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Tipostrashumantes

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J. M.

DE PEREDA

Tipos
Trashuma ni o s

BARCELONA
HENRICH T C.n, EN COMANDITA

1897

Precio, 5 Ptas.
TIPOS TRASHUMANTES
ES PROPIEDAD DEL AUTOR

k%
108105

J. M. DE PEREDA

TIPOS TRASHUMANTES

dibujos de MARIANO PEDRERO

barcelona
imprenta de henrich y
ci, en comandita
1897
AL LECTOR

Xjos pueblos, como los hombres, tienen,


por lo dos fisonomías (algunos hom¬
menos,
bres tienen muchas): laque les es propia

por carácter ó naturaleza, ó, como si dijé¬


ramos, la de todos los días, y la de las cir¬

cunstancias, es decir, la de los días de fiesta.


La que en este concepto corresponde á

la perínclita capital de la Montaña, la

forma esa muchedumbre que la invade


G TIPOS TRASHUMANTES

cada año, durante los meses del estío, para


buscar en ella
quién la salud, quién la fres¬
cura
y el sosiego; ora en las salobres aguas
del Cantábrico, ora contemplando y reco¬

rriendo el vario paisaje que envuelve á la

ciudad, mientras la raza indígena la aban¬


dona y se larga por esos valles de Dios an¬

siando la soledad de la aldea y la sombra


de sus castañeras y cajigales.
Para los que sólo se fijan en la variedad
de matices y en la movilidad de los por¬

menores, esta fisonomía


híbrida, abiga¬
es

rrada, indefinible é inclasificable.


Para un ojo ducho en el oficio, es todo

lo contrario. Hay en ese movimiento verti¬


ginoso, en ese trasiego incesante de gentes
exóticas que van y vienen, que suben y

bajan, que entran y salen, rasgos, colores


y perfiles que sobrenadan siempre y se re¬

producen de verano en verano, como el


aire de familia en una larga serie de
gene¬
raciones. ¿No es todo esto una fisonomía

como otra cualquiera?


Por tal la reputo, y muy digna la creo,
AL LECTOR 7

por ende, de ser registrada en el libro de


apuntes de quien se precie de pintor es¬
crupuloso de costumbres montañesas.
Y como quiera que yo, si no tengo mu¬
cho de pintor, téngolo de escrupuloso, abro

mi librejo y apunto... pero entiéndase bien,

sin otro fin que refrescar la memoria del

que leyere, y con la formal declaración de

que «cuando pinto, no retrato.»

1877.
o es aristócrata
por la sangre, ni si¬
quiera tiene un título
nobiliario de los de
nuevo cuño; no por
liaberllegado tarde
al reparto de ellos,
sino acaso por distinguirse más, lla¬
mándose á secas el señor de Casca¬
jares.
El cual banquero, ó hacen¬
es un

dado, ó contratista de alto bordo,


10 TIPOS TRASHUMANTES

muy rico, según la fama, que reside


en Madrid, en donde, al decir de los
que de allá vienen á pasar las vaca¬
ciones de verano, habita espléndido

palacio en el paseo de Recoletos, ó


elegante casa en la calle de Alcalá ó
en la del
Barquillo.
Es diputado á Cortes cuantas veces

quiere, y lo quiere casi siempre, por¬


que todos los Gobiernos apoyan su
candidatura, en cambio de la deci¬
sión con que él aplaude á todos los
Gobiernos. Sin embargo, no es hom¬
bre político: sólo se comunica con los
del poder por el ministerio de Ha¬
cienda.
Su señora tiene más conexiones é

intimidades que él con los altos per¬


sonajes de la cosa pública. Se tutea
con muchos de
ellos, aunque tampoco
es aficionada á la càbala ni al cabil¬
deo; decir, que le gusta el perso¬
es
naje lo que brilla, y nada más.
por
Tiene tres hijas solteras, y «va con
ellas al gran mundo». Ni éstas son
LAS DE CASCAJARES 11

modelos de hermosura, ni la madre


encaja, por ninguna parte que se la
mire, en el más modesto de los mol¬
des aristocráticos; pero, así y todo,

pasan en la corte por «ornamentos


distinguidísimos de la alta sociedad.»
Lo cierto es que los Asmocieos y Pe¬
dros Fernández las citan siempre, en
sus almibaradas crónicas de salones,

en el catálogo de las bellas, discretas

y elegantes.
Dos hijos varones tienen también
los señores de Cascajares. El mayor
es diplomático; y aunque rara vez
sale de Madrid, siempre se le consi¬
dera como en activo servicio, para
los efectos de la nómina y del escala¬

fón, en una de las embajadas de más


categoría. El segundo, que pasa ya
de los veinticinco, no se ha decidido
aún por la carrera que ha de seguir.
Por de pronto, asiste con asiduidad
al Veloz-Club y al Casino, y sabe po¬
ner cien onzas á una sota,
sin que le
tiemble el pulso.
12 TIPOS TRASHUMANTES

Tocia esta gente, más tres donce¬


llas ó camaristas, clos criados para
los señoritos,
nn
sotamayor-
clomo, ú hom¬
bre cle confian¬
za , }iarael <(
señor», clos la-
cayitos y un
cocinero ne¬

gro, vienen en
el mes de j ulio
á Santander á
habitar un
pi¬
amueblado,
so

en la población,
que paga el señor de
Cascajares á razón cle ocho mil rea¬
les mensuales, con la obligación ele
habitarle dos por lo menos, ó cle pa¬

garle como si le habitara, y de re¬


poner cuanta vajilla, ropa ele camas
y muebles sufran el menor deterioro
en el ínterin.
Día y medio dura la mudanza,
desde la estación del ferrocarril á
LAS DE CASCAJARES 13

casa, de los mundos, maletas, cajas,


baúles, rollos de mantas, bastones y
paraguas, que siguen á la familia de
Cascajares como la estela al buque.
Y se llena de baúles un cuarto del

patio, yhay mundos amontonados


en los gabinetes, y cajas sobre
todos
los veladores, y paquetes sobre todas
las sillas, y maletas hasta en el mis¬
mo salón en
que aquellas señoras re¬
ciben las visitas.
Tanto es el
equipaje y tanta la
servidumbre, que la familia no ha
podido colocarse en ninguna fonda
del Sardinero; y por acordarse tarde,

tampoco logró establecerse en uno de


aquellos amueblados chalets.
Esto tiene disgustadísimas á las
niñas y desazonada á la mamá. Y
110 es
para menos el caso. Las de Hi-
malaya, las de Tenerife, las de Po¬
tosí, las de Chimborazo... en fin, toda
la más encumbrada aristocracia está
en el
Sardinero, y ellas, por consi¬
guiente, «sin sociedad». Además, mal
14 TIPOS TRASHUMANTES

alojadas y achicharradas de calor. (El


termómetro marca 25° al sol, y cuan¬
do ellas salieron de Madrid, señalaba
41 á la sombra). Gracias á que han

conseguido alquilar por toda la tem¬


porada un mal carruaje, que las lleva
por la mañana al baño y por la tarde
á pasear al Sardinero.
Así es que se las ve jdoco en la ca¬
lle; y cuando se las ve, se observa
que se mueven perezosamente, como
buque en calma chicha, y miran tien¬
das, objetos y personas con gesto de
hondo disgusto. Si alguien las saluda
al paso, responden con lánguido ca¬

beceo, que más parece desmayo que


otra cosa.

Por lo común, se las halla, hechas


un racimo y envueltas en trans¬
parente bata, sentadas en el mi¬
rador.
En esta ocasión y en otras varias
deldía, nunca les falta en la acera
de enfrente una guardia de honor,

compuesta de los arrapiezos más en-


LAS DE CASCAJARES 15

canijados y escrofulosos, pero á la


vez más principales, que haya en la

población. Allí, los inocentes, se pa¬


san las horas muertas retorciéndose

la inverosímilguía del incipiente bi¬


gote; exhibiendo, á fuerza de disimu¬
ladas contracciones de muñeca, los
16 TIPOS TRASHUMANTES

puños ele la camisa; esgrimiendo las


solapas de la levita para que se des-^
taque en todo su desarrollo la curva
del robusto pecho, y haciendo, en fin,
cuantas evoluciones y habilidades pu¬
diera una bestezuela amaestrada por
diestro gitano para seducir al incauto
feriante.
Ya hemos dicho que las de Casca¬
jares no son bellas, pero que son dis¬
tinguidas categoría inventada en
,

estos tiempos democráticos para co¬


locar en ella todo lo que no es vulgo,
sin seraristocracia, no por la sangre,
sino por el aire.
El efecto de esta distinción deja se

conocer en el
pueblo inmediatamente.
En esos días es cuando se tropieza
uno con alguna
indígena que lleva
sobre su cuerpo cierta cosa rara que
llama nuestra atención; verbigracia,
un moño encima de los ríñones, un

pispajo de tul en el cogote, el pelo


echado sobre los ojos, ó medio ves¬
tido azul y medio de color de cana-
LAS DE CASCAJARES 17

rio, collar de rollos de canela, ó pen¬


dientes de melocotón...
cualquiera
extravagancia por el estilo.
Si tenemos franqueza para tanto,
y la preguntamos, deteniéndola en la
calle, qué es aquello, nos responderá
sorprendida:
¿No le hace á usted gracia?

Maldita.

¡Oh!, pues lo llevan mucho las


de Cascajares, y en Madrid hace
furor.

¡Hola!
¿No le gustan á usted esas chi¬

casf
¿ Quiénes ?

Las de Cascajares.

La verdad es
que no me han
llamado la atención...

¡ Oh! pues son muy distingui¬


das.
Y otra, lector, la razón de
110 es

que muchos arreos femeniles que te


parecen espantapájaros por esas ca¬
lles de Dios, se consideren, entre las
2
18 TIPOS TRASHUMANTES

gentes de «buena sociedad», como


modelos de gracia y bien caer.
¡Lo llevaban las de Cascajares!
Y es de advertir que entre los hom¬
bres que se mucho del adorno
pagan
exterior, sucede lo propio. Tienen
también sus Cascajares distinguidos
que les hacen zambullirse en unas
bragas descomunales; ú oprimir el
busto entre las láminas de una levita
sinsolapas, sin faldones, y hasta sin
paño; ó la mollera en un cilindro sin
alas, ó en unas alas sin cilindro.
Volviendo á las de Cascajares,
añado que asisten á los bailes cam¬
pestres, muy elegantes, pero con mal
gesto; bailan poco, ó 110 bailan nada.
Son las últimas que llegan al salón,

y las primeras que se retiran de él.


Y como son tan distinguidas, sus¬

piran muy á menudo por aquel «Bia-


rritz de su alma», donde todo es chic

y confortable. En cuanto á Santan¬


der, «no las hace felices».
El diplomático dice «amén» á to-
LAS DE CASCAJARES 19

dos los discursos de hermanas, y


sus

no
separa de ellas en
se
todo el día.
Es autoridad de peso en asuntos de
moños y vestidos; y en el ramo de
modas en general, bastante más en¬

tendido que en los


protocolos de ia
secretaría de su cargo.
Por lo que hace al otro
Cascajares,
se levanta á las dos de la tarde, come
á las seis, se va á la ruleta, si la hay,
ó á la timbirimba más
fuerte, que sí
20 TIPOS TRASHUMANTES

la habrá, y 110 vuelve á casa hasta las


tres ele la mañana, viendo siempre
las estrellas, aunque el cielo esté nu¬
blado; porque es de advertir que tro¬
pieza mucho en el camino.
En cambio, su papá no tiene más
afán que pasear solo por el Alta; y
como se acuesta temprano y madruga
mucho, no ve á su familia más que
á las horas de comer. Sabe que está
sin la menor novedad en su impor¬
tante salud, y no se mete en otras
honduras. Lo mismo hace en Madrid.
Y llega á la mitad el mes de sep¬
tiembre, y vuelven á empaquetar los
equipajes; y después de haber pagado
diez visitas de las veinte que deben,
témanse á Madrid las de Cascajares,
llevándose las maldiciones de las diez
familias con quienes quedan en des¬
cubierto, y dejando, en cambio, el
recuerdo de su distinción entre las
señoras pudientes, que las imitan en
cuanto les es dable, así en el vestir
como en el andar, y entre algunas
LAS DE CASCAJARES 21

inocentes cursis, que sudan y se des-


gañitan por remedar sus frescas y
turgentes sedas, con marchitos tafe¬
tanes y engomadas percalinas.
m
LOS DE BECERRIL

Dos taleguillos blancos llenos de


ropa de muda, unas alforjas ataca¬
das de chorizos y garbanzos,
y un
paraguas. Este es el equipaje de cada
familia al meterse en el tren en la
estación más próxima.
Cuando se
apean en Santander, el
24 TIPOS TRASHUMANTES

padre carga con las alforjas, amén


de la capa, que también se echa al
hombro; la madre, con un taleguillo
y la criatura que amamanta; una
jovenzuela, con el otro talego, y un
rapaz de doce años, con el paraguas.
Vienen á Santander porque el pa¬
dre tiene clúlceras en las piernas, y
dulceras en el cuadril de la derecha;
la madre, desde el último parto,
«añudados los gonces» de la rodilla

izquierda; el mamoncillo no puede


echar los últimos dientes «de por sí
solo» ; la jovenzuela ha cumplido ya

quince años y está pálida como la


cera, y el rapaz, que va para doce,
tiene los labios como "un embudo,
el cuello como un botijo, y le salen
ya los lamparones por detrás de las
orejas.
Por consejo del médico de Becerril
de Campos, vienen á tomar los ba¬
ños de mar,
porque éstos han de cu¬
rar todas y cada una de las
dolencias
enumeradas.
LOS DE BECERRIL 25

Con estas esperanzas y aquel equi¬


paje, y en el orden de formación en
que hemos ido citándolos, llegan á la
Dársena y echan Muelle adelante con
el asombro pintado en los ojos y en
la boca.
El molinete el vapor
que suena;
que cruza la bahía; el ligero esquife
que se desliza sobre las aguas como
la golondrina en el espacio; la sardi¬
nera
que grita su mercancía; el co¬
che que pasa rápido; el carretero que
aturde la vecindad con las blasfemias
de costumbre; el marcial arreo y las
infantiles galas; sedas, tules, libreas
y levitas, chaquetas y manteos...
Todo esto junto y revuelto, casi en

torbellino, que es lo primero con


que tropiezan los ojos del viajero que
desde la estación del ferrocarril se

lanza, de sopetón, al Muelle en una


tarde de verano, aturde y deslumhra
con sobrado motivo al sedentario y
patriarcal lugareño de tierra de
Campos.
26 TIPOS TRASHUMANTES

Pero el coche y «los señores », y el


soldado y «las damiselas», todo, en
fin, lo que es terrestre, cabe per¬
fectamente en las presunciones de

los de Becerril,
y luego dejan de
admirarlo. Lo

que realmente los fascina por de


pronto, y acaba por atontarlos, es
«lo marítimo». Les faltan ojos para
LOS DE BECERRIL 27

contemplarlo y hasta narices para


olerlo.
¡Míales, míales, hijo!—vocea

la madre.—¿No te lo ecía yo?...


Más altos son los palos que el cam¬
panario del pueblo.

¡Pus anda — añade el padre,—


con el otro que
va río abajo! Mal
rayo me parta si no ahuma como si
llevara los demonios aentro. ¿Qué tié
que ver el tren con esto! ¡Pus ávate
con el
barquillico que lleva á la za-
ga!...

Será la cría, padre — grita el


rapaz.
28 TIPOS TRASHUMANTES

Puá qué, hijo: no te diré yo que


no lo sea.

Y toas estas que


están arrimai-
cas
aquí lo paecen tamién... ¡Cristo,
cuánta barca!... y allá va una cargá
de cubetos... ¿Y dende esta orillica
se
pescará el fresco?

¡ Otra con el inocente! Eso se

pesca en la mar alta, borrico.


¿Pues no es esto la mar alta?


¡Anda si qué! ¿Pus no oíste á


aquel señor que venía en el tren á la
vera de tu madre, que esto es el

puerto? ¡Qué tié cacer esto pa-onde


está la mar alta!

Y ¿onde está esa mar?


En cuántico alleguemos á casa,


di que se ve de golpe.
Y en éstas y otras por el estilo,
admirando acá, exclamando allá, pa¬
rándose aquí, retrocediendo en el
otro lado, preguntando á este «caba¬
llero» y á la otra «buena mujer»,
llegan á Miranda, en el cual barrio
tienen apalabrada una habitación
LOS DE BECERRIL 29

que les ha buscado otra familia cas¬


tellana que les precedió en el viaje.
Al ver el mar desde aquellas altu¬

ras, los padres se atolondran y los

hijos se estremecen, considerando


que al día siguiente han de meterse
todos ellos en tales honduras.
Como el barrio de Miranda es el
que eligen siempre los castellanos,
porla doble razón de economía y de
proximidad á la playa, tienen oca¬
sión los nuestros de hacer rancho en

la misma casa en
viven, con
que
otros paisanos instalados en ella tam¬
bién. De todas maneras —
y por eso
traen las alforjas llenas de provisio¬
nes,— siempre «se ajustan» sin la
comida.
El primer baño no le toman sin
grandes recelos, sobresaltos y serias
meditaciones: los chicos lloran y los
grandes tiemblan de miedo, mucho
antes de temblar de frío; pero, al

cabo, bien agarrados éstos á las cuer¬


das, y á empellones los muchachos,
30 TIPOS TRASHUMANTES

van entrando todos poco á


poco,
hasta que,
después de acurrucados,
les llega el agua al
pescuezo. Es de¬
cir, que se quedan á la orilla, donde,
al romper las olas, tras de macha¬
carles los
cuerpos como mazos de
batán, les hacen sorber la arena á
carretadas.
En la misma guisa que salieron
del tren, excep¬
tuando el detalle
de las alforj as,
van al baño y
vuelven de él:
con la
propia ca¬
pa el hombre, las
mujeres con los
talegos y la cria¬
tura, y el rapaz
con el paraguas. La cajoa para arro¬
parse, el paraguas para quitarse el
sol el de los
lamparones, y los tale-
guillos para guardar la ropa del baño.
Catorce de á media hora recetó
á cada uno el médico de Becerril;
LOS DE BECERRIL 31

pero ellos, que traen muy contados el


tiempo y el dinero, toman dos cada
día, y así despachan en una semana,
cuando 110 en media, echándose en

remojo una hora por la tarde y otra


por la mañana.
Siempre que no están en el baño,
ó comiendo, ó durmiendo la clásica

siesta, se los halla recorriendo las


alturas de la costa, metiendo la ca¬
beza en todas las grutas y rendijas
de las peñas, y preferentemente es¬
carbando en los arenales para acopiar

pelegrinas y caracolillos, baratijas


por las cuales se perecen.
Antes de volverse á Becerril, ó á
Frómista, ó á Amusco, al pueblo, en
fin, de Castilla del cual procedan,
bajan dos veces á la ciudad: una para
verla y comprar á la chica unas arra¬
cadas de cascaritas, y otra para vi¬

sitar, por adentro, un vapor-correo,


y, si le hubiere en el puerto, «un
barco de rey ».
Por lo demás, son los bañistas más
32 TIPOS TRASHUMANTES

metódicos y decididos de cuantos se


zambullen en el Cantábrico. Ni en
los días de más perdonan el
resaca

remojón. De manera que si también


en la hidroterapia obra la fe prodi¬

gios estas buenas gentes se vuelven


,

á Becerril tan sanas como corales.


EL EXCELENTISIMO SEfíOR.

XTna semana antes desuspenderse,


por razones de alta temperatura, las
sesiones de las Cortes, pronunció un
discurso de abierta oposición á la po¬
lítica del Grobierno. Tres días después
se trasladó á Santander con su se¬

ñora, luciendo todavía los tornasoles


3i TIPOS TRASHUMANTES

de la aureola en que le envolvió


aquel triunfo parlamentario. — No
liay que decir si llegaría hueco y
espetado, él que, por naturaleza, es
grave y repolludo.
Como ni Su Excelencia ni su se¬
ñora de mar, sin
piensan tomar baños
duda por aquello de que de cincuenta
para arriba, etc..refrán cuya pri¬
mera parte les coge por la mitad,
110han querido alojarse en el Sardi¬
nero ; y como tampoco quieren el
bullicio y las estrecheces del cuarto
de una fonda, se han acomodado en
una modesta casa de huéspedes, ocu¬
pando la mejor sala con el adjunto
gabinete.
Su Excelencia sale á la calle con
zapatos de cuero en blanco, sombrero
hongo de anchas alas, cómoda y hol¬
gada americana, chaleco muy abierto
y tirillas á la inglesa.
Siempre camina lento y acompa¬
sado, con las manos cruzadas sobre
los riñones, y entre las manos la
EL EXCELENTÍSIMO SEÑOR. 35

empuñadura de candida sombrilla.


Nunca va solo: generalmente le
acompañan cuatro ó seis personas de
la población y de sus ideas políticas.
Marchan en ala, y el personaje
ocupa el centro de ella.
A cada veinte pasos hace un alto,

y el acompañamiento le rodea. Es
que va á tocar uno de los puntos
graves de su discurso; porque es de
advertir que Su Excelencia no gasta
menos, ni aun para diario.
Y, en efecto: si un oído indiscreto
se acerca entonces al grupo, perci¬

birá éstas ú otras semejantes pala¬


bras, dichas en tono campanudo y
resonante:

Porque, señores: los hombres


que hemos adquirido la experiencia


del gobierno con amargos desenga¬
ños, debemos al país toda la verdad,
todo el esfuerzo de nuestro patrio¬
tismo acrisolado. Por eso, si en el
Parlamento, como la Europa ha vis¬
to, fui implacable con los hombres
36 TIPOS TRASHUMANTES

de la situación, lo fui mucho más,


lo estoy siendo todos los días, en el
terreno de mis personales relaciones
con todos ellos. Momentos antes de
salir de Madrid, decía yo al presi¬
dente del Consejo de Ministros: —

«Esa que ustedes siguen es una polí¬


tica de aventuras; y ciegos están si
no ven
ella está el país al
que con
borde de un abismo...El país no
quiere utopías: el país quiere hechos
prácticos; el país quiere reformas
tangibles y beneficiosas; el país quie-
EL EXCELENTÍSIMO SEÑOR... 37

re economías positivas; y ustedes,


para corresponder á sus justos anhe¬
los, le dan la dictadura en hacienda,
el caos en 1a, política y el descon¬
cierto en todo ».

¡ Bravo! — exclamará aquí uno


de los oyentes que más arriman los


asombrados ojos á los crespos bigotes
del orador.—Y él, ¿qué le respondió
á usted?

¿Quérespondió?—replicará
me
Su Excelencia mirando al interpe¬
lante como si fuera á tragársele, y
recorriendo luégo el grupo con la
vista airada, haciéndole desear por
un buen rato la respuesta. — Lo de

siempre: que el estado del país; que


el desbarajuste de las pasadas admi¬
nistraciones ; que los compromisos
contraídos; que la demagogia; que
la revolución
latente; que la necesi¬
dad de cimentar las instituciones...
¡ Farsa, señores, farsa todo!
¡ Pues es claro! — responderá el

coro.
38 TIPOS TRASHUMANTES

Y el
orador, después de pasear otra
vezla vista por los circunstantes, sin
añadir una sola palabra, erguirá
la
cerviz, fruncirá el ceño y continuará
su paseo.
Y así hasta el infinito.
Por la
noche, aquellos mismos
complacientes y complacidos caba¬
lleros le acompañan al Círculo de

Recreo; y dicho está que le llevan,


medio en triunfo, al salón del Se¬
ncido, venerable mansión donde, al
revés de ia cárcel del mísero Cervan¬
tes, «toda comodidad tiene su asiento
y ni el más leve ruido hace su habi¬
tación ».

Allí se levantan los más autoriza¬


dos señores al ver al recién
llegado;
cédenle la poltrona presidencial, y,
alargando tirios y troyanos el pes¬
cuezo
y los hocicos (intentique ora
tenébant, que dijo el otro), dispó-
nense á
escuchar, sin perder sílaba,
la quincuagésima octava variante
sobre el consabido tema...
EL EXCELENTÍSIMO SEÑOR... 39

Que sigue y se reproduce también


en el camino del Sardinero, que

gusta Su Excelencia de recorrer á


pie, muy á menudo.
Y así va deslizando la temporada,
salpimentando sus solaces con tal
cual visita á éste ó al otro
personaje
que veranea en la playa, ó pasa de
largo para el extranjero.
Al fin del verano se le lleva un día
á ver Instituto, y otro á la Farola
el
de Cueto, que, á lo que parece, es
todo lo monumental que aquí tene¬
mos digno de que lo vean esos seño¬

res; y liasta el año que viene, si para


entonces no está Su Excelencia en

candelero... ó enlas Marianas, que


de todo se ha visto.
Cuando elpersonaje montó en el
coche que le llevó á visitar la Fa¬
rola, se notó que le acompañaba una
señora, sobrado vulgar de aspecto, y
nada joven, por las trazas. Aquella
señora era la suya, y entonces se la

vi ó en público por primera vez.


