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SEMANA III - FICHA - HISTORIA DE LA CULTURA PARAGUAYA II-1 - Jose Ramírez

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ASIGNATURA: Historia de la cultura paraguaya II

EJERCICIO: SEMANA III


NOMBRE DEL PROFESOR: ABG Celia Valiente
NOMBRE DEL ESTUDIANTE: José Manuel Ramírez Moreno

ENSAYO

Elabora un ensayo de cinco páginas como mínimo sobre el siguiente tema: La


educación paraguaya hasta la guerra del Chaco: Vida cultural hacia 1.900

Utiliza sustento teórico fidedigno y el formato APA, séptima edición.


VIDA CULTURAL HACIA 1900
Los años corridos desde la terminación de la guerra hasta los albores del nuevo siglo
no fueron fecundos en el campo de las letras. Los intelectuales de ese tiempo,
tuvieron que dedicar de preferencia sus energías a la satisfacción de las más
apremiantes necesidades de la República. Machaín, Aceval, Centurión, Decoud,
Caminos, Collar y sus contemporáneos se vieron absorbidos por la función
administrativa, la magistratura judicial, la cátedra, el periodismo y el quehacer
político. Pocas eran las horas libres que podían dedicar a la creación literaria a la
investigación científica o a discutir sobre problemas de diversa índole y poner por
escrito los resultados de sus reflexiones.
Para 1900, sin embargo, se observaba un notable incremento cultural. El Instituto
Paraguayo había abierto su tribuna y las páginas de su revista a Cecilio Báez, Manuel
Domínguez, Manuel Gondra, Fulgencio R. Moreno, Guido Boggiani y otros muchos,
Zubizarreta, Jordán, Olascoaga, Abente Lago y los sabios Hassler, Bottrell y Elmassian
se sumaban a ellos en el menester de enseñar, clasificar la flora, la fauna y el reino
mineral, estudiar las parcialidades indígenas, debatir temas económicos y sociales, y
comenzar a buscar la realidad del pasado en sus fuentes documentales, sin perjuicio
de componer poesía y colaborar en la prensa.
En esos años de transición de un siglo a otro, Báez y Domínguez se habían constituido
en las luminarias del pensamiento paraguayo, en tanto que a Gondra se le reconocía
su calidad de maestro de la juventud. Junto a ellos, Moreno, Audibert, Emeterio
González y López Decoud, así como los ya recordados médicos, Insfrán, Velázquez,
Duarte y Peña, sostenían la vida cultural. Más jóvenes, pero comenzando ya a
destacarse en la prensa, la cátedra, la judicatura y la política, cabe mencionar a Juan
Cancio Flecha; Antolín Irala, Francisco C. Chaves, Antonio Sosa, Adolfo R. Soler,
Eusebio Ayala y Manuel Franco, reformador éste de los planes de la enseñanza media.
Más o menos contemporáneos de los mencionados, Juan E. O’Leary e Ignacio A. Pane
eran poetas que surgían y escritores de pluma polémica. En Villarrica también se
desarrollaba notable actividad cultural. Se editaban periódicos. Desde 1890,
funcionaba un Colegio Nacional y eran sus catedráticos los pedagogos Simeón
Carísimo, Atanasio Riera y Ramón I. Cardozo y el gramático Delfín Chamorro..
Extranjeros cultos, como los doctores Nicolás Sardi y Enrique Bottrell, completaban el
ambiente intelectual, y también moraba allí Gregorio Benítez, dedicado a sus trabajos
históricos.

