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Alquimia política
LA POLÍTICA SIN MASAS
Por: Ramón E. Azócar A.*
Imagen: Fotografía, composición de Allan McDonald, 2020.
Una de las obras más emblemáticas de la literatura politológica moderna es “La
Rebelión de las masas”, del filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955); el argumento del libro es simple: el malestar respecto al hombre-masa. La obra fue publicada en 1929, un tiempo en el cual el mundo Occidental arrastraba los efectos de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que tuvo como consecuencia profundas grietas económicas en el orden económico internacional, ante un escenario en Europa, que es donde se escribió la obra, de un descenso demográfico directo e indirecto de alrededor del 10% de la población europea y de un 3.5% del capital existente, según reseña Francisco Comín, en su ensayo “La economía internacional en los años de entreguerras (1914-1945)”. El gasto público es descomunal, producto de la deuda pública tanto interna como externa, y supuso la multiplicación por seis de la deuda ya existente, esto llevó a la insana idea de producir dinero inorgánico, sin respaldo, alcanzándose una fuerte presión inflacionista. En el texto de Ortega y Gasset, se hizo un esbozo de los regímenes totalitaristas y se criticó fuertemente la sociedad tradicional en lo que consideraba el ocaso de las democracias liberales y el desgaste del ideal de libertad e igualdad proclamada en el siglo XIX. La conquista del derecho al voto para la mujer, la masificación de los automóviles y el incipiente crecimiento del progreso a través de la técnica y la medicina, llevó a la civilización hacia una modernidad contemporánea haciendo a un lado los orígenes y el sentido de proporcionalidad de la evolución, e interesándose más por lo inmediato, lo efímero de consumir sin necesidad. Mostró una sociedad enmarcada las imágenes de la superficialidad, el conformismo y el menosprecio hacia el que piensa distinto; “la masa son siempre los otros”, esgrimió Ortega y Gasset, ya que la sociedad que venía sometida a las élites políticas, pasó a considera la masa que mostró interés por gobernar, pero la falta de capacidad de una clase media sin ideas y falta de creatividad para solucionar problemas de la vida cotidiana en un escenario de crisis prolongada en Europa, hace posible que la masa adquiere poder para convertir su liderazgo en una nueva condición de barbarie, dominada por un líder mesiánico cuyo interés va más allá del culto al personalismo, porque su deseo es construir una dependencia férrea de la masa hacia el Estado. En el prólogo a la edición francesa del libro, Ortega y Gasset dice: “…Como en estas páginas se hace la anatomía del hombre hoy dominante, procedo partiendo de su aspecto externo, por decirlo así, de su piel, y luego penetro un poco más en dirección hacia sus vísceras. De aquí que sean los primeros capítulos los que han caducado más. La piel del tiempo ha cambiado. El lector debería, al leerlos, retrotraerse a los años 1926-1928. Ya ha comenzado la crisis en Europa, pero aún parece una de tantas. Todavía se sienten las gentes en plena seguridad. Todavía gozan de los lujos de la inflación. Y, sobre todo, se pensaba: ahí esta América! Era la América de la fabulosa prosperity. Lo único que cuanto va dicho en estas páginas que me inspira algún orgullo, es no haber padecido el inconcebible error de óptica que entonces sufrieron casi todos los europeos, incluso los mismos economistas. Porque no conviene olvidar que entonces se pensaba muy en serio que los americanos habían descubierto otra organización de la vida que anulaba para siempre las perpetuas plagas humanas que son las crisis. A mí me sonrojaba que los europeos, inventores de lo más alto que hasta ahora se ha inventado - el sentido histórico, mostrasen en aquella ocasión carecer de Él por completo. El viejo lugar común de que América es el porvenir había nublado un momento su perspicacia. Tuve entonces el coraje de oponerme a semejante desliz, sosteniendo que América, lejos de ser el porvenir, era en realidad un remoto pasado, porque era primitivismo. Y, también contra lo que se cree, lo era y lo es mucho más América del Norte que la América del Sur, la hispánica. Hoy la cosa va siendo clara, y los Estados Unidos no envían ya al viejo