40 TIPOS TRASHUMANTES

Extrañó mucho la gente reparona


que unseñor de tal fachada y de tan¬
tosrequilorios, hubiera elegido una
compañera de tan vulgar modelo.
Pero estos reparones no reparan en

que los hombres no nacen para ser


personajes, como los príncipes para
ser reyes; y así les sucede á muchos

lo que al cosaco Kalmuff, que «como


110 esperaba llegar á sargento, des¬
cuidó un poco la letra»-; es decir, que
como al verse
abogados sin pleitos, ó
temporeros de una modesta tesorería
de provincia, ó alféreces de reempla¬
zo, no pudieron soñar que el viento
de una revolución ó los caprichos de
la fortuna los colocasen en las mayo¬
res alturas del presupuesto, no se les
ocurrió entonces tomar una señora
de majestuoso porte, para reflejar en
ella en el día de la apoteosis los re¬
lumbrones del oficio.
Mas á esto dicen también las gen¬
tes que en España todos los hombres,
en cuanto llegan á serlo, debieran
EL EXCELENTÍSIMO SEÑOR. 41

prepararse para lo más grave, porque


parece ser, y varios hechos le atesti¬
guan, que, por una rara excepción
de la naturaleza, tocios los españoles
servimos para todo.
I

jf* y" i
LAS INTERESANTÍSIMAS SEÑORAS

vJTeneralmente sonclos: rubia la


una, morena la otra; pero esbeltas y
garridas mozas ambas. Arrastran las
sedas y los tules como una tempestad
las hojas de otoño. De aquí que unos
las crean elegantísimas, y otros cha¬
rras
y amaneradas. Pero lo cierto es
44 TIPOS TRASHUMANTES

que los otros y los unos se detienen


para verlas pasar, y las ceden media
calle, como cuando pasa el rey.
Como nadie las conoce en el pue¬
blo, las conjeturas sobre proceden¬
cia, calidad y jerarquía, no cesan un
punto.
El velo fantástico de
capricho¬
sus

sos
sombrerillos, que llevan siempre
sobre la cara, es el primer motivo de
controversias entre el sexo barbudo.
Siaquellos ojos rasgados, y aquellas
mejillas tersas, y aquellos labios de
rosa
que se ven como entre brumas
diáfanas, son primores de la natura¬
leza ó artificios de droguería. Esta
es una de las cuestiones. Pero aun¬

que se resolviera favor de la pin¬


en
tura, no sería un dato; porque ¿qué
mujer no se pinta ya?
Otra duda: ¿dónde viven? Se ave¬
rigua que se hospedaron en una fonda
muy conocida, á su llegada á San¬
tander, y que permanecieron en ella
tres días, durante los cuales las acom-
LAS INTERESANTÍSIMAS SEÑORAS 45

pañó por la calle, varias veces, un


inglés cerrado.
Primera deducción: que son in¬
glesas.
A esto replica un curioso que las
siguió entonces muy de cerca, que
siempre hablaban por señas á su
acompañante, y que ^

le decían «aisé» para


llamar su atención.
Dato feroz: de él se

desprende que 110 son


inglesas ni tienen
la más esmerada i T//M,
1 *

educación, puesto
que usan ese vocablo con que el tosco
populacho bautiza á todo extranjero
cuando quiere decirle algo.
Pero un joven optimista hace saber

que esa palabra es compuesta de dos


inglesas, muy usuales en la conver¬
sación, y que equivalen á digo yo, ó
mejor aun, á nuestro familiar oiga
usted.
Se desecha el dato desagradable.
46 TIPOS TRASHUMANTES

Ignorándose dónde viven después


que salieron de la fonda, se las signe
discretamente con objeto de averi¬
guarlo. Trabajo inútil. Como si el
pueblo fuera para ellas tramoya de
magia, desaparecen en el punto y
hora que les conviene.
Estas contrariedades excitan do¬
blemente la curiosidad y multiplican
la suma de los curiosos y
de los ad¬
miradores cuya voracidad fomentan
,

ellas, sin pretenderlo quizá, exhi¬


biéndose con nuevas y más llamati¬
vas galas y más
sandunguero garbo.
A todo esto, los que las suponen
de solar conocido, alegan que las han
visto en el teatro, en
sendas butacas.
Pero esto es poco y equívoco.

Otros, de mejor instinto investi¬


gador, declaran que las vieron, días
antes, salir de la iglesia. Este es me¬
jor dato sin duda.
Pero otro, mucho más elocuente,
se ofrece á los
pocos días.
Se las ve en el baile campestre, lo
LAS INTERESANTÍSIMAS SEÑORAS 47

cual, ya lo sabe el lector, constituye


aquí casi una ejecutoria de limpia
prosapia.
Sin embargo, todavía no resuelve
ni aclara nada este dato.
Asistieron á la fiesta, aun¬
que con intachable arreo,
solas como de costum¬
bre. Se observó que 110

quisieron bailar, no obs¬


tante las muchas invi¬
taciones que otros tan¬
tos despreocupados las
hicieron. La incipiente

juventud no se atrevió
á tanto desde que notó

que las damas distin¬


guidas las miraban de
reojo.
Esto era muy signi¬
ficativo. No pudo averiguarse, por
más que se registraron al otro día
los billetes de convite entregados al

portero del salón, qué socio las había


dado la credencial para entrar allí.
48 TIPOS TRASHUMANTES

Inútil es decir que estas nuevas


confusiones excitan más y más el
afán de las conjeturas acerca de las
desconocidas. Las señoras del pueblo
comienzan á tratar de ellas con al¬
guna vehemencia, y también se divi¬
den en pareceres.
No falta ya quien asegura que son
dos princesas rusas que se han pro¬
puesto darse, á todo gusto, un paseo
por Europa. Pero como hay también
quien afirma que hablan el caste¬
llano, y hasta con cierto dejillo an¬
daluz, se conviene en que serán dos
sevillanas de buen humor, cuyos ma¬
ridos llegarán de un momento á otro.
Esta suposición coincide con el
aserto de un curioso, de que, según
noticia de Pedro, tomada de Juan,

que á su vez la tomó de Felipe, las


dos incógnitas tienen letra abierta
en una casa de comercio, de las más

respetables de la plaza.
Y entonces es cuando
empieza á
vacilar la repugnancia que hacia
LAS INTERESANTÍSIMAS SEÑORAS 49

ellas sentía la femenil sociedad indí¬

gena. Y tanto vacila, y tanto decae,


que si á la sazón no asisten aquéllas
al más encopetado baile particular,
ó á la tertulia más entonada, es ó
porque no ha habido una disculpa
para invitarlas, ó porque ellas no
lian querido aceptar la invitación.
Tal sube y baja en el humano
criterio el concepto que en él se for¬
jan los hombres... y las mujeres,
dejándose seducir por las aparien¬
cias.
Un día se observa al pasar
que
junto á uno de esos forasteros bulli¬
dores y omniscientes, en lo que res¬

pecta á pueblos, tipos y costumbres,


y de quien hablaré al lector más
adelante, le sonríen con inusitada
familiaridad, al cual agasajo corres¬
ponde él flagelando el vestido de la
rubia con dos golpecitos de bastón.
Entonces se le asedia, se le acosa,
se le marea con
preguntas de todos
los colores.
50 TIPOS TRASHUMANTES

Asómbrase el interpelado del asom¬


bro de los interpelantes, y les da una
respuesta brevísima.
¡No es posible!

— se le replica.

Con verlo basta, caballeros.


Desde el día las mira
signiente se
en la calle gente conocida, y
como á
se observa un hecho bien opuesto á

todo lo usual y corriente en el trato

social; y es á saber: que á medida


que van ellas ensanchando sus rela¬
ciones entre los antes codiciosos de
susmiradas y preferencias, van éstos
escatimándoles sus atenciones en pú¬
blico, es decir, que más se aislan
cuanto más se comunican.
Muy poco tiempo después tiene
lugar el completo eclipse de estos
dos astros, que aparecieron entre los
de primera magnitud.
Y llamo completo al eclipse, por¬

que se necesita un ojo muy avezado


á la observación para distinguirlos,
de vez en cuando, en las alturas de
un
palco segundo del teatro, obscu-
LaS INTERESANTÍSIMAS SEÑORAS 51

recidos ya por la luz de una candi¬


leja, ó describiendo, como fuegos
fatuos, caprichosos giros y recortes
en el Muelle, al desembarcar en él

los indianos de un vapor-correo.


it
un artista

(jTusta usted que le sirva, cabayero?


Sí, señor.

Sírvase usted tomar asiento


aquí... ¿Qué va á ser?
54 TIPOS TRASHUMANTES

¿Cuál?

Digo si gusta usted cortarse


rizarse...

Quiero que me afeiten.


Al momento, cabayero... ¿Le

gusta á usted así el respaldo? ¿Quiere


usted que le suba... que le baje?

No, señor.
Muy bien. ¿Fría ó caliente?

Como á usted le dé la gana, con


tal que me afeite pronto y bien.

¡Oh! como una seda, cabaye¬


ro... Un
poquito más alta la bar-
biya, si usted gusta... así... ¡Qué
calores tenemos, eh? ¡Cómo se estará
asando aquel Madrí!... ¿Hace mucho

que no ha estado usted por Madrí,


cabayero?

Y ¿qué sabe usted si yo he es¬


tado allá alguna vez?

¡Oh! yo le conozco á usted.


Pues que sea por muchos años.


Sí, señor. Cuando vino usted á


cortarse el pelo anteayer, me lo dijo
el chico que le sirvió á usted.
UN ARTISTA 55

Es decir, que es usted nuevo en


esta peluquería.

Ocho días hace que llegrfé de


Madrí.

Como en verano se aumenta la


parroquia...
•—

No, señor: yo he venido de pla¬


cer; quiero decir, á baños.

Vamos, afeita usted por recreo.


Hágase usted cuenta que sí;

porque lo que sucede es ele que al


saberse que yo había venido, me soli¬
citó el maestro; y yo, por hacerle un
favor...

comprendo.
Ya lo

Como á mí, en dejándome tiem¬

po para bañarme, una hora para el


café y otras dos para ir con los ami¬
gos al paseo, no me hace falta el
resto del día...

¿Y todos los años viene usted á


bañarse aquí?

No, señor. Esta es la primera


vez; pero otros amigos de mi arte
han venido otros veranos, y me han
TIPOS TRASHUMANTES

hablado muy bien de este pueblo. Lo


demás, yo siempre lie salido á San
Sebastián. Hay muy buena sociedad
allí.
¿De modo que usted no piensa

quedarse todo el año en esta bar¬


bería?
¡Qué ha dicho usted! ¡Dejar yo

aquel Madrí!... ¡Madrí de mi alma!...


Desengáñese usted, cabayero: nos¬
otros, los artistas, acostumbrados á
aquel mundo, no servimos para pro¬
vincias.
Según eso, nacería usted allí.

Naturalmente, cabayero.

Lo supongo; y supongo también


que será extremada la necesidad que
tiene usted de los baños de mar,
cuando sale usted todos los veranos

á una miserable provincia para to¬


rn Q rl na

e diré á usted lo que

hay. Mi papá estuvo en


Ultramar muchísimo
tiem po desempeñando
UN ARTISTA 57

un buen destino; y á los dos años &


de venir él de allá, nací yo...
Por cierto que mi mamá tuvo
un parto atroz... ¿Hace daño?

¿Cuál, hombre?

La navaja.

Va «como una seda.»


Es claro... Pues verasté. Yo me

crié muy delicadito, y los médicos


decían que unos tumores como puños

que me salían en salva la parte, eran


escrúfulas, ínticas á las que papá ha¬
bía traído de América.

Pero las llevaría ya


de España.

No, señor, las cogió allá.


Yo creía que las escrófulas no


se
adquirían así tan de repente.

Por eso decían los médicos, ca-

bayero, que cuando las escrúfulas se


cogen de golpe y á esa edad, ya 110
se sueltan; y á más á más, se pegan.

Ya me voy enterando.

Como que mamá, que nunca


las había tenido de joven, se fué á


la sepultura llena de ellas... Pues
58 TIPOS TRASHUMANTES

verasté: y criándome yo tan delica-


dito, dijeron los médicos que necesi¬
taba poco trabajo y mucho baño de
mar. Por eso nunca pude ir al cole¬

gio; que, por lo demás, mi papá que¬


ría que yo estudiara para ingeniero.
Pero papá era muy liberal, y murió
en la Plaza de la Cebada... de un

tiro, cuando la revolución del cin¬


cuenta y cuatro. Entonces mi mamá
no
pudo el susto; se le metieron
con
en el cuerpo
las escrófulas, y murió
también. Quedándome yo huérfano
y con pocos recursos, me dediqué á
este arte, y con él voy viviendo, gra¬
cias á los baños de mar tomo
que
todos los veranos... ¿Quiere usted
que le descañone?
Haga usted todo lo de costumbre.

Y usted, cabayero, ¿no se da


luego una vuelta por Madrí? Cono¬


cerá usted allí mucha gente.

No tanta como usted.


Oh! yo conozco á todo el mun¬


¡
do... Sobre todo, artistas y literatos.
UN ARTISTA 59

Anda!
¡

¡No sé si vendrá este año por


aquí Benito.
¿Qué Benito?

Gialdós.

Parece que le trata usted con


mucha confianza.

Muchísima. Cuando salí de Ma-


drí quedaba él dando las últimas plu¬
meadas á un libro
muy bonito que va
á publicar en seguida.

Se le leería á usted.
Porque yo 110 quise que se mo¬

lestara, no me le leyó; pero hablamos


de él, así, por encima.

Vamos, le gustará su parecer


de usted.

Aunque debiera decirlo...


yo 110
¿No ve usted que no se riza con nadie
más que conmigo?

Es extraño eso; porque yo j ti¬


raría que gasta el pelo rapado.

Efectivamente, pero yo me re¬


fería á la barba.
Siempre la vi afeitada.

se
60 TIPOS TRASHUMANTES

Pues se la afeito yo, cabayero.


¡Ah, ya!

Y la misma intimidad tengo


con Adelardo
Ayala. Pues ¿y con
Campoamor?... El primero que le dió
la mano cuando se echó el último
dracma suyo, fui yo. «Gracias, chico
me dijo, — y créete que estimo tu

enhorabuena como la mejor.»


De modo que trata usted á toda


la literatura por debajo de la pata.

Hágase usted cuenta que á


toda... ¡Qué chicos! Tienen la gra¬
cia de Dios... Pues alií está Lagar¬

tijo, que dice en el Imperial á voz en


cuello que la tarde que no estoy yo
en la plaza, no sabe dar un volapié.

¡ Ese sí que tiene sombra!


¿El Imperial?
No, señor, Lagartijo... Así de¬

cimos en Madrí... Cosas de esos chi¬


cos del Gil Blas. Aquí, en provincias,
tiene uno que mirarse mucho para
hablar, porque en seguida se escama
la gente.
UN ARTISTA 61

Ya veusted, la ignorancia...

Es natural; porque no están,


como uno, al tanto de las cosas del
día... pero allí, aunque no se quiera,
hay que estruirse... Misté, cabayero;
yo estoy todo el año en*la peluquería
de Prats, que es la mejor de Madrí.
Allí el literato, allí el músico, allí el

diputado... Para que usted vea: oclio


días antes que Salaverría leyera en
las Cortes los presupuestos últimos,
sabía yo todo aquello del recargo que
tanto dió que hablar. Lo mismo me
sucedió con lo de los fueros. Así es

que yo tengo á montones las papele¬


tas para las trebunas de orden; y si
110 voy
á todas las sesiones, es por¬
que, para mí, todo lo que no sea ha¬
blar Emilio ó Roque Barcia...

De modo que es usted de los

que llaman «de la cascara amarga».


¡Pues ahí verá usted!... No,


señor. Por de pronto, yo 110 soy ya
hombre de opinión, porque los des¬

engaños me han hecho ateo en poli-


62 TIPOS TRASHUMANTES

tica;pero, de estar por alguno, más


bien estoy por los de guante blanco,
que, al cabo, se peinan y se afeitan,
y son, como el otro que dice, parro¬
quianos de uno. Es que esos oradores
yo no sé que tienen para mí: bien
séase que no los entiendo, ó que lo
dicen con cierto... Vamos, ello es

que me llevan detrás, como si me


hechizaran... Aquí, en provincias,
estarán ustedes poco al tanto de esas
cosas.

Nada, hombre, nada.


Es natural. Les falta el roce y


la... Allí da
gusto; de todo se trata
y en todo se ilustra la persona...
¿Descañono más?

Está bastante.
¿Fría ó caliente?

De la más fría.

Tenga usted la bondad de en-


sugarse con esta toballa. Le daré á
usted unos golpes de peine.

¿En dónde?

En el pelo... ¡ Oh, cabayero !


UN ARTISTA 63

¡qué antigua es ya esa moda que


usted yeva! Aliora, en Madrí, todos
los chicos distinguidos yevan el pelo
en bandós...
¿Sí, eli? Pues deje usted el mío

como está, y así seré mucho más dis¬


tinguido.
Como usted guste, cabayero...

¿Conque también tienen ustedes ya


tranvía ?

Así parece.

Han querido
imitar al de Madrí.
¡Aquél sí que es tranvía!
¿Mejor que éste, eh?

¡Qué tiene que ver! Sin em¬


bargo, cabayero, para una provin-
.
cia, éste es todo lo que se puede
pedir.
Ya me hago cargo. Además,

aquél recorre sitios más amenos.


¡Muchísimo más! Recoletos, la

calle de Alcalá, la Mayor, Palacio,


el barrio de Pozas... todo Madrí;
conque, figúrese usted.
Al

paso que aquí, Molnedo,


64 TIPOS TRASHUMANTES

San Martín, la Magdalena, el Sardi¬


nero...

Eso es: mucho prado, mucha


mar... rústico todo. Pero no hemos
de pedir en una provincia las venta¬

jas de Madrí. ¡Cuántas tiene us¬


un
ted España todavía mucho más
en

atrasadas que ésta! Pero ya irán


ustedes entrando poco á poco. Por
de pronto, la buena sociedad madri¬
leña que les visita todos los veranos,
UN ARTISTA 65

ya adorna esto y algo ilustra. Misté:


el domingo fui yo en el tranvía,
y se
me figuraba que estaba en Madrí.
Todos ios pasajeros éramos de allá, y
todos conocidos.
Así es
que la gente . i.
se nos
quedaba mi- Ju¬
rando cuando nos C t
apeamos.

¡Qué le pare- ,

ce á usted! *''

Lo mis¬
mo me sucede
cuando voy
por las maña¬
nas á tomar el
baño. Toda la
gente que an¬
da por el are¬
nal y por la
galería, somos de Ma¬
drí. De modo
que todo se le vuelve á
uno saludar. Le
digo á usted, caba-
yero, que algunas veces me parece
que estoy en el Prao, y me da tris¬
teza.

/
66 TIPOS TRASHUMANTES

¿Por qué? hombre.


Ya ve usted la diferiencia: cua¬


tro peñascos, unarenal y un poco de
agua. Compáreme usted esto con
aquel gentío de carruajes, con aque¬
llos palacios y aquel vaivién de socie¬
dad, que á veces no cabemos en el
salón... porque, créame usted, caba-

yero, aquello es la mar de elegan¬


cia... Esto no es decir que el Sardi¬
nero sea del todo malo, pues, para
una provincia, no puede pedirse más;
pero desengáñese usted, á los que
estamos hechos á aquel Madrí... ¡Ay,
Madrí de mi alma!... Está usted ser¬
vido, cabayero.

gracias, amigo.
Muchas

Me alegraré haberle dado gusto.


Pues vaya usted alegrándose.


Ya lo sabe usted: por ahora,

desgraciadamente, aquí; desde el mes


que viene, calle del Carmen, pelu¬
quería de Prats, para cuanto se le
ocurra.

No olvidaré las señas. Con-


UN ARTISTA 67

que agur, y aliviarse de las escmí


fulas.

Tantísimas gracias... Beso á us


ted su mano, cabayero.
1 /

LISMtff
ÍRALiA i

SABIO

siguiente día de su lle¬


gada á Santander, ó acaso
sin sacudirse el polvo del

camino, se da á conocer en
tertulias y corrillos dicien¬

do, con la mayor impavidez,


V que España es un país
m de estúpidos, y que la ca¬
pital de la Montaña es el
último rincón del país, puesto que no
liay un solo montañés que conozca la
télematologia, ni la filosofía del senti¬
miento estético en sus relaciones con
la actividad del yo pensante, en, den-
70 TIPOS TRASHUMANTES

tro, sobre, sobre en y por debajo de la


conciencia universal. Pero esta igno¬
rancia le
sorprende en nn
110
pueblo
en
qne todavia oyen misa los hombres
que se llaman ilustrados, y descono¬
cen á Jeéeguel (muy arrastrada la J)

ó Hegel, como decimos las personas

vulgares.
Y ahora que el lector sabe algo so¬
bre la venida de este huésped, voy á
decirle otro poco acerca de su proce¬
dencia.
La humana debilidadtiende, por
instinto, á lo más cómodo, hacedero
y comprensible.
Por eso á los grandes apóstatas,

aunque arrastrados á la apostasía


por el demonio de la soberbia, ó de
la codicia, ó de la concupiscencia,
nunca les han faltado inocentes que
formen su cortejo.
Pero
llegó el siglo XIX, hijo legí¬
timo de la glacial filosofía del xviii,
y la masa dócil á tantas voluntades
durante tantos siglos de controver
UN SABIO 71

sias y de charlatanes, endurecióse


como elmármol, y hasta el más lerdo
se convenció de que en estos días es¬

plendorosos, de luz y de pronuncia¬


mientos, ya no cabe el cisma, por la
sencilla razón de que el que se separa
de la verdad católica no es para pro¬
clamar otra creencia, sino para du¬
dar de todas; y dudar de todas equi¬
vale á carecer de entusiasmo, que es
hij o de la fe; y careciendo de fe y de
entusiasmo, no cabe la disputa ni,
por consiguiente, la escuela. Es de¬
cir, que los disidentes de la verdad
«ya no creen en brujas», ó, hablando
más en «carácter de época», están
«curados de espantos», en plena des¬
preocupación. Deducción lógica de
esto: 110 puede darse una ocasión que
sea menos á
propósito que la pre¬
sente, para fundar sectas religiosas
y sistemas filosóficos.
Pues bien, lector: en ninguna otra,
desde que el mundo es mundo, se han
hecho mayores esfuerzos para arras-
72 TIPOS TRASHUMANTES

trar á la razón humana á los extre¬


mos que más la repugnan; jamás se
ha visto mayor cúmulo de desatinos
presentados como armas de seduc¬
ción, unos en el campo religioso, otros
en el filosófico y otros en el de la po¬

lítica; siendo inútil advertir que to¬


das estas agrupaciones, tan diferen¬
tes entre sí, coinciden en un punto:
el consabido odio á las viejas institu¬
ciones y creencias.
Ni de los fundadores, ni de los pon¬
tífices, ni de los apóstoles (aunque
todo ello suele andar en una sola

pieza) de estas doctrinas, ni siquiera


de los adeptos que lo sean de veras,
voy á tratar aquí, gracias á Dios.
Pero es el caso que al rededor de

estas colmenas de insípida melaza,


bulle de continuo un enjambre de

zánganos impresionables, que, so pre¬


texto de un amor desmedido á lo
nuevo y á lo fuerte, pero incapaces
de elaborar cosa propia, aunque sea

mala, van chupando, á hurtadillas,


UN SABIO 73

cien desatinos de la
filosofía, cin¬
cuenta extravagancias de lo religioso
y doscientas majaderías de la polí¬
tica; y con estas provisiones en el
buche, mal digeridas, así por falta
de jugos como por la indigesta con¬
dición de lo engullido, échanse zum¬
bando por esos mundos de Dios, y aun

pretenden elevar su vuelo hasta las


águilas, porque les han dicho que
aquello que les nutre el menguado
entendimiento se llama ciencia mo¬

derna.
Uno de estos sabios es el huésped
consabido.
Y ya que tampoco ignoras de dón¬
de viene, continúo leyéndote todas
las señasparticulares de su pasaporte.
Greneralmentees tipo por su figura,

ó por el corte de su vestido, y joven;

porque no se concibe que pueda lle¬


gar nadie á la edad de las canas con
tantos grillos en la cabeza .

