Vida Espiritual - Modulo 3 Estudio
Vida Espiritual - Modulo 3 Estudio
Vida Espiritual - Modulo 3 Estudio
Cuando se menciona el libro de Daniel a la mayoría de los cristianos, se le prenden sus oídos
porque creen que se va a hablar acerca de profecía. Daniel es un gran libro de profecía, de los
últimos días, del hombre de pecado, el anticristo.
Continuando con nuestra serie de oración del Antiguo Testamento, vamos a ir a un pasaje que
trata del mismo profeta Daniel, y lo que Dios le reveló. Esta sección está atada a un gran pasaje
profético, pero viene como respuesta a la oración maravillosa que Daniel oró. En este tiempo,
Daniel era de edad, alrededor de noventa años de edad. Él había servido tras muchos cambios de
la dinastía del reino de Babilonia, siendo el primer ministro virtual del reino bajo tres reyes
sucesivos. Detrás de su gran carrera, él está ahora mirando hacia la vida pasada. Como nos dice el
recuento en los primeros versos, él está leyendo en las Escrituras para encontrar lo que Dios va a
hacer. Daniel 9:1-3:
En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los Medos, el cual fue puesto por rey
sobre el reino de los Caldeos; En el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en
los libros el número de los años, del cual habló Jehová al profeta Jeremías, que había de concluir
la asolación de Jerusalén en setenta años. Y volví mi rostro al Señor Dios, buscándole en oración
y ruego, en ayuno, y cilicio, y ceniza. (Dan 9:1-3)
Daniel nos dice que el oró esta oración en el primer año del rey Darío, el general de la ciudad de
Babilonia. Darío era medo que sirvió bajo el emperador Cirio el Grande. Así que en el primer año
del reino de Darío como rey de la provincia de Babilonia, Daniel revela esto en las Escrituras.
Ahora, Daniel estaba leyendo del libro de Jeremías el profeta, y dijo estas palabras del libro de
Jeremías, capítulo 29.
Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplieren los setenta años, yo os visitaré, y
despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para tornaros a este lugar. Porque yo sé los
pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal,
para daros el fin que esperáis. (Jer 29:10-11)
Esas palabras debieron haber animado a Daniel, porque el realizó que el tiempo el apropiado. Han
pasado casi setenta años, y aún no había señal de que los israelitas en Babilonia estuvieran
interesados en regresar a Israel. Fueron tratados con gran respeto por los babilonios, quienes le
cedieron grandes libertades. De hecho, sabemos de otros recuentos de que se habían
establecidos y habían comenzado negocios. Habían sido mantenedores de ovejas en la tierra de
Israel, pero se convirtieron en mantenedores de comercios en Babilonia, así que esta gente no
estaba interesada en regresar a las desolaciones ruinas y de Israel. Por esta razón, Daniel y
algunos de sus acompañantes ayunaron y se cubrieron con ropas de tela de sacos, en la manera
hebrea de expresar su dolor, y comenzaron a orar.
Ahora, a veces no vemos el hecho de que Dios les dijo que hicieran esto mismo. Si leen en la
profecía de Jeremías en el próximo verso nos dice:
Esto es un mensaje de gran ayuda para nosotros en nuestra propia vida de oración, porque
aunque Dios anuncia lo que él va a hacer, él también indica claramente de que una forma que él
lo va a hacer es a través de la oración; que cuando su pueblo ora, él va a cumplir lo que ya ha
dicho que va a hacer.
Encuentro que mucha gente está confundida con este asunto. Ellos leen en sus biblias lo que Dios
ha dicho que va a hacer y se dicen a sí mismo, "Bien, Dios lo va a hacer. No hay nada que hacer
para mí, así que me siento a esperar y observar que suceda. Entonces cuando nada sucede
piensan que Dios no es fiel a su promesa. Pero Dios no es que no sea fiel a su promesa, sino, es
porque el hombre no ha respondido la parte que Dios le ha dado.
Oración es tan importante en su posición que él nos dice que va a retrasar lo que él va a hacer
hasta que comencemos a responder en oración, o nos deja a nosotros y motiva a otra persona a
orar. El el libro de Santiago leemos, "Tu no recibes, porque no pides." (Sant 4:2b). Santiago
continua diciendo que aun cuando pides no lo haces correctamente, porque buscas que tus
propias necesidades sean satisfechas. Pero aquí se nos recuerda que la oración es parte del plan
de Dios.
