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Mentir para Decir La Verdad

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Literatura (Prof.

Adriana Moreno) Unidad 1

Mentir para decir la verdad

Liliana Bodoc, escritora argentina, participó de TEDxRíodelaPlata. En su charla “Mentir para decir la
verdad” invita a los estudiantes a comprender el valor de las palabras y su utilización.

La oradora presenta un mundo de fantasía en el que, paradójicamente, las mentiras sirven para decir
verdades. La reflexión sobre las palabras motiva a los alumnos, por un lado, a expresarse mejor, y
por otro, a pensar en los recursos lingüísticos que se ponen en práctica tanto para generar acciones
como para despertar sentimientos.

- Hola a todos, hola a todas ya todos, muchas gracias por la compañía, la compañía de
cerca, la compañía de lejos. Esto se trata de la palabra, se trata de esta cosa que nos hace
humanos, que nos acompaña siempre. Se festeja la primera palabra que dice el bebé. Se
crece con la palabra y se piensa a menudo en las últimas palabras que vamos a decir: “sus
últimas palabras fueron”. Y sin embargo, a veces convivimos con ellas y no nos paramos a
reflexionarlas, no nos paramos a quererlas, no nos paramos a acariciarlas. Y la verdad es
que las palabras tienen que ver con lo que somos, tal como los huesos, como la sangre,
como los músculos, como los nervios.
Palabras, somos palabras, por eso somos seres humanos. Claro que hay muchas clases
de palabras, y a mí hay una que me interesa en particular compartir con ustedes, y es la
palabra poética, la palabra literaria. Y esa fenomenal potencia que tiene para
atravesarnos. La palabra poética es una palabra que dice lo que no dice, que dice mucho
más allá, mucho más adentro. Es la palabra, que derriba muros y que llega hasta el final
del sentido. Y sin embargo, como extrañamente, a veces está en el cajón de los
repasadores, en el patio de atrás, no parece tan seria, ¿no? El pensamiento poético no
parece tan serio como el pensamiento racional, es cosa de tía solterona, cosa de locos, cosa
de enamorados, cosa de adolescentes.
Y sin embargo, creo yo fervientemente que el pensamiento poético y la palabra poética
nos sirven para conocer de una manera absolutamente insustituible. Es decir, lo que
conoce el pensamiento poético no lo puede conocer ninguna otra cosa más y no estoy
estableciendo categorías ni estableciendo competencias. Me parece que la verdad está
establecida entre todas las formas de pensamiento. Entonces, qué bueno que los científicos
nos explican el mundo, que los biólogos, los físicos, los químicos, nos expliquen este lugar
que habitamos. Pero qué bueno que también los poetas nos lo expliquen porque mi
sensación cuando salimos a la calle es que salimos mucho más al mundo poético que al
mundo racional. Salimos a pelear contra fantasmas, contra gigantes, contra nosotros
mismos, salimos a amar, salimos a llorar, y para eso sí que nos sirve el pensamiento
poético. Yo pienso por ejemplo en una sandía. La sandía y un botánico explicándome la
sandía y yo, agradecida de que me explique la sandía. Pero después viene un poeta, Pablo
Neruda en este caso, y con unas poquitas palabras, que no las conté pero que no llegan a
diez o doce, me dice, se pregunta: “¿de qué se ríe la sandía, cuando la están asesinando?”
Y a mí me parece que esa es una manera absolutamente particular de conocer esa sandía
y que después de escuchar eso y cuando la vamos a morder algo muy bonito va a pasar,
estamos asesinando una fruta y a mí me parece que esto es verdaderamente poderoso.
Tenemos que conocer el conocimiento que deviene del arte porque es un conocimiento
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de la libertad, es un conocimiento particularísimo. Hay dos cositas que a mí me gustaría


