien se observan
contextos de uso donde se realizaron diversas actividades cotidianas, en los cuales
los restos de conchas fueron depositados entre otros materiales sin presentar
características distintivas.

Tal como se observa, en Nama-1 el registro malacológico es exiguo y coincidente


con la menor densidad de los depósitos. No se observan áreas específicas de talla
malacológica ni concentraciones notables de material. Sin embargo, es destacable la
abundancia de material formatizado ya que las cuentas alcanzan un alto valor
relativo; sin existir evidencias de los procesos de producción de estos objetos, lo cual
sugiere que están siendo elaborados fuera del asentamiento. Destaca también la

110
abundancia relativa de Oliva peruviana, atributo que hermana a este sitio con
Camiña-1. Otra particularidad es la mayor cantidad de material superficial frente a la
escasez de material estratigráfico. En nuestras visitas al sitio pudimos observar que
gran parte de las estructuras que presentaban material malacológico en superficie
correspondían a cistas, muy probablemente de función funeraria, los que contenían
valvas de O. peruviana con y sin orificio apical. Esta información finalmente no
pudo ser bien sistematizada pues sólo fue consignada en las fichas de registro
arquitectónico.

111
5.1.4. Sitio Chusmiza-1

La quebrada de Chusmiza es uno de los afluentes principales que alimenta el sistema


hídrico de la quebrada de Tarapacá y actualmente presenta un pequeño asentamiento
agrícola con aguas termales, cuyo usufructo legal ha sido adjudicado recientemente a
la comunidad local después de un largo litigio con una empresa embotelladora de
agua mineral. Este sector constituye una importante intersección de antiguos caminos
que conectan los diferentes ambientes de la geografía local.

El sitio arqueológico de nuestro interés se ubica a 100 km. de la costa emplazándose


sobre una meseta y ladera de cerro con amplia visibilidad del entorno y se asocia a
otros sectores cercanos con evidencias arqueológicas como andenes, canales y
paneles de arte rupestre. El poblado de Chusmiza se ubica en la coordenada 7822214
N/479273 E y a 3.313 m. de altitud.

Según Adán y Urbina (2006), este sitio tiene un total de 147 recintos y abarca una
superficie de 13.364 m², con una densidad de 109 recintos por hectárea. Al interior se
distinguen arquitectónicamente dos sectores, siendo el Noreste el que concentra la
mayor cantidad de recintos, los que llegan a 120. Estos conforman conglomerados
aglutinados que se agrupan en distintos niveles de terrazas dispuestas
concéntricamente en torno a una plaza ubicada en la cima del cerro. Los materiales
de construcción son la piedra local y se observa un aterrazamiento de los espacios
construidos. En este sector del sitio hay vías de circulación y senderos entre recintos
con presencia de petroglifos dentro y fuera de las estructuras (Vilches 2006).
Lámina 20: Chusmiza-1, vista general

Las formas de planta de los recintos son mayoritariamente rectangulares y


subrectangulares, aunque también se observan formas circulares, elipsoidales y
ovales. Se constata en el sector Noreste un predominio de recintos con funcionalidad
doméstica, los que presentan los mayores tamaños relativos del sitio (Adán y Urbina
op. cit.).

El sector Suroeste, por su parte, se ubica a una menor altura sobre un promontorio
con suave pendiente, separado por un sector de petroglifos a unos 20 metros de la
porción Noreste. Aquí se registran 27 estructuras dispersas, principalmente
semisubterráneas que corresponden a cistas rellenas con sedimentos o bloques de
derrumbe, la mayoría aisladas, aunque se observan conjuntos de hasta tres. Este
espacio incluye 40 bloques con petroglifos, tres de los cuales son parte de los muros
de las estructuras (Vilches 2006). Predominan los recintos de muros curvos y de
formas circular y ovoidal, seguidas por formas rectangulares y cuadrangulares. Los
tamaños de las construcciones son pequeños en relación al sector doméstico del
asentamiento. A pesar de la posible función funeraria de este espacio, los sondeos
realizados en una de las estructuras (recinto 105) no arrojaron evidencias de restos
humanos inhumados.

Dentro de los recintos de mayor tamaño destaca la plaza ubicada en el sector central
alto, cuya superficie fue despejada y nivelada, por lo que este espacio constituyó un
lugar central o eje de crecimiento del asentamiento. Esta es la plaza de mayor

113
envergadura de los sitios estudiados por el proyecto en el sector de quebradas altas y
la sierra tarapaqueña (Adán y Urbina 2006).

Lámina 21: Chusmiza-1, dibujo de planta, recintos excavados destacados en rojo

El arte rupestre de en Chusmiza es excepcional tanto en el contexto local como


regional debido a la cantidad de paneles presentes y a las características de los

114
motivos, los que son más variados y complejos que los registrados en otros sitios
habitacionales del período Intermedio Tardío en Tarapacá, tales como Camiña-1 y
Jamajuga (Vilches 2006). Se registraron un total de 178 paneles con petroglifos,
todos grabados por piqueteo, distribuidos proporcionalmente en relación al tamaño
de cada sector. Se distinguen tres grandes grupos de motivos: geométricos,
zoomorfos y antropomorfos, alcanzando este último los mayores grados de
complejidad. Esta característica se expresa de manera creciente y en directa relación
con los distintos sectores de emplazamiento de los paneles (op. cit.).

Lámina 22: Arte rupestre, panel 138 con alta densidad de motivos.

La muestra

Las recolecciones superficiales de Chusmiza se efectuaron en nueve recintos, lo que


constituye una muestra del 6,12% de un total de 147. Por su parte, se excavaron
cuatro recintos lo que constituye el 2,72%. Se ubicaron dos cuadrículas en cada uno
de los principales sectores del asentamiento, discriminando los recintos a partir de
criterios funcionales y características del material superficial.

Según Méndez-Quirós (2007) la profundidad de los depósitos indica que el sitio


presenta una ocupación moderada que no permitió la formación de una estratigrafía
compleja. Las profundidades oscilan entre 24 y 55 cm. con una media de 37 cm.
Según el autor, esto se ve incrementado por la pendiente al actuar mediante el

115
acarreo como agente erosivo durante la formación de los depósitos, por lo cual la
acumulación de sedimentos y materiales culturales es baja.

Estos depósitos corresponden a contextos domésticos caracterizados por la presencia


de basuras primarias como fragmentería cerámica, desechos de talla lítica y restos
óseos. También se registran otro tipo de actividades más diversas evidenciadas por la
presencia de torteras, palas líticas, escoria, mineral de cobre y restos malacológicos
(Méndez-Quirós 2007).

En cuanto al comportamiento de los diferentes materiales, la cerámica representa un


31,67%; constatándose los tipos Pica-Tarapacá y otros provenientes del Altiplano
Meridional. Altas proporciones también presentan los restos líticos y óseos. En
cambio, los vegetales, carbón y restos malacológicos están muy bajamente
manifestados, correspondientes estos últimos sólo al 5%. Se observa una total
ausencia de materiales perecibles, en lo que podría influir el aumento de
precipitaciones en este ambiente, e incidiría en factores de conservación diferencial
(Méndez-Quirós 2006).

Todos los recintos excavados en este asentamiento muestran restos de una sola
ocupación. Los depósitos poco profundos, las bajas frecuencias de gran parte de los
materiales y la ausencia de otros vestigios, llevan a Méndez-Quirós (2006) a plantear
que el sitio habría sido ocupado de forma discontinua durante su funcionamiento, ya
sea que fuese empleado por grupos móviles o de forma estacional, modalidad que
podría estar asociada a ciertas labores pastoriles y agrícolas específicas. Otra
hipótesis planteada por el autor es que la vida útil del sitio haya sido corta y de
extensión horizontal más que vertical. Los momentos ocupacionales de mayor
intensidad se concentran en un solo estrato, aportando escasa información acerca de
la historia habitacional del sitio, por lo reducido de las excavaciones y lo exiguo de
los depósitos (op. cit.).

La cerámica presente corresponde a fragmentos de tipos locales característicos del


Intermedio Tardío, donde el 55% pertenece a alfarería Pica Charcollo. Se registraron
escasos fragmentos del Formativo Tardío, a la vez que se constatan tipos del

116
Altiplano tarapaqueño, de Arica y Atacama, más algunos fragmentos incaicos (Uribe
et al. 2007).

El análisis del material lítico (Carrasco 2006), indica como característico el uso del
basalto y la presencia de palas líticas, concentrando estas últimas un 54% de las
frecuencias de herramientas de piedra. Las palas fueron hechas en lajas de andesita y
se distribuyen principalmente en superficie hallándose entre una a cuatro de ellas por
cada recinto. También se desecharon núcleos en rocas silíceas que se asocian a
extracción de matrices para elaborar artefactos, los que en general son escasos en los
depósitos. Sin embargo, se constataron tres raspadores, una punta de proyectil, dos
cuentas discoidales de piedra y una piedra plana con restos de pigmento (op. cit.).

Las evidencias de fauna según González (2006), son escasas y provienen de recintos
de pequeñas dimensiones, aparentemente con ocupaciones domésticas efímeras. Se
observa de acuerdo a la autora, una predominancia del consumo de camélidos y una
baja presencia de restos de roedores, no habiendo otros taxones representados.

La muestra vegetal de los depósitos es escasa y presenta evidencias de alteraciones


postdepositacionales, registrándose restos de plantas en sólo dos de los recintos
excavados (Vidal y García 2007). Se identificó un fogón en la pared norte del
recinto 89 que correspondería a un sector de cocina emplazado en una oquedad, el
cual arrojó restos de carbón, vegetales carbonizados y mazorcas quemadas de Zea
mays. Este dato constituye la única evidencia arqueobotánica segura del sitio y se
asocia a fragmentos de cerámica local, desechos líticos y restos óseos (García 2007).
A pesar de la baja proporción de la evidencia vegetal, esta muestra un patrón
coherente con los sitios de Nama y Camiña donde la especie más recurrente es el
maíz asociado principalmente a los niveles medios y más profundos de los depósitos
(op. cit.). Por otra parte, Vidal y García (2007) plantean que los extensos campos de
cultivo cercanos al sitio (terrazas) y la abundante presencia de palas líticas, son
evidencias que indicarían la existencia de una producción agrícola considerable y con

117
un alto grado de especialización en Chusmiza. El fogón del recinto 89 fue fechado en
1.300 - 1.430 años cal. d.C.18

El material malacológico

Los recintos que arrojaron material malacológico son cuatro. Los restos de moluscos
son poco abundantes, al igual que la cantidad de especies representadas,
consecuentemente con la escasez generalizada de algunos materiales culturales y los
depósitos poco potentes del sitio. No obstante, se encontraron cuentas, una preforma,
una herramienta, fragmentos y un pequeño caracol terrestre. De los recintos
excavados, tres tenían material malacológico lo cual corresponde a un 75% de los
muestreados. Sólo uno de los recintos recolectados superficialmente presentó restos
de moluscos, equivalente a un 11% de las unidades donde se efectuó la recolección.