Ni la experiencia, ni la erudición
más vasta en el campo de los viejos
74 TIPOS TRASHUMANTES

sistemas, le merecen el menor respeto;


porque él ha asistido durante dos me¬
ses á una cátedra de filosofía krau-
sista en la universidad de
Madrid, y
sabe, por boca de uno de los orácu¬
los españoles de
kh esta escuela ale¬
mana, qne«cacla
filósofo debe cons¬
truir su propia
ciencia sin nece¬

sidad de abrir
un libro.» Y
tan al pie de
la letra ha to¬
mado el con-

sejo; á tal
extremo ha
llevado el asco á
los libros, que ni si¬
quiera conoce la gra¬
mática castellana.
Ya hemos visto al dársele á cono¬

cer al lector, qué desparpajo le presta


ó le infunde esta rilustrada ignoran-
UN SABIO 75

cia; mas como aquella tesis la repite


donde quiera que halla tres hombres
reunidos, y como no es raro que entre
tantos haya muchos á quienes sobre de
buen sentido lo que les falte de ciencia

moderna, su temporada de verano es


una
pelea sin tregua ni sosiego.
Porque es de advertir que, aunque
de pronto se le escucha como quien

oye llover, una vez metido en barro


ya no hay paciencia que sufra tantas
salpicaduras al sentido común, única
ciencia, á mi entender, que se cons¬
truye sin abrir un libro, por la sen¬
cilla razón de que 110 hay libro que
enseñe á construirla cuando Dios ha
negado á alguno la materia prima.
Sin ese lastre en la cabeza, claro
es
que, como todo lo henchido de aire
ó menos pesado que él, este sabio, no
bien se agita un poco, ya está dando
tumbos por el espacio y perdiéndose
de vista en el infinito. Por eso lo pri¬
mero
que discute, y con doble afán
si hay mujeres en el auditorio, es á
76 TIPOS TRASHUMANTES

Dios, es decir, al Dios de las viejas


creencias.
Eso de Dios Trino y Uno, tiénelo

sur do; la mente, por tanto, 110 le pe¬


netra, 110 le alcanza.
Entonces es la ocasión de echar
atrás las solapas del levisac, poner
la cara hosca y lanzarse sobre los ig-
I

UN SABIO 77

norantes con este párrafo que, según


el sabio, es claro, perceptible y con-
cluyente:

«Dios es el absoluto ser, en su


total unidad é
integridad, como lo
que es y de lo que es, en la esencial
sustantiva unión y composición del
ser y del existir, del conocer
y del pen¬
sar, dándose y determinándose en,
dentro y debajo de la unidad, sabién¬
dose de si para si y consigo, congrua,
individual y homogéneamente, antes
y sobre toda determinación concreta
de la materia caótica en tiempo y

espacio, medio en que lo objetivo y lo


subjetivo reciprocamente comulgan.»
En seguida apoya su aserto con la
autoridad de los santos padres, ó pon¬
tífices de su iglesia, Krause, Sanz
del Río y Salmerón; mira en de¬
rredor de sí con cara de lástima, y

pasa á otra cosa.


Nada le repugnaba tanto cuando
él era católico, «por no disgustar á
su pobre madre que
creía como una
78 TIPOS TRASHUMANTES

inocente todas esas cosas», como los


milagros, lo sobrenatural; y lo del
premio y el castigo inmediatos á la
muerte del cuerpo, ni más ni menos

que si Dios llevara una cuenta co¬


rriente á cada una de sus criaturas.
Esto es empequeñecer la idea; agra¬
viar á la razón humana, que es un
destello divino, etc., etc.
Y he aquí comienza á cantar
que
endechas al espiritismo, secta de la
cual se declara partidario y hasta
miembro integrante. Y siendo espi¬

ritista, cree, por ende, y así lo mani¬


fiesta, que los espíritus vagan por el
espacio, ramoneando de planeta en
planeta, como carneros trashuman¬
tes, para purificarse por una serie de
transmigraciones, hasta que Dios los
llame junto á sí, después de juzgar¬
los dignos de El: cree, por tanto, en
los meta-espíritus, y que el hombre
está en la tierra, de tránsito, proce¬
dente ya de otro planeta, ó de otra
criatura de diferente condición so-
UN SABIO 79

cial ó naturaleza, y ni siquiera nie¬


ga que pueda él mismo haber sido
asno
tiempos atrás, por más que —
¡ otro contrasentido ! — no le gusta
que se lo llamen. En fin, repugnán¬
dole todo lo sobrenatural, y f
hasta negándolo con indig¬
nación, nos cuenta entusias¬
mado que se pasa las horas
muertas hablando mano á
mano con el

espíritu de
Confucio... ó
con el de San-
cho Panza
(pues inspi¬
rados erudi¬
tos hay en la
secta que se
lo han tragado), si es medium, por su
propia virtud, y sino, por el hermano
que la posea; y le cuentan que esto
está perdido, y
que la Iglesia caerá, y
que prevalecerá lo que quieran Bas¬
sols, Solanot, Alian -Kardec y otros
80 TIPOS TRASHUMANTES

cuantos apóstoles de la doctrina fa¬


mosa... Y todo esto y mucho más se
lo cuentan en parábolas y renglon-
citos entrecortados, que necesitan
luégo una interpretación no poco in¬
geniosa.
También en este trance tapa la
boca á los incrédulos que se ríen al

oirle, con nombres propios. En se¬


guida enjareta una letanía de los
más sonados en España entre polí¬
ticos y militares, los cuales sujetos
hacen lo mismo que él, y oliquid am-

plius, en esas conferencias con los es¬


píritus; prueba que 110 por ser irre¬
cusable, porque es la pura verdad,
levanta un ápice la cuestión ante el
testarudo y arranciado sentido co¬
mún escucha al sabio; pues se
que
obceca aquel inconquistable tribunal
en sostener que en ninguna parte hay

reunidas, en menos terreno, más ex¬


travagancias, más monomanías, más
opuestas condiciones sociales que en
un manicomio, y, sin embargo, á
UN SABIO 81

nadie se le ha ocurrido tomar


lo
por
serio aquella algarabía de insensatos.
Indígnale también que existan to¬
davía hombres que se llaman ilustra¬
dos sosteniendo
que la raza humana,
entera y verdadera, procede
de Adán.
Parécete absurda
esta teoría; v bus¬
cando otra más ve¬

rosímil,y hasta so¬


lar más noble á la

humanidad, agá¬
rrase á
Darwin, y
pénese muy hueco
al declarar con este
otro sabio que el
hombre desciende
del mono — cosa

que muchos ignorantes negarían


110
si todos los
ejemplares de la especie
fueran idénticos al
preopinante. —
Verdad es que el sustentar esta teoría
le permite soltar la palabreja antro-
piscos ó antropoides, que no es des¬
preciable para un sabio de su calibre,
6
82 TIPOS TRASHUMANTES

y tapar con ella el resuello al que le


pregunte por la raza que debió llenar
el abismo que separa al cuadrumano
famoso, del más estúpido de los hom¬
bres Por
...eso me gustan á mí los

sabios (y 110 aludo ahora al de mi


cuento): se tropiezan en sus investi¬
gaciones con un abismo sin fondo, y
le cubren con una palabra rimbom¬

bante; y saltando sobre ella, para 110


sentir el vértigo que les perdería,
siguen adelante tan satisfechos como
.si la senda bache.
110 tuviera un

Volviendo ahora á nuestro sabio,


digo que si se logra hacerle descen¬
der de esas alturas en qué se mece
tan á gusto, y bajar al mundo
su

terreno, se le ve lanzarse rápido so¬


bre la memoria de los grandes hom¬
bres; porque ésta es de las águilas
que no pierden el tiempo cazando
moscas. La calidad del auditorio es
lo que menos le importa.
por ejemplo, al primer tra¬
Así,
tante en caldos que halla á mano, le
UN SABIO
83

enreda en una discusión sobre Cer¬


vantes.

Concedo dice el generoso sa¬


bio,— que no fué el autor del


Quijote
un hombre enteramente
vulgar te¬
niendo en cuenta la época en que
vivió; pero ¿qué materiales dejó pre¬
parados para la arquitectónica de la
ciencia moderna? ¿No están
sus obras
impregnadas del estúpido fanatismo
religioso? Lo mismo á él que á Cal¬
derón les faltó la
filosofía de la esté¬
tica, les hubiera enseñado lo poco
que
que valían sus creaciones por sí, me¬
diante, en, con relación al idealismo
trascendental, en cuanto, sobre, antes
y después de.
Por el mismo procedimiento de¬
muestra el
idiotismo de Colón, la
candorosa ignorancia de
Agustín (co¬
mo 110 cree
brujas, le suprime la
en

santidad), el espíritu mezquino de


Raimundo Lulio, la charlatanería
de
Balines, y la sublime metafísica
de las coplas
de Mingo Revulgo. '
84 TIPOS TRASHUMANTES

Ninguno de aquellos hombres, ni


otros infinitos que citasin pararse
en barras, hicieron cosa alguna en
beneficio de la humanidad "progre¬
siva; les faltó la gran idea del sím¬
bolo, del schema, ó séase la gráfica
determinación en que la naturaleza y
el espíritu se unen en forma de len¬

teja.
¿Necesito añadir que la aspiración
política de este mozo es ir tan lejos
como puedan llevarle las corrientes

de la idea nueva, ó los huracanes de


la libertad de su altivo pensamiento?
Así es, en efecto; y conste que,
según propia declaración, para colo¬
carse en la senda que necesita su

razón sin trabas ni corta¬

pisas, ha comenzado por


tomar en una logia
masónica el nombre
de Wamba, y por ju¬

rar, á oscuras, sacri¬


ficarse en cuerpo y
alma á la voluntad de
UN SABIO 85

un superior á quien no conoce, sin


que le sea lícito preguntar jamás el
por qué ni el para qué ele los esfuer¬
zos que
se le impongan.
En fin, lector ignorante,
después
de volcar este ollón de potaje reli-

gioso-filosófico-político en plazas, ca¬


sinos, tiendas y cafés, es cuando el
sabio, para rematar la obra, encaja
este ribete, pespunteado con aires de

protección y en tono campanudo:


Esto se llama, señores, estar pene¬
trado del ideal de la humanidad, esa
ciencia sublime, mediante la cual,
el hombre, artista de su vida, deter¬
minándose en todas las esferas de la
actividad, se hace divino en, bajo,
mediante Dios.
Mas, á pesar de la sustancia de
este luminoso dato, oigo al asom¬
brado lector preguntarme : — Pero

¿adonde va ese mozo con semejante


grillera entre los cascos?
¿Adonde va?—En Madrid, al Ate¬
neo, si liemos de creerle.
86 TIPOS TRASHUMANTES

En Santander, á lo que liemos


visto, á difundir la luz, á tomar el
aire... y, muy á menudo, á la ruleta.
Mañana... (si antes no se cura) al
Limbo, que es la mansión adonde
van á parar los que en vida tuvieron
la enfermedad debajo del pelo.
UN APRENSIVO

P uede
JL de
ser
Rioseco, lo mismo
que de Palència ó de Zamarramala.
No es viejo, ni
tampoco joven, ni
rubio ni moreno, ni alto ni bajo,
88 TIPOS TRASHUMANTES

ni rico ni
pobre. Trajo baúl de
cuero peludo y sombrerera de car¬
tón. Hospedóse como pudo, y al día

siguiente fué á entregar la carta


de crédito que traía, á su orden,
contra una casa mercantil de la
plaza.

¿Los señores de Tal y Cual y


Compañía?

Servidores de usted.
Tenga usted la bondad de ente¬

rarse de esta esquelita.


Cúbrase usted y siéntese.

Muchas gracias.

¿Quiere usted recibir ahora la


cantidad que los señores Morca ¡o y


Compañía nos mandan poner á su
disposición?

No, señor; iré tomando á cuenta


lo que- necesite, si á ustedes les pa¬
rece.

Como usted guste. Y ¿cómo es¬


tán aquellos señores?

Tan guapamente... quiero de¬

cir, salvo el sobrehueso del don Ata-


UN APRENSIVO 89

nasio, que no le deja moverse de la


silla cuatro años hace.

Eso es lo peor. Y usted, á lo


que parece, ¿se ha venido por ahí á
veranear?

No fuera
malo, señor mío. Por
ese solo
placer quedárame en casa,
que los tiempos 110 están para mo¬
verse de ella.
Vengo, créalo usted,
por la necesidad que tengo de tomar
los baños.
¿Y ya está usted instalado?

Sí, señor: ahí paro en cá de un


paisano, en Santa Clara. Mucha bes¬


tia, mucha mosca y bastante ruido
hay; pero como dicen que el olor de
la cuadra bueno para
es
el pecho, 110
me pesa haber encontrado eso. Yo
mejor querría un parador con vistas
á la mar alta;
pero ¡ mire usted que
llegué á dar hasta doce reales por
un cuarto en el Sardinero, y el de¬
montres del posaero se me echó á
reir! Conque volvíme ahumando á la
ciudad, donde pago medio duro. Le
90 TIPOS TRASHUMANTES

cligo á usted que la vida cuesta aquí


un sentido. Pero la picara necesidad
de los baños...
Pues, hombre, el semblante de

usted revela muclia salud.


¡Calle usted, por Dios, que es¬


toy hecho vieja!... Como
una carraca

que si en este mar 110 la compongo,


no me
queda más remedio que la
huesera...

¿Ha tomado usted ya algún


baño?
¡Si llegué ayer, de tardecica; y

en carricoche fui al Sardinero,


un

y en el mismo me volví, ya de no¬


che, cuando vi lo caro que andaba
por allí el hospedaje! Ahora vuelvo
allá á enterarme de lo tocante al
baño; he de
porque pensar que me
meter yo en lo que no conozco, si¬
quiera de oídas, es pensar los impo¬
sibles. Conque, si ustedes no mandan
otra cosa, me alegro de verlos tan

buenos, reconózcanme por un servi¬


dor, y hasta otro día, que algunos
UN APRENSIVO 91

he de volver, si Dios quiere y la sa¬


lud melo permite.

Muchísimas gracias, y que apro¬


vechen los baños.

Pues si no me
pintan, será
110
por falta de modo para tomarlos.

EN LA PLAYA

Conque, según las trazas,


es
usted bañero?

Ya ve usted.
Vaya, lo celebro. Yo tam¬

pues
bién vengo á tomar baños.

Me alegraré que aprovechen.


Así lo espero. Y diga usted,


¿está esto muy hondo?
Hay de todo. Si queda usted

se
cerquita...

¿Y si entro mucho?

Si entra usted mucho, hallará


más agua.

Quiere decir, que según voy en¬


trando ...
92 TIPOS TRASHUMANTES

Le va á usted cubriendo, cu¬


briendo. ..

Eso es, hasta que


¡plaf!

se va
uno al liondo.

Cuando 110 se sabe nadar...


Pues es una broma


pesada. Y
diga usted, ¿estarán firmes estas
cuerdas?

Ya lo ve usted.
UN APRENSIVO 93

De modo
que, bien agarrado
uno á
ellas, aunque venga la ola de
firme... Diga
usted, ¿de qué lado
suelen venir?

Hombre, según sople el viento;


pero, por lo común, de frente, como


ahora.

Quiere decirse... eso es, que


poniéndome de cara hacia afuera,
las recibiré en las
espaldas... Pero
entonces no veré lo que viene sobre
mí. ¿Cuál le
parece á usted lo mejor?

Eso va en gustos.

Como tiene usted la


experiencia
ya... ¿Y si me tiran?

No suelte usted la cuerda.


¿Y si la suelto?

Le tiran á usted.

¿Y qué hago entonces?


Agarrarse á la arena.

-

¿Es seguro eso?


A veces.

Pero ¿no están ustedes


para sa¬
car de tales apuros?

Cuando se nos manda.


94 TIPOS TRASHUMANTES

¿Y si no se lo mandan á us¬

tedes?

Nos estamos, como ahora, pa¬


seando por el arenal.

¿Aunque yo me esté ahogando?


Si le viéramos á usted, y hu¬


biera tiempo...

¿Es decir, que puede 110 haberle?


¡Yo lo creo!

¡ Canastos ! Pues ¿cómo hay


ahora otros bañeros con aquellas

mujeres?
Porque los han pedido y pagado.

—¡Ah! vamos. Pues yo también


tomaré uno... ¿Tiene usted mucha
fuerza?

¿Para qué la necesita usted?


Hombre, para un apuro de esos


de que íbamos hablando.

¿Ya usted á empezar hoy á ba¬


ñarse?

No, señor, mañana. Ahora ven¬


go á tomar informes de esto, porque
á mí no me hace gracia meterme en
lo que no conozco... Por de pronto,
UN APRENSIVO 95

me gastaría más la playa si fuera


llana, siquiera media legua adentro.
¡ Tendría que ver!

Dicen que algunas son así.


¡ Valientes playas serán esas!

¿Quiere decir que ésta es mejor?


Como ésta no la hay, hombre.


Y el agua, ¿también es buena?


De la mejor qne se conoce.


Pu.es eso es lo esencial para


los
que venimos á bañarnos por necesi¬
dad. Y, á propósito: yo quisiera ver
al médico del establecimiento.
¿An¬
dará por acá?

Cabalmente está ahora en la


galería... Mírele usted.
¿Quién es?

Aquel señor de la barba negra


que está hablando con otro joven
delgadito.

Pues voy á verle antes


que al¬
guno le comprometa... Conque, ami¬
go, muchas gracias por todo, y hasta
mañana; porque yo desearía bañarme
con usted.
96 TIPOS TRASHUMANTES


Si estoy desocupado entonces,
con mucho gusto.

Pues lo dicho., dicho.


(Como yo te eche la zarpa, me¬


nudo remojón vas á chuparte... Yo
te diré de qué lado viene la mar.)

CON EL MÉDICO

Saludo á usted, caballero.


Beso á usted su mano.

Me han dicho que es usted el


facultativo del establecimiento.

Tengo en él mi gabinete de
consultas.

Es igual. Pues yo quería con¬


sultar.

Cuando usted guste...


Ahora mismo.

Pase usted á esta habitación...


Sírvase usted tomar asiento.

Muchísimas gracias, señor de...


¿de qué, si 110 le incomoda?

Zorrilla.

¡Hombre! Como ese que hace


UN APIIENSIYO 97

coplas. ¿Son ustedes parientes, por


si acaso?

Sospecho

que no.

Es que es paisano mío ese Zo¬


rrilla, y podría usted serlo también.

Pues hágase usted la cuenta de


que no lo soy.
Yaya, pues lo siento; porque

cuando se halla uno con


gente de la
misma tierra, le parece que
no ha
salido de casa... Pero es
igual, con
tal que la salud... Pues yo
quería con¬
sultar sobre la mía.

Usted dirá.

¿Cuántos baños cree usted que


debo tomar yo, de cuánto tiempo y
á qué hora?

Si usted 110 me dice antes por


qué los necesita...

Pues por la salud.


Ya lo
la salud se
supongo; pero
quebranta por mil causas: cada cau¬
sa
puede dar origen á una enferme¬
dad, y cada enfermedad necesita un
tratamiento determinado.
98 TIPOS TRASHUMANTES

verdad, y voy á decirle á


Es
usted contado lo que padezco.
de
Pues, amigo de Dios, ha de saberse
usted que todo ello resulta de un
susto que cogió mi madre el día en
que se casó.
j Es raro eso, hombre!

¿Por qué?

Porque 110 hallo concomitan¬


cia... Si el susto le hubiera cogido
algún tiempo después... ^

Es que yo soy sietemesino.


¡Vamos! Eso
ya varía de es¬
pecie.
—Pues sí, señor:
se escapó un no¬
villo que se había
de correr aquella
misma tarde en la
plaza, y arremetió
á mi padre en el
momento de salir
de la iglesia con
mi madre, después
UN APRENSIVO 99

de casados. Mi madre desmayó al


se

verlo, vino gente, salvaron á mi pa¬


dre como de milagro, recogieron á
mi madre; y sobre si tuviste tú la

cnlpa ó la tuve yo, armóse después


en el
pueblo una de palos que el
mundo ardía. Mi madre tardó en vol¬
ver en
sí, pero no echó el susto del
cuerpo en mucho tiempo; y puede
asegurarse que en todo el embarazo
no fué ya mujer: un soponcio le
iba
y otro le venía. De resultas de todo
esto, nací yo hecho una
miseria, y hágase usted
cuenta que el verme vivo
á los siete anos, le costó
á mi padre un sentido.
El ruido de una puerta
me tumbaba en el suelo;
el aire me hacía
toser;
con el
frío, sabañones; con
el calor, agonías; con el
agua fresca, pasmos; con
la templada, vómitos...
en
fin, que llegué de mi-
100 TIPOS TRASHUMANTES

lagro á los diez y ocho años, A esa


edad me entonó un poco ya; y como
quedé huérfano y tuve que atender
á mis haciendas, el trabajo y la dis¬
tracción me arreglaron el cuerpo'algo

más, y así estoy; pero, créame usted,


aborrecido de cambiar de médicos y
de medicinas. Tan pronto que baños
calientes de "esta
clase; tan pronto
que de la otra; tan pronto que los
de río; hoy que friegas, y mañana

que restregones; hasta que un mé¬


dico de regimiento que jiasó por el

pueblo y venía recomendado á un


amigo mío, me aconsejó que tomara
los baños de mar... y aquí me tiene
usted.

Bien está; pero todavía 110 me


ha dicho ustedqué dolencia es la que
principalmente le aflige.

Pues todas esas de que le he ha¬


blado.

¿Cuáles?

Mire usted, por de pronto, el


estómago.
UN APRENSIVO 101

¿Le duele á usted?


No, señor?

¿Hace usted malas digestiones?


¡Por alií!

¿Siente usted ardores?...


¡Quiá! Lo que me pasa es que


yo soy de mucho comer, y que en
cuanto algo más que lo de cos¬
como

tumbre, siento aquí un peso...


¿Y repugnancia?

No, señor; nada más que el peso,,


que me dura como un par de horas...
hasta que...

¿Vomita usted, eli?


No, señor, me quedo como un


reló... y con un hambre de dos mil
demonios.

¡Hola!

Y eso es lo que
á mí me hace
cavilar, porque parecementira que
con ío
que yo cómo 110 se me quite el
hambre... y, sobre todo, el peso.

Y la cabeza, ¿qué tal?


La cabeza... ¡esa es otra más-


gorda! Cuando tenía veinte años,
102 TIPOS TRASHUMANTES

resistía yo el sol de la era toda la ma¬


ñana, enpelo, sin que uno de ellos
me doliera; pues ahora ¡ya te quiero
un cuento! á las dos horas de estat¬
al sol, ya sudo y me entran los des¬

que también me va dando cuidado.


Y es grave, en efecto.

¡Lo ve usted !

Sí, señor, bastante grave . . .

¡muy grave!

¡Cuando le digo á usted que


paso la vida en una agonía!... Y lo
que más rabia me da es que todo el
UN APRENSIVO 103

munclo dice qne me quejo de vicio, y


que patatín y que patatán... ¡Hasta
los facultativos se han reído de mí!...

Conque ¿le parece á usted que me


sentarán estos baños?

Están indicadísimos.

Y ¿cuántos?

Lo mismo una docena que dos.


Yo creí que siempre se tomaban


nones.

Tome usted nones.


Así me parece mejor. Y ¿de


cuánto tiempo?

Hasta que usted tirite de frío.


Y mientras esté de baños, ¿po¬


dré tomar fresco?... porque á mí me
gusta mucho.

A mí también en este
tiempo.

¿Luego cree usted que podré


tomarlo?

A todas horas.

¿Antes del baño también?


Y después del baño.


¿Y también para el desayuno?


También para el desayuno.


104 TIPOS TRASHUMANTES

¡Caramba!... Y ¿qué fresco ele¬


giré?

El que corra.

¿Y si corren varios?

Los toma ustecl todos.


¡Hombre, será mucho! Yo pre¬


fiero la merluza sola.

¡Ah! vamos. Usted me hablaba


del pescado.

Sí, señor, le llamamos fresco en


mi tierra.

Pues, en ese caso, tengo que


corregir... El mejor pescado para
usted es el atún.

No me disgusta; pero yo creía


que era más pesado que la merluza.
Y ¿á qué hora lo tomaré?
Un poco antes de meterse en el

baño.

¡Hombre! ¿Y en qué cantidad?


Un par de libras, si caben.


¡Yo lo creo!

Pues á ello.

¿En seco?

De ningún modo.
UN APRENSIVO 105

Entonces, clarete.

Nada de eso; aguardiente es


mejor digestivo.
Es verdad. Y
diga usted, ¿cómo

aprovecha más el baño, entrando


poco á poco ó de sopetón?

Ni de un modo ni de otro: á
usted le conviene el trote.

Y
después me acurruco, aga¬
rrado á la cuerda.

No, señor: después de darse us¬


ted una trotada por el arenal...
¡ Ali! ¿conque lia de ser por el

arenal?

Precisamente; eclia usted de


se
cogote...
¿Al agua?

Naturalmente.

Pero ¿cómo?
¿Sabe usted nadar?

Como un canto.

Entonces véngaseusted á la gale¬


ría, y desde allí le enseñaré yo... ¿Ye
usted, á la derecha, aquel peñasco que
se mete más que los otros en el mar?
108 TIPOS TRASHUMANTES

Sí que le veo.

Pues desde allí se tira usted de


cabeza.

¡Zambomba!... ¿Y después?
¿Después?... después va usted á

contárselo á su abuela.
Jajajá... ¡ qué buen humor tiene

este señor de Zorrilla... ¡Pues anda,


que se lia largado... y sin cobrar la
consulta! A bien qúe todos los días
he de verle des23ués del baño para
explicarle el resultado y pedirle el
plan para el siguiente.
UN APRENSIVO

EN LA DESPEDIDA

Conque, vaya usted mandando


lo que sele ofrezca para mi tierra.


¿Tan pronto?

Y la mitad me sobra.

Como vino usted á bañarse...


A matarme, dirá usted.


Es decir, que no lian sentado


los baños.
En la misma boca del
estómago...

y eso, tan sólo con olerlos. Conque,


¡figúrese usted si llego á probarlos!

