Misionero en Sudamérica - Libro Resumen
Misionero en Sudamérica - Libro Resumen
Misionero en Sudamérica - Libro Resumen
Las historias que se resumirán a continuación, son sobre los primeros pioneros en los países de
Latinoamérica. Personas que vinieron de otros lugares del mundo para comenzar la misión. El
libro cuenta la historia de 13 personas importantes, pioneros que fueron elegidos por su
accionar decisivo en los días del establecimiento de la obra. Fueron elegidos para mostrar el
avance de la obra, las providencias de Dios y de los recursos infinitos de la gracia en la
capacitación de los agentes que se colocan en sus manos. La importancia de evocar los nombres
fundadores del adventismo sudamericano reside en el aprendizaje de las cualidades y las
estrategias todavía necesarias para el avance de la causa que ellos iniciaron hasta su triunfo
final. Sus principales caractisticas nos dejan el valor para esta tarea en relación a la:
La proclamación de la esperanza del advenimiento que comenzó en América del Norte por 1844,
llegó a Sudamérica cinco décadas después. Al resumir parte de lo encontrado en las paginas de
este libro, surge el deseo y la necesidad de continuar con su legado de predicar el evangelio,
siguiendo los pasos de Jesús hasta el final.
1) Argentina: Jorge H. Riffel, quien llegó de muy lejos decidido a compartir la esperanza del
regreso de Cristo, trabajo muy duro junto a la familia Hetze y el Pastor Westphal para
iniciar la obra en el pequeño pueblo de Diamante, Entre Ríos. Los primeros en abrazar
el adventismo del séptimo día en Sudamérica fueran Pedro Peverini y su familia, colonos
italianos radicados en Las Garzas, cerca de la ciudad de Reconquista, en la provincia de
Santa Fe. Luego, se sumaron muchos más: Ernesto Roscher, Conrad Keip, José Weiss,
Daniel Weiss, Godofredo Schneider, Jorge E. Bernhardt, Gottlieb Feder, Godofredo
Dalinger y, poco después, Jorge Lust, Godofredo Schmidt y Godofredo Block. La obra fue
en aumento, llegando nuevos misioneros y algunos colportores. Es imposible
reconstruir la nómina de aquellos que fueron inicialmente llevados a la fe por el trabajo
de Jorge Riffel. Ni siquiera se cuenta con la lista de los miembros de la primera iglesia.
Se sabe que él bautizó a los primeros adventistas de la Argentina. Jorge Riffel estuvo
íntimamente ligado a la iglesia, su organización y sus instituciones. Este hombre de Dios
es recordado por su espíritu de oración, su amor por las almas y su incansable deseo de
que todos conozcan a Cristo.
2) Reinhardt Hetze fue uno de los primeros adventistas de Sudamérica y la primera
persona en aceptar el mensaje por el trabajo misionero de Jorge H. Rifel. El hermano
Hetze no era un pastor reconocido o un conferenciante ilustrado. Como lo había hecho
en Rusia, nunca dejó de trabajar la tierra para sostener a su esposa y a sus ocho hijos.
Su trabajo le permitió ser generoso con la iglesia, sus instituciones y la comunidad. En
parte por su esfuerzo, la iglesia de Crespo extendió su influencia a la localidad de
Ramírez, donde habría de surgir una iglesia hija. Como era frecuente entre los primeros
adventistas de Sudamérica, Reinhardt fue un hombre dadivoso y entregado. Envió
dinero en 1905 para la adquisición de una imprenta en Chile. En 1906 participó de una
memorable reunión en Gualeguay donde so decidió la creación del Sanatorio Adventista
del Plata. Tal vez no disponía de dinero, pero prometió donar una cuadra de lino para el
proyecto. Su espíritu misionero se perpetuó en muchos de sus descendientes, dado que
más de 50 de ellos han trabajado o trabajan como obreros en la causa de Dios.
