OTROS Lo Politico
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OTROS Lo Politico
(G. Sartori, La Política. Lógica y método en las ciencias sociales, Fondo de Cultura
Económica, México, 1984, p.208).
Carl Schmitt (El concepto de lo político)
Se podría someter a examen la antropología subyacente a todas las teorías políticas y del
Estado, y clasificarlas según que consciente o inconscientemente partan de un hombre
<<bueno por naturaleza>> o <<malo por naturaleza>>. La distinción habrá de tomarse
en su sentido más genérico, no en algún sentido específico moral o ético. Lo importante
es si el hombre se toma como presupuesto problemático o no problemático de cualquier
elucubración política ulterior, esto es, si el hombre se entiende como un ser
<<peligroso>> o inocuo, si constituye un riesgo o una amenaza, o si es enteramente
inofensivo. (...) En un mundo bueno de hombres buenos domina naturalmente sólo la paz,
la seguridad y la armonía de todos con todos; los sacerdotes y los teólogos son aquí tan
superfluos como los políticos y hombres de Estado.
Bloque 1: LO POLÍTICO
Las cinco fracturas del orden político medieval según Elías de Tejada. Los tres modos del
pensamiento político según Dalmacio Negro. Realismo político, maquiavelianismo o punto de
vista político.
La Forma política como concepto histórico concreto. El Estado como Forma política vinculada a
una época histórica concreta. La condición democrática en Tocqueville. La Rebelión de las masas
(Ortega y Gasset). El crecimiento del Poder (Bertrand de Jouvenel). La ley de los termómetros
invertidos (Donoso Cortés). La Política social como expresión de la Estatalidad.
Gobierno y Estado. La teoría de las Formas de gobierno en el pensamiento occidental. Las teorías
clásicas. La teoría de las formas de gobierno de Julien Freund. La crisis de la democracia: Demos
y Cratos (elites, representación, globalismo y pueblo). Democracia y democratismo.
FORMAS POLÍTICAS (Dalmacio Negro)
Las formas son la manera natural o espontánea de conocer. Platón distinguió las visibles y las
inteligibles. Las políticas son formas inteligibles de lo Político, el uso social del poder conforme
al êthos (ἦθος) o moralidad colectiva del pueblo donde esas formas abstractas cobran realidad
con rasgos y matices diversos ajustados a las circunstancias. Son todos inteligibles de complejos
históricos de ideas, «ideas de las ideas» (Espinosa), construidos como conceptos hermenéuticos.
Generalmente desde el punto de vista jurídico, partiendo de las distinciones y clasificaciones de
los griegos, que adolecían de sentido histórico. Mas la política es histórica, cliopolítica, y su
perspectiva algo distinta. Condicionada por las leyes inexorables de la anakyklosis (ἀνακύκλωσις)
–la degeneración universal de todas las cosas; en las formas políticas politeíon anakyklosis
(Polibio siglo ii a. C)– y la de hierro de la oligarquía –«la ley trascendental de la política» (G.
Fernández de la Mora) que afecta a todas las formas– no es tan rigurosa y formalista.
Así, la Ciudad y la Nación, formas comunitarias, son en principio republicanas (de res publica o
cosa común), pero pueden ser monárquicas, aristocráticas o democráticas. El Estado es por
definición republicano, pues, al impersonalizar el mando no existe ningún derecho específico al
mismo, aunque las Monarquías han hecho el Estado y existen Estados monárquicos hereditarios
y no hereditarios. Ni siquiera el Reino o el Imperio son incompatibles con la República entendida
como res publica. Desde el punto de vista político hay formas histórico-políticas, de gobierno, de
régimen y mixtas.
Las formas histórico-políticas son las formas históricas de la vida colectiva desde el punto de vista
político. La más antigua es el Imperio, de origen sagrado: el orden terrenal debe imitar el orden
astral regido por los dioses, aspira a ser Imperium mundi y abarca tribus, ciudades, reinos,
naciones. En Occidente, las grandes formas histórico-políticas naturales son: la Ciudad o Pólis
griega, la Monarquía helenística, la Urbs o Civitas romana, la Civitas o Res publica christiana, y,
de acuerdo con Pierre Manent, la Nación. La Ciudad, que significa la libertad y la guerra, y la
Nación, hechura de la Historia, son las más políticas. El Estado, una forma artificial, se superpuso
a la Nación desde el siglo xvi. La séptima es el Estado Totalitario, una especie de Estado-iglesia
amorfo que absorbe a la Ciudad y a la Nación. La Iglesia, forma comunitaria espiritual
permanente, aunque no es política ni antipolítica, condiciona a las demás con su auctoritas.
