Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Moruena Estríngana-Caricias en Pausa

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 336

Copyright

EDICIONES KIWI, 2024


www.grupoedicioneskiwi.com
Editado por Ediciones Kiwi S.L.

Primera edición, noviembre 2024


© 2024 Moruena Estríngana
© 2024 Ediciones Kiwi S.L.
Corrección: Mercedes Pacheco
Gracias por comprar contenido original y apoyar a los nuevos autores.
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente
previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea
electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra
sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright.
Nota del Editor
Tienes en tus manos una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y acontecimientos recogidos son
producto de la imaginación del autor y ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas,
negocios, eventos o locales es mera coincidencia.
Índice
Copyright
Nota del Editor
Nota de la autora
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Epílogo
Agradecimientos
Nota de la autora
Estás ante una novela Dark Romance suave. Aun así, hay comportamientos
tóxicos y momentos oscuros entre los protagonistas. Si buscas al chico bueno
cero toxicidades, este no es tu libro. Mejor que no lo leas, porque Troy es un
capullo.
No habla de muertes desagradables ni de enfermedades graves. Los
momentos oscuros giran más en torno a aficiones cuestionables, como el boxeo
ilegal, carreras ilegales… Habla sobre drogas y alcohol. El sexo es explícito y hay
bastantes escenas sexuales ardientes, muy bien descritas, que te harán arder. A
ambos les gusta el sexo duro, subido de tono.
Disfruta de esta historia y ama a los protagonistas, mientras están perdidos en
su propia oscuridad.
Dedicado a todas las personas que se han perdido en su mente y no saben cómo
encontrar la paz y la luz.
A todos los que un día necesitaron dejar su vida en pausa, para recordar cómo
era respirar.
«Esperar que la vida te trate bien por ser buena persona, es como esperar que un
tigre no te ataque por ser tú vegetariano».
Bruce Lee
Prólogo
Troy Harris se quedó paralizado en medio del escenario. No era capaz de cantar
nada. El estadio gritaba su nombre, pero era incapaz de emitir palabra alguna.
Solo quería irse y esconderse en uno de sus clubes favoritos.
El cantante del grupo Escarlata no era capaz de hacer nada.
Tiró la guitarra de mala forma y empezó a andar hacia su camerino.
La gente le molestaba. No era capaz de enfocar bien. No fue capaz de llegar.
Al final, acabó en el suelo desmayado.

—No puedes dejar el grupo —le dijo su agente—, pero el psicólogo ha dicho
que tal vez es bueno que recuperes tu vida. Que seas un chico normal, hasta que
estés mejor y retomemos una nueva gira. Tal vez sea bueno, ya que llevamos
años explotando el grupo, y así, cuando volvamos, será por todo lo alto.
Troy Harris miraba a su agente, sabiendo que, si hacía esto, era por dinero.
Sabía que su salud le importaba una mierda.
No dijo nada. Era incapaz de hablar con nadie. Se había metido en su mundo
hace años.
Vida normal…
Como si eso pudiera ser posible, para alguien como él, que era reconocido
mundialmente.
Aceptó, solo porque no tenía más remedio, por contrato, pero, en el fondo,
sabía que no saldría bien. Él nunca fue un niño normal y corriente, como los
demás. Era imposible que su vida fuera a ser diferente ahora.
Sobre todo, cuando sentía que su oscuridad lo estaba engullendo, hasta que
no quedara nada de luz.
Aquello solo podía acabar en desastre…
A ver si con suerte acababa destruido en el proceso y dejaba de sufrir, al fin.
Capítulo 1
En alguna parte de los EE. UU.
Kelsi
Dejo mis cosas en mi nuevo cuarto, de la residencia de estudiantes, que está cerca
de la universidad.
He soñado muchas veces con este momento. Sobre todo, antes de lo que me
pasó. En todos mis sueños, pensaba en cómo decorarlo; cómo llenarlo de luz, si
no fuera muy luminoso. Tenía ideas, notas, y una vida planificada al dedillo.
Mi padre me ayudó con sus ideas, porque estudió aquí, pero ahora lo miro y
me dan igual las paredes feas, y el suelo de madera poco pulido. Es como si no
fuera capaz de ver más allá de todo esto, y crear algo diferente. Es como si pensar
en cosas alegres, me costara un mundo.
Noto cómo se me aceleran los latidos de mi pecho, por mi intento de ser
quien fui. Es algo inútil, porque esa parte de mí se perdió entre cientos de
lágrimas, que ojalá nunca hubiera tenido que derramar.
Mi padre me llama, como si oliera que acabo de llegar.
—¿Has puesto cámaras? —Se ríe.
Por él, siempre intento hacer como que todo está bien. Por él, haría cualquier
cosa.
—No, pero he calculado más o menos lo que tardabas en llegar, desde la
estación de autobuses …
—Tienes que empezar a vivir tu vida, sin estar pendiente de mí a todas horas
—le regaño, y espero que lo haga.
Necesito dejar de fingir que estoy mejor, cuando por dentro me siento tan
rota. Necesito dejar de sentir esa necesidad, casi insana, de ser la hija buena por
él. No sé cómo hacerlo desde lo que pasó, y forzarme solo me causa ansiedad.
Lo quiero, mi padre es el mejor del mundo, pero solo nos tenemos el uno al
otro, y, desde que me ingresaron de pequeña, por una gastroenteritis sin
importancia, mi padre se volcó todavía más en mí.
Aquello le causó depresión y ansiedad, porque no era capaz de vivir pensando
en que podía sucederme algo.
Yo, por no causarle más problemas, y porque en el barrio dejaran de meterse
con él, por ser padre soltero, siempre he vivido la vida pensando en qué haría él,
y no en qué deseaba hacer yo.
Para mí, equivocarse era un pecado.
Tenía que vivir, sin darle un solo problema, hasta que todo pasó y la chica
buena quiso ser mala.
Joder, quiero gritar. Quiero dejar de ser la niña perfecta, porque no lo soy, y si
está a todas horas encima, no podré, porque lo quiero hasta el punto de fingir
que estoy mejor, aunque es mentira.
No sé qué queda de mí ahora.
Soy incapaz de seguir mi vida, como si nada. Mi alma grita emociones
fuertes, que matarán a mi padre, si se entera.
Un lado de mí quiere revelarse, gritar, vivir… Desea dejar de sentir que debo
ser perfecta, pero otro teme que lo defraude, y que haga algo que lo mate del
susto.
Todo era más fácil, cuando mi vida era tan perfecta, que solo debía dejarme
llevar, pero, cuando algo se rompe, es imposible que los trozos se junten y
formen la misma pieza. Ya no soy la chica sin taras. Ahora soy alguien llena de
espacios vacíos, por donde se escapa una mujer que no sé quién es.
Me siento perdida…
—Lo sé, pero quería saber cómo estabas. —Noto la ansiedad en su voz, y los
pelos de la nuca se me alteran.
Le estoy fallando.
—Bien, estoy bien —miento, porque quiero que se relaje y me dé espacio.
Necesito espacio para respirar…
—Vale. Si necesitas algo, me llamas. Envíame fotos de todo.
Cuelgo y mando fotos al grupo, donde está mi padre, mi tía y mis dos primos.
Mi tía se divorció hace dos años, y mi tío fue expulsado del grupo. No tengo
contacto con él, desde entonces. No es que antes se dejara ver mucho, pero ahora
todavía menos. Casi no se acuerda de que tiene dos hijos, mientras está más
preocupado por recuperar su adolescencia a los cuarenta.
Mi padre me tuvo por su cuenta. Tenía treinta años, no conseguía relaciones
estables y quería ser padre a toda costa.
Una noche se emborrachó y contó todo su plan a una camarera. Ella quería
dinero, él un hijo y sí, ella se ofreció a darle un hijo, a cambio de mucho dinero.
Cuando me tuvo, ella renunció a mí y nunca he sabido de ella.
Es raro, pero yo siempre lo he visto como algo normal. Uno quería un hijo,
otra no, y solo buscaba el dinero. Para quedarse en mi vida y ser una madre de
mierda, mejor dejar a mi padre ser el mejor del mundo.
No todo el mundo está preparado para cuidar de otra persona. A veces es
mejor no estar, que estar a medias en la vida de una persona, que espera serlo
todo para ti.
Yo, por mi parte, no quiero saber nada de ella. Ni la voy a buscar nunca. No
necesito saber nada de ella. Es algo que tengo muy claro desde niña.
Pero ser padre soltero, no siempre ha sido fácil para él. Mucha gente lo ha
criticado o han tratado de llevarlo a su terreno. Por eso, yo siempre quise ser la
hija perfecta, para que nadie pusiera una sola tara a la educación de mi
progenitor.
Si yo no daba problemas, él no tenía problemas. Pero, cuando todo pasó,
sacaron a relucir que yo era así, porque mi padre nunca había estado a la altura.
No me termino de perdonar, por darle tantos problemas a un hombre que
solo ha querido siempre lo mejor para mí. Por eso, a su lado, intento fingir que
todo está perfecto, mientras por dentro me estoy muriendo.
Mi padre me responde enseguida a la foto y mis primos dicen que el cuarto es
una mierda. Son mellizos y tienen trece años, y todo les parece horrible ahora.
Les saco la lengua y guardo el móvil.
La verdad es que la habitación es oscura y huele a humedad. No sé si tengo
fuerzas para darle un giro.
Saco mis cosas.
Por suerte, este cuarto es para mí sola. Mi padre estudió aquí y tenía
contactos, y pidió que no tuviera compañeros. Desde hace unos meses, me cuesta
estar cerca de la gente. En esta planta, solo hay dos habitaciones, y la otra está
frente a mi puerta, separada por un pasillo de unos dos metros.
Espero que no se meta en mi vida, y yo no lo haré en la de ella. Eso lo tengo
claro.
A ver ahora cómo empiezo a estudiar, rodeada de gente…, mientras nadie me
reconozca, todo irá bien.
Mi padre tiene claro que nadie me va a reconocer, pero, cuando te pasa algo
donde las redes forman parte, te aterra que no solo la gente de tu entorno lo
viera. Yo no pedí ser famosa en mi ciudad. No pedí nada de eso. No pedí ser
señalada, humillada y criticada. No pedí que nadie rompiera mi burbuja, en la
que era feliz.
Tampoco pedí un ex de mierda…, pero lo tengo. Y lo odio.
Busco mis cascos y me los pongo, antes de salir de mi habitación.
Camino sin mirar a la gente. No siempre fui así. Antes era una chica dulce,
divertida, y amante de la vida. Pero todo cambió, y no sé cómo volver a ser así.
Es como si, cuando algo se rompe por completo, solo fueras pedazos de la misma
historia, con un regusto amargo que nunca estuvo ahí.
Ando hasta la cafetería y pido algo para comer.
A mi lado se pone un chico e invade mi espacio vital. Mi respiración se agita
mientras me aparto.
La gente puede pensar que me violaron, que sufrí golpes, maltrato… ¿Cómo
explicar que todo mi daño es porque me rompieron mentalmente? Las heridas
mentales no se ven. No se entienden, y no se comprenden.
Tú puedes hacer el esfuerzo de estar bien…
Vamos, sé cómo antes…
Antes no eras así.

Como si no lo supiera. Odio que me digan eso, como si arreglar una mente
rota fuera lo más fácil del mundo, porque lo que no se ve, no existe para los
demás.
Alzo la mirada al espejo y una chica de ojos azules, apagados, me la devuelve.
Antes, mi mirada no parecía una oscura tormenta. Se parecía más a un
amanecer, cuando el azul del cielo empieza a ser cada vez más intenso.
El pelo rubio oscuro lo llevo en una coleta. Sigue largo, pero ya no lo dejo
suelto. No me apetece.
Tomo aire, cojo mi comida y me marcho, deseando no ser más que una
sombra que no deja huella en nadie, y que pasa desapercibida la mayoría del
tiempo.
—No me puedo creer que el gran Troy Harris vaya a estudiar en nuestra
universidad. —Escucho una conversación que me llama la atención.
«Troy Harris… No puede ser…».
He sido fan de Troy, desde que empezó a tocar con el grupo, pero nunca he
podido ir a uno de sus conciertos, porque las entradas se acababan en segundos, y
porque las de reventa se ponen luego por las nubes.
Me sé todo lo que se ha publicado de él al dedillo. Así, como todo lo que se
refiere a sus aficiones y a la fiesta. Se rumorea que Troy, cuando baja del
escenario, suele abusar del descontrol. ¿Me importaba? No, me daba igual,
porque eso solo lo hacía más sexi, y peligroso.
Para alguien que siempre quería ser buena, era su toque de rebeldía.
Pero entonces pasó lo que pasó, y estaba escuchando su música… Sus canciones
me empezaron a recordar a ese momento y las repudié. Su música ya no me
gustaba. No me calmaba. Hace meses que guardé todas sus cosas en una caja, para
ponerla en el altillo.
Troy Harris es el hombre más sexi que he visto en mi vida. Esa mirada, verde
azulada, promete pecado. Promete oscuridad, si lo tocas, y, joder, yo quería
tocarlo, consumirme con sus sombras… Quería curarlo como si, por arte de
magia, mi luz pudiera dar paz a su alma.
Ahora suena patético lo que pensaba.
Tiene muchas fotos, donde se ve su torso desnudo y la goma del bóxer. Lo
han pillado saliendo de fiestas a altas horas y a algún que otro concierto ha ido
con una herida en la cara, de haberse metido en una pelea.
Su voz, cuando canta, es ronca y sensual; de esas que te hace desear cosas
prohibidas, cuando lo escuchas.
Admito que, mi primer orgasmo, fue tras verlo en un videoclip, donde salía
medio desnudo, sudado y agitado, como si acabara de follar. Me sentía tan
alterada, que mis manos fueron hasta el interior de mis muslos y froté mi
clítoris, hasta que me corrí con su imagen, pausada en el ordenador.
Siempre ha sido mi mayor fantasía sexual. Esa inconfesable, esa que te da
miedo dar voz, porque las chicas buenas no se tocan por la noche… Ni sueñan
con sexo guarro y morboso.
Sea como sea, esa vida pasó, y ahora, al parecer, lo voy a ver paseando por mi
universidad. Es como si la vida no dejara de recordarme cómo quieren que sea,
en vez de dejarme en paz con quien soy.
Si nada de lo que sucedió, hubiera pasado, ahora estaría como las personas que
hablan emocionadas, por la llegada de Troy Harris. Con seguridad, hasta me
uniría a ellas, porque me encantaba hablar de cualquier tema, y ahora
estaríamos chillando como locas.
Pero ahora solo quiero largarme de aquí cuanto antes y dejar de verme en
ellas reflejadas.
Mi exnovio siempre estaba celoso por mi obsesión con Troy, y eso que
ignoraba que, cuando me tocaba por las noches, pensaba más en Troy Harris que
en él. Al menos, hasta que se lo confesé, y no se lo tomó muy bien.
No le gustaba cómo lo miraba cuando cantaba.
En realidad, yo no sé cómo lo miraba. A mí me gustaba verlo cantar y
siempre me entristecía saber que solo con la música era capaz de expresarse.
No saben qué le pasó, para que dejara de hablar en público.
Empezó con el grupo con solo catorce años, y ahora tiene veintidós. Lleva
ocho años tocando en el grupo, hasta que hace unos meses, se quedó callado en
el escenario y, desde entonces, no se ha sabido nada de él.
Hasta ahora, al parecer.
Yo, para ese entonces, ya no lo seguía. Estaba perdida en mi mundo, pero me
enteré de todo. Lo vi en una imagen y me sentí identificada, como si entendiera
el dolor de su alma.
Su música dejó de sonar para todos. Incluso para mí.
Troy Harris es rubio, de grandes ojos aguamarina, y es ese chico con el que
sueñas cuando te acuestas, con el primer borracho de una discoteca. O cuando
una noche de calor, quieres darte placer.
Troy es toda una fantasía sexual. Su voz, su música, su cuerpo…, pero, para mí,
dejó de serlo. Que esté aquí, solo es un contratiempo porque, si estoy a su lado,
puede que alguien me reconozca de las redes.
Espero que no, ya que todo fue eliminado…
Paseo por el campus de la universidad y hay varios puestos para que te apuntes
en las diferentes actividades que ofertan.
Me llama la atención el de pódcast, porque voy a estudiar Imagen y Sonido.
Mi padre tiene una empresa de fotos y vídeos de bodas, y otros eventos.
Quiero ayudarlo, haciendo una mejor realización. También hace montajes de
radio con pódcast, de esos eventos, para que la gente que se va a casar cuente a sus
amigos cómo se sienten en los días anteriores, y a veces van los amigos y
familiares para sorprender a los anfitriones.
Me he pasado el verano con la mesa de mezclas, y luego montando todo para
la web de mi padre, donde lo sube. Por eso, me apunto sin pensarlo mucho, y
para que mi padre vea que intento hacer vida social.
Tal vez, así no esté tan encima de mí…
—Oh…, qué bien. Me llamo Betty —me dice la chica que lleva las
inscripciones, y me tiende la mano. Es morena, con unas gafas de pasta muy
chulas decoradas con brillos.
Miro su mano y le doy la mía, mientras la música suena. No está tan fuerte,
como para no escuchar mi alrededor.
—Kelsi.
—Me encanta tu nombre. Ojalá se apunte mucha gente. —Sonríe, y miro
que el resto de los puestos están llenos de gente interesada.
—Claro.
Subo el volumen de mis cascos y ando hasta otro lugar.
Voy tan perdida en mi mundo, que no soy consciente de quién tengo delante,
hasta que chocamos el uno con el otro.
Alzo la mirada y me quedo de piedra.
Es Troy Harris.
Mi yo de doce años, chilla como una loca, por ver por primera vez a su
cantante favorito, pero deja de hacerlo, cuando nota que algo no va como
debería.
Joder…, en persona es mucho más impresionante.
Mi corazón da un vuelco involuntario, que no puedo controlar.
Entonces, me fijo en sus ojos y noto un escalofrío recorrerme. Su oscuridad es
mayor de lo que siempre supuse. Troy es mucho más peligroso de lo que la gente
afirma. Mucho más.
Y lo peor es que, cuando lo miro, siento que nos parecemos más de lo que
siempre creí. Veo algo en sus ojos, en los que me siento reflejada.
Troy
Casi me choco con una joven de grandes ojos azules.
Me detengo, mientras ella me reconoce.
Espero que grite o se ponga tonta, como el resto de las mujeres con las que me
he cruzado. Este primer día está siendo horrible, y no sé en qué momento
creyeron que eso de hacer vida normal me ayudaría con mis putos problemas.
Yo no soy un chico normal.
No hace nada. Solo me mira, con ese algo que me parece identificar.
Hay algo en ella que la hace diferente al resto. Tal vez, porque me observa sin
emoción, del mismo modo que yo lo hago con ella.
Tomo aire, pero veo que, tras ajustarse los cascos, se marcha como si nada.
Raro, pero un alivio, la verdad.
Me giro, para mirarla involuntariamente y la veo alejarse entre la gente,
como si deseara ser invisible.
Aparto la mirada, cuando me doy cuenta de lo que hago. Solo es una joven
más, jodidamente sexi. Con cara de niña, de no haber roto un plato. Dulce y
preciosa.
Justamente, las mujeres de las que huyo.
Por eso, no comprendo por qué me giré para mirarla mejor. Quizás, solo fue
por la oscuridad de sus ojos azules. Vi algo en ella, que me recordó a mí.
Por suerte, no nos volveremos a encontrar.
Me dirijo hasta donde están los puestos de actividades para apuntarse.
Mi psicólogo cree que es bueno integrarme en actividades, de fuera de la
carrera. Iba a estudiar Música, pero, por joder, me apunté a Imagen y Sonido.
Por joder, y porque, desde hace meses, soy incapaz de tocar nada. Aunque sé
que pronto volveré a hacerlo. Necesito sacar todo lo que siento y, desde hace
años, la música es la única que entiende el caos de mi mente.
Siempre he ayudado con las luces y el sonido, y por eso es algo que se me da
bien. Además, será fácil, mientras recupero mi vida, tras este experimento de
mierda.
Veo cómo todos los estands están llenos, menos uno de pódcast, que no tiene
a nadie.
Voy hasta él y me apunto.
La chica empieza a tartamudear, y una grita tras de mí.
La paz se termina, y los de seguridad se acercan para controlar.
Voy hasta mi cuarto, en la residencia, con mis dos guardaespaldas cerca, y
solo cuando ven que todo está controlado, se marchan.
Tomo aire, cuando me quedo solo, y me tiro en la cama para desaparecer.
Esperan que pueda seguir tocando como si nada, pero no sé si un día seré
capaz de seguir tocando, olvidando cada una de mis putas taras.
Cuando alguien roto finge que todo está perfecto, al final la vida le recuerda
que no es más que cientos de pedazos, sujetos con pinzas, a la espera de destruir
su castillo de naipes.
Pero aquí estoy, porque, en el fondo, espero recuperar mi vida.
Aunque la odie…
Y esta puta habitación necesita un arreglo.
Saco el móvil y empiezo a pedir cosas, para dar a este lugar cochambroso un
nuevo toque. Si tengo que estar aquí, será a mi gusto.
Pero, mientras tanto, no pienso quedarme quieto. Necesito emociones
fuertes…
Capítulo 2
Kelsi
Salgo de mi habitación tras una noche pésima y veo a dos hombres que parecen
armarios, vestidos todo de negro, justo enfrente. Normalmente, en ese cuarto
no hay nadie, pero parece que hoy sí.
La puerta se abre y de esta sale Troy Harris.
Al verme, se pone serio. Es como si mi presencia le molestara.
Como siempre, está espectacular. Es mucho más sexi en persona, con esa
mirada seria y sus ojos tan intensos. El verde y el azul danzan en un baile
perfecto, y su cuerpo es de esos fibrosos y perfectos que te hacen babear.
Por suerte, a mí ya no.
Mi lado adolescente grita de nuevo, por tantas horas escuchando su música o
perdida en sus vídeos. Me sabía cada gesto, sabía leer perfectamente sus
emociones… Escucharlo y ver sus vídeos me daba paz. Como si ese chico rebelde
pudiera ser todo lo que yo soñaba, y no estaba sujeto a nada por miedo a
defraudar a mi padre.
Pero mi lado adulto está tan roto, que no es capaz de disfrutar de esto.
Lo miro a los ojos. Veo su seriedad y algo más, que me hace saber que Troy no
está para admiradoras.
—Tranquilo, no pienso montar un escándalo. Tu música ya no me gusta. —
Alza una ceja, pero no dice nada—. Intenta no liarla mucho, odio el ruido.
—Siempre puedes cambiar de cuarto —murmura sin alzar mucho la voz.
Nunca lo he escuchado hablar. Solo cantar. Así que, casi es un halago, que me
haya dicho esas palabras.
Su voz es sexi a rabiar. Parece el susurro de una guitarra.
—Lo mismo digo.
Voy hasta las escaleras y busco mis cascos.
Si todo esto hubiera pasado hace un año, le hubiera hablado o su voz me
hubiera dejado K.O. Con seguridad, habría hablado de algo estúpido, con tal de
conversar con él un poco más… Pero ahora no digo nada, o no digo nada con
sentido.
Antes era muy habladora. Me gustaba charlar con todo el mundo, hasta que
mi vida se truncó y me cuesta mucho, porque no puedo expresar lo que siento. A
veces hablaría gritando todo el tiempo, para que parte de la tormenta que siento
en mi interior, fuera expulsada.
Estoy bien, es mi mentira favorita desde que todo pasó.
Pienso que, quizás, de tanto repetirlo, un día sea verdad.

—Me ha dicho un pajarito que Troy Harris va a estudiar en tu universidad —


eso es lo primero que mi padre me suelta al descolgar su llamada.
Sé que su pajarito es su compañera de trabajo, Vanesa, que está obsesionada
con la banda Escarlata.
Lo pone a todas horas, cuando voy a trabajar con ellos. Por eso, supe que Troy
se había quedado paralizado. Por eso, y porque no se hablaba de otra cosa en las
redes. Aunque no quería, su vídeo me salía una y otra vez. También los del
desfase de después. Fiestas, drogas, mujeres, descontrol… Hasta que hubo un
punto que no se supo nada de él. Y, de golpe, aparece en mi universidad.
—Sí, está causando mucho revuelo por aquí.
—Míralo por el lado bueno, su llegada eclipsará todo lo demás —apunta mi
padre, y es cierto.
—Pues sí, mientras no seamos amigos, todo irá bien.
—Si surge la ocasión, ¿puedes pedirle un autógrafo? —indica Vanesa
sumándose a la conversación.
—Dudo que surja el momento, pero, si puedo, lo haré.
—Y uno para ti, antes te encantaba —me recuerda mi padre.
—Antes… Ya no.
Se hace el silencio. Sé que mi padre sería feliz si volviera su hija anterior. Esa
de los besos, los abrazos y las muestras de cariño.
Ahora odio que la gente me toque o me haga muestras de cariño.
—Pediré uno para Vanesa, si tengo la ocasión. Duerme frente a mí.
Vanesa se pone a gritar, y la imagino abrazando a mi padre, emocionada.
Mi padre y Vanesa se conocen desde hace quince años. Son muy amigos. Tan
amigos, que siempre he creído que entre los dos habría algo más, pero nunca
pasa. A veces pienso que se quieren tanto, que tienen miedo de que el deseo que
se cuela en la mirada, lo estropee todo.
Ahora, Vanesa está ahorrando, para ser madre por su cuenta. Es un proceso
largo, además de caro. Por lo que sé, le queda parte del dinero, y mi padre ha
querido pagarle lo que le falta, pero ella no quiere. Quien mejor la entiende en
esto es él, porque quiso tener un hijo e hizo todo lo posible por ello.
Vanesa lleva años esperando el amor sin éxito. Tiene cuarenta años, y está
decidida a hacerlo ya.
Ojalá lo consiga.
Los sueños no deberían ser inalcanzables.
Cuando lo son, es como si se rompiera algo en ti y no supieras quién ser sin
tus metas.
Los cuelgo y me centro en hacer un reconocimiento de la zona, para saber
dónde tengo todo y qué puedo conseguir cerca. Veo de nuevo los estands para las
actividades, y la de pódcast sigue sin nadie.
Betty, al verme, me saluda.
Se lo devuelvo, y sigo mi camino, perdida en mi mundo. Esquivo a cada
persona con la que me cruzo, y cuando un jugador de fútbol se choca conmigo,
me pongo nerviosa.
—Perdón. —Sujeta mi brazo y me aparto de malas formas—. ¡Ha sido sin
querer!
Ando hasta la biblioteca y me pierdo en ella, tras inscribirme. Busco un libro
que leer y el tiempo deja de doler. Ahora no me importa lo que pase, porque
entre las páginas del libro no hay dolor. Mis emociones no son las que existen, y
vivo las de otras personas que no llevan mi carga.
Los libros me permiten el placer de, por un momento, dejar de ser solo yo.

Al regresar a mi habitación hay lío en mi planta. Hay muchas mujeres


esperando a Troy Harris.
Estoy a punto de llegar a mi puerta, cuando Troy aparece y se vuelven locas.
Me golpean, y me tiran al suelo. Mierda… Agitada, voy hasta mi cuarto y,
cuando abro, la mirada de Troy se cruza con la mía.
—Te odio —le digo, sabiendo que no es de verdad, pero ahora mismo estoy
tan agitada, que tengo que culpar a alguien y le ha tocado a él.
Cierro la puerta con fuerza, nerviosa, y miro mis manos temblar. Antes no
era así. ¿Tan complicado es volver a ser quien fui? Esa chica no tenía miedo. No
era consciente de cómo daña la vida. Vivía en los mundos de purpurina y era
feliz…
Capítulo 3
Kelsi
Primer día de clase y, por suerte, la novedad de que Troy Harris es mi vecino de
planta se ha pasado. La gente de la residencia lo ha visto varias veces y ya no lo
persiguen, ni esperan en su puerta. Mejor, porque me estaba poniendo de los
nervios, subir a mi habitación y tener que sortear gente.
Por suerte, no lo he visto en varios días.
Las clases van a empezar y me voy a centrar solo en los estudios.
Tengo una meta, un objetivo, un…
Un grito interrumpe mis pensamientos.
¡No me jodas!
Veo a Troy venir directo hacia mí. No me mira, pero sé que viene hacia aquí,
mientras el resto de las personas lo tratan de tocar como si fuera un dios.
La verdad es que bien podría pasar por uno…, pero no es el caso.
La cuestión es que viene y se sienta a mi izquierda, en el lado que da la pared.
Estoy en la última fila, para huir de la gente. Algo complicado, con él tan cerca.
—¿Podrías irte a otro sitio? —le suelto cuando se sienta. Solo se gira y me
mira de esa forma tan fría, dejando claro que no hará nada—. Capullo… —
murmuro, y me guiña un ojo, como si mis palabras le divirtieran.
Troy no habla mucho. No habla nada. Las entrevistas siempre las hacen el
resto del equipo. Nunca lo he visto hablar en un programa o cuando la prensa
los acosa. Se sube al escenario y canta, con una voz sexi a rabiar que, para mí, no
explota su potencial con esos temas tan comerciales, y que poco hablan de
emociones.
Tomo aire y decido que esto no me importa. Si lo miran a él, nadie reparará
en mí.
El profesor entra y la gente deja de observar a Troy, y se centran en la clase.
Saco mis cosas y Troy me coge la libreta, y varios bolis.
—¿En serio? —Alza una ceja y me guiña un ojo, descarado—. Me apuesto lo
que quieras a que tienes dinero para comprarte todo esto.
Lo deja en sus manos y me insta a que se lo quite.
Puedo cogerlo. No es tan difícil, pero la respiración se me acelera.
Acerco mi mano hasta su palma, y trago con dificultad, mientras me repito
que solo es una mano. Estoy a punto de tocarlo, puedo sentir la electricidad
pasar de su mano a la mía.
Acerco los dedos y los pongo en su mano. Lo miro a los ojos. No parece feliz.
Está tenso. Como yo. Parecemos un espejo que transmite lo que ve el otro.
Tomo aire, huele a menta. Le encantan los caramelos de menta. A mí me
encantaba verlos moverlos en su boca, en las entrevistas. Me imaginaba
lamiendo el contorno de sus labios, donde el azúcar había dejado su esencia…
«¡Para!». Aparto la mano.
—Solo por esta vez.
—En el fondo, te mueres por tocarme —susurra cerca de mi oído y noto
cómo tiemblo.
Mi cuerpo reacciona a él, contra mi voluntad.
—Muy en el fondo. —Lo miro de reojo y está sonriendo de forma descarada.
Lo hace, hasta que la chica que está sentada delante intenta tocarlo, y Troy se
aparta, fulminándola con la mirada.
¿Es posible que no le guste tampoco tocar a la gente? Es raro, pero más que no
le guste hablar. Los famosos son muy excéntricos. A saber.
Lo miro de reojo, mientras toma nota. Su letra es perfecta y muy masculina.
Tomo mis propios apuntes, aunque en esta clase no nos cuentan mucho. Solo
lo que nos vamos a encontrar en este curso.
Al acabar la clase, Troy se va con mis bolis.
«Idiota».
La gente va tras él y, aunque parece que no le gusta que le toquen, la gente le
tira de la camiseta y lo acorralan. Una hasta le toca el culo, descarada, y luego se
gira para contarlo, como si el hacerlo fuera un éxito.
Siento asco y me pregunto si yo me hubiera comportado de esa forma. Quiero
creer que nunca habría valido todo, con tal de tocar a Troy Harris.
Voy a la siguiente clase y me siento de nuevo al fondo.
Al poco llega Troy y se acomoda a mi izquierda. Lo hace, tras pasar por varias
mujeres que, cómo no, lo han tratado de acorralar.
Como hay otra mesa a nuestro lado, la quita, para que nadie pueda sentarse,
pero parece que yo no lo molesto tanto. Tal vez, porque no me impresiona lo
bueno que está, ni lo bien que huele…
Le doy un papel para evitar que me lo quite, y pone en una esquina un gracias.
Bueno, es un capullo agradecido.
La clase empieza y me cansa que la gente se gire para mirarnos.
Busco mis cascos y me los pongo, tapándolos con el pelo.
No escucho al profesor, pero ahora mismo necesito dejar de sentirme
observada, porque me trae amargos recuerdos.
—Mírala, cara de niña buena, pero es una guarra…
Tomo aire, para alejar los malos pensamientos. Esos recuerdos que me
oprimen el pecho.
Alguien me pincha el brazo con un boli.
Me giro y veo a Troy. Sonríe, mientras el boli me pinta la piel. Luego, se
acerca y me quita un casco. Lo hace sin tocarme. Pone mala cara, cuando
escucha el tipo de música que me gusta. Es electrónica. En sus compases,
encontré paz, a pesar del ruido. Tal vez, porque así no escucho las voces de mi
cabeza.
Troy se queda el casco.
La música suena en el otro, y escucho la clase de fondo.
La gente no deja de mirarnos, pero esta vez no duele tanto. Ya ha pasado mi
ataque de pánico.
Saca un par de caramelos del bolsillo y me da uno.
Lo cojo sin tocarlo y lo meto en mi boca. Es menta suave.
Lo miro de reojo, disfrutar del dulce. Siempre lo muerde, a diferencia de mí,
que me gusta que se deshaga en mi boca, hasta que no queda nada.
Tomo notas, como puedo, mientras Troy da golpecitos en la mesa con sus
dedos. Lleva varios anillos y pulseras de cuero. También tiene un collar colgado,
que es una púa de guitarra. No lleva pendientes, pero sí muchos tatuajes por el
cuerpo.
Se gira y me mira intensamente. Sus ojos prometen peligro… Hay algo oscuro
en ellos; algo peligroso, que me debería hacer salir corriendo. No lo hago. Sigo
aquí atraída por esa oscuridad, como no me he sentido atraída por nada en estos
últimos meses. Es como si quisiera perderme en ella, con él.
Troy Harris es muy peligroso.
Al acabar la clase, deja el casco en la mesa y se marcha.
No lo veo en las siguientes. Ni tampoco a mis bolis. Se los debe haber quedado
como premio.
Por suerte, soy fan de las cosas de papelería y tengo bolígrafos de muchos
colores y tipos.
Primer día acabado.
Me suena el móvil. Lo saco, y es un número que no conozco.
—Hola, soy Betty, del grupo de pódcast. Es para decirte que has sido
seleccionada. —Pienso que era algo evidente, porque no había muchos
candidatos—. ¿Sigues interesada?
—Sí, claro.
Noto alivio en su voz, cuando me dice dónde encontrarlos, y que mañana por
la tarde hay una reunión del equipo, a las seis.
Anoto todo y voy a por algo de comer.
Al volver a mi habitación, uno de los de seguridad de Troy me tiende un
paquete de bolígrafos, como los que me ha cogido este.
—Gracias.
Solo asiente. Hablan tan poco como Troy, y tal vez sea porque son sus
guardaespaldas.
Entro en mi cuarto y guardo los bolis. Es un detalle, pero no sé por qué no me
ha devuelto los míos sin más.
Miro mi brazo, donde me ha pintado esta mañana, y, al fijarme, compruebo
que es un caracol.
No, solo es casualidad. Él tiene este símbolo tras la oreja. Es como una espiral,
o la cáscara de un caracol. Yo siempre creí que era lo segundo, aunque no está
cerrado.
Tras la oreja tiene este símbolo, que casi no se ve.
Empiezo a pensar que no fue casualidad que me dibujara eso.
Para hablar poco, se expresa muy bien.
Hago algo estúpido, que hubiera hecho mi yo de hace un año. Cojo una
toallita y la humedezco, para que la tinta traspase la tela. Cuando la retiro, está
ahí, y me siento tonta por hacer esto.
Termino por dejarla olvidada en un cajón y me borro la marca.
Capítulo 4
Kelsi
Hoy Troy tampoco ha venido a clase. Se ve que, como es famoso, puede
permitirse el lujo de faltar a clase.
Entro en la sala donde se impartirá la actividad de los pódcast y compruebo
que tiene cierto encanto. Hay un sofá, varios micrófonos y una sala de control,
donde se graba y se controla el sonido.
—Hola. —Veo a Betty salir de una sala y voy hacia ella. Es una salita con
máquinas de café y otra de dulces—. Aquí hacemos las reuniones.
Me siento en la mesa redonda, sin saber qué narices hago aquí.
La puerta se abre y aparece una chica que va derecha a los cafés, tras decir un
frío hola.
—Ella es Tulia. Como yo, este es nuestro segundo año y, bueno, tenemos
muchas ideas para este curso. Además de un nuevo canal, donde subir nuestros
pódcast, y página web. Todo. Va a ser muy emocionante.
La puerta se abre y aparece un chico, que no hace falta que jure que es fan de
Harry Potter. Va con una camiseta Gryffindor. Mi padre es muy fan de Harry
Potter, y por eso ya me cae bien.
—Soy Oriol —se presenta, feliz de estar aquí.
La puerta se abre y me giro para ver quién más aparece, cuando veo a Troy, y
no sé si reír o llorar.
—¿En serio, vecino? Esto empieza a parecer acoso. —le digo mientras anda y
se sienta a mi lado, tras apartar la otra silla, dejando claro que no quiere a nadie
más cerca.
No me responde. Solo me guiña un ojo.
—Vale, solo falta uno, y estamos todos —dice Betty, que no parece
impresionada por Troy, como el resto—. Ya lo escucho… — Betty parece agitada
y nerviosa, más que cuando apareció Troy—. Hola, Pat —saluda en cuanto
aparece.
El famoso Pat parece que es jugador de fútbol, ya que lleva la equipación.
Es guapo, pero sin pasarse. Moreno de ojos oscuros. Demasiado musculoso.
—Vale, vamos a repartir las secciones —indica Tulia—. Dos se tienen que
encargar de los controles, y el resto hablarán.
—Yo quiero estar en los controles —Troy me da un golpe con la rodilla, por
debajo de la mesa, que me tensa—, y dado que a este no le gusta hablar mucho,
mejor lo dejamos conmigo.
Cuando lo miro de reojo, parece aliviado.
No me puedo creer que ver tanto sus vídeos y estudiar sus gestos, me hayan
llevado a esto: a ser su intérprete.
—Perfecto. —Tulia toma notas—. Con lo de Troy, ya contaba. Odia
hablar… Cualquiera lo diría con esa voz.
Troy la observa frío, como si quisiera fulminarla. Ese lado oscuro suyo es
perturbador.
Ahora soy yo la que le da por debajo de la mesa y su mirada se suaviza. No sé
en qué momento me volví cómplice de un cantante famoso.
—Vale, Oriol hablará de…
—De cine o animes. Tengo una gran selección de estos. —Oriol mira a Tulia,
a la espera de que esta asienta, y lo hace—. Genial.
Tulia toma nota y mira a Pat.
—A mí solo se me da bien el deporte, y los cotilleos. Ya os lo dije. —Lo miro
tensa—. Siempre me entero de todo. Hasta de lo más morboso.
—Sí, eso ya lo hablamos. Esa sección hará que las otras tengan más vidilla.
—En serio, ¿vais a dejar que humille a la gente? —suelto, fuera de mí—. Si
dejáis que la gente humille a otro, solo les haréis mal…
—No es humillar. Es contar lo que ya se sabe. Solo dar voz los cotilleos —
expone Tulia.
—Por esto no paso. —Me levanto y Troy hace lo mismo.
—¿Tú tampoco? —Betty nos mira agitada, y Troy la fulmina con la mirada.
Esta vez, me da igual que las mire como si quisiera que desaparecieran de la
tierra.
Voy hasta la puerta.
—Por favor, pensadlo. Si estáis aquí, no contaremos nada de vosotros. —
Betty parece agitada—. Y, bueno, de Troy saldrán muchas cosas. Por todos es
sabido que le gustan los excesos y el descontrol. —Este se detiene y la mira—. Y
tú, Kelsi, puedes ser libre de hacer lo que quieras y controlar que no se diga nada
que no veas bien. No vamos a ser crueles. Aquí no entra nadie, y puede ser
vuestra zona de escape. Por favor, si no somos seis, no podremos seguir adelante.
Veo la desesperación de Betty y la idea de controlar qué se dirá me gusta,
porque así no me expongo a que hablen algo de mí.
Troy me mira de reojo, como si no se fuera a mover, si yo no hago lo mismo.
Asiento y Troy va a su sitio.
Preparo un café y cuando miro a Troy de reojo, mientras Betty habla, me
levanta un dedo, como diciendo que quiere uno igual. Al final, me voy a creer de
verdad que el lenguaje universal es el de los signos.
Regreso a mi asiento con los dos cafés.
—El próximo lo preparas tú. —Emite una pequeña sonrisa, de esas que
derriten corazones, para luego ponerlos cardiacos. Por suerte, el mío no.
La reunión sigue y cuando vamos a la sala de controles, me muevo por ella
como pez en el agua.
Troy hace lo mismo. Se nota que esto lo domina bien.
Betty se da cuenta y cierra la puerta, tras decir que vamos a hacer una prueba.
En este lugar hace calor. Me quito la chaqueta y me quedo con una camiseta
fina de tirantes. Troy hace lo mismo y se queda con la camiseta negra, que se le
ajusta a su cuerpo.
Una vez más, su perfume inunda mis fosas nasales, con ese toque a menta. Ya
tiene un caramelo en la boca. Deja su chaqueta encima de la mía.
—Lo tuyo es de psicólogo. —Me guiña un ojo, con una mirada que dice: me
la suda.
—Siempre puedes irte —susurra.
—¿Y dejarte solo, para que los fulmines con la mirada? No quiero ser
cómplice de asesinato.
No comenta nada más. Mejor.
Se pone en una silla y yo en otra.
Troy toca la guitarra y el piano. Aunque esto último, casi no lo hace en sus
conciertos. Lo de la mesa de control de sonido debe ser para él, debe ser como
para mí, el pan de cada día.
Por eso, nos movemos como si lleváramos toda la vida en este lugar.
Lo peor, es que lo que cuentan es muy aburrido. No me extraña que solo
seamos seis. Les falta algo. Chispa.
Hasta que Pat habla y tiene una chulería, que hace que lo escuches. Su voz es
pícara y ronca. Habla de cotilleos, pero con un toque de humor, que sé que
gustará.
Es lo único bueno, porque Betty habla de Historia, pero como si la leyera, y
Tulia habla del tiempo.
Tomo notas, por si aceptan cambios, mientras Troy se hace cargo de todo.
Tomo aire, porque hace mucho calor, y noto el sudor empapar mi cuello.
Levanto mi coleta y noto un par de gotas bajar por la curva de mi cuello,
hasta mis pechos. Cuando alzo la mirada, Troy me observa de una forma que
bien podría hacer arder la tierra. Mi respiración se agita involuntariamente y
mis pezones se ponen duros, recibiendo su mirada ardiente.
Hace mucho que nadie me mira así.
Tal vez, nunca nadie me haya mirado así, porque mi exnovio solo pensaba en
el sexo como un compromiso. Como si las chicas buenas no tuvieran derecho a
disfrutar de un buen polvo.
Aparta la mirada, mientras yo trato de controlar los latidos de mi corazón, y
se centra en los controles.
Salgo cuando el resto terminan y le pregunto a Betty, para saber si hay alguna
forma de regular la temperatura.
—Lo están arreglando. —Me tiende una pinza de pelo. Ella lleva varias.—.
Hemos acabado por hoy.
—He anotado ideas…
—No te lo tomes a mal, pero el programa es nuestro y llevamos aquí un año
—me dice Tulia—. Sabemos mejor que nadie lo que se necesita.
—Como quieras.
Entro a recoger mis cosas.
Troy se empieza a ir hacia la puerta.
Al salir, escuchamos unos gritos. Cojo mis notas y veo que ha puesto algo en
el margen:
Son muy buenas. Ellas se lo pierden.
De nuevo, hay un caracol. Esto ya no es casualidad.
Guardo las notas y decido no intentar ayudar de nuevo. No todos quieren tu
ayuda. Ni todos prestan su ayuda, cuando te estás ahogando.
Troy
—¡Detente! Está ya inconsciente. —Detengo los puñetazos y me levanto.
Me dan por ganador y la gente grita.
Llevo una máscara negra, y el otro igual. Nadie sabe quiénes somos; nadie
sabe quién lucha. Nadie sabe quién pelea por su vida, en estas peleas ilegales.
Nunca debí enterarme de ellas, pero ahora que estoy dentro… no soy capaz de
salir de esta mierda, porque siento que, si las dejo, no seré capaz de poder
sobrevivir un día más.
Lo peor viene luego: cuando uso el sexo para desquitarme del mundo.
Una chica me hace una mamada. No me toca. No tiene permiso para
tocarme. Su lengua lame mi polla, antes de metérsela entera en la boca, hasta la
garganta. Cuando me corro, me quedo vacío. Agitado y nervioso, y salgo a la
calle, tras arreglarme la ropa. A continuación, busco otra pelea que calme mi
alma.
No le digo nada a la mujer. No hace falta. Podría follar con mujeres sin pagar,
pero, desde hace tiempo, busco solo las que no pidan explicaciones, y que no
quieran nada de mí. Busco las que solo cumplan mis exigencias, tras mucho
dinero.
Me meto de lleno en otra pelea y cuando me ofrecen una raya de droga, no
digo que no. Esta noche no puedo rechazar esta mierda.

Regreso tarde a casa.


Los guardaespaldas solo están en mi puerta a ciertas horas, y por eso puedo
escapar sin que ellos lo sepan.
Estoy por entrar, cuando Kelsi sale de su habitación. Son casi las seis de la
mañana. Va con ropa deportiva, y está claro que ella también huye a su forma.
—Buenos días. —Sonríe sabiendo que tal vez no la responda—. Tienes una
pinta horrible. Ponte algo en el labio, para que no se te hinche. Nos vemos.
—Nos vemos —murmuro y me mira agrandando sus ojos. Es algo que
siempre hace, cuando le digo algo.
Luego, asiente y se pone los cascos.
He visto preocupación en sus ojos, pero me da mi espacio. Es como si ella
entendiera, mejor que nadie, que algunas veces la gente necesita sus propios
tiempos.
No debería sentirme cómodo a su lado, pero siento que no va a invadir mi
espacio, porque ella misma no quiere que nadie invada el suyo. Solo eso explica
por qué le hablo y al resto no.
La veo irse, con ropa deportiva ajustada, y su trasero respingón se mueve de
un lado a otro con sus pasos. Noto una sacudida de mi polla, por las cosas que me
imagino hacerle. Tiene un cuerpo para la locura y una cara dulce, de niña buena,
que me encantaría pervertir y arruinar.
Soy un capullo, lo sé, y por eso no me sorprende que me tiente la idea de
destruirla, solo por diversión.
Lo peor, es lo que siento cuando nos miramos. Sus ojos parecen un reflejo de
los míos. Es como si ella entendiera cada una de mis taras, sin decir anda. Es
como si yo pudiera ver las suyas, ancladas en sus ojos azules.
Si fuera lista, se alejaría de mí…
Si fuera bueno, me alejaría yo de ella…
Pero no lo soy.
Aparto la mirada y entro a mi habitación, donde hay varios instrumentos,
que han instalado, por si me animo a tocar algo. O a componer, aunque eso no
le sirve a nadie. Mi música no tiene cabida en el contrato que firmó mi madre.
Solo soy un monigote que canta bien. Sin importar lo que cante, y eso lleva
años consumiéndome por dentro. Eso, y todos mis putos traumas… Algunos que
ni siquiera entiendo.
Capítulo 5
Kelsi
Otro día más y salgo a correr a las seis de la mañana, justo cuando Troy vuelve de
su noche de desenfreno. Tiene sangre seca en el labio. De nuevo.
Nos miramos a los ojos.
—Solo por curiosidad —le digo, y espero a que hable en la puerta de su casa
—, ¿vas a las afueras? ¿Al almacén donde montan fiestas ilegales?
—No —responde.
—Ah…
—¿Por? ¿Estás pensando en ir? —pregunta, apoyándose en la puerta.
—Tal vez.
—¿En serio? Mira que lo dudo. Apestas a niña buena de papá.
Lo fulmino con la mirada y me marcho, ignorándolo.
Troy no indaga más. Mejor.
He escuchado que a las afueras de la ciudad hay un almacén donde la gente
baila, toma de todo y lucha en peleas ilegales. Cuando lo escuché, no debí sentir
deseos de ir; de ver ese lugar de descontrol. A mi padre le daría un ataque, si
supiera que me planteo siquiera la idea de acercarme, pero es justo por eso que
quiero ir.
Necesito algo fuerte. Algo más fuerte que mis gritos. Dejar de ser, como ha
dicho Troy, la niña buena.
Necesito romper con todo.
Estoy llegando a mi cuarto, cuando unos capullos me dicen cosas. Son los
mismos de siempre. Los he visto varias veces, ahí sentados, bebiendo.
—Vamos, lo pasaremos bien. —Se toca la polla, como si fuera una invitación
suculenta.
Los ignoro, como siempre que los veo, y subo a mi habitación.
Al entrar, veo una nota de Troy en el suelo, y la cojo.
Si vas a esa mierda, voy contigo. Siento curiosidad por las fiestas de los
universitarios.
Te dejo mi móvil, pero solo úsalo para emergencias.
No me jodas la vida con tus putos mensajitos.
No firma. No hace falta.
Guardo su teléfono en el mío, pensando en que se lo diré, si quiero.
Tras darme una ducha, decido estudiar. Algo fácil para mí, porque siempre he
ido por encima de la media.
—De mayor, serás algo importante —me decía siempre mi padre—. Estoy
seguro.
Su cara de tristeza, cuando le dije lo que iba a estudiar, y por qué lo hacía,
dolió.
—Ahora mismo no quiero otra cosa…
—Puedes ser lo que desees. Todo, menos esperar a que tu vida sea estar aquí.
—Señaló su tienda—. ¿Al menos puedes pensarlo?
Lo pensé, pero seguí adelante. A pesar de saber que le hacía daño.
Voy a la universidad, a la primera clase y, al entrar, veo a Troy al fondo.
Hay una chica en mi sitio. Él la mira, como si se imaginara mil formas de
matarla.
Voy hasta la mesa.
—Perdona, bonita, pero este es mi sitio.
—No hay sitios asignados.
Troy se pone más tenso.
—Tú misma, pero Troy odia a las mujeres acosadoras. Así no conseguirás
nada con él. Pero claro, para saberlo, deberías ser su fan de verdad, y, que estés
aquí, deja claro lo poco que lo has seguido.
Lo mira y luego a mí. Se levanta y me siento al lado de Troy.
—Así que, eres mi admiradora…
—En tus sueños —lo rebato—. Era, en pasado. En un pasado muy lejano, y
que no volverá.
—Ya, y, por eso, cuando te susurro cerca del oído, se te ponen duros los
pezones…
—Casi te prefiero calladito. Estás muy bueno, lo admito, pero solo eres un tío
al que me follaría. Sin más.
Nuestras miradas se encuentran y noto el fuego de sus ojos quemarme.
—Me gusta más follar pagando —murmura—, pero gracias por el
ofrecimiento.
—Más quisieras que te hubiera hecho algún ofrecimiento.
Nos miramos y de nuevo veo el peligro cruzar por su mirada.
Mi lado racional me dice que salga corriendo. A su lado, todo saldrá mal. Lo
veo. Lo siento, pero no me marcho. Me quedo aquí, atraída por el peligro, como
nunca.
La clase empiezan y Troy no toma notas. Parece agitado por algo. Cuando
sigo su mirada, veo a la chica de antes, que no deja de mirarlo.
—Seguro que sabes ignorarla.
—Me planteo más, si puedo matarla, sin que nadie lo sepa —susurra.
—Hasta tú sabes que eso no está bien.
La chica lo saluda. Es muy pesada, la verdad.
Al acabar la clase, va hacia Troy, pero me pongo delante.
—Lo siento, pero tiene alergia —digo y me mira sin comprender—. Tiene
alergia a las chicas estúpidas. Lo siento, bonita, pero le causas sarpullidos.
Troy escapa, mientras la tía me mira, como si quisiera matarme. He sido
borde, odiosa y capulla. Lo sé. Seguramente, yo podría ser esa chica, pero no
puedo detenerme. Hacerle daño, ha sido gratificante.
Salgo de clase y voy a la siguiente. Troy me espera en la puerta.
—La chica buena tiene un lado malo… ¡Qué sexi!
—Cállate —le digo y sonríe de medio lado.
—Estar a mi lado te sienta bien —murmura.
Entramos juntos. Es una mala influencia. Me está sacando un lado rebelde,
que nunca debió aparecer. Pienso en mi padre, que ahora mismo se avergonzaría
de mí.
Pero no está aquí.
Aquí solo estoy yo y mis putos demonios.
Capítulo 6
Troy
Entro a la habitación donde está la mesa de control, para los pódcast, y veo a
Kelsi en tirantes.
Esa puta camiseta debería estar prohibida. Se le pega al cuerpo, como una
segunda piel y, cuando suda, es como si estuviera desnuda. Su cuerpo me tienta, y
me hace desear lamer cada centímetro de su piel, hasta que suplique por mi
polla.
Pero hace meses que no me permito tener sexo así. Desde mi exnovia… Una
novia que nadie sabía que tenía.
Para el mundo, no puedo tener pareja. Mi agente me cortaría los huevos, si la
gente supiera que la tenía.
Kelsi me mira.
Esta mañana me defendió, pero apesta a chica buena.
Aunque ahora parece estar perdida.
Reconozco a los capullos como yo, y ella no lo es. Solo está rota. Perdida y
triste. Muy triste. En eso, sí nos parecemos. Estar cerca de ella solo le hará daño.
Al final, mi mierda solo la destruirá.
Pero no me alejo, porque a su lado siento paz, y, si ella sufre las consecuencias,
ahora mismo me la suda.
Soy un puto egoísta.
Y ella lo sabe. Lo sabe, pero sigue aquí.
Me quito la chaqueta y la dejo sobre la de ella. Ese sofá tiene mucha mierda,
como para dejar mi cara ropa sobre él. Cojo el café que ha preparado y me dejo
caer en la silla, para pasar una tarde horrible, escuchando pódcast. Lo mejor, es
ver cómo los pezones de Kelsi se marcan cada vez más.
Imagino que mi lengua pasa por ellos, con la meta en mi boca, para que le
ardan aún más por mi contacto… Joder, se me pone dura solo con pensarlo.
Me mira y la observo frío y serio. Sin que note cómo me pone. No me lío con
mujeres, a las que no pago previamente, pero, al parecer, tengo un lado bueno
porque, por mucho que me tiente, me quedo quieto. Tal vez, porque hay líneas
que, cuando cruzas, es difícil seguir en tu vida como si nada.
—El sábado hay una fiesta… Ya sabes dónde.
«Deja que vaya sola, que se asuste y vuelva a ser la chica buena que está
destinada ser… Y una mierda, no me lo pienso perder».
—Iremos. A las doce en el rellano.
—Perfecto. —Veo miedo en sus ojos, pero también el deseo de hacer algo
prohibido.
Conozco esa sensación: el peligro atrae como la miel a las abejas.
Muerde su boca y me pierdo en cómo sus dientes blancos hacen sonrojarse sus
labios. Imagino esos dientes clavados en mi hombro. O sus uñas en mi piel.
Seguramente, el sexo le gusta dulce. A pocas mujeres les gustan mis
excentricidades en la cama.

—Eso es de monstruos…
—No pienso hacer nada que no quieras…
—Pero lo deseas.
—Te deseo a ti…

Aparto esos pensamientos de mi mente.


Cambié por una mujer, que solo quería de mí, algo que no podía darle: ser la
novia de Troy Harris.
—Deberías dejar de mirarme las tetas y ayudar —rumia Kelsi.
—No te miraba los pechos. Estaba observando tu sucia boca.
—¿Mi sucia boca? Ya quisieras que esta boca te tocara. —Se gira y sonríe.
Luego, mira la mesa de mezclas y la ayudo.
Para mí, hacer esto es fácil. Llevo toda la vida en estudios de grabación, ya
que mi madre tiene una empresa de agentes musicales. Antes, era de mi abuelo,
pero ahora es ella la que la lleva.
Por eso, para mí, este sitio es como estar en casa de alguna forma.
Mi madre me llevaba allí, cuando era pequeño. No en plan madre buena, que
quiere cuidar de su hijo. Era más bien para que la gente creyera que yo le
importaba.
Mentía, claro, me dejaba solo con la niñera y yo toqueteaba todo. Así es
como aprendí. Por aburrimiento, empecé a sentirme como pez en el agua en
este lugar. Entre los controles, y viendo grabaciones.
El calor empieza a apretar y veo cómo las gotas de sudor de la nuca de Kelsi
bajan por su cuello y van a morir en el valle de sus senos. Imagino mi polla en
medio y aparto la mirada, para que no note por dónde van mis pensamientos.
—Odio esta sección. —Betty habla del tiempo—. No tiene gancho.
—Todas son una mierda —murmuro.
—Visto así… Necesito algo fuerte para poder sobrevivir todo un curso a esto.
—Puedo conseguirte droga de calidad, si lo deseas. —Me mira y noto cómo
su lado bueno brilla en sus ojos y cómo, el rebelde, hasta se lo piensa—. No seas
idiota, Kelsi. La droga no es un puto juego. Una vez la pruebas, puedes no
depender de ella o ser alguien que vendería su alma por una raya.
—No vayas ahora de moralista. No te pega. Te he seguido, y sé que eres un
capullo. No sería la primera vez que tomaras drogas.
—No, no lo sería, pero me la suda estar sin ella. Solo tomo cuando me
apetece. No me controla. Pero tú misma…
—Yo misma que, para padre, ya tengo uno. —Se tensa y mira hacia el pódcast
—. Te prefiero calladito.
Sonrío y no digo nada más.
No sé qué me pasa con ella porque, por norma general, no hablo con nadie.
Me la suda el resto del mundo. Hace años perdí mi capacidad de hablar con la
gente. Mi deseo de comunicarme, más allá de mi música.
Pero, con Kelsi, me sale solo. Tal vez, porque es la primera vez en mucho
tiempo que siento que alguien ve más allá de la arista. Me ve a mí, con todas mis
mierdas, y no me juzga.
El primer pódcast termina y Tulia se sienta a hablar de Historia. Cierro los
ojos y dejo que mi mente cree música. Me pierdo entre acordes y notas musicales.
Toqueteo con los dedos la silla, mientras escapo del mundo.
—Joder…
Miro a Kelsi y veo que tiene sangre en un dedo. Parece que la madera de la
mesa se ha salido, y ha debido cortarse con ella.
Cojo su dedo en un impulso y lo llevo a mi boca.
Agranda los ojos.
Espero que grite o que se escandalice. Que sienta miedo.
Nada de eso pasa, mientras mi lengua lame su dedo y se lleva lejos la sangre.
Sus ojos se vuelven más fibrosos y sus pezones se vuelven más duros. Muerde su
labio, para no dejar escapar un gemido, pero, a pesar de eso, el ruido que emite
amortiguado va derecho a mi polla, que se mueve con vida propia.
Aparto la mano.
—De nada —digo.
—Eres un sádico.
—No te veo salir corriendo, escandalizada. —Se ruboriza.
No se ha marchado…
Sigue aquí…
Es una puta loca…
Como yo.
Miramos hacia el frente, olvidando lo que acaba de suceder.
A ella no debería gustarle, y a mí tampoco, pero hace tiempo que me di por
perdido. Lo que no esperaba es que Kelsi no me contemplara con asco, como me
pasó con cada una de mis exparejas. Sobre todo, la última.
Por ella que quise ser un chico bueno… Yo, a quien le suda todo el mundo.
Romper con ella, hizo que me perdiera del todo.
El programa sigue y solo Pat anima la cosa, con chismes ridículos. Es
patético, y va de guapo y sexi.
Al acabar, necesito algo fuerte, para despertar del aburrimiento.
Salgo y me esperan mis guardaespaldas. Odio su presencia. Odio saber que
estoy aquí, pero que no soy como el resto.
Voy derecho a mi habitación, saco una botella de wiski y me la bebo, hasta
casi perder el conocimiento.
Antes de cerrar los ojos, a mi mente viene el recuerdo de Kelsi, atraída por mi
oscuridad.
Joder, quiero llevarla al lado oscuro…, sin billete de vuelta.
—Eres malo Troy… Joder, das miedo. —Las palabras de mi ex se me clavan
de nuevo, poco antes de perder el conocimiento.
Creía que, si juraba a amarme, podría amar cada parte de mí…
Pero nadie quiere mi mierda.
Capítulo 7
Kelsi
Miro mi vestido negro, de tirantes, en el espejo minúsculo del aseo.
Siempre he odiado el color negro. Me recordaba a la muerte. Era más de
rosas, de azul pastel, o verdes. Cuanto más color, mejor, pero, cuando fui
humillada, señalada con el dedo y juzgada… el negro fue mi aliado, para no
llamar la atención. Para pasar desapercibida, mientras rezaba que ojalá, además
de ser un color discreto, me diera el poder de ser invisible.
—No ha sido para tanto… Te lo has tomado muy mal… —me decían algunos,
como si mi dolor no importara, cuando otros creen que exageras.
Termino de pintarme los ojos de ahumado y me hago una coleta.
Salgo del servicio y me pongo las botas. No llevo medias, porque hace calor.
Lo que sí cojo es una chaqueta, por si acaso. Miro el reloj y salgo al rellano.
Troy aparece, al poco, y me mira, devorando cada centímetro de mi piel. Lo
hace de forma lenta. Cuando me mira a la cara, sonríe de medio lado.
—¿Ahora eres Miércoles? —Saca una navaja y la abre—. ¿A quién cortamos la
mano para que tengas el conjunto completo?
Miro el filo de la hoja, y siento que quiere asustarme. Busca que la cordura
vuelva a mi cabeza y así entre en mi habitación.
El miedo corre por mis venas, así como la excitación. Siento algo, que no solo
es dolor.
—Mejor guarda la navaja para los capullos. Vamos, que no quiero llegar tarde.
—Sabes que lo mejor sería no seguir adelante, ¿verdad? —Se pone a mi lado.
Va con unos vaqueros y una camiseta negra. Lleva una chaqueta de cuero, y
saca una gorra para ponérsela. Todo en él rezuma peligro.
—Lo sé. —Sigo bajando las escaleras, con él cerca. Mi cuerpo reacciona a su
cercanía.
El recuerdo de su boca, lamiendo mi dedo, casi me hizo acariciarme bajo el
pantalón del pijama y correrme, pensando en su lengua, chupando la sangre.
Joder…, no debería desearlo, pero siempre fue mi fruta prohibida. Mi secreto
más húmedo, cuando me olvidaba de que las chicas buenas no juegan con sus
dedos a escondidas.
Vamos fuera y andamos hasta un deportivo negro.
—Me podrías dejar conducirlo.
—¿Sabes conducir?
—Soy muy buena jugando a la consola, a juegos de coches.
—No es lo mismo, pequeña.
—¿A quién llamas pequeña? Solo me sacas cuatro años.
—Si te jode, entonces te lo llamaré más.
Lo ignoro, entrando al coche.
Monta y lo pone en marcha, sin preocuparse en ponerse el cinturón de
seguridad. Es como si se la sudara su seguridad.
Yo estoy rebelde, pero no soy idiota, y sí me lo pongo.
Me mira de reojo, mientras conduce con una mano, como si fuera el mismo
diablo que me lleva al infierno.
—Siento que estás disfrutando con esto.
—Me gusta ver cómo la gente se pierde. Es divertido ver que no solo caes tú a
los bajos fondos.
—Lo mismo, esto ya lo he hecho antes.
—No te lo tomes a mal, pero apestas a niña buena.
—Pues tal vez esta niña buena hoy te demuestre que no lo es.
—Estoy deseando ver cómo te pierdes…, para no volver.
—Capullo.
—Gracias. —Conduce con más velocidad. Es como si le dieran igual las
multas, y, tal vez sea así, porque tiene dinero e influencias suficientes, para que la
sanción no le supusiera nada.
Noto cómo me pego al asiento, y la respiración se me agita. El miedo corre
por mis venas con fuerza. Cuando se detiene, siento cómo la adrenalina me hace
sentir viva.
Joder…, ha sido increíble, y eso debería asustarme.
Salgo del coche y ando hasta el almacén, escuchando mis botas resonar en el
suelo mal pavimentado. Es un lugar de mala muerte y, cuando entramos, queda
claro que aquí no hay nada bueno.
Troy se ajusta la gorra y se queda cerca de mí.
Nadie lo mira. Nadie sabe que está aquí, y tal vez sea porque cada asistente
está cometiendo tantos desfases, que prefiere creer que nadie lo reconoce y que,
si lo hace, mirará para otro lado, porque nadie debe saber que han estado aquí.
La luz es azulada y hay focos que hacen que oscile de un lado a otro.
Vamos hasta donde hay una barra para pedir algo. Cómo no, aparte de
bebidas, ofrecen también drogas a buen precio.
—Si quieres meterte algo de esto, primero que sepas que tal vez tu vida se
arruine para siempre y, luego, que yo te la puedo conseguir mucho mejor.
—¿Ahora quieres hacer de bueno? No te pega.
—No, solo te aviso. Adelante, puedes elegir.
—Tal vez otro día…
—Esa niña buena…
—Tomemos un chupito. El que tú quieras.
—¿El que yo quiera y como yo quiera? —Lo pienso y acepto.
Sonríe de medio lado. ¿Dónde narices me estoy metiendo?
Pide dos tequilas, se los ponen con sal y limón. Mira mi escote, de una forma
que me hace temblar.
Coge la sal y la acerca a mi escote.
—¿Seguimos? ¿O admites que te mueres por volver a tu cuarto y ser la niña de
papá?
—Seguimos—Pone la sal en mi escote y luego se acerca.
La respiración se me acelera y noto cómo las piernas se convierten en
mantequilla.
Saca la lengua y la aproxima a la cima de mi pecho derecho. Luego me lame,
antes de dejarme un chupetón en la zona, por su fuerza.
Mi sexo da una sacudida, para a continuación latir con fuerza.
Aprieto las piernas, para contener el placer. Joder…, estoy mojada, y solo me
ha lamido.
—No debería disfrutar tanto de esto… —dice para sí mismo.
De nuevo, coge la sal y se levanta la camiseta. Se la pone bajo el ombligo,
cerca de la goma del bóxer. Se me seca la boca, y me reta con la mirada, a que
admita que quiero irme de aquí.
No lo hago, y acerco mi boca a su cuerpo, para lamer con lentitud la sal. Su
piel sabe muy bien. Lo chupo, le hago una marca y, cuando veo que se tensa, lo
muerdo.
Troy tira de mi coleta. Parece excitado.
—Yo llevo las riendas. —Tira de mi coleta de nuevo, pero, en vez de
asustarme, me pone todavía más.
—Por supuesto.
Se mete el tequila en la boca y sé lo que debo hacer ahora.
Me alzo para beber el tequila de su boca.
Me pasa el líquido, que me quema la garganta, mientras noto mis labios tocar
los suyos.
No es un beso. Es algo menos intenso, pero igual de ardiente.
Trago y cojo el otro chupito.
Entonces, tira de mi coleta y lleva su boca a la mía, para beberse hasta la
última gota en un beso rudo, duro y nada dulce.
Joder…, me pone mucho su rudeza.
Gimo en su boca.
—Quién lo diría, pequeña… Esto solo acaba de empezar. —Se aparta tras
chupar el limón—. Me marcho a dar una vuelta. No te metas en problemas y, si
follas con alguien, por el calentón que llevas, usa condones. Ah…, y piensa en
mí, mientras te la mete hasta el fondo. —Lo veo irse.
Me ha dejado sola, agitada, nerviosa y… muy cachonda.
No recuerdo la última vez que un solo beso me puso así. Tal vez, porque por
primera vez no estaba haciendo el amor y estaba dejándome llevar, aunque eso
me llevara a follar, como no se espera de mí.
Capítulo 8
Troy
Este lugar da pena. Solo hay un montón de universitarios creyendo que están
haciendo algo prohibido e ilegal.
Vale que pueden ser de mi edad, pero hace años que dejé de ser como ellos.
Llevo viviendo una vida de adulto demasiado tiempo.
Cuando mi madre firmó ese contrato, vendió mi vida. Entré en un mundo
de mayores, donde ser un niño no estaba permitido. Por eso, me cuesta entender
cómo esta panda de borrachos me podría ayudar a mejorar.
Yo no vivía en mi casa, sino en hoteles de lujo con la banda. Componiendo o
de viaje.
El agente que mi madre puso a mi cargo era uno de sus mejores amigos. Me
preguntó si mi madre sabía la clase de mierda que era, y, seguramente, sí que lo
sabría. ¿Cómo no lo iba a saber? Soy su hijo.
Aburrido, me tomo algo al fondo, mientras miro a Kelsi, que sí que siente
que está haciendo algo superilegal.
No esperaba que me siguiera el juego, con los chupitos. Ni sentir nada, al
pasarle el líquido con mi boca.
Esa parte de mí estaba muerta, pero ha latido cuando su boca mojada tocó la
mía. Despertó mi deseo y mis ganas de ir más lejos, de ser más duro… Por eso me
alejé.
Ahora está cerca de donde han puesto la música. Es un remix horrible, que la
gente baila como si el DJ fuera el mejor. Entonces, suenan unos acordes que
conozco muy bien, y mi voz resuena por los altavoces. Veo a la gente bailar y
cantar una de mis canciones.
Todos, menos Kelsi que se ha quedado paralizada, como si no supiera cómo
avanzar. Su gesto muestra dolor y pesar.
Al final, va a ser verdad que no le gusto por algo.
Doy un trago a mi copa y acabo cuando anuncian que van a empezar los
combates.
Mira, esto sí parece interesante.
Ando hasta allí y echo una última mirada a Kelsi. Como siento deseos de ir
hacia ella, hago justo lo contrario. No estoy aquí para ser el paño de lágrimas de
nadie. Aun así, cuando le veo acercarse con el resto, siento cierto alivio en el
pecho, que evito analizar.
Miro el cuadrilátero raído y sucio. Se nota que no son expertos los que suben a
pelear. Por eso, el combate es aburrido, a pesar de las apuestas. Son patéticos.
Kelsi se me acerca.
—Esto es una mierda.
—A mí me parece emocionante —dice, como si fuera lo peor que ha hecho
en su vida. Es patéticamente adorable.
—Porque es la primera vez que haces algo así.
—Tal vez.
Mira hacia el cuadrilátero y pone mala cara, cuando la nariz de uno cruje.
Siguen los combates y noto que cada vez hay más gente.
Empujan a Kelsi, que acaba apoyada sobre mi pecho.
Los dos nos tensamos, antes de apartarnos.
Aun así, he sentido algo más, aparte de pesar, porque me toque. Cuando la
toco, no duele tanto…
Miro su boca. Sus labios rojos y su coleta me tientan. Me ha gustado tirar de
ella y ver en sus pupilas cómo le gustaba que usara la fuerza. Es algo que no
esperaba, y, cuando me lamió el estómago, sentí una sacudida en mi polla.
Es mucho más de lo que esperaba.
El combate empieza y noto el ambiente caldeado. Aún más, cuando pierde el
favorito del público y empiezan a pelearse los asistentes al evento.
—Ve al coche. —Le pongo mi gorra.
Me digo a mí mismo que no me debería meter en la pelea, ya que no voy ni
con unos ni con otros, pero se ha dado la ocasión, y necesito descargar
adrenalina.
Ahora sí empieza lo bueno.
Kelsi
Veo a Troy internarse en mitad de la pelea. Saca un pasamontañas, de color
negro, del bolsillo y se lo pone, para evitar que nadie sepa quién es.
Debería irme al coche, y alejarme del caos, pero me quedo quieta, como si
quisiera ser testigo de toda su oscuridad.
Lo miro pelear y se nota que Troy sí sabe lo que hace. Veo cómo va dejando
K.O. a unos y a otros. Cómo disfruta de este momento, y de estar dentro de este
descontrol.
La oscuridad no debería atraerme tanto.
Cuando viene hacia mí, tiene salpicaduras de sangre de otras personas, y los
puños rojos. Busca mi mano y me saca de aquí, como si sintiera que yo no soy
capaz de moverme.
Caminamos juntos entre el caos, sin soltarnos de la mano, mientras aparta a
varias personas que tratan de tocarnos.
Vamos hasta su coche y escuchamos las sirenas de la policía.
La gente sale despavorida. Algún idiota ha avisado, y tal vez haya sido solo
por joder.
Entro al deportivo y Troy conduce como si estuviéramos en una carrera de
Fórmula Uno.
Cuando llegamos a la autovía, no deja de correr.
Cierro los ojos y noto el aire en la cara. El corazón me late con fuerza. Tengo
miedo, pero también siento algo más. Algo liberador.
Al detener el coche, lo miro agitada.
—La oscuridad no es tan atractiva como la haces ver… —me dice.
—Cada uno con su vida.
—Por supuesto.
Salgo del coche y vamos hasta nuestra planta.
No hay nadie en los pasillos.
Se quita la gorra, que me había cogido. El pasamontañas ya ha desaparecido
antes.
Observo sus manos.
—Deberías curarte.
—Tengo todo lo que necesito dentro. —Nos miramos a los ojos—. Debiste
salir corriendo.
—Lo sé, pero aquí estoy.
—Voy a ser tu ruina —dice antes de entrar en su habitación.
Lo mismo pienso, y entro a mi cuarto.
Tal vez, estar cerca de él, está dejando salir mi dolor, en un camino de no
retorno. Solo sé que necesito más, porque estoy cansada de gritar en silencio.
A su lado, me he sentido viva…, a pesar del miedo.
Esto no está bien, pero no me importa.
Por primera vez, en muchos meses, siento algo más que dolor, y es altamente
adictivo.
Capítulo 9
Kelsi
No paro de pensar en lo vivido este fin de semana.
Cuando llego a clase, reconozco a varias personas que estuvieron en la fiesta.
Algunos murmuran que la policía ha desmantelado el sitio, pero que se va a
buscar otro, para poder montar las fiestas. Mientras tanto, este sábado hay una
fiesta en la fraternidad de los de fútbol.
—Esas fiestas siempre son una mierda —murmura Troy, cuando me ve
tomando notas de dónde será la fiesta.
Se sienta a mi lado. Parece aburrido con la vida. Es como si todo esto le
agotara. En la fiesta de anoche estaba ahí, pero una parte estaba lejos. Hasta que
se metió en la pelea y entonces disfrutó. No debería disfrutar de algo tan
peligroso.
Cuando sonó su canción, no pude reaccionar. Era la que escuchaba, cuando
me llegó ese horrible mensaje. Cuando todo empezó a cambiar a mi alrededor.
—Iremos —afirmo incluyéndolo, sin saber la razón.
—Ni de coña.
—Iré sola, entonces.
No murmura nada, y miro su mano aún magullada.
Alza la mirada y hago lo mismo. Nuestros ojos se entrelazan y recuerdo ese
intercambio de tequilas, donde su boca y la mía se juntaron, o el chupetón que
llevo en la cima de los pechos. Muerdo mi boca, y se tensa. Aparta la mirada.
Me gustó mucho. Sobre todo, porque no fue delicado.
La clase empieza y Troy mira todo aburrido. No sé cómo puede pensar su
psicólogo que estar aquí le ayudará en algo. Se nota que está fuera de lugar; que
no encaja en el mundo de los simples mortales. Es como si fuera un dios, que ha
bajado a la tierra para mezclarse con los humanos.
Lo veo escribir algo en una hoja que me quita.
Parece una canción.
La miro de reojo y me sonrojo al leer una de las líneas:
Abierta, para que hiciera con su cuerpo cualquiera de mis oscuras fantasías.
Lista, para que corrompiera tanto su cuerpo como su alma.