La Tabla 14 entrega información sobre la diversidad de especies presentes en el sitio,


la distribución espacial del material y sus frecuencias absolutas y relativas.

Sector
Especie de molusco noreste suroeste Total f relativa
Indeterminada 1 0 1 50%
Oliva peruviana 1 1 50%
Total 1 1 2 100%
f por sector 50% 50% 100%
Tabla 14: Especies de moluscos, distribución espacial, frecuencias absolutas y relativas
en Chusmiza-1 por sectores del sitio

Tal como se aprecia, la variabilidad representada es poca, identificándose solamente


una especie de molusco: Oliva peruviana, mientras que el resto de la muestra quedó
indeterminada, dentro de la cual se incluye un caracol terrestre. En Chusmiza, dada
la escasez y baja diversidad de los restos de moluscos, la aplicación del cálculo de
frecuencias a partir del NMI es cuestionable. De todas formas se realizó el
procedimiento con el objeto de estandarizar el tratamiento de las muestras
disponibles para los diferentes sitios que hemos trabajado, con el fin de hacer
comparable nuestra información.

18
Beta 220920

118
La tabla 15 muestra la distribución del material por recintos intervenidos y sus
frecuencias absolutas y relativas. No se observan concentraciones especiales debido a
la escasa cantidad de restos de conchas.

Recintos
Especie de molusco 2 28 89 97 Total
Indeterminada 0 0 1 0 1
Oliva peruviana 1 1
Total 0 0 1 1 2
f por recinto 0% 0% 50% 50% 100%
Tabla 15: Especies de moluscos, distribución de espacial, frecuencias absolutas y
relativas por recintos en Chusmiza-1

A pesar de esta condición disminuida del material en el sitio, las categorías


morfológicas presentes son diversas, aunque no hay evidencias de talla malacológica.

Sector
Categoría morfológica noreste suroeste Total f
Cuenta 2 2 22%
Fragmento 3 1 4 44%
Herramienta 1 1 11%
Preforma 1 1 11%
Valva 1 1 11%
Total general 6 3 9 100%
f por sector 67% 33% 100%
Tabla 16: Categorías morfológicas, distribución espacial, frecuencias absolutas y
relativas por sectores Chusmiza-1

Se registran un total de nueve elementos malacológicos en Chusmiza-1, tanto en


superficie como en estratigrafía, de los cuales cuatro son fragmentos y dos son
cuentas. Como se observa, los fragmentos son los que reúnen la máxima frecuencia
(44%) seguidos de las cuentas (22%). Además se registra una herramienta, una
preforma de artefacto circular y una pequeña valva de caracol terrestre. Estas tres
categorías concentran cada una un 11% del material.

119
Lámina 23: Chusmiza-1: A: herramienta apuntada. B: herramienta sobre lasca. C: cuenta
discoidal fragmentada. D: cuenta de Oliva peruviana. E: preforma en concha de venérido. F:
valva de gastrópodo terrestre indeterminado.

Respecto a las cuentas sólo se registraron dos ejemplares, una de forma discoidal y
otra hecha sobre valva de O. peruviana, representando cada una un 50% del total.

Forma
Especie de molusco discoidal oval Total
Indeterminada 1 1
Oliva peruviana 1 1
Total 1 1 2
Tabla 17: Formas de cuentas en Chusmiza-1 y frecuencias absolutas

De acuerdo con estos resultados no estamos en condiciones de afirmar que en el sitio


exista una especie predominante de molusco. Sin embargo, el material malacológico
de Chusmiza-1 presenta dos características que lo asimilan a los sitios que
analizamos anteriormente: presencia de cuentas de Oliva peruviana y cuentas
discoidales, aunque sólo se halló una de cada tipo.

La distribución estratigráfica general del material malacológico se grafica en la Tabla


18; no obstante, debemos tener en mente que los depósitos de este sitio
corresponderían a una única ocupación sin diferencias temporales evidentes
(Méndez-Quirós 2007).

Recintos
Niveles 2 28 89 97
Superficie X
1 X X
1B X X
2 X
2B X
Tabla 18: Distribución estratigráfica general del material malacológico en Chusmiza-1

120
Sólo dos recintos presentan restos de conchas en mayor cantidad relativa y se ubican
justamente en cada uno de los sectores del asentamiento. Por tanto estos son los
contextos que revisaremos.

Recinto 89

Esta estructura se ubica en el sector Noreste del sitio, cercano a la plaza localizada en
la cumbre y se encuentra en el segundo anillo concéntrico ubicado alrededor de ésta.
Tiene forma subrectangular con 3,6 m. de largo por 2,8 m. de ancho y una superficie
de 10,08 m². Según Méndez-Quirós (2007) los depósitos de este recinto
corresponden a una ocupación iniciada sobre la superficie natural del cerro, con
depositación de tres estratos pertenecientes a un mismo momento. A lo largo de esta
secuencia no se observan variaciones relevantes más allá de la presencia de un piso
ocupacional hacia los momentos finales del estrato 1, perteneciente a un contexto de
basuras domésticas contemporáneo al abandono del asentamiento y a la aparición
evidente de bloques de derrumbe en los estratos 1 y 2. En el recinto la ocupación más
intensa ocurrió en forma contemporánea a su construcción, asociándose a un fogón
con restos de escoria y a un piso ocupacional que no fue percibido durante las
excavaciones (op. cit.).

Los materiales recuperados corresponden a fragmentos de cerámica local y


altiplánica, desechos líticos, lascas de basalto y sílice, un fragmento de pala, mineral
de cobre y escoria. También se detectaron restos óseos animales, vegetales y carbón.

El material óseo corresponde al 18% del total del sitio (González 2006), distribuido
en los tres estratos y consiste en restos de camélido y roedores, tanto calcinados
como no calcinados.

Los restos vegetales, como ya hemos referido (García 2007), corresponden a


mazorcas de maíz carbonizadas asociadas al fogón que se encuentra en la oquedad de
la estructura. Este contexto fue fechado en 1.300 -1.430 cal. d.C.

Según la Tabla 19, el material malacológico recuperado aquí proviene de los estratos
1 y 2, correspondiente a una pequeña valva de caracol terrestre registrada en el

121
estrato 1; más dos fragmentos y una preforma indeterminados ambos provenientes
del estrato 2.

Recinto 89 Niveles
estratigráficos
Especie de molusco 1 2
Indeterminada X
Indeterminada X
Tabla 19: Distribución estratigráfica del material malacológico del recinto 89

Tal como se observa los restos de moluscos son exiguos y debemos considerar que
este recinto es uno de los más prolíficos en cuanto a material malacológico. No
registramos aquí ningún comportamiento significativo del material y tal vez el único
rasgo destacable sea la presencia de una preforma circular. Por su parte, el caracol
dulceacuícola no ha sido identificado y existe la posibilidad de que corresponda a un
elemento intrusivo, hecho que no podemos determinar sin la correcta identificación
taxonómica.

Este depósito corresponde a un contexto de uso donde los restos de conchas fueron
depositados junto a otros materiales producto de actividades domésticas diversas.

Recinto 97

Este recinto se ubica el sector Suroeste del asentamiento en una parte intermedia
entre las dos cumbres que conforman el sitio, en un espacio periférico a las dos
concentraciones de estructuras. Tiene forma circular con 4,65 m. de largo por 4,35 de
ancho y una superficie de 20,23 m². De acuerdo con el análisis estratigráfico
(Méndez-Quirós 2007), este espacio comienza a ser ocupado sin que se aprecie la
construcción de un aterrazamiento intencional. El único nivel ocupacional
corresponde al estrato 2 que quedó sellado por el colapso de los paramentos entre los
estratos 2 y 1. Este hecho fue interpretado como sucesivos episodios de derrumbe,
uno cercano al abandono y otro posterior, donde la ocupación más intensa se ubica
en los estratos intermedios (op. cit.).

122
Los materiales recuperados corresponden a fragmentos de cerámica local y
altiplánica, desechos líticos y una pala, una tortera, restos óseos carbonizados y sin
quemar, pigmento rojo, carbón y restos vegetales.

En cuanto al material lítico (Carrasco 2006), en superficie se registró una punta de


proyectil triangular con pedúnculo y aletas, elaborada en roca silícea, y una cuenta
discoidal de mineral de cobre. También se obtuvieron lascas de basalto, una pala
lítica y una cuenta discoidal de sílice rojo en la capa 2.

Este recinto concentra un 54,2 % de los restos óseos del sitio (González 2006), los
que se distribuyen en los tres estratos del depósito, concentrándose en la capa 2. Las
evidencias corresponden a camélido, del cual se registran varias partes anatómicas,
junto con roedores. Estos huesos se hallaron tanto calcinados como sin quemar.

Los restos vegetales corresponden a carbones y carboncillos en bajas proporciones


(García 2007).

En tanto, el material malacológico consiste en una pequeña herramienta apuntada


sobre la concha de un bivalvo no identificado, recuperado en el nivel 1. Oliva
peruviana está representada por una cuenta típica con orificio apical, proveniente del
nivel 1 B. Por último, en el nivel 2 B se registró una cuenta discoidal fragmentada
por la mitad, hecha de un molusco no identificado (Lámina 23).

Niveles estratigráficos
Recinto 97
Especie 1 1B 2B
Oliva peruviana X
No identificada X X
Tabla 20: Distribución estratigráfica de material malacológico en recinto 97

A partir de estos datos constatamos que en Chusmiza, a pesar de la escasez de restos


malacológicos, éstos se encuentran en un porcentaje considerable de las unidades
intervenidas. Por otra parte, se encontraron objetos terminados como una cuenta y
una herramienta, sin encontrarse restos o desechos de su proceso de manufactura.
Tampoco se observan las herramientas líticas asociadas a la confección de cuentas y

123
la única evidencia en este sentido es la preforma registrada. Por todos estos motivos,
junto con las características arquitectónicas y del arte rupestre de Chusmiza, más la
existencia de un posible sector funerario al interior del asentamiento, creemos que en
este sitio se realizaron actividades tanto de carácter doméstico, como otras de índole
ritual y público. En este marco y hasta el momento, podemos plantear que los restos
de moluscos no estarían siendo elaborados en el sitio, sino sólo utilizados.
Obviamente, lo acertado de estas apreciaciones se ve debilitado por lo exiguo de la
muestra. No obstante, otro indicador a favor de esta hipótesis es el hecho de que en
Chusmiza adquieren mayor relevancia ciertos tipos cerámicos que sugieren
actividades ceremoniales y públicas (Uribe et. al 2007).

