Sinfonías de Un Corazón
Sinfonías de Un Corazón
Sinfonías de Un Corazón
mi vida, dejándola en un estado amorfo. Este escrito recoge esos sentimientos, especialmente
sobre la única persona que logró controlarme y tener mi mente entre sus dedos, como si fuera
una marioneta sin voluntad propia, necesitada de un motor que la mantenga de pie.
Desde el momento en que la conocí, dejó una huella profunda en mi alma. Recuerdo
aquellos días, antes de conocer a ella, en los que mi espíritu parecía desvanecerse, deseando
empezar de nuevo y acabar solo por mi bien emocional. Sin embargo, por una simple confusión,
encontré a alguien que me dio razones para reconstruirme, para cambiar para bien. El joven que
apenas logró conciliar el sueño, que se dormía envuelto en melancolía después de mojar su
nuestros miedos es mostrarlas, solo para ser heridos y sin importar lo que sucediera logre sentir
Con el tiempo, aprendí a tenerla cerca; ella era la medicina que evitaba que me
desmoronará. Pero, de alguna manera, algo en ella se fue apagando. Me decía que me quería,
aunque lo único que mostraba era desinterés. Me esforzaba por entender su comportamiento, y,
aunque no era perfecto, siempre intenté hacer lo necesario para que se sintiera bien, aunque sabía
Las heridas que intentó cubrir con mentiras y una máscara fría se transformaron en una
maldición. A veces desearía retroceder el tiempo, rehacerlo todo, solo por si existiera la mínima
posibilidad de que ella aún estuviera a mi lado. Pero sé que los errores no pueden borrarse
únicamente para evitar ser herido. Nunca debí haber mentido sobre mis sentimientos; es algo que
aprendí hace un año. Ser narcisista fue mi perdición, creer que lo merecía todo sin medida.
Ahora, no tengo más opción que aceptar su distancia, incluso cuando me trata como un extraño,
alguien que ella solía conocer. Preferiría mil veces que me odiara antes que me tratara como si
Nunca olvidaré los mejores momentos que compartimos; Incluso, me encanta recordar
nuestras discusiones. Cada vez que pienso en ella, surge una sonrisa y, a veces, una lágrima. Uno
de los recuerdos más imborrables es el de mi cumpleaños. Desde que llegaste a mi vida, esos
días grises cambiaron. Generalmente, nunca celebro mis cumpleaños con mi familia ni me gusta
sentirme especial por un solo día que, para mí, no tiene valor alguno. Me gustaría que estuvieras
algo; tu menestra era inigualable, aunque en hacer tortillas, debo decir, eres la segunda mejor—
se ríe—. No olvidaré el día que intentaste hacer tortillas con su familia, tratando de replicar las
que hace mi madre. Terminaste rompiendo la mesa, y yo no paraba de reír. Siempre serás mi
Cuando la relación terminó, sentí una paz. Solo necesitaba que me dejara ir, que aceptara
lo que hizo y se apartara. Pero no pudo hacerlo. A pesar de mis intentos por bloquearla y
alguien más en su vida, entonces, ¿por qué no me dejaba en paz? ¿Por qué no me permitiría, en
algún momento, olvidarla? Me quedé mucho tiempo a su lado, escuchándola llorar por otro y el
simple hecho de saber que la mujer que amo estaba sufriendo me rompía el corazón.
estar juntos. Recuerdo sentarme en soledad, luchando con mis demonios, convenciéndome de
que realmente la amo. Me venían a la mente las cosas que me enamoraron de ella como su
sonrisa inocente, su nariz pequeña, y esa actitud caprichosa que encajaba tan bien con su físico.
Pero ya estaba roto de nuevo, sintiendo algo que aún no logro definir. No sé si es dolor o si, de
Por un breve momento, sentí que me estaba superando. Eso me motivó a esforzarme el
doble. Cada día, todo lo que hacía – estudiar, entrenar, cortarme el cabello más seguido – lo
hacía con una razón que, al final, no tenía sentido: pensaba que, si lograba ser mejor, te sentirías
mis compañeros de clase. En ese entonces, yo no consumía alcohol, ni tenía ningún vicio; Solo te
observaba. Notaba en tu comportamiento algo que te inquietaba, una duda o preocupación que no
te dejaba en paz. Apenas tomaste tres vasos de Switsh, pero tu cuerpo cedió. Supongo que era la
la cabeza apoyada en mis piernas, y durante veinte minutos permanecí en silencio, velando tu
sueño. Al despertar, bajo el efecto del alcohol, me dijiste algo que nunca olvidaré, supiste
manifestar tus sentimientos diciendo lo mucho que me amabas y que no querías que
desapareciera de tu vida.