continente señoritas para -como una me decía a la sazón- convencerse de que en Europa no hay nada interesante”. En Ortega y Gasset, las “masas” eran el todo de muchas partículas conocidas como “hombre masa”, es decir, el todo para Ortega y Gasset, no era las “masas”, sino que las “masas” venían producto de un todo individual que tenía todas las características de una entidad independiente; ese “hombre masa” es el que no está al mismo nivel de sí mismo y se encuentra a la mitad de camino entre el ignorante y el sabio. El “hombre masa” se piensa que conoce el mundo y que lo puede dominar a su antojo; como lo señala Ortega y Gasset, es el hombre que “…cree saber y no sabe, y el que no sabe lo que debería saber”. Se pregunta el autor en su libro: “¿Qué es lo que vemos, y al verlo nos sorprende tanto? Vemos la muchedumbre, como tal, posesionada de los locales y utensilios creados por la civilización. Apenas reflexionamos un poco, nos sorprendemos de nuestra sorpresa. Pues qué, ¿no es el ideal? El teatro tiene sus localidades para que se ocupen; por lo tanto, para que la sala esté llena. Y lo mismo los asientos del ferrocarril, y sus cuartos el hotel. Sí; no tiene duda. Pero el hecho es que antes ninguno de estos establecimientos y vehículos solían estar llenos, y ahora rebosan, queda fuera gente afanosa de usufructuarlos. Aunque el hecho sea lógico, natural, no puede desconocerse que antes no acontecía y ahora sí; por lo tanto, que ha habido un cambio, una innovación, la cual justifica, por lo menos en el primer momento, nuestra sorpresa… Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender. Es el deporte y el lujo específico del intelectual. Por eso su gesto gremial consiste en mirar al mundo con los ojos dilatados por la extrañeza. Todo en el mundo es extraño y es maravilloso para unas pupilas bien abiertas. Esto, maravillarse, es la delicia vedada al futbolista, y que, en cambio, lleva al intelectual por el mundo en perpetua embriaguez de visionario. Su atributo son los ojos en pasmo. Por eso los antiguos dieron a Minerva la lechuza, el pájaro con los ojos siempre deslumbrados.” Ese “hombre masa” al cual se refiere Ortega y Gasset, como una entidad independiente y auto productora de empatía y liderazgo que lleva el mundo social hacia valores superficiales e infértiles, y que hace de la política un medio para un fin supremo que es oscuro para las masas, comienza a padecer de síntomas de barbarie y siente que tiene el derecho de cambiar el sentido de la historia. El fascismo moderno ha sido eso, una jauría de “hombres masa” que han apostado al deterioro de los valores y a la imposición de nuevas reglas de juego donde se le permita a un puñado de miembros de la “muchedumbre”, término usado por Ortega y Gasset, tomar el control de las decisiones que dirigen los destinos de las masas, para sostener sus apetitos de placer y de morbosidad que les hacen ser líderes de algo que califican como movimiento, salida, nueva revelación, algo que tinta esperanzador en tiempo de desesperanzas. Ortega y Gasset, definiendo su idea de “muchedumbre”, explica que es una imagen cuantitativa y visual; la cual traduce sin alterarlo, “….a la terminología sociológica. Entonces hallamos la idea de masa social. La sociedad es siempre una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de individuos especialmente cualificados. La masa es el conjunto de personas no especialmente cualificadas. No se entienda, pues, por masas, sólo ni principalmente las masas obreras. Masa es el hombre medio. De este modo se convierte lo que era meramente cantidad -la muchedumbre- en una determinación cualitativa: es la cualidad común, es lo mostrenco social, es el hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico. Qué hemos ganado con esta conversión de la cantidad a la cualidad? Muy sencillo: por medio de ésta comprendemos la génesis de aquella. Es evidente, hasta perogrullesco, que la formación normal de una muchedumbre implica la coincidencia de deseos, de ideas, de modo de ser, en los individuos que la integran. Se dirá que es lo que acontece con todo grupo social, por selecto que pretenda ser. En efecto; pero hay una esencial diferencia…En rigor, la masa puede definirse, como hecho psicológico, sin necesidad de esperar a que aparezcan los individuos en aglomeración. Delante de una sola persona podemos saber si es masa o no. Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo -en bien o en mal- por razones especiales, sino que se siente ´como todo el mundo y, sin embargo, no se angustia, se siente a saber al sentirse idéntico a los demás. Imagínese un hombre humilde que al intentar valorarse por razones especiales -al preguntarse si tiene talento para esto o lo otro, si sobresale en algún orden-, advierte que no posee ninguna cualidad excelente. Este hombre se sentirá mediocre y vulgar, mal dotado; pero no se sentirá masa...” En una sentido puntual, la “masa no es lo mismo que multitud”; la masa no es un fenómeno cuantificable, ni único e individual; es algo potencial, que puede llegar a ser masa desde el momento en que se identifica con los grupos de poder; Ortega y Gasset presenta a modo de el mito la decadencia de Occidente, pero lo que está es modelando la figura real de una visión del presente, como consecuencia de una tradición que se volvió inútil y cuyo testimonio es de ruptura, por lo que la idea de mito se desvanece y es suplantada con el retrato de una realidad más cruda que toma para sí no solamente el mundo civilizatorio, sino los valores que ese mundo ha ido construyendo y lacerando. Ortega y Gasset, hace alusión a la intensificación de la vida en esa realidad del “hombre masa”; una intensidad que le acerca a lo lejano y lo cercano, a través de nuevos medios de comunicación de la muchedumbre; la sociedad se reduce las distancias y todos conocen lo que todos están haciendo pero en razón de lo que permite conocer los ostentadores de esa tecnología moderna. Algunos “hombre masa” se hacen depositarios de la confianza de quienes dirigen la sociedad y crean para ellos vías de información que consolide la superficialidad de las masas y haga posible una “dependencia perpetua”. La postura de Ortega y Gasset es de una sola pieza: “…la perfección misma con que el siglo XIX, ha dado una organización a ciertos órdenes de la vida, es origen de que las masas beneficiarias no la consideren como organización, sino como naturaleza. Así se explica y define el absurdo estado de ánimo que esas masas revelan: no les preocupa más que su bienestar, y, al mismo tiempo, son insolidarias de las causas de ese bienestar. Como no ven en las ventajas de la civilización un invento y construcción prodigiosos, que sólo con grandes esfuerzos y cautelas se pueden sostener, creen que su papel se reduce a exigirlas perentoriamente, cual si fuesen derechos nativos. En los motines que la escasez provoca suelen las masas populares buscar pan, y el medio que emplean suele ser destruir las panaderías. Esto puede servir como símbolo del comportamiento que, en más vastas y sutiles proporciones, usan las masas actuales frente a la civilización que las nutre… Por lo pronto somos aquello que nuestro mundo nos invita a ser, y las facciones fundamentales de nuestra alma son impresas en ella por el perfil del contorno como por un molde. Naturalmente, vivir no es más que tratar con el mundo. El cariz general que él nos Presente será el cariz general de nuestra vida...” La figura en la sociedad más representativa del “hombre masa”, es el Estado contemporáneo; ese Estado, a juicio de Ortega y Gasset, “…es el producto más visible y notorio de la civilización. Y es muy interesante, es revelador, percatarse de la actitud que ante él adopta el hombre-masa. …este lo ve, lo admira, sabe que está ahí, asegurando su vida; pero no tiene conciencia de que es una creación humana inventada por ciertos hombres y sostenida por ciertas virtudes y supuestos que hubo ayer en los hombres y que puede evaporarse mañana. Por otra parte, el hombre-masa ve en el Estado un poder anónimo, y como él se siente a sí mismo anónimo -vulgo-, cree que el Estado es cosa suya. Imagínese que sobreviene en la vida pública de un país cualquiera dificultad, conflicto o problema: el hombre-masa tender· a exigir que inmediatamente lo asuma el Estado, que se encargue directamente de resolverlo con sus gigantescos e incontrastables medios…” El hombre masa de Ortega y Gasset, es el pequeño caprichoso, que desconoce fronteras y deberes; los logros de la civilización para él son algo dado, defendiendo ideas que no son más que un cúmulo de banalidades, pero como es un ser ególatra y egocéntrico, siente como bien que la sociedad se sostenga sobre