LA REVOLUCION DE 1904
La revolución liberal de 1904, a la que se sumaron prominentes colorados, como
Manuel Domínguez y Arsenio López Decoud, y que terminó con el “Pacto de
Pilcomayo”, en virtud del cual se reconocía la conservación de las carteras del Interior
y de Justicia al gobierno derrocado y se respetaba la integridad del Parlamento, en el
que aquél tenía la mayoría, determinó el ascenso a la primera fila de la vida pública de
una nueva generación.
Llegan a la responsabilidad directa de la conducción superior de la sociedad Adolfo
Riquelme, fundador de “El Diario”, Félix Paiva, tratadista de Derecho Constitucional,
Teodosio González, autor del Código Penal, Cleto J. Sánchez, educador y promotor del
Instituto Paraguayo, Ramón Lara Castro y Belisario Rivarola, periodistas estos dos
últimos, y los poetas Ricardo Marrero Marengo, Francisco Luís Bareiro, Liberato
Rojas y Alejandro Guanes, todos ellos menores de treinta y cinco años. Se afirma el
magisterio de Gondra, en tanto que Domínguez y Moreno entran a integrar el
personal de la Cancillería para la atención de la cuestión de límites con Bolivia, y
O’Leary se define como el reivindicador de la figura histórica del Mariscal Lopez.
Bastante más jóvenes, en torno todos ellos de los veinte años, pero desde entonces en
la vida política y cultural del país, cabe recordar a Gomes Freire Esteves y Carlos
García, periodista fogosos, enfrentados en 1906 en un duelo fatal para el segundo de
ellos, y a Modesto y José P. Guggiari, Eligio Ayala, Juan León Mallorquín. Eduardo
López Moreira. José P Montero, Luís A. Riart, Eladio Velázquez, Isidro Ramírez y
varios otros que hacen política, profundizan el estudio de las ciencias jurídicas y
sociales, forman parte del Poder Judicial y se dedican al periodismo, sin perjuicio sic
incursionar algunos de ellos en la poesía. Muy poco después, Eloy Fariña Núñez se da
a conocer como poeta. Por entonces también, se incorporan a la vida cultural el
insigne polígrafo español Viriato Díaz Pérez (1875-1958). Animador de todas las
actividades del espíritu, el ensayista y revolucionario Rafael Barret, el economista
ruso Rodolfo Ritter y el periodista argentino José Rodríguez Alcalá. De la misma época
es Herib Campos Cervera (1879-1922). Dos diplomáticos extranjeros, el peruano
Carlos Rey de Castro y el boliviano Emeterio Cano, también participan del quehacer
intelectual Paraguayo. Todo ellos contribuyeron a dar impulso a la cultura paraguaya.
Adolfo Posada y Vicente Blasco Ibánez, que visitaron el. Paraguay en esa época,
pudieron percatarse del notable adelanto cu1tural.