124
5.1.4. Sitio Jamajuga

Este asentamiento se emplaza en un cerro isla ubicado en las nacientes de la


quebrada de Mamiña, aguas arriba del actual pueblo y justo al oeste de una vertiente
de agua hoy seca, a 96 km. de distancia de la costa. El pueblo de Mamiña es
reconocido por sus aguas termales y su población actual practica la agricultura a
pequeña escala, que hoy se ve afectada por el impacto de empresas mineras
transnacionales asentadas en la localidad.

Lámina 24: Jamajuga, vista general

El sitio se ubica en las coordenadas 479375E/7780470N a los 2.800 m. de altitud.


Según Adán y Urbina (2005), la aldea se edificó sobre la meseta superior y en el
talud del cerro; donde se usaron técnicas de aterrazamiento para nivelar la superficie
y se emplearon bloques rocosos para la edificación de los recintos, algunos de los
cuales presentan petroglifos. Este asentamiento tiene 135 estructuras distribuidas en
una superficie de 11.680 m², con una densidad de 115 recintos por hectárea,
constituyendo un asentamiento aglutinado aunque menos denso que los anteriores. Se
definen una serie de vías internas de circulación que comunican los diferentes
sectores del sitio. Dominan los recintos de planta rectangular y subrectangular, le
siguen las formas irregulares y tendientes a circulares. A diferencia de Camiña,
Nama y Chusmiza, este predominio de plantas rectangulares indica una mayor
cercanía con la tradición arquitectónica de quebradas altas del Loa y Atacama (op.
cit.).

125
Adán y Urbina (2005), señalan a Jamajuga como un asentamiento de carácter
eminentemente doméstico, donde se distinguen funcionalmente espacios
habitacionales y estructuras de almacenaje. Al igual que en Chusmiza, un rasgo
característico es la presencia de una plaza (recinto 5 A) en la cumbre del cerro donde
se emplaza el sitio, que podría corresponder a un espacio de uso comunal y
ceremonial. Esta plaza es proporcionalmente más pequeña que la de Chusmiza, tiene
cuatro cistas y un petroglifo en su interior, más una subestructura y morteros
fragmentados (Urbina y Adán 2007).

Lámina 25: Jamajuga, dibujo de planta, se destacan recintos excavados

El arte rupestre del sitio (Vilches y Cabello 2005), está compuesto por 31 paneles
grabados con petroglifos, la mayoría orientados al norte y ubicados tanto dentro
como fuera de los recintos. Están presentes los tres grandes grupos de motivos
predominando el geométrico. Las autoras señalan que existe cierto patrón de
ordenamiento que distingue claramente espacios habitacionales y vías de circulación.
Las imágenes más complejas se encuentran en los exteriores donde no hay recintos,

126
donde existiría un sector de mayor importancia representacional en cuanto a cantidad
y motivos de los paneles. Por último, observan una reocupación del sitio que generó
grabados atribuidos a épocas coloniales y subactuales (op. cit.).

La muestra

En este sitio se excavaron cinco recintos lo que equivale al 3,7 % del total. Las
estructuras excavadas fueron escogidas de acuerdo con las características del
material superficial y abarcan los diferentes espacios ocupados por el sitio sin que se
hayan segregado componentes arquitectónicos diferenciados, con excepción del
sector público correspondiente a la plaza de la cumbre del asentamiento.

A partir del análisis estratigráfico (Méndez-Quirós 2007) se determinó la presencia


de depósitos poco potentes que oscilan entre 10 y 50 cm. de profundidad, con una
media de 28 cm. Las condiciones de depositación, con abrupta pendiente y arrastre
de materiales, no permitieron la formación de depósitos profundos y se observa una
escasez general de materiales culturales, rasgos que sugieren una ocupación del sitio
intermitente o de corta duración (op. cit.). Esta situación es análoga a la registrada en
Chusmiza.

En todos los recintos se identificó una sola y clara ocupación que se sobrepone al
piso natural del cerro o a un aterrazamiento. Las actividades registradas en la
estratigrafía son de índole doméstica, como preparación y consumo de alimentos, con
baja frecuencia de restos óseos (Méndez-Quirós 2007). Por lo discreto de los
depósitos y el hecho de que no existe una clara diferenciación entre los estratos, no
hay un nivel con ocupación más intensa (op. cit.). Las excavaciones arrojaron
material lítico, cerámico, óseo, carbón, restos vegetales y malacológicos, estos
últimos en escasa cantidad.

El registro arqueobotánico (García 2007) aparece bastante disminuido en el sitio. En


superficie se hallaron fragmentos de madera, carbón, caña y un carozo de durazno,
siendo el sector norte de la plaza el que arrojó la mayor cantidad de materiales. En
los últimos momentos de la ocupación (capa 1 b, rasgo 1) se detectó un fogón
asociado a basuras primarias: carbón, lascas de basalto, granos de maíz, cerámica

127
local y altiplánica. Esto es interpretado como quemas intensivas y extensivas
probablemente realizadas en eventos comunales. Este contexto fue fechado en 1.160-
1290 cal. D.C.19 correspondiendo a una ocupación durante los inicios de la fase
Camiña. El resto de los vegetales registrados son cinco semillas de malvisco
(Cristaria) y frutos de chaspaksa de dudosa filiación cultural. Aunque en otros
recintos no se registraron vegetales, lo cual podría deberse a agentes
postdepositacionales, nuevamente los contextos seguros muestran predominio de
maíz, asociado a los niveles medios de la ocupación (op. cit.).

El estudio del material lítico de superficie (Carrasco 2005, 2006) revela la presencia
de instrumentos como núcleos, percutores y lascas con retoque hechos en materias
primas locales de calidad limitada, a los que se suman una base de punta lítica y una
cuenta discoidal de mineral de cobre. Entre los depósitos excavados, dos arrojan
material lítico correspondiente a cuatro instrumentos sobre guijarros de basalto.
También se registran desechos de basalto y andesita, principalmente sin corteza. El
autor propone la existencia de estrategias expeditivas de talla lítica donde se utilizan
núcleos y lascas de filos vivos para el faenamiento y procesamiento de diversas
materias primas (Carrasco 2005).

Entre los restos óseos (González 2005) hay restos de camélido, roedores y una
especie de ave indeterminada. Hay similitudes con Camiña, sin embargo, la alta
proporción con que aparecen los restos de camélido (73%) en relación a las otras
especies indicaría que Jamajuga tiene una funcionalidad diferente vinculada con
Chusmiza y Nama (op. cit.).

La fragmentería cerámica analizada (Uribe et al. 2007) indica una ausencia de tipos
formativos y una predominancia de los tipos locales del Intermedio Tardío, con un
58,66% de frecuencia para el tipo Pica-Charcollo y un 17,14% para Pica gris
alisado, del altiplano Carangas un 15,48% y el 6,22% para Arica (op. cit.).

19
Beta 220921

128
El material malacológico

Los restos de conchas asociados a la ocupación prehispánica del sitio son los más
escasos que hemos trabajado. La recolección superficial arrojó dos cuentas
discoidales pulidas de un molusco indeterminado, provenientes de los recintos 85 y
67. Además se recolectó un pequeño fragmento de gastrópodo indeterminado en el
exterior del recinto 5 A (plaza). Por su parte, las excavaciones también revelan
escaso material, un fragmento carbonizado de Oliva peruviana y una cuenta hecha
sobre columela de Tegula spp. en los estratos 2 y 3 B del recinto 85. Esto suma
apenas cinco unidades provenientes de recolecciones y excavaciones,
correspondientes sólo a dos especies identificadas más una indeterminada. Las
siguientes Tablas ilustran esta situación.

Debido a lo exiguo de la muestra se registra un sólo individuo de acuerdo con la


estimación convencional del NMI (Tabla 20). Como esto no permite realizar
inferencias respecto a la abundancia, se calcularon las frecuencias absolutas y
relativas a partir del índice del Número Máximo de individuos (Tabla 21) con el fin
de aproximarnos a la proporción en que se encuentran los restos de las distintas
especies, sin embargo vemos que la mayor parte de la muestra quedó indeterminada.

Recinto
Especie de molusco 67 85 5 A Total
Indeterminada 0 0 0 0
Oliva peruviana 0 0
Tegula spp. 1 1
Total 0 1 0 1
Tabla 21: Especies de moluscos, distribución espacial por recintos y frecuencias
absolutas en Jamajuga (NMI)

Recintos
Especie de molusco 67 85 5 A Total f relativa
Indeterminada 1 1 1 3 60%
Oliva peruviana 1 1 20%
Tegula spp. 1 1 20%
Total 1 3 1 5 100%
f relativa por recinto 20% 60% 20% 100%
Tabla 22: Especies de moluscos, distribución espacial por recintos y frecuencias en
Jamajuga (N° máximo)

129
De estos restos tres son cuentas y dos fragmentos, notándose una ausencia de otras
categorías morfológicas que indiquen actividad de talla malacológica, como muestra
la siguiente Tabla 22.

Recinto
Categoría morfológica 67 85 5 A Total f relativa
Cuenta 1 2 3 60%
Fragmento 1 1 2 40%
Total 1 3 1 5 100%
Tabla 23: Categorías morfológicas, distribución espacial y frecuencias absolutas y
relativas en Jamajuga

En cuanto a las formas de las cuentas, se registran dos tipos: las discoidales que fueron
elaboradas sobre moluscos indeterminados y un ejemplar hecho sobre Tegula spp. de forma
troncocónica como muestra la Tabla 23.

Forma
Especie de molusco discoidal cónica Total f relativa
Indeterminada 2 2 67%
Tegula spp. 1 1 33%
Total 2 1 3 100%
f relativa 67% 33% 100%
Tabla 24: Formas de cuentas y sus frecuencias en Jamajuga

Lámina 26: Jamajuga A y B cuentas discoidales pulidas sobre concha de bivalvo


indeterminado. C: cuenta sobre columela de Tegula tridentata.

El comportamiento estratigráfico refleja también la escasez de material, al igual que


en superficie, detectándose sólo una leve concentración en el recinto 85 que presenta
restos de moluscos hasta el nivel tres.

130
Recintos
Niveles 5 A 67 85
Superficie X X X
2 X
3B X
Tabla 25: Distribución estratigráfica general del material malacológico en Jamajuga

Recinto 85

Nuestro análisis contextual por lo tanto, debió abocarse a este recinto, el único útil
para este fin ya que concentra el 60% del escaso material malacológico del sitio.
Aquí desde el estrato superficial hasta el más profundo se registran básicamente los
mismos materiales: cerámica Pica-Charcollo, desechos líticos, algunos con filos
reavivados, restos óseos y carbón. Se halló un artefacto óseo tipo cuchara en el nivel
3 B.