hilos endebles. Ortega y Gasset, describía que hasta Alejandro y César, la historia de Grecia y de Roma consistió en la lucha incesante entre esos dos espacios: entre la ciudad racional y el campo vegetal, entre el jurista y el labriego, entre el ius y el rus; este origen de la urbe es una pura construcción abstracta, corresponde a una verdad simbólica, donde el estrato primario y más hondo de su memoria conservan los habitantes de la ciudad grecolatina el recuerdo de un synoikismos. “Es la república, la politeia (según Ortega y Gasset), que no se compone de hombres y mujeres, sino de ciudadanos. Una dimensión nueva, irreductible a las primigenias y más próximas al animal, se ofrece al existir humano, y en ella van a poner los que antes sólo eran hombres sus mejores energías. De esta manera nace la urbe, desde luego como Estado”. La realidad europea para la época de publicación de “La rebelión de las masas”, había quedado sin moral; donde el centro del gobierno del hombre masa, consiste en la “…aspiración a vivir sin supeditarse a moral ninguna”; la ironía de la obra se cifra en el cotejo entre las posibilidades disponibles al hombre masa moderno y su inercia, el hombre masa ve en el Estado un poder anónimo, y como él se siente a sí mismo anónimo vulgo y se apodera del Estado moderno solamente al ver que su falta de identidad personal implica la ecuación de un Estado fascista controlado por el hombre masa. Ortega y Gasset, al hacer alusión al Estado fascista puso de ejemplo el Estado bolchevique y por ende la experiencia del socialismo real de la Rusia de entonces, eso no significa que todo Estado de corte socialista o de justicia social, sea un Estado fascista, aquél Estado de principios del siglo XX, tenía esas características, cada país tiene su propia realidad, sus límites y consistencias. Por ello, traer al siglo XXI, el argumento del hombre masa como crítica a los modelos socialistas que se han ido emergiendo, es una verdadera desproporción, porque más afinidad tienen los Estados de corte capitalista-neoliberal de fascistas que los modelo sociales revolucionarios que sobreviven aferrados a la dignidad y a la esperanza por una independencia total de los Imperios. El hombre masa, a todas estas, reconoce como todo el mundo y eso no le provoca angustia; es el sujeto aglomerado (muchedumbre) del siglo XX, que valiéndose del individualismo heterogéneo radical, en la sociedad en red (o la sociedad en la era digital), ha desplazado el paradigma fatalista de un mundo orientado al abismo; el hombre masa comienza a interiorizar su papel y a buscar comportarse más como un hombre social, no masa, capaz de entender que solamente la cooperación nos libra de problemas que exigen una respuesta común, tales como la emigración, la desigualdad y el derrumbe del planeta; el hombre masa ha buscado resistirse, extendiéndose por la red, pero la certera visión de Umberto Eco lo ha colocado en su sitio: es la universalización de la estupidez vía Twitter. la capacidad de las redes sociales no es solamente para unir las voluntades de ese hombre masa, sino para causar en él, por la vía de meta-verdades, confusión acerca de lo que realmente sucede en el mundo; lo entendido como un invento que viniera por la vía de la innovación a fortalecer las relaciones sociales creando masas de consenso en torno a lo que se los grupos de poder consideran verdad, ha fracasado y hoy se tiene una sociedad a expensas del engaño y la manipulación, donde el sentido y bien común, le ha dado el golpe de gracia a ese hombre masa que ha confiado en un consenso ficticio para un Estado cada vez más incongruente con los intereses de la muchedumbre que confió en él. Ortega y Gasset, sin querer queriendo, vaticinó un hombre masa extinto, suplantado por un hombre social activo, defensor de sus derechos y conciente de la manipulación de quienes fingen en la sociedad moderna como “políticos”. Expone: “El hombre necesita un derecho dinámico, un derecho plástico y en movimiento, capaz de acompañar a la historia en su metamorfosis. La demanda no es exorbitante ni utópica, ni siquiera nueva. Desde hace más de setenta años, el derecho, tanto civil como político, evoluciona en ese sentido…Pero, a mi juicio, lo más fértil sería analizar a fondo e intentar definir con precisión… el fenómeno jurídico más avanzado que se ha producido