3) Francisco H. Westphal llegó al puerto de Diamante, Entre Ríos, Argentina, en agosto de
1894. Fu el primer ministro ordenado de los Adventistas del Séptimo Día para trabajar
en Sudamérica”. Los primeros misioneros de la iglesia en estas tierras fueron algunos
residentes ruso-alemanes que habían conocido el mensaje mientras vivían en el estado
de Kansas, Estados Unidos y habían retornado a la Argentina para compartir su nueva
fe. El hermano Jorge H. Riffel había escrito a la Asociación General solicitando un
misionero que hablara el alemán. La primera iglesia se organizó en Crespo luego de
reuniones organizadas y dirigidas por Francisco. Esa congregación de 36 miembros
habría de ser la primera iglesia adventista organizada en el territorio de la División
Sudamericana. Luego le siguieron otras en Argentina y también en Uruguay. Las
responsabilidades de los primeros misioneros eran muchas, los recursos pocos y las
comodidades casi nulas, aun así, continuaron trabajando, incluso, sin paga. En 1898
estuvo involucrado en el surgimiento de la educación adventista. La salud de los
Westphal los obligó a trasladarse por tres años a los Estados Unidos en 1900, dejando
una obra establecida en Argentina, Uruguay, Chile y Brasil, con más de mil miembros
bautizados.
4) Roberto H. Habenicht: Pionero que luchó por el “brazo derecho del mensaje”: la obra
de la salud medico misionera. Como Pastor y Medico, fue llamado por la Asociación
General para ir a trabajar a Entre Ríos. Luego de engorrosos trámites y de dificultades
con el idioma sorteadas con esfuerzo y dedicación, en marzo de 1902 abría un
consultorio médico domiciliario. Su esposa colaboraba como enfermera. La buena
reputación del médico atrajo personas de los alrededores. Estaba claro que los esposos
no podían seguir trabajando solos. Aun con mucho trabajo, no dejaba de viajar. Ayudó
a establecer iglesias en otras provincias de Argentina y en Paraguay. Su metodología era
simple. Daba consejos médicos, prescribía tratamientos y hablaba con la gente acerca
del amor de Dios y del plan de salvación. La apertura oficial del Sanatorio Adventista del
Plata ocurrió el 15 de noviembre de 1908. Se creo allí la escuela de enfermería que
ayudaría a sumar mas profesionales. El Dr. Habenicht fue un auténtico médico
misionero. Trabajó con fe en el cumplimiento de las promesas de Dios. No sólo ayudó a
incontable número de personas a recuperar su salud, sino que también bautizó a 350
personas durante su ministerio.
5) Luis Ernst: Los hermanos Ernst (Luis y Julio) integraron la primera iglesia adventista del
Uruguay, organizada en 1897 y llegaron a ser los primeros pastores del país. Luis
estimuló el surgimiento del Colegio Camarero y Julio fue el primer colportor nacional.
Luis tuvo mucho que ver con el establecimiento de la obra en la República del Paraguay.
Julio fue el primer delegado sudamericano en asistir a un congreso de la Asociación
General. Por su parte, Luisa Ernst de Hugo llegó a ser una gran defensora del adventismo
en su tierra y se desempeñó como tesorera de la Misión Uruguaya. En el año 1903, Luis
Ernst estaba listo para iniciar su tarea como pastor y administrador. Un dato interesante
que vale la pena compartir en relación a la zona donde vivimos (Misiones) es que el
pastor John McCarthy celebró reuniones en Misiones y en el Paraguay para cosechar el
trabajo que los colportores venían haciendo. En la ciudad de Posadas, se organizó una
iglesia de 20 miembros. Entre ellos figuraban Manuel J. Brouchy y su hermano Eugenio.
El primero fue por muchos años dirigente en Posadas, mientras el segundo se trasladó
a Encarnación, Paraguay. El congreso de la Asociación del Río de la Plata envió, desde la
provincia de Corrientes, a Luis Ernst en 1904 para afirmar a los pocos creyentes locales.
El territorio abarcó inicialmente Misiones y Paraguay, incluyendo posteriormente la
provincia de Corrientes y los territorios nacionales de Chaco y Formosa. Ernst fue
designado primer presidente, responsabilidad que retuvo hasta 1909. En 1912 se amplió
el territorio de la Misión del Alto Paraná y creció el número de obreros con la presencia
de Julio Ernst, Luis A. Rojas y F. Taborda.16 Paraguay tenía en ese tiempo siete iglesias
y 198 miembros. Algunos adventistas de Rusia radicados en la ca pital del país
añadieron nuevos bríos a la denominación. En 1945 se inició una influyente obra médica
y en 1948 la iglesia central de Asunción inauguró un hermoso templo. Los adventistas
formaron en 1947 una nueva unidad administrativa cuando se organizó la Misión
Paraguaya. Y este es el dato mas interesante: Desde el Brasil llegaron en 1906 otros
miembros de iglesia al interior provincial, sin tener contacto con los adventistas de
Posadas. En Picada Rusa, luego Villa Libertad, cerca de Leandro N. Alem se afincaron
varias familias adventistas procedentes de Ijuí, Brasil.19 Julio Ernst fue su primer pastor.