No comprendo...
¿No acuerda usted que le dije

se

que el médico me había mandado


tomar, antes de bañarme, dos li¬
bras de?...

Mucho que sí.


... Y usted
empeñaba en que
se

broma del señor Zorrilla para


era una

darme á entender que yo era un


aprensivo, y que torna y que vira?
¡Mal rayo me parta!... Pues bueno:
108 TIPOS TRASHUMANTES

yo, que tomo al pie cle la letra todo


lo que toca á la salud y al modo de
recobrarla, porque la tengo perdida,
aunque diga lo contrario el mundo
entero, e] día siguiente al de la con¬
sulta me bajé por la mañana al Sar¬
dinero, después de haberme envasado
las dos libras de bonito y el medio
cuartillo de aguardiente. Vestime de
bañista, salíme al arenal y comencé
á trotar en redondo. La gente me mi-
-
raba. Eran las diez, y 110 parecía sino

que Dios echaba rescoldo por el cielo


abajo, según las ampollas que sacaba
el sol. A la media vuelta ya sudaba,

y á los cinco minutos hubiera jurado


yo que el aguardiente estaba en lla¬
mas y el bonito hecho una lumbre...

¡Le digo á usted que aquello era abra¬


sarse vivo! Así es que, á las pocas
vueltas, porque las daba por largo,
me caí redondo en el arenal. Acudió
la gente, y también el médico, que
andaba por allí; lñzome echar por la
boca hasta los hígados; y después de
r

UN APRENSIVO 109

llamarme bárbaro muy serio, contó á


la gente lo ele la consulta, y acabaron
todos por reírse de mí. ¿Le
parece á
usted que el lance era de risa?... Pues
toda esa falta de caridad la enmendó
el facultativo con decirme que cómo
él pudo imaginarse nunca que hu¬
biera un hijo de
Adán tan... adán, que
tomara en serio lo del bonito y lo del
trote antes del baño; que si lo que yo
había tenido en el cuerpo lo mete él

debajo de una peña, la levanta en vilo;


que si, hallándome vivo después de lo
ocurrido, 110 me convencía de que mi
salud era de bronce; y, por último,

que 110 tentara más á Dios, que me


volviera á mi pueblo á cuidar de mis

haciendas, y que no aburriera más al


prójimo llorando males que no tenía...
Con esta rociada por todo consuelo,
me vestí, volvíme á la
posada y me
metí en la cama á sudar, que poco
me costó con el calor que hacía.

¿De manera que ha hecho usted


el viaje en balde?
110 TIPOS TRASHUMANTES

No lo crea usted... algo


y por
se dijo que «por lo más oscuro ama¬

nece.» Hablando yo de estas cosas,

á los tres días, con un compañero de

posada, me dijo que él también ha¬


bía rodado mucho por el mundo bus¬
cando la salud, y que 110 la había
encontrado hasta que se la dió un
curandero ¡ ¡Dásmese usted !, un re¬
mendón que trabaja en un portal de
esta misma ciudad. ¡Y decir á Dios

que hay médicos que gastan coche!


Pues, señor, que me alegró la noti¬
cia, que me animé y que fui á con¬
sultar con el curandero... ¡Le digo á
usted que es preciso verlo para creer¬
lo! No hizo más que saber que yo es¬
taba enfermo, y sin dejarme hacerle
historia alguna de la enfermedad,
me estiró los brazos hacia adelante,

me juntó las manos, y poniéndome


una de las suyas en la boca del estó¬

mago, me dijo: — «Usted tiene toda


la maleza en el arca, motivado á que
los güétagos se han arrimado mucho
UN APRENSIVO 111

al padrejón, á causa—¡esto es lo más


asombroso!—de que las dos paletillas
110
encajan bien en el espinazo...»
Pues en esto, señor mío, no ha dado
hasta hoy ningún facultativo.

Lo creo sin dificultad. ¿Y qué


remedio le di ó para tan complicada
enfermedad?

Uno que me parece tan sencillo


como cuerdo: dos parches y un haz de
yerbas. Uno de los parches me coge
desde la nuca hasta la
curcusilla; el
otro es para encima del
estómago.

¿Los tiene usted puestos ya?


No, señor: los llevo para ponér¬

melos en cuanto llegue á casa;


por¬
que, tan pronto como me bizme, ten¬
go que meterme en la cama y estar
en ella veintisiete
días, boca arriba,
sin moverme.

¿Y las yerbas?

Las yerbas cocerlas.


son para
De este cocimiento he de
tomar,
mientras esté en la cama? dos azum¬
bres por la mañana y otras dos
por
112 TIPOS TRASHUMANTES

la tarde. De este modo dice el curan¬


dero que romperé en aguas abundan¬
tes, y que á la vez que con ellas sale
toda la maldad, con los parches for¬
tificaré el estómago y entrarán en
sus propios gonces las paletillas...
Conque, sírvase usted darme lo que
me resta del crédito que traía, porque

ya me parece que en llegar á


tardo
casa
para ponerme en cura, y mande
lo queguste para aquellos señores.

¿Resueltamente va usted á eje¬


cutar el plan del curandero?

Como estamos aquí los dos.


En ese caso, venga un abrazo...

y apriete usted bien.


¿Por qué tan apretado?


Por si no volvemos á vernos.


UN DESPREOCUPADO

Se da un aire á todos los hombres


que conocemos ó recordamos, de es¬
casa talla, comunicativos, afables sin
afectación ni aparato, limpios y asea¬
dos, que siempre parecen jóvenes y
llegan á morirse de viejos sin que
8
114 TIPOS TRASHUMANTES

nadie lo crea, porque liasta el último


instante se les lia llamado muchachos

y por tales se los lia tenido; hombres,


por el exterior, insignificantes y vul¬
gares hasta en el menor de sus deta¬
lles; hombres, en fin, de todos los
pueblos, de todos los días y de todas
partes.
Se llama Galindo, ó Manzanos, ó
Cañales, ó Arenal... ó algo parecido
á esto, pero á secas; y á nadie se le
ocurre que tenga otro nombre de
pila, ni él mismo le usa jamás.

¡Ya vino Galindo!—se nos dice


aquí un día al principiar el verano.

Y cuantos lo oyen saben de quién


se trata, como si se dijera:

Ya llegaron las golondrinas.


Tiene fama, bien adquirida, de
fino y caballero en sus amistades y
contratos, y no se ignora que vive
de sus rentas, ó, á lo menos, sin

pedir prestado á nadie, ni dar un


chasco á la patrona al fin de cada

temporada; y esto es bastante para


UN DESPREOCUPADO 115

que hasta los más encopetados de


acá se crean
muy favorecidos en cul¬
tivar su trato ameno.

Al oirle hablar de las cinco partes


del mundo con el
aplomo de quien
las conoce á
palmos, tómanle algu¬
nos
por un aristocrático Esaú que ha
vendido su primogenitura por un par
de talegas «para correrla»; quién

por un aventurero osado, sin cuna ni


solar conocidos; quién por antiguo
miembro del cuerpo consular, ó di¬
plomático de segunda fila... Pero lo
indudable es que ha viajado mucho,

y con fruto; y que no teniendo en su


frontiscipio pelo ni señal que 110 sean
comunes y vulgares, 110 hay terreno

en que se le coloque del cual no salga

airoso, cuando no sale en triunfo.


Tampoco, mirado por dentro, po¬
see cualidad alguna que brillante
sea.

No eselocuente, no es poeta, no
es artista; no es perfecto ni acabado
en nada.
116 TIPOS TRASHUMANTES

Pero, cambio, tiene un poco de


en
todo... y algo más: es, por de pronto,
un estuche de cosas. En manejarlas
á tiempo consiste su habilidad.
Con ella y con su impenetrable
cara de vaqueta, en su boca no se
distingue la verdad de la mentira, y
eso que las echa gordas; y en cuanto

á sus cosas, ni es avaro ni despilfa¬


rrador de ellas; quiero decir que ni
es entremetido, ni se hace rogar mu¬

cho. Como los buenos músicos, entra


en el concierto en que hace falta,
cuando le corresponde: ni antes ni
después.
Cuando, por primera vez y solo,
se presenta en una tertulia, nadie
frunce el ceño ni le pregunta con
gestos ó con palabras: «¿qué busca
usted por aquí?» Antes bien, se le
recibe palio, y se le dice, entre
con

sonrisas y agasajos:

¡Oh... Galindo! ¡ Acabara usted


de llegar!
Ni más ni menos que si se le espe-
UN DESPREOCUPADO 117

rara
fuera antiguo contertulio de
y
la Y desde el mismo
casa.
instante,
Galindo es el alma de aquellas re¬
uniones.
Una noche falta quien toque el

piano para bailar. Galindo no conoce


una nota de música:
sabe de
pero
oído unas cuantas
piezas de baile, y
se sienta en el
banquillo, y araña el
teclado, y toca lo que se necesita.
118 TIPOS TRASHUMANTES

No tiene voz ni condición


alguna
de cantante; y cuando llega el caso,
acompañándose él mismo al piano,
suelta un par de canciones picares¬

cas, de acá ó de allá, que alborotan


la reunión. Si se trata de liacer co¬

plas, nadie le gana á hacerlas pronto


y al caso, aunque le ganen todos á
poeta.
Que no se baila, ni se canta, ni se
hacen coplas, y la gente se agrupa
en los gabinetes, medio aburrida,
medio soñolienta... Allí está Gialindo

para reanimar los decaídos espíritus.


Para entonces son las anécdotas fres¬
cas, ó los recuerdos de Calcuta ó de
Constantinopla. Y tras esto y un sin¬
número de mentiras verosímiles sobre
las mujeres del Cáucaso ó los hombres
de Ceilán, llegará á hablarse, por
ejemplo, de objetos raros, y habrá
allí quien crea decir mucho diciendo

que ha visto camisas de hoja de llan¬


tén, catalejos de trapo, ó chocolate
sin cacao... y tantas cosas más que
UN DESPREOCUPADO 119

so anuncian todos los


días, en éstos
de extravagancias que corremos.
No dejará Gralindo de admirar las
citadas rarezas, con toda la expre¬
sión que cabe en su estilo lento
y
suave
impasible; pero
y en su cara
hombre que lia corrido y visto tanto,
no
puede estar sin algo que citar á
propósito de rarezas, y no lo está,
en
efecto; y saca un grueso anillo de
uno de sus dedos,
y se le presenta á
la reunión, diciendo:
¿A que no saben ustedes qué

piedra es ésta?
Y la gente se abalanza al anillo,

y le da mil vueltas, y recorre la lista


conocida de piedras buenas y malas,
sin que falte la de Colmenar Viejo,
á la cual se parece en el color la del

anillo; pero nadie acierta. En vista


de lo cual, dice Gralindo:

Eso que ustedes creen piedra,


110 lo es.

Nuevas ansiedades, nuevo examen


y nuevas conjeturas.
120 TIPOS TRASHUMANTES

Pues
¿qué es, si no? — se le pre¬
gunta al cabo.

Eso es
responde Galindo,

lenta y dulcemente, — hígado de co¬


codrilo, endurecido al sol, en Pekín.

Se lo compré al joyero que lo hace


para la corte imperial; ó mejor dicho,
me lo cambió
por una zamarra fina
que llevaba yo de España.
Para calmar el asombro que esta

respuesta produce, muestra una bolsa


UN DESPREOCUPADO 121

de tripa de un indio, medio devorado


por un tigre en una cacería á que
asistió él, y se refiere á una corbata
que tiene en casa, hecha de piel de
culebra, por un indígena del Canadá.
Cuando se agota este catálogo,
tiene Gralindo á su disposición otro
más abundante todavía. Por el pro¬
cedimiento de las pajaritas de papel,

hace, entre mil primores, catedrales


y navios de tres puentes: y de un
tijeretazo solo, sobre el mismo papel
convenientemente plegado, saca una

procesión de Jueves Santo, con sus


pasos, curas, monaguillos, au¬
toridades, músicas y piquete.
De sombras en la pared, 110

digo.nada; ni tampoco de pro¬


blemas de dibujo á lápiz, á

punta de cigarro y hasta á moco de


candil; así pinta el día y la noche, el
sol y la lluvia, de dos ó tres rasgos,

y gatos y perros... y demonios colo¬


rados.
En la calle, no hay forastero á
122 TIPOS TRASHUMANTES

quien él 110 conozca ele vista y ele


trato. Sabe las rentas ó las trampas
ele cacla uno, lo
que antes tuvie¬
y
ron
lo que esperan, ó lo que te¬
y
men, y la vicia que hacen en Madrid,
y quién ele ellos trae señora propia y
quién pegadiza ó temporera, y dónele
la ha adquirido y á cómo, y quién
se la corteja y con qué éxito, y si el

cortejo es andaluz ó salamanquino...


Hablando de parecidas cosas con¬

migo en una ocasión, iba delante


de nosotros el aludido, sin haberle
visto yo.

En suma — me
dijo: —
el duque de los
Frijoles es un per¬
dido, y la duque¬
sa ,tan perdida
como el
duque.
Y en esto vol¬
vió la cara el tal;
y cuando yo creí
que iba á rom¬
per el bautismo
UN DESPREOCUPADO 123

al maldiciente, rióse hacia él, le ten¬


dió la mano
y le dijo afectuosísimo:
¡ Ah, trino! ¿conque venía usted

detrás?

¿En qué lo lia conocido usted?


le preguntó Galindo mivy sereno.


En la voz. Y
apuesto á que es¬
taba usted despellejando á alguien.

Precisamente.
Amigo de usted, por supuesto.

Cabal... Como que hablaba de


usted.

¡Ah, mala lengua!


Dijo, y dándole al propio tiempo
un golpecito en el hombro, como si

aun tuviera que agradecerle mucho,

alejóse el señor duque y se quedó


Galindo tan fresco.
No desconoce uno solo de los secre¬

tos íntimos de la
política. El os dirá,
con
pruebas, cuando menos verosími¬
les, por qué se sustituyó tal ministro
con cual otro; á qué móvil obedeció

la evolución de aquel periódico, ó la


cesantía de cierto personaje, ó el en-
124 TIPOS TRASHUMANTES

cumbramiento ele esotra vulgaridad,


ó por puede salir de apuros el
qué no
Tesoro... Y sus causas jamás son las
causas
que conoce ó que sospecha el
vulgo; siempre son particularísimas,
personales y microscópicas, con rela¬
ción á sus efectos.
De cómicos y toreros, no se diga:
á todos los trata y los tutea, y liabla
con ellos de la escena ó del redon¬
del el
aplomo y la
con autoridad de
Romea ó de Costillares.
En lo físico, es sano y duro como
un diamante: jamás se constipa ni
se queja del estómago, y eso que
110 se
abriga más que lo de costum¬
bre, y come tanto como habla, si la
ocasión se le presenta.
Y digo esto de la ocasión, porque
aun cuando ordinariamente es sobrio
y metódico, come cuanto le pongan
por delante, aunque haya comido ya,
si á comer se le convida, ó si se
acepta el convite que él proponga,
pues hace á todo.
UN DESPREOCUPADO 125

Como no viene á bañarse, sino á


veranear, y tampoco le es muy sim¬
pático el ceremonial del Sardinero,
vive en la ciudad en una fonda, ó en
una de las
mejores casas de huéspe¬
des; lo cual no obsta para que dé
cuenta, si se le pide, de cuantas per¬
sonas habitan aquellos hoteles, con
en

sus correspondientes vidas y mila¬


gros.
En agosto hace una escapadita á
ver las corridas de Bilbao, y en sep¬
tiembre arregla su marcha definitiva
en combinación con las ferias de Va¬
lladolid y la apertura de los teatros
de la corte, donde, por lo visto, se
pasa gran parte del invierno, 110 sé
cómo ni con quién.

Qué familia y qué patria son las


suyas, se ignora siempre; y se ignora,
porque jamás se le ha preguntado
por ellas; y no se le ha preguntado,
porque se prefiere ignorarlo; y se
prefiere esto, porque desde el ins¬
tante en que estos hombres tienen
126 TIPOS TRASHUMANTES

patria y familia, y nombre como


cualquier otro nieto de Adán, ya no
son Gralindos, ni Manzanos, ni Are¬

nales á secas, y pierden su peculiar


carácter de universalidad, en lo que
estriba la mayor parte de su mérito.
LUZ RADIANTE

Un si es
macilento, desma¬
no es

yado de barba, corto de vista y regu¬


larmente ataviado.
Tal es su faclia. En cuanto á su

fecha, lo mismo puede venderse por


128 TIPOS TRASHUMANTES

hombre que parece un joven, que


por joven que parece ya un hombre...
y cuenta que hablo en vulgo limpio,
por lo cual ha ele entenderse esto de
hombre, por hombre cle cierta edad.
Le habréis visto, con un libro en
la mano, en la brafia del Cañón, sen¬
tado á la sombra de un bardal; ó en
idéntica postura é igual ocupación,
sobre escueta roca entre los dos Sar¬

dineros; ó á la entrada de los Pina¬


res; ó en un rincón de la galería, con
los pies sobre la balaustrada y el
tronco desencuadernado en una silla;
ó paseándose por el arenal, absorto
en la lectura, como joven alumno

repasando la lección en el patio del


colegio.
Y aseguro le habréis visto,
que
porque aunque jamás abandona el
libro y parece la meditación su na¬
tural elemento, siempre elige para
el estudio las horas de más ruido y
busca la soledad á orillas de todo
movimiento.
LUZ RADIANTE 129

Es de
Madrid, vive en un hotel del
Sardinero, y, á juzgar por lo que se
ve, priva mucho con todas las seño¬
ras circunvecinas.
Lo cual 110 es de
extrañar, visto
lo docto que es en todos esos
tiquis
miquis que forman el arte de agra¬
dar en la sociedad
distinguida.
¡Qué donaire tiene, el indino, y re¬
milgado pespunteo de palabra, para
revolver un corrillo de
pizpiretas jo-
venzuelas! ¡Qué mirar de ojos, qué
rasgar de boca y accionar de índice
para decir, por ejemplo: — «Vamos,
Conchita, ya se ha descubierto por
qué esperaba usted el correo anoche
con tanta
impaciencia!» O: «¿Saben
ustedes qué está Soledad tan
por
preocupada?... ¿Lo ven ustedes? Ya
se
sonroja.» O: «Carmela, en mi soli¬
tario paseo de esta
madrugada me
han revelado las ondinas el secreto

que usted me ocultaba ayer. ¡Ah,


pi carilla!...»
...
¿Dicen ustedes que éstas son

9
130 TIPOS TRASHUMANTES

impertinentes y sobadas vulgarida¬


des?... Séanlo enhorabuena; pero
atrévase un buen Juan á hacerse con
ellas solas hombre ameno y travieso,
y verá cómo le plantan en seco. Hay
que desengañarse: para decir ciertas

cosas y brillar en ciertos terrenos,


hay que ser mozo de cierta catadura.
La del de quien vamos hablando
parece cortada para el oficio. Como
ramo de su ciencia, conserva en la
memoria muchas anécdotas rechis¬
peantes de la última campaña del
gran mundo, y anuncia el desenlace
de más de un suceso interesante, para
LUZ RADIANTE 131

la próxima. Y como todos los del co¬


rrilloson de
Madrid, dicho está que
las agudas murmuraciones
y los re¬
torcidos discreteos
languidecen un
no

punto, falta de interés.


por
Posee otra cualidad,
muy impor¬
tante para esto de veranear con éxito
en una
provincia entre las personas
que lo lian por oficio: sabe de corrido
toda la fraseología literaria
y musi¬
cal de moda entre la
gente madrileña.
Y cuidado, que esto no es
grano
de anís. Figúrense ustedes
que por
allí anda muy en
boga Dante, como
anduvo un invierno,
porque un ora¬
dor del Parlamento
dijo, á cuento
de no sé qué:

Non ragioniam di lor, ma guarda e passa,

cosa, por lo visto, hasta entonces no


oída en Madrid,
según la prisa que
se dió todo el
mundo, en papeles y
en
corrillos, á traducir la cita, á es¬
tudiar el pasaje entero, á desentra¬
ñar el intríngulis, á hablar de la
132 TIPOS TRASHUMANTES

Divina Comedia, y hasta á poner


en
castellano el inmortal
perverso
poema. En tal caso, ¿qué joven que
se
precie ele ilustrado ha de salir á
provincias el verano siguiente, sin
saber decir, por ejemplo, cuando se
le cae de la boca la punta del ciga¬
rro, ó de la mano el bastón, que se
le cayeron

... como corpo morto cade?

ó cuando quiere bromearse con al¬


guno que no encuentra lo que busca
ó que llega tarde:
Lasciate ogni speranza?...

ó si trata de pintar el abismo en que


se han hundido sus ilusiones:

Nel mezzo del camin di nostra vita


me ritrovai per una selva oscura ?

Si el de moda es Goethe, porque se


cantó en el Real una ópera gu}to
argumento está tomado de su céle¬
bre poema, 110 hay más remedio que
LUZ RADIANTE 183

llamar Fausto á todo


viejo galantea¬
dor y acicalado, Margarita á toda
joven qne suspira, y Mefistófeles á
todo señor
tenga la nariz afi¬
que
lada, rasgada la boca, trigueña la
color y zurda la mirada.
Si es Flotow el que priva, liay que
saber, por lo menos, entonar á media
voz, con los ojos fruncidos, las uñas
clavadas en el pecho y mucho arras¬
tre de amargura,
aquello de
/Marta Marrrrrrrrrrta!

como nos cantaban en una ocasión


todos los señoritos que venían de Ma¬
drid, empeñándose en que había uno
de llorar oyéndolos,
porque el en
Real lloraba toda la
gente cuando lo
cantaban Talini... ó Cuallni, teno¬
res de mucho sentimiento.
Cuando reinan estas
epidemias en
el pueblo, 110 hay más remedio que
aguantarlas como mejor se pueda, y
resignarse á exclamar en cada caso,
siquiera por no hacerle más grave:
134 TIPOS TRASHUMANTES

«¡Admirable, magnífico, arrebata¬


dor !»
Pues iba diciendo yo que para
evocar estas reminiscencias, citar
aquellos textos y cantar las
otras ternezas, nadie como
el amigo de quien vamos
hablando.
No sé si he dicho,
ó ustedes lo han com¬

prendido ya, que es


literato, ó que cree
serlo.
Por de pronto, es¬
cribe
quintillas en el
arenal con la punta
del bastón, y en la tertulia de la
noche lee á las señoras tal cual ba¬
lada tierna ó alusivo soneto.
Si hemos de creerle, conoce á todos
los literatos y se tutea con los más
talludos.
Lo cierto es
si llega al Sardi¬
que
nero alguna celebridad de este gé¬
nero, él es quien le presenta á las
LUZ RADIANTE 135

damas y se compromete á
que el pre¬
sentado les lea alguna cosa; al cual
compromiso corresponde éste (después
de asegurar que viene enteramente
desprevenido) leyendo una comedia
resobada, ó una oda que ya reluce de
tanto manoseo, las cuales saca de un
enorme
cartapacio de poesías que ya
lian sido leídas por el autor trescien¬
tas veces Ontaneda ó las
en
Caldas,
mientras tomó aquellas aguas.
Como piensa hacer algunas inves¬
tigaciones históricas, arqueológicas
V
geográficas en la provincia, ha
traído con su equipaje una
mochila,
un
grueso garrote con agudo regatón
de hierro, y
borceguíes ingleses de
ancha y claveteada suela. Parece ser
que todas estas cosas ayudan mucho
á recoger noticias sobre
aquello que
se trata de conocer
y describir, espe¬
cialmente en un país como éste, en
el cual hay
un pueblecillo á cada
cuarto de legua, una casa en
qué
dormir regularmente, y comer, aun-
136 TIPOS TRASHUMANTES

que no muy bien; buenos senderos


para cabalgaduras de alquiler, cuan¬
do no excelentes caminos para ca¬

rruajes; poquísimas antigüedades, y


esasá la vista y muy estudiadas ya;
nada de historias del otro mundo, y

ninguna montaña que escalar


á uña y puntera, porque todas

son cómoda- —

mente acce¬

sibles por
algún costado. Y la prueba de que
este atalaje debe servir de mucho al
tourista para sus exploraciones, es que
el nuestro, aunque le lleva á cuestas,
no camina á pie, ni come de la fiam¬
brera , ni duerme al socaire de los to-
LUZ RADIANTE 137

rreones; antes aprovecha el mullido


vagón de primera hasta donde le con¬
viene, y luego la diligencia, y hasta
los caballejos y carros del
país, como
hacemos los hombres vulgares, y las
fondas y las tabernas
y los figones.
Luego la mochila y el báculo y los
borceguíes, que evidentemente no sir¬
ven
para lo que en rigor significan,
tienen alguna virtud de carácter,
que
atrae, combina y depura todo lo que
va buscando en sus
peregrinaciones
un erudito á la flamante usanza,
cuando con ellos carga, como con el
fardo de pecados. Que es lo que
sus

yo quería demostrar, recelándome


alguna observación maliciosa de tal
ó cual lector demasiado montañés.
Y ahora continúo diciendo
queeste
ilustrado mortal, en los ratos que le
dejan libres sus baños, sus abstrac¬
ciones solitarias, sus discreteos
pú¬
blicos, sus inscripciones poéticas en
los arenales, en las rocas duras
y
hasta en los troncos resinosos de los
138 TIPOS TRASHUMANTES

Pinares, escribe correspondencias á


un
periódico de Madrid, qne las agra¬
dece mucho y quizá las paga.
La última que yo leí impresa, des¬
pués de haberla leído el autor manus¬
crita y recién nacida, á sus bellas
contertulias, decía, entre
tt otras muchas cosas, plus mi-
nusve, lo siguiente:

El mar!... ¡ ¡ La
«¡
*
mar!!...
¡ ¡ ¡ Los ma-
.fe res ! ! ! ¡¡¡¡Las
. . .

mares!!!!... ¡ Ali!...
¡ Ohhhh!...
»Perdone usted, señor di-
rector...
perdonadme vos¬
otros, mis queridos compa¬
ñeros; faltan palabras á mi pluma
para expresar cuanto la mente con¬
cibe en horizonte sin medida,
este
sobre este abismo sin fondo. ¡El mar!
Pero ¿por verdes sus aguas?
qué son
¿por qué son salobres? ¿qué fuerza
las precipita contra la roca dura que
LUZ RADIANTE 189

ahora me sirve de
pedestal? ¿poi¬
qué suben? ¿por qué bajan? ¡Ines¬
crutables misterios de la Naturale¬
za... Pero ¡qué espectáculo, gran
Dios!... Contemplándole, el corazón
palpita, lamano tiembla, los ojos se
turban. El sol sin una nube
que em¬

pañe fulgores; la brisa rizando la


sus
inquieta superficie de las aguas sin
fin; la blanca gaviota, cerniéndose
voluptuosa en el espacio; bajo la
gaviota, la esbelta nave de tajante
proa; allá el puerto; acá el escollo;
allí la espuma; aquí las flores, y en
todo y sobre todo, un torrente de
140 TIPOS TRASHUMANTES

luz y una embriaguez de aromas...


