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Captura de Atahualpa

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CAPTURA DE ATAHUALPA

Mientras Atahualpa descansaba en sus propiedades de


Cajamarca, celebrando las contundentes victorias de sus
tropas sobre las de su hermano Huáscar, en los primeros
días de noviembre de 1532 tomó conocimiento que unos
extraños personajes ingresarán a la ciudad.

El primer encuentro entre los recién llegados y el Inca se


dio en los Baños de Pultumarca (hoy llamados Baños
del Inca). El encargado de llevar la voz de los hispanos
fue Hernando Pizarro, quien terminó por convencer a
Atahualpa de entrevistarse con el líder de la expedición,
su hermano Francisco. Para esto, el europeo le prometió
devolver todo lo que habían ido tomando en el camino.

En cambio, el Inca debía ir solo con sirviente y ayudantes


a la cita, nada de ejércitos o gente armada. Claro, esto
como gesto de buena voluntad. Atahualpa no tenía ni la
Los españoles llegaron a Cajamarca "un viernes 15 de noviembre a la hora de vísperas"
Atahualpa ingresó a la ciudad desde su residencia en Pultumarca, al día siguiente , sábado 16,
dos horas antes de ponerse el Sol. Cuatro horas duró la marcha, que cubrió la distancia de 6
km. que separa Cajamarca de los Baños . . El Inca, anotan los conquistadores, venía en una
litera forrada de plumas de papagayo, guarnecida de chapas de oro y plata, en hombros de 80
señores principales. Delante' y detrás de él, escuadrones de hombres, vestidos con libreas de
colores, con diseños en forma de escaques y las frentes ornadas con patenas de metal que
daban gran resplandor. Todos cantaban "un cantar espantoso que parecía cosa irifernal".
Llegado Atahualpa a la plaza de Cajamarca y encontrándose dentro de ella, al no ver a los
españoles, que permanecían escondidos en las grandes callancas, preguntó: ¿donde están
estos? Salió entonces del aposento donde estaba Pizarro, el lengua Martín y Vicente de
Valverde, de la Orden de los Predicadores, con la Biblia en la mano. Varias son las versiones
que se insertan eri las antiguas crónicas respecto a los términos de la proclama del frayle. Sin
embargo la imprecación final : ¡Salid que yo os absuelvo!, que consigna Estete, fue la señal que
inició la hecatombe., 5 ¡Santiago a ellos! exclamó Pizarro. "y asi salimos todos a aquella voz a
una -escribe Estete- porque todas aquellas casas que salían a la plaza, tenían muchas puertas,
y parecí~ que se hubieran hecho a quel propósito". Ante el sórpresivo ataque "como los indios
estaban sin armas fueron desbaratados sin peligro de ningún cristiano" . Los españoles a
caballo salían por encima de ellos hiriendo y matando. La gente de a pie se dió maña y prisa
para asesinar a espadazos a los que quedaban en la plaza. Atahualpa fue derribado de sus
andas por Pizarro y sus hombres, luego de matar a sus cargadores. En la refriega perecieron
más de 2000 hombres, incluso Carguatongo , señor de Cajamarca . . Atahualpa, "despojado de
sus vestiduras, que los españoles habían roto por quitarle de las andas" fue llevado a una casa
de piedra, que era el Templo del Sol. Acerca del tratamiento que se le dio durante su prisión,
están acordes todos los cronistas en señalar que no ~ólo se le guardaron consideraciones y
miramientos; sino que se le procuraron algunas distracciones, tratándolo con benignidad y
permitiéndole conservar en la prisión cierto boato y suntuosidad, incluso el servicio de sus
mujeres. 6 ATAHUALPA4 Según los conquistadores Atahualpa era hómbre de unos 30 años,
algo grueso, bien apersonado y dispuesto, Hermoso y grave de rostro, los ojos encarnizados.
Hablaba: con mucha gravedad , como gran señor. Hacía muy vivos razonamientos y entendidos
por los españoles conocían ser hombre sabio. Era alegre, aunque crudo. Hablando co'n los
suyos era muy robusto y no mostraba alegría. Era muy temido de su pueblo. En todo el Perú no
había indio semejante ni en ferocidad, ni au
Desde su prisión Atahualpa vio que los españoles recogían algún oro y que el metal precioso
era asunto de disputa. Comprendió entonces que para librarse de la in solita situación en que
se encontraba era necesario reunir· oro a cambio de su libertad. El asunto del rescate es tema
controvertido. La idea pudú ser tanto exigencia española como iniciativa indígena. Lo evidente
es que el Inca llenó con piezas de oro el aposento en que estaba preso, "un buhio de 25 pies de
largo por 15 de ancho", "hasta una raya ... que un hombre alto no allegaba a ella con un
palmo" Cristóbal de Mena (1534) afirma que el ofrecimiento del rescate lo hizo Atahualpa la
misma noche de su prisión para impedir que lo mataran. Otros cronistas anotan que fue al día
siguiente. Oro y Plata6 El monto del tesoro acumulado por Atahualpa en Cajamarca y que los
españoles fundieron y repartieron entre el 10 de mayo y 6 de agosto de 1533 es otro, d~ los
puntos sobre los que se han ejercido las más diversas especulaciones. Según los cronistas
presenciales durante 6 meses llegaron a Cajainarca diversas piezas de oro: cántaros, platos,
copones, ollas, braseros, vasos, atabale·s, tejuelos, figuras de hombres y animales,
"píczasmonstruosas, que se acumularon en el recin~o señalado. Su volumen debió alcanzar 57
m3 • Pero, fundido y ensayado, de acuerdo a las Actas del reparto, 8 se obtuvieron 1 '326,5 39
pesos de buen oro, es decir un peso ' bruto de aproximadamente 6,000 kilos de oro. Sin
embargo no todas las piezas fueron fundidas. Se separaron algunas que se remitieron a España
como parte del quinto real o presentes familiares. Es interesante al respecto la Memoria de las
cosas y piezas de oro que se llevaron a España para regalo de Su Majestad que figuran en la
"Relación francesa" de 1534. El oro del Perú fue admirado en los grandes centros europeos, y
artistas como Benvenuto Cellini tuvieron palabras de admiración por las obras prehispánicas.
Es célebre la expresión de Pedro Martyr de Angleria: "No admiro ciertamente el oro ... , lo que
me pasma es la industria y arte con que la obra aventaja a la materia"
más mínima sospecha de lo que le esperaba.

