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Alquimia Política La Política Sin Masas 2020

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Alquimia política

LA POLÍTICA SIN MASAS


Por: Ramón E. Azócar A.*

Imagen: Fotografía, composición de Allan McDonald, 2020.

Una de las obras más emblemáticas de la literatura politológica moderna es “La


Rebelión de las masas”, del filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955); el
argumento del libro es simple: el malestar respecto al hombre-masa. La obra fue
publicada en 1929, un tiempo en el cual el mundo Occidental arrastraba los efectos de la
Primera Guerra Mundial (1914-1918), que tuvo como consecuencia profundas grietas
económicas en el orden económico internacional, ante un escenario en Europa, que es
donde se escribió la obra, de un descenso demográfico directo e indirecto de alrededor
del 10% de la población europea y de un 3.5% del capital existente, según reseña
Francisco Comín, en su ensayo “La economía internacional en los años de entreguerras
(1914-1945)”. El gasto público es descomunal, producto de la deuda pública tanto
interna como externa, y supuso la multiplicación por seis de la deuda ya existente, esto
llevó a la insana idea de producir dinero inorgánico, sin respaldo, alcanzándose una
fuerte presión inflacionista.
En el texto de Ortega y Gasset, se hizo un esbozo de los regímenes totalitaristas
y se criticó fuertemente la sociedad tradicional en lo que consideraba el ocaso de las
democracias liberales y el desgaste del ideal de libertad e igualdad proclamada en el
siglo XIX. La conquista del derecho al voto para la mujer, la masificación de los
automóviles y el incipiente crecimiento del progreso a través de la técnica y la
medicina, llevó a la civilización hacia una modernidad contemporánea haciendo a un
lado los orígenes y el sentido de proporcionalidad de la evolución, e interesándose más
por lo inmediato, lo efímero de consumir sin necesidad. Mostró una sociedad
enmarcada las imágenes de la superficialidad, el conformismo y el menosprecio hacia el
que piensa distinto; “la masa son siempre los otros”, esgrimió Ortega y Gasset, ya que la
sociedad que venía sometida a las élites políticas, pasó a considera la masa que mostró
interés por gobernar, pero la falta de capacidad de una clase media sin ideas y falta de
creatividad para solucionar problemas de la vida cotidiana en un escenario de crisis
prolongada en Europa, hace posible que la masa adquiere poder para convertir su
liderazgo en una nueva condición de barbarie, dominada por un líder mesiánico cuyo
interés va más allá del culto al personalismo, porque su deseo es construir una
dependencia férrea de la masa hacia el Estado.
En el prólogo a la edición francesa del libro, Ortega y Gasset dice: “…Como en
estas páginas se hace la anatomía del hombre hoy dominante, procedo partiendo de su
aspecto externo, por decirlo así, de su piel, y luego penetro un poco más en dirección
hacia sus vísceras. De aquí que sean los primeros capítulos los que han caducado más.
La piel del tiempo ha cambiado. El lector debería, al leerlos, retrotraerse a los años
1926-1928. Ya ha comenzado la crisis en Europa, pero aún parece una de tantas.
Todavía se sienten las gentes en plena seguridad. Todavía gozan de los lujos de la
inflación. Y, sobre todo, se pensaba: ahí esta América! Era la América de la fabulosa
prosperity. Lo único que cuanto va dicho en estas páginas que me inspira algún orgullo,
es no haber padecido el inconcebible error de óptica que entonces sufrieron casi todos
los europeos, incluso los mismos economistas. Porque no conviene olvidar que entonces
se pensaba muy en serio que los americanos habían descubierto otra organización de la
vida que anulaba para siempre las perpetuas plagas humanas que son las crisis. A mí me
sonrojaba que los europeos, inventores de lo más alto que hasta ahora se ha inventado -
el sentido histórico, mostrasen en aquella ocasión carecer de Él por completo. El viejo
lugar común de que América es el porvenir había nublado un momento su perspicacia.
Tuve entonces el coraje de oponerme a semejante desliz, sosteniendo que América, lejos
de ser el porvenir, era en realidad un remoto pasado, porque era primitivismo. Y,
también contra lo que se cree, lo era y lo es mucho más América del Norte que la
América del Sur, la hispánica. Hoy la cosa va siendo clara, y los Estados Unidos no
envían ya al viejo continente señoritas para -como una me decía a la sazón- convencerse
de que en Europa no hay nada interesante”.