—Dudo que te dejen meter esa canción en tu grupo.


No dice nada. Parece que ya no tiene más ganas de hablar. Solo sigue
escribiendo y haciendo dibujos, mientras la clase pasa. Dibuja una calavera, que
da miedo por la profundidad que le da.
Al acabar la clase, se levanta y guarda el papel en su bolsillo.
Bueno, al parecer, hoy ya hemos hablado lo suficiente.
En el resto de las clases, Troy no aparece, y al día siguiente igual. Por eso,
espero que no venga al pódcast, pero, al poco de entrar en la cabina infernal,
aparece.
Me quito la sudadera y él deja su chaqueta sobre la mía.
—¿Por qué? —le pregunto, al ver que siempre hace lo mismo.
—Odio que la ropa me huela a sofá mohoso. Tu perfume a flores es mejor,
pero no te lo tomes como un halago. Solo es la mejor opción.
—Claro, como yo. Tomarme eso como un halago.
Nos sentamos delante de la mesa de mezclas.
No he traído café, porque se me hizo tarde.
Troy va a prepararse un café y regresa con uno para mí, exactamente como
me gusta. Me lo tomo, mientras hablan de nuevo del tiempo. No me extraña
que nadie nos escuche.
Troy cierra los ojos. Parece tenso, molesto y con ganas de explotar.
Cuando Oriol habla de los mejores animes que ha visto en el fin de semana,
Troy abre los ojos y veo furia en ellos. Es como si quisiera destruir todo esto, y,
viéndolo pelear, bien podría hacerlo.
—¿Encima o debajo? —Centra su mirada en mí, de forma pausada—. Hablo
de sexo, por si no lo pillas…
—Lo he pillado. Por detrás. Me gusta no mirar con quién follo.
—Ah, vale.
Noto que mi sexo da una sacudida.
—¿Y a ti? Ya que has decidido sacar este tema tan… estúpido, pues mejor
responder los dos.
—No es estúpido. Los mirabas, como si fueras a destriparlos.
—El mundo saldría ganando, si dejan de emitir esta mierda.
—Vale, no son buenos, pero no puedes ir matando a la gente.
—Mentalmente, sí se puede. —Sonríe de forma siniestra—. Y ahora
responde. Seguro que tu postura favorita es el misionero.
—La de mi exnovio lo era, pero yo la odiaba, por eso mismo.
—Un excapullo. Esto sí es interesante. Los ex siempre son como un puto
grano en el culo.
—No sabía que habías tenido novia.
—Por contrato, nadie puede saber que estoy pillado. Solo puedo tener novias
en secreto.
—Ah, vale. Eso es comprensible. Vende más un chico sexi soltero. Es una
mierda, pero así es.
—Lo sé. Me lo repite bastante mi agente, pero ahora dime, ¿cuál es tu postura
favorita?
—Cualquiera donde no haya caricias… No quiero hacer más el amor. —Noto
que me tenso.
—Vamos, que tus caricias están en pausa —dice por mí, y asiento—.
Bienvenida al club.
—¿Ahora somos del club de las caricias en pausa? —Asiente y noto cómo su
mirada no muestra tanta oscuridad—. Me gusta, pero no sé si solo están en
pausa o nunca conseguiré sentirme bien, ante una simple caricia.
—Solo el tiempo lo dirá.
La puerta se abre y aparece Tulia. Nos pregunta algo y Troy no responde. Se
centra en los controles, como si la conversación no fuera con él.
—Hemos pensado que para animar un poco esto, tal vez Troy podrías
contarnos algo de su vida como cantante —repite, pero Troy la mira frío, tenso
y sé que ahora está imaginando cómo le saca la cabeza del cuerpo, por la media
sonrisa que muestra.
Le doy con la rodilla en la suya.
—No le gusta hablar, ¿recuerdas?
—Lo hemos visto hablando contigo.
—Eso es porque somos del mismo club y nos entendemos bien.
Troy sonríe divertido.
—Vale, pues no sé qué podemos hacer, para conseguir audiencia.
—Yo tengo muchas ideas… —Noto cómo me sale mi lado bueno, el de
complacer a todo el mundo.
Troy me mira como diciendo: mira la niña buena.
Lo fulmino con la mirada.
—No las necesitamos, ya pensaremos en algo.
Se marcha y Troy abre la boca para hablar, pero lo corto.
—No soy una niña buena. —Su mirada pone en duda mis palabras—. Solo es
que quiero ayudar.
—¿Ayudarles a que se hundan y así acabemos con esta tortura?
—No —respondo inquieta, y, por suerte, no comenta nada más.
Odio cuando la gente me da de lado. Aunque, en el fondo, pienso que no
necesito a nadie, pero, cuando pasa, siempre siento el peso de creer que es culpa
mía. No me gusta la sensación de que hice algo mal.
Ahora soy yo la que no habla nada, y, al acabar, Troy se va con sus
guardaespaldas.
Yo ando bajo la lluvia, con mi música puesta. Noto el agua mojarme,
mientras pienso en que debería cambiar, pero cambiar de verdad. Si el pódcast se
va a pique, no será culpa mía. No es mi responsabilidad. Ya nada lo es.
Capítulo 10
Kelsi
Los días se convierten en rutina. Voy a clase, con Troy a mi lado, evitando al
resto del mundo.
No hemos hablado mucho, desde nuestra confesión de que somos parte del
mismo club. Es como si necesitáramos tiempo para querer ser parte de las
conversaciones de otros. Aun así, lo miro cuando se aleja y cómo la gente invade
su espacio, para tratar de tocarlo, sin importar si él quiera o no.
Lo he visto fulminar con la mirada a más de una, y, la verdad, se lo merecían.
Lo acosan, joder. Debe ser agotador, no poder moverte bien, porque tiran de ti.
Al final, no fui a la fiesta en la fraternidad, y no tiene nada que ver con que
Troy no fuera a ir.
Ya casi no hablamos.
Vamos a los pódcast, que no pueden ser más aburridos, y luego lo veo, cuando
salgo a correr algunos días. A esa hora regresa con el labio partido y los nudillos
rojos.
Me he fijado que los anillos no los lleva siempre.
La noche que salimos de fiesta, no los llevaba, y tal vez sea para que nadie lo
reconociera por las manos.
No soy tonta, para no saber que se mete en peleas. Ya lo vi. Lo que no sé, es
dónde, pero tampoco me ha dicho de ir con él. A veces siento que me evita,
desde que vio, lo que yo también sé: que en verdad sigo siendo esa chica buena,
que no sabe ser rebelde.
Ahora mismo, ni yo sé quién soy.
Solo quiero sentir algo más que mi propia pena…
Hoy he salido a correr y no he visto a Troy. Tal vez no haya ido a partirse la
cara. Suelen ser los viernes de madrugada y los sábados. Hoy es sábado, y no
estaba en la puerta.
Corro por el campus, perdida en mi mundo. Me encanta sentir que tengo
toda la ciudad para mí, antes de que se despierte la gente. Es agradable estar sola,
sin que la gente de tu alrededor no entienda que no tienes ganas de ser parte de
su mundo, y que no desees que ocupen tu espacio vital.
Regreso a la residencia, cuando está amaneciendo.
En un banco, están los dos tíos de siempre, bebiendo. Intento no mirarlos,
para ver si así esquivo sus gilipolleces. Odio el miedo que siento, cuando regreso,
por si estarán o no, y me dejarán en paz.
—Vamos, nena, acéptalo de una vez. Ese culo merece que le demos duro…
Los ignoro, como siempre, sintiendo el asco correrme por las venas. No me
han tocado. Solo me miran, pero hacen que me sienta desnuda, y eso me trae
amargos recuerdos.
—Vamos, no te hagas la estrecha. Nos miras siempre. —Vienen hacia mí, y
esto es nuevo… Me sujetan por el brazo. Me aparto—. Vamos, que somos muy
buenos. Dos para ti. —Se toca la polla y siento asco.
—No, gracias —indico, y trato de llegar a la puerta. Lo siguiente es gritar, y
es algo que se me da muy bien.
Sujetan mi brazo con más fuerza y levanto la rodilla para darle en los huevos,
y así hacer una tortilla mañanera. Pero su amigo me sujeta, antes de que pueda
hacerlo, y se ríen.
—Solo estamos hablando.
Tratan de tocarme, pero alguien que sale de las sombras lo calla con un
puñetazo en la cara, que lo tira al suelo.
Troy parece fuera de sí, cuando coge al otro y lo estampa contra la pared.
Luego, me lanza la cartera y busco su DNI. Hago fotos de todo, y lo dejo en el
suelo. Mientras, Troy va a por ellos.
Lo cojo del brazo, para detenerlo.
—¡Pensamos denunciarte! —grita uno de ellos, recuperando la cartera.
—Genial, yo os denunciaré por intento de violación. —Me miran aterrados
—. De hecho, lo debería hacer. Tengo marcas en los brazos.
—No, nos vamos. No ha pasado nada… Joder.
Salen corriendo y Troy coge mis brazos, para ver los moratones.
—Estoy bien. —Toca mis brazos. La respiración se me agita, y su caricia me
quema. Me hace arder—. No me gustan las caricias, ¿recuerdas? Todo está bien.
—Ando hacia la residencia.
Troy me sigue por las escaleras. No dice nada, pero, cuando llegamos, tira de
mí, hasta su cuarto.
Entro, reticente. Su cama está sin deshacer. Es grande, y se nota que no es la
que ponían en la residencia. Con sábanas negras, que seguro que son de seda.
Hay instrumentos por toda la estancia.
Los miro, mientras me siento sobre un baúl.
Todo esto, hace unos meses, hubiera sido un sueño, pero ahora no siento
nada. La nada late en un pecho donde antes había un sinf ín de emociones.
Duele…
—Debí haberlos matado. —La voz de Troy me saca de mis pensamientos.
Sonríe de medio lado.
Siento que no habla no solo porque no le dé gana, sino por algo más
profundo.
—Podrías, pero gracias por no hacerlo.
Se agacha y coge mi brazo, para echar un ungüento.
—Un día me tienes que llevar a ver cómo te das de puñetazos con otros. —
Alza una ceja rubia.
—En tus mejores sueños, pequeña.
Sus dedos me tocan lo justo, pero sentir su calor me enciende. Me hace arder.
Su contacto siempre me quema, por leve que sea.
—Ten. Ponte cada ocho horas. —Cojo la crema.
Nuestras miradas se entrelazan. Sus ojos parecen mucho más increíbles a esta
distancia, y sus labios son de esos que morderías, para luego lamerlos.
—¿Por qué me evitas? —Le pregunto, mientras mis ojos devoran su boca y él
hace lo mismo con la mía.
—Intento ser bueno… Apestas a niña buena, y lo sabes.
—No quiero que me cuides. Ya he vivido entre algodones. —Muerdo mi
boca, por la intensidad con la que me observa, y casi gimo—. Solo quiero
sentirme viva de nuevo.
—¿Y cómo podría yo ayudarte con eso?
—Llévame contigo. Quiero sentir miedo, peligro. Quiero sentir… algo. Hace
meses que me siento más muerta que viva.
—Te arrepentirías un día.
—Tú te vas a ir, ¿qué más te da lo que sea de mí? A menos que el chico bueno
seas tú.
—Dejé de serlo hace años. —Su mirada se oscurece. Sobre todo, cuando se
acerca peligrosamente a mi boca—. Eso no va a pasar… No nos vamos a besar.
Su aliento me acaricia la boca. Se me seca la garganta, ante el deseo de
besarlo.
—¿Y quién te ha dicho que quiero que me beses?
Sonríe de medio lado y se aparta. Es como si de golpe se llevara todo el calor.
—Para bien o para mal, los dos sabemos leer en el otro.
—Somos del mismo club.
Alza una ceja.
—Vete a tu cuarto. Ya pensaré si quiero o no llevarte a mi club. Mientras,
puedes ir a las aburridas fiestas de por aquí que o mucho me equivoco o no has
ido sola a ninguna. —Aparto la mirada porque ha dado de lleno—. No puedes
ocultar quién eres…
—Odio que la gente me juzgue solo por mi apariencia. Soy mucho más que lo
que ves.
De nuevo, nuestras miradas se cruzan y noto su deseo. Sé que él ve el mío latir
bajo mi piel. Quiero enredar mis manos en su pelo rubio y besarlo. Quiero
morder su cuello y clavar las uñas en su piel. Quiero sexo duro, sin caricias y, lo
peor, es que siento que a su lado no tendría que explicar por qué tengo miedo a
una caricia.
—Es mejor dejarlo aquí.
Tomo aire y me marcho porque tiene razón, es mejor dejarlo todo como está.
Mi forma de ver el sexo ha cambiado mucho. Intenté tener sexo tras lo de mi
expareja, pero me ponía nerviosa que la otra persona quisiera ser tierno. Me traía
recuerdos amargos.
Quería sexo duro, del que duele, del que te hace latir y te hace daño. Quería
arañar. Morder, tirar del pelo…, pero no he encontrado a nadie que busque algo
así.
Entro a mi habitación y miro la crema en mi mano. Mi piel aún recuerda sus
dedos y su voz. Su voz es ronca, sensual… Joder, me la imagino diciéndome
guarradas al oído, mientras me penetra por detrás, como a él le gusta…
«No, para».
Camino hasta la ducha y me toco, como hace años, pensando en Troy Harris,
pero esta vez rememorando su voz, sus manos en mi piel y su cuerpo desde
detrás, entrando y saliendo con fuerza de mí.
Me corro con su nombre en mis labios.
Capítulo 11
Kelsi
Troy no ha venido a clase en dos días. Ahora estoy entrando a la sala de descanso
de los pódcast o de reuniones. Preparo un café y hago otro para él, como suelo
hacer siempre.
Los demás están preparándose para subir el programa.
De momento, tenemos veinte visitas en la web y son de los familiares.
Mi padre no es uno de ellos. Lo empezó a escuchar y me dijo que me quería,
pero que era infumable.
Lo entiendo, y he decidido pasar. Si se hunde, no va a ser por mi culpa. Ni me
pienso sentir culpable por ello.
Ya no, porque no tengo la culpa de todo lo que pasa a mi alrededor…
Cojo mi café y el de Troy, y voy hasta la cabina.
Entro y cierro.
Por suerte, hoy hace frío y este calor infernal se agradece. Me quito la
sudadera y me quedo con una camiseta de tirantes, como hago siempre.
Betty entra y me informa de que la semana que viene, el sábado, harán un
especial de veinticuatro horas, y que, aunque van a dejar todo grabado, haremos
turnos para que no deje de sonar. Mi turno y el de Troy es por la noche.
Ese ha sido su gran plan para salvar el programa…
Si la gente no los escucha normalmente, dudo que se traguen un veinticuatro
horas. Pero yo, callada.
Troy aparece tras ella y no pone buena cara.
No dice nada y entra. Cierra y se quita la sudadera. La camiseta de debajo es
negra, y se le sube, permitiendo que vea sus oblicuos perfectos, y su vello rubio,
en forma de uve, que va derecho a su…
«No sigas por ahí».
Centro la mirada en la mesa de control y me pongo los cascos.
Coge su café y se acerca a mí.
—Toda la noche juntos… —murmura—. Será mejor, que no me mires así.
—No te he mirado de ninguna manera, Troy.
—Ni yo soy tonto, ni tú ciega. No te gustaría el sexo conmigo, aunque te
creas ahora del lado oscuro.
—¿Porque eres demasiado blando o soso? Lo mismo es que no estarías a la
altura de mis expectativas, y por eso pones excusas.
Alza una ceja rubia.
—O lo mismo es que de mí solo te atrae, que no sería como la mierda de tus
exnovios. —Da a matar, pero ya sé que Troy habla poco y que, cuando lo hace,
no se va por las ramas.
—Primero, no he dicho que quiera sexo contigo…
—No hace falta, me miras como si me quisieras devorar.
Noto cómo me sonrojo.
—Como sea…, pero, lo mismo, es que tú eres un soso camuflado en un tipo
duro. Al fin y al cabo, tu música es demasiado… edulcorada. Lo mismo, yo voy
de buena y soy una leona en la cama, y tú solo un corderito, y te da miedo que lo
descubra.
—Yo no compongo esa mierda de canciones —dice y Betty nos hace señas
para que empecemos a grabar—. Pero tienes razón, entre los dos, nunca pasará
nada. Además, vas de lista, si crees que soy un corderito. A mí me gusta el sexo
guarro. —Me sonrojo, por cómo lo dice—. Y tú solo te estás rebelando contra
papá o contra tu ex, para que vean que no te duele su mierda. Pero, en el fondo,
llorarías si te tocara cómo ansío. —Su mirada se oscurece—. Así que, aléjate de
mí, bonita, si no quieres llorar.
Nos miramos desafiantes, mientras empieza el soporífero pódcast.
Aparto la mirada y me centro en el trabajo. Pienso que esta actividad me
subirá la media, por lo que solo aguanto por eso, y porque mi padre cree que
haré muchos amigos de por vida aquí.
Betty empieza a hablar de planetas.
—Córtame las venas, así acabará este sufrimiento —murmura serio.
Pongo cara melodramática.
—Para eso, tendría que tocarte y no quieres que lo haga, no vaya a ser que me
perviertas hasta con tu muerte.
—Cierto, méteme un tiro. —Hago como que le disparo, y me parece que
sonríe.
Betty sigue hablando y, al acabar, voy a por otro café. Es la única forma de no
dormirme.
Le llevo uno a Troy, y lo dejo en su mesa, donde deja las notas.
Pat entra y, por su mirada, sabemos que tiene algo gordo. Empieza a hablar
Betty, de nuevo, con Tulia, y anuncian que tienen algo gordo que contar, para
que sigan escuchando.
No me gusta la sección de Pat. Hasta ahora, ha contado chorradas del
vestuario de sus compañeros: de que si uno la tiene más gorda, otra más grande…
Chorradas que, como el resto del pódcast, me daban ganas de vomitar. Pero hoy
parece tener algo jugoso.
Cuando le dan paso, se sienta chulo en el sofá y sujeta un micro.
—¿Qué nos tienes que contar, Pat? —le pregunta Betty, coqueta; ya no se
esfuerza por disimular lo mucho que le gusta.
—Ayer me lie con una tía que va de sosa, pero en verdad es una guarra… Una
guarra, muy guarra, en la cama… De esas que parecen una cosa, y luego son
otra…
Salgo disparada y voy hasta él como un resorte. Me tiro contra él y le cruzo la
cara.
Troy me sujeta, cuando voy a darle de nuevo.
—¿Por qué es una guarra? ¿Por qué tienes que juzgar a una persona de esa
forma tan cruel? ¿Acaso alguien no puede ser lo que quiera cuando tiene sexo?
—Vamos, no te pongas así. A la tía le gustaba que la atara a la cama y le diera
azotes… Eso es de guarras.
Voy hacia él, pero esta vez es Troy el que lo coge, y me pongo ante ellos.
—¿Y tú no lo eres por acostarte con ella? Vaya mierda de vara de medir. —
Troy lo mira desafiante. Pat se acojona, cuando Troy anda hacia él—. Déjalo,
Troy. Si esta es la mierda que vais a subir, nos vamos.
—Tal vez te ofende, porque seas como ella. —Troy le da un puñetazo—. ¡Eh!
—Va hacia él, pero Pat sale corriendo—. Lo siento, vale. No tengo nada. Era
todo mentira. No sabía qué contar, para dar a este programa de mierda más
audiencia. ¡Lo siento!
Troy se marcha.
Yo me quedo y los miro a todos.
—El programa es infumable, pero es por culpa de que no hacéis caso a las
nuevas ideas. Mi padre lleva años trabajando con este tipo de programas para
toda clase de celebraciones. Siempre mete algo que mantenga el interés. Solo
hay que fijarse en los vídeos más virales de TikTok. Cuando alguien quiere
contar algo o hablar sobre historia, usa palabras claves, para que sigas ahí. Lo
puse todo, en lo que os pasé.
—Vale, se nos ha ido de las manos. —Betty se pasa la mano por el pelo,
mientras Pat se limpia la boca.
—Ese tío da miedo.
—Como hables mal de él, te juro que la próxima vez no lo detengo —le
amenazo, defendiendo a Troy, sin que me lo haya pedido—. Eres un mierda,
por contar algo así, de una mujer, aunque sea falso. Ninguna mujer tiene que
sentirse oprimida por sus gustos sexuales, por personas tan retrógradas como tú.
Pat me pide perdón y me da la razón. Promete que sus próximos chismes
serán mejores.
Regreso a la sala de mezclas y veo la sudadera de Troy sobre la mía, como
siempre.
Troy tiene un serio problema por controlar su ira. Yo también, la verdad. Nos
hemos juntado dos buenos.
El programa sigue tan aburrido como siempre.
Al acabar, Betty me dice que estudiará mis ideas y que impida a Troy que lo
deje.
Salgo de la sala con mi sudadera puesta y la de Troy en la mano.
—Tienes un buen derechazo —me dice Troy entre las sombras. Sus
guardaespaldas están a unos metros y no pueden escucharnos—. ¿Te apuntas a
una noche de drogas, descontrol y sexo? Si tú quieres vivir emociones, yo no soy
nadie para privarte de ellas.
—Descontrol y sexo salvaje…
—Conmigo no, por si te crees que soy parte del programa.
—Dios me libre.
—¿Te apuntas?
—¿Es peligroso?
—Sí.
—Vale, empieza a aburrirme todo por aquí, y espero que sea mejor que el del
otro día.
—Mucho mejor. Eso era una mierda para principiantes.
Empieza a andar y lo sigo.
No debería, lo sé. Mi lado de niña buena está en alguna parte. Esa niña buena
que siempre era la hija perfecta, la amiga perfecta, la chica que no podía cometer
errores.
Pero ahora, la chica buena murió, porque me siento tentada por la oscuridad.
Muy tentada.
—Kelsi —lo miro—, que nadie te diga cómo debes ser. Ni dentro ni fuera de
la cama. No eres una guarra por tener deseos sexuales como todo el puto mundo.
Noto algo en su voz, que no sé identificar, como si supiera cómo me siento.
—Gracias. —Asiente y seguimos andando.
—La gente da asco. Por eso, nunca tengo deseos de hablar con nadie.
—Pero les regalas música, tu voz…
—Tengo un contrato que cumplir, y me gusta cantar. —Su mirada se torna
más oscura—. Dejemos de hablar de mí.
Ando a su lado, sin saber qué haremos, siendo consciente de que siempre he
pensado más en lo que mi padre querría para mí, que en lo que yo deseaba, y eso
me llevó a tomar decisiones erróneas. Necesito sentir, aunque sea miedo, pero
necesito dejar de sentir solo dolor…
Y sí, la gente da asco, porque cuando yo me hundía, todos me decían que era
una exagerada o que tampoco era para tanto… No hay una vara para medir el
daño mental, y, por eso, la gente se cree con derecho a decirte si algo te debe
doler más o menos. El dolor que no se ve, no mata. O eso dicen.
Capítulo 12
Kelsi
No, no vamos a otro almacén abandonado como yo creía. Vamos a un
rascacielos de lujo, en el centro de la ciudad. A las últimas plantas, solo se puede
ascender con una llave.
Entro detrás de Troy y me hacen firmar un contrato de confidencialidad.
Debí imaginar que este no estaría en un lugar decadente. Es rico, joder.
Entramos y veo el desfase del sitio. Hay gente de todos tipos, y muchos de
ellos son famosos. Sirve droga en bandejas, como el que da canapés, y hay
mujeres que llevan poca ropa, al igual que hombres. Nadie tiene sexo, pero se
nota que este sitio es para el desfase con estilo. Hay máquinas tragaperras y zonas
de juego, como si fuera un casino. La gente gasta dinero, como si no les costara
ganarlo.
Madre mía…
Si alguien me dice que hace años que acabaría en un sitio así, con mi cantante
favorito, no lo habría creído, pero no por Troy, sino porque siempre he sido
antidrogas, antitabaco, antitodo. Siempre pensaba más en lo que mi padre
quería de mí, que en mí. En no hacer nada que le hiciera daño, como si no
pudiera permitirme equivocarme. Como si hacerlo, le hiciera sufrir. Le daba
tanta ansiedad que me pasara algo, que, sin querer, me metí en una burbuja.
—No te recomiendo las drogas, ya lo sabes —susurra Troy a mi oído, e insiste
mucho en esto. Tal vez sea porque ha visto a gente muy mal por ellas—. El resto,
haz lo que quieras.
—Gracias, haré lo que quiera sin duda.
—Tú misma. Es adorable cuando a la niña buena le sale ese lado rebelde. —
Me mira con una sonrisa que odio—. Vamos, tomemos algo.
Lo sigo hasta la barra. Hay varias personas que nos miran, con un claro
apetito sexual en la mirada.
—Me siento como si fuera la comida —murmuro al llegar a la barra, al
percatarme de un hombre que me devora con la mirada, literalmente.
—Esa gente son gigolós. También hay prostitutas. Pero no te escandalices,
por ello. Lo son, porque les da placer tener sexo por dinero. Nadie les obliga, ni
les coacciona. Además, pueden dejarlo cuando quieran. Pero, al igual que hay
gente que le gusta pagar por tener sexo, hay personas que quieren tener sexo a
cambio de un intercambio de dinero.
—Ah… —Intento asimilar todo esto.
—Todo está pagado. Si quieres sexo con alguien, tenlo. A ellos luego les
pagarán su parte, y no tendrás que exigirles que te haga caso. Lo harán, porque
están para complacerte.
—Joder…
—Otra vez esa cara de niña buena que se escandaliza.
—¡Vete a la mierda, Troy!
—Si fuera buena persona, nunca te habría traído aquí —señala dos chupitos
de la carta al camarero—, pero no lo soy, y me da placer ver cómo te hundes en
la mierda.
Sus palabras deberían asustarme, pero no lo hacen.
Nos sirven los chupitos y Troy se lo mete en la boca. Luego, me mira y sé lo
que quiere.
Me alzo, para degustar la bebida desde su boca. Me da de beber, de forma que
altera todos mis sentidos. La bebida me quema, arde en mi garganta y sus labios
me hacen desear más. No nos besamos. De nuevo, solo nos pasamos el líquido,
pero mi cuerpo tiembla por sentirlo tan cerca.
Cojo mi bebida y me la meto en la boca.
Troy tira de mi coleta, antes de beber de mi boca como un salvaje. Noto los
pezones endurecerse y cómo mi sexo da una sacudida.
Con él, nada es suave, y eso me gusta.
Se separa y se lame esa boca tan pecaminosa, que me gustaría besar de
verdad… No, ni de coña.
—Nos vemos. Juega donde quieras o bebe lo que desees, todo está pagado.
—¿Te vas?
—No pienso hacer de niñera. Diviértete.
Se marcha y me deja sola en este lugar, donde tienes al alcance de tu mano
mil cosas prohibidas.
Pido que me pongan algo bien fuerte.
Lo hacen y voy con la copa hasta la cristalera, desde donde veo la ciudad,
ignorando este lugar. Hacer algo peligroso es atractivo.
Bebo y está muy fuerte.
Se acercan para ofrecerme drogas, pero digo que no. Con sinceridad, no me
gusta lo que pasa cuando te drogas. Pero beber… Joder, quiero beber hasta caer
muerta.
Solo una noche. Solo por una vez…
No quiero pensar. Solo quiero equivocarme.
No tener miedo a dejar de ser perfecta.
Pido otra copa, y me la sirven.
Veo a gente meterse rayas como si nada, y a uno liarse con una mujer. Sus
besos son ardientes. De esos, que te encienden. Es raro estar rodeada de tanta
gente que has visto en la tele o en las redes, que se deja llevar por lo prohibido.
Ando por la sala. Llevo un vestido sencillo negro y unas botas.
Troy me dijo de quedar, cuando se fueran sus escoltas, y que fuera vestida con
algo de fiesta.
Al salir, este me esperaba todo vestido de negro.
Pasó su mirada por mis piernas desnudas, pero no dijo nada. Solo empezó a
andar hasta un deportivo negro.
Tras dos copas, tengo el punto, ese que te hace moverte con la música, sin que
te importe quién mira o qué pensarán de ti. Lo bueno es que aquí nadie te hace
caso.
Subo a una pequeña tarima y bailo sola.
Abro los ojos y veo a Troy entre las sombras. Su mirada y la mía arden, como
dos volcanes a punto de explotar.
Bailo, sin dejar de mirarlo. Acaricio mi cuerpo levemente, imaginando sus
manos en mi piel.
Ardo. Joder, estoy muy caliente, y su forma de mirarme es intensa. Nunca
nadie me ha mirado así; como si pudiera ser cualquier persona que sueñe, sin
miedo a brillar. Como si pudiera dejarme llevar, sin miedo a lo que pasará
después.
Muerdo mi boca y tensa su mandíbula. Quiero sus besos por mi cuello y
quiero sus manos entre mis piernas.
No sé si esta valentía me la da el alcohol o sus ojos verdes azulados.
Cuando se marcha, estoy agitada, nerviosa y muy cachonda.
Joder, voy a por algo de beber, para que me enfríe.
Un hombre se me acerca y me mira de forma sugerente. Sería fácil tener sexo
con él, sin explicaciones por mis reglas, pero lo ignoro.
Se marcha, no insiste, y eso me gusta. Aquí nadie se mete en tu camino, si no
quieres.
Llevo tres copas, cuando anuncian que habrá un combate de boxeo en la
azotea.
Subo con el resto.
El aire corre con fuerza. Hay un ring, cubierto por una malla negra. Las luces
apuntan hacia dentro.
La gente hace apuestas, y voy hacia la primera fila.
Reconozco a Troy, a pesar de que va sin camiseta, con unos vaqueros gastados
y la cara cubierta por una máscara negra, adaptada a su cara, como si fuera un ser
de las tinieblas. Los tatuajes que tiene en el costado y el brazo ayudan, pero sé
que, aunque no fuera por ellos, lo reconocería. A pesar de que se ha quitado los
anillos de nuevo.
Troy se gira, como si sintiera mi presencia. Me mira bajo la máscara. El aire
agita mi coleta.
Le dicen algo y asiente.
De nuevo, pasan drogas y bebida. Mucha gente acepta. Yo no, porque tengo el
punto justo donde controlo. Lo de caer muerta por alcohol, hoy no me atrae.
«Niña buena…», escucho la voz de Troy en mi cabeza y me molesta que, tal
vez, tenga razón.
El combate empieza y pronto me doy cuenta de que hay solo una norma: no
matar al otro.
Madre mía, qué agresividad de golpes. Se nota que son dos personas cargadas
de odio, dejándose llevar.
Troy no se deja tocar. Esquiva cada golpe y se mueve con agilidad. Cuando le
dan un puñetazo en el pecho, devuelve el golpe fuera de sí. Hasta que lo
detienen.
Se levanta y me mira de nuevo. No sé si ha querido mostrarme esto, para
alejarme de él o porque sabía que necesitaba esta oscuridad.
Ya lo vi pelear y sigo aquí.
Lo peor es que entiendo su dolor y su rabia. Siempre la entendí.
Mi respiración se agita y quiero ir hasta él, para perderme en su dolor, hasta
que el mío se eclipse.
Una mujer rubia entra en el ring y le levanta la máscara, antes de darle un
beso lento y mojado.
Troy escupe la pastilla que le ha pasado, pero esta le guiña un ojo, y le hace
señas para que la siga.
Lo hace sin dudar, y se van a tener sexo guarro y ardiente.
Noto los pezones duros y cómo mi cuerpo late. ¿Me ha traído para que lo vea
con otra?
Tal vez debería hacer lo mismo…
Troy me hace señas para que lo siga.
Joder, no sé si esto está bien… ¡A la mierda!
Troy
La mujer se pone de rodillas ante mí, con los ojos tapados, y me abre los
pantalones, buscando mi polla dura.
Veo a Kelsi acercarse, atraída por lo peligroso, como abejas a la miel, y se pone
tras un cristal negro. Agranda los ojos, cuando se da cuenta de lo que va a pasar.
Luego se muerde la boca y sé que está cachonda. Con seguridad, se estará
imaginando que es ella la que está haciéndome una mamada…
No debí hacerle señas para que viniera.
En el fondo, sé que lo hice porque una parte de mí es reticente a cruzar todas
las líneas con ellas, pero sé que, si no se marcha pronto de mi vida, será ella la
que acabe de rodillas ante mí, lamiendo mi polla.
Joder, quiero tenerla a mis pies, como una putita salvaje.
La sola idea me enciende y hace que esto sea más erótico. Nunca me gusta que
me miren, pero Kelsi es diferente. Nuestros ojos se encuentran. Mientras tengo
sexo, algo que odio, pero aquí estamos los dos mirándonos.
La mujer la mete entera en la boca sin tocarme. Esas eran las reglas por las
que he pagado. Tiro de su pelo, mientras veo cómo mi polla se pierde en su boca.
Miro a Kelsi, como si fuera su coleta de la que tirara y fuera su boca la que me
follara.
Esta se sonroja, su boca se entreabre y luego se muerde el labio.
Esa boca que me tienta, para hacer guarradas con ella. Quiero morder la
curva de su cuello, quiero bajar su vestido y lamer sus duros pechos. Quiero
correrme sobre ellos. Quiero lamer su coñito con gula…
Cuando me corro, muerdo la boca para no gritar el nombre de Kelsi.
La mujer se levanta y se marcha. Es una prostituta.
Kelsi se queda ahí, viendo cómo me limpio.
Cuando salgo, nuestras miradas se encuentran. Sería tan fácil besarla, meter
la mano bajo su vestido y ver lo cachonda que está.
—Tal vez, me queda algo de humanidad, si no has sido tú la que ha acabado
de rodillas ante mí.
—Siempre das por sentado que te deseo…
—Lo haces.
—No pareces feliz —dice, como si viera tras de mí.
Acabo de correrme, debería estar eufórico, pero no es así como me siento.
Me siento vacío, agitado y nervioso. Me tiemblan las manos. Las miro, y ella
también las mira.
El sexo hace tiempo dejó de ser atractivo para mí, porque no puedo ser quien
soy por miedo.
—Eres un monstruo… ¿Acaso creías que te quería para algo más?
Voy hacia las duchas, sin decirle nada más, y me doy una larga ducha.
Es tarde, cuando regreso a la sala. Espero que Kelsi se haya ido, pero ahí sigue.
Mirando el amanecer desde la gran cristalera.
Me pongo a su lado. No dice nada, pero siento que entiende todo mi dolor,
sin necesidad de hablar. Por eso, me gusta estar a su lado, porque su alma
atormentada entiende el dolor de la mía.
Por eso, nunca la tocaré. Suficiente tengo con mis mierdas como para cargar
con las de alguien más.
Por mucho que la desee…
Si cedemos al deseo de nuestras miradas, terminaremos destruidos.
Se gira y me tiende una botella de agua.
—La próxima vez, vendremos juntos.
—Tal vez —digo, dando un trago a la botella.
Noto peso en el pecho, por lo que pasó antes con la otra mujer. Es como si
tener sexo, pensando en Kelsi, estuviera mal.
Me la suda. Ella no es importante para mí…
Capítulo 13
Kelsi
Me duele la cabeza. Mucho. Demasiado. Por eso, cuando mi padre me llama,
poner buena cara es misión imposible. Lo peor, es que es una videollamada, y
enseguida nota que no estoy bien. Sobre todo, porque sigo en la cama.
—¿Saliste de fiesta?
—Puede decirse que sí.
—Ah… —Su mirada me duele en el pecho—. No, está bien. Es bueno…
Se queda callado. No hace falta que diga que la antigua Kelsi odiaba las fiestas.
Ya no sé si las odiaba o sabía que él se ponía nervioso, y prefería seguir sus
deseos, apagando los míos.
—No hagas caso a tu padre. —Vanesa aparece en escena, con una camiseta de
mi padre—. Disfruta, desmelénate, folla…
—¡Que es mi hija!
—Por eso, deja de mirarla como si acabara de hacer algo malo. Solo tiene
dieciocho años. Es ahora o nunca. Vive tu vida.
—Pero con cuidado, hija… Hay muchas cosas malas por ahí, y usa siempre
preservativos. —Noto cómo me sonrojo. Odio esta conversación—. Cuídate
mucho, hija. Si te pasa algo, me muero…
Esas palabras me las ha dicho una y otra vez desde niña.
Toda su vida he sido todos sus sueños, sus anhelos… Siempre me he cuidado
para que no sufriera, y anoche me sentí libre, haciendo todo lo que mi padre
odiaría.
No sé si eso me convierte en una mala hija.
Pensaba que, si le hacía caso, nunca me pasaría nada, porque a las chicas
buenas no les pasa nada malo… Pero me pasó.
Y lo juzgaron por mi culpa…
Y nos destrozaron a los dos…
Siento que me falta el aire… No puedo respirar… Me siento mala persona, ante
la mirada de mi padre. Como si no lo hubiera hecho ya sufrir suficiente.
—Ni caso. A vivir la vida, Kelsi —insiste Vanesa.
Mi padre va a protestar, pero esta le cierra la boca con la mano.
La miro a ella. Me centro en su mirada, que no me juzga.
—Te dejamos dormir. Llámanos, si necesitas algo.
Cuelgan y sé que estos dos están liados.
Ya era hora, pero es raro. ¿Les digo algo o me hago la tonta? Mejor los dejo,
como si no me hubiera dado cuenta de nada. Es lo mejor, porque las personas a
veces necesitamos espacio para cometer errores.
Cierro los ojos y trato de dormirme un poco más.
No consigo hacerlo, porque a mi mente acuden imágenes de lo de anoche. La
pelea, la mamada de Troy, pensando en mí, como si yo fuera esa mujer… Él no
me dijo nada, pero lo vi en sus ojos. Lo sentí y casi me corrí cuando lo hizo él.
Todo parecía irreal. Sacado de una película, de la que nunca hubiera
imaginado ser parte.
Ahora mismo no sé quién soy, porque todo eso no me molestó.
Me hizo desear más.
Llaman a mi puerta. Salgo de la cama y abro, sin pararme a pensar en que
solo llevo una camiseta de dormir descolorida y medio rota. Es mi favorita.
Troy está tras la puerta y fija sus ojos en mis pechos, y en mis piernas desnudas.
Se me calienta la piel, mientras me observa, y más cuando entra y cierra la
puerta. Lleva café caliente y unas pastillas.
—No te lo tomes a mal, pero no tengo la cabeza para hablar con nadie… —
Cojo el café y las pastillas.
Me giro para buscar agua y tomarme los analgésicos.
Siento a Troy en mi espalda. Cierro los ojos e imagino sus manos colarse
dentro de mi ropa, para tocarme. Tirar de mis pezones y arrancarme la ropa.
«No, para…».
Troy deja en la mesa algo.
Veo que es una púa de guitarra. Tiene el símbolo de un caracol, en plata.
Miro su mano y toco la púa. No toco sus dedos, aunque no los quita.
Paso los dedos por la púa, sintiendo su calor en mi espalda. Mi cuerpo
reacciona a él, y no hay miedo. No hay dolor por su cercanía. Él tampoco se
aleja, como si a mi lado no doliera.
—Es para mi fan número uno —lo susurra en mi oído, y noto cómo se me
eriza la piel.
—Era. Ya no.
—Veamos entonces si reconoces esta canción.
Empieza a cantar y me quedo petrificada. Ardiendo y agitada:
Tu cuerpo mojado por la lluvia de mi boca se abre a mí
Como la música se abre paso en tus oídos.
—Esa canción no es de tu grupo —digo agitada, cuando se calla.
—¿Cómo lo sabes si no eres fan?
—Porque vuestras canciones parecen sacadas de una adaptación de los osos
amorosos.
—No somos tan malos.
Me giro y lo miro a los ojos. Entonces, se tensa y se aparta.
—Antes no me lo parecías, pero ahora… Ahora siento que necesito algo más
que música comercial. Quiero alma, y eso no lo tiene tu grupo.
Se sienta en una silla. Uno de los pocos muebles que hay en esta estancia.
—Lo sé, pero esa canción es mía. Pensando en ti. —Trago con dificultad—.
No somos niños. Te follaría, bien duro, y ayer me corrí con otra, pensando en ti,
y lo sabes. Estabas ahí, en mi mirada; en ese momento, donde tu cuerpo
también sentía el placer. —Noto cómo mi sexo late con fuerza—. Pero eso no
pasará.
—Joder, hablas poco, pero cuando lo haces, te coronas. —Me siento en la
cama, frente a él—. ¿Por qué no puede pasar? Aclaro, que no es que quiera que
suceda.
Alza una ceja, que resalta lo poco que se cree mi afirmación.
—Porque los dos estamos hechos una mierda. Juntos, solo podemos
destruirnos, y eres la primera persona que me importa lo suficiente para no
querer joderle la vida. Al menos, hoy. Lo mismo, mañana, el placer de destruirte
es más fuerte…
—No sé qué decir ante tal despliegue de sinceridad.
—Solo es para que sepas que sí te imagino desnuda sobre mí, delante de mí…,
pero nunca cederé. Tengo mucho control cuando quiero.
—¿Y esto ahora a qué viene?
—Somos adultos, y sé cuándo a una mujer le pongo cachonda.
—Adulto, y capullo.
—Las cosas por su nombre —me dice borde.
—Empiezo a entender por qué no hablas. Eres demasiado sincero.
—Entre otras cosas. Pero la gente no quiere que le digas la verdad. —Por su
mirada, pasa algo muy oscuro.
—No, no le gusta. —Cruzo las piernas, y me mira con descaro—. Vale,
dejamos claro que nos atraemos. Que he fantaseado contigo. Mi primer
orgasmo fue pensando en tu cabeza entre mis piernas. —Su mirada se oscurece,
y mi sexo da una sacudida. Muerdo mi boca y sigue mis movimientos—. Pero
tienes razón, no quiero sexo contigo, porque dudo que te guste cómo soy… a
oscuras. No me gusta ver al día siguiente, en la mirada de nadie, que soy
diferente por mis preferencias sexuales. Ya pasé por eso y, por eso, no quiero sexo
con nadie que tenga que ver al día siguiente.
—Yo nunca te juzgaría.
—Permíteme que lo dude. No conf ío en nadie.
—Yo tampoco. De hecho, creo que todo el mundo solo está a tu lado,
mientras quiera algo de ti. Luego, te darán una patada.
—Es así, aunque yo tengo a mi padre, pero…
—No estoy aquí para hacerte de psicólogo. Hay una fiesta dentro de tres
noches, si quieres venir, iremos juntos, pero no esperes nada de mí.
—Tranquilo, no lo hago.
—Entonces, deja de mirarme así.
—Como si fuera la primera que lo hace, Troy. Eso es ridículo.
—Eres la primera en mucho tiempo que me follaría. Nos vemos, pequeña.
—Odio que me llames pequeña…
—Lo sé, y por eso lo hago.
—¡Te odio, Troy Harris! —grito, mientras se va.
Tiene razón. No quiero sexo con él, porque eso solo complicaría las cosas y, si
alguien lo supiera, sería mi ruina. Saldría en todos lados, y alguna persona
podría escarbar entre la mierda, y descubrir todo lo que pasó. No estoy preparada
para pasar por eso de nuevo.
Además, dudo de que, si me dejo llevar por él, todo acabara en una noche.
Me atrae de una forma que nunca me ha atraído nadie. Es como si un lazo
invisible tirara de mí hacia él.
Mejor dejarlo aquí, y seguir con mi vida, dentro del caos de encontrarme a mí
misma.
Capítulo 14
Troy
Mi agente me hace una videollamada con mis compañeros del grupo.
Hay una entrevista en dos semanas y quieren que esté allí. No puedo faltar.
Luego habrá una fiesta a la que puedo llevar invitados.
Enseguida pienso en Kelsi y en que todo eso le gustaría. Después, desecho ese
pensamiento de mi mente, y me centro en mis compañeros. Paso mucho
tiempo con ellos y, cuando los miro, no siento nada. Para mí, solo son un grupo
de capullos, a los que la gente cree que soporto.
La videollamada se corta y, para terminar de joder el día, mi madre me
llama.
—¿Qué tal todo, hijo?
—Bien.
—Tienes un año para estar bien. No sé si te ha informado tu agente, pero en
julio será tu regreso. No podemos aplazar más todo, Troy. Los tiempos mandan.
—¿Y pensar que podrías ser más una madre que una empresaria por un día?
Mi madre es la jefa para la que trabaja mi agente. Por eso, lo sabe todo, y, al
final, es ella la que manda sobre nosotros. Mi madre siempre ha sido fría y ha
pensado antes en el trabajo que en mí. Me llevaba con ella, para que la gente
creyera que era buena madre, pero, cuando podía, mi padre me sacaba de allí, y
ella lo veía bien.
Hasta cuando le rogaba que no lo hiciera.
Nunca me escuchó, pero a él sí, y por eso la odio.
—Los dos sabemos que ahora mismo necesitas mano dura para dejar esas
tonterías mentales. Aprovecha el tiempo y pronto nos vemos.
No espera que le responda. Hace años que no hablamos.
Tiro el móvil a la cama, asqueado. Noto la ansiedad correr por mis venas. La
angustia, el deseo de hacerme daño, por cómo duele por dentro.
Estoy por irme a buscar la forma de destruirme, cuando escucho un
improperio en el pasillo, por parte de Kelsi.
Abro la puerta y la veo tratando de meter un horrible sofá en su habitación.
Lo peor, es que se ha caído de culo, con sus sexis pantalones de correr, y tengo
un buen panorama de su trasero.
Joder…, el destino me pone difícil no follarme a esta chica.
—¿Qué mierda es eso?
Kelsi me mira sobre su hombro.
—Un sofá.
—¿De dónde lo has sacado? ¿Y cómo lo has subido hasta aquí?
—Unos chicos me han ayudado por unos billetes, y lo he sacado de la basura.
Nadie lo quería y yo necesito un sofá en mi cuarto.
—Si nadie lo quiere, es porque seguramente lo han usado para cosas…
eróticas.
—No… —Se levanta y voy a por mi lámpara ultravioleta.
Cuando apago la luz y la pongo sobre el sofá, Kelsi grita del asco.
Entra a su casa para ducharse.
Les digo a mis guardaespaldas que se deshagan de esa cosa y miro en internet
empresas que tengan sofás, que lo traigan hoy.
Llaman a mi puerta, cuando he pedido uno.
Abro a Kelsi, que se ha cambiado.
—Te debo parecer idiota.
—A veces, sí —digo sincero—. No te lo tomes a mal, pero es lo que tiene ser
una chica buena…
—¡Y dale con eso!
—Nadie puede cambiar lo que es, por mucho que quiera. Acéptalo.
—Y una mierda. No quiero ser esa chica. ¿Acaso no lo ves? ¡Estoy cansada de
ser solo eso! Siendo eso, acabé mal… ¡Joder!
—Siento mucha curiosidad por saber cómo alguien como tú, acaba en
problemas, pero no tenemos tiempo. Nos vamos.
—¿Adónde? Tienes a los armarios en la puerta.
—Te voy a enseñar a conducir en mi coche. Necesito emociones fuertes y
presiento que vas a conducir de muerte. Evitar que muramos, me hará no pensar
en nada más.
—Capullo…, pero solo acepto, porque me muero por conducir tu deportivo.
—Y porque tu lado rebelde quiere desafiar a la razón. Eres tan adorable. —
Cojo sus mofletes, pero me da un manotazo.
—¡Que te den, Troy Harris!
Salimos de mi cuarto y vamos hasta mi coche, seguidos de mis
guardaespaldas.
La gente nos mira cuando salimos.
Kelsi se pone tensa cuando nos hacen unas fotos juntos. Se queda pálida,
como si la foto hubiera matado su alma. Tiembla, y reconozco su ataque de
ansiedad.
Por eso, digo lo primero que se me pasa por la cabeza:
—Disimula un poco, que te mueres porque te folle, mientras todos miran.
Su cara pálida se pone roja de tomate.
—Eres un pervertido.
—Y tu una putita… Pero a mí me gusta imaginar que lo eres.
Se sonroja más, pero veo que no le desagradan mis palabras. Es interesante.
Sus ojos azules brillan con fuerza y anda hasta mi coche.
Abro y cuando entra, cierra con tanta fuerza, que sé que no es buena idea
dejarle a los mando. Mejor, porque así, con suerte, nos estampamos y dejo de
pensar en toda mi mierda.
Entro al vehículo y vamos hasta una zona donde se puede conducir sin
peligro, en las afueras.
Los guardaespaldas nos siguen de cerca.
No hemos dicho nada en todo el trayecto.
Al salir, le tiendo las llaves y se monta. Tiene algunas ideas de conducción.
—Intenta no matarnos, pero, por lo demás, haz lo que quieras.
—¿Por qué parece que te gusta el dolor?
—Porque cuando duele, al menos sientes algo.
—Es triste eso…, pero te entiendo.
—Te preguntaría por qué, pero me importa una mierda. Tú solo no nos
mates.
Gruñe y sonrío.
Pone el coche en marcha. Cojo el volante, cuando casi nos estampamos a la
primera de cambio.
—Por favor, intenta durar al menos diez minutos, antes de chocar con mi
coche.
—¿Está asegurado?
—Sí, claro, y si se jode, compraré otro.
—Eres lo peor.
—Ya lo sabes. Ahora dale caña, pequeña.
—Pequeña, es la que tienes entre las piernas, Troy Harris.
Me río, porque la ha visto y sabe que de pequeña nada.
Se sonroja, y con seguridad sea al recordar mi polla. Es jodidamente adorable.
De nuevo, conduce, y esta vez damos botes. Es penosa. Luego, acelera y, de
nuevo, tengo que girar el volante, para no estamparnos.
Tenía razón: enseñarla a conducir, iba a ser mortal.
Cuando se cansa, sale del coche y se da una vuelta sola caminando.
La dejo hacer, nervioso. No quiero pensar en mi madre, ni en el grupo. En
toda esa mierda. No quiero pensar, joder, y, por eso, al final la sigo.
Me fulmina con la mirada.
—Lo siento —afirmo, y me mira, sin saber por qué le pido perdón—, pero a
la hora de la verdad, soy un puto egoísta.
No entiende nada, hasta que cojo su cara entre mis manos y la beso, para no
pensar. Es solo puro egoísmo. Sin importante una mierda que pasará después o
cómo joderé su vida. La quiero besar, no quiero pensar y lo hago, porque solo
me importa lo que yo necesito.
Tiro de su coleta y la beso con desesperación. La misma desesperación que la
de un paciente que busca su cura. Con la de un monstruo, ante su presa.
El beso no es dulce, sino demoledor. Es desgarrador…
Entonces, Kelsi me muerde la boca y noto el regusto de la sangre colarse
entre los dos.
Joder…, ¿qué puta fantasía es esta? Noto mi polla latir con fuerza, antes de
morder su boca y ser yo el que la hago sangre.
Gime en mi boca, por el placer del dolor.
Lamo su labio con mi lengua y luego bebo de ella.
Enreda sus dedos en mi pelo y salta, para que la coja en volandas.
Tiro de su coleta, hasta hacerla daño, y gime de placer.
«No… Ella no debería ser así…».
Lamo la curva de su barbilla, hasta llegar a su cuello. La chupo y la muerdo.
Se retuerce entre los brazos. Clava sus uñas en mis hombros. Las quiero en mi
piel; quiero sus marcas en mi piel. Quiero someterla a mí…
—Si te toco ahora, mojarás mis dedos, ¿verdad, pequeña putita?
Su respiración se agita más.
Joder, le gusta que le diga guarradas.
—Dudo que tengas los huevos de ir un paso más y descubrirlo. Solo eres un
cobarde.
—Solo trato de ser bueno…
—Como si yo quisiera un chico bueno entre mis piernas.
Joder, joder, joder… Si la toco, la follaré delante de mis guardaespaldas.
A ver, no sería la primera vez, pero con ella no quiero.
La suelto. Lamo mi boca y ella me mira agitada.
—No besas tan bien como para seguir.
—Tú tampoco, la verdad.
Caminamos hacia el coche y, antes de llegar, le digo que se vaya con los
guardaespaldas.
Ahora mismo, con lo cachondo que estoy, tenerla en ese espacio tan cerrado,
solo sería un error.
Me saca un dedo corazón mientras se aleja.
Sonrío, antes de entrar al vehículo y ponerlo en marcha.
Conduzco como un loco, mientras que ellos me siguen detrás.
Estoy agitado, nervioso y paro, cuando siento que, si sigo así, nos mataré a
todos.
—¡Papá! ¡Papá! ¡No quiero estar solo! ¡Tengo miedo!
El pasado me oprime el pecho, y no puedo respirar.
Alguien abre mi coche y me coge la cara entre sus manos. Kelsi atraviesa mi
oscuridad. Sus ojos azules son un faro, entre toda mi mierda.
—Voy a destruirte, si sigues a mi lado. Mi mierda te hará sufrir…
—O la mía a ti… —No me acaricia, solo me sujeta la cara con firmeza.
—Dudo que tu mierda sea peor que la mía.
—Siempre puedes irte y dejarme sola con ella.
—Lo haré, porque soy un egoísta.
—Lo sé.
—Y sigues aquí…
—Porque yo también estoy aprendiendo a serlo, y quiero estar aquí.
—Qué buena eres…
—Vete a la mierda, Troy. —Sonrío, y cierro los ojos.
Los latidos de mi corazón han vuelto a la normalidad. Si fuera bueno, la
dejaría ir. Me alejaría de ella. Si fuera bueno…, pero no lo soy.
—Me tienta la idea de destruir a la chica buena —indico.
—Estoy desando que lo logres.
Joder, ella no debió ponerse nunca en mi camino, pero aquí está…, y no
pienso dejarla ir. O al menos, eso pienso hoy, porque lo mismo en unas horas
recupero la poca cordura que me queda, y la dejo en paz.
Capítulo 15
Kelsi
Troy me deja en la puerta y entra en su cuarto, sin decir nada.
Toda la poca razón que me queda grita que salga por patas; que me aleje de él,
pero no pienso hacerle caso. Por primera vez, un beso no me ha hecho daño o
me ha dejado insatisfecha; por primera vez he mirado a alguien a los ojos que
entiende mis miedos, mis tormentas y toda mi mierda. Hoy nos hemos salvado
mutuamente, porque sabemos lo horrible que es la ansiedad y que, cuando te
golpea, no eres capaz de recordar cómo se respira.
No pienso irme a ningún lado.
Por primera vez en toda mi vida, hacer lo incorrecto se siente demasiado
placentero.
Abro mi cuarto y veo un sofá nuevo, negro, de cuero.
Sé que es cosa de Troy, que lo ha pedido y que me lo han colocado, mientras
estábamos fuera.
Saco el móvil y le mando un mensaje.
Tiro el móvil y pruebo mi nuevo sofá.
Es cómodo. Muy cómodo. Cierro los ojos y a mi mente aparece Troy
desnudo, entre mis piernas… Mierda.
Salgo de la habitación y escucho su voz, cantando una canción. Los
guardaespaldas no me miran, pero me tensan, y por eso evito quedarme aquí. Me
marcho a comer algo, porque es mejor poner distancia entre los dos.
Capítulo 16
Kelsi
Troy no ha ido a clase, ya empieza a ser normal en él.
Ahora entro a la sala de pódcast para una reunión de urgencia.
Nos han avisado a todos, y, aunque espero que Troy no venga, aparece por la
puerta unos segundos antes de que la reunión empiece.
Como siempre que lo tengo cerca, es como si absorbiera toda la luz de la
estancia.
No puedo evitar mirarlo de reojo, hasta que se sienta a mi lado. Tomo aire y
el perfume de Troy me hace temblar. Me mira de reojo, con esos ojos tan
intensos. Lleva el pelo mojado, y seguramente se acaba de duchar.
Giro la cabeza y nos miramos un segundo, sin ocultar el deseo que brilla en
nuestras miradas, antes de que Tulia diga que la reunión va a comenzar.
—Hemos estado repasando tus apuntes. —Todos me miran—. Son muy
buenos, la verdad. Es cierto que hay que hacer cambios y que la sección de
cotilleos puede ser un resumen de los vídeos, que la gente publica por voluntad
propia en redes. Buscar los más jugosos, los más divertidos y comentarlos.
También, los que sean más virales. Poner enlace de ellos en la web, para que la
gente pueda verlos. Al final, eso gusta.
—La idea de grabarnos y poner un trozo en una red social, tampoco es mala.
—Betty me mira y sonríe—. Sentimos no haberte hecho caso antes, pero el año
pasado a nosotras no nos dejaron hacer nada. Creíamos que este año podíamos
ser algo más, pero nos equivocamos.
Es nuevo eso de que me pidan perdón, la verdad.
—No tiene importancia.
—Sí la tiene, y menudo derechazo —dice Pat—. Para celebrar que hemos
llegado a un acuerdo, os invito a la fiesta de mi fraternidad, el sábado.
Todos gritan emocionados, menos Troy y yo.
Troy me invitó a una de sus fiestas, pero no voy a insistirle en ir. Este solo lo
mira, como si lo que acabara de decir fuera una auténtica mierda, y le doy un
golpe en la rodilla, que le hace cambiar el gesto.
—Perfecto. Ahora, vamos a empezar a grabar —apunta Tulia.
Vamos a la sala de mezclas y cerramos la puerta.
Dejo mi sudadera y Troy apoya su chaqueta sobre la mía.
—Podrías comprarles un sofá, si tanto odias este.
—Tal vez lo haga. —Se sienta en la silla, lo miro y me fijo en que la camiseta
blanca se le pega a la piel.
No dice nada más, y miro la mesa para hacer mi trabajo.
Lo hacemos con facilidad, mientras el silencio cae como una losa entre los
dos. No me mira, no me habla, y no veo nada en sus ojos que me invite a
comentar nada. Es como si todo hubiera cambiado entre los dos. Lo que no sé,
es el qué.
Coge su móvil y lo veo buscando sofás.
Ignoro lo que hace y escucho los pódcast, que han mejorado un poco.
Se nota que Tulia y Betty han estado practicando. El resto, aún tienen que
pillarle el truco.
Pat está en la salita, mirando vídeos y, cuando sale, nos habla de lo que ha
descubierto en redes. Algunos vídeos parecen de mentira, pero son reales. El del
tubo por el culo, para ver quién podía beber más vino me deja de piedra. ¿Cómo
puede haber gente tan tonta?
Busco el vídeo al acabar, y flipo. Hay tres tíos con tubos por el culo, mientras
otros echan alcohol. No se les ve nada, pero no hace falta.
—No pueden ser más patéticos —comenta Troy, cogiendo su chaqueta para
irse.
Agarro mi sudadera y salgo de esta sauna.
Tulia y Betty me preguntan que qué tal, y les digo que mucho mejor.
—El sábado lo celebramos —dice Betty—, pero nada de alcohol por el culo.
—Se ríe y, cuando la mira Pat, se sonroja hasta la raíz.
—En mi fraternidad no dejo que sean tan idiotas —indica este.
Salgo de la sala, tras despedirme, y ando hasta mi habitación.
Antes de subir, compro algo de comida para cenar.
Saco el móvil para pagar y veo un mensaje de mi exnovio, en mis redes
sociales.
Tenía las redes en privado, pero pensé que, si no lo seguía, la gente pensaría
que me seguía afectando, y que no era capaz de avanzar con mi vida.
Ayer subí una foto en el sofá, sentada de perfil. Nada del otro mundo, por lo
que no sé qué habrá escrito.
Abro el mensaje con miedo. Me tiemblan las manos, porque no soy capaz de
mirarlo.
Salgo del local y llego hasta el portal. No soy capaz de apreciar que no estoy
sola, hasta que Troy coge las llaves del suelo, que se me han caído y no me di
cuenta.
—Estoy bien —digo con un hilo de voz. Troy abre la puerta y me empuja
dentro de forma sutil—. No sé qué haces aquí…, porque no te caigo bien.
—Solo intento ser bueno.
—Si quisiera a alguien bueno, no me acercaría a ti. Para mártir, ya tengo a
mi expareja. —La voz me tiembla.
Hemos subido las escaleras sin percatarme, y veo que Troy abre la puerta de
mi cuarto. Deja las cosas en una mesa y se sienta en el sofá.
—Es cómodo.
—Lo es.
—¿Se puede saber qué te pasa?
—¿Te puedes quedar un segundo aquí, mientras abro un mensaje? No tengo
fuerzas para hacerlo sola… Solo unos minutos y…
—¿A quién tengo que matar?
—No vas a matar a nadie. —Observo el móvil.
La mirada de Troy es fiera, como si de verdad quisiera acabar con la vida de
alguien. ¿Dónde me estoy metiendo?
—Vamos, abre el puto mensaje. —Su voz es dura, pero es justo lo que
necesito. Si me hablara con cariño, me rompería todavía más.
Abro mi red social y miro el mensaje.
Solo ha puesto caritas de amor, pero, aunque parecen inocentes, simples y
dulces, son como dagas para mí.
Troy me quita el teléfono y mira el perfil de mi ex. Es un chico agradable, de
buena familia, que ayuda a todos en el barrio. También ayuda en un refugio de
animales y en un comedor social.
—¿Quién es este? Apesta a falso. —Lo miro sorprendida, porque él lo haya
calado, con solo ver sus fotos—. No hay nadie tan perfecto. Si lo ves, huye. Odio
a la gente así…
—Es mi ex.
—¿Saliste con este capullo?
—Durante cuatro años. Empezamos con trece y, bueno, rompimos hace unos
seis meses.
—¿Cuatro años con este? —Asiente con la cabeza—. Otra prueba más, de que
eres…
Le tapo la boca.
—Para ya con lo de niña buena. —Muerde mis dedos y aparto la mano—. Sí,
salí con él. Ahora déjalo estar.
—Entiendo que no acabó bien.
—Nada bien. —Noto un escalofrío recorrerme.
—¿Y el sexo con este era tan soso como él?
Me agito. El sexo con él era como parece: soso y con muchos miedos.
Tras tener sexo con mi exnovio, siempre me rayaba la cabeza con lo mal que
lo estábamos haciendo y que era un gran pecado.
—Digamos que teníamos sexo, y luego pedíamos perdón en la iglesia.
Agranda los ojos.
—¿Cuatro años has dicho? —Asiento, perdida en mis pensamientos—. Y en
ese tiempo, no te daba lo que merecías, ¿verdad? Por eso te tocabas pesando en
mí. —Me sonrojo—. Y eso te hacía sentir culpable…
—Cállate, Troy.
—No, no quieres que lo haga. Ahora dime por qué esas caras felices son tan
horribles para ti.
—¿Me vas a contar tú algo de la razón por la que no hablas con nadie o con
casi nadie?
—No —indica sin más—. No soy yo, el que está temblando ahora.
—Puedes irte. Ya puedo sola…
—No voy a irme. —Abre mi cena, y la prueba—. Esto está muy malo.
Chupa sus dedos y luego limpia su boca con la lengua.
Lo miro, sabiendo que todo lo que ha dicho es cierto. Tenía sexo con mi ex y
me quedaba insatisfecha… Sola, en mi dormitorio, me ponía a Troy y me metía
las manos bajo el pijama, para correrme en mi cama. Luego, me sentía
tremendamente culpable. Era como si lo estuviera engañando con mis fantasías.

—Tú nunca me engañarías. Lo sé todo de ti —me dijo un día mi exnovio,


tras salir de comer en casa de sus padres, como cada domingo—. Eres una chica
buena, honrada…
—¿Y si tuviera fantasías?
Me miró como si fuera el mismísimo demonio.
—¿Puedes especificar un poco más?
—No, solo es que yo… —Llevaba años guardando ese morboso secreto y no
podía más. En unos meses nos separaríamos para estudiar en la universidad y
necesitaba ser sincera con él—. A veces, puede que me toque pensando en Troy
Harris.
De nuevo, esa mirada, como si fuera alguien horrible.
—¿Me pones los cuernos?
—No te pongo los cuernos…
—¡Me pones los cuernos mentalmente! ¿También cuando hacemos el amor?
—No, eso no… Yo…
—Te miro y no sé quién eres. La persona que yo creía nunca haría eso…
Traté de tocarlo y se marchó.
Me quedé sintiéndome la peor persona del mundo.
Rompió conmigo y se vengó de una forma cruel y horrible. Lo peor, es que
nadie me creyó, cuando dije que había sido él, el causante de todo.
Porque, ante todos, él era el perfecto hijo del alcalde, y yo la hija mal educada
de un padre soltero, que no tenía una estabilidad familiar.
En nuestro barrio, le costó mucho a mi padre que la gente dejara de juzgarlo,
por criarme solo. Tuvo que soportar muchos insultos y malas miradas. Una
razón más, para que yo hiciera todo bien, para que así nadie lo humillara por mi
culpa.

Troy me mira a la espera.


—Digamos que no entendió mis fantasías sexuales y rompimos. Ante todo,
era por mi culpa, porque él era perfecto y yo, bueno, parecía que no.
—Vaya gilipollas. ¿Y antes de romper te lavaba el cerebro para que fueras
exactamente como él quería? Es muy típico de estas personas. —Se tensa y sus
ojos parecen oscuros de golpe.
—Sí.
Lo miro nerviosa.
Se levanta y se quita la chaqueta de cuero. Luego, levanta los puños.
—Intenta darme.
—¿Se puede saber qué haces?
—A mí, el boxeo me ayudó con mis ataques de ira.
—Te he visto pelear y siento decírtelo, pero se te da de pena controlar tus
ataques de ira.
—Tal vez, seas mejor que yo. ¿Qué tienes que perder?
—Eres cantante y tocas la guitarra. ¿De verdad que lo mejor que podías hacer,
era practicar un deporte que te podía joder los dedos? —Veo la verdad en sus ojos
—. No te importaba no poder tocar, pero…
—Déjalo ya. Yo me conformo con tu mierda de relato, escaso de
información, y a mí me dejas en paz. ¿Practicamos o me marcho?
Me quito la sudadera y alzo los puños.
Intento darle, pero es imposible. Se pone tras de mí y agarra mis manos,
siento su cuerpo cubrir el mío. Noto su calor traspasarme.
Cuando tomo aire, su perfume atonta mis sentidos.
—Deja de ponerte cachonda y escucha lo que te digo.
—No estoy cachonda por ti…
—Si te metiera la mano bajo las braguitas, seguro que tu adorable coñito está
muy mojado. —Noto cómo mi sexo da una sacudida por sus guarras palabras,
susurradas a mi oído—. Levanta más las manos.
Lo hago y las mueve, para decirme cómo debo golpear.
Mi culo roza su polla dura y me restriego contra ella.
Gruñe, pero no se aparta. No sé en qué momento pensó que era una buena
idea esto.
Pone su mano en mi cintura y juega con la goma de mi pantalón.
—¿Te gustaría que te tocara hasta que te corrieras con mis dedos? —No digo
nada, porque no hace falta. Ahora mismo soy mantequilla entre sus fuertes
brazos. Es tan alto y musculoso, que me cubre entera—. ¿Te tocabas pensando
en mí? ¿A tu ex le jodió saber que te dejaba insatisfecha? —Se pone delante de mí
—. ¿Qué hizo? ¿Lo contó y la gente dejó de verte como la chica buena? —Le doy
un puñetazo en el hombro. No se aparta—. La gente te miraba como si fueras
una guarra… Alguien que les había engañado, con su apariencia de perfecta. —
Trato de darle otra vez, pero no se aparta. Odio que esté tan cerca de la verdad,
pero seguro que no se imagina la cruel venganza de mi exnovio—. ¿Defraudaste
también a tu padre?
Le doy en el pecho y luego otra vez.
No se aparta.
Se queda quieto, para que descargue mi furia con él. No sé si es masoquista o
yo soy mala persona por estar golpeándolo con tanta rabia, cuando él no hizo
nada.
Solo era el chico con el que fantaseaba desde hacía años.
El chico en el que me perdía, cuando tenía un mal día. Lo sabía todo de él y
eso destruyó mi vida perfecta, por eso, entre otras cosas, odié a Troy Harris, pero
ahora lo tengo delante y sé que mi odio nunca fue contra él.
Fue por cómo pasó todo. Por el dolor de lo que sucedió, por sentirme sola,
cuando siempre había creído que tenía cientos de amigos. Era muy querida en
mi barrio y, de golpe…, nada.
Le doy en la cara y cae sobre el sofá. Le he hecho sangre en el labio.
Miro cómo se la lame y me subo a horcajadas sobre él, para acariciarle la boca
con mi lengua.
Soy una puta sádica. Tal vez, siempre lo he sido, pero no podía ser nadie más.
Por mi padre, por mis amigos, por mi barrio… Siempre fui la chica perfecta.
Hasta ahora.
Troy
Nos besamos con rabia.
La siento sobre mí. Tan pequeña, tan perfecta… Intento parar, hasta que se
restriega sobre mi dura polla, y sé que estoy perdido.
Tiro de su pelo y la obligo a mirarme.
—Intento ser bueno…
—Ya te he dicho dónde te lo puedes meter. —Muerde mi cuello y gruño,
cuando siento sus dientes en mi piel.
—Quiero joderte de mil formas diferentes, pero, cuando eso pase… No habrá
vuelta atrás. Luego no podrás ser la chica buena y, aunque no te lo creas, se nota
que una parte de ti quiere recuperar su vida.
—Tengo derecho a equivocarme, a vivir más allá de todo lo que hago, para
no hacer daño a mi padre. ¡Tengo derecho a perderme! ¡Tengo derecho! ¡Joder!
—Y yo soy la oscuridad.
—Sí, y lo sabes. —Se separa y se levanta—. Vete, Troy. Es mejor.
—Es lo mejor. —Cojo mis cosas—. Si esto vuelve a pasar, me importará una
mierda joderte la vida.
—Eres tú el que se marcha de mi cuarto, para no joderme duro.
La miro, sabiendo que su lengua me encanta.
La beso una última vez. Muerdo su boca y gime… ¡Joder!
—Nos vemos.
Salgo de su cuarto y me voy al mío.
No quiero pensar en ella más de la cuenta.
Kelsi no me importa. Ni la deseo…
Capítulo 17
Kelsi
Salgo de mi cuarto, para ir a la fiesta, en la fraternidad de Pat.
También nos había invitado al partido, pero no me apetecía ir.
Camino por las calles, con mi vestido sencillo, de color verde, de media
manga. Llevo una chaqueta de cuero y unas botas. La falda roza mi culo, y la
noto moverse de forma peligrosa. No me la bajo, y no hago amago de hacerlo.
No lo hago, porque mi exnovio me hacía ir con faldas por debajo de la rodilla.
Es mi forma de decirle que te jodan, Bob.
Al llegar a la fiesta, me quito la chaqueta y cojo algo de beber, en un vaso
rojo. No sé qué es, pero me lo bebo.
No sin antes hacerme una foto, que subo a redes.
A mi padre le va a dar un ataque…
Tal vez, no debería hacerlo…
¡No! Joder, quiero hacer cosas por mí.
Llevo desde el martes dando vueltas a las caritas sonrientes de mi exnovio.
Solo eran caras sonrientes, pero era como si dijera: vamos, que tú puedes; puedes
volver a ser lo que se esperaba de ti. Es como si supiera quién soy, mejor que yo
misma.
Me tomo un segundo vaso y noto cómo se me sube.
Joder, qué pelotazo con solo dos bebidas.
Betty me ve y tira de mí, hasta una esquina donde están Tulia y Oriol. Todos
llevan bebidas en la mano.
—Me estoy fijando, con toda la gente que sube vídeos a redes para luego
verlos y tener contenido —comenta Tulia.
—Deberías disfrutar de la fiesta —les digo y me río. Me bebo el contenido
del vaso de Oriol y tiro de él—. Vamos a bailar.
—No se me da bien bailar.
—Entonces, quédate quieto, mientras te uso para bailar.
—Vale. Estarme quieto se me da bien.
Vamos donde la gente baila y me muevo ante él.
Escucho cada insulto de mi exnovio, escondido con una sonrisa.
No bailes así, no muevas así las caderas, mejor si no andas así, la falda es muy
corta… Tu padre se avergonzaría de ti. ¿No crees que llevas demasiado escote?
Cuando acabo de bailar, Oriol me mira agitado, nervioso y cachondo.
—Lo siento, pero no puedo estarme quieto sin más.
Se marcha, y Betty se me acerca.
—Lo has puesto palote. —Se ríe—. Joder, qué bien bailas.
—No bailo tan bien. —Tulia pone un vídeo y me veo bailando como siempre
lo hacía en mi habitación, sin que nadie me observara. Entonces, veo que lo
sube a redes—. ¡No! ¿Qué haces?
—Solo es un baile —dice—. Y sales muy sexi…
—No, pero la gente… Yo no…
No recuerdo cómo se respira. No recuerdo cómo se hace…
«—Hija, no esperaba esto de ti…
—No es cierto…
—¿No lo es?».
La foto… La foto que me destrozó.
No puedo respirar…
Mi cabeza va muy rápido, y no sé cómo se hace…
Escucho voces, gritos… y entonces la oscuridad me tapa el sol. Lo veo entre las
sombras.
—Vamos… —Se acerca a mi oído—. ¿Nos bañamos juntos? El agua está de
puta madre. —Troy tira de mi bolso y lo deja en el suelo, junto a su móvil.
Miro la piscina. ¿Cuándo hemos llegado hasta aquí?
Observo el agua cristalina y mi mano sujetando la de Troy. Su mirada…
Saltar con él. Saltar a las aguas, cuando casi no puedo respirar.
Es una locura… Es… Lo que necesito.
Asiento y saltamos juntos.
El agua helada me ahoga, antes de que Troy tire de mí.
Le escupo agua fría a la cara. Acerca su mano a mi cintura y me sujeta,
mientras el mundo vuelve a aparecer en mi visión, mientras me pierdo en Troy.
—Lo tienes muy jodido, si entre toda esta gente, soy el único que puede
salvarte.
Lo sé. En el fondo de mi ser, lo sé.
Y que esto no acabará bien, pero no me muevo. No hago amago de alejarme.
Al contrario, acerco mi cuerpo más al de él, un segundo, antes de salir de la
piscina, y alejarme de todo.
«¿En qué momento mi vida perfecta empezó a ser un drama?».
Troy
No pensaba asistir a esta mierda de fiesta, pero mi agente me llamó, para
decirme que debía integrarme más y, por supuesto, no faltar a clase.
Según él, no me curaré, comportándome como lo estaba haciendo.
Lo iba a mandar a la mierda, pero recordé el contrato y, por eso, pensé que
venir era una forma de integrarse. Además, quería ver si Kelsi no la estaba
cagando mucho.
Llegué cuando estaba bailando para Oriol.
Este la miraba cachondo y fuera de sí, y no me extraña porque era un baile
provocador y sexi. Sobre todo, cuando la falda se le subía y podías ver su perfecto
culo, con las bragas negras.
Bailó libre, si miedo, hasta que Tulia le enseñó el vídeo y se quedó paralizada.
La llamaron una y otra vez, pero no respondía.
Hasta que tiré de ella hacia la piscina. Una locura, pero es que esta tía está tan
loca como yo, y era un reto, para salir de donde estuviera. Un desafío.
Y funcionó.
Ahora, veo a Kelsi volver del aseo, con la ropa mojada.
Yo me he quitado la camiseta y estoy solo con los pantalones, tomando una
bebida que es horrible.
Algunas chicas se me acercan y creo que las miro, como si les fuera a sacar la
cabeza, pero, aun así, me han sobado por todas partes, a pesar de que me quedo
quieto y asqueado.
Pero esto es algo normal. Me pasa desde que soy famoso. Ojalá no lo odiara
tanto, porque sería más fácil, cuando me tocan sin yo quererlo.
Kelsi habla con Betty y Tulia.
Tulia le enseña el móvil y parece que le dice de borrar el vídeo.
Kelsi niega con la cabeza. Al poco, me llega un aviso al móvil. Lo miro y es
un aviso de que esta, a quien tengo entre mis favoritos, ha compartido un vídeo.
El primer mensaje es de alguien vomitando, de una chica.
Otro, la llama zorra.
Luego, un hombre que le dice que si ha bebido.
Miro a Kelsi, y le suena el móvil. Debe ser su padre preocupado.
Yo no sé qué es eso. A mi madre se la suda todo, menos su trabajo, y a mi
padre… De mi padre no quiero hablar.
Voy a buscar a Kelsi y la veo dirigirse al aseo.
Entro tras ella, y me echa una mirada asesina. Su fuego me tienta siempre.
—Estoy bien, papá. Solo es un vídeo… De verdad… No he bebido mucho… —
Se va haciendo pequeña. La veo apagarse—. Solo es una fiesta…
—Hola. —Cojo el móvil y Kelsi me mira de forma asesina—. Soy Troy
Harris. Supongo que sabrá quién soy, porque su hija es mi mayor fan.
Kelsi me fulmina con la mirada.
—Ah, sí. Es muy fan…, desde Tu primera canción. No sabía que erais amigos.
—No somos amigos. Solo somos compañeros del grupo de pódcast, y estamos
juntos, aquí, disfrutando de la noche. Le puedo asegurar que esta fiesta es una
mierda, comparada con las que he ido.
—No sé si eso me deja más tranquilo…
—Dame el puto móvil —murmura Kelsi y la atraigo hasta mí, para meter
mis manos entre sus piernas. Se calla—. Te mato —rumia, antes de quedarse en
silencio, cuando pongo mi palma sobre su sexo, sobre su ropa interior.
Joder…, está muy caliente.
Muevo los dedos sobre las braguitas y noto cómo se moja por sus jugos,
enseguida.
Muerde su boca, para contener un gemido.
Recorro con la vista, el movimiento de sus dientes, y quiero ser yo quien la
muerda.
—Yo cuidaré de ella. Solo está disfrutando. —Meto un poco mi dedo en su
coño, mientras hablo con su padre. Lo moja—. Está disfrutando mucho.
Me da un pisotón.
—Ya…
—No le hagas caso —me dice una mujer, de pronto—. Solo tiene miedo por
su hija… Soy tu fan. Me encantas. ¿Puedes firmar un autógrafo a mi nombre?
—Puedo. —Meto otro dedo, dentro del cuerpo de Kelsi—. Os prometo que
haré disfrutar a Kelsi, sin que acabe muerta. Mis guardaespaldas están cerca, por
si eso os deja más tranquilos.
—Sí —afirma su padre—. Yo solo quiero que sea feliz.
Eso me hace saber que, en verdad, si la protege tanto, es porque la quiere,
pero no se da cuenta de que eso le asfixia, aunque sea por amor.
Cuelgo y saco los dedos del sexo de Kelsi.
Los llevo a mi boca, y lamo uno a uno, mientras me observa.
—Quiero follarte… Joder, quiero metértela bien adentro. —Tiro de su pelo
—. Pero hoy no…
—Ni hoy, ni nunca, Troy Harris.
La beso y se prueba en mi boca.
Aporrean la puerta y me separo agitado de ella.
Salgo del baño y ella detrás de mí.
Regresamos donde están el resto.
Tulia nos dice que unos se han peleado.
Miro a Kelsi y sonríe.
—Te has perdido lo mejor de la noche, por venir conmigo. —Gruño y se
marcha—. Voy a ver si ligo. La noche es joven…, y yo más.
La dejo irse; que ligue lo que quiera. Que folle con quien quiera.
No pienso volver a tocarla.
La veo beber y bailar, cuando uno se le acerca y le pone la mano en la cintura.
Ando hacia ellos, cuando la besa en el cuello.
Kelsi se tensa. Seguro que el capullo es muy dulce.
Le cojo de la cara al susodicho. No hace falta que diga nada, ya que, por cómo
lo miro, sale echando leches.
—Era muy blando. —Bebe y veo cómo se le sube el punto—. Tengo derecho
a hacer lo quiera… No quiero una niñera.
—Si te veo besarte con otro, lo joderé una y otra vez. Si quieres hacer algo,
que sea mejor que yo.
—Tú te corriste con otra delante de mí.
—¿Quieres tener sexo con otro delante de mí? Vale, elige a uno, y yo miro
cómo te da placer. Tal vez, no seas capaz —la reto, sin saber qué mierda hago.
Pero yo no quiero tocarla, pero sí deseo ver cómo se corre. Ver su cara de
placer. Quizás, sea una forma de estar ahí, pero sin ser yo quien la joda.
—¿No querías ser mala? —la tiento, antes de irme.
«Soy lo puto peor…».
Se queda sola y un tío sale de entre las sombras. La besa. Es un beso de mierda,
pero ella me mira, como si fuera mi boca.
Tira de él, hacia un lugar más oscuro, y los sigo hasta un cuarto de arriba.
Se pone a horcajadas sobre él, sin dejar de mirarme.
El tío está de espaldas y no sabe que ella lo está usando.
Se me pone la polla dura, mientras la besa el cuello y toca sus pechos. Imagino
que soy yo, el que está ahí.
El tío mete sus manos bajo la ropa y toca su dulce coño. No puedo verlo, pero
sé que lo hace por la cara de placer de Kelsi.
Ella sube y baja sobre su mano, mirándome. Lo está usando para correrse.
Aprieto la mandíbula, mientras algo primitivo me hace desear ir hacia ella y
apartar las manos de ese gilipollas.
Pero no lo hago.
La mirada de Kelsi cambia y se corre con mi nombre entre sus labios.
El tío trata de besarla, pero ella se aparta y viene hacia mí. Entonces, me mira
como si se avergonzara. He visto esa mirada otras veces.
—Te lo dije, pero tú sigues aquí. Eres tonta…
Me cruza la cara y se marcha corriendo.
—¿Sabes dónde se ha ido? —me pregunta el tío con el que se lo ha montado
Kelsi—. Estaba follando duro, como una guarrilla… —Le golpeo la cara, y
joder, lo disfruto—. ¿A qué ha venido a eso?
—Porque un capullo como tú la haya tocado.
Le sangra la nariz y me marcho, sabiendo que le he golpeado, buscando una
excusa para no admitir que lo hacía por celos.
Miro mi mano magullada y me marcho de esta horrible fiesta, con las voces
de mi exnovia en la cabeza:
«—Yo antes no era así… Por tu culpa, no sé quién soy. Por tu culpa, me doy
asco… ¡Eres un ser horrible! ¡Un puto sádico!».
Cierro la puerta de mi cuarto y, agitado, espero que mis guardaespaldas se
marchen para ir a pelear. Si no saco toda la ira de dentro de mí, dudo que pueda
seguir viviendo.
Capítulo 18
Kelsi
Llego el lunes a clase agotada mental y f ísicamente. No debí beber tanto.
Bueno, ni beber, ni dejarme llevar por Troy y liarme con ese tío, solo para que
me tocara como si fuera Troy…
Yo no soy así, pero me puso mucho que él mirara, como cuando tenía sexo
con mi exnovio, y era tan aburrido, que imaginaba a Troy cantando, mientras
me corría.
Fue como cumplir una fantasía.
Lo peor, es que era real y no sé si, de no estar tan borracha, lo hubiera hecho.
Lo que sí sé, es que Troy no tuvo la culpa. Vi la culpa brillar en sus ojos, y por
eso lo busqué el domingo, cuando pude recuperarme.
No estaba en su cuarto.
No volvió en todo el día.
Por eso, cuando empieza la primera hora de clase y él no ha venido, saco el
móvil a escondidas y le escribo:

Lo lee, pero no responde.