¡Ali!... Mas ¿qué es esto? el trueno
ruge; cruzan la atmósfera rayos y
centellas; se respira el hálito abrasa¬
dor de la tempestad; desgájase el
secular peñasco; húndese en el abis¬
mo, y se elevan hasta mí los pliegues

espumantes del salobre sudario que


le envuelve... Se columbra un punto
en el horizonte ¡Helás! Es una nave.

Distingo perfectamente al angustiado


nauta que implora el auxilio de los
hombres... Muchos son los que pue¬
blan la orilla, pero ninguno acude.
El que va á hacer naufragio no im¬
plora el auxilio para él solo... también
le necesitan sus pobres camaradas de

equipaje... Yo me arrojo al mar, y


los salvo á todos, entre los saludos

y los aplausos de este querido bello


sexo, regulador de todas mis accio¬

nes, inspirador de mis más elevados


pensamientos y fin y exclusivo objeto
adonde hasta el menor de mis inten¬
tos se endereza.
LUZ RADIANTE 141

»En la próxima semana empren¬


deré mi viaje de exploración por la
provincia. Mi primera jornada con¬
cluirá en Colindres, bellísima
capital
de la Liébana, región
que, como
ustedes saben, se extiende desde el
valle de Camargo al de Reocín,
y está
protegida, al Oriente, por los Picos
de Europa, y al
Occidente, por el
monte de
Cabarga el de las eternas
,

nieves. Según Estrabón


y Quinto
Curcio, esta parte de la provincia fué
la verdadera Cantabria, la
que di ó
aquellos héroes que entregaban el
robusto cuello, cantando himnos
gue¬
rreros, al hacha de los esbirros de
Felipe II, cuando este fanático mo¬
narca, 110 pudiendo implantar aquí
el bárbaro tribunal de la
Inquisición,
por repugnar á los altivos pechos de
estos libresmontañeses, ocupó mili¬
tarmente elpaís. Algunos rasgos
típicos de esa raza insigne se obser¬
van todavía en sus actuales descen¬
dientes, los famosos pasiegos, únicos
142 TIPOS TRASHUMANTES

pobladores de la Liébana. Pero, me¬


jor que en el sello fisonómico, revela
su ilustre
procedencia esta hermosa
gente en sus costumbres nómadas é
independientes. Anidan, como las
águilas, en los picos de las rocas;
jamás pisan las sendas frecuentadas,
ni duermen dos noches consecutivas

bajo un mismo techo. Se alimentan


de frutas silvestres yde carne mon¬
taraz, pues su ocupación exclusiva
es la caza,
pero con honda, la cual
manejan con una destreza asombrosa.
»Mas de esto y de otras muchas
cosas tan auténticas como interesan¬
tes, hablaré á mis bellas lectoras en
las sucesivas correspondencias y en un
libro que traigo entre manos tiem¬
po ha ».
Con lo cual queda el correspon¬
se

sal tan
satisfecho, el periódico tan
hueco, los lectores que no conocen
esta provincia, tan enterados, y los

pocos montañeses que le leen, hacién¬


dose cruces con los dedos.
LUZ RADIANTE 143

Pero impide, sin embargo, que


no

la prensa local que nos anunció su


llegada en junio, nos diga un día á
mediados de septiembre:
«Hoy ha salido para Madrid el dis¬
tinguido publicista don P. de Tal,
después de haber permanecido más
de dos meses entre nosotros. En las
varias excursiones que ha hecho por
la provincia, ha recogido gran can¬
tidad de curiosos y fidedignos datos,
los cuales piensa utilizar para dar á
la estampa un libro que tratará de la

historia, carácter y costumbres del


pueblo montañés, desde los más re¬
motos tiempos hasta nuestros días.
Nos atrevemos á rogar al insigne li¬
terato que cuanto antes nos haga
conocer su obra, que seguramente
habrá de darle tanta gloria como
títulos al aprecio de todo montañés
que estime en lo que vale el buen
nombre de su patria ».
Y adelante con los faroles; que en
144 TIPOS TRASHUMANTES

los venturosos tiempos que corren.

Sic itur ad astra;

ó, como dij o el otro:

Por estas asperezas se camina


de la inmortalidad al alto asiento.

/
I '
fi BRUMAS DENSAS

E,ístos son clos, y


cada uno cle ellos
pudiera pedir un
cuadro apar¬
te; pero es de
saberse que
siempre que trato
de sacarlos del fon-
do de mi cartera,
- 1
mmm

al tirar del uno

hacia arriba, sale enredado el otro


con
él; de donde yo deduzco que son
tal para cuál, y uno en
esencia, aun¬
que clos en la forma.
10
146 TIPOS TRASHUMANTES

Tiro, pues, de ellos, agarrando á


tientas, y ahí tienen ustedes al pri¬
mero .

Convengamos en que es mozo de


gran estampa. Pedrusco en el anillo
que recoge los dos ramales de su clia -
lina; pedruscos en los dedos; pedrus-
cos en el pecho y pedruscos hasta en

la leontina; flamante vestido de la¬

nilla; leve pajero muy tirado sobre


los ojos; éstos de mirada firme, pero
no muy noble; largo cigarro en re¬
torcida y caprichosa boquilla; la si¬
niestra mano en el correspondiente
bolsillo del pantalón, y en la diestra,'
flexible junco.
Sin embargo, aunque sus ojos son
negros, y negras las anchas relucien¬
tespatillas, y es regular su boca, y
blanca su dentadura y alta su talla,
no
puede decirse de él que es lo que
ordinariamente se llama una buena
figura. Mirado más al pormenor, tiene
juanetes en los pies, ásperas y muy
gruesas las manos, demasiado re-
BRUMAS DENSAS 147

donda la cara
y muy destacados los
pómulos. Además, carece su per¬
sona de ese aire de que todos habla¬
mos, quetodos conocemos á la legua,
pero que nadie sabe definir, y al que,
por darle algún nombre, se llama
vulgarmente buen aire, ó aire distin¬
guido ; cuya falta es, sin duda, la
causa de
que, á pesar de su pedrería,
que relumbra mucho, y de su bo¬
quilla, que sin cesar ahuma, pase
este mozo enteramente inadvertido,
como figura vulgar é insignificante.
Anda con parsimonia lo
poco que
anda, como hombre que no lleva
prisa ni se preocupa de cuanto le ro¬
dea mientras va andando.
Se lee más en su
frontispicio cuan¬
do está parado á la puerta del café,
de una iglesia, del
teatro, ó de la
plaza de toros, que siempre son sus
sitios de parada y
para los cuales ha
nacido, como la estatua para el pe¬
destal. Arrimado á las
jambas de una
puerta, flagelándose una pernera con
148 TIPOS TRASHUMANTES

el junquillo, lanzando de la boca


espirales de humo y dignándose ape¬
nas fijar la vista en los que entran ó

en los que pasan, es precisamente


cuando su revela más soltura
cuerpo
y lucen en sus ojos chispas de inteli¬
gencia. Al verle pegado á esas puer¬
tas, siempre que al otro lado de ellas
se oye el rumor y hasta se huele el

muchedumbres empare¬
tufillo de las
dadas (pues es de advertir que jamás
se arrima á puerta que no encierre

mucha gente), cualquiera pensaría


que el ruido le aturde, que el calor
le marea y las estrecheces le sofocan;

y, sin embargo, deteniendo sobre él


un
poco la curiosidad, puede obser¬
varse que siempre se le ocurre entrar

cuando los demás comienzan á salir,


como si las apreturas fueran su de¬

leite y hallara en rozarse con pechos


y solapas un atractivo irresistible.
Obsérvase también que, por lo co¬
mún, es de noche más activo que de
día. Su andar es más resuelto enfcon-
BRUMAS DENSAS 149

ces; y si á la luz del sol le gustan los


sitios más públicos y concurridos, á
la del gas prefiere
las calles más so¬
litarias y sombrías, en alguna
de las
cuales suele desaparecer
por largas
horas.
Llega á Santander días antes de
los de ferias y toros; pero ni él mismo
sabe fijar la época
de su marcha,
porque ésta depende, á menudo, de
los agentes de la autoridad,
que pue¬
den echarle la mano encima, en el
momento en que él pone la suya
so¬
bre el relé de su prójimo, ó está en
un
garito tirando el pego á dos doce¬
nas de incautos á
quienes va desba¬
ldando con el auxilio de otros ca-
maradas de oficio, ó tanteando los
intestinos de la ciudad para
buscar
una salida
por los fondos de la caja
del Banco...
Y aquí asoma ahora, lector, el otro
tipo, enlazado, por estas profundida¬
des, á la figura de la cual voy ti¬
rando para mostrártela en todas sus
150 TIPOS TRASHUMANTES

principales actitudes. Hablemos de


él, pnes que se empeña, como si fuera
un miembro del otro cuerpo, ó una
cereza del mismo ramillete.
Viene á veranear mucho antes que
el otro, y con unpelaje bien dife¬
rente. Su tipo es el de un caballero
que ha venido á menos. Negra la raída
levita, negra la deshilada corbata,
negros los relucientes pantalones,
negras las puntas que se ven de su
chaleco, negra la descuidada barba,
negros los ásperos mechones de su
pelo y negras las puntas afiladas de
sus luengas uñas. En esta figura no

hay nada que blanquee, ni siquiera


la camisa. Los únicos puntos menos
oscuros de este veraniego nubarrón,

son dos puntos pardos, ni siquiera


grises: los zapatos y el sombrero.
No busquéis esta figura entre los
recodos de apartada callejuela, hu¬

yendo avergonzada de los resplando¬


res de la luz; ó temiendo manchar
con su contacto la brillante librea de
BRUMAS DENSAS 151

los capitalistas; ni tampoco en os¬


curo
taller, encorvado sobre la tosca
herramienta para ganar, con un tra¬
bajo, extraño quizá á sus hábitos y
procedencia, un miserable pedazo de
pan; ni en la estrechez de una buhar¬
dilla, repartiendo ese mendrugo en¬
tre una
esposa y unos niños extenua¬
dos por el hambre y envejecidos
pol¬
la miseria y por las lágrimas.
Si de
ese
grupo fuera esta figura, yo no
profanara su augusta miseria presen¬
tándola en esta breve galería de de¬
bilidades risibles y aun de cosas abo¬
minables. Buscadla, pues, entre la
engalanada concurrencia de calles y
paseos, haciendo de su mugriento
equipaje una desvergonzada protesta ,

y lanzando punzantes miradas sobre


los que pasan, como si le debieran la
camisa limpia, las botas nuevas ó el

gabán sin manchas.


Si con esta luz no columbráis aún
el tipo, os apuntaré otro dato que
necesariamente ha de iluminar vues-
152 TIPOS TRASHUMANTES

tra memoria. Durante lo más recio


de un chubasco estival, de esos cuyas
gotas pesan, cada una, medio cuar¬
terón, y después de saltar de rebote
hasta los balcones, convierten las
calles en torrentes; cuando las losas
relucen, y el tránsito cesa, y comien¬
zan las ratas á asomar por los sumi¬
deros huyendo de la inundación, y
los chicos las apedrean, y la gente,
pegada á las fachadas, porque ya
están llenos de ella los portales y las

tiendas, silba y aplaude y ríe á car¬


cajadas celebrando las corridas, y
asoman cabezas por los entresuelos,

y hierven, hasta levantar la tapa¬


dera, las alcantarillas del Correo, y
se inunda la
calle de San
Francisco;
cuando todo
esto y mucho
más sucede,
un solo mortal
atraviesa im-
BRUMAS DENSAS 153

pávido la Plaza Vieja, ó marcha


Muelle adelante por la acera del mar,
sin paraguas, en chancletas, con las
manos en los
bolsillos, y, por toda
precaución, la cabeza muy hundida
entre los hombros. Pues ese es.

Probablemente habréis recibido al¬


guna vez su visita. Es hombre que
hace muchas, recién llegado.
Un día anuncia la
os
inexperta
fámula que ha llamado á la puerta
un caballero quedesea hablaros. Con
tal anuncio, la decís que le intro¬
duzca en lo más sagrado de la casa;
y cuando acudís á recibirle, os le
halláis, como la estatua del descon¬
suelo, con las manos cruzadas sobre
el cóncavo vientre, el sombrero entre
las manos, y la mirada tangente
á las fruncidas cejas y fija en vues¬
tra mirada.

Cabayero—os dice con voz tré¬


mula y un poquillo de olor á aguar¬
diente:—un desgraciado, con su se¬
ñora enferma y siete criaturas... sin
154 TIPOS TRASHUMANTES

hogar, sin un pedazo de pan que


yevar á sus inocentes iabios, implora
el auxilio de su generoso corazón.
—¿Quién es ese desgraciado?—le

preguntáis, por preguntarle algo,


antes de plantarle en la escalera.
—Un servidor de usted, que no
hace mucho ocupó una briyante po¬
sición social. Pero los acontecimien¬
tos políticos...
BRUMAS DENSAS 155

¿Era usted de los del presu¬


puesto?
¡Jamás, cabayero!... Me esti¬

maba demasiado
para eso. Yo era
rentista.
¡Hola!

Sí, señor: tenía todo mi capital


en los fondos públicos.
—Lo creo.

Y con estas
bajas tan atroces, á
consecuencia de la intranquilidad en
que tienen al país estos gobiernos...
—Y á mí ¿qué me cuenta usted?
¡ Ali, cabayero!... Yo quisiera

una ocupación honrosa


para ganarme
el sustento.
—Pues tómela usted, si hay quien
se la ofrezca.

Tras eso ando, cabayero; y


mientras la hayo en alguna parte,
quisiera de usted la atención
merecer
de veinticinco
pesos que necesito
para que tome los baños mi señora,
y para que no me arroje el tigre del
casero, desde la miserable buhardiya
156 TIPOS TRASHUMANTES

en queahora vivo, hasta la ignomi¬


nia ele un hospital. Crea usted, ca-

bayero, que la fortuna da muchas


vueltas; espero volver á lo que fui,
y 110 perderá usted un cuarto de su
préstamo.
Al llegar aquí la historia, se os
acaba la paciencia; le dais media

peseta, por 110 darle un puntapié, }r


se larga tan ufano, haciendo reve¬

rencias y mirando, con preferente


curiosidad, todo lo que es puerta ó
pasadizo.
Estas visitas son, como si dijéra¬
mos, las generales de la ley. Pero
hace también otras, bastante más

productivas, aunque no tan fre¬


cuentes.
Pinto el caso. Comienza á hablarse
mucho en pueblo de que la va á
el
haber, lo cual, como ustedes saben,
sucede cada verano. De mí sé decir

que, desde que tengo barbas, 110 re¬


cuerdo uno en que 110 se haya dicho:
«¡ Oh! lo que es de ésta, se arma la
BRUMAS DENSAS 157

gorda, y 110 va á quedar títere con


cabeza. Me consta por esto y por lo
de más allá.» También es otro hecho

innegable que nunca faltan almas


Cándidas que dan entero crédito á
estos rumores, ni hombres vehemen¬
tes que se hallan dispuestos á echar
el sombrero al aire y hasta una mano
al negocio, si hay quien sepa colo¬
cársele á conveniente distancia. Ex¬
cuso decir que en cada verano apa¬
rece esta señora Gorda con diferente
tocado, y que nada le queda ya en el
ramo que lucir, desde el gorro frigio
hasta la boina.
Pues uno de estos
hombres, ó una
de aquellas almas, es quien recibe la
visita del ex rentista cuando más en

punto de caramelo andan los rumores


públicos; pero, aunque raído y mal
trajeado el visitante, 110 se compunge
ni encorva en la visita; antes se pre¬

senta, si bien comedido y muy atento,


con gran desenvoltura y buen ta¬
lante, como quien más ha de ofrecer
158 TIPOS TRASHUMANTES

que recibir. Entonces es el hombre


iniciado en los grandes secretos de la

conspiración; viene del extranjero,


donde aquélla se fragua, y va de

paso para uno de los puntos de más


peligro el día de la batalla. Sabe que
el emperador de allí, ó el comité de
acullá, ó el Gran Oriente del otro
lado (según el color que tenga la

Gorda), lia hecho á la causa un an¬


ticipo de doscientos millones. Hay
metidos en el ajo quince batallones,
treinta generales, ocho fragatas de
guerra y el presidente del Consejo
de Ministros. El grito se dará en tal

parte al salir la gente de tal espec¬


táculo. Toda España está hecha un

reguero de pólvora, y sólo falta, para


que arda, arrimar la mecha. El
triunfo, pues, es seguro y muy pronto.
El ha pasado la frontera con grandes

precauciones, y á pie, por lo cual


está tan desarrapado. No trae creden¬
ciales ni papeles de ninguna clase,
por no comprometer con ellos la «alta
BRUMAS DENSAS 159

misión» que se le ha
encomendado;
pero sí el encargo especialísimo para
el visitado, de
parte del personaje
bajo cuya dirección se liace el fre¬
gado, de decirle que se cuenta con

él, con patriotismo, con sus in¬


su
fluencias para animar el espíritu del
,

partido en esta ciudad, reunir los


dispersos elementos, etc., etc. Antes
de tres días saldrá el
emisario para
Madrid, donde ha de recibir cuarenta
mil duros para ciertas
atenciones de
la causa. Entre
tanto, necesita que
los partidarios de Santander
le pro-
160 TIPOS TRASHUMANTES

porcionen, siquiera, la miseria de dos


mil reales para el viaje y comprar á
un
maquinista del tren que ha de
despeñar un batallón que debe salir
de aquí, por ferrocarril, dentro de
unos días, á sofocar el alzamiento
que tendrá lugar en los confines de
la provincia.
Y el pobre hombre que escucha,
devora hasta con los ojos, no ya con
los oídos y la boca, las palabras de]
mugriento, y le da una convidada, y
se echa á la calle, y revuelve á sus

correligionarios, les cuenta lo que le


han dicho, les saca los cuartos, reúne
los dos mil reales más otros quinien¬
tos que él pone de su bolsillo, como
en correspondencia al alto concepto

que de él ha formado Su Excelencia,


y se vuelve á casa tan convencido
del inmediato triunfo del partido, que
le falta muy poco para subir á la del
Gobernador y aconsejarle qne deje el
mando por buenas, antes que se le

quiten los suyos á linternazos. ¿Ne-


BRUMAS DENSAS 161

cesitopintar el afán con que el bolo-


nio entrega el dinero recaudado y el
placer con qne lo recibe el descami¬
sado bribón?...

Algunos días después de éstas y


otras análogas, aunque
110 tan
productivas faza-
ñas, se oye decir que la
policía ha hecho una re¬
dada de ladrones que in¬
tentaban robar el escri-
torio del señor de Tal, ó
la caja del Banco.

Y ¿quiénes eran? —- pregunta


uno de esos curiosos
que se creen en la
obligación de conocer á todo el mundo.
Pillería de Madrid—responde el

preguntado. — Pero á dos de ellos


quizá los conozca usted. El uno es un
farsantón, de gran fachada, que se
pasaba los días arrimado á las puer¬
tas de los cafés; el otro, sucio, raído

y descamisado, probablemente le ha¬


brá visitado á usted
para pedirle un
anticipo de veinticinco duros.
ii
162 TIPOS TRASHUMANTES

Los de marras, lector. Bien dije


yo que estos mozos eran tal para
cual.
Fáltame añadir que, á pesar de
esta quiebra del oficio, que, por de
pronto, los lleva á la cárcel pública,
si no en el mismo verano, al siguien¬

te, y antes que los frutos de sus mie-


ses lleguen á punto de sazón, ya los

tenemos acá otra vez, preparándose


para recoger su agosto.
¡ Oh sabias y protectoras leyes de
la patria!
EL BARÓN DE LA RESCOLDERA

Cuando llega, en julio, á Santan¬


der, viene de Burdeos, adonde fué
desde París, donde
pasó la prima¬
vera
después de haber repartido el
otoño y el invierno entre Madrid
(su
patria nativa), Berna, Florencia,
164 TIPOS TRASHUMANTES

Berlín y San Petersburgo. Ni los


hielos le enfrían, ni el calor le so¬
foca. Es naturaleza ele roble que
una

se endurece con los años y á la in¬


temperie.
Pasa ya de los cincuenta, es de
elevada talla, trigueño de color, de
pelo áspero y rapado á punta de ti¬
jera; derecho como un poste; algo
protuberante de estómago y de na¬
riz; pequeño de pies, de manos y de
boca; ancho de espaldas y de frente,
y muy cerrado de barba, que se
afeita todos los días cuidadosamente,
menos en la parte en que radican
sus anchas y bien cuidadas patillas
á la macarena.

Viste todo el año de medio tiempo,


y es su traje intachable en calidad y
corte, así como es intachable tam¬
bién la blancura de su camisa, de la

que ostenta 110 ñojas pruebas en pe¬


cho., puños y pescuezo.
Fuma sin grandes habanos,
cesar

y saliva mucho, é infaliblemente an-


EL BARÓN DE LA RESCOLDERA 165

tes de empezar á hablar lo poco que


habla; y en cada desahogo de éstos,
larga, zumbando, una pulgada de
tabaco que ha partido con los dientes.
Para saludar, no da la mano en¬
tera, sino la punta del índice...
cuando alguno le saluda; pues él no
saluda á nadie en la calle, ni tam¬
poco se para. Si el que pasea con él
se detiene
para hacerle alguna obser¬
vación, él sigue andando inalterable.
Si el detenido le alcanza después,
bueno, y si no, como si jamás se hu¬
bieran visto.
En estos casos, 110 usa,
soste¬
para
ner la
conversación, más que saliva¬
zos y monosílabos: también algún
carraspeo que otro. Para las gran¬
des ocasiones tiene disponibles unas
cuantas frases y pocas más interjec¬
ciones y palabras tan breves como
enérgicas: las frases para preguntar,
las palabras sueltas para
responder,
y las interjecciones para comenta¬
rios.
166 TIPOS TRASHUMANTES

Es rico y
soltero; trae todo su equi¬
paje en una maleta de cuero inglés,
y por toda familia un criado joven
que ya le entiende hasta por la mi¬
rada.
Viene á Santander acaso porque
halla esta ciudad en su camino; pero
es lo cierto que
viene todos los vera¬
nos, y no por pocos días.
Se hospeda en la fonda que mejor
le parece y la deja cuando le con¬
viene ; y le conviene dej arla, en
cuanto observa que una falta grave
se
repite hasta tres veces; siendo
para él faltas graves, el pescado que
da en la
nariz, el desaseo en su cuar¬
to, la servilleta cambiada en la mesa
y el vino adulterado, ó cualquiera de
esas carnavaladas que suelen permi¬
tirse los huéspedes á las altas horas
de la noche, sin respeto ni considera¬
ción á los que duermen y descansan.
En cuanto á baños, solamente
toma dos ó tres en la
temporada;
pero de á hora y media cada uno.
EL BARÓN DE LA RESCOLDERA 167

Allí se está como una


boya en la
mar, restregándose la cabeza, ca¬
rraspeando escupiendo y estornu¬
,

dando sin cesar y á sus anchas,


y
con un
estrépito que excede á toda
ponderación. Cuando sale del agua,
no es
porque siente frío, sino porque
se aburre sin fumar en tanto
tiempo.
La primera vez que vino, tuve el
gusto de conocerle y de estudiarle,
porque un amigo mío con quien yo
en cierta ocasión
paseaba, era amigo
suyo también: saludóle al cruzarse
con él, dióle éste el
dedo, y juntos,
retrocediendo nosotros dos, continua¬
mos los tres aquella
tarde; pues por
la tarde era cuando esto sucedía, y
en el alto de Miranda, cerca de la
ermita.