En Ortega y Gasset, las “masas” eran el todo de muchas partículas conocidas
como “hombre masa”, es decir, el todo para Ortega y Gasset, no era las “masas”, sino
que las “masas” venían producto de un todo individual que tenía todas las características
de una entidad independiente; ese “hombre masa” es el que no está al mismo nivel de sí
mismo y se encuentra a la mitad de camino entre el ignorante y el sabio. El “hombre
masa” se piensa que conoce el mundo y que lo puede dominar a su antojo; como lo
señala Ortega y Gasset, es el hombre que “…cree saber y no sabe, y el que no sabe lo
que debería saber”.
Se pregunta el autor en su libro: “¿Qué es lo que vemos, y al verlo nos sorprende
tanto? Vemos la muchedumbre, como tal, posesionada de los locales y utensilios
creados por la civilización. Apenas reflexionamos un poco, nos sorprendemos de
nuestra sorpresa. Pues qué, ¿no es el ideal? El teatro tiene sus localidades para que se
ocupen; por lo tanto, para que la sala esté llena. Y lo mismo los asientos del ferrocarril,
y sus cuartos el hotel. Sí; no tiene duda. Pero el hecho es que antes ninguno de estos
establecimientos y vehículos solían estar llenos, y ahora rebosan, queda fuera gente
afanosa de usufructuarlos. Aunque el hecho sea lógico, natural, no puede desconocerse
que antes no acontecía y ahora sí; por lo tanto, que ha habido un cambio, una
innovación, la cual justifica, por lo menos en el primer momento, nuestra sorpresa…
Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender. Es el deporte y el lujo específico del
intelectual. Por eso su gesto gremial consiste en mirar al mundo con los ojos dilatados
por la extrañeza. Todo en el mundo es extraño y es maravilloso para unas pupilas bien
abiertas. Esto, maravillarse, es la delicia vedada al futbolista, y que, en cambio, lleva al
intelectual por el mundo en perpetua embriaguez de visionario. Su atributo son los ojos
en pasmo. Por eso los antiguos dieron a Minerva la lechuza, el pájaro con los ojos
siempre deslumbrados.”
Ese “hombre masa” al cual se refiere Ortega y Gasset, como una entidad
independiente y auto productora de empatía y liderazgo que lleva el mundo social hacia
valores superficiales e infértiles, y que hace de la política un medio para un fin supremo
que es oscuro para las masas, comienza a padecer de síntomas de barbarie y siente que
tiene el derecho de cambiar el sentido de la historia. El fascismo moderno ha sido eso,
una jauría de “hombres masa” que han apostado al deterioro de los valores y a la
imposición de nuevas reglas de juego donde se le permita a un puñado de miembros de
la “muchedumbre”, término usado por Ortega y Gasset, tomar el control de las
decisiones que dirigen los destinos de las masas, para sostener sus apetitos de placer y
de morbosidad que les hacen ser líderes de algo que califican como movimiento, salida,
nueva revelación, algo que tinta esperanzador en tiempo de desesperanzas.
Ortega y Gasset, definiendo su idea de “muchedumbre”, explica que es una
imagen cuantitativa y visual; la cual traduce sin alterarlo, “….a la terminología
sociológica. Entonces hallamos la idea de masa social. La sociedad es siempre una
unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o
grupos de individuos especialmente cualificados. La masa es el conjunto de personas no
especialmente cualificadas. No se entienda, pues, por masas, sólo ni principalmente las
masas obreras. Masa es el hombre medio. De este modo se convierte lo que era
meramente cantidad -la muchedumbre- en una determinación cualitativa: es la cualidad
común, es lo mostrenco social, es el hombre en cuanto no se diferencia de otros
hombres, sino que repite en sí un tipo genérico. Qué hemos ganado con esta conversión
de la cantidad a la cualidad? Muy sencillo: por medio de ésta comprendemos la génesis
de aquella. Es evidente, hasta perogrullesco, que la formación normal de una
muchedumbre implica la coincidencia de deseos, de ideas, de modo de ser, en los
individuos que la integran. Se dirá que es lo que acontece con todo grupo social, por
selecto que pretenda ser. En efecto; pero hay una esencial diferencia…En rigor, la masa
puede definirse, como hecho psicológico, sin necesidad de esperar a que aparezcan los
individuos en aglomeración. Delante de una sola persona podemos saber si es masa o
no. Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo -en bien o en mal- por razones
especiales, sino que se siente ´como todo el mundo y, sin embargo, no se angustia, se
siente a saber al sentirse idéntico a los demás. Imagínese un hombre humilde que al
intentar valorarse por razones especiales -al preguntarse si tiene talento para esto o lo
otro, si sobresale en algún orden-, advierte que no posee ninguna cualidad excelente.
