Novena San Pio
Novena San Pio
Novena San Pio
Primer día
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de Contrición
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
Oración introductoria para cada día
Bienaventurado P. Pio, testigo de fe y de amor. Admiramos tu vida como fraile Capuchino, como
sacerdote y como testigo fiel de Cristo. El dolor marcó tu vida y te llamamos "Un crucificado sin
Cruz".
El amor te llevó a preocuparte por los enfermos, a atraer a los pecadores, a vivir profundamente el
misterio de la Eucaristía y del perdón.
Fuiste un poderoso intercesor ante Dios en tu vida, y sigues ahora en el cielo haciendo bien e
intercediendo por nosotros.
“Conviene acostumbrarse a los sufrimientos que Jesús os manda. Jesús que no puede soportar veros
sufrir, vendrá a solicitaros y a confortaros, infundiendo nuevo ánimo en vuestro espíritu”
Lo que llevó a Nuestro Señor Jesucristo a ofrecerse a sí mismo por el perdón de nuestros pecados.
Es el amor el que nos debe también conducir a nosotros a agradecerle eternamente por tanto
sufrimiento inmerecido. El Santo P. Pío comprendió este Amor y quiso ser, humildemente, otro
Cristo para en estos tiempos, aplacar la ira divina. Así Dios Padre le “regala” el sufrimiento del mismo
Jesucristo para expiar en el dolor las faltas de tantos pecadores. P. Pío responde con amor a este
“regalo” haciendo vivas las palabras de San Agustín cuando dice: “Vamos hacia Dios no caminando,
sino amando.” Pese a sus padecimientos durante 40 años de tener estigmas sangrantes no deja de
trabajar y servir a sus hijos espirituales y sus hermanos con el más puro amor cristiano. Nos dijo el P.
Pío: “No lo olvidéis: el eje de la perfección es el amor. Quien está centrado en el amor, vive en Dios,
porque Dios es Amor, como lo dice el Apóstol”.
Oración a San Pío
Amadísimo Santo Padre Pío de Pietrelcina, tú que has llevado sobre tu cuerpo los estigmas de
Nuestro Dios Jesucristo. Tú que también has llevado la cruz por todos nosotros, soportando los
sufrimientos físicos y morales que te flagelaron continuamente el alma y el cuerpo, en un doloroso
martirio. Te rogamos, intercedas ante Dios todopoderoso para que cada uno de nosotros sepa
aceptar las pequeñas y grandes cruces de la vida, transformando cada individual sufrimiento en un
seguro vínculo que nos ata a la vida eterna.
(Se dicen las intenciones por las que se ofrece la novena y se reza un Padre Nuestro, Ave María y
Gloria).
San Pío de Pietrelcina, te pedimos nos enseñes la humildad de corazón, para ser considerados entre
los pequeños del Evangelio, a los que el Padre prometió revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos antes de
que se lo pidamos.
Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el
rostro mismo de Jesús.
Protégenos en la hora de la lucha y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del
sacramento del perdón.
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria feliz, a donde esperamos llegar también
nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
"Ánimo y no temas la ira de Lucifer. Recordad siempre que es una buena señal cuando el enemigo se
agita y ruge alrededor vuestro, ya que esto demuestra que él no está dentro de ti".
La santidad es un llamado para todos los seres humanos. Por el solo hecho de haber nacido y ser
hijos de Dios, creados a su Imagen y Semejanza, tenemos la invitación amorosa a imitarlo. Es
imposible que Dios inspire deseos irrealizables, decía Santa Teresita, por lo que desde nuestra
pequeñez y poquedad, podemos ser santos, si lo deseamos ardientemente y trabajamos lo
suficiente para lograrlo. A este llamado obedeció con su sí pleno el Santo Padre Pío y nos invita a
todos sus hijos espirituales a responder como él, para poder entrar al Paraíso y vivir eternamente en
la presencia de Dios.