Según íbamos andando, iba el ba¬


rón devorando los
ojos el hermoso
con

panorama que se descubría desde allí.


A la izquierda, la ciudad amontona¬
da, oprimida, agarrándose unas ca¬
sas á otras, como con miedo de caerse
168 TIPOS TRASHUMANTES

al agua, y cual si se hubiesen dete¬


nido un instante, después de bajar
rodando desde el paseo del Alta; la

balha, mojando los cimientos de las


últimas; la bahía, con sus verdes
riberas, sembradas de pueblecillos;
después sus cerros ondulantes, y de¬
trás de todo, los abruptos puertos,
con su gigantesca anatomía recién
desnuda y en espera ya de sus blan¬
cas vestiduras de invierno. A la de¬

recha el mar, coronado de rizos pol¬


la juguetona brisa del Nordeste... y
lo demás que sabe el lector tan bien
como yo.

¡Hermoso es todo esto!—dijo


mi amigo al barón, cuando notó,
por los gestos de éste, que la misma
idea debía andar rodando por sus
mientes.

Sí — contestó lacónicamente el
barón.

Hasta la ciudad tiene algo de


curioso, así tendida...

Derramada corrigió enérgi-



EL BARÓN DE LA RESCOLDERA 169

camente el otro, después de lanzar


de boca, con la fuerza de un
su

cohete, medio cuarterón de tabaco.


Y tomó el rumbo del Sardinero,
siguiéndole nosotros con trabajillos:
tan veloz era su andar.
Hay en aquel crucero, durante las v

tardes de vera¬

no, algo como


laberinto de
gentes y carruajes, que van y vie¬
nen. El barón surcaba
impávido sus
revueltas dificultades, como si éstas
fueran su
elemento, ó llevara en su
mano la punta del famoso hilo de
Ariadna. Verdad es que yo no he
visto una fuerza de codos como la
170 TIPOS TRASHUMANTES

suya, ni una facilidad más asom¬


brosa para dejar, á su paso, - figuras
ladeadas y sombreros fuera de la ver¬
tical. Nosotros nos colábamos por el
surco queél iba abriendo.
Al comenzar la bajada del camino,
y en terreno ya más despejado, acortó
un poco la marcha y describió con la

vista un arco desde Cabo Mayor á


Cabo Quejo; abrió los ojos desmesu¬
radamente, y su pecho y sus narices
se dilataron, cual los de noble corcel

que aspira el aire de .la rozagante


pradera, tras de oscuro cautiverio.
Era indudable que el espectáculo le

agradaba. Después estrelló la mirada


contra las tabernas y los bardales
inmediatos, frunció las cejas, escu¬
pió recio... y apretó el paso.
Así llegamos al Sardinero, y, sin
momento de descanso, visitamos la

galería, y la playa, y las casas una


á una (exteriormente, se entiende),

y las fuentes, y los paseos; y como


un torbellino atravesamos el puente-
EL BARÓN DE LA RESCOLDERA 171

cilio (1) llegamos á la capilla, en


y
frente ele la cnal tnvo el barón la
buena ocurrencia ele hacer un alto.
Dióse luego media vuelta sobre sus
talones, y encarándose con cuanto
habíamos visto desde que comenza¬
mos á bajar, como si quisiera hacer
un resumen de toelo ello,

¡Gran naturaleza! exclamó, —

hasta poco de entusiasmo.


con su

¡Admirable! — elijimos nosotros,


haciendo coro á su himno.

Pero sin arte añadió, deján¬


donos con las notas entre los


labios,
y en la duda de si también alcan¬
zaba su censura á la humanidad que
hormigueaba allí. por
Y sin más
explicaciones, describió
la otra media vuelta que le faltaba,
y emprendió la marcha hacia la Mag¬
dalena, como si el camino le fuera
conocido.

(1)
No existe ya, como tampoco la cambera que
se cita más
adelante, la cual lia sido convertida en
cómoda y espaciosa carretera. (Nota de 1888.)
172 TIPOS TRASHUMANTES

Después cle contemplar un ins¬


tante el panorama del Puntal desde
el polvorín, eclió cambera arriba por
detrás de éste. Indudablemente tiene
esto hombre un instinto particular
para adivinar sendas y caminos.

Hasta dar con el


de Miranda, no dijo
una palabra, ni tam¬
poco su respiración se agitó una sola
vez. Lo mismo son para él las cuestas

arriba que lo llano. Es un roble que


anda.
Al bajar á la ciudad, le pidieron
EL BARÓN DE LA RESCOLDERA 173

limosna, como á todo transeúnte, los


pobres del paseo de la Concepción.
Al primero le largó un bufido
que
heló la plañidera retahila en su gaz¬
nate abierto. Más
abajo le tendió su
arrugada diestra una anciana que
estaba sentada á la sombra de un

árbol. Entonces el barón, que pare¬


cía fijarse en nada, después de
110

llevar una mano al bolsillo, acercóse


á la pobre y
depositó algo en su
regazo remendado. Miré hacia ello
quedándome dos pasos atrás, y vi
que eran monedas de plata. ¿Fué
casual la acertada distinción que
hizo entre los dos pobres, ó es que la
costumbre de dar muchas limosnas
le ha enseñado á distinguir los bue¬
nos de los malos, con una sola mi¬
rada?
Ya en Santander, ofrecímosle bi¬
llete para concurrir al Círculo de
Recreo. Aceptóle, y le acompañamos
por si quería ver sus salones y encru¬
cijadas. Nos preguntó por el de lee-
374 TIPOS TRASHUMANTES

tura, llevárnosle á él, y 110 quiso


visitar los restantes, especialmente
el de juego; enteróse de la lista de
los periódicos que se recibían allí,
dió un vistazo á la biblioteca, y des¬

pués de decirnos que en aquel de¬


partamento había más pasto para el
cuerpo que para el alma (señalando
respectivamente á la mesa de los
papeles y á los estantes de los libros),
salimos hacia la calle, sin mirar él

siquiera á los que jugaban á la baraja


á cuarenta grados de'calor, entre nu¬
barronesde humo de tabaco.
Cuando le dejamos á la puerta de
la fonda en que se había hospedado,
nos dió el índice, se descubrió toda
la cabeza con la otra mano, y ofre¬
ciéndonos con un ademán fino y ex¬

presivo su habitación, trepó hacia


ella... no sin haber estrellado antes,
con un resoplido, contra la ¡Dared del

portal, el medio tabaco que le que¬


daba entre los labios.

¡Yaya un tipo! ^ — dije á mi


EL BARÓN DE LA RESCOLDERA 175

amigo, llevándome las manos á los


ríñones, que me dolían de correr
tras él.

Le conocí en Madrid el año

pasado — me replicó mi amigo, — y


puedo asegurarte, por lo que deduje
de sus hechos, y lo que de él
me con¬
taron los que le conocían
mejor que
yo, que es hombre que vale mucho.
Tiene gran experiencia del mundo,
y un ojo sutilísimo para conocer y
apreciar á las gentes. Es bueno y ge¬
neroso, hasta el punto de que sería
capaz de arrojarse al fuego por sacar
de él á su mayor enemigo.
Posteriormente tuve ocasión de ver

que no eran exagerados estos infor¬


mes de mi amigo.
El barón de la Rescoldera, con
todos los desabrimientos y resque¬
mores , externos, de su título, es
realmente un hombre de positivo
valer.
De él puede decirse, como en resu¬
men, que, al revés de tanto farsante
176 TIPOS TRASHUMANTES

y ele tanto bribón como vive y me¬


dra á expensas de la pública cre¬
dulidad, es un hombre que no tiene
palabra buena ni obra mala.
EL MARQUÉS DE LA MANSEDUMBRE

Lleoó á los
cincuenta años sin
haber salido de Madrid
y sus contor¬
nos. El
Retiro, la Virgen del Puerto,
y á lo sumo el Pardo, eran para él
las mayores espesuras
y fragosidades
de la Naturaleza. El mar
podría te-
12
178 TIPOS TRASHUMANTES

ner, encuanto alcanzara la vista,


diez, veinte... hasta cien estanques
como el Grande, si se quería. Estan¬

que más ó menos, ¿qué más daba?


Del Manzanares al Saja, ó al Deva,
ó al Ebro, ó al Guadalquivir, habría
la diferencia de algunas cántaras de

agua en invierno, nin¬


verano: en
guna.— En cuanto á praderas, 110
serían más verdes ni más extensas
las del Norte que las que contem¬
plaba él desde el cerrillo de San Blas
cuando el trigo comenzaba á crecer.
La temperatura estival de la corte no
le afligía gran cosa, porque, además
de estar formado en ella, no conocía
otras más agradables.
Por lo cual, y sin mujer que le pi¬
diera veraneos, y sin hijas que ex¬
hibir en las provincias, metódico y
rutinario, amén de 'enemigo irrecon¬
ciliable de toda lectura que á viajes
y á novelas trascendiese, ni una sola
vez sintió la tentación de meterse en

alguna de las diligencias que salían


EL MARQUÉS DE LA MANSEDUMBRE 179

de Madrid á varias lioras


y por todas
las puertas de la
villa, durante el
verano, entre muchedumbres de cu¬
riosos que envidiaban la suerte de

tales que
aban¬
donaban aquel asadero implacable,
y eso que él era uno de los curiosos.
Antes al contrario, se
compadecía
de aquella carne embutida entre
los cuatro inseguros tableros de la
diligencia; carne cuyo destino era
harto dudoso, considerando los ries¬
gos que afrontaba, echándose á ro¬
dar por cuestas
y desfiladeros, du-
180 TIPOS TRASHUMANTES

rante media semana, yá merced


de bestias y mayorales. ¡ Cuánto
más higiénicos y menos arriesgados
eran matinales que el se
los paseos
del estanque
daba por los alrededores
de las Campanillas; ó vespertinos,
junto al pilón de la Fuente Caste¬
llana !
Antes que el sol levantara ampo¬
llas, encerraba,en su casa, lo bas¬
se
tante grande, vieja y desamueblada,

para ser, relativamente, fresca y


sustituía su traje de calle con un
chupetín y unos pantalones de trans¬
parente nipis; y si esta precaución
contra el calor no le bastaba, se que¬
daba en calzoncillos y en mangas de
camisa. De un modo ó de otro, se
pasaba el día contemplando sus que¬
ridos pececillos.
Porque es de advertir que el se¬
ñor marqués tenía la pasión de los

peces de colores, y hasta seis redo¬


mas de cristal llenas de ellos.

Cambiarles el agua, desmigar pan


EL MARQUÉS DE LA MANSEDUMBRE 181

sobro ella á horas


determinadas, y
estudiar en un tratado
especial la
manera de conservarlos y reprodu¬
cirlos, eran sus únicas ocupaciones
de recreo.

Posteriormente, dos viajes á Aran-


juez ferrocarril le demostraron
en
que podía meterse un hombre en es¬
tos rápidos vehículos, sin el
riesgo
infalible de romperse las costillas ó
el bautismo; por lo cual, hasta se
atrevió á prometerse á sí
propio que
tan pronto como hubiera una línea

abierta hasta un puerto de mar, la


aprovecharía para admirar los gran¬
des peces en su propio y natural ele¬
mento.
«Porque, desengañémonos

decía, — no puede asegurar que


se

conoce la merluza ni el
besugo, quien
solamente ha visto sus cadáveres em¬

banastados en la plazuela del Car¬


men. »

Y cumpliendo su promesa, tan


pronto como la línea del Norte em¬
palmó en Alar del Rey con la nues-
182 TIPOS TRASHUMANTES

tra, armóse de valor y de dinero, y


se
plantó de un tirón en el famoso
puerto del mar cántabro.
Si ha encontrado aquí lo que le

prometían sus ilusiones, dígalo la


puntualidad con que, desde enton¬
ces, viene cada verano á Santan¬
der.
Cansados estarán ustedes de cono¬
cerle. Es de corta estatura, muy de¬
recho, enjuto de carnes, redondito
de cara, risueño y corto de vista; son
rubios los pocos pelos de su cabeza,
y casi blancos los del recortado bi¬
gote. Grasta, en público, levita, cor¬
bata y pantalón negros, y chaleco
blanco, sombrero de copa alta y an¬
teojos con armadura de oro.
Tal es, repito, en público, su arreo,

ó, mejor dicho, en tierra, y con él le


habrá visto el lector, no en las ala¬
medas, ni en el Sardinero, ni en la
sociedad, sino en los embarcaderos
de todos los muelles, desde Maliaño
hasta Puerto Chico, ó en camino de
EL MARQUÉS DE LA MANSEDUMBRE 183

alguno de ellos, en los cuales no fal¬


tan nunca pescadores de caña ó de

aparejo.
Tras ellos está siempre, estando en
tierra, con las manos á la espalda, el
bastón entre las manos, el
cuerpo
inclinado hacia adelante, y la vista
inmóvil, fija en el corcho flotante ó
en la sereña tendida.

Quieto, quieto! — exclama á lo


¡

mejor, si nota que el corcho se mueve


y el pescador se apresura á tirar. —
Esa es picada falsa... Ahora, ahora
muerde... ¡Fuera con él!
Y si el pescado sale coleando en
el anzuelo, lanza un ¡ bravo!;
y si
el pez no es pancho, bate además
sus manezuelas;
y de todos modos,
sean panchos ó lobinas lo que se.
pesque, él lo destraba, confundién¬
dose entonces en un solo ovillo el
pez, las manos, las gafas y el an¬
zuelo.

Semejantes intrusiones y familia¬


ridades110
dejaron de costarle al
184 TITOS TRASHUMANTES

principio algún disgusto, pues 110


son siempre los
pescadores de caña
tan pacientes como la
\ fama supone; pero,
poco a
poco fueron
éstos acostumbrándose
á las cosas del señor
marqués (que, por otra
parte, no peca de ro¬
ñoso con los del oficio),
y lioy todos
le toleran

y hasta le
encuentran
devertido y
celebre.
M as 11 o

son éstas sus

ocupaciones
de carácter;

quiero de¬
cir, que 110
viene para
sólo eso señor marqués á San-
tander.
EL MARQUÉS DE LA MANSEDUMBRE 185

Cuando llega, ya le está esperando


una
barquía perfectamente limpia y
carenada, con los necesarios útiles
de pesca, incluso la
guadañeta para
maganos. Prefiere la barquía, porque

teniendo todas las condiciones de se¬

guridad de la lancha y todas las de


ligereza del bote, es bastante más
grande que el uno y de más fácil
manejo que la otra. Dos marineros,
condueños de la barquía, están, como
ella, á su disposición; y según que el
186 TIPOS TRASHUMANTES

marqués prefiera las porredanas ó


las Rubinas, le conducen á la boca
del puerto ó á las puntas de arena
de la bahía, todos los días, infalible¬
mente, si el tiempo 110 está tempes¬
tuoso; pues por chubasco más ó me¬
nos, no deja él de embarcarse para
estar en el sitio conveniente al apun¬
tar la marea.

Ancho pajero }T desaliñado y viejo


vestido de lanilla, lleva para el sol;
y por si llueve, amplísimo impermea¬
ble y enorme paraguas de mahón.
Por supuesto, no falta el acopio de
vino y de fiambres para él y ios
marineros, el día en que la marea
tercia de modo que no puedan volver
á comer á casa á la hora conve¬
niente.
Durante la pesca, transige con
que los marineros le encarnen los an¬
zuelos ó le reemplacen con otra nueva
una tanza rota, ó le desengarmen el
aparejo, cuando éste se ie enreda
entre peñas ó en la coloca; pero se
EL MARQUÉS DE LA MANSEDUMBRE lb7

guardarán muy bien de tocar el pez


que él saque preso en el hierrecillo
traidor.
Un díaquiso lanzarse á correr
aventuras fuera del puerto, seducido
por las pinturas que sus marineros le
hacían del tamaño y abundancia del
pescado en aquellas honduras; y sa¬
lió, en efecto; mas apenas comenzó
la barquía á mecerse en pleno mar
y á columpiarse desde «el lomó al¬
tivo al seno proceloso de las ondas»
(como acontece allí, aun en las oca¬
siones en que se dice de la mar
que
está como un jilato),
pensó que la
costa bailaba el fandango,
cambió
Ja peseta, y tuvieron los dos mari¬
neros
que llevarle á puerto seguro,
antes de que se les
quedara entre las
manos.

Esta lección le sirvió para no in¬


tentar siquiera « el estudio del besugo
y de la merluza en su propio y natu¬
ral elemento», contentándose, hasta
mejor ocasión, con el anfiteatro de la
188 TITOS TRASHUMANTES

Pescadería, donde' los veía tan cadá¬


veres como en la plazuela del Car¬

men, aunque un poco más

Por lo demás, entre¬


gándose, como se entrega,
con verdadera em-
wÈ briaguez, al placer
de la pesca me¬
poseyendo el
nor, y
arte como cree él poseerle, es, du¬
rante la temporada, casi completa¬
mente feliz. Y digo casi, porque 110

lia podido adestrarse mayormente


en el manejo especialísimo
de la gua¬
da neta.

Aquí hay algún misterio que yo


110 penetro todavía — dice con des¬


consuelo á sus remeros é instructores,
cada vez que éstos, predicando con el
ejemplo, sacando maganos. —
van
Esta pesca es al vuelo, digámoslo así:
hay que robar más bien que pescar;
y necesito yo estudiar, ante todo, la
marcha y la estrategia de la banda.
EL MARQUÉS DE LA 189
MANSEDUMBRE

Y las
estudia, en efecto; y cuando
ya sele rinde la muñeca de tanto
menearla, la caridad, sin duda, me¬
dio le traba un
magano que, al salir

al airelibre, le lanza á la cara toda


latinta, dejándosela más negra que la
del negro Domingo, sin
que falte su
abundante rociada para la camisa
y
cuanto blanquea sobre su
cuerpo.
190 TIPOS TRASHUMANTES

Pero como esta tinta es la sangre de


aquellas batallas, lejos de creerse
afrentado con el tizne, lúcele orgu¬
lloso al desembarcar, y toma las risas
de la gente por muestras de admira¬
ción á sus proezas.
Tal es el verdadero punto negro de
sn felicidad; generalmente,
yeso qne,
pesca poco, ó no pesca nada, si 110 se
le cuentan como pesca tal cual dolor
de cabeza ó romadizo, que de esto
110 le falta, gracias á Dios, durante

la temporada.
No liay para qué decir que es uno
de sus grandes placeres obsequiar á
las personas de su mayor aprecio
con el producto de sus bregas de
pescador. Que cuando 110 pesca ha¬
bla de lo que ha pescado y de lo

que piensa pescar, y que miente en


la mitad de lo que habla entonces,
también por sabido se calla. La afi¬
ción desmedida á otros pare¬
ese y
cidos entretenimientos, lleva consigo
esa pequeña debilidad. Que lo digan
EL MARQUÉS DE LA MANSEDUMBRE 191

los cazadores, ofendan


y no se por
ello.
La temporada de este tipo concluye
cuando los noroestes se liacen cróni¬
cos, la bahía, incitada por ellos,
y
dice qne no tolera más bromas en
sus
aguas. Entonces, curtida su cara
por las brisas y el sol, apestando su
equipaje á brea y á parrocha, grati¬
fica generosamente á sus dos cama-
radas de campaña, después
de pagar¬
les el alquiler de la barquía, y sale
para Madrid con el temor de que han
de parecerle siglos los meses del in¬
vierno, aunque lleno de satisfacción
por haber cumplido ampliamente el
propósito que le trajo á Santander.
Un dato muy expresivo, que se me
olvidaba:
Le vi ocasión pararse
en una
de¬
lante de tienda donde yo
una
estaba
sentado. Plantóse á la puerta; di ó en
las losas dos
golpecitos con la contera
de bastón, en el que apoyó en se¬
su

guida su diestra mano; oprimió sua-


192 TIPOS TRASHUMANTES

veniente con gafas contra


la otra sus

el entrecejo: carraspeó tres veces;


levantó mucho sus cejas y los corres¬

pondientes párpados, como si se ma¬


ravillara de algo, y exclamó, por todo
saludo, encarándose con mi amigo, y
también de ustedes probablemente,
el dueño de la tienda:

Señor don Juan: pie... pie...


pie... pie... pie... pie... pie... (y mar¬
caba cada uno de estos sonidos con
la mano izquierda, unidos índice y
pulgar). Siete picó, y yo quie¬
veces
to... quieto... quieto... Picadas fal¬
sas... Tú te clavarás... En efecto: un

poco después, ¡zas!... ¡zas!... (y aquí


frunció el ceño el buen señor, y marcó
los golpes á puño cerrado)... Ahora
muerdes, dije yo; y ¡rissch! tiro en
firme... ¡Dos libras y media pesó!
¡Una porredana como un bonito!...
Ayer tarde, á dos brazas de la Hora¬
dada... Esta noche tendemos el espa- •

ra vel... Ya diré á usted la carnicería


que resulte... Adiós, señor don Juan.
EL MARQUÉS DE LA MANSEDUMBRE 193

Y se fué.
Así conocí yo al inofensivo, al dul¬
ce, al apacible, al venturoso marqués
de la Mansedumbre.

13
w '
UN JOVEN DISTINGUIDO
(visto desde sus pensamientos)

EN UN CUARTO DE UNA FONDA

No me
digan 4 mí (enfrente del es-
pejo y en ropasmenores) que aque¬
llos hombres de anchas espaldas y
196 TIPOS TRASHUMANTES

robusto pecho, que gastaban gabanes


ele acero
y pantalones de hierro co¬
lado, eran el tipo de la belleza varo¬
nil... Serían, todo lo más, forzudos:

pero ¿elegantes?... ¡bah!... Hay que


desengañarse: es mucho más hermosa
la juventud de ahora... ¿Qué hay que

pedir á esta pierna larga y delgada,


como un mimbre? ¿á este brazo des¬
carnado y suelto, como si no tuviera
coyunturas? ¿y á este talle que se cim¬
brea? ¿y á este pescuezo de cisne?...
¡Si no fuera por esta picara nuez!
Pero se me ha corregido mucho, y á
la hora menos pensada desaparece

por conrpleto. De todas maneras, la


cubriré con la barba... cuando la ten¬

ga. Y en verdad que sentiré tenerla,


..

porque con ella perderá el cutis su


frescura: ¡cuidado si es fresco y son¬
rosado mi cutis! ¡Si estuviera la cara
un
poco más llena de carnes y fueran
los dientes algo más blancos y menu¬
dos!. porque con estos ojos rasgados,
..

este bigotillo de seda y este pelo negro


UN JOVEN DISTINGUIDO 197

echado hacia atrás... ¡Qué hermosa


frente tengo!... Y eso que no es muy
ancha... Bien. Ahora el traje ámelí
de negligé. ¡Qué bien cae el pantalón
sobre los pies! Me gustan estas cam¬

panas tan anchas, porque tapan los


juanetes. ¡Picaros juanetes! ¿Por qué
he de tener yo juanetes como un hom¬
bre vulgar?... No sé si me ponga el
sombrero de paja á la marinera, ó
el de fieltro. Como es por la tarde...
Me decido por el de paja. No viste

tanto, pero me va muy bien... Ahora


los guantes de piel de Suecia, el bas¬
tón de espino ruso... y á la calle...

Yaya antes una mirada general...


¡Intachable!... ¡Cómo se nos conoce
en el aire á los chicos distinguidos!...

¡Por cierto que estos provincianos de


Santander tienen un afán de arri¬
marse á uno!... y
luégo serán capaces
de quejarse si
se les da un desaire...
Pues no me hace gracia esta corbata:
no
juega bien con el traje. La cam¬
biaré. Afortunadamente tengo en qué
198 TIPOS TRASHUMANTES

escoger. Papá se propuso sin duda


que en esta primera salida mía á pro¬
vincias dejara yo el pabellón
bien puesto, y nada me ha
escaseado. Corresponderé, pa-

paíto, á tus propósitos, y


la fama te dirá luégo quién
es tu hijo. Así están más
en armonía los colores; y
hasta las puntas sueltas di¬
cen mejor á este traje que
el nudo armado... Proba¬
blemente me estarán espe¬
rando en el Sardinero Ca¬
sa
vieja, Monteoscuro, Prado verde y
Manolo Cascajares... y hoy me hacen
suma falta para que me ayuden á
averiguar quién es aquella hechicera
y distinguida rubia que paseaba ayer
tarde con las de Potosí. Cuando quise
acercarme á ellas para saberlo, se
metieron en un carruaje, y perdí la

pista... Tres veces me miró ¡tres!


pero ¡con qué intención!... Lo raro
es
que yo no la conocía hasta enton-

UN JOVEN DISTINGUIDO 199

ees... Acaso ella haya visto antes


me

en alguna parte: esto es lo más pro¬


bable... En lo que 110 cabe duela es
en que las ele Potosí la habrán
di¬
cho quién es papá; por consiguiente

tengo andada la mayor parte del ca¬


mino, y mis relaciones con ella son
seguras... Lo siento por el desengaño
cjue van á llevarse mis dos conquistas
del Muelle. ¡Pobres chicas! Pero ellas
se lo han querido. A la tercera vez
que pasé bajo sus balcones, ya me
devoraban con los ojos... Y el caso es

que son muy bonitas... Si se confor¬


maran con el
segundo puesto que les
corresponde en mi corazón... ¡Cora¬
zón! Pero ¿le tienes tú, acaso, joven
voluble?... ¡Y ellas que aspiran á
conquistar el primero! ¡Tendría que
oir lo que se dijera de mí en Madrid
este invierno, si me presentara en el

gran mundo con la historia de dos


conquistas provincianas por botín de
mi campaña veraniega! ¡Yo que soy
uno de los chicos de moda y de más
200 TIPOS TRASHUMANTES

porvenir!... En fin, por de pronto


martiricémoslas un poco, y enseñe¬

mos á estos cursis montañeses algo

de lo que vale y puede un joven de


la buena sociedad madrileña.