Guardo el teléfono y sigo la clase sin él.
Las siguientes, igual.
A la hora del almuerzo, me siento al lado de Tulia y Betty.
Oriol me mira y se sonroja.
—Siento lo del otro día.
—Yo no. Joder, nunca una tía ha bailado así para mí.
—Pues no sé la razón, porque eres increíble.
Se sube las gafas con timidez.
—Tal vez sea por eso. —Mira su plato de comida.
—Bueno, hablemos de todo lo que pasó el sábado —dice Tulia y me sonrojo
—. No sé qué mierda pasó entre Troy y tú, pero un trato es un trato: nada de
vosotros en el pódcast.
—No pasó anda —les digo, y es la triste verdad. Si no contamos que me lo
monté con otro, mientras él miraba.
—Vaaaale… Mira, no me voy a meter. Troy es muy chungo. Lo que cuentan
de él, asusta. Así que, tú misma.
—Para no meterte, casi que me has dicho que, si me junto con él, acabaré
mal —señalo a Tulia con una sonrisa—. Sé que Troy es… peculiar, pero me
asustan más los lobos con piel de cordero. Mucho más. Ahora, hablemos del
programa.
Pat se nos acerca y se sienta al lado de Betty.
—Dejaste a mi compañero con ganas de más —me dice.
—Es su culpa, por hacerlo de pena con los dedos. ¿Algo más? —Noto cómo
tiemblo, a la espera de que me juzguen o me señalen.
—Lo es, por lo que, otro día, me preguntas antes. —Pat me guiña un ojo—.
Por cierto, Troy le dio un puñetazo. Dijo que porque te había tocado tan mal, o
algo así. Estaba cerca y flipé.
—¿En serio? —Asiente.
—Troy es de otro mundo —indica Betty—. Si no fuera guapo y famoso, lo
tendría muy jodido.
—Lástima que no podamos hablar de todo esto. —Miro a Tulia y sonríe—.
No vamos a hacerlo, pero esto daría mucha publicidad al pódcast.
—No a costa de un compañero —les digo seria y todos asienten—. Dejemos
de hablar de mi noche de borrachera.
—Beber se te da fatal —apunta Pat, pero no parece juzgarme.
El resto, solo sonríen, sin decir nada.
Eso me relaja. Es como si a ellos no les inquietara quien quisiera ser.
Mi padre me llamó ayer. Me pidió perdón, y me dijo que tenía derecho a
hacer con mi vida lo que quisiera.
—Solo tengo miedo… —me confesó—. No sé cómo hacerlo… No sé cómo
evitar pensar en lo feliz que era cuando eras pequeña, y veíamos pelis juntos en el
sofá. Solo he pestañeado un segundo y todo eso ha cambiado. Has crecido y te
echo de menos. Solo quiero volver a ese momento donde eras solo mía, y mi
vida era tan perfecta, mientras te abrazaba. Pero no puedo. Y tengo que dejarte
ir… Cuesta, hija, pero lo haré, ¿vale?No pude responderle, porque estaba
llorando.
En esas tardes de pelis, yo era muy feliz, y mi padre era mi todo.
Pero crecí, y todo cambió.
Sé que Vanesa está ayudando a mi padre en esta etapa, y por eso le mandé un
mensaje, agradeciéndole que lo cuidara.

Luego, me envió un vídeo de ella, en la universidad, dándolo todo.


Joder, fue raro verla así, pero sé por qué lo hizo.
No estoy haciendo nada malo. Estoy aprendiendo a saber quién soy, y, para
eso, aunque duela, tengo que equivocarme.
Tulia me pasa los apuntes y le pongo algunas notas.
Cuando acaba el descanso, quedamos para comer y seguir hablando de esto,
en la biblioteca.
Voy hasta la biblio, y nos pasamos el día tomando notas y alimentándonos de
comida de las máquinas.
Al regresar a mi cuarto, me siento rara. He tenido cientos de amigos, pero es
la primera vez que me siento de verdad parte de algo. Tenía una mejor amiga y
un grupo de amistades, con las que quedaba. Salíamos a tomar algo, al cine…,
pero era como si solo me dejara llevar.
A veces, cuando cierro los ojos, solo me veo sonriendo o hablando de cientos
de temas, sin importancia, para no romper mi burbuja de chica lista y perfecta.
Nunca hablé de lo que quería. Solo de lo que se suponía que era un tema ideal
para todos.
Escribo a Troy antes de irme a dormir.
Sonrío y casi puedo imaginarlo enfadado.
Lo peor, es que mi cuerpo ha dado una sacudida de placer por sus palabras.
En el fondo, sé que lo mejor es estar alejados.
Capítulo 19
Troy
Entro en la sala de mezclas y Kelsi no está.
Sí está su chaqueta y el sofá nuevo que he comprado. Podría mandar que
arreglen el aire acondicionado, pero soy un masoca que disfruta mucho viendo
cómo Kelsi suda.
Tulia me hace señas para que empiece a grabar y lo hago inquieto, por no
saber dónde cojones está Kelsi.
Empiezan y admito que la cosa ha mejorado.
Hoy no fui a clase, porque no me apetecía. Cosa que, cómo no, ha molestado
mucho a mi madre, que me ha mandado un mensaje con sus sutiles amenazas:

Ni le respondí.
Ir a clase solo para hacer el paripé, me parece estúpido. Si al menos pudiera
terminar la carrera, le vería más sentido. Pero no, esto solo es un año donde
esperan que todo se solucione; que todos mis años de mierdas cambien, porque,
según el psicólogo, era un niño cuando todo empezó y me quitaron parte de mi
autodescubrimiento…
Lo peor, es que le pago para que diga esas gilipolleces.
Es un tío que no sabe la verdad de lo que me pasó hace años, porque nunca ha
conseguido ahondar en mis problemas. Está claro que tiene el puesto de
psicólogo del grupo porque es el novio de la hija de mi agente.
Mi madre me avisó también de que la entrevista se retrasaba hasta nuevo
aviso, y que han visto bien, que suba vídeos a redes, tocando algo, porque eso
hará que la gente no se olvide de mí y del grupo.
Por supuesto, no es una sugerencia, sino una orden.
La puerta se abre y aparece Kelsi, que lleva varias carpetas.
Al verme, se sonroja y seguro que está recordando el mensaje de ayer. En el
que le dije que estaba con dos chicas… En realidad, no estaba con nadie, porque
solo soy capaz de pensar en el sexo con ella, desde que la vi corriéndose. Deja las
carpetas en la mesa del centro, que también he comprado, y me mira con una de
esas sonrisas suyas, de niña buena y dulce, que tanto me gustaría corromper.
—Veo que has hecho acto de presencia. —Sonríe y abre varias carpetas.
—¿Qué narices haces?
—Estoy revisando los mejores programas del año pasado, para ver cómo
pueden ayudar al programa. ¿Quieres ayudar?
—Ni de coña.
—Vale, pues te encargas de los controles y yo reviso esto. Hoy va a ser una
tarde larga, porque van a grabar varios programas para el veinticuatro horas.
Espero que estés preparado.
Se pone a trabajar y veo lo minuciosa que es. Toma notas con pósits de
colores.
Todo es demasiado vomitivo.
Empieza el siguiente programa y hablan de mi grupo.
Los miro, pensando que se les ha ido la pinza.
Me doy cuenta de que no hablan de mí, porque eso es lo que prometieron,
pero sí lo hacen de mis compañeros. Me miran, como si me importaran esos
cabrones.
Soy el más pequeño de ellos, y el resto tienen entre diez y quince años más
que yo.
Me metí de lleno en un mundo de adultos, siendo apenas un adolescente. Vi
cosas que no tenía que ver. Perdí la virginidad, antes siquiera de saber qué hacer
con mi polla, porque se suponía que era lo que tenía que hacer, ya que, tener
sexo en una fiesta, estaba bien.
Y lo hice delante de ellos, porque me habían emborrachado e incitado a
acostarme con una mujer, que me sacaba diez años.
Cuando todo acabó, vomité. No sé si de asco o por todo lo ingerido.
Pero vinieron más veces.
A ellos les divertía ver cómo me hacían un hombre.
«Cabrones…».
Por eso, todo lo que digan de ellos me la suda.
El sexo para mí siempre ha sido vomitivo, pero nunca he dejado de follar,
como si buscara que dejara de serlo. Llevo años que me dejo llevar, porque es lo
que está bien en el grupo.
—¿Puedes dejar de apretar con fuerza la silla? —Miro mis nudillos blancos—.
O te tocará comprar una.
—¡Una mierda voy a comprar!
—Siempre supe que ellos no te caían bien —comenta Kelsi, como si nada—.
Te veía mirarlos, como si no soportaras su presencia. Al parecer, estaba en lo
cierto.
—No sabes nada.
—No, ni quiero. —Sonríe y se sienta de nuevo para continuar revisando las
carpetas.
Acaba el pódcast y salgo para tomar algo.
—Espero que no te haya molestado —me dice Tulia—. La gente quería saber
algo de tu grupo. Como te prometimos no contar nada de ti, tuvimos que hacer
un estudio de tus compañeros, para darles algo, sin romper la promesa.
—No me importa.
—Genial, vamos a seguir.
Cuando regreso, Kelsi no está, y esta vez no está ni su sudadera.
Salgo y Betty me mira, haciendo señas para que regrese a la cabina.
—¿Dónde está Kelsi?
—Se ha ido, tras recibir una foto —responde Pat.
Ahora todos están en el pódcast al mismo tiempo, aunque tiene más
protagonismo uno u otro, dependiendo de lo que hablen.
—A tu puesto —me dice Tulia.
Estoy por ir tras Kelsi, pero eso implicaría muchas cosas que no quiero
meditar.
Regreso a mi puesto y se me hacen insoportables los minutos siguientes.
Lo peor, es que he mandado varios mensajes a Kelsi y los lee, pero no
responde. Me está empezando a mosquear que pase de mí. Va lista si cree que
pienso ir tras ella… Algo que no suelo hacer por nadie.
Kelsi
Miro la foto, mientras mi padre llama a su abogado.
No sé si es otra o es nueva. No sé por qué, alguien quiere removerlo todo.
Pienso en mi exnovio, quien lo empezó todo. Le dio alas a todos, para que me
humillaran.
Llaman a la puerta, pero lo ignoro.
—La pienso echar abajo, de una puta patada. —Escucho las palabras de Troy
y sé que es muy capaz.
Abro la puerta.
Entra como si el cuarto fuera suyo.
—No te lo tomes a mal, pero ahora mismo quiero estar sola.
Cómo no, me ignora.
—No tengo nada mejor que hacer.
Mi padre me llama y odio tener a Troy delante para esta conversación.
Voy a ir al aseo para hablar, pero se pone delante.
Le doy un pisotón. Sonríe, porque le gusta mi agresividad.
Descuelgo el móvil.
—El abogado dice que podemos volver a denunciar, pero que no sabemos
quién está detrás.
—Es Bob, papá…
—Hija, sin pruebas no podemos hacer nada. Ya le denunciamos, y todo salió
mal. ¿Quieres que vaya contigo?
—No, estoy bien. —Miro a Troy—. No estoy sola.
—Vale, me alegra… Piensa que no es real, que todo… Es la IA. Esa no eres tú.
Cuelgo y no me consuela saber que no soy yo. Que alguien usó la inteligencia
artificial para hacer de mi vida un infierno.
—¿Se puede saber qué te pasa?
—No quiero hablar de ello.
—Vale, voy a mi cuarto. Cuando se vayan mis niñeras, sal a tu puerta.
—No sé si tengo ganas de ir a ningún sitio…
—Tú misma, pero quedarte aquí, rayada, será peor.
Se marcha y sola vuelvo a mirar la foto, donde salgo desnuda de rodillas,
como si fuera a mamársela a alguien.
No soy yo. Es mi cara, pero todo está hecho con IA. No es real, pero lo parece.
Lo parece tanto, que da miedo. Y mucha gente… Mucha gente creyó que estas
fotos eran ciertas. Alguien me jodió la vida, usando la inteligencia artificial, y
no sabemos quién fue, porque mi exnovio es la persona más querida de toda mi
comunidad, y no tiene ni puta idea de ordenadores.
Me han mandado la foto desde un correo falso, usado solo para hacerme
daño.
Borro el mail y la foto.
Mi padre ya tiene una copia, que ha mandado a mi abogado.
Si te fijas bien en la foto, de forma minuciosa, se puede ver que algo no
cuadra. El problema es que la gente no quiere ver la verdad, cuando desea
destruir a una persona, y sentir que así, de golpe, es mejor que los demás.
Capítulo 20
Kelsi
Salgo, cuando se van los guardaespaldas.
Troy aparece vestido todo de negro, y mira mis vaqueros y la sudadera.
—Por suerte para ti, no vamos a mi club.
Vamos hacia las escaleras y andamos hasta su coche.
Entro en él, con la mirada perdida.
La primera foto manipulada por inteligencia artificial llegó cuando
escuchaba a Troy. La miré, y no di crédito. En ella, salía follando con un tío.
Estaba desnuda y, lo peor, la habían mandado a todo mi instituto.
Decir que era falsa, no cambió nada, y acusar a mi exnovio, tampoco.
Después de esa, llegaron más fotos, en las que estaba siempre desnuda.
Y no era yo, pero era tan jodidamente real, que me sentí como si se me
estuviera violando en mi intimidad de alguna forma.
Mis amigas no me creyeron, porque habían escuchado rumores de mí.
De golpe, todo el mundo tenía un amigo que le había dicho que yo no era
tan perfecta como parecía. Era el momento perfecto para hacer daño a la
delegada de la clase, la chica más empollona, la que más trofeos tenía, por
diferentes actividades, y a la que siempre se le daban los mejores papeles de las
obras del barrio.
Era el mejor momento para no apoyarme.
Nadie me había regalado nada, ya que, desde pequeña, me había esforzado
mucho por todo. Para que nadie tuviera ninguna queja sobre mí. Ni sobre mi
padre.
Pero, de golpe, te das cuenta de que no tienes amigos reales, que la gente solo
te sigue, si cree que no se manchará las manos contigo. Lo peor, es que me
expulsaron del instituto, hasta que todo se aclaró y se supo que esas fotos estaban
hechas con la IA.
Aun así, hay mucha gente que duda que no retocaran fotos reales…
—Hemos llegado.
Troy detiene el coche y veo que estamos en medio de una carrera ilegal.
Baja la ventanilla y le dicen algo. Él asiente y paga un dinero. Bastante dinero.
Ya se ha puesto la siniestra máscara negra, que lleva cuando lucha, para que
nadie sepa quién es.
—¿Vamos a correr?
—Te dejaría conducir, pero lo haces de pena.
—¿Y esto es lo mejor que se te ha ocurrido para ayudarme?
—Pues sí.
—Nos vas a matar.
—Así pensarás en algo que no sea la mierda que te ha puesto así. Disfruta del
viaje.
Tiemblo de miedo, de emoción y de algo más oscuro, que no me asusta, pero
que me tiene alerta.
Troy hace rugir su coche.
Su contrincante nos mira, como si quisiera matarnos. El resto de las personas
que hay cerca no tienen mejor pinta.
Madre mía, no sé dónde cojones me ha metido.
—No te separes de mí, y no te pasará nada —me promete, como si leyera mi
mente.
Tomo aire.
Una chica se coloca entre los dos coches y levanta un pañuelo. Esta mierda
solo la he visto en las películas. ¡Ni siquiera creía que existía de verdad!
«Madre mía…, vamos a morir».
Troy tiene la mirada fija en la carretera y, cuando da la señal, acelera de tal
forma que me quedo pegada al sillón de cuero.
Grito de miedo.
¡Joder!
Llega a la primera curva y pasa por delante por poco. Aprieto el sillón con los
dedos con fuerza. No dejo de gritar. No puedo. Ahora mismo no puedo pensar
en nada que no sea que nos va a matar a los dos.
La siguiente curva la coge al límite. Hasta el punto de que casi se sale de la
carretera. Estamos cerca de un puerto, y salirse no es una opción, si no queremos
ser pasto de los peces.
La carrera está muy igualada, hasta que Troy le hace una peineta al
contrincante, y acelera dejándolo atrás. Así deja claro que ha estado jugando con
él, hasta que se ha cansado y ha demostrado quién es el mejor.
Pasamos la meta y va deteniendo el coche.
No me puedo mover.
La gente se nos acerca y tira de mí, fuera del coche.
Troy me dice que no me aleje, pero me mueven sin poder evitarlo.
Estoy tan agitada por la carrera, que trato de recordar cómo se respira.
Entonces, siento las manos de Troy en mi cintura y cómo me atrae hacia su
cuerpo.
—Cerca de mí —me recuerda.
—Te pienso matar por esto.
—Al menos, ya no piensas en lo que te ha pasado. De nada.
—Te odio. —Acaricia mi estómago y de nuevo nos acorralan.
Troy entrelaza sus dedos con los míos, como si temiera perderme.
El gesto me parece muy tierno y muy poco propio de Troy, que siempre va de
tipo duro. Tampoco es normal que yo me deje mimar…, porque odio las caricias
por culpa de mi exnovio.
Con caricias me trató de manipular, pero yo no era consciente de ello. Claro
que, todos en su casa, son así. Su madre siempre derrocha cariño y su padre es
como un oso amoroso grande, que siempre da abrazos de ánimo o apretones en
la pierna, de apoyo.
¿Cómo alguien iba a creer que Bob, hijo de personas tan maravillosas, podía
ser malo?
Es por eso, que empecé a odiar ese mundo tan perfecto, donde ser cariñoso era
más importante que decir la verdad. Me cerré tanto en mí misma, que puse las
caricias en pausa, porque, sin abrazos, sin muestras de cariño, no podía recordar
a mi expareja, y, además, no podía romperme.
Mi mente va al pasado…

—La verdad, es que es lo que esperaba de alguien que se corre pensando en


otro tío… Me siento engañado. ¿Eso era antes o después de dejarlo? —me dijo
Bob, tratando de tocar mi cara.
—Has sido tú…
—Me duele que creas que yo querría algún mal para ti. —Una vez más, trató
de tocarme la cara.
—No me toques… Al final, te hundiré.
—No soy yo el que tiene el agua al cuello, pero te perdono.
—¡No quiero tu perdón!
—Si volvemos juntos, la gente se creerá que todo era mentira y tendrás mi
apoyo. Mi padre es el alcalde… Te estoy ofreciendo ayuda.
—¿Te digo dónde te puedes meter tu ayuda?
De nuevo, me acarició y sentí asco.
—Un día volverás a mí. Sabes que lo mejor es que estemos juntos. Yo te
ayudaré a dejar todo esto detrás.
Me acarició la pierna y sentí asco.
Me quería convencer de que había algo mal en mí.
Aparté su mano y me alejé.
Lo peor, es que al final volví con él, para ver si, de verdad, todo acababa y mi
vida volvía a ser como antes…

—Eh, regresa o competimos de nuevo. —Troy pone ante mí una botella de


alcohol, que no sé de dónde ha sacado.
Le doy un trago. Un gran trago. Se escucha música y la gente baila, antes de la
siguiente carrera.
No me gusta cómo me mira la gente.
Troy tiene la máscara, pero yo no.
Doy un trago más, mientras todos mis instintos me piden que corra y que me
marche lejos de aquí. Sobre todo, cuando veo a dos personas pelearse y sacar un
par de cuchillos. Esto no está bien.
Bebo más y más.
—¡La policía!
Troy tira de mí, pero una multitud de gente nos separa y me empujan hasta
que caigo al agua.
Entonces, no siento nada, cuando las frías aguas me engullen. Por primera
vez, en muchos meses, no siento dolor…
Y no hago nada por sobrevivir.
Capítulo 21
Troy
Busco a Kelsi entre la gente, que corre de un lado a otro, por el aviso de la
policía.
No la encuentro.
La gente me golpea. Estoy perdido entre una multitud.
Mi cuerpo quiere quedarse paralizado, pero sigo buscándola, a pesar de mis
fantasmas.
La gente me toca y siento asco, dolor y angustia.
La busco, gritando su nombre. Entonces, la veo caer al puerto.
Corro hacia ella, sintiendo que no llegaré a tiempo; que la perderé entre las
oscuras aguas. Sé que Kelsi se dejará morir, porque la muerte tienta, cuando
sientes que la vida duele demasiado.
Me tiro al agua y la busco, hasta que la encuentro y tiro de ella.
Llora, y seguramente sea porque la he salvado.
La saco fuera del agua y vamos hasta mi coche.
Lo pongo en marcha y nos vamos echando leches de aquí.
La policía no nos pilla por poco.
El miedo tiembla en mi pecho. Late dentro de mí.
Si no la dejo ir, acabará muerta. O perdida. O más rota…
—Solo quiero que deje de doler —me dice casi sin voz.
—Eso llevo yo deseando desde hace tiempo.
No hablamos más.
Vamos hasta nuestra residencia y no la dejo sola.
La llevo hasta mi cuarto y le tiendo algo de mi ropa, para que se duche.
Me tienta ducharme con ella, pero no es el momento.
Sale de la ducha y se tira en mi cama. Se queda dormida enseguida, cansada
del peso que lleva hoy sobre los hombros.
La miro dormir. Su gesto dulce le persigue hasta en sueños.
Quiero saber qué le pasa. Destruir el puto mundo que la ha hecho daño…,
pero no puedo obligarla a hablar. Yo no pienso contarle mis mierdas, y por eso
no indago.
Entro a la ducha y me quito el agua salada del cuerpo.
Su ropa está desperdigada por el cuarto. Su ropa interior es sexi a rabiar. Ese
lado salvaje de ella me pone mucho.
Echo todo a lavar y me marcho al sofá, porque, si duermo a su lado, dudo
mucho que pueda evitar perderme en su cuerpo y joder todavía más su alma de lo
que está.
Cierro los ojos. Me duermo y las pesadillas invaden mis sueños. En ellas
siempre estoy solo, gritando a la oscuridad…
Capítulo 22
Kelsi
Despierto oliendo a Troy.
Poco a poco recuerdo que estoy en su cama de sábanas de seda negra.
Lo que sucedió ayer, pasa con rapidez por mi mente. Quise morir… Por un
segundo, quise morir, pero luego decidí vivir, pero no sabía cómo hacerlo.
Entonces, alguien tiró de mí con fuerza.
Troy me sacó de allí.
—Ya era hora de que despertaras. —Lo miro y está sentado en el sofá con mis
braguitas rojas en la mano—. Si querías sexo conmigo, solo tenías que decirlo.
—No me lo puse por ti. ¿Puedes devolvérmelas?
—No, las he lavado… pero ahora me las quiero quedar. Un premio por
salvarte la vida. Me gusta imaginar, al mirarlas, tu coñito desnudo dentro y
mojado.
—Eres imposible.
—De nada.
Lo miro, mientras me siento en la cama.
—¿Por qué? Ayer casi acabé muerta por tu culpa…, y varias veces. No pienso
agradecerte algo así.
—En el fondo sabes que necesitabas algo así, para dejar de pensar en tu
mierda.
Tiene razón, pero no pienso dársela. Lo veo coger el sujetador,
semitransparente.
—Es mi favorito. Devuélvemelo.
—No, a menos que te lo pongas delante de mí. Entonces, te lo quedas.
Nos miramos agitados, con la idea de que me quede desnuda ante él.
Levanto su camiseta negra, y la mirada de Troy se oscurece. La levanto un
poco más…, pero me detengo.
—No pienso darte ese placer. Regreso a mi cuarto.
—Cierto, llegas tarde a clase, y tu lado de niña buena odiará perderse tantas
asignaturas.
—¡Joder! ¡Vas a arruinarme la vida! —digo, al comprobar la hora que es.
—Eso seguro.
Voy hasta la puerta y me llama.
Me tira el sujetador, pero las braguitas se las guarda.
Yo también pienso quedarme con su camiseta. Desde ahora, es mi nueva
camisa de dormir.
Entro a mi habitación y, con dolor de cabeza incluido, me preparo para ir a
clase.
Sí, odio perderme materias.
Yo, que voy de rebelde, llego con la lengua fuera a la primera clase, y me hace
feliz, no habérmela perdido. Soy patética, pero no he pensado en la foto de ayer,
y es gracias a Troy.
Le mando un mensaje.

Alzo la vista y lo veo subir las escaleras con paso tranquilo, a pesar de que el
profesor, que acaba de entrar, lo fulmina con la mirada. Se sienta a mi lado, tras
guiñarme un ojo.
—Te has dignado a venir a clase.
—No me queda otra. Te lo hubiera dicho, si no hubieras salido corriendo de
mi cama —murmura—. Por cierto, has gemido en sueños. ¿Pensando en mi
polla entrando en tu apretado coño? —lo susurra en mi oído.
—Ni de coña. —Se aparta con una media sonrisa.
Con seguridad, sí soñé con él. Dormir en su casa no habrá ayudado a
mantener mis fantasías sexuales a raya.
Saca un caramelo y me tiende uno.
Lo cojo y lo disfruto fundirse en mi boca. No sé de qué marca son, y tal vez
hasta pague a alguien para que se los haga, porque no me extrañaría.
La clase sigue y tomo apuntes.
Troy se me acerca al oído. No se me pasa por alto cómo mi cuerpo no teme su
cercanía. No me altera. Lo dejo entrar en mi espacio vital sin miedo.
—¿Llevas el sujetador sexi?
—Presta atención.
—Solo estoy aquí para hacer el paripé. No me permiten acabar la carrera. —
Noto dolor en su voz—. ¿De qué me sirve esforzarme?
—Tal vez, para demostrarte a ti mismo que eres mejor de lo que crees.
—¿Es lo que haces tú?
—Estudiar me da paz —admito—. Ahora dirás que es porque soy una niña
buena…
—Lo eres, pero eso me gusta de ti. Ahora dime si tienes debajo de esa
sudadera el sexi sujetador transparente.
Este juego es peligroso, y no saldrá bien, pero la emoción corre por mis venas.
—No, llevo otro.
Pone cara de enfado.
—Pienso cambiar eso —señala y seguimos mirando la clase—. Te quiero
vestida con la ropa que te imagino.
—No soy tu juguete.
—Pero te encantaría. —Roza su pierna con la mía—. Aunque no pasará. Aún
me queda algo de humanidad…, para mi puta desgracia. —Parece enfadado, por
querer ser bueno conmigo.
Le diría que su intento es adorable, pero sé que no le gustará escucharlo.
La lucha de Troy por querer hacer lo correcto conmigo me hace pensar que
hay un lado de él que nadie conoce. Tal vez, ni él mismo. Quizás, como yo, solo
está tratando de huir de algo. Pero no le diré que lo veo, hasta en las sombras
invisibles.
—Qué raro. Ayer no la vi.
—¿Tampoco cuando te salvé la vida? Me hieres.
—Tal vez, solo ahí. —Sonríe de medio lado y dejo de mirarlo, para prestar
atención a la clase.
Intento centrarme en los estudios. Estudiar me calma. Me da estabilidad.
Cuando todo pasó, me refugié en los estudios. Al regresar a clase, sacar las
mejores notas de nuevo y estar ahí, estudiando, era lo que me mantenía a flote
para no hundirme ante el bullying y acoso que recibí. Lo de las fotos retocadas
solo fue el comienzo de algo mucho más oscuro…
Troy escribe algo en mi mano. Lo miro y es el caracol.
—Te pones muy fea cuando piensas.
—Tú estás feo siempre —le rebato. Cojo mi boli y hago el mismo símbolo en
su muñeca—. Así parecemos dos críos pintándose las manos.
Sonríe, pero no dice nada.
Al acabar la clase, Troy me sigue a la siguiente. Al llegar, varias tías tratan de
tocarlo y él las esquiva como puede. Su gesto se hace duro y sé que se imagina
cómo les saca la cabeza a todos. Sobre todo, cuando una casi le toca la polla.
Siento algo removerse en mí. No son celos, sino algo más oscuro. No me
gusta cómo le tocan. ¿Por qué nadie ve que no está bien?
Las chicas se ríen y se marchan a su sitio, mientras nosotros hacemos lo
mismo, al fondo. Troy está cada vez más fuera de sí, y tiene razones para estarlo.
Observo a Troy, y sé, por su mirada, que ahora mismo las está imaginando
muertas.
—Es negro. —Me mira sin entender, antes de sentarnos al final—. Mi
sujetador. Es igual que el otro.
—Si las mato, el mundo no se perdería nada. —Pongo los ojos en blanco—.
Bueno, al menos esta clase me la pasaré imaginándote desnuda en mi cama, solo
con ese sujetador.
Aprieto las piernas.
—No sé cómo eso puede ser atractivo…
—¿Y esa nota de vulnerabilidad? ¿Es por lo que pasó ayer, antes de mi paseo
mortal?
—Olvídalo…
—Yo no necesito a nadie que me diga lo jodidamente bueno que estoy. Es
patético que lo necesites tú, que tienes ojos en la cara y te has visto desnuda,
millones de veces.
Tiene razón. Lo sé, pero cuando veo la cantidad de chicas que se le insinúan,
por un segundo, me invade el miedo de, si solo está jugando conmigo, porque
Troy es un rico aburrido que ha decidido divertiste a mi costa.
El miedo me paraliza. Con Bob no vi venir nada hasta que fue tarde…
Me levanto. Troy me mira y trata de detenerme, antes de que me marche de
la clase. Le he puesto en bandeja ser la idiota de turno con la que jugar para
entretenerse.
Una parte de mí dice que solo pienso eso, porque la foto de ayer me tiene
tocada, pero otra teme que esté confiando de nuevo en la persona equivocada.
Troy
Salgo tras Kelsi y la encuentro cerca del aseo. Entra dentro y la sigo, tras cerrar
la puerta. Tiene la mirada perdida y, cuando tiro de ella y la acorralo contra la
pared, me mira asustada. Sus ojos hablan de miedo, de dolor y angustia. La
tormenta de su mirada me rompe el corazón.
—¿¡Qué cojones haces!? —Pongo sus manos sobre su cabeza—. ¡Suéltame,
pedazo de mierda!
—Todo eso solo me la pone más dura. —Gruñe y trata de soltarse, aunque en
su mirada veo cómo mi agarre, la pone cachonda—. ¿Dime qué te pasa? ¿Qué he
hecho?
—Solo soy para ti una diversión, y me harás daño…
—Sí, a todo, ¿Y qué? Nunca te he mentido. Nunca te ha importado.
—No soy tan atractiva como otras… Lo sé…
—Eres idiota. Eres jodidamente sexi, y tu cara de niña buena me pone
mucho…, pero no pasará nada entre los dos. Solo me estoy divirtiendo, y a ti te
gusta. Así que, deja de luchar contra mí y centra tu odio contra la puta persona
que ayer te mandó esa mierda de foto. —Se calma, pero se agita cuando empiezo
a levantar su sudadera—. Quiero ver el sujetador. Quiero imaginarte desnuda,
teniendo todas las piezas.
—Te odio…
—Me la suda. —Subo la sudadera y veo su sujetador negro transparente. Sus
pezones se ponen duros. Sería muy fácil acercarme y meterlos en mi boca.
Son rosados, como me gustan. Como el rojo de sus mejillas, cuando está
cachonda.
La miro, y ahora mismo tiene las pupilas dilatadas y la boca mojada pidiendo
que la devore.
—Si me lo pides, me alejaré de ti para siempre —digo cerca de su boca.
—No quiero…
—Pues entonces, no te quejes si juego contigo. Solo disfruta. —Paso los dedos
por uno de sus pezones, y no hacer nada más me cuesta la vida—. Nos vemos.
Salgo del aseo, más duro que una puta piedra, con el deseo de follarla, pero
sabiendo que es mejor jugar sin dar un paso más.
Lo peor, es que dudo que en toda mi vida pueda olvidar la imagen de ella en
el aseo, con las manos sujetas y la boca entreabierta, con los pezones duros,
pidiendo que haga lo que quiera con ella.
Quiero hacerlo. Quiero joderla a base de bien.
Ella debería huir, pero no lo hará. Como yo tampoco puedo huir de ella.
Capítulo 23
Kelsi
Mi padre me informa de que no se sabe quién mandó la foto, pero que el
abogado y la policía seguirán investigando.
Ninguno hará nada. Ambos saben que, si descubren algo que pone en jaque al
hijo del alcalde, se les cae el pelo antes de que salga a la luz la verdad.
Intento seguir con mi vida como si nada, pero es complicado.
Entro a la sala de pódcast y Pat está enseñando su móvil nuevo a Betty. Esta lo
mira como si fuera un dios.
—Este móvil tiene inteligencia artificial y es el último modelo.
Noto que me falta el aire y voy hasta mi puesto, no queriendo escuchar nada
de lo que le está explicando.
Dejo mi sudadera en el sofá nuevo e intento ser fuerte. La IA no se va a ir. Lo
sé, mejor que nadie. No es mala. Los malos son los que la usan para hacer daño.
—Mira, te he puesto como si fueras Cleopatra. —Betty se ríe.
Tomo aire y me duele respirar. Yo pasé por eso. Mi exnovio usaba su móvil
para hacerme fotos y me transformaba en otras mujeres. Era algo inocente.
Algo divertido. Algo que se le fue de las manos. Tenía cientos de fotos de mí, y
no pudo ser otra persona.
—Es una puta pasada. Mira, Troy, con mi móvil puedo ser cantante, como tú.
Este lo fulmina con la mirada, y más cuando ve la foto.
—Aleja esa mierda de mí.
—Vale —indica Pat—. Con Troy nada de IA. ¿Quién quiere probar?
El resto van hacia él, mientras Troy se me acerca. Me mira, apretando los
puños, y alza una ceja.
—A alguien tampoco le gusta lo de la inteligencia artificial. Ya somos dos.
Odio que nos parezcamos tanto. Es una mierda… ¿Nos ponemos a trabajar? —
digo mirando el micro.
El resto asiente.
Me giro para mirar a Troy, que se ha quitado la sudadera y la ha dejado sobre
la mía.
—¿Y ahora qué excusa tienes para dejarla junto a la mía?
—Me gusta cómo huele tu perfume. Me la pone dura. —Sonríe de medio lado
—. Qué tontita eres…, cuando digo estas cosas, siempre te sonrojas. —Acaricia
mi mejilla, y de nuevo no hay dolor—. Tengo que ir a un sitio luego. Es
peligroso. Muy peligroso, pero, si no te separas de mí…
—Iré.
—Mañana hay clase —me recuerda.
—Iré también. Puedo llegar a todo.
—Claro, y luego acabar muerta. Mandaré flores a tu tumba.
Lo fulmino con la mirada, cuando Tulia nos dice que empezamos y se ponen
a contar cosas. Lo de los vídeos de TikTok ha gustado; la gente quiere luego
meterse a la web, para buscar el enlace, y Pat trae un montón de ellos.
Nunca esperé que se tomara tan en serio su trabajo.
El calor empieza a hacerse cada vez más fuerte.
Miro a Troy, que observa descarado mis pezones duros. Tiene un boli en la
boca y lo mueve de forma sugerente.
—Podrías arreglarlo.
—Podría, pero me perdería lo mejor de este lugar. —Mira mis tetas—. Hoy
llevas sujetador blanco. Tan puro y virginal…
Nos miramos con intensidad.
De nuevo, es como si sus ojos verdes azulados me atraparan y me llevaran lejos
de este mundo. Tomo aire, y su perfume llega a mí, junto al olor de sus
caramelos.
Tulia nos dice que ha terminado y seguimos grabando las otras
intervenciones.
La tarde se hace interminable. Sobre todo, por mi intento de no mirar a Troy
de reojo y comprobar qué está haciendo.
Lleva un rato mirando el móvil… Lo admito, no puedo dejar de mirarlo.
—Necesito que me hagas un vídeo. Mi agente quiere que se me vea en la
universidad y así ayudaré a este programa.
—Tú, ayudando… Joder, te tienes que estar muriendo.
—Solo lo hago para que mi agente me deje en paz.
—¿Y dejarlo todo?
—No puedo. —Se tensa y me pasa su teléfono—. A ver qué tal se te da
grabarme.
—De maravilla, mi padre es fotógrafo de bodas y hace también montajes de
vídeos. Desde niña he visto de cerca esto y sé editarlos.
—La chica buena.
—¿A que te haces tú solo el vídeo, Troy Harris?
—No, vale. Seré bueno.
—Dudo que puedas ser de esos. —Sonríe de medio lado, de esa forma que me
pone cardiaca.
Hago varios vídeos, mientras trabaja, y luego me bajo un par de programas
para editarlos. Le pido la clave y la mete, sin importarle que lo baje en su
teléfono.
—Cógelos de pago, que así tienes más funciones. —Asiento y eso hago.
El resto de la tarde me lo paso editando el vídeo de Troy. Solo serán treinta
segundos, pero hago que la gente no pueda apartar la mirada de él. Resalto su
mirada, cuando se gira para mirarme, y hay fuego en sus ojos. Un fuego en el que
quiero consumirme.
Al acabar, le he puesto una de sus canciones, que iba bien con el vídeo, y se lo
tiendo.
Han terminado las grabaciones y Tulia nos da las gracias por todo.
El resto se despide con la mano.
—Os recuerdo que el sábado por la noche os toca ir poniendo todo, cada
media hora.
Asiento y se va donde tiene su despacho, para tomar notas y editar cosas.
—Ten —le digo a Troy, devolviéndole su móvil—. Por cierto, es raro que no
tengas fotos de nada.
—Después de todo lo que has visto de mí, ¿eso es lo que más raro te parece? —
Sonríe divertido.
—Eres imposible. —Sonríe y le da al play, mientras me pongo la sudadera.
Salgo de este cubículo del infierno. En el resto del espacio la temperatura es
normal, y se está a gusto.
Troy mira el vídeo y no comenta nada.
—Sé que un profesional lo haría mejor…
—¿Mejor? Es una puta pasada. Eres un cerebrito adorable —me revuelve el
pelo, y le doy en el costado—. Que se enfada la niña buena.
—Idiota.
Me marcho hacia la puerta.
—A las doce en mi puerta. No tardes, a menos que la cordura regrese a tu ser.
—Eso ni de coña. Allí estaré.
Se marcha y lo veo alejarse en su coche, con sus guardaespaldas. Algunas fans
se han agolpado al salir, y tratan de tocarlo; de cogerlo como si no importara
nada, con tal de decir que han tocado a Troy Harris.
No me gustaría estar en su piel.
Para alguien que odia las caricias, debe ser un infierno. Ya no veo todo esto
como antes, y conocerlo me hace verlo de forma diferente. Hace que deje de
pensar que es normal el acoso que recibe.
Llego a mi cuarto y me llega un aviso de Troy, que ha subido el vídeo, y ha
etiquetado al grupo de pódcast.
En el fondo, no es tan capullo como quiere aparentar.
Miro el vídeo y lo paro en esa mirada, por la que iría al propio infierno.
Le doy me gusta y me pongo a estudiar para compensar lo de esta noche.
Estoy preparándome, cuando me llega un email. Lo abro y veo una foto mía,
en la que estoy desnuda de cintura para arriba.
Me muerdo la boca. Parezco sugerente y, joder, da miedo porque podría ser
yo.
Tiemblo de miedo y de asco. Me quito la camiseta, para mirarme frente al
espejo. Mis pechos no son así. Los de la foto tienen pecas, donde yo no tengo.
Mis pezones son rosados, y no son como estos. Hago una foto de mis senos,
tapándome con una mano, para que no se vean los pezones, y me tienta subirla a
redes, para que quien esté haciendo esto, vea que es falso, que yo no soy esa…
Tomo aire y trato de tranquilizarme, pero es como si estuvieran violando mi
intimidad. Están contando una mentira de mí, sin importar el daño. Mando la
foto de la IA a mi padre y me llama mientras me visto.
—Lo siento, hija. Pensé que todo pasaría cuando fueras a la universidad.
—Al parecer, quien sea que está detrás, no quiere dejarme vivir en paz. ¿Crees
que ha mandado esta foto a alguien más?
—Esperemos que no. Voy a enviarla al abogado. Cuantas más fotos mande,
tal vez más cerca estemos de pillarlo. —Se queda callado—. Odio preguntar,
¿pero estás en tu cuarto? —Noto la ansiedad en su voz, y el miedo a que le diga
que no.
—Sí, estoy estudiando.
—¿Y vas a salir? —Si le digo que sí, se muere del susto.
Noto lágrimas en los ojos, por tener que mentirlo, pero es lo único que puedo
hacer para vivir mi vida.
—No, veré algo en la tableta.
—Qué bien, y, por cierto, me ha encantado el vídeo que has hecho a Troy
Harris.
—¿Cómo lo ha sabido?
—Porque Vanesa lo ha puesto y, como sé que sois amigos, he reconocido
algunos de mis trucos en el vídeo. Eres muy buena, aunque me habría gustado
otra carrera para ti.
Otra vez esa gran verdad. Mi padre siempre me había dicho que era una
genio, y que un día haría algo grande por la humanidad.
Yo, ahora, solo quiero ser feliz, y cuesta mucho.
—Lo sé. Te dejo, que tengo que estudiar.
—Vale, te quiero. No te acuestes tarde.
Cuelgo y dejo el móvil en la mesa.
No quiero llevármelo, porque deseo estar ilocalizable, para no estar pendiente
de mi padre.
Me miro una vez más al espejo y tomo aire agitada, esperando que de verdad
lo de Troy esta noche merezca la pena, para así no pensar en nada.
Capítulo 24
Kelsi
Troy me espera fuera, cuando ya se han ido los guardaespaldas.
Va vestido todo de negro, como siempre. Yo también voy toda de negro.
—Parecemos ladrones —le digo en su coche. No responde, y parece tenso—.
Vale, el antisocial ha vuelto.
Miro por la ventanilla, mientras Troy conduce por la ciudad, como un puto
loco. Veo las luces pasar a toda pastilla, y me centro en cómo la ciudad se va
alejando de nosotros. Llegamos hasta una casa, que no tiene muy buena pinta.
Hay una fiesta en ella. Troy deja el coche cerca de otros, y sale de este. Hago lo
mismo.
—Pase lo que pase, confía en mí, y no te alejes.
Asiento, algo asustada, para qué vamos a engañarnos.
Troy se pone la gorra y busca mi mano, para entrar juntos.
La gente nos mira curiosos. Siento que aquí no se cuece nada bueno, y no es
por las luces de neón. Es algo más. Avanzamos hasta el sótano y han montado
varias mesas de póker.
Troy va hacia una de ellas y un tío lo saluda.
—¿Quién es la chica? —pregunta sin dejar de mirarme de forma lasciva.
—No es nadie. Una putita que he contratado para que me la mame luego.
¿Pero qué cojones acaba de decir? Lo miro, y aprieta mi mano, recordándome
que confíe en él.
«Esto no está bien. Esto es una locura. Sal corriendo».
¿Lo hago? No, me pongo tras Troy en la mesa. Estar aquí, da un miedo de
narices, pero he dejado de pensar en las fotos, porque salvar mi vida de golpes es
lo único que me preocupa.
—Armas sobre la mesa —dice el que ha saludado a Troy.
Varios sacan navajas y una pistola. ¡Una pistola!
Se me cierra la boca del estómago.
Troy me mira y me guiña un ojo, antes de dejar su navaja sobre la mesa.
¿Cómo puede traerme a un sitio así? ¿Cómo puedo confiar en él? Algo debe
haber mal en mí.
Empieza la partida y me mira el que parece el anfitrión.
—Cómo te vea hacerle cualquier seña, te rajo. Aunque no sin antes disfrutar
de tu cuerpo.
Asiento, mientras un sudor frío me baja por la espalda.
Intento pensar que todo es mentira, y que Troy nunca me traería a un lugar
donde corriera peligro. Ah…, ¿no? Mi lado bueno está hiperventilando. Intento
que nadie note cómo se me nubla la vista por el miedo.
La partida sigue y Troy gana una mano tras otra.
Noto el ambiente cargado, antes de que pase nada.
Todo pasa muy rápido, y en un segundo estoy recordando cómo se respira y,
en otro, el anfitrión salta sobre la mesa y me pone su navaja en el cuello.
—¡Te está ayudando! ¡No puedes ser tan bueno! —Troy recoge el dinero
tranquilo, sin inmutarse por el hecho de que tenga una navaja pegada a mi
cuello.
Trago, notando la navaja en mi cuello. Estoy muerta de miedo. No puedo
moverme.
Troy se levanta y me mira como si no le importara.
—Puedes matarla, si quieres.
Sus palabras me duelen, porque pensé que le importaba; que, a pesar de todo,
nunca me haría daño… Es como mi ex, al que creí, hasta que me destrozó.
El dueño duda y lo mira, en busca de algo que le haga saber que le importo.
No encuentra nada. Solo hay frialdad.
El resto de la gente ni se inmuta, como si esto fuera lo más normal del
mundo, en una timba de póker.
Afloja mi agarre y va bajando la mano.
Troy tira de mí, hacia él, al tiempo que se agacha para coger su navaja y se la
lanza en la pierna al anfitrión.
—La próxima vez que toques algo que es mío o me acuses de hacer trampas,
te mato.
El anfitrión asiente y Troy me lleva lejos de este sitio.
—¡Vamos a seguir jugando! —grita el anfitrión.
¿Dónde me ha metido?
Llegamos hasta su coche y entramos en él.
Estoy agitada, cagada de miedo y sabiendo que soy tonta por confiar en él,
como si no hubiera aprendido nada de todo lo que me pasó.
Al llegar a la residencia, miro a Troy.
—Te dije que te alejaras de mí.
—Tranquilo, lo pienso hacer. Eres un puto sádico. —Si no estuviera tan
nerviosa, vería el dolor en su mirada.
—Ese soy yo.
Salgo del coche y de su vida.
Es mejor que nuestros caminos no se crucen más.
Es mejor vivir mi vida lejos de ese monstruo.
Troy

Dejo las cosas en mi cuarto.

Tiro el móvil al sofá y me siento en la cama.


Todo lo que ha pasado en ese lugar es cierto, menos lo de la navaja. Ninguna
de las dos tenía filo. Ella no corrió peligro, pero yo buscaba que se asustara.
Quería que viera lo despreciable que soy, porque yo soy incapaz de alejarme de
ella.
Estaba tan asustada, que no vio que la navaja no se clavaba en la pierna.
Es lo mejor. No soy alguien que merezca a una persona como ella.
En el fondo, Kelsi, cuando deje de experimentar, volverá a ser jodidamente
perfecta, y volverá a ser luz. Solo está tratando de recomponerse. Ella tiene
salvación, pero yo no.
Ya lo dijo mi padre:
—Eres malo… Eres un niño malo… Los niños malos y mentirosos van al
infierno. Tú pudres todo lo que tocas, y por eso no tienes a nadie. Por eso, nadie te
cree.
Capítulo 25
Kelsi
Troy no ha venido a clase. Mejor, porque no sé qué pasará cuando lo vea. Al sitio
al que me llevó, era horrible, aunque seamos justos, la culpa es mía. Me dejé
llevar, porque creía que podía confiar en él.
Entro en la hamburguesería, donde he quedado con Tulia y Betty.
Es hora de hacer amigos que no estén mal de la cabeza. Por eso, acepté venir.
Vamos a cenar y luego a salir de fiesta. Algo normal. Sin navajas, ni timbas de
póker ilegales.
Entro y Betty me hace señas con la mano, para que vaya hasta ella.
Al verme, alza las cejas.
—Joder, ese vestido azul te queda de escándalo —me dice y se sube sus gafas,
que hoy son negras, con cristalitos.
—Estás muy bien —comenta Pat, que se sienta a nuestro lado, con algunos
de sus compañeros de fútbol. Esto hace que Betty se olvide hasta de su nombre.
Pedimos algo de cenar.
No tengo hambre, porque la traición de Troy sigue anclada en mi pecho y, lo
peor, es que en frío sentí que algo se me escapaba. Su mirada era triste. No era la
de alguien feliz, porque me alejaba de su lado.
La cena está buena, pero me aburro del ambiente. Cuando has probado el
lado oscuro, te cuesta disfrutar de algo tan simple…
No, pienso disfrutar.
Salimos de aquí, tras tomar varias cervezas. Tengo el puntillo, y me río por
todo.
No está tan mal, y mi padre sabe que voy a salir. Me dijo que tuviera cuidado y
que le avisara al llegar. Saber que no dormirá, hasta que lo llame, me amarga la
noche, porque, aunque no quiero, estoy pendiente del móvil todo el tiempo.
La música del pub al que hemos ido es buena. Bailo con Tulia y Betty, y veo al
tío con el que me lie, que trata de acercarse a mí, pero lo evito y me voy hacia
otro lado.
No quiero más errores en unos días.
Ponen una de las canciones de Troy y, aunque no quiero, acabo por bailar su
música. Su voz corre por mi cuerpo.
Bailo como lo hacía en mi dormitorio, sola, porque nunca me permití el lujo
de hacerlo en las fiestas del barrio. Nunca dejé que nadie supiera que bailar me
encanta.
Betty tira de mí, hasta una mesa, y bailamos juntas.
Al bajar, estamos jadeantes y nos reímos. Seguro que es porque vamos pasadas
de alcohol. Tulia ha hecho un vídeo, y le digo que lo suba. Hoy vale todo.
Llega un momento que pierdo el norte, porque he bebido tanto, que no sé
dónde estoy.
Miro entre la gente y no encuentro a mis amigos.
Entonces, alguien coge mi mano con fuerza. Me tenso, hasta que veo que se
trata de Troy, con una gorra. Me dejo llevar, sabiendo que no debería.
—Te odio…
—Lo sé… Era la idea, pequeña —me dice, ya fuera del local.
Luego, me pone mi abrigo y tira de mí hacia la residencia.
—Me gusta estar contigo.
—Lo sé. —Hay dolor en su voz—. Mañana no recordarás nada.
—Seguramente, no. —Me pongo a reír y, después, lloro—. ¡Tuve mucho
miedo! ¡Confié en ti!
Se gira y me seca las lágrimas, con una ternura que no esperaba.
—Te deseo demasiado como para ser racional, Kelsi. Solo quiero, por una vez,
pensar en la felicidad de otra persona, más que en la mía. No ser un monstruo…
—Era feliz contigo. Eres tonto.
—Eras feliz, y eso es lo que me asusta.
—Soy más fuerte de lo que crees.
—Ahora mismo das pena y no creo que tardes mucho en vomitar.
Parece que lo dice y lo ha convocado.
Vomito, mientras él se queda a mi lado, sujetando mi pelo.
Vamos hasta mi habitación, y me ayuda a quitarme los zapatos.
—Solo quiero que deje de doler, y, a tu lado, el dolor desaparece. —Acerco
mi mano a su cara. Hay mucha tristeza en su mirada.
—Duerme, y olvida todo esto. Es lo mejor.
Va a irse, pero cojo su brazo. Al hacerlo, veo algo en él, que me hace agrandar
los ojos.
Se marcha, antes de que diga nada más sobre ello.
Sale de mi cuarto y voy a protestar, cuando el sueño me atrapa.
No quiero olvidarlo. No quiero olvidar este momento, donde él, a pesar de
todo, cuidaba de mí.
No quiero olvidarme de nada que tenga que ver con Troy Harris.
Capítulo 26
Kelsi
Entro a la sala de pódcast, donde están subiendo el veinticuatro horas.
No recuerdo cómo llegué a mi cuarto. Tengo borroso todo.
Betty me dijo que me perdieron de vista y que luego ya no estaba. A primera
hora, llamaron a mi cuarto. Era el conserje de la residencia, porque mi padre
estaba asustado por no saber nada de mí.
Le dije que estaba bien y volví a la cama.
Lloré, por hacerle daño, y por olvidarme de él. Por no ser prudente…
Luego, me empezó a doler mucho la cabeza y me tuve que tomar varias
pastillas para poder ser persona.
Siento que lo que he olvidado era importante.
Solo recuerdo que me sentía segura.
Entro a la sala de controles y dejo la nevera portátil llena de cosas.
Hoy no es mi mejor noche para esto, pero di mi palabra y pienso estar aquí,
aunque sea con café en vena.
Tulia me dice todo lo que tengo que hacer: cada cuarenta minutos debo
poner una grabación.
Asiento y se marcha con Pat.
Miro los controles y voy a prepararme café. Con Troy no cuento, porque
dudo que venga. Estará muy ocupado golpeando a alguien.
«Idiota…».
Preparo un café doble y me lo voy bebiendo de camino.
Me quedo con él en los labios, al ver a Troy, de espaldas, quitándose la
sudadera. Se le levanta la camiseta negra y puedo ver los tatuajes de su espalda.
Se me seca la boca de forma involuntaria.
—¿Has dejado ya de mojarte por mí, pequeña?
—En tus sueños —respondo con tono enfadado.
Mi mente trata de decirme algo de nuevo.
Nuestras miradas se cruzan y veo sus ojos fijos en mí. Lo miro enfadada y
sonríe, como si le aliviara que siguiera enfadada con él. ¡No lo soporto!
—¿Vas a salir a correr? —me pregunta, al ver mi ropa deportiva.
—Esta noche hará mucho calor. —Abre la boca, para decir alguna estupidez
sobre él mismo. Lo corto—. No por ti. Me pone ser rebelde, pero no una suicida.
—Me alegro, porque eres un puto coñazo —murmura, mirando hacia
delante.
—Tú sí que lo eres —lo rebato.
Ponemos el primer pódcast, y ya hasta dentro de cuarenta minutos nada.
Saco el móvil para entretenerme. Cualquier cosa es mejor que mirarlo. El
calor cada vez es más insoportable.
—Como no me deseas nada, no te importará que me quite la camiseta,
¿verdad?
—Para nada. Todo lo que tienes de sexi, lo tienes de capullo.
Me guiña un ojo, y bufo.
Se quita la camiseta. Su cuerpo de infarto se pone ante mí, y casi hasta parece
que lo está haciendo aposta.
Imposible.
Voy hasta el sofá y me acomodo en él.
Ponemos el siguiente programa.
Desde que Troy subió el vídeo promocional, hay mucha más gente en redes, y
las visitas se han disparado. Tal vez, hasta alguien esté escuchando esto.
El calor se hace cada vez más intenso.
Troy me mira la ropa deportiva, ya sudada.
—Puedes quedarte en sujetador. Te prometo que ni con un palo pienso
tocarte. —Su risa torcida me hace querer desafiarlo.
Tiro de la cremallera delantera de mi chaqueta y noto cómo los pechos,
pesados, se liberan cuando cede.
Su mirada es ardiente. Es como si me deseara más de lo que está dispuesto a
admitir.
Tiro de la prenda y me quedo sentada, solo con unas mallas de deporte negras
y un sujetador de encaje, también negro.
Nos miramos a los ojos. Estamos agitados. No lo soporto, pero eso no cambia
el deseo que siento por él.
Su mirada va hasta mis pechos. Los mira de forma que se endurecen, hasta
casi doler. Quiero su boca en ellos…
Centro la atención en mi móvil, y todo va bien, hasta que Troy pone el
siguiente pódcast y se sienta a mi lado. Muy cerca de mí.
—No te soporto —rumia entre dientes—. Has puesto mi vida patas arriba. —
Se pasa la mano por el pelo. Me mira agitado, nervioso y jodidamente sexi.
—Yo te detesto —le rebato, con la respiración cada vez va más rápida.
Un segundo, lo miro como si lo odiara y, al segundo siguiente, estoy sentada
a horcajadas sobre él, asaltando su boca como una posesa.
Nos tocamos, como si nos odiáramos de verdad. Somos agresivos y duros.
Muerdo su boca, lamo su sangre y él lame mi lengua, que sabe a él. Araño su
espalda, y gime de placer.
Tira de mi coleta, para adentrarse más en mi boca.
El dolor que siento me hace gemir. No hay nada dulce en este encuentro.
Llevamos mucho tiempo tentándonos, jugando con fuego. Siempre supe que
acabaría así con él, pero, si me lo pregunta, lo negaré.
Pero, a pesar de todo, siento que estoy donde quiero estar.
Muevo mi cuerpo sobre su dura polla y la siento entre las piernas.
Tira de mi sujetador hasta romperlo. Mis pechos quedan libres. Los mira y
luego tira de ellos con sus dedos. Lo hace con fuerza, sin caricias, sin temor a
romperme.
Gimo, perdida en este mar de placer. Noto cómo mi sexo da una sacudida.
Lleva sus manos a mis glúteos. Los masajea, y me da varios azotes fuertes.
Cada vez más fuertes. Mi sexo da una sacudida, y noto cómo se moja mi ropa
interior, y mis pantalones.
Restriego mi sexo contra su dureza. Gruñe y me da otro azote. Jadeo de
placer.
—Eres mi putita —me dice y sus guarras palabras me excitan.
—Te odio.
—Lo sé. —Mete uno de sus pezones en su boca y lo muerde. Araño su espalda
—. Más duro —me pide, cuando paro, y cuando tira de mi pezón, lo araño con
más fuerza.
Siento sus dedos en mi piel. Me marcan.
Cuando saca el pezón de su boca, está enrojecido. Rojo, por sus atenciones.
Hace lo mismo en el otro.
Muevo mis caderas sobre él, buscando alivio.
—No tienes permiso para correrte, sin tenerme dentro.
Protesto, pero me gusta que lleve el control de mi placer.
Deja mis pezones rojos y sensibles. Muerde mi cuello, y muerdo el suyo. Me
gusta lamer la zona enrojecida.
—Necesito tocar lo mojada que estás por mí.
—En tus sueños. —Sonríe y mete los dedos en mi interior.
Noto cómo se acercan a mi sexo caliente. Cuando me toca el clítoris, creo que
me voy a correr.
Lo araño y cierro los ojos, para evitar el orgasmo que se anida entre mis
piernas.
Saca los dedos, mojados por mis juegos, y los pone ante mi boca.
—Chúpalos. Que no quede nada.
Saco la lengua y lo hago con lentitud.
Su mirada se va haciendo cada vez más oscura, mientras lamo sus dedos
mojados por mi esencia. Gruñe y busca mi boca, para besarme y probarme así.
De nuevo, lleva sus dedos a mi sexo y tira de mi ropa, hasta bajarla a los
muslos. Golpea mi sexo y luego pellizca mi clítoris.
—No sabes cómo me pone lo cachonda que está la chica buena por mí.
—No es por ti.
Sonríe y muerdo su boca. Su sangre se cuela entre los dos.
Tira de mi pelo, mientras sus dedos entran en mi sexo con fuerza. Mete más
de dos dedos. Pierdo la cuenta, mientras mi cuerpo se abre a él. Me quiero
correr; quiero el clímax prometido.
—No sin mí —me recuerda y saca los dedos, y esta vez es él quien lame sus
dedos, antes de pasarlos por mis pechos.
A continuación, lame los pechos mojados por mis jugos.
Esto es jodidamente guarro y ardiente…
Me encanta.
Lleva su mano a mis glúteos y mete el pulgar por detrás.
Grito, y no sé si es de dolor o de placer. Hasta que me acostumbro a la
invasión. Mueve el dedo de dentro hacia fuera, mientras la otra mano se
restriega contra mi sexo.
—Eres mi guarrilla —dice, mordiendo mi pezón.
Quiero decirle que sí, pero callo.
Solo es sexo…
Mete varios dedos en mi interior. Los mueve, al compás de su pulgar. Estoy
temblando. Temblando de placer. Si no me corro, acabaré por llorar…
—¿Quieres correrte? —me pregunta sabiendo la respuesta, pero asiento—.
Admite que nadie te pone como yo y el orgasmo es todo tuyo.
Dudo, y me lleva de nuevo al límite.
Araño sus brazos, donde me apoyo.
Tiemblo, pensando que me podría correr, sin que me diera permiso. Podría…,
pero eso no me daría el placer que necesito.
—Nadie —admito y aumenta las embestidas de sus dedos, hasta que me
corro con fuerza sobre sus dedos—. Troy…
Gruñe, mientras me mira correrme sobre él y maldice, antes de echar la
cabeza hacia atrás, para dejarse ir.
Lo hace, sin que lo haya tocado, y eso me hace sentir muy poderosa.
Al acabar, estamos jadeantes, agitados y nerviosos.
Lo que ha pasado no puede volver a pasar.
Busco mi ropa, mientras pongo el siguiente pódcast.
—No ha sido para tanto —dice el capullo.
—Horrible.
Nos miramos a los ojos y me pregunto cómo podemos mentir tan bien,
cuando nuestras miradas hablan de otra cosa, y nuestros cuerpos más.
Somos un par de mentirosos.
Lo veo cambiarse de reojo. Tiene marcas de mis dedos por su cuerpo. Yo
también de él. Miro sus brazos y entonces veo un caracol, justo donde yo se lo
hice. Es como yo se lo hice…
Mi mente aletargada recuerda todo.
Troy me llevó a mi cuarto. Troy estuvo cuidando de mí:
—Te deseo demasiado como para ser racional, Kelsi. Solo quiero, por una vez,
pensar en la felicidad de otra persona, más que en la mía.
Sus palabras me conmueven por dentro, pero no cambia que los dos sabemos
una gran verdad: a su lado saco lo peor de mí…, y aunque he jurado que deseaba
algo así, no sé si de verdad estoy lista para saber dónde me llevará seguir cerca de
Troy Harris.
Es más fácil todo cuando sabes que la otra persona no es de fiar, porque así
nadie puede herirte.
Capítulo 27
Troy
He ido a mi cuarto para cambiarme y darme una ducha.
Los guardaespaldas me han llevado en coche, pero odio que hagan de niñeras.
No tardo en regresar y lo hago con ropa limpia para Kelsi. Dijo que ella se
hacía cargo de todo, mientras no queríamos volver a mirarnos.
Entro y la veo en el sofá, dormida, con el móvil en la mano.
Subo sus piernas al sofá. Tiene marcas de mis besos, y su boca clama a gritos
que la folle de nuevo.
No metérsela hasta el fondo, me ha costado horrores, y cuando la vi correrse
con fuerza sobre mí, con mis dedos… me dejé llevar.
Nunca esperé encontrar a nadie con quien ser yo mismo en el sexo.
Llevo años controlándome, por miedo, porque mis primeras veces fueron
una mierda y me marcaron.
—Eres un puto sádico —me dijo una joven con la que quise tener algo más.
Yo solo sabía que el sexo me alteraba. Me ponía nervioso y no quería caricias.
Tenía solo quince años y me sentí el monstruo que siempre me decía mi
padre, cuando ella salió corriendo.
Estaba cansado del sexo esporádico en fiestas. Estaba cansado de follar
borracho o drogado por mis compañeros… Solo quería algo normal, pero mi
forma de entender el sexo era de todo menos normal, y ella salió corriendo
horrorizada.
Tuve luego otra pareja y refrené todos mis deseos.
Cuando me dejé llevar de nuevo, salió otra vez fatal.
Con otra novia, parecía que iba en serio. Dejé a un lado mis deseos más
oscuros, para no ser el monstruo que me aterraba ser, y por eso la cosa no
funcionó.
Hace años que no disfruto del sexo, porque no me dejo llevar, pero con Kelsi
sentí que, si le daba menos de lo que soy, la perdería.
Ella quería lo que le daba. La vi cachonda entre mis brazos. Aún siento sus
uñas clavadas en mi piel.
Me pregunto si alguien también le hizo sentir mal, por disfrutar del sexo
duro y si todos sus traumas van por ahí. O si simplemente tiene los mismos
deseos que yo, sin haber tenido experiencias sexuales de mierda. Sin que sus
primeras veces acabaran llorando o vomitando, por no querer ser parte de todo
eso, que todos juraban que iba a disfrutar.
Nunca he disfrutado del sexo hasta ella.
Con Kelsi no existe el dolor.
—¿Qué voy a hacer con nosotros? —pregunto a nadie en particular, mientras
las horas pasan y ella duerme, ajena a mis miradas.
Sigue dormida, hasta que llega Betty con Oriol, para acabar el veinticuatro
horas. Pienso en despertarla, pero me marcho de aquí, cuando Betty dice que la
van a dejar dormir.
Es lo mejor: hacer como si nada de lo de anoche haya pasado. Hacer como
que no la deseo con todo mi puto ser. Hacer como si ella no me importara más
de lo que nadie me ha importado nunca.

Leo su mensaje y me tienta cruzar la puerta y decirle que ni de coña voy a


dejar que otro la toque. Los celos me nublan la mente, pero sé que lo mejor es
hacer como si nada. Seguir cada uno con nuestra vida.

«Mierda, lo mejor es que lo hubiera olvidado todo».