HASTA LA GUERRA DEL CHACO


El período de 1908 al 12 es de inestabilidad y culmina en larga guerra civil. Pero
desde este último año, merced a una política de paz sin vergüenzas y de acceso de
oficialistas y opositores a la función pública, a la tribuna, a la judicatura, a la prensa y
al efectivo control parlamentario, se afirman las instituciones y se perfecciona la
convivencia política entre los paraguayos.
En 1915, se funda la Escuela Militar para afirmar el carácter profesional y apartadista
del Ejército.
Se publican revistas literarias y de difusión cultural: “Crónica”, vocero del
modernismo, de 1913 al 15; “Revista del Paraguay 7”, para cubrir el claro dejado por
la “Revista del Instituto Paraguayo”; “Ariel” y otra posterior de los estudiantes de
Derecho que dan comienzo al mismo tiempo a la edición de una importante biblioteca
de autores nacionales.
Gondra, Domínguez, O’Leary y Pane son los pensadores que más Influyen por
entonces en las generaciones jóvenes, en tanto que Manuel Franco, sienta escuela de
acrisolada honestidad en la gestión gubernativa y Cecilio Báez sigue en su rol de
puntal de la Universidad.
En la década del 12 al 20, se forman estudiosos de las ciencias sociales, ensayistas y
literatos, como Juan Vicente Ramírez, Adriano Irala, Juan Stefanich, Federico García,
Justo Pastor Benítez, J. Natalicio González, Enrique Bordenave, Justo Prieto y Anselmo
Jover Peralta, muchos de los cuales llevan al Libro o a la monografía breve sus
conocimientos y sus inquietudes.
Entre los militares y desde muchos años antes, se destaca por su cultura por su
versación profesional Manilo Schenoni (1879-1957), primer Director de la Escuela
Militar, y revistan otros oficiales formados en Chile y la Argentina y perfeccionados en
Europa. Manuel Ortíz Guerrero y José Asunción Flores, creado éste de la guarania, se
inician también en tan fecunda década. A la docencia universitaria se incorporan
Paiva, Eusebio Ayala, Antolín Irala y Pane, en Derecho, y en Medicina doctores
paraguayos reemplazan a los extranjeros de los primeros tiempos: de este modo,
ocupan las cátedras Luís E. Migone, Esteban Semidei, Justo .P. Vera, Juan Benza y
otros. Pedro Bruno Guggiari. (1885-1933), formado en Alemania, inicia la enseñanza
superior de la química. Los pintores Juan Samudio y Pablo Alborno, así como también
el italiano Héctor Da Ponte, y el escultor Francisco Almeida, perfeccionados todos en
Francia e Italia, dan vida a las artes plásticas, en tanto componen y ejecutan música el
guitarrista Agustín Barrios y-el violinista Femando Centurión de Zayas. En este
período, Arturo Alsina, Luís Ruffinelli, Eusebio A. Lugo y otros comienzan a dar a las
tablas sus obras dramáticas.
Los diez años anteriores a la guerra del Chaco ven madurar a los jóvenes de la década
precedente, y dan lugar a que surja una generación poderosamente influenciada por
las nuevas corrientes
estéticas y sociales. La poesía post-modernista, en plena evolución, y las nuevas
corrientes estéticas hallan expresión en las revistas “Juventud” y “Alas”, que se
suceden como tribunas de una misma generación apartir de 1923.
La polémica histórica y las luchas ideológicas se desarrollan sin trabas, al amparo de
un efectivo sistema de garantías para la expresión del pensamiento, pese a que
durante un año, de 1922 a 1923, se ha librado cruenta guerra civil en buena parte’ del
territorio nacional. Hace su. aparición el comunismo, que desplaza y absorbe a las aún
no asentadas corrientes anarquistas que impulsara Rafael Barret antes de 1910, y
otras tendencias también extremistas, aunque de derecha, hallan voceros y
propagadores. Los partidos tradicionales, por su parte, actualizan sus idearios, y el
debate parlamentario completa la formación de sus dirigentes. Numerosos periódicos,
de la más diversa
orientación, llegan al público paraguayo.
Para la formación de los cuadros superiores de las instituciones armadas, capitanes y