La historia del surgimiento de la primera escuela adventista del norte argentino, en
Picada Rusa, merece recordarse por su extendida influencia en el tiempo. El hermano
Juan Wedekamper llegó desde Punta Arenas, Chile, como primer maestro. Lo siguió
Jorge Sittner. La institución educativa que hoy se llama Instituto Adventista Juan
Bautista Alberdi surgió con la llegada de Daniel Leichner, en 1943.
6) Thomas H. Davis: La obra de las publicaciones y de los colportores evangélicos en el
avance de la obra en Sudamérica fue fundamental. La obra de Thomas H. Davis fue
particularmente significativa, no sólo para el surgimiento de la iglesia en Chile y en
Ecuador, sino como testimonio del valor de las publicaciones denominacionales para el
cumplimiento de la misión de la iglesia. Su servicio como colportor comenzó en 1890 en
California. Allí recibió la invitación para continuar con su ministerio en Chile. Aceptó el
llamado con la decisión de testificar a todas las personas con las que se relacionara. No
se sabe mucho de los inicios del adventismo en Chile, pero es probable que los primeros
adventistas en llegar a Sudamérica fueran Claudio Dessignet y Antonieta S. de Dessignet.
En una primera etapa Thomas H. Davis sirvió en Chile por seis años. Se casó en 1901 y
regresó temporalmente a los Estados Unidos por razones de salud. A partir de estos
sencillos comienzos, la obra en Chile fue desarrollándose y organizándose. Desde Chile
habrían de salir misioneros resueltos a extender el mensaje del advenimiento a otros
países como Bolivia, Perú y Ecuador. En 1904, Thomas H. Davis estaba en condiciones
de regresar a Sudamérica, esta vez como pionero en el Ecuador. A ese país se trasladó
con su familia. En el siguiente año vendió o entregó gratuitamente una gran cantidad de
libros y tratados. Siguiendo la línea férrea entre Guayaquil y Quito, distribuyó
publicaciones en todos los pueblos y ciudades. Davis volvió a Chile en 1908 como
director de colportaje. Bajo su liderazgo creció el número de colportores en diferentes
lugares del país y aumentó sensiblemente la venta de publicaciones adventistas. El
nombre de Thomas H. Davis permanece como un símbolo de los misioneros que
abrieron el camino para la predicación en la costa occidental de América del Sur. Su
pasión por la evangelización mediante las publicaciones, su espíritu de pionero intrépido
y su entrega permanente a la misión de la iglesia, resultan de inspiración para los
actuales mensajeros de esperanza.
7) Eduardo W. Thomann: está ligado a las primeras publicaciones periódicas adventistas
en los países hispanos de la División Sudamericana. Fue editor de la revista misionera
Señales de los Tiempos que apareció en Chile en el año 1900. Se desempeñó además
como el primer director y redactor de la Revista Adventista en español. Su entusiasmo
por la predicación de las buenas nuevas de salvación lo llevó a recorrer personalmente
la geografía de Chile, Perú, Bolivia y Argentina, portando un mensaje de esperan. En
1906, el equipo de impresión que funcionaba en el Colegio Camarero, en la provincia de
Entre Ríos, fue trasladado a Florida, provincia de Buenos Aires, dando origen a la
Asociación Casa Editora Sudamericana. Eduardo llegó a ser un pastor y predicador
destacado. Lo que no tuvo parangón fue su dedicación a la venta de revistas misioneras.
Como las publicaciones adventistas eran escasas en aquel tiempo, Eduardo estudió
inglés y comenzó a realizar traducciones y a publicarlas con un hectógrafo. Eduardo W.
Thomann también llegó con las publicaciones a varias ciudades del Ecuador. Muchas
veces las vendió en las mismas estaciones del ferrocarril. La Unión Misión Sudamericana
decidió la ordenación de Eduardo W. Thomann como pastor en 1904. Dos años después
formó su hogar con Flora Westphal, hija del pastor José W. Westphal. Al siguiente año
se trasladó con su esposa a Cochabamba, Bolivia, para dirigir la Misión Boliviana.