Tiro el móvil cabreado, nervioso y agitado. No sé si podré verla con otro, sin
desear quemar todo el puto mundo, solo porque alguien le respire cerca.
«Déjala ir… Eso estoy haciendo. ¡Joder!».
Kelsi
Vale, las cosas no han salido como yo esperaba.
Esperaba que se negara, que admitiera que entre los dos hay algo más fuerte
que nosotros. No creo que sea amor, pero el deseo es igual de intenso, de real.
Pensaba que admitiría que esto no ha hecho más que empezar.
¿En qué lío me he metido?
Tal vez sea lo mejor, porque, cuando estoy a su lado, me consume, y me hace
desear cosas que asustan. A su lado me olvido de cómo duele al respirar, porque
Troy eclipsa todo mi mundo.
Es lo mejor… ser amigos. Como si no nos muriéramos el uno por el otro.
Capítulo 28
Kelsi
Quedo con Betty para comer.
El pódcast de veinticuatro horas fue muy bien, y la gente las detiene para
darles la enhorabuena. A mí también, aunque me ha costado poner mis redes en
la web, porque tenía miedo de que alguien las usara para hacerme daño.
No puedo vivir toda la vida con miedo.
Yo no hice nada malo.
Es triste que yo me sienta así, cuando la persona que arruinó mi vida se toma
como un juego todo lo que está haciendo.
Llegamos a una mesa y Pat nos saluda al fondo. Está con sus colegas.
—Estás loca por él —le digo y se sonroja—. Tranquila, que no diré nada.
—Tampoco yo, de que entre Troy y tú hay algo.
—No hay nada más que deseo. —Centro la mirada en mi plato.
—La verdad, es que Troy está muy bueno, pero es un capullo. No es para
chicas como nosotras.
En cuanto lo dice, pienso en lo que pasó la otra noche, y en cómo me perdí en
los brazos de Troy. En cómo me gustó dejarme llevar, con ese desenfreno.
No comento nada, porque tengo miedo de que Betty se escandalice.
—¿Y cómo somos? —pregunto en un hilo de voz.
—De las que se enamoran para siempre. —Mira a Pat con lástima—.
¿Verdad?
Nunca he estado enamorada de mi ex. Lo sé, porque, cuando rompimos, no
me desgarró el alma. No me sentí morir, ni sentí como si alguien me arrancara
el corazón. Saber que no sentía nada, me dejó fría, y, por eso, me asusta
enamorarme. Si fui capaz de dejarme de lado por un tío, al que no amaba, me
asusta saber de lo que sería capaz por amor.
Ahora que ha pasado el tiempo, me pregunto si solo salí con él porque tener
la protección del alcalde era bueno para mi padre.
El alcalde se cruzó un día conmigo por la calle y le ayudé con unos folletos.
Era la típica que ayudaba a todo el mundo. Este me propuso ir a su casa a tomar
algo, y ahí estaba su hijo. Nos presentó.
A Bob lo conocía de vista, pero, como iba un curso por delante, no habíamos
hablado.
Su padre sacó temas de conversación, hasta que encontramos uno que nos
gustaba a ambos. Luego, vino su madre y le encantó que su hijo hiciera algo más
que leer libros de ciencias.
Me invitaron a volver, e insistieron mucho.
El alcalde me dijo que su hijo necesitaba a alguien que le hiciera salir de su
zona de confort.
Así es como empezó todo.
Volví a su casa, se corrió el rumor y la gente de golpe respetaba más a mi
padre.
No sé si Bob me gustaba o me gustaba ser la novia del hijo del alcalde. De
pronto, a nadie le importaba cómo hubiera sido criada, y era agradable ser
querida y valorada por todos. Ser la mejor en todo.
Duele, pero tal vez Bob siempre fue para mí ese chico que creía perfecto para
enamorarse.
A pesar de eso, no merecía todo lo que me hizo.
—Nunca me he enamorado —admito, porque tristemente es verdad—.
¿Desde cuándo conoces a Pat?
—Desde el año pasado. Entramos juntos a la universidad y fue muy amable
conmigo. Sé que soy una tía de puta madre —sonrío—, pero algunos en mi
instituto no lo veían así. —Nos miramos y asiento porque entiendo lo que es eso
—. Lo he ido a ver a los partidos y nos hemos encontrado en sus fiestas. Cuando
le dije que se apuntara a los pódcast me dijo que por supuesto, pero ahora me
pregunto si no es mejor no tenerlo tan cerca.
Vemos a Pat con una rubia en las piernas. Esta le da un beso y sus amigos se
ríen. La verdad es que ser amiga de alguien que te atrae, es una mierda.
—Te toca buscar a otro.
—Claro, como es tan fácil… Tengo una ristra de tíos a mis pies.
—¿Dónde? —pregunta Tulia, que se sienta a mi lado.
—Hablamos de que cambie de aires. —Mira a Pat y Tulia asiente.
—Eso debes hacer. Y tú también—Me mira y alzo una ceja—. A ver, me
hago la tonta, pero no lo soy. Entre Troy y tú pasó algo la otra noche. —Betty
agradan los ojos.
—Nada memorable.
—Joder, si de un tío así de potente dices eso, no sé si podrás conformarte con
menos —señala Tulia—. Se va al final de curso. No va a mirar atrás, ni por ti ni
por nadie.
—Lo sé mejor que nadie. Además, tengo un plan para olvidarme de todo lo
que tenga que ver con Troy.
—¿Y es? —pregunta Betty curiosa.
Dudo, pero hablo, porque quiero saber si estarán ahí, si todo se va a la mierda.
Mejor saber ya qué esperar de ellas.
Con mis antiguas amigas no hablé nada de todos mis miedos con el sexo o
mis oscuros deseos. Me sentía mal, por tener la necesidad de algo más que un
misionero de tres minutos y de tener que pedir perdón después.
Yo no siento que, por tener sexo, deba pedir perdón.
—Voy a tener sexo con otro.
—Ah, bien. —Tulia me mira—. ¿Y sabes con quién?
—No, pero lo sabré pronto.
—Bien, y el sábado salimos las tres solas. Nada de Pat o de Troy, ¿vale?
Asentimos y seguimos comiendo, como si lo que he dicho no fuera para
tanto. Tal vez, cuando das con personas abiertas de mente, todo es diferente.
Tras la comida, me marcho a la biblioteca.
Estoy llegando cuando escucho gritos apasionados y gente que llama a Troy.
Lo busco y lo veo venir hacia mí, con cara de pocos amigos.
Se me aceleran los latidos de mi corazón, y más cuando tira de mi mano y
entramos en la biblioteca juntos, hasta las mesas de estudio.
—¿Se puede saber qué haces? —Se pasea nervioso frente a mí.
Me mira con su gesto fiero.
Aprieta los puños, y siento cómo se asfixia. Me levanto y alzo los puños.
—¿Se puede saber qué haces tú? —me pregunta él ahora, repitiendo lo que le
dije.
—Quiero aprender a pelear.
Se pasa la mano por el pelo, nervioso.
—Estás loca —dice agitado.
—Puedo irme y dejarte solo con tu mierda. —Me apoyo en la mesa.
—O mejor te quejas y follamos, hasta que nos detengan por escándalo
público.
Noto como mi sexo se contrae.
—Aunque me tienta salir en las noticias en pelotas —miento y lo nota—,
prefiero no ceder. No me gustas.
—Cierto, había olvidado ese pequeño detalle, cuando me miras la boca como
si quisieras que te mordiera. Un detalle pequeño de nada. —Hace señas con los
dedos—. Anda ven, que te enseñaré.
Ando hasta quedar frente a él, y coloca mis puños para que pueda darle.
No tiene buena cara, está agitado y noto la tormenta en sus bonitos ojos
verde azulados.
—¿Quieres hablar?
—No.
—Se me da bien escuchar.
—Como niña buena que eres. —Bufo y me hace señas para que intente darlo
—. Lo haces de pena. Otra vez.
Trato de hacerlo otra vez y no le doy ni de lejos.
Sonríe y va a decir algo, cuando escuchamos unas voces.
Miro tras de mí y veo a unas jóvenes de mi edad, más o menos, grabarnos.
—¡¿Acaso no tenéis nada mejor que hacer?!—Troy estalla contra ellas.
Cojo su mano.
—Contrólate, que este vídeo irá a redes.
—Me la sudan. Cuanto peor me porto, más seguidores tengo. La gente es
idiota. ¿Acaso no ven que no soy nadie a quien imitar? —Parece perdido,
agitado y nervioso. Cojo su cara entre mis manos—. Suéltame.
—Mi ex es el hijo del alcalde, siempre va de bueno, al igual que su familia. —
Su mirada perdida se centra en mí—. No tiene ni una tara. Ni una. Creí que a su
lado mi vida podría ser perfecta. La vida soñada de mi padre. Su hija estaba con
alguien bueno…, pero, intentar ser tan perfecta por todos, me destruyó. Él me
destruyó.
—¿Te forzó?
—No…, pero me sentí así. —Me mira sin comprender—. Me cuesta fiarme de
la gente, porque temo que me estén ocultando la verdad, pero, a tu lado, me
siento en paz. Eres un capullo, sin ir de lo que no es.
Va a decir algo, pero se marcha y de nuevo la gente grita a su paso.
A saber, qué le ha pasado para estar tan agitado y nervioso. Nunca me lo
contará, lo sé.
Troy
Mi madre quiere que vaya a su casa. A una cena de gala. ¡Como si fuéramos una
familia feliz!
Paseo agitado por la ciudad, con los guardaespaldas detrás de mí.
La gente, al verme, corre y me toca meterme donde puedo, para que dejen de
acosarme. Antes de hacerlo, he sentido cómo tiraban de mi ropa, de mis
manos… La ansiedad me ahoga. No soporto que me toquen. No consigo dar
normalidad a este acoso, como hacen los demás.
Enciendo el móvil, y mando un mensaje:

«¿Qué mierda quiere decir?».


Al poco, mis guardaespaldas tratan de coger a alguien, de fuera de la cafetería
donde me he escondido, hasta que la policía disuelva a las masas.
Agarran a Kelsi, a quien veo nerviosa, y con la mirada perdida como yo.
—Eres tonta. —Voy hasta ella y la sueltan. Pongo mi mano en su cabeza.
Ella se apoya en mi pecho.
No la abrazo, y ella tampoco, pero la siento. La siento en cada partícula de mi
ser. Noto cómo el dolor duele menos cuando la tengo cerca.
Estoy aterrado.
Creí que podría destruirla, y tal vez sea al revés. Quizás sea ella la que me
acabe por destruir a mí.
No sé qué será de mí, si me abro y me fallan de nuevo.
Capítulo 29
Kelsi
Troy no ha venido a clase, algo que ya es normal en él.
Ayer nos costó salir de la cafetería. Troy se apartó y se fue al fondo, solo.
Estaba cerca porque, cuando se fue, lo seguí y no me importó meterme entre
toda esa gente por él. Luego, estaba agitada, nerviosa y temblando. Nuestro
abrazo no fue una gran cosa, pero sentí paz.
Estoy cayendo sin frenos, y por eso es importante lo de esta noche, para seguir
con mi vida. Debo aceptar que se irá.
En solo unos meses, Troy Harris solo será un recuerdo.
Estoy llegando a mi cuarto, cuando su puerta se abre.
Los guardaespaldas se hacen a un lado y Troy me mira. Va descalzo, con unos
vaqueros y una camiseta negra, que se ciñe a su cuerpo. Cuando mi mirada llega
a sus ojos, estoy jadeando, y sonríe porque se ha dado cuenta.
—Deja de babear por mí, porque ahora te necesito para que me hagas un
vídeo o mi mánager no me dejará en paz.
Entro a su cuarto y cerramos la puerta.
No le pregunto si está mejor, porque tal vez hoy sí, pero en unos minutos algo
le llevará a su mundo oscuro, y cambie. Por eso, me centro en el cometido que
tenemos entre manos.
—Solo he cantado delante de ti, desde lo que pasó —me dice y coge su
guitarra—. No sé si puedo cantar ante el público de nuevo. —Sus manos
tiemblan con solo pensarlo.
—Te quedan unos meses, y esto es un comienzo.
—Eso dice mi puto psicólogo.
—Pues deberías hacerle caso. —Miro el cuarto y le digo que se tire al suelo,
delante del sofá—. Déjame las partituras, para que estén por el suelo, como si
estuvieras componiendo.
Arrugo algunas. Cojo el lápiz, que ha olvidado en la libreta de canciones.
—¿Puedo mancharte los dedos?
—Solo si luego me lames lo manchado con la lengua. —Alzo una ceja—.
Vale, me pongo en modo profesional.
Cojo su mano y la toco, tras pintarme los dedos.
Pienso en cuando me quitó los bolígrafos, en que no era capaz de tocarlo, a
pesar de ser el chico que me llevaba volviendo loca toda la vida, y ahora toco sus
manos sin miedo. Porque en el sexo, la pasión nos ciega y no es lo mismo.
Alzo la mano y pinto su cara, como si, al componer, se hubiera manchado
cerca de la boca.
La respiración se me dispara, y agarra mi mano.
Nos quedamos quietos, mirándonos. Ansío que me bese, y que me diga que
esta noche no quiere veme con otro.
Soy idiota, porque lo estoy provocando, y en el fondo solo quiero que él me
toque. Es como si quisiera sentir que esta locura no es solo algo mía.
—Vamos a empezar. —Aparta mi mano y me tiende su móvil.
Le digo que con el mío tengo más programas, y acepta.
Le indico que toque.
Duda, y, cuando sus ojos me miran, hay dolor, oscuridad y una tormenta
infinita, que llena los míos de lágrimas. He paseado por ese mundo, he estado en
esa misma tormenta, una tormenta que nadie ve, porque es más fácil decirte que
no es para tanto, o que, si quieres, puedes ponerte bien.
Empiezo a grabar. Su mirada es tan sincera, tan oscura, tan misteriosa, que
puedo hacer con ella algo grande.
Lo miro, a través de la cámara, mientras toca la guitarra y acaricia las
cuerdas.
Toca algo que no reconozco.
Su guitarra llora, y hay dolor en cada nota.
Contengo la respiración.
Cuando empieza a cantar, noto una lágrima resbalar por mi mejilla.
Solo rodeado de cientos de personas, diciendo tu nombre…
Mientras no eres capaz de escuchar nada, salvo el atronador sonido de tu corazón.
Los latidos de mi corazón estallan como bombas en mis oídos.
Y, de golpe, todo negro… y la nada.
Una nada tan atractiva como traicionera.
Quiero perderme en la marea de la nada.
Quiero perderme y no sentí…
Quiero perderme para siempre…

Siento lo mismo. Tengo el corazón encogido.


—No quiero que subas eso. Solo era algo que he compuesto. Tengo que cantar
una canción del grupo a capela.
Asiento y le doy a grabar de nuevo. Esta canción la canta sin emoción. Sus
ojos no muestran nada. No transmite nada. Aunque está jodidamente sexi y
acelera mis latidos, no hay alma entre sus acordes.
Al acabar, se levanta agitado.
—Creo que lo tengo todo. Nos vemos a las doce.
Asiente y voy hasta la puerta.
—¿Sigues queriendo tener sexo con otro? —lo pregunta, cuando he llegado a
la puerta.
Giro la cabeza para mirarlo. No veo nada. Le doy igual.
—Claro.
«No, no quiero otras manos. Solo te quiero a ti y eso me aterra. Por eso,
quiero cometer de nuevo el error de estar con otro, pensando en ti».
Entro en mi cuarto. Miro los vídeos y extraigo la música de uno, para ponerla
al primero. La que mostraba dolor, verdad, y pasión.
Cuando se lo mando, tengo miedo de que no le guste.
No tengo tiempo para ver su respuesta, porque me empiezo a preparar para
esta noche.
Tras darme una ducha, cojo uno de mis sujetadores preferidos. Es negro, con
encaje que va de los pechos al cuello. Luego, me pongo una falda negra y una
camiseta algo transparente, que deja ver mi sujetador.
Me miro al espejo.
No parezco yo. Yo era de llevar camisas y ropa supertapada. Claro que mi
exnovio odiaba que no fuera así, porque su familia era tan conservadora, que yo
desentonaba siendo de otra forma.
Al mirarme, me gusta lo que veo, pero sé que la que me devuelve el reflejo no
soy yo.
Ahora que estoy aprendiendo a ser más fuerte, verme así tampoco me da paz.
Es como si el negro hubiera dejado de ser ese lugar donde podía desaparecer.
A mi exnovio le daría un ataque, porque un día me dijo:
—Los chicos saben cuándo una tía es para follar y cuándo lo es para formar
una familia. —Se rio y me pasó el brazo por los hombros.
Y lo creí, porque, mientras complaciera a todos, el sol salía cada día en mi
vida.
Tomo aire y me pongo las botas.
Espero a las doce y abro la puerta, cuando no veo a los guardaespaldas.
Troy sale y, al verme, me devora con la mirada, desde los pies a los ojos.
Cuando nos miramos, estamos agitados.
Él va con una camisa blanca, arremangada, y unos vaqueros oscuros.
Muerde su boca, y yo muerdo la mía. Quiero sus dientes en mis labios.
—Vamos —dice, como si no importara desearnos más que respirar.
Es mejor no olvidarlo.
Troy
Lo tengo jodido.
No soporto que nadie la mire, cuando entramos, como para ver cómo otro
tío la toca. Estoy deseando partir la cara a todos los que miran sus pechos, casi
expuestos. No se le transparenta nada, pero ese sujetador negro de tiras me está
volviendo loco.
Vamos hasta donde debe rellenar sus deseos, para que un gigoló se sienta
atraído por ella, y por sus deseos, y se acerque.
Empieza a escribir y lo leo todo.
Me la suda que no quiera que lo vea.
Nada de caricias.
Sexo duro y sin mirarnos.
Nada de besos.
Usar protección.
Con esto, sonrío, porque es tan inocente. Esta gente no se arriesgará por una
extraña. Sigo leyendo lo que pone.
Que no me hable.
Desde detrás.
Vaya, esto no lo esperaba.
Cierra la nota y me mira nerviosa. Agitada y sonrojada. Quiere ir de valiente,
pero la he visto temblar. Está esperando que le diga que esto solo pasará entre los
dos, pero, si lo hago, no sé dónde nos llevará. No he follado con ella, y ya la
tengo metida bajo la piel.
El vídeo que me ha hecho ha sido una pasada. Tiene ya un millón de visitas,
en poco tiempo. Hace magia. Ha cogido los dos vídeos, para hacer uno increíble.
No sé por qué canté esa canción. Tal vez, para que sepa que la entiendo, o para
que comprenda que somos pocos, pero no está sola.
A saber, porque estoy siendo un puto moñas.
Vamos hasta la barra y pido algo fuerte.
Ella duda, y se pide algo más flojo. Abro la boca para hablar, pero me silencia
alzando un dedo.
—Solo es que mañana tengo clase…
—Niña buena.
—Idiota.
—A mí me encanta tu lado dulce y tu lado salvaje. Eres tú a la que le asusta no
entender que nadie tiene una sola personalidad todo el tiempo.
Miro su boca. Quiero besarla, y por eso me aparto.
Cojo mi bebida cuando me la sirven, y me marcho sin decir nada. Que se
apañe. Que viva. Que se equivoque. Que joda con otros. No pienso detenerla, y
por eso me voy a la zona del casino, donde apuesto una gran suma de dinero, en
una de las mesas de la ruleta.
Gano y aplauden.
Vaya puta mierda. Quería perder, para joder un poco más a mi madre, que
odia cómo me gasto mi dinero… Ah…, no, que por contrato es suyo, y mi
abuelo, en herencia, le dejó todo a mis padres.
Yo no tengo nada, pero hay una cuenta de la que puedo sacar dinero, que van
metiendo por mi música.
Que crean que derrocho dinero, es bueno para mis planes. Para el dinero que
uso, para una causa buena. Para que no sospechen.
Me siento a jugar una mano al póker y busco a Kelsi con la mirada. Se le ha
acercado un hombre. Es bastante atractivo, y parece que le gusta…
Muy bien, toda suya.
Capítulo 30
Kelsi
No sé qué estoy haciendo. Estoy nerviosa y agitada. No dejo de beber, para ver si
tengo más fuerza para dejarme llevar.
El hombre que tengo ante mí es muy sexi, pero no es Troy.
He llegado tan lejos, solo para que él no me dejara seguir… Soy patética. No sé
en qué punto me perdí tanto, hasta verme haciendo cosas que no deseo en
verdad.
Quizás, no pueda huir de mí misma.
—Vamos a un sitio más tranquilo. —Termina su copa y pone la mano en mi
brazo.
Me tenso. Aún más, cuando se acerca para besarme. Puse que no quería besos…
¿Qué está pasando?
Tengo que huir, pero estoy paralizada, sintiendo su agarre en mi brazo.
Se me acerca y trato de recuperar la fuerza. Está a punto de llegar, cuando
alguien lo coge de la cara y lo tira para atrás.
—¡Te dijo que nada de besos, ni de tocarla, capullo! —Troy levanta la mano
para darle un puñetazo, pero lo sujeto.
—Vámonos —le pido. La furia y la rabia brillan en sus ojos—, por favor.
Lo deja irse y tira de mí, hasta una zona más tranquila.
Entramos en una sala oscura, con una cama redonda en medio.
Voy hacia ella y me siento.
Troy va de un lado a otro, nervioso. No sé qué le pasa. Él no ha estado a punto
de cometer un error enorme, solo para darle celos.
—Soy una idiota.
Se para y me mira.
—Por no pararle los pies a ese imbécil, sí. —Lo observo enfadada—. Y por
querer ser quien no eres, también.
Me levanto para irme, pero me sujeta de los hombros.
Lucho para que me suelte.
No lo hace, y lo miro enfurecida. Hago amago de darle una patada en sus
partes nobles, pero sujeta mi rodilla. Lucho enfurecida, y detiene todos mis
golpes.
—¡¿Solo quiero que deje de doler?! ¡Y siendo perfecta, no estaba preparada
para todo lo que pasó!
—Te entiendo, pero yo me perdí demasiado pronto y no quiero que eso te
pase a ti.
—Como si fueras bueno.
—No lo soy. Soy lo peor, pero, por una vez, quiero hacer las cosas bien.
—¿Por qué has venido?
—Porque odiaba que otro te tocara. —Acaricia mi mejilla, mientras mi
respiración se agita—. Soy un puto egoísta que no soporta las manos de otro
sobre ti, y, lo peor, es que me iré en unos meses, sin mirar atrás, sin importarme
lo que queda de ti luego.
—¿Qué me estás proponiendo?
—Quiero jugar contigo, divertirme dándote placer…, sin que nadie más entre
en la ecuación.
—Quieres que sea tu juguete sexual.
—No quiero etiquetas. Ni puedo darte nada más que sexo. Llámalo como
quieras. Solos tú y yo, en esta puta locura de desearnos contra toda lógica. Me he
cansado de ser bueno.
Coge mi cara entre sus manos y me besa. Lo hace con furia, sin preliminares.
Es como si tuviera todo el derecho de coger todo lo que desee de mí, y, la
verdad, me encanta.
—No he aceptado —indico, antes de morder su boca.
—Es para darte un aliciente para que aceptes.
Dicho esto, me besa de nuevo y andamos a tientas hasta la cama.
Caigo sobre esta, con Troy encima. Sus manos están por todas partes, al igual
que las mías. Necesito sentirlo más cerca. Quiero su piel caliente sobre la mía, y
quiero fundirme con él.
No necesito un aliciente para aceptarlo. Lo sé y eso me aterra.
Voy a sufrir…, pero, con sinceridad, ya me ocuparé de eso luego.
Tira de mi camiseta hasta quitarla.
—Odio, como te mira cada tío de esta sala, como si desearan tus adorables
pechos en su boca.
—Eres un celoso.
—No lo sabía hasta que te conocí.
Lame el encaje de mi sujetador y tira hasta hacerme daño.
Gimo y me retuerzo, frotándome con su cuerpo.
Noto su polla dura entre mis piernas, y la quiero dentro de mí. Desabrocha el
sujetador por delante y mis pechos quedan libres, para que haga con ellos lo que
quiera.
—Pienso correrme sobre este par —pasa los dedos por mis tetas—, pero antes
tengo otros planes.
Acerca su boca a mis pechos y los devora.
Tira de ellos con su boca. Se los mete todo lo que puede en su interior. Los
succiona.
Tiro de su camiseta, se aparta para quitársela, y regresa para torturar mis
senos.
Sus ruidos, al chuparme las tetas, me encienden. Me gusta cuando se aparta y
veo los pezones mojados por su boca. Araño su espalda, mientras me retuerzo. Se
aleja, para ver su obra de arte, y luego abre mis pantalones.
—Ahora es cuando me doy otro festín. —Tira de mi pantalón, dejándome
solo con el tanga negro—. ¿Es tu primera vez? —Asiento y esto parece que le
gusta—. No sabes cómo me pone pervertir a la chica buena…
Se pone de rodillas ante mí y pasa su nariz por mi sexo, tras abrirme las
piernas.
—Joder, me pone mucho cómo hueles. Tienes el tanga mojado por los jugos.
Eres una guarrilla… —Mi sexo da una sacudida, y lo toca con sus dedos—.
Pienso joderte para los que vendrán. Ninguno te va a comer el coño como yo.
No hace falta que haga nada, para saber que no será igual tras él.
Lame mi sexo, sobre la tela transparente del tanga. Mi cuerpo se convulsiona
por el placer. Lo miro entre mis piernas, lamiendo de nuevo mi sexo, y casi me
corro por tener a Troy Harris entre mis piernas, como tantas veces soñé.
Tira de mi ropa interior y me quedo desnuda ante él.
Pasa los dedos por mi sexo mojado.
—Tus labios pintados de rojo me recuerdan a tu sexo perlado por el placer.
¿Lo sabías?
—No. —Su sonrisa ladeada me derrite, antes de acercar su lengua tentadora a
mi sexo.
Me lame de arriba abajo y gruño de placer.
Casi me corro solo por tener su lengua entre mis pliegues. La pasa con gula, y
tiro de su pelo, mientras me lame. Abre mis pliegues con sus dedos y luego lleva
su boca a mi clítoris para chuparlo, y morderlo levemente. Me gusta sentir sus
dedos en mi piel.
Se aparta y se quita los anillos de la mano derecha. Por su sonrisa, sé lo que va
a pasar ahora.
Saberlo, hace que mi sexo dé una sacudida. Lo abre, antes de meter un par de
dedos dentro con fuerza, y los lleva hasta el fondo.
Jadeo y me retuerzo en la cama.
—Me encanta verte tan cachonda. —Mete otro dentro y luego me chupa el
sexo—. ¿Te gusta verme entre tus piernas?
—Sí —admito.
—¿Te gusta saber que mi lengua está en tu sexo caliente?
—Sí. —Jadeo cuando tira de mi clítoris y lo succiona con su boca.
Saca los dedos y mete su lengua en mi vagina.
Tiro de su pelo con fuerza, mientras su lengua entra y sale de mi cuerpo. Se
levanta y lo miro sin comprender, hasta que se abre los pantalones y saca su
polla. Juega con ella en sus manos. Veo el líquido preseminal mojando su glande.
—De rodillas.
Hago lo que me dice y lamo la punta, mientras tira de mi coleta. Uso una
mano para cogerla, mientras disfruto de su sabor.
—Me pone mucho tenerte a mis pies… Joder —dice cuando trago y me meto
su polla más dentro—. Tus labios rojos me vuelven loco. Es como estar follando
tu apretado coñito.
Aumento las embestidas. Tira de mi pelo, araño su piel, y gruñe. Clavo mis
uñas en sus abdominales perfectos.
—Más rápido —me pide y eso hago.
Aumento las embestidas, notando cómo su polla me llega al fondo.
Luego, la saca y se la menea, hasta que se corre sobre mis pechos, como dijo.
Su semen está caliente y me gusta sentirlo sobre mi piel. Acerca su mano y lo
esparce por mis pechos.
—Joder…, esto es demasiado bueno —dice fuera de sí.
Tira de mí y me aplasta en la cama, dejando mis pechos sobre las sábanas y mi
culo en pompa.
Pasa su lengua por la curva de mi espalda. Muerde mis hombros. Gimo y noto
que mi sexo da una sacudida, por el placer que siento al tenerlo así. Llega hasta
mi trasero y me golpea los cachetes.
—¿Te gusta?
—Sí.
—Joder, los quiero rojos, antes de meter mi lengua dentro, —Da varias
palmadas, enrojeciendo la zona.
Con cada manotazo, noto cómo las paredes de mi vagina se contraen y cómo
mi sexo se humedece. Noto los jugos bajar por mis piernas. Esto me pone
demasiado.
—Me gusta ver lo cachonda que estás, por mis atenciones.
Abre mi trasero con sus manos y mete la lengua dentro, para lamerme desde
esa zona, hasta mi sexo. No puedo más. Estoy al borde del orgasmo, y lo sabe.
Estruja mis glúteos con sus manos, mientras mete su lengua en mi vagina y
me folla con ella con fuerza.
Tiro de las sábanas. Gimo, jadeo y me pierdo en este mar de sensaciones.
—Troy…
—¿Te gustaría correrte?
—Sí.
—Pues solo lo harás cuando yo te lo diga. —Lame mi sexo y se mete el
clítoris en su boca, para succionarlo—. Me encanta verte tan abierta para mí. Me
gusta sentirte expuesta a mis deseos.
Abre más mis glúteos. Me lame con fuerza. No puedo más, estoy a punto.
—Tu coñito es una puta fantasía.
Mete un par de dedos dentro y me folla con fuerza, mientras su lengua devora
mi clítoris.
—Troy…, no puedo más.
—No debería dejar que te corrieras —lame mi sexo, hasta llevarme de nuevo
al límite—, porque has sido una chica mala. Dejaste que otro te tocara,
pensando en mí y has tonteado con otro esta noche. Debería castigarte.
—Tú también lo hiciste —le recuerdo.
—Cierto, pero no sabes cómo odié que ese tío te tocara… No me gusta verte
con otros, Kelsi, y no sé dónde nos deja eso.
—A mí tampoco, y eso sabes que acabará pasando, tarde o temprano.
Gruñe y lame mi sexo, metiendo sus dedos con fuerza en mi apretada vagina.
Grito de placer, y me retuerzo.
—Nunca más —dice.
—Nunca más —acepto, sin saber muy bien dónde me estoy metiendo.
Pasa su lengua por mi sexo, hasta atrapar mi clítoris de nuevo, me da varios
azotes, que van a parar a mi vagina, y no me da tregua, hasta que no puedo más.
—Troy…
—Córrete en mi boca.
Saca los dedos y mete su lengua en mi vagina, haciendo círculos con el pulgar
en mi clítoris.
Lo hace, hasta que me corro con fuerza en su boca.
No se detiene, no deja de lamerme, hasta que me corro de nuevo. Al acabar,
estoy agotada. No puedo moverme.
Se marcha, y lo dejo ir, porque soy incapaz de hacer nada.
¿Qué acabo de aceptar? No lo sé.
Solo sé, que quiero que esto se repita… Necesito más de Troy Harris.
Capítulo 31
Troy
Me he dado una ducha, antes de llevarle ropa limpia a Kelsi.
Necesitaba estar solo un momento.
En este sitio hay ropa, por si la gente la necesita.
Cuando estaba en la cama sentada, con la ropa puesta, me miró con los labios
rojos por mis besos y las mejillas sonrojadas. Sentí el deseo de besarla de nuevo, y
de metérsela hasta el fondo. No me canso de ella. Nunca tengo suficiente, y eso
me asusta.
Le tendí la ropa y le señalé el aseo, tras una puerta oscura de la sala.
Se fue y lleva un rato bajo la ducha. Con sinceridad, no sé si eso es bueno o
malo.
Temo haber sido demasiado duro con ella.
No soportaría ver en sus ojos lo que vi en mi expareja.
Estoy nervioso, agitado y a punto de explotar. Por eso, golpeo su puerta y le
informo de que voy a luchar. Espero que diga algo o que me detenga. Espero
cualquier cosa que no hable de que se arrepiente.
—Vale —dice sin más.
Pongo la mano en la manivela para entrar, pero no lo hago.
Le doy su espacio.
Salgo de la habitación, con la ansiedad corriendo por mis venas y recordando
mis últimos momentos con mi ex.
—¡Me has destrozado! ¡Yo no era así! ¡Eres un monstruo! ¡Eso me pasa por salir
con un loco como tú!
Joder…, no puedo con los recuerdos.
Entro a la zona de lucha, sabiendo que no debería estar aquí. No estoy en mis
cabales, y no sé si podré contener mi rabia.
Llevo ya la máscara puesta y miro a mi oponente, que lleva una de color rojo.
—Vamos, a ver si consigues ganarme.
La gente grita emocionada, dejando claro con quién van.
—Espero que no llores, cuando te dé una paliza. —Se ríe.
El combate empieza y sus puñetazos van a matar.
Le doy un puñetazo en la cara y otro en el estómago. Se va hacia atrás,
tratando de protegerse. Lo pongo contra la alambrada.
Golpeo de nuevo.
Estoy fuera de mí.
Consigue escaparse y es él el que me golpea con fuerza el estómago.
—¡No te dejes vencer! —Escucho que grita Kelsi.
La busco entre la gente, colgada de la jaula de hierro. Lleva el pelo suelto.
Algo que nunca suele hacer, y el aire lo mueve. Sonríe y sé que no la he perdido.
Sigue aquí. A mi lado. Un poco más.
La pelea sigue.
Yo juego sucio, pero este tío también, y me cuesta darle.
Cuando le doy, se revuelve como si fuera de piedra.
Al final, consigo propinarle un golpe, que lo tira al suelo, y sus amigos gritan
que no haga trampas.
Algo no va bien.
La gente empieza a agolparse, para que den por nulo el combate.
Mi contrincante no se da por vencido y se levanta, cogiéndome por la
cintura, hasta tirarme al suelo.
Kelsi grita asustada. Joder…, esto no lo esperaba.
La pelea cada vez es más agresiva.
Le golpeo, como si se me fuera la vida en ello.
La gente pide sangre, quiere muerte. Esta gente rica está tan aburrida como
yo, y esto es lo que les gusta.
Joder, me dijeron que participara en un combate más arriesgado, pero no creí
que fuera hasta este punto.
Miro a Kelsi, tras apartarme de mi atacante. Está preocupada.
No pienso dejarme vencer.
Ahora tengo una razón para seguir en este puto mundo.
Ella.
Peleamos a muerte, hasta que consigo tirarlo al suelo y me pongo sobre él,
usando las rodillas y mi peso, para noquearlo contra la lona. El árbitro, por fin,
lo da por bueno y, aunque la gente grita, porque no quería este final, salgo de
este puto sitio.
Al salir, la gente me golpea y me toca.
Me giro hacia ellos, para que me dejen en paz.
Entonces, siento su mano, la de Kelsi, y tiro de ella, para salir de este infierno
en el que me metí yo solo.
Bajamos hasta la zona más tranquila. Respiro agitado. Cuando me quito la
máscara, sé que llevo sangre en las cejas y en la boca.
Kelsi me mira asustada.
—Era un combate a muerte. ¡¿En qué cojones estabas pensando, Troy?!
—¡No pensaba, joder! ¡Solo quería dejar de sentirme así!
—¿Así, cómo?
—Como si fuera un puto monstruo que todo lo jode.
Agranda los ojos.
—¿Esto es por mí? —No respondo—. No has hecho nada que no deseara.
¡Deja de hacerme sentir de cristal! Tengo derecho a desear esto.
Cojo su cara entre mis manos.
—Lo siento, joder. Lo siento. —Toco sus lágrimas, y veo el dolor en sus ojos
—. Tengo miedo de destrozarte la vida.
—Tal vez, eso pase, pero será culpa de los dos. Estamos juntos en esto, pedazo
de zoquete. —Pone un puchero y la beso, lentamente, aunque sé que no le gusta.
Lo hago, hasta que tiembla, y me aparto para no hacerle daño.
—En pausa —digo y asiente.
—En pausa —repite, hablando de las muestras de cariño.
Sonríe y se alza para tocar mis heridas. Luego, me besa y lame mi boca.
Muerde el lado magullado, hasta hacerme daño.
La aplasto contra la pared y nos besamos como dos hambrientos.
Se alza para enredar sus piernas en mi cintura y se restriega contra mí.
—Somos dos putos sádicos —le indico, lamiendo mi sangre en su labio.
—Eso parece.
—Vamos a dormir, que ha sido una noche intensa.
Vamos hasta mi coche.
Lo pongo en marcha, agitado y nervioso. Por un momento, tuve miedo de
que, si me pasaba algo, ella se quedara desprotegida con esa gente que quería
hacerme daño como fuera. Y luego Kelsi se agobia, porque en la cama quiere
sexo duro, cuando hay personas peores. Las que van de buenas y, en verdad, están
sedientas de sangre, y desean ver cómo se destruyen el resto de las personas.
Al llegar a nuestra planta, mira mis manos magulladas.
—¿Necesitas ayuda?
—No. Descansa, que tengo en mente muchas cosas para nosotros.
—Lo estoy deseando —responde, aceptando nuestro juego.
Entra en su cuarto y yo al mío.
Tengo las manos fatal, y varios moratones en el costado. Estoy hecho una
mierda, pero, por primera vez en mucho tiempo, sonrío.
Kelsi sigue aquí. Al menos, un poco más.
Me pregunto si, cuando todo acabe, le quedarán ganas por las que sonreír.
Los dos sabemos que un día dejará de sentirse atraída por el chico malo, por el
lado salvaje, y volverá a ser la chica buena que siempre ha sido.
Ella se está rebelando contra el mundo, conmigo.
Capítulo 32
Kelsi
La clase empieza sin Troy. Siento que no vendrá, porque tenía la cara bastante
mal. No creo que para su imagen sea bueno presentarse así.
El contrincante iba a matarlo, y la gente quería muerte. Ver a Troy peleando
por su vida, me agitó. ¿Cómo puede meterse en algo tan peligroso? Solo hace
esto alguien que no tiene miedo a morir. Alguien que no tiene nada por lo que
seguir viviendo, y que eso pasara justo después de nuestro trato, me inquietó.
No sé de qué me sorprendo, porque solo es sexo. Hasta que nos cansemos el
uno del otro y cada uno siga con su vida.
El problema es que, cuando nos tocamos, entre el caos, siento como si no solo
fuera sexo. Es como si fuera su ancla en la tormenta.
He dormido fatal, por todo lo vivido ayer, y por lo mucho que me gustó el
sexo con él. Luego, me vino el arrepentimiento, el miedo a estar haciendo algo
mal, porque no he sido educada para eso… Odio no poder romper las cadenas de
una vida donde se me ha moldeado para no tener taras.

—¿Y si esas fotos fueran ciertas? —pregunté a mi padre un día, cuando


mirábamos la nueva foto donde salía mi cara, en un cuerpo atado a la cama.
—Imposible, hija. Te conozco, y tú no eres así.
—¿Así, cómo?
—Así de…
—¿De guarra?
Asintió y se fue para hablar con su abogado.

No era yo, la de esa foto horrible, pero la idea de estar atada a la cama no me
disgustaba.
Sentí que había algo mal en mí. Algo que haría mucho daño a mi padre, si lo
dejaba salir, y aquí estoy, con Troy Harris, dejando que me arrastre a su mundo
de locura y perversión.
Tal vez, lo mío solo sea una rabieta.
Tal vez un día me despierte y odie haber sido esta persona.
No lo sé. Tengo miedo. Miedo de arrepentirme, de quien soy ahora; de quien
llegaré a ser por mis decisiones.
La clase sigue, pero yo estoy lejos de aquí.
A la hora del almuerzo, Betty me espera en la puerta de la cafetería.
—No veas la que hay liada en redes con los jugadores de fútbol. Hicieron una
orgía y las tías se han quejado del trato.
—Madre mía.
Nos pedimos un café y algo de comer, y vamos hasta una mesa, donde me
pone los vídeos.
En realidad, las tías se quejan de que ellos solo querían sexo, sin que ellas
disfrutaran.
—Son un atajo de capullos, y muchos la tienen pequeña. —Se ríe con el vídeo
que me ha puesto.
—No me parece bien reírse de eso —indico a Betty, agitada.
—A ver, estas chicas estaban ahí, porque querían. Ahora lo cuentan y no
paran de crecerles los seguidores. A la gente le gusta el morbo —apunta esta.
—Y tanto que les gusta —añade Pat, que se sienta al lado de Betty—. Nada de
eso pasó.
Lo miramos curiosas. Parece enfadado y molesto.
—La fiesta se nos fue de las manos, y es cierto que alguno de mis compañeros
tuvo sexo en público… Pero, de ahí a una orgía. Nada por el estilo. Lo sé, porque
me quedé hasta el último momento para recoger.
—¿Y entonces por qué contar algo así? —pregunto.
—Porque los chicos no lo van a negar. Sienten que, si lo hacen, nadie los
creerá. Ellas se están haciendo fuertes en redes.
—Puedes hablar de esto en el pódcast —comenta Betty, que se sonroja
cuando lo mira.
—Lo haré, pero dudo que sirva de algo. La gente solo cree lo que más le
interesa.
—Bueno, tú dijiste que una tía era una guarra, por querer que la ataran —le
recuerdo, enfadada.
—Ya, y pedí perdón. Solo buscaba que el pódcast no se fuera a la mierda, y no
debí decir eso. Nadie lo es, por querer sexo de forma diferente.
Me doy cuenta de que a Pat le importa el pódcast más de lo que esperaba. Esto
sí que no lo esperaba.
Tulia se nos acerca, y Oriol también.
—Tenemos que conseguir máxima audiencia —dice Tulia—. ¿Contarás la
verdad?
Pat asiente.
—Voy a ver si alguno de mis compañeros quiere contar también su verdad.
Aunque lo dudo, porque no desean ir contra ellas, por si se vuelve en su contra.
Solo quieren que esto pase cuanto antes.
Lo triste, es que tiene razón. La gente no te cree así porque sí.
Yo grité la verdad, lloré delante de la gente, me vieron destrozada, pero nadie
me creyó.
Suena mi móvil, y lo miro.
Es un email, y temo lo que me voy a encontrar.
Abro el correo y veo que es una foto, de una cuenta que no conozco.
La abro y me veo de rodillas, ante Troy, lamiendo su polla.
¿Qué mierda es esta? No llevamos la misma ropa, ni nada es igual, pero esta
persona sabe que estoy cerca de Troy Harris, y que hay algo entre los dos.
Esto solo puede ser cosa de mi exnovio, al que le confesé lo mucho que me
ponía.
Salgo corriendo sin despedirme. Ahora mismo no puedo hablar, y, cuando se
la mando a mi padre, para que la envíe al abogado, me llama.
—No sé qué busca esta gente… Nunca caerías tan bajo, por un cantante de
mala vida. Esta gente está claro que no te conoce.
—Llevo siendo fan de Troy toda la vida, papá.
—Pero mi hija nunca haría algo así.
Si él supiera… Lo estoy defraudando como hija. Solo nos tenemos el uno al
otro, y estoy echándome a perder. Si la gente del barrio se enterara, de golpe
irían contra él; dirían que todo esto se veía venir, porque nunca me educó bien,
como pasó la otra vez. Dejarán de ir a su negocio… ¿Qué estoy haciendo?
No puedo respirar…
Cierro los ojos y trato de recordar cómo se respira, para alejar los malos
pensamientos de mi mente.
—Voy a hablar con el abogado. A ver si con este correo podemos saber algo
más de la persona que está detrás de esto, pero no ayuda, para que esta persona te
deje en paz, que no paren de salir vídeos contigo y Troy en la universidad, desde
esta mañana.
—¿Cómo?
—¿No lo has visto? —Le digo que no—. La red se ha llenado de momentos
tuyos con Troy. Puede que me metiera para ver qué pasaba en la universidad, y
los haya visto.
Puede… Seguro que mi padre no para de hacerlo, para comprobar que su hija
lleve una buena vida.
—Voy a verlos. Luego hablamos.
—Vale, hija, te quiero.
—Y yo a ti.
Pero me asfixias… Esto no se lo digo, claro. Solo cuelgo y trato de
tranquilizarme.
Busco a Troy en las redes de la universidad.
Se le ve conmigo en clase, hablando y mirándome de reojo. Luego, fuera de
la universidad, juntos. Hay más fotos de los dos juntos, y en su coche a altas
horas.
No sabía que esto estaba en redes.
Hay más fotos de él, con más chicas. Eso está claro, pero la persona que quiere
joderme la vida odiará cada foto con Troy Harris, y más si es mi expareja, que
rompió conmigo por mis oscuros deseos.
No hay duda de que todo esto es obra de Bob, y ojalá un día pague por todo.
Esto es por culpa de los celos, de la rabia por no tenerme.
Solo he tenido un novio, nunca he estado con otra persona, ni he rechazado a
otra que me desee tanto.
Solo encaja él en esta ecuación.
No puedo respirar…
No sé si por la foto, por saber que se han acercado a la verdad, por la
desilusión en mi padre, si supiera que su hija no es tan inocente como le
gustaría…
Si mi padre supiera cómo estoy siendo en la universidad, me odiaría.
Capítulo 33
Troy
Compongo varias canciones, hasta que me duele la mano.
No sé por qué hago esto, si nunca podré tocarlas. No, hasta que acabe el
contrato…
Suena mi móvil, y es mi hermana.
—Hola, Troy. —La imagino al lado de su abuela.
Mi hermana no es hija de mi madre. Mi padre la tuvo con una sirvienta. Esta
lo quiso chantajear, para no decir nada a la prensa, para que nadie supiera nada
de que tenía una hija bastarda, pero mi padre no le quiso dar nada.
Yo me hice cargo de todo.
La madre de Alana se fue a vivir su vida y ella vive con su abuela, ajena a todo.
Nadie sabe de su existencia, y por eso la veo poco. Es lo mejor, porque, si alguien
supiera que es mi hermana, la destruirían.
Ahora tiene ocho años y es una niña preciosa. De grandes ojos verdes y pelo
oscuro. Su abuela me manda fotos, que tengo que borrar para su seguridad.
Odio esto, pero, si aguanto toda esta mierda, es por ella. Para que tenga un
futuro. Una vida lejos de mis egoístas padres.
Por ella, acepté el contrato, aunque lo que mi madre me pasa es lamentable
para todo lo que genero, y, como lo tiene controlado, debo mirar bien dónde lo
gasto, para que no destape que le paso dinero.
—Hola, enana. —Me encierro en el aseo, porque no me fío de mis
guardaespaldas—. ¿Qué tal llevas las clases?
—Genial, soy la mejor. Aunque hay una chica que trata de hacerme la vida
imposible. Me llama huérfana, y el resto se ríen.
Entiendo su dolor. Tal vez, otros no, pero yo siempre he tenido en cuenta
cada uno de sus miedos, como nunca nadie los tuvo con los míos.
—Me tienes a mí y a la abuela…
—¿Y de qué sirve si nadie puede saberlo? Me gustaría tenerte cerca.
Hemos hablado mucho de esto y siempre le digo lo mismo: que no se puede,
que es por ella, para que seas libre, pero no lo entiende.
Alana cree que todo es posible, que podemos ser felices en este mundo de
mierda, que la humillarían por ser hija ilegítima. Temo que un día no entienda
mis razones para ocultarla y la pierda.
Su abuela coge el teléfono y habla de la serie que están viendo.
Alana me lo cuenta feliz.
Cuando cuelgo, me duele el pecho. No puedo evitar que un día me odie, por
no haber estado ahí cada vez que lloraba.
¡Joder!
Capítulo 34
Kelsi
Voy a clase sin ganas y cuando Troy se acerca, me tenso.
Lo nota y sonríe de una forma que me da escalofríos.
Aparta su mesa de mí, como si quisiera alejarse.
«¿Qué estoy haciendo? No tiene la culpa de nada».
—Troy…
—No hace falta que expliques nada. Te ha vuelto la cordura. Todo claro.
—No entiendes nada… —murmuro, y la gente no para de mirarnos.
¿Y si mandan las fotos de IA a alguien de mi universidad? El miedo me
paraliza. No soy capaz de decir nada. No soy capaz de moverme, y por eso me
centro en la clase, aceptando la distancia con Troy, porque tengo miedo. Estoy
aterrada, y no quiero volver a pasar por lo mismo.
—Eres una guarrilla —me decían los tíos—. Vamos al aseo, y te dejo que me
hagas una mamada rápida.
Trataba de huir, pero me cogían con fuerza. Daban, por hecho, que yo quería
eso.
Escapaba, pero al día siguiente venían nuevos.
Nadie me forzó, pero sentí como si lo hicieran cada vez que invadían mi
espacio.
—Eres un poco exagerada —me indicó una profesora—. Les has dicho que
no y te han dejado en paz. Deja de armar un escándalo de esto.
La falta de apoyo y que la gente me llamara exagerada por todo lo que pasó,
me hizo sentir muy pequeña, y solo pensaba en desaparecer.
Al acabar la clase, me quedo quieta. No soy consciente de que la gente se ha
empezado a ir, hasta que Troy gruñe a mi lado.
—¿Qué haces aquí?
—Y yo qué coño sé. Lo mismo soy masoquista, a saber.
Lo miro, me mira y siento que todo está bien, mientras me pierdo en su
mirada.
¿Qué estoy haciendo? No tiene la culpa de nada y tengo derecho a ser feliz con
él. A disfrutar de esto, hasta que dure.
—Lo siento. Yo…, no era por ti. Recibí noticias de mi exnovio, y me recordó
cosas que no consigo olvidar.
Su mirada se suaviza y tira de mí.
Aparta la silla de la mesa.
Me quedo a su lado, tomándome mi tiempo, para sentarme o no sobre él.
Parece mentira que dude, con todo lo que hemos compartido.
Acabo sentada sobre sus piernas. No me toca. No me fuerza a aceptar su
protección, pero apoyo mi frente en la de él, y lloro sintiendo que se muere por
consolarme, pero que se queda quieto para no hacerme daño.
¿Cómo puede conocerme tan bien alguien para el que hace poco era una
extraña?
Abro los ojos y me pierdo en su mirada, y sé la verdad: somos iguales, en
mundos diferentes.
Toco el tatuaje que se hizo, donde yo se lo hice, y está igual. Tiene cada tara
imperfecta.
Se tensa, por si comento algo, ante el hecho de que quisiera llevar en su piel
algo mío, para siempre.
Miro su boca y él la mía.
—Voy a hacer que te olvides del mundo, aquí y ahora —mientras lo dice, se
quita los anillos y, joder, eso me pone, porque sé lo que va a venir después: sus
dedos en mi coño.
Troy
Muerdo su boca, mientras meto la mano bajo la falda. Se sobresalta. Sonrío.
—Aquí mando yo…
—Estamos en clase.
Meto un poco más la mano y cierra las piernas, aunque en sus ojos veo cómo
desea esto.
—No hay nadie. Vamos, sabes que te excita el riesgo. —Sus ojos brillan por el
deseo. Quiere hacerlo, pero algo la retiene—. No va a entrar nadie. Estamos al
final del todo, y no se ve nada.
Cede un poco y subo mi mano, hasta tocar su sexo caliente y mojado.
Me excita, sobremanera, que siempre esté lista para mí, con solo tocarla un
poco. Muerdo su boca, lamo, mientras aparto su ropa interior y meto los dedos
en su sexo aterciopelado. Quiero lamerlo de nuevo, hasta que se corra en mi
boca. Su sabor me persigue, desde el otro día. Me obsesiona. Si no he ido más
lejos, es porque tengo miedo de que, cuando nos acostemos, se le pase este deseo
que siente por mí, y deje de rebelarse.
La quiero un poquito más para mí… Soy un egoísta que quiere vivir un poco
más en su mundo.
Introduzco los dedos con fuerza en su vagina.
Esta se contrae de placer. Jadea en mi boca.
Me trago cada uno de sus gemidos, mientras su esencia moja mis dedos.
Joder…, entraría tan bien… Mi polla da una sacudida en mis vaqueros. No podré
aguantar mucho sin follarla con fuerza. Nunca he deseado a nadie tanto. Nunca
el sexo me ha dejado tan tranquilo. Es como si todo estuviera bien, y no doliera.
Toco su clítoris con el pulgar, mientras muevo la palma con mis dedos, de
dentro hacia fuera, abarcando todo su sexo.
—Quiero que grites. —Tiro de su coleta.
—Alguien podría oírme.
Noto cómo su sexo late con fuerza, ante la idea de que nos pillen.
—Si lo hacen, verán cómo gozas follándome la mano. —Muerdo su cuello y
aumento las embestidas de mis dedos. Gime—. Más alto, mi pequeña guarrilla.
Muerdo su cuello, mientras mis dedos entran y salen de ella con más fuerza.
Tiro de su coleta, antes de besarla, y su último gemido ha ido directo a mi
polla. Joder…, estoy deseando metérsela hasta el fondo.
La llevo al límite, una y otra vez, hasta que no puede más, y entonces le
susurro al oído que se corra.
Lo hace con fuerza, mojando mis dedos.
No me corro tras ella, de puro milagro.
Se apoya en mi cuello, jadeante. Cansada y agitada.
—Gracias por hacer que me olvide de todo.
—Es un placer.
Me tienta acariciarla. Besarla lentamente, aunque nunca he sido cariñoso.
Nunca lo han sido conmigo y, por eso, no sé serlo, pero con ella me veo
ansiando cosas que creía que no necesitaba.
Cojo los anillos y me los pongo ante su atenta mirada.
Le pone mucho este gesto y saber dónde han estado mis dedos antes.
—En mi instituto, me decían guarra… Me dolía, porque hablaban de algo
que no era cierto. —Tenso la mandíbula, por si me he sobrepasado—. No me
pasa contigo, porque sé que solo es por el sexo, y que me respetas. Sin importarte
mis gustos, pero no todo el mundo lo ve así… Nos han grabado juntos, y hablan
de nosotros.
—Han subido cientos de vídeos de mí, y se cansarán. Y, si no te gusta…
—Me pone mucho que me lo digas. Es raro, ¿no? Me cuestan las caricias, pero
esas palabras que usaron para hacerme daño, cuando salen de tu boca, me
excitan.
—No es raro, y, quizás, lo de tus caricias venga de lejos, y no solo por lo que
pasó.
Parpadea y lo piensa. Luego asiente y se levanta.
Lo peor es que, cuando se lo digo, siento que no es por ella, sino por mí. Es
como si algo en mi interior tratara de contarme una historia que nunca quiero
escuchar.
Desecho esos pensamientos.
Lo de mis caricias es por lo que me pasó de pequeño. Yo sé el motivo…, y el
culpable.
La miro, para olvidarme de mis tormentosos pensamientos. Su boca me
tienta, me encantaría follarle la boca ahora mismo, con mi polla. No lo hago,
porque no es el momento, pero recordarla arrodillada ante mí, eclipsa cualquier
pensamiento oscuro.
—Quiero salir de aquí. Necesito aire.
—¿Porque este apesta a sexo? —Se sonroja y la beso en la cabeza, al
levantarme—. Qué fácil es sonrojarte.
Salimos de la clase.
La gente nos mira curiosa. Más, cuando vamos a otra clase juntos.
Hablarán, pero, mientras solo sean rumores, no pasará nada. Cada una de las
chicas que han supuesto que eran mis parejas, lo eran en realidad, pero sin
confirmación, no hace daño.
Entramos a la siguiente clase y vamos al fondo.
Me paso toda la hora componiendo canciones, mientras Kelsi toma notas,
como la buena estudiante que es. Hasta se agobia, por no haber entendido una
cosa.
Se lo explico y me mira asombrada.
—¿A que te sorprende que, además de sexi a rabiar, sea listo?
—Sí, la verdad —me pica y se centra en la clase.
Así lo hace en las siguientes.
Al acabar, tengo cientos de letras que me muero por tocar.
Lo hago, y las canto en mi cuarto, mientras me grabo.
El vídeo no está muy bien editado, pero lo subo, como un desafío, como una
forma de ser yo mismo, aunque solo sea en redes.
Alcanza los dos millones de visionados, en solo diez minutos, y no para de
subir, mientras la gente habla de mi canción, hablan de mis letras.
Por primera vez, hablan de mí.
Mi madre me llama, como esperaba.
—Tienes un coche esperándote en la puerta. Sube por tu propio pie o mando
que te suban a rastras.
Lo esperaba. Esperaba que la zorra de mi madre moviera ficha, como siempre
hace, cuando trato de realizar algo sin su permiso.
Así, desde que nací.
Mi vida no es mía, sino de la mujer que me la dio.
Capítulo 35
Kelsi
Tulia me manda un mensaje para preguntarme si he visto la canción de Troy,
porque es una pasada.
Busco el perfil de Troy y lo veo colocando el móvil, para tocar el piano. Algo
que no suele hacer nunca. La canción habla de oscuridad. De personas que son
luz, y de personas que arropan tu alma:
Y, de golpe, cuando menos te lo esperas, aparece alguien por la que merece la pena intentar ser mejor.
Joder al destino, solo por no perderla.
Se me aceleran los latidos de mi corazón.
Grabo el vídeo para tenerlo en mi móvil y le doy a escuchar de nuevo.
No está. ¿Cómo? ¿Qué ha pasado? Refresco su perfil y nada.
Pregunto a Tulia si lo puede ver y me dice que no.
¿Qué ha pasado? Abro la puerta, y no están sus guardaespaldas. Se ha debido ir.
Me paso toda la tarde pendiente de su puerta.
No regresa en todo el día, y, cuando me marcho a la universidad, tampoco
está. No sé qué ha podido pasar.
Ando por los pasillos y veo a gente cantando la canción de Troy.
—Es buenísima. De las mejores del grupo —dice una, y la pone otra vez.
¿Pero si la quitaron? Saco mi móvil, al llegar a clase, y compruebo que la
gente la ha subido, aunque la quitan una y otra vez.
En los comentarios uno dice que la gente quiere que esa canción exista.
Es lo malo de las redes sociales, que, cuando subes algo, pierdes el poder.
Aunque lo borres, siempre queda algo de ti. Yo lo sé, porque mis fotos se
borraron, pero siguen por las redes…
El profesor entra y centro mi atención en la clase, tras mandar un mensaje a
Troy. Ya es el quinto que le mando, para preguntarle si está bien.
Los lee, pero no responde.
Algo no va bien.
Sigo con las clases, hasta la hora del almuerzo.
Esta tarde, en el pódcast, Pat va a hablar de lo que pasó con los jugadores de
fútbol, aunque ahora la gente solo habla de la canción de Troy, que desapareció.
Los rumores duran, lo que tarda en salir otro mejor. Solo duelen, al que le
han hecho daño. El resto no se acuerdan de tu dolor.
Dejo las cosas en la mesa donde está Betty y Tulia.
He cogido algo de comer para todos, y se lo comen, mientras miran el móvil.
—Al parecer, habrá una entrevista del grupo Escarlata esta tarde —indica
Tulia—. Estará todo el mundo pendiente de eso. Subir lo de Pat, ya no tiene
caso.
—Pero él quería contar su verdad. Solo por eso, merece que lo grabemos —
señalo.
—Podemos grabar lo de Pat y mirar el programa, para ver qué dice el grupo,
y lo comentamos. Lo podemos ver todos juntos —dice Betty—. Yo llevo
palomitas. —Sonríe.
Pat se nos acerca y nos pregunta el plan.
Se lo contamos y veo alivio en su mirada, de que le dejemos contar la verdad
de su equipo. Se merecen decir la verdad, aunque eso ya sea agua pasada.

Grabamos el pódcast de Pat, donde explica cómo se fue de las manos una
fiesta donde no pasó nada de lo que se ha contado, y que la verdad debería
prevalecer siempre, ante la mentira.
Dudo que lo haga, pero Pat se queda más tranquilo, tras defender a su equipo.
Es triste saber que la verdad nunca será tan atractiva como la mentira que
pintan otros.
Sé, lo que es eso. Lo que es defender con lloros y lágrimas mi verdad, y que la
gente dijera que no me creían o que no era para tanto, porque, si no era yo, no
tenía motivo para tomármelo tan mal.
Nos sentamos en la sala de reuniones, para ver en la tele la entrevista de
Escarlata.
Betty nos pone palomitas y varias libretas, para que tomemos notas de todo.
Hemos escrito a Troy para contarle lo que vamos a hacer. Lo ha hecho Tulia,
y le ha dado su visto bueno.
«Al menos, a ella le ha contestado», pienso mientras espero que salga en la
tele, y ver si está bien.
La presentadora está muy emocionada con la entrevista. Enfocan la calle
donde se emite el programa y está lleno de gente, esperando a su grupo favorito.
Cuando llega el coche, que lleva al grupo, se abre paso entre un mar de gente
que golpean y tratan de entrar al vehículo.
—Es una locura —dice la presentadora.
El coche entra dentro de la nave, donde se emite el programa.
El público grita, como si fueran a llegar pronto. Hay varias chicas con
pancartas o con símbolos del grupo, pintados en la cara. La presentadora va a
decir algo, pero la gente empieza a cantar la canción de Troy. Esa canción ha
calado hondo, porque mucha gente se siente sola. Mucha gente ha encontrado
en ella verdad; algo que hace tiempo el grupo no tenía.
La presentadora mira emocionada a la gente que canta y entonces da paso al
grupo.
Todos entran y la gente grita.
Troy es el último en aparecer. No tiene buena cara. No parece feliz.
Antes de que empiece la entrevista, sé que no va a abrir la boca para nada. Se
va a cerrar en banda, para no decir nada.
Mi corazón late acelerado, cuando lo enfoca la cámara. Sus ojos se ven
increíbles, y está jodidamente sexi, con esa cazadora de cuero, sobre una
camiseta blanca.
Lo nuestro es una locura transitoria, que nunca debió existir. Su mundo y el
mío son como el agua y el aceite. Nunca se mezclarán.
Cuando todo esto acabe, se olvidará de que un día miró a alguien con quien
parecía tener algo más.
Me duele el corazón y no debería, porque solo es sexo, solo es deseo… Solo es
una atracción insana que me da placer. Nada más. No quiero nada más de él. Ni
él de mí.
La presentadora empieza la entrevista y, aunque quiere que Troy responda,
este solo la mira como si quisiera matarla.
Ya le vale.
Por eso contesta el mayor del grupo, Rune, que dice que volverán pronto.
Según él, a Troy le está sentando muy bien este descanso, donde puede ser un
chico normal.
—O al menos intentarlo.
Troy lo fulmina con la mirada.
—Le va muy bien, si ha creado una canción que ha recorrido el mundo en
pocas horas —comenta la presentadora—. Por qué él es el creador, ¿no?
—No —dice Jon, el guitarrista, y cantante de refuerzo—. Es cosa de todo el
equipo, y del trabajo de producción.
Troy sonríe de forma siniestra. Mueve los dedos, con pequeños golpes, y me
pregunto a cuánta gente está asesinando mentalmente.
—Es un trabajo de muchos meses. Lo de ayer fue solo un aperitivo —añade
Levis, que es el que toca al piano—. Ahora tenemos que retocarla, y que brille
mucho más.
—Seguro, y creo que hablo por todos vuestros fans, que quedará increíble.
La entrevista sigue, y hablan de los conciertos cancelados.
Troy sigue tenso, lo noto. Lo veo, cuando le enfocan. Está muy agitado y no
dice nada, como ya se esperaba.
El grupo asegura que están muy unidos e implicados en que Troy supere
cuanto antes su bloqueo.
Este sonríe de una forma que me da escalofríos. Está claro que no piensa lo
mismo.
Piden que canten un poco, como cierre.
Troy ni se levanta, pero el resto sí van hacia los instrumentos y cantan.
Troy es el alma del grupo, y la gente nota su ausencia.
Enfocan la silla que ocupa este, y ya no está. Ha desaparecido. Está claro que
para él ha terminado la entrevista.
El grupo termina de tocar y acaba el programa.
Tulia y Betty nos piden las notas, y se preparan para grabar el pódcast.
Me pongo a los controles y les doy paso.
La luz verde comienza una pequeña charla entre ellos cuatro, sobre lo que les
ha parecido la entrevista.
—Lo que está claro es que, sin Troy, las canciones no suenan igual —indica
Tulia—. Su voz es capaz de convertir una canción sin vida en algo más grande.
—Eso es indiscutible —añade Pat—. Si Troy se marcha, se acaba el grupo. Lo
que no he entendido es lo de esta entrevista tan precipitada. Si Troy no está bien,
para volver a tocar, deberían no forzar las cosas.
—La verdad es que sí —afirma Betty, que lo mira con cara de tontita—.
Nuestro compañero merece su tiempo para curarse, y nosotros lo apoyaremos en
todo.
Hablan de cómo han visto el programa, y de cómo la gente ha coreado la
canción.
—A mí me vais a perdonar —añade Tulia—, pero esa canción no parece
sacada del mismo equipo de producción. Parece creada por alguien totalmente
diferente, o por Troy directamente, porque, cuando la cantaba, se notaba que la
sentía de verdad. No, como el resto de sus recopilatorios. Que añado de paso, que
no me gustan, pero esta, sí.
—Yo también lo creo, porque esta canción es algo más que una música
comercial —indica Pat—. Me sentí identificado con su letra, y no lo hago con
las otras. A mí, es que el resto de sus canciones me parecen un poco malas. Lo
siento, Troy.
—A mí no me gustan ningunas —Oriol se pone rojo como un tomate, tras
intervenir con esto.
La charla sigue y, la verdad, les ha quedado un programa muy bueno.
Lo edito todo. Al igual que los vídeos, para subirlos a redes y a la web.
Tulia se queda conmigo trabajando en ello.
—Eres increíble —dice al acabar—. No debiste callarte este arte tuyo que
tienes.
Sonríe feliz y subimos todo.
Vamos de camino a la zona de residencias y nos despedimos, poco a antes de
llegar a la mía.
Subo a mi cuarto y, al abrir, veo a Troy sentado en mi cama.
Se me acelera la respiración, y más cuando se me acerca y me mira con
intensidad.
—Te necesito…, y no puedo ser suave. —Saca una cinta negra—. ¿Te tengo?
—Me tienes —le indico sin dudar y, acto seguido, me pone el lazo en los ojos
y no veo nada.
¿Dónde me estoy metiendo? No lo sé, pero me encuentro realmente excitada.
Capítulo 36
Kelsi
Espero nerviosa a que haga algo.
Se acerca y huelo su perfume, además de la menta de sus caramelos, antes de
que me bese.
El beso es demoledor. Agresivo. Eso hace que me excite más y que me olvide
de todo.
Gimo en su boca, notando que cada parte de mi cuerpo late por él.
Tira de mi ropa, hasta que me la quita toda, y me quedo desnuda y expuesta
para él.
Entonces, la nada. Sé que me está mirando, y sentir sus ojos en mis curvas, da
a mi sexo una sacudida.
Espero, notando cómo los pezones cada vez se ponen más erectos y duros. El
deseo me duele en la piel.
Cuando se me acerca, me besa de nuevo con furia.
Muerde mi labio. Muerdo el suyo. Lo toco, y lleva toda la ropa puesta. No se
ha quitado nada, mientras que yo estoy desnuda.
No saber de qué va el juego, hace que me olvide de todo.
Le he entregado mi cuerpo, para que haga lo que quiera conmigo.
Luego, tendré que pensar detenidamente lo que significa confiar tanto en él o
no, porque no quiero llegar a suposiciones que tal vez me aterre descubrir.
Troy me lleva hasta el sofá y me pone en un lateral, usando el apoyabrazos
para que pose mi cuerpo. Coge mis manos y las ata, con lo que parece un
cinturón, a mi espalda.
—No sabes cómo me pone tenerte atada para mi disfrute. —Pasa los dedos
por mi sexo y gimo—. Ver tu perlado coño mojado por mí. Eres increíblemente
sexi, y toda mía, para que haga lo que quiera, ¿verdad?
—Verdad. —Gruñe y siento una sacudida en el trasero.
Lo siento tras de mí. Su boca recorre, saltándose mis manos, la curva de mi
espalda, y abre mis glúteos, para lamerme de arriba abajo.
Jadeo y me remuevo en el sofá, notando el cuerpo acariciar mis endurecidos
pezones.
—No puedo ser blando.
—No quiero que lo seas. —Gruñe y escucho cómo abre su cremallera.
Escucho que rasga el envoltorio del preservativo y noto que lo tira a mi
espalda, para que sepa lo que va a pasar. Sin previo aviso, se mete dentro de mí
con fuerza. En una firme y certera estocada.
Gemimos juntos, perdidos en el placer de sentirnos tan unidos.
Pone sus manos en mis caderas y se mete más dentro.
—Joder…, eres tan estrecha…
Mi vagina late por su invasión. Sale y se mete de nuevo más fuerte y duro. Me
folla, como si quisiera partirme en dos, y eso hace que me excite más, porque
odiaría que me tratara con cuidado. Mi exnovio ya lo hizo y me marcó, porque
para él siempre fui una muñeca frágil.
—¿Te gusta?
—Sí, más duro, Troy…
—Cómo me pone que seas una guarrilla… Joder, me pone mucho.
Golpea mi trasero, duele y pica. Mi sexo se sacude. Me mete la polla hasta el
fondo y cuando la saca, la mete más dentro. Siento mi cuerpo rebotar contra el
sofá.
Sus dedos van a mi clítoris y lo acaricia.
Para y los siento en la boca.
Los chupo, mientras entra y sale con fuerza. Lamo sus dedos. Luego, los lleva
mojados a mis pechos y tira de mis duros pezones, mientras me llena hasta el
fondo.
No puedo moverme, no puedo ver…, pero sí sentir, y lo noto en cada poro de
mi piel.
—Dios, tu coñito es jodidamente estrecho… Me encanta cómo te abres a mí.
Tira de mi pelo, muerde mi cuello y se adentra aún más.
Gimo, sintiendo el orgasmo, precipitarse.
—Troy…
—Aguanta un poco más.
Saca su polla, y protesto por dejar de sentirla. Siento sus dedos por mis muslos
mojados por los jugos, y toca mi sexo.
—No sabes la imagen que tengo ahora mismo. Tu sexo mojado y abierto por
mi polla.
Restriega sus dedos por todo mi sexo, hasta mi trasero. Se separa y siento su
aliento, antes de notar su lengua lamer toda mi esencia.
Tiro de las ataduras. Esto es demasiado. Me voy a correr.
—Troy…
—No, sin mí dentro.
Mete su lengua hasta el fondo y la mueve, mientras uno de sus dedos se pone
en la entrada de mi ano, hasta meterlo por completo.
Grito, por el placer de sentirme tan llena de golpe.
Saca su lengua, al ritmo de las embestidas en mi trasero.
Cuando me toca el clítoris, empiezo a sudar con fuerza, por no saber cuándo
podré retener el orgasmo.
—Troy… —le suplico.
—Un poco más.
Me lleva al límite, una y otra vez.
Gimoteo, jadeo, y protesto, pero no me da lo que quiero.
Se separa y al poco siento su polla entrar con fuerza de nuevo en mi sexo. Se
mueve más rápido, como si estuviera perdido. Mi cuerpo rebota en el sofá.
De nuevo, invade mi ano y me acaricia el clítoris. Eso, sumado a sus
embestidas, hace casi imposible no correrme.
—Troy…
—¿Te quieres corres?
—Sí.
—Di que eres solo mía.
—Solo soy tuya —afirmo sin pensarlo demasiado, porque estoy tan al límite,
que le prometería cualquier cosa, con tal de correrme.
—No sabes cómo me pone eso. —Su voz es ronca por el deseo.
Sus embestidas van a más.
Siento que me voy a romper. Me quiero correr…
—Troy…
—Córrete.
Se mueve con más fuerza y me hago lo que me dice, notando cómo el
orgasmo me sacude, desde los pies a la cabeza.
Lo siento seguirme, mientras grito de puro y oscuro placer.
Ha sido tan intenso que estoy hasta mareada.
Troy me suelta las manos y me quita la cinta de los ojos.
No puedo moverme, pero, por suerte, él se encarga de todo y me mete bajo la
ducha. Se quita la ropa y nos bañamos juntos. Ahora mismo no tengo fuerzas
para nada.
Ni para preguntarle por qué su mirada parece tan oscura.
Me da un escalofrío esa mirada. Parece lejos de aquí. Se me contrae el
estómago. No siento miedo, porque sé que nunca me haría daño, pero, ahora
mismo, sé que estoy viendo, sin filtro, su mirada más siniestra.
Cuando me deja en la cama y se marcha, sé que se va a pelear.
El sexo no ha sido suficiente para él, y eso deja un vacío en mi pecho, y el
recuerdo de que no soy nada para él. Solo un pasatiempo.
Que me duela, me inquieta.
Capítulo 37
Troy
Me preparo para pelear.
Estoy agitado, nervioso y no es porque el sexo con Kelsi haya sido horrible. Al
contrario. Nunca pensé encontrar a nadie que fuera capaz de seguir mi ritmo en
la cama. De tener sexo a mi forma, y se excitara.
Joder, es perfecta para mí.
La quiero en mi vida, cada puto día que me quede por vivir, y no sé cómo
hacerlo posible.
No, cuando mi madre ya ha dejado claro que piensa joder mi vida, para que
todo salga como ella tiene planeado, y, entre las sombras, estaba mi padre, con
esa mirada de preocupación, como si yo le importara. Siempre hace de padre
bueno, como si fuera el mejor del mundo.
Al menos, mi madre va de cara, pero él…
Mi madre está muy enfadada con la canción porque, por una vez, el grupo
tiene algo bueno y no es por ella. Sabe que compongo desde pequeño, pero mi
música siempre le ha parecido horrible.
Eso me decía, una y otra vez en mi casa, para que todos los escucharan.
Ahora, ha quedado claro que a la gente le gusta lo que hago, y a ella le
molesta que no se diera cuenta antes. Quiere que componga para el grupo, pero
sin decir que soy el autor.
Eso no los dejaría muy bien.
No dije nada, pero mi mirada de «vete a la mierda», le dejó claro que no
pienso ceder. Aun así, se han adjudicado la canción como propia, y no puedo
hacer nada por el puto contrato que firmé.
Solo me quedan dos años, y luego desapareceré de su vida.
La odio, porque ha hecho de mi vida un infierno.
Lo peor de todo, es que mi padre la gana en maldad, y ahí estaba, a su lado,
mirándome, sin decir nada, pero recordándome lo mucho que lo detesto. Como
siempre, no sabe nada de música, pero siempre está en la empresa de mi madre.
Menos, cuando me usaba para sus planes…
La entrevista fue para acallar bocas, pero yo no quería estar allí. Por eso,
cuando pude, me escapé, y la busqué a ella.
En su cuerpo encontré la paz que ansiaba con desesperación.
El puto problema es que mi vida no es mía, para ser quien yo quiera. No
puedo romper el contrato. Necesito estos dos años, para conseguir más ahorros
para mi hermana, y, si lo dejo antes, tendré que pagar un dinero que no tengo.
Entonces, no tendré capital para los gastos de Alana. Su abuela trabaja, pero
hace tiempo le redujeron la jornada y no les llegaría para vivir. Necesitan lo que
les doy, y no pienso dejarlas tiradas, solo por dos años de mierda más.
Mientras mi madre crea que el dinero que me da va hacia mis
excentricidades, todo irá bien. De momento, nadie sospecha.
Entro al ático y me dicen a qué hora será la pelea.
Me preparo, sintiendo que estoy haciendo mal, porque mi deseo era
quedarme con Kelsi, pero esto solo es para recordarme que no puedo.
La rabia corre con fuerza por mis venas.
La ira me ciega.
Salgo a pelear, sabiendo que ahora mismo no me importa ir a muerte. La
entrevista, estar con mis compañeros de la banda, ver lo falsos que son, lo poco
que les importo a todos y lo que venden de cara a las cámaras, me ha asqueado.
La pelea es dura, pero justo lo que necesitaba.
Mi contrincante también lleva máscara y el público va con él, porque quieren
que alguien consiga derrotarme.
La gente apuesta mucho dinero contra mí, porque, cuando me derroten,
ganarán mucho.
El combate es cada vez más oscuro, y acabo con varias costillas doloridas,
antes de hacerle morder el suelo.
Voy derecho al hospital. Me hacen pruebas, pero solo tengo magulladuras.
Por suerte, no tengo ninguna costilla rota, pero podía haber acabado muy mal.
¿Es lo que quiero? ¿Acabar así? ¿Y qué razón tendría para vivir? Regreso a mi
cuarto agitado, asqueado y con la ansiedad inundando mi mente de
pensamientos negativos.
Voy a entrar a mi habitación, pero uso la llave del cuarto de Kelsi, para entrar
en su cuarto. Después de que me la dejara el conserje, para que entraran los del
sofá, no se la he devuelto.
La veo sentada estudiando.
—¿Quién estudia a estas horas? —Me quito la chaqueta con cuidado.
—Tienes una pinta horrible.
—Lo sé.
Se levanta y viene hacia mí. Toca mis heridas.
—Siento que el sexo no te calmara.
Veo sus dudas, y su miedo brillando en sus ojos.
—Fue una puta pasada, pero mi vida es una mierda, donde no tengo
permitido ser feliz. Deberías salir corriendo.
—Lo sé.
Toca mis heridas, y, aunque no lo sepa, desde que la conozco, no solo toca las
visibles.
No sé cómo lo haré, pero no pienso renunciar a ella. Aunque tenga que
enfrentarme a todo el puto mundo.
—Durmamos juntos. Prometo no meterte mano. —Sonríe y se sonroja.
Vamos hasta la cama y me quedo solo con el bóxer, antes de meterme en su
cama.
Ella lleva una de mis camisetas.
Nos tumbamos uno frente al otro. No hay caricias, ni arrumacos, pero,
cuando me mira, siento como si tocara mi alma.
Juro que haré lo imposible por tenerla en mi vida, aunque tenga que
enfrentarme a todos, y a cada uno de mis demonios.
Capítulo 38
Kelsi
Cuando despierto, Troy no está y casi que lo prefiero. No sé qué decirle, tras
dormir juntos.
Busco ropa para prepararme para ir a clase.
Dudo que Troy vaya, ya que tenía la cara magullada. Me asusta que un día los
golpes sean letales. No le da miedo morir, como si no tuviera nada por lo que
luchar, y eso me deja triste.
Salgo de mi cuarto y me pongo los cascos, mirando a los guardaespaldas en la
puerta de Troy. Al bajar, hay más movimiento de gente. Con seguridad sea por
la entrevista de ayer.
Ando hasta la universidad, y al llegar hay también más movimiento cerca de
la clase. Troy no viene a clase, como ya esperaba. Le mando varios mensajes,
pero no responde. Los lee, pero no dice nada. No sé qué esperaba. Tuvimos sexo
del guarro, sin ataduras. Lo que yo quería, y lo único que puedo soportar.
Voy a la siguiente clase y mi padre me manda un mensaje.

Lo leo inquieta y falto a clase, porque no soy capaz de concentrarme.