hasta la fecha en el planeta: la British Commonwealth of Nations.” La política hoy día se plantea sin “masas”, sino de facciones; claro está, desde Latinoamérica esto se ve extraño, porque el modelo de Estado populista de masas sigue teniendo vigencia, pero es un modelo que va en deterioro. Hay un vocablo que se usó desde la antigüedad para denotar la degeneración del gobierno de la muchedumbre: Oclocracia. O como se entiende mejor, gobierno del pueblo; se muestra como formas de degeneración de la democracia, del mismo modo que la monarquía puede degenerar en tiranía o la aristocracia en oligarquía; se ha dicho de él que es la “tiranía de la mayoría”; fue acuñado al historiador griego Polibio (200 antes de Cristo); hoy día la democracia es el gobierno del pueblo, el cual siguiendo un protocolo de consulta general se legitima el poder del Estado, convirtiendo en un agende de biopolítica, en los términos que la entendió Michel Foucault (1926-1984), como el ejercicio del poder no sobre los territorios, sino sobre la vida de los individuos y las poblaciones. Rodrígo Borja (1966), político y jurista ecuatoriano, escribió, haciendo referencia a la obra de Ortega y Gasset “La rebelión de las masas”, que es un documento aleccionador para describir el fenómeno de la irrupción de las multitudes en los escenarios citadinos hoy día; el “lleno” es la característica principal de la sociedad de masas. “…Mientras escribía este artículo (año 2017) había 7.490 millones de habitantes sobre la Tierra…de los cuales 384.984 nacieron ese día, a razón de 16.041 cada hora, o sea 268 por minuto. Pero ese crecimiento no es equilibrado: el 95% corresponde a los países de Asia, África y América Latina, mientras que los Estados desarrollados tienen tasas de fecundidad mucho más bajas. Y la explosión demográfica va acompañada de cifras de emisión de CO2 y de calentamiento planetario que marcan ya un indetenible y trágico crecimiento. Giovanni Sartori, en su libro La Tierra explota, afirma que la desorbitada explosión demográfica del planeta…amenaza la vida de la humanidad…En lo político esto conduce al populismo y la demagogia, que son precisamente métodos para arrebañar a las muchedumbres y conducirlas hacia donde los demagogos y los populistas quieren...” Lo complejo de esto es que las masas desorientadas tienden a imponer gobiernos populistas que sirven a las plutocracias; líderes erráticos, expone Borja, simuladores y miméticos del populismo que conducen a posiciones contrarias a sus intereses, donde los caudillos populistas fascinan a las multitudes, sin dejar de servir a las oligarquías. En este tiempo de pandemia mundial donde la política le ha quitado en Latinoamérica la masa al político, dejándolo como un adorno de la vitrina popular de la televisión para expresar su mensaje, se está en una realidad nueva, con un escenario de diálogo indirecto, que permite tiempo para la reflexión del discurso, de las ofertas electorales; tiempo en el que el populismo de vitrina toma cuerpo y se va consustanciando con las necesidades de una muchedumbre que ya no se siente tan cercana al poder. Hace falta en el ahora histórico, hacer valer la propuesta de Ortega y Gasset, esbozado a partir de 1914, de darle una vertebración a las naciones (aunque él se refería a la realidad de España) como sociedad civil, porque el problema a resolver, desde la política del hombre masa transformado en hombre social, es consolidar la vitalidad social que dinamice el protagonismo social a través de la universalización de la aristocracia moral y de la potenciación y creación de instituciones que hagan posible compartir la responsabilidad cívica en la promoción y gestión de los asuntos públicos. Es necesario un mayor protagonismo de los ciudadanos, democracia participativa y protagónica, en el ejercicio de su libertad y toma un rumbo claro en la dirección hacia el desarrollo de una sociedad “vertebrada y con espacios activos de participación de los ciudadanos en las instituciones sociales”. En tal sentido, Ortega y Gasset plantea buscar nuevas fuerzas transformadoras de la sociedad en las instituciones civiles, donde los actores políticos tradicionales que se han mostrado incapaces de emprender un proceso de reformas sostenido que priorice lo social por encima de lo financiero-económico, sean sustituidos por actores políticos