Ahora esto es cierto también con relación a las promesas de los últimos días. Debemos orar para
que Dios bendiga a Israel y abra sus ojos en su tierra, y ore para que los propósitos de Dios sean
cumplidos en los reinos de la tierra. Como creyentes tenemos parte en los planes de Dios. Por lo
tanto cuando Daniel leyó esto en libro de Jeremías, él obedeció lo que Dios dijo, y comenzó a orar
con todo su corazón buscando el rostro de Dios en esta gran oración.
Esta es una de las oraciones más sobresalientes registradas en las Escrituras. Veamos como Daniel
comenzó. La primer cosa que él hizo--y esto es siempre la forma correcta para hacer en la
oración--es observar al Dios a quién él estaba orando. Oigan estas palabras en el verso 4:
Y oré á Jehová mi Dios, y confesé, y dije: Ahora Señor, Dios grande, digno de ser temido, que
guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos;
(Daniel 9:4)
No comieses contigo mismo o con tus problemas. Jesús nos enseñó que la manera de orar es
comenzar con Dios: "Nuestro Padre que estás en los cielos, santificado sea tu nombre" (Mat 6:9,
Luc 11:2). Daniel comienza enfocando en la naturaleza y el carácter de Dios, y ve dos cosas:
Primero, Dios es un grande y temible. Esas palabras suenan temerosas para nosotros porque no
pensamos de esa manera de Dios a menudo. Pero Daniel ha aprendido algo de la naturaleza
majestuosa de Dios, de su poder, su sabiduría y su poder soberano sobre todas las naciones de la
tierra.
Pero noten muy cuidadosamente que Daniel conecta esto con la compasión de gracia y amor de
Dios. El ve a Dios como un Ser de majestuosa asombrosa, y un Ser de amor tierno y compasión
infinito. Eso es lo que Dios es, pero muchos de nosotros se inclinan a un lado o al otro.
Ese es la clase de Dios que oramos. Estas cualidades son reflejadas en una forma hermosa en la
oración de Daniel. Ahora hay tres elementos que quiero llamar su atención en esta oración:
Hemos pecado, hemos hecho iniquidad, hemos obrado impíamente, y hemos sido rebeldes, y
nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus juicios. (Dan 9:5)
Aquí aparecen listados cinco descripciones diferentes de hacer lo malo: hemos pecado; hemos
hecho iniquidad; hemos obrado impíamente; hemos sido rebeldes; nos hemos apartados de tus
mandamientos y de tu juicio. Además verso 6:
Eso es, echando hacia un lado la palabra de Dios. Recuerdan cuantas veces Jesús le dijo a los
grupo que él se dirigió, "Aquel que tiene oído para oír, déjelo oír." Daniel lo reconoce, no hemos
oído a tus siervos los profetas,
Hemos pecado;
No hemos oído;
Nos hemos rebelado y no obedecimos;
No hemos rogado a la faz de Jehová nuestro Dios.
Ahora, esto señala algo que es ignorado en nuestras oraciones. ¿Cuántas veces incluimos en ellas
la confesión honesta de pecado de puro corazón? No hay quizás algo que sea más difícil y duro
para nosotros que el admitir que estábamos equivocados. Todos nosotros por naturaleza somos
como la gente en el libro de Jueces, de quienes dice, "Todos hicieron lo que era correcto bajo sus
Dios no nos pide que confesemos nuestros pecados porque él trata de humillarnos o penalizarnos
o para ponernos tristes. Sino que Él nos lo pide porque nos engañamos nosotros mismos, somos
deshonestos con nosotros mismos, no somos realistas acerca de nuestras vidas, y él es el realista
final. Dios siempre maneja las cosas exactamente de la forma real que son y él dice que no hay
forma que podamos ser ayudados hasta que comencemos a hacer lo mismo. Él nos pide, por lo
tanto, que comencemos reconociendo las áreas que hemos fallado.
