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Historias Con Sabor

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Historias Con Sabor

ANTOLOGÍA
HISTORIAS DE NAVIDAD
1
Historias Con Sabor

Historias Con Sabor

Florilegio

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Historias Con Sabor

Título original de la obra: “Historias Con Sabor”


Primera edición: 2023
Casa Editorial Grammáta.

Tels.: 3158508784 – 3112842996


Santiago de Cali. Colombia, Sur América

Dirección Editorial: Makhabith Ross


Dirección de Edición, Maquetación y Caratula: Giovanni Delgado

Redes sociales:

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@Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser


reproducida, ni parcial ni totalmente, ni registrada, en ninguna
forma.

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Historias Con Sabor

ÍNDICE

PRÓLOGO………………………………………………………………………5
AMIGO SECRETO………………………………………………………….17
LA GRAN CENA……………………..........................................22
“EL VERANO DE LAS TRADICIONES”……………………...........29
LA NEGRA TIENE TUMBAO…………………………………………….33
MILAGRO EN NOCHEBUENA…………………………………………..38
“LO QUE NO TIENE PRECIO”………………………………….........44
PRESENCIA NAVIDEÑA………………………….……………………...50
ALIANA Y EL MILAGRO DE NAVIDAD……..……………………....54
GUAICO ANDINO………………………………………………………..…58
VALIENTE SOÑADOR……………………………..........................63
PONCHE…………………………………………...............................66
SABOR A TI………………………………………………………………....71
FOGÓN DE LEÑA…………………………………………………………..75
¿QUE ES NAVIDAD EN SAZÓN DE LA FAMILIA?……………….79

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Historias Con Sabor

PRÓLOGO

Delicias Navideñas

Cuando era niño, cada año era muy largo. La espera para
salir a vacaciones, la llegada del maravilloso diciembre,
hacían que valiera la pena portarse bien y tener buenas
notas en el colegio. Debo admitir, sin ruborizarme, que
tuve una niñez plena y con todo lo que un chico pudiera
desear. Una familia -principalmente la materna- grande,
varias tías, primos, menos tíos, pero había dos. Uno de
los tíos tenía una orquesta de música bailable. El abuelo
y la abuela juntos hasta que fallecieron. ¡Y la comida!,
mucha comida.

El abuelo tenía una finca y cada lunes llegaban una gran


cantidad de productos que eran repartidos en las casas
de las hijas. La abuela administraba su propia lechería,
así que abundaron los lácteos en todas las formas. La
leche, materia prima de uno de las delicias vallecaucanas,
justamente el manjarblanco. Blanco, tal vez en su origen
porque la preparación final es parda, por darle un color.
¡Y las fiestas!, cada celebración de un cumpleaños, día de
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Historias Con Sabor

la madre, del padre eran el pretexto para un festín de


platos varios, todos preparados en casa y con orquesta
propia.

Entonces llagaba diciembre, la casa de los abuelos era


grande ubicada en el centro de Cali, a pocas cuadras de
la Plaza de Cayzedo. Lugar para hacer un pesebre que
ocupaba un cuarto completo, no había árbol y los adornos
todavía no estaban contaminados con los colores y el
blanco nórdico gringo. Se leía la novena de aguinaldos
cada noche y mis padres nos llevaban a ese evento que
además estaba muy bien acompañado de los platos
navideños.

Había un solar, que así se le dice aquí a esos patios


grandes que tenían huerta, árboles frutales y mi abuela
criaba gallinas y patos. Producían generosas cantidades
de huevos, que hay que admitir tenían otro sabor muy
diferente y sabroso, a lo que saben los huevos
industrializados de hoy. Ese solar, el lugar apropiado para
la preparación del manjarblanco, les contaré más
adelante sobre esto pues era todo un ritual.

La mayoría de estas costumbres gastronómicas y


navideñas se hicieron tradición en nuestras casas y poco
a poco, los festejos con algunas variaciones ya era en
nuestros hogares, los de los jóvenes padres y sus niños.
Lo que siempre había que hacer en casa de los abuelos

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Historias Con Sabor

era el manjar blanco. Las nuevas casas ya no tenían solar,


o era muy pequeño para acometer semejante labor.

Entonces vamos a concentrarnos en los platos navideños,


aclarando que son colombianos, teniendo en cuenta que
Grammata Escritores es internacional. Del mismo modo
podemos decir que muchos de estas viandas navideños
tienen presencia en toda Latinoamérica con otros
nombres y ligeras variaciones de preparación, pero la
base es casi la misma, el maíz, en la mayoría de los casos.

Y todavía explicando más que muchas de estas delicias


nacionales tienen variaciones en su preparación según la
región, y que es posible que no estén todos los que son,
ni son todos los que están. Por ejemplo, en Cali las
llamamos hojaldras, pero en otras regiones las
denominan hojuelas. También cambian de forma y
tamaño. Otro cambio de nombre es el del tamal, en casi
todo el país ese es el nombre, pero en algunos lugares
de la costa atlántica les llaman pasteles y en los
departamentos de frontera les dicen hayacas que es el
nombre en Venezuela.

Veamos pues, en mi Cali, ve, como es la cosa.

Buñuelos

Los buñuelos son unas bolas elaboradas a base de harina


de maíz, harina de yuca y queso costeño. Su preparación
consiste en hacer una masa homogénea con los

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Historias Con Sabor

ingredientes buscando que sean absolutamente


redondos, y echarlos a freír en un recipiente grande y
hondo, y el aceite debe estar muy caliente para que no
estallen. Estos estallidos pueden causar quemaduras
graves. Puedes encontrarlos en prácticamente cualquier
panadería durante todo el año, pero su demanda se
incrementa en las festividades navideñas, pues son
populares en las Novenas de Aguinaldos. Gozan de una
textura crujiente, pues las pequeñas bolas crean una
especie de cáscara y en el interior la masa, que si está
generosa en queso, estira un poco. Se comen mucho más
en los desayunos y en las tardes. Compiten en
popularidad a las empanadas, otro de los platos
tradicionales de la gastronomía colombiana, aunque
estas últimas no son muy navideñas.

Natilla

La natilla también se expandió a lo largo de varias


regiones del país. Se lista en las comidas de Navidad en
Colombia, pues gana popularidad en la época
decembrina, aunque también se ve todo el año. Se trata
de una especie de flan artesanal hecho a partir de fécula
de maíz, leche, mantequilla, panela rallada y queso. Este
delicioso postre es una de las recetas de Navidad propias
de Cundinamarca, Boyacá, el eje cafetero y el Valle del
Cauca. La preparación consiste en mezclar muy bien los
ingredientes, llevarlos a fuego lento hasta que toman

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Historias Con Sabor

“consistencia”. Esto se comprueba poniendo dentro de la


olla o paila un tenedor o un cuchillo y este permanezca
vertical. Entones está lista y se puede servir en platos o
recipientes individuales. O a manera de un pastel, al que
se le van cortando porciones en forma de triángulo.

Hojaldras

Las hojaldras navideñas son un aperitivo tradicional de


las navidades colombianas, popular en Antioquia y Valle
del Cauca, lugares donde se les conoce también casi todo
el año. Además de ser popular en Navidad, también se
consume durante festividades cristianas como la Semana
Santa.

Estas son frituras hechas a base de harina de trigo, huevo


y otros ingredientes. Las recetas y sabor pueden cambiar
de una región a otra, y consiste en mezclar muy bien los
ingredientes hasta formar una masa flexible parecida a
una piza, pero a diferencia de ésta, se fríe también en
aceite muy caliente hasta que se vean crujientes, hay
variaciones en cuanto al sabor, se las prefiere a veces
más dulces y en otras saladas.

Arroz con leche

El arroz con leche es otra de las comidas de Navidad en


Colombia. Se consumen diversas versiones del arroz con

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Historias Con Sabor

leche en toda Latinoamérica, pero es mucho más común


entre los países del eje andino. Se elabora con
ingredientes sencillos: arroz, leche, canela, panela, pasas
y leche condensada. En algunos casos le agregan coco,
en otros, mantequilla. Aunque se consume todo el año,
la mayoría de las familias lo incluye en la lista de platos
tradicionales para hacer en las fiestas navideñas. Este se
puede consumir frío o caliente, con pasas, queso y
también con canela en polvo agregados. La preparación
consiste en poner a hervir el arroz en agua leche y cuando
está blando, se van agregando uno a uno los demás
ingredientes hasta que va tomando “consistencia”
cremosa. También se sirve en porciones individuales o en
un gran recipiente de donde se pueden servir porciones
porque no endurece. Confieso que el arroz con leche es
uno de mis favoritos, pero preparado con azúcar y no con
panela.

Desamargado

Este exquisito postre, se realiza con diferentes frutas


ácidas como la toronja, el mamey, la naranja y el limón.
Ingredientes: Limones, clavos de olor, pimienta dulce,
canela en astillas, azúcar. Preparación: ayudados por una
cuchara, raspamos suavemente los limones para retirar
el sabor amargo. Normalmente queda en el cubierto un
residuo entre amarillo o verde. Parta los limones a la
mitad y déjelos en una olla con suficiente agua y hágalos

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Historias Con Sabor

hervir con las demás frutas ya picadas. Retire de las


naranjas o toronjas y los limones, la pulpa. Una las
cáscaras al almíbar que es la mezcla del azúcar, la canela,
los clavos y la pimienta dulce y déjelas cocinando por
media hora, deje enfriar y guarde en la nevera porque se
fermenta muy rápido. En ocasiones se agregan brevas, o
se sirve con brevas rellenas de manjarblanco que se han
preparado aparte.

Torta de pastores

Esta receta es típica del Valle del Cauca exactamente de la


ciudad de Guadalajara de Buga, donde por su receta
ancestral, cuentan las abuelas que era la que compartían
en Navidad. Era un intercambio de este y otros dulces
como símbolo del espíritu de alegría y generosidad.
Ingredientes: Arroz cocido sin sal, con canela, uvas pasas
remojadas con vino, frutas de conserva, mantequilla, queso
campesino en cubos, canela, clavos, esencia de vainilla,
polvo de hornear. Lo que se hace básicamente es mezclar
sus ingredientes. En orden se mezcla el arroz, las uvas
envinadas con todas las frutas y todo al final se pone en un
molde para hornear y se lleva al horno a 180 grados por 30
minutos. Está lista la torta de pastores.

Manjarblanco

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Historias Con Sabor

Esta delicia, es muy del Valle del Cauca y Cali, aunque lo


preparan en otras regiones donde lo llaman arequipe y
también se produce ya industrialmente y se consigue todo el
año. Incluso han sofisticado el nombre y lo denominan
manjar blanco, a secas. Pero en mi región es una tradición
arraigada hace años y su presencia y disfrute son totalmente
navideños. Hay investigadores que han encontrado su origen
en épocas medievales, pasando por culturas árabes y varios
países de Europa. En la actualidad hay una gran variedad de
preparaciones y varios países latinoamericanos y europeos
reclaman ser los autores de esta delicia.

