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LOS RELATOS DE LA CREACIÓN


-Algunas pistas desde la Biblia-

Introducción

Quien lee la Biblia sin estar prevenido, encuentra un grande problema ya en la primera página: al
comenzar el libro del Génesis no sólo halla dos veces la narración de la creación del mundo, sino
que además las tradiciones asoman contradictorias, y nos dejan perplejos. En efecto, para Gen 1,
tantas veces oído cuando niños en el catecismo, todo al principio era desértico y deshabitado,
hasta cuando Dios puso orden. Antes de ponerse a trabajar, como cualquier operario, primero
encendió la luz (Cf. 1,3). Por eso en el primer día de la creación nacieron las mañanas y las
noches.

Luego decidió ubicar un techo en la parte superior de la tierra para evitar las inundaciones por las
aguas del cielo. Y creó el firmamento. Como el suelo era una sola mezcla de barro, secó una
porción y dejó la otra mojada, con lo cual aparecieron los mares y la tierra firme. Así con su
Palabra poderosa adornó los distintos estratos de esta obra arquitectónica con el sol, estrellas,
luna, plantas, aves, peces y reptiles... Y, por último, como coronación de todo, formó al ser
humano, lo mejor de su creación, al cual moldeó a su imagen y semejanza (Gn 1,26-28). Y luego
decidió descansar. Había creado a alguien para continuar su tarea. Éste trabajo le ocupó seis días.
Y todo lo había hecho bien.

Otro relato semejante

Pero cuando pasamos a Gen 2, viene el asombro. Parece como si nada de lo anterior hubiera
ocurrido. Estamos otra vez en un vacío total, donde no hay plantas, ni agua, ni hombres (Cf. 2,5).
Dios, de nuevo en escena, se pone a trabajar. Pero es un Dios muy distinto al del relato anterior.
En lugar de ser solemne y majestuoso ahora adquiere rasgos mucho más humanos. Vuelve a crear
al hombre, pero esta vez no desde la distancia y con el simple mandato de su Palabra, casi sin
contaminarse, esta vez lo modela con polvo del suelo, sopla sobre su nariz y de este modo le da la
vida (Cf. 2,7).

Se detalla luego, por segunda vez, la formación de plantas, árboles y animales... Y para crear a la
mujer emplea ahora un método diferente. Hace dormir al hombre, le extrae una costilla, rellena
con carne el hueco restante, y moldea así a Eva (Gn 2,21-22). Entonces se la presenta y se la da
por compañera ideal para siempre. Llegado a este punto uno se pregunta: ¿Por qué si en Génesis 1
tenemos ya el mundo, se vuelve a crear en Génesis 2?

Hallamos contradicciones

Pero este no es el único problema. Si hacemos una minuciosa comparación entre ambos capítulos
encontramos una larga lista de contradicciones y quedamos pasmados. A Dios en ambos textos se
le dan nombres distintos. Mientras Gn. 1 lo designa con el nombre hebreo de Elohim (Dios), en
Gen 2 se lo llama Yahveh (Dios). El Dios de Gen 2 es descrito por apariencias más humanas, de
un modo más primitivo. Él no crea, más bien “hace” las obras. Estas no vienen de la nada sino
fabricadas sobre una tierra deshabitada y árida. El Dios de Gen 1, en cambio, es trascendente y
lejano. No entra en contacto con la creación, todo surge por el poder de su palabra y desde lejos,
como si todo lo creara de la nada.

De esta manera, mientras Dios en Gen 1 aparece en toda su grandiosidad, majestuoso, donde al
sonido de su voz brotan una a una las criaturas del universo; en Gen 2 Dios es mucho más
sencillo. Como si fuera un alfarero, moldea y forma al hombre (v. 7). Como un agricultor, siembra
y planta los árboles del paraíso (v.8). Como un cirujano, opera al varón para crear a la mujer (v.
21). Como un sastre, confecciona los primeros vestidos a la pareja pues estaban desnudos (Cf.
3,21).
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Mientras en Gen 1, Dios crea el mundo en seis días y en el séptimo descansa; en Gen 2 sólo le
lleva un día completar todo el trabajo de la creación. En Gen 2 Dios crea solo al varón, y al verlo
solitario y necesitado de una compañía adecuada, después de probar darle los animales por
compañeros, le ofrecerá a la mujer; en cambio en Gen 1 Dios desde el principio hizo existir al
varón y a la mujer simultáneos, en pareja.