Este hombre se sentirá mediocre y vulgar, mal dotado; pero no se sentirá masa...”
En una sentido puntual, la “masa no es lo mismo que multitud”; la masa no es un
fenómeno cuantificable, ni único e individual; es algo potencial, que puede llegar a ser
masa desde el momento en que se identifica con los grupos de poder; Ortega y Gasset
presenta a modo de el mito la decadencia de Occidente, pero lo que está es modelando
la figura real de una visión del presente, como consecuencia de una tradición que se
volvió inútil y cuyo testimonio es de ruptura, por lo que la idea de mito se desvanece y
es suplantada con el retrato de una realidad más cruda que toma para sí no solamente el
mundo civilizatorio, sino los valores que ese mundo ha ido construyendo y lacerando.
Ortega y Gasset, hace alusión a la intensificación de la vida en esa realidad del
“hombre masa”; una intensidad que le acerca a lo lejano y lo cercano, a través de
nuevos medios de comunicación de la muchedumbre; la sociedad se reduce las
distancias y todos conocen lo que todos están haciendo pero en razón de lo que permite
conocer los ostentadores de esa tecnología moderna. Algunos “hombre masa” se hacen
depositarios de la confianza de quienes dirigen la sociedad y crean para ellos vías de
información que consolide la superficialidad de las masas y haga posible una
“dependencia perpetua”.
La postura de Ortega y Gasset es de una sola pieza: “…la perfección misma con
que el siglo XIX, ha dado una organización a ciertos órdenes de la vida, es origen de
que las masas beneficiarias no la consideren como organización, sino como naturaleza.
Así se explica y define el absurdo estado de ánimo que esas masas revelan: no les
preocupa más que su bienestar, y, al mismo tiempo, son insolidarias de las causas de ese
bienestar. Como no ven en las ventajas de la civilización un invento y construcción
prodigiosos, que sólo con grandes esfuerzos y cautelas se pueden sostener, creen que su
papel se reduce a exigirlas perentoriamente, cual si fuesen derechos nativos. En los
motines que la escasez provoca suelen las masas populares buscar pan, y el medio que
emplean suele ser destruir las panaderías. Esto puede servir como símbolo del
comportamiento que, en más vastas y sutiles proporciones, usan las masas actuales
frente a la civilización que las nutre… Por lo pronto somos aquello que nuestro mundo
nos invita a ser, y las facciones fundamentales de nuestra alma son impresas en ella por
el perfil del contorno como por un molde. Naturalmente, vivir no es más que tratar con
el mundo. El cariz general que él nos Presente será el cariz general de nuestra vida...”
La figura en la sociedad más representativa del “hombre masa”, es el Estado
contemporáneo; ese Estado, a juicio de Ortega y Gasset, “…es el producto más visible y
notorio de la civilización. Y es muy interesante, es revelador, percatarse de la actitud
que ante él adopta el hombre-masa. …este lo ve, lo admira, sabe que está ahí,
asegurando su vida; pero no tiene conciencia de que es una creación humana inventada
por ciertos hombres y sostenida por ciertas virtudes y supuestos que hubo ayer en los
hombres y que puede evaporarse mañana. Por otra parte, el hombre-masa ve en el
Estado un poder anónimo, y como él se siente a sí mismo anónimo -vulgo-, cree que el
Estado es cosa suya. Imagínese que sobreviene en la vida pública de un país cualquiera
dificultad, conflicto o problema: el hombre-masa tender· a exigir que inmediatamente lo
asuma el Estado, que se encargue directamente de resolverlo con sus gigantescos e
incontrastables medios…”
El hombre masa de Ortega y Gasset, es el pequeño caprichoso, que desconoce
fronteras y deberes; los logros de la civilización para él son algo dado, defendiendo
ideas que no son más que un cúmulo de banalidades, pero como es un ser ególatra y
egocéntrico, siente como bien que la sociedad se sostenga sobre hilos endebles. Ortega
y Gasset, describía que hasta Alejandro y César, la historia de Grecia y de Roma
consistió en la lucha incesante entre esos dos espacios: entre la ciudad racional y el
campo vegetal, entre el jurista y el labriego, entre el ius y el rus; este origen de la urbe
es una pura construcción abstracta, corresponde a una verdad simbólica, donde el estrato
primario y más hondo de su memoria conservan los habitantes de la ciudad grecolatina
el recuerdo de un synoikismos. “Es la república, la politeia (según Ortega y Gasset), que
no se compone de hombres y mujeres, sino de ciudadanos. Una dimensión nueva,
irreductible a las primigenias y más próximas al animal, se ofrece al existir humano, y
en ella van a poner los que antes sólo eran hombres sus mejores energías. De esta
manera nace la urbe, desde
luego como Estado”.