Pero quiero relatar mi experiencia, desde lo que viví en


muchos años de mi vida, viendo preparar majarblanco.
Básicamente es necesario tener una paila de cobre y un
bateador, es decir aquel instrumento de madera que parece
una cuchara gigante. Los ingredientes son: leche, arroz
remojado desde el día anterior y molido, canela, pasas,
algunos le echan coco rayado, pero si es fundamental
bastante cáscara de limón también rayado, azúcar y un poco
de harina. Se agregan unas piedras para hacerlas sonar al
mezclar, cuando ya casi no se escuchan, es porque está listo.
Otra forma de saberlo, es porque el bateador no escurre o la
mezcla no hace burbujas. En el Valle del Cauca la calidad del
producto lo da la gran cantidad de leche que se usa y
generalmente se busca que sea orgánica, comprada en los
ordeñaderos campesinos, leche que no haya sido procesada
de ninguna manera.
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Historias Con Sabor

Entonces aquí es donde hablo del ritual, que todavía se vive


en muchas familias. Ya dispuestos todos los ingredientes y
los elementos para la preparación, generalmente se busca
ese solar o una finca donde se reúnen familiares y amigos
desde muy temprano, en torno a la paila. Sólo una persona
está autorizada para batir la mezcla lo cual es una labor
agotadora. Dicen que si lo hacen varias personas se “corta”,
aunque una de las variedades es el cortado. Entre tanto los
demás beben, comen y bailan esperando el anhelado
momento, en que al final de la cocción y que el manjarblanco
sea servido en mates o totumos, la mayoría se arman de
cuchara y raspan lo que queda en la paila. Una delicia.

Al final la fiesta puede seguir hasta altas horas de la noche y


es que ya estamos en pre feria y todo el ambiente navideño
se vive y se siente. Terminada la fiesta, cada invitado se va
a casa con su mate o sus mates de manjarblanco para
disfrutar por varios días.

Tamales

El tamal es un plato tradicional colombiano, compartido


con el resto de países latinoamericanos. Perú, Venezuela,
Ecuador y México tienen sus propias variaciones de tamal
con ingredientes locales que cambian por completo el
sabor, aunque mantienen la esencia del alimento.

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Historias Con Sabor

Es de las comidas favoritas para esta época en Colombia,


casi siempre presente en la mesa de Navidad y año
nuevo, aunque como en los otros casos, se consigue todo
el año y hay un gran comercio de este sabroso plato. Su
preparación si es más complicada, pero en resumen es
una masa de maíz crudo, al que se le agregan los
ingredientes preferidos en cada región, carne, pollo y
cerdo, verduras, con mucho condimento, se envuelve
todo en hojas de plátano y se hace hervir, hasta que ya
“huele a tamal”.

Lechona

Uno de los platos fuertes, es la lechona, uno de los platos


típicos colombianos, especialmente conocido en las
regiones de Santander, Tolima y Huila. El plato consiste
en piel de cerdo rellena de ingredientes como arroz,
arveja, carne de cerdo y varios condimentos. Se sirve con
arepa y un trozo de piel de cerdo crocante, además de
una variedad de natilla que es conocida como ‘insulso’.
La lechona es la variación de un plato español conocido
como asado castellano, que al llegar a Colombia era
consumido entre los ricos para festejar fechas especiales.

La esencia y la tradición de las comidas navideñas es que


hay unos platos fuertes, como el tamal, la lechona, el
pernil de cerdo y el más sofisticado pavo relleno. En la
actualidad casi todos estos platos se compran hechos en

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Historias Con Sabor

restaurantes o supermercados, algunas veces se mandan


a hacer. Es poco probable que la vida moderna tenga
espacio y tiempo para estas preparaciones.

Aquí aparece la nostalgia personal, de tiempos idos. En


mi familia, ya no hay mayores, los abuelos, padres tías y
tíos ya están en el infinito. Entonces cuando nos reunimos
en estas fechas todo se compra hecho y por supuesto los
sabores no son iguales.

Otro aspecto de la nostalgia es que se perdió el compartir


el plato navideño, que consistía en organizar en una
bandeja porciones principalmente de los dulces, aunque
también algunas carnes y llevar a las casas de los vecinos.
Al final había tantos intercambios, que quedaba
abundancia para el disfrute. Pero bueno, todas las
costumbres y tradiciones son reemplazadas por otras
nuevas aunque el sentido y el afecto con que se practican
sean totalmente diferentes. Hoy la importancia
fundamental de la Navidad es dar y recibir regalos

¡Feliz Navidad y un nuevo año feliz y próspero para todos,


con abundancia de salud!

Hebert Lozano Polo


Diciembre de 2023

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Historias Con Sabor

EPÍGRAFE

“Las familias se reúnen a compartir y todos son muy


felices estando juntos, ese es el mejor regalo que
podemos tener todos en nochebuena”

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Historias Con Sabor

AMIGO SECRETO

Hace unos años, decidimos en la familia eliminar el


múltiple intercambio de regalos en la víspera del 25 de
diciembre. Tal vez fue por la sonrisa forzada de Juanita
cuando recibió, envueltos en primoroso papel, unos
calzones amarillos y los puso junto a los varios pares de
medias que ya le habían dado. Quizás fue porque, en
silencio, todos nos sentíamos igual que ella.

Nos dimos cuenta que dar tantos micro regalos se había


vuelto incómodo y poco práctico en una familia numerosa
como la nuestra. Concentrar esfuerzos económicos en un
solo presente parecía una mejor idea. Expresaríamos
cariño y fraternidad, al mismo tiempo, se motivaría la
gratitud genuina de quien lo recibiera.

Esta modalidad conocida como "amigo secreto", ha sido


adoptada cada vez por más familias colombianas. Se
ponen todos los nombres en una bolsa de tela y cada
participante toma un papelito que determina quién será
la persona a la que agasajará, guarda ese nombre con
celo, y bajo ninguna circunstancia puede devolverlo o
revelarlo. El destino queda sellado desde el mismo
momento que se toma el pequeño papel entre las manos.

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Historias Con Sabor

Acordamos que los chicos serían los únicos exentos de


restricciones en cuanto a los regalos. El Niño Jesús, los
Reyes Magos y hasta Papá Noel nos seguirían
representando en sus ilusiones de Navidad. Aún no
hemos logrado consenso en cuándo termina la niñez y se
deja de ser merecedor de esta indulgencia decembrina
(tenemos un sobrino veinteañero que todavía nos mira
con recelo).

El asunto se complica un poco si el grupo decide jugar


con “la endulzada", que consiste en dar detalles
anónimos a su amigo o amiga, en forma de golosinas o
cachivaches. Esto sucede durante cada día de los rezos
de la novena al niño Dios, con la condición de no resultar
pillado; a pesar de que todos tienen la intención
manifiesta de descubrir a su propio amigo y dejarlo en
evidencia.

El dador del esperado regalo solo se conoce en el justo


momento de los intercambios, previo a la gran cena para
festejar el nacimiento de Jesús, lo que también se
convierte en un emocionante juego de adivinación.

Pero este año todo cambió. La tía Nacha lanzó un


desafío en octubre, el día de la conmemoración de la
muerte de nuestra gran cocinera, la abuela Amalia: en
lugar de regalos, escogeríamos 9 recetas tradicionales,
una para celebrar cada día de la novena.
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Historias Con Sabor

El promotor debía prepararla y ofrendarla al gran grupo,


en el encuentro novenario correspondiente, y estaría a
cargo de un banquete perfectamente diseñado. La
mayoría aceptó el reto con agrado, se creó de inmediato
un espacio en redes sociales para debatir las propuestas.
Todos estaban entusiasmados, todos excepto yo, pues
mis habilidades culinarias son a menudo cuestionadas en
mi casa ("se te quema el agua hervida", sentencian mis
hijos).

Fotos de tamales con masa de maíz amarillo, hojaldras


dulces, sancocho de pescado con guineo, frijoles
montañeros, empanadas de chontaduro, desamargados,
buñuelos y tortas de borojó, entre muchas otras delicias,
inundaron el espacio virtual. Mi asombro crecía,
recordaba todos esos sabores, pero ignoraba las recetas
de cualquiera de los platillos, o su proceso de cocción.

Reconozco que esa etapa estuvo genial, nos divertimos


mucho recordando momentos entrañables como bodas,
cumpleaños y hasta partidos de fútbol. Así como la
evocación de memorias de cocineras y cocineros de la
familia, sobre todo las de los que ya no estaban con
nosotros, pues seguían presentes con sus amorosas
creaciones.

Más de 40 miembros buscaban con ahínco un lugar entre


los privilegiados de las novenas. La lucha abrumó incluso
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Historias Con Sabor

al algoritmo, el grupo colapsó, la diversión se convirtió en


caos y las celebraciones comenzaron a verse amenazadas
por estas inesperadas tensiones.

Fue entonces cuando la tía Nacha, con su desparpajado


estilo, impuso rifar los 9 cupos bajo la modalidad del
amigo secreto. Los ganadores presentarían los platos de
la familia este año, los demás, “si tienen suerte, el
próximo", remató su intervención en el chat con un
emoticón enojado. ¿Están de acuerdo??? finalizaba la
comunicación. Esto por supuesto no era una pregunta,
por más énfasis que su triple interrogación de cierre lo
sugiriese. Nadie se le opuso.

Tres días antes del comienzo de la temporada, la rifa llegó


por el chat, la modernidad tocaba la tradición, y sin
embargo yo no me perturbé, la probabilidad de ganar era
muy baja. Instantes después, el abuelo José, patriarca
del clan, nos felicitó en público a los nueve ganadores. Su
nota breve pero entusiasta, dejaba claro que se esperaba
no menos que excelencia de cada uno de los favorecidos.

Me fue imposible pararme de la silla, sabía que las


siguientes generaciones repetirían los eventos de esta
navidad, y quien fallara se convertiría en un legendario
hazmerreír. Por demás, la solidaridad de cualquier otro
familiar estaba descartada, era un secreto a voces que
había una declarada “sana competencia”.
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Historias Con Sabor

Me correspondió preparar "Cuy asado con vísceras en


crispetas y hervido de lulo". Un plato especial y
navideño… ¡Completamente desconocido para mí!
Pertenecía a una tradición casi olvidada, pero muy
arraigada entre nuestros mayores, tanto así que fue la
propuesta más votada, destinada a inaugurar la
temporada de novenas.

Sin la posibilidad de reconocer ante la familia mi completa


ignorancia, me encontré al borde de lo que parecía ser el
próximo desastre culinario. Con el corazón a punto de un
infarto y un ataque de pánico en desarrollo, asumí el
papel de protagonista en el inminente hundimiento de mi
Titanic personal.

Respiré tan profundo como me fue posible, tratando de


calmar mi hiperventilación, cada decisión era crucial,
como pude me sumergí en internet con la breve
esperanza de descifrar, qué diablos era un Cuy.

María Fernanda Concha | Nanda Metaforista

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Historias Con Sabor

LA GRAN CENA

En la pequeña aldea, conocida como "La Ciudad de las


Nubes" (aunque en realidad no era una ciudad y no
flotaba entre nubes), los cálidos rayos del sol se colaban
entre las hojas y calentaban el tejado de la casa de
madera debajo de las ramas de un frondoso árbol. En
esta casa, Ana se levantaba temprano como de
costumbre. Su día transcurría sin que apenas se diera
cuenta, siempre ocupada con las tareas de cuidar su
huerto y su granja.

No hacía mucho que la tierra de su huerto le había


indicado que las raíces de mandioca ya estaban en su
punto, así que Ana las recogió, las lavó y las ralló con sus
manos entumecidas por la edad. Luego, prensó la masa
en bolsas de algodón para eliminar el exceso de agua y
parte del almidón de mandioca, y lo dejó reposar hasta
que desapareciera todo el líquido. Desmenuzó la masa,
la pasó por un tamiz para eliminar la parte más gruesa y
obtener una harina muy suelta, y la puso a secar de
nuevo. Solo después de secarse, Ana la tostó en su horno
a leña. A pesar del dolor en su mano por este trabajo, no
tenía tiempo para reclamar, la Nochebuena se acercaba.

