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ANEMIA FERROPÉNICA
En torno al 10% de las personas que viven en países industrializados y del 25
al 50% de las que habitan en países en vías de desarrollo tienen anemia. En ambos entornos, la causa más frecuente de anemia es la deficiencia de hierro. Los factores responsables de la deficiencia de hierro difieren en las distintas poblaciones y se comprenden mejor al explicar el metabolismo normal del hierro. La masa corporal total normal de hierro es de 2,5 g en las mujeres y de 3,5 g en los hombres. Aproximadamente el 80% del hierro corporal funcional está presente en la hemoglobina, y el resto se distribuye entre la mioglobina y las enzimas que contienen hierro (p. ej., catalasa o citocromos). La reserva de hierro, formada por la hemosiderina y el hierro unido a ferritina en el hígado, el bazo, la médula ósea y el músculo esquelético, contiene como media el 15- 20% del hierro corporal total. Como la ferritina sérica procede en su mayor parte de esta reserva, su concentración es una buena medición de las reservas de hierro. La evaluación del hierro en la médula ósea es otro marcador fiable, aunque más invasivo, de las reservas de hierro. El hierro se transporta en el plasma unido a la proteína transferrina. En personas normales, la transferrina está saturada en un 33% aproximadamente con hierro, lo que condiciona que las concentraciones séricas de hierro sean de 120 ug/dl en los hombres y de 100 ug/ di en las mujeres, como media. En consecuencia, la capacidad total de fijación del hierro normal es de 300-350 ug/ di. Dada la elevada prevalencia de la deficiencia de hierro, las presiones evolutivas han dado lugar a la aparición de vías metabólicas que están fuertemente sesgadas hacia la retención del hierro. No existe una vía regulada para la excreción del hierro, que se limita a 1-2 mg/ día, que se pierde a través de la liberación de células epiteliales desde la mucosa y la piel. El balance del hierro se mantiene principalmente mediante la regulación de la absorción del hierro de la dieta. La dieta occidental normal contiene entre 10 y 20 mg de hierro, en su mayor parte en el hemo de carnes y aves, y el resto en forma de hierro inorgánico en los vegetales. Aproximadamente el 20% del hierro hemo y el 1-2% del hierro no hemo es absorbible; por tanto, la dieta media occidental contiene suficiente hierro como para equilibrar las pérdidas diarias fijas. El hierro se absorbe en el duodeno. El hierro no hemo se transporta a través de las membranas apical y basolateral de los enterocitos mediante varios transportadores. Tras su reducción mediante una reductasa férrica, el hierro ferroso (Fe2+) es transportado a través de la membrana apical por el transportador 1 de metales divalentes (DMTl). Después, un segundo transportador, la ferroportina, desplaza el hierro desde el citoplasma hacia el plasma a través de la membrana basolateral. A continuación, el hierro recién absorbido se oxida mediante hefaestina y ceruloplasmina a hierro férrico (Fe2+), la forma del hierro que se une a la transferrina. Tanto el DMTl como la ferroportina se encuentran ampliamente distribuidos en el cuerpo y también participan en el transporte del hierro en otros tejidos. Solo una fracción del hierro que entra en los enterocitos se libera hacia la transferrina desde la ferroportina; el resto se incorpora en la ferritina citoplasmática y se pierde por la exfoliación de las células de la mucosa. Cuando se ha producido la repleción de las reservas de hierro del cuerpo, la mayor parte del hierro que entra en las células duodenales es «entregado» a la ferritina, mientras que la transferencia hacia la transferrina plasmática se potencia cuando el hierro es deficiente o cuando la eritropoyesis es ineficiente. Este balance está regulado por la hepcidina, un pequeño péptido hepático que es sintetizado y segregado en un proceso dependiente del hierro. La hepcidina plasmática se une a la ferroportina e induce su internalización y degradación, de manera que, cuando las concentraciones de hepcidina son altas, las de ferroportina disminuyen y se absorbe menos hierro. Por el contrario, cuando las concentraciones de hepcidina son bajas (como sucede en la hemocromatosis), el transporte basolateral de hierro está aumentado y, finalmente, se provoca una sobrecarga sistémica de este metal.