La realidad europea para la época de publicación de “La rebelión de las masas”,
había quedado sin moral; donde el centro del gobierno del hombre masa, consiste en la
“…aspiración a vivir sin supeditarse a moral ninguna”; la ironía de la obra se cifra en el
cotejo entre las posibilidades disponibles al hombre masa moderno y su inercia, el
hombre masa ve en el Estado un poder anónimo, y como él se siente a sí mismo
anónimo vulgo y se apodera del Estado moderno solamente al ver que su falta de
identidad personal implica la ecuación de un Estado fascista controlado por el hombre
masa.
Ortega y Gasset, al hacer alusión al Estado fascista puso de ejemplo el Estado
bolchevique y por ende la experiencia del socialismo real de la Rusia de entonces, eso
no significa que todo Estado de corte socialista o de justicia social, sea un Estado
fascista, aquél Estado de principios del siglo XX, tenía esas características, cada país
tiene su propia realidad, sus límites y consistencias. Por ello, traer al siglo XXI, el
argumento del hombre masa como crítica a los modelos socialistas que se han ido
emergiendo, es una verdadera desproporción, porque más afinidad tienen los Estados de
corte capitalista-neoliberal de fascistas que los modelo sociales revolucionarios que
sobreviven aferrados a la dignidad y a la esperanza por una independencia total de los
Imperios.
El hombre masa, a todas estas, reconoce como todo el mundo y eso no le
provoca angustia; es el sujeto aglomerado (muchedumbre) del siglo XX, que valiéndose
del individualismo heterogéneo radical, en la sociedad en red (o la sociedad en la era
digital), ha desplazado el paradigma fatalista de un mundo orientado al abismo; el
hombre masa comienza a interiorizar su papel y a buscar comportarse más como un
hombre social, no masa, capaz de entender que solamente la cooperación nos libra de
problemas que exigen una respuesta común, tales como la emigración, la desigualdad y
el derrumbe del planeta; el hombre masa ha buscado resistirse, extendiéndose por la
red, pero la certera visión de Umberto Eco lo ha colocado en su sitio: es la
universalización de la estupidez vía Twitter. la capacidad de las redes sociales no es
solamente para unir las voluntades de ese hombre masa, sino para causar en él, por la
vía de meta-verdades, confusión acerca de lo que realmente sucede en el mundo; lo
entendido como un invento que viniera por la vía de la innovación a fortalecer las
relaciones sociales creando masas de consenso en torno a lo que se los grupos de poder
consideran verdad, ha fracasado y hoy se tiene una sociedad a expensas del engaño y la
manipulación, donde el sentido y bien común, le ha dado el golpe de gracia a ese
hombre masa que ha confiado en un consenso ficticio para un Estado cada vez más
incongruente con los intereses de la muchedumbre que confió en él.
Ortega y Gasset, sin querer queriendo, vaticinó un hombre masa extinto,
suplantado por un hombre social activo, defensor de sus derechos y conciente de la
manipulación de quienes fingen en la sociedad moderna como “políticos”. Expone: “El
hombre necesita un derecho dinámico, un derecho plástico y en movimiento, capaz de
acompañar a la historia en su metamorfosis. La demanda no es exorbitante ni utópica, ni
siquiera nueva. Desde hace más de setenta años, el derecho, tanto civil como político,
evoluciona en ese sentido…Pero, a mi juicio, lo más fértil sería analizar a fondo e
intentar definir con precisión… el fenómeno jurídico más avanzado que se ha producido
hasta la fecha en el planeta: la British Commonwealth of Nations.”