Quedaba solo un día para esta noche especial de


despedidas, y Ana sabía que sería la última cena con sus

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Historias Con Sabor

hijos y nietos. Su cuerpo le anunciaba que el momento


había llegado. Aquella mañana se levantó temprano,
como de costumbre. Últimamente, su vaquita Virginia
mostraba signos de debilidad, y ella no quería salir de
casa sin antes verificar su estado.

Se acercó al corral y encontró a Virginia con los ojos


legañosos. Acarició su rostro, le dio un beso y le pidió que
aguardara un poco más, que no se marchara todavía.
Quería acompañarla en su travesía final. Por ello,
planeaba regresar pronto; el día sería arduo para
asegurarse de que la gran velada fuese inolvidable. Como
era la última Nochebuena que compartiría con su familia,
Ana estaba decidida a que la cena fuera perfecta, aunque
su espalda y sus rodillas le recordaban a cada momento
que debía sentarse.

La noche anterior, Ana revisó lo que necesitaba para


preparar la cena y llevó consigo su libreta para anotar lo
que le faltaba. Al entrar en la despensa, olía el delicado
perfume del anís de las rosquillas que reposaban en una
bandeja cubierta por un glaseado blanco, aún tibias al
tacto. El dulce aroma del anís se mezclaba con los olores
de las especias guardadas en cajas de madera, cada una
etiquetada con su nombre: clavo, canela, comino, nuez
moscada, todas cuidadosamente dispuestas en una de las
estanterías del armario.

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Historias Con Sabor

Iba a necesitar arroz, así que abrió una lata donde lo


guardaba, ya había bajado de la mitad, pero era más que
suficiente, y observó que duraría hasta el día de su
despedida y ese día estaba próximo. Cerró el baúl
satisfecha.

Ana reflexionó: "¿Qué me falta? ¡Ah, sí... el tocino!" Acto


seguido, lo anotó en su libreta. Como en años anteriores,
el menú sería el tradicional.

Repasó mentalmente los platos que iba a preparar para


la despedida. Anotó en su lista el arroz con pasas de uva,
una ensalada que muchos llamaban salpicón, aunque a
ella le gustaba llamarla simplemente ensaladilla de pollo.
También iba a servir pierna de cerdo asada, con rodajas
de piña, además de la farofa de mandioca que tanto les
gustaba a sus nietos, aunque este año le costó más
trabajo preparar la harina. El arroz sería sencillo, con ajo,
tocino cortado en cuadraditos y pasas, así que ya tenía
ese plato resuelto.

El salpicón era más complicado; llevaba muchos


ingredientes y Ana los repasó mentalmente. Comenzó a
enumerar: pechuga de pollo desmenuzada, dos
zanahorias ralladas, tres tallos de apio cortados en
trocitos, una manzana verde cortada en trocitos, media
taza de uvas pasas, dos terceras partes de taza de yogur
natural (hecho por ella misma), una lata de guisantes,
media taza de maíz, el jugo de un limón, aceite de oliva,

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Historias Con Sabor

sal y pimienta negra recién molida, perejil, cebollino y por


último la mayonesa que aún tenía que preparar.

Después, buscó las cebollas que necesitaría en el asado


de la pierna de cerdo que había reservado en la tienda
de Alfredo. Las encontraría en un bol, guardadas en la
parte más oscura de la despensa para asegurarse de que
duraran.

Revisó nuevamente su cuaderno de notas y, además del


tocino y la carne, añadió los guisantes, las manzanas, las
uvas pasas y el maíz; todos los demás ingredientes
provenían del huerto y la granja. Entonces, recordó con
tristeza que desde que su vaca Virginia había tenido cinco
crías, su leche ya no era buena, por lo que decidió
jubilarla. Para empeorar las cosas, ahora su vida se le
escapaba. Anotó la leche en su cuaderno.

Después de asegurarse de que tenía todo organizado en


su mente y en su cuaderno, «más en su cuaderno que en
su cabeza», pensó Ana con una risita. A sus setenta años,
su memoria ya empezaba a fallar en algunas cosas.

Para ir a la tienda de Alfredo, Ana tenía que bajar por una


enorme cuesta y luego subir de nuevo. Ella era la única
residente en la parte alta del pueblo, en el pico de la
montaña, como solía decir. Entonces, sus vecinos de
abajo improvisaron una suerte de «ascensor» utilizando
una rama de árbol y una gran cesta, de modo que Ana
podía descender cómodamente sentada en ella.
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Historias Con Sabor

Esta mañana, Ana agitó la cuerda para que Manuel le


enviara la cesta que solía bajarle cada día, aunque cada
vez menos. A las ocho en punto, entró sonriente en la
tienda de Alfredo, quien la recibió con su habitual
amabilidad. Ana le explicó que, como todos los años,
recibiría a su familia, pero añadió que esta sería la última
vez, por lo que quería que todo fuera perfecto. El hombre
la comprendió y la acompañó con la mercancía hasta la
cesta para que Manuel la subiera a su casa. Antes de
subir, deseó a todos sus amigos una feliz Navidad. Todos
sabían que pronto dejarían de verla subir o bajar en esta
cesta.

Al llegar a casa, Ana se puso a preparar la cena. Primero,


aderezó la carne y la dejó marinar durante tres horas.
Preparó el salpicón y lo guardó en la parte más fresca de
la casa, mientras que la farofa y el arroz, ya hechos, los
puso en baño maría en la cocina para mantenerlos
calientes.

Luego llegó el momento del postre. Calentó la leche en


una cacerola junto con la piel de limón y los palitos de
canela. Cuando la leche empezó a hervir, añadió la harina
fina de maíz y continuó removiendo. Después, retiró la
piel de limón y el palo de canela una vez que volvió a
hervir. Añadió el azúcar y cocinó hasta que espesara
ligeramente. Por último, apagó el fuego y dejó reposar la
mezcla durante 10 minutos.

26
Historias Con Sabor

En un bol, Ana batió las yemas y las incorporó en la


crema, previamente pasadas por un colador. Mezcló
hasta que se quedara suave y homogénea, con la textura
deseada, ligeramente semilíquida. Luego, colocó la
mezcla en las tartaletas y las puso a hornear. Este postre
era una receta que su bisabuela solía preparar cuando
ella la visitaba, y muchos años después, en un país
lejano, lo conocieron como Pastel de Belén.

Su casa ya estaba decorada con motivos navideños;


Manuel se encargó de colocar el árbol, y ella lo llenó con
las bolas pintadas por ella, cada una con una frase de
despedida escrita para sus hijos y nietos.

Por la tarde, ella arregló la mesa con un mantel blanco,


dispuso los platos y cubiertos y por encima servilletas
rojas. Todo estaba casi listo, solo faltaba que se arreglara
a sí misma.

La familia llegó a las siete de la tarde. Los niños curiosos


corrían de un lado a otro, mientras las hijas y yernos
bebían sin parar de los vinos que habían traído. Los nietos
adolescentes enfurruñados solo comían. Todos ignoraban
a Ana, quien permanecía sentada en la cabecera de la
mesa observándolos atentamente sin que se dieran
cuenta. En media hora, habían cenado y esperaban el
postre con impaciencia. Finalmente, cada uno tomó su
regalo con su nombre, cuidadosamente colocado por Ana
debajo del árbol, y se marcharon sin percatarse de que

27
Historias Con Sabor

en cada bola colgada en el árbol había una despedida a


cada uno de ellos.

Esa noche, todo el pueblo ayudó a Ana a limpiar su casa,


dejando solo el árbol navideño colocado. Cuando
finalmente se quedó sola, Ana fue a despedirse de
Virginia, su vaca, ya que ambas partirían al amanecer,
cada una siguiendo su propio camino.

A las diez, Atenea y Divino hicieron su llegada. Bajo la


indicación de Ana, Divino cavó un agujero en el lugar
designado, y entre los tres sepultaron a Virginia. Cuando
se despidieron, se llevaron al resto de los animales. Ana
sintió que su tiempo en este hogar, en esta tierra,
también llegaba a su fin. Su corazón le decía que era hora
de irse. Con valentía, se despidió de su casa y de su vida.

Mientras tanto, Manuel aguardaba en el barco,


preparando el camarote con las pertenencias tanto de
Ana como de él. Juntos los dos emprendieron viaje,
mientras los aldeanos les entonaban canciones de
despedida.

La última vez que tuvieron noticias de ellos fue en tierras


lejanas, donde se abastecían de provisiones para su
barco.

Los hijos de Ana fueron notificados de su partida y juntos


desmontaron el árbol. Desde entonces ya se hablan entre
ello
Celeste Gomes Del Salto
28
Historias Con Sabor

"EL VERANO DE LAS TRADICIONES"

Había llegado la temporada navideña en el hemisferio


sur, en la pequeña ciudad de Villa Esperanza, la brisa
cálida del verano no impedía que las familias se reunieran
para celebrar. Mientras la gente adornaba sus hogares
con luces parpadeantes y guirnaldas, en la casa de los
García, la mesa estaba llena de delicias navideñas a pesar
del calor.

En el centro de la mesa se encontraba el Vitel Tone,


cuidadosamente preparado por la abuela María.

—¿Saben por qué hacemos el Vitel Tone en Navidad? —


expresó María.

—¿Es solo porque está delicioso, abuela?

—¡Claro que no es solo por eso! El Vitel Tone es un


recordatorio de la importancia de compartir. Cada
ingrediente representa la unidad de la familia y cómo
juntos, creamos algo hermoso.

—¿Y por qué le ponemos mayonesa? —preguntó Pedro.

—La mayonesa es como el lazo que une todos los


ingredientes. Nos enseña que, a veces, son las pequeñas
cosas las que hacen que todo funcione. Así es como la
familia se mantiene unida: con amor y cuidado. Los niños

29
Historias Con Sabor

correteaban por el jardín mientras el abuelo Javier


armaba la Torre Alemana con sus capas de galletas y
crema. Aunque el sol brillaba intensamente afuera,
dentro de la casa, la familia García se reunía alrededor de
la mesa con amor y alegría.

—Niños, ¿saben por qué hacemos la Torre Alemana cada


año?

—No, abuelo, ¿por qué?

—Cada capa representa un año de nuestras vidas, con


sus altibajos y momentos dulces. Nos recuerda que la
familia es como una construcción constante, llena de
amor y paciencia.

—¡Qué bonito, abuelo! Entonces, cada capa es como un


recuerdo.

—Exactamente Juan. Y cada vez que la hacemos,


agregamos un nuevo recuerdo a la torre familiar.

Este año, las ausencias pesaban más que nunca. Los


padres de los niños, dedicados médicos, estaban lejos
ayudando a comunidades necesitadas. A pesar de su
ausencia física, la familia encontró consuelo en las
videollamadas, compartiendo risas y recuerdos a través
de la pantalla.

Antes de brindar, todos se sentaron en silencio para una


breve oración, recordando el verdadero significado de la

30
Historias Con Sabor

Navidad. El abuelo Javier, con lágrimas en los ojos,


recordó la importancia de la familia, la compasión y el
amor que Jesús enseñó.

— Antes de empezar, niños, quiero recordarles por qué


damos gracias en esta noche especial.

— ¿Es solo por la comida, abuelo?

—La comida es un regalo, pero esta oración va más allá


de eso. Damos gracias por la familia, por la salud y por
tener la oportunidad de compartir este momento juntos.
Recuerden siempre ser agradecidos por lo que tienen.

—Gracias, abuelo. A veces olvidamos lo afortunados que


somos.

—Es normal, Sofía. Pero la gratitud nos ayuda a ver lo


hermosa que es la vida, incluso en medio de las
dificultades.