A partir del material cerámico presente en el estrato superior se detectó el


componente Pica-Tarapacá representado por 23 fragmentos, mientras que en el
estrato inferior se registraron 11 fragmentos provenientes del altiplano tarapaqueño
y seis de Arica (Uribe et al. 2007).

Según la tabla 26 en la superficie de este recinto se halló una cuenta discoidal pulida
elaborada sobre la concha de un molusco indeterminado. En tanto en el estrato 2 se
registró un fragmento carbonizado de Oliva peruviana. Finalmente el nivel 3 B
arrojó una cuenta hecha sobre columela de Tegula spp. Creemos que este depósito
corresponde a un contexto de uso.

Recinto 85 Niveles estratigráficos


Especie de molusco Sup. 2 3B
Oliva peruviana X
Tegula spp. X
No identificada X
Tabla 26: Distribución estratigráfica del material malacológico en el recinto 85

131
En cuanto al recinto 5 A correspondiente a la plaza, como dijimos, representa un
contexto interesante ya que revela el uso de maíz y quinua orientado a una actividad
ceremonial (García 2007), que alude a eventos de congregación comunal donde la
chicha de maíz probablemente tuvo un rol protagónico. No obstante, sólo hallamos
un pequeño fragmento de concha en superficie al exterior de este recinto.

A pesar de la escasez de conchas marinas entre el material proveniente de las


recolecciones y excavaciones de Jamajuga, pudimos observar en la superficie del
asentamiento restos de varias especies de moluscos, como mitílidos y venéridos en
seis recintos. Lo más interesante de estas observaciones del material de superficie,
que se realizaron cuando colaboramos en el registro arquitectónico del sitio, fue la
constatación de una concentración importante de restos de conchas marinas asociada
a una reocupación actual del asentamiento. Esta situación se ubica junto al recinto 53
que posee un muro intervenido para la construcción de una “caja” y que en su
interior contiene restos subactuales (challa y globos). Junto a este recinto se ubica un
mirador que consiste en un asiento, una imagen femenina labrada en piedra y un
letrero que indica el sitio arqueológico, construido por la actual comunidad de
Mamiña con bloques de piedra de otros recintos desmantelados. En torno a esta
estructura se esparcieron cientos de pequeños fragmentos de conchas marinas
(conchuela) que debieron ser challados como rito auspiciatorio al momento de
construir el mirador. Entre estos restos se observaron las siguientes especies:
Aulacomya atra, Austromegabalanus psittacus, Concholepas concholepas,
Crassilabrum crassilabrum, Littorina peruviana, Perimytilus purpuratus, y Tegula
spp.

Jamajuga es conocido como pucara por la comunidad local y evidentemente


continua en uso a diferencia de las otras aldeas que hemos estudiado. Algunos de los
paneles de arte rupestre emplazados en un alero entre bloques rocosos de difícil
acceso son como especies de “grutas cristianas” donde se encienden velas y se
encontró la figura de un ángel de cera. La importancia simbólica del lugar, donde
aún se realizan actividades de tipo ritual, se ve ratificada por la condición de secreto
en que se mantienen estas prácticas, siendo el tema recurrentemente evadido por

132
quienes se les consulta (Manríquez 2005). En las cumbres ubicadas en cercanías del
sitio, se registraron otras estructuras de piedra en la cima y una figura en piedra que
representa un personaje masculino, similar a la existente en el mirador.

El hecho que las reocupaciones históricas y subactuales del sitio incluyan


intervenciones del arte rupestre, modificaciones de estructuras y utilización de
material malacológico, podría indicar la existencia de una continuidad en ciertos
elementos de representación cultural que todavía son considerados importantes por
las comunidades etnográficas. Si bien esto debe tomarse con cautela, no es
irrelevante que este sitio también se conozca con el nombre de Cerro Gentilar,
término que hace referencia a los antepasados y a los “lugares fuertes”.

5.1.5. La colección funeraria Pica 8

Pica 8 es un sitio funerario ubicado en el oasis homónimo y corresponde a uno de los


cementerios prehispánicos de mayor envergadura de la Región de Tarapacá. De
hecho es el sitio tipo utilizado para definir al complejo cultural Pica-Tarapacá,
entidad que hasta las investigaciones de Uribe y equipo había sido principalmente
identificada en su dimensión mortuoria; sin mayores referencias concretas al modo
de vida su población a partir de otro tipo de registros materiales, ni tampoco una
sistematización adecuada de la información entregada por los contextos funerarios
excavados.

El cementerio Pica 8 habría estado en uso durante un largo período que abarcaría
desde los inicios del período Intermedio Tardío hasta finales del período,
presentando además en forma minoritaria rasgos formativos, incaicos y coloniales
tempranos. Posee fechados radiocarbónicos que en promedio lo ubican
cronológicamente en el año 1.000 d.C. (Zlatar 1984).

Pica 8 fue excavado por L. Núñez en la década de los sesenta, mientras que el
registro y publicación de los materiales fue realizado veinte años después por Zlatar
(1984) quien elaboró un catálogo de la colección. Actualmente sólo un 25% del
material es lo que se encuentra disponible en la Universidad de Antofagasta para
fines de investigación.

133
A partir del trabajo realizado previamente por Catalán (2007), que entre otros incluye
la revisión de la colección funeraria de Pica 8 y del catálogo de Zlatar (1984),
evaluamos la presencia, características y asociaciones contextuales del material
malacológico presente en este cementerio, para contribuir al logro de nuestros
objetivos.

En el catálogo de Zlatar (1984) encontramos dos piezas de interés para nuestro


estudio todas clasificadas por la autora en la categoría “adorno” y descritas como dos
collares hechos con cuentas de conchas de moluscos marinos. A pesar de lo exiguo
de los restos lo más notable es que pudimos confirmar características que ya
habíamos registrado anteriormente entre el material malacológico proveniente de los
sitios domésticos. Por otra parte, observamos que ambos collares eran portados por
individuos que además poseían otros objetos ofrendados pero que en conjunto fueron
clasificados dentro de los contextos funerarios sencillos por Catalán (2007).

La primera pieza es la n° 901 del catálogo (Zlatar 1984) y pertenece a la Sección I,


Tumba 4, consiste en un collar hecho con pequeñas cuentas de columela de un
gastrópodo que la autora identifica como Tegula tridentata. No menciona la
cantidad de cuentas que lo componen y en la minúscula imagen del catálogo apenas
se observa el collar completo y con un sistema de cierre indeterminado. Dentro de la
ofrenda hay dos talegas, dos mantas, una wayuña (bolsa agrícola), una cuerda, dos
calabazas sin decoración, un peine, una boina de color azul (con tejido tipo
terciopelo), una chuspa y una figura antropomorfa de arcilla sin cocer que tiene una
incisión a modo de collar con hilos colgantes.

Estas cuentas de collar hechas sobre columela también las registramos en los
depósitos de Caserones, Camiña, Nama y Jamajuga. La columela corresponde a la
estructura calcárea que forma el eje central de la concha y en torno al cual se forman
y enrollan los anfactros (Guzmán y Saa 1996:134). Un dato importante que hemos
constatado indagando en la identificación realizada por Zlatar es la presencia de un
rasgo característico que presentan las especies del género Tegula correspondiente a la
presencia de umbílico perforado. El umbílico corresponde a una apertura del axis
enrollado en forma espiral de la concha de los gastrópodos, el cual presenta

134
perforación en todas las especies del genero, menos en Tegula atra. Esta observación
es muy importante, ya que anteriormente habíamos atribuido este orificio transversal
a una modificación antrópica, si bien planteábamos que las columelas se
recolectaban en ese estado. Ahora creemos seguro el hecho de que se escogían las
columelas horadadas listas para enhebrar.

La segunda pieza del catálogo que nos interesa es la n° 1303 y corresponde a la


misma Sección I, Tumba 60, sin foto. Consiste en un adorno, posiblemente parte de
un collar enhebrado de pequeñas cuentas circulares de concha, malaquita y láminas
de cobre con forma cilíndrica. El contexto funerario es más simple que el anterior,
sin embargo incluye una talega, una wayuña, dos túnicas, un porta lana y una bolsa
faja.

El resto de los adornos y cuentas no incluyen conchas. La autora hace referencia a


otro collar de cuentas circulares de malaquita y láminas de cobre cilíndricas,
correspondiente a la Tumba 2 de la sección J, cuya ofrenda incluye un tambor, dos
platos de cerámica, un gancho de atalaje y una túnica. También se menciona la
presencia de cuentas líticas y de hueso sueltas, de varias formas distintas. El resto de
los adornos registrados en el catálogo son diversos y están confeccionados en cuero,
lana, piel y plumas (Zlatar 1984).

Catalán (2007) registró un tercer objeto de nuestro interés proveniente de la Tumba


60 de la sección T, que no aparece en el catálogo de Zlatar. Consiste en un collar de
cuentas discoidales de turquesa, cobre laminado y concha, las que fueron
identificadas por la autora como Spondylus princeps. Esta pieza no presenta
información contextual alguna.

Lámina 27: Pica 8, collar de cuentas de concha de Spondylus, turquesa y cobre laminado,
sin información contextual

135
A partir de la revisión y estudio de la colección funeraria (Catalán 2007), se
sistematizaron un 33% de los contextos de este cementerio. Al integrar la
información bioantropológica existente sobre los individuos que presentan
asociaciones claras, la autora concluye que sólo una parte de estos contextos tienen
mayor potencial interpretativo. Lamentablemente, ninguno de los contextos que
incluyen collares hechos con cuentas de conchas marinas posee información sobre
los cuerpos humanos portadores de este ajuar y ofrendas.

Catalán organiza la información de los objetos funerarios en lo que ella denomina


complejos artefactuales. En este sentido y de acuerdo con su conceptualización
(Catalán 2005), los restos malacológicos estudiados pertenecen principalmente al
complejo de atavíos y las cuentas o chaquiras, constituyen unidades morfológicas de
collares o pulseras. Para Catalán un complejo artefactual corresponde a un conjunto
finito de objetos que dan cuenta de la realización de actividades y prácticas sociales
determinadas, que en el caso que nos ocupa tienen relación con el adorno corporal o
indumentaria. Sin embargo, estos diversos grupos de objetos son agrupados con una
finalidad práctica ya que no constituyen conjuntos excluyentes, sino que por el
contrario se interceptan entre sí. En Pica 8 el complejo de atavíos incluye aparte de
collares y cuentas, variados objetos entre los que se encuentran cintillos, diademas,
peines, anillos, pulseras y pendientes. Este complejo artefactual alcanza un 11,53%
de representación, ocupando el segundo lugar después del complejo de caza y
faenamiento, revelando su gran importancia (Catalán 2007).