La política hoy día se plantea sin “masas”, sino de facciones; claro está, desde
Latinoamérica esto se ve extraño, porque el modelo de Estado populista de masas sigue
teniendo vigencia, pero es un modelo que va en deterioro. Hay un vocablo que se usó
desde la antigüedad para denotar la degeneración del gobierno de la muchedumbre:
Oclocracia. O como se entiende mejor, gobierno del pueblo; se muestra como formas
de degeneración de la democracia, del mismo modo que la monarquía puede degenerar
en tiranía o la aristocracia en oligarquía; se ha dicho de él que es la “tiranía de la
mayoría”; fue acuñado al historiador griego Polibio (200 antes de Cristo); hoy día la
democracia es el gobierno del pueblo, el cual siguiendo un protocolo de consulta
general se legitima el poder del Estado, convirtiendo en un agende de biopolítica, en los
términos que la entendió Michel Foucault (1926-1984), como el ejercicio del poder no
sobre los territorios, sino sobre la vida de los individuos y las poblaciones.
Rodrígo Borja (1966), político y jurista ecuatoriano, escribió, haciendo
referencia a la obra de Ortega y Gasset “La rebelión de las masas”, que es un
documento aleccionador para describir el fenómeno de la irrupción de las multitudes en
los escenarios citadinos hoy día; el “lleno” es la característica principal de la sociedad
de masas. “…Mientras escribía este artículo (año 2017) había 7.490 millones de
habitantes sobre la Tierra…de los cuales 384.984 nacieron ese día, a razón de 16.041
cada hora, o sea 268 por minuto. Pero ese crecimiento no es equilibrado: el 95%
corresponde a los países de Asia, África y América Latina, mientras que los Estados
desarrollados tienen tasas de fecundidad mucho más bajas. Y la explosión demográfica
va acompañada de cifras de emisión de CO2 y de calentamiento planetario que marcan
ya un indetenible y trágico crecimiento. Giovanni Sartori, en su libro La Tierra explota,
afirma que la desorbitada explosión demográfica del planeta…amenaza la vida de la
humanidad…En lo político esto conduce al populismo y la demagogia, que son
precisamente métodos para arrebañar a las muchedumbres y conducirlas hacia donde los
demagogos y los populistas quieren...”
Lo complejo de esto es que las masas desorientadas tienden a imponer gobiernos
populistas que sirven a las plutocracias; líderes erráticos, expone Borja, simuladores y
miméticos del populismo que conducen a posiciones contrarias a sus intereses, donde
los caudillos populistas fascinan a las multitudes, sin dejar de servir a las oligarquías.
En este tiempo de pandemia mundial donde la política le ha quitado en
Latinoamérica la masa al político, dejándolo como un adorno de la vitrina popular de la
televisión para expresar su mensaje, se está en una realidad nueva, con un escenario de
diálogo indirecto, que permite tiempo para la reflexión del discurso, de las ofertas
electorales; tiempo en el que el populismo de vitrina toma cuerpo y se va
consustanciando con las necesidades de una muchedumbre que ya no se siente tan
cercana al poder.
Hace falta en el ahora histórico, hacer valer la propuesta de Ortega y Gasset,
esbozado a partir de 1914, de darle una vertebración a las naciones (aunque él se refería
a la realidad de España) como sociedad civil, porque el problema a resolver, desde la
política del hombre masa transformado en hombre social, es consolidar la vitalidad
social que dinamice el protagonismo social a través de la universalización de la
aristocracia moral y de la potenciación y creación de instituciones que hagan posible
compartir la responsabilidad cívica en la promoción y gestión de los asuntos públicos.
Es necesario un mayor protagonismo de los ciudadanos, democracia participativa y
protagónica, en el ejercicio de su libertad y toma un rumbo claro en la dirección hacia el
desarrollo de una sociedad “vertebrada y con espacios activos de participación de los
ciudadanos en las instituciones sociales”.
