Feto
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El objetivo del presente tema es el de analizar los cambios morfológicos y funcionales del feto que
tienen lugar entre el tercer mes y el nacimiento en un contexto de desarrollo prenatal. Además
pretende identificar los cambios más importantes en el feto, en la placenta y en la madre durante
este periodo.
El período fetal es la etapa del desarrollo prenatal que sigue al período embrionario y se extiende
desde la novena semana de gestación hasta el nacimiento. Durante este período, el feto
experimenta un crecimiento significativo y una maduración de los órganos y sistemas del cuerpo. A
diferencia del período embrionario, donde la organogénesis (formación de órganos) es el principal
proceso, en el período fetal, el enfoque se centra en el crecimiento y la funcionalidad de los órganos
ya formados. Este período es crucial para el desarrollo normal del feto y para asegurar que esté
preparado para la vida fuera del útero.
El tamaño del feto se indica como longitud cefalocaudal (LCC) (altura sentado) o como longitud
vértice-talón (LVT), o sea desde el vértice del cráneo hasta el talón (altura de pie). Se correlacionan
estas medidas, expresadas en centímetros, con la edad del feto en semanas o meses. El aumento
de longitud es sorprendente sobre todo durante el tercero, cuarto y quinto meses; en cambio, el
aumento de peso lo es durante los últimos 2 meses de gestación. En general, se considera que el
embarazo dura 280 días, o sea 40 semanas después del último periodo menstrual normal. Más
exactamente 266 días o sea 38 semanas tras la fecundación. En esta exposición la edad se calcula a
partir del momento de la fecundación y se indica en semanas o meses calendario.
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1.- CAMBIOS MENSUALES DEL FETO Y LA MADRE DURANTE EL EMBARAZO
Uno de los cambios más notables que tienen lugar durante la vida fetal es la relativa desaceleración
del crecimiento de la cabeza en comparación con el resto del cuerpo. Al inicio del tercer mes, la
cabeza constituye aproximadamente la mitad de la longitud cefalocaudal. Al inicio del quinto mes,
su tamaño corresponde a cerca de la mitad de esta medida y en el momento de nacer,
aproximadamente a una cuarta parte. Así, pues, con el tiempo el crecimiento del cuerpo se acelera
y disminuye el de la cabeza. Esta relación cambia radicalmente hasta la adultez, llegando a ser de
1:8 como relación ideal.
2|José Colque
Imagen. Cambios manifiestos hasta las 4 semanas de DIU
3 |T E R C E R A A O C T A V A S E M A N A
Imagen. Cambios manifiestos hasta las 12 semanas de DIU
4|José Colque
Imagen. Cambios manifiestos hasta las 20 semanas de DIU
5 |T E R C E R A A O C T A V A S E M A N A
Imagen. Cambios manifiestos hasta las 28 semanas de DIU
6|José Colque
Imagen. Cambios manifiestos hasta las 38 semanas de DIU
La fecha más precisa es 266 días, o sea 38 semanas después de la fecundación. En condiciones
normales el ovocito se fecunda dentro de las 12 horas después de la ovulación. Por tanto, en general
el embarazo ocurre cuando el acto sexual se efectúa en un periodo de 6 días antes de la ovulación.
Una embarazada consulta a su ginecólogo si pasan dos periodos sucesivos sin que menstrúe. Para
entonces, el recuerdo del coito es vago; de ahí la dificultad de precisar el día de la fecundación.
Se calcula la fecha de nacimiento como 280 días, es decir, 40 semanas contadas a partir del primer
día del último periodo menstrual normal. El método es bastante confiable en las mujeres con
periodos menstruales regulares de 28 días; pero el cálculo puede errar por mucho si los ciclos son
irregulares. Surge una complicación adicional cuando la mujer sangra un poco unos 14 días después
de la fecundación por la actividad erosiva del blastocito al implantarse.
Por ello no siempre es fácil determinar el día del parto. Si nacen mucho antes, se clasifican como
prematuros; si nacen después, como posmaduros.
Una de las características más típicas del desarrollo embrionario humano es la íntima relación que
existe entre el embrión y la madre. El óvulo fecundado contiene poco más que el material genético.
Para sobrevivir y crecer durante la vida intrauterina, el embrión debe mantener una relación en
esencia parasitaria con el cuerpo de la madre, de forma que pueda conseguir el oxígeno y los
nutrientes que necesita y eliminar sus desechos.