Mientras en Gen 1 los seres surgen en orden progresivo de menor a mayor, es decir, primero las
plantas, luego los animales y al final los seres humanos, en Gen 2, Dios crea primero al hombre
(v.7), más tarde las plantas (v.9), los animales (v.19) y al final a la mujer (v.22). La visión del
cosmos de Gen 1 es “acuática”. Al principio no había sino una masa informe de aguas
primordiales, y la tierra creada será un islote en medio de las aguas. En cambio, la cosmología de
Gen 2 es “terrestre”. Antes del mundo todo era un inmenso desierto de tierra seca y estéril (v. 5),
pues no había lluvia. Al ser creada, la tierra se transforma en un oasis en medio del desierto.

El primero

Las aparentes contradicciones entre los relatos parecen darnos una enseñanza: estos relatos no
fueron escritos por la misma persona, y más bien pertenecen a autores diversos y sobre todo a
distintas épocas. Hasta hoy no conocemos el nombre de los escritores, pero los estudiosos han
dado un nombre al primer relato como “sacerdotal” {S o P por “Priester”, en alemán (sacerdote)},
porque pudo ser escrito por sacerdotes hacia el siglo VI a.C., y durante el exilio en Babilonia. Y
al segundo autor, al mismo tiempo del relato sacerdotal, o un poco después, “ escritor de los
orígenes”, quien gusta llamar a Dios con el nombre propio de Yahveh.

Por lo tanto, el relato más reciente sobre la creación, es decir, el puesto por escrito en segunda
instancia está en nuestras Biblias en Gen 2., tiene un sabor primitivo, espontáneo, vivido. Durante
muchos años fue el único relato del pueblo de Israel sobre el origen del mundo. Fue escrito entre
el s. V-III ac., durante el tiempo de la comunidad judía (quizá en torno a Jerusalén), y su autor era
un excelente catequista porque puso al alcance del pueblo en forma gráfica los más altos criterios
religiosos. Con un estilo pintoresco e infantil, pero desde una profunda observación de la
psicología humana, cuenta la formación del mundo, del varón y la mujer como una parábola
oriental llena de ingenuidad y frescura.

El relato sacerdotal en contacto con los relatos de otros pueblos

El escritor, o la comunidad responsable de Gn 1, se valió de antiguos relatos de los pueblos


vecinos. En efecto, las antiguas civilizaciones egipcia, asiria, babilónica tenían relatos sobre el
principio del cosmos (ver la arqueología en Medio Oriente). Todos dependen de una concepción
cosmológica de un universo formado por tres planos superpuestos: los cielos con las aguas
superiores; la tierra con el ser humano y los animales; y el mar con los peces y las profundidades
de la tierra. El autor de Gen 1 recogió estas tradiciones populares y concepciones científicas de su
tiempo, y las utilizó para insertar un testimonio religioso, él cual era en el fondo su único interés.

Unas décadas después (s. VI ac), una catástrofe alteró la vida y la fe del pueblo judío. Por el año
587 aC. el ejército de babilonia bajo Nabucodonosor estaba en guerra con Israel, tomó Jerusalén y
se llevó cautivo al pueblo. Y allá en Babilonia fue la gran sorpresa. Los primeros sometidos
comenzaron a arribar a aquella capital y se dieron con una ciudad espléndida, con enormes
edificios, magníficos palacios, torres de varios pisos, acueductos grandiosos, jardines colgantes,
fortificaciones, y lujosos templos. Ellos, hasta la fecha orgullosos de ser la nación bendecida y
engrandecida por Dios en Judea, eran sólo un modesto pueblo de escasos recursos frente a
Babilonia.

El templo de Jerusalén, hasta ahora motivo de gloria, pues para los israelitas allí tenía Dios su
morada, no constituía sino un pálido reflejo del impresionante complejo natural del dios Marduk,
de la diosa Sin y de su consorte Ningal, en la ciudad de Babilonia. Jerusalén, orgullo nacional, por
quien suspiraba todo israelita, era un “pueblo” en comparación con Babilonia y sus murallas,
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mientras su rey, ungido por el Señor, nada podía hacer frente al poderoso monarca
Nabucodonosor, brazo derecho del dios Marduk.

En Babilonia era más fácil perder la fe que conservarla

La situación no podía ser más decepcionante. Los babilonios tenían un desarrollo mucho mayor
frente a los israelitas. Aquella, catástrofe, pues, representó para los hebreos una gran desilusión.
Pareció el fin de toda esperanza en un Mesías, y lo vano de las promesas de Dios en sostener a
Israel y transformarlo en el pueblo más poderoso de la tierra.