Las formas de gobierno son los tipos en que se institucionaliza formalmente el mando político.
El modelo son las formas «puras», que presuponen que los gobernantes son virtuosos, justos,
incluso sabios, y buscan el Bien Común: la Monarquía, mando de uno, la Aristocracia, mando de
varios y la Democracia, mando del pueblo como si los gobernados se autogobernasen. Es la
ilusión democrática que aboca a la democracia despótica o a la totalitaria. Empíricamente, son
todas «impuras», situaciones más o menos estables en que no prevalece absolutamente la
consecución del Bien Común, un concepto moral, pues los gobernantes persiguen sus
propiosintereses en mayor o menor grado. Las variantes impuras de la Monarquía que se atienen
al principio hereditario son la Despótica, la Absoluta, la Constitucional, la Parlamentaria y la
Cesaropapista y generalmente la Teocrática. El Presidencialismo, el Principado, el Cesarismo y la
Dictadura comisaria o revolucionaria, al menos en principio, no son hereditarios.
Por otro lado, están las formas de régimen. Régimen significa políticamente orden. Según M.
Duverger, refleja la distinción entre gobernantes y gobernados. No obstante, dice J. Freund, «la
noción de régimen es una de las más confusas del vocabulario político. Además, rara vez se utiliza
el término de forma aislada; lo acompañan generalmente adjetivos que, con el pretexto de
precisar el concepto, lo embrollan todavía mucho más dada la multiplicidad de calificaciones que
admite». De hecho, se refiere al modo de operar los gobiernos, de los que son como su in-
fraestructura, en función de la ley de hierro de la oligarquía. Cabe mencionar, aparte de las
formas del gobierno y sus variantes, la Plutocracia o mando de los ricos; la Crisocracia (mando
del oro) en la que el criterio rector es el dinero; la Cleptocracia o gobierno de los ladrones y la
Oclocracia, mando de la chusma (okhlos) o la plebe (de plebs, pueblo) entendida en sentido
peyorativo.
Finalmente, pueden darse las formas mixtas. De hecho, todas las formas del Gobierno contienen
mixturas. Pero el pensamiento político elucubra sobre qué mixtura hará que el gobierno y el
régimen sean los mejores y más estables y duraderos. Platón mezclaba la Monarquía pura, cuyo
principio es la sabiduría –la ciencia de las ciencias–, y la Democracia, cuyo principio es la libertad;
Aristóteles, más realista, la sempiterna Oligarquía y la Democracia para que controle la mayoría
a la minoría gobernante; Polibio, inspirándose en la Constitución romana, en la que se
contrapesaban, según él, las fuerzas sociales, propuso la mixtura Monarquía (de dos cónsules
que se contrapesan), Aristocracia (el Senado) y Democracia (la asamblea popular o los comicios).
Cicerón añadió el Príncipe, el principal, como una suerte de poder moderador (Principado). Para
Santo Tomás la mejor forma de gobierno era la mezcla de Monarquía, Aristocracia y Democracia,
todas ellas por elección (Summa Theologica, 1.ª 2., q. 105, art. I), en la práctica la república
presidencialista.
A principios de los años 70, en su exploración de la "categoría" (Begriff) de lo político en Carl
Schmitt, Gianfranco Miglio había entrevisto la posibilidad de una «hipótesis generalizadora
sobre la estructura y la dinámica de la síntesis política». La noción schmittiana de lo político
(amigo-enemigo) constituye a juicio del escritor italiano una más entre las "verdades parciales"
(veritá parziali) o "regularidades" acotadas a lo largo de la historia por Tucídides (regularidad
de la puja por el domino externo), Maquiavelo (regularidad de los egoísmos concurrentes),
Bodino (regularidad del soberano político), Hobbes (regularidad del carácter ficticio de
cualquier comunidad política), Mosca y Pareto (regularidad de la clase política), Tónnies
(regularidad de la contraposición comunidad-sociedad) o Weber (regularidad de las formas
ideológicas de legitimación) Cario Gambescia ha desarrollado la intuición de Miglio en un libro
de metapolítica, añadiendo otras regularidades a la lista de su coterráneo: la centralidad de la
tradición (tradizionalitá) discernida por Edward Shils; la circularidad transhistórica del orden y
el desorden (arché-anarché) estudiada por Pitirim Sorokin; la polaridad movimiento-institución
de Francesco Alberoni; y la tendencia oligárquica de los partidos o facciones señalada por
Robert Michels, "regularidad-derivación" deducida de la persistencia de la clase política. El
propio Miglio esclarece también una de esas grandes verdades parciales al detenerse en el
estudio de las regularidades del ciclo político, cuyos dos momentos trascendentales y
necesarios son la monocraciay el pluralismo o, en los términos de su primera formulación,
circunscrita exclusivamente a la época contemporánea, la dictadura y el régimen
representativo. Según esto, todo régimen en su fase ascendente resulta ser una monocracia,
un tipo de gobernación "generadora d eautoridad" (produttrice di autoritá); en cambio, en su
fase decadente, todo régimen deviene pluralista, forma "consumidora de autoridad".