Así llegó el 15 de noviembre, cuando Francisco Pizarro


y los poco menos de 200 hombres ingresaron a
Cajamarca y planearon todo lo que harían cuando el Inca
estuviera frente a ellos. Además, contaban con 37
caballos y la ayuda de muchos exmiembros del ejército
de Huáscar que deseaban su propia venganza.
A pesar de que era esperado desde tempranas horas del
16 de noviembre, lo cierto es que Atahualpa brillaba por
su ausencia. Así que Pizarro mandó a Hernando de
Aldana, uno de los conquistadores, a buscarlo para
invitarlo una vez más a la cita mortal. Pero los seguidores
del Inca casi lo atacan, ya que el líder seguía sin
confirmar su asistenciaPero contra todo lo que creían los
españoles, Atahualpa ingresó a Cajamarca en una
litera de oro, acompañado de unos cinco mil sirvientes, y
a su lado estaban otros dos personajes de suma
importancia en el imperio: el Señor de Chincha y el Señor
de los chimúes.

Delante de la procesión real, un grupo de sus


seguidores iban limpiando las vías por donde pasaría el
Inca. Solo se detuvieron cuando llegaron al centro de la
ciudad.

Hasta la comitiva se acercó el fray de la orden


dominica Vicente de Valverde, quien acompañado del
intérprete conocido como ‘Felipillo’ (nunca se supo su
verdadero nombre) le pidió dejar su fe pagana, convertirse
al cristianismo y aceptar al rey Carlos I de España como su
soberano.
Esto, más que molestia, causó más de una duda en
Atahualpa, pues no sabía lo que era el cristianismo, no
tenía ni idea de quién era Carlos I, por lo que comenzó a
hacer preguntas antes los cada vez más nerviosos
emisarios españoles.

Entonces el Inca notó que cuando Valverde le hizo el


requerimiento de convertirse en un fiel religioso, leía un
librito que le llamó mucho la atención. Era
un brevario (libro de la liturgia religiosa católica que
recoge de manera abreviada las obligaciones públicas
religiosas del clero a lo largo del año).

Pidió prestado el curioso objeto. Valverde le habría dicho


que ahí estaba la palabra de Dios, por lo que se lo llevó
a la oreja. Pero al no escuchar nada (la escritura era
desconocida para los incas) lo arrojó lejos, indignado por
las mentiras de fraile.

Se dice que Valverde aprovechó esta acción


para envalentonar a las tropas españolas y comenzar
el ataque que terminó en carnicería.

La desigual batalla inició con disparos de arcabuz, los


caballos y las extravagantes y brillantes armaduras
provocaron el miedo entre los asistentes que presas del
pánico buscaron salir de la amurallada ciudad.

Por si fuera poco, desde las alturas de un edificio


cercano Pedro de Candia ‘El griego’, disparó sus cañones
provocando que cientos de indígenas mueran mutilados.
Fue tanto el pavor que causó el cobarde ataque sorpresa
que las víctimas mortales llegaron a casi tres mil
personas. Además, los que lograron sobrevivir se vieron
obligados a hacer un forado en una de las paredes de la
muralla.

Con relación a Atahualpa, fue el mismo Francisco


Pizarro quien impidió su muerte, pues reconoció que
más valía vivo y como prisionero. Fue traslado al Amaru
Huasi (Casa de la serpiente), en donde pasaría los
próximos ocho meses de su vida. Hasta que fuera
ejecutado el 26 de junio de 1533.

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