EXPLICACION DE LA IMAGEN. Regulación de la absorción del hierro. Se
representa la captación del hierro hemo y no hemo en la célula epitelial duodenal que se comenta en el texto. Cuando los lugares de almacenamiento del cuerpo se llenan de hierro y la actividad eritropoyética es normal, las concentraciones plasmáticas de hepcidina son altas. Esta situación provoca la regulación negativa de la ferroportina y el atrapamiento de la mayor parte del hierro absorbido, que se pierde cuando las células epiteliales duodenales se propagan hacia el intestino. Por el contrario, las concentraciones de hepcidina disminuyen y la actividad de ferroportina aumenta cuando se reducen las reservas de hierro del cuerpo o cuando se estimula la eritropoyesis, permitiendo que se transfiera una mayor fracción del hierro absorbido hacia la transferrina en el plasma. DMTI, transportador I de metal divalente. PATOGENIA La deficiencia de hierro surge en varias situaciones: La pérdida crónica de sangre es la causa más importante de anemia ferropénica en el mundo occidental. Los orígenes más frecuentes de hemorragia se localizan en el tubo digestivo (p. ej„ úlceras pépticas, cáncer de colon o hemorroides) y en el aparato genital femenino (p. ej., menorragia, metrorragia o cánceres). En el mundo industrializado, la ingesta baja y la escasa biodisponibiiidad debidas, sobre todo, a dietas principalm ente vegetarianas son las causas m ás frecuentes de la deficiencia de hierro. En EE. UU., la ingesta alimentaria baja es una causa poco frecuente, aunque, en ocasiones, se detecta en lactantes que reciben exclusivamente leche, en personas necesitadas, en ancianos y en adolescentes que subsisten consumiendo predominantemente comida basura. En todo el mundo, durante el embarazo y la primera infancia, se observa un aumento de la demanda, que no es cubierta por la ingesta alimentaria normal. La malabsorción aparece en caso de enfermedad celíaca o después de una gastrectomía. Con independencia de la causa, la deficiencia de hierro se desarrolla de forma insidiosa. En primer lugar, se produce la depleción de las reservas de hierro, lo que se manifiesta con el descenso de la ferritina sérica y la ausencia de hierro teñible en la médula ósea. Después, disminuye el hierro sérico y aumenta la transferrina sérica, y, finalmente, disminuye la capacidad de sintetizar hemoglobina, mioglobina y otras proteínas que contienen hierro, lo que da lugar a anemia microcítica, deterioro del rendimiento laboral y cognitivo e, incluso, un descenso de la inmunocompetencia. Características clínicas En la mayoría de los casos, la anemia ferropénica suele ser leve y asintomática. Incluso en los casos graves pueden aparecer solo manifestaciones inespecíficas, como debilidad, apatía y palidez. En caso de anemia de larga evolución, es posible que aparezcan anomalías ungueales, con pérdida de peso, aplanamiento y coiloniquia. Una complicación neuroconductual curiosa, aunque característica, es la pica, la compulsión de ingerir sustancias no alimentarias, como tierra o arcilla. En el frotis de sangre periférica, los eritrocitos son microríticos e hipocrómicos. Entre los criterios diagnósticos se encuentran anemia, índices eritrocíticos hipocrómicos y microcíticos, ferritina sérica y concentraciones de hierro bajas, saturación de transferrina baja, aumento de la capacidad total de fijación del hierro, y, en último término, la respuesta con tratamiento con hierro. Por motivos que se desconocen, la cifra de plaquetas a menudo está elevada. Las concentraciones de eritropoyetina están aumentados, pero la respuesta medular está mitigada por la deficiencia de hierro. Por tanto, la celularidad, por lo general, solo está ligeramente aumentada. Es frecuente que las personas con anemia ferropénica fallezcan, pero prácticamente nunca por su causa. Un aspecto importante es que la anemia microcítica e hipocrómica no es una enfermedad en las personas bien nutridas, sino un síntoma de algún trastorno subyacente. TRATAMIENTO El hierro oral puede administrarse en distintas sales de hierro (p. ej., sulfato ferroso, gluconato ferroso, fumarato ferroso) o hierro azucarado por vía oral 30 minutos antes de las comidas (los alimentos o los antiácidos pueden reducir la absorción). Una dosis inicial típica es de 65 mg de hierro elemental (p. ej., como 325 de sulfato ferroso) administrados 1 vez al día o en días alternos. Las dosis más altas no se absorben en gran medida debido al aumento de la producción de hepcidina, pero incrementan los efectos adversos, en especial el estreñimiento u otras molestias gastrointestinales. El ácido ascórbico, en comprimidos (500 mg) o como jugo de naranja, cuando se toma con hierro, aumenta su absorción sin incrementar las molestias gástricas. El hierro parenteral causa una respuesta terapéutica más rápida que la administración oral de hierro, pero puede ocasionar efectos adversos, con mayor frecuencia reacciones alérgicas o por la infusión (p. ej., fiebre, artralgias, mialgias). Las reacciones anafilactoides graves en su mayoría se debían al dextrano de hierro de alto peso molecular, que ya no está disponible. El hierro parenteral se reserva para Pacientes que no toleran el hierro por vía oral Pacientes en los que el hierro por vía oral es ineficaz Los pacientes que pierden en forma constante grandes cantidades de sangre por trastornos capilares o vasculares (p. ej., telangiectasia hemorrágica hereditaria). Pacientes con necesidad de reposición de hierro rápida debido a anemia grave, cirugía programada o tercer trimestre del embarazo La dosis de hierro parenteral se calcula sobre la base del peso y el nivel de hemoglobina actual, pero en general es suficiente una dosis acumulada inicial de 1000 mg.