Paralelamente, se constata una clara diferenciación interna a partir de las


características del ajuar y ofrendas funerarias. De acuerdo a esto se estableció la
existencia de un 51,79% de contextos sencillos, un 33,92% de complejidad
intermedia y sólo un 14,29% son contextos complejos, sugiriendo la existencia de
una sociedad que demuestra su organización y jerarquización de acuerdo a las
actividades que realizan sus miembros. Los contextos complejos contienen objetos
explícitos vinculados a rituales como inkuñas (paño de uso ceremonial y doméstico),
bolsas rituales y elementos del complejo psicotrópico. Los de complejidad
intermedia presentan un solo elemento de tipo sencillo que apunta a una vinculación

136
con la práctica ritual o de una actividad específica (p.e. los músicos). Y por último,
están los contextos sencillos que presentan mayoritariamente objetos propios de
actividades colectivas y ausencia de objetos asociados a prácticas rituales específicas,
donde se encontraría la mayoría de la gente dedicada al cultivo de la tierra y otras
actividades de subsistencia (Catalán 2007).

Los dos contextos funerarios que presentaron adornos de conchas fueron catalogados
como sencillos por Catalán (comunicación personal), ya que ambos se caracterizan
por la ausencia de objetos empleados en rituales o que denoten una actividad
particular del individuo, o sus deudos, vinculada al ámbito ceremonial (p.e. “las
misas”, los músicos y otros espacios litúrgicos). Sino que agrupan actividades más
generales. El criterio de clasificación entonces consistió en una jerarquización de los
materiales según las actividades que representan, más que considerar la cantidad de
asociaciones o la calidad de los mismos.

El que el material malacológico funerario sea escaso contrasta con su abundancia en


los sitios domésticos de mayor envergadura. Por otra parte, los objetos elaborados
con este material serían característicos del ajuar de personas comunes dentro del
grupo. Por lo tanto, creemos que se trata de bienes de uso extendido dentro de la
población habitante de estos poblados. Es destacable que en la colección se registren
dos de los tipos de cuentas presentes en los sitios habitacionales, las que se
encuentran entre las cuentas más populares en los depósitos analizados, como las
discoidales y aquellas hechas sobre columela de Tegula. Las primeras se hallaron en
los cuatro sitios analizados, mientras que las segundas están presentes en tres de
ellos. No obstante, no se registraron cuentas de O. peruviana también características
de estos sitios domésticos.

137
CAPÍTULO VI: DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

Queremos iniciar este acápite reseñando las limitaciones inherentes a este estudio y
las proyecciones del mismo a futuro. Este trabajo está basado en el registro
proveniente de recolecciones superficiales y excavaciones en sitios habitacionales y
ha excluido información valiosa de material malacológico presente en superficie, que
no fue recolectado pero sí consignado durante el registro arquitectónico. Debido a lo
irregular de esta información, no pudo ser sistematizada perdiéndose la oportunidad
de caracterizar en extenso el material superficial presente en los asentamientos, que
atisbamos abundante en los sitios de mayor envergadura; lo cual hubiese
complementado nuestra caracterización.

A la vez, nuestra comparación con el material funerario fue acotada, ya que se


consideró una sola colección donde los restos de conchas fueron escasos. Trabajos
paralelos realizados con colecciones funerarias de Tarapacá indican que existe un
gran potencial comparativo e interpretativo dado por el estudio del material
malacológico de estos contextos20.

Nuestro trabajo es de carácter exploratorio, ya que aún estamos evaluando las


mejores vías de aproximación para el estudio de restos de moluscos en sitios
complejos. Sin embargo, creemos de todas formas que constituye un aporte a la
problemática de la arqueología tardía regional, ya que considera una materialidad
inédita, que sólo ha sido mencionada de paso anteriormente y nunca estudiada a
fondo, a pesar de su recurrencia y singularidad en sitios arqueológicos interiores a lo
largo de toda la secuencia cultural regional. Esto fue cotejado con los datos
generados por el análisis de otros materiales culturales de los cuales, específicamente
el material lítico, fue complementario y sus atributos del todo coherentes con
nuestros resultados. Por esta misma, razón creemos que a futuro pueden realizarse
fructíferas investigaciones en esta línea, complementando la información disponible
con evidencias provenientes de sitios habitacionales y funerarios de Tarapacá.

20
Proyecto FONDART 2008-72609

138
Hemos incluido los trabajos realizados en la costa únicamente de modo tangencial y
comparativo en tanto interesa a nuestro problema de investigación, ya que el estudio
de los restos de moluscos presentes este espacio (conchales), representa en sí mismo
otra vasta problemática con proyecciones y limitaciones propias.

6.1. Síntesis contextual

A partir de nuestro análisis constatamos la existencia de diferentes tipos de contextos


arqueológicos donde participa el material malacológico en los sitios y colección bajo
estudio. Estos tipos de contextos son de dos clases: uso y producción.

Los contextos de uso agrupan distintos tipos de contextos específicos que


corresponden a depósitos donde se registra la presencia de conchas marinas como
producto de actividades diversas que incluyeron entre otros materiales la utilización
de valvas de moluscos, los cuales fueron depositados como parte de los procesos de
formación de estos sitios arqueológicos. Observamos tres tipos de contextos de uso:

A) Domésticos: corresponden a los contextos estratigráficos donde se observa la


mayor parte de las evidencias malacológicas en estos sitios y representan un 95,23%
del total de la muestra analizada. Generalmente incluyen áreas de cocina en torno a
fogones, reavivado de instrumentos líticos asociados a la preparación de alimentos,
restos óseos, vegetales y cerámica local o foránea, principalmente de uso doméstico.
Los restos consisten principalmente en fragmentos de valvas y algunas valvas
enteras. Tenemos ejemplos de este tipo de contextos en los cuatro sitios estudiados.
En Camiña destacan los recintos 119 y 139 con intensidades de uso alta y media,
respectivamente. En Nama los recintos analizados 251 y 287, corresponden también
a contextos domésticos de uso. En Chusmiza los recintos 89 y 97, y finalmente, en
Jamajuga el recinto 85.

En Camiña donde se registran la mayor parte de las evidencias, los contextos de uso
representan un 90,5% de los registros, correspondiendo mayoritariamente a contextos
de uso doméstico. Un 5,26% de los estos contextos presenta un uso intenso que fue
atribuido de acuerdo con la concentración de material y diversidad de categorías
morfológicas. Un valor equivalente muestran los contextos con una intensidad de uso

139
media (5,26%) y finalmente, la mayor parte de estos (89,5%), revela un patrón de
uso discreto con escasas evidencias malacológicas que podrían catalogarse de
incidentales. El resto de los sitios presenta únicamente contextos de uso con una
intensidad discreta y total ausencia de contextos de producción.

B) Públicos-plazas: en ellos la presencia de conchas es reducida y de carácter


marginal. Sólo un 4,8% de los contextos de uso registrados en la muestra
corresponden a espacios de carácter público. Están representados por la plaza de
Camiña-1 (recinto 238) y la de Jamajuga (recinto 5 A). En Jamajuga sólo se registró
un pequeño fragmento de concha no identificado, en superficie y al exterior de la
plaza, tal como referimos. En tanto en Camiña se registraron 35 pequeños
fragmentos de C. chorus reducidos a astillas nacaradas, en el nivel 3 B. Esta plaza
presenta dos ocupaciones la más temprana atribuida al período Formativo con
interesantes asociaciones, altas frecuencias de restos óseos y vegetales, que
evidencian preparación y consumo de alimentos. Sin embargo, lo reducido de los
restos de conchas no permite inferir ningún tipo de actividad que implique
directamente el uso de éstos en dicho espacio21.

C) Funerarios: aquí registramos dos tipos de evidencia. La primera corresponde al


material proveniente del cementerio Pica-8, único contexto donde observamos
objetos enteros, los cuales corresponden a tres collares que incluyen cuentas de
conchas marinas entre sus materiales de confección, de modo exclusivo o junto con
cuentas líticas y cobre laminado. Estos objetos no son abundantes entre los ajuares
mortuorios revisados. En algunos casos se contó con información contextual, pero no
se registró asociación con los individuos portadores del ajuar. De acuerdo con la
sistematización de todos los objetos ofrendados se estableció que estos contextos
funerarios son de tipo sencillo, correspondientes a la gente común, sin un estatus
especial dentro de su grupo social.

21
Se ha documentado la utilización de conchas molidas en fragmentos como ofrenda en contextos prehistóricos
(Núñez 1984). A la vez tenemos antecedentes de la utilización actual etnográfica de fragmentos de conchas en el
sitio Jamajuga, donde estos restos fueron esparcidos por parte de la comunidad local probablemente durante un
rito auspiciatorio reciente.

140
Por otra parte, tenemos información de material malacológico superficial asociado a
sitios funerarios relacionados con los asentamientos que hemos trabajado y que
revisaremos a continuación en la discusión.

Los contextos de producción se registran sólo en Camiña-1 y alcanzan un 9,5% del


total de recintos que presentaron restos de conchas en el sitio. Están representados
por el recinto 215, el cual presenta características de taller donde se utilizaron
diferentes materiales vinculados a la producción artesanal como herramientas de
piedra (perforadores, puntas líticas y herramientas cortantes), instrumentos de hueso
y vegetales utilizados en tinciones y para elaborar cordelería. Sin embargo, este
espacio también puede considerarse de carácter doméstico ya que incluye áreas de
cocina y preparación de alimentos, lo cual es evidente a partir de la depositación de
desechos primarios como restos alimenticios, óseos y lascas. Otro rasgo
característico de este recinto es la presencia de arte rupestre probablemente asociado
al tipo de actividades aquí realizadas. En general, los recintos que presentan esta
característica se concentran en el sector sur alto del asentamiento, situación que se
correlaciona con la distribución de recintos que presentan material malacológico, que
se ubican en esta misma área del sitio.

También se observa otra área de actividad más restringida en el recinto 61 donde


predominan los desechos de O. peruviana, observándose mayoritariamente aquellos
que corresponden al recorte de la porción inferior de las valvas.

141
6.2 Discusión

A partir de los resultados obtenidos integramos y comparamos la información a la luz


de una evaluación de la presencia y diversidad de restos malacológicos en los sitios
de la fase Camiña, las características de las áreas de actividad asociadas a la talla
malacológica y el uso de los objetos.

Ya hemos caracterizado a fondo la situación interna de cada uno de los sitios


estudiados. Ahora enfatizamos las comparaciones, discutiendo las similitudes o
asociaciones entre ellos y con el material funerario. A la vez discutimos las
relaciones establecidas a nivel regional con el resto de los yacimientos considerados
en la investigación, de acuerdo con sus diferencias cronológicas y culturales.