Es por eso que tenemos las Escrituras. La palabra de Dios es como un espejo. Muchos de
nosotros, sin embargo tendemos a ignorar las Escrituras porque sabemos que esto es cierto. Si
miras en la palabra de Dios, en el espejo de la Palabra, vas a ver muy pronto en la forma que te
ves, y no es siempre agradable. Otras personas vienen a nuestras vidas por esa razón. Como no
podemos vernos de la forma en que real somos, Dios en su gracia pone a alguien en nuestra vida
para ayudarnos a vernos nosotros mismos. Podemos ayudarles en la misma forma también. Esa es
la gloria completa en las relaciones.
Por esta razón es que es muy tonto el resistir lo que otros te están diciendo. Si alguien te dice algo
que no es agradable, puedes que creas que viene desde un punto de vista torcido, y puedes estar
correcto. Pero, cuando media docena de personas te dicen la misma cosa, tú debes comenzar a
prestar atención, porque te están diciendo algo que es verdad y que no puedes ver. Hasta que no
comiences a verte a ti mismo en la realidad, estás viviendo en un mundo de fantasía, dañando
todo lo que tocas por qué no ves la realidad, nos ves lo que hay realmente. Lo que más puede
ayudarnos en nuestra vida de oración, por lo tanto es tomar un momento al comienzo de nuestra
oración para encarar lo que la palabra de Dios nos dice que está mal en nuestras vidas--falta de
amor, brusquedad, actitud sarcástica, nuestra tendencia de defendernos y menospreciar a otros.
Esto es donde Daniel comienza. Todo esto es resumido en una gran palabra que es encontrada en
la Escritura, la palabra "arrepentirse." Cuando nos arrepentimos comenzamos a arreglar las cosas
en nuestra vida: comenzamos a actuar honestamente con nosotros mismos y con los demás. Pero
tenemos dificultad haciendo esto a veces por la forma en que pensamos de Dios.
Daniel hace notar algo importante en su oración, donde el continua en el medio de su confesión
reconociendo algo más acerca de Dios. Verso 7:
Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy a todo hombre
de Judá, y a los moradores de Jerusalén, y a todo Israel, a los de cerca y a los de lejos, en todas
las tierras a donde los has echado a causa de su rebelión con que contra ti se rebelaron. (Dan
9:7)
Este es un reconocimiento de que Dios está correcto en lo que ha hecho. Nosotros como
humanos, dice Daniel hemos fallado. La señal de esto es que estamos "confundidos."
Actualmente, la palabra significa frustrados--nada nos va bien en nuestra vida, hacemos planes y
se caen, estamos constantemente encontrándonos frustrados. Esas son siempre señales de que
tenemos una perspectiva errónea de la vida, de que no vemos las cosas claramente, que nuestra
visión ha sido cegada y confundida por actitudes erróneas de nosotros mismos. El resultado es
Además, alguna de la calamidades pronosticadas que la palabra de Dios dijo que le sucedería a
Israel si se desviaban de él le han venido encima. La Biblia nos dice cosas así también a nosotros.
En el sermón del monte, Jesús dijo de que debíamos hacer las paces con nuestro adversario
pronto mientras estamos con él en el camino para que seamos enviados a los que "atormentan"
(esa es la palabra que él usa), y no saldremos libre hasta que hayamos pagado hasta el último
centavo (Mat 5:25-26). Esta palabra "tormentos," se refiere a un sentido de culpabilidad,
confusión y frustración. Jesús está diciendo que si no encaramos las acusaciones que son ciertas
de nuestra conducta y comportamiento seremos entregados a los tormentos internos que
quitarán nuestra paz mental y robará nuestro sueño en la noche; seremos molestados por
neurosis, psicosis y otras manifestaciones neuróticas; tendremos el estómago revuelto y se
convertirán en úlceras. Tendremos todos estos "tormentos" porque no enfrentamos la vida.
Pero noten lo que Daniel dice acerca de Dios: "Tuya es la justicia, Señor."
Veló por tanto Jehová sobre el mal, y trájo sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro Dios
en todas sus obras que hizo (Dan 9:14ª)
Una de los obstáculos mayores en la oración es que la mayorías están enojados con Dios. No nos
gusta lo que Dios nos ha hecho; pensamos que hemos sido tratados injustamente. ¿Cuántos de
nosotros hemos sido tomados en una manera u otra diciendo, "Señor por qué me estás haciendo
esto? Por qué me estás tratando en esta forma? ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Todo eso
es una forma sutil de echarle la culpa a Dios, diciendo que él no es justo. Esto es algo que nunca
debemos decirle a Dios. Dios no puede ser injusto, él no puede mentir, no nos engaña, no puede
ser injusto con nosotros, no puede estar sin amor hacia nosotros. Su naturaleza es amorosa. Por
lo tanto lo que él hace es amoroso, y lo que él nos da es también amoroso.