También debe evitar el rechazo por el sistema inmunitario de la madre, que podría considerarlo un
cuerpo extraño. Estos requerimientos se cumplen por medio de la placenta y las membranas
extraembrionarias que rodean al embrión y actúan como la interfase entre éste y la madre.
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Los tejidos que constituyen la interfase fetal-materna (placenta y corion) son derivados del
trofoblasto, que se separa de la masa celular interna y rodea a los precursores celulares del embrión
en sí mismo incluso mientras el cigoto en fase de segmentación discurre por la trompa uterina en
su camino hacia la pared del útero para la implantación. Otros tejidos extraembrionarios proceden
de la masa celular interna.
Entre estos últimos se encuentran los siguientes: el amnios (un derivado ectodérmico), que
constituye una cápsula protectora rellena de líquido alrededor del embrión; el saco vitelino (un
derivado endodérmico), que en los embriones de los mamíferos ya no tiene una función principal
nutritiva; el alantoides (un derivado endodérmico), cuya función es la eliminación de los desechos
del embrión, y la mayor parte del mesodermo extraembrionario, que constituye el cordón umbilical,
el tejido conjuntivo que soporta las membranas extraembrionarias y los vasos sanguíneos que
irrigan estas estructuras.
3.1.1.- Amnios
A medida que el embrión temprano presenta los plegamientos craneocaudal y lateral, la membrana
amniótica rodea al cuerpo del embrión como una bolsa llena de líquido, lo que hace que éste quede
suspendido en un ambiente líquido durante todo el embarazo. El líquido amniótico actúa como un
sistema de amortiguación frente a las lesiones mecánicas que podrían afectar al feto; además,
facilita el crecimiento, permite los movimientos normales del mismo y lo protege frente a las
adherencias.
8|José Colque
3.1.2.- Saco vitelino
El saco vitelino es un anexo membranoso adosado al embrión que funciona como sistema
circulatorio en las primeras etapas de desarrollo, antes de que comience la circulación interna.
El saco vitelino está cubierto por una delgada capa mucosa y una pared más interna rica en vasos
sanguíneos que serán aportados al comunicado embrionario. Luego de la gastrulación, el saco
vitelino queda suspendido y sostenido del cuerpo embrionario, con lo que da forma al conducto
vitelino.
El saco vitelino, que está revestido por endodermo extraembrionario, se forma en una localización
ventral respecto al embrión de dos capas cuando el amnios aparece en la parte dorsal del disco
embrionario. A diferencia de lo que ocurre en las aves y los reptiles, el saco vitelino de los mamíferos
es pequeño y carece de vitelo. Aunque se trata de una estructura vestigial en términos de su función
original como una importante fuente de nutrición, el saco vitelino sigue siendo vital para el embrión
debido a otras funciones que desempeña.
El alantoides se origina como una evaginación ventral del intestino posterior revestida por
endodermo. En el embrión humano es sólo un vestigio de una estructura sacular de gran tamaño
utilizada por los embriones de muchos mamíferos, aves y reptiles como órgano respiratorio principal
y como depósito de los desechos urinarios. De manera similar al saco vitelino, el alantoides del ser
humano mantiene sólo una función secundaria que, en este caso, es la respiración. En el ser humano
esta función la realizan los vasos sanguíneos que se diferencian a partir de la pared mesodérmica
del alantoides.
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3.2.- CORION Y PLACENTA
Durante las fases iniciales de la implantación del embrión, los tejidos trofoblásticos no muestran
características morfológicas macroscópicas constantes; por ello, este período se denomina de
embrión prevellositario. A finales de la segunda semana empiezan a tomar forma proyecciones
citotrofoblásticas bien definidas denominadas vellosidades primarias. Poco tiempo después aparece
una zona central mesenquimatosa en el interior de cada vellosidad en expansión, que en estos
momentos se denomina adecuadamente vellosidad secundaria.
Alrededor de la zona central mesenquimatosa de la vellosidad secundaria hay una capa completa
de células citotrofoblásticas, y por fuera de ella se encuentra el sincitiotrofoblasto. Por definición,
la vellosidad secundaria se convierte en una vellosidad terciaria cuando los vasos sanguíneos
atraviesan su zona central mesenquimatosa y se forman nuevas ramas. Este evento tiene lugar hacia
el final de la tercera semana de gestación.