Santísimo Padre San Pío de Pietrelcina, tú que te encuentras cerca de nuestro amadísimo Padre Dios
Jesucristo, y has tenido la santidad y resistencia en las tentaciones del maligno. Tú que has sido
golpeado por los demonios del infierno que quisieron convencerte a abandonar tu camino de
santidad. Ruega a Dios por nosotros, para que con tu ayuda y con la de Nuestro Señor, encontremos
la fortaleza espiritual para renunciar al pecado y para conservar la fe hasta el día de nuestra muerte.
(Se dicen las intenciones por las que se ofrece la novena y se reza un Padre Nuestro, Ave María y
Gloria).
Oración final para todos los días
San Pío de Pietrelcina, te pedimos nos enseñes la humildad de corazón, para ser considerados entre
los pequeños del Evangelio, a los que el Padre prometió revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos antes de
que se lo pidamos.
Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el
rostro mismo de Jesús.
Protégenos en la hora de la lucha y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del
sacramento del perdón.
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria feliz, a donde esperamos llegar también
nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Tercer día
"María sea la estrella que os alumbre el camino, os enseñe la calle segura para ir al Padre Celestial;
Ella sea el asidero firme que tengáis, para que os conservéis cada vez más unidos estrechamente en
el tiempo de la prueba".
Para crecer como personas necesitamos, al igual que un atleta, ejercitarnos todos los días en aquello
que nos perfecciona. No basta querer ser responsables, por ejemplo. Es necesario todos los días
hacer ejercicios de responsabilidad, hasta que lo logremos. El fruto será llegar a serlo realmente: ser
responsable. De la misma manera, si queremos ser justos, sinceros, ordenados, es necesario que lo
practiquemos con esfuerzo y dedicación todos los días, hasta que formemos el hábito, es decir, la
costumbre. Ese hábito que desarrollamos, que nos hacer ser mejores personas, se llama virtud.
El Santo Padre Pío amó y veneró a la Santísima Virgen María toda su vida. Vio en Ella todas las
virtudes posibles y fue su permanente modelo. Ella es grande por su santidad porque supo imitar las
virtudes de Jesucristo. También a la Santísima Virgen le costó mucho, pero lo hizo por amor a su hijo
y por amor a nosotros.
Virtuosísimo Padre San Pío de Pietrelcina, tú que has querido muchísimo a Nuestra Señora; y que
cada día te concedió gracias y consuelos solamente por ELLA alcanzables. A la Virgen Santa, te
suplicamos ruegues y pongas en Sus manos nuestros pecados y nuestras frías oraciones, para que
como en Caná de Galilea, el Hijo le conceda a la Madre; y ya nuestro nombre será escrito en el Libro
de la Vida.
(Se dicen las intenciones por las que se ofrece la novena y se reza un Padre Nuestro, Ave María y
Gloria).
San Pío de Pietrelcina, te pedimos nos enseñes la humildad de corazón, para ser considerados entre
los pequeños del Evangelio, a los que el Padre prometió revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos antes de
que se lo pidamos.
Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el
rostro mismo de Jesús.
Protégenos en la hora de la lucha y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del
sacramento del perdón.
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria feliz, a donde esperamos llegar también
nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
"Invoca a tu Ángel de la Guarda, que te iluminará y te conducirá. Dios te lo ha dado por este motivo.
Por tanto válete de él".
La castidad es la virtud por la cual se conserva la pureza de mente y cuerpo necesarias para poder
cultivar un alma limpia, como la de un niño pequeño. Es uno de los votos realizados por el Santo
Padre Pío al ingresar a la vida religiosa, que con la ayuda de Dios, pudo cumplir fielmente junto a la
pobreza y la obediencia, representados visiblemente en los tres nudos de su lazo alrededor de la
cintura. Esta es, además, una virtud angélica.
