Profeta Daniel
Profeta Daniel
Profeta Daniel
¿Cómo demostró Daniel que valoraba el privilegio de la oración, y qué efecto tuvo eso en su relación
con Dios?
¿Qué pensaba Jehová de Daniel? Cuando el ángel Gabriel se presentó ante el profeta para
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contestarle una oración, le dijo que era “alguien muy deseable”, o “muy amado” (Daniel
9:20-23, Reina-Valera, 1960). Además, en la profecía de Ezequiel, Jehová calificó a Daniel
de hombre justo (Ezequiel 14:14, 20). Es evidente que, gracias a todas las oraciones que
hizo a lo largo de los años, el profeta llegó a tener una relación muy estrecha con su Dios,
lo cual hasta Darío reconoció (Daniel 6:16).
El profeta Daniel no dejaba que nada lo detuviera de orar con regularidad. Daniel
capítulo 6 relata como los gobernadores enemigos de los judíos intentaron ponerle
una trampa a Daniel, para apartarlo de su vida de oración (lo puede leer en el
verso 8). También nosotros debemos tener muy claro que el enemigo de Dios
intenta todo para apartarnos de la oración.
Un día, Daniel recibió una revelación sobre la Gran Tribulación (como nos dice en
Daniel 10:1). Él comprendió la palabra, y esto nuevamente lo llevó a la oración. En
los versos 2 y 3 leemos: “En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de
tres semanas. No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me
ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas”.
Podemos orar por cosas que comprendemos y también por cosas que no
comprendemos.
¿No es imponente esto? Daniel era un hombre muy amado delante de Dios. Esta
afirmación es hecha tres veces en el libro de Daniel (en capítulo 9:23; y en
capítulo 10:11 y 19). Él recibe la seguridad de que ya desde el primer día, fue
oído, a pesar de que la respuesta llegó recién tres semanas después. Y este ángel
fue enviado expresamente por la oración de Daniel. El cielo fue conmovido porque
alguien fue movido por el cielo a orar. ¡Cuántas cosas podrán suceder si nosotros
nos convertimos en personas que oran de verdad!
Daniel también fue alguien que oró durante toda la vida: “En el año tercero de Ciro
rey de Persia fue revelada palabra a Daniel, llamado Beltsasar; y la palabra era
verdadera, y el conflicto grande; pero él comprendió la palabra, y tuvo inteligencia
en la visión” (así leemos en Daniel 10:1).
En el tercer año del rey Ciro, ya hacía 70 años que Daniel vivía en Babilonia.
Posiblemente habría comenzado su vida de oración cuando aún era un
adolescente, y ahora, con más de 80 años, todavía no había aflojado. Antes como
después, Daniel seguía siendo una persona que oraba intensamente.
¡Qué el Señor nos ayude y que nosotros mismos sintamos el deseo de ser hoy
personas que oran, que mañana sigamos siendo personas que oran, y que en la
vejez todavía seamos personas que oran! ¡Y esto tanto más que vivimos en un
tiempo en que muy bien pueden comenzar a cumplirse las profecías de Daniel
para el tiempo final!
Daniel fue alguien que luchó en oración. Un dicho dice: “Quien se arrodilla delante
de Dios, puede mantenerse en pie frente a los hombres”.
¿Será que nosotros, en nuestros primeros años de creyentes, orábamos con más
intensidad que hoy? ¿Será que aquel primer fuego, con el correr de los años, se
ha convertido en un pabilo humeante, y que nuestra vida de oración tan sólo es
una pequeña llama? ¿O seguimos siendo personas de oración, como lo solíamos
ser, personas que en la oración a Dios han descubierto su mayor fuerza, como
Daniel? ¿Somos creyentes que no han aflojado en la fe en el Dios vivo y en la
confianza en Él, sino que han crecido en eso? ¡Quiera Dios que así sea!
El libro de Daniel muestra que él era un hombre fiel de Dios. Cuando el rey
Nabucodonosor amenazó con destruir a todos los hombres sabios si no le decían
cuál había sido su sueño y cuál era la interpretación, Daniel y sus amigos pidieron
un momento para poder ir delante de Dios en oración, pidiéndole que les revelara
la información (Daniel 2:18). Cuando Dios respondió su oración, Daniel le
agradeció y lo alabó por haberle concedido su petición (vv. 20-23).