Michels cuenta con una extensa obra como sociólogo. Estudia partidos, sindicatos, el
nacionalsocialismo y el nacionalismo en la época fascista.
En su obra Los partidos políticos, formula la "ley de hierro de la oligarquía", con la que afirmaba
que "tanto en autocracia como en democracia siempre gobernará una minoría"; la idea básica
es que toda organización se vuelve oligárquica.
Los líderes, aunque en principio se guíen por la voluntad de la masa y se digan revolucionarios,
pronto se emancipan de esta y se vuelven conservadores. Siempre el líder buscará incrementar
o mantener su poder a cualquier precio, incluso olvidando sus viejos ideales.
Por eso, las organizaciones políticas pronto dejan de ser un medio para alcanzar determinados
objetivos socioeconómicos y se transforman en un fin en sí mismas (desplazamiento de
objetivos).
En primer lugar, cuanto más grandes se hacen las organizaciones, más se burocratizan, ya que,
por una parte, se especializan, y, por otra, deben tomar decisiones cada vez más complejas y de
una forma más rápida. Aquellos individuos que conocen cómo tratar los temas complejos con
los que se enfrenta la organización se van volviendo imprescindibles, formando la élite.
En segundo lugar, se desarrolla una dicotomía entre eficiencia y democracia interna; de modo
que para que la organización sea eficiente necesita un liderazgo fuerte, a costa de una menor
democracia interna.
En tercer lugar, la propia psicología de las masas hace deseable el liderazgo, puesto que son
apáticas, ineptas para resolver problemas por sí mismas; son agradecidas con el líder, y tienden
al culto de la personalidad. Su única función sería, pues, la de escoger de vez en cuando a sus
líderes.
“La organización es lo que da origen a la dominación de los elegidos sobre los electores, de los
mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice
organización dice oligarquía” (cita de Los partidos políticos de Robert Michels).
Modos del pensamiento político (Dalmacio Negro)
Las tres artes, modi o maneras de la Política son: a). La política farmacológica (medicamento y
racional, lógico) como el arte de restaurar el equilibrio del cuerpo político como un organismo,
respetando la libertad política o colectiva, que garantiza las libertades sociales o civiles y las
personales o individuales, igual que equilibra el médico los humores del cuerpo individual. "La
tarea de gobernar consiste en mantener una condición de equilibrio estable; una condición que
hace posibles, incluso provechosas, las actividades de los sujetos y asociados. Su idea rectora es
el Bien Común. Es la política propia de la historia de Europa y Occidente, herederos de Atenas,
Roma y Jerusalén (L. Strauss). b). La política cratológica o de poder, que considera el cuerpo
político como un mecanismo es antiquísima. Remonta a Caín y Abel decía René Girard. Está
siempre presente con mayor o menor intensidad según los momentos y las circunstancias, pues
el poder, que es relacional, es el núcleo de lo Político y la política. El Estado, un orden artificial
innovador, cuya política es cratológica, monopolizó la libertad política para garantizar las
libertades sociales y personales en un :momento intensamente conflictivo, y las Monarquías
Absolutas (dictaduras comisorias) abandonaron poco a poco la política farmacológica. c). La
política utópica o futurista es prácticamente europea y occidental. De naturaleza revolucionaria,
asume la cratológica y condiciona las libertades sociales y personales o las suprime. d). Schmitt
no mencionaba un cuarto modo del Derecho, el escatológico, presente siempre en los otros tres.
En realidad, lo presuponen, pues, como escribe John N. Gray, aunque se refiere al momento
actual, "la política de la Edad Contemporánea es un capítulo más de la historia de la religión".