Castísimo Padre San Pío de Pietrelcina; que tanto amastes y nos enseñasteis a amar al Santo Ángel
de la Guarda; el que te sirvió de compañía, de guía, de defensor y de mensajero. A ti las Figuras
Angélicas llevaron los ruegos de tus hijos espirituales. Intercede cerca de Dios para que también
nosotros aprendamos a hablar con nuestro Ángel de la Guarda, para que en todo momento sepamos
obedecerle, pues es la luz viva de Dios que nos evita la desgracia de caer en pecado. Nuestro Ángel
siempre está listo a señalarnos el camino del bien y a disuadirnos de hacer el mal.
(Se dicen las intenciones por las que se ofrece la novena y se reza un Padre Nuestro, Ave María y
Gloria).
San Pío de Pietrelcina, te pedimos nos enseñes la humildad de corazón, para ser considerados entre
los pequeños del Evangelio, a los que el Padre prometió revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos antes de
que se lo pidamos.
Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el
rostro mismo de Jesús.
Protégenos en la hora de la lucha y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del
sacramento del perdón.
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria feliz, a donde esperamos llegar también
nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Quinto día
"Oh Señor, Padre Jesucristo; te suplico viertas sobre mí, todos los castigos que son para los
pecadores y las ánimas benditas del purgatorio; multiplica sobre mí los sufrimientos, con que
conviertes y salvas a los pecadores, y líbralos pronto del tormento del purgatorio".
La prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en discernir y distinguir lo que es
bueno o malo, para seguirlo o huir de ello. La prudencia es sinónimo de cautela, de moderación. Es
el motor del buen cristiano. Quien la ejerce sabe acallar su lengua, sus malos pensamientos y evitar
las malas obras. El santo Padre Pío fue una escuela viva de prudencia, de sensatez y de amor. Decía
nuestro Santo sobre la prudencia: “La prudencia tiene ojos. El amor piernas. El amor, que tiene
piernas, querría correr hacia Dios, pero su impulso es ciego, y uno tropezaría, de no estar dirigido
por los ojos de la prudencia…”
Oración a San Pío
Prudentísimo Padre San Pío de Pietrelcina. Tú que tanto amas y nos enseñasteis a amar a las Almas
del Purgatorio; por las que te has ofrecido como víctima que expió sus penas. Ruega a Dios Nuestro
Señor, para que ponga en nuestros corazones sentimientos de compasión y amor por estas almas.
También nosotros ayudaremos a las Almas del Purgatorio y reduciremos sus tiempos de destierro y
de gran aflicción. Ganaremos para Ellas, con sacrificios y oración, el descanso eterno de sus almas; y
las santas Indulgencias necesarias para sacarlas del lugar del sufrimiento.
(Se dicen las intenciones por las que se ofrece la novena y se reza un Padre Nuestro, Ave María y
Gloria).
San Pío de Pietrelcina, te pedimos nos enseñes la humildad de corazón, para ser considerados entre
los pequeños del Evangelio, a los que el Padre prometió revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos antes de
que se lo pidamos.
Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el
rostro mismo de Jesús.
Protégenos en la hora de la lucha y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del
sacramento del perdón.
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria feliz, a donde esperamos llegar también
nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Sexto día
"Si yo sé que una persona está afligida, sea en el alma o en el cuerpo, suplicaría a Dios para verla
libre de sus males. De buena gana yo tomaría todos sus sufrimientos para verla salvada y cedería los
frutos de tales sufrimientos en su favor".
A través de la virtud de la obediencia se logra realizar lo que nuestros superiores nos piden sin
cuestionar las posibles consecuencias y motivos de la orden que se nos da. Quien obedece se limita a
actuar según lo pedido. En la vida religiosa se dice que “quien obedece no se equivoca” y así actuó
nuestro santo a lo largo de toda su vida, aun cuando las órdenes que le dieron eran evidentemente
injustas, como suspenderlo e impedirle confesar o celebrar la Santa Misa públicamente. Es uno de
los votos realizados por el Santo Padre Pío al ingresar a la vida religiosa, que con la ayuda de Dios,
pudo cumplir fielmente junto a la pobreza y la castidad, representados visiblemente en los tres
nudos de su lazo alrededor de la cintura.