Solo sonreí. No supe responderte como habría querido, pero en ese instante, en lo más
profundo de mi alma y mi mente, hice una promesa: sin importar lo que sucediera, nunca dejaría
de amarte. Sin importar el daño que pudiera venir, siempre me levantaría para luchar por estar a
personas pueden enamorarse de alguien más, sin importar el daño que eso cause a quienes
consideran especiales o cercanos. Te alejaste de mí, y pensé que ya no sentías nada. Sin
embargo, nuestra cita en Atuntaqui me demostró que las palabras pueden distorsionar la realidad,
convirtiéndola en una mentira dolorosa, la única manera de saber los sentimientos ocultos de ella
era observando sus ojos grandes y entrar a su alma para saber lo que desea.
Pasamos toda la tarde juntos, riendo, llorando, tomándonos fotos. Por un momento,
parecía que volvimos a ser pareja, como si sus sentimientos hacia mí no hubieran cambiado. Pero
al final de ese día ya habías tomado una decisión: querías estar con él. Sin embargo, no querías
que yo me alejara de tu vida. En el camino de regreso, me lo repetías una y otra vez como si
fueras un disco rayado: "¿Qué somos?" Era una pregunta cruel, como si un verdugo le
Esa noche solo deseaba llegar a casa, acostarme y llorar. Y eso hice: lloré hasta quedarme
dormido. En los cinco días siguientes continuamos conversando hasta que, el primero de agosto,
hiciste algo que nunca te atreviste conmigo: publicaste una historia en Facebook junto a él. Mi
corazón se rompió en mil pedazos; Sentí un dolor que no había experimentado antes. Aun así, fui
a mi primer día de trabajo, pero la tristeza era tan profunda que trabajar en paz se me hizo
imposible. Después de diecinueve días, renuncié, sacrificando una meta importante en mi vida.
Unos días después, hablé con tu hermano y, entre lágrimas, le conté lo sucedido. Me dijo
que no estabas lista para una relación y que lo mejor era sanar por separado. Que, si el amor
seguía ahí, la vida nos daría otra oportunidad. Sus palabras me dieron algo de paz y esperanza,
como si todo pudiera cobrar otro sentido en el futuro, tal vez una nueva oportunidad a tu lado.
Pasaron exactamente seis meses, y en ese tiempo me dediqué a superarme. Empecé a subir de
peso, leí muchos libros y solo pensaba en el momento de encontrarte para demostrarte cuánto
Fue en esa época que descubrí mi primer vicio: el cigarrillo, una distracción que calmaba
la ansiedad y acallaba esas voces internas que me llenaban de dudas y frustraciones. Entre tener
la mente ocupada y lidiar con tu ausencia, logré un estado de calma que, sin embargo, era frágil;
Una semana después, el dolor regresa. Los recuerdos y sueños felices solo me impulsaban a
querer olvidarte.
una vez más. Así que, el tres de noviembre, te cité a través de una carta anónima que solo tú
podrías entender. Era un recordatorio de nuestras promesas, sin valor alguno quizás, pero para
mí, era todo lo que había planeado hasta esa fecha. Llegué veinte minutos antes, en el lugar que
solíamos encontrarnos cuando éramos pareja, con un ramo de girasoles, escogidos para que
duraran más en tu compañía. Pasaron los minutos, luego la hora y media, y el guardia del banco
me observaba con cierta lástima. Finalmente, me marché al compromiso que tenía con mis
amigos de graduación. Toda la tarde estuve triste, sintiendo que realmente te había perdido.
En casa, quise quemar cada recuerdo y regalo, todo aquello que un día representaba
felicidad y que ahora solo me recordaba que nunca podríamos volver atrás. Sin embargo, guardé
un solo objeto que para mí tenía un valor único: la chompa roja que me cosiste en esos lugares
donde estaba rota. Fue un acto tan hermoso y lleno de ternura que nunca podré olvidarlo, así
como tampoco olvidaré el pastel de One Piece que me llevaste en mi cumpleaños número
diecisiete. Pero comprendí que, para sanar, debía dejar ir incluso esos detalles.