ANEMIA DE LA ENFERMEDAD CRÓNICA
La anemia asociada a la enfermedad crónica es la forma más frecuente de anemia en pacientes hospitalizados. A primera vista, es similar a la anemia de la deficiencia de hierro, pero se produce por la supresión de la eritropoyesis como consecuencia de la inflamación sistémica. Se presenta en varios trastornos asociados a la inflamación mantenida, como son: 1. Infecciones microbianas crónicas, como la osteomielitis, la endocarditis bacteriana y el absceso de pulmón 2. Trastornos inmunitarios crónicos, como la artritis reumatoide y la enteritis regional 3. Neoplasias malignas, como el linfoma de Hodgkin y los carcinomas de pulmón y mama PATOGENIA La anemia de la enfermedad crónica se debe a concentraciones altas de hepcidina en plasma, que bloquea la transferencia de hierro hacia los precursores eritroides al regular negativamente la ferroportina en los macrófagos. Las concentraciones elevadas de hepcidina se relacionan con las citocinas proinflamatorias, como la IL-6, que aumentan la síntesis hepática de hepcidina. Además, la inflamación crónica atenúa la síntesis de eritropoyetina en el riñón, reduciendo así la producción de eritrocitos por la médula. Las ventajas funcionales de esas adaptaciones en el contexto de una inflamación sistémica no están claras; es posible que permitan inhibir el crecimiento de microorganismos dependiente del hierro o que potencien ciertos aspectos de la inmunidad del huésped. Características clínicas Al igual que en la anemia por deficiencia de hierro, las concentraciones séricas de hierro, en general, son bajas en la anemia de la enfermedad crónica, y los eritrocitos pueden, incluso, ser ligeramente hipocrómicos y microcíticos. A diferencia de lo observado en la anemia ferropénica, sin embargo, la reserva de hierro en la médula ósea está aumentada, al igual que la concentración sérica de ferritina, y la capacidad total de fijación del hierro está disminuida. La administración de eritropoyetina y hierro puede mejorar la anemia, pero solo el tratamiento eficaz de la afección subyacente es curativo. TRATAMIENTO Tratamiento del trastorno que causa la anemia Algunas veces, fármacos para estimular la producción de glóbulos rojos Dado que no existe ningún tratamiento específico para este tipo de anemia, los médicos tratan el trastorno que la produce. En ciertos casos, como la enfermedad renal crónica, se pueden administrar medicamentos que estimulan la producción de glóbulos rojos por parte de la médula ósea, como la eritropoyetina o la darbepoyetina. Normalmente, se administran suplementos de hierro cuando se usa eritropoyetina o darbepoietina, para asegurar que el cuerpo reaccione adecuadamente a estos fármacos. Los fármacos que estimulan la producción de glóbulos rojos (estimulando la eritropoyetina, la señal que desencadena dicha producción) no son tan útiles a menos que las reservas de hierro sean suficientes. La carencia de hierro puede coexistir con la anemia por enfermedad/inflamación crónica y la administración de suplementos de hierro también está indicada en estos casos.