jefes jóvenes son becados, a Europa, se contratan sucesivas misiones militares de
Instrucción y se establece la Escuela Superior de Guerra. En las vísperas mismas de la
contienda chaqueña, las luchas ideológicas y sociales han de desembocar en el campo
de la violencia, sin que llegue por eso a estallar la guerra civil, ni a anarquizarse o
sectarizarse el Ejército.
EL INSTITUTO PARAGUAYO
Fundado en 1895, en las circunstancias que hemos referido, el Instituto Paraguayo
agrupaba al mundo intelectual de la época graduados universitarios, bachilleres,
periodistas, extranjeros ilustrados y promovía actividades culturales.
Su tribuna de conferencias fue ocupada por los paraguayos y extranjeros de mayor
relevancia.
Desde 1896 hasta 1909, apareció la “Revista del Instituto Paraguayo”, al frente de la
cual se sucedieron Manuel Gondra. Cleto J. Sánchez, Guido Boggiani, Belisario
Rivarola y Viriato Díaz Pérez. Ha sido ésta la más trascendente de las realizaciones en
su género en nuestra patria. En sus páginas es posible hallar casi toda la producción
científica y humanística del Paraguay de fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Colaboraban allí Decoud, Godoy, Centurión, Domínguez, Báez, Gondra, Moreno, López
Decoud y los extranjeros que se incorporaban a nuestra vida cultural, como Boggiani,
Hassler Bertoni y Rey de Castro. Hasta Ricardo Palma, desde el Perú le hizo llegar la
primicia de algunas “Tradiciones” aún inéditas. También se dieron a conocer poemas
de Guanes, Pane y O’Leary.
La revista publicó, por entregas sucesivas o en tirada aparte, obras extensas y
completas, entre las que cabe recordar los “Comentarios” de Alvar Núñez Cabeza de
Vaca; “Los pájaros del Paraguay”, de Félix de Azara; “Veinte años en un calabozo” de
Ramón Gil Navarro, con prólogo de Manuel Domínguez límites del Paraguay”, de Juan
León Mallorquín; “Cartas polémicas sobre la guerra del Paraguay”, cruzadas entre
Bartolomé Mitre y Juan Carlos Gómez; “La cuestión monetaria en el Paraguay”, de
Rodolfo Ritter; y la ya mencionada “Colección Garay” de documentos históricos, así
como también, capítulos sueltos de “El evangelio de los pueblos libres”, de José
Segundo Decoud.
También se exhumó “Camire”, novela nacional que habría sido traducida del francés
en 1811, y se dieron a conocer crónicas y documentos antiguos sobre la campaña
militar de los comuneros de 1724, los estudiantes paraguayos en la Universidad de
Córdoba, el célebre informe del gobernador Pinedo acerca de la pobreza de la
provincia y la opresión de los indios, las actas del Congreso Nacional de 1841, la
nomenclatura urbana en 1849, las “Cartas históricas” de Peña, las protestas de las
Repúblicas del Pacífico con motivo de la publicación del tratado secreto de la triple
alianza y muchas otras fuentes historias de similar interés. La revista desapareció en
1909 porque sus promotores y redactores no pudieron seguir dedicándole su tiempo
debido a que habían llegado a las más altas funciones en la conducción de la sociedad
paraguaya en todos los órdenes.
El Instituto Paraguayo no se limitó a su revista y a su tribuna de conferencias.
Organizó una sección esgrima y gimnasia, con sala de armas y otras instalaciones.
Habilitó una biblioteca y archivo histórico, y mantuvo activo canje con publicaciones y
entidades culturales de todo el mundo. Para la sección de música, fue contratado el
maestro Miguel Morosoli, se organizaron cursos del más alto nivel y se llegó a contar
con orquesta y estudiantina. En sus clases de dibujo y pintura se formaron muchos
artistas plásticos. Se dietaron también cursos de otras especialidades de innegable
utilidad social, tales como telegrafía, fotografía, contabilidad y lenguas vivas (inglés,
francés e italiano). La promoción y orientación de estas actividades, que no fueron
todas simultáneas, corrió en gran medida a cargo de Cleto J. Sánchez (1867-1938) y
Juan Francisco Pérez Acosta (1873-1968).