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Es importante comprender las relaciones globales entre los diferentes tejidos embrionarios y
maternos en esta fase del desarrollo. El embrión, fijado por el pedículo de fijación o cordón
umbilical, permanece suspendido de manera eficaz en la cavidad coriónica. Ésta se encuentra
rodeada por la placa coriónica, constituida por mesodermo extraembrionario junto con trofoblasto.
Es la membrana fetal que está en contacto directo con el endometrio del útero y que recubre el
saco coriónico. Está formado por el sincitiotrofoblasto, el citotrofoblasto y el mesodermo
extraembrionario. En su superficie se forman las vellosidades coriónicas para el intercambio entre
la sangre materna y la del embrio/feto.
En las primeras semanas de desarrollo las vellosidades cubren toda la superficie del corion.
Conforme avanza el embarazo, las vellosidades del polo embrionario siguen creciendo y
expandiéndose, y dan origen al corion frondoso (corion velloso). Las vellosidades del polo
abembrionario degeneran; a la tercera semana, este lado del corion recibe el nombre de corion liso.
La diferencia entre los polos embrionario y abembrionario del corion también se refleja en la
estructura de la decidua, capa funcional del endometrio que se desprende durante el parto. La
decidua situada sobre el corion frondoso, decidua basal, consta de una capa compacta de células
grandes, las células deciduales, con abundantes lípidos y glucógeno.
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Esta capa, la placa decidual, está estrechamente conectada al corion. La capa decidual situada sobre
el polo abembrionario es la decidua capsular. Al crecer la vesícula coriónica, esta capa se alarga y
degenera. Más tarde, el corion liso entra en contacto con la pared uterina (decidua parietal) en el
lado opuesto del útero, de modo que ambas se fusionan y obliteran la luz uterina. Por tanto, la
única parte del corion que participa en el proceso de intercambio es el corion frondoso que, junto
con la decidua basal, constituye la placenta. Asimismo, la fusión del amnios con el corion para
formar la membrana amniocoriónica oblitera la cavidad coriónica. Es esta membrana la que se
rompe durante el parto (cuando “se rompe la fuente”).
Las vellosidades coriónicas maduras constituyen una masa muy compleja de ramificaciones en
apariencia entremezcladas. La parte central de una vellosidad está constituida por vasos sanguíneos
y por mesénquima con una composición similar a la del cordón umbilical. La parte central de la
vellosidad está cubierta por una capa continua de sincitiotrofoblasto con una cantidad mínima de
células citotrofoblásticas bajo la misma. La superficie del sincitiotrofoblasto está cubierta a su vez
por un número extraordinario de microvellosidades, lo que incrementa en gran medida la superficie
total de la placenta.
El tamaño y la densidad de las microvellosidades no son constantes, sino que se modifican al avanzar
la edad de la placenta y al cambiar las condiciones ambientales. Por ejemplo, en condiciones de
nutrición materna escasa o de dificultad para el transporte de oxígeno aumenta la prominencia de
las microvellosidades. La falta de adaptación de estas microvellosidades a las condiciones adversas
puede hacer que el recién nacido presente un peso bajo al nacer.
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3.3.- DECIDUA
La decidua es el endometrio uterino de una mujer embarazada. Es la capa funcional del endometrio
que se separa del resto del útero tras el parto. Las tres regiones de la decidua se denominan en
función de la relación que tienen con el sitio de implantación:
3.4.- PLACENTA
La placenta —del latín torta plana refiriéndose a su apariencia en humanos- es un órgano efímero
presente en los mamíferos placentarios y que relaciona estrechamente al embrión o al feto con su
madre, satisfaciendo las necesidades de respiración, nutrición y excreción del feto durante su
desarrollo. La placenta se desarrolla de las mismas células provenientes del espermatozoide y el
óvulo que dieron desarrollo al feto y tiene dos componentes: una porción fetal, el corion frondoso
y una porción materna o decidua basal.
Al inicio del cuarto mes la placenta tiene dos componentes: 1) una parte fetal, formada por el corion
frondoso, y 2) una parte materna, formada por la decidua basal. En el lado fetal, la placenta está
bordeada por la placa coriónica; en el lado materno, por la decidua basal, cuya placa decidual está
estrechamente integrada a la placenta. En la zona de unión se entremezclan las células
trofoblásticas y deciduas. La zona, caracterizada por células gigantes deciduales y sincitiales, es rica
en material extracelular amorfo. En esta fase del desarrollo, ya degeneró la mayoría de las células
citotrofoblásticas. Entre las placas coriónica y decidual se hallan espacios intervellosos llenos de
sangre materna. Provienen de las lagunas del citiotrofoblasto y están recubiertas con sincitio de
origen fetal.