Recuerden que esta oración fue expresada por un hombre que fue una vez príncipe de la casa real
de Israel. Daniel debió haber tenido planes, sueños, y proyectos para lo que él quisiera ser cuando
alcanzara su herencia. Pero todos estos planes fueron interrumpidos duramente por una invasión
del ejército extranjero. Él fue tomado cautivo y llevado a Babilonia. Allí, en un país extranjero, con
todos sus planes rotos en pedazos, Daniel comenzó a aprender a caminar como un hombre justo
en medio de gente pagana. Él tuvo que observar a sus tres amigos ser tirados en el horno de
fuego porque se mantuvieron en la verdad en el medio de una gran presión. Cuando fue primer
ministro del reino, Daniel mismo fue atrapado por algunos de sus enemigos y tirado a la guarida
de los leones. Todo esto fueron circunstancias por la cual creeríamos que tuvo que sucederle a
Daniel y se hiciera las siguientes preguntas, "¿Dónde está Dios? ¿Por qué él deja que me sucedan
a mi estas cosas?" y decir como decimos a menudo, "No es justo. Yo he sido fiel a Dios y he
obedecido su palabra, pero él deja que esto me pase."
Pero Daniel aprendió que Dios nunca hace algo incorrecto. Es él quien tiene que ajustarse a Dios.
Daniel está listo ahora para pedirle a Dios que actué, así que vienen sus suplicas. Verso 15:
Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano
poderosa, y te hiciste nombre cual en este día; hemos pecado, impíamente hemos hecho. Oh
Señor, según todas tus justicias, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén,..
(Dan 9:15-16ª)
Aquí Daniel es directo. Él está diciendo realmente, "Señor quita la maldición de Jerusalén. Deja
que esa ciudad sea restaurada de acuerdo a tus promesas hechas a Jeremías que después de
setenta años tú lo harías. Ahora Señor mueve a la gente. Haz que esto suceda. Muévelos de nuevo
y quita la maldición de esta gran ciudad."
Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos, y haz que tu rostro
resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. (Dan 9:17)
Ahora noten la forma audaz en que Daniel termina su oración, Verso 19:
Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y haz; no pongas dilación, por amor de ti
mismo, Dios mío: porque tu nombre es llamado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.
(Daniel 9:19)
Una vez que pongamos nuestras vidas correcta delante del Señor, cuando tomamos nuestra
posición adecuada delante del Dios de toda la tierra, entonces, como dicen las Escrituras, "cuando
nos humillamos delante del poderoso nombre de Dios, vamos a ser exaltados." Esa es la promesa.
Dios comienza a trabajar allí. Podemos entonces venir con audacia a pedirle grandes cosas que
son necesarias.
Entonces sigue lo que quizás es la profecía más importante de toda la Biblia. Es llamada la
profecía de las setenta semanas de años, eso es, 490 años que iban a ser marcados para el
cumplimiento de las promesas de Dios a Israel. Estos años cubren desde el principio de la
construcción de las murallas de Jerusalén hasta los tiempos de Jesús, después toma un gran salto
(como casi todos los estudiosos bíblicos están de acuerdo) a un periodo final de siete años cuando
el Señor últimamente regresará y establezca su pueblo y su ciudad en el lugar.
Noten algo: En el verso 24 la profecía concierne a la ciudad de Jerusalén y "al lugar santo," el cuál
es el templo, así que esa oración de Daniel fue contestada. Esta es la manera en que Dios obra. El
comenzó a conmover a Zerubabel, Esra y Nehemías, y a otros quienes fueron llamados a dirigir la
expedición de regreso a la tierra de Israel en contestación directa a la oración de Daniel. Pero
lejos de eso, en una mayor dimensión que la que Daniel pudo haber visto, fue la promesa de Dios
de que el trataría con el pecado de todo el mundo en el lugar más santo, en Jerusalén, a través de
la presencia del Mesías, de quién esta profecía habla, y la construcción de la ciudad (la nueva
Jerusalén, el nuevo santuario, "la habitación de Dios y el Espíritu--la iglesia). El cumplimiento
mayor de esta oración es la iglesia misma, que es ahora edificada por Dios en esta época, para
que la oración de Daniel fuera mucho mayor de lo que él pudo haber realizado.