Desde 1905, el Instituto desenvolvió su acción en un edificio de su propiedad, cedido
le por el Estado, y por espacio de cuarenta años ejerció efectiva influencia en el
desarrollo de la vida cultural, hasta que en 1933 se fusionó con el Gimnasio
Paraguayo para dar nacimiento a una nueva asociación, el Ateneo Paraguayo.
OTRAS INSTITUCIONES Y REVISTAS CULTURALES
En 1914 y con participación principal de jóvenes que habían cursado sus estudios en
Europa, se fundó el Gimnasio Paraguayo, asociación cultural de objetivos similares a
los del Instituto y que ese mismo año comenzó a publicar sus “Anales”. año comenzó a
publicar sus “Anales”. En 1933, como llevamos referido, el Instituto Paraguayo y el
Gimnasio Paraguayo se fusionaban dando nacimiento al Ateneo Paraguayo, de notable
influencia en el desarrollo de las letras, que subiste en nuestro días.
Debe mencionarse también la acción divulgadora y de promoción de las actividades
del espíritu desarrollada por el Centro de Estudiantes de Derecho en la época de la
cual nos venimos ocupando: además de su ya mencionada revista, tomó a su cargo la
edición de una biblioteca de autores paraguayos, empresa que permitió la aparición
de obras de notable interés.
Grupos o peñas de gente de letras hallaron medio de expresión en las revistas
“Crónica”, en la década del 10 al 20, y “Juventud” y “alas”, en la inmediatamente
posterior. En 1913 y con ánimo de cubrir el claro producido por a desaparición de la
“Revista del Instituto Paraguayo”. Ramón Lara Castro y Viriato Díaz Pérez publicaron
la “Revista del Paraguay”. Aunque de corta vida fue ella de alta jerarquía intelectual,
tanto por su contenido, como por la relevancia nacional e internacional de sus
colaboradores.
En 1915, apareció “Letras”, de Enrique Bordenave y Manuel Riquelme, y poco
después, “Pórtico”, de Federico García (1892-1922) y Anselmo Jover Peralta. Conviene
recordar, asimismo, los “Anales de la Universidad Nacional”, con artículos de
reconocido valor científico, y la “Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales” que por muchos años ilustró a profesionales y estudiantes.
En 1921, se fundaba la Sociedad Científica del Paraguay que editaría con regularidad
la “Revista de la Sociedad Científica del Paraguay”, muy cotizada en Academias y
Universidades de Europa y América. Naturalista y antropólogos han publicado en sus
páginas valiosas colaboraciones. Andrés Barbero, Emilio Hassler, Carlos Fiebrig,
Pedro Bruno Guggiari, Guillermo Tell Bertoni, Luís E. Migone y Tomás Osuna, entre
otros, han contribuido a dar vida a la institución y a encauzarla. Después de la guerra
se sumaron a ellos o los fueron sustituyendo con el correr de los años Juan Boggino,
Gustavo González, Ricardo Boettner, Claudio Pavetti, Branislava Susnik y muchos
más. Merced a la generosidad de los hermanos Barbero, la Sociedad cuenta con un
espacioso y moderno local propio. En 1929, la institución habilitaba su Museo de
Historia Natural y Etnográfico, hoy Museo “Andrés Barbero”. Sus colecciones
etnográficas, reunidas y ordenadas por el antropólogo alemán Max Schmidt (1879-
1951), son de notable importancia y han merecido elogios de hombres de ciencias
extranjeros que las inspeccionaron. En 1920, comenzaba a aparecer la revista
“Guarania” que, dirigida por J. Natalicio González, ha vuelto a publicarse en diversas
épocas, en Asunción y más tarde en Buenos Aires. Ha sido una publicación de Índole
cultural y con colaboradores en diversos países americanos.
Publicaciones de origen militar, de esta época, son entre otras “El memorial del
Ejército”, la “Revista de la Escuela Militar”, la “Revista del Regimiento de Infantería
No. 1” y la “Revista Militar”. Las dos primeras de ellas fueron dirigidas y orientadas
por el después general Manlio Schenoni, ya recordado.
Centurión menciona ochenta y dos revistas, casi todas ellas de vida efímera,
aparecidas entre 1913 y 1936, y su lista no es completa.