Entro al aseo y lo llamo.
—Espero que no hayas faltado a clase por llamarme.
—¿Y qué esperabas? Sabes que tengo clase y me mandas un mensaje, eso me
preocupa.
—Te lo dije —apunta Vanesa por detrás.
—Vale, lo siento, pero el abogado ha encontrado algo. El último correo se
mandó desde tu universidad. Lo que descarta aún más a Bob, porque está en la
otra punta del país. Además, tiene fotos que lo corroboran, en sus perfiles de
Instagram.
—No puede ser… —Me quedo paralizada.
—No te fíes de nadie, Kelsi. Alguien de allí, va tras de ti y no sabemos por
qué —me avisa—. Cuanto más cuidado tengas, mejor.
—No hagas caso a tu padre. Vive tu vida, disfruta y cuando sepamos quién es
el capullo, lo destruiremos —indica Vanesa—. No puedes dejar de vivir, solo
porque una persona haya decidido jugar contigo. No le des ese poder, Kelsi. Tú
no eres esa persona. Tú no eres así.
Tú no eres así…, pero ¿y si soy así?
Siento que me ahogo. Ellos no entienden cómo me siento.
Lo dicen por mí, por mi bien. Lo sé, y los quiero. Por eso, les digo que vale a
todo, y cuelgo.
Al regresar a clase, me centro en estudiar, para poder sobrellevar la mañana.
Al volver a casa, miro a todo el mundo, para tratar de reconocer a alguien.
Está claro que quien haya mandado esa foto, debe ser de mi barrio, conocerme;
si no, no tiene sentido. Pero ¿qué tiene contra mí?
Llego a mi planta y veo a una mujer salir del cuarto de Troy.
La reconozco enseguida. Es su madre.
Esta, al verme, me mira como si fuera una mierda aplastada en la calle.
Nunca me pareció buena mujer, y ahora lo corroboro.
Se marcha, tras ponerme cara de asco.
Miro el cuarto de Troy y dudo de si entrar. Tal vez, no sea un buen momento.
Titubeo en su puerta y uno de los guardaespaldas abre por mí. Entonces, Troy
me ve.
Tira de mí, hacia dentro del cuarto, y cierra la puerta.
—He visto a tu madre. —No me deja preguntar nada. Me besa, acallándome
—. Troy…
—Solo quiero follar… Si no crees que puedas estar a la altura, te marchas. —
Le doy una bofetada.
Sujeta mi mano y me lame.
—Puedo estar a la altura de capullos como tú.
Tristemente, esto era lo que necesitaba para no pensar. Tal vez, sea insano,
pero, cuando el sexo nubla mi mente, me olvido de llorar.
Troy
Ahora mismo estoy ardiendo de rabia, y necesito romper algo. Sé que no debería
tener sexo con Kelsi, pero la necesito.
Tiro de su ropa con brusquedad, hasta dejarla desnuda ante mí. No soy dulce.
No puedo serlo, y ella tampoco parece necesitar que lo sea.
Noto cómo mi dureza la pone cachonda. Muerdo su cuello. Lamo el roce de
mis dientes, cuando toco sus pezones están erguidos y muy duros.
La tiro sobre la cama y busco cómo atarla al cabecero.
No puedo dejar que me toque. Temo que me rompa en miles de pedazos, pero
hoy quiero verla, mientras se corre. Hoy quiero sus ojos fijos en los míos,
mientras la hago gozar.
Ato sus manos a cada lado del cabecero, con vendas negras, con las que me
curo.
—Abre las piernas, que vea lo mojada que estás.
Hace lo que le digo sin discutir.
Veo su depilado sexo mojado, jugoso y de un bonito color rosado.
Joder, quiero mi lengua dentro. No me sacio de su sabor. Mi polla da una
sacudida.
Disfruto de su cuerpo desnudo, y de la imagen de ella en mi cama. Sus pechos
son preciosos. Tienen el tamaño justo para mi boca. Tiro de su goma y le dejo el
pelo rubio suelto. Es como si fuera una jodida diosa a la que pienso poseer.
Cojo la caja de cosas que pedí ayer, pensando en ella, y que me llegó poco
antes de la visita de mi madre.
Saco varios juguetes, y los dejo en la cama.
Los mira, curiosa. Sus ojos verdes se hacen más brillantes y, cuando miro su
sexo, noto que está más mojado. Le gusta lo que ve.
Le paso un plug anal de color negro, para que lo chupe.
—Pienso llenarte todos los agujeros a la vez.
Tiembla, jadea y, cuando está muy mojado, lo llevo hasta su trasero. Se lo
meto poco a poco, usando sus jugos. Entra del todo y me quedo mirando su culo
con el juguete.
Cojo el siguiente aparato, un vibrador negro. Lo paso por su clítoris,
mojándolo con sus jugos, antes de meterlo dentro de su apretada vagina.
Joder…, como me pone verla atada en mi cama, tan cachonda y mojada, llena
de mis juguetes.
Cuando creo que eso será todo, busco el succionador de clítoris y lo presiono
justo en el punto que más loca la vuelve, mientras saco y meto el vibrador, hasta
que se queda a punto.
—Aún no.
—Era raro que me dieras el gusto. —Sonrío, por sus palabras.
Tiro de mi ropa y me quedo desnudo ante ella.
Voy hasta su cabeza y le pongo la polla en la boca.
—Te lo dije, pensaba llenar todos tus agujeros. —Sonríe y lame mi glande.
Me come la polla con ganas, metiéndosela el máximo en la garganta.
Lo hace, mientras que su vagina se contrae en torno al consolador y su
trasero con el dilatador anal. Noto cómo su piel está más sudada por el placer y
cómo sus ojos están más vidriosos por el deseo.
La saco de su boca, cuando estoy a punto de correrme y la beso con violencia.
—Troy…
Cuando dice mi nombre así, tan perdida, me vuelve loco.
Muerdo su labio, y lo lamo. Bajo la cabeza hasta sus pechos y me doy un festín
con ellos. Se remueve.
Enciendo el vibrador del consolador y grita del placer inesperado, mientras
me meto sus endurecidos pezones en la boca.
Joder, jugar con ella me vuelve loco.
Me gusta llevarla al límite, una y otra vez. Hace que me olvide de todo… Salvo
de ella.
Cuando dejo sus pechos rojos, por mis atenciones. Voy hasta su sexo y saco el
vibrador.
Grita con fuerza, por la sacudida de placer que la recorre. Veo su sexo latir y
mojarse más.
Joder, es preciosa.
Llevo mi lengua hasta esa zona y bebo de ella. Su sabor me vuelve loco, me
gusta sentirlo en mi lengua y degustarlo. Devoro su clítoris y luego adentro mi
lengua en su vagina.
—Troy… —me suplica, casi al límite de nuevo.
Está haciendo un gran esfuerzo por no correrse.
—No, sin mí dentro. Quiero llenarte con mi polla hasta el fondo.
Lamo de nuevo su sexo, hasta llevarla al borde del orgasmo, de nuevo.
Me encanta jugar con ella, privarla del orgasmo, hasta que le duela resistir.
Grita, suplica, y estira las tiras.
No me separo, hasta que no puede más.
Busco un preservativo y me lo pongo, para entrar en ella con fuerza. Noto su
vagina latir en torno a mi polla. Gimo y pongo sus piernas en mis hombros,
para entrar más fuerte.
Llego hasta el fondo. Salgo y la meto con fuerza.
Casi duele…
Parece que queramos rompernos.
¿Se puede romper alguien que ya está roto?
Nos miramos a los ojos.
—Más duro —me pide, y eso hago.
Me muevo, sin dejar de mirarnos. Es la primera vez, en mucho tiempo, que
me permito mirar a alguien, mientras me dejo llevar por el sexo, porque,
cuando la miro, no hay reproches, y es ella a quien quiero ver. Una mujer que
me sacia… Ninguna otra lo ha conseguido. Ni tan siquiera mis exparejas. A pesar
de que cambié por ellas…
Tal vez, por eso. Porque no era yo mismo.
—Troy… —Sus labios se llenan de mi nombre, mientras me pierdo en su
cuerpo.
Joder, estoy a punto.
Noto la polla que me palpita, buscando alivio. Su sexo me oprime, como si
quisiera ordeñarme. Madre mía…, no puedo más.
Más dentro. Más fuerte. Más duro.
Sus ojos reflejados en los míos.
—Ahora —le digo y se deja ir.
Veo cómo su orgasmo la recorre y cómo se echa hacia atrás por el placer.
Hago lo mismo, sin dejar de moverme, hasta que me sale la última gota de
semen.
La desato, y caigo en la cama. Me doy cuenta de que, aunque odio las caricias,
la abrazaría con fuerza, porque quiero sentirla.
La miro.
Me mira y sonríe. Me pierdo en ella, mientras deseo que un día las caricias
dejen de estar en pausa.
Me estoy enamorando de ella.
Lo tengo muy jodido.
Estoy aterrado.
Capítulo 39
Kelsi
Troy me mira de forma rara, cuando salgo del aseo para irme a mi cuarto.
—¿Todo bien? —pregunto, con la creciente ansiedad en mi pecho.
No quiero que las cosas estén mal entre los dos. Se ha convertido en mi
refugio y es importante para mí.
Ayer, el sexo con él fue increíble. Caliente, ardiente y me hizo no pensar en
nada. Salvo en nosotros dos. No había dolor, no había miedo, no había
comparaciones de un amor pasado, que me desgarró por dentro hasta anularme.
Poco a poco, soy consciente de que mi ex, con sus palabras dulces, sus caricias
y sus comentarios, me fue anulando y formando a su gusto, en los cuatro años
que estuvimos juntos. Su familia perfecta tampoco ayudó, porque querían que
fuera la mujer ideal para su hijo. Me fueron formando, para que no hubiera una
sola tara en mí, y me dejé llevar, porque ese mundo me parecía seguro, mientras
no lo estropeara todo.
Éramos dos críos, lo sé.
Al final, nos quisimos comportar como adultos, sin serlo, pero uno de los dos
tenía más poder sobre el otro, y jugó a crear una versión nueva. Por eso, al
acabar, sentí repulsión por las caricias.
En su casa, siempre era todo caricias, abrazos y un mundo de galletas y
pasteles. Pero, cuando todo pasó, sus padres fueron los primeros en darme la
espalda. Sobre todo, su madre.
Así, algo se rebeló en mí. Como si las caricias me recordaran a esa casa.
Anoche, cuando dormí con Troy, sentí deseo de refugiarme entre sus brazos.
No sé si un día podré acortar la distancia que nos separa y aceptar algo más de él.
Ojalá pueda hacerlo, sin recordar un pasado que quiero que permanezca
dormido.
No era consciente de que la manipulación mental, puede ir detrás de palabras
de cariño.
Mi padre también lo hace, pero, en su caso, sé que es por su miedo irracional a
que me pase cualquier cosa. Sé que lo hace sin querer, pero en el caso de mi
exnovio no lo creo. Alguien que es capaz de hacerme todo aquello, no puede ser
bueno.
Aunque no tengo pruebas, sé que fue él.
—Sí y no.
Lo miro, sin comprender.
Lleva solo un pantalón de deporte gris, y nada más. Lo que quiere decir, que
su cuerpo fibroso me tienta sobremanera. Sobre todo, cuando se me acerca
descalzo y coge mi cara entre sus manos.
Trago con dificultad, notando cómo mi cuerpo se muere por su contacto.
—Tenemos que estar juntos.
—Estamos juntos —afirmo sin comprender—. Ahora mismo estamos muy
cerca —digo, medio de broma.
—No me refiero a eso. Vamos a ser novios.
Lo asimilo, una y otra vez. No puede haber dicho eso.
—¿Perdona?
—Creo que de tonta tienes poco.
Lo aparto.
—No tengo nada, pero no sé si uno de tus golpes te ha frito el cerebro. —Me
mira enfadado—. No podemos ser novios. Esto, entre los dos, solo es sexo.
—¿Y si yo quisiera algo más?
Noto como me entra el miedo. Está bien así, ¿para qué joderlo todo?
—¡No sabes nada de mí!
—Porque no quieres abrirte a mí, y no me importa esperar a que eso pase.
¿Por qué tengo que esperar, siendo solo tu puto amigo? He tenido novias, por
mucho menos de lo que siento por ti.
—¿Y qué sientes por mí? —le pregunto, nerviosa con todo este cambio.
—Atracción.
—Sorpresa, la atracción no es amor.
—Yo no tengo la culpa de que tu anterior pareja fuera una mierda. No me
trates mal, por pedirte ser algo más, solo porque estés jodida. No tengo la culpa
de nada.
Lo miro y tiene razón sobre eso.
—Vale, pero es que no entiendo cómo quieres joder un buen trato, por un
capricho.
—¿Un capricho? —Sonríe de medio lado—. ¿Eso crees que eres para mí?
—Por supuesto que sí. Te irás en nada, y tu vida es otra. No es esta, y no
puedes tener novia…
—Te aseguro que he tenido, a pesar de eso.
—Vale, has tenido, pero ¿qué vida es esa? ¿Te has parado a pensar si yo quiero
una vida así? ¿Si yo confío en ti, hasta ese punto? ¡No confío en nadie!
—¿Tampoco en mí, tras todo lo que hemos vivido?
—¡No hemos vivido nada! Y conf ío en ti, pero estás jodiendo lo único bueno
que tenía en mi vida…
—¿Porque es para ti el sexo lo único importante?
—¡Sí! ¡Era feliz sin complicaciones! Sin explicaciones y sin esperar nada.
Ahora quieres que lo espere todo de ti, y que, de golpe, deje de tener miedo,
sabiendo que ti, como novio, serás lo peor. —Su mirada dolorida me hace sentir
una mierda. Estoy hablando desde el dolor—. Lo siento, Troy…
—Es mejor que te vayas.
—Troy…
—Vete, Kelsi. Ya ha quedado claro todo.
Noto los ojos llenos de lágrimas y un pesar grande en el pecho. Es como si
estuviera perdiendo una gran oportunidad de ser feliz.
Ando hasta la puerta.
—Yo estoy jodido, pero, a pesar de todo, siempre he mantenido una
esperanza de que la vida me deparara algo bueno. Creía que eras tú, pero me
equivoqué. No volveré a molestarte.
—¿No podemos dejarlo todo, cómo está? Como si esto no hubiera pasado.
—No es justo para mí, ¿no crees? —Lo miro.
No quiero perderlo, pero ahora mismo estoy aterrada, y pienso que se ha
vuelto loco.
—Un día me agradecerás no estar al lado de alguien como yo —indico.
—Eso no lo sabremos, porque no has dejado que te conozca. Eres una
cobarde.
—Y tú un capullo.
—Nunca te ha importado.
Abro la puerta y salgo.
Saludo a los guardaespaldas y, cuando estoy en mi cuarto, siento que me he
equivocado, que al menos debería haberme permitido el lujo de pensarlo.
Me dejo caer al suelo y lloro.
Lloro, porque siento algo grande y fuerte por Troy. Ahora me doy cuenta,
pero tengo miedo. Tanto miedo de amarlo y de que me destroce, que me ha
cegado hasta el punto de herirlo, para que él no pudiera herirme primero a mí.
Troy
No salgo del cuarto. No tengo ganas de ir a la universidad, ni de hacer vida
normal.
Intento componer, pero no puedo.
No puedo hacer nada, salvo pensar en cómo la he jodido con Kelsi.
Ella piensa que todo ha acabado aquí, pero va lista si cree que no voy a luchar
por ella. No pienso rendirme tan fácilmente. Que crea lo que quiera, mientras
acepta que vamos a estar juntos.
No me pienso rendir porque, si lo hago siento que me falta el aire. De
momento, que piense que sí… Ya entenderá que no es así.
Capítulo 40
Kelsi
Ayer no fui a clases. No tenía fuerzas. No dejé de pensar en todo lo que me dijo
Troy. En su loca idea de ser novios, como si, de serlo, no implicara un lazo muy
fuerte. Habría que mantenerlo en secreto y en la distancia y, con todo lo que
saldrá de él… Nadie podría saberlo. Además, no sabemos nada del otro…
Vale, matizo, él no sabe mucho de mí. Yo, de él, sé mucho, pero todo lo que
sé, ha aumentado desde que lo he conocido en persona. Aun así, es una locura.
Pero no puedo dejar de pensar en su cara, en su dolor y en sentirme una
cobarde.
Anoche, cuando me dormí, pensé en mi exnovio. Tuve pesadillas con él y con
sus padres. Su madre me atiborraba a tartas y su padre me ponía la mano en la
pierna, y me decía que comiera un poco más, para hacerlos felices. Parecían
sacados de una película de terror.
Estaba con Bob, porque mi vida a su lado era perfecta, pero siempre sentía que
algo no andaba bien.
Pero mi padre era muy feliz.
Cuando Bob se fijó en mí, mi padre dijo que era un gran partido, porque era
el hijo del alcalde, y tenía buenos modales. Educado, a rabiar.
Debía darle una oportunidad y se la di, y, de golpe, estábamos juntos.
La gente dejó de criticar a mi padre, tuvo más clientes y nos admitían en más
cosas del barrio.
Todo cambió.
Y mi ropa también y mis gustos.
Pero yo parecía feliz. Reía y hablaba con todo el mundo. No era consciente
de mis tormentas, porque las eclipsaba con sonrisas fingidas, para pintar mi vida
perfecta para todos.
Pero, cuando me rebelaba del mundo, estaba Troy. Su música, sus manos…
Cuando lo veía tocar, mi cuerpo sentía un fuego diferente.
Pero Troy no era real para mí y, ahora, de golpe, lo es.
¿Cómo va a salir bien una fantasía? Ya sé lo que es vivir en una. Sé lo que es
vivir arrastrada por un mundo perfecto, para no sufrir.
Pero terminar sufriendo.
Tengo miedo. Joder, estoy aterrada.
Llego a clase y me pongo al fondo.
Troy no tarda en llegar y se sienta lejos de mí. Mi corazón acelerado protesta,
cuando lo siente tan cerca y tan lejos a su vez. Odio que no se siente a mi lado.
Más, cuando veo que se le acercan varias chicas y este, aunque las ignora, no hace
nada por cambiarse.
No me mira, y yo no dejo de hacerlo.
No puedo. Echo de menos tenerlo cerca. Sentirlo a mi lado.
Pero no era real… ¿Verdad?
Es complicado separar la fantasía de la realidad, cuando llevas años soñando
con una persona que nunca creíste que se cruzara en tu camino.
¡Estoy hecha un lío!
Empezaba a ser un poco feliz y tiene que proponerme algo así, que está claro
nos ha distanciado. ¿No podía ser todo como antes? Sabe que lo de ser su novia es
una mierda, porque no podemos ser una pareja normal.
Y me lo ofrece, como si fuera increíble…
Para estar en una relación así, no tienes que estar tan rota.
La clase termina.
Troy se levanta y no me mira. Noto dolor en el pecho, porque no repare en
mí, y empiezo a entender que esto no tiene nada que ver con cómo me siento. Es
que no creo que lo que sienta sea real, porque no entiendo qué puede ver el gran
Troy Harris en mí.

El resto de las clases no han ido mejor.


Con Troy lejos y rodeado de mujeres, que parece que esperan que las bese,
hasta perder el oxígeno.
No soporto tenerlo tan cerca y que me ignore de esa manera.
Cuando llego a la sala de reuniones de pódcast estoy agitada, nerviosa y
molesta. Que lo rechazara, no debería suponer dejar de ser amigos.
—No tienes buena cara —me dice Tulia.
—He pasado mala noche.
—Vaya, mira estos vestidos.
Me acerco, tras hacerme un café, y veo una revista de vestidos de lujo.
—¿Qué es esto? ¿De golpe tenemos más presupuesto?
—No, ni de coña, pero nos han invitado a una cena de gala. —Sonríe
emocionada.
—¿Dónde?
—En casa de Troy Harris. Salimos mañana, después de comer. Así que, date
prisa en elegir los vestidos, que los tienes que pedir hoy.
—¿Cómo? No… podemos…
—Sí podemos. Vamos en su avión privado.
—Claro, cómo no, tiene un avión privado… Esto es una locura.
—Podemos hablar de la fiesta en el pódcast, y que vamos a ir. La condición es
que vayamos todos, así que no nos jodas.
—¿Y Pat?
—Ha pedido no jugar. Así que, elige vestido y dímelo, ya que tengo que
dejarlo todo listo para Troy.
—¿Va a venir?
—No podía.
—¿Ahora te habla? —pregunto inquieta.
—Por mensajes. Solo habla contigo.
La miro y es cierto.
Troy se abrió a mí, como no lo hizo con nadie. ¿Por qué?
Miro la revista agitada. Ir a su casa no va a ayudar a que cambie de idea. Veré
su mundo, uno donde no pertenezco.
Troy nació en el seno de una familia rica y adinerada de Nueva York. Su padre
es hijo de un empresario y su madre heredó la empresa familiar de agentes
musicales. Su estudio ha encontrado grandes artistas de la música, y lo siguen
haciendo.
Ir allí, solo me mostrará lo poco que nos parecemos.
Elijo un vestido plateado, por seleccionar alguno, que tiene un pronunciado
escote y la espalda al aire. Me ha llamado la atención porque brilla. Hace unos
meses me gustaban los vestidos brillantes.
—No tienes buena cara. ¿Todo bien?
—¿Puedes empezar a sentir cosas por alguien del que apenas sabes nada?
Tulia deja de mirar la revista y me mira.
—Sí, porque el amor no necesita saber todas las partes del alma de una
persona para hechizarte. Si no, que se lo digan a Betty: Pat casi no le hace caso y
está loca por él. ¿Esto es por Troy?
—Troy y yo somos muy diferentes.
—No es eso lo que veo cuando estáis juntos. Hay mucho dolor en la mirada
de ambos y creo que, por eso, os sentís cómodos el uno con el otro. No es fácil
encontrar a alguien que te entiende casi sin hablar.
—Me gusta Troy Harris desde que lo vi la primera vez. Su música lo era todo
para mí. Tenía cada cosa que salía, sus libros… Todo. Veía sus vídeos, sus
conciertos en la tele, porque nunca conseguía entradas para uno. —Sonrío al
recordarlo—. Era algo mío, porque a mis amigas no les gustaba. En mi barrio,
ese tipo de música eran un poco de «malas».
»Lo deseaba más que a mi novio. Cuando Troy cantaba, era como si
acariciara cada parte de mí. Si tenía un día malo, me ponía su música y todo era
perfecto. Estaba obsesionada con él…, y de golpe mi mundo explotó. Pensaba
que, si yo era buena, si hacía todo bien, por los que quería, nunca me pasaría
nada. Las cosas malas solo pasan a la gente mala. Eso me decía mi ex… —Seco
mis lágrimas.
—¿Y qué pasó? —lo pregunta Betty, que acaba de entrar y se sienta a mi lado.
Noto que no puedo respirar. Me duele respirar. Los ojos se me han llegado de
lágrimas, que no recuerdo cómo se derraman, y busca mi mano. Me acaricia, y
la dejo. No duele tanto, como antes, y sé que Troy tiene la culpa.
—Usaron la inteligencia artificial para arruinar mi vida. —Ambas agrandan
los ojos—. Aparecieron fotos mías sexuales, fotos con chicos del instituto… Yo
lloraba, diciendo que era mentira, pero muchos no lo creían, porque eran tan
reales…
»Me sentí violada, pero nadie me había tocado. Y los tíos trataron de hacerlo
realidad. Me acosaban en el vestuario o en los aseos. Querían que sacara mi lado
sexi con ellos. Aunque ninguno me forzó, me sentí acosada. Rechacé a la
persona que era, antes de eso, porque me sentí tonta, estúpida, por creer que, si
era buena, nada me pasaría, y metí todo lo de Troy en una caja, porque ya no era
feliz en ese mundo.
—¿Encontraron a los culpables? —se interesa Tulia.
—No, pero tampoco le dieron mucha importancia. Lo llamaron juegos de
niños… Me expulsaron del instituto, por mi mal comportamiento, cuando yo no
había hecho nada. Muchos del barrio se me insinuaron, porque querían lo que
habían visto en las fotos. Cada vez que me tocaban, sentía asco. No sabía si me
veían a mí o a la chica de las fotos. Empecé a cambiar mi forma de vestir y todos
me decían que era una exagerada. Busqué sexo con personas que conocía en una
app, y siempre me sentía sucia y usada, aunque, en verdad, ellos solo eran malos
en la cama, porque no me daban lo que quería…
»Yo les decía que sí, pero no estaba ahí. Era como si solo los usara… Lo peor
era luego, porque me sentía sucia. Por eso, dejé de tener sexo, cuando supe que
nadie me entendía. No comprendían que no quería caricias, que solo buscaba el
sexo para olvidar… Algunos de esos eran amigos de mi barrio. Lo que no mejoró
lo que contaron.
»Por supuesto, mi padre no creía nada, porque su hija perfecta no tiene sexo,
claro… Las fotos llegaron a una web porno. Fueron retiradas, pero me
horroricé… Si esa no era yo, ¿por qué me afecta? No era yo, pero lo parecía,
porque era mi cara y me hizo daño.
»¿Por qué tenía que justificar mi nivel de dolor? La gente siempre me decía,
que solo era un juego, que no eres yo, que pasara página, pero, mientras lo
decían, la distancia se abría entre nosotros, porque a nadie le gusta que le
salpique la mierda de otros.
—¿Y qué pasó? —pregunta Betty.
—Mi padre contrató un abogado y, desde entonces, luchamos por saber algo
de quién está detrás, pero nada. Sabe esconderse muy bien. Mi exnovio me dijo
de volver, de estar juntos y así acallar bocas…
»Lo intenté, pero cada vez que me acariciaba, sentía asco, y no sabía cómo
volver a ser la misma persona de antes. Bob quería que olvidara todo, sin más.
Hasta me dijo que podría hacer como que nunca le había confesado mis oscuros
deseos sexuales, porque, según él, en verdad yo no era así. —Siento rabia por no
haber tenido la fuerza suficiente para romper en ese momento—. El negocio de
mi padre mejoró, cuando él me tendió una mano, mientras la gente esperaba
que lo dejara estar… Pero no pude.
»Cuando todo acabó, entre los dos, es como si me quitaran la venda. A su
lado siempre me sentí desplazada. Manipulada… No tengo razones para creer
que fue el culpable, pero no puede ser otra persona. Sobre todo, porque, cuando
rompimos la segunda vez, me di cuenta de que llevaba años siendo lo que se
esperaba de mí, y no quién era en verdad.
—¿Y cómo se lo tomó? —se interesa Tulia.
—Bien, o eso dice. Yo creo que está detrás de todo lo malo que me pasó con la
inteligencia artificial, pero no tengo pruebas. Sé que, antes de romper la primera
vez, estuvo haciendo con el móvil cosas, se bajó un programa de pago y me hacía
fotos, que luego manipulaba. Me las enseñaba, y eran todas inocentes, a
diferencia de las otras.
»Sé que no tengo derecho a sentirme mal, por solo por unas fotos falsas…
Betty me abraza y me quedo descolocada.
—Si me pasara a mí, me moriría de la vergüenza, aunque fueran falsas.
No le devuelvo el gesto, pero la dejo ahí, y compruebo que no duele tanto.
—La verdad, es que es una putada —indica Tulia, y Betty regresa a su sitio,
con una sonrisa nada molesta, por mi falta de implicación en el abrazo—. No
me gustaría pasar por algo así. Da miedo. Miedo de que un día no sepamos lo
que es real y lo que no. Yo, en tu lugar, no sabría qué hacer. Sobre todo, si la
gente que me importa, no me cree.
—Solo mi padre y su compañera de trabajo. Mis amigas no querían que les
salpicara y manchara su intachable currículum. Yo, por la gente que me
importa, habría ido al infierno.
—Hubieras. ¿Ya no? —pregunta Betty.
—No sé si puedo.
—No hiciste nada malo. Fue un cobarde, que no ha dado la cara, solo por
joder. No puedes dejar de vivir, porque una persona piense que jugar con la IA
sea divertido.
Miro a Tulia.
—Es que no sé quién soy. En parte, sigo siendo esa chica buena, y eso me jode.
Porque tengo miedo de que me vuelvan a destrozar.
—Yo soy buena, pero cada vez más lista —indica Betty—. Déjate llevar, y el
resto llegará solo. Todos tenemos taras. A ver si te crees que no somos un grupo
de pódcast con miles de defectos. Todos hemos pasado lo nuestro en la vida.
—Y seguro que Troy también —añade Tulia.
—Ya… —Miro los vestidos.
—¿Empezamos o qué? —Pat entra a la sala y mira los trajes—. Lo hemos
escuchado todo.
Lo miro alterada.
—¿Qué?
—Troy y yo, pero él se ha ido. Algo tendrá que hacer. Yo quiero decirte que
fue una putada. Yo no querría pasar por algo así. Te entiendo, y, si te vuelve a
pasar, mando a todo el equipo de fútbol para defenderte.
Betty suspira, sin darse cuenta de lo enamorada que parece, hasta que la
miramos y disimula tosiendo.
La verdad es que Pat no es como lo imaginaba.
Voy a la cabina nerviosa, porque Troy lo haya escuchado todo y se haya
marchado.
Oriol llega el último y, cuando sabe lo de la fiesta, se pone algo nervioso, pero
asiente y elige un traje. Uno azul chillón, con el que se le va a ver bien.
Empiezan a grabar el pódcast y Tulia saca un nuevo tema, para que debatan
en la web: ¿os da miedo que la inteligencia artificial coja vuestras caras y os
hagan ser otras personas?
La verdad es que soltar todo eso me ha dejado liberada, y me ha gustado que,
por primera vez, no me miraran como si mi dolor fuera injustificado, porque
eso no era real.
Yo no era así.
Al acabar la grabación, regreso a mi cuarto agitada. Sobre todo, cuando
compruebo que Troy no está en su cuarto, porque no están sus escoltas.
No sé si llamarlo o no. Ahora mismo no sé qué somos. Solo sé que lo echo
terriblemente de menos y que me hubiera gustado tener el valor de contarle
todo, pero tenía miedo de que me mirara como si fuera tonta, por estar tan rota
por algo tan insignificante para mucha gente.
De Tulia y Betty, esa mirada me dolía menos.
Cojo el móvil y me tiro a la cama para ver vídeos. Mi padre me llama.
—Hola, ¿cómo va todo?
—Bien, estoy en mi cuarto.
—Ah, qué bien…
—No, qué bien no. ¡Joder! —Vanesa coge el teléfono—. Es viernes, hay
fiestas. Deberías estar en ellas, y no en tu cuarto.
—Tampoco pasa nada si se queda en su cuarto…
—¿Qué hemos estado hablando, vejete amargado? —Sonrío—. Tu padre ha
decidido abrir su mente y dejar de verte como una niña pequeña.
—¡Me está costando!
—Para esto estoy yo —dice Vanesa y sonrío—. Sal, disfruta, cómete los
errores y vive tu vida, sin pensar en este cascarrabias.
—Mañana tengo una fiesta, pero hoy me quedo en casa.
—¿Dónde? —La ansiedad en la voz de mi padre, me da escalofríos.
Sé que no lo hace aposta, pero me duele.
Vanesa le mete un chillido para que pare.
—Donde sea, donde sea… ¿Verdad? —Sé que está mirando a mi padre de
forma amenazadora.
—Verdad, solo sé feliz. —Tomo aire, porque sé que lo está intentando.
Vanesa me está dando el respiro que no sabía que necesitaba.
Los cuelgo y mando un mensaje a Vanesa.
Me rompo con esa pregunta y lloro por todo.
No sé qué responderle. No sé qué decirle. No sé cómo seguir con mi vida. No
sé cómo ser feliz, con el chico del que seguramente lleve enamorada años. No sé
cómo creer que es posible una historia de amor en la distancia, con prensa de
por medio, con alguien que podría tener a cualquier mujer entre todas, y que te
elija a ti…
Yo también la quiero mucho. Es lo más parecido a una madre que he tenido
nunca, y que esté con mi padre, me alegra mucho.
El amor debe ser así: estar cerca de alguien que no puede hablar, sin prisas por
sacarle las palabras.
El amor no se queda en pausa, cuando el alma llora.
Capítulo 41
Kelsi
Tulia nos dice a qué hora debemos estar en el aeropuerto y vamos en dos taxis.
El mío lo comparto con Oriol, que está nervioso.
—¿Todo bien?
—No se me dan bien las fiestas —dice y mira hacia el aeropuerto.
—Ya, bueno, a mí antes sí. Era la encargada de organizar las fiestas de mi
barrio. En verdad, me sigue gustando organizar cosas.
—Pues hazlo. —Asiento—. No pegamos nada en esta fiesta.
—Nada de nada.
En realidad, no sé por qué Troy nos quiere allí. No pegamos nada. Vamos a
desentonar entre toda esa gente.
Noto que me pongo nerviosa, y, al llegar al aeropuerto y ser conducidos a una
zona VIP, mi ánimo no mejora.
La verdad es que todo esto es una pasada, pero estoy aterrada. Me aterra
disfrutar de la vida, ser feliz y que alguien me rompa cuando estoy en lo más
alto…
Joder.
Llegamos y Betty y Tulia hacen fotos al avión privado, donde posamos todos.
Pongo mala cara, hasta que Tulia me da un codazo y la cambio.
Sonrío a la cámara, tras muchos meses sin hacerme fotos, y la chica que sale
en la foto, que nos muestra Tulia, es diferente, pero me gusta.
—Lo vamos a pasar de cine —indica Betty emocionada.
Me pregunto cómo puede ser así, tras lo que le pasó en su vida. A lo mejor,
encontró la forma de vivir, a pesar del miedo.
Subimos los escalones y, al entrar, vemos a Troy sentado.
Su mirada se centra en la mía. Mis latidos se aceleran.
«Lo sabe todo».
—Ven aquí —me ordena, señalando el asiento que tiene al lado.
Ando hasta él, nerviosa, sin saber cómo seguir con lo nuestro, ahora que lo
rechacé.
Me acomodo a su lado y me pongo el cinturón.
El resto se sientan en los asientos de enfrente, y hacen fotos de todo esto.
Supongo que tienen permiso de Troy.
Lo miro, y observa enfadado la pista. Parece tenso, agitado y no tiene buena
cara. A pesar de eso, está increíble. Cuando lo miro, ya no solo veo al famoso.
Desde que lo conozco, veo mucho más.
Siempre he sentido algo por él. Algo que pensaba que era irreal, pero es muy
real. Ahora lo sé. Tengo miedo… Quiero volver al punto en el que solo era sexo,
sin esperar nada a cambio.
El avión despega, cierro los ojos y, cuando está arriba, nos avisan de que
podemos quitarnos los cinturones.
Voy a quitarme el mío, pero Troy lo hace por mí.
Luego, me coge la mano y lo sigo a trompicones, hasta el cuarto privado, que
hay al fondo del avión.
Entra, cierra la puerta y me acorrala contra la puerta.
Mi cuerpo vibra por él.
—Entonces, entiendo que solo quieres mi polla.
Sus palabras son duras. Me besa y es rudo, como quería. Como me gustaba.
—Mi corazón mejor se queda fuera de todo esto, ¿no?
—Troy… —Mete sus manos entre mis piernas y las sube por el interior de mis
muslos—. Es mejor así.
—Genial… Entonces, follemos…
Me tira a la cama y reboto en ella.
Se cierne sobre mí. Sus besos son rudos. Bebe de mí y yo de él. Lo muerdo. Me
muerde. Es solo sexo, y no quiero nada más. Así está todo bien.
Sin esperar nada de él… De la vida.
Sube mi vestido hasta taparme los ojos con él y dejarme expuesta a sus deseos.
Tira de mis pezones, aún cubiertos por mi sujetador.
—Te pone que para ti solo sea un famoso al que te follas. —Muerde mis
pezones, sobre la ropa interior—. Por eso dejas al corazón fuera de esto.
—Troy…
Toca mi sexo, y gimo de placer.
—Solo quieres ser mi putita, porque ser mi novia es demasiado esfuerzo. —
Mete un par de dedos dentro de mi cuerpo con fuerza, tras apartar la tela—.
Perfecto, sé mi puta. Alguien que solo quiere sexo…, sin amor.
Está siendo duro, pero me pone mucho. Este tipo de sexo me hace no pensar
en nada. Solo siento, sin implicar mi alma, y lo sabe. Lo sabe, y por eso está
siendo tan duro.
Tal vez, hasta me conozca mejor que yo.
No está enfadado, como pensaba. Solo está actuando para mí.
Tira de mis bragas y las pasa por mis muslos. Noto lo mojadas que están,
mientras me las quita. No veo nada, porque el vestido no me lo permite. Solo
siento.
A Troy no le gusta mucho que lo miren en el sexo, y esto es algo de los dos.
Pasa sus dedos por mi sexo. Está tan mojado, que sus dedos resbalan con
facilidad. Tira de mi clítoris y hace círculos, hasta que casi me corro.
—No, sin mi polla —dice a mi oído, cuando casi me corro.
Escucho cómo abre su pantalón y cómo rasga el envoltorio del condón.
Luego, entra con fuerza en mi sexo y me llena por completo.
Nos quedamos quietos un segundo, hasta que me doy cuenta de que esto
habla más de amor que de sexo, y me muevo.
Gruñe y oprimo mi sexo, hasta que no puede más, y se mueve con fuerza.
—Más duro, joder —le apremio y lo hace. Me folla con fuerza contra la
cama.
Sale y entra de mí. Busca mi boca y nos besamos con dureza. Siento mi
clítoris sensible por todo el roce de nuestros cuerpos. Me voy a correr, como siga
así. Mi cuerpo va por libre.
—Troy…
—No te corras sin mi permiso. —Muerde mi boca—. Tal vez, no quiera que
te corras.
—Te mato…
—El sexo sin ataduras implica que la persona con la que follas no te importe.
Y lo sé bien, porque he pagado a personas de las que no quería nada.
Se mueve, hasta que casi me corro.
Se sale de mi cuerpo y se quita el condón, para tocarse la polla, hasta que se
corre sobre mis pechos. Siento su semen caliente sobre mi sexo, y la frialdad de
todo.
—Gracias, tienes ropa en el armario, y la ducha está ahí. —Señala cerca de la
cama.
—Troy…
—No, Kelsi. Te he ofrecido todo…, y tú solo quieres esto. Pues esto es lo que
tienes. —Va hasta el aseo, que hay frente al que me ha indicado, y se detiene en
la puerta—. La vida es una mierda. Tengo taras horribles, algunas que ni quiero
explorar… pero quiero creer que hasta un mierda como yo merece, al menos una
vez en la vida, ser feliz… Yo no soy como tu exnovio, ni como el capullo que te
hizo todo eso. Si me rechazas por ellos, en vez de querer estar a mi lado, sin que
yo te exija nada, salvo estar, es que yo no te importo tanto como creía. ¿Quieres
sexo sin implicaciones? Lo tendremos, pero no te voy a tratar de diferente forma
a como trataría a una persona que no me importa, porque es lo que pareces
querer de mí. —Entra en el servicio, pero sale de nuevo—. Lo peor de todo, es
que, desde que te conocí, sentí que lo nuestro era diferente. Por eso, por primera
vez en años, hablé con alguien, porque sentía que entendería todas y cada una de
las palabras que no digo… ¡Qué gilipollas soy! —Cierra la puerta con un portazo.
Arreglo mi ropa, nerviosa. Sus palabras se me clavan como dagas afiladas.
Intento respirar, pero no puedo. Yo también sentí que era diferente, pero esto no
es amor…
«Tampoco lo será nunca, si no avanzo», pienso.
Cojo algo de ropa, y veo los vestidos y los trajes de todos, que pedimos por
internet. Hay ropa de mujer y de hombre de varias tallas. Troy y su manía de
comprar online.
Cojo un vestido, parecido a los que suelo llevar, y veo otro cajón de ropa
interior sin usar. Elijo y me marcho a la ducha.
Me quito la ropa y la meto en una bolsa que hay cerca.
Me meto bajo el chorro, y empiezo a llorar en cuanto el agua cae por mi
cuerpo.
No quiero solo eso de Troy. No me importa el sexo duro, pero siempre ha sido
tierno, dentro de nuestra dureza. Nunca ha sido egoísta o tan frío. No quiero
eso. No quiero ser solo eso… ¡Joder!
Estoy aterrada, porque me muero por aceptar, que me muero por intentarlo,
a pesar de todas las señales que hay, para que salga corriendo, lejos de esta locura.
Cuando salgo de la ducha, Tulia y Betty me dicen que hay que empezar a
arreglarnos para la fiesta. Hay planchas, secadores, maquillaje… Hemos traído,
pero nada comparado a lo que ha comprado Troy. Todo es de marca y de lujo.
No ha escatimado en detalles.
—Los chicos se van a cambiar fuera —indica Tulia. Miro la cama, y
compruebo que Troy ha cambiado las sábanas—. No nos tienes que contar nada,
si no quieres, pero mejor que arreglemos el desastre de tu cara.
—Aquí hay parches antiojeras —dice Betty, que me pone un par—. Troy
parecía triste cuando salió. Por si eso te ayuda en algo.
—Quiere que seamos novios secretos —les cuento, porque necesito confiar en
alguien—. Tras lo vivido, no fío de nadie y quiere que sea su novia secreta. Está
loco. Casi no sabemos nada del otro… Bueno, nada fuera de todo lo que cuentan
de él…
—Tampoco sabes mucho de nosotras y no estás contando esto. —Tulia mira
las pintas que tiene y luego a mí—. Podemos contarlo a la prensa, y joderte la
vida.
—Exacto —indica Betty, y las miro aterrada—. No lo haremos tonta —
añade—, pero si puedes abrirte a nosotras, ¿por qué no intentarlo con él?
—Porque me aterra amarlo, y no os lo toméis a mal, pero de vosotras no
espero amor eterno —bromeo y lo hago por primera vez en mucho tiempo—.
Hace mucho que no confío en nadie. Creo que, a pesar de tener miedo, estoy
mejor.
—Sí, eso pasa —señala Tulia—. Las heridas sanan con el tiempo. —Coge el
secador y me lo tiende—. A ver, vas a sufrir, si lo aceptas…
—Mucho —añade Betty.
—Pero tienes que elegir, te guste o no —señala Tulia—. Yo sé que, en tu
situación, no podría aceptar, porque paso de una historia así, pero es que yo no
soy tú, y no puedo aconsejarte con lo que yo haría, cuando cada uno es diferente,
ante las cosas que nos pasan.
—Es cierto, y yo tampoco podría —comenta Betty—, pero si tú sí puedes, te
apoyaremos y te entenderemos. Para eso están los amigos.
—No para imponerte nada o que piensen como tú. Ahora vamos a
arreglarnos, que esta noche quiero arrasar.
—Y conseguir un buen polvo —la pica Betty y Tulia asiente.
—Es mi única oportunidad de follar con un famoso. Una tiene sus fetiches.
—Sí, porque el otro famoso ya folla con ella. Joder, qué gritos, qué gemidos…
Me he puesto cachonda —indica Betty y me sonrojo—. Me gustaría estar en tu
lugar, pero con Pat. —Se ríe nerviosa—. Aunque, para él, soy la amiga
divertida… Odio ser la amiga. ¡Quiero que me empotre contra la cama! —Se
sube las gafas y se ríe nerviosa.
Es raro hablar con ellas de temas que me inquietan. El sexo es uno de ellos.
Lo he tenido siempre guardado dentro de mí, por miedo a que la gente no
entendiera lo que siento.
Con ellas, siento que no me juzgarían, y eso me hace sentir bien.
Tulia me dice que vaya a secarme más el pelo, y lo hago. Es raro estar así con
ellas, que sepan tanto de mí y que sigan aquí.
Tal vez estoy siendo injusta con Troy, porque temo amarlo con todo mi ser.
Es Troy Harris…, ya amé al cantante. Si amo al hombre, tengo miedo de no
saber cómo hacerlo sin tenerlo cerca.
Miedo… Siempre miedo.
Era feliz, cuando el miedo no manejaba mi vida.
Tal vez, sea hora de manejarla yo de nuevo.
Capítulo 42
Kelsi
Salimos ya cambiadas y Pat hace varias fotos. Está muy guapo y, cuando me
mira, alza las cejas, como diciendo que sabe que he follado, y que es mi fan.
Nos sentamos y veo que Troy no está. El avión aterriza y sigue sin aparecer.
—Vamos, rubita —me dice Pat—. Troy tiene que ir por otro lado.
Pat me tiende su brazo y lo cojo. De nuevo, no hay dolor ante un gesto
cariñoso, porque siento que lo hace de corazón.
—Ese cantante está loco por ti, aunque tal vez no te lo diga —susurra en mi
oído.
—Me cuesta creerlo.
—Pero ese es tu problema, ¿no? No lo culpes a él, por ser medio tonta y no
creerlo.
—Gracias…, supongo.
Bajamos las escaleras y nos espera una limusina blanca.
Todo esto es demasiado.
Vamos hasta ella y hacen fotos de todo. Betty se sienta al lado de Pat y este
coge su móvil para hacerse una foto juntos. Le pasa el brazo por los hombros a su
amiga.
—Estás preciosa.
—Gra… gra… cias. —Betty sonríe y se pone roja, cuando este la besa en la
mejilla, antes de moverse para coger algo de beber.
Tulia la abanica y Betty le da en las manos, para que Pat no lo note.
Tulia se ríe y luego se abrazan, y gritan en silencio.
Saco mi móvil. Hace mucho que no hago fotos, pero me apetece una de
grupo, y al mando al WhatsApp de la familia.
Mi padre comenta enseguida y mi tía me dice que estoy preciosa. Mis primos
comentan que no estoy mal. Es un logro.
Mi padre me llama.
—Estoy bien.
—Vale, solo quería escuchar eso. Estás preciosa.
—Lo sé… Lo he visto cuando me vi en la foto.
—Me gusta verte con gente que te ve de verdad, y yo estoy haciendo un gran
esfuerzo por no preguntarte dónde estás, con quién y a qué hora llegaras a casa…
—Cortamos la llamada —dice Vanesa—. Sé feliz, y ya nos contarás cuando
quieras. Te queremos.
Guardo el móvil y cojo algo para beber.
Tengo que hablar con Troy, y esta vez de verdad. Decirle cómo me siento y
cómo me siento con él.
Al llegar a la mansión de sus padres, donde se ha criado, siento que estoy
siendo una ilusa. Cuando Troy regrese a su vida, lo nuestro, si sigue existiendo,
se acabará.
Lo voy a perder, tome el camino que tome.
Entramos y miramos impresionados el lujo.
No encajo aquí. No nací en este mundo… No estoy a la altura…
—¡Es una puta pasada! —dice Pat y me pasa el brazo por el hombro.
—Aparta su mano de ella, que no quiero volver a partirte la cara.
Nos giramos y vemos a Troy entrar elegantemente vestido.
Pat se quita sin inmutarse, y Troy me mira de arriba abajo, dejando que sus
ojos se tomen su tiempo en mis curvas. Mi cuerpo late por su mirada. Cuando
llega a rostro, veo dolor en sus ojos, antes de apartarse.
—Tenemos que hablar —digo, y pienso que no me ha escuchado, hasta que
asiente.
Vale, ya está. Estoy loca… Miro a mi alrededor. Muy loca al parecer.
Saco el móvil y hago fotos como el resto. Más, cuando vamos a una sala llena
de famosos.
Troy se ha situado al fondo, con sus padres y la banda. Nos mira de reojo. No
habla, y no dice nada. Solo toma su copa. Cuando nuestras miradas se
encuentran, siento que saltan chispas:
«Pero quiero creer que hasta un mierda como yo merece, al menos una vez
en la vida, ser feliz…».
Solo alguien muy roto dice algo así de sí mismo, a la vez de que tiene la
esperanza de que pueda ser feliz.
Él no es feliz aquí, lo veo. Tal vez, no lo ha sido nunca. Quizás, aquí empezó
todo. El motivo por el que no habla con casi nadie.
La gente ríe, como si fueran felices, pero no los siento así. Solo veo felices a
mis amigos, que beben y hacen fotos, disfrutando de esto.
Troy está aquí, pero en realidad no parece estar presente. Casi lo veo
escapando, cuando pueda pelear, para sacar toda la rabia de estar donde no desea.
Pero eso no le pasa conmigo. Conmigo sí quiere estar.
Su mirada y la mía se encuentran entre tanta gente y noto cómo mi corazón
se acelera al leer en él que, cuando me mira, escapa del mundo.
Esto es una locura, pero estoy empezando a creer en ella.
—Qué fiesta más aburrida —dice Pat—. La gente solo se mira, pero casi no
interactúan, salvo para hacerse fotos para redes. Mira esas dos. —Estamos
apoyados en una mesa alta, y veo a dos modelos, que se hacen un vídeo para
redes. Cuando dejan de grabar, se ignoran—. Llevan así un rato. Por eso, no hay
que fiarse de nada de lo que se publica en redes. Aunque la IA no esté detrás, este
mundo está plagado de mentiras.
—Eso es cierto, pero estos canapés están de puta madre —comenta Tulia.
No se nos acerca nadie. Nadie nos mira y, cuando dicen que el grupo tocará
algo, Troy desaparece. Está claro que no piensa tocar nada.
El resto de los miembros tocan algo que, como pasó en el programa de la tele,
no suena igual que con Troy.
—Señorita, esto es para usted. —Un camarero me tiende una caja.
La abro y dentro hay una nota de Troy:
Ve al servicio.
Guardo la nota y devuelvo la caja.
Les digo al resto que ahora vengo y me marcho a los servicios, tras preguntar
por dónde están a una de las camareras.
Camino hacia ellos. Esta casa es muy fría. ¿Cómo tuvo que ser vivir aquí?
Imagino a Troy de niño por estos pasillos y siento frío en el pecho.
Estoy por llegar, cuando Troy sale a mi paso. Me tiende una mano.
—Antes de aceptarla, quiero que sepas que no quiero ser más tu putita. No, a
menos que sea en plan juego sexual…
No me deja acabar.
—Arriba se ven las estrellas. Escapa conmigo una vez más —me pide, como
si temiera lo que le voy a decir.
Siento que ahora mismo no soportaría mi rechazo.
Quiere huir de todo… conmigo.
Tomo su mano y vamos hasta un ascensor, para subir a la última planta. Lo
siento a mi lado, tan alto, tan sexi… Tan perdido.
Salimos y subimos unas escaleras hasta el tejado.
En él, no hay nada. Solo un suelo oscuro y una barandilla de piedra.
Suelta mi mano y avanza hasta la barandilla.
Me pongo a su lado, sin decir nada, porque no sé cómo ordenar mis ideas.
Poso mi mano al lado de él, y acaricio sus dedos con timidez. Me gusta
acariciarlo.
—Odio esta casa —dice mirando las estrellas, antes de entrelazar mis dedos.
—Lo he notado. No eres feliz aquí. ¿Por eso nos querías aquí? Como apoyo
emocional…
—Es solo para joder a mi madre. Quería que hiciera vida normal, pues eso
supone tener amigos normales.
—Qué bien que nos hayas traído para ridiculizarnos. —Aparto la mano, o lo
intento, porque no me deja.
—Has estado en la misma fiesta que yo, y sabes que los ridículos son ellos.
—Me siento fuera de lugar.
—Normal, porque no encajas en este sitio. —Lo miro dolida, pero no parece
decirlo a malas—. Eres mejor que todo esto, Kelsi. Deja de pensar mal de mí
todo el tiempo. Soy lo peor. Lo sé, pero…
—No lo eres. No, conmigo. Conmigo no lo has sido nunca —señalo—. Pero
yo no veía la verdad…
—No te lo tomes a mal, pero no tengo ganas de escuchar tus excusas para no
querer nada conmigo.
—Troy…
—Kelsi, no aquí. No estoy bien aquí. Nunca he sido feliz en este sitio —
comenta, perdido en las estrellas.
En las biografías de Troy Harris contaban que era un niño feliz, con unos
padres que lo querían y adoraban, y que apoyaron siempre al artista de su
interior. Todo eso era mentira, y tal vez sepa un poco más de él, pero no tanto
como creía.
Lo giro para que me mire y veo a Troy sin nada más.
—Estamos hechos un asco. No conf ío en ti, pero… quiero creer que también
puedo ser feliz. —Alzo mi mano y lo acaricio. Paso mis dedos por su mejilla y
me gusta. Me gusta lo que siento. No hay pasado en mis caricias, ni esa chica que
dejaba que todo el mundo la abrazara o tocara, porque apartarse no era de
personas amables—. Seamos algo más… Novios, dijiste… Estoy aterrada, y
seguramente, cuando regreses a tu vida, no quieras nada con alguien como yo o
no pueda soportar tenerte lejos. O la prensa se cargue lo nuestro…
—Joder, hablas demasiado.
—Sí, hablaba por los codos, antes…, y soy jodidamente buena, aunque me
gusta el sexo guarro. Pero no puedo dejar de ser buena. Lo he intentado, pero
odio hacer cosas malas. No me gusta hacer cosas ilegales y…
—Bésame, Kelsi, y el resto lo iremos viendo. Siempre supe que eras una chica
buena. A mí no me engañaste. Yo siempre te vi.
Coge mi cara entre sus manos y me acaricia las mejillas antes de besarme.
Este beso será diferente. Lo sé. Lo siento. Lo deseo.
Acerca sus labios a los míos y me besa con dulzura.
Me besa como si venerara mi boca, y no hay dolor. No hay recuerdos que me
ahogan. Solo estamos él y yo, y eso me asusta. Tal vez Troy me guste más de lo
que quería admitir.
Dejé las caricias en pausa, no porque no las deseara, sino porque temía que
estas me derrumbaran. Ahora lo sé.
Tiemblo de miedo, porque no quiero perder esto, y sé que no podrá durar
para siempre.
Rompo a llorar, como si, al hacerlo, sacara todo el dolor de mi pecho. Ese
dolor que me causó no poder controlar la situación, que pocos se pusieran en mi
piel, no entender por qué me dolía tanto, algo que otros no veían tan grave.
Llevo las manos a mis ojos, pero Troy las aparta, y apoyo mi frente en su
pecho, mientras acaricia mi mejilla y me limpia las lágrimas. Lo dejo quedarse a
mi lado, mientras amargos sollozos me parten por la mitad.
—Esto puede destrozarme…
—No seas tan negativa.
—Solo constato un hecho, pero aquí sigo.
—No sé si por buena o masoquista. —Limpia mis lágrimas.
Besa la comisura de mi boca y sube su mano por mi vestido.
—¿Qué haces?
—Le debo un orgasmo a mi chica, y seguro que eso le alegra. —Muerde mi
cuello, mientras sus dedos entran dentro de mis muslos.
Noto cómo me derrito por él, mientras cuela sus dedos en mi sexo.
—Joder, Kelsi, estás muy mojada…
—Te quiero dentro —le digo, cuando toca mi clítoris.
—Luego, que tengo que volver a una horrible fiesta…, pero antes necesito que
te corras en mis dedos. Sé que hay algo que te pone mucho. —Coge mi mano y
me pone uno a uno sus anillos, sin dejar de mirarme. Noto que mi sexo se
convulsiona, sabiendo donde van a entrar esos dedos—. No dejes que se caigan.
—Aprieto el puño.
Besa mi boca, mientras sus dedos entran en mi interior.
No lo hace duro, venera mi cuerpo y mi boca. El placer es mayor. Me dejo
llevar por estas sensaciones y me corro con fuerza, mojando sus dedos.
Besa mis labios y saca los dedos de mi interior. Luego los lleva a mi boca,
antes de besarme y lamer mi esencia en mis labios.
Madre mía, esto es jodidamente marrano y me pone mucho.
—Joder, me muero por estar entre tus piernas… —Lame mi boca de nuevo,
que sabe a mí—. No puedo volver con vosotros, pero estaré de vuelta pronto.
¿Vale?
El miedo late en mi pecho, porque lo quiero cerca. Quiero tenerlo cerca…
Me acerco y lo abrazo. Se queda quieto y luego me devuelve el gesto con
fuerza.
—Todo irá bien —me dice en mi odio y quiero creer en nosotros.
Quiero creer que esta locura puede ser real.
Coge mi mano y se pone los anillos, menos uno, que me queda perfecto en el
dedo gordo. Lo deja ahí. Le da un beso.
—Ya me lo devolverás.
Asiento, pensando en que me muero por encontrar señales que hablen de que
esta locura pueda salir bien.
Si sigo, es por masoquista, lo tengo claro.
La chica buena está aterrada.
Capítulo 43
Troy
Abrazar a Kelsi me hace sentir raro y, a la vez, completo. Mi madre odiaba los
abrazos, y mi padre disfrutaba viendo cómo sus amantes me daban abrazos que
yo odiaba. Luego, me amenazaba para que su mujer no supiera nada.
Por eso, cuando todo pasó…, nadie me creyó.
Mi padre, ante todos, es el mejor hombre de la tierra, pero yo sé la verdad.
La abrazo más fuerte. Meto mi cabeza en su cuello. Tomo aire, aspiro su
perfume. Dejo de temblar, mientras temo que, todo lo que no sabe de mí, la
destruya. O que mi mundo nos separe.
Nos miramos a los ojos.
—Me tengo que ir.
—Yo también… Nos vemos pronto. —Se alza y me besa.
Sonríe, y ese gesto le llega a los ojos. Me pregunto si se ha dado cuenta de que
cada vez muestra más felicidad.
La veo irse, queriendo que esto salga bien. Necesito creer que hasta alguien
como yo… puede ser feliz. Temo estar siendo un egoísta y destruirla en el
proceso, porque a su lado me siento mejor que nunca.
Tomo aire y regreso.
Mi madre, al verme, se me acerca, seguida de mi padre, que siempre anda
cerca, cuando estamos en casa o tiene personas que le ponen al tanto de mi vida.
Un día, me dijo que mi madre no hacía nada sin que él lo supiera, pero que
podía hacer con su vida lo que quisiera, sin que nadie se enterara.
Mi madre me mira con frialdad. Una máscara pétrea de indiferencia, que ha
perfeccionado con los años, y que yo odio con toda mi fuerza.
—Se te acaba el tiempo, o tocas por las buenas o por las malas. Te quito todo
lo que tienes en unos meses. A ver qué haces sin tu dinero.
No respondo. No le hablo desde que tenía ocho años. Lo último que le dije,
fue que la odiaba casi sin voz.
—Esos amigos tuyos son patéticos. No paran de hacer fotos.
Los miro, y parecen felices. No como el resto.
Kelsi se les acerca y Tulia le dice algo, que le hace sonreír.
Sé que conocen lo nuestro, pero quiero confiar en que Kelsi sabe lo que hace.
Ella es mi plan para poder volver a cantar ante el público.
Un mal amor me sacó de los escenarios, y espero que el correcto me ayude a
volver a otros.
Por mi hermana.
Me pregunto qué pensará Kelsi cuando sepa que quiero estar con ella, por
nosotros, y porque soy un egoísta que cree que nuestra historia puede salvarme.
Tenemos mucho de lo que hablar.
Kelsi me mira de reojo. Está preciosa, como siempre. Lleva el pelo suelto. Ya
no usa coletas tirantes. Poco a poco, deja de tener miedo por ser quien fue. De
protegerse del mundo.
Vaya putada acabar con un cantante famoso jodido.
—Deja de mirarlos o pensaré que te gusta alguna de las chicas —indica mi
madre, y la fulmino con la mirada—. No me mires así. Eres un Harris, y
nosotros no nos casamos con personas sin apellido. Además, por tu carrera y tu
contrato, no puedes tener novia. Te tocará aceptar a alguien de nuestro estatus.
—Mira a mi padre y este pone cara de pena, como si le doliera que mi madre
fuera tan dura conmigo.
Luego, se aleja y va a hablar con unos invitados que lo alaban.
Va de hombre bueno y decente. La gente dice que mi madre tuvo suerte con
él. La verdad es que mi madre es una zorra, pero se la ve venir, y mi padre es
peor…
Si tengo que elegir, la prefiero a ella. Por eso, de niño, estaba siempre en sus
estudios.
—Os toca haceros fotos —indica nuestro agente, y el grupo se nos acerca.
Miro a Levis, que está al lado de una mujer morena. Es Virginia, mi expareja,
que me mira, dejando claro que está con mi compañero, pero me sigue deseando
a mí.
Por ella cambié. Fui un chico bueno. Quería que saliera bien, quería que
funcionara…, pero entonces todo se nos fue de las manos…
—¡Me has jodido la vida! ¡Eres! ¡Un monstruo! ¡No te reconozco!
Todo empezó, porque le dije que me gustaría que me comiera la polla.
No se lo tomó bien. Tal vez, porque le dije que necesitaba algo más que el
puñetero misionero. Se lo solté con esas mismas palabras, y se puso a llorar. Me
miró las manos, llenas de heridas por las peleas.
—¡Tú antes no eras así! ¡Has cambiado!
Sí, había cambiado por ella…, y eso me hacía infeliz.
No nos saludamos. Nadie sabe que fuimos novios, porque era un secreto.
A los pocos meses de romper, empezó a salir con Levis. A él no le han
prohibido tener parejas, y lo supe antes de salir a cantar. La vi besarlo, la vi
mirarme, mientras lo hacía. Yo estaba en la mierda, desde que rompimos, y ella
ya tenía un sustituto.
Toda la mierda que arrastraba me siguió al escenario.
Fui incapaz de olvidar que hace años pasó algo, que me hizo odiar estar
rodeado de gente; que me hizo odiar cantar en público.
Me rompí, por ella, porque estaba sujetando mis pedazos con pinzas, hasta
que no pude más.
Virginia da un beso a Levis, y ya no me duele verlos juntos.
Pero odio estar cerca de ella. Me enteré de cosas que nunca hubiera
imaginado de ella. La idealicé.
Miro a Kelsi que nos observa desde lejos, curiosa. ¿La estaré idealizando a ella
también? No, Kelsi es diferente.
Eso quise creer de Virginia y mira dónde está.
Poso para las fotos, sin fingir buena cara. Me la suda lo que digan de mí.
Veo a Kelsi marcharse con el resto. Sonríe antes de alejarse. Kelsi es
transparente, y por eso me he perdido en ella, porque, aun cuando cree que usa
escudos, su corazón late con fuerza, expresándose por encima de todo. Creando
una melodía única que habla de vida.
La fiesta sigue y, cuando puedo, me marcho a uno de mis antros favoritos.
—Qué bien tenerte por aquí —me dice mi entrenador de boxeo—. ¿Luchas?
—Por supuesto. —Me da unas palmadas en la espalda y subo al ring.
Hoy lucharé contra él y sin nadie que nos vea.
Es un viejo entregado a su trabajo, que no sabe vivir lejos de su gimnasio. Me
encontró cuando era un crío en las calles, y me trajo hasta aquí. Me dio una
tarjeta y me dijo que podría venir siempre que quisiera.
El sitio apesta a humedad, y él apesta a tabaco y bebida.
Antes era peor. Al poco de llegar yo, siendo un niño, cambió. Mejoró, y me
dijo que tenía un socio nuevo. Nunca me informó de quién era, pero de nuevo
está desastroso, y es muy dejado.
Lucha con un cigarro entre los dientes. Hay ratas entre la oscuridad, porque
es muy guarro.
Volví, porque sabía que mi madre se moriría del susto y, sin saberlo, este lugar
me salvó. No sé controlar mi ira, pero, mientras peleo, evito meterme en más
problemas.
Peleamos y me cuesta poco ganarlo.
Ya no es lo que era, pero seguiremos peleando.
Al alba, compartimos una botella de vino. Está muy malo.
—¿Qué tal tu vida de pijo?
—Una mierda —respondo, por primera vez en mi vida.
Me mira sorprendido, pero sigue como si nada.
—No te envidio chaval. ¿Cuándo volverás a tocar?
—Pronto.
—Lo mejor para este mundo es que tu grupo de mierda desapareciera.
—Sí, lo sería.
—Tu última canción es muy buena…, pero tu familia nunca te dejará ser
libre. No, sin ellos detrás.
—Lo sé.
—No, no lo sabes, muchacho. Yo tengo más en esta mierda de lugar,
apestado de ratas, de lo que tendrás tú nunca entre lujos. Yo soy libre. —Se ríe.
Lo miro y le doy un puñetazo.
—Tu risa sí apesta.
—Lo que te jode, es que diga la verdad, pero tranquilo. Puedes seguir
soñando que un día dejarás de ser un Harris.
No digo nada, porque en el fondo temo que tenga razón, y que no pueda
escapar, porque no tengo permitido ser libre, por nacer bajo el apellido de una
de las familias más antiguas y ricas de Nueva York. De mí, se espera que siga el
legado…, y nada más.
Me levanto para irme.
Veo el bote de propinas, pero no le dejo nada. La última vez que le dejé
mucho dinero, lo invirtió todo en drogas, y casi murió de sobredosis. Desde
entonces, le mando comida, para que no le falte, pero no le doy dinero.
Él piensa que es libre, pero es esclavo de las drogas.
Todos somos esclavos de algo en esta vida.
Capítulo 44
Troy
Bajo para desayunar, sin haber dormido apenas. Mi madre ha expresado que en
su casa no se pueden faltar a las comidas.
El resto de la banda también baja, porque se han quedado a dormir.
Los detesto a todos. Son un atajo de hombres de casi cuarenta años, que se
creen adolescentes de quince.
Cojo la comida y me siento.
Ayer, Kelsi me mandó un mensaje, al llegar a la residencia, para informarme
de que estaba bien, y que, si la necesitaba, la llamara.
Le dije un frío okey, que poco expresaba todo lo que me gustaría decirle. Por
eso, en vez de dormir, compuse letras para ella.
—Qué buenas estaban tus amigas de la uni —suelta Rune—. Dime con cuál
mantienes caliente tu escuálida polla. —Coge varias tortitas y se las mete en la
boca. Lo ignoro, como siempre—. Seguro que es la rubia. Menudo culo tiene la
rubita…, y menudas tetas. Meter la polla entre ellas y correrte, tiene que ser una
pasada.
No hago nada. No digo nada, como siempre, y me cuesta mucho, pero, si
hablo, o hago algo, sabrán que Kelsi es importante para mí. Siempre han hecho
esto, para saber quién me gusta. Me presionan para que les hable.
—Si no tienes buen sexo, te mandaremos a tu cuarto unas cuantas putas…
Ellas sabrán qué hacer con tu polla —continúa Rune, y se ríe.
No comento nada. Ya hace años que casi lo mato, por no entender que no
quería más sexo, si no era mi intención.
Desde entonces dejaron de insistirme con mantener sexo, y yo dejé de
forzarme por tener sexo, solo para ser como ellos.
Noto cómo me tenso, porque odio recordar esos años. Odio sentir que hay
algo mal en mí.
Tuve sexo porque quería, ya que es una puta pasada. Lo deseaba.
Noto la ansiedad crecer en mí.
Tomo aire y hago lo imposible por dejar de pensar en esos años.
Mis primeros años como famoso fueron un caos. Los recuerdo entre
borracheras y drogas. Entre malas decisiones y una vida demasiado madura para
alguien de catorce años, que había vivido de alguna forma entre algodones, a
pesar de todo.
Sigo comiendo, como si nada, cuando me calmo, mientras en mi mente salto
sobre la mesa con un cuchillo y le rebano ese cuello de asno que tiene.
No debe ser sano relajarse, imaginando que mato a la gran parte de la
humanidad, pero, joder, mientras imagino su sangre ahogándolo, evito hacer
nada que ponga en peligro lo mío con Kelsi. Si ella estuviera aquí, me daría un
rodillazo, para que dejara de imaginar esto, pero no está y puedo seguir con mi
matanza mental.
Es como un puto videojuego, donde lo mato una y otra vez de mil formas
diferentes, mientras Rune se ríe de sus putas gracias, que no son divertidas para
nadie.
—Hola, hijo. —Mi padre me pone la mano en el hombro.
Me tenso y me quedo helado. No hago nada, y sigo comiendo, pero la comida
es espesa.
No digo nada, y se aleja. Sigo sintiendo sus manos en mi espalda.
Sigo comiendo, pero me cuesta. Ese cerdo no merece seguir con vida.
Mi madre entra y se pone a hablar de la cena de ayer. Ya nadie comenta nada
más.
—Mi hijo es el mejor, sin él no sois nadie —indica mi padre con una dulce
sonrisa—. Aunque sois muy buenos, chicos, él es mi estrella.
Lo miro e imagino su muerte de mil formas diferentes. Odio su sonrisa de
santurrón. Odio que todos le rían la dulce gracia.
Padre amoroso…, mis cojones.
Noto cómo me tenso, y busco en el móvil cosas que comprar. Ahora mismo
necesito mantenerme entretenido, para soportar este desayuno.
Mi madre nos anuncia que tenemos una semana de reuniones.
La miro enfurecido, pero sonríe, dejando claro que estoy en sus manos.
Compro más de lo que debería para Kelsi. Mañana va a tener una sorpresa,
antes de ir a clase.
Al acabar el desayuno, me marcho de este lugar, seguido de mis
guardaespaldas, mientras el resto de los intrigantes del grupo deciden hacer una
barbacoa en la piscina.
—Espero que estés a la hora de la comida, para que vean el buen rollo que hay
entre todos. —Fulmino con la mirada a mi madre—. Si tanto detestas todo
esto, rompe el contrato… Ah, que no puedes, porque tu vida de lujos la pago yo.
«Zorra», pienso mientras se aleja, y se mete al despacho, porque ella no
soporta a ninguno de los que ahora están bajo su techo, pero en las fotos
parecerá que sí.
Salgo de la casa, asfixiado por los guardaespaldas. El que siempre ha estado a
mi lado, desde que nací, Argi, me tiende su móvil y veo en él una foto de Kelsi
de ayer, que han subido en el grupo de pódcast.
Le devuelvo el móvil y entro al coche.
Sé lo que quiere decirme: que antes de hacer algo, que a la larga me destruirá,
la busque a ella.
Miro las fotos de ayer en redes y en la web del programa.
Esta tarde van a subir un pódcast en directo, hablando de la fiesta. Tulia me
pasará todo, antes de subir nada, para que dé mi aprobación.
Kelsi sale muy guapa en las fotos. Se la veía contenta y tranquila. Sobre todo,
las que hicieron a la vuelta, en el avión.
En una de ella, aparecen Betty y ella dormidas. Tiene el gesto tranquilo. Un
gesto angelical. Ha luchado contra sí misma, pero al final va ganando su lado
bueno. Tengo miedo de que, cuando la rebeldía se acabe, se termine su tiempo a
mi lado.
Yo sé lo que es estar al lado de alguien que no era para mí, porque quise ser
mejor, y cambié tanto, que me perdí. Tengo miedo de que ella solo se sienta
atraída por mí, porque está tan dolida, que necesita a alguien como ella.
Busco su móvil, y dudo… Entonces, su nombre aparece en mi pantalla, me
está llamando.
Nunca he creído en las casualidades, hasta que apareció en mi vida.
Elegí esa universidad, entre todas las de Estados Unidos a dedo, y sé que mi
madre haría lo imposible por meterme en ella. Cogí el mapa, cerré los ojos y ahí
fui.
Una puta casualidad del destino que me llevó hasta Kelsi.
—Hola —me dice al descolgar—, ¿qué tal ha empezado el día?
—Fatal, voy a ser condenado a los infiernos por toda la gente que mato
mentalmente.
Se ríe, y es de verdad. Me gusta su felicidad. Me pregunto si soy un poco
culpable de esa dicha. Me gustaría.
—Yo estoy esperando a Tulia y a Betty, para preparar el programa de esta
tarde. Luego te mandará todo de lo que hablaremos, para que des tu aprobación.
—Poner cosas buenas sobre la organización, la decoración y la fiesta. Mi
madre irá contra el programa si decís algo malo.
—Vale. Me parece a mí que vamos a dar pinceladas de una realidad.
—Sí, es triste, pero es así.
—¿Cómo lo soportas?
—Imaginando mil formas de matarlos.
—¡Eres un bruto, Troy!
—Pero tú ya sabes cómo soy.
—Más o menos. El resto ya lo iremos viendo. Como lo que me pasó… Me
gustaría contártelo, aunque sé que lo sabes.
—Lo escuché, y fue horrible. Al final, yo me he acostumbrado a cada cosa
que han inventado de mí, desde que era pequeño. Es horrible que la verdad valga
tan poco en este mundo. Que tu verdad se mida por grados o que tus miedos
deban tener justificación, como si hubiera una vara para medir el daño que hace
en cada persona.
—Exacto. Tú siempre me viste.
—Siempre. —La imagino sonriendo—. Tardaré un poco en volver, pero
mañana te llegarán unas cosas que he pedido para ti.
—Me das miedo.
—Las vas a gozar. —La imagino sonrojada y caliente, y odio no estar allí
para besarla.
—Ahora sí que me das más miedo. —Llaman a su puerta—. Hablamos
luego, pero intenta no ir al infierno tan pronto. Me jodería la ropa tener que
bajar para buscarte y traerte de vuelta.
—A las chicas buenas no las dejan pasar. Lo siento, pequeña, pero me
perderías.
—Tonto. Nos vemos.
Cuelgo, y tomo aire. El pecho no duele, no hay ansiedad. No hay dolor. Solo
hay el sueño de creer que puedo ser feliz. De nuevo, tengo un sueño. Kelsi.
Capítulo 45
Kelsi
Troy está en una barbacoa con el resto del grupo.
Supuestamente, para apoyarlos.
Yo no lo siento un grupo. Ayer los vi muy distantes.
Llevamos horas casi sin dormir, pero Tulia no quería parar.
Estoy agotada, pero funciono a base de café en vena, y asimilando todo lo que
pasó ayer. No me puedo creer que sea la novia secreta de Troy Harris.
Me cuesta asimilar y procesar que toda esta locura sea cierta, y temo que,
cuando lo haga, haya terminado. A pesar de todas mis dudas y miedos, quiero
que lo nuestro salga bien. Quiero luchar por confiar en él.
Eso es lo que más me aterra, que, cuando llegue el momento de tener
confianza ciega, no pueda ser capaz, porque me cuesta confiar en la gente.
Miro las fotos de Troy, de camino al taller de pódcast. Estoy loca por él.
«Va a salir bien…, por favor».
Llego a la sala y Tulia va de un lado a otro. Pat está medio dormido en el sofá
y Betty lo observa, desde la puerta, con adoración, hasta que este la mira, y se
gira tan rápido, que se da contra la puerta.
—¿Estás bien? —Pat va hacia Betty, preocupado, cuando la escucha gritar—.
Vamos a que te mire si te has roto la nariz. Eres demasiado torpe.
Betty y Pat se van al aseo, mientras yo entro a la sala de reuniones.
Me hago otro café, porque dudo que pueda aguantar sin él.
Voy a mi sitio y Tulia nos dice que, tras hablar con Troy, se han caído muchos
de los temas que quería poner.
—Por mensaje, claro. Llamar a Troy es tener un monólogo. —Se ríe—. Todo
esto es muy falso y no podemos decir nada —comenta, tras mirar la lista.
—Bueno, podemos contar cómo era el avión privado, lo que sentimos al
llegar a la mansión, y la gente famosa que vimos. Hablar de la comida y dar las
gracias por la invitación —digo, tras leerlo todo—. Si queremos que Troy nos
pueda llevar a más sitios, sin que nos veten, es lo mejor.
—¿Y de qué sirve ir a más sitios si no podemos contar la verdad? —Tulia
parece agitada.
—Valora lo que te interesa —indico—. Troy es uno de los nuestros. Nos ha
invitado, pero hay condiciones. Siempre puedes negarte. Perder a Troy o tu
palabra.
—Lo sé. Es solo que… Ese sitio apestaba a falsedad. Si hasta los miembros del
grupo parecían desconocidos.
—Lo sé, lo vi, pero la gente no desea saber eso. En el fondo, ya lo saben y les
da igual. Hay muchas fans que son felices con ellos. Si les dices que todo es falso,
seguramente se rebelarían contra ti, al igual que el grupo. Además, no te
creerían. La verdad no vende. Lo sabemos. Por eso, los filtros de las redes son un
éxito.
—Eso es cierto, pero yo sueño con ser una gran periodista, y ahora me vendo
—suelta Tulia.
—No te vendes, diste tu palabra. A partir de ahora, no la des, si no sabes el
precio exacto de lo que estás renunciando.
—Que te sirva de consejo, porque dudo que sepas dónde te estás metiendo
con Troy… Lo siento… No debí decir eso. —La miro tensa, temiendo haberme
equivocado al contarles nada—. Tranquila, no diré nada. Te di mi palabra.
—Eso espero. Voy a mirar los controles. —Me pongo los cascos. Me llama,
pero ya no la escucho.
Tengo miedo de haberme dejado llevar y de nuevo haberme equivocado.
Ayer sentí que podía volver a tener amigas, y era maravilloso.
Hoy tengo miedo. Tulia parece muy enfadada, por todo lo que no puede
decir, en vez de valorar que ayer estuvo en un lugar, donde muchos pagarían por
asistir. Fue horrible, pero así es esto. En el fondo, todos lo sabemos, pero no nos
gusta ver esa verdad.
No sé si hubiera entendido a Troy, antes de que todo pasara.
Seguramente, no, porque Troy era un chico malo, perfecto para mí, pero
ahora sé que es alguien imperfecto, fingiendo que es un tipo duro. No hay dudas
de que es para que nadie vea su ansiedad, y eso es algo que no hubiera entendido
antes.
—Lo siento —dice Tulia, tras quitarme el casco—. Estoy sin dormir, y eso
me tiene siempre de mala leche… Todo irá bien, y es genial lo que tenemos. Hay
que ser positivos, ¿verdad?
—Verdad.
—Vale, mañana cuando haya dormido, no seré un grano en el culo.
Se marcha para organizar cosas.
Oriol no ha venido. Tenía una reunión con sus amigos y no podía faltar.
Betty regresa al poco, y está más roja que nunca.
Pat mira a todos lados, menos a Betty.
¿Qué ha pasado entre ellos? Se acomodan en el sofá.
Tulia no se da cuenta de lo que pasa, hasta que se sienta para grabar, y los
mira.
—¿Todo bien, chicos?
—Genial —responde Pat.
—¿Por qué no iba a estar bien? —dice Betty, cada vez más roja y con voz de
pito. Los dos la miran—. Todo genial.
Apostaría mi café a que se han liado en el aseo. Tiene toda la pinta.
A ver si lo suyo va bien.
—Vale. Os creeré. Leed esto. Vamos a empezar. —Tulia le da a grabar a las
cámaras que tenemos, y empiezan a charlar de lo de ayer.
Miro el sitio de Troy en este lugar, y le hago una foto, que le envío.