Entré a la universidad, y elegí una carrera que me alejara de los recuerdos, promesas y
lugares que compartíamos. Por un mes, me dediqué a un horario riguroso: gimnasio a las cinco
de la mañana, estudio en las tardes y dormir apenas llegaba a casa, agotado. La rutina me
ayudaba a no pensar en tu voz o tu imagen. Con el tiempo, creí haberte superado, y sentí la
Un domingo en la tarde, subí al autobús que me llevaría a Tulcán, vistiendo una camiseta
y pantaloneta, y me senté en los asientos intermedios. Estaba imaginando cómo sería si te viera
subir al mismo autobús, hasta que, para mi sorpresa, ahí estabas. Te vi de reojo, y un torbellino
cardíaco. Durante todo el trayecto, solo pensaba en ti y en cómo sería hablarte de nuevo. Sin
embargo, no me atreví a decir nada y, agotado, me quedé dormido soñando con nuestra primera
Pasé las siguientes dos semanas buscando una excusa perfecta para verte. Consulté con tu
hermano, el único que podía ayudarme en mi plan. Te busqué en Instagram y, bajo la excusa de
un libro que fue una promesa entre los dos, te escribí. A pesar de mis bajas expectativas,
responde. Mi alegría fue tan grande que solo podía pensar en el reencuentro. No pude esperar y
te pedí adelantar la cita. Aunque mis expectativas eran bajas, me dijiste que sí, y esa tarde llegué
contaste que habías terminado tu relación, y eso me llenó de esperanza. Sentía que entre nosotros
aún había una conexión especial, y las noches que pasamos hablando solo del pasado me
permitieron sentir que te acercabas de nuevo. Hubo noches en las que nos quedamos juntos,
acostados en la misma cama, escuchando música, riendo y recordando historias. Una de esas
noches, te confesé que quería besarte. Sabía que tú también lo deseabas, pero me anunciaba que,
si lo hacía, no volverías a verme. Al final, fuiste tú quien dio el primer paso, y ese beso borró
todas mis dudas. Supe que te amaba y que siempre serías mi vida.
Sin embargo, al día siguiente, dijiste que no querías volver a verme. Acepté tu decisión y
extrañabas. Las semanas siguientes pasaron entre encuentros nocturnos, como si fuéramos dos
personas que se tenían en una relación secreta. Cada vez que estaba contigo, me invadía la
Entonces, sucedió algo inesperado. Otra persona apareció en nuestras vidas, alguien que
tenía el deseo de reconquistarme, y al ver que me alejaba del amor de mi vida, se marchó
también, dejándome solo con mi dolor. Acepté la situación y decidí alejarme, pero el destino no
Jamás esperaba que algo de esto se convirtiera en mi completa perdición. De repente, una
persona inesperada llegó solo para cumplir su propio deseo de volver contigo. Al ver que me
alejaba de ti, del amor de mi vida, también decidió marcharse, dejándome solo con mi dolor.
Acepté lo sucedido y me alejé de la persona que más amaba. No podía volver a verla, y sentí que
había fallado a la promesa que le hice aquel día. Todo iba de mal en peor, y solo quería darme
tiempo para digerir todo lo que había pasado en tan poco tiempo. Pero entonces, una vez más, me
enteré de que habías regresado con esa misma persona que nos había separado desde el inicio.
En un simple favor, me pediste algo que, por alguna razón, presentí que era una mala
idea: convivir con él unos días. Pronto quedó claro que la convivencia sería un conflicto
constante. Los dos comenzamos a discutir por todo, y mi corazón y mi orgullo me impedían
ceder. Fue entonces cuando revelé lo que había sucedido en la universidad durante su ausencia.