Espero que esto nos motive a recordar que la humildad es la clave para tocar el corazón de Dios.
Al humillarnos nosotros mismos correctamente delante de él, removemos todos los obstáculos de
la oración. Dios va a actuar en formas mucho mayor de lo que podamos pedir o soñar, y el
cumplimiento continuará, quizás por siglos todavía por venir.
Santiago dijo estas palabras, que les dejo para terminar: "La oración ferviente del hombre justo
puede mucho" (Sant 5:16), como una traducción lo pone, "deja salir un tremendo poder." Eso es
lo que hizo la oración de Daniel, y es lo que nuestra oración puede también hacer.
Tenemos que rechazar la noción de que la oración es una forma por la que Dios nos ha
dado para que él haga el trabajo por nosotros
La primer cosa que Daniel hizo--y esto es siempre la forma correcta para hacer en la
oración--es observar al Dios a quién él estaba orando.
Ahora, esto señala algo que es ignorado en nuestras oraciones. ¿Cuántas veces incluimos
en ellas la confesión honesta de pecado de puro corazón? No hay quizás algo que sea más
difícil y duro para nosotros que el admitir que estábamos equivocados.
Una de los obstáculos mayores en la oración es que la mayoría están enojados con Dios. No
nos gusta lo que Dios nos ha hecho; pensamos que hemos sido tratados injustamente.
Una vez que pongamos nuestras vidas correcta delante del Señor, cuando tomamos
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nuestra posición adecuada delante del Dios de toda la tierra, entonces, como dicen las
Escrituras, "cuando nos humillamos delante del poderoso nombre de Dios, vamos a ser
MATERIA: VIDA ESPIRITUAL – MODULO 3
exaltados."
Lección Nº2 – Relaciones en la Oración
Hemos estado estudiando la oración mirando al Antiguo Testamento, de personas de valor que
aprendieron a como orar a través de muchas dificultades, problemas, presiones, y caídas, pero
aun así aprendieron a confiar en Dios en maneras maravillosas. Vamos a tomar una oración de la
experiencia de Job, encontrada en el capítulo 42 del libro de Job.
Job fue un hombre atormentado por una gran aflicción física. Él fue atormentado por tres
charlatanes molestos que le dijeron que la causa de sus problemas era su propio pecado. Como
resultado, él estuvo en gran angustia. Este libro está lleno de oraciones de Job, pero lo que se
hace notar es que Job es el único que ora. No hay oraciones registradas de parte de sus amigos,
quienes no sintieron la necesidad de la oración en sus propias vidas.
Ahora, aunque Job estaba siempre orando, sus oraciones no se veían ser contestadas. Uno de su
gran problema era el silencio de Dios. Aunque Job gemía angustiado en gran manera, Dios parecía
no decirle nada a él hasta lo último que Dios le habló del torbellino, y examinó la aptitud de Job
para tratar con él. Después, como saben ustedes, Job se arrepintió en polvo y ceniza. Al final del
tiempo, en el verso 7 del capítulo 42, leemos este recuento:
Y aconteció que después que habló Jehová estas palabras á Job, Jehová dijo a Eliphaz Temanita:
Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros: porque no habéis hablado por mí lo recto,
como mi siervo Job. Ahora pues, tomaos siete becerros y siete carneros, y andad a mi siervo Job,
y ofreced holocausto por vosotros, y mi siervo Job orará por vosotros; porque de cierto a él
atenderé para no trataros afrentosamente, por cuanto no habéis hablado por mí con rectitud,
como mi siervo Job. Fueron pues Eliphaz Temanita, y Bildad Suhita, y Sophar Naamatita, e
hicieron como Jehová les dijo: y Jehová atendió a Job. Y mudó Jehová la aflicción de Job, orando
él por sus amigos: y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job. (Job 42:71)
Una cosa que sobresale de este pasaje es el hecho de que es un ejemplo claro de un hombre
intercediendo por sus amigos. Este es un ejemplo excelente de lo que llamamos a menudo una
"oración intercesora"-- orando por otra persona y no por nosotros. Hay mucho material en este
pasaje para enseñarnos a como orar por otros. Al leer esto, podemos ver tres cosas que pueden
servir como gran ayuda para entender el papel de un intercesor.