«Tonto», pienso, pero luego me doy cuenta de que hoy no hace calor.
No hace nada de calor.
Guardo el móvil y el programa empieza.
Tulia comienza a hablar:
—Ayer tuvimos la gran suerte de estar una de las fiestas que dan los Harris, y
nos gustó ser parte de todo aquello. Ahora os contaremos lo que vimos y
sentimos. Fue muy emocionante.
Me mira y le sonrío, alzando los pulgares.
Seguimos con el programa y me hacen señas para que vaya a contar algo.
Dudo, pero al final me siento con ellos.
—Tenemos a Kelsi con nosotros. Sí, la chica preciosa del vestido plateado —
comenta Pat—. Es la mayor fan de los Escarlata. Los sigue desde que era una
enana de doce años. Dinos, qué fue para ti estar allí anoche. ¿Se lo creería esa
niña de doce años, si viajaras en el tiempo y se lo contaras?
Miro sus sonrisas, y sé que estoy aquí porque quiero. Me apetece de verdad ser
parte de esta charla. No lo hago, porque los demás lo esperan.
Tomo aire y me dejo llevar. Algo que es complicado, cuando tratas de nadar
contra corriente.
—Creo que esa niña de doce años no se creería ni que pueda llegar a ser yo.
¡Creía en los unicornios, por Dios! —Se ríen, y me voy relajando—. No, no se lo
creería, porque esa niña pensaba que eran como estrellas; que eran, personas
inalcanzables, que nunca se cruzarían en su camino. No habría entendido a esa
edad que, a pesar de todo el lujo, solo son personas que sufren y sienten como
nosotros.
—Eso es cierto —añade Betty—. Y que esa niña habría sido insoportable,
gritando cada vez que viera al grupo. —Se ríe y yo con ellos.
—Cierto. Cuando salían en la televisión, me ponía a gritar como una loca, y
luego cantaba sus canciones durante horas.
—Y tu favorito era Troy Harris —me pica Pat.
—Por supuesto —indico, cada vez más tranquila—, ¿quién no se enamoraría
de Troy Harris? Os voy a confesar algo, y, por favor, decirnos en la web si no soy
la única. Mi primer orgasmo… fue pensando en Troy Harris.
Gritan, me abrazan y me apoyan.
—Yo me corrí pensando la primera vez en un presentador de la tele local —
comenta Betty, y Pat la mira curioso—. Era muy guapo.
—Lo que está claro es que ayer esa niña de doce años vivió un sueño —señala
Tulia.
—La verdad es que sí. Tuvimos suerte de ser parte de ese momento.
—Mucha —añade Pat—. ¿Y cómo es para una admiradora trabajar con su
ídolo?
—Pasó algo que me hizo no poder escuchar las canciones del grupo —
comento, nerviosa—. Por eso, cuando Troy llegó, yo estaba en mi proceso de
odiar todo lo que me había hecho feliz, mientras vivía una mentira. Y la tomé
con él. Pero ahora es uno más del equipo, y me gusta que sea parte de esto.
—A nosotros también —indica Pat—. Te queremos, tío. Invítanos a más
cosas, —Se ríe, y seguimos hablando.
Al acabar estoy nerviosa, pero me he liberado. He dejado de tener miedo de
contar lo que quiero. Siempre he hablado mucho y, de golpe, me daba miedo
hasta respirar delante de la gente, por si me decían algo.
Me quedo con Tulia para editar los vídeos y subimos la encuesta a la web, de si
alguien ha tenido deseos sexuales por Troy Harris.
La que hemos liado, pero estoy hablando de mis inquietudes, de sexo… Estoy
normalizando las cosas, para dejar de crear tabúes.
Llego a mi cuarto y me tiro a la cama, sin quitarme la ropa. No puedo más.
Cierro los ojos y me pregunto qué pensará Troy de mi intervención, y si
estará bien. Espero que sí.
Capítulo 46
Troy
Escucho la parte de Kelsi de nuevo, mientras espero que el sueño me atrape.
Su voz es dulce, sexi y me pone mucho. Se nota que le he costado contar eso,
pero ahí está. Vuelve a ser quien era, bajo todas esas capas. Esa chica que tal vez
no se enamore de mí.
Tengo miedo y, a la vez, quiero que siga sí.
No esperaba que contara lo de su primer orgasmo, pero que se joda su
exnovio.
La web tiene muchas visitas y la gente habla de sus experiencias. De cómo, a
veces, necesitan pensar en famosos cuando tienen sexo con otras personas que no
les llaman. Al fin y al cabo los famosos solo son fantasías sexuales. Nunca serán
reales, pero para Kelsi sí.
La gente quiere más programas como el de ayer, hablando de nosotros.
Mientras pueda controlar lo que dicen, no habrá problemas.
Mi madre no ha visto nada malo en el programa porque, si no, lo habría
mandado borrar. Es así de zorra. Quieren que hablen de nosotros, pero si
alguien dice algo que no le gusta, va a por ellos con todo su dinero y contactos.
En su agencia lo llaman: apagar fuegos.
Mañana tengo una entrevista. Por suerte, no tengo que poner buena cara.
Nadie espera que lo haga.

—¿No crees que te has pasado un poco, Troy? —me dice Kelsi por teléfono, a
punto de ir a la universidad—. ¡Tres cajas! Y una es solo de ropa interior…
—Ropa interior jodidamente sexi —apunto—. No sé si puedo soportar estar
lejos de ti, sabiendo que bajo la ropa lleves eso.
—Pues te jodes, porque me pienso poner un modelo diferente cada día.
—Soy idiota.
—Lo eres. Me has comprado ropa y maquillaje… No hacía falta.
—Era eso o matarlos de verdad.
—No necesito ni la mitad.
—Lo venderemos. Aparta lo que no quieras, y yo me encargo de venderlo.
—Vale. Me voy a clase, que llego tarde.
—Si te pones algo de ropa interior, quiero foto.
Se queda callada.
—Vale, hoy no llevo nada. No me da tiempo. Nos vemos. Sé bueno…, un poco
bueno.
—Para eso ya estás tú. —Bufa y me cuelga tras un adiós dulce.
Miro sus fotos en la web, y me da que hoy, para la gente, no será indiferente.
Tampoco para el que la está acosando con esas fotos.
Llamo al investigador privado que contraté para este caso, y lo coge
enseguida.
—¿Has averiguado algo?
—Quien está detrás de todo esto, tiene contactos, porque no hay nada. Las
fotos las subieron a una página para adultos, cuando pasó todo. Esto provocó en
Kelsi un ataque de ansiedad fuerte, y fue ingresada. Luego, desaparecieron sin
dejar rastro. Cuando ella volvió con su exnovio.
—Kelsi está convencida de que su expareja es el causante de todo.
—Puede ser. Su padre es el alcalde. Pero nada apunta a él. Seguiré
investigando. Estoy colaborando con el abogado de la familia, pero, como me
pediste, Kelsi y su padre no saben que voy de tu parte.
—Perfecto, y gracias.
Cuelgo y me quedo pensando en lo del ataque de ansiedad. En que fuera
ingresada, por ver sus fotos falsas en una web para adultos.
Kelsi dijo que la gente no entendió su dolor, y eso es lo mismo que me ha
dicho el detective, que la comunidad le dio la espalda, porque la vieron como
una perdida; como si algo de verdad tuvieran esas fotos.
Yo sé lo que es eso. Sé lo que es gritar tu verdad y que nadie te crea. Gritar
hasta quedarte sin voz y que nadie te escuche, ni dé valor a tus sollozos…
Ahora hay miles de personas escuchan mi música, la cantan y, aun así, no
siento que alguien me escuche de verdad, salvo ella.
Kelsi me vio, bajo todas mis capas. Por eso, pienso en encontrar al cabrón que
la hizo eso. Después, le daré una paliza por capullo.
Lo estoy deseando.

Voy a la entrevista y pongo mi mejor cara. Esa de, me la suda todo.


Mi madre nos mira, con nuestro agente desde las sombras.
No digo nada.
Solo preguntan por la nueva canción, que ya están retocando para adaptarla…
Vamos, que quedará de pena. También están interesados en cuándo volveremos.
—Mucha gente sufre ansiedad. —Cogen mis manos, y me tenso—. Estás
dando visibilidad a un tema, que muchos ven como una enfermedad con
interruptor, que puedes apagar cuando quieras.
Mi madre se pone nerviosa y de golpe apagan las luces.
—Esa pregunta no estaba pactada. Quiero que la borres.
—Pero… —dice la presentadora.
—Mi hijo no tiene ansiedad, y pronto lo dará todo. O quitas esta pregunta o
nos vamos ahora.
La presentadora asiente, y mi madre se marcha. Las luces vuelven, y como si
nada. Siguen grabando y luego editarán.
La presentadora me deja en paz, por miedo a mi madre.
Esta odia a la gente con ansiedad o depresión. Según mi madre, esa gente es
débil de mente.
No entiende ni una mierda, pero, cuando de pequeño sufrí un ataque de
pánico, como madre fue un infierno.
—Esto tiene que acabar, Troy. Me estás dejando en ridículo —indica, antes
de irse.
Se deja en ridículo sola.
No digo nada, y me marcho de aquí, para beber hasta que casi caigo muerto.
No puedo hacer otra cosa para soportar esta mierda.
Mando un mensaje, estando borracho, a Kelsi, y no sé qué le digo.
Me da igual, porque será alguna chorrada.
Creo que alguien me ha llamado. No lo sé, tengo todo borroso.
Caigo dormido, medio muerto, por todo lo que me he metido.
He superado otro día de mierda.
Capítulo 47
Kelsi
Ayer, alguien mandó una foto de mí, hecha por inteligencia artificial, a mis
compañeros de universidad. La foto ya debe haberse circulado por toda la
universidad. Era una en la que estaba en mi cuarto infantil, con un póster de
Troy, y me metía las manos dentro del pijama, para correrme con los cascos
puestos.
No era ni mi cuarto, ni mi ropa, ni mis tetas… Pero parezco yo, joder.
Parezco yo, corriéndome con Troy.
Bob nunca entró en mi habitación, porque decía que no era correcto, y por
eso no queda descartado en mi mente, como sospechoso, por no saber ese
detalle.
Sabía que, si me acercaba a Troy, pasaría esto.
El abogado ya está con ello, y dice que tiene ayuda de un amigo, pero nada.
No dan con nada, y yo temo que todo esto vaya a peor o que la gente me haga
pasar lo mismo que la otra vez.
—Lo que contaste, tal vez deberías haberlo dejado para ti —me dice mi
padre—. Si no quieres que la gente piense de ti mal, no les des carnaza.
—Tengo sexo, papá. No soy virgen. ¿Puedes dejar de hacerme sentir mal por
ello? —Me arrepentí al segundo. Vanesa no estaba y no podía lidiar entre los dos
—. Lo siento, yo…
—No, tranquila. Es solo que me cuesta aceptar que mi hija tenga sexo, pero es
normal. Ten cuidado.
Tulia y el resto me apoyaron.
Troy nada. Se lo conté, pero nada. ¿De qué sirve estar juntos, si cuando lo
necesito, no está?
Salgo de la cama agitada y nerviosa.
Todo se está repitiendo de nuevo. Estoy cansada. Estoy asqueada de que
publiquen cosas de mí, falsas.
Miro la caja de Troy llena de ropa interior.
Busco algo que no enseñe demasiado. Me lo pongo y me hago varias fotos
para las redes. Luego, dudo, porque yo no soy así; porque solo lo hago por rabia,
para que vean mi cuerpo, para que vean que no soy así…
Lloro con el móvil en la mano, sin querer leer el mensaje de Troy, porque
estoy enfadada con él.
Al final lo abro.

Miro la hora que era.


Era tarde, pero no responde a nada de lo que le dije. Seguro que estaba
borracho o drogado. O con la adrenalina por las nubes, tras una pelea. No es
normal que, tras todo lo que le conté de la foto, dijera eso.
Decido cambiarme de ropa.
Me pongo unos vaqueros y una sudadera. Tengo miedo por las miradas de
asco; de que la gente me mire como si fuera lo peor. Tengo miedo de que me
vean… desnuda.
Abro la puerta y escucho unos pasos.
Miro hacia las escaleras y veo a Troy corriendo, con muy mala cara.
Llega hasta a mí y me abraza con fuerza.
Me quedo quieta y lo abrazo. Lloro, mientras entramos en mi cuarto,
dejando a los guardaespaldas atrás.
—Lo siento, nena. No vi nada… Estaba hasta arriba de todo… No te vi, joder.
No lo vi…
—¿Qué haces aquí?
—Me desperté a por algo de agua, y entonces vi el móvil, y lo leí todo. Fui al
aeropuerto, para llegar a ti cuanto antes.
Estamos sentados en el suelo. Yo, sobre él. Lo necesito. Quiero perderme en él
y olvidarme de todo. Quiero mi burbuja a su lado. Me remuevo.
—¿Kelsi?
—Fóllame, Troy. Quiero olvidarme de todo.
—Esto está hecho, pequeña. —Muerde mi boca y gimo.
Hago lo mismo con la de él y nos besamos, como si quisiéramos fundirnos
con el otro.
Los besos son agresivos, pero también hablan de algo más profundo, que me
asusta y a la vez me llena de vida.
Cojo su cara entre mis manos y lo beso, queriendo beber de él.
Tiemblo por cómo me toca, por cómo me acerca a él. Estoy perdidamente
enamorada de este hombre y, saberlo, me tiene con el corazón abierto en canal,
por el miedo.
Tira de mi camiseta. Gruñe al ver que no llevo sujetador y mis pezones lo
saludan duros como piedras. Baja su cabeza por mi cuello, hasta ellos, y los mete
en su boca, para jugar con ellos. Los muerde, los succiona… Soy toda suya.
Echo mi cuerpo adelante y atrás, y mi sexo mojado perla su vaquero.
Lo necesito dentro con urgencia. Lo sabe, pero me priva de ello, para
llevarme al límite.
Tiro de su camiseta y se aparta para quitarla.
Tiene marcas de haberse peleado. Piel magullada. La toco. Me permito el
placer de acariciarla. Tiembla, pero no se aparta. Nos miramos a los ojos, cuando
nos permitimos sentir mis caricias. Entonces, me acaricia el cuello y tiemblo.
No es de miedo. Es porque sea Troy quien me acaricia, y no alguien que quiera
usar esos gestos, para tenerme a sus pies.
Noto los ojos llenos de lágrimas, mientras nos acariciamos el cuerpo.
Sus ojos muestran una vulnerabilidad que me parte el alma. Por un segundo,
no es el chico duro, al que nada le importa, sino que es alguien perdido.
¿Por qué?
Nos besamos.
Noto el sexo sacudirse, cuando tira de mi tanga. La tela se mete entre mis
pliegues, y acaricia mi dolorido clítoris, ansioso de sus atenciones.
Mueve la prenda delante y atrás. Ha pasado el momento dulce…, y este
también me encanta.
Tira de mi tanga, hasta que lo rompe.
Sonríe y muerde mis labios. Hago lo mismo con él.
Se levanta conmigo en brazos. Grito por la impresión. No esperaba que
estuviera tan fuerte. Lo miro, mientras me deja a los pies de la cama.
Sin previo aviso me gira y me aplasta las tetas contra la cama, alzando mi
culo. Mi vagina tiembla por su brusquedad. Ambos necesitamos esto, tras un
momento donde hemos dejado de temer a las caricias en pausa.
Escucho su ropa, antes de notar su dura polla restregarse desde mi culo hasta
mi clítoris.
Me gusta cómo juega con mi humedad.
—Me vuelve loco tu culo. —Da un azote a mi trasero—. No puedo ser dulce…
Aún, no.
—No quiero que lo seas… Hoy no.
No lo veo, pero sé que sonríe.
—Bien, porque te quiero follar bien duro.
Entra en mí, sin preliminares.
Ni me he dado cuenta de cuándo se puso el condón.
Lo siento hasta el fondo y más hondo cuando me coge de las caderas, para
arremeter contra mí. Mi cuerpo se abre a él.
Noto cómo la humedad baja por mis muslos, mientras mis sensibles pezones
se mueven contra la cama. La fría sábana los acaricia, excitando más esa zona
sensible.
Sale y entra de nuevo.
Jadeo, mientras tiro de la sábana.
Me levanta un poco y tira de mis pezones, mientras besa y lame la curva de mi
cuello. Entra más duro. Miro su morena mano que pellizca mis pezones,
mientras escucho nuestros cuerpos chocar.
Aprieto las piernas, para sentirlo más profundo.
—No hagas eso.
—¿Te molesta? —Lo hago de nuevo, y se mete más hondo.
—Para o esto acabará demasiado pronto. —Sonrío sintiéndome poderosa—.
Me gusta cuando la chica mala sale solo en la cama, conmigo. —Mete su mano
entre mis piernas y busca mi clítoris—. Tan mojada… No sabes cómo me pone
tenerte así, a mi merced. Con mi polla clavada dentro de ti.
Sale y entra con fuerza de mi sexo. Tira de mi clítoris y luego moja sus dedos,
para pasar la humedad por mis duros pezones. Lo repite varias veces, hasta que
lleva sus dedos a mi boca, y los lamo, y los muerdo.
Jadea y muerde mi cuello.
Noto el orgasmo cerca. Me lleva al límite.
—Troy…
—Aún no, pequeña.
Tiemblo en sus brazos, sintiendo cómo mi cuerpo se abre a él, esperando la
ansiada liberación.
La cosa no mejora, cuando lleva su mano a mi sexo y me frota el clítoris.
Muerdo mi boca, porque el placer me está cegando. Tengo la piel sudada. Lo
siento cada vez más hondo, mi cuerpo está cada vez más abierto a las
sensaciones. Estoy tan sensible, que lo noto en cada latido.
Noto cómo mi sexo se abre a su invasión con cada sacudida. Estoy al borde de
un placentero abismo.
No hay nada más que esto. Solo sexo. Solo él y yo, en nuestro propio mundo.
Giro la cabeza y nos besamos, mientras follamos cada vez más duro, hasta
que lo suplico.
Muerde mi boca y frota mi clítoris, hasta casi hacerme llorar por el orgasmo
contenido.
—Ahora… Córrete con fuerza. —Se mueve y me corro, gritando de puro
placer y liberación.
Me sigue y caemos agotados y agitados sobre la cama. No podemos movernos.
Aun así, me giro y lo abrazo; algo que no he hecho nunca con él, tras el sexo.
Duda, pero me abraza, enredando sus piernas con las mías.
Tomo aire. Se está muy bien aquí. No duele, aunque el sexo me nubla los
sentidos.
No duele… Me estoy curando.
Tal vez, lo nuestro pueda funcionar.
Debo creer en ello.
Capítulo 48
Kelsi
Me habría quedado en la cama con Troy, pero no podía.
Mi lado responsable quería ir a clase.
Troy solo se rio, cuando le dije no podía faltar.
Nos duchamos juntos y me despedí de él, porque debía regresar a sus
responsabilidades.
No quería que se fuera.
—No eres tú la de las fotos —me dijo, cogiendo mi cara entre sus manos—.
Eres más fuerte que esta mierda de persona, que quiere hacerte daño solo por
diversión. Además, aunque fueras la de las fotos, tienes derecho a ser quien
quieras.
—Lo que odio es sentirme desnuda ante la gente.
—Lo sé. —Vi el dolor en sus ojos, por no poder estar a mi lado. Su móvil no
dejaba de sonar.
—Estoy bien —mentí y lo supo. Por eso, lo tengo en llamada en los cascos,
mientras va al aeropuerto y yo llego a la universidad.
—Estoy llegando. La gente me mira.
—Eso es porque la sudadera que llevas era la más fea de tu armario.
Me río porque, cuando vio lo que me iba a poner, puso cara de espanto. Es una
sudadera azul y rosa, como si fuera un peluche.
—Era mi sudadera favorita. Hoy me pareció un buen día para volver a
llevarla.—El día que decidas quemarla, te paso las cerillas.
—Idiota. Tal vez no te guste la persona que puedo ser…
—Me gusta todo de ti, Kelsi, pero no soy yo quien debe amar cada parte de ti.
Si tú lo haces, nadie podrá dañarte.
—¿Te sirve eso?
—Eso, y que me la suda la gran mayoría de las personas, pero a ti sí te
importa la gente. Te gusta ser parte de algo. Con esa sudadera, seguro que lo
consigues.
—Tonto.
—Pero no has pensado en cómo te mira la gente.
—No, la verdad es que no. He llegado.
—Tú puedes. Además, siempre puedes matar mentalmente a todos.
—Eso te lo dejo a ti.
Tomo aire. Escucho su respiración en mi oído y entonces canta. Se pone a
cantar una canción que no he escuchado antes. Su música entra en mí, y me da
fuerzas. Habla de una mujer de grandes ojos verdes, que lo vuelve loco y que le
hace arder:
La chica de las curvas de infarto,
que infarta mi corazón,
Cuando me mira,
me tiene loco.

Entro con su música en la facultad.


Es raro que, mi cantante favorito, desde hace años, me dedique una canción.
La gente me mira.
Levanto la cabeza, y tiemblo. Tengo miedo de que me tiren comida o me
escupan, como ya pasó otra vez.
Pero nadie hace nada. Solo me observan curiosos.
Sigo andando y veo a los del equipo de fútbol, compañeros de Pat, venir hacia
mí.
—Buenos días, Kelsi, hoy somos tus acompañantes. —Sonríen y se ponen a
mi lado.
—¿Qué está pasando? —pregunta Troy a mi oído.
—Los del equipo de fútbol, que me acompañan a clase. Debe ser cosa de Pat.
—Me miran raro y les señalo los cascos.
—Sí, es cosa de Pat —dice uno de ellos a mi oído—. Nos corta los huevos,
como no la protejamos.
Llegamos a clase y me despido de ellos.
Al entrar, de nuevo la gente me mira, pero no hacen nada.
Voy hasta mi silla y veo mi foto impresa. Era raro que se quedaran quietos.
La miro y los miro. Puedo esconderme, llorar… Puedo pasar otra vez por lo
mismo o puedo…
Romper la foto y sonreír.
Duele mucho, pero esta gente no me conoce. No saben cómo soy, y no les
importo.
—¿Todo bien? —Pregunta Troy tenso.
—Sí, de momento sigo aquí.
—Tranquila, que seguro que alguien la jode pronto, y dejas de ser el blanco
de todas las miradas.
—O crean más fotos… Estoy cansada de tener miedo.
—Lo sé.
—El profesor entra a clase. ¿Hablamos luego?
—Cuando aterrice, te llamo. Intenta no matarte estudiando.
—Ya sabes que estudiar me relaja. Te iría bien probar un poco.
—Tal vez lo haga. Nos vemos.
Cuelgo y guardo los cascos, antes de sacar mis apuntes. Me tiemblan las
manos. Estoy agitada, nerviosa y odio cómo me mira la gente, como si me
vieran desnuda.
Tomo aire. No he hecho nada malo, no tengo que sentirme mal, por todo
esto.
Miro al profesor, que pide que se centren en la clase.
Saco unos folios y me pongo a tomar notas, ignorando el dolor en mi pecho.
Un dolor que ya no duele tanto.
Vamos a por un día más, en el caos de mi vida de estudiante.

Los del equipo de fútbol no me dejan ir sola a ninguna clase.


La gente me mira curiosa, pero no dicen nada. Con sinceridad, he escuchado
cosas peores, como para que se impresionen porque me haga dedos pensando en
Troy Harris.
Pero es la imagen manipulada lo que me molesta.
Entro a la última hora y voy hasta el final.
Saco mis cosas y tiemblo menos que antes. Aun así, estoy deseando que acabe
este día, y encerrarme en mi cuarto para estudiar.
Un grito nervioso me hace levantar la mirada, y más cuando alguien pide un
autógrafo.
Veo a Troy acercarse a mí, ignorando a todos, cómo no. Su mirada verde
azulada está fija en mí. Va con la misma ropa, que con la que se fue esta mañana.
Unos vaqueros y un jersey fino, de color azul.
Se sienta a mi lado y la gente murmura.
Le tiendo bolis y una libreta. No ha traído nada.
Me guiña un ojo, que hace estragos en mí.
Lo miro, sin creerme que seamos novios.
Joder, es mi novio. Estamos juntos en nuestro mundo, y, aunque nadie lo
sabe, yo sí.
Saca caramelos y me pasa uno.
Lo cojo y saboreo la menta, recordando sus besos por todo mi cuerpo.
El profesor entra y la gente deja de mirarnos, cuando les llama la atención.
—¿Qué haces aquí?
—Presta atención a clase o te pondrán un cero —bromea.
—Troy…
—Mi madre dice que, de momento, no me necesita. He cogido otro avión de
vuelta, y estoy muerto. Espero que no te importe tenerme cerca.
—Hay cosas peores —digo.
Nos miramos con intensidad. Joder, quiero besarlo, quiero tocar mis dedos
con los suyos, quiero acariciarlo… Sí, es algo que deseo. Para sentirlo cerca, para
sentir el latir de su corazón, bajo mis manos. Para sentir que esto es real.
—Tienes que aprender a fingir mejor —indica sin mirarme—. O esto se irá a
la mierda.
Parece tenso y lo entiendo, porque no puede tener novia. Debemos estar en
público, como si no fuéramos nada… Es raro tener que fingir que no se es nada,
cuando se está convirtiendo en mi todo.
Miro al profesor, tomo notas y espero que nadie note nada raro. Ahora
mismo, toda la ilusión por tenerlo cerca se ha esfumado, porque, ante todos,
solo somos… dos extraños.
«¿Y si no puedo con esto?».
Noto el boli en mi piel. Me ha hecho un par de caracoles en la muñeca.
—Deja de dar vueltas a todo. Todo irá saliendo.
Sé qué significa el símbolo: buena suerte, paciencia y perseverancia… Nunca
antes lo entendí tanto como ahora. Troy me está queriendo decir que todo irá
bien, que sea paciente y que sea perseverante; que luche por lo nuestro, contra
viento y marea. Él es mi objetivo, y no lo pienso perder.
Al salir de clase, Pat está en la puerta.
Al ver a Troy, le tiende la mano, y la acepta.
—Gracias —le dice Troy y Pat lo mira impresionado.
—De nada. Es mi amiga. —Miro a Pat, emocionada—. Os invitamos a
comer en mi fraternidad.
—Yo tengo que ir a un sitio, pero nos vemos luego. —Troy nos guiña un ojo
y se marcha.
Lo veo irse, entre un mar de gente que trata de tocarlo, pero los
guardaespaldas van hacia él y lo protegen.
Miro los dibujos que me ha hecho y sé que debo ser paciente.
Tengo una idea y Pat me ayuda a realizarla, antes de ir a su fraternidad.
Capítulo 49
Troy
Mi madre me quiere aquí, porque dice que tal vez no sea capaz de poner otra
cara, que no sea la de matar a alguien.
Eso solo en cinco minutos que nos vimos. Me miró con frialdad y me dijo que
me largara de vuelta, porque con esta cara, no le servía de nada.
—¡Mira cómo me mira! —le decía mi padre a mi abuelo—. ¡Este niño tiene
el mal dentro! ¡Es un monstruo! ¡De mayor, acabará siendo un asesino!
Mi abuelo me miraba, como si fuera el mismo diablo.
Mi padre y mi abuelo siempre se llevaron muy bien, y yo nunca quise a mi
abuelo.
Miro las fotos en el móvil del exnovio de Kelsi, que me ha pasado el detective,
y compruebo que es como mi padre. Igual que él. El mismo patrón. Es un
hombre que parece bueno, pero con una mente tóxica y corrompida, capaz de
destruir a alguien con caricias.
Lo odio, y un día lo destruiré, pero antes tengo que destruir al exnovio de
Kelsi. Lo pillaremos y, cuando tenga algo contra él, le haré una visita.
Este tipo sí va a ver mi cara de asesino, antes de que le dé una paliza.

Me llega un aviso al móvil, mientras estoy en una sesión de fotos, para que mi
madre me deje estar aquí.
Quiere subir fotos exclusivas a la web del grupo, para que la gente se suscriba.
Fotos sugerentes, claro.
Me la suda que la gente las vea y se toquen pensando en mí. Solo me importa
cierta rubita y sus orgasmos. Los del resto, son gratis.
Miro el aviso y es del perfil de Kelsi.
Es una foto de ella, mirando a la cámara, con las manos apoyadas en su
barbilla. Detrás de ella, están los del equipo de fútbol, y sigue con su horrible
jersey o sudadera, o lo que sea eso, que le hace parecer un oso amoroso.
Amplío la foto, al ver que sigue llevando los dibujos que le hice. Están
enrojecidas… No me jodas, que se las ha tatuado. Al parecer, sí. Siento algo
removerse en mi interior, porque lleve esas marcas para siempre. Me gusta
mucho. No tenía tatuajes, y su piel estaba inmaculada, hasta ahora.
Me pone mucho corromper su cuerpo.
Leo lo que ha puesto, debajo de la foto:
Aquí, la fan número uno de Troy Harris y de la vida.
A quien no le guste cómo soy… que se pierda.
Ha puesto un icono del dedo para arriba y luego muchos corazones. Sus dos
lados debatiéndose en cómo quedar mono un «jódete, cabrón», a quien le esté
amargando la vida.
No le doy me gusta. No hago nada, porque hacerlo puede levantar sospechas.
Le daría todo. Mi vida, mi alma, mi corazón…, y, por eso, no hago nada que
impida que pueda estar a su lado.
Guardo la foto y me marcho a la sesión.
No me cuesta nada posar. Me sale de forma natural. Mi primera foto, para los
medios, fue saliendo del hospital, cuando mi madre dio a luz.
Todo pactado, claro. Para cobrar mucho dinero por esa foto.
Desde niño, la prensa ha entrado a mi casa para contar mi vida. Mi vida falsa
y la de mi madre, como jefa del imperio Harris. Aunque, hasta que no murió mi
abuelo, no fue dueña real de la agencia.
Mi abuelo y mi madre no se llevaban bien, pero la gente no lo sabe. La ven
como una mujer de negocios, que ha descubierto cientos de artistas, y que años
más tarde fue la que catapultó a la fama a su hijo. Una mujer admirada por
muchas personas.
Si ellos supieran… Es una zorra sin corazón.
La fotógrafa se me insinúa varias veces, pero paso de ella.
Al acabar, me pongo el jersey y, entonces, siento a la fotógrafa muy cerca.
Casi puedo sentir su mano en mi torso.
Me aparto, justo cuando va a tocarme, y siento el asco recorrerme el cuerpo,
aunque no lo haya hecho, porque a ella la he esquivado, pero no puedo decir lo
mismo de otras personas.
—Vamos, lo estás deseando. —Se quita la camisa, poco a poco, y de nuevo
trata de tocarme.
Me aparto asqueado. Recojo mis cosas y salgo de este lugar.
Al salir, hay fans esperando y que tratan de tocarme como sea. Me tiran del
pelo, una de ellas me toca el culo…, y, cuando entro al coche, estoy agitado,
nervioso y temblando.
Pienso en ir a ver a Kelsi, pero decido ir a tomar algo. Necesito un momento
para quitarme esta ansiedad del cuerpo. Al final, se me pasará, como siempre, y
aceptaré que todo esto es parte de mi vida.
Kelsi
La verdad es que lo hemos pasado muy bien con los del fútbol. Nunca creí que
pudiera ser amiga de ellos.
En el instituto no me junté mucho con los deportistas, porque siempre
estaban haciendo el burro, y Bob les tenía un poco de manía.
Estoy empezando a hacer cosas porque quiero, y no pensando en mi padre o
en mi ex. Quería estar ahí, y me quedé a cenar con ellos. Fue muy divertido.
Mando un mensaje a Troy, de camino a la residencia, y, aunque lo ve, no me
contesta.
Estaba en una sesión de fotos. Lo mismo no han terminado o se han ido a
cenar, tras la sesión.
Hay mucho que no sé de su vida.
Mi padre me llama y lo cojo. Antes, también me llamó, pero, por si me
amargaba la tarde, le dije que luego hablaríamos en un mensaje.
—Hola, papá —respondo.
—Hola, hija. ¿Ese tatuaje es de verdad?
Miro el brazo vendado con el plástico, para que se cure.
—Sí…
—¿Has mirado que el sitio tuviera todos los controles sanitarios?
—Papá…
—No, es importante. Si quieres joder tu vida para siempre, al menos que no te
peguen una enfermedad.
Noto la ansiedad crecer en mi pecho. Me quiere, está preocupado, pero me
está quitando el aire.
—Sí, papá. No soy tonta.
—Lo sé, es solo… ¿En qué pensabas? Troy va a creer que quieres algo con él, y
a ver, sé que te gusta, que te gusta mucho, pero, hija, es un famoso. Es un
hombre que, seguramente, acabará muerto por la vida que lleva, antes de los
treinta… No es una buena influencia.
—¿Y si solo quisiera sexo y ya está?
—Hija…, tener sexo con él es arriesgarse a enfermedades venéreas…
—Papá, tengo mucho que estudiar.
—Vale, pero usa la cabeza, hija, que te tengo por alguien muy inteligente.
Cuelgo y me quedo parada.
Soy lista, pero por estar con Troy no lo soy menos. Por seguir mi corazón
tampoco, y por empezar a dejar de tener miedo a equivocarme, tampoco. ¿Acaso
no lo ve?
Tomo aire y voy hasta mi cuarto.
Al llegar, veo que Troy no ha regresado.
Entro y pienso en mandarle un mensaje, pero no lo hago, porque sigo agitada
por las palabras de mi padre.
Me quito el jersey, que habla de sueños. De una vida que esperaba vivir de otra
manera, al llegar a la universidad.
Le hago una foto al jersey.
Al mirarla, veo que se ve uno de mis sujetadores en un lado, de color azul.
Dudo si hacer otra, pero lo dejo.
La subo a internet tras retocarla.
Es una forma de decir todo lo que callo. A mi padre, al mundo, a la gente que
quiere mi mal… Es como si esperaras que la gente, al leer tus palabras,
comprendiera una parte de ti. En el fondo, sabes que muchos solo dirán cosas
bonitas, de cara a la galería, y luego harán como si nada.
Escribo:
Hace años vi este jersey, tan llamativo, y pensé que sería ideal, para cuando estuviera en la
universidad.
Solo tenía doce años cuando lo compré.
Lo guardé hasta este momento, pero no he tenido la fuerza de usarlo, hasta ahora, porque esa niña ha
cambiado mucho…, y me gusta el rumbo que va tomando mi cambio.
A pesar de eso, me gusta recordar parte de quien fui.
No todos te seguirán en el cambio. Solo los que entiendan que la vida nunca deja de girar, y uno nunca
deja de evolucionar.

La subo, y, al poco, mi padre pone corazones, pero por privado me dice que si
era necesario poner ese sujetador, tan poco decente. Que la gente pensará cosas
de mí, que no son.
Le respondo con las mismas caritas, que él me ha puesto, y termino de
cambiarme.
Miro el jersey. Es un pequeño paso, algo tonto…, pero me ha costado mucho
ponérmelo. Dejar los colores oscuros detrás. Dejar de temer ser feliz de nuevo, a
pesar de que sigo rota. Los fragmentos rotos también esconden bellas sonrisas.
Llaman a la puerta.
Me levanto para abrir y está Troy tras ella, con el móvil. Sus guardaespaldas ya
se han ido.
Entra y me besa. Sabe a alcohol.
—Has bebido.
—Solo un poco. —Lame mi boca—. Me encanta que no ocultes a esa niña,
aunque estabas ridícula con el jersey. —Le doy de broma—. Has sido muy
valiente por cumplir su sueño.
—Mi padre no lleva bien que esté creciendo. Casi le ha dado un ataque por el
sujetador.
—Eso es porque no sabe lo sexi que te queda puesto.
—¡Ni quiero que lo sepa! —Nos miramos—. ¿Has tenido cena de trabajo?
—No, necesitaba huir…
—¿Sin mí? —Nota la tristeza en mi voz.
—No quiero cargarte con mis mierdas.
—Sé al lado de quien estoy. Quiero que me busques a mí, y no todo lo demás.
—Vale, si tú haces lo mismo. —Mete las manos bajo camiseta.
—Tal vez. —Sonríe y me besa de nuevo.
El sabor a bebida en su lengua me recuerda que mi padre tiene razón: si Troy
no pone freno a su vida de desmadres, no llegará a los treinta. De golpe, tengo
miedo de que no sepa parar, porque ser feliz conmigo, no sea suficiente para él.
¿Dónde me he metido? No lo sé, pero tampoco quiero salir.
Capítulo 50
Troy
Entro a la sala de pódcast.
La primera en verme es Kelsi, que sonríe, y trata de ocultar todo lo que siente.
Lo hace de pena. Por eso, no sé si saldrá bien lo que tengo en mente. Aun así,
dejo todo en la mesa, al lado de Tulia, y voy a mi sitio.
Tulia lo revisa.
—No… No puede ser. ¿Esto es lo que creo que es?
Asiento, y Tulia mete un grito, mientras el resto tratan de saber qué es.
Llego al lado de Kelsi. Hoy no lleva un jersey, que parece sacado de una
película de unicornios, pero es de un color rosa, bastante llamativo.
—He ido de compras. A mi antigua yo, le habría gustado.
—¿Y a la nueva?
—Ni idea, la verdad es que me gusta…, pero no me veo yo misma con él. Es
una mierda esto de no saber quién eres ahora.
—Me va a encantar quitártelo, luego —le susurro y se sonroja.
—Al menos, hoy no te mata la resaca, pero te has perdido las clases.
—Tenía que hacer unas cosas y he conseguido que mi madre me deje llevar a
mi equipo de pódcast a una gala, que se dará este fin de semana.
—Y van a ir muchos famosos. —Tulia sigue tratando de procesar todo.
—Yo tengo partido por la mañana, podré ir —indica Pat y mira a Oriol—.
¿Y tú?
—Yo paso. No me gustan estas cosas. Con una ya he tenido suficiente. —Se
sonroja, ante la mirada inquisitiva de Pat.
—Vale, como quieras —le dice, y le da un par de palmadas que casi lo
desmontan.
Oriol se marcha a preparar todo. Últimamente, está más raro que de
costumbre, él verá. Son sus movidas, y no soy el más indicado para opinar.
El resto se quedan eligiendo vestidos y trajes.
Kelsi mira varios, de las revistas que les he traído, de los diseñadores de la
zona. Tengo varios que me gustan para ella, pero ahora que está saliendo de la
burbuja, quiero que elija el que más le guste.
Mira varios. Uno de color verde, otro rosa, demasiado chillón, y uno muy
recatado azul.
Todos me parecen horribles.
No digo nada. No quiero condicionarla. Por eso, me levanto y voy a
prepararlo todo, en la sala de controles. Una sala que he mandado arreglar,
porque ya no necesito una excusa para verle los pezones erectos. Los tendré en
mi boca más tarde; solo para mi disfrute.
—Vale, ya he elegido —dice y se sienta en la silla. Viendo su jersey, me da
miedo preguntar—. ¿Has visto qué bien estamos ahora que está arreglado? —
Alza una ceja.
—Es un lujo, pero más lo era verte tan mojada.
Se sonroja.
—Eres imposible. —Sonrío y busca mi mano bajo la mesa. Me acaricia—.
Cada vez duelen menos —indica, entrelazando mis dedos con los suyos—. Tú
no eres él.
—No, no lo soy.
Ni ella es, esos cientos de miles de personas que, cuando me tocan, me hacen
sentir mal, aunque solo son caricias sin importancia.
Toma aire y nos ponemos a grabar el pódcast.
Hablan de lo que les gusta. Pat de cómo va el equipo y de vídeos de internet.
Tulia mira a Kelsi.
Esta no se da cuenta de que les gustaría que ella siguiera contando cosas de
mí.
—Quieren que cuentes cosas de lo superfan que eres de mí —le digo y me
mira. Luego a Tulia.
—No puede ser…
—Esa sección la han escuchado mucho. La gente se muere porque les cuentes
cómo te acostabas con tu exnovio, pensando que era yo quien te la metía hasta el
fondo.
—No pienso contar eso.
—Pues cuenta otra cosa, como lo que es ser fan de alguien a quien te follas.
—¡Troy! No puedo contar nada de eso. —Sonrío, y me encanta picarla—.
Vale, contaré algo. Pero nada de eso.
Tulia le dice que hable de cosas con las que las admiradoras se sientan
identificadas. En la web, salió un 80 %, que se lo montan pensando en mí. Al fin
y al cabo, para la gran mayoría soy un ser inalcanzable.
Preparan algunas preguntas y le doy a grabar.
Kelsi me mira y le guiño un ojo.
—Tenemos a Kelsi Parker, nuestra compañera valiente, del otro día, que no
tuvo miedo a revelar que pensaba en Troy, mientras tuvo su primer orgasmo, y
ahora trabajan juntos. Además, la está mirando. ¿Os imagináis qué vergüenza?
Pues ya os digo que Kelsi quiere que se la trague la tierra, pero aquí está. Hola,
Kelsi.
—Hola, Tulia. No sé si estoy preparada para esta sección, con Troy mirando.
—Podemos ponerle una máscara.
Kelsi sonríe y me mira. Ella ya me ha visto con ella.
—Le quedarían muy mal.
—Sí, esa cara de dios griego, es mejor no taparla con nada. Ahora dime, ¿se
creería esa niña de doce años que estar aquí con Troy sería posible?
—Ni de coña, pero era feliz así. Esa niña era feliz con su estrella, con ese
amor inalcanzable con el que soñaba. Admiramos a personas que idealizamos,
mientras tratamos de encontrarnos a nosotros mismos. Es parte de la vida, y no,
no se lo creería, pero tampoco hubiera estado preparada para ser compañera de
alguien famoso. No hubiera visto más allá del cantante.
—Tienes razón. Ahora mismo, Troy solo es un compañero más, pero como
fans, es raro ver solo a la persona. Por suerte, a mí no me gusta. Lo siento, Troy.
—Sonrío—. Kelsi, cuéntanos algo loco que hayas hecho como fan, aparte de un
par de dedos. —Se ríen.
—Me vestía como Troy Harris. —Me mira con timidez—. Cuando estaba
sola, en casa, llevaba sus camisetas, sus pantalones y me compré varias cosas que
él llevaba. Así lo sentía cerca. Luego, imitaba sus movimientos con la guitarra e
imaginaba que iba a un concierto lleno de gente, y, entre todas esas personas,
me miraba desde el escenario solo a mí. Algo mágico pasaba entre los dos. Se
daba cuenta de que era la mujer de su vida. —Se ríe—. Era bonito soñar que, tu
estrella inalcanzable, te veía.
Nos miramos y siento algo crecer en mi pecho, y no es bueno. Me invade la
ansiedad de que ella solo esté viendo al artista.
—¿Has ido a algún concierto?
—No, no he ido. Cuando vaya, lo mismo me mira solo a mí. —Ambas se
ríen—. No, en serio. Esto lo imaginaba con doce años, pero ahora ya no soy esa
niña. Cuando miro a Troy… Solo veo a la persona que es fuera de los focos, y es
un chico como nosotros. Pero sé por qué mucha gente necesita al artista, porque
imaginar, crear una historia en tu mente irreal, nos saca de un día de mierda.
—El lío es cuando la gente no sabe separar las cosas —añade Pat—. A veces la
gente no ve más allá de mí, como capitán del equipo de fútbol, y piensa que soy
de una forma diferente. Me gusta ser famoso en la universidad, pero no tanto
como aquí el cantante, pero, aunque la fama es atractiva, a veces necesitas estar
al lado de gente que no te idealiza. —Mira a Betty, que le sonríe—. Al lado de
gente que ve cómo eres en todos tus momentos.
—Exacto. —Tulia mira a Kelsi—. ¿Tienes una caja con cosas de esa niña loca
de Troy Harris?
—La tengo.
—La queremos ver. ¿Verdad, oyentes? Dejaremos una encuesta, y así
convencemos a Kelsi.
La tertulia sigue.
Cuando acaban, se van todos, menos Tulia.
Kelsi se me acerca y se sienta sobre mí, en la silla, sin importar que Tulia
pueda vernos. Coge mi cara entre sus manos.
—Te veo a ti, y no al cantante. —Que sepa leer mis pensamientos, no debería
sorprenderme, pero lo hace—. Es triste, Troy, pero esa niña nunca te habría
visto, y creía que amaba cada parte de ti. No lo hacía, porque solo vivía un sueño.
Pero tú eres real, y te veo cómo eres.
Nos besamos y la cosa se nos va de las manos.
—Cortaos un poco. —Tulia me deja los vestidos elegidos—. El de Kelsi, no
me gusta. No te favorece, Kelsi.
Lo miramos juntos y es muy feo.
—Es que no sé cuál elegir.
—Este —dice Tulia, y es uno en tonos verdes. Elegante pero sugerente. Es el
que yo habría elegido para ella.
—Es precioso, pero… ¿No tiene mucho escote?
—¿Te importa a ti que tenga mucho escote? —Tulia la mira fijamente y Kelsi
niega con la cabeza—. Pues deja de rayarte. Me gusta cuando no te escondes,
cuando cuentas lo de darte placer o subes una foto con un sujetador olvidado. No
te escondas, por lo que piensen los demás. Por cierto, ese jersey que llevas me
daña la vista. Joder…, ponte algo que no me joda los ojos. —Se marcha.
Kelsi recoge sus cosas. Vamos fuera y, al salir, hay gente esperándome.
—Te espero en mi cuarto, que tengo que grabar un vídeo —le indico, para
que nadie lo escuche, cerca de su oído.
Asiente y se marcha.
Firmo algunos discos y, de nuevo, siento manos donde no deberían estar.
Se me cierra la boca del estómago.
Dejo de firmar y me marcho a mi cuarto. Para esta gente, solo soy un objeto
al que admirar. Por eso, quieren tocarme sin importar lo que yo piense. Da asco,
pero así es este mundo. Si no te admiraran, no pagarían por ti como cantante, y
la gente no quiere bajarse de la nube en la que está, cuando nos ve.
Nos tienen idealizados.
Lo he visto en Kelsi.
Capítulo 51
Troy
Kelsi entra a mi cuarto, con algo para cenar.
Le han abierto los guardaespaldas.
Estoy preparando todo para grabar, tocando la guitarra en el suelo.
—¿Eres consciente de que, si ese capullo no te hubiera roto, nunca habrías
entendido quién soy, en verdad? —Kelsi me mira—. Tu lado yupi habría
espantado al mío, y tu lado alegre se habría espantado de todo lo que te hice…
—¿Tenía que estar rota para estar con alguien como tú?
—Sí, la puta vida es un aprendizaje y no encajamos siempre con las personas
que debemos, sino con las que nos entienden.
—Entonces, ¿le doy las gracias por joderme la vida y que gracias a eso pueda
estar con alguien como tú?
—No entiendes lo que quiero decirte…
—¡Tú no lo entiendes Troy! Estaba escuchando tu música, estudiando feliz,
cuando me llegó la primera foto manipulada por inteligencia artificial. ¡Yo
estaba desnuda! Pero nunca habría posado desnuda. Mi mundo se hizo pedazos,
porque yo creía que, si era buena, que si hacía todo lo correcto, y no hacía nada
malo, nunca me pasarían esas cosas.
—Lo siento, pequeña, pero la vida no funciona así.
—¡Lo sé! Pero, joder, de golpe, todo cambió. La gente tenía esa foto, y otras.
La gente me miraba como si fuera una cualquiera. Como si todo lo que hubiera
hecho, para ser perfecta e intachable, no sirviera de nada.
—Seguramente, porque la gente te envidiaba y querían destruirte.
—Pero no lo merecía. Yo era buena…
—Tampoco merece un capullo como yo que le pasen cosas malas. Las cosas
pasan, da igual si eres bueno o no. Así es la puta vida, Kelsi, y esa joven vivía en
una burbuja.
—¡Sí, joder! Pero ¿sabes cómo me dolió? Nadie me había tocado, pero yo sentí
que me habían violado el alma… Nadie me creía, y son solo fotos, no eres tú, no
es real, pero lo fue para mí.
Está llorando. No la abrazo, porque tiene que sacar todo lo que lleva dentro.
Me apoyo en la mesa y cruzo los brazos, para evitar hacerlo. Me mata verla
así.
—Y ahora me dices que, de no haber pasado por esa mierda, nunca
habríamos estado juntos.
—Esa chica buena hubiera seguido con su novio perfecto, haciendo a su
padre caso en todo. —Me fulmina con la mirada—. Y, por muy jodidamente
sexi que seas, yo no te hubiera visto. Me parecerías una más.
—Ah, claro, y te atrajo de mí que estaba hecha una mierda.
—No, que, cuando me estaba ahogando, sabías qué hacer para mantenerme a
flote. Nadie nunca había entendido lo que era estar flotando a la deriva, en un
sitio firme.
Me mira y poco a poco lo entiende.
—Pero yo no quería pasar por todo eso. Odio cuando me llega un mensaje,
temo que me manden más fotos… Odio ver cómo será, y verme ahí. No ser yo,
pero parecerlo.
Tiro de ella y la abrazo.
—Lo sé, y un día el culpable aparecerá, pero saldrá algo nuevo que te hará
daño. Ese mundo perfecto en el que vivías, no existe. Solo estaba en tu mente;
como yo, para esa niña.
—Solo me sacas cuatro años, pero te miro y parecen muchos más. —Acaricia
mi mejilla.
—Yo nunca he sido un niño normal, Kelsi. No tenía ese derecho. Maduré
demasiado pronto, así que da gracias por esa niña dulce que pudiste ser. Que
pudo jugar feliz, con esos sueños tan sexis. —Acaricio su espalda—. Yo no tuve
esa oportunidad. —Me tenso.
—¿Me hablarás de ello un día?
—Es posible, pero ahora tengo que grabar un vídeo y tú tienes que quitarte
esa cara de pena.
—Ahora me dirás que no te gusta mi cara de pena. —Pone morros, y la beso.
—Me gusta todo de ti. Hasta todas las partes que descubriremos juntos. No he
querido decir que no hubiera podido enamorarme de esa chica dulce, Kelsi, sino
que no hubiera visto lo importante que podría ser para mí, si la mirara.
—Eso me gusta más. —Se separa y pone su móvil también a grabar, en otro
ángulo, en uno de los trípodes.
Luego, mejora las luces y pone una camiseta en una lámpara, para el toque de
luz.
Me siento, cojo la guitarra y se acomoda frente a mí, apoyada en la cama.
—Quiero que te corras con mi música, mientras canto. Como hace años,
pero ahora conmigo mirando.
—¿Cómo? —Se ha sonrojado, y sus labios se han entreabierto. Le gusta la
idea.
—Vamos, no lo pienses. Sabes que te mueres por verme cachondo, mientras
toco pensando en cómo te la meteré, al acabar.
—Al ver el vídeo, verán el sexo en tus ojos…
—Solo tú y yo sabremos la verdad. Tardas…, Kelsi.
Muerde su boca, y toco algunos acordes.
Ya estamos grabando. Luego, lo cortaremos. Toco de nuevo algo, y ella tira
de su camiseta. Joder…, esta canción va a ser puro fuego.
Canto con mi guitarra, una canción, mientras se toca los pezones sobre ese
sexi sujetador, de color negro. Tiene cierre delantero, y es uno de los que le pedí.
Me encanta verla con él puesto.
Juega con sus pezones duros como piedras, mientras toco y se me seca la boca,
al imaginar mi boca lamiendo sus endurecidas cimas.
Abre el sujetador y sus tetas rebotan, al ser liberadas.
Lleva sus dedos a su boca y los lame, antes de pasarlos mojados por sus
pezones. Tira de ellos, y los pellizca. Mi polla se pone dura, como una piedra,
dentro de los pantalones.
Tocar así, es una tortura y sé que la recordaré entre las sombras, dándose
placer, cuando toque de nuevo.
Mi voz cada vez suena más ronca y cargada de deseo.
Baja su mano por su ombligo, hasta el elástico de su ropa cómoda, y mete la
mano por dentro. Muerde su boca, para no gemir de placer, mientras sus dedos
se frotan contra su carne, prieta y mojada.
Tira de su ropa y se queda desnuda.
Abre las piernas y veo su perlado sexo, mojado.
Lo abre para que lo vea bien, y sonríe descarada, mientras con mi música no
deja de soñar. Mete los dedos dentro de su sexo y los veo perderse, mientras su
cuerpo se llena de sudor, por el esfuerzo de no correrse, y no hacer ruido.
Sus dedos entran y salen de su cuerpo con fuerza. La veo frotar el clítoris con
su pulgar. Tiembla, cuando casi se corre. Aprieta los talones en la alfombra…
Joder, no podré acabar toda la puta canción.
Me mira, la miro y quiero follarme esa boca roja, por sus mordiscos.
De nuevo, lleva su cuerpo al límite y se detiene.
Ya he tenido suficiente.
Me levanto y tiro de ella, hasta que cae sobre la cama. Sin preliminares, cuelo
mi lengua entre sus muslos, y abro con mis dedos su sexo, para darme un festín
con su excitación.
Ahora sí gime con fuerza, mientras mi lengua muerde y lame cada parte de
su dulce coño.
—No sabes cómo me ha puesto verte tocarte… Joder, Kelsi, eres una diosa. —
Paso mis dedos por su sexo y los meto hasta el fondo—. Dime que tomas la
píldora. Estoy limpio y quiero llenar tu coño con mi semen…
Grita excitada.
—Sí, y no he estado con nadie, antes de ti, desde hace meses. —Saber eso, me
excita mucho—. Métemela, Troy. Te quiero dentro, ya.
Sonrío por su exigencia.
Me abro el pantalón y saco mi polla, para entrar en ella. Muero de placer.
Siento la piel de su vagina a mi alrededor. Nunca he experimentado nada
igual. Es morboso, es guarro… Es intenso. Busco su boca y la beso, mientras salgo
de ella y se la meto más hondo.
Joder, entonces hace eso con su coño, que parece que quiere retenerme ahí
para siempre, y me corro. Me corro en ella, antes de que me siga.
—¡Joder!
—Parece que alguien estaba muy cachondo. —No parece enfadada.
Salgo de ella y veo mi semen mojar su coño.
Lo restriego, y gime de placer, por sentir nuestras esencias en su sexo.
Meto los dedos dentro. La llevo al límite. Acerco mi polla a su boca,
poniéndome de rodillas, mientras mis dedos entran y salen con fuerza de ella.
Lame mi glande, antes de meterla dentro. Noto cómo juega, hasta que crece en
su boca.
La saco y de nuevo me meto en su cuerpo, que está más mojado y más
caliente. Está más cachonda por mí. Cada movimiento hace que su cuerpo vibre.
No puede más. Necesita correrse, pero será juntos, esta vez.
Nuestros cuerpos hacen ruido al juntarse. Apoyo mi mano en el cabecero y
entro más hondo en ella. La miro, y está preciosa, con el pelo revuelto y las tetas
rebotando, por mis embestidas.
La beso y entro más hondo. Dentro y fuera, hasta que no puede más.
—Troy… —me suplica.
—Córrete —le digo, aumentando las embestidas, hasta que nos corremos
juntos.
Grita de placer y de liberación. Su cuerpo se convulsiona entre mis brazos,
hasta que se queda lánguida.
La abrazo y nos quedamos quietos.
Me abraza. Como ha cambiado todo. Hasta ella odiaba los abrazos y ahora…
Ahora no sé cómo no perderme en ella a todas horas.
Capítulo 52
Kelsi
Estoy refugiada por los brazos de Troy, tras darnos una ducha y cambiar las
sábanas.
El vídeo para redes lo montaré mañana. Hoy quería estar así.
Tomo aire y su perfume me hace temblar.
Llevo una de sus camisetas y él solo un bóxer negro.
Su cuerpo me llama. Lo deseo, a pesar de lo que ha pasado, y hago círculos en
su pecho.
—No puedo moverme. Te aviso, por si quieres más sexo. —Me río.
—No… Bueno, sí, pero me gusta estar así.
—Antes lo odiabas.
—No lo odiaba. Pero…, creo que tengo que hablarte de mi ex.
—Solo, si quieres.
—Quiero, porque tengo que sacarlo. Debo hablar de todo, para poder
avanzar. ¿Te parece que soy idiota por haberme puesto mal por lo que pasó?
Mucha gente lo pensó. —Alza mi cara.
—Los miedos no tienen una regla de medida. A cada uno le afectan de una
manera las cosas, y yo no soy como esa gente que te hizo creer que sí. —Asiento.
—Vale. La historia con Bob empezó cuando su padre se cruzó en mi vida e
insistió en presentarme a su hijo. Conocía a Bob del barrio, o de los eventos a los
que su padre iba, pero, al ser un año mayor que yo, no hablábamos en el
instituto. Empezamos a hablar y quedar en su casa. Sus padres eran en exceso
cariñoso. Él, igual, pero, bueno, lo vi bien. Empezamos a salir y sus padres me
ofrecieron puestos de trabajo en la comunidad. Estaba muy metida en la familia.
—Eso parece. ¿Y cómo era el sexo entre dos sosos?
—La primera vez, en su coche, y luego se puso a llorar, por no haber podido
llegar al matrimonio virgen. —Troy se mea de la risa—. ¿A que paro?
—Venga, ahora me dirás que te llevaba a la iglesia a confesarte.
—Pues sí.
Se ríe más, y le doy en el pecho.
—Respeto mucho las creencias de todo el mundo, pero él no respetó las tuyas.
Lo mismo, a ti te daba igual tener sexo, pero, si te hacía eso, te hacía sentir mal,
por tener sexo y desearlo.
—Que sí, y el sexo era tan rápido que…
—Ponías mi cara para estar a tono y excitarte con él.
—¿Te lo estás tomando a broma? —Me apoyo en su pecho.
—No, sigue. —El muy capullo sonríe—. Está muy interesante el relato de los
santurrones.
—De verdad, no sé cómo me puede gustar alguien como tú. Tienes razón en
que no me deberías haber gustado. —Salgo de la cama, pero me coge y se pone
sobre mí.
—Quiero creer más en tu versión cursi, esa que no me has dicho, que a lo
mejor nos habríamos conocido, porque estábamos destinados.
—Yo no he dicho eso.
Me besa el cuello. No hace falta que se lo diga, porque me conoce mejor que
yo misma. Ve en mí, como nadie. Y sí, lo pensé, cuando me lo dijo, y por eso me
enfadé, pero entiendo lo que quiso decirme.
—Vamos, sigue —me anima a hablar, sin apartarse, sintiendo sus piernas
enredarse con las mías y su sexo duro contra el mío.
—Un poco difícil así. —Se separa y vuelve a la cama—. La vida con él era
sencilla, y todos estaban contentos… Mi padre era respetado en el barrio, y yo
tenía muchas amigas y mucha gente que me quería, o eso creía.
—Todos menos tú, y lo sabes.
—Ahora lo sé. El caso es que un día hablo de confianza, mientras veíamos tus
vídeos musicales, y le dije que me había tocado pensando en ti. Me miró…
—Como si fueras el mismo diablo —adivina y asiento.
—Rompimos. Me dijo que me arrepentiría, y luego me llegaron las
imágenes.
—¿Te dolió cuando te dejó?
Lo pienso.
—No, me sentí liberada, pero mi padre y mis amigas me miraron como si
acabara de cometer un enorme error. Yo no me sentía así.
—Y llegaron las imágenes.
—Sí, me expulsaron del instituto. Los chicos se me ofrecían, y mi ropa me
dejó de parecer tan bonita. Empecé a buscar anchas, para esconderme. Era como
si la gente me hubiera visto desnuda, aunque no era yo. Cuando se supo que
estaban hechas por inteligencia artificial, algunos dijeron que seguro que eran
mías, pero retocadas. Otros, que no era para tanto mi dolor. Y Bob…, él se
ofreció para ayudarme, si volvíamos a estar, porque así, quizás, me dejarían en
paz.
—El bueno de Bob.
—Sí, le di una oportunidad, pero ya no soportaba sus caricias. Ni las de nadie.
Cuando sus padres me abrazaban, me sentía morir, y, cuando Bob me acariciaba
y trataba de tocarme, para tener sexo, no quería.
—Porque habías roto con todo eso, y no sabías cómo volver. Ser la chica de
antes.
—Puede ser. Lo dejé y bueno…, busqué sexo con otros tíos. Sentía un dolor
dentro que no sabía cómo extirpar. Pero el sexo me dejaba fría, y ahí sí que me
sentía culpable. Uno de esos chicos lo contó y la gente dio más credibilidad a la
IA. Les contó que le exigía sexo duro…, y eso era verdad. No era IA. Me dejó
expuesta, solo por diversión. Me centré en estudiar, en irme de allí, cuanto antes,
y en olvidarme de todo. Las imágenes dejaron de salir, hasta que volví a la
universidad. En una salgo contigo.
—Vaya, ¿y salgo guapo?
—¡Troy!
—Lo que te pasó, fue una mierda, una putada, y tienes derecho a que te duela,
a que nadie te diga lo contrario. Un día se hará justicia y pillaremos a Bob.
—No tienes que hacer nada.
—Ya lo estoy haciendo, porque contraté a un detective…
—¿Eres tú el que está ayudando a mi abogado?
—Sí, porque no podía quedarme al margen, cuando escuché lo que contaste.
—Troy…
—Deja que cuide de ti. Tú harías lo mismo por mí. —Acaricia mi mejilla.
—Sí, lo haría. —Toca mis labios—. Estaba tan perdida, que quise perderme,
pero ahora me arrepiento un poco de las cosas que hicimos. —Se ríe.
—Lo sabía.
—Casi acabé muerta en el agua.
—No te hubiera dejado morir.
—Me gusta lo excitante, pero creo que esa vida es peligrosa. Me da miedo que
todo eso te mate un día —admito. Coge mi cara entre sus manos y me besa.
—Mi chica buena intentando salvarme.
—¿Podré?
—Ojalá —afirma y me aferro a eso. A ese ojalá, de alguien que no sabe cómo
salir de esa mierda, pero ansía ser salvado.
Nos abrazamos, le he contado todo, y ahora siento que no es para tanto, pero
el miedo y el dolor son así. Reírse de alguien, porque habrías actuado de otra
manera, es horrible. Tenía derecho a estar mal y que nadie me hiciera sentir
mal, por creer que violaban mi intimidad.
Tenía derecho a llorar, sin cuestionarme si era débil.
Tomo aire, y pienso que respirar ya no duele tanto.
Capítulo 53
Troy
Pongo uno de mis anillos en una cadena de plata. El que le di a Kelsi, para que
me guardara y me devolvió nada más verme.
Quiero que lo tenga ella.
Se lo ato al cuello, y protesta, pero sigue dormida. Es muy temprano, pero no
puedo dormir. Necesito componer, necesito crear… Cientos de ideas se agrupan
en mi mente y necesito crearlas.
La miro dormir, mientras creo canciones, inspiradas en ella; como si fuera
mi fuente, mi musa… Se remueve en sueños y me busca, agitada, en la cama.
Cojo la libreta y me siento a su lado.
Se queda tranquila al sentirme.
Es raro saber que, para una persona, tu sola presencia le calma. Eso me pasa
con ella, pero tengo miedo de que un día mis demonios me autodestruyan. Me
cuesta creer que ella pueda querer cada parte de mí, hasta las que repudio.
Siento su caricia, antes de ver sus ojos despiertos.
Dejo las cosas y beso su boca.
Nos perdemos en el otro y el amanecer sabe mejor entre sus brazos.
Anoto esa frase, cuando se va al baño, para que forme parte de una canción.
Joder…, no puedo parar de escuchar música en mi mente. Como cuando era
niño, pero esta vez no es para escapar, sino porque soy algo así…, como feliz.
Si la felicidad existe para mí, debe ser sentirse así.

Voy a clase a media mañana y hay mucho follón. La gente quiere acercarse de
nuevo a mí, ahora que han visto que tal vez regrese pronto al grupo.
Ellos lo sienten, y yo lo sé.
Mi madre no aguantará un año, como dijo. Le están presionando para que
hagamos un concierto de Navidad, por mucho dinero.
Pero antes tengo que perder mi miedo a tocar en público… ¡Joder!
Veo a Pat con Betty, que salen del cuarto oscuro. Se arreglan la ropa, hasta que
me ven, y Betty se sonroja.
—Os necesito —les digo y asienten.
No se sorprende de que les hable, ya que me ven hacerlo con Kelsi desde que
vine.
—Somos tuyos —indica Pat.
Les comento mi idea, mientras la gente nos hace fotos. Odio esto, y por eso
nos metemos de vuelta a la sala, de donde han salido. Han follado, de eso no
tengo dudas, pero no comentamos nada de eso.
—Yo me encargo de todo. El viernes, la fiesta será privada y especial, en mi
fraternidad. —Da un beso a Betty y se marcha.
—¿Por qué no quieres que lo sepan?
—¿Cómo?
—Solo has dejado que te bese, ahora que nadie os ve.
—Ah…, es que no quiero que la gente lo estropee. —Se sube las gafas—. La
gente tratará de hacernos daño y se fijarán en todas mis carencias, para ser la
perfecta novia de un quarterback.
—Sí, eso pasará.
—Casi que te prefiero callado. —Sonríe con timidez—. Tengo miedo. Llevo
enamorada de él, desde que lo vi la primera vez.
—¿Y se puede amar con solo una mirada?
—No, pero yo sentí que él era especial. —Asiento, porque eso es lo que sentí
cuando miré a Kelsi, cuando me ignoró—. ¿Me entiendes? Pat, no. Él quiere que
lo contemos, y que me dé igual el mundo.
—Entiendo a los dos, pero Pat no lo ha tenido tan dif ícil en la vida como tú.
—No, él no ha sufrido acoso y, por mucho que le explique lo que sentí, no lo
entiende.
—Pues déjalo y que acabe con una mujer perfecta para él.
—Ni de coña.
—Entonces, un día deberás dejar de tener miedo. Todo saldrá mal, la gente se
meterá, pero quiero creer que hay historias que son indestructibles.
Saco el móvil y tomo notas. Se ríe al verlo, pero no dice nada. Solo lo lee y me
indica que no le gusta una frase.
Acaba por ayudarme a escribir una estrofa entera.
—Eres más de lo que creía, Troy Harris. Espero que tú tampoco la pierdas,
cuando todo salga a la luz.
Salimos del cuarto y nos graban.
Luego, se me acercan y Betty se marcha al poco sale en redes, que he estado
con ella, y que hemos tenido sexo.
Le digo a Pat que solo hablamos, porque no quiero meterme en medio, y me
indica que ya lo sabe, porque confía en ella.
Creo que el problema es que ella no confía en Pat.
No confía en que, después de la vida que ha tenido, estando con unas y con
otras, solo quiera estar con ella.
Llego a clase, y Kelsi me sonríe.
—Al parecer, tienes nueva novia —bromea.
—¿Creerías que no es así, si fuera otra mujer? —pregunto a bocajarro y veo la
duda en sus ojos—. Ya, me lo imaginaba. Te pasa como a Betty.
—¿Cómo?
—Que no te crees que lo nuestro pueda ser real, y que, en el fondo, piensas
que solo estoy de paso en tu vida.
—Eso no es así —dice, pero veo la verdad en sus ojos—. Es complicado… No
confío en ti, ni en nadie.
Su declaración me sorprende, aunque la entiendo.
Miro al profesor, pensando en Virginia, mi ex. Lo di todo por ella, y nunca le
fui infiel. Nunca la engañé, pero, aun así, acabó por ser alguien diferente por mi
culpa…
«¿Y, por eso, acabó con tu compañero de grupo?», me dice una voz interior,
porque la verdad es que no comprendo cómo terminó con Levis, cuando es un
cabrón egoísta. Pero ahí están, juntos, y me hace preguntarme si es mejor que
yo.
—Pues espero que tenga asumido que, para que esto funcione, necesitamos
confianza en el otro —murmuro cerca de su oído.
—Lo sé, Troy. Por eso, a veces pienso, si nos equivocamos al ir más allá.
Miro mi collar entre sus pechos.
—Tarde, Kelsi, porque eres mía, joder.
Me levanto de la silla agitado, nervioso… y asustado.
No quiero perderla.
Lo que sentí por Virginia, no era nada comparado con esto, y acabé
desmayado de dolor y sin poder cantar ante la gente. ¿Dónde acabaré si ella me
deja?

Estoy dando una vuelta en el coche, con los guardaespaldas cerca, cuando me
llega un mensaje de Kelsi.
Detengo el coche a las afueras y lo abro.
Es cerca de la noche, no he vuelto a ella, desde que me marché asustado, por
perderla. Temía que, si me quedaba a su lado, me dijera que lo nuestro no podía
seguir.
Abro nervioso el mensaje.

Abro el enlace, lo descargo, y, como ya esperaba, es una pasada. Sexi, y


ardiente. Ha manipulado la voz, para que no se escuche nada, salvo esta. Hay
cambios de imagen. Se ven mis manos, las mismas que me ardían por tocarla. Se
ve el fuego en mi mirada. Es muy bueno.
Lo subo y sé que será un éxito.
En pocos minutos, las visitas se triplican.
Mi madre me llama.
—Dime el nombre de la persona que hay detrás, editando tus vídeos. —No
respondo. Aunque cada vez hablo con más gente, con ella no quiero hacerlo—.
Troy, dime su nombre. Esa persona tiene que estar en mis filas…
Le cuelgo y le mando un mensaje.

Dejo el teléfono y conduzco de vuelta a mi cuarto.