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decir acerca de la palabra poética. Una tiene que ver con el silencio. La palabra poética es
puro silencio. Los poetas hacen que el silencio diga lo que ellos tienen ganas de decir y se
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acabó. Una poesía es solamente un silencio rodeado de las palabras precisas. Y si no,
escuchen este poema que es tan viejo que es anónimo, tan viejo que es chino. Miren cómo
este señor o señora, ¿quién sabe, no?, habló de una relación sexual, habló de un acto de
amor entre un hombre y una mujer y el tipo lo hizo sin hacer una sola mención particular
al asunto. Dice: “Maldije a la lluvia que azotaba mi techo y no me dejaba dormir y al
viento, maldije que vino a robarme galas del jardín. Pero tú llegaste y alabé la lluvia
cuando te quitaste la túnica empapada y al viento di gracias, porque con su soplo se
apagó la lámpara”. Bueno, el chino la tenía clara para empezar. Y porque era un poeta,
lástima no saber cómo se llamaba… o no importa, al cabo. Porque era un poeta fue capaz
de hablar de una relación sexual sin decir una sola cosa directa, explícita. Porque ese es el
maravilloso silencio del lenguaje poético. Eso y la mentira.
Ustedes saben que hasta en la palabra la ficción y la mentira están absolutamente
relacionadas: “Es un cuentero'', “no me hagas el verso”. Todo el tiempo hay ahí un
maridaje entre la ficción y la mentira. Y algo de eso sucede. A mí me pasó una cosa que
les voy a contar: cuando era bastante chiquita, siete años más o menos. Y yo pude intuir a
través de esta pequeña anécdota que ya les cuento, lo que era la ficción. Siete años tenía
yo cuando murió mi madre y a partir de entonces tomé la costumbre de mentir. Mentía
mucho, mentía desfachatadamente, pero no metía para conseguir ninguna cosa personal.
No mentía para quedarme con el vuelto, o para decir que iba a la casa de Anita cuando en
realidad iba a lo de Pedrito. No mentía en mi favor. Con lo cual, más que mentía, vacilaba.
Una suerte de pequeña mitómana ahí, andando por el mundo. Un día, llegué a la escuela
diciendo que había estado todo el día ciega. Ciega había buscado el guardapolvo y ciega
me lo había puesto, y ¡encima se prendía de atrás! y ciega me había tomado el colectivo, y
ciega había llegado a la escuela, hasta ese ratito atrás, nomás, que me había vuelto la
vista. Les conté eso yo a mis compañeritas de la escuela. Mis compañeritas deben haber
ido a contarle a la señorita y la señorita me esperó cuando yo llegué. A lo mejor estaba
cansada de escucharme mentir, ¿no? Lo digo en su favor. Cuando yo entré al aula, había
un grupo de compañeritas que junto con la maestra me empezaron a gritar: “¡Mentirosa,
mentirosa, mentirosa!” Bueno, mi primer recuerdo es, y ustedes con seguridad me van a
entender, esa lágrima que hace una cortina cuando una pestañea se cae. Si uno tiene los
ojos abiertos se queda, se queda, pero pum...una sola pestañear y la lágrima se va. Y yo,
chiquita como era, no le pude explicar a la señorita, que en realidad no estaba mintiendo
del todo, que en realidad sí andaba un poquito en penumbras, sí andaba buscando un
lugar del que agarrarme ,pero no tenía otra forma más que hacerlo mintiendo de una
manera, torpe, boba...Era mi forma de hacer literatura. Porque la verdad es que uno sigue
haciendo eso, uno sigue mintiendo para decir la verdad. Y esto me parece que es otra de
las grandes potencias de la palabra literaria. Hace buena la mentira. Creo que es la única
mentira amable, la mentira de la literatura.
Y por último, para ir cerrando, decirles que yo creo que hay que entender la palabra
como la han entendido siempre nuestros pueblos originarios y muchos otros pueblos y
muchas otras culturas ancestrales. La palabra nunca como algo inocente, nunca como
una cosa neutra. Nunca como una cosa que se pronuncia y no transforma nada. “Decir es
hacer”, decían nuestros chamanes, nuestros abuelos, nuestros taitas. Decir es hacer, decir
es transformar. Miren, por ejemplo, yo digo: ´´estoy triste, pero además, estoy cansada de
estar triste. Y lo peor de la tristeza es despertarse, porque cuando uno se despierta es
cuando se cae encima”. O digo: “No saben a quién vi recién en la esquina. Venía, como
mirando la numeración, me habían dicho 31, no sabía. Y de repente paso y digo, no,¡ no
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puede ser que sea él! Estás re- loca Liliana, no puede ser” .Pero me paré y volví, y digo:
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“No, es él” ¿Saben a quién vi en la esquina?” O digo:”La verdad que dudé mucho cuando
me invitaron a venir acá, porque digo, si a los pibes no les importa nada de nada. No les
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importa nada de la palabra, no le importa nada de la poesía ¿no sería tirarle margaritas a
los chanchos?” O digo:” Muchas gracias por estar acá, de verdad, de corazón. Porque sé
que ustedes son la palabra, porque sé que ustedes son poesía. “
Bueno y vieron que no pasó nada, no sucedió ninguna cosa, ni se movió ningún objeto.
Solo palabras pueden generar que de verdad la realidad se transforme. Creo que la
palabra nos hace libres, creo que la palabra nos hace bellos, creo que la palabra nos hace
luminosos Y creo que si alguna vez nos toca quedarnos sin palabras es bueno que sea
porque estamos maravillados y no porque estamos vacíos. Eso, gracias.”

Liliana Bodoc, escritora argentina (1958- 2018)


Ciclo de conferencias TEDX Río de La Plata. Buenos Aires, julio de 2012

Actividades

a) Resumí qué es la palabra y cuál es su importancia, según Liliana Bodoc.


b) ¿Qué es la palabra poética? ¿Para qué sirve el pensamiento poético?
c) ¿Cómo es, según Liliana Bodoc, el conocimiento que se obtiene a partir del arte?
d) ¿Cuál es la función del silencio en el lenguaje poético? ¿Y la función de la mentira?
e) ¿Para qué recita Liliana Bodoc el poema anónimo del chino? ¿Como ejemplo de qué lo
presenta?
f) Según la oradora, ¿cómo conciben las palabras los pueblos originarios?
g)¿ En qué situaciones de tu vida utilizás el lenguaje poético y para qué?
h)¿ Con qué contenidos trabajados durante la unidad 1 podemos relacionar esta charla?
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