que vean en la pluralidad un leguaje de consenso y donde las minoría de los ciudadanos estén dispuestos a asumir su tarea y su protagonismo en el quehacer público en el marco de la supremacía del poder vital. Ortega y Gasset, insiste en la oposición crítica lo viejo y lo nuevo; erradicar la inercia frente al protagonismo, o el Estado frente a la Nación, confrontando la realidad y creando en ella un ideal de legalidad y moralidad, donde el hombre masa minimizado pase a ser un hombre social individuo original, en una sociedad diluyente que determinan la articulación entre minoría y masa. En este sentido, expone Ángel Peris, en su ensayo “Propuestas para la reforma de la democracia en el pensamiento de Ortega y Gasset” (2013), que la vertebración social “…debe permitir en primer lugar proteger la libertad frente a las tendencias abusivas del estatismo intervencionista, la tendencia a legislarlo todo. Pero del mismo modo, debe protegerse de los movimientos antiliberales de tendencia totalitaria que tienden a unificar y a imponerse sin límite …Ortega nunca renegó de la democracia en el marco del liberalismo. Ambos eran irrenunciables. Sin embargo la democracia, como el liberalismo, hay que tomarse e trabajo de pensarlos. No son concepciones abstractas, definitivas, deshistorizadas. Del mismo modo que el liberalismo es en Ortega un ethos, la democracia es también una exigencia infinita. Para Ortega la idea de democracia era coherente con el concepto de hombre profundamente libre pero con una dimensión social constitutiva de carácter neokantiana que nunca abandonó. Pero no recoge la idea de autonomía desde el universalismo abstracto, sino desde la capacidad de someterse voluntariamente a una instancia de sentido, una norma o un proyecto asumido como exigencia personal. En este sentido la democracia, cuando ésta no es el dictado de la masa que por definición no asume ningún criterio, es para Ortega no solo un instrumento, sino un ideal al servicio del hombre…” Estamos en un proceso atípico para la política mundial; un escenario de implosión permanente por intereses económicos y no por intereses sociales; el pueblo, la muchedumbre sigue estando apartada del interés de los grupos de poder del mundo desarrollado. El daño al medio ambiente se ha disparado de manera superlativa, la pandemia ha venido a dar un sacudón al hombre para que se vuelva más sensitivo, pero eso no garantiza que una vez que pase la pandemia se esté en una nueva era civilizatoria más humana y menos materialista. Resuena la descripción del sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017): “La suya es una sociedad de clases, señora, y la suya también, señor, y ténganlo muy en cuenta, si no quieren que su amnesia termine en terapia de choque. También es una sociedad capitalista y accionada por el mercado, uno de cuyos atributos es el ir dando trompicones de una depresión/recesión a otra. Como es una sociedad de clases, reparte los costes de la recesión y los beneficios de la recuperación de forma desigual, aprovechando cualquier ocasión para dotar de mayor firmeza a su columna vertebral: la jerarquía de clases… Cuando una cantidad cada vez más grande de información se distribuye a una velocidad cada vez más alta, la creación de secuencias narrativas, ordenadas y progresivas, se hace paulatinamente más dificultosa. La fragmentación amenaza con devenir hegemónica. Y esto tiene consecuencias en el modo en que nos relacionamos con el conocimiento, con el trabajo y con el estilo de vida en un sentido amplio… Lo que antes era un proyecto para toda la vida hoy se ha convertido en un atributo del momento. Una vez diseñado, el futuro ya no es para siempre, sino que necesita ser montado y desmontado continuamente. Cada una de estas dos operaciones, aparentemente contradictorias, tiene una importancia equiparable y tiende a ser absorbente por igual.” En Bauman, y su pensamiento se aprecian trazas del vitalismo de Ortega y Gasset, los pilares de la democracia, esa democracia líquida, son la delegación del voto y la construcción de un Parlamento Virtual; en un escenario en que se impulsa la utilización de internet para participar en la política y los avances tecnológicos gestionan, filtran y utilizan las informaciones que almacenadas en la sociedad de la información se catapultan en la sociedad del conocimiento.