Primero, este pasaje nos revela de que tenemos una relación con otro; pertenecemos el uno a
otro. Esto es verdaderamente real en el cuerpo de Cristo. Somos instruidos en el Nuevo
Testamento de que somos miembros de unos a otros. Nuestras vidas han sido unidas de alguna
forma. Porque compartimos la vida en Cristo, somos miembros de la misma familia; estamos
compenetrados los uno a otros.
Pablo dice algo muy notable en 1 Corintios del capítulo 12, donde él señala que el cuerpo de
Cristo esta hecho en tal forma de que si un miembro sufre, todos los miembros sufren. Cuando
leemos versos como esos se puede decir uno así mismo, como yo me he dicho a mí mismo,
"¿Cómo puede ser eso? Yo ni siquiera sé acerca de los sufrimientos de millones de miembros del
cuerpo de Cristo. ¿Cómo puede afectar el sufrimiento de otro a mí? Aún aquí en esta
Ahora, porque pertenecemos el uno al otro en esta forma y lo que hacemos toca y penetra a otras
personas, estamos entonces supuestos a orar por otras personas. Tenemos una relación el uno al
otro que no podemos negar. Esto es verdad aún si no fuésemos cristianos. Tenemos una relación
con toda persona en el mundo. En el libro de Génesis, cuando Caín le dijo a Dios, "¿Soy yo el
guardián de mi hermano?" (Gen 4:9). A través de toda la Biblia esa pregunta ha sido contestada
afirmativamente. Si, somos los guardianes de nuestros hermanos. Somos responsables de lo que
le pasa a otros. Porque somos miembros de una raza no tenemos el derecho de aislarnos
desconectados sin importarnos por lo que otros están pasando. Estamos todos marcados con la
misma naturaleza de caídos en el pecado. Todos reaccionamos de la misma forma. Todos
contribuimos a las dificultades de otros en muchas formas. Por lo tanto, somos responsables. Esto
todo sirve como fondo para la oración intercesora.
Pero este recuento también indica que hay una diferencia entre nosotros. En un sentido todos
somos iguales, pero en otro sentido todos somos diferentes. Noten que Dios envió
particularmente a los amigos de Job a él para que él orara por ellos y no al revés. Estoy seguro de
que esto debió haber sido un choque para estos hombres, porque a través de todo el libro es
evidente que ellos se consideran ellos mismos superiores a Job espiritualmente. Ellos han venido
a señalar en gran escala y con tremenda palabrerías toda la maldad que Job había hecho en su
vida. Ellos pensaron de sí mismos como médicos de este hombre adolorido espiritual y
físicamente. Pero Dios no piensa de ellos en esa forma. En sus ojos Job ha alcanzado un nivel de
conocimiento y entendimiento--y por lo tanto autoridad--que ellos no habían alcanzado. Cuando
el tiempo llega para corregirles, Dios envía a los tres hombres para que Job orara por ellos.
Esto refleja la verdad que enseña el Nuevo Testamento que, en el cuerpo de Cristo, hay niveles de
conocimiento y crecimiento, y experiencia y autoridad. Primera de Juan dice, "Yo les escribo,
hijitos míos, porque ustedes conocen al Padre. Yo les escribo a ustedes jóvenes, porque han
superado el enemigo. Yo les escribo a ustedes padres, porque le conocen a Él desde el comienzo,"
(1 Juan 2:12-14).
Hay niveles de crecimiento, y de espiritualidad verdadera que son reconocidas en las Escrituras.
Algunos son bebés, apenas comenzando su vida cristiana; otros han crecido al nivel de jóvenes
que están capacitados para batallar con el enemigo y superar los asaltos y batallas de la vida; y
después hay padres que han estado en el camino por mucho tiempo. Su edad y experiencia le han
enseñado muchas lecciones profundas y penetrantes que el hombre joven no ha aprendido
Ahora, reconozco que esto tiene poco que ver con la edad cronológica. Un hombre o mujer
anciano puede ser un bebé en Cristo. Por otro lugar, uno puede ser joven en años y ser un padre,
un gigante espiritual.