8) Fernando A. Stahl: junto a su familia llegaron luego de un viaje de 20 días desde Nueva
York. Los acompañaba el pastor Eduardo W. Thomann, misionero multifacético que les
permitió comunicarse en español en aquellos primeros días. La obra adventista en la
República del Perú había comenzado en los últimos años del siglo XIX gracias a la llegada
de misioneros voluntarios y colportores provenientes de Chile. En 1909, después de
escuchar al pastor José W. Westphal, presidente de la obra en Sudamérica, Fernando
decidió ofrecerle sus servicios. Sudamérica necesitaba misioneros, pero carecía de
recursos, de modo que con su esposa decidieron vender sus propiedades y pagar su
propio pasaje. La labor iniciada por Stahl en suelo boliviano se vio fortalecida con la
llegada de otros misioneros como Ignacio Kalbermatter y Otto H. Schulz, junto a sus
familias. Desde este país, Stahl había estado haciendo visitas a la región de Puno, en el
Perú, entre 1910 y 1911. Entonces pidió a la administración de la iglesia permanecer en
Platería, a 40 kilómetros de la ciudad de Puno, e iniciar la misión indígena entre los
aimaras de la zona. Los indígenas acudían, a veces en multitudes, para escuchar a los
misioneros y para ser atendidos en sus necesidades. Algunas aldeas los recibieron como
a héroes y en otras, recibían resistencia. Pero donde eran recibidos, nadie se iba sin una
palabra de aliento. Con sólo seis años de educación formal y 40 años de edad, Stahl se
había transformado en un valioso instrumento en las manos del Señor en esas regiones
inhóspitas y necesitadas de la altiplanicie puneña. El sabía que los indígenas necesitaban
ser educados para llegar a ser maestros y predicadores de su propio pueblo. Por ello se
creó la escuela normal de Platería y más tarde la escuela normal de Chulunquiani, cerca
de Juliaca, hoy filial de la Universidad Peruana Unión.
9) Ana Carlson de Stahl: durante casi 30 años, Ana y Fernando Stahl tuvieron el privilegio
de relacionarse estrechamente con tres de las maravilias naturales de América del Sur:
el lago Titicaca, los Andes y el Amazonas. Muchos hombres y mujeres de la selva fueron
inspirados por Ana y Fernando Stahl a dedicar sus vidas a la predicación del evangelio y
los frutos de su ministerio fueron perdurables. En la década de los setenta, más de mil
hermanos adoraban a Dios en la zona del Perené. Una gran iglesia existía en Marankiari,
más dieciséis congregaciones de creyentes y varias escuelas misioneras. En la
actualidad, el territorio campa del Pichis se encuentra administrado por la Misión del
Oriente Peruano y la zona del Perené corresponde a la Misión Andina Central. La casa
de estos esposos fue un hogar de puertas abiertas, al que acudían enfermos y
necesitados que querían ser atendidos por la amada “hermana Ana”. Sus servicios como
enfermera eran siempre requeridos desde cerca y desde lejos.
10) Pedro Kalbermatter: enfermero misionero adventista de la primera mitad del siglo XX,
ha dejado un testimonio singular e inspirador, digno de ser recordado. Fue, sin duda, un
cristiano sincero y un predicador intrépido en un tiempo difícil para la evangelización.
En 1919 la División Sudamericana invitó a los esposos Kalbermatter a trasladarse al Perú,
país donde sirvieron por veinte años como misioneros. En 1919, el pastor Stahl había
solicitado un misionero de coraje, fe y decisión para fundar estaciones misioneras,
escuelas y dispensario en Perú. Las personas indicadas fueron Pedro y Guillermina
Kalbermatter, quien fuera su esposa. Además de misionero, Kalbermatter fue inspector
sanitario de toda la zona de Lima. Tiempo después, guiado por un sueño, Pedro se
trasladó a la ciudad de Cuzco, la antigua capital de los incas, donde trabajó en el hospital,
fue jefe de enfermeros y comenzó con una escuela de enfermería. El hospital contaba
con catorce médicos y unos 600 enfermos. Aquí, una frase escrita de consejo para
quienes quieran ser misioneros, de Pedro “El amor al Evangelio con un trabajo de
paciencia y un espíritu de sacrificio” “un misionero que va a aquellas comarcas debe ser
un hombre de mucha oración; vivir muy cerca de Dios y tener mucha confianza y fe en
Él,”. Evocar el quehacer misionero de Pedro y Guillermina Kalbermatter es volver a mirar
las cualidades que la misión de la iglesia sigue precisando para la terminación de la gran
obra de la evangelización.