(…)
En Roma, era farmacológico el principio político fundamental: la máxima salus populi suprema
lex, la salud o salvación del pueblo es la ley suprema. Formaba parte del ius, el Derecho,
concebido como una medicina o farmacopea universal para sanar los conflictos, distinguiendo
(sólo formalmente, vid. Ulpiano) el ius publicum, relativo a la res publica, la cosa común, el
bonum commune, del privatum para los asuntos en que no estaba en juego la vida de la Civitas,
el cuerpo de la comunidad de los cives o ciudadanos. La máxima citada es también quirúrgica
cuando fracasa la farmacopea. Es la forma más antigua de considerar los Ausnahmezustande,
los estados de excepción, situaciones políticas en que, al no bastar la medicina, el Derecho, hay
que acudir a la cirugía. Para prevenir esta posibilidad, regularon jurídicamente la Dictadura
comisaria, forma del Gobierno con imperium.
"En el lenguaje de Pareto, los residuos son los sentimientos o las expresiones de los
sentimientos inscritos en la naturaleza humana, y las derivaciones son los sistemas
intelectuales de justificación mediante los cuales los individuos enmascaran sus pasiones o
confieren apariencia de racionalidad a proposiciones o a formas de conducta que no la
tienen.”
Raymond Aron. Las etapas del pensamiento sociológico.
Así pues Pareto defiende que tendemos a ocultar nuestras motivaciones emocionales detrás de
formulaciones lógicas construidas a posteriori, y que este enmascaramiento suele engañar tanto
a su autor como a los espectadores. Pareto presenta el siguiente esquema, en el que A representa
el estado emocional del individuo, B sus acciones y C las razones invocadas para éstas, que
pueden tomar el aspecto de una teoría o una ideología. Dice Pareto: ”La tendencia muy
marcada que tienen los hombres a tomar las acciones no-lógicas por acciones lógicas los lleva
a creer que B es un efecto de la ‘causa’ C. De este modo se establece una relación directa CB en
lugar de la relación indirecta que resulta de las dos relaciones AB, AC”.
Puesto que son los sentimientos (A) los que determinan nuestra conducta (B), las refutaciones
lógicas de la cobertura ideológica (C) tienen escasa utilidad. Es ésta una aparente paradoja con
la que, supongo, todos nos hemos enfrentado en algún momento, al ver como personas
inteligentes soportan ver demolida argumentalmente su ideología sin que esto les haga variar un
ápice su posición. Para modificar los comportamientos hay que actuar sobre los sentimientos.
Sólo a largo plazo las discusiones en las ideologías pueden influir en ellos. Por eso, como dice
Aron, “para actuar sobre los hombres los razonamientos necesitan transformarse en
sentimientos”. El propio Pareto revela algunos mecanismos dialécticos para influir en el
comportamiento de los hombres:
”Aunque no tenga el más mínimo valor lógico-experimental, la repetición vale más y es mejor
que la más rigurosa demostración lógico experimental. La repetición actúa especialmente
sobre los sentimientos y modifica los residuos. La demostración lógico experimental actúa
sobre la razón; en el mejor de los casos, puede modificar las derivaciones, pero tiene escasa
influencia sobre los sentimientos.”
En cuanto a las derivaciones, de la gran y vistosa variedad de argumentos con que los hombres
pueden justificar sus actos Pareto se limita a establecer cuatro categorías, que recogen aquellas
argumentaciones que suelen ser más convincentes, tanto para el que las emite como para el que
las recibe:
En “El ascenso y caída de las élites”, un breve ensayo escrito antes del “Tratado de sociología
general”, Pareto, al hablar de los ciclos con los que los residuos se presentan en la sociedad, dice
que hay momentos de la historia en que es detectable un fuerte incremento del sentimiento
religioso. Uno de ellos coincide con la expansión del cristianismo en el imperio romano. Otro
con la expansión del socialismo (incluyendo ls distintas marcas del marxismo). Tanto el
cristianismo como el socialismo son, para Pareto, meras derivaciones, expresiones ambas de un
sentimiento religioso predominante. Pero el enorme éxito de la derivación “socialismo” proviene
de tener, además, una convincente apariencia científica. La Ilustración no significó tanto el
triunfo de la razón como el triunfo del prestigio de la razón, y desde entonces toda derivación
necesita tener una buena apariencia de racionalidad. Podría decirse que esa necesidad de
apariencia de razón se ha incorporado ya a los residuos.
En cualquier caso, si aceptamos que detrás de la aceptación del socialismo hay una emoción
religiosa nos encontraremos con unas cuantas ironías. Para empezar, cuando contemplamos la
pretendida (y efectivamente virulenta) laicidad de sus adeptos. Para continuar, la constatación
de que la progresía está aquejada de residuos conservadores, pues no olvidemos que las
emociones religiosas se integran en los residuos de segunda categoría. Lo dejo aquí.