Después este ministerio de intercesión indica el privilegio que tenemos de compartir nuestra
fuerza espiritual con aquellos que están atravesando pruebas. A veces tú eres el que estás fuerte
y otros están débiles. Tú puedes orar por aquellos que están luchando, que están bajo gran
presión, confundidos, quizás, engañados por el pecado que no pueden ni ver aún sus propios
problemas. "Aquellos que son espirituales," dice Pablo en el libro de Gálatas, "deben de restaurar
a aquellos en espíritu de humildad, considerándose a ellos mismos no sea que también ellos sean
tentados." (Gal 6:1). En otro tiempo tú puedes ser el que está débil, deprimido, o descorazonado,
y uno que tal vez fue débil pero ahora es más fuerte que tu puede orar por ti.
Ahora, hay veces que uno no puede hacer que la gente pare de estar metiéndose en problemas.
Jesús oró por Pedro cuando él sabía que pronto lo iba a negar. Pedro, de todas formas le negó.
Pero Jesús dijo que él había orado porque cuando Pedro le negó que su fe no decayera, y Pedro
fue sostenido en ese momento. Cuando todo terminó, nuestro Señor le restauró en esa escena
preciosa en el mar de Galilea, cuando le preguntó, "¿Pedro me amas? (Juan 31:15-19). Por lo
tanto, intercesión tiene esa cualidad maravillosa de dejar que compartamos nuestros momentos
de fortaleza con aquellos que están en momentos de debilidad, que podamos ser sostenidos en
nuestros periodos de debilidad por aquellos que tienen fortaleza espiritual.
Pero hay más que simplemente intercesión aquí. Si miras a este recuento cuidadosamente, verás
en el verso 10 algo registrado del efecto que tuvo también en Job:
Y mudó Jehová la aflicción de Job, orando él por sus amigos: y aumentó al doble todas las cosas
que habían sido de Job. (Job 42:10)
En el libro de Job se nos ha dado evidencia clara de cuando los problemas físicos de él
comenzaron. Comenzaron, como nos dicen los primeros capítulos después de haber sido
destruida la casa de Job y sus riquezas y sus hijos ser muertos, Satanás obtuvo permiso de Dios
para afligirle con un asedio terrible de ansiedad de pies a cabeza. Una serie de dolores terribles, el
calor supurando que lo transformaron y lo hicieron verse en una forma terrible. Esto de seguro
que afectó su autoestima y él se hizo pedazos. Después él se acostó en el montón de cenizas. El
libro completo es un recuento de como Job clama en agonía y desespero semana tras semana por
esto. Sus amigos vienen y le atormentaban con acusaciones, echándole la culpa por todo, para
que así él fuera atormentado mentalmente y físicamente. Pero si te preguntas a ti mismo,
"¿Cuándo se acabó el dolor de Job?" este verso es el único que te da esa respuesta. Dios reversó
el destino de Job cuando él oró por sus amigos. Entonces terminó su agonía. Aún durante el gran
encuentro de Job con Dios, registrado en los capítulos 40 y siguientes, no hay mención de que su
agonía cesó. Él fue cuestionado por Dios en todas sus preguntas, pero aun sintiendo el dolor
horrible en su cuerpo. Sin embargo, cuando él ora por sus amigos, todo termina.
El coraje y el resentimiento siempre nos afecta. El tener rencor en contra de alguien nos destruye.
Jesús dijo esto en varias de sus parábolas e historias en el Nuevo Testamento. Él implicó
claramente, que si no perdonamos a otros, estamos sujetos a un tormento terrible interno que no
cesará hasta que no estemos dispuestos a perdonar. Pablo le dice a los efesios de que "debemos
ser tiernos de corazón, perdonándonos unos a otros como Dios por causa de Cristo nos perdonó a
nosotros," (Ef 4:32). En la oración de él Padre Nuestro, Jesús nos enseñó que debíamos perdonar:
"Perdónanos nuestros pecados como así nosotros también perdonamos a nuestros deudores,"
(Mat 6:12, 6:14). En toda la escritura se encuentra este reconocimiento que la sanidad no puede
ocurrir en nuestra vida hasta que perdonemos a aquellos que nos han ofendido, herido o hecho
daño.