Decía nuestro Santo: “Es mediante una sumisión completa y ciega que os sentiréis guiado en medio
de las sombras, las perplejidades y las luchas de la vida. ‘El hombre obediente cantará victoria’, nos
dice la Escritura. Si Jesús se manifiesta a vosotros, dadle también las gracias; si se oculta a vuestra
vista, dadle también las gracias. Todo esto compone el yugo del amor”.
Vivió la santa obediencia de modo exquisito, incluso en la enfermedad o en el dolor provocado por
los continuos ataques y tentaciones del Maligno.
Obedientísimo Padre San Pío de Pietrelcina. Tú, que has querido tanto a los enfermos; más que a ti
mismo porque en ellos vistes a Jesús. Tú, que en el nombre de Dios has obrado Milagros de sanación
en el cuerpo, en el alma, y en la mente, en el presente, en el pasado y en el futuro de las personas;
devolviendo esperanza de vida y renovación del espíritu, y en la integridad total de las personas.
Ruega a Dios para que todos los enfermos; por intercesión de María Santísima, puedan
experimentar tu potente ayuda y a través de la sanación de su cuerpo encontrar beneficios
espirituales y agradecer para siempre a Dios.
(Se dicen las intenciones por las que se ofrece la novena y se reza un Padre Nuestro, Ave María y
Gloria).
San Pío de Pietrelcina, te pedimos nos enseñes la humildad de corazón, para ser considerados entre
los pequeños del Evangelio, a los que el Padre prometió revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos antes de
que se lo pidamos.
Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el
rostro mismo de Jesús.
Protégenos en la hora de la lucha y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del
sacramento del perdón.
Séptimo día
"Si el pobre mundo pudiera ver la belleza del alma sin pecado, todos los pecadores, todos los
incrédulos se convertirían al instante".
Conocemos la penitencia como aquel “castigo” que nos impone el Confesor luego de absolvernos de
nuestras faltas en el Sacramento de la Confesión. Pero existe también la Penitencia como una serie
de diferentes ejercicios penosos que podemos imponernos, con la debida autorización de nuestro
director espiritual, para procurar la mortificación de nuestras pasiones y sentidos, como modo de
expiación por nuestros pecados ya perdonados. El Santo Padre Pío fue muy penitente y supo vivir en
austeras penitencias toda su vida religiosa, sin perder la alegría.
Benditísimo Padre San Pío de Pietrelcina. Tú que has realizado el proyecto de salvación de Dios y has
ofrecido tus sufrimientos para desatar a los pecadores de las riendas de Satanás. Ruega a Dios para
que los hombres, que no creen, tengan una gran y verdadera fe y se conviertan; arrepintiéndose en
lo profundo de su corazón; y que las personas con poca fe mejoren su vida cristiana; y que los
hombres justos continúen sobre el camino de la salvación.
(Se dicen las intenciones por las que se ofrece la novena y se reza un Padre Nuestro, Ave María y
Gloria).
Oración final para todos los días
San Pío de Pietrelcina, te pedimos nos enseñes la humildad de corazón, para ser considerados entre
los pequeños del Evangelio, a los que el Padre prometió revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos antes de
que se lo pidamos.
Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el
rostro mismo de Jesús.
Protégenos en la hora de la lucha y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del
sacramento del perdón.
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria feliz, a donde esperamos llegar también
nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Octavo día
"Si me fuera posible, querría conseguir de Dios solamente una cosa; si me dijera: "Vas al Paraíso",
querría conseguir esta gracia: "Señor, no me dejéis ir al Paraíso hasta que el ultimo de mis hijos; la
última de las personas que me han sido confiadas, haya entrado antes que Yo".