Todos estos asentamientos presentan elementos comunes, ya que poseen parte o la


totalidad de su ocupación atribuida al período Intermedio Tardío, lo cual se ve
reflejado en su ergología. Durante la época en que estos sitios estuvieron habitados
seguramente existieron intensas relaciones entre ellos, cuyas modalidades exactas
aún no han sido determinadas. Este conjunto de sitios, incluida nuestra muestra,
comprende el total de los espacios característicos de la geografía regional. La costa,
los valles bajos asociados a la pampa del Tamarugal, las quebradas altas o sierra y el
altiplano, representando el rango completo de ocupación vertical articulado durante
el período Intermedio Tardío.

En los asentamientos costeros existió una modalidad de ocupación con una fuerte
raigambre local, vinculada con el interior y dependiente en cuanto a ciertos recursos
como vegetales, textiles y cerámica (Adán et al. 2007 a, Agüero 2007). A partir del
estudio de los sitios de Pisagua y del material funerario de cementerios costeros e
interiores (Catalán 2007) se plantea que estas poblaciones marítimas se vincularon
con grupos interiores adoptando ciertos elementos que se traducen en rasgos
materiales compartidos, pero manteniendo su estrategia socioeconómica marítima y
cultural esencialmente inalterada.

Durante el período Intermedio Tardío el modo de vida costero alcanza su máxima


expresión, convirtiéndose la explotación marítima en una actividad sumamente

142
especializada capaz de producir excedentes para el intercambio, lo cual pudo
asociarse a la práctica de la navegación. Los grupos interiores aportaron a los
costeros diversos productos cultivados y otros vegetales silvestres, más textiles,
calabazas y tiestos cerámicos que fueron intercambiados por pescado, conchas
marinas y otros productos marítimos como el guano de aves. Ahora confirmamos que
entre estos ítems de intercambio se incluyeron ciertas conchas de moluscos,
tradicionalmente preferidas en el interior para elaborar ornamentos y posiblemente
otros objetos, pues es indudable que no constituyen aquí restos alimenticios.

De acuerdo con el rango temporal de los asentamientos interiores se observaron


especies y usos característicos dados a las valvas de moluscos. Es así como en los
inicios del período Intermedio Tardío (fase Tarapacá), representado en Caserones-1,
se observó una vinculación muy cercana con el espacio costero. Este sitio presenta
abundantes y diversos restos de peces en sus depósitos, además de trece especies
diferentes de moluscos dentro de los cuales, algunos serían consumidos como
alimento. Aparte del consumo alimenticio de moluscos se aprecian diversos usos
dados a las conchas marinas, tales como contención de colorantes, uso de
herramientas y fabricación de cuentas. La contención de pigmentos en valvas es un
rasgo típicamente costero como observa Catalán (2007) en las colecciones funerarias
de la costa, lo que nuevamente avala fuertes lazos con este espacio geográfico y
cultural. Hecho que además de reflejar una mayor disponibilidad de este recurso
indica patrones de uso compartidos por los grupos asentados en ambos espacios.

Otra característica destacable de Caserones es la clara presencia de áreas de actividad


donde se efectúan juntas varias de las etapas implicadas en la fabricación de objetos,
incluyendo conchas marinas entre sus materias primas. De acuerdo a nuestro propio
análisis, este es el caso que ejemplifica el recinto 526, de grandes dimensiones (47,6
m² de superficie) y que concentra el 70% del mineral de cobre presente en todo el
sitio, proveniente en su totalidad de las capas 2 a 5 (Carrasco 2006). En este recinto
registramos siete cuentas hechas sobre columela de Tegula spp. de un total de 11
ejemplares22; aparte de las cuentas de mineral de cobre (op. cit.). Este espacio

22
Este tipo de cuenta también se registra en Camiña, Nama, Jamajuga y Pica 8.

143
además destaca por una concentración de artefactos de hueso y materias primas para
la confección de objetos (González 2006). También se señala la presencia de plumas
de ave, vellones de lana, cuero, restos óseos de camélido, guano, un artefacto sobre
diáfisis de camélido y un tubo sobre hueso de ave, en conjunto con restos de peces
(corvina, tiburón, jurel y pejeperro) y un diente de tiburón pulido (op. cit.)23.

Todas estas evidencias sugieren para Caserones una temprana especialización


artesanal, caracterizada por la organización espacial de las actividades ligadas a la
producción artesanal, la conjunción de varias etapas del proceso productivo y la
presencia de diferentes materias primas implicadas. Por lo tanto, constatamos que
esta característica no es exclusiva de los contextos de producción artesanal asociados
a la fase Camiña, sino por el contrario tiene su antecedente directo en la más
temprana fase Tarapacá y muy posiblemente se hereda del período Formativo.

En este sentido considerando la asociación atribuida entre la especialización de


oficios y la complejidad social, creemos a partir de estas evidencias que esta
complejidad se gesta durante el Formativo regional, alcanzando ya un gran
despliegue durante la primera mitad del Intermedio Tardío y se consolida durante la
fase Camiña. Esta complejidad social probablemente es el producto de la temprana
interacción regional y la relación ancestral con la costa, rasgos que habrían generado
un escenario propicio para la situación social que sobrevendría durante la segunda
mitad del período.

Los sitios estudiados en esta memoria caracterizan la fase Camiña (1.200-1.450 d.C.)
como la expresión clásica del período Intermedio Tardío, cuando se producen
cambios evidentes en ámbitos de la cultura y la sociedad Pica-Tarapacá. De acuerdo
con nuestros resultados observamos que en este conjunto de sitios, coherentemente
con su adscripción temporal, el material malacológico exhibe características
comunes; no obstante, también se observa cierta variabilidad. A la vez algunos de
estos rasgos característicos los acercan o alejan de sus referentes contemporáneos en
la pampa y el altiplano de la región.

23
De este recinto se obtuvo una fecha cal. 80-250 d.C. en la base de la secuencia ocupacional. (Beta 220919)

144
Sitio Muestra Recinto Nivel Edad (años A.P.) Fecha
Camiña-1 Beta 210441 139 3-4 Cal 750-550 1.200-1.400 d.C.
Camiña-1 Beta 210442 296 2C Cal 930-740 1.020-1.210 d.C.
Nama-1 Beta 210436 287 1 Cal 970-750 980-1.200 d.C.
Nama-1 Beta 210437 67 4 Cal 790-570 1.160-1.380 d.C.
Chusmiza-1 Beta 220920 89 R1 Cal 650-520 1.300-1.430 d.C.
Jamajuga Beta 220921 5A 1B Cal 790-660 1.160-1.290 d.C.
Tabla 28: Fechados radiocarbónicos del proyecto FONDECYT 1030923 aludidos en el
texto

En los sitios tardíos emplazados en la zona de quebradas se aprecia una marcada


preferencia por las valvas de Oliva peruviana, especie de la cual apareció sólo un
fragmento en las recientes excavaciones de Caserones. Si bien, entre los materiales
provenientes de excavaciones anteriores (True 1980), constatamos la presencia de
valvas de Oliva sin ápice que incluso conservaban el hilo que las prendía (al igual
que un ejemplar de Turritella cingulata), a modo de collares o adornos. No obstante,
estas excavaciones fueron de carácter ampliado y se extrajo un gran volumen de
tierra.

O. peruviana se encuentra en los cuatro sitios tardíos estudiados con altas frecuencias
en tres de ellos. Su preponderancia es especialmente evidente en el registro de
Camiña y Nama donde constituyen la mayor parte de los casos. En Chusmiza y
Jamajuga la cantidad de material malacológico es escasa, pero hay un ejemplar de
cuenta de O. peruviana en el primer sitio, mientras que en el segundo se registra un
fragmento carbonizado de la misma especie.

Este gastrópodo tiene una superficie exterior brillante aporcelanada muy llamativa,
con colorido y diseños diversos y presenta polimorfismo, es decir tiene formas
variadas que van desde una oliva a un cono24. Según Osorio (2002) este es uno de los
caracoles más representativos y hermosos de la malacofauna chilena, presentando
una talla máxima controlada de 5,8 cm., la cual es mucho mayor al largo promedio
que presentaron los ejemplares arqueológicos (valvas y cuentas), de apenas 2,4 cm.
Esta especie vive enterrada en fondos areno-limosos desde 4 a 10 m. de profundidad.

24
En el registro arqueológico de los sitios de quebradas sólo observamos formas ovales con excepción de un
caso en Camiña. Mientras que otro ejemplar cónico apareció en el sitio Pukarqollu excavado en el altiplano.

145
Tiene hábitos nocturnos y actualmente se captura con cebos o con rastras. En el norte
de Chile frecuentemente se encuentran conchas vacías en las playas de arenas finas.
Este caracol no es comestible y se utiliza actualmente para fabricar adornos de
artesanía popular en el litoral central y norte de Chile (op. cit.). Probablemente los
ejemplares arqueológicos se recolectaron muertos en playas una vez arrojados por la
marea, mostrando algunos de ellos evidencias de erosión por arrastre marino.

Lámina 28: valvas de O. peruviana

Otra especie importante es C. chorus, el cual se encuentra en Camiña y Nama con


frecuencias considerables aunque no se registró ninguna valva completa. Sabemos
que éste es un molusco característico de los desarrollos formativos de Tarapacá,
presente en sitios habitacionales como Caserones, donde presenta altas frecuencias y
usos diversos, a la vez que fue ofrendado en contextos funerarios de Tarapacá-40,
contemporáneo al anterior.

Otro tipo de molusco relevante pertenece al género Tegula el cual a pesar de no


registrar altas frecuencias se encuentra presente en tres de los sitios trabajados, con
excepción de Chusmiza-1. A la vez que se registra en la colección Pica 8 y en
Caserones. La mayor parte de los casos corresponde a cuentas elaboradas sobre la
columela de las valvas, en algunos casos pudo identificarse la especie Tegula
tridentata. También aparecen algunas valvas completas sin modificaciones.

Hay conchas de tres especies de moluscos que se hallan de modo exclusivo en


Camiña-1 y que atribuimos a la ocupación formativa inicial del sitio: A. purpuratus
(ostión), C. concholepas (loco) y A. psittacus (picoroco), todas con bajas frecuencias.

146
Turritella cingulata es una especie que se encuentra sólo en Nama, pero tiene un
antecedente temprano en Caserones-1, donde se registran valvas horadadas en las
excavaciones recientes y anteriores del sitio.

Finalmente, los venéridos tienen escasa frecuencia estando presentes en Camiña y


Nama.