Al llegar, la puerta de Kelsi se abre.
—¿Has dejado de huir?
—Seguramente, lo haré más veces. —Me tiende su mano. La miro y voy
hasta ella, entrelazando mis dedos con los suyos—. No te merezco…, pero antes
me muero que perderte.
La beso y le quito su camiseta, para meter mis manos dentro de su ropa
interior.
Ya está mojada, lista para mí, y me encanta saber que, con solo tocarla, se
derrite en mis brazos. Soy adicto a ella, y, joder, es mi puta droga.
Tiro de sus bragas y me saco la polla, para metérsela hasta el fondo.
Enrolla sus piernas en mi cintura y entro en ella, haciendo que la puerta cruja
por mis embestidas.
Me muerde, y la muerdo. La sangre se cuela entre nuestras bocas.
Salgo de ella y la clavo con más fuerza contra la puerta.
Madre mía, cada vez es mejor.
Sus gritos de placer deben de escucharse en la planta de abajo.
Me da igual, mientras no diga que es mi novia, todo estará bien. Que sepan
cuánto la deseo, mientras no puedo gritar cuánto la amo.
Joder…, la amo. La amo, y eso es lo que me hace cagarla.
Tiro de sus pezones con fuerza y la alzo, para llevarlos a mi boca, mientras
entro y salgo de ella más fuerte.
—Más duro, Troy. Más duro… —me pide, y, joder, casi me corro con su
súplica.
Gruño, y entro y salgo de ella con más fuerza, mientras devoro sus preciosas
tetas, y me doy un festín con ellas.
Cuando noto que está cerca, no dejo de moverme, hasta que se corre y la sigo,
llenando su coño con mi semen caliente.
Apoyo mi frente en la de ella.
—Me ha gustado el vídeo. —Se ríe.
—Se ha notado.
La miro, sabiendo que soy tonto, porque quise decirle que estoy enamorado
de ella, pero he soltado la primera chorrada que se me ocurrió.
Nunca he dicho te quiero a nadie. Y a mí, de verdad, tampoco nadie me lo ha
dicho. Tal vez, por eso, no sé cómo narices se hace… Cómo se deja escapar esa
palabra tan intensa de tus labios, sin miedo a que muera antes de llegar a su
corazón.
Capítulo 54
Kelsi
—¿Estás seguro de hacer lo del concierto en casa de Pat?
Troy me mira, tras dejar de componer. Estoy estudiando en mi escritorio y
no paro de dar vueltas a su regreso a los escenarios.
—Mi madre no me dejará más tiempo, aunque haya parecido que sí, desde el
principio.
La tristeza se anida en mi pecho. Me gusta mucho tenerlo cerca y no sé si
estoy preparada para compartirlo con el mundo, y confiar en él ciegamente. No,
cuando aún no confío en nadie. Estoy cambiando, mejorando y cada vez tengo
más claro quién soy ahora. Soy más fuerte, que cuando vine a la universidad,
pero no sé si estoy lista para decirle adiós un día, y tener fe ciega en él y en lo
nuestro.
La prensa hablará de él como soltero, aunque los dos sabemos que todo es una
farsa. Tendré que luchar con mis miedos constantemente.
Tengo miedo de no ser capaz de ser su novia, cuando él vuelva a ser el
cantante famoso Troy Harris.
—¿Y crees que lo has superado?
—Quiero creer que sí. —Su mano tiembla—. He cantado delante de ti.
—Pero habrá más gente…
—Tengo que hacerlo. Prefiero cagarla ahora, que otra vez en un estadio lleno
de gente.
—Lo sé… Tuvo que ser duro. Te preguntaría qué pasó, pero tal vez no estés
listo para contármelo.
Mira por la ventana, la noche ya ha caído, hemos cenado comida que ha
pedido a un restaurante cercano. Los restos de esta están en una bolsa de basura.
Estaba deliciosa, pero ahora se me forma un nudo en el estómago, mientras
espero que hable.
Quiero que me abra su mundo, si no sé cómo es en realidad, aún me da más
miedo que se marche.
Lo nuestro no se puede basar solo en un sexo increíble. Necesito que conf íe
en mí.
—Vi a mi expareja con uno de mis compañeros de grupo. —Lo miro
impresionada.
Todo fue por una mujer, por el amor que tenía hacia ella.
Tomo aire agitada, nerviosa, pero sin decir nada, por si deja de contarme lo
que pasó. Lo hago, sabiendo que tal vez lo que descubra me rompa el corazón.
—La conocí en un centro de desintoxicación, donde estuve unos meses. En
uno de los parones del grupo. Mi madre me metió allí, sin decir nada, para
salvarme la vida, según ella. Como si le importara… —Veo dolor en sus ojos—.
Virginia quería estudiar enfermería y estaba ayudando a su tía ese verano allí.
Era una casa en la montaña, para ricos con problemas con la bebida. Parecía
más bien un hotel de lujo, pero sin bebida. —Asiento—. Ella era una chica
buena, decidida y yo me fijé en ella. Hablábamos y, por ella, quise ser mejor. —
El corazón se me rompe un poquito—. Empezamos a salir en secreto. Virginia
era tan buena, que me adapté a ella. A sus ritmos, a su forma de ver el sexo. Le
gustaba tranquilo y sin hablar, pero yo quería que saliera bien. —Tensa la
mandíbula—. No salió bien. Ella empezó a cambiar, y cada vez estaba más
inestable y me exigía más cosas. Quería más de mí, que lo dejara todo por ella…
Le dije el motivo por el que debía esperar a acabar el contrato, pero no deseaba
entenderlo. Me dijo que la estaba destrozando. Que cada vez que la prensa me
ponía novias, le destrozaba la vida. Vi cómo cambiaba, y se transformaba…
»Una noche, me pidió tener sexo como yo deseaba, para que así no sintiera
deseos de irme con nadie más. —Se queda callado y tiembla. Me levanto y me
siento a su lado, a pesar del dolor de mi pecho. Entrelazo mis manos con las de
él—. No le gustó. Me dijo que era un monstruo, por desear un sexo así de guarro.
Al día siguiente, me dijo que contar que estábamos juntos, salvaría lo nuestro.
»Le dije que no y, bueno, me echó en cara cosas horribles, de todo lo que yo
le había quitado. Que había destrozado su vida, y que lo sabía, que lo había visto.
Ahora solo vivía para ser mi novia, porque no había querido estudiar, no había
querido seguir con sus sueños… Como si su única meta fuera estar conmigo.
Todo por mi culpa.
Tengo mi propia opinión de todo esto, pero pienso callarme hasta que acabe.
Su exnovia ya me cae mal, no la soporto, y no solo porque fueran pareja, sino por
algo más que veo en toda esta historia.
—Eso me dejó muy tocado —continúa—, y perdido. Cuando, antes del
concierto, la vi con él… Me soltó que al menos Levis le daba su lugar, y a su lado
no tenía que renunciar a ser quien era por mí. Que él no era un monstruo…
—Subiste al escenario y no pudiste tocar —acabo por él.
—Me entró un fuerte ataque de ansiedad, porque sus palabras me recordaron
cosas de mi pasado. —No dice más, pero veo el dolor en sus ojos. Pienso que ya
me contará esta parte—. Acabé desmayado, antes de llegar a mi camerino.
—Y ahora crees que podrás con todo.
—No me queda otra. Además, no es la primera vez que tengo miedo
escénico. No me gusta cantar ante la gente. —Lo miro impresionada, y sonríe, a
pesar de todo—. No me gusta estar rodeado de mucha gente, desde que era
pequeño —indica tenso—. Por eso, a veces, bebo o me pierdo donde no debería,
para aplacar el dolor y la ansiedad de todo este mundo.
—Madre mía, Troy. ¿Y por qué no lo dejas? Dijiste que tenías una razón.
—Sí, y una muy grande. —Sonríe con amor y eso me inquieta—. Mi padre
tuvo una hija, fuera del matrimonio. Yo costeo sus gastos, para que nadie sepa de
ella, y así tenga una buena vida. Para que pueda ser feliz, lejos de todo esto.
—Esto no lo esperaba. ¿Virginia lo sabía? —Asiente.
—Firmó un contrato de confidencialidad, y, si lo cuenta, perderá mucho
dinero.
—Yo no he firmado nada.
—Porque en ti confío más que en nadie en toda mi vida, aunque me aterra
estar equivocado.
Quito la guitarra y me pongo sobre él.
—¿Te puedo decir qué creo de tu ex? —Cojo su cara entre las manos y lo beso.
—Si me besas y te mueves así, prefiero hacer otras cosas que hablar de mi
expareja. —Pone sus manos en mi culo y me acerca a su polla.
—Vale, no ha sido la mejor postura. —Trato de levantarme, pero no me deja
—. Creo que tu ex, no se enamoró de ti, sino de la idea de ser la novia de Troy
Harris. —Se tensa—. Eres muy guapo y jodidamente sexi, pero creo que ella no
dejó todo por ti, sino que estuvo seducida por la idea ser famosa. Si ella sabía que
hacías todo esto por tu hermana, que no podías decirlo y aceptó, pero luego te
exigió contarlo, a cambio de amenazas, fue ella la que actuó mal.
—La asusté en la cama…
—He tenido sexo contigo, y no me has asustado. Siempre puedo decirte que
no, y parar. Pero ella no paró, ¿no? —Niega con la cabeza—. Troy, ella no te
amaba. Y lo siento, porque creo que tú sí, pero…
—Yo creí estar enamorado de ella, pero, cuando me dejó, lo que me destrozó
fue la idea de haberle jodido la vida. No el hecho de perderla. Por eso, cuando la
vi con él y dijo esas cosas…, me recordó algo de mi pasado que me hizo estallar.
No fue por ella… —Pone sus manos en mi espalda y me acaricia bajo la camiseta
—. No sentí por ella ni un ápice de lo que siento por ti. Pero me gustaba tener
algo bonito en mi vida, lejos de todo.
Sonrío, perdida en él.
—Los dos tenemos una historia, antes de ser un nosotros.
—He visto tus celos en la mirada. —Besa mi cuello—. Esto… —se lleva mi
mano a su corazón—, solo late así por ti.
No es un te amo, pero lo siento cerca.
Nos besamos hasta acabar sin aire. Me separo y lo miro.
—No eres un monstruo. He conocido esa faceta tuya, y siempre has cuidado
de mí. Empiezo a pensar que lo hiciste para asustarme o para que, si seguía a tu
lado, fuera sabiendo quién eres en realidad.
—No puedo no ser más que yo mismo a tu lado. Tú me ves como nadie, y yo a
ti.
Eso es cierto, y por eso soy capaz de leer en sus silencios, y él en los míos.
—Entonces, ¿no te gusta cantar?
Lo piensa y asiente.
—Me gusta cantar, me gusta tocar y me gusta ser cantante. Cuando este
contrato acabe, no sé si podría vivir sin esto. A pesar del miedo escénico, me
gusta cantar ante la gente. ¿Te parece raro?
—Me parecen raras muchas cosas tuyas, pero esta no tanto. —Sonríe y lo beso
—. Eres cantante, pero no has encontrado la forma de cantar lo que deseas. Un
día lo harás. Estoy segura de ello.
Nos besamos de nuevo.
Estoy feliz de que me haya contado qué pasó, aunque siento que hay mucho
más en su pasado. Algo fue el detonante para que, cuando ella le dijo esas cosas,
él se sintiera así de mal. Algo fue el detonante para tener ese miedo a estar
rodeado de gente.
Lo sabré. Lo sé.
Lo nuestro tiene que salir bien, porque lo amo. Amo al hombre que hay bajo
el cantante.
Capítulo 55
Troy
Mi madre ya ha metido sus manos en todo lo referente al concierto. Lo ha
organizado todo, sin dejar que yo tomara mis propias decisiones.
—No te olvides de que tiene un contrato con la agencia, Troy —me dice y
siento asco—. Te dejaré que montes tu concierto, pero a mi manera.
Espera, como si quisiera que le hablara, pero es imposible, porque nunca le ha
importado que no lo hiciera.
Cuelgo y me siento agitado, al ver que mi vida no es mía desde que nací. No
tengo poder en mis decisiones.
Siento que le falta el aire. Necesito escapar.
Pienso en Kelsi, la necesito tanto que me duele…, y, por eso, voy a otro lugar,
porque temo hacerle daño con mi mierda.

Estoy desfasado. Ahora mismo siento asco de mí mismo, mientras entro a


pelear otra vez, pero esta vez sin normas.
No debería, porque estoy agotado y mentalmente destrozado. No puedo más,
pero no sé parar. No sé cómo decir basta. Nunca he sabido, y por eso estoy tan
roto.
Entro al ring y la gente grita.
Pienso en Kelsi, pero ahora mismo siento tanto asco de mí mismo, que hasta
pensar en ella emponzoña los buenos recuerdos juntos.
Tomo aire. No recuerdo la mitad de la noche. Alguien me tocó, siento sus
manos sucias por mi cuerpo. Siento que la he fallado…, aunque no haya hecho
nada. No, sin ella, pero aquí estoy, en vez de ir a buscarla, cuando me siento tan
perdido.
La pelea empieza y me muevo por el ring, escuchando cómo la gente pide
sangre. Hay apuestas hasta por la muerte. Gente que luego, de puertas para fuera,
son personas diferentes, pero aquí ver morir a alguien les da morbo. Dan asco,
pero aquí estoy con lo peor de la humanidad.
Golpean mi cara.
La máscara no evita el dolor. Me duele y golpeo con fuerza.
Otro puñetazo en el estómago.
Me parece escuchar a alguien llamarme, entre todo este caos.
La pelea sigue y siento que esta noche habrá una muerte: la mía.
A pesar de eso, no dejo de pelear, notando que todo lo ingerido me tiene el
cuerpo adormecido.
De nuevo, alguien me llama, justo cuando espero el golpe final.
Pienso en Kelsi, en la muerte, en otra vida, donde tal vez pueda estar con ella,
sin ser esta mierda de persona tan oscura…
—¡Nooo! —Alguien se pone delante de mí y grita de dolor.
Siento sus brazos, su calor, su perfume a flores…
La miro, y me trae de vuelta a la vida. A esta vida tan horrible, que he tenido
que vivir. Sus ojos verdes están llenos de lágrimas. Está aquí, me ha salvado.
Joder, está aquí, en este puto sitio.
La rabia me hace levantarme.
Ignoraba que estaba tirado en el suelo.
La cojo y lucho con ella, colocándola tras de mí, hasta dejar K.O. al otro tipo,
y salimos de este sitio. Vamos hasta las duchas y me meto bajo el chorro, con ella
abrazada.
No tengo fuerza para separarme, y caemos al suelo juntos, abrazados, con ella
llorando, mientras me quita la máscara.
La he defraudado, lo sé. Porque, en vez de buscarla a ella, vine a buscar este
sitio.
Y, a pesar de todo…, me ha salvado.
—No quería hacerte daño, como el monstruo que soy —confieso con un hilo
de voz.
—Pues lo has hecho. —Escucho que dice, mientras, a pesar de todo, no me
suelta y yo me hundo en la oscuridad.
No pienso dejarla ir, nunca de mi vida. Solo por ella, esta vida merece la pena
vivirla.
Ojalá no sea tarde.
Capítulo 56
Troy
Despierto, desorientado, agitado y buscando a alguien desesperado, antes de
poder abrir los ojos del todo. Entonces, la siento, sus manos sujetando las mías.
Giro y puedo abrir los ojos.
Kelsi me mira enfadada y preciosa. Jodidamente preciosa.
—Te odio —dice con lágrimas en los ojos—. Estabas mal y no viniste a mí,
de nuevo… Aun sabiendo que me iba a molestar… Debería dejar tu feo culo aquí,
solo. —Miro y veo que estoy en el hospital.
—Deberías, pero te necesito.
—¿Ahora sí?
—Siempre, pero no siempre tengo la fuerza para admitirlo.
—No te muevas, que el doctor ya viene. Tienes una cara horrible.
—Aun así, te pongo cachonda. —Sonrío, y me duele todo.
Kelsi bufa y sé que tiene razones para ello. La he jodido.
La puerta se abre y aparece el médico.
—¿Se va a morir? —El médico la mira divertido y niega con la cabeza—.
Pues ahí se lo dejo. Está claro que yo le importo nada o menos.
Joder…, se marcha. Veo a mis guardaespaldas en la puerta. Esto no la primera
vez que me pasa, pero antes estaba solo.
—No voy a meterme en tus excentricidades, Troy Harris, pero, si sigues con
este nivel de vida…, acabarás muerto. He visto a muchos como tú terminar
muertos. Tranquilo, tu música seguirá y serás eterno, pero no estarás aquí para
contarlo. Tal vez no te importe, aunque tengas razones para vivir. —Lo miro
enfurecido, porque diga eso de Kelsi—. Me han pagado mucho por curarte y no
decir nada. Ni tampoco que salga de aquí, que ella ha estado llorando a tu lado
todo el rato. Tú mismo. Es tu vida, y la mía es curarte, darte algo para soportar
el dolor de los golpes y, si te mueres, certificar tu muerte.
Es un cabrón, pero dice la verdad. Lo veo en sus ojos.
Me mira, mientras pienso en salir de aquí. Sé mejor que nadie que, si sigo por
este camino, acabaré muerto. Lo sé. Lo he visto muchas veces. He visto a gente
morir de sobredosis, por una paliza o por alcohol. Lo he visto desde el principio.
¿Y si hubiera muerto? Pienso en esa idea y me aterra, no volver a tenerla cerca,
no volver a sentir su cuerpo caliente sobre el mío, no volver a estar en su mundo
y sentir que el mío no es tan malo.
Salgo del hospital, sedado por tantas pastillas.
Entro el coche y me llevan a un hotel. Con esta cara no puedo estar en la
residencia. Mi madre no quiere que nadie me vea así. Esto deja claro que lo sabe,
que no llamará, pero que me quiere oculto.
Mierda… Lo peor es que no me mantengo en pie.
Mando un mensaje a Kelsi y le cuento todo. Al acabar, le digo que lo siento,
pero que me cuesta entender que no sigo solo.
Espero su mensaje, pero me duermo antes de que llegue.

La llamo, pero no me responde.


Joder, está muy cabreada.
Llevo dos días encerrado en el hotel y siento que me subo por las paredes,
pero me dejarán salir para el concierto. Escribir canciones no me calma. Nada lo
hace, joder. ¡La necesito! Le mando un mensaje enfadado y seguramente esté
motivado por todo lo que llevo encima de pastillas para el dolor.
Me muevo enfurecido, pero no doy más de unos pasos, antes de caerme.
No puedo moverme por todo lo que llevo encima para el dolor. Estoy
mareado, aturdido y cansado. Muy cansado.
Cómo puedo ser tan capullo… Quería decirle que la amo, y acabo por decirle
gilipolleces sin sentido. Estoy aterrado, porque amarla como la amo, me aterra.
Necesitarla, como la necesito, más.
No puede ser nuestro final… ¡Ella es mía! Y yo soy jodida y enteramente suyo.
Kelsi
Voy camino de la fraternidad de Pat, cuando el coche negro de Troy se para
delante de mí.
La puerta trasera se abre y sale Troy.
No tiene buena cara, pero está mucho mejor de los golpes.
Lo veo y tiemblo por dentro. Cuando lo vi pelear, me sentí morir. Iban a
matarlo, y me aterré como nunca. Le dije cosas por el miedo, pero quiero creer
que no está todo perdido.
—Entra —me ordena.
—Deberías guardar la voz para el concierto.
—Lo siento, Kelsi. Lo siento por todo. Pero… sabes cómo soy. ¡Joder, esta
parte de mí estaba antes que tú! ¡Antes que lo nuestro!
—¡Te vi medio muerto! ¿Acaso es lo que quieres? ¿Acaso yo no soy una razón
para vivir? —La gente nos mira curiosa.
—Entra, por favor.
Miro a mi alrededor y entro.
Sube tras de mí.
Sus guardaespaldas ponen el coche en marcha.
Troy me mira perdido, agitado y nervioso. Tira de mí y caigo sobre sus
brazos.
—¿Eres consciente del miedo que pasé, Troy?
Apoya su frente en la mía.
—Lo sé… Joder, lo sé. Pero tenía miedo. Miedo de ir a ti y destrozarte.
—Troy, debes confiar en que soy más fuerte que tus miedos. —Acaricio su
mejilla—. Por favor, no me dejes fuera de tus problemas.
—Cuesta aceptar que he dejado de estar solo. —Parece tan perdido que me
parte por dentro.
—Estamos juntos en esto. Somos parte de una misma historia. La nuestra.
Me besa y me derrito por él, mientras nos abrazamos sin rumbo.
Solo espero que, de verdad, la próxima vez cuente conmigo, y que no haga
anda. Tengo miedo… Odio verlo pelear. No sé si un día no podré soportar este
lado suyo.
Capítulo 57
Troy
Estoy nervioso, y más porque mi madre ha hecho de las suyas. ¡Joder! Ha
mandado montar un pequeño escenario en la parte trasera de la fraternidad de
Pat, y bebida y comida para todos los asistentes.
Solo hay invitados del equipo, que no pueden grabar ni hacer fotos.
El móvil se queda en la puerta, en cajas. Hay seguridad por todas partes.
No soy tonto, para no saber que, si hace esto mi madre, es porque espera que
lo supere y así anunciar mi regreso. No soy idiota, pero lo iba a hacer, hiciera
esto o no.
Ahora estoy en el cuarto de Pat, donde me voy a cambiar para tocar.
Kelsi está abajo, con el resto del elenco de pódcast, porque lo van a
retransmitir en directo. Estos días he estado difícil, ella lo sabe, y se ha quedado
a mi lado.
Tras lo que pasó, hemos estado lo más juntos posible, porque no quiero volver
a cagarla. Ayer me dijo:
—Si tienes un día de mierda, espero que me busques a mí esta vez.
—Lo haré —le prometí, pero en el fondo estoy deseando pelear, beber,
perderme…, de la peor manera posible.
Ella es quien más me calma, pero la oscuridad que habita en mí, a veces me
amenaza con joderlo todo.
Tocan a la puerta y abro.
Veo a mi grupo, y siento que me oprimen el pecho.
—No puedes volver a tocar sin nosotros. Somos un equipo. Estamos para
ayudarte. —Miro a Rune—. Siempre para ayudar al pequeño.
Me da unas palmadas y me aparto.
Mi madre lo tenía todo preparado… Zorra. La odio.
Rune es un desgraciado. Cuando empecé en esto, me metía pastillas en la
bebida, para que se me subiera la polla y no pudiera dejar de tener sexo.
Recuerdo quedarme dormido y despertar con tías encima, mientras me decía
que estaba orgulloso de mí.
Para él, todo es un puto juego.
No tengo salida. Es con ellos o nada. Lo sé, lo veo en su cara.
La puerta se abre más y aparece Virginia, al lado de Levis, y este la besa.
Virginia me mira, como si fuera un monstruo.
No lo soy, joder, pero ella sí. La miro, por primera vez, y dejo de verla como
la mujer indefensa que me hizo creer que era. Yo soy más joven que ella. Me saca
dos años, que no es mucho, pero, antes de mí, ya llevaba años dejando la
universidad para más tarde.
No, no tengo la culpa de todo, pero verla ahora me trae recuerdos.
Recuerdos de esa noche.
Cierro la puerta.
Gritan que van a prepararse y escucho los gritos de la gente, al ver que ha
venido el grupo entero.
Me quedo paralizado en medio del cuarto. Estoy temblando, y no puedo
respirar.
Entonces, Kelsi me abraza con fuerza y la abrazo, como si la vida se me fuera
en ello. Es mi puto salvavidas en esta vida de mierda que me ha tocado vivir.
Busco su boca, desesperado. La necesito. Necesito perderme en ella, si quiero
tener fuerzas para seguir.
El beso cada vez es más urgente. Más duro.
La cojo en volandas y apoyo su culo en la mesa del escritorio.
Abro sus piernas y me cuelo dentro. Acerco mi polla a su sexo y gime. Va con
vestido en tonos pastel. Tan dulce… Tan jodidamente preciosa, que quiero
follarla con fuerza hasta desmayarnos.
—No puedo ser dulce…
—No quiero que seas quien no eres.
Muerde mi boca.
Joder…, esta mujer me pone a mil.
Toco su sexo sobre la ropa interior. Ya está mojada y lista para mí.
Escuchamos la puerta abrirse, mientras aparto su ropa interior y me bajo los
pantalones.
No le importa que nos vean. Al contrario, le pone que nos miren y a mí me la
suda.
Miramos hacia Virginia, que es quien está en el hueco de la puerta.
Espero que se marche, pero no lo hace.
Miro a Kelsi y asiente, como si supiera que le pido su permiso para seguir, a
pesar de mi ex. En el fondo, mi chica buena tiene un lado malo, que me excita
mucho.
Entro en el interior de Kelsi, sin importar que Virginia siga o no en la puerta.
Cuando la beso, solo estamos ella y yo.
Araña mis brazos, clava sus uñas, mientras me hundo con fuerza en su
apretado coño. Nuestros cuerpos se funden en uno, mientras nos movemos con
energía.
Muerde mi cuello, y gruño por sentir sus dientes en mi piel.
Tiro de su escote para liberar sus pechos, y estos rebotan, mientras me meto
más hondo.
—Más duro… Más fuerte —me suplica.
Cojo sus pezones con mi boca y los devoro, mientras mis manos agarran su
trasero, para llegar más al fondo.
Llevo mi mano a su ano y dejo mi dedo ahí, hasta que se lo meto y grita de
placer, por sentirse tan llena en tantos lugares. Entro y salgo de ella, hasta que
no puedo más.
Siento que nos vamos a romper, pero no paramos. Joder, no puedo parar.
Nos miramos y nos corremos juntos. Lleno su sexo de mi semen y saberlo
aumenta mi placer. Al acabar, apoyo mi frente en la suya y solo entonces
recuerdo que mi ex estaba en la puerta.
Miro, y ahí sigue.
Se marcha.
—Pensará que lo has hecho para darle celos.
Busco algo para limpiarnos.
—Tú sí que lo has hecho para joderla. —Sonríe y asiente.
—No me cae bien —admite.
Saco mi polla, y noto cómo eso la excita de nuevo. Sobre todo, cuando siente
el semen caer por sus muslos.
—Eres una viciosilla. —Cojo su cara entre mis manos y la beso—. Luego
más.
—¿Por qué lo has hecho tú? —me pregunta, tras arreglarse la ropa.
—Para dejar el pasado atrás. Para que viera que no soy un monstruo, pero que
ella no era la persona que entendía quién soy. —Se alza y me besa. Pongo mis
manos en su cintura—. Prometo que a mi lado no te va a pasar nada malo.
—No puedes prometer eso. Ahora sé que no se tiene control sobre eso.
—Pero yo quiero prometértelo. —Sonríe.
—No puedes, Troy. No puedes protegerme de todo. Quiero vivir, y no estar
en una burbuja. —Toma aire—. Ya tengo a mi padre, que no lo entiende, no
seas como él.
—Entonces, te prometo que estaré siempre que me necesites, de la forma que
sea.
—Vale, eso sí te lo acepto y espero gustarte siempre. Que sea a mí a quien
busques.
—Te lo prometo.
Respira aliviada y sé que está pensando en el boxeo. Tiene miedo cuando me
ve luchar.
—Voy a cambiarme, y ahora bajo. —Asiente y se marcha.
Tomo aire y busco qué ponerme antes del concierto.
No tengo escapatoria. Hago esto por mi hermana. Para que sea libre.
Pienso en Kelsi, y saber que estará ahí, me da fuerzas. Solo espero recordarlo
cada vez que me pierda.
Capítulo 58
Kelsi
Estamos hablando del concierto, para el directo del pódcast de la web. Hay
millones de personas viéndonos ahora, y entre ellos está mi padre. Me ha
mandado un mensaje.

La verdad es me gusta esto del pódcast. Me gusta hablar, comentar, decir todo
lo que sé del grupo y lo que se puede saber. Ya no duele escucharlos. Lo que me
pasó, solo fue culpa de la persona que quiso jugar conmigo, a costa de mi salud
mental.
Paramos y entra Betty, enfadada.
—En cinco minutos empieza —rumia entre dientes.
Ahora solo estamos Tulia, Pat, y yo. Oriol no podía venir. Tenía algo que
hacer con sus amigos. Lo siento cada vez más lejos, y tal vez termine por dejar el
grupo.
Estamos en una cabina transparente, enfrente del escenario. Por eso,
podemos hablar y a la vez escuchar el concierto, cuando abrimos los micros, que
hemos colocado en el escenario.
Troy ha pensado en todo.
Miro al escenario, donde el resto del grupo ya han salido a probar sus
instrumentos, pero ahora están detrás, a la espera del regreso.
Una cámara lo graba todo y luego se verá en nuestra web.
No somos conscientes de lo que esto significa para nuestro pequeño equipo de
pódcast.
Mi padre ya me ha sugerido registrar la marca.
—¿Qué ha pasado? —pregunta Pat a Betty, al ver que esta no dice nada.
—¿Veis a esa zorra de ahí? —Miramos con descaro Veo a Virginia, mirando a
todos los universitarios como si fueran la peste—. Bien, pues antes no era así,
con esos aires de grandeza. Es hija del panadero de mi pueblo y era novia de mi
hermano, pero lo dejó, porque tenía en mente ser algo más que una enfermera
de pueblo, sin llegar a nada. Ahora, al verla con esas ropas y siendo novia de
Levis, del grupo Escarlata, sé a qué se refería con lo de miras más altas.
—¿Y esto cuándo fue? —indago.
—Lo dejó hace unos ocho meses —me aclara.
Si lo dejó por ese entonces, estaba con Troy y con su hermano a la vez.
Menuda zorra.
—¿Por qué sonríes? —pregunta Tulia—. Me da miedo tu mirada.
—Al final, la vida saca siempre la verdad a la luz. No se puede escapar de
quién eres en realidad —Añado y los tres asienten.
No puedo contar que fue exnovia de Troy, pero este debe saber que ella solo
quiso de él una meta más alta, y como no lo consiguió con él, se lio con Levis.
Saco el móvil y se lo mando en un mensaje. Tal vez no lo lea antes, pero,
cuando lo haga, sabrá que ella solo lo usó y que la mala en esta historia siempre
fue Virginia.
Miro al escenario.
Nos dicen que Troy va a salir a cantar.
Lo tengo enfrente, y por eso lo veo todo.
Comentamos lo que estamos viendo. Uno del equipo de Pat anuncia al grupo
y salen entre gritos.
Troy no va con ellos. No está. Mi corazón tiembla de miedo. No soy la única
que contiene el aliento, pero estamos en directo, y tenemos que decir algo.
—A veces cuesta dar el paso que deja atrás el miedo. Todos estamos con Troy
esta noche. Es el primer paso para que el cantante nos demuestre que es tan
grande como siempre vimos. Tú puedes, Troy Harris.
La gente empieza a llamarlo, y se me ponen los pelos de punta.
Entonces, se escucha su voz a capela, desde detrás del escenario. El resto se
miran y siguen la canción.
Mi corazón late con fuerza. Es la primera vez que veo a Troy en concierto,
pero ya no es como lo imaginé. Es mejor, porque es mi Troy, y no una estrella
inalcanzable. Es el chico del que estoy perdidamente enamorada.
Troy sigue cantando y entonces aparece. La gente grita emocionada. No cabe
un alma. Hasta han tapado la piscina para que pudiera haber gente sobre ella.
Gritan y miran a Troy, pero él solo tiene ojos para mí. Como en mis sueños.
Nos miramos entre toda esta gente, y sonrío perdida en él y él en mí.
El corazón me late como un loco, mientras canta ante todos, como si en
verdad estuviéramos los dos solos, perdidos en el otro.
Nunca imaginé vivir un amor tan grande, capaz de hacerme sentir así.
Nunca pensé mirar a alguien y suspirar enamorada. Cada segundo que
pasamos juntos, estoy más enamorada de él. Ahora, mientras sus ojos verdes
azulados se clavan en los míos, siento que podemos hacer frente a cualquier cosa
que se nos ponga por delante.
Nosotros somos más fuertes que el mundo.
Acaba, y la gente aplaude emocionada.
Solo van a tocar tres canciones. Solo tres, porque es un aperitivo para lo que
está por venir.
Miro a Troy tocar su guitarra, mientras deciden que será lo próximo.
Sus dedos se mueven por las cuerdas, como antes se han movido por mi
cuerpo. Va todo de negro, lo que resalta más sus músculos y su pelo rubio.
Comentamos lo emocionante que ha sido este comienzo.
—Mi niña interior ahora mismo está gritando como una loca, con
pompones rosas y todo —digo, se ríen, y yo con ellos.
—Hombre, es que, que Troy Harris te mire así, derrite a cualquiera —añade
Tulia.
Empieza la segunda canción y la gente canta con ellos. Se saben cada palabra.
Yo también, y a final me arranco a cantar.
El pódcast está cerrado, para que se escuche la música.
Canto como siempre en mi cuarto. Subida al sofá. Me dejo llevar, y Troy me
mira y sonríe.
Nos miramos mientras cantamos juntos; yo, como el culo, y él, increíble.
Tomo aire, agitada, sin miedo a ser yo misma. Joder, sienta bien dejar el
miedo atrás.
Al acabar, Tulia me mira con una sonrisa.
—Eres fan, fan… Qué asco das —me pica.
—Aquí no ha pasado nada.
—Está grabado. —Tulia mira las cámaras—. Y lo pienso subir. «Cómo
destrozar una canción de Troy Harris en dos minutos». —Le tiro un cojín, y se
ríe, pero a continuación nos ponemos serias para comentar la canción—. Aquí,
la amiga, se ha dejado la voz cantando. Pondremos una encuesta para que
decidáis si queréis ver a Kelsi darlo todo, por su grupo favorito.
—Aviso que canto fatal.
—Y que lo jures. Me has dejado sordo —añade Pat.
La gente está como loca.
Nosotros también.
Troy coge el micro con las manos y nos mira directamente. Sonríe de medio
lado, como si supiera que, lo que viene ahora, va a ser gordo.
—Dedico esta canción a mi grupo de pódcast.
Entonces, se hace el silencio. Nadie dice nada y Troy disfruta viendo que ha
dejado a todo el mundo sin palabras, con solo su voz.
Me guiña un ojo y empieza a tocar. En solitario. Un solo de guitarra,
mientras la gente asimila su preciosa y sexi voz.
Troy nunca ha hablado en público, desde que es cantante. Hasta ahora.
Tal vez no lo haga más, pero es un gran paso. Estoy orgullosa de él.
Ojalá un día me cuente qué le hizo callar. Qué hizo que no tuviera fuerzas
para alzar su voz, si no era con la música. Esperaré.
El concierto acaba y dicen que habrá bebida y comida para todos. También se
podrán hacer fotos con el grupo en orden.
Miro el photocall, mientras comentamos lo emocionante que ha sido todo.
Hasta la voz de Troy.
Cuando aparecen para las fotos, Troy no tiene buena cara. Sobre todo,
cuando la gente se le acerca y lo soban. Veo a una tocarle el culo, como si fuera
una puta estatua que puede tocar así. No le gusta, joder. No le gusta que lo
toquen, ¿no lo ven?
—Nos tomamos un descanso —dice Tulia y coge mi mano, donde aprieto
con fuerza el micro—. Kelsi, mírame. —Lo hago.
—Lo están agrediendo.
—Solo son fotos —dice Pat y lo miro como si quisiera sacarle los ojos.
—¿Te gustaría que te tocaran como si tuvieran derecho sobre tu cuerpo? —le
pregunto nerviosa, sufriendo por Troy. Lo veo en sus ojos. Veo su dolor.
—Troy siempre es así cuando posa —indica Betty—. Esto será así siempre,
Kelsi. Es su mundo.
«Es su mundo…».
Lo miro, viendo lo que sufre y que no puedo hacer nada, porque soy su nuevo
secreto. No puedo ir y cogerle la mano.
Creí que lo peor iba a ser verlo en la distancia, pero ahora sé que lo peor es
verlo sufrir y no poder ir a luchar contra los dragones por él.
Seguimos con el programa.
No vuelvo a mirar a Troy, porque no puedo mirarlo sufrir y no hacer nada.
Eso me está matando.
Capítulo 59
Troy

Tras el concierto y las putas fotos, hemos ido a un programa de radio real.
Kelsi me mandó un mensaje y le dije que estaba deseando volver con ella.
El programa de radio no ha sido como el de mis amigos. Mi madre lo tenía
todo preparado. Incluso la fiesta de después.
A la que no puedo faltar.
La fiesta ha sido emitida en directo, y esto habrá quitado publicidad al grupo
de pódcast.
Mi madre lo sabía. Les ha dejado jugar con la exclusividad, pero solo por un
momento. Los derechos de imagen ahora son de ella y los han retransmitido en
la entrevista.
Me ha llamado para hablar.
No dije nada.
Quise dedicar esa canción a Kelsi, pero no podía y, por eso, lo hice al grupo.
Que me subiera a ese escenario, fue en gran parte gracias a ellos, que me han
tratado como uno más, y eso me hacía falta.
Virginia viene hacia mí. Nunca hablé con ella, solo nos mandábamos
mensajes. Nunca le importó que no le hablara directamente.
Ahora lo entiendo todo.
Kelsi me contó lo de su amiga, y yo todo este tiempo creyendo que era lo
peor.
—¿Sabe Levis que estabas a punto de casarte con otro tío? —Me mira
impactada de le hable—. Lo sé todo. Sé que me usabas solo para ser famoso. Pues
que te aproveche la fama con alguien que no deseas.
—¿Acaso te crees que un borracho y un desgraciado como tú vale para algo
más? Solo eres famoso… El resto de ti da asco.
—Tú sí que das asco.
—Eso es porque no te has visto las pintas tan horribles que tienes ahora.
Se marcha, sabiendo que tiene razón. Llevo bebiendo desde hace un rato, y
esto ha agitado mis nervios.
La odio, joder. La odio, porque ella fue la que me usó a mí, pero parece que
encima me merecía todo eso.
Cojo otra copa, y dudo con ella en la mano, porque, si me emborracho, no
podré volver a mi cuarto de una pieza… Pero tengo que escapar. Tengo que
soportar esta tortura.
Me la bebo, sabiendo que esto hará que la pierda. Luego, otra, y así hasta
olvidarme de todo.
He pensado en Kelsi, pero no puedo llegar a ella. No, hasta que me dejen.
Sabía que este concierto lo cambiaria todo. Ya hay fecha para el próximo. En
solo dos semanas, pero, antes, tengo que volver para entrevistas.
La he jodido, pero bien, aunque no tenía opción, porque conozco a mi
madre.
Al menos, ahora sé que puedo volver a tocar; que la ansiedad se queda a un
lado como toda mi vida. Que puedo cantar, aun temblando por dentro.
La fiesta acaba y pienso en volver con Kelsi, pero me marcho a otro lugar.
En el fondo sigo siendo ese niño asustado. Nunca he salido de ese lugar
horrible. Nunca he dejado de gritar a oscuras, hasta quedarme sin voz.
Llego a mi cuarto casi al alba.
Kelsi está en la cama, y me mira enfadada. Sobre todo, cuando me tiro al sofá
para dormir.
—¿En serio, Troy? Qué idiota soy por esperarte preocupada.
Se marcha, cerrando la puerta de un portazo.
Lo he jodido, pero no puedo con mi vida. No puedo con mi alma. Y sé que, si
no hubiera bebido hasta casi caer muerto, hubiera vuelto a ella y no hubiera
desperdiciado los últimos momentos juntos, antes de irme.

—La próxima vez que me hagas pasar por esto, te dejo —me dice Kelsi, antes
de poner ante mí un café y pastillas.
La miro. Está tan preciosa enfadada.
—No podía no beber.
—Sí, podías. Siempre hay una opción, pero no elegiste volver a mí.
—No podía…
—Sí, podías, pero tal vez yo solo estaba en tu vida para ser tu cura y tú la mía,
antes de que te fueras.
—¡¿Qué dices!?
—He escuchado la entrevista, y sé que te vas.
—¿Y dónde está el «poder» en esto?
—¿Dónde estaba cuando te emborrachaste, sabiendo que yo te estaba
esperando aquí?
—Lo siento, joder. —Me siento y voy hasta la ducha, quitándome la ropa por
el camino.
Entro desnudo bajo el chorro y Kelsi me mira desde fuera, enfadada.
—Yo estaba aquí. Para ti…, pero, al parecer, no soy suficiente. —La escucho, a
pesar del agua—. No te pido que cambies, solo que me tengas en cuenta, como si
yo te importara. Porque si solo tenemos esto…, y me alejas, no tenemos nada. No
quiero ser solo la chica que buscas para follar. Porque, si estamos lejos, quiero
saber que, si estás mal, me lo contarás. ¡Idiota! —Se marcha, dando un fuerte
portazo.
La he cagado.
Lo peor, es que la entiendo. Antes del concierto, follamos como dos locos, y
luego me perdí. Sabía que, cuando acepté esa copa, esto pasaría, pero no hice
nada.
Dejo que el agua me ayude a espabilarme.
Cuando puedo ser persona, salgo para tomarme el café que ya está frío. Tomo
las pastillas que, a pesar de todo, me ha traído, y salgo a buscarla.
—No está —me informa Argi, y espero que diga algo más, pero no lo hace.
—¿Dónde ha ido?
Sus ojos muestran sorpresa por mi pregunta.
Es mi guardaespaldas desde que nací. No es la primera vez que hablamos.
Siempre ha estado ahí, pero un día dejé de hablar con él. Con todos.
Vamos hasta el coche, y hay mucha gente.
El concierto ha atraído a personas de otras localidades.
Llegar al coche cuesta y se nos suman otro vehículo de seguridad. Aun así, la
gente me tira de la camiseta, del pelo, me tocan… Pero esto es lo normal. Tal vez
no debería sentirme tan mal por ello.
Cuando llego al coche, estoy agitado, nervioso y sintiendo la ansiedad crecer
en mí.
Siempre han dicho que soy un capullo sin corazón, y tal vez lo sea, pero no sé
cómo expresarme, cuando me estoy ahogando, cuando me están acorralando.
Llegamos a donde hacen el pódcast y hay mucha gente fuera. Una vez más,
me tiran de la ropa y me tocan en sitios donde no deberían.
—¡Le he tocado el culo! —grita una, como si hubiera conseguido algo
grande. Como si no importara que me haya tocado contra mi voluntad.
Entro dentro y busco a Kelsi con la mirada.
La veo, saliendo de la sala de reuniones. Me fulmina con la mirada.
—Querías que te buscara cuando estuviera mal. Pues bien, estoy temblando.
Joder…, estoy agitado, nervioso y odio ser un puto objeto para toda esa gente.
¿Así mejor? ¿Así sientes que eres lo mejor de este puto mundo para mí?
—Hasta que la vuelvas a cagar —indica Tulia, que no se corta.
—Sí, la volveré a cagar, pero quiero creer que lo nuestro es más fuerte. —
Kelsi me mira, sin decir nada—. Necesito creer en un nosotros eterno.
—Depende de ti, Troy —comenta Kelsi—. Tienes otra oportunidad. Si la
jodes, lo entenderé como una señal del destino, de que es mejor seguir nuestras
vidas por separado, por mucho que me importes. Tu mundo ya nos va a separar
demasiado. ¿Sabes las veces que te llamé anoche desde que acabó la fiesta? —
Treinta y seis. Lo vi de camino—. ¿Fuiste allí?
Tengo borroso lo que pasó, pero sí, entré a luchar y esquivé la muerte por
poco.
El dolor en sus ojos me destroza.
—Te vas a acabar matando —me suelta—, y no sé si puedo estar al lado de
alguien que valora tan poco la vida. Al lado de alguien que me dejará sola,
llorando su muerte. Una última oportunidad, Troy. Toda esa mierda o yo, y que
conste que no lo hago para cambiarte. Lo hago para salvarte. Lo hago para que
vivas. Para poder tener un futuro juntos.
Lo sé, joder. Lo sé. Si sigo peleando, y más estando borracho, un día moriré.
Voy hasta ella y la abrazo.
Se queda rígida, hasta que me abraza y llora. Tuvo miedo de lo que podía
pasarme.
—Te elijo a ti, Kelsi. Siempre.
—Que se note, Troy.
Asiento, enredando mis manos en su pelo.
Ojalá no la cague.
Joder, ojalá no lo estropee todo…
Tengo miedo de mí mismo, porque esto solo se romperá si yo la cago.
Capítulo 60
Kelsi
Troy se queda con Betty, Tulia y conmigo para ayudarnos con el montaje de los
vídeos.
Está nervioso. Se nota que lo de ayer le ha afectado.
Miro su ceja rota.
Ayer estaba muerta de preocupación y dudé de si ir a ese lugar o no, porque lo
llamé sin respuesta. No estaba bien para luchar, y quería que me hubiera buscado
a mí; que se hubiera perdido en mí.
Cuando lo vi aparecer, con la ropa sucia y la ceja partida, vi su muerte.
Joder, vi que, si seguía por ese camino, acabaría muerto.
La idea me destrozó, me aterró y no sé si puedo seguir así.
Entendí un poco a mi padre. No sabía cómo estar para Troy, mientras se
pierde.
Cuando apareció para buscarme estaba temblando. Vi la ansiedad en sus ojos.
Seguramente, por toda esa gente agolpada en la puerta. Quiero creer que no lo
estropeará. Que no volverá a luchar a costa de su vida. Que se querrá más a sí
mismo, como para no perder la vida en un antro así.
Ahora estoy mirando mi vídeo, cantando, para subirlo.
Troy me abraza por detrás y me da un beso en el cuello.
—Mi novia canta fatal —dice, mordiendo mi oreja—. Menos mal que me
tienes a mí.
—Mientras no la cagues —le suelto y me besa en el cuello—. No valen
distracciones sexuales, que sigo enfadada.
—Lo sé, pero no quiero estar lejos de ti, cuando no tengo que fingir que me
importas más que a nada.
Me derrito de amor por él.
Subo el vídeo y la gente lo ve y comenta. Todos coinciden en que canto fatal,
pero no me da miedo lo que opinen, porque he empezado a valorar más las
palabras de la gente que quiero de verdad.
Llega un mensaje a mi móvil, lo abro con Troy detrás, sabiendo que lo está
viendo.
Es un email que no conozco, y tiene un archivo.
Dudo, Troy lo abre por mí y le da a la foto.
En él, salgo con Troy, follando desnuda, en el cuarto de Pat.
Se me cae el móvil y Troy lo coge.
Se marcha para hablar con su detective.
Tulia y Betty se me acercan. Sé que lo han visto.
—No me ha dolido la foto, es el saber que hay alguien cerca, que me está
vigilando. —Asienten—. Pero ¿quién?
—No lo sé, pero, por favor, no dudes de nosotras.
—Ni de Pat —añade Betty—. Voy a preparar algo de manzanilla.
Escuchamos a Troy hablar por teléfono enfadado y cabreado. Parece ser, que
ya no puede dejar de hablar; que al fin ha encontrado razones para hacerse
escuchar.
Ojalá nada más silencie su voz.
Voy hasta él y me abraza.
—Encuentra a ese cabrón y dime su nombre. No hay suficiente tierra para
correr. —Cuelga y lo miro. Está fuera de sí.
—No puedes matarlo.
—No lo voy a matar, pero sí le daré una paliza. —Lo miro aterrada—. No
me pidas que no lo haga. Ese cabrón me ha metido en esto, y va a saber lo que es
bueno. Luego, que la policía lo juzgue, pero antes… Antes me tomaré la justicia
por mi mano.
—Tienes que dejar que ellos hagan su trabajo…
—¡¿Cómo lo hicieron conmigo hace años?! —Troy me mira, pero no me ve.
Está lejos de aquí—. Déjame solo.
—Claro, cómo no.
Empiezo a irme, pero tira de mí, y me abraza con fuerza por detrás.
—Lo siento, sigo aquí. Contigo. Pero estoy hecho una mierda —me
confiesa.
Sonrío, a pesar de todo.
—Yo tengo miedo de no saber en quién puedo confiar. Puede ser cualquiera
el infiltrado.
Miro a mis amigas y dudo de ellas, y hacerlo me mata, porque estoy cansada
de tener miedo y de no confiar en la gente.
—Ayer fuimos muy descuidados…, pero no pasará más.
—Lo de ayer fue real, Troy, pero esa persona es capaz de inventar la realidad.
Por suerte, ayer nadie pudo meter el móvil en la fiesta y no hay fotos reales de
esto. Pero, si publica la que me ha enviado, la gente dudará de mí de nuevo.
Troy me abraza y no me deja sola.
Betty y Tulia tampoco.
Pedimos pizzas y cenamos todos juntos.
Pat se acerca cuando llegan las pizzas. Quiero creer en ellos, son mis amigos.
No quiero perderlos por mi miedo.
Al acostarnos, abrazo a Troy. Le ha llegado un mensaje.
—¿Qué decía?
—Me marcho en una semana. —Lo abrazo con fuerza y trato de contener las
lágrimas, pero no puedo. Lloro en sus brazos, mientras me acaricia y me da
muestras de cariño.
Las caricias ya no están en pausa…, porque él me calma.
—Hablé con Virginia —me cuenta—. La primera vez en persona. —Lo
miro sorprendida—. No me salía hablar con ella. Tal vez, debí verlo como una
señal. Con ella creí que podía tener un hogar, porque nunca he tenido uno. Mi
casa siempre ha sido fría. Mi abuelo era un despreciable y mi padre… Bueno, no
quiero hablar de él. —Noto dolor en su voz—. Y mi madre, ya sabes lo zorra
que es. Ella quería fama y yo algo que se pareciera a lo que nunca tuve. Es triste,
pero nos usamos el uno al otro.
—Eso parece —digo.
—Ya no duele. Lo suyo no duele, pero ayer me afectó, lo suficiente para no
poder dejar de beber. No sé cómo escapar de la ansiedad cuando me asfixia.
—Tienes que pedir ayuda…
—Estoy bien.
—No, no lo estás, Troy. Tienes mucha mierda dentro de ti, que debes
afrontar o, un día, todo te estallará en la cara.
No dice nada, y solo me acaricia. Temo que, cuando todo estalle y entienda lo
que le pasa, no sepa sobrellevarlo y no me busque.
Temo que eso le haga perderse tanto que acabe muerto…
Tengo miedo.
Lo abrazo con fuerza.
No quiero perderlo.
Capítulo 61
Kelsi
Troy ha estado muy ocupado esta última semana. Esperaba disfrutar de cada
segundo, pero todo parece confabularse contra lo nuestro, y, cuando se vaya,
deberé creer que somos más fuertes. Que un día podremos decir que estamos
juntos, sin que su hermana sufra.
Le llegó una foto de Alana, estando conmigo, y comprobé que son iguales. Se
parecen mucho.
La niña lo llamó y le dijo que lo extrañaba.
Sé que es eso. Troy lo es todo para ella, como lo es para mí.
Troy me confesó el miedo que tiene a que su hermana un día no entienda que
todo lo hace por amor.
Cuando borró las fotos, me dolió en el alma, y tampoco tiene fotos nuestras.
Aunque yo sí, para cuando no esté.
Ahora está en una sesión de fotos, mientras voy a ver un entrenamiento de
Pat con Betty. La gente me mira y desconf ío de ellos. No sabemos quién ha
contado lo que pasó con mi exnovio, y no sabemos quién puede estar ligado a él.
Bob tiene más poder del que esperaba, para no dejar pistas.
Aunque los detectives no tienen claro que sea él y están buscando a cualquier
persona. Yo prefiero creer que es Bob, porque nadie más tiene nada contra mí.
La semana que viene tengo fiesta en la universidad e iré a ver a mi padre. No
sé si estoy lista para volver a mi casa, a mi barrio, pero sí me siento más fuerte.
—Mira que está guapo —indica Betty cuando Pat sale y nos saluda.
—No está mal. —Le digo y me da un codazo—. ¿Por qué no aceptas que
quiera contar a todos que eres su chica?
Se sube las gafas.
—¿Nos has visto juntos? Yo no soy para él…, y cuando todos lo sepan, lo dirán.
No sé si podré soportar que comenten lo que yo sé.
—Pat solo es un chico, que está muy bueno, pero solo es un hombre más. Que
sufre como todos.
—¿Piensas eso con Troy? Va a estar rodeado de chicas guapas… ¿No tienes
miedo?
—Si alguien se cruza en su camino y eclipsa lo que hay entre los dos, es que
nunca hubo un nosotros eterno.
—Eso es cierto.
—Y eres preciosa, superlista y una gran amiga. ¿Acaso no puedes dejar de verte
con tan mala cara? No te hace bien, y te lo dice alguien que ha tratado de
destruirse, por lo que decían otros.
—Es que menudos cabrones.
—Si yo pudiera, estaría en cada momento de la vida de Troy, pero no puedo.
—De momento —indica, y miramos a Pat hablar con las animadoras—.
Podría estar con cualquiera de ellas…
—Pero te ama a ti. No sabes cuánto tiempo tenéis juntos, por lo que
disfrútalo.
—Cierto —afirma y cuando Pat sube a hablar con nosotras, se acerca y le
planta un beso.
—¿Y eso? —pregunta, poniendo sus manos en la cintura de mi amiga.
—Estoy aterrada, pero lo superaremos, ¿verdad?
—Verdad, pero ahora a grabarme con el móvil, que quiero subir vídeos a mi
perfil. —Me mira directamente.
—Lo haré, pero pienso cobrarte por el montaje —lo pico.
Betty se sienta a mi lado, y, aunque está temblando, sonríe feliz. Somos más
fuertes de lo que creemos.
Nos hago una foto juntas y la subo al perfil y pongo:
Con amigas de verdad. De esas que lloran en los malos momentos a tu lado.
—Por supuesto —añade Betty al leerlo.
La abrazo y miramos el partido, mientras hacemos vídeos a su chico.
Miro el móvil esperando un mensaje de Troy. Se va en dos días, y duele saber
que se marchará.
Tomo aire. Todo irá bien.
En cuanto lo pienso, tengo un mal presentimiento.
Capítulo 62
Troy
Hago una sesión de fotos para una revista.
Mi madre lo ha acordado todo.
La fotógrafa me ha pedido fotos con poca ropa, y no es la primera vez que
poso mostrando mi ropa interior.
Pero nunca me gusta. Me hace sentir desnudo. Si quiero cantar, ¿por qué
tengo que posar medio en pelotas?
Porque así va esta industria, me dijo un día mi madre.
A veces creo que esta mujer no tiene corazón.
La fotógrafa se me insinúa una vez más, antes de irme a cambiar, pero no le
hago caso. No digo nada. No quiero nada con ella.
Solo quiero acabar con esto y estar con Kelsi.
Me estoy poniendo la camiseta, cuando siento su mano en mis pelotas.
La aparto, enfurecido, sujetándola de la muñeca.
—Me haces daño —me dice, pero la aprieto todavía más—. Te puedo
denunciar por esto.
—¿Por tocarme los huevos sin mi permiso? Lo mismo te denuncio yo a ti —
le digo y sonríe.
—Lo estabas deseando. No sería la primera vez que te pasa esto.
No, no es la primera vez.
La primera fue cuando solo tenía catorce años. Una mujer se me insinuó y me
tocó, mientras me cambiaba.
Mis compañeros de grupo me dijeron que era lo normal, y que disfrutase.
Nunca he disfrutado. Siempre me siento mal…
La miro, como si la quisiera matar. Joder, odio que me toquen, y más así.
He normalizado algo que, por dentro, me mata, porque todos lo ven como
algo inocente.
—Te ha gustado. No te hagas el estrecho. Sé que follas con las fotógrafas, al
acabar. —Me mira sugerente—. Te gusta duro… —La aprieto más fuerte y gime
de placer.
Me aparto, asqueado, y salgo de este lugar, agitado y nervioso.
Esto me ha pasado muchas veces. Tantas, que al final me dejé llevar. Follaba
con ellas, para ver si se iba ese dolor de sentirme intimidado, pero no, el dolor
era mayor. Nunca se iba, se hacía más profundo, hasta Kelsi, el sexo fue siempre
una mierda, al acabar. Hasta con Virginia.
Pienso en llamar a Kelsi, pero tengo la mente nublada.
No puedo calmarme, y abrazarla no me calmará.
¡Joder!
Estoy agitado, por lo que ha pasado y siento que no debería darle tanta
importancia.
Pienso en ir a por ella, pero acabo por ir al club a pelear.
Kelsi ya tiene suficiente con su mierda, para tener que cargar con la mía. No
estoy aquí para que lama mis heridas, pero yo pienso lamer cada una de las suyas.
Siento que la estoy cagando, pero por dentro estoy demasiado roto para
darme cuenta del paso que estoy dando.
Solo una pelea, solo una…, y la buscaré. Más calmado.
En el fondo, sé que no la elijo, porque tengo miedo de hacerle daño, en el
estado en el que estoy. Tengo miedo de lastimarla, mientras me tranquilizo.
Voy a mi lugar de perdición y bebo para calmarme.
No lo logro.
Me informan de que habrá una pelea. Pienso en Kelsi, y en su miedo. En lo
que pasó la última vez.
Miro mis manos, tiemblo, porque tengo sed de sangre. No puedo tocarla en
este estado.
No puedo.
Acepto y me apunto a luchar, aun sabiendo que tal vez la pierda o no salga de
esta. ¿Y si acabo muerto? Tal vez, la vida esté mejor sin un mierda como yo, y ella
también.
Ahora mismo me siento morir por dentro, y necesito golpear cosas. Dejar
salir toda la ira, toda mi oscuridad, que me carcome por dentro.
Entro al ring y dan la señal.
Sé que no puedo con esto, con el primer golpe. Mi vista se nubla.
Lucho, pero no consigo hacerme con el combate. Entonces, me golpean en la
cabeza y todo se torna negro.
Caigo desplomado, como si ya no tuviera vida.
Pienso en Kelsi, en su risa, en sus besos, en sus caricias…
Pienso en ella, mientras temo no haber podido llegar a su lado, cuando me
estaba muriendo.
Tenía una razón para vivir.
Mientras la oscuridad se ciega conmigo, veo a un niño entre las sombras
asustado y solo. Nos miramos a los ojos. Ese niño soy yo… Sigo en ese lugar,
aterrado, temiendo la muerte.

—¿Se va a poner bien? —pregunta Kelsi agitada.


—Le han dado un fuerte golpe en la cabeza. Todo depende de cómo pase esta
noche.
Kelsi rompe a llorar.
Quiero llegar a ella, estirar la mano, decirle que estoy bien, y que no es la
primera vez que he acabado en el hospital. Ella lo sabe. Sabe que saldré de esta…
Quiero prometerle que nunca más volveré a jugar con la muerte de esta
manera.
Siento que me arde el cuerpo, que mi alma llora, y que el corazón late con
fuerza para que lo escuche.
Su mano coge la mía y siento que estoy en paz. Sus dedos se entrelazan con los
míos. No puedo hacer lo mismo, pero siento su mano sobre la mía.
Esté donde esté, me aferro a ella. Tengo que volver… ¡Joder!

—Papá… ¿Papá? Por favor, papá. Me he cansado de jugar al escondite… Me he


cansado de este juego. Tengo miedo… ¡Papá!
Me remuevo inquieto en sueños, recordando años de mi vida que no quiero
revivir. Quiero salir de este puto recuerdo, pero no puedo.
Grito, mis manos son pequeñas.
No, no quiero volver a ser ese niño…
De golpe, mucha gente corriendo. Me golpean, me pisan, grito…
¡¡No, por favor! No quiero volver a ese lugar.
—Troy, vuelve a mí, por favor…
Esa voz…
Entre toda la gente, la siento, la veo.
Coge mi mano. La sujeto.
Llora. No llores, estoy contigo…

—Solo es un juego. Espera aquí, y yo ya vendré a por ti. Y de esto nada a


mamá. Es nuestro secreto.
Veo a mi padre alejarse con una mujer, y de nuevo estoy metido en mis
recuerdos, en los que me asfixian.
Me quedo en el bosque. Solo, aterrado.
No me muevo. Estoy temblando.
La oscuridad llega antes que mi padre.
Grito de puro terror. Lo hago, hasta quedarme sin voz. Tengo miedo de que
me mate cualquier animal del bosque.
Nadie escucha mi voz… Me desmayo.
—Se ha lastimado las cuerdas vocales. ¿Qué ha hecho? —Mi madre me mira,
ya en mi casa.
—No lo sé. Se puso a gritar, hecho un loco. Este niño es un monstruo —dice
mi padre a mi madre—. Debes creerme, este niño no me soporta. Me odia. Son
cosas de niños…
—Te creo. Todo está bien. Este niño…, no deja de meterse en problemas.

De nuevo, estoy solo, aterrado, y, al llegar a casa, se lo cuento todo a mi


madre.
No he gritado ni una sola vez para no quedarme sin voz.
Mi padre grita que es mentira.
Lo creen a él. Mi madre lo cree a él, mientras lloro y suplico que me crea, que
no me deje más con él.
Mientras suplico hasta quedarme sin voz.
Nadie me cree. Estoy solo. Más solo de lo que estaba en ese bosque oscuro.

Otra vez, solo con mi padre, que me deja en el centro comercial. Sin importar
que soy un Harris, sin importar que si alguien me descubre, pueden
secuestrarme.
Lo veo irse, con una joven.
Abro la boca para gritar, pero ya no hablo. Nadie quiere escucharme.
Entonces, empiezo a crear música en mi mente. Toco con los dedos mi
pierna, y la música me calma.
Cantar da voz a mis miedos. La música me acompaña en las noches oscuras…,
y entonces, hay un aviso de bomba en el centro comercial y la gente corre de un
lado a otro.
Corro con ellos. Me golpean, me empujan…, y acabo aplastado. Con la pierna
rota. Nadie me ve…
La gente solo corre, para salvarse a sí misma.
Ese día dejé de creer en el ser humano.

—Mi hijo es el mejor —dice mi padre, delante de los invitados.


Una caricia, un apretón… A asco, siento asco. No me toques.
Lo miro, y me mira de una forma que me pone los pelos de punta.
—Lástima que no quiera hablar. Hemos pagado a los mejores psicólogos,
pero nada. No habla.
Otra caricia… Asco, miedo…
Entonces, veo el piano y me levanto hacia él.
Toco, como en mi cuarto, pero esta vez con gente. Y canto, porque quiero
expresar mi dolor.
—Este niño ha nacido para ser una estrella —dice una mujer, y, al acabar, lo
miré asqueado—. Tú eres una buena agente. —Mira a mi madre y esta mira a
mi padre.
Este asiente.
—Sí. Lo sé. Tendré que apuntarlo a clases de canto. Ya no podrá salir tanto
con su padre. Qué lástima, ¿verdad, querido?
Mi padre la miró y asintió.
—Sí, una lástima.
Sentí que mi madre lo sabía.
Sabía que me usaba como tapadera, para verse con sus amigas, y no hacía
nada. Desde ese entonces, la odié, mientras la música me salvaba.

La imagen cambia.
Tengo sexo con unas y con otras.
Vomito, al acabar.
Siento que algo no está bien. He tomado drogas… Estoy perdido.
No entiendo este mundo.
—Eres un hombre —me dice Rune y me mete en un cuarto lleno de sexo,
drogas y alcohol.
Sin darme cuenta, la vida pasa rápido.
De nuevo, miro a ese niño, perdido, abandonado, mientras mi padre tenía
sexo con mujeres. Nos miramos a los ojos. Sigo ahí, asustado y aterrado.
Entonces, siento una mano, que no deja de sujetarme.
—Troy, por favor. Vuelve a mí. —Su voz me calma.
Dejo de estar solo. Dejo de tener miedo, y en el bosque sale el sol.
Entonces, la veo a Kelsi, y corro hacia ella.
No hay dolor, cuando la tengo cerca. No estoy perdido, ni solo, ni aterrado.
Solo me asusta perderla.
Sujeto su mano, mientras mi cuerpo no es del todo mío.
Se ríe y llora con fuerza, al ver que sigo aquí. En esta vida. Con ella.

Despierto, desorientado.
Busco algo, lo más importante que la vida…
La veo. A Kelsi, leyendo cerca de mi cama.
Alza la cabeza y, al verme despierto, los ojos se le llenan de lágrimas.
—Te odio por hacerme esto —dice y las lágrimas se derraman por sus
mejillas.
—Lo sé —indico con la voz rota.
Nos miramos a los ojos, y no puedo hablar mucho.
Voy a decir algo, pero algo no va bien.
Noto pesado el corazón, me duele… Me duele mucho.
Los pitidos me hacen temblar y de nuevo el miedo en los ojos de Kelsi. ¿Qué
estoy haciendo?
—Lo perdemos.
—¡Troy! No me abandones. ¡Lo prometiste! Prometiste que a tu lado nada me
haría sufrir…
De nuevo, soy ese niño que corre entre la gente, asustado.
No puedo llegar a ella. No puedo coger su mano. No puedo hablar… No puedo
gritar que la amo.
No puedo aferrarme a la vida.
¿Qué he hecho? Por primera vez en mi vida, tenía algo bueno y lo he jodido
todo.
Capítulo 63
Kelsi
No puedo verlo así.
No puedo.
Me mata verlo entre la vida y la muerte.
No sé cómo respirar sin que duela.
Volvió a elegir eso a mí. Volvió a alejarse de mí.
Sé que debo dejarlo, pero lo haré cuando esté bien. Cuando no corra peligro.
Aunque lo deje, para enterarme de su muerte más tarde.
El doctor lo ha dejado claro: si sigue así, acabará muerto.
Su madre está cerca. No ha comentado nada de que esté aquí, y eso me ha
sorprendido. Pero aquí estoy, aferrada a la mano de Troy, mientras sé que
nuestro final está cerca.
Lo miro y lo llamo. Lo hago, sin descanso.
Le he escuchado en sueños gritar que está solo. Que está perdido. Lo he
escuchado agitarse. No he dejado de llamarlo, para ver si mi voz le da paz.
Se remueve inquieto. Lo miro y veo cómo abre los ojos.
Cuando me ve, se relaja.
—No te has ido —dice con un hilo de voz.
—Solo hasta que sepa que no te vas a morir…
—Kelsi…
—Te lo advertí, Troy, y llevo más de cuarenta y ocho horas llorando por ti.
¿Es esa la vida que me merezco?
—No —afirma sincero, con todo el dolor de su corazón—. Eres mi luz. Si
me dejas…, me pierdo.
—Elegiste, Troy, y no me elegiste a mí. Voy a llamar al doctor.
Me levanto y nuestras manos se separan. Duele mucho, porque, si no corre
peligro, me iré de su lado. Cada uno seguirá con su vida, como si esta locura
nunca hubiera existido.
Salgo y rompo a llorar, hasta que veo a su madre.
—Se ha despertado —le informo.
—Yo me encargo de todo —me dice fría, y sé que mi tiempo aquí ha
terminado.
Tomo aire y me marcho hasta la puerta.
Cuando salgo, estoy temblando. Agitada y nerviosa. Por eso, cuando el
guardaespaldas de Troy me lleva hasta su coche, no me quejo. No puedo
moverme.
—Troy tiene mucha suerte de tenerla en su vida.
Estos días, me ha traído comida, y sé que se llama Argi.
—Eligió y no fui su elección. No puedo estar a su lado, para ver cómo se
destruye, porque no es capaz de ver lo bueno que podemos tener juntos. Dile,
que lo nuestro se acabó.
—Deberían seguir. Merece la pena.
—No puedo. No sé cómo hacerlo, si no me deja estar ahí.
—No sabe dejar a nadie estar ahí, porque, cuando necesitó a alguien, nadie
estuvo para él. —Aprieta los puños al volante—. Váyase con su padre, como
tenía previsto. Dele un tiempo. Él volverá a usted. Escúchelo, Kelsi. Troy no es
consciente de lo mucho que necesita ayuda, pero si usted se lo dice… Tal vez,
podamos salvarlo. —Se nota que Troy le importa de verdad.
No me extraña que sepa lo de mi padre.
Este hombre lo sabe todo. Siempre han estado ahí.
Me deja en mi residencia y me despido de él.
Pienso en sus palabras, pero ahora mismo estoy muy cansada, como para
tomar una decisión. Aunque es cierto que lo mejor que puedo hacer, es ir con mi
padre, como estaba previsto.
Lo peor, es que no sé si estoy fuerte para enfrentarme a mis propios demonios.

Mis ojos duelen de tanto llorar, mientras preparaba la maleta.


No quiero dejar a Troy, pero tampoco quiero pasar más por esto. Se me paró el
corazón, cuando lo vi de nuevo herido en la cama.
—Si no pasa esta noche… —me dijo el médico.
No hizo falta que añadiera nada más. Nunca en toda mi vida he sentido tanto
miedo por nada.
Lloré a su lado, mientras lo llamaba para que volviera a mí.
Dejarlo ahora, es como si me rindiera, pero no puedo obligarle a quedarse en
mi mundo, y, si se muere, dejaremos de estar juntos en esta vida.
Subo al avión y me muevo entre la gente, hasta la ventanilla.
Busco mis cascos y me evado del mundo. No, porque me duela estar rodeada
de gente, sino porque ahora mismo no sé cómo vivir con el dolor que llevo
anclado en el pecho.
Troy me ha llamado, y por eso he apagado el móvil.
Mi padre no sabe que regreso. Estaba planeado irme en unos días, y espero que
no le importe que haya cambiado el billete, para que vaya un poco antes.
Al llegar al aeropuerto, estoy cansada. Muy cansada.
Escucho la música del grupo Escarlata, de camino a por un taxi. Miro una de
las teles, donde hablan del regreso del grupo. Troy sale cantando en el jardín de
la fraternidad de Pat. Se me acelera el corazón. Sale mirándome, pero nadie sabe
que es a mí a quien observa, que cantamos juntos, aunque solo uno tiene buena
voz.
«¿Cómo ha podido estropearse todo en tan poco tiempo? Creí que nuestra
historia sería de esas que luchan contra todo, hasta con sus propios demonios
internos».
Aparto la mirada y busco un taxi.
Cojo uno y me lleva de vuelta a mi barrio.
Lo miro cuando llego y de golpe me parece más pequeño, menos
intimidatorio. El mundo es mucho más grande, cuando sales de tu burbuja.
Pago el taxi, cuando me deja en casa de mi padre, y recojo mi maleta.
La saco y miro mi hogar, de dos plantas.
Mi padre no está en casa.
Escucho que un coche frena cerca.
Miro y veo a mi exnovio.
No, no puede ser. No estoy preparada para verlo.
Sale del coche y viene hacia mí.
Lo observo y me pregunto cómo un día creí que estaba enamorada de él.
Nunca me atrajo sexualmente, pero pensaba que era porque había algo mal en
mí, por desear tener algo más que cariño.
Pero no es así, porque por Troy ardo. Por Troy me fundo de pasión, antes
siquiera de que me toque. Por Troy tiemblo, con solo una mirada, y, cuando
estamos juntos, es como si todo estuviera bien.
Siento paz a su lado.
Por Bob solo sentí…, que a su lado sería una chica buena, ejerciendo de niña
buena. Era perfecto para la imagen que tenían todos de mí.
—Hola, no sabía que habías vuelto.
—¿Tu informador no te cuenta todo?
—No sé de qué hablas… ¿Aún sigues con eso de que yo soy el que te mandó
todas esas fotos? —No se me pasa desapercibido que habla en pasado—. ¿Cuántas
veces te tengo que decir que yo no fui?
—¡Es que no hay otro que me desea tanto mal!
—¿Que yo te deseaba mal? ¡Tú eres la zorra que se corría pensando en otro!Lo
miro y le doy un puñetazo. De pronto, chorrea sangre por la nariz.
Me duele la mano.
—¿Acaso estás loca?
—¡No soy una zorra por desear a un hombre! No soy una zorra, por tener
deseos sexuales, y puedes seguir mandándome esas horribles fotos, porque nunca
volveré a ser tuya.
No sé quién de los dos se sorprende más de todo esto, porque, con todo lo que
pasó, nunca me enfrenté a él de esta forma.
No lloro y no me acobardo. Solo lo miro, mientras trata de controlar la
hemorragia.
—Estás loca. De menuda me he librado.
—Lo mismo pienso.
Lo veo irse y siento que me libero.
Un día lo pillaré y, entonces, pagará por todo lo que me hizo.
Aunque me confunda, sé que es el culpable. No puede ser otra persona, porque
a él lo tengo superado, y no me da miedo.
Si fuera otra persona, tengo miedo de no poder superarlo. De no entender por
qué, otra persona, en esta ciudad, querría mi mal. Nunca hice nada malo a
nadie. No puede ser otro.
Escucho el coche de mi padre.
Al verme, sale tras aparcar. Llega a mi lado y me abraza con fuerza.
—Sea lo que sea, lo que te ha hecho llorar de nuevo, lo superaremos juntos.
—¿Y yo qué? —Dice Vanesa mientras nos abraza a los dos—. Lo superaremos
todos.
Los miro y me siento en casa, en este lugar de donde me fui, porque me
creaba tanto dolor.
Ellos son mi hogar, mi casa. Donde estén, es lo de menos. Aun así, no puedo
contarles todo lo que me tiene así. Siento que, de hacerlo, traicionaría a Troy.
Entro en mi casa, y tomo aire, porque, aunque estoy con ellos, la pérdida de
Troy me desgarra por dentro.
Capítulo 64
Kelsi
Salgo a pasear sola.
Mi padre no quería irse a trabajar, pero insistí en que me encontraba bien.
Vanesa ya no oculta que están juntos, y además vive en casa. Se lo llevó con
ella y me dijo que la llamara, si necesitaba algo.
No lo haré, porque no quiero ser una carga.
Meto las manos en el abrigo.
Han pasado dos días, desde que me fui. No paro de dar vueltas a si Troy estará
bien o no. Quiero creer que, de pasarle algo, lo dirían.
Estos días, alejada de todo, me he dado cuenta de que hay algo más grande
que nosotros, por lo que Troy necesita hacerse ese daño. Es como si tuviera
miedo a no controlarse, estando conmigo, cuando la ira lo domina.
Llego a mi instituto.
Hay algunos chicos que conozco, pero otros no saben quién soy.
Pasan por mi lado sin mirarme.
Hace un año viví una pesadilla, cuando trataba de convencer a todos, que esa
chica de las fotos no era yo, que yo no era así… Ahora, ya no tengo tan claro que
yo no sea así. Grité que era diferente, cuando en realidad eso no era lo
importante. Lo importante es que nadie debió usar eso para hacerme daño.
Entro al instituto.
Voy hasta mi taquilla, donde la palabra zorra la han borrado, pero sigue ahí,
de alguna forma.
Yo puedo verla, cuando paso los dedos por la zona donde la pusieron, pero
ahora no duele.
Al girarme, veo a algunas chicas, del curso inferior, que me miran.
—Mira quién es —dice una de ellas.
Sus miradas son de asco; como si ellas fueran mejores que yo.
Paso por su lado, con la cabeza alta, y cuchichean.
—Es una guarra —suelta una de ellas.
Me giro y la miro.
—Lo soy, y no me importa —le suelto y, por su cara, no esperaban que sus
palabras no me hicieran daño—. A mi novio le encanta. Deberíais probarlo. Lo
de follar más, y joder menos. —Agrandan los ojos.
He dicho follar y no he sentido que deba pedir perdón. Ya no.
Cuando se dice algo malo, quieres hacer daño a la otra persona, porque te
hace sentir superior. Te hace sentir que tienes poder sobre alguien, aunque sea
por algo tan cruel, pero yo hoy no les he dado ese poder.
Hoy he sido más fuerte.
Salgo de instituto, como si, en vez de unos meses, hubiera pasado una vida.—
Kelsi… —Me giro y veo al alcalde. Se acerca con su amable sonrisa y me da un
abrazo. No me gusta que me abrace, pero el hombre no tiene la culpa de cómo
es su hijo. Sus manos se posan en mi espalda y me acerca a él. Lo aparto, porque
he tenido suficiente. Por suerte, no comenta nada. Siempre fue un buen hombre
—. ¿Qué haces por aquí?
—Estoy de vuelta, señor —le digo y asiente.
—Me alegra tenerte por aquí, aunque lo hayas dejado con mi chico, tal vez
un día puedas venir a casa a tomar el té. Mi mujer y yo te echamos de menos.
—Tal vez —indico y, tras darme un apretón en la mano, se aleja.
No me gusta que me toque.
Lo miro y me recuerda demasiado a mi exnovio. Son iguales.
Lo peor de volver, es un exnovio al que ojalá nunca hubiera tenido la
desgracia de conocer.
Regreso andando a casa y, al pasar por una tienda, que venden teles, está la
imagen de Troy, cantando en casa de Pat.
No paran de emitir ese momento, porque no tienen nada más.
No saben de su pelea, de que está en el hospital… No saben nada.
Como nunca han sabido nada de lo que le ha pasado, solo pinceladas de una
vida.
Lo veo de nuevo mirar hacia donde yo estoy, y esa media sonrisa que solo era
para mí. Otra vez, me duele el corazón, porque no quiero vivir sin él. No sé
cómo hacer para que proteja su vida.
Tengo miedo de que yo sienta mucho más por él, de lo que él siente por mí.
Ando a casa, decidida a llamarlo, porque tengo que saber que está bien, y que
no corre peligro. La incertidumbre de no saber si está bien, me está matando.
Mi padre y Vanesa ya han debido volver del trabajo, y estarán preparando la
comida.
Llego hasta mi calle, perdida en mis propios pensamientos, con la música
puesta, y la mente en otro lugar, muy lejos de aquí.
Abro la puerta de casa. Esta vez, sí llevo llaves, y Vanesa me mira con una
sonrisilla, que no le he visto en la vida.
—Kelsi… —me dice, mientras me quito los zapatos, para ponerme las
zapatillas de estar por casa—, ¿no se te olvidó contarnos un pequeño detalle de
tu estancia en la universidad?
—¿Como qué? —La miro sin saber qué quiere decirme. Está muy rara,
colorada y como tontita.
—El detalle de que Troy Harris es tu novio. Ese detalle.
Noto que se aceleran mis latidos.
—¿Cómo lo sabes?
—Troy está aquí. —La miro y señala el salón—. Acaba de venir.
Me giro hacia la calle y reparo en que el coche de Troy está aparcado fuera,
donde lo esperan los guardaespaldas.
No me di ni cuenta. Me saludan, al ver que los miro, y hago lo mismo.
—Tu padre lo mira, como si lo quisiera matar.
Voy hacia el salón y veo a Troy con la cara magullada, de pie, mientras mi
padre lo fulmina con la mirada.
Al verme llegar, el gesto de Troy se suaviza un poco.
Nos miramos, sin decir nada, mientras mi padre me exige una explicación y
Vanesa lo manda callar.
Troy se acerca a mí, con paso lento. Se nota que le duele todo, pero, aun así,
está aquí.
Al llegar, alza la mano y acaricia mi mejilla. Mi corazón explota, por todo lo
que veo en sus ojos, y por todo lo que siento, cuando lo tengo cerca.
No soy capaz de dejarlo porque, cuando nos miramos, es como si fuera capaz
de todo.
—Me ha costado un poco venir —indica con la voz algo ronca.
—Ya veo…
—No voy a dejarte ir. No, sin luchar cada día para recuperarte.
Tiemblo por sus caricias.
—No viniste a mí…
—No sé cómo hacerlo. Tenía miedo de hacerte daño. —Mira a mi padre y,
por cómo lo mira, sé que lo está matando de varias formas diferentes.
—Nosotros nos vamos a la cocina —anuncia Vanesa, tirando de mi padre,
que también mira a Troy como si quisiera matarlo.
—No le caigo bien —indica este.
—Creo que no le gusta la idea de que seas un cantante famoso, con tan mala
fama.
—Ya… No es que no quisiera estar contigo —lo miro a los ojos, y encuentro
mucho dolor en ellos—, pero tenía miedo de hacerte daño. Había mucha ira en
mí, y necesitaba canalizarla, antes de estar a tu lado.
—Dudo que fueras capaz de hacerme daño, Troy…
—Cuando era niño, pegué a mi madre sin querer, en uno de esos ataques de
ira. —Veo el horror en sus ojos—. No quería, pero estaba fuera de mí. Cuando
trató de tocarme, le lancé los puños al aire y le di en la nariz. Se le rompió… —Se
calla y siento que está viendo mucho más—. Me escapé de casa y acabé en un
lugar de mala muerte, pero el hombre que me encontró me ayudó a quitarme
todo ese dolor con los puños, y unos sacos viejos. Fui allí varias veces, y me
ayudaba a sacar todo lo que llevaba dentro. Aun así, el miedo de hacer daño a
alguien, cuando estoy en ese estado, no se me quita.
—Troy, solo eras un niño. ¿Qué años tenías?
—Casi nueve —me confiesa—, pero no es excusa…
—Troy, con diez años, pillé una rabieta enorme y me puse a romper cosas, sin
querer golpear a mi padre con ellas, pero se cortó. Me pasé todo el día pidiéndole
perdón. Lloraba cada vez que veía la herida. Yo nunca le hubiera pegado, pero
estaba fuera de mí.
—¿Por qué?
—Una niña en el cole se metió conmigo, porque mi madre me abandonara.
Decía que un hombre soltero nunca podría hacer de mí una joven de provecho.
—Empiezo a entender tu afán de ser perfecta a costa de todo.
—Tal vez. Sí, quizás quería demostrar que mi padre era capaz de criarme
bien.
—Y cuando pasó todo, sentiste que no solo iban contra ti, sino contra él.
Noto los ojos llenos de lágrimas, y me las seca.
—Nadie me ve como tú. Ni nadie te ve como yo —indico—. Troy, entiendo
que tengas miedo, pero nunca me has hecho daño. Ni lo harás. Además, esa ira
tiene la fuente en alguna cosa. Tenemos que descubrirlo juntos.
Noto cómo se relaja.
—Me gusta cómo suena eso de juntos.
—¿Hablaste con tu madre de todo esto?
—No, ya no hablaba con nadie. —Noto que se tensa y, por su gesto, sé que le
duele mucho la cabeza.
—Deberías descansar.
—Eso dijo el médico, pero tenía que recuperarte. Lo demás, no me
importaba tanto.
—Eres tonto…
—No me cogías las llamadas. Me tocó venir a recordarte, que tienes que estar
a mi lado.
Voy a besarlo, pero mi padre tose desde la puerta de la cocina.
—¿Te quedas a comer? —pregunto a Troy.
—No puedo. Me estoy muriendo…, y tengo que descansar. —Veo su dolor.
—Papá, vengo luego, y te lo cuento todo. Voy con Troy a su hotel.
—Los dos solos…
—Sí —afirmo, sin sentirme mal por no ser perfecta, por no ser inmaculada y
por tener una vida sexual activa. No tengo que pedir perdón por todo—. Te
quiero, papá. Luego nos vemos.
Cojo el móvil y me cambio los zapatos, antes de acompañar a Troy al coche.
Este se pone una gorra antes de salir y entramos al automóvil.
Cierra los ojos, nada más sentarse. Le debe doler todo, y, aun así, aquí está.
Entrelaza sus dedos con los míos, y apoyo mi cabeza en un punto en el que no le
duela.
—Debiste guardar cama…
—No estando así contigo. Me sentía morir sin ti.
—No puedes seguir luchando, Troy…
—Lo sé. No quiero morir. No quiero privarme de una vida sin ti. Además, mi
madre me ha amenazado con quitarme todo mi dinero, si lo hago —añade
tenso.
—Tal vez sea su forma de cuidarte.
—Tal vez, me ha cambiado el psicólogo y dice que el nuevo irá conmigo a los
conciertos.
—Eso es bueno. Ábrete a él.
—Odio hablar con extraños.
—Odias hablar con todo el mundo —sonríe—, pero eso está cambiando. No
te cierres, ellos pueden ayudarte.
—Lo sé. Ahora tengo una razón para querer dejar de sentir este dolor.
—¿Desde cuándo lo sientes?
—Tal vez toda la vida, pero desde los ocho años se hizo más grande.
—¿Y sabes su origen? —Asiente tenso y agitado—. Tal vez un día me puedas
hablar de ello.
—Sí. —Me mira y me pierdo en sus ojos verdes azulados—. Te encontraré,
vayas donde vayas. Si te alejas de mí, te traeré de vuelta.
—Eso si me encuentras.
—Siempre te encontraré. Eres mi estrella, la que más brilla para mí, en todo
este mundo.
—Eso es… bonito.
—Es un trozo de una canción que estoy escribiendo. Te la cantaría, pero me
siento morir ahora mismo.
Cierra los ojos y, cuando llegamos al hotel, salimos.
No tiene buena cara, y le está costando un esfuerzo horrible aguantar de pie.
Entramos a la habitación y se deja caer sobre la cama, tras quitarse los
zapatos.
—Se ha tomado un sinfín de pastillas, para aguantar el viaje —me informa
Argi—. Su madre ha mandado al médico para que lo cuide.
—Es un cabezón —le digo al guardaespaldas.
—No quiere una vida sin usted. Les dejo. Estaremos en la puerta.
Asiento y voy hasta la cama.
Me tumbo a su lado y busca mi mano en sus sueños.
Respira de forma trabajosa, y me preocupa. Me inquieta que el esfuerzo de
venir a buscarme haya empeorado todo.
Por suerte, el médico confirma que solo necesita reposo y le deja más pastillas
para el dolor.
Esta noche no vuelvo a casa de mi padre. No puedo irme hasta que Troy esté
bien. No puedo separarme de su lado. Ha vuelto a por mí y sé que, si no lo
hubiera hecho, yo habría ido hacia él. Estamos en esto juntos. Con lo bueno y lo
malo.
Ojalá un día seamos capaces de vencer a todos sus demonios.
Cada vez me doy más cuenta de la batalla que libra. Que dejara de hablar, no
fue por capricho, sino por algo que le pasó a ese niño. Siento que las pesadillas,
cuando estaba dormido, son la clave.
Lo descubriremos, juntos.
Capítulo 65
Troy
Estoy dolorido. Me duelen hasta las pestañas.
Abro los ojos y asimilo dónde estoy.
Miro la habitación de hotel. Busco a Kelsi, pero no está. No la veo. ¿Acaso lo
he soñado todo? Estaba tan puesto de pastillas, por el dolor, que temo haber
dicho alguna gilipollez.
La puerta del aseo se abre y sale con una de mis camisetas puestas.
Noto queme relajo, y ella también, al verme despierto.
—Por fin has despertado. —Anda hasta la cama. Se sienta a mi lado, con las
piernas desnudas, y la pongo sobre mí. Apoya sus manos en mi torso, cuando me
apoyo en el cabecero—. Te vas a joder todo el cuerpo conmigo encima.
—No, te puedo asegurar que estoy mejor —afirmo, buscando su boca—.
Necesito sentirte… Necesito perderme en ti. He soñado que te perdía una y otra
vez, y quiero alejar esa pesadilla.
Nos besamos con cuidado, pero sintiendo cómo el fuego crece entre nuestros
cuerpos.
Al fin, me siento más fuerte.
Pongo mis manos en sus caderas. Me sobra la camiseta y la animo a
quitársela. No lleva nada debajo. Joder, es una puta fantasía.
—Te vas a tener que mover tú… Hoy no puedo ser duro.
—Hacer el amor, tampoco está mal, si es contigo.
Baja mi pantalón, hasta liberar mi polla, y se deja caer sobre ella.
Lo hace sin prisas, sintiendo cómo mi cuerpo y el suyo vuelven a fundirse en
uno. Nos miramos a los ojos, perdidos en el otro.
Al besarnos, los besos son tiernos, dulces… No duelen. Me excitan de la
misma forma. Ella me pone como nadie. Solo hay que ver que pronto busqué sus
ojos o sus manos. Con ella no debía tener sexo sin caricias, como si sintiera que
ella nunca me haría daño.
Sube y se deja caer, al mismo tiempo gime.
La veo preciosa ante mí, con el pelo suelto, las tetas moviéndose al compás y
sus labios rojos, por nuestros besos. No puedo evitar enamorarme de ella un poco
más cada día.
Mueve las caderas de adelante hacia atrás, y aprieto mis dedos sobre ellas,
mientras siento que me clava las uñas en los hombros.
Se mueve cada vez más fuerte.
Llevo mis dedos a su sexo y toco su mojado clítoris, hasta que la llevo al
límite.
Apoya su frente en la mía.
—No sin ti —me dice, y nos movemos juntos, hasta que me corro con fuerza
y ella me sigue.
Joder, hacer el amor… está muy bien.
Se deja caer y la abrazo. Aspiro su perfume y disfruto de ella, sin pensar en
nada más. Sin pensar en la vida que me llevará lejos de donde quiero estar.