11) Walter Schubert: por la providencia de Dios, llegó a ser protagonista, quizá no el único,
pero sí la llama que encendió el fuego para un nuevo y vibrante evangelismo, y el punto
de partida de la gran explosión adventista en América del Sur. Walter Schubert se inició
en la obra adventista como docente. Por tres años fue maestro en una escuela rural en
la localidad de Seguí, provincia de Entre Ríos. Su salario era pequeño, pero Walter se
sentía contento. Durante los recesos del verano trabajó como colportor en Buenos
Aires. Después de su paso por la enseñanza, Walter Schubert fue llamado a trabajar
como ayudante en las oficinas de la Asociación Chilena. Mientras trabajaba allí, conoció
a su futura esposa, la señorita Amera Balada, persona clave en el éxito de su ministerio
futuro. El llamado a la obra pastoral y evangelizadora lo llenó de entusiasmo y alegría.
Llegó el tiempo de volver a la Argentina y Schubert aceptó el desafío de combinar la
administración con la evangelización. Presidió el amplio territorio de la Asociación
Argentina Central. En su trabajo como evangelista vio declinar el estilo tradicional en las
campañas. Gracias a una hermana de espíritu misionero que le hizo una observación
sobre la metodología que venía fallando, se comenzaron a celebrar conferencias sobre
temas de interés, acercarse a la gente en su propio terreno hasta ganar su confianza,
parecía una excelente manera de comenzar. Schubert y sus colaboradores se vieron
compelidos a presentar las enseñanzas de la Biblia con más simpatía, cuidado y
paciencia que antes. Sabían que era mejor encender la luz de la verdad que condenar
meramente el error. El Espíritu de Dios se encargaría del resto. Entonces, por primera
vez, los predicadores adventistas sudamericanos comprendieron la necesidad de
adaptar su metodología a las peculiaridades de la cultura latinoamericana. Schubert
entrenó a otros predicadores latinoamericanos en los nuevos conceptos acerca de la
evangelización. Los planes ensayados alrededor de 1930 por Schubert fueron adoptados
por muchos otros ministros en los años cuarenta. Con el tiempo, Schubert fue llamado
a trabajar por los pastores como el primer Secretario de la Asociación Ministerial de la
División Sudamericana. De esa manera, continuó utilizando la metodología que había
desarrollado por dieciocho años como evangelizador y administrador en Chile y
Argentina, durante los siguientes ocho años, en todo el territorio de la División
Sudamericana. En la década de los cincuenta, Schubert siguió perfeccionando su
metodología. A veces dirigía dos ciclos de conferencias simultáneamente en una ciudad.
Incorporó profesionales del área de la salud a su equipo de evangelización, para ofrecer
conferencias médicas.
12) Pedro M. Brouchy: está asociado con los primeros tiempos de la Misión del Alto Paraná.
A principios del siglo XX conoció a los primeros misioneros adventistas que llegaron a la
capital del territorio nacional de Misiones y a la República del Paraguay, el Dr. Roberto
H. Habenicht y el pastor Juan McCarthy. Un nuevo congreso de la Misión se celebró en
Encarnación a fines de 1909. Acompañaban a Luis Ernst los pastores Nelson Z. Town,
Eduardo W. Thomann e Ignacio Kalbermatter. Se habían dado cita casi todos los
hermanos de Misiones y del Paraguay. El último sábado, el pastor Town invitó a los
jóvenes a dejar sus proyectos personales y a prepararse como misioneros. Les habló de
la apertura de un curso de enfermeros y del plan de enviarlos a las ciudades para abrir
obra. Cinco jóvenes se pusieron de pie, entre ellos Adela Toledo y Pedro M. Brouchy.