En todos los sitios se detectan una o más especies indeterminadas, proporción que en
los yacimientos pequeños alcanza un alto valor. Esta categoría que reúne más de una
especie constituyó un 11% del total de la muestra en los cuatro sitios trabajados. En
la mayor parte de los casos de cuentas discoidales no pudo identificarse la especie
sobre la cual fueron elaboradas o sólo se identificó a nivel genérico (bivalvo o
venérido).

De todas las especies de moluscos registradas en la sierra sólo tres están ausentes en
Caserones: Argopecten purpuratus y C. concholepas que aparecen exclusivamente
en Camiña, al igual que Mulinia presente sólo en Nama. El resto de las especies son
compartidas con Caserones, donde se concentra la máxima diversidad de moluscos
de los sitios interiores, llamando la atención la ausencia de A. purpuratus y C.
concholepas en su registro, dada su popularidad en sitios interiores del Formativo
local (Tabla 27).

147
SITIO ARQUEOLÓGICO
Especie de molusco
Caserones-1 Camiña-1 Nama-1 Chusmiza Jamajuga Pukarqollu
Sitani
Gastrópodos
Concholepas concholepas - 4% - - - -
Fissurella spp. + - - - - -
Littorina peruviana + - - - - -
Oliva peruviana + 62 % 40 % 50 % 20 % +
Prisogaster niger + - - - - -
Scurria viridula + - - - - -
Tegula spp. + 2% 13 % - 20 % -
Tegula tridentata + 4% - - - -
Turritella cingulata + - 7% - - -
Bivalvos
Argopecten purpuratus - 4% - - - -
Choromytilus chorus + 13 % 7% - - -
Euromalea rufa + - - - - -
Mulinia spp. - - 13 % - - -
Prothotaca taca + - - - - -
Venéridos + 0% 0% - - +
Poliplacóforos
Chiton spp. + - - - - -
Crustáceos
Austromegabalanus psittacus + 2% - - - -
Homolapsis plana - - - - - +
Indeterminada + 7% 20 % 50 % 60 % +
Tabla 27: Moluscos asociados al complejo Pica-Tarapacá en sitios interiores, frecuencias
relativas de cada especie para los sitios analizados y presencia o ausencia de ellas en otros sitios
mencionados en este estudio (Presente +/Ausente -)

Dentro de la muestra, Camiña-1 y Nama-1 son los sitios que presentan mayor
afinidad, compartiendo altas frecuencias de Oliva peruviana, presencia de C. chorus
y venéridos.

En los demás asentamientos donde se aplicó la cuantificación del NMI, sus


resultados no indican ninguna característica representativa en cuanto a la abundancia
de las especies de moluscos; esto debido al pequeño tamaño de la muestra y a que no
pudo identificarse gran parte de ella. Sin embargo, aún en los sitios pequeños se
detectaron elementos en común con el material de los asentamientos de mayor

148
envergadura como cuentas discoidales elaboradas sobre bivalvos y cuentas hechas
sobre la columela de Tegula spp.

Creemos que probablemente en el caso de las cuentas discoidales más que la especie
lo que importaba era el color blanco a la hora de seleccionar el molusco, por lo cual
generalmente se escogieron venéridos para elaborarlas. Al respecto, en Camiña-1
también se constata la presencia de cuentas discoidales de hueso y sílex blanco, por
lo cual probablemente, más que el tipo de materia prima, se buscaba un atributo
común a varios materiales como su color.

En cuanto a las áreas de actividad, ya hemos insistido bastante respecto al carácter


especial del recinto 215 de Camiña, por lo que sólo nos queda retomar estas ideas en
relación al concepto de especialización artesanal. Observamos que esto caracteriza a
uno de los principales sitios de la fase tardía del Intermedio Tardío, donde se
reservan ciertos espacios para la producción artesanal lo que corresponde a la
denominada especialización intrasitio y constituyen posiblemente un centro de
producción de este tipo de objetos a un nivel más amplio, lo que refiere a la
denominada especialización intersitio (Tosi 1989).

Planteamos esto a partir de las características de Camiña-1 como la asociación del


material malacológico con otras materias primas implicadas en procesos de
producción artesanal, la concentración y alta representación de perforadores líticos,
más la abundancia de desechos y fragmentos malacológicos en relación a la escasez
de objetos terminados. Esto se ve apoyado por el hecho de que no se evidenciaron
restos del proceso de producción artesanal en los demás sitios analizados. En
Chusmiza y Jamajuga no hay evidencia alguna de áreas de producción. Nama
constituye un caso particular, ya que a pesar de que no se observan contextos de
producción se registra gran cantidad de material formatizado, principalmente en
superficie, situación que contrasta con la escasez de material estratigráfico. Estos tres
sitios dependerían de una producción externa de objetos malacológicos.

149
En tanto en sitios contemporáneos del altiplano tarapaqueño como Pukarqollu25
registramos la presencia de Oliva peruviana, de la cual se halló una valva sin ápice
proveniente de la recolección superficial (recinto 317).

Lámina 29: Cuentas de O. peruviana, Pukarqollu y Citani

A pesar de la potencia de sus depósitos, las excavaciones en este sitio arrojaron una
baja cantidad de material malacológico en comparación con la zona de quebradas. Se
registró una columela de O. peruviana y una cuenta con forma subelíptica
aparentemente hecha sobre el caparazón de un crustáceo, además de restos de las
pinzas de otro pequeño crustáceo (cangrejo). Por su parte, González (2005) menciona
la presencia de una tenaza de jaiba mora (Homolapsis plana) entre los restos de
fauna analizados. La presencia de crustáceos es totalmente inédita, ya que no se
registraron restos de estos animales en Caserones ni en ninguno de los sitios de
quebradas.

Contamos además con información superficial de las chullpas de Citani ubicadas en


el altiplano de Isluga y asociadas al sitio Pukarqollu. En Citani se recolectó una
cuenta típica de Oliva peruviana asociada a la chullpa número ocho y en la nueve se
registró un fragmento de valva de venérido.

Lámina 30: Pukarqollu A: cuenta sobre caparazón de crustáceo. B: columela de


Oliva peruviana. Citani C: cuenta de Oliva peruviana. D: restos de concha de venérido

25
En este sitio existen dos fechados radiocarbónicos de cal. 1.010-1.260 d.C. (Beta 227581) y cal. 1.020-1.210
d.C. (Beta 227580)

150
En la quebrada de Camiña tenemos evidencia superficial asociada a las chullpas,
construcciones funerarias características de los desarrollos altiplánicos y también de
las quebradas durante la fase Camiña como clara señal de integración con este
espacio geográfico y cultural.

Asociado a Camiña-1 en el cementerio Laymisiña (Adán y Urbina 2005) que


presenta entierros en cistas y chullpas, en superficie observamos restos de Oliva
peruviana, Argopecten purpuratus y venéridos más una cuenta discoidal
confeccionada sobre la concha de un bivalvo indeterminado. Se hallaron también
fragmentos de mineral de cobre, cuarzo y una cuenta cilíndrica de vidrio azul.

Por su parte, en la colección funeraria Pica 8 como detallamos anteriormente, se


registraron collares hechos de cuentas de conchas. De acuerdo con las características
presentadas por las ofrendas, estos objetos no se vincularían a individuos que
ejercieron actividades específicas ligadas a la práctica ritual; sino que más bien
corresponderían a la gente común, presentando rasgos que los sitúan dentro de los
contextos sencillos definidos por Catalán (2007). Se constataron aquí dos de los tipos
de cuentas presentes en los sitios domésticos.

Creemos que la presencia de material malacológico en espacios funerarios indicaría


que este tipo de objetos tiene íntima relación con la reproducción social del grupo y
participó de la esfera ritual y simbólica de los habitantes de la pampa, quebradas y
del altiplano de Tarapacá. Esto revelaría una integración regional, materializada en el
por el intercambio de estos ecofactos, pero sobre todo, indicando la existencia de
concepciones ideológicas y prácticas sociales comunes, y no tanto diferenciación
social en un sentido mecánico y conservador.

151
6.3. Conclusión y palabras finales

Basados de los resultados de nuestra investigación que intentamos debatir en la


síntesis recién expuesta, planteamos una serie de ideas en relación al uso social y
simbólico de las conchas marinas para la sociedad prehispánica tardía que nos ocupa.

A partir de los análisis y contextualización del material malacológico presente en


estos sitios arqueológicos aportamos al entendimiento del complejo Pica-Tarapacá
mediante una sistematización de datos concretos provenientes de sitios
habitacionales y funerarios, ubicados en los diferentes ambientes de la Primera
Región. A la vez caracterizamos en profundidad el manejo de esta materialidad
durante un gran lapso constituido por el período Intermedio Tardío, el cual se ha
dividido en dos fases, centrándonos en la más tardía de ellas (fase Camiña, 1.200-
1.450). A partir de las características referidas para el material malacológico se
confirma durante este rango temporal, el estrecho vínculo mantenido entre las
poblaciones de quebradas y el altiplano de Tarapacá. A la vez que el registro
arqueológico muestra que persistió la ancestral relación existente con el espacio
costero.

La circulación de conchas marinas refleja patrones de interacción regional, lo cual ha


sido consignado como un rasgo característico de la dinámica social del período
Intermedio Tardío en Tarapacá. Según la información etnohistórica, la sociedad Pica-
Tarapacá se hallaba segmentada en grupos, los que a pesar de habitar en diferentes
espacios geográficos formaron parte de un misma entidad social. Consideramos a las
conchas marinas y objetos elaborados a partir de ellas como elementos materiales
característicos y definitorios de lo Pica-Tarapacá como fenómeno regional. Su
utilización en la vida doméstica y ritual, tanto funerario como de intercambio,
potenciarían sus características identitarias. Al respecto, considerando nuestros
resultados, creemos que este tipo de bienes tuvo relación más con la definición de
una identidad local que con categorías de estatus al interior del grupo social.
Concibiendo el concepto de identidad como una dimensión cultural con anclaje en lo
simbólico, mediante la cual las personas se comunican a través de códigos como la
lengua y el uso de objetos dotados de simbolismo. Creemos que, en nuestro caso de

152
estudio, los objetos de concha sin duda estuvieron cargados de simbolismo, el cual
no estamos en condiciones de determinar con precisión; no obstante, podemos
afirmar que este material opera dentro del grupo social mediante categorías
simbólicas, probablemente relacionadas con el sentido profundo de la vida humana.
Posiblemente estos objetos participaron en un ámbito de reproducción social y
cultural funcionando como símbolos tangibles de ideas y creencias, preformando los
modos de percepción y representación de estos grupos humanos (Turner 1990;
Moulian 2002).