II

EN LA CALLE

Antes de acometer el asunto prin¬


cipal de mi empresa de boy, hagamos
un
poco de prólogo por el interior
de la ciudad. Entróme por la calle de
San Francisco... ¡Vulgo, vulgo todo!
Modistillas, horteras, traficantes que
van
y vienen, y algunas señoras cur¬
sis... Aquellos tres chicos con humos
de elegantes, van á querer arrimarse
á mí... Haré que no los veo, ponién¬
dome á mirar esta vidriera... Ya pa¬
saron... Me carga esta gente por lo
pegajosa que es... No sé por qué se
les figura que el darle á uno billete

para el Círculo, ó para los bailes de


UN JOVEN DISTINGUIDO 201

campo, les autoriza para tomarse


ciertas libertades... Todos los
que pa¬
san á mi lado me miran.
Dirán para sus adentros:
«¡Qué chico tan elegante life

y tan distinguido! Ese es de Ma¬


drid...» porque se nos conoce á la
legua... Se me figura que
por más
allá de San Francisco viene
algo que
202 TIPOS TRASHUMANTES

110 vulgo... ¡Oh, fortuna! son las


es

de Cascajares. Bien decía yo que ese


aire no era de por acá. Voy á salu¬
darlas...—A los pies de ustedes...—
Perfectamente, gracias...—Pues por
aquí matando el aburrimiento...—
Lo comprendo sin que ustedes me lo

digan...—Ni tampoco sociedad...—


Qué quieren ustedes: les falta chic...

También yo, en cuanto se marchen


las amigas del Sardinero... — Creo

que van primero á Ontaneda...—Y


Pilar erisipela... — ¡Qué maliciosas
son ustedes!... —Y Manolo ¿dónde
anda?...—Entonces le veré en el
Sardinero... —A los pies de ustedes.
¡Qué amables, qué discretas y qué
distinguidas! Pues tampoco yo he
sido rana... ¡Aquello de la erisipela
lo dij e con una travesura y un retin¬
tín!... A estos gomosos provincianos
quisiera yo ver tiroteándose con las
señoras del gran mundo. ¿Qué idea
tendrán de él aquí? ¡Pobre gente!
Pues, señor, esta región ya está
UN JOVKN DISTINGUIDO 20B

explorada. Ahora al Muelle. Allí lan¬


zaré un par
de flechazos á mis dos
montañesitas, y en seguida tomo el
tranvía para el Sardinero. De más
tono sería un carruaje abierto, en
que fuera yo recostado con esa indo¬
lencia voluptuosa que tan bien me
va; pero no hay que hablar de eso en
este pueblo atrasadísimo... Echo
por
los atajos para llegar primero.

¡Oh, qué brisa tan oportuna corre


por aquí!... ¡Cómo juguetea con mis
cabellos y con las puntas sueltas de
mi corbata!... ¡Debo estar hermosí¬
simo en este instante!... Andaré un

poco más de prisa, figure algún


no se
mentecato indígena que la Ribera ni
las que en ella viven son capaces de
llamar mi atención... ¡Voy de paso,
sí, señores, nada más que de paso!...
aunque demasiado conocerá la gente
que, á estas horas, no puede venir
por aquí con otro objeto un chico
distinguido de Madrid.
Me parece que aquel mirador es el
204 TIPOS TRASHUMANTES

de una de ellas. Justamente... ¡como

que está esperándome en él!... Pero


no está sola... ¡Anda! pues es la otra.

quien la acompaña. Serán amigas...


Tanto mejor: así despacho de un solo

viaje. ¡Hermosa carambola voy á ha¬


cer con cada, mirada! ¿qué digo ca¬

rambola? la discordia es lo que van á


producir mis miradas, como la man¬
zana del otro... ¡Suerte más provo¬
cativa!... Vayan, ante todo, un par
de estirones de puño, haciendo, de
paso, como que el sombrero me so¬
foca, para meter los dedos entre el
pelo... A esos dos provincianillos que
vienen por la otra acera, les haré un
saludo desdeñoso; y dirán las chicas:

«¡ Con qué desdén tan distinguido los


trata! ¡cómo los domina!...» ¡ Agur!...
¡Qué fachas van!... Las del mirador
me lian visto... Pues allá va la mi¬
rada... Ya la pescaron... Me miran
de reojo y se sonríen y cuchichean.
¡Cómo disimulan la una con la otra!
Luégo será ella, cuando tratéis de ver
UN JOVEN DISTINGUIDO 205

quién se le lleva. Para vosotras esta¬


ba, inocentes... La verdad es que son
monísimas... ¡Válgame Dios, qué es¬
tragos podía yo liacer en este pueblo
si me lo
propusiera!
No miro á una
que
no me
corresponda...
Otro golpe de brisa.
Todo me favorece
lioy. ¡Es que estoy
graciosísimo con es¬
tas arremetidas del
aire!... Antes de per¬
der de vista el mirador,
á volver
voy
la ¿No lo dije? Devorándome
cara...

están con los ojos... Y


para disimular
más, se meten corriendo en casa, ha¬
ciendo que ríen á
carcajadas... ¡De
cuánto fingimiento es
capaz la mujer!
Pues, señor, este fruto está ya sazo¬
nado; y aunque sea para entreplato,
se
aprovechará.
El Suizo. Con la
disculpa de buscar
á alguien, voy á darme un par de
golpes de espejo... Perfectamente.
206 TIPOS TRASHUMANTES

¡Qué hermoso estoy esta tarde!... Es


que nunca lia sido mi cutis más blan¬
co, ni lian tenido mis ojos más hechi¬
cera languidez. ¡No me extraña que

las del mirador hayan quedado fasci¬


nadas!... ¡Es mucho ese Madrid para
chicos distinguidos!
Ahora, á tomar el tranvía y buscar
á mi gente al Sardinero... ¡Ah, ru¬
bia! te compadezco...
Me cargan á mí estos tranvías de

provincia, por la morralla que va en


ellos... Por supuesto que, como de
costumbre, tendré que ir de pie en la
imperial, porque en el interior es un
poco pesado llevar tanto tiempo el
ceño fruncido y la cara de asco... Y
de otro modo no puede ir un chico
distinguido como yo. Arriba, con la
disculpa de mirar al mar, puede uno
siquiera volver la espalda á todo el
r—■mundo sin violencia y sin
que choque... Debería ha¬
ber departamentos espe¬
ciales en estos carruajes.
UN JOVEN DISTINGUIDO 207

III

ÉN EL SARDINERO

Esto ya es otra cosa...


aquí puedo
decir que
estoy eu mi ¡Qué
casa.
toaletas; qué negligés tan chic!...
¡Cómo se destacan las madrileñas!...

y ¡cómome destaco yo! Empecemos

por buscar á los amigos; después á la


rubia. La
compañía le hace á uno
más osado y hasta más elocuente...
No los veo por
ninguna parte... Pero
en cambio veo á las de
Potosí, que
están aquí paseando. ¡Canastos! vie-
208 TIPOS TRASHUMANTES

nen solas... ¿Y la rubia?... Lo más


acertado será preguntar discreta¬
mente por ella...—Señoritas...—
Muy bueno, gracias...—Sí, la tarde
está hermosa para eso... — Ayer es¬
taban ustedes más acompañadas...

Palabra de honor: jamás había


visto á esa señorita... —Hermosa es,
en efecto; pero ¿y qué?... — Ni tarde
ni temprano... — ¡Que se ha mar¬
chado ya?... — ¡Oh! no me admiro

por loustedes creen, sino por lo


que
poco que ha estado aquí... -^De modo
que veinticuatro horas escasas...—
Pues 110 vi yo á su papá... — ¡Barri¬
zales! ¿Luego ella es Lola Barriza¬
les, la
que estaba en un colegio de
Alemania! Y ¿qué va á hacer ahora
en Madrid?... — ¡Que va á casarse en
cuanto llegue?... — Nada hay de
raro, en efecto, sino que... en fin,
que
sea enhorabuena. Y hablando de otra
cosa, ¿han visto ustedes á Casavieja
y demás amigos por aquí?...—Lo
siento, porque andaba buscándolos
UN JOVEN DISTINGUIDO 209

para un asunto... Veré si en la


gale¬
ría... A los
pies ele ustedes.
¡Horror y maldición! Conque era
Lola Barrizales, Barrizales es ín¬
y
timo de papá, y ella
supo quién era
yo; luego aquellas miradas eran lo
que yo me figuraba; y tal vez la sa¬
crifican y ella quería
decírmelo, y yo
puele haberlo impedido con una sola
entrevista... ¡Maldito coche en
que
se metieron
ayer! ¡Lola Barrizales!
¡bella, rica y distinguida!... ¡Qué
ocasión para mí! ¡ qué ocasión per¬
dida, dioses inmortales! Pero ¿tiene
remedio ya este bárbaro contratiem¬
po? Eso es lo que tengo que consultar
con mis amigos, y voy á buscarlos
ahora mismo á la
galería... Entraré
en ella mu}^
pensativo y hasta cabiz¬
bajo, como quien lleva herido el co¬
razón: esta actitud me irá
muy bien.
Entremos. ¡Cuánta gente
elegante!...
No están ellos
aquí tampoco... En
aquel extremo hay una silla desocu¬
pada... La ocupo... Dos chicas muy
14

%
210 TIPOS TRASHUMANTES

guapas se lian lijado en mí. Buena


ocasión para herirlas... Apoyo el codo
en la barandilla, la cabeza sobre la
palma de la mano, y me pongo muy
triste y melancólico. Siguen mirán¬
dome... Y dirán ellas: — «Ese joven
debe tener una gran pesadumbre:
¡ qué hermoso es! » y me compadece¬
rán... Ahora miro al suelo, apoyando
la frente en mi mano; y como si qui¬
siera ocultar alguna lágrima que en¬
turbiara mis ojos, doy golpecitos en
el pie con el bastón. Pero la angus¬
tia va en aumento, el disimulo 110
alcanza y v.uelvo la cara hacia la er¬
mita. Para expresarlo mejor, muerdo
el pañuelo... Estoy así un ratito, como
sollozando. Qué hermoso debo es¬
¡
tar!... Ahora, después de sonarme y

guardar el pañuelo, debo levantarme


y salir de prisa, ocultando la cara,
como si mi dolor se aumentase entre
la gente. Allá voy... Siguen mirán¬
dome las dos chicas, y creo que algu¬
nas más. No importa: 3^0 110 puedo,
UN JOVEN DISTINGUIDO 211

no
debo, en esta situación, fijarme
en nadie: á papá mismo negaría el
saludo... ¡Magnífica salida he hecho!
¡Qué interesante he estado!... Me pa¬
rece
que he causado gran efecto. A
la nocheindagaré si se habló algo de
mí después que salí de la galería.
Aquí afuera hay demasiada gente
también, y no debo permanecer en¬
tre ella estando tan triste como es¬

toy. Me voy del Sardinero á buscar


la soledad que me corresponde.—
« Estuvo aquíinstante (debe decir
un
la gente mafia 11a) muy afectado, y
se retiró en
seguida sin saludar á
nadie...» Y habrá hasta quien crea
que fui á los Pinares á levantarme
la tapa de los sesos. ¡Magnífico!
Esto me pondrá de moda.
Me vuelvo á la ciudad, á pie, por
la Magdalena; y me
ayudarán á
conllevar las fatigas del
camino mis tristezas. En
i ' -•.üsiaaa
marcha, pues. cT
212 TIPOS TRASHUMANTES

IV

OTRA VEZ EN SU CUARTO

Resumen de mis meditaciones del


camino: continuaré en Madrid la
empresa malograda aquí. El destino
me la arrebató soltera: yo haré que
el diablo me la devuelva casada.
(Desnudándose enfrente del espejo.)
¡ Qué interesante me han puesto la
pena y el cansancio!... Un amor
contrariado, con los correspondien¬
tes azares y escándalos, debe ser la
ambición de todo hombre de mundo.
La quiere, por lo visto, que
suerte

yo empiece por donde tantos calave¬


ras han concluido. ¡Cúmplase mi
destino, y adelante! Pero entre tan¬
to, yo padezco y necesito distraerme.
Me distraeré... abusando un poquito
de mis ventajas... Esta noche al

teatro; mañana al baile de campo


con todos los recursos de mi hermo¬
sura, de mi distinción y de mi ro-
UN JOVEN DISTINGUIDO 213

pero. No contentaré ya con la


me
mirada y con la sonrisa; usaré tam¬
bién el billete perfumado, y luégo el
soborno, y después el escalamiento,
y, por último, hasta el rapto, y, si
es
preciso, la estocada... Comence¬
mos
por vestirme de serio... ¡Juro á
Dios que no me detendrán en mi ca¬
rrera ni
lágrimas ni amenazas! Yo
no he traído esta contrariedad
fatal;
yo no me he colocado por mi gusto
en esta actitud que lia de dejar me¬
moria eterna en Santander. No se

me
pregunte luégo por qué dejo víc¬
timas detrás de mí:

«
Soy el león... perseguido
que sacude la melena.»

Y pues al cielo plugo hacerme sen¬


tir el fuego de una pasión y arreba¬
tarme el obj eto que me la inspirara,
de las cenizas que deje á mi
paso
esta llama abrasadora,

«responda el cielo, yo no.»


1
LAS DEL AÑO PASADO

fi
VPonoce el lector á las de clona Ca¬
lixta? En un libro que ancla por ahí
con el rótulo ele Tipos y paisajes, se
habla de ellas y ele otras muchas co¬
sas más. Si no las conoce, compre el
216 TIPOS TRASHUMANTES

libro. Si las conoce, con decirle que


no se separan de ellas en todo el ve¬
rano las aludidas en el título de este
croquis, debe hallarlas en su memo¬
ria á poco que la registre.
A mayor abundamiento, le daré
algunas señas particulares. Son dos,
madre é hija. La madre es achapa¬

rrada, con el pescuezo más bien em¬


butido que colocado entre los hom¬

bros, y la cabeza ensartada en el


pescuezo, como una calabaza en la
punta de una estaca; tiene ancha y
risueña la
boca, fruncido el entre¬
cejo, grises los ojos, poca frente, mu¬
cho pelo, mala dentadura y peor el
cutis de la cara. La hija, por
uno de
esos
caprichos inconcebibles de la na¬
turaleza, es todo lo contrario de su
madre: de bizarras líneas, de hermo¬
sas y correctísimas proporciones; mo¬
delo del arte clásico, mármol griego,

y, como de tal sustancia, fría é in¬


animada. Se llama Ofelia. Su madre
no
responde más que al nombre de
LAS DEL AÑO PASADO 217

Carmelita, aunque otra cosa se le


grite al oído.
Los que lo entienden, dicen
que
Ofelia podría ser irresistible
por la
sola fuerza de su propia
hermosura,
con
expresión en la fisonomía, flexi¬
bilidad en el talle y
el ves¬ gusto en
tir; pues á pesar de rígida é inani¬
mada parece que es sumamente
,

cursi.
Táchase en las dos, resabio
como
de su mal gusto, un afán inmode¬
rado de hacer ver á todo el inundo
que siempre llevan zapatos nuevos,
de los más relumbrantes ó de los más
historiados.
Cómo empezaron sus relaciones
con las de doña Calixta, 110 lo sé yo:
acaso hubo entre unas y otras esa
atracción misteriosa que se explica
en latín aquello tan sabido de
con

símüis, símilem querit; pero es indu¬


dable que desde que por
primera vez
llegaron á Santander á veranear,
intimaron con la «coronela» y sus
218 TIPOS TRASHUMANTES

tres hijas, como clos gotas ele agua


con otras cuatro. A sus reuniones
van, á sus amigas visitan; con ellas
recorren de clía y cle noche calles y
paseos; por ellas pagan sorbetes en

el café, coches al Sardinero y lune¬


tas en el teatro; y en su exclusiva
compañía asisten á los bailes cam¬
pestres, á las serenatas, á las proce¬
siones y á las solemnidades públicas.
Desde la primera vez que se la vió
LAS DEL AÑO PASADO 219

en este
pueblo, llamó la atención la
hermosura ele Ofelia; pero ni los hom¬
bres la codiciaron, ni las mujeres la
temieron: sus ya enumerados defec¬

tos, y el contrapeso estrafalario que


le hacía su madre constantemente,
entibiaban hasta el frío el entusiasmo
de los unos, y tranquilizaban hasta
el desdén á las otras. Nadie, pues,

supo su nombre, ni quiso cansarse en


preguntar por él. El primer año, si
se la citaba en una
conversación, se
decía únicamente: esa que ancla con
las cíe cloña Calixta. Desde el verano

siguiente, ya se las llamó, á ella y á


su
madre, las del ciño pasado; espe¬
cie de mote que revela cierto can¬
sancio de verlas y pocos méritos para
murmurar de ellas más de una vez.

Las de doña Calixta están locas


por Ofelia. En supresencia, la en¬
salzan hasta la adulación; ausente,
aburren al lucero del alba hablando
de su hermosura, de su elegancia, de
su brillante posición, de sus relació-
220 TIPOS TRASHUMANTES

lies entonadas en Madrid, de las


magníficas proporciones que desecha,
de deseos de llevarlas á pasar el
sus

invierno á su lado, de las cartas que


se escriben desde que se va de aquí,
y de los encargos que se hacen mu¬
tuamente.

Pero
¿quiénes son ellas?—se
ha preguntado muchas veces á las de
doña Calixta. ¿Qué pito tocan en

Madrid; cuál es su verdadera posi¬


ción social?
A las cualespreguntas jamás lian
dado las interrogadas una respuesta
satisfactoria; porque, á decir verdad,
no están ellas mucho más enteradas
en el asunto que los preguntantes.
Y bien sabe Dios que hacen todo lo
posible por ajustar á sus amigas las
cuentas al menudeo; pero sea porque
el asunto es harto sencillo y no ne¬
cesita explicaciones y está á la vista,
ó porque realmente hay malicia para
disfrazarle, es lo cierto que las de
Madrid no acuden al interrogatorio
LAS DEL AÑO PASADO 221

conla claridad que desean las de


Guerrilla.

¡ Dichosa de ti — dicen éstas á


Ofelia en sus frecuentes confidencias

con ella: dichosa de ti, que puedes vi¬


vir en la corte con todas las ventajas
que te dan tu posición y tu figura!

No tanto como creéis—contesta


Ofelia entre desdeñosa
y presumida.
¡Ay! digas eso... Di que

110 me
Dios da nueces...
Aquí te quisiera yo
ver todo el año.

De modo que,
mejor que aquí,
desde luégo os confieso que se pasa
allí el tiempo; pero de esto á lo
que
vosotras pensáis...

¡Madrid! con aquellos paseos,


con
aquellos teatros, con aquella tro¬
pa y aquellas músicas... Todo el día
estarás oyéndola, ¿verdad?

Psé... Como no sea


alguna vez
que voy á la parada con mamá...

¡APalacio!... ¡qué hermosura!..


estará la plaza llena de
generales.
—Ni se arrepara en ellos, chicas...
222 TIPOS TRASHUMANTES

La última vez que fuimos se empeñó


el coronel entrante en que tomáramos
asiento en elpabellón...

Y tú, con esa sequedad conde¬


nada, 110 querrías.

Claro está que no.


¡Uf, qué rara, hija!... ¡Me da


coraje ese genio! No me extraña que
te sucedan ciertas cosas.

¿Qué cosas?

Por de pronto, aburrir á tus

proporciones y hacerlas creer que las


desprecias, que es lo mismo que si
las tiraras por la ventana... Ya ves
cómo lo creyó aquel de quien nos ha¬
blabas a ver...

¡ Mira qué ganga!... un simple


catredático.
—Ya se ve: ¡como tienes otros ado¬
radores de altocopete!

No lo dirás por
el comendante
que me echó la carta por debajo de
la puerta.

Ya sabes tú que voy por más


arriba.
LAS DEL AÑO PASADO 223

Por el
marqués cle la esqui¬
na ¿eh?

¿Se llama así?


No, pero vive á la esquina de la

calle, dos puertas más abajo que nos¬


otros... como vive un duque tres
puertas más arriba y un conde en¬
frente.

De modo que en tu calle todos


sois personajes.
224 TIPOS TRASHUMANTES

Eso SÍ.

¡Qué gusto! ¿Y lo del marqués


será cosa hecha?

Psé...Hay poco que fiar, si os


he de decir la verdad; 110 porque él
no esté bien
apasionado, sino porque
como en Madrid
hay tantas propor¬
ciones y cambia una tantas veces
de paiecer... Esto nació del teatro
Real.., Como es muy amigo de papá,
me
acompañó hasta casa á la salida.
Después me ha visitado muchas ve¬
ces, y siempre ha tenido alguna cosa
que decirme al oído.

Y tú, ¿qué le has contestado?


Que se lo diga á papá.


¿Ye usted? ¿A que desprecias

también esa proporción?


Allá veremos.

¡Ay, qué de chufas!...


sangre
¿De modo que vas muy á menudo al
Real?

Bastante.

Estarás abonada.

No quise que se abonara papá á


LAS DEL AÑO PASADO 225

turno con las


Consejeras del princi¬
pal: ellas bien me lo rogaron; y desde
entonces, porque 110 lo tomaran á
desprecio, 110 me be abonado nunca.
¡Buenas estarán aquellas fun¬

ciones ! ¡ Qué concurrencia habrá


allí!

Mucho personaje... toda la cor¬


te... y muchísimo título; pero de
confianza.
Como que os conoceréis todos.
—La mayor

parte son ínti¬


mos depapá.
¿Por qué

no tiene título
tu papá?
Porque,

como él
dice,
está por lo po¬
sitivo.
¿Tendréis carruaje?

¡ Como hay tantísimos de


alqui¬
ler !...

Es verdad.
226 TIPOS TRASHUMANTES

supuesto, que te escribirás


Por

con el
marqués.

Ancla, curiosa, picarona, ¿quie¬


res saber tanto como yo? ¡ Esas cosas

no se dicen, ea!

Y con esto, ó algo parecido, y cua¬


tro palmaditas en el hombro de la

preguntona, corta Ofelia el interro¬


gatorio á que todos los días se la so¬
mete, y cambia ele conversación.
Entre su madre y doña Calixta

pasa, en el ínterin, algo por el estilo.


¿Y cómo no se anima su esposo


de ustecl á acompañarlas algún ve¬
rano? —
pregunta á la de Madrid la
coronela.

Porque 110 puede, doña Calixta.


¡ Que no puede!... ¡ un hombre


de su posición!

lo mismo. ¡Usted no
Pues por

sabe, doña Calixta, qué bregas y qué


laberieiitos trae ese hombre de Dios
metidos enaquella cabeza! Ya se lo
digo yo bien á menudo: «¡ Cualquiera
pensará que no tienes qué comer!»
LAS DEL AÑO PASADO 227

Lo mismo pasa á mí con el


me

coronel, Carmelita. Ahí le tiene us-


tecl metido en sus haciendas todo el
año de Dios.
Hoy, que está levan¬
tando la presa
de una fábrica de ha¬
rinas; mañana, que va á los cierros

con un regimiento de
cavadores; otro día,
que está cercando una
mies que compró la
víspera; ahora,
que construye una casa de labor;

después, que entró la


peste en la ganadería
y ha tenido que visi¬
tarla con los albéitares;
cuándo, que los colo-

«Mí L -
228 TIPOS TRASHUMANTES

nos; cuándo, que el administrador...


¡Nunca jamás tiene un día para ver
á su familia!... «Pero, hombre — le
he dicho algunas veces, — sacrifica
media semana siquiera para
saludar á estas señoras tan
buenas y que tanto nos quie-
ren...» Como si callara,
Carmelita- • •

^ * —
Pues sucediéndole á us¬

ted eso con su esposo, ¿cómo le ex¬


traña que el mío no nos acompañe
j amás?

Creía yo que los negocios de ese


caballero no serían de los que ama¬
rran tanto como las aficiones de Gue¬
rrilla.

¡Mucho más, doña Calixta! Fi¬


gúrese usted que mi esposo no tiene


hora libre. Estamos almorzando:
carta del ministro de Hacienda para

que se vea con él inmediatamente;


nos sentamos á comer: volante del
gobernador que tiene que hablarle
de continente; vamos á salir al Prado,
LAS DEL AÑO PASADO 229

ó á la Castellana, ó al teatro, ó al
baile de Palacio, es un suponer; pues
el diputado, ó el ayudante del gene¬
ral, ó el diablo, está ya á la puerta
para que se vea en el cizto con el pre¬
sidente de las Cortes, ó con el capi¬
tán general, ó con el director de Be¬

neficencia, sobre que la contrata ó ,

el suministro Le digo á usted que


..