La fe estaba en peligro. Se desmoronaron, entonces, las ilusiones en el Dios invencible y


cumplidor de sus promesas, y el pueblo en crisis comenzó a pasarse en masa a la nueva religión
de los conquistadores, con la esperanza de tener un dios de tal envergadura para mejorar su suerte
y su futuro. Ante esa situación del alicaído pueblo judío durante el cautiverio babilónico, un
grupo de sacerdotes, también exiliado, toma conciencia de este abatimiento de la gente y
reacciona.

Es necesario volver a catequizar al pueblo. La religión babilónica tan deslumbrante para los
hebreos era dualista, es decir, admitía dos dioses en el origen del mundo: uno bueno, encargado
de engendrar todo lo bello y positivo en la creación; y otro malo, creador del mal y responsable de
las imperfecciones y desgracias de este mundo y del ser humano.

Además, allí en Mesopotamia pululaban las divinidades menores a las cuales también se les rendía
culto: el sol, la luna, las estrellas, el mar, la tierra . Israel en el exilio empezó a perder poco a
poco sus prácticas religiosas, en especial la observancia del reposo del sábado, su característico
recuerdo de la liberación de Dios en Egipto. Para los sacerdotes judíos en Babilonia, el viejo
relato de la creación conocido por todos (Gen 2) ya no atendía las expectativas de los creyentes.
Había perdido fuerza. Era necesario escribir uno nuevo donde se presentará una vigorosa imagen
del Dios de Israel, poderoso, supremo en su destello, excelso entre sus criaturas.

Así comienza a gestarse Gen 1. Este nuevo relato, trae una minuciosa descripción de la creación
de cada ser del universo (plantas, animales, aguas, tierra, astros del cielo) a fin de dejar en claro
un dato: ninguno de estos entes son dioses, sino simples criaturas, todas subordinadas al servicio
del hombre (v.17-18). Contra la idea de un dios bueno y otro malo en el cosmos, los sacerdotes
repiten en forma insistente, de un modo casi obsesivo a medida: “ y vio Dios que era bueno”, o
sea, no existe ningún dios malo creador en el universo. Y cuando crea al ser humano dice era
“muy bueno” (v.31), para no dejar así ningún espacio dentro del hombre como jurisdicción para
una divinidad del mal. Al final Dios, con su trabajo de seis días y un descanso en el séptimo, es
un paradigma para proponer a los judíos la observancia del sábado.

Una presencia de Dios más actual.

De esta manera, la nueva descripción de la creación por parte de los sacerdotes era un renovado
acto de fe en el Dios de Israel. Por eso la necesidad de mostrarlo solemne y trascendente, distante
de las criaturas, a las cuales ya no necesita moldear de barro pues le bastaba su Palabra
omnipotente para crearlas a la distancia. Cien años más tarde, alrededor del 400 a.C., un último
redactor decidió componer en un libro toda la historia de Israel desde el principio, y recopiló
antiguas tradiciones. Y se encontró con los dos relatos de la creación.

Resolvió el autor entonces, a pesar de las evidentes contradicciones, conservar los dos. Pero
mostró su preferencia por Gen 1, la narración de los sacerdotes, más despojada de
antropomorfismos, más respetuosa y la puso como pórtico de toda la Biblia; pero no quiso
suprimir el relato de Gen 2, y lo colocó a continuación, sin pensar en las diferencias, pues para él,
Gn 1 y Gn 2 relataban en forma distinta la misma verdad revelada, la cual era imposible agotar en
un solo texto.
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El redactor-compilador final del Génesis nos enseña un criterio importante. Un solo relato con los
dos textos, a pesar de su carácter antagónico, nos regala el único querer de Dios. Las claves
científicas son sólo accesorias, o formas de expresarse. Dentro de un siglo tendremos más datos
sobre el asunto y se superarán noticias de hoy. El redactor bíblico no se turbaría si hoy conociera
los últimos avances de las ciencias.

La Biblia, por medio de esta yuxtaposición pacífica de diferentes modelos cosmogónicos, señala
su relatividad. Los detalles científicos no pertenecen a la entraña bíblica. La riqueza de Dios
apunta al corazón. El mundo no fue creado dos veces. Sólo una. Y aunque lo contemos a otros, en
cien capítulos distintos, no vamos a terminar de arrancar el misterio entrañable de esta obra
amorosa de Dios.

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