El hecho de que las conchas se asocien a la indumentaria de las personas (complejo


artefactual de atavíos, según Catalán), donde se muestran visiblemente, supone un
acto público que adquiere carácter político al manifestar visiones propias del mundo
social, vinculándose a expresiones de poder, a la vez que expresa un contenido
simbólico al comunicar identidad o adscripción étnica. En este sentido retomamos la
afirmación de Foucault (2000[1976]) que plantea que el cuerpo se halla inmerso
directamente en el campo político. Esto tiene relación con la identificación grupal y
con contactos entre poblaciones a un nivel regional, escenario en donde las
relaciones sociales lejos de estar consagradas, se están negociando continuamente.
En este ámbito concebimos el poder más allá de la acepción tradicional que implica
imponer la propia voluntad sobre otros, sino considerando que este también sirve
para mantener la cohesión interna del grupo, protegiéndolo de lo que le es extraño y
potenciando su identidad.

Siguiendo esta lógica, la producción, uso e intercambio de conchas marinas


constituiría un elemento distintivo de las comunidades en cuestión; reforzando su
identidad grupal, permitiendo a los agentes ubicarse en un tiempo y espacio social
determinados, integrando experiencias del pasado y dando lógica a su accionar;
funcionando como medio de comunicación (Moulian 2002).

La presencia característica de valvas de ciertos moluscos en los asentamientos


interiores de la fase Camiña muestra leves variaciones, sin embargo se observa un
patrón homogéneo en cuanto a la diversidad de especies presentes y los usos dados a
las valvas; que muestra una especificidad de acuerdo con su rango temporal, a la vez

153
que indica una continuidad con los manejos precedentes observados en sitios más
tempranos de Tarapacá; como Caserones.

Creemos que la presencia diacrónica de material malacológico en los registros


interiores trabajados revela la persistencia en el tiempo de ciertos elementos de
representación comunes constatados durante todo el período Intermedio Tardío e
incluso con anterioridad. Lo cual revela un contacto ancestral, continuamente re
significado con el espacio costero, con el que existieron vínculos desde antaño y de
donde provienen las conchas del Pacífico. La presencia sincrónica de valvas de Oliva
peruviana tanto en los sitios de quebradas como en el altiplano regional indica
relaciones sociales mantenidas por estos grupos entre sí y con grupos litorales, lo
cual devela un amplio ámbito de interacción social. Esto revela no sólo un
intercambio de objetos sino también la circulación de ideas y conceptos, así como su
persistencia a lo largo del tiempo nos habla del arraigo profundo de estos mismos.

Este hecho sumado a la presencia de conchas en contextos funerarios, tanto en la


zona de quebradas como en el altiplano señala a estos ítems como bienes sociales en
el sentido de que son necesarios para establecer y mantener las relaciones sociales y
políticas, generar alianzas y atraer seguidores, participando en intercambios a larga
distancia, “pagos” y ritos mortuorios (Trubitt 2003). Sin embargo no tienen que ver
con el concepto de prestigio en su acepción clásica de alto estatus, ya que su
abundancia en contextos domésticos indica que más bien corresponden a símbolos de
identidad, probablemente a nivel regional durante el lapso comprendido por la fase
tardía del período en cuestión.

A partir de la revisión bibliográfica observamos la existencia de una relación entre de


los moluscos y el agua, con la consiguiente importancia en los ritos de fertilidad
andinos y a nivel mundial. Una sociedad agrícola como Pica-Tarapacá, asentada
además en un medio desértico, sin duda debe haber concedido una importancia
fundamental a los ritos relacionados con el agua. Según Muñoz (1989) estas
concepciones habrían surgido en el norte de Chile durante el período Formativo.
Creemos que las conchas marinas pudieron funcionar como símbolos arquetípicos
del agua y sus propiedades tales como la regeneración, la irrigación y la propiciación

154
de la fertilidad. También pudieron asociarse a los ciclos de vida y muerte, la
renovación, los antepasados y al “mundo de abajo”. Un aspecto importante respecto
a la asociación de los muertos con la fertilidad es mencionado por Urrutia (2006)
quien señala de acuerdo con información etnográfica recopilada en Tarapacá, que los
muertos que en vida cultivaban el suelo y que al morir han pasado al otro pacha, son
los responsables especiales de la fertilidad agrícola. Aunque esto se refiere a la
realidad etnográfica nos parece sugerente.

En este contexto, a medida que la agricultura comienza a adquirir importancia capital


en los sistemas sociales tradicionales, pasándose de horticultura a la agricultura
extensiva e intensiva, aumentan paralelamente las relaciones de intercambio, lo cual
exige un mayor desarrollo de la producción de bienes de intercambio y agrícolas. Es
aquí donde este tipo de bienes “exóticos” pudo actuar como lubricante del sistema
productivo. Lo que hemos denominado analíticamente uso social y simbólico son
aspectos que se interdigitan con lo social, siendo componentes necesarios
indisolubles que se encontraban enlazados en estas sociedades, mediante la práctica
religiosa y el ejercicio comunitario.

Dentro de la comunidad el manejo de este tipo de bienes podría relacionarse con una
ritualidad asociada a esquemas de reproducción de la vida, pero que a la vez implica
la perpetuación del orden social interno. En este sentido, la presencia de conchas
marinas en el interior indica la capacidad para movilizar recursos lejanos de acceso
limitado. Esto se traduce en una manifestación de complejidad económica y política
al consagrar la delimitación de fronteras sociales, convirtiéndose en un elemento
identitario al exterior del grupo. Puede que a la vez este material se asocie con
categorías de etnoclasificación o diferenciación interna de los individuos, como sexo,
edad o género, sin embargo no estamos en condiciones de hipotetizar al respecto. Si
bien la evidencia no es contundente para afirmar la existencia de asimetrías sociales,
no cabe duda de que son objetos significativos de la dinámica comunitaria y forman
parte del adorno tradicional.

Observamos que las conchas marinas se encuentran estrechamente entrelazadas con


la vida doméstica de estos grupos, donde adquieren significación en la dinámica

155
comunitaria. Las características de las áreas de producción y uso indican una relación
fluida con la costa, a la vez que señalan una capacidad de fácil acceso al litoral. En
este sentido, estos bienes no pueden ser considerados realmente exóticos, en su
acepción de algo extraño o ajeno, ya que se encuentran dentro del ámbito de acción
mediato de estos grupos humanos. Y porque constituyen una manifestación tangible
de un modo de relación entre distintas comunidades vinculadas pero dispersas dentro
de un amplio espacio. Tal como ocurre actualmente con las comunidades indígenas
locales que habitan las quebradas altas de Tarapacá, donde las familias tienen
relaciones de parentesco e incluso co-residencia con grupos asentados tanto en la
costa como en el altiplano regional.

Todas estas evidencias nos llevan a plantear que nuestro material de estudio tuvo una
particular relevancia dentro del sistema social Pica-Tarapacá relacionada con los
diferentes aspectos que hemos referido, que se encontraban unificados en la práctica
social cotidiana de estas personas y en la práctica funeraria. En este punto del
desarrollo de nuestra investigación no podemos hilar más fino y responder
categóricamente las interrogantes planteadas, sin embargo creemos haber cumplido
nuestro objetivos esclareciendo una parte importante de nuestra problemática,
sentando así las bases para futuras investigaciones malacoarqueológicas en Tarapacá
y en general en el Norte Grande de Chile.

156
7. Créditos
Láminas 1, 20 y 24: Rolando Ajata
Láminas 3, 21 y 25: Claudia del Fierro, coloreadas por Pablo Méndez-Quirós
Lámina 5: Claudia del Fierro
Lámina 6: Eugenio Pavlovic, modificada por Magdalena García
Láminas 7, 16 y 17: Francisca Urrutia
Lámina 11: Gloria Cabello
Láminas 12 y 13: Mauricio Uribe
Lámina 15: Carlos Carrasco
Lámina 18: Eugenio Pavlovic, coloreada por Pablo Méndez-Quirós
Lámina 22: Flora Vilches
Lámina 27: Dánisa Catalán
Lámina 28: Sociedad Chilena de Malacología

157
8. Bibliografía

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167
9. ANEXOS

CLASE FAMILIA ESPECIE DE MOLUSCO


Gastrópodos Acmaeidae Collisella spp.
Scurria scurra
Scurria viridula
Calyptraeidae Calyptraea trochiformis
Crepidulidae Crepidula dilatata
Cymatiidae Priene rude
Fissurellidae Fissurella bridgesii
Fissurella costata
Fissurella crassa
Fissurella latimarginata
Fissurella limbata
Fissurella máxima
Fissurella nigra
Fissurella peruviana
Fissurella spp.
Littorinidae Littorina peruviana
Muricidae Acantina monodon
Concholepas concholepas
Crassilabrum crassilabrum
Thais chocolata
Thais haemastoma
Thais sp.
Xantochorus buxea
Olividae Oliva peruviana
Trochidae Tegula atra
Tegula luctuosa
Tegula tridentata
Tegula spp.
Turbinidae Prisogaster niger
Sinum cymba
Turritellidae Turritella cingulata
Bivalvos Glycymeridae Glicymeris ovatus
Mytilidae Aulacomya ater
Choromytilus chorus
Semimytilus algosus
Perimytilus purpuratus
Semelidae Semele solida
Pectinidae Argopecten purpuratus
Veneridae Gari solida
Protothaca taca
Poliplacóforos Chitonidae Chiton spp.
Crustáceos Austromegabalanus
psittacus
Equinodermos Loxechinus albus

Tabla A: Diversidad de especies de moluscos en sitio Pisagua N (depósito completo).

168
CLASE FAMILIA ESPECIE DE MOLUSCO
Gastrópodos Acmaeidae Collisella spp.
Scurria scurra
Scurria viridula
Calyptraeidae Calyptraea trochiformis
Capulidae Capulus ungaricoides
Crepidulidae Crepidula dilatata
Cymatidae Priene rude
Fissurellidae Fissurella bridgesii
Fissurella costata
Fissurella crassa
Fissurella limbata
Fissurella máxima
Fissurella peruviana
Fissurella spp.
Littorinidae Littorina peruviana
Muricidae Concholepas concholepas
Thais chocolata
Xantochorus buxea
Naticidae Polinices uber
Olividae Oliva peruviana
Trochidae Tegula atra
Tegula tridentata
Turbinidae Prisogaster niger

Bivalvos Chamidae Chama pellucida


Glycymeridae Glycymeris ovatus
Mesodesmatidae Mesodesma donacium
Mytilidae Aulacomya ater
Choromytilus chorus
Semimytilus algosus
Perimytilus purpuratus
Pectinidae Argopecten purpuratus
Semelidae Semele solida
Veneridae Mulinia sp.
Prothotaca taca

Poliplacóforos Chitonidae Chiton spp.


Crustáceos Austromegabalanus psittacus
Equinodermos Loxechinus albus
Tabla B: Diversidad de especies de moluscos en sitio Pisagua B (depósito completo).

169

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