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Aproximaxiones A Qué - Georges Perec - Lo Infraordinario

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Georges Perec

LO INFRAORDINARIO

Traducción, prólogo y notas


de Jorge Fondebrider

LTE^JA CADENCIA
EDI TORA
Perec, Georges
Lo infraordinario. - la ed. - Buenos Aires : Eterna
Cadencia Editora, 2013.
112 p .; 22x14 cm.

ISBN 978-987-1673-89-6

1. Ensayo. I. Título
CDD 864

Título original: L’Infra-ordinaire

© 1989, Éditions du Seuil, colección La Librairie du X X I’ siécle,


dirigida por Maurice Olender
© 2013, Eterna Cadencia s.r.l.
© 2013, Jorge Fondebrider, de la traducción

Primera edición: abril de 2013

Publicado por E t e r n a C a d e n c i a E d i t o r a
Honduras 5582 (C1414BND) Buenos Aires
editorial@eternacadencia.com
www.eternacadencia.com

ISBN 978-987-1673-89-6

Pr o h ib id a su v e n t a e n E spa ña

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

Impreso en Argentina / Printed in Argentina


¿A p r o x i m a c i o n e s a q u é ?

Lo que nos habla, me parece, es siempre el aconteci-


miento, lo insólito, lo extraordinario: la primera pági-
na a cinco columnas, grandes titulares. Los trenes solo
empiezan a existir cuando descarrilan, y cuantos más
pasajeros muertos, más existen; los aviones solo acce-
den a la existencia cuando los secuestran; los autos tie-
nen por único destino estrellarse contra los plátanos:
cincuenta y dos fines de semana por año, cincuenta y
dos balances: ¡tantos muertos y tanto mejor para la in-
formación si las cifras no cesan de aumentar! Detrás
del acontecimiento tiene que haber un escándalo, una
fisura, un peligro, como si la vida solo debiera revelar-
se a través de lo espectacular, como si lo que se dice, lo
significativo fuese siempre anormal: cataclismos natu-
rales o conmociones históricas, conflictos sociales, es-
cándalos políticos...
En nuestra precipitación por medir lo histórico, lo
significativo, lo revelador, no dejemos de lado lo esencial:
lo verdaderamente intolerable, lo realmente inadmisible:
el escándalo no es el grisú, es el trabajo en las minas. Los
“malestares sociales” no son “preocupantes” en período
de huelga, son intolerables veinticuatro horas por día,
trescientos sesenta y cinco días por año.
Los maremotos, las erupciones volcánicas, las to-
rres que se derrumban, los incendios forestales, los tú-
neles que se desmoronan, ¡Publicis8 que se quema y
Aranda9 que habla!
¡Horrible! ¡Terrible! ¡M onstruoso! ¡Escandaloso!
Pero, ¿dónde está el escándalo? ¿El verdadero escán-
dalo? ¿Acaso el diario no dijo únicamente: quédense
tranquilos, ya ven que la vida existe, con sus altibajos,
ya ven que pasan cosas?
Los diarios hablan de todo, salvo de lo diario. Los
diarios me aburren, no me enseñan nada; lo que cuentan
no me concierne, no me interroga y además no respon-
de a las preguntas que planteo o que quisiera plantear.
Lo que pasa realmente, lo que vivimos, lo demás,
todo lo demás, ¿dónde está? ¿C óm o dar cuenta de lo
que pasa cada día y de lo que vuelve a pasar, de lo ba-
nal, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo
infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual? ¿Cóm o
interrogarlo? ¿Cóm o describirlo?

8 Perec se refiere al edificio de una famosa agencia francesa de


publicidad, situado sobre los Champs-Elysées que, efectivamente,
se incendió el 28 de septiembre de 1972.
9 Gabriel Aranda, ex consejero del ministro Albin Chalandon
durante el gobierno de Jacques Chaban-Delmas y la presidencia de
Georges Pompidou. En 1972, dijo tener copias de documentos que
incriminaban a cuarenta y ocho importantes figuras políticas por trá-
fico de influencias y negociados, lo cual provocó las renuncias de
Chaban-Delmas y de Chalandon.
Interrogar lo habitual. Pero, justamente, es a eso a
lo que estamos habituados. N o lo interrogamos, no nos
interroga, parece no constituir un problema, lo vivimos
sin pensar en ello, com o si no transmitiera ninguna
pregunta ni respuesta, com o si no fuera portador de
ninguna información. N i siquiera es condicionamien-
to, es anestesia. Dormimos nuestra vida con un sueño
sin sueños. Pero, ¿dónde está nuestra vida? ¿Dónde está
nuestro cuerpo? ¿Dónde está nuestro espacio?
Cóm o hablar de estas “ cosas comunes”, cómo ase-
diarlas, cómo hacerlas salir, arrancarlas del caparazón
al que están pegadas, cómo darles un sentido, una lengua:
que finalmente hablen de lo que existe, de lo que somos.
Quizás se trate de fundar, finalmente, nuestra propia
antropología: la que va a hablar de nosotros, la que va a
buscar en nosotros lo que durante tanto tiempo les hemos
copiado a los otros. Ya no lo exótico, sino lo endótico.
Interrogar lo que tanto parece ir de suyo que ya he-
mos olvidado su origen. Volver algo del asombro que
podían experimentar Jules Verne o sus lectores frente a
un aparato capaz de reproducir y de transportar los so-
nidos. Porque ese asombro existió, y miles c
son ellos los que nos han modelado.
Aquí se trata de interrogar, sea el ladrillo, el hormigón,
el vidrio, nuestros modales en la mesa, nuestros uten-
silios, nuestras herramientas, nuestros horarios, nues-
tros ritmos. Interrogar aquello que parece haber dejado
de sorprendernos para siempre. Está claro que vivimos,
está claro que respiramos; caminamos, abrimos puer-
tas, descendemos escaleras, nos sentamos a una mesa
para comer, nos acostamos en una cama para dormir.
¿Cóm o? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Por qué?
Describa su calle. Describa otra. Compare.
Haga el inventario de sus bolsillos, de su bolso. In-
terrogúese sobre la procedencia, el uso y el devenir de
los objetos que ha sacado de ahí.
Interrogue a sus cucharitas. !
¿Qué hay debajo de su empapelado?
¿Cuántos gestos son necesarios para discar un nú-
mero de teléfono? ¿Por qué?
¿Por qué no hay cigarrillos en los almacenes? ¿Por
qué no?
Poco me importa que estas preguntas sean, aquí,
fragmentarias, apenas indicativas de un m étodo, a lo
sumo de un proyecto. Me importa mucho que parez-
can triviales y fútiles: es eso lo que, precisamente, las
vuelve tanto más esenciales que muchas otras a través
de las cuales hemos intentado vanamente captar nues-
tra verdad.

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