Todo esto fue hecho más fácil para Jacob debido a un segundo factor, y es que estos hombres
fueron instruidos por Dios para que tomaran siete toros y siete carneros y los ofrecieran como
sacrificio por ellos mismos. Ese es él lenguaje simbólico del Antiguo Testamento que nos dice lo
que corría en sus propios pensamientos y corazones cuando hicieran esto. En el libro de Levíticos
en las descripciones de las ofrendas de Israel, encontramos que cada uno de estos animales tiene
un significado peculiar.
Primero, estos eran animales masculinos--toros y carneros. Los animales masculinos eran tratados
diferente a los femeninos en las ofrendas del Antiguo Testamento. Los masculinos siempre
indican liderazgo, así que hay indicación que estos hombres eran líderes espirituales en el pueblo.
Pero como líderes, ellos habían hecho algo malo, por lo tanto tenían que ofrecer sacrificios. Una
muerte tenía que ocurrir; tenían que morir a aquello que habían hecho, cualquier cosa que fuere.
Además, los toros eran siempre el retrato de fuerza en el Antiguo Testamento; pero los carneros
eran el retrato de la pasión. Aún en el mundo antiguo de Grecia, estos animales tenían este
significado. Lo que estos hombres estaban diciendo con esta ofrenda la cual Dios les ordenaba a
ellos a traer, era que como líderes reconocidos, habían mal usado sus fuerzas en un ataque
ingrato en contra de Job. Con pasión excesiva, con coraje sin ser justificado, ellos le atacaron y le
insultaron. Ellos tenían que confesar que por la muerte de estos animales como sus substitutos,
hablaba de su propio juicio de estas cosas malas. Ahora estoy seguro de que le ayudó a Job a orar
por ellos porque significaba que ellos se habían arrepentido.
De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento En
el polvo y en la ceniza. (Job 42:5-6)
Es fácil orar por alguien que os ha herido cuando entendemos cuantas veces hemos herido a
otros, cuando nosotros, al igual que Job, ve que hemos estado insultando a Dios. Hemos acusado
a Dios de cosas erróneas; le hemos echado la culpa por cosas que Él nos ha enviado como un
regalo de amor. Nos hemos quejado y murmurado y criticado y acusando falsamente a Dios, pero
Él nos perdonó; Él no lo tomó en contra nuestra. Él nos ayudó a verlo y después lo borra. Job pudo
hacer eso con estos hombres porque él mismo había sido perdonado. El resultado fue sanidad
inmediata en su vida. Todo el veneno de rencor se terminó; todo su coraje acabó. Job comenzó a
ser limpiado, su enfermedad sanada, y Dios comenzó a derramar bendición otra vez a su vida dos
veces más que lo que tenía antes." Quizás eso no signifique mucho para nosotros porque se
refiere a cosas materiales, pero en una época cuando la prosperidad y el tener hijos eran símbolos
de las bendiciones de Dios, esto fue testimonio de Dios para el mundo que observaba que Job
había limpiado un error profundo arraigado en su vida. Dios lo lavó y lo limpió y le perdonó; y Job
simplemente extendió el perdón a estos hombres quiénes le habían herido severamente.
Pertenecemos el uno a otro. Esto es verdaderamente real en el cuerpo de Cristo. Somos instruidos en
el Nuevo Testamento de que somos miembros de unos a otros.
Esto refleja la verdad que enseña el Nuevo Testamento que, en el cuerpo de Cristo, hay niveles de
conocimiento y crecimiento, y experiencia y autoridad
Es fácil orar por alguien que os ha herido cuando entendemos cuantas veces hemos herido a otros,
cuando nosotros, al igual que Job, ve que hemos estado insultando a Dios. Hemos acusado a Dios de
cosas erróneas; le hemos echado la culpa por cosas que Él nos ha enviado como un regalo de amor.
Nos hemos quejado y murmurado y criticado y acusando falsamente a Dios, pero Él nos perdonó; Él
no lo tomó en contra nuestra. Él nos ayudó a verlo y después lo borra.