él podrá ganar buenos caudales, pero


buenos sudores le cuestan al pobre.
Así es que algunos días tiene un hu¬
mor que
tumba de espaldas.

Y ¿por qué 110 tiene un hombre


de su confianza en
quién descansar?
Porque, él dice, «hacien¬

como
da, tu amo teLo mismo le pa¬
vea.»
sará á esposo de usted.
su

Es verdad; pero ya que tan bien


le ha ido y le va con los negocios,

¿por qué 110 se retira de una vez? La


salud ante todo, Carmelita. Y para
una hija sola
que tiene...
Cierto es eso; pero los negocios

parece ser que están enredados unos


230 TIPOS TRASHUMANTES

con otros, y que 110 es tan fácil como


se cree echar el corte cuando se

quiere... Y si no, pregúnteselo usted


al coronel.
En verdad que algo de eso suele

decirme á mí Guerrilla cuando le


llamo codicioso, y le aconsejo que lo
deje todo y se venga al lado de su
familia.

Pues
velay, usté.
Ya, ya; ya me hago cargo.

Y por más vueltas que dan la ma¬


dre y las hijas á sus interrogatorios,
110 sacan otra cosa en
limpio las de
doña Calixta con respecto á la ver¬
,

dadera posición social de sus amigas


de Madrid.

Algo pudiera decirlas yo que les


ahorrara más de la mitad del camino

para llegar al asunto; pero ¡vaya


usted á ponerlo en sus bocas! Toda
la veneración que sienten por Ofelia,
110 alcanzaría á impedirlas que se
lo contaran, en secreto, al primero
que les manifestara el mismo afán
LAS DEL AÑO PASADO 231

que ellas tienen lioy. Y que ese algo


no clebe publicarse después de haber
ellas mismas ensalzado la prosapia
de Ofelia, indudable. Y si 110, que
es
lo diga el imparcial lector, á quien

hago juez en el pleito. Trátase de


una carta
que las de Madrid se deja¬
ron olvidada, debajo de la cama,
en la casa de
huéspedes que habi¬
taron el verano pasado; carta que

llegó á mi poder, 110 diré cómo, y


canta así:

«Mi másquerida esposa Carmelita


y amadísima hija Ofelia: Sus escribo
la presente para decirvos que estoy
bueno de salú, y para que me digáis
cómo anda la vuestra; pus va diquiá
dos semanas que no recibo carta de
vosotras.—De paso sus alvertiré que,
como la lezna no entra
por onde se¬
ñala, lo de la contrata de zapatos
para el Hospicio no salió esta vez
como las otras; y gracias que lo
cuento en mi casa. Paece de que
232 TIPOS TRASHUMANTES

antier volvieron los chicos descalzos


al establecimiento, porque, á resul¬
tas de la lluvia, se reblandeció el
cartón de la suela
y se descubrió
elajo. — Diréis que cómo otras veces
ha pasado el engaño, y ahora no. —
Sus diré á eso que, en primer lugar,

esta vez, por guitonada de los oficia¬


les, no se dió bien al cartón el unto
que sabéis y con el que aguantaba un
zapato siquiera tres posturas (no mo¬
jándose en la segunda); y después,
porque ya no está allí el encargado
de enantes, que además de recibir la
LAS DEL AÑO PASADO 288

obra por buena, echaba á los chicos


la culpa de la avería, cuando se le
quejaban de ella. Tomó cartas ahora
el administrador, y me baldó. Por
buena compostura, he consentido en

perder todo el valor de lo entregado,


que, por fortuna, de cartón era ello
y de badana. ¡Bien haya los sofocos
que me di cortando pares en el mos¬
trador ! ¡Y yo que pensaba calzar á
medio ejército de tropa, por lo que,
como sabéis, tenía echado un memo¬

rial en el menisterio! Me temo que


lo del Hospicio ha de favore¬
no me
cer nada para el caso. Y lo peor es
que por atender con todos mis opera¬
rios á la tarea, los parroquianos de
fino lian estado mal servidos, y algu¬
nos me
dejan.
»A todo esto, sus diré que el mar¬

qués de la esquina se ha casado en


Alicante con una viuda rica y vieja,

para salir de trampas. Bien sus decía


yo que estaba más tronado que una
rata, y también sus dije que me de-
234 TIPOS TRASHUMANTES

bía los botitos de dos años; y


ahora
sus diré que
además me debía siete
duros que me pidió una noche al pa¬
sar
por la tienda, porque no llevaba
suelto. Cuando venga le pasaré la
cuenta de todo; y si paga, que no

pagará, eso saldremos ganando... ¡3^


gracias que no nos debe más, que
bien hubiera podido ser! No hay
que pensar en estos marqueses que
soban mucho á los artistas que tene¬
mos hijas
guapas.
»Esto me alcuerda que 37a van
cinco veranos veraneáis en esa,
que
sin el menor
apego de indiano, como
sus
figurestes. Con un par de nego¬
cios como el del Hospicio, sacabó la
tela, y, como el otro que dice, el
veraneo de moda. Mucho sus
quiero,
pero no sé si podréis ripitir.
»Venisius pronto, que ya me ha¬
céis falta para el ribeteo de fino;
alcordarvos de que pierdo dinero pa¬
gando, más de mes y medio, oficialas
que hagan vuestra labor.
LAS DEL AÑO PASADO 235

»Tocante á lo demás, devertisius


mucho, pnes bien sabéis sus ama y
sus estima vuestro esposo rendido
y amante padre,

Crispin de la Puntera.»
"t
EN CANDELERO

C^ue va á Alicante; que prefiere á


Valencia; que acaso se decida por
Barcelona.

«Que ya 110 va á Barcelona, ni


á Valencia, ni á Alicante, porque
viene á Santander.
—: »Que ya no va á ninguna parte.
238 TIPOS TRASHUMANTES

»Que le son indispensables los


baños de mar, y qne tiene que to¬
marlos.

»Que se decide por la playa del


Sardinero.

»Que vendrá enjillió; que acaso


110
pueda venir hasta principios de
agosto; que lo probable es que ya
110 venga liasta muy cerca
de sep¬
tiembre.

»Que ya 110 viene ni en julio,


ni en agosto, ni en septiembre.

»Que, por fin, viene, y se cree


que se hospedará en una fonda del
Sardinero.
»Que resuelta que lle¬

es cose}.

gará el tantos de julio, y que 110 se


hospedará en el Sardinero, sino en
la ciudad.

»Que no se sabe si le tendrá en


su casa el
marqués de X, ó el conde
de Z, ó don Pedro, ó don Juan, ó
don Diego.
»Que resueltamente se hospe¬

dará en casa del señor de Tal.»


EN CANDELERO 239

Eso, y macho más por el estilo,


cuentan, corrigen, desmienten, rec¬
tifican y aseguran todos los días estos
periódicos locales, con el testimonio
de los de Madrid y algunas corres¬

pondencias particulares, desde mayo


á fin de julio, casi en cada año, refi¬
riéndose á alguno de los personajes
que á la sazón se hallen en candelero.
Un día vemos conducir á hombros,
por la calle, una lujosa sillería, un
espejo raro, una mesa de noche muy
historiada... algo, en fin, que no se
ve en público
á todas horas; observa¬
mos que las señoras indígenas tran¬

seúntes se quedan atónitas mirando


los muebles, y hasta las oímos excla¬
mar : — « Son para el gabinete que Je

están poniendo. El espejo es de Fu-

lanita, la mesa de Mengano y la sille¬


ría de Perengano ».
Y llega el tantos de julio; y por la
tarde se ven fraques, levitas y tal
cuál uniforme, camino de la Esta¬

ción, y además el carruaje que envía


240 TIPOS TRASHUMANTES

el señor de Tal, propio, si le tiene, y


si 110, prestado.
Poco después estallan en el aire,
liacia el extremo del andén, media
docena de cohetes, y casi
'-é.-. al mismo tiempo se oye el

Pflh-T &

silbido de la loco¬
motora que
entra
en la Estación. Luégo salen de ella
los viajeros vulgares, y puede verse
en el fondo, en frente de la puerta,
un
grupo de personas apiñadas, con¬
fundiéndose en él el oro de los uni¬
formes con el negro
paño de la media
etiqueta; el cual grupo se cimbrea
de medio arriba muy á menudo, de¬
jando ver, á tiempos, en su centro,
EN CANDELERO 241

una
personaerguida é impasible, co¬
mo ídolo
que recibe la incensada;
después el del centro del grupo, con
otros tres de la circunferencia , toman
asiento en el
carruaje; sale éste al
trote de caballos; síguenle, echan¬
sus

do los pulmones por la boca, dos do¬


cenas de
granujas impertinentes, y
una
pareja de guardias municipales
que llevan los paraguas y los abrigos
de algunos de los que van en el co¬

che, y vuelven á verse los mismos


fraques y galones de antes camino de
la Dársena, pero dispersos y en des¬
orden.
Y andando, andando, el carruaje
llega al punto de su destino.

¿Cuál de ellos es? — pregunta


algún curioso, al ver apearse á los
del coche.

Ese que va en medio...


Pues no tiene la mejor traza,—

replica el preguntante, con cierto


desaliento, en la creencia, sin duda,
de que el hombre está obligado á em-
16
242 TIPOS TRASHUMANTES

bellecerse á medida que asciende en


la escala de los empleos.
Los que le acompañaron hasta su
misma casa, salen de ella á poco rato;

y cuando anochece, comienzan á lle¬


nar de ruido la ba¬
rriada la charanga
de la Caridad, y su¬
cesivamente todas
las murgas que de
la caridad pública
viven.
Al día siguiente
vuelven á verse pol¬
la calle las libreas
de la
etiqueta. Son
de los
que tienen
obligación de ir á ofrecer sus respetos
al recién venido, y de las comisiones
de esto y de lo otro. Recibe á cada

grupo á hora distinta, y tiene para


todos frases bastantes lisonjeras, ya

que no muy variadas.


Señores — suele decirles:


yo
me felicito de recibir el cordial sa-
EN CANDELERO 243

ludo de...
(aquí lo que sean los visi¬
tantes) tan dignos y beneméritos.
Estad seguros de
que si seguís pres¬
tándonos todo el
apoyo de vuestra
importantísima adhesión y de vues¬
tro celo é
inteligencia en el desem¬
peño de vuestros respectivos
cargos,
el Gobierno se
envanecerá de ello;
y
el país,
que tanto espera de
nosotros,
porque por nosotros está nadando en
la felicidad
y en la abundancia, os lo
recompensará con largueza. Yo, fiel
intérprete de sus deseos y aspiracio¬
nes, os lo prometo en su nombre.
Se dicen
luego cuatro vaguedades
sobre la salud del
visitado, sobre la
virtud de los baños de
ola, y sobre el
paisaje y el clima de la Montaña,
y
á otra cosa.

Al segundo día, aun se ven algu¬


nos curiosos... y curiosas de
copete,
husmeando hacia la
puerta de la ca¬
lle, á las lroras probables en
que él
ha de salir.
Al
tercero, nadie se acuerda ya del
244 TIPOS TRASHUMANTES

personaje. Sólo la prensa local se


ocupa, con un celo superior á todo
elogio, en decirnos si va ó si viene;
si le pintan los baños; si piensa darse
tantos ó cuántos, y cuántos se ha
dado ya; si pretiere el bonito á la
merluza; con quién comió y con quién
comerá; á qué liora se acuesta; quié¬
nes le hacen la tertulia ; de qué lado
duerme y á qué hora se levanta.
Al octavo día, observa la gente
que por la Plaza Vieja un sube coche
lleno de señores muy espetados.

Ahí va — dicen
algunos.

¿Adonde? — se les pregunta.


A visitar el Instituto. Desde allí


irá á la Parola. Ahora viene del
Cristo de la Catedral.

Entonces ¿ está ya para mar¬


charse?

Claro; ¡cuando le enseñan eso!...


Y así es, en efecto. Al cumplirse
la semana y media desde su llegada,
vuelven á verse una mañana, camino
de la Estación, los fraques, los galo-
EN CANDELEKO 245

lies, el coclie, los granujas y los po¬


licías de la otra vez;
y en el andén,
el mismo
grupo dando sombreradas y
apretones de manos al propio perso¬
naje, que va poco á poco desapare¬
ciendo en un coche re¬

servado y muy majo;


estalla en los aires otra .

media docena de cohetes; vuelve á


silbar la locomotora, y parte el tren
hacia la Peña del Cuervo, dejando
detrás la consabida crencha de humo
vaporoso, que ondula, se enrosca y
246 TIPOS TRASHUMANTES

serpentea, y al cabo se pierde y des¬


vanece en el espacio, como todas las
vanidades de la tierra.
Durante algunos días después, la
gente bien informada se las promete
muy felices para los intereses del co¬
mún. Todos los proyectos que el Mu¬

nicipio tiene pendientes de superior


resolución, serán despachados «como
se
pide;» habrá subvenciones para
esto y para lo otro y para lo de más
allá: el puerto va á quedar como

nuevo; los barrancos que están á ex¬


pensas del Estado á las inmediacio¬
nes de Santander, volverán á ser an¬

chas, firmes y cómodas carreteras.. .

El lo ha prometido; él lo ha asegu¬

rado; él se lo ha ofrecido en confian¬


za á Juan, á Pedro y á Diego... Va

muy satisfecho de nosotros, ¡conten¬


tísimo de la acogida que se le ha
hecho!
Claro es
ninguna de estas ofer¬
que
tas se
cumple, no sé si porque, en
realidad, no se hicieron, ó porque se
EN CAXDELERO 247

olvidaron, como tantas otras; pero,


en
cambio, nn día del próximo otoño
amanecen Caballeros y
Comendado¬
res de tal y
de cual, seis docenas de
ciudadanos que se acostaron simples
mortales como yo. ¡Unica estela que
hoy dejan, á su paso por los pueblos,
los varios españoles que gozan
del
eventual y efímero privilegio de ser
recibidos con música y cohetes!
AL TEASLUZ

O liay que convenir en que la mu¬


jer susceptible de adquirir cuantos
es
aspectos y actitudes morales quiera
darle la educación, ó debemos confe¬
sar
que la naturaleza tiene, de vez
en
cuando, caprichos muy singula¬
res.
250 TIPOS TRASHUMANTES

Esto, que probablemente se habrá


clicho cincuenta mil veces á propó¬
sito de las mujeres han hecho
que se
célebres en de las ciencias,
el campo
en el de las artes, en el de las letras...

y hasta en el de las armas, cuadra


perfectamente al hablar de cierto
tipo que, no por pasar como un re¬
lámpago todos los años sobre la fiso¬
nomía veraniega de Santander, deja
de imprimirse en ella; y no así como

quiera, sino como imprime un pintor


de fama el sello de su ingenio, su
idiosincrasia artística, si vale la pa¬
labra, sobre todas las figuras de sus
cuadros.
Nacida y propagada esta verda¬
dera originalidad del sexo débil en
regiones algo inverosímiles todavía
en la tradicional y cachazuda Es¬

paña, cuando aparece en una, señal


es de
que allí puede vivir ya; de que
en ella se encuentran los elementos

que necesita su vida de ostentación


y de aventuras. Estos elementos son:
AL TRASLUZ 251

los hombres de
Estado, los ricos ban¬
queros ,los famosos calaveras, los
pontífices de las letras y de las artes,
y, como á manera de orla de todo el
catálogo, una muchedumbre de da¬
mas del llamado gran mundo,
y de
mozuelos esclavos de la moda.
De que Santander reúne todo eso

y ha llegado 37a, por ende, á la alta


categoría que alcanzan en el mundo
elegante tantos otros puertos extran¬
jeros, en cuyas aguas lavan cada ve¬
rano sus
distinguidas mataduras las
primeras aristocracias europeas, es
evidente prueba el que nos visita to¬
dos los años, desde muchos acá,
al¬
gún ejemplar de aquella fenomenal
especie.
Mas antes que el lector eche á
mala parte lo que le dije
de los ele¬
mentos vitales de esta
señora, apre¬
sáronle á indicarle en
qué concepto
los necesita hoy.
Figúresela en un hotel del Sardi¬
nero, con todo un piso á su disposi-
252 TIPOS TRASHUMANTES

ción, porque sus criados y equipajes


uo caben en menor espacio, si ha de
quedarle á ella el necesario para dor¬
mir, para peinarse, para vestirse,
para recibir y para comer en ancha
mesa, siempre dispuesta para una
docena de convidados.
Estos han de ser de las notabilida¬
des á que aludí; es decir, de lo más
cogolludo en letras, artes, política,
banca, armas... y aun tauromaquia,
que á la sazón resida en el Sardi¬
nero ó en la ciudad.
Para comer ellos, para hablar
con

con ellos, necesita, busca y agasaja


á esos hombres. Ella los
preside, ella
dirige las conversaciones, ella pro¬
voca y salpimenta los discreteos, y
en sus labios hay siempre agudezas

y oportunidades para los discretos, y


sutiles epigramas para los necios,

pues no dejan de serlo, en varios lan¬


ces, muchos hombres de talento. Que
quien tal vida trae 110 debe mostrarse
muy aficionada al trato de las muje-
AL TRASLUZ 253

res, no hay necesidad de asegurarlo:


evidente es
que huyera de ellas si no
las necesitara para fondo y acceso¬
rios del cuadro en que ella entra co¬
mo
principal figura, ó á lo sumo,

para tener en quien cebar impune¬


mente sus sátiras implacables, ó esos

pedazos más de entretenimiento que


repartir entre la voracidad murmu¬
radora de su corte favorita.

Hay quien atribuye esta antipatía


254 TIPOS TRASHUMANTES

hacia su sexo á cierta


pasión non
sancta que suele albergarse en los
pechos que ya no laten á impulsos ele
un alma
juvenil y retozona; cuando
se huye del espejo como de las gran¬

des verdades que acusan faltas é

imperfecciones; cuando los tristes


desengaños de las primeras arrugas
hacen recordar con envidia y descon¬
suelo los triunfos y los encantos de la
risueña juventud; cuando se aspira,
en fin, á conquistar, á fuerza de dis¬

pendios y agudezas, lo que antes se


atrajo por el solo brillar de la hermo¬
sura.

Pero esta suposición, que bien


pudiera admitirse con referencia al
molde común de las mujeres, y aun
de los hombres, 110 está justificada
cuando se endereza á este otro
tipo,
cuyas pasiones, talentos y debilida¬
des están, y han estado quizá, muy

por encima de todo lo usual y co¬


rriente. Con esta consideración á la

vista, no se afane el lector porque le


AL TRASLUZ 2Ò5

diga yo de dónde vienen esas inti¬


midades encumbradas; de qué pro¬
cede ese varonil desparpajo que la
hace, en verano, reina y señora del
Sardinero, como en invierno le da
absoluto predominio en los aristocrá¬
ticos salones de Madrid, y eso que
no es aristócrata ella, ni nombre lle¬

vó jamás que á pergamino huela.


Cierto es que cuando se ha pasado la
vida en roce continuo con hombres
de todas las imaginables condiciones
y cataduras, á poco que se haya to¬
mado de cada uno de ellos puede

reunirse, cerca de la vejez, gran co¬


pia de saber y de experiencia; pero
¿cómo se llegó en la juventud á
esas alturas? pregunto yo á mi

vez; —¿cómo lo que en unas gasta


y desprestigia, en otras acrecienta
el poder y el atractivo? Aquí no hay
otro remedio que volver á la segunda

parte de mi tema: la naturaleza


tiene, de vez en cuando, caprichos
muy singulares; y añado ahora que
256 TIPOS TRASHUMANTES

también la Fortuna suele compla¬


cerse en mimar con sus clones más
preciados á lo que es obra ele los ca¬
prichos ele la Naturaleza.
Así hay que explicarse esas ca¬
taratas ele
í
doblones
que siguen
% y preceden

á esta clase ele

mujeres en sus
viajes, y las en¬
vuelven en los
alcázares cjuehabitan la mayor parte
del año; pues ni feudo se las conoce
que tanto produzca, ni ya son Dánaes
pudibundas que creer nos hagan en
las lluvias de oro ele los Joves ele ogaño.
AL TRASLUZ 257

Ofrecedle dificultades al vulgar


entendimiento,
veréis á la imagi¬
y
nación echarse desatentada
por los
cerros de Úbeda. Tal sucede en el
presente caso. No
comprende bien,
se
ó no se
explica, la razón de su predo¬
minio y de sus
caudales, y cada cuál
se
forja una historia á su capricho,
fundada sobre vagos
rumores; y estas
historias juntas quieren ser una
pe¬
queña parte de la historia de esa
dama, á quien se adjudican todas las
anécdotas picantes, todas las frases
equívocas, todos los triunfos y todos
los escándalos con
que han inmorta¬
lizado sus nombres en la
alta socie¬
dad las demás
mujeres de su talla.
No desconoce ella estos
rumores;
y como sabe muy bien que son los
gajes de su oficio, antes la lisonjean
que la ofenden.
En las
poquísimas veces que se da
á luz entre su
escogida corte bigo¬
tuda, los hombres abren calle para
que pase, y las mujeres temen su

17
258 TIPOS TRASHUMANTES

mirada como el siervo la de su señor.


¿Qué mayor triunfo para su vanidad
de mujer ele historia?
Tan pocas veces se exhibe en pú¬
blico, que yo mismo, que trato de
hacer su biografía, no la he visto

jamás, ni la conozco sino por la fama


que la han dado aquí los que nos di¬
cen que la conocen mucho.

Pero mito ó realidad, ella pasa


por Santander cada verano, y, como
al principio dije, se imprime en la
fisonomía veraniega del pueblo de
un modo indeleble, como el detalle
que más resalta y hasta da carácter
é importancia á todos los demás.
Y he aquí por qué yo, que estoy
haciendo el croquis de esa fisonomía,
110 puedo prescindir de dibujar en
ella tan expresivo pormenor.
Eso haré yo tan sólo, y me guar¬
daré mucho de escarbar el cutis para
ver hay debajo.
lo que
Quédese esto, en buen hora, para
los aduladores que la cantan, ó
AL TRASLUZ 259

para los maldicientes que la despe¬


llejan.
Si el calor de unos
hechizos, que
ya no existen, derritió el áureo pe¬
destal sobre que la adoración de la¬
borioso marido colocó á su
propia
mujer para atraerla el culto de los
demás; si la tarea olímpica de repo¬
ner con otro nuevo cada trono derre¬
tido, dejó sin fuerzas, sin esperanzas
y hasta sin vida al desventurado que
tal empresa creyó fácil; si el
peso
que á él le mató, abandonado al pie
de la montaña tuvo nuevos Sísifos
que le empujaran, esperando llevarle
triunfantes hasta la cima, y tam¬
bién rodaron hasta el abismo, des¬
alentados y rotos; si mientras duró
aquel fuego no le faltaron tronos
que consumir ni tesoros que rodar
montaña arriba, buscando su
calor;
si de ese montón de escombros y ce¬
nizas ha hecho la química de la ne¬
cesidad inagotable venero que surte
de esplendor á una soberanía no des-
260 TIPOS TRASHUMANTES

tronada, antes ennoblecida con la


augusta diadema de las canas; si
éstas no son el fruto natural de los
años, sino la huella de las tempesta¬
des que corrió la juventud en el mar
de todos los deleites; si el corazón de
la mujer, que es casi siempre un li¬
bro abierto, sin ser por eso un libro

bueno, á menudo es una caverna con


ruidos y sin luz, ¿á mí qué me cuen¬
tan ustedes? ¿qué me importa en el

presente caso? Cuéntenselo á ese en¬


jambre del buen tono que tanto se
paga de ciertos relumbrones; cuén¬
tenselo á esa sociedad que se com¬

place en crearídolos á los que des¬


pués escupe y despedaza, acaso
porque le imponen y amedrentan;
cuéntenselo á esas gentes del gran
munclo, para quienes nada es bueno
ni plausible, sino lo distinguido y

elegante. Ellas solas son las trompe¬


tas de esas famas; ellas quienes las
elevan y sahuman antes; ellas mis¬
mas quienes las difaman después.
AL TRASLUZ 261

En cuanto á mí, dibujos hago, que


no
autopsias; dibujo es éste, al
y
trasluz, por más señas, sobre los per¬
files que la fama trazó. Al público
sale, pues, como el público le lia for¬
jado: yo no liice más que copiarle en
ésta, por ahora, última hoja de mi
cartera.

1877.
ÍNDICE

l'ÁGS.

Al lector
5
Las de Cascajares 9
Los de Becerril. 23
El excelentísimo señor
33
Las interesantísimas señoras 43
Un artista .
. .

53
Un sabio
69
Un aprensivo 87
Un despreocupado 113
Luz radiante 127
Brumas densas 145
El barón de la Rescoldera 163
El marqués de la Mansedumbre. . .
.
177
Un joven distinguido
195
Las del año pasado 216
En candelero 237
Al trasluz
249
.
t ^
BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA

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