Más tarde, Daniel nuevamente demostró su fe orándole a Dios aunque sabía que al
hacerlo estaba poniendo su vida en peligro (Daniel 6:10).
La fidelidad de Daniel a Dios hizo que terminara dentro del pozo de los leones y sus
detractores estaban seguros que él sería devorado. Pero Dios envió un ángel, que
“cerró la boca de los leones” (Daniel 6:22), y Daniel fue milagrosamente protegido.
En otra ocasión el registro muestra a Daniel orando y ayunando por los pecados de
su pueblo y pidiendo la misericordia de Dios para sí mismo, sus compañeros de
cautiverio y los habitantes de Jerusalén (Daniel 9).
Dios vio estos frutos en Daniel y sus tres amigos y les dio conocimiento y talento en
toda literatura y sabiduría. A Daniel, Dios también le dio entendimiento en las
visiones y sueños (Daniel 1:17). Como resultado de las bendiciones que Dios le dio a
Daniel y a sus tres amigos, el rey “los halló diez veces mejores que todos los magos
y astrólogos que había en todo su reino” (v. 20).
En ciertos momentos, Dios envió un ángel para darle mensajes proféticos a Daniel,
quien después los escribía.
Amado y escogido por Dios para profetizar eventos futuros, el profeta Daniel
profetizó a medida que era inspirado por Dios por medio de visiones y sueños
acerca de lo que iba a suceder a través de la historia, incluyendo lo que le pasaría al
pueblo de Daniel en los “postreros días” (Daniel 10:14) y a todo el mundo.
A continuación haremos una lista de unas de las profecías que Dios le dio a Daniel:
El cuerno pequeño que Daniel vio en visión “…hacía guerra contra los santos
y los vencía” (v. 21), es un poder religioso que va a perseguir al pueblo de
Dios al fin de esta era (vv. 24-25). Conocido por muchos nombres—el
anticristo, el hombre de pecado y el falso profeta—este poder religioso va a
desempeñar un papel predominante en el engaño de la humanidad antes del
regreso de Cristo. Referencias adicionales a este cuerno pequeño las
encontramos en Daniel 8:9-12, 23-25).
La profecía de las setenta semanas. En Daniel 9:24-27 encontramos
una profecía que predice el año—27 d.C.—en el que Jesucristo comenzaría su
ministerio. La profecía también predecía que el ministerio de Jesús que
“confirmaría el pacto”, sería cortado “en la mitad” de la 70ma semana
profética. El registro bíblico muestra que esto ocurrió después de tres años y
medio, tal como lo profetizó Daniel.
Abominación desoladora. El capítulo 11 cubre profecías que serían
cumplidas desde la época del Imperio Medo-Persa hasta el tiempo del fin.
Después de ofrecer detalles específicos en cuanto a los sucesivos reinos,
llegamos al versículo 31, en donde leemos de la supresión de los sacrificios
diarios por una “abominación desoladora” que sería puesta en el templo.
Estos eventos, que incluían la supresión de la verdad y la profanación del
templo, se llevaron a cabo durante la época de los Macabeos y fueron un tipo
del futuro cumplimiento que va a ocurrir antes del regreso de Cristo (Mateo
24:14-15).
El tiempo del fin. Comenzando en Daniel 11:40, leemos acerca de sucesos
que van a surgir “al final de los tiempos”. Estos incluyen el conflicto
alrededor de Jerusalén entre “el rey del norte” y “el rey del sur”. Antes de
concluir su libro, Daniel también se refiere a una grave “época de
tribulación” (Daniel 12:11, llamada “la gran tribulación” en Mateo 24:21.
Aunque Daniel profetizó durante la primera parte del siglo 6 a.C., sus profecías
fueron selladas hasta el tiempo del fin. De la misma forma en que anteriormente le
había sido dicho que “sellara” la visión que había tenido (Daniel 8:26), nuevamente
le dicen a Daniel: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo
del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Daniel 12:4).
Las profecías de Daniel en el Antiguo Testamento acerca de los tiempos del fin,
complementan el libro de Apocalipsis, que también toca este tema. Para estudiar
más acerca de los tiempos del fin, lea los artículos en la sección “Tiempos del fin” y
los artículos en la sección del libro de “Apocalipsis”.