En tal sentido, Ortega y Gasset plantea buscar nuevas fuerzas transformadoras
de la sociedad en las instituciones civiles, donde los actores políticos tradicionales que
se han mostrado incapaces de emprender un proceso de reformas sostenido que priorice
lo social por encima de lo financiero-económico, sean sustituidos por actores políticos
que vean en la pluralidad un leguaje de consenso y donde las minoría de los ciudadanos
estén dispuestos a asumir su tarea y su protagonismo en el quehacer público en el marco
de la supremacía del poder vital. Ortega y Gasset, insiste en la oposición crítica lo viejo
y lo nuevo; erradicar la inercia frente al protagonismo, o el Estado frente a la Nación,
confrontando la realidad y creando en ella un ideal de legalidad y moralidad, donde el
hombre masa minimizado pase a ser un hombre social individuo original, en una
sociedad diluyente que determinan la articulación entre minoría y masa.
En este sentido, expone Ángel Peris, en su ensayo “Propuestas para la reforma
de la democracia en el pensamiento de Ortega y Gasset” (2013), que la vertebración
social “…debe permitir en primer lugar proteger la libertad frente a las tendencias
abusivas del estatismo intervencionista, la tendencia a legislarlo todo. Pero del mismo
modo, debe protegerse de los movimientos antiliberales de tendencia totalitaria que
tienden a unificar y a imponerse sin límite …Ortega nunca renegó de la democracia en el
marco del liberalismo. Ambos eran irrenunciables. Sin embargo la democracia, como el
liberalismo, hay que tomarse e trabajo de pensarlos. No son concepciones abstractas,
definitivas, deshistorizadas. Del mismo modo que el liberalismo es en Ortega un ethos,
la democracia es también una exigencia infinita. Para Ortega la idea de democracia era
coherente con el concepto de hombre profundamente libre pero con una dimensión
social constitutiva de carácter neokantiana que nunca abandonó. Pero no recoge la idea
de autonomía desde el universalismo abstracto, sino desde la capacidad de someterse
voluntariamente a una instancia de sentido, una norma o un proyecto asumido como
exigencia personal. En este sentido la democracia, cuando ésta no es el dictado de la
masa que por definición no asume ningún criterio, es para Ortega no solo un
instrumento, sino un ideal al servicio del hombre…”
Estamos en un proceso atípico para la política mundial; un escenario de
implosión permanente por intereses económicos y no por intereses sociales; el pueblo,
la muchedumbre sigue estando apartada del interés de los grupos de poder del mundo
desarrollado. El daño al medio ambiente se ha disparado de manera superlativa, la
pandemia ha venido a dar un sacudón al hombre para que se vuelva más sensitivo, pero
eso no garantiza que una vez que pase la pandemia se esté en una nueva era civilizatoria
más humana y menos materialista. Resuena la descripción del sociólogo y filósofo
polaco Zygmunt Bauman (1925-2017): “La suya es una sociedad de clases, señora, y la
suya también, señor, y ténganlo muy en cuenta, si no quieren que su amnesia termine en
terapia de choque. También es una sociedad capitalista y accionada por el mercado, uno
de cuyos atributos es el ir dando trompicones de una depresión/recesión a otra. Como es
una sociedad de clases, reparte los costes de la recesión y los beneficios de la
recuperación de forma desigual, aprovechando cualquier ocasión para dotar de mayor
firmeza a su columna vertebral: la jerarquía de clases… Cuando una cantidad cada vez
más grande de información se distribuye a una velocidad cada vez más alta, la creación
de secuencias narrativas, ordenadas y progresivas, se hace paulatinamente más
dificultosa. La fragmentación amenaza con devenir hegemónica. Y esto tiene
consecuencias en el modo en que nos relacionamos con el conocimiento, con el trabajo
y con el estilo de vida en un sentido amplio… Lo que antes era un proyecto para toda la
vida hoy se ha convertido en un atributo del momento. Una vez diseñado, el futuro ya
no es para siempre, sino que necesita ser montado y desmontado continuamente. Cada
una de estas dos operaciones, aparentemente contradictorias, tiene una importancia
equiparable y tiende a ser absorbente por igual.”
En Bauman, y su pensamiento se aprecian trazas del vitalismo de Ortega y
Gasset, los pilares de la democracia, esa democracia líquida, son la delegación del voto
y la construcción de un Parlamento Virtual; en un escenario en que se impulsa la
utilización de internet para participar en la política y los avances tecnológicos gestionan,
filtran y utilizan las informaciones que almacenadas en la sociedad de la información se
catapultan en la sociedad del conocimiento.

*.-azocarramon1968@gmail.com

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