Aquella confesión te enfureció; Todo había terminado entre nosotros, y el odio hacia mí era
evidente. Sabía que había arruinado la oportunidad de una felicidad que quizás podrías haber
alcanzado con él. Aquella decisión me llenó de remordimiento, y jamás imaginé que el lamento
sería tan grave para el futuro. Tal vez este sí era el final de todo… o, quizás, el comienzo de un
Pasaron meses en los que tuve que lidiar con mis problemas sin tenerte a mi lado. Al
final, tú eras mi única medicina, el alivio a mis tormentos, y solo pensaba en buscarte una y otra
vez, aunque el miedo me paralizaba. Había llegado a un punto en el que todo lo que parecía
perder valor, y cada vez que intentaba acercarme, recordaba cómo me dejaste con un simple "yo
no te amo". La misma historia se repetía una y otra vez, y en ocasiones me resignaba a aceptar
mi destino. Me conformaba con tener tu amistad, la única manera de tenerte cerca. No fue la
mejor decisión, ya que mis sentimientos se consumían y solo deseaba gritarte cuánto te amaba.
Pero sabía que decirte esto significaría el fin definitivo, así que nunca me atreví a tomar el
riesgo.
En nuestras últimas salidas, empezaste a comportarte de forma diferente. Quizás fue por
aquella pelea sobre la chica con la que supuestamente había tenido algo, lo cual te molestó
profundamente. Al final, me dijiste que me alejara de tu vida. Pensé: "Si ella pudo hacerlo, ¿por
qué yo no?" Lo mismo sentí cuando vi las marcas en tu cuello; no tenías derecho a juzgarme. En
otra salida, me dijiste algo que me dejó pensando: si éramos solo amigos, ¿por qué insinuabas
que te tratara como a una princesa, o mencionabas la posibilidad de volver, pero con el temor de
forma de ser. Era como si fueras la estrella de un juego en el que yo solo podía perder.
Finalmente, decidí decirte mis sentimientos una última vez. Sabía que lo arriesgaba todo,
pero cuando tomó una decisión, nadie me hace cambiar de parecer. El resultado fue como
imaginé: me pediste que te esperara. Ese simple acto me llenó de esperanza, y pensé que por fin
podría ser feliz. Solo debía esperar dos meses para verte y hablarte nuevamente. Esos dos meses
fueron una tortura; Pensaba en ti a diario, y solo salía para trabajar o jugar billar. El contacto cero
Al final, llegó el día en que te vería. Como te prometí, una noche antes de empezar
clases, estaría a tu lado, y desde ese momento, no te faltaría nada. Pero aprendí que no existen
segundas oportunidades: un simple segundo bastó para perderte para siempre y no poder cumplir
lo que más anhelaba. De repente, cambiaste de parecer. Me dijiste que esperabas el fruto de un
amor pasado, pero, por cosas del destino, decidiste dejarlo ir. Aun así, yo no tenía la culpa de
En los últimos meses hasta hoy, solo he pasado consumiéndome en el deseo de que
regreses, o al menos en comprender por qué Dios permitió que estuvieras en mi vida tanto
tiempo. Y al final, cada vez que intentaba alejarme, el destino te ponía de nuevo en mi camino,
como si fueras mi destino inevitable. Parece que cada vez que trato de olvidarte, el dolor se
multiplica, y entiendo que jamás tendré la valentía suficiente para dejar atrás todos los
sentimientos que construí contigo. Eres mi mundo, mi universo, y no ha pasado un solo día sin
que pienses en ti. No sé si esto es amor o una obsesión, pero desde el principio he sentido lo
mismo.
Te amo, pero no puedo seguir a tus pies para siempre. Quizás en un año cambie mi forma
de pensar o actuar, pero lo que siento por ti no va a cambiar. Intentó encontrar refugio en excesos
y placeres temporales, pero solo aprendí que nada de eso sirve para olvidarte. Dejé el alcohol,
una sustancia que me hacía comportarme de forma descontrolada, pero el cigarrillo aún es mi
compañero en las noches más oscuras, cuando el vacío se vuelve más profundo.
rabia y dolor, mientras seguía escribiendo este libro me di cuenta de que tú no hiciste nada malo.
Yo también cometí errores. Te amo y siempre justificaré tus acciones, creyendo que eres la
mejor mujer del mundo. No puedo odiarte. Quizás no era el momento para estar juntos. Y como
último acto de amor, me quedaré esperando por ti. Lo bueno es que no me detienes; Solo
guardaré la esperanza de tu regreso en algún momento, anhelando que podamos estar juntos en
un futuro próximo.
REGRESO”