La cena se llenó de risas y conversaciones, con cada plato


tradicional llevando consigo una historia. La abuela María
contó cómo aprendió a hacer el Vitel Tone de su madre,
mientras que el abuelo Javier compartió anécdotas sobre
la Torre Alemana que preparaban juntos cuando eran
jóvenes.

A medida que caía la noche, la familia García salió al


jardín para disfrutar del brindis bajo las estrellas. Aunque
el verano hacía que la noche fuera cálida, el espíritu

31
Historias Con Sabor

navideño creó un ambiente mágico. Los niños


encendieron velas, simbolizando la esperanza y la luz que
la Navidad traía al mundo.

A pesar de las ausencias, el amor, la fe y las tradiciones


les recordaron que la verdadera esencia de la Navidad
residía en el corazón y en la unidad familiar.

Lilian R. Costantino

32
Historias Con Sabor

LA NEGRA TIENE TUMBAO

—Hermana, sabes que toda la familia se reúne para estas


fechas, tienes que estar tranquila, en navidad todo es
bueno —son las seis de la mañana y Maida inhala,
recibiendo el olor de la carne asada que en la casa vecina
ya se estaba preparando—. Siente, siente ese olor a
carne de cerdo asada. Buf que hambre me ha dado.
Vamos a levantarnos de esta cama, voy a hacer café.
—Gracias por intentar animarme, los problemas en casa
son difíciles y Manolo es un hombre muy complicado. De
verdad que tuve que llegar en un vuelo días antes. No
soportaba estar en esa casa con él. Sé que viene hoy,
pero a veces prefiero quedarme en Cuba que volver a los
Estados Unidos y soportar sus maltratos.
—Ay mi negra, cálmate comadre, orita con unos tragos y
una buena comida se te pasa la nostalgia.
Maida comienza a montar el café mientras su hermana se
pone a desempacar unas cuantas maletas que trajo de
Miami. Pasaron las horas, eran las diez de la mañana y la
familia llegaba. Todos se saludan con abrazos,
deseándose una feliz navidad. Los dos hijos de Maida
viven en la Habana, pero están en holguín para pasarse
noche buena y fin de año con la mamá. Yolanda, la
hermana de Maida, recibía a su esposo que apenas
llegando a casa, comenzó a beber. Y no hablar del
pequeño ciclón, Samantha la hija de Yolanda, una niña

33
Historias Con Sabor

de tres años, hiperactiva. No deja de correr ni un solo


segundo y aunque su madre y su tía quieren que este
tranquila viendo los muñes, se les hace complicado
domarla.
—Déjala que se divierta tía, hoy es día de celebración —
expresó Juan Carlos, el hijo mayor de Maida—. ¡Y que
pongan la música que esto parece un velorio!

Están en el patio excepto Maida quien se mantiene en la


cocina haciendo unos tamales rellenos de picadillo de
pollo. Las risas se escuchan en toda la casa. Música a
todo volumen, unos cuantos pomos de cerveza y botellas
de ron. En el patio hay una mesa donde los hombres
juegan dominó. Un ambiente relajado, con entremés de
jamón y queso. Bromas e historias familiares. La niña por
fin se calma y está en las piernas de su tía. Maida y
Yolanda sentadas en los balances de la terraza bromean
por la concentración que tienen los hombres de la casa
jugando dominó.
—Parecen niños —dice Yolanda dándole un beso a su
pequeña.
—¿Has hablado con Manolo?
—Orita le dije que teníamos que hablar, pero ni me
respondió. Lo sabe, le voy a pedir el divorcio.
—¡Pero muchacha, tú sí que estás loca! Hoy veinticuatro
de diciembre no es el día para eso.
—Y que hago mija. Dime. Ya no voy a dejar que me
golpeé otra vez. ¡Ya no más!

34
Historias Con Sabor

—Bueno mi negra, tú sabrás lo que haces, yo te apoyo.


Te acuerdas lo que decía papi.
—Ay, papi, papi siempre decía «las hermanas de los lazos
eternos. Si se apoyan lo tienen todo porque juntas la
bendición de Jehová las llena de gloria».
—Como se extrañan. Que descansen en paz nuestros
viejitos. Pero no quiero llorar, déjame servir los tamales.
La familia alaba los deliciosos tamales que Maida cocinó
—Mmmm, que rico—, dicen a la vez, masticándolos con
lentitud para aprovecharlos más.
—Oye, ¿y los dos perniles de puerco que mandaron a asar
cuándo los buscan? —pregunta
Alexis el otro hijo de Maida. Se siente desesperado por
masticar pellejito asado—. Ustedes saben que eso me
vuelve loco, me gusta más que los hombres de mi
gimnasio y eso es mucho decir.

La familia entera ríe a carcajadas. Hasta la niña que no


entendía nada, se orina de la risa, solo por repetir todo
lo que hacen.
—Ay mi loco y eso no tiene cura ja, ja, ja —responde
Manolo con sus comentarios fuera de lugar—. Es una
broma, chico, no me mires así. Los perniles los tenemos
que buscar a las cinco de la tarde, yo voy por ellos.
—Voy contigo, así hablamos —su esposa le responde con
rapidez. Lo mira con seriedad, dejándole claro que sí o sí.

35
Historias Con Sabor

Pasaron tres horas y Manolo y Yolanda no llegaban con


los perniles, estaban preocupados. Cuando Maida decide
buscar a su hermana, ve que llega con solo un trozo de
carne, envuelto en papel aluminio.

—Miren, no me pregunten por Manolo ni por la carne. Yo


compré esto. Hazlo en el horno y disfrutemos lo que nos
queda de noche —exige Yolanda. Sus ojos reflejan un
destello de viveza nunca visto hace tiempo. Pero sus
manos tiemblan.

Además de la bandeja con el plato fuerte, la mesa la


utilizan para servir dos ollas de congris, yuca, ensalada
de tomate y lechuga. Comen la carne sintiendo un gusto
exquisito, mejor que el cerdo asado, confirman.

—No comeremos tanto, habrá que compartir con los


vecinos —dice Juan Carlos después de lanzar un erupto—
. Que lleno estoy, pero que rico te quedó todo mami. Y
tía, esa carne esta riquísima, lo único es que no logro
definir su sabor.

Maida llama a su hermana al cuarto exigiéndole que le


diga dónde está Manolo.

—¡Manolo mi hermana, Manolo es la carne que nos


acabamos de comer! —responde Yolanda y se da un
trago de ron.
—¡¿Tú estás hablando en serio?!

36
Historias Con Sabor

—¡Por papi mi hermana!, él me dijo que no dejara que


nadie me tocara y Manolo estuvo a punto de abusar de
mí otra vez, y esto, esto lo hice también para que mi hija
sepa que no se tiene que dejar maltratar por ningún
hombre —Yolanda revela una mirada de odio, toca su
cuerpo, recuerda todo el maltrato recibido y no se
arrepiente de lo que hizo.
—Ay mi negra, cubana de sangre caliente, raíz volcánica,
decía mamá. Mañana sacas pasaje para ti y para tú hija,
es mejor que no vuelvas por acá, por lo menos un muy
buen tiempo. ¡Mi negra, estoy contigo, feliz navidad!

Maida llora, pero sabe que no le queda más alternativa


que apoyar a su hermana. Se abrazan y en silencio secan
sus lágrimas. Abren una botella de sidra y la beben junto
a su familia: —¡Feliz noche buena! —.
Brindan y comienzan a llamar a los vecinos para
compartir.

J Stephen. C.

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Historias Con Sabor

MILAGRO EN NOCHEBUENA

Marcelo estaba a punto de cerrar la puerta, cuando de


repente, escuchó un llanto. Miró hacia el piso y vio una
canastilla cerca de la entrada. Se acercó y cuál sería su
sorpresa al ver un bebé dentro de ella. Hacía unos
minutos alguien había tocado el timbre, pero cuando
abrió la puerta de aquella mansión que él mismo había
diseñado, no vio más que el hermoso alumbrado de la
cuadra. Él y Valentín estaban a punto de salir a celebrar
la Navidad en casa de sus padres. Aterrado, llamó a
Valentín, que estaba en el garaje encendiendo el auto.
Cuando este llegó apresurado, vio la cesta y comenzó a
llorar de felicidad.

—Esto es un milagro— dijo aquel famoso diseñador de


modas, cuyo sueño de adoptar un bebé, le había sido
negado varias veces.

Valentín y Marcelo se habían casado hacía 4 años,


después de una larga relación. Eran una pareja muy
estable y amorosa. Marcelo era un reconocido arquitecto,
que, a sus 35 años, había construido varios edificios
emblemáticos en aquella tradicional ciudad de Colombia.
Sin embargo, y a pesar de ser exitosos cada uno en sus
carreras, tenían que soportar la crítica de quienes aún no

38
Historias Con Sabor

veían con buenos ojos que dos hombres contrajeran


matrimonio.

—¿Qué vamos a hacer? — exclamó Marcelo.

—Pues aceptar este hermoso regalo que la vida nos está


dando. Por fin Dios ha escuchado mis oraciones —
respondió Valentín, cuyos ojos brillaban de alegría.

Pero Marcelo, que era más pragmático y tenía los pies


sobre la tierra, no quería sufrir otro pesar, luego de varios
intentos de adopción. No obstante, Valentín lo convenció
de quedarse con el bebé, mientras pensaban en una
solución. Entonces, recogieron la canastilla y quedaron
encantados al ver que era una hermosa niña.

Pasaron varios días y ya se acercaba el fin de año. La


casa olía a buñuelos y natilla que María había preparado
para la noche de Año Nuevo. La joven pareja se había
encariñado con la pequeña, a quien llamaron Milagro. La
mimaban como a una princesa y planeaban darle la mejor
educación. De repente, tocaron el timbre. María abrió la
puerta y vio a un hombre alto, de mediana estatura y
unos 33 años que la miraban con inquietud.

—¿Están los dueños de la casa? —le preguntó a la


asombrada mujer, ella asintió—. ¿Puede llamarlos por
favor? Debo decirles algo muy importante —expresó el
hombre con voz nerviosa.

Valentín y Marcelo bajaron inmediatamente.


39
Historias Con Sabor

—¡Soy el papá de la bebé! —dijo de inmediato frente a


ellos. Quedaron paralizados.

¿Cómo era posible? Aterrados, hicieron pasar al extraño,


quien al ver que eran pareja, los miraba con asombro.

—¡¿Qué clase de padre deja a su bebé en la puerta de


una casa en Nochebuena?! —dijo Marcelo enojado,
mientras Valentín lo miraba con preocupación.

Entonces, les contó aquella triste historia. Se llamaba


Julián Márquez, era periodista y trabajaba para una
prestigiosa revista de la ciudad. Gracias a sus
investigaciones, había descubierto el paradero del
narcotraficante más buscado del país, y cuando la policía
organizó el operativo para capturarlo, logró escaparse.
Sin embargo, detuvieron a su hijo. Cubrió la noticia y
tiempo después escribió un libro. Con lágrimas en los
ojos, les contó sobre las amenazas que comenzó a recibir
y cómo su esposa fue asesinada a balazos en un Centro
Comercial. Informó a la policía e incluso pidió asilo en
otro país, pero el proceso era demorado y tanto él como
su bebé corrían peligro. Esa noche, cuando él tocó el
timbre, un auto lo seguía. La niña estaba en la silla
trasera. Como pudo, logró escaparse y llegó a su
vecindario. Entonces, pensó en la clase de vida que su
pequeña tendría con él, pues además de que la mafia lo
perseguía, era un periodista de guerra, que se jugaba la
vida en cada conflicto internacional que debía cubrir.

40
Historias Con Sabor

Aturdido y sin saber qué hacer, se detuvo un momento


frente a su casa. Entonces, pensó que su hija estaría
mejor con una familia acomodada que podría darle una
mejor vida. Pero días después, le dieron la gran noticia:
Brasil le daría asilo. Por eso estaba allí. Quería recuperar
a la pequeña y viajar con ella.

Marcelo y Valentín se miraron aterrados. No sabían qué


decir. Sin embargo, estaban muy apegados a Milagro y
no querían perderla bajo ningún motivo. Se negaron a
entregarla y como pudieron echaron a Julián de la casa.

Dos días más tarde, sonó nuevamente el timbre. Era el


periodista, acompañado por un abogado y una
trabajadora social del Bienestar Familiar. Aquella mujer
conservadora y de mirada dura los miró con
desaprobación y escribió en el informe que ese no era un
hogar apto para criar a una niña, y que el papá tenía
todos los derechos, así corriera peligro. De pronto,
Valentín al ver que iba a perder a su pequeña, le suplicó
a Julián que la dejara con ellos. Le contó todos los planes
que tenían para su hija, quien corría peligro en sus
manos, debido a su profesión. Además, ¿quién la cuidaría
cuando él tuviera que viajar?

Julián rompió en llanto al ver que Valentín tenía razón. Él


no tenía familia, pues todos habían fallecido y su esposa
no se hablaba con la suya hacía varios años. Además, era
testigo del amor que le tenían a su hija. De pronto dijo:

41
Historias Con Sabor

—Estoy dispuesto a dejarles a mi bebé por su seguridad.


Lo único que pido es que cuando crezca sepa que yo soy
su padre y cuando todo mejore, pueda visitarla
ocasionalmente y compartir su custodia—. Entonces,
Marcelo y Valentín le dieron un gran abrazo y
agradecieron aquel milagro de Navidad.

Tatiana García Arenas

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Historias Con Sabor

43
Historias Con Sabor

“LO QUE NO TIENE PRECIO”

Muchas veces he pensado sobre el precio que tenemos


que pagar por obtener diferentes cosas, incluso por estar
en algún lugar, con ciertas personas o en determinadas
situaciones; en ocasiones éste es bajo y se puede
afrontar fácilmente, en otras nos cuesta trabajo y mucho
esfuerzo poder cubrir el costo de algo que queremos o
que nos interesa y que, aun así, finalmente, decidimos
pagarlo y lo hacemos.

Hoy quiero detenerme, debido a lo vivido en estos últimos


días, a pensar en todo aquello que no se vende, pues no
podemos pagarlo, no tenemos con que comprarlo. En
este momento me quiero referir precisamente a eso,
pequeños detalles o grandes cosas que no tenemos como
pagar, a todo lo que, por ser tan extremadamente
valioso, no podemos ponerle costo monetario; a todo
aquello que considero invaluable y que casi siempre, ni
siquiera sabemos porque lo recibimos, que hemos hecho
para merecerlo o de que están hechas esas personas que
nos ofrecen y nos dan ese tipo de cosas y que, además,
nos las dan incondicionalmente.

Así que, concentrándome en nuestra cena de fin de año,


empezaré por lo más importante: las personas. Sentirse
bien en una reunión tiene que ver, desde mi punto de

44
Historias Con Sabor

vista, principalmente con las personas que están en un


mismo lugar y a la misma hora; en mi caso, puedo decir
que este fin de año tuve junto a mí a las personas más
importantes del mundo, cerquita de mí,
acompañándonos, compartiendo las mismas cosas y
comunicándonos no solamente con palabras y con
miradas, sino más importante aún: lo hicimos con y desde
el corazón.

Cuando entre nosotros aparecen los recuerdos que nos


han ayudado a ser quienes somos, no tenemos grandes
diferencias que comentar, porque en la mayoría de ellos,
hemos tenido las mismas vivencias, hemos compartido
situaciones con las mismas personas y es fácil
entendernos y comunicarnos, incluso reírnos de las
mismas cosas. Con la idea de puntualizar lo anterior diré
que me parece un milagro la presencia de las personas
que amamos en el momento y lugar indicados; sus ojos
reflejando los nuestros, sus sonrisas compartidas, sus
abrazos cálidos y cercanos, sus miradas de total
aceptación, poder percibir esa maravillosa sensación de
sabernos amados incondicionalmente. ¿Podrá ponérsele
precio a algún detalle de estos? No, yo estoy plenamente
convencida que todo esto no lo podemos comprar ni con
todo el oro del mundo.

Continúo con las acciones que se hacen en nuestro


beneficio y en muchas ocasiones sin que las pidamos. Me
maravilló ver la buena disposición de todos los que
45
Historias Con Sabor

estábamos interesados en que nuestra cena de fin de año


fuera lo que esperábamos y así se decidió los que irían al
Súper mercado, los que se dedicaron a hornear desde la
madrugada y durante la mañana, habiendo previamente
buscado y comprado lo que necesitaban para poder
concretar deliciosos postres para todos nosotros.

¿Y qué tal el esfuerzo de los que fueron a surtir la lista de


cosas que se utilizarían para preparar todo lo demás que
cenaríamos? No importó si fueron a pie o en carro,
algunos fueron al mercado de nuestra ciudad sin
detenerse a medir el tiempo que se podían tardar en los
trayectos y tampoco se detuvieron a pensar quién ponía
el dinero para pagar la gran cuenta de todos los
productos indispensables para preparar nuestro plato
principal para la cena, que en esta ocasión sería
“Romeritos con mole”.

Requería de una muy buena cantidad de romeritos, 4


kilogramos; unos 2.5 kg. de papas cambray, 2.5 kg. de
nopales chiquitos y tiernos y 1 kilogramo de mole en
pasta; se requerían también otros elementos básicos
como: cebollas, ajos, chocolate de muy buena calidad,
unas rajitas de canela, aceite, sal, azúcar.

Fue conmovedor poder apreciar que todos los que más


tarde seríamos los comensales, simple y sencillamente
pusimos nuestra disposición en acción, lo hicimos muy
bien y con excelente actitud y coordinación.

46
Historias Con Sabor

Llegó el momento de la elaboración: había que quitarles


los tallos más gruesos a los romeritos, lavar, picar, poner
a cocer, para que una vez que estuvieran en su punto,
continuar con: freír, sazonar, guisar, probar y volver a
probar hasta quedar satisfechos con el sabor, el color y
la consistencia.

La preparación del mole es toda una aventura, ya que


para darle el punto exacto del sazón y textura, se
requiere talento, un excelente paladar y por supuesto:
muy buen gusto; así que la indicada para hacerlo fue mi
mamá, la más grande en edad y experiencia de toda la
familia y amigos. Hacerlo así nos dio la seguridad de que
el guiso sería lo que todos estábamos esperando,
disfrutando desde que iniciaron los olores tan únicos y
apetecibles, como los que despedía cada uno de los
ingredientes durante la preparación del exquisito,
auténtico e inigualable mole mexicano.

También hubo quién preparó el agua fresca, lo cual fue


todo un arte, hasta que quedó con la concentración
exacta de arroz, canela, leche, agua y lo suficientemente
dulce. ¡Vaya que le trabajaron a la horchata hasta que
logró estar de ensueño!

Algunos terminaron muy cansados y a la mayoría, les dio


tiempo de una “siestecita” para después irse reuniendo
en el comedor, para arreglar las mesas, los manteles, la
loza, los cubiertos, las copas, los vasos, en pocas

47
Historias Con Sabor

palabras, todo lo necesario para poder sentarse alrededor


de la mesa con tranquilidad, armonía y mucho jolgorio.

La verdad, fue espectacular todo lo que hicimos previo a


la cena, ya que, sin pensarlo, nos sirvió de pretexto para
convivir, platicar, contar chistes, colaborar e intercambiar
muchas cosas logrando con todo esto: compartir nuestras
vidas con las personas que más amamos.

¿Podemos pagar con algo estas vivencias? ¿Podemos


ponerle precio al cuidado y amor que todos pusimos para
tener listas estas exquisiteces de las que todos nos
deleitamos? Por supuesto que no. ¿Existe alguna manera
de “comprar” las sensaciones personales al comernos
nuestros diferentes platillos: las botanas, los romeritos,
¿el exquisito pay de limón o nuestro chocolatoso brownie
con un vaso de leche bien fría? ¿Y qué tal una taza de
café fresquecito, perfumado y recién hecho, en el
momento indicado, cuando lo estábamos deseando
verdaderamente? ¿Y qué hay de los abrazos cálidos y
cercanos, justo en el momento en que inicia el nuevo
año? ¿Qué podemos decir de las amorosas palabras al
oído que escuchamos simultáneamente a los abrazos
recibidos de las personas que amamos?

¡Cuánto valor tienen todas estas acciones! ¿Cómo poder


agradecer a cada una de las personas que hacen posible
estas inolvidables vivencias?

48
Historias Con Sabor

Dentro de mi reflexión puedo pensar que todo esto me


compromete, cuando menos a corresponder con la
misma actitud y buena disposición; que esto me hace
consciente del gran valor que tienen las personas en mi
vida; que al dar se establece un círculo virtuoso que se
cierra con el recibir, por lo que cuando cada una de estas
maravillosas personas me dan algo de su vida, algo que
nace en sus corazones, podrán cerrar este círculo cuando
reciban de mí, algo parecido o del mismo valor con el que
ellas me lo dan. No es difícil, no cuesta mucho trabajo, lo
que se requiere es mantener el corazón abierto para
observar, reconocer y apreciar lo que estamos recibiendo,
agradeciendo y dando desde el corazón.

No hay más, lo realmente importante solo se ve con los


ojos del corazón y, además, no tiene precio.

Aracely Fajardo

49
Historias Con Sabor

PRESENCIA NAVIDEÑA

Este diálogo interno va dirigido a mí mismo, nunca he sido un


buen conversador y prefiero guardar silencio en tanto mis
familiares se encuentran en la mesa, para la cena navideña.
Pero no está ella, a la que extraño tanto, a la que invité esta
noche, aunque fuera por un rato corto. Mi familia solía cenar
a las 11, una hora antes de que iniciara el deseado 25 de
diciembre, la fecha festiva que tanto anhelamos. Ahora
cenamos a las 10:30 y, al terminar, intercambiamos regalos. A
veces, cuando era más joven, cuando parecía navegar en
mares con un bote que se ladeaba por momentos y me hacía
alucinar un naufragio, creía que lo mejor era que me dieran
efectivo, es decir, dinero, cincuenta o cien soles. No obstante,
creo que ahora no hay mejor obsequio que un poco de ropa,
para lucirla en el verano, en los pocos eventos literarios, en los
cuales me presento a socializar, ya que, pese a que tengo hoy
cuarentaiún junios, soy un escritor en ciernes, y en esta época
me encanta crear cuentos navideños, sobre todo de terror. Mi
mente es una especie de pozo que se extiende desde el fondo
hacia arriba, hasta tocar el cielo y cuya agua cristalina hace las
veces de lluvia que cae en las cabezas de mis lectores. Tal vez
escriba un cuento sobre esta tertulia, no será corto, quizá lo
mande a alguna convocatoria, puesto que el incentivo de la
inminente publicación ayuda al entusiasmo creativo.

No se dan cuenta de que, en este instante, en un par de hojas


de mi cuaderno estoy redactando la presente historia, la cual
se va armando con rapidez en mi cerebro y la coloco al mismo

50
Historias Con Sabor

tiempo en el papel, aunque mis bonitos sesos se mueven con


mayor rapidez y necesito concentrarme, eso sí, puedo
escuchar las interesantes historias de mi padre, mi madre, mi
hermana menor y mi hermano menor. Mi hermano mayor, que
tiene habilidades diferentes, no dice mucho, pero luce
contento, se ríe, adivina que ya llega la cena, y hago un alto
en mi escritura para ir a la cocina y traer los platillos con el
pavo al horno, relleno con carne de res molida, alverjas,
zanahoria, pasas y tocino. No comeré relleno, no me gusta la
carne de res, además no me cae tan bien.

Además, hay arroz y una sabrosa ensalada con papa cortada


a cuadritos, manzana en trozos, clara de huevo duro, y todo
esto bañado con mayonesa. Mi mamá me pregunta qué presa
quiero. Le digo que ala; ensimismado, pienso que eso me hará
volar y me conducirá a los taumatúrgicos terrenos de la
fantasía (que hay mucha fantasía en la realidad, y qué bueno
que así sea). Les llevo a todos sus platos, mi hermano menor
coloca las copas y abre el vino tinto dulce. Mi hermana dice
que su prometido (quien vive en nuestro distrito) vendrá poco
más de la medianoche para recogerla y llevarla a la casa donde
viven juntos desde hace un año.

Enseguida se pone a contarnos sus aventuras, es como una


fiera parlante, ávida por captar nuestra atención, encerrada en
una jaula, dispuesta a liberarse y encontrar alguien que le
discuta, que la confronte, para así establecer un diálogo, el
cual alimente el pensamiento crítico acerca de la amistad, la
sociedad y un poco de chisme. Por fortuna, ahí está mi padre
para levantarle un poco la voz en enfrascarse en un debate de
nunca acabar, dos polos opuestos, los cuales crean una

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Historias Con Sabor

situación que termina con muchas risas una vez que ya todos
estamos sentados a la mesa y nos disponemos a comer. Mi
hermano menor dice que ya está confirmado que le darán otro
pavo para fin de año y nos ponemos de acuerdo con que la
mejor manera de cocinarlo será sazonándolo con salsa de soya
y especias, propias de la mal llamada «comida china», pues la
receta es peruana, como el arroz chaufa, que se puede cocinar
de diversas formas, empero, el resultado es similar en cada
caso: trozos de carne de cualquier animal, incluso mariscos, o
pueden ser champiñones, con cebolla china cortada en
pedacitos, huevo frito, y kion, todo mezclado con arroz,
bañado en salsa de soya. Eso comimos ayer. En Año Nuevo el
pavo no se preparará relleno, pero, con sus vísceras mi mamá
dice que hará una deliciosa sopa de pavo, con papa, alverjas,
zanahoria en cuadrados chicos y un poco de arroz. La cena es
de lo mejor, incluso me animo a comer un poco de relleno, eso
sí, muy poco, no deseo alimentarme por ansiedad, no me vaya
a caer pesada la comida, más lo cierto es que en toda mi vida
el pavo nunca me ha caído mal, es de mis manjares favoritos;
lastimosamente no puedo comerlo muy seguido por razones
no solo económicas, sino porque no lo venden mucho durante
otras épocas del año. Aquí en Perú existe bastante pobreza y
pienso en aquellas familias que, no obstante, su unión familiar,
están comiendo arroz chaufa de pollo. Otros consumen pollo a
la brasa o chancho asado, cortado en rodajas, como ha hecho
mi madre con esta bella ave, y la parte del pecho la ha
brindado de esa forma a mi papá y mi hermano mayor.

No dejo de escribir a mano lenta este grato momento y me


siento contento porque no somos pobres, aunque tampoco
somos de clase media, hemos trabajado toda la vida para
52
Historias Con Sabor

mantenernos a flote. Poseemos un negocio propio que nos


sostiene y yo laboro como profesor de creación literaria, dando
clases virtuales. No me va mal y me alegra formar nuevos
valores en este rumbo difícil que es la literatura. Sin embargo,
la tristeza regresa a mí. Porque no está con nosotros a la que
amo. Sí, la amo. No se encuentra en San Juan de Miraflores,
mi distrito, ni en Lima. Ha viajado al interior del país. Pronto,
tras los cohetes que revientan en las calles como bombas en
algún horizonte tardío y asustan a mis dos perritas, nos
abrazaremos, nos entregaremos los obsequios.

Me regalé a mí mismo una novela: «Zofloya o el Moro» de


Charlotte Dacre, el día anterior; fue una suerte encontrar esa
edición en tapa dura en la librería. Me dirijo a la azotea del
segundo piso a ver la explosión de colores y luces en el cielo y
me parece ver a Elizabeth, parada frente a mí, con un plato en
sus manos, con arroz árabe (tiene fideos, pasas y tocino) y
una pierna de pavo al horno. Me dice que me extraña y que
desea verme cuando regrese. Nunca le he confesado que la
amo, pero ella lo sabe. Lo descubro cuando en mi celular la
veo en vivo (la escena descrita) y ella, llorando, me susurra
que me quiere. Le digo que no puedo vivir sin ella. Beso la
pantalla. Acabo mi historia con el más grande regalo de todos.

Carlos Enrique Saldívar

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Historias Con Sabor

ALIANA Y EL MILAGRO DE LA NAVIDAD

Aliana se despertó en una habitación extraña. No sabía


dónde estaba ni cómo había llegado allí. Lo último que
recordaba era estar persiguiendo a un dragón de fuego
por el bosque, dispuesta a vengar la muerte de sus
padres. Pero ahora se encontraba en un mundo diferente,
lleno de cosas que nunca había visto.

De repente, oyó un ruido detrás de la puerta. Alguien


entró en la habitación. Era un hombre de unos cuarenta
años, con el pelo castaño y la barba descuidada. Llevaba
una camisa a cuadros y unos vaqueros. Tenía una
expresión de asombro y temor en su rostro.

—Aliana... —susurró el hombre.

—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó ella alertada.

—Porque yo te lo di. Porque yo te creé. Eres mi


personaje, la protagonista de mi novela. Pero... ¿cómo es
posible? ¿Estoy soñando? ¿Estoy loco?

—No sé de qué hablas. Yo soy real, yo existo. Tengo


recuerdos, sentimientos, sueños. Tengo una misión:
matar a los dragones que destruyeron mi aldea.

—Lo sé, lo sé. Todo eso lo escribí yo. Te di un trasfondo,


una motivación, un conflicto. Pero nunca imaginé que

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Historias Con Sabor

fueras a salir de las páginas de mi libro y a entrar en mi


mundo. Es algo increíble.

—¿Tu mundo? ¿Este es tu mundo? ¿Qué es este lugar?


¿Qué es esa música? ¿Qué es esa comida? ¿Qué es la
Navidad?

—Son muchas preguntas. Te las responderé, pero


primero, ven conmigo, quiero presentarte a alguien. Este
es mi hijo Jericó. Él también te conoce, porque lee mi
novela. Está deseando conocerte en persona. Y creo que
tú también deberías conocerlo. Tal vez él pueda ayudarte
a entender mejor este mundo. Y tal vez tú puedas
ayudarnos a nosotros a recuperar la ilusión por la
Navidad. ¿Qué te parece? ¿Te animas a venir conmigo?

Aliana dudó un momento, pero luego decidió seguirlo. Tal


vez él tenía razón y podía explicarle lo que estaba
pasando. Quizás él podía ayudarla a encontrar un sentido
a su vida y hacerla sonreír. Así que tomó su mano y salió
de la habitación, dispuesta a conocer un mundo nuevo.

Nelson la llevó al salón, donde había un árbol de Navidad


con luces y regalos. Allí estaba Jericó, un chico de unos
dieciséis años, con el pelo rubio y los ojos verdes. Al
verlos entrar, sonrió y se levantó.

—Hola papá, hola Aliana —dijo el chico.

—Hola, Jericó. Te presento a Aliana, la cazadora de


dragones. Es la protagonista de mi novela. No sé cómo,
55
Historias Con Sabor

pero ha cobrado vida y ha aparecido en nuestra casa. Es


un milagro —expresó Nelson.

—Lo sé, lo sé. He leído tu novela. Me encanta. Aliana,


eres increíble. Eres valiente, fuerte, inteligente, eres mi
heroína —resaltó Jericó.

—¿Heroína? ¿Qué es eso? —preguntó Aliana.

—Es alguien que hace cosas extraordinarias, que lucha


por una causa noble, que inspira a los demás. Es alguien
que admiras y quieres imitar. Es alguien que te hace feliz.

—¿Feliz? ¿Qué es eso?

—Es lo que sientes cuando abres este regalo. Es lo que


siento yo cuando te veo. Es lo que sentimos todos cuando
estamos juntos. Es lo que significa la Navidad —
argumentó Jericó.

Aliana abrió el regalo con curiosidad. Dentro había un


libro. Era la novela de Nelson. La novela de su vida de su
mundo, su misión, su destino y su sueño.

—¡¿Qué es esto?! —cuestionó Aliana.

—Es tu historia, tu aventura, tu legado. Es tu regalo y tu


felicidad —aseguró Jericó emocionado.

Aliana miró el libro con asombro. Luego miró a Jericó con


ternura a Nelson con admiración y a su alrededor con

56
Historias Con Sabor

alegría. Y por primera vez en su vida, sonrió de verdad.


Con el corazón y felicidad.

Nelson Pérez

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Historias Con Sabor

GUAICO ANDINO

Susana tiene lista la mesa, la Navidad es muy especial.


Los hijos van llegando de uno en uno, los nietos llenan la
casa de algarabía, Jorge su esposo, entra a la casa con
regalos para sus nietos.

En la mesa un pavo con olor a delicia, despierta el apetito.


Hay natilla, buñuelos, y muchos preparados de paquetes.
Cuando terminan de comer, Jorge sube a la terraza,
entrelaza sus recuerdos con el humo del habano que
fuma.

Su nieto Pedro un jovén artista hacedor de poemas lo


sigue curioso.

Los dos contemplan la ciudad titilante y llena de colores.

—Esta época es de mucha nostalgia hijo, recuerdo el


guaico, su olor, su frenesí —comenta Jorge.

—Cúentame abuelo, ¿cómo eran aquellos tiempos en el


guaico que adoras?

—Hijo, en una casita a orillas del río San Juan, vivía con
mi abuela Margarita, el inmenso amor de ella me
abrigaba. Me acurrucaba entre las tulpas del fogón, ese
que preparaba lo gustoso del guaico.

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Historias Con Sabor

<<Yo era un crío delgado a pesar que comía con mucho


esmero, ya que ella cocinaba muy rico, cómo no saborear
hijo, los hervidos de chapil y canela, los llapingachos con
cuajada fresca, las empanadas de añejo y su rico postre
de chilacuán, platos simples, pero que podían embelecer
a cualquier Dios.

Al llegar de la escuela, me esperaba entre las tulpas, el


portavianda con sopa de mote, arniada o purrus, la chara
o el sancocho. Para despues seguir con mis deberes,
ayudar a cuidar los animales que criaba para vender y
para consumo.

Esta época de navidad fue para ella significativa, a pesar


que vviamos solo los dos, ya que mamá murió junto con
mi abuelo en un accidente, cuando yo era bebé. La
abuela cortaba un chamizo que plantábamos en una olla
de barro que decorábamos con bombas de colores,
moticas de algodón, musgo y algunas figuras de papel
brillante. Decía que esta epoca sabe a dulzura y que esta
miel pintaba las amarguras o las mecía.

Cómo olvidar el villancico ¿Mamá donde estan los


juguetes? Me doy cuenta el sacrificio que hizo para
comprarme algo. Yo solía poner el sombrero de mi abuelo
debajo del chamizo para recibir allí un regalo del niño. El
27 de diciembre invitaba a casa a algunos familiares
lejanos, que tenía en Ipiales, ellos llegaban con

59
Historias Con Sabor

presentes, animales, vegetales, leche o queso fresco de


lo frío o de provincia, para la comida de olla.

Este era el día de inocentes, jugábamos con los niños que


venían de provincia y algunos vecinos el carnaval de agua
en el río, Mi abuela con sus primas preparaban
empanadas de guiso y de harina, de cuajada y añejo y
nos llevaban hasta allá con café caliente. Se quedaban
para celebrar el fin de año. En el almuerzo, ese sancocho
de gallina criolla, o el cuy asado, acompañados de yucas,
arracachas o infaniles, papa pastusa acompañado con ají
de maní.

Cuando decidí venir a la Capital, la abuela cruzaba los


sesenta y cinco años, tenía un pelo abundante. gozaba
de buena salud y una prodigiosa memoria, sobretodo
para contar historias>>.

Jorge, mira el panorama sin mirar, su memoria lo conecta


con su guaico rural, el cigarrillo se consume lento ente
sus dedos, el viento hace que retome su conversación.

—Me hubiese gustado que pruebes los postres hijo,


continúa. Ese dulce de guayaba o el de chilacuán o el
manjar de leche acompañados de queso o cuajada no
podían faltar. Cómo quisiera saborear ahora un envuelto
de choclo con café recolectado de la parcela que
teniamos alrededor de la casa. Si Susana pudiese cocinar

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Historias Con Sabor

así, ya le hubiera encargado un vaso de champús que era


una bebida dulce a base de maíz, piña, lulo, y mote.

Su nieto enternecido con los recuerdos del abuelo, que


vagan como fantasmas le toma del brazo diciendole, —
ahora entiendo tus nostálgias y hasta el poco apetito que
muestras—.

─¿Qué pasó con la abuela?

─Al principio la visitaba cada año, me esperaba, llena de


esperanzas floridas, luego el velo de esta ciudad tan
grande me envolvió, el trabajo, Susana, los hijos, me
fueron envolviendo y poco a poco me alejé, un giro
mensual le hacía llegar desde mi oficina. Un día de marzo,
llegó una carta de una prima diciendo que necesitaba mi
presencia, intenté pero… no pude ir, así que le pedí al
Sargento Mayor Benitez, que estaba en el comando del
occidente para que se encargue y me mantenga
enterado. Benitez trató de comunicarse, pero yo estaba
con mi sección en una misión en la selva. Mi abuela
Margarita había muerto. Yo debí haber dejado todo y
correr a su lado, pero no lo hice, por mi institución, por
mi disciplina, por la misión, y yo tan acostumbrado a la
muerte, esta a pesar que pesa muchos años, duele todos
los días.

Al terminar la misión volví al guiaco, fui a la vereda, la


casa estaba límpia, gracias a una prima que iba a

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Historias Con Sabor

cuidarla, estaba limpia y sola… las cosas ya no estaban,


exepto las tulpas con el fogón frío. Desde entonces cada
celebración arruga mi corazón. Así que le vendí la casa.

—Era necesario hablar. ¿Quisieras sentirla a través de un


plato nariñense? Vamos abuelo te llevo ahora mismo, lo
conocí hace poco, es netamente andino, su nombre es:
Guaico Andino —expresa su nieto emocionado.

A Jorge le brillan los ojos como a un niño que le prometen


el más rico dulce, en este inmenso frío, le abriga la
esperanza de tomarse un café con brasileños.

Angela Cajiao

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Historias Con Sabor

VALIENTE SOÑADOR

En un pintoresco pueblo, enclavado entre las frías


montañas de Colombia, residía Andrés junto a sus
hermanos y su madre. El destino le confería el papel de
hombre de la casa, tras la separación de su padre. La
Nochebuena se acercaba, y Andrés se preparaba para
vender productos comestibles en una canasta construida
con la ayuda de su madre, la cual representaba el
sustento de la familia.

La festividad navideña en aquel rincón remoto era


especial. Las familias se congregaron en un salón
comunal para compartir y disfrutar de una noche llena de
alegría. Andrés, con su canasta, se aventuró por las calles
desoladas, aspirando a llevar a su hogar el fruto de sus
esfuerzos.

A medida que se aproximaba la noche, Andrés divisó un


bullicio proveniente de un gran salón. Decidió acercarse,
pretextando vender algo. El salón, adornado con luces
centellantes y un árbol navideño imponente, albergaba a
personas conocidas y extrañas. Andrés, sintiéndose un
poco desplazado, se perdió en la contemplación del
esplendor a su alrededor.

Los ojos de Andrés se cerraron en un acto de pura


imaginación. En su mente, sus hermanos jugaban entre

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Historias Con Sabor

regalos y manjares. El aroma tentador de buñuelos,


natilla y un suculento pavo llenaba su fantasía. De
repente, una mujer piadosa notó al niño mal vestido y,
en lugar de reprenderlo, indaga sobre sus familiares.

Sobresaltado, Andrés abrió los ojos, temiendo ser


expulsado. Contrariamente, la comunidad, generosa y
solidaria, ofreció platos calientes. La noche se transformó
en un capítulo inolvidable. La comunidad, sin distinciones
sociales, se unió en un gesto sincero de solidaridad.

Mientras avanzaba la noche, la comunidad no solo


compartió su festín, sino que empaquetaron alimentos,
regalos y algo de dinero para que Andrés llevara a su
casa. Esta noche, repleta de generosidad, dejó una
lección imborrable: la diversidad colombiana alberga una
magia que va más allá de las celebraciones.

Así, Andrés regresó a su hogar no solo con provisiones


materiales, sino también con la enseñanza de que la
ayuda y el amor debe extenderse a todos. Este cuento
nos insta a compartir con compasión durante las
festividades, recordándonos la importancia de tender la
mano a quienes más lo necesitan.

Sandra Moreno

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Historias Con Sabor

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Historias Con Sabor

PONCHE

Ingredientes:

Medio kilo de piloncillo

Una raja de canela

Un cuarto de tamarindo

Un cuarto de ciruela pasa

Medio kilo de tejocotes

Medio kilo de manzana

Medio kilo de guayaba

Medio kilo de caña

Una piña pequeña (opcional)

Manera de hacerse:

En casa se utilizan aproximadamente estas porciones


para realizar diez litros de ponche, sin embargo, en
inviernos bastante fríos esta se convierte en bebida de
tiempo, ha habido fines de año en los que a nosotros éste
nos ha salvado no solo del frío corporal, sino también del
de la nostalgia que se experimenta cada año.

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Historias Con Sabor

Comenzamos con el tamarindo, debe de quitarse


completamente la cáscara, desde que mi sobrino, el hijo
de mi hermana comenzó a crecer, esta actividad pasó a
ser su quehacer, no deja un solo pedazo, sin embargo, si
usted quiere seguir este paso dejando a un niño pequeño
dicha tarea, debe de considerar comprar un poco más de
la porción señalada, porque entre pelar y comer
tamarindo, éste puede desaparecer.

Probablemente algunas personas le dejan un poco de


cáscara, incluso yo, cuando he llegado a hacerlo sólo lo
aplasto paulatinamente hasta que la mayoría de la
cáscara cae, pero eso lo hago porque nunca fui cercana
a la cocina, no me desestresa cocinar como muchas
mujeres dicen hacerlo.

Cuando niños, mi madre dividía los quehaceres del hogar,


la actividad uno consistía en cuidar a mi hermano
pequeño y hacer sopa, huevo o vigilar a los frijoles
cuando estuvieran cocidos, la actividad dos me parecía
más atractiva, se trataba de cuidar a los animales, pollos,
borregos, vacas y toros, darles de comer o sacarlos a
pastar, a mí me gustaba hacerlo porque pensaba que los
animales eran mis mascotas.

Recuerdo que un fin de año mi mamá estaba muy


enojada porque no cerré bien a los guajolotes y uno se
ahorcó, dejándonos con el antojo del guajolote relleno, y
por ende con un ponche amargoso, sin darse cuenta,

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Historias Con Sabor

cuando estaba realizando el primer paso se le cayó un


poco de bilis en el agua la cual primeramente tiene que
hervir con la canela, el piloncillo y los tejocotes, aquella
vez pocos fueron los que tomaron ponche y los que lo
hicieron después de haberse molestado por cualquier
cosa ̶ pues bebieron el coraje ̶ les dolió la cabeza y se
fueron a dormir antes de las doce. Mi abuela decía que
las emociones del cocinero se transmiten a la comida que
está preparando, creo que esa mujer era bastante sabia.

Las cañas deben de ser peladas por unas manos fuertes,


si son de varón mejor, no es que las mujeres no puedan,
pero es un buen pretexto para que ellos también
participen en esta receta, una vez que las cañas están
peladas, se cortan en pedazos más o menos largos, en
casa quien hace dicha tarea es mi hermano. Pensar en él
me hace recordar a mi madre, a la que siempre he
querido mucho, sin embargo, recuerdo que cuando
estaba embarazada de él, se volvió un fantasma gordo e
invisible para mí, di por hecho que eso que traía en la
panza le hacía mucho daño, como siempre estaba
enferma, mi hermana y yo desde los seis y siete años
comenzamos a bañarnos, vestirnos, cambiarnos y hacer
todo solas, quizá por eso ahora que somos grandes a
veces pensamos que no necesitamos de nadie y
queremos hacer todo sin pedir ayuda.

Cuando nació mi hermano, fui la última en conocerlo,


quizá eso y la venganza que después desató hacia mí nos
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Historias Con Sabor

ha mantenido en —como quien dice—, la cuerda floja, y


quizá esa misma distancia hace que cuando las cañas ya
están peladas tenga que esperar a que él se distraiga
para robarle algunas y poder comerlas antes de ser
mezcladas en el agua hirviendo.

Algunas veces la persona más paciente de la familia


querrá pelar los tejocotes, esto se puede hacer si se
sumergen por unos minutos en agua caliente, mi
hermana lo ha realizado alguna vez (sobre todo con el
dulce de tejocote), de ella he aprendido a amar el arte de
la cocina y al de la paciencia en cada cosa de la vida. En
su parto también la llevó a la práctica, una tarde de
diciembre cuando el chícharo que traía cargando ya había
madurado, me llamó para decirme que la acompañara al
seguro social, después del chequeo habitual le dijeron
que estaba en trabajo de parto.

Al siguiente estaba en casa con el niño en brazos, corrí a


ver que aquel estuviera completo, ya que por la premura
de tenerlo pensé en que probablemente lo había sacado
en pedazos, pero el mejor pelador de tamarindos estaba
sano, me contó que nació rápido porque cuando
escuchaba a las demás mujeres gritar por el dolor, ella se
concentraba en respirar y en hablar al niño, le decía que
no tardara porque no soportaba tanto grito.

Con la misma paciencia con la que habló a su hijo al


nacer, me enseñó a partir las manzanas y las guayabas.

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Historias Con Sabor

Se procede a vaciar toda la fruta al mismo tiempo, una


vez que todo esté hirviendo hay que colocar las ciruelas
pasas. El ponche se sirve caliente y se disfruta al calor de
la fogata, a algunos les gusta colocar piquete. Y entre
piquete, manzana, guayaba, tejocote, recuerdo y caña,
se viven las deliciosas fiestas decembrinas.

Sandra Santos

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Historias Con Sabor

SABOR A TI

Recuerdo el aroma de la canela inundando la cocina, la


luz de la mañana entrando por la ventana, y su silueta
apareciendo al lado de la mesa, mientras iba dando forma
a la masa para las galletas. Esa hermosa señora de pelo
cano, de raíces marcadas, de vida añejada. La abuela
Asunción; señora de noventa y tantos, con el porte firme,
con el paso seguro y la mirada confiada. Te hablaba y de
su voz se entonaba la paz de la música que se escucha
en la lluvia que viene bajando de las montañas. Amaba a
mamá grande, la veía venir cada diciembre, cargada con
sus morrales, ataviada para la cocina. Llegaba sonando
el trasto grande, cerniendo la harina. Se escuchaban sus
gritos invadir la cocina, le gustaba que tuviera vida, ese
cuarto de paredes beige lisas, con cuadros de paisajes
viejos de lugares lejanos, con las ollas colgando de las
perchas, que hacían de decoración. Les decía a todos:

—¡Rápido, vengan a beber que se enfría!

Al sonido del triángulo, todos como gallinas saliendo del


corral, ocupando las sillas del viejo comedor. El olor a
vainilla llegando de todos lados, la canela y el azúcar
regados por la mesa al colocarlos sobre las grandes
bandejas. Se escuchaba el hervir del chocolate en la gran
olla. Cuando lo retiraban del fuego, al servir en las tazas,

71
Historias Con Sabor

y el vapor emanado liberaba la intensidad del sabor, ese


sabor a chocolate y anís, que le daba ese toque fuerte,
sabroso, que acompañaba las galletas navideñas de la
abuela con su receta secreta. Que cuando alguien
preguntaba por su ingrediente especial, ella con una
sonrisa, cada vez respondía:

—¡Amor y paciencia! —y sonreía.

Yo la miraba escondida mientras horneaba sus galletas,


recuerdo que siempre fingía que no me había visto.
Acomodando en un plato pequeño, dejaba un par de
galletas recién horneadas y un pequeño vaso de leche
fría, mientras lento salía

—¿Dónde habré dejado la vainilla? Debo ir a comprar más

La veía marcharse. En cuanto su figura se alejaba de la


puerta, salía de mi escondite a devorar sus manjares,
esas deliciosas galletas sabor a vainilla que tanto disfruté
en mi infancia. Cada navidad fue lo mismo, hasta que un
día, llamaron a casa para decir que ese año mamá
grande, no estaría en casa para navidad. La abuela
Asunción cerró los ojos para no despertar. Esa mañana
nos levantamos tarde. En la cocina ya no estaban sus
gritos, ni esa melodiosa armonía que unían los sabores
de la vainilla de las galletas con canela y el chocolate con
anís.

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Historias Con Sabor

Con el pasar de los años conocí mucha gente. Entre ellos


coincidí con Raúl, un muchacho recién llegado de las
montañas, del cual su rostro, me le recordaba mucho.
Una ocasión me tocó escuchar su voz, podría jurar era
ella. Lo cierto es que estar con él, era estar con la abuela,
disfrutando cada plática con él. Nos hicimos buenos
amigos, tanto que esa navidad, lo invité a la cena en casa.
Aceptó cordialmente. Aún tengo presente aquella noche,
cuando se presentó en casa para el evento. Llegó
cargando entre sus manos una caja plástica, con un listón
decorativo en rojo. Pude percibir el aroma a vainilla
saliendo del recipiente. Con la esperanza de volver a
probar aquel sabor de mi niñez, al tomar mi primer
bocado, una chispa de nostalgia se derramó por los ojos.
Ahí estaba ella, en esa pequeña prueba de recuerdos que
traía a mí, al sabor de mamá grande, el sabor a ella, que
siempre guardó entre sus ropas, al atrapar los hervores
y la cocción de su receta más íntima, la más secreta.

Cuando volví a ver, él estaba en la puerta de la cocina,


preguntó:

—¡¿Te gustó?!

Con lágrimas en los ojos solo pude decir:

—¿Cuál es tu secreto?

—Amor y paciencia —respondió.

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Historias Con Sabor

Trayendo a mi paladar el mismo sabor que recuerdo de


ti.

Adriana Rodríguez

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Historias Con Sabor

FOGÓN DE LEÑA

Para ir donde mi abuela materna tocaba cambiar de


transporte hasta tres veces, y si había llovido (cosa que
no faltaba) se terminaba la travesía sobre mulas
entrenadas. Dos kilómetros sobre ellas para llegar a la
entrada del pueblo. Un enorme árbol de pino con muchas
bolas y luces de colores daba la bienvenida a San Juana
de la Colina.

Una visita obligada cada navidad. A dos cuadras de la


casa de la abuela, nuestra nariz se alertaba con el olor a
fogón de leña. El fuego en la casa de mi abuela, siempre
estaba encendido. Su cocina era el sitio de reunión
familiar del pueblo. Por cuatro domingos del mes de
diciembre, luego de la misa del gallo, salían en romería
para llegar donde ella, encender la respectiva vela en la
corona de adviento y quedarse a almorzar.

Primer domingo, vela blanca. La famosa Pepitoria


santandereana. “Era el festín macabro de matar el
cabro”, una frase que le aprendí a la tía abuela Rosario.
Prepararlo era para mi abuela y tres de las vecinas un
ritual que más bien parecía un aquelarre. Colgaban el
cabro luego de matarlo y lo despellejaban. Un valde
debajo de él esperaba por su sangre, había que

75
Historias Con Sabor

recogerla. Hacía parte de la receta. Las vísceras en otro


lado, eran lavadas como si fuera ropa, con agua y limón.
Las cocinaban por media hora contabilizada. Luego,
picaban todo en cuadritos. La sangre se cuajaba y a la
olla iba a parar, le agregaban las vísceras picadas, el arroz
y las guascas, unas hojas para mí insípidas, pero en la
cocina santandereana son imprescindibles. Ahí pegadito
al fogón de leña estaba el cuerpo del cabro incrustado en
estacas. Listo, lo demás era calmar el hambre, pasarlo
con guarapo.

Segundo domingo, vela amarilla. Este día era mi favorito,


Sancocho santandereano. Me pedían siempre que lo
dirigiera, “dizque con mi toque cucuteño”. La verdad, es
que colocaba en él, el más íntimo de mis secretos. Lo más
divertido era formar los equipos para ir en busca de los
ingredientes. Los adultos, bajaban a la platanera y
también iban por el bulto de papa, los más jóvenes
arrancaban la yuca y traían la papa amarilla. Las mujeres
buscaban la ahuyama, el ñame, la arracacha, el apio. Mis
primas y yo buscábamos las hierbas, amaba el olor de
cada una de ellas, especialmente el cimarrón. Mi papá
con el tío Juan mataban las gallinas, las hervían y las
desplumaban. La abuela se encargaba de poner la olla, la
del tamaño descomunal, y los más pequeños, pelaban las
mazorcas. Se picaba en trozos medianos la mitad de los
ingredientes y en trozos grandes la otra mitad. Lo que se
echaba primero eran las gallinas y las mazorcas, todo
76
Historias Con Sabor

agregado a horario. Luego, esperar hasta que el travieso


cimarrón con su olor anunciara cuando el sancocho ya
estaba listo.

Tercer domingo, vela verde. El sagrado mute. La plaza


abría más temprano que de costumbre para ese domingo,
las carnes e ingredientes los iniciaban a alistar y empacar
para la entrega especial en casa de mi abuela, ella
supervisaba que todo estuviera completo. La cocción de
la tripa, el libro no dejaba de ser desagradable por su
olor, pero luego de agregarle el maíz, la costilla de cerdo,
la carne de res, los granos correspondientes, la ahuyama
y la bendita guasca. Todo junto, invitaba a comerlo. Ese
día del mute, la casa de mi abuela era un centro de
silencios. Luego del almuerzo, todo el pueblo caía en un
profundo sueño.

Cuarto día, vela roja. La corona de advientos con las


cuatro estaciones encendidas recibía la peregrinación a la
navidad. Domingo de piquetear. Como el día anterior,
también llevaban las carnes a la casa. También las habas
mágicas y los demás ingredientes los sacaban de la tierra.
El guarapo de maíz y la chicha de corozo eran más que
protagonistas. Ya habían permanecido cuatro días
fermentándose. Los niños del pueblo salíamos a las
plataneras en busca de los platos para servir los piquetes.
Cortábamos las hojas de plátano, las lavábamos y
dejábamos secar con la brisa a escondidas del sol.
77
Historias Con Sabor

Después de esos domingos, los niños seguíamos


encontrándonos cada tarde después de la misa para jugar
y recordar las recetas de la abuela. Cuando diciembre se
despedía, nosotros desenrollábamos la travesía del viaje
para volver a casa y esperar que asomara el siguiente
año.
Anayibe Paipilla

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Historias Con Sabor

¿QUÉ ES NAVIDAD EN EL SAZÓN DE LA


FAMILIA?

¿Qué es navidad en el sazón de la familia?

sin esas risas mientras se hornea,

sin los niños peleándose por el cucharón,

eso es lo que la Navidad me recuerda,

la melancolía de las recetas de la abuela,

la sonrisa cálida mientras hacia la masa tomaba la


canela y la espolvoreaba,

los cantos los, villancicos en una noche mexicana,

Mexicana como mi hogar, mexicana como mi gente.

Despertar en un aroma,

ese mismo recuerdo de la Navidad honesta,

magia recetas y un corazón bondadoso en cada paladar,

¿Dónde ha quedado esa Navidad?

Acaso se perdió con la partida de la abuela,

Acaso la dulzura de la cena se ha perdido con ella,

79
Historias Con Sabor

Acaso el sazón de los buñuelos, los tamales y el pavo se


fue con ella

Es tan solo un recuerdo de antaño,

Diez años, diez navidades, diez vidas que no se


recuperan,

Quiero despertar de esta Navidad,

Con la sensación de que otra vez el sazón de la abuela


está en mi paladar,

Pero ahora esa ternura y esa comprensión,

sumergida en recetas perdidas,

No son más que un amargo recuerdo,

La familia poco a poco se va perdiendo y con ella esa


sazón de antaño de aquella

persona que nos unía.

Saraí Martínez

80
Historias Con Sabor

AGRADECIMINETOS

Este ha sido un año lleno de retos para Grammáta, nos


hemos afianzado como corporación y los lazos de amistad
se han hecho más fuertes. Se han unido nuevas
personas, algo que nos llena de felicidad y nos demuestra
que estamos haciendo las cosas bien y que vamos por
buen camino.
Este año también nació nuestra Casa Editorial
Grammata y con ella esperamos servir de la mejor
manera a muchos de nuestros escritores amigos,
trabajando con empeño en pro de toda nuestra gran
familia literaria.
Queremos agradecer a Dios por permitirnos coincidir en
esta vida. A nuestro equipo Editorial en Komuya y de
Dirección en Grammáta Escritores, por ayudarnos a
cumplir este sueño. A todos los escritores de la
organización que día con día nos acompañan con sus
cuentos y poesías. A nuestro Directores Makhabith Ross
y Gio Sevahc por trabajar arduamente en este campo el
cual no es fácil, y a todos los que hoy hacen parte de esta
bella Antología Navideña, mil gracias. Que Dios los
bendiga.

81
Historias Con Sabor

AUTORES

María Fernanda Concha


Celeste Gomes del Salto
Lilian R. Constantino
J. Stephen. C.
Tatiana García Arenas
Aracely Fajardo
Carlos Enrique Saldívar
Nelson Pérez
Ángela Cajiao
Sandra Moreno
Sandra Santos
Adriana Rodríguez
Anayibe Paipilla
Saraí Martínez
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