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Los árboles vellosos crecen y llegan a las lagunas sanguíneas intervellosas. Durante el cuarto y el
quinto meses, la decidua produce varios tabiques deciduales, que se proyectan en los espacios
intervellosos pero sin llegar a la placa coriónica. Estos tabiques tienen un núcleo de tejido materno
pero su superficie está cubierta por una capa de células sincitiales, de modo que una capa sincitial
separa siempre la sangre materna en las lagunas intervellosas del tejido fetal de las vellosidades.
Tras la formación de este tabique la placenta queda dividida en varios compartimentos o
cotiledones. Como los tabiques deciduales no llegan a la placa coriónica, se mantiene el contacto
entre los espacios intervellosos de los cotiledones.
La placenta tiene la forma de un discoide con diámetro de 15 a 25 cm, mide unos 3 cm de grosor y
pesa de 500 a 600 g. En el parto se desprende de la pared uterina y se expulsa aproximadamente 30
minutos después del nacimiento del niño.
Cuando la placenta se ve desde el lado materno, se distinguen con claridad entre 15 y 20 áreas un
poco abultadas –los cotiledones– cubiertas por una capa delgada de decidua basal. Los tabiques
deciduales producen surcos entre los cotiledones. La superficie fetal de la placenta está cubierta en
su totalidad por la placa coriónica. Varias arterias y venas grandes, los vasos coriónicos, convergen
hacia el cordón umbilical. Por su parte, el corion está cubierto por el amnios. Casi siempre la unión
del cordón umbilical es excéntrica e incluso marginal a veces, pero rara vez se inserta en las
membranas coriónicas fuera de la placenta.
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Imagen. Relaciones entre el embrión y la decidua materna
Intercambio de gases
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Transmisión de anticuerpos maternos
La competencia inmunológica comienza a adquirirse a finales del primer trimestre, cuando el feto
elabora los componentes del complemento. Las inmunoglobulinas constan casi enteramente de la
inmunoglobulina materna G (IgG), la cual empieza a ser transportada de la madre al feto
aproximadamente a las 14 semanas. Así el feto obtiene inmunidad pasiva contra varios agentes
infecciosos. El recién nacido empieza a producir sus propia IgG, pero alcanza los niveles adultos a
los 3 años de edad.
Producción de hormonas
Al final del cuarto mes la placenta produce progesterona en cantidades suficientes para mantener
el embarazo, si el cuerpo lúteo se elimina o no cumple bien su función. Muy probablemente las
hormonas se sintetizan en el trofoblasto sincitial. Aparte de progesterona, la placenta también
produce cantidades crecientes de hormonas estrogénicas –sobre todo estriol– hasta poco antes que
termine el embarazo, momento en que logra el nivel máximo. Esos niveles altos de estrógeno
estimulan el crecimiento del útero y el desarrollo de las glándulas mamarias.
Entre las primeras 34 y 38 semanas de gestación, el miometrio uterino no responde a las señales del
parto (nacimiento). Durante las últimas 2 a 4 semanas, este tejido pasa por una fase de transición
en preparación para el inicio del parto. Esta fase termina con engrosamiento del miometrio en la
región superior del útero, con el ablandamiento y adelgazamiento de la región inferior y del cuello
uterino.
La fase 1 se realiza mediante las contracciones uterinas que a manera de cuña impulsan el saco
amniótico contra el conducto cervical. Si las membranas ya se rompieron, la presión se ejercerá
contra una parte del feto, normalmente la cabeza. En la fase 2 intervienen las contracciones
uterinas, pero la fuerza decisiva consiste en el aumento de la presión intraabdominal proveniente
de la contracción de los músculos abdominales. La fase 3 requiere contracciones uterinas que se
facilitan al intensificarse la presión abdominal.
Conforme se contrae el útero, la parte superior se retrae creando una luz cada vez más pequeña,
mientras la parte inferior se expande dándole dirección a la fuerza. Las contracciones suelen
comenzar a intervalos de 10 minutos; después, durante la segunda etapa, se producen a intervalos
de < 1 minuto y duran de 30 a 90 segundos. Es necesario que se produzcan como pulsos para que el
feto sobreviva, pues son lo bastante fuertes para comprometer el flujo sanguíneo uteroplacentario
que llega al feto.
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