Meditación sobre la pureza
La pureza es algo con lo que nacemos pero a medida que comenzamos a tomar conciencia, por la
influencia del mundo, vamos perdiendo. Es necesario ser puros de mente y cuerpo, para poder ser
puros de alma. No es una tarea sencilla, ni carente de obstáculos. La pureza de corazón, como toda
virtud, exige un entrenamiento diario de la voluntad y una disciplina constante interior. Exige, ante
todo, el asiduo recurso a Dios en la oración. Decía el Santo Padre Pío a sus hijos espirituales: “Ten
por cierto que si a Dios un alma le es grata, más la pondrá a prueba. Por tanto, ¡Coraje! y adelante
siempre”. Pero hay una promesa a tanto esfuerzo: “Felices los limpios de corazón, porque verán a
Dios” (Mt 5,8) El corazón limpio es el corazón abierto y humilde. El corazón impuro es, por el
contrario, el corazón presuntuoso y cerrado, completamente lleno de sí mismo, incapaz de dar un
lugar a la majestad de la verdad.
Purísimo Padre San Pío de Pietrelcina, Tú que has querido mucho a tus hijos espirituales. Muchos de
tus hijos han sido comprados por ti con el precio de tu sangre. También nos concedes a los que no te
hemos conocido personalmente, de considerarnos como tus hijos espirituales. Con tu paternal
protección, con tu santa guía y con la fortaleza que conseguirás para nosotros de Dios, podremos, en
el momento de la muerte, encontrarte en las puertas del Paraíso, en espera de nuestra llegada.
(Se dicen las intenciones por las que se ofrece la novena y se reza un Padre Nuestro, Ave María y
Gloria).
San Pío de Pietrelcina, te pedimos nos enseñes la humildad de corazón, para ser considerados entre
los pequeños del Evangelio, a los que el Padre prometió revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos antes de
que se lo pidamos.
Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el
rostro mismo de Jesús.
Protégenos en la hora de la lucha y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del
sacramento del perdón.
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria feliz, a donde esperamos llegar también
nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
"Siempre mantente unido a la Santa Iglesia Católica, porque sólo ella puede salvarte, porque sólo
ella posee a Jesús Sacramentado, que es el verdadero príncipe de la paz. Fuera de la Iglesia Católica,
no hay salvación, ella te da el bautismo, el perdón de los pecados, el Cuerpo, la sangre, el Alma, y la
Divinidad de Jesucristo, concediéndote por tanto la vida eterna; y todos los santos sacramentos para
llevar una vida de santidad".
La humildad es la virtud de asumir los defectos y errores propios. Una de las más difíciles de cultivar
para todos los hombres y de la que han gozado, no sin esfuerzo, todos los santos.
El Santo padre Pío era muy consciente de sus miserias y rogaba diariamente al Padre para poder
combatirse y ayudar a todos sus hijos a ser humildes.
En una oportunidad, como una señora admitiera que tenía cierta inclinación a la vanidad, el Padre
comentó: – “¿Ha observado usted un campo de trigo en sazón? Unas espigas se mantienen erguidas,
mientras otras se inclinan hacia la tierra. Pongamos a pruebe a los más altivos, descubriremos que
están vacíos, en tanto los que se inclinan, los humildes, están cargados de granos”.
Humildísimo Padre San Pío de Pietrelcina, Tú que has verdaderamente amado a la Santa Madre
Iglesia. Ruega a Dios, nuestro Señor, al Señor de la Mies para que mande obreros a Su Mies, y
regalos a cada uno de ellos; de manera que llenando el mundo de sacerdotes santos; obtengan la
fuerza y la inspiración de Dios. Además te rogamos interceder ante la Santísima Siempre Virgen
María; para que conduzcas a todos los hombres hacia la unidad de los cristianos, reuniéndolos en la
gran casa de Dios; para que la Iglesia sea el faro de luz y salvación en el mar de tempestad que es la
vida.
(Se dicen las intenciones por las que se ofrece la novena y se reza un Padre Nuestro, Ave María y
Gloria).
San Pío de Pietrelcina, te pedimos nos enseñes la humildad de corazón, para ser considerados entre
los pequeños del Evangelio, a los que el Padre prometió revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos antes de
que se lo pidamos.
Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el
rostro mismo de Jesús.
Protégenos en la hora de la lucha y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del
sacramento del perdón.
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria feliz, a donde esperamos llegar también
nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.