Tiempo después, se reencontraron y Pedro y Adela se unieron en matrimonio y
aceptaron el desafío de ser obreros de sostén propio. Con su trabajo de enfermeros
ganaban su sueldo, cubrían sus gastos de alquiler y viajes, además de contribuir de
muchas formas al avance de la obra. En el tiempo que les quedaba, Adela servía como
instructora bíblica y Pedro como predicador. Enfermero de profesión, predicador por
vocación, Pedro M. Brouchy se destacó por su sencillo método de evangelización
cristo céntrica. Celebraba reuniones en casas particulares, hoteles, salones, bajo los
árboles y, según sus palabras, “dondequiera podía reunir gente que me escuchara”. Los
dirigentes de la Unión Austral reconocieron su servicio y lo ordenaron al ministerio en
un congreso celebrado en Puiggari, en 1923. En los años futuros, el ministerio de Pedro
M. Brouchy se extendió a diversos lugares del territorio de la Unión Austral. Dejó
Corrientes, para trabajar en la ciudad de La Plata, en la provincia de Buenos Aires. Fue
presidente de la Asociación Bonaerense, de la Misión Uruguaya, de la Misión de Cuyo y
de la Misión del Norte. Finalmente se desempeñó como gerente del Sanatorio
Adventista del Plata. Su apoyo a la educación cristiana se mostró en 1949 al dedicar
quince días de sus vacaciones para instalar sanitarios en el hogar de señoritas del
Instituto Adventista Juan Bautista Alberdi, en Misiones.
13) Elena G. de White: nunca estuvo en Sudamérica. Aun así, su influencia se percibe
dondequiera exista alguna presencia adventista. Los escritos que legó a su iglesia han
sido leídos y apreciados por incontable número de creyentes en todos los países del
cono sur del continente. Sus invitaciones y desafíos inspiraron y motivaron a la acción a
los hombres y las mujeres que trajeron el mensaje de la esperanza del advenimiento a
estos campos descuidados, transformándolos en buena tierra para la semilla del
Evangelio. Muchos de sus libros trajeron al conocimiento de la verdad a un número
indeterminado de personas que formaron los primeros núcleos de adventistas de la
División Sudamericana. Resulta de interés recordar que William C. White, tercer hijo de
Elena y Jaime White, tuvo cierta participación en los inicios de la obra en Sudamérica.
Era responsable de las misiones extranjeras de la Asociación General en ocasión del
congreso mundial de 1889. El pastor White señaló que Sudamérica era un campo
prometedor para misioneros que pudieran hablar francés, español, alemán, italiano o
inglés. Sus declaraciones se plasmaron en la decisión de reunir fon dos para tal fin. Se
dispuso que parte de las ofrendas de la Escuela Sabática de 1890 fueran destinadas a la
evangelización de América del Sur. En la sesión de la Asociación General de 1891,
William C. White volvió a exponer las necesidades de Sudamérica. Recién entonces los
delegados “se convencieron de que debía iniciarse la obra adventista en Sudamérica”.
Además de recibir cartas y consejos directos de Elena de White, muchos de estos
pioneros en Sudamérica distribuyeron generosamente sus libros. Es innecesario afirmar
que los primeros adventistas sudamericanos fueron bendecidos por su confianza en el
Espíritu de Profecía. Resulta interesante saber que el primer libro en español publicado
en Sudamérica se llamó precisamente El don de profecía. Por otra parte, el periódico El
Faro ofrecía los libros Patriarcas y profetas y El camino a Cristo a sus lectores mensuales.
Finalizo este resumen con las palabras mismas de esta mujer inspirada, quien conocía
muy bien los desafíos del evangelismo en tierras lejanas a su lugar de morada: “Entre
los habitantes de la tierra, hay, dispersos en todo país, quienes no han doblado la rodilla
ante Baal. Como las estrellas del cielo, que solo se ven de noche, estos fieles brillarán
cuando las tinieblas cubran la tierra y densa oscuridad los pueblos. En la pagana África,
en las tierras católicas de Europa y de Sudamérica, en la China, en la India, en las islas
del mar y en todos los rincones oscuros de la tierra, Dios tiene en reserva un firmamento
de escogidos que brillarán en medio de las tinieblas para demostrar claramente a un
mundo apóstata el poder transformador que tiene la obediencia a su Ley. Ahora mismo
se están revelando en toda nación, entre toda lengua y pueblo; y en la hora de la más
profunda apostasía, cuando se esté realizando el supremo esfuerzo de Satanás [...] estos
fieles [...] resplandecerán como ‘luminares en el mundo’ (Fil. 2:15). Cuanto más oscura
sea la noche, mayor será el esplendor con que brillarán” (Profetas y Reyes, pp. 140,141.)