—Odio las despedidas —dice Kelsi, mientras recojo mis cosas.


Han pasado cuatro días desde que vine a buscarla. Estoy mejor y no puedo
seguir aquí.
—Nos veremos pronto. Solo son dos años. —Cojo su cara entre mis manos,
preocupado.
—No voy a dejarte. Solo protestar, por tener que separarme de ti. Habría
estado bien que te dejaran quedarte un poco más.
—Sí, pero están perdiendo mucho dinero. Era de esperar que solo fueran unos
meses, y que aprovecharan este parón para cobrar el doble por las entradas del
concierto.
Asiente y me mira preocupada.
—No creas nada de lo que veas —le pido—. Dirán que estoy de fiesta, que
salgo con unas y con otras… Te prometo que no será cierto, y que voy a hablar
con mi psicólogo… O lo voy a intentar, y voy a dejar de beber y de luchar. Te lo
prometo.
—No rompas tu promesa. No quiero volver a pasar por el miedo de perderte.
Veo el temor en sus ojos, y la beso lentamente.
Llaman a la puerta, y vamos juntos fuera.
El coche está listo. La acompañamos hasta su casa y, al llegar, salgo y nos
abrazamos.
—Ya queda una despedida menos.
—Una despedida menos. —Tomo aire y se separa.
Al mirarnos, siento el te amo atascado en mi garganta. Me muero por
decírselo, pero no sé cómo hacerlo. Veo lo que siente en sus ojos verdes, y
tampoco lo dice, pero lo siento. Al menos, tenemos nuestros propios miedos.
Ella no confía en nadie y, sin embargo, confía en que no le fallaré.
Se aleja hasta su casa y me dice adiós con la mano.
Una despedida menos… Tengo que aferrarme a eso, para poder con todo.
Capítulo 66
Kelsi
Entro a mi casa, desanimada, tras la despedida con Troy.
Mi padre se acerca.
—No esperes que acepte esto —me dice, visiblemente enfadado.
—Por primera vez, estoy siendo egoísta, y solo estoy pensando en mí. Amo a
Troy y no voy a dejarlo, porque no es el novio perfecto.
»Buscar el novio perfecto me llevó hasta Bob, y no lo amaba, ni era feliz. Me
conformé con él, para que tú fueras feliz, para que, en este lugar, nadie te pusiera
una tara, porque fuera hija de un padre soltero, y estoy cansada. Por primera vez,
estoy siendo egoísta y viviendo mi vida. —Veo el dolor en los ojos de mi padre
—. Te quiero, papá, pero, aunque duela, no puedo vivir en una burbuja. Tienes
que dejar que me equivoque.
Nos miramos a los ojos.
—No sé cómo hacerlo —admite—. Tengo miedo de todo lo malo que pueda
pasarte.
—A mí me aterra más saber que estoy sola, si me pasa algo malo, porque no
tenga tu apoyo.
—Tienes mi apoyo. Nunca te voy a dejar sola. —Abre los brazos y me cobijo
entre ellos, con fuerza—. Te quiero y no me gusta tu novio, porque siento que
vas a sufrir, pero no soy tonto, sé que sois importantes el uno para el otro. —
Asiento—. Vas a sufrir, hija…, pero te apoyaremos.
Respiro, relajada. Tenía mucho miedo de fallarle.
Nos separamos y vamos a la cocina, donde Vanesa nos espera y me pide que le
cuente todo.
—Todo lo que sea para todos los públicos, al lado del cascarrabias. —Da un
beso a mi padre—. En privado, me tienes que decir si el sexo con él es tan
increíble como parece…
—¡No se habla de sexo! Aunque entiendo y respeto que lo tengas —indica mi
padre, rojo como un tomate—. Y que te guste, como sea. Lo respeto y está bien.
No está mal.
Miro a Vanesa y sé que esto es obra suya.
Les cuento nuestra historia, muy edulcorada.
A mi padre le vale, y sé que está haciendo un gran esfuerzo, cuando, de golpe,
Vanesa suelta:
—Estoy embarazada. Ya que estamos de confesiones, pues toma otra. —Se
bebe la leche como si nada, como si no acabara de soltar una bomba, pero así es
Vanesa.
—Me alegro mucho por los dos. —Miro su estómago y pienso que ahí está mi
hermano.
Es raro, pero ya lo quiero.
Pienso en la hermana de Troy, y en todo lo que hace por ella, y sé que yo
también haría lo que fuera para protegerlo.
Cuando me marcho de aquí, no lo hago sola. Me llevo mi caja de recuerdos
de Troy, que seguro que Tulia querrá para el programa.
Ha llegado el momento de destaparla y de desatar mi locura fan, pero esta vez
es solo por Troy. Mi cantante favorito, mi novio.
Capítulo 67
Troy
Primer concierto, desde lo que pasó.
Está todo lleno. Hay gente hasta fuera del estadio, para ver el concierto en
grandes pantallas, en el aparcamiento. Las entradas se agotaron tan pronto, que
decidieron hacer eso para los fans, y, además, hay varios sitios de comida, bebida
y regalos.
No se le escapa nada a mi madre.
Tomo aire en mi camerino. Estoy solo. No hay nadie. Llevo dos semanas sin
beber, pero ahora mismo bebería cualquier cosa. Me tiembla la mano. Estoy
agitado y no sé cómo salir ahí, y enfrentarme al público.
Tocan a la puerta y aparece mi madre.
—Tus amigos están ya colocados en primera fila, como pediste. También,
Kelsi Parker. —Asiento—. Vamos, tu público espera.
Esto no lo esperaba, y menos de mi madre. No es tonta, y sabe que tengo algo
con Kelsi, pero, por primera vez, no me ha amenazado con destruir esta
historia.
Siento que algo se me escapa.
Desde que regresé, está cerca. No se ha perdido ni una sola de las entrevistas y
vigila a mi agente. Mi padre también ha venido, pero él se preocupa más de que
la gente vea lo bueno que es, porque no trabaja para el grupo.
Mi madre es la que controla todo y se nota, porque no deja nada de drogas o
bebidas cerca, y los del grupo están que trinan por eso. Tiene mano dura en eso,
y las cosas se hacen de forma diferente, cuando ella está cerca. De forma más
profesional.
Ando hasta el escenario.
Escucho los gritos de la gente. Tiemblo. Joder, ser cantante con miedo
escénico es una putada. Me encanta cantar, pero me cuesta subir al escenario, y
más sin tomar nada. En los anteriores conciertos, la bebida, que tomábamos
antes, me relajaba.
Llego al escenario y me pongo tras una gran pantalla, que se abrirá por la
mitad, cuando vaya a salir.
El grupo sale, la gente grita y en la pantalla ponen fotos y vídeos de mi
carrera musical.
Sujeto la guitarra con fuerza y tomo aire.
Solo estamos mi guitarra y yo. Solo nosotras dos.
Dan la nota que me da paso y empiezo a tocar.
La gente reconoce mis acordes y empieza a gritar, a la espera. Ellos me ven
como un dios, pero los temblores de mi mano me hacen humano.
Pero nadie los verá. No quieren verlo. Solo quieren al artista.
La pantalla se abre, cuando canto la primera palabra, y sigo cantando,
mientras el humo, las luces y los fuegos artificiales me dan paso.
Camino hasta el centro del escenario, rodeado de este mar de gente, pero yo
solo tengo ojos para ella, para Kelsi. Canto para ella, como soñó siendo una
niña.
Está emocionada. Sus lágrimas corren por sus mejillas y canta conmigo.
Canta mi canción, mientras nos miramos y desaparece el mundo.
Lo he logrado…
He vuelto y no duele. No duele tanto.
Con ella, siento que puedo con todo. Ella me ha salvado.

Han hecho una fiesta, en una discoteca, tras el concierto.


Ha sido increíble y lo he disfrutado, como hacía tiempo que no lo hacía.
Tal vez, desde nunca.
Estar sobrio me ha hecho verlo todo desde una perspectiva diferente, y más
tener a Kelsi en primera fila, disfrutando como esa niña que fue.
He visto su caja de recuerdos, en los vídeos de la web de pódcast. Tiene
recortes, camisetas, un peluche, un póster… Todo mío.
Tulia vio una foto mía, medio en pelotas, y dijo que si con esa era con la que
se lo montaba.
Kelsi se rio, pero no dijo nada.
Han patentado la marca del programa, aunque me han dicho que hoy no ha
venido Oriol, y que se ha ido del grupo.
Es raro, por las formas, y por eso he mandado un mensaje a mi detective, para
que lo investigue. Tal vez, no tenga nada que ocultar, pero no me f ío de nadie, y
Oriol lleva raro un tiempo.
Entramos a la discoteca y la gente viene hacia nosotros.
Me tocan y me pongo nervioso. Sobre todo, cuando lo hace mi padre.
—Lo has hecho muy bien, hijo. —Nos hacen varias fotos juntos.
Lo odio, lo detesto. No digo nada, pero estoy fuera de mí.
Voy hasta la bebida.
Alguien se pone a mi lado, y reconozco a Kelsi, antes de que acaricie mis
temblorosas manos.
—Sabes que tienes que buscar otras formas de controlar tu ira.
—Entonces, follemos, o te juro que le parto la cara. —Tiro de ella hasta un
cuarto oscuro y nos metemos dentro—. No puedo ser dulce. No puedo… Me
estoy muriendo.
Muerdo su boca, y gime.
Luego, la lamo y la pongo delante de mí. Paso mis manos por su cuerpo. Se ha
cambiado, antes de venir, y lleva un vestido precioso.
Paso mis dedos por sus pechos y tiro de la ropa, para que sobresalgan por
encima, mientras mi otra mano busca su sexo.
—Me encanta tu coño, siempre listo para mí. —Acaricio su sexo, y me abro
el pantalón, para sacarme la polla, y metérsela hasta el fondo.
Siento su cuerpo abrirse a mí.
Gime de placer.
La acerco más a mí, porque no tengo suficiente.
Salgo y entro más fuerte, mientras muerdo y beso su cuello. Siento sus uñas en
el brazo, que tengo en su cintura, donde la sujeto.
Me muevo más duro. La siento latir. Siento su cuerpo abrirse a mí. Llevo mi
mano a su clítoris y lo torturo, hasta que no puede más. Entonces, nos corremos
juntos.
Al acabar, la abrazo y nos quedamos así. Sintiendo al otro.
—¿Mejor?
—No, mientras mi padre esté cerca —admito.
Salgo de ella y veo cómo mi semen cae por el interior de sus muslos.
Joder…, cómo me pone esto.
La limpio y espera a que le diga algo más, pero salimos y vamos hasta la
azotea de la discoteca.
Nos acercamos a la barandilla, y la abrazo por detrás, tratando de calmarme.
—Dime lo que sea, Troy. Quiero entenderte.
Tomo aire, porque no sé cómo hablar. Le conté esto a mi madre, y no me
creyó…
—No puedo hacer nada —me dijo y me sentí traicionado.
Ella podía librarme de ese monstruo.
Kelsi me abraza con más fuerza, mientras vemos la vida pasar, en esta noche,
bajo nuestros pies.
—Mi padre no es el ser bueno que aparenta ser. Supongo, que me entiendes,
porque tu exnovio va de bueno, y es un capullo.
—Sí, te entiendo.
—Cuando era pequeño, me usaba como tapadera para verse con sus amantes.
Me dejaba solo… En el bosque, en un centro comercial… Donde pillara. Y yo me
pasaba horas aterrado. O gritando, cuando caía la noche. Si mi madre pensaba
que estábamos juntos, no sospechaba que tuviera amantes, y él se pasaba horas
con ellas, en el coche o en un motel… Mientras, estaba solo.
—Joder, Troy…
—Una de las veces, hubo un intento de bomba en el centro comercial, y nos
desalojaron. La gente corría, me tiraron, me pisaron… Mi padre dijo que me
solté de su mano, y que desaparecí. No estaba ahí. No estaba conmigo. Lo conté,
pero nadie me creyó. Mi madre me dijo que no podía hacer nada. Grité tanto mi
verdad, hasta quedarme sin voz…, pero de nuevo me llevó del bosque, donde
siempre me quedaba afónico, de tanto gritar.
—Madre mía, y por eso dejaste de hablar.
—Sí, nadie me escuchaba. ¿Para qué hablar? —Asiente triste—. Mi madre me
apuntó a clases de canto. Cantar, se me daba muy bien, y al igual que tocar
instrumentos. Así pasaba menos tiempo en casa, y, como no tenía que ir con mi
padre, se buscó otras excusas. O tenía sexo con las mujeres del servicio, que han
firmado, que no pueden contar nada de lo que pasa en su casa.
»Hasta que me enteré de lo de mi hermana, poco antes de aceptar ser parte
del grupo. Con ese dinero, podría alejarla de todo, protegerla… Podía darle una
vida mejor que la mía.
»Mi padre va de lo que no es. Todo el dinero que tenemos es gracias al
esfuerzo de mi madre, pero él nació en una familia rica, y se casaron, porque era
lo que deseaba mi abuelo.
»Mi abuelo era peor que mi padre. Siempre dijo que odiaba a mi madre, por
ser mujer, y que su herencia debía pasar a un hombre. Amenazó varias veces con
no dejar nada a mi madre, y legarle todo a mi padre, y que yo tampoco tuviera
nada. Como si a mí, siendo niño, me importara todo eso.
»Al final, supongo que no lo hizo, porque mi madre sigue dirigiendo la
empresa, y a mí no me dejó nada de la herencia. Supongo que todo debe de ser
de ella.
»A mi padre, no sé si le dejó algo, porque nunca ha dado un palo al agua.
»Lo odio. Cuando me toca, siento la ira crecer en mí y siento deseos de
golpear cosas. Odio que nadie me creyera, que todos me dejaran llorar, hasta
quedarme sin voz, pero que todos lo creyeran a él. Más, porque mi padre, cuando
nadie lo oía, decía que yo era un monstruo. —Me mira aterrada—. Mi padre
decía que yo tenía el mal dentro; que era un ser despreciable y, joder, lo creía,
porque lo decía tras una rabieta o cuando tiraba juguetes al suelo… Siempre he
pensado que dentro de mí hay algo horrible.
—Solo eras un niño, Troy. He tenido rabietas, como todos los niños, y no
hay nada mal en mí. Tu padre nunca debió decirte todo eso, porque a los padres
se les cree, y tú lo creíste. —Cierro los ojos y me acaricia la mejilla—. Eres una
persona increíble. No dejes que todo lo que te dijo, te siga haciendo daño.
—Lo estoy intentando.
—Habla de todo esto con tu psicólogo. Los traumas infantiles nos dejan
marcas muy profundas, que acaban por salir con la vida adulta. Habla con él, y
te dirá cómo controlar ese dolor, de cuando más lo necesitaste, nadie te escuchó.
—Tal vez lo haga… Es una tontería…
—No lo es, Troy. Medir lo que afecta a un niño, por grados de dolor, no
debería ser así. Cada persona se toma las cosas de una forma. Para ti, estar solo,
te marcó, y que no creyeran, te destruyó.
—Es más fácil que la gente empatice, si hay maltrato…
—No, Troy, para ti, eso fue suficiente para hacerte daño, y sí hubo maltrato.
Uno psicológico. No te engañes. Deja de verlo como algo insignificante. Me pasó
con lo de las fotos. La gente le restaba importancia, porque no eran reales, pero
yo sufrí, lloré… A mí, me destrozó. No todos somos iguales.
La giro, sabiendo que solo ella podía entenderme. Apoyo mi frente en la de
ella, en este tejado lleno de estrellas.
—Te amo, Kelsi, y seguramente lo haga para toda la vida.
—¿Seguramente? Con tu forma de acabar con la ira, acabarás muerto, antes
de los treinta, y me amarás eternamente. —Sonrío—. Yo también te amo.
—No voy a dejar que eso pase. Llegaré a los treinta, contigo.
Nos besamos y pienso que hablar de lo que me duele, no es tan malo, pero sé
que hay algo más, porque la ira no se va.
El dolor no desaparece.
Siento que he dejado ir al niño…, pero hay algo más. Algo que me oprime el
pecho, cuando estoy ante la gente. Algo que me deja sin aire.
Solo espero descubrirlo, antes de que me destruya.
Capítulo 68
Kelsi
Oriol está detrás de las fotos.
Me lo ha dicho Troy. También me ha contado que va a venir a darle una
paliza.
Le he pedido que me lo deje a mí, y que Pat va conmigo. Además, sus
compañeros de equipo estarán cerca, cuando entremos en la residencia donde
vive este.
—Tu novio me ha pedido que le dé una paliza.
—Nada de palizas. Tenemos que hablar con él.
Hace una semana que fuimos al concierto de Troy, donde me contó lo de su
padre. Al regresar a la fiesta, vi cómo el hombre trataba de fingir que era el
mejor padre del mundo.
Troy no era el único que no quería que lo tocara. Observé que su madre se
apartó varias veces, cuando este se le acercaba.
Algo se me escapa. Esa mujer no es un derroche de amor, pero sabe que estoy
con su hijo y no ha hecho nada. Al contrario, nos trajo al concierto y nos instaló
en primera fila, con seguridad cerca.
La despedida nos costó, pero ya queda una menos.
Me pongo ante la puerta de Oriol, con Pat cerca.
Tulia y Betty llegan corriendo. Se lo he contado en el grupo que tenemos
nosotros cuatro, y Troy.
Al parecer, Oriol ha recibido varios cheques de dinero, de parte de alguien de
mi barrio, justo después del envío de las fotos. Quiero saber el motivo.
Toco a la puerta y escucho a Oriol hablar con alguien.
—Sí, ella siempre está con Pat… ¡No sé más! Solo sé eso —dice nervioso—.
Vale… Haz lo que quieras…
Pat nos aparta y pega una patada a la puerta.
Oriol grita y deja caer el móvil, que cojo de inmediato.
—¿Quién eres? —No dice nada—. Pienso destruirte, Bob. Pienso ir a por ti.
—No si antes te destruyo yo a ti —indica, una voz distorsionada—. Si no eres
mía, no serás de nadie.
Cuelga, y miro a Oriol, agitada.
—¿Por qué lo has hecho? ¡No me conoces de nada! ¡Cómo has podido
joderme la vida así!
—¡Yo no quería! —Va a por su inhalador.
Pat va hacia él, para partirle la cara.
—Tómate eso, y luego verás.
Oriol aspira del pequeño aparato, y nos mira agitado.
—Amenazó a mi hermana con hacerle lo mismo que a ti.
Busca su ordenador y vemos una foto de su hermana. , Debe tener unos
catorce años, y se parece mucho a mí. Pelo rubio, ojos verdes, viste de forma
dulce…
—Mis padres se han trasladado a tu barrio a vivir, y todo iba bien, hasta que
me enviaron una foto de mi hermana desnuda, con la IA. Quien me la mandó,
me indicó que, como no les diera cosas de ti, la destruiría. Pensé en ir a la
policía, pero me dijo que tenía contactos, y que por eso nadie sabía quién era. Si
hacía algo, sería tarde para ella. Al fin y al cabo, tú ya habías pasado por eso, y
estabas bien. Pero que nadie sabía cómo se lo tomaría mi hermana, o si se
quitaría la vida, por la presión… Estaba aterrado. —Rompe a llorar y en parte
entiendo su miedo, su dolor.
—Solo he contado cosas sin importancia. Sé que Troy es tu novio, pero no se
lo dije. Solo le decía cosas para que me dejara en paz.
—Nos viste en la fiesta de Pat.
—Sí, y Virginia también. Quería contarlo a la prensa, y por eso yo lo conté.
Al fin y al cabo, se iba a saber público, pero ella o no lo contó o la prensa no la
creyó, porque que Troy tenga sexo, no vende a menos que sea con una famosa.
No te ofendas —me suelta y asiento, porque entiendo lo que quiere decir—. Ese
tío está loco. Está obsesionado contigo, y quiere mandarte algo con Pat, para
destruirte.
»Lo siento, joder. Lo siento mucho. Tenía mucho miedo por ella. —Miro la
foto de su hermana y, la verdad, es que me alegra que ella no haya sufrido lo que
yo padecí, por un loco obsesionado conmigo. Se pone ante Pat—. Ya puedes
partirme la cara. Aceptaré los puñetazos como castigo.
Pat sonríe, listo para partirle la cara, pero me pongo ante Oriol.
—Nadie va a partir la cara a nadie. En tu situación nadie puede saber cómo
reaccionaría. —Pat gruñe, pero se aleja—. Si no me hubiera delatado,
podríamos haberte usado para pillarlo.
—Es muy listo. He tratado de localizarlo, y mis amigos están en ello
también, pero nada. No podemos dar con el origen de sus correos, pero un día
cometerá un error, Kelsi.
Asiento y nos vamos.
Mando el número de teléfono con el que hablaba Oriol, a Troy, y le cuento
todo.
Me marcho a casa, en dos días, porque será Navidad.
Tenemos que pillarlo. No puede estar amenazando a gente, para ir contra mí.
Su obsesión me empieza a dar miedo. Esto va más allá de unas fotos trucadas, es
más serio.

Último día de clase, y esta tarde me marcho a casa para celebrar las Navidades.
He comprado cosas para el bebé, y pensar en mi hermano, evita que me entre
ansiedad por volver.
Oriol vino a verme y me pidió perdón de nuevo. Lo perdoné. Ha pasado por
un infierno.
Entro a la universidad y la gente me mira, y luego cuchichean.
Siento que la historia se repite.
—Parecía tonta, pero le gusta que le den duro —dice una, que mira su móvil.
—¡Qué envidia, chica! —comenta otra y me mira, como si fuera una diosa.
Pat viene corriendo, seguido de los jugadores de fútbol. Al llegar a mi lado,
mira a todos como si los quisiera matar, y el resto de sus amigos lo imitan. Me
haría gracia, si no supiera que algo gordo ha pasado.
—¿Qué ocurre, Pat?
Saca su móvil y me enseña unas fotos mías, hechas con IA, donde me estoy
montando una orgía con los del equipo. La famosa orgía de hace meses, de la
que hablamos. Pruebas de que fue real, pone.
Miro las imágenes, asqueada. En varias me lo monto con distintos tíos a la
vez, y se la como a Pat.
Joder, Bob ha ido demasiado lejos, y lo peor es imaginarlo creando esto,
mientras me desnuda. Siento como si me hubiera violado de alguna forma. Me
siento sucia.
Esto es peor que la imagen cuando me corría con los pósteres de Troy. Es
mucho peor. La otra vez, la gente no le dio importancia, pero dudo que pase lo
mismo de nuevo…
Esta vez, todo se repetirá. Me insultará, me agredirán… Nadie entenderá por
qué me duele.
—Kelsi… —me llama Tulia, que no sé de dónde ha salido—, mírame, por
favor.
—Me siento violada —digo, alterada—. Esto no es real y, si lo fuera, nadie
tiene derecho a enviar estas fotos mías.
Tomo aire, y me agito. Estoy nerviosa. Trato de controlarme. No es real. Solo
son fotos…, pero mi dolor es real.
—Tranquila, Kelsi —me dice una muchacha que no sé quién es—. Se nota
que son manipuladas. Muy mal, por cierto. Estudio dibujo, y esto no tiene ni
pies ni cabeza. Hay fallos por donde mires, y, aunque fuera cierto, hija, si lo
gozaste, bien haces.
—¿Puedes ayudarnos a identificar los fallos? —pregunta Betty.
—Sí, claro, y hasta deciros el programa que ha usado —indica la chica, e
intercambia el móvil con Betty.
Otro chico comenta que la IA se ha ido de madre.
Tomo aire, mientras veo que hay gente que lo cree, pero otros para nada.
Mis amigos me apoyan y vamos a clase juntos. Se quedan conmigo, al final, y
el profesor no dice que se marchen.
—Tenemos que dar con él.
—Ha cometido un fallo —dice Pat—, y lo vamos a pillar.
Ojalá.
Los miro, y me abrazan.
La gente habla, pero no me duele. No estoy sola. Tengo gente que me quiere,
y amigos de verdad.
Tomo aire, el dolor está ahí, pero esta vez soy más fuerte. Mucho más fuerte.

Preparo todo, para irme a casa.


Troy está que echa humo y tiene un concierto en la otra punta del mundo.
Entro en el avión de camino a casa.
—Ha cometido un error, Troy, y lo pillaremos. Además, nos están ayudando
los de informática, amigos de Oriol, y los de diseño y dibujo. Unos, no quieren
que la gente vea lo malo de la IA, y otros buscan demostrar que el arte nunca
podrá ser reemplazado por la inteligencia artificial. Al fin y al cabo no tiene
alma.
—Te noto tranquila, pero yo estoy…
—Troy, estoy mejor que la otra vez, porque no he estado sola. Ha pasado y ha
sido horrible, pero no estaba sola. Tenía muchos amigos, gente que me
arropaba, y esta vez no estaba sola gritando en la oscuridad. Sé que eso lo
entiendes.
Noto que se relaja.
—Pero entre toda esa gente, no estaba yo —añade serio—. Odio no estar ahí,
Kelsi.
—Lo sé, pero solo son dos años. Vaya, donde vaya, estamos juntos.
—Esa mierda no me vale, cuando quiero matar a quien está detrás y
abrazarte.
—Genial, que primero quieras matar, antes de consolarme. —Me río.
—Sabes que no… Joder, Kelsi, odio que todo mi dinero e influencias no estén
ayudando a pillarlo.
—Ha cometido un error, y estamos cerca.
—Sí, el detective ha mandado gente para identificar los patrones, con la
ayuda de los de universidad. Por desgracia, con las vacaciones, todo puede
retrasarse…
—Lo vamos a pillar. Despego, te llamo luego… Te amo.
—Y yo a ti, pequeña. Más que a nada.
—Abrazar primero, matar después. —Se ríe y me río con él.
Cuelgo, y estoy mejor que la otra vez, pero duele. Duele no poder hacer que
Bob pague por todo este dolor.
Capítulo 69
Kelsi
Mi padre se tomó muy mal lo que pasó. Tanto, que ahora estoy dando una vuelta
por el pueblo, comprando cosas, para esta noche, porque está insoportable.
Creo que ser padre de nuevo lo tiene inquieto.
Compro en varios puestos unos adornos. Uno, para la casa que tendré un día
con Troy, y se lo mando en una foto.

Veo un adorno de caracol precioso. Lo compro y le mando la foto:


Compro los caracoles y pienso en ponerlos en mi casa, también.
Ando distraída y me choco con alguien.
—Lo siento. —Miro y es el alcalde. El padre de Bob—. Hola.
—Hola, no pasa nada. ¿Qué has comprado? —Se lo enseño, porque no quiero
ser antipática, ya que él no tiene la culpa de que su hijo sea un capullo—. Muy
bonito. ¿Entras a tomar un café? —Miro y estamos delante de su casa.
—Yo…
—Solo un café. Quiero hablar de Bob. Lo noto muy raro.
Lo pienso y asiento, por si me cuenta algo de Bob, que nos sirva para la
investigación.
Entro en la casa y se me ponen los pelos de punta.
Entiendo por qué salí con Bob: si era la novia del hijo del alcalde, nadie se
metería con mi padre. Nadie le diría nada, por criarme solo. Ni a mí, porque mi
madre no me quisiera. La gente me respetaría.
No era consciente de lo mucho que me dolían los comentarios de todos,
sobre mi padre, hasta ahora.
Nunca quise a Bob. Lo que buscaba era su protección, y, tal vez, por eso, él se
obsesionó conmigo, porque nunca me tuvo.
No lo justifico. Quiero que pague, pero intento entender esta locura.
Pero la idea de que no sea él, cada vez late con fuerza en mi mente…
—Mi hijo te quería mucho —me dice, yendo a la cocina.
Estamos solos, al parecer, porque se pone él a preparar el café. Nunca les ha
gustado mucho lo de tener servicio, y por eso no lo veo raro.
—Sí, pero es pasado. Ya no quiero nada con él.
—Me gustaba tenerte en casa. —Sonríe—. Me habría gustado que lo vuestro
no se acabara.
—Pero yo no era feliz.
—¿No?
—No, no lo era.
—Vaya, no lo parecía. Mi hijo no tardará en llegar. Tal vez podáis hablar. —
Me pone el café.
Le doy un sorbo, y me mira mientras bebo, de una forma que no me gusta.
Doy otro sorbo a la bebida, incómoda.
Noto que poco a poco me siento cansada.
Lo miro y sonríe como si nada.
—Mi hijo nunca te supo valorar.
El móvil suena. Es un mensaje de Troy, y lo leo sin desbloquear.

No leo nada más.


Miro al alcalde.
Sonríe y me coge, cuando mi cuerpo deja de reaccionar.
—¿Qué me has hecho?
—Nada. No recordarás nada.
—Eres tú. Tú eres quien está detrás de todo.
—¿Y quién te va a creer? —Carga conmigo hasta el cuarto de Bob, y me deja
sobre la cama.
Me mira con gesto lascivo. Joder, ahora entiendo sus abrazos, sus caricias en
mi pierna… El asco que yo sentía por ellas.
Pero las dejé ahí, porque nadie me había dicho nunca que podía negarme, si
no quería dar besos o abrazos a alguien. Lo dejaba tocarme, porque eran caricias,
porque era algo inocente…
—Te he imaginado tantas veces desnuda, en mi cama. Solo para mí. —Grito,
de puro terror, y se ríe—. Sé que te gusta el sexo duro. No me engañas.
El miedo me angustia. Siento asco de saber que, este pervertido, me ha estado
imaginando, y creando imágenes de los dos juntos.
—No, por favor —suplico, cuando veo que se acerca con una mirada
hambrienta.
No puedo moverme.
Mi cuerpo no responde. No puedo hacer nada.
Me abre las piernas y noto que el miedo me paraliza.
Solo me mira la ropa interior. Es horrible. No puedo dejar de llorar, de
suplicar y gritar. Nadie me escucha. Nadie viene a salvarme.
Los ojos se me llenan de lágrimas, mientras pienso desde cuándo este cerdo
está obsesionado conmigo. Quizás, desde que era una niña, y, por eso, insistió en
que saliera con su hijo.
Ahora recuerdo las fotos que nos hacía.
Me duele todo lo que ha podido hacer con ellas, o las fotos que fabricó con la
IA, las que habrá manipulado. Siento asco de este cerdo al que la IA le ha dado
alas, para hacer de mi vida un infierno.
No sé cuánto tiempo pasa, mientras solo me mira indefensa en la cama, y
abierta de piernas. Me duele la garganta de tanto gritar.
Estoy sola…
Se me acerca. Me toca entre las piernas. No puedo moverme. Grito, pero
nadie me oye. Entonces, un golpe sordo y cae sobre mí.
Grito y veo a Bob, que mira a su padre asqueado.
Lo aparta de malas formas de mi cuerpo.
—Tu padre me llamó, para contarme todo, porque creía que debía saberlo,
antes de que llegara la policía. Vine a casa y alguien me dijo que te vio entrar con
mi padre… Si no llego a venir.
Me coge en brazos, para sujetarme. Todo ha pasado, y tomo aire. Estaba
aterrada.
—Me quería violar…
—Joder, Kelsi. No sabía que él… No sabía que él. —Lo mira fuera de sí.
Escuchamos a la policía, que entra en la casa.
Al ver a Bob conmigo, lo apartan y me caigo al suelo.
—¡La ha drogado!
—Él no ha sido —digo, protegiendo a mi exnovio por primera vez.
Me cogen, para llevarme a la ambulancia, hay un despliegue enorme.
Mi padre llega y, al verme, se desmaya.
Vanesa pone los ojos en blanco. Lo que le faltaba, para no dejarme sola.
Cierro los ojos y me duermo, porque no puedo aguantar despierta.
No puedo con esto… Iba a violarme y, de alguna forma, ya siento que lo ha
hecho. Es cerdo me destruyó la vida, solo por su obsesión con una niña.
Capítulo 70
Kelsi
Entro en casa.
Estoy bien, salvo por el dolor de todo lo que ha pasado.
No sé nada de Troy, y eso me extraña.
El resto no han dejado de enviarme mensajes de apoyo. Al final, entre los
detectives y los de la universidad, dieron con el alcalde.
Al verse descubierto, el día que lo sorprendimos hablando con Oriol por
teléfono, subió las últimas fotos sin cuidado.
Siguieron el envío y los llevó directos a su casa.
Podía ser Bob, pero este estaba viajando desde la universidad, en el momento
que fueron enviadas. Solo quedaba una persona, y todo encajaba.
Bob llamó a la policía, cuando supo que yo estaba dentro.
No quería que su padre se escapara.
Tras lo que pasó, han registrado su casa y sus ordenadores. Tiene fotos de
varias niñas del pueblo y las ha desnudado a todas con la IA. Tenía gente, a la
que pagaba, para conseguir una mejor calidad.
Todos van a ser investigados.
Hay imágenes mías, con él, y es asqueroso saberlo.
—Papá, estoy bien.
Este gruñe, porque no me cree.
Llaman a la puerta. Abrimos y vemos a varias personas del barrio, que nos
traen comida y me piden perdón. Aunque llega tarde, lo acepto.
Bob entra y me da mi bolsa, en la que llevaba los adornos de Navidad.
—Es tuyo —me dice, y la deja en la mesa—. Lo siento, Kelsi… Yo te quería…
—Bob, no fue tu culpa, y siento que te acusara sin pruebas, pero no entendía
quien más podría querer mi mal.
—Es complicado aceptar que tu padre está obsesionado con tu exnovia. No sé
cómo superar esto… —Veo lágrimas en sus ojos—. No sé quién es… Mi madre y
mi hermana están destrozadas. Va a ser duro.
—Sí, pero no estás solo. Me tienes a mí. —Nos miramos. ¿Qué estoy diciendo?
—. No podemos ser novios, pero somos amigos. No quiero dejarte solo, con algo
así. Yo no quise estar sola, y tú me apoyaste cuando todo pasó. Quisiste ser mi
novio, para que me dejaran en paz. El amor no se puede forzar, pero la amistad
puede también sanar.
—Gracias, Kelsi, voy a necesitar todo el apoyo del mundo.
Lo abrazo, delante de la gente del pueblo, para que lo vean y no le guarden
rencor; para que sepan separar las cosas y las personas.
—Gracias —me susurra, antes de alejarse.
La gente del barrio no deja de venir.
Quiero estar sola, pero no puedo echarlos.
Estoy agotada, cuando me puedo acostar. Me hago un ovillo y lloro.
No sé nada de Troy y lo necesito más que nunca, pero que no esté ahí, me
duele mucho, porque yo he estado para él siempre.
Capítulo 71
Troy
Me estoy ahogando. No puedo dejar de pensar en Kelsi, indefensa, en manos de
ese loco. No puedo dejar de sentirlo, como si me hubiera pasado a mí.
Lo siento, como si ya me hubiera pasado. Como si me hubieran violado, pero
a mí no me han violado nunca. Yo he aceptado siempre tener sexo… Yo he
aceptado… ¿Seguro? No paro de preguntarme eso; de pensar si todas las veces que
tuve sexo, yo quería ser parte de eso.
No puedo respirar …
No paro de recordar los primeros años del grupo, cuando tenía sexo tras
tomarme las pastillas. En mis recuerdos, lloro, pero yo no recuerdo haber
llorado.
Yo quería sexo… Era lo normal… Era la vida que todos sueñan…
¿Por qué me duele?
Es Kelsi la que casi ha sido violada. Yo no…
Salgo del avión privado, y tengo la mirada perdida. No la protegí… Nadie me
protegió.
Los pensamientos se entrelazan, entre ella y yo; entre mi pasado y lo que ella
ha vivido. Cuando llego a su casa, está llena de gente.
Salgo, y ando a trompicones hasta la puerta principal.
Alguien me reconoce y grita.
La puerta se abre, y tiran de mí.
Tengo la vista perdida, y no recuerdo cómo se respira.
—¡Troy! —Kelsi me abraza, me calma o yo a ella.
Ahora mismo no lo sé.
—No pude protegerte. No pude estar tu lado… Estaba tan lejos… —Cada
hora, cada minuto, me ha matado un poco más—. Te ha tocado y no querías. —
Cojo su cara entre mis manos—. No podías hacer nada… No podías decir no…
—¿Troy?
—¿Qué clase de novio soy, si no puedo protegerte de todo? Si ni puedo ser tu
caparazón. Si no puedo estar ahí, mientras gritas.
—Troy, estoy bien…
—¡No, joder! No lo estás. Por dentro te estás muriendo. Te duele que la gente
te toque sin tu permiso; te jode tener sexo con mujeres que no deseas, porque eso
es lo que se supone que hacen los cantantes famosos… ¡No lo soportas! ¡No
soportas tener sexo con mujeres tras tomar pastillas! ¡Joder! ¡No soportas que la
gente te toque, como si no te doliera que te tocaran íntimamente! —La miro,
pero no la veo a ella. Me veo a mí. Pestañeo, y me doy cuenta de que estoy
hablando de mí. Estoy hablando de mis fantasmas internos, y de todo lo que he
callado estos años—. Es mejor dejar esto…, porque te mereces a alguien que
pueda protegerte de todo mal; que no esté tan roto…
Se queda paralizada y me marcho.
Me estoy muriendo por dentro, por dejarla y por algo más.
Salgo y la gente me acorrala.
Llego al coche, con los guardaespaldas. La ira se expande, y me destroza. Me
mata. ¿Qué me pasa?
La veo en mi oscuridad, quiero llegar a ella, pero no puedo y ella tampoco
puede salvarme a mí. ¿Por qué tendría que salvarme?
Entro al avión, de vuelta al concierto.
El sueño me vence y la veo gritando, pero no es ella.
Soy yo, soy yo… Si a mí nadie me ha violado; si yo siempre he querido… Si yo
siempre he aceptado que es parte de esta vida. Si todo es normal, y no pasa nada…
¿Por qué no puedo dejar pasar esto? ¿Por qué no puedo normalizar esto, como
hacen el resto del grupo? ¿Por qué me duele más que al resto?
Veo a Kelsi en mis sueños, indefensa… Hasta que la imagen cambia y soy yo el
que lloraba por dentro, mientras las mujeres se me subían sobre mi dura polla y
me follaban.
Yo no decía que no, pero no quería estar ahí…
No quería ser parte de eso.
Pero no me negué, porque quería encajar. Creía que, si me negaba, había algo
mal en mí.
Nadie me forzó… o sí.
¿Puede considerarse una violación, cuando no gritas que no?
Solo era sexo… Sexo que me marcó, que me jodió y me destrozó.
Solo eran caricias de fans locas, que me destrozaban, me amargaban… Me
hacían sentir un objeto.
No puedo dejar de soñar, de verme en pesadillas, que he dejado siempre de
lado, porque, afrontar la verdad, no sirve de nada, cuando al gritar, nadie
escucha tus llamadas de auxilio.
¿De qué sirve gritar fuerte en medio de una tormenta?
Kelsi
Llego al aeropuerto, con mi padre y Vanesa.
Cuando Troy se fue, me quedé destrozada, pero mi padre dijo algo que me
hizo salir de mi dolor.
—Ese chico no está bien, y no, no se puede proteger a quien quieres de todo
mal. Ahora lo sé —afirmó—. Parecía que no te veía. Tenía la mirada perdida.
Como si fuera a él a quien hubieran tratado de violar. Hablaba de él, Kelsi.
Lo sé. Lo vi en sus ojos. En lo que dijo.
Entonces, pensé en todas las veces que he visto cómo tocaban a Troy. En las
veces de desfase.
¿Y si alguien abusó de él, pero le hicieron creer que era normal?
Recordé ese momento. Estaba fuera de sí, y no era solo preocupación. No era
solo por no haber estado ahí. Era algo más. Estaba pálido. Lo que me ha pasado,
le ha removido cosas.
La verdad le ha explotado en la cara. Una verdad que creía que no tenía que
aceptar.
—Tú me conoces mejor que nadie —me dijo, y es cierto. Sé leer en él, sin
hablar, y sé que Troy está mal.
—Lo tengo —me dice Tulia al descolgar—. El número de su madre. Soy la
mejor.
—Lo eres.
Mi padre me dice que no hay billetes, para ir, donde es el concierto de Troy.
No, hasta dentro de tres días.
Mierda… Llamo a su madre. Es mi única salida.
—Hola, ¿quién es?
—Soy Kelsi Parker…
—¿Qué ha pasado tan grave, para que me llames a mi número privado?
—Yo… Troy no está bien. Ha venido a verme y parecía fuera de sí, con la
mirada perdida. Necesito llegar a él, pero no tengo vuelo. Necesito que me
consigas uno. —Se ríe.
—Sí que eres atrevida, niña.
—Por favor. No está bien.
—Veré que puedo hacer. Yo también estoy lejos, pero iré para allá.
Cuelga y al poco nos guían hasta un avión privado.
Su madre parecía preocupada. ¿Por qué no lo ayudó de niño? No tiene sentido,
y sé que no me he equivocado al confiar en ella. Siento que le importa Troy.
Cada minuto se me hace eterno. Cada hora es horrible.
Mi padre y Vanesa me apoyan. Por suerte, Vanesa no está de mucho, y viajar
no es peligroso. Llamó a su ginecólogo, y le confirmó que no había problemas.
Tenemos internet en el avión y he estado viendo vídeos de Troy.
En varios se ve a mujeres tocándole el culo. Una le sujeta de los huevos. Otra,
se ríe, con una mano en su culo. ¿Y si todo esto le ha ido haciendo daño poco a
poco?
He buscado vídeos del comienzo, de cuando solo tenía catorce años, y se
repite el mismo patrón.
En un vídeo sale con una mujer encima, mientras él parece dormido.
He recopilado toda la información.
Yo vi cómo lo tocaban, y me alteré. Te dicen que es lo normal. ¿Por qué debe
ser normal acosar a una persona, como si los famosos no tuvieran alma? ¿Como
si solo fueran objetos?
Yo también normalicé los abrazos del alcalde, sus caricias, porque creía, desde
niña, que si un adulto te pedía un beso o un abrazo era de maleducadas
negarme.
Normalicé lo que no lo era, porque la gente no te enseña a decir que no, ante
un abrazo o una caricia bajo la mesa, como si fuera una señal de apoyo.
Ojalá de niña alguien me hubiera dicho que, por no querer dar un abrazo, no
pasaba nada.
Cuando llegamos, estoy agotada.
Nos espera un coche para llevarnos al concierto, que está a punto de empezar.
Tenemos pase VIP, y por eso llegamos y nos dejan entrar entre bastidores.
Entro entre la gente, que corre de un lado a otro.
Pregunto dónde está Troy y me dicen que en el camerino, con su agente.
Entro y veo que este le mete una pastilla en la bebida.
—Tomate esto, Troy. Te ayudará con el concierto.
Troy está mirando a la nada. No parece él. Está perdido.
Va a coger el vaso, y lo golpeo.
—¡No! Te ha metido algo.
Troy me ve.
—Kelsi.
—¿Qué dices, joven? —El agente me coge de malas formas, para sacarme del
camerino.
Miramos la bebida, que está en el suelo, y comprobamos que la pastilla no se
había disuelto. Trato de ir a por ella, pero el agente me sujeta de malas formas.
—¡Suéltala! —dice Troy, fuera de sí.
—Esta chica solo te ha jodido la vida.
El agente me echa fuera.
Troy vas hacia él y le golpea. Solo así me suelta.
—Joder, Kelsi, ¿estás bien?
—Yo sí, pero tú no. No estás bien, Troy. —Cojo su cara entre mis manos—.
Te han acosado, Troy, desde niño. Y esos abusos te han hecho daño. Te han
dejado una huella.
—No, tonterías, si me hubieran violado, lo sabría. No sabes lo que dices… Yo
nunca dije que no, Kelsi, y eso no es una violación. —Parece como si se lo
hubiera estado repitiendo una y otra vez.
—Troy.
—¡Estoy bien! Tengo que cantar.
Se marcha, y el agente me coge del brazo.
Protesto, y Troy regresa, para cogerlo de la camisa.
—¡Que la sueltes, joder! —grita. Lo suelta y me coge de la mano—. Joder, no
puedo ser bueno. No puedo vivir sin ti…
—No quiero vivir sin ti, Troy.
Se gira y me besa, delante de todos.
—Tengo que tocar. —Sus manos tiemblan. Vamos hasta la zona por la que
puedes salir—. Yo…
—Troy, no estás bien, y me quedaré a tu lado, hasta que lo aceptes. Hasta que
pidas ayuda, y esta vez sí te cogerán de la mano. Yo lo haré. Ya no estás solo. Ya
no necesitas un caparazón. Ya no lo necesitamos.
Le ponen la guitarra, como si no importara su mirada perdida. Es como si el
espectáculo no pudiera parar, aunque no se pueda cantar.
Así es este mundo: la gente no ve la verdad. Solo lo que quieren ver.
Le dan la señal.
—Ya no eres ese niño. Eres más fuerte. Te amo.
Las puertas se abren.
Troy me mira perdido, antes de salir.
No puede detener el concierto, y tampoco creo que pueda. La música siempre
le dio paz, y se ha aferrado a ella, antes de aceptar la verdad.
—¿Llegaste a tiempo? —me dice su madre, que mira a nuestro alrededor
inquieta.
—Sí, el agente le quería meter algo en la bebida. Lo detuve, pero siento que
no es la primera vez que lo hace. ¿Qué clase de madre permite algo así?
—Tu madre te vendió. Al menos, yo estoy aquí. —La miro y, aunque es una
zorra, veo algo más—. Creía que lo estaban cuidando —murmura muy flojito.
Solo yo la escucho—. De verdad, yo…
Parece aterrada, pero luego pestañea y vuelve a ser la mujer fría, que siempre
he visto.
—No fue así. Troy ha sufrido mucho.
Sus ojos se llenan de lágrimas que reprime con mucha fuerza. Su máscara se
está rompiendo.
—No puedo hacer nada —susurra con dolor. Uno que me pone los pelos de
punta—. Pero tú sí. —Aprieta mi brazo, sin que nadie lo vea, y siento que me da
permiso para cuidar de su hijo.
No sé por qué no puede ella ayudarlo, pero tiene que haber una razón.
El concierto no se detiene.
Troy canta todas las canciones y, al acabar, me abraza con fuerza. Está
temblando. Cuando lo miro, está perdido.
Vamos a su hotel.
—Troy, tienes que aceptar que te has sentido violado.
—No puedo. —Está sentado en la cama—. No sé cómo hacerlo…
Me arrodillo ante él y cojo sus manos.
—Habla. Ábrete al psicólogo. Podemos empezar juntos. Tengo vacaciones de
Navidad, y me quedo contigo, ¿vale?
—Vale. —Hace el símbolo del caracol con sus dedos.
—Poco a poco. No hay prisa.
Nos quedamos en silencio, y veo cómo lo asimila todo; cómo acepta el dolor,
cómo mira y se ve a él. Cómo asume que no está bien.
—Joder, Kelsi. Tú eres la que ha pasado por un infierno y mírate,
consolándome…
—No eras consciente de que tú también vives tu propio infierno, hasta que te
has puesto en mi piel.
—Me vi a mí, pero eras tú… No era consciente, Kelsi. No era consciente de
que todo eso que estaba bien… para mí, no era así. Como todos lo veían bien, yo
callé. No sentía que, por sentir asco ante el sexo, estuviera mal. Creía que el sexo
no me gustaba tanto como a otros. No decía que no, Kelsi, porque me dejaba
llevar. —Acaricio su cara—. Pero odiaba ser parte de eso. Odiaba que me
tocaran, y solo quería que acabaran pronto.
Se me llenan los ojos de lágrimas. Apoyo mi frente en la de ella.
—Ya ha pasado.
—Lo sé, pero duele como si siguiera ahí, sin poder moverme, cantando en mi
mente, para que el asco pasara antes. —No puedo dejar de llorar, y acaricia mis
mejillas—. Lo normalicé, porque era más fácil eso, que asumir todo esto.
Troy ha vivido cosas que no eran propias de un niño. Ha crecido demasiado
rápido, en un mundo de adultos. Nadie le dijo que eso no estaba bien, que podía
negarse, que no era menos, por no disfrutar del sexo. Nadie lo aconsejó.
Y se dejó llevar…, mientras se perdía.
Lo abrazo y caemos en la cama, para consolarnos juntos.
La IA artificial no es mala, pero esto nos enseña que son las personas las que
son destructivas y hacen uso de las cosas mal.
A Troy no le hicieron daño usando la inteligencia artificial, pero le dolió
igual, o más. La vida va a evolucionar, y tal vez un día lo hagan también las
personas, y dejen de hacer tanto mal.
Culpar a una máquina sin alma, hubiera sido para mí lo fácil, pero yo
siempre vi al monstruo tras la pantalla.
Capítulo 72
Troy
No era consciente de todo lo que callé. De todo lo que me guardaba, porque
creía que no era importante, porque pensaba que a nadie le importaría o porque
había algo mal en mí, por no entender este mundillo.
Kelsi estuvo a mi lado cuando hablé con el psicólogo.
Saqué todo, me miró y me dijo:
—Trabajaremos en ello. Saldrás de esto más fuerte. Yo me encargaré.
Lo creí.
He empezado a creer en las personas, y Kelsi también.
Cuando nos despedimos, me dijo con una sonrisa, una menos.
Ya queda menos.
Mi madre ha estado a mi lado. Ha cambiado el agente y el anterior, digamos,
que nunca más volverá a trabajar de lo mismo. Se han filtrado noticias de lo
malo que es y su carrera se ha destruido. Nadie sabe quién la filtró.
Kelsi cree que ha sido mi madre, pero que calla por algo.
Ahora estoy de concierto, cerca de donde vive mi hermana.
He quedado para verla. Llevo una gorra, y estoy entre la gente, pero nadie me
ve. Salvo Alana.
Cuando me ve, corre a mis brazos y me abraza con fuerza.
Nos abrazamos, mientras la gente pasa por nuestro lado.
—Te quiero —me dice—. Has venido.
—¿No te dijo Kelsi que vendría?
—Eso dijo tu chica —lo comenta muy bajito.
Yo no puedo delatarla, pero Kelsi puede hablar con ella, y guarda fotos y
conversaciones que luego me pasa. Sé muchas cosas de ella, por Kelsi. Le debo
mucho a mi chica, como dice Alana.
Entramos a tomar un café y su abuela nos hace una foto, que manda a Kelsi.
Alana me cuenta cosas de su colegio. Un día tendré que dar el paso de que
todos sepan que es mi hermana, pero aún no. No, hasta que tenga el control de
mi vida.
Nos despedimos con un abrazo.
Les doy entradas para el concierto y, cuando canto, lo hago para ella.
Sé que está entre la gente, como una más, pero para mí no lo es.
El alcalde paga por todo, y más.
Al parecer, tenía contratos ilegales.
Kelsi apoyó a su exnovio y esto hizo que la gente del barrio no fuera tan cruel
con su familia. Ahora está ahí, de vacaciones de verano.
Ya queda menos para vernos, aunque el tiempo pasa lento, pero somos
pacientes.
Kelsi ha vuelto a ayudar en las fiestas del barrio. No puede negar que le gusta
organizar cosas y hacer vídeos.
Hace unos increíbles.
Mi madre sabe que es ella la que me ayudó con los míos, y no me ha
presionado para tenerla en su equipo. Mejor, porque Kelsi debe seguir su camino
sin presiones.
Poco a poco, estoy más fuerte, y soy más yo que nunca. Ya no hay ira, ni
dolor.
Estoy al lado del grupo, pero no somos nada. Nunca lo fuimos.
Canto, disfruto, y, cuando la gente se me acerca, tengo más de seguridad a mi
alrededor, para que nadie me toque sin permiso.
He aprendido a decir no.
He aprendido a pedir ayuda.

—El contrato se ha acabado —me anuncia mi madre. Mi padre está fuera del
cuarto, agitado, nervioso y, desde hace unas semanas, fuera de sí—. Eres libre,
por lo que supongo que quieres dejar el grupo.
—Sí, quiero empezar de cero.
—Supongo que sin mi agencia.
Nos miramos a los ojos y la puerta se abre, y aparece mi padre.
—Todo es mío. Todo es mío…
—Teníamos un trato —le recuerda mi madre—. El trato acaba hoy. Yo no
me he metido en tu vida…, con la condición de que fuera libre de ti y de él. —
Mira el cuadro de mi abuelo.
—¡Tu padre era un cerdo! Nunca debió dejarle todo a él. ¡Era mi dinero!
Los miro, sin comprender nada, pero mi padre por fin se muestra como el
desgraciado que es, y mi madre lo mira… con asco.
Lo mira de una forma que jamás he visto en mi presencia.
—Sí, pero yo he cuadruplicado el préstamo. Coge tu parte y desaparece de
nuestras vidas. Ahora, Troy es el dueño de toda la fortuna Harris.
La miro, sin comprender, y mi padre va hasta ella.
Voy hacia él y lo cojo del cuello.
Joder…, podría matarlo. Tengo muchas ganas.
Tomo aire, y dejo la ira irse. Lo suelto.
—Eres un mierda. Una persona capaz de dejar a su hijo, solo para follar.
—Gracias a mí, eres un hombre.
Mi madre le da un puñetazo.
—Largo de su casa. Ahora él es el dueño, y firma el divorcio antes de salir.
Mi padre nos observa con asco y se marcha.
Miro a mi madre.
Esta me mira y veo algo en sus ojos, que no he visto nunca: amor. Luego,
tiembla como si no pudiera más con el peso que sostenía.
—¿Me puedes explicar qué ha pasado?
—Al fin puedo. Al fin, todo es tuyo.
Saca un testamento y lo leo.
Mi abuelo me legaba toda su fortuna a los veinticuatro años, que hago hoy,
solo, si mi madre no interfería en mi vida, más de lo necesario. Solo, si me
dejaba convertirme en un hombre.
El dinero que mi padre les prestó en la boda sería devuelto, y yo tendría el
resto para hacer con ello lo que quisiera. Mi padre sería quien podría alegar si mi
madre tuvo algo que ver o no, en mi vida.
—El abuelo siempre fue un capullo.
—Sí, lo fue, y adoraba a tu padre. Por eso, hizo esto. Cuando naciste, me
volqué en ti, y me dijo que iba a hacer de ti un hombre débil. Cambió el
contrato, poco antes de morir, y tu padre me ha estado amenazando con esto
toda la vida. Cuando te pasó todo, no podía ayudarte, y eso me mataba…, pero
pude apuntarte a clases de canto. Te mandé lejos, con un agente de mi
confianza, que era mi mejor amigo. Pensé que te cuidaría. Creía que te cuidaba.
De verdad, que yo… —Rompe a llorar—. Tu padre era feliz con su hijo cantante
—comenta, cuando se calma—. Esperaba que yo la cagara y tener una inmensa
fortuna, pero yo no podía hacer nada. Solo debía esperar a este día, para ser libres
de él, y de tu abuelo y sus artimañas contra mí. Por suerte, llegó Kelsi y te pudo
cuidar. Argi me dijo lo especial que era para ti. —Pienso en mi guardaespaldas.
La mirada de mi madre es más dulce—. Lo siento, y entenderé que no puedas
perdonarme…
—¿Y por qué no huir conmigo? ¿Aguantaste solo por dinero?
—No, si huía, perdía tu custodia. El dinero no me importaba, Troy, pero si
perdía la custodia, no podría hacer nada para alejarte de él. Créeme, si te dije que
hice lo que pude… Yo… ¿Sabes lo duro que ha sido para mí estar ahí, sin estar?
¿Sabes lo que ha sido tener que fingir que no te amo más que a nada? —Rompe a
llorar.
Mi madre nunca llora. Siempre ha sido una zorra…, para no perderme.
La abrazo. Joder, para ella ha sido un infierno todo esto.
Me abraza y, por primera vez, entiendo que fue una zorra para salvarme. Para
llegar a este punto.
Kelsi tenía razón: había algo más. Un punto, en un testamento.
Ahora soy dueño de todo, hasta de la agencia de mi madre. Por eso, lo
primero que hago, es ponerla a su nombre y darle todo lo que le pertenece.
La contrato como mi agente, para mi nueva carrera. Con mi música, en
solitario. No puedo dejar de cantar, pero hay una condición: me quedo con la
chica, y quien no quiera seguirme, que no lo haga.
—No esperaba menos. —Mi madre firma—. Rueda de prensa en diez
minutos.
Mi madre sabe lo de Alana. Sabe que la cuido, y hemos dejado en su mano
que ella quiera o no ser pública. Tiene derecho a elegir si quiere una vida pública.
Lo que decida, lo entenderé, y estaré a ahí.
Entro a la sala de prensa.
No he hablado en las entrevistas, porque no tenía nada que decir del grupo.
Por eso, hay expectación máxima.
Estoy solo. Sin ellos. Sin esos idiotas, que no soporto.
Decirles adiós, me ha sentado muy bien. Era la primera vez que hablaba con
ellos y mandarlos a la mierda ha sido gratificante.
Mi madre les ha informado de que la agencia no quería sus servicios más.
Que se jodan, porque me vieron mal y me incitaron a tener sexo, borracho.
No quería, no era normal, no deseaba estar ahí…, pero les dio igual. No todo es
normal, y no todo vale. Por mucho que se haya hecho así durante años.
Me siento y siento las cámaras y los flases apuntando a mi cara.
Ajusto el micro, y me preparo para hablar, para no callarme más. Al fin,
siento que soy libre para ser yo mismo.
—Buenas tardes, y muchas gracias a todos por venir. —Se hace el silencio. Es
la primera vez que me dirijo a ellos—. He convocado esta rueda de prensa para
informales de que no voy a volver al grupo Escarlata. Ni ahora, ni nunca. Esta
etapa de mi vida ha sido cerrada, y a partir de ahora, iniciaré mi carrera en
solitario. ¿Alguna pregunta? —Todas las manos se alzan. Sonrío—. Solo una…
Tú —le digo a Tulia, que ha terminado su carrera de Periodismo, y le di un pase
para esta entrevista.
Es lo que tiene tener un amigo en la industria.
Betty estaba con Pat, en la ciudad donde lo han contratado para jugar al
fútbol de forma profesional, y ella trabaja en una radio local.
Las ambiciones de Tulia son mayores. De hecho, mi madre la ha contratado
como jefa de prensa para mí, pero hasta que esta reunión no termine, no
empezará.
—¿Y ahora dónde irá ahora, señor Harris? —Sonríe y nos miramos.
—Ahora voy a por mi novia, a disfrutar de ella, sin miedo a perder más
seguidores. —Sonríe—. Quien me quiera seguir, será por mi música, y nada
más.
—Por suerte para ti, ella quiso no perderse esa entrevista tan importante.
La gente se aparta y veo a Kelsi al fondo.
No lo esperaba. Joder, esto no lo esperaba.
Salto la mesa y voy hasta ella.
No dejan de hacernos fotos.
Nos miramos y, al fin, la beso ante cientos de cámaras, que no me importa
que vean cuánto la amo.
Joder, estoy loco por ella.
—Te amo.
—Te amo —me responde.
La abrazo y giramos. Se ríe. Soy feliz, soy feliz… Feliz de verdad.
Apoyo mi frente en la de ella, y tomo aire. Mis ojos se reflejan en los suyos.
Lo hemos logrado. Hemos llegado hasta aquí, juntos. A su lado aprendí a
luchar contra cada uno de mis demonios, mientras yo la ayudaba a combatir los
suyos.
Perdido me encontré a la persona que me iba a ayudar a volver a encontrarme
a mí mismo. Kelsi siempre tuvo razón: es mi destino y mi vida, mi estrella en la
oscuridad más inmensa, y mi abrigo en la tormenta.
Ella es la persona que siempre me vio, hasta cuando yo no lo hacía.
Epílogo
Kelsi
Tu luz me guiará siempre de vuelta de la oscuridad.
Ten piedad de mí, nena, y dime que me amarás toda la eternidad.
Si un día muero…, quiero saber que mi destino será encontrarte.
Si un día muero…, quiero que sea mientras bailamos juntos, perdidos en nuestra propia danza.
Sonrío, cuando Troy deja de cantar y me mira.
Estamos grabando su segundo álbum en solitario. La verdad es que es muy
bueno y me encanta estar con él, cuando los graba.
Ahora me encargo del sonido y de los vídeos.
Tengo un equipo a mi cargo. Trabajo para él, aunque en verdad, desde que
nos casamos, todo lo mío es suyo, y al contrario. Así lo quiso, y somos un
equipo.
—Es muy bueno —me dice mi suegra.
—La verdad es que sí.
Pasa mucho tiempo con nosotros.
Nos compramos una casa, aislada del mundo, cerca de un precioso lago.
Troy se va de giras, pero, siempre que puede, está ahí y, cuando viaja, yo lo
hago a su lado.
La gente lo sigue por su música, ya no es solo un cuerpo sin emociones.
Habló en el pódcast de la universidad, donde yo seguía dirigiendo todo, de
cómo se había sentido cuando la gente lo tocaba. Se abrió en canal y, desde
entonces, la gente se lo piensa dos veces antes de tocarlo, invadiendo su espacio.
Yo también expliqué cómo me sentí con la IA, cuando todo pasó, y pedí que
la usaran con cabeza, porque todo es bueno, hasta que se le da un mal uso.
Por suerte, el alcalde se pasará casi toda su vida en la cárcel.
Mi padre y Vanesa tuvieron a mi hermano, y adoro a ese pequeño. Su negocio
creció, gracias a mis ideas y, desde que supieron que era su hija, y mi novio Troy,
más.
—A mí me ha parecido que la voz no estaba bien del todo.
Alana nos mira desde el sofá. Tiene quince años y, desde hace dos, decidió
contar que era su hermana. Desde entonces, viaja con nosotros siempre que
puede, y, aunque la prensa la acosa, al final todo pasa, y en su pueblo la gente la
trata como una más.
—Estoy con la enana —dice Troy—. Lo repito. Empezamos desde cero.
Su hermana lo observa con cariño y adoración.
Me mira y le digo que vale.
Lo preparo todo. Pongo todo a cero y empezamos a grabar.
No me canso, de escucharlo, de mirarlo… Sobre todo cuando alza la cabeza y
me sonríe, como cada concierto al que voy. Como si solo fuéramos los dos, entre
millones de personas.
Acaba y entra para escucharlo en la cabina.
Se sienta y tira de mí, para que esté sobre él. Parece mentira que un día a
ninguno nos gustaran las caricias. Ahora no puedo dejar de tocarlo, y de
buscarlo.
Besa mi cuello.
—Me gusta —afirma feliz—. Seguimos con las siguientes.
Me besa feliz, orgulloso de él mismo, y de la música que hace. De lo que es.
—Te amo —le confieso cuando se aleja.
—Y yo a ti.
Entra y se pone a cantar de nuevo, y de nuevo todas sus letras son para mí y
para nuestra vida.

Troy sopla las velas. Cumple treinta años ya. Coge chocolate con un dedo y
me lo pone delante. Lo lamo y luego me besa.
—¡Ey…, cortaros un poco! —grita Pat, al lado de Betty.
Sonrío y lo beso de nuevo.
—Al final, no he acabado muerto, antes de los treinta —murmura a mi oído.
—Gracias a mí. —Se ríe.
—Eso sin duda.
Corto la tarta, mientras Tulia graba todo, para las redes sociales.
Yo también he estado grabando todo, pero es para nosotros.
Mi padre le da un regalo y lo abre. Es una guitarra nueva.
—Sé que tienes muchas, pero esta me gustó para ti.
Troy le da un abrazo, y luego coge a mi hermano en brazos.
Su hermana se le acerca y le tiende su regalo.
Tiene a su novio al lado y, sorpresa, a Troy no le gusta. Lo ha matado de mil
maneras diferentes, mentalmente. Es un gran chico, y espero que Troy, al final,
lo acepte, como mi padre hizo con él.
Su madre coge un trozo de tarta y otro para Argi, su pareja. No se quieren
casar, pero no esconde su amor. Ella lo dejó, al lado de su hijo, porque esperaba
que lo cuidara, y por eso siempre veló por mí.
Oriol no está aquí. Lo perdonamos, pero las cosas ya no fueron lo mismo en
el grupo. Por suerte, vino nueva gente y acabamos la universidad con un grupo
de pódcast muy bueno; pero amigos de verdad, nos quedamos con tres: Betty,
Tulia y Pat.
Vanesa se me acerca y mira a todos reírse, felices.
Observo a Troy abrir regalos, y no deja de mirarme de reojo. Cada año está
más jodidamente sexi. No puedo dejar de enamorarme de este hombre.
—Se le ve feliz —indica mi madrastra, y la abrazo.
—Sí, y yo también lo soy.
—Lo sé, se nota.
Comemos la tarta, y mi padre se me acerca. Me hace una foto con Troy, para
su álbum familiar.
—Al final lo has conseguido —le digo a Troy, y me mira a la espera de que
añada algo más—, encontrar la felicidad.
—Ya ves, hasta un mierda como yo, podía ser feliz. —Lo miro con reproche
—. Es mentira. Nunca fui tan malo como me pintaba mi padre. Lo sé.
De su padre, no sabemos nada. Por suerte, ha desaparecido de nuestras vidas.
—Mejor, porque eres increíble.
Nos besamos, cerca de nuestra familia y amigos; de toda esa gente que nos ve
de verdad. Que están ahí, en los buenos y malos momentos. Esos que no huyen,
cuando te salpica la mierda. Esos que son de verdad.
—Te amo —susurra a mi oído.
—Y yo a ti.
Lo amo cada día más.
A su lado aprendí a quererme a mí misma; a perderme, para encontrarme, y
lo que es el amor. El de verdad, el que encoge el alma y te hace suspirar con cada
caricia. El que es pausado y a la vez intenso. El que te hace desear una vida
eterna, amando a esa persona en cada una de tus vidas. A su lado, aprendí a no
conforme, porque solo, cuando te conformas, dejas de vivir tu vida.
A su lado, aprendí a amar, mientras luchaba contra dragones imaginarios.
Que a veces la vida se queda en pausa, un instante, al mismo tiempo que el
mundo no deja de girar y tú aprendes a vivir lento, mientras todo pasa rápido.
A su lado, aprendí que la vida es mucho más de lo que un día soñé, pero no
cambiaría ni uno solo de mis sueños.
Estos me trajeron a él, y me acompañaron cuando nadie era capaz de ver
quién era en verdad.
Hoy la vida gira, sin pausas, con cientos de miedos, y muchos sueños.
A su lado…, al lado de mi cantante favorito, Troy Harris.
Agradecimientos
A mi marido y mi hijo, que son las personas que más quiero. Gracias por
apoyarme en cada novela y vivirlas como si fueran vuestras. Por estar a mi lado,
en los buenos y malos momentos.
A mis padres y mi hermano, porque sois increíbles, y os quiero mucho.
A Ediciones Kiwi, por apostar por todas mis locuras.
A mis lectoras cero, Sara, Jenny, Jessica y Raquel, por vuestros consejos y
cariño hacia mis libros siempre.
A Merche y Natalia por estar siempre ahí.
A mis lectores, las «moruadictas», como yo las llamo, por ser parte de mi
mundo en cada novela y estar ahí, sea el género que sea, apoyando a tope mis
libros.
Y a los nuevos, gracias por darles una oportunidad a mis letras.

También podría gustarte