EL PERIODISMO
Durante el primer tercio de nuestro siglo, hasta la guerra del Chaco, las más diversas
tendencias políticas y sociales hallan su medio de expresión en la prensa. Desde
‘Germinal”, de orientación anarquista, hasta “Los Principios”, hoja católica; desde “El
Diario”, que aparece por espacio de treinta y seis años, hasta el semanario que muere
al primer número, vasta es la variedad de ideologías y modalidades que hallamos en el
periodismo paraguayo, nutrido con el talento de los hombres más significativos de ese
tiempo. Centurión anota ida nombres de ciento sesenta y dos diarios y semanarios, de
diversa duración e importancia, que aparecieron en Asunción y en las principales
poblaciones del interior, de 1900 a 1936.
En la primera década, entre otros periódicos, se publicaron “La Democracia” fundada
en 1881 y desaparecida en 1904. “EÍ Cívico”, dirigido por Adolfo R. Soler, hasta 1908,
y “El País”, de Francisco C. Chaves, de 1901 a 1905. En 1900; Enrique Solano López,
con la cooperación de Juan E. O’Leary e Ignacio A. Pane, editó “La Patria”. El 1º de
junio de 1904 comenzó a aparecer “El Diario”, integraban el núcleo fundador Adolfo
Riquelme, Félix Paiva, Ramón Lara Castro, Cleto J. Sánchez, Eduardo Schaerer, Juan
F. Pérez Acosta, Adolfo Aponte y Gualberto Cardús Huerta, y el primero de ellos tuvo
a su cargo la dirección. Esta hoja subsistió hasta 1940. Por largos años le
correspondió el decanato de la prensa diaria y alcanzó una oposición muy destacada
en la misma. Tuvo “El Diario” el servicio telegráfico más completo y el sistema de
impresión más rápido y moderno, habiendo sido sus talleres los primeros que
contaron con linotipos en el país. En sus páginas se publicaban varias secciones
permanentes y entre sus redactores figuraban el poeta Alejandro Guanes, José
Rodríguez Alcalá y el francés Jean Paul Casabianca. Su edición dominical contenía
habitualmente colaboraciones de mérito y promovió “El Diario” numerosas iniciativas
de interés general, entre las cuales cabe recordar la fundación de la Liga Paraguaya
de Fútbol.
Después del la guerra civil de 1904, a los periódicos que acabamos de mencionar se
sumaron “Alon”, a cargo de Carlos García, y “El Liberal”, de Gomes Freire Esteves,
cuyos respectivos directores sostuvieron una polémica de trágicas consecuencias “La
Ley”, de Alejandro Audibert, y “Los Sucesos”, de Eugenio A. Garay, eran hojas
opositoras. Desde 1908 y por diez años, el sacerdote Heriberto Gamarra publicó “Los
principios”. Entre 1910 y 1920, de. los muchos diarios y semanarios que comenzaron
a publicarse entonces, cabe recordar a “El Nacional”, a “El Tiempo”, de Antonio Sosa,
a “General Caballero”, que dirigía Jua Manuel Frutos, y a “Colorado”, a cargo de
Eugenio A. Garay, todos ellos de oposición. Durante las luchas cívicas de, 1911, de
enfrentamiento contra el régimen militar de coronel Jara, cupo un rol sobresaliente a
“El Diario”, cuyo redactor responsable era Ramón Lara Castro, y a “El Nacional”,
dirigido entonces por Gomes Freire Esteves. El grupo fundador de este último
periódico comprendía a intelectuales de diversa militancia política, aunque más tarde
se definió en el orden partidario al asumir su dirección Carlos Luis Isasi. Algo
posteriores, pero de esta misma década, fueron “Patria”, en cuya dirección se
sucedieron Telémaco Silvera e Ignacio A. Pane, “La Prensa”, de Antonio Sosa. “La
Reacción”, de Federico García y Tomás Ayala, y “La Tribuna” redactada por Alejandro
Guanes. En la década del 20 al 30 y hasta a guerra del Chaco, los periódicos
paraguayos perfeccionan sus servicios informativos, refuerzan ‘sus plantillas de
redacción, modernizan sus equipos impresores y entran en una puja para aumentar
sus respectivos tirajes y el número de sus lectores, al propio tiempo que conceden
mayor importancia a la publicidad como fuente de recursos. “El Diario”, decano ya de
todos ellos, se mantiene a la cabeza en materia de .innovaciones. El elenco fundador
se ha alejado, pasando la hoja a ser propiedad de Eliseo Da Rosa. A Guanes, se suman
Pablo Max Ynsfrán, Anselmo Jover Peralta y Roque Gaona, en el consejo de relación.
Desde 121, aparece “El Liberal”, de los hermanos Manuel y Eduardo Peña; y en 193,
“El Orden”, fundado por Gualberto Cardús Huerta, que en 1935, al adquirirlo Poli
carpo Artaza, se convertirá “El País” y con esta denominación ha de perdurar hasta
nuestros días. El 31 de diciembre de 1925, Eduardo Schaerer comienza a editar,”La
Tribuna”, único diario paraguayo que ha logrado aparecer por espacie de cuarenta
años sin .interrupciones. Todos los periódicos mencionados en este párrafo responden
entonces a diversas tendencias del Partido Liberal. Desde 1926, la Liga Nacional
independiente, grupo apartidista cuyos principales orientadores son Juan Stefanich y
Adriano Irala, publica “La Nación” que se convertirá pronto en órgano definitivamente
opositor. En los años finales de la década, “La Opinión”‘y “La Unión”, representan las
dos tendencias que por entonces se manifiestan en el Partido Colorado, y sigue
apareciendo “La Prensa”, Numerosos periódicos, casi todos ellos de corta duración y
de reducido tiraje, han aparecido en Villarrica, Concepción, Pilar y otras poblaciones
del interior. Para no recargar indebidamente la presente reseña, recordaremos del
período que aquí estudiamos a “El Orden”, editado en Villarrica en 1916, y a “El
Surco”, que aparece allí desde 1924 y es hoy el decano de la prensa campesina.
“Correo del Norte”, de Concepción, fundado en 1921, subsistió por espacio de muchos
años, y de la década anterior fueron “El Municipio”, “El Nacional” y “La Constitución”
figuraron